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Actas XV Congreso AIH (Vol. III). FELIPE MONTES. Para una nueva aproximación a la clasificación... - PARA UNA NUEVA APROXIMACIÓN A LA CLASIFICACIÓN DE LAS FIGURAS RETÓRICAS FIGURAS CON PALABRAS De acuerdo con Julieta Haidar, las materialidades constituyen compo- nentes fundamentales de las prácticas semiótico-discursivas. Ella plantea trece materialidades que configuran su perspectiva transdisciplinaria 1 En el presente trabajo, y dada su pertinencia, se toma como eje de análisis la materialidad estético-retórica, una de las más desarrolladas debido a que la producción artística es sumamente analizada en todas sus manifestaciones. No obstante, advierte esta autora, en la actualidad existe la necesidad de establecer la ampliación de las dos categorías, estética y retórica, para analizar la continuidad que existe entre ellas. La estética no se refiere sólo a la producción de la forma bella, sino de cualquier forma: lo horrible, lo grotesco; a su vez, la retórica ya no se concibe como ars, en el sentido clásico, sino que es una dimensión básica del sentido de cualquier producción semiótico-discursiva. Debido a estas ampliaciones, en la actualidad ambas categorías rompen sus límites y se hacen constitutivas de todo discurso. Buena parte de los esquemas de clasificación vigentes se basan en criterios poco relacionados con el contenido profundo de las figuras. En ocasiones se les ordena alfabéticamente, en otras se hace una división entre figuras del pensamiento y figuras del lenguaje. Sin embargo, estos esquemas pueden no ser los más adecuados para algunos de los propósitos contemporáneos, entre ellos la creación literaria, la educación o la publicidad, ni para descubrir posibles huecos que deberían ser ocupados por figuras aún no clasificadas, ni para considerar la inclusión de desempeños verbales que la tradición ha mantenido fuera. Antes de que se diseñara la tabla periódica de los elementos químicos, los seres humanos pensaban que éstos existían fuera de todo orden; incluso había confusión entre los conceptos de elemento y sustancia. El caso de las figuras retóricas es muy similar: los autores no sólo difieren en los términos con que los designan, sino también en la cantidad de éstos, su 1 Cf. JULIET A HAIDAR, El movimiento estudiantil del CE U: análisis de las estrategias discursivas y de los mecanismos de implicitación, tesis inédita, UNAM, México, 2002. ..... Centro Virtual Cervantes

Para una nueva aproximación a la clasificación de las figuras retóricas

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Actas XV Congreso AIH (Vol. III). FELIPE MONTES. Para una nueva aproximación a la clasificación...-

PARA UNA NUEVA APROXIMACIÓN A LA CLASIFICACIÓN DE LAS

FIGURAS RETÓRICAS

FIGURAS CON PALABRAS De acuerdo con Julieta Haidar, las materialidades constituyen compo-nentes fundamentales de las prácticas semiótico-discursivas. Ella plantea trece materialidades que configuran su perspectiva transdisciplinaria 1• En el presente trabajo, y dada su pertinencia, se toma como eje de análisis la materialidad estético-retórica, una de las más desarrolladas debido a que la producción artística es sumamente analizada en todas sus manifestaciones.

No obstante, advierte esta autora, en la actualidad existe la necesidad de establecer la ampliación de las dos categorías, estética y retórica, para analizar la continuidad que existe entre ellas. La estética no se refiere sólo a la producción de la forma bella, sino de cualquier forma: lo horrible, lo grotesco; a su vez, la retórica ya no se concibe como ars, en el sentido clásico, sino que es una dimensión básica del sentido de cualquier producción semiótico-discursiva. Debido a estas ampliaciones, en la actualidad ambas categorías rompen sus límites y se hacen constitutivas de todo discurso.

