51
3 Julio Alonso Ampuero Julio Alonso Ampuero Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles Fundación Gratis Date Pamplona 2001 Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» Se suele denominar a los Hechos de los Apóstoles como «Evangelio del Espíritu Santo». Esto es verdad en parte, porque ciertamente Él es el protagonista principal del libro de los Hechos. Sin embargo, no se habla del Espíritu Santo en sí mismo, sino en cuanto que se derrama en la Iglesia, actúa en ella y la impulsa a dar testi- monio de Cristo hasta los confines de la tierra. En este sentido podemos decir que el personaje «protagonis- ta» de los Hechos de los Apóstoles es la Iglesia; aunque –eso sí– consti- tuida por la efusión del Espíritu y alentada e impulsada por Él en cada momento. Por eso hablamos de «Evangelio de la Iglesia». Sí. Hay una «Buena No- ticia» acerca de la Iglesia, de mane- ra semejante a como hay una «Buena Noticia acerca de Jesucristo, Hijo de Dios» (Mc 1,1). De hecho, esta pa- rece ser una de las intenciones –si no la intención principal– de San Lucas al escribir el libro de los He- chos como segunda parte de su Evan- gelio: la Iglesia es –por la fuerza del Espíritu Santo– prolongación de la vida y de la misión de Jesús (tendre- mos ocasión de comprobar cómo mu- chos aspectos de la vida y la ense- ñanza de Jesús en el evangelio de San Lucas aparecen en los Hechos plas- mados en la vida de las primeras co- munidades cristianas). En estas páginas intentamos reco- ger esa Buena Noticia acerca de la Iglesia, tal como aparece en los He- chos de los Apóstoles. Pues los He- chos no son sólo un libro histórico que nos relata lo que aconteció en los orígenes de la Iglesia. Son ante todo un libro teológico que nos pre- senta la identidad de la Iglesia, lo que la Iglesia es constitutivamente, aque- llos rasgos sin los cuales ya no sería la Iglesia de Jesucristo. Pretendemos redescubrir desde las páginas de los Hechos la impresio- nante riqueza y belleza del rostro de la Iglesia. Procuramos buscar las cla- ves que explican la enorme vitalidad y energía de las primeras comunida- des. Nos preguntamos por el secreto de su extraordinaria capacidad expansiva y de su poder de irradia- ción. No se trata de una mirada nostálgica a un pasado brillante. Se trata de una mirada en la fe hacia el pasado para entender el presente y afrontar en la esperanza sus retos. Estas páginas

Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

  • Upload
    others

  • View
    4

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

3Julio Alonso Ampuero

Julio Alonso AmpueroIglesia evangelizadoraen los Hechos de los ApóstolesFundación Gratis DatePamplona 2001

Prólogo«Iglesia, sé lo que eres»

Se suele denominar a los Hechosde los Apóstoles como «Evangeliodel Espíritu Santo». Esto es verdaden parte, porque ciertamente Él es elprotagonista principal del libro de losHechos. Sin embargo, no se habla delEspíritu Santo en sí mismo, sino encuanto que se derrama en la Iglesia,actúa en ella y la impulsa a dar testi-monio de Cristo hasta los confinesde la tierra. En este sentido podemosdecir que el personaje «protagonis-ta» de los Hechos de los Apóstoleses la Iglesia; aunque –eso sí– consti-tuida por la efusión del Espíritu yalentada e impulsada por Él en cadamomento.

Por eso hablamos de «Evangelio dela Iglesia». Sí. Hay una «Buena No-ticia» acerca de la Iglesia, de mane-ra semejante a como hay una «BuenaNoticia acerca de Jesucristo, Hijo deDios» (Mc 1,1). De hecho, esta pa-

rece ser una de las intenciones –sino la intención principal– de SanLucas al escribir el libro de los He-chos como segunda parte de su Evan-gelio: la Iglesia es –por la fuerza delEspíritu Santo– prolongación de lavida y de la misión de Jesús (tendre-mos ocasión de comprobar cómo mu-chos aspectos de la vida y la ense-ñanza de Jesús en el evangelio de SanLucas aparecen en los Hechos plas-mados en la vida de las primeras co-munidades cristianas).

En estas páginas intentamos reco-ger esa Buena Noticia acerca de laIglesia, tal como aparece en los He-chos de los Apóstoles. Pues los He-chos no son sólo un libro históricoque nos relata lo que aconteció enlos orígenes de la Iglesia. Son antetodo un libro teológico que nos pre-senta la identidad de la Iglesia, lo quela Iglesia es constitutivamente, aque-llos rasgos sin los cuales ya no seríala Iglesia de Jesucristo.

Pretendemos redescubrir desde laspáginas de los Hechos la impresio-nante riqueza y belleza del rostro dela Iglesia. Procuramos buscar las cla-ves que explican la enorme vitalidady energía de las primeras comunida-des. Nos preguntamos por el secretode su extraordinaria capacidadexpansiva y de su poder de irradia-ción.

No se trata de una mirada nostálgicaa un pasado brillante. Se trata de unamirada en la fe hacia el pasado paraentender el presente y afrontar en laesperanza sus retos. Estas páginas

Page 2: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

4 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

pretenden recoger los rasgos esen-ciales de la Iglesia de los orígenespara que sean como un espejo en elque pueda mirarse la Iglesia de hoy.De hecho, toda renovación en la his-toria de la Iglesia ha consistido siem-pre, de una u otra forma, en una vueltaa sus orígenes. El objetivo es quecada comunidad eclesial se modelede la manera más ajustada posible ala Iglesia de los Hechos de los Após-toles, que sea lo que es, que expreseen su vida concreta lo que es en suser más profundo.

Y lo haremos insistiendo en unaclave: la evangelización. Primero,porque la Iglesia primitiva fue dehecho una Iglesia evangelizadora.Segundo, porque –como dice el PapaPablo VI– la Iglesia «existe paraevangelizar» (EvangeliiNuntiandi,14); por tanto, la Iglesiade todo tiempo y lugar debe ser antetodo evangelizadora. Tercero, porquehoy nos encontramos ante el reto dela nueva evangelización; como repi-te sin cesar Juan Pablo II, ha sonadola hora de una época fecunda de evan-gelización a todos los niveles. Aho-ra bien, para cumplir esta misión esabsolutamente necesario que la Igle-sia sea completamente fiel a sí mis-ma. La Iglesia sólo podrá evangeli-zar el mundo contemporáneo si vuel-ve a ser la Iglesia de los Hechos delos Apóstoles.

(Nota.– En el texto que sigue, todas lascitas en que figuren solo cifras, sin le-tras, se refieren al libro de los Hechosde los Apóstoles).

1. Un Pentecostéspermanente

El Cardenal Ratzinger ha dicho que«la Iglesia es un Pentecostés perma-nente, no una racionalización perma-nente». Pues bien, esto es lo que des-cubrimos ante todo en el libro de losHechos: Pentecostés es el aconteci-miento que pone en marcha a la Igle-sia como comunidad de los hombresnuevos que, habiendo sido transfor-mados por el Espíritu, son capacesde testimoniar a Cristo y la novedadde vida aportada por Él. Más aún,los Hechos de los Apóstoles mani-fiestan que no se da un único Pente-costés: el Espíritu Santo se derramasin cesar sobre las personas y comu-nidades. Se da un Pentecostés per-manente. Es una Iglesia que vive enPentecostés.

A la luz de estos datos y de la afir-mación de Ratzinger es obligado pre-guntarnos si no será ésta una de lascausas principales –por no decir laprincipal– de la debilidad de nues-tras comunidades. Se dice que el Es-píritu Santo es el gran desconocido;ahora bien, si el Espíritu Santo es elalma de la Iglesia (cf. Prefacio de

Page 3: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

5Julio Alonso Ampuero

Pentecostés), el que anima y vigorizaa la Iglesia, una Iglesia –parroquia,comunidad, etc., o un cristiano– queno vive una relación profunda con elEspíritu Santo es una Iglesia –o uncristiano– desanimada y sin vigor. Enlugar de ser un Pentecostés perma-nente, se convierte en una racio-nalización permanente, vive y actúano según el impulso divino del Espí-ritu, sino según su lógica natural, susplanes «razonables» y sus fuerzas hu-manas; deja de ser luz del mundo ysal de la tierra y se queda en una ins-titución humana más, con sus mismoslímites, con sus mismos defectos, in-capaz de cambiar el mundo, pues sóloel soplo divino del Espíritu renuevala faz de la tierra (cf. Sal 104,30).

Ocurre hoy a muchos cristianos lomismo que a aquellos discípulos deJuan Bautista que ni siquiera habíanoído hablar del Espíritu Santo (Hch19,2) ; no tenían conocimiento ni ex-periencia de su acción. Y sin embar-go, cuando Pablo les anunció a Cris-to y les impuso las manos, recibie-ron el Espíritu y se pusieron a profe-tizar (19,4-7). También hoy puede ydebe darse una renovada efusión delEspíritu que convierta a los cristia-nos en testigos valientes de Cristo yles impulse a anunciarle a los que nole conocen.

Recojamos más en detalle del li-bro de los Hechos los datos que noshacen descubrir la Iglesia como unPentecostés permanente.

La promesa del Padre (1,1-8)

El libro de los Hechos se abre conlas palabras de Jesús Resucitado alos apóstoles en que les manda per-manecer en Jerusalén aguardando lapromesa del Padre que Él mismo leshabía transmitido.

La promesa consiste en «ser bauti-zados en el Espíritu Santo» (v. 5).Ya Juan Bautista había anunciado alMesías como aquel que bautizaría«con Espíritu Santo y fuego» (Lc3,16). Bautizar significa etimoló-gicamente «sumergir», «inundar»,«colmar». Jesús, que es el Mesías,el Ungido, y está «lleno de EspírituSanto» (Lc 4,1), a su vez «da el Es-píritu sin medida» (Jn 3,34). No loda tacañamente. Colma a los suyosde Espíritu Santo. Si desde tiemposde Noé la humanidad había quedadosumergida en el pecado, ahora va aser inundada de Espíritu Santo; sóloasí encontrará la salvación. De he-cho, el día de Pentecostés se consta-tará que «quedaron todos llenos delEspíritu Santo» (2,4), que el «vientoimpetuoso» «llenó toda la casa –¿laIglesia?– en que se encontraban»(2,3).

En realidad, esta promesa (cf. 2,33.39) no sólo había sido manifestadapor Jesús. Ya en el A.T. los profetashabían anunciado el don del Espíritucomo una característica de los tiem-pos mesiánicos (Is 32,15; Ez 36,26-27; 37,14; Jl 3,1-2). Y efectivamen-te, llegado el Mesías, se derrama elEspíritu. Lo que Jesús realiza desdeel día mismo de Pascua (Jn 20,22),desde el momento en que es glorifi-

Page 4: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

6 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

cado (Jn 7,39), lo realizará con todaabundancia el día de Pentecostés.

Volviendo al capítulo 1 de Hechos,vemos que Jesús especifica aún másen qué consiste la promesa del Pa-dre. Ante la actitud de los discípu-los, preocupados por la restauracióndel Reino de Israel, Jesús les repro-cha sus miras todavía demasiado ras-treras y les transmite la única segu-ridad que debe bastarles: «recibiréisla fuerza del Espíritu Santo, que des-cenderá sobre vosotros, y seréis mistestigos en Jerusalén, en toda Judeay Samaria, y hasta los confines de latierra» (1,8).

El Espíritu Santo es calificadocomo «fuerza» (dynamis) que des-ciende sobre ellos. Ya al final delevangelio Jesús había insistido a losdiscípulos en que permanecieran enJerusalén «hasta ser revestidos depoder desde lo alto» (Lc 24,49). Sóloasí podrán ser testigos de Cristo hastalos confines de la tierra. Para la mi-sión confiada las fuerzas humanas nosirven (recordemos a los apóstolesencerrados por miedo a los judíos).Sólo un poder sobrehumano, divino,que los inviste desde lo alto, que lossumerge y anega, puede capacitarlospara semejante misión.

Por lo demás, el objetivo princi-pal –y en cierto modo único– de lavenida del Espíritu parece ser éste:constituirlos en testigos, capaces deanunciar a Cristo. Esta parece la fi-nalidad a la que todo se orienta,como por lo demás irá apareciendoa lo largo del libro. El Espíritu no se

otorga para el mero disfrute perso-nal, sino para la misión, para la evan-gelización.

La gran cosecha (cp. 2)La fiesta judía de Pentecostés, o

«fiesta de las semanas» (Ex 34,22;Nm 28,26), concluía el tiempo de lacosecha, que comenzaba con la fies-ta de Pascua y duraba siete semanas.Era una fiesta de gozo que expresa-ba la gratitud a Dios por la bendi-ción de las mieses cosechadas (Dt16,9s).

Pues bien, el Pentecostés cristianoes también fiesta de cosecha y abun-dancia. Cristo es el sembrador queha contemplado los campos doradospara la siega, pero ha dejado a otrosel gozo de recoger el fruto de su siem-bra (Jn 4,35-38). Más aún, Él mismoes el grano que caído en tierra da fru-to abundante (Jn 12,24). Pentecostéses la gran cosecha de la siembra ydel sacrificio de Cristo. De hecho,ese mismo día aceptaron la Palabray fueron bautizados unos tres mil(2,41). Sí, verdaderamente «los quesembraban con lágrimas cosechan en-tre cantares» (Sal. 126,5). La venidadel Espíritu se muestra de manera in-mediata inmensamente fecunda.

De esta manera, Pentecostés cons-tituye el nacimiento de la Iglesia. Siya Cristo la había instituido eligien-do a los Doce y poniendo a Pedrocomo cabeza (Mc 3,13-19; Mt 16,18-19), y la había «engendrado» en lacruz, ahora es dada a luz por la fuer-

Page 5: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

7Julio Alonso Ampuero

za del Espíritu. Los que estaban es-condidos por miedo a los judíos semanifiestan públicamente y la comu-nidad inicial –unos 120: 1,15– ex-perimenta un crecimiento extraordi-nario.

Surge así el nuevo pueblo de Dioscomo una nueva creación (cf. 2 Cor5,17). Si al inicio de la historiaYahveh Dios había insuflado al ba-rro del suelo su propio aliento paraconvertirlo en hombre, en ser vivien-te (Gn 2,7), ahora, el Espíritu Santo,aliento de Cristo Resucitado (Jn20,22) viene sobre la humanidad paraconvertirla en humanidad nueva, re-creada y regenerada. Se cumplen asílos anuncios de los grandes profe-tas: la multitud de huesos muertos ysecos es resucitada por el soplovivificante del Espíritu divino (Ez37,1-14).

Se establece una alianza nueva. Sien la alianza del Sinaí Israel fue cons-tituido como «reino de sacerdotes ynación santa» (Ex 19,6), el don delEspíritu consagra a la Iglesia comopueblo santo «adquirido para procla-mar las hazañas del que nos llamó asalir de las tinieblas y a entrar en suluz maravillosa» (1 P 2,9). El Espí-ritu Santo es dado a cada creyentecomo Ley nueva que desde dentro lecapacita y le impulsa a cumplir lavoluntad del Padre (cf. Jer 31,33; Ez36,26-27; Rom 8,1-4).

Pentecostés es el bautismo de laIglesia. De modo semejante a como

Jesús recibió una unción especial delEspíritu en el bautismo para iniciarla predicación y la vida pública (Lc3,21-22), también la Iglesia, Cuerpode Cristo, recibe en Pentecostés su«bautismo en el Espíritu» (1,5). Asíla Iglesia es «ungida», hecha «cris-tiana», y capacitada para la misiónde ser testigo de Cristo hasta los con-fines de la tierra. Del mismo modoque Jesús recibe el Espíritu estandoen oración (Lc 3,21), también la Igle-sia se abre por la oración al don delEspíritu (1,14).

Por tanto, si la Iglesia es «creada»en Pentecostés, es «constituida» porel don del Espíritu, podemos afirmarque una Iglesia –comunidad, parro-quia, etc.– sin Pentecostés se desna-turaliza, se profana y se vuelve infe-cunda. Sin la acogida gozosa y cons-ciente del Espíritu ya no es la Iglesiade Cristo. Sin el Espíritu es como uncuerpo sin alma; vuelve a ser una mu-chedumbre de huesos secos: sin viday sin capacidad de vivificar. Puessólo el Espíritu vivifica (Jn 6,63; 2Cor 3,6).

Defensa y consueloen la persecución (4,23-31)

En la narración de los Hechos en-contramos un segundo Pentecostés enel capítulo cuarto. Tras la curacióndel tullido y el consiguiente discur-so de Pedro al pueblo (cp. 3), Pedroy Juan son conducidos al Sanedrín –

Page 6: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

8 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

suprema institución religiosa y civilen Israel– para ser juzgados. Ante laevidencia del milagro, el Sanedrín nose atreve a castigarlos, pero sí lesamenaza y les prohibe hablar o en-señar en nombre de Jesús.

Una vez liberados, se reúnen conla comunidad. Después de contarleslo sucedido, «todos a una elevaronsu voz a Dios» (v. 24). Oran intensa-mente y buscan luz en la palabra deDios para entender lo que está suce-diendo. Con la ayuda del Salmo 2caen en la cuenta de que, lo mismoque la oposición de Herodes yPilatos no estorbó el cumplimientode los planes de Dios sobre Jesús,tampoco las dificultades de ahorapueden impedir la misión de la Igle-sia. La persecución está integrada enel plan de Dios, de tal modo que, le-jos de estorbar, contribuye a su cum-plimiento (tendremos ocasión decomprobarlo).

