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1 Punto Rojo Revista de Política y Cultura Número especial de marzo, dedicado al Día Internacional de la Mujer Revista trimestral

Punto Rojo. Revista de Política y Cultura. Año 1, Número 1, Volumen 1

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Revista en Ciencias Sociales y Humanidades

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Punto Rojo

Revista de

Política y

Cultura

Número especial de marzo,

dedicado al Día Internacional de la Mujer

Revista trimestral

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EDITORIAL

Decía Aristóteles que todos los

individuos por el simple hecho de

vivir en sociedad y conformarnos

en una determinada polis,

pertenecemos al zoon politikón.

Por lo tanto, la discusión y

reflexión en torno a los problemas

sociales y la injerencia en la toma

decisiones colectivas, es una

parte esencial en el desarrollo del

Hombre desde tiempos antiguos.

La política y la cultura, por ende,

forman una parte sustantiva de

dicho quehacer histórico-social y

de su re-ordenamiento continuo.

Qué mejor, de esta forma, que

expresar este cavilar a través de

Punto Rojo. Revista de Política y

Cultura. Un espacio donde la

discusión seria y formal en áreas

que competen la política,

historia, sociedad, economía,

relaciones internacionales,

Derecho, filosofía, cultura,

biblioteconomía, ciencia, nuevas

tecnologías, entre otros rubros,

forman el eje vertebral de dicha

Revista. A nivel nacional e

internacional, nos encontramos

siempre ante acontecimientos de

velocidad por demás vertiginosa

que no pueden pasarse

desapercibidos y que, sin lugar a

dudas, nos obligan constantemente a la reflexión y plasmarlos a través de la palabra, ¿y por qué

no?, siempre ofreciendo una alternativa al Pensamiento Crítico ante la vorágine del Pensamiento

Único o Hegemónico.

Año 01. Número 1, volumen 1. Fecha de publicación enero-marzo 2015. Punto Rojo. Revista de Política y Cultura Es una revista cuatrimestral publicada y editada por Fernando Valencia Rosas. El contenido de la publicidad y de los artículos es responsabilidad exclusiva de los anunciantes y de los autores. Los artículos aquí publicados no necesariamente expresan el punto de vista de la dirección y política de la revista.

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República de Bolivia 17 Col. Centro, Cuauhtémoc, 06020, México, D.F.

Martes a viernes 10:00 – 18:00 hrs., sábado y domingo 10:00 -17:00 hrs.

Entrada general $20:00; estudiantes, maestros e INAPAM $10.00

Teléfonos 57959596 / 57959425

[email protected] www.museodelamujer.org.mx

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Tabla de contenido

Humor y Reflexión 5

Historia y Biblioteconomía 6

Mujeres bibliotecarias durante la II República, por Rosa Sansegundo Manuel (Abstract) 6

Las mujeres en la Independencia de Colombia, por Pablo Rodríguez Jiménez (Abstract) 7-10

Política 11

¿Por qué un Día Internacional de la Mujer?, por Lorena Pilloni Martínez 11-15

Economía 16

La situación laboral de la mujer bibliotecaria en Portugal, Rosa Oliveira 16-17

Literatura 18

Naturaleza, la metatextualidad de Darío, por Josué Mancera 18-19

Cine 20

Hannah Arendt, un comentario, Fernando Valencia Rosas 20-21

En Entrevista 22

Recordando a Gabriel García Márquez 22-26

Novedades editoriales 27

La revolución de las mujeres en México, INEHRM 27

Noticias 28

Ranking de Universidades mexicanas 2015 28

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Historia y Biblioteconomía

Mujeres bibliotecarias durante la II República, por Rosa Sansegundo Manuel (Abstract)

a II República supuso el ascenso de una vanguardia intelectual que auspiciaba mediante la ciencia y la cultura una

transformación política y social, también movida por el deseo de alfabetización y culturización de la población. Fue un momento de gran esplendor cultural denominado Edad de plata de las letras, la cultura, y las ciencias. Las mujeres van a ser partícipes de este proceso. Son mujeres bibliotecarias, intelectuales, republicanas, modernas, jóvenes, vanguardistas, innovadoras y feministas que conformaron la primera

generación de mujeres que acceden a los estudios universitarios y ocupan trabajos cualificados, lo que empezó a dar sus frutos al incorporarse al medio laboral. Y donde primero se van a incorporar va a ser en el magisterio y en el Cuerpo de Facultativos de Bibliotecarios y Archiveros. Trataron de hacer realidad el sueño de la cultura y de la modernidad, pero la violencia de la guerra y de la posguerra truncó sus sueños y sufrieron exilio, muerte y desaparición.

Lea el artículo completo en: www.sbhac.net/Republica/Colabora/extr2010-sansegundo-manuel.pdf

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Las mujeres en la Independencia de Colombia, por Pablo Rodríguez Jiménez

a independencia fue un proceso que

terminó arrastrando consigo a toda la

sociedad. Dividida en bandos, las

mayorías terminaron apoyando a los patriotas.

Si en sus inicios la independencia estuvo

conformada principalmente por hechos

políticos llenos de simbolismo y, en todo caso,

sin mayor violencia, en su desarrollo estalló

una guerra que se prolongaría por muchos

años. Decidida por la guerra y la confrontación

militar, la independencia entronizó al

estamento militar. El grupo exaltado por la

literatura histórica de los siglos XIX y XX fue el

de los victoriosos próceres y héroes. Pero en

dicho panteón se hacía muy poco

reconocimiento a grupos como el de las

mujeres. La presencia de las mujeres no sólo

fue numerosa y notable en las distintas fases

de la independencia, sino que se dio a través

de muy diversas maneras. Conformaron la

multitud que en las jornadas del 20 de julio

reclamó la creación de la junta, apoyaron a

uno u otro bando en la llamada “patria boba” y

bajo el régimen del terror instaurado por Pablo

Morillo se sumaron decididamente a la causa

patriota.

Pero conviene tener presente que a finales del

siglo XVIII en Santafé un grupo de mujeres

participaba del movimiento ilustrado.

Francisca Prieto Ricaurte, esposa de Camilo

Torres, Catalina Tejada y Andrea Ricaurte de

Lozano auspiciaron tertulias y reuniones

literarias que fueron simiente de los nuevos

ideales. Las tertulias literarias eran reuniones

a las que se asistía con invitación, se

disfrutaba un chocolate y se comentaban

obras de diverso género. Pero parte

importante de las tertulias era comentar las

noticias sobre los acontecimientos europeos,

de Hispanoamérica y, por supuesto, de la

política local.

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Todos los indicios sugieren que el movimiento

del 20 de julio fue concertado y los distintos

grupos que actuaron estaban informados. Lo

mismo debió ocurrir con muchas mujeres. De

hecho, los cronistas han comentado el

elevado número de mujeres que participaron

en los ataques a las casas de los oidores y que

después se concentraron en la plaza. Mujeres

del pueblo, especialmente vendedoras de la

plaza. Aunque con seguridad, allí estaban

entre ellas Melchora Nieto y Francisca Guerra,

propietaria de un almacén la primera y de una

tienda la segunda. En aquellos días la ciudad

se paralizó y de los pueblos vecinos arribaron

delegaciones a sumarse a la protesta. De los

dramáticos momentos que se vivieron el día

22, cuando se rumoró un despliegue militar

contra el cabildo, quedaron testimonios de la

valerosa participación femenina. En un hecho

registrado por distintos medios, una madre

habría dicho a su hijo: “Ve tú a morir con los

hombres mientras que nosotras (hablando

con las demás mujeres) avanzamos a la

Artillería y recibimos la primera descarga, y

entonces vosotros los hombre pasaréis por

encima de nuestros cadáveres, cogeréis la

artillería y salvaréis la patria”. En otro caso,

una mujer que era mandada a abrir paso por

un patriota con espada en mano, dijo

ofuscada: “¿La piedra que yo lance no hará

tanto efecto como sus golpes?” Y se mantuvo

firme en el puesto. Tiempo después, los

redactores del Diario Político de Santafé se

preguntarían el nombre de aquellas valerosas

heroínas. Pues según dijeron: “Bien merecían

pasar a la historia”. Fue también en estas

jornadas que la maestra Bárbara Forero dio un

encendido discurso a un grupo de mujeres en

la plaza. Pero en aquella gesta también fue

decisiva la participación de un grupo de

señoras de sociedad. Entre ellas

sobresalieron Petronila Nava, Josefa Baraya,

Petronila Lozano, Gabriela Barriga, Carmen

Rodríguez, Eusebia Caicedo, Josefa

Santamaría, María Acuña, Josefa Lizarralde y

Juana Robledo.