Buena parte de los esquemas de clasificación vigentes se basan en criterios poco relacionados con el contenido profundo de las figuras. En ocasiones se les ordena alfabéticamente, en otras se hace una división entre figuras del pensamiento y figuras del lenguaje. Sin embargo, estos esquemas pueden no ser los más adecuados para algunos de los propósitos contemporáneos, entre ellos la creación literaria, la educación o la publicidad, ni para descubrir posibles huecos que deberían ser ocupados por figuras aún no clasificadas, ni para considerar la inclusión de desempeños verbales que la tradición ha mantenido fuera.

Antes de que se diseñara la tabla periódica de los elementos químicos, los seres humanos pensaban que éstos existían fuera de todo orden; incluso había confusión entre los conceptos de elemento y sustancia. El caso de las figuras retóricas es muy similar: los autores no sólo difieren en los términos con que los designan, sino también en la cantidad de éstos, su

1 Cf. JULIET A HAIDAR, El movimiento estudiantil del CE U: análisis de las estrategias discursivas y de los mecanismos de implicitación, tesis inédita, UNAM, México, 2002.

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naturaleza, su funcionamiento y, por tanto, sus métodos para ordenarlos. Debido a esta situación, el contexto actual de esta área se caracteriza por la dispersión entre los enfoques, las discrepancias teóricas y los abordajes disímbolos.

Es necesario advertir que este trabajo requiere no sólo de una revisión profunda de las clasificaciones disponibles, sino también de un riguroso cuestionamiento de los criterios para decidir si un determinado artificio lingüístico-discursivo (Mayoral) constituye una figura literaria.

Uno de los puntos más delicados de esta labor es su necesidad de contar con una galería de clasificaciones; para ello, es preciso traducir las disponibles a esquemas conceptuales. Ello implica una interpretación con respecto a las teorías. Adicionalmente, es necesario observar cómo las clasificaciones y sus elementos se condicionan mutuamente, así como comparar no sólo las clasificaciones sino los grupos y figuras retóricas que éstas contienen.

Como resultado del breve recorrido que esta ponencia realiza por algunas de las clasificaciones de las figuras retóricas (figuras literarias, figuras poéticas, tropos, metaplasmos, metábolas o metaboles), surgen numerosas preguntas, a algunas de las cuales se intentará dar respuesta en subsecuentes trabajos.

UN RECORRIDO POR ALGUNAS CLASIFICACIONES DE LAS FIGURAS RETÓRICAS Dada la diversidad de disciplinas que han abordado el fenómeno de las figuras, resulta pertinente hacer aquí una importante aclaración: se requiere elaborar un marco teórico no sobre las figuras retóricas, o por lo menos no en un principio; lo que se requiere para arrancar es un marco sobre la clasificación de dichas figuras. Y aunque será útil la clasificación aportada por cada autor, no todos ellos elaboran teorías sobre los criterios que los llevan a elegir aquella que han aplicado.

Por su parte, en la muy útil introducción a su libro Figuras retóricas, José Antonio Mayoral2 compila y destaca una clasificación de Plett basada en dos variables: tipo de opemción (desviación o refuerzo de la nórma) y nivel lingüístico (fonológico, morfológico, sintáctico, textual, semántico y grafemático ). En esta clasificación se parte de las figuras fonológicas y se llega hasta las figuras grafemáticas, e incluye dos vertientes para cada nivel, excepto el último, que atienden a las licencias y a las equivalencias, respectivamente. Este enfoque constituye una plataforma sólida dada su

2 JOSÉ ANTONIO MAYORAL, Figuras retóricas, Síntesis, Madrid, 1994.

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organización. La atención que este autor concentra en los niveles que componen el lenguaje como mapa para exponer una extensa galería de figuras ofrece un panorama, aunque muy vasto, sumamente claro. Sin embargo, es necesario poner a dialogar a este autor con muchos otros.

