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ASUN BERNÁRDEZ

DON QUIJOTE, EL LECTORPOR EXCELENCIA

(Lectores y lectura como estrategiasde comunicación)

HUERCA & FIERRO editores2000

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PROLOGO

Diseño de Colección: A. J. Huerga encolaboración con Luis Arencihia.

Primera edición: febrero 2000

Portada realizada a partir de un detalle de una pintura de Zurbarán© Foto de la autora: Carlos Angilica

© Asunción Bernárdez RodalDerechos exclusivos en castellano

reservados para todo el mundo

© 2000: Huerga y Fierro editores, S.L.C/ Murcia, 24 - bajo

28045 MadridTelf.: 91/4676361Fax: 91/467 63 99

I.S.B.N.: 84-8374-167-9Depósito Legal: M-4349-2000

Impreso en Tecnología Gráfica, S.L.Impreso en Fspaña / Printed and made in Spain

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de lacubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitidaen manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico,químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia,

sin permiso previo de la editorial.

Esta obra recibió una Ayuda a la Creación Literariade! Ministerio de Cultura en el año 1994.

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Un texto no es nunca sólo él mismo. Un texto es un entra-mado de voces, un entretejido de hilos que guían nuestramemoria, y su riqueza se cifra en su capacidad para pro-vocar en nosotros una serie de ecos, de sendas por las quetransitar hacia otras lecturas, hacia otros pensamientos,hacia sentimientos que otros textos alguna vez suscitaron.Mientras leía con gran placer el texto de Asun Bernárdez,cuyo título mismo es ya una cita, es decir una lectura dealguien como Jauss, recientemente desaparecido, uno delos grandes representantes de la Escuela de Constanza y dela Estética de la Recepción, y responsable por tanto de situaral lector en el centro de los análisis textuales, pensé queestaba ante un libro capaz de estimular toda esa memoriasin la que toda lectura no tiene sentido. Recordé súbita-mente, por ejemplo, un capítulo de Michel de Certau("Lire") donde se puede leer-. "Los lectores son viajeros; cir-culan sobre tierras ajenas, nómadas que cazan furtiva-mente en campos que no han escrito". Pensé desde el mismotítulo en aquél casi aforismo de Lolman: "el texto constitu-ye a su público a imagen y semejanza ". La exquisita cau-tela con la que la autora afronta la historia de la lecturadel Quijote me hizo evocar a Barthes, quien gustaba definirla lectura como "práctica clandestina", y me hizo pensartambién que no era una casualidad que mis GrandesAutores se hubieran ocupado en algún momento de susvidas de la figura de Don Quijote: Greimas, Bajtin, Lotman,Weinñch...

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En la introducción Bernárdez menciona inevitable-mente a Borges, y enseguida recordé una reciente confe-rencia de Eco "Tra la Mancha e Babele" en la que relacio-nó la biblioteca de Don Quijote, un lugar del que se salepara enfrentarse con el mundo, con la de Babel ideada porBorges 350 años después de la historia cervantina, unabiblioteca de la que no se puede salir, pero que nos permitedeambular de un libro a otro libro, de un espacio textual aotro, pero formando todos una misma cosa, una mismarealidad que nos permite tránsitos infinitos. En el texto dela conferencia Eco decía: "El verdadero héroe de laBiblioteca de Babel no es la Biblioteca misma, sino el lector,nuevo Don Quijote, móvil, aventurero, incansablementeinventivo, alquímicamente combinatorio, capaz de domi-nar los molinos de viento..."

Está implícito en este libro la asunción de toda la teoríade la lectura según la cual el lector asume actitudes propo-sicionales respecto al texto (cree, desea, espera, piensa...)acerca de cómo serán las cosas y en qué sentido toma par-tido por otro tema central en la teoría y análisis textual eltema pasional. Creo no equivocarme si afirmo que tambiénella piensa que la pasión predominante del lector es la espe-ra, como ha sostenido así mismo Isabella Pezzini (Le pas-sioni del lettore, 1998).

Hace muchos, muchos años con gran perspicaciaCastellet habló de "la hora del lector", ahora con este ensa-yo deAsun Bernárdez, exento de toda pedantería ad usum,con tanto saber incorporado, se puede confirmar el interéspor una teoría, la de la lectura, fundamental en los estudiosde comunicación cualesquiera fueren, porque la construc-ción del sentido y por lo tanto de todo el entramado signifi-cativo en el que nos movemos, pasa por definir al lectorcomo activo y fundamental en la relación comunicativa.

Jorge Lozano

DON QUIJOTE,EL LECTOR

POR EXCELENCIA

(Lectores y lectura como estrategiasde comunicación)

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.escribir sobre el tema de la lectura está de moda. Pero enel estudios humanísticos la moda no es sólo una apuestatemporal que sabemos efímera, sometida al "presente ven-gador" que decía Barthes, sino que puede implicar todo uncambio epistemológico que, como en este caso, habiendocomenzado en los años setenta, no ha finalizado todavía.La crítica práctica de textos en concreto y la teoría literariaen general no ha dejado de verse alterada por una serie denuevos modelos de comprensión del mundo literario, quetienen que ver con el hecho de que las sociedades indus-trializadas han sido profundamente conmocionadas duran-te el último siglo por la denominada revolución comunica-tiva que ha afectado el modo de concebir la ciencia, lasrelaciones sociales y las artes en general. Nos referimos alo que Lyotard definió como la "Crisis de los grandes rela-tos" que ha modificado el antiguo status del saber que pre-suponía una supremacía del discurso científico sobre el lite-rario. La circulación masiva del conocimiento tiene comoconsecuencia que ese conocimiento, antes sacralizado, seconvierta ahora en mercancía. Al romperse la antigua aso-ciación entre el saber, el espíritu y la persona, se les conce-de el mismo estatuto ontológico a todos los textos de lahumanidad (incluidos los literarios) como fuente de conoci-miento. Pero si todos los textos mediatizan el mundo parahacerlo significar, enseguida surge la pregunta ¿dónde seencuentra la solución al problema de la significación, quecorre siempre el peligro de encorsetarse en sistemas que se

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acaban quedando cortos o que pueden derivar en unas con-clusiones críticas que acabamos sintiendo como gratuitas osin sentido? Los pensadores actuales han contestado con unelemento común dentro de la disparidad de tendencias: lasignificación recae ya no en el autor ni en el texto, sino enel lector (llámese "receptor", "destinatario", etcétera). De ahíque la ficción sea utilizada como una propuesta cognitiva einterpretativa del mundo. La metáfora más lúcida para elpensamiento contemporáneo tal vez sea la de Tlón creadapor Borges, en la que las representaciones de la realidad, lossistemas elaborados por el ser humano son imaginarios. Eséste el punto que nos acerca de nuevo a la obra Cervantina.También Cervantes vivió y sintió un período en el que elestatuto del saber se vio profundamente alterado, y no sólopor la difusión masiva de los libros impresos, sino por unanueva concepción del saber y una nueva relación del serhumano con la naturaleza y puso en marcha (si bien no pode-mos decir que crea) la metáfora de la locura por hablar de lalectura en la literatura de ficción.

Sé que escribir sobre Cervantes es sumergirse en el marde la abundancia y del olvido, y sin embargo, mi intenciónes modesta y pretenciosa a la vez. Modesta, porque consi-dero que los libros clásicos, aquellos que perduran a travésdel tiempo, son lugares de encuentro, plazas públicas porlas que todos podemos transitar sin tener que justificar elencontrarnos allí; un lugar donde encontrarnos con noso-tros mismos y con los demás, donde aprender a interpretarel mundo y relacionarse con él. Si una obra de arte consigueesto, la llamamos "clásica". Por eso Cervantes, atreviéndo-nos con modestia a la osadía de leer un clásico.

El tema de la lectura es amplio, tan amplio como la pro-pia curiosidad, como la pasión por conocer qué sucedecuando leemos, cuando interpretamos el mundo tan diver-so que continuamente pasa a través de nosotros: qué uni-versos lo configuran o qué destellos lo encienden. Porque elenfrentamiento con el mundo es siempre un ejercicio deinterpretación, y en ella están representados el presente y la

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proyección del pasado, tal como dijo George Steiner "Enausencia de la interpretación, en sentido múltiple y sinembargo aceptado del término, no habría cultura; sólo unsilencio sin eco a nuestras espaldas"1. Me permito entoncesel tomar un texto clásico, el más trabajado dentro de laliteratura española sabiendo que, cuando sentimos tannuestra, tan de cada uno una obra de creación como DonQuijote la crítica se puede convertir en dolorosa, no sólopara el que la hace sino para el que lee que puede no estarde acuerdo, estarlo a medias o quizá más exageradamenteconsiderar un sacrilegio la crítica de los demás. A eso meenfrento con humildad, consciente de la parcialidad y lalimitación de poseer una sola mirada, pero sin complejos,considerando el ejercicio crítico e interpretativo como laactitud más humana y en todo caso inevitable, porque comosupo ver Paul Ricoeur: "Allí donde un hombre sueña, profe-tiza o poetiza, otro se levanta para interpretar. La interpreta-ción pertenece orgánicamente al pensamiento simbólico y asu doble sentido"2.

Por último, quiero señalar que el título de este libro es enrealidad una mención de Jauss a Don Quijote que me cauti-vó desde su primera lectura. Al fin y al cabo, como diceUmberto Eco, «todos los libros hablan de otros libros», o loque es lo mismo, antes de cualquier escritura debemos seruna suerte de lectores enajenados en las obras de los demás.

NOTAS

1 George Steiner, Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la tra-ducción, México, Fondo de Cultura Económica, 1980, pág. 48

2 Paul Ricoeur, De l'interprétation, essai sur Freud, París, Seuil,1965. Cit. en pág. 27. Hay traducción española en Siglo XXI, Freuduna interpretación de la cultura.

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LA HORA DEL LECTOR1

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Cuenta Rabelais en el quinto libro de Gargantúa yPantagmel que la sacerdotisa Bacbuc ofreció a unos pere-grinos un vaso de agua y que cada uno de ellos encontró allíel sabor de su bebida favorita. El hecho de la falta de con-senso interpretativo ante lo que el mundo natural ofrececomo evidencia, (por no hablar de formas de comunicaciónmás complejas), aunque parezca una preocupación típica-mente contemporánea, es un problema que ha preocupadosiempre2. Hablamos de lectura como una destreza humanademasiado evidente, y enseguida nos damos cuenta de logastado del término, de lo trivial y frivolo que puede sonara nuestros oídos. ¿Lectura como descodificación?, ¿lecturacomo interpretación?, ¿como sistema crítico, interpretaciónliteraria, alfabetización social, índice cultural...? Porque lalectura no es sólo una técnica que llegamos a desarrollargracias al aprendizaje, sino que es también sinónimo deinterpretación, esa vaga actividad de los seres humanos quehace que el mundo sea lo suficientemente uniforme comopara poder socializarnos en comunidades a partir de apre-ciaciones individuales y calidoscópicas de la misma. Lo queocurre es que en la lectura han coincidido todos los proble-mas que afectan a la significación, a la polivalencia del len-guaje, los sobreentendidos, la explicación de la narrativi-dad, la sociología del conocimiento, la filosofía, etcétera.Pero mis intereses son a la fuerza más modestos que todoesto. Me conformo con participar mínimamente de unareflexión de nuestro tiempo, ocupada y preocupada por

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descifrar los enigmas de la denominada sociedad "de lainformación y la comunicación", donde los individuos reci-bimos mensajes que no responden a un contacto directocon el medio y los acontecimientos, y donde tenemos quehacer una puesta a punto de una serie de mecanismos lec-tores muy complejos que están en la encrucijada formadapor la mente del individuo y su situación en el mundo.

La lectura es un sistema de prácticas difusas, que se lle-van a cabo entre lo individual y lo ético, y que por lo tanto,se encarnan en un espacio social y temporal determinado.Históricamente la lectura surgió como anomalía dentro deuna cultura eminentemente oral, y sin duda, pocos inventoshumanos han sido tan trascendentes como la invención dela escritura, ya que permitió el almacenamiento y la trans-misión del conocimiento, convirtiéndose en uno de los fac-tores de socialización más importantes a lo largo de la his-toria. La escritura hizo que se fijaran elementos de la culturaque van desde el conocimiento científico de los pueblos alos elementos literarios, mitológicos, etcétera, transformadosustancialmente el modo de relacionarnos con el conoci-miento.

El desarrollo de la escritura y por lo tanto de la lectura,estuvo estrechamente unido al mundo comercial y religiosocomo factor de ordenación de lo social (no en vano Diosescribió para Moisés las tablas de la ley), y la desacralizaciónprogresiva de las mismas ha estado vinculada al desarrollode la literatura, actividad que ha contribuido de forma defi-nitiva a la formación del concepto de lo individual propiode la cultura burguesa moderna. La lectura como práctica haido variando sustancialmente a lo largo de la historia. En laantigüedad clásica Hornero era leído como una enciclope-dia del conocimiento que se estudiaba de memoria. A finesdel siglo v entra en crisis el uso de la poesía como deposita-ría del saber porque la nueva utilización del sistema deescritura permitía almacenar la sabiduría tradicional de unamanera mucho más sistemática. Por otra parte, esto permi-tió el comlcn/.o de una división y especialización de los

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géneros de escritura y el nacimiento de la literatura comotal: la consideración de la poesía como fruto de la inspira-ción surgió precisamente en ese período en que se pudoliberar de la función de memoria colectiva. Este procesoestuvo estrechamente vinculado al desarrollo de la teoríaplatónica, que consideraba el discurso como una entidad almargen del principio de verdad, en el sentido que es unaentidad doble, verdadera y falsa. Dice Sócrates en el Crátilo:"Tu sabes que el discurso manifiesta la 'totalidad' y que semueve alrededor y no deja de hacer girar; y que es doble,verdadero y falso" (408 c). En esta actitud ante el discurso seevidencia la crisis del siglo v cuando surge una cultura queabandona las formas de oralidad tradicionales. En las obrasplatónicas se deja entrever una auténtica desconfianza antela escritura. Por ejemplo, cuando en Pedro cuenta el mitosobre la invención de la escritura describiéndola como elfruto de una carencia, como pérdida de memoria, o enProtágoras cuando aparece la idea del libro como un ins-trumento que impide el diálogo, la vía principal para que elser humano alcance el conocimiento. La escritura y por lotanto la lectura como depositarias del saber colectivo, nacenpor lo tanto con una gran desconfianza, rodeadas de sospe-cha por paite de los pensadores del momento que creían quelos seres humanos, perdían con el uso de la escritura una delas facultades más propias del ser humano: la memoria.

Sabemos, por otra parte, que la práctica lectora ha varia-do considerablemente a lo largo del tiempo. Por ejemplo, enla baja latinidad -época de una gran producción literaria-, lalectura de textos en voz alta era tan importante dentro de lasdiversiones públicas, que en las grandes casas nobles exis-tía lo que se denominaba "Iríclinia" o "auditoría": espaciosconcretos destinados a la lectura. La producción literaria y elinterés por la literatura fue de tal efervescencia en la época,que desde el mandato de Adriano hubo lugares públicosdestinados única y exclusivamente a la lectura de textos lite-rarios. Tanto fue así que escritores satíricos como Juvenal,Horacio y Marcial aprovecharon para burlarse de ese furor

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por la lectura en voz alta, en una sociedad que disfrutaba deella de una forma lúdica, sólo como un medio de diversión.Pero además, podemos decir sin lugar a dudas que éste eraun modo de "edición" literaria, dentro de una tradición clá-sica donde la literatura era eminentemente recitada y canta-da. Incluso a partir del siglo ni, se comenzaron a escribir tra-gedias y comedias destinadas a la lectura y no a larepresentación, como las tragedias de Séneca, que dejaríanprofundas huellas en la tradición literaria medieval y rena-centista. Por ello no son gratuitas las continuas discusionesacerca, de si La Celestina era una obra para ser leída o reci-tada en voz alta, o incluso existen autores que defiendenque El Quijote, tenía la misma finalidad.

La crisis cultural que supuso la Baja Edad Media, encuanto a cultura clásica se refiere, así como el ambientesocial de estos siglos, hizo desaparecer la efervescencia lec-tora -literaria, por tanto- de la época clásica. Sin embargo,la reforma carolingia hizo posible que el latín sobreviviesecomo lengua culta, escrita, separada de la realidad lingüísti-ca. Si la época se caracterizó por la desaparición de unpúblico culto, se conservan testimonios a partir del siglo xnque apuntan a una recuperación cultural. Han sobrevividoejemplos literarios que nos permiten formular la hipótesisde que, pese a la crisis cultural de la Edad Media, la lecturasiguió siendo una actividad de ocio para aquellas personasque tenían acceso a ella. Por ejemplo, en el Yvrain deCrétien de Troyes, en el verso 5366 aparece una joven dedieciséis años que lee a sus padres en el jardín un "romanz".En Bernardo Ventador y en Marie de France (Yonec) sehabla también de mujeres lectoras, y en Fíorie et Blancheflorse conserva una pintura de la educación de los niños noblesque aprenden el latín. Poco a poco se produce un renaci-miento cultural y la creación de un público lector van enaumento, hasta culminar en el auténtico renovador de lacultura medieval: Dante. En su Canto Décimo del Paraíso, elautor comienza a hacer alusiones directas al lector invitán-dole a participar en la visión del universo, creando así una

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amistad nueva, inusual entre el lector y la autoridad delescritor. También aparecen alusiones en el canto IX delInfierno (A voi ch'avele gli intelleli sani..) y en el VIII delPurgatorio (Aguzza qui, lettor, bengli occhi al vero), dondeinvita a los lectores a la recta comprensión de su texto.Dante es un innovador de la literatura que pone en eviden-cia que la lectura es un cúmulo de factores interrelaciona-dos: el público puede influir en las obras, pero también laactuación de los artistas, de los creadores es fundamental ala hora de formar un público preparado y competente lite-raria o artísticamente hablando. Por eso, tal como comentaAuerbach, Dante fue un visionario en el sentido de quesupo intuir una relación nueva que era necesario crear entreel autor y sus lectores: "Dante se creó su público, pero no locreó sólo para sí; lo hizo también para quienes vinieron mástarde. Formó como posibles lectores de su poema, a unaserie de hombres que integraron un mundo seguramenteapenas existente cuando escribía, y que se fue configuran-do poco a poco mediante ese poema y los poetas que lesiguieron"3.

La lectura, entonces, no ha tenido en todo momento elmismo valor social, y ni siquiera ha tenido la misma "puestaen escena". Cuando hoy pensamos en alguien leyendo, loimaginamos siempre en soledad frente a un texto, en unaespecie de inactividad frente a la tarea activa que previa-mente ha desarrollado un escritor. Pero esta actitud que hoynos parece corriente, no ha sido siempre así. Durante siglos,en la lectura intervenía también todo el cuerpo, se leía envoz alta y casi siempre de pie. En la Edad Media, por ejem-plo, no cabe pensar en la lectura como un acto reflexivo deun sujeto particular; lo que se leía también se representaba:era lo que se denominaba l'actio retórico. Pero la diferenciaen la actitud frente a la lectura de otras épocas con respectocon el período moderno no es sólo física. Se ha recorrido unlargo camino desde la lectura considerada como una vía deinstrucción moral hasta las épocas modernas en las que seconvierte en un acto voluntario que va desde la búsqueda

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de un mero placer personal, hasta la posibilidad de conver-tirse en subversiva y antisocial: la lectura como "extraña-miento" del mundo real, -tal como Proust lo describió Enbusca del tiempo perdido-, como forma de acceso a lo ima-ginario. Sin embargo, estas concepciones contemporáneasde la lectura fueron desarrollándose muy lentamente desdela Edad Media. En esa época las lecturas eran casi siemprecolectivas y se hacían durante las horas del día que hoy lla-maríamos tiempo libre. Por ejemplo, sabemos que los pri-meros romances de amor y caballería estaban muy alejadosde los usos de la mera lectura doctrinal-colectiva. La lecturacomo entretenimiento pervivió de una forma muy limitadaen la Edad Media, pero seríamos tal vez incapaces de deter-minar en qué momento preciso, la lectura individual se fueconvirtiendo en uno de los factores más importantes en laformación de un nuevo espíritu propio de un mundomoderno y burgués, en el que el desarrollo de la idea de unsujeto individual, será la piedra angular de una nueva filoso-fía, de un nuevo estilo de pensamiento y de concepción delmundo que comenzaba a caracterizarse por el desarrollo deun estilo de vida totalmente novedoso4.

La situación de la lectura respecto a la sociedad experi-mentó una revolución definitiva en un momento concretode la historia por dos factores: primero por la invención dela imprenta; y segundo, por el cambio radical de concep-ción del proceso lector que puso en práctica la revoluciónburguesa. Es decir, si en el terreno material fue muy impor-tante la invención de la imprenta que hizo posible el accesomucho más masivo de lectores a los textos, tanto o más lofue también la mentalidad burguesa que hizo de la alfabeti-zación un bien a conquistar para toda la población. Además,para esta nueva mentalidad, la lectura silenciosa pasó a serentonces algo propio de la esfera individual, que puedeescaparse de todos los controles institucionales. Para Vidal-Beneyto "la desacralización del libro/el libro-objelo como lacasa del saber, a la que sólo puede accederse en determina-dos lugares, su desmitificación como continente acaece en

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estricta simultaneidad con la multiplicación de su oferta, conla aceleración de su circulación, con la exaltación simbólicade su contenido"5. Fue éste un fenómeno en pleno desarro-llo en la literatura de la época cervantina, que por otra parte,explica la proliferación de dispositivos textuales y formalesdesarrollados en ese período con la intención de controlarla interpretación individual de los textos. Es en el siglo xvicuando, precisamente, comenzaron a cultivarse con granprofusión los prefacios, las advertencias preliminares o loscomentarios al texto, con un afán de los autores por justificarsu obras de creación y artificio artístico. Precisamente de estose rió Cervantes en su prólogo jugando a inventar persona-jes importantes a quien dedicar su obra.

La lectura ha estado tradicional y directamente ligada alos grupos sociales que han tenido el poder en sus manos,hasta el punto de ser en muchos casos un privilegio guar-dado con celo. Durante mucho tiempo, escritura y lecturaestuvieron rodeadas de una aureola religiosa y política, quehacía que lo escrito poseyera un prestigio y una autoridadper se. Desde la Edad Media cuando no era posible la origi-nalidad como principio de creación artística, hasta elmomento actual en el que todavía somos deudores de laidea romántica de creación, la cultura occidental no harenunciado al principio de autoridad que posee la palabraescrita, y como muestra vale mentar el hecho de que en elestudio de una obra literaria no puede faltar todavía hoyaquella parte destinada a descubrir las fuentes literarias dela misma, como principio de autoridad, como traición yhomenaje a la tradición textual.

Este carácter de la letra impresa ha subsistido en nuestrasociedad de un modo más o menos enmascarado, peroigualmente efectivo. Por ello hablamos de dos formas deleer: unas de uso o fáciles, y otras que presuponen un adies-tramiento especial dentro de un campo y que son patrimo-nio de los intelectuales —que lo son precisamente por leerlibros-. Los intelectuales siguen siendo un modo de aristo-cracia social, porque a los libros se les concede la capacidad

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de ennoblecer. Pero precisamente porque ennoblecen, por-que son poderosos, pueden representar el riesgo de abriruna puerta a lo desconocido. La lectura puede ser tambiénun elemento transgresor, desde el punto de vista iniciático,la llave que abre una puerta a lo que puede ser tentador ypeligroso, tan peligroso como el propio conocimiento y sunecesidad de autorregulación. No debemos sobrepasar ellímite del conocimiento permitido, y si lo hacemos debemospagar por ello. Don Quijote paga con su locura como elDoctor Faustus de Thomas Man paga por querer conocermás de lo que al ser humano le está permitido: todo tanconocido como la fábula bíblica del árbol del bien y del mal.

La palabra es además un poder social. En la antigüedad,todo texto escrito era verdadero por el mero hecho de serlo,pero ese poder lo sigue detentando todavía hoy. De ahí, talcomo pone de manifiesto el trabajo de Foucault, la existen-cia de una serie de medidas destinadas a controlar su pose-sión: lo prohibido o tabú social. Hay determinadas palabrasque no se pueden pronunciar, bien porque carecen delritual de la representación, o bien por ser el privilegio deunos pocos. El lenguaje no representa "la lucha por elpoder, es el poder mismo"6. En la palabra escrita no existeel criterio de verdad, variable a lo largo del tiempo. Con losprimeros griegos, la palabra era verdadera porque era pro-nunciada conforme a un ritual. Los sofistas hicieron cambiaresta concepción, y la verdad se desplazó del ritual necesa-rio de la enunciación7, hacia el enunciado en sí mismo y susformas de representación. De ahí precisamente nace el prin-cipio de autoridad, que ha conseguido llegar hasta nosotrosa través de la Edad Media, prácticamente intacto. Estamoscondenados al principio de autoridad. George Steiner, utili-zando un principio práctico, ha comentado el hecho de quehaya sido la tradición interpretativa la que ha ido seleccio-nando los textos a lo largo de los siglos. Muchos se han per-dido, y es la crítica "profesional" la que, en la mayoría de loscasos, determina la supervivencia o no de las obras con susilencio o sus alabanzas. La "persona ilustrada" es precisa-

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mente la que "está de acuerdo con los reflejos de aprobacióny goce estético que le han sido sugeridos y ejemplificados porel legado dominante"8. Es precisamente en este punto dondela lectura presenta una de sus más curiosas contradiccionesque como individuos escolarizados arrastramos durante todanuestra vida. Leer es un acto individual, un acto en el quetoda nuestra mente, todo nuestro cuerpo está entregado a laactividad de la lectura. Sin embargo, cuando lo que leo es un"clásico", debo ser dócil a la interpretación de mis maestros,educadores, críticos especializados, etcétera... En muchoscasos, este sometimiento a la crítica "culta", provoca no pocasrebeliones de adolescentes sentados en sus pupitres que pro-testan con la más terrible de las indiferencias en contra de eseaparato crítico especializado que continuamente les estádiciendo qué , cómo y cuando leer una serie de obras. Pero,por otra parte, sabemos que leer es leer en un contexto, ate-nernos a una serie de normas interpretativas... estar dispues-tos a situarnos en una inmediatez que no es la nuestra, a ins-talarnos en un modo de pensar que nos puede resultar muylejano en el tiempo y en el espacio... Leer resulta entoncesuna tarea significativa y comprensiva del entorno, es aceptarotras interpretaciones que se han acercado al texto antes queyo... Por eso decíamos que leer es una tarea contradictoria:porque la quiero como formadora y liberadora de lo indivi-dual, pero, conforme me hago mayor, veo más y más difícil lainterpretación de un clásico, sin aceptar que debo aprenderde otros para poder disfrutar de ese texto. En esta paradoja seinscribe sin duda el gran reto que supone para miles de pro-fesores enseñar a leer a los clásicos.

NOTAS

1 Sirva de homenaje este epígrafe a José M.a Castellet que más alláde la moda de la Estética de la Recepción, se ocupó del problema dellector en 1957.

2 La versión más reciente de este problema se ha conocido comoel «efecto Rashomon» haciendo una alusión al trabajo del reciente-mente fallecido director de cine Akira Kurosawa.

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3 Erich Auerbach, Lenguaje literario y público en la baja latini-dad y m la Edad Media, Barcelona, Seix Banal, 1969, pág. 308.

4 Las investigaciones sobre la historia de la lectura han sido muyimportantes durante los últimos años. Sobre el tema del desarrollo dela lectura individual, se rastrean hasta en la Roma clásica. Más bien eseste uno de los factores principales asociados a la lectura, tal comopuede verse en el libro colectivo Historia de la lectura en el mundooccidental, Cavallo, G. Y Chartier, R. (dir.) Madrid, Taurus, 1997.

5 José Vidal-Beneyto, "La guerra del libro no tendrá lugar", en LaCultura del Libro, AA.W. Madrid, Ediciones Pirámide, 1983.

6 Vid. Michel Foucault, El orden del discurso, Barcelona, Tus-quets, 1978.

7 Véase por ejemplo, Roland Barthes, La antigua retórica.Investigaciones Retóricas I, Serie Comunicaciones, Ediciones BuenosAires.

s George Steiner, op. cit., pág. 38.

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RECEPCIÓN CERVANTINA YRECEPCIÓN CONTEMPORÁNEA

En la introducción del libro Lezioni americane. Seipropos-le per Uprossimo millenio, ítalo Calvino señaló que una delas características culturales más importantes en los últimosmil años es el hecho de haberse formado una cultura dellibro: "Ha sido también el milenio del libro, en cuanto queha visto el objeto-libro tomar la forma que nos es familiar.Tal vez el signo del milenio que está por finalizar es la fre-cuencia con la que nos interrogamos sobre la suerte de laliteratura y del libro en la era tecnológica considerada pos-tindustrial"1. Pero preguntarse por el futuro o la función dela cultura impresa no es sólo algo característico del fin delmilenio, sino que ha acompañado a la cultura del librodesde el comienzo de su distribución masiva como objetode consumo a partir de la invención de la imprenta, y laextensión de la lectura silenciosa. Por eso existió a partir delsiglo xvi una legislación hostil a los romances, las historias olas farsas de amores, que se suponía que reducían la distan-cia entre el mundo del lector y la obra, o la realidad y la fic-ción, y por eso se dictó un decreto real en 1531 que impe-día la exportación, la imprensión y posesión de este tipo deobras de ficción en las Indias españolas. Es en esta época,cuando la aureola de autoridad que había conservado la cul-tura escrita se vio alterada debido a la difusión masiva delibros, que pasaron a ser un objeto más de consumo. Comose sabe, con la invención de la imprenta se alteró el sistemade relaciones con lo escrito, y comenzó un proceso de dis-

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Por eso el trabajo teórico más importante del último siglo seha desarrollado sobre el uso que se le ha dado a la comuni-cación humana en general y al lenguaje en particular. Se tra-baja sobre los signos y sus relaciones porque "desde haceveinte años el gran negocio (...) es el de la transformacióndel lenguaje en mercancía rentable: las frases consideradascomo mensajes que codificar, descodificar, transmitir yordenar (en paquetes), reproducir, conservar, tener a mano(memorias), combinar y concluir (cálculos), oponer (juegos,cibernética). Además del establecimiento de la unidad demedida, que es asimismo una unidad monetaria: la informa-ción"7. En la sociedad de consumo los objetos han ido inclu-so perdiendo su valor de uso para convertirse en meros sig-nificados sociales como el prestigio, el poder, el triunfo,etcétera.

Los medios de comunicación actuales son los producto-res del tejido simbólico de la sociedad en el nivel cultural,puesto que ya prácticamente no quedan vigentes otro tipode vínculos de los que daban cohesión a las sociedades pre-tecnificadas. Gianni Vattimo ha dicho que: "la radio, latelevisión y los periódicos se han convertido en componen-tes de una explosión y multiplicación generalizada deWellanschauungen-. de visiones de mundo"8. Pero ¿no ocu-rría así en el pasado en el que la elaboración simbólica de losocial estaba también estrechamente unida a lo religioso, loartístico, etcétera?

NOTAS1 ítalo Calvino, Lezioni americane. Sei proposte per el prossimo

milenio, Milano, Garzanti Editore, 1988. Cit. en el prólogo.2 Vid. por ejemplo Diez Borque, José María, El libro de la tradi-

ción oral a la cultura impresa, Barcelona, Montesinos, 1985, pág. 9.3 José Vidal-Beneyto, op. cit., pág. 341.4 Ezra Pound, El ABC de la lectura, Buenos Aires, Ediciones de la

Flor, 1982. Cita en pág. 15.s José Ortega y Gasset, "Misión del bibliotecario", en El Libro de

las misiones, 7a ed. Madrid, 1959, pág. 56.

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6 Pedro Salinas, "Defensa de la lectura", en El Defensor, Madrid,Alianza Editorial, 1983, pág. 119

7 Lyotard, Jean Francois, La condición posinoderna, Madrid,Cátedra, 1986, pág. 52.

8 Gianni Vattimo, La sociedad transparente, Barcelona, Paidós,1990, pág. 79.

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EL LECTOR DE "HISTORIAS"EN LA ÉPOCA DE CERVANTES

Lscribir sobre Cervantes en nuestros días resulta una osa-día, el desafío a una maraña de escrituras que nos envuel-ven sabiendo que nunca seremos más que eso, una gota enun inmenso mar crítico formado a través de siglos. Escribirsobre Cervantes a finales del siglo veinte es un reto a nues-tra propia humildad aceptando de antemano que nunca lopodremos leer todo, que siempre quedará algo por descu-brir, muchas interrogaciones que responder. Pero quiero serdeliberadamente irreverente arriesgándome al permitir queun texto del pasado que nos hable del presente, partiendocon un equipaje lleno de consciencia de nuestra parcialidad,del relativismo de sentirnos atrapados en la red de un fin desiglo donde la seducción de un texto antiguo, de una ficciónde hace casi cuatrocientos años puede resultarnos extraña-mente sutil y tentadora. Y como toda seducción, implica unriesgo: el dominio del objeto de deseo o el ser subyugadospor él. Ante el texto cervantino nos declaramos de antema-no como perdedores y meros oportunistas obligando al textoa continuas reflexiones acerca del estatuto de la ficción en elmundo contemporáneo.

Partimos con una idea preconcebida: el hecho de consi-derar el Don Quijote una obra de ficción de las más lúcidasy válidas para mostrar la realidad significativa del ser huma-no en un momento concreto de su historia y aunque talcomo afirma Noel Salomón, la preocupación de Cavantes porla lectura es algo característico de una época, él supo apro-

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vecharla de una manera genial para crear su personaje: "Lapreocupación de Cervantes por el lectores innegable (surgede vez en cuando en la trama del Quijote), y también sepuede divisar la sombra del público en géneros tan antitéti-cos como la novela pastoril y la novela picaresca"1. Por otraparte, si algo caracteriza a la crítica contemporánea es sucarácter interdisciplinar y el tener que buscar "el sentido", lasignificación social de las obras en los receptores. Pese aesta supuesta "esencia de la postmodernidad", ocurre que elproblema del receptor -el lector- no es nuevo, sino que havenido afectando de modo distinto a lo largo de la historia alos textos y a los creadores que los producían. A la hora deproponernos un análisis práctico del tema, pensamos enDon Quijote como la obra más representativa y rica paraplantear el problema de la recepción; en ella podemos estu-diar la retórica de los efectos literarios creados por un nove-lista, y las posibles respuestas sugeridas en el acto de lectu-ra, partiendo del hecho de que la actualización críticadepende de cómo la sociedad organiza y transmite el cono-cimiento por medio de conceptos lingüísticos.

La preocupación de la lectura expresada por Cervantesestá en todo momento circunscrita a las coordenadas históri-cas que le tocó vivir pero, a la vez, las trasciende y así, la pro-blemática que plantea sobre los Libros de Caballerías se nospresenta hoy como una mera disculpa para tratar cuestionessobre la ficción que nos han seguido preocupando. Seráentonces necesario referirnos a la época cervantina, porquelejos están ya las teorías críticas que buscaban la verdadexistente en un texto, sin tener en cuenta al autor ni el con-texto histórico. Haremos alusión a él, ya que la comprensiónde una obra literaria de otra época puede ayudamos a enten-der el momento en el que estamos inmersos aprovechandopara ello la atemporalidad que nos proporcionan las obras dearte, capaces de sustraerse al paso devastador del tiempo, ysabiendo que Cervantes vivió una período de cambio cultu-ral, una revolución de los medios de comunicación en sutiempo, que podríamos parangonar a la de este siglo.

I:

Cervantes fue extremadamente sensible a una problemá-tica latente en los siglos xvi y xvii, la difusión literaria, laextensión del libro y la sociedad que se plantea por variascuestiones: el surtimiento de una "lectura masiva", el desa-rrollo de la imprenta y las nuevas teorías filosóficas sobre laindividualidad, el ingenio, la racionalidad, etcétera. El puntode partida será la consideración de la lectura como unarevolución cultural que modificó la relación del ser humanomedieval occidental con su medio. El interés no es sólo his-tórico, pretendemos que sea también una meditación sobreel momento actual, en el que, tras casi un siglo de revolu-ción informativa, vivimos unos años de desconcierto antelas nuevas "lecturas" de los medios de comunicación. Algosimilar sucedió a partir del siglo xv, con la revolución de laimprenta y la alfabetización progresiva, cuando lo escritoimpreso pasó a ser no sólo un medio difusor de la culturasino también un modo de separar lo que es lícito de lo queno lo es, o lo que es lo mismo, separar lo que posee el esta-tuto de verdad de aquello que no lo posee. Lo escrito comomodificador no sólo del ámbito personal (con el desarrollode la lectura silenciosa), sino también como algo que reper-cute en todo el comportamiento social al autorizar pensa-mientos nuevos y afecta directamente a las relaciones depoder. De hecho, las discusiones de los teóricos delRenacimiento sobre los Libros de Caballerías son la pruebade la inquietud que provocaron las obras de ficción; y sinembargo, pese a todo, la lectura de libros durante los siglosxvi y xvn se desarrollaba dentro de la esfera privada e indi-vidual.

En Don Quijote aparecen explícitas de un modo vivo, enprimer lugar, todas las relaciones de eficacia que se estable-cen entre texto y lector; en segundo lugar, el problema de lacirculación del libro como objeto nuevo; y, por último lasmodalidades de la lectura2. Evidentemente, no estamos anteun documento histórico ni una narración directa de la socie-dad de su tiempo, lo que veremos es cómo el libro DonQuijote maneja y desplaza ficticiamente las costumbres, las

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hábitos de lectura en voz alia, a la par que la sociedad vahaciéndose más y más laica y una incipiente burguesíacomienza a utilizar la cultura también como distracción,como fuente de placer estético, tal como la concebimos ennuestros días. Por esta razón, hemos puesto en el inicio deeste epígrafe la palabra "historia" de un modo intencionado:es el término que utiliza Cervantes en el título de su obraprincipal, y lo hace seguramente respondiendo a dos cues-tiones. Por un lado, el concepto y término de "novela" exis-tía sólo para designar la novela corta de tipo italiano, géne-ro que se alejaba de la esfera de lo que los escritoresconsideraban literatura culta, precisamente hacia formas deentretenimiento populares. Por otro, parece hacer referen-cia también a cuestiones que afectaban a la preceptiva delos géneros y que trataremos más ampliamente en elsiguiente epígrafe.

Los medios con los que contamos para conocer la cultu-ra libresca de la época son varios. En primer lugar, los inven-tarios conservados cíe algunas bibliotecas3. En segundolugar, las declaraciones que los viajeros a Indias debían pre-sentar cuando desembarcaban, acerca de los libros que lle-vaban consigo. El Santo Oficio mandaba a los barcos reciénllegados un delegado que preguntaba a los pasajeros loslibros que poseían; gracias a esto sabemos del éxito de losAmadises, La Diana, La Araucana, La Celestina, El Guzmánde Alfarache, o del propio éxito de Don Quijote que, porejemplo, según Rodríguez Marín entre 1005 viajaron a Indias(sobre todo México y Perú) mil quinientos ejemplares de laobra a pesar de la prohibición cíe exportar obras de imagi-nación, y de que muchos de ellos eran decomisados a su lle-gada4. Por último, para conocer la recepción literaria delmomento, son muy importantes las relaciones que dabancuenta de los festejos públicos que se celebraban en distin-tas ocasiones. Podemos deducir el éxito literario de lasnovelas de caballerías por su utilización como motivo festi-vo. Por ejemplo, se sabe que a lo largo del siglo xvi, se rea-lizaron múltiples justas basadas en los episodios de los

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Amadises, o de tema caballeresco en general como las cele-bradas en Valladolid entre 1517 y 1544, o las preparadas en1527 para festejar el nacimiento del príncipe Felipe basadasen pasajes de A madís -aunque no llegarían a celebrarse alser suspendidas por la psicosis de crisis política vivida en elmomento, entre otras cosas al ser conocido el Saco deRoma-. Por último, dentro del ámbito estrictamente litera-rio, aparecen datos sobre la recepción de las obras de fic-ción en materiales literarios dispersos como las autobiogra-fías, en correspondencias de tipo personal, piezas liminaresy comentarios a poemas de la época, así como los tratadosde poética y retórica, que aunque escasos en el Siglo de Oroespañol, algunos resultan muy interesantes como laFilosofía antigua poética de Alonso López Pinciano, o lasAnotaciones de Herrera a los versos de Garcilaso.

En definitiva, existen datos abundantes sobre la literatu-ra y los libros del momento, pero tendremos que ser siem-pre prudentes en cuanto a las conclusiones ya que lo que noresulta tan fácil es determinar el uso que se hacía de la litera-tura de ficción. En palabras de Chevalier refiriéndose alcambio de la recepción literaria y la imprenta: "Lectura,libros: sí. Pero también nos importa saber cómo se leían".Estamos ante una problemática similar a la que se planteanactualmente los teóricos de la comunicación de masas,cuando intentan discernir, por ejemplo, los efectos de latelevisión sobre los individuos: la televisión no presenta unauniformidad total de contenidos, y por eso no es lo mismoconsumir una hora diaria de informativos o de telefilms, decursos de idiomas o documentales. Es decir, en muchoscasos, como sucede con los libros, los usos que puedendarse a un producto cultural o a una información puedenser muy diversos y variables dependiendo de factores enmuchos casos difíciles de cuantificar debido a las variablesque debemos manejar y que van desde elementos cogniti-vos del individuo a la circulación social o grupal de la infor-mación. Pensemos en lo dispar que pueden ser las lecturasque una persona mayor y una joven hacen de un mismo

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programa o libro. Con esto queremos decir que los métodosestadísticos aplicados a las ciencias sociales son sin dudamuy interesantes, pero no pueden casi nunca proporcionar-nos una información muy completa en el terreno del recep-tor individual. En definitiva, con una lectura, con una recep-ción de un texto se pueden hacer muchas cosas, al margende las características formales y literarias del mismo. Porejemplo, ¿que puede significar el hecho perturbador de queen el siglo xiv las novelas de caballerías pudieran ser leídascomo manuales de comportamiento, al mismo tiempo quecomo vías de escape a una sociedad fuertemente estratifica-da? Trabajos actuales han comprobado que en la lectura dela desprestigiada novela rosa construida con un discursoaparentemente convencional en cuanto a la distribución delos papeles de lo femenino y lo masculino, un individuopuede utilizarla como elemento "subversivo" en la vida coti-diana, o bien para protestar en contra de una sociedadpatriarcal, como puesta en evidencia de las contradiccionesde la misma5.

Las cuestiones a las que más modestamente podemoscontestarnos son las siguientes: quiénes sabían leer, quiénestenían capacidad adquisitiva para poder entrar dentro de larueda comercial del libro (que no resultaba nada barato enaquellos años); y en último extremo, qué usos se producíande la literatura de ficción. Los estudios históricos nos hablande una población que era analfabeta en casi un ochenta porciento. Los que leían eran individuos de un determinado esta-tus social, muy estrechamente relacionados con la burguesía.La carestía de los libros la podemos deducir de algunos estu-dios empíricos, así como por el carácter eminentemente cor-tesano de la literatura del siglo xvi que hace presuponer unreceptor de esas características. Aunque el número de analfa-betos no se conoce con exactitud, sabían leer sólo aquellosque tenían necesidad social de aprender: los altos funciona-rios, el clero, profesiones liberales, la nobleza, y parte de loscomerciantes, mercaderes, artesanos, funcionarios menores ycriados de buenas familias. El mundo rural, a excepción de

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los caballeros e hidalgos, estaría prácticamente fuera de lapráctica de la lectura, pese a que existen documentos queafirman lo contrario, o alusiones diversas que parecen recor-darnos su excepcionalidad6. El estamento noble era por anto-nomasia el que podía tener el acceso más fácil a la lectura,pese a la tradicional mentalidad nobiliaria española, poco afi-cionada al trabajo y la cultura en general, hecho que en Juande Mal Lara provocó la siguiente queja en su Filosofía vulgar:"Ha venido la cosa a tales extremos que aún es señal denobleza de linaje no saber escribir su nombre"7. Sin embargo,es obvio que tampoco aquí podemos ser demasiado tajantes.Durante el Siglo de Oro, la formación cultural de la noblezafue en aumento a medida que las familias nobles fueronencargando la formación de sus primogénitos a los jesuítas, yla opinión de Mal Lara puede responder a una visión de unmomento concreto y a la desesperanza de un hombre para elque la cultura es un valor fundamental ante el desinterés desu época.

Durante el Siglo de Oro, los libros eran casi artículos delujo. Se necesitaba poseer un cierto nivel económico parapoder adquirirlos, y seguramente el grupo más numerosode consumidores era el de los caballeros e hidalgos. Al mar-gen de la nobleza comenzó en la época a formarse un cier-to grupo si no de intelectuales, sí de hombres aficionados ala cultura, tal como pudo ser Cervantes cuya trayectoria vitalnos habla de una nueva forma de adquisición cultural.Cervantes seguramente leyó mucho sin tener en propiedaddemasiados libros, aprovechando otros canales de distribu-ción como las almonedas o la costumbre de tomar prestadoslos libros de las bibliotecas de los caballeros. Contamos conel ejemplo de otros escritores que protegidos por ciertosmecenas nobles pudieron disponer además de sus favoreseconómicos, de sus bibliotecas, como pudieron ser Lope deVega o Gálvez de Montalvo.

Se ha insistido mucho en la enorme difusión de la litera-tura a partir de la invención de la imprenta, pero es lógicopensar que los hábitos de los lectores no cambiaron de un

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modo excesivamente rápido y radical y que el medio oralseguiría siendo uno de los principales canales de difusiónliteraria8. Es interesante el estudio de los residuos cíe laliteratura oral en la época. Por ejemplo, en Don Quijote apa-rece varias veces la muletilla "veis a quedo vuelve el estu-diante trasudado y turbado de muerte" (D.Q. II, 41); "Peroveis aquí cuando a deshora entraron por el jardín cuatro sal-vajes..." (11,52). Recuerda en muchos casos las indicacionesteatrales para situar al auditorio. También existen indiciosde tipo estructural, como pueden ser las pausas en elmomento más interesante de la narración, no sólo como enel conocido suceso de El Vizcaíno, sino en algunos más: "Eltrujumán comenzó a decir lo que oirá y verá el que oyere oviere el capítulo venidero" (II, 25); "donde les sucedió loque se contará en el capítulo venidero" (II, 28), etcétera. Elhecho se puede rastrear en tocia la literatura de los siglos xviy xvn. Noel Salomón y Máxime Chevalier, en su artículo"Creación y público: para una sociología literaria de lossiglos de oro"9, constatan algunos casos. Lope cíe Vega en elprólogo de Los pastores de Belén: "Leerás sin pena lo que delas divinas y humanas letras nos oyeres"; o, en 1609, Antoniode Eslava dice querer reconfortar el aburrimiento cíe lasnoches invernales "halagando los oídos del lector". Existentambién famosos casos cíe difusión de la literatura culta enmanuscritos, como el de Las Soledades de Góngora.

En conclusión, los que leen literatura de ficción son loscaballeros e hidalgos, letrados, y cabe pensar que ni los clé-rigos ni los comerciantes y artesanos fueron grandes consu-midores de la misma. Pero ¿cuál es la literatura de ficción delmomento, la literatura que en todo caso conocerán los posi-bles lectores de tocias las clases sociales? Sin lugar a duelasfueron los Libros de Caballerías. Tal vez no se ha hecho lasuficiente justicia histórica con ellos, y sin querer entrar enla eterna discusión que viene durando siglos sobre su cali-dad artística10, tenemos que reconocer aquí su indudableéxito editorial, duradero, sin parangón en la literatura hispá-nica, cíesele el siglo xiv hasta principios del siglo xvn.

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Seguramente nos siguen faltando las claves para interpretarla fama de unas obras que presentaban una serie de valoresarcaizantes, y que en muchos casos eran verdaderamenteaburridas. Existieron algunas de reconocido valor literario,pero ello no es suficiente para interpretar su celebridad.Amadisfue publicado 18 veces entre 1508 y 1650, casi igualque otra obra de dudosa calidad como Oliveros de Castillaque conoce 12 ediciones entre 1499 y 1650. La explicaciónla encontramos al pensar en esta literatura como el "primerfenómeno de masas", si se me permite trasladar nuestra ter-minología moderna a otras épocas cíe la historia. Eenómenode masas sí, pero fenómeno limitado al grupo lector delmomento: caballeros y poetas de tipo cortesano que vieronreflejados en estas obras los ideales caballerescos de unaépoca pasada. El Medioevo terminaba, y con él el poder delos nobles que se van convirtiendo en cortesanos pocodados a la acción y a la aventura. Lectura claramente corte-sana durante los siglos xiv y xv, pero que amplía su públicoa partir del xvi". Lo que sabemos con seguridad es que losLibros de Caballerías apasionaron durante siglos a públicosdiversos aunque hayan llegado a nosotros desprestigiadospor la crítica negativa que pesó sobre ellos en el siglo xix yprincipios del xx. Menénclez Pelayo, se empeñó en decirque su éxito fue pasajero12, cuando en realidad estuvieronen boga desde el siglo xiv y perduró su publicación hastaalrededor ele lóOO. Fueron los libros más editados a lo largodel siglo xvi. Se sabe que durante los siglos xiv y xv fuerontuvieron un público formado por caballeros y poetas ele tipocortesano, pero sobre su recepción en el xvi las opinionescomienzan a ser dispares. Rodríguez Marín, por ejemplo enLa lectura de los libros de caballerías, hizo surgir la idea deque eran las mujeres las principales lectoras de este tipo deobras, teoría basada en el hecho de que Fray Luis ele Leónhiciera mención a su lectura en La perfecta casada. Otroscríticos posteriores han comenzado a difundir la ielea ele ejueeran leídas por un amplio espectro social gracias al papelque jugó la imprenta. Fernando el Católico era lector de

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Amadís, Isabel la Católica poseía El Caballero Cifar y LaDemanda del Santo Grial y en el inventario de la bibliotecade Fernando de Rojas figuraban ocho Libros de Caballerías.En la época de Carlos V él mismo y personajes de la corteleían Libros de Caballerías, así como hombres de culturacomo Juan de Valdés, Santa Teresa (que llega a escribir unocon su hermano: El caballero de Ávila), o San Ignacio deLoyola. Su lectura pervive durante el reinado de Felipe IIhasta que comienzan a decaer con Felipe III. En definitiva,era una literatura con un público claramente "culto", forma-do no sólo por cortesanos, sino también por hombres afi-cionados a la literatura, como podía ser Cervantes.

Sabemos de la afición de los hombres de cultura a loslibros de caballerías, pero el problema está en determinarhasta qué punto eran una lectura "popular"13. Para ello, sonconocidos dos testimonios que tal vez no sean definitivos ala hora de resolver el problema de la lectura de las clasespopulares, pero sí nos aportan una visión interesante y ricasobre el público lector. Por un lado, aparece documentadoel caso del curandero morisco Ramón Ramírez, que fue pro-cesado por el Tribunal de la Inquisición en 1495 por curan-dero y cuentista. Se descubrió que fingía leer mientras reci-taba de memoria trozos del Amadís, siendo capaz denombrar catorce títulos de los más famosos Libros deCaballerías que decía haber tenido en su poder en diferen-tes épocas. Por otra parte, Juan Arce de Atalora cuenta cómoalgunos artesanos llevaban libros de caballerías al pie de lacatedral de Sevilla, para leerlos en los momentos de ocio. Almargen de esto, tenemos la alusión de Cervantes que en elmismo Quijote, en el capítulo XXXII de la primera parte,representa dos lecturas en voz alta: lectura de un segador yla familia de Juan Palomeque; y, en segundo lugar, a peti-ción de Cardenio, Dorotea, el barbero y Sancho, el curaacepta leer La novela del Curioso Impertinente, y tampocopodemos olvidar que el capítulo LXVI lo titula "Que tratade lo que vera el que lo leyere o lo que oirá el que escucheleef. Pero el alcance de estos testimonios literarios no deja

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de ser anecdótico y sería exagerado que los hiciéramosextensivos a la sociedad en general, ya que partimos de labase de que fue en la época cervantina cuando comenzó aescribirse una literatura destinada a un público amplio. Talcomo afirma Héctor Calderón: "El público de Cervantesestaba compuesto por discretos y vulgares, y, mientras queresulta difícil señalar las diferencias exactas entre estos dosgrupos, en general, el término vulgo se empleaba paraaquellas personas que carecían tanto de ingenio y buen jui-cio como a los integrantes de una audiencia masiva e incul-ta. El término discreto se reservaba para el público instrui-do y juicioso"14.

Para llevar a cabo una interpretación "crítica" de cual-quier fenómeno que denominamos de una manera cómoda"de masas", de divulgación cultural que afecte si no demanera general y uniforme, sí que implique una variedad deregistros culturales y sociales, los análisis no deben estarbasados en el estudio de la mera difusión de las obras en lasdistintas clases sociales o culturales. Tendríamos que buscarnuevos parámetros y correlaciones más lúcidas, tal vezmenos estadísticas, porque éstas nos hablan de un hechoconcreto, pero los hechos concretos son también suscepti-bles de interpretación (pensemos, por ejemplo, en lo que hadado que pensar el éxito de las telenovelas que han conse-guido un público heterogéneo formado por todas las clasessociales y culturales). Por todas estas razones nos ha intere-sado Cervantes, porque de él podemos aprender un modoliterario de hablarnos del mundo y de los problemas queafectan al ser humano en un momento de la historia.

En definitiva, el problema de la recepción sigue defi-niéndose prácticamente en los mismos términos. El éxito deDon Quijote en el siglo xvo, éxito que sorprendió en primerlugar al propio autor no debe llevarnos a engaños. DonQuijote fue un éxito, pero un éxito "popular", y por lo tantodesprestigiado. Cervantes no entró a formar parte de losautores consagrados de su época, sino que parece que ellibro le valió más bien el desprecio de los autores "cultos"

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(véase Lope de Vega o Gradan)... No es extraño... lo extra-ño es la imagen de obra culta por antonomasia que la histo-ria de la literatura ha hecho de este libro. Esto nos enseñauna lección desagradable en cuanto nos enfrenta a uno delos terrores todavía, presentes: la dicotomía culto/popularque todavía hoy marca todo un modo de producción y usode lo literario. Cuestionarnos esta dicotomía es enfrentarnosa una serie de rutinas interpretativas, de dinámicas perezo-sas de difusión cultural que continuamente se ven sobresal-tadas y superadas por la realidad de unos nuevos mediosque, como en época de Cervantes, no consiguen mantenera raya y nítidamente separado lo culto de lo popular. Sepuede decir que es éste un discurso ya planteado por ejem-plo en los Cultural Sludies que han tratado de estudiar los"usos" que cada grupo hace de un determinado productocultural, y que se ven atacados por el "todo vale" metodoló-gico... Yo me pregunto sólo qué ha quedado de toda esa crí-tica en los sistemas institucionalizados de enseñanza, enesos sistemas en los que todos aprendemos a leer (y por lotanto a amar o detestar) a los clásicos.

PROFESIONALIZACIÓN DE LOS ESCRITORES

Después de plantearnos el tema del público en la épocacervantina, debemos enfrentarnos ahora al problema de loscreadores, de los escritores que perciben los cambios delpúblico y deben replantearse de un modo más o menosconsciente su función como tales. Cervantes es uno de losescritores en quien más claramente podemos ver dibujarseen sus obras la encrucijada de los tiempos que cambian, y elmodo en que pueden influir en un escritor. Ciríaco MorónArroyo nos ha mostrado en su obra cómo Cervantes perte-neció a una primera generación de escritores profesionalesen España, que consiguieron una gran popularidad, debidoprecisamente al ambiente cultural de la época que favoreciótanto la creación de academias literarias como la publica-

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•.ción de tratados estéticos15. Cervantes escribe dentro de unsistema social concreto, nos presenta una visión de unmundo que puede resultarnos más o menos armoniosa,pero lo que nos transmite sobre todo de una forma nítida esla conciencia de que la labor del escritor ha cambiado, en elsentido de que debe preocuparse por un público lector.

Hasta el siglo xvi, de un modo muy general, existían doscategorías de autores: por un lado los escritores que perte-necían a la aristocracia, como habían sido Santillana oGarcilaso; y, por otro, los que desarrollaban la escrituracomo un modo de vida: los juglares medievales, los maes-tros de capilla -como Juan del Encina o Lucas Fernández-,y los "capellanes", como es el caso de Lope de Vega. Peroen la época de Cervantes había sucedido algo: la irrupcióndel teatro, que como fenómeno social, fue capaz de hacerque algunos autores aspiraran a vivir de su trabajo de unmodo independiente, sin estar afectos a los nobles o a laIglesia. Esta nueva situación aparece reflejada en algunasobras en forma de preocupación por "el vulgo", sobre todoa partir de la publicación de El Guzmán de Alfarache. ElRenacimiento había sentido ya interés por la materia popu-lar, pero sirviéndose de la razón e instrumentos cultos quela transformasen. Era una época de fe en la cultura y lo quese valoraba era el conocimiento y la inteligencia que unhombre pudiera llegar a poseer. El interés de Cervantes porsu público es evidente en las alusiones que hace al "vulgo",aquellos que por su falta de formación no podían llegar aentenderle:

"no se ha de dejar tratar de los truhanes ni del igno-rante vulgo (se refiere a la poesía), incapaz de cono-cer ni estimar los tesoros que en ella encierran. Y nopenséis, señor, que yo llamo aquí vulgo solamente ala gente plebeya y humilde; que todo aquel que nosabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debeentrar en número de vulgo" {Don Quijote II, 16).

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En Cervantes aparece la idea de una nueva "redención"social por la cultura. El tema es mencionado en otras oca-siones, pero parece tener más relación con la idea deErasmo de que "La verdad es que el juicio común de lagente nunca jamás fue ni es regla muy cierta ni muy derechapara regirse hombre por ella" (Enquiridión. Edíc. Amberes,1555 fol. 109v. (cit. de Américo Castro, El pensamiento deCervantes, pág. 214.), tal como se comprueba en lossiguientes ejemplos: "No soy tan frágil que me deje ir con lacorriente del vulgo, las más veces engañado." LicenciadoVidriera, (Edic. Sevilla-Bonilla, pág. 11) "Pero como la malabestia del vulgo, por la mayor parte, es mala, maldita y mal-diciente..." La Ilustre fregona, (Clásicos Castellanos, I. 294.)

El público que acude continuamente a ver obras de teatroconoce un aumento tan inusitado en el Siglo de Oro16 quellega a convertirse en un grupo poderoso que puede dar laindependencia económica y el éxito a un escritor. Cervanteses consciente de lo que vale su favor ya que lo ha sufridodirectamente al haber sido borrado de la escena teatral porLope de Vega, y así lo deja traslucir en muchas ocasiones enel Quijote. Pero tal como afirman Salomón y Chevalier, la pre-ocupación de los escritores por conquistarse un público no secircunscribe exclusivamente al teatro porque: "también sepuede divisar la sombra del público en géneros antitéticoscomo la novela pastoril y la novela picaresca..."17.

Los escritores de la época se ven afectados no sólo por larealidad social, sino por el entorno literario que determina ymodela la creación de cada momento histórico. Cervanteses un ejemplo claro de este fenómeno. Desde la Edad Mediaexistían dos formas características de "hacer literatura": laidealista (lo trágico, lo heroico...) y la literatura que mostra-ba un mundo material (lo cómico, lo picaresco). Por ejem-plo, Torres Naharro había mostrado esta dicotomía en ladivisión que hizo de sus comedias "a noticia" y "a fantasía".El hecho de que estos valores comienzan a entremezclarseen el Renacimiento, lo deja entrever Cervantes en su comen-tario sobre La Celestina: "libro en mi opinión divino, si

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encubriera más lo humano". Las dos tendencias seguíanexistiendo pero la visión crítica y materialista se iba impo-niendo paulatinamente a la idealista, apoyada además porlas ideas de humanización erasmistas. Los escritores, con lanueva actitud de la Iglesia y de las instituciones, tuvieron quereplantearse su tarea como creadores y tratar de armonizar larealidad y el mundo de las ideas.

Cervantes es uno de los primeros escritores que tuvieronque compaginar en su obra el entretenimiento, -el deleiteque proporciona la cultura-, con la tradición de una litera-tura edificante y didáctica. Pero no cabe duda de que no esél quien crea su público, porque el abandono de los finesdidácticos fue algo progresivo a lo largo del siglo xvi y prin-cipios del xvn. Cuando El Pinciano escribe sobre poesíadidáctica y dice que: "...El (poema) que tiene mucha doctri-na no es bien recibido ni leydo"18. Está criticando los tópi-cos religiosos que impedían que los poetas desarrollaran sutalento. Lo que ocurría era que en ese momento las trabasdogmáticas se contraponían claramente a la demanda de unpúblico lector que buscaba en los libros una diversión lige-ra, un entretenimiento. Cervantes supo entenderlo y buscaruna forma de comunicación literaria que no llegase a serdidáctica aunque sí "ejemplar", capaz de hacer participar allector con sus facultades intelectuales en la obra de crea-ción.

En cada época los creadores se encuentran con una pro-blemática específica que corresponde a cada momento de lahistoria, que tiene que ver directamente con el estatutosocial que se le conceda al arte. Cada período social tieneque construirse una idea nueva acerca de conceptos comolos de "creación" o "artista", que se encuentran en continuaevolución o adaptación: por ejemplo, un artista de cualquiertipo no poseía el mismo estatus en el siglo xvi, en la EdadMedia o en la antigua Grecia. La producción artística, y conella la figura del creador, tuvo una evolución continua desdela antigüedad, yendo desde la concepción del trabajo artís-tico como un mero artesanado, basado en la imitación de la

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naturaleza, hasta ir poco a poco formándose el concepto deoriginalidad romántica: el creador como alter deuscapaz nosólo de imitar la naturaleza, sino de superarla, cíe sustraersea la temporalidad y a las formas de la vida humana19.

En el Renacimiento no se llevó a cabo una ruptura radi-cal con la Edad Media porque ya entonces se producían for-mas de autoafirmación de los creadores. No son otra cosalos ejemplos del maestro Mateo esculpiendo su imagenen el Pórtico de la Gloría, Gonzalo de Berceo dejando sunombre escrito en sus versos, o el caso más claro decreación cíe autor que fue la poesía trovadoresca. En estesentido, fue muy importante el concepto de construiré desa-rrollado por Leonardo cía Vinci, que parte de la idea cíe queel trabajo artesanal es capaz de crear objetos para el hom-bre, sin una referencia en la naturaleza. En este momento sehace posible el producir objetos basados en el saber y no enla mera observación de las verdades preexistentes. Si bienes posible que Gen/antes no pudiera en su día pensar cons-cientemente sobre tocias estas ideas tan generales sobre elarte, -ya que es éste un privilegio que nos concede el tiem-po transcurrido- y meditar acerca de la evolución de laideología, lo que sí podemos comprobar es que realizó unpaso adelante en cuanto a la tarea cié liberar al escritor cíelas ataduras de la tradición, poniendo en marcha el recursode la ironía, capaz de iniciar un juego nuevo que desdibujalas evidencias de unos roles tanto de autor como de recep-tor capaz de alejar su obra cíe la tradición.

LAS INSTITUCIONES: El CONTROL DE LA IGLESIA, ELESTADO Y LA AUTORREGULACIÓN DE LOS CREADORES

La conciencia cíe que los gobiernos o estados debenintervenir en la difusión cíe la cultura parece ya una cons-tante a lo largo clel desarrollo histórico de los pueblos. Enalgunos casos, como sucede en la actualidad, y ante deter-minados medios cíe comunicación, las instituciones van a la

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zaga cíe los sucesos que tienen que ver con el control socialde la información, tal vez desbordados por una serie decambios que afectan a las relaciones sociales20. Pero el pro-blema no es nuevo: cada vez que el poder siente cercana laposibilidad cíe que sus pilares se tambaleen, se produce unareacción para intentar controlar la marcha cíe los aconteci-mientos. Hoy en día preocupan las influencias "perniciosas"que los medios de comunicación masivos pueden produciren los receptores, y en el siglo xvi, la conmoción se produjopor la invención de la imprenta, la progresiva alfabetizaciónde la naciente clase burguesa, y el temor a una literatura cata-logada como frivola, que podía distraer a los seres humanosde sus fines terrenales planificados por el poder religioso.

La idea que tenemos de una España culturalmente abier-ta al exterior en tiempos de los Reyes Católicos y Carlos V, yla posterior cerrazón en época de Felipe II no es ni muchomenos acertada, ya que el control sobre las publicacioneshabía comenzado mucho antes cíe la subida al trono de esteúltimo rey. Si bien es verdad que los Reyes Católicos permi-tieron la importación cíe libros en un primer momento por-que "redundaba en provecho de todos y en ennoblecimien-to de nuestros reinos" (1480), pronto cambiaron de actitudradicalmente y las importaciones de libros se sometieron ala censura a partir cié 1502; es decir, antes cíe que existiera elproblema de Lutero y la Contrarreforma. Américo Castroaporta una idea interesante acerca de la censura intelectualen España, afirmando que ésta no proviene exclusivamentedel proceso cíe la Contrarreforma cíe la Iglesia, sino delmiedo de los que se habían hecho conversos a la fuerza apartir cíe 1492, que se vieron amenazados por una fuertepresión social. De esa forma podemos entender las bravatasen contra cíe la cultura, los encomios a la ignorancia típicoscíe la España de la época, en la que una cierta pátina de cul-tura podía representar una sospecha de ser judío, con laspenosas consecuencias que este hecho podía traer consigo.El ser labriego e inculto era, en cambio, un seguro de lim-pieza de sangre-1.

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La segunda mitad del siglo xvi es una época caracteriza-da por la crisis y cambio social debido a que España no esmás que la poseedora de un gran imperio amenazado. Porun lado, las discordias religiosas en el norte de Europa, lasluchas dinásticas por otro, y el Saco de Roma en 1527, pare-cen vaticinar que algo va a terminar: la época de la toleran-cia política y religiosa. A Erasmo lo habían apoyado enEspaña en la época de Carlos V autoridades eclesiásticascomo el Inquisidor General Manrique (f!537) de Sevilla, y elArzobispo de Toledo, Fonseca Cfl534). Pero con los prime-ros síntomas de crisis, el comportamiento tolerante a lasdoctrinas de Erasmo cambia: tienen demasiado que ver conLutero. A Erasmo lo favorecieron los poderes del momento(El Emperador, Roma y la Inquisición), pero muertoManrique, de repente sus ideas pasaron a ser obra de unoscuantos "intelectuales" más preocupados por conciliar elarte, la razón y la vida que de los problemas puramente dog-máticos. La reacción de la Iglesia fue claramente conserva-dora. Necesitaba una afirmación, un norte ante los nuevostiempos y las nuevas ideas disgregadoras, y reaccionó inclu-so con violencia a partir de 1550, en contra de todo lo quesonara a herejía. La afirmación se lleva a cabo con laContrarreforma y el Concilio de Trento.

Las primeras prohibiciones de libros se hicieron por pro-visiones y cartas acordadas. La más antigua es la delCardenal Adriano, Inquisidor General, del 7 de abril de 1521en la que se prohibía la entrada de los libros de Lutero enEspaña. En 1535 se prohibieron los Coloquios, y en 1538 elElogio de lü locura de Erasmo. En la época de Carlos V apa-recieron los índices espurgatoríos. Lisias de proscripción delentendimiento. El primero es de 1546 que se hizo a partir deuna lista de libros prohibidos realizada en la Universidad deLovaina. El catálogo de obras excluidas fue grande. Fue muyimportante el índice de Biblias que llevó a cabo elInquisidor Fernando de Valdés en 1554 en la que se expur-gaban 54 ediciones; continuaron las de 1570, 1583, 1621,etcétera. Se espurgaron también El Cancionero General, la

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Cárcel de Amor, La Celestina (prohibida totalmente en1793), el Auto de Amadís de Gaula de Gil Vicente, la Églo-ga de Plácida y Victoriano de Juan del Enzina, las primerasediciones de la Propaladla de Torres Naharro, y muchasmás.

La Iglesia era consciente del cambio que se estaba pro-duciendo en la difusión de las obras literarias. Había nacidoy se estaba desarrollado la imprenta, y poco a poco, cobra-ba auge una burguesía culta interesada en leer, y no preci-samente obras piadosas. El Renacimiento es la época en quese tambalea la antigua división entre idealismo-realismo, olo que es lo mismo, la literatura parece ir olvidando su fun-ción educadora, y no puede resistir el empuje de las nuevascorrientes realistas y sensualistas de la literatura. Por ello, elConcilio de Trento intentó regular enérgicamente la literatu-ra "Librt qui res lascivas e obscoenas ex professo tractant,narrant aut docenf. El concepto de lo lascivo era muchomás amplio que hoy en día, y géneros que contaban ya conuna tradición como las novelas pastoriles, pasaron a ser sos-pechosos de obscenidad y por lo tanto, poco recomenda-bles sobre todo para la educación de las doncellas. La estra-tagema que inventan entonces los autores es la de volver "alo divino" todos los géneros que poseían ya una tradiciónliteraria, y nace así por ejemplo la moda de los libros decaballerías de carácter religioso. Pero como sabemos, unaobra literaria es continente y contenido ligados de un modoinseparable y esta conversión religiosa de formas tradicio-nales afectó no sólo a los temas, sino también a las técnicasy recursos novelísticos. Los escritores tuvieron que echarmano de la ironía, puesta en marcha ahora de un modo muysutil y escondido. De nuevo, tal vez no tengamos otro ejem-plo mejor que la obra de Cervantes. En Don Quijote, el autorconsigue ocultarse tanto que casi nunca llegamos a saber suverdadero pensamiento acerca de los problemas que trata.Lo que pone de manifiesto Cervantes de un modo patético,por boca del personaje Humillos, en Los alcaldes deDaganzo, quien dice alegrarse de no saber leer quimeras

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"que llevan a los hombres al brasero". Cervantes es un simu-lador, maestro de la "doble verdad", cíe la que tanto se habíahablado en Italia precisamente cuando Cervantes vivía allí.

La Contrarreforma intentó resolver el problema de tenerque armonizar lo ético con lo racional. Por eso el conceptode "lo verosímil" aristotélico aparece como tema central enmuchas de las obras literarias del momento. Lo verosímilcomo una función reguladora cié lo posible, lo que muestralas cosas no como son sino "como deberían ser". Cervantesaprende la simulación, y la lleva a cabo hasta tal punto enDon Quijote, que sus opiniones aparecen expuestas peronunca de un modo categórico y cerrado. Muy ilustrativo es elcapítulo III de la segunda parte, donde Don Quijote repre-senta la vertiente ideal y Sancho la histórica, sin que el autorllegue a definirse. Es Don Quijote quien habla de la verdaduniversal (lo verosímil), y Sancho de la verdad sensible y par-ticular.

La literatura no pudo romper cíe un modo radical con laIglesia porque el catolicismo era algo muy diferente a lo quepueda significar en nuestros días: era materia cíe Estado. LaContrarreforma obligó a un modo de pensamiento sin ciarposibilidad a la disidencia; pero, como nos dice AméricoCastro esta actitud "trae también al ánimo melancolía ydesengaño, muy característicos y perceptibles a principiosde 1600"-2, y Cervantes es un ejemplo cié esta actitud. Enpocos escritores se trasluce como en él la necesidad cíe noresultar ingrato al dogma de la Iglesia, alardeando siemprede ortodoxia. De la primera parte cíe El Quijote se dice en lasegunda: "La tal historia es del más gustoso y menos perju-dicial entretenimiento que hasta agora se haya visto, porqueen ella no se descubre, ni por semejas una palabra desho-nesta, ni un pensamiento menos que católico" (1,3) oSancho cuando se defiende como cristiano viejo, y dice:"que si hubiera dicho de mí cosas que no fueran muy cíecristiano viejo, como soy, que nos habían cíe oír los sordos"(II.3). Pero no nos equivoquemos, Cervantes se empeña enhacer hablar a sus personajes como interesados por la teo-

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logia y siempre respetuosos de la religión, pero la ideologíaque maneja en muchos casos no resulta del todo ortodoxa,como sucede a veces en el tratamiento cíe la moral o la natu-raleza. Cervantes es un escritor que mantiene cierta ambi-güedad en cuanto a los temas morales y religiosos. Veamosla diferencia entre la primera y la segunda edición de 1605,del famoso pasaje de la fabricación de un rosario:

"Mas ya se que lo más que él hizo (Amadís) fue rezary encomendarse a Dios; pero ¿qué haré cíe rosario,que no le tengo? En esto le vino al pensamiento cómole haría, y fue que rasgó una gran tira de las laidas dela camisa, que anclaba colgando, y clióle oncenucios..."

"Mas ya sé que lo más que él hizo fue rezar, y así lo haréyo: y sirviéronle de rosario unas agallas grandes de unalcornoque, que ensartó, de que hizo un diez..."

¿Le pareció peligroso a Cervantes la posibilidad cíe hacerun rosario con un trozo de la camisa? Todo parece apuntarque sí, aunque nunca sepamos con certeza si fue él, quiencorrigió el texto. En cualquier caso, Cervantes mantiene unprincipio de simulación como base no sólo cíe su moral,sino de su técnica narrativa.

El tema de la preocupación de la influencia cíe los librosen la vicia cíe los individuos no aparece por primera vez enDon Quijote. Por ejemplo, en La Celestina, sabemos que suautor tuvo que reflejar los gustos del público en la medidaque iba haciendo sucesivas ediciones. Don Galaor enAmadis "fue movido a gran deseo cíe ser caballero" porhaber leído unos libros antiguos, o San Ignacio cíe Loyolaconfiesa que quiso imitar en su vida una obra de Cristo quehabía leído. Para Américo Castro2-1, la preocupación delSiglo de Oro por los efectos de la literatura en la vicia, comofuente cíe bienes y males, fue posible gracias a la tradición

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oriental en nuestro país, que concedía un auténtico valorperformativo a las palabras. No es por casualidad que unamisma palabra en árabe (kalán, Kállam) signifique, por unlado "herir", y por otro, "conversar con alguien". Posi-blemente la idea del poder de la palabra penetró más tardeen las páginas del Quijote en una forma que "no hallamosen la literatura del resto de Europa sino muy rara vez, (cuan-do los filósofos medievales llamaban a la naturaleza el "librode Dios" era una idea oriental)...". La preocupación por losefectos de la literatura en la vida de la gente parece algo muytípico del siglo xvi español, y no parece únicamente conse-cuencia de la actuación de la Contrarreforma.

NOTAS1 Noel Salomón, "Algunos problemas de la sociología de las litera-

turas de lengua española", en AA.W., Creación y público en la litera-tura Española, Valencia, Castalia, 1974, pág. 23.

2 Partimos de la base de que para hacer una historia apropiada dela lectura se deben realizar tres tipos de aproximaciones: un análisisde textos, un estudio de usos y prácticas de lectura y una historia delos libros como objetos que circulan socialmente.

3 Aparece una relación detallada en el libro de Máxime Chevalier,Lectura y lectores en los siglos xw y xvu, Madrid, Turner, 1976. Allípodemos comprobar lo exiguo de la literatura libresca del momento:las grandes bibliotecas podían poseer alrededor de quinientos ejem-plares.

4 Rodríguez Marín, Don Quijote en América en 1607, Madrid, Tip.de la revista de Archivos y Museos, 1921

5 Vid. el interesante trabajo de Janíce A. Radway, Reading theRomance, University of North Carolina Press, 1994 en el que estudiaprecisamente el tema de la lectura de novela romántica.

6 Hay estudios amplios que han aportado datos que han matiza-do un poco estas opiniones, tal vez demasiado radicales y generaliza-das. Por ejemplo, es interesante el estudio de J. M. Madurell y JorgeRubio, Documentos para la historia de la imprenta y librería enBarcelona (1474-1553), Barcelona, 1955, donde aparece documenta-do el hecho de que hombres humildes sabían leer.

7 Juan de Mal Lara, Filosofía vulgar, Barcelona, "Selecciones bi-bliófilas", II, pág. 284.

8 Para consultar el tema con mayor profundidad se puede recurriral excelente artículo de Michel Moner "Técnicas del arte verbal y ora-

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lidad residual en los textos cervantinos", en Edad de Oro, 7, Univ.Autónoma de Madrid, 1988, págs. 119-127, en el que da un toque deatención sobre el hecho de que se dé el error de pensar que el textooral está hecho para el oído y el escrito para la vista. El texto oral nose reduce al plano auditivo ya que necesita una "puesta es escena" lle-vada a cabo por técnicas de adaptación de la mirada, reconstrucciónde un espacio, etc.

9 En Francisco Rico, Teoría y crítica literaria de la literatura espa-ñola, Madrid, Crítica, 1983, págs. 75-86.

10 Menéndez Pelayo se empeñó incluso en decir que su éxito fuepasajero en Orígenes de la novela, C.S.I.C., 1943,1. págs. 458-459.

11 Sobre el tema existen varias opiniones. Por ejemplo, RodríguezMarín en La lectura de los libros de caballerías, hizo surgir la idea deque eran las mujeres las más aficionadas a la lectura de estas obras,basándose en los consejos que da Fray Luis de León en La perfectacasada. Menéndez Pelayo, sin embargo, defiende que en el siglo xviel público seguía siendo eminentemente cortesano. Otros críticoscomo Irvin A. Leonard o Heniy Thomas, han defendido la idea de queel público consumidor de los Libros de Caballerías estaba compuestopor todas las clases sociales lectoras.

12 Menéndez Pelayo, M, op. cu., I, pág. 45913 El problema de la identidad del público lector de novelas de

caballerías está lejos de estar resuelto. Existen dos posturas funda-mentales. Por un lado, hay críticos como Máxime Chevalier y DanielEisenberg en, Romances of Chivahy in the Spanish Golden Age,(Newark, Delaware: Juan de la Cuesta-Hispanic Monographs, 1985,págs. 92-110), que piensan que estas obras estaban dedicadas funda-mentalmente a la aristocracia, tal como se pone de manifiesto en susdedicatorias. Sin embargo, para autores como L. P. Harvey en "OralComposition and the Performance of Novéis of Chivahy in Spain",(Forum for Modern Language Sludies, n" 10, 1974, págs. 270-286), loslibros de caballerías eran conocidos por un público mucho más varia-do. También Martín de Riquer en "Cervantes y la caballeresca", (enSuma cervantina, págs. 273-292. Ed. J. B. Avalle-Arce y E. C. Riley.London, Tamesis Books Limited, 1973), defiende que las novelas decaballerías eran un género popular, por lo que Cervantes las tomócomo centro de su sátira. Para Aubrey Bell en "Cervantes and theRenaissnce" (.Híspame Review, ns 2, 1934, pág. 95), tiene mucho quever en la formación de una nueva literatura "cíe masas" es estrato decultura popular de todo el Renacimiento:

"La cultura en España fue, bástala época del Renacimiento, unacultura popular democrática, considerando que la épica, losromances, las leyendas religiosas, las crónicas y autos, podían serampliamente apreciados por la población analfabeta".'•' Héctor Calderón, Ciencia y lenguaje en el Quijote y El obsceno

pájaro de la noche, Madrid, Pliegos, 1987, pág. 50.

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1=1 Vid. Ciríaco Morón Arroyo, Nuevas meditaciones del "Quijote",Madrid, Credos, 1976. págs. 96 y ss.

16 Sobre el tema pueden consultarse los siguientes libros de DiezBorque: Los géneros dramáticos en el siglo x\7: el teatro hasta Lope deVega, Madrid, Taurus, 1987; Historia del teatro en España, Madrid,Taurus, 1984; Sociología de la comedia española del siglo xvn, Madrid,Cátedra, 1976.

n Noel Salomón y Máxime Chevalier, "Creación y público: paraLina sociología literaria de los siglos de oro", en Francisco Rico,Teoría y crítica literaria de la literatura española, Madrid, Crítica,1983, pág. 79.

18 Alonso López Pinciano, Philosopbía antigua poética, Ed. A.Carballo Picazo, 3 vols. Madrid, CSIC, 1953, vol. 1, pág. 213.

19 Un buen estudio sobre el aspecto productivo de la experienciaestética lo encontramos en el trabajo de Hans Robert Jauss,Experiencia estética y hermenéutica literaria, Madrid, Taurus, 1986.En él expone precisamente cómo el aspecto creativo de los artistasdepende de una temporalidad y de unas estructuras sociales concre-tas. El concepto de "originalidad" es fundamental, y se va gestando alo largo de la Edad Media en un proceso lento y progresivo.

-" Podríamos referirnos, por ejemplo, a la discusión que se estádesarrollando en el seno de nuestra sociedad en los últimos tiempos,centrada sobre las consecuencias de la violencia televisiva en los másjóvenes. Desde algunos sectores se reclama la intervención directa delos gobiernos sobre éste y otros temas (como el de la publicidad), por-que de nuevo se considera a la población indefensa ante la omnipre-sencia de los medios de comunicación masivos. Sin embargo, el cam-bio responde a un proceso general que afecta a la concepción delsaber en las modernas sociedades. (Vid Lyotard págs. 18 y 19.)

21 Vid. Américo Castro, De la edad conjlicliva, Madrid, Taurus,1972.

-- Américo Castro, El pensamiento de Cenantes, Barcelona, Noguer,1972, pág. 225.

23 Américo Castro, Hacia Ceñíanles, Madrid, Taurus, 1967, (1a ed.1957) pág. 378 y ss.

-' Américo Castro. Ibid., pág. 378.

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LA POÉTICA DE CERVANTES

Lo que tradicionalmente se ha definido como el término de"poética", no se reduce a una serie de normas rígidas, dereglas de juego de las que los escritores no podían salirse,sino que su organización y su desarrollo nos sirven paraanalizar todo lo que el autor utiliza como transgresor, por-que el auténtico creador (incluso el que tiene que ver con lafilosofía o la ciencia) es aquél que es capaz de crear a basede unas reglas aprendidas, pero que aporta algo a esa seriede leyes que definen el "juego artístico". Cervantes es unartista porque fue capaz de retomar la tradición y superarlahaciendo posible el desarrollo de la novela moderna, dejan-do translucir en sus obras que se encontraba en una encru-cijada temporal que iba a determinar una nueva posicióndel individuo occidental frente a la literatura de ficción: lalectura, la interpretación como génesis de un nuevo sentidocrítico burgués (piénsese en "El Retablo de las Maravillas");la lectura como un enriquecimiento personal que abre elcampo de la estricta racionalidad interpretativa.

Por otra parte, cabe pensar que el estatuto de las obrasliterarias no estuviera todavía claramente definido en unasociedad con una burguesía en desarrollo, algo que pone enevidencia el carácter eminentemente oral con el que conta-ba la literatura en la que el significado variaba claramentesegún el público por el que fuera recibido; cada grupo,incluso cada individuo era susceptible cíe retener ciertospasajes de lo leído o narrado ensalzando uno u otro en lamemoria. PCM- ejemplo en La Celestina en la edición de

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Toledo de 1500 el "corrector de impresión" añadió un infine con el título: Dice del modo que se ha de tener leyendoesta tragicomedia, es decir, cómo el lector ha de entender eltexto. El lector debe leer en voz alta y los apartados entredientes "cumple que sepas hablar entre dientes", se debevariar el tono "A veces con gozo, esperanza y pasión/ Aveces airado, con gran turbación/Pregunta y responde porboca de todos/ Llorando y riendo en tiempo y sazón". En elprólogo a la edición de Zaragoza de 1507 hace una clarareferencia al auditorio: "Así que cuando diez personas sejuntan para oír esta comedia en quien quepa esta diferenciade condiciones, como suele acaecer, ¿quién negará quehaya contienda en cosa que de tantas maneras se entien-da?". Tal como aparece en El Quijote en el capítulo XXXII dela primera parte, la literatura y la vida resultaban difícilmen-te separables, y no sólo para el público vulgar, aunqueserían éstos los que no podían concebir la literatura fuera dela realidad, sin un antecedente real; en definitiva, un hechoque pone en evidencia la locura quijotesca. Como veremos,tanto el Ventero corno Don Quijote son las dos caras de unamisma moneda. Uno no concibe el estatuto de lo ficticio, yel otro está atrapado en el pecado de lo excesivo, de lo lite-ral, de lo ficticio. Tal como afirma Jauralde Pou: "La literatu-ra es un logro, invento, un concepto forjado y mantenido ysustentado por las nueva mentalidad burguesa y sólo lenta-mente arraiga en otras capas de población"1.

Cervantes fue un escritor de su tiempo que toma partidoante los problemas que ocupaban la mente del ser humanodel Siglo de Oro. Sin duda, es el escritor que más claramen-te plantea una contradicción constante a lo largo de su obra,hasta el punto que, en muchos casos, no sabemos si está uti-lizando la hipocresía más perfecta o la candidez propia delingenuo ante la vida. En todo caso, no debería ser ésta unahipótesis de la que partir para conocer la posición deCervantes ante los problemas teóricos que se le plantearona los creadores de los siglos xvi y xvn, ya que, si bien no fueun crítico, fue un hombre con una sensibilidad propia de los

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genios que consiguen captar y plasmar la realidad sentimen-tal e ideológica de un pueblo en un momento concreto de suhistoria. Cervantes logró crear un libro genial en el que senos permite "leer" la problemática de una época. Tal comoafirma Carlos Fuentes:

"mas allá de la biografía y de la historia está DonQuijote mismo, el libro, el hecho estético que alteraprofundamente las tradiciones de la lectura y de laescritura en relación con la cultura que precedió altiempo de Cervantes, la cultura que le tocó vivir y,desde luego, la cultura que había de sucederle"2.

En el siglo xvi no se hizo en España teoría literaria ensentido estricto, al contrarío de lo que había sucedido enItalia, donde se conocieron y discutieron muy pronto LaPoética de Aristóteles y el Ars Poética de Horacio. La prime-ra, no fue traducida al español hasta 1626, pero sí sedifundió gracias a la Filosofía antigua poética de LópezPinciano de 15963. Su importancia fue que, por primera vez,la obra de Aristóteles puso de manifiesto una gran preocu-pación por los fines y los medios de la literatura en unaEuropa atormentada por cuestiones políticas y religiosas. Lointeresante sería conocer hasta qué punto Cervantes partici-pó de estas preocupaciones, sí conoció la obra deAristóteles y qué posición tomó ante ella. Sabemos que con-testar de un modo rotundo a estas cuestiones es imposible.Pero podemos pensar en Cervantes como un hombre auto-didacta, atento a las discusiones que se desarrollaban congran ardor, precisamente en los años en que vivió en Italia,no permanecería ajeno a esta problemática4. Si no hayreferencias directas a la Poética en la obra de Cervantes, sí sepuede encontrar al Orlando furioso, que seguramente cono-ció los años que vivió en Italia cuando se encontraba tam-bién en auge la obra de Tasso.

Si no podemos catalogar a Cervantes de creador plena-mente intencionado, si en su obra intervino lo casual como

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elemento creativo, si podemos decir que Cervantes fue unautor sensible a la problemática teórica de su tiempo, hechoque podemos rastrear en toda su obra9. En el Quijote (11,3),aparece esa idea de creación intencionada, aunque comootras veces, envuelta en ironía y falsa modestia:

"...el pintor de Ubeda, al cual preguntándole qué pin-taba, respondió: "Lo que saliere." Tal vez pintaba ungallo, de tal suerte y tan mal parecido, que era menes-ter que con letras góticas escribiese junto a él: "Este esun gallo". Y así debe de ser de mi historia, que tendránecesidad de comento para entenderla."

Con Cervantes la crítica no ha sido en ningún caso uná-nime. A veces se le ha descrito como un escritor ligero ydespreocupado de todo problema teórico, mientras queotros comentaristas han destacado su gran capacidad crítica.Lo que podemos deducir es que la teoría literaria deCervantes aparece disuelta en sus obras, como por ejemplo,en diversos pasajes de Viaje al Parnaso, comentarios delautor, algunos personajes en La Calatea, Don Quijote, o ElCanto de Calíope. Cervantes conoció las teorías de la épocay las supo plasmar de un modo literario, tal como ha suce-dido con la mayoría de los escritores, que casi nunca handesvelado de manera explícita su poética.

TEORÍA LITERARIA EN EL SIGLO DE ORO

En todas las épocas de la historia crítica, uno de los inte-reses metodológicos ha sido el intentar solventar los pro-blemas que plantea la interpretación del mundo —y portanto de los textos-, y obtener una cierta garantía de queésta es correcta. Ni los métodos científicos, ni los filosóficos,ni los literarios han proporcionado una solución definitiva alproblema. La ciencia de la interpretación aparece como sub-sidiaría de otras disciplinas más generales que van de lo filo-

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sófico a lo científico, tal como demuestra el interés en nues-tros días por el problema de la interpretación y todo sudesarrollo crítico.

Con el Renacimiento muchos principios teóricos hereda-dos del mundo antiguo comienzan a evolucionar, incluso enaquellas concepciones que tienen que ver con la percepcióny la observación del mundo. Hasta el Renacimiento la sepa-ración que nosotros encontramos evidente entre lo quevemos, lo que nos ha sido transmitido como aprendido-como pensamiento u observación ajena- y lo que otroshan imaginado o creído no existía corno tal. El dato apre-hendido por observación, el documento histórico y elmundo de la fábula eran poseedores del mismo estatutoontológico6. Foucault decía que "no era que la ciencia vaci-lara entre una vocación racional y todo el peso de una tra-dición ingenua, sino que había una razón muy precisa yapremiante: los signos formaban parte de las cosas, en tantoque en siglo xvu se convierten en modos de representa-ción"7. Durante la Edad Media, las interpretaciones "teníanque ser correctas" y ajustadas a los principios que goberna-ban el mundo por el simple hecho de que el mundo estabaregido por una deidad benévola. Sólo existe aquello quenos permite ver la perfección, si no es así es que algo impi-de al ser humano que vea la realidad verdadera oculta a susojos, por lo tanto, tal como decía Marc Bloch: "El resultadode esta visión era que en general la observación se descui-daba en beneficio de la interpretación"8. La interpretacióntenía como instrumento de cognición el símbolo, que podíaacercarse a los dos mundos (inteligible y sensible) que com-ponían el alma humana9. Lo que ocurrió en el Renacimientoes que se produjo un cambio de episteme por el que elvínculo entre el lenguaje y el mundo se rompe. Por primeravez, el principio de autoridad y la preeminencia de la escri-tura a la que aludíamos en la Edad Media, se da por defini-tivamente superada. Ahora, el principio de autoridad de loescrito, de lo intelectual, debe dejar paso a los sentidos: loque se ve, lo que se oye, lo que se puede experimentar con

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para facilitar la comprensión lingüística de las comunidades.Cervantes representa de modo literario las ideas de"conciencia" y "discurso humano" que habían sido objeto demeditación durante el siglo xvi. Para ello parte de nuevo delas ideas que aparecen expuestas en El Pinciano, así como enel libro de Juan Huarte de San Juan Examen de ingenios parala ciencia. Estos dos teóricos coincidieron en la imposibili-dad del ser humano para acercarse de una manera absolutaal conocimiento. Como para Cervantes, la verdad es un con-cepto frágil. El artista sólo pude poner en marcha el ingenionarrativo que posee para alterar los signos lingüísticos tradi-cionales para dar lugar a otros nuevos. Con ello, nace unnuevo concepto de subjetividad que debe ser estudiada,contrastada y puesta en relación con los efectos que los tex-tos escritos pueden causar en la subjetividad del lector11.

Los géneros se delimitaban por una serie de normas quevariaban de uno a otro, y aunque la novela resultaba ser unode los más libres, estaba también regida por los principiosde concordancia y consonancia. Cuando la mente de unlector entra en contacto con una obra, debe de existir unaarmonía tanto ideológica como estructural. O lo que es lomismo, las obras deben poseer una unidad formal y serverosímiles. Las faltas de verosimilitud afectan a la sustanciade las obras; y las imperfecciones estéticas a la forma de lamateria artística que se combinan en la mente del lector.Cervantes trata el problema que se plantea en cuanto algénero novelístico en el capítulo cuarenta y siete de la pri-mera parte, expuesta por el canónigo. En ella presenta unateoría cercana a El Pinciano y el problema de diferenciar lapoesía épica de la prosa caballeresca. En la Edad Mediaambas se confunden, y en el siglo xvi los creadores intenta-ron reconciliarlos en las novelas de tipo bizantino que reco-gían tres elementos: el elemento culto, la épica antigua y losLibros de Caballerías.

Cervantes se enfrenta también a la dicotomía arte-natu-raleza, y al problema de utilizar ambos elementos para crearuna obra literaria. La cuestión es cómo ordenar todos los

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materiales dispersos en la naturaleza. Así surgen dos ideas:el arte como representación de los fenómenos naturales, yel arte como proceso creador que es capaz de interpretar lanaturaleza. Don Quijote, en el capítulo cincuenta de la pri-mera parte dice: "el arte, imitando a la naturaleza, pareceque allí la vence". Pero este planteamiento no resultaba tansencillo cuando surgía el problema de considerar la natura-leza como "artística" y el arte "natural". El concepto de"Verosimilitud" venía a solucionar este dilema, al concebir loverosímil como lo perfecto: el mostrar las cosas no comoson, sino como deberían ser. De hecho, tal como afirmaRiley, los conceptos de "imitación" e "invención" -que hoynos parecen prácticamente antitéticos-, en el Siglo de Orose confundían. Cervantes nos ofrece una perfecta definiciónneoaristotélica de los conceptos de "poeta" e "historiador":

"...pero uno es escribir como poeta, y otro como his-toriador: el poeta puede contar o cantar las cosas, nocomo fueron, sino como debían ser; y el historiadorlas ha de escribir, no como debían ser, sino comofueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna..."(II, 3)

Por último, recordemos la preocupación teórica quesurge por el público en la época. Mientras los literatos ita-lianos se interesaron por cuestiones de teoría literaria, enEspaña surgió la preocupación por los temas morales y lapregunta fundamental fue precisamente qué sucede con elantiguo binomio "prodesse e delectaré'. Ambas funcioneseran atribuidas al género poético. El binomio fue aceptadodurante siglos, pero en la época se añadió un tercer requisi-to de la retórica: la poesía debía producir emoción en el lec-tor. Durante mucho tiempo el prejuicio de que la poesía eramera distracción aparecía bastante a menudo, desde elMarqués de Santillana a fray Luis de León o Herrera. Desdela difusión de la Poética de Aristóteles esto no vuelve a suce-der. Cervantes no trata como obras menores las obras poé-

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ticas, pero haciendo uso de su ambigüedad, en muchas oca-siones hace una defensa de la literatura como formaciónreligiosa: El Canónigo aconseja a don Quijote la lectura delibros sagrados; cuando va a morir, se lamenta cíe no tenerya tiempo para leerlos porque son "luz del alma" (11,74); elCanónigo resume también la finalidad de escribir en "ense-ñar y deleitar juntamente" (1,47). Son muchas las referenciascíe este tipo en Cervantes; sin embargo, creemos como Rileyque, el "prodessé" cervantino estaba más que nada relacio-nado con el concepto de "ejemplaridad" neoaristotélico:"Cervantes estaba tan obsesionado por el problema de laverdad en la literatura que resulta difícil no llegar a creerque para él, la "utilidad" de la prosa narrativa estaba supe-ditada sobre todo da su verdad poética". El placer de lasobras cíe ficción dependía entonces de la "verdad poética"1-.Lo excesivamente imaginativo ofende a la razón intelectual.Recordemos lo que dice el Canónigo en el capítulo 47 cíe laprimera parte:

"Y puesto que el principal intento de semejantes librossea el deleitar, no sé yo cómo puedan conseguirlo,yendo llenos cíe tantos y tan desaforados disparates;que el deleite que en el alma se concibe ha de ser de lahermosura y concordancia que se contempla en lascosas que la vista o la imaginación le ponen delante;"

Que Cervantes era consciente del problema de la recep-ción literaria lo demuestra, además de sus referencias explí-citas, el hecho de que ha estructurado el libro en variosniveles de lectura y la representación cíe varios lectores tipoque analizaremos en epígrafe aparte.

En definitiva, en Cervantes se observa una adopción delos nuevos conceptos neoaristotélicos: la concepción de laliteratura como entretenimiento, pero no un entretenimien-to negativo que se oponga a la moralidad, sino como unaliberación necesaria del espíritu. Con Cervantes la literaturay el género novelístico se despega definitivamente del mundo

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medieval, por eso Don Quijote dice: "sólo me falta ciar alalma su refracción, como se la daré escuchando el cuentodeste buen hombre" (1,50).

LÍMITES ENTRE ARTE-VIDA

Hablar de límites acaba por hacerse casi siempre imposi-ble y muchas veces hasta ridículo, sobre tocio, si lo queponemos en el punto de mira es una obra cíe ficción. Poreso es mejor ser prudentes y centrarnos en algo más tangi-ble que un límite entre arte y la vida: el problema de lamimesis entre ambas; es decir el reconocimiento tanto deunos objetos como de un tiempo que extraemos aparente-mente cíe "lo real". La elaboración artística consigue quepodamos representarnos un objeto del mundo, pero a costade mantenernos siempre cautivos cíe la forma que el artistaha dado a su obra cíe arte (y que puede no tener nada quever con nuestra representación de la realidad)13. Una vezmás parece que la preocupación de los escritores del xviestá todavía sin resolver; o mejor sería decir que necesita-mos continuamente replantearnos viejas cuestiones paraformar nuestro sistema teórico. En la actualidad, el proble-ma cíe la mimesis sigue afectando al hecho de intentar defi-nir el estatuto que otorgamos a la ficción, y cómo la pone-mos en relación con el mundo.

Hemos dicho que por varios factores (teóricos: neoaris-totelismo; literarios: literatura realista), la realidad tomaposesión cíe una nueva literatura que está gestándose conlos cambios sociales y artísticos del Renacimiento. Cervan-tes se hace eco de la preocupación cíe este tiempo por com-paginar la realidad con lo imaginario de la literatura. Talcomo afirmó Américo Castro: "Si hay en Ceivantes una pre-ocupación máxima, sería la de expresar literariamente elcontraste entre las imaginaciones extraordinarias y fantásti-cas y la experiencia común y usual"11. En esta época la rea-lidad parece haber ganado definitivamente la batalla al

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múñelo ideal dentro del campo literario. Sin embargo, unaidea que parece tan sencilla sabemos que no lo es tanto sipensamos que en cierto modo somos nosotros los que fabri-camos nuestra propia realidad cuando pasa por el filtro cíe laspercepciones. La realidad es, también en palabras cíe AméricoCastro, algo "oscilante" imposible cíe ser aprehendida cíe unmodo absoluto desde la razón. El tema no era nuevo en laépoca cervantina que hundía sus raíces en la teoría neoplató-nica: el antiguo tema del "engaño ante los ojos", el no poderllegar claramente a discernir clónele empieza la imaginación ydónde la realidad. Cesare Segre aporta una idea interesantedel trabajo de Cervantes cuando dice que: "Cervantes noestigmatiza tanto la pasión por los libros de caballerías, sinola confusión cíe la literatura con la vida"is, o mejor, comomuestra del ser humano que busca continuamente el fabri-carse una realidad coherente con su mundo imaginario. Talvez sea esto lo que da un carácter verdaderamente modernoa la novela de Cervantes. Para Francisco Ynduráin "...lo quecía la configuración específica a la novela moderna a partir delQuijote es justamente la tensión entre realidad y visión ideal,entre un mundo dado, concreto e histórico, y una personali-dad no concorde con aquél, sino en colisión""'.

Don Quijote es el personaje que duda cíe las percepcio-nes de la realidad: "Como a nuestro aventurero todo cuantopasaba le parecía ser hecho y pasar al modo cíe lo que habíaleído" (1,2). La visión sobre el mundo se vuelve calidoscópi-ca, múltiple, muchas veces incomprensible si no fuera por lafirme voluntad humana cíe proporcinar una coherencia:

"Ancla entre nosotros siempre una caterva cíe encan-tadores que todas nuestras cosas muelan y truecan...,y así, eso que a ti te parece bacía de barbero me pare-ce a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le pareceráotra cosa". (D.Q. I, 25).

El Renacimiento coceptualizaba la idea cíe realidad nocomo algo que se cía hecho, sino que se debe construir por

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medio de la experiencia. El mundo ya no es meramenteinterpretable, y relativo, ahora existe un criterio científicobasado en la experiencia. Recordemos algunos pasajesdonde Cervantes alaba insistentemente el método experi-mental de conocimiento: En el Persiles, 1,14

"La experiencia en todas las cosas es la mejor maestrade las artes".

También en Laberinto de amor, II, 319:

"Y si lo ignoras, te adviertoque son seguras verdadeslas que la experiencia apura."

En La Entretenida, III, 74:

"No se ande con esferas,con globos y con máquinasde inteligencias puras;entienda, espere, escuche, advierta y mire".

Muy estudiado ha sido el pasaje de la cueva deMontesinos en el que Don Quijote reflexiona sobre su iden-tidad, y que en muchos casos se ha considerado como ante-cedente del "pienso luego existo" cartesiano:

"pero el tacto, el sentimiento, los discursos concerta-dos que entre mí hacía me certificaron que yo era allíentonces el que soy aquí ahora". D. Q. 11,23

La experiencia es la fuente de la verdad, pero para queésta sea válida se necesita un esfuerzo intelectual de aten-ción, porque los sentidos no son completamente fiables.Ante esto, contamos con la existencia de un conocimientointelectivo que nos permite acceder al mundo que no pode-mos conocer directamente. En un pasaje del Persiles diceCervantes:

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"Las lecciones de los libros muchas veces hacen máscierta experiencia que las cosas, que no la tienen losmismos que las han visto, a causa que el que lee conatención repara una y muchas veces en lo que valeyendo, y el que mira sin ella no repara en nada, ycon esto excede la lección a la vista" BAE 1,6.38a.

Don Quijote construye la realidad del mismo modo quela construye Sancho. No es que Don Quijote no vea la reali-dad, sino que deja de convertirse en su primer referentecuando ésta se pone en relación con su ideal de perfectocaballero17. Don Quijote crea su propia realidad, -mientrasle dejan-, y de ahí extrae su fuerza para la aventura, para laautoafirmación personal, no frente al mundo, sino en elmundo. Transforma la bacía de barbero en yelmo deMambrino, pero no fue él quien hizo la primera transforma-ción del objeto, sino el propio barbero al ponérsela en lacabeza utilizándola como una celada. No sólo nuestro per-sonaje transforma la realidad, en la vida diaria realizamoscontinuas adaptaciones, cambios de usos, transposicionesde sistemas, etcétera, porque esta manera de actuar es lacapacidad de invención en sí misma.

Cuando don Quijote se encuentra con el mundo trans-formado en toda la segunda parte de la obra —según su pro-pia imaginación- se desilusiona y muere. Don Quijotechoca con la realidad en el capítulo X de la segunda parte.Dulcinea aparece ante sus ojos vestida de realidad y elmundo se torna para don Quijote en un mundo de artificioscreados por los otros para él y para Sancho. Comienzaentonces la locura de la humanidad, los Condes son ahoralos que enloquecen y juegan a formar parte del imaginariode don Quijote, que por primera vez encuentra representa-do el mundo de las novelas de caballerías. Precisamente enese momento es cuando decide ser cuerdo y morir. DonQuijote encarna así el nuevo papel que la literatura tieneque jugar en un mundo de por sí divergente. En palabras deCarlos Fuentes:

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"Si la realidad se ha vuelto plurívoca, la literatura lareflejará sólo en la medida en que obligue a la propiarealidad a someterse a lecturas divergentes y a visio-nes desde perspectivas variables. Pues precisamenteen nombre de la polivalencia de lo real, la literaturacrea lo real, añade a lo real, deja de ser correspon-dencia verbal de verdades inconmovibles o anterioresa ella. Nueva realidad de papel, la literatura dice lascosas del mundo pero es ella misma una nueva cosaen el mundo"18.

La impresión de que la realidad es algo construido porun pacto implícito entre aquellos que comparten unmomento histórico es una idea moderna que aparece ya enel texto cervantino y que acerca de nuevo la obra a nuestrosdías. Así Berger y Luckmann han presentado la tesis desa-fiante y de muchísimo éxito teórico de que "la realidad seconstruye socialmente"19. Si la realidad podríamos definirlacomo una cualidad propia de los fenómenos independien-tes de nuestra propia voluntad y el conocimiento como lacertidumbre de que los fenómenos son reales y poseencaracterísticas específicas, la vida se nos presenta como unarealidad personal, interpretada por nosotros mismos y queadquiere un significado subjetivo de un mundo coherente.Sin embargo somos conscientes de que la realidad no sepresenta como algo unitario, sino que se desarrolla a variosniveles con distintos grados de consciencia: sabemos queexisten los sueños, la imaginación, los hechos... y todosconviven en nuestra conciencia. Sin embargo, hay una rea-lidad de la que no dudamos: la vida cotidiana que organizanuestra existencia de acuerdo a un "aquí y ahora" y queposee una sensación de inmediatez en relación directa con laproximidad a mi espacio histórico-temporal susceptible deser manipulado por nuestro cuerpo. Ese espacio evidenteque comparto con los otros es el "sentido común", la certezapor antonomasia que se diluye en la medida en que me alejode la inmediatez porque "La realidad social de la vida coti-

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diana es pues aprehendida en un continuum de tipificacionesque se vuelven progresivamene anónimas a medida que sealejan del "aquí y ahora" de la situación cara a cara"20. Y enesta progresiva indeterminación, ¿qué papel juega el lengua-je -materia prima de los textos literarios- y herramienta evi-dente de la comunicación humana? El lenguaje es el elemen-to perturbador que posee la capacidad de trascender el "aquíy ahora", y es capaz de poner en comunicación lo que consi-deramos más próximo y más lejano, o lo que concedemosmayor o menor determinación de realidad consiguiendotranscenderla, y así "aunque el cúmulo social de conocimien-to presenta al mundo cotidiano de manera integrada, dife-renciando de acuerdo con zonas de familiaridad y lejanía, latotalidad de ese mundo queda opaca. Dicho de otra forma, larealidad de la vida cotidiana parece ser una zona de claridaddetrás de la cual hay un transfondo de sombras"21. De ahí lagenial intuición de Cervantes, el haber planteado que la fic-ción tiende un puente constante, es un hilo conductor entrela realidad más próxima e inmediata y esa "zona de sombras"que es al fin y al cabo es tan real como lo inmediato. Por esoutiliza la figura de un loco, porque a él le está socialmentepermitido poner de manifiesto esa zona de oscuridad, la granpresente y ausente de las relaciones sociales, que se pone demanifiesto al intentar ocultarla, al condenarla al silencio. DonQuijote es el personaje que habla y al hacerlo, hace presenteen su lenguaje un mundo que no existe más que en el mundoliterario de un sector culto (El Canónigo de Toledo, El bachi-ller Sansón Carrasco, el cura) y en la imaginación del pasadodel lector vulgar (Juan Palomeque o El ama).

Con Cervantes queda definitivamente destruida la posi-bilidad de entender de un modo unívoco los textos. Dealgún modo, nos condena a la interpretación plural delmundo. Como Teseo, no hemos encontrado todavía la sali-da del laberinto, pese a haber conseguido matar al Mino-tauro. El hilo de la interpretación unívoca del mundo se haroto, la vuelta a la seguridad de un mundo exterior, al textoordenado, es imposible. Casi cuatro siglos después segui-

mos instalados en la riqueza interpretativa que nos ofrecenlas paredes de espejos del laberinto.

NATURALEZA DE LA VERDAD ARTÍSTICA:REALIDAD-FICCIÓN, VEROSIMILITUD-CREDIBILIDAD

El proceso que hemos descrito es el descubrimiento dela existencia de una nueva forma de realidad: la realidadartística. Pero no es un proceso exclusivamente cervantino,ya que otros autores contemporáneos suyos mostraron ensus obras el mismo fenómeno. Shakespeare tal vez hayasido el que con mayor fuerza plasmó el problema del serartístico, la duplicidad de la realidad: Hamlet, es el perso-naje acorralado entre lo que percibe y el deseo de actuar.Hasta el siglo xvn, sueño y ficción eran entendidos de unmodo negativo: una falta de realidad, como un modo defi-ciente del ser real. En el siglo xvii aparece el idealismo y lasideas del "Yo" de Descartes, Leibniz o Pascal, que tienden arealizar una unificación de lo subjetivo, pero las manifesta-ciones de ese "yo" unificador de la experiencia en el mundoaparece antes en literatura en autores como Shakespeare,Quevedo, Calderón o Cervantes. Don Quijote es un perso-naje nuevo porque se presenta ante nuestros ojos conun estatuto de realidad que no aparecía en la literatura ante-rior. Pensemos en la reflexión que Julián Marías hace al res-pecto:

"Pienso que el Quijote tiene un extraño carácter ina-gotable, y esto no es una ponderación, sino una deter-minación precisa; y no le viene de lo que tiene de"arte", "literatura" o "ideas", sino de su realidad. Loverdaderamente real es en cierto modo inagotable. Lafilosofía ha pensado mucho tiempo que el individuotiene alguna infinitud, en el sentido de que tiene infi-nitas notas. Un género o una especie se definemediante un número limitado de notas; pero un indi-

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viduo no, porque siempre se le pueden añadir más: noes infinito ciertamente, pero sí indefinido: una reali-dad en sentido estricto tiene una quasi-infinitud que leviene de su concreción"22.

La autenticidad del personaje cervantino, su impactosobre los lectores de distintas épocas no le viene de la reali-dad en sí, sino que se genera precisamente en la ficción. Larealidad quijotesca proviene de la lectura de los libros decaballerías, de la literatura, y a ella hace referencia constan-te para autolegitimarse como personaje literario y comopersonaje real. Don Quijote no hace algo muy distinto delresto de los seres humanos, obligados a crear la realidad abase de muy pocas experiencias directas con el medio. Unode los hallazgos más importantes de la literatura cervantina,es el haber puesto en evidencia el valor de lo imaginario enestructuras narrativas concretas y un tiempo narrativogenial.

Las técnicas para conseguir los efectos de realidad en laobra cervantina son varias -de ahí que juzguemos de pococasual de la invención quijotesca-. En la primera parte,vemos cómo aparecen plasmadas perspectivas diferentes dela realidad desde puntos de vista diferentes que se presen-tan por boca de los personajes, así como ironías constantesa las que somete al lector. También, aparecen episodios quemuestran el mismo suceso pero que tienen distinto valor ydesarrollo. En la segunda parte, el efecto verosímil lo da elhecho de entremezclar diversos temas que se atienen a latrama principal. Para leer a Cervantes, el lector tiene queponer en marcha toda su capacidad generadora de verosi-militud, ya que somos los lectores los que debemos dar elsentido según como lo queramos entender. Cervantes sabíalo necesario que era el hecho de tener que desarrollar unpacto con el lector. Cristina Percas de Ponseti lo deja bienclaro al referirse a la unidad estructural de la segunda partede El Quijote:

"Medio en broma, medio en serio, irónico y sincero aun tiempo, Cervantes desafía al lector a comprome-terse a un acto de introspección, para participar en lacreación del Quijote II. Hasta le adula llamándole"prudente" para que juzgue por sí mismo la realidadde la ficción, como en el caso del descenso de DonQuijote a la cueva de Montesinos. En episodios comoel de la cueva, el de Maese Pedro, el del barco encan-tado, encierra Cervantes la diversidad temática de unmundo "dudoso y posible" que ha de admirar, sus-pender, alborozar y entretener poniendo ese tipo deambigüedad significativa que repercute en todo lec-tor"».

Don Quijote es el ser ficticio por antonomasia por ser nosólo un personaje de ficción, sino porque además nace de laposesión de lo ficticio, de la lectura que todo lo transforma.Don Quijote se pasea siempre sobre la cuerda floja quesepara la realidad de lo que no existe como tal: un mundocompuesto de realidad y de ficción. Su constante malabaris-mo, delante de la sonrisa irónica de Cervantes, ha estreme-cido durante siglos a todos los que se han puesto a pensarsobre la obra. El problema no es la confusión de la realidad,de lo creíble con el mundo imaginario; el problema es ladificultad de separar ambos mundos. Tal como dice OctivioPaz, la clave de la obra cervantina hay que buscarla en la crí-tica a la realidad porque:

"...la duda del héroe novelesco sobre sí mismo tam-bién se proyecta sobre la realidad que lo sustenta.¿Son molinos o son gigantes lo que ven Don Quijotey Sancho? Ninguna de las dos posibilidades es la ver-dadera, parece decirnos Cervantes: son gigantes y sonmolinos. El realismo de la novela es una crítica de larealidad y hasta una sospecha de que sea tan irrealcomo los sueños y las fantasías de Don Quijote...Épica de una sociedad que se funda en la crítica, la

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novela es un juicio explícito sobre esa misma sociedad.En primer lugar, según se ha visto, es una preguntaacerca de la realidad. Esta pregunta -que no tiene res-puesta posible, porque su mismo planteamiento exclu-ye toda contestación- es un ácido que corroe el ordensocial. Aunque el mundo feudal no sale bien parado enla novela de Cervantes, tampoco su época merece laabsolución"24.

INTROSPECCIÓN Y AUTOANÁLISIS ARTÍSTICO.SEPARACIÓN DEL "YO-AUTOR" Y "YO-PERSONAJE"

Cervantes realizó un evidente esfuerzo por separarse desu obra y, en algunos casos, de su personaje. Aparece porprimera vez en la literatura española la conciencia de la obraartística como "artefacto" (Mukarovsky) independiente delescritor, consciente de que una vez creada y difundida unaobra emprende una marcha social y solitaria a través deltiempo convirtiéndose en un objeto de uso independiente,al margen de su creador, susceptible de ser utilizada, confines diversos, que se alejan en muchos casos de lo estricta-mente literario. A ello alude Sancho Panza cuando dice:

"Es tan clara que no hay cosa que dificultar en ella: losniños la manosean, los mozos la leen, los hombres laentienden y los viejos la celebran; y, finalmente, estan trillada y tan leída y tan sabida de todo género degentes, que apenas han visto algún rocín flaco, cuan-do dicen: "Allí va Rocinante". (11,3).

El libro aparece aquí como un objeto social, que adquiereuna funcionalidad diferente en cada caso, dependiendo de loque cada individuo pueda o quiera hacer con él. El librocomo objeto, como entidad cambiante, como variable de unafunción que se determina por medio de los valores que seadjudique al poseedor-lector-receptor del mismo. Y así,

Sancho hace una relación de todo lo que se puede hacer conun libro como objeto: tomarlo, dejarlo, leerlo, pedirlo...

Por otra parte, Cervantes crea uno de los primeros per-sonajes con finalidad mundana, en palabras de AméricoCastro. Mientras los personajes de los libros de caballeríaseran héroes empeñados en reconstruir un mundo perfectocreado por Dios, Don Quijote habita un mundo dirigido porlos seres humanos que viven al margen de la teología. Elmundo es algo contradictorio y que funciona de maneraautónoma, poblado de artefactos incomprensibles, como"máquinas y trazas, contrarias unas de otras" (Don Quijote,II, 29). Frente a este mundo de objetos extraños al ser huma-no que lo confunden, aparece la autoafirmación de DonQuijote: "yo sé quien soy —respondió don Quijote— y sé quepuedo ser no sólo los que he dicho, sino todos..." (1,5). Unpersonaje que se mueve por el deseo de ser otro25.

Además de la ficción del personaje, Cervantes consigueficcionalizar la figura del narrador. No es cuestión de dete-nernos aquí en el estudio de los distintos narradores y auto-res del Quijote, pues creemos que existen en este campoobras muy interesantes y completas al respecto26. Apuntarsólo cómo Cervantes se sirvió de la antigua estrategia decontar una historia que encontró en un manuscrito, —talcomo sucedía en las novelas de caballerías-. Pero la nove-dad cervantina es que en Don Quijote, Cervantes no se con-forma con esto, sino que intenta separarse de su personajede un modo mucho más sutil, involucrando la recepción dellector. Como ha observado Torrente Ballester: "Es como sidispusiera de dos espejos, uno en cada mano, en ángulorecto el uno respecto del otro, y con cada uno de ellos lan-zase sobre un tercer espejo —el lector— imágenes que sesuperponen, pero de las que todavía no se sabe si coinci-den, si se completan, si se destruyen..."27

Sin embargo, todo el artificio de distanciamiento que elautor utiliza, por ejemplo, como el "yo" que aparece en elprólogo, el aparecer como segundo autor, el traductor, elprimer autor y finalmente el hecho de saberse don Quijote

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personaje de ficción, consigue el efecto contrarío al aleja-miento entre autor y personaje. Cervantes quiso ironizarsobre una ficción pasada de moda y mezclarla con la reali-dad, pero lo que consiguió fue que la realidad acabara asífíccionalizándose. Tal como afirma Cesáreo Bandera: "Elantiquijotismo y el quijotismo son las dos caras del mismofenómeno novelístico, reflejo de la situación inevitablemen-te ambigua en la que el autor se descubre a sí mismo frentea su novela"28. De nuevo nos encontramos con uno de losprincipales y más ricos conflictos que afectan a la obra deCervantes: el problema de la literatura y la vida: cuál es ladiferencia entre ambas (si es que existe), y una interroga-ción nueva acerca de su validez29.

NOTAS

1 Jauralde Pou, Pablo, "Producción y transmisión de la obra litera-ria El Quijote' en Anales Cervantinos, Madrid, CSIC, T. XXI, 1991,págs. 23-50. Cit. pág. 23-50.

2 Carlos Fuentes, Cervantes o la crítica de la lectura, México,Joaquín Mortiz, 1976, pág. 15.

3 Marcelino Menéndez Pelayo, en su obra Las poéticas de los siglosxv-xvii, afirma que fue Juan Páez de Castro, bibliotecario de don Diegode Mendoza, el que hizo la primera traducción de la Poética deAristóteles, aunque no aparece constancia de ello.

4 Para Edward C. Riley, Teoría de la novela en Cervantes, Madrid,Taurus, 1971, el neoaristotelismo de Cervantes no pudo ser importa-do de Italia, precisamente por el hecho de que no aparece en LaCalatea, sino que lo influiría más tarde El Pinciano y otros tratadistas.Otros autores, como Américo Castro, defienden en cambio la posibi-lidad de que hubiera conocido la teoría neoaristotélica en su viaje aItalia.

5 Como es sabido, continúa viva la polémica sobre el tema de siCervantes era un escritor descuidado o no lo era, por la cantidad deerrores y descuidos narrativos, discursivos o estructurales. Para unestudio profundo y novedoso del tema, véase el excelente libro deJosé Manuel Martín Moran, El Quijote en ciernes. Los descuidos deCervantes y las fases de elaboración textual, Torino, EdizionidelPOrso, 1990.

6 Vid. sobre este tema el trabajo de Jorge Lozano, El discurso his-tórico, Madrid, Alianza, 1987.

I7 Michael Foucault, Las palabras y las cosas, México, Siglo XXI,1979, pág. 130

8 Marc Bloch, Feudal Society, Londres, 1962, pág. 83. Trad. esp. Lasociedad feudal, Madrid, Akal, 1987.

9 De ahí el principio de similitud platónico, explicado por MichaelFoucault: Las palabras y las cosas, Agostini, 1985, también como ins-trumento de interpretación del mundo. Las aventuras de los héroesadquieren un valor simbólico porque el combate actúa como "pruebade verdad".

10 Sobre el concepto de mimesis puede consultarse ValerianoBozal, Mimesis: las imágenes y las cosas, Madrid, Visor, 1987; P.Aubenque, El problema del ser en Aristóteles, Madrid, Taurus, 1974; J.P. Vernant, "La categoría psicológica del doble" en Mito y pensamien-to de la greda antigua, Barcelona, Ariel, 1973

11 Vid. las obras de El Pinciano y de Juan Huarte, Examen de inge-nios para la ciencia (1575,1594), Esteban Torre, Madrid, EditoraNacional, 1976. Si se quiere hacer un estudio detallado de la teoría del"ingenio" resulta muy interesante el libro de Héctor Calderón, Cienciay lenguaje en el Quijote y el obsceno pájaro de la noche, Pliegos,Madrid, 1987, en el que habla de la relación entre Juan Huarte, ElPinciano (los dos médicos) y Cervantes.

12 Vid. Edward C. Riley. Op. cit., pág. 140 y ss.13 Nos parece muy interesante la explicación que da Enrique

Lynch sobre la teoría de la "mimesis" aristotélica de James Redfield, ensu libro La lección de Sheherezade, Barcelona, Anagrama, 1987, pág.77 y ss.

14 Américo Castro "El pensamiento de Cervantes", en FranciscoRico, Historia crítica de la literatura española, Tomo 2. Madrid,Crítica, 1980.

15 Cesare Segre, Las estructuras y el tiempo, Barcelona, Planeta,1976, pág. 197. No estamos tan seguros como Segre si Cervantes laestigmatiza, o, más bien, mantiene también en esta ocasión una pos-tura ambigua.

16 Francisco Ynduráin, en Homenaje a Cervantes. II. EstudiosCervantinos, Valencia, Mediterráneo, 1950, págs. 323-338. Cit. pág. 323.

17 Erich Auerhach, en su libro Mimesis: la realidad de la literatu-ra, México, Fondo de Cultura Económica, 1950, hace el siguientecomentario:

"...el idealismo de Don Quijote no es de esta clase. No se basa enuna visión real de las circunstancias del mundo, no es que DonQuijote no vea la realidad; lo que ocurre es que la pierde de vistatan pronto como se apodera de él el idealismo de una idea fija"pág. 322.

18 Carlos Fuentes, Cervantes o la crítica de la lectura, México,Joaquín Mortiz, 1976, pág. 93.

19 Peter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de larealidad, Madrid, Amorrortu, 1986.

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20 Berger y Luckmann, ibid, pág. 51.21 Berger y Luckmann, ibid, pág. 63.22 Julián Marías, Cenantes clave española, Madrid, Alianza Edito-

rial, 1990, pág. 189. Recordemos que Dostoievski decía en su Diariode un escritor-.

"El más fanático de los hombres, el que cree hasta la locura, enla más fantástica figuración que puede caber en la cabeza huma-na, recae de repente en dudas y reservas que hacen sacudir ente-ramente su fe. Y es interesante que esta sacudida ha de producir,no la insensatez condicionada por su locura, no la insensatez deque pueda haber caballeros que atraviesen el mundo por el biende la Humanidad; no la insensatez de las maravillas producidaspor los encantamientos de los cuales se habla en los libros "másverdaderos que existen", no. Al contrario, lo que provoca la sacu-dida es una circunstancia accidental y de segundo orden, puestade manifiesto de un modo enteramente aislado. ¡Lo que al fan-tástico hombre le obsesiona es un anhelo de Realismo!".

Citado de "Dostoievsky y el Quijote" de F. Maldonado de Gueva-ra en Anales Cervantinos III, págs. 365-372 y 465-47.

23 Percas de Ponseti, Helena, Cervantes y su concepto del arte,Madrid, Credos, 1975, pág. 177.

2/1 Octavio Paz, El arco y la lira, México, Fondo de CulturaEconómica, 1973, págs. 226-228.

25 Resulta interesante el estudio de la teoría del "Deseo metafísica"de Rene Girard y desarrollado por Cesáreo Banderas en Mimesis con-flicliva. En él se afirma cómo el mundo literario es un mundo sin Diosy nace de una trascendencia desviada. Los hombres necesitan adorarsiempre algo divino y de ahí surge el deseo de "ser otro" pasando porla mediación de un tercer objeto o persona. En el caso de DonQuijote, es el deseo de ser Amadís el que lo mueve a la acción.

26 Vid. por ejemplo Percas de Ponseti, Cesare Segre etcétera.27 Torrente Ballester, Gonzalo El Quijote como juego, Guadarra-

ma, Madrid, 1975, pág. 36.2K Cesáreo Bandera, Mimesis conflictiva. Ficción literaria y vio-

lencia en Cervantes y Calderón, Madrid, Gredos, 1975, pág. 47.29 Resulta muy interesante en este punto el estudio de José

Echevarría Libro de Convocaciones I: Cervantes, Dostoyevsky,Nietzsche, Antonio Machado, Barcelona, Anthropos, 1986, págs. 13 yss. En él aparece una referencia al libro de Marthe Robert L 'anden elle nouveau-. de Don Quichotte a Kaffka, París, Bernard Gasset, 1963,en el que se plantea la tesis de que en la obra cervantina subyace elinterés constante de llegar a saber qué es la literatura en realidad paralos lectores; si es verdadera o falsa, superflua o necesaria.

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CERVANTES ANTE SUSLECTORES

Al considerar la literatura como comunicación, se vuelvenpertinentes para el análisis de una obra elementos que la crí-tica tradicional no ha tenido en cuenta. Uno de ellos es sinlugar a dudas el estudio de la recepción de una obra en sucontexto específico, y en concreto el análisis del impactoque una obra tuvo entre los lectores de su tiempo. ¿Cómofue recibida por sus contemporáneos la obra cervantina?Para contestar tenemos que recurrir a tres tipos de fuentesescritas: los testimonios no literarios de la época, la crítica ylas referencias directas en obras literarias en general.

La de Cervantes fue una obra de actualidad que atacabaun tipo de lectura en boga en aquel tiempo, pero que seencontraba ya en franco declive: las novelas de caballerías.Sin embargo, su crítica en aquel momento no dejó de seroportunista, y en todo caso poco original. Pulcini y Folengo,por ejemplo, habían puesto ya en aquel momento el temade la caballería en ridículo, tema que contaba ya con unatradición en Italia. Por ejemplo, cuenta Menéndez Pidalcómo en la segunda parte del siglo xiv, Sacchetti habíacreado un personaje del tipo quijotesco, Agnolo di SerGherardo, un hombre que sufría de un afán exagerado deactuar como un joven caballero a pesar de contar con másde setenta años y, como haría después Don Quijote, monta-do en un caballo famélico, cabalga desde Florencia hasta unpueblo vecino para asistir a unas justas. Cuenta la historiacómo el pobre hombre es objeto de burlas por parte de

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unos bromistas. Seguramente Cervantes conocía esta tradi-ción que rehizo adaptándola al ambiente español. En todocaso lo que sí parece seguro es que conociera El entremésde los Romances, obra en la que un labrador, Bartolo, detanto leer romances enloquece1. Seguramente Cervantes nobuscó la originalidad, sino la efectividad de una obra pocoarriesgada desde el punto de vista temático, en el sentido deque cuando escribe la sátira sobre las novelas de caballeríasel género se encontraba entonces en franca decadencia. Elinterés por no incomodar a los lectores se hace patente porel hecho de que en cambio no se riera del género pastoril,todavía en boga y respetado en la época, sin ocurrírsele cri-ticar lo disparatado de unos libros que contaban las historias(bastante absurdas para nosotros) de unos cortesanos dis-frazados de pastores utilizando un lenguaje poético en uncontexto artificial creado ad hoc.

Sabemos que el libro de Cervantes fue una obra de granéxito en la época, sobre todo por el cotilleo y la sátira detipo literario y de costumbres de la época que contenía. Ensu obra Cervantes se rió de mucha gente: en primer lugar dela costumbre literaria de los que se daban de nobles sinserlo; los que incluían sonetos y poemas de proceres delmomento como marqueses, duques, etcétera y en generaltodos aquellos que hacían de las obras una exhibición defalsa erudición: los que se lucían con "famosas anotacio-nes", los que citaban a Platón y Aristóteles sin sentido, o losautores que, como en el pasaje de la Cueva de Montesinosbasándose en Virgilio daban explicaciones históricas inne-cesarias a la ficción. No es de extrañar que la obra no pasa-ra inadvertida tanto para el público culto de la época comopara el "vulgar", convirtiéndose en un "best-seller" delmomento. El interés en el público culto se hace patente enla carta de Lope de Vega escrita en Toledo en 1904 en quehablando de los poetas decía: "ninguno hay tan malo comoCervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote." Esta apre-ciación no fue anecdótica en los escritores cultos: o se le cri-ticó duramente o su presencia fue escasa en los escritores

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moralistas. Nicolás Antonio, por ejemplo, lo definió como"un nuevo Amadís a lo ridículo", o Gracián reaccionó deuna manera incluso colérica en El discreto, donde criticóduramente la obra por considerarla ridicula y jactanciosa.Por entonces Quevedo también escribía su Testamento deDon Quijote. Por otra parte, el teatro, catalizador de ten-dencias sociales y literarias de la época, da muestra del éxitode la obra cervantina. Aparece citado en la obra de SalasBarbadillo El caballero puntual y Gracioso Romance deJuan de Burgos, La arcadia fingida (1621) de Tirso deMolina, La dama duende (1629) de Calderón y Guillen deCastro escribe en 1625 la obra dramática Don Quijote de laMancha.

El verdadero éxito de Don Quijote fue popular, y conello se ganó el desprecio del sector "culto". Es conocida laanécdota que cita Baltasar Porteño en 1926 Dichos y hechosdel Sr. don Felipe III el Bueno que narra cómo el monarca alescuchar las carcajadas de un estudiante dice: "Es estudian-te, o está fuera de sí, o lee la historia de don Quijote". Es evi-dente el éxito de la figura de Don Quijote en su presenciacomo personajes en mascaradas y festejos. Rodríguez Marín,en su libro Don Quijote en América, llega a describir diezocasiones entre 1605 y 1621. Se sabe también que en 1605el caballero portugués Jorge de Lima Barrete se disfraza deDon Quijote en las fiestas de Valladolid celebradas para con-memorar el nacimiento del príncipe Felipe. Muestras delfavor popular hacia el personaje aparecen en letras escritaspara fiestas populares y mascaradas como la de Sevilla delaño 1617 en que los estudiantes de la universidad jurabandefender la imagen de la Inmaculada Concepción.

Por último, sabemos del éxito en el extranjero de la obracervantina por la existencia de prontas traducciones y men-ciones en obras de teatro. Por ejemplo, aparece citado porlos comediógrafos Wilkins Middleton en 1607 y Ben Jonsonen 1610-11. La primera traducción fue hecha por Shelton alinglés en 1612, y conocida es su influencia en el fructíferohumor inglés como Fielding (Joseph Andrews) y Stern

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(Tristam Shandy). Inglaterra fue sin duda el país que antespareció entender el genio cervantino y llevó a cabo cin-cuenta y cuatro traducciones entre los siglos xvn y xvni. EnFrancia la obra se tradujo en 1614, pero no fue apreciadohasta el siglo xix. El libro cervantino, con el éxito que segu-ramente sorprendió al propio autor sigue siendo un buenejemplo para ilustrar lo conflictivo que ha resultado para lacrítica la separación prejuiciosa entre literatura culta y litera-tura vulgar.

CONCIENCIA DE EFECTIVIDAD DE UNA OBRA

Aunque no podamos concretar exactamente en qué con-siste la "literariedad" de una obra escrita, el estatuto por elque un escrito se convierte en parte de un grupo similar a él,sí podemos pensar en el autor como conciencia creativa, yen la escritura como desarrollo de la función comunicativade la obra literaria. Que Cervantes se preocupó por la recep-ción de sus obras y por el sentido artístico de las mismas,nos parece a estas alturas un lugar común. Sin embargo,sería curioso estudiar la ambivalencia con la que juega a lahora de representar su teoría, y para ello, debemos dejar unpoco de lado su Don Quijote y referirnos a dos novelasejemplares: El casamiento engañoso y El coloquio de losperros, por la riqueza de matices que contienen a la hora deexpresar el pensamiento cervantino acerca del valor y lasposibilidades del arte de la ficción. Es el alférez Campuzanoel personaje encargado de esgrimir las preocupaciones lite-rarias del autor. Éste intenta convencer a su compañeroPeralta de la veracidad del Coloquio. Como no lo consigue,apela al placer de leer para satisfacer la curiosidad acerca delo que los perros han dicho. Cuando Campuzano se refiereal gusto de la lectura por el mero entretenimiento que éstacausa, está marcando una línea divisoria entre lo que es laexperiencia real del mundo y lo que es una experienciaestética (y con ello enfrenta también los antiguos problemas

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de verosimilitud e historicidad). Con Cervantes asistimos alreconocimiento del disfrute estético como sano descansodel alma, desprovisto de matices negativos. Dice Peralta:"Señor Alférez, no volvamos más a esa disputa. Yo alcanzoel artificio del Coloquio y la invención y basta. Vamonos alespolón a recrear los ojos del cuerpo, pues ya he recreadolos del entendimiento". El placer de la lectura es paraCervantes una prueba del efectivo funcionamiento denotati-vo del lenguaje.

Volviendo a Don Quijote, en el prólogo el autor pide allector que admire la invención de su novela. Estamos enuna época en la que la imaginación alcanza un valor intrín-seco en sí misma. No se trata de copiar un género canónico.Recordemos, a modo de ejemplo, qué sucedía en los librosde caballerías anteriores. En el Amadís, Montalvo justificabalos temas que llevaban a la salvación del lector, pero pareceavisar de que su libro es ficción de un modo irónico:

"En los cuales cinco libros como quiera que hastaaquí más por patrañas que por crónicas eran tenidos,son con las tales enmiendas acompañados de talesenxemplos y doctrinas, que con justa causa se podráncomparar a los livianos y fiables saleros de corcho,que con tiras de corcho y plata son encarcelados yguarnecidos".

Cervantes consigue librarse en el Quijote de la vieja pre-ceptiva que determinaba el valor literario. Este es uno de losfactores que han hecho del libro uno de los pilares de lanovela moderna. Pero además, en el prólogo renuncia aostentar autoridad sobre el lector, por el hecho de ser el cre-ador de la obra. Cervantes crea un nuevo vínculo de com-plicidad y guiño inteligente con el lector que se demuestrade un modo definitivo al final de la obra cuando hace unadistinción entre su Quijote y el de Avellaneda: El criterio deverdad, de autenticidad que aplica a su obra, no es otro quela existencia de un vínculo anterior imaginario que había

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entre el autor, el lector y obra (II, 74), creado en la primeraparte de Don Quijote. Con todo esto, Cervantes no sólo dalibertad al lector a la hora de juzgar e interpretar, sino que seaprovecha de las nuevas relaciones y vínculos que se esta-blecen con los lectores para moverse en mayores márgenesde libertad creativa.

En el prólogo de 1605 el lector es presentado con todoslos privilegios aparentes. Pero a partir de ese momento, elautor desarrolla un juego irónico cuando escribe el refrán"debajo de mi manto, al rey mato". Podríamos interpretar-lo como un principio de defensa del escritor, pero tambiénde la libertad interpretativa. En todo caso, los megos cons-tantes al lector que eran preceptivos en los libros de caba-llerías, se transforman en Don Quijote en material irónico.Por ejemplo, Cervantes critica en primer lugar la costum-bre de añadir sentencias filosóficas y adornos literarios quejustifiquen que el autor forma parte de la tradición de laautoridad; y en segundo lugar, aparece también la ironíasobre el "sermoncico cristiano" o lo que era, en muchoscasos, una disculpa didáctica para guiar la interpretaciónde la obra. Cervantes separa su invención de las verdades dereligión y no menciona para nada la inspiración divina parala invención de su obra. Pero lo que realmente nos interesaen este momento, es señalar que en el prólogo de 1605,Cervantes realza los valores estéticos (y nosotros diríamosincluso "téticos") de la lectura: "Procurad también que, leyen-do nuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el sueñola acreciente, el simple no se enfade...". Para concluir resultanmuy interesantes las ideas de Edwin Williamson al respecto:

"Cervantes va a transformar estas aventuras en unaexperiencia estética cuyo valor el lector no podrádeterminar por meras consideraciones de verosimilitudhistórica (...) El prólogo de 1605 representa una defen-sa de la imaginación, una reivindicación de la libertadcreadora del escritor frente a la influencia opresiva dela verosimilitud, la historicidad o el didactismo..."2

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A Cervantes le interesa ser efectivo a la hora de presen-tar una obra de ficción, pero la efectividad toma cauces his-tóricos nuevos. Escribe una obra al margen de la tradición"culta" del romance y su legitimación, no la busca en losprincipios de autoridad clásicos de la literatura, sino en elpacto que realiza con el lector por medio de las distintas téc-nicas narrativas, que ponen en marcha un juego de ambiva-lencias constante: las mismas que orientan al lector lo deso-rientan. Es decir, si bien las discusiones sobre teoría literaria(historia vs. fábula, armas vs. letras, etc.), documentacionesde tipo histórico, los reiterados posibles errores de redac-ción, los olvidos, anacronismos, los datos históricos falsos,la multiplicidad de narradores, etcétera, parecen quererconfundir al lector, en realidad consiguen el efecto contra-rio: al no saber en qué grado de verdad nos movemos,comenzamos a mezclar y confundir el libro con la vida y nosentregamos al texto en sí mismo y a la "realidad ficticia" deDon Quijote.

UNA VISIÓN ERASMISTA: ELOGIO DE LA LOCURA,DUALIDAD DE LA VERDAD, ILUSIÓN DE LASAPARIENCIAS O UN NUEVO MECANISMO CRÍTICO

Pese a que Cervantes no nombró a lo largo de su obra aErasmo, debió conocer su trabajo directa o indirectamente3.Sobre todo en su Don Quijote, aparecen temas y formas querecuerdan las doctrinas de Erasmo que habían sido, comohemos dicho, aceptadas por autoridades civiles y eclesiásti-cas, aunque en la época de Cervantes ya habían sido pros-critas. Aparecen tres temas erasmistas: la locura, la dualidadde la verdad, y la ilusión de las apariencias. Con estos treselementos Erasmo había puesto en evidencia la dualidadperpetua del ser humano. Por la razón se puede llegar sóloa formar una opinión de las cosas, y no una razón verdade-ra porque en el mundo conviven cosas tan diversas, opues-tas y oscuras que es imposible que podamos estar seguros

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de alguna verdad, Este tema aparece constantemente enDon Quijote, pero amparado por las percepciones de unloco. Pero el loco es aquel que puede decir la verdad de símismo en sociedad, que puede hacer un uso impune dellenguaje y desvelar los mecanismos que rigen las relacionessociales, ya que posee la dualidad de poder y saber decirverdad. Michel Foucault cuando habla de los controlessociales que se ejercen sobre el discurso decía que:

"Desde la más alejada Edad Media, el loco es aquelcuyo discurso no puede circular como el de losotros(...) en cambio suele ocurrir también que se le con-fiere, opuestamente a cualquier otra extraños poderes,como el de enunciar una verdad oculta, el de predecirel porvenir, el de ver en su plena ingenuidad lo que lasabiduría de otros no puede percibir"4.

¿Cómo era concebida la locura en el siglo xvi? ¿Qué sabe-mos de la relación entre locura e ingenio? Sabemos que, porejemplo para Juan Huarte de San Juan, gran humanista delxvi, en su obra Examen de Ingenios "la locura es un modode ingenio", porque para el Renacimiento el Ingeniumconstituía todo el fondo del Ser. En el Barroco, ese concep-to unitario se disgrega en tres: como "furor poético","melancolía" y "discursividad ingeniosa", y todos estos con-ceptos aparecen mezclados con "sensibilidad", con "imagi-nación", con "entendimiento". Gracián por ejemplo intentósistematizar y caracterizar cada una de ellas. HaraldWeinrich en su excelente trabajo El ingenio lego de DonQuijote decía que los elementos del fenómeno poético-caracteriológico son tres: ingenio, melancolía y locura.Cervantes crea un personaje que posee las tres porque esingenioso, estás loco, y se considera poseedor de unaconciencia melancólica, es "el caballero de la Triste Figura".Esto tiene que ver con la concepción barroca de la locura yel genio, pero también con la medieval de la melancolía: eldelirio melancólico es característico del Ingenium (que

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alberga la melancolía delirante, y por lo tanto la locura) y seexterioriza por una triste figura. Por eso don Quijote es unloco paradójico, porque en realidad es síntesis y realizaciónde una serie de ideas medievales y un renacimiento cam-biante. La paradoja está en el hecho de que Cervantes inven-tó el loco-cuerdo ya que dentro de esa locura admite la dis-creción, en un contraste típicamente barroco. Pensemos enla idea de Erasmo cuando decía que también Júpiter necesi-ta disfrazarse de pobrecillo para procrear pequeños Joves:lo mismo hace Don Quijote para recrear una ficción. DonQuijote es un personaje que pone en práctica una fe, que esen este caso locura, empeñándose en restablecer la certezaunitaria del mundo medieval en un tiempo que esto movíaya a risa5. El personaje y los temas señalados son de raízerasmista porque Erasmo había lanzado el desafío de lalocura. La locura (o la estulticia) como mecanismo críticoque funciona frente a los absolutos de la razón, a las verda-des medievales indudables, y lo hace precisamente en unaépoca en la que había comenzado el dominio de la razón.Pero el tema de la locura no es sólo una preocupación delos erasmistas, sino que afectó a todo el pensamiento delsiglo xvi. Lo que consigue Cervantes (sobre todo en DonQuijote y en las Novelas ejemplares) es desarrollar un méto-do para crear personajes problemáticos que tienen queenfrentarse a circunstancias que le son adversas y que pro-vocan en ellos la locura. La novedad del desarrollo novelís-tico de Cervantes es que descubre que la locura es la vía másapropiada para introducir la ficción en la realidad. Sus per-sonajes no son ni picaros ni pecadores como los de MateoAlemán, porque no buscó doctrinas sociológicas o religio-sas que explicaran la condición humana, abriendo así elcamino de la futura novela psicológica.

Pero no es sólo Cervantes en la época el que expone unacrítica a un sistema nuevo de pensamiento. Shakespearehizo lo mismo con su Hamletj El Rey Lear, dos personajesencerrados en su locura6. Hamlet, es el primer personajeque duda y medita sobre su ser ficticio: "Palabras, palabras,

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palabras...". Como Segismundo, de La vida es sueño, lospersonajes del barroco sienten y muestran el vacío de unapérdida, del mundo centrado en Dios, y el desasosiego deno encontrar una congruencia semejante en el mundohumano. El sentimiento de la preeminencia de lo irracionalha existido siempre a la largo del pensamiento y la creaciónhumana, si bien, expresado de un modo diferente en cadaépoca. Ante la obra de Cervantes aparece como pertinenteel tema de la moderna desorientación filosófica en cuanto alfracaso de los "sistemas" epistemológicos tradicionales y lalógica. Tomémoslo como un síntoma más de un cambio, dela transformación profunda que está afectando a nuestromundo actual.

CERVANTES ENTRE EL FRACASO Y EL TRIUNFO

Poco antes de morir en el prólogo al Persiles, Cervantesse duele de lo mal que se había entendido su Don Quijoteal ser considerado un libro para hacer reír, en la conversa-ción que mantiene con un estudiante con el que se en-cuentra en el camino:

"—¡Sí, sí; éste es el manco sano, el famoso todo, elescritor alegre, y finalmente el regocijo de las musas!Yo, que en tan poco espacio vi el grande encomio demis alabanzas, parecióme ser descortesía no corres-ponder a ellas. Y así, abrazándole por el cuello,donde le eché a perder de todo punto la valona, ledije:—Ese es un error dónele han caído muchos aficiona-dos ignorantes. Yo, señor soy Gen/antes, pero no elregocijo de las musas ni de ninguna de las demásbaratijas que ha dicho"7.

Al escribir Don Quijote Cervantes se sale de la precepti-va prestigiosa de la literatura de su tiempo. Conocida es la

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teoría de que el autor pensaba escribir una novela corta yacabó enamorándose de su personaje al ver las grandesposibilidades que tenía de triunfar con él. De entrada, DonQuijote es un personaje risible porque pone a andar unarquetipo literario pasado de moda, y no sólo porque exhi-biera extrañas actitudes sociales. Pensemos que tan cómicaspodrían haber resultado las imágenes de hombres y mujeresque se transforman en pastores y viven en el campo —lospersonajes de las novelas pastoriles-, como Don Quijoteejerciendo la andante caballería; pero, de hecho, no sucedeasí. Cervantes no hizo reír con estos personajes, simple-mente porque no se trataba de un género caduco, la novelapastoril poseía vigencia en aquel momento y a nadie se leocurriría hacer un parangón entre el comportamiento absur-do de Don Quijote y por ejemplo, Cardenio. Cervantes supode dónde tenía que sacar su éxito irónico y cómo ponerloen práctica.

En todas las sociedades de un momento histórico con-creto existen simultáneamente algunos arquetipos literariosque llegan a funcionar como si pertenecieran al mundo real,sin que resulte fácil la delimitación entre ficción y realidad.Los actuales son otros, evidentemente distintos a los que seobservan en Don Quijote. Podríamos preguntarnos cuálesson, cómo se crean y cómo funcionan. Por ejemplo, ¿existealgún personaje prototípico en la época actual que proven-ga directamente del mundo literario, o han sido todossuplantados 4por los producidos en los medios de comunica-ción? La respuesta no resulta tan fácil, y nos remite al estudiode la manera de producir realidad y prototipos simbólicosque van cambiando a través del tiempo. Lo que es evidentees que Cervantes consiguió un éxito popular muy impor-tante en su época, pero sólo un "éxito popular" en el senti-do más estricto de la expresión. Cervantes, cuando publicala primera parte de su Quijote, es un escritor mayor, que hasido borrado del teatro y que se considera, por ende, malpoeta. Tal vez se rindió a los encantos de un éxito de públi-co, sin saber que al hacerlo conseguía revolucionar todo el

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mundo de la novelística (género hasta entonces de pocoprestigio). Consigue un gran éxito editorial, pero no es reco-nocido por la élite del momento (Recordemos las famosascríticas de Lope de Vega), y posteriormente intentará legiti-marse escribiendo una obra de un género de prestigio: ElPersiles. En vida del autor, El Quijote no lo sacó ni de lapobreza (vendió los derechos de autor de la primera partepor muy poco dinero), ni del desprestigio literario; y ade-más, cuando estaba a punto de terminar su segunda parte,se encontró con la desagradable sorpresa de que alguien sele ha adelantado con la publicación de un Quijote que ame-nazaba la integridad de su obra (y por supuesto el éxito edi-torial). En todo caso, consiguió trascender con su pensa-miento el mero propósito de que El Quijote fuese un librode sátira de los libros de caballerías. Tuvo que moverseentre dos mundos; uno de antiguos ideales que ve desmo-ronarse en pleno período barroco; y el otro real, que tam-bién le ha ido negando casi todo y que se vuelve cada vezmás complejo.

TIPOLOGÍA DE LECTORES

Ya Aristóteles en la Retórica planteaba que en los discur-sos el acercamiento al oyente debe hacerse por el "movi-miento del ánima", porque los oyentes "son arrastrados auna pasión por el discurso, pues no concedemos igual nues-tra opinión con pena que con alegría, ni con amor que conodio"8. La clasificación retórica la realizó precisamentebasándose en el criterio del placer que las distintas pasionesprovocan en el oyente. Las pasiones son entonces "aquellopor lo que los hombres cambian y diferencian para juzgar":la ira, la calma, el amor, el odio, el temor, la compasión,etcétera. Algo similar intenta hacer Gen/antes en su obra,presentándonos una variada tipología de lectores, nivelesde lectura y, por último, la influencia práctica que la litera-tura puede tener sobre sus receptores. Pocos autores habrán

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hecho un análisis tan profundo y variado sobre el tema enla historia de la literatura y habrá que esperar a la época.contemporánea en la que el arte comienza a cuestionarse así mismo y a trabajar sobre "metaliteratura", para encontrarejemplos tan válidos como el libro de ítalo Calvino: Si unanoche de invierno un viajero...; el cuento de CortázarContinuidad de los parques; o el de Borges Fierre Menard,autor del Quijote.

La lectura, aparece articulada en varios niveles en la obrade Cervantes. Por un lado, sabemos del éxito de la novelaen un sector no culto, o mejor dicho, de un decodificadormás o menos literal de su obra; y por otro, el lector capaz deleer entre líneas, de interpretar y "recrear" El Quijote comouna obra llena de matices y distintos niveles que van desdelo simbólico y metafórico hasta lo lingüístico-social9. En estecampo existen trabajos suficientemente aclaratorios, por loque nosotros nos centraremos más bien en la exposición deltipo de lectores que Cervantes presenta en su obra y en lasfunciones de la lectura.

Don Quijote, el lector enajenado

La lectura para Don Quijote son varias cosas. En primerlugar es un modelo de comportamiento. Gracias a ella, consi-gue construirse a sí mismo, y dar coherencia a su universopersonal. Don Quijote crea su personalidad con una claraconciencia de lo que está haciendo, y desde el capítulo IIcomienza a imaginarse "sobre lo que de él escribirá el cronis-ta", o en XIX de la primera parte dice: "No es eso -respondiódon Quijote—, sino que el sabio a cuyo cargo debe de estar elescribir la historia de mis hazañas, le había parecido que serábien que yo tome algún nombre apelativo..."; y en el capítu-lo XX: "-No niego yo -respondió don Quijote- que lo que nosha sucedido no sea cosa digna de risa; pero no es digna decontarse". Pero además, resulta un artificio interesante el deCervantes cuando en el capítulo II de la segunda parte hace

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que Don Quijote sepa por boca de Sancho que su historia decaballero andante está escrita y publicada, y nuestro perso-naje se preocupe sobre manera de "la vida en la fama"; elhecho de que no haya conseguido llevar a cabo suficienteshazañas; y qué y cuándo piensan emprender la tercera salida(cap. IV) para dar más historias que contar al escritor. Es eseprecisamente el momento en que el universo unitario cons-truido por Don Quijote se desmorona. De un modo incom-prensible, no consigue entender cómo pueden los lectoressaber tanto de él y de sus acciones realizadas en soledad: ellector se transforma en un ser omnipotente, es un "Dios" enel universo del texto que lee, y Don Quijote pasa a convertir-se en víctima de su realidad textual porque ahora los Duquesposeen la información necesaria sobre su mundo imaginariogracias a lo que han leído sobre él. Don Quijote es el primerhéroe de aventuras literarias consciente de que está siendoescrita su historia al mismo tiempo que la vive.

Pero nuestro personaje deja de imitar en la segunda partede la historia a Amadís, y se transforma a sí mismo en lamedida en que es leído por los otros. Es decir, Don Quijoteconsigue cambiar la realidad de los demás, no por el hechode llevar a cabo sus aventuras de caballero andante, sinopor su mero carácter de héroe literario que hace que cam-bie la realidad de los otros cuando tienen que adaptarse a sumundo imaginario. Sansón Carrasco, queriendo curar lalocura de Don Quijote, acaba, convertido él mismo en elCaballero de los Espejos; contradicción que pone en evi-dencia su criado, cuando le dice:

"-Por cierto, señor Sansón Carrasco, que tenemosnuestro merecido: con facilidad se piensa y se aco-mete una empresa, pero con dificultad las más de lasveces se sale de ella. Don Quijote loco, nosotros cuer-dos, él se va sano y riendo; vuestra merced quedamolido y triste. Sepamos, pues, ahora: ¿cuál es másloco, él que lo es por no poder menos o el que lo espor su voluntad?" (II, XV)

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Pero no sólo Don Quijote adquiere conciencia de perso-naje, también Sancho acaba confesándolo en el capítuloXXX de la segunda parte:

"-El mismo es, señora -respondió Sancho-, y aquelescudero suyo que anda o debe de andar en la tal his-toria, a quien llaman Sancho Panza, soy yo, si no esque me trocaron en la cuna; quiero decir, que no metrocaron en la estampa..."

Don Quijote vive y actúa para que lo cuenten, y estehecho consigue entonces trastocar la realidad "como a nues-tro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba leparecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído".Del recuerdo de los héroes de las novelas leídas nace lanecesidad de legitimarse haciéndose armar caballero.Aparentemente Don Quijote realiza de mano de los libros laprimera huida de la realidad, pero no estará mucho tiempo enese estado idílico pues pronto será el ventero quien le aclarela diferencia entre los libros y la vida:

"Preguntóle si traía dineros; respondió don Quijoteque no traía blanca, porque él nunca había leído enlas historias de los caballeros andantes que ningunolos hubiese traído.A esto dijo el ventero que se engañaba (...) las historiasescritas eluden lo que es obvio para la vida". (I,III).

En la segunda parte se nos presenta como un mero per-sonaje literario poseedor de un sentimiento diferenciadordel resto del mundo:

"Esta figura que vuestra merced en mí ha visto, porser tan nueva y fuera de las que comunmente se usan(...) Treinta mil volúmenes se han impreso de mi his-toria, y lleva camino de imprimirse trenta mil veces demillares..." (II, 16).

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Las referencias a la lectura de otros libros son constantesdesde el principio de la historia del ingenioso hidalgo de laMancha: En el capítulo VIII: "Toda aquella noche no durmiódon Quijote pensando en su señora Dulcinea, por acomo-darse a lo que había leído en sus libros..."; en el X: "-Calla-dijo don Quijote-: ¿y dónde has visto tú, o leído jamás, quecaballero andante haya sido puesto ante la justicia por máshomicidios que haya cometido? (...) has leído en historiasotro que tenga ni haya tenido más brío en acometer..."(...)"Y este se te hiciera cierto si hubieras leído tantas historiascomo yo..."; "fue de contento para su amo dormir a cielodescubierto, por parecerle que cada vez que esto le sucedíaera hacer un acto posesivo que facilitaba la prueba de sucaballería...". Los libros son los modelos de comportamien-to y la explicación del mundo humano. Como en la EdadMedia, cuando Don Quijote no alcanza sus ideales no es porpropia voluntad sino por culpa de los encantadores: "¿Quépodían ser sino fantasmas y gente del otro mundo?" (I.XVIII).

Cuando decimos que don Quijote es el lector por exce-lencia nos referimos precisamente a su capacidad de enaje-nación en la lectura. José Saramago dijo en una ocasión que"todo lector quisiera ser don Quijote", porque don Quijotees el ser-personaje para el que la lectura es la fuente de viday transformación personal. En el capítulo L de la primeraparte: "lea estos libros, y verá cómo le destierran la melan-colía que tuviere, y le mejoran la condición, si acaso la tienemala (...) De mí sé decir que después que soy caballeroandante soy valiente, comedido y liberal...". Los libros nosólo son un modelo de comportamiento sino que ademáspueden desarrollar una función terapéutica. Cuando DonQuijote cae del caballo en su encuentro con los mercaderes,reacciona del siguiente modo:

"Viendo, pues, que en efecto no podía menearseacordó de acogerse a su ordinario remedio que erapensar en algún paso de sus libros, y trájole la locuraa su memoria..." (1,5)

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Don Quijote consigue simbolizar de este modo la esen-cia de la experiencia estética más absoluta: el momento enque el receptor se encuentra absorbido y enajenado en laobra de arte: una vivencia que se encuentra siempre en laslindes del mundo de la razón.

Hemos visto cómo la lectura es un modelo de comporta-miento y también una terapia para el espíritu, pero la lectu-ra aparece en El Quijote además representada con virtudesde sacralización, como principio de autoridad, porque enla escritura se guardan los elementos sancionadores de lacultura. Por eso don Quijote resalta la importancia de laacción de "dar nombre" a las cosas, y con ello transformar-las. Cuando don Quijote es armado caballero, el venterotoma un libro en las manos y hace como si leyese.

Del mismo modo, Cervantes parece querer mostrarcómo la lectura posee ese valor sagrado no sólo referido ala esfera religiosa, porque don Quijote acepta también lalectura como una garantía personal:

"Con que me dijera vuestra merced al principio de suhistoria que su merced la señora Luscinda era aficio-nada a libros de caballerías, no fuera menester otraexageración para darme a entender la alteza de suentendimiento; porque no lo tuviera tan bueno comovos, señor, lo habéis pintado, si careciera del gusto detan sabrosa leyenda." (I, 24)

Cervantes descubre y pone en evidencia la existencia deuna literatura que comienza a desarrollarse al margen de lospropósitos didácticos y las constricciones de los preceptivosgéneros literarios tradicionales. Así, en un de los múltiplesjuegos irónicos, nos dice:

"Felicísimos y venturosos fueron los tiempos donde seechó al mundo el andacísimo caballero don Quijote dela Mancha, pues por haber tenido tan honrosa deter-minación, (...) gozamos ahora en nuestra edad, nece-

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sitada de alegres entretenimientos, no sólo de la dul-zura de su verdadera historia, sino de los cuentos yepisodios de ella, que en parte no son menos artifi-ciosos..." (I, 28).

El Canónigo: el lector culto y el placer delentretenimiento

Los problemas de audiencia y público aparecen disper-sos a lo largo del libro, sobre todo en los diálogos que man-tienen los personajes acerca de la literatura imaginativa y lapreceptiva horaciana. Uno de los pasajes más interesanteses el capítulo treinta y dos de la primera parte, donde seesgrimen varias opiniones acerca de los libros de caballerí-as. Don Quijote es rescatado de sus aventuras en SierraMorena y regresa con Cardenio, Dorotea, el barbero y elcura a la posada de Palomeque. Allí reúne Cervantes perso-najes discretos y vulgares que polemizan sobre los libros"históricos" y de caballerías. Para el cura, la enfermedad deDon Quijote está sin duda provocada por la lectura de librosde historias de la caballería. Pese a que en su discurso sededique a vituperarlos, el cura acabará admitiendo que loslibros de caballerías son buenos cuando proporcionan des-canso del trabajo, siempre que cumplan una serie de nor-mas de tipo horaciano: "Y si me fuera lícito agora, y el audi-torio lo requiera, yo dijera cosas acerca de lo que han detener los libros de caballería para ser buenos, que quizá fue-ran de provecho, y aun de gusto para algunos..." Con lainclusión de la novela corta El curioso impertinente,Cervantes da respuesta a algunos problemas de la literaturade ficción. Cuando acaba la lectura del relato, éste escomentado por el auditorio formado por gente culta y vul-gar. Para el cura, la novela carece de credibilidad, pero estáde acuerdo en cómo se narra la historia. Cervantes resuelveasí el problema de la ficción narrativa del momento, explo-tando precisamente el placer en sí mismo de contar, de

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recrear una narración sin necesidad de recurrir a elementosdisparatados y sin sentido. El libro está lleno de historiasque se cuentan de forma oral y que proporcionan placer alauditorio: en el capítulo veintinueve cuando Dorotea cuen-ta su historia; en el veintisiete, el lamento de Cardenio; en eldoce, Don Quijote agradece al cabrero el relato de la muer-te de Grisóstomo, etcétera.

En el capítulo cuarenta y siete de la Primera Parte, apa-rece el personaje del Canónigo de Toledo, que se presentacomo el más apropiado para dignificar los libros de caballe-rías, porque es capaz de aportar los principios estéticosnecesarios a la disparatada forma de los mismos. En esecapítulo, El Canónigo inicia un discurso acerca del daño quelas tramas violentas e increíbles pueden causar en el lectorde ingenio bárbaro e inculto, porque son solamente estetipo de lectores los que pueden disfrutar de los Libros deCaballerías. Sin embargo, las almas nobles deben disfrutarsólo de la hermosura y la concordancia que una obra escri-ta pueda proporcionar. Tradicionalmente, la crítica ha rela-cionado el pensamiento de Cervantes con las ideas delCanónigo porque este personaje ofrece una alternativa alproblema de la ficción. La solución está en el "buen enten-dimiento" que el lector tiene que dar al texto que lee, por-que el entendimiento no es otra cosa que la capacidad criti-ca que el buen lector debe poner en marcha cada vez quese enfrenta a un texto de ficción. A pesar de las extravagan-cias que poseen, las fábulas sueltas constituyen una buenaforma de expresión del escritor, pues le permite mostrar sutalento "tejiendo una tela de varios y hermosos lazos", por-que estos libros poseen una gran variedad de registrosnarrativos con los que un buen escritor podrá lucirse paraconseguir los fines obligatorios del entretenimiento y la ins-trucción. El Canónigo -en diálogo con el cura- confiesahaber escrito un libro de caballerías y haberlo sometido a lalectura crítica de lectores doctos y de lectores vulgares,habiendo conseguido que ambos públicos aprobaran suobra. El personaje del Canónigo describe los medios que

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Cervantes utiliza para comunicarse con el público tantoculto como vulgar. El autor ya no describe acciones imposi-bles para entretener al público, sino que se atendrá a lasnormas de la retórica del "ingenio" propias del siglo xvi,para describir acciones verosímiles y que sirvan para ensal-zar las cualidades más positivas del ser humano. Lo verda-deramente interesante es ver cómo Cervantes, por boca deeste personaje, nos está dando las claves de una nueva retó-rica basada en la participación del lector como un receptoractivo en el acto comunicativo de la lectura; en la venta dePalomeque, lo que sucede es que cada personaje muestralas diferentes formas de adhesión artística a un texto.

El Ventero, lector vulgar. La lectura lúdica

Anteriormente hemos expuesto el desarrollo del perso-naje Don Quijote como la máxima identificación que puedehaber entre un texto creativo y un lector: la identificación detipo estético. Pero Cervantes, especialmente en este capítu-lo, nos pone de manifiesto otras actitudes que el lectorpuede desarrollar en su encuentro con los textos. El argu-mento es que el Ventero, muestra tres libros y un manuscri-to que alguien ha dejado olvidados en su paso por la venta.Dos son libros de caballerías: Cirongilio de Tracia yFelixmarte de Hircania. El tercer libro es de biografías his-tóricas: Historia del Gran Capitán Gonzalo Hernández deCórdoba y la Vida de Diego García Paredes. Por último,posee también el manuscrito de El curioso impertinente.Ante la crítica que reciben los libros de caballerías por dis-paratados, él confiesa que le gustan por el entretenimientoque le producen. En aras de la moralidad es invitado a que-mar sus libros fantásticos, pero él se niega rotundamentedefendiendo el argumento de que las historias que en ellosse cuentan son tan verdaderas como la de El Gran Capitán,ya que, de no ser así, el Consejo Real no habría permitido supublicación. Lo que plantea Cervantes con esto, es la con-

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fusión que provocaba en la época y en ciertos ambientes lapublicación de obras de ficción, mostrando el poder tradi-cional que había tenido la palabra impresa. A los lectores senos plantea entonces la cuestión de por qué Don Quijote esun loco y el Ventero no lo es, cuando ambos creen que lashistorias que se cuentan en los libros de caballerías son rea-les. Cervantes pone en boca del ventero un criterio tempo-ral: lo que sucede es que los caballeros andantes existieron,pero en tiempos remotos. La diferencia está en que con elmismo criterio de verdad, Don Quijote pasa a actuar y elVentero no. Cuando el cura le dice que debe quemar loslibros, el Ventero se niega. Prefiere quemar la historia delGran Capitán: "¡Dos higas para el Gran Capitán y para eseDiego García que dice!". Cardenio lo dice después de lasiguiente manera: "él tiene por cierto que todo lo que estoslibros cuentan pasó sin más ni menos que lo escriben, y nole harán creer otra cosa frailes descalzos...". ¿El criterio queaplica Cervantes para separar ambas actitudes de los perso-najes es simplemente temporal? Parece ser que sí, respon-diendo al esquema ingenuo de los cuentos de hadas, quehan tenido como escenario un lugar muy remoto, en untiempo muy lejano. ¿Cuál es la diferencia entonces entreDon Quijote y él? ¿Por qué no pasa a la acción El Ventero talcomo había hecho Don Quijote? Él mismo responde y dice:"—Eso no —respondió el ventero—, que no seré yo tan locoque me haga caballero andante, que bien veo que ahora nose usa lo que se usaba en aquel tiempo, cuando se dice queandaban por el mundo estos famosos caballeros..." La dife-rencia fundamental entre don Quijote y Juan Palomequeestá en que al segundo le falta la voluntad de transforma-ción, el "querer ser" del hidalgo. Ambos confunden la reali-dad y la ficción, pero por motivos diferentes. Don Quijote seha trastornado por poseer demasiados conocimientos sobrelibros de ficción, y Juan Palomeque los confunde por igno-rancia. Pero recordemos que no sólo el Ventero cree en laveracidad de las historias: cuando se hace el escrutinio yquema de los libros en la casa de don Quijote (1,6), el ama

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también cree que son verdad los hechos que se cuentan enlos libros culpables de la locura de su amo.

El Ventero es el lector que lee por el placer del puroentretenimiento, que no se para en cuestiones de razónmoral, y disfruta de la lectura, aplicando una función aso-ciativa a la misma: "cuando oigo decir aquellos furibundos yterribles golpes que los caballeros pegan, que me toma ganade hacer otro tanto, y que querría estar oyéndolos noches ydías...". El Ventero es el lector que disfruta por asociacióncon el héroe y se toma la lectura como un acto desvincula-do de la vida cotidiana. Pero aparecen también representa-das otras actitudes ante la lectura. Para la Ventera posee unvalor performativo, porque es capaz de proporcionarle undescanso de su vida diaria al no tener que estar oyendo a sumarido: "Y yo, ni más ni menos -dijo la ventera-, porquenunca tengo buen rato en mi casa sino aquel que vos estáisescuchando leer; que estáis tan embobado, que no os acor-dáis de reñir por entonces."

Tal como apuntábamos en un apartado anterior, actitu-des como la del Ventero o el Ama no son más que la mues-tra, sobre tocio para los lectores incultos de que no estababien definida la separación entre ficción y realidad. La"literatura masiva de ficción" estaba comenzando en esemomento a desarrollarse y no estaba claro el estatuto de lamisma dentro de una realidad compleja. En una sociedadcon una alfabetización escasa no es tan clara la diferenciaentre lo ficticio y lo real sobre todo si además pensamos quela transmisión de la información se realizaba de boca aboca, con la fluidez característica de una estructura emi-nentemente oral. No es casualidad que en los últimos añosde este siglo xx, donde la rapidez y la difusión de la infor-mación genera una recepción dispersa, se juegue también aconfundir la realidad y la ficción: películas de cine que imi-tan técnicas documentales, reportajes periodísticos que sonen realidad reconstrucciones ficticias de unos hechos, "rea-lity shows" realizados con técnicas narrativas propias de laficción... ¿basta en este caso la cultura tradicional para llevar

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a cabo una discriminación efectiva entre aquellas creacionesque tienen como antecedente la realidad y las puras inven-ciones (si es que existen)? ¿Necesitamos un adiestramientoespecial para no ser Don Quijotes, Sanchos o Venteros? Loinquietante es que no estamos muy seguros de los límitesdifusos entre realidad y ficción porque ambos son en reali-dad construcciones, una especie de acuerdos sociales elabo-rados por las comunidades concretas, y en el caso de laactualidad, esas elaboraciones tienen que ver cada vezmenos con nosotros mismos al haber sido delegadas enorganizaciones especializadas en la elaboración y distribu-ción de la información.

Mantornes, la lectura sensual

Maritornes, la sirvienta, aparece como la defensora deuna de las cosas por las que los libros de caballerías eranprecisamente más atacados: la sensualidad "...y a buena feque yo también gusto mucho de oír aquellas cosas, que sonmuy lindas". Confiesa disfrutar de las lecturas de los librosde caballerías por el hecho de presentarle un mundo sen-sual apartado de las normas sociales, un espacio de libertadalejado también de su vida cotidiana; y así dice que le gus-tan "aún más cuando cuentan que se está la otra señoradebajo de unos naranjos abrazada con su caballero, y queles está una dueña haciéndoles la guarda, muerta de envidiay con mucho sobresalto. Digo que todo esto es cosa de mie-les".

Una vez más, Cervantes hace gala de la maestría quesupo poner en práctica a la hora de mostrar la realidad lite-raria del momento. Cervantes sólo expone, no juzga abier-tamente, sino que acepta como normal el tipo de adhesiónque los Libros de Caballerías producen en un público repre-sentado en el personaje de Maritornes, que menos cultos,menos integrados en el sistema de valores instaurado soncapaces de reconocer el goce estético muy unido al goce

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inmediato de lo corporal, de lo que entra por los sentidos yno por la razón. La lectura como modificadora no sólo de laparte etérea, no corpórea, sino unida a lo primigenio, a loque la cultura intenta depurar continuamente a base de nor-mas destinadas a ocultar: la sexualidad. Seguramente es unnuevo guiño cervantino la exposición de este tipo de adhe-sión literaria de Maritornes ya que no sería adecuado para laépoca que otro personaje como el Ventero o el Canónigohubieran manifestado su acuerdo con esta forma de conec-tar con una obra literaria, pero si la que expresa esta opiniónes una simple criada, todo puede ser perdonado. De nuevotenemos en esta figura un personaje que arrastra consigotoda la idealización de la mujer y el amor renacentista, quesi bien hacía aparecer de nuevo a las mujeres como temacentral de la obras de ficción, lo había hecho desde unángulo muy concreto que descorporeizaba y negaba la cor-poralidad no sólo de las mujeres, sino de todos los lectoresde literatura de ficción. Maritornes es una ignorante y poreso se le concede hablar con sinceridad y mostrar el puntode conexión entre lo corporal y la lectura. Si Cervantes con-sideró relevante su opinión y la convirtió en parte de sutexto, hizo significativo el hecho de que las historias de fic-ción nos transmiten "sensaciones" que van más allá de lointelectual. No reconocer la existencia de esta conexiónentre lectura y corporalidad nos ha hecho inteligibles yoscuros algunos hechos que en los últimos años parece quehan sorprendido a los sociólogos más avispados. Cuandopor ejemplo el gusto por una serie televisiva traspasa todoslos públicos y consigue una aceptación amplísima (véaseFalcon Cresl) en muchos países de culturas diferentes, y apesar de que los intelectuales la vieran también con deleiteseguramente no reconocido, no podemos explicarlo comouna simple colonización empresarial sobre el gusto delpúblico porque esta explicación resulta a todas luces pobre.El éxito de trabajos de este tipo, conecta más con lo queexpone el personaje cervantino: hay una manera de disfru-tar de los textos que conecta con lo sensisitivo, lo pasional

y por lo tanto poco "refinado" en el sentido en que nuestracultura se basa sobre una dicotomía que separa el cuerpo dela mente.

La hija del Ventero. La lectura platónica

Por último, Cervantes nos ofrece otra opinión sobre lalectura en boca de la hija del Ventero, contrapuesta a la desu padre: "No gusto yo de los golpes que mi padre gusta,sino de las lamentaciones que los caballeros hacen cuandoestán ausentes de sus señoras, que en verdad algunas vecesme hacen llorar, de compasión que tengo" . La afición poreste tipo de libros proviene del sentimentalismo que de ellosse desprende, aunque los lectores no llegue a entender racio-nalmente nada de las situaciones narradas. Alude aquíCervantes a un tipo de adhesión muy especial y muy de modaen la época: la que provocan las novelas sentimentales. Comohe comentado en el pasaje anterior, esta compasión queexpresa la hija del Ventero estaría muy cercana al sentimien-to a que podían mover las obras de género admitidas en laépoca: las novelas sentimentales, obras que respondían a lanecesidad de idealizar situaciones que lo que hacían era quese mantuviera un orden social determinado en el que losactores, tanto hombres como mujeres, tenían que desarrollarun papel asignado del que prácticamente no podían salirse.

La familia del Ventero representa toda la gama de reac-ciones "pasionales" ante los libros consideradas propias dela audiencia vulgar. Las aventuras violentas que exaltan laimaginación del ventero, el sentimentalismo de su hija, y elsexo que atraía a Maritornes eran temas que gustaban atodos, por uno u otro motivo. En todo caso, se trataba deuna lectura en la que el entendimiento crítico, racional, esta-ba supeditado al mero placer de la lectura. Este comporta-miento de los personajes fue en realidad parodiado y a lavez "respetado" por Cervantes en la figura de Don Quijote:histriónico, violento a veces y sentimental.

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Un juego de identificaciones

Como hemos ido comprobando, se produce una identi-ficación distinta con la obra en cada personaje. Para ordenarlas actitudes que exhibe Cervantes nos resulta muy suge-rente la teoría de Hans Robeit Jauss expuesta en su libroExperiencia estética y hermenéutica literaria, sobre losdiferentes tipos de identificación estética. Partiendo tambiénde la división primaria aristotélica habla de cinco tipos: enprimer lugar la identificación asociativa basada en la fun-ción liberadora de lo lúdico; en segundo lugar la identifica-ción admirativa: "la admiración exige que el objeto estéticoaumente, por su perfección, la esperanza de lo ideal..."10; laidentificación simpatética, la que hace que nos solidarice-mos con el "yo" ajeno sufriente; en cuarto lugar una identi-ficación catártica, que provoca una liberación del ánimopor medio de la conmoción trágica o el alivio cómico, y porúltimo la identificación irónica, cuando el lector es invitadoa un tipo de identificación previsible que luego es ironizadapor el escritor. Tanto en el Ventero como en su hija, la iden-tificación que se produce es de tipo admirativa, pero la delpadre es cíe tipo asociativa porque el lector se reconoce enlas hazañas de los héroes. En el caso de la hija, podríamoshablar de una identificación de tipo "catártico"11, ya que laliberación del espíritu se produce por esa unión con los per-sonajes por medio de ese sentimiento de pena que provocaen este caso en la receptora clel relato. Resulta nuevamenteinteresante la lucidez cervantina a la hora de representar lasdistintas formas de unión estética con una obra de arte. Esevidente que Cervantes conoció la división aristotélica cíelos caracteres. En la Poética, Aristóteles hablaba de cómo elarte imita el modelo, que es mejor o peor que nosotros, perosiempre resulta "parecido". De todo ello resulta una identi-ficación admirativa: el personaje es mejor que el lector(Ventero); y una identificación simpatética: el personaje estáen peores condiciones que el lector, y éste siente compasiónpor aquél (la hija). Este planteamiento responde segura-

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mente a una de las principales preocupaciones de la poéti-ca renacentista: cómo ser capaz de producir admiración enlos receptores. Para ello se concibió una actitud estética deadmiración que se originara al modo platónico ante la per-fección de un modelo -no por la mera conmoción trágica deun suceso o el alivio cómico-. La retórica clásica hablaba dedos tipos de "admiratio": la involuntaria (mimesis-imitado),y la voluntaria (zélos-emulatio). Con la presentación tanvariada de sus personajes, Cervantes parece señalar elhecho de que en la literatura, en el arte, se da una funcióneminentemente social de identificación estética, cuando éstaes capaz de introducir profundas transformaciones en la con-ducta de los individuos tanto social como personalmente, talcomo sucede en el propio don Quijote o el Ventero.

Miguel de Cervantes se complace en la explicación yjuego de los diferentes tipos de identificación que un lectorpuede tener con su obra (siguiendo la teoría de H.R. Jauss).Así se produce una identificación de tipo irónico con la pro-pia obra en sí. Don Quijote es un personaje moralmenteperfecto, que nos invita constantemente a estar de acuerdocon las ideas que expone sobre la moralidad y el mundo, ycuando esto se produce, Cervantes hace aparecer ante nues-tros ojos un personaje loco, lo más contrario a la razón, y laironía se apodera no sólo cíe don Quijote, sino también delos lectores que al leer a don Quijote hacemos que formeparte de nosotros mismos, que sea pura expresión de nues-tros sentimientos más idealistas. Por eso la identificaciónirónica se transforma a veces en catártica cuando enmuchos casos conseguimos reír-con o llorar-con a lo largode la obra (el autor, los otros posibles lectores, los persona-jes, etcétera).

NOTAS

1 Vid. Ramón Menéndez Pidal, De Ceñíanles a Lope de Vega.Madrid, Espasa-Calpe, 1973 y Francisco A. de Icaza, El Quijote duran-te tres siglos, Madrid, Fundamentos, 1917.

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2 Edwin Williamson, El Quijote y los libros de caballerías, Madrid,Taurus, 1991, págs. 131-132.

1 Vid. Marcel Bataillón, Erasmo y el Erasmismo, Barcelona,Grijalho, 1978. Posee un capítulo básico para el tema de "El erasmis-mo en Cervantes en el pensamiento de Américo Castro".

1 Michel Foucault, El orden del discurso, Barcelona, Tusquets,1978, pág. 13.

s Carlos Fuentes en su libro Cervantes o la crítica de la lectura.México, Joaquín Mortiz, 1976, realiza un parangón lúcido y muy inte-resante entre Don Quijote y Felipe II. Ambos aparecen igual de desfa-sados al querer precisamente preservar un mundo que había dejado deexistir antes que ellos. Don Quijote hace aparecer un mundo en el queno existen fisuras entre los libros imaginativos y la historia. Felipe IIrealiza el mismo esfuerzo en el terreno político y religioso.

6 Recordemos que 1605 es la fecha en que aparecen tal vez los trespersonajes más representativos del barroco: Don Quijote, El Rey Leary Macbeth. Dos locos y un asesino que se pregunta constantementesobre el mundo y sobre sí mismo.

7 Miguel de Cervantes, Prólogo a Los trabajos de Persiles y Segis-mundo, Madrid, Clásicos Castalia, 1969, págs. 47-48.

* Aristóteles, Retórica, Madrid, Centro de Estudios Constitucio-nales, 1990, pág. 11.

9 Creemos que debemos hacer la aclaración, ya expresada ante-riormente, de lo problemático que resulta hacer la simplificación tra-dicional de "público culto" y "público vulgar", pues está demostradoque, en muchos casos, compartían los mismos textos.

10 Hans Roben Jauss, Experiencia estética y hermenéutica lilera-ría, Madrid, Taurus, pág. 264.

11 Entendamos en este contexto, la "catarsis" como la funcióncomunicativa de la experiencia estética.

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TEORÍA DE LA ACCIÓNEN EL QUIJOTE

DE LA "PERIPECIA" A LOS LIBROS QUE "HACENHACER ALGO"

r~Lemos visto en un capítulo anterior que las acciones en laEdad Media eran el reflejo de la omnipotencia de Dios sobreel mundo de los hombres. La peripecia era el cambio cons-tante de una acción a otra que el héroe tiene que sufrir,sometido a los avatares de la historia que protagoniza. En laEdad Media las aventuras de los héroes tenían un valor sim-bólico, porque el combate era una prueba de verdad por laque Dios se manifestaba. De ahí la profusión de batallas ylances, que en realidad eran la prueba de la existencia deuna divinidad ordenadora del mundo humano. Podemosentender así el prestigio con que contaba la novela griegaen la época de Cervantes, en la que los lances sufridos porel héroe no hacían más que incrementar su valor moral.Pero en ese escenario surge Don Quijote, que como todopersonaje paródico, aparece por imitación de algo que es enrealidad diverso a sí mismo: el caballero andante, que sedefine por la separación radical que realiza entre el ideal ylo real. El personaje cervantino se caracteriza por el hechode llevar a cabo una parodia de las acciones de los caballe-ros, poniendo en evidencia la futilidad y arbitrariedad de susacciones. Si por algo es original don Quijote, es precisa-mente por el hecho de llevar a cabo continuas acciones falli-das y un desarrollo progresivo del personaje hacia una

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nueva forma de meditación sobre el mundo y él mismo, queno existía en toda la novelística anterior. Este es un rasgomás de modernidad de la novela cervantina. En Don Quijoteno estamos ante una mera novela de acción de corte tradi-cional. Sobre todo al final de la obra, la peripecia va trans-formándose poco a poco en reflexión sobre la vida humana,y adquiere un carácter modalizador dentro de la trama.Moreno Báez se refiere a la interpretación de Luis Rosales:"Dice Luis Rosales que la ley de la novela renacentista es elcarácter original, insólito y sorprendente de la fábula; porello hay tanto suceso fabuloso, tanto ajetreo de hechos ypersonajes en buena paite de la obra cervantina"1.

Es cierto que la obra de Cervantes es deudora, como es lógi-co, de la sorpresa continua que debía provocar en el lector unanovela renacentista, pero no es menos cierto que Don Quijotees un personaje mucho más meditativo que cualquier otro delos que se habían creado hasta entonces en la literatura espa-ñola. Sin embargo, Cervantes pone de manifiesto una preocu-pación literaria propia de la época: la de crear personajes queintentan una existencia real, que sufren con los seres humanoslas dudas sobre su propia personalidad humana-personajecomo podrían ser Hamlet o Segismundo.

Don Quijote es un personaje que se constaiye a símismo, un personaje que transforma la lectura en acción, endevenir de su existencia, anunciando el hecho, la creencia,de que los libros y el arte en general no son algo alejado dela propia vida, sino algo que es capaz de influir en losdemás de un modo activo. El estudio de Don Quijote, es eneste caso, el estudio de cómo la lectura puede actuar en lavida de los individuos y por lo tanto en las formas en que lasociedad evoluciona como comunidad. La lectura como unfactor social que modaliza los modos de actuación de losgrupos humanos.

Al principio de la novela, Don Quijote se autodefine poruna anténtica voluntad de ser un caballero andante y lleva acabo todos los gestos pertinentes para ello. Sin embargo, noserán éstas las únicas manifestaciones de nuestro personaje,

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Isobre todo porque sufre una quiebra a lo largo de su histo-ria. Es decir, si bien Don Quijote hace un voluntariosoesfuerzo por convertirse en caballero andante en un primermomento de su historia, conforme va adquiriendo "auto-conciencia" de sí mismo como personaje que debe sabercomportarse como caballero andante, va a intentar ser cadavez más la idea "literaria" que se ha formado de sí mismo,porque el querer ser quijotesco consigue transformarse nosólo a sí mismo, sino al mundo que le rodea.

DON QUIJOTE Y EL PROBLEMA DE LA CREENCIA ENCONFLICTO CON EL MUNDO

Con Cervantes la experiencia literaria del "libro" adquie-re una dimensión nueva. No sólo es necesaria la experien-cia de las cosas para el conocimiento del mundo, sino quela lectura entraña un método de conocimiento superiorincluso a la que proporcionan los sentidos, porque en ellael ser humano puede detenerse sobre las cosas y reflexio-nar. El lempo de la lectura es distinto al de la vida. Tal comoargumenta Cervantes en el siguiente pasaje del Persiles:

"Las lecciones de los libros muchas veces hacen máscierta experiencia de las cosas, que no la tienen losmismos que las han visto; porque el que lee con aten-ción, repara una y muchas veces en lo que va leyen-do, y el que mira sin ella, no repara en nada; y conesto excede la lección a la vista." (111,8)

Se le reconoce al estudio y a la lectura la capacidad cíeser un método de conocimiento del mundo, un acercamien-to a la realidad que comienza a presentársele al ser humanocomo incomprensible. En varios pasajes cervantinos apare-ce la idea de la lectura como método de conocimiento. Porejemplo en Don Quijote (II, 25): "Ahora digo -dijo a estasazón Don Quijote- que el que lee mucho y anda mucho,

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ve mucho y sabe mucho"; o, en el Persiles (II, 16): "El vermucho y el leer mucho aviva los ingenios de los hombres".No le cabría duda, a Cervantes de este hecho ya que élmismo es el ejemplo del hombre que aprendió de la vida yde los libros al mismo tiempo para elaborar su obra literaria.

Al crear su Don Quijote, Cervantes creyó en la posibilidadde la lectura como fuente de conocimiento tan válida comola que proporcionan los sentidos; y fue capaz de crear unpersonaje "saturado" en la lectura, enajenado en las novelasde caballerías y que no admitirá otra interpretación delmundo que no sea a través de los libros. Los sentidos, la per-cepción del mundo quijotesco se encuentra siempre media-tizada por el conocimiento libresco. Don Quijote es el per-sonaje que cree, y la creencia no tiene nada que ver con elconocimiento de la verdad, porque se sitúa más allá de ésta.Por eso, a veces, don Quijote parece presentarnos una visiónsobre sí mismo perfectamente consciente de su locura:

"¿Quién duda, señor don Diego de Miranda, quevuestra merced no me tenga en su opinión por unhombre disparatado y loco? Y no será mucho que asífuese, porque mis obras no pueden dar testimonio deotra cosa. Pero con todo eso, quiero que vuestra mer-ced advierta que no soy tan loco ni tan menguadocomo debo haberle parecido..." (11,17)

Don Quijote se comporta en este pasaje más como unejemplo de voluntad que de locura, de un ser fuera delmundo. Don Quijote es en todo momento quien quiere ser:una moderna visión del ser humano que puede construirsea sí mismo frente al estatismo social medieval. Por eso aveces Cervantes nos presenta a Don Quijote no como unloco -sobre todo en la segunda parte-, sino como un sercompletamente lúcido y voluntarioso. Tal como afirmaCesare Segre: "Creo en cambio que la locura de don Quijoteestá intensamente resquebrajada, vacilante; que su fe essobre todo una voluntad de creer"2. Don Quijote no nos

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parece tan loco porque resulta un ser coherente dentro desu mundo. Pero sabe perfectamente que el conocimientoque proporciona la fe no es de orden racional, no implicaverdad o mentira en su confrontación con el mundo: "Si os lomostrara (Dulcinea) ¿qué hiciérades vosotros en confesaruna verdad tan notoria? La importancia está en que sin verlalo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender..." (1,4).En Don Quijote, Cervantes demuestra que existe una sino-nimia entre la locura, la lectura, la verdad y la vida.

Don Quijote, de un modo antiguo y trasnochado, es uncaballero que toma el camino de la acción en el mundo paraproyectar sobre él todo el mecanismo de su fe. Deja de serun actor más que juega un papel asignado de antemano enla vida (de hidalgo pobre), para convertirse en otro. DonQuijote no va de la realidad a lo imaginario, sino que su cír-culo de comportamiento se cierra sobre la lectura en símisma. Restablece la coherencia de un mundo unitario quese derrumba frente a la diversidad de la realidad históricacontemporánea. Su fe nace de los libros y no le crea con-flictos para enfrentarse con la realidad. Don Quijote no dis-tingue las cosas de la realidad, los signos de las palabras,porque su conocimiento es dual. Tal como afirma LeliaMadrid:

"Es 'literaturesco' porque se deriva de los libros decaballerías, y es literal, porque lo que dicen los libroses; esto es, tienen categoría de verdad y, más aún, derealidad. Para don Quijote, ser es una categoría epis-temológica y ontológica. Lo que don Quijote conocecon su intelecto aplicado a los libros es válido y realen el mundo de los objetos"3.

Encontramos de nuevo en Cervantes un signo más demodernidad en sus planteamientos narrativos. Don Quijotehace una codificación literal de su mundo que recuerda aque-lla que narra Borges en su cuento Fierre Menard, autor delQuijote, parodiando en ambas el valor de la palabra escrita.

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Pero el mundo unitario de don Quijote se rompe en laúltima salida, y no por un encuentro definitivo con la reali-dad, sino por el hecho de saberse leído y tener que actuaren un mundo al que los otros dan vida porque conocen sudebilidad. Pero la vida de los demás se altera también pro-fundamente: nadie sale indemne del encuentro entre texto-lector cuando la experiencia estética es llevada a las últimasconsecuencias. En palabras de Rene Girard: "Don Quijoteesparce en torno a él la enfermedad ontológica. El contagio,manifiesto en el caso de Sancho, extiende sus efectos atodos los seres frecuentados por el héroe y sobre todo a losque escandaliza o indigna su locura"*.

Muchos de los personajes de la segunda parte se venalterados por la locura de don Quijote: Altisodora finge unapasión por Don Quijote, pero cuando éste la rechaza sesiente ofendida; Sansón Carrasco se finge loco: "No hay otro(loco) mayor en el mundo que mi amo (...) pues porquecobre otro caballero el juicio que ha perdido, se hace elloco..."; también cuando llegan a Barcelona un desconocidodice a don Quijote: "Tú eres loco, y si lo fueras a solas y den-tro de las puertas de tu locura, fuera menos mal; pero tienespropiedad de volver locos y mentecatos a cuantos te tratany comunican".

VALOR PERFORMATIVO DE LA CREENCIA QUIJOTESCA

Austín, en la teoría de los actos lingüísticos, que tan fruc-tífera ha sido a lo largo cíe este siglo, dividió las expresionesen constatativos y performativos. Los constatativos tienenque ver con las expresiones que manifiestan una verdad ouna mentira que se pude constatar. Las segundas no poseenesos valores porque son en realidad acciones lingüísticas(por ejemplo: "yo juro"), y lo que puede suceder con ellases que tengan éxito o que fracasen''. La expresión realizati-va o periormativa tiene que ver con la lectura de la obraescrita. Es decir, en la literatura se produce una autorre-

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ferencialidad de tal modo que no podemos remitirnos almundo real para poder entenderla; posee una existencia ensí, que acontece en el momento de la lectura, creando supropio contexto, donde el lector le da significado.

Cervantes poseyó una intuición certera acerca del actorealizativo que se produce en el fenómeno literario. En laliteratura no existe una realidad a la que hacer referencia, noexiste más "verdad" que la que el texto describe y "escribe".Lo único constatable es que produce una serie de accionesque repercuten en los lectores. Cada libro es así un aconte-cimiento particular, que tiene que ver con la performativi-dad del lenguaje; porque como éste es un producto huma-no que a la vez proporciona un acceso al mundo, pero quepuede verse alterado precisamente por la incursión de unelemento ficticio en el mismo. Don Quijote se transformagracias a la lectura, que vive y se conduce cíe acuerdo conlo que en ella ha aprendido, es la creencia en sí, su modelode comportamiento. En palabras de Michel Foucault, paradon Quijote: "el libro es menos su existencia que su deber.Constantemente debe consultarlo para decidir qué hacer yqué decir, qué signos debe dar de sí y a los otros parademostrar que es de la misma naturaleza que el texto de queemana"6.

Don Quijote representa el valor performativo de la lec-tura, la modalización más acabada del "hacer-hacer", es élmismo lectura y signo que funciona en una sociedad quese mueve gracias a otro tipo de criterios, entre cosas extra-ñas. De nuevo traemos a colación una imagen de MichelFoucault:

"... él mismo es a semejanza de los signos. Largo gra-fismo ñaco como una letra, acaba de escapar directa-mente del bostezo de los libros. Todo su ser no es otracosa que lenguaje, texto, hojas impresas, historia yatranscrita. Está hecho de palabras entrecruzadas; per-tenece a la escritura errante por el mundo entre lasemejanza de las cosas"7.

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En Don Quijote todo es voluntad de ser. No hay diferen-cia entre el ser y el parecer de la existencia porque él man-tiene un sentido claro de la imitación-perfección. Se cons-truye a sí mismo, poniendo de manifiesto una posibilidadnueva para el ser humano occidental: la del desclasamientosocial por medio del trabajo y la voluntad. Cervantes ha cap-tado la idea del uomo singolare italiano y de la nueva dig-nidad del hombre. En Don Quijote dice "Cada uno es hijode sus obras" (1,4) ó "Cada uno es artífice de su ventura"(11,66).

Don Quijote es un caballero de "la acción". Cuando deci-de emprender su camino lleva a cabo varios gestos que loconvierten en caballero: limpiar las armas, ir a por su caba-llo y darle nombre, cambiar de nombre él mismo y buscaruna dama de quien enamorarse. Después, en el capítulosegundo, siente la necesidad de legitimarse según los cáno-nes caballerescos: "Mas lo que más le fatigaba era el noverse armado caballero". Finalmente, don Quijote consiguetodos sus propósitos. Ya está realizada la unión entre lo quedesea ser y lo que es. En su mundo no caven fisuras; poreso, cuando se aparta de la ley, se debe siempre a encanta-mientos, a una voluntad ajena a sí mismo. En el capítulo die-ciocho de la primera parte: "¿Qué podían ser sino fantasmasy gente de otro mundo...?"

Nos encontramos ante dos factores distintos en cuanto ala actitud quijotesca de la acción. Literariamente, se observaen don Quijote una actitud mucho más reflexiva que en laantigua "peripecia" renacentista. Evidentemente no pode-mos hablar de nada parecido a lo que actualmente conoce-mos como novela psicológica, ya que no observamos direc-tamente el desarrollo mental del personaje, pero sí podemosdecir que en Don Quijote comienza una forma nueva demostrar al ser humano en la literatura, como reflejo de unaauténtica individualidad, de un ser que piensa al margen delas representaciones mentales colectivas; pero, a la vez, sianalizamos socialmente el comportamiento activo de DonQuijote, nos está dando la clave de un nuevo valor de la

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sociedad emergente que ha pasado de ser orgánicamentecerrada a abierta, competitiva, y burguesa, donde el indivi-duo puede elevarse gracias a su esfuerzo personal8. La expli-cación de la teoría de la acción quijotesca sirve así paraentender el funcionamiento social de la época. En un paísdonde se sentía la mina acechando a pesar de poseer uno delos mayores imperios que han existido. Martín González deCellorigo en 1000 comentaba: "No parece sino que se hanquerido reducir estos reinos a una república de hombresencantados que vivan fuera del orden natural". Y como con-tradicción propia del Barroco, se asume la idea renacentistaapuntada anteriormente del poder de la "virtud", del honorindividualizado, de tal forma que el viejo honor caballeres-co se transforma ahora en un honor burgués.

SOMATIZACIÓN DE LAS CREENCIAS: EL MUNDO DELOS SENTIDOS

Don Quijote es el lector enajenado en la lectura, el lectorque consigue una identificación estética con el texto y quepone en práctica activa la lectura en la vida. El debate entrela razón y las emociones tiene su origen en Platón(Parménides), y continuó a lo largo de toda la Edad Media.La cuestión ha seguido siempre viva a lo largo de las inves-tigaciones filosóficas y la creación literaria, y casi siempre hatomado la forma que se manifiesta en Don Quijote, el inte-rrogante sobre la explicación de la acción humana: ¿a todoslos actos se les puede buscar una explicación, una causanatural? ¿La explicación de las acciones que don Quijotelleva a cabo están únicamente en el desarrollo progresivo desu locura? La respuesta no es fácil y pasa por todo el proce-so interpretativo que nos es obligado desplegar para acer-carnos a esta obra, y por el estudio de cómo las emociones,—las pasiones— y los sentidos pueden influir en las creencias.

La palabra passio tenía el significado desde el punto devista aristotélico de "estar atacado o afectado por algo", es

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decir, tenía un componente pasivo de sufrimiento, por loque nadie podía ser censurado o atacado por su posesión.Con los estoicos ese sentimiento se transformó en "desaso-siego", lo que implicaba una forma de conmoción o agita-ción que destruían la calma, imprescindible para el sabioque debe permanecer impasibilis. Nace así la idea de opo-ner de passio y raizo a la alteración de las pasiones se oponela calma de la razón. Esta idea de pasión pasa así a nuestracultura unida muchas veces a la peyorativa perturbado, o ala valoración de lo activo. Ambos conceptos, el aristotélicoy el estoico aparecen mezclados en el Renacimiento9.

Modernamente ha habido algunos intentos de sistemati-zar el proceso en cuanto a desarrollo textual. La crítica haido desde la interpretación simbólica hasta la denominada"semiótica de las pasiones", que explora una nueva direc-ción en los estudios textuales sobre la significación10. Si alu-dimos en este caso al campo semiótico es porque ha sidocapaz de desarrollar una teoría muy lúcida al poner en rela-ción las pasiones con el movimiento de la acción narrativa".Por eso me interesa plasmar la enajenación literaria de nues-tro personaje como ejemplo de una preocupación filosóficae intelectual que, aunque nos llega desde antiguo, cobra sumáxima significación en el momento actual, porque talcomo comenta Paolo Fabbri refiriéndose a la obra delsemiólogo europeo más importante "En una época como nin-guna otra de estetización general de los comportamientos y decrisis endémica del filosofema estético, A. J. Greimas, semió-logo y lingüista, ha optado por lo "estésico", es decir, por lacomponente afectiva y sensible de la experiencia cotidiana"12.

En Don Quijote, la acción de los personajes (sobre todoen la primera parte cíe la obra) se ve determinada por la pro-pia pasión de don Quijote. En la segunda, la lectura de suvida permite que los demás personajes actúen de mododirecto sobre él como dioses, porque ahora son capaces dereproducir el mundo mental de don Quijote.

En muchos casos, los sentidos se comportan como con-mutadores narrativos. Don Quijote percibe la realidad por

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medio de los sentidos, pero la transforma de acuerdo a lashistorias novelescas: "y como a nuestro aventurero todocuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho ypasar al modo de lo que había leído" (1,1); en la batalla conlas ovejas: "-Porque tenía a todas horas y momentos llena lafantasía de aquellas batallas, encantamientos, sucesos, desti-nos, amores, desafíos, que en los libros de caballerías secuentan, y todo cuanto hablaba, pensaba o hacía, era con-minado a cosas semejantes " (I, 18); la del cuerpo muerto:"Lo contrario le avino a su amo, el cual en aquel punto se lerepresentó en su imaginación, al vivo, que aquella era unade las aventuras de sus libros. Figuróse que la litera eranandas..." (I, 19). Para don Quijote la lectura son los sentidosy funcionan del mismo modo sobre sus actuaciones, así, enel capítulo cuarenta y siete de la primera parte dice:"-Muchas y muy graves historias he yo leído de caballerosandantes; pero jamás he leído, ni visto, ni oído, que los caba-lleros encantados los lleven de esta manera". Ver y leer pose-en el mismo poder de convicción para don Quijote, están almismo nivel de credibilidad subjetiva, se funden en uno(recordemos la famosa aventura de los molinos o la ventatransformada en castillo), y ambos moverán del mismomodo al héroe a la acción.

En los. últimos capítulos de la primera parte, don Qui-jote despliega todo su convencimiento y unidad personal enla acción. En su sentimiento heroico no hay fisuras porquepone de manifiesto la sutil barrera entre el mundo históricoy el novelado, entre la creación social de un mito y el per-sonaje humano. En el capítulo 49 (I), discute con un canó-nico y mezcla historia con literatura, y defiende la integridadde su modelo, Amadís:

"Porque querer dar a entender a nadie que Amadís nolite en el mundo, ni los otros caballeros aventurerosde que están colmadas las historias, será querer per-suadir que el sol no alumbra, ni el hielo enfría, ni latierra sustenta".

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Don Quijote está convencido de ello porque para él lacreencia está disuelta en su realidad. Gracias a ella ha cam-biado su personalidad y estado de ánimo: "lea estos libros,y verá cómo le destierran la melancolía que tuviere, y lemejoran la condición, si acaso la tiene mala. (...) De mí sédecir que después que soy caballero andante soy valiente,comedido, liberal..." (I, 50). Un buen ejemplo de cómo actú-an los sentidos para Don Quijote, es la confesión de habervisto a Amadís:

"La cual verdad es tan cierta, que estoy por decir quecon mis propios ojos vi a Amadís de Gaula, que era unhombre alto de cuerpo, blanco de rostro, y del modoque he delineado a Amadís, pudiera, a mi parecer,pintar y describir todos cuantos caballeros andan-tes...." (11,1)

No hay diferencia entre percepción sensorial y racional,entre intelecto y sensibilidad. Tal como sucede en el idealde la recepción estética, en la que el lector o receptor pro-porciona a un texto un significado que es en realidad unamezcla entre las "descripciones" de un objeto dado -con sussignificados socialmente atribuidos— y la "interpretación"personal. Porque "...los seres humanos poseen una capaci-dad meta-representativa o interpretativa; es decir, puedenconstruir no sólo descripciones, o sea representaciones delos estados de cosas, sino también interpretaciones, o sea,representaciones de representaciones" (Dan Sperber)13.

Para concluir, mencionaré la importancia que Cervantes daa las manifestaciones sensoriales, sobre todo a las de la vista yel oído. Veamos solamente los siguientes ejemplos. Referidosa la vista: "Se ven gran multitud de hombres, que no parecíansino estrellas que se movían" (I, 19); La maleta de Cardenioaparece como "no sé qué bulto" (I, 23); Las esculturas ocultaspara un retablo (II, 58). En cuanto al oído: Sancho se arrima aun árbol y siente "dos pies de persona con zapatos y calzas"

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(11,60); un episodio comienza con "golpes de compás, con uncierto crujir de hierros y cadenas..." (1,20); "son de una trom-peta tan triste que le hizo volver los rostros hacia donde lespareció que sonaba" (1,52); "gran aimor de alambores, cíetrompetas y arcabuces" (11,27); en una cacería de los duquessuenan "cornetas, lelíes, tambores, bocinas y pínfanos..."(11,34); Sancho oye "tan gran mido de campanas y de vocesque no parecía sino que toda la ínsula se hundía" (11,53).

La novela de Cervantes está lejos todavía del modernodesarrollo de las descripciones sensoriales y psicológicascon las que la novela ha ido paulatinamente enriqueciéndo-se, pero lo que sí encontramos en Don Quijote es la mani-festación del poder de la creencia, de la lectura como trans-formación del individuo que perfila la realidad no sólo conlos datos empíricos que posee, sino que también se veráobligado a crear una realidad particular con un material quepuede pertenecer al campo de lo "ficticio".

NOTAS

1 Moreno Baez, Enrique, Reflexiones sobre el Quijote, EditorialPrensa Española, 1977, pág. 153.

2 Cesare Segre, Las estructuras y el tiempo, Barcelona, Planeta,1976, pág. 200.

5 Lelia Madrid, Cervantes y Borges: la inversión de los signos,Madrid, Pliegos, 1987, pág. 45.

4 Rene Girard, Mentira romántica y verdad novelesca, Barcelona,Anagrama, 1985, pág. 91. En este libro el autor presenta una intere-sante teoría acerca de la naturaleza imitativa del deseo por la que serigen los seres humanos.

s Vid. J. L Austin, Cómo hacer cosas con palabras, Barcelona,Paidós, 1988.

6 Michel Foucault, Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México,1971, pág. 60.

7 Michel Foucault, ID.K La representación del ser humano como individuo que funciona

dentro de un entramado social puede parecer a primera vista ambiguoy contradictorio en el Quijote. Sin embargo, queremos recurrir aquí ala explicación de "representación cultural" que Dan Sperber propor-ciona en su artículo "Epidemiología de las creencias", en Revista deOccidente, na 125, Oct. 1991, pág. 5-36:

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"Explicar representaciones culturales es, pues, explicar por quéalgunas representaciones son ampliamente compartidas. Dado que lasrepresentaciones son más o menos ampliamente compartidas, no hayun límite definido entre representaciones culturales e individuales.Toda explicación de representaciones culturales, por tanto, debedarse como parte de una explicación general de la distribución derepresentaciones entre seres humanos; esto es, como parte de una epi-demiología de las representaciones.

9 En concreto, en los autores de la baja latinidad influyó el con-cepto estoico. Por ejemplo, San Agustín decía: passionum lurbelis ettempeslalibus agitan (De civ. VIII, 17) y definía passio como motusanimi contra rationem, que llega incluso a equiparar con concupis-centiae carnis, y muchas veces con los pecados, aunque por otrolado no deja de reconocer la existencia de bonae passiones.

Los autores cristianos contraponían a las pasiones no la calma delsabio, sino el vencer al mundo con el sufrimiento. Es deseable el apa-sionado sufrimiento contra el mundo pudiendo conseguir así la gloríapassio que nace del ardiente amor de Dios: de ahí el agradecimientode los mártires por el sufrimiento y la "mística de la pasión" de SanBernardo o San Francisco de Asís.

10 Son centrales y paradigmáticos los trabajos de Algirdas JulienGreimas que ha formado escuela y seguidores, dentro de la semióticatextual, así como autores como Umberto Eco en Italia, que siguiendolas investigaciones de Ch. S. Peirce desarrolladas en un campo prag-mático.

En cuanto a Greimas, la voz "Pasión" aparece incorporada en elsegundo volumen del Diccionario. El término curiosamente aparecedefinido en oposición a "acción": "la pasión puede ser consideradacomo una organización sintagmática de "estados de ánimo", dondecon esta expresión se entiende el revestimiento discursivo del sermodalizado por sujetos narrativos".

11 Para los interesados en el tema, además de la bibliografía deGreimas, proponemos la que aparece expuesta en el trabajo a cargode Isabella Pezzini, Semiótica delle passioni, Bologna, Esculapio,1991.

12 Introducción de Paolo Fabbri al trabajo de A. J. Greimas,DeU'imperfezione, Palermo, Sallerio editore, 1988.

13 Dan Sperber, "Epidemiología de las creencias", Revista deOccidente, na 125, Oct. 1991, pág. 21.

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EL LECTOR IMPLÍCITO.ESTRATEGIAS NARRATIVAS

¿Para quién escribió Cervantes? ¿Pensó en un éxito populary rápido que compensara sus penurias económicas y susfracasos literarios o pretendió un triunfo dentro de la comu-nidad de escritores de la época? Tal vez estas cuestionespuedan resultar, como poco, frivolas. Si nos interesa plante-arlas aquí, no es simplemente por el afán morboso dereconstruir la ficción de un escritor apesandumbrado por losaños, la estrechez económica, la falta de reconocimiento, yen el fondo, el no reconocerse a sí mismo como un buenpoeta (que era lo prestigioso en la época), sino que quisie-ra cuestionar si existió un público lector definido en laépoca, o si es siquiera posible plantearse esta cuestióndesde el momento actual en que la recepción se ha hechotan dispersa que sonaría un poco ridículo que nos pregun-táramos, por ejemplo, quiénes son los lectores de novelanegra para contestarnos luego con la simplicidad: "lectoresde consumo masivo". Cervantes al plantearse quiénes eransus lectores se encontró con una diversidad, con la necesi-dad de articular el texto en varios niveles que tejiese unentramado lo suficientemente fino como para poder encan-dilar a un público diverso en cuanto a formación y gustosliterarios. Por otra parte, como conocedor de la retóricademuestra un gran interés por el efecto que la literatura creaen los lectores y ello le lleva a presentar de modo dramáti-co el acto de la lectura, tal como ocurre en la segunda parteen el capítulo XXVII en el Retablo de Maese Pedro, donde

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el narrador, el relato y el auditorio aparecen dramatizados.Como lectores asistimos a los preparativos de la función queestá preparando Maese Pedro. De repente estamos en la salacomo espectadores de la función que allí va a tener lugar,junto con el público auténtico. En el capítulo siguiente seescenifica la leyenda de Gaiferos y Melisenda y el ayudantede Maese Pedro se convierte en un intérprete cíe lo que allíestá ocurriendo al mismo tiempo que narrador de la histo-ria. Como todo narrador permanece atento a lo que estáocurriendo dentro de la escena y fuera de ella, o lo que eslo mismo, está atento a los efectos que causa lo que vanarrando en el público. Pero aparece un "lector literal", donQuijote, que comienza a intervenir en la historia porque noestá de acuerdo en cómo se está desarrollando. En su locu-ra lo que allí ocurre es real y su obligación es atacar a losmoros. Con ello consigue destruir el mundo de lo ficticio alos ojos del espectador y del lector, que tiene que dejar delado la historia de Gaiferos y Melisenda y ocuparse denuevo de Don Quijote. Maese Pedro es el autor en la som-bra que se esconde tras el artificio de un narrador (que en elcaso de Cervantes se hace múltiple) y que intenta impresio-nar no sólo al auditorio o público. ¿Qué ocurre con los lec-tores que hemos sido arrojados cíe un mundo de ficción-representación a la ficción-lectura?, ocurre que a pesar deser espectadores aventajados, seremos esta vez de nuevosorprendidos por el autor real que nos prepara una nuevasorpresa: la personalidad de Maese Pedro, en realidad Ginésde Pasamonte). Si en el capítulo XXXII Cervantes había des-plegado una tipología de lectores según su adhesión a lasíormas de lectura, en éste asistimos a una pequeña escenifi-cación de lo que ocurre entre el narrador, la historia quecuenta y el público. Ese público aparece escenificado endos papeles principales: el de Don Quijote, el enajenado, ynosotros mismos que se nos supone instruidos y con unnivel de sensatez suficiente para ser capaces cíe abrir sin sor-prendernos las cajas chinas que crean todo el aparato de laficción.

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¿Cómo se relaciona el autor con su lector implícito? Sinduda Cervantes instituye con el lector desde el prólogo unarelación basada en el juego irónico, introduciendo distintoshorizontes ideológicos que continuamente son atacadoscomo falsos, limitados o inadecuados a la realidad. De ahí lamodestia cervantina en el prólogo, sus confesiones de escri-tor poco ambicioso; de ahí lo paradójico de la personalidaddel héroe, las estructuras paralelísticas a nivel actancial:Quijote/Sancho; cura/canónigo; textos leídos o narrados/oyentes; mundo quijotesco/no quijotesco; subjetividad/extrasubjetividad; aventura/ encantamiento y un largo etcé-tera. Dentro de toda esta serie de bipolaridades la ironía seconvierte en un recurso compositivo1. En clave irónicaCervantes muestra al lector cómo la verdad de la literaturano depende de la experiencia en el mundo, sino que es unresultado, una conclusión del "hacer persuasivo" de la obraque convierte la lectura en un proceso, en un acto de veri-dicción en la que el lector deja de plantearse la cuestión dela ficción como problemática cuando acepta adherirsepasionalmente al texto. Un ejemplo de manipulación de lalectura la ofrece la introducción de la novela corta de Elcurioso impertinente. La búsqueda de una verdad absolutaen un texto, tras la "forma" engañosa es absurda porquehace que seamos víctimas de una nueva forma de persua-sión si cabe más absurda y poco controlable por la razón.Así Anselmo, movido por el "querer saber" manipula a suamigo para que "haga" algo, pero al final acaba siendo unavíctima de las apariencias, de un efecto de persuasión queél mismo ha puesto en marcha: se cree lo que simplemente"parece" verdadero de forma convincente. El lector implíci-to no tiene escapatoria. Si quiere comportarse como tal paradisfrutar de la lectura, no le queda más remedio que poneren suspenso su credibilidad y realizar un acto de adhesiónen el que su creencia es manipulada por el texto.

Como recurso narrativo, Cervantes utilizó la parodiacomo elemento cómico, como instrumento para conseguirla risa y la complicidad del lector, pero también para conse-

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guir su supuesta finalidad didáctica. Al satirizar las técnicasnarrativas de la novela caballeresca, siguió en realidad utili-zándolas, citándolas. Por ejemplo, uno de los recursos másutilizados por las novelas de caballerías era la del autor fic-ticio que encontraba casualmente un manuscrito. Tampoconuestro autor fue original en este planteamiento, pero, sinembargo, sí lo fue cuando consiguió descomponer la figuradel autor en distintos narradores dramáticos, o tambiéncuando dramatizó, tal como hemos visto anteriormente elacto de la lectura o la tipología de lectores.

Con el uso de elementos paródicos de la novela anterior,se introducen nuevos lenguajes, nuevas citaciones en termi-nología bajtiniana. La parodia complica el uso de lenguaje yconvierte la palabra novelesca anterior en germen de unacreación nueva donde la palabra antigua aparece como fosi-lizada, mostrando un horizonte ideológico distinto que a suvez es destruido como falso, limitado e inadecuado a la rea-lidad. Esta citación no es más que una sustitución de algoque se transforma en otra cosa pretendiendo sustituir la pala-bra literaria a la vulgar de la vida corriente: "La palabra enno-blecida por el patetismo sentimental, pretendiendo sustituira la palabra vulgar de la vida corriente, entabla inevitable-mente con el plurilingüismo real de la vida el mismo conflic-to dialogístico, irresoluble, que la palabra ennoblecida deAmadís en las situaciones y diálogos de Don Quijote (...) elpatetismo sentimental tiene una resonancia paródica, comoun lenguaje entre otros lenguajes, como una de las partes deldiálogo de lenguajes que circunda al hombre y al universo"2.

CONCLUSIONES

NOTAS

1 Vid. Vicente Gaos, "El Quijote y las novelas intercaladas", enClaves de la literatura española, Madrid, Guadarrama, 1971: "La ironíauniversal, hondísima, que campea en todo El Quijote se extiende a lamisma composición de la obra, se convierte en un recurso, en un pro-cedimiento técnico", pág. 190

2 M. Bajtin, Teoría y estética de la novela, Madrid, Taurus, 1989,págs. 212-213.

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Las disciplinas contemperarles que se han ocupado delproblema de la significación como la hermenéutica, la teo-ría literaria en general, la teoría de la comunicación, y algu-nas obras de creación contemporáneas han sido mediatiza-das por cambios trascendentales del pensamiento, debidosentre otros factores a la revolución comunicativa iniciada aprincipios de siglo y el paso a una sociedad altamente tex-tualizada. Paralelamente, se ha ido instalando una perspec-tiva subjetivista en el pensamiento que ha hecho más y másincierta la seguridad del ser humano occidental ante la inter-pretación de los textos, esos objetos que determinan su rela-ción con el mundo que le rodea. Nietzsche y la negación dela metafísica, Freud y la desintegración del "yo consciente",Wittgenstein y los "juegos de lenguaje", Einstein y la teoríade la relatividad, T. S. Kuhn y la imposibilidad para la cien-cia cíe objetivar los "hechos" a analizar, y por último la teo-ría cíe la Gestalt que demostró que percibimos el mundo abase de configuraciones significativas, no han hecho másque evidenciar la necesidad de las ciencias sociales dereplantearse el problema del receptor, o lo que es lo mismo,el problema de otorgar un significado a las construccionestextuales que forman el universo individual y colectivo, y cíedefinir cual es el estatuto -real o ficticio- que debemos otor-gar a las mismas.

La lectura, la decodificación, es la actividad fundamentalque el ser humano despliega ante un texto de cualquiertipo: estamos condenados a la interpretación. La incógnita

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fundamental es saber qué hace que ordenemos los materia-les perceptivos de una u otra forma. Es decir, el mismo quese les planteó a Don Quijote y a Sancho ante los molinos:definir qué valida la interpretación ante el mundo, qué esuna interpretación correcta, o si ésta es una cuestión que nodeberíamos siquiera plantearnos. Está claro que ante laenvergadura del problema nadie puede ofrecer una solu-ción salomónica, una tesis definitiva sobre las distintasincógnitas que plantea el funcionamiento textual. Lo quenosotros hemos querido plantear es la evidencia de unademanda latente en el pensamiento contemporáneo quedesde diferentes campos ha coincidido en la teoría de la lec-tura.

Si la lectura se ha transformado en el eje del cambio teó-rico acontecido recientemente, no ha sido por un hecho gra-tuito. La explicación está en que ésta funciona de una formaparadójica: por medio de ella, conseguimos situarnos en unlugar privilegiado para la interpretación: dentro y fuera deltexto; dentro y fuera cíe nosotros mismos y de nuestrosmundos. Por eso la lectura, la interpretación, es la formamás efectiva donde se manifiesta la socialización de las cre-encias. No es sólo una técnica, sino una práctica sujeta aldevenir histórico y llevada a cabo en un espacio concreto, engestos y costumbres, que hacen que el problema cíe la com-prensión sea siempre un proceso dinámico.

La figura del lector ha generado múltiples preguntas yrespuestas, diferentes aspectos de una misma cuestión críti-ca. Por ejemplo, tanto la Teoría de la información como laHermenéutica o la crítica literaria han evidenciado que elsignificado de un texto recae, en último instancia, en el lec-tor y que no es posible su completa determinación. LaHermenéutica (con Paul Ricoeur) llegó a la conclusión cíeque el "yo" es el resultado de una interpretación por mediode una función simbólica ante el mundo. La teoría de lacomunicación ha querido concretar la capacidad cognitivadel receptor y el modo en que un lector de los medios inte-gra el conocimiento del entorno que le proporcionan los

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medios de comunicación; y la crítica literaria se halla des-pués del estructuralismo con un cambio epistemológicodebido a la influencia de la figura del lector, que hizo queparte de la crítica haya derivado hacia teorías nihilistas yradicales, mientras que otra haya reivindicado el estudio dela retórica o de las "formas" textuales.

Hay una realidad y un ser humano capaz de "leer" las ins-trucciones significativas. A eso lo llamamos interpretación, yse produce sobre todo como una práctica intertextual. Estono quiere decir que debamos conformarnos con la idea deque es imposible explorar la significación porque en el len-guaje se produce una semiosis ilimitada y una falta dereferencialidad, ya que si actuamos así, renunciamos a la crí-tica y posiblemente entremos en una interpretación simbóli-ca de tipo medieval. Sabemos que existe un texto y un lectorque lo interpreta con su estrategia. Cuando leemos entramosen un universo eminentemente pragmático y contextual por-que debemos llenar los vacíos que todo texto contiene; esta-mos obligados a formular hipótesis, a utilizar la "enciclope-dia", pero su uso está limitado por su estructura. De ahí queno pueda darse un uso neutral cíe los enunciados. Como crí-ticos nuestra función será siempre intentar desentrañar lasclaves del funcionamiento textual. Sabemos de la intersec-ción que se da entre literatura y sociedad; entre realidad y fic-ción. A ello se refiere Octavio Paz cuando dijo que:

"La literatura expresa a la sociedad; al expresarla lacambia, la contradice o la niega. Al retratarla la inven-ta; al inventarla, la revela. La sociedad no se recono-ce en el retrato que le presenta la literatura; no obs-tante, ese relato fantástico es real: es el desconocidoque camina a nuestro lado desde la infancia y del queno sabemos nada, salvo que es nuestra sombra ¿osomos nosotros la suya?"1

En el libro de Cervantes hemos aprendido que en la lec-tura, en la descodificación, existe algo de inaprensible, algo

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que escapa siempre a la racionalidad y a los análisis concre-tos. Algo que hace que el lenguaje y la comunicación, porestar basados en una estructura lingüística, sean capaces de"crear mundos", o incluso de sustituir al mundo real, porquetal como afirma Enrique Lynch: "un enunciado figurativo,cualquiera que sea el juego de lenguaje que empleemos conuna intención performativa, con el propósito de actuar creamundo. Más todavía, suplanta el mundo en el que apa-rentemente se sustenta"2.

Cervantes puso de manifiesto que el nacimiento de lanovela va unido directamente a la formación de un públicolector, en un proceso paralelo a la interiorización de la lec-tura y a la creación del concepto de "individualidad" bur-guesa. Las novelas -los textos- y los lectores se influyenmutuamente en una interacción que los textos manipulandesde las estrategias narrativas. El problema de la lectura, dela interpretación, debe entonces resolverse desde dos pun-tos de vista: como actos comunicativos individuales y priva-dos, y por otra parte, como productos culturales condicio-nados por factores genéricos o históricos.

Cervantes supo ver que la novela pertenece al lector,transformándolo no sólo en testigo de la ficción, sino quehace que sea él quien actualice las distintas perspectivas dela comprensión del mundo de lo ficticio que aportan lospersonajes. Su modernidad estriba precisamente en que nobasa su retórica en juicios absolutos y didácticos, sino que lafunda sobre la participación de los lectores, ofreciéndolesrazonamientos contradictorios. Como escritor hace un des-cubrimiento trascendental para la narrativa posterior: que laejemplaridad de la literatura de ficción se encuentra en elacto mismo de la lectura, porque es este ejercicio el querequiere del lector el uso de las facultades críticas queposee, que debe poner a funcionar ante el laberinto de opi-niones y técnicas diversas que el texto impone, porque paraCervantes la imaginación y el entendimiento siempre entranen conflicto durante el proceso de interpretación./?/ Quijotemarca una etapa de transición de la narrativa. En una época

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de crisis ideológica y social, Cervantes consigue superar losviejos modelos de pensamiento dogmático e iniciar unanueva era en la que se supone que ya no se puede estable-cer una relación directa entre las palabras y las cosas. Elconocimiento humano se hace, por un lado, mucho másexperimental, pero por otro, comienza a relativizarse lacorrespondencia entre la mente y los objetos del mundo.Los lenguajes son solamente los signos de las cosas, sin exis-tir una relación directa entre ellos; por eso, los significadosse "negocian" socialmente.

Don Quijote cobra sentido porque se dan una serie decoincidencias sociales entre la época cervantina y la actuali-dad. Esas coincidencias no son, por supuesto, tanto históri-cas, ideológicas o sentimentales, como el hecho de que enambas se den movimientos similares hacia la estética delreceptor. La práctica de la lectura supuso una revolucióncultural, que sólo tiene parangón en la historia de la huma-nidad con la revolución comunicativa a la que estamos asis-tiendo durante el siglo xx.

De Cervantes hemos aprendido varias cosas: que laliteratura de ficción (es decir, de los textos que circulansocialmente con el estatuto de "ficticios"), no es comprensi-ble única y exclusivamente desde el estatuto de lo ficticio,porque por medio de ella el ser humano expone sus propiascontradicciones y deseos. La preocupación por los fines dela literatura escrita puede parangonarse con los fines de lostextos formados con imagen que circulan socialmente en laactualidad como ficciones. También que los objetos delmundo son tan susceptibles de ser interpretados como lasideas y que el mundo de lo escrito posee una continua auto-rreferencialidad que es la que proporciona sentido a lascosas.

Para Don Quijote, a base de leer historias, la ficciónacaba convirtiéndose en realidad, pero no sólo le ocurre anuestro personaje de novela. Algo parecido sucede con laconstrucción de la realidad que nos proporcionan losmedios de comunicación, que cuando reproducen una noti-

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cía "real", utilizan también recursos discursivos propios dela ficción; por eso la "hiper-realidad" que transmiten losmedios de comunicación debilita el estatuto ontológico delo que verdaderamente ha acontecido. Vattimo hace elsiguiente comentario acerca de la fabulación del mundo quelos medios llevan a cabo:

"...la intensificación de las posibilidades de informa-ción sobre la realidad en sus más diversos aspectosvuelve cada vez menos concebible la idea misma deuna realidad. Quizá se cumple en el mundo de losmass media una "profecía de Nietzsche: el mundoverdadero, al final, se convierte en fábula"3.

Cervantes nos enseñó que la interpretación no es algoexterno a los textos ni a las personas que la realizan; quetan susceptibles son de interpretación los objetos "reales"como los ficticios; que textos y lectores están manipulados,definidos por las estrategias narrativas, y que el problemade la lectura debe afrontarse desde dos puntos de vista: porun lado, como un acto individual y privado, y por otro,teniendo en cuenta los condicionantes de tipo genérico ehistórico en la interpretación. La recepción se centra en laintersección que se produce entre el "texto" y la "lectura",entre objeto y sujeto interpretativo, porque es ahí donde segenera un espacio de constante replanteamiento y refle-xión.

Todos estos fenómenos están en relación directa con eluso simbólico del lenguaje, dispuesto siempre a transgredirsus usos "normales"; existe una fuerza intrínseca en lo ima-ginario, en lo narrado de forma lingüística y como tal sus-traído a la existencia inmediata y sensible. El problema estáentonces, tal como lo dibujó Cervantes en Don Quijote, enseparar realidad y ficción a la hora de interpretar el mundoque nos rodea. Cervantes hace una novela "realista" y conello critica la realidad y siembra en los lectores la sospechade si no será ésta tan irreal como los sueños y las fantasías de

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Don Quijote. ¿Existe por lo tanto una sinonimia efectivaentre la lectura, la verdad, la locura y la vida?

NOTAS

1 Octavio Paz, "Los días que corren", en Tiempo nublado, Barce-lona, Seix Barral, 1986, pág. 161.

2 Enrique Lynch, Dionisio dormido sobre un tigre. A través deNietzsche y su teoría del lenguaje, Barcelona, Destino, 1993, pág. 22.

-•* Gianni Vattimo, La sociedad transparente, Barcelona, Paidós,1990, pág. 81.

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Prólogo, por Jorge Lozano 7

Don Quijote, el lectorpor excelencia

Introducción 17«La hora del lector» 23Recepción cervantina y recepción contemporánea ... 35El lector de "historias" en el siglo xvii 41

Los públicos: culto-vulgo. Una aproximaciónsociológica 44Profesionalización de los escritores 54Las instituciones. El control de la Iglesia, ElEstado, y la autorregulación de los creadores 58

La poética de Cervantes 67Interpretación y teoría literaria en el siglo de Oro.. 70Límites entre arte/vida 77Naturaleza de la verdad artística. Varios proble-mas: realidad-ficción; verosimilitud-credibilidad.. 83Introspección y autoanálisis artístico. Separación"yo-autor" y "yo-personaje" 86

Cervantes ante sus lectores 91Conciencia de "efectividad" de una obra 94Una visión erasmista: Elogio de la locura, duplici-dad de la verdad, ilusión de las apariencias o unnuevo mecanismo crítico 97

Page 75: POR A DON EL LECTOR - eprints.ucm.es · Greimas, Bajtin, Lotman, Weinñch... En la introducción Bernárdez menciona inevitable-mente a Borges, y enseguida recordé una reciente confe-rencia

Cervantes entre el fracaso y el triunfo 100Varios tipos de lectores 102

Don Quijote, el lector enajenado 103El Canónigo: el lector culto y el placer delentretenimiento 108El Ventero: el lector vulgar. La lectura lúdica... 110Maritornes: la lectura sensual 113La hija del ventero: la lectura platónica 115Un juego de identificaciones lió

Teoría de la Acción En El Quijote 119De la antigua "peripecia" a los libros que "hacenhacer algo" 119Don Quijote o el problema de la creencia en con-flicto con el mundo 121El valor performativo de la creencia quijotesca .... 124La somatización de las creencias: El mundo de lossentidos 127

El lector implícito. Estrategias narrativas 133Conclusiones 137Bibliografía citada 147

Esta obrase acabó de imprimircon los auspicios de

Sagrario Fierro Madrid yAntonio J. Huerga Murcia, editores.

FINÍS CORONAT O PUS

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