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Presencia apostólica La voz de San Judas Tadeo. El número marzo-abril 2012 nos habla del alma, como recinto profundo de transformación y crecimiento personal.

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Presencia Apostólica 1

2 Presencia Apostólica

realizando labores de evangelizacióny promoción social en:

Ven a vivir la alegría de servir

n Xochitepec, Montaña Alta de Guerrero n El Ciruelo y Lo de Soto, Costa Chica de Oaxaca

n Ciudad Juárez n Nuevo Laredon Torreón n León n Morelian Guadalajara n D.F. n Tolucan Cuauhtenco, Estado de México

n Y en más de 60 países

MISIONEROS CLARETIANOS

Presencia Apostólicade San Judas Tadeoen la Radio

Cápsula devocionalAhora los domingos a las 8:55 a.m.

ABC radio 760 AM

Ilust

raci

ón: L

eticia

Asp

rón

2 Editorial

3 Vida cotidiana

4 Aventuras de un misionero

6 ¿Quién fue san Judas Tadeo?

8 El alma: recinto profundo de transformación y de crecimiento personal

10 Vivir con conciencia

1 2 El cafetal

1 5 Nuestra misionera del mes

1 6 Justicia social

1 7 Amor es…

1 8 Cristianos felices

19 De la Palabra a la acción

CONTENIDO

DirectorErnesto Mejía Mejía, CMF

Consejo EditorialAlejandro Cerón Rossainz, CMFJosé Juan Tapia, CMFAlejandro Quezada Hermosillo, CMFEnrique Mascorro López, CMFRené Pérez Díaz, CMFErnesto Bañuelos C.

EditoraMarisol Núñez Cruz

Corrección de estiloErnesto Bañuelos C.

ColaboradoresEnrique A. Eguiarte Bendímez, OARJesús García Vázquez, CMFJuan Carlos Martos, CMFEnrique Marroquín Zaleta, CMF

Arte y DiseñoMirta Valdés Bello

DistribuciónLiga Nacional de San Judas Tadeo

PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor responsable: José Juan Tapia Tapia. Edi-tada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Número ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca-siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmente, citando la fuente y sin fines comerciales.Tel: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89mail: [email protected]úmero suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US.Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US.(Incluye gastos de envío).

Una espiritualidad auténtica

EDITORIAL

Año con año vivimos los tiempos litúrgicos −como son la Cuaresma y la Pascua− y corremos el peligro de vivirlos de manera rutinaria, como simples vacaciones, sin que tengan ninguna repercusión en nuestra vida. Nos hace falta recordar

que el año litúrgico es un camino de espiritualidad para recorrerse per-sonalmente y en comunidad.

En este número presentamos artículos sobre la importancia de vivir con conciencia y de tener como prioridad el aspecto espiritual de nuestra vida. Son temas que nos pueden ayudar a tener una espiritualidad au-téntica en los tiempos de Cuaresma y Pascua, que además dé frutos de amor y de justicia.

La Cuaresma es un camino de conversión, renovación y esperanza que nos lleva al encuentro con Jesús resucitado.

Pascua es el tiempo en que la luz de Cristo vence a la oscuridad del su-frimiento y de la muerte. Pascua es el tiempo en que, rodeada de primave-ra, florece nuestra esperanza, y las flores con que la naturaleza nos alegra son señales de vida y nos recuerdan la promesa de los frutos del Espíritu.

Presencia Apostólica 3 Presencia Apostólica 3

NADA TE TURBENada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda;la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta:Sólo Dios basta.

Eleva tu pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe.

A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga, nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, todo se pasa.

Aspira a lo celeste,que siempre dura;fiel y rico en promesas, Dios no se muda.

Ámala cual merece bondad inmensa; pero no hay amor fino sin la paciencia.

Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza.

Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios tu tesoro nada te falta.

Id, pues, bienes del mundo; id dichas vanas; aunque todo lo pierda, sólo Dios basta.Santa Teresa de Ávila1515-1582

NO ME MUEVE MI DIOS PARA QUERERTE

No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temidopara dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verteclavado en una cruz y escarnecido,muéveme ver tu cuerpo tan herido,muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara,lo mismo que te quiero te quisiera.Autor anónimo

Vida cotidiana

4 Presencia Apostólica

Aventuras de un misionero

Para un Hijo del Inmacula-do Corazón de María la mejor distracción es el trabajo. Así era para mí en la Montaña de Guerrero.

El “Diablo”, nada más ni nada menos, era el nombre que la gen-te le dio al presidente municipal de Chilapa, Guerrero, cuando estu-ve de misionero en Tlacoapa. Yo tenía que pasar por Chilapa para llegar a la gran misión, pero al mi-sionero nada le arredra.

“El Diablo” tenía una camione-ta Ford 350 con la que transportaba a los indígenas a la ciudad para que llevaran a vender sus productos: mo-rrales, gabanes, tila o fruta y miel.

Los indígenas vendían sus pro-ductos y luego compraban algo de alimentos para llevar a la montaña. Pero los pobres se quejaban mu-cho de que el “Diablo” les cobra-ba muy caro y de que, cuando a su chofer se le pegaba la gana, los ti-raba a medio camino y tenían que caminar hasta todo un día para lle-gar a su casa. También les compra-ba mamey a 50 centavos el kilo, mientras él en la ciudad lo daba a diez pesos el kilo. El chiste es que el “Diablo” se hacía rico con el trabajo de los indígenas.

Un buen día tuve que bajar de la montaña y me trasladé en su camio-neta. Fue cuando me di cuenta de las injusticias que cometía ese señor y, como al misionero nada le arre-dra, llegué a la ciudad de México decidido a comprar una camioneta. Pero, ¿con qué ojos, divino tuerto?

Se me ocurrió una idea: con el debido permiso, pedir dinero en el templo del Purísimo Corazón de María que está en la Colonia del Valle, para comprar la camioneta. Le comenté a la feligresía la si-tuación de aquella gente y en dos domingos tuve para comprar una Dodge de tres toneladas y media. Sólo que, a la muy catrina, no le gustó trabajar en la montaña. Nue-vecita se comenzó a desarmar. Primero se le desprendió el mofle, luego se le desprendió la caja y, fi-nalmente, se desprendió el volante de la dirección. Terminó yéndose al barranco y allí quedó. A pesar de esto, nunca me desanimé, por-que para mí, la peor bancarrota de un misionero es el desánimo. Lo bueno fue que, cuando se desba-rrancó, todos los que iban en ella se alcanzaron a bajar.

Luego, con lo que el segu-ro me dio, dí el enganche de una

Ford 350, exactamente como la del “Diablo” pero de otro color; la mía era verde y la de él, roja.

La camioneta me la vendió un amigo que tenía una agencia. Des-pués, con la venta de los mame-yes, la terminé de pagar. La Ford 350 sí me salió muy trabajadora. Se venían los indígenas en ella y no les cobraba ni un cinco. Traían sus productos y les rendía más el dinero. Yo les decía cuándo iba a regresar a la montaña y algunos me esperaban para regresar con sus compras a sus casas. Esto, por su-puesto, siempre lo hice con mucha cautela para que no se enterara el “Diablo”. Pero, como ustedes sa-ben, no faltan los chismosos y los envidiosos. Por cierto, la envidia es el más vil de los sentimientos. Tengan cuidado con ella.

Un día, los policías del “Dia-blo” me apañaron, me quitaron la camioneta y la detuvieron por tres días. Pero el misionero se goza en los tormentos.

Pasados los tres días, me dijo:–Mire, padre, si vuelve a llevar

gente a la montaña, le va a pesar.Y, de muy mala gana, me entre-

gó la camioneta. Aquí me di cuen-ta de que el defecto más grande que un hombre puede tener es el egoísmo. Entonces le dije:

–Mire, señor, usted tiene muchos otros lugares adonde llevar gente. Lo que yo hago no es ningún nego-cio. Sólo ayudo a mis hermanos que tanto sufren en la montaña. Usted como presidente, debería ayudarlos y no explotarlos. Si actuara así, Dio-sito le daría muchas bendiciones.

Dios me dio un valor muy gran-de para lograr decirle esto sin miedo. Creo que el miedo, es el obstácu-lo más grande para un misionero. Pero, como a los diablos no les gus-ta oír la palabra Diosito, se le pu-sieron los ojos rojos como de se-máforo en alto. Me insultó hasta donde pudo, advirtiéndome que

El misionero intrépido enfrenta al “Diablo”

Jesús García Vázquez, CMF

Presencia Apostólica 5

me pesaría. Pero no me di por vencido, porque ese hubiera sido mi peor error.

Era de noche cuando empren-dí el viaje a la montaña. Las nu-bes amenazaban con dejar caer chaparrones de agua. La camione-ta se bamboleaba de un lado para otro con dos toneladas y media de víveres, clavando los dientes de sus llantas en el lodo para no salirse del camino. La tormenta era cada vez más fuerte y los rayos ilumina-ban mucho mejor el camino que los ojos de mi camioneta. Cuando menos lo esperaba, otro vehículo me iba alcanzando. Al llegar a un lugar donde, más o menos, cabía-mos los dos, le di el paso. Pero lo que nunca pensé es que el chofer llevaba malas intenciones. Apenas se adelantó tantito, hizo señas para que yo pasara y se detuvo. Pero, en cuanto quise rebasarlo, me aven-tó la camioneta. Mis reflejos reac-cionaron más rápido que inmedia-tamente. Luego, luego frené y, por un pelito de rana calva, no me pegó. Entonces me di cuenta que era la camioneta del “Diablo”.

