82

Plejanov, El Papel Del Individuo en La Historia VERSIÓN FINAL

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Y no son tan sólo “iniciadores”, los “grandes” hombres, los que tienen abierto ante sí un ancho campo de acción, sino todos los que tienen ojos para ver, oídos para oír y corazón para amar a su prójimo. El concepto de grande es relativo. En el sentido moral, es grande todo aquel que, como dice la expresión evangélica, «sacrifica su vida por el prójimo». G. Plejanov, El papel del individuo en la historia

Citation preview

  • Edicin dedicada a GUSTAVO SALGADO DELGADO, militante del Frente Popular

    Revolucionario y del Partido Comunista de Mxico (marxista-leninista), que sembr

    con su lucha cotidiana de Revolucin Proletaria los terrenos hostiles del campo y

    la ciudad.

    Asesinado por el Estado burgus en Mxico el 3 de febrero de 2015.

    Por los camaradas cados No un minuto de

    silencio sino toda una vida de lucha!

  • [] El hecho es que llegaste temprano al buen humor al amor cantado al amor decantado al ron fraterno a las revoluciones pero sobre todo llegaste temprano demasiado temprano a una muerte que no era la tuya y que a esta altura no sabr qu hacer con tanta vida.*

    * Fragmento del poema A Roque, escrito por Mario Benedetti. Se puede localizar de manera ntegra en Mario Benedetti, Inventario I, Punto de lectura, Mxico, D.F., 2012, p. 176.

  • Y no son tan slo iniciadores, los grandes hombres, los que tienen abierto ante s un ancho campo de accin, sino todos los que tienen ojos para ver, odos para or y corazn para amar a su prjimo. El concepto de grande es relativo. En el sentido moral, es grande todo aquel que, como dice la expresin evanglica, sacrifica su vida por el prjimo. G. Plejanov, El papel del individuo en la historia

  • Primera Parte EL PAPEL DEL INDIVIDUO EN LA

    HISTORIA

    Sobre la teora de los factores En la segunda mitad de la dcada del setenta, el finado Kablitz1 escribi su artculo La inteligencia y el sentimiento como factores del progreso. En l, invocando a Spencer, quera demostrar que el papel protagonista en el movimiento ascendente de la humanidad corresponda al sentimiento, mientras que la inteligencia desempeaba un papel secundario y, adems, completamente subordinado. Un honorable socilogo respondi a Kablitz y manifest una sorpresa burlona respecto a una teora que relegaba la inteligencia a un segundo plano. El honorable socilogo por supuesto tena razn cuando defenda la inteligencia. Pero la hubiera tenido en mayor grado an si, en lugar de entrar en los detalles de la cuestin planteada por Kablitz, hubiese sealado hasta qu punto era equivocado e inadmisible el mtodo utilizado para desarrollar su planteamiento.

    De hecho, la teora de los factores ya de por s es inconsistente porque resalta de manera arbitraria los diferentes aspectos de la vida social y los hipostasa**, convirtindolos en una clase especial de fuerzas que, desde distintos puntos y con xito desigual, arrastran al ser social por la senda del progreso. Pero esta teora es an menos slida debido a la forma que le ha dado Kablitz en su artculo, convirtiendo en hipstasis sociolgicas especiales no ya unos u otros aspectos de la actividad del ser social, sino tambin las diferentes esferas de la conciencia individual. Son verdaderas

    1 Kablitz (1848-1893). Escritor ruso, populista. Plejnov se refiere a N. K. Mijailovski (1842-1904), idelogo de los populistas liberales rusos quien, apenas sali a la luz el citado artculo de Kablitz, le respondi en su obra Notas literarias de 1878. ** Hipostasa: dotar de existencia real a una entidad espiritual o conceptual. Sustancia individual concreta. Palabra derivada del griego hypostatos, situado debajo, sustancial.

  • columnas de Hrcules de la abstraccin; no se puede ir ms lejos porque ms all comienza el reino grotesco del ms completo y patente de los absurdos. Precisamente sobre esta cuestin el honorable socilogo debera haber llamado la atencin de Kablitz y sus lectores.

    Quizs despus de revelar el laberinto de abstracciones al que condujo a Kablitz su aspiracin de encontrar un factor dominante en la historia, el honorable socilogo, quizs por casualidad, podra haber hecho alguna contribucin a la crtica de esta teora de los factores. Esto hubiera sido muy provechoso para todos nosotros en aquel tiempo, pero no supo estar a la altura de esa misin. l mismo profesaba aquella teora, diferencindose de Kablitz nicamente por su inclinacin hacia el eclecticismo, gracias al cual todos los factores le parecan de igual importancia. Las propiedades eclcticas de su espritu se manifestaron luego con mayor claridad en sus ataques contra el materialismo dialctico, en el cual vea una doctrina que sacrificaba todos los dems factores al factor econmico y reduca a cero el papel del individuo en la historia. Al honorable socilogo ni siquiera se le ocurri que el punto de vista de los factores es ajeno al materialismo dialctico y que nicamente la absoluta incapacidad de pensar lgicamente permite ver en l una justificacin del llamado quietismo***. Hay que hacer notar, sin embargo, que este error del honorable socilogo no tiene nada de original. Lo cometieron, lo comenten y seguramente lo seguirn cometiendo por largo tiempo muchos otros. A los materialistas se les empez a reprochar su inclinacin al quietismo cuando an no tenan formada su concepcin dialctica de la naturaleza y de la historia. Sin necesidad incursionar en la lejana de los tiempos, recordaremos la controversia entre los conocidos cientficos ingleses Priestley y Price. Analizando la doctrina de Priestley, Price mantena, entre otras cosas, que el materialismo es incompatible con el concepto de libertad y excluye toda iniciativa independiente por parte del individuo. En respuesta a esto, Priestley hizo referencia a la experiencia diaria. No hablo de m mismo, aunque naturalmente tampoco soy la ms aletargada y aptica de todas las criatura. Pero yo os pregunto dnde encontraris ms energa mental, ms actividad, ms fuerza y

    *** Quietismo: movimiento mstico surgido en el siglo XVII, en el seno de la Iglesia Catlica. Enseaba la pasividad en la vida espiritual y mstica, ensalzando las virtudes de la vida contemplativa; sostena que el estado de perfeccin nicamente poda alcanzarse a travs de la abolicin de la voluntad.

  • persistencia en la consecucin de objetivos extremadamente importantes si no es entre los partidarios de la doctrina del determinismo?. Priestley se refera a la secta religiosa democrtica que entonces se llamaba christian necessariaes.**** Desconocemos si en realidad esta secta era tan activa como pensaba su adepto Priestley. Pero eso aqu no tiene importancia. Est fuera de toda duda que la concepcin materialista de la voluntad del hombre concuerda perfectamente con la ms enrgica actividad prctica. Lanson3 hace notar que todas las doctrinas que ms exigan a la voluntad humana afirmaban en principio la impotencia de la voluntad, negaban la libertad y subordinaban el mundo a la fatalidad. Lanson no tiene razn cuando piensa que toda negacin del llamado libre albedro conduce al fatalismo, aunque esta idea no le impedira notar y comentar un hecho histrico de sumo inters. En efecto, la historia demuestra que incluso el fatalismo no slo no impidi siempre la accin enrgica en la actividad prctica, sino, por el contrario, en determinadas pocas fue la base psicolgica indispensable de dicha accin. Recordemos, como prueba de ello, que los puritanos por su energa superaron a todos los dems partidos de la Inglaterra del siglo XVII y que los adeptos de Mahoma sometieron en un corto espacio de tiempo una parte enorme del planeta, que se extenda desde la India hasta Espaa. Se equivocan de medio a medio aquellos que piensan que es suficiente estar convencidos del advenimiento inevitable de una serie de acontecimientos para que desaparezca toda nuestra posibilidad psicolgica de contribuir a ellos o contrarrestarlos.***** Todo depende de si mis actividades constituyen un eslabn indispensable en la cadena de los acontecimientos inevitables. Si la

    **** La conjugacin del materialismo con el dogmatismo religioso sorprendera mucho a un francs del siglo XVIII, pero en Inglaterra no extraaba a nadie. Priestley mismo era muy religioso. Cada pueblo con sus costumbres. 3 Gustavo Lanson (1857-1934). Literato e historiador literario francs. ***** Es sabido que, segn la doctrina de Calvino, todas las acciones de los hombres son predeterminadas por Dios. Llamamos predestinacin a la decisin eterna de Dios, por la cual l determina lo que necesariamente ocurrir en la vida del hombre (Institutio, libro III, captulo V). Segn esta doctrina, Dios elige algunos de sus servidores para la liberacin de los pueblos injustamente oprimidos. Tal fue el caso de Moiss, el libertador del pueblo israelita. Todo indica que tambin Cromwell se consideraba a s mismo como instrumento de Dios; siempre deca, y seguramente con sincera conviccin, que sus acciones eran fruto de la voluntad de Dios. Para l todas esas acciones tenan de antemano el carcter de necesidad. Este pensamiento no le impedi aspirar a una victoria tras otra, sino que incluso infunda a esta aspiracin una fuerza indomable.

  • respuesta es afirmativa, tanto menores sern mis vacilaciones y tanto ms enrgicos mis actos. En esto no hay nada de sorprendente, cuando decimos que un determinado individuo considera su actividad como un eslabn necesario en la cadena de acontecimientos necesarios afirmamos, entre otras cosas, que la falta de libre albedro equivale para l a la total incapacidad de permanecer inactivo y que esa falta de libre albedro se refleja en su conciencia como la imposibilidad de actuar de un modo diferente al que acta. Es precisamente el estado psicolgico que se puede expresar con la famosa frase de Lutero: Her stehe ich, ich kann nicht anden (No puedo hacer otra cosa, esta es mi postura!) y gracias al cual los hombres revelan la energa ms indomable y realizan las hazaas ms prodigiosas. A Hamlet le era desconocido este estado de espritu, por eso slo era capaz de lamentarse y sumirse en la meditacin. Y por eso mismo Hamlet jams hubiera admitido una filosofa segn la cual la libertad no es ms que la necesidad hecha conciencia. Fichte razn al decir: como es el hombre, as es su filosofa.

    Quietismo y necesidad Algunos se han tomado en serio la observacin de Stamler1 respecto a la pretendida contradiccin insoluble que segn l es caracterstica de una determinada teora poltico-social de Europa Occidental [el marxismo]. Nos referimos al conocido ejemplo del eclipse lunar. En realidad es un ejemplo sumamente absurdo. Entre las condiciones cuya conjuncin es indispensable para que se produzca un eclipse lunar, la actividad humana no interviene, ni puede intervenir de ningn modo, y por ese solo hecho nicamente en un manicomio podra formarse un partido que se propusiese contribuir al eclipse lunar. Pero aunque la actividad humana fuese una de esas condiciones, ninguno de los que desean intensamente ver un eclipse lunar se uniran al partido del eclipse lunar si estuvieran convencidos de que el eclipse de todos modos tendra lugar sin su ayuda. En este caso su quietismo no sera ms que la abstencin de una accin superflua, intil, y no tendra nada que ver con el verdadero quietismo.