Un episodio que nos permite observar la

diversa participación femenina en este

proceso fue el que ocurrió el 13 de agosto de

1810. Ese día un grupo de mujeres, que tal

vez alcanzaba a 600, arremetió contra el

convento de La Enseñanza , donde se

encontraba la virreina. Tras sacarla de allí, la

condujeron a la cárcel del Divorcio, mientras

le gritaban improperios, le rasgaban el vestido

y lanzaban escupitajos. Este hecho llenó de

indignación a las autoridades y a la gente de

la alta sociedad, que veían con escándalo

cómo se había sometido a los virreyes a un

trato tan bajo y se los había recluido en

cárceles. A la mañana siguiente la nobleza

local, la jerarquía eclesiástica y distintas

damas rescataron a la virreina de la cárcel y la

llevaron de nuevo al Palacio. Se dice que

entre éstas estuvieron Francisca Prieto de

Torres, Magdalena Ortega de Nariño, Rafaela

Isasi de Lozano, Mariana Mendoza de Sanz

de Santamaría y la marquesa de San Jorge1.

Este comportamiento fue censurado por los

líderes del movimiento emancipador como

propio de la plebe. Pero, ¿por qué las mujeres

del pueblo odiaban tanto a la virreina? De ella

se ha dicho que dominaba a su marido, que

tenía una afición irrefrenable por el dinero y

que controlaba las tiendas y la venta de

víveres. Razones suficientes para que la

virreina doña Francisca Villanova despertara

tanta animosidad entre las mujeres que vivían

de sus ventas en la plaza o que tenían

pequeñas tiendas en la ciudad.

Tras el 20 de julio la sociedad neogranadina

se colmó de fervor y en todas partes se

pronunciaba la palabra libertad con alegría.

Los enfrentamientos civiles en que se

enfrascaron los notables de la república

contaron con la asistencia femenina. Aunque

en ocasiones fue más simbólica, como cuando

Mercedes Nariño vestida de militar disparaba

los primeros cañonazos de las batallas que

dirigía su padre. Sin embargo, fue con la

reconquista que el compromiso y la

participación de las mujeres se desplegaron

en toda su dimensión. Como dijo Aída

Martínez, “con la reconquista de 1816 la mujer

colombiana alcanzó su mayoría de edad”2.

Bien por conciencia, por rabia, por venganza

o por lealtad familiar, las mujeres colombianas

se incorporaron a la lucha por la

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emancipación. Las hubo que contravinieron la

prohibición de aceptar mujeres en las filas de

los ejércitos. Ocultas en un uniforme de

soldado marcharon al frente de batalla. En la

propia batalla de Boyacá hubo mujeres que

tomaron el fusil. Evangelista Tamayo fue una

de ellas. Nacida en Tunja, luchó en Boyacá

bajo el mando de Bolívar, alcanzó el rango de

capitán y murió en Coro en 1821. Un

reconocimiento especial por parte del

Libertador lo recibieron las mujeres de

Socorro por su vigorosa lucha. Declaración

que dejó asentada Bolívar en los propios libros

del Cabildo de aquella ciudad. Pero la mayor

contribución de las mujeres a la causa

libertadora la dieron asistiendo a los heridos

de las batallas, ofreciendo información sobre

los movimientos de las tropas enemigas,

ocultando en sus casas patriotas perseguidos,

confeccionando uniformes y banderas para

los ejércitos, y brindando comida a los

batallones. Muchas también dieron muestra

de su apoyo a los patriotas entregando sus

ahorros, sus joyas, ganado y esclavos.

Aunque algunas, casi con devoción,

entregaron sus hijos para que se sumaran a

los ejércitos.

En distintas regiones de Hispanoamérica las

mujeres conformaron auténticas redes de

espionaje en favor de los patriotas. Por el

acceso que tenían a reuniones sociales, por la

libertad con que se movían en la ciudad o

porque tenían amistad con algún militar

realista, las mujeres ofrecieron información

decisiva para la consecución de los triunfos

militares. Haciendo de correos, las mujeres

portaban papeles con instrucciones para los

comandantes de los ejércitos patriotas, bien

los llevaban envueltos en cigarros o cosidos

en sus faldas. Confundidos los militares

realistas por las derrotas que les propinaban

los patriotas, declararon una guerra a muerte

contra todo el que auxiliara a los rebeldes.

Bajo el régimen del terror innumerables

mujeres fueron acusadas y castigadas por su

apoyo a la causa patriota. O también fueron

perseguidas por ser madres, esposas o hijas

de patriotas reconocidos. La confiscación de

los bienes, el destierro y la humillación fueron

castigos sufridos por las mujeres patriotas con

mucha frecuencia.

Sin embargo, uno de los rasgos más violentos

de la guerra de independencia fue el sacrificio

de las mujeres patriotas. Desde 1813 los

comandantes realistas las condenaron a la

pena capital con el propósito de amedrentar a

la población. Tanto en las capitales como en

las pequeñas poblaciones fueron levantados

patíbulos para ejecutarlas. En la iconografía

de la época sobresale la ejecución de una de

las más valerosas heroínas: la joven Policarpa

Salavarrieta, la Pola. Acusada de espía y

conspiradora, el 14 de noviembre de 1817 fue

fusilada en Bogotá, con los ojos vendados y

de espalda3. Sin embargo, distintos

historiadores han intentado calcular cuántas

mujeres fueron fusiladas durante la

independencia, sin lograr una cifra definitiva.

Se estima que al menos 59 mujeres fueron

ejecutadas por pelotones de fusilamiento.

Mujeres que pertenecían a los distintos grupos

sociales y étnicos de la sociedad. Entre ellas

cabe nombrar a la nortesantandereana

Mercedes Ábrego, que fue fusilada por haber

confeccionado un fino traje para el Libertador;

a Dorotea Castro, que fue fusilada en Palmira

junto a su esclava Josefa por auxiliar con

hombres, caballos y armas a los patriotas; a la

española María Josefa Lizarralde, muerta en

Zipaquirá en 1816 por sobornar a los guardias

de la cárcel; a Estefanía Neira de Eslava,

fusilada en Sogamoso por haber aconsejado

a su esposo que se uniera a los patriotas; a

Manuela Uscátegui, ajusticiada en 1818 por

negarse a revelar el lugar donde se refugiaba

un grupo de patriotas. Tal parecería que la

guerra cobró su rostro más feroz en las

regiones de las confrontaciones: los

santanderes, Boyacá, Cundinamarca, Bogotá

y el Cauca. Pero probablemente no hubo

región de Colombia donde no se sentenció a

hombres y mujeres patriotas con la pena

capital.

Pero, cabe la pregunta en este bicentenario:

¿Qué significó la independencia para las

mujeres de la época? Fue la ocasión de

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incorporarse y participar con especial

protagonismo de un hecho decisivo de la

historia. Si durante la época colonial las

mujeres vivían marginadas de lo que

podríamos llamar los asuntos de la república,

con la independencia -para sorpresa de los

patriotas- asumieron una posición de

vanguardia. De ellas, es cierto, no nos

quedaron discursos o escritos que nos

revelaran un pensamiento político. Sólo nos

queda, como un cuerpo mudo, la memoria de

su heroísmo y su sacrificio. La ironía de la

historia está, en que pasada la guerra, el

republicanismo recluyó de nuevo a las

mujeres en la casa, en lo doméstico. Los

ideales de libertad y de derechos, que en

algún momento las entusiasmaron, se

olvidaron en el aletargado siglo XIX, sacudido

por otras guerras, que ya poco las

convocaron.