Enseguida me puse las pilas y me preparé para lo que fuera nece-sario. El chofer era un chavo como de 18 años, muy experto mane-jando en la montaña, pero la expe-riencia debe ser acompañada con la astucia, y eso no lo tuvo en cuenta. Tres o cuatro veces me echó enci-ma la camioneta sin éxito. Yo pen-sé: “Él no lleva peso, yo sí. Aun-que me pegue, no podrá sacarme del camino… Así que, padrecito, en el nombre sea de Dios…” Y yo creo que el peor error de él fue no haberse encomendado a Dios.

La cuarta vez que intentó echár-seme encima bajé mi velocidad a segunda, aceleré lo más que pude y, aprovechando el fuerte relámpa-go de un rayo, que me lanzo. En cuestión de segundos, cuando qui-so echárseme encima, ya estaba yo

del otro lado. Nada más veía por el retrovisor como sus faros se me-neaban de un lado para el otro. Por poquito y el que se iba al barranco era él. Me pegué al volante y decidí no dejarlo pasar más. Poco a poco se fue quedando hasta que lo per-dí de vista. Desde entonces pienso que el día más hermoso de mi vida es el día de hoy.

Como al mes, bajaba yo de la montaña cargado con mameyes pa-ra venderlos y traer alimento para los indígenas. Cuál va siendo mi sor-presa que el chavo que intentó des-barrancarme estaba pidiendo auxi-lio, porque su camioneta se le fue a una zanja y nadie la pudo sacar. Yo le pregunté a mi camioneta:

–¿Lo sacamos?–¡Claro que lo sacamos! Si es-

tuvieras en su lugar, ¿no te gusta-ría que alguien te sacara, aunque fuera tu enemigo? Me preguntó muy coqueta.

–¡Verdad que sí, manos a la obra!– Le contesté entusiasmado.

Cuando me vio, el joven agachó la cabeza de vergüenza y le dije:

–No te preocupes, chamaco. No te guardo rencor, porque fue tu patrón el que te mandó a des-barrancarme y tú tenías que obe-decer. Sólo quiero que le digas al “Diablo” que te fuiste a una zanja y que yo te saqué.

Amarré las cadenas de mi ca-mioneta con la de él, le puse otras cadenas enredadas a las llantas tra-seras de mi camioneta para que no se patinara y, en un abrir y cerrar de ojos, lo saqué de allí. Como él venía más liviano que yo, se adelan-tó y llegó a Chilapa dos horas antes que yo. Le dije a mi camioneta:

–Te felicito, preciosa, porque no eres rencorosa y me has ense-ñado que el regalo más hermoso es el perdón.

Llegué a Chilapa, cargué ga-solina y seguí mi camino. Pasan-do Chilpancingo, como a tres ki-

lómetros, que escucho el silbido de una bala que se impactó en el retrovisor de mi lado dejando un hoyo, el cual, a los pocos segun-dos se estrelló todito. En seguida pensé que esa bala iba dirigida a mí y no tardarían otras más. Bajé la velocidad y comencé a serpen-tear la camioneta. Cuando llegué a México algunos mameyes llevaban un gran agujero y en uno de los ri-nes traseros sólo traía un birlo; los demás se habían salido por el im-pacto de las balas. Dios siempre es-tuvo conmigo, porque llegando a México, como a las cinco de la ma-ñana, en seguida me dirigí a la Mer-ced donde ya estaba un comprador esperándome como si nos hubiéra-mos puesto de acuerdo. En cinco minutos vendí todos los mameyes que llevaba.

Aprendí que el rencor y la ira envenenan el alma y enferman al cuerpo. Mejor es tener paciencia y confiar en Dios. Pero, amigos, ¿qué es un misionero? San Antonio Ma-ría Claret dice:

“Un misionero hijo del Inmacu-lado Corazón de María es un hom-bre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficaz-mente y procura por todos los me-dios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sa-crificios; se complace en las calum-nias y se goza en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo, en trabajar, en sufrir, y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salva-ción de las almas.”

Yo pregunto a los jóvenes: ¿no les gustaría experimentar la gran aventura viviendo de esta manera? ¡Es padrísimo, lo máximo! Yo, hace 34 años que lo estoy intentando y, si volviera a nacer, lo intentaría de nuevo, creo que no hay nada me-jor que esto.

Aventuras de un misionero

6 Presencia Apostólica

San Judas Tadeo nació en Galilea, probable-mente en Séforis, provincia cercana a Nazaret. Antes de convertirse en apóstol, probable-mente fue agricultor.

Sus nombres El nombre «Judas», un nombre común entre los ju-díos del tiempo de Jesús, viene del idioma hebreo y significa “alabanzas sean dadas a Dios”; el nombre «Tadeo» proviene del idioma arameo y significa valiente o magnánimo. También ha sido llamado «Lebbeo» que significa: hombre de corazón tierno.

En la lista de apóstoles del evangelio según san Lucas aparece con el nombre de «Judas» (6,16); en Mateo (10,3) y en Marcos (3,18) se utiliza el nom-bre «Tadeo».

Según los relatos genealógicos, san Judas Tadeo fue primo de Jesús. Cuando Jesús, enseñando en la sinagoga, se encuentra con la incomprensión y el rechazo del pueblo de Nazaret, Judas Tadeo es men-cionado como uno de los miembros de la humilde familia de Jesús:

“¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Si-món y Judas?” (Mt 13,55).

Su familiaSan Judas Tadeo fue hijo de Alfeo Cleofás, hermano de José; su madre fue María de Cleofás, prima her-mana de la madre de Cristo. Los hermanos de Tadeo fueron cuatro: María Salomé, Santiago el Menor, Justo y Simón el Cananeo. Santiago fue también apóstol de Jesucristo y Simón acompañó a san Judas Tadeo en sus viajes.

La madre de san Judas TadeoMaría de Cleofás, santa, discípula de Jesús. Abril 24.

Martirologio Romano: En Jerusalén, conmemo-ración de las santas mujeres María de Cleofás y Salomé, que, junto con María Magdalena, muy de mañana del día de Pascua se dirigieron al sepulcro del Señor para ungir su cuerpo y recibieron el pri-mer anuncio de la Resurrección (s. I).

La madre de san Judas Tadeo, María de Cleofás, era así llamada por el nombre de su marido, Cleofás, en hebreo, o Alfeo, en griego.

María de Cleofás fue discípula de Jesús, prima de María la Virgen y madre de tres apóstoles: del após-

tol san Judas Tadeo, del apóstol Santiago el Menor y del apóstol Simón, llamado el cananeo o zelotas. También fue madre de José, llamado el Justo. A Ma-ría de Cleofás se le llama también María de Santiago por su hijo el apóstol con ese nombre, (RIIAL1).

Santa María de Cleofás era del grupo de las que siguieron a Jesús desde que estaba en Galilea, pues era su discípula. En los evangelios siempre estu-vo entre las mujeres piadosas que en torno de Je-sús conformaron un grupo afectuoso en la alegría y adolorido en la pasión. En las pinturas de los artistas medievales esta santa aparece en “todos los hechos principales de la vida y la pasión de Jesús: cuando el Maestro predica, cuando realiza milagros, cuan-

Nuestra devoción

¿Quién fue san Judas Tadeo?

1 “El RIIAL es un proyecto iniciado en 1987 desde el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CE-LAM) para impulsar la informatización y la cultura de uso de las nuevas tecno-logías en la misión de Iglesia católica en América Latina, llamada a comunicar el Evangelio y ser signo de comunión en la sociedad actual.” http://es.catholic.net/ligas/ligasframe.phtml?liga=http://www.riial.org

2 “Pan y Vida es una Organización sin fines de lucro que trabaja conjunta-mente en RED con varias organizaciones católicas por ejemplo: Diosbendi-ce.org, Iple.org, Corazones.org, Catholic.net, Librería La inmaculada, RAR COMPUTACIÓN, entre otros.” http://www.mensajespanyvida.org/site/index.php?option=com_content&view=article&id=278:maria-de-cleofas-&catid=15:pascua&Itemid=38

4Santa María de Cleofás

Presencia Apostólica 7 Presencia Apostólica 7

Nuestra devoción

do triunfa. La desolación del mundo aparece en el rostro de María Cleofé y en el de las otras mujeres al pie de la cruz” (Pan y Vida2).

Por todo lo anterior, más que por el parentesco con la Santísima Virgen y con Jesús, “a esta santa se le ve-nera por su continua y vigilante presencia cerca del Salvador, lo que le ha merecido un puesto particular en la devoción de los cristianos” (RIIAL, op. cit.).