    1 Rodolfo Stamler (nacido en 1856). Filsofo alemn neokantiano que negaba la regularidad del proceso histrico.

  • Para que el ejemplo del eclipse deje de ser absurdo en el caso del partido antes mencionado, lo cambiaremos totalmente. Tendramos que imaginar a la luna dotada de conciencia y que la situacin que ocupa en el firmamento, gracias a la cual tiene lugar su eclipse, se presenta como el fruto de su libre albedro y no slo le produce un enorme placer, sino que es absolutamente indispensable para su tranquilidad moral, por lo que tiende siempre, fervientemente, a ocupar esta posicin.* Despus de imaginarnos todo eso, deberamos preguntarnos: qu experimentara la luna si descubriese al fin que en realidad no es su voluntad ni ideales lo que determina su movimiento en el espacio; sino que, por el contrario, es su movimiento el que determina su voluntad y sus ideales? Segn Stamler, ese descubrimiento con toda seguridad la hara incapaz de moverse, al menos que consiga salir del apuro gracias a alguna contradiccin lgica. Pero esta hiptesis carece de toda base. Este descubrimiento podra constituir uno de los fundamentos formales del mal humor de la luna, de su desacuerdo moral consigo misma, de la contradiccin entre sus ideales y la realidad mecnica. Mas como nosotros suponemos que en general el estado psquico de la luna en ltima instancia est condicionado por su movimiento, es en ste donde habra que buscar el origen de su malestar espiritual. Al examinar atentamente la cuestin podramos ver que cuando la luna se encuentra en su apogeo sta sufre porque su voluntad no es libre y cuando se halla en el perigeo la misma circunstancia constituye para ella una nueva fuente moral de placidez y buen humor. Tambin podra ser al revs: que fuera en su apogeo y no en el perigeo cuando encontrase los medios de conciliar la libertad con la necesidad.

    De cualquier manera est fuera de dudas que tal conciliacin es absolutamente posible, que la conciencia de la necesidad concuerda perfectamente con la accin prctica ms enrgica. En todo caso, as ha sucedido hasta ahora en la historia. Algunos de los hombres que negaban el libre albedro superaron con frecuencia a todos sus contemporneos por la fuerza de su propia voluntad, a la que formulaban las mximas exigencias. Los ejemplos son numerosos y bien conocidos. nicamente es posible olvidarlos, como por lo visto hace Stamler, cuando uno se niega a ver la

    * En la versin de Grijalbo se agrega esta cita con su respectiva referencia: Es cual si la aguja magntica, sin apercibirse de la influencia del magnetismo y creyendo que gira independientemente de toda otra causa, encontrase placer girando hacia el norte. Leibniz, Thodice, Lausana, MDCCIX, pg. 598.

  • realidad histrica como es. Semejante posicin se manifiesta muy poderosamente, por ejemplo, entre nuestros subjetivistas y entre algunos filisteos alemanes. Pero los filisteos y los subjetivistas no son hombres sino simples fantasmas, como dira Belinski.2

    No obstante, examinemos de ms cerca el caso cuando todas las acciones propias del hombre pasadas, presentes o futuras se le aparecen bajo la tnica de la necesidad. Ya sabemos que en este caso el hombre se considera un enviado de Dios, como Mahoma; un elegido ineluctable por el destino, como Napolen; o una expresin de la fuerza irresistible del movimiento histrico, como algunos hombres pblicos del siglo XIX, que despliegan una fuerza de voluntad casi ciega y arrastra a su paso, como si fuesen castillos de naipes, todos los obstculos levantados en su camino por los provincianos Hamlet y Hamletkins.** Pero ahora este caso nos interesa bajo otro aspecto que ahora analizaremos. Cuando se presenta la conciencia de mi falta de libre albedro nicamente bajo la forma de una imposibilidad total, subjetiva y objetiva de proceder de modo distinto a como lo hago, cuando mis acciones son para m al mismo tiempo las ms deseables entre todas las posibles, entonces la necesidad se identifica en mi mente con la libertad y la libertad con la necesidad, y entonces yo no soy libre nicamente en el sentido de que no puedo romper esta identidad entre la libertad y la necesidad; no puedo oponer la una a la otra; no puedo sentirme trabado por la necesidad. Pero esta falta de libertad es al mismo tiempo su manifestacin ms completa.

    Zimmel3 dice que la libertad es siempre libertad respecto a algo y all donde la libertad no se concibe como algo opuesto a una sujecin deja de tener sentido. Esta idea naturalmente es cierta.

    2 Belinski, 1811-1848. Destacado crtico y publicista ruso. ** Alusin al cuento de Turgunev, El Hamlet de la comarca de Chigrov. Citaremos un ejemplo ms que demuestra grficamente la fuerza de los sentimientos de personas de esta categora. La duquesa de Ferrara, Calvin Rene (hija de Luis XII), dice en una carta dirigida a Calvino, su maestro: No, no he olvidado lo que me habis escrito: David odiaba a muerte a los enemigos de Dios; yo misma jams dejare de obrar de identica forma, pues si yo supiera que el Rey, mi padre, y la Reina, mi madre, mi difunto seor marido y todos mis hijos estaban maldecidos por Dios, los odiara a muerte y deseara que fuesen a parar al infierno. De qu energa tan terrible y arrolladora son capaces gentes embargadas por este tipo de sentimientos! Y an as esas personas negaban el libre albedro. 3 Jorge Zimmel, 1858-1918. Filsofo y socilogo alemn; de tendencia idealista y discpulo de Kant.

  • Pero esta verdad fundamental no puede servir de motivo para refutar la tesis de que la libertad significa ser consciente de la necesidad, que constituye uno de los descubrimientos ms brillantes del pensamiento filosfico. La definicin de Zimmel es demasiado estrecha, se aplica nicamente a la libertad no sujeta a trabas exteriores. Mientras se trate solamente de tales trabas, la identificacin de la libertad con la necesidad sera en extremo ridcula. El ladrn no es libre de robarnos siquiera un pauelo del bolsillo en la medida que se lo impedimos y hasta que no haya vencido de uno u otro modo nuestra resistencia. Pero adems de esta nocin elemental y superficial de la libertad, existe otra incomparablemente ms profunda. Para las personas incapaces de pensar en un modo filosfico esta nocin no existe en absoluto y la gente capaz de hacerlo alcanza esta nocin nicamente cuando consigue desprenderse del dualismo y comprender que entre el sujeto, por un lado, y el objeto, por otro, no existe en realidad el abismo que suponen los dualistas.

    El subjetivista ruso opone sus ideales utpicos a nuestra realidad capitalista y no va ms all. Los subjetivistas4 se han hundido en el pantano del dualismo. Los ideales de los llamados discpulos5 rusos se parecen a la realidad capitalista incomparablemente menos que los ideales de los subjetivistas. A pesar de esto, los discpulos han sabido hallar un puente para unir los ideales con la realidad. Los discpulos se han elevado hasta el monismo. Segn ellos, el propio desarrollo del capitalismo conducir a su negacin y a la realizacin de sus ideales, de los discpulos rusos y no slo de los rusos. Es una necesidad histrica. El discpulo es un instrumento de esta necesidad y no puede no serlo, tanto por su situacin social como por su carcter intelectual y moral creado por esta situacin.

    Este hecho tambin es un aspecto de la necesidad. Sin embargo, como su situacin social le ha conferido precisamente este carcter y no otro, l no slo sirve de instrumento a la necesidad y no puede ser de otro modo, sino que lo desea fervientemente y no puede no querer desearlo. Este es un aspecto de la libertad, de una libertad surgida de la necesidad o, ms exactamente, de una libertad que se ha identificado con la

    4 Subjetivistas populistas rusos (P. Lavrov, N. Mijailovski, N. Kareiev, entre otros). 5 Discpulos rusos. Nombre convencional con el que se denominaba en la prensa legal a los socialdemcratas rusos para burlar la censura.

  • necesidad, es decir la necesidad hecha libertad***. Esta libertad tambin es una libertad respecto a ciertas trabas; ella es tambin la anttesis de ciertas restricciones. Las definiciones profundas no refutan las superficiales, sino que completndolas las incluyen en s mismas

    De qu tipo de trabas, qu clase restricciones de libertad se puede tratar en este caso? La cosa es clara: de las trabas morales que frenan la energa de los hombres que no han roto con el dualismo; de las restricciones que hacen sufrir a quienes no han sabido tender un puente sobre el abismo que separa los ideales y la realidad. Hasta que el individuo no haya conquistado esta libertad, mediante el esfuerzo heroico del pensamiento filosfico, no ser plenamente dueo de s mismo y sus sufrimientos morales son el tributo vergonzoso a la necesidad externa con la que se enfrenta; pero tan pronto como este mismo individuo se libera del yugo de las restricciones abrumadoras y oprobiosas, l nace de nuevo, a una vida desconocida hasta entonces, y su actividad libre se convierte en una expresin consciente y libre de la necesidad.**** Entonces el individuo se convertir en una gran fuerza social y ningn obstculo le impedir

    lanzarse con la furia de los dioses sobre la prfida

    iniquidad

    *** La necesidad se convierte en libertad no porque desaparezca, sino slo por la expresin externa de su identidad interna. En Hegel, La ciencia de la lgica, parte II, Nuremberg, 1816, pg. 281. **** El viejo Hegel dice claramente en otro lugar: La libertad no es ms que la afirmacin de uno mismo. En Philosophie der Religion, Obras completas, Tomo XII, pg. 98.

  • Tesis, anttesis y sntesis Lo repetiremos una vez ms: la conciencia de la inevitabilidad absoluta de un fenmeno determinado slo puede acrecentar la energa del hombre que simpatiza con l y que se considera a s mismo una de las fuerzas que originan dicho fenmeno. Si este hombre consciente de la necesidad de tal fenmeno se cruzara de brazos, demostrara con ello que es un ignorante en aritmtica. Supongamos que el fenmeno A tiene que producirse necesariamente si existe una determinada suma de condiciones o circunstancias S. Vosotros me habis demostrado que una parte de esta suma de circunstancias ya existe y que la otra parte se dar en un determinado momento T. Convencido de eso, yo, que simpatizo con el fenmeno A, exclamo: Muy bien!, y me echo a dormir hasta el feliz da en que se produzca el acontecimiento predicho por vosotros. Cul ser el resultado? El siguiente: segn vuestros clculos, la suma de circunstancias S, necesaria para que se produzca el fenmeno A, comprenda tambin mi actividad, a la que llamaremos a. Pero como yo me ech a dormir, en el momento T la suma de condiciones favorables para que se produzca dicho fenmeno ya no ser S, sino S-a, lo que cambia la situacin. Puede ocurrir que mi lugar sea ocupado por otro hombre que tambin se hallaba prximo a la inactividad, pero a quien mi ejemplo de apata le ha parecido pernicioso. En este caso, la fuerza a ser sustituida por la fuerza b y si a es igual a b (a=b) la suma de condiciones que favorecen el advenimiento de A quedar igual a S y el fenmeno A se producir, por tanto, en el mismo momento T.

