21
EL SÉNECA Y LA IMPERFECCIÓN Prólogo del autor El Séneca opina que un país en la época que corre, y en general la vida toda es algo tan complicado, hay tantas cosas que hacer, que no podría vivir sin una porción de gente que hacen las cosas mal, pero, por lo menos, las hacen ... Dios ha permitido, en su orden providencial, que las cosas imperfectas tengan también su gancho y su atractivo. ¿Qué sería del género humano si no hubiera quien le encontrara cierta gracia estilizada a las narices respingonas, a los ojos bizcos, a los lunares?... Por muy bizca que sea una dama, siempre hay un Quevedo para buscarle, no ya una disculpa, sino una razón optimista: sus ojos eran tan hermosos, que Dios tuvo la precaución de separarlos para que no se encelaran y armaran bronca. Dice Quevedo: «por eso les puso Dios - de espaldas sus hermosuras». La perfección es, a veces, una sosera lisa y sin estímulo. Así entendieron los griegos el mito de Calipso. A Ulises lo esperaba año tras año, en su hogar, la honesta y fiel burguesa que se llamaba Penélope. Penélope era buena persona, pero seguramente torpona y sin genialidad. Eso de que tejía cada día un trozo de tela y por la noche lo destejía, para engañar así la larga espera de su marido Ulises, es una pura estilización de su limitación casera. Penélope, como tantas mujeres, lo que hacía era labor de ganchillo, o punto, para hacerle un «sweater» o jersey a su marido. Y le pasaba como a tantas mujeres que se equivocaba con la fórmula del punto - que si cruzado; que si punto al derecho, punto al revés; que si se salto este o el otro punto- y continuamente tenía que deshacer lo hecho y tiraba del hilo como cualquier madre de familia. U1ises mientras tanto había ido a caer en la 1sla de Calipso. Allí todo era perfecto. Calipso no tenía un milímetro más de nariz, de frente, de cintura que lo que marcan los

Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

EL SÉNECA Y LA IMPERFECCIÓN Prólogo del autor

El Séneca opina que un país en la época que corre, y en

general la vida toda es algo tan complicado, hay tantas cosas que hacer, que no podría vivir sin una porción de gente que hacen las cosas mal, pero, por lo menos, las hacen ...

Dios ha permitido, en su orden providencial, que las cosas imperfectas tengan también su gancho y su atractivo. ¿Qué sería del género humano si no hubiera quien le encontrara cierta gracia estilizada a las narices respingonas, a los ojos bizcos, a los lunares?... Por muy bizca que sea una dama, siempre hay un Quevedo para buscarle, no ya una disculpa, sino una razón optimista: sus ojos eran tan hermosos, que Dios tuvo la precaución de separarlos para que no se encelaran y armaran bronca. Dice Quevedo: «por eso les puso Dios - de espaldas sus hermosuras».

La perfección es, a veces, una sosera lisa y sin estímulo. Así entendieron los griegos el mito de Calipso. A Ulises lo esperaba año tras año, en su hogar, la honesta y fiel burguesa que se llamaba Penélope. Penélope era buena persona, pero seguramente torpona y sin genialidad. Eso de que tejía cada día un trozo de tela y por la noche lo destejía, para engañar así la larga espera de su marido Ulises, es una pura estilización de su limitación casera. Penélope, como tantas mujeres, lo que hacía era labor de ganchillo, o punto, para hacerle un «sweater» o jersey a su marido. Y le pasaba como a tantas mujeres que se equivocaba con la fórmula del punto -que si cruzado; que si punto al derecho, punto al revés; que si se salto este o el otro punto- y continuamente tenía que deshacer lo hecho y tiraba del hilo como cualquier madre de familia. U1ises mientras tanto había ido a caer en la 1sla de Calipso. Allí todo era perfecto. Calipso no tenía un milímetro más de nariz, de frente, de cintura que lo que marcan los

Page 2: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

cánones. Sus besos eran sabios y perfectos. La isla tenía siempre un clima igual, inmovilizado con una primavera florida. Todas las frutas estaban en su punto exacto de madurez. El agua del lago o del río tenía la perfecta temperatura de un baño preparado por el mejor ayuda de cámara. En esa atmósfera algodonosa de perfección y exactitud vivió Ulises hasta que se harto. Perdió el apetito y la ilusión. No se sentía tentado por nada, porque todo le resultaba marchito de puro tentado por él. Hasta que un día se tiró de cabeza al mar, y alcanzó a nado una nave, para que le llevara a su casa y a Penélope, para gozar de su divina y sosa imperfección. Y verla equivocarse cada noche en su labor de ganchillo: punto al derecho, punto al revés... Ea ¡ya me salte dos! ¡Qué apasionante es ver hacer mal las cosas

No se puede saber nunca donde está agazapada la eficacia. Cuántas veces nos espera, como una liebre encamada, agazapada en una aparente imperfección!

