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1 Alfonso Pérez de Laborda Paralipómenos 2012 © Alfonso Pérez de Laborda y Pérez de Rada

Paralipómenos - Bienvenido a la página web de Alfonso ...apl.archimadrid.com/Alfonso/ParalipomenosCOMPLETO.pdf · malinterpretación sobre ese hecho, pues se trata más de una estrecha

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    Alfonso Prez de Laborda

    Para l i p meno s

    2012

    Alfonso Prez de Laborda y Prez de Rada

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    Advertencia preliminar Paralipmenos 1 .... 1 al 201

    Paralipmenos 2 .... 202 al 396

    Paralipmenos 3 .... 397 al 597

    Paralipmenos 4 .... 598 al 787

    Paralipmenos 5 .... 788 al 970 ndices

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    Advertencia preliminar

    I Las pginas que siguen fueron escritas a lo largo del ao 2005 [me refera, evidentemente

    a Paralipmenos 1]. Da a da, cinco veces a la semana. Se publicaron en archimadrid.es, bajo la rbrica Paralipmenos.

    Son obra de alguien que se dedica a la filosofa. Profesor de filosofa en la Facultad de Teologa San Dmaso de Madrid, cumpliendo su octavo ao en ella. Filsofo. Sacerdote ahora de esta dicesis, pero que las aventuras de la vida le hicieron ordenarse a los treinta y siete aos en la de vila, pues muchos aos ms de veinte profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca. Sacerdote diocesano que se glora de colaborar en una Parroquia madrilea.

    Cada da enfrentado a una pgina en blanco, marcada solo por un nmero. Puede un filsofo decir cosas a un pblico ms amplio que el tan estrecho, mejor, exiguo, que es el suyo, al albur de lo que va aconteciendo, al hilo de sus propias cavilaciones? Pueden sus reflexiones interesar a quien nunca ha ledo las difciles pginas que suelen ser las filosficas? Tiene algn inters lo que dice fuera de sus complicaciones propias? Es capaz de utilizar un lenguaje comprensible por los felices mortales, si no siempre esto es poco menos que imposible, al menos s casi siempre? Puede abandonar las largas frases unamunianas por la concisin azoriniana? Puede ceirse a las 610 palabras de cada da, todo incluido? Ms que ms, en el fondo, tiene algo que decir?

    Ese ha sido el reto durante todo un ao. T, lector/lectora amable, lo has podido decir antes o lo podrs manifestar ahora, si es que en algo te interesa.

    Simplemente, te hago notar que un filsofo, por pequeo que sea, nunca piensa por suelto, sino en coherencia de red. Las cosas que va diciendo son composibles unas con otras, se engarzan en cohesin de pensamiento. Buscan la verdad. Esto es esencial. Si no, son palabritas echadas al viento.

    Ha sido para m una apasionante aventura y una labor extenuante. Nunca pens que lo sera hasta tal punto.

    Cada pgina lleva sealadas dos fechas: la de su escritura y la del da de su publicacin en la red. Pone lugar cuando ha sido escrita en otra mesa distinta a la ma.

    Un ndice de conceptos ayudar a adentrase en lo que se puede parecer a la selva moral y espiritual de los madrigales monteverdianos.

    Si tengo fuerzas para ello y se me sigue brindando el portal que me arrecogi por lo que le estoy inmensamente agradecido, seguir ms adelante con nuevos Paralipmenos.

    Madrid, 30 de diciembre de 2005

    II Pasaron otros cuatro aos completos de escritura desde las lneas anteriores y cada da

    engord con nuevos paralipmenos nombre hermoso y lleno de misterios, siempre con la idea fija de completar su escritura cuando llegara el momento de la jubilacin universitaria. Y as fue. Pas una tarde, pas una maana. Mi sentimiento sealaba entonces, y contina con ello, que una parte importante y decisiva de lo que tena que decir, mirando desde un cierto punto de vista, quedaba dicho, aunque siempre en espera de nuevas, trepidantes y locas aventuras del pensar. Mas estn todava por llegar. Es necesario un tiempo de respiro. De rumie. De reflexin. De puesta a punto en el pensamiento. Si este tiempo se me concede, estupendo; si no llegara a cristalizar, ah queda lo que est escrito; no poco. Algunos, amigos, claro, tienen la impresin de que me he callado y echan en falta su racin diaria de nuevos escritos mos. Sepan cuantos que no me he callado. Simplemente, estoy en silencio. Tengo esperanza. Tampoco yo la he perdido.

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    Por el momento escribo unos escondidos Comentarios, pero estos no vienen dados en el orden del pensar, sino, como dice su nombre, en el del comentar transfigurado.

    Madrid, 27 de noviembre de 2011

    III Pas otro tiempo de preparacin final del manuscrito, incluyendo el de la confeccin de

    un ndice nico. En el mientras tanto, algunas paginas entresacadas de aqu llevaron a ocupar los trabazones que pueden leerse en El misterio del ser. Pensamientos convergentes. All aparecen en orden filosfico sincrnico, ac, en cambio, en el orden de su enredado surgimiento paralipomnico diacrnico, lo que muestra la contextualidad de un pensamiento; por eso, creo que no hacen doblete del todo. Este inmenso conjunto de papeles es en verdad desaforado, mas creo que cumple con exactitud asombrosa la intencin primera que les dio ser. Prueban que un filsofo puede decir cosas que interesan a un pblico ms amplio del que suele ser el suyo al albur de lo que va aconteciendo, siguiendo el hilo de sus propias cavilaciones; bueno, habr que decirlo todo, si es que en nuestro pas un filsofo tiene ms que un puado exiguo de lectores. Prueban, tambin, que un filsofo, por pequeo que sea, tiene muchas cosas que decir en campos que no se tienen como estrictamente los de su propia tecnicidad, y, adems, las dice de manera comprensible para todos. Prueban, igualmente, que un filsofo, por pequeo que sea, toma partido, y es capaz de hacerlo siempre, espero, de modo racional, ayudando as a la propia toma de partido racional de su lector. Prueban, por fin, que un trabajo tan descomunal como este enriquece de manera asombrosa el pensamiento filosfico de su autor y tambin el de su lector, espero, abrindole nuevas e inauditas perspectivas en una loca aventura del pensar.

    En esta edicin definitiva he corregido las faltas encontradas y algunas pequeeces ms; he aadido los apellidos de bastantes de los amigos de los que solo haca constar el nombre; adems, me he encontrado con una cierta perplejidad referida a las palabras propensin y predisposicin, que puede leerse en nota al n 641. Las cosas aadidas, excepto los apellidos a los que me acabo de referir, estn entre parntesis cuadrados: []. En el ndice aparecen solo algunas palabras que encuentro representativas de una manera filosfica de pensar. Se incluyen porque abren o posibilitan la bsqueda de un tema en la selva moral y espiritual, al modo monteverdiano, de esta montonera de pginas. De manera general, literatos, msicos, cineastas, por ejemplo, se encuentran bajo la rbrica de literatura, msica o cine, excepto cuando son parte integrante del ensanchamiento de mi texto. Los nombres que aparecen en l no son todos, sino aquellos que han servido para engordar las reflexiones de mi escrito.

    Trabajar en un ndice es una de las cosas ms tediosas que cabe realizar, ms an si la labor cae en los hombres del autor, como ha acontecido. Los hice al terminar cada una de las series, es decir, haba cinco aos del primero al ltimo. He debido rehacerlo casi todo. Y un ndice ndice del uso de las palabras, como es este, para qu puede servir? Adems de lo que es pura obviedad, vale tambin como estadstica de palabras, por as decir. Se ve a primera vista el peso de las palabras, aunque, cuidado, porque cosas esenciales parecen tener peso estadstico menor, aunque en la vivencia del texto, luego no es as. El ndice global que ac se encuentra nicamente deja ver el peso y el cundo de las palabras, guardando algo sorprendente: nos hace ver el momento de la aparicin de palabras en su uso, con el significado expresivo que ello tiene. Se me ocurre apuntar amorosidad, o aguas arriba y aguas abajo. Otras, como carcasa, tan importantes en momentos del pensamiento en escritos anteriores, parece que ya han sido amortizadas, cumplieron su funcin, y apenas si es trmino paralipomnico: as pues, palabras de trnsito, no de arribada. Todas pueden tener un significado particular que se adivina por los contextos del uso en que aparecen; no se olvide esta advertencia. Esto hace que en el ndice no estn todas las recurrencias de la palabra considerada, sino las que vienen a la cosa: vase, por ejemplo, la palabra mundo; en la palabra persona es as de manera singular, pues deja fuera todas

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    las connotaciones teolgicas, como para resaltar su utilizacin filosfica; ocurre de manera frecuente en este ndice. Ntese que algunas palabras aparecen de sbito, como aconteci con Melquisedec en el relato del AT. Otras, al contrario, parecen desaparecer; como si no hubieran terminado de entrar en el acerbo de mis usos. Ntese cmo la relacin realidades/realidad como fundamento, valga el ejemplo, por ms que sea el quicio mismo del retemblar metafsico al que me refiero en estos Paralipmenos, no entra en el ndice en su compleja estructuracin, simplemente est ah en la aparicin de las palabras, sin que aparezcan sus contextos, En el ndice no estn ni todas las palabras ni todos los nombres, solo aquellos que han contribuido en su concrecin al ensanche de mi texto. Hubiera necesitado su F de erratas; no he tenido fuerzas para ms, lo siento. En las palabras que tienen mucho peso estadstico, hubiera sido interesante encontrar los modos de acercarme a ellas desde el contexto que las trae al texto mas me han faltado las fuerzas, queden ah tal cual en su masa crtica. Con frecuencia hay palabras que son descuajeringadas, pues pienso que as expresan mejor lo que busco decir, y me parece que el lenguaje sirve para expresar, por eso debe inventarse su uso de continuo. Nunca olvidemos que el ritmo y los sonidos son expresivos. El pensamiento paralipomnico en su discurrir sincrnico va adquiriendo su propio curso fluyendo en su discurrir diacrnico. Sera bonito que as fuera, no?

    Suelo afirmar con alguna frecuencia que soy medio belga; aqu, en el paralipmeno 703. Es verdad. La cercana de Biarritz desde San Sebastin, donde viva mi abuela materna, y algo menos desde Bilbao, era decisiva. Libros, pelculas visitas a los cines de verdad, la amarilla revista de cine. Conversaciones mil. En la Librera Arturo, Coln de Larreategui abajo, y tambin en la vieja librera de la Plaza Nueva, aunque a veces salieran de sus profundas cavernas, se compraba todo. Entonces le infinitas cosas en francs, hasta casi poder decir, en una enorme exageracin, que el castellano quedaba casi por completo para los libros tcnicos, es verdad que junto con escritores del 98 y la palpitante novela espaola del momento. Todo ello, evidentemente, prepar el camino. Ms tarde, casi siete aos de estudiante francfono de teologa en Lovaina-Leuven. Y, finalmente, diez u once de profesor de ida y vuelta en la francfona Lovaina-la-Nueva, lo que fue una locura conjuntada con una maravillosa barrabasada que me abri los ojos en profundidad, dndome ocasin, adems, de estar al da de tantas cosas, y de comprar deuveds musicales. En los entretantos, dos aos completos en los Estados Unidos excepto lo correspondiente creo que a siete semanas en Lovaina cada vez, Amrica como ellos dicen, uno en Pittsburgh, otro en Ithaca, NY. No s si hice otra cosa, pero compr libros a mansalva y segu estando muy atento a ese pensar. Nunca he olvidado que, durante aos, mi dedicacin universitaria primera fue la historia y la filosofa de la ciencia, anglfona de modo preponderante. De Blgica me qued, sobre todo, y esto es lo ms importante, la amistad a la que suelo volver con frecuencia. Estas paginas estn llenas de francofona, es verdad, pero cabra una malinterpretacin sobre ese hecho, pues se trata ms de una estrecha unidad de afectos que de un conjunto de actos de pensamiento.