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Política

¿Por qué un Día Internacional de la Mujer?, por Lorena Pilloni Martínez

ada año, alrededor del 8 de marzo, somos receptores –voluntarios o involuntarios- de una gran cantidad de

información alusiva a la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Es interesante detenerse un poco a observar el tipo de mensajes que se vierten durante esos días. En las noticias, los conductores se vuelven portavoces de datos estadísticos que dan cuenta de la situación de la mujer en México y el mundo en múltiples ámbitos: sexualidad, trabajo, reproducción, educación, salud, entre otros. En programas especiales o en los mismos noticiarios radiofónicos o televisivos, se transmiten entrevistas a investigador@s (feministas o no), quienes nos hablan de los problemas que persisten derivados de la desigualdad que sufrimos las mujeres. En otros programas, de tinte más informal o de entretenimiento, no faltan las felicitaciones a la audiencia femenina y a las mujeres que integran la producción de esas emisiones. En las redes sociales también abundan las felicitaciones, muchas veces adornadas con imágenes tiernas (cursis) de colores pastel y miles de flores. En la vida cotidiana (el trabajo,

la escuela, la familia) también se va haciendo costumbre la felicitación a todas las mujeres “en su día”. Pero, ¿por qué el 8 de marzo se reparten flores y felicitaciones a todas las personas de sexo femenino?, ¿por qué durante uno o dos días de marzo los medios de comunicación hacen énfasis en información diversa acerca de las mujeres? ¿Por qué hay un día interna-cional de la mujer y qué tiene que ver con esa información y las felicitaciones?, ¿cuál es el origen de esa conmemoración?, ¿cuál podría ser su sentido? ¿Por qué y desde cuándo la misma Organización de Naciones Unidas (ONU) instituyó el 8 de marzo como la fecha que se ocupa de recordar a nada más ni nada menos que la mitad de la humanidad? Origen del día internacional de la mujer: versiones encontradas No es raro escuchar que el origen del día internacional de la mujer se encuentra en la represión sufrida por un grupo de trabajadoras textiles el 8 de marzo de 1908 en Nueva York. La historiografía española ha repetido esta versión como cierta por muchos años. Por su parte, la historiografía estadounidense ubica

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el origen de esta conmemoración en la represión hacia una huelga de trabajadoras que demandaban mejores condiciones de trabajo, también en Nueva York, pero en el año de 1857. Sin embargo, desde los años ochenta y en los años noventa, varias investigadoras, como la española Ana Isabel Álvarez González, han mostrado que ambas versiones son falsas.1 Tanto una como otra ubican el surgimiento de la conmemoración a partir de un episodio de lucha de las trabajadoras, pero lo hacen como si un acontecimiento aislado hubiera sido el origen definitivo y exclusivo de la conmemoración. La intención (o cuando menos el efecto) de la difusión de ambas versiones parece haber sido silenciar el componente netamente socialista con el que se impulsó y se consagró el 8 de marzo como el día internacional de la mujer. De esas dos historias, el mito más difundido es el de la presunta huelga de 1857 en Nueva York en la que habrían muerto 129 obreras en un incendio provocado por el dueño de la fábrica donde laboraban. Sin embargo, no se ha encontrado ninguna evidencia de que haya ocurrido esta huelga. Se trata de un mito que comenzó a construirse en 1955 en Francia, cuando el periódico del Partido Comunista Francés mencionó por primera vez esa huelga. Luego, en 1966, en un boletín de la Federación Internacional Democrática de las Mujeres, en Alemania, apareció por primera vez la relación de esa huelga con el 8 de marzo.2 Poco a poco, las sucesivas menciones a ese acontecimiento ficticio irían agregando otros datos, como el del número de presuntas víctimas. Probablemente la historia de la huelga de 1857 se fue tejiendo a partir de la confusión con dos huelgas que sí ocurrieron en Nueva York, pero a principios del siglo XX. La primera se llevó a cabo entre el 22 de noviembre de 1909 y el 15 de febrero de 1910. La segunda, ocurrió el 29 de marzo de 1911; en ella fallecieron 146 personas, la mayoría mujeres, durante un incendio ocasionado por las pésimas condiciones de seguridad de una fábrica textil. Sin embargo, aunque estas movilizaciones reales tuvieron su papel en el conjunto de la lucha de las y los trabajadores, de ninguna manera explican el surgimiento de un Día de la Mujer. Los orígenes reales: el contexto Desde mediados del siglo XIX en que iba en pleno ascenso la clase obrera, como producto

natural, necesario, del desarrollo capitalista, entre los socialistas estuvo presente el asunto de la liberación femenina como parte de la emancipación proletaria. Engels y Marx en sus textos clásicos trataron ese problema (aunque quizá no siempre con la profundidad y am-plitud que muchos habrían deseado); pero también hubo una activa presencia femenina en la lucha obrera y en la producción de obras que proporcionaban elementos teóricos para entender los mecanismos de la opresión padecida por las mujeres. Ejemplo de ello fueron Flora Tristán (primera mitad del siglo XIX), así como Clara Zetkin, y Alexandra Kollontai hacia fines del siglo XIX y principios del XX. Paralelamente, en Estados Unidos e Inglaterra, varios grupos de mujeres peleaban desde mediados del siglo XIX por conseguir el reconocimiento del derecho al voto femenino. Por esa razón, eran conocidas como las “sufragistas”. Sus reivindicaciones eran pri-mordialmente políticas, de tipo liberal. Básicamente exigían que se llevara hasta sus últimas consecuencias el ideal liberal de igualdad, lo cual, para estas mujeres, significaba tratar de manera igual a hombres y mujeres; es decir, otorgarles los mismos derechos y obligaciones respecto a la comunidad política de pertenencia. La lucha de las sufragistas fue importante en la consecución de más derechos para las mujeres. El sufragismo coincidía con las socialistas en la preocupación por la injusta posición subalterna de las mujeres en la sociedad. Sin embargo, los conflictos entre ambas corrientes fueron el pan de cada día por aquellos años. Las y los luchadores socialistas se oponían al movimiento sufragista debido a que consideraban que éste desviaba las fuerzas revolucionarias de las mujeres y sostenían que la demanda del sufragio femenino era una reivindicación burguesa. No todas las ramificaciones del socialismo se oponían tajantemente a la lucha por el voto femenino; sin embargo, por su explícita posición de clase, para el socialismo, el sufragio de las mujeres no era la máxima prioridad (en Estados Unidos el Partido Socialista debatiría una y otra vez sobre este punto). La emancipación femenina no podía entenderse sin la emancipación más amplia de la clase trabajadora. En contraste, para las sufragistas -que en su mayoría eran mujeres de clases media y alta- el problema de la explotación de la clase trabajadora no tenía

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nada que ver con su lucha por la conquista de los derechos políticos de las mujeres. Los orígenes reales: la iniciativa socialista Fueron las socialistas (no las sufragistas) de Estados Unidos quienes plantearon y promovieron el día de la mujer. En 1901, inmediatamente después de la creación del Partido Socialista en ese país, se formó la Unión socialista de las Mujeres, cuya finalidad era reivindicar el derecho del voto femenino. Entre 1900 y 1908 surgieron varios clubes de mujeres conectados al Partido Socialista, con mayor o menor autonomía respecto a este órgano. Fue la Federación de los Clubes de Mujeres socialistas de Chicago, la que el 3 de mayo de 1908 tomó la iniciativa de proponer un Día de la Mujer. Un año después (1909), el Partido Socialista asumió por primera vez, a nivel nacional, la conmemoración del día de la mujer, el 28 de febrero en Nueva York. Asimismo, se recomendó a todas las secciones del partido establecer el último domingo de febrero para hacer lo propio. En otras ciudades como Chi-cago, se tomaron otras fechas. El objetivo, según el Comité Nacional de la Mujer del Partido Socialista, era “obtener el derecho de voto y abolir la esclavitud sexual.” Se consideraba, en un sentido más amplio, que “la realización de la revolución de las mujeres es uno de los medios más eficaces para la revolución de toda la sociedad.”3 En 1910, el Partido Socialista estadounidense organizó por segunda vez el Día de la Mujer el último domingo de febrero, en Nueva York. En este caso, la fecha estuvo enmarcada por la ya mencionada huelga de obreras textiles que había durado casi tres meses (del 22 de noviembre de 1909 al 15 de febrero de 1910); en ese ambiente de efervescencia obrera, las trabajadoras participaron activamente en las actividades del Día de la Mujer. En mayo de 1910, el congreso del Partido Socialista norteamericano, realizado en Chicago, acordó llevar al Congreso de la Internacional la propuesta de la celebración del Día de la Mujer, como se venía haciendo por dicho partido en Estados Unidos. En agosto, antes del congreso de la Internacional, se llevó a cabo la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, en la cual, las delegadas del Partido Socialista estadouni-dense plantearon aquella propuesta. La iniciativa fue apoyada por clara Zetkin y fue aprobada. El objetivo era promover el sufragio, pero también otras reivindicaciones:

Las mujeres socialistas de todas las naciones organizarán un Día de las Mujeres específico, cuyo primer objetivo será promover el derecho de voto de las mujeres. Es preciso discutir esta propuesta, conectándola a la cuestión más amplia de las mujeres, en una perspectiva socialista.4 La fecha para el Día de la Mujer quedó indefinida; cada país escogería el día que considerara más conveniente. En Estados Unidos siguió conmemorándose el último domingo de febrero hasta 1914. Fue en 1911 cuando se celebró el primer Día Internacional de la Mujer, el 19 de marzo en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. Kollontai había propuesto esa fecha bajo el argumento de que evocaba un levantamiento de mujeres proletarias llevado a cabo en Prusia en 1848. En 1914, por primera vez, en Alemania, Zetkin y las socialistas marcaron el 8 de marzo como la fecha del Día de la Mujer, sin mayor explicación acerca de la elección de tal fecha. Lo importante era continuar la conmemoración. La institucionalización definitiva del 8 de marzo como Día de la Mujer no ocurrió ni en Estados Unidos, ni en Europa occidental, sino en Rusia. El 23 de febrero de 1917 (8 de marzo en el calendario gregoriano) surgió una gran movilización de obreras textiles, la cual, aun sin ser planeada por el Partido Bolchevique, terminó por ser la chispa que encendió la mecha de la primera fase de la Revolución Rusa. A partir del triunfo de esta Revolución, en 1921 se realizó la Conferencia de las Mujeres Comunistas, en la cual se adoptó el 8 de marzo como fecha unificada del Día Internacional de las Obreras. Desde entonces se adoptó ese día para la conmemoración de la lucha de las mujeres trabajadoras, el Día Internacional de la Mujer Comunista o de la Mujer Trabajadora. Sin embargo, pocos años después, con la llegada del stalinismo en la URSS se fue enterrando en el olvido la lucha de las trabajadoras. Hacia fines de la década de los veinte, pero sobre todo en los treinta, el Día Internacional de la Mujer socialista o comunista se fue perdiendo y, con ello, se diluyó el significado histórico (enraizado en la lucha socialista y comunista) que para las mujeres podía tener el 8 de marzo. Fuera de los países comunistas, en Occidente se volvió a hablar del Día de la Mujer hasta fines de los años sesenta.

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Se retoma la idea de un Día de la Mujer… pero con un sentido distinto No es casual que el tema haya sido retomado en los años sesenta y setenta. Se trata de una época de resurgimiento de las reivindicaciones de los derechos de las mujeres (la llamada segunda ola del feminismo). Sin embargo, luego del olvido de sus orígenes socialistas, diversas circunstancias históricas hicieron que el replanteamiento del 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer se hiciera a partir de la construcción (incidental, quizá) de un mito que al paso de los años se fue afianzando como verdad irrebatible y fue alimentándose de más datos no verídicos. Por aquella época, el impulso de los movimientos feministas era tal, que en muchos países comenzaban a presionar seriamente a gobiernos y organismos in-ternacionales para la implantación de políticas que reconocieran y garantizaran los derechos de las mujeres, más allá del ya otorgado derecho al voto. Es decir, para entonces las feministas herederas de la tradición sufragista, liberal, se habían dado cuenta de que para la efectiva emancipación femenina no era suficiente la garantía de poder votar, pues el sufragio no aseguraba la posibilidad del ejercicio de otras libertades como la de trabajar en igualdad de condiciones que los varones, o el derecho a decidir sobre su sexualidad y su reproducción. En ese contexto de auge de diversas corrientes feministas, la ONU decidió, en 1975, en el marco del Año Internacional de la Mujer, establecer el 8 de marzo como Día de las naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Asimismo, se adoptó la resolución de celebrar el Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer (1976-1985). Más adelante, en 1977, la misma ONU invitó a todos los Estados miembros a que proclamaran un día de la mujer en la fecha que más se adecuara a las tradiciones y costumbres de cada país. En ese año, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró el 8 de marzo como Día de la Mujer. Con esta medida, la ONU consagró de manera definitiva esa fecha como el Día Internacional de la Mujer. Sin embargo, el origen histórico de la conmemoración presumido por el organismo internacional era el de la supuesta huelga del 8 de marzo de 1857 que había culminado con 129 mujeres

quemadas vivas; versión que, como mencionamos más arriba, para los años setenta se había popularizado como verdad histórica indiscutible. Así, la más reciente institucionalización del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer se basó en un símbolo sin sustento histórico comprobado; es decir, se fundó en un mito, a instancias de la ONU y con la validación de los movimientos feministas de la década de los setenta (incluyendo los de filiación socialista). El resultado fue la promoción de una fecha de conmemoración que desde entonces cada año ha buscado atraer la atención del mundo sobre la falta de derechos de las mujeres y su situación social desigual con respecto a los varones. Sin embargo, el carácter socialista, de clase, con que originalmente había surgido con toda su fuerza el planteamiento de una fecha conmemorativa de esa naturaleza se disolvió. Por muchos años la ONU ignoró o calló la historia real de los orígenes del 8 de marzo. Sólo hasta años recientes, en su resumen de la historia de esa fecha, incluye la mención de los esfuerzos de las mujeres socialistas por instaurar el Día Internacional de la Mujer. Consecuentemente, la ONU ya no reproduce la historia falsa de la trágica huelga de 1857.5 Empero, en ningún lado se hace énfasis acerca de las implicaciones que tiene la recuperación del sentido original que las mujeres socialistas de hace cien años quisieron darle a la fecha. Sí, hoy en día las mujeres ya no demandamos el voto, pero sigue siendo pertinente el llamado a no desvincular la lucha en contra de la opresión femenina con la lucha en contra de la explotación de clase, la cual afecta al conjunto de la humanidad. No se olvide que las relaciones de explotación contribuyen a mantener las condiciones materiales que posibilitan la persistencia de la desigualdad entre mujeres y hombres, así como la per-petuación de relaciones de dominación entre unas y otros. ¿Por qué todavía tiene sentido un día internacional de la mujer? Recapitulando, queda claro, entonces, que: • La lucha de las mujeres por terminar con la injusta posición social que padecen es de muchos años atrás: décadas, siglos. • En esa lucha no siempre las mujeres se han puesto de acuerdo acerca de cuáles son los problemas más importantes de atender para

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lograr su emancipación (recuérdese el conflicto entre sufragistas y socialistas). • Sin embargo, hasta ahora, el impulso heterogéneo de los diversos movimientos feministas y de mujeres ha logrado el avance de la situación social femenina en muchos terrenos; más en unos países que en otros, más en unas clases que en otras, etc.; aunque ese avance encuentra una y otra vez límites objetivos y subjetivos en buena medida impuestos por las contradicciones de las relaciones sociales capitalistas. • En cuanto al surgimiento de la conmemoración de un Día Internacional de la Mujer, queda claro que se dio entre las filas de la militancia socialista por acciones deliberadas y continuadas, no a raíz de un hecho aislado, más o menos espontáneo. • El sentido original del Día Internacional de la Mujer no es celebrar la bondad o demás características atribuidas tradicionalmente a las mujeres (desde estereotipos sexistas que nada abonan a colocarnos en una posición más igualitaria o equitativa con los varones). Su sentido fue, ha sido, el de denunciar y luchar en contra de la opresión femenina, ligada a la opresión y explotación de clase. El 8 de marzo de 1917 no puede ser más claro a este respecto. • La reivindicación del Día Internacional de la Mujer por parte de la ONU en los setenta y desde entonces poco tiene que ver con ese origen de clase muy marcado de la conmemoración. • Peor aún es que se tome la fecha para “felicitar” a las mujeres por el hecho de ser mujeres, por tratarse de los seres más dulces,

bondadosos, amorosos, cariñosos, puros, sacrificados, abnegados, lo más bello de la creación. Todos estos atributos forman parte de una visión parcial y falsa que nos limita a mujeres y hombres. Nada tienen que ver con la lucha que dio origen al Día Internacional de la Mujer. Más aún, tales mensajes lo único que hacen es, en el mejor de los casos, frivolizar un asunto que tiene la mayor seriedad (hablamos de la situación y las posibilidades vitales de la mitad de la humanidad, ni más ni menos); en el peor de los casos, reproducen los estereotipos machistas que tanto daño hacen al avance de los cambios sociales y culturales que se requieren para superar las desigualdades entre hombres y mujeres. • Necesitamos que siga existiendo esta conmemoración para darnos espacios de reflexión y diálogo sobre la situación social de las mujeres en el mundo. Si ya no existiera la opresión femenina, no habría necesidad de un día de la mujer. El problema es que, con todo y que las mujeres de hoy podemos realizar actividades más diversas que nuestras antepasadas, nuestra situación sigue siendo marcadamente más desfavorable que la de los hombres. Eso no es por “mandato divino”, ni “natural”; como tampoco lo es el sistema de relaciones capitalistas que genera privilegios para unos cuantos a costa del sufrimiento de la mayoría (mujeres y hombres incluidos).