Por eso, no piden a Dios que cesenlas dificultades, sino valentía parapredicar la Palabra en medio de ellas(v. 29). Son conscientes de que lasdificultades les sobrepasan, perotambién de que ellos están bajo elcontrol de Dios. De ahí que pidan serrevestidos de nuevo del poder deDios para afrontar las dificultades ysacar adelante su misión. Ni pidenque desaparezcan las dificultades, nihuyen de ellas buscando en la ora-ción un consuelo intimista que en elfondo es claudicación. Van a la ora-ción para entender los planes de Diosy recibir fuerzas para continuar el

combate en primera fila.Y la respuesta no se hace esperar:

«acabada su oración, retembló el lu-gar donde estaban reunidos, y todosquedaron llenos del Espíritu Santo ypredicaban la Palabra de Dios convalentía». Un nuevo Pentecostés quecapacita y fortalece para la misión.

La Iglesia, ante las dificultades, ne-cesita nuevas y repetidas efusionesdel Espíritu. Sin ellas se encogerá ydejará de afrontar los grandes retosque la esperan en toda época y lugar.Sin el Espíritu no encontrará la fuer-za para llevar adelante su misión. Sinel poder de lo alto dejará de testi-moniar a Cristo y su Palabra, claudi-cará y pactará con el mundo vendien-do su primogenitura por un plato delentejas (cf. Gen. 25,29-34)

El Pentecostésde los gentiles (cp. 10)

El anuncio del evangelio a los pa-ganos fue un nuevo triunfo del Espí-ritu.

La primera comunidad cristiana –la comunidad de Jerusalén– estabacompuesta de judíos convertidos.Para ellos no había contradicciónentre su fe y su práctica judías (dehecho siguen participando en la ora-ción del templo: 2,46; 3,1) y la nue-va fe en Jesús.

Pero para ellos suponía un cambio

Page 7: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

9Julio Alonso Ampuero

de mentalidad muy fuerte dar el pasode predicar a los paganos. El judaís-mo de la época era bastante estre-cho: Israel vivía con la orgullosaconciencia de ser el pueblo elegido,mientras que los gentiles eran pordefinición pecadores (cf. Ga 2,15; Ef2,11-12). Más aún, un judío no po-día sentarse a la mesa con ellos nientrar en su casa, pues al ser impu-ros según la Ley, al no estar circun-cidados, el judío que trataba conellos quedaba también manchado,contaminado.

Entendemos así las resistencias dePedro (10,14) y de la primera comu-nidad en general, así como los re-proches que hubo de recibir cuandosupieron que Pedro había entrado encasa de paganos y había comido conellos (11,2-3).

Podemos decir que el Espíritu mis-mo hubo de allanar las dificultades,cambiando la mentalidad de Pedro,para que aceptara visitar la casa delcenturión Cornelio (10,19-20;11,12). Una vez allí, sin haberlo pre-visto, a la vista de la buena disposi-ción y deseo de Cornelio y los su-yos, Pedro les anuncia la Buena Nue-va (10,34ss). Lo hace como a pesarsuyo y en contra de su mentalidad dejudío observante.

Y entonces acontece algo grandio-so. El mismo Espíritu que había im-pulsado a Pedro a entrar en casa depaganos y a predicarles la Palabra,se derrama ahora sobre esosincircuncisos impuros. Se repite el

primer Pentecostés. Reciben el Es-píritu exactamente igual que los após-toles y los primeros discípulos ju-díos (10, 46-47; 11,15-17). Losacompañantes de Pedro se quedansorprendidos y atónitos (10,45) antelo inesperado del acontecimiento. Yel propio Pedro entiende que tieneque obedecer –como ha hecho hastaahora– a este Dios que toma la ini-ciativa y se adelanta; y se apresura abautizar a los que ya han recibido elEspíritu.

Los hombres somos inevitablemen-te esclavos de nuestras concepcio-nes, de nuestros esquemas y previ-siones. Pero a lo largo de la historiacada nueva efusión del Espíritu de-rriba muros y abre caminos nuevos ala Iglesia y al Evangelio. A nosotrosnos toca permanecer atentos y abier-tos a esa acción del Espíritu que sor-prende sin cesar y toma la iniciativadesbordando nuestros esquemas.Sólo en esta apertura a la acción delEspíritu podremos entender y secun-dar el plan de Dios en cada época ylugar.

Otras efusiones del Espíritu

En los casos que hemos visto, elEspíritu se derrama estando la co-munidad en oración o bien con oca-sión de la predicación del Evange-lio. Pero hay en el libro de los He-

Page 8: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

10 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

chos otras efusiones del Espíritu so-bre grupos de personas mediante elgesto de la imposición de manos.

La imposición de manos es unmodo de expresar y realizar la trans-misión de una gracia o un carisma. Aveces es un gesto de bendición (Mt19,13.15). Con frecuencia es el me-dio que Jesús utiliza para curar (Mc6,5; Mt 9,18; Lc 4,40) y que utiliza-rán también los discípulos (Mc 16,18;Hch 9,12; 28,8). En los Hechos apa-rece varias veces como gesto paratransmitir la plenitud del Espíritu(8,16-19; 9,17-18; 19.5-6) o paraconsagrar a alguien para una misióndeterminada (6,6; 13,3).

Cuando Felipe predica en Samaria,muchos aceptaron la Palabra, se con-virtieron a Cristo y fueron bautiza-dos. Al tener conocimiento de ellolos apóstoles de Jerusalén, enviarona Pedro y a Juan. Estos «bajaron yoraron por ellos para que recibieranel Espíritu Santo» (8,15). Y «enton-ces les imponían las manos y reci-bían el Espíritu Santo» (8,17).

Del mismo modo, cuando Pablo en-cuentra en Efeso un grupo de docediscípulos que sólo han recibido elbautismo de Juan, les anuncia la Bue-na Nueva, los bautiza en nombre delSeñor Jesús y «habiéndoles Pabloimpuesto las manos vino sobre ellosel Espíritu Santo» (19,6). El efectoexterno y visible es similar a lo ocu-rrido en el primer Pentecostés (2,4)y en el Pentecostés de los gentiles(10,46): «Se pusieron a hablar en

lenguas y a profetizar».El propio Pablo había recibido la

efusión del Espíritu. Después del ful-gurante encuentro con el Resucitado,permanece ciego. Entonces, estandoen Damasco, es enviado un discípu-lo –en este caso no es un Apóstol–un tal Ananías, que le impone lasmanos para que sea llenado por elEspíritu Santo (9,17).

El mismo gesto se repite –aunquesin mencionar explícitamente la efu-sión del Espíritu– cuando, tras laelección de los siete, fueron presen-tados a los apóstoles y éstos les im-pusieron las manos (6,6), y cuandodespués de haber elegido –por indi-cación del Espíritu– a Bernabé y aSaulo para la primera misión entrelos gentiles, igualmente «les impu-sieron las manos y los enviaron»(13,3).

Vemos, por tanto, que Cristo glori-ficado a la derecha del Padre derra-ma el Espíritu (2,33) sin medida so-bre su Iglesia: la constituye, la crea,la fortalece en las dificultades, leabre los caminos de la misión... LaIglesia vive del Espíritu Santo. LaIglesia no puede sostenerse ni cum-plir su misión sin la permanente efu-sión del Espíritu.

A la luz de los Hechos, se puedeafirmar que prácticamente se identi-fican convertirse, creer en Cristo, serbautizado y recibir el Espíritu Santo(2,38). Es inconcebible un cristianoque no esté repleto del Espíritu.

Page 9: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

1 1Julio Alonso Ampuero

Y de manera particular los que re-ciben una misión especial en la Igle-sia necesitan singularmente ser ro-bustecidos por la gracia del EspírituSanto para estar a la altura de su mi-sión.

2. Una Iglesia llenade vitalidad

El primer fruto de Pentecostés esla comunidad cristiana. Los que hanacogido la predicación de Pedro, sehan convertido a Cristo y han recibi-do el Espíritu (2,37-41) forman laprimera comunidad cristiana. Y SanLucas nos presenta inmediatamenteen tres densos resúmenes la vida deesta comunidad (2,42-47; 4,32-35;5,12-16). Una comunidad conenorme vitalidad, hasta el punto deque llama la atención y resulta atra-yente para los no cristianos (2,47;5,13).

«Un solo corazón y una sola alma»(4,32)

Uno de los aspectos de Pentecos-tés, tal como lo presenta San Lucas,es su condición de anti-Babel.

En efecto, en el libro del Génesisse nos cuenta que toda la humanidad,que hablaba un mismo y único len-guaje, se llenó de confusión y se dis-

persó debido a la pretensión orgu-llosa de querer construir toda una ci-vilización al margen de Dios (Gen11,1-9); su arrogancia sólo consiguióque «cada uno no entendiera el len-guaje de su prójimo».

En cambio, en Pentecostés se da elfenómeno opuesto. Se encuentra re-unida una multiplicidad de lenguas,razas y pueblos, y, no obstante, cadauno oye a los apóstoles en su propialengua (2,4-11). El Espíritu ha sus-citado una unidad tan profunda quelas diferencias étnicas, culturales ylingüísticas que suelen dividir a lospueblos quedan diluidas. Pentecos-tés es fuente de unidad.

Esto mismo lo subraya San Lucasen los sumarios mencionados. Enefecto, uno de los rasgos que másdestaca en ellos es una sorprendentey atractiva unión entre los discípu-los: «todos los creyentes vivían uni-dos» (2,44); «la multitud de los cre-yentes tenía un sólo corazón y una solaalma» (4,32); «solían estar todos conun mismo espíritu» (5,12).

Es importante notar que no se tratade una unión puramente externa, sinointerior y muy profunda, pues se sien-ten «un sólo corazón y una sola alma».Ahora bien, esto sólo es posible por-que han recibido el Espíritu. Siendoel Espíritu el alma de la Iglesia, haceuna sola cosa de todos los que for-man parte de ella, pues todos tienenel mismo alma.

Esto nos lo confirma San Pablocuando, al hablar de la variedad y

Page 10: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

12 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

multiplicidad de los miembros delCuerpo de Cristo, afirma: «Todoshemos sido bautizados en un sóloEspíritu para formar un solo Cuer-po, judíos y griegos, esclavos y li-bres; y todos hemos bebido de unsolo Espíritu» (1 Cor 12,13). Y lomismo cuando llama a superar lasdivisiones «poniendo empeño en con-servar la unidad del Espíritu» (Ef4,3), es decir, la unidad que crea elEspíritu, pues los cristianos forman«un solo Cuerpo y un solo Espíritu»(Ef 4,4).

Por tanto, un aspecto esencial dela Iglesia es la unidad. Así la confe-samos en el Credo: «Creo en la Igle-sia una». Esta unidad no es obra hu-mana, basada en afinidades natura-les o en tendencias y gustos comu-nes, sino fruto del Espíritu que reali-za el milagro de la unidad en mediode una impresionante variedad. Don-de hay división hay falta de EspírituSanto: no porque Él no se dé, sinoporque no es verdadera y plenamen-te acogido.

«Todo en común» (2,44)

Esta dimensión de la comunión o«koinonía» (2,42) es sin duda la másresaltada en los sumarios de Hechos.Es sobre todo, como hemos dicho,algo interior y consecuencia de Pen-tecostés, pues uno de los frutos prin-cipales de la acción del Espíritu San-to es la unión de los corazones; don-de hay apertura a su acción, se pro-duce siempre la unión y la comunión

entre las personas. La unidad entrelos creyentes no la producen las nor-mas ni las estructuras –que al princi-pio ni siquiera existían–, sino la aco-gida del mismo y único Espíritu.

Sin embargo, esta unión de los co-razones tiene sus expresiones exter-nas. En primer lugar la «unanimi-dad»: así se puede traducir el adver-bio de 2,46 y 5,12 («solían estar to-dos con un mismo espíritu»). Y tam-bién la expresión de 4,32 («un solocorazón y una sola alma») puede sig-nificar «pensar y sentir lo mismo».La comunión producida por el Espí-ritu se manifiesta en sintonía, en uni-dad de criterios y afectos. Sin pro-ponerse expresamente unos planes ounos objetivos comunes viven de he-cho en esa unanimidad.

Pero la manifestación más subra-yada por San Lucas es la comuniónde bienes. Se insiste en que «teníantodo en común» (2,44), que «vendíansus posesiones y sus tierras y repar-tían el precio entre todos, según lanecesidad de cada uno» (2,45), que«nadie llamaba suyos a sus bienes,sino que todo era común entre ellos»(4,32), que «no había entre ellos nin-gún necesitado, porque todos los queposeían campos o casas los vendían,traían el importe de la venta, y loponían a los pies de los apóstoles yse repartía a cada uno según su ne-cesidad» (4,34-35).

Es importante notar de dónde bro-ta el tener todo en común: «nadie con-sideraba suyos a sus bienes». Si todose comparte es porque se tiene con-

Page 11: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

1 3Julio Alonso Ampuero

ciencia de no ser dueño absoluto; alver a los demás como cosa propia,miembros del mismo cuerpo, se con-sidera normal que los bienes de quecada uno dispone no son posesiónindividualista, sino que han sido re-cibidos para servicio de todo elcuerpo y de cada uno de sus miem-bros.

La consecuencia es que «no habíaentre ellos ningún necesitado», pues«se repartía a cada uno según su ne-cesidad». Se cumple así el deseo queDios había manifestado ya en el A.T.:«no habrá pobres entre vosotros» (Dt15,4). La comunidad cristiana imitay prolonga la acción providente deDios que cuando había asumido laguía directa del pueblo en el desier-to lo había hecho de manera que «nilos que recogieron mucho tenían demás, ni los que recogieron poco te-nían de menos, sino que cada unohabía recogido lo que necesitabapara su sustento» (Ex 16,18). Y secumple el deseo del corazón humanoque anhela la igualdad entre todos loshombres...

La comunión de bienes aparece asícomo una novedad atrayente (cf. 2,47;4,33; 5,13), como un signo poderosode la presencia de Dios en medio desu pueblo, como fruto maduro de laacción del Espíritu que destruye elmayor muro que existe entre los hom-bres: el egoísmo.

Sin embargo, conviene no olvidarla enseñanza de los Hechos a este res-pecto: la comunión se realiza de arri-ba abajo y de dentro afuera. De arri-

ba abajo, porque no es fruto de lainiciativa humana, sino don del Es-píritu cuando es acogido sin condi-ciones; de dentro afuera, porque nose consigue con acuerdos externos,sino como consecuencia de la uniónde los corazones transformados porla gracia.

Una comunidad de hermanos

A la luz de esto entendemos mejorel valor y la fuerza del término «her-manos» con que el libro de los He-chos se refiere frecuentemente a loscristianos (1,15; 6,3; 9,30; 11,1;12,17).

Hijos de Dios por el bautismo, losdiscípulos forman una verdadera fa-milia con unos vínculos incompara-blemente más fuertes y profundos quelos de la carne y la sangre. Se cum-plen también así las palabras de Je-sús: «¿Quién es mi madre y quiénesson mis hermanos?... Todo el quecumple la voluntad de mi Padre ce-lestial, ése es mi hermano, y mi her-mana, y mi madre» (Mt 12,46-50).

Una de las manifestaciones de estafraternidad es la acogida y la hospi-talidad espontánea y cordial (10,6.48;15,33; 16,15.33; 18,3.27; 21,4; 27,3;28,14-15). Se pone a disposición delos hermanos –sobre todo de los queestán empeñados en las tareas deevangelización: cf. 1 Cor 9,14– lacasa, los alimentos y todo aquelloque necesitan.

Por otra parte, no se trata de una

Page 12: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

14 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

fraternidad acéfala. La comunidadaparece guiada por los Doce (1,12-26; 6,2-6; 8,14ss; 11,22; 15,22ss), acuya cabeza está Pedro (1,15-22;2,14ss; 5,29; 10,1-48; 11,1-18;12,5).Los apóstoles tienen también sus co-laboradores (6,1-6; 8,5.12.38.40).

A este respecto, es particularmen-te significativa la manera usada parala toma de decisiones. Cuando se tra-ta de elegir el sustituto de Judas(1,15ss), Pedro expone la situacióne indica con la ayuda de la Palabrade Dios los criterios que se han detener en cuenta para la elección; en-tonces la comunidad propone dosnombres y, después de orar, lo echana suertes. Cuando crece el númerode los discípulos y los apóstoles nopueden seguir atendiendo las nece-sidades materiales (6,1ss), los Docereúnen a la comunidad y les mani-fiestan la solución que consideranoportuna, invitando a la asamblea aque propongan a siete hermanos quepuedan realizar ese servicio; en efec-to, la comunidad elige los que le pa-recen más idóneos, los presentan alos apóstoles y estos, después deorar, les imponen las manos enco-mendándoles la misión. Del mismomodo, cuando se plantea la cuestiónde si los convertidos del paganismodeben cumplir o no la ley de Moi-sés, Pablo y Bernabé deciden some-ter el asunto a los apóstoles (15,1ss);después de una no fácil deliberación,se llega a una decisión que entien-den que ha sido inspirada por el Es-píritu (15,28).

Percibimos así un admirable equi-librio y armonía. Bajo la guía delEspíritu, ni la fraternidad se convier-te en anarquía destructiva, ni la au-toridad degenera en imposicióndespótica y arbitraria. Todos escu-chan primero a Dios y luego a loshermanos; más aún, escuchan a Diosa través de los hermanos.

En constante crecimiento

Uno de los rasgos más llamativosque manifiestan la vitalidad de laIglesia primitiva es su constante cre-cimiento. Se percibe inmediatamen-te un organismo vivo en expansióncontinua y en robustecimiento cre-ciente. Animada por el Espíritu San-to, que la llena de gozo y consola-ción, la Iglesia es edificada en susdiversas comunidades y progresa enel temor del Señor (9,31).

Este crecimiento no es un dato ac-cesorio. San Lucas le da mucha im-portancia, puesto que insiste reitera-damente en él. Ya desde el mismo díade Pentecostés son multitudes las quese convierten, abrazan la fe y se ha-cen bautizar (2,41). Más aún, se des-taca que la comunidad crece, por laacción invisible pero eficaz del Se-ñor, «cada día» (2,47). Constante-mente hay gente que acoge la Pala-bra de Dios y cree (4,4). Casi en cadapágina escuchamos con asombro que«los creyentes cada vez en mayornúmero se adherían al Señor, unamultitud de hombres y mujeres»

Page 13: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

1 5Julio Alonso Ampuero

(5,12). Se nos dice que los discípu-los «se multiplican» (6,1.7).

