PRIMER DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA

AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 30 de mayo: Del Corazón Inmaculado de María al Corazón de Jesús. La fe del pueblo de

Dios

Comenzamos nuestra preparación para renovar nuestra consagración personal y común al Corazón de Jesús, en el día en el que se cumplen exactamente 100 años de la consagración e inauguración del monumento del Cerro de los Ángeles.

El mes de mayo que estamos terminando nos recuerda siempre la importancia de María en nuestro camino hacia Jesucristo. Una anécdota de la construcción del primer monumento del Cerro nos recuerda cómo los que nos han precedido tenían claro este papel de María.

La primera piedra para la construcción del primer monumento se colocó en el año 1917, siendo obra del arquitecto Carlos Maura y del escultor Aniceto Marinas. Cuando estaba siendo construido, una carta de una religiosa provocó una conmoción: ¡el monumento que tenía grupos escultóricos dedicados a santos, ángeles... había olvidado incluir a la Virgen María! ¡Un monumento al Corazón de Jesús, pidiendo el regalo de una fe viva para nuestro pueblo, en la llamada tierra de María, pero sin Ella! Hubo que modificar la construcción del monumento para colocarla en el lugar que le corresponde: en la base, en el camino que nos lleva al Corazón de Jesús.

No puede haber una auténtica consagración al Corazón de Jesús si no vamos a través de María. El Corazón de Cristo se formó en el seno de María gracias a su sí. María fue la que lo recibió en este mundo y quien nos lo entregó, para que pudiésemos acogerlo plenamente. Así, es de ella de quien aprendemos a recibirle, a tratarle y a amarle como se merece. Por tanto, hagamos esta preparación de su mano maternal.

Santísima Virgen María, acompáñanos a lo largo de esta preparación que hoy comenzamos. Enséñanos a recibir a Jesús en nuestra vida, para amarle como tú, y estar siempre unidos a su Corazón Sagrado en tu Inmaculado Corazón.

Bendita sea tu pureza, y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza.

A ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, yo te ofrezco en este día, alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes Madre Mía, hasta morir en tu amor. Amén

SEGUNDO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 31 de mayo: Del Corazón Inmaculado de María al Corazón de Jesús. La enseñanza de

San Juan Pablo II.

En el discurso de 1989 que dirigió en Fátima dio tres claves para explicar la relación inseparable que hay entre la consagración al Corazón de Jesús y la consagración al Corazón de María:

1. La primera clave es que María tiene un papel imprescindible y central en la misión salvadora de su Hijo. Dijo San Juan Pablo II:

“En el corazón de María vemos simbolizado su amor materno, su santidad singular y el papel central que ella desempeñó en la misión redentora de su Hijo. En relación con el papel

especial desempeñado por Ella en la misión de su Hijo, la devoción al Corazón de María tiene una importancia fundamental, ya que por amor a su Hijo y a toda la humanidad Ella ejerce un papel único de instrumento para llevarnos a Él. El Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María que hice solemnemente en Fátima el 13 de mayo de 1982, y que renové el 25 de marzo de 1984 con motivo de la conclusión del Año Santo Extraordinario de la Redención se funda en esta verdad sobre el amor maternal y el papel esencial de intercesión desempeñado por María. Si nos

dirigimos al Corazón Inmaculado de María, Ella con toda seguridad, nos ayudará a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de hoy, y que con sus efectos inconmensurables pesa sobre la vida presente, y da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro”.

2. La segunda clave, como consecuencia de la anterior, resulta evidente: acudir a María es

acudir a Jesús. Sigue diciendo el Papa santo:

“nuestro Acto de consagración a María remite en último término al Corazón de su Hijo, pues, en cuanto Madre de Cristo, Ella se halla totalmente unida a la misión redentora. Como en las bodas de Caná, en las que dijo: Haced lo que Él os diga (Jn 2,5), María orienta todas las cosas hacia su Hijo, que escucha nuestras

oraciones y perdona nuestros pecados. Así, al consagrarnos al Corazón de María, encontramos un camino seguro hacia el Sagrado Corazón de Jesús, símbolo del amor misericordioso de nuestro Salvador”.

3. En tercer lugar, la consagración a María y la

relación de amor que produce con ella, cristifica nuestra vida, ya que como dice San

Juan Pablo: “El acto de encomendarnos al Corazón de Nuestra Señora establece una relación de amor con Ella, pues le encomendamos todo lo que tenemos y todo lo que somos. Esta consagración se realiza esencialmente mediante una vida de gracia,

de pureza, de oración, de penitencia acompañada por el cumplimiento de todos los deberes del cristiano, y de reparación por nuestros pecados y por los pecados del mundo”.

Concluyamos este segundo día de preparación renovando nuestra consagración a María, aquellos que la hayamos hecho, y deseando todos ser cada vez más suyos:

Queridísima Madre, queremos consagrarnos a tu Inmaculado Corazón, ser totalmente tuyos, hijos tuyos, para ser del todo de tu Hijo. Para que tú formes en nosotros la imagen de tu Hijo, al igual que le formaste en tu seno.

Bendita sea tu pureza, y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza.

A ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, yo te ofrezco en este día, alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes Madre Mía, hasta morir en tu amor. Amén

TERCER DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA

AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 1 de junio: Del Corazón Inmaculado de María al Corazón de Jesús. La enseñanza

bíblica.

En el estilo de enseñanza de San Lucas observamos una costumbre. Cuando tiene algo importante que decirnos, nos lo repite dos veces en breve tiempo con palabras más o menos semejantes. Así, por ejemplo, repite dos veces aquella sentencia: orad, para no caer en tentación (Lc 22,39 y 46). O que Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia (Lc 4,40 y 52). También repite dos veces que María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón (Lc 2,19 y 50).

De este modo, Lucas nos presenta el Corazón de María como el lugar y el modelo de la verdadera sabiduría cristiana. Ésta consiste en guardar las grandes obras del Señor, obras que no conocemos bien, que a veces nos cuesta mucho entender, pero que son las grandes obras del amor de Dios. Él actúa conforme a su sabiduría divina, por eso frecuentemente no las entendemos. Pero es necesario que las guardemos en el corazón, como María, porque están llamadas a iluminar nuestra vida en el futuro. Porque gracias a ellas conoceremos el amor de Dios, cómo actúa en nuestras vidas. Este amor, es a su vez la clave que nos permite entender todo lo que sucede.

Para alcanzar este conocimiento es necesario aprender a guardar de la mano de María todas estas obras. Debemos pedir a María su limpieza de corazón, el don de una memoria agradecida. Así, como María, en espera, en gratitud y alabanza, podremos ir descubriendo con más profundidad el Amor del Corazón de Jesús y sus grandes obras.

María guarda en su corazón la Palabra, es en Ella donde se hace carne. Esta Palabra viva y eficaz (Hb 4,12) produce aquello que significa. En María esta Palabra, pronunciada sobre ella, acogida en su Corazón Inmaculado que da un sí incondicional, dará como fruto la capacidad de “alumbrar” a Jesús, de dar a Jesús a todos. Ella lo recibe y lo guarda para darlo. Ella es modelo del Corazón que dice un sí completo y sin resistencias, modelo de aquellos que desean entregarse a Jesús, que aprenderán a decir sí sin resistencias, puesto que desean que, como en María, se haga en mí según tu palabra (Lc 1,38).

Así, María nos enseña a acoger el don de Dios, sin miedo, sin resistencias, con la alegría propia del que se deja encontrar, cuidar, tocar y transformar por el amor de Dios.

Ella es pues imprescindible para conocer el amor del Corazón de Jesús y recibirlo de verdad en nuestra vida.

Concluyamos este tercer día de preparación pidiendo a María que sepamos guardar en nuestro corazón todo lo que Dios va hablando en nuestra vida, todo lo que Él va sembrando y haciendo, para que a su debido tiempo dé el fruto que Él desea.

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

CUARTO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 2 de junio: María nos prepara para la entrega al Corazón de Jesús.

Orígenes, el primero que comenzó a comentar libros enteros de la Sagrada Escritura allá por el siglo III d.C., se preguntó por qué entre los cuatro evangelios, el de San Juan era tan especial. Se dio a sí mismo dos respuestas. La primera, porque su autor fue el que reclinó su cabeza sobre el costado de Jesús; y la segunda, porque fue el que escuchó de sus labios, al pie de la cruz: “ahí tienes a tu Madre”.

Las dos cosas están muy relacionadas. Decía Santa Teresa de Calcuta que, para escuchar el deseo que hay en el Corazón de Cristo, para compartir su sed de almas, es necesario escucharlo con el Corazón de María.

Ella ablanda y prepara nuestro corazón pobre y endurecido por el pecado para que podamos entregárselo al Señor. Aprendámoslo tal y como nos lo explica San Juan en el capítulo segundo de su evangelio, en el pasaje de las Bodas de Caná.

San Juan nos presenta a María ejerciendo como madre. Su Corazón Inmaculado y maternal alcanza, por una parte, un regalo de parte del Corazón de su Hijo. Un anticipo de la redención destinada para la hora, para el momento de su entrega definitiva. Como madre, muestra su dolor ante la carencia de sus hijos: no tienen vino. Jesús es incapaz de resistirse al dolor maternal del corazón de su madre cuando, por este amor, hace suya la necesidad de los hijos. Jesús solo puede hacer caso a su madre.

Por otro lado, ¿de qué nos sirve tener a nuestro alcance el don de Dios si no lo recibimos? Ésta es la otra tarea de María en Caná. Ella dice a los sirvientes: Cualquier cosa que os diga, hacedla (Jn 2,5). Así prepara a los sirvientes para hacer la voluntad de su Hijo. Ella transmite esta disponibilidad, comunica docilidad y, en definitiva, nos hace

obedientes a las palabras de su Hijo, por extrañas que éstas parezcan. Desde luego, es raro que si falta vino se nos pida traer tanta agua. Pero es que solo Él sabe lo que va a hacer. Curiosamente, San Juan advierte que los sirvientes llenaron las tinajas de agua hasta arriba (cf. Jn 2,7). Es decir, obedecieron del todo. Así, obedeciendo, prepararon el don de Dios, el vino en abundancia.

Cada vez que buscamos a Dios y sus dones de la mano de María, ella nos prepara para recibir en abundancia esos dones que ella misma pide a su Hijo para nosotros. Cuando deseamos ser totalmente de Cristo, si queremos hacer esta consagración a Cristo de verdad, hemos de caminar de su mano maternal.

María Santísima, a nuestra vida le falta muchas veces el vino nuevo de la salvación de tu Hijo. Pídele tú que nos traiga su vida en abundancia, que transforme nuestra agua en vino salvador, y enséñanos a ser obedientes en todo lo que nos pida, aunque nos pueda resultar absurdo o inútil.

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

QUINTO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA

AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 3 de junio: El Amor de Dios está en el Origen de todo

San Juan, cuando inspirado por el Espíritu nos resume el misterio de Dios, nos dice que Dios es amor (1 Jn 4,8). Los cristianos somos los que hemos experimentado -porque hemos creído- el amor de caridad que Dios tiene para con nosotros (1 Jn 4,16).

Este amor de Dios está en el origen de todo; nuestra existencia se debe a su amor. Cuando Dios crea, no lo hace porque necesite de nada ni de nadie; solamente puede crear por benevolencia, por amor. Benevolencia quiere decir “voluntad buena”, es decir, esa voluntad que es propia del que ama: es “querer el bien del otro”. Dios goza dando. Es lo propio del amor: la entrega. Si el que ama posee, no

puede hacer otra cosa que dar a los que ama, porque quiere verlos felices.

Así, Dios goza pensando en sus criaturas predilectas, los seres humanos, a los que ha regalado el don de existir; y junto a este don, el primero de todos, les ha regalado cualidades que les asemejan a Él, para todo ser humano pueda conocer y responder a su amor.

El libro del Génesis nos muestra cómo Dios se detiene de una manera especial en la creación del hombre, e incluso nos describe sus sentimientos ante el hombre, ante esa obra de sus manos: vio Dios lo que había hecho y era muy bueno (Gn 1,31). Esa mirada complaciente del amor de Dios no se aparta nunca de nosotros. De hecho, la creación no es un acto del pasado, sino, en cierta manera, un acto eterno, puesto que Dios nos mantiene continuamente en la existencia y es su voluntad que tengamos vida eterna (cf. Jn 6,40).

El libro de la Sabiduría nos recuerda que cada instante de nuestra existencia es don del amor de Dios: amas a todos los seres y nada de lo que hiciste

aborreces, pues si algo odiases, no lo habrías hecho. Y ¿cómo habría permanecido algo ni no lo hubieses querido? ¿Cómo se habría conservado si no lo hubieses llamado? Mas tú con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida (Sab 11,24-26).

Es en el Corazón de Jesús donde se nos ha acercado este amor divino que nos permite conocernos en nuestro origen, el amor eterno del Padre. Busquemos conocer y profundizar en este amor durante el mes de junio para sentirnos atraídos por él.

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

SEXTO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA

AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 4 de junio: creados para ser amados y para amar a Dios.

Ayer vimos cómo el Amor de Dios está en el origen de todas las cosas, de nuestra existencia. Hoy vamos a continuar profundizando en este amor divino.

El amor siempre tiende puentes, hace de dos o más una sola cosa. Por eso, tiene en su naturaleza, siempre dos movimientos: primero, la entrega; y segundo, el deseo de que aquello que se entrega sea acogido por el otro. En efecto, uno no puede amar sin desear al mismo tiempo ser correspondido en su amor, ser amado por la persona a la que ama.