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Economía

La situación laboral de la mujer bibliotecaria en Portugal, Rosa Oliveira (Abstract)

ste estudio tiene como objetivo principal, prever los factores que rigen la situación laboral de la mujer

bibliotecaria en Portugal en el contexto de las desigualdades de género que predominó históricamente en el acceso a las profesiones en general y en particular de la biblioteca y las limitaciones de la integración de mujeres en campos específicos de Ciencias de la Información. La estructuración laboriosa de fuentes bibliográficas se remonta a un pasado histórico quizás casi tan largo como los orígenes de la humanidad misma. El impulso humano para dejar un legado en forma de artística o documental de algún tipo ha llevado a la necesidad de reunir las colecciones, catálogos o simplemente preservar la memoria a través de la conservación de los despojos. A través de los siglos, esta actividad se ha transformado, con el resultado de que cada vez más personas, inicialmente en lo religioso y más tarde se extiende a otras franjas sociales, habiendo pasado entre las funciones en su búsqueda de dar sentido a conocimiento libresco, ordenar, catalogar, dibujando un hilo entre el contenido que se

hace para saber esto. Este proceso ha sido objeto de una profundización de los contenidos del trabajo, esta tarea se vuelve más y más científica. En un relativamente cerrado y limitado a los religiosos y más tarde la universidad, la bibliotecología, incluso en su forma más incipiente, se ha consolidado como un profesional de la industria cada vez más importante, sobre todo a partir de mediados del siglo XX en el que el contenido y alcance Información alcanzado nuevas alturas. A partir de este momento, las ciencias de la información también han ganado terreno como campo de conocimiento, al tiempo que profundiza las técnicas que permiten la posibilidad de ampliar la profesión de bibliotecario. Especialmente pronunciada en las mujeres, al igual que otras profesiones como la enfermería y la enseñanza, la bibliotecología se enfrenta hoy a nuevos retos ya que las mujeres asumen nuevos roles y socialmente sus prioridades individuales y familiares. Desde el momento de integrar esta profesión, las mujeres se enfrentan a una serie de obstáculos, algunos de ellos comunes a otras ocupaciones y que no son más que un

E

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reflejo de una sociedad occidental durante mucho tiempo marcado por la dominación masculina en el mercado mano de obra, el espacio social y productivo distinguen de las mujeres durante siglos. Con este trabajo, pretendemos tocar algunas de las características dominantes de la situación laboral de las mujeres en el campo de la biblioteconomía, un contexto en el que esta área profesional hoy se enfrenta a desafíos que van más allá de los límites de la actividad estrictamente profesional. La era del conocimiento se apoya en la información. Pero la información sólo se convierte en un activo cuando está debidamente organizado y orientado hacia la producción de conocimiento. En este sentido, los profesionales perspectiva cambios estructurales que la era digital se requieren, con base en lo que fue también la evolución que se ha producido desde los últimos años. El área de contenido y la tecnología es comparable a la de cualquier otra profesión impulsada por la tecnología de mercado. Sin embargo, el reconocimiento económico o

profesional que viene con esta profesión es a menudo la altura de las competencias requeridas. En este contexto, y en una profesión muy poblada por mujeres, se podría argumentar que estos son particularmente susceptibles a los principales factores determinantes de esta ocupación. En esta investigación dado prioridad, más allá del marco teórico que nos permita lograr un retrato del estado de la cuestión, la obtención empírica probable que estudiar cómo los profesionales de analizar su propia ruta. Es decir, nos centramos en el discurso en primera persona por estos profesionales en Portugal. Nos dirigimos a prácticamente todo el universo de profesionales a nivel nacional y obtuvo 176 respuestas ilustrativas de los perfiles y las características específicas de la actividad. Además, volvimos nuestra atención a las mujeres que, a lo largo de su viaje, han tenido éxito en la realización de esta actividad y que compartió un importante conjunto de reflexiones sobre su carrera profesional.

Lea el artículo completo en: http://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/121415/1/DBD_RochadosSantosOliveiraRosaMaria_Tesis_ResumenEspanol.pdf

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Literatura

Naturaleza, la metatextualidad de Darío, por Josué Mancera

o me ataques! El grito de aquel

hombre se escuchó por aquel

bosque, tan agudo, tan triste que

rompió la seriedad de aquellos viejos pinos,

tan cansados de estar. La carne trémula de

aquél comenzó a sudar debajo de aquellas

ropas, que junto con el ambiente se dejaban

seducir por el encanto de aquellos colmillos,

de aquellos ojos llenos de furia, del aliento

abrasador del lobo que amenazaba con su

bestialidad destruirlo. El hombre intentó correr

pero el cansancio por la larga caminata a

través de las montañas se lo impedía. Algunos

no se cansan. La bestia, cuyos ojos brillaban

más y más a medida que se acercaba a su

presa se mantenía firme a pesar del hambre y

el ansia de aquella carne tan suave y tan

desamparada que había perseguido desde

aquel desafortunado momento. El hombre

respiraba con dificultad, el hambre lo

debilitaba, el último bocado lo había probado

hacía ya tres días, desde ese momento en que

el orgullo de ser humano lo había llevado a

cometer aquel acto lleno de frialdad. En aquel

bosque la búsqueda por el alimento se

mantenía firme y cruel como había sido desde

que el mundo le dio juventud a los árboles

pero, hasta ese momento no había

presenciado un hecho similar: un asesinato. El

lobo se dispuso a atacar con aquella tristeza

que sentía en su corazón, con aquel dolor de

espíritu herido, con la sed de matar a lo que

alguna vez apreció. El hombre supo que esa

bestia no se detendría por nada, que no se

podía razonar con un alma tan primitiva

anclada a las antiguas tradiciones de la tierra

y supo en ese momento que haber actuado

como ser humano daría como resultado una

muerte violenta. En el aire el olor a sangre se

dispersó y se mezcló en aquel delicioso

perfume apreciable sólo para aquellos que

habitan en él.

El religioso se dio la vuelta después

de que aquella bestia le diera sus motivos. El

lobo, con su corazón manchado por la tristeza

y por la desesperación, derramó una lágrima,

la última. El pueblo sabía que aquella relación

era una aberración natural, “las bestias no

brindan amistad, ni mucho menos amor”,

decían, y esas palabras fueron penetrando el

corazón de aquel hombre, envenenándolo. Y

al final la traición, por miedo a lo que según

¡N

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decían era un pecado ante los ojos de los hijos

del todopoderoso, sucedió. El amor fue

recompensado con indiferencia, la confianza

con miedo, y la pasión con engaño. El lobo se

sometió a eso después que aquel hombre de

iglesia, después considerado santo, habló con

él. La naturaleza difícilmente se puede

imponer ante la ambición del hombre. Sólo

con violencia puede recobrar su amor

traicionado. Las palabras poco bastan para

explicar que el hombre siempre será hombre.

El lobo con su corazón lleno de oscuridad se

dispuso a acabar con lo que le hacía mal pero

que de forma ambigua amaba. Los motivos de

aquel animal eran válidos para las leyes

naturales, pero para las leyes del hombre no.

Aquel que traiciona y utiliza para su beneficio

es el más fuerte en el mundo de los hombres.

Has el mal y mira bien a quién. El exilio es la

respuesta para los seres que no tienen tanta

humanidad.

El cuerpo ya sin vida de aquel ser fue

cubierto poco a poco por la nieve, por un

manto congelado, ocultando la brutalidad de

una naturaleza. El bosque fue mudo testigo de

la eterna lucha entre el ser humano y el mundo

natural. No se sabe qué murió ese día, ni

quién fue el criminal, eso lo sabe sólo aquel

que permanece muerto en vida, aquel que con

la más fría y cegadora violencia acabo con lo

que le hacía mal a pesar del amor que alguna

vez existió. El lobo y el hombre fueron amigos,

el amor entre aquellos seres surgió gracias a

la fidelidad de ambas naturalezas, pero, al

final pudo más un mundo lleno de miedo y

rencor. El cadáver del lobo descansa junto

aquel revolver que el hombre traía para su

protección. El pecho destrozado.