El padre de san Judas TadeoEl padre del apóstol san Judas Tadeo fue san Cleofás3, quien era hermano de san José y por lo tanto tío de Jesús. Cleofás fue uno de los dos discípulos que fue-ron alcanzados por Jesús Resucitado en el camino hacia Emaús, la tarde de la Resurrección:

“Aquel mismo día, dos de ellos iban a un peque-ño pueblo llamado Emaús, que está a unos diez kiló-metros de Jerusalén. En el camino conversaban sobre todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para re-conocerlo. Él les preguntó:

–¿De qué van conversando por el camino?Ellos se detuvieron con rostro afligido, y uno de

ellos, llamado Cleofás, le dijo:–¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desco-

noce lo que ha sucedido allí estos días? (Lc 24,13-18).”Cleofás murió lapidado en su propia casa por

confesar que Jesús era el Mesías anunciado por los profetas (Sabino de Sandoli, OFM4).

La importancia que para Jesús tenían los padres de san Judas Tadeo –María de Cleofás y Cleofás–, y la importancia que por lo tanto tienen para la tradi-ción católica, se puede comprender si se toma en cuenta que fueron testigos de la primera noticia de la Resurrección y de la primera aparición de Jesús Resucitado, respectivamente.

4El ángel da la Noticia de la Resurrección

3 Según Eusebio de Cesárea, citando a san Hegesipo, en: Página de la pro-vincia Custodia de Tierra Santa de los Hermanos Menores franciscanos. http://es.custodia.org/default.asp?id=784&id_n=9466&Pagina=39

La enciclopedia Católica on Line indica que San Hegesipo fue un escritor del siglo II, a quien se conoce principalmente por Eusebio quien dice que Hegesipo escribió la tradición de la predicación apostólica en cinco libros. Su obra se tituló hypomnemata (Memorias). Hegesipo apeló principalmente a la tradición según estaba incluida en la enseñanza que se había transmitido a las Iglesias a través de la sucesión de obispos. En: http://ec.aciprensa.com/wiki/San_Hegesipo

4 Un folleto del hermano Sabino de Sandoli, ofm, publicado en 1968 y reedita-do varias veces, ofrece estos datos.

4San Cleofás y san Simón —el padre y el hermano de san Judas, respectivamente— son alcanzados por Jesús Resucitado en el camino de Emaús.

8 Presencia Apostólica

Juan juraba que había en-contrado al amor de su vida. Verónica le pare-cía la mujer ideal y él, que tenía baja autoes-

tima, sentía que le había llegado un regalo del cielo, del cual no se creía merecedor. Su relación pare-cía ir sobre ruedas, aunque amigos y familiares le señalaban su inca-pacidad de verla tal cual era, debi-do a su autoconcepción tan deva-luada. Se aferraba a la imagen que se había formado y no podía ver ni quién era ella ni siquiera quién era él mismo. Tuvo que pasar por situaciones dolorosas en las que descubrió infidelidades, mentiras y traiciones que lo llevaron a desmo-ronarse, junto con su mundo.

Durante muchos meses se en-cerró en sí mismo y no quiso sa-ber de nadie. Pretendía olvidar a Verónica, pero a cada momento se descubría pensando y sintiendo desgarradoramente lo que ella era en realidad, así como el espejis-mo que había perdido y que había creído tan seguro y real. El odio no tardó en aparecer, pero no se dirigía únicamente hacia ella, sino también a sí mismo, pues se pre-guntaba una y otra vez cómo ha-bía sido tan ciego e iluso y había permitido tanto, o no había queri-do darse cuenta, a pesar de lo que se le había advertido.

Poco a poco empezó a tener que ver sus puntos ciegos y a reco-nocer aspectos que tenía pendien-

te afrontar, y lentamente lo vivido le forzó a conocer su ser profun-do y a superar muchos autoenga-ños. Conforme fue logrando pasar del odio al entendimiento y al perdón, también fue siendo capaz de alcanzar un amor propio más digno y reconciliador. Sin querer-lo, su alma emergía y con ella las verdades a las que había huido y que ahora le traían tanta paz. Tal travesía lenta, profunda y dolorosa había tenido un enorme sentido: llevarlo a ser él mismo de manera coherente con lo que había en lo profundo de su ser.

El alma: recinto detransformación

Para entender situaciones difíci-les como ésta, por las que todos tarde o temprano podemos pasar, necesitamos aceptar la realidad y ahondar en nuestro ser, en nuestra alma. Pero la palabra alma ha caí-do en tal desuso y descrédito que parece que no existe más o que fuera una falacia.

Palabras modernas le han sus-tituido y ocuparse de ella parece corresponder a la psicología, por lo menos por su definición etimoló-gica; pero esta disciplina al tratar de alcanzar el estatus científico, con los estándares positivistas del siglo XIX, se ha limitado a cuestiones más bien mentales, emocionales y conductuales. Dejar de lado en nuestra vida la perspectiva del alma ha generado superficialidad y un ocultamiento de la propia verdad y profundidad de lo que somos los seres humanos.

En cualquier momento de la vida se nos pueden presentar cam-bios profundos y pueden salir a la luz verdades dolorosas que nuestro ser está queriendo gritar. Muchas veces callar estas verdades nos provoca un cuadro que etiqueta-mos como depresión y tratamos de solucionar con fármacos lo que en el fondo es un problema espiritual.

8 Presencia Apostólica

Crecimiento personal

Dinko Alfredo Trujillo Gutiérrez

El alma:recinto profundo detransformación yde crecimiento personal

Presencia Apostólica 9

No podemos ignorar nuestra dimensión espiritual

No podemos seguir perdiendo de vista la dimensión espiritual de nuestras vidas. El problema de no entender esta dimensión se pue-de dar incluso en ambientes re-ligiosos. Lo que tal pérdida de la dimensión del alma o del espíritu provoca es un mundo literalmen-te desalmado. Un mundo en el que la destrucción y la violencia se vuelven cotidianas, y donde se exalta una sexualidad en la que sólo parecen importar el placer y el egoísmo. Todo este panorama que enfrentamos día con día y del que nos alimentamos, nos des-humaniza y hace que la noción de alma se vaya perdiendo en el mun-do contemporáneo.

Se vive en la superficialidadHay que partir de que lo más pro-fundo de nuestra existencia es lo más oculto y de que andamos temerosos de conocernos verdade-ramente y de vivir. Se pretende contrarrestar nuestras carencias mediante un mundo exterioriza-do que sobreestimula nuestros sentidos. El mundo comercial y enajenante nos bombardea a los consumidores con la creación de necesidades aparentemente inevi-tables y con “valores” hechos para engrandecer nuestro ego, que es lo más alejado del alma misma. El pretendido autoengrandecimien-to con objetos o estatus proba-blemente inalcanzables crea una amargura que vemos hoy día en tantos rostros.

Cuando el alma emergeNo nos damos cuenta de que la imagen del yo, de nuestra propia identidad, se va llenando de de-mandas o necesidades creadas, desde el nacimiento hasta la muer-te. Con frecuencia no alcanzamos a ver que por ese camino, tarde o temprano llegaremos a una rup-tura con nuestro ser auténtico.

Desde esta ceguera pareciera que para despertarnos, a la vida no le queda otra cosa que empujarnos a noches oscuras del alma. Con frecuencia, tras vivir situaciones difíciles terminamos siendo otros. De ahí que después de pasar por vivencias y cambios radicales, como el caso de Juan, la perso-na nunca es la misma. Se trata de travesías nocturnas, oscuras para nuestra conciencia cotidiana, que nos transportan a nuestro yo pri-migenio, nuestro yo más noble, propio y profundo. Es como si, al golpearse el ego, permitiera que el alma se abriera. Esto ocurre fi-nalmente cuando se encuentra el significado de la oscuridad.

En realidad implica un renacer a sí mismo y no permanecer en nues-tro yo cotidiano, enajenado y falso. Se trata de una transformación len-ta, a través de los problemas profun-dos, que redefinirá el significado de la vida y de uno mismo.

Habría que partir de que vi-vir es un ciclo continuo de nacer y morir, pero la tendencia es a aferrarse al mundo creado y a la imagen propia, la cual también es creada. Sostener nuestras creacio-nes a veces se paga con amargu-ra y guerra con los otros (aunque sean las personas que amamos), así como con autoengaños.

Muchas veces nos cuesta cam-biar nuestra forma de ser y la for-ma de vida que tenemos, aunque no nos guste, pues el ego se afe-rra a ilusiones, buenas o malas, que le dan un sentido y lo sostie-nen en su apariencia. El alma no puede emerger en medio de tan-ta falsedad y su tendencia será a romper con nuestras seguridades que la ocultan y, en ocasiones, la sofocan. Por eso el paso por estas

noches oscuras no es destructivo para lo que realmente somos y en el fondo es valioso, aunque para nuestro yo implique la destruc-ción de su mundo seguro. Tras un proceso de purificación, tenemos la oportunidad de un nuevo co-mienzo sobre las bases sólidas de la verdad sobre nosotros mismos. El resultado, que toma su tiempo para suceder y ser entendido, es la apertura y expansión de nuestra mente y corazón.

El cambio de la falsedad por la autenticidad, de la mentira por la verdad, del egoísmo por la apertura al otro y a uno mismo, conlleva la vuelta al amor autén-tico. A veces esta es la razón por la cual alguien pasa por mucho dolor en su vida, necesita derribar al rey que le domina y le endure-ce: su ego. Cuando el alma tiene finalmente su entrada en nuestra vida, entre las manifestaciones que veremos estará que la dureza

egoísta del corazón se empezará a disolver. Necesariamente la per-sona que entra en esta dimensión espiritual experimentará muchos cambios, y no sólo internos, pues se conectará con la vida y su flu-jo de otra forma, más confiada y con menos control, el cual viene normalmente de nuestro viejo, cansado y testarudo yo.

