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Este domingo, el evangelista Juan nos presenta la relación tan íntima que existe entre la eucaristía y la misión. “Vengan a comer”: Jesús comparte de nuevo la mesa con sus discípulos y ellos recuperan el gozo de encontrarse con el Maestro. Comer con Jesús es recordar su misión, su muerte y resurrección. Es un banquete en el que aceptamos vivir de acuerdo con la vida de Jesús, en el que reconocemos nuestro discipulado y el valor que cada uno tiene y las capacidades que cada quien aporta a la misión de construir comunidades vivas y llenas de gozo. La comida ofrecida por Jesús es para tomar fuerza y llevarla a los demás. Las palabras de Jesús siguen resonando en el corazón de los bautizados: “¿Me quieres? Apacienta mis ovejas”. Que estas palabras de Jesús, más que desanimarnos como a Pedro, nos lancen con confianza a cumplir nuestra misión de anunciar la Buena Noticia de la resurrección del Señor. Que sean motivación para trabajar juntos expresiones concretas de amor y solidaridad en las comunidades pisoteadas, maltratadas, víctimas de un proyecto contrario al de Dios. No olvidemos que en la eucaristía los bautizados comemos con Jesús y asumimos la misión de estar en salida para alimentar y acoger a los enfermos, a los alejados, a los niños, a los pobres, a las mujeres, a la creación… Es por eso que la Iglesia es comunidad de discípulos que se alimenta del testimonio de Jesús. Esto nos anima a construir comunidades que oren, trabajen y presten algún servicio para apacentar a los hermanos y hermanas que sufren las consecuencias de la avaricia, el sufrimiento y la muerte. Ser discípulos y discípulas de Jesús significa dar testimonio del gozo de su resurrección y unirnos a la mesa de la solidaridad y la vida para todos. . Año 19 Número 918 5 de mayo, 2019 Diócesis de Ciudad Guzmán Comer y vivir la misión de Jesús 3 er Domingo de Pascua La Semilla está en Internet: www.elpuente.org.mx E n aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada. Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No”. Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados. Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra, más de cien metros. Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran Del santo Evangelio según san Juan (21, 1-19) ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos. Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”. Palabra del Señor. R/. Gloria a ti, Señor Jesús. Miles de veces

Publicación Diocesana de Información y Animación …...2019/05/05  · (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”

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Page 1: Publicación Diocesana de Información y Animación …...2019/05/05  · (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”

Este domingo, el evangelista Juan nos presenta la relación tan íntima que existe entre la eucaristía y la misión. “Vengan a comer”: Jesús comparte de nuevo la mesa con sus discípulos y ellos recuperan el gozo de encontrarse con el Maestro.

Comer con Jesús es recordar su misión, su muerte y resurrección. Es un banquete en el que aceptamos vivir de acuerdo con la vida de Jesús, en el que reconocemos nuestro discipulado y el valor que cada uno tiene y las capacidades que cada quien aporta a la misión de construir comunidades vivas y llenas de gozo. La comida ofrecida por Jesús es para tomar fuerza y llevarla a los demás.

Las palabras de Jesús siguen resonando en el corazón de los bautizados: “¿Me quieres? Apacienta mis ovejas”. Que estas palabras de Jesús, más que desanimarnos como a Pedro, nos lancen con confianza a cumplir nuestra misión de anunciar la Buena Noticia de la resurrección del Señor. Que sean motivación para trabajar juntos expresiones concretas de amor y solidaridad en las comunidades pisoteadas, maltratadas, víctimas de un proyecto contrario al de Dios.

No olvidemos que en la eucaristía los bautizados comemos con Jesús y asumimos la misión de estar en salida para alimentar y acoger a los enfermos, a los alejados, a los niños, a los pobres, a las mujeres, a la creación… Es por eso que la Iglesia es comunidad de discípulos que se alimenta del testimonio de Jesús. Esto nos anima a construir comunidades que oren, trabajen y presten algún servicio para apacentar a los hermanos y hermanas que sufren las consecuencias de la avaricia, el sufrimiento y la muerte.

Ser discípulos y discípulas de Jesús significa dar testimonio del gozo de su resurrección y unirnos a la mesa de la solidaridad y la vida para todos. .

Año 19 Número 918 5 de mayo, 2019 Diócesis de Ciudad Guzmán

Comer y vivir la misión de Jesús

3er Domingo de Pascua

La Semilla está en Internet: www.elpuente.org.mx

En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.

Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No”. Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra, más de cien metros.

Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran

Del santo Evangelio según san Juan (21, 1-19)

ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?” Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”.

Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas. Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.

Palabra del Señor. R/. Gloria a ti, Señor Jesús.

Miles de veces

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La Palabra del domingo...

En aquellos días, el sumo sacerdote reprendió a los apóstoles y les dijo:

“Les hemos prohibido enseñar en nombre de ese Jesús; sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas y quieren hacernos responsables de la sangre de ese hombre”.

Pedro y los otros apóstoles replicaron: “Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de la cruz. La mano de Dios lo exaltó y lo ha hecho Jefe y Salvador, para dar a Israel la gracia de la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen”.

Los miembros del sanedrín mandaron azotar a los apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús.

Del libro de los Hechos de los Apóstoles

Palabra de Dios. R/. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial(Salmo 29)

Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se

rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de

la muerte y a punto de morir, me reviviste. R/.

Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su

nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad,

toda la vida. El llanto nos visita por la tarde;

por la mañana, el júbilo. R/.

Escúchame, Señor, y compadécete; Señor,

ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en

alegría, te alabaré por eso eternamente. R/.

Resucitó Cristo, que creó todas las cosas y se compadeció de todos

los hombres.

R/. Aleluya, Aleluya

R/. Te alabaré, Señor, eternamente. Aleluya

Aclamación antes del Evangelio

Del libro del Apocalipsis del

apóstol san Juan(5, 11-14)

R/. Aleluya, Aleluya

Yo, Juan, tuve una visión, en la cual oí alrededor del trono de los vivientes y los ancianos, la voz de millones y millones de ángeles, que cantaban con voz potente: “Digno es el Cordero, que fue inmolado, de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría y la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza”.

Oí a todas las creaturas que hay en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar -todo cuanto existe-, que decían: “Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos”. Y los cuatro vivientes respondían: “Amén”.

Los veinticuatro ancianos se postraron en tierra y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.

(5, 27-32. 40-41)Oración por las Mamás

Padre de ternura te damos gracias por las mujeres que conciben y dan a luz,

que cuidan, educan y transmiten la vida y el amor que vienen de Ti.

Padre bueno anima a nuestras Mamás en sus luchas y esfuerzos de cada día por guiar y animar a sus hijos y nietos

a ser sal y luz en medio de nuestras familias y comunidades. Y fermento

de una sociedad más humana y cristiana.

Padre misericordioso dales paz y consuelo atodas las Mamás que sufren por la pérdida

de un hijo y que son víctimas de la violencia, la pobreza, la enfermedad, el abandono…

Padre Dios, te pedimos por nosotros, hijos e hijas para que valoremos

la entrega, ternura, comprensión, responsabilidad y fidelidad

de nuestras Mamás.

Virgen y Madre nuestra, Santa María de Guadalupe,

bendice y acompaña a todas nuestras Mamás, para que sean

vivo reflejo de tu ternura y del amor de nuestro Padre Dios.

Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo,que contigo vive y reina

por los siglos de los siglos. Amén.