    En el paralipmeno 873, ya declinando, me sugiero a m mismo darles el nombre de diario metafsico. Le caera muy bien, en parte, no cabe duda; aunque solo en parte.

    Madrid, 6 de agosto de 2012 Alfonso Prez de Laborda

    apl.name

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    Para l i p meno s 1

    2006

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    1 Es enigmtico iniciar una seccin diaria, aunque solo sea de una pgina. Parecera

    cuestin de coser y cantar, sin embargo, no es as. Tengo alguna experiencia en lo del escribir y s que me echo encima una labor nada fcil, pero llena de esperanza. Una pgina solo; mas qu larga puede hacerse, de qu cumplimiento tan complicado. Lo hemos de ir viendo.

    Llevar un ttulo que me llena de misterios embrujados. Palabra preciosa, sonora, de escondido significado. Cuando era chaval algn libro del Antiguo Testamento en la traduccin de Ncar-Colunga llevaba ese majestuoso ttulo. Mis paralipmenos sern aquello con lo que los llene. Cabe labor ms exaltante?

    Cada una de las entregas no tendr ttulo especfico, solo el nmero que se agrega a la fascinacin de los mismos paralipmenos. Puede complicar algo el no tener al primer golpe de vista el contenido de cada escrito diario, pero, por el contrario, me parece, dar ms continuidad al discurso que en ellos se ir hilando y enredando, probablemente a manera de red. Si las cosas se van haciendo as, como aventuro, de seguro que estos paralipmenos irn teniendo su estructuracin en algo que han de ser sus puras continuidades. No sern, pues, algo as como pldoras para tomar cada da la suya, sino un discurso que se ir envolviendo con una cierta complejidad.

    Mas ya es hora de comenzar. En los ltimos aos, hace muchos, todo hay que decirlo, tengo la sensacin amenazadora

    y desasosegante de que en la Iglesia espaola no hay lderes. Y esto me parece muy grave. Cierto es que hay obispos que tienen madera de ello. Pero un obispo muestra su liderazgo esencialmente en lo que es su labor de gobierno; algo de extremada importancia, hoy todava ms medular en la Iglesia si cabe decirlo as. No me refiero a ellos. Tiempo habr de que nos vayamos entendiendo. Me refiero a lderes ms informales, de los que vivimos en un desierto. En este aspecto nadie lidera a los catlicos espaoles. Nadie despunta con la fuerza de su palabra, con la robustez de su esperanza y con el vigor de su razn de manera que tenga algo que decirnos a los dems. A los catlicos espaoles, pues, nadie nos muestra un pensamiento, una manera de ser y de estar que nos sirva de ejemplo a imitar. Pues la imitacin, la mmesis, es aqu profundamente enriquecedora, constitutiva. Nadie nos ensea cmo ser en la realidad que en nuestra sociedad nos estamos construyendo; cmo estar en ella. Nadie nos dice cmo estar en el mundo y, cuando llegue el caso, enfrentarnos a l. Estamos como hurfanos; hurfanos de ejemplos, de actitudes, de maneras. Estamos solos con nosotros mismos; cada uno solo consigo mismo. Y no se piense que pido demasiado. En Los olvidados, aquella maravillosa pelcula de Luis Buuel, el chavalillo de apenas doce aos, Pedro, es un verdadero lder, no solo jefe de panda, pues adems de sus chavales estamos los innumerables espectadores que desde 1950 contemplamos cmo tiran al estercolero su cuerpo asesinado.

    Un lder es alguien que tiene cosas que decirnos, y las dice. Que toma sobre s la tarea de hablar a los suyos, de resolver problemas y encontrar soluciones. Que nos seala caminos a seguir. Que sugiere tareas a realizar. Que ofrece ejemplo. Que brinda esperanza.

    Y donde no hay lderes, de manera impepinable, termina habiendo solo sectas. Carrin de los Condes, 2 de enero de 2004 / puesto en la red el martes 4.1.05

    2 De vez en cuando nos dicen, por ejemplo, que una cadena de televisin es lder de

    audiencia. Con frecuencia ocurre que los programas que emite, o aquellos a los que se aplica el liderazgo, son verdaderos espurrimientos; emisiones que uno bueno, cada otro que diga lo que le parece y se aplique el cuento se queda perplejo de que puedan interesar y suscitar pasiones.

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    Pero, s, acontece seguramente que son capaces de suscitar en los espectadores las pasiones ms bajas o las ms prfidas o las ms erticas, y por eso venden, por eso se ven, o son llamadas al dejarse ir en la mera curiosidad malsana con un cierto toque de quebranto. El liderazgo que cuenta aqu es ese. Al que yo me refiero, no, evidentemente.

    La falta de liderazgo que apunto se refiere, seguramente, a que no parece haber hombres y mujeres religiosos que nos atraigan con su actitud, con su vala, con su palabra. O al menos no los conozco. O no los he encontrado. O no he odo hablar de ellos. Los hay, sin duda, que llevan una vida apasionante y apasionada. Todos conocemos a gentes as, que nos emociona haberlos conocido, pues hemos visto en sus comportamientos, en sus maneras, en su ser mismo, aquello que nos atrae en nuestra vida cristiana, hasta el punto de que nos decimos: me gustara ser como ella, me gustara ser como l. Ejercen una atraccin espiritual profunda sobre nosotros. Pondr un solo ejemplo, y de un obispo. Fui en Getafe al entierro del obispo Golfn. No le conoca, pero s conozco a muchos de sus seminaristas. Pues bien, estos le queran tanto, tan apasionadamente, ejerca sobre ellos un liderazgo espiritual tan intenso, tan luminoso, que, conocindoles y siendo su amigo, fui a acompaarles en su dolor por esa prdida tan grande para ellos.

    Entonces, qu?, diremos que no faltan liderazgos? De este gnero que ahora digo, de cierto que no; su actuacin es de capilaridad, de mancha de aceite, y eso es tremendamente importante y eficaz. Pero no es a esto a lo que me refiero. Me refiero a lderes con una realidad de empujamiento que va ms all de las personas a las que conocen. Que ocupan un lugar menos escondido, con un papel ms en publicidad. Pinsese en telogos, en filsofos, en pensadores. Quin de entre nosotros ejercita, por ejemplo, esa capacidad magnfica de hacernos leer la situacin social en la que vivimos, de clarificar para nosotros esa situacin, de manera que llegue lo que dice ms all del puro grupo de sus amigos. Si los hay, dnde se expresan, en qu medios, aprovechando qu coyunturas? Quin se preocupa de darles cancha? Porque un liderazgo, es verdad que surge y se hace conocer por la propia fuerza de su ser, pero, hoy, caso de haberlos, dnde se expresaran esos lideres? S, ya s, todo en la situacin de nuestra sociedad empuja con fuerza, con furor, en contra de esa expresin. Adems, no se da hoy tambin en nuestra Iglesia espaola un fenmeno terrible? No los hay, pero si los hubiera, no quedaran comidos al punto por banderas, por movimientos de desencuentro, por tirar de la manta cada uno hacia un lado?

    Lo que planteo en su ramificacin compleja, pues, es grave, no? Carrin de los Condes, 3 de enero de 2005 / mircoles 5.1.05

    3 En la radio las cuestiones son muy distintas. Lo primero a tener en cuenta, por tratarse de

    un hecho inslito, es la importancia meditica de la radio en Espaa que no se da en otros pases; quiz en ninguno de los pases desarrollados. Dira que aqu la radio es notablemente ms influyente que la televisin. La televisin parece ser para el refocile, para el trgala de los anuncios y para ver las imgenes de las noticias, con sus manos muertas que salen de sus agujeros y nios somales con los ojos comidos por las moscas y los vientres abombados hasta casi la explosin, que buscan invitar al zapateo del zapping. Pero dira que la verdadera informacin otra cosa es el machaqueo acechador y continuado de algunos temas, como, por ejemplo, Telecinco con el caso del Prestige, la informacin formadora, en esos dos medios, la informacin conformadora, entre nosotros se da a travs de la radio de manera preponderante.

    Es verdad que hay numerosas personas que se conforman, es decir, que se dejan conformar en sus pensamientos, con los peridicos; bueno, por su peridico. Las revistas no cumplen papel aqu. Es notable ver cmo los lectores de un cierto peridico lo doblan de manera que siempre aparezca el titular grande, cuando hay cuatro maneras de hacer el doblamiento; no puede ser fruto del azar. Por cierto, tengo amigos que aborrecen un peridico, pero no se ven con

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    fuerzas de dejar de comprarlo; se les ha convertido como en una droga malsana, pero les durar para siempre?

    Pues bien, en los medios se dan comunicadores, lderes de la comunicacin. Todos lo sabemos, y hasta quiz nos dejemos liderar por ellos, mejor, por quien consideramos nuestro lder comunicativo y su entorno.

    Se ofrece ah un fenmeno interesantsimo, pues ese lder expresa lo que los liderados quieren or. A la vez que los liderados se dejan conformar por el lder escuchado. Expresin, conformacin. Ntese que solo hablamos de los medios de comunicacin; ah uno expresa y es conformado, otros son conformados expresando. El lder comunicativo, de notable influencia, sin embargo, se debe a los liderados, viene conformado por ellos. Se dan corrimientos, claro es, pero como en los glaciares, a veces lentos hasta la exasperacin, casi imperceptibles. Mas cuidado, se dan, y con el tiempo las cosas pueden llegar a estallar.

    Vase por ejemplo la grave crisis que est pasando el diario francs Le Monde, que, por esos corrimientos, tiene su vida pendiente de un hilo. Qu le ocurri? Desajustes. La lnea editorial dej de expresar, seguramente, el pensar de los liderados, y ya no los conforma.

    tense los machos los nuestros, es decir, los suyos, y tengan bien abiertos los odos. Tales fenmenos se contagian como el sarampin: se producen con facilidad los mismos fenmenos con parecidos resultados. Incluso en nuestro pas.

    El liderazgo espiritual al que quiero referirme se da en estos contextos. En l tambin se establece ese juego entre la expresin y la conformacin.

    Pero, claro, hay en Espaa algn lder espiritual hoy con acceso a esas cumbres mediticas? Cul puede ser el mbito en el que se le pueda or, en el que se haga or? Internet?

    Carrin de los Condes, 3 de enero de 2005 / jueves 6.1.05

    4 Una pausa aprovechada. Zascandileando por libreras de lance, encontr baratas las Obras selectas de Ignacio

    Agust, y las compr. Hace aos que me rondaban Mariona Rebull (1944) y El viudo Rius (1945), como algo a lo que se poda ir, a lo que quiz algn da habra que ir. Supe ahora que eran parte de una serie de cinco: La ceniza se hizo rbol. Sal despendolado a comprar las que me faltaban. Ventajas de saber de gusto y de odo, no de manuales aprendidos.

    Era un momento de vacacionar o morir, y los llev en el zacuto. Haba comenzado con Mariona Rebull de una mgica sencillez, y me encontr con el desafuero goloso de leer miles de pginas. Haca semanas, meses, en que me haba quedado desenganchado de la lectura, y sin ella no soy capaz ni de pensar ni de escribir. En el vacar vacacional reemprend lo que necesito hasta lo ms profundo de mi ser: leer, leer y leer.