Esta realidad no es solamente propia del amor humano, sino también del amor divino. La Sagrada Escritura nos habla de muchos momentos en los que

Dios muestra su deseo de ser amado. A nosotros, contemplar los deseos que Dios tiene de nuestro amor, nos prepara para hacer una verdadera consagración, una verdadera dedicación de nuestra vida a su amor.

Ya en la manera en la que el capítulo dos del Génesis nos cuenta la creación del hombre, nos da pistas de cómo al crearnos, deseaba ya nuestro amor, puesto que nos creó para una alianza, para un pacto de amor.

El primer capítulo de la Biblia llama a Dios Elohim (cf. Gn 1,1); sin embargo, el segundo utiliza el nombre de Yahveh, es decir, el nombre que reveló a Moisés (cf. Ex 3,14) de cara a la Alianza o pacto de amor que Dios quiere hacer con el hombre. Veámoslo:

En primer lugar, la misma descripción del paraíso recuerda al templo, que es el lugar de la presencia de Dios,y dónde éste se pasea para estar con el hombre. Además, el texto usa el nombre revelado por Dios en el lugar de la Alianza: Yahvé. Por otra parte, el sueño de Adán antes de ser creada Eva remite al sopor que cayó sobre Abraham en la alianza que

Dios hizo con él (cf. Gn 15,12); y por último, la expresión “hueso de mis huesos…” remite a la alianza del rey David (cf. 2 Sam 19,10-15).

Ahora bien, esta Alianza que Dios establece con el hombre en la creación implica una comunión tal, que sugiere una unión esponsal, cuyo origen está en el costado de Cristo.

El texto del Génesis admite dos niveles de lectura. Adán es, por una parte, el prototipo del hombre y, por otra, es también anticipo de Jesús, del “primogénito de toda criatura” (Col 1,15). Además, Adán está incompleto sin Eva, pero es también Cristo, que “necesita” del amor de su Iglesia. Adán pasa por el sueño como Cristo pasará por la muerte para dar vida a la Iglesia. La esposa nace de su costado: símbolo del amor que se entrega, que da de sus entrañas. Así se expresa la intimidad entre Cristo y su Iglesia, entre Dios y cada uno - “ecclesia vel anima”.

Todas estas bellas imágenes se hacen realidad en el Verbo de Dios encarnado, “una sola carne” con la humanidad, y en su corazón abierto. En términos semejantes llegó a expresarse Santa Teresa del Niño

Jesús: “Tú sabes que yo no veo el Sagrado Corazón como todo el mundo. Pienso que el Corazón de mi Esposo es para mí sola, como el mío es para Él solo, y le hablo entonces en la soledad

de este delicioso corazón a corazón esperando

contemplarlo un día cara a cara” (14 octubre 1890).

Las palabras de la Alianza, que tantas veces se repetirán a lo largo de la Escritura, vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios (Ex 6,7), apuntan a ese pacto de amor que termina siendo una dedicación de la vida. Dios nos desea para sí, desea nuestro amor completo, nuestra consagración.

Concluyamos este sexto día de preparación diciéndole a Dios: Padre eterno, te amamos; acogemos tu amor infinito por nosotros; correspondemos al amor que nos tienes, que se remonta al origen del mundo, pues nos elegiste en Cristo antes de la formación del mundo, para que fuésemos tuyos, santos por el amor. Nos entregamos a ti, de la mano de María, que te amó perfectamente.

Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A ti

llamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh, clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María.

Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

SÉPTIMO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 5 de junio: El Amor de Dios simbolizado y expresado en su Corazón.

Hemos visto ya cómo el amor es la cualidad principal de Dios, y cómo está en el origen de nuestra creación y existencia. Pero los hombres tenemos grandes dificultades para poder conocer a Dios. Existe una gran distancia entre Dios y el hombre. Nuestro corazón pequeño y pecador nos impide conocerlo como es en verdad. Para salvar esta distancia Dios, se hizo hombre. En su corazón verdaderamente humano se nos ha acercado el amor de Dios, se ha hecho accesible. Así nos lo enseña el Papa Pío XII, en su Encíclica Haurietis Aquas, en la que explica el valor y la importancia del culto al Sagrado Corazón de Jesús.

Veamos lo que dice en el número 12 de esta importante encíclica: “…No hay duda alguna de que Jesús poseía un verdadero Cuerpo humano, dotado de todos los sentimientos que le son propios, entre los que predomina el amor; también es igualmente verdad que Él estuvo provisto de un corazón físico, en todo semejante al nuestro, puesto que, sin esta parte tan noble del cuerpo, no puede haber vida humana, y menos en sus afectos. Por consiguiente, no hay duda de que el Corazón de Cristo, unido hipostáticamente a la Persona divina del Verbo, palpitó de amor y de todo otro afecto sensible; mas estos sentimientos estaban tan conformes y tan en armonía con su voluntad de hombre esencialmente plena de caridad divina, y con el mismo amor divino que el Hijo tiene en común con el Padre y el Espíritu Santo, que entre estos tres amores jamás hubo falta de acuerdo y armonía.

Sin embargo, el hecho de que el Verbo de Dios tomara una verdadera y perfecta naturaleza humana y se plasmara y aun, en cierto modo, se modelara un corazón de carne que, no menos que el nuestro, fuese capaz de sufrir y de ser herido, esto,

decimos Nos, si no se piensa y se considera no sólo bajo la luz que emana de la unión hipostática y sustancial, sino también bajo la que procede de la Redención del hombre […], podría parecer a algunos «escándalo y necedad», como de hecho pareció a los judíos y gentiles «Cristo crucificado» (cf. Cf. 1 Cor 1,23). Ahora bien: los Símbolos de la fe, en perfecta concordia con la Sagrada Escritura, nos aseguran que el Hijo Unigénito de Dios tomó una naturaleza humana capaz de padecer y morir, principalmente por razón del Sacrificio de la cruz, donde Él deseaba ofrecer un sacrificio cruento a fin de llevar a cabo la obra de la salvación de los hombres” (HA 12). Fin de la cita.

Como acabamos de ver en la doctrina del Papa Pío XII, hay dos motivos por los cuales el Verbo de Dios encarnado tomó una naturaleza humana. El primer motivo: porque su encarnación es verdadera y no solo aparente. Segundo motivo: porque vino al mundo para entregar la vida por la redención del mundo. Esto solo iba a ser posible teniendo un corazón humano capaz de padecer y sufrir.

Así, meditando los misterios de su encarnación y redención podemos conocer el amor infinito de Dios, que se expresa y revela en su corazón humano.

Señor Jesús, creemos firmemente que te hiciste hombre por nosotros; hombre verdadero, de nuestro mismo linaje humano, engendrado en el seno de una mujer, tomando verdadera carne humana, con alma de hombre, con voluntad de hombre, con afectividad de hombre, con sentimientos de hombre… con corazón humano como el nuestro.

Y creemos firmemente que sufriste por nosotros también como hombre, y que ofreciste ese sufrimiento por nuestra redención, como prueba suprema de tu amor infinito por todos nosotros.

Gracias Señor Jesús, porque en tu Corazón Sagrado nos has plasmado estas dos verdades de nuestra fe: tu amor encarnado y tu amor redentor.

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe.

Por los siglos de los siglos.

Amén.

OCTAVO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 6 de junio: cualidades del amor de Dios.

Como vimos ayer, el Corazón de Jesús es el recuerdo vivo del amor infinito, eterno, gratuito, personal… que Dios nos tiene. La Sagrada Escritura encuentra palabras muy bellas para describir el amor divino. Podemos y debemos recurrir a ella para alimentar la memoria y la alegría de sabernos amados por Dios.

La Biblia continuamente hace referencia a la creación del hombre, obra de la que Dios se siente satisfecho y de la que sigue gozando. Así, por ejemplo, leemos en el capítulo 43 del profeta Isaías estas palabras que Dios dirige a su pueblo, que está triste y humillado en el destierro de Babilonia: Yahveh es tu creador, Jacob; tu plasmador, Israel. No temas,

que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre.

Tú eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy

contigo; si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, la llama no prenderá en ti. Porque yo soy Yahveh tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. […] eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo (Is 43,1-5).

En efecto, Dios nos ama desde siempre: El amor de Dios es eterno (Is 54,8), como dice más adelante por medio de Isaías; Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará (Is 54,10). Con amor eterno te he amado: por eso reservé mi gracia para ti (Jr 31,3).

Además, la Escritura nos recuerda también cómo somos amados por Dios sin mérito alguno de nuestra parte, es decir, gratuitamente. Moisés, antes de morir, recordaba a los israelitas: No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado el Señor de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que os tiene y por guardar el juramento hecho a vuestros

padres, por eso os ha sacado el Señor con mano fuerte y os ha librado de la esclavitud” (Dt 7,8).

En otros textos bíblicos, el carácter personal de este amor de Dios es comparado con las experiencias amorosas más fuertes del hombre. Por ejemplo, el de la madre y su recién nacido. Dice por medio de Isaías: ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se llegase a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mi mano te tengo tatuada... (Is 49,15-16).

O el amor de un padre a su hijo, como nos recuerda por medio de Oseas: “Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo…Yo con todo eso guiaba los pies del mismo Ephraim, tomándolo de sus brazos; aunque no conocieron que yo los cuidaba. Con cuerdas humanas los traje, con cuerdas de amor: y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre sus mejillas, e hice llegar hacia él la comida” (Os 11, 1.3-4).

El amor de Dios hacia el hombre es comparado incluso con el amor de los esposos: Porque como se casa un joven con su doncella, se casará contigo el que te construye, y con el gozo del esposo por su novia se gozará en ti tu Dios (Is 62, 5).

Espíritu Santo de Dios, que eres el fuego eterno de amor divino. Haznos comprender cada vez más profundamente el inmenso amor de Dios, el infinito amor que nos tenéis el Padre, el Hijo, y tú mismo.

Enciéndenos en ese amor, transfórmanos, apra que conozcamos en verdad hasta que punto somos amado por vosotros, Trinidad Santa.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía tu Espíritu, Señor, y serán creadas todas las cosas. Y renovarás la faz de la tierra. Amén.

NOVENO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 7 de junio: un corazón herido por nuestros pecados.

Los días pasados hemos contemplado el amor infinito que Dios nos tiene. Tristemente, con mucha frecuencia hay cristianos que viven una vida de completo olvido de Dios, ignorando o incluso rechazando su amor. Fijaos en lo que reveló Jesús a Santa Margarita María de Alacoque, mientras le mostraba su sagrado corazón herido y sangrando:

“Eso fue lo que más Me dolió de todo cuanto sufrí en Mi Pasión, mientras que, si Me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido

hacer más. Sin embargo, sólo frialdades y desaires tienen para todo Mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades.” (Santa Margarita María de Alacoque)

El dolor que manifiesta Jesús por no ser correspondido en su amor no es una novedad revelada a Santa Margarita. Ya el evangelio de San Juan nos habla dos veces de la sed del Corazón de Jesús, del deseo del amor de los pecadores, en el capítulo 4 y en el 19 (cf. Jn 4, 19; Jn 19, 28). Impresiona mucho recrear estas imagen. En la primera, vemos a todo un Dios deseando y mendigando el amor de una mujer pecadora, una samaritana. En esto el corazón de Dios es muy distinto del corazón del hombre. Para la mentalidad carnal del hombre, “pecador” es sinónimo de “indeseable”, de algo repugnante. Sin embargo, el corazón de Dios -que ama todo ser al crearlo- sigue amando al que le

ofende, porque es amor y no puede negarse a sí mismo (2 Tim 2,13).

La Escritura nos presenta muchas veces los sentimientos de Dios, que son comparados con los sentimientos del esposo enamorado que sufre infidelidad, como por ejemplo en el libro de Oseas y de Exequiel (cf. Os 1; Ez 16). Cuando Dios crea, Dios decide amar eternamente, hasta el final. Al igual que en nuestra vida, cuando alguien decide amar, se hace vulnerable, se expone al sufrimiento, al rechazo, a no ser correspondido. Al amar, se establece un vínculo de amor, nace un deseo, propio del amor, que implica desear el amor de esa persona amada. Cuanto mayor es el amor, mayor es el vínculo y el deseo, y mayor el sufrimiento cuando el amor no es correspondido.

El pecado es el rechazo de ese amor divino; y, por eso, todo pecado debilita o rompe este vínculo de amistad con Dios por parte del hombre. Sin embargo, el deseo de Dios de recibir el amor del hombre permanece intacto a pesar del pecado. Frente al pecado humano, Dios trabajará por recibir el amor del hombre hasta la entrega total de la vida

en la cruz. Lo que hacemos y vivimos le importa mucho a Dios. El Corazón de Jesús nos recuerda esta verdad fundamental de nuestra fe ante la que no podemos vivir de espaldas.

Cuando alguien no tiene en cuenta a los demás decimos que tiene un corazón duro o que no tiene corazón. Podríamos aplicar esto mismo a tantos cristianos, a nosotros mismos, que tantas veces vivimos de espaldas a lo que Dios, que tanto nos ama, siente. Por ello, el cristiano no puede vivir indiferente ante el pecado de los hombres, pues su amor a Dios le debe llevar a sufrir en comunión con los sentimientos de Dios, y a desear el bien de sus hermanos.