Había un Arzobispo en Sevilla que acostumbraba, cada tarde, a salir con su familiar, a rezar el jubileo de las cuarenta horas. Una tarde entró en una capilla de un barrio bajo y popular en la que se estaba celebrando uno de esos cultos barrocos y solemnes que celebran las hermandades sevillanas. El Arzobispo no quiso molestar, abriéndose paso entre el apretado concurso hasta su trono del altar mayor, y se quedó con su familiar rezando junto a la puerta. Estaba en el púlpito un predicador del barrio; desgarrado y popular. Comentaba el pasaje en el que Claudia Prócula, la mujer de Pilatos, le envió avisó al tribunal para que soltara a Jesús, pues ella habla sido av1sada en sueños de que aquel Hombre era justo. Y comentaba el pred1cador: «Vamos, que por poco nos deja sin Semana Santa. Luego se volvía hacia la Virgen de las Penas, que era la que sacaba el barrio en procesión. Decía: «¡Ahí la tienen ustedes: que se pasa la noche en la calle, y vuelve más honrá que salió!»

Page 3: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

Cuando se subieron al coche, el señor Arzobispo, miró a su familiar

y se entendieron con los ojos. ¡Qué sarta de disparates! «Entérese -dijo el Arzobispo- quien era el predicador, y ruéguele que vaya el miércoles al Palacio Arzobispal». Los miércoles acostumbraba el Arzobispo a dar audiencia a los sacerdotes de la ciudad.

Pero un día intermedio, mientras el Arzobispo pensaba en la reprimenda que iba a echarle al predicador folklórico, llegó a pedirle audiencia un panadero. No era un día de audiencias y trataron de impedirlo los familiares. Pero insistió tanto que hubo que dejarlo pasar. El panadero se echó a los pies del Arzobispo y con lágrimas en los ojos, puso en sus manos un sobre con treinta mil duros. Explicó ante la extrañeza del Prelado:

-Es una devolución de conciencia. Son dineros mal adquiridos con trampa y defraudación.

-¿Y qué es lo que le ha movido a hacer esto? Y el panadero: -Yo apenas si iba a la iglesia. Pero el otro día pasé por

delante de una capilla que estaba hecha un ascua de oro, y me dio curiosidad. Entre. Y le oí decir a un cura unas cosas tan bonitas de la mujer de Pilatos y de la Virgen de las Penas. Nada: que me tocó el corazón y decidí desprenderme de ese dinero malo.

Cuando el miércoles siguiente el predicador llegó tembloroso a la cita que le había dado el Arzobispo, este le abrazó efusivamente:

-Le llamaba para felicitarle por un sermón que le oí el otro día...

No hay que decidir ligeramente sobre lo perfecto o lo imperfecto. Se cuenta de una bordadora india, que está bordando una tela para un sari. Con hilo de oro borda flores, pajaritos, estrellas. Cuando ya está acabándose la tela, la

Page 4: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

última flor que borda queda a medio hacer, deshilachada y torpe.

-¿Por qué dejas así tu última flor? -Conviene dejarle siempre una así a los dioses. La

perfección les pertenece. Y ellos son celosos y les gusta tenerla en exclusiva.

Todos tenemos en casa una tubería o un cable eléctrico: una chapuza que dejó así un plomero o un electricista, que está esperando desde hace cinco o seis años a que vuelva a terminarla el operario que dijo que volvería al día siguiente.

Pero mientras tanto nos aviamos. Un país es esto: aviarse con las chapuzas de los que hacen mal las cosas, pero por lo menos, las hacen.

El Séneca os hablará de todas esas cosas.

* * *

Page 5: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

EL SÉNECA Y LA IMPERFECCIÓN

Nos hallamos en una de las salas donde se halla instalada la exposición volante que el Departamento de «Extensión Cul-tural y Artística» va llevando por los pueblos. El Séneca y D. José, catálogo en mano, contemplan un cuadro de temas religiosos, como del siglo XIV o XV, de cándido estilo «primi-tivo». D. José informa al Séneca.

