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¿Por qué mintieron los indios de Cajatambo? La extirpación de idolatrías en Hacas entre 1656-1665 l. Juan Carlos García "que es cierto que si Dios nuestro sei10r les diera por cu ra a uno de los de su colegio apostólico, que éste frm;;ossamente con la grar;; ia que Dios le tiene dada ahía de alca nrar las culpas de los vndios; al instante que se las cas ti gara y corrigie ra se seguía el capitular/e" (AAL, Capítulos, Leg. 18 , exp . VII, f. l 80v). C ie rt o día de enero del año 1656 un indio natural del pu eb lo de Roca en la doctrina de Ticl los, provincia colonial de Cajatambo había salido del pueblo en su mula por el camino a Otuco; iba a recoger unos frutos con que alimentar a su fam ili a. Sin e mbargo , no bien andado un bu en trecho vio congregado a un grupo numeroso de indios, hombres y mujeres, al parecer de la vecina doctrina de Hacas. -¿Q ué hará aquí toda esta ge nte' 7 , preguntó para sí. No s in c ie rt o temor, Sebastián Ramos, que así se ll amaba nuestro personaje, se acercó bordeando el cam in o intri gado por tan extraño encuentro para ver qué había reunido a las personas en ese paraje. Pronto tomó cuenta de lo que es taban hac iendo: cerca a una caverna algunos hombres tenían a una ll ama atada y la estaban degollando, co n la sangre del animal habían rociado la entrada de la caverna y un os bultos, que --<lespués se descubriría- eran cuerpos frescos de indios cristianos que habían desenteITado del cemente ri o de la igl esia del pueblo de Otuco. Con gran sus to Sebastián pudo ver que las mujeres tenían consigo varios nt aros con c hi cha, coca y en las manos unos ta mborcillos. Una vez recog id a la fruta, el Nº 1, julio 1996 7

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¿Por qué mintieron los indios de Cajatambo?

La extirpación de idolatrías en Hacas entre 1656-1665

l.

Juan Carlos García

"que es cierto que si Dios nuestro sei10r les diera por cura a uno de los de su colegio apostólico, que éste frm;;ossamente con la grar;;ia que Dios le tiene dada ahía de alcanrar las culpas de los vndios; al instante que se las castigara y corrigie ra se seguía el capitular/e" (AAL, Capítulos , Leg . 18 , exp. VII, f. l 80v).

C ierto día de enero del año 1656 un indio natural del pueblo de Roca en la doctrina de Ticl los, provincia colonial de Cajatambo había salido del pueblo en su mula por el camino a Otuco; iba a recoger unos frutos con que alimentar a su fam ili a. Sin embargo, no bien andado un buen trecho vio congregado a un grupo numeroso de indios, hombres y mujeres, al parecer de la vecina doctrina de Hacas.

-¿Qué hará aquí toda esta gente '7, preguntó para sí. No sin c ierto temor, Sebastián Ramos, que así se ll amaba nuestro personaje, se acercó

bordeando e l camino intrigado por tan ex traño encuentro para ver qué había reunido a las personas en ese paraje . Pronto tomó cuenta de lo que estaban haciendo: cerca a una caverna algunos hombres tenían a una ll ama atada y la estaban degollando, con la sangre del animal habían rociado la entrada de la caverna y un os bultos, que --<lespués se descubriría- eran cuerpos frescos de indios cristianos que habían desenteITado del cementerio de la iglesia del pueblo de Otuco. Con gran susto Sebastián pudo ver que las mujeres tenían consigo varios cántaros con chi cha, coca y en las manos unos tamborcill os. Una vez recog ida la frut a, e l

Nº 1, julio 1996 7

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indio fue a ciar parte ele todo a su cura, e l doctrinero ele San Pedro ele Tic ll os y vicari D ele la provincia ele Cajatambo, bachill er don Bernardo ele Noboa. Es te sin mayor pérdida de tiempo partió en compañía ele Sebastián al lugar en donde pudieron todavía alcanzar a un a viejec illa que había estado con los congregados .

-¿ Por qué han deso ll ado una ll ama en este lugar'I inquirió e l vicari o. -No la hemos deso ll ado nosotros , padre, co ntestó la vieja, la mató un león. - Pero si la mató e l león, replicó Sebastián. dirigiéndose a Noboa , ¿por qué estaban

tantos indios congregados para clesollarla? y ni hubieran traído tantos cántaros de chi cha y mates de coca. "Esto es ido latría, pensó para sí Sebastián , y éstos son idó latras" pero no se atrev ió a decirlo.

En la sospecha de que la vieja mujer ocultaba algo. el vicario decidió ll evarl a al pueblo de Cajamarquilla, en la jurisdicción de su doctrina, en donde pod ría intemigarla co n tocia co­modidad . La preocupación del vicario se acentuaba porque había vi sto , tal como se lo dijera Sebastián, la entrada de la cueva con manchas ele sangre fresca y porque hacía algún tiempo en la provincia con·ía la voz de que los indios de Otuco acostumbraban sacar los cuerpos de sus familiares de la iglesia para llevarl os a las cuevas-machayes en donde les rendían culto. Era ésta un a sospecha que el vicari o recordaba además de los viejos manua les de sus años de estudi ante en e l Colegio ele San Martín , en donde había podido leer los info1111es de Pablo José de Arriaga, jesuita que anduvo por las sie rras de Cajatambo cuarenta años atrás.

La anciana que respondía a l nombre de Francisca Copea (o Cochac) , lejos de su pueblo y seguramente asus tada, pronto confesó tocio: en efecto habían estado en esa ocas ión los indios desollando a la llama para o frecer la sangre a los muertos que tenían escondidos en la cueva. En compañía de ella e l vicario pudo constatar en el s itio que tocias las sospechas eran c iertas, se hallaron los cuerpos rociados con sangre .

Viendo lo que pasaba el vicario partió sin mayor di lación al pueblo ele Otuco , en la vecina doc trina de Hacas, y llegado allá reunió con el padrón a todos los indios. Como fa ltaban algunos, inquirió en dónde estaban a lo que los indios respondieron que los que fa ltaban era porque ya habían muerto y estaban enterrados en la iglesia. Esperando esta respuesta, que confinnaría sus sospechas, e l vicario en compañía de algunos indios abrió la ig lesia y cavó las sepulturas . No halló ni un solo cuerpo.

-¿Dónde están los difuntos que decís están enterrados en la ig lesia? preguntó enojado el vicario .

Convencidos de que no había modo de negar la verdad los indios confesaron que los habían sacado de allí y llevado a las cuevas .

El siguiente acto reali zado por el vicari o fue avi sar al cura propietario de la doctrina de Hacas, bachiller Gabriel de la Cueva 1 y a l corregidor del partido, don Francisco Barba

8

Poco sabemos sobre es te personaje que ofició como cura de Hacas durante seis años. Tenemos el testimonio de los indios del lugar que lo recordaban como a un sacerdote bue no, suave y de car,ícter apacible que jamás les causó agravio ninguno. "nunca nos pedía primicia y comía lo que le dábamos" declararon en 1665 (AAL, Secció n Capítulos, Leg. 18, exp. VII ). Luego ele ser cura de Hacas pasó a la doctrina de Singa. en Huamalíes, en donde lo encontramos inmerso en dos juic ios con los obrajeros del lugar: e l primero en 1668- 1669 cuando fu e acusado por el maestre de campo don Miguel Rui z de la Vega. admini strador del obraje de Chuquibamba (Huamalíes). por contravenir las

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

Altamirano, a quien pidió auxilio para sus pesquisas. Junto con ellos vendría también e l gobernador y cacique principal de T icll os, San Pedro de Hacas y de San Juan de Copas, capit,ín don Juan de Mendoza. Esa noche, Noboa hizo traer a Otuco todos los cuerpos ha ll ados en e l machay y los puso en la cárcel del pueblo: temía que por la noche éstos fueran com idos por los perros, o peor aun que los indios enojados se atrev iesen a hacer alguna hcl laquería. Antes de retirarse a descansar e l vicario contó los cuerpos uno a uno , minu­ciosamente, anotó la c ifra en un papel y dejó ordenado que dos guardas vigilasen e l local: en tota l se habían hall ado doscientos cadáveres.

Cuando llegó e l cura ele la doctrina y las otras autoridades convocadas , el vicario procedió a llevarl os a l lugar en donde estaban los cuerpos . Ante las miradas atónitas y horrorizadas del cura, el corregidor y el cacique gobernador Noboa los descubrió, algunos , aú n frescos, estaban ll enos de gusanos. Miró a l indio y en sus ojos había un duro reproche:

- ¡Ved lo que hacen vuestros indios' - Esto es una bellaquería, agregó e l co1Tegidor indignado, dirigiéndose al cacique, vos

tenéis la culpa y os he de cast igar. También e l cura de Hacas manifestó su enojo. Era quizás e l más interesado en

demostrar su asombro públicamente, después de todo se trataba ele sus feligreses a qui enes é l debía cont rolar. Se armó ent onces un escándalo en medio ele la plaza del pueblo ele Otuco en e l que menudeaban los reproc hes e inculpaciones al cac ique.

Don Juan ele Mcncloza, aunque se jactaba siempre ele conocer a sus indios, estaba vi sibleme nte desconcertado. Sólo acertó a balbucear:

- Yo no la tengo, porque no sé nada desto2.

Luego ele un a misa por las a lmas de los muertos encontrados se les hi zo un enti erro so lemne en la iglesia. Los cuerpos de gentiles, que de éstos también se habían ha ll ado en gran número fueron amon tonados en la plaza del pueblo junto con algun as trompetas de

normas teniendo tornos y te lares en su casa: fomentar odios y desórdenes entre su fe ligresía indu­ciendo a los indios a ini c iar causas siniestras contra su persona, ocas ionándo le g raves daños , en espec ial al bum manejo de su obraje pues le di sputaba a los ind ios que trabajaban en él. El segundo _jui c io . datado en 1672 guarda re laci<Í n con la causa seguida contra José Mejía. mesti zo protegido por e l obrajcro (el mi smo Miguel Ruiz de la Vega) y el cura de Llata . Melchor de Leiva. comisario de la Sanla CruD1da. quienes en una ocasión habían llegado a impedir, espadas en mano. la pris ión del mestizo, mal tratando a De la C ueva. a la sazón juez de la causa (ver AAL. Sección Causas Cri mi ­nales. Lcg.XXY . exp.6: Leg.XXY II. exp.4). De otro lado , su ro l en e l "desc ubrimiento' ' de la idola tría que llevó a cabo Noboa en la doctrina parece haber sido bastante modesto. lo c ual extraña un poco, teniendo en cuenta que éste ponía en ev idencia cosas que é l como cura de la doctrina de Hacas no podía ignorar. Una vez inic iada la campaña de Noboa, De la Cueva prestaría un e fi caz apoyo a l visitador, documentado a través de la correspondencia que sostu vieron los dos ec les i,ís ti cos y en la que e l cura de Hacas puso especia l empeño en denunciar nuevos delitos (ver carta de De la Cueva Nava rretc a Noboa rec hada el 30 de enero de 1660, AAL. Sección Idolatrías y Hechicerías. Lcg. ll a. exp.2).

2 Vbse la dec larac ión del gobernador en la causa de capítulos a Noboa. entonces declaró a favor de éste y co111ra "sus·· ind ios de Hacas: según su versión. Nohoa había s ido tan sua ve en sus interrogatori os .. que no parecía vis itador" . Curiosamente a lgunos testi gos acusaro n al caciq ue de haber camachicado en algunas ocasiones a los hechiceros para que un hijo suyo. que es taba en e l Colegio de l Príncipe. en e l Cercado de Lima. tu viese buena fortuna y fu era respetado de sus indios (AA L. Sección ldola1rías y Hechicerías. Lcg. ll a. ex p.2).

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cobre, ídolos, conopas y un caracol hall ados en las cuevas. Sus cue rpos eran fáciles de reconocer porque debido a l tiempo que habían estado escondidos en los mac hayes estaban secos y cubiertos de lama verde por las llu vias. Además el vicari o había hecho reconocer a los familiares sus difuntos antes de empezar e l entierro. Reunido todo e l pueblo y las autoridades, e l vicario prendi ó fuego a cuerpos y objetos. Los indios con templaron. si len­c iosos, cómo ardían sus ancestros. Las ceni zas fueron arTojadas al río más cercano.

En los días suces ivos se volvió a inte rrogar a la viejeci ll a que había delatado todo y ésta no tardó en acusar a otras personas: e l indio ll amado Chaupi s tenía un a conopa ll amada Mamasara a la cual daba adoración; el curaca del pueblo, A lonso Ricari , tenía otra, ll am ada Choqueruntu, que era un ídolo redondo como una bola y prieto como e l meta l. Pronto, interrogando a otras personas se descubri ó más ídolos y muchas conopas que adoraban en e l pueblo, que ex istía un hato de ll amas consagradas a sacrificar a los ído los y coleas con productos para e l mismo fin y que los ídolos tenían sus mini stros y sacerdotes. Confesaron los indios cómo consultaban a los ídolos sobre las cosechas y éstos les daban respuestas, cómo les ofrec ían sebo de ll am a, coca, cuyes en las fiestas en las cuales se reunía todo e l pueblo para beber y adorarlos. Con detall es fueron narrando al vicario los lugares en donde guardaban a sus muertos sacados de la ig les ia, los ritos que e fectuaban y las cosas que les ofrendaban. Además los habitantes ele Otuco no vacilaron en ac usar a los del vecino pueblo ele Hacas, éstos - sostuvieron- se dedicaban a la misma idolatría y ritos que e llos. El hecho era escandaloso, de dimensiones, y no podía ser callado. Noboa procedió a escribir un infom1e de lo sucedido y a envi ar los hall azgos a Lima al entonces arzobispo Pedro ele Villagómez. También escribieron al arzobispo el correg idor y e l cura ele la doctrina-1.

2.

Don Pedro ele Villagómez ocupaba e l sillón ele pre lado desde e l año 164 1 y era cono­cido por ser un hombre muy preoc upado por e l estado esp iritual ele los indios ele su inmenso arzobispado. Esa preocupación la había mani fes tado desde los primeros años de su gob ierno nombrando a jueces especiales que controlasen los repe tidos brotes de ritos idolátricos de los que continuamente llegaban noticias a su corte. Sobre ello escribió un tratado en 1647 e impulsó la publicac ión ele los libros de dos de sus canónigos, e l doctor don Francisco de Avila y Hernando ele A vendaño, eximios expertos en e l tema. En 1649 di o inic io formalmente a lo que llamó las campañas ele extirpación de la idolatría en e l arzobispado de Lima. Por supuesto que la fin alidad y los equipos de extirpación que é l formó diferían en mucho de los que tuvieron lugar en la primera mitad de l s iglo XVII. También habían cambiado las circunstancias polí­ticas. El arzobispo debió luchar para que los jesuit as apoyaran su proyecto ex tirpador y encontró

3 La n;mación de estos hechos ha sido tomada de las dec laraciones de Sebasti án Ra mos y otros testi gos ocul ares del inicio de las investigac iones en Otuco en la causa in ic iada cont ra Noboa por los indios de Hacas. Chi lcas, Machaca y Cochill as de la que nos ocupamos m,ís adelante. Los d iá logos que insertamos en e l presen te artículo han sido tomados de la documentación estudiada. Hemos a lterado en algunos casos los ti empos verba les (AAL. Secc ión Ido latrías y Hechicerías. Lcg. ll a, ex p.2). Ver tam bién AG I. Lima 254 : BN B 1944. Duvio ls ( 1986: 42 1-435 ).

1 O Revista Andina, Año 14

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

desde el principio una tenaz res istencia de parte del poder civil. Pero sobre tocio había cambia­do la misma percepción del prob lema ele la religiosidad ele los indios. Sin ser un hombre mal intencionado, Vill agómcz era partidario ele endurecer las acciones ele control contra los indios en el pleno convencimiento ele que su persistencia en los antiguos ritos paganos era conse­cuencia más ele una malclacl congénita a ell os que del descuido en clesarraigarla ele parte ele sus pastores: los curas doctrineros. Celoso del honor ele su clero. el viejo arzobispo no podía ver cómo, día tras día, en el archi vo de su di ócesis aumentaba la cantidad ele expedientes y quejas contra el accionar de esos mismos curas que defendía con tanto vigor. Los indios, según él, tenían una natural tendencia a la idolatría por ser hijos de idólatras, por su natural malicia que los llevaba a od iar a los que pretendían ay udarles y por estar en sus borracheras. La continua embriaguez los hac ía fác iles presas del demoni o. El remedio para ell o eran las visitas ele la idolatría, constantes, sistemáticas, férrcamente controladas por la ley, transparentes para evitar toda posible suspicacia de parte de sus adversari os, que no dudaban en acusar a los vis itadores de meros ambiciosos que levantaban testimonios ele idólatras a los indios sólo para llenar más faci lmcnte la faltriquera. Durante los años transcurridos había dictado una serie de dispositivos para hacer efectivo ese con trol. En los nombramientos a los vicarios de provincia incluía cláusul as espec iales recomendando el cuidado meticul oso que se debía tener respecto de la reli giosidad de los fcli grescs4

.

Es por ello que e l informe que rec ibió del vicario ele Cajatambo, en quien depositaba especial confi anza, sólo venía a confinnar sus ideas y planes: a diferencia ele lo que le dec ían otros jueces comisionados que mantenía en ac ti vidad , Noboa le estaba dando elatos claves: era tocia una provincia, la ele Cajatambo. la que al parecer estaba inclusa en el cielito ele la idolatría, ya no solamente algunos vicjcci llos rebeldes o alguno que otro cacique. Estos últimos. se sabía, lad inos y as tutos conoc ían a la perfección la legislación co loni al, y por lo tant o eran sumamente hábiles para librarse de los cargos y dar sonoridad a sus quejas apareciendo al final como víctimas y la Igles ia como el malo de la función. No estaba lejano el famoso caso del poderoso cac ique ele Ocros, don Rodrigo Flores Cajamalqui , hombre de gran cultura, ex alumno jesuita y con vigorosas conex iones en las elites limeñas, que tanto dio que hablar a los detractores ele su gestión, porque a pesar de que las sospechas eran grandes, jamás se Je pudo probar que era idólatra y hubo que reconocerl o como inocente5.

4 Así consta en los dos nombramientos de Noboa a las vicarías Lle Huarmey y Cajatambo que cono­cemos. En ellas se le recomienda. aparte de vigi lar atentamente el comportamiento de los curas de la doctri na. el tener especial cuidado con las idolatrías de los indios. sus supersticiones y borracheras; como vicario estaba facultado a oír testi gos. ac tuar sum ari amente y remitir a los culpables a Lima para que los pusiesen en donde no hicieran uaño. Tenía expresamente prohibido castigar por su mano a los indios. trasquilarlos o hacerlos trasquil ar. herir o azotar. También en estas nom inaciones se deja muy claro el :ímbito restri cti vo de la jurisdicción eclesiástica en lo relativo a las causas de idolatría: ninguna autoridad civi l podía ent rometerse en estos asuntos y ele darse esta situación el vicario debía in fo rmar al prelado. ignoranuo los autos sustanciados y empezando la causa nuevamente (''Título de vicario foráneo ele Guarmey y los demás pueblos anexos". 'Título de vicario de la provincia ele Cajatambo", AG I. Lima. 254). Para un análisis ele la gestión de Villagómez relativa a las campañas de extirpación ver Marzal ( 1988: 1 19-171 ), también Duviols ( 1977. 1986), García ( 1992b. 1994 ). Milis (1994). Vargas Ugarte (1966-1971. 111 : 39 1-420) entre otros.

5 Hemos publicado íntegro el juicio contra el cacique ele Ocros en 1994. Véase el inventario ele bienes (García 1994: 183- 185 ).