Finalmente hay que aclarar que el camino hacia una mayor espiri-tualidad no necesariamente es por el sufrimiento. Podemos adelan-tarnos a dar por nosotros mismos, y no sólo obligados por la vida, los pasos necesarios para nuestra transformación.

El autor es licenciado en psicología y filo-sofía con maestrías en terapia familiar y de pareja. Terapeuta, catedrático universitario y conferencista.

Crecimiento personal

Presencia Apostólica 9

El alma no puede emerger en medio de tanta falsedad.

10 Presencia Apostólica

La conciencia, algo que nos hace tan particu-lares como especie, es la herramienta más poderosa con la que

cuenta cada persona para vivir su vida de la manera que elija ha-cerlo. La conciencia nos permite definir la forma en que interactua-mos con nuestro entorno, la forma en que lo asimilamos, lo experi-mentamos y lo transformamos. La conciencia nos permite crear nuestra experiencia de vida exac-tamente de la misma forma en que un guionista escribe el libre-to de una película. La conciencia nos mantiene dentro de nuestras elecciones personales.

La conciencia es la capacidad de darse cuenta y para eso necesi-tamos estar alerta, prestar aten-ción. Darse cuenta se convierte en algo habitual que da poder y libertad, en el sentido estricto de esas palabras. Entonces cuando observamos a una persona sin poder y sin libertad, es seguro que vive con poca conciencia.

El vivir en automático, sin dar-nos cuenta, es algo que nos quita creatividad en nuestra vida, pues impide que nos maravillemos con cada situación que vivimos, convir-tiendo nuestra experiencia en algo rutinario.

Tener conciencia denuestras emociones

Vivir es un arte y para poder des-plegarlo necesitamos ser conscien-tes de las emociones que nos acom-pañan día a día y forman parte de nuestra personalidad. Sin em-bargo, muchas veces ignoramos, bloqueamos o tratamos de evitar dichas emociones.

La aceptación es un ingredien-te importante para tomar concien-cia, pues a veces lo que sentimos o deseamos es inaceptable para nosotros y no queremos ni ima-ginar cómo será para nuestro en-torno. Por ejemplo, una persona que tiene el deseo de ascender en su empleo y que de pronto se da cuenta de que no es tomada en cuenta para el puesto que desea, enfrenta muchas emociones, como

la envidia, la inseguridad, el eno-jo, etc. El primer paso que necesita dar esta persona es el de validar lo que está sintiendo, respetándose y encontrando la manera de dar sa-lida a esas emociones de manera “ecológica”. Es decir, protegiendo nuestra naturaleza, a la vez que buscamos un equilibrio dentro de nosotros y en nuestras relaciones con los demás y con nuestro entorno.

Muchas veces el sentimiento que se genera, como en este caso de no haber obtenido el puesto, no tiene que ver única o principalmente con ese evento, sino que hay otras ex-periencias importantes que queda-ron sin resolver en nuestro pasado, y ahora ese asunto o cualquier otra frustración, sólo son disparadores de las emociones de aquel enton-ces que vuelven a invadirnos aquí y ahora. Entonces lo que sucede es que actuamos impulsivamente, sin control y sin poder entender lo que nos sucede.

A medida que aprendemos a to-mar conciencia de nuestras emocio-nes, comprendemos más claramen-

10 Presencia Apostólica

¿Por qué elijoperdonar?

Desarrollo humano

Vivir conconciencia

Gylda Valadez Lazcano

Presencia Apostólica 11

te los impulsos ocultos que existen detrás de nuestras reacciones.

Desarrolla tu concienciaemocional

Existen técnicas para aprender a de-sarrollar nuestra conciencia emo-cional. Prueba la siguiente:l Simplemente siéntate en si-lencio, con los ojos cerrados y respira despacio y profunda-mente por la boca hacia la cavi-dad abdominal, mientras pres-tas atención a los más pequeños detalles de lo que sientes en tu interior. Percibe lo que estás sin-tiendo, obsérvalo sin analizarlo ni juzgarlo, sin especular res-pecto del significado que encie-rra. Así ejercitarás tu conciencia emocional y corporal.Este ejercicio, aparentemente

simple, tiene una gran capacidad de despertar los sentimientos. La respiración tiene la finalidad de contactarnos con nuestras sen-saciones corporales y llevarnos a una emoción. Validar y expresar esa emoción nos proporciona salud y equilibrio.

Como seres con múltiples dimen-siones poseemos conciencia corpo-ral, emocional, mental y espiritual.

Expandir nuestra concienciaLa conciencia espiritual tiene que ver con sumergirnos en nosotros de ma-nera expandida y observar; permitir que se derrumbe esa visión de la realidad que se basa en el miedo, y generar bases en la confianza y en nuestro propio poder creador.

La vieja estructura se basaba en el control a través del miedo; así fue en la estructura económi-ca, en la educación y en la reli-gión. Las bases en que se apoyaba toda la vieja estructura ahora van cayendo, ya no tienen dónde sos-tenerse y eso ahora crea un gran caos porque tenemos que recu-perar nuestro poder y esto sólo lo lograremos vaciándonos de las creencias nocivas basadas en el miedo y el control de las que nos habíamos estado alimentando.

Necesitamos nuevas estructu-ras basadas en nuestra propia ca-pacidad y poder de crear. Cuando somos conscientes de que a partir de nuestros pensamientos y de nues-tras emociones creamos nuestra realidad, en este momento em-pezamos a co-crear. Para ello de-bemos recordar quiénes somos y de dónde vinimos.

Las nuevas estructuras que ne-cesitamos para vivir mejor las va-mos a crear sobre la base sólida de tener mayor conciencia. A eso es a lo que se refiere la expresión expan-dir nuestra conciencia. En la medi-da que nos adentramos en nuestra conciencia expandida comprende-mos que somos los responsables de nuestras creaciones.

Vive con conciencia ymarca la diferencia

Somos seres en evolución continua. Enfoquémonos en valores como la libertad, la belleza, el equilibrio, la colaboración, la responsabili-dad, el amor, la unidad, la gratitud. Enfoquémonos en despertar nues-tros dones y ponerlos al servicio de los demás; en realizar nuestros mayores sueños, en compartir, en amar, en celebrar, en agradecer, en aportar, en ser presentes en el aho-ra. Cuando estemos enfocados en estos valores es cuando manifes-taremos nuestra verdadera energía. Así es como estamos creando una nueva forma de vida.

Es responsabilidad de cada uno de nosotros tener conciencia de a dónde queremos llegar y cómo lo vamos a hacer. Recibimos constan-tes mensajes acerca de la necesidad de vivir de manera diferente, pero permanecemos en el piloto auto-mático sin darnos cuenta de que hoy es muy necesario hacer cam-bios en nuestra vida para vivir de manera consciente y responsable.

Incrementar nuestra conciencia en todos sus aspectos nos traerá mayor conocimiento de la vida. Ex-pandir nuestra conciencia nos per-mitirá mejorar en todas las áreas: nuestra espiritualidad, nuestra ali-mentación, el manejo de nuestro tiempo, nuestras relaciones con los demás y con todo lo que nos rodea. A mayor conciencia, mayor paz in-terior; mayor salud y bienestar.

Presencia Apostólica 11

Desarrollo humano

La autora es [email protected]

12 Presencia Apostólica

Parecía un día como otro cualquiera. Cuan-do salió de su casa el sol brillaba en todo su esplendor y el cielo azul parecía ve-nirse abajo por la intensidad de su propio brillo. También brillaban, resplandecien-

tes de verde, los árboles, las plantas y los arbustos de café. Nuestro personaje, un sencillo recolector de café, no podía percibir nada de esto, pues estaba encerrado en el mundo de la rutina

De este modo, una vez que llegó a su campo de trabajo, se inclinó para comenzar la dura labor de la recolección del café. Mientras lo hacía casi no pensaba en nada, pues sólo venían a su mente pen-samientos oscuros y tristes.

De pronto, al llegar a un arbusto y después de arrancar mecánicamente los rojizos granos y querer-los depositar en el pequeño morral que llevaba colga-do, se dio cuenta maravillado de que, entre los granos color granate del café, había un grano de oro.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente al con-templar lo que tenía en la mano, sin acabar de creer lo que veía. Lo sacó de su sueño el dorado resplan-dor que el grano de oro arrojó cuando fue tocado repentinamente por un rayo de sol que se colaba entre los arbustos.

Lo primero que hizo fue guardarse ese grano de oro en el bolsillo de su blanca camisa y, después de mirar de reojo a sus compañeros –no fuera a ser que se hubieran dado cuenta y vinieran a arrebatarle su grano de oro–, se dio cuenta de que nadie lo miraba. Todos estaban como él había estado hasta unos ins-tantes antes: encerrados en la gris rutina, donde no tiene por qué suceder nada especial. Nadie había visto lo que él había hallado. A continuación rebus-có ansioso el arbusto que le había dado el grano de oro, para ver si había más y se pudo dar cuenta de que el arbusto sólo tenía granos de café. Intrigado y sin saber de dónde procedía el grano de oro, cortó una larga hilacha rojiza que colgaba de su morral y la ató en la parte más alta del cafetal diciéndose a sí mismo: “Después volveré a ver qué es lo que este cafetal tiene de extraordinario.”