D. José: Esto es lo que se llama un «primitivo» del siglo XV o XIV. SÉNECA: Un «primitivo» si comprendo, de cuando todavía no sabían pintá .del todo. Vamos. Un borrado...

D. José y el Séneca van pasando revista a les siguientes

cuadros. De pronto, se detienen ante una pintura abstracta, con manchones de diferentes tonos.

D. José: Y esto es lo que se llama un cuadro abstracto ...

Puro juego de colores.

(Se ve al Séneca con D. José, contemplándolo.)

SÉNECA: Ya vengo a comprendé. La otra punta primero,

cuando no sabían pintá todavía. Y aluego, aquí, cuando ya se les ha olvidao... Bueno, ¿y los cuadros dónde están?

D. José: Hombre, Séneca... Estos son los cuadros. Esta es una exposición volante que lleva por los pueblos el departamento de «Extensión Cultural y Artís-tica». Enseña por dónde empieza y se acaba la pintura.

Page 6: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

SÉNECA: ¿Y esto qué representa? D. José: Primer error. Eso no debe preguntarse. Una pintura

no tiene que representar nada. O mejor: represen-ta lo que cada uno se imagina.

SÉNECA: Muy filosófico eso... Es como en la vida, después de todo. Pasa Perico el de la Berruga que es un hombre como usted o como yo. Su traje gris, su corbata, su barriguita. Y usted pregunta, ¿qué re-presenta? Imposible de adiviná. Como usted y como yo. Y a1uego, usté investiga: y resulta que representa piensos compuestos para aves de co-rral, de la marca P A C A C... S. A...

D. José: Pero la pintura abstracta va más allá. Representa lo que cada uno se figura.

SÉNECA: Eso ya es más atrevido. Porque Perico el de la Be-rruga, quiera usté. o no quiera, representa piensos compuestos. Y es inútil que usté se empeñe en que represente máquinas de escribí.

D. José: Eso es lo apasionante... ¿Qué piensas tú que puede representar ese juego de colores? ¿qué título

le pondrías tú?

(Séneca saca sus gafas. Se acerca al cua-dro abstracto.)

SÉNECA: Pues verá usted... Yo le pondría «China». Porque China es un pueblo amarillo: que ahora dicen que es rojo. Y al que todavía le llaman algunos «El Celeste Imperio».

D. José: Muy posible, Séneca,¿nos vamos? SÉNECA: Vamos allá...

(Séneca le da a un puro que ha estado fumando una última chupada y lo tira al suelo. Lo pisa. Se acerca un Ujier con

Page 7: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

uniforme.)

UJIER: Señor... eso no puede hacerse. SÉNECA: Es que yo no lo sabía. Perdón: yo también soy un Primitivo.

(El ujier saca un talonario y escribe en él.)

UJIER: Son cincuenta pesetas de multa... recibirá usted el talón en su casa... Tiene quince días para recurrir. Si no, pasa a la agencia ejecutiva.

SÉNECA: Entendido... D. José: la pintura será todo lo abstracta que usted quiera. Pero lo que es el guarda es concretísimo.

El Séneca y D. José salen del edificio donde estaba instalada la colección de pinturas. Ambos, luego de salir, se paran delante de la puerta, en la que hay un rótulo con la siguiente inscripción: «Exposición de primitivos y abstractos». SÉNECA: Esto, D. José es el signo de las cosas de hoy. Esa

exposición sirve para familiarizarse con todo lo im-perfecto. Las cosas a medio hacer o demasiado hechas. Como el solomillo de vaca... La vida de un país, de un pueblo, es tan enredada y complicada y hay que hacer tantas cosas que todo hay que hacerlo a medias... Gracias a lo imperfecto que tanto abunda, viven todos perfectamente. Porque lo imperfecto no es la barbarie. Si no se hicieran más que cosas perfectas, entonces es cuando volve-ríamos a la barbarie, porque se quedaría casi todo a medio hacer. La burocracia y las oficinas son una rutina de cosas imperfectas: pero que, por lo menos, se hacen.

Page 8: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

D. José: Tú sabes lo que decía en tiempos de mi padre un

político malagueño que conocía bien al país: «Esto ni se arregla ni hay quien lo arregle, ni conviene que se arregle».