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Entonces, no había tiempo que perder. El viejo arzobispo se apresuró a firm ar la nominación de Bernardo de Noboa como visitador genera l ele la ido latría1

' . Junto con e ll a le despachó una carta en la que le pedía tuviese especial cuidado y paciencia en la misión que le encargaba. Era de todos conoc ido que al retirar e l poder c ivil su apoyo a la campaña de Villagómez, los visitadores se habían quedado sin los beneficios económicos que ésta brindó a sus co legas de principios de siglo. Quedaba sí la posibilidad de ofrecer jugosas prebe ndas y altos puestos en las iglesias en donde hubiera vacantes, ya que los méritos de un ex ti rpador de idolatrías eran grandes. El arzobispo era pródi go en o frecer futuras recompcnsas7. No descuidó e l prelado e l dar indicaciones pertinentes para que las indagac iones cumpliesen todas las formalidades legales: recomendó a Noboa nombrar inmed iatamente un delcnsor para los indios, llevar a cabo los interrogatorios con inté rvretes calificados y ante notario debidamente nombrado. Para que e l vicario no albergase ningun a duda, junto con la carta le despac hó un ejemplar de su /11 strucción sobre las idolatrías, libro en e l cual se contenían exhaustivas instrucciones sobre la idolatría indígena y las fornias de crradicarfaK.

3.

Noboa finnó la aceptación del títul o de visitador de la ido latría e l 20 de mayo de 16569 . Los hall azgos de Otuco lo llevaron a iniciar una campaña que duraría casi dos años y dieron lugar a cambios que trastorn aron la vida, hasta entonces apacible, de varias doc-

6 Hemos inc luido el título de visitador de la idolarría de Noboa en el anexo 1. Como puede nolarse e l título incluye una cláusula que le da al visitador preeminencia sobre cualesq uier otra autoridad eclesiás tica loca l, incluido el vicario de provincia . Exceptuando al visitador general ordinario .:cles iásti co, nadie estaba por encima del visitador de la idolatría en cuanto a autoridad se refi ere . Pero incluso éste no podía entro me­terse e n las causas de la visita de ex tirpac ión. Con el ti empo Vill agómez decidió ampliar aún más la autoridad de los visitadores de idolatría fundiendo los cargos de visitador general de la idolatría y vis itador genera l ordinario ecles iástico creando así un funcionario-inspector dotado de las más amplias facultades: el visi tador general eclesiástico y de la idolatría. Esto ha causado confusión en ciertos investigadores y en las personas que organi zaron en su tiempo el Archivo Arzobispal de Lima. De otro lado. la fecha de la emi sión del título explica bien por qué las primeras causas sustanciadas en Otuco. Pimache, Paria , só lo ten ían la firma del vicario. Es que aún no tenía título oficia l s ino so lamente una comisión firmada e l 19 de abril de 1656.

7 Luego de rec ibidos los autos y las pruebas de la causa contra los indios de Otuco, Villagómez escribió una misiva a Noboa en la que lo alentaba a segu ir adelante con las pesquisas iniciadas. recordándo le que la zona ya había sido visitada por A vendaño muchos años atrás, en 16 17. por lo tanto los indios eran reincidentes; le recomendaba por ello ser drástico, si bien con misericordia. Instaba a Noboa a visi tar toda su vicaría y si fuera pos ible toda la provincia. Mostrando su gran confianza en el ec les iástico. Yillagómez le pide encarec idamente que se sacrifique por la causa de la ex ti rpación. insinuando futuras dádi vas . La cart a ti ene especial valor porque fue escrita el 18 de abril de 1656, es decir an tes de que Noboa rec ibiese la comisión como visitador de la ido latría y, menos aún, el título o fi cial (AG I. Lima, 254).

8 "Con ésta remito a vuestra merced una instrucción y sermones de los que imprimí para este intento para que si vuestra merced no le tiene allí o si fuere menester para los miss ioncros se quede con e lla y si no me la vuelba para que pueda servir en otra parte" ("Carta de don Pedro de Yillagómez a Noboa". Lima. 19 de abril de 1656, AAL, Sección Idolatrías y Hechicerías. Leg. lla, ex p.2. ff.230-23 1 ).

9 AG I, Lima. 254 . Fueron tes ti gos de la firma de aceptació n del cargo tres personas que tendrían relevante actuac ión e n las causas ele idolatría que ll evaría adelante el visitador: Domingo Mautino.

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

trinas de la reg ión. La energía desplegada por e l visitador parecía inagotable : sus pesquisas lo conduj eron a lugares inhóspitos y de difíc il acceso: cerros, punas y despeñaderos pe li gros ísimos adonde iba guiado por los denunciantes en pos de los machayes, ídolos y adoratori os; volviendo a los pueblos seguía con los inte1Togatorios expli cando por las ma­ñan as y tardes los misteri os ele la fe a los indios y predicándoles contra los errores de la idolatría. En constante movimiento. llevaba a los reos consigo hasta obtener sus declaraciones; era su método favor ito, aplicado desde los inic ios: al verse lejos ele sus tierras los indios sentían temor 10 Pero no estaba solo en medi o de sus averiguac iones, a muchos de sus viajes lo acompañaban vari os curas del lugar, como los li cenc iados Damián de Goiri , Francisco de la Llana y su propio he1111ano Antonio de Noboa. Poco después algunos padres jesuitas lo auxili arían en la predicac ión. Pero la ayud a jesuita era por entonces intermitente 11 •

Luego de los hall a7.gos en Otuco, sus pesquisas lo llevaron a Pari a y de allí al pueblo veci no ele Pimac he y ele éste a Hacas y los pueblos anexos de esa doctrin a: Cochill as, Machaca, Chilcas. Por donde pasaba su presencia inc itaba delac iones en cadena, los indios de un pueblo implicaban a otros en e l delito de la ido latría. En los meses venideros Noboa pudo examinar a cas i tres mil personas, hall ando infinidad de adoratori os, ídolos y pruebas contundentes de la idolatría de los indios, minuc iosamente reg istradas ante notario y con todas las lo1111 alidades de la época. Viejas leyendas, nombres míticos y re latos cubrirían cientos de fo li os j udic iales. Los hall azgos mostraban lo superfic ia l de la enseñanza de la doc trina en la zona. Los pueblos, muchos de e ll os bas tante alejados de los centros de residencia del cura de la doctrina, mantenían sus ritos en pos, fundamentalmente, de salud , buenas cosechas y sue11e en los negoc ios de c ie rta envergadura12

.

"Todo lo más de los indios ele esta prov inc ia son idólatras", fue la brutal sentencia del visit ador.

platero mestizo. res idente en Chiqui ,í n a qu ien Noboa no mbró defensor de los ind ios en los juic ios ; e l bachill er Darn iün de Goi ri Mo nte ll ano y Ju an Carri llo. esc ri bano. éste último notario de las causas.

1 O En una carta de De la C ueva. cura de la doc1rina. a Yill agórnez leernos que fue é l qui en sugirió a . Noboa e l llevar a los indios a su doctrina ya que .. all í confesa rían viéndose apart ados de su ti en·a" (AA L. Sección Ido latrías y Hechicerías. Leg. Il a, exp.2).

11 Lo acompañarían en diferen1es períodos los padres Pedro de la Concha. A lonso Va llejo. Tomás Ro mero. Un equipo de ex tirpac ión confo rmado por un vis itador-juez y padres mi sioneros jesuitas era el idea l fo rmu lado desde tiempos de A1Tiaga. que no fue fáci l de cuajar debido a las Iensas re lacio nes de l arzobispo Yillagómcz rnn la Compañía en dete rminados períodos. E l que la ay uda jesuita no fu ese constante expl ica e l porqué Noboa se hacía acompañar de un gru po de c lérigos, ami gos suyos e incl uso fami li ares en las visiias.

12 Noboa anotó en 1664: '·y ado nde descubrí la mayor fuerza ele ydo latrías los más abo minab les ab usos y dent ro de sus mesmas casas y playas fue en los pueblos viejos de su gentilidad que están reti rados muchas leguas de sus princ ipa les reduc,: io nes ado nde se han ido a bi bir muchas parc ia lidades ay llu s de ynd ios .. . donde vive n tan gentíli carnc nle que ni oyen misa ni ti enen doc trina y los más se mueren s in sacra me ntos po r es tar tan d istantes unos de otros y de las principa les redw; iones en punas entre riscos y peñascos y ele ta n fr agosos caminos y despeñaderos que no pueden sus curas asisti rles sino es con grandísimo pel igro y grande Irabaxo'· (BN MS B 1944). Las causas crim in ales de ido latría seguidas por Noboa en Hacas se conserva n en e l Archivo Arzobi spa l de Lima . En 1986 e l Centro Flarto lorné de Las Casas pub li có esta documentació n (Duvio ls 1986). Aclualmente preparamos una edic iün corregida y au mentada de es tos ex ped ie ntes.

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4.

El bachill er Bernardo de Noboa Yaldés o Bernardo Noha ele las Mariñas, ya que con ambos nombres firmaba en los documentos de la época, era originario de Los Reyes , ciudad en donde vi o la luz en noviembre de 161 3. Las primeras noticias esc ritas sobre é l datan de trece meses después de su nacimiento, e l 26 de enero de 16 15, cuando sus padres lo llevaron junto con un hermano, de días de nacido, a la parroquia limeña de San Marce lo para baulizarlo l3_ Fue su padrino Juan ele Bustamante, personaje que encontramos repetidas veces ofi c iando ele procurador en los asuntos de la fam ilia. Los padres, don Juan de Noboa Yaldés y doña lsabel Guillén eran originarios de Chachapoyas adonde se remontaban las raíces de nuestro personaje. Como muchos otros cléri gos doctrineros crio llos de ilustre actuación en e l siglo XVII , descendía de conqui stadores y encomenderos, y como tantos otros jóvenes de la época hubo de buscar en la carrera ec lesiástica e l medio ele asce nso soc ial que sus capacidades y talentos podían ofrecerle 1

-1 . Descendía Noboa, por línea materna de don Gonzalo Muñoz, uno de los primeros pobladores de C hachapoyas , conqui stador que hab ía partic ipado en la represión del movimiento de Manco lnca peleando en Lima, Trujillo, Cuzco y en otras batallas memorab les y sublevaciones de la época, rec ibiendo en premio por Lodo e ll o, en 1538, la encomienda de O nda y Cayunga que constaba de quinientos indios para trabajos de minas . A la muerte de éste le sucedió su hijo Juan Gonzalo Muñc)Z, quien fue suegro de Antoni o Noboa de las Mariñas, abuelo de nuestro personaje. Este había ocupado e l cargo de correg idor de la provincia de los C hillaguos y Luya (Chac hapoyas), participando como su padre en ,·arias bata llas y sublevac iones . Hacia 1609 la encomienda todav ía la poseía Francisco Muño; Y,ddés , hermano de Paula Yaldés, esposa de Antonio Noboa.

I \ ,r 1. 1 línea materna, la de la familia G uillén, descendía Noboa de Luis Yalera, vecino de la c iudad de Chac hapoyas que partic ipó en la conquista de la w na en cargo de capitán de ballesteros, pe leando con estas armas en e l descerco de la C iudad de los Reyes y en el Cuzco durante la subl evación de Manco Inca. Era público y notorio que en la batalla de las Salinas había peleado bizarramente aderezado de armas y caball o, rec ibiendo siete heridas mortales . Durante la sublevación de Almagro e l Mozo había sido é l quien salvó a la ci udad de Chac hapoyas de caer en manos del rebe lde av isando con anti c ipación a los vec inos. Hombre de rec ia contextura a lcanzó a pelear todav ía en la campaña cont ra Gonzalo Pizarra

13 El hermano era Juan Bernardo Noboa de l cual no tenemos mayores da tos. Tampoco sabemos mucho ele Gonzalo de Bustama nte, o tro de los herm anos de nuestro personaje que estuvo algún ti empo ay udünclolc en las vis itas de ex tirpac ión en Caj atambo. Un tercer he rmano fue Antonio Noboa de las Mari ñas. quien ll egó a ser bachiller y cura propietario de la doctrina de San Scbastián ele Cula en A ndahuay las. En 1644 se siguió un juic io el e parte de l promotor fi sca l de l arzobi spado contra é l por amancebamiento con una mujer casada. a rnya costa vivía. En 1664 vo lvemos a encontrar lo en una causa c riminal seguida por don Tomás Corbacho por haberlo atacado a la sa lida de la iglesia el e los franciscos recoletos ele Los Reyes. embi sti éndo lo y profiriendo muchas pa labras graves ele injuria en su contra. La causa de l a ltercado había s iclo la tutoría de un niño , sobrino de No boa. que di sputaba éste a l dema ndante y su mujer (AAL. Causas Criminales. Leg. VIII : Leg.XX llhi s. exp. l O).

14 Compárese por ejemp lo, e l periplo vital el e Noboa con e l de otros dos import antes vi sitaclo re, de la ido latría de l sig lo XV 11 : e l doc tor Fernando de A vencl año (G uibovich 1992,1) y e l bachill er Rodr igo Hernándcz Prínc ipe (Garc ía 1992a) .

14 Revista Andina, Año 14

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

y en la sublevación de Francisco Hernández Girón siempre de l lado de su Rey. Todos estos hechos le valieron a uno de sus nietos, Luis Guillén Valera, el recibir de manos de don Luis de Velasco el título de capitán de una de las dos compañías de toda la gente de campo que vivía en el valle de Carabayllo y Collique has ta Bocanegra, que necesitaba de un jefe experimentado para repe ler cualquier posible ataque de los corsarios que estaban asolando las costas del país. Este Luis Guillén Valera había servido además al Rey en el presidio de l Puerto de Pisco, en especial cuando llegó en sus navíos Tomas Candi, corsario inglés que desembarcó en tierra pa iteña: en esa ocas ión acompañado de sus arcabuceros de a caballo había sido de los primeros en rechazarlo en abierta escaramuza y detener su avance. También había participado en la defensa del puerto del Callao de los corsarios holandeses.

Juan de Noboa, padre de Bernardo, había accedido a las órdenes mayores con vo­cación tardía. Vivió buena parte de su vida en el Puerto de Pisco en donde constituyó familia, has ta que en 1634 se decidió a tomar las órdenes religiosas. En 1637 era bachiller, cura interino y vicario de l valle de Chincha. Luego sería cura beneficiado en Humay (lea) probablemente desde 1641. Allí lo encontramos oponiéndose a los dos curatos de la Villa de San C lemente de Mancera. En esa oposic ión presentó una protesta porque no se había examinado a los concursantes en la lengua de los indios, cosa que él consideraba impres­cindible por haber en la villa muchos indios que bajaban de la sieITa y dos cofradías de foras teros 15. En julio de 1649 lo encontramos todavía como cura de Humay, desde donde se oponía al curato de Hacas 1

". En octubre de 1650 ganó por oposición e l curato de Chavín de Pariarca, en donde moriría en extrañas circunstancias a inicios de 1652 (AAL, Sección Concursos, Leg. 4, exp. 15).

Bernardo por su parte estudió en el Colegio de San Martín , regentado, como se sabe, por los jesuitas y en la Universidad las facultades de Artes y Teología durante nueve años, graduándose de bachiller. Fue un alumno aplicado. Se ordenó de presbítero e l 19 de dic iembre de 1637, en el M onasteri o de Santa C lara en Lima de manos del obispo e lecto de Popayán doctor Francisco de la Serna. A los ve intiocho años obtuvo la licenci a de predicador general en el ténnino del arzobispado. En la Universidad cursó estudios de quechua ("la lengua general del ynga por el a11e"). Sus contemporáneos coinciden unánimemente en afirmar que lo hablaba "maternal" y "espantablemente", es decir con un alto grado de perfección. Para practicar la lengua sirvió de ínterin en dos doctrinas de indios. En una de ellas, Santa Ana

15 Era un recurso para ganar la oposición confiado seguramente en su buen conocimiento del quechua. Por lo demás la petición de Juan de Noboa ocasionó la reacción de los otros concursantes quienes lograron probar que no era necesaria la lengua en dichos curatos por ser de españoles y hablar los indios de las cofradías no el quechua sino el aimara. (AAL, Sección Concursos. Leg.3, exp.3).

16 Como era la costumbre en la época para los curas de provincia. la oposición fue hecha por poder que presentó Gonzalo de Bustamante. El poder también fue extendido al Dr. Alonso Osorio, conocido vis itador de la idolatría de ti empos de Lobo Guerrero, al capitán Francisco de Artega So1omayor y a Juan Noboa de las Mariñas. hijo del opositor y hermano de Bernardo. En otras oposic iones que hizo por la época (entre 1635 y 1650 concursó sucesivamente a Surco. Sisicaya, Santa. Cochas, Huaraz, Lurigancho, Pachacamac y Chavín de Pariarca) nombraba como procurador a fray Juan de Tuesta, uno de los pocos fran ciscanos que participó en las campañas de extirpación de Lobo Guerrero. La gran actividad en pos de una doctrina rica y cómoda coincide en el tiempo con la desplegada por su propio hijo Bernardo de Noboa. (AAL. Sección Concursos, Leg. 3. exps. 14, 50).

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de Singa, con su viejo amigo de años mozos, Estanislao de Vega Bazán 17, quien lo inició en los secretos del manejo de una parroquia de indios: "pirfi~ionó al susodicho en la lengua de los yndios y le enseñó y le yndustrió a administrar los santos sacramentos a los yndios en su lengua".

Noboa se manifestó muy activo en su juventud, mostrándose ansioso por obtener una doctrina de indios, presentándose a varias oposiciones de curatos en las cuales sacó siempre buenos resultados. Por fin , en 1643 obtuvo por concurso la doctrina de Santa Ana de Sucha­Santiago de Guayán, en la provincia de Huaylas, donde pudo dejar constancia de su creatividad: en los años que fue beneficiado logró construir desde sus cimientos una iglesia nueva y dejó reparadas y en buen estado las otras tres de la doctrina. Sin embargo no parece haber estado totalmente a gusto en Huaylas ya que por esta época lo vemos participar de manera bastante activa en las oposiciones a los curatos vacantes, incluso ofreciendo su beneficio en permuta "del que tiene de Guayán y Succha con cualesquier deste ar~obispado". Así entre los años 1642-1645 lo encontramos presente en las oposiciones a curatos vacantes: Marca, Canta y Aija, La Barranca, Nazca, Corongo, Ihuari , Gorgor, Chancay 18 •

En 1650 fue promovido, por concurso, a la doctrina de Huarmey. Allí obtuvo además los títulos de vicario foráneo y comisario de la Santa Cruzada. Sin embargo, no se quedaría aquí por mucho tiempo. En abril de 1651 Bernardo de Noboa y el bachiller Francisco Negrón de Luna, cura de la doctrina de San Pedro de Ticllos, presentaron un recurso ante el provisor del arzobispado para obtener permuta de sus respectivas doctrinas. La razón que argumentaron para ello era que el temple de sus parroquias les era adverso y ocasionaba grandes enfermedades . El clima cálido de Huarmey causaba severas incomodidades a Noboa desde que entró a servir en el lugar. Para probarlo presentó testimonio de su médico, Bartolomé Fernández, quien recomendaba trasladar al cura a la sierra: "por la calidad de su complessión que es adusto, colérico y sanguíneo y que el temperamento cálido es contrario a su naturaleza por lo que le conviene más el temple frío". El temple cálido podía ocasionarle el "darle un tabardillo". Del mismo parecer fue Nicolás Delgado, también médico, quien había tratado a Noboa de "calenturas y destemplanzas del hígado respecto del temple cálido por lo qual está sujeto a grandes enfermedades" 19. Ante estas pruebas, el arzobispo aprobó la permuta.

Así, el doce de mayo de 1651 , Noboa tomó posesión de su nueva parroquia de San Pedro de Ticllos, en Cajatambo, ante el bachiller Rodrigo Durán Martel. En la toma de pose­sión se hallaron presentes el entonces corregidor del partido don Cristóbal de Mancera y don Cristóbal Purichaga, segunda persona del pueblo. Instalado en Tidlos, Noboa, que entonces contaba ya con 38 años, se dedicó con pasión a la labor de doctrinero: en pocos años logró construir una iglesia totalmente nueva en el pueblo de Cajamarquilla, anexo de su doctrina,

17 Estan islao de Vega Bazán fue también un personaje ligado a la ex tirpación de la idolatría, oficiando de visitador de ésta en Conchucos y Huamal íes casi en la misma época que Noboa. Hacia fines de los años sesenta del siglo XVII era catedrático de quechua en la Uni versidad y cura rector de la Catedra l.

18 Ver AAL, Sección Concursos. Leg.3, ex ps. 4. S, 7, 8, 12, 16. 17, 23 . El procurador de Noboa en la mayoría de estas oposiciones fue don Gonzalo de Bustamante Valera. presbítero , su hermano.

19 AAL. Secc ión Curatos. Leg. l. exp.XXVII . "Tabardete o tabardillo", fiebre tifoidea. insolación. cn­ferrncdad causada por el exces ivo ardor de l so l. leemos en un d iccionario.

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desde sus cimientos, de su propio peculio y reputada en la época como la "mejor de la sierra". Como buen amante del orden y ornato, Noboa no dudó en traer orfebres pagándoles de su propio dinero para que adornasen las iglesias ; compró instrumentos de música y a su costa sostenía a un maestro de capilla. De acuerdo a normas vigentes desde el Tercer Concilio limense, Noboa tenía a su cargo una escuela para los niños del pueblo en donde les enseñaba la lengua castellana, a cantar y los rudimentos de la fe. Muchos de estos jóvenes le ayudaron en las visitas convirtiéndose en sus eficaces colaboradores. Pero sobre todo es por sus dotes en la lengua de los indios que Noboa pudo tener una fluida comunicación con éstos estableciendo muy buenas relaciones con su feligresía entre la cual se sintió siempre a gusto, recunió a ella constantemente a lo largo de su estadía en la provincia para proveerse de ayuda en sus campañas de extirpación. En cierto modo, sin el ambiente confortable, el respaldo sin reservas de los indios de su doctrina, éstas no hubiesen tenido tanto éxito. No solamente por la ayuda material que le proporcionaron durante las visitas.

Así pues, desde Ticllos llegaban noticias agradables a oídos de Villagómez. Las visitas eclesiásticas a la doctrina mostraban los logros del sacerdote. El arzobispo empezó pronto a tener una gran confianza en Noboa, prueba de lo cual es la nominación de vicario del partido de Cajatambo. Este cargo, en la época, le daba jurisdicción sobre trece doctrinas de indios: once de clérigos y dos de religiosos de la orden de la Merced. Además como vicario debía informar al arzobispo sobre la vida y costumbres de los sacerdotes de la provincia, supervigilar el funcionamiento de las doctrinas, avisando al prelado o provisor cuando hubiese alguna irregularidad (causa criminal, por ejemplo ... en este caso estaba autorizado para elegir sustituto temporalmente; en caso de que el doctrinero estuviese ausen­te, etc.). Esto le daba indudablemente mucho poder. Por supuesto como vicario estaba obligado a vigilar porque no hubiese idolatrías, supersticiones o borracheras en su zona.

No todo, sin embargo, fue del color rosa y aire ejemplificador de las probanzas de servicios e informes oficiales. Estando en Ticllos Noboa se vio inmerso en un juicio que no podía serle indiferente. En 1654 los indios de Chavín de Pariarca, en la vecina provincia de Huamalíes, capitularon a su cura, el bachiller Francisco de Guevara, y Noboa fue nombrado juez comisionado. Era un caso complicado y el arzobispo necesitaba a una persona confiable. Esta antigua doctrina había sido entregada a los jesuitas para que la administrasen durante casi diecinueve años (entre 1631-1649) ya que era considerada una puerta de ingreso para las misiones entre los indios infieles del río Marañón. Pero en 1649, necesitado de misio­neros para que asistiesen a sus visitadores de la idolatría, Villagómez había presionado duramente para que los padres abandonasen el curato. Como primer cura secular para la doctrina fue nominado, justamente, el padre de nuestro personaje, quien murió a los dos años de poseer su beneficio: las causas de la muerte nunca fueron dilucidadas, pero se rumoraba que Juan de Noboa murió envenenado por los indios de la doctrina a quienes disgustaba la presencia del clero secular.

Las acusaciones contra Guevara eran muy graves, el cura no solamente se aprovecha­ba de la mano de obra indígena a su arbitrio y parecer, sino que intervenía en la nominación de autoridades locales y tenía pingües negocios en la zona. Además mantenía excelentes relaciones con los curas del lugar y el corregidor, con cuya ayuda presionaba a los indios para que no se quejasen de su proceder y se reunía con ellos en ocasiones en un obraje de la zona, dedicándose al juego: los indios declararon que en cierta ocasión el cura había

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apostado hasta seiscientos pesos de las comunidades. Además el cura mantenía en la doctrina familiares y sicarios para asegurar la obediencia de los feligreses. Estos últimos no vacilaban en los autos en comparar su triste situación actual con la época dorada vivida con los jesuitas. En cierta ocasión un indio de la doctrina de Chavín reclamó porque Guevara les cobraba el vino que se gastaba en la iglesia, imprecándole que nunca los padres de la Compañía hicieron tal cosa. Al oír esto el cura le dio de mojicones diciéndole:

-¿ Veis estas manos?, son venturosas para castigar indios. -No es para hacer estos agravios que os envía el señor arzobispo, respondió el indio,

que las manos de los clérigos son consagradas para celebrar y no para castigar a los pobres indios.

El asunto se agravaba pues por esa época el ambiente en Lima no era muy favorable a la política del arzobispo, motor de la dejación de los jesuitas de la doctrina Chavín y, el juicio, al que daban publicidad los portavoces de la Compañía, había llegado ya hasta Madrid en las quejas del protector general de los naturales y el alcalde del crimen de la Real Audiencia don Juan de Padilla20 • Ante las acusaciones el cura recurrió al argumento de la idolatría de los indios: éstos habían iniciado el juicio porque el cura les reprimió la adoración pagana encarcelando a un sacerdote de los ídolos. Además habían tratado de envenenarlo en una ocasión, al igual que ocurriera con Juan de Noboa.

La actuación de Bernardo de Noboa como juez de esta causa, según la versión de los indios, estuvo parcializada por la amistad que lo unía a Guevara. No solamente se reunía con él comiendo en su propia mesa, sino que permitía a los curas de Llata, Rodrigo Durán Marte!, y de Singa, Estanislao de Vega Bazán, que presionasen con violencia a los indios: los curas junto a otros veinte españoles que habían llegado al pueblo abofeteaban y empujaban matonescamente a los testigos, disuadiéndolos de declarar en contra del sacerdote. Todo ello ante la vista y paciencia de Noboa. No poca importancia tuvo, probablemente, el hecho de estar actuando en una causa en la cual tomaban parte indios sospechosos de haber dado muerte a su propio padre y el que los implicados estuviesen tan cercanos a él por lazos amicales. Por supuesto, Noboa fue recusado por los indios y debió retirarse de la causa (AAL, Sección Capítulos, Leg. 16, exp. I, ff.303 y ss.).

Luego de iniciada la extirpación en Hacas, Noboa proseguiría las visitas en Cajatambo, en la zona de Mangas, hasta el año 1664, ocupándose en esta tarea casi siete años y según su propia declaración habiendo demolido infinidad de ídolos y absuelto a miles de personas en veintiocho pueblos que visitó. En julio de ese año fue promovido a la doctrina de La Barranca. Es por estos años que presenta una probanza de servicios para acceder a alguna dignidad en la Catedral de Lima, sobre todo una canonjía, cargo para el cual lo recomiendan

20 Hemos analizado este incidente y sus implicancias políticas anteriormente (García 1992b). El juicio es interesante por la cantidad de personajes involucrados, directa o indirectamente, en las campañas de extirpación de Cajatambo: Plácido Antolínez, Rodrigo Durán Marte!, que fue visitador de la idolatría, Estanislao de Vega Bazán, amigo de muchos años de Noboa. El licenciado Damián de Goiri Montellanos, en ese entonces cura interino de Chavín, oficiaría años más tarde como notario en las visitas de Noboa. Goiri declararía en la causa que seguían contra Guevara que los indios capitulaban a éste porque les impedía abusar sexualmente de sus propias hijas y llevar a cabo sus idolatrías (AAL. Sección Capítulos, Leg.16, exp.I, f.201v) .

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casi todos los testigos que presenta. No alcanzaría su cometido, sin embargo, por mucho tiempo. En la doctrina de La BaiTanca permanecerá por quince años y solamente volvemos a encontrarlo el 12 de junio de 1679, cuando ya tenía a la sazón 63 años, en la Catedral de Lima, como propietario de una media ración de la misma. Era una dignidad de segundo orden, pero que le permitía asistir al coro, desempeñar en algunas ocasiones servicios reli­giosos en la paiTOquia de la Catedral aunque sin las prerrogativas de los canónigos. Pero le brindaba, sobre todo, la posibilidad de gozar de los beneficios de una vida en la metrópoli colonial2 1 y mantener vivas las esperanzas de ascender en la jerarquía eclesiástica.

Noboa no fue un hombre de libros, pues no le conocemos ninguno ni parece haber escrito jamás nada que no fueran cartas e informes judiciales. A diferencia de otros hombres de la época, apasionados a pesar de las reglas, no tuvo amor conocido. Quizás porque ambos ardores corren paralelos. Mucho esfuerzo de años, iglesias construidas, muchos sermones y lágrimas derramadas ante las confesiones irreverentes de los indios. No sabemos cuándo murió. De muchos detalles no nos enteraremos nunca.

5.

El seis de noviembre de 1657 el procurador de los naturales del reino, Tomás Hurtado, presentó un recurso ante el arzobispo alegando la nulidad de los autos y sentencias proveídos por Noboa durante sus visitas en la doctrina de Hacas22 . Se inició así un larguísimo juicio (que duraría casi dos años y medio) en el cual se presentaron serias acusaciones que ponían en entredicho la veracidad de todos los hallazgos del visitador. En esencia Noboa era acusado por los indios de los cuatro pueblos de la doctrina (Hacas, Machaca, Chilcas y Cochillas), representados por don Cristóbal Pomalivia, cacique y gobernador de Hacas, don Diego Julcaguamán y don Juan Julcaguamán, principales de Chilcas, quienes viajaron a Lima para el efecto, de no haber respetado las normas elementales en este tipo de procesos en su afán por hallar idólatras y demostrar que había obrado bien en la visita. El fiscal , Juan Tocas, era un indio de la propia doctrina del visitador; en muchas causas se actuó sin defensor, y el que se nombró, Domingo Mautino, era paniaguado del visitador; lo mismo podía decirse de los in-

21 Guibovich l 994: 155. 22 El procurador acusaba a Noboa de no haber respetado normas elementales en el proceso: los testigos

eran los propios inculpados y por lo tanto se trataba de meras ratificaciones de las acusaciones del fi scal, las cuales fueron admitidas sin mayor duda, las sentencias fueron dictadas sin las ratificaciones del caso, los intérpretes nombrados no siempre estuvieron presentes y el defensor se limitó a decir que los reos estaban convictos y confesos. Los indios no habían podido interponer apelación por su corto conocimiento de las materias judiciales y tampoco tuvieron tiempo para ello, por ejecutar el visitador las sentencias muy rápidamente "de que se conoce que el dicho juez visitador quiso que de necessidad fuesen reos los procesados y que hubiesen cometido el delito de la ydolatría". La respuesta del promotor fi scal a la petición del procurador refutó, punto por punto, las objeciones desde la perspectiva jurídica. El argumento más serio contra la refutación de las visitas de Noboa fue que el procurador no había "alegado cosa de sustani; ia en lo principal en orden a berificar no cometieron los delitos y que esto solo bastaba para menospreciar la dicha alegai;ión" (AAL, Sección Idolatrías y Hechicerías, Leg. Ill, exp. l l , f.231 ). En efecto, en todo el juicio no se dará ninguna prueba de que las acusaciones de Noboa o las evidencias halladas hubiesen sido falsas.

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térpretes, con lo cual los indios tuvieron contra sí a juez, intérpretes y defensor23 . Los testi­monios obtenidos habían sido producto de la coerción; en el curso de los interrogatorios, el visitador había recurrido a la tortura y a crueles maltratos que ocasionaron la muerte de tres personas: Hernando Acaspoma de Hacas, a quien azotó cruelmente y tuvo en el cepo, Cristóbal Acasmalqui y Pedro Paucar Lloclla. El visitador había llegado a los pueblos con memorias hechas y apresado sin juicio ni causa a los sospechosos a los cuales sacaba de sus pueblos y llevaba a su doctrina en donde los mantenía encerrados en la cárcel , sujetos a vejaciones, totalmente aislados, enfermos y en el cepo en la mayoría de los casos. No se habían respetado entonces todas las indicaciones y normas que reglaban las visitas de idolatría, no hubo edictos de gracia, ni interrogatorios en forma. Durante los interrogatorios e inspecciones en el lugar Noboa, de su propia mano, había repartido con indecible brutalidad coces, palos, calabazadas, mojicones y puntillazos a los reos cuando no declaraban o no encontraba los ídolos confesados por miedo. En esas ocasiones el defensor les aconsejaba a los reos declarasen a Noboa la primera piedra a su alcance para librarse de su ira. En los pueblos, azotó públicamente a algunos indios diciendo a los demás que igual les pasaría y que los sacaría del lugar perdiendo sus tierras si no declaraban sus ídolos . Por si fuera poco el visitador confiscó cerca de trescientas cincuenta llamas en los cuatro pueblos, todas ellas con dueños conocidos so pretexto de que estaban dedicadas a las huacas; los indios interesados presentaron testimonios de cómo las habían adquirido, por herencia o compra. El visitador confiscó igualmente el contenido de los depósitos o coleas de las comunidades y otros bienes. Los indios, argumentaba el procurador, jamás habían dado motivo para pensar de ellos que fuesen idólatras y la prueba era que en muchos años los curas del lugar no presentaron queja alguna; además los visitadores que por allí pasaron, siendo éstas personas de tanto crédito y opinión, "no era posible que hubiesen disimulado bic;io detestable si tubiesen alguna noticia del y es cierto que harían todas las di­ligencias que eran obligadas por razón de sus oficios"24

.

Los testigos de la parte de los indios nos presentan un ambiente sombrío y a veces dantesco: la mayoría sabía lo que declaraba porque en alguna ocasión pudieron ir a Cusi o Cajamarquilla, pueblos de la doctrina del visitador, en donde tenía a los presos; sobornando

23 Un intérprete adecuado era básico para cualquier averiguación. más todavía una de idolatrías, ya que "siempre lo bueno o lo malo recae en mis partes" decía el procurador en su alegato de 9 de marzo de 1658 (AAL, Sección Idolatrías y Hechicerías Leg.lla, exp.2).

24 La razón que argumenta contra este hecho el promotor fiscal merece transcribirse: "Pretende corro­borar su alegasión [ el procurador de los naturales J con hacer inberosímil la apreensión de los dichos delitos con desir que los dichos pueblos nunca an sido notados de la dicha ydolatría y que el señor licenciado don Antonio de la Serda que fue beneficiado en ellos y otros curas de mucho crédito y opinión no la reconosieron ni tubieron notisia della y ya se be quan baga es esta alegasión y de quan poca sustan~ia pues en el rebelar los delitos no se pone a Dios término, que lo hase quando es serbido y le parese que conbiene y lo que esconde a los más sabios y grandes rebela muchas beses a los más pequeños y lo que oy permite mañana rebela y descubre y muchos deja para castigar en la otra vida y porque sus justos juisios nadie puede ynvestigarlos" (AAL, Sección Idolatrías y Hechicerías, Leg.111 , exp. l l, f.23 l ). La razón que argumenta el promotor fi scal es de claro orden teológico, irrefutable y por lo tanto no convence. Una arriesgada conclusión que podía sacarse de ello era que Dios había permitido la idolatría de los indios adrede para que Noboa la descubriese, lo cual suena extraño. El argumento también fue utilizado por Villagómez para demostrar cómo la idolatría había sobrevivido a pesar de los esfuerzos de los arzobispos. sus antecesores (Yillagómez 11649] 1919).

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a los guardas algunos pudieron entrar a la cárcel para llevarles un poco de comida y corro­borar el lamentable estado de los reos. Otros , escondidos en el pueblo, ya que el visitador había puesto edictos para que nadie de la doctrina de Hacas estuviese presente, lograron oír a medianoche los gritos de los to1turados o presenciar a través de las ventanas los suplicios. Algunos vieron personalmente los maltratos cuando Noboa llevaba a los presos a los lugares en donde se suponía hallaría ídolos o cadáveres. Un testigo declaró que Noboa había dado de patadas a Acaspoma y Acasmalqui increpándoles "porque le avían mentido y no le <lavan los ídolos que avían dicho y que se los avían de dar a patadas" (AAL, Sección Idolatrías y Hechicerías, Leg. Ila, exp. 2, declaración de Pedro Julca) .

Una vez iniciado el juicio, con la petición del procurador de los naturales, a principios de 1658 éste entraría en una fase de empantanamiento debido a que ambas partes litigantes se mostraban sumamente quisquillosas en la nominación de juez imparcial. Los indios re­cusaron a Pedro Bennúdez, cura de Cajatambo, manifestando sus sospechas por cuanto el susodicho era amigo cercano del visitador. La parte de Noboa actuó de la misma manera recusando al bachiller Cristóbal de Vargas Garrido, cura de Chiquián, "por ser uno de los que han fomentado la causa de los indios" y al licenciado Rodrigo de Molina por la misma razón. Ambas partes opusieron tacha contra el cura de Cajacay, Juan Celis de Padilla, acusándolo de parcialidad25 . Ante las dilaciones el provisor pidió a las partes presentar una lista de los curas de la zona que considerasen sospechosos. Desgraciadamente esa lista no figura en el expediente y el cabal significado de estas recusaciones no lo podemos conocer por el momento ya que exigen un mayor acopio de documentación, pero nos indican cómo el juicio involucraba no solamente a las partes sino a todo un sector de los curas y autori­dades locales en la provincia. Finalmente las partes llegaron a acordar que el juez comisio­nado fuese el licenciado Diego Tello, cura rector de la Catedral, que por ese entonces se hallaba visitando la zona. Ante él fueron recibidas la mayor parte de las declaraciones.

En este juicio Noboa presentó su defensa con testimonios de personas de pueblos de su doctrina, preferentemente: curas amigos suyos y autoridades locales, corregidores, extirpadores de la idolatría o eclesiásticos que lo acompañaron en las visitas. Todos ellos declaran en Ticllos o pueblos de esta doctrina y de fuera de Cajatambo. Según la versión del visitador, la razón de ello era porque los indios de la doctrina de Hacas estaban todos convocados para declarar en su contra. Los testigos que presentó coinciden en afirmar que el visitador sí había respetado las normas vigentes al realizar las visitas: publicando los edictos de gracia, predicando contra la idolatría, nombrando defensor calificado para que asistiese a los indios, realizando las investigaciones públicamente, dejando constancia, ante notario, de los ídolos, cadáveres y objetos hallados. Muchos de los indios habían identificado plenamente a sus muertos hallados en los machayes, por sus nombres y grado de parentesco.

25 Los indios informaron que, una vez recibida la comisión, Celis había pasado algunos días en casa de Noboa y era conocida la amistad que unía a los dos eclesiásticos. Meses antes, en abril de 1658 el promolor fiscal es decir, la parte de Noboa. declaró sospechoso al mismo cura (AAL, Sección Idolatrías y Hechicerías, Leg. lla. exp.2). Por otra parte, en enero de 1660 cuando se inician las declaraciones de descargo de Noboa éstas se presentan ante Cristóbal de Vargas Garrido. El cambio de actitud de Noboa, quien ahora no protesta, con respecto a este personaje pudo deberse a una negociación o conciliación de intereses.

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En cuanto a los bienes, el visitador jamás llegó a quitárselos a los indios ya que se hizo solamente un depósito (de las llamas y semillas) en manos de Diego Julcaguamán con el cargo de que los remitiese al corregidor del partido, cosa que nunca llegó a hacerse26

Luego de ofrecer el descargo la parte de Noboa pasó al ataque: en realidad los indios habían levantado todas estas calumnias para que no sacasen a los hechiceros de los pueblos, el visitador no pudiese continuar con las pesquisas y, en general , desanimar a cualquier visitador que se atreviese a castigarles sus pecados y continuar así en su envejecida idolatría ya que "con este pleito no habrá más visita". Además, los camachicos de los pueblos (sobre todo don Cristóbal Pomalivia y Diego Julcaguamán), hacían derramas entre todos los pueblos para fi­nanciar el proceso, pero aprovechaban la ocasión para quedarse con el dinero: "y oyó decir a los dichos indios en muchas ocasiones que el señor virrey y el señor an-;obispo i protetor los amparaban con toda la Audiencia y que así no se les dava nada de poner pleito para los cuales echava derrama"27 . Amparados en este supuesto apoyo de las autoridades, los indios no va­cilaban en testificar calumnias como las torturas, cosa absurda porque "en pueblo chico todo se sabe y más entre indios que todo cuentan y nada callan y más en una visita en donde están mirando las acciones más mínimas del visitador" (Loc.cit. , declaración de Alonso Ruiz Cal­derón). En suma, lo que pretendían los indios era dejar sin efecto las sentencias.

La argumentación del fiscal Francisco de Rojas Yalderrama, en favor de Noboa, añade algunos razonamientos: la verdad en la causa debía favorecer a Noboa pues los que declaraban a su favor eran curas, corregidores españoles y caciques, todos probadamente cristianos. En tanto, los que declaraban por la parte de los indios eran en su mayoría criminales: "los mismos delincuentes que el dicho visitador procesó y castigó porque todos los indios de los dichos pueblos están comprendidos en el pecado de la idolatría y hijos apóstatas de la fe católica los quales testigos no deven ser admitidos por el santo concilio limense celebrado el año de mil y quinientos y ochenta y tres en la acción quarta en el capítulo sexto fojas setenta y quatro donde manda que en las visitas ordinarias y extraordi­narias que se hizieren contra personas eclesiásticas no han de ser admitidos por testigos indios sospechosos en la fe y de mal vivir sino que sean indios buenos cristianos".

Luego de analizados por el arzobispo todos los testimonios y declaraciones y juzgando de más peso los del visitador, declaró por sentencia, el 9 de junio de 1660, que la recusación de los indios no se aceptaba (no ha lugar) y dio por efectivas las sentencias de Noboa.

26 Los testigos presentados por la parte de Noboa fueron: capitán don Bernardo Izquierdo Bravo, Luis Rodríguez de Perafustán, notario de la visita; Juan Vásquez de Toro, cura interino de Ocros; maestro de campo don Marcos Lucio, corregidor de Cajatambo; Francisco de la Llana, cura interino de Cochas; Damián de Goiri; Juan Díaz Izquierdo, vendedor de mulas; Alonso Ruiz Calderón, estan­ciero de Uchuguanico; don Cristóbal de Mancera Yacopoma, cacique de la Callana de Lampas; Ambrosio Gaspar Caqui, maestro de canto; don Juan de Toledo, alcalde ordinario de Chiquián ; Sebastián Ramos, fiscal mayor de Ticllos; Juan Peres, sastre de Chiquián ; don Alonso Martín, principal de Cusi; Rodrigo de Silva, camachico y alcalde de Cajamarquilla; Luis de Rojas, alcalde de Cusi; capitán Juan de Mendoza, cacique de Ticllos, Hacas y Copa; Pedro de la Vega, mestizo de Gorgor; don Juan Poma, sacristán de Ticllos; Ambrosio de Villafana, intérprete de la visita; Francisco Suárez Filero español residente en Gorgor.

27 "y de los que tienen muchas llamas les cobran a patacón y a diez reales y de los que tienen pocos a seis reales haciendo derrama para salir del pleito" (AAL, Sección Idolatrías y Hechicerías, Leg.lla. exp.2. Declaración del licenciado Damián de Goiri Montellanos: declaración de Ambrosio Gaspar) .

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

6.

No habían pasado muchos años desde el proceso seguido contra Noboa cuando encontramos a los mismos actores envueltos esta vez en un juicio contra el nuevo cura de la doctrina de Hacas, el bachiller Esteban de Paredes. En agosto de 1663, los indios presen­taron un extenso memorial de capítulos contra Paredes. Lo acusaban fundamentalmente de cuatro faltas: utilizar la mano de obra indígena sin retribución ninguna o pagando poco por ella, maltratos físicos, no cumplir con sus deberes sacerdotales y estar amancebado2~. Como juez fue nombrado el bachiller Francisco ele la Llana, quien recogió los testimonios ele los capitulantes. Las pruebas fueron contundentes y el juez procedió a embargar los bienes del cura y ponerlo en prisión. Este juicio sería bastante ordinario si no fuese porque en él se han conservado las mutuas acusaciones y recusaciones ele las partes, ele las que podemos colegir la forma en cómo eran presionados los testigos y se obtuvo algunas declaraciones, las maniobras con los jueces comisionados y la argumentación teórica contra los testimonios de los indios, que devenía lógica del accionar de los extirpadores en la zona.

Para contrarrestar las acusaciones y el curso del juicio el cura optó en primer lugar por recusar al juez de la causa, licenciado Francisco de la Llana, al que acusaba de odiarlo y fa­vorecer a los indios por cierta diferencia en el cobro ele las primicias que tuvieron ambos en el pasado. El arzobispo nombró por juez entonces al licenciado Juan Sarmiento de Vivero que iba a hacer visita eclesiástica a Hacas, y pidió a La Llana que no siguiera con el juicio y entregase los autos a Bernardo ele Noboa en Ticllos o al licenciado Aimaolea en Vico y Paseo hasta que llegase el visitador. Pero tampoco este conocido visitador de idolatrías resultaba conveniente para Paredes; según su versión, Sarmiento llegó a un acuerdo secreto con los indios ele Hacas para perjudicarlo: "es causa bastante y lexitima la jactancia que don Alonso Pomaliviac y don Diego Julcaguamán an publicado y dicho que el jues que viene contra mí le tienen muy bien obligado assí con regalos como con ruegos de diferentes personas de todo porte y que aunque el secretario Thomás de Paredes avía hablado al dicho visitador el susodicho les avía asegurado a los capitulantes castigarme y que todo cuanto deponían era cierto en todos los curas y en especial en los de la provincia de Cajatambo a quienes deseaba asentarles la mano y que no tuviesen cuidado que lo haría conmigo". En mayo de 1664, en Cusi, Paredes presentó testigos que corroboraban sus afirmaciones: en cierta ocasión Gaspar de Quesada, escribano, don Francisco de Cabrera, teniente general de la provincia y Miguel Moriano, residente en la zona, habían ido al pueblo de Chilcas a tratar de "componer a los indios por la paz y quietud de todos", en otras palabras a convencer a los indios de que desistiesen de sus acusaciones. Pero al llegar al lugar se encontraron con la actitud prepotente de Pomalivia, quien con jactancia les había relatado su diálogo con Sarmiento:

-He hablado con Tomás de Paredes, les había dicho Sarmiento a los indios, mas no tengáis cuidado ni recelo de ello que así conviene para que no sea yo recusado. Y en verdad deseo ir a castigarle no tan solamente al dicho Esteban de Paredes sino a todos los demás

28 La petición fue firmada por don Alonso Pomalivia, don Juan Julcaguamán, Juan Tapararaco, Fernan­do Baltasar y Pedro Lorenzo principales de Hacas. El juicio se encuentra en AAL, Sección Capítulos, Leg.18, exp. Vil ; Leg. 19, exp. 11 . Nuestras referencias son tomadas de estos documentos, salvo indicación expresa.

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curas de esta provincia a quien ha tiempo que deseo sentarles la mano y darles a entender quién es el licenciado Juan Sarmiento de Yivero29

.

En segundo lugar, Paredes centró su defensa en cuatro puntos:

1. los capitulantes habían iniciado el juicio de odio porque él los obligaba a cumplir sus deberes de buenos cristianos, instigados por los caciques involucrados en la idolatría pues buscaban continuar en ella30,

29 Cabe anotar que en el curso del juicio a Paredes éste llegó a pedir que la causa fuese vista ante el vicario de la provincia, justamente Bernardo de Noboa, posibilidad que fue rechazada categóricamen­te por los indios. En lo que respecta a Sarmiento. no sería la primera vez que fuera acusado de mala fe para con los curas doctrineros, de hombre "criminoso, afectoso y enemigo declarado de los sacerdotes"; en la causa contra Pedro Bermúdez, cura de Ambar en 1662, fue acusado de tener mala fe al mismo y haber favorecido a los litigantes que acusaban al cura entre otras cosas, de haber permitido que un tal Luis Baeza Camiña, vestido de obispo con una mitra de pellejo de carnero o zorro, anduviese por el pueblo echando bendiciones, acompañado de chirimías y repique de campa­nas y colocándose a la entrada de la iglesia del pueblo en donde daba a los asistentes agua bendita de un cuerno de toro ante la risa de los vecinos. En general la actitud de este visitador de la idolatría. gran maestro en los inte1Togatorios de testigos, merecería ser tratada en un trabajo especial por constituir el blanco de ataques tanto de los curas como de las autoridades indígenas en las zonas que visitó en Cajatambo. En la causa aludida Sarmiento fue recusado como juez. justamente ante Ber­nardo de Noboa, quien oficiaba de vicario. (AAL, Sección Visitas Eclesiásticas, Leg. 11 , exp.XXXII) Los hechos que describimos nos muestran claramente el ambiente en que se llevan a cabo este tipo de juicios: éstos involucraban a toda una serie de personajes locales que o presionaban o intercedían por una parte ante la otra o ante los jueces comisionados. Sarmiento, por ejemplo, recibió la visita de Tomás de Paredes, notario público para interceder por el cura, hecho que asustó a los indios, quienes enviaron a Alonso Pomalivia a hablar con el visitador.

30 El 22 de diciembre de 1663 Paredes presentó un auto contra Diego Julcaguamán, al que acusaba de causante de enredos, de ser indio particular del pueblo de Chilcas, es decir no noble ni representante de la voluntad de su pueblo o sea desconociendo adrede su condición de cacique en la doctrina de Hacas, de fomentar mentiras y obligar a los indios e indias a brindar falsos testimonios, embriagándolos y atemorizándolos. Además Julcaguamán había sido sentenciado dos veces por idólatra: una vez por el cura de Chiquián y otra por Noboa; el indio era un agitador que escondía a sus hijos en las chacras para que no oyesen misa, un blasfemo ya que había dicho en una oportunidad que la Señora de la Limpia Concepción parecía en realidad la mujer de un bufón y que debían botar la imagen de la iglesia del pueblo. Paredes pedía que se tomase estos hechos en cuenta para la causa, pues era el que más acerbamente seguía los capítulos. Paredes acusaba también a Alonso Pomalivia de instigador de los indios y llegó a interponer, en abril de 1665, una denuncia de idolatrías ante el juzgado eclesiás­tico de Lima contra él, acusándolo de hechicero y de haber tratado de matarlo poniéndole una sustancia venenosa en el cáliz. Contra el indio fue interpuesta orden de captura, pero don Juan de Padilla, alcalde de la Sala del Crimen logró que fuera puesto en la prisión de corte, quizás para evitar presiones; cuando se pidió fianza a Pomalivia para salir de la cárcel el que la presentó fue don Francisco de Vergara, cacique de Ocros quien por esa época se hallaba también acusado de hechicería en Lima (Ver AAL, Sección Idolatrías y Hechicerías, Leg.V, exp. 7; García 1994: doc.V-VI: 348-390). Durante el proceso, Paredes acusó también a varios indios de Hacas de haber llevado a cabo ceremonias gentílicas en el interior de la iglesia del pueblo, a medianoche, haciendo mucho ruido con los tambores, aillis y cachuas. El había azotado a algunas indias para averiguar lo que pasaba. Los indios sin embargo declararon que los azotes habían tenido como finalidad hacer desistir a algunos testigos de sus declaraciones (Autos del 5 de febrero de 1665, AAL, Sección Capítulos, Leg. 18. exp. VII)

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

2. Era público y notorio que los indios de Hacas eran grandes capituladores de curas31,

3. los testigos indios como idólatras no podían tener crédito32 ,

31 Para los años 1600- 1666 hemos encontrado solamente cuatro causas de capítulos para la zona de la doctrina de Hacas en el Archivo Arzobispal de Lima. Es posible que parte de los expedientes se perdiesen con el tiempo. sin embargo para otras zonas, incluso del propio Cajatambo, se conservan en mucho mayor cantidad. Creemos por ello que la correlación debe reflejar la realidad: no era cierto que los indios de Hacas tuviesen una mayor tradición en poner capítulos a sus curas, en todo caso no era mayor a otros lugares como Ambar, o ciertos pueblos de Huarochirí o Huamalíes. Las causas a que hacemos alusión para Hacas transcurren. la primera en 1604 en Machaca contra el padre Diego Alonso de Rojas a quien los indios lograron probarle varios delitos: azotar y trasquilar a Alonso Lloclla colgándolo desnudo. Era una represalia, pues el cura había sido sorprendido por Lloclla con una india; deber cantidad de pesos a los indios: por haber dado de coces y calabazadas a Alonso Huamán Rupay. El cura fue hallado culpable y se le condenó en 4 pesos para el monasterio de Santa Clara y pago de costas. La segunda transcurre en 1629 cuando don Martín Y anapoma, principal de San Pedro de Hacas, se querelló contra el padre Miguel de Sásigo. ínterin que fue del pueblo (el principal era el bachiller Góngora) por obligar con malos tratamientos a que le diesen cantidades grandes de gallinas, huevos, cocopa, papas verdes. maíz. haciendo que los indios le llevasen todo a Lima, sin pagarles y fugando de la doctrina , amenazando a los indios con que los mataría si decían algo. Al parecer el cura transó pagando lo que debía para que los indios lo dejasen en paz y retirasen la acusación como efectivamente sucedió. La tercera fue seguida por don Diego Julcaguamán, Pablo Marca Guamán y don Cristóbal Pomalivia en 1645 contra el licenciado Lucas de Escuer, coadjutor de Hacas, (era propietario don Luis García de Zurita): la queja era porque les pedía a los indios perdices, huevos, manteca, cocopa, leña, ají, sal, maíz y no les pagaba nada, además el cura ocupaba a los indios en el hilado de algodón que traía a la doctrina, cobraba excesivos derechos parroquiales: al acabar la misa ce1i-aba las puertas con la gente adentro y por padrón iba llamando para que le pagasen, quitando prendas a los que no tenían dinero. Un año y medio después, sin embargo, en la visita realizada por Antonio Garavito de León los indios declararán a favor del cura coadjutor Escuer (entre los declarantes estará Cristóbal Pomalivia, principal de Hacas; Alonso Ricari de Otuco y Lorenzo Chaupis Guari de Otuco) y no se hallará nada fuera de orden ... es más el cura según declaración de Ricari y Pomalivia era "muy amigo de los dichos indios". El visitador declaró a Escuer digno de ascensos. Finalmente, la última causa se remonta a septiembre de 1666. Esta vez capitulan don Lorenzo Fernández, don Alonso Pomalivia, don Juan Raura, don Juan Julcaguamán, principales de la doctrina de Hacas, al cura interino licenciado Francisco de Tamayo y Loyola por cometer excesos y vejaciones al común del pueblo. No sabía la lengua quechua y a la fuerza, a mojicones y coces, obligaba a los indios a que se confesasen en español, lo cual era difícil para los viejos que no lo sabían, quitaba bienes a los indios para decir misas, cobraba las ofrendas por padrón y a la fuerza; por negligencia suya habían muerto sin confesión Hernando Chaupiscóndor, Sebastián Lloclla, Pedro Conturbata, Domingo Baltasar. Pedían los capitulantes que sacasen de ínter al cura y que devolviese lo que había tomado (AAL, Sección Capítulos, Legajos 1, exp.111; 5, exp.XII; 12, exp.YI ; 19, exp.lY).

32 Como vimos arriba también es la argumentación de Noboa. Las declaraciones de los indios en el expediente de l juicio contra Paredes están llenas de anotaciones al margen : falso , penitenciado por idólatra, mentira, etc. Para dar peso a su refutación de las declaraciones de los indios Paredes incluyó en su alegato un traslado en extenso de las sentencias dictadas por Noboa en la visita de la idolatría llevada a cabo en Hacas. en ellas constaba. efectivamente, que varios de los testigos habían sido reos penitenciados. o parientes de éstos.

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4. los otros testigos, no incursos en las causas de idolatría no podían ser tampoco aceptados por cuanto los caciques los emborrachaban y compraban los testimo­nios".

Empero, la parte central de la defensa de Paredes fue expuesta por su procurador, Antonio Garcés. Según este personaje, los indios tenían vicios inherentes a su naturaleza que los hacían poco merecedores de atención cuando iban contra la honra de los "respetables". Garcés acuña un término para estos vicios, los llama "defectos generales de indio". Entre los "defectos generales de indio" debían contarse; primeramente, su natural embriaguez que los sacaba de quicio y hacía fáciles de persuad ir. En segundo lugar que "es ansimismo gente vil sin honra ni berguen~a mentirosos que no se halla verdad en indio ni se afrentan porque los abofeteen ni den de palos ni tampoco porque les digan palabras afrentosas como es público y notorio y es también gente que vende a sus hijas y hennanas por qualquier cosa que les den para ofensas de Dios sin tenerlo por afrenta" . Por último, que los indios tienen a la declaración por mercancía que venden a quien mejor les conviene y emborrachados no ven en esto impedimento ninguno, aparte de ello son idólatras: por ello fue castigado el padre de Alonso Pomalivia, capitulante, y pues los indios están gobernados por un hijo de idólatra, ¿qué se podía esperar sino calumnias a los ministros de Dios por serlo o haberlo sido ellos del diablo?

De este importantísimo concepto, argumento y perla dio elocuente testimonio el procurador el 28 de febrero de 166534 •

7.

¿Cuál había sido la verdad en las acusaciones de idolatría y la refutación de los indios a la visita de Noboa? Aquellos que hayan podido leer documentos coloniales de índole judicial, saben muy bien que éstos nos presentan la realidad como en una casa de espejos donde los hechos se distorsionan y forman grotescas figuras, por las exageraciones de las partes en conflicto. Este proceso a Noboa, y las causas que él llevó a cabo contra los indios

33 A diferencia del juicio de capítulos a Noboa, en la causa contra Paredes sí declaran en su favor algunos testigos de la doctrina de Hacas, parte de ellos retractándose de sus propias declaraciones, y acusando a los capitulantes de utilizar la presión o el dinero para obtener testimonios. Los camachicos -según esta versión- elaboraban memorias y emborrachaban a los indios para inducirlos a firmar. Los testigos de Paredes en Hacas fueron: don Rodrigo Fernández, principal de Chilcas; Francisco Julca. alcalde de Machaca; Pedro García y Juan Julca; Pedro (o Diego) Llaxa Paucar; Alonso Ramírez; Domingo Rique o Richi , alcalde de Otuco; Alonso Chaupis Malqui ; don Andrés Chaupisyauri; Francisco Astopaucar; Diego (firma como Pedro) Cóndor Guayacc; Juan Esteban; Domingo Rivera; Cristóbal Camaico; Juan de Mendoza. Los capitulantes argumentaron en su descargo que estos testigos eran en su mayoría dependientes del cura a quien debían favores en algunos juicios (por ejemplo en un juicio por la fábrica de la iglesia), personas a las que el cura permitía ciertas trans­gresiones como el estar amancebados o no acudir a la doctrina cristiana. Cabe anotar que en las retractaciones de los testigos de Paredes, algunas aparecen sin firmas.

34 Cuando los autos de la causa contra Paredes estuvieron listos para sentenciar, los papeles fueron enviados al Tribunal ecles iást ico de Los Reyes. No hemos podido encontrar la sentencia.

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no son la excepción. Resulta evidente que los indios exageraron las acusaciones contra el visitador: éste no pudo haber infringido las normas judiciales básicas en los interrogatorios (recordadas al visitador expresa y precisamente por Villagómez, desde el inicio de las causas, como vimos arriba) o llevar a cabo torturas del tipo de las que le atribuían, porque, y en esto algunos testigos del juicio declararon correctamente, este tipo de métodos incluso para la justicia secular de la época estuvieron vedados y eran ilegales. Noboa no ignoraba que con ello podía anular el sustento legal de la visita misma. Y no le faltaban enemigos al visitador en la provincia de Cajatambo, como hemos podido comprobar cuando nos enteramos de las recusaciones de jueces a inicios de la causa. Es poco probable también que Noboa, intere­sado como estaba en llenar una correcta hoja de servicios, arriesgase su carrera por algunas llamas confiscadas o productos enajenados a los indios. Algunas de las pruebas materiales presentadas por el visitador no podían ser ni fueron refutadas35. No obstante algunas posibles distorsiones36

, no deja de ser evidente que Noboa había actuado con toda corrección, según los cánones de la visita de la idolatría en la época.

¿Entonces, por qué mintieron los indios de Hacas sistemáticamente en el juicio? Es interesante en este sentido el recurso que presentó Domingo Mautino en defensa de don Pablo Guamán Chare, principal de Machaca convicto y confeso en la idolatóa. Este -según el defensor- debía ser dado por libre, no obstante las declaraciones y pruebas en su contra ya que al susodicho no se le probó que dejara de ser cristiano, pues todos le habían visto confesar y comulgar, oír mjsa y acudir a la doctrina, dando buen ejemplo, y no había el indio quitado adoración a Dios, ni obligaba a los otros indios a que no adorasen a Dios, o no asistiesen a la iglesia, ni a que hiciesen chicha y se la ofreciesen a los ídolos. Es más, él como principal había ordenado reparar en la iglesia del pueblo un retablo del altar mayor "muy suntuoso y otros dos retablos de dos capillas y una imagen de Nuestra Señora, un bulto de

35 Tal es el caso de los cuerpos sacados de la iglesia y hallados en los machayes, las listas de ídolos y objetos de adoración encontrados en el lugar, etc .

36 Es posible que los testigos de las causas que llevó a cabo Noboa declarasen por medio de un interrogatorio expresamente formulado (que pudo ser hecho en base a las acusaciones del fiscal, Juan Tocas). Se nota que hay detrás de las declaraciones un formulario muy preciso y que lo que copia el notario es solamente el resumen de las respuestas . Es poco probable. por ejemplo. que los indios supiesen distinguir claramente los términos de "dogmatizador", "hechicero" , "guacavilla", "embus­tero", "confesor" , "sacristán", "guacanquero" , "ministros" y "curanderos" que aparecen repetidamen­te en los testimonios, y al parecer con conocimiento de causa, aplicados a determinados personajes. Ello explicaría lo ordenado, metódico y estereotipado de las declaraciones de los indios si se com­paran éstas con la tanda de repeticiones e incoherencias de las declaraciones de indios en las causas, que, por ejemplo, estaba realizando Juan Sarmiento de Vivero no lejos de ese lugar, en Ambar (ver García 1994, docs. VII-XII). No deja de ser sospechoso lo preciso de las delaciones que acusan hechos que resultarían muy escandalosos a un público letrado o a las autoridades virreinales: las ceremonias clandestinas con participación de todo el pueblo hechas a espaldas del cura de la doctrina. la predicación de los dogmatizadores contra el poder de los santos católicos, la contraposición entre dos sistemas religiosos , etc. Son temas recurrentes en la literatura sobre las idolatrías de la época y se hace necesario estudiar la influencia que los "manuales" sobre la idolatría (tales como la Extir­pación de Arriaga o la Instrucción de Villagómez) pudieron tener en la confección de los interrogatorios a los testigos. Un estudio de este tipo nos permitiría conocer cuáles de los hechos que consignan estos documentos fueron testimonio de lo que realmente se vio y cuáles otros fueron una invención , pre­meditada o no.

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señor San Juan y un santo Cristo y tenía pensado comprar ganado vacuno, para con sus aumentos, hacer ornamentos para el culto divino" . Es decir, que este indio principal de Machaca no entendía cómo era posible no ser un buen cristiano cuando él acudía a sus obligaciones de doctrina con toda puntualidad, aunque alguna vez, borracho, participara en las fiestas gentílicas37 . La división entre cristiano y gentílico, la oposición entre dos sistemas religiosos sencillamente le era inalcanzable. Como era inalcanzable al cura de la doctrina la existencia de la idolatría en sus pueblos antes de la llegada del visitador. El cura no ve la idolatría hasta que llega el visitador y se la explica o se ve forzado a encontrarla, como es el caso de Paredes que vimos líneas arriba. Permite las fiestas , las borracheras, sin alarmarse ve que la piedra guanca está en la puerta de su propia iglesia38

. Es el visitador el que trae los conceptos. El que predica contra la idolatría y la sataniza.

La finalidad de la mentira es evidente: había que detener la visita porque estaba minando la autoridad, posición y seguridad de los principales, arrasando con las bases de la cohesión interna que brindaban las antiguas divinidades y las fiestas tradicionales; además también con un fin material muy preciso: las visitas afectaban la propiedad de personas concretas: las llamas y productos expropiados tenían dueño39•

Pero lo más peligroso de todo, y la causa principal de la actividad de los indios en busca de poner en duda su culpabilidad, sería la comprensión de una terrible verdad: la idolatría, una vez descubierta no vuelve a perderse de vista jamás. El juicio contra Noboa y más tarde el seguido contra Paredes vendrían a confirmarles esto: ahora era posible cual­quier abuso con ellos, sus quejas no tendrían validez legal, eran idólatras, condenados por la ley al silencio.

Juan Carlos García Limacpampa Grande 565

Cuzco, Perú E-Mail: [email protected]

37 Es bastante curioso encontrar el argumento de la borrachera en la defensa. Según el alegato del defensor si Guamán Chare alguna vez cooperó con los hechiceros, cosa que negaba, "sería no estando en su sano juisio enbriagado o por otro asidente questando en su sano juisio no lo hisiera" (AAL, Sección Idolatrías y Hechicerías, Leg.lla, exp.2).

38 O participa, incluso, activamente, en las fiestas de contenido gentílico. Por esta misma época se acusó a Pedro Berrnúdez, cura de Cajatambo, de haber participado en la jarana del techado de la casa de Alonso Chillo, indio, "entrando en ella el dicho cura y el dicho español bailando ambos y cantando el dicho cura dic,iendo guayaguaya yllo guisa y el dicho español baylando callado" (AAL, Sección Capítulos, Leg.19, exp.11).

39 En el testimonio, posiblemente interesado, de Juan Peres. mestizo, maestro de sastre de Chiquián que había trabajado para Noboa en Cusi, leemos que éste vio, a fines de diciembre de 1659, cómo los indios de Chilcas realizaban ceremonias gentílicas y diciéndoselo a Noboa éste "lo sintió grandemen­te y dixo no puedo ir al remedio de ella porque este pleito me lo impide'' (AAL, Sección Idolatrías y Hechicerías, Leg.lla, exp.2). El dato, con las reservas del caso, es interesante porque efectivamente Noboa siguió visitando la zona de Mangas hasta 1663, pero no realizó más indagaciones en la doctrina de Hacas. Entonces, aunque perdido el juicio por los indios, lograron de todas formas detener la visita. Y causar no poco daño a Noboa quien no pudo obtener una dignidad en la Catedral hasta después de muchos años.

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

Anexo Nº 1

Título de visitador de la idolatría del bachiller Bernardo de Noboa

Nos el doctor don Pedro de Villagómez por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica an;;ovispo de Lima del Consejo del Rey nuestro señor etc . Por cuanto estamos ynformados por ynformac;:iones, cartas y relac;:iones de los curas de este arc;:ovispado y de otras muchas perssonas dignas de crédito que muchos de los yndios con poco temor de Dios nuestro señor an yncurrido y buelto a reeyncidir en el pecado de la ydolatría y en otros herrores y supertic;:iones, gentilezas, guardando y ussando los ritos y ceremonias de sus projenitores gentiles de que tenemos el justo dolor y sentimiento que tan grave negoc;:io pide y desean /f.89/ do proveer de remedio conveniente aviendo consultado con personas de cienc;:ia y experiern,:ia emos acordado de nombrar visitadores generales para la extirpazión de la dicha ydolatría, supertic;:iones y herrares con ynstruc;:ión particular que hemos hecho para que los vissitadores puedan averiguar los dichos delitos y reynsidencias leyendo nuestros editos de grac;:ia y prosediendo en todo lo conveniente en la forma que se contiene en la dicha ynstruc;:ión por tanto atendiendo a las muchas y buenas partes del licenciado Bernardo de Noboa, cura de la doctrina de San Pedro de Ticllos, vicario de la /f.89v/ provincia de Cajatambo, le nombramos y proveímos por nuestro vissitador general de la ydolatría en este arc;:ovispado para que en las doctrinas y pueblos donde vissitare pueda proc;:eder contra los curas que no huvieren predicado o no predicaren o no huvieren enseñado ni enseñaren a los yndios los misterios de nuestra santa fe o que no supieren suficientemente la lengua general del ynga y los remita ante nos para que se provea del remedio. Y le damos poder y facultad para que pueda ynquirir, averiguar y procesar contra los culpados en el dicho crimen de ydo /f.90/ latría, supertic;:iones y hechic;:erías y otros herrares y contra los maestros y dogmatic;:adores y constando de delito o reyncidenc;:ia los pueda absolver de las c;:ensuras en que huvieren yncurrido por la apostac;:ía de nuestra santa fe católica y reconc;:iliarlos solemnemente a la unión y participac;:ión de la santa Y glesia nuestra madre que para todo lo que dicho es y lo a ello anejo y conc;:erniente, fulminar y sustanc;:iar con las partes y oír las de justic;:ias por los ténninos del derecho en la forma que se contiene en la dicha nuestra ynstruc;:ión hasta su conclusión difinitiva y c;:itadas para sen / f.90v/ tenc;:ia las determinará y proveerá en ellas lo que aliare ser justic;:ia y las executará en sus perssonas consignándolas si fuere menester a la cassa de la Santa Cruz que está dedicada para ello en el pueblo de Santiago del Cercado de esta ciudad y si apelaren en tiempo y forma les otorgará sus apelac;:iones lo que huviere lugar de derecho por ante nos o nuestro provisor y vicario general que para todo y cada cossa y parte de lo referido y de lo de ello dependiente y a ello anejo y pertenec;:iente y para nombrar notario y fiscal y otros ministros que convengan para la dicha visita y discernir c;:ensuras, ligar y absolber de ellas e yn /f.91/ bocar si fuere menester el ausilio de la real justicia le damos comissión y nuestras vezes plenariamente sin limitac;:ión alguna y manda­mos a nuestros visitadores ordinarios y a los vicarios y curas le ayuden y den el ausilio nezessario para que no le pongan ynpedimiento alguno en el usso y exerc;:ic;:io de la dicha vissita y si alguno se le pussiese proseda contra los culpados como huviere lugar de derecho y mandamos que por tal nuestro vissitador de la ydolatría sea tenido el dicho licenciado Bernardo de Noboa y le guarden y hagan guardar todas las honras y preheminencias que se

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le /f.91 vi deben y en especial en sus recivimientos y lo cunplan en virtud de santa obediencia y so pena de excomunión mayor y de docientos pessos aplicados conforme a la nueva orden de su magestad. Otrosí le damos commissión al dicho licern;:iado Bernardo de Noboa para que en los pueblos donde estuviere visitando actualmente sea vicario y juez eclesiástico sin que el vicario de la probirn;:ia ni del partido se entremeta en su oficio ni otro juez salvo en casso que allí llegue el visitador general ordinario que a de ser preferido en todo lo que tocare a autoridad y jurisdi~ión pero sin que él /f.92/ se pueda meter en cossa alguna tocante a las personas ni ofi~io de los vissitadores de ydolatría y assimismo le damos comissión para que pueda administrar y administre los santos sacramentos del bautismo, peniten~ia, eucaristía y estremaun~ión y el del matrimonio y a todos los yndios y demás perssonas de qualquier estado y calidad que sean y en de matrimonio pueda dispensar en las amonesta~iones del santo Con~ilio y dispensar en qualesquier ympedimentos que son dispensables a nos sin perjui~io de los derechos parroquiales guardando en todo la forma del derecho y antes /f.92v/ y primero que comienze a usar deste título y haga ante sa~erdote aprovado o notario que de ello dé fe el juramento acostumbrado de hacer bien y fielmente su ofi~io de vissitador general de la ydolatría. En testimonio de lo qua! le mandamos despachar y despachamos el presente título firmado de nuestro nombre sellado con el sello de nuestras armas y refrendado de el ynfraescrito nuestro secretario en la ciudad de los Reyes del Perú en nueve días del mes de mayo de mil y seis~ientos y cinquenta y seis años.

Pedro ar<;ovispo de Lima.

(AGI, Lima, 254)

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

MANUSCRITOS

ARCHIVO ARZOBISPAL DE LIMA (AAL)

Sección Capítulos Causa de capítulos seguida contra el padre Diego Alonso de Rojas sobre las costas de cuatro litigios que le hicieron los indios de su doctrina. San Pedro de Hacas, 1604. Leg. 1, exp. III.

Causa de capítulos seguida por don Martín Yanapoma, indio principal contra el bachiller Miguel de Sásigo por agrav ios contra la comunidad . San Pedro de Hacas, 1629 . Leg. 5, exp. XII.

Causa de capítulos seguida por don Diego Julca Huamán, don Pablo M arca Huamán y don Cri stóbal Poma, indios principales contra el cura coadjutor de la doctrina de Hacas licencia­do Lucas de Escuer por los agravios y vej aciones que cometía contra la comunidad. San Pedro de Hacas, 1645. Leg. 12, exp. VI.

Causa de capítulos contra el lic. Francisco de Guevara. Chav ín de Pariarca, 1654. Leg. 16, exp. l.

Causa de capítulos que siguen los indios de la doctrina de Hacas contra el Br. Esteban de Paredes, cura bene fi c iado del d icho curato. Hacas, 1664. Leg. 18, exp. VII.

Causa de capítulos que siguen los indios de varias doctrinas contra sus curas, Lima, 1664-1700. Leg. 19, exp. II.

Causa de capítulos contra el lic. Francisco de Guevara. Chavín de Pariarca, 1665. Leg. 19, exp. III .

Causa de capítulos seguida por Lorenzo Fernández, Juan Raura, Juan Julcahuamán, indios principales, contra el licenciado Francisco Tamayo, por vej ac iones y abusos. San Pedro de Hacas, 1666. Leg. 19, cx p. IV .

Sección Causas Criminales Causa crimin a l seguid a contra e l li cenciado Anto ni o No boa de las Mariñ as por amancebamiento con una mujer casada. Los Reyes, 1644. Leg. VIll .

Causa criminal seguida por don Tomás Corbacho contra el Br. don Antoni o Noboa de las Mari ñas , c lé ri go presbítero, cura bene fi c iado ele las m inas y ce rros de la c iudad de Castrov irreyna, por haberl o atacado a la salida de la iglesia de los franciscos recoletos de Los Reyes, embistiéndolo y profiri endo muchas palabras graves de injuria en su contra. Los Reyes. 1664. Leg. XXIIbis, cx p. 1 O.

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Causa criminal que sigue el maestre de campo don Miguel Ruiz de la Vega, administrador del obraje de Chuquibamba (Huamalíes) contra el Br. don Gabriel de la Cueva Navarrete, cura de Singa, por contravenir las normas teniendo tornos y telares en su casa. Singa, Huamalíes, 1669. Leg. XXV, exp. 6.

Causa criminal seguida por el Br. Gabriel de la Cueva Navarrete, cura y vicario de Huamalíes, contra el padre Melchor de Leiva, cura de Llata, por impedir la prisión de José Mejía, mestizo, ministro de la Santa Cruzada a quien se seguía causa en Los Reyes por el provisor y promotor fiscal. Huamalíes, 1672. Leg. XXVII, exp. 4.

Sección Concursos Autos de oposición a los dos curatos de la villa de San Clemente de Mancera, Los Reyes. 1641. Leg. 3, exp.3.

Autos de las oposiciones a la doctrina de Marca, Los Reyes, 1643. Leg. 3, exp.4.

Autos de las oposiciones a la doctrina de Canta y Aija, Los Reyes, 1642. Leg. 3, exp. 5.

Autos de las oposiciones a la doctrina de La Barranca, Los Reyes, 1643. Leg. 3, exp. 7.

Autos de las oposiciones a la doctrina de Nazca, Los Reyes, 1643. Leg. 3, exp. 8.

Autos de las oposiciones a la doctrina de Corongo, Los Reyes, 1643. Leg. 3, exp. 12.

Autos de oposición a la doctrina de Huaraz, Los Reyes, 1644. Leg. 3, exp. 13.

Autos de las oposiciones a la doctrina de Lurigancho, Los Reyes, 1644. Leg. 3, exp. 14.

Autos de las oposiciones a la doctrina de Pachacamac, Los Reyes, l 644. Leg. 3, exp. 15.

Autos de las oposiciones a la doctrina de lhuari, Los Reyes, l 644. Leg. 3, exp. 16.

Autos de las oposiciones a la doctrina de Gorgor, Los Reyes, 1644. Leg. 3, exp. 17.

Autos de las oposiciones al beneficio de Chancay, Los Reyes, 1645. Leg. 3, exp. 23.

Autos de oposición a la doctrina de Hacas, Los Reyes, 1649. Leg. 3, exp. 50.

Autos de oposición a la doctrina de Pachacamac, Los Reyes, 1650. Leg. 4, exp. 1.

Autos de oposición a la doctrina de Chavín de Pariarca, Los Reyes. 1650. Leg. 4, exp. 2.

Edictos de vacancia de la doctrina de Guayán y Sucha, Los Reyes, 1650. Leg. 4, exp. 4.

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Autos de las oposiciones a la doctrina de Huarmey , Los Reyes, 1650. Leg. 4, exp. 6.

Edicto de vacancia a la doctrina de Humay por promoción de su propietario Juan de Noboa a otra doctrina, Los Reyes, 1650. Leg. 4, exp. 7.

Autos de oposición al beneficio curado de Pachacamac, Los Reyes, 1650. Leg. 4, exp. 8.

Edicto de vacancia a la doctrina de Chavín de Pariarca por muerte de su propietario Br. Juan de Noboa, Los Reyes, 1652. Leg. 4, exp. 15 .

Edictos de vacancia de la doctrina de la Barranca por promoción de su propietario, Los Reyes, 1679. Leg. 5, exp. 34.

Sección Curatos Petición de permuta que siguen el bachiller Bernardo de Noboa, cura de Huarmey y el de Ticllos, Francisco Negrón de Luna, Los Reyes, 1651. Leg. 1, exp. XXVII.

Sección Idolatrías y Hechicerías Causa de idolatrías seguida contra Hernando Hacas, Cristóbal Poma Libiac y otros indios del pueblo de Hacas por denuncia del fiscal eclesiástico don Juan Tocas. Otuco, Hacas, 1656-1658. Leg. III, exp. 1 1.

Causa de idolatrías contra los indios del pueblo de San Juan de Machaca en Cajatambo. Juez el visitador de la idolatría Br. Bernardo de Noboa. Causa seguida por los indios de Hacas, Chilcas, Machaca y Cochillas contra el visitador de la idolatría Bernardo de Noboa por los abusos que cometió durante la visita. Ticllos, 1658-1660. Leg. IIa, exp. 2.

Causa seguida contra Alonso Pomalivia, camachico del pueblo de Hacas, por denuncia del Br. Esteban de Paredes por haber tratado de envenenarlo utilizando yerbas venenosas. Lima, 1665. Leg. V, exp. 7.

Autos de la visita eclesiástica llevada a cabo al cura de La Barranca Br. Bernardo de Noboa. La Barranca 1668. Leg. VI , exp. 4.

Sección Ordenaciones Testimonio de los que se ordenaron en sede vacante con el señor obispo de Santiago de Chile fray Juan Pérez de Espinoza. Legajo 1 (sin ordenar). Lima, 1600-1609.

Expedientes seguidos por Antonio Noboa de las Mariñas y Juan Noboa Valdés para obtener el subdiaconato. Legajo 5 (sin ordenar). Lima, 1634-1637.

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Expediente seguido por Bernardo de Noboa Valdés para obtener los grados de exorcista y acólito. Lima, 1634. Legajo 5 (sin ordenar).

Declaración de Bernardo de Noboa en la información presentada por Estanislao de Vega Bazán para optar el grado de diácono. Lima, 1636. Legajo 5 (sin ordenar).

Expediente seguido por Esteban de Paredes para acceder a las órdenes mayores . Lima, 1647. Legajo 9 (sin ordenar).

Información de vita et moribus de Bernardo de Noboa. Lima, 1634. Legajo 11 (sin ordenar).

Sección Visitas Eclesiásticas Autos de la visita realizada a la doctrina de Santiago de Guayán de la cual era propietario el bachiller Bernardo de Noboa. Huaylas, 1646. Leg. 2, exp. VIII.

Visita realizada por el doctor don Pablo de Paredes a la doctrina de Ticllos de la cual era cura el bachiller Bernardo de Noboa. Cusi, 1653. Leg. 11 , exp. XX.

Visita realizada por el doctor don Pablo de Paredes a la doctrina de Hacas de la cual era cura el maestro Juan González de Ozerim, Cochillas, 1654. Leg. 11, exp. XXIII.

Autos seguidos contra Pedro Bermúdez, Cajatambo, 1662. Leg. 11, exp. XXXII.

ARCHIVO GENERAL DE INDIAS (SEVILLA) (AGI)

Información de servicios de Femando de Avendaño, Lima 1612-1619. Lima 327. Información de servicios del bachiller Bernardo de Noboa, Lima 1664. Lima 254.

BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERU (BN)

Carta al Rey del Br. Bernardo de Noboa. Lima, 1663. Ms. B 1944,

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COMENTARIOS Antonio Acosta

Dpto. de Historia de América Universidad de Sevilla

Espaíia E-mail: [email protected]

El artículo de J.C. García - que se publica du­rante el proceso de edición por él mismo de docu­mentos referidos a la extirpación de idolatrías­estudia básicamente los problemas habidos por uno de los jueces visitadores del arzobispado de Lima, Bernardo de Noboa, en la década de 1650.

Es importante intentar penetrar y conocer la mecánica de este tipo de conflictos que fueron las campañas de extirpación -que tanto fruto hi storiográfico están produciendo- para_ com­prender mejor la complejidad de factores e intere­ses que influyeron en su nacimiento y desarrollo. J.C. García lo hace proporcionando una abundan­te cantidad de datos , en texto y notas, que ayudan a captar el ambiente en que se desarrollaban estos procesos. Si bien alguna de esta información ya va resultando familiar, otra sin embargo era hasta ahora menos conocida.

¿Cuál es el argumento principal que se puede entresacar entre el volumen de información y conflictos judiciales que el artículo presenta? Muy brevemente y en palabras de J.C. García: "Es evi­dente que los indios exageraron las acusaciones contra el vi si tador: éste no pudo haber infringido las normas judiciales básicas en los interrogatorios ( ... ) o llevar a cabo torturas del tipo de las que le atribuían porque( ... ) este tipo de métodos( ... ) es­tuvieron vedados y eran ilegales". Para el autor "no deja de ser evidente que Noboa había actuado con toda corrección" y los indios habrían menti­do, en lo referente a los métodos de las actuacio­nes de Noboa, porque la visita minaba la posición de los principales, la propia cohesión interna del grupo y porque, en definitiva, les colocaba en la categoría de "idólatras".

J. C. García coincide conmigo en la importan­cia de algunas premisas y circunstancias del proceso de las campañas de extirpación que publiqué en esta revista en 1987 (año 5, Nº 1: 171-195). Por ejem­plo, que las cosas, las relaciones entre todos los sectores impli cados en la extirpación y la propia coyuntura histórica no eran las mismas a mediados del siglo que 30 ó 40 años antes; que , concreta-

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mente, las relaciones de los jesuitas con el arzobi s­pado se habían modificado y que P. de Villagómez tuvo que mani obrar políticamente para intentar conseguir su ay uda; que sec tores dirigentes del mundo indígena ya tenían un conocimiento de los entresijos del mundo colonial, ejemplo de lo cual era el caso del cacique Rodrigo Flores Caxamalqui de cuya biblioteca ya adelamé algunos títulos.

Sin embargo, en algunos terrenos J. C. García hace afirmaciones que, a mi modo de ver, pueden alejarnos de una correcta comprensión de la ya re­ferida complejidad de los problemas. Me refiero, por ejemplo, a la alusión de que ·'sin ser un hom­bre mal intencionado'' Villagómez era partidario de endurecer las acciones contra los indios. Entiendo que no se trata de creer en las "buenas" o "malas" intenciones del prelado y, por e l contrario, sí de recordar que éste tenía algunos intereses persona­les en la historia y que, entre otras acciones, se esforzaba en presionar a los curas del arzobispado para que entregasen el dinero de la Cuarta Funeral que le correspondía, llegando a amenazarles con censuras si no reconocían sus rezagos en este in­greso (op. cit.: 188-9). Esto quizás ayude más a percibir todo el amplio perfil de los problemas.

En parecido sentido se diría que J. C. García incurre en una cierta debilidad o simpatía hacia la figura B. de Noboa cuando, por ejemplo, dibuja el cuadro idílico de su relación con los indios de su doctrina o cuando resalta el "mucho esfuerzo de años, iglesias construidas, muchos sermones y lá­grimas derramad as ante las confesiones irreverentes de los indios". No extraña que, con esta disposición para con Noboa, J . C. García no dude de que era evidente que el cura había actuado con toda corrección en su visita de extirpación. Quizás convendría recordar que en 1644, siendo doctrinero de Sta. Ana de Suche, Noboa había sido comisio­nado ya por Villagómez para investigar los cargos presentados por el fiscal contra el cura de Pampas. Y pese a los testi gos y las pruebas acumuladas contra éste último, tras la actuación de Noboa, el acusado fue dado por libre (op. cit.: 186). Había precedentes, pues, en actuaciones de Noboa contra iniciativas de indígenas, aunque ciertamente no quepa sacar conclusiones definitivas de cada uno de estos hechos aisladamente.

En otro sentido, y aunque en los nombramien­tos dados a Noboa por Yi ll agómez como visitador se le prohibiera maltratar a lo indios, qui zás no habría que descartar de manera tan tajante que

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pudiera haberlo hecho dada la tradición que en este sentido existía desde el siglo XVI , autorizada por el 111 Concilio de Lima (ver la edición de R. Vargas Ugarte, Lima 1951 , vol. 1: 364) . No quiero decir que los indios no hubieran podido exagerar -o incluso mentir, si se quiere- sino que la conside­ración de estas posibilidades debe estar sujeta a otros factores que creo que no han sido pondera­dos suficientemente en el artículo.

Pero, más que discrepar en otros aspectos del mismo, lo que quisiera es formular la idea de que, ··grosso modo" , si se prescinde de las referencias al arzobispo Villagómez y si se cambian las fechas y los nombres de las personas -que corresponden a mediados del siglo XVII- , el artículo podría ser fechado sin muchas modificaciones a comienzos de siglo. Quiero decir en otras palabras que, dados nuestros conocimientos actuales de cómo evolu­cionó la extirpación de la idolatría durante el siglo XVII, el conflicto de un cura visitador de idolatrías con indios visitados requería otro tipo de trata­miento algo diferente al que se aplica en el texto.

Sin duda este tipo de trabajos hacen que co­nozcamos mejor los problemas relativos a las cam­pañas de extirpación, pero entiendo que lo conse­guirían aún más aplicando a fondo los datos y pers­pectivas que ya se encuentran a nuestro alcance.

REFERENCIAS

ACOSTA, Antonio 1987 "'La extirpación de las idolatrías en el

Perú. Origen y desarrollo de las cam­pañas". A propósito de Cultura Andina y represión de Pierre Duviols, Revista Andina año 5, Nº 1: 171-195, Cusca.

VARGAS UGARTE, Rubén 1951-1954 Concilios limenses (1551-1772). Tip.

peruana, Lima. 3 t.

Josep M. Bamadas Archivo-Biblioteca Arquidiocesanos

'Monseñor Taborga' Casilla 455

Sucre - Bolivia

Me es totalmente desconocida la zona sobre la que se refiere el artículo ; por lo tanto, mis co­mentarios deberán circunscribirse a un nivel ge-

N2 1, julio 1996

García: La extirpación de idolatrías en Hacas

nérico y externo a ella. La investigación de Juan C. García puede tomarse como un desprendimien­to concentrado de su análisis del periodo del arzo­bi spo Villagómez (García 1994, 49-63); y presen­ta, en mi opinión, algunas características que con­sidero merecen subrayarse.

Podría empezar señalando el hecho de que nos ofrezca un análisis en profundidad de un caso, de una zona, con dos sucesivos Visitadores; con esta reducción del ámbito obtenemos una mayor pre­cisión de imagen, llegando a un detalle de visión mucho más cercano y vivo. Creo que todos los que mantenemos cierto interés por el tema se lo debemos agradecer.

En segundo lugar, y esto me parece de un valor todavía superior (ya que es de carácter cualitati­vo), aprecio en él una cierta conciencia -más o menos explícita en diversos pasajes, partiendo ya del título- sobre la necesidad en que estamos de romper el cerco en que podemos habernos ence­rrado, de un tipo de 'sospecha genérica ' de que quedaría cautiva toda defensa de doctrineros como una maniobra para sacarse de encima el chantaje de sus feligreses . Que García no pre-suponga, antes de dejar hablar a la documentación, la culpabili­dad del lado de los doctrineros o que admita lapo­sibilidad de que los indios también sabían mentir, me parece un logro digno de subrayarse; esto, naturalmente, a condición de no considerar que el activamiento de esta precaución metódica reguladora baste para -siempre y en todo lugar­conducir a la meta que se busca: el esclarecimien­to de los verdaderos términos de (cada) conflicto.

Esto, en tercer lugar, nos lleva a lo que cons­tituye una de mis convicciones genéricas provi­sionales: la dificultad en que frecuentemente nos encontramos de poder discernir la verdad de lo que pasaba; y de una forma muy concreta, cuando es­tudiamos enfrentamientos procesales entre los in­dios y sus doctrineros . Una de las expresiones simbólicas máximas de esta dificultad se presenta cuando ambas partes se descalifican mutuamente, tachando a jueces y fiscales. Porque, puestos a sa­car las consecuencias de unas premisas, podemos preguntarnos, por ejemplo: si se puede 'suponer' que los doctrineros acusaban de idolatría a sus in­dios para acallar sus posibles denuncias de los abusos que cometían, ¿por qué el historiador no ha de echar mano también de la hipótesis de que los indios acusaran a los doctrineros para defenderse de la represión de las prácticas idolátricas'! Por este camino rápidamente llegamos a un mareante jue­go de espejos, del que ni podemos prescindir ni con el que podemos contentarnos.

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Estudios y Debates

Sobre este telón de fondo, puede bajarse a comentar algunos puntos más concretos, de los que me contentaré con señalar unos pocos.

Encuentro deliciosa aquella argumentación de los contrincantes de Noboa en un concurso de curatos (ms. p. 8, nota 1) según la cual bastaría el conocimiento del español en determinada doc­trina porque en ella no se habla qhishwa ... ¡sino aymara! Puede ser un buen ejemplo del ' rigor,' con que se manejaba la dialéctica. O aquella otra por la que se se quiere exculpar a un doctrinero diciendo que si en su parroquia hubiese habido práctica idolátrica ... él las hubiese denunciado y reprimido (ms. p. 12). Pura 'tautología'.

Pero desearía llamar la atención sobre el fi­nal abrupto en que desemboca el autor (ms . pp. 18-19) y con el que pretende dar respuesta a la pregunta lanzada en el título: estoy lejos de creer que con los dos párrafos que le dedica sepamos de qué se trata; y considero que haría falta un desarrollo mucho mayor y sistemáticamente vin­culado al texto que antecede, para dar solidez a lo que se afirma. Esto, sin embargo, no le quita ni una pizca al interés intrínseco de lo que -como aparece- debe considerarse una hipótesis de trabajo sumamente atractiva. Entre otras ra­zones, porque sitúa el debate hacia un marco mucho más amplio que lo que estaba en juego en los casos analizados; porque apunta a interre­lacionar el nivel de las prácticas con el de las motivaciones; porque implica unas 'segundas intenciones' de más amplia estrategia; finalmente, porque permitiría pensar que, en la jerarquización concatenada de metas y medios, se nos propone pensar que los indios situaban en la punta suprema y final de sus objetivos el mantenimiento de su identidad social (religión incluida): para mante­ner su cultura global, declaraban que la habían abandonado. Se ha divorciado -enfrentándolo­lo que se afirma explícitamente de lo que se quiere y piensa interiormente: es decir, se niega la realidad para que pueda sobrevivir. De paso, si esto era así, querría decir que los indios de Hacas eran realmente idólatras.

Encontramos, pues, en el artículo de García un manojo de cuestiones que nos obligan a ir ampliando en todas direcciones la reflexión so­bre la coyuntura extirpadora del siglo XVII; y lo hace con una finura que hasta ahora no era la característica en los estudios andinos. La mejor forma de rendirle homenaje es imitarla y, si se puede, superarla.

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REFERENCIAS

GARCIA C., Juan Carlos 1994 Ofensas a Dios, pleitos e injurias,

Causas de idolatrías y hechicerías, Cajatambo, siglos XVII-XIX. Cuzco, Centro de Estudios Regionales Andinos "Bartolomé de Las Casas".

José A11to11io Benito U11iversidad de Valladolid

Casilla 1924 Arequipa

¿Por qué los extirpadores quisieron esclarecer los hechos?

El presente estudio de Juan Carlos García re­clama de nuevo la atención sobre uno de los as­pectos más sugestivos y privilegiados en el análi­sis del proceso de evangelización y aculturación de los naturales de Indias: la extirpación de idola­trías .

El título no puede ser más provocativo y de entrada exige del lector una lectura atenta y pro­funda. No valen análisis epidérmicos o estéticos, hay que penetrar en la raíz de las motivaciones. Al autor le interesa menos cómo que el porqué, dán­dole la razón a Nietzsche cuando escribía que "quien tiene un porqué encuentra el cómo". El subtítulo "extirpación de idolatrías en Hacas entre 1656 y 1665" precisa claramente el objetivo, al tiempo que la cita textual del comienzo es toda una declaración de intenciones por parte del autor.

La fuerza del relato inicial o narración de los hechos nos atrapa y seduce poderosamente, sin duda porque contiene ingredientes de la novela o película más apasionante. Un indio de Roca, Sebastián Ramos, descubre con sorpresa que sus vecinos de Otuco estaban desollando una llama para ofrecer su sangre a los muertos que tenían escondidos en la cueva para rendirles culto; a nuestro hombre le falta tiempo para denunciar el hecho al doctrinero de San Pedro de Ticllos y vi­cario de Cajatambo, Bernardo de Noboa. Este, dócil y creativo agente del plan evangelizador y extirpador del arzobispo Yillagómez, no dejará títere (sea español o indio, fiel o idólatra, religioso o laico) sin mover (3.000 interrogatorios) hasta averiguar lo sucedido y concluir en sentencia bru­tal: "Todo lo más de los indios de esta provincia

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(de Cajatambo) son idólatras". Por él desfilarán miles de viejas leyendas, ídolos y adoratorios que están vivos ... y con ellos la constatación de una apagada evangelización que no había vivificado a los neófitos con la vivencia transformante del cristianismo; en definitiva, los indios seguían con sus ritos propiciatorios de salud, buenas cosechas y suerte en los negocios.

El protagonista del relato, bachiller Bernardo de Noboa Yaldés, ha recibido una buena forma­ción, se le ve celoso por el bien de sus fieles , es un doctrinero creativo por cuantas parroquias va pa­sando, quechuaparlante, "estableciendo muy buenas relaciones con su feligresía entre la cual se sintió siempre a gusto y recurrió a ella constan­temente a lo largo de su estadía en la provincia para proveerse de ayuda en sus campañas de ex­tirpación". Su buen hacer le llevará a ser promo­vido a vicario, visitador de idolatría y visitador general de todo el partido de Cajatambo. Investido de este cargo se verá envuelto en dos procesos fonnados por los indios de Chavín de Pariarca y Hacas contra sus doctrineros Francisco de Guevara y Esteban de Paredes respectivamente. Las acu­saciones se referían a maltratos físicos, abusar de su mano de obra con retribuciones injustas, la ti­bieza apostólica sacerdotal y el amancebamiento. En el primero de los casos, la tensión era alta por la sospecha existente de que el doctrinero, padre de Noboa, había sido envenenado por los indios a quienes les disgustaba el clero secular y les rondaba el buen recuerdo de sus misioneros jesuitas de antaño.

Por su parte, la defensa se centraba en otros cuatro contrapuntos: Los capitulantes habían ini­ciado el juicio de odio porque el párroco los obligaba a cumplir como buenos cristianos, insti­gados por los caciques; era público y notorio que los indios eran grandes capituladores de curas y conocían muy bien a las instancias judiciales a que debían acudir; los testigos indios idólatras no podían tener crédito; los otros testigos no inclui­dos en estas causas de idolatría, no podían ser aceptados ya que los caciques los emborrachaban y compraban los testimonios. Sin embargo, la cuestión más importante para aproximamos a su mentalidad es lo que el procurador de Paredes, Antonio Garcés, denomina "defectos generales de indio": la embriaguez, la mentira y el considerar su testimonio como una mercancía que ofrecen al mejor postor sin atender a la verdad. Es interesan­te no olvidar estos puntos esquemáticos como clave para interpretar los farragosos juicios en que se ven enzarzados los párrocos con los indios. Las

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

exageraciones, las mentiras, tienen un fin claro: "detener la visita porque estaba minando la auto­ridad de los principales, arrasando con las bases de la cohesión interna que brindaban las antiguas divinidades y las fiestas tradicionales"; además de los intereses creados en extirpadores y extirpados, ya que "las llamas y productos expropiados tenían dueño" . Y, por último, lo que buscaban los indios por todos los medios era evitar el baldón de la idolatría, con cuyo sambenito nunca más volverían a recuperar su status.

Junto a la penetración en la mentalidad de los indios inculpados y el inquirir "por qué mentían", también debíamos formular algunos interrogantes acerca de los extirpadores : ¿por qué luchaban contra la idolatría?, ¿en qué medida les ayudaban los indios seglares, recientemente convertidos? ¿por escalar un puesto social?, ¿porque era la política eclesiástica del momento sensibilidad hacia el otro?; ¿por qué era inalcanzable al doctrinero la existencia de la idolatría en sus propios pueblos antes de la llegada del visitador? ¿qué es antes el huevo o la gallina? Afirma el autor del artículo que el propio visitador es "el que trae los con­ceptos", quien "predica contra la idolatría y la sataniza". Esto me recuerda otro chiste antiguo a propósito de la credulidad acerca de las brujas entre los moradores de los pueblos de Galicia (España); al preguntarle a una anciana si cree en las " meigas" (brujas), respondió: "creer no creo, pero haberlas ya lo creo que las hay".

En conclusión: mi gratitud a Juan Carlos García por enviarme su enjundioso trabajo que tantas su­gerencias metodológicas y campos de estudio nos brinda. Por último, desde un punto de vista muy subjetivo se me ocurre -pero en la variedad está el gusto- que el trabajo puede enriquecerse con una conceptualización, tanto en cuanto a la ubicación como al proceso histórico inmediato y subsi­guiente; no hay que olvidar tampoco que las fuentes que se usan son "el negativo del cuadro", la "crónica de sucesos" y, como sucede por ejemplo con los sínodos y concilios, hay que cotejarlas con otros informes más asépticos y objetivos, para insertar el proceso extirpador dentro de un cuadro etnohistórico completo: sociodemográfico, eco­nómico, mental, cultural. .. De todas formas , nos parece un "negativo" muy representativo en busca de un "revelado" integral de la realidad. En este sentido, hay que agradecer las pinceladas "positi­vas" a la hora de caracterizar al personaje central , Noboa: "en Ticllos ... se dedicó con pasión a la labor de doctrinero ... tenía a su cargo una escuela para los niños del pueblo en donde les enseñaba la

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lengua castellana, a cantar y los rudimentos de la fe. Muchos de estos jóvenes le ayudaron en las visitas".

Ademas de felicitarle calurosamente por sus desvelos en este campo en el que se ha convertido en un consumado especialista, le animo a que siga profundizando y ampliando su investigación a otros lugares y otros momentos.

Iris Gareis Sankt Nikolaus

D 79112 Freiburg

Alemania

Veinte años después de la publicación del magistral estudio de Pierre Duviols ( 1971) sobre la historia de la "extirpación de las idolatrías" en el virreinato del Pení, esta institución colonial ha continuado suscitando el interés de los estudiosos. Y con razón, como demuestra la selección de trabajos publicados sobre la así llamada "extir­pación de idolatrías" incluida en la bibliografía del artículo comentado aquí. Estas publicaciones po­nen en evidencia la multitud de temáticas rela­cionadas con la "extirpación". Por eso, en las úl­timas décadas, los trabajos realizados sobre esta institución han ampliado nuestros conocimientos tanto sobre los agentes de la extirpación como sobre los supuestos idólatras, la población indígena del virreinato peruano.

La mayoría de las informaciones históricas sobre esta institución procede de las visitas de ex­tirpación de la idolatría y de los juicios contra "idólatras" que fueron llevados a cabo en el arzo­bispado de Lima durante el siglo XVII . Estos do­cumentos, que originalmente habían sido fruto del intento por parte de las autoridades coloniales de acabar definitivamente con las religiones andinas y lograr finalmente la evangelización de los indíge­nas peruanos, se han convertido paradójicamente en una de las fuentes más importantes para los estu­diosos de la religiosidad indígena de esta época.

Un resultado del interés constante en la docu­mentación sobre la extirpación de las idolatrías durante los últimos años es la proliferación de estudios de caso y de trabajos sobre regiones particulares. Tal como se puede apreciar en el artículo de García comentado aquí, este tipo de estudios, en los cuales se enfoca un problema histórico pa1ticular o los que se centran sobre una

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región , han profundizado mucho nuestra visión de la extirpación institucionalizada poniendo de re­lieve las múltiples facetas de esta institución. Así, por ejemplo, el estudio de García ofrece gran can­tidad de datos biográficos sobre algunos extirpadores y eclesiásticos de la época, en espe­cial respecto a Bernardo de Noboa, figura promi­nente de la campaña de extirpación a mediados del siglo XVII en Cajatambo. La información histórica puesta al alcance de los investigadores en este artículo presenta muchos datos novedosos e inte­resantes y será de gran utilidad para los estudiosos de la extirpación de idolatrías y de los procesos históricos relacionados con esta institución.

Además de este tipo de informaciones , los estudios sobre la extirpación de la idolatría reali­zados en las últimas décadas han dado a conocer lo que se podría llamar la vertiente oscura de la vida de los indígenas durante la época colonial; me refiero a la vida que llevaban dentro de sus comu­nidades, una esfera de la vida indígena que per­maneció en general ajena y oculta a los españoles. Esta es una de las razones que podía impedir al cura doctrinero de un pueblo andino reconocer lo idolátrico en las acciones de sus feligreses indí­genas, simplemente porque esto era imperceptible para él. Como escribe Juan Carlos García en su artículo: "es el visitador el que trae los conceptos". Vale decir que es principalmente la mirada del visitador de la idolatría la que convierte las fiestas de los indígenas en repugnantes celebraciones de idólatras en honor al diablo.

Sin la valiosa documentación procedente de las actividades de los extirpadores de idolatrías pro­bablemente hubiese sido imposible descubrir la otra vertiente de las culturas andinas, ya que esta gene­ralmente no se pone de manifiesto en la docu­mentación colonial. Los archivos -como es sabi­do- albergan más información referente a los grupos dominantes de la colonia que sobre la masa de la población constituida por los indígenas. Esto es cierto, sobre todo, si queremos saber algo más que, por ejemplo, la cantidad de tributos que "los indios" debían de entregar y otros problemas rela­cionados con la administración colonial. En ge­neral, son pocos los documentos históricos que permiten una visión más cabal de las culturas andinas durante la Colonia. De ahí la gran im­portancia de los documentos procedentes de la extirpación de idolatrías. Estos, a pesar de presentar una visión distorsionada de las culturas indígenas -como es natural para escritos originados por la represión- ofrecen cierta cantidad de datos sobre estas sociedades. Quizá la mayor ventaja para los

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estudiosos resida en el hecho de que en algunos de estos documentos ciertos personajes indígenas emergen de la masa anónima de la población tributaria y aparecen como individuos. Respecto a esto, los estudiosos del pasado se hallan ante la misma problemática que los histori adores de las culturas populares europeas. En ambos casos los estudiosos tienen que fijarse en los documentos judiciales, en donde con mayor frecuencia en­contrarán informaciones sobre personajes indivi­duales pertenecientes a estos sectores de la pobla­ción, ya sea en el papel de acusados o de testigos.

García procura en su artículo prestar indivi­dualidad a algunos personajes involucrados en los acontecimientos de la extirpación de idolatrías a mediados del siglo XVII en la provincia de Cajatambo. Para este efecto se sirve de la narración histórica, la cual tiene la ventaja de dar una impre­sión de mayor autenticidad de la que la relación histórica de los acontecimientos puede ofrecer re­gularmente. En el texto de J. C. García a trechos casi pareciera como si el lector estuviese presenciando los eventos. De modo que los hechos históricos se plasman de forma más expresiva en el texto. Des­de luego también hay que tener en cuenta que aun aquí se hace notar el mayor peso de las palabras de los extirpadores en comparación con lo que podía ser el discurso de la otra parte, es decir de los su­puestos idólatras. Esta prevalencia del punto de vista de los extirpadores se explica por la mayor presencia del discurso de los agentes de la represión en la documentación al respecto. Por lo tanto, sólo muy raras veces el punto de vista de los supuestos idólatras emerge de los escritos referentes a la ex­tirpación de idolatrías.

De todo ello se puede colegir que la documen­tación procedente de la extirpación institu­cionalizada presenta múltiples problemas a la in­terpretación histórica. Por consiguiente, no es sor­prendente que García afirme que estos documentos presentan "la realidad como en una casa de espejos". Es notorio en los documentos judiciales el afán de invalidar el testimonio de la parte contraria. No po­cas veces, los documentos nos enfrentan con una maraña inextricable de delaciones inverosímiles , alegaciones sumamente fantasiosas, testimonios y acusaciones que a base de la información prestada en la documentación no podemos ni comprobar ni desmentir. En otra ocasión (Gareis 1993) ya nos hemos ocupado más detenidamente de las dificul­tades presentadas a la investigación histórica por este tipo de fuentes. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que estos documentos frecuentemente son los únicos testi gos que nos han quedado del pasado.

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

Todo esto nos hace recordar las palabras del inquisidor Salazar y Frias en 1611 respecto a la brujería detectada por algunos de sus contempo­ráneos en el norte de España. Según, él no hubo brujas ni embrujados "hasta que se comenzó a tra­tar y escrivir dellos" (cit. en Caro Baroja 1974: 256). En el caso de los indígenas andinos, desde luego, no es de pensar que no hubo "idolatría", es decir que no habían sobrevivido vestigios de las religiones andinas. Al contrario, existen numero­sos indicios en los documentos que comprueban la vitalidad de las religiones andinas también a mediados del siglo XVII. Como también destaca García, los ritos indígenas reportados en las in­formaciones de los extirpadores no eran una mera invención de éstos. La brusquedad con la que los indígenas, a pesar de toda la evidencia, desmentían las acusaciones de idolatría, indica que habían comprendido muy bien la práctica judicial de la época. Una vez condenados por idólatras, su po­sición social y ante la ley se vería deteriorada para siempre, por lo cual era importante demostrar que las acusaciones de idolatría eran falsas e inventa­das. Y en cierto sentido, realmente eran equivo­cadas, ya que los indígenas andinos de alguna manera tenían que vivir en ambas culturas y re­conciliar dos sistemas religiosos diferentes.

REFERENCIAS

CARO BAROJA, Julio 1974 Inquisición, brujería y criptoju­

daísmo. Barcelona: Editorial Ariel , 3". ed. (1 'ª. ed. 1970).

DUVIOLS, Pierre 1971 La lutte contre les religions

autochtones dans le Pérou colonial. L'extirpation de l'idolátrie entre 1532 et 1660. (Travaux de L"IFEA 13). Lima/Paris: IFEA.

GAREIS, Iris 1993 "Las religiones andinas en los procesos

de idolatrías: hacia una crítica de fuentes". In: P. Duviols (comp .) , Religions des Andes et langues indigénes Equateur - Pérou - Bolivie, avant et apres la conquete espagnole. Actas du Colloque IlI d'études Andines. Aix-en-provence: Publica­tions de L'Université de Provence, pp. 281-295.

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Estudios y Debates

Peter Gose Department of Anthropology

University of Regina Canadá

E-mail: [email protected]

Hacía mucha falta este estudio de Juan Carlos García. Sólo con este artículo empieza la evalua­ción crítica y contextual de la extraordinariamen­te rica documentación de Hacas, que tantas veces se ha aprovechado para diversos fines etno-his­tóricos durante los últimos cuarenta años. El re­sultado es grato, fruto de un trabajo largo, serio y minucioso en muchos archivos por parte del autor. Le deben agradecer todos los investigadores (como Basto, Huertas, Duviols, Silverblatt, Doy le y Milis) quienes utilizaron los expedientes de Noboa sin preguntar detenidamente por su coherencia inter­na y las circunstancias de su producción. Feliz­mente para todos, García demuestra que la docu­mentación es confiable. ¿A que se debía la duda?

Gracias a Antonio Acosta, se ha reconocido el aspecto táctico de las acusaciones de idolatría, y su uso frecuente para contrarrestar capítulos de indios contra sus curas. Desde este punto de par­tida, se ha ido formando un escepticismo mayor, según el cual la "idolatría" viene a ser un fenóme­no cada vez más discursivo y menos real, producto de la retórica de la denuncia, y el reciclamiento de textos anteriores (como el de Arriaga). Lo irónico de este estudio es que aplica el mismo escepticis­mo a los capítulos de indios, para concluir que ellos (¿también?) eran "mentirosos". Aunque la afirmación sea demasiado general, los capítulos contra curas son aún más estereotipados que las denuncias de idolatrías. Es evidente que los curacas conocían muy bien las preocupaciones de la jerar­quía eclesiástica por la baja calidad de los curas doctrineros, y también las aprovecharon táctica­mente. Así, el artículo nos hace recordar que el celo contrarreformista iba dirigido tanto hacia los curas como los indios. En este ambiente inquisicional, abundan las posibilidades de de­nuncia y maniobra. Era en realidad una casa de espejos, como lo dice nuestro autor.

Sin embargo, me atrevo observar lo siguiente sobre los detalles del caso: La calificación de los indios de Hacas como capitulantes en 1663 pro­bablemente se refiere a la causa de 1645 seguida contra el cura interino Lucas de Escuer por Diego Julca Guarnan, Pablo Marca Guarnan, y Cristóbal Poma Libiac (AAL, Capítulos, Legajos XII , Ex-

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pediente 6). Como señala García, este capítulo, consiste de las alegaciones rutinarias de la época: simonía, y otros abusos económicos y sexuales. Parece que no hubo un contraataque inmediato contra los indios capitulantes. Más bien, a Escuer se le achacó la fama de ser cura malo. En 1650, cuando Escuer era cura propietario de Gorgor, fue sujeto a una visita pastoral en la cual le hallaron culpable de varias fallas (AAL, Visitas Pastorales, Legajo XI, Expediente 17). Sin embargo, cuando Noboa inició los procesos antiidolátricos de 1657, los autores del capítulo de 1645 figuraron entre los acusados. Sólo en 1657, los capítulos de 1645 se volvieron problemáticos, y a menudo se refería a ellos. Varios testigos indios de Hacas relataron cómo fueron a consultar al ídolo Guarnan Camac (por medio de sacrificios y la posesión oracular de Hernando Hacas Poma) sobre un buen suceso de los capítulos de 1645 contra Escuer ( véase Duviols 1986: 143, 158-9, 176, 208 , 228, 236, 239). En 1660, al fin del proceso contra Noboa, Ambrosio de Villafana repite lo sostenido en estas confesio­nes para descalificar a los capitulantes de curas como idólatras (véase AAL, Hechicerías e Idola­trías, Legajo Ila, Expediente 2, f. 209v). También se inició en 1660 otro proceso de idolatrías específicamente contra Diego Julca Guarnan, uno de los capitulantes de 1645 (AAL, Hechicerías e Idolatrías, Legajo 111 , Expediente 12). La ofensiva anti idolátrica en Hacas de ninguna manera era una simple respuesta a los capítulos de 1645 , pero tampoco podía ignorarlos. Noboa tenía que antici­par un contragolpe de los acusados, y establecer de antemano que detrás de cualquier capítulo esta­ba la idolatría. El análisis de Acosta todavía tiene cierta razón, ya que los partidarios de Noboa sen­tían la particular necesidad de atacar a los capitulantes doce y quince años después . Sin embargo, se trata de una situación sumamente más compleja que una simple confrontación entre cu­ras e indios. Uno de los méritos del estudio es haber demostrado que el faccionalismo político de la zona incluía coaliciones interétnicas y conflictos amar­gos entre personas de la misma categoría.

García abarca un tema interesante cuando sos­tiene que los indios de Hacas no compartían el esquema extirpador de dos tradiciones religiosas en conflicto. Aparte del motivo pragmático de evitar su descalificación como cristianos dignos de ser autoridades y propietarios, me parece que esta actitud corresponde al carácter segmentario e incorporativo de la organización político-religiosa andina. ¿Pero hasta qué punto era así? Desde Hacas también viene la famosa crítica de los santos de la

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iglesia como "vnos pedasos de palo pintados y dorados opas mudos" (Duviols 1986: 180). Puede ser una atribución del protestantismo a los indios por parte del vi sitador, o una "auténtica·· crítica fundada en valores oraculares andinos, o las dos a la vez. En la casa de espejos, todo es ambivalente, incluso la aceptación del orden colonial.

REFERENCIAS

DUYlOLS, Pierre 1986 Cultura andina y represión. Proce­

sos y visitas de idolatrías y hechi­cerías. Cajatambo siglo XVII. Cen­tro de Estudios Regionales Andinos "Bartolomé de Las Casas, Cusca.

Teodoro Hampe Martínez Pontificia Universidad Católica del Perú

Departamento de Humanidades Apartado postal 1761

lima 100 - Perú E-mail: [email protected]

El artículo de Juan Carlos García utiliza de manera intensiva los fondos de hechicerías, capí­tulos, concursos y visitas eclesiásticas del Archi­vo Arzobispal de Lima, hecho que le permite re­construir con abundancia de detalles el desarrollo de las pesquisas contra "idolatrías" en la provin­cia de Cajatambo. Más concretamente, este ensa­yo de microhistoria se centra en la persecución de los cultos indígenas del pueblo de San Pedro de Acas, en el repartimiento de Lampas, a partir de 1656; pero no es objetivo del autor reflexionar sobre las cuestiones generales vinculadas con el mantenimiento de las reli giones tradicionales andinas y su represión por la Iglesia Católica, sino discernir sobre los aspectos procesales de un caso particular. Su directo acercamiento a las fuentes de primera mano le ha permitido inclusive re­producir (o inventar bastante plausiblemente) los diálogos que tuvi eron lugar en aquella época en­tre curas , caciques e indios del común.

Cierto es que la bibliografía al final del artícu­lo se muestra bastante frondosa y engloba casi ín­tegramente la producción historiográfi ca de los últimos años sobre el tema de la Extirpación. Sin embargo, Juan Carlos García no se ocupa en discutir sus hallazgos e interpretaciones con los de otros autores -como por ejemplo Kenneth Mili s,

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García: La extirpación de idolatrías en Hacas

estudioso de la región de Cajatambo-, dejándose guiar más bien por su "olfato" de hurgador de ar­chivos. Esta me parece sin duda una deficiencia urgida de corrección. Y a en una reseña acerca de su compilación de documentos titulada Ofensas a Dios, pleitos e injurias (1994), había hecho notar la falta de predilección de nuestro autor por entrar en debates o juegos dialécticos con los colegas del gremio, aspecto en realidad muy constructivo y nada deleznable; véase Revista de Indias, nº 203 (enero-abril 1995), p. 234-237.

Más allá de la problemática que plantean las cuestiones procesales en la "visita de idolatrías" a la comunidad de Acas, quisiera rescatar una con­tribución fundamental del presente ensayo: el lo­grado esfuerzo por trazar un perfil biográfico del visitador, delegado especial del arzobispo de Lima en dicha región, bachiller Bernardo de Novoa Valdés. De esta manera se añade un individuo más al elenco de "extirpadores de la idolatría" que hasta la fecha han sido examinados desde el punto de vista de su carrera profesional, su formación in­telectual y su trasfondo socio-económico. Novoa se integra así al conocimiento que poseemos sobre el doctor Francisco de A vil a (gracias a Acosta Rodríguez y una serie de estudios complementa­rios), el doctor Femando de Avendaño (Guibovich Pérez) y el bachiller Rodrigo Hemández Príncipe (García); todos ellos productores de una abundante y jugosa información sobre los ritos y tradiciones indígenas en las provincias de Huarochirí , Cajatambo, Chancay y Recuay.

Lo peculiar en el caso de Novoa Valdéz es que se trata de un criollo limeño, hijo de un personaje que en edad adulta decidió abrazar la carrera ecle­siástica y laboró aun como cura doctrinero en los pueblos del arzobispado de Lima: el también ba­chiller Juan de Novoa. Este llegó a ser doctrinero de la comunidad de Chavín de Pariarca, lugar donde murió en medio de "extrañas circunstancias" en 1652. García inclusive recoge la hipótesis de que Bernardo de Novoa Valdés habría actuado con despiadada furia en la represión de los indígenas no cristianos por una especie de represalia ante el probable envenenamiento de su padre. En todo caso, lo cierto es que el visitador de San Pedro de Acas cursó estudios de teología en la Universidad de San Marcos y desarrolló a continuación una larga carrera profesional en los curatos indígenas de Sucha, Guayán, Huarmey, Ticllos y Barranca; los méritos que hizo en el desempeño de estos oficios le valieron para ser nombrado vicario de la provincia de Cajatambo y visitador general de la idolatría en la arquidiócesis de Lima ( 1656). El bachiller Novoa

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Valdés fue, pues, uno de los principales agentes de la segunda gran campaña de la Extirpación, aquella que dirigió el arzobispo Pedro de Villagómez.

Al igual que sus colegas en el oficio de "extirpador", este personaje se propuso llegar a importantes posiciones dentro del clero, valiéndo­se del prestigio adquirido como campeón de la cruzada cristianizadora. Pero las circunstancias en la segunda mitad del siglo XVII no eran las mis­mas que habían permitido al doctor A vila llegar a ser canónigo de Lima y al doctor Avendaño, obis­po electo de Santiago de Chile. Según anota Juan Carlos García en el presente artículo, hay referen­cias de que en 1679 el bachiller Novoa era medio racionero -una dignidad de segundo orden- en el cabildo metropolitano de Lima. Preeminencias más importantes eran difíciles de alcanzar para los visitadores de la "idolatría" en aquella ci rcunstan­cia, cuando el furor de la Extirpación había cesa­do o bien, conforme sugieren algunos, se había producido ya la cristalización evangélica en el virreinato.

No obstante, el ensayo que comentamos se refiere esencialmente al juicio de 1657-1660, ini­ciado por el procurador de los naturales del reino en demanda de la anulación de los autos y senten­cias proveídos por Novoa V aldés durante su visita a la doctrina de Acas. Serias acusaciones, que al final resultarían "mentiras", se formularon con el objeto de empañar la actuación y la probidad del visitador: éste habría confiscado ilegalmente pro­piedades de los indios, habría cometido indecibles atropellos en materia procesal y habría azotado y torturado brutalmente a los reos. A fin de cuentas -según está indicado con abundancia de detalles

RESPUESTA Juan Carlos García

Limacpampa Grande 565, Cuzco, Perú E-Mail: [email protected]

Quiero agradecer a todos los comentaristas por sus opiniones y el esfuerzo de meditar y escribir acerca de estas cuestiones a pesar de la premura y las dificultades que impone la distancia. Por desgracia no puedo extenderme como debiera en todas las consideraciones que me sugieren los co­mentarios de Bamadas, Benito, Gareis y Gose por tocar puntos que merecerían un mayor espacio

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en este trabajo- se determinó dejar sin validez las recusaciones de los naturales, otorgando así pleno vigor a las resoluciones tomadas por Novoa.

En opinión de Juan Carlos García, "resu lta evidente que los indios exageraron las acusacio­nes contra el visitador". Sus ideas conclusivas, nu­tridas por la experiencia del trato constante con los papeles del Archivo Arzobispal, se orientan a reflexionar sobre el sentido que para la vida co­munitari a and ina tenían las visitas de los "extirpadores de idolatrías". ¿Por qué es que los caciques e indios principales se oponían sistemá­ticamente al desarrollo de tales inspecciones , que no pocas veces conducían a la expropiación de animales, alimentos y bienes guardados en los depósitos? Había que detener las visitas , pues, porque estaban "minando la autoridad, posición y seguridad de los principales, arrasando con las bases de la cohesión interna que brindaban las antiguas divinidades y las fiestas tradicionales".

Hasta ahí llega la formulación de nuestro au­tor, que brinda un cúmulo excepcional de infor­maciones de primera mano y reflexiona con acier­to sobre el desarrollo de los procesos judiciales en cuestión. Pero García no se detiene a interpretar el verdadero trasfondo de la Extirpación; esto es, el mantenimiento de los ritos ancestrales, su even­tual transformación o adecuación a las normas cristianas, los límites difusos entre Jo occidental y Jo pagano y el lento pero implacable proceso de construcción de una religión andina colonial. To­dos éstos son aspectos fundamentales, que han de seguir orientando el rumbo de nuestras pesquisas sobre la espiritualidad de la sociedad colonial en su etapa de "madurez".

que el que esta respuesta debe tener. Concuerdo totalmente con el comentario de Bamadas sobre que debemos tratar de esclarecer los verdaderos términos de cada conflicto, sobre todo, cuando tratamos algo tan delicado y complejo como los juicios coloniales entre curas y feligreses, evitan­do así caer en simplificaciones o generalizaciones. Definitivamente no podemos acercamos a los pro­cesos coloniales con juicios ya formados de cul ­pabilidad de una de las partes. Cada proceso en particular debe tomarse en su debido contexto. Esta precaución es bastante elemental, sin embargo quizás por ello mismo olvidada con bastante fre­cuencia. Es en el análisis de este contexto en don-

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de podemos encontrar la respuesta a las preguntas que se formul a Benito sobre el porqué del interés extirpador de los visitadores. la ayuda de los in­dios convertidos o la pasividad del doctrinero ante las manifestaciones idolátricas de sus feligreses. Y también enfocar con mayor precisión esa afir­mación de Iri s Gareis de que "las acusaciones de idolatría ... realmente eran equivocadas" con la cual estoy de acuerdo. La distorsión se da también, por supuesto, del lado del visitador quien no puede dejar de imprimir al proceso el sello de sus pro­pias búsquedas. Las preguntas abiertas que for­mulan mis colegas deberán encontrar respuesta en el futuro próximo, en el trabajo conjunto de todos aquellos para los cuales las religiones andinas en la colonia constituyen tema de interés. Les quedo sí muy agradecido por haber tratado de entender la intención del trabajo, cual era, de un lado, pre­sentar un cuadro lo más verídico posible de los personajes y la situación acaecida en Hacas du­rante las visitas de Noboa, y, de otro, despertar la inquietud sobre algunas cuestiones de orden cognoscitivo relativas a la documentación judicial con la cual tenemos que tratar cuando estudiamos los procesos de idolatrías, la necesidad que tene­mos de cruzar documentación diversa sobre la vida en los curatos de indios y mostrar que tenemos actualmente todas las herramientas para ello: el Archivo Arzobispal nos brinda la oportunidad única de un acercamiento, en ocasiones casi ín­timo, a la vida cotidiana en las parroquias de in­dios del siglo XVII. En las líneas siguientes voy a tratar algunos puntos que me parece no pueden quedar sin respuesta de los comentarios de Acosta, Gose y Hampe.

Acosta parece querer repetir lo afirmado por él en 1987 cuando escribió que: "el surgimiento de la persecución institucionalizada de la religión indígena ... tiene un origen esencialmente colonial, vale decir, que se encuentra en el interior de las relaciones directas entre el sector dominante de la colonia, representado en este terreno por los curas de indios, y el dominado .. . representado por la comunidad" (Acosta 1987: 174). Primeramente, cabría señalar que la extirpación no persigue sólo la finalidad de la persecución de la religión indí­gena, enfocar únicamente este punto nos impide ver la complejidad del problema. La extirpación iniciada a principios del siglo XVII lo que busca, entre otras cosas, es supervigilar sistemáticamente el funcionamiento del sistema evangelizador for­mul ado por los concilios, al cual se reconocía de­fectuoso, y por ello necesitado de control. El no tener en cuenta la polivalencia del fenómeno

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extirpador hace que Acosta con una cierta falta de modestia crea que con sólo cambiar fechas y nom­bres en mi artículo podría situarlo dentro de los estudios que él mi smo elaboró hace casi una dé­cada y según los cuales la extirpación de la idola­tría - léase represión- es ante todo el resultado del enfrentamiento entre curas e indios. Cierto que este elemento está presente, pero no es el principal motor de las campañas como Acosta tercamente afirma. Hace ya varios años que Iris Gareis, en un artículo publicado en la Revista de Indias se en­cargó -<le una manera bastante delicada y femeni­na- de poner en duda esto (Gareis 1990). Las con­tradicciones entre curas y feligreses son algo co­mún en la época colonial peruana y americana (por ejemplo Méx ico), e incluso en la propia tierra de Acosta. Sin embargo estas contradicciones no en­ge ndran un movimiento ni un esfuerzo de fundamentación teórica como el que se dio en Lima. La razón de ello es que las causas del fenó­meno trascienden el simple enfrentamiento entre curas e indios y la represión de los primeros sobre los segundos. Es solamente porque existe un fon­do favorable, dictado por la correlación de fuerzas políticas dentro de la propia Iglesia y entre ésta y el poder virreinal y la Compañía de Jesús que la extirpación surge y pedidos como los de A vila no quedan archivados como curiosidades de museo. A mi ver le vendría bien al profesor sevillano dar­le una leída a otros textos coloniales como los de Sánchez de Aguilar ( 1639) en los cuales de una manera clara y libre de prejuicios se fundamentan razones de vital interés para este tema (el lector puede consultar la edición de 1639 publicada en Madrid o la reedición mexicana de 1953). Con esto se relaciona otra afirmación de Acosta según la cual he tratado de manera muy superficial el pro­blema de la actitud de Villagómez ante la idolatría indígena: "no se trata de creer en las buenas o malas intenciones del prelado y, por el contrario, sí de recordar que éste tenía algunos intereses persona­les en la historia .. . se esforzaba en presionar a los curas ... para que le entregasen la Cuarta Funeral". No era el objetivo del artículo dilucidar la actitud de este arzobispo por cuanto hubiese sido necesa­rio un estudio especial. Más bien partí de algunas conclusiones de mi introducción de 1994 y otro artículo que escribí en 1992, así como del libro de Marzal (1988) a los cuales remití al lector y que Acosta -al parecer- ignora. El asunto es que el propio Villagómez se encargó de dejar sentada su posición de una manera bastante clara respecto del problema de la supervivencia de la idolatría: ésta se conservaba no tanto por el descuido de sus pas-

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tores y los defectos del sistema evangelizador cuanto por la natural malicia de los indios, ser és­tos hijos de idólatras y la embriaguez (ver Villagómez [1649] 1919: 52-54; Marzal 1988: 139). Esto consti tuye una inversión de valores respecto a las causas y fines de la extirpación pro­pugnadas por los creadores del instituto a inicios del siglo XVII (ver por ejemplo Aniaga [ 1621 J 1968: 218-221; García 1994: 25). Las razones del viraje de Villagómez en la percepción del proble­ma son según creo ahora de tal magnitud que im­plican entender distintos aspectos del Estado y la sociedad colonial peruana de mediados y fines de siglo XVII y no pueden resolverse con unas cuan­tas afirmaciones simplistas sobre el cobro de la Cuarta Funeral o lo rutinario de las acusaciones contra curas en la fecha.

Sospecha Antonio Acosta que guardo una se­creta simpatía por el visitador de Hacas, algún ex­traño afecto que trasciende el tiempo y me impide ver que pudo cometer efectivamente las atrocida­des de las que lo acusaban los indios. Lamento que se tome una frase fuera de su contexto para repro­charme una pintura idílica del visitador, en la que, por lo demás, estoy lejos de creer. Pero esto me evidencia que no fui muy claro ya que no ha sido mi intención colocar en el centro de gravedad del artículo el problema de si Noboa utilizó o no la coerción. Es más creo que estoy dispuesto a acep­tarla, en la medida en que era coercitiva la forma en que se llevaban a cabo los interrogatorios, el tras-1 ado de lo s testigos fuera de sus pueblos o la intimidación con el alejamiento definitivo de los lugares de origen, hecho tenible para un hombre del Ande en la época y por lo demás permitido, suge­rido y casi legislado desde principios del siglo XVII (Arriaga por ejemplo es bas tante explícito, ver Arriaga [ 1621 J 1968: 248-256). Sin embargo, es evidente para mí que Noboa actuó según los cáno­nes y formalidades de la visita de idolatría de la época y que los indios exageran las acusaciones de excesos y torturas premeditadamente y con cono­cimiento de causa. No me voy a explayar por el momento en este punto porque me exigiría más espacio del que esta respuesta me permite. Baste decir que en el interrogatorio presentado por la parte de los indios, por ejemplo, encontramos testimonios de que el visitador no se había servido de defensor y notario, de que no había publicado los edictos de gracia, ni predicado, y se había apoderado de bie­nes de las comunidades tales como llamas o maíz. Sin embargo lo s autos que se han conservado muestran que sucedió precisamente lo contrario desde los inicios mismos de la campaña en Hacas.

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Y los propios indios declaran en el curso del proce­so que Noboajamás llegó a tocar los bienes aludi­dos y el embargo nunca llegó a hacerse efectivo. Los indios necesitaban demostrar que el visitador había utilizado métodos abusivos de coerción precisa­mente porque no tenían argumento ninguno para desvirtuar las pruebas que fueron presentadas y fi­jadas ante notario : los cuerpos sacados de la iglesia y hallados en los machayes, los ídolos registrados y enviados gran parte de ellos a Lima. De otro lado, hay que tener en cuenta también las circunstancias políticas en que se estaba llevando a cabo la cam­paña iniciada en 1649 y que habían obligado a Villagómez a tener especial cuidado en regular el curso legal de la mi sma. Había muchos ojos hosti­les en la Audiencia observando el accionar de los visitadores, y gustosos de escuchar las quejas y de­fender a los caciques. Finalmente, Noboa al iniciar las campañas de extirpación en Hacas era un hombre experimentado en el trato con los indios y sabía perfectamente de la capacidad de litigio de éstos, de sus posibilidades de alianza con distintos sectores de la sociedad rural , algunos de ellos ad­versos a él, como para suponer que las tortu ras quedarían impunes. El Tribunal eclesiástico de la época con todos los defectos que podamos atribuirle funcionaba con cierta regularidad, aunque Acosta pretenda satanizarlo (ve r Revisla Andina (9) 5, 1: 178, 186), ignorando la cantidad de casos en que sí había sentencia en contra de los sacerdotes im­plicados y que incluso cuando el fa llo fuese "blan­do" un juicio era tenido en cuenta a la hora de las oposiciones y nominaciones. Realmente veo difícil cómo un sacerdote como Noboa interesado en as­cender en la jerarquía eclesiástica hubiese arries­gado su carrera, justamente para hacerla más bri­llante 1.

Dejo para otra oportunidad e l análisis de la actuación de Noboa en el caso del cura de Pampas, acusado de ausentarse de su doctrina. Escribo esta respuesta desde Cuzco y no tengo el documento a la mano. Dicho sea de paso en el artículo que cita Acostase incurre en una acusación, infundada a mi ver, contra el Br. Diego Tel10, en la época que nos ocupa, cura rector de la Catedral y visitador eclesiástico (Acosta 1987: 185-186). En primer lugar. no creo que el hecho de poder contar con dinero como para financiar la construcción de una iglesia, sea por sí sola, causa de sospecha so­bre la probidad de un eclesiástico en la época. En se­gundo lugar. Acosta no parece haber leído los autos de la causa contra Noboa. en la que sospecha una su­puesta parcialidad de Tello a favor de aquél. Pues bien. es justamente Tel10 el juez que no recibe tacha ninguna de parte de los indios. quienes habían recu-

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Creo que estoy totalmente de acuerdo con Gose cuando sugiere el buen conocí miento de parte de las autoridades indígenas sobre las preocupaciones de la jerarquía eclesiástica por la baja calidad de la disciplina de los curas doctrineros y el uso de esta preocupación en los juicios contra és tos últimos. Efectivamente el celo contrarreformista iba dirigi­do contra curas e indios. Aunque hay matices en el tiempo. Algo de ello he tratado con anterioridad (García 1994: p. 19, nota 2, pp. 27-29, pp. 52-54). Pero debo advertir sobre cierta mecanicidad en la visión de los conflictos entre curas e indios: una acusación de capítulos en la cual el cura fuera de­clarado culpable, como es el caso de Escuer a que Gose se refiere, no necesariamente ha de tener como contrapartida una "venganza" en forma de acusa­ción de idol atrías. Aunque esto último es bastante común. no es la regla ni mucho menos. En el caso de Escuer hay que recordar que luego de los capítu-

sado a otros jueces y es él ante quien se rinden los más duros testimonios en contra del visitador. Los autos de descargo de Noboa fueron presentados ante otro juez: Cri stóbal de Vargas Garrido. Finalmente la anotación del comentario de Acosta de que no habría que descartar los maltratos de Noboa a los indios "dada la tradición que en este sentido existía desde el siglo XVI. autorizada por el lll Concilio de Lima" no puedo calificarla de menos que tendenciosa. El capítulo séptimo de la cuarta acción del lil Concilio a que se refiere A costa efectivamente autoriza casti­gos físicos para los idólatras, pero anotando que "a de ser más con afecto y término de padres que con rigor y de Juez.es". Y el siguiente capítulo. el octavo. se encarga de poner los puntos sobre las íes: "que de ninguna manera el cura ni otra qualquiera persona, ecc lesiás tica por s í misma azote o castigue a qualesquier yndio por delinquente que sea ... el que tuviere poder para hazerlo, execútelo por medio de los fi scales, o de otros oficiales ... y si del dicho orden excedieren por executar su cólera los dichos curas, encargamos las consecuencias a los obispos, y visitadores, que no dexen pasar semexante cxcesso sin cast igo" (Vargas Ugarte 1951-54, Vol.l , p. 365). Era justamente de transgredir esta norma de lo que era acusado Noboa cuando los indios afirmaban que había repa11ido crueles castigos personalmente. De­más está decir que Noboa, como vicario de provincia, conocía perfectamente esta di sposición por cuanto todo cura doctrinero estaba obligado a tener e l texto del 111 Concilio consigo y esto era veri ti cado perso­nalmen te por e l visitador eclesiástico durante las inspecciones. En el siglo XVII incluso se llegó a or­denar a los curas doctrineros que esc ribiesen su nombre sobre los textos, ya que se co mprobó que algunos de ellos se prestaban los libros obligatorios al enterarse de la llegada del visitador a la pro vi ncia.

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los de 1645 los mismos indios que lo habían acusa­do declararon meses más tarde (en diciembre de 1646) que el cura era muy querido por todos (Alonso Ricari, cacique de Otuco) y ··muy amigo de los di­chos yndios" (don Cristóbal Pomalibia) (AAL, Sección Visitas Eclesiásticas, Leg.11, exp.lX). Este hecho a primera vista sorprendente se explica por­que -a juzgar por los juicios que he podido anali­zar-en gran cantidad de casos el visitador de tumo o el juez competente prefería arreglar el conflicto pacíficamente haciendo negociar a las partes. Ante la imposibilidad de salir airoso del juicio, el cura de doctrina muchas veces prefiere transar pagando a la comunidad lo que exige y de esta manera lograr cierto equilibrio. La idolatría si bien es un argumento descalificador muy fuerte no es el único a que pue­de echar mano el cura en un conflicto: los amancebamientos o las borracheras sirven también para este fin. De otro lado, Goseolvidaen su anota­ción que la visita eclesiástica llevada a cabo por el Dr. Diego de Vergara y Aguiar contra Escuer en 1650 en la cual fue hallado culpable de serias faltas (en el ornato de la iglesia y el conocimiento de la lengua de los indios , la manera de celebrar la misa, el no tener los textos de las sinodales y el Ill Conci­lio, los títulos en orden, amancebamiento y simonía), si bien transcurre en Cajatambo se refiere a un pue­blo y doctrina distinto del de Hacas: Gorgor, con otros problemas y personas. Además, las culpas que se le achacaron a Escuer pueden haber sido deter­minadas por el propio visitador, quien estaba obli­gado a comprobar en el sitio el buen manejo de la doctrina, no sólo con testimonios de los habitantes sino inspeccionando la iglesia y su buen estado y examinando el buen oficio de la misa, etc. (AAL, Sección Visitas Eclesiásticas, Leg. 11 , exp. XVII). Por ello, la suposición de que Noboa incluyó adre­de el tema de los capítulos a Escuer en los juicios y las declaraciones de los indios de Hacas me parece arriesgada. Aunque efectivamente era muy conve­niente a la defensa de Noboa y, después, de Paredes.

Teodoro Hampe, por su parte, me atribuye una fuerte pasión por los papeles del Archivo Arzobispal y al parecer también cierto desprecio por mis cole­gas del gremio con los cuales me rehúso a discutir hallazgos e ideas. Lamento que muchas de las per­sonas a las cuales este artículo fue enviado no pu­diesen, por distintas razones, enviar su comentario, a pesar de su disposición para el lo, como es el caso de Kenneth Milis a quien menciona Hampe. Cier­tamente no ha sido mi intención plantear en este artículo un estado de la cuestión sobre el tema de la extirpación -que a estas alturas de la investigación considero imprescindible-. La finalidad del artícu-

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lo, como de la introducción a mi compilación de documentos de 1994 era responder a interrogantes que justamente no encuentran respuesta en los tra­bajos de mis colegas: el contexto político que rodeó a la Iglesia colonial en el siglo XVII que dio como resultado el apoyo de esta institución al proyecto extirpador de Avila y los jesuitas; la evolución de la extirpación hasta la época de Villagómez. Creo que la lectura atenta de esa introducción, y no sola­mente de los índices, conclusiones y la contratapa del libro, hubiese ayudado a Hampe a comprender por dónde iban las hipótesis formuladas por mí en 1994. En el caso del presente artículo la finalidad del mismo va más allá de lo que Hampe parece sospe­char a juzgar por la líneas que escribe. Cierto, me detengo en el aspecto procesal, pero solamente en la medida en que esto nos permite avanzar en la respuesta de una cuestión de básica importancia para los estudios andinos coloniales: y es que solamente cuando podamos comprender a cabalidad qué par­te de la información que nos proporcionan los pa­peles es en rigor cierta (y la hay indudablemente) y qué parte es solamente un producto de la dinámica misma del proceso en la cual las partes tienen que negarse mutuamente, o de los preconceptos que trae el visitador consigo, que podremos tentar responder a las preguntas que con justicia se plantean Hampe y algunos de los otros comentaristas. Sin este aná­lisis previo estaremos asumiendo discursos con­trapuestos como verdades emanadas de fuentes históricas. Evidentemente que el trabajo de archi­vo puede ser, en las condiciones de la Lima actual, no muy agradable para un elegante profesor miraflo­ri no de la Universidad Católica, con la cacofonía de los carritos de los vendedores de música chicha y las cholas fruteras del jirón Lampa. Los gustos estéti­cos no se discuten, se sabe. Pero ciertamente que es en esos papeles sucios, llenos de hongos y quema­dos por la tinta en donde está la respuesta a las in­quietudes de nuestro ilustre amigo y la solución a las "deficiencias urgidas de corrección".

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