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Iniciativa conjunta: Producto EXPLORA CONICYT de Apropiación Social de la Ciencia y la Tecnología Autor: Verónica Gálvez - Ilustraciones: Alex Rojas - Asesoría Científica: John Ewer

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Iniciativa conjunta:

Producto EXPLORA CONICYT de Apropiación Social de la Ciencia y la Tecnología

Autor: Verónica Gálvez - Ilustraciones: Alex Rojas - Asesoría Científica: John Ewer

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Como cada tarde, Felipe y sus amigos competían por ser los mejores futbolistas del barrio. Había lle-gado el último momento del partido, y por primera vez, Felipe y su equipo tenían la victoria en sus ma-nos. Ahora estaban a cero, pero sus contrincantes habían fallado el penal por el desempate. Tan solo faltaba que la pelota en poder de ellos, entrara en el arco del otro equipo.

Con el balón en sus pies, Felipe consideró que era la gran oportunidad, y sin escuchar al resto, decidió que él haría el tiro; después de todo, era su patio y su pelota. Sus amigos estaban impacientes, pero él ya se sentía un ganador. Retrocedió un par de metros, tocó el suelo con la punta del zapato para afinar puntería, miró al arquero con ojos intimidan-

tes y salió corriendo para lanzar el balón contra el arco.

En ese instante, un delicioso aroma lo envolvió completamente. En menos de un segundo, las neu-ronas olfatorias de su nariz enviaron millones de mensajes a su cerebro a través de impulsos eléctri-cos, algo parecido a golpear una sola ficha de una fila de dominó para que ésta mueva a todas las que siguen. Entonces, en lugar de patear la pelota, Feli-pe la tomó y corrió hasta la cocina de su casa. A sus espaldas se escuchaban los gritos y reclamos de los amigos, pero no le importó porque aquel aroma le había recordado la imagen del pastel más delicioso del mundo, aquel que preparaba su abuela Tita una vez al año.

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Las neuronas de Felipe estaban de fiesta porque los impulsos eléctricos hacían que miles de neuronas se comunicaran entre ellas, sin tocarse, a través de un pequeñísimo espacio, llamado espacio sináptico. Qué palabra tan complicada para un espacio tan pequeño: SI-NAP-TI-CO, SINÁPTICO. Estas neuronas envia-ron millones de mensajes a diferentes lugares de su cuerpo, permitiéndole mirar, sentir, moverse, correr, y muchas otras funciones.

- ¡Pipe, no vayas a comer pastel porque te vas a que-mar la lengua! - gritó la mamá desde otro lugar de la casa, adivinando lo que su hijo estaba por hacer.

El llamado de advertencia hizo reaccionar inmedia-tamente a Felipe. Se quedó quieto y pensó en probar

sólo un poquito del pastel. Pero muchas neuronas enviaron mensajes a través de su médula espinal, ese cordón largo que pasa por entre medio de todas las vértebras de la columna y que sirve como un puente nervioso para conectar al cerebro con todo el resto del cuerpo.

Entonces Felipe, obedeciendo el mandato eléctrico de sus neuronas, colocó sus manos sobre el pastel y sacó un enorme trozo. Sus neuronas motoras en-viaron mensajes precisos a distintos lugares de su cuerpo al mismo tiempo, así pudo comer, masticar y saborear… Mientras que otras neuronas le ayuda-ron a sentir el trozo en sus manos e hicieron agitar su corazón.

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¡FFFU! ¡FFFU! Soplaba Felipe para no quemarse las manos. Las neuronas sensoriales de su piel se que-jaron por este estímulo tan doloroso, pero a Felipe no le importó. Se quedó mirando el trozo de pastel por algunos segundos, mientras que los receptores de luz ubicados en la retina de los ojos, le permitie-ron ver las pequeñas grietas por donde emanaba el apetitoso olor.