Posteriormente, cogió los granos de café que que-daban en el cafetal donde había encontrado el gra-no de oro y siguió su trabajo aquella mañana, como lo había hecho durante muchos años, siguiendo su rutina, pero sin dejar de pensar en el grano de oro que tenía en el bolsillo de su camisa.

Al terminar la pesada jornada laboral, que este día se le había hecho breve, nuestro personaje, sin que nadie lo notara, pues todos estaban instalados en el mundo gris de la rutina, regresó a ver el cafetal donde había encontrado el grano de oro. Pudo reco-nocerlo por la larga hilacha roja que había atado a sus ramas. Al observarlo pudo ver que era un cafetal ordinario, como todos los demás. Había perdido al-gunas hojas por la recolección de los granos de café, pero no tenía nada especial. Consternado, regresó a su casa. Su mujer notó que le pasaba algo extraño y le preguntó:

–Te veo muy pensativo y un poco raro, ¿te pasa algo? ¿Estás preocupado por algo? Dímelo.

Nuestro personaje, con la cabeza todavía llena de interrogantes no le quiso contar nada a su mujer, sino que se limitó a decirle:

–No, no me pasa nada. Sólo es que estoy muy cansado, pues ha sido una jornada muy pesada.

Al llegar a su habitación y mientras su mujer iba a acostar a los niños, él sacó de su camisa el grano de oro, que resplandecía admirablemente bajo la luz de la vela, y pudo comprobar que era exacta-mente igual a un grano de café, pero de oro. Sigi-losamente lo escondió en una caja de madera que tenía en el fondo de uno de sus cajones. Su esposa no notó nada.

Al día siguiente se levantó más temprano y muy pronto estaba listo para ir a la plantación de café. Al llegar, después de saludar a sus compañeros de siem-pre, se dirigió velozmente hacia el cafetal en donde había encontrado el grano de oro. Pudo reconocer el arbusto por el hilacho rojo que estaba puesto en él. Pos-teriormente volvió a echar la mano hacia sus peque-ñas ramas, como si fuera a recoger de nuevo granos de café. Y cuál fue su sorpresa que de nuevo el ca-fetal tenía granos de café, pero su admiración fue mayor al comprobar que entre los granos de café, ¡había ahora dos granos de oro!

Sin que nadie lo viera, una vez más, se guardó es-tos dos granos de oro en el bolsillo de la camisa. Con estos nuevos granos de oro, el trabajo no sólo no le resultó pesado, sino que comenzó a darse cuenta de que el verdor que le rodeaba era verdaderamente paradisiaco y de que el trabajo, aunque era duro, tenía también sus compensaciones. Y lo que había vuelto a suceder esa mañana se repetiría a lo largo exactamente de dos semanas.

12 Presencia Apostólica

Enrique A. Eguiarte, OAR

Historia para meditar

El cafetal

Presencia Apostólica 13

La primera semana los granos se multiplicaron de manera doble: Uno, dos, cuatro, ocho… La segunda semana en simple progresión aritmética: uno, dos, tres… Pasadas las dos semanas, cuando nuestro per-sonaje regresó al cafetal de los granos de oro, pudo darse cuenta de que no tenía ya nada. Ni granos de

café ni granos de oro. El cafetal mágico había vuelto a ser un cafetal ordinario. De todos modos no quitó la señal que había puesto en él y todos los días durante mucho tiempo estuvo regresando a visitar este cafe-tal, aunque ya no iba a encontrar nada en él.

El tiempo fue pasando y he aquí que llegaron las

Presencia Apostólica 13 Presencia Apostólica 13

Historia para meditar

Ilust

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ón: L

eticia

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rón

14 Presencia Apostólica

Historia para meditar

fiestas del pueblo. Ese día la jornada de trabajo fue más corta pues había que celebrar y, antes de mar-charse, alguno de sus compañeros de trabajo le ofreció unos cuantos tragos de aguardiente. La animación que el alcohol causó en su cerebro bastó para que decidiera que había que celebrar. Que no estaría mal cambiar algunos de sus granos de oro por incon-tables botellas de aguardiente. Así podría beber sin parar durante todos los días de la fiesta, día y noche, sin ningún límite ni medida. ¡Tenía oro como para comprar todo el aguardiente que había en las tiendas del pueblo y en las de todo el país…!

Con esta idea fija y con la mente medio obnubi-lada por el alcohol, entró en su casa sin saludar y fue directamente a su habitación a abrir su cajón. Una vez que tuvo la caja de madera entre sus ma-nos, la abrió esperando ver el admirable resplandor dorado del oro. Se llevó una sorpresa tan grande, que la iniciada ebriedad le desapareció de golpe. Ahí no había granos de oro, sino sólo ordinarios granos de café… Una vez que pasó la primera impresión, la sorpresa se convirtió en ira, y de pronto le dieron unas ganas enormes de arrojar por la ventana los granos de café, pues pensaba que todos sus sueños se habían esfumado. No obstante, algo en su interior le dijo que no ganaría nada tirando esos granos de café y que debía dejarlos de nuevo en donde esta-ban. Obediente a esa prudente voz de su interior, volvió a dejar los granos en su lugar y posteriormen-te salió de su casa para dar un paseo y despejar un poco su mente.

Mientras caminaba por las calles se encontró que muchos reían y bailaban, pero pudo darse cuenta también de que no todos disfrutaban de las fiestas. Él nunca se había dado cuenta de eso, pues vivía muy feliz durante las fiestas, dentro de sus modes-tas capacidades, y la felicidad y la alegría que lo llenaban en esos días lo habían vuelto ciego para ver lo que en esos momentos estaba viendo. Había sido muy egoísta y creía que porque él era feliz en esos días todos eran también felices. Se dio cuenta de que había muchos que no disfrutaban de las fies-tas, pues no tenían nada para celebrar. Sus mismos vecinos eran tan pobres, que nunca habían podido celebrar las fiestas.

Fue entonces cuando pensó: “Si yo tuviera esos granos de oro, les daría a esas pobres familias uno para que comieran bien en estos días, y otros más para que se compraran algunos animales y semillas, y con su trabajo pudieran ir saliendo adelante…”

Pero también recordó que los granos de oro ha-bían desaparecido y que ahora solo quedaban unos

granos de café que en poco podían ayudar a reme-diar tanta necesidad.

Muchas ideas se agolpaban en su mente cuando por fin emprendió el camino de regreso a su mo-desta casa. Al entrar saludó a su mujer y se dirigió de nuevo con prisa a su habitación y abrió el ca-jón. Sacó del fondo del mismo la caja de madera y comprobó que los granos que habían sido de oro…, seguían siendo simples granos de café.

Con cuidado volvió a depositar la caja de made-ra en el fondo del cajón, y se sentó pensativo sobre su pobre cama. Fue entonces cuando tuvo una idea. ¡Invitaría a comer a sus vecinos y les regalaría al-gunos alimentos! De este modo aunque no pudiera remediar todas sus necesidades, ellos podrían ex-perimentar el calor de la solidaridad y tal vez eso ayudaría a que su situación pudiera mejorar. Y así se hizo. Ambas familias vivieron unas fiestas muy ale-gres, pues, aunque la comida había sido más bien modesta, el gozo de compartir había dado un gran esplendor a la celebración. Pasados unos días, y to-davía dentro de las fiestas, nuestro personaje pudo comprobar que sus vecinos habían invitado a su vez a otra familia más pobre, y que compartían con ellos parte de los alimentos que él les había regalado. Esto le llenó el corazón de alegría, pues pudo comprobar que cuando siembras amor, su fruto no puede ser otro que el amor y que la fuerza del verdadero amor siempre es difusiva. Y esa misma noche, cuando ya estaban solos en el dormitorio, se decidió a contarle a su esposa la verdad sobre los granos de café. Ella lo escuchaba abriendo grandemente los ojos y pen-saba: “¡Unos granos de oro! ¡Lo que se podría hacer con ellos!”

Su marido finalmente se levantó y volvió a abrir el cajón para mostrarle a su esposa los granos de café que habían sido de oro. Al abrir la caja de ma-dera, la habitación se llenó con los esplendores del oro. ¡Los granos habían vuelto a ser de oro!

Y nuestro personaje, al día siguiente, cumplió lo que se había propuesto. Le dio a todas las familias pobres del pueblo varios granos de oro para que ellos pudieran salir adelante.

Hoy sabemos que en ese pueblo, en esa lejana región de ricos cafetales, ya no hay pobres, pues to-dos han aprendido a compartir. La tradición cuenta que esos granos de oro volvían a ser de café si no se compartían, y que cuando se compartían, nunca faltaban. A partir de aquel día, la caja de madera en el fondo del cajón nunca dejó de estar llena de gra-nos de oro, y nuestro personaje siempre tuvo granos para compartir con los demás…

Presencia Apostólica 15

Misioneros Claretianos

En los libros claretia-nos, donde se es-cribe nuestra misión diaria, encontramos nombres, fotografías

y crónicas que destacan el gran corazón de hombres y mujeres que acompañan nuestra misión en la Iglesia. En días pasados abrimos uno de estos libros, localizado en la parroquia de la Colonia del Valle de la Ciudad de México, y en sus pági-nas encontramos escrito el nombre de la señora María del Consuelo Barona y de la O, conocida popularmente como la señora Chelito. La lectura nos resultó sorprendente por la labor que realizó esta gran misionera en el dispensario médico de la parroquia y, por tal motivo, decidi-mos colgarle la medalla y nombrarla nues-tra “misionera del mes”.