Padre Eterno, nunca podremos agradecerte suficientemente tanto amor como nos tienes. ¿cómo es posible que ames sin medida, que nuestros continuos pecados no logren hacerte desesperar, no logren disminuir tu amor por nosotros? ¿Cómo sigues amándosnos a pesar de nuestra continua ingratitud?

Anonadados ante tanto amor, nos rendimos a tu amor, nos abandonamos a tu amor, nos entregamos a tu amor, sin medida.

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras; sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma. Te la doy con todo el amor del que soy capaz, porque te amo, y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres mi Padre. Amén.

DÉCIMO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 8 de junio: Un corazón lleno de misericordia.

Ayer hemos reflexionado sobre el dolor de Dios cuando no es amado por nosotros. Hoy nos preguntamos: ¿Cuál es la reacción del Corazón de Jesús que tanto ama a los hombres frente a nuestra indiferencia? Amar más. La reacción de Dios ante el pecado del hombre es manifestar con más fuerza su propio amor.

La Escritura nos describe el Corazón de Dios como un corazón que se alegra de poder perdonar, que encuentra su gozo en recuperar el amor de aquellos que se habían extraviado por el pecado. Pensemos en la fiesta que organiza el padre de la Parábola del Hijo pródigo (cf. Lc 15). El catecismo nos explica que: “solo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre,

pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza” (CCE 1439).

Acudir al Corazón de Jesús es creer en este amor hasta las últimas consecuencias. Debemos acudir una y otra vez a Él, puesto que nos cuesta creer en la bondad divina hasta límites semejantes y confiarnos a ella. Dejemos a la Santa doctora de la misericordia que nos lo explique:

“Quisiera intentar haceros comprender por medio de una comparación muy sencilla cuánto ama Jesús a las almas, aun imperfectas, que se confían a Él. Supongamos que un padre tiene dos hijos traviesos y desobedientes, y que, al ir a castigarlos, ve que uno tiembla y se aleja de él

con terror, teniendo, sin embargo, en el fondo del corazón el sentimiento de que merece ser castigado; su hermano, al contrario, se arroja en los brazos del padre, diciendo que siente haberlo disgustado, que lo ama y que, para probarlo, de ahora en adelante se portará bien. Después, si este hijo pide a su padre que lo “castigue” con un “beso”, no creo que el corazón del padre

dichoso pueda resistir a la confianza filial de su hijo, cuya sinceridad y amor le son conocidos. No desconoce, sin embargo, que más de una vez su hijo caerá en las mismas faltas, pero está dispuesto a perdonarlo siempre, si siempre su hijo “lo toma” por “el corazón”...” (18 julio 1897).

Dirijámonos también nosotros a Dios con esta confianza filial, sabiendo que nada ni nadie nos podrá apartar jamás de su inmenso amor manifestado en Cristo Jesús. Con la misma oración que ayer, le rezamos:

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras; sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma. Te la doy con todo el amor del que soy capaz, porque te amo, y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres mi Padre. Amén.

UNDÉCIMO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 9 de junio: En la Nueva Alianza, Cristo nos da su corazón.

Hace unos días hablamos de la alianza de amor que Dios quiso hacer con el hombre al crearlo, y que éste, sin embargo, rechazó por el pecado. A partir de esa primera alianza, la de la creación, Dios realizó multitud de intentos por restablecer el pacto de amor que el pecado había roto. Fue estableciendo distintas alianzas: con Noé tras el diluvio, con Abraham en la promesa de formar un gran Pueblo, con Moisés en el Sinaí haciendo a Israel el pueblo de su propiedad, con David al prometerle una monarquía de su linaje... Todo ello son muestras de ese deseo de Dios de establecer un pacto de amor con el hombre, pacto de pertenencia, de amistad… Dios desea el corazón del hombre, es lo

primero que pide Dios en sus mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” (Dt 6,5).

Y tras los sucesivos intentos de alianza por parte de Dios, el pecado volvía a frustrar su plan. Pero Dios nunca se rinde. Y así, en el tiempo de los profetas anunció una alianza definitiva, nueva, que llegaría con el Mesías: la Nueva Alianza. Nueva por tratarse de una alianza distinta a la hecha con Moisés en el Sinaí, pero nueva también porque no envejece, porque no se puede ya romper, porque es eterna.

Jeremías (31, 31-34) nos describe esta alianza como una vuelta a la interioridad. De la misma manera que la primera alianza, la de la creación, remitía al costado de Adán (y por tanto a su corazón), así la nueva alianza tiene que remitir al interior, al corazón nuevo que Dios nos da donde, habiendo derramado su mismo amor, nos hace capaces de vivir en Él y para Él. En esos días de la nueva alianza, profetiza Jeremías, “todos me conocerán”, es decir, todos podrán tener experiencia personal del amor de Dios, pues lo poseerán en su propio corazón.

La promesa de la Nueva Alianza se cumple en los tiempos de Cristo. Esta promesa se realizará de forma definitiva cuando se abra el costado de Cristo y bebiendo de él podamos experimentar que “el amor de Dios se ha derramado en vuestros corazones por el Espíritu Santo que se os ha dado” (Rm 5,5).

Dios desea este pacto de amor con cada uno de nosotros y desea que lo renovemos para poder vivirlo cada ver mejor. Por ello la consagración al Corazón de Jesús es tan agradable para el Señor. Puesto que desea ardientemente vivir esta vida de alianza con nosotros.

Señor Jesús, gracias por la alianza nueva y eterna que has hecho con nosotros. La iniciaste el día de nuestro bautismo, y la llevaste a plenitud en nuestra confirmación y primera comunión. Gracias por tu alianza de amor infinito, por medio de la cual entras en nuestro interior, para amarnos y ser amado por nosotros. Haznos vivir fielmente esta alianza, y conocerla, defenderla y amarla, para estar cada día más unidos a ti.

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe.

Por los siglos de los siglos.

Amén.

DUODÉCIMO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 10 de junio: Dios nos da su corazón para que le amemos.

Dice San Juan de la Cruz que “el amante no puede estar satisfecho si no siente que ama cuanto es amado. Y como ve el alma la verdad de

la inmensidad del amor con que Dios la ama, no quiere ella amarle menos altamente y perfectamente, y para esto desea la actual transformación, porque no puede el alma venir a esta igualdad y entereza de amor si no es en transformación total de su voluntad con la de Dios, en que de tal manera se unen las voluntades, que se hace de dos una y, así, hay igualdad de amor” (Cantico Espiritual A, 37, 2).

El plan de Dios, al pedirnos que le consagremos y entreguemos nuestro corazón y nuestra vida, no es otro que darnos su mismo corazón. La tradición

espiritual de la iglesia nos habla de un fenómeno místico que han vivido algunos santos: el intercambio de corazones. El catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que: “Dios nos llama a todos a esta unión íntima con Él, aunque las gracias especiales o los signos extraordinarios de esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para manifestar así el don gratuito hecho a todos” (CCE 2014).

Por tanto, lo experimentemos místicamente o no, todos estamos llamados a buscar y a recibir un corazón como el de Cristo. Éste es el fin de entregar nuestro corazón al Corazón de Jesús: recibir su mismo amor en nuestro corazón, puesto que Dios sueña con que podamos amarlo así, y desea enriquecernos en la medida en que hagamos de verdad la entrega de nuestra vida.

Sin embargo, con frecuencia ponemos límites al amor, y pensamos que a partir de cierto punto es ridículo, o incluso de tontos, seguir amando… Es entonces cuando debemos dirigir nuestros ojos hacia el costado abierto de Cristo, y aprender de Él a amar hasta la locura, y recibir de Él la capacidad de amar como Él, pues… Mirar al Corazón de Jesús

es contemplar su amor infinito, sin medida, y es ser atraído por Él, ser transformado por Él.

Así, nuestra consagración al Corazón de Jesús nos compromete a no apartar nuestra mirada de Él y a contemplar nuestra vida a la luz de su amor. Todo viene de su amor y todo es una oportunidad para abrirnos a su amor y amarlo.

Corazón de Jesús, transforma mi corazón en el tuyo. Hazme semejante a ti. Hazme capaz de amar como tú; de dar la vida por amor y entregarme como tú. Cuando me falten las fuerzas para amar, dirige mis ojos hacia ti, y al contemplar tu Corazón que ama infinitamente, me avergüence ante mi pobre amor. Que reciba de tu amor infinito tu propio corazón, para sigas amando a los hombres a través de mi corazón que será el tuyo.

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;

Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

Dios mío, peña mía, refugio mío,

escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. (Sal 18)

DÉCIMO TERCER DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 11de junio: Jesús nos muestra su corazón confiado.

El capítulo 11 del evangelio de San Mateo es un lugar precioso para conocer cómo es el Corazón de Jesús, y puede ayudarnos muy bien a preparar nuestra consagración. En este pasaje se nos muestran algunas actitudes propias del que quiere consagrar su vida a Dios.

Jesús eleva una oración desde su corazón al Padre, en medio de sus tareas apostólicas. Después de haber enviado a sus discípulos a anunciar el evangelio, éste es acogido por unos, los sencillos, y rechazado por otros, los soberbios. En medio de esta situación, en la que se palpa un fracaso, Jesús alaba a su Padre diciendo: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas

a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Jesús no se queja ante el rechazo de aquellos que no acogen el evangelio. Simplemente acoge todo lo sucedido con una actitud de gratitud y alabanza ante la sabiduría del Padre, mayor que la de los hombres.

Las cosas no pasan por casualidad, incluso los aparentes fracasos, pues el mundo es movido siempre por el amor de Dios. Dios permite dificultades y desilusiones, que vividas con confianza son, en el fondo, la manera sabia de hacer Dios las cosas. Cuando uno cree de verdad en el amor de Dios, vive como Jesús en ese espíritu de gratitud y alabanza, porque se sabe rodeado de esos cuidados infinitos del amor Dios. Los designios providentes del amor de Dios nunca se equivocan.

Confiar en el Corazón de Jesús, creer en su amor, es creer esto. Aunque uno no puede entender siempre lo que le sucede, especialmente las pruebas, sí puede confiar en los designios sabios de la providencia. La más famosa jaculatoria al Corazón de Jesús es doble. Es muy conocida la segunda

parte, pero tiene una primera. Dice así: Sagrado Corazón de Jesús, creo en tu amor para conmigo. Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Los hombres viven atesorando el éxito. En cambio, para Jesús el tesoro no es el éxito o la eficacia de la misión, sino el amor del Padre que reconoce en todo. Vive en una absoluta confianza en el Padre, que ha dispuesto todo de la mejor manera. Las limitaciones y dificultades son, en el fondo, una oportunidad para vivir en la confianza. Jesús, el Hijo con mayúsculas reconoce el amor y los cuidados de Dios en todo, en las cosas buenas y también en las dificultades. Se sabe guiado y amado por Dios. Consagrarse al Corazón de Jesús, es, entre otras cosas, abandonarse confiadamente a la providencia de Dios, que nunca se equivoca.

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras; sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma. Te la doy con todo el amor del que soy capaz, porque te amo, y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres mi Padre. Amén.

DÉCIMO CUARTO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 12 de junio: Jesús nos muestra su corazón manso y humilde

Para poder vivir el espíritu de confianza filial, gratitud y alabanza, del que hablábamos ayer, es necesario acoger el consejo de Cristo: aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso (Mt 11,29).

Mansedumbre no es solamente renunciar al uso de la fuerza, sino la actitud de corazón que modera la ira en nuestro interior, de tal manera que aceptamos las circunstancias de la vida como son. Cristo, al mirar los acontecimientos de la vida desde el amor y la sabiduría del Padre, vive en gratitud y alabanza, aceptando de corazón que todas las circunstancias de la vida son en realidad un regalo y un don.

Esto es imposible sin humidad. Cristo lleva a plenitud aquella actitud que Dios enseñó a Job. Después de sufrir inmensas calamidades, Job llegó a quejarse. Dios mismo le pregunta: ¿has entrado por las fuentes del mar o paseado por la hondura del océano? ¿te han enseñado las puertas de la muerte o las visto los portales de las sombras? ¿has examinado la anchura de la tierra? Cuéntamelo si lo sabes todo… (Job 38,16-18) Al terminar aquel interrogatorio, Job solo pudo responder: Me siento pequeño, ¿qué replicaré? Me taparé la boca con la mano. Hablé una vez, no insistiré; dos veces, nada añadiré (Job 40,4-5).

El que se aferra a su visión de las cosas, el que se atreve a juzgar los designios de Dios por extraños que parezcan, no puede tener paz ni descanso, no puede vivir en la gratitud y en la alabanza.

Sin embargo, el que confiesa humildemente la verdad, la bondad y la grandeza de Dios, vivirá fácilmente en la alegría y alabanza, porque será capaz de experimentar sus cuidados providentes. Así lo expresó finalmente Job: te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos (Job 42, 5). De ahí

la importancia de acudir al Corazón de Jesús como escuela permanente de humildad. Un hijo lo recibe todo de su padre. Su limitación y dependencia no es un sufrimiento, sino la ocasión gozosa de sentirse siempre cuidado por el padre. Cristo, el Hijo, nos enseña a vivir en la gratitud filial de sentirse cuidado, amado continuamente por el Padre. Vive en la alegría de saberse colmado de los dones del Padre, de quien recibe todo. Y en él descansa su corazón.