Lo mismo ocurre cuando el evan-gelio sale de la tierra de Israel y pe-netra de lleno en el ámbito pagano.En Antioquía, como el Señor estabacon ellos, «un crecido número reci-bió la fe y se convirtió al Señor»(11,21). También se destaca la bon-dad, la fe y la docilidad de losevangelizadores al Espíritu, que tie-ne como consecuencia que «una con-siderable multitud se agregó al Se-ñor» (11,24). Incluso en medio de lasdificultades y persecuciones, «la Pa-labra de Dios crecía y se multiplica-ba» (12,24). Los gentiles se alegrande recibir el Evangelio, glorifican laPalabra del Señor, y ésta «se difun-día por toda la región» (13,48-49).

Por lo demás, no se trata sólo decrecimiento numérico, sino de afian-zamiento y robustecimiento de las co-munidades. Además de crecer en nú-mero «de día en día», «las Iglesiasse afianzaban en la fe» (16,5). «LaPalabra del Señor crecía y se robus-tecía poderosamente» (19,20).

«Crecía y se fortalecía» se afirmatambién de Jesús niño (Lc 2,40). Demanera similar a como la Palabra he-cha carne crecía y se fortalecía encuanto hombre, ahora la Palabratransmitida por los evangelizadorescrece y se fortalece en el corazón delos que le acogen por la fe; la Igle-sia, Cuerpo de Cristo, tiene que con-tinuar creciendo y fortaleciéndose –

lo mismo que su Cabeza y bajo suinflujo– hasta el fin de los tiempos,hasta llegar «a la madurez de la ple-nitud de Cristo» (Ef 4,13).

Ahora bien, este crecimiento sóloserá posible en la medida que nues-tras comunidades tengan la mismavitalidad y frescor que la Iglesia delos Hechos de los Apóstoles, mani-fiesten el mismo vigor y susciten elmismo atractivo. El obstáculo parael crecimiento de la Iglesia no resi-de en las dificultades externas, pormuchas y graves que sean, sino en lapropia falta de vitalidad. Sólo unaIglesia joven y viva, que refleje ytestimonie en su existencia concretala novedad traída por Cristo y suevangelio, será capaz de evangelizarel mundo de hoy. En cambio, los sín-tomas de vejez y anquilosamientosólo consiguen repeler a los no cre-yentes, pues la sal que se vuelve sosano sirve más que para tirarla y paraque la pisoteen los hombres (Mt5,13). La falta de crecimiento –o, aúnpeor, la disminución– de muchas co-munidades delata la falta de vitali-dad espiritual y evangélica.

Llenos de gozoUna de las características de la ex-

periencia cristiana, tal como la pre-senta el libro de los Hechos, es laalegría.

San Pablo presenta la alegría comofruto del Espíritu (Ga 5,22). Y elevangelio de San Lucas aparece en-vuelto en una atmósfera de alegría (Lc

Page 14: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

16 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

1,28.46.58; 2,10; 10,17.20.21; 13,17;15,7.10.32; 19,6.37; 24,41.52): la lle-gada de Jesús, de su salvación, de supalabra.... llenan de gozo el corazónde quienes lo acogen.

También en este aspecto los Hechosde los Apóstoles son prolongacióndel tercer evangelio: la efusión delEspíritu y la predicación de la Bue-na Nueva son fuente de gozo, y degozo pleno y duradero. La alegríaaparece así como distintivo de lacomunidad cristiana.

Ya en el primer resumen se nos diceque la comunidad de Jerusalén sur-gida de Pentecostés vivía en el gozo:«tomaban el alimento con alegría ysencillez de corazón» (2,46). Estaalegría se expande al mismo tiempoque se extiende el evangelio; cuandoFelipe predica en Samaria y la gentecomprueba el poder de la Palabraque sana, «hubo una gran alegría enaquella ciudad» (8,8); no una alegríacualquiera, sino «grande».

Del mismo modo el etíope, que ha-bía vivido en la esterilidad –cami-naba por el desierto, era eunuco–, alrecibir el anuncio de la Buena Nue-va y las aguas del bautismo, experi-menta una nueva vida y una inespe-rada fecundidad en su existencia detal manera que «siguió gozoso su ca-mino» (8,26-40).

Los gentiles se alegran de ser losdestinatarios de la Buena Nueva dela Salvación (13,48). Y cuando laacogen– a pesar de las contradiccio-nes y persecuciones– «quedaron lle-

nos de gozo y del Espíritu Santo»(13,52), es decir, del gozo que pro-duce el Espíritu Santo. De igual modoel carcelero de Filipos y su familia,que recibieron el evangelio y el bau-tismo en circunstancias tan atípicas,se alegraron «por haber creído enDios» (16,34).

Sin embargo, hay una causa de gozoque resulta sorprendente. Cuando lahostilidad de los judíos se hace másvirulenta y encarcelan a los apósto-les, cuando «se consumían de rabiay trataban de matarlos» (5,33), cuan-do se salvan gracias a la prudente in-tervención de Gamaliel y «sólo» sonazotados, entonces nos refiere SanLucas que «ellos marcharon de lapresencia del Sanedrín contentos porhaber sido considerados dignos desufrir ultrajes por el Nombre» de Je-sús (5,41).

Es esta una alegría humanamenteinexplicable. Es la alegría en el do-lor. Un gozo que sólo puede ser cau-sado por el Espíritu Consolador. Allídonde todo parecía inclinar a la tris-teza y al abatimiento, surge un gozonuevo e incontenible. Es la alegríade la cruz, de la unión al Crucifica-do y de la fecundidad del dolor.

Es la alegría de lasbienaventuranzas, que se realizan enlos apóstoles. En ellos se han cum-plido las palabras de Jesús: «Dicho-sos vosotros cuando os injurien, y ospersigan y digan con mentira toda cla-se de mal contra vosotros por mi cau-sa. Alegraos y saltad de gozo, porquevuestra recompensa será grande en

Page 15: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

1 7Julio Alonso Ampuero

los cielos» (Mt 5,11-12).Una alegría similar debieron expe-

rimentar Pablo y Silas en Filiposcuando, «después de haberles dadomuchos azotes» (16,23), los sorpren-demos en la cárcel –totalmente heri-dos y magullados– «en oración can-tando himnos a Dios» (16,25). Laconsecuencia ya la sabemos: la con-versión del carcelero y de toda sufamilia. Aquellos paganos habíanquedado cautivados por la alegría so-brehumana e inexplicable de losapóstoles...

La fuerza del martirio

Los casos referidos son sólo unamínima parte en el conjunto del li-bro de los Hechos. Prácticamentedesde que la Iglesia comienza a ca-minar y se inicia la predicación evan-gélica, surge la persecución y la con-tradicción. La Iglesia vive bajo elsigno de la cruz.

Pedro y Juan son arrestados por cu-rar a un tullido y predicar al pueblo(4,1-3); en esta ocasión se les prohi-be predicar, pero no se atreven a cas-tigarlos. En cambio, cuando los após-toles vuelven a ser encarcelados,como hemos visto, son azotados(5,40). Pedro volverá a ser puestoen prisión y será milagrosamente li-berado (cp. 12).

Tras la prisión y lapidación de Es-teban (cp. 7), «se desató una gran per-secución contra la Iglesia de Jerusa-lén» (8,1), hasta el punto de que se

hace necesaria la dispersión.Quizá Saulo es el que más hostili-

dad despierta en torno a sí. En Da-masco, al poco tiempo de su conver-sión, «los judíos tomaron la decisiónde matarle» (9,23); para salvarle, loshermanos hubieron de descolgarlepor la muralla de noche dentro de unaespuerta. Más tarde, en Jerusalén sonlos helenistas quienes de nuevo «in-tentaban matarle» (9,29); esta vez loshermanos le hicieron embarcar ha-cia Tarso, su patria natal.

En su primer viaje misionero, enAntioquia de Pisidia, al acudir mu-chos a escuchar la Palabra, los ju-díos «se llenaron de envidia y con-tradecían con blasfemias cuanto Pa-blo decía» (13,45); no contentos conello, y ante el éxito de los apóstoles,«promovieron una persecución con-tra Pablo y Bernabé y los echaron desu territorio» (13,50). En Iconio en-venenaron los ánimos contra los her-manos (14,2), y tanto judíos comogentiles con sus jefes les ultrajaron yles intentaban apedrear (14,5). Lo queno consiguieron en Iconio sí lo hi-cieron en Licaonia: apedrearon aPablo, hasta el punto de darlo pormuerto (14,19).

Ya en su segundo viaje, en Filiposes azotado y encarcelado (16,22-24)junto con Silas. También enTesalónica encuentra oposición(17,5-9), y lo mismo en Berea(17,13-14). En Atenas es la indife-rencia y el escepticismo (17,329 loque hace sangrar el corazón del após-

Page 16: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

18 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

tol. También en Corinto halló difi-cultades, hasta el punto de tener queser confortado por el Señor (18,9-10); finalmente acabó ante el tribu-nal (18,12ss).

En el tercer viaje, en Éfeso surgeuna revuelta «con motivo del Cami-no» (19,23). De regreso hacia Jeru-salén el Espíritu le testifica que leaguardan «prisiones y tribulaciones»(20,23). Y así sucede: apresado enJerusalén, donde los judíos intentaneliminarlo, permanecerá dos añosencarcelado en Cesarea y después enRoma...

El martirio es consustancial a lavida de la Iglesia. También aquí re-sultan proféticas las palabras de Je-sús: «Seréis mis testigos... hasta losconfines de la tierra» (1,8). Testimo-nio quiere decir martirio. Fortaleci-da por el Espíritu, la Iglesia conti-nuará hasta el fin del mundo dandotestimonio de la presencia y de lafuerza de Cristo Resucitado median-te el martirio de sus hijos.

Del mismo que Jesús había afirma-do que era necesario que el Hijo delHombre sufriera, fuera reprobado ymatado para resucitar (Mc 8,31),Pablo exhorta a sus comunidades sinambages: «Es necesario pasar pormuchas tribulaciones para entrar enel Reino de Dios» (14,22).

Porque lo que pone de relieve ellibro de los Hechos es que la perse-cución no es obstáculo para la mi-sión de la Iglesia. Todo lo contrario:

junto a los diversos textos de perse-cución que hemos ido mencionando,aparece referido una y otra vez quemuchos abrazaban la fe, que la Igle-sia crecía y se robustecía, que losdiscípulos quedaban llenos de ale-gría y de Espíritu Santo... Es lo quemás tarde formularía tan acertada-mente Tertuliano: «La sangre de losmártires es semilla de cristianos».

Esto lo vemos particularmenteejemplificado en el martirio de Es-teban, el primer mártir cristiano. Sumuerte es prolongación de la de Je-sús: como Jesús es condenado porproclamarse Hijo de Dios (Mt.26,63-66), también Esteban por proclamar-le glorificado, sentado a la diestrade Dios (7,56); lo mismo que Jesús,Esteban muere fuera de la ciudad,como un proscrito (7,57); como Je-sús se abandona en manos del Padre(Lc 4,46), Esteban se confía en lasmanos de Jesús, el Señor resucitado(7,59); como Jesús (Lc 23,34), tam-bién Esteban muere perdonando(7,60). Y como la muerte de Jesúshabía sido fecunda (Jn 12,24), tam-bién la de Esteban: San Lucas pare-ce sugerir que la conversión de Sauloestá de algún modo vinculada al mar-tirio de Esteban; y esta muerte es almenos la ocasión de que el Evange-lio se extienda fuera de Jerusalén yJudea (8,4).

La embriaguez del Espíritu

Todos estos rasgos que percibimosen la Iglesia primitiva (alegría en

Page 17: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

1 9Julio Alonso Ampuero

medio de las dificultades, valentía enla persecución y el martirio, caridadfraterna, comunión de bienes...) cons-tituyen un conjunto sumamente atra-yente para unos (2,47; 4,33; 5,13) ymotivo de repulsa para otros, comohemos visto. Nadie queda indiferen-te: como Jesús (Lc 2,34), también laIglesia es signo de contradicción(14,4).

Y es que ese conjunto de rasgos re-sulta humanamente inexplicable. Lacomunidad cristiana aparece a losojos de los no creyentes a la vez fas-cinante y temible, sorprendente y has-ta desconcertante. Por eso ya la mis-ma mañana de Pentecostés la gentese reía de ellos diciendo que esta-ban borrachos (2,13).

Este detalle, que fácilmente pasadesapercibido como algo anecdóti-co, constituye sin embargo una claveexplicativa de la vida de la Iglesiaprimitiva: los discípulos viven em-briagados del Espíritu, del vino nue-vo aportado por Jesús con su Pas-cua.

Del mismo modo que el que estáebrio de licor pierde el uso de su ra-zón y queda a merced de sus instin-tos, el que es lleno del Espíritu y deÉl se embriaga ya no actúa conformea la lógica razonable y a los esque-mas preestablecidos, sino que quedaa merced del impulso del Espíritu,instinto divino infinitamente superiora toda lógica humana. El ebrio deEspíritu Santo vive y actúa confor-me a criterios y valoraciones sobre-

humanas, que están muy por encimade los estrechos límites de la razón.Por eso resulta siempre nuevo ycreativo, no se repite. Pero para elque vive a ras de tierra, anclado –anquilosado– en la cárcel de las pru-dencias humanas, todo eso le parecelocura (1 Cor 2,14) y tacha de locoal hombre de Dios como hicieron conel propio Jesús (Mc 3,20-21). El«vino nuevo» del Espíritu reclamalos «odres nuevos» (Mc 2,22) de unamentalidad nueva, de un estilo nue-vo, de unas instituciones nuevas...

3. Una Iglesia evangelizadoray evangelizada

Hemos visto en el primer capítuloque el Espíritu crea la Iglesia. Sinembargo, hay que añadir algo más:la Iglesia nace y crece por el anun-cio del Evangelio. La primera comu-nidad surge de la efusión del Espíri-tu en Pentecostés, pero brota tambiénde la proclamación de la Buena No-ticia de la Salvación que realiza Pe-dro a continuación (2,14-36). La pa-labra «Iglesia» (ekklesía) significaetimológicamente «convocación»: laIglesia es la comunidad de los con-

Page 18: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

20 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

vocados por la Palabra de Dios. Deigual modo que al principio Dioscreó todo por su palabra (Gen 1), lanueva humanidad de los re-creadosen Cristo es suscitada por la Palabraque Dios pronuncia a través de susmensajeros. Sin el anuncio del Evan-gelio no nace la Iglesia, ni crece, nipuede continuar existiendo. La evan-gelización es el cimiento permanen-te del edificio de la Iglesia.

Y al mismo tiempo la Iglesia pri-mitiva posee un enorme dinamismoevangelizador. El relato de Pentecos-tés nos dice que «quedaron todos lle-nos del Espíritu Santo y empezarona hablar» (2,4). Y la promesa de Je-sús (1,8) da a entender que la fuerzadel Espíritu Santo desciende paraconstituir a los apóstoles en testigos...hasta los confines de la tierra; portanto, capaces de proclamar y anun-ciar a todos con valentía el nombrede Cristo. Se puede decir que el Es-píritu es dado a la Iglesia para lamisión, no para el mero disfrute per-sonal de los creyentes. Como fuerzaque baja de lo alto (1,8), capacita,impulsa y sostiene a la Iglesia parala evangelización. De hecho, compro-bamos que la predicación del evan-gelio se extiende como en ondasexpan-sivas en todas direcciones,hasta llegar a Roma, capital del Im-perio y centro del mundo antiguo(28,16ss). Y una vez allí la evange-lización no se detiene; el libro de losHechos no queda cerrado, sino abier-to: concluye afirmando que Pablo«predicaba el Reino de Dios y ense-

ñaba lo referente al Señor Jesucristocon toda valentía, sin estorbo algu-no» (28,31). El anuncio del Evange-lio continúa hasta los confines de latierra... y hasta el fin del mundo.

El gran mandatoEn cierto modo, el libro de los He-

chos arranca del mandato misionerode Jesús que encontramos al final delos cuatro evangelios. Desde ciertopunto de vista, este mandato se pue-de considerar el «testamento» de Je-sús. Según los sinópticos son las úl-timas palabras que Jesús pronunciainmediatamente antes de su ascensión.

San Lucas nos muestra a Jesús ex-plicando a los discípulos que su pa-sión y muerte es cumplimiento delplan del Padre recogido en las Es-crituras. Después añade: «Así estáescrito que el Cristo padeciera y re-sucitara de entre los muertos al ter-cer día y se predicara en su nombrela conversión para perdón de los pe-cados a todas las naciones, empezan-do desde Jerusalén. Vosotros sois tes-tigos de estas cosas» (Lc 24,46-48).Por tanto, la evangelización formaparte del plan del Padre («así estáescrito») lo mismo que la muerte yresurrección de Jesús; de estos acon-tecimientos los discípulos son cons-tituidos «testigos» y para anunciar-los se les otorga la fuerza del Espí-ritu Santo (v. 49). En el libro de losHechos San Lucas nos muestra cómoeste designio del Padre comenzó acumplirse en la Iglesia primitiva.

Page 19: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

2 1Julio Alonso Ampuero

Ahora tiene que seguir cumpliéndo-se hasta llegar «a todas las naciones».

El mandato misionero aparece másexplícito en los dos primeros evan-gelios. En San Marcos escuchamosa Jesús afirmar: «Id por todo el mun-do y proclamad la Buena Nueva atoda la creación. El que crea y seabautizado se salvará; el que no crease condenará» (Mc 16,15-16). Des-pués muestra un inicial cumplimien-to de este encargo por parte de losdiscípulos (v. 20).