En 1941 Chelito, siendo muy niña, fue testigo de la fundación de nuestro dispensario parroquial. En ese tiempo su madre, la señora Guadalupe y de la O, apoyaba a los misioneros claretianos con el servicio a los pobres. Nos cuentan las crónicas, corroboradas por Chelito en re-ciente entrevista, que en el año 1945 inicia-ba la construcción del actual templo parro-quial y por tal motivo el dispensario corría el riesgo de desaparecer.

Ante tal situación, la señora Guadalupe ofreció a los claretianos su casa como nueva sede de la obra naciente. Con el tiempo muchos pobres agradecerían a la noble señora esta decisión, por los beneficios que les trajo. La entonces niña Chelito, de ojos azules y vivaces, observaba el ir y venir de su generosa madre. No imaginaba que en un futuro estaría llamada a ser el alma de esta obra misionera.

Después de tres años, el número de enfermos y de necesitados se multiplicó, por lo que la casa de la señora Guadalupe resultó insuficiente. En respuesta,

Mario Moreno “Cantinflas”, entonces bienhechor de la Parroquia, pagó la renta de un edificio vecino a donde se trasladó el servicio a los desprote-gidos. A mediados del los 50 inicia-ron las obras del actual dispensario y se concluyó en el 1958, año en el que alcanzó su esplendor máxi-mo, a tal grado que fue reconocido como el dispensario número uno del Distrito Federal.

El tiempo pasó y en año 1980 Chelito se sintió llamada por Dios a colaborar en el Dispen-sario como voluntaria. Una vez que nuestra misionera adquirió la experiencia necesaria, los Claretianos de ese entonces le confiaron la administración y el cuidado de este recinto. Su gran corazón y su temple mi-sionero le permitieron mante-ner vivo y fuerte el brazo de la caridad de nuestra parro-quia del Purísimo Corazón de María. En total, Chelito dedicó 20 años de su vida al servicio de los pobres, hasta que en el año 2000,

por su edad avanzada y el emi-nente cansancio, tuvo que entregar el dispensario

en custodia a las Misioneras Claretianas. Ellas estu-vieron hasta el 2010.

En nuestros libros misioneros, pero sobre todo en el de Dios, queda escrito el nombre de esta gran misione-ra, así como los de todos aquellos que han contribuido con sus servicios para apoyar a quienes lo necesitan. Hasta la fecha muchos pobres y amigos siguen nom-brando y agradeciendo a Chelito por su gran servicio. Hoy a sus 94 años y desde su sillón, después de una operación del fémur, sigue orando por la obra del dis-pensario y por toda nuestra misión claretiana.

¡Chelito, eres nuestra misionera del mes!

Chelito Barona,nuestra misionera del mes

Enrique Mascorro López, CMF

16 Presencia Apostólica

k Fe y vida

¿Qué entendemos por “justicia social?” No se trata, obviamente, de la justicia legal, o sea, del “conjunto de reglas

que norma las relaciones entre particulares o entre instituciones, autorizando y prohibiendo ac-ciones específicas, para posibili-tar la convivencia”. Cada época y cada cultura tiene su sentido específico acerca de lo bueno y de lo malo, lo cual queda codi-ficado en disposiciones escritas y designa a ciertas personas que lo vigilen con imparcialidad. Sabemos, sin embargo, que no siempre coincide este marco legal con la justicia ética (justi-cia conmutativa), que es una de las virtudes cardinales, ya que el aparato legal de cualquier socie-dad, puede ser manipulado por legistas y favorece a determina-dos grupos.

La justicia social, en cam-bio, busca el equilibrio entre par-

tes desiguales, a favor de los más débiles o más desprotegidos. Generalmente se basa en los de-rechos humanos, especialmente los derechos económicos y so-ciales. De modo que la justicia conmutativa regula las relacio-nes entre iguales; mientras la justicia distributiva (justicia so-cial) lo hace entre desiguales.

Una característica de nues-tro tiempo –y particularmente de México– es la desigualdad eco-nómica. Dios nos hizo a todos los seres humanos iguales en dignidad, creados a su imagen y semejanza. Entregó la Tierra a la humanidad en su conjunto, para que, custodiándola, pudiéramos obtener de ella los recursos ne-cesarios para la supervivencia. Debidamente repartidos estos recursos, el Planeta tendría ca-pacidad suficiente para satisfa-cer las necesidades básicas de todos sus habitantes. Con la tec-nología, se produce ahora tanta

riqueza como nunca antes en la historia. Sin embargo, como nunca antes, dicha riqueza ha estado tan mal distribuida:= La mitad de la población

mundial sigue viviendo debajo de los umbrales de pobreza. La cuarta parte, en situación vulnerable.= En 1992, el Banco Mun-

dial dividió a todos los países del mundo en cinco grupos de igual cantidad de países, según su ri-queza. El primer grupo tenía una riqueza 150 veces mayor que la del último grupo.= El primer grupo concentra-

ba el 86% de la riqueza mundial. Los otros cuatro grupos juntos (80% de la humanidad) tenían el otro 14% sobrante. Pero el últi-mo grupo disponía apenas del 1.5% de la riqueza mundial.= Los tres hombres más ri-

cos del mundo poseen en con-junto una riqueza equivalente a la de 42 países.

JUSTICIA SOCIALEnrique Marroquín, CMF

Presencia Apostólica 17

Teléfono abierto

Amor es...

Cuando iniciamos estas sencillas reflexiones sobre la es-piritualidad del laico, mencionamos las palabras de san Pablo tan llenas de confianza: todo lo puedo en Aquel que me conforta (Flp 4,13), para lograr que la fe brille en un mundo difícil.

Nuestra espiritualidad tiene un programa bien definido: imitar a Cristo, ser como Él (espiritualidad cristocéntrica), crecer y caminar con sentido ascendente, en dirección del Padre, a impulsos del Espí-ritu Santo. En consecuencia, nuestra fe y espiritualidad son trinitarias, sumergidos en nuestras realidades temporales -familia, escuela, tra-bajo, diversiones- pero viviendo con la libertad de los hijos de Dios.

¿Cómo lograrlo? Tenemos los medios adecuados: la Palabra de Dios, la Eucaristía, el amparo de María, madre de Dios. Condición para madurar como discípulos del Señor, la Cruz aceptada, no su-frida con resignación. Con todo ese arsenal de combate, no queda sino prepararse para cumplir la consigna del momento que es poner nuestros talentos al servicio de todos los hermanos y empeñarnos en la construcción de un mundo justo a la manera de Jesús, cuya vida tuvo una sola exigencia, el amor, que fue lo que nos dejó en heren-cia: Yo les ordeno esto: que se amen unos a otros (Juan 15,17).

¿Cómo es el amor? El amor es paciente y servicial y sin envidia (¿respeto la manera

de ser de los demás, los acepto tal y como son, trato de ayudarlos aunque me cueste?).

No quiere aparentar ni se hace el importante (¿soy sin-cero u oculto mis negras inten-ciones?, ¿aparento ser el mejor, quiero llevar la batuta en todo lo que hacemos, intento ser el jefe y me molesta obedecer?).

El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida y perdo-na (¿por lo menos hago el es-fuerzo?, ¿o soy de los que di-cen perdono pero no olvido?).

Nunca se alegra de algo injusto, y siempre le agrada la verdad. El amor discul-pa todo, todo lo espera y todo lo soporta (sin comentarios, para meditar una y otra vez y preguntarme si hay algo pa-recido con mi vida). Léase 1ª Corintios 13,4-7.

[email protected]

Ernesto Bañuelos C.

= El movimiento “Ocupa Wall Street” asegura que 400 esta-dounidenses tienen una riqueza equivalente a la de la mitad de los pobladores de dicho país.= En México, según infor-

mación del Banco Mundial, una décima parte de los mexicanos concentra 41.4% de la riqueza generada anualmente en el país.= En México, el 0.18% de

la población (204,472 personas) poseen inversiones por un monto similar a 42% de la riqueza que produce México en un año. Se-gún la Comisión Nacional Ban-caria y de Valores, este grupo concentró activos en el mercado bursátil mexicano por 6 billones 26 mil 954 millones de pesos.= Al mismo tiempo, un 52%

de los mexicanos viven debajo de los umbrales de pobreza, y cerca de veinte millones, en po-breza extrema.

Obviamente, esta brecha eco-nómica no se debe, ni a la po-breza de la tierra que les tocó a los países pobres (algunos de ellos son ricos en recursos), ni a mayor capacidad intelectual o la-boral de su población. Se debe a causas estructurales: mecanis-mos económicos impuestos por el poder de dominación (respal-dado por armas mortíferas) que posibilitan que la riqueza produ-cida en conjunto se vaya concen-trando en menos manos. Es, por tanto, urgente construir nuevos modelos alternos que permitan un mundo con menor injusticia.