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu, mi alma, mi ser, mis inquietudes, mis fracasos, mis frustraciones, mis miedos, mis ilusiones, mis deseos, mis esperanzas, mis sueños, mis temores… en definitiva, todo lo que hay en mí, y lo confía a tu inmensa bondad. Sé que no hay nadie más bueno ni más poderoso que Tú, y por eso mi alma descansa en paz, confiada en tu amor infinito que cuida de mí, me protege, y busca por encima de todo mi felicidad. Bendito Padre, te alabaré por siempre con todo mi ser, y nada ni nadie logrará jamás que mi lengua te maldiga.

Padre Nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Amén.

DÉCIMO QUINTO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 13 de junio: el amor del Corazón de Jesús es un amor crucificado

Hace unos días vimos una de las revelaciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita. Escuchemos hoy otra manifestación importante que tuvo esta santa:

“El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más brillante que el sol, y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz en la parte superior...

la cual significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir, desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en la cruz, quedando lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión” (Santa Margarita)

En estas palabras de Santa Margarita entendemos la manera tradicional de representar al Sagrado Corazón de Jesús. Su amor apasionado a la humanidad es representado por el fuego. Este amor apasionado es al mismo tiempo un doble deseo ardiente: el de recibir el amor de los hombres, y el deseo vehemente de mostrar su amor sufriendo por ellos en la cruz para atraerlos a sí.

Los evangelios manifiestan la conciencia clara que tuvo Cristo durante su vida mortal de que su misión era redentora, e implicaría el sacrificio definitivo de la vida en la cruz. Esta entrega fue anunciada solemnemente y predicha incluso con sus

detalles. Su amor al Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad (1 Tm 2,3-4) y su amor a la humanidad, le empujaron a esta entrega.

El amor hasta el extremo pasa por el sufrimiento, por eso el Corazón de Jesús está representado con las espinas, la llaga y coronado por la misma cruz. Conocemos especialmente este amor personal cuando, contemplando la pasión de Cristo, hacemos nuestra la experiencia de San Pablo, que dijo: me amó y se entregó por mí (Gal 2,20).

Esta frase de San Pablo tiene varios sentidos reales y complementarios: Jesús se entregó por mi pecado, en mi puesto, por mi salvación y conociéndome y amándome personalmente. El amor del Corazón de Jesús, tal y como se nos revela en la cruz, es un amor de completa entrega de la vida, no solo por la humanidad en general, sino conociendo y amando personalmente a cada uno de aquellos por los que Cristo se ofrece.

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe.

Por los siglos de los siglos.

Amén.

DÉCIMO SEXTO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 14 de junio: el amor crucificado (y II)

Comenzamos hoy nuestra meditación con estas palabras de San Agustín dirigidas a Cristo crucificado:

“Imprime, Señor, tus heridas en mi corazón, para que yo lea el sufrimiento en el mismo y el amor: el sufrimiento, para que yo soporte por ti todo el sufrimiento; quiero, que pueda despreciar por Ti todo otro amor. Escribe, digo, mi amantísimo Salvador, escribe en mi corazón tus llagas, con el fin de que se me permita ver siempre en mi interior los sufrimientos y Tu amor. Sí, porque, teniendo ante mis ojos los grandes sufrimientos que Tú, mi Dios, has soportado conforme, pueda soportar en silencio todos los sufrimientos en que se pueda caer en suerte soportar; y al ver el amor que exhibiste para mí en la cruz,

nunca pueda amar o ser capaz de amar cualquier otro que Tú”. (San Agustín)

El amor contemplado empuja a amar de una manera semejante. Por eso, el que contempla el amor del Corazón de Jesús que se manifiesta en su pasión, no solo quiere hacer cosas por él, sino imitarlo también en sus padecimientos.

“Dadme un alma que ame, y sentirá lo mismo que digo yo”, decía San Agustín. Es solo la lógica que se aprende contemplando el amor divino hasta el extremo la que nos enseña este camino. No es otro camino que el del evangelio: el que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16, 24).

Hasta que por el amor no nos incorporamos a la pasión del Señor, y -como los santos- deseamos sufrir por él, no está completa en nosotros la cristificación. Los evangelistas, cada uno a su manera, nos muestran la vida de Cristo como un gran camino hacia la cruz. Su tarea de redentor no está completa hasta que no se consuma su entrega en la cruz. Así también nosotros, somos verdaderos discípulos suyos

cuando aprendemos a ofrecernos con él en la cruz por amor. Valemos mucho más por lo que sufrimos que por lo que hacemos.

¿Cómo se aprende a completar en uno mismo lo que falta a la pasión de Cristo? (cf. Col 1,24) Mirando con amor al Corazón de Jesús que da su vida en la cruz.

No me mueve, mi Dios, para quererte

el cielo que me tienes prometido;

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido;

muéveme el ver tu cuerpo tan herido,

muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,

que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,

y, que aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera;

pues, aunque cuanto espero no esperara;

lo mismo que te quiero te quisiera.

Amén.

DÉCIMO SÉPTIMO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 15 de junio: renovar nuestro bautismo con nuestra consagración personal al Corazón de

Jesús

La vida cristiana comienza con el Bautismo. Gracias a él recibimos el don de ser Hijos de Dios, de dirigirnos a Dios, de ofrecerle nuestra vida. Por el bautismo participamos de la misma vida de Jesucristo.

Consagrarse, en el fondo, es romper la separación que divide lo divino de lo profano, para ser introducido en el ámbito de Dios, a quien se le dedica la vida. Las palabras con las que Cristo instituye el bautismo para todos los hombres tienen mucho que ver con esto. Recordemos que bautizar, en griego, significa, sumergir. Por lo tanto, podríamos traducir sus mismas palabras así: id y haced

discípulos a todos los pueblos, sumergiéndolos hacia el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,19). Ser bautizado, por lo tanto, es esto: ser introducido y empapado en el misterio del amor de Dios, de las tres divinas personas.

Esto, podríamos decir que es el aspecto objetivo de la consagración del cristiano. Por el bautismo tenemos este acceso a Dios. No obstante, hace falta que cada uno de nosotros quiera vivir esta consagración, puesto que podemos vivir al margen de esta familia a la que pertenecemos. Aquí es donde viene el papel de la consagración al Corazón de Jesús. Contemplar su amor infinito, descubrirlo y ponerlo en el centro de nuestra vida, tiene aquel efecto que dijo el Señor en el evangelio: cuando sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí (Jn 12,20).

Nada mueve más a amar que sentirse amado. Consagrarse al Corazón de Jesús es un compromiso de vivir cerca del amor con el que Cristo me ama ahora, de buscar conocer cada vez más el amor con el que se entregó dando la vida por nosotros, para experimentar ese efecto saludable de sentirnos

movidos a entregarle nuestra propia vida. Antes que un compromiso frío, hecho por fuerza de voluntad, es experimentar cómo el amor de Cristo está llamado a modelar y transformar nuestro propio corazón, haciendo suave y dulce nuestra entrega.

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras; sea lo que sea, te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma. Te la doy con todo el amor del que soy capaz, porque te amo, y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres mi Padre.

Amén.

DÉCIMO OCTAVO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 16 de junio: la consagración de colectivos al Corazón de Jesús

Hasta ahora hemos venido hablando del amor personal que nos tiene Jesucristo. Este amor es íntimo, pero no es intimista. Por eso, además de ese amor personal, Dios nos ama y nos cuida como colectivo, como comunidad. No nos ha creado como seres aislados, sino que, al igual que él es trino y las tres personas divinas viven en una hermosa comunión de amor, los seres humanos estamos llamados a vivir también en relación y a construir comunidades a diversos niveles.

Decía Aristóteles que el todo es más que la mera suma de las partes. En la vida social esto se percibe enseguida, puesto que es fácil observar que cada colectivo tiene su propio ambiente, de tal manera

que ese ambiente que se crea influye para bien o para mal en la vida de cada uno de los individuos que componen la sociedad.

Dios quiere bendecir cada uno de nuestros ambientes. Esa fuente inagotable de bien, de verdad y de belleza que es Dios, está deseando darnos de sus riquezas infinitas. La paz no es solamente ausencia de guerras, sino esa “tranquilidad en el orden”. Cuando todo está en su sitio hay tranquilidad, se está a gusto.

Poner en el centro de nuestras comunidades el amor del Corazón de Jesús tiene ese efecto. Cuando reina entre nosotros el amor de Dios, cuando todos tenemos facilidad para reconocer cuál es la verdad y el bien que Dios nos enseña, reina el orden y la paz. Los intentos meramente humanos de construir el orden y la paz terminan como la Torre de Babel. Recordemos, a este respecto, aquel famoso versículo del salmo 126: si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles (Sal 126,1).

De ahí que los amantes del Corazón de Jesús pueden y deben intentar, con la debida prudencia,

que su imagen sea expuesta y honrada allá donde se la quiera aceptar. Decía San Manuel González que solamente pronunciar las palabras “Corazón de Jesús” es sembrar amor. ¡Cuánto más por lo tanto se siembra amor cuando se coloca la imagen del Corazón de Jesús en algún lugar principal de nuestras comunidades! Y lo hacemos no para adornar una estancia, sino para confiarle nuestra vida común, para que nos haga el regalo de permanecer unidos en el amor, de permanecer juntos según ese plan hermoso que tiene Él para cada uno de nosotros y para nuestras comunidades.

Sagrado Corazón de Jesús, entra en nuestras comunidades, en nuestros hogares, también visiblemente con una imagen tuya, para que traigas tu amor, paz y orden a nuestras casas. Que tu presencia en medio de nosotros a través de la representación del Sagrado Corazón sea fuente de vida para todos nosotros.

Corazón Sagrado de Jesús,

en Vos ponemos toda nuestra confianza,

temiéndolo todo de nuestra fragilidad,

esperándolo todo de vuestra bondad:

sed el único objeto de nuestro amor,

el protector de nuestra vida,

el sostén en nuestra debilidad,

la reparación de nuestras faltas,

la seguridad de nuestra salvación y

nuestro refugio en la hora de la muerte.

Amén.

DÉCIMO NOVENO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 17 de junio: la consagración de la familia al Corazón de Jesús

En la meditación de ayer reflexionábamos sobre la importancia de que Jesús esté en el centro de nuestras comunidades. Él mismo insiste a Santa Margarita en los beneficios que esto tiene:

“Bendeciré los hogares donde mi imagen sea expuesta y venerada” (El Corazón de Jesús a Santa Maragarita)

Si hay un colectivo que existe por deseo de Dios, ese es la familia. A nuestra familia le debemos todo lo que somos y tenemos. Ella es el santuario donde nace y se custodia cada vida y la célula básica

desde donde se educan las personas que constituyen la sociedad. Si hay una comunidad que se constituye por amor, donde las relaciones se basan antes que nada en el amor, y que subsiste crece y se desarrolla gracias al amor, esa es la familia.

El Padre Mateo Crawley, en Paray Le Monial, tuvo la inspiración de consagrar las familias al Corazón de Jesús y de entronizar su imagen en los hogares. Los papas de la época, San Pío X y Benedicto XV, alentaron enormemente esta obra. Este último escribió una carta en la que daba tres razones importantes para hacerlo, igualmente válidas hoy: la presencia del Sagrado Corazón de Jesús es la mejor medicina frente a la mentalidad contraria a la vida, contra el aumento de los divorcios y ante la pretensión social de dar una educación laicista.

El Corazón de Jesús sigue llamando a la puerta de cada familia, como lo hizo el Señor con Zaqueo: hoy quiero hospedarme en tu casa (Lc 19,5). Jesús quiere ser ese amigo de la familia, rodeado del afecto de todos. Quiere ser ese Rey de amor que tenga sus corazones rendidos de tal manera que el

espíritu de vida del evangelio impregne las costumbres de esa familia. El Corazón de Jesús quiere proteger a cada uno de sus miembros contra el egoísmo y el resto de los enemigos del amor en la familia.

Ojalá la imagen del Corazón de Jesús fuese en cada familia el lugar donde acudir a descansar, a encontrar la paz de corazón cuando se pierde, donde encomendar a cada miembro, las situaciones diarias y los problemas, viviéndolo todo desde el amor y la confianza en Él. Ojalá fuese el lugar donde orar juntos cada día y también donde cada uno pueda tener un rato de tranquilidad a solas con el Señor, cuando no se puede ir al Sagrario.

Corazón Sagrado de Jesús,

en Vos ponemos toda nuestra confianza,

temiéndolo todo de nuestra fragilidad,

esperándolo todo de vuestra bondad:

sed el único objeto de nuestro amor,

el protector de nuestra vida,

el sostén en nuestra debilidad,

la reparación de nuestras faltas,

la seguridad de nuestra salvación y

nuestro refugio en la hora de la muerte.

Amén.

VIGÉSIMO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 18 de junio: la consagración de una nación al Corazón de Jesús

Gran parte de lo que somos lo debemos también a la patria donde hemos nacido y crecido. Hay una sabiduría, unos bienes comunes, que cada nación entrega a sus individuos. La palabra “patria” deriva de padre; por eso el catecismo de la Iglesia Católica incluye entre los deberes del cuarto mandamiento el amor a la patria (cf. CCE 2199).

Cada una de las naciones que existen, en la lógica de lo que hemos planteado anteriormente, es cuidada y bendecida por Dios, teniendo su papel en la historia de la humanidad, que es también la historia de la salvación que Dios nos ofrece.

Cuando el ángel se apareció a los pastorcitos de Fátima, antes de las apariciones de la Virgen, se presentó a sí mismo como el Ángel de la Guarda de Portugal. Manifestaba con estas palabras que existen unos cuidados providentes de Dios para cada una de las naciones, y no solo para los individuos en particular.

