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Sobre la tríada Providencia, Voluntad y Destino según Rene Guenón.
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PROVIDENCIA, VOLUNTAD, DESTINO*
Ren Gunon
Para completar cuanto hemos dicho del ternario Deus, Homo, Natura, nos referiremos ahora a
otro ternario que se corresponde manifiestamente con l trmino a trmino: se trata del
formado por la Providencia, la Voluntad y el Destino, considerados como las tres potencias que
rigen el Universo manifestado. Las consideraciones relativas a este ternario han sido
desarrolladas sobre todo, en los tiempos modernos por Fabre dOlivet[1], sobre datos de
origen pitagrico. Por lo dems, D'Olivet se refiere tambin, secundariamente, en diversas
ocasiones, a la tradicin china[2], de una forma que implica el reconocimiento de su
equivalencia con la Gran trada. El hombre dice no es ni un animal ni una inteligencia
pura; es un ser intermedio, colocado entre la materia y el espritu, entre el Cielo y la Tierra,
para ser su vnculo; y se puede reconocer aqu claramente el lugar y el papel del trmino
medio de la Trada extremo-oriental. Que el Hombre universal [3] es una potencia es algo
constatado por los cdigos sagrados de todas las naciones, algo sentido por todos los sabios,
algo confesado incluso por los verdaderos sabios Las otras dos potencias, entre las que se
encuentra situado, son el Destino y la Providencia. Por debajo de l est el Destino, naturaleza
necesitada y naturada; por encima de l est la Providencia, naturaleza libre y naturante. l,
como reino hominal, es la Voluntad mediadora, eficiente, colocada entre estas dos naturalezas
para servirles de lazo, de medio de comunicacin, y para reunir dos acciones, dos movimientos
que seran incompatibles sin l. Es interesante notar que los dos trminos extremos del
ternario son designados expresamente como Natura naturans y Natura naturata, conforme a
lo que dijimos ms atrs; y las dos acciones o los dos movimientos de que se trata no son otra
cosa en el fondo que la accin del Cielo y la reaccin de la Tierra, es decir, el movimiento
alternado del yang y del yin. Estas tres potencias, la Providencia, el Hombre considerado
como reino hominal, y el Destino, constituyen el ternario universal. Nada escapa a su accin,
todo les est sometido en el Universo, todo, excepto Dios, que, envolvindoles en su
insondable unidad, forma con ellos esa ttrada de los antiguos, este inmenso cuaternario que
es todo en todos y fuera del cual nada es. Hay aqu una alusin al cuaternario fundamental de
los Pitagricos, simbolizado por la Tetraktys, y lo que dijimos anteriormente, a propsito del
ternario Spiritus, Anima, Corpus, permite comprender suficientemente de qu se trata como
para que no haya necesidad de volver sobre ello. Por otra parte, es menester precisar todava,
pues es particularmente importante bajo el punto de vista de las concordancias, que Dios es
considerado aqu como el Principio en s mismo, a diferencia del primer trmino del ternario
Deus, Homo, Natura, de suerte que, en estos dos casos, la misma palabra no est tomada en el
mismo sentido; y, aqu, la Providencia es solamente el instrumento de Dios en el gobierno del
Universo, exactamente igual que el Cielo es el instrumento del Principio segn la tradicin
extremo-oriental
Ahora bien, para comprender por qu el trmino medio se identifica, no solo con el Hombre,
sino ms precisamente con la Voluntad humana, es preciso saber que, para Fabre dOlivet, la
voluntad es el elemento interior y central que en el ser humano unifica y envuelve [4] las tres
esferas, intelectual, anmica e instintiva, a las cuales corresponden respectivamente el espritu,
el alma y el cuerpo. Por otra parte, como en el microcosmo se debe encontrar la
correspondencia del macrocosmo, estas tres esferas representan el anlogo de las tres
potencias universales que son la Providencia, la Voluntad y el Destino[5]; y la voluntad
desempea, en relacin a ellas, un papel que la convierte en imagen del Principio. Esta forma
de considerar la voluntad (que, por otra parte, hay que decirlo, est insuficientemente
justificada por consideraciones de orden ms psicolgico que verdaderamente metafsico)
debe relacionarse con lo que dijimos antes a propsito del Azufre alqumico, pues es
exactamente de eso de lo que en realidad se trata. Por lo dems, hay all como una suerte de
paralelismo entre las tres potencias, pues, por una parte, la Providencia puede ser concebida
evidentemente como la expresin de la Voluntad divina, y, por otra, el Destino mismo aparece
como una especie de voluntad oscura de la Naturaleza. El Destino es la parte inferior e
instintiva de la Naturaleza universal [6], que he denominado naturaleza "naturada"; su accin
propia se llama fatalidad; la forma por la que se manifiesta a nosotros se llama "necesidad"...
La Providencia es la parte superior e inteligente de la Naturaleza universal, que he
denominado naturaleza "naturante"; es una ley viva emanada de la Divinidad por medio de la
cual todas las cosas se determinan en potencia de ser...[7] Es la voluntad del hombre la que,
como potencia mediadora (correspondiente a la parte anmica de la Naturaleza universal),
rene al Destino con la Providencia; sin ella, estas dos potencias extremas no slo no se
reuniran jams, sino que ni siquiera se conoceran[8].
Otro punto muy digno de sealarse es el siguiente: la Voluntad humana, unindose a la
Providencia y colaborando conscientemente con ella [9], puede equilibrar el Destino y llegar a
neutralizarlo [10]. Fabre d'Olivet dice que el acuerdo de la Voluntad y la Providencia
constituye el Bien; el Mal nace de su oposicin...[11] El hombre se perfecciona o se deprava
segn tienda a confundirse con la Unidad universal o a separarse de ella [12], es decir, segn
que, tendiendo hacia el uno o hacia el otro de los dos polos de la manifestacin [13], que
corresponden en efecto a la unidad y a la multiplicidad, ale su voluntad con la Providencia o
con el Destino y se dirija as, sea hacia el lado de la "libertad", sea hacia el lado de la
"necesidad". El autor dice tambin que la ley providencial es la ley del hombre divino, que
vive principalmente de la vida intelectual, de la cual ella es la reguladora; por lo dems, no
entra en mayores precisiones sobre la manera en que comprende a este hombre divino, que
puede, segn los casos, ser sin duda asimilado al hombre trancendente o solo al hombre
verdadero. Segn la doctrina pitagrica, seguida en este punto como sobre tantos otros por
Platn, la Voluntad animada por la fe (y por consiguiente asociada por eso mismo a la
Providencia) poda subyugar a la Necesidad misma, gobernar a la Naturaleza, y operar
milagros. El equilibrio entre la Voluntad y la Providencia, por una parte, y el Destino por la
otra, estaba simbolizado geomtricamente por el tringulo rectngulo cuyos lados son
maxResaltar
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respectivamente proporcionales a los nmeros 3, 4 y 5, tringulo al que el pitagorismo
conceda una gran importancia [14], y que, por una coincidencia muy notable, no es menor en
la tradicin extremo-oriental. Si la Providencia es representada [15] por el 3, la Voluntad
humana por el 4 y el Destino por el 5, se tiene en este tringulo: 32 + 42 = 52; indicando la
elevacin de los nmeros a la segunda potencia que esto se refiere al dominio de las fuerzas
universales, es decir, propiamente al dominio anmico [16], el que corresponde al Hombre en
el macrocosmo, y en cuyo centro, en tanto que trmino medio, se sita la voluntad en el
microcosmo [17]