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¿Por qué somos camilistas? JAVIER GIRALDO MORERNO Sacerdote Jesuita y defensor de Derechos Humanos ace 50 años un personaje excepcional irrumpió en la vida política colombiana. No provenía de las tradicionales élites partidistas que habían usufructuado el perverso aparato estatal por más de un siglo. Su suelo nutricio eran más bien las corrientes de un cristianismo autocrítico que sacudía dogmatismos heredados e intentaba recuperar valores primigenios, de cara a los desafíos éticos de un mundo sumergido en injusticias y violencias estructurales. En su pensamiento, inseparable de su acción y de su compromiso ético, convergían movimientos innovadores del momento, en los campos del análisis social, de la pedagogía, de la teología, de la filosofía política, de los movimientos sociales y de la espiritualidad. Pero todos esos aportes, cuando tocaban su mente y su sentir, abandonaban rápidamente las esferas de la teoría para encarnarse en energías que enfrentaban la cruda concreción de su entorno y se transformaban en paisajes de un futuro posible, al que se podría acceder a través de experiencias solidarias y contagiosas, fincadas en el contacto directo con los oprimidos y en una ética altruista comprometida. Tales ideales despertaron adhesiones multitudinarias que se fueron decantando a la sombra de un liderazgo testimonial, totalmente ajeno a los inveterados caudillismos egoístas, y que se fue consolidando sobre la credibilidad que inspiran los sacrificios y renuncias que autentican la pureza de los ideales, sellados finalmente con el sacrificio de la propia vida. Su impacto se proyectó a lejanos confines de América y del mundo. H Esa Vida-Testimonio-Proyecto no ha sido posible sepultarla en 50 años. Había echado profundas raíces en una estirpe de soñadores/activistas que no cesa de multiplicarse, creando una identidad ético-política de rasgos inconfundibles. Quizás los más prominentes sean estos: 1) El rechazo a toda etiqueta, bajo la convicción de que éstas han servido casi siempre para encubrir o enmascarar las actitudes contrarias de lo que pregonan: la etiqueta “cristiana” ha servido para enmascarar a los que no aman; la etiqueta “socialista” para enmascarar la afición por el poder elitista; la etiqueta “libertaria” para enmascarar a los enemigos de la libertad de los demás; la etiqueta del “amor al pueblo” para enmascarar posiciones

Porque Somos Camilistas

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Page 1: Porque Somos Camilistas

¿Por qué somos camilistas?JAVIER GIRALDO MORERNOSacerdote Jesuita y defensor de Derechos Humanos

ace 50 años un personaje excepcional irrumpió en la vida política colombiana. No provenía de las tradicionales élites partidistas que habían usufructuado el perverso aparato estatal por

más de un siglo. Su suelo nutricio eran más bien las corrientes de un cristianismo autocrítico que sacudía dogmatismos heredados e intentaba recuperar valores primigenios, de cara a los desafíos éticos de un mundo sumergido en injusticias y violencias estructurales. En su pensamiento, inseparable de su acción y de su compromiso ético, convergían movimientos innovadores del momento, en los campos del análisis social, de la pedagogía, de la teología, de la filosofía política, de los movimientos sociales y de la espiritualidad. Pero todos esos aportes, cuando tocaban su mente y su sentir, abandonaban rápidamente las esferas de la teoría para encarnarse en energías que enfrentaban la cruda concreción de su entorno y se transformaban en paisajes de un futuro posible, al que se podría acceder a través de experiencias solidarias y contagiosas, fincadas en el contacto directo con los oprimidos y en una ética altruista comprometida. Tales ideales despertaron adhesiones multitudinarias que se fueron decantando a la sombra de un liderazgo testimonial, totalmente ajeno a los inveterados caudillismos egoístas, y que se fue consolidando sobre la credibilidad que inspiran los sacrificios y renuncias que autentican la pureza de los ideales, sellados finalmente con el sacrificio de la propia vida. Su impacto se proyectó a lejanos confines de América y del mundo.