    Con palabras, se va poniendo ante mis ojos un mundo nuevo, que con el desparpajo del artista toma carne en m, hacindose as carne de mi carne. Memoria de lo que soy, de lo que puedo ser, de lo que he de ser, de lo que ser. De lo que somos, de lo que podemos ser, de lo que hemos de ser, de lo que seremos. Cosa maravillosa. Sin ello, pues, no soy lo que ser. Esta es la prueba de la imposible-posibilidad.

    Desde hace aos aprecio sobremanera a Juan Mars. Soy fidelsimo de Eduardo Mendoza desde El caso Savolta, lo leo con gusto, enorme gusto. De lo mejor que escribe hoy entre nosotros. Tan distinto. Tan suyo. Tan barcelons. Tan ceido a una ciudad, a sus cambios, a su idiosincrasia, a sus gentes. A sus alrededores. A s mismo. Creador de mundos, recreador de realidad: exactamente lo que un escritor hace para serlo de verdad. Tan novelistas los dos, en una poca en que tanto sinsorgo afirma pomposo que la novela ha muerto. Mendoza lo dice cuando se lo preguntan en intervis, de quin se reir a mandbula batiente? La novela no morir hasta que muramos sus lectores. Que digan lo que quieran esos sin salero. Demasiados de los

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    profesionales. Los que tanto se aburren leyendo. Los que lo hacen por estricta obligacin, para ganarse honestamente el pan con el sudor de su frente. Mas la literatura es de quienes la devoramos con supremo gusto, con pasin infinita, con refocile. Los que deliciosamente perdemos el tiempo con ella. De quienes cuando no la leen, porque olvidados de ella, estn en sequedad de creacin, de su propia creacin. S, los mundos de Mars y de Mendoza son parte de la imposible-posibilidad que produce la realidad.

    Pues bien, qu sorpresa!, Mendoza aventuro que tiene un ancestro que ahora pasa por desconocido: Ignacio Agust. Corred a echaros en su lectura. Suerte los que sabemos de la literatura por amor al arte, a la esttica de lo siempre ms-all. Desgracia de los que solo saben de ella por mera profesin. Bueno, no quiero quitar a crticos y profesionales el que tambin a algunos de entre ellos as lo espero! les guste leer tanto como a nosotros, que vivimos nuestra vida porque hay literatura, porque hay cine, porque hay arte.

    Carrin de los Condes, 3 de enero de 2005 / viernes 7.1.05

    5 Expresar y conformar. El lder espiritual expresa y conforma, y, en camino circular de ida

    y vuelta, porque a su vez, conformado, expresa. Expresa lo que tiene, lo que es, su manera de vivir el cristianismo, su experiencia del Seor, las maneras y soluciones que entrev a los problemas comunes que se plantean a toda la comunidad eclesial en el mundo que es el nuestro. Y lo expresa hablando; ni solo rezando ni solo meditando ni solo en sus puras interioridades. Se expresa hacia fuera, habla para los otros, para los suyos, para la comunidad eclesial. Con su puro s mismo, pero se atreve a hablar no solo a su propio rebozo, sino en alto, en nombre de su comunidad, para ella, para los que tienen desafeccin por ella. El lder, pues, es un osado, un entrometido al que nadie le ha dado cartas de presentacin. Habla por s y con su propia autoridad y fuerza. Habla porque no puede callar. Cuando se expresa, aunque de primeras sea solo con sus gestos, como san Francisco de Ass, todos le comprenden, pues expresa lo que tantos no saben cmo decir, cmo pensar, cmo vivir, cmo convertirlo en experiencia propia. Pero el lder, aunque haya salido de su propia internalidad sin mandato de nadie, expresa algo que es comn a muchos dentro de la comunidad. No es un loco solitario, sino un solitario que tiene la osada, la fuerza, la gracia, de decir lo que no ha sido dicho, de decir lo indecible, lo que es duro, lo que parece todava neblinoso. Se enfrenta a una situacin y la nombra. Hacindolo con tal cuidado y suerte que al punto es comprendido por tantos que esperan luz, que quieren una palabra, que no saben cmo hacer con exactitud. El lder, pues, expresa eso que siendo propio, resulta tambin ser de muchos. Siendo de la comunidad, expresa a la comunidad. Y su expresin conforma a la comunidad que le escucha, que espera sus palabras y sus gestos para ella misma entender y actuar. Se da ah un fluir del lder a los conformados por l, a los que llamo los liderados.

    Pero hay ms, pues el lder espiritual una vez que es arropado por la escucha, se hace escuchante de la comunidad a la que lidera, portavoz de ella, pues arropado por ella. Sin dejar nunca de serlo del todo, ya no es un solitario, sino una voz de la comunidad, y una voz escuchada, seguida, que ilumina el qu hacer de la vida cristiana, el cmo enfrentarse a situaciones siempre nuevas y muchas veces tan difciles de entender, de soportar, de dilucidar, de buscarles futuro, de hacer memoria fiel y enriquecedora del pasado. Y ah, en ese empeo que se va haciendo comn, se establece un vnculo tal que comienza tambin el lder a ser conformado por el movimiento que se ha iniciado. Mas no para ser desarzonado aunque tambin puede acontecer, es cuando el lder pierde su pureza y se prostituye vendindose, sino para ser reforzado en su palabra generadora de interioridades y en su interioridad generadora de palabras profundizadas; reforzado tambin en sus gestos, siempre tan importantes. El lder se sabe ya no una sombra solitaria, sino quien habla para quienes le escuchan y, en un cierto aspecto, le siguen.

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    El lder y los liderados forman de este modo lo que podramos llamar una simbiosis comunitaria, eclesial.

    Se ve as la diferencia con lo que ms arriba hablaba del gobierno de los obispos. Se entrev, sobre todo, que Jess, el Cristo, no es un lder de la comunidad.

    Carrin de los Condes, 4 de enero de 2005 / lunes 10.1.05

    6 El lder espiritual, mejor ser decir los lderes espirituales a los que me voy refiriendo,

    son voz de la comunidad. No una voz mandatada, pues surgen como las flores del campo, sin que uno se lo espere, en los momentos y lugares ms insospechados, sin que nadie les mande o los enve, como no sea, evidentemente, la misma accin del Espritu del Seor para el bien de los suyos. Por eso no pueden programarse. Nacen solos. Son libres como el viento. Comprometidos con su comunidad, aunque quiz de una manera a su vez extremadamente libre. Comunidad eclesial no significa nunca, tampoco aqu, un grupo y menos una secta. Pero no son voces que hablan fuera de la propia comunidad, al margen de ella, contra ella. Para esto ya hay suficiente barahnda en constante gritero que busca poco menos que cargarse la comunidad eclesial, o al menos debilitarla para que ya nunca ms pueda molestar a los poderosos o a los empeados buscadores del poder.

    Este distingo es muy necesario, pues de otra manera podramos confundirnos en lo que son estos lderes. No lo son, repito, porque nadie los haya mandatado, porque tengan algn papel o ttulo acreditativo, porque obren en alguna funcin precisa en la comunidad eclesial; pero tampoco son voces desvinculadas de ella o que buscan su perdicin.

    Son voces propias, sueltas, libres, a la vez que profundamente ancladas en la comunidad. Son voces que se alimentan de la propia comunidad, de su vida, de sus ideales, de su utopa del maranat; viven con ella y de ella, pues ella les proporciona el alimento de su experiencia, su vivencia profunda, incluso su modo de ser. Son voces que ven claros los peligros que acechan a la comunidad eclesial y lo gritan; que ven claros los caminos por los que debera caminarse. Que, utilizando el lenguaje jonico, ven el peligro del mundo que quiere hacerse con la Iglesia para s, para domesticarla, para deglutirla, para dejarla inerte y sin peligros potenciales. Por eso en el lder espiritual hay un aspecto de denuncia, aunque sea implcita, como lo era la del chavalito Pablo en Los olvidados de Luis Buuel. El hablar liderando ya es ponerse dentro de la comunidad eclesial y frente a ese mundo que quiere hacerse con ella. Grita la libertad de la Iglesia. Grita la libertad de su experiencia, que es la de tantos, que l mismo la recibi de ella. Pero, insisto, nadie le da ningn encargo. Por eso, el lder es libre, esencialmente libre. Libre en su pensamiento, libre en sus palabras. Con una libertad que no es desarraigada de su propia comunidad eclesial. Nunca es la Iglesia su enemigo. S lo encuentra, sin embargo, en el mundo en el sentido jonico al que me acabo de referir.

    As pues, la vinculacin del lder con la Iglesia es extremadamente fuerte, pero eso no indica dependencia de nadie. Se nutre de su vida, y, por eso, desde ah, es libre en sus palabras, en sus actos, en su accin. Nunca representa a la Iglesia, claro, pero s pronuncia palabras que sealan caminos y acciones a la comunidad eclesial. Y al lder espiritual al que vengo refirindome, la comunidad le presta atencin, pues encuentra en su palabra la expresin de lo que es su misma experiencia, de lo que es su manera de recoger y, en su caso, enfrentarse a las apetencias del mundo, siempre dicho en el sentido jonico, es decir, nadie entienda que aqu mundo significa la sociedad que es la nuestra. Habr que ir viendo esa diferencia esencial.

    Carrin de los Condes, 4 de enero de 2005 / martes 11.1.05

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    He conocido algunos casos trgicos de estos liderazgos. Cuando una cierta comunidad tiene a uno de los suyos como un verdadero lder, y lo que este dice es recogido como si de palabra segura se tratara; l es el que sabe, dicen, nosotros solo tenemos que aplaudirle y animarle a que siga en su liderazgo, por ver si se extiende ms all del grupito. En este caso el desenlace puede ser trgico. Qu digo, es siempre trgico. Pues ese pretendido lder comienza a confundir de ms en ms sus propias palabras con lo que debe ser tenido como cierto por la comunidad que le aplaude, primero, la suya misma, sus hermanos, y de ah comienza la pretensin de pensarse a s mismo como lder de los dems de toda la comunidad eclesial, la cual tambin debera ceirse a sus propias palabras.

    Pero su pensamiento, su accin, sus palabras no estn contrastadas. Peor an. Ya no son dichas desde el ex abrupto de la libertad, como palabras propias, como pensamientos propios, como acciones propias, desde la pura individualidad de quien las dice, por ms que su suelo nutricio sea profundamente eclesial siempre.

    Ahora, el suelo en el que nacen esas palabras de liderazgo es libre y propio, en esto nada cambia, pero pronto se tiene la pretensin, por la claque de los suyos, que lo aclaman como alguien de gran liderazgo para todos, de que es algo para decir a toda la Iglesia, y que esta tiene que aceptarlo sin chistar porque l es el lder de las modernidades por venir. No hay contrastacin de sus decires. Al contrario, todos deben seguirle, todos deben ser sus liderados, pues l ha quedado claro que es el lder, o al menos uno de ellos, y por eso la comunidad entera debe aplaudir los caminos y enseanzas que l presenta. Ntese que su comunidad de origen, feliz de que entre los suyos nazca un lder, acept sus palabras, sus obras, sus enseanzas, sus acciones, sin mayor crtica, quiz porque ella misma ninguna tena, y ahora se siente feliz de ser de los cercanos al nuevo lder.