Cuando oramos o confiamos al Corazón de Jesús nuestra patria, lo que hacemos es colaborar con este amor providente de Dios, que quiere contar con cada uno de nosotros. Es un misterio impresionante pensar que la salvación de unos depende también de la oración y de los sacrificios de otros. Así, en Fátima, la Virgen pidió oraciones y sacrificios a los pastorcitos en favor de otros, individuos y naciones, haciendo referencia a algunos acontecimientos históricos.

De ahí que sea tan importante orar y trabajar por la consagración de nuestras patrias al Corazón de Jesús. Este deseo ya fue expresado por el mismo Corazón de Jesús a Santa Margarita, cuando le pidió que el rey realizase la consagración de Francia. Por lo mismo, el Papa San Juan Pablo II

consagró Rusia al Corazón Inmaculado de María a instancias de Sor Lucía de Fátima, quien le trasladó la petición de la Virgen.

Así pues, Dios desea establecer la civilización del amor en cada lugar, y la consagración de un país al Sagrado Corazón -por la que se confía el bien común de la sociedad a su amor- es una manera magnífica de colaborar con él para que se haga realidad lo que pedimos cada día en el Padrenuestro: ¡Venga a nosotros tu reino!

Padre Nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal. Amén.

VIGÉSIMO PRIMER DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 19 de junio: la consagración del mundo al Corazón de Jesús

La consagración del mundo al Corazón de Jesús la realizó el Papa León XIII en el año 1899. Fue el colofón de un largo recorrido, no siempre fácil, pues las consagraciones colectivas siempre han sido cuestionadas. Algunos se preguntan: ¿cómo se puede consagrar un colectivo si hay miembros que no se suman o se oponen? ¿no será más bien una consagración de los miembros de la Iglesia? Cuando el Papa Pío IX realizó -a instancias de Enrique Ramière- el primer intento de consagración del mundo al Corazón de Jesús, utilizó una fórmula que dejaba claro que se trataba de la consagración de los fieles cristianos del mundo, de la Iglesia.

Pero León XIII fue más allá, gracias a la influencia de la Beata María del Divino Corazón. Ella insistió en que el Corazón de Jesús deseaba que se le consagrase explícitamente el mundo entero. Esta religiosa de procedencia alemana que vivía en Oporto le profetizó una grave enfermedad de la que se restablecería finalmente. Este hecho empujó a León XIII a estudiar detenidamente la cuestión. Fue el Cardenal Mazella, inspirándose en Santo Tomás de Aquino, el que aportó un fuerte fundamento teológico a la petición de esta religiosa. El razonamiento de Mazella pasó al texto magisterial de la encíclica Annum Sacrum. Podemos resumirlo de la siguiente manera: Cristo, por su condición divina posee una autoridad objetiva sobre el género humano. Por tanto, en nombre de Cristo, su vicario, posee autoridad para consagrar al género humano.

Esta idea de la realeza universal de Cristo la retomará Pío XI al instituir la fiesta de Jesucristo Rey del Universo. Pedirá que en esta fiesta se renueve, cada año, la consagración del mundo a Cristo. Hasta ese momento, la Iglesia renovaba anualmente dicha consagración en junio, en la Solemnidad del

Corazón de Jesús, tal y como lo mandó San Pío X. Hoy día, el “enquiridium indulgenciarum” mantiene la indulgencia plenaria a los que, en el día de Jesucristo Rey del universo, recen públicamente la oración de León XIII en un oratorio o iglesia (cf. n. 27).

Jesús, dulcísimo Redentor del género humano, míranos postrados humildemente delante de tu altar; tuyos somos y tuyos queremos ser, y a fin de estar más firmemente unidos a ti, he aquí que, hoy día, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.

Muchos, Señor, nunca te conocieron; muchos te desecharon al quebrantar tus mandamientos; compadécete, Jesús, de los unos y de los otros, y atráelos a todos a tu Santo Corazón. Sé Rey, ¡Señor!, no sólo de los fieles que jamás se separaron de ti, sino también de los hijos pródigos que te abandonaron; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, no sea que perezcan de miseria y de hambre.

Sé Rey de aquéllos a quienes engañaron opiniones erróneas y desunió la discordia; tráelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que luego no quede más que un solo rebaño y un solo pastor.

Sé Rey de los que aún siguen envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo. A todos dígnate atraerlos a la luz de tu Reino.

Mira, finalmente, con ojos de misericordia, a los hijos de aquel pueblo, que en otro tiempo fue tu predilecto; que también descienda sobre ellos, como bautismo de redención y vida, la sangre que reclamó un día contra sí.

Concede, Señor, a tu Iglesia incolumidad y libertad segura, otorga a todos los pueblos la tranquilidad del orden; haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola aclamación: “ALABADO SEA EL DIVINO CORAZÓN, POR QUIEN HEMOS ALCANZADO LA SALUD...; A ÉL GLORIA Y HONOR, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS”. Amén

VIGÉSIMO SEGUNDO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 20 de junio: la consagración del mundo al Corazón de Jesús (II parte)

Hoy continuamos con la reflexión de lo que significa la consagración del mundo entero. Como ya habéis podido observar, consagrar es un término que admite un amplio abanico de formas, grados y matices.

Por ejemplo, no es lo mismo la consagración bautismal, común a todo cristiano, que la vida consagrada, mediante la profesión de votos u otros vínculos en un instituto de vida consagrada. En ambos casos hablamos de algo en parte igual y en parte distinto. Otro ejemplo: cuando decimos que un objeto que se va a dedicar exclusivamente al culto también lo consagramos. Igualmente, usamos el término al recordar que los fieles laicos están

llamados a consagrar las realidades temporales (cf. LG 34), aunque a veces se intercambia esa expresión por la de ordenar las realidades temporales según Cristo, que es la usada en el Catecismo (cf. CEC 898).

La oración de León XIII -siguiendo la argumentación de Mazella- aplica el término consagración a los que recitan la oración. Cada uno de ellos “se consagra voluntariamente” al Corazón de Jesús; sin embargo, lo evita para el resto del mundo. Distingue, por tanto, dos situaciones distintas: la de los que recitan la consagración, y la de los que no. Los primeros se confiesan públicamente de Cristo, y por medio de la consagración le confían la realidad social completa. Se trata de entregar toda la humanidad, todo el género humano, a Dios, para que desde su omnipotencia y sabiduría Él nos cuide y bendiga.

Este planteamiento se ha mantenido en otras fórmulas de consagración, como la que utilizó San Juan Pablo II para consagrar el mundo al Corazón Inmaculado de María, o la que utilizó Benedicto XVI para consagrar a los jóvenes del mundo al Corazón

de Jesús en la JMJ de Madrid 2011. En el fondo, lo que subyace es la misma lógica de la oración sacerdotal de Jesús, cuando antes de subir a la cruz, dice: “yo por ellos me consagro, para que sean ellos también consagrados en la verdad” (Jn 17,19).

La entrega redentora de Cristo es un acto de perfecta consagración de su propia humanidad mediante un sacrificio. Además, esta consagración está llamada a dar fruto, puesto que su entrega por amor, manifestando a la humanidad su amor redentor, atraerá a los hombres hacia Él.

En una consagración pública aprendemos de Cristo esta entrega en favor de la humanidad, al mismo tiempo que se la presentamos. Es por ello un acto de gran fruto. No olvidemos que el mismo León XIII, refiriéndose a la consagración del mundo al Corazón de Jesús, dijo en una audiencia al Obispo de Lieja Doutrioux: “voy a realizar el acto más grandioso de mi pontificado”.

Hagamos también hoy nosotros algo grandioso, renovando -como hicimos ayer- esta consagración

del mundo entero al Sagrado Corazón con las palabras de León XIII:

Jesús, dulcísimo Redentor del género humano, míranos postrados humildemente delante de tu altar; tuyos somos y tuyos queremos ser, y a fin de estar más firmemente unidos a ti, he aquí que, hoy día, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.

Muchos, Señor, nunca te conocieron; muchos te desecharon al quebrantar tus mandamientos; compadécete, Jesús, de los unos y de los otros, y atráelos a todos a tu Santo Corazón. Sé Rey, ¡Señor!, no sólo de los fieles que jamás se separaron de ti, sino también de los hijos pródigos que te abandonaron; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, no sea que perezcan de miseria y de hambre.

Sé Rey de aquéllos a quienes engañaron opiniones erróneas y desunió la discordia; tráelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para

que luego no quede más que un solo rebaño y un solo pastor.

Sé Rey de los que aún siguen envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo. A todos dígnate atraerlos a la luz de tu Reino.

Mira, finalmente, con ojos de misericordia, a los hijos de aquel pueblo, que en otro tiempo fue tu predilecto; que también descienda sobre ellos, como bautismo de redención y vida, la sangre que reclamó un día contra sí.

Concede, Señor, a tu Iglesia incolumidad y libertad segura, otorga a todos los pueblos la tranquilidad del orden; haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola aclamación: “ALABADO SEA EL DIVINO CORAZÓN, POR QUIEN HEMOS ALCANZADO LA SALUD...; A ÉL GLORIA Y HONOR, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS”. Amén

VIGÉSIMO TERCER DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 21: La imagen del Corazón de Jesús en el centro de España

Cada una de las imágenes del Corazón de Jesús tiene el don de expresar algún aspecto del misterio infinito del amor divino que está en el corazón humano de Jesucristo.

La imagen del Cerro de los Ángeles, en sus dos versiones, la antigua y la nueva, fue realizada por el escultor Aniceto Morales. Él mismo quiso explicar, aunque con pocas palabras, el significado de la imagen que esculpió en la piedra dos veces.

Tomemos las mismas palabras del escultor: “la actitud reposada y su forma sencilla, tal como nos la imaginamos predicando a la Humanidad; la expresión dulce, serena y majestuosa; los brazos,

extendidos suavemente, como amparando y acogiendo a cuantos a Él desean llegar, y la mano derecha en actitud de bendecir”.

Es al mismo tiempo una imagen muy sencilla, Jesús con una simple túnica. Esto nos recuerda su humanidad, su cercanía a los hombres. El Corazón de Jesús es ese Jesús del que nos hablan los evangelios, plenamente humano. Aunque la escultura es anterior, expresa muy bien lo que el Concilio Vaticano II explicó del Corazón de Jesús: “El Hijo de Dios [...] trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado” (GS 22,2).

Por eso, nadie queda excluido de la invitación que figura en la cornisa de la Basílica, inspirada en el evangelio de San Mateo: “Venid a mí…”. Cada uno de nosotros puede y debe sentirse entendido, amado sin condiciones, acogido por su pecho abierto, donde su corazón late de amor para

nosotros, aunque acudamos a Él cargados con nuestros pecados.

Verdaderamente humano, Jesús conoce todas las situaciones de nuestra vida; por eso, es el refugio donde podemos descansar, recuperar la paz, ser iluminados por la luz de su amor infinito que nos marca siempre el camino correcto a recorrer; o es el lugar donde escuchar esa palabra dicha de Corazón a corazón, personal, que solo cada uno de nosotros puede entender, porque nos la dice el único que nos conoce en nuestro interior…

Sagrado Corazón de Jesús, nos has amado con tu humanidad perfecta, y sigues amándonos incesantemente día tras día. Tu imagen del Cerro de los Ángeles, y de tantos otros santuarios, nos lo recuerdan. Al mirarte escuchamos en el alma tu invitación: “venid a mí, los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré; en mí encontraréis vuestro descanso, vuestra paz, vuestro gozo, vuestra plenitud”. Sí, Jesús, acudimos a ti llenos de confianza, porque te necesitamos, porque el camino de la vida es largo, a veces oscuro. Sin ti no tenemos fuerzas para caminar, ni para seguir amando.

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe.

Por los siglos de los siglos.

Amén.

VIGÉSIMO CUARTO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 22 de junio: La promesa de reinar en España

El centenario que estamos conmemorando nos recuerda algo que la Sagrada Escritura repite continuamente. La historia, toda historia, personal y colectiva, es historia de la salvación que Dios, el cual nunca se cansa de atraernos a sí mismo, va llevando adelante porque es omnipotente. Dios guía la historia hacia su plenitud, hacia la salvación final y definitiva.

La luz de la inteligencia humana no tiene capacidad para percibir esto con todas sus consecuencias y en todos sus detalles. No obstante, es cierto que de vez en cuando se nos conceden señales para alimentar nuestra fe y nuestra esperanza.

Algunas de estas señales son acontecimientos y personas providenciales que tienen una misión especial en esta historia de salvación. Y en este punto, no podemos dejar de referirnos al Beato Bernardo Francisco de Hoyos como testigo de estos cuidados del Corazón de Jesús. Aquel joven jesuita comprendió la fuerza del amor del Corazón de Jesús para atraer a todos los hombres, y señaló al Corazón de Jesús para que los hombres lo conociesen, y al mismo tiempo rogaba también a este Corazón que derramase todas sus bendiciones sobre España.

Y haciendo esta oración, recibió una promesa que debe ser aliento para los apóstoles y amantes del Corazón de Jesús: “reinaré en España y no con menos veneración que en otras partes”. Se trata de una promesa cumplida, pues vemos ya con la perspectiva de cien años el regalo de estar consagrados como país al Corazón de Jesús. Pero esta promesa debe seguir animando nuestra oración y nuestro apostolado, puesto que este reinado del Corazón de Jesús sobre los corazones, puede y debe perfeccionarse, y es necesario ganar para

Cristo los corazones de los hombres de cada generación.