Entre las clasificaciones no jerárquicas de las figuras retóricas destacan algunas que se hallan conformadas por listas en orden alfabético, dada su inserción en diccionarios y otras obras similares; ejemplos de ellas son las de Mounin3

, Domínguez4, Beristáin5 y Sainz de Robles6

, cuyos datos podrán consultarse en la bibliografía de este trabajo. Asimismo, es pertinente considerar aquellas clasificaciones no

jerárquicas que se fundamentan en selecciones personales de los autores. Entre ellas vale la pena mencionar los trabajos de Navarro Durán, de los literatos Vallejo7 y Vela8

, y el libro de Abellan, Ballart y Sullá9•

Entre las clasificaciones jerárquicas son dignas de mención numero-sas propuestas. Las que se revisan a continuación han sido elegidas en virtud de los contrastes que ilustran la situación de la taxonomía en esta área del conocimiento.

GóMEZ HERMOSILLA (1842} José Gómez Hermosilla, en su libro Arte de hablarº, una obra eminente-mente prescriptiva, fundamenta su taxonomía definiendo el arte como "colección de reglas para hacer una cosa bien; esto es, de modo que pueda servir para el uso a que la destinamos". Por ello, su clasificación se halla permeada de reglas de composición.

Después de varios capítulos en donde trata acerca de las característi-cas deseables para los pensamientos, integra su libro segundo con:

3 GEORG ES MOUNIN, Diccionario de lingüística, Labor, Barcelona, 1982. 4 LUIS ADOLFO DOMÍNGUEZ, Glosario de términos de lengua y literatura, Trillas,

México, 1989. 5 HELENA BERISTÁIN, Diccionario de retórica y poética, Porrúa, México, 1997. 6 FEDERICO SAINZ DE ROBLES, Diccionario de la literatura, Aguilar, Madrid,

1982. 7 FERNANDO VALLEJO, Logoi: una gramática del lenguaje literario, FCE, México,

1983. 8 ARQUELES VELA, Análisis de la expresión literaria, Porrúa, México, 1980. 9 JOAN ABELLAN, PERE BALLART y ENRIC SULLÁ, Introducdón a la teoría de la

literatura, Angle, Barcelona, 1997. 10 J. GóMEZ HERMOSILLA, Arte de hablar en prosa y verso, Librería de Garnier

Hermanos, París, 1842.

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Las varias formas bajo las cuales podemos presentar los pensamien-tos:

De las formas propias para dar a conocer los objetos De la descripción y sus varias especies Enumeración

De las formas propias del que raciocina o discurre De las formas propias para expresar las pasiones De las formas que sirven para presentar los pensamientos con cierto disfraz o disimulo, cuando así convenga De las expresiones

Reglas generales para la elección de las expresiones Reglas peculiares de las expresiones de sentido figurado

Especies de los tropos Sinécdoque Metonimia Metáfora

ALONSO (1947, 1975, 1982) Para Martín Alonso, el vocabulario admite en sus acepciones los cambios internos del significado. Para él, el llamado sentido tropológico es un fenómeno semántico del lenguaje, el cual designa la traslación ·del sentido de las palabras o de las frases.

Los tropos de dicción se fundan, para este autor, en la correlación de las ideas, en su conexión o en su semejanza. De esta asociación ideológica, Alonso distingue tres cambios o figuras:

Metonimia, o tropo de relación por dependencia. Sinécdoque, o tropo por conexión. Metáfora, o tropo por semejanza real o imaginaria.

DE LA MORA (1963) En su preceptiva11

, en el libro primero, primera parte, incluye los siguientes grupos y figuras:

De los pensamientos Pensamientos verdaderos Pensamientos claros Pensamientos nuevos Pensamientos naturales Decencia de los pensamientos

11 MIGUEL DE LA MORA, Manual de literatura castellana, J us, México, 1963.

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LAS FIGURAS RETÓRICAS

Formas de los pensamientos F armas o figuras

De las formas pintorescas Descripción Enumeración

De las formas lógicas De las forma oblicuas De las formas patéticas o apasionadas De las expresiones De los epítetos y las imágenes

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De las expresiones en sentido figurado, o sea de los tropos en general (reglas) De los tropos en particular De las cláusulas (con cuatro grados de armonía imitativa) De las elegancias Del estilo

PELAYO H. FERNÁNDEZ (1979) Este autor ofrece una visión muy cercana al manual de uso, y representa un ejemplo de los criterios de clasificación más extendidos en nuestro medio.