    No ha habido as contrastacin de los decires de ese llamado a s mismo y por los puros suyos lder, sino que se quiere una suplantacin de la propia libertad de los liderados para que caigan en brazos de quien debe ser su lder. Pero ocurre que los liderados posibles no quieren serlo por l. No concuerdan con l. No se sienten en l. No se dejan arrastrar por l. Quiz, enseguida, hasta no se fan de l. Entienden que en l hay algo que se desboca de la eclesialidad, de que para l la fraternidad eclesial se comporta ms bien como un trgala. Ese pretendido lder, pues, no les expresa, y no se sienten conformados por l.

    No quiero entrar en un problema importante y maravilloso, el de la aceptacin por la Iglesia, refirindome ahora sin ms a la propia comunidad eclesial, el de la recepcin por la Iglesia de una persona, de una doctrina, de una manera de pensar e incluso de ser. Porque, no lo podemos olvidar, partidarios del arrianismo lo eran la inmensa mayora de los obispos, solo el pequeo pueblo fiel sigui en sus trece y no acept el liderazgo de Arrio, arrastrando finalmente al conjunto de la Iglesia a la ortodoxia que vena de antiguo. Y, lo sabemos, ah se jugaba la realidad de la encarnacin. Ni ms ni menos.

    Por eso el lder debe ser a la vez muy libre y muy sumiso a la comunidad eclesial. No es alguien que est por encima de ella. Su liderazgo lo debe asumir con una humildad sin freno, con una disponibilidad evanglica, con una provisionalidad ejemplar. Si no, no vale.

    Carrin de los Condes, 4 de enero de 2005 / mircoles 12.1.05

    8 El lder nace como flor de una comunidad eclesial. Tmese a Francisco de Ass.

    Simplemente quiso vivir el evangelio de Jess en toda su radicalidad, tomando las palabras sobre la pobreza por lo que ellas mismas significan. Vea componendas y le pareca tener una llamada a dejarlas y aventurarse en la pura pobreza por el Reino. Y habl de una vida de pobreza y castidad que no dispusiera de nada, excepto la confianza en el Seor que haba adelantado esa manera de vivir y que l abraz con todas sus fuerzas.

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    A nadie criticaba. Y si lo haca era por el puro y simple contraste; contraste de los otros: se miraban a s mismos y luego a Jess, que vean revivir en el pobrecillo Francisco. Lo que viva, en la Iglesia, era para s y para los pobrecillos que quisieron seguirle.

    No haba por su parte ninguna rebelin. Ningn deseo de rechazar a la Iglesia por no vivir lo que l quera vivir. Es asombrosa la confianza que siempre tuvo con los que la gobernaban, comenzando con el obispo Guido de Ass, quien le acogi desnudo, quedndose con sus vestidos, y, tapndole con su capa, le bendijo para que viviera esa vida de pobreza que escoga para seguir a Jess.

    Su postura es de positividades. Y esas positividades supusieron una manera de verse la propia Iglesia y de vivir en el mundo distinta a la que antes exista y se aceptaba. La vida de Francisco result una profunda reforma de las conciencias y de la comunidad eclesial. Hasta el arte result novedoso.

    En junio de 1973, la nica vez que estuve en Ass, cuando no pude quedarme varios das como era mi deseo pues no me recibieron, iba imbuido de Lutero y de su reforma rompedora. La verdad es que transido e indignado del trato que haba dado a los anabaptistas, lo que me supuso una distancia de l infranqueable. Pues bien, all en mi jornada asinense comprenda la manera eclesial de reformar a la Iglesia que emple el lder Francisco, el poverello, por la profundizacin de su fe en el Seor Jess, por la bsqueda de la pureza de una vida semejante a la suya como resultado de la gracia, y no de una ruptura en nombre de la doctrina del primer artculo. Uno me atrajo para siempre, pues son sus adentros y los de los suyos los que deben reformarse, permitindose la libertad absoluta de la pobreza, a la que solo apoya el gobierno de la Iglesia. Otro me desplaci tambin para siempre, pues son sus afueras y los de los suyos los que deben reformarse, necesitando del apoyo del brazo poderoso del prncipe secular. Uno es maravillosamente consciente de que quien debe convertirse es l mismo y los suyos; convertirse a las maneras de Jess, a la gracia de su vida, a la accin de su Espritu en la Iglesia. Su fe en la sola gracia le salva. El otro sabe que quienes deberan convertirse son los otros, pues l sostiene la doctrina segura. Aunque pueda parecer mentira, para el uno lo que debe convertirse con objeto de abrirse a la gracia de la fe es la propia interioridad y la de los suyos. Para el otro, asegurado en la doctrina segura, quienes se deben convertir son los otros, y convertirse al artculo primero y ms importante de la doctrina: la fe nos abre a la justificacin por la sola gracia. Las interioridades no importan.

    La cuestin del liderazgo es, pues, esencial. Carrin de los Condes, 4 de enero de 2005/ jueves 13.1.05

    9 El pasado curso fue para m tiempo raro, malo. Tard en darme cuenta de que no vea tres

    en un burro, todo era un puro llorar de ojos, no por expiacin de mis pecados ni por estar el da entero en la cocina picando cebollas, cosa que compunge mi corazn de manera extremosa. Cmo esto acontece a alguien con un poco de sentido comn? Pues as me pas.

    Dej de leer. No poda. Pero, bruto de m, no me daba cuenta de las causas. Hasta que hice lo obvio. Fui al mdico oculista, quien me puso gafas para todo: progresivas, de cerca para leer con mayor comodidad, de lejos para llevar en el coche de repuesto. En fin, que desde entonces hasta me meto en la cama con gafas, de otra manera no veo los sueos.

    Desde entonces parece como que me habitu a no leer. A no leer lo que para nada sirve, lo que est fuera de toda obligacin. A no leer ya literatura. Quise volver a los que han sido para m arrancaderas. Dostoievski, mas tengo la vergenza de decirme que no pude. Apliqu el remedio que siempre me ha valido: continuar leyendo las maravillosas pginas inacabables de Georges Simenon, del que llevo casi ledo la mitad de todo lo inmenso suyo, lo cual es un lujo, una locura. Una vez me encontr a un francesito listo, Rgis Burnet, dedicado desde la Sorbona a

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    la literatura primitiva del cristianismo, y me confirm en lo que siempre he pensado, que Simenon es el mejor de los franceses, bueno, de los belgas, pues era de Lieja.

    Pero tampoco. Horror, pens que ya nunca ms volvera a leer. Me sofoqu con enormes ganas de lamentarme como las plaideras.

    Un da, en mitad de mi desesperacin, mirando mis libros me dije: este. Y tome el grueso mamotreto del volumen segundo de las novelas de Victor Hugo en la coleccin lIntgrale editada por Seuil, que contiene una sola de sus novelas: Los miserables.

    Desde entonces vuelvo a ser feliz. He recuperado con redobladas maneras el afn de leer. Al terminar las largas pginas, porque en esa novela todo es maravillosamente largo, en

    que el antiguo condenado a trabajos forzados Jean Valjean, que ha despistado la infamia de su pasaporte naranja, lo que le llevara de por vida, aunque ya libre, al puro rechazo de todos, y se ha convertido en rico emprendedor y alcalde de una ciudad de provincias, adorado por todos, se presenta en Arras en la corte de justicia que juzga y est a punto de condenar a un desgarramantas que le toman por l, el antiguo forzado, cerr el libro y le di un beso. Nunca lo haba hecho. A un viejo amigo que me llam en aquellos momentos le dije que por vez primera en mi vida haba besado un libro. l tuvo que sacarme de mi engao y recordarme que tambin beso el leccionario tras la lectura del evangelio.

    Qu belleza de libro, largamente pausado, en donde las cosas van pasando despacio, para refocile maravillado del lector. Nada sucede deprisa, sino que se va haciendo contigo, qu digo, pues se ha hecho con el lector desde que comienza con la narracin de la vida del obispo de Digne, un verdadero bendito de Dios, al que el forzado Valjean, aprovechndose de quien le ha recibido en su casa cuando todos los dems le rechazaron, le roba lo poco que tiene y se escapa.

    Ah, me quedan todava infinitas trepidantes aventuras. Leer, leer, leer.

    Carrin de los Condes, 4 de enero de 2005 / viernes 14.1.05

    10 Me parece que los nacionalismos son un escollo grande que tiene la Iglesia hoy; all

    donde se dan, de los ms grandes. Los otros rompientes son piedras, pedruscos o cargas de dinamita que vienen de fuera. Aunque no todos. Lo iremos viendo. Pues bien, el nacionalismo es uno de esos rompientes de Iglesia, y cuanto ms radical y ms se radicaliza, mayor se hace el escollo.

    Es problema difcil, sin duda. Sobre todo cuando uno tiene la voluntad decidida de no darle tratamiento poltico. Por qu?, porque no sea importante? Claro que lo es! Pero busco con toda mi lucidez ser solo y de modo primordial un hombre eclesial, y no salirme para nada de lo que son estos paralipmenos: una voz libre dentro de la Iglesia para aquellos de sus miembros que quieran or.

    Uno puede elegir en su vida las referencias que prefiera y actuar conforme a ellas, faltara ms. Siempre que uno se atenga a derecho, a razones y a convencimientos, jams a violencia, a terrorismo y a guerra.

    Algunos dicen que primero nacemos y luego nos bautizamos. Pura obviedad a la que se le dan caracterstica de nota esencial del ser cristiano. Obviedad engaosa. As, por ejemplo, aquel obispo De Smedt de Brujas, tan clebre en las discusiones sobre la libertad en el Concilio Vaticano II: primero somos flamencos, deca, y solo despus, y porque flamencos, cristianos.

    Siempre me ha parecido un razonamiento muy chusco para un cristiano. Un cristiano nace una sola vez, en el bautismo, cuando por la incorporacin a la muerte y a la resurreccin de Cristo, se hace carne de Dios en esa comunidad tan especial que es la Iglesia de Cristo; se hace miembro del cuerpo de Cristo, quien es la cabeza de ese cuerpo; se hace miembro del pueblo de Dios. Con un solo mandato: anunciar a todo el mundo la Buena Nueva. Y el pueblo de Dios, de

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    eso estoy muy seguro, no es el pueblo de ninguna nacionalidad: esclavo o libre, judo o griego, nada importa. Sabemos que, como se ve en casi todas las pginas del Nuevo Testamento, se dio sobre este tema una verdadera batalla campal en los primeros momentos del cristianismo, protagonizada por Pablo de manera especial. Un cristiano lo es por la fe en Cristo, que nos dona su gracia, con lo que esto significa: mucho. Y por nada ms. Todo el resto, lo no incluido ah, es opinable para un cristiano.

    Es verdad que en la historia de Europa del XIX y del XX, en momentos tan convulsos, con frecuencia el clero por cercana con l fue sostenedor del pequeo pueblo en sus querencias, no siempre tenidas en cuenta por los poderosos. Y eso tambin cuenta. Es un dato de la historia que est en nuestras puras carnes. Sin olvidar que otras facciones del mismo pueblo tomaron posturas liberales y fueron partidarias de la creacin de estados unificados, potentes y fuertes. Ah se dieron querencias y malquerencias persistentes. Todos lo sabemos. Y todo cuenta.

    Me parece poder decir que hoy uno de los enemigos de la Iglesia son, precisamente, los nacionalismos; y de los ms insidiosos, pues se adentra como amigo. Pero un amigo que busca hacerse con el proscenio entero, que no quiere ni puede ver compartido con nadie, menos an con una Iglesia que siempre tiene tales capacidades de, finalmente, obrar con libertad, como ha mostrado tantas veces en la historia.