SÉNECA: ¿Usted se cree ese papelito de multa que según me ha anunciao e1 funcionario municipal va a llegá a mi casa? Ni por asomo. ¡Jarabe de pico!... Y si llega, por casualidad: ahí termina todo. ¿Quién va a venir hasta casa a ejecutarme?.. A Tobalo mi compadre le ponen todos los días una multa por aparcar frente al Ayuntamiento. Como vive cerca, le mandan la notificación a su casa. Pero todo para ahí. Y como el pobre, con la inundación última se quedó sin nada; y no tiene ni para comprar1e a su Jamito, el hijo, ni los libros de la enseñanza pri-maria, se avía como puede... Y Jaimito está apren-diendo a leer en papel de multa. «¿Dónde estudia tu niño?» le pregunté el otro día. Me dijo: «Mi niño tiene beca de la agencia ejecutiva del Ayun-tamiento».

D. José y el Séneca acaban de llegar a la cancela del patio

de este último. Entran en él. Ven a Doña Mati sentada en una mecedora junto a la mesa. Dña MATI: Buenos días, ¿de adónde vienen ustedes? SÉNECA: De una exposición de chapuzas. D. José: Primitivos y abstractos, quiere decir. SÉNECA: Que todo es en la pintura, y yo creo que en la vida

corriente, como en las siete y media: o te pasas o no llegas. ¿Usted ve, Dña. Mati, mi casa? Nos aviamos, pero tenemos luz porque yo le tengo co-locada una horquilla del pelo de Doloritas en los

Page 9: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

fusores del contador; y el motor del agua arde porque le tengo la corriente empalmada en el ca-ble del alumbrado público; y el techo de la cocina se sostiene porque le tengo puesta, como viga, un San José de palo que me traje del derribo de los Agustinos. Mi casa es una concentración de cosas provisionales que me improvisó un operario cuando me casé, hace veinte años. Se fueron diciendo: «ya volveremos mañana». Y entoavía no han vuelto.

D. JOSÉ: Todo el país es una provisionalidad que van a venir mañana a acabarla de arreglar. Dña. MATI: Es verdad...

(Dña Mati le da unos papeles y un dinero que hay sobre la mesa.)

Dña MATI: Por cierto, Séneca, pasó el cartero. Traía este pa-quete, certificado y este giro... Como tenía prisa, él mismo firmó la libreta y el taloncillo de las dos cosas.

SÉNECA: Hizo bien... «Palicorto» es de toda confianza (A D. José.) «Palicorto» es el cartero.

Dña MATI: Que venía de ahí de la esquina de la agencia de D. Filemón... que tenía el chico que le hace los mandados con anginas y le pidió al cartero que le hiciese el favor de traerle, Séneca, estos papeles pa echá una firmita.

SÉNECA: Que D. Filemón me manda muchos documentos que necesitan dos testigos por la ley, y le servían el vecino del piso de arriba, que es sargento de carabineros y yo...

D. José: ¿Y firma así en barbecho?

Page 10: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

SÉNECA: Es mero trámite... mire usted éste. (Mira uno de los pliegos.) Fíjese, D. José, Juliana Rebollo, su ma-rido quiere reconocer a su niño... Yo no soy tes-tigo del nacimiento, porque esas cosas todavía no se hacen en público. Pero ¿quién va a dudar de que han tenido un niño?... Está todo el mundo preocupado con la «paternidad consciente» y que si la pildorita y qué se yo... ¡Y va uno a dudá de una pareja que trae un niño en vez de quitárselo de enmedio! Yo firmo todo lo que me manda D. Filemón.

D. José: Lo dicho. Hay tantas cosas que hacer, hoy día, en un país, que es preciso que todos nos echemos una mano.

Dña MATI: Que el otro día venía yo del Supermercado con mis paquetes, que parecía un tren de mercancía... Y en la esquina de la Plaza de la Prioral, empie-zan a caérseme, que por sostener a uno, se me caían tres... A Séneca se lo conté...¿te acuerdas?

SÉNECA: Que pasaba al lado un «gamberro ye-ye» cantando eso de Juanita Banana... Y Dña Mati: «Por favor, no seáis esaboríos, echarme una mano»... Y se la echaron, ¡pero no precisamente a los paquetes!

Dña MATI: Bueno. Venga lo que hay que llevá a D. Filemón que yo se lo llevo al pasá. Y a lo que yo había venido... Séneca y usté, D. José... ¿quieren echar-me un vistazo a esto?

