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La Santa Sede VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A CUBA, ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA Y VISITA A LA SEDE DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS (19-28 DE SEPTIEMBRE DE 2015) SANTA MISA HOMILÍA DEL SANTO PADRE Basílica menor del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Santiago de Cuba Martes 22 de septiembre de 2015 [Multimedia] El Evangelio que escuchamos nos pone de frente al movimiento que genera el Señor cada vez que nos visita: nos saca de casa. Son imágenes que una y otra vez estamos invitados a contemplar. La presencia de Dios en nuestra vida nunca nos deja quietos, siempre nos motiva al movimiento. Cuando Dios visita, siempre nos saca de casa. Visitados para visitar, encontrados para encontrar, amados para amar. Y ahí vemos a María, la primera discípula. Una joven quizás entre 15 y 17 años, que en una aldea de Palestina fue visitada por el Señor anunciándole que sería la madre del Salvador. Lejos de «creérsela» y pensar que todo el pueblo tenía que venir a atenderla o servirla, ella sale de casa y va a servir. Sale a ayudar a su prima Isabel. La alegría que brota de saber que Dios está con nosotros, con nuestro pueblo, despierta el corazón, pone en movimiento nuestras piernas, «nos saca para afuera», nos lleva a compartir la alegría recibida, y compartirla como servicio, como entrega en todas esas situaciones «embarazosas» que nuestros vecinos o parientes puedan estar viviendo. El Evangelio nos dice que María fue de prisa, paso lento pero constante, pasos que saben a dónde van; pasos que no corren para «llegar» rápido o van demasiado despacio como para no «arribar» jamás. Ni agitada ni adormentada, María va con prisa, a acompañar a su prima embarazada en la vejez. María, la primera discípula, visitada ha salido a visitar. Y desde

Papa Francesco Cuba Omelia Santiago

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Page 1: Papa Francesco  Cuba Omelia Santiago

La Santa Sede

VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE FRANCISCOA CUBA, ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

Y VISITA A LA SEDE DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS  (19-28 DE SEPTIEMBRE DE 2015)

SANTA MISA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Basílica menor del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Santiago de CubaMartes 22 de septiembre de 2015

[Multimedia]

 

El Evangelio que escuchamos nos pone de frente al movimiento que genera el Señor cada vezque nos visita: nos saca de casa. Son imágenes que una y otra vez estamos invitados acontemplar. La presencia de Dios en nuestra vida nunca nos deja quietos, siempre nos motiva almovimiento. Cuando Dios visita, siempre nos saca de casa. Visitados para visitar, encontradospara encontrar, amados para amar.

Y ahí vemos a María, la primera discípula. Una joven quizás entre 15 y 17 años, que en una aldeade Palestina fue visitada por el Señor anunciándole que sería la madre del Salvador. Lejos de«creérsela» y pensar que todo el pueblo tenía que venir a atenderla o servirla, ella sale de casa yva a servir. Sale a ayudar a su prima Isabel. La alegría que brota de saber que Dios está connosotros, con nuestro pueblo, despierta el corazón, pone en movimiento nuestras piernas, «nossaca para afuera», nos lleva a compartir la alegría recibida, y compartirla como servicio, comoentrega en todas esas situaciones «embarazosas» que nuestros vecinos o parientes puedanestar viviendo. El Evangelio nos dice que María fue de prisa, paso lento pero constante, pasosque saben a dónde van; pasos que no corren para «llegar» rápido o van demasiado despaciocomo para no «arribar» jamás. Ni agitada ni adormentada, María va con prisa, a acompañar a suprima embarazada en la vejez. María, la primera discípula, visitada ha salido a visitar. Y desde

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ese primer día ha sido siempre su característica peculiar. Ha sido la mujer que  visitó a tantoshombres y mujeres, niños y ancianos, jóvenes. Ha sabido visitar y acompañar en las dramáticasgestaciones de muchos de nuestros pueblos; protegió la lucha de todos los que han sufrido pordefender los derechos de sus hijos. Y ahora, ella todavía no deja de traernos la Palabra de Vida,su Hijo nuestro Señor.

Estas tierras también fueron visitadas por su maternal presencia. La patria cubana nació y crecióal calor de la devoción a la Virgen de la Caridad. «Ella ha dado una forma propia y especial alalma cubana –escribían los Obispos de estas tierras– suscitando los mejores ideales de amor aDios, a la familia y a la Patria en el corazón de los cubanos».

También lo expresaron vuestros compatriotas cien años atrás, cuando le pedían al PapaBenedicto XV que declarara a la Virgen de la Caridad Patrona de Cuba, y escribieron:

«Ni las desgracias ni las penurias lograron “apagar” la fe y el amor que nuestro pueblo católicoprofesa a esa Virgen, sino que, en las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estabala muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro,como rocío consolador…, la visión de esa Virgen bendita, cubana por excelencia… porque así laamaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras esposas». Así escribían elloshace cien años.

En este Santuario, que guarda la memoria del santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba,María es venerada como Madre de la Caridad. Desde aquí Ella custodia nuestras raíces, nuestraidentidad, para que no nos perdamos en caminos de desesperanza. El alma del pueblo cubano,como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores, penurias que no lograron apagar la fe,esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciendo posible, en locotidiano del hogar, la presencia viva de Dios; la presencia del Padre que libera, fortalece, sana,da coraje y que es refugio seguro y signo de nueva resurrección. Abuelas, madres, y tantos otrosque con ternura y cariño fueron signos de visitación, como María, de valentía, de fe para susnietos, en sus familias. Mantuvieron abierta una hendija pequeña como un grano de mostaza pordonde el Espíritu Santo seguía acompañando el palpitar de este pueblo.

Y «cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y delcariño» (Evangelii gaudium, 288).

Generación tras generación, día tras día, estamos invitados a renovar nuestra fe. Estamosinvitados a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Estamos invitados a«salir de casa», a tener los ojos y el corazón abierto a los demás. Nuestra revolución pasa por laternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre compasión –que noes lástima, es padecer con, para liberar– y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de losdemás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y

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alegrías, esperanzas y frustraciones. Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, alpreso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de losvecinos. Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sustemplos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo deunidad de un pueblo noble y digno. Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesiaque salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Como María,queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones «embarazosas» de nuestragente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando connuestros hermanos, todos juntos. Todos juntos, sirviendo, ayudando. Todos hijos de Dios, hijosde María, hijos de esta noble tierra cubana.

Éste es nuestro cobre más precioso, ésta es nuestra mayor riqueza y el mejor legado quepodemos dejar: como María, aprender a salir de casa por los senderos de la visitación. Yaprender a orar con María porque su oración es memoriosa, agradecida; es el cántico del Pueblode Dios que camina en la historia. Es la memoria viva de que Dios va en medio nuestro; esmemoria perenne de que Dios ha mirado la humildad de su pueblo, ha auxiliado a su siervo comolo había prometido a nuestros padres y a su descendencia para siempre.

 

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