    Pero si mi fuerza no es igual a cero, si soy un trabajador hbil y capaz y nadie me ha sustituido, entonces la suma S no ser completa y el fenmeno A se producir ms tarde de lo que habamos calculado, no se producir totalmente como lo esperbamos o no se producir en absoluto. Esto es claro como la luz del da, pero si yo no lo comprendo, si pienso que S continuar siendo S an despus de mi sustitucin, se debe nicamente al hecho de que yo no s contar. Pero soy el nico que no sabe contar? Vosotros anticipasteis que la suma S se producira necesariamente en el momento T, pero no previsteis que yo me echara a dormir inmediatamente despus de nuestra conversacin; estabais convencidos de que yo continuara siendo hasta el fin un buen trabajador; habis tomado una fuerza menos segura por una fuerza ms segura. Por consiguiente, tambin vosotros habis calculado mal. Sin embargo, supongamos que habis acertado en

  • todo, que habis tenido todo en cuenta, en tal caso vuestro clculo adquirir el siguiente aspecto: decs que en el momento T tendremos la suma S. Esta suma de condiciones incluir mi abandono como un valor negativo e incluir tambin como valor positivo el efecto estimulante que en los hombres de espritu fuerte produce la conviccin de que sus aspiraciones e ideales son una expresin subjetiva de la necesidad objetiva. En este caso, tendremos realmente la suma S en el momento calculado y se producir el fenmeno A.

    Todo parece claro. Pero siendo as, por qu me ha desconcertado la idea de la inevitabilidad del fenmeno A? Por qu me ha parecido que ella me condenaba a la inactividad? Por qu, reflexionando sobre ella, me he olvidado de las ms simples reglas de la aritmtica? Probablemente porque las circunstancias de mi educacin fueron tales que ya antes me atraa con fuerza la inactividad y nuestra conversacin no fue ms que la gota que colm el vaso de esta aspiracin loable. Esto es todo. Slo en este sentido, en el sentido de un pretexto para revelar mi flaqueza e inutilidad moral, figuraba aqu la conciencia de la necesidad. Pero sta no puede de ninguna manera ser considerada como causa de mi flaqueza, pues la causa no reside en ella sino en las condiciones de mi educacin. Por consiguiente, la aritmtica es una ciencia extraordinariamente til y respetable, cuyas reglas no deben olvidar tampoco los seores filsofos, S, especialmente los seores filsofos! Y cmo acta la conciencia de la necesidad de un fenmeno determinado sobre el hombre fuerte que no simpatiza con el mismo y se opone a su advenimiento? Aqu la cosa cambia un poco. Es muy probable que esta conciencia debilite la energa de su resistencia. Cundo los que se oponen a un fenmeno determinado se convencen de su inevitabilidad? Cuando las circunstancias que lo favorecen se hacen muy numerosas y muy fuertes. La conciencia que los enemigos de ese fenmeno adquieren de su inevitabilidad y el debilitamiento de sus energas no son ms que la manifestacin de la fuerza de las condiciones que son favorables a dicho fenmeno. Tales manifestaciones forman parte, a su vez, de estas condiciones favorables.

    Mas la energa de la resistencia no disminuir en todos los adversarios; en algunos se acrecentar como consecuencia del reconocimiento de su inevitabilidad, transformndose en la energa de la desesperacin. La historia en general y la historia de Rusia en particular nos brindan muchos ejemplos instructivos de energa de

  • este gnero. Confiamos en que el lector los recordar sin nuestra ayuda.

    Aqu nos interrumpe el seor Kareiev, que si bien naturalmente no comparte nuestro punto de vista sobre la libertad y la necesidad, y adems no aprueba nuestro apasionamiento por los excesos de los hombres fuertes, no obstante recibe con simpata la idea que sostiene nuestra revista* de que el individuo puede ser una gran fuerza social. El respetable catedrtico exclama con jbilo: Yo siempre he dicho eso!. Es verdad. El seor Kareiev y todos los subjetivistas siempre han atribuido al individuo un papel muy importante en la historia. Hubo un tiempo en que esto despertaba grandes simpatas entre la juventud avanzada, que aspiraba a llevar a cabo nobles empresas por el bien comn y que por lo mismo estaba naturalmente inclinada a estimar en alto grado la importancia de la iniciativa personal. Pero, en el fondo, los subjetivistas nunca han sabido no ya resolver sino siquiera plantear con acierto la cuestin sobre el papel del individuo en la historia. Ellos oponan la actividad de los espritus crticos a la influencia de las leyes del movimiento histrico de la sociedad, creando as una nueva variedad de la teora de los factores; los espritus crticos constituan uno de los factores, siendo el otro las leyes propias de dicho movimiento. Como resultado se ha llegado a una profunda incongruencia, que slo era sostenible en la medida que la atencin de los individuos activos estuviese concentrada en los problemas prcticos del momento y mientras por ello no les restase tiempo para ocuparse de los problemas filosficos. Cuando la calma que sobrevino en la dcada de los aos ochenta brind a quienes posean la capacidad de pensar un momento de ocio forzado para entregarse a reflexiones filosficas, la doctrina subjetivista comenz a reventar por todas las costuras e incluso a caerse en pedazos, como el famoso capote de Akaki Akakievich.1 Los remiendos para nada servan y los hombres de pensamiento comenzaron, uno tras otro, a renunciar al subjetivismo por considerarlo una doctrina obvia y completamente inconsistente.

    Como siempre ocurre en estos casos, la reaccin contra el subjetivismo condujo a algunos de sus adversarios al extremo opuesto. Mientras algunos de los subjetivistas, tratando de atribuir al individuo un papel en la historia lo ms amplio posible, se

    * Plejanov se refiere a la revista Nauchnoie Obosrenie (Comentario cientfico), en la que apareci esta obra en 1893 firmada con el seudnimo A. Kirsanov. 1 Akaki Akakievich. Pequeo funcionario, hroe del famoso cuento de Ggol El capote.

  • negaban a reconocer el movimiento histrico de la humanidad como un proceso regido por leyes; algunos de sus ms recientes adversarios, con la intencin de recalcar lo mejor posible ese carcter regular del movimiento, estaban dispuestos, por lo visto, a olvidar que la historia la hacen los hombres y que, por lo tanto, la actividad de los individuos no puede dejar de tener su importancia en ella. Consideraban al individuo como una quantit ngligeable (una magnitud despreciable). En teora este extremismo es tan inadmisible como aqul al que llegaron los ms celosos subjetivistas. Tan inconsistente es sacrificar la tesis a la anttesis como olvidarse de la anttesis en aras de la tesis. El punto de vista correcto se encontrar slo cuando consigamos unir en la sntesis las partes de verdad contenidas en aquellas [las tesis].**

    Acerca de las opiniones de Karl Lamprecht

    Desde hace mucho tiempo nos ha interesado este problema y hace bastante tiempo que queramos invitar a nuestros lectores a abordarlo con nosotros. Pero nos contenan ciertos escrpulos; pensbamos que tal vez nuestros lectores lo habran ya resuelto por s mismos y que quiz nuestra invitacin llegase tarde. Ahora nuestras aprensiones han desaparecido. Nos han liberado de ellas los historiadores alemanes, y lo decimos en serio. Resulta que en estos ltimos tiempos los historiadores alemanes han sostenido una polmica muy viva acerca del papel de las grandes figuras en la historia. Unos se inclinaban a considerar la actividad poltica de estos hombres como el resorte principal y casi exclusivo del desarrollo histrico, mientras que otros afirmaban que semejante punto de vista es unilateral y que la ciencia histrica debe tener presente no slo la actividad de los grandes hombres, y no slo la historia poltica, sino todo el conjunto de la vida histrica en general (das Ganze des geschichtlichen Lebens). Uno de los representantes de esta ltima corriente es Karl Lamprecht,1 autor del libro Historia del pueblo alemn. Los adversarios de Lamprecht le acusaban de colectivista y materialista, lo colocaban horrible dictu (terrible sentencia!) en

    ** El mismo Kareiev se nos ha adelantado en la aspiracin a la sntesis. Pero, desgraciadamente, no ha ido ms all de reconocer la perogrullada de que el hombre se compone de cuerpo y alma. 1 Karl Lamprecht, 1856-1915. Historiador burgus alemn, autor de una historia de Alemania.

  • un mismo plano incluso que los ateos socialdemcratas, segn la expresin que l ha empleado al final del debate. Al analizar nosotros sus conceptos, nos dimos cuenta de que las acusaciones lanzadas contra el pobre sabio eran completamente infundadas. Al mismo tiempo, nos convencimos de que los historiadores alemanes contemporneos no son capaces de resolver la cuestin del papel del individuo en la historia. Fue entonces cuando nos consideramos con derecho a suponer que el problema continuaba todava sin resolver tambin para algunos lectores rusos, y que en relacin con l an puede decirse algo no del todo desprovisto de inters terico y prctico. Lamprecht reuni toda una coleccin original de opiniones (eine artige Sammlung, segn su expresin) de destacados hombres de Estado respecto a sus actividades en relacin con el ambiente histrico en que stas se desarrollaron, pero en su polmica se ha limitado, por ahora, a citar algunos discursos y opiniones de Bismarck. Cita las siguientes palabras, pronunciadas por el canciller de hierro en el Reichstag de la Alemania del Norte el 16 de abril de 1869: No podemos, seores, ni ignorar la historia del pasado ni crear el futuro. Quisiera preveniros contra el error que lleva a algunos a adelantar el reloj, imaginndose que con ello aceleran la marcha del tiempo. Generalmente, se exagera mucho mi influencia en los acontecimientos en los que me he apoyado, pero, a pesar de todo, a nadie se le ocurrir exigirme que yo haga la historia. Esta tarea me habra sido imposible, incluso con vuestro concurso, aunque, unidos, habramos podido hacer frente a todo un mundo. Pero nosotros no podemos hacer la historia, debemos esperar a que ella se haga. No aceleraremos la madurez de los frutos con exponerlos al calor de una lmpara, y arrancarlos verdes no es otra cosa que impedir su crecimiento y echarlos a perder.

    Basndose en el testimonio de Joly, Lamprecht cita tambin las opiniones que Bismarck ha expresado en ms de una ocasin durante la guerra franco-prusiana. Una vez ms, su sentido general es siempre el mismo: No podemos hacer grandes acontecimientos histricos, sino que debemos adaptarnos a la marcha natural de las cosas y limitarnos a garantizar aquello que ya est maduro.