Figuras de dicción Por adición de palabras Por omisión de palabras Por repetición de palabras Por combinación de palabras

Figuras de pensamiento Figuras descriptivas o pintorescas Figuras patéticas Figuras lógicas Figuras oblicuas o intencionales

Los tropos La sinécdoque La metonimia La metáfora La alegoría y la parábola El símbolo

BRIOSCHI Y GIROLAMO (1984, 1988, 1992, 1996, 1998, 2000) Estos autores organizan las estrategias retóricas a través de dos jerar-quías, la segunda de las cuales es una prolongación del término figura que aparece en la primera.

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LA APORTACIÓN DEL GRUPO M (1982 EN FRANCÉS; 1987 EN ESPAÑOL) Y EL MODELO DE COMPETENCIA RETÓRICA: CLASIFICACIÓN DE FIGURAS SEGÚN HENRICH PLETT (EN ESPECIAL, 1977, 1981, 1985 Y 1999). Uno de los acercamientos más decididos a la elaboración de una tipología moderna de las figuras literarias es la aportada por el Grupo M en su libro Retórica genera/12

• En su lectura queda claro su abordaje, y aporta un cuestionamiento profundo a los criterios con que se ha decidido, a lo largo de la historia, cuáles recursos verbales han de ser considerados figuras.

Por su parte, el modelo retórico-analítico diseñado por Henrich F. Plett13 en sucesivos trabajos, según declara su autor, "trata de desarrollar los resultados de propuestas procedentes, de mejorarlos y, si fuera necesario, de corregirlos".

Este modelo es, para Mayoral (1994), quizás el que por el momento presenta mayor capacidad analítica e integradora, características de singular valor cuando se trata de ordenar el descomunal conjunto de fenómenos lingüístico-discursivos.

Para Plett, una figura retórica es la unidad estructural más pequeña en un modelo de competencias (retórico)-estilístico, y está sujeta a dos criterios básicos de clasificación.

Uno es semiótico: al ser un signo lingüístico, la figura admite una triple semiosis relacionada con las tres dimensiones: sintáctica (relación signo-signo), pragmática (relación signo-emisor/receptor) y semántica (relación signo-"realidad"). En consecuencia, Plett establece tres clases de figuras retóricas: la ( semio-)sintáctica, la pragmática y la ( semio-) semántica. La primera implica un modelo gramatical, mientras que las otras dos son modelos de comunicación y de realidad, o de referencia.

El segundo criterio de clasificación es la desviación, la cual Plett define de forma diferente para cada dimensión semiótica Plett ejemplifi-ca con el grupo de figuras (semio-)sintácticas, cuya modalidad desviacio-nal particular es la alteración de la secuencia (combinación) habitual de los signos lingüísticos. Esta secuencia representa el grado cero lingüístico, y se formula mediante lo que él denomina "gramática primaria"; la figura retórica está sistematizada en el marco de una "gramática secundaria", la cual constituye una norma en sí misma cuyo objeto es la "retoricidad" del signo lingüístico.

12 Grupo M, Retórica general, Paidós, Madrid, 1987. 13 HENRICH F. PLETT "Retórica", en TEUN A. VAN DIJK (ed.), Discurso y

literatura, Visor Libros, Madrid, 1999.

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Con base en lo anterior, Plett compone un modelo (semio-)sintáctico de figuras retóricas con base en dos elementos lingüísticos básicos: las operaciones lingüísticas y los niveles lingüísticos. Las operaciones lingüísticas incluyen dos tipos de reglas: una que infringe la norma primaria y otra que la cumple. La primera se conoce a su vez como licencia retórica, anomalía, metábola o, simplemente, desviación {formas antigramaticales); el autor considera a la segunda como equivalencia, restricción o isótopo {formas gramaticales).