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Cine

Hannah Arendt, un comentario, Fernando Valencia Rosas

os orígenes del totalitarismo le valieron

a Hannah Arendt ser la enviada especial

de la revista The New Yorker para

escribir un reportaje sobre el juicio hecho a

Adolf Eichmann (miembro de las SS),

celebrado en Jerusalén en 1961.

Los artículos que la filósofa redactó acerca del

juicio causaron admiración en algunos, pero

también, en otros tantos, provocaron

animadversión e ira. Arendt recopiló dichos

reportajes en el libro Eichmann en Jerusalén.

Sobre la banalidad del mal.

La película nos invita a participar de la

descripción que hace de Eichmann, la cual

desató fuertes polémicas ya que aseveraba

que el enjuiciado no era un demonio, sino un

hombre como cualquier otro, una persona

“terriblemente y temiblemente normal”; un ser

de su tiempo y del régimen que le tocó vivir.

Evidentemente, la opinión pública tenía un

concepto muy apartado del de Arendt: un

asesino al servicio de un régimen criminal.

Aunado a ello, la filósofa cuestionaba las

acciones menguantes de algunos líderes

judíos, decisiones-colaboraciones que

coadyuvaron a la entrega de inventarios de

sus connacionales. Y, a la par, ponía en tela

de juicio la legalidad jurídica de Israel en el

juicio a Eichmann.

Ahora bien, ¿qué es lo que causó irritación, el

no defender como buena judía la causa de su

pueblo (recordemos que señaló que su único

pueblo eran sus amigos) o su insumisa y

peculiar manera de analizar, reflexionar,

debatir y refutar a sus atacantes (incluso a sus

amistades)? ¿Esto fue razón más que

suficiente para negarle la impartición de su

cátedra? La directora Margarethe von Trotta

ha tenido el acierto de destacar el concepto

arendtiano de la “banalidad del mal”: algunos

delincuentes son personas normales,

L

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personas comunes que por alguna causa se

convierten en brutales asesinos por obedecer

órdenes.

Trasladando estos postulados a nuestro

entorno ¿quiénes serían los verdaderos

demonios, los poderosos que legislan de

acuerdo a sus intereses o el pueblo mexicano

que sólo se limita a obedecer y callar?

Resulta evidente que las ideas de Hannah

continuarán incomodando, empero, no

debemos quedarnos con lo que plasma la

cineasta alemana sino habrá que recurrir a las

obras de Arendt, pues lo que acaeció hace

casi medio siglo sigue tan vigente en nuestros

días.

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En Entrevista

Recordando a Gabriel García Márquez

n febrero del 2006, el Magazine de La Vanguardia publicó la que iba a ser la última entrevista que concedería el

premio Nobel. Centenares de medios de comunicación de todo el mundo se refirieron a ella, por su anuncio de que había dejado de escribir. En ese inmenso hervidero humano y social que es la plaza mexicana del Zócalo —epicentro de los poderes del país y escaparate de las más diversas protestas—, entre acampadas y reivindicaciones de campesinos sin tierra, ciudadanos sin casa o mujeres víctimas de la violencia de sus maridos, varios grupos de indígenas desinfectan de malos espíritus a los viandantes, a cambio de unas monedas. Estamos tentados de solicitar sus servicios, pues faltan tan sólo unas horas para que acudamos a entrevistar a Gabriel García Márquez, un privilegio que pocos periodistas han disfrutado desde que le concedieron el premio Nobel de Literatura en 1982, y nos asalta el temor de que a última hora todo se desmorone por cualquier imprevisto. El chofer conoce bien dónde se encuentra el Pedregal de San Angel, un barrio residencial construido sobre piedras volcánicas en el que se alojan estrellas de cine, ex presidentes y banqueros.

Tras franquear la puerta de entrada y un recogido patio exterior, llegamos a la sala de estar, casi sin resuello, cargando los pesados regalos de Navidad que nos han dado para él algunos amigos suyos de Barcelona. Gabo y su mujer, Mercedes Barcha, viven aquí desde 1975, cuando se fueron de España, aunque desde entonces han realizado sucesivas ampliaciones y reformas. Hay vigas de madera, y mil rendijas, ventanas, visillos y aperturas por las que entra el sol y se enseñorea de los interiores, iluminando, por ejemplo, las fotos de los cinco nietos del escritor, con edades que oscilan entre los 18 y los 7 años, o un enorme muñeco amarillo que parece una especie de conejo. Mientras esperamos, curioseamos en la mesa donde reposan libros de fotografías de los premios Nobel, y otros de imágenes tomadas por Richard Avedon (poco después, Gabo nos comentará: "Ese Avedon... vino aquí, me hizo una foto y a los 15 días se murió, nunca la he visto"). Atravesamos un jardín repleto de flores —con unas esplendorosas orquídeas— para finalmente llegar al lugar donde Gabriel García Márquez se hizo construir un estudio aislado para trabajar. Le sorprendemos ante el ordenador, pero no en el momento mágico de la escritura, sino leyendo por Internet la

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prensa internacional. Amablemente, nos invita a tomar asiento y nos deja claro que hará una excepción sometiéndose con resignación a esta entrevista, porque no ha sido capaz de resistirse a la confabulación de su entorno familiar y afectivo; en ese momento, nos agarra del brazo y nos pregunta, en un susurro: "Y ahora, díganme, ¿cuánto le han pagado a mi mujer?" El encuentro inicial, pues, tiene lugar en su estudio, y sólo será interrumpido por unas estentóreas frases en inglés que pronuncia, de vez en cuando, su ordenador, como si hubiera sido intervenido por la CIA. Gabo posee una máquina de última generación, con todos los avances multimedia, pues hace muchísimos años que abandonó su legendaria máquina de escribir eléctrica. "El primer ordenador que salió al mercado lo debí de usar yo —presume—. Cuando escribía a máquina, tenía un promedio de un libro cada siete años, y con el ordenador pasó a ser uno cada tres años, porque la computadora hace mucho trabajo por uno. Tengo varios equipos exactamente iguales, uno aquí, uno en Bogotá y otro en Barcelona, y llevo siempre un disquete en el bolsillo". Mientras habla, va bebiendo un refresco de cola, una adicción sólo superada por su necesidad de permanente contacto con las noticias e informaciones que le llegan por teléfono, Internet, fax y correo —a menudo, de fuentes de primera mano— sobre la actualidad del mundo y, en especial, de su país, Colombia. Reticente a hablar de su vida privada ("para eso ya está mi biógrafo oficial, el norteamericano Gerald Martín, quien, por cierto, ya debería haber publicado el libro, yo creo que está esperando a que me pase algo…"), cuenta que "este año 2005 me lo he tomado sabático. No me he sentado ante la computadora. No he escrito una línea. Y, además, no tengo proyecto ni perspectivas de tenerlo. No había dejado nunca de escribir, este ha sido el primer año de mi vida en que no lo he hecho. Yo trabajaba cada día, desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde, decía que era para mantener el brazo caliente..., pero en realidad era que no sabía qué hacer por la mañana". ¿Y ahora ha encontrado algo mejor que hacer? He encontrado una cosa fantástica: ¡quedarme en la cama leyendo! Leo todos aquellos libros que nunca tuve tiempo para

