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Palabras para pensar – 6 La ilusión de encarnar los sueños LA ILUSIÓN DE ENCARNAR LOS SUEÑOS Para decidir con responsabilidad La vida no es una nave tranquila que se desliza sola hacia el puerto de la felicidad. A ti te corresponde en todo momento tomar el timón de ella, con la responsabilidad de definir la ruta. Te toca decidir qué experiencia de amor vas a hacer, cómo afrontar los días de soledad, qué tipo de felicidad vas a buscar, qué sentido dar a tus fracasos, cómo invertir tus cualidades en provecho de la vida de todos. Incluso cuando te cruzas de brazos y te dejas llevar de la corriente, no dejas de ser tú el responsable de tu vida. Muchos te podrán ayudar, pero ninguno te sustituirá en el arriesgado oficio de vivir. Tú eres, en todo momento, el protagonista de tu futuro. En los juicios y decisiones de cada día estás diseñando progresivamente tu rostro de mañana. En las amistades y simpatías que alimentas, en tu manera de estar atento a las necesidades de los otros, o en cómo te esfuerzas en la escuela y miras el trabajo, en tu modo de utilizar el tiempo y las cosas, en los sueños que cultivas, en todo esto estás ya escogiendo un proyecto de vida. Tus días son un valioso laboratorio en el que pones a punto la fórmula de una vida bien orientada. Es importante entonces que asumas tus decisiones y contestes a estas preguntes: ¿te sientes de verdad responsable en primera persona de tu futuro? ¿cuál es el proyecto de hombre o mujer por el que estás apostando tu vida?

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Palabras para pensar – 6 La ilusión de encarnar los sueños

LA ILUSIÓN DE ENCARNAR LOS SUEÑOS

Para decidir con responsabilidad

La vida no es una nave tranquila que se desliza sola hacia el puerto de la felicidad. A ti te corresponde en todo momento tomar el timón de ella, con la responsabilidad de definir la ruta.

Te toca decidir qué experiencia de amor vas a hacer, cómo afrontar los días de soledad, qué tipo de felicidad vas a buscar, qué sentido dar a tus fracasos, cómo invertir tus cualidades en provecho de la vida de todos.

Incluso cuando te cruzas de brazos y te dejas llevar de la corriente, no dejas de ser tú el responsable de tu vida. Muchos te podrán ayudar, pero ninguno te sustituirá en el arriesgado oficio de vivir.

Tú eres, en todo momento, el protagonista de tu futuro. En los juicios y decisiones de cada día estás diseñando progresivamente tu rostro de mañana. En las amistades y simpatías que alimentas, en tu manera de estar atento a las necesidades de los otros, o en cómo te esfuerzas en la escuela y miras el trabajo, en tu modo de utilizar el tiempo y las cosas, en los sueños que cultivas, en todo esto estás ya escogiendo un proyecto de vida. Tus días son un valioso laboratorio en el que pones a punto la fórmula de una vida bien orientada.

Es importante entonces que asumas tus decisiones y contestes a estas preguntes: ¿te sientes de verdad responsable en primera persona de tu futuro? ¿cuál es el proyecto de hombre o mujer por el que estás apostando tu vida?

Para no contentarse con la mediocridad

Carlo Urbani no era famoso. Los reflectores de la opinión pública no se habían preocupado nunca de enfocarlo. O quizá era él quien nunca los había buscado. Pensaba en su trabajo. Aunque “trabajo” probablemente no sea la palabra adecuada. Era médico. Y ejerciendo de médico ha muerto, atacado de un virus que él fue el primero en descubrir, un “veneno” que se llama SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome).

No tenía una clínica. Tenía muchas. Había trabajado en Médicos sin Fronteras, en lugares del mundo donde una jeringa esterilizada es una valiosa conquista. Fue el Presidente de la Asociación, y en nombre de ella recogió el premio Nóbel de la paz en 1999. Luego pasó a la organización Mundial de la Salud, donde se dedicó a coordinar el área del sureste asiático, con sede en Hanoi, Vietnam.

Trabajaba mucho, y en silencio: «No debemos ser egoístas, hay que pensar en los demás» escribía en la última carta a su esposa Giuliana. Sólo a los amigos contaba sus experiencias, los relatos de los lugares que había visto, la batalla cotidiana y casi inerme

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contra las enfermedades más banales. Y cuando volvía a casa, a Castelplanio, en las montañas de la provincia de Ancona (Italia), escribía en el boletín de la parroquia. «Él era así» -ha recordado el párroco don Mariano-, «presentaba los informes oficiales en los congresos de la Organización Mundial de la Salud, y luego encontraba tiempo de escribir en nuestra hoja parroquial, o se ofrecía durante media jornada para contar a los niños del catecismo cómo viven los niños pobres del mundo».

