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Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y resistencias

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Page 1: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Parte III

Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y resistencias

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Jorge Arias de Greiff

SABERES LOCALES DIVERSOS

GLOBALIZADOS POR UNA NECESIDAD LOCAL

1. No nos queda duda de que estamos en Berlín, en 1927, para

más señas, treinta años después del Congreso sobre la Lepra que se

mencionó hace unos minutos1, dieciocho años antes de que este dis­

trito industrial quedara arrasado por el cañoneo del mariscal Zuchow.

La locomotora está en el patio de la fábrica BMG (Wildau), lista para

tomarle las fotografías de rigor. Es la primera de un lote de cuatro que

sale de la sala de montaje. Alguien con buen conocimiento locomotivo,

que acompaña al fotógrafo, exclama: "Espectacular".

1 Se hace referencia a la ponencia: "Debate sobre la lepra: Médicos y pacientes interpre­

tan lo universal y lo local", presentada por la profesora Diana Obregón y publicado en este

mismo libro.

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248 / Jorge Arias de Greiff

2. La ve por el otro costado: "¡Qué máquina más extraña! Esa ca­

silla tan aireada... no parece un saber local europeo. Tiene un solo

domo y los areneros en los pasillos... esto es un saber local inglés".

3. Se acerca más a la locomotora: nota

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barras: "Eso no suele

fabricarse en Europa;

ése es un saber local

norteamericano ".

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4. "¡Es una loco­

motora de vía angos­

ta con tres cilindros!

Nunca había visto

nada parecido".

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Sabeies locales diversos globalizados por una necesidad local I 249

5. Pasa ahora a mirarla de frente: "La caja de humos no tiene nada de Europa... la tapa de la caja es saber local americano... ¡la chimenea es sa­ber local inglés!".

6. "El compresor... Westing-

house... otra vez saber local de

los Estados Unidos de Norte­

américa".

7. "¡Pero la suspensión pendular del vastago de la válvula que reemplaza las guías es un saber local alemán!".

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250 I Jorge Arias de Greiff

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jg 8."Y este puente en acero fundido para soportar el sector y de­

más piezas del mecanismo de reversa ¡es saber local alemán!". En

ese momento se le acerca un empleado de la fábrica que ha visto la

persistente perplejidad del acompañante del fotógrafo, y le dice:

"Ésta no es la primera locomotora de vía angosta y tres cilindros que

se fabrica: es la tercera... las dos primeras las fabricamos, una aquí

y la otra en Bélgica por Haine St. Pierre, hace como dos años, tam­

bién para el Ferrocarril del Pacífico, también para Colombia: ésas sí

fueron en el mundo las primeras, y son también las primeras loco­

motoras con cilindros externos e internos y bastidores exteriores,

para cualquier trocha. Y en cuanto a los bastidores externos, ellos

dan mayor estabilidad dinámica a la masa sobre resortes pudiéndo­

se diseñar una máquina grande y poderosa en una vía angosta, con

centro de gravedad más alto. El material rodante colombiano que

resulta de esta optimización al máximo es de los más poderosos que

existen en vías angostas en el mundo. Y los tubos de fuego se solda­

ban a la placa del lado del fuego, para evitar fugas de la caldera al

recorrer vías especialmente difíciles, entre las más difíciles del

mundo, como la Girardot, que someten a la locomotora a sobrees-

fuerzos". Esta práctica, que fue objetada por los colegas del

diseñador, en la "periferia" inglesa, a comienzos de 1930, acabó por

ser practicada por ellos hacia mediados del siglo.

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Saberes locales diversos globalizados por una necesidad local I 251

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9. "Y mire cómo se toma el movimiento de la válvula del cilin­

dro central, por una manivela excéntrica en el último eje motriz, ésa

es otra novedad tecnológica". Ese sistema, especificado... "He no­

tado también su perplejidad ante la caja de humos: la caja es bási­

camente un saber local americano, pero las proporciones son dife­

rentes para albergar un tamiz para cenizas proporcionalmente mayor,

para adecuarlo a los carbones locales de Colombia. La chimenea

tiene un aro de bronce, saber local inglés, que el diseñador incluye

para dejar su marca personal. Eso le da a la locomotora el Colom­

bian Look, que así se designa en la literatura el aire de familia de las

máquinas que se están diseñando en Colombia"2.

2 Para detalles sobre estos diseños de material rodante adecuado a la necesidades de la realidad concreta local, véase J. Arias-de Greiff, 1989, "Un momento estelar de la ingenie­ría mecánica en Colombia: los diseños de locomotoras de R C. Dewhuist". En Boletín Cul­tural y Bibliográfico N° 21 (Bogotá).

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272 / Diana Obregón

Leprólogos que trabajaban en lugares tan disímiles como Colom­

bia, Noruega, Hawai, India, Alemania y Sudáfrica habían intentado

durante dos decenios cultivar el bacilo de Hansen y así ofrecer la prue­

ba de que este microrganismo era el agente causal de la lepra33. Todos

esos intentos se consideraban fallidos: los investigadores no conse­

guían replicar los cultivos que otros anunciaban como exitosos. El

bacilo de Hansen se resistía a cumplir los famosos postulados de

Henle-Koch (aislamiento, cultivo, inoculación y producción en ani­

males de experimentación de una enfermedad cuyos síntomas de­

bían ser idénticos a aquellos de la enfermedad inicial). El congreso

de Berlín fue el escenario en el cual fueron examinados en conjunto

los experimentos de solitarios investigadores y de médicos de las po­

sesiones coloniales europeas. Este fue un momento de acumulación

en cuanto al conocimiento de la lepra y Berlín se convirtió en un

centro científico en el cual se unificarían los diversos puntos de vis­

ta sobre la etiología de la lepra34. Hasta allí trasladó Carrasquilla la

información acerca de sus cultivos y de sus experimentos de se-

roterapia33. Otros como él, también lo hicieron. Pero como la bacte­

riología, en sentido estricto, no podía proporcionar la prueba de que

la lepra era una enfermedad microbiana, la epidemiología vino en

su ayuda. Médicos coloniales de India, Hawai y las Guayanas, entre

otros, habían acumulado durante años evidencia de la naturaleza con­

tagiosa de la lepra. Pero sobre todo, el caso de las islas Sandwich (Ha­

wai), cuyo descenso poblacional desde el arribo de los europeos en el

siglo XVIII por la introducción de microorganismos para los cuales la

población nativa no tenía defensas, fue considerado paradigmático.

La población hawaiana fue devastada por la lepra a mediados del si-

33 Sobre el tema del cultivo del bacilo de Hansen, véase McKinleyy Verder, 1933. 31 Véase el análisis de Bruno Latour (1987: 215-257) sobre los centros de cálculo, donde se concentra y se acumula el conocimiento para luego volver a las llamadas periferias. 35 Juan de Dios Carrasquilla, "Memoria sobre la Lepra Griega en Colombia", en.Mittheilungen und Verhandlungen der internationalen toissenschaftlichen Lepra-Conferenz zu Berlin im October 1897, vol. 1 (Berlin, Verlag von August Hirschwald, 1897), pp. 81-124.

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Saberes locales diversos globalizados por una necesidad local / 251

9. "Y mire cómo se toma el movimiento de la válvula del cilin­

dro central, por una manivela excéntrica en el último eje motriz, ésa

es otra novedad tecnológica". Ese sistema, especificado... "He no­

tado también su perplejidad ante la caja de humos: la caja es bási­

camente un saber local americano, pero las proporciones son dife­

rentes para albergar un tamiz para cenizas proporcionalmente mayor,

para adecuarlo a los carbones locales de Colombia. La chimenea

tiene un aro de bronce, saber local inglés, que el diseñador incluye

para dejar su marca personal. Eso le da a la locomotora el Colom­

bian Look, que así se designa en la literatura el aire de familia de las

máquinas que se están diseñando en Colombia"2.

2 Para detalles sobre estos diseños de material rodante adecuado a la necesidades de la realidad concreta local, véase J. Arias-de Greiff, 1989, "Un momento estelar de la ingenie­ría mecánica en Colombia: los diseños de locomotoras de E C. Dewhuist". En Boletín Cul­tural y Bibliográfico N° 21 (Bogotá).

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252 / Jo?ge Arias de Greiff

10. La locomotora

estándar colombiana:

una doce ruedas clase

norte, fabricada por

BMG, de Berlín.

11. La locomoto­

ra estándar colombia­

na: una doce ruedas

de la clase Tolima, fa­

bricada por Skoda, de

Pisen, Checoslovaquia.

12. La locomotora están­

dar colombiana: una doce

ruedas de tipo Pacífico, fa­

bricada por Leslie-Hawthor-

ne, de Newcastle, en Inglate­

rra, para el ferrocarril de La

Dorada.

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Saberes locales diversos globalizados por una necesidad loca! / 253

13. Una Kitson 260+062, fa­

bricada por Kitson, de Leeds,

Inglaterra, para el ferrocarril de

Girardot.

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14. La locomoto­ra estándar colombia­na: una doce ruedas del tipo Tolima, fabri­cada por Baldwin de Filadelfia.

15. Locomotora de tren cilindros Pacific, fabricada por BMG

(Schwartzskopft) de Berlín, para el ferrocarril del Pacífico, servicio

de pasajeros.

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254 I Jorge Arias de Greiff

16. "La cabina lo desconcertó... ciertamente no es un saber lo­

cal europeo, ni muy americano... aquí en la frialdad de Berlín se ve

desapacible... nosotros somos sólo una desapacible periferia de fa­

bricantes de locomotoras, que realizamos los diseños que nos im­

ponen desde el centro, que me dicen que queda en un antiguo

convento dominico, en el Ministerio de Obras Públicas... allá un in­

geniero inglés con vastísima experiencia en ferrocarriles surame-

ricanos y del Caribe, diseña el material rodante para ese país en una

escalada racional de los ferrocarriles de Colombia. Por ese antiguo

convento pasa hoy la frontera del conocimiento tecnológico ferro­

viario de vía angosta. Pasa por ese lugar porque allá con esos dise­

ños se resuelven los problemas tecnológicos que genera una reali­

dad concreta: el saber local potencial que encierra una realidad

concreta se pone de manifiesto al trabajar esa realidad... quien la

trabaja es entonces la autoridad mundial en la materia, en este caso

en la tecnología de ferrocarriles de vía angosta. Ya en una ocasión le

hicimos aquí en Berlín trampa a esos diseños, con la complicidad

de nuestros representantes, la comercializadora Hugo Stinnes de

Cali, y desde luego de las directivas del Ferrocarril del Pacífico, pero

el presidente de ese momento en esa república nos amenazó con de­

jarnos a un lado en las contrataciones. Amenos que respetemos esos

diseños. Aprendimos a respetar a P. C. Dewhurst como la autoridad

del momento en ferrocarriles de vía angosta. Por ello, y naturalmente

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Saberes locales diversos globalizados por una necesidad local i 255

por la excelencia de nuestro trabajo local, aquí en Berlín, nos encar­

garon de la construcción de estas Montañas de tres cilindros, las que

lo impresionaron tanto hace algunos minutos".

17. "Ahora vea la cabina en el cálido y colorido contexto de su

'centro': así la veían pasar desde los portales de las quintas veranie­

gas, al pie de la carrilera, del otro lado de la estación de San Javier".

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18. Si por allá pasó la frontera del conocimiento ferroviario de

vía angosta, miremos ahora lo que alcanzó a irradiar. La 2-6-0 + 0-

6-2 Kitson de Girardot: Éste fue otro famoso diseño que incorporó

muchas de las características de los diseños colombianos3.

3Las especificaciones técnicas de las locomotoras de vapor utilizadas en Colombia, que desde

luego incluyen las que diseñó P. C. Dewhurst, se encuentran en Gustavo Arias-de Greiff,

1986, La muía de hierro. Bogotá.

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256 / Jorge Arias de Greiff

19. La Kitson de la India. Unas locomotoras para el ferrocarril de Kulka, en la India, manifiestan la influencia del diseño de las Kitson para Girardot.

20. Un desarrollo monumental para el Southern Pacific de 1930.

Otra derivación del diseño para Girardot, que no pasó del papel por

la crisis mundial de 19294.

4 Diseño preparado por American Locomotive Company para Southern Pacific. Véase D. Binns, 1981. Kitson Meyer ArticulatedLocomotives, Blackpool, p. 127.

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Saberes locales diversos globalizados por una necesidad local I 257

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21. Y durante la crisis del petróleo: Sudáfrica. Otro diseño, esta

vez propuesto para los ferrocarriles del África del Sur: una respues­

ta al alza del petróleo que refleja de nuevo la escalada de las Kitson

colombianas5.

22. Paul C. Dewhurst, nuestro héroe, en comida de ingenieros,

1925. Sentados, de izquierda a derecha: Alvarez Lleras, Félix Salazar,

gerente del Banco de la República, Pedro Nel Ospina Vásquez, pre­

sidente de la República, Laureano Gómez Castro, y Darío Botero Da­

za. De pie: Dewhurst, primero a la izquierda; Jorge Triana, tercero.

5 Diseño presentado en 1981 por A. E. Durrand para los ferrocarriles sudafricanos durante la crisis del petróleo. D. Binns, op. cit., p. 128.

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D i a n a Obregón

DEBATES SOBRE LA LEPRA:

médicos y pacientes interpretan lo un ive r sa l y lo local

Desde hace por lo menos una década, los historiadores de la ciencia

en países no europeos, en particular en los latinoamericanos, argu­

mentan en contra de las teorías difusionistas sobre la ciencia, espe­

cialmente en la versión del artículo "The Spread of Western Science"

publicado por George Basalla en 1967 (Basalla, 1967 y 1993). En

consecuencia, se cita a este autor en forma casi ritual para asumir

una postura teórica que parta de lo "local", definido con frecuencia

como lo "nacional". Esta literatura hace énfasis en los actores loca­

les y examina los contextos sociales, culturales y políticos en los

cuales se desarrollaron las teorías y las prácticas científicas1. Sin

embargo, aunque estos trabajos suponen una posición crítica fren­

te a la noción de la recepción pasiva del conocimiento científico, no

siempre adoptan una posición crítica frente a la ciencia misma. Se

asume que el nacionalismo ha sido favorable al desarrollo de la cien­

cia, afirmación con frecuencia válida, pero se elude el análisis de los

grupos sociales impulsores tanto del nacionalismo como de la cien­

cia2. Asimismo, se acepta sin mayor crítica la idea de la universali-

1 Existe una abundante literatura latinoamericana de crítica a la idea de la difusión del conocimiento científico desde el centro hacia la periferia. Quizás algunos de los trabajos más significativos son: Stepan, 1981 y 1992; Vessuri, 1987y 1993;LafuenteySala, 1989;Cueto, 1989 y 1994; Saldaña, 1992 y Chambers, 1993. 2 Ésta es, por ejemplo, la posición de Saldaña (1992).

Page 17: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Debates sobre la lepra I 259

dad de la ciencia3. Al hacer énfasis en los actores locales que hicie­

ron posible la institucionalización de la práctica científica en Amé­

rica Latina, sin examinar los contenidos de tales ciencias ni sus re­

laciones con intereses sociales, se corre el riesgo de escamotear el

análisis de la ciencia como dominación. Por lo demás, la historia de

la ciencia nacional se convierte fácilmente en justificación de polí­

ticas científicas contemporáneas y en validación de proyectos nacio­

nales o nacionalistas. En éste como en otros casos, la descripción

corre el riesgo de tornarse en prescripción.

A través del examen de algunos debates sobre la lepra que pro­

tagonizaron médicos y pacientes a finales del siglo XTXy comienzos

del siglo XX en Colombia, me propongo mostrar que el carácter "uni­

versal" del conocimiento científico ha sido históricamente construi­

do por comunidades científicas organizadas, y cómo se formó una

cultura científica con pretensiones de universalidad en torno a un

problema particular definido como médico. Asimismo, resulta per­

tinente destacar que históricamente los actores mismos han inter­

pretado los componentes universales y locales del conocimiento

científico, y que no siempre la ciencia "nacional" ha proporcionado

una respuesta positiva a demandas sentidas de la población.

La etiología de la lepra: ¿herencia o contagio?

La lepra apareció como problema para la sociedad neogranadina por

lo menos desde la época de los informes que sobre la población

enviaban funcionarios virreinales e ilustrados a la Corona española

a finales del siglo XVIII. Pero fue en las postrimerías del siglo XTX, al

organizarse los médicos colombianos como profesión, cuando la le­

pra comenzó a concebirse como una seria amenaza para la integra-

3 Importantes excepciones son: Vessuri, 1987 y 1993; Stepan, 1992; Chambers, 1993 y

Cueto, 1994.

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260 / Diana Obregón

ción de Colombia al mundo de la civilización y del progreso. Los mé­

dicos, agrupados en la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales

de Bogotá, y posteriormente en la Academia Nacional de Medicina,

condujeron una serie de debates acerca del origen de la enferme­

dad. En otra parte he mostrado cómo estos debates y la exageración

del número de leprosos en Colombia fueron motivados por la nece­

sidad de medicalizar la enfermedad que había estado tradicional­

mente en manos de instituciones filantrópicas (Obregón, 1996a,

1996b, 1996c y 1998). En este artículo me ocuparé, más bien, de

algunos aspectos del contenido de esos debates, que giraron sobre

todo en torno al problema de si la lepra era una enfermedad heredi­

taria, como afirmaban desde 1847 las primeras autoridades en el

tema, los médicos noruegos Daniel Danielssen y Cari Boeck, o con­

tagiosa, como sostenían desde 1873 el noruego Gerhard A. Hansen

y el alemán Albert Neisser.

Durante el siglo XIX en Colombia los estudios de medicina se

encontraban dispersos y el cuerpo médico desorganizado. El oficio

de médico no era una profesión en el sentido moderno. Una alusión

rápida a dos hechos permite mostrar algunas características de la

práctica médica antes de su etapa de profesionalización. El primer

acontecimiento es el siguiente: en 1847, el doctor Esteban Pardey

de Barranquilla exhibió frente al entonces presidente de la Repú­

blica, general Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849), dos pa­

cientes de lepra supuestamente curados por él. Quizás, este médi­

co esperaba la sanción presidencial que legitimaría sus métodos

curativos frente a posibles clientes. El segundo hecho es la apari­

ción en la Nueva Granada en 1858 de un manuscrito anónimo titu­

lado Régimen que debe observar todo enfermo atacado de elefancía

o lepra, en cualquier estado de la enfermedad. Una nota al final del

texto anunciaba que el doctor Ricardo de la Parra, probablemente el

autor del manuscrito, preparaba y vendía los remedios descritos.

Aunque eran pocos, 174 médicos acreditados por la Facultad de

Medicina de Bogotá para atender 1'200.000 habitantes, la demanda

Page 19: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Debates sobre la lepra / 261

por servicios médicos profesionales también era escasa. Por lo tanto,

las carreras de los médicos, graduados o no, dependían de los pacien­

tes y no de un grupo de colegas. Quizás por ello, la mayoría de trata­

dos sobre la elefantiasis anunciaban el descubrimiento de curas in­

falibles contra la enfermedad. Los médicos necesitaban asegurar una

clientela para sus remedios específicos y buscaban legitimidad para

sus acciones terapéuticas, no en un cuerpo científico-médico orga­

nizado, sino en la autoridad política.

Al fundarse en 1867 la Universidad Nacional de los Estados

Unidos de Colombia, a la cual se incorporó la escuela privada de

medicina del doctor Antonio Vargas Reyes, se inició un proceso de

profesionalización de la medicina en Colombia. En ese mismo año

de 1867, el estudiante José María Ruiz presentó, para la revalida­

ción de su grado en medicina de la Universidad Nacional, una te­

sis sobre la elefantiasis de los griegos, nombre antiguo de la lepra.

Ruiz indicaba la razón por la cual decidió estudiar el problema de

la lepra:

La plena convicción que tenemos de que nuestra misión

como médicos es la de procurar la curación o el alivio de las do­

lencias de nuestros semejantes, nos ha obligado a emprender el

estudio de una de las enfermedades más temibles que afligen a

la especie humana: la elefantiasis de los griegos [...] que desgra­

ciadamente es una de las reinantes en nuestro país4.

Por razones comparativas con estudios posteriores, resulta in­

teresante destacar los motivos que impulsaban a Ruiz a asumir el

estudio de la lepra: no solamente porque era una de las enfermeda­

des que más afectaban a la población, como lo habían señalando

4 José María Ruiz, "De la elefantiasis de los griegos", Tesis para la revalidación del grado, 1867, Biblioteca Nacional, Fondo Pineda, Nfl 399.

Page 20: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

262 / Diana Obregón

diversos autores, sino porque su deber como médico era curar los

padecimientos humanos.

Ruiz se ubicaba en el horizonte de la teoría miasmática sobre

las enfermedades y establecía un complejo cuadro de causas predis­

ponentes y determinantes de la lepra. Entre las predisponentes dis­

tinguía cósmicas como el clima, los alimentos, la atmósfera y la cons­

titución del suelo, e individuales como la herencia, la constitución,

el sexo y la edad. Las causas determinantes se dividían en propia­

mente dichas y ocasionales, entre las cuales estaban las emociones

vivas, las vigilias prolongadas y la ingestión excesiva de alimentos; a

su vez, las propiamente dichas se dividían en comunes y específi­

cas, entre las cuales estaba el contagio. Entre las comunes estaban

la ingestión de bebidas frías estando el cuerpo en transpiración y la

transición brusca de temperatura. Como se ve, las causas de la le­

pra podían ser de muy diversos tipos, casi cualquier actividad, pa­

sión o alimento podía producir la enfermedad.

En cuanto al contagio, Ruiz indicaba que médicos antiguos como

Areteo y Galeno, y médicos posteriores como Darwin y Pinel creían

en el contagio de la lepra. En cambio, según él, los modernos creían

que la lepra no era contagiosa, o bien, que había dejado de serlo

después del siglo XVI. Al examinar el caso colombiano, concluía que

"la elefantiasis ha sido y es una enfermedad contagiosa, pero que no

se transmite de esa manera sino mediante ciertas condiciones de

naturaleza no conocida"5. Su trabajo incluye referencias a Danielssen

y a Boeck, autores de la primera descripción anatomopatológica de

la lepra y considerados por el patólogo alemán Rudolf Virchowcomo

los iniciadores del conocimiento científico de esta enfermedad6.

5 Ibidem. 6 Daniel C. Danielssen and Cari W Boeck, Traite de la Spedalsked ou Eléphantiasis des

Grecs, Monograph (Paris, J. B. Balliére, 1848); también:/irte de la LépreparD. C Danielssen et C W. Boeck, Bergen en Sorvéege, ¡847, Edition commemorative du centenaire. Ed. by Héraclídes-Cesar de Souza-Araujo (Rio de Janeiro, 1946).

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Debates sobre la lepra / 263

Ruiz, además de presentar sus propias observaciones en pacientes de

lepra, también debatía con los autores colombianos que habían trata­

do el tema, como Ricardo de la Parra e Ignacio Pereira, entre otros7.

Siete años más tarde, las ideas centrales sobre la enfermedad no

habían cambiado, pero en cambio se habían producido algunos vira­

jes institucionales que serían significativos para el desarrollo de la vida

intelectual del país. En 1874, el periódico institucional de la Univer­

sidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, los Anales de la

Universidad, publicó la tesis para el doctorado en medicina y cirugía

de Samuel Duran con el nombre de "Elefantiasis de los griegos".

Duran, al igual que Ruiz, indicaba las razones por las cuales había

escogido la lepra como tema de tesis. A diferencia de Ruiz, la cura­

ción de la dolencia no aparece como primera motivación de su tra­

bajo, pues no se trata de "preconizar un método curativo infalible".

Más bien su elección respondía al "deseo de contribuir en algo al

establecimiento del edificio científico en nuestra patria"8. Al no es­

tar interesado en asegurarse las ganancias de un "específico", Duran

pretendía diferenciarse de los charlatanes. Mientras que para Ruiz

lo importante era ofrecer alguna esperanza de curación a los enfer­

mos, para Duran una posible solución del problema pasaba por la

construcción del "edificio científico de la patria". De esta manera,

Duran reflejaba el clima cultural de la Universidad Nacional, bas­

tión político-científico de los liberales radicales en la organización

de la nación y de la ciencia. Para entonces, la escuela de medicina

de la Universidad Nacional ya había graduado a por lo menos seis

promociones de médicos y la profesión comenzaba a organizarse en

' Ricardo de la Parra, Ensayo sobre el Zaarah de Moisés o espécimen de una obra seria sobre la elefantiasis de los griegos (París, Imprenta de Bonaventure I Ducessois, 1864) y del mismo autor, La elefantiasis de los griegos (Bogotá, Imprenta de Gaitán, 1868); Ignacio Pereira, Elefantiasis de los griegos (Bogotá, Imprenta de Poción Mantilla, 1866).

8 "Elefantiasis de los griegos", tesis para el doctorado en medicina y cirugía, presentada a la Universidad de los Estados Unidos de Colombia por Samuel Duran, enAnales de la Uni­versidad, 1874, 8 (67-72), 455-501, p. 478.