    En estas palabras Lamprecht ve una verdad profunda y completa. El historiador contemporneo no puede, segn l, pensar de otro modo, si es que sabe mirar al fondo de los acontecimientos y no limitar su campo visual a un perodo de tiempo demasiado corto. Habra podido Bismarck retrotraer a Alemania a la economa natural? Habra sido imposible incluso cuando se encontrara en el apogeo de su poder. Las condiciones histricas generales son ms

  • poderosas que las personalidades ms fuertes. El carcter general de su poca es para el gran hombre una necesidad dada empricamente. As es como razona Lamprecht y califica su concepcin como universal. No es difcil observar el punto flaco de esta concepcin universal. Las citadas opiniones de Bismarck son muy interesantes como documento psicolgico. Se puede no simpatizar con la actividad del antiguo canciller alemn, pero no se puede afirmar que sta careciera de importancia, ni que Bismarck se distinguiese por su quietismo. Precisamente de l deca Lasalle: Los servidores de la reaccin no son picos de oro, pero quiera Dios que la causa del progreso disponga del mximo nmero de servidores de esta ndole. Y este hombre, que ha dado ms de una vez pruebas de una energa verdaderamente de hierro, se crea en absoluto impotente ante el curso natural de las cosas, considerndose por lo visto un simple instrumento del desarrollo histrico: esto demuestra una vez ms que se puede enfocar los fenmenos a la luz de la necesidad y ser al mismo tiempo un hombre de accin muy enrgico. Pero slo bajo este aspecto son interesantes las opiniones de Bismarck, no podemos considerarlas como una solucin al problema del papel del individuo en la historia.

    Segn Bismarck, los acontecimientos sobrevienen por s mismos y nosotros no podemos ms que garantizar el disfrute que ellos nos deparan. Sin embargo cada acto de garanta representa tambin un acontecimiento histrico. En qu se diferencian estos acontecimientos de los que sobrevienen por s mismos? En realidad, casi todo acontecimiento histrico es, al mismo tiempo, algo que garantiza a alguien los frutos ya maduros del desarrollo anterior y uno de los eslabones de la cadena de acontecimientos que preparan los frutos del porvenir. Cmo pueden oponerse los actos de garanta a la marcha natural de los acontecimientos? Por lo visto, Bismarck ha querido decir que los individuos y grupos que actan en la historia jams han sido ni sern omnipotentes. Eso, naturalmente, est fuera de toda duda. Pero nosotros quisiramos saber, sin embargo, de qu depende su fuerza, que dista sin duda alguna de ser omnipotente; en qu condiciones aumenta o disminuye. Ni Bismarck ni el sabio defensor de la concepcin universal de la historia, que cita sus palabras, nos dan la solucin del problema.

  • Es verdad que en los escritos de Lamprecht encontramos tambin citas ms explcitas.* Por ejemplo, l transcribe las siguientes palabras de Monod**, uno de los representantes ms destacados de la ciencia histrica moderna de Francia: Los historiadores se han acostumbrado demasiado a prestar exclusiva atencin a las manifestaciones brillantes, ruidosas y efmeras de la actividad humana, a los grandes acontecimientos y a los grandes hombres, en lugar de presentar los enormes y lentos movimientos de las condiciones econmicas y de las instituciones sociales que constituyen la parte verdaderamente interesante y permanente del desarrollo de la humanidad; parte que, en cierta medida, puede ser sintetizada en leyes y sometida hasta cierto grado a un anlisis exacto. De hecho, los acontecimientos y las personalidades destacadas lo son precisamente como signos y smbolos de diferentes etapas de dicho desarrollo. En cambio, la mayora de los acontecimientos llamados histricos tienen la misma relacin con la verdadera historia que el movimiento de las olas que nacen de la superficie del mar, brillan un momento con su luz viva y despus se estrellan contra la costa arenosa, desapariendo sin dejar huellas. Lamprecht declara su conformidad absoluta con cada una de estas palabras de Monod. Es sabido que a los sabios alemanes no les gusta estar de acuerdo con los sabios franceses, ni a stos con los alemanes. Por esta razn el historiador belga Pirenne resalta con particular satisfaccin, en la Revue Historique, esta coincidencia de las concepciones histricas entre Monod y Lamprecht. Esta coincidencia es muy significativa observa Pirenne pues demuestra evidentemente que el futuro pertenece a las nuevas concepciones histricas.

    * Tenamos y tendremos en cuenta su artculo Der Ausgang des Geschichtswissenschaftlichen Kampfees, Die Zukunft, 1897 nm. 44; sin referirnos a otros artculos histrico-filosficos de Lamprecht. ** Gabriel Monod (1844-1912), historiador francs. Nota de Biblioteca marxista Sergio Barrios.

  • Sobre la actividad consciente de los individuos No compartimos las gratas esperanzas de Pirenne. El futuro no puede pertenecer a concepciones vagas e indefinidas; tales, precisamente, son las ideas de Monod y, sobre todo, las de Lamprecht. Naturalmente, no se puede por menos que saludar la tendencia que proclama que la tarea primordial de la ciencia histrica es el estudio de las instituciones sociales y de las condiciones econmicas. Esta ciencia ir lejos cuando dicha tendencia arraigue en ella definitivamente. Si embargo, en primer lugar, Pirenne se equivoca considerando que esta tendencia es nueva. Surgio en la ciencia histrica ya en la segunda dcada del siglo XIX, sus representantes ms destacados y consecuentes fueron Guizot, Mignet, Agustn Thierry1 y, ms tarde, Tocqueville y otros. Las concepciones de Monod y Lamprecht no son ms que una copia plida de un original viejo, pero muy notable. En segundo lugar, por profundas que fueran para su poca las concepciones de Guizot, Mignet y otros historiadores franceses, muchos puntos han quedado sin esclarecer. No dan una respuesta precisa y completa a la cuestin del papel del individuo en la historia. Ahora bien, la ciencia histrica debe resolver de una manera efectiva este problema, si es que a sus representantes les est destinado librarse de una concepcin unilateral del objeto de su ciencia. El futuro pertenece a la escuela que encuentre la mejor solucin, entre otros, a este problema.

    Las concepciones de Guizot, Mignet y otros historiadores pertenecientes a esta tendencia eran como una reaccin frente a las ideas histricas del siglo XVIII y son su anttesis. Los hombres que en aquel siglo se ocupaban de la filosofa de la historia lo reducan todo a la actividad consciente de los individuos. Cierto es que tambin entonces existan algunas excepciones de la regla general: el campo visual histrico-filosfico, por ejemplo, de Vico, Montesquieu y Herder2 era mucho ms amplio. Mas nosotros no

    1 Guizot, Mignet, Thierry: historiadores burgueses franceses de la poca de la Restauracin (1814-1830). 2 Vico, filsofo italiano e historiador de la primera mitad del siglo XVIII; Montesquieu, socilogo francs del mismo perodo; Herder, filsofo alemn e historiador de la segunda mitad del siglo XVIII. En sus obras tratan de fundamentar la regularidad del proceso histrico, presentar la marcha de los acontecimientos histricos como independiente de la voluntad y aspiraciones de los reyes, de los hombres de Estado y

  • nos referimos a las excepciones, la enorme mayora de los pensadores del siglo XVIII interpretaban la historia tal y como lo hemos expuesto.

    Es muy interesante a este respecto volver a leer hoy las obras histricas de Mably.3 Segn este autor, fue Minos quien organiz completamente la vida social y poltica y cre las costumbres de los cretenses, mientras Licurgo prest el mismo servicio a Esparta. Si los espartanos despreciaban la riqueza material esto es debido a Licurgo, que penetr, por as decirlo, hasta lo ms profundo del corazn de sus conciudadanos y ahog en ellos todo germen de pasin por las riquezas (descendit pour ainsi dire jusque dans le fond du coeur des citoyens, etc.).* Y si ms tarde los espartanos abandonaron la senda sealada por el sabio Licurgo, la culpa es de Lisandro, que les haba convencido de que los nuevos tiempos y las nuevas circunstancias exigen nuevas formas y una poltica nueva.** Los tratados escritos partiendo de este punto de vista tenan muy poco que ver con la ciencia y se escriban como sermones, nicamente con vistas a las enseanzas morales que de ellos se desprendan.

    Precisamente contra concepciones de esta ndole se levantaron los historiadores franceses de la poca de la Restauracin. Despus de los grandiosos acontecimientos de fines del siglo XVIII era ya en absoluto imposible considerar la historia como obra de personalidades ms o menos eminentes, nobles e ilustradas, que a su antojo inculcaran a una masa ignorante, pero sumisa, unos y otros sentimientos e ideas. Adems, contra esta filosofa de la historia se rebelaba el orgullo plebeyo de los tericos burgueses. Estaban motivados por los mismos sentimientos que todava en el siglo XVIII se pusieron de manifiesto en la naciente dramaturgia burguesa. En la lucha contra las viejas concepciones

    de los gobernantes. Vico vea la regularidad en la alternacin de los auges y decadencias de los Estados, que se sustituan en el eterno ciclo de la historia, condicionado segn l por la voluntad de Dios. Montesquieu y Herder trataban de fundamentar la regularidad de la Historia mediante la influencia de las condiciones naturales, fundamentalmente climatolgicas y geogrficas, en la sociedad. 3 Gabriel Mably, 1709-1785. Abate, comunista utpico francs. Vea la causa fundamental de los cambios histricos en la actuacin de los soberanos y de las personalidades destacadas. * Vase Obras Completas de Pabb Mably, Londres, 1789, Tomo IV, pginas 3, 14-22, 34 y 192. ** Pabb Mably, Obra citada, pg. 109.

  • histricas, Thierry empleaba, entre otros, los mismos argumentos esgrimidos por Beaumarchais y otros contra la vieja esttica.*** Por ltimo, las tempestades que poco tiempo antes haban sacudido a Francia demostraban claramente que la marcha de los acontecimientos histricos no era determinada exclusivamente, ni mucho menos, por la actividad consciente de los hombres; esta circunstancia por s misma deba ya sugerir la idea de que los acontecimientos se producen bajo la influencia de cierta necesidad latente que acta de manera ciega, como las fuerzas elementales de la naturaleza, pero conforme a determinadas leyes inexorables.

    Es extremadamente notorio aunque hasta ahora, que nosotros sepamos, nadie lo ha sealado el hecho de que las nuevas concepciones de la historia, como proceso regulado por determinadas leyes, fueron defendidas de la manera ms consecuente por los historiadores franceses de la poca de la Restauracin, precisamente en las obras dedicadas a la Revolucin Francesa. Tales eran, entre otras, las obras de Mignet y Thiers4. Chateaubriand dio el nombre de fatalista a la nueva escuela histrica. He aqu cmo l defina las tareas que esta escuela planteaba ante los investigadores: Este sistema exige que el historiador relate sin indignacin las ferocidades ms atroces, que hable sin amor de las ms elevadas virtudes y con su fra mirada no vea en la vida social ms que la manifestacin de leyes ineluctables, en virtud de las cuales todo fenmeno se produce precisamente como inevitablemente deba producirse.****

    Esto, por supuesto, es inexacto. La nueva escuela de ningn modo exiga que el historiador permaneciera impasible. Agustn Thierry incluso declar abiertamente que las pasiones polticas, aguzando el espritu del investigador, pueden ser un arma potente para el descubrimiento de la verdad.***** Y basta repasar, aunque sea a la ligera, las obras histricas de Guizot, Thierry o Mignet para

    *** Comprese la primera carta sobre L Histoire de France con el Essai sur le genere dramatique srieux, en el primer tomo de las Obras completas de Beaumarchais. 4 Thiers, 1797-1877. Estadista francs, publicista e historiador reaccionario, organizador del despiadado aplastamiento de la Comuna de Pars. **** Chateaubriand, Obras completas, Tomo VII, Pars, 1860, pg. 58. Recomendamos al lector la lectura de la pgina siguiente, se podra pensar ha sido escrita por el seor N. Mijailovski. ***** Vease Considerations sur l histoire de France, Suplemento de Recit des temps Mrovingiens, Pars, 1840, pg. 72.