(Pasa un papel a D. José.)

D. José: ¿Qué es esto? ¿Versos? ... Dña MATI: Algo así... es que en una de las parejas que estoy

protegiendo, ella se llama Silvia, ¡y nos ha salido

Page 11: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

romántica! Un caso raro en esta época. SÉNECA: Pero romántica, romántica, vamos, lo que se dice

romántica... Porque el otro día me topé yo con Margot, la de la tienda de comestibles y me dice: «dos horas me he estado, con mi novio, mirando la luna»... Y a los tres o cuatro días: «ya me com-pró Toñito las sandalias de cerdas de oro». Porque resulta que la luna que miraba con Toñito todas las noches, era la luna del escaparate de la zapatería de San Juan de la Cruz... Que no sé porque le ponen este nombre a una zapatería: cuando San Juan lo que hizo fue fundar los car-melitos descalzos.

Dña MATI: Pues ésta no. Ésta es romántica de verdad. De las que yo creo que todavía beben vinagre, para resul-tar pálidas.

SÉNECA: Aconséjale que tome un tubito de veronal, como una actriz de Hollywood. Y ya veras. ¡Pálida para «en

seculorum»! . Dña MATl: No seas burlón... lo que pasa es que Pablito que la

pretende, sabiendo lo que ella es le ha mandado unos versos. Yo me los traje aquí. Yo no entiendo.

(Séneca le toma el papel que ella ha sacado del bolso.)

SÉNECA: A ver. (Lee el papel.)

Tienes la talla justa. Un ojo negro y otro ojo a su lado.

D. José: Pero, ¿cómo va a tener un ojo de cada color? SÉNECA: D. José ... no interrumpa. Que no es «azulado» de azul. Que es «a su lado». Una licencia.

Tiene la talla justa

Page 12: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

Un ojo negro y otro ojo a su lado Pelo rubio, tirando a colorado. ¡Pero esto es un pasaporte! y termina:

(Repasa vagamente, luego declama.) Tiene la talla justa... Pelo rubio tirando a colorado... es 1o que a mi me gusta. ¡Jamón con huevo hilado! Bueno. Yo, que la señorita, esto me lo escribe a mí un pretendiente y no llega al jamón.

D José: Nunca se sabe nada... Ya has visto lo abstracto, lo primitivo... Ha habido quienes han sostenido que era pura rutina nuestro repertorio de ce1ebraciones... Fu1anito vale mucho; decimos: es una perla, tiene un corazón de oro. Pero esas son cosas pasadas, antiguas. Ya no hay patrón oro, y las perlas valen mucho menos desde que se hacen artificiales... Marc Twain proponía decirle a la amada «Seriamente: es usted una acción de la General Motors»; un valor de verdad. No se debe piropear a las chicas a espaldas de las cotizaciones de Bolsa.

SÉNECA: Nada se sabe... D. José: Que ya lo has visto en la Exposición. La mujer tam-

bién es ahora casi abstracta. Un figurín distinto. SÉNECA: Que ahora se echa una bata y se lanza a la calle la

Venus esa que dicen: La Venus del Mirlo... Y dice la gente: «Me he cruzado con una señora guape-tona; pero demasiado gorda.»

(Entra, alborotando, un muchacho de acento extranjero. Es Flelcher, agente de la casa Ford. Se va derecho a Dña. Mati.)

Page 13: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

FLELCHER: Dña. Mati... ¡gracias que la encuentro! Estoy muy apretado. Dña MATI: Explíquese mejor, que eso suena muy mal. FLELCHER: Los señores... ¿son personas decentes? Dña MATI: Sí... perdonadle... Conoce mal el español. Quiere

decir si puede hablar delante de ustedes... Sí, puede.

FLELCHER: Doña Mati. Ayúdeme. Tengo que casarme en seguida. Pero en seguida. Dña MATI: Gracias a Dios... Eso no es problema. SÉNECA: Es una de sus parejas protegidas. Dña MATI: Sí... No tienes que preocuparte, Flelcher los pa-

peles se arreglan en seguida... Aquí tenemos a Séneca, además, que siempre está dispuesto a firmar.