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264 / Diana Obregón

la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales fundada en Bogotá

en 1873. El público al cual se dirigían los trabajos científicos eran

los futuros colegas, profesores de la Universidad y miembros de la

Sociedad. A tono con las exigencias de construir una medicina na­

cional, Duran subrayaba que había decidido "escribir lo que mi pro­

pia observación me enseñara, prescindiendo de todo lo que han

podido escribir los sabios de más allá del mar", puesto que la ele­

fantiasis existía en la mayor parte de las regiones del globo, pero en

cada una de ellas presentaba características particulares; el cuadro

de la elefantiasis india, afirmaba, no era aplicable en Turquía o en

Noruega. De esta manera, para Duran existía un imperativo:

[...] escribamos para nuestra patria, que la vida y el tiempo,

quiera Dios, nos permitan hacerlo para la humanidad en general

[...] pongamos enjuego nuestros sentidos y aprovechémonos del

resultado de nuestro criterio para deducir con verdad; describa­

mos la elefancía de nuestra patria, establezcamos su diagnósti­

co, su cuadro sintomático [...] su marcha, su terminación [...]9.

Es decir, Duran abogaba por el estudio de la situación local, con­

vencido de que las enfermedades eran el producto de condiciones

particulares de tiempo y de lugar. Se trataba de construir saberes

locales para situaciones locales. En este caso, lo local respondía a lo

nacional.

Para Duran, la buena observación y el uso de los sentidos eran

garantía de cientificidad. De ahí que su tesis incluyera la observa­

ción de varios casos clínicos. No obstante, Duran no podía olvidar del

todo lo que "los sabios de más allá del mar" habían escrito y por ello,

al realizar la descripción de la anatomía patológica de la enferme­

dad, citaba a las autoridades en la materia: Danielssen, Boeck y otros.

Ibid., pp. 478-479.

Page 23: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Debates sobre la lepra I 265

En cuanto a la etiología, indicaba las causas que predisponían al

organismo a contraer la lepra, que dividía en causas orgánicas -que

dependían de la constitución del individuo-y causas cósmicas. En­

tre éstas se encontraban el aire, el agua, los vientos, la humedad, la

temperatura, la topografía y la constitución geológica del terreno.

El aspecto físico de las comarcas, así como su clima, tiene con

las habitaciones de los hombres, con sus costumbres, su manera

de vestirse, con su régimen alimenticio, con la construcción de

sus hogares y con su régimen alimenticio en general, mil varia­

das influencias sobre el desarrollo de la enfermedad10.

Así como en el caso anterior, Duran también postulaba la existen­

cia de una multitud de causas como productoras de enfermedad.

Duran descartaba "el bárbaro principio del contagio, atroz inventi­

va, hija de la brutal maledicencia y del terror con que miraban esta

enfermedad ..."n .

Por lo demás, la principal causa predisponente individual de la

lepra era, para Duran, la herencia. Argumentaba que en los casos

estudiados por él, en el lazareto de Agua de Dios, el contagio no

existía y que por el contrario la mayoría de los casos de elefancía

ocurrían por herencia. Según Duran, si el contagio fuese causa de

la elefancía, toda la población de Tocaima ya sería elefancíaca por

causa de los enfermos que desde hace más de 300 años se refugian

allí12. Añadía que el pueblo de Agua de Dios, en donde vivían desde

hacía cuatro años de 300 a 400 personas sanas "en roce íntimo" con

150 o 200 elefancíacos, constituía otro ejemplo de que el contagio

no era causa de la propagación de la elefancía13.

10 Ibid., p. 468. El subrayado es mío. 11 Ibid.,pA60. 12 / te/ . , p. 470-1. 13 Ibid., p. 472.

Page 24: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

266 / Diana Obregón

Las ideas de Duran correspondían a una concepción neo-

hipocrática según la cual cada enfermedad correspondía a un tiem­

po, lugar y paciente específico, y que consideraba el clima y en ge­

neral los factores atmosféricos como causas de epidemias y de

enfermedades14. Ahora bien, el año de publicación de la tesis no

contagionista de Duran, 1874, fue justamente el año en que otro mé­

dico noruego, Gerhard Armauer Hansen (1841-1912), en su infor­

me anual a la Sociedad Médica de Christiania, mencionaba por pri­

mera vez sus observaciones de un bacilo que sospechaba era la causa

específica de la lepra15. La idea de seres vivos microscópicos que pro­

ducían enfermedades circulaba entre algunos médicos y veterina­

rios, pero aún no se había iniciado la que con posterioridad sería con­

siderada la "revolución bacteriológica"16. En Colombia, por ejemplo,

el médico homeópata Ignacio Pereira planteaba, por lo menos des­

de 1866, la idea de que la lepra, así como la tuberculosis y la sífilis,

era una enfermedad transmisible, producida por parásitos. Para

Pereira, la homeopatía ofrecía tratamientos más eficaces para los

elefancíacos que las terapias alopáticas; sin embargo, sus ideas no

tuvieron mayor resonancia17. En ese momento en Colombia la me­

dicina homeopática empezaba a ser convertida en marginal, debido

al empuje de la medicina alopática organizada18.

Mientras que las complicadas teorías neohipocráticas y miasmá­

ticas postulaban una multitud de causas responsables de las enfer-

14 Sobre este tema ver DeLacy, 1993. 15 Gerhard Armauer Hansen, "Undersogelser angaaende Spedalskhedens Aarsager", en Sorsk Magazín for Laegevidenskaben, 1874, 9:1-88, reimpreso en 1955 como "Causes of Leprosy", en International Journal ofLeprosy 23 (3): 307-309. 16 Sobre este tema véase el estudio clásico de Bulloch, 1938/1979; véase también Cunningham y Williams, 1992. 17 Ignacio Pereira, Elefantiasis de los griegos: carta dirigida al señor Ricardo de la Parra (Bogotá: Imprenta de Foción Mantilla, 1866). 18 Sobre la medicina homeopática y sus conflictos con la medicina alopática, que ya se per­filaba como la medicina oficial, véase Guzmán Urrea, 1995.

Page 25: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Debates sobre la lepra / 267

medades infecciosas, la teoría bacteriológica resultaba relativamente

sencilla: un agente específico producía una enfermedad específica.

Gabriel J. Castañeda fue uno de los primeros adeptos a las teorías

"pastorianas" en Colombia. Su posición es un ejemplo de hibridación

de teorías científicas de las más variadas procedencias. A la par que

aseguraba, citando a Pasteur, que la lepra era una enfermedad "para­

sitaria", creía resolver de una manera muy sencilla el problema de la

transmisión de lo que él llamaba "el parásito". Para Castañeda, los

cambios súbitos de temperatura del calor al frío daban lugar a que los

parásitos existentes en la atmósfera se introdujeran por los poros abier­

tos y, en consecuencia, se produjera la infección19. Castañeda mez­

claba teorías de origen miasmático con ideas de corte bacteriológico.

En cuanto al debate entre herencia o contagio, Castañeda afirmaba

con ligereza que la herencia no era "más que un modo o una forma

del contagio". Esta afirmación provocó una contundente arremetida

del médico Juan de Dios Carrasquilla, el representante más lúcido del

punto de vista microbiológico para explicar la etiología de la lepra.

Carrasquilla dejó sin argumentos a Castañeda y a cualquiera que es­

tuviera dispuesto a creer que las enfermedades se transmitían por

herencia20.

En un trabajo que publicó en 1889 el órgano oficial de la Socie­

dad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá, la Revista Médica,

Carrasquilla argumentaba en contra de quienes habían afirmado en

reuniones anteriores de la Sociedad de Medicina que la herencia, así

como la inoculación o la infección, era un modo de transmisión de la

lepra21. Basándose en su propia experiencia como innovador científi­

co de las técnicas agrícolas en Colombia, Carrasquilla afirmaba:

19 Gabriel J. Castañeda, Causa y tratamiento racional de la lepra de los giiegos hallados por inducción. (Bogotá, Imprenta de Echeverría Hnos., 1882), especialmente pp. 38-41. 20 Juan de Dios Carrasquilla, "Disertación sobre la etiología y el contagio de la lepra", en Revista Médica, 1889, 13 (137) pp. 441-484. 21 Ibid, p . m .

Page 26: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

268 / Diana Obregón

Biológicamente es inconcebible la transmisibilidad de las en­

fermedades por heredad, y los hechos experimentales han demos­

trado que, ni las mutilaciones accidentales o intencionales ni nada

de lo que se agregue al individuo reproductor puede transmitirse

hereditariamente. [...] No hay pues, enfermedades hereditarias,

fisiológicamente hablando, por la razón de que no puede haberlas;

y no puede haberlas porque a ello se oponen las leyes de física,

de química y de biología [...]2Z.

Mostrando su conocimiento del estado de la cuestión, Carrasquilla

citaba al biólogo alemán August Weismann, cuyas ideas formuladas

por esta época desafiaban la teoría, relacionada con el biólogo francés

Lamarck, de la herencia de los caracteres adquiridos23. Así continua­

ba Carrasquilla:

Con los recientes experimentos de morfología se demuestra [...]

que las enfermedades no pueden transmitirse hereditariamente y,

por tanto, lo que se ha dicho hasta ahora de influencias hereditarias

tiene tanto valor como lo que en la antigüedad se dijo del influjo pla-

En su comunicación, Carrasquilla continuaba analizando las

enfermedades para las cuales se había propuesto con mayor fuerza

la teoría hereditaria: la sífilis, la tisis pulmonar y el cáncer. Consi­

deraba que "ya no se discute la existencia del bacilo de la tuberculo­

sis, ni la naturaleza infecciosa de la sífilis" y que "todo tiende a con­

firmar la naturaleza parasitaria o microbiana del cáncer". Carrasquilla

era un hombre de su tiempo: como muchos otros bacteriólogos de esta

22 / te/. , p. 448. 3 Sobre las teorías evolucionistas en Colombia, véase: Restrepo Forero y Becerra Ardila,

1995a y 1995b. 24 Carrasquilla, "Disertación", p. 451.

Page 27: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Debates sobre la lepra I 269

época creyó que el cáncer era producido por un microorganismo. La

heredad no era pues "más que una de tantas palabras inventadas para

ocultar la ignorancia de la verdadera causa de la lepra"25. Tomaba una

cita de la Revue Scientifique de diciembre de 1888 que, según

Carrasquilla, señalaba

[...] las vías de nuestra ciencia, la cual fue primero nosológica

y sólo anotaba los síntomas, después anatomopatológica y bus­

caba lesiones, y hoy se ha vuelto resueltamente etiológica y halla

en la experimentación una serie de causas patógenas26.

La referencia a la experimentación no era casual, puesto que

Carrasquilla fue uno de los pocos, entre sus contemporáneos, que

asumió los riesgos de la experimentación científica27. La discusión

de Carrasquilla era no solamente contra los partidarios de la heren­

cia, sino también contra teorías, como la de los influjos planetarios,

que él atribuía a la antigüedad, pero que en realidad habían tenido

vigencia en la cultura médica colombiana hasta hacía muy poco.

Saberes locales: el punto de vista de los pacientes

Más allá de la discusión sobre su origen, los médicos estaban de

acuerdo en que la lepra era un problema serio, puesto que se estaba

extendiendo rápidamente entre la población colombiana28. Fuese

contagiosa o hereditaria, para los médicos sólo había una respuesta

para el problema de la lepra: aislamiento. La expansión de la enfer-

25 /te/., p. 457. 26 Ibid.,p. 458 (nota). 27 En otro trabajo (Obregón, 1998) me he referido ampliamente a la seroterapia Carrasquilla, que él concibió como una terapia específica para la lepra, aplicando los principios de lo que entonces se llamaba la "inmunidad". 28 'Actas de las sesiones de los días 24y 31 de agosto de 1886"',Revista Médica, 1886,10 (107): 241-243; y Gabriel J. Castañeda, en "La lepra en el estado de Antioquia", Ibid., 258-259.

Page 28: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

270 / Diana Obregón

medad se detendría por la segregación, que impediría el contagio, o

por la separación de sexos, que impediría la herencia.

Los pacientes de lepra aborrecían las medidas de aislamiento

obligatorio, por tanto, eran decididos adversarios de las teorías del

contagio y de la herencia. El escritor Adriano Páez, quien aparente­

mente había descubierto que estaba enfermo de lepra siendo cón­

sul de Colombia en Francia, escribió en 1878 una serie de cartas al

abogado Ramón Gómez, presidente de la Junta de Beneficencia,

institución encargada de los lazaretos. Gómez creía que la enferme­

dad era heredada. En consecuencia, afirmaba que una absoluta se­

paración de sexos debía ser impuesta entre leprosos y que el matri­

monio entre ellos debía ser prohibido. Páez se oponía a estas teorías

en nombre de los derechos individuales que garantizaba la consti­

tución liberal radical de 1863, pero, ante todo, Páez confiaba en la

ciencia29. En sus memorias, publicadas después de su muerte por

Carrasquilla, Páez clamaba por el estudio científico de la cuestión

de la lepra por médicos colombianos, puesto que las conclusiones

de investigaciones realizadas en otros países no eran adecuadas para

Colombia. Solamente a través de la experimentación científica se­

ría posible decidir si la lepra en el país era o no contagiosa30.

Luis Carlos Pradilla, otro escritor enfermo de lepra, argumen­

taba en 1878 contra la teoría del contagio. Pradilla explicaba que la

variedad de elefancía común en Colombia era endémica, puesto que

era producida por condiciones telúricas particulares. En otras pala­

bras, la lepra era peculiar a ciertas regiones debido a circunstancias

geográficas y climáticas específicas. Para Pradilla, la política de se­

gregación practicada en la Europa medieval había causado la extin­

ción de la enfermedad en ese continente debido a que este tipo de

29 Véanse las cartas de Páez en Antonio Gutiérrez Pérez, Apuntamientos para la historia de Agua de Dios (Bogotá, Imprenta Nacional, 1925), pp. 161-165. 30 Adriano Páez, "Viaje al país del dolor" (fragmentos) en Gutiérrez, Ibid., pp. 270-295, pp.293-295.

Page 29: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Debates sobre la lepra I 271

lepra era "importada" de Asia; la lepra europea había sido contagio­

sa antes que endémica. Pero la lepra colombiana era endémica; por

lo tanto, el aislamiento de enfermos de lepra, de acuerdo con Pradilla,

era completamente inútil31.

Estos ilustrados pacientes enfatizaban en la necesidad del es­

tudio de las condiciones locales de la enfermedad. Sin embargo, la­

mentablemente para ellos, argumentaban desde un punto de vista

que muy pronto se convertiría en anticuado. La teoría de la influen­

cia de las numerosas condiciones climáticas, atmosféricas y geográ­

ficas como causas de enfermedad se consideraba superada por par­

te de la medicina científica. En su reemplazo, se erigía el modelo

simple de la bacteriología: a cada agente etiológico correspondía una

enfermedad específica. De esta manera, el saber de los pacientes,

por ilustrados que fuesen, se convirtió en "saber local".

De cómo se construye una cultura científica

Evidentemente, los enfermos perdieron la batalla contra el aisla­

miento y contra la idea de que la lepra era una enfermedad conta­

giosa. Hacia finales del siglo, la noción de que la lepra era produci­

da por un microorganismo y se transmitía de individuos enfermos a

sanos se convirtió en lugar común entre la comunidad médica y entre

el público que tenía acceso a esta información. El Primer Congreso

Internacional de la Lepra que se celebró en Berlín en 1897, al cual

asistió Carrasquilla, aceptó oficialmente que la lepra era producida

por el bacilo de Hansen, aunque todavía faltaba la prueba experimen­

tal del cultivo e inoculación del microorganismo, y determinó que

el aislamiento obligatorio de los enfermos era la única manera de

evitar la propagación del contagio32.

31 Montoya, Contribución, pp. 86-88. 32 Donald H. Currie, "Resolutions Adopted by the Berlin Conference of 1897", en Public Health Reports, 1909, 24 (38): 1361.

Page 30: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

272 / Diana Obregón

Leprólogos que trabajaban en lugares tan disímiles como Colom­

bia, Noruega, Hawai, India, Alemania y Sudáfrica habían intentado

durante dos decenios cultivar el bacilo de Hansen y así ofrecer la prue­

ba de que este microrganismo era el agente causal de la lepra33. Todos

esos intentos se consideraban fallidos: los investigadores no conse­

guían replicar los cultivos que otros anunciaban como exitosos. El

bacilo de Hansen se resistía a cumplir los famosos postulados de

Henle-Koch (aislamiento, cultivo, inoculación y producción en ani­

males de experimentación de una enfermedad cuyos síntomas de­

bían ser idénticos a aquellos de la enfermedad inicial). El congreso

de Berlín fue el escenario en el cual fueron examinados en conjunto

los experimentos de solitarios investigadores y de médicos de las po­

sesiones coloniales europeas. Este fue un momento de acumulación

en cuanto al conocimiento de la lepra y Berlín se convirtió en un

centro científico en el cual se unificarían los diversos puntos de vis­

ta sobre la etiología de la lepra34. Hasta allí trasladó Carrasquilla la

información acerca de sus cultivos y de sus experimentos de se-

roterapia35. Otros como él, también lo hicieron. Pero como la bacte­

riología, en sentido estricto, no podía proporcionar la prueba de que

la lepra era una enfermedad microbiana, la epidemiología vino en

su ayuda. Médicos coloniales de India, Hawai y las Guayanas, entre

otros, habían acumulado durante años evidencia de la naturaleza con­

tagiosa de la lepra. Pero sobre todo, el caso de las islas Sandwich (Ha­

wai), cuyo descenso poblacional desde el arribo de los europeos en el

siglo XVIII por la introducción de microorganismos para los cuales la

población nativa no tenía defensas, fue considerado paradigmático.

La población hawaiana fue devastada por la lepra a mediados del si-

33 Sobre el tema del cultivo del bacilo de Hansen, véase McKinley y Verder, 1933. 34 Véase el análisis de Bruno Latour (1987: 215-257) sobre los centros de cálculo, donde se concentra y se acumula el conocimiento para luego volver a las llamadas periferias. 35 Juan de Dios Carrasquilla, "Memoria sobre la Lepra Griega en Colombia", enMittheilungen und Verhandlungen der internationalen wissenschaftlichen Lepra-Conferenz zu Berlin im October 1897, vol. 1 (Berlin, Verlag von August Hirschwald, 1897), pp. 81-124.

Page 31: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Debates sobre la lepra I 273

glo XIX y se convirtió así para los médicos coloniales en la prueba

epidemiológica viviente del carácter contagioso de la enfermedad. Los

médicos europeos, en cambio, creían, con Danielsen y Boeck, que la

lepra era una discrasia (alteración de la sangre) de origen heredita­

rio. Los científicos reunidos en Berlín, encabezados por Hansen (y a

pesar de la oposición del patólogo e higienista alemán Rudolf Virchow,

que exigía la prueba experimental), acordaron que el bacilo era el

agente etiológico de la lepra. En las conclusiones de este congreso

se lee: "una parte considerable de la discusión ha estado relaciona­

da con el Bacillus leprae, que la conferencia acepta como el virus de

la lepra". Y también: "la teoría de la herencia de la lepra ha mostrado

en mayor grado haber perdido fundamento en comparación con la

ahora generalmente aceptada teoría de su contagiosidad"36.

De esta manera se comenzó a construir un conocimiento cien­

tífico "universal" sobre la lepra, unido a la conformación de una co­

munidad científico-médica que se hacía cada vez más "internacio­

nal". A la formación de esta comunidad contribuyeron de manera

importante las academias y sociedades científicas, las revistas cien­

tíficas y los congresos científicos internacionales, una invención de

finales del siglo XK37. La profesión médica colombiana, con el res­

paldo de esa comunidad internacional, propaga en Colombia los

saberes científicos oficiales y por definición excluye otros saberes.

Médicos y pacientes se rebelan

Ahora bien, tanto en Berlín como en otros foros nacionales e inter­

nacionales, Carrasquilla se opuso a las medidas gubernamentales

que imponían el aislamiento obligatorio para los leprosos. En el

Tercer Congreso Científico Latinoamericano llevado a cabo en Rio

36 Donald H. Currie, "Resolutions Adopted by the Berlin Conference of 1897", en Public Health Reports, 1909, 24 (38); 1361. 37 Sobre este tema, véase Crawford, 1992 especialmente, pp. 14 y 38-43.

Page 32: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

274 / Diana Obregón

de Janeiro en 1905, Carrasquilla dio un interesante giro respecto de

su posición de 1889 sobre la etiología de la lepra. En 1889 había afir­

mado, citando a Robert Koch, que

[...] las enfermedades infecciosas no provienen, como se creía

antes, de cuerpos fluidos, es decir, gaseosos, de miasmas, sino

de cuerpos sólidos, de polvos [...] Las enfermedades infecciosas

no son jamás producidas por el desaseo, por la viciación del aire

que proviene de la aglomeración de hombres, por el hambre, la

pobreza, las privaciones, ni por la suma de todos estos factores,

que es lo que se ha llamado miseria social, ni por las influencias

climatéricas. Sus.gérmenes específicos son los únicos que pueden

producirlos (sic)38.

En 1905, en cambio, Carrasquilla afirmaba que la propagación

de la lepra se producía por circunstancias sociales, como la pobre­

za, y no por condiciones climáticas o telúricas; y que la lepra era una

enfermedad de evolución lenta, apenas ligeramente contagiosa. En

más de dieciséis años de estudio continuo de la cuestión, este cien­

tífico había hecho las asociaciones pertinentes. Carrasquilla se opo­

nía a la segregación de los enfermos en colonias remotas como pro­

ponía la mayoría de los médicos colombianos y abogaba por la

creación de hospitales que debían estar localizados en las ciudades

donde hubiese médicos, asistentes y medicamentos, y donde la le­

pra fuese tratada como cualquier otra enfermedad. El propósito de

los hospitales para los pacientes de lepra era buscar su cura a través

de la higiene, estudiar la enfermedad e investigar sobre tratamientos

científicos, como se había hecho en Noruega39. Además, Carrasquilla

38 Juan de Dios Carrasquilla, "Disertación sobre la etiología y el contagio de la lepra", en Revista Médica, 1889, 13 (137): 441-484, en p. 465. 39 Juan de Dios Carrasquilla, "Los sanatorios y la lepra", en Revista Médica, 1905,26 (306): 65-71.

Page 33: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Debates sobre la lepra I 275

sugería adoptar el modelo de los sanatorios para la tuberculosis, cuyo

tratamiento higiénico y racional se puso de moda en Europa y en los

Estados Unidos a principios del siglo XX40.

Por esta misma época, el departamento del Cauca comisionó al

leprólogo francés, Dom Sauton, para que estudiara el problema.

Sauton, al igual que Carrasquilla, propuso el establecimiento de

hospitales municipales, de acuerdo con el ejemplo de Noruega. Sin

embargo, estas propuestas se encontraron con la formidable oposi­

ción de la comunidad médica. Por ejemplo, Juan Bautista Montoya

y Flórez, médico graduado de la Facultad de Medicina de París y

quien sería uno de los más importantes leprólogos colombianos de

la primera mitad del siglo XX, consideraba que este sistema era de­

masiado costoso para el presupuesto colombiano y manifestó su re­

chazo a los expertos extranjeros y a la imitación de modelos impor­

tados41. Teniendo en cuenta que la mayoría de los pacientes eran

campesinos, el gobierno decidió mantener los lazaretos ya existen­

tes, adoptando lo que entonces se llamaba un sistema mixto de co­

lonias agrícolas con hospitales42.

La lepra debía ser erradicada, pero debido a que el modo de

transmisión del bacilo de Hansen era desconocido, la mayoría de los

médicos justificaba casi cualquier medio para controlar la expansión

de la enfermedad. Éste era uno de los argumentos de Montoya, quien

invocaba la autoridad del Segundo Congreso Internacional sobre la

Lepra, celebrado en Bergen (Noruega) en 1909 y presidido por el

propio Hansen. De hecho, este congreso ratificó las decisiones to­

madas en la reunión de Berlín de 1897: notificación obligatoria de

40 Sobre los sanatorios para la tuberculosis, ver el estudio clásico de Dubos, 1952. Véase también: Bryder, 1988, y Rothman, 1994. 41 Montoya, Contribución, pp. 356-357. 42 Pablo García Medina, "Profilaxia de la lepra en Colombia", Repertorio de Medicina y Cirugía, 1909, 1-1 (1): 52-59, pp. 55-56.

Page 34: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

276 / Diana Obregón

la enfermedad y estricto aislamiento de los pacientes43. Otras dolen­

cias "tropicales" habían sido controladas atacando a los agentes de

la enfermedad. Pero en el caso de la lepra, la aplicación de este mé­

todo degeneró en ataque a los leprosos mismos, ya que éstos eran

los únicos vectores de infección conocidos.