  • ver que simpatizaban ardientemente con la burguesa, tanto en su lucha contra la aristocracia y el alto clero como en su tendencia a ahogar las reivindicaciones del proletariado naciente. Pero lo que es indiscutible es que la nueva escuela histrica ha surgido entre 1820 y 1830, en una poca en que la aristocracia estaba ya vencida por la burguesa, si bien la primera trataba an de restablecer algunos de sus viejos privilegios.

    El orgullo que les infunda la conciencia del triunfo de su clase se reflejaba en todos los razonamientos de los historiadores de la nueva escuela. Y como la burguesa no se ha distinguido nunca por su caballerosidad, es natural que en los argumentos de sus sabios representantes sonara a veces la crueldad hacia el vencido. Le plus fort absorbe le plus faible; cela est de droit (el ms fuerte absorbe al ms dbil, lo cual es legtimo), dice Guizot en uno de sus polmicos folletos. No menos cruel es su actitud hacia la clase obrera. Precisamente esta crueldad, que a veces adquira la forma de tranquila indiferencia, indujo a error a Chateaubriand. Adems, entonces no se vea claramente an cmo deba concebirse la sujecin a leyes del movimiento histrico. Por ltimo, la nueva escuela poda parecer fatalista precisamente porque, al tratar de apoyarse firmemente sobre esta sujecin, se ocupaba poco de las grandes personalidades histricas.****** Esto es lo que no podan aceptar fcilmente personas formadas en las ideas histricas del siglo XVIII. De todas partes llovieron objeciones a las ideas de los nuevos historiadores, y fue entonces cuando se entabl la discusin que, como hemos visto, contina an en nuestros das. En enero de 1826, Saint-Beuve5 escribi lo siguiente en Globe con motivo de la aparicin de los tomos V y VI de la Historia de la Revolucin Francesa de Mignet: En cada momento dado, el hombre puede, por una decisin sbita de su voluntad, introducir en la marcha de los acontecimientos una fuerza nueva, inesperada y

    ****** En el artculo dedicado a la tercera edicin de la Historia de la Revolucin Francesa de Mignet, Saint-Beuve caracterizaba de la siguiente manera la actitud de este historiador hacia las personalidades: Frente a las vastas y profundas emociones populares que tuvo que describir, frente al espectculo de la incapacidad e impotencia de los genios ms sublimes y de las virtudes ms santas cuando se sublevaron las masas, qued embargado por un sentimiento de compasin hacia el individuo, sin ver en ste nada ms que flaqueza y negndole su capacidad para llevar a cabo una accin eficaz de no ser en unin con la masa. 5 Agustin Saint-Beuve, 1804-1869. Poeta y crtico literario francs. Consideraba la actividad del individuo como independiente de las condiciones sociales.

  • variable, capaz de imprimirle otra direccin, pero que, no obstante, no se presta a ser medida a causa de su variabilidad.

    No se debe pensar que Saint-Beuve supona que las decisiones sbitas de la voluntad del hombre aparecen sin razn alguna. No, eso sera muy ingenuo. No ha hecho ms que afirmar que las cualidades intelectuales y morales del hombre que desempea un papel ms o menos importante en la vida social, su talento, sus conocimientos, su decisin o indecisin, su valor o cobarda, etc., no podan dejar de ejercer una influencia notable en el curso y el desenlace de los acontecimientos, y, sin embargo, estas cualidades no se explican solamente por las leyes generales del desarrollo de los pueblos, sino que se forman siempre y en alto grado bajo la influencia de lo que podramos llamar casualidades de la vida privada. Citaremos unos cuantos ejemplos para aclarar este pensamiento, que por otra parte nos parece suficientemente claro. En la Guerra de Sucesin austriaca las tropas francesas obtuvieron unas cuantas victorias brillantes y Francia hubiera podido indudablemente lograr de Austria la cesin de un territorio bastante extenso de lo que hoy es Blgica, pero Luis XV no exigo esta anexin porque l, segn deca, no guerreaba como mercader sino como rey; as, la paz de Aquisgrn no dio nada a los franceses. Si el carcter de Luis XV hubiera sido otro, el territorio de Francia tal vez hubiese aumentado y, por lo tanto, podra haber variado el curso de su desarrollo econmico y poltico.

    Como es sabido, Francia llev a cabo la guerra de los Siete Aos en alianza con Austria. Se dice que en la concertacin de esta alianza influy grandemente Madame Pompadour,6 a quien haba halagado extraordinariamente el hecho de que la orgullosa Mara Teresa la llamara, en una carta, su prima o querida amiga (bien bonne amie). Puede decirse, por tanto, que si Luis XV hubiese posedo una moral ms austera y se hubiese influenciado menos por sus favoritas, Madame Pompadour no habra ejercido esa influencia sobre los acontecimientos y estos habran tomado otro giro.

    Adems, en la guerra de los Siete Aos los franceses no tuvieron xito. Sus generales sufrieron varias derrotas vergonzossimas, en general la conducta observada por ellos ha sido ms que extraa. Richelieu se dedicaba a la rapia, mientras que Soubise y Broglie siempre se estorbaban mutuamente. As

    6 Juana Antonieta Pompadour, 1721-1764. Favorita del rey francs Luis XV, que jug un gran papel en la poltica interior y exterior de Francia.

  • cuando Broglie atac al enemigo en Willinghausen, Soubise, que haba odo los disparos de can, no acudi en ayuda de su compaero, como estaba convenido y como indudablemente deba haber hecho, y Broglie se vio obligado a retirarse.*******

    A Soubise, inepto en extremo, le protega la misma Madame Pompadour. Y puede decirse una vez ms que si Luis XV hubiese sido menos voluptuoso, o si su favorita no hubiese intervenido en poltica, los acontecimientos no habran sido tan desfavorables para Francia.

    Los historiadores franceses afirman que Francia no necesitaba en absoluto combatir en el continente europeo, sino concentrar todos sus esfuerzos en el mar para defender sus colonias de los atentados de Inglaterra. Ahora bien, si Francia obr de otra manera la culpa es una vez ms de la inevitable Madame Pompadour, que deseaba complacer a su querida amiga Mara Teresa. A causa de la guerra de los Siete Aos, Francia perdi sus mejores colonias, lo que sin duda influy mucho en el desarrollo de sus relaciones econmicas. La vanidad femenina aparece aqu ante nosotros como un factor influyente del desarrollo econmico.

    Hacen falta otros ejemplos? Citaremos uno ms, quiz el ms sorprendente. En agosto de 1761, durante la misma guerra de los Siete Aos, las tropas austracas, despus de unirse con las rusas en la Silesia, cercaron a Federico cerca de Striegau. La situacin de Federico era desesperada, pero los aliados no se apresuraron a atacar y el general Buturln,7 despus de enfrentarse durante veinte das al enemigo, se retir de la Silesia dejando nicamente una parte de sus tropas para reforzar a las del general austraco Laudon. ste ocup Schweidnitz, cerca de donde estaba acampado Federico, pero este xito fue de poca importancia. Supongamos, no obstante, que Buturlin hubiese sido un hombre con un carcter ms enrgico que los aliados hubiesen atacado a Federico sin darle tiempo a atrincherarse en su campamento. Entonces es posible que hubiese sido derrotado por completo, teniendo que someterse a la voluntad de sus vencedores. Esto sucedi unos cuantos meses antes de que un nuevo hecho fortuito, la muerte de la emperatriz Elizabetta, modificara sbita y radicalmente la situacin en favor de Federico. Cabe preguntar:

    ******* Otros dicen que la culpa no fue de Soubise, sino de Broglie; quien no esper a su compaero por no compartir con l los laureles de la victoria. Pero esto no tiene para nosotros ninguna importancia, ya que en nada cambia el fondo de la cuestin. 7 Conde Buturln, 1694-1767. Mariscal de campo que mandaba el ejrcito ruso durante la Guerra de los Siete Aos (1756-1763).

  • qu hubiera sucedido si Buturln hubiera sido ms enrgico o si en su lugar hubiese habido un Suvrov?8

    En su anlisis de la concepcin de los historiadores fatalistas, Saint-Beuve formul tambin otro razonamiento al que convendra prestar atencin. En el ya citado artculo sobre la Historia de la Revolucin Francesa de Mignet, Saint-Beuve demuestra que el curso y el desenlace de la Revolucin Francesa no slo fueron condicionados por las causas generales que la originaron y por las pasiones que ella a su vez desencaden, sino tambin por numerosos pequeos fenmenos que escapan a la atencin del investigador y que ni tan siquiera forman parte de los fenmenos sociales propiamente dichos. En el momento en el que obraban estas causas (generales) y estas pasiones (provocadas por ellas) escriba l, las fuerzas fsicas y fisiolgicas de la naturaleza tampoco estaban inactivas: la piedra segua sometida a la fuerza de la gravedad, la sangre no cesaba de circular por las venas. Es posible que el curso de los acontecimientos no hubiera cambiado si Mirabeau, por ejemplo, no hubiese muerto atacado por unas fiebres, si la cada inesperada de un ladrillo o la apopleja hubiesen ocasionado la muerte de Robespierre, si una bala hubiera matado a Bonaparte? Os atreverais a afirmar que el resultado de los acontecimientos habra sido el mismo? Ante un nmero suficientemente grande de casualidades como las que sugiero, el resultado habra podra podido ser completamente opuesto al que segn vosotros era inevitable. Ahora bien, yo tengo derecho a suponer tales contingencias porque no las excluyen ni las causas generales de la revolucin ni las pasiones engendradas por estas causas generales.

    Despus contina con la conocida observacin de que la historia habra seguido un rumbo totalmente diferente si la nariz de Cleopatra hubiese sido un poco ms corta, y, en conclusin, reconociendo que se pueden decir muchas cosas en defensa de la concepcin de Mignet, seala una vez ms en qu consiste la equivocacin de ese autor. Mignet atribuye nicamente a la accin de las causas generales aquellos resultados a cuyo nacimiento han contribuido tambin numerosas causas pequeas, oscuras, imperceptibles; su espritu severo parece resistirse a reconocer la existencia de aquello que no obedece a un orden y a unas leyes determinadas.