En San Mateo las palabras de Je-sús suenan más solemnes. Mencionasu poder total y su señorío absolutocomo indicando («id, pues...») queese poder se dirige a impulsar y sos-tener a su Iglesia en la misión queinmediatamente le va a encomendar:«Id, pues, y haced discípulos a todaslas gentes bautizándolas en el nom-bre del Padre y del Hijo y del Espí-ritu Santo, y enseñándoles a guardartodo lo que yo os he mandado» (Mt28,19-20). Finalmente añade la pro-mesa de su presencia –que es tam-bién promesa de asistencia– en me-dio de sus discípulos hasta el fin delmundo.

De otra manera, pero no con me-nos fuerza, encontramos el mandatomisionero también en el cuarto evan-gelio. Según San Juan, el mismo díade Pascua Jesús se pone en mediode sus discípulos –todavía llenos demiedo– y, después de transmitirles supaz, les dice: «Como el Padre meenvió, también os envío yo» (Jn20,21). Y, soplando, alienta sobre

ellos el Espíritu Santo que les capa-citará para cumplir esa misión.

A la luz de estos hechos, vemos queno es en absoluto exagerada la afir-mación del Papa Pablo VI: «La Igle-sia existe para evangelizar»(Evangelii nuntiandi, 14). Es lo quenos testimonia el libro de los Hechosde los Apóstoles de principio a fin.

«Daban testimonio con gran poder»(4,33)

En el segundo resumen de la vidade la primera comunidad encontra-mos esta afirmación que recoge unrasgo de la Iglesia de los Hechos pre-sente a lo largo de todo el libro: «Losapóstoles daban testimonio con granpoder de la resurrección del Señor»(4,33).

El secreto de la evangelización estáen dar testimonio, lo cual implica ne-cesariamente ser testigos. Sólo quienha visto y oído (cf. 1 Jn 1,1-3), quienha experimentado en sí mismo, escapaz de dar un testimonio creíble yconvincente.

De hecho, como hemos visto, paraeso es dado el Espíritu en Pentecos-tés: para ser testigos (1,8). Así lohabía prometido el propio Jesús:«Cuando venga el Paráclito, que yoos enviaré de junto al Padre, el Es-píritu de la verdad, que procede delPadre, Él dará testimonio de mí, ytambién vosotros daréis testimonio,porque estáis conmigo desde el prin-cipio» (Jn 15,26-27). Los apóstolesdan testimonio porque han convivi-

Page 20: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

22 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

do con Jesús desde el principio(1,21-22) y porque el Espíritu den-tro de ellos da testimonio de Cristoy les fortalece para ser testigos.

El testimonio en el libro de los He-chos es siempre oral. Aparece comouna proclamación alta y enérgica, nocomo un enunciado tranquilo y apa-cible. Los acontecimientos de la sal-vación se testimonian con la fuerza yla convicción de quien los ha expe-rimentado en primera persona. Noson ideas que se razonan y argumen-tan, sino hechos que se testimonian yproclaman. Entre esos destaca elacontecimiento de la resurrección(1,22).

Lo mismo que Jesús fue ungido«con el Espíritu Santo y con poder»(10,38), a la Iglesia le ha sido dadoel Espíritu como fuerza (1,8) y semanifiesta como energía interior, vi-gor joven, empuje incontenible. Eltestigo de Cristo es alguien lleno depoder y de fuerza espiritual (cf. 4,7-10).

Por ejemplo, de Pablo después desu conversión se dice que «se levan-tó y fue bautizado, tomó alimento yrecobró las fuerzas» (9,9; 22,16;26,16). Este inicio evoca una actitudde decisión y de firmeza: la del sol-dado preparado para la lucha. Esademás, una fortaleza en crecimien-to (9,22). También en Esteban es lafuerza el aspecto particularmente lla-mativo que a los ojos de todos ofre-cía la acción del Espíritu (6,8).

Hay un vocablo muy presente en el

libro de los Hechos que es especial-mente indicador de esta actitud deltestigo: la «parresía» (difícilmentetraducible por un sólo término). Laparresía es proclamación de la pa-labra llena de ardor y de energía; esla santa libertad de palabra (2,29),es un «dar la cara» con valentía queprovoca asombro (4,13). De hecho,es el Señor quien la concede (4,29)para que pueda ser predicada su pa-labra (4,31). El testigo que recibeeste don no hace más que apoyarseen la fuerza del Señor (14,3) supe-rando todo respeto humano y todamira puramente humana (cf. 13,46).

La parresía es valentía y audacia,a la vez que libertad interior y fran-queza. Se manifiesta en el mirar fija-mente (23,1), en elevar el tono de lavoz (2,14), sin temor de llegar inclu-so a gritar (7,60). Esta seguridad lle-na de energía queda indicada al finalde los Hechos como expresión delalma de Pablo y de todo testimonioque venga detrás de él (28,31)...

La fuerza del testimonio se mani-fiesta también en forma de ardor yentusiasmo. Apolo «refutabaardientemente a los judíos» (18,28)y Pablo estaba «lleno del celo deDios» (22,3). No es casual que Pen-tecostés se presente como un incen-dio (2,3), según lo había anunciadoel mismo Jesús («he venido a traerfuego a la tierra»: Lc 12, 49). El tes-tigo es un hombre que arde y prendefuego por donde pasa. Y la expan-sión del Evangelio a lo largo del li-bro de los Hechos se asemeja a un

Page 21: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

2 3Julio Alonso Ampuero

incendio extendido por el viento...Este testimonio lleno de valentía no

se echa atrás ni ante la persecución.El testigo quiere hacer triunfar la ver-dad estando dispuesto incluso a su-frir por ella (9,16; 20,22-24; 26,17).Por el Evangelio Pablo se muestradispuesto no sólo a ser encadenado,sino incluso a morir (21,13). Ni Pe-dro, ni Pablo, ni Esteban... pertene-cen a la categoría de «perros mudos»denunciados por el profeta (Is 56,10).El verdadero testigo es el mártir.

De hecho, el testimonio molesta amuchos, que no sólo no reciben elEvangelio, sino que se ponen en con-tra de él y del evangelizador. A lolargo del libro de los Hechos el anun-cio de la Palabra cobra forma decombate; y el evangelizador da laimagen de un luchador más que la deun diplomático (cf. 18,5-6; 20,26-27).

El anuncio de la Buena Nueva

El libro de los Hechos no sólo nosdice que «daban testimonio con granpoder». Nos ofrece también el con-tenido acerca del cual dan testimo-nio, nos indica el mensaje que pro-claman con valentía y autoridad. Eslo que se llama el Kerygma. De élencontramos el resumen más antiguoy sintético en 1 Corintios 15,3-8; enHechos se nos da, por así decirlo, elKerygma ampliado.

La importancia que da San Lucas ala evangelización se pone de relieveno sólo en que relata cómo el anun-

cio de la Palabra se va extendiendoa todas las ciudades del mundo en-tonces conocido, sino también en lacantidad de discursos –unos veinti-cuatro– que nos presenta y que ocu-pan una tercera parte del libro. Deellos podemos destacar siete, cincoen boca de Pedro (2,14-36; 3,12-26;4,8-12; 5,29-32; 10,34-43) y dos enlabios de Pablo (13,16-41; 17,22-31). En ellos podemos encontrar al-gunos elementos comunes que cons-tituyen el Kerygma, el contenido delprimer anuncio cristiano, válido paratodas las épocas y lugares.

La predicación suele arrancar dealguna circunstancia concreta que im-plica a los oyentes: el hecho de Pen-tecostés y la impresión que tiene lagente de que están bebidos (2,14ss),el acontecimiento asombroso de lacuración del tullido (3,12ss), la pro-hibición que el Sanedrín les hace depredicar (5,29ss)... También puedeser una invitación que se les hace,como es el caso de Pablo y Bernabéen la Sinagoga de Antioquía dePisidia (13,15).

El contenido central del anuncio esla persona de Jesucristo. Cristo y sóloCristo es el objeto de la predicación(cf 1 Cor 2,2), particularmente elacontecimiento de la resurrección. Yjunto con la persona de Cristo, todolo que a Él va conexo (la efusión delEspíritu, el don de la salvación...)Destacamos algunos aspectos:

a) Del ministerio público de Jesússe subraya en los discursos que fue

Page 22: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

24 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

acreditado en medio de Israel por losmilagros, signos y prodigios queDios realizó a través de Él (2,22;10,38).

b) Más fuerte es la insistencia enla pasión y muerte de Jesús, desta-cando su inocencia y, sobre todo, queesta muerte no es mera consecuenciade la confabulación de los judíos,sino algo previsto y ordenado por elplan de Dios (2,23; 3,18).

c) El acento se pone sobre todo enla resurrección: frente a la acciónasesina de los jefes y sacerdotes ju-díos, Dios ha intervenido liberándolede los lazos de la muerte (2,24.32;3,15; 4,10; 5,30; 10,40; 13,34.37;17,31). Además se mencionan los tes-tigos de este acontecimiento único,aquellos que han comido y bebidocon Él después de la resurrección(10,41) y a los que se ha aparecidodurante muchos días (13,31).

d) San Lucas añade además la sig-nificación mesiánica de estos acon-tecimientos salvíficos realizados enCristo, mostrando que son cumpli-miento de lo anunciado por los pro-fetas. Así hace una lecturacristológica del Sal 16,8-11, que yahablaba de la resurrección de Cristo(2,25-28; 13,35), y de los salmos 2,7y 110,1 que anunciaban la entroniza-ción de Cristo a la derecha del Pa-dre.

Finalmente, aparece una invitacióna la conversión (2,38; 3,19.26; 10,43;13,38-39). Esta consiste en una lla-

mada a abandonar los ídolos y a re-chazar el pecado, volviéndose por lafe a Cristo. Conversión implica de-dicarse a Dios, consagrarse a Cris-to, ponerse a su servicio. De hecho,al arrepentimiento de los pecados ya la conversión va inseparablementeunida la fe.

Resumiendo, vemos que elKerygma es esencialmente proclama-ción de una Persona, Jesucristo, y desu obra salví-fica. El apóstol no anun-cia simples doctrinas, sino un hecho,un acontecimiento: la muerte y resu-rrección de Cristo, acaecida por eldesignio del Padre para nuestra sal-vación. Y lo anuncia, no de oídas,sino en calidad de testigo personalde esos acontecimientos. Nótese lafuerza de la proclamación: «Dios leha exaltado con su diestra como Jefey Salvador... y nosotros somos testi-gos» (5,31-32). Pone así a sus oyen-tes ante un hecho que les afecta demanera decisiva para sus vidas y lesinvita a aceptar las consecuencias deese hecho acogiendo a Cristo y susalvación por la fe y la conversión.

La fuerza del Kerygma

San Pablo afirma que el Evangelioes «fuerza de Dios para la salvaciónde todo el que cree» (Rom 1,16). Laevangelización es mucho más que unaenseñanza: es como un sacramento;la predicación del Evangelio no sólomanifiesta verdades, sino que es elsigno y el instrumento a través del

Page 23: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

2 5Julio Alonso Ampuero

cual actúa la fuerza de Dios y se de-rrama su gracia sobre aquellos quela acogen con fe (cf. 1 Tes 2,13; 1Cor 2,4-5).

Esto lo constatamos también en He-chos. Terminada la predicación dePedro el día de Pentecostés, nos re-fiere Lucas que «estas palabras lestraspasaron el corazón y dijeron aPedro y a los demás apóstoles:«¿Qué tenemos que hacer, herma-nos?» (2,37). Las palabras exterio-res son vehículo de la gracia interiorque toca los corazones y los mueve aentregarse al Señor Jesús.

Lo mismo encontramos en el casode los primeros paganos convertidos,Cornelio y su familia. Se nos relatacómo Pedro los anuncia la Buena No-ticia y cómo la acción de Dios sehace presente a través de ese anun-cio: «Estaba Pedro diciendo estascosas cuando el Espíritu Santo cayósobre los que escuchaban la Pala-bra» (10,44).

En la evangelización de Filipos ungrupo de mujeres escuchan la predi-cación de Pablo. Entre ellas se en-contraba Lidia, una pagana, vende-dora de púrpura, que se había acer-cado al judaísmo del que era simpa-tizante. Ella escuchaba con interés y«el Señor le abrió el corazón paraque se adhiriese a las palabras dePablo» (16,14).

Desde luego, no se trata de algo au-tomático. El anuncio debe ser libre-mente aceptado por cada oyente.Cuando Pablo predica ante el rey

Agripa, este se siente afectado porel testimonio de Pablo, pero no que-riendo comprometerse acaba reaccio-nando con una respuesta evasiva(26,28). Lo mismo les ocurrió a losatenienses (17,32). En otros casos,como hemos visto, se da un rechazoabierto de la Palabra (13,46) que lle-ga incluso a provocar la persecuciónde los apóstoles.

Pero para quienes la acogen, la Pa-labra se convierte en Palabra de Sal-vación (13,26) y Palabra de Vida(5,20). Los que aceptan la Palabra(2,41; 8,14; 11,11; 17,11), se convier-ten a Cristo y se hacen bautizar, que-dan libres de sus pecados y recibenel don del Espíritu Santo (2,38; 10,48;16,15). Al acoger la Palabra por lafe, se recibe la salvación realizadapor Cristo (13,38-39). Cuando unapersona acepta la predicación, sesomete a Cristo y a su influjo salva-dor y entonces toda su vida es trans-formada y renovada.

«También a los gentiles...» (11,18)

Todos conocemos por los evange-lios las reticencias de los fariseosante el hecho de que Jesús acogía alos pecadores. Repetidas veces hubode explicar su conducta remitiéndo-se al amor misterioso del Padre ysubrayando que «no necesitan demédico los sanos, sino los enfermos»(Mt 9,12) y que Él había venido pre-ferentemente a buscar la oveja per-dida (Lc 15,4-7). Lo mismo ocurría

Page 24: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

26 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

con otras clases de marginados porla sociedad de su tiempo y aun porlas leyes, como es el caso de los le-prosos (Mc 1,40-45)

Algo similar ocurrió con la predi-cación cristiana primitiva. A noso-tros nos parece obvio que Dios«quiere que todos los hombres sesalven y lleguen al conocimiento dela verdad» (1 Tim 2,4). Sin embar-go, a los primeros evange-lizadoresno les pareció tan evidente. Al prin-cipio predicaban el evangelio sólo alos judíos (11,19). La evangelizacióny conversión de Cornelio y su fami-lia ocurrió sin haberlo proyectadopreviamente los apóstoles y como apesar suyo (recordar las resistenciasde Pedro: 10,14). Poco a poco, tími-damente, se van lanzando a predicara los no judíos (11,20); en esto loshelenistas –es decir, judíos que vi-vían fuera de Palestina– jugaron unpapel importante. Finalmente, conPablo la misión se abre decididamen-te a los gentiles (13,46-47).

Y cuando por fin los gentiles en-tran masivamente en la Iglesia surgeun nuevo problema. Algunos, apega-dos a las costumbres judías, consi-deran que era necesario circuncidar-los y obligarlos a guardar las leyesde los judíos para que pudieran sal-varse (15,1.5). Sólo después de unalarga y nada fácil deliberación(15,2.7), se concluyó que no habíaque imponer a los gentiles más car-gas que las indispensables (15,28),pues «nos salvamos por la gracia delSeñor Jesús» (15,11).

Todo esto es ilustrativo tambiénpara nosotros. Ellos, a pesar de co-nocer los anuncios de los grandesprofetas acerca de una salvación uni-versal, eran deudores de la mentali-dad estrecha del judaísmo de su tiem-po; y esa estrechez ocasionó retra-sos y dificultades en la difusión delevangelio entre los paganos, y pudohaberla bloqueado definitivamente.Nosotros tenemos el evangelio hace2000 años, pero también podemosestar condicionados por la mentali-dad de nuestro tiempo, y esta menta-lidad puede estar estorbando los im-pulsos que el Espíritu suscita hoy parala evangelización.

Por un lado, deberemos mantenermuy firme la convicción de que «nose nos ha dado otro Nombre bajo elcielo por el que podamos salvarnos»(4,12). Cristo es la respuesta de Diosal pecado del hombre. Cristo es lasolución a todo problema humano.Sólo en Él hay Salvación. Sólo Él esel Salvador. No hay ninguna otra doc-trina o institución que salve. Dejarde proclamarle a los hombres denuestro tiempo sería escatimarles elmayor don que Dios les ha otorgado,sería ocultarles el camino de la sal-vación e impedirles alcanzar su pro-pia plenitud humana.

Por otro lado, hay que evitar el pe-ligro de identificar a Cristo y la feen Él con determinadas formas y ex-presiones (culturales, devocionales,teoló-gicas...) Lo que ha sido válidoen determinada época y lugar no tie-

Page 25: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

2 7Julio Alonso Ampuero

ne por qué serlo en las demás. Es elmomento de centrarse en lo esencialy no absolutizar lo relativo. Esto nosignifica tirar por la borda todo lopasado. Pero sí saber discernir quemuchas expresiones y realizacioneshan estado –o están– muy condicio-nadas por planteamientosindividualistas, racionalistas, etc. Lomismo que a los paganos de enton-ces les repelía la circuncisión y nose hubieran incorporado a la Iglesiasi se les hubiera obligado a guardarla ley judía, hoy puede haber hom-bres y mujeres de buena voluntad queestarían dispuestos a aceptar a Cris-to pero que encuentran estorbo en de-terminadas formas con que se expre-sa la Iglesia de hoy. Sólo desde unafianzamiento en lo esencial se pue-den encontrar con creatividad nue-vas expresiones válidas para loshombres de hoy.

«Al servicio de la Palabra» (6,4)Tan importante es la evangelización

que, al crecer la comunidad, losapóstoles deciden abandonar el ser-vicio de las mesas –confiándolo aotros– para dedicarse «a la oracióny al ministerio de la Palabra» (6,4).