    Hoy, donde el nacionalismo se exaspera, la Iglesia comienza a desaparecer. Son palabras fuertes. Mrese con detenimiento y sin pasin. Mejor, mrese con pasin de Cristo.

    Carrin de los Condes, 5 de enero de 2005 / lunes 17.1.05

    11 Hay una cosa que, aunque parece ser de uso general aceptado como algo obvio por todos,

    es un problema terrible que se basa en una simple ese. Se pasa de las a la. No puedo decir, evidentemente, que sobre esto tenga otra cosa que mis propias

    entendederas. Pero, en fin, mostrar aqu mi pensar, por si vale. Se habla de la lengua, en vez de las lenguas, de la tradicin, en vez de las

    tradiciones. Las nacionalidades de los nacionalismo tendran una lengua y una tradicin, lo que est en contra del uso comn y de la historia, como cualquiera puede ver. El nacionalismo se exclusiviza en esa nica lengua y en esa nica tradicin, que se denomina propia; la otra, las otras se declaran, pues, forneas. Mas al hacerse as, el pueblo pueblo autctono, no solo de reciente emigracin que utiliza la otra lengua ha sido extranjerizado en su propia tierra, en la tierra en que estn enterrados sus padres desde tantsimas generaciones. Y a los inmigrantes se les ensea como la misma esencia de la realidad de esa nacin que deben integrarse en la lengua y la tradicin de quien les acoge. Con la tradicin todava es ms sorprendente, pues es obvio que solo hay una tradicin si se invent ayer de punta a cabo; todo pueblo tiene innumerables tradiciones: ciudadanas, campesinas, del mar, etc., etc., siempre en continuo frotamiento.

    Puede un cristiano sin que le tiemblen las carnes dejar que, primero en los usos del lenguaje, despus, quiz, en las realidades, se d esa desaparicin como por arte de magia de la mitad del ser existente de un pueblo? No tiene ah algo que pensarse, buscando la paz, la integracin y la ecuanimidad? Ntese que la Iglesia jug un papel importante para que no ocurriera la desaparicin de la que ahora es la lengua y lo que llaman la tradicin, precisamente la del pueblo menos rico e influyente, es decir, ms pobre. No se dio as en pases de nuestro entorno bien cercano? Podr dejar ahora que s se produzca la nueva desaparicin? No deber defender los derechos de quienes son ahora minusvalorados, por lo que se sienten injustamente agredidos?

    Personalmente, y pido humilde perdn por atreverme a decirlo aqu, en aquella ltima carta de los obispos vascos, la segunda, por la que se form, como todos recordamos, un terrible

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    folln, que vena seguido del que se haba dado poco antes, por todo lo cual el conjunto de los obispos salieron empujados, agredidos, maltratados, insultados terriblemente en los medios, no nos hemos olvidado, solo encontr un nico punto de desencuentro: el paso explcito del las al la. Mas debo ser muy sensible, o mi sensibilidad debe ser muy rara, porque no recuerdo que nadie reparara en esa ese. Lo dems de aquella carta poda tener mayor o menor inters o prudencia, pero esa ese s era decisiva.

    Se puede quitar esa ese con tanta facilidad? En su falta, no se da un verdadero atropello de los derechos del mismo pueblo? Es que hay un pueblo que es ms pueblo que otro? Podremos los cristianos quedarnos indiferentes?

    Djenme que les cuente algo picaresco. Pasando unos das en el armario-empotrado, como ella le llama, que una amiga me prest en Ganda, vi en la televisin regional una muy larga entrevista al entrenador del Valencia, que acabada de trasladarse a un club ingls. Durante quiz hora y media las preguntas del entrevistador eran siempre en valenciano y las respuestas del entrenador eran siempre en castellano.

    Carrin de los Condes, 5 de enero de 2005 / martes 18.1.05

    12 No se puede servir a dos seores. Para un cristiano eso es cosa cierta y sabida. Nosotros

    solo tenemos un Seor. Claro, alguno puede tener a su autoridad como un seor. Va dado. l se lo pierde. El

    cristiano es libre. Y, dentro de esa libertad y ejercindola, uno puede ponerse bajo obediencia. Desde tiempos remotos existen en la Iglesia monjes, y estos se ponen bajo la obediencia de un abad. Un sacerdote en el da de su ordenacin promete obediencia a su obispo y a sus sucesores; mas lo hace en el ejercicio de su ministerio. Un cristiano siempre es obediente a Cristo en la Iglesia. En el resto de su accin, poltica o profesional, es dueo libre de s mismo y de sus opciones.

    Pero nada ms; dicha obediencia es en la Iglesia. El nacionalismo con facilidad tiene la tentacin de ofrecer su servicio a un seor que no es Cristo, otro seor adems de Cristo. Dndose as un desvirtuamiento de lo que es el cristianismo que puede ser grave. No se puede servir a dos seores. Cierto que un cristiano tiene su vida poltica en la que no debe dar cuentas a ninguna Iglesia, excepto cuando en su vida comete pecado, del que humildemente pide perdn; mas no son de opciones o acciones polticas, sino que son pecados de fe, de esperanza y de caridad.

    La cuestin es cuando, en lo que toca a la Iglesia, esta se pone a servir a otro seor. Importa poco cul sea este segundo seor. Pero en el caso de los nacionalismo, sobre todo cuanto ms se radicalizan, parece que puede echar mano de todo lo que ayude a su deseo. De ah a utilizar a la Iglesia hay apenas un paso imperceptible.

    Por ejemplo, recuerdo cmo en los viejos tiempos, estando en el extranjero, algn sacerdote nacionalista utilizaba la misa de los domingos, cerrada a todo aqul que fuera otro, pues buscaba reunir solo a los nuestros, con objeto de hacer patria. Jams pude soportar que se hiciera as. Siempre me pareci una verdadera prostitucin de la eucarista del Seor.

    Un sacerdote solo tiene un Seor. Por supuesto, que su seor no es su obispo; su relacin con l no es de seoro. Pero menos an es ese otro seor de la poltica nacionalista. Bueno, me es igual que sea un seor de cualquier poltica. Un solo Seor.

    Debe hacerse un cuidadoso deslinde. Nos jugamos la vida en ello. Recuerdo con pasin lo que lea de mi viejo Karl Barth l me llev al amor profundo

    por el pensamiento eclesial, aunque luego me alejara no poco de posiciones suyas, el telogo protestante que por los aos treinta del pasado siglo, junto a otros, como Dietrich Bonhoeffer,

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    luchaba en Alemania denodadamente por una Iglesia libre, la Iglesia confesante, confesante de su nico Seor Jesucristo.

    Creo que desde hace aos en algunos de nuestros lugares se ha cado en una trampa: la de la iluminacin. Se cre la teora de que la Iglesia tiene que iluminar las situaciones de la sociedad, sus conflictos, su presente, su futuro; todas y siempre. De cierto que en el origen, a los que yo conoca, no eran nacionalistas. Mas se adentraron ms y ms por un camino tortuoso: el de la poltica, el de la politizacin de la Iglesia. Iluminacin, s, pero depende de qu. Ya somos mayorcitos para que algunos clrigos se empeen en iluminrnoslo todo. No se hablaba antes de la autonoma de lo temporal? Pues hablaban muy bien.

    La Iglesia predica la Buena Nueva de Jesucristo, en toda su fuerza y potencia. Pero nada ms, pues no tiene mandato del Seor para otra cosa.

    Carrin de los Condes, 5 de enero de 2004 / mircoles 20.1.05

    13 Iluminarlo todo. Iluminar siempre. Tal lleg a ser el resultado de la teora iluminadora a

    la que me refera. Entiendo que un obispo, que los obispos de una regin o de una conferencia nos escriban

    a los catlicos para clarificar situaciones y comportamientos en la Iglesia, para inculcar actitudes en los fieles, para recordar, sugerir, ensear, tomar postura eclesial, etc. Es parte de su misin de gobierno. Ellos, utilizando una metfora evanglica, tienen que pastorear a su grey. Incurriran en gravsimo desafuero si no lo hiciesen.

    Otra cosa es que estuvieran todo el da iluminndonos con sus poderosas linternas sobre todo lo habido y por haber.

    Pues bien, esto es lo que creo ha acontecido en algunos lugares. La Iglesia, es decir, seguramente, sacerdotes y religiosos, adems de laicos escogidos miembros de diferentes consejos diocesanos, se han convertido en verdaderos profesionales de la iluminacin. Pero, claro, cuando esta se hace tan meticulosa y direccionada, pues parecen llegar a iluminar todos a una veremos alguna vez los mecanismos con que se hace y buscar hacerlo respecto a todo y siempre, lo que acontece es que se est mucho ms cerca de un programa de partido poltico, como cualquier puede ver, que en la Iglesia de Cristo. Y desde ese momento la Iglesia, o al menos esos sus representantes cualificados, se mete en berenjenales crudos.

    Imaginmonos que todos siguieran la teora de iluminar todo y siempre. Habra, es seguro, varias posibilidades y opciones. Qu acontecera en la Iglesia? La ruptura de la comunin. Todos sabemos que esto ha ocurrido. El papel del obispo en estos casos es delicadsimo y esencial.

    Ha ocurrido, creo, que la iluminacin, por los mecanismos a los que antes aluda, ha sido unitaria y unidireccional; quiz, en su origen, para, precisamente, evitar rupturas de comunin. Esas iluminaciones han llegado a ser de ms en ms nacionalistas o proclives al nacionalismo, o con lenguajes que es difcil no entender que no sean nacionalistas. Iluminaciones al unsono, al menos en lo que se expresa como fuerza preponderante en esa Iglesia. Resultado? Pueden ustedes imaginarlo. Quien no se deja iluminar de esa manera y en aquellos terrenos, tantos!, en los que no debe darse esa iluminacin eclesial, o discrepa de algunas maneras, palabras o actitudes de lo que se ha convertido en mayora poderosa, no tiene sitio en la Iglesia, parecera como que es discretamente empujado a que se integre o desaparezca por el foro.

    Mas eso no es lo ms grave, pues las cuestiones de poder son siempre transitorias, lo decisivamente graves es que se quiera hacer una Iglesia iluminadora.

    Habr de notarse que en la iluminacin a la que me refiero, estamos todava en estrecha conexin con lo del servir a dos seores. Y repito con todas mis fuerzas: la Iglesia solo tiene un Seor.

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    Por qu afirmo esto? Una vez aceptada la teora iluminadora con sus propias races, que quiz algn da saldrn, habindose dado el corrimiento hacia el nacionalismo, parece bien claro quin presta ahora las bombillas para dar luz. Y lo que se estiman al comienzo puras bombillas de apoyo, terminan siendo luces esplendorosas que se suman, o anulan?, a la luz de Cristo.

    Quin acepta ese mondrongo? El que ya est convencido o es llevado a convencimiento. Por eso, en cuanto el nacionalismo se radicaliza, quien sale perdiendo impepinablemente es la luz de Cristo.

    A m, personalmente, es esta luz la que me importa. Carrin de los Condes, 6 de enero de 2005 / jueves 21.1.05

    14 En la Iglesia solo predicaremos la paz, el dilogo y el entendimiento. Porque esto nos

    viene de la esencia de la Buena Nueva. Y si por ello hubiera que morir, pues bien, moriremos. Diris: eso son palabras mayores. Pues claro que lo son. Pero un cristiano siempre tiene

    que estar dispuesto a confesar a Cristo, su nico Seor. Y no siempre las consecuencia de esa confesin son mieles rosceas. No es fcil tomar el camino que parece ir a contracorriente. No es fcil mantenerse en el servicio al nico ante quien uno se pone de rodillas. Porque un cristiano no agacha la cerviz ante nadie ms. Es parte de su esencial libertad.