Su vida está recogida entre dos fechas: 19 de octubre de 1956 - 29 de marzo de 2003. ¡Cuarenta y siete años de vida en plenitud!

Si no tienes un sueño sólo podrás ir tirando

En una de las cartas que Carlo escribe a un hermano suyo se puede captar toda la riqueza y la fuerza de su personalidad, sus ideales de vida.

“He crecido enseñando la ilusión de encarnar los sueños. Y ahora pienso que he acertado. He hecho de mis sueños mi vida y mi trabajo. Años de trabajo me permiten hoy vivir cercano a los problemas, a esos problemas que siempre me han interesado y preocupado. Problemas que hoy son también los míos, ya que su solución constituye el reto cotidiano que debo afrontar. El sueño de proporcionar el acceso a la salud a los segmentos más desfavorecidos de la población se ha convertido en mi trabajo. En estos problemas educaré a mis hijos, esperando que ellos también se hagan conscientes de los grandes horizontes que les rodean, persiguiendo sueños aparentemente inalcanzables, como he hecho yo”.

Aquí me paro y… pienso

Carlo tenía un sueño y quería realizarlo. Los problemas que Carlo debía afrontar se transforman en retos para él. La preocupación de Carlo era hacer entrever a sus hijos los grandes horizontes que

les rodean. La fuerza de Carlo ha sido descubrir que algunos sueños son inalcanzables sólo

aparentemente.

Me paro y… rezo

Servando Mayor, uno de los Hermanos maristas asesinados en Bugobe el año 1994 escribía en su diario esta oración que resume muy bien la tensión en que viven todas las personas: ver lo que debemos hacer y no tener la valentía de realizarlo.

Señor te ofrezco mi vida: ¡es tuya!Sabes que soy débil y frágil.Toma mi arcilla y modélame según tu imaginación.

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Hazme como María, un vaso siempre lleno de amor.Haz que rebose y dé vida a tantas personasque como yo sienten la necesidad de dar sentido a su propia vida.Inunda mi pobre existencia con tu agua viva.Haz mi arcilla consistente.Sabes que fácilmente me rompo y quedo vacío,aunque esté lleno de cosas que no me hacen feliz,pero de las cuales no acierto a desprenderme.¡Señor, me das miedo!Es peligroso dar un salto en el vacío.Siento el vértigo cuando no veo nada.Empújame, Señor.Sé que no es fácil seguir tus pasos,pero con tu fuerza seré fiel.

Me paro y… decido

Juan XXIII ha pasado a la historia como el “Papa bueno”. También él, a pesar de la edad, el servicio que desempeñaba, la responsabilidad a la que tenía que hacer frente... se había impuesto el objetivo de ser bueno, pero, conociéndose, pedía esta gracia al Señor sólo por un día.Sólo por hoy trataré de vivir al día, sin querer resolver el problema de mi vida de una sola vez.

Sólo por hoy cuidaré al máximo mi aspecto: vestiré con sobriedad, no alzaré la voz, seré cortés en mis modos, no criticaré a ninguno ni pretenderé mejorar o disciplinar a nadie excepto a mí mismo.

Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para ser feliz no sólo en el otro mundo, sino también en este.

Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias sin pretender que las circunstancias se adapten a mis deseos.

Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a alguna buena lectura, recordando que como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así también la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

Sólo por hoy haré al menos una cosa que no deseo hacer y si me siento ofendido en mis sentimientos actuaré de tal modo que ninguno se dé cuenta.

Sólo por hoy me haré un programa. A lo mejor no lo sigo punto por punto, pero lo haré. Y me guardaré de caer en dos cosas: la prisa y la indecisión.

Sólo por hoy creo firmemente –a pesar de las apariencias en sentido contrario- que la providencia de Dios se ocupa de mí como si no hubiese otro en el mundo.

Sólo por hoy no tendré temor. Particularmente no tendré miedo a gozar de la belleza y a creer en la bondad.

Puedo hacer muy bien durante doce horas lo que me abrumaría si pensase que tengo que hacerlo toda la vida.

Atención del Hno. Onorino Rota