Montoya, por lo demás, proclamaba que las masas colombianas

no estaban preparadas para una política de segregación moderada

como había sido practicada en Noruega. Justificando su oposición

al establecimiento de hospitales municipales para los pacientes de

lepra y explicando la razón por la cual el gobierno colombiano había

eliminado el aislamiento a domicilio en 1907, Montoya sostenía:

[...] se comprende que en Noruega se puedan vigilar por los

médicos oficiales unos pocos enfermos blancos y educados, pero

¿quién vigila a un indio en Fúquene o a una negra de Lloró?... y

aun suponiendo que nuestra raza fuera toda blanca, no hay que

hacerse ilusiones, pues en Bogotá mismo se vio que gentes dis­

tinguidas, a quienes se les permitió aislarse en sus casas, por

negligencia y desidia no cumplían con lo ordenado, y seguían su

vida de siempre, infectando la población... Para europeizarnos,

como lo está haciendo Argentina, necesitaríamos una fuerte in­

migración de razas del Norte, que contrarreste nuestros elemen­

tos étnicos inferiores y los eduque, pues, como todos saben, aquí

predominan las gentes de color o los mestizos de las razas blan­

ca, indígena y negra, y son precisamente estos mestizos los que

presentan más casos de elefancía'''''.

Es interesante notar que, según Montoya, los leprosos, aunque

fuesen de clases "distinguidas", de inmediato por el hecho de ser le-

43 Juan Bautista Montoya y Flórez, "Profilaxis de la lepra en Colombia (Segundo Congreso Médico Nacional)" en Revista Médica, 1913, 31 (375): 321-331, p. 327. 44 Montoya, Contribución, pp. 336-337.

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Debates sobre la lepra I 277

prosos se igualaban a las "razas inferiores". Otros médicos también

compartían esta mirada racista hacia los enfermos de lepra que, por

lo demás, era usual en algunos países europeos y en los Estados

Unidos en esta época.

Todavía a comienzos del siglo XX, los pacientes insistían en que

la lepra no era contagiosa; sin embargo, sabían que las teorías conta-

gionistas estaban en boga. Los médicos, por otra parte, eran cons­

cientes de estas creencias, y en sus cruzadas contra la propagación

de la enfermedad, consideraban estas opiniones como obstáculos

que debían ser removidos. Los enfermos seguían escribiendo so­

bre la lepra. Poco antes de imponerse una estricta política de segre­

gación en los lazaretos colombianos, el paciente José F. Correal es­

cribió varias cartas al ministro de Gobierno argumentando contra

las teorías del contagio y de la herencia como causa de la lepra. Co­

rreal protestaba en contra del aislamiento obligatorio de las víctimas

de lepra afirmando que la única razón para la discriminación de que

eran víctimas era su aspecto feo y repugnante43. Correal resumía las

opiniones de autores europeos que consideraban la lepra sólo lige­

ramente contagiosa, incluidas citas de La Presse Medícale. Para

demostrar la escasa contagiosidad de la lepra, Correal expuso argu­

mentos tomados de médicos leprosos que como pacientes habían

vivido en Agua de Dios y ejercido allí la medicina. Además, Correal

presentaba numerosos testimonios autenticados de pacientes de

Agua de Dios que narraban diversas circunstancias con el fin de

probar que el contagio o la herencia no habían desempeñado un pa­

pel importante en su condición y que tampoco habían infectado a

nadie durante el curso de sus vidas. Correal, quien era miembro de

la sociedad homeopática Hahnemann de Colombia, también publi­

có algunos folletos sobre este tema, pero la comunidad médica, desde

45 José F. Correal, "Carta al Ministro de Gobierno", Mayo 15, 1909, en Gutiérrez, Apun­tamientos, pp. 325-326, p. 326.

Page 36: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

278 / Diana Obregón

luego, los ignoró46. Correal no era sino un "leproso". Como una prue­

ba de que los leprosos habían perdido no sólo sus derechos civiles,

sino también su libertad de sentir y de pensar, el paciente Antonio

Gutiérrez observó con cierta ironía:

[...] nuestro gran leprólogo colombiano, el doctor Juan B.

Montoya y Flórez, dice con franqueza, y quizá interpretando el

sentimiento unánime de nuestros compatriotas, que tales escri­

tos no tienen ningún valor por ser procedentes de enfermos (!!)47.

No sólo los médicos, sino también los funcionarios gubernamen­

tales menospreciaban las experiencias e ideas de los pacientes. Por

ejemplo, Adolfo León-Gómez, prestigioso periodista, abogado y ex

consejero del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, que

había llegado a Agua de Dios como paciente de lepra en 1919, pu­

blicó numerosos artículos en la prensa colombiana sobre las condi­

ciones del lazareto, incluidas sugerencias sobre cómo mejorar la

institución para el beneficio de los pacientes. Sin embargo, las au­

toridades los ignoraron por completo. El ministro del ramo admitió

una vez haber leído uno de los artículos escritos por León-Gómez

por pura coincidencia mientras viajaba en un tren48.

La medicalización de la lepra significó represión para los pacien­

tes sin la compensación de un tratamiento efectivo. Como una ins­

tancia más de la afirmación de su autoridad cultural, los médicos

rechazaron el conocimiento y la experiencia de los pacientes. Los

pacientes de lepra y sus familiares sabían que la enfermedad no era

altamente contagiosa, como lo sabía también Carrasquilla, pero el

gobierno, actuando con base en la opinión dominante de la comu­

nidad médica, convertida en conocimiento científico universal, im­

José F. Correal, "El contagio de la lepra" en Ibid., pp. 325-348. Ibid., p. 54. Léon-Gómez, La ciudad del dolor, p. 284.

Page 37: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Debates sobre la lepra I 279

puso una política de aislamiento estricto, que significó abierta opre­

sión y persecución para los leprosos.

Conclusión

En este artículo he mostrado el papel activo que desempeñaron cien­

tíficos tanto europeos como no europeos en la producción de cono­

cimiento científico universal sobre la lepra. La comunicación a tra­

vés de revistas científicas y de foros internacionales hizo posible la

unificación de criterios en torno al problema de la etiología de esta

enfermedad. Desde el momento en que se adoptó el punto de vista

de Hansen en cuanto a que la lepra era transmitida por contagio y

no por herencia, cualquier idea contraria a ésta fue tenida como no

científica. En consecuencia, se despreciaron las posibles contribu­

ciones de los más interesados en que se resolvieran las incógnitas

en torno a esta enfermedad: los pacientes mismos. Por definición,

la experiencia de los pacientes con su enfermedad fue convertida en

"saber local". De esta manera se formó una comunidad médica que

podría en adelante "opinar" en forma legítima sobre la lepra puesto

que poseía una cultura científica universal.

Ahora bien, en los debates tempranos sobre la lepra, antes de

imponerse la teoría contagionista, los médicos tenían en cuenta las

condiciones locales. Las enfermedades correspondían a lugares y a

condiciones climáticas y topográficas específicas. Una enfermedad

podría tener una causa en un lugar, y una diferente en otro lugar. El

paradigma bacteriológico, con su especificidad, borró las causas

predisponentes e inmediatas, con lo cual hizo desaparecer las con­

diciones locales de la producción de enfermedades. La idea de que

cada enfermedad parasitaria es producida por un microorganismo y

cada microorganismo produce una enfermedad específica se con­

virtió en un credo único en la comunidad médica. No solamente el

conocimiento bacteriológico pasó a ser universal, sino que las en­

fermedades se convirtieron también en entes universales.

Page 38: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

280 / Diana Obregón

En cuanto al problema de la relación entre ciencia y nacionalis­

mo, es claro que los médicos colombianos de este período se encon­

traban construyendo una ciencia nacional. Sin embargo, en el caso

de las investigaciones sobre la lepra, esta ciencia nacional no siem­

pre estuvo atenta a los intereses de los pacientes. Los médicos en­

frentaron el problema de la lepra desde el punto de vista de sus in­

tereses sociales y profesionales. El discurso nacionalista, que fue

esgrimido en varias ocasiones en relación con la discusión sobre las

estrategias para combatir la expansión de la enfermedad, sirvió

mayoritariamente para justificar medidas represivas en contra de los

pacientes.

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Page 41: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Alvaro León Casas Orrego

LOS CIRCUITOS DEL AGUA Y LA HIGIENE URBANA EN LA

CIUDAD DE CARTAGENA A COMIENZOS DEL SIGLO XX

Introducción

La falta de un acueducto suficiente y de buena calidad para el abaste­

cimiento doméstico e industrial de la ciudad de Cartagena, y la ca­

rencia de un sistema de evacuación de aguas usadas, fueron dos de

los más importantes obstáculos para el progreso material de la ciu­

dad en el penúltimo cambio de siglo. En pleno comienzo de la mo­

dernización de las estructuras urbanas de las principales ciudades de

Colombia y en un momento en el que Cartagena enfrentaba retos como

el del aumento de población y el crecimiento de su perímetro urbano,

la ciudad tenía la enorme desventaja de no contar con agua suficiente

para ofrecer mínimas condiciones de salubridad para sus habitantes

y visitantes, y las aguas usadas contaminaban calles y espacios públi­

cos, estancándose junto con las basuras en pestilentes muladares. Esta

situación, que se mantuvo durante casi cuarenta años (1890-1930),

provocó un sinnúmero de discursos, discusiones y proyectos formu­

lados desde distintas instancias científicas, técnicas y políticas, que

traemos a consideración para ayudar a la comprensión de problemas

viejos que son aún hoy motivo de preocupación, como el de las condi­

ciones medioambientales y su grave deterioro.

Antecedentes

Desde 1533, Pedro de Heredia lo había advertido al elegir el lugar

para la fundación de la ciudad y verificar que no había agua en la isla

Page 42: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

284 / Alvaro León Casas Orrego

de Calamarí; en consecuencia, los habitantes de Cartagena debie­

ron abastecerse todo el tiempo, hasta comienzos del siglo XX, de

aguas lluvias colectadas en aljibes y jagüeyes.

El almacenamiento de aguas lluvias en aljibes y un sistema de

evacuación "natural" que dependía de las épocas de lluvia eran los

dos componentes del "sistema de aguas" ideado por los primeros

pobladores. En las dos últimas décadas del siglo XK, se ve aparecer

una nueva conciencia entre las autoridades civiles y los médicos

higienistas de Cartagena; el sistema de aguas de Cartagena se ha­

bía vuelto caduco y peligroso, ya no llenaba las necesidades de una

ciudad que día a día ampliaba sus términos por fuera de la ciudade-

la amurallada. Médicos y autoridades comenzarán diálogos y discu­

siones en la búsqueda de soluciones al estado de constante insalubri­

dad de la ciudad: aguas estancadas, permeabilidad de las conducciones

construidas en cal y ladrillo, filtrajes de suciedades desde las cañe­

rías porosas que conducían aguas usadas hacia los depósitos subte­

rráneos de agua potable son algunos de los problemas que empiezan

a ser denunciados por médicos y periodistas, en plena época del auge

de la higiene pasteriana.

Un primer intento de buscar una solución con recursos locales

se expresa en la comunicación del gobernador José Manuel Goenaga

G. al empresario Ramón B. Jimeno, en 18881. Según él, la solución

no podía ser individual y dejarse en manos de los particulares, "que

no tienen recursos suficientes para la construcción de cisternas

como las que abastecían las necesidades de los pocos pobladores en

1 Ramón B. Jimeno había establecido en 1886 una compañía privada de abastecimiento de agua para la ciudad de Bogotá y Chapinero, reemplazando el sistema de acequias por el de tubería de hierro. (Vargas, J. y Zambrano, F. 1988: 11-94). No se tiene evidencias de la participación del señor Jimeno en alguna propuesta para la construcción del acueducto en Cartagena, pero sí sabemos, por las memorias de Eusebio Grau, que este empresario natu­ral de Ciénaga (Magdalena) había iniciado el primer acueducto moderno establecido en la ciudad de Barranquilla, aproximadamente en 1875 (Grau, 1896: 47); una pequeña nota bio­gráfica sobre Jimeno, en Conde (1995: 92-93).

Page 43: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Cartagena I 285

tiempos de la colonia". Además, reconocía que ese sistema de cister­

nas presentaba dos serios inconvenientes: primero, su dependencia

de la estación de lluvias; y segundo -lo que el gobernador considera­

ba más grave-, que podía constituirse en origen de algunas de las en­

fermedades endémicas que azotaban la ciudad, toda vez que se trata­

ba de aguas estancadas en depósitos subterráneos de cal y ladrillo2.

El propósito del gobernador Goenaga de interesar a Jimeno en

la solución del problema del agua en Cartagena no tuvo los resulta­

dos esperados. En consecuencia, al no encontrar las autoridades ci­

viles soluciones con recursos colombianos, la historia del sistema

de distribución de agua potable domiciliaria de la ciudad estuvo mar­

cada por la intervención técnico-financiera de empresas extranje­

ras. En general, en las primeras cuatro décadas del siglo XX, el pro­

ceso de construcción, administración y usufructo del equipamiento

de servicios públicos de la ciudad fue responsabilidad de compa­

ñías foráneas, al principio inglesas y luego norteamericanas.

E l acueducto de Russell: entre la modernidad y el fraude

En la ciudad de Cartagena, luego del acueducto de canal propuesto

por los primeros españoles y al que los comerciantes y encomenderos

llamaron irónicamente el canal fantasma (Gómez, 1996: 287), no

hubo otra propuesta de acueducto hasta 1892, cuando la goberna­

ción de Bolívar contrató a una compañía inglesa, representada por

Arturo J. Russell, para la construcción de un acueducto que sumi­

nistrara "agua potable a la ciudad", con una proyección futura para

30.000 habitantes3. A partir de esta fecha, se presenta en Cartagena

2 AHC, Registro de Bolívar, Cartagena, 12 de marzo de 1888, p. 78. 3 El texto completo del contrato con el señor Russell había sido aprobado en el Concejo

por el acuerdo número 8 de 12 de agosto de 1892, y se publicó en una compilación de Con­tratos, Ordenanzas y Resoluciones Expedidos por la Asamblea de Bolívar ¡892-1894, Cartagena, Tipografía Araújo, 1894, p. 78.

Page 44: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

286 / Alvaro León Casas Orrego

una serie de compañías extranjeras interesadas en establecer y/o ex­plotar en la ciudad, sus barrios y cercanías4 un acueducto moderno en tubería de hierro. La contratación de las firmas europeas o nor­teamericanas implicaba la incorporación de nuevas técnicas y la uti­lización de ingenieros extranjeros.

El acueducto Russell, de acuerdo con el contrato firmado en 1892 entre este empresario y el gobernador del departamento, debía sumi­nistrar agua potable a la ciudad de Cartagena, sus barrios y sus agre­gaciones5. La conducción del agua debía efectuarse a través de tubos de hierro fundido con un diámetro suficiente para proveer a toda la población con una cantidad de quince galones diarios por cabeza, y todo el sistema enterrado a una profundidad de uno y medio a dos pies. Una verdadera maquinaria hidráulica se instalaría debajo de la ciu­dad. En la superficie, la gobernación ponía a disposición del empre­sario, previo permiso del gobierno nacional, la parte necesaria del Fuerte de San Felipe, conocido entonces con el nombre de "El Ce­rro", para el establecimiento de un tanque con suficiente capacidad para mantener las reservas de agua que garantizaran la regulación del servicio. Como fuentes, señalaba los arroyos de Turbaco, Matute, Colón o Torrecilla.

Todo estaba aparentemente muy calculado para ofrecer una so­lución "moderna" a las carencias de agua de consumo doméstico e industrial de la ciudad. Sin embargo, en el contrato Russell de 1892 no se menciona la necesidad de construir simultáneamente un siste­ma de cañerías subterráneas para la evacuación de aguas usadas. ¿Se

4 En estos contratos, se ve aparecer una transformación del concepto tradicional de ciu­dad en la administración oficial: dado el crecimiento de finales del siglo XK, la ciudad de Cartagena ya comprende también sus barrios extramuros y los nuevos espacios urbanos lla­mados por los cronistas de la época "cercanías". Sobre la expansión de la ciudad de Cartagena, ver Casas, 1994: 39-68.

5 Contratos, Ordenanzas y Resoluciones expedidos por la Asamblea de Bolívar 1892-1894. Cartagena, Tipografía de Antonio Araújo, 1894, p. 288-296.

Page 45: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Car tagena I 287

trataba acaso de una particular idea de la higiene urbana que com­

partían las autoridades civiles de la ciudad, los médicos higienistas

y los contratistas extranjeros? ¿Era por falta de recursos? ¿Había ne­

gligencia de las autoridades? o ¿hubo segundas intenciones por parte

de los contratistas ingleses?

El transporte y alejamiento de las inmundicias, según lo in­

dica la "ciencia sanitaria", debe hacerse mediante el sistema de

alcantarillado o de cloacas, consistente en la construcción de al­

cantarillas o tubos por donde pasan las aguas que llevan en solu­

ción o suspensión las excretas (Chivas, 1905: 309).

A finales del siglo XK, estos sistemas de evacuación de las aguas

sucias que arrastran inmundicias se conocían y aplicaban bastante bien

en Europa y los Estados Unidos. Inglaterra había acumulado una ex­

periencia de casi un siglo en la construcción de redes de acueducto y

alcantarillado, lo que la convertía para ese momento, junto con los Es­

tados Unidos, en los países vanguardia de estas tecnologías6. En ese

momento, un empresario inglés como Arturo J. Russell debía saber

que para lograr el saneamiento de una urbe era necesario un circuito

de tuberías de hierro que abasteciera de agua las viviendas, estableci­

mientos fabriles, comerciales y fuentes públicas, pero además debía

saber también que ese circuito de agua potable tenía que ser articu­

lado con un sistema de evacuación rápida e invisible, para evitar acu­

mulaciones que pusieran en peligro la salud de los habitantes7.

6 El sistema se utilizaba en Inglaterra en su forma combinada (aguas lluvias y aguas su­cias) desde 1838, y en los Estados Unidos, en la ciudad de Memphis, se había propuesto, por primera vez, desde 1880, un sistema de evacuación que separaba las aguas lluvias de las cloacas, haciéndolas correr por otros conductos o por las cunetas de las calles (Chivas, 1905); (Vigarelo, 1991: 225).

7 Según el sistema de aguas inglés de comienzos del siglo XTX, éstas riegan las casas antes de volver a los circuitos subterráneos.

Page 46: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

288 / Alvaro León Casas Orrego

En 1890 no existía en la ciudad de Cartagena un "sistema" sub­

terráneo de evacuación de aguas residuales. Todavía a finales del si­

glo XIX las evacuaciones en la parte amurallada de la ciudad se rea­

lizaban mediante dos técnicas establecidas por los españoles durante

el periodo de la Colonia, aprovechando las aguas torrenciales que

corrían por las pendientes de las calles y salían por los "husillos" de

las murallas que servían como conductos de evacuación de los "de­

sechos líquidos", arrastrándolos hacia el mar. Igualmente, el caño

de San Anastasio, que se consideraba desde el siglo XVII como la

"alcantarilla natural" de la ciudad, dependía también de las lluvias

para ser eficiente en su función. A finales del siglo XIX, este canal se

había convertido en uno de los peores "focos de infección" y en un

obstáculo para la expansión urbana de la ciudad.

Un sistema de evacuaciones que dependía de la temporada de llu­

vias no garantizaba la higiene de la ciudad. En el verano, el polvo y la

escasez de agua afectaban considerablemente la salud de sus habi­

tantes, pues el consumo de las pocas aguas de aljibe era causa de

disenterías, y las basuras que se acumulaban, verdaderos focos de

contaminación. En el invierno, por su parte, las primeras lluvias en­

contraban casi siempre obstruidos los desagües y, en consecuencia,

los desechos líquidos se acumulaban en las cunetas de las calles y se

formaban charcas que se constituían en criaderos de mosquitos.

Con la reactivación de las actividades comerciales y el despegue

de los primeros ensayos industriales a finales del siglo XK8, las condi­

ciones sanitarias de Cartagena se deterioraban día a día, en la medida

en que su población aumentaba y se incrementaban las demandas de

servicios utilizando las viejas estructuras del equipamiento urbano.

En estas condiciones, el acueducto de Russell, además de no solucio­

nar el abastecimiento de agua, se había convertido en un atentado a la

higiene de la ciudad.

8 Sobre diferentes aspectos del desarrollo económico y empresarial de Cartagena, ver

Bossa, 1967, y Restrepo y Rodríguez, 1986.

Page 47: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Cartagena I 289

Otros acueductos

En estas circunstancias, en 1905 el gobernador de Bolívar, Henrique

Luis Román, firmó otro contrato con el ingeniero y empresario

jamaiquino James T Ford9, para el establecimiento en la ciudad de

un acueducto, utilizando las mismas fuentes de agua que anterior­

mente se habían indicado para el contrato Russell. El acueducto en­

tró en funcionamiento a comienzos de 1907 y en menos de un mes

el señor Ford transfiere los derechos de explotación a la compañía

inglesa denominada Cartagena (Colombia) Water Works Ltda., que

ofreció 20% de sus acciones a empresarios cartageneros, asumien­

do todas las responsabilidades y privilegios adquiridos por J. T Ford.

Pero esta vez, la falta de una alternativa diferente con respecto a

las fuentes de agua, que tuviese en cuenta las nuevas dimensiones

de la población a comienzos del siglo XX, trajo consigo problemas

de insuficiencia del líquido y generó situaciones conflictivas con los

hacendados de Matute y Turbaco, quienes se quejaban de perder

agua para sus ganados10.

9 James T. Ford (1864-1907) llegó a Cartagena como ingeniero y empresario para encar­garse de la construcción del acueducto, en la que sería su última actividad empresarial. Este ingeniero caribeño, nacido en Jamaica, tenía a sus 43 años de edad una reconocida expe­riencia empresarial y profesional en varios países del Caribe: había participado en las obras de irrigación de Guantánamo en Cuba, fue ingeniero consultor del gobierno de Colombia en lo relacionado con la empresa del canal de Panamá, tuvo a su cargo las empresas de fe­rrocarriles de Cartagena, Girardot y Antioquia y fue socio de la empresa de vapores Carta­gena-Magdalena Steamboat Company. El Porvenir, Cartagena, mayo 10 de 1907, citado en el inédito de Ripoll, M. T. (1992: 5). 10 Los propietarios de tierras en Turbaco: Toribio Marrugo, Juan Carrillo, Eliodoro Chico, Eloy Castellón y Antonio Araújo, beneficiarios de la fuente de Coloncito, promovieron un pleito ante el fiscal del Tribunal para obligar a la empresa del acueducto de Cartagena a proveer de agua a sus predios, el cual se resolvió favorablemente para los propietarios en 1912, gracias a la intervención de la gobernación, que contrató con el ingeniero Dickin la construcción de albercas en dichos predios. Memoria que presenta el Secretario de Gobier­no al Señor Gobernador de Bolívar (1913: 101).

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290 / Alvaro León Casas Orrego

Luego del litigio de las aguas de Turbaco entre la empresa del

acueducto y los dueños de las tierras, y con la intervención directa del

ministro de Obras Públicas, Aurelio Rueda, el ingeniero inglés William

Eduard Hughes Dickin adquiere en 1916 los derechos de propiedad

del Acueducto de Cartagena11. En esta ocasión, el propósito es pro­

longar la tubería existente hasta un punto adecuado del río Magdale­

na, con el fin de conducir al tanque de reserva de Matute, por medio

de bombas y filtros, una cantidad de agua suficiente para abastecer a

una población hasta de 80.000 habitantes, y suministrar además las

cantidades necesarias para riego de calles y fuentes públicas.

Crisis del acueducto

Sin embargo, la falta de agua potable seguía constituyendo uno de los

más grandes problemas que tenía la ciudad de Cartagena, y que dete­

nía su crecimiento a principios del siglo XX. Desde finales de la déca­

da de 1910, el acueducto que tomaba agua de Matute se había hecho

insuficiente e ineficiente. La población había aumentado considera­

blemente y, lo más grave, la carencia de un tratamiento complemen­

tario para eliminar el alto tenor de calcio que poseía, provocó grandes

incrustaciones en su tubería, con la consiguiente reducción del diá­

metro de ésta, y de su capacidad de transporte (Lemaitre, 1983: 580).

En consecuencia, el agua no llegaba a las "cercanías" de Cartagena.

"Barrios excéntricos como el de Manga" -según ElPorvenir1 2-

"que en un principio tuvieron un desarrollo a saltos asombrosos, han

quedado paralizados desde que se hizo difícil, casi imposible, la con­

secución del agua a los pobladores de escasos recursos". Los barrios

de los extramuros, agregaba el artículo, eran abandonados en un mo­

vimiento de retorno a los barrios centrales de La Catedral y San

11 Mensajes e Informes del Gobierno Departamental de Bolívar, 1916 (1916:28-38). 12 AHC, El Porvenir, Cartagena, abril 18 de 1916, p. 2.

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Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena / 291

Diego. Las aglomeraciones seguían constituyendo un serio peligro

para la higiene pública. El cálculo de una ciudad con 80.000 habi­

tantes dependía directamente de las posibilidades de un crecimiento

urbano que garantizara un buen abastecimiento de agua.