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Esa Vida-Testimonio-Proyecto no ha sido posible sepultarla en 50 años. Había echado profundas raíces en una estirpe de soñadores/activistas que no cesa de multiplicarse, creando una identidad ético-política de rasgos inconfundibles. Quizás los más prominentes sean estos:

1) El rechazo a toda etiqueta, bajo la convicción de que éstas han servido casi siempre para encubrir o enmascarar las actitudes contrarias de lo que pregonan: la etiqueta “cristiana” ha servido para enmascarar a los que no aman; la etiqueta “socialista” para enmascarar la afición por el poder elitista; la etiqueta “libertaria” para enmascarar a los enemigos de la libertad de los demás; la etiqueta del “amor al pueblo” para enmascarar posiciones racistas, elitistas o egoístas; la etiqueta “revolucionaria” para enmascarar nuevas formas de fetichismo o de dominación; la etiqueta “democrática” para enmascarar mecanismos soterrados de manipulación y alienación. Pero el rechazo a las etiquetas lleva, ante todo, a no convertir el Camilismo en una etiqueta.

2) La convicción de que la única estructura política legítima es aquella en que las mayorías toman las decisiones, para lo cual han debido convertirse en grupo de presión. Pero las mayorías, racionalmente, no toman cualquier tipo de decisiones, sino aquellas que en las circunstancias concretas producen el buen vivir para todos, satisfaciendo ante todo las necesidades humanas básicas.

3) La convicción de que la única acción política auténtica y honesta es la que deja de lado los partidismos tradicionales, las ideologías, los credos religiosos, los intereses económicos, gremiales, profesionales, raciales, étnicos o de género, factores todos que dividen al pueblo, para centrarse en propuestas concretas que beneficien a las mayorías y unifiquen al pueblo alrededor de un modelo concreto de sociedad justa, “insistiendo siempre en lo que une y prescindiendo siempre de lo que divide”.

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4) La convicción de que todo caudillismo o liderazgo personalista termina sembrando divisiones, discordias y venganzas, creando energías de enfrentamiento alrededor de pugnas por el poder e impulsando formas de dictadura y dominación que arruinan todos los dinamismos de unidad y concordia que deben inspirar la búsqueda auténtica del bien común. Por el contrario, la adopción por Camilo del principio evangélico: “el que quiera mandar debe ser servidor y esclavo de los demás” (Mt. 20,26) o, en su versión Zapatista: “mandar obedeciendo y obedecer mandando”, principio desagregado en 7 consignas ilustrativas: “obedecer y no mandar; representar y no suplantar; construir y no destruir; unir y no dividir; servir y no servirse; bajar y no subir; proponer y no imponer”.

5) La desconfianza y prevención frente a toda estructura y toda estrategia utilizada regularmente por el Establecimiento y/o por el Estado para dominar, engañar y enajenar, como las elecciones; los falsos mecanismos de participación; las estrategias “informativas” que son realmente desinformativas; la participación en instituciones y estructuras falsamente democráticas, bajo la convicción de que no resistirlas y denunciarlas equivale a legitimarlas y empoderarlas.

6) Colocar como criterio central e inspirador de todas las plataformas operativas, la situación concreta y descarnada de los excluidos, explotados y oprimidos, cuya transformación en humanidad digna define la validez de las propuestas programáticas, adoptando así otro criterio evangélico, según el cual, son los hambrientos, los sedientos, los sin abrigo, los enfermos y los encarcelados o reprimidos, los jueces definitivos que validarán o invalidarán, en un momento decisivo, el sentido de nuestras vidas (Mt. 25, 31-46). Sólo la correcta articulación de medios para lograr efectivamente estos fines, podrá llamarse AMOR EFICAZ, y no la expresión de simples sentimientos o deseos de que eso ocurra.Por identificarnos en todas estas convicciones, SOMOS CAMILISTAS.