    Ya pueden tocar panderos, flautas y todo tipo de instrumentos, que no por eso un cristiano se va a dejar amedrentar y bajar la cabeza ante quien no debe.

    Te dirs, y con mucha razn, que esta doctrina va muy all. Pues claro que s, va muy all; pero que mucho.

    Con la Iglesia seremos factor de dilogo y de concordia, nunca de exasperacin y de aumento de distancias y acritudes; siempre de aunamiento, nunca de separacin y violencia. De no hacerlo as, fallaremos en nuestra tarea, habremos comenzado a no ser ya Iglesia, al menos la Iglesia de Cristo.

    La Iglesia, y en la Iglesia, hace muchas cosas que la sociedad ni comprende ni acepta. Esto no lo podemos olvidar. Nos volveremos atrs de nuestra accin eclesial porque los perros, quiz lobos, nos ladran? No, pues dejaramos de pertenecer a ella. Nos asustaremos y cejaremos en el empeo debido? Claro que nos asustaremos, somos de carne y hueso, pero no cejaremos.

    Recuerdan ustedes las campaas terribles de hace no mucho tiempo, a las que me refer en parte ms arriba, contra la Iglesia, mejor, contra los obispos y la Conferencia episcopal espaola? Fueron das y das, semanas y semanas de tocar el gran bombo meditico y poltico contra la Iglesia. Incluso con sugerencias al personal de no poner la crucecita consabida, insinuaciones que se convirtieron en realidades. Por cierto, parecen haber vuelto insinuaciones de ese estilo. Pensarn que a la Iglesia de Cristo se le vence con amenazas de sitiarla por hambre y sed, como si estuviramos en una pelcula de indios? No, qu va. Nuestra confianza est puesta nicamente en Cristo, y tenemos la promesa de que su Espritu nunca nos va a abandonar.

    La Iglesia y sus miembros debe ser muy consciente de que no siempre los tiempos que se avecinan van a ser regalados. Hay maneras muy insidiosas de querer comprarla, de que se prostituya, de que abandone su misin, de que la tuerza en el sentido que le indican los poderosos. Pero debemos estar muy alertas. Porque la Iglesia y los cristianos tenemos un solo Seor.

    La Iglesia y sus miembros tienen que hacer memoria de sus mrtires, que fueron humildemente fieles.

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    Todo esto, por qu?, para sacar pecho?, para que se nos tenga miedo y se nos considere? No, claro que no. Quin nos va a tener miedo? Simplemente, para recordar que la doctrina esencial del un solo Seor tiene consecuencias.

    La Iglesia catlica, contra viento y marea, creo que ha sostenido esa doctrina. Con incomprensiones furibundas desde fuera, pero, a veces, con no menores incomprensiones casi tan furibundas de algunas gentes de dentro de ella. Lo iremos viendo.

    Carrin de los Condes, 6 de enero de 2005 / viernes 21.1.05

    15 Hace un tiempo escuch, a un profesor de Derecho! [de una universidad alemana, en

    una reunin de filsofos de la ciencia en la Universidad de Pittsburgh], un mtodo eficaz para naturalizarnos por completo. Consista en una mxima: todo fenmeno tiene, fundamentalmente, una explicacin natural, y en un programa minimalista: no ms metafsica que la necesaria; realismo mnimo, el necesario para que exista un mundo sin gente; primaca de la energa material inanimada; construccin de sistemas reales desde componentes reales; sin instancias que trasciendan la experiencia; sin milagros; incluso las realizaciones intelectuales de la gente no van ms all de la naturaleza. Bien sencillo. Con esto, deca, todo est conseguido: no somos sino naturaleza fruto de la propia naturaleza; incluso si hubiere finalidad, sera puramente natural.

    Este naturalismo, me parece, es la posicin profesin de fe? de buena parte de nuestros profesores universitarios y de instituto, y la de personas influyentes de verdad en nuestra sociedad espaola de hoy.

    La ciencia en su cotidianidad debe ser naturalista: se construye desde s misma y funciona con lo que ella metdicamente acepta en cada momento. Si no, no sera ciencia. Mas se fundamenta sobre s misma? Quin ha dicho que todo y solo es racional lo cientfico? Me temo que quienes no han reflexionado en serio sobre lo cientfico y quieren arropar sus desnudeces con esa manto tan halagador.

    Un programa del naturalismo como este da por sentada la materialidad (total) del mundo, es decir, de la naturaleza; que el cuerpo de hombre, en su identidad-dual de cuerpo de hombre y cuerpo de mujer, es decir, la carne, no es otra cosa que mero cuerpo (material); y que la realidad no tiene existencia, o, lo que es lo mismo, es reductible a naturaleza. Pero las tres cosas son falsas, o cuando menos extremadamente discutibles.

    De ah que concluyan como por necesidad: luego no hay Dios. Y tambin: luego no hay carne. Pero no los hay porque en sus presupuestos estaba ya contenida la negacin, y lo estaba como algo metido de matute, como prejuicio previo a toda accin racional de la razn prctica.

    Naturalismo es el nombre que hoy toma un materialismo rgido, pero vergonzante. Una metafsica burda y primeriza para ser creble. Un realismo de pacotilla. Un voluntarismo romo. Un juego demasiado simple de una pertinaz razn reductora. Mucha prohibicin para que nos parezca racional, nos quedemos tranquilos y no nos queramos sacudir el yugo de esa (mala) postura. Supongo. Vivimos hoy en Espaa el modelo del rico epuln con una satisfaccin grandiosa de nosotros mismos. Cerrados a cualquier ms all. Reducidos a posturas naturalmente opulentas. Pensando que nuestra naturaleza nos proporciona felicidad para siempre.

    Quien mide lo suyo dicindose: un metro por delante, un metro por detrs, un metro a la derecha, un metro a la izquierda, un metro hacia arriba, un metro hacia abajo, se queda, fuera de la carne, en un esculido y mero s mismo, negndose a ver al otro y, por ende, a Dios. En Espaa hoy parecemos estar instalados ah.

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    Sin embargo, Dios solo se da en el exceso. Lo que somos, carne, solo se da (se nos da) en el exceso. Es el exceso lo que nos pone en el mbito de Dios. Sin exceso, no hay Dios. Solo viviendo en el exceso podemos decir que hay Dios.

    Carrin de los Condes, 6 de enero de 2005 / lunes 24.1.05

    16 Somos como el rico epuln. Pues s, somos la sociedad del rico epuln. Cuando era

    chaval, viva en un pas pobre, a veces de solemnidad. Muchos emigraban a pases europeos para poder vivir con dignidad. Por cierto, aunque con problemas, fueron recibidos de manera digna. Una parte importante de quienes emigraron se quedaron en sus pases de acogida; sus hijos se hicieron del lugar con todas las consecuencias.

    Ahora las cosas son muy distintas. Ahora los ricos somos nosotros. Y mucho. Ya s que por interposicin de las leyes de la Unin Europea, pero me pregunto si no ponemos ms dificultades de las que se nos puso a nosotros. Tambin s que una poltica de puertas abiertas sin discriminacin a todo el que quiera venir no es factible. S que hay las mafias de las terribles pateras y del trabajo especialmente barato. Hay aqu un problema poltico importante, de los ms importantes que tenemos en Espaa.

    Pero no es de eso de lo que quisiera hablar, aunque s hacerlo notar. Somos como el rico epuln. Nos hemos hecho ricos de verdad. Por supuesto que, en una parte de importancia, gracias a lo mucho y bien que hemos trabajado. Pero eso no quita que seamos el rico epuln. Y era necesario llegar a serlo? No.

    Al hacernos ricos parece que hemos cumplido todas nuestras expectativas y que ahora solo nos queda gestionar y defender! para siempre nuestras riquezas que sern eternas.

    Cuando uno de nuestros chavales recin terminados sus estudios de alto nivel, por ejemplo, de esos que llaman de negocios o cosas parecidas, al llegar al primer empleo, parece que cuida muy mucho qu planes se le presentan para la jubilacin. Est muy bien tanta prudencia. Pero no es la prudencia del hijo del rico epuln que vela por sus riquezas virtuales?

    No hemos perdido de manera casi radical cualquier espritu de aventura? Ahora que celebramos el cuarto centenario de la publicacin de la primera parte de El Quijote, no nos vemos obligados a decir que estamos desquijotados por completo? Esta afirmacin, no se nos ha convertido en algo tan obvio que ni siquiera nos damos cuenta?

    No acontece que hay una inversin de la pirmide? Normalmente la apertura a la novedad, a la esperanza, al quijotismo se da en las partes ms bajas de la pirmide de edad. Todo ello debera ser ejercicio de los ms jvenes. Pues no, creo que no. Es seguramente el ejercicio de las partes ms altas de esa pirmide de edades. Y ya se sabe que los mayores vivimos de seguridades. Qu horror, no?

    Me parece que la juventud, al menos una parte significativa de ella, ha perdido sobre todo el deseo. El deseo de verdad, digo, no el del botelln y del sexo fcil. Y sin deseo no se es carne, es decir, no se es cuerpo de hombre/cuerpo de mujer. Sin deseo dejamos de ser lo que somos, quiz solo ya lo que hubiramos podido ser?, para convertirnos en seres zombis, seres atados al pesebre. Pesebre de rico, claro. Y la juventud ha perdido el deseo porque se lo hemos estragado nosotros, los mayores; no, pura y simplemente, se lo hemos laminado. Podr surgir de nuevo?, ser ese el papel de las oenegs?

    Est muy bien haber trabajado tanto y en tan buena oportunidad. Est muy bien ser ricos una isla de riqueza en un ocano de pobreza, sin conexiones de una con el otro?, pero es necesaria la epulondez?

    Lo malo es que el rico epuln ha perdido para siempre la esperanza, no la necesita, o solo lo cree?

    Madrid, 7 de enero de 2005 / martes 25.1.05

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    17 Dios solo se da en el exceso. Y el rico epuln solo vive en el exceso de sus riquezas y del

    cuidado de ellas. Lo ha medido todo. Es la teora de ponernos un metro de margen en cada uno de los seis elementos de los antiguos: delante, detrs, izquierda, derecha, arriba, abajo. Ah est su entero mundo. Todo lo tiene a la mano, porque dispone para ello de sus riquezas. No vive de esperanzas, sino de lo que l dice realidades, comprables todas ellas con moneda, que eso s tiene en cantidad. Demasas, albardas llenas, intemperancias, abundamientos, de todo eso, mil y uno. Pero excesos, ninguno. Todo est medido y bien medido con su metro de distancias permitidas. Nada se vaya ms all de lo previsto y aprobado, ni siquiera el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Si las cosas se nos escapan de las manos y se nos van ms all de lo controlado y lo medido, es el principio del fin. Se debe evitar por todos los medios ese ms all desestabilizador de la epulondez.