Todavía en 1920, en el marco de la Sexta Conferencia Sanitaria

Internacional Panamericana celebrada en Montevideo en el mes de

diciembre, el director nacional de Higiene, delegado de la Repúbli­

ca de Colombia, Pablo García Medina, insistía en señalar con mu­

cha puntualidad que las dos más urgentes necesidades del puerto

de Cartagena eran la provisión de agua y la lucha contra el mosqui­

to. Al identificarse con las memorias presentadas por otras delega­

ciones panamericanas, García Medina reconoció que una vez aten­

dido el problema del abasto de agua, "se resolverán fácilmente los

problemas de letrinas y alcantarillados que de ella dependen" (Gar­

cía, 1922: 64-80).

El interés del director nacional de Higiene en el saneamiento de

la ciudad de Cartagena estaba ligado directamente con la preocupa­

ción por la sanidad de los puertos. Desde 1914, cuando estaba próxi­

mo el servicio de navegación interoceánica a través del canal de Pana­

má, el mismo Pablo García Medina, entonces presidente del Consejo

Superior de Sanidad, advertía ante el Senado de la República que, en

cumplimiento de las convenciones sanitarias internacionales, a las

autoridades sanitarias de la Oficina Central de Washington no les

bastaba

[...] para considerar saneado un puerto... el que no haya en

él enfermedad alguna de las llamadas pestilenciales (peste, fie­

bre amarilla y cólera) u otras infecciones, como tifo, fiebre tifoi­

dea, etc. Ellas exigen, y con razón desde el punto de vista de la

higiene, que los puertos y las poblaciones que estén en rápida y

constante comunicación con éstos, tengan agua potable, debida­

mente vigilada, acueducto bien construido, excusados higiénicos

y alcantarillas (García, 1914: 289-293).

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292 / Alvaro León Casas Orrego

El 29 julio de 1916, el general norteamericano William Crawford

Gorgas, jefe de la oficina sanitaria del canal de Panamá, al mando

de una expedición sanitaria norteamericana, compuesta de 27 per­

sonas, con destino a varios puertos de Suramérica, fondeo la bahía

de Cartagena en el vapor "Zapara". Según su itinerario, debía per­

manecer varios días en esta ciudad, pero tuvo la precaución, antes

de saltar, de pedir datos sobre los hoteles y otras cosas. En respues­

ta, fue informado de que "en los principales hoteles de la ciudad no

se conseguía agua suficiente para el aseo de inodoros, etc.". Con esta

información, el importante higienista resolvió no quedarse, siguien­

do viaje en el mismo buque para Puerto Colombia. De inmediato,

E l Porvenir, principal exponente de la prensa local, muy interesado

en conservar la buena imagen de la ciudad y el puerto, máxime cuan­

do se trataba de una persona de cuyos informes podía depender el

levantamiento de las cuarentenas, propuso que los jefes de sanidad

tomaran cartas en el asunto de los hoteles y casas de asistencia y se

cerciorasen si efectivamente tenían agua suficiente para la limpieza

y demás servicios de este tipo de establecimientos. Se encargó tam­

bién este periódico de hacer aparecer el hecho como desinformación

malintencionada de "alguien empeñado en presentar nuestro puerto

y ciudad como inadaptados de la vida moderna y desprovistos de las

más elementales cosas necesarias13. La verdad era que el general

Gorgas había padecido la escasez de agua cuando en junio de 1904 se

organizaba el Hospital de Ancón como una de las medidas sanitarias

para el saneamiento de la zona del canal de Panamá (Gorgas, 1918:

229), y la realidad de Cartagena en aquella época era que no tenía ni

agua limpia suficiente ni un sistema de cloacas.

La posición del doctor García Medina se hallaba en abierta con­

tradicción con la memoria sobre las condiciones higiénicas de Car­

tagena que en 1918 había presentado el doctor Manuel Pájaro

13 AHC, El Porvenir, Cartagena, 31 de julio de 1916, p. 2.

Page 51: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 293

H.14ante los delegados al Tercer Congreso Médico Nacional. García

Medina insistía en que Cartagena sufría de manera creciente las con­

secuencias de una deficiente provisión de aguas "siempre defectuosa

por su calidad". Denunciaba en la Conferencia Panamericana que

en Cartagena

Una parte del agua se obtiene de dos quebradas que distan

más o menos cinco millas de la población, y que, conducida por

tubería metálica, se distribuye a los habitantes acomodados de la

ciudad; la mayor parte de la población hace uso de agua llovediza

recogida en cisternas construidas en general dentro de las anti­

guas murallas, sujeta por consiguiente a una segura contamina­

ción; o bien recogida en aljibes que se encuentran en los solares

y en otros lugares de la ciudad, sujetos también a contaminacio­

nes provenientes de las basuras o de las muy defectuosas letri­

nas. La calidad del agua que suministra el acueducto deja mu­

cho que desear: son aguas que tienen un sabor salado y dureza

marcada; por otra parte, se proveen en cantidad relativamente

escasa. Las aguas de aljibe y cisterna son escasas, porque las llu­

vias han disminuido considerablemente en los últimos años. Si a

esto se agrega el aumento visible de la población y el desarrollo

de las industrias fabriles, se verá la urgencia de cambiar esta si­

tuación, que coloca a Cartagena en la categoría de los puertos

peligrosos, porque es terreno favorable para las infecciones que

como la disentería, la fiebre tifoidea, el paludismo, nacen fácil­

mente en semejantes condiciones (García, 1922:76).

De otro lado, si bien la idea del ingeniero W. E. Hughes Dickin

de utilizar como fuente del acueducto las aguas del río Magdalena

14 Manuel Pájaro (1855-1943). Médico de la ciudad de Cartagena, además de muy activo en política, fue miembro de las directivas locales del Partido Nacional, y concejal y diputado

5 oportunidades (Restrepo, 1989: 25-39). en varias i

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294 / Alvaro León Casas Orrego

carecía de un estudio técnico preliminar, contó con el respaldo del mi­

nistro de Obras Públicas Aurelio Rueda, muy interesado en la mejora

del acueducto para Cartagena, y quien al parecer había atendido a la

gestión de Pablo García Medina ante el gobierno nacional para que se

lograse la aprobación del nuevo contrato de acueducto15. El ministro

Aurelio Rueda consideró que los estudios necesarios para el estable­

cimiento de un acueducto con agua del río Magdalena estaban ya con­

tenidos en los trabajos que la empresa Pearson & Son16 había elabo­

rado en 1915 para el saneamiento del puerto de Cartagena. Realmente,

esta firma londinense había limitado sus estudios al diseño de diver­

sos planos urbanos -como lo había hecho para Bogotá-y a unas cuan­

tas recomendaciones para el más ágil e higiénico funcionamiento de

la navegación en el puerto de la Bahía17. Sin embargo, la que parecía

ser la única alternativa confiable para una fuente de agua con la que

se pudiese abastecer las necesidades higiénicas de la ciudad no con­

tó con el concepto favorable del doctor Pablo García Medina, quien

proponía para remediar la escasez de agua en la ciudad de Cartagena

que se prolongase el acueducto hasta el canal del Dique o hasta el río

Magdalena.

El primero de estos proyectos sería el menos costoso, pero ten­

dría varios inconvenientes, entre los cuales resalta la inferioridad de

15 En 1915, el obstáculo más grave para mejorar las condiciones de salubridad de Cartagena seguía siendo la falta de agua potable. En este sentido, el 7 de junio de 1915, el Dr. Pablo García Medina, presidente de la junta central de Higiene, dirigió una comunicación a la dirección departamental de Higiene de Bolívar, en la que ofrecía su gestión ante el gobierno nacional para lograr la aprobación de un nuevo contrato de construcción de acueducto. AHC. El Por­venir, 9 de junio de 1915. 16 El Informe presentado por la Pearson & Son para la ciudad de Cartagena fue publicado en Memorias del ministro de Obras Públicas al Congreso de 1916, Bogotá, Imprenta Nacio­nal, 1916. Sobre la Pearson & Son véase también \&Memoria del ministro de Obras Públicas al Congreso de 1915, Bogotá, Imprenta Nacional, 1915, p. 23. 17 Antes de ser contratada para Cartagena por el Ministerio de Obras Públicas, la casa Pearson & Son realizó estudios de saneamiento urbano para Bogotá en 1907 (Puyo, 1992: 214).

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Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 295

la calidad de esta agua respecto a la del Magdalena y el temor fun­

dado de que en épocas de gran sequía no pudiese suministrar el canal

del Dique la cantidad necesaria. El segundo proyecto no presentaba

estos inconvenientes, pero resultaba mucho más costoso. En este

sentido, en su calidad de representante de Colombia a la Conferen­

cia Sanitaria Panamericana, García Medina hizo un llamado urgen­

te al gobierno nacional y al gobierno departamental para que apoya­

ran eficazmente al municipio de Cartagena en la solución de su

problema de agua, toda vez que se trataba del "puerto marítimo más

importante" del país (García, 1922: 76).

Médicos e ingenieros: ¿diálogo científico?

En Colombia, a finales del siglo XIX, se oficializó el papel regulador

de la medicina en materia de ordenamiento urbano, sobre todo en el

momento de la constitución de sociedades científico-médicas como

cuerpos consultivos de los gobiernos. A partir de esta alianza entre

medicina y autoridades, en las principales ciudades comienza un pro­

ceso de medicalización de la función de distribución del agua y se la

convierte en un problema que involucra el saber de la higiene.

En las diversas sociedades médicas que se formaron en las prin­

cipales ciudades colombianas a finales del siglo XK (Bogotá, Mede­

llín, Cali, Cartagena, Bucaramanga, Barranquilla), es muy notoria

la preocupación por la higiene urbana, y en sus respectivas revistas

se publicaron artículos sobre el tema. Se trata de discursos en los

que la higiene ya no es un adjetivo (del griego hygeinos, lo que es

sano), sino un saber definido como el conjunto de los dispositivos y

de los conocimientos que favorecen el mantenimiento de la salud;

se trata también de un nuevo campo abierto como materia del saber

médico (Vigarello, 1991: 210). La aparición de la figura del médico-

higienista en Colombia tiene que ver con la de estas sociedades, pues

ellas serían los cuerpos consultivos del Estado para los asuntos de

higiene y salubridad. Ser médico higienista era desempeñar una fun-

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296 / Alvaro León Casas Orrego

ción social nueva dentro de una institución que era el "cuerpo mé­

dico de la ciudad" (Obregón, 1992: 6318). Es la higiene pública, como

rama de la medicina, el lugar en el que los médicos colombianos de

finales del siglo XIX y comienzos del XX van a reclamar su compe­

tencia científica como autoridades reguladoras del orden urbano, y

lo harán ya con fuerte convencimiento y optimismo inéditos, pues

consideran que a partir de los descubrimientos pasterianos la me­

dicina ha dejado de ser ciega y ha comenzado por primera vez a curar

y prevenir las enfermedades colectivas.

Este auge del higienismo médico en las dos últimas décadas del

siglo XK, contemporáneo del primer intento de organización de una

política sanitaria nacional19, no llegó a ser en esa época una solución

a los problemas de insalubridad que afectaron a las poblaciones co­

lombianas y, por supuesto, tampoco a los que padecieron las ciuda­

des de la costa atlántica. Todavía en 1913, en el marco de los traba­

jos del Segundo Congreso Médico de Colombia, el ingeniero civil

Lucio Zuleta (1917: 7-22) señalaba que en materia de saneamiento

urbano "Colombia está apenas en sus principios"20.

La mala calidad de las aguas, y su denuncia como causa de en­

fermedades frecuentes en la época del verano, era tema común en

los discursos de los médicos higienistas y de la prensa comercial de

18 También fueron tareas de estas sociedades científico-médicas la reglamentación legal del ejercicio profesional de la medicina, la vigilancia de la conducta de los médicos y su unificación en un gremio que defendiera sus intereses. 19 Ley 30 de 1886 (20 de octubre) que crea las juntas de higiene en la capital de la Repúbli­ca y en las de los departamentos o ciudades principales, Repertorio oficial, Medellín, Año I, N°47, 10 Ene., 1887, p. 371. 20 "En Bogotá, con una Oficina de Higiene bien establecida, algunas alcantarillas, bastan­tes calles pavimentadas con asfalto y un servicio bastante bueno de aseo en las calles" el acueducto constituía un verdadero "foco de infección". "Cali hasta ahora se ha venido a preocupar por el asunto y actualmente hay ingenieros elaborando un proyecto de saneamiento de la población, que piensan llevar a efecto antes de la llegada del ferrocarril. En Cartagena, con ocasión del centenario, se hicieron algunas obras, y de resto en las demás ciudades nada se ha hecho".

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Los circuitos del agua y la higiene u rbana en Car tagena I 297

Cartagena. La disentería y la fiebre disentérica eran asociadas en ellos

a la ausencia completa de las lluvias. En un interesante "trabajo ori­

ginal" sobre el estado sanitario de Cartagena en 1897, el doctor Ra­

fael Pérez C. (1897, 330-33821) admite como causa de la disentería la

mala calidad de las aguas, reconociendo también para las fiebres

disentéricas, además del problema del agua, al paludismo como

endemia constante de la ciudad22. Sobre el consumo de aguas, anota

en el mismo trabajo la manera como casi todos los habitantes de la

ciudad hacen uso del agua de aljibes, en los que

[...] en ocasiones nos ha sorprendido observar, por la prolon­

gación del verano, cierta coloración anormal del agua y la presen­

cia de vegetales en descomposición que le comunican aveces un

olor y un sabor más o menos desagradables.

De lo anterior concluye el doctor Pérez que "fácilmente se com­

prende la participación considerable que esta agua así alterada podría

tomar en la génesis de ciertas perturbaciones de las vías digestivas".

Por otra parte, la creencia de que el agua obraba como causa efi­

ciente en la producción de enfermedades como la elefantiasis árabe,

el hidrocele y los vermes intestinales mantenía divididas las opinio­

nes de los médicos de Cartagena: mientras unos eran partidarios del

papel del agua en la producción de dichas enfermedades, otros pre-

21 El Dr. Rafael Pérez, miembro de la Academia de Medicina de Medellín, realizó estudios de medicina en la Universidad Nacional de Bogotá, para luego completarlos en París, don­de obtuvo el título de doctor en medicina y cirugía. Allí conoció al Dr. Lascario Barboza, miembro activo de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar, con quien sos­tuvo una corta pero fecunda amistad hasta el día en que murió Pérez. De esta relación cien­tífica quedaron varios escritos, de los cuales dos fueron publicados en la revista de la misma Sociedad (Barboza, 1897: 298-299). 22 Vieja noción de las fiebres palúdicas como condición climatérica de los lugares, Cartagena era considerada como lugar palúdico o malario (de malos aires).

Page 56: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

298 / Alvaro León Casas Orrego

ferian asignar a estos estados patológicos causas diferentes. Como

miembro de la Academia de Medicina de Medellín, el Dr. Pérez pre­

firió adoptar una posición prudente: "Nosotros, sin adherirnos a nin­

guno de los dos bandos, aguardamos a que el tiempo y, sobre todo,

la experimentación, nos indiquen claramente de qué lado está la ver­

dad" (Pérez, 1897:330-338).

Pero cualquiera que fuese la posición de los médicos con res­

pecto a la incidencia del agua en aquellas enfermedades, lo que más

llama la atención en la postura del Dr. Pérez, así como en la de otros

higienistas de su tiempo, es la ausencia del tema de las evacuacio­

nes de detritus. Al tratar del saneamiento de las poblaciones, su pre­

ocupación no va más allá de garantizar el abastecimiento de agua,

con la convicción de que las evacuaciones se producen gracias a un

sistema "natural" determinado por el régimen de lluvias. Se eviden­

cia aquí un discurso higienista que caracteriza la manera médica

como, a finales del siglo XK en Colombia, se enfrenta el tema del

agua para consumo humano, tratándolo sin tocar para nada el asun­

to de la evacuación de aguas usadas. Es una insólita manera "mo­

derna" de concebir la higiene de las ciudades, visible también en el

"trabajo original" del médico Manuel Prados (1894: 145-154) sobre

las condiciones higiénicas de Sincelejo.

Con la única diferencia de un punto en el que trata el tema del

Hospital de Cartagena, el artículo de Pérez (1897) parece seguir en

todo el esquema adoptado por Prados (1894). Los dos artículos des­

criben la "ciudad" y la "población" "desde el punto de vista higiéni­

co". El modelo usado en ambos llena los siguientes apartados: ubi­

cación geográfica, clima, cementerio, abastecimiento de agua,

alimentación e "índole de sus habitantes", mercado público y ma­

tadero, nosología de la región y su relación con los cambios atmosfé­

ricos, demografía (nacimientos y defunciones) y condiciones de vida

de los pobladores. En los dos, el apartado del agua queda incomple­

to; su preocupación por el agua limpia deja en el olvido el problema

de las aguas sucias que deben evacuarse como factor indispensable

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Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Car tagena / 299

para la conservación de la salubridad urbana23. Opuestos a una for­

ma de limpieza que arroja las inmundicias a la calle, los discursos

higienistas de finales del siglo XKy comienzos del XXparecen acep­

tar el sistema natural de las evacuaciones por medio de la lluvia, y

en todas las viviendas, la construcción de letrinas: esos depósitos se­

cos en los que se pueden arrojar "las aguas sucias procedentes de la

limpieza de ropas, vajillas y el lavado corporal"24.

La necesidad de dar solución a los problemas de insalubridad, que

se agravaban con el crecimiento paulatino de la población —hacinada

dentro de la ciudad amurallada- y con la construcción de un acue­

ducto moderno que no se complementaba con un adecuado siste­

ma de alcantarillado, constituyó la circunstancia que definió la par­

ticipación de la "ciencia sanitaria" como saber técnico-científico en

las instancias reguladoras del orden urbano. Al lado de médicos como

Rafael Calvo, Manuel Pájaro, Manuel R. Pareja, Rafael Pérez, Miguel

A. Lengua, Camilo S. Delgado, etc., la ciudad de Cartagena, en el

cambio de siglo, contó con la presencia e influencia de ingenieros

civiles y sanitarios como J. M. Tobías, Ricardo Arango, Eduardo

Chivas, Pearson, Geo Bunker y Umberto Bozzi, que en distintos

momentos y circunstancias propusieron nuevos puntos de vista,

diferentes a los de los médicos-higienistas.

23 Sólo en 1918 aparece una tímida alusión al asunto en el Tercer Congreso Médico Nacio­nal, que se reunió en Cartagena y consignó en sus Resoluciones y votos la necesidad de or­ganizar el estudio de las aguas minerales en Colombia, pedir al gobierno nacional el cum­plimiento de las leyes referentes al saneamiento de los puertos marítimos y fluviales, especialmente la ejecución de las obras de sanidad en los puertos de Cartagena, Barranquilla y Buenaventura, como por ejemplo la construcción de una estación sanitaria en Cartagena, la pavimentación de calles, el establecimiento de alcantarillas y la fundación de laboratorios para los tres puertos; se solicitaba también hacer las gestiones diplomáticas necesarias para obtener la supresión de la cuarentena a que estaban sometidos los buques que atracaban en los puertos colombianos del Atlántico y del Pacífico (Buenaventura y Tumaco). (Tercer Con­greso Médico Nacional de Colombia. 1918, pp. 42-43). 24 Un ejemplo de esta concepción sobre la higiene urbana se contiene en la reseña biblio­gráfica de Santero (1886: 67-73).

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300 I Alvaro León Casas Orrego

El proceso de construcción del equipamiento urbano moderno

a comienzos del siglo XX requirió la presencia de otro saber, más téc­

nico pero no por eso menos científico, que planteaba una solución

integral a la insalubridad urbana, garantizando circuitos de agua con

suficiente abastecimiento y eficiente evacuación. En el último cam­

bio de siglo, el médico ya no es la única autoridad en los asuntos de

regulación de la vida urbana, y las obras que exigen al ingeniero y lo

involucran en la salubridad pública producen una clara distinción

entre la "higiene" y la "ciencia sanitaria". De esta manera, el médi­

co halla nuevos interlocutores, pero al mismo tiempo su autoridad

científica, en materia del abastecimiento de agua potable, se ve des­

plazada por la del ingeniero, quien se ocupará en adelante de la cons­

trucción de los acueductos y particularmente de los alcantarillados.

La entrada en escena de este nuevo personaje sugiere la compren­

sión de la necesidad de las evacuaciones, como complemento im­

prescindible de los circuitos urbanos del agua. La gran novedad de

los circuitos del agua, en la Cartagena de comienzos del siglo XX, con­

sistió pues en involucrar un nuevo saber que se agregaba a las re­

flexiones médicas sobre el agua de finales del siglo XKy su relación

con la higiene de las ciudades: el saber del ingeniero.

El ingeniero y la ciencia sanitaria

En un texto del ingeniero civil Ricardo M. Arango (1903: 189-193),

redactado en Panamá en 1903, aparecen las medidas que deberían

adoptarse "para el mejoramiento del estado sanitario de la ciudad".

Su publicación oficial en Cartagena constituyó la difusión por pri­

mera vez de un nuevo tipo de saber científico-técnico, aplicable al

saneamiento urbano. Dice el ingeniero Arango:

La higiene es la conservación de la salud individual confor­

me a las indicaciones del médico. La ciencia sanitaria, más am­

plia que aquélla, tiene por objeto primordial la preservación y

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Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Cartagena I 301

protección de la salud de la comunidad, mediante la acción com­

binada del médico, del ingeniero y de las autoridades civiles [...].

Comprende además "todos los principios y todos los métodos

que tienden al mejoramiento de la salud de los asociados y a contra­

rrestar el desarrollo de gérmenes genitores de enfermedades"25.

Desde el punto de vista del ingeniero sanitario, la higiene es domi­

nio del médico y es sólo una parte de la ciencia sanitaria. En la com­

petencia de saberes, es aquí el ingeniero quien reclama para sí la au­

toridad científica en la higienización de la ciudad.

No hay gran dificultad en evidenciar los motivos de la publica­

ción oficial del informe de Arango en la ciudad de Cartagena: sus

recomendaciones para Panamá podían aplicarse casi todas en esta

otra ciudad, pues ninguna de las dos poseía en ese momento "siste­

ma de distribución de aguas"; además, en 1903, Cartagena sufría una

terrible escasez de agua, aumentada por la presencia de tropas na­

cionales y por la especulación comercial con el costoso líquido. A raíz

de la grave situación, el gobernador del departamento de Bolívar

expidió un decreto26 en el que se restringía el uso del agua de "los

aljibes pertenecientes al Gobierno" o "aljibes públicos", para "con­

sumo de las tropas acantonadas en esta ciudad y para las personas

enteramente pobres"; creaba el empleo de "celador de aljibes pú­

blicos", entre cuyas funciones se contaban la de asearlos por dentro y

en sus canales, procurarles puertas y vigilar que se mantuvieran ce­

rradas. El uso del agua limpia era un privilegio en la Cartagena de fi-

25 El informe del ingeniero Ricardo M. Arango, presentado en cumplimiento de un decre­to gubernamental expedido por el jefe civil y militar del departamento de Panamá, com­prende tres amplios capítulos: el primero, dedicado a los abastecimientos municipales de agua; el segundo, destinado a tratar el problema de la colección y disposición de los desper­dicios, y el tercero, al tema de la protección de la salud (1903: 189). 26 Gobernación del departamento de Bolívar, Decreto N° 523 del 24 de julio de 1903, Re­gistro de Bolívar, N° 2161, Cartagena, 30 de julio, 1903, p. 257.

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302 / Alvaro León Casas Orrego

nales del siglo XKy comienzos del siglo XX, pues había que comprarla

y los aljibes públicos, por su mal estado, constituían un verdadero pe­

ligro para la salud. La salud era, pues, otro privilegio de las gentes pu­

dientes. Nada diferente de la situación del puerto colombiano en el

Pacífico, donde el dinamismo comercial y las obras de construcción

del canal interoceánico hacían aún más grave la falta de agua.

Otro rasgo común entre las ciudades de Cartagena y Panamá era

la carencia de los elementos más necesarios y sobre todo del con­

trol de los mismos para garantizar la salud de la comunidad. "Agua

abundante y de buena calidad, factor indispensable para mejorar la

salubridad pública" constituía la divisa del ingeniero civil Ricardo

M. Arango (1903:189).

También llama la atención en Arango la clasificación de las aguas

aptas para consumo humano (aguas lluvias, aguas subterráneas, po­

zos y fuentes) y los medios pasterianos de purificación, considerados

por el autor como el más importante objetivo de todo sistema de lim­

pieza del agua, debido al peligro que las bacterias representan en la

transmisión de enfermedades infecciosas. Hay aquí un cambio res­

pecto a la higiene del siglo XK que atacaba los depósitos de aguas

estancadas, sin tener en cuenta este nuevo peligro de lo invisible,

puesto en evidencia por el químico Louis Pasteur y sus seguidores

médicos.

Con Arango, estamos ante el caso de un ingeniero pasteriano por

la doctrina y por la técnica: entre los sistemas de filtros domésticos

que recomienda, se cuenta el inventado por Chamberland27, el exi­

toso alumno de Pasteur que ideó filtros para el agua y para el labora­

torio y aparatos de esterilización como el autoclave.