SÉNECA: Lo que quiera. Yo soy el «tele-testigo» por definición. Desde esta butaca testifico yo lo que me pidan. Pero, ¿qué ha hecho éste? Dña MATI: Es novio de Carmela Ríos. SÉNECA: ¿Y tal vez el apellido le dio a usted la idea? ¿Se la

llevó usted al río? FLELCHER: No, nada de río, no. SÉNECA: Entonces, ¿qué hizo usted? FLELCHER: Lo confieso... me la llevé al cine. SÉNECA: Pero eso... Yo he llevado alguna vez al cine a doña

Mati... «Lo que el viento se llevó»... lo vimos juntos. Que hay tiempo para casarse y salir del cine con el carnet de familia numerosa. Y nada Dña Mati sigue siendo a secas, la viuda de Remolinos.

Dña MATI: Pero yo le enseñé la traducción de un artículo que salió en el Chicago Tribune Post...

(Guiño por la espalda de Flelcher a D.

Page 14: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

José y Séneca.)

En él se aseguraba que en España seguía la Inquisición. Que en las cárceles españolas, según la nueva ley de Orden, estaban llenas de caballeros que llevaron una dama al cine, sin poderle exhibir al acomodador el certificado de matrimonio de la parroquia, la garantía de estar casado por la iglesia.

FLELCHER: Yo no podía creer que seguía la España negra. SÉNECA: Sí, Claro... Usted conocía de España, vamos, lo elemental, que Felipe II ahorcó a D. Álvaro de Luna porque miraba demasiado a Isabel la Católica. FLELCHER: Eso... Yeso de Moctezuma y lo de Santiago en

el caballo blanco y lo de Manolete... Pero no sabía esa disposición de ahora. Cuando le propuse una tarde, en el bar, a Carmita ir al cine, me hizo cara -¿se dice cara?-, vamos, me dijo como si fuese Dña María la Brava: «Pero Flelcher, ¿qué te propones?» Y le propuse entonces tomar dos butacas separadas... Separados por ejemplo por tres o cuatro butacas intermedias. Pero Carmita me dijo: «no basta».

SÉNECA: ¡Que yo no sé qué idea tienen los acomodadores españoles de las extremidades torácicas de los ex-tranjeros!

FLELCHER: Pero en esto anuncian «La Biblia», que a mí me chiflan -se dice chiflan, ¿verdad?- las películas de masas.

SÉNECA: Sí lo he visto. Excitante. Un río de gente que yo creí que era la salida del estadio Bernabeu, un día de partido ... Pero luego caí en la cuenta de que iban vestidos de israelitas ... Y entonces comprendí que es que volvían de Egipto y se

Page 15: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

encaminaban al Mar Rojo. FLELCHER: Vencí la resistencia de Carmita. Fuimos al cine.

Pero fuimos descubiertos. A la mitad de la pe-lícula, vino el acomodador a hablar con Carmita y la llevó fuera. Volvió al cuarto de hora. Le habían notificado: o la prisión o el matrimonio.

SÉNECA: ¿Y usted qué ha escogido?.. En la prisión de ahora tenemos cuarto de baño.

Dña MATI: Pero no seas burro, Séneca, él ha escogido el matrimonio.

SÉNECA: Que son dos cuartos de baño por lo menos, y por cuenta del contrayente.

FLELCHER: Sí, sí... me he decidido. Porque además nos dejaron a mitad de la película. Y quiero yo ir un día con mi certificado matrimonial en la solapa, prendido en un alfiler, y sentarnos cómodamente a ver cómo termina aquello.

SÉNECA: Que, claro, para ustedes las películas europeas tienen mucho más «suspense». Las películas como se vena gusto es recostándose en una blanda ignorancia histórica. Es el remusguillo de la curiosidad. ¿Ganará Napoleón la batalla de Waterloo? ¿Cristóbal Colón, naufragará o no en las aguas del Caribe? ¿A Luís XVI lo guillotinarán o le echarán cuatro meses de arresto?

Dña MATI: Pues quede tranquilo, verá el final de la Biblia... SÉNECA: Que para mí, señor Flelcher, que crucifican al protagonista, y el malo se ahorca ... MATI: Usted lo verá con su certificado de matrimonio en el bolsillo... SÉNECA: Que aquí estoy yo para firmá lo que haya que firmá.¡Que desde esta butaca tengo yo hechos más matrimonios e inscripciones y testamentos

Page 16: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

teledirigidos! FLELCHER: ¡Oh, gracias, gracias! ... ¡Este es un país perfecto!

(Muy emocionado saluda Flelcher a todos y se va para la calle.)