    Y donde no hay exceso, no hay Dios, pues Dios solo se da en el exceso. De qu exceso hablo? Las realidades en las que el rico epuln cree vivir, que l se ha construido con tanto

    empeo, le cierran una puerta esencial, taponndole todo ms all. Eso es aventurarse demasiado, piensan, pues ac todo est atado y bien atado; dejarse ir ms all es una aventura que puede resultar peligrosa en extremo. Y, efectivamente, resulta peligrosa en extremo. Lo desconocido, lo creativo de nuevas realidades, verdaderas realidades, no sus macilentas y desmejoradas realidades, nos puede sacar de nuestro metro patrn en el que estamos tan asegurados contra todo desliz y contratiempo.

    As, ya no hay esperanza. Cmo iba a haberla si se tiene todo, todo lo que se desea, porque se desea tan poco, tan por debajo de lo que es nuestra imposible-posibilidad? Vase, pues, que despojamos de deseo a nuestra juventud, porque ya antes lo habamos perdido nosotros. De una manera ms sofisticada, faltara ms, pero lo nuestro tambin es el botelln y el sexo fcil. Y una carne sin deseo es una carne a la que le han cercenado la punta misma de su ser. Ya no es sino mero cuerpo; cuerpo animal evolucionado, elegante, guapo, perfumado y consensual. Si hay imaginacin, sea la del artista y la de los aseguradores, para que nos hagan la vida ms agradable e inmune; bueno, y tambin tnganla los que nos construyen esos coches cada vez ms magnficos. Si hay razn, qu otra cosa ha de ser, claro, sino razn cientfica naturalizante?

    Sobre todo, pues, ningn exceso. Pues el exceso est lleno de peligros y de eventos de enorme fastidiamiento.

    Que Dios se da en el exceso? Pues muy bien, que no haya Dios. Pero Dios solo se da cuando el deseo es tan desaforado, se busca tan fuera de s, que nos

    hace capaces de l. Mas el rico epuln lo primero que hace en cuanto se sienta sobre su epulondez es contar bien sus lmites, ponerse fronteras que nunca deber traspasar so capa de comenzar a perderlo todo. Fuera cualquier desafuero. Incluso del deseo. Sobre todo del deseo. Si hay que llorar, como Peter Ustinov, maravilloso artista vestido de Nern en Quo vadis?, tras contemplar el espectculo del incendio de Roma, pidamos el vaso de las lgrimas para derramar alguna dentro de l.

    S, gracias a Dios, Dios solo se da en el exceso. Cmo lo haramos caber en ese vaso? Sera un minsculo idolillo.

    8 de enero de 2005 / mircoles 26.1.05

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    Cuntos cristianos haba en Hipona el pasado domingo? Seguramente los que fueron en taxi de visita turstica. Pues bien, ni ms ni menos que san Agustn fue obispo de esa pequea ciudad de Hipona, en la actual Tnez.

    Por qu digo esto? Por algo fcilmente constatable. Ciudades, pases, territorios que fueron cristianos, ya no lo son, y no ha pasado nada. El cristianismo se ha expandido en otras ciudades, pases y tierras. No podemos decir eso fue nuestro, luego es nuestro. No. Los cristianos anunciamos la buena nueva a quien quiere escucharla, y quien prefiere otras escuchas, o la placidez de ninguna escucha, pues siga su camino con entera libertad. Solo nos pedimos y les pedimos el ser respetuosos y promover activamente la libertad religiosa. Alguna vez nos ha de salir este tema en nuestro paralipmenos, estoy seguro. Pero vamos a lo nuestro.

    Que algn da Espaa ser, por ejemplo, musulmana? Pues, bendito sea Dios. Si no es por conquista e imposicin, qu le vamos a hacer; ser gracias a nosotros que abandonamos la fe de nuestros padres o que de tal manera cortamos en el paisanaje el grifo de la reproduccin, y que solo procreen entre nosotros los pobrecillos que llegan en tan malos modos, quiz incluso en patera.

    Parece ser, ya que estamos en ello, que musulmanes fieles se dicen que no hay por qu preocuparse: con el tiempo, y no mucho, Espaa volver a ser musulmana, lo que nunca debi abandonar. El cristianismo en Espaa, pues, habr sido durante estos siglos un algo pasajero.

    Ante estas realidades, porque, convncete, lo son, debemos hacer dos tipos de reflexiones. La primera es nuestra y para nosotros los propios cristianos espaoles. Tan poco apetecibles somos que al final vendremos en desaparecer? Dnde habr quedado, entonces, aquel Mirad cmo se aman que volvi locos a los que miraban a los primeros cristianos? Ser tan absurdo y aburrido el ser como nosotros? Cuando Jess a los dos discpulos de Juan el Bautista que le seguan tras sealarle diciendo: He ah el Cordero de Dios, les pregunta: Qu buscis?, ellos le dicen: Maestro, dnde moras?, a lo que l responde: Venid y ved; fueron y permanecieron con l aqul da, y luego siempre. Se conoce que si decimos nosotros los catlicos espaoles, seguidores del mismo Jess, algo similar, solo provocamos bostezos y hasto infinito. Ya veis, pues, que en algo nos diferenciamos de lo que cuentan Juan en su evangelio o los Hechos de los apstoles. Qu nos ha pasado? Ser que somos nosotros ni chicha ni limon, y que cualquier da recibimos la carta a nuestras Iglesias, como en el Apocalipsis la recibi la de Sardes o la de Laodicea? Terribles palabras las primeras: Conozco tus obras y que tienes nombre de vivo, pero ests muerto. Pero, y las segundas?, son an ms espeluznantes si cabe: Conozco tus obras y que no eres ni fro ni caliente. Ojala fueras fro o caliente; mas porque eres tibio y no eres caliente ni fro, estoy para vomitarte de mi boca. Uf!

    Aunque, ya s, ms de uno y de dos y de tres dirn al punto: no, esos son los otros, pero no yo y los mos; seguramente los jerarcas de la Iglesia tan instalados, tan conservadores y poco profticos, etc. Discurso que siempre me ha llenado de perplejidad por su candor abominable.

    Nos queda todava demasiado. Esto ltimo. Y ver el otro tipo de reflexin que debemos hacer. Otro da vendr para ambas codas, pues se nos acaba hoy el papel.

    8 de enero de 2005 / jueves 27.1.05

    19 Habremos, pues, perdido toda esperanza? No, claro, por qu la bamos a perder? Depende de dnde la hubiramos puesto. Si en nosotros mismos porque somos el

    superman del cuento, entonces, claro que s, y gracias a Dios. La esperanza nos viene dada, porque est puesta en el Seor.

    No tendr algo que venir a hacer aqu el lder? Pues l es quien nos apunta esperanzas con toda su enorme libertad. No es que las pongamos en l. Eso no, nunca. Pero l es capaz de ensearnos caminos que conducen a la esperanza, porque caminos del Seor.

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    Cuando estamos desorientados, sin saber por dnde caminar, cuando hemos perdido las referencias porque todo nos es espesa niebla, l sabe todava ver dnde est el resplandor.

    Cuando Edith Stein, carmelita alemana de raza juda, fue sacada de su carmelo holands en donde la haban refugiado, para ir a la muerte, el tren par en la estacin de Colonia, como lo hacan todos, pues es de llegada, no de paso. La larga fila de judos destinados al matadero transitaron por la estacin, como lo hacan siempre. Una amiga suya la vio desde lejos, integrada en la fila con sus hbitos de carmelita. Nos dice la amiga que el rostro de Edith resplandeca transfigurado.

    No s si la ancdota es exacta y, en todo caso, si la amiga no se dej llevar por los ojos de la ternura y del amor. Pero eso es lo que hace el lder: su cara resplandece transfigurada, aun cuando camine para el horno crematorio. Porque sabe ver.

    El lder vive en la esperanza porque sabe ver. El Seor le ha dado esa cualidad, personal, intelectual, de saber ver donde todo parece pura obscuridad. De vivir ya desde aqu, en la negrura de la noche, el resplandor de la aurora, el camino de la luz. No es eso vivir de esperanza?

    Y el lder, aunque l no lo sepa lo saba Francisco de Ass?, lo saba Edith Stein?, lo saba Henri de Lubac?, lo saba quien muri en la guillotina por asesinato y ahora, tras una conversin emocionante en la crcel, va a ser beatificado (cuando me viene a la memoria su escrito de conversin, terminado pocos momentos antes de su ajusticiamiento, todava se me caen las lgrimas como la primera vez que lo le)?, seala caminos de esperanza.

    Pero, bueno, es que no has conocido a ningn lder, hombre o mujer, viejo o nio? Seguro que s. Pues, bien, sguele, que encontrars el camino de la esperanza. Los lderes son regalos que nos hace Dios. Tienen algo de esa mano de Juan el Bautista que seala donde est Jess, mientras dice: He ah el Cordero de Dios.

    Pero, claro, a estas alturas de nuestro escepticismo, quin se atrever a decir que ha conocido a un lder, y luego a seguirle?, o a buscarlo para seguir la mano que seala?, no digamos a serlo si el Seor le empuja a ello, avergonzados como estamos todos de ser lo que somos, o as lo parece.

    El lder nos hace ver el vislumbre del resplandor de la gloria cuando se nos dan momentos difciles y neblinosos como estos nuestros. Seala los por ah que nos conducen a los ms alls; nos indica cmo no caer en los escollos, zozobras y pozos negros que nos cortaran de ellos.

    Mas nadie se llame a engao con el lder: su dedo seala la luna, y todo se va al traste cuando, como en el cuento, el mirador se empea en mirar al dedo.

    Mas no tenemos lderes, y si aparecen quiz apliquemos el cuento. 8 de enero de 2005 /viernes 28.1.05

    20 Llevo treinta aos de profesor. Lo he sido en varios lugares. Desde hace un tiempo en la

    Facultad de Teologa San Dmaso, promovida por las tres dicesis de nuestra provincia eclesistica: Madrid, Alcal y Getafe; cumple este mi sptimo curso. Enseo filosofa, como siempre he hecho en todo este tiempo. Las cosas a veces son carambolas, pues el pensar s era cosa de entre lo mo, pero no pareca tener ningn ttulo para filosofar como Dios manda, cuando este es mi trigsimo y pico ao en que filosofo a boca llena. Una vocacin adems, aunque pueda parecerme raro a m mismo, una vocacin de siempre! a la que me dedico con gusto maravilloso. Con empeo. Con dedicacin exclusiva. Bueno, no tanto, pues soy sacerdote desde hace casi veintiocho aos, y me encanta ejercer; hasta el punto de que seguramente el ordenarme es la cosa ms hermosa que me ha acontecido en la vida.

    Pues bien, hecho el pequeo parntesis, tan importante, a lo largo de estos aos he visto y he tenido muchos alumnos y en no pocos lugares. Puedo hacer una confidencia en el blanco

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    papel? Nunca he tenido tantos alumnos y tan buenos como ahora. A los viejos se les permite que digan todo, incluso tonteras, no? Pues queda dicho.

    Espero que ninguno de ellos lea estas lneas pues a lo mejor le da un sofoco de contentamiento, cosa siempre mala. Mas qu le haramos, si es verdad.

    Son chavales y chavalas con vocacin. Y esto en los tiempos en que vivimos es algo inusado. Bueno, vocacin a la moneda, s, pero vocacin a un ideal que le va a dejar a uno fuera de los planes de pensiones? Precisamente por la vocacin que les calienta por dentro, no son cualesquiera, sino gente con especial valor y decisin. Muchas veces gentes que despuntaban en sus estudios de bachillerato qu nombre se le da ahora?, o con sus carreras terminadas, que proceden del mundo del trabajo. En fin, una serie de cualidades que les hace un grupo de excepcin. Adems, para colmo, se interesan mucho en la vida que llevan y en lo que hacen.