La importancia del informe del ingeniero Arango consiste en que

va más allá de las preocupaciones, que en cierto modo compartía con

27 Entre los diferentes filtros destinados al uso doméstico, Arango recomienda el conocido con el nombre de "Pasteur Chamberland y Berkefeld" para contribuir a la purificación de las aguas (Arango, 1903:190).

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Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 303

los higienistas, sobre los abastecimientos municipales y la higiene del

agua. Para la ciencia sanitaria, la "colección y disposición de desper­

dicios" constituyen también factores indispensables de la sanidad

urbana, que distingue entre desechos sólidos y líquidos, y la "protec­

ción de la salud" en la vida colectiva de las ciudades, saber que se ocupa

de la "reglamentación de las construcciones de edificios, las desin­

fecciones, las vacunas, los baños públicos, las lavanderías y los lava­

deros" (Arango, 1903: 191).

Arango advierte que "los desperdicios humanos son perjudicia­

les para la salud" y distingue dos clases entre los desperdicios lí­

quidos: las llamadas "aguas de albañal", que son las "infectadas por

el jabón, por materias vegetales y animales, orines y materias feca­

les", y los "residuos de cocina". Desde el punto de vista de la cien­

cia sanitaria, el ingeniero deja establecido que

[...] cualquier sistema que se adopte para la remoción y dis­

posición de estos desperdicios deberá obedecer a las reglas sani­

tarias que exigen: Io) que las aguas de albañal sean conducidas

de la manera más rápida al punto escogido para su tratamiento

final, y 2°) que su disposición sea tal que queden incapacitadas

para hacer daño al hombre. Sin duda alguna el sistema que me­

jor llena estas condiciones es el conocido con el nombre de cloa­

cas. Es esencial al funcionamiento regular de éste, una red de

cañería y una abundante cantidad de agua que por gravedad con­

duzcan con toda rapidez las aguas de albañal (y los residuos de

cocina) al lugar donde deben recibir el tratamiento final. Sin agua

no debe existir un sistema de cloacas, desde luego que la base

sobre que descansa es agua y agua en abundancia. Toda separa­

ción de este principio es un error que trae graves consecuencias

para la comunidad, porque las cloacas quedan convertidas así en

focos inmundos de infección peligrosa para la salud pública, y las

autoridades municipales, sin dicho elemento, carecen de medios

de control indispensables sobre las aguas de los amáñales que en

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306 I Alvaro León Casas Orrego

Nacional en Cartagena, el Dr. Manuel Pájaro28 sostuvo que Cartagena

podía ser considerada como una ciudad y un puerto higiénicos, pues

tenía desde la época colonial una distribución suficiente de aguas para

consumo y una evacuación eficiente de las aguas usadas, que se man­

tuvo hasta la segunda mitad del siglo XK, época en que, debido al

aumento de la población y a la expansión urbana, se comenzó la des­

trucción de parte de las murallas y de las obras de evacuación que

habían sido construidas por los españoles:

Construyeron los colonizadores grandes cisternas públicas en

las murallas y castillos de la histórica ciudad para el servicio espe­

cial del ejército. En gran número de casas existen también aljibes

más o menos capaces, que recogen las aguas de lluvia que se con­

servan más o menos bien aireadas y bajo la influencia depuradora

del calor solar directo o reflejo. Hay además en cada casa, grande o

pequeña, uno, dos o tres pozos de agua procedente de excavaciones

y filtraciones. Todo esto según un antiguo sistema español, que ha

prestado y presta a la población incalculables beneficios en el ramo

de aguas. Las de aljibe se han considerado potables, y en este con-

2S El doctor Manuel H. Pájaro (1855-1943) fue un afamado médico cartagenero. Cuando inició los estudios profesionales de medicina en 1875 tuvo como sus profesores a los médi­cos Rafael Calvo, José Manuel Vega y Manuel D. Montenegro. Luego de recibir su diploma en Medicina y Cirugía, es nombrado como profesor en ia Escuela de Medicina de Cartagena. Fue miembro fundador de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar y de la Academia de Historia. Ocupó una curul en el Concejo de Cartagena y presidió el mismo desde 1888 hasta 1891. También fue diputado a la Asamblea del estado soberano de Bolívar desde 1884, y le correspondió presidir la misma corporación cuando ésta tenía carácter departamental en 1903. En 1904 fue elegido representante primer suplente del Congreso de la República. En 1910 el ejecutivo nacional lo nombró director general de Instrucción Pública del departamento de Bolívar, desde donde, entre otras iniciativas, ideó la de dar el nombre permanente de Universidad de Cartagena al antiguo Colegio del Estado. Ocupó la presidencia honoraria del Tercer Congreso Médico Nacional celebrado en Cartagena en 1918, evento en el que se destacó por su intervención en la defensa de las condiciones sanitarias del puerto, evidenciando una postura más política que científica. El Porvenir, N° 6.063, Cartagena, agosto 14 de 1918, p. 2.

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Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 303

los higienistas, sobre los abastecimientos municipales y la higiene del

agua. Para la ciencia sanitaria, la "colección y disposición de desper­

dicios" constituyen también factores indispensables de la sanidad

urbana, que distingue entre desechos sólidos y líquidos, y la "protec­

ción de la salud" en la vida colectiva de las ciudades, saber que se ocupa

de la "reglamentación de las construcciones de edificios, las desin­

fecciones, las vacunas, los baños públicos, las lavanderías y los lava­

deros" (Arango, 1903: 191).

Arango advierte que "los desperdicios humanos son perjudicia­

les para la salud" y distingue dos clases entre los desperdicios lí­

quidos: las llamadas "aguas de albañal", que son las "infectadas por

el jabón, por materias vegetales y animales, orines y materias feca­

les", y los "residuos de cocina". Desde el punto de vista de la cien­

cia sanitaria, el ingeniero deja establecido que

[...] cualquier sistema que se adopte para la remoción y dis­

posición de estos desperdicios deberá obedecer a las reglas sani­

tarias que exigen: Io) que las aguas de albañal sean conducidas

de la manera más rápida al punto escogido para su tratamiento

final, y 2°) que su disposición sea tal que queden incapacitadas

para hacer daño al hombre. Sin duda alguna el sistema que me­

jor llena estas condiciones es el conocido con el nombre de cloa­

cas. Es esencial al funcionamiento regular de éste, una red de

cañería y una abundante cantidad de agua que por gravedad con­

duzcan con toda rapidez las aguas de albañal (y los residuos de

cocina) al lugar donde deben recibir el tratamiento final. Sin agua

no debe existir un sistema de cloacas, desde luego que la base

sobre que descansa es agua y agua en abundancia. Toda separa­

ción de este principio es un error que trae graves consecuencias

para la comunidad, porque las cloacas quedan convertidas así en

focos inmundos de infección peligrosa para la salud pública, y las

autoridades municipales, sin dicho elemento, carecen de medios

de control indispensables sobre las aguas de los albañales que en

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304 / Alvaro León Casas Orrego

estado pútrido contaminan el suelo, las aguas subterráneas y el

aire (Arango, 1903: 192).

Sin embargo el ingeniero Arango, al reconocer las dificultades

que algunas ciudades tienen para lograr un abundante y constante

abastecimiento de agua, proponía un "sistema de disposición de des­

perdicios domésticos" que consistía en "dotar a la población de

cubos de metal de convenientes dimensiones para la facilidad de su

remoción periódica". Los desperdicios se depositarían sobre una ba­

se de arcilla pulverizada en el interior de los recipientes y una ca­

rreta del municipio los recogería cada dos o tres días, "en atención

a nuestras condiciones climatológicas", remplazándolos por otros

limpios (Arango, 1903: 192). En 1903 éste era un sistema adaptable

a ciudades sin agua como Panamá y Cartagena.

Ésta era la primera vez que se daba a conocer en Cartagena un

discurso teórico coherente con exposición de los conceptos de la

"ciencia sanitaria" aplicables a ciudades puerto con graves proble­

mas de insalubridad y falta de agua. Con la publicación del informe

del ingeniero Ricardo Arango en el Registro de Bolívar en 1903, el

conocimiento sobre la necesidad de las alcantarillas como comple­

mento para cerrar los circuitos del agua quedaba constituido públi­

camente en Cartagena.

Dos años más tarde, en mayo de 1905, la Revista Médica de Bo­

gotá, bastante conocida por los médicos de Cartagena, publicó un

artículo del ingeniero civil cubano Eduardo J. Chivas, quien, recor­

dando un precepto hipocrático -"la vida saludable exige al hombre

aire puro para respirar, agua pura para beber y suelo puro donde vi­

vir"-, explicaba la necesidad de

[...] evitar que se vicie la atmósfera y establecer una buena

ventilación en las habitaciones;... impedir que se infecten los arro­

yos o los depósitos de donde tomamos el agua, y... establecer un

buen sistema de drenaje en los lugares húmedos y evitar que se

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Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena / 305

formen pozos de aguas estancadas donde las materias orgánicas

que contengan puedan entrar en estado de putrefacción e infec­

tar la atmósfera y el suelo (Chivas, 1905: 307-308).

La ciencia sanitaria había hecho su presentación en sociedad, y

para ello utilizaba justamente los eventos y publicaciones médicas

o las publicaciones oficiales, y sin embargo, en una ciudad como

Cartagena, cuyo saneamiento interesaba a toda la nación, por tra­

tarse de uno de sus más importantes puertos marítimos, el discur­

so de los ingenieros apenas si tendrá algún eco a mediados de la dé­

cada de 1920.

Se supone que, por lo menos desde esta fecha, las autoridades

civiles de Cartagena, el Ministerio de Obras Públicas y el cuerpo

médico de la ciudad debían comprender que era imposible el sanea­

miento de las poblaciones sin tener en cuenta los tres factores ex­

puestos por el ingeniero Arango: garantía de un abastecimiento con­

tinuo de agua limpia, construcción de una red de cloacas para las

evacuaciones y reglamentación de la higiene pública para protección

de la salud de los habitantes o, en su defecto, obligarse a la utiliza­

ción de ese "sistema de disposición de desperdicios domésticos".

Sin embargo, en Cartagena no existió un proyecto específico para

dotar a la ciudad de un sistema de cloacas o cualquiera otra alterna­

tiva para la colección y disposición de las excretas. Durante todo el

periodo de nuestro estudio (1880-1930), observamos una ciudad con

estancamientos de agua, amontonamientos pútridos, basuras, pol­

vo, lodo y mosquitos, factores insalubres todos éstos, causantes de

permanentes endemias que azotaban la ciudad.

E l médico, el político

En 1918, en una intervención tendiente a desvirtuar la imagen insa­

lubre de Cartagena ante las naciones con las que Colombia sostenía

relaciones comerciales, en el marco del Tercer Congreso Médico

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306 ¡Alvaro León Casas Orrego

Nacional en Cartagena, el Dr. Manuel Pájaro28 sostuvo que Cartagena

podía ser considerada como una ciudad y un puerto higiénicos, pues

tenía desde la época colonial una distribución suficiente de aguas para

consumo y una evacuación eficiente de las aguas usadas, que se man­

tuvo hasta la segunda mitad del siglo XK, época en que, debido al

aumento de la población y a la expansión urbana, se comenzó la des­

trucción de parte de las murallas y de las obras de evacuación que

habían sido construidas por los españoles:

Construyeron los colonizadores grandes cisternas públicas en

las murallas y castillos de la histórica ciudad para el servicio espe­

cial del ejército. En gran número de casas existen también aljibes

más o menos capaces, que recogen las aguas de lluvia que se con­

servan más o menos bien aireadas y bajo la influencia depuradora

del calor solar directo o reflejo. Hay además en cada casa, grande o

pequeña, uno, dos o tres pozos de agua procedente de excavaciones

y filtraciones. Todo esto según un antiguo sistema español, que ha

prestado y presta a la población incalculables beneficios en el ramo

de aguas. Las de aljibe se han considerado potables, y en este con-

28 El doctor Manuel H. Pájaro (1855-1943) fue un afamado médico cartagenero. Cuando inició los estudios profesionales de medicina en 1875 tuvo como sus profesores a los médi­cos Rafael Calvo, José Manuel Vega y Manuel D. Montenegro. Luego de recibir su diploma en Medicina y Cirugía, es nombrado como profesor en la Escuela de Medicina de Cartagena. Fue miembro fundador de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar y de la Academia de Historia. Ocupó una curul en el Concejo de Cartagena y presidió el mismo desde 1888 hasta 1891. También fue diputado a la Asamblea del estado soberano de Bolívar desde 1884, y le correspondió presidir la misma corporación cuando ésta tenía carácter departamental en 1903. En 1904 fue elegido representante primer suplente del Congreso de la República. En 1910 el ejecutivo nacional lo nombró director general de Instrucción Pública del departamento de Bolívar, desde donde, entre otras iniciativas, ideó la de dar el nombre permanente de Universidad de Cartagena al antiguo Colegio del Estado. Ocupó la presidencia honoraria del Tercer Congreso Médico Nacional celebrado en Cartagena en 1918, evento en el que se destacó por su intervención en la defensa de las condiciones sanitarias del puerto, evidenciando una postura más política que científica. El Porvenir, N° 6.063, Cartagena, agosto 14 de 1918, p. 2.

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Los circuitos del agua y la higiene u rbana en Car tagena I 307

n cepto se las ha venido usando sin graves reparos de la higiene y

n sin daño apreciable para la salubridad pública (Pájaro, 1919: 170).

a

c Era evidente que el doctor Pájaro no diferenciaba entre las solucio-

d nes que los países europeos daban a los problemas de higiene urba-

s na en sus colonias y los proyectos para sus propias ciudades. Gra-

c cias a un reciente estudio sobre el agua en el siglo XVIII (Calatrava,

li 1995: 193-196), conocemos una muy interesante reflexión sobre la

estrecha relación histórica de las ciudades con el agua como un "pro-

í blema urbanístico en su triple vertiente del abastecimiento, el sa-

lizad neamiento y el ornato", en el que se puede apreciar que la preocu-

las d pación en la España de Carlos III por el ordenamiento de las ciudades

la de produjo iniciativas para la construcción de acueductos y sistemas de

tagei evacuación que se copiaban de Francia29 y que superaban en tecno-

dad ( logia y eficiencia a los sistemas de aguas y evacuación construidos

COS.J en los puertos americanos en aquella centuria.

de Vi Para este año de 1918, no sería extraño encontrar un diálogo en-

ro el tre dos maneras diferentes de plantear soluciones a la higiene pú-

Cau blica, la del médico y la del ingeniero. Sin embargo, en el Tercer

aire Congreso Médico Nacional, Manuel Pájaro exalta las ventajas de las

25). ciudades construidas a la orilla del mar, afirmando que, por tanto,

pueden utilizar una abundante provisión de agua de mar, que es "an-

E l d tiséptica poderosa", como complementaria del agua lluvia recogida

en cisternas. Ni las cisternas ni esa expresión sobre el agua de mar

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civil 29 Uno de los más conocidos proyectos realizados en España durante el reinado de Carlos J i III fue la "nueva traída de aguas a Pamplona mediante la realización del acueducto de Noaín".

A esta obra se le dio tanta importancia que en ella intervinieron sucesivamente los dos ar-" ' quitectos más importantes del siglo XVIII en España, Juan de Villanueva en 1776 y Ventura el ir Rodríguez en 1782. En materia de evacuaciones, concretamente en Madrid, desde 1761 se

dictaron normas para el empedrado de las calles, y el arquitecto Francisco Sabatini "dictó una serie de instrucciones bastante detalladas que preveían la construcción de conductos para evacuar, separadamente, las aguas pluviales, las de cocina 'y otras menores de limpie­za' y las fecales" (Calatrava, 1995: 194).

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310 I Alvaro León Casas Orrego

donde no había acueducto ni sistema de purificación de aguas, pre­

cisamente por falta de recursos. Según el ingeniero Arango, desde

el punto de vista pasteriano, las aguas lluvias, por su composición

de polvos, carbón y materias orgánicas acompañadas de bacterias,

no son "dignas de desconfianza". Esta advertencia la hace con el pro­

pósito de que se tomen precauciones en los sistemas de abasteci­

miento de la ciudad, para evitar los peligros de una contaminación

que sería vehículo de un sinnúmero de enfermedades. El predomi­

nio de una opción política en un médico higienista como el doctor

Manuel Pájaro lo colocaba en 1918 en la posición de defender el

ineficaz y peligroso sistema de aguas de Cartagena, para mostrar,

ante las naciones del Caribe y los Estados Unidos, la imagen de un

puerto sano, ignorando así el detallado estudio del ingeniero Arango,

quien había denunciado en 1903 las condiciones de insalubridad de

las ciudades que debían abastecerse de las sospechosas aguas llu­

vias y de pozo. El seguimiento del sistema de recolección de las aguas

lluvias hecho por Arango (1903: 189) describe con detalle los facto­

res de la contaminación31.

Por otra parte, la débil presencia de los ingenieros en la toma de

decisiones de la administración de la ciudad se debía a que las au­

toridades civiles (los gobiernos departamental y municipal), ante la

poderosa presencia de un cuerpo médico organizado en la Sociedad

de Medicina y Ciencias Naturales de Bolívar, no los tenían en cuen­

ta como cuerpo consultivo en la búsqueda de una solución sanitaria

urbana. Por esta razón, todos los trabajos de construcción del acue-

31 "... los techos de las casas que forman el área de recolección de las aguas que van a es­tanques y aljibes... recogen gran cantidad de polvo que el viento levanta de las calles, y es bien sabido que el polvo es uno de los mejores conductores de infinidades de bacterias patogénicas; además... nuestros techos son rendez vous de los gallinazos, que el alimento principal de estos animales constituyen cuerpos en putrefacción; que los instintos glotones de estas aves los llevan a repletarse de modo tal que les provocan contracciones de regurgitación y entonces riegan los techos con ese alimento que no pueden contener en el estómago;... las aguas arrastran luego estas inmundicias lo mismo que los excrementos de

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Los circuitos del agua y la higiene u rbana en Cartagena / 311

ducto para Cartagena se hicieron sin que las compañías de ingenie­

ros extranjeros que tuvieron presencia en la ciudad se comprome­

tieran a realizarlo con todas las especificaciones modernas.

Condiciones higiénicas de Cartagena: aguas estancadas y mosquitos

El sistema de aguas de Cartagena a comienzos del siglo XX conti­

nuó siendo mayoritariamente el de aguas estancadas en aljibes o

pozos, que con el crecimiento de la población se hacía cada vez más

insuficiente, pero además constituía un verdadero peligro para la

salud pública por la gran cantidad de mosquitos que en ellos se de­

sarrollaban.

La atención de las autoridades sanitarias se orientó, en este sen­

tido, hacia la vigilancia del agua. Con este objetivo, la junta departa­

mental de higiene ordenó en 1908 cerrar con tela de alambre los al­

jibes, los tanques y demás depósitos de agua, porque estando al

descubierto se convertían en "criaderos de mosquitos". La policía

sanitaria fue encargada de recorrer todas las calles de la ciudad im­

pidiendo que las personas derramaran agua, formando charcos que

favorecían la reproducción de dichos mosquitos. El gobierno nacio­

nal comenzó a estudiar el problema de la pavimentación y alcantari­

llado de la ciudad para evitar la gravedad de los males provenientes

de la multiplicación de los insectos. Esa vigilancia de las aguas es­

tancadas es una nueva práctica de higiene que, aunada a la de la des­

trucción de los reservorios de dichos animales, constituía la nueva

prescripción profiláctica predicada por los médicos especializados

en los estudios de patología tropical. La medicina tropical y la

entomología médica habían cambiado el panorama de la higiene

como práctica y como saber, pues las investigaciones y las medidas

aquellas aves y de otros animales, para depositarlos en los estanques donde el agua impro­piamente aireada se convierte en caldo de cultivo para el microbio de un sinnúmero de en­fermedades como la tifoidea, la malaria, etc.".

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312 ¡Alvaro León Casas Orrego

sanitarias se habían enfocado desde 1899 en el mundo hacia la perse­

cución de los llamados vectores de las enfermedades tropicales, tan­

to las endémicas como las epidémicas. Y este movimiento revolucio­

nario de la medicina a nivel mundial no era extraño en una ciudad

como Cartagena, donde desde 1911 el doctor Miguel Antonio Len­

gua había propuesto la idea de anexar a la Escuela de Medicina una

de "Medicina Tropical"32, inspirada en modelos suramericanos, pro­

bablemente el de la Escuela Tropicalista Bahiana de Medicina que

funcionó entre 1869 y 1890; y las demandas sanitarias de los países

colonialistas europeos (Peard, 1996: 31-52), alentadas desde el Insti­

tuto de Medicina Colonial de París y la Escuela Londinense de Hi­

giene y Medicina Tropical33.

Sin embargo, la lucha contra el mosquito aparece tímidamente

en la Cartagena de comienzos de siglo como iniciativa de las autori­

dades locales y nacionales. Sanear la ciudad consistirá ahora tam­

bién en evitar que los mosquitos tengan criaderos en las aguas es­

tancadas. Esto convierte a los aljibes privados y públicos en los

lugares más sospechosos y, por ende, los más perseguidos. Esta per­

secución creó conflictos entre los particulares y los agentes de la

policía sanitaria, que eran acusados de atacar la propiedad privada e

intentar, a la fuerza, dejar sin agua al pueblo.

Mientras eso sucedía entre las instancias encargadas de velar por

los intereses públicos -según las críticas publicadas en la prensa lo­

cal-, la compañía del acueducto, la Cartagena Water Works, "sin re­

comendarse a nadie, abre llaves de agua públicas y privadas". En

efecto, "de manera intempestiva, y cuando menos se espera, se lle-

32 AHC El Porvenir, N° 3.893, Cartagena 9 de marzo de 1911. Sobre la Escuela de Medici­na Tropical, A. Casas y J. Márquez, "Medicina regional, medicina nacional y medicina tro­pical en Cartagena en el cambio de siglo". XCongreso de Historia de Colombia, Medellín, agosto de 1997. 33 Sobre médicos colombianos que se especializaron en Europa en patología tropical, cf. Abel, 1996: 39-40.

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Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Car tagena / 313

nan las calles de agua", actuando abiertamente en contra de las ele­

mentales medidas profilácticas, mostrando un "menosprecio noto­

rio por la salubridad, por la higiene, por las leyes y por las ciencias".

Como consecuencia de esto, los charcos y los mosquitos se convir­

tieron en una constante causa de enfermedad, incluso en los meses

de verano. "La presión del agua del acueducto era tan fuerte", se­

gún dice Daniel Lemaitre en sus "Corralitos de Piedra", "que las

tuberías se reventaban, y la compañía administradora del acueduc­

to aconsejaba dejar las plumas abiertas por la noche donde fuera

posible, por cuyo servicio nada se cobraba..." (Lemaitre, 1983: 470).

En estas circunstancias, el saneamiento de la ciudad -decía un co-

lumnista de E l Porvenir- "resulta tela de Penélope en que el Go­

bierno teje y la Compañía del Acueducto deshace el fruto de la la­

bor". Los casos de fiebres palustres aumentaron considerablemente

por aquellos años, y crecieron los temores por la epidemia de fiebre

amarilla34.

En 1909, el director de sanidad municipal, doctor Antonio Mer-

lano, considerando que "es verdad científica indiscutible que los

mosquitos son agentes vectores de varias enfermedades, como el pa­

ludismo, la fiebre amarilla, etc." y

[...] que en esta ciudad existen muchos pozos y depósitos de

agua estancada que son criaderos de mosquitos, que el agua de

pozos no es potable, y por lo tanto es a todas luces inconveniente

para la salud, pues están en directa comunicación con los excusa-

34 En 1908, en El Porvenir se ventilaba que uno de los problemas más sentidos de la ciu­dad de Cartagena era la extirpación de los mosquitos, que se identificaban como el medio con que la ciencia reconocía la transmisión de algunas enfermedades como "la malaria, la fiebre amarilla y quién sabe cuántas más". En el mismo año, un columnista de ese mismo periódico se pronuncia sobre la Compañía del Acueducto: " i Por qué se permite a la compa­ñía [...] que encharque las calles? [...] ¿Qué ha hecho la policía a este respecto? [...] ¿Por qué no cumplen estas compañías los reglamentos de sanidad?", AHC, El Porvenir, Cartagena, junio 4, 1908.

Page 72: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

314 I Alvaro León Casas Orrego

dos y reciben infiltraciones subterráneas, define como la tarea fun­

damental de la salubridad pública, la lucha contra el mosquito33.

En este sentido, el Io de septiembre de ese mismo año, el go­

bernador José María de la Vega expidió una resolución mediante la

cual se dispuso que la dirección de sanidad procediera al cierre de

los pozos públicos y privados, y a desecar por los métodos conoci­

dos (rellenos, etc.) los lugares de la ciudad donde existieran aguas

estancadas. Se aprobaba el "petrolaje de las aguas", o la utilización

de cualquier otra sustancia que hiciese posible la asfixia de las ba­

suras donde la medida del cierre no fuera aplicable. La medida obli­

gaba a los individuos poseedores de aljibe o tanque a mantenerlo ce­

rrado, cuando no se estuviera haciendo de ellos uso inmediato, por

una puerta de alambre de cobre, labor que sería inspeccionada di­

rectamente por la dirección de sanidad, que quedaba autorizada para

imponer multas de $5 a $50 pesos oro, en caso de oposición o in­

cumplimiento36.