Así, Plett sostiene, en una línea de pensamiento congruente con lo afirmado por el Grupo M, que las figuras se construyen a partir de adiciones, sustracciones, sustituciones y permutaciones de signos lingüísticos, y que las que cumplen las reglas son esencialmente repeticiones de la misma norma. A éstas, de acuerdo con este autor, pueden añadirse otras como el símil, la frecuencia y la distribución.

Por otro lado están los niveles lingüísticos, de los cuales proceden las categorías denominadas fonológicas, morfológicas, sintácticas, semánti-cas, textológicas y graf émicas de la figura retórica. Al igual que en las operaciones lingüísticas, los niveles experimentan sus propias diferencia-ciones y subdivisiones.

Este modelo retórico funciona mediante la aplicación de las operacio-nes lingüísticas sobre los niveles lingüísticos, y genera un voluminoso grupo de unidades lingüísticas desviadas. El procedímiento ocurre a través de una serie de transformaciones que afectan a las normas lingüísticas primarias (o gramaticalidad), que las convierten en normas secundarias {retoricidad).

Según Plett, el propósito de formar un sistema heurístico de posibles desviaciones del lenguaje se hace más completa conforme es mayor el número de subdivisiones de los niveles y las operaciones lingüísticas. Es así como el modelo retórico del estilo se torna más y más complejo, y posibilita el análisis.

Sin embargo, hay que detenerse en el hecho de que el aumento en el número de figuras retóricas que esto implica, que supera cualquier precedente histórico, provoca un problema de inflación terminológica. El lector, nos indica Plett, que se ve abrumado por las 184 figuras que aparecen en la obra de Henry Peachman The garden of eloquence ( 1577) se perdería ante la perspectiva que el nuevo modelo ofrece al producir un número de categorías muchísimo mayor.

Una posible solución a esta dificultad subyace, para Plett, en la creación de unos pocos conceptos básicos que destaquen el carácter fundamental de las operaciones lingüísticas, así como el de los respecti-

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vos niveles del lenguaje. De esta manera, las unidades lingüísticas generadas por operaciones en contra de las normas podemos calificarlas como metábolas, la cuales, a su vez, están representadas en los niveles lingüísticos mediante los conceptos de metafonemas, metamorfemas, metataxemas, metasememas y metagrafemas.

En cuanto a las operaciones que cumplen con las normas, las diversas clases de equivalencia o isótopos que resultan de ellas se pueden denomi-nar isofonemas, isomorfemas, isotaxemas, etc. El resumen de esta simplifica-ción terminológica se puede consultar en el cuadro elaborado por Plett donde reúne las categorías fundamentales del modelo (semio-)sintáctico de la estilística retórica ( 1999).

Por lo anterior, la clasificación de Plett aprovecha el concepto de figura tomado en su más amplio sentido. Con dicho término, por tanto, designa en con junto las clases de fenómenos repartidos tradicionalmente entre los clásicos conceptos de metaplasmo (Grupo M)y tropo, además de algunos otros vinculados usualmente a la doctrina de la composición.

Plett, ante las interesantes aportaciones que supone cada uno de los planteamientos clasificatorios propuestos en los trabajos a los que hace referencia, considera que muchas son las opciones que se ofrecen en la actualidad y todas, sin duda, son muy valiosas para emprender su exposición del corpus general de las figuras retóricas.

Los principios en los que se articula dicho modelo aparecen sintetiza-dos por el autor en las hipótesis que se resumen a continuación:

1) Toda figura retórica será considerada una unidad lingüística que constituye un desvío. Según este postulado, la elocución retórica podrá definirse, por tanto, como un sistema de desvíos lingüísticos.

2) Siguiendo el modelo semiótico elaborado por Morris en 1938, Plett propone distinguir tres clases de desvíos: a) Desvíos en el ámbito de la sintaxis, en la relación signo-signo. b) Desvíos en el ámbito de la pragmática, en la relación signo-emisor/receptor. e) Desvíos en el ámbito de la semántica, en la relación signo-modelo de realidad.

