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IMAGEN DE LA JORNADA: Maneras de pensar. VinzFeelFree. GRAFISMO: Daniel Aguilar

Preludio VI Nuria Girona XIII Jornadas FCCC Valencia .pdf

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IMAGEN DE LA JORNADA: Maneras de pensar. VinzFeelFree.

GRAFISMO: Daniel Aguilar

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PRELUDIO VI

Chantal Maillard: el malestar del cualquiera

Nuria Girona Fibla Doctora en Filología Hispánica España Universidad de Valencia

Departamento de Filología Española  

Dime lo que he de hacer. Las palabras se agolpan. Dime algo, dices, dice

él. A mí, me parece que no dejo de hablar. No obstante, cuando lo intento -dime, dice-, oigo como un gemido, tan sólo un gemido

que arrastra el llanto. Chantal Maillard, Hilos, Tusquets, Barcelona, 2007, p. 51.

A menudo, los versos de Chantal Maillard actúan un habla; a menudo, los poemas de Hilos componen la escena de un yo apenas sostenido en la interpelación: “dime lo que he de hacer”. El imperativo no debe engañarnos, aquí el yo no demanda ni una guía de conducta ni una ley que lo ordene. Nada más lejos en esta obra en la que, en todo caso, “dime” activa la huella de un imperioso interlocutor y “dime algo” asegura su contacto. “Dime algo, dices, dice” apunta el poema: cualquier cosa, no importa qué, porque si alguien dice, alguien sigue ahí y no lo arrastra todo el llanto. Este sujeto lírico se inscribe como un yo en busca de un tú en la condición de un diálogo, para nada un intercambio comunicativo. “Dime qué fue de mí” leemos en el siguiente poema en un acto de desposesión extrema. El yo desconoce su historia y le pide a un otro que se la cuente, que le atribuya un origen, le recuerde su destino o lo convierta en memoria… Porque pedirle a otro que diga de uno es el modo que tiene el psicoanálisis, perdón, la poesía, de mantener viva la posibilidad de decir. La palabra, en el límite con el gemido, da cuenta de un malestar y en la manera de hilarlo, Maillard propone una política, perdón otra vez, una poética que hace lazo. Dos son compañía, tres son multitud en tiempos de fragmentación social: este yo lírico no se constituye sino por otro y, además, suma su lector. Al borde de la caída (“el llanto es el límite / entre arriba y abajo. / Abajo atónito, / dice lágrima y no entiende”), se propone partir, salir, abrir: “llegar a otro. Sin / otro. Sin llegar a”. Hilos resulta, en varios sentidos, un libro molesto. A pesar de su título, no sutura, no colma en sus fugas de sentido, nos abandona en esa brecha entre simbólico y real que no cesa de enunciar. Ningún cantautor se interesará en poner música a sus versos, a pesar de la marcada cadencia que los escande o la peculiar prosodia que los arrastra: “Es cuando puede oírse / otro sonido, el de un punteado / entre deslizamientos: la escritura”. No, no podremos consumir compulsivamente a Maillard y no se trata de una cuestión de elitismo cultural, cuando más bien opera con una lengua pobre (repite palabras, evita los adjetivos, abusa de los pronombres). Como toda poesía, resulta contraria a su tiempo, en tanto su producción no se rige ni por la finalidad ni por la utilidad.

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Escasamente complaciente, distintos nombres del dolor desfilan en sus páginas y, sin embargo, el mayor malestar no se manifiesta en lo dicho sino en su decir. ¿Quién habla aquí?, ¿qué malestar dice? Me interesa especialmente la construcción autorial de esta escritora, es decir, cómo entrelaza vida y texto, y con qué identificaciones y representaciones se maneja. Una anécdota nos informa acerca de esta construcción. En una de las escasas entrevistas concedidas, una periodista le preguntó acerca de cierto “proceso doloroso” que se percibía en su obra, ante lo que Maillard respondió con cortesía: “Sí, tanto Husos como Hilos son cuadernos de duelo, de un momento trágico que he pasado y por eso el huso principal en el que estoy en esos libros es el del dolor. Pero no quisiera entrar mucho más en lo personal”. Pero la periodista siguió hurgando: “Es por abordar los hechos que desencadenan su pensamiento actual, primero su enfermedad, después la muerte repentina de su hijo”, ante lo que la escritora atajó con contundencia: “Husos e Hilos son libros de pérdidas. Pérdida de mi integridad física, por un lado, y por supuesto la pérdida de mi hijo. Está marcado por el suicidio de mi hijo. ¿Qué más puedo decir? Es todo”1. La autora tampoco entra en el mercado de las confesiones, ni en sus declaraciones ni en sus textos. De hecho, ningún detalle concreto remite a estos episodios biográficos, más allá de la alusión al dolor o la pérdida sin nombre. Así desnuda el dato y diluye “lo personal” en “lo subjetivo”. Un tono intimista define su obra que no se confunde con la confidencia y no pierde de vista la experiencia. “¿Cuánto de dolor añadido hay en el dolor?” se pregunta en otro de sus libros2: ni complacencia, ni épica, ni demasiadas palabras, para cercarlo y aislarlo en la exactitud de una herida (“Pero la herida no, la herida nos precede, / no inventamos la herida”). Hilos se sostiene, justamente, en la voz “hilos”: un “apenas yo”, desdoblado (“contar el mí / en primera persona”), ausentado (en su preferencia por el infinitivo) o diluido (en pronombres indefinidos). Porque, como planteaba al comienzo, cuenta ese tránsito de un yo que falta, que al comienzo del libro es “uno” (título del primer poema): “Uno. / Porque hay más. / Más están fuera” y termina siendo “cual” (título de la segunda parte del libro, sin acentuación), “cual junto a indignado. Uno más entre todos o cualquiera de ellos… sin identidad, anónimo, y sin embargo único, peculiar, vinculado, molestado. Giorgio Agamben nos recuerda que el Estado espectacular puede reconocer cualquier reivindicación identitaria, incluso las que se le oponen, pero no que “las singularidades formen una comunidad sin reivindicar por ello una identidad, el que unos hombres establezcan una relación de co-pertenencia sin una previa condición representable de pertenencia (el ser italianos, obreros, católicos, terroristas…) 3 . Que estas “singularidades verdaderamente cualesquiera”, de pronto, se agrupen, resulta intolerable, como lo fue el movimiento 15-M en nuestro país. “¿Quiénes sois?” les preguntaba con irritación a sus integrantes; “no nos representan” respondían los integrantes. Lo que no puede ni quiere ser representado y, pese a todo, logró formar comunidad, salió a la plaza en aquel momento: no emergió cualquier malestar sino el malestar del cualquiera.  

                                                                                                                         1 María Luisa Blanco, “Yo creo que corazón ya no tengo”, Entrevista: “Poetas españolas de hoy. Chantal Maillard”, El País, Babelia, 16 de junio de 2007. Disponible en: http://www.elpais.com/articulo/semana/creo/corazon/tengo/elpepuculbab/20070616elpbabese_1/Tes 2  Chantal Maillard: “Sobre el dolor” en El arte y otras imposturas. Valencia, Pre-textos, 2009, p. 132. “El dolor no es político” afirma en la entrevista ant. cit.  3  Giorgio Agamben, Medios sin fin. Notas sobre la política (Trad. Antonio Gimeno Cuspinera). Valencia, Pre-textos, 2001 [1996], p. 75.