La fe cristiana tiene como im-perativo el colaborar a construir un mundo de fraternidad, en la justicia, la paz y la verdad (Jesús llamó a este proyecto “el Reino de Dios”). Sin embargo, en no pocas ocasiones los cristianos hemos permitido que la religión legitime situaciones de injusticia.

Presencia Apostólica 17

18 Presencia Apostólica

Queridos amigos:

L a vocación cristiana, y en particular la consagrada, sigue sin gozar de buena prensa. Lo palpamos en tantos indica-

dores conocidos, pero no nos confundamos, lo más preocupante no es el bajón en la valo-ración social. Que los cristianos, y en par-ticular los consagrados, hayamos dejado de ser parte de los “notables” de la ciudad, no es ninguna pérdida. A Cristo y a los suyos, evidentemente, nadie los colocaba junto a Pilato y Herodes. A mucha honra.

Es muchísimo más peligrosa la pérdida de nuestra autoestima en relación con nuestra misión en el mundo y, como consecuencia, que se ponga en duda «la propia identidad cristiana o misionera». Esto es, que algunos no acaben de ver muy bien para qué sirven y que tampoco lo entienda y valore suficiente-mente la comunidad.

Más aún, lo más nefasto y suicida es que se abandone la propia vocación por cansancio, por desilusión, por sensación de inutilidad o porque –dicen– les asfixia la estructura de la Iglesia, para encontrarse –al salir– con que todas las estructuras de este mundo son herma-nas gemelas, y la peor de todas es la propia mediocridad. Esta serie de factores que hemos mencionado ha hecho que hayamos ido pasando de la figura del cristiano orgulloso de su vocación, al avergonzado de ser lo que es.

Cuando yo ingresé, de niño, en el postulantado lo hice ante todo por razones religiosas. Pero también porque admiraba a algunos claretianos muy concretos, porque veía que sus vidas estaban muy llenas, y porque entendí o imaginé que siendo como ellos sería feliz, como ellos eran.

Hoy entiendo que sea dificilísimo para una chica comprometerse cristianamente los fines de semana o para un muchacho iniciar una carrera al servicio del Evangelio, si no ven felices y radiantes a quienes viven esos mismos compromisos.

Creo que una de nuestras primeras tareas –de todos, pero en particular de los que nos sentimos más vinculados a la tarea evangelizadora de la Iglesia–, es la de devolver a quie-nes la hayan perdido su alegría cristiana y lograr que quienes la tienen, pero apenas se atre-ven a mostrarla, saquen a la calle el gozo de ser lo que son. Aunque tengan que ir contra la corriente de una civilización en la que lo que parece estar de moda es pasarse las horas contando cada uno la tripa que se nos rompió ayer por la tarde y en la que ser feliz y de-mostrarlo resulta una rareza.

Para ello no hace falta ponerse una careta con sonrisa “colgate”, basta con vivir lo que de veras se ama. Y saber que aunque en la barca de la Iglesia entra mucha agua por las ranuras de nuestros egoísmos, es una barca que nunca se hundirá porque el plan de Dios sobre cada uno de nosotros la mantendrá a flote.

Vuestro buen amigo, Juan Carlos, CMF

Reflexión

Cristianos felices

Presencia Apostólica 19

De la Palabra a la acción

LaPalabramarzo-abril

Marzo 42o Domingo de CuaresmaMc 9,2-10

(…) Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendo-rosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se le aparecie-ron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.

Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Éste es mi hijo amado; escúchenlo. En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les man-dó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. (…)*

En nuestro caminar cuaresmal somos invitados a vi-vir una experiencia más cercana con nuestro Señor a quien acompañamos a Jerusalén para ofrecerse generosamente por nosotros. Pedro, Santiago y Juan estaban cercanos a Jesús, hablaban con Él, lo veían actuar; sin embargo no le conocían del todo.

Al invitarlos a la montaña y vivir esa experiencia de la transfiguración descubrieron en Jesús al Mesías. Ese mismo de quien el Padre dijo desde el cielo que “es su hijo amado” y por lo tanto hay que escucharlo. Esto fue una muestra de la felicidad que nos espera y que da sentido a los esfuerzos de la vida ordinaria.

Este evangelio de la transfiguración nos motiva a esforzarnos para poner en práctica lo que nos pro-pone la Cuaresma.

¿Por qué no vivir una experiencia de soledad y oración para encontrarnos con el Señor?

Marzo 113er Domingo de CuaresmaJn 2,13-25

Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusa-lén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre.”

En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.

Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así? Jesús les respondió: “Destruyan este templo y en tres días lo re-construiré.” Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?”

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuan-do resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus dis-cípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escri-tura y en las palabras que Jesús había dicho.

Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.

Denunciar los abusos en el templo y exigir un culto verdadero es una acción profética de Jesús, pero el alcance de su gesto se nos revela más adelante cuando nos habla del templo de su cuerpo. Él es el verdadero templo en el que se manifiesta plenamente la presencia de Dios.

También tengamos presente la última frase de esta lec-tura: “…no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.” Esta cita nos puede ayudar a reflexionar sobre la profunda compren-sión que tiene Jesús de la naturaleza humana.

¿Descubro que soy templo del Espíritu Santo? ¿Cómo lo cuido y venero?

20 Presencia Apostólica

De la Palabra a la acción

Marzo 184o Domingo de CuaresmaJn 3,14-21

(…) Jesús dijo a Nicodemo: “Así como Moisés le-vantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que le entre-gó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.

La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella para que sus obras no se descubran. En cam-

bio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

En esta lectura Jesús dialoga con Nicodemo, auto-ridad religiosa. De entrada se nos dice que la razón por la que Jesús vino a este mundo es el amor de Dios que desea que todos los hombres tengan vida eterna. Pero la vida eterna no es algo que sólo se ubica en el futuro, más allá de la muerte. La vida eterna comienza en el presente con una existencia plena y total. Dios nos ama y desea que tengamos ese tipo de existencia.

Jesús no ha venido a condenar sino a salvar. Quien acepta la luz se salva, pero la lectura hace énfasis también en la libertad del hombre que a ve-ces prefiere hacer el mal y vivir en la oscuridad.

¿Eres consciente de que vivir en la verdad

es vivir en la luz y el amor del Señor?

Marzo 255o Domingo de CuaresmaJn 12,20-33

Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algu-nos griegos, los cuales se acer-caron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron: “Se-ñor, quisiéramos ver a Jesús.”

Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y él les res-pondió: “Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que si el grano de trigo, sem-brado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.

El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre.

Ahora que tengo miedo, ¿le voy a decir a mi Padre: ‘Padre, líbrame de esta hora’? No, pues preci-

samente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre.”*

El grano de trigo, la semilla, es símbolo de esperanza que nos ayuda a comprender el sentido de procesos doloro-sos –esfuerzos, sufrimientos o incluso la muerte– que pueden producir frutos de vida y de plenitud. Esto uni-camente lo puede compren-der quien ha desarrollado la capacidad de amar, pero no sólo a sí mismo. A esto le po-demos llamar trascendencia, a que nuestro amor alcance a

otros y nuestra existencia beneficie también a otros.La acción “inútil” desde parámetros mundanos

de misioneros, ancianos, madres, luchadores socia-les sigue siendo necesaria. El amor “inútil” es más poderoso que cualquier enfermedad, la bondad “in-útil” es más fuerte que toda lógica; la muerte “inútil” de Jesús nos da la vida.

¿Sirves para vivir? ¿Vives para servir?

Ilustraciones: Cerezo Barredo • www.servicioskoinonia.org

Presencia Apostólica 21

De la Palabra a la acción

Abril 1Domingo de RamosMc 14,1-15,47

(…) Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, ce-nando, les dijo: “Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a entregar.” (…) Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “To-men: esto es mi cuerpo.” Y to-mando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebie-ron y les dijo: “Esta es mi san-gre, sangre de la alianza que se derrama por todos. (…)

Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo: “Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escri-to: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero, cuando resucite, iré por delante de ustedes a Gali-lea.” Pedro replicó: “Aunque todos se escandalicen, yo no.” Jesús le contestó: Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres.” (…)

(…) Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los

judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores. (…)*

Hoy, domingo de Ramos, acom-pañamos a Jesús en su entrada a Jerusalén. Acaba de ser un-gido en Betania y nosotros le recibimos con “Hosana” ¿Que-daré impasible a la salvación de Jesús? Hoy proclamamos la pasión de Jesús según san Mar-cos. Agitaré el ramo, la palma… pero ¿cambiará algo en mí?

Jesús conoce muy bien el fi-nal de su camino y consciente-mente lo asume con valentía y en fidelidad hasta la muerte.

Semana de Pasión, Muerte y Resurrección de Je-sús, nosotros, Iglesia nos unimos a esta celebración. Reunidos en comunidad, lo celebramos en la Pala-bra y la Eucaristía, presencia sacramental del Señor en medio de nosotros.

Jesús en todo momento es fiel a su Padre y a no-sotros, la humanidad, y da, con amor, hasta la últi-ma gota de sangre.

¿Y yo, qué puedo aportaren estos acontecimientos?

Abril 5Jueves SantoJn 13,1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que ha-bía llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mun-do, los amó hasta el extremo.