A cada uno de los dominios anteriores corresponderá, según el autor, una clase de figuras retóricas:

a') Figuras (semio-)sintácticas. b') Figuras pragmáticas. e') Figuras (semio-)semánticas.

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La primera clase de figuras presupone la presencia de un modelo de gramática; la segunda, de un modelo de comunicación, y la tercera de un modelo de realidad. El alcance del concepto de desvío deberá medirse, según lo que se acaba de proponer, en función de los modelos de gramática, de comunicación y de realidad, respectivamente.

3) El modelo (semio-)sintáctico de las figuras comprende dos ver-tientes:

a) Las operaciones lingüísticas. b) Los planos o niveles lingüísticos.

Las operaciones lingüísticas se dividen en dos categorías principales:

1. Operaciones que suponen la transgresión de una norma (licencias), representadas por las tradicionales categorías modificativas de adición, supresión, permutación y sustitución.

2. Operaciones que suponen un refuerzo de dicha norma (equivalen-cias), constituidas por todas las manifestaciones del "principio de repetición" o "de recurrencia".

Los mencionados planos o niveles lingüísticos considerados por Plett, fonológico, morfológico, sintáctico, textual, semántico y grafemático (o grafémico), llevan al modelo a funcionar de tal manera que cada operación es proyectada en cada plano lingüístico con el fin de generar unidades de carácter secundario, es decir, las figuras. Los modos operativos funcionan como modos de transformación, esto es, transforman en determinados puntos del texto la norma lingüística primaria (gramatical) en norma secundaria (retórica).

La conjunción de operaciones y niveles lingüísticos representada en el diagrama la completa su autor con la especificación de las dos series de categorías básicas de figuras que se proponen en las columnas de su siguiente diagrama, series cuyas denominaciones, formadas por los prefijos Meta- / !so-, respectivamente, parten de la adopción de los términos metábola, en el alcance que le confiere el Grupo M, como designación general de las operaciones que suponen un "desvío", e isotopía, como denominación general de las operaciones de equivalencia.

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UNA REFLEXIÓN EN TORNO A LOS CRITERIOS QUE SUS AUTORES TOMARON EN CUENTA PARA ELABORAR DICHAS CLASIFICACIONES Las clasificaciones generales de las estrategias discursivas presentan numerosos temas para discusión. Destacan, sobre todos ellos, las posibles causas de las enormes diferencias entre sus criterios de organización, así como entre las cantidades y los tipos de figuras que cada una incluye en su estructura.

Son claros los efectos de la disciplinariedad en la tipología de las figuras literarias. Un ejemplo importante de ello es que numerosos autores los consideran desviaciones de la forma natural de la lengua. Esta visión disciplinaria del fenómeno los orilla a que cada figura retórica incluida históricamente deba hallar acomodo, en ocasiones de manera forzada.

Cabe la posibilidad de considerar que no existe tal forma natural opuesta a las no naturales, o bien, que todas las formas de la lengua son naturales. Si las palabras no son las cosas, toda palabra es figura.

Por otro lado, la insistente separación inicial en figuras de pensamien-to y figuras del lenguaje es sumamente cuestionable en estos tiempos.

Los metamorfemas afectan, para Plett, no sólo los morfemas gramaticales, sino también a los morfemas libres, las palabras. Sin embargo, vale la pena revisar la posibilidad de atender al nivel lexicoló-gico por separado del nivel morfológico. Parece pertinente separar de los metamorfemas aquellas figuras que podemos llamar metalexemas, o figuras lexicológicas, sobre todo para detallar fenómenos tales como el arcaísmo y el neologismo, empleados con frecuencia en la lírica, entre muchos otros.

Los metasememas, por su parte, se refieren a más de un nivel lingüístico. Sin embargo, la explicación de Plett de que las figuras semánticas pueden ser de los niveles morfológico, sintáctico y textológico parece invalidar la relevancia de las figuras previamente analizadas. ¿Será necesario incluir los metasememas si el resto de las figuras, correspondientes a distintos niveles estructurales, incluyen, obviamente, los significados?