Pero estos intentos de la dirección de sanidad para cegar los po­

zos de la ciudad no pudieron ejecutarse, pues con las deficiencias

del acueducto de Matute, en 1909, los pozos y aljibes representaban

la única fuente para la mayoría de los pobladores de bajos recursos.

La resistencia justificada de la población no permitió clausurar po­

zos, cisternas o aljibes y además la gente no tenía recursos para ga­

rantizar rejillas antimosquitos en sus fuentes de agua. En este sen­

tido, fueron notorias las gestiones hechas por el general D. Eloy Porto

para mantener el servicio de agua tradicional de la ciudad hasta que

se garantizara el eficiente funcionamiento del acueducto.

Sin embargo, la defensa de los pozos era apenas una parte del

saneamiento que debía realizarse en la ciudad. La dirección de sa­

nidad procedió a la desinfección de las alcantarillas y a adoptar otras

AHC, El Porvenir, Cartagena, septiembre 4, 1909. Ibid.

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Los circuitos de l agua y la higiene u r b a n a en Car tagena I 315

medidas que contribuyeran a erradicar aquellos "terribles focos de

infección"37.

Otras medidas complementarias de gran importancia se adopta­

ron por parte de la dirección de sanidad. El doctor Merlano anunció a

través de la prensa que los expendedores de agua estaban bajo vigi­

lancia de la sanidad y que se hallaban obligados a lavar semanalmente

los depósitos de agua, interior y exteriormente, en presencia de un

empleado de esa oficina. Se prohibió vender "agua impotable" como

la de los pozos, y sólo era permitido su uso para el lavado de ropa. Tam­

bién fueron reglamentados los excusados: éstos debían construirse

por el sistema de pozos sépticos, de conformidad con el diseño, pla­

no y dimensiones que determinara el ingeniero municipal38.

El agua urbana, entre la caridad y el privilegio

La precariedad del abastecimiento de agua en la ciudad de Cartagena

constituyó no sólo un factor de insalubridad urbana, sino que ade­

más fue un elemento de diferenciación social. Entre finales del si­

glo XKy las primeras décadas del XX, las tres empresas que se com­

prometieron a suministrar agua potable a la creciente población

cumplieron sólo parcialmente con su deber, pues como se eviden­

cia en toda la documentación científica y comercial revisada, ade­

más de que no incluían en los contratos la construcción simultánea

de un sistema de alcantarillado, que garantizara cerrar los circuitos

del agua, no superaron las dificultades que presentaban las fuentes

y por consiguiente el acueducto llegaba solamente a los domicilios

de las familias que podían pagarlo. En este sentido, se entiende que

el sistema de aguas en Cartagena no constituyó en esa época un "servi­

cio público", sino un privilegio de los ricos. Los pobres de la ciudad,

por su parte, dependían del agua de aljibe que se vendía en las calles o

37 AHC, El Porvenir, Cartagena, septiembre 11, 1909. 38 AHC, Acuerdos, Acuerdo 20 de 28 de marzo, 1919.

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316 I Alvaro León Casas Orrego

de las fuentes públicas que se dejaban abiertas en ciertos lugares. En

las épocas de crisis, calmar su sed dependía de la caridad de los miem­

bros de la élite y de los empresarios que regalaban el líquido a los po­

bres de solemnidad.

El año 1915 presenta una particular preocupación de las autori­

dades civiles, las autoridades sanitarias, médicos e ingenieros, por

solucionar los graves problemas que en materia de salubridad man­

tenían azotada a la población con permanentes epidemias y fuertes

endemias. No en vano, la alarma sobre la epidemia de "peste bubónica"

que se había presentado durante los años anteriores de 1913 y 1914,

y que en el mejor de los casos se admitía como una fuerte afección

neumónica, o "peste neumónica", había servido de advertencia a

todos sobre los peligros y consecuencias de que se presentara real­

mente una epidemia que impidiera la apertura del puerto y la libe­

ración de las cuarentenas. Tal vez por eso, en 1915 se comienza a

reconocer como el problema fundamental en la higiene de la ciu­

dad, además de la falta de agua potable, la falta de un sistema de

cloacas. Los acueductos que se habían contratado y construido en

1892 con la compañía de Russell y en 1905 con Ford -la misma que

en 1915 "administraba" la Cartagena (Colombia) Water Work-no

habían alcanzado a superar la falta de fuentes de agua para el acue­

ducto de la ciudad. Ya en ese año se discutía la solución de traer agua

desde el río Magdalena o desde el canal del Dique, mediante unos

canales que empataran con las aguas de Turbaco. Es en este mo­

mento cuando comienzan a tener presencia las observaciones de los

ingenieros que se contrataban para que emitieran conceptos sobre

la viabilidad de las propuestas. Sin embargo, el problema del abas­

tecimiento de agua potable domiciliaria en Cartagena debió espe­

rar hasta más allá de la década de 1930 para consolidar lo que serían

la empresas públicas de Cartagena.

Aunque en 1915 el acueducto que construyera James Ford fun­

cionaba administrado por la compañía inglesa, éste no constituía un

servicio público, sino que se había convertido en un privilegio para

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Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena / 317

las pocas personas adineradas que podían pagarlo, y en instrumen­

to de poder con el que se ejercía la caridad pública organizada por

la comisión sanitaria municipal como un acto de beneficencia que

debía agradecerse públicamente.

La cadena de distribución de las fichas que daban derecho a los

pobres a tomar las cantidades de agua asignadas funcionaba de modo

paralelo a otras formas de asistencia alimentaria como la de la leche

y, desde luego, se hacía de ello un acto digno de toda la publicidad

que resaltara las virtudes cristianas de los miembros particulares de

la junta sanitaria municipal. El 28 de mayo de 1915, por ejemplo, la

dirección de sanidad anunciaba enElPorvenir que, en todos los lu­

gares donde se repartía gratis la leche a los pobres, se habían depo­

sitado las fichas que daban derecho a los necesitados a sacar gratui­

tamente el agua del gran tanque de la Estación del Ferrocarril.

Para el 5 de junio, la campaña "filantrópica" había dado muy

buenos resultados. En las páginas de El Porvenir de ese día, se pre­

sentaba el siguiente reporte:

Distinguidísimas damas de refinada cultura no han esquiva­

do ir de puerta en puerta solicitando una limosna destinada al so­

corro de los desvalidos; el comercio ha concurrido con su óbolo al

mismo caritativo fin, la Compañía del Ferrocarril se ofreció para

traer agua del Magdalena para regalar a los necesitados; la empresa

del acueducto regala a los mismos dos mil quinientos galones

diarios, los médicos contribuyen con sus conocimientos a hacer

menos dura la suerte de los infelices, y todas aquellas personas a

quienes de uno u otro modo se les ha pedido su concurso, lo han

prestado voluntaria y decididamente. Esto habla muy en alto de

los magnánimos sentimientos de la sociedad Cartagena y es un

timbre de orgullo más para esta ciudad por mil títulos notable.

En el proceso de transformación urbana, el acceso a un sistema

de agua y alcantarillado u otro sistema de evacuación de los detritus

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318 I Alvaro León Casas Orrego

era limitado para la mayoría de la población, que vivía en medio de

la más absoluta falta de condiciones higiénicas. Las descripciones

de las viviendas de pobres son buen testimonio del acceso a la hi­

giene como privilegio de las clases acomodadas. En la habitación de

la clase pobre,

[...] combatida por la miseria fisiológica [...], habitaciones que

apenas merecen el nombre de tales, [...] verdaderas zahúrdas en

donde a veces ni siquiera existen letrinas, ni hay desagües, ni pi­

sos, ni ventilación, ni nada [...] lugares donde hasta las enferme­

dades más benignas se agravan39.

Lo que los médicos e ingenieros recomendaban como "vivien­

das higiénicas" con letrinas y desagües, en una ciudad carente de

sistema de alcantarillado, resultaba prácticamente imposible para

la clase pobre, tal como lo parece ahora.

La solución propuesta en las páginas de E l Porvenir consistía

en una intervención directa de las autoridades de la ciudad, para que

los propietarios de las viviendas las acondicionen, mejorando su hi­

giene, aunque los costos de la inversión al final los paguen los in­

quilinos. El aumento de los alquileres de vivienda se compensaría

con el mejoramiento de la salud de los habitantes.

La ciudad sin agua

La preocupación de las autoridades civiles por resolver con la ac­

ción caritativa la sed de los pobres de la ciudad dejaba al descubier­

to las deficiencias del sistema de aguas que desde la Colonia tenía

Cartagena y que no habían sido superadas por ninguna de las pro­

puestas de acueducto contratadas con las compañías extranjeras.

AHC, El Porvenir, Cartagena, 22 de mayo, 1915, p. 2. "Transformación urbana"

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Los circuitos del agua y la higiene u r b a n a en Cartagena / 319

Todavía en 1921, algunos miembros de la élite cartagenera -que pro­

yectaban una ciudad nueva, sin la estrechez de sus calles coloniales y

el encierro de las murallas, tan "contrarias al progreso" y que se im­

ponían como un rígido obstáculo, incómodo y perjudicial para la acti­

vidad comercial de la ciudad y el puerto40- reclamaban la solución del

abastecimiento de agua como una necesidad imperiosa.

La Cartagena (Colombia) Water Works Ltd. continuaba, aún en

la década de 1920, intentando soluciones diferentes a la propuesta con­

tenida en el contrato del ingeniero Dickin (conectar el área del reser-

vorio a un punto en el río Magdalena). La empresa buscaba aumen­

tar la cantidad de agua, sin atender a su calidad, e insistía en utilizar

las aguas del arroyo de Aguas Vivas.

El agua de Aguas Vivas presentaba un serio peligro para la conta­

minación del acueducto, y en esto hasta el doctor Pájaro, apologista

del servicio de agua de Cartagena, estaba de acuerdo en que el agua

del acueducto procedente del arroyo de Matute no sólo era insuficiente

para la población,

[...] sino que no es del todo potable, mayormente en la época

en que no llueve, y que por lo mismo se reduce su volumen y se

precipitan en mayor cantidad los elementos calcáreos insolubles

en que abundan dichas aguas (Pájaro, 1919: 172).

Con esta consideración, Pájaro propone la filtración41; aunque,

frente a la propuesta de cambio de fuente, insiste en señalar las bon­

dades del agua lluvia recogida y conservada en tanques de hierro como

el agua ideal para el consumo doméstico en Cartagena y otros pue-

40 AHC, El Porvenir, Cartagena, enero 10, 1921. 41 Muy apegado a lo tradicional, el doctor Pájaro señala las desventajas del agua de Matute para resaltar las buenas cualidades del agua de cisterna: "Ua filtración de estas aguas [de Matute] se impone pues de un modo imperioso, si han de emplearse esas aguas para bebi­da, como la usa la clase pobre, pues la acomodada sigue usando sin inconveniente, antes

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320 ¡Alvaro León Casas Orrego

blos del departamento de Bolívar. En este sentido, resulta pertinente

e interesante la siguiente observación de higiene pública:

[...] es de notar que la población vecina de Turbaco, en donde

quince años atrás se bebía exclusivamente agua de los arroyos próxi­

mos, agua calcárea y casi impotable, esa risueña población era azo­

tada sin intermisión por la disentería. Hoy se consume allí agua de

cisternas o de tanques de hierro, y es palpable que la enfermedad

disentérica que la diezmaba ha perdido desde entonces su anti­

gua frecuencia y gravedad mortífera (Pájaro: 1918, 172).

Finalmente, el médico aceptará como acertado el proyecto de pro­

longar el acueducto hasta el Dique o el Magdalena, siempre y cuando

esta agua "sea bien filtrada y se la someta a la purificación necesaria

para evitar futuros peligros a la población" (Pájaro: 1918, 173).

Años más tarde, el ingeniero sanitario norteamericano Geo C.

Bunker reportaba en el estudio que presentó ante la empresa -pu­

blicado en El Porvenir en enero de 1924- que el problema no resi­

día solamente en encontrar una fuente de agua abundante para la

ciudad, sino que era preciso procurar la buena calidad de la misma.

En este sentido, el análisis científico de las aguas de la corriente del

arroyo Aguas Vivas fue el primero de ese orden en la ciudad, y ponía

a disposición de las autoridades urbanas el conocimiento necesario

para adoptar las medidas más convenientes en materia de la higie­

ne de las aguas (Casas, 1996: 87).

El resultado de los análisis del ingeniero Bunker (Cartagena,

1924) coincide con los del ingeniero Arango (Panamá, 1903) en el

sentido de que las aguas arrastran gran cantidad de inmundicias, las

cuales, depositadas en los estanques, se convertían en el principal

factor de contaminación. En la inspección del área de recolecta del

bien con placer, el agua de cisternas, por ser delgada y agradable y reunir muchas de las condiciones del agua verdaderamente potable" (Pájaro, 1919: 172)".

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Los circuitos del agua y la higiene u rbana en Cartagena I 321

reservorio proyectado en el arroyo de Aguas Vivas y en los estudios

sobre varios datos relativos a ella, Bunker proscribió esta agua como

no conveniente para la Cartagena (Colombia) Water Works Ltd. y

por eso habría que represar las aguas lluvias en esta área por medio

de la construcción de una represa en el nombrado arroyo42.

La gran dificultad para la higienización del puerto y de la ciudad

de Cartagena, tal como lo había expresado Pablo García Medina en

su informe de Montevideo en 1920, consistía en la ausencia de una

fuente propicia para el abasto. Cartagena, ciudad sin agua, se con­

vertía así en espacio de los análisis de médicos e ingenieros, que con

espíritu cívico o contratados procuraban una solución duradera.

Circuitos abiertos: la constante insalubridad

Mientras los funcionarios de la junta sanitaria se ocupaban de la ca­

ridad pública, en Cartagena se seguían viviendo los rigores de la falta

de saneamiento.

Durante la década de 1920, los circuitos del agua seguían sien­

do abiertos o, mejor, cerrándose en presencia de los habitantes, tal

y como se habían conocido desde la Colonia y en el siglo XK Tanto

en E l Porvenir, como en el Diario de la Costa, los dos más impor­

tantes periódicos de la ciudad, se multiplicaron constantes y nume­

rosas denuncias sobre focos de insalubridad. Las críticas y deman­

das a las autoridades sanitarias fueron igualmente frecuentes.

El problema de los desagües de Cartagena constituyó en la pri­

mera mitad del siglo XX un problema permanente y estructural. Aún

en 1925, E l Porvenir muestra en una nota publicada el 21 de enero

que este problema sigue sin solución:

En la época de invierno, es explicable y hasta tolerable que

en las calles se formen lodazales por la constante lluvia, pero que

AHC, El Porvenir, Cartagena, 2 de enero de 1924.

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322 / Alvaro León Casas Orrego

en pleno verano existan en algunas calles aguas estancadas, no

hay motivo alguno que lo justifique y las autoridades encargadas

de la sanidad, deben proceder a impedirlo. En la Plaza de los

Mártires hay una corriente permanente que pasa por la Calle

Larga y desagua en el mar.

La topografía del espacio urbano, con depresiones por debajo del

nivel del mar, permitía, y permite aún, la acumulación de aguas que

permanecen incluso en épocas de prolongado verano. Hoy lo sufri­

mos, y hasta nos acostumbramos a vivir con ello, pero se trata de un

problema estructural, crónico y de muy vieja data, origen de numero­

sas endemias y epidemias. En las primeras décadas del siglo XX este

problema era denunciado por muchas voces interesadas en mostrar­

le al mundo un puerto y una ciudad sanas; por otra parte, en ese mo­

mento, el interés del Estado se centra como nunca antes en tener una

población apta para el trabajo, fuera nativa o inmigrante; esto explica

en parte el nuevo auge de la higiene urbana y la argumentación médi­

ca oficial en favor de inversiones en saneamiento y salud.

La documentación y la realidad de los servicios públicos de

Cartagena de todo el siglo XX dejan ver una lentitud característica

en el proceso de saneamiento de la ciudad. El juego de circunstan­

cias y procesos históricos paralelos se repite en el transcurso del

tiempo. Cuando se termina de ejecutar una obra proyectada para

cierto crecimiento de la ciudad y de la población, aparece insuficiente

y pareciera como si hubiera que comenzar de nuevo. Ha sido el eter­

no retorno de los mismos problemas e insuficiencias que aparecen

en momentos distintos. En 1929 se autorizó al alcalde del distrito,

Enrique Grau, para que adelantara las gestiones necesarias para la

pavimentación general de las calles de Cartagena, Getsemaní y otras

avenidas extramuros43. Y, paradójicamente, las disposiciones ten-

AHC, Acuerdos, Acuerdo 6 de 23 de enero de 1929.

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Los circuitos del agua y la higiene urbana en Cartagena I 323

dientes a la construcción del alcantarillado de toda la ciudad apare­

cen sólo al año siguiente cuando, por acuerdo del Concejo, se esta­

bleció una junta compuesta de tres ciudadanos y el personero mu­

nicipal para realizar los estudios pertinentes en colaboración con el

ingeniero municipal u otro profesional especializado, teniendo en

cuenta "la topografía y necesidades de Cartagena".

Al cerrar el siglo XX-aunque Cartagena se perfila como una de

las ciudades más importantes, como sede de eventos internaciona­

les y como "capital alterna de Colombia"-, la problemática urbana

de los circuitos del agua continúa. No solamente es insuficiente el

abasto, sino que las aguas sucias se derraman o simplemente bro­

tan de las alcantarillas, formando charcos con malos olores y focos

de contaminación y de enfermedades endémicas que afectan a to­

dos los barrios de la ciudad, incluso a los más elegantes o dedicados

al turismo. Esta visión histórica del problema debe llevar a una re­

flexión más profunda sobre el futuro de la ciudad y el desarrollo de

una planificación urbana que, sin desconocer los intereses particu­

lares, haga efectiva la interlocución entre médicos, ingenieros y au­

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Page 86: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Cristina Barajas S.

HIBRIDACIÓN CONSTANTE:

manejo de la enfermedad en una comunidad rural colombiana

Cada vez que hay un encuentro entre la sabiduría tradicional local

de atención a la salud y los conocimientos científicos facultativos,

hay un encuentro cultural. Cada parte aporta a ese encuentro un uni­

verso simbólico susceptible de cambio. Tal contacto es una ocasión

enriquecedora pues genera intercambios de los que resultan adop­

ciones de creencias, técnicas e interpretaciones que en mayor o me­

nor grado transforman las concepciones y acciones que se tengan

de los eventos de enfermedad.

Desde esta perspectiva, en este documento se analizan los pro­

cesos de hibridación en el manejo de la enfermedad en la vereda El

Carreño del municipio de Sotaquirá, altiplano de Boyacá, en los An­

des colombianos, a la luz de la interacción de las influencias autóc­

tonas locales y del saber médico formal.

El análisis muestra la existencia de una hibridación constante

entre conocimientos transferidos de forma parcial desde la institu­

ción médica, de una parte, y la adopción también parcial de algunos

términos clasificatorios, de estrategias curativas y de cuadros clíni­

cos por parte de los campesinos. En última instancia, lo que se pre­

senta es una mezcla, una hibridación.

Este trabajo forma parte de uno más amplio que indaga sobre la

significación social y cultural de enfermarse para los habitantes de

dicha localidad. Para su desarrollo se utilizó como metodología la et­

nografía1.

1 El acercamiento etnográfico permite buscar la estructura de las relaciones detrás del hecho observable. Es un acercamiento en el que las estructuras no son cosas del mundo

Page 87: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante I T>7A

1. Algunos aportes de la antropología médica

En Colombia, la mayoría de los trabajos de antropología médica que

hablan de sociedades campesinas se pueden agrupar bajo dos es­

quemas: los que manejan la dicotomía entre lo tradicional y lo mo­

derno y los que buscan, con una perspectiva histórica, las raíces, los

legados étnicos o sus persistencias para explicar la formación de los

sistemas médicos vigentes en la actualidad.

Dentro del primer grupo se encuentran etnografías y estudios

dispersos en trabajos de grado de estudiantes del área de la salud y

de ciencias sociales (Herrera y Loboguerrero, 1982) y otros que re­

copilan prácticas y conocimientos médicos y etnobotánicos popula­

res de diversas zonas rurales del país (Zuluaga, 1994 y 1992).

Muchos de estos estudios están basados en la conceptualización

que Foster (1964) expone en Las culturas tradicionales y los cambios

técnicos, en donde la polaridad de lo campesino como tradicional o

popular, con lo urbano como lo moderno, es el eje del análisis, y don­

de éstos se consideran como estadios consecutivos.

Para Foster los rasgos culturales y la tradición campesina cons­

tituyen un obstáculo para el desarrollo en términos generales, es­

pecialmente en medicina, y para que los campesinos adopten for­

mas médicas más eficaces.

La posibilidad de la transformación de lo tradicional en moder­

no radica en el proceso de desarrollo, "creando oportunidades eco­

nómicas y de otro tipo que estimulen al campesino a abandonar su

tradicional y progresiva orientación cognoscitiva irreal, en favor de

una nueva que refleje las realidades del mundo moderno" (Foster,

1964).

Los trabajos con perspectiva histórica, como los de Virginia Gu­

tiérrez de Pineda, manejan además de esa polaridad tradicional mo-

físico, sino productos sociales, cuyo conocimiento es el fruto de interacciones, del diálogo entre el conocedor y el objeto conocido.

Page 88: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

330 / Cristina Bara ja s

derna, el esquema de sistemas médicos con base en el legado de las

tres etnias, india, negra y española, que se consideran generadoras

del patrimonio cultural colombiano, haciendo énfasis en los apor­

tes de cada una de ellas en la formación de los sistemas médicos po­

pulares que persisten en la actualidad (Gutiérrez de P, 1985).

Para otros autores, es la búsqueda de la continuidad de las raí­

ces indígenas lo que le da cuerpo a los análisis del comportamiento

médico de algunos grupos campesinos. Faust, por ejemplo, afirma

la existencia de un sistema cognitivo que presenta continuidad en­

tre lo indio y lo campesino y que puede ser entendido como una for­

ma de pensamiento altamente estructurado (Faust, 1990).

Pinzón y Suárez, y Urrea, quienes reconocen las persistencias de

algunos rasgos en el manejo de la salud y la enfermedad, se pregun­

tan por esa continuidad en el tiempo y la interpretan como una forma

de resistencia cultural ante el poder hegemónico que ejerce la medi­

cina occidental institucionalizada sobre las formas médicas de otras

culturas (Pinzón y Suárez, 1992; Urrea, 1992; Taussig, 1987)2.

La preocupación de la descripción etnográfica se ha dirigido en­

tonces, en términos generales, a dos frentes: las prácticas curativas

y la génesis histórica de las mismas, identificando sus fuentes o se­

ñalando sus mezclas y permanencias culturales.

Considero que es necesario un enfoque nuevo para entender

ahora el papel que desempeña el manejo de la enfermedad y su cu­

ración en las culturas campesinas. En este trabajo considero la po­

sibilidad de hablar más bien de una adaptación dinámica. Haremos

un esbozo de sus principios teóricos más adelante en este mismo

capítulo.

2 Los análisis de Taussig, si bien se inscriben dentro de los estudios sobre chamanismo, permiten una visión mas amplia del fenómeno de la mezcla y la permanencia de formas médicas, bajo la óptica de! colonialismo y la resistencia que éste puede producir en los gru­pos colonizados y oprimidos (Taussig, 1987).

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Hibridación constante / 331

Otro planteamiento frecuente en los trabajos sobre formas mé­

dicas populares y/o campesinas ha sido el de sistema.

Se ha planteado el sistema médico de la sociedad campesina

como un sistema abierto, que permite la inclusión de elementos de

todo tipo. A diferencia de otros sistemas médicos, como el biofísico

o científico, el campesino entendido como popular o folclórico no

se basa en un solo paradigma y está abierto a otras posibilidades. Es

un sistema adaptativo, que responde a cambios (Press, 1978).

Este mismo esquema es utilizado para otros muchos estudios

(Gutiérrez de E, 1985; Foster y Anderson, 1978; Young, 1976), y aun­

que ese modelo ha sido de gran utilidad como herramienta teórica,

parece insuficiente, pues se considera que ese sistema una vez es­

tablecido se transmite a las generaciones siguientes, de manera que

se permite su permanencia.

De acuerdo con lo visto en el terreno, considero que, lejos de per­

manecer, cambia de manera tan rápida y constante que no da tiem­

po a que se sedimente como estructura consistente. Incluso cabe el

interrogante acerca de si hay un sistema como tal en las sociedades

campesinas. A continuación haremos el acercamiento conceptual a

esta temática.

2. Sistemas médicos o rasgos estructurantes

Por medio del conjunto de significaciones socialmente construidas,

el ser humano trata de explicarse lo que le rodea. Los elementos que

utiliza para ese fin son de muy diversa índole, de acuerdo con la di­

námica constante que acompaña a su actividad en todos los frentes.