leer... Recuerdo que antes sufría un gran desconcierto cuando, por lo que fuera, no escribía. Tenía que inventar alguna actividad para poder vivir hasta las tres de la tarde, para distraer la angustia. Pero ahora me resulta placentero. ¿Y el segundo volumen de memorias? Creo que no voy a escribirlo. Tengo algunas notas escritas, pero no quiero que sea una mera mecánica profesional. Me doy cuenta de que, si publico un segundo tomo, voy a tener que decir en él cosas que no quiero decir, a causa de algunas relaciones personales que no son muy buenas. El primer tomo, Vivir para contarla, es exactamente lo que yo quería. En el segundo, me encontré una cantidad de gente que tenía que aparecer, y que, caramba, no quiero que estén en mis memorias. No sería honrado dejarles fuera, porque fueron importantes en mi vida, pero no me caen simpáticos. Aunque Gabo no da nombres, no podemos evitar preguntarle por Mario Vargas Llosa, el escritor peruano cuya amistad quedó cortada de raíz tras el puñetazo en público que éste le propinó, aquí en México, en el año 1976, a causa de un incidente personal cuyo esclarecimiento ellos han delegado en "los biógrafos del futuro". ¿No ve posible que, algún día, se produzca una reconciliación? En ese momento, su esposa, Mercedes Barcha, que ha entrado en el estudio hace unos minutos, responde con contundencia: "Para mí ya no es posible. Han pasado treinta años". "¿Tanto?", pregunta Gabo, sorprendido. "Hemos vivido tan felices estos treinta años sin él que no lo necesitamos para nada", asegura Mercedes, antes de matizar que "Gabo es más diplomático, así que esta frase pueden ponerla exclusivamente en mi boca". Volviendo a su inédito período de inactividad, el Nobel aclara que "se me ha acabado el año sabático, pero ya encuentro excusas para prorrogarlo durante todo el 2006. Ahora que he descubierto que puedo leer sin escribir, a ver hasta dónde llega. Yo creo que me lo gané. Con todo lo que he escrito, ¿no? Aunque si mañana se me ocurriera una novela, ¡qué maravilla sería! En verdad, con la práctica que tengo, podría hacer una sin más problemas: me siento ante la computadora y la saco..., pero la gente se da cuenta si no has puesto las tripas. Ahí detrás de mí están encendidos todos los aparatos informáticos, listos para entrar en acción el día que se me ocurra. Me encantaría encontrar un tema, pero

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no tengo necesidad de sentarme a inventarlo. La gente debe saber que, si publico algo más, será porque valga la pena". "De hecho —comenta—, ya tampoco me despierto por la noche asustado, tras haber soñado con los muertos de los que me hablaba mi abuela en Aracataca, cuando era niño, y creo que eso tiene que ver con lo mismo, con que se me acabó el tema". Su último "tema", hasta el momento, ha sido Memoria de mis putas tristes, novela corta publicada en el 2004 que millones de lectores en todo el mundo esperan que no sea el último estallido de su fuerza creativa. "Tampoco estaba en el programa —revela ahora. En realidad, proviene de un programa anterior, había pensado en una serie de relatos en ambientes prostibularios, de ese tipo. Hace tiempo escribí cuatro o cinco historias, pero la única que me gustó fue la última, me di cuenta de que el tema no daba para tanto, de que lo que realmente andaba buscando era aquello, así que decidí prescindir de las primeras y publicar la última de manera independiente". Otro proyecto en el que andaba trabajando, y que quedó interrumpido, era la historia de un hombre que debía morir al escribir la última frase. "Pero pensé: a ver si te va a suceder a ti...". Gabo no parece vivir su parón creativo con ninguna congoja, sino con despreocupación típicamente caribeña. "Dejar de escribir no ha cambiado mi vida, ¡eso es lo mejor! Las horas que utilizaba para hacerlo no han quedado secuestradas por otras actividades enojosas". El escritor nos muestra el gran muñeco amarillo que vimos al entrar: "Es una artesanía mexicana, regalo de Felipe González, que viene mucho por aquí". La conversación deriva entonces hacia su fascinación por el poder y los diferentes mandatarios y ex mandatarios que le visitan. "Como escritor, me interesa el poder, porque resume toda la grandeza y miseria del ser humano". Entre sus amistades, destaca a Clinton. "¿No le conocen ustedes? ¡Es un tipo estupendo! Yo no me lo he pasado tan bien como junto a él. El sida es el gran tema que le preocupa ahora, es un hombre sinceramente alarmado y angustiado por el poco interés que las autoridades prestan a la extensión alarmante de la enfermedad por nuevas zonas, en especial por el Caribe. No le hacen caso, pero nadie sabe más que él sobre ese tema". El Nobel nos señala la ubicación de la sala de cine privada que tiene en su casa. "Es muy

difícil que yo pueda ir a las sesiones normales, me paso horas y horas firmando autógrafos en la puerta. Así que me envían aquí películas o, si no, me invitan a proyecciones restringidas". Su pasión por el séptimo arte no es nueva: de joven, incluso soñó con dirigir películas, lo que ha acabado realizando su hijo Rodrigo, habitual de prestigiosos festivales como Cannes, Locarno o San Sebastián. Rodrigo, además de haber dirigido episodios de "Los Soprano" y "A dos metros bajo tierra", es el cineasta responsable de largometrajes como "Cosas que diría con solo mirarla", "Diez pequeñas historias de amor" o "Nueve vidas". "Menos mal que son excelentes —comenta su padre. ¡Lo horrible que hubiera sido para mí que no me parecieran buenas!". Rodrigo vive en Hollywood, y su hermano Gonzalo, en París. Ambos están pasando estos días con sus padres, y entran y salen de la casa con la misma libertad con que lo hicieron de niños. Al día siguiente, Gonzalo, diseñador gráfico y pintor, nos explicará que "Gabo no era un padre de juegos, pero sí de muchos diálogos, de compartir con nosotros cosas de adulto. Las cosas que hacíamos con él de pequeños era hablar y escuchar música". García Márquez ha ido desarrollando sus mecanismos para preservar su vida privada, cada vez más eficaces, y parece haber conjurado el peligro de que su éxito le robara tiempo para los afectos de hijos, nietos y amigos. Antes, sin embargo, "la fama estuvo a punto de desbaratarme la vida, porque perturba el sentido de la realidad, tanto como el poder. Te condena a la soledad, genera un problema de incomunicación que te aísla". De repente, suena el teléfono, y el escritor pronostica: "Seguro que es Carmen Balcells..." Mercedes descuelga y, en efecto, al otro lado del aparato, habla la agente literaria más famosa de la tierra. El escritor se ríe con ganas: "¿Ven? No tiene sosiego. No se le escapa nada, sabía que estábamos hablando con ustedes... Nos tiene más controlados que nunca". La relación profesional de Carmen Balcells con García Márquez se remonta a 1961, cuando nadie creía todavía en aquel joven escritor, que no se convertiría en una celebridad mundial hasta Cien años de soledad (1967), obra en la que desgrana los avatares de varias generaciones de los Buendía y que, con sus personajes con colita de cerdo o sacerdotes que levitan, se considera la referencia del realismo mágico.

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En vez de realizar un paseo físico por el DF, Gabo sugiere que nos traslademos mentalmente a otra ciudad, a la Barcelona de los a-os 60 y 70, donde él vivió y escribió El otoño del patriarca: "Llegamos en 1967, cargando una piel de caimán de dos metros que me regaló un amigo. Yo estaba dispuesto a venderla, porque necesitábamos el dinero, pero me lo pensé mejor y al final no lo hicimos. Ha viajado con nosotros por medio mundo, en funciones de amuleto. Todo fue muy rápido, en los años que viví en Barcelona pasé de no tener para comer —antes, en París, había llegado a pedir en el metro— a poder comprarme casas". "Tengo la impresión de que aquella ciudad no nos sorprendió mucho —explica. Era como si ya la hubiéramos visto antes. La razón por la cual no fui a ningún otro lugar es Ramón Vinyes, el ''sabio catalán'' que hice aparecer como personaje en Cien años de soledad. En la Barranquilla de mi juventud, él me había ''vendido'' hasta tal punto la Barcelona idealizada de sus recuerdos de exiliado, que no dudé en ningún momento". Mercedes Barcha y Gabo, al trasladarse a España, dejaron atrás un México cosmopolita, culto y liberal, y unos círculos cinematográficos, artísticos y literarios repletos de personalidades y actividades que dejaban atrás a la pacata España del tardofranquismo. Barcha recuerda divertida que "era todo un poco snob, los barceloneses descubrían entonces el mundo de la discoteca, ¡cuando aquí en México había miles! ¡Se ponían incluso sombreros para ir a la disco!" "Trataban de superar a París", recuerda García Márquez. "He visto la serie ''Cuéntame'' y es exacta: Gabo y yo llegamos a aquel mundo", remarca, divertida, Mercedes. "Había como una especie de ''destape'' clandestino, focalizado en la discoteca Bocaccio. Nos parecía una cosa anticuada", refuerza Gabo. Barcha apunta: "Ellos, los barceloneses, pensaban que éramos nosotros los atrasados, por latinoamericanos, pero era completamente al revés. Yo iba por la calle con mis pantalones y mis jeans y se me acercaba la gente a mirarme como una cosa rara. Un día, le dije a la mujer de Luis Goytisolo: ''Oye, María Antonia, me miran mucho, ¿por qué será?''. ''No te preocupes, a mí también'', me respondió".