Los metagrafemas corresponden a la recepción visual de los mensajes lingüísticos. Por ello su estudio parece pertinente sólo en los casos de textos escritos cuya apariencia visual resulte crucial para su recepción, tales como los caligramas de Apollinaire y Paz, la poesía concreta brasileña y muchos mensajes publicitarios.

Lo anterior dará pie a mucho más trabajo de investigación y de elaboración de nuevas propuestas.

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LAS FIGURAS RETÓRICAS

LA NECESIDAD DE UNA VISIÓN TRANSDISCIPLINARIA PARA REPLANTEAR LAS TAXONOMÍAS EN LA RETÓRICA

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Con un acercamiento transdisciplinario, una taxonomía puede ofrecer un orden que se agregue a los que hasta ahora se han mantenido vigentes. Desde un enfoque cognitivo, por ejemplo, podría considerarse que los referentes del lenguaje no se encuentran en el mundo externo, sino que son formulados en las áreas del cerebro que procesan la percepción, y enviados a la memoria, en donde ya se constituyen como tales. Para ello son de suma relevancia las aportaciones tanto de la filosofía como de las neurociencias.

Lo anterior requiere ya no sólo de la revisión, basada en pensamiento complejo, de las clasificaciones disponibles, sino también de un riguroso cuestionamiento de los criterios para decidir si determinado artificio lingüístico-discursivo es o no una figura literaria.

La transdisciplinariedad, en este caso, podrá ofrecer una visión integradora y aportar soluciones a distintas problemáticas surgidas en campos tan disímbolos como las ciencias cognitivas, el análisis del discurso, la mercadotecnia, la literatura y las artes visuales.

Nietzsche plantea una ampliación filosófica que impacta al lenguaje en su totalidad. Julieta Haidar da relevancia a su propuesta porque la considera de gran actualidad y muchos autores la utilizan implícitamen-te. Santiago Guervos (2000), citado por dicha autora, difunde en su escrito las ideas retóricas del filósofo. El lenguaje, nos dice Nietzsche, es retórica. Con esta afirmación se da nueva vida a las tesis aristotélicas que establecen que el lenguaje es el vehículo del pensamiento y, con ello, las cuestiones filosóficas se convierten en retóricas.

Las figuras literarias no serían, en este caso, usos especiales del lenguaje; representarían, más bien, tan sólo una zona del vasto territorio retórico que es la totalidad del lenguaje.

Este filósofo, con especial lucidez, lanzó la idea de que todo el lenguaje es metáfora. Si las palabras no son las cosas, sino sus referentes, cada palabra es metáfora, y el edificio del lenguaje es retórica. Haidar sintetiza: todo es retórica porque todo es lenguaje. Si toda expresión lingüística puede reducirse a su estructura retórica, la imagen del mundo que se construye un observador cualquiera es metáfora, no mundo.

Jakobson propuso en sus Ensayos de poética14 que la visión del mundo propio del realismo ingenuo es compartida actualmente por múltiples terrenos de la ciencia y la filosofía. Esta herencia, nos dice, se ha

14 FCE, Madrid, 1977.

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transmitido a través de la literatura. Y si la herencia del mundo es metáfora, el género humano ha construido por acumulación una enorme metáfora con la que pretende subsistir en el mundo.

Ahora bien, si con el realismo hemos de estar de acuerdo con que además de la metáforas existe el mundo, a través del tiempo pueden darse fenómenos de acercamiento y distanciamiento entre lenguaje y realidad, con todo lo que esto implica.

Si, con el idealismo, e incluso con Nietzsche, pensamos que sólo hay lenguaje y no mundo, las implicaciones de las materialidades establecidas por Haidar tienen una importancia no sólo referencial, sino también de poder y dominio del ser humano sobre aquello que considera su universo.

En esta línea de ideas, la relación entre metáfora y cuerpo presenta aristas de suma relevancia: la imagen corporal difundida por la publici-dad y la propiedad de otros cuerpos se deben a metáforas subyacentes que se traducen en comportamientos de autoritarismo, persuasión y consumismo.