Esta promesa debe hacer viva para nosotros aquella promesa suya de volver un día con poder y gloria, al tiempo que a cada generación se le regala el don de poder construir ese reino final de Cristo que no tendrá fin. Reino que -como es de amor- tiene que venir necesariamente por la invitación a mirar a su corazón, siempre lleno de amor por los hombres; pero no por los hombres en general: por eso muestra su amor a cada uno en particular, a cada familia, a cada pueblo.

Acordaos ¡oh sagrado Corazón de Jesús! de todo lo que habéis hecho por salvar nuestras almas, y no las dejéis perecer. Acordaos del eterno e inmenso amor que habéis tenido por ellas; no rechacéis estas almas que vienen a Vos, agobiadas bajo el peso de sus miserias oprimidas bajo el de tantos dolores. Conmoveos a la vista de nuestra debilidad, de los peligros que nos rodean por todas partes, de los males que nos hacen suspirar y gemir.

Llenos de confianza y amor, venimos a vuestro Corazón, corno el corazón del mejor de los padres, del más tierno y más compasivo amigo. Recibidnos, ¡oh Corazón sagrado! en vuestra infinita ternura; hacednos sentir los efectos de vuestra compasión y de nuestro amor; sed nuestro apoyo, nuestro mediador cerca de vuestro Padre, y en nombre de vuestra preciosa sangre y de vuestros méritos, concedednos la fuerza en nuestras debilidades, consuelo en nuestras penas, y la gracia de amaros en el tiempo y de poseeros en la eternidad.

Corazón de Jesús, yo vengo a Vos porque sois mi único refugio, mi sola pero cierta esperanza; Vos sois el remedio de todos mis males, el alivio de todas mis miserias, la reparación de todas mis faltas, la seguridad de todas mis peticiones, la fuente infalible e inagotable para mí, y para todos la luz, fuerza, constancia, paz y bendición.

Estoy seguro que no os cansaréis de mí y que no cesaréis de amarme, protegerme y ayudarme, porque me amáis con un amor infinito.

Tened piedad de mí, según vuestra gran misericordia, y haced de mí, por mí, y en mí todo lo que queráis, porque yo me abandono a Vos con una entera confianza de que Vos no me abandonaréis jamás.

VIGÉSIMO QUINTO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 23 de junio: la inspiración a Santa Maravillas de Jesús

Mientras peregrinamos en este mundo, cada don de Dios, cada victoria en la batalla del bien y del mal que se libra en cada corazón -y también en el mundo- es al mismo tiempo el final de algo y un nuevo punto de partida.

La gran promesa de reinar en España, cumplida con la construcción del monumento y con la consagración de España al Corazón de Jesús, tuvo una nueva protagonista, que marcó una nueva dirección en la misión que tendrá siempre la Iglesia hasta el fin de los tiempos.

Una vez que el monumento se erigió, Santa Maravillas de Jesús sintió la llamada a acompañar y

a hacer acompañar al Corazón de Jesús con las siguientes palabras: “Mi corazón necesita ser consolado, España se salvará por la oración”.

Los hombres miramos la capa superficial de la historia, pero es Dios quien ve la realidad por completo. No son los protagonistas humanos los que salvan la historia, sino aquellos que por su gran unión con Dios abren la puerta para que Dios pueda salvar y bendecir. Así, hombres y mujeres nada famosos, por su entrega de la vida escondida, por su gran amor, son los que cambian la historia.

Y aquí encontramos una indicación providencial del Señor a Santa Maravillas y, en ella, a todos nosotros. Aquellos hombres y mujeres de oración, que vivan cerca del Corazón de Jesús, que sientan su dolor por la frialdad y lejanía de tantos hombres, y que, sintonizando con los sentimientos propios del amor, le acompañen en la oración, poniendo amor donde otros ponen lo contrario, sostendrán la historia, construirán ese Reino de Cristo que tiene que venir.

Para entender esto, resultan muy pertinentes estas hermosas palabras de la Encíclica Mystici Corporis del Papa Pío XII: “Misterio verdaderamente tremendo y que jamás se meditará bastante, el que la salvación de muchos dependa de las oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, dirigidas a este objeto”.

Señor Jesús, queremos ofrecernos como víctimas vivas, unidos a tu Corazón, por la salvación del mundo. Queremos entregarnos a la oración, a la súplica, al sacrificio por nuestros hermanos los hombres.

AMOR del Corazón de Jesús, Abrasad mi corazón.

HERMOSURA del Corazón de Jesús, Cautivad mi corazón.

BONDAD del Corazón de Jesús, Atraed mi corazón.

CARIDAD del Corazón de Jesús, Derramaos en mi corazón.

CLEMENCIA del Corazón de Jesús, Consolad mi corazón.

DOMINIO del Corazón de Jesús, Sujetad mi corazón.

DULZURA del Corazón de Jesús, Penetrad mi corazón.

EQUIDAD del Corazón de Jesús, Reglad mi corazón.

ETERNIDAD del Corazón de Jesús, Llenad mi corazón.

FIDELIDAD del Corazón de Jesús, Proteged mi corazón.

FUERZA del Corazón de Jesús, Sostened mi corazón.

GLORIA del Corazón de Jesús, Ocupad mi corazón.

GRANDEZA del Corazón de Jesús, Confundid mi corazón.

HUMILDAD del Corazón de Jesús, Anonadad mi corazón.

INMUTABILIDAD del Corazón de Jesús, Fijad mi corazón.

JUSTICIA del Corazón de Jesús, No abandonéis mi corazón.

LIBERALIDAD del Corazón de Jesús, Enriqueced mi corazón.

LUZ del Corazón de Jesús, Iluminad mi corazón.

MISERICORDIA del Corazón de Jesús, Perdonad mi corazón.

OBEDIENCIA del Corazón de Jesús, Someted mi corazón.

PACIENCIA del Corazón de Jesús, No os canséis de mi corazón.

PRESENCIA del Corazón de Jesús, Aficionad mi corazón.

PROVIDENCIA del Corazón de Jesús, Velad sobre mi corazón.

REINO del Corazón de Jesús, Estableceos en mi corazón.

SABIDURÍA del Corazón de Jesús, Conducid mi corazón.

SANTIDAD del Corazón de Jesús, Purificad mi corazón.

SILENCIO del Corazón de Jesús, Hablad a mi corazón.

CIENCIA del Corazón de Jesús, Enseñad a mi corazón.

PODER del Corazón de Jesús, Asegurad mi corazón.

VOLUNTAD del Corazón de Jesús, Disponed de mi corazón.

CELO del Corazón de Jesús, Devorad mi corazón.

VIGÉSIMO SEXTO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 24 de junio: Reparar y consolar al Corazón de Jesús (I)

Una verdadera espiritualidad del Corazón de Jesús es inseparable de un espíritu de reparación. La reparación es la respuesta natural de aquel que ha conocido el amor de Dios, que es sensible a nuestra respuesta.

Hablar del Corazón de Cristo es hablar de la encarnación, de un corazón verdaderamente humano. De un Dios que ha querido ser hombre. Tanto al crearnos, como al encarnarse, Dios ha establecido una alianza, un pacto de amor con la humanidad.

En la experiencia humana ocurre algo semejante a lo que ocurre en el Corazón de Dios. Uno puede decidir no amar, no embarcarse en una amistad con

alguien porque entiende que no conviene. Pero si voluntariamente se da el paso de amar, si uno establece vínculos de afecto y amistad con esa persona, ocurren dos cosas: 1ª) su suerte, buena o mala, me afecta, y es alegría o tristeza para mí, y 2ª) cualquier ruptura de ese vínculo de amor y amistad resulta dolorosa. En efecto, es imposible amar a una persona sin desear al mismo tiempo que esa persona le ame a uno.

Así, en Dios existe, a pesar de su impasibilidad divina, un extraño y misterioso tipo de sufrimiento. San Bernardo lo expresaba con estas palabras: “Dios es impasible, pero no incompasible” (Sobre el Cantar de los cantares, 26,5). El amor le lleva a ser una cosa con el hombre, por lo tanto, por su amor compasivo participa de la pasibilidad del hombre; de tal modo que le afecta su mal y su frialdad.

La reparación parte de la amistad real que Dios nos ofrece, de la intimidad divina abierta, de compartir sus deseos de ser amado por el hombre que tantas veces los evangelios describen, de su amor apasionado que le lleva a dar la vida por los hombres.

Solo participando de estos sentimientos se puede entender la necesidad que se experimenta de poner un amor especial, en nuestra oración o en otras obras, que puedan agradar a Dios para compensar su Amor infinito no amado. O incluso de ofrecer sacrificios, unido a su pasión, con el deseo de participar de su mismo amor redentor a los hombres, ganándolos para sí.

En esta actitud se conjuga el amor al prójimo, cuyo bien se desea, con el amor a Dios, consolado porque hay quienes desean ganar almas para Dios y corresponder a su Amor no amado.

-Dios, Padre Celestial, ten piedad de nosotros -Dios Hijo, Redentor del mundo, -Dios, Espíritu Santo, -Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, -Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre, -Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo, -Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios, -Corazón de Jesús, de infinita majestad, -Corazón de Jesús, templo santo de Dios,

-Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, -Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, -Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, -Corazón de Jesús, santuario de la justicia y del amor, -Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, -Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, -Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, -Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, -Corazón de Jesús, en quien se hallan todos los tesoros de la sabiduría, y de la ciencia, -Corazón de Jesús, en quien reside toda la plenitud de la divinidad, -Corazón de Jesús, en quien el Padre se complace, -Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos recibido, -Corazón de Jesús, deseado de los eternos collados, -Corazón de Jesús, paciente y lleno de misericordia, -Corazón de Jesús, generoso para todos los que te invocan,

-Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad, -Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, -Corazón de Jesús, colmado de oprobios, -Corazón de Jesús, triturado por nuestros pecados, -Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, -Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, -Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo, -Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, -Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, -Corazón de Jesús, víctima por los pecadores, -Corazón de Jesús, salvación de los que en ti esperan, -Corazón de Jesús, esperanza de los que en ti mueren, -Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,

VIGÉSIMO SÉPTIMO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 25 de junio: Reparar y consolar al Corazón de Jesús (II)

San Lucas nos describe el llanto de Jesús sobre Jerusalén. Ciudad que había sido objeto predilecto del amor de Dios, lugar de su presencia y de sus deseos de comunión con los hombres. Pero al mismo tiempo Jerusalén había sido testigo de cómo los enviados de Dios que anunciaban esta salvación y vida de alianza con Él, habían terminado ajusticiados. Éste es el resumen de la historia de la salvación que él mismo nos dejó en la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,33-46), que se va a completar con su inminente muerte en la cruz.

Cuanto mayor es la manifestación del amor de Dios, mayor es también el pecado del hombre que se cierra a su amor. Éste es el drama del Corazón de

Dios que describe también el evangelista San Juan: la Palabra vino a los suyos y los suyos no la recibieron (Jn 1,11).

De ahí que, el amigo del Corazón de Jesús que comprende -por la sintonía propia de la amistad- este dolor, desea acompañarle. Es el sentimiento normal ante el sufrimiento de nuestros seres queridos. Es la primera prueba de amor. La reparación es justamente esto, estar por amor junto a aquel que es abandonado por la frialdad del amor de los hombres; es vivir en su presencia acompañando, y al mismo tiempo, mostrarle afecto. En esta dirección apunta la consagración al Corazón de Jesús.

El evangelio nos muestra también la alegría del Corazón de Dios por recuperar a los que se alejan de Él por el pecado, bajo las parábolas de encontrar la oveja perdida o la moneda, o bien la fiesta por el hijo pródigo que vuelve a casa. Por eso, no podemos dudar de que nuestra oración, nuestro amor, son alegría para el Corazón de Dios.

Puesto que somos importantes para Dios, somos para Él alegría o tristeza. Nuestra vida puede ser

causa de fiesta o de lo contrario en el corazón de Dios. El capítulo 15 de Lucas donde están las tres parábolas de la misericordia insiste mucho en el “uno”: una oveja, una moneda, un hijo. El amor verdadero es personal, por eso, cada uno y por cada uno de los hombres, podemos y debemos acompañar al Señor: por las veces que no le hemos amado, y por los que viven lejos de su amor.

ACTO DE DESAGRAVIO DE PÍO XI

¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.

Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino

también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.

Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.

¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la

satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.

¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

VIGÉSIMO OCTAVO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 26 de junio: el poder de la oración que confía en el amor de su Corazón

El evangelio tiene pasajes preciosos que nos hablan del poder de la oración. Por ejemplo, el momento en el que aquella mujer cananea le pide a Jesús que cure a su hija (Mt 15,21-28). Ante la negativa de Jesús, con aquella expresión fuerte, no está bien echar a los perritos el pan de los hijos, ella insiste con humildad y perseverancia, hasta que lo consigue. Lo que consigue no es una cosa baladí, se trata de -aparentemente- “cambiar” la voluntad divina en favor de los hombres: Dios traía la salvación primero al pueblo escogido, y desde ahí, a toda la humanidad. Pero hay un anticipo de esa salvación gracias a la petición de esta mujer llena de fe y confianza en el amor de Dios.

Esto mismo podemos trasladar a la petición de María en las Bodas de Caná (cf. Jn 2). Jesús viene a decirle que aún no era el momento de hacer lo que le pedía, pero por su intercesión confiada, que cree en el amor de su corazón, se le concede también un anticipo de la salvación.