SÉNECA: Tiene razón... perfecto a fuerza de imperfecciones. Dña MATI: Que ya habrás comprendido, Séneca, que la traducción del artículo la inventé yo... y de acuerdo con Carmita fui yo la que llamó por teléfono para que se levantara y pudiera decir que le habían notificado lo de la cárcel o el casorio

(Entra Doloritas.)

DOLORITAS: Que como a Dña. Mati se le ponga entre ceja

y ceja aquí se casa hasta el negrito que limpia los zapatos en la terraza del Royaltes...

SÉNECA: Si ese negro, negro agradable... Que cualquier día se hace una brecha en la cabeza y sirve de hucha pá el «Domund».

Dña MATI.: Que después de todo eso de las Misiones y los pueblos de color no se arregla del todo mientras no nos decidamos a. hacer lo que hizo España en sus siglos grandes: ¡fabricar mulatos a toda má-quina!

D. José: Ya todo esto tú, Doloritas, escuchando como siempre detrás de la puerta.

SÉNECA: Es lo que hace el Servicio de Inteligencia. ¿Por qué no va a hacerla el Servicio de Curiosidad y Tontería? ¿Qué tiene mantas ésta?

DOLORITAS: Que oí que hablaban de esa película que da tanto ruido... Y quería enterarme: Que tengo dos

Page 17: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

butacas para ir esta tarde con Paca La Sucia... Que por cierto que me pas6 una cosa que no me explico. Como era temprano, no había nadie en la taquilla. Me acerco a la taquillera, que con el sopor de la siesta estaba adormilada; pegó un respingo se despierta y me dijo: ¿En el brazo o en a nalga? ... y en seguida: «perdone, perdone»...

SÉNECA: Es que Milagritos, la taquillera del Astona, es sanitaria suplente del Seguro y por las tardes, cuando libra de su trabajo, redondea su Jornada en la taquilla del cine. Dos chapuzas que suman una soluci6n de emergencia.

Dña MATI: Lo mismo pasa con Rosita, la que está en la taquilla del «Roxy». Cuando cierra en la tienda de muebles de Pérez y Compañía donde echa el día, se va a echar la noche en la taquilla. Que yo me enteré el día que estaba distraída y le dije: Dos butacas y me contestó: ¿De cuero o con forro de cretona?

D. JOSE: Pero todavía don Pascual, el taqu1lero del cine Nuevo, que peor se armó un escándalo y por

poco le forma tribunal de honor porque es brigada de infantería, y el hombre se buscaba un plus en la taquilla las horas libres.

SÉNECA: Que se descubrió todo el domingo aquel que se le agotó el papel y tenía delante todavía una cola muy larga: y va y le dice digo: En fila... ¡Alinearse! ¡Vuelta a la derecha! ¡Marchen...

D. JOSE: la vida de ahora. y yo me tengo que ir a casa: que tengo gente citada en a consulta...

(Se pone de pie. Se levanta también Dña. Mati.)

Page 18: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

Dña MATI: Yo también me tengo que marchar.

(Van a irse, pero les corta el paso la llegada del Papelero: un tipo callejero que trae un pliego en la mano. Viene en mangas de camisa.)

PAPELERO: A la paz de Dios, D. Séneca y la compañía... SÉNECA: ¿Qué te trae por aquí, Papelero?.. ¡Je!, le llaman

así porque se saca unas perrillas circulando por la población, listas de banquetes o pliegos de firmas.

PAPELERO: Que aquí le traigo a usted... esto pa que me eche la firmita...

(El Séneca le toma el pliego. Lo mira por todas partes.)

SÉNECA: Pero aquí no hay encabezamiento... PAPELERO: Es que ya el del encabezamiento estaba lleno de

firmas y traigo éste para unírselo... SÉNECA: ¿Y qué se firma? PAPELERO: No recuerdo bien. Porque tengo ahora dos listas

en circulación. Pero usté firme sin miedo. Que o es para pedir la cruz del Mérito Civil para el Alcalde, o es para protestar de que huele mal el husillo de la plaza del Compás.

SÉNECA: Todas son cosas honorables... Firmo.

(Firma Séneca el pliego, que recoge el Papelero.)

Aunque no veo muy claro la compatibilidad de las dos listas que antes comento. Porque su-

Page 19: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

pongo que no será por la peste de este husillo por lo que se pide para el Alcalde la Cruz del Mérito.

PAPELERO: Yo no sé nada... A mí me dicen que pase el pliego y lo paso. Como los toros cuando le dan la vuelta al ruedo. ¡Ellos ni entran ni salen en la decisión!