Entre otros, el concepto de sistema ha sido el utilizado por la

ciencia occidental en los últimos tiempos como una forma de darle

orden a su mundo objetivado. Ello no significa que sea el único, ni

que otras sociedades expliquen su mundo teniendo en cuenta ese

mismo esquema, ni que pueda ser universalmente aplicado a las

formas como ordenan el mundo otras culturas. Existen otras mu-

Page 90: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

332 / Cristina Barajas

chas posibilidades. Sin embargo, aquí lo analizaremos por ser la

forma usual de análisis para los fenómenos de salud.

Se considera al sistema como un conjunto de elementos en

interrelación. Para que su interacción sea posible, es necesario que

cumpla con una serie de requisitos adicionales, como la existencia

de un orden en los elementos y en la forma de relacionarse, una fun­

ción específica de cada uno de ellos, una finalidad común, casi que

entendida como un propósito, la posibilidad de un funcionamiento

armónico y, en últimas, que el conjunto forme una unidad (Bertalanffy,

1986).

Así esbozado, el sistema permite analizar tanto la estructura como

la función, que en últimas corresponden al orden en las partes y al

orden en los procesos, respectivamente.

Este ordenamiento del mundo se analiza según dos posibilida­

des: el nexo con el entorno, a través del intercambio de materia y/o

energía, lo que se analiza como sistema abierto, o la inexistencia de

ese intercambio (en los sistemas cerrados).

En las ciencias sociales el concepto ha sido de gran utilidad para

el desarrollo de algunas temáticas, como las relacionadas con enfo­

ques cognoscitivos y simbólicos. La aplicación de este modelo a las

formas de salud y enfermedad es lo que se ha denominado sistema

médico. Éste comprende entonces el conjunto de conceptos, conoci­

mientos, habilidades y acciones para el manejo de la salud y la enfer­

medad producidos por un grupo humano específico. Aunque el con­

cepto ha sido introducido desde hace mucho tiempo, por Clark en

1959, ha tenido variaciones según diferentes autores, que han hecho

diferentes énfasis. Por ejemplo, para Foster y Andersen, ante todo es

una construcción intelectual, un cuerpo teórico, constitutivo de la

orientación cognoscitiva de los miembros del grupo (Gutiérrez de E,

1985). Para Kleiman, quien le da más importancia a sus componen­

tes, el sistema médico está formado por un sistema de cultura local,

integrado por tres partes sobrepuestas: el popular, el profesional y los

sectores folclóricos (Gutiérrez de R, 1985).

Page 91: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante I 333

Para el caso colombiano, el mayor aporte al analizar los sistemas

médicos quizás sea el de Virginia Gutiérrez de Pineda, para quien

lo fundamental radica en el triple legado étnico, que se plasma pro­

duciendo dos sistemas, el facultativo y el tradicional; este último pre­

senta dos componentes, el mágico-religioso y el curanderismo (Gu­

tiérrez de Pineda, 1985).

Bibeau y Pedersen, en un acercamiento más reciente al tema (Bi-

beau, 1993; Pedersen, 1993), entienden como componentes del sis­

tema tres subsistemas: uno de signos, que identifica y clasifica el

evento de enfermedad; otro compuesto por significados, y un tercero

definido por las acciones.

Uno de los interrogantes que nos planteamos en el desarrollo

de esta investigación surge de la base misma de esta concepción de

sistema y de su aplicación al caso del manejo de la enfermedad en

sociedades campesinas. Por encontrar inconvenientes en su aplica­

ción, utilizaremos más bien algunos de los elementos que caracte­

rizan a los sistemas complejos.

El modelo de los sistemas complejos o caóticos es más pertinen­

te para los fines de la presente investigación, puesto que tiene en

cuenta la dinámica y continua transformación de los elementos y de

sus relaciones. Algunas de sus características son (Hayles, 1993):

a. Los sistemas complejos no obedecen a una linealidad: la re­

lación causa-efecto es incongruente; una causa pequeña, un cam­

bio, por ejemplo, puede producir un efecto de diferente magnitud.

b. Son sensibles a las condiciones iniciales; son al mismo tiem­

po deterministas e impredecibles.

c. Poseen mecanismos de realimentación que crean circuitos en

los que la salida revierte hacia el sistema como entrada.

d. Poseen alta diversidad en fuentes y flujos de información; cada

nueva información pone severos límites a la predictibilidad, pero ase­

gura la constante variedad y riqueza de la estructura.

e. En los sistemas complejos el orden y el caos se relacionan de

dos formas: sea porque del caos emerjan estructuras organizadas o

Page 92: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

334 / Cristina Barajas

porque exista un orden oculto dentro del sistema, que contiene es­

tructuras profundamente codificadas. Éstas se caracterizan por com­

binar azar y orden; se constituyen en tendencias organizadoras en

el interior del sistema.

Aquí denominaremos rasgos estructurantes a esas tendencias

organizadoras en el interior de un sistema y hablaremos de estruc­

tura profundamente codificada sólo cuando esos rasgos son tan fuer­

tes y tan arraigados que persisten a lo largo del tiempo con modifica­

ciones pequeñas, hasta el punto de constituir una forma generalizada

de pensamiento.

3. Lo evidente: el manejo de la enfermedad y la curación

En los cuadros 1, 2, 3 y 4 se recogen los datos de lo que en primera

instancia se podría llamar el sistema médico. Aparecen enfermeda­

des o dolencias padecidas por los diferentes miembros de las fami­

lias con las que se trabajó en terreno, y además algunas referidas por

ellos, pero que fueron padecidas por otras personas de la región.

Para facilitar el análisis consideramos que el sistema está for­

mado por tres subsistemas, a saber:

• Sistema de signos: formado por los síntomas que se manifies­

tan en el cuerpo como cambios que producen el paso desde un esta­

do de salud hacia el de enfermedad, como un continuum. General­

mente, dentro de este sistema se agrupan descripciones del fenómeno

que da inicio a la enfermedad y su ubicación en el cuerpo.

• Sistema de significados: el cuadro recoge los caracteres bási­

cos de interpretación de los síntomas. Generalmente, a lo que se hace

alusión es a las causas o motivaciones que permiten la presencia de

la discontinuidad en la salud.

• Sistema de acciones: aquí se reseñan tanto los agentes médi­

cos a los que se acude, como el tratamiento utilizado. Algunas veces

también las formas de prevención, aunque éstas se analizarán en con­

junto con los otros sistemas.

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Hibridación constante I 335

Cuadro 1

Denominaciones locales: generalmente describen síntomas Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los

campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.

Denominación

Susto (en niños)

Embuche (en niños)

Dureza de estómago

Lastimadura o descuaje (en niños)

Enteco o tocado de difunto (en niños)

Fiebre (en niños)

Hemorragia por ¡a boca

Parto pasmado

Tos

Romaíís

Coger frío

Ceguera

Sacido o vejigón

Tercedura

Matriz caída

Signos (Síntomas)

Piel brotada, no engorda, se paraliza.

Dolor de estómago, vómito, diarrea, desaliento, inapetencia.

No poder defecar.

Dolor en el vientre.

Palidez, inapetencia, raquitismo.

Calor.

Cólicos fuertes.

Contracciones irregulares, no sale el niño.

Tos.

Dolor en articulaciones, gordura.

Picadas o dolores.

No ver.

Inflamación, dolor en el sitio.

Contracción muscular sostenida.

Desaliento y dolor de estómago, suspensión de menstruación.

Significados (Interpretaciones)

El miedo o susto que sentía la mamá cuando cl niño era pequeño.

Por comer en exceso.

Depende de los alimentos consumidos (guayaba, papayuela).

Se escurre el intestino por algún sacudón o caída.

Le entró frío de difunto por ir a un funeral o por estar en el sitio donde estuvo un muerto.

Diversas causas.

Por bañarse cuando le llegó la monarquía, la sangre salió por arriba y nn por abajo.

Por la presencia de alguien indeseado, generalmente un hombre; o por angustia, preocupación.

Por transición de cálido a frío; por acostarse en pasto ; por recibir frío.

Por tomar mucho licor, por comer mucho.

Entra el frío al cuerpo,

Por el humo, por transición de cálido a frío, por un "mal viento".

Algo entra bajo la piel; cuando sale en las nalgas se debe a sentarse en piedras calientes.

Por bañarse con agua fría estando acalorado, o por transición de cálido a frío.

Por hacer oficio cuando se levantó del parto. Por alzar al bebe después del parlo.

Acciones (Acción preventiva)

" Ir a un médico llanero. • Baños con hierbas.

• Masaje en el vientre. • Agua de hierbabuena.

* lomar agua de malva, jugo de calabaza.

• Ir al sobandero, éste soba y pone venda

• Ir a comadrona. • Baños con suero de leche. • Meterlo desnudo en vientre de vaca recién muerta

• Baños con aguas de hierbas aromáticas no cálidas.

• Ir a hospital (no sobar porque se detiene el flujo sanguíneo).

• Masajes. " Presión en vientre. " Tomar agua de manzanilla o agua de ramo santo.

* Tomar infusiones de hierbas cálidas y aromáticas.

• Bañarse con barro de los pozos termales de Paipa. • Agua de bretónica. " Ir a médico.

• Poner hojas de arbolnco en la zona, producir calor.

• Colocar panela rallada v cebolla larga, para que "llame" la materia (pus). • Amarrar lana roja, delimitando zona para (¡uc no se extienda.

• Aplicar compresas calientes en la zona afectada. • Evitar transiciones.

" Ir a sobandera, que soba y suministra un compuesto de hierbas y vitaminas.

Page 94: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

336 / Cristina Barajas

Cuadro 2

Denominaciones locales que aluden al órgano enfermo Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los

campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.

Denominación

Mal del hígado (niños v adultos).

Mal de ojo (niños).

Mal del corazón

Mal del riñon

Signos (síntomas)

Rebote, mareos, ojos amarillos, palmas de manos quebradas y ajadas.

Fiebres altas, vómito, convulsiones.

Inflamación de cabeza y pies. "Vistas" afectadas.

Dificultad al orinar, dolor en la parte baja de la espalda, fiebre.

Significados (interpretaciones)

Por consumir grasas en exceso.

Envidia por belleza del niño, mirada fuerte de un adulto.

Exceso de calor.

Frío en los ríñones (por andar descalzo o sentarse en sitios fríos).

Acciones (acción preventiva)

* Tomar aguas de hierbas amargas.

• Ir a la comadrona.

• Ir al hospital • Infusión de upacón.

' Agua de parielaria. • Colocarse "cuero de fara" en ¡a zona del dolor.

Cuadro 3

Denominaciones tomadas de la medicina institucional Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los

campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.

Denominación

Hepatitis (niños y adultos).

Pielitis (mujer embarazada) .

Gangrena

Apenaicitis

Trombosis

Cáncer de boca

Cáncer (?)

Glicemia o leucemia

Fiebre reumática

Signos (síntomas)

Ojos amarillos.

Calor c inflamación en la pierna.

Inflamación en la pierna después del golpe.

Dolor al lado derecho.

Dolor de cabeza y "picada" en la coronilla.

Infección en la boca.

Tos y ahogadera al comer "de sal".

Fiebres altas, vómito, convulsiones, sangrado por e! oído y el ojo.

Significados (interpretaciones)

Por "aguantar hambre" o por comer muchos huevos.

Inicialmente, como "orines de araña".

Pensaron que era materia (pus) acumulada.

El dolor se despertó al "hacer una mala fuerza".

Se le subió la sangre a la cabeza.

Por sacarse una muela con alicates oxidados.

Enfermedad que "le seca la sangre a uno".

Inicialmente se pensó en "mal de ojo", excepto por el sangrado.

Acciones (acción preventiva)

• Ir al hospital o a la droguería.

• Ir al hospital.

• Poner cuajada. • Delimitar la zona amarrando lana roja. " Fue al hospital, murió por ampicilina.

• Por ser muy fuerte el dolor, fue al hospital. Allí ¡o operaron.

• Operado en el hospital, murió.

• Ir a hospital, le pusieron sonda. Murió.

' Ir al hospital, la sonda no le sirvió, murió "de pura hambre" en el hospital.

• Murió en el hospital en Bogotá.

• Ir al médico.

Page 95: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante / 337

Cuadro 4

Transformación de. algunas denominaciones locales Algunas enfermedades y disfunciones percibidas por los

campesinos de la vereda El Carreño, Sotaquirá.

Denominación

Rebote de bilis (niños y adultos).

Mal de hígado.

Hepatitis

Romatís

Artritis

Signos (síntomas)

Vómito amarillo y agrieras.

Rebote, mareos, ojos amarillos, palmas de las manos quebradas, ajadas.

Ojos amarillos.

Dolor en articulaciones, Gordura.

Dolor en articulaciones, Gordura.

Significados (interpretaciones)

Por tomar tres sorbos de guarapo.

Por consumir grasas en exceso.

Por "aguantar hambre" o por comer muchos huevos.

Por tomar mucho licor, por comer mucho.

Por tomar mucho licor, por comer mucho.

Acciones (acción preventiva)

• Alka-Seltzer, Sal de frutas, y si no sirven, aguas de hierbas amargas.

• Tomar aguas de hierbas amargas.

• Ir al hospital o a la droguería.

•Bañarse con barro de los pozos termales de Paipa. Agua de bretónica. Ir al médico.

• Bañarse con barro de los pozos termales de Paipa. Agua de bretónica. Ir al médico.

Inicialmente haremos un análisis vertical del cuadro, luego una lec­

tura horizontal tratando de relacionar unos elementos con otros, y

buscando los puntos que le den coherencia. A éstos les denomina­

remos núcleos de causalidad.

En cuanto a las denominaciones, se nota la presencia de nombres

autóctonos que describen directamente parte de la sintomatología que

les caracteriza (Ver cuadro 1). Por ejemplo, el embuche, la dureza de

estómago, coger frío, parto pasmado, etc.

Por otra parte, son frecuentes las denominaciones muy genera­

les, como por ejemplo "mal de... (tal órgano)" (Ver cuadro 2). A dife­

rencia de otras formas médicas que dividen el cuerpo en órganos y

éstos a su vez en otras unidades menores (biomédica), aquí se consi­

dera la dolencia del órgano en general, sin considerar la posibilidad

de que esté integrado por otras subunidades. Así, también se actúa

para restablecer su función normal, sin mayores especificidades.

En el cuadro 3, si comparamos la columna del nombre de la en­

fermedad con la del conjunto de acciones, es interesante ver cómo las

Page 96: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

338 / Cristina Barajas

denominaciones menos autóctonas son las de las dolencias ante las

cuales el individuo ha asistido al centro hospitalario, como si esa de­

nominación fuera utilizada a partir de la experiencia de ir al hospital.

Posiblemente, en él se adquiere el conocimiento de un nuevo nom­

bre. Ejemplos de este fenómeno son trombosis, pielitis, apendicitis,

gangrena, cáncer.

En el caso de los problemas hepáticos recogidos en el cuadro 4

aparecen tres denominaciones diferentes con síntomas semejantes,

pero sólo se toma el nombre hepatitis cuando se ha dado el recono­

cimiento de la enfermedad en el hospital.

La lectura vertical de los cuadros nos da una visión muy super­

ficial. Es necesario cruzar esa lectura con la horizontal, a manera de

matriz, para tener un acercamiento más integral al sistema médico.

A pesar de que se haga, las relaciones entre uno y otro no aparecen

completamente claras, pues la dinámica, los procesos de cambio, son

difíciles de aprehender en este tipo de esquema.

A continuación analizaremos algunas conclusiones acerca de lo

evidente en ese manejo del enfermarse.

3.1 Opciones de atención en salud

Las opciones de atención en salud con que cuentan los habitantes

de la vereda son muy variadas.

• En las tiendas de la vereda se venden algunos fármacos que

son utilizados con las recomendaciones de quienes las expenden.

En esta modalidad es importante la labor e influencia de una de las

maestras de la escuela, que tiene su tienda cerca de la misma, y que

aconseja qué tomar en caso de enfermedad; además, siempre pre­

gunta si la persona está en "tratamiento", es decir, si ya está toman­

do alguna droga formulada por otra persona, y recomienda "no to­

mar guarapo".

El tipo de fármacos que se venden son principalmente para con­

trarrestar los síntomas de gripa (Dristan, Dristán caliente), los do-

Page 97: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante I 339

lores (Aspirina, Mejoral, Mejoralito, Novalgina, Neurosán, Conmel)

y las indigestiones (Alka-Seltzer, Sal de Frutas Lúa).

• En el mercado de Paipa se encuentra un vendedor reconocido

en la vereda por su sabiduría. Según Mireya,

[...] él sí sabe, porque por ejemplo para sacar lombrices es

muy bueno, aveces las muestra en un frasco.

Ante esa evidencia, la credibilidad en sus métodos parece au­

mentar.

Este vendedor es llamado El Califa. Tiene su puesto en la plaza

los miércoles, día de mercado, y cada día de la semana está en un

mercado diferente, en pueblos cercanos: Samacá, Villa de Leiva,

Ramiriquí, Duitama, Sogamoso. Su toldo cubre muy diferentes artí­

culos, además de los remedios: jarabes, linimentos (negro o Caribe,

que "es muy bueno para todo", y que es el único que lo trae), pildoras

del Dr. Witt's (para el sistema urinario), hojas de boldo y otras hier­

bas secas, pomadas y cremas para diferentes dolencias, junto con ta­

chuelas, condimentos, tijeras, cáñamo, repuestos para olla a presión.

Al mismo tiempo, y en el mismo toldo, vende venenos para ra­

tas, cucarachas y otros animales. El Califa aconseja a las personas

acerca de la clase de remedio y su forma de aplicación.

• Hay otro recurso de reciente aparición en la vereda, consis­

tente en un carro que con un altavoz va anunciando la clase de re­

medios que puede vender. El vendedor es un personaje como el que

comúnmente se ha llamado "culebrero", y que hasta el momento se

ha encontrado en las plazas de mercado, pero que ahora se desplaza

a las veredas buscando la clientela.

La primera vez que se presentó fue en diciembre de 1994. Al in­

dagar entre los habitantes, parece que no tuvo mucha acogida, por

lo menos en su primera incursión.

• También en Paipa, se encuentran varias droguerías, en las que

sin necesidad de poseer un título de farmaceuta se atiende y se

Page 98: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

340 / Cristina Barajas

"aconseja" ante la enfermedad. No todas las drogas necesitan de fór­

mula médica para ser vendidas, de manera que es posible adquirir­

las fácilmente, obteniendo además instrucciones de su uso por parte

de quien las expende.

• Los agentes médicos, que se podrían llamar curanderos, es­

tán presentes enveredas o pueblos cercanos, no en El Carreño espe­

cíficamente.

El llamado Kamay viene desde Bogotá, a atender dos días a la

semana en Paipa. Inicialmente atendía en Duitama. Parece que puede

curar, pero también enfermar. Daniel y Carmen lo llaman El profe­

sor, y una de ellas narra su forma de diagnosticar de la siguiente

manera:

Él le pone a uno a escoger un tabaco, lo prende, y sin que uno

le cuente qué le ha pasado, él le va diciendo a uno exactamente.

Ayo me dijo todo, y me dijo quién me había hecho el mal. El pro­

fesor cobra $7.000 la consulta, y la droga es por aparte, uno pue­

de negociar con él, por el tratamiento completo; él da plazo para

pagarle, no pone problema, pero si uno no le paga, le vuelve a

mandar la enfermedad.

El Cucho de Metalúrgica es otro personaje que vive en cerca­

nías de la empresa siderúrgica de Boyacá. Es quien atendió el parto

de Esther inicialmente, pues luego, como se le "pasmó", hubo que

llevarla al Hospital de Duitama.

• Otro agente de la salud se relaciona con lo religioso. Se consi­

dera que cuando un niño sin bautizo está enfermo, es el sacramen­

to lo que lo sana. Lo mismo sucede con los santos óleos, pues mejo­

ran al moribundo. El cura párroco reafirma en este sentido lo dicho

por sus feligreses; según él ha observado, es cierta tal mejoría.

Es posible también que objetos que han sido santificados cum­

plan la función de mejorar la salud; por ejemplo, el "ramo" que se

bendice el Domingo de Ramos, en Semana Santa, "agiliza" el parto.

Page 99: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante I 341

• La última opción en caso de enfermedad es acudir al hospital.

Preferiblemente que no sea al de Paipa, porque es muy generalizada

la opinión de que es muy malo, y de que "dejan morir a la gente".

Para una de las familias analizadas, la mejor opción es la de acudir

al Seguro Social, pues les cubre el gasto de hospitalización y de dro­

ga. En este caso, la institución más utilizada es "la clínica de Dui­

tama, y ésa sí es buena".

La diferenciación que se ha establecido aquí no es hecha por la

gente de la vereda de igual manera. Para ellos cualquiera de los perso­

najes enunciados es denominado médico, no exclusiva o necesaria­

mente los del hospital. Alguno de ellos habla del médico cirujano, para

referirse a quien atiende en el hospital, y del médico para el de la dro­

guería o el de metalúrgica, o para el profesor Kamay, indistintamente.

Esther dice:

[...] para cuando estoy enferma prefiero los médicos que no

son del hospital porque me dan más confianza [...].

Aveces también se refiere al "médico particular", queriendo re­

ferirse a quien la atiende en metalúrgica, que no es graduado ni per­

tenece a ninguna institución (curandero tradicional).

3.2 La institución en tela de juicio

Si analizamos los casos de decesos narrados por los campesinos de

la vereda y reseñados en el cuadro, vemos una relación muy directa

entre asistencia al centro hospitalario y muerte. Así perciben el fe­

nómeno los campesinos. En el hospital se muere.

Una posibilidad para entender el fenómeno es saber cuándo y

por qué se va al hospital. Las respuestas ante tal interrogante son:

• "cuando ya no se aguanta más".

• "cuando se está bien malo".

• "cuando uno se ve enfermo de verdad".

Page 100: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

342 / Cristina Barajas

Esto parece explicar por qué el ir al hospital es la última opción,

y se hace cuando ya no hay otra solución al problema. Seguramente,

cuando ya nada se puede hacer.

Pero además se cree que en ese sitio "lo dejan morir a uno" o

incluso "lo matan", como sucedió a la comadre Carmen; no es sólo

el descuido, hay intencionalidad en el hecho: "Los médicos la mata­

ron aprovechando que fue a que le operaran una hernia, porque ella

era competencia para ellos. Ella sabía mucho".

Marta, al referirse al problema de su hija, comentó:

Los doctores dicen que hay que operarla, que abrirle la cabe­

za, pero aquí la gente me dice que eso no la deje porque me la ma­

tan o me la dejan loca; yo prefiero dejarla así, después de todo ahí

anda... lo malo es la plata que hay que pagar para los controles [...].

No sólo se habla mal del hospital, también se dice que las en­

fermeras regañan e incluso "golpean" a los enfermos. Esther cuen­

ta, con respecto al único parto que le han atendido en el hospital:

[...] ayo me habían dicho que allá a uno le pegaban si gritaba

o lloraba con los dolores del parto; pero a mí nadie me pegó, sólo

que la enfermera se me sentó encima para que el niño saliera li­

gero.

En ese aspecto coincide con Mireya; según ella, el sentarse en

el vientre de la parturienta es una de las formas de acelerar el parto,

y es práctica frecuente en el hospital.

3.3 Algunas etiologías locales

Como vimos en el cuadro 1, dentro de las entidades que producen

enfermedades están algunas relacionadas con el entorno, básicamen­

te relacionadas con el estado "frío" y/o su opuesto, lo "cálido". Es-

Page 101: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante I 343

tos términos no denotan un grado de temperatura, sino cualidades

inherentes a las cosas y a su efecto en los seres vivos.

Una de las entidades que pueden enfermar en asocio con esta­

dos fríos o cálidos es la lluvia. Según Esther:

[...] al caer a la tierra y producir vapor que sube cuando hace

sol, produce enfermedades; ese vapor es muy malo.

Según otros, es la humedad la productora de la enfermedad o

aun el quedarse mojado después de la lluvia. En términos genera­

les, eso es "lloviznarse", y en general se asimila a coger frío.

• El sereno, que comienza a caer desde las 7 p. m. y que es muy

fuerte en la madrugada, también es dañoso. Para algunos hay dife­

rencia entre sereno, nocturno y la "aurora", que se siente a la ma­

drugada y que enferma también. Sin embargo, hay un aire benéfico,

el que se puede respirar entre las 5 y las 6 de la mañana, "es puro y

saludable", por lo que se recomienda.

• El exceso de sol, que produce "picadura de sol", por ejemplo,

por no usar sombrero.

• El agua empozada: afecta la piel, produciendo brotes o erup­

ciones.

• El barro: produce ulceraciones en los pies, cuando no se usan

zapatos.

• Cambios bruscos de temperatura, como el baño del cuerpo

después de haber comido, o pasar de un ambiente cálido a uno frío.

• Las piedras frías o húmedas, o las que han recogido calor so­

lar, también pueden ser causa de enfermedad, si alguien se sienta

en ellas.

3.4 Herbología, terapia local

Es muy frecuente el uso de hierbas en El Carreño, y en general en

Sotaquirá. Existe una serie de conocimientos muy generalizados

Page 102: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

344 / Cristina Barajas

dentro de la población, acerca de las propiedades de los vegetales.