De este modo, más allá de la noción aristotélica de la metáfora referida al concepto, existen implícitos y presuposiciones, así como manipulaciones estilísticas (Ducrot) que el ser humano utiliza para diseñar su historia.

ALGUNAS PROPUESTAS En una gran parte de los diccionarios y otros compendios de figuras retóricas revisados, en la entrada correspondiente a descripción se ejemplifica un fenómeno ilustrativo sobre la naturaleza de las clasificacio-nes de figuras literarias. Si bien los procesos cognitivos correspondientes a la descripción pueden distinguirse y tipificarse como percepción, atención, observación, decodificación, interpretación, codificación, verbalización y emisión, resulta irrelevante para estos fines la distinción entre retrato (descripción de la apariencia de una persona) y topografía (descripción de lugares reales). Es claro, en el contexto de la psicología cognitiva, que sería inútil generar tantas figuras literarias derivadas de la descripción como objetos susceptibles de ella puede haber en el mundo.

Cabe aclarar que, aunque los autores de dichos libros consignan este fenómeno, ello no implica que represente su postura al respecto, pero sí resulta evidente la contaminación de los contenidos en la tipología de las figuras literarias. Por ello, una taxonomía fundamentada en procesos cognitivos puede ofrecer un orden adecuado a algunos de los propósitos

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LAS FIGURAS RETÓRICAS 569

contemporáneos, y puede sumarse a las que se mantienen vigentes, incluso las que toman a las figuras preexistentes históricamente y les asignan acomodo.

Más allá de la sumamente útil consideración de los niveles lingüísti-cos y la cuestionable de la condición de desviación de las figuras, vale la pena experimentar con otras variables que pueden resultar de mucha utilidad para elaborar propuestas. Algunas de las variables más promete-doras y más interesantes para este objetivo son las siguientes:

•Procesos cognitivos involucrados en la elaboración de las figuras. •Tipos de efectos ocasionados en los receptores. •Tipos de operaciones lógicas, más allá de las cuatro desviacionales y del uso considerado normal.

A continuación se establecen algunos principios para la elaboración de nuevas propuestas.

Muchos autores consideran las figuras literarias como desviaciones de la forma natural de la lengua. Pero si se aduce que hay denotaciones limitadas y fijas, y que las figuras sólo ofrecen opciones distintas, habrá que recordar la postura de Paul Ricoeur, quien en su libro La metáfora viva 15 sostiene que éstas proporcionan nuevas denotaciones a la lengua.

En todo caso, puede explorarse la idea de que todo el lenguaje es figura, cada lengua es figura de un segundo nivel, y cada estrato lingüístico (textos, frases, palabras, morfemas y fonemas) lo son también, cada uno en el suyo.

También puede trabajarse con la noción del lenguaje descontextuali-zado, según la cual la intención y los referentes externos no deben tomarse en cuenta, por ser parte del contenido, en una taxonomía de la retórica, y ésta debería basarse únicamente en procesos.

Podría considerarse también que los referentes del lenguaje no se encuentran en el mundo externo, sino que son formulados en las áreas del cerebro que procesan la percepción, y almacenados en la memoria, en donde ya se constituyen como tales.

Un principio que puede ser útil en este caso es el de eliminar la dicotomía entre denotación y connotación, puesto que los procesos cognitivos funcionan como tales adecuándose a los contenidos, pero no dependiendo de ellos.

15 Eds. Cristiandad, Madrid, 200 l.

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Finalmente, cabe destacar el enorme interés que representaría la experimentación con los distintos esquemas de clasificación que surjan de las propuestas anteriores, tanto en el ámbito de la creación como en el de la enseñanza y el de la investigación; ello podría dar como resultado una selección de herramientas útiles para dichos propósitos, así como un incremento en la capacidad estética de los literatos y una estructura pedagógica fundamental para los maestros y para los estudiantes.

FELIPE MONTES Instituto Tecnológico de Monterrey

Campus Monterrey

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