    8 A. V. Suvrov, 1730-1800. Notable militar ruso.

  • Las causas generales y la casualidad en la historia

    Son fundadas las objeciones de Saint-Beuve? Pienso que contienen cierta parte de verdad. Pero cul precisamente? Para determinarla, examinemos primero la idea segn la cual el hombre, mediante las decisiones sbitas de su voluntad, puede introducir en la marcha de los acontecimientos una fuerza nueva, capaz de modificarla sensiblemente. Hemos citado varios ejemplos que, en nuestra opinin, lo explican muy bien. Reflexionemos sobre estos ejemplos. De todos es sabido que durante el reinado de Luis XV al arte militar en Francia decaa cada vez ms. Segn hace notar Henri Martin, durante la guerra de los Siete Aos las tropas francesas, tras las cuales marchaban siempre numerosas prostitutas, mercaderes y criados y que tenan tres veces ms caballos en el convoy que en las fuerzas montadas, recordaban ms las huestes de Daro y Jerjes que a los ejrcitos de Turenne y de Gustavo Adolfo.*

    En su Historia de la Guerra de los Siete Aos, Archenholz escribe que los oficiales franceses que estaban de guardia abandonaban con frecuencia sus puestos para ir a bailar y que nicamente cumplan las rdenes de sus mandos cuando lo consideraban necesario y conveniente. Este deplorable estado de los asuntos militares era condicionado por la decadencia de la nobleza, que no obstante continuaba ocupando todos los altos puestos en el ejrcito, y por el desbarajuste general de todo el viejo orden, que marchaba rpidamente hacia su ruina. Estas causas generales eran de por s ms que suficientes para hacer que la guerra de los Siete Aos tomase un giro desfavorable para Francia. Pero no cabe duda que la ineptitud de generales como Soubise aument an ms las probabilidades de fracaso del ejrcito francs, condicionadas ya por las causas generales. Y como Soubise se mantena en su puesto gracias a Madame Pompadour, hay que reconocer que la vanidosa marquesa fue uno de los factores que acentuaron considerablemente la influencia desfavorable de las causas generales en la situacin de Francia durante la guerra de los Siete Aos.

    * Histoire de France, cuarta edicin, Tomo XV, pgs. 520-521.

  • La fuerza de la marquesa de Pompadour no resida en ella misma, sino en el poder del rey sometido a su voluntad Puede acaso afirmarse que el carcter de Luis XV era tal como necesariamente tena que ser, dado el curso general del desarrollo de las relaciones sociales de Francia? No, dado el mismo curso de dicho desarrollo en su lugar podra haber aparecido un rey con una actitud diferente hacia las mujeres. Saint-Beuve dira que para eso hubiese bastado la accin de causas fisiolgicas oscuras e imperceptibles. Y tendra razn. Pero si es as, resulta que estas causas fisiolgicas oscuras, al influir en la marcha y en el desenlace de la guerra de los Siete Aos, han influido tambin sobre el desarrollo ulterior de Francia, que habra seguido otro rumbo si la mencionada guerra no hubiera tenido como consecuencia la prdida de la mayor parte de sus colonias. Cabe preguntar si no contradice esta conclusin a la idea del desarrollo de la sociedad conforme a determinadas leyes.

    De ningn modo. Los efectos de las particularidades individuales en los ejemplos anteriores son innegables, pero no es menos cirto que ello poda tener lugar nicamente en las condiciones sociales dadas. Despus de la batalla de Rossbach los franceses estaban terriblemente indignados contra la protectora de Soubise, que cada da reciba un gran nmero de cartas annimas llenas de amenazas e insultos. Madame Pompadour estaba atormentada y comenz a sufrir de insomnio.** Sin embargo, continu protegiendo a Soubise. En 1762, en una de las cartas a l dirigidas, despus de decirle que no haba justificado las esperanzas en l cifradas, aada: A pesar de eso, no temis nada, tomar bajo mi cuidado vuestros intereses y me esforzar en reconciliaros con el rey.*** Como se ve, ella no haba cedido ante la opinin pblica.

    Por qu? Indudablemente porque la sociedad francesa de entonces no estaba en condiciones de obligarla a ceder. Pero por qu la sociedad francesa de entonces no estaba en condiciones de hacerlo? Porque se lo impeda su organizacin, que a su vez dependa de la correlacin de las fuerzas sociales de Francia en aquella poca. Por consiguiente, es la correlacin de estas fuerzas la que en ltima instancia explica el hecho de que el carcter de Luis XV y los caprichos de sus favoritas pudieran ejercer influencia tan nefasta sobre los destinos de Francia. Si no hubiera sido el rey

    ** Ver Mmoires de Madame du Hausset, Pars, 1824, pg. 181. *** Ver Lettres de la Marquise de Pompadour, Tomo I, Londres, 1772.

  • el individuo caracterizado por su debilidad hacia el sexo femenino, sino cualquiera de sus cocineros o de sus mozos de cuadra, esta particularidad no habra tenido ninguna importancia histrica. Es evidente que no se trata aqu de dicha flaqueza, sino de la situacin social del individuo que la padece. El lector comprender que estos razonamientos se pueden aplicar a todos los dems ejemplos arriba citados. Basta cambiar los nombres, colocar, por ejemplo, Rusia en lugar de Francia, Buturln en lugar de Soubise, etc. Por eso no los repetiremos.

    As pues, vemos que gracias a las peculiaridades singulares de su carcter los individuos pueden influir en los destinos de la sociedad. A veces su influencia llega a ser muy considerable, pero tanto la posibilidad misma de esta influencia como sus proporciones son determinadas por la organizacin de la sociedad, por la correlacin de las fuerzas que en ella actan. El carcter del individuo constituye un factor del desarrollo social slo all, slo entonces y slo en el grado en que lo permiten las relaciones sociales.

    Se nos puede objetar que el grado de la influencia personal depende asimismo del talento del individuo. Estamos de acuerdo. Pero el individuo no puede poner de manifiesto su talento sino cuando ocupa en la sociedad la situacin necesaria para poderlo hacer. Por qu pudo el destino de Francia hallarse en manos de un hombre privado en absoluto de capacidad y deseo de servir al bien pblico? Porque tal era la organizacin de la sociedad. Es esta organizacin la que determina en cada poca concreta el papel y por consiguiente la importancia social que puede tocar en suerte a los individuos dotados de talento o que carecen de l.

    Ahora bien, si el papel de los individuos est determinado por la organizacin de la sociedad, cmo puede su influencia social, condicionada por este papel, estar en contradiccin con la idea del desarrollo de la sociedad conforme a leyes determinadas? Esta influencia no slo no est en contradiccin con tal idea, sino que es una de sus ilustraciones ms brillantes.

    Debemos hacer la siguiente observacin. La posibilidad de la influencia social del individuo, condicionada por la organizacin de la sociedad, abre las puertas a la influencia de las llamadas casualidades o al accidente sobre el destino histrico de los pueblos. La lujuria de Luis XV era una consecuencia necesaria del estado de su organismo, pero en lo que se refiere al curso general del desarrollo de Francia esta caracterstica de su constitucin fsica era accidental. Mas, como ya hemos dicho, no dej de ejercer su influencia sobre el destino ulterior de Francia y pas a formar parte

  • de las causas que han condicionado tal destino. La muerte de Mirabeau obedeci, naturalmente, a procesos patolgicos que obedecen a leyes definidas. Pero la inevitabilidad de estos procesos no emanaba, ni mucho menos, del curso general del desarrollo de Francia, sino de algunas propiedades particulares del organismo del famoso orador y de las condiciones fsicas en que se produjo el contagio. En lo que se refiere al curso general del desarrollo de Francia estas particularidades y estas condiciones son casuales. Y, sin embargo, la muerte de Mirabeau ha influido en la marcha ulterior de la revolucin y es una de las causas que la han condicionado.

    Ms sorprendente an es la influencia de la casualidad en el ejemplo de Federico II, citado antes, el cual se libr de una situacin en extremo embarazosa gracias nicamente a la indecisin de Buturln. El nombramiento de Buturln, incluso con respecto al curso general del desarrollo de Rusia, poda ser casual en el sentido que nosotros atribuimos a esta palabra y naturalmente nada tena que ver con el curso general del desarrollo de Prusia. En cambio, no es infundada la hiptesis de que la indecisin de Buturln salv a Federico de una situacin desesperada. Si en el lugar de Buturln hubiese estado Suvrov, la historia de Prusia habra tal vez tomado otro rumbo. Resulta pues que la suerte de los Estados depende a veces de casualidades que podramos llamar accidentes de segundo grado. Hegel deca In allem Endliclien ist ein Element des Zufeilligen (En todo lo finito hay elementos accidentales). En la ciencia nos tenemos que ver nicamente con lo finito, por eso puede decirse que en todos los procesos que ella estudia existe un elemento casual. Este hecho excluye la posibilidad del conocimiento cientfico de los fenmenos? No. La casualidad es algo relativo. No aparece ms que en el punto de interseccin de los procesos necesarios. La aparicin de los europeos en Amrica fue para los habitantes de Mxico y Per una casualidad slo en el sentido de que no emanaba del desarrollo social de dichos pases. Pero no era una casualidad la pasin por la navegacin que se haba apoderado de los europeos del Occidente a fines de la Edad Media, ni fue accidental el hecho de que la fuerza de los europeos venciera fcilmente la resistencia de los indgenas. Las consecuencias de la conquista de Mxico y Per por los europeos no eran tampoco fruto de la casualidad, a fin de cuentas estas consecuencias eran la resultante de dos fuerzas: la situacin econmica de los pases conquistados, por un lado, y la situacin econmica de los conquistadores, por el otro. Y estas fuerzas, as como su resultante, pueden ser objeto de un estudio cientfico riguroso.

  • Las contingencias de la guerra de los Siete Aos ejercieron una gran influencia en la historia posterior de Prusia, mas esta influencia habra sido completamente otra si la hubiesen sorprendido en otra fase de su desarrollo. Las consecuencias de las casualidades tambin aqu fueron definidas por la resultante de dos fuerzas: el estado poltico y social de Prusia, por un lado, y el estado poltico y social de los Estados europeos que ejercan su influencia sobre ella, por el otro. En consecuencia tampoco aqu la casualidad impide en absoluto el estudio cientfico de los fenmenos.

    Sabemos ahora que los individuos ejercen frecuentemente una gran influencia en el destino de la sociedad, que esta influencia est determinada por la estructura interna de aqulla y por su relacin con otras sociedades. Pero con esto no queda agotada la cuestin del papel del individuo en la historia. Debemos abordarlo todava en otro de sus aspectos.