    Si juntas a gente lista con la cualidad de la utopa, de vivir de ms alls, tienes ah una mezcla adecuada para lo mejor. Y se da lo mejor.

    Ya veo a mi lector escptico que se dice: bueno, para el carro, que nosotros tambin fuimos as y aqu nos tienes. Y a mi otro lector que se dice: s, pero son unos conservadores deslomados. Qu de desconocimiento regado de no poca envidia se adivina en esas palabras; sobre todo las ltimas.

    Ahora, entrando en la Facultad, no puede uno aspirar a nada bueno, a ninguna promocin, a nada de verdadero provecho. Tendr que vivir de la utopa de sus ms alls, de la fraternidad y del enraizamiento en la comunidad eclesial. Podr? Con la ayuda del Seor, s. Tirndose de las orejas para levantarse?, no. Viviendo en la Iglesia, s. Ya veo que el otro se dice : aj!, lo que quieres decir es viviendo de la Iglesia, arrebullado en sus segurancias. Pues no, no es una cosa tan fea lo que digo. Porque hay algo que me llama la atencin muy poderosamente: son creyentes, en su gran fragilidad, quiz hasta mayor que la nuestra, pero viven su fe en Cristo de una manera limpia y formidable, por ello viven de la sola gracia. Y no estbamos en que ese era el primer artculo de la doctrina?

    El vivir as es grande. Ellos s pueden decir: ven y lo vers. 8 de enero de 2005 / lunes 31.1.05

    21 Dos grandes colecciones de filosofa, quiz las ms importantes de toda Espaa, se

    publican en Pamplona y en Salamanca, una por la Universidad de Navarra, otra por la Universidad Pontificia de Salamanca. Aos de callada labor que han llevado a cientos de volmenes de inters indudable. Y quin las conoce? Que posiblemente no se promocionen como lo hara alguna de estas multinacionales con sus anaqueles ms que engaosos denominados con pompa: los libros ms vendidos? Seguro. Tampoco es que hoy en Espaa los libros de filosofa se vendan como mazapanes y el debate filosfico siquiera exista. Pero ah est su realidad y su absoluto pasar desapercibidas. Tampoco es que los catlicos espaoles nos desvivamos por leer y nos precipitemos a comprar libros.

    Entramos aqu en algo anunciado desde el primero de estos paralipmenos. Mrenlo ustedes con detenimiento. Me voy a fijar, ya que hablamos de libros, en el siguiente fenmeno. Si uno del grupo tal o de la congregacin cual cita, puede usted apostar una comida oppara que los dos tercios de sus citas, o mucho ms, ser de los suyos; seguro que gana la apuesta. Distingo grupo y congregacin. No es que me quiera meter con los religiosos, pero es que son ellos los que se lo han trabajado bien y tienen editoriales de importancia. Pues bien, no se piense que la cosa cambia si es el grupo cual o la congregacin tal. Perfecta la simetra. Cada uno cita a lo suyo y a los suyos. Miradlo, por favor, no piensen que exagero. Como uno no sea de la cuadra de esa editorial tal o cual, no le publicarn ni las gracias, por supuesto. Se entiende, quiz, quiz?,

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    porque los dineros estn muy caros y son cosa muy seria. El pobre autor, si no tiene muy clara su cuadra, las pasar mal al por mayor. Y s lo que me digo, no crean.

    Puede que incluso se llegue ms all. Los libros de una editorial que otros consideran de bandera no se venden en la librera de la otra bandera, y viceversa, en perfecta reciprocidad. O apenas. O se dice infinitas veces que est agotado esto o lo otro, o que no se trae porque no se va a vender. Y cosas mil. Aqu puede ser que se d ms el deslinde ideolgico, a veces cun fino.

    Uno es calificado tal o cual por ser ledo? Qu va, eso sera pensar mal; no, solo por el color detectado de la cuadra que le publica. El deslome llega hasta los intersticios mismos de las letras y de la tinta, que no de la cosa, claro.

    Esto es signo y sntoma de lo que podramos muy bien llamar la balcanizacin actual en la Iglesia espaola.

    Una ltima cosa. Hay algunas colecciones benemritas, citar solo la Introduccin al estudio de la Biblia, en diez o doce volmenes [ya van, al menos, veintitrs], casi todos muy buenos, publicada al alimn por Verbo Divino de Estella y la Institucin San Jernimo, asociacin de los biblistas espaoles. Por qu no seguir ms all e iniciar una coleccin como la que est publicando en Italia, y con autores del lugar, la editorial Paoline, de las Hijas de San Pablo, Los libros bblicos, de la que han salido al menos trece volmenes, y que est siendo, libro a libro, uno de los grandes comentarios bblicos del mundo? Bueno, alguno dir: y t qu sabes. Al menos me los he comprado todos y lo har con el resto. En Italia hay ms y mejores biblistas que en Espaa? Van aqu por corros las posibles iniciativas?

    8 de enero de 2005 / martes, 1.2.05

    22 Nos meteremos hoy, solo inicindonos, con el asunto de grupos y sectas. Recuerdo que el

    parlamento del reino de Blgica, o el senado?, no hace muchos aos, tras largos y sesudos estudios hizo oficial una lista de sectas con doscientos y pico nombres, entre los que estn varios grupos reconocidos oficialmente por la Iglesia catlica como suyos propios. Tu listura es suficientemente intensa para adivinar cules.

    Han sido tan listos esas buenas seoras belgas, que han enmendado la plana a la propia Iglesia y a sus obispos. Faltara ms, con lo que saben. Ay!, ms de uno, no tendra el impetuoso deseo de declamar como secta a la propia Iglesia catlica? Me temo que s. Esas listas no han sido de prohibicin, al menos hasta ahora; tras examen sesudo solo se ha dictaminado qu grupos son sectarios en su comportamiento, igual es que sean independientes o dependientes de una Iglesia reconocida.

    Claro, lo nico malo en una lista como esta es que tiene el inconveniente de no servir para lo que quiso hacerse: saber qu sectas, que las hay, son peligrosas y, conforme a derecho, deberan ser prohibidas por el ordenamiento jurdico. Pero si se hace una definicin de secta tan lata, pues es entonces una lata porque no distingue a nadie de nadie y o prohibimos toda religin o dejamos a toda secta en paz hasta que no haya asesinatos convictos y confesos. Los grupos y banderas polticas, supongo, tan complejos en Blgica, lo s, para ponerse de acuerdo han metido cada uno a todos los que quera, y as acertaron todos en una regla de mximos que para nada sirve, como no sea para insultar a alguno tomando caf, mejor, cerveza.

    Por algunas de las notas que definan las sectas, casi todas las universidades deberan haber sido incluidas en las listas. La dificultad para abandonarlas era una de esas notas. Una secta lo es si no es suficientemente fcil dejarla. Pero cuntos profesores universitarios han dejado la universidad? Maldicin, pues, se les retiene: las universidades son tambin sectas. Adems de los comportamientos sectarios, que los hay, y deben ser estudiados ms finamente, es dificultoso dejar la universidad en la que uno ha estado aos, en donde tiene su despacho y sus gentes, en donde se le asegura la pitanza. Adems, a dnde ir? Y as ms y ms. Se comprende

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    que si uno quiere dejar la universidad se lo piense dos veces. Y eso hace a la universidad ser una secta? S, lo es por muchas cosas, pero, precisamente, no por esta. En qu cabeza cabe que si alguien ha sido sacerdote o religioso o religiosa o seglar de no s que estilo, por ejemplo, lo vaya a dejar con la facilidad con que se va a dar un paseo, abandonando su vida hecha, sus amigos, sus ocupaciones, sus ansias de ideal, su lugar de encuentro con Cristo.

    Claro, es verdad que en estas cosas funciona radio macuto: pero cmo, no sabes, no te has enterado?, y te cuentan una milonga oblonga. Quien cree con tanta soltura a radio macuto no tiene sus entendederas en buen estado; en fin, no s, me parece.

    Mas, s, s, si es secta, fuera con ella. Con todo, queda definir muy bien qu es una secta y no ir insultando por ah en puro espurreo a los que uno tiene mana, o con los que no congenia, o con los que no est de acuerdo, o que le gustara ver desaparecer con la victoria de su propia bandera, tambin sectaria? No, eso no. Solo son sectarios los otros. Yo nunca.

    8 de enero de 2005 / mircoles 2.2.05

    23 En cuanto uno se atreve a decir ms o menos lo que ensea la Iglesia catlica tiene

    peligro prximo de que le llaman furibundo fundamentalista. Creo que hemos visto casos de estos. Si, en cambio, dijera lo que ensean algunos de esos telogos que durante aos nos han predicado en algn peridico que no suele ser muy tierno con la Iglesia, estoy seguro de que entonces todo seran mieles. O no? Quiz no, pues parecera que lo que gusta es que quien fuere se meta con esa buena gente empedernida que se llaman catlicos. Por eso digo que si la Iglesia se reformara a esas ganas que tienen algunos de or lo que ya saben y ya predican ellos, seguramente diran, y con razn: a buenas horas mangasverdes vienes al consenso de todos nosotros los informados de verdad de las cosas.

    Claro, pero, dentro de la propia Iglesia, algunos, no pocos, nos preguntan tambin si es que la Iglesia catlica tiene algo que ensear, o en todo caso que mucho de lo que ensea est peor que trasnochado.

    Claro, como justo el da en que se cerr el Concilio Vaticano II hubo grupos numerosos e influyentes que decretaron que con esa fecha se abra el Concilio Vaticano III, todo vale.

    Si maana el papa acompaado de obispos en mogolln anunciara urbi et orbe que le parecen muy bien los matrimonios esa es la palabra clave entre homosexuales que estn viniendo a la luz en Espaa, la adopcin de nios por esos nuevos matrimonios y que su sucesor ser sucesora, entonces habra tantsima gente que proclamara entre risas y algazara: ya era hora, por fin. Luego seguramente se lo pensaran mejor y aadiran: pero para eso, que nosotros decimos desde hace tanto, no es necesario ponerse mitras y casullas, e ir por ah con bculo engaando al personal. Pensado mejor, seguiran en contra: lo lgico es que gentes as desaparecieran de una vez, llegan a todo tarde y mal, despus de hacer tanto dao a las pobres gentes.

    Ms o menos es lo que ha hecho alguna Iglesia de nuestro cercano mundo y ah sigue, ms vieja y melanclica que en tiempos. A veces me pregunto si no sigue existiendo por la capacidad y belleza del ornato. Lo cual no es poco, y puede ser una manera de sobrevivir en la espera esperanzada de tiempos mejores. Es verdad que su existencia produce de vez en cuando personalidades muy valiosas, ampliamente escuchadas. Son lderes sabios, conformados por el pensamiento y la contemplacin de Jess, el Cristo, de eso no cabe duda. Veremos si capaces de gobierno. El Espritu a veces parece valerse de procedimientos rizados para no dejar que caigan pedazos de su Iglesia.

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    La cuestin, sin embargo, me parece que no est ah. La Iglesia catlica dice cosas porque tiene cosas que decir. No le vienen de su sabidura de personalidad vieja aunque tambin, sino de su Maestro. Podremos prescindir de l como quieren que lo hagamos quienes nos empujan? No, nosotros tenemos doctrina no se olvide que en estos paralipmenos esta palabra nos ha venido por Lutero, y la confesamos. A ella nos debemos y ella es la que nos rige. El papa y los obispos contarn los chistes que quieran con gracia o sin ella, pero su hablar como tales es refirindose a la enseanza de C