Estos saberes son poseídos tanto por hombres como por mujeres.

Parece haber básicamente tres tipos de hierbas: las aromáticas,

las calientes y las amargas, según Mireya (esta recolección y clasifi­

cación no es en ningún momento completa, y consideramos que es

sólo una aproximación que merecería más estudio y análisis):

• las hierbas aromáticas, como el poleo, el cidrón, la albahaca,

la verbena, el toronjil o la menta parecen estar asociadas a "lo frío".

Son utilizadas para estados febriles y, en general, estados cálidos de

las enfermedades, ya sea en infusiones o en baños del cuerpo.

• las hierbas calientes, como el eucalipto, el arrayán, el pino, son

utilizadas para las gripas o estados producidos por frío.

• las amargas: manzanilla amarga o matricaria, ajenjo, marrubio,

que poseen ese sabor amargo y que son específicas para problemas

hepáticos o digestivos en general.

3.5 E l uso humano de droga veterinaria

Dentro de las posibilidades de acción ante la enfermedad, además

de la asistencia de un agente de salud informal o institucional, los

campesinos de la vereda utilizan remedios que podrían considerar­

se de uso veterinario. Ellos creen que:

[...] si son buenos para el animalito, ¿por qué no para los hu­

manos? (Pablo).

El "linimento Caribe o linimento Negro", que es reconocido por

su eficacia entre las familias de la vereda, sirve para muchas dolen­

cias: olerlo para desinfectar las narices en caso de gripas, aplicarlo

sobre la picadura de abejas u otros insectos, colocar una gota de él

en heridas de animales o contra los gusanos en ovejas y terneros.

[...] sirve para la peste de todos los animales (Pedro).

Page 103: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante I 345

En su etiqueta se advierte que el uso puede ser tanto para hu­

manos como para animales.

Esto no sucede solamente con este producto; es frecuente que

se utilicen otros de igual manera. Es el caso del sulfato de magne­

sia, que se usa para restablecer la digestión de las vacas después del

parto y que, en algunos casos, también se recomienda para proble­

mas de estreñimiento en el postparto de las mujeres.

En el caso de problemas de dolor muscular, es posible aplicar

alguna "pomada caliente" que haya sido recetada a animales, como

la Mamitolina o el Bálsamo de terebene.

También existe la posibilidad de "comer pólvora, para volverse

más bravo", práctica frecuente con los perros para que cuiden me­

jor la casa.

Pero el uso de este tipo de sustancias no se refiere solamente a

las ingeridas por animales como remedios; también existe la posi­

bilidad de utilizar sustancias tóxicas, como insecticidas, para pre­

servar por más tiempo el maíz seco en el granero. Eso hace don Pedro

con el Nuván, que es un garrapaticida para fumigar al ganado; él lo

diluye bien y lo aplica al maíz, para que no le caiga gorgojo. Al mes

de haberlo aplicado, se puede comer sin peligro, según él.

3.6 La prevención en salud

Las normas de prevención son numerosas y se repiten, sobre todo

con las enfermedades que se originan en la polaridad frío-cálido. Para

este caso, la norma básica es evitar las transiciones de lo cálido a lo

frío, o su equivalente, evitar los cambios bruscos de temperatura.

El agua, en su calidad de fría, es tratada con mayor cuidado y más

aún si se trata de la procedente de la lluvia.

Para el caso de algunos estados como gravidez, menstruación o

postparto en las mujeres, los cuidados se extreman, pues parecen

ser más susceptibles. En el caso de los hombres, el estado de em­

briaguez es el que requiere de más cuidados.

Page 104: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y
Page 105: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante I 345

En su etiqueta se advierte que el uso puede ser tanto para hu­

manos como para animales.

Esto no sucede solamente con este producto; es frecuente que

se utilicen otros de igual manera. Es el caso del sulfato de magne­

sia, que se usa para restablecer la digestión de las vacas después del

parto y que, en algunos casos, también se recomienda para proble­

mas de estreñimiento en el postparto de las mujeres.

En el caso de problemas de dolor muscular, es posible aplicar

alguna "pomada caliente" que haya sido recetada a animales, como

la Mamitolina o el Bálsamo de terebene.

También existe la posibilidad de "comer pólvora, para volverse

más bravo", práctica frecuente con los perros para que cuiden me­

jor la casa.

Pero el uso de este tipo de sustancias no se refiere solamente a

las ingeridas por animales como remedios; también existe la posi­

bilidad de utilizar sustancias tóxicas, como insecticidas, para pre­

servar por más tiempo el maíz seco en el granero. Eso hace don Pedro

con el Nuván, que es un garrapaticida para fumigar al ganado; él lo

diluye bien y lo aplica al maíz, para que no le caiga gorgojo. Al mes

de haberlo aplicado, se puede comer sin peligro, según él.

3.6 La prevención en salud

Las normas de prevención son numerosas y se repiten, sobre todo

con las enfermedades que se originan en la polaridad frío-cálido. Para

este caso, la norma básica es evitar las transiciones de lo cálido a lo

frío, o su equivalente, evitar los cambios bruscos de temperatura.

El agua, en su calidad de fría, es tratada con mayor cuidado y más

aún si se trata de la procedente de la lluvia.

Para el caso de algunos estados como gravidez, menstruación o

postparto en las mujeres, los cuidados se extreman, pues parecen

ser más susceptibles. En el caso de los hombres, el estado de em­

briaguez es el que requiere de más cuidados.

Page 106: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

346 / Cristina Barajas

Para los problemas digestivos las prescripciones tienen que ver

con evitar algunos alimentos por sus características o por la hora de

consumo; por eso se habla de algunos alimentos como "pesados",

si su ingestión se hace a altas horas de la tarde o de la noche.

La otra forma de prevención corresponde a los contras o dijes

de diferentes materiales, que sirven para evitar algunas enfermeda­

des como el mal de ojo. Por su parte, los escapularios con imágenes

religiosas también protegen.

3.7 La brujería

[...] es que hay brujas, dicen que no, pero que las hay las hay...

por la noche se convierten y vuelan y chillan. Son como quien ve

un pisco, así saraviadas; vuelan, y si uno las ve y les echa pepas de

mostaza, ahí las encuentra al día siguiente estiradas por comerse

las pepas, las muy sinvergüenzas... Hacen fiestas las tres o cuatro...

si uno las ve, no le hacen nada, pero uno no puede ni decir palabra

porque el miedo lo deja mudo, con la lengua paralizada [...].

Pero no se queda sólo en el susto, se asegura que además pue­

den matar con sus hechizos, y se habla de alguien en la vereda

[...] que tiene más de un muerto a su cargo, entre otros los hi­

jastros, a los que trataba como perros, los ponía a comer en platones

en el suelo... por eso está tan enfermo el esposo, por alcagüete [...].

Sin embargo, la brujería pasa de ser un concepto o una creencia

a tener una identidad propia. En efecto, se señala como bruja a una

mujer a quien le gusta conversar, y de cuya madre se decía que tam­

bién lo era.

Las siguientes acusaciones vienen de hombres y fueron adver­

tencias que ellos le hicieron a otra mujer, temerosa de tener esa ca­

lidad de vecina:

Page 107: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante I 347

• X es una auténtica bruja, que ya ha pasado a más de uno a

mejor vida.

• Es bruja por pura raza, porque la mamá era así.

• X sabe mañas feas.

• Delante del marido se va con otros, seguramente le da algo a él.

• Un vecino tuvo problemas con ella, le gritó bruja y ella se

quedó callada.

Es tan generalizada la creencia en la brujería, que hasta una

enfermera del hospital de Sotaquirá habló de cómo fue afectada por

la brujería de una mujer celosa, y cómo la única forma de curarse

fue por la intervención de otra más poderosa, habiendo agotado cuan­

to recurso de salud le fue posible por parte del hospital, sin efecto

positivo.

Otro testimonio recogido en la vereda alude a la enfermedad pro­

ducida por una ex novia del entrevistado, la cual los embrujó a él y a

su esposa, a través de frutas que envió de regalo a su casa. Los efec­

tos fueron tan amplios que no sólo les enfermó, sino que además

les produjo malestar en las relaciones intrafamiliares, hasta el pun­

to de producir agresión física de uno de los hijos a su padre, de tal

gravedad, que casi le produce la muerte.

Veremos ahora lo que subyace tras estas prácticas y conocimientos.

4. E l orden oculto

Si es considerado el sistema como un conjunto de elementos que

interactúan y si esta interacción necesita un orden expreso, especí­

fico y estable, no es eso lo que se da en la forma como un grupo con­

creto -en este caso el de la vereda El Carreño- actúa frente a la en­

fermedad.

En efecto, no hay una premisa única, básica y constante que le dé

coherencia a las prácticas de salud y que estructuren lo que se pudie-

Page 108: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

348 / Cristina Bara ja s

ra llamar un sistema médico, con los caracteres de interrelación,

linealidad y unidad que caracterizan la visión clásica de sistema apli­

cada en antropología médica. Aparentemente no existe tal coheren­

cia, ni siquiera para actuar frente a una misma enfermedad.

Es como si la dinámica fuera tan fuerte, los cambios tan acelera­

dos, las influencias de agentes institucionales tan eficaces, que no

se alcanza a estructurar un sistema como tal, cuando ya el cambio

llega. No se logra ni una homogeneidad en criterios y acciones, ni una

relación directa lineal entre síntomas, interpretaciones y acciones.

Los significados de los síntomas que pueda presentar el inicio

de una enfermedad son tan rápidamente cambiados, tan móviles,

que no se da tiempo a que se sedimenten formando un cuerpo com­

pleto con todos los caracteres que implica esa noción de sistema

médico.

La estructura del manejo de la salud y la enfermedad que se da

entre los habitantes de El Carreño obedece a un orden de otra na­

turaleza, a un sistema complejo. Veamos sus caracteres.

5. Diversidad en flujos y fuentes de información

Para los habitantes de la vereda de El Carreño son tantas y tan diver­

sas las formas de información, atención y/o ayuda médica, que tienen

la posibilidad de jugar con todas a la vez o sucesivamente, según cir­

cunstancias muy particulares, sin un esquema prefijado, más bien

casi que aleatorio, en donde juegan muchas otras formas decisorias.

Así, por ejemplo, dentro de lo que podemos llamar agentes de

salud institucionalizados, formal o informalmente3, existen los

farmaceutas y/o vendedores de las droguerías de las poblaciones cer-

3 Consideramos aquí lo institucional como lo aceptado socialmente y sometido a control social. Será formal si tiene la aceptación y control de manera explícita mediante un título legal, por ejemplo, médicos, enfermeros. Será informal cuando es aceptado socialmente, sin que necesariamente sea aprobado oficialmente por instancias diferentes de las de la co­munidad inmediata.

Page 109: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante I 349

canas, los médicos y enfermeras que atienden las consultas exter­

nas de los hospitales y centros de salud, los tenderos de la zona que

no sólo venden, sino que también aconsejan para qué usar las dro­

gas, los vendedores ambulantes del mercado del pueblo, y los que

van a las veredas, la maestra de la escuela, el cura, los curanderos, la

partera, el "profesor" que adivina y cura.

Además, las mujeres y hombres adultos o jóvenes que tienen

conocimientos sobre salud, y que hablan de ella y aconsejan a fami­

liares y amigos. Es este el caso de los que tienen un nexo mayor con

la ciudad, nexo que les permite conocer posibilidades diferentes para

manejar la salud y que, debido al contacto con el ámbito rural, pue­

den transmitir esos conocimientos a sus moradores.

Se da el caso de que, al interior de un mismo grupo familiar, ante

enfermedades similares, cada individuo actúe de diversa forma, se­

gún criterios particulares que no siempre son compartidos por los

demás miembros del grupo familiar. Estos comportamientos ocu­

rren cuando el conocimiento personal, individual, es más tenido en

cuenta que el colectivo, porque se ha enriquecido de muy diferen­

tes fuentes. La constante introducción de nueva información pone

fuertes límites a la predecibilidad, pero asegura la constante varie­

dad y riqueza de las experiencias.

5.1 Rasgos estructurantes o estructuras profundamente codificadas

como núcleos de causalidad

Lo señalado en el anterior numeral no significa, sin embargo, que

no haya un sustrato que ordene o dé forma a la manera como se ha

de actuar ante la enfermedad. Significa que no es un ordenamiento

como el que exige la conceptualización tradicional de sistema, y que,

en cambio, se puede hablar de rasgos estructurantes que permiten

que en torno a ellos se organice el conjunto de significados que pue­

dan regir la forma de interpretar y, por consiguiente, de actuar fren­

te al evento de la enfermedad.

Page 110: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

350 / Cristina Bara ja s

Estaremos hablando entonces de un sistema complejo, no lineal,

dinámico (en los términos usados por Hayles, 1993), que cuenta con

la existencia de unos criterios mínimos o básicos que permiten al

grupo estructurar su forma de entender y de conocer lo que sucede

en sus cuerpos cuando los órganos rompen el silencio que caracte­

riza la salud, cuando aparece la no salud, la enfermedad.

Según lo visto en la vereda El Carreño, esos rasgos se eviden­

cian en torno a las causas de la enfermedad, conformando lo que

denominamos "núcleos de causalidad" o estructuras profundamente

codificadas, que son básicamente tres:

• La disfunción del órgano: Obedece a criterios muy semejan­

tes a los utilizados por la medicina biomédica o facultativa. El órga­

no es el enfermo, y sobre él se actúa para aliviarlo.

En este tipo de disfunción es en donde más fácilmente se en­

cuentran denominaciones semejantes o tomadas de la medicina

biomédica: hepatitis, pielitis, artritis, gangrena, cáncer, apendicitis,

trombosis, glicemia o leucemia.

• La polaridad frío-cálido: Estas "calidades" o entidades no son

observables directamente, pero se relacionan con el manejo del en­

torno natural en gran medida, y cubren criterios más extensos que

los aplicados a la salud y la enfermedad.

Algunos ejemplos de enfermedades causadas por este tipo de agen­

tes son la ceguera, la tos, el mal del riñon, terceduras, los nacidos.

• La alteración de las relaciones sociales y/o la acción o moviliza­

ción de entidades no corpóreas o físicas: para este tipo de etiología

aparecen aún más inexactas las condiciones, pues tanto los móviles

como las formas de curación obedecen a conocimientos particulares

de las redes de poderes que se mueven en el orden de lo social.

4 Aquí nos referimos a estructura como un modelo cognitivo. Este acercamiento teórico se hace con base en los estudios de Faust, quien ha demostrado que tanto la polaridad frío-cálido, como la presencia de entidades no corpóreas en el pensamiento nativo americano, son elementos bien estructurados y profundamente codificados, hasta el punto de persistir arraigados colectivamente mucho tiempo (Faust, 1990a).

Page 111: Parte III Cultura nacional en Colombia: hibridaciones y

Hibridación constante I 351

La acusación de brujería, por ejemplo, pesa sobre alguien como

forma de control social y a la vez se relaciona con la envidia.

Otros ejemplos de este tipo pueden ser: el "pasmo de parto",

que se produce frente a algunas personas ante las que la parturien­

ta es "recelosa" (la suegra o la presencia de un hombre, en el mo­

mento del parto); el mal de ojo producido por algunas personas de

"mirada fuerte" o a quienes les da envidia la belleza o los atributos

físicos de los demás; la codicia que alguien sienta por cualquier ser

u objeto también es peligrosa, pues puede hacer daño a lo deseado,

en caso de no poderlo obtener.

Dada la especificidad de este tipo de alteraciones, se debe acu­

dir a personas especializadas para manejar ese tipo de problemas.

6. La hibridación: un mestizaje conceptual

en constante construcción

Los cuadros 1, 2, 3 y 4 nos dan una visión sincrónica de los procesos

de manejo de la enfermedad; esto significa que sólo nos muestran un

momento de tal proceso, como si hiciéramos un corte en el tiempo.

En estos cuadros se evidencia que no siempre hay coherencia

entre los elementos de un subsistema y los de otros frente a una mis­

ma enfermedad. De modo que el nexo entre signos, significados y

acciones no es constante, sino que, por el contrario, permite mezclas

entre los diversos rasgos estructurantes. Es posible entonces que las

denominaciones no siempre coincidan con las interpretaciones ni con

las acciones de una misma categoría. En ese sentido, hablamos de que

no hay linealidad. Por ejemplo, las denominaciones adquiridas por el

contacto con el sistema de salud formal (instituciones médicas) son

incorporadas sin que las acompañe necesariamente todo el conjunto

de conocimientos de origen que implican.

Es el caso del denominado "romatís" (cuadro 4) por las perso­

nas de mayor edad, llamado ahora "artritis", por otros, a la cual se le

atribuye, además del dolor de articulaciones, la gordura, y se inter-

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352 / Cristina Barajas

preta como asociada a tomar o comer en exceso. Ante ella se actúa

ingiriendo agua de bretónica (planta labiada), bañándose con barro

de los pozos termales de Paipa, e ingiriendo droga recetada por el

médico, indistintamente.

En este ejemplo se ve fácilmente cómo, desde la denominación

misma, se mezclan criterios de la medicina biomédica con los de la

que se ha llamado tradicional. La interpretación, que aún tiene mu­

chos rasgos no biomédicos, también maneja un grado alto de mez­

cla, lo mismo que las acciones. No se ha mantenido un solo criterio,

sino que se encuentran combinados los dos.

Pueden existir también varias denominaciones para lo que des­

de la perspectiva biomédica puede ser un mismo problema, la he­

patitis. Entre la mayoría de las familias de la vereda, es denominada

sencillamente "mal del hígado", haciendo alusión a la disfunción del

órgano como totalidad, y también "rebote de bilis".

El término hepatitis se encontró relacionado con la asistencia al

hospital, en donde fue denominada así la enfermedad e incorpora­

da al léxico de la familia. Aparece, en este caso, claridad con respec­

to al modo como se incorpora conocimiento en la familia campesi­

na, a partir de su contacto con la institución hospitalaria, pero un

conocimiento parcial, pues en este caso se hablaba de hepatitis, cuya

causa era aguantar hambre, o comer muchos huevos, causas éstas

que no corresponden a las determinadas por la medicina biomédica.

Como se ve en los ejemplos anteriores, la transferencia de co­

nocimientos y de técnicas para el cuidado de la salud no pasan sin

modificaciones al grupo receptor. Al contrario, éste los une a los co­

nocimientos y prácticas que ya maneja, y produce una nueva forma,

que a su vez cambia rápidamente. Parece más pertinente entonces

el modelo de sistema complejo o no lineal para entender el manejo

de la enfermedad en esta sociedad campesina.

Con una apariencia caótica en la forma como se actúa ante la en­

fermedad, existe de todas maneras un orden oculto, no evidente, en

torno a unos núcleos de causalidad muy generales, provenientes de

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Hibridación constante I 353

muy diversos ámbitos a los que llamamos rasgos estructurantes. Es

un modelo que permite la entrada de mucha información de diver­

sas fuentes, como lo hemos visto, ante cuya heterogeneidad no hay

posibilidad de predicción. El azar también juega en él. Esto lo hace

complejo, y de una gran riqueza y dinamismo.

7. A manera de conclusión

En el manejo que los habitantes de la vereda El Carreño hacen de

las enfermedades, se producen lo que podemos llamar cruces so­

cioculturales, en los que lo tradicional y lo moderno se mezclan; en

ese proceso se dan tanto persistencias como cambios.

Localmente, se mezclan todas las posibilidades de acción tera­

péutica, no se reemplazan completamente, se combinan. Por ejem­

plo, se usan recursos de las institucionales formales (Instituto de

Seguros Sociales, clínicas, hospitales) y al mismo tiempo recursos

informales (redes de parentela, vecinaje, compadrazgo). En ese sen­

tido, el enfermarse sirve socialmente para construir y reafirmar re­

laciones solidarias y de reciprocidad.

En el encuentro cultural de la institución médica con el pacien­

te campesino, se produce una transferencia parcial de conocimien­

tos, y una adopción también parcial de ellos. En El Carreño se han

adoptado términos clasificatorios médicos, algunas estrategias cu­

rativas, pero también nuevos cuadros clínicos, nuevas formas de in­

terpretar las enfermedades.

Falta ahora analizar hasta qué punto la medicina instituciona­

lizada ha aceptado la influencia de los conocimientos médicos loca­

les (hierbas medicinales, formas médicas denominadas alternativas,

que tienen su raíz en conocimientos informales tradicionales).

¿Se habrá dado un diálogo de saberes?

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354 / Cristina Barajas

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dicinales. Bogotá, PUJ, Fundación Joaquín Pineros Corpas.

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Colaboradores

José Antonio Amaya, sociólogo de la Universidad Nacional y Doctor

en Historia de la École des Hautes Études en Sciences Sociales. En

la actualidad se desempeña como profesor del Departamento de

Historia de la Universidad Nacional de Colombia, ocupando el car­

go de director de Programas Curriculares. Tiene en prensa su tesis

doctoral "Mutis, Apotre de Linné en Nouvelle-Grenade. Histoire de

la Botanique dans la vice-royauté espagnole de la Nouvelle-Grenade

1760-1783", que será publicada por la Revista Fontqueria de Madrid.

Cristina Barajas es antropóloga de la Universidad Nacional, licen­

ciada en Biología y MA en Desarrollo Rural de la Universidad Jave­

riana. Se ha desempeñado como docente en la Universidad Nacio­

nal y en la Universidad Javeriana, en donde trabaja en la actualidad.

Su campo de estudios abarca los procesos sociales y culturales de

las sociedades campesinas de los Andes colombianos.

Alvaro León Casas es magister en Historia de Colombia. Actualmen­

te se desempeña como director del Programa de Historia de la Uni­

versidad de Cartagena. El trabajo publicado en este libro es resulta­

do de la investigación financiada por Colciencias "Prácticas y

discursos de medicalización e higiene en la formación de la salud

pública en las ciudades del Caribe colombiano, 1880-1930". El au­

tor quiere agradecer a las estudiantes del Programa de Historia de

la Universidad de Cartagena Indita Vergara, Estela Simancas y Elsy

Sierra por su colaboración en la investigación y, muy especialmen­

te, al historiador Jorge Márquez Valderrama por su valiosa ayuda en

la redacción definitiva del texto.

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358 / Colaboradores

Jorge Arias de Greiff es profesor honorario en la Facultad de Cien­

cias de la Universidad Nacional de Colombia. Entre otros textos, ha

publicado el libro La muía de hierro (1986).

Pablo Kreimer es doctor en Ciencia, Tecnología y Sociedad del CNAM

de París. Hoy en día trabaja como profesor e investigador del Insti­

tuto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología de la Univer­

sidad Nacional de Quilmes, Argentina.

Mauricio Nieto es profesor en el Departamento de Historia de la

Universidad de Los Andes. En la fecha prepara un amplio estudio

sobre historia de la malaria.

Diana Obregón es profesora asociada en el Departamento de His­

toria de la Universidad Nacional de Colombia. En 1992 el Banco de

la República editó su libro Las sociedades científicas en Colombia.

Roberto Pineda Camacho es profesor asociado en los Departamen­

tos de Antropología de la Universidad Nacional y la Universidad de

los Andes. El autor quiere expresar un especial reconocimiento a An­

drés Barragán, cuyo interés y paciente labor contribuyó de forma os­

tensible al mejoramiento del texto. De igual modo, extiende sus agra­

decimientos a Germán Ferro, quien gentilmente le llamó la atención

sobre las observaciones del fraile Santa Gertrudis en relación con

la supuesta actividad del diablo entre algunos pueblos del altiplano

nariñense, a Cari Langebaek por sus sugerencias sobre textos per­

tinentes al tema y a Carlos Uribe por sus comentarios al texto.

Olga Restrepo Forero, graduada como socióloga, con un Máster en

Historia, se desempeña como profesora del Departamento de So­

ciología de la Universidad Nacional de Colombia. Investiga sobre la

historia del conocimiento científico y el desarrollo de la ciencia ins­

titucional en Colombia, específicamente sobre la constitución del

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Colaboradores I 359

campo de investigaciones de la Historia Natural, desde la Expedi­

ción Botánica hasta su institucionalización en el presente siglo; el

surgimiento de un pensamiento geográfico y la elaboración de una

geografía y cartografía del país durante el siglo XTX; el desarrollo de

las ideas evolucionistas y del darwinismo en Colombia; las asocia­

ciones científicas y la conformación de una comunidad científica

alrededor de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas

y Naturales.

Eduardo Zalamea es físico de la Universidad Nacional de Colombia

y Máster en Enseñanza de la Física de la Universidad Pedagógica

Nacional. Fue profesor de física en las universidades Javeriana,

Distrital y Nacional de Colombia. Su interés por los problemas re­

lativos a la docencia de la física, a nivel universitario y de bachillera­

to, lo ha motivado a participar en grupos de investigación, como el

Programa Re-Creo y el Proyecto Universitario de Investigación en

la Enseñanza de las Ciencias, que tienen por objetivo la capacita­

ción de maestros. De allí sus numerosos libros escolares de física,

publicados por Educar Editores y Editorial McGraw-Hill.

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