    Saint-Beuve pensaba que, dado un nmero suficiente de causas pequeas y oscuras del gnero que l haba mencionado, la Revolucin Francesa hubra podido tener un desenlace contrario al que conocemos. Esta idea es un gran error. Por intrincada que hubiese sido la combinacin de pequeas causas psicolgicas y fisiolgicas, en ningn caso habran eliminado las grandes necesidades sociales que engendraron la Revolucin Francesa. Y mientras estas necesidades no hubiesen sido satisfechas no habra cesado en Francia el movimiento revolucionario. Para que el resultado hubiese sido contrario al que fue en realidad se tendra que haber sustituido esas necesidades por otras opuestas, lo que naturalmente jams habra estado en condiciones de hacer ninguna combinacin de pequeas causas.

    Las causas de la Revolucin Francesa residan en la naturaleza de las relaciones sociales, y las pequeas casusas supuestas por Saint-Beuve podan residir nicamente en las particularidades individuales de diferentes personas. La causa determinante de las relaciones sociales reside en el estado de las fuerzas productivas. Este estado depende de las particularidades individuales de diferentes personas nicamente en el sentido de una mayor o menor capacidad de tales individuos para impulsar los perfeccionamientos tcnicos, descubrimientos e inventos. Saint-Beuve no tuvo en cuenta las particularidades de este tipo. Pero ninguna otra particularidad probable garantiza a personas aisladas el ejercicio de una influencia directa en el estado de las fuerzas productivas y, por consiguiente, en las relaciones sociales por ellas condicionadas, es decir, en las relaciones econmicas.

  • Cualesquiera que sean las particularidades de un determinado individuo, ste no puede eliminar unas determinadas relaciones econmicas cuando stas corresponden a un determinado estado de las fuerzas productivas. Pero las particularidades individuales de la personalidad la hacen ms o menos apta para satisfacer las necesidades sociales que surgen en virtud de unas relaciones econmicas determinadas o para oponerse a esta satisfaccin.

    La necesidad social ms urgente de la Francia de fines del siglo XVIII consista en la sustitucin de las viejas instituciones polticas por otras que armonizaran ms con el nuevo rgimen econmico. Los hombres pblicos ms eminentes y tiles de aquella poca fueron precisamente aquellos ms capaces de contribuir a la satisfaccin de esa necesidad urgente. Supongamos que estos hombres fueran Mirabeau, Robespierre y Bonaparte. Qu hubiera ocurrido si la muerte prematura no hubiese eliminado a Mirabeau de la escena poltica? El partido de la monarqua constitucional habra conservado por ms tiempo a esta personalidad de gran fuerza y por lo tanto su resistencia frente a los republicanos habra sido ms enrgica. Pero nada ms. Ningn Mirabeau en esa poca estaba en condiciones de impedir el triunfo de los republicanos. La fuerza de Mirabeau se basaba ntegramente en la simpata y la confianza del pueblo, y ste anhelaba la Repblica porque la Corte le irritaba por su obstinada defensa del viejo rgimen. En cuanto el pueblo se hubiera convencido de que Mirabeau no simpatizaba con sus ideales republicanos, habra dejado de simpatizar con Mirabeau y entonces el gran orador habra perdido casi toda su influencia y ms tarde, probablemente, cado vctima del movimiento que l se hubiera empeado intilmente en detener.

    Lo mismo ms o menos puede decirse de Robespierre. Admitamos que l representaba en su partido una fuerza absolutamente insustituible, pero, incluso as, no era su nica fuerza. Si la cada casual de un ladrillo le hubiera matado, supongamos, en enero de 1793, su puesto habra sido ocupado naturalmente por otro y aunque este otro hubiese sido inferior a l en todos sentidos, los acontecimientos a pesar de todo habran tomado el mismo rumbo que tomaron con Robespierre. As por ejemplo los girondinos, tambin en este caso, no habran evitado seguramente la derrota, pero es posible que el partido de Robespierre hubiese perdido el poder un poco antes; de modo que

  • ahora no hablaramos de la reaccin termidoriana,1 sino de la floreliana, pradaliana o mesidoniana.2 Algunos quizs objetarn que con su despiadado terrorismo Robespierre aceler en vez de retardar la cada de su partido. No examinaremos aqu esta hiptesis, la admitiremos como si fuera completamente fundada. En tal caso, habr de suponer que la cada del partido de Robespierre no se habra producido en Termidor, sino en Fructidor, Vendimiario u Brumario. En una palabra, se habra producido tal vez antes o despus, pero en todo caso se habra producido inexorablemente, porque el sector de la poblacin sobre el que se apoyaba este partido no estaba preparado en absoluto para mantenerse en el poder por un largo tiempo. En todo caso, no puede hablarse de resultados contrarios a los que se obtuvieron gracias a la contribucin enrgica de Robespierre.

    Tampoco hubieran podido ser estos los resultados si una bala hubiese matado a Bonaparte, por ejemplo, en la batalla de Arcole. Lo que Napolen hizo en las campaas de Italia y en las dems expediciones lo habran hecho otros generales. Quiz estos no habran mostrado tanto talento como l, ni conseguido victorias tan brillantes. Pero a pesar de eso la Repblica Francesa hubiera salido victoriosa en sus guerras de entonces porque sus soldados eran incomparablemente mejores que todos los soldados europeos.

    En cuanto al 18 brumario3 y su influencia en la vida interna de Francia, tambin aqu la marcha general y el desenlace de los acontecimientos probablemente habran sido en el fondo los mismos que bajo Napolen. La Repblica, herida de muerte el 9 termidor, agonizaba lentamente. El Directorio no poda restablecer el orden, que era a lo que por encima de todo aspiraba la burguesa una vez libre de la dominacin de los Estados superiores. Para restablecer el orden haca falta una buena espada, segn la expresin de Siys. En un principio se pens que este virtuoso papel lo desempeara el general Joubert, pero cuando ste

    1 Reaccin Termidoriana. Reaccin poltica y social en Francia despus del golpe de Estado contrarrevolucionario del 9 Termidor (27 de julio de 1794), que puso fin a la dictadura de la pequea burguesa y llev al cadalso a su jefe Robespierre. 2 Termidor, Floreal, Pradial, Mesidor, Brumario, etc. Nombres dados a los meses en el calendario revolucionario impuesto por la Convencin en otoo de 1793 para subrayar la ruptura definitiva de la revolucin con la contrarrevolucionaria iglesia catlica. 3 El 18 brumario del VIII ao de la Repblica (9 de noviembre de 1799), da en que el general Napolen Bonaparte dio el golpe de estado que produjo la cada del rgimen del Directorio y la creacin primero del Consulado y despus del Imperio.

  • encontr la muerte cerca de Novi comenzaron a sonar los nombres de Moreau, MacDonald y Bernadotte.**** De Bonaparte empez a hablarse ms tarde, y si l hubiera muerto como Joubert ni siquiera se habra hablado de l, se hubiese recurrido a cualquier otra espada.

    De suyo se comprende que el hombre elevado por los acontecimientos al rango de dictador por su parte deba abrirse camino infatigablemente hacia el Poder, echando a un lado y aplastando de manera implacable a cuantos fueran para l un estorbo. Bonaparte posea una energa de hierro y no se detena ante nada con tal de alcanzar el fin propuesto. Pero adems de l haba entonces no pocos egostas llenos de energa, talento y ambicin. El puesto que lleg a ocupar no habra, seguramente, quedado vaco. Supongamos ahora que otro general que hubiese alcanzado este puesto hubiera sido ms pacfico que Napolen, que no hubiera llegado a levantar contra l a toda Europa y, por lo tanto, hubiera muerto en las Tulleras4 y no en la isla de Santa Elena. En este caso los Borbones no habran vuelto jams a Francia, para ellos semejante resultado habra sido contrario al que se obtuvo en realidad. Pero por lo que se refiere a la vida interior de Francia en su conjunto, se habra diferenciado poco del resultado efectivo. Una buena espada, despus de restablecer el orden y asegurar el dominio de la burguesa, no habra tardado en disgustarla con sus costumbres cuarteleras y su despotismo. Habrase iniciado un movimiento liberal semejante al que se produjo durante la Restauracin; la lucha poco a poco se habra encendido con mayor fuerza y como las buenas espadas no se distinguen por su carcter conciliador es posible que el virtuoso Luis Felipe habra escalado al trono de sus entraablemente queridos parientes no en 1830, sino en 1820 o en 1825.

    Todos estos cambios en el curso de los acontecimientos habran podido influir en parte sobre la vida poltica ulterior y a travs de ella sobre la vida econmica de Europa, no obstante el resultado final del movimiento revolucionario no habra sido de ningn modo contrario al resultado real.

    Gracias a las particularidades de su inteligencia y de su carcter, las personalidades influyentes pueden hacer variar el aspecto individual de los acontecimientos y algunas de sus

    **** Vase La vie en France sous le premier Empire, escrito por el vizconde de Broc, Pars, 1895, pgs. 35-36 y siguientes. 4 Tulleras. Nombre del Palacio Residencial de Napolen I en Pars.

  • consecuencias particulares; pero no pueden hacer variar su orientacin general, que est determinada por otras fuerzas.

    La ilusin ptica sobre el papel de las grandes personalidades

    en la historia

    Es necesario hacer notar lo siguiente: discurriendo sobre el papel de las grandes personalidades en la historia somos vctimas casi siempre de cierta ilusin ptica que convendr indicar al lector.

    Al desempear su papel de buena espada salvadora del orden social, Napolen apart con ello de dicho papel a todos los dems generales, algunos de los cuales quiz lo habran desempeado tan bien o casi tan bien como l. Una vez satisfecha la necesidad social de un gobernante militar enrgico, la organizacin social cerr el camino hacia el puesto de gobernante militar a todos los dems talentos militares. Su fuerza se convirti en una fuerza desfavorable para la revelacin de otros talentos de este gnero.

    Gracias a ello se tiene la ilusin ptica a que antes nos referamos. La fuerza personal de Napolen se nos presenta bajo una forma en extremo exagerada, puesto que le atribuimos toda la fuerza social que le elev a un primer plano y le apoyaba. Esa fuerza personal nos parece algo absolutamente excepcional porque las dems fuerzas idnticas a ella no se transformaron de potenciales en reales. Y cuando se nos pregunta qu habra ocurrido si no hubiese existido Napolen, nuestra imaginacin se embrolla y nos parece que sin l no hubiera podido producirse todo el movimiento social sobre el que se basaba su fuerza y su influencia.

    En la historia del desarrollo intelectual de la humanidad es mucho ms raro el caso en que el xito de un individuo impide el xito de otro. Pero incluso en este terreno no estamos libres de la citada ilusin ptica. Cuando una situacin determinada de la sociedad plantea ante sus representantes espirituales ciertas tareas, stas atraen hacia s la atencin de los espritus eminentes hasta tanto consiguen resolverlas. Una vez logrado esto su atencin se orienta hacia otro objeto. Despus de resolver el problema X el hombre de talento A desva la atencin del hombre talento B, de este problema ya resuelto, hacia otro problema Y. Cuando se nos

  • pregunta que habra sucedido si A hubiese muerto antes de lograr resolver el problema de X, nos imaginamos que el hilo del desarrollo intelectual de la sociedad se habra roto. Olvidamos que en caso de morir A, de la solucin del problema podran haberse encargado B o C o D y que, de este modo, el hilo del desarrollo intelectual no se habra cortado a pesar de la muerte prematura de A.