Y nuevamente la fragancia ingresó por su nariz, y otra vez millones de impulsos eléctricos corrieron por su cuerpo. A pesar de la advertencia de mamá, a pesar de que sabía que no debía probar del pastel aún caliente, Felipe abrió la boca y devoró un trozo, pero rápidamente tuvo que arrojarlo. Sin embargo, ya era demasiado tarde, su lengua le palpitaba y ardía tanto que ni siquiera podía hablar. Por suerte,

la activación de sus reflejos le permitió botar al ins-tante el trozo caliente para no seguir quemándose.

Lo peor de todo, era que ahora no podría disfrutar del pastel porque se había quemado muchas papi-las gustativas, esas células que se encuentran en la lengua y que son las encargadas de detectar los sabores: dulces, salados, ácidos, amargos y agrios.

Todo eso lo había aprendido en la escuela, en su clase de ciencias, en donde la profesora también les habló de los cinco sentidos: gusto, tacto, olfato, visión y audición. Su madre presentía lo que estaba sucediendo, así que fue a la cocina para ver qué pa-saba, pero Felipe no podía decir ni una palabra. Por no obedecerle, se había echado a perder el sentido del gusto.

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Neuronas motoras: su función es transmitir información desde el cerebro hasta los efectores u órganos encargados de realizar las respuestas, por ejemplo, los músculos. Estas neuronas trabajan en sentido contrario a las neuronas sensitivas.

Espacio sináptico: es el espacio intermedio entre una neurona transmisora y la neurona postsináptica o receptora.

Impulsos eléctricos o impulsos nerviosos: son cargas eléctricas que recorren la membrana plasmática de una neurona.

Médula espinal: es un largo cordón blanquecino localizado en el canal vertebral, es la encargada de llevar impulsos nervi-osos a los 31 pares de nervios raquídeos, comunicando el encéfalo con todo el cuerpo.

El niño sacó rápidamente un hielo del refrigera-dor, lo pasó por agua para que no se pegara en su lengua, lo colocó suavemente y después de que sus neuronas sensoriales estuvieron anestesiadas por la acción del frío, por fin pudo hablar, aunque balbu-ceando.

- Es que ese olorcito me recordó a la abuela, explicó bajando los hombros y la cabeza.

- ¡Viste, eso te pasó por apurón, por impaciente! Tu abuela se habría desmayado de la risa. Pero te en-tiendo, a mí me pasa algo parecido con el aroma de las rosas, los aromas traen recuerdos. Cuando llega la primavera me acuerdo de mi infancia, de la casa en el campo y de los gatos jugando en el jardín. Por alguna razón, los olores perduran en la memoria.

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Neuronas olfatorias: su función es transmitir información a las células mitrales que son las principales neuronas del bulbo olfa-torio que es la parte anatómica capaz de detectar los olores y codificar esta información para dirigirla a estructuras superiores del cerebro.

Neuronas sensoriales: su función es transmitir información o impulsos eléctricos producidos por los receptores de los sentidos hacia el cerebro.

Pero Felipe seguía pensando en el pastel de cho-colate, aunque le ardiera la lengua y ya no tuviera ganas de comer. De pronto, se le vino a la memoria las clases de biología, y recordó que la electricidad que utilizan las neuronas proviene inicialmente de la energía química que nos entregan los alimentos, que luego nuestro cuerpo transforma en energía eléctrica. Entonces creyó, que por no comer pastel, le faltaría energía para hacer el gol.

- ¡No! Aún tengo muchas reservas en el cuerpo – pensó y salió al patio.

En ese instante la pelota da un bote hasta la punta de sus pies. Felipe siente el balón y miles de señales eléctricas lo transforman en el futbolista que todo el equipo esperaba. Con un toque alzó la pelota a la rodilla izquierda, desde allí la subió al pecho, a la cabeza, y en un abrir y cerrar de ojos, dio un cabezazo impecable al balón y ¡Gol! ¡Goooooooool! ¡Goooooooooool! Su equipo por fin celebró el triunfo.

Fin

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