En el transcurso de la cena (…) se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavar-les los pies a los discípulos…

Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el maestro y el Señor, les he lavado los

pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan.”*

Con una acción simbólica –lavarles los pies a sus dis-cípulos– Jesús nos muestra de manera contundente cuál debe ser nuestra actitud como seguidores suyos: la acción en servicio de los demás. Después es de este gesto, el mismo Jesús pregunta: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?” Y nosotros, ¿com-prendemos lo que esto significa? ¿Somos capaces de tener siempre esa actitud de servicio?, o sólo muy de vez en cuando…

* Cuando no se reproduce el texto de la lectura(por razones de espacio), se invita a leerlo

en la cita bíblica.

22 Presencia Apostólica

De la Palabra a la acción

Abril 6Viernes SantoJn 18,1-19,42

(…) Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el pala-cio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua.

(…) Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo.”

(…) Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz se

dirigió hacia el sitio llamado “la Calavera” (que en he-breo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. (…)*

El Viernes Santo nos invita a reflexionar en la injusti-cia de la vida, las injusticias que palpamos todos los días y la consecuente pregunta ¿Por qué? ¿Por qué?... Como si Dios tuviera que darnos explicaciones.

Dios hace más que eso: participa en la aven-tura y desventura humanas. Carga sobre sí el dolor humano. La soledad del anciano es la de Jesús, los gritos del parapléjico, la silla vacía en la mesa, la impotencia del enfermo de sida, la mujer abandonada, tu vida y la mía. Un día lo comprenderemos. Todo será luz, como aquella mañana de Pascua.

Abril 7Vigilia Pascual Mc 16,1-7

Transcurrido el sábado, Ma-ría Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salo-mé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Je-sús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigie-ron al sepulcro. Por el cami-no se decían unas a otras: ¿Quién nos quitará la pie-dra de la entrada del sepul-cro?” Al llegar, vieron que la piedra ya estaba quitada, a pesar de ser muy grande.

Entraron en el sepulcro y vieron a un joven, vesti-do con una túnica blanca, sentado en el lado dere-cho, y se llenaron de mie-do. Pero él les dijo: “No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret el que fue cru-cificado. No está aquí; ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro: ‘Él irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como él les dijo.’”

¡Es Pascua! Vemos al Señor resucitado, nues-tros ojos, nuestro co-razón, todo nuestro ser. ¡El Señor resucita y nosotros con Él! Je-sús es el buen pastor y nos carga sobre sus hombros. Nos llama a la vida plena y nos invita a no tener mie-do a quienes matan el cuerpo pero no pue-den matar el espíritu.

En Jesús resucitado el amor es posible, so-mos amadas y amados porque sólo el amor salva. Es Pascua y nues-tra tierra puede ser un cielo en Cristo Jesús Resucitado. Somos sus discípulos, vayamos a la “Galilea” de nues-tros espacios y tiempos a encontrarlo en los hermanos que nos ne-cesitan y esperan que

les ofrezcamos lo que somos, podemos y tenemos.

¡Felices pascuas de resurrección!

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Presencia Apostólica 23 Presencia Apostólica 23

Abril 8Domingo de Pascua de la Resurrección del SeñorJn 20,1-9

El primer día después del sábado, estando todavía os-curo, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde lo habrán puesto.”

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del se-pulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó pri-mero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos el suelo, pero no entró.

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús… Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado pri-mero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Je-sús debía resucitar de entre los muertos.

¡Vio y creyó! Como el otro discípulo también noso-tros debemos ver y creer que la resurrección de Cris-to llena el mundo de nueva vida; se logra el triunfo definitivo del Amor sobre el odio, de la Vida sobre la muerte. Aunque el ser humano no se cansa de seguir sembrando cruces de destrucción y muerte en nues-tro mundo, sabemos que el amor y la fuerza irre-sistible de Dios tendrán siempre la última palabra. ¡Palabra de Vida Eterna!

Es cierto que mirando a nuestro alrededor y escu-chando las noticias vemos tanto sufrimiento y tantos signos de muerte que hacen vacilar nuestra espe-ranza; sin embargo, Cristo nos hace comprender el misterio de la vida que pasa por el camino del calva-rio para llegar a la resurrección. Aprendamos a vivir intensamente la vida de cada día con quienes nos rodean, nuestros hermanos, reflejando en nuestra mirada “la llama” de la Vida nueva y la Resurrección obtenidas por Jesucristo.

¿Crees tú en la resurrección delos muertos y en la vida eterna?

De la Palabra a la acción

Abril 152o Domingo de Pascua Jn 20,19-31

Al anochecer del día de la resurrección, estando ce-rradas las puertas de la casa donde se hallaban los dis-cípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el padre me ha enviado, así también los envío yo.” Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdo-nen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.”

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Ge-melo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor.” Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los cla-vos y no meto mi mano en su costado, no creeré.”

Ocho días después estaban reunidos los discípu-los a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La

paz esté con ustedes.” Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree.” Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: Tú crees porque me has visto, dichosos los que creen sin haber visto.”

La resurrección del Señor Jesús es un misterio que nunca acabaremos de comprender. Sin embargo lo sabemos y sentimos presente en nuestras vidas con el don de la paz que nos trae y que abre nuestras puertas cerradas por el miedo y por las dudas que sobrevienen ante la realidad que vivimos. Responde a nuestra incredulidad, como la de Tomás, con la generosidad de su presencia.

Ahora nos pide que nosotros seamos portadores de su amor y perdón para sembrar la paz en todo el mundo.

¡Seamos testigos fieles de la presencia del Resucitado en el mundo!

* Cuando no se reproduce el texto de la lectura(por razones de espacio), se invita a leerlo

en la cita bíblica.

24 Presencia Apostólica

Abril 223er Domingo de PascuaLc 24,35-48

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y lle-garon al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Je-sús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: “No teman; soy yo (…)” Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: “¿Tienen aquí algo de co-mer?” Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.

Después les dijo: “Lo que ha sucedido es aque-llo de lo que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.”

Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: “Está escrito

que el Mesías tenía que padecer y había de resuci-tar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto.”

Hoy recordamos cómo para los apóstoles el cami-no de la fe fue largo. Algunos habían vivido con Él alrededor de tres años, le habían escuchado y ha-bían visto sus milagros. También habían orado con Él y compartido la última cena. Esa cena de confi-dencias, recomendaciones, plegarias y comunión.

Ahora algunos ya le habían visto resucitado, pero con su mirada humana, no acababan de reconocer-lo hasta que partió y compartió el pan. Compartió su vida, lo mejor que tenemos. Crece con nosotros, cuando comemos el pan que a todos da vida. Son muchos los que todavía hoy no creen en Jesús y lo ignoran porque no han tenido la suerte de descu-brirle como lo hicieron los discípulos de Emaús.

¿Cómo muestras al Resucitado y tu feen Él a quienes te rodean?

De la Palabra a la acción

Abril 294o Domingo de PascuaJn 10,11-18

(…) Jesús dijo a los fariseos: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.

El Padre me ama porque doy mi vida para vol-verla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Éste es el mandato que he recibido de mi Padre.”

La figura del pastor fue muy significativa en el con-texto en el que vivió Jesús y como comparación es muy simbólica y fácil de comprender. Jesús es el modelo de buen pastor que mantiene con sus ovejas una relación de conocimiento y amor; al extremo de ser capaz de dar la vida por ellas. La lectura nos habla también de que a Jesús no le importan sólo las ovejas de un cierto rebaño: “Tengo además otras

ovejas…” por ello necesitamos seguir orando al due-ño de la mies que envíe operarios a sus campos. Hoy, al celebrar el domingo de las vocaciones claretianas, pidámosle al Señor que suscite nuevos seguidores de su Hijo al estilo de San Antonio Ma. Claret, y los en-víe al campo del mundo para predicar el Evangelio.

¿Cómo promueves y apoyaslas vocaciones sacerdotales y religiosas?

Comentarios elaborados por Alejandro Cerón Rossainz, CMF y Marisol Núñez Cruz.

Presencia Apostólica 25

MISIONEROS CLARETIANOS

ATENDIENDO TU VOCACIÓN

TEMPLO DEL SEÑOR DE LA SANTA VERA CRUZPortal 20 de Noviembre 113, Zona Centro,Toluca Edo. de México(722) 2-15-47-33

TEMPLO DE SAN ANTONIO MARIA CLARETCuauhtémoc 939,Col Narvarte,México, D.F.55-43-27-66 y 56-69-15-59

PARROQUIA DEL PURÍSIMO CORAZÓN DE MARÍAGabriel Mancera 415,Col del Valle,México, D.F.55 23 52 25 y 55 43 20 90

TEMPLO DE SAN HIPÓLITOZarco 12, Col Guerrero,México, D.F.55-10-47-96 y 55-21-38-89

CENTRO DE PASTORAL VOCACIONALP. Rogelio Carmona Núñez, CMF

[email protected](722) 4-90-17-09

Tu trabajo hacela diferencia

Si deseas ofrecer parte de tu tiempo a la acción solidaria y gratuita en los campos: pastoral, educativo, cultural, salud y cui-dado del medio ambiente, contáctanos.

Voluntariado de la Liga Nacionalde San Judas Tadeo

Templo de San Hipólito, México, D.F.Tel. 55187950

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26 Presencia Apostólica

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