Esta expresión nos aporta una su-blime definición del apóstol: un diá-cono, un siervo de la Palabra. Lejosde manejarla a su gusto, es más bienél un instrumento de la Palabra; es laPalabra quien manda, y el apóstolsirve a la Palabra.

Algo similar se nos dice de Pablo.Durante su estancia en Corintoevange-lizaba y trabajaba al mismotiempo con sus manos; pero alunírsele Silas y Timoteo, «se dedicóenteramente a la Palabra» (18,5). Laexpresión puede traducirse de diver-sas maneras: se consagró todo ente-ro a ella, se dio, se entregó, fue ab-sorbido por la Palabra. Se puede de-cir que estaba poseído por la Pala-bra, que era su prisionero. Más queser él el portador de la Palabra, eraesta la que le sujetaba, le sostenía yera la portadora del apóstol.

Así, la tarea permanente de losapóstoles es anunciar la Palabra(4,29.31; 8,4.25; 11,19; 13,5; 14,25;16,6.32; 18,11). Es su tarea incesan-te, continua: anunciar a Cristo, esdecir, anunciar la Palabra que es Cris-to. El fin de su misión es depositarla Palabra en los corazones de loshombres como una semilla llamadaa crecer y a dar fruto de vida eterna.

Ciertamente evangelizan los após-toles (5,42; 8,25), pero no sólo ellos.Pablo y Bernabé inician una podero-sa actividad evangelizadora (14,7;15,35; 16,10), que acaba penetrandoen el corazón de Europa. También lossiete, elegidos inicialmente para elservicio de las mesas, se dejan arras-trar por el Espíritu con ímpetu parael anuncio del Evangelio: así Este-ban (6,10; 7,2ss) y Felipe (8,35.40).Y de la misma manera, también loscreyentes son evang-elizadores: SanLucas nos refiere que algunos ciuda-danos de Chipre y de Cirene «llega-

Page 26: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

28 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

dos a Antioquía, hablaban también alos griegos y les anunciaban la Bue-na Nueva del Señor Jesús; la manodel Señor estaba con ellos y un cre-cido número recibió la fe y se con-virtió al Señor» (11,20-21).

Por otra parte, la evangelizacióntiene una dimensión esencialmentecomunitaria. No sólo porque suelenir «de dos en dos» (8,14; 11,25;13,2.4-6; 15,40-41; 19,22), según elmandato de Jesús (Lc 10,1). Sobretodo porque se percibe claramenteque la comunidad se siente respon-sable de la misión.

Esto se ve cuando el primer viajemisionero de Pablo y Bernabé. La co-munidad de Antioquía –que tenía unaenorme vitalidad– percibe la llama-da del Espíritu a que Pablo y Bernabésean enviados; la comunidad ora yayuna, impone las manos a losevangelizadores y los envía (13,2-3).A su regreso, vuelven a la comuni-dad que les ha enviado: «reunieron ala Iglesia y se pusieron a contar todocuanto Dios había hecho juntamentecon ellos y cómo había abierto a losgentiles la puerta de la fe» (14,26-28). Aunque sólo marchan ellos, lacomunidad «va» con ellos, los en-vía, los sostiene con su oración y suayuno... y se alegran con ellos ala-bando a Dios por lo que ha hecho através de sus manos.

También es importante comprobarlos lugares y circunstancias en queevangelizan. No hay un sitio fijo, sinoque transmiten el evangelio allí don-de hay alguien que puede escuchar-

les: en la calle (2,14), a la puerta deltemplo (3,11), «por todas partes»(8,4), yendo de camino (8,27), al ladode un río (16,13), en la plaza públi-ca 817,17), en la cárcel (4,8; 16,23)o habiendo sido apresado (21,40)...Pablo evan-gelizaba en las sinago-gas (9,20; 13,5.14; 17,1.10; 19,8), sa-biendo que Jesús le había enviadoen primer lugar a los judíos, perotambién en ambientes paganos, comoel areópago de Atenas (17,22ss).

Pero sin duda hay un lugar privile-giado que destaca en la evangeliza-ción: las casas. Ya desde el princi-pio vemos que los cristianos se re-únen en las casas (9,13; 2,46). DePablo se nos dice que «predicaba yenseñaba en público y por las casas»(20,20). En Corinto se estableció enla casa de un tal Ticio Justo (18,7).Y con frecuencia el cabeza de fami-lia era evangelizado y bautizado contodos los suyos en la propia casa; esel caso de Cornelio (cp. 10), Lidia(16,15) o el carcelero de Filipos (16,33). Las casas se convertían así enlugares de oración y en ámbitos devida comunitaria, a la vez que en pla-taformas de evangelización.

«Acudían asiduamente a laenseñanza de los apóstoles» (2,42)

Ya hemos tenido ocasión de com-probar cómo el anuncio del evange-lio lleva a los sacramentos. Los queaceptaban la Palabra y creían eranbautizados (2,38.41; 8,12.38; 10,48;19,5...). Precisamente porque la

Page 27: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

2 9Julio Alonso Ampuero

evangelización provoca la adhesióna Cristo, lleva a los sacramentos, queson la fuente de la gracia y de la co-munión plena con Él. Teniendo lapredicación un valor sacramental –en cuanto que hace presente la reali-dad anunciada– tiende por su mismanaturaleza a la comunicación de lavida divina que tiene lugar con ple-nitud en los sacramentos.

Por otro lado, vemos que el primeranuncio –Kerygma– no basta. Sien-do necesario, debe ser completadocon una catequesis amplia sobre losmisterios de la fe y de la moral cris-tiana. Es lo que se nos dice en el li-bro de los Hechos: «perseveraban enla enseñanza de los apóstoles» (2,42).La «enseñanza» –didajé– correspon-de con toda probabilidad a lo quenosotros denominamos catequesis: noya los primeros rudimentos de la fe,sino una formación sistemática quebusca dar solidez y amplitud a la vi-vencia cristiana.

San Pablo distingue muy bien es-tos dos pasos cuando afirma: «Con-forme a la gracia de Dios que me fuedada, yo, como buen arquitecto, puseel cimiento, y otro construye encima»(1 Cor 3,10). El cimiento, como ex-plica en el versículo siguiente, no esni puede ser otro que Jesucristo (1Cor 3,11): el anuncio del Kerygma.Pero sobre ese cimiento hay que con-tinuar construyendo. No basta el ci-miento, pues sólo con él no se com-pletaría la construcción del edificio;pero tampoco sirve el intento de

construir sin cimientos –sin anunciodel Kerygma–, pues todo el edificioquedaría sin consistencia.

Reconocemos en todo esto un se-creto de las primeras comunidadescristianas. Su gran vitalidad resideen su condición de evangelizadas.Nacidas de la Palabra, del anunciovigoroso del Evangelio, continúanalimentándose constantemente deella.

Y eso mismo les infunde vigorevangelizador. La vida exuberanteque tienen dentro de sí desborda portodas partes y se comunica y se con-tagia. No se trata ya de la «obliga-ción» de evangelizar, sino que elanuncio de la Palabra es para ellosuna necesidad interior un impulsoincontenible.

Y por otra parte, este dinamismoevangelizador contribuye a su vez avigorizar las comunidades, pues «lafe se fortalece dándola» (Juan PabloII, Redemptoris Missio, 2). El celoevangelizador impulsa a evangelizary la evangelización acrecienta el celoy la vitalidad de la Iglesia, de laspersonas y comunidades.

El afán evangelizador es una clavevital para el crecimiento y la vidacristiana de la Iglesia en todas lasépocas y lugares. Si este afán se de-bilita, toda la vida de la Iglesia sedebilita. Sólo cuando hay un cons-tante deseo de no conformarse, de irmás allá, de «remar mar adentro», debuscar la oveja perdida... a la Igle-sia le crecen las alas y avanza y sefortalece.

Page 28: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

30 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

Por lo demás, sólo desde este ar-dor evangelizador se cumplirá elmandato de Jesús y se dará testimo-nio con gran poder; sólo desde estecelo se tendrá audacia y creatividadpara predicar el evangelio en todotiempo y lugar; sólo desde este dina-mismo evangelizador se encontraránlos métodos y los cauces adecuadospara llegar a cada generación... Sólodesde este empuje misionero se po-drán contemplar los milagros queproduce el anuncio del Kerygmacuando se proclama con autoridad enel nombre de Cristo Jesús.

4. El poder de la oración.

Los evangelistas –particularmenteSan Lucas– habían mostrado a Jesúsen oración y habían recogido susabundantes enseñanzas acerca de laoración. El libro de los Hechos nosmuestra también una Iglesia orante,una comunidad profundamenteenraizada en la oración. Tanto lacomunidad como los individuos oransin cesar, cumpliendo así el mandatode Jesús.

Nos encontramos sin duda ante otrade las claves fundamentales de la

Iglesia primitiva. Una Iglesia que oraes una Iglesia que vive en la depen-dencia de su Señor, lo mismo queJesús había vivido en la dependen-cia del Padre. No percibimos en losHechos una Iglesia autosuficiente,segura de sí misma y de sus medios,sino una Iglesia que en su debilidadse sostiene en el poder de Dios. Laoración es su respiración cotidiana.

Y la oración es también su fuerza.La comunidad cristiana primitiva ex-perimentó el poder de la oración, laeficacia que Jesús había prometidoa la súplica hecha en su nombre confe y humildad. La Iglesia de los He-chos se experimentó milagrosamen-te sostenida por la oración que lahacía fuerte en medio de la debili-dad.

A la espera del don de lo altoEs significativo que lo primero que

presenta San Lucas, después de na-rrar la ascensión de Jesús, es el gru-po de los 120 en oración (1,14). Esla respuesta concreta a la indicacióndel Señor de que aguardasen la Pro-mesa del Padre (1,4), es decir, elEspíritu Santo prometido.

Ese grupo inicial tiene experienciasobrada de la hostilidad de los ju-díos que ha provocado la muerte deJesús; de ahí que, incluso después dela resurrección, permanezcan atrin-cherados, «con las puertas cerradaspor miedo a los judíos» (Jn 20,19).

Pero sobre todo tienen experiencia

Page 29: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

3 1Julio Alonso Ampuero

de su propia debilidad. El evange-lista Marcos se encarga de recordar-nos que en el momento del prendi-miento de Jesús «todos le abandona-ron y huyeron» (Mc 14,50). Y el mis-mo Pedro le niega reiteradamente(Mc 14,66-72).

Ahora sólo pueden abrirse al donde lo alto, que los capacitará paracumplir una misión sobrehumana quelos desborda por todas partes. Puessólo siendo revestidos de poder des-de lo alto (Lc 24,49) podrán ser tes-tigos de Cristo hasta los confines dela tierra (1,8). La oración de este gru-po inicial es una oración desde lapobreza: la oración de quien, care-ciendo de todo, espera todo de loalto.

El don del Espíritu en Pentecostéses cumplimiento de la promesa deCristo, pero también es en ciertomodo respuesta a la oración humildey confiada de los discípulos. Con eldato de que estaban reunidos «en unmismo lugar» (2,1), San Lucas pare-ce evocar la «estancia superior»(1,13) donde los Doce, con María,algunas mujeres y otros hermanos«perseveraban en la oración» (1,14).

La Iglesia de toda época y lugar,en cualquier circunstancia y dificul-tad, siempre tiene posibilidad deabrirse por la oración al don de loalto. No se nos pide tener una res-puesta para todo. Cristo no reclamade nosotros ser una especie desuperhombres. Quiere que estemosdispuestos a dejarnos revestir cons-

tantemente del poder desde lo alto.Sólo una Iglesia que ora puede serde nuevo inundada por el Espíritu,pues el Espíritu sólo se recibe en ora-ción.

Ante la persecución (4,23-31)

Tras la prohibición de hablar de Je-sús (4,18) y las amenazas recibidaspor parte del Sanedrín (4,21), el ca-mino de la Iglesia parece quedar blo-queado. Es verdad que los apóstolesestán decididos a obedecer a Diosantes que a los hombres, conscientesde que no pueden callar lo que hanvisto y oido (4,19-20). Pero no esmenos cierto que esa prohibiciónchoca de frente con la misión recibi-da de Jesús (1,8) y parece impedirsu realización.

Es significativa la reacción de lacomunidad: nada de quejas, ni de la-mentos, ni de desánimos. La reacciónunánime es acudir al Señor, su únicafortaleza y apoyo: «al oirlo, todos auna elevaron su voz a Dios» (4,24).La comunidad reacciona orando.

Y es significativo también el con-tenido de esa oración. Ante todo, mi-ran a Dios a quien contemplan comodueño soberano de todo, como crea-dor de todo lo que existe (4,24). Ins-talados en la omnipotencia de Dios,pueden afrontar con serenidad la si-tuación de persecución que están pa-deciendo.

A continuación, con la ayuda de laPalabra de Dios –concretamente elSalmo 2–, buscan luz para entender

Page 30: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

32 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

esa situación. Y la encuentran, desdela Palabra y sobre todo desde la ex-periencia del propio Jesús: tambiénJesús encontró oposición para reali-zar su misión por parte de Herodes yPilatos, y la persecución de que fueobjeto se prolonga ahora en la Igle-sia. Del mismo modo que Herodes yPilatos no obstaculizaron los planesde Dios, sino que –sin saberlo– con-tribuyeron a su realización, tampocoahora la persecución impide que laIglesia cumpla la misión recibida deCristo. La persecución está integra-da en el plan de Dios (4,25-28).

Entendido el sentido de lo que estáocurriendo, no piden que desaparez-can las dificultades, ni que los ene-migos sean aniquilados, sino simple-mente valentía para seguir predican-do la Palabra en medio de la perse-cución (4,29-30). Una vez convenci-dos de que la persecución no va aobstaculizar el avance del Evange-lio, sólo piden ser revestidos de nue-vo de poder desde lo alto. No lesimporta ser ellos perseguidos, sinoque el Evangelio pueda ser predica-do a todos.

El fruto de la oración es un nuevoPentecostés que les hace de hechopredicar la Palabra de Dios con va-lentía (4, 31). La oración ha derriba-do el muro. No sólo les ha dado luzpara entender el sentido de lo quesucede: sobre todo les ha otorgadola fuerza divina del Espíritu paratransformar esa situación.

Así sucede a cada paso de la Igle-sia peregrina. Sin la oración queda-

mos desconcertados por las dificul-tades, caemos en el desánimo y nossentimos derrotados por ellas. Laoración, en cambio, nos abre a en-tender los misteriosos planes de Diosy, sobre todo, nos pone en conexióncon el poder infinito del Señor. Laoración es el arma poderosa otorga-da a la Iglesia, gracias a la cual esfuerte en la debilidad (cf 2 Cor 12,8-10).

Ante las decisiones importantesCuando se trata de elegir el susti-

tuto de Judas, se nos dice: «Enton-ces oraron así: "Señor, que conoceslos corazones de todos, muéstranosa cual de estos dos has elegido"»(1,24).

Para completar el número de losDoce no basta el discernimiento, quetambién realizan y es necesario. Nobastan las luces humanas, aunquesean de toda la comunidad. Son cons-cientes de que no eligen ellos, sinoDios, y a ellos los toca acertar conel que Dios ha elegido. Son conscien-tes de que sólo Dios conoce los co-razones y que muchas veces las apa-riencias externas engañan. Por esooran: «Muéstranos a quién has ele-gido». Así queda patente no la ini-ciativa humana, sino la divina.

También la primera gran misión alos gentiles brota de la oración:«Mientras estaban celebrando el cul-to del Señor y ayunando, dijo el Es-píritu Santo: "Separadme ya aBernabé y a Saulo para la obra a la

Page 31: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

3 3Julio Alonso Ampuero

que los he llamado"» (13,2).En este caso no se nos dice que hu-

biera una cuestión sometida a discer-nimiento. Parece una iniciativa totaly absoluta del Espíritu, pero que escaptada precisamente mientras se en-cuentran en oración. El cómo se haentendido la voz del Espíritu puedehaber sido a través de alguno de losque en el versículo anterior enumeracomo «profetas» (13,1).

Vemos aquí a la Iglesia primitiva ala escucha del Espíritu mediante laoración. Sólo en la oración se puedediscernir con certeza y sin error lavoluntad de Dios. Y sólo en la ora-ción se pueden captar las mocionesdel Espíritu que constantemente sor-prende y abre caminos nuevos a lamisión de la Iglesia...

Un caso claro de esto es la entradaen la Iglesia de la primera familiapagana: la conversión del centuriónCornelio y los de su casa (cp. 10).Pues aquí la oración parece ser elmotor de todo lo sucedido.

Ya hemos visto las dificultades delos judíos para la evangelización delos paganos. Sin embargo, la oraciónderriba los obstáculos y prepara elcamino tanto en el evangelizadorcomo en los evangelizados. Cornelioes un hombre piadoso, simpatizantedel judaísmo y que ora mucho; pre-cisamente estando en oración entien-de que tiene que hacer venir a Pedroy obedece inmediatamente a lo queDios le ha inspirado (10,1-8).

Mientras los enviados de Cornelio

están de camino, también Pedro seencuentra en oración, y sin que élsepa nada de lo que va a sucederDios mismo le prepara para acogera esos paganos y para marchar conellos (10,9-16). Pedro acabará anun-ciándoles a Cristo y ellos recibiránel Espíritu Santo y serán bautizados.

La oración ha preparado al evan-gelizador y a los evangelizados paraese paso de tanta trascendencia en laIglesia primitiva, sin que ellos sepancómo. La oración ha abierto caminoa la evangelización de manera ines-perada y sorprendente. Desde su ló-gica y sus esquemas mentales, losapóstoles quizá nunca hubieran dadoese paso. En cambio, al abrirse ra-dicalmente a Dios por la oración, hanpermitido que Dios mismo prepara-se mentes y corazones para dar esesalto cualitativo, impensable desdela mentalidad judía de la época.