Éste es el poder de la oración, Dios nos pide perseverancia, humildad, y audacia de pedir cosas imposibles. Así, la conversión y la salvación de muchos vendrá por la oración confiada, humilde pero perseverante de unos pocos.

Conviene aprender esta lección de los santos, que esperaban mucho más de Dios que de su capacidad, y así lo pedían en la oración. Dice San Manuel González: “he observado que muchos favores y milagros del Evangelio fueron otorgados, más que a la fe de los que pedían, a la ternura con que se trataba al Corazón de Jesús… Una comprobación de esa eficacia nos da la sagrada liturgia de la Misa, en los besos al altar, y al libro del Evangelio que da el sacerdote mientras celebra. Fijaos: cada ósculo de esos va precedido o acompañado de la petición de un gran favor para

sí y para la Iglesia, como remisión de pecados, participación de bendiciones y gracias, efusión de paz, etc. Besando: ¿no es así como sacan los pequeñuelos a sus madres cuanto quieren? La Iglesia, que conoce al Corazón de Jesús, y sabe cómo le gana la ternura filial, manda a sus sacerdotes que le pidan y le traten a besos...”

Señor Jesús, danos una confianza ilimitada en tu amor y en tu poder. Danos audacia para pedirte la salvación de los hombres con amor e insistencia, todos los días de nuestra vida. Danos fe en la oración, en la intercesión por otros. Da ternura a nuestras palabras, para que nuestro corazón conmueva el tuyo cada vez que te hablemos.

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras; sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma. Te la doy con todo el amor del que soy capaz, porque te amo, y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres mi Padre. Amén.

VIGÉSIMO NOVENO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 27 de junio: nuestras peticiones al Corazón de Jesús para España

La fórmula con la que el rey Alfonso XIII consagró España al Corazón de Jesús tiene algunas peticiones hermosas, que podemos presentar todos al Corazón de Jesús, a quien queremos confiar, por nuestra oración común, el destino de nuestra patria. Fijémonos en cuatro momentos de esta fórmula:

1º) “Vos vinisteis a la tierra a establecer el Reino de Dios en la paz de las almas redimidas por vuestra sangre, y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley”.

En este primer momento pedimos la paz al Señor, único que puede garantizarla. Al igual que se protegió a España de la

Primera Guerra Mundial, seguimos buscándola en el Corazón de Jesús para la vida pública y para el interior de cada corazón.

2º) “Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna; luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y el principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma”.

Aquí pedimos al Señor que sea reconocido como aquel que está llamado a centrar nuestra vida. Él es la base de todo verdadero progreso, la fuente inagotable de toda verdad y belleza.

3º) “Nosotros [buscamos] Vuestro Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en

las aulas de las ciencias y de las letras y en nuestras leyes e instituciones patrias”.

En este momento pedimos al Señor que su amor reine a todos los niveles. En cada uno de nosotros, en las familias, allí donde se genere el pensamiento, en las instituciones que sirven al bien común…

4º) “Deseo… que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios, para que en la pacífica armonía de todas las clases sociales encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo”.

Por último, suplicamos a Cristo Que su bendición llegue a todos los rincones, que nada ni nadie esté lejos de su amor.

Santísimo Redentor, Salvador del género humano, ven a reinar en España, y en todas las naciones hispanas, en todos los territorios evangelizados por nuestro pueblo. Instaura tu reino en nosotros, con más fuerza, ardor y profundidad que en el pasado. Renueva todas las cosas por tu amor infinito y

redentor en nuestros hogares, nuestras familias, nuestras escuelas, nuestras universidades, nuestras parroquias, nuestras diócesis, nuestros pueblos, nuestros niños, nuestros trabajadores, nuestros ancianos, nuestros jóvenes, nuestros políticos, nuestros gobernantes. Ven, Señor Jesús.

Padre Nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Amén.

TRIGÉSIMO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 28 de junio: construir su reino, que no es de este mundo

Jesús, cuando dio solemne testimonio de su realeza, dejó claro que no había que confundirla con una forma concreta de gestionar las cosas temporales: mi reino no es de este mundo (Jn 18,36), le respondió a Poncio Pilato. Por tanto, el reinado del Corazón de Jesús no vendrá por iniciativas humanas, sino por la acción de Dios.

No obstante, Jesús quiere construir su reino con nuestra colaboración. Un ejemplo nos puede ayudar a entender esto. Cuando San Juan Bosco quiso construir el Tibi Dabo, el gran templo al Corazón de Jesús de la Ciudad de Barcelona, lanzó una gran campaña de recaudación de donativos, en la que valoró mucho los pequeños sacrificios que pudieran

aportar, por insignificantes que fueran. Así, hubo incluso niños que renunciaron algunos días a su merienda o a chucherías para mandar un donativo. Cada uno de esos sacrificios insignificantes en sí mismos organizados y recogidos, tuvieron su papel importante en la construcción del gran templo.

Algo así es construir el Reino de Dios: Dios asume todos nuestros esfuerzos, incapaces realmente de construir su reino; pero Él los asume, integra y corona, porque -por su misericordia- quiere contar con nuestros esfuerzos.

Así, nuestra oración y nuestro trabajo apostólico dan gran fruto cuando son ofrecidos y puestos en las manos de Dios. Consagrarse es dedicarle nuestra vida, nuestras casas, nuestros trabajos, nuestro país, para que, con nuestra colaboración activa, se cumpla la petición que nos hizo elevar cada día al Padre: “venga a nosotros tu reino”.

Dios desea bendecirnos ahora, al igual que lo deseó cuando nos creó, cuando nos sacó de la nada enriqueciéndonos con sus dones; ahora nos mantiene en el ser, y desea completar y perfeccionar

-por el mismo amor que le llevó a crearnos- su obra en nosotros. Por eso, cada vez que pedimos y trabajamos por la construcción de su Reino, abrimos la puerta para que Dios tenga el gozo de seguir bendiciéndonos.

Padre Nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

Amén.

TRIGÉSIMO PRIMER DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 29 de junio: hacia la civilización del amor

A falta de un día para la renovación de la consagración de España, vamos a comenzar con unas palabras de San Juan Pablo II dirigidas al prepósito General de la Compañía de Jesús, el 5 de octubre de 1986:

“El Concilio Vaticano II, al recordarnos que Cristo, Verbo encarnado, nos «amó con un corazón de hombre», nos asegura que «su mensaje, lejos de empequeñecer al hombre, difunde luz, vida y libertad para el progreso humano y, fuera de Él, nada puede llenar el corazón del hombre» (cf. Gaudium et spes 21).

Junto al Corazón de Cristo, el corazón del hombre aprende a conocer el sentido verdadero y único de su vida y de su destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a evitar

ciertas perversiones del corazón humano, a unir el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo. Así —y ésta es la verdadera reparación pedida por el Corazón del Salvador— sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, se podrá constituir la tan deseada civilización del amor, el reino del Corazón de Cristo”. (San Juan Pablo II, Carta al prepósito General de la Compañía de Jesús, 5 de octubre de 1986).

Estas palabras nos recuerdan que, para ser un verdadero apóstol del Corazón de Jesús, hay que ser del todo de Jesucristo. El reino de Cristo o su expresión equivalente, acuñada por este Santo Papa, la Civilización del Amor, solo puede construirse desde y por el amor.

Los santos tenían esto muy claro. Antes que realizar grandes obras, se trata de sembrar amor allá donde se vaya. Ese amor se siembra a través de gestos y detalles pequeños que, sin embargo, tienen el poder de entrar en los corazones.

Cuando a Santa Teresa de Calcuta alguien le preguntaba qué tenía que hacer, le decía: “¡sonría siempre a todos!”. San Manuel González decía lo mismo: “La sonrisa, la cara buena, es reflejo de un alma buena. La verdadera sonrisa, limpia, sincera,

sencilla, espontánea, transparente, es espejo de un alma enamorada de Cristo; es signo de un corazón que arde en amor por Cristo. La sonrisa apostólica es un apostolado directo, menudo, natural, que provoca constantes preguntas: ¿por qué esa persona siempre sonríe?, ¿de dónde le brota tanta alegría y serenidad?, ¿por qué no pierde la sonrisa incluso en las contrariedades de la vida o en el sufrimiento? Es buen apostolado dejar sembradas, indirectamente, esas preguntas”.

Queridos hermanos, sepamos ser Corazón de Jesús con nuestro semblante. Aprovechemos cada momento de nuestra vida para vivirlo con la sencillez y humildad propia de nuestra fragilidad humana, pero con toda la fuerza del amor de Dios que quiere tomarnos como instrumentos suyos.

Oración de San Juan Eudes

“Te saludamos, Corazón amantísimo de Jesús y de María. Te alabamos, te glorificamos, te damos gracias. Te amamos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas. Te ofrecemos nuestro corazón: recíbelo, poséelo totalmente”.

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe.

Por los siglos de los siglos.

Amén.

TRIGÉSIMO SEGUNDO DÍA DE PREPARACIÓN A LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PERSONAL Y DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Día 30 de junio: un país consagrado al Corazón de Jesús

Por fin llegó el gran día de la renovación de la consagración de España. Como es bien sabido, Ecuador fue la primera nación en consagrarse al Corazón de Jesús. El Santo Padre dijo a los ecuatorianos que toda su riqueza espiritual, “de piedad, de profundidad, vienen de haber tenido la valentía -porque fueron momentos muy difíciles-, la valentía de consagrar la Nación al Corazón de Cristo, ese Corazón divino y humano que nos quiere tanto y yo lo noto un poco con eso: divino y humano”. Pocos años después llegó “la consagración al corazón de María. No olviden [continúa el Papa]: Esa consagración es un hito en la historia del pueblo de Ecuador y de esa consagración siento como que le

viene esa gracia que tienen ustedes, esa piedad, esa cosa que los hace distintos”, aseguró el Santo Padre.

Podemos y debemos hacer nuestras estas palabras tan hermosas del Papa Francisco. Una consagración hecha o renovada es una fuente continua de bendiciones de Dios.

Saberse consagrado al Corazón de Jesús es saberse cosa suya, saberse en sus manos, y recordar que mis ovejas…[dice Cristo en el evangelio] no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre (Jn 10,27-28).

Debemos trabajar cada día en la construcción del Reino de Dios, sabiendo que quien trabaja por él no queda defraudado, ni fracasa a pesar de las apariencias. El apóstol del Corazón de Cristo experimenta una gran paz a pesar de sufrir grandes tribulaciones, porque conoce a aquel que lo conforta y su amor, de quien nada lo puede separar: ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la

aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro (Rm 8,35.37-39).

Oración de Santa Margarita Mª de Alacoque

Corazón sagrado de mi amado Jesús: yo, aunque vilísima criatura, os doy y consagro mi persona, vida y acciones, penas y padecimientos, deseando que ninguna parte de mi ser me sirva si no es para amaros, honraros y glorificaros. Ésta es mi voluntad irrevocable: ser todo vuestro y hacerlo todo por vuestro amor, renunciando de todo corazón a cuanto pueda desagradaros.

Os tomo, pues, oh Corazón divino, por el único objeto de mi amor, protector de mi vida, prenda de mi salvación, remedio de mi inconstancia, reparador de todas las culpas de mi vida; y asilo seguro en la

hora de mi muerte. Sed, pues, oh Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y alejad de mí los rayos de su justa cólera.

Oh Corazón amoroso, pongo toda mi confianza en vos, pues aunque lo temo todo de mi flaqueza, sin embargo, todo lo espero de vuestra misericordia; consumid en mí todo lo que os desagrada y resiste, y haced que vuestro puro amor se imprima tan íntimamente en mi corazón, que jamás llegue a olvidaros ni a estar separado de vos.

Os suplico, por vuestra misma bondad, escribáis mi nombre en vos mismo, pues quiero tener cifrada toda mi dicha en vivir y morir como vuestro esclavo.

Amén.

HORA SANTA

A celebrarse el 30 de mayo, o la víspera, como inicio a la

PREPARACIÓN CENTENARIO CONSAGRACIÓN CORAZÓN DE JESÚS

Monición de entrada

El 30 de mayo de 1919, el Rey Alfonso XIII en cuanto rey de la nación realizó la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles (Madrid). Hoy, cien años después, es del todo oportuno realizar una Hora Santa conmemorativa ante el Santísimo Sacramento, como inicio a la preparación espiritual que haremos en la renovación de dicha Consagración el 30 de junio del 2019.

Todos los fieles debemos preparar nuestro corazón para renovar esta Consagración de la mejor manera posible, individualmente y en comunidad, para que este acontecimiento no pase desapercibido, sino que sea una auténtica Revolución de Amor para España y para todos nosotros.

¡El Corazón de Jesús quiere darnos tantas gracias…! Y nosotros no

podemos reducir el momento de la renovación a leer una mera fórmula, ni a recitar unas oraciones con los labios, sin más. Nuestra Consagración no será verdadera si no es total. Por eso, la mejor preparación es renovar la propia vida, la conversión real, decidirse por Cristo y entregarle todo lo

que somos, con radicalidad y confianza infinita, como propiciación por los propios pecados y los del mundo entero.

En la Adoración Eucarística, el alma va sanando por la presencia de

Jesús. Nos curamos, pues como dice el lema del Centenario, “Tus Heridas nos han curado”; nos limpiamos y nos purificamos, por la acción del Corazón de Jesús, a través del Espíritu Santo que se nos regala.