D. José: ¿Y andas sin chaqueta en este día? Corre bastante frío...

PAPELERO: Sí... vaya ver si me resfrío... o si cojo siquiera una bronquitis. Usted sabe que se ha inaugurado en la Capital un policlínico, como pertenencia a la Facultad de Medicina. Y resulta que es una maravilla. Que tiene de todo menos enfermos.

SÉNECA: Ya lo he oído que tiene todo lo más moderno. Pero resulta que lo moderno es que no haya enferme-dades. Y se tiran de los pelos porque no tienen cómo enseñar a los alumnos. Por eso éste procura ir de cuando en cuando.

PAPELERO: Pero que no puede uno servirles a gusto. Que ahora me decían: «Si pudiera traernos un buen cólico nefrítico»... Pero imposible. Tendrán que conformarse con un resfriado.

SÉNECA: Peligro de la perfección... Que yo estuve visitando los Policlínicos hace unos días y daba miedo de ver todo aquello blanco, luciente, sin una mota de polvo... Y en todo el edificio un enfermo y una mosca.

PAPELERO: La mosca no sé si volvió, pero yo la capturé... Gracias por la firmita.

(Se va el papelero. En la puerta se cruza con una señorita lánguida, pálida, de largo pelo caído. Viene despacio. Como sonámbula, va hacia

Page 20: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

Dña. Mati... Es la romántica de la que se habló antes.)

LA ROMÁNTICA: Tengo que hablar con usted, doña Mati.

Estoy en plena angustia del sí... Voy a aceptar a Toñito.

Dña. MATI: Vamos a casa y hablamos. LA ROMÁNTICA: He recibido unos versos que me han

llegado al alma. SÉNECA: Enséñalos, mujer, enséñalos'. LA ROMÁNTICA: No, no... son privados, míos ... Sólo le

diré, Dña. Mati, que me llama «Jamón de huevo hilado»...

(Todos se miran con complicidad.)

¡Eso tiene un mensaje penetrante! ... Un realismo desgarrado... Existencial!

D. José: Sí, sí... precioso, enséñalos, mujer. LA ROMÁNTICA: No, por favor... Son versos privados, míos interiormente como... como algo muy mío, como... ¿qué diré yo? SÉNECA: Como tu faja de elástico... Vamos, digo yo...

Puesto ya a aceptar comparaciones realistas, existenciales.

Dña. MATI: Anda, no escuches a estos hombrones. Vamos a casa.

LA ROMÁNTICA: (Ensimismada, a media voz.) ¡Cómo huevo hilado!

(Se retira, como si volviera del comul-gatorio.)

SÉNECA: ¿Lo ven ustedes?.. No se sabe nunca nada... Lo

Page 21: Pemán, Jose Maria - El Seneca Y La Imperfeccion

más absurdo, lo más imperfecto es, a veces, lo que salva las cosas Me multan hoy porque tiro el cigarro al suelo. Miren ustedes.

(El Séneca, señala hacia el suelo en el que hay un escupidor o cenicero redondo, que está todo él rodeado de colillas, y puntas de cigarro.)

Mi compadre Tobalo definía así un cenicero o es-cupidor. Es un recipiente en cuyo alrededor se tiran la ceniza y las colillas. Algo imperfecto, pero si no se pusiera el cenicero las colillas se tirarían por toda la casa. Así tienen siquiera un sitio donde tirarlas. No caen dentro. Pero por lo menos, caen cerca. Toda la vida está sostenida sobre esta imperfección aproximativa. La naturaleza, D. José, nos da ejemplo de sacar bien del mal. Sus patos enferman del hígado y nos dan un excelente foiegrás. Lo malo es la de gente que hay gruñona, irritables, insoportables porque están mal del hígado... Y encima nos dan «foiegrás».... Pero vamos viviendo de chapuzas, relajación, trampillas. Una nación es tal batiburrillo y una complicación de cosas a hacer que ya no se puede ser exigentes... Ya me lo oyeron decir: «¡Benditos seáis todos esos que hacen las cosas mal porque por lo menos, las hacen!

(Mira el puro que fuma. Está ya agotado. Lo tira, cae cerca, pero no dentro, del cenicero del suelo. Mira a su compañero. Le sonríe.) ¡Qué caramba!... ¡Tampoco está uno obligado a ser campeón de tiro al blanco!