    Dos condiciones son necesarias para que el hombre dotado de cierto talento ejerza, gracias a l, una gran influencia sobre el curso de los acontecimientos. Es preciso en primer trmino que su talento corresponda mejor que los dems a las necesidades sociales de una poca determinada: si Napolen, en vez de su genio militar, hubiese posedo el genio musical de Beethoven no habra llegado a ser emperador. En segundo trmino, el rgimen social vigente no debe obstaculizar el camino al individuo dotado de un determinado talento necesario y til justo en el momento de que se trate. El mismo Napolen habra muerto como un general poco conocido o con el nombre de coronel Bonaparte si el viejo rgimen hubiese durado en Francia setenta y cinco aos ms.* En 1789 Davout, Dexaix, Marmot y McDonald eran tenientes; Bernadotte, sargento-mayor; Hoche, Marceau, Lefevre, Pichegru, Ney, Massna, Murat y Soult, sargentos; Augereau, maestro de esgrima; Lannes, tintorero; Gouvion-Saint-Syr, actor; Jourdan, repartidor; Bessires, peluquero; Brune, tipogrfo; Joubert y Junot eran estudiantes de la Facultad de Derecho; Klber era arquitecto; Mortier no ingres en el ejrcito hasta la revolucin.**

    Si el viejo rgimen hubiera continuado existiendo hasta hoy, a nadie de nosotros se nos habra ocurrido pensar que en Francia a fines del siglo pasado algunos actores, tipgrafos, peluqueros, tintoreros, abogados, repartidores y maestros de esgrima eran genios militares en potencia.***

    * Es posible que entonces Napolen hubiera venido a Rusia, a donde unos aos antes de la Revolucin tena la intencin de dirigirse. Aqu hubiera hecho mritos, seguramente, combatiendo contra los turcos o los montaeses del Cucaso, pero a nadie se le hubiera ocurrido que este oficial pobre pero de talento podra en circunstancias favorables llegar a ser dueo del mundo. ** Ver V. Duruy, Historia de Francia, Tomo II, Pars, 1893, pgs. 524-525. *** Durante el reinado de Luis XV slo uno de los representantes del Tercer Estado, Chevert, pudo llegar hasta el grado de teniente general. Bajo el reinado de Luis XV la carrera militar era ms inaccesible aun para dicho Estado. Ver Rambeaud, Histoire de la civilisation francaise, sexta edicin, Tomo II, pg. 225.

  • Stendhal hace notar que un hombre nacido el mismo ao que Tiziano, en 1477, habra podido ser contemporneo de Rafael (muerto en 1520) y de Leonardo da Vinci (muerto en 1519) durante cuarenta aos; habra podido pasar largos aos con Correggio, muerto en 1534, y con Miguel ngel, que lleg a vivir hasta 1563; no habra tenido ms que treinta y cuatro aos cuando muri Giorgione; habra podido conocer a Tintoretto, a Bassano, al Verons, a Julio Romano y a Andrea del Sarto. En una palabra, habra sido contemporneo de todos los famosos pintores; a excepcin de los que pertenecan a la escuela de Bolonia, que apareci un siglo despus.**** Del mismo modo puede decirse que el hombre nacido el mismo ao que Wouwerman habra podido conocer personalmente a casi todos los grandes pintores de Holanda***** y que un hombre de la misma edad que Shakespeare habra sido contemporneo de toda una plyade de notables dramaturgos.******

    Hace tiempo que se observ que los talentos aparecen, siempre y en todas partes, all donde existen condiciones sociales favorables para su desarrollo. Esto significa que todo talento que se ha manifestado efectivamente, todo talento convertido en fuerza social, es fruto de las relaciones sociales. Pero si esto es as se comprende por qu los hombres de talento, como hemos dicho, slo pueden hacer variar el aspecto individual y no la orientacin general de los acontecimientos. Ellos mismos existen gracias nicamente a esta orientacin, si no fuera por eso nunca hubieran podido cruzar el umbral que separa lo potencial de lo real. De suyo se comprende que hay talentos y talentos: Cuando una nueva etapa en el desarrollo de la civilizacin da vida a un nuevo gnero de arte dice con razn Taine aparecen decenas de talentos que expresan slo a medias el pensamiento social, en

    **** Histoire de la Peinture en Italie, Pars, 1892, pgs. 24-25. ***** En 1608 nacieron Terburg, Brouwer y Rembrandt; en 1610, Adrain Van Ostade y Ferdinand Bol; en 1615, Van-der-Helst y Gerard Dou; en 1620, Wouwerman; en 1621, Weenix, Everdingen y Pynacker; en 1624, Berghen; en 1626, Jan Steen; en 1629, Paul Potter; en 1630, Ruisdael y Metsu; en 1637, Van-der Heyde; en 1638, Hobbema; en 1639, Adrin Van-der-Velde. ****** Shakespeare, Beanmont, Fletcher, Jonson, Webster, Massinger, Ford, Middleton y Haywood, aparecidos al mismo tiempo o uno tras otro, representan una nueva generacin que, gracias a su situacin favorable, floreci magnficamente sobre el terreno preparado por los esfuerzos de la generacin anterior. Taine, Histoire de la littrature anglaise, Tomo I, Pars, 1863, pg. 468.

  • torno a uno o dos genios que lo expresan a la perfeccin.******* Si causas mecnicas o fisiolgicas desvinculadas del curso general del desarrollo social, poltico e intelectual de Italia hubieran causado la muerte de Rafael, Miguel ngel y Leonardo da Vinci en su infancia, el arte pictrico italiano sera menos perfecto pero la tendencia general de su desarrollo en la poca del Renacimiento no hubiera sido otra. No fueron Rafael, Leonardo da Vinci ni Miguel ngel los que crearon esa tendencia, ellos slo fueron sus mejores representantes. Es verdad que en torno a un hombre genial se forma generalmente toda una escuela, cuyos discpulos tratan de imitar hasta los menores detalles del maestro; por eso la laguna que con su muerte prematura hubieran dejado en el arte italiano de la poca del Renacimiento Rafael, Miguel ngel y Leonardo da Vinci hubiese ejercido una gran influencia sobre muchas particularidades secundarias de su historia posterior. Pero tampoco esta historia habra cambiado en su esencia si, debido a ciertas causas generales, no se hubiera producido un cambio fundamental en el curso general del desarrollo intelectual de Italia.

    Es sabido, sin embargo, que las diferencias cuantitativas se transforman a fin de cuentas en cualitativas. Esto es cierto siempre y, por lo tanto, tambin lo es aplicado a la historia. Una determinada corriente artstica puede no haber alcanzado ninguna manifestacin notable si una confluencia de circunstancias desfavorables hace que desaparezcan uno tras otro varios hombres de talento que habran podido convertirse en sus representantes. Pero la muerte prematura de estos hombres no impide la manifestacin artstica de dicha corriente sino cuando no es lo suficientemente profunda para destacar nuevos talentos. Y como la profundidad de cualquier corriente dada, tanto en la literatura como en el arte, est determinada por la importancia que tiene para la clase o capa social cuyos gustos expresa y por el papel social de esta clase o capa, aqu tambin todo depende, en ltima instancia, del curso del desarrollo social y de la correlacin de las fuerzas sociales.

    ******* Taine, Histoire de la littrature anglaise, Tomo II, Pars, 1863, pg. 5.

  • Causas generales y particulares y el aspecto individual en

    la historia

    As pues, las particularidades individuales de las personalidades eminentes determinan el aspecto individual de los acontecimientos histricos; y el elemento casual, en el sentido indicado por nosotros, desempea siempre cierto papel en el curso de los acontecimientos, cuya orientacin est determinada en ltima instancia por las llamadas causas generales, por el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones mutuas entre los hombres en el proceso econmico-social de la produccin. Los fenmenos casuales y las particularidades individuales de las personalidades destacadas son incomparablemente ms patentes que las causas generales profundas. Los hombres del siglo XVIII pensaban poco en estas causas generales, explicaban la historia como resultado de los actos conscientes y las pasiones de las personalidades histricas. Los filsofos de este siglo afirmaban que la historia podra marchar por caminos totalmente diferentes bajo la influencia de las causas ms insignificantes, por ejemplo como consecuencia de que en la cabeza de cualquier gobernante comenzara a hacer de las suyas un tomo cualquiera (opinin que aparece expresada ms de una vez en el Systme de la Nature1). Los defensores de la nueva orientacin de la ciencia histrica se dedicaron a demostrar que la historia no poda seguir otro rumbo distinto al que en la realidad ha seguido, a pesar de todos los tomos. Al intentar resaltar lo mejor posible la accin de las causas generales, pasaban por alto la importancia de las particularidades individuales de los personajes histricos. Segn ellos la sustitucin de una personalidad por otra ms o menos capaz no modificaba en nada los acontecimientos histricos*. Pero una vez admitida semejante hiptesis, nos vemos obligados a

    1 Systeme de la nature, Sistema de la naturaleza. Obra fundamental de Holbach, destacado filsofo materialista francs (1723-1789). * De acuerdo con su argumento, es decir, cuando comenzaban a discutir sobre la regularidad de los acontecimientos histricos. En cambio, cuando algunos de ellos relataban simplemente estos acontecimientos, ocurra con frecuencia que llegaban a atribuir al elemento personal una importancia exagerada. Pero lo que a nosotros nos interesa ahora no son sus relatos, sino sus juicios.

  • reconocer que el elemento individual no tiene absolutamente ninguna importancia en la historia y que todo en ella se reduce a la accin de las causas generales, de las leyes generales, del movimiento histrico. Esta idea se llev a un extremo que no deja margen para la partcula de verdad contenida en la concepcin opuesta. Por esta razn, precisamente, la concepcin opuesta segua conservando cierto derecho a la existencia. El choque de estas dos concepciones adquiri la forma de una antinomia, una de cuyas partes eran las leyes generales y la otra la accin de las personalidades. Desde el punto de vista de la segunda parte de la antinomia, la historia apareca como una simple concatenacin de casualidades. Desde el punto de vista de la primera parte, pareca que incluso los rasgos individuales de los acontecimientos histricos obedecan a la accin de las causas generales. Pero si los rasgos individuales de los acontecimientos se deben a la influencia de las causas generales y no dependen de las particularidades individuales de las personalidades histricas, resulta que estos rasgos estn determinados por las causas generales y no pueden ser modificados por ms que cambien estos personajes. La teora adquiere as un carcter fatalista. Esto no escap a la atencin de sus adversarios. Saint-Beuve compar los concepciones histricas de Mignet con las de Bossuet.2 Este ltimo pensaba que la fuerza que engendra los acontecimientos histricos emana del cielo, que los acontecimientos son una expresin de la voluntad divina. Mignet buscaba esta fuerza en las pasiones humanas, que se manifiestan en los acontecimientos histricos con todo el rigor e inexorab