La oración nos abre, y nos mantie-ne abiertos, a los planes de Dios, des-conocidos para nosotros en gran par-te, y misteriosos, pues superan nues-tra lógica y nuestros esquemas men-tales. La oración nos dispone a aco-ger la acción sorprendente de Dios,que nos conduce muchas veces porcaminos que no entendemos y haciametas que escapan a nuestro control.

Para el envío misionero

Hemos visto cómo el envío de Pa-blo y Bernabé para la primera granmisión se discierne y se decide enoración. Pero una vez tomada la de-

Page 32: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

34 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

cisión, el texto continúa: «después dehaber ayunado y orado, les impusie-ron las manos y los enviaron» (13,3).

También hemos visto que la comu-nidad se siente responsable de lamisión. Y lo hace sobre todo soste-niendo a los misioneros con la ora-ción. Unos parten, la mayoría se que-dan; pero todos oran y ayunan coninsistencia y fervor para que losevangelizadores puedan realizar confruto esa misión realmente sobrehu-mana. Con este gesto los encomien-dan a la gracia de Dios (14,26; 15,40).La misión se apoya en la oración.Sólo después de haber ayunado yorado los envían. Los misionerosparten apoyados en el Señor y soste-nidos y confortados por la oraciónde la Iglesia.

También tras la elección de los sie-te, se nos refiere que los apóstoles«habiendo hecho oración, les impu-sieron las manos» (6,6). Han recibi-do una misión que ha de ser arropa-da con la oración. Por muy materialque parezca –en este caso, el serviciode las mesas– toda misión en la Igle-sia es sagrada. La oración lo ponede relieve, a la vez que im-plora lagracia para que quien la ha recibidola realice en el espíritu de Cristo.

A medida que el Evangelio se vaextendiendo, es preciso instituir res-ponsables en las nuevas comunida-des que surgen. En la primera misión,después de evangelizar Antioquia dePisidia, Listra, Iconio, Derbe, «desig-naron presbíteros en cada Iglesia ydespués de hacer oración con ayu-

nos, los encomendaron al Señor enquien habían creído» (14,23). Todamisión en la Iglesia tiene un carácternetamente sobrenatural y sólo puedecumplirse adecuadamente vivificadapor la oración.

Después del impresionante discur-so a los presbíteros de Efeso, quesuena a testamento, Pablo se despi-de de ellos en Mileto con la convic-ción de que no volverá a verlos. Peroantes de despedirse, nos refiereLucas: «Dicho esto, se puso de rodi-llas y oró con todos ellos» (20,36).En este caso no es tanto oración «por»ellos cuanto oración «con» ellos.Oran juntos encomendando al Señoraquellas comunidades, a sus respon-sables, y al propio Pablo, a quienaguardan «prisiones y tribulaciones»(20,23).

Perseveraban en la oración(1,14; 2,42)

Esta actitud en que hemos sorpren-dido al grupo inicial de discípulos(1,14) es la que nos presenta tambiénLucas como una característica de laprimera comunidad (2,42). La ora-ción impregna toda la vida de la Igle-sia primitiva. Oran las comunidadesy oran los individuos. Constatamosque se trata de una Iglesia en ora-ción, literalmente colgada del poderde Dios.

Saulo está en oración cuando veque un tal Ananías le impone las ma-nos para devolverle la vista (9,11-12). Y el propio Ananías debía estar

Page 33: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

3 5Julio Alonso Ampuero

en oración –aunque no se diga explí-citamente– cuando percibe la llama-da del Señor a ir donde Saulo (9,10-11) a pesar de sus resistencias (9,13-16).

Esteban ora en el momento del mar-tirio. Muere orando. Mediante su ora-ción confía su vida en manos del Se-ñor Jesús (7,59) y suplicaardientemente –«con fuerte voz»– elperdón para sus asesinos (7,60).

También vemos a los apóstoles po-niéndose en oración antes de los mi-lagros. Ciertamente todas las cura-ciones se realizan «en el nombre deJesucristo» (3,6; 9,34). Pero en al-gunos casos se dice explícitamenteque la curación va precedida de laoración. Cuando le llevan ante la dis-cípula Tabita, ya muerta, Pedro «sepuso de rodillas y oró» (9,40); sólodespués le dijo: «Tabita, levántate».En Malta el padre de Publio, que hahospedado a Pablo y a sus compañe-ros, se encuentra enfermo; Pablo «en-tró a verle, hizo oración, le impusolas manos y le curó» (28,8). De estemodo se pone de relieve que es elSeñor quien obra los prodigios, aun-que sea «por mano de los apóstoles»(5,12).

Cuando Pedro es encarcelado,Lucas nos refiere que «mientras laIglesia oraba insistentemente por éla Dios» (12,5) y da a entender que laprodigiosa liberación posterior(12,6-11) es fruto de esa oración dela Iglesia. La oración rompe las ca-denas, derriba los muros y arrancade las manos de los enemigos. Cuan-

do Pedro queda libre y se dirige acasa de María, madre de Juan Mar-cos, en busca de los hermanos, en-cuentra que «se hallaban muchos re-unidos en oración» (12,12).

Particularmente conmovedora re-sulta la oración de Pablo y Silas enla cárcel de Filipos, pues después dehaber sido azotados con varas, «ha-cia la media noche estaban en ora-ción cantando himnos a Dios»(16,25). No se quejan, ni siquierasuplican: alaban. Cantan a Dios re-conociendo su grandeza y su poder.Y la respuesta no se hace esperar: unterremoto conmueve los cimientos dela cárcel, las puertas se abren y caenlas cadenas. La alabanza esliberadora. El poder de la alabanzalibera de la prisión y cambia el cur-so de los acontecimientos, provocan-do la conversión del carcelero y de sufamilia.

La oración se hace presente en todacircunstancia y ocasión. Al despedira los hermanos de Tiro, con quieneshan permanecido siete días, Lucasnos refiere: «en la playa nos pusi-mos de rodillas y oramos» (21,5). Yal ser recibidos por los hermanos deRoma que salen a su encuentro, Pa-blo «dio gracias a Dios» (28,15).

La oración impregna y sostiene todala vida de la Iglesia de los Hechosde los Apóstoles, hasta el punto deque casi se podría definir a los cris-tianos como «los que invocan el nom-bre del Señor» (2,21; 9,14.21;22,16).

Page 34: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

36 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

«Nos dedicaremos a la oración»(6,4)

Siendo la oración algo propio detoda la comunidad cristiana, apare-ce especialmente resaltada en la vidade los apóstoles.

Ya hemos visto diversos textos don-de los apóstoles aparecen en oración.La curación del tullido se producecuando Pedro y Juan «subían al Tem-plo para la oración de la hora nona»(3,1).

Ante las dificultades que encuen-tra en Corinto, Pablo es confortado yalentado en la oración. Durante lanoche oye al Señor decirle: «No ten-gas miedo, sigue hablando y no ca-lles; porque yo estoy contigo y nadiete pondrá la mano encima para ha-certe mal, pues tengo yo un pueblonumeroso en esta ciudad» (18,9-10).Y del mismo modo, «estando en ora-ción en el Templo», entiende quedebe marchar de Jerusalén porque sutestimonio no va a ser recibido»(22,17-18).

Pero la conciencia que ellos tienendel valor absolutamente prioritariode la oración en su misión apostóli-ca la vemos sobre todo cuando au-menta el número de los discípulos yse acrecientan las tareas. Entoncesoptan por encargar a otros el servi-cio de las mesas y dedicarse ellos ala oración y al ministerio de la Pala-bra (6,1-4). Siendo el servicio de las

mesas una tarea de caridad, totalmen-te digna y santa, entienden que sumisión especifica es la oración y lapredicación.

No es casual que a renglón segui-do se nos diga que «la Palabra deDios iba creciendo y en Jerusalén semultiplicó considerablemente el nú-mero de los discípulos» (6,7). Laconsecuencia inmediata de esta de-cisión es el crecimiento de la comu-nidad. Cuando los ministros de laIglesia oran y anuncian a Cristo, elEvangelio se extiende y la Iglesiacrece.

La fracción del pan

Otro de los pilares de la primeracomunidad, tal como la presenta SanLu-cas, es la eucaristía: «acudían asi-duamente a la fracción del pan»(2,42).

Es interesante constatar que ya des-de elprincipio la Eucaristía era fuentede vida cristiana, que desde los ini-cios mismos del cristianismo los dis-cípulos entendieron que Cristo es elPan de vida (Jn 6,48).

La fracción del pan se celebraba«por las casas» (2,46), lo que con-tribuía a afianzar en la Iglesia los la-zos de familia alrededor de la mesaeucarística.

Es conmovedor contemplar a lasprimeras comunidades reunidas «elprimer día de la semana para la frac-ción del pan» (20,7). El domingo,como memoria de la resurrección del

Page 35: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

3 7Julio Alonso Ampuero

Señor y día de la eucaristía, es yasigno de identidad para los cristia-nos. No tiene nada de particular quesea también día de vida nueva y deresurrección para los discípulos,como lo fue para el joven Eutico(20,9-12).

Oración y ayuno

En varias ocasiones hemos podidover que la oración se presenta unidaal ayuno (13,2.3; 14,23). Además delas numerosas privaciones origina-das por las tareas apostólicas yevangeli-zadoras, se añade en oca-siones el ayuno explícito.

En este punto la Iglesia primitivasigue la práctica judía, aunque enri-quecida por el sentido nuevo dadopor Jesús.

Ya en el A.T. el ayuno (por ejem-plo, Lev 23,27-32) tiene un sentidoprofundamente religioso –como, porlo demás, en otras religiones–. Ex-presa de manera también corporaluna vinculación espiritual con Dios.Lejos de ser una hazaña ascética quellevaría al orgullo (y frente a la cualJesús pone en guardia: Mt 6,16), elayuno, acompañado de la oración su-plicante, sirve para expresar la hu-mildad delante de Dios. El que ayu-na se vuelve hacia el Señor en unaactitud de dependencia y abandonototales (Dan 9,3; Esd 8,21). Aun convariedad de matices, se trata siem-pre de situarse con fe en una actitudde humildad para acoger la acciónde Dios y ponerse en su presencia.

Por esto es significativo que Jesúscomience su vida pública con cua-renta días de ayuno. Es una manerade expresar que inaugura su misiónmesiánica con un acto de abandonoconfiado en su Padre (Mt 4,1-4).

La Iglesia de los Hechos nos mani-fiesta así el manantial secreto de sufuerza y su vitalidad. Por la oraciónvive de Dios. Y tiene una vida so-brehumana, sobrenatural, divina.

La Iglesia prolonga en la historiala oración de Cristo, el Verbo encar-nado. Gracias a la mediación orantede la Iglesia, las bendiciones de Diosdescienden constantemente sobre elmundo y el mundo es salvado de símismo e introducido en el Paraíso.

En cambio, una Iglesia sin oraciónes una Iglesia impotente, como San-són sin su cabellera. Con la oraciónes capaz de romper todo tipo de ama-rras y cadenas por muchas y fuertesque sean, como Sansón las ataduras(Jue 16,6-14). Sin la oración, la Igle-sia se queda sin vigor, es sometidafácilmente por sus enemigos y quedaciega y dando estérilmente vueltas así misma (Jue 16,16-21).

Sólo la oración hace milagros, puesnos conecta con el poder de Dios.Ella es el arma poderosa otorgadapor Dios a su Iglesia para ganar lasbatallas en medio del mundo y alcan-zar la conversión de los hombres ylos pueblos. La oración y el ayunoson el arma secreta para la difusióndel Evangelio. Con la oración la Igle-sia es omnipotente, pues permite que

Page 36: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

38 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

resida en ella el poder de Dios paraquien nada hay imposible (Lc 1,37).La oración es capaz de cambiar elcurso de los acontecimientos. Verda-deramente, la Iglesia que ora «tienelas manos en el timón de la historia»(S. Juan Crisóstomo)

5. En docilidadal Espíritu recibido

En el capítulo primero vimos quela efusión del Espíritu hace a la Igle-sia, y la constituye como comunidadllena de vitalidad capaz de evangeli-zar el mundo.

Ahora damos un paso más, contem-plando cómo las personas y comuni-dades se dejan conducir por el Espí-ritu. El Espíritu otorgado por Cristoy por el Padre es positivamente aco-gido por la Iglesia. Consciente y de-liberadamente se secunda la accióny el impulso del Espíritu. No se tratade una actitud meramente pasiva, sinode acoger con decisión la iniciativadel Espíritu dejándose mover por Él.

«No os toca saber...» (1,7)

Ya hemos mencionado las palabrasprogramáticas de Jesús en 1,8 antesde su ascensión.

En esa ocasión los discípulos le in-terrogan, con cierta impaciencia ymentalidad aún carnal y mundana:«Señor, ¿es en este momento cuandovas a restablecer el Reino de Israel?»(1,6). Siguen soñando con la idea deun Mesías temporal y político querestablezca el Reino de David y lesdé la independencia frente a los ro-manos. Siguen encerrados en sus es-quemas mentales que comparten conla mayoría de los judíos. Su mentali-dad sigue sin convertir.

Frente a esa tendencia, Jesús loscoloca radicalmente en la humildadde quien no sabe: «No os toca a vo-sotros conocer el tiempo y el momen-to que el Padre ha fijado con su au-toridad» (1,7). Les toca colaborarcon un plan que desconocen en surealización concreta. Por eso debendespojarse de sus expectativas.

Les basta una certeza que Jesús lestransmite de manera absoluta e in-equívoca: «Recibiréis la fuerza delEspíritu que baja de lo alto y seréismis testigos...» (1,8). Tienen que des-pojarse de sus esquemas mentales, desus ilusiones y proyectos. Todo con-siste en dejarse guiar, en secundar elimpulso del Espíritu, que ciertamen-te recibirán, hasta los confines de latierra...

A los apóstoles se les llama a ha-cerse como niños (Mc 10,14-15), adejarse conducir por el Espíritu se-gún los planes del Padre. Y estos pla-nes misteriosos sólo se dan a cono-cer a los que se saben pequeños,mientras que se ocultan a los que se

Page 37: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

3 9Julio Alonso Ampuero

creen sabios y entendidos (Mt11,25).

Ya Jesús había advertido que «elEspíritu sopla donde quiere, y oyessu voz, pero no sabes de dónde vie-ne ni a dónde va» (Jn 3,8). Y SanPablo nos recuerda que «no sabemospedir lo que conviene, mas el Espí-ritu intercede por nosotros con ge-midos inefables» (Rom 8,26).

Para colaborar en el Reino de Dioses necesario renunciar a saber y acontrolar, es necesario «perder pie».Es necesario abandonarse y confiar,dejarse llevar. Sólo el Espíritu pue-de conducirnos «según Dios» (Rom8,27). A nosotros nos basta «oir suvoz» para secundarla, pero sin saber«a dónde va».

Toda pretensión de «saber» nos cie-rra a los planes del Padre, siemprenuevos e inéditos. Aferrarnos a lo co-nocido, a «nuestra experiencia», im-pide que se realicen los proyectos deDios, con frecuencia sorprendentese imprevisibles. Sólo quien está des-pojado de planes preconcebidosacepta el vértigo de dejarse llevar«por senderos que ignora» (Is42,16). Al evangelizador le toca obe-decer y ponerse en camino, comoAbraham, incluso sin saber a dóndeva (Hb 11,8).

El verdadero evangelizador es elque ha recibido el Espíritu, ha sidoconstituido testigo hasta los confinesde la tierra (1,8) y no puede callar loque ha visto y oido (5,20). Pero almismo tiempo es consciente de que

sus planes no coinciden con los deDios ni sus caminos tampoco (Is55,8-9). Por eso procura dejarse lle-var por el Espíritu según los planespor Dios establecidos y por los ca-minos que el mismo Espíritu vaabriendo en cada hora de la historiay en cada instante de la vida de loshombres. Verdaderamente, al niño letoca «no saber»... y dejarse guiar.

En alas del viento

Los apóstoles y los evange-lizadores que desfilan por el libro delos Hechos se asemejan a una hojallevada por el viento; el viento la traey la lleva, cuando quiere y comoquiere, donde le parece bien, sin queella oponga resistencia. Losevangelizadores se dejan manejar porla iniciativa absoluta y continua delEspíritu.

San Lucas resalta sobre todo estadocilidad de los evangelizadores enaquellas iniciativas novedosas e im-previsibles que de ningún modo po-dían provenir de los cálculos y pro-yectos humanos. Más aún, que sur-gían como en dirección contraria ala mentalidad y a la educación reci-bida por los apóstoles. Mérito suyofue dejarse llevar a pesar de todo, apesar de la mentalidad imperante yaun a pesar de sí mismos.

Gracias a la docilidad a una mo-ción del Espíritu fue evangelizado ybautizado el primer pagano. El Án-gel del Señor –en los versículos si-guientes se habla del Espíritu–impul-

Page 38: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

40 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

sa a Felipe a ponerse en camino porel desierto hacia Gaza (8,26). Feli-pe obedece inmediatamente (8,27)sin saber aún para qué es conducidoen esa dirección: oye la voz del Es-píritu, pero no sabe a dónde va. Unavez en el camino, se encuentra conun alto funcionario etíope y de nue-vo resuena en su interior la voz delEspíritu que le impulsa a acercarsea él (8,28-29). Felipe vuelve a obe-decer y entonces entiende para quéha sido conducido por ese camino:el etíope es evangelizado y bautiza-do y continúa su camino lleno degozo (8,30-38).

Esto no es un episodio aislado, puesa continuación se nos dice que «elEspíritu del Señor arrebató a Feli-pe» (8,39), que «se encontró en Azotoy recorría evangelizando todas lasciu-dades hasta llegar a Cesarea»(8,40). Apertura y docilidad al Es-píritu, sin planes predeterminados.

La misma docilidad –esta vez dePedro– lleva a la evangelización ybautismo de la primera familia pa-gana. Pedro recibe la inspiración delEspíritu de marchar inmediatamentecon aquellos hombres que han veni-do a buscarle (10,19-20). Como Fe-lipe, tampoco Pedro sabe para qué.Cuando le reprochen que ha entradoen casa de in-circuncisos y ha comi-do con ellos, tendrá que explicar queno ha sido iniciativa suya, sino im-pulso del Espíritu que se le ha mani-festado con absoluta certeza (11,12).Pedro obedece dócilmente a pesar desus resistencias (10,9-16). Y la do-

cilidad de Pedro al Espíritu provocaque el Espíritu se derrame sobre lospaganos (10,44), abriendo así unapuerta impresionante al Evangelio...

También encontramos obediencia ydocilidad a la voz del Espíritu, ma-nifestada en la oración comunitaria,cuando la comunidad de Antioquiaacoge la llamada de Dios a evange-lizar abiertamente a los paganos en-viando concretamente a Pablo y aBernabé (13,2).

Cuando los paganos entran masi-vamente en la Iglesia, y se decide queno tienen obligación de guardar laLey de Moisés (15,23-29), las deli-beraciones de la asamblea de Jeru-salén han estado presididas por laescucha del Espíritu. Los apóstolestienen una clara conciencia de ellocuando manifiestan en la carta-decre-to con que concluye la asamblea:«Hemos decidido el Espíritu Santoy nosotros...» (15,28).

Finalmente, la entrada del Evange-lio en Europa es fruto de una nuevainiciativa del Espíritu, secundadafielmente por los apóstoles. Despuésde diversas circunstancias que les hanhecho entender claramente que «elEspíritu Santo les había impedidopredicar la Palabra en Asia» (16,6),después de nuevas intentonas que lesllevan a la conclusión de que el Es-píritu de Jesús no les permite predi-car en Bitinia (16,7), Pablo percibeen la oración la llamada de unmacedonio (16,9). «Inmediatamenteintentamos pasar a Macedonia, per-suadidos de que Dios nos había lla-

Page 39: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

4 1Julio Alonso Ampuero

mado para evangelizarles» (16,10).Y el Evangelio irrumpe en Europa contoda su fuerza renovadora.

«Encadenado por el Espíritu»(20,22)

En el discurso a los presbíteros deEfeso, en Mileto, encontramos unaexpresión sublime, particularmentereveladora del alma de Pablo: «Mi-rad que ahora yo, encadenado por elEspíritu, me dirijo a Jerusalén, sinsaber lo que allí me sucederá; sola-mente sé que en cada ciudad el Espí-ritu Santo me testifica que me aguar-dan prisiones y tribulaciones. Peroyo no considero mi vida digna de es-tima, con tal que termine mi carreray cumpla el ministerio que he recibi-do del Señor Jesús, de dar testimo-nio del Evangelio de la gracia deDios» (20,22-24).

De ciudad en ciudad, los profetas,iluminados por el Espíritu Santo, ase-guran a Pablo que le esperan cárce-les y luchas. Así ocurre en Tiro, don-de los hermanos, movidos por el ca-riño que le tienen, pretenden conven-cerle de que no suba a Jerusalén(21,4). Así sucede en Cesarea, don-de una vez más los discípulos tratande retener a Pablo (21,10-12).

Pero él permanece firme en su de-terminación: «¿Por qué habéis de llo-rar y destrozarme el corazón? Puesyo estoy dispuesto no sólo a ser ata-do, sino a morir también en Jerusa-lén por el nombre del Señor Jesús»(21,13).

Encadenado por el Espíritu que undía tomó posesión de él mediante laimposición de manos de Ananías(9,17), Pablo no puede ni quiereapartarse un ápice de lo que el Espí-ritu mismo le su-giere como volun-tad del Padre.

Lo mismo que el Maestro, impul-sado por el Espíritu, había subido aJerusalén para consumar allí su sa-crificio redentor, Pablo emprende suparticular calvario encadenado porel mismo Espíritu. Algo similar Je-sús le había anunciado a Pedro: «Otrote ceñirá y te llevará donde no quie-ras» (Jn 21,18). De esta manera Pa-blo va a «cumplir» –es decir, va adar plenitud, realización plena– alministerio que le ha sido confiado(20,24).

El verdadero apóstol y evangeli-zador es el que se deja encadenar porel Espíritu. Muerto a toda iniciativapropia, está enteramente a disposi-ción del Espíritu. Prisionero del Es-píritu, que le ha confiado la grey y elministerio (20,28), se deja manejarperfectamente por Él y se deja con-ducir dócilmente al Calvario y a lacruz. Sólo quien se deja encadenarpor el Espíritu está verdaderamenteal servicio del Espíritu y deja pasarsu infinita fecundidad divina a tra-vés de las propias obras y palabras.

«Enormemente sorprendidos» (2,7)

A lo largo de estas páginas hemostenido ocasión de ir comprobandoque la acción del Espíritu con fre-

Page 40: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

42 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

cuencia sorprende y hasta descon-cierta. No se ajusta a las previsioneshumanas, a los cálculos, a la lógicade los hombres. Su lógica es sobre-humana, divina.

Por ello el evangelizador debe rea-lizar un verdadero «ministerio en elEspíritu». Su actitud fundamental esservir a la acción del Espíritu, a quiencorresponde la guía de la Iglesia yde cada comunidad. Lo propio delevangelizador es estar permanente-mente a la escucha de la voz del Es-píritu y secundar sus impulsos. Se tra-ta de tener oidos para oir «lo que elEspíritu dice a las Iglesias» (Ap 2,7).

Esto no significa que no se puedaplanificar la pastoral de la Iglesia.Se puede hacer, y se debe hacer: unaIglesia –parroquia, diócesis o comu-nidad– sin proyecto es como un bar-co sin rumbo. Pero toda planificacióndebe realizarse a la escucha del Es-píritu, que lleva la iniciativa de prin-cipio a fin. Y se ha de estar atentos ydisponibles para rectificar en cual-quier momento, apenas se perciba lavoz del Espíritu en otra dirección.

El protagonista de la evangeliza-ción es el Espíritu. Todolo demás –evange-lizadores, planes, métodos,etc– debe ser instrumento dócil desu acción. Es el evangelizador quiendebe ser prisionero del Espíritu, noal revés. A veces da la impresión deque el Espíritu queda prisionero enmedio de planes y estructuras pura-mente humanos. Debemos preguntar-nos si la esterilidad de muchas denuestras acciones pastorales no será

debida a algo tan elemental comoesto: sustituir la iniciativa libre ysoberana del Espíritu por nuestros es-quemas, nuestros proyectos y nues-tras ideas.

Esto implica que debemos revisartodo (planes pastorales, estructuras,métodos y medios empleados...) paraver si son instrumentos aptos del Es-píritu o más bien obstaculizan su ac-ción. En su tarea evangelizadora pue-de ocurrirle a la Iglesia lo que a Da-vid revestido con la armadura deSaúl (1 Sam 17,38-39): determina-dos medios y estructuras –teórica-mente buenos– no sólo no ayudan,sino que estorban.

La Iglesia en general y cada comu-nidad en particular deben caminar enuna gran flexibilidad, sin esquemasrígidos y preconcebidos, abiertas alos caminos nuevos e inexploradosque el Espíritu suscita constantemen-te, acogiendo las salidas y solucio-nes que Dios mismo ofrece para lasnuevas situaciones y dificultades.

Ahora bien, esto exige gran dispo-nibilidad interior, enorme desapegode concepciones y gustos propios: in-mensa docilidad de espíritu. La his-toria de la Iglesia es testigo de mu-chas ocasiones desperdiciadas parala difusión del Evangelio precisa-mente por la estrechez mental y lamiopía de los hombres de la Iglesiaen esos momentos...

Esta docilidad al Espíritu, que debeser constante, se hace particularmentenecesaria en las decisiones que tie-

Page 41: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

4 3Julio Alonso Ampuero

nen especial alcance e importancia.Así lo hemos comprobado en la Igle-sia de los Hechos. El Espíritu, quesiempre asiste a su Iglesia, está es-pecialmente atento y activo en lasgrandes crisis y dificultades. Bastaque su voz sea escuchada y su ac-ción acogida y secundada...

«Profetizarán vuestros hijosy vuestras hijas» (2,17)

Hemos visto que el evangelizadordebe realizar un plan de Dios que,aunque conozca en sus trazos funda-mentales, le es desconocido en losdetalles particulares de su realiza-ción en el tiempo y el espacio; he-mos visto que debe secundar la ac-ción –soberanamente libre– del Es-píritu... Todo ello puede parecer de-masiado difícil.

Sin embargo, Cristo no confía unamisión a su Iglesia sin otorgarle losmedios necesarios para su correctay plena realización.

Hemos tenido ocasión de compro-bar el papel directivo de Pedro y losDoce asistidos por el Espíritu. An-tes de Pentecostés, Pedro guía laelección del sustituto de Judas entrelos Doce (1,15-26) Ellos instituyena los siete para atender a las viudasy poder así dedicarse ellos a la ora-ción y al ministerio de la Palabra(6,1-6). Guiado por el Espíritu, Pe-dro predica el Evangelio y hace bau-tizar a la primera familia de paganos(10,1–11,18). Obedeciendo al Espí-ritu Pedro y los Doce deciden admi-

tir a los gentiles en la Iglesia y noimponerles la obligación de cumplirla Ley de Moisés (15,1-29). Pedro yJuan supervisan y confirman la evan-gelización realizada por Felipe enSamaria (8,14-17).

Junto a este don de los apóstoles,el Espíritu regala a la Iglesia el donde la profecía. A través de los profe-tas el Es-píritu continúa hablando yguiando a su Iglesia en medio de lascircunstancias y dificultades particu-lares. En su difícil misiónevangelizadora es sostenida y con-fortada por este don de lo alto.

Puede extrañarnos este don, porqueactualmente es casi desconocido. Sinembarco, está muy presente en el li-bro de los Hechos (Pedro interpretael mismo acontecimiento de Pente-costés como una efusión del Espíritude profecía anunciado por Joel: 2,17;Jl 3,1-5) y figura en casi todas laslistas de carismas del N.T. Más aún,su importancia es claramente resal-tada al situarlo en dichas listas in-mediatamente después de los após-toles (1 Cor 12,28-29; Ef 4,11).

Se menciona a un tal Ágabo, queprofetizó que vendría un gran ham-bre, la cual tuvo lugar en tiempos delemperador Claudio (11,27-28). Loanunciado por él se cumple de he-cho: es uno de los criterios para dis-cernir el profeta verdadero del fal-so. También se cumple lo que leanuncia a Pablo: que va a ser enca-denado en Jerusalén (21,10-11). Eneste caso, acompaña su palabra de

Page 42: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

44 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstolesgestos simbólicos, al estilo de losantiguos profetas de Israel.

También se habla de cuatro hijasvírgenes de Felipe –uno de los sie-te– que profetizaban (21,9). Y losdoce discípulos de Juan Bautista co-menzaron a profetizar después de quePablo les impuso las manos y vinosobre ellos el Espíritu (19,6).

De Judas y Silas se nos dice que«eran también profetas», y en cali-dad de tales «exhortaron con un lar-go discurso a los hermanos y les con-fortaron» (15,32).

Y las misteriosas palabras referi-das en 13,2 («dijo el Espíritu San-to») probablemente se refieran a unmensaje transmitido a través de al-guno de los profetas de la comuni-dad de Antioquía mencionados en13,1 (comparar con el inicio de laprofecía de Ágabo en 21,11: «Estodice el Espíritu Santo»).

Los profetas del N.T. –a semejan-za de los del A.T.– son personas quehablan en nombre de Dios bajo lainspiración del Espíritu. Testigosacreditados del Espíritu, transmitensus revelaciones y edifican, exhor-tan y consuelan (cf. 1 Cor 14,3). Losprofetas son un don de Cristo a suIglesia, que con ellos es equipadapara realizar mejor su misión en elmundo y en la historia.

«Mentir al Espíritu Santo» (5,3)Esta docilidad al Espíritu Santo en-

cuentra su contrapunto en el llamati-vo episodio de Ananías y Safira (5,1-11).

Este matrimonio es castigado notanto por no compartir la totalidadde sus bienes (el versículo 4 da aentender que podían haber dispuestode ellos), cuanto por mentir. Cierta-mente la codicia está en la raíz de supecado, pero este consiste sobre todoen la pretensión de engañar a losapóstoles y a la comunidad, y enellos al Espíritu Santo mismo. Sehabla de «mentir al Espíritu Santo»(v 3), «mentir a Dios» (v 4) y «po-ner a prueba al Espíritu del Señor»(v 9), todo ello por instigación de Sa-tanás (v 3).

Con esto San Lucas destaca la enor-me gravedad de resistir la luz y elimpulso del Espíritu. Todo pecadodeliberado –mentira o codicia– escerrar las puertas al Espíritu y abrir-las de par en par a Satanás, que aca-ba «llenando el corazón» (v 3) dequien resiste al Espíritu. No hay tér-mino medio.

La consecuencia del pecado y delrechazo del Espíritu es la muerte:Ananías y Safira caen fulminados demanera inmediata. El pecado no essimplemente algo deplorable que«habría que evitar»: es muerte demanera inmediata y radical.

No es casual que la palabra «Igle-sia» aparezca en este relato (v 11)por primera vez entre las 23 en quees usada en los Hechos. La indocili-dad al Espíritu es el único mal de laIglesia. Ni los enemigos ni las per-secuciones pueden dañarla, sino quemás bien contribuyen sin quererlo asu crecimiento. El único enemigo de

Page 43: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

4 5Julio Alonso Ampuero

la Iglesia es el pecado de sus pro-pios hijos. Lo mismo que la comu-nión generada por el Espíritu (4,32-35) suscita vitalidad y atractivo(5,12-16), la indocilidad al Espíritugenera muerte y esterilidad.

Algo parecido sugiere el episodiode Simón el mago (8,9-24). En lugarde servir al Espíritu, que se recibecomo don, intenta servirse de Élcomprándolo con dinero para usarlopara sus intereses. Esta actitud indi-ca que su corazón «no es recto de-lante de Dios» (v 21), que está llenode «maldad» (v 22) y se encuentra«en hiel de amargura y en atadurasde iniquidad» (v 23).

Y el mago Elimas (13,6-12), quese opone al Espíritu impidiendo –porintereses creados– que el evangeliose predique al procónsul SergioPaulo, queda ciego y dando vueltasen torno a sí: todo un signo del hom-bre que ha rechazado la luz y la ver-dad de Dios.

6. «Signos y prodigios»

Otra de las características de laIglesia primitiva es la presencia deobras maravillosas que Dios realizaa través de los apóstoles. En dos de

los resúmenes de la vida de la co-munidad se nos insiste en este aspec-to.

En el primero se afirma que «el te-mor se apoderaba de todos, pues losapóstoles realizaban muchos prodi-gios y señales» (2,43); se trata, evi-dentemente, de obras que llevan elsello de Dios, pues de hecho la re-acción de la gente es que se apoderade ellos el temor del Señor. E inme-diatamente después se nos narra lacuración del tullido a la puerta deltemplo de Jerusalén (3,1-10).

En el tercero repite casi lo mismo:«por mano de los apóstoles se reali-zaban muchas señales y prodigios enel pueblo» (5,12). Se ve que es unaconstante de la Iglesia primitiva. Dehecho, a continuación San Lucas aña-de explicitando lo anterior: «hasta talpunto que incluso sacaban los enfer-mos a las plazas y los colocaban enlechos y camillas, para que, al pasarPedro, siquiera su sombra cubriesea alguno de ellos. También acudía lamultitud de las ciudades vecinas aJerusalén trayendo enfermos y ator-mentados por espíritus inmundos; ytodos eran curados (5,15-16).

Más adelante se nos narrará que Pe-dro cura a un hombre paralítico des-de hacía ocho años (9,32-35) y resu-cita a una discípula que había enfer-mado y muerto (9,36-42).

También Pablo curará en Iconio aun hombre «tullido de pies, cojo denacimiento y que nunca había anda-do» (14, 8-10) y resucitará en Troada

Page 44: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

46 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

a un joven discípulo que había muertoal quedar dormido y caer por la ven-tana (20, 7-12). Igualmente en Maltacurará a varios enfermos (28,7-9).

Del mismo modo, la predicación deFelipe va acompañada de innumera-bles curaciones, tanto físicas comoespirituales (8,6-7).

Acreditados por DiosEn su primera proclamación de

Cristo el día de Pentecostés, Pedrole presenta como «hombre acredita-do por Dios entre vosotros con mi-lagros, prodigios y señales que Dioshizo por su medio entre vosotros,como vosotros sabéis» (2,22).

Hombre real y verdadero, Jesúsdebe de algún modo presentar cre-denciales de que es un enviado deDios, más aún, de que es el Hijo muyamado del Padre. Sus milagros sonesas credenciales que autentifican sumisión y sus pretensiones y demues-tran que no es un impostor que pre-tendiera hacerse pasar por lo que noes.

Ésta es, además, una constante enla historia de la salvación. Ya Moi-sés, el gran caudillo y legislador deIsrael, se había quejado al Señorcuando este le envió a liberar a supueblo: «No van a creerme, ni escu-charán mi voz; pues dirán: No se teha aparecido Yahveh» (Ex 4,1). Acontinuación, el Señor le reviste desu poder otorgándole la capacidad derealizar prodigios (Ex 4,2-9). Lossignos y milagros autentifican al en-

viado de Dios: manifiestan que no vaen nombre propio y que es portadorde un poder superior, del poder delDios que le envía, le impulsa y lesostiene.

Pues bien, en este mismo sentidopodemos decir que los apóstoles sonacreditados por Dios con signos yprodigios. Siendo hombres «sin ins-trucción ni cultura» (4,13), ponen derelieve –para todo el que tiene lamirada limpia y el corazón abierto–que a través de ellos actúa «el dedode Dios» (Ex 8,15).