Aprovechemos esta Hora Santa para ofrecerle al Señor un corazón

puro, y preparémonos también con una Confesión a fondo, para hacer conscientemente los 30 días de preparación que tenemos por delante y la Consagración. Después, entronicemos con renovado ardor al Corazón de Jesús en nuestras familias, para que Él tome el puesto central, como verdadero Rey de Amor.

Esta Hora Santa tendrá tres momentos, en los que haremos

fundamentalmente tres cosas: 1. Honrar como se merece al Corazon del Redentor, haciendo una

confesión de fe en Dios, que tanto amo al mundo que entrego a su Hijo único (Jn 3,16).

2. Reparar con nuestro amor al Corazón del Salvador del mundo, desagraviándole por las ofensas de nuestros pecados y de todos los hombres.

3. Pedir y recibir la fuerza necesaria para responder al mismo Cristo, que nos envía al mundo entero a evangelizar.

¡Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío!

I. Reconocemos el honor debido al Corazón del Redentor

Estación a Jesús Sacramentado

V/- ¡Viva Jesús Sacramentado! R/- ¡Viva y de todos sea amado! Padrenuestro Avemaría y Gloria

(se repite tres veces ante el Santísimo)

Hacemos juntos la Comunión espiritual:

Yo quisiera Señor recibíos, con aquella pureza, humildad y devoción, con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de todos los santos.

Ahora, empleando las mismas palabras que el ángel

enseño a los santos niños de Fátima, hacemos primero un Acto de fe, esperanza y caridad, y a continuación un Acto de reparación al Santísimo Sacramento:

Mi Dios yo creo, espero, adoro y os amo, y os pido

perdón por los que no creen, no esperan, no adoran y no os aman.

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, alma y divinidad de Jesucristo,

presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su santísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de todos los pecadores. Amén.

Invoquemos al Espíritu Santo, pidiendo que nos ayude a orar:

V/- Ven, oh Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles. Y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu, Señor, y serán creadas.

R/- Y renovarás la faz de la tierra.

Escuchemos la voz de Jesús, que nos dice:

“Venid a Mí todos los que estéis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré.

Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Aprended de Mí que Soy Manso y Humilde de

Corazón.” “Jesús gritó: Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba

el que cree en Mí. Como dice la Escritura: manantiales de agua viva brotarán de su seno.”

- Presencia Eucarística.

Jesús quiso hacerse Hombre y, por amor, vivir en cada corazón gracias a la Eucaristía. Él está aquí presente y quiere venir a mí para transformar todo mi ser. Quiere cambiar el hombre viejo, esclavo del pecado, y formar en nosotros un hombre nuevo.

• Pasó haciendo el bien. Curando enfermos.

(Dejando un momento de silencio, cada uno pide las gracias de salud que necesite: física, psíquica, afectiva…).

• Pasó enseñando a amar. (Dejando un momento de

silencio, cada uno pide las gracias que necesite para amarle más a Él, a los hermanos, y a mí mismo).

• Es ofendido por mis pecados. (Dejando un

momento de silencio, cada uno pide perdón por sus pecados, con el propósito de enmendarse).

• Es ofendido por los pecados de los hombres. (Dejando un momento de silencio, cada uno pide perdón por los pecados del mundo entero).

• Es Hombre, además de Dios. Anhela nuestro amor y requiere nuestro consuelo. (Dejando un momento de silencio, cada uno ama y consuela a Jesús).

II. Reparamos con nuestro amor al Corazón del Salvador del mundo

A la hora de hacer un acto amoroso de reparación, tenemos que partir de nuestra condición de pecadores, siendo conscientes de que todo pecado afecta realmente a Dios, repercute en el Corazón de Jesús, que “Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron” (Jn 1,11). Dicho rechazo por parte de los hombres es su mayor sufrimiento.

Cuando el Corazón de Jesús se manifestó a Santa Margarita María

de Alacoque, le dio a conocer hasta qué punto era despreciado, cuánto le dolía el rechazo de los hombres, y le suplica que le dé amor de reparación:

“He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha ahorrado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su Amor; y en reconocimiento no recibe de la mayor parte sino ingratitud, por sus irreverencias y sacrilegios, y por la frialdad y desprecio con que me tratan en este Sacramento de amor. Pero lo que me es más sensible es que son corazones que me están consagrados los que me tratan así. ¡Tú, al menos, ámame!” (27-12-1673). ¿Cómo podemos reparar el dolor que experimenta Jesucristo?

Compensando con más amor, tanto por el tiempo en el que no le he amado o le he ofendido, como por los desprecios o indiferencias de otros.

Él mismo manifiesta este deseo a la Santa:

“Tengo sed, pero una sed tan ardiente de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento que me consume” [carta 133]. “Si supieras cuán sediento estoy de hacerme amar de ellos... Tengo sed y me abraso en deseos de ser amado” [carta 135].

Hoy nos dice a cada uno de nosotros estas mismas palabras.

Meditémoslas en silencio dentro del corazón.

¿Cómo podemos reparar de forma concreta?

- Con actos de amor: “Un acto de puro amor vale más para la Iglesia, que las acciones externas de todos los predicadores” (S. Juan de la Cruz).

- Con actos contrarios a los pecados (por ejemplo, con actos de caridad, reparando por los pecados contra esta virtud).

- Participando en la Eucaristía, tanto en la Misa, como en la Comunión o en la adoración ante el Señor Sacramentado.

- Con la Hora Santa [Cf. San Juan Pablo II: 05-10-1986]. - Haciendo los Nueve Primeros Viernes de mes. - Participando en Su fiesta: “Te pido que sea dedicado el primer

viernes después de la octava del Santísimo Sacramento a una fiesta particular para honrar mi Corazón comulgando ese día y reparando su honor por medio de un acto de desagravio, para expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que ha estado expuesto en los altares” [octava del Corpus de 1675].

- Pueden ser reparadoras todas las cosas que hacemos: nuestras obligaciones, descansos, alegrías, tristezas, oraciones, etc., haciéndolo por amor y ofreciéndoselo al Corazón de Jesús.

- Amando a los hermanos, pues “quien no ama al prójimo a quien ve, ¿cómo podrá amar a Dios a quien no ve?” (I Jn 4,20).

Concluyamos esta segunda parte de la Hora Santa,

recitando despacio y con amor dos oraciones especialmente compuestas para consolar el Corazón de Cristo: el acto de desagravio del Papa Pío XI, y las Letanías de desagravio al Santísimo Sacramento.

ACTO DE DESAGRAVIO DE PÍO XI

Dios mío, me postro ante vuestra soberana presencia;

yo os adoro en unión de vuestro Santísimo Hijo y deseo unir

mi corazón al suyo para ofreceros una oración pura y

agradable a vuestros divinos ojos. Y Vos, Virgen Santísima,

Ángel de mi guarda y Santos de mi devoción, interceded

por mí a fin de que pueda meditar las excelencias del amor

de Cristo. Amén

¡Oh preciosa Herida abierta en el Sagrado corazón

para dar paso a las llamas de su inmenso amor!

Haced que el incendio de la caridad purifique nuestros

corazones de la inmundicia del pecado.

Padre nuestro, Avemaría y Gloria

¡Oh corona de espinas que atormentaste al Corazón

Sacratísimo con las puntas crueles de nuestros pecados!

Alcanzadnos un santo y sincero remordimiento de

nuestras culpas.

Padre nuestro, Avemaría. Gloria

¡Oh Cruz plantada en el Corazón de Cristo, Árbol

frondoso alimentado por la sangre divina, signo de vuestro

ardiente deseo de ser crucificado!

Concedednos una entera resignación a los designios

de la Providencia.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

LETANÍAS DE DESAGRAVIO AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.

Dios Hijo, Camino, Verdad y Vida para el hombre, ten

piedad de nosotros

Santísima Trinidad, un solo Dios,

Sagrada Hostia, Amor oculto de Dios

Sagrada Hostia, Vida Divina para los Hijos de Dios,

Sagrada Hostia, Semilla de Eternidad,

Sagrada Hostia, Multiplicada en el Altar para dar Vida al

mundo.

Sagrada Hostia, Que has acampado entre los tuyos y no

Te reciben

Sagrada Hostia, Levadura de Unidad entre los que

conocen tu Evangelio,

Sagrada Hostia, Aniquilada sobre el Altar para dar

fortaleza a los humildes

Sagrada Hostia, Ultrajada por las blasfemias de los

hombres,

Sagrada Hostia, Desconsiderada por los soberbios,

Sagrada Hostia, Profanada por los impíos, .

Sagrada Hostia, Abandonada por los impíos, .

Sagrada Hostia, Víctima de Reparación por los pecados

del mundo,

En las siguientes peticiones se responde: Te

desagraviamos, Señor.

Por todas las blasfemias contra el Santo Nombre de Dios.

Por la profanación de los Domingos.

Por las faltas de respeto y devoción en tu Santo Templo

Por la degradación de la Liturgia en tu Santo Servicio.

Por la pérdida del espíritu de Adoración

Por la frialdad con que te tratan muchos sacerdotes.

Por la falta de “apetito” hacia el Pan de la Vida

Por la indiferencia de los que a diario pasan por delante

de tu Santo Templo,

Por los sacrilegios con que se profana el Sacramento del

Amor.

Por tantas Comuniones indignas

Por el abandono de tantos Sagrarios en los que Tú nos

esperas

Por las infidelidades de aquellos que se alimentan de Ti

Por los que viven alejados de la Única Iglesia que Tú

fundaste

Porque no te amamos como Tú te mereces.

Porque no amamos a nuestros hermanos como Tú nos amas

Porque no tenemos deseos de Perfección

Por tu amarga tristeza al ver la pérdida de tantas almas

Por tu Pasión Eucarística

A continuación, se responde: Te rogamos, óyenos

Nosotros, pecadores te pedimos que nos perdones

Que nos hagas conocer tu Amor por nosotros en el

Santísimo Sacramento

Que nos concedas vivir en Ti, por Ti, de Ti, y para Ti, a los

que nos alimentamos de tu Cuerpo y de tu sangre

Que nos permitas ser testigos de tu Amor Sacramentado

Que te dignes aceptar nuestra humilde reparación por el

Inmaculado Corazón de María, la Primera Reparadora

Cordero de Dios, que quitas los pecados del Mundo,

perdónanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del Mundo,

escúchanos, Señor.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del Mundo, ten

piedad de nosotros.

III. Pedimos y recibimos fuerzas para

responder al mismo Cristo, que nos envía al mundo entero a evangelizar

En este último momento de la Hora Santa, le pedimos a la Virgen María que nos prepare para la renovación de la Consagración a su Hijo y nos envíe a extender el reinado de Jesús, para que cada vez sea más conocido y amado. Para ello, rezamos juntos la oración que se está rezando hoy en toda la diócesis de Getafe a nuestra patrona, Nuestra Señora de los Ángeles:

Abogada y Mediadora de la gracia,

tú que estás unida de forma singular a Jesucristo, el único Mediador y Salvador de todos los hombres, alcánzanos de tu Hijo un corazón completamente renovado que ame a Dios con todas sus fuerzas y sirva a nuestros hermanos como tú lo hiciste.

Madre de la Iglesia, de los hombres y los pueblos,

que en la víspera de Pentecostés intercediste para que el Espíritu Santo descendiera sobre la Iglesia naciente, intercede también ahora para que ese mismo Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento de la fe en España. Que nuestro pueblo, tierra de María, sepa recibir y custodiar los frutos santos de su herencia católica para que pueda afrontar con valentía los retos evangelizadores del presente y del futuro.

Madre del Redentor y madre de los redimidos,

cuando la Iglesia nos llama por la voz del Sucesor de Pedro a impulsar una nueva etapa evangelizadora, ayúdanos con tu poderosa intercesión a salir valerosos al encuentro de las heridas de nuestros contemporáneos para llevar a todos el bálsamo de la misericordia que brota del Corazón traspasado de tu Hijo. Que las palabras que pronunciaste en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”, orienten siempre nuestros pasos y nos acerquen cada día más al Sagrado Corazón de Jesús, símbolo del amor misericordioso de nuestro Salvador. Enséñanos a tener los mismos sentimientos de Cristo, de modo que en nuestro corazón habite su amor de predilección por los pequeños y los pobres, por los excluidos y los que sufren, por los pecadores y los extraviados de corazón. Congréganos a todos bajo tu protección y entréganos a todos a tu Hijo querido, Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

V./ Nada sin María.

R./ Todo con Ella.

A lo largo de la Hora Santa se pueden intercalar cuando se vea oportuno cantos apropiados, especialmente aquellos que expresen el amor a Cristo, a su presencia eucaristíca, etc. A modo de ejemplo:

DE RODILLAS

De rodillas, Señor, ante el Sagrario

que guarda cuanto queda de amor y de unidad.

Venimos con las flores de un deseo

para que nos las cambies en frutos de verdad.

Cristo en todas las almas y en el mundo, la paz. (Bis)

Como estás, mi Señor, en la custodia

igual que la palmera que alegra el arenal,

queremos que en el centro de la vida

reine sobre las cosas tu ardiente caridad.

Cristo en todas las almas y en el mundo, la paz.

Cristo en todas las almas y en el mundo, la paz. (Bis)

De rodillas, Señor, ante el Sagrario

que guarda cuanto queda de amor y de unidad.

Venimos con las flores de un deseo

para que nos las cambies en frutos de verdad.

Cristo en todas las almas y en el mundo, la paz.

‘’Himno Oficial del XXXV Congreso Eucarístico Internacional, Barcelona (ESPAÑA), 1952’’,