Los rigores de la dictadura franquista no apretaban tanto en Barcelona como en Madrid, centro del poder político, y los García disfrutaban de la proximidad con Francia. Gabo recuerda que "íbamos a Francia a ver películas, como ''El último tango en París'', que descubrimos en Perpiñán. A veces nos íbamos tres días a París, a ponernos al día de todo. Barcelona era la puerta a Europa: desde allí nos desplazábamos a Londres (donde aprendimos inglés), Milán... Asistíamos a conciertos, estrenos teatrales, calmé toda mi ansiedad cultural". Gabo y Mercedes vivieron la efervescencia de la gauche divine, las madrugadas infinitas de Bocaccio, el florecimiento de las nuevas editoriales, las conspiraciones ante la inminente muerte de Franco... Se juntaban con otros escritores atraídos a Barcelona por la "Mamá Grande" Balcells, como José Donoso o Mario Vargas Llosa, y recibían las visitas de Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Pablo Neruda… "Ahora da casi vergüenza decirlo, pero nos la pasamos muy bien", comenta Gabo. "En aquella Barcelona de los primeros setenta se vivía excelentemente, da pena admitirlo. Es ahora, al pensarlo un poco, cuando nos damos cuenta de lo triste que era todo". Paradójicamente, los García se fueron antes de que llegara la democracia: "Estábamos en Bogotá cuando murió Franco y, al conocer la noticia, nos volvimos a México. Pensamos que en España la cosa se iba a agitar mucho, que vendría una gran inestabilidad, tampoco sabíamos cómo iba a reaccionar el nuevo gobierno español ante la inminente El otoño del patriarca, que retrataba el ocaso de un dictador. Pensé que no se iban a creer que yo me había inspirado en modelos latinoamericanos, como el venezolano Juan Vicente Gómez o el haitiano ''Papá Doc'', que mandó exterminar todos los perros negros de su país porque creía que un enemigo suyo se había convertido en uno de ellos, o el salvadoreño Maximiliano Hernández Martínez, que hizo forrar con papel rojo todo el alumbrado público del país para combatir una epidemia de sarampión. No sé cómo se va a entender esto, pero a mí Franco me resultaba un dictador demasiado moderno y civilizado para el que yo tenía en la cabeza o en el alma. De hecho, la mejor crítica a este libro me la hizo el panameño Omar Torrijos, cuarenta y ocho horas antes de morir, que me

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dijo: ''Es tu mejor libro, todos somos así como tú dices''". Gabo tiene casa en Barcelona, y "sigo yendo a esa ciudad, con frecuencia casi anual, aunque mi visita del 2005 causó demasiado alboroto, porque esta vez llevaba cinco años sin ir. Cuando llegamos, siempre es como si no hubiéramos dejado de vivir allí. Nos levantamos como si fuera lo más normal del mundo, y vamos a comer con los amigos de siempre. Paseamos y nos vemos envejecer. Vamos a pie a todas partes. Le paran a uno, le gritan de un lado a otro de la calle, pero con esa distancia con que los catalanes se conducen, modulando sus muestras de afecto. Por ejemplo, fuimos también unos días a Madrid, donde tenemos muchos amigos, pero no nos quedamos porque hay más novelería, mientras que en Barcelona nos volvemos un caso diario. En Madrid corre la voz entre periodistas, cantantes, gente del cine... es la pachanga permanente". Gabo sigue huyendo de la luz de los focos públicos. Cree que la discreción es siempre más efectiva, incluso en política. Ha mantenido su amistad con Fidel Castro, pero se ha separado "en silencio" de las posturas dogmáticas, y a la vez su intervención personal ha sido decisiva para que el régimen cubano libere a algunos presos políticos o suavice algunas posturas. Sus intervenciones en varios países incluyen desde la liberación de banqueros secuestrados en El Salvador a conseguir que dictadores permitan abandonar su país a familiares de disidentes, entre otros muchos episodios dignos de una película de James Bond o de una novela de su amigo Graham Greene, como cuando, en 1995, los secuestradores de Juan Carlos Gaviria exigieron que Gabo asumiera la presidencia de Colombia (la respuesta del escritor fue: "Nadie puede esperar que asuma la irresponsabilidad de ser el peor presidente de la República (...) Liberen a Gaviria, quítense las máscaras y salgan a promover sus ideas de renovación al amparo del orden constitucional"). "Yo he sido siempre más conspirador que ''firmador'' —apunta. He logrado siempre muchas más cosas mirando de arreglarlas por debajo que firmando manifiestos de protesta" Dentro de esa "diplomacia secreta", ahora, por ejemplo, realiza funciones de mediador por la paz en Colombia, acercando las posiciones del Gobierno del presidente Uribe con las de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional

(ELN). "Tal vez mejor no tratemos mucho eso, porque está todavía hablándose. No es bueno hacer declaraciones cuando se trabaja en ello. Desde que me concibieron, estoy oyendo hablar del proceso de paz de Colombia. Ahora, después de un largo tira y afloja, se pusieron de acuerdo para conversar. He participado en unas primeras conversaciones en La Habana, y fue muy bien. Tengo buenas relaciones con ambos lados. Estas gestiones, para un escritor como yo, acostumbrado a ganar, son siempre una cura de humildad, pues intervienen una conjunción de factores muy diversos". "La violencia ha existido siempre, tiene muchos años en Colombia —recuerda. El tema de fondo es una situación económica escindida entre los muy ricos y los muy pobres. Y el negocio de la coca es mucho dinero, ¡barriles de dinero! El día en que se acabe la droga, todo va a mejorar muchísimo, porque eso fue lo que lo exacerbó todo. Los grandes productores del mundo están allá. De manera que ya no pelean por la política, como antes, sino por el control de la droga. Y Estados Unidos también está totalmente metido en eso". Mientras posa para unas fotos en el jardín junto a su esposa, Gabo le comenta, bromeando: "Ya ves por qué nunca doy entrevistas, Mercedes. Llegan con esa mansedumbre, y no se van nunca. Ahora me dicen que te abrace, ¿y qué vendrá después? Son capaces de pedirme que diga que te quiero". Una afirmación superflua, teniendo en cuenta que se conocieron cuando ella era una niña de 13 años y que siguen ahí, compartiendo sus vidas. Antes de que abandonemos su casa, García Márquez se interesa por los premios Nobel que irán apareciendo en esta serie de entrevistas: "Ah, veo que escogen sólo a los buenos". Seguro de sí mismo, próximo, agarra de vez en cuando a su interlocutor sin que sea posible percibir en él rasgo alguno de su legendaria timidez, aquella que en Barcelona le hacía enmudecer y le activaba mil temblores cuando tenía que hablar en público. "Yo creo que debo de tener fobia social, como la Nobel austríaca, Elfriede Jelinek, porque puedo mantener una conversación de tú a tú, pero me cuesta horrores dirigirme a un auditorio. ¿Mi timidez? Tengo la gran ventaja de que ahora la gente entra en esta casa ya intimidada… y así me va mejor"

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Novedades editoriales

La revolución de las mujeres en México, INEHRM

Fue el 17 de octubre de 1955 cuando las mujeres mexicanas

pudieron votar por vez primera en unas elecciones federales. Ya lo habían hecho en las municipales desde 1947, pero entonces se consideró que no estaban preparadas para

participar en la política nacional. Hasta 1953 se reformó la Constitución para que las mexicanas gozaran de la ciudadanía plena, después de que la ONU había llamado a los países miembros a

reconocer los derechos políticos de las mujeres, ya que no podía considerarse democrático a un país si más de la mitad de su población no participaba en la toma de decisiones.

Un año después de haber celebrado, en octubre de 2013, el ciclo “60 años del voto femenino en México” para conmemorar la obtención del derecho al voto, el Instituto Nacional de Estudios

Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) publica esas conferencias en La Revolución de las mujeres en México, obra colectiva donde se hace una revisión histórica del

proceso revolucionario que protagonizaron las mexicanas para conseguir ser reconocidas como ciudadanas.

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Ranking de Universidades mexicanas 2015 El Tec de Monterrey vuelve a estar en segunda posición por encima del Politécnico, que regresó al

tercer puesto. La UNAM mantiene el liderazgo como la mejor universidad de México. En esta

edición del Ranking de Universidades de AméricaEconomía se entrega un análisis de los resultados

conforme las zonas geográficas.