Por eso, los signos y prodigios noson algo extraordinario y superfluo.En cualquier época y lugar la Iglesianecesita mostrar al mundo que esportadora de un poder divino, sobre-humano, que viene de lo alto y le hasido otorgado gratuitamente y sinméritos propios. Los signos y prodi-gios manifiestan el señorío de Jesús:que Él es el Señor y sigue actuandopor medio de la Iglesia que va en sunombre. No es casual que a lo largode su historia muchos santos hayanrealizado milagros y prodigios asom-brosos...

Con obras y palabras

Por lo demás, estos «signos y pro-digios» forman parte del modo comoDios se revela y da a conocer.

El Concilio Vaticano II afirma ensu Constitución sobre la divina re-velación que «la economía de la re-velación se realiza por obras y pala-

Page 45: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

4 7Julio Alonso Ampuero

bras intrínsecamente unidas entre sí,de tal manera que las obras realiza-das por Dios en la historia de la sal-vación manifiestan y corroboran ladoctrina y las realidades significa-das por las palabras, y a su vez laspalabras proclaman las obras e ilu-minan el misterio en ellas conteni-do» (Dei Verbum, 2).

No bastan las palabras, que debenser corroboradas y confirmadas porlas obras que les dan autoridad y cre-dibilidad. Tampoco bastan las obras,que deben ser explicadas por las pa-labras que manifiestan su sentido ysignificado.

Así fue en la antigua alianza. Enella, Dios ante todo se da a conoceractuando, realizando gestos y obrasmaravillosas, humanamente inexpli-cables, que muestran su poder y suvoluntad de salvar. Este es el signi-ficado, por ejemplo, de las famosasplagas de Egipto (Ex 7-11): a travésde ellas Dios manifiesta que está pre-sente y actúa con poder, y da a en-tender al Faraón y a los egipcios quelo que dice a través de su enviadoMoisés no es una pretensión absur-da. La salida de Egipto, la conduc-ción por el desierto, la entrada en laTierra prometida... serán otros tan-tos hechos a través de los que Diosseguirá revelándose a su pueblo.

Así fue en Jesús. Él no sólo anun-ció con su palabra que el Reino deDios había llegado; manifestó consus milagros que efectivamente elReino de Dios, con todo su poder,había irrum-pido en la historia de los

hombres (Lc 11,20). Él no sólo pro-clamó la misericordia de Dios; lamostró visiblemente conviviendo conlos publicanos y pecadores (Mt 9,10-13). Él no sólo dijo que amaba a loshombres; lo confirmó entregando suvida por ellos (Jn 13,1; 15,13).

Así fue en la Iglesia primitiva. Lossignos y prodigios mostraban queJesús estaba vivo, que los apóstolesno eran unos impostores al procla-mar que Jesús había resucitado. Deahí la fuerza de las palabras de Pe-dro en la curación del tullido: «¿Porqué nos miráis fijamente, como si pornuestro poder y piedad hubiéramoshecho caminar a este? El Dios deAbraham... ha glorificado a su sier-vo Jesús... Dios le resucitó de entrelos muertos... y por la fe en su nom-bre, este mismo nombre ha restable-cido a este que vosotros veis y co-nocéis» (3,12-16). Las palabras ex-plican las obras... y las obras confir-man las palabras.

Y así ha de ser en la Iglesia de to-das las épocas y lugares. Los signosy prodigios muestran la veracidaddel testimonio central de los discí-pulos: que Cristo está vivo, que haresucitado y es el Señor. No puedeser de otra manera: así Dios se harevelado y así quiere seguir dándosea conocer hasta el fin del mundo yhasta los confines de la tierra.

«Se adherían al Señor» (5,12)En el tercer resumen de la vida de

la primitiva comunidad, después de

Page 46: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

48 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

mencionar las muchas señales y pro-digios que realizaban los apóstoles,San Lucas añade que «el pueblo ha-blaba de ellos con elogio» y afirmaque «los creyentes cada vez en ma-yor número se adherían al Señor, unamultitud de hombres y mujeres»(5,13-14). Con este inciso da a en-tender –aun sin decirlo explícitamen-te– que esos signos y prodigios ayu-daban a muchos a dar el paso a la fe.

Sí se dice de manera explícita enlos dos milagros de Pedro narradosen el capítulo 9. Tras la curación delparalítico Eneas, el relato afirma:«Todos los habitantes de Lida ySarón le vieron y se convirtieron alSeñor» (9,35). Del mismo modo, des-pués de la resurrección de Tabita:«Esto se supo en todo Joppe y mu-chos creyeron en el Señor» (9,42).

Sin embargo, es cierto que los sig-nos por sí solos son ambiguos. Cuan-do Pablo cura al tullido de Iconio, lagente grita entusiasmada: «Diosesen figura de hombres han bajado has-ta nosotros» (14,11). Y a duras pe-nas pudieron evitar que les ofrecie-ran un sacrificio (14,13-18).

Por eso, lo normal es que al signo–como en la curación del tullido dela puerta Hermosa del templo– vayaunido el anuncio explícito de Cristo(3,12-26), y que a ambos siga la con-versión y la fe en el Señor Jesús(4,4).

Por lo demás, este modo de actuarsigue el estilo y la pedagogía de Je-sús en los evangelios. Él sabe quelos signos son insuficientes y ambi-

guos. Sabe que el que no quiere creer,jamás dará el paso a la fe por mu-chos signos que vea (Lc 16,31), comode hecho ocurrió a muchos testigosde sus milagros. Y por otra parte nose fía del que cree sólo por los sig-nos que ve (Jn 2,23-24). Por eso elo-gia al que cree apoyado sólo en supalabra (Jn 4,50; Mt 8,8-10), aunquecondesciende en hacer milagros queayuden a la fe (Mc 2,9-11).

Podemos decir que si los signos yprodigios fueron necesarios para queel Evangelio se abriera paso en elmundo pagano de la antigüedad, tam-bién lo son para la nueva evangeli-zación de nuestro mundo neopagano.Sin absolutizarlos, pues son sólo sig-nos, indicios que apuntan a la vera-cidad y realidad de Cristo; sin abso-lutizarlos, pues la fe será siempre unacto libre del hombre que decide en-tregarse al Señor. Pero tampoco res-tándoles nada del valor que Diosmismo ha querido darles como sig-nos de credibilidad del mensaje,como ayuda para la fe al hombre debuena voluntad.

Por tanto, ni buscar el milagro porel milagro, ni tampoco despreciar-los dando por sentado que Dios nolos quiere otorgar o que no son con-venientes. Son signos de la fe, dadospor el Señor a los creyentes y comoayuda para creer (Mc 16,17-20). Noson fin en sí mismos, sino dones conlos que Cristo equipa a su Iglesia paraevangelizar con poder y abrir lasmentes y corazones al Evangelio.

Page 47: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

4 9Julio Alonso Ampuero

Dones y carismas

En este mismo sentido hemos de en-tender los diversos dones y carismasque aparecen en el libro de los He-chos. Con ellos el Señor sostiene yconforta –de manera evidente y so-brehumana– a una Iglesia empeñadaen la misión –también sobrehumana–de llevar el Evangelio hasta los con-fines de la tierra.

Ya hemos hablado de los milagrosde curaciones y resurrecciones obra-das por Dios a través de los apósto-les. También vimos en el capítuloanterior el don de la profecía. Perose mencionan otros.

Cuando se elige a los siete se pideque sean hombres llenos de Espíritude sabiduría (6,3), don que apareceespecialmente resaltado en la poste-rior actuación de Esteban (6,10); conél defiende la fe y da testimonio delSeñor (7,2ss).

Un don especial de conocimientode los corazones es otorgado a Pe-dro para conocer el fraude deAnanías y Safira (5,3ss).

También encontramos el don de lafe. No nos referimos a la fe dogmáti-ca, sino a esa fe de la que Jesús ha-bía hablado como capaz de movermontañas (Mt 21,21) y de hacer obrasmayores que las suyas propias (Jn14,12); se trata de esa fe que confíaciegamente en el Señor aun en cir-cunstancias especialmente difíciles yes capaz de realizar obras que supe-ran toda posibilidad humana. Tal esla fe de Pedro y Juan cuando curan

al tullido de nacimiento (3,16).Encontramos también el don de len-

guas (2,4.11; 10,46; 19,6), que es antetodo una oración de alabanza y glo-rificación de Dios, aunque puedetambién contener un mensaje para lacomunidad que ha de ser interpreta-do (cf 1 Cor 14).

Del mismo modo, cuando es nece-sario, el Señor guía a los suyos sir-viéndose de visiones y sueños(10,3.9ss; 16,9-10).

Y don especial del Espíritu parecetambién la capacidad de detectar elespíritu del mal y vencerlo con el po-der de Cristo en el caso de Simón elmago (8,9-24), del mago Elimas(13,6-12) o de la muchacha poseídade espíritu adivino (16,16-18).

7. Con María

Una sola vez se menciona en losHechos a «María, la madre de Je-sús» (1,14). Lo mismo que en losEvangelios, su presencia es suma-mente discreta y pasa casi desaper-cibida.

Y sin embargo, si ponemos aten-ción, nos damos cuenta de que esapresencia es completamente decisi-

Page 48: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

50 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

va. María aparece con los Doce y lacomunidad de hermanos perseveran-do en oración a la espera del Espíri-tu. La intercesión de María disponea la Iglesia para la efusión del Espí-ritu.

Si la Iglesia está llamada a vivirun Pentecostés permanente, eso sig-nifica que ha de convertirse en uncenáculo permanente. La Iglesia debevivir en oración constante, en la es-pera del Espíritu, en unión con Ma-ría, la madre de Jesús. Y eso, la Igle-sia toda: la jerarquía, los obispos ysus colaboradores los presbíteros –personificados en los Doce–; y la to-talidad de los bautizados, hombres ymujeres –personificados en los 120hermanos iniciales–. Sólo desde estecenáculo permanente la Iglesia pue-de crecer y multiplicarse.

Pero hay más. Al mencionar a Ma-ría al inicio mismo de los Hechos,San Lucas parece ponerla en relacióncon la presencia de María al iniciode su Evangelio (Lc 1,26-38).

En efecto, María concibe y da a luzal Hijo de Dios, sin colaboración devarón, porque la fuerza del Espíritudesciende sobre ella y la fecunda.

Ahora bien, no es casual que en Lc1,35 y en Hch 1,8 encontremos ex-presiones similares. En ambos tex-tos se habla del «Espíritu Santo» que«desciende sobre» (mismo verbo) yse le califica de «fuerza» o «poder»(dyna-mis; en Lucas se habla de «po-der del Altísimo», que por el parale-lismo se refiere al Espíritu Santo).

La consecuencia («por eso») es queel que ha de nacer será Santo e Hijode Dios; en Hechos es que los discí-pulos serán testigos de Jesús hastalos confines de la tierra.

Esto sugiere que la Iglesia está lla-mada a prolongar la maternidad vir-ginal de María. Si María hubiera con-cebido de varón habría dado a luz unsimple hombre. Porque concibe porel poder del Espíritu que desciendesobre ella da a luz al Santo, al Hijode Dios.

De igual manera, la Iglesia está lla-mada a «no conocer varón», es de-cir, a no apoyarse en medios natura-les y a no buscar seguridades en ayu-das humanas. Si dependiera de ello,sólo produciría obras humanas, fru-tos para este mundo y resultados aras de tierra. Dejándose fecundarvirginalmente por el poder del Espí-ritu Santo es hecha madre fecunda yengendra santos e hijos de Dios; cu-bierta por la sombra del Espíritu,transmite vida divina y eterna dandotestimonio de Cristo hasta los confi-nes de la tierra.

En este sentido, podemos decir queMaría personifica ejemplarmente ala Iglesia. En ella podemos contem-plar realizado con perfección cuantoen los capítulos precedentes hemosido descubriendo en la Iglesia pri-mitiva. María es modelo de acogidadel Espíritu y de los planes de Dios(«he aquí la esclava del Señor»).Evangelizada por el ángel, acepta sincondiciones el mensaje de Dios («há-gase en mí según tu palabra») y se

Page 49: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

5 1Julio Alonso Ampuero

convierte en la primera evangeliza-dora al llevar a Jesús –presente ensu seno– a casa de Isabel y permitir-le que comience su acción salvífica.Es modelo de la Iglesia por su santi-dad de vida. Es modelo de oraciónen el cenáculo y con el Magnificat,en que proclama las obras grandesrealizadas por Dios. Permanece fir-me junto a la cruz de su Hijo y Señor(Jn 19,25) con el alma llena de do-lor (Lc 2,35).

Finalmente, con esa alusión a Ma-ría al inicio de los Hechos y delEvangelio quizá san Lucas sugieratambién la función maternal de Ma-ría respecto de la Iglesia. La que en-gendró a Cristo, Cabeza de la Igle-sia, colabora ahora en la gestaciónde la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y asíes constituida madre del Cristo to-tal. Lo mismo que el nacimiento deCristo, también el de la Iglesia seproduce «de Spiritu Sancto ex Ma-ría Virgine». No es casual que se lamencione precisamente como «ma-dre de Jesús». Por lo demás, la pre-sencia de María entre aquellos dis-cípulos todavía desalentados y teme-rosos, ¿no sugiere protección y co-bijo?

Conclusión.Prolongar

los Hechos de los Apóstoles

Terminamos como empezábamos.El libro de los Hechos nos ha ofre-cido las claves profundas que iden-tifican a la Iglesia, lo que la Iglesiade todas las épocas y lugares es ydebe ser.

Como realización histórica concre-ta de los primeros tiempos, es algopasado. Como indicaciones esencia-les de lo que es constitutivo para laIglesia, son algo permanente. Y comotales piden ser continuadas.

De hecho, es significativo que entodos los momentos de renovación alo largo de la historia se hayan vuel-to los ojos a los Hechos de los Após-toles. Muchas reformas en la Iglesiase han inspirado, explícita o implí-citamente, en el estilo de vida de lasprimeras comunidades cristianas.

También hoy, al inicio del tercermilenio cristiano, el libro de los He-chos puede y debe seguir inspirandonuevas realizaciones y proyectos devida cristiana evangélica yevangelizadora. Las circunstanciasson distintas, y continuarán cambian-do, pero las claves profundas seránsiempre las mismas. Sin ellas no ha-brá vitalidad, ni nueva evangeliza-ción, ni habrá Iglesia.

Page 50: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

52 Iglesia evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles

No se trata de repetir, sino de pro-longar los Hechos de los apóstoles.El Espíritu, que continúa presente yactuando en la Iglesia, quiere reno-var el prodigio de Pentecostés, lasmismas maravillas obradas en loscomienzos de la predicación evan-gélica (cf. Oración colecta del Do-mingo de Pentecostés). Maravillasque serán nuevas, pues el Espíritu essiempre nuevo y creador.

Su infinita energía quiere suscitarcomunidades llenas de la vida deDios, que irradien y contagien; co-munidades débiles pero sostenidaspor el poder de Cristo Resucitado;comunidades llenas de fervor y en-tusiasmo, en las que la mediocridadquede desterrada; comunidades pro-fundamente orantes, col-gadas deDios; comunidades apasionadas porel Evangelio y llenas de ardor evan-gelizador; comunidades que testimo-nien la novedad del Evangelio, detodo el Evangelio; comunidades lle-nas de amor al mundo y a los hom-bres hasta dar la vida por ellos...

Todo esto es posible y necesario.Posible, porque Dios puede y quierehacerlo. Necesario, porque sin ellola Iglesia deja de ser luz del mundoy sal de la tierra y no transmite lasalvación. Nos toca a nosotros res-ponder y ponernos a disposición dela acción del Espíritu. Si lo hacemos,la Iglesia será de manera cada vezmás perfecta sacramento de salvaciónpara todos los hombres, se realizaráeficazmente la nueva evangeliza-ción... y los hombres creerán y ten-drán vida eterna.

Índice

Prólogo. Iglesia, sé lo que eres, 3.

1. Un Pentecostés permanente, 4.–La promesa del Padre, 4. –La grancosecha, 6. –Defensa y consuelo enla persecución, 7. –El Pentecostés delos gentiles, 8. –Otras efusiones delEspíritu, 9.

2. Una Iglesia llena de vitalidad,11. –«Un solo corazón y una solaalma», 11. –«Todo en común», 12.–Una comunidad de hermanos, 13. –En constante crecimiento, 14. –Lle-nos de gozo, 15. –La fuerza del mar-tirio, 16. –La embriaguez del Espíri-tu, 18.

3. Una Iglesia evangelizadora yevangelizada, 19. –El gran manda-to, 20. –«Daban testimonio con granpoder», 21. –El anuncio de la BuenaNueva, 22. –La fuerza del Kerygma,24. –«También a los gentiles», 25. –«Al servicio de la Palabra», 26. –«Acudían asiduamente a la enseñan-za de los apóstoles», 28.

4. El poder de la oración., 29. –Ala espera del don de lo alto, 30. –Ante la persecución, 30.–Ante las de-cisiones importantes, 31.–Para el

Page 51: Prólogo «Iglesia, sé lo que eres» - GRATIS DATE · ciales de la Iglesia de los orígenes para que sean como un espejo en el que pueda mirarse la Iglesia de hoy. De hecho, toda

5 3Julio Alonso Ampuero

envío misionero, 33. –Perseverabanen la oración, 33. –«Nos dedicare-mos a la oración», 35. –La fraccióndel pan, 35. –Oración y ayuno, 36.

5. En docilidad al Espíritu recibi-do, 37. –«No os toca saber...», 37. –En alas del viento, 38. –«Encadena-do por el Espíritu», 39. –«Enorme-mente sorprendidos», 40. –«Profeti-zarán vuestros hijos y vuestras hijas»,41. –«Mentir al Espíritu Santo», 43.

6. «Signos y prodigios», 44. –Acre-ditados por Dios, 44. –Con obras ypalabras, 45. –«Se adherían al Se-ñor», 46. –Dones y carismas, 47.

7. Con María, 48.

Conclusión. –Prolongar los Hechosde los Apóstoles, 49.

Índice, 52.