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Padres e hijos en Conéctate

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Los artículos publicados acerca de la familia en la revista CONÉCTATE.

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Page 1: Padres e hijos en Conéctate

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Page 2: Padres e hijos en Conéctate

ÍNDICE DE ARTÍCULOS SOBRE PADRES E HIJOS EN CONÉCTATE ARTÍCULO PÁGINA Tómate Tiempo Para Reír y Amar 7 Un Pequeño Emisario del Cielo 9 El Señalador 12 El Amor Visto a Través de los Ojos de un Niño 13 Un Niño Los Pastoreará 14 Almuerzo con Dios 15 Los Niños Son Para Siempre 16 Colaboración Entusiasta de los Niños 18 Se Buscan Padres de Verdad 20 Qué Hacer Cuando Ya No Sabes Qué Hacer 22 Cuatro Bebitos 23 Una Promesa Para Ti y Para Tus Hijos 24 Lidiar con lo Inesperado 25 Una Mermelada Memorable 26 Mi Pequeñita 28 Madres de Verdad 29 Reflexiones Sobre las Madres 32 El Amor es La Solución 33 Padres Millonarios 35 Mujer Fuerte Interiormente 36 Gracias Papá…Gracias Mamá 37 ¿Por qué Temer el Futuro? 38 ¿Amargura o Ternura? 40 Lo que Puede el Amor de Los Padres 42 Para Padres de Adolescentes 43 Los Hijos Son Para Toda La Vida 47 El Conflicto Generacional 49 El Valor de Los Ratos en Familia 51 Los Padres y La Oración 53 A Través de Los Ojos de Un Niño 54 Cuando Se Confunden Juego y Trabajo 56 El Llamamiento de Una Madre 58 Minutos Que Cuentan 60 Formar Familia Otra Vez 62 Diez Cosas Que Todo Padre de Adolescente Debe Saber 63 Inclúyeme 64 Amor Maternal Sin Límites 65 Preciosa Maternidad 66 Esa Maravilla Llamada Mamá 67

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Page 3: Padres e hijos en Conéctate

Dones para Toda La Vida 68

Entrevista con Mamá 69 Cualidades de Un Buen Matrimonio 70 ¿Verdad que Es Estupendo? 72 Respