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Título de la Ponencia: EXPERIENCIA DE SEGURIDAD ALIMENTARIA EN IBAGUÉ, MÁS QUE HUERTAS
GUBERNAMENTALES.
Equipo de Investigación: Jessica Oyuela, Pablo Pimiento, Adriana Loaiza, Julieth Alarcón, Marcela
Ramirez, Sebastián Burbano, Catalina Olaya
Resumen:
El presente trabajo recoge la experiencia del proceso de investigación realizado por estudiantes
del programa de Comunicación Social y Periodismo la Universidad de Ibagué de octavo semestre,
presentado como trabajo final de las materias de Producción en Televisión, Periodismo Ciudadano
y Comunicación y Desarrollo; la investigación que tuvo como objetivo analizar la apropiación por
parte de la comunidad ibaguereña del proyecto denominado “Huertas Caseras”, liderado por el
ente corporativo descentralizado CORTOLIMA (Corporación Autónoma regional del Tolima) y la
corporación Desarrollo y Paz, Tolipaz, desde la experiencia del barrio Palma de Río ubicado en el
Salado y del barrio Modelia de la ciudad.
Palabras Claves: Huertas caseras, Seguridad alimentaria, Soberanía alimentaria, Agricultura
urbana.
Abstract:
The present paper is the resume of the investigation process experience realized by social
communication and journalism students of the Ibague University from 8th semester, presented as
final paper of the subjects such as Television, citizen journalism and communication and
development; the investigation had as target analyze the appropriation by the Ibague’s citizen
community from the project called ¨home garden¨, leaded by the corporative uncentralized
CORTOLIMA (Corporacion Autonoma Regional del Tolima) and the peace and development
corporation, TOLIPAZ, since the experience of the river´s palm neighborhood localized in the
Salado and the Modelia neighborhood of the city.
Keywords: home gardens, food security, food sovereignty, Urban Agriculture.
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EXPERIENCIA DE SEGURIDAD ALIMENTARIA EN IBAGUÉ, MÁS QUE HUERTAS
GUBERNAMENTALES
Presentación
La agricultura urbana como práctica ha estado presente en la sociedad desde épocas milenarias,
sin embargo y con el pasar de nuestra historia, el cultivo de la tierra se relacionó directamente
como un tema exclusivo de la vida en el campo; bien sea por el auge de la industrialización, la
globalización o las ciudades llenas de cemento que se dan hoy en día en las urbes. Pese a esto,
pareciere que el campo ya no es el lugar seguro que algún día fue en nuestro país, es por esto que
desde la época de la violencia de 1946 al 1959 aproximadamente 2.000.000 de colombianos
tuvieron que despojarse de sus tierras y de su único sustento (Jiménez, 2007, p. 13) viéndose
obligados a volcarse hacia las ciudades; este tipo de desplazamiento forzado por causa de
conflicto armado en los campos colombianos ha obligado a millones de campesinos a desplazarse
y así perder la única forma de trabajo y sustento que conocían, el de trabajar la tierra.
Estos procesos de desplazamiento forzado de los campesinos a las urbes, desde siempre se han
tomado en términos de estadísticas, que si bien son alarmantes; por ejemplo “durante el periodo
comprendido entre los años 2000 y 2001, el número de municipios afectados ascendió en 70 por
ciento. Más aún, cerca de 74 por ciento de los municipios del país presenta en el 2001 problemas
de desplazamiento, ya sea de salida o de llegada” (RSS,2002). Sin embargo es necesario dejar de
entender el problema del desplazamiento forzoso en estos términos y plantearse en Colombia
desde el estado políticas sociales que permitan el desarrollo integral de estas comunidades, con el
fin de fomentar las prácticas propias de la vida en el campo, con el fin de lograr reivindicar su
papel de campesinos dentro de las urbes y así fomentar al desarrollo desde lo local; esto teniendo
en cuenta, que algunos desplazados “sufren fuertes impactos sobre su bienestar debido
probablemente a la dificultad de vincularse a un mercado laboral para el cual no estaban
preparados” (Ibáñez y Querubín, 2004, p.3), lo que conlleva a una afectación considerable en su
situación socioeconómica y por ende, una búsqueda de otras formas de empleo.
Como se señaló anteriormente, el desplazamiento forzoso es una problemática reflejada en un
momento en las urbes, las cuales a su vez atraviesan por procesos globalizantes y
macroeconómicos los cuales no les permiten considerar, en términos estatales, el valor de la
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microempresa en el desarrollo local y regional. Desde hace más de una década, las también
llamadas PyMes (Pequeñas y medianas empresas), a parte de perder protagonismo en el escenario
económico, a su vez responden principalmente a las necesidades que el estado plantea y no a las
que realmente necesita su comunidad circundante.
En el panorama anterior, se dan proyectos en ciudades como Bogotá, Cucutá, y en departamentos
como en el Tolima y Antioquia, los cuales buscan desde la agricultura urbana una salida a las fallas
del estado en términos de garantías de necesidades básicas de sostenibilidad social, sin embargo
son una opción desde entes que responden a la lógica gubernamental paternalista y por ende no
se tienen en cuenta las necesidades alimentarias de cada comunidad.
Desde la FAO para el mundo
El concepto de agricultura urbana permite evidenciar que las prácticas basadas en cultivos
orgánicos no es algo que competa únicamente a los campesinos de las zonas rurales; a su vez, la
estrategia de agricultura urbana es adoptada principalmente en los países con altos índices de
pobreza y desnutrición, con el fin de presentar una posible solución en torno a estos problemas
directamente relacionados con la falta de intervención estatal en las dimensiones básicas de
garantías para una vida digna y saludable.
Bajo esta perspectiva, nace como estrategia dentro de la agricultura urbana la implantación de
huertas caseras sostenidas por la familia o por un grupo de personas que habitan un barrio en
común; es necesario aclarar que este tipo de prácticas no son algo nuevo, según la FAO (Food and
Agriculture Organization), “Las huertas familiares son cultivadas desde la prehistoria en los
aledaños del hábitat. Las características más salientes de las huertas familiares son: su localización
contigua a la vivienda familiar y la vasta diversidad de los cultivos, practicados, básicamente, con el
objetivo de subvencionar las necesidades de la familia.” (FAO, p.10).
Desde esta mirada de la FAO, se distinguen diversos tipos de huertas, las cuales son (FAO, p.12)
- Huertas tradicionales , que son el resultado de una larga adaptación de las plantas a las
condiciones locales
- Las huertas experimentales, a menudo concebidas a partir de aportes externos respecto a
su diseño y tecnologías utilizadas.
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- En las zonas urbanas y en las zonas agrícolas más remotas, se pueden hallar huertas
caseras manejadas con menores recursos – una pequeña parcela de tierra que produce las
hortalizas y los aderezos necesarios a las comidas cotidianas, base de estudio de la
experiencia de investigación presentada en esta ponencia.
- Una superficie más grande y mayor disponibilidad de capital dan lugar a las huertas
mixtas, las cuales integran las producciones vegetales, la ganadería y la acuicultura,
proporcionando, en consecuencia, mayores posibilidades de reciclado de los deshechos
familiares.
- En las huertas agroforestales , el espacio limitado es utilizado intensivamente mediante el
cultivo de especies plurianuales – árboles, plantas trepadoras, plantas de sotobosque y
plantas productoras de raíces-.
Desde el estado colombiano, las huertas caseras han sido concebidas como una solución posible a
la crisis alimentaria por la que atraviesa nuestro país, para esto enmarca proyectos como este bajo
la bandera del concepto de seguridad alimentaria; la FAO lo define como: “Existe seguridad
alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a
suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus
preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana.” (Cumbre Mundial
sobre la Alimentación, 1996), es decir que hace referencia al derecho y la obligación en la que se
encuentra el estado de suministrar y suplir las necesidades alimenticias que beneficien la salud de
la comunidad.
Según el informe de políticas de la FAO, de junio de 2006, la seguridad alimentaria incide en
cuatro dimensiones:
- Disponibilidad de alimentos para la comunidad
- Acceso a los alimentos por parte de la sociedad
- Utilización de los alimentos
- Estabilidad del proceso de cultivo
Otra definición es la que ofrece el Instituto de Nutrición para Centroamérica y Panamá (INCAP),
según la cual la seguridad alimentaria ¨es un estado en el cual todas las personas gozan, en forma
oportuna y permanente, de acceso físico, económico y social a los alimentos que necesitan, en
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cantidad y calidad, para su adecuado consumo y utilización biológica, garantizándoles un estado
de bienestar general que coadyuve al logro de su desarrollo”. (PESA, p.2).
Esta mirada presentada por la FAO ha sido el pilar de todos los procesos de agricultura urbana que
se han gestado en nuestro país, a partir de esto se concluye que aunque exista la idea de
plantearse una solución para contribuir al desarrollo local no se adaptan los modelos ya
establecidos a los contextos específicos, y por lo tanto soluciones como éstas no siempre tienen el
mismo resultado.
Si bien es cierto, la seguridad alimentaria es la condición en la cual se goza de un bienestar integral
en materia alimenticia, la soberanía alimentaria, por su parte, “es el derecho de los pueblos a
alimentos sanos y culturalmente adecuados, producidos mediante métodos sostenibles, así como
su derecho a definir sus propios sistemas agrícolas y alimentarios.” (Vía Campesina) Es decir, que
la soberanía pretende una apropiación y explotación de los recursos pero desde la autonomía de
la comunidad, para la comunidad y pensado en suplir los requerimientos que éste presente en
materia de alimentos, considerando las características y necesidades de cada localidad.
De proyectos Gubernamentales a Iniciativas Ciudadanas
Frente a este contexto globalizado e industrializado, a la par han surgido una serie de procesos
reivindicatorios por parte de algunos grupos campesinos (principalmente), quienes buscan
confirmar su papel de trabajo en el campo y más allá de eso, pretende desde la soberanía
alimentaria una apropiación y explotación de los recursos naturales propios. Desde esta
perspectiva asociaciones internacionales como Vía Campesina, desde 1993 defiende “la agricultura
sostenible a pequeña escala como un modo de promover la justicia social y la dignidad. Se opone
firmemente a los agronegocios y las multinacionales que están destruyendo los pueblos y la
naturaleza.”(Vía Campesina, 2011, p.1)
A partir de estos movimientos sociales se refleja la autonomía por la que están luchando las
comunidades en términos alimentarios y de organización ciudadana, dicho de otra manera, desde
la soberanía alimentaria se plantean reivindicaciones de carácter relacional del hombre y el medio
ambiente en su dimensión simbiótica; es mediante procesos de agricultura urbana que se
pretende desarrollar un medio ambiente sostenible, sano pero sobretodo que aporte a las
necesidades nutricionales y a las apropiaciones territoriales que como comunidad asentada
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merecen, lo cual genera otros procesos de identidad en torno a la tierra, el valor de la misma y la
conservación de modelos autóctonos de agricultura.
Desde esta mirada, son muchas las administraciones departamentales y municipales que han
implementado programas en torno a la seguridad alimentaria con la estrategia de rescatar estos
procesos productivos de cultivos naturales en las urbes, con el fin de incentivar la siembra y el
consumo de alimentos a cero costo y saludables, es decir la implementación de huertas caseras y
comunitarias que respondan a estos procesos, sin embargo y como lo veremos más adelante, este
tipo de imposición de desarrollo desde las administraciones no siempre responden a los
requerimientos ni a las condiciones reales que poseen las comunidades.
Una experiencia de huertas caseras en Ibagué
Proyectos de agricultura urbana enfocados a la promoción de huertas caseras y comunitarias, se
han implantado en nuestro país en ciudades como Bogotá y Cúcuta, y en departamentos como
Antioquia, entre otros. Desde Antioquia este proceso se dio gracias a la alianza de la gobernación
con la FAO, en este proyecto se desarrollaron cartillas y capacitaciones con el fin de promover la
implementación de huertas desde la seguridad alimentaria en nuestro país. En Bogotá por su
parte, se dieron procesos impulsados desde la alcaldía en sectores marginados y localidades
aledañas a la ciudad con el fin de combatir el hambre, dar otras salidas de uso de tiempo libre a las
personas y a su vez a largo plazo como una opción de vida remunerada.
Para analizar la experiencia del departamento del Tolima en torno a la agricultura urbana, se
realizó un proceso de investigación de tipo cualitativo y etnográfico, en el cual se logró contrastar
la mirada oficial en torno al proyecto y la apropiación por parte de la comunidad del mismo, en
este ejercicio investigativo se tomó como muestra el barrio Modelia, por ser pionero en el
proyecto de huertas caseras y el barrio Palma de Río ubicado en el Salado.
- Cronología
Desde la experiencia del departamento del Tolima, el proyecto de huertas caseras tuvo dos fases
por un lado con el inicio desde el 2006 con la Corporación Desarrollo y Paz del Tolima (TOLIPAZ) de
la mano con Cortolima y la alcaldía de Ibagué; y una segunda fase con la Corporación Ambiente y
Desarrollo y Cortolima, junto con otras fundaciones como PÚCURA y Fundación Social.
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La primera fase con Tolipaz, se dedicó principalmente a instaurar las huertas caseras en las
comunas 6 y 7 de la ciudad, además de la capacitación sobre seguridad alimentaria y soberanía
alimentaria, pilares de esta propuesta y conceptos entendidos desde la FAO, antes mencionados.
Durante su gestión, Tolipaz se preocupó por realizar visitas semanales y reuniones mensuales con
los dueños de las huertas, lo que corrobora la comunidad y por tanto el compromiso de la entidad
con el proyecto. Luego de 1 año de gestión, el proyecto con Tolipaz se terminó por cuestiones
burocráticas de finalización de contrato con Cortolima. Si vemos esto en términos de desarrollo
local, es contraproducente para las comunidades finalizar el proceso de agricultura urbana, ya que
éste proceso de cultivo y mantenimiento de huertas requiere de tiempo y recursos que en un año
no fueron suficientes, además por este cambio de corporaciones se dejaron de lado diversos
procesos de implementación de huertas caseras, es el caso de la huerta del barrio Palma de Río en
el salado, las huertas de la Gaviota entre otros procesos de agricultura urbana en la ciudad.
En la segunda fase del proyecto en el departamento, intervino la Corporación Ambiente y
Desarrollo, sin embargo esta corporación centra en este momento su atención a la
comercialización de los productos generados en las huertas; dejando de lado la implementación y
control de cultivos urbanos. El proyecto encabezado por la corporación Ambiente y desarrollo
inició en el 2007 con el proceso de promoción de la agricultura urbana como “una estrategia que
contribuye al mejoramiento de la calidad de vida de las personas en situación de pobreza y a la
conservación del ambiente” (Ambiente y Desarrollo, 2012, p.3); con la ayuda de un seminario
taller realizado del 24 al 28 de octubre de ese año, en el cual participaron líderes comunitarios,
organizaciones ambientales y campesinas del municipio de Ibagué, seminario guiado por Roberto
Sanchez y Maria Caridad Cruz de la Fundación Antonio Núñez Jimenez de la Naturaleza y el
Hombre de la Habana Cuba, a este seminario asistieron 83 personas.
Según Ambiente y Desarrollo para la instauración de la huerta se necesitan de diversas fases,
primero se cuenta con un grupo de personas interesadas en el tema, luego va la fase de
concertación, ésta se define como el establecimiento de los acuerdos y compromisos que se
adquieren, en cuanto al adecuado uso de los materiales, la asistencia a las actividades
complementarias y el interés de darle continuidad y sostenibilidad al proceso. Luego de
comprometer a las personas sí se hace reconocimiento al sitio para el establecimiento de la
huerta en la vivienda, el profesional encargado analiza las condiciones básicas relacionadas con la
disponibilidad de luz solar, el acceso al agua para el riego y que los animales no ingresen al área de
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los cultivos, para así realizar el diseño de la huerta casera y poder establecer los materiales que se
requieren y asignar las labores de alistamiento.
Dentro de la experiencia descrita por el ente gubernamental el proyecto inició con la instauración
de un plan piloto en el 2006, el cual pretendió implementar lo que anteriormente se describió,
plan realizado en la comuna 6 en los barrios el Triunfo, Bellavista, San Antonio y Las Delicias, y en
el cual se establecieron alrededor de 45 huertas caseras.
Ya para el 2008 se amplió la cobertura a las comunas 7, 8, 9 y 13, además se iniciaron gestiones en
otros municipios como en Saldaña y Purificación. En el 2010 la Asociación Desafío Nuevas
Propuestas para el Desarrollo Humano Sostenible, se unió al proyecto ampliando cobertura en las
comunas 1, 2, 5 y 12, a su vez se impulsaron actividades en comunas 3, 4 10 y en la comuna 13.
Finalmente en el año 2011 se amplió la cobertura a los municipios Alvarado, Venadillo, Piedras,
Lérida y Saldaña.
Según la Corporación Ambiente y Desarrollo, en enero de 2010 se realizó un estudio exploratorio
en las comunas 6, 7, 8, 9 y 13, este estudio pretendió dar cuenta de los resultados de tipo
cuantitativo del proyecto de huertas caseras, a un año según el estudio se produjo 297.256
plantas, sembradas en un área de 8.8 hectáreas, en donde se cultivaron 25 especies, 244.130
libras de hortalizas y verduras, según el estudio en promedio la libra tenía un valor de $700 lo que
llevaría a una producción de $170.891.156 al año.
- No es Género, es el Campesino
Es importante además señalar el papel de la mujer en los procesos de agricultura urbana en
Ibagué, ya que según Ambiente y desarrollo “La agricultura urbana nace como una posibilidad que
tenían las mujeres para alimentar mejor a su familia y de obtener algunos ingresos adicionales,
pues muchas de ellas no tenían acceso al empleo o este era ocasional y transitorio, debido a la
baja escolaridad que poseen” (Ambiente y Desarrollo, 2012, p.3).
Es decir, desde la mirada institucional la agricultura urbana es utilizada para reivindicar las
relaciones de género dentro del imaginario colectivo de la mujer como encargada solamente de
las labores del hogar, y no como ejecutiva ni trabajadora, sin embargo también señala la
importancia de resaltar las tradiciones de cultivo y producción de alimentos saludables, pero más
que todo propios. A sí mismo se reproduce desde la mirada institucional el estereotipo de mujer
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alejada de la vida industrializada y globalizada, presentada como una persona de bajos
conocimientos y precarias condiciones, sin embargo los dueños de las huertas caseras son
principalmente hombres y son ellos quienes trabajan la tierra no sus esposas ni sus hijas, por ende
se considera que las huertas caseras en Ibagué no se consideran como un problema de género
sino que presentan problemas de imaginarios y estereotipos sociales en torno a la condición de
campesino en las urbes.
“La categoría género permite además reconocer que los estereotipos construidos en torno a lo que
significa ser hombre o ser mujer en nuestra sociedad, las sitúan a ellas principalmente en espacios
domésticos, asignándoles funciones y labores de cuidado. Además, el trabajo de las mujeres no es
socialmente valorado como productivo, en contraste con la forma como se valora el realizado por los
hombres, y no se reconoce plenamente su aporte a la dinámica económica y social, y relaciones
campesinas.” (PNUD, 2011, p.18)
- Los Actores
A partir de estos procesos de agricultura urbana, en nuestra ciudad se han tejido asociaciones de
productores desde las huertas caseras, tal es el caso de la Asociación de Productoras de
Agricultura Urbana de la Comuna 6 de Ibagué, AUPAC6; y la Asociación de Productores de
Agricultura Urbana en la Comuna 7 “Semillas de Paz”, fundada en el año 2009.
Si bien estas asociaciones formadas hace 5 años, permiten generar reivindicaciones en torno al
papel del campesino, se encontró que a su vez comparten aún la idea de un estado de bienestar y
paternalista, el cual debe asegurarle las herramientas necesarias para continuar con su cultivo,
esta figura de estado presente en la sociedad colombiana, permite ver que algunos agricultores
urbanos siguen con la idea de un proyecto guiado y planteado desde la administración municipal,
sin embargo y como lo planteaba el Subdirector de Desarrollo ambiental de Cortolima, José
Antonio Patiño, estos proyectos desde la administración se sostienen siempre y cuando de un
beneficio económico y sean rentables para el estado, es por esto que en los controles que se
realizan sobre estado de las huertas etc, se realiza recolección de información a través de
encuestas y no desde la experiencia cualitativa de las personas.
Sin embargo, es importante resaltar la labor de personas como Mariela Soto administradora de la
huerta Palma de Río, quien intentó transformar el modelo de desarrollo en torno a la agricultura
urbana, el cual mediante Tolipaz se aplicó, para un modelo que sirviera y lograra dar frutos en
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torno a las características de su suelo y las necesidades alimentarias que ella consideraba requería,
por lo tanto la huerta después de casi 5 años de olvido aún funciona y da frutos importantes para
su sustento diario, a su vez constituye una manera para ella trabajar y ayudar en su hogar ya que
como ella lo plantea, “a mi edad ya no me dan trabajo”, las dificultades de sostenibilidad de los
adultos mayores en Colombia son muchas y en la mayoría de los casos deplorables.
Como vemos, desde la postura oficialista del proyecto, el desarrollo regional y local esta guiado a
cifras y dinero, dejando de lado los aportes de tipo cualitativo como apropiación de suelo,
desarrollo endógeno y cooperación en torno al desarrollo sostenible.
HISTORIA DE VIDA: MARIELA SOTO
En el Barrio Palma del Río en el Salado, hace 5 años Tolipaz inició un proceso de establecimiento
de huertas comunitarias, en donde llegaron a ofrecerles a los habitantes del sector una buena
opción de ingresos y de sustento alimentario con la creación de nuevas formas de cultivo dentro
de sus hogares, el cual durante el primer año tuvo gran acogida por parte de la comunidad. Sin
embargo, la mala organización por parte de la administración municipal y los coordinadores del
proyecto, llevó al abandono de la huerta por parte de los pioneros del proyecto y de la comunidad.
Pero el caso de la señora Mariela Soto es diferente, ella a pesar del abandono que sintió cuando
no volvieron por el barrio los ejecutores del proyecto de huertas comunitarias, siguió cultivando y
sembrando productos. Actualmente, es la única administradora de la huerta y su experiencia
representa una forma de transformación del modelo de desarrollo implantado a uno acorde a sus
necesidades y a los beneficios de su suelo. A continuación se presenta el perfil del Mariela Soto.
CAMPESINA DE CORAZÓN
Hace 12 años llegó a la ciudad de Ibagué la señora Mariela Soto, una campesina que había vivido
todo el tiempo en Aranzazu, Caldas; pero esto cambió luego de que en 1990 tuviera que
abandonar su pueblo, su vida y su finca, que era lo que más le dolió a ella en el momento en que
tuvo que salir, víctima de la violencia.
A sus 59 años de edad, recuerda su vida en Aranzazu, donde conoció el amor de su vida muy joven
pero que a la vez la vida misma se encargó de dejarla viuda con una corta edad y con la
responsabilidad para sacar adelante a sus cuatro hijos. Lleva 32 años luchando por sus hijos y su
familia, en Caldas compraba y vendía café, recuerda con dolor el día en que quedó viuda, donde
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en un accidente de tránsito fallecieron su papá y su esposo, los cuales recuerda con alegría y
admiración, pues siempre estuvieron pendientes de ella y siempre le ofrecieron lo mejor.
Desde esta época Mariela lucha por sacar adelante sus hijos, trabaja en la finca día y noche, una
mujer dedicada, alegre, relajada y echada para delante, sin ver los obstáculos que se le habían
presentado a sus 27 años.
Luego de la muerte de sus dos seres queridos, de los hombres de su vida, decide enseñar la
catequesis y colaborar en la comunidad, de la mano del padre del pueblo organiza reuniones y
clases en la escuela del pueblo, aunque también le gustaba dar clases en las casas donde le
solicitaran su servicio.
Once años de catequista en el pueblo “esta es la mejor labor que he realizado, me gusta ayudar a
la comunidad y sentir que soy importante para ellos”, dedicada y consagrada a su labor y a su
familia, donde a sus hijos nunca les faltó nada.
Al tener que salir de Aranzazu, Caldas, vende la finca y llega a Ibagué a vivir en El Totumo, llega con
sus cuatro hijos y con una hermana que sufre de Síndrome de Down y a quien acogió y decidió
cuidarla como si fuera un hijo más.
A su llegada a Ibagué y al no tener la opción de cultivar como lo hacía en su pueblo natal, decide
trabajar en casas, organizando casas y lavando ropa, además, no deja la religión de lado, se hace
miembro de la Legión de María, una comunidad que se encarga de ayudar al prójimo, de colaborar
a los enfermos, a los ancianos, entre otras funciones que para Mariela son la mejor labor y
además, lo que la hace más feliz, “ayudar a los demás es lo que más me gusta, porque cuando yo
lo necesité siempre hubo una persona que m e extendió la mano”, agrega la señora Mariela.
Ya son 22 años que lleva como misionera en esta comunidad a la que asiste todos los martes y
donde es la tesorera, además de la labor que realiza con las demás personas, es devota por
convicción y reza todos los días el rosario. “Me gusta cuando los vecinos me piden que rece el
rosario en la casa de cada uno de ellos”, de esta manera no importa donde lo rece, solo nunca
pasa un día sin hacerlo.
Luego de 9 años de vivir en el Totumo, decide dejar de pagar arriendo y busca un subsidio para
tener su propia casita, con la herencia de su hermana y con la que le quedó a ella, la juntan y sacan
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para la casita, aunque les quedan pendientes 4 millones de pesos, los cuales sacan un crédito con
su hija mayor y lo deciden pagar a 10 años.
Toda su vida la dedicó a su trabajo, ya en los últimos años, luego de sufrir de venas várices, de
sacar y darles el bachillerato a sus hijas, y de formarlas, Mariela deja de trabajar y en el Barrio
Palma del Río en el salado, se dedica a la casa y al cuidado de su hermana menor.
No se preocupa por el dinero cada mes, pues su hija mayor trabaja como vendedora y ella es la
que se ocupa de las obligaciones económicas en la casa, ya una casa propia donde solo le hace
falta pagar un año del crédito que el banco les facilitó.
Mariela se describe como una mujer amable, buena gente, donde todos los vecinos y las personas
la quieren, y no es para menos, una mujer que aunque no ha parado de hacer actividades toda su
vida, siempre mantiene con una sonrisa en la cara, una sonrisa de alegría y agradecimiento.
Pero hace 5 años, a su puerta llegó un proyecto que le cambió parte de su vida y que le recordó su
pasado. Unas personas llegaron ofreciendo un proyecto para sembrar en casa, un tema nuevo
para ella en el momento pero al que decidió asistir con juicio y con dedicación.
“Cada mes teníamos reunión, en esas reuniones nos dieron consejos para realizar la siembra, nos
dieron semillas y nos indicaron cómo se debía realizar el proceso, nos enseñaron a fumigar de
manera casera, donde los productos no se veían afectados”, cuenta Mariela.
Desde esa época siembra y así los de el proyecto no hayan vuelto a colaborarles ella mantiene su
huerta produciendo y cada vez con más productos. Para ella esa es parte de su vida diaria, donde
cada día al levantarse para por su huerta, que queda en frente de su casa, monitorea los productos
que ha sembrado y los cuida como si fueran unos hijos más.
De esta manera, Mariela aporta en su casa, donde tienen sus productos naturales, sus verduras y
frutas para el consumo personal, aunque en muchas ocasiones reparte sus productos con los
vecinos. “Mis vecinos me respetan mucho, por eso de que yo soy buena gente con todos, nunca se
me ha perdido algún producto de la huerta, nunca se han metido con mi mini cultivo, y cuando no
estoy me la cuidan”.
Con 59 años de edad y luego de haber salido de su tierra por problemas del país, Mariela encontró
de nuevo su placer por la siembra, por la naturaleza y por cuidar los productos como le había
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enseñado su padre de pequeña, pues para ella es muy importante sembrar los productos
dependiendo de la luna, si es menguante o creciente, pues esto tiene gran significado para ella y
son enseñanzas que nunca va a poder olvidar.
Marcela Ramirez Triana
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CONCLUSIONES
- El proyecto de agricultura urbana en Ibagué se da de forma impuesta a la comunidad sin
considerar en muchas ocasiones las necesidades alimenticias y características del suelo
que en su contexto se presenta.
- Las huertas caseras permiten otra forma de trabajo no remunerado económicamente pero
sí en términos alimentarios.
- La implementación de huertas caseras y comunitarias favorece al consumo de alimentos
saludables.
- EL modelo de desarrollo implementado por estas corporaciones y ONGs pretenden
salvaguardar el estado y suplir en áreas básicas que falló.
- No se tienen en cuenta las tradiciones de cultivo en las capacitaciones ni en la
implementación de la huerta.
- Solo cuando las huertas respondan a las necesidades locales se puede hablar de práctica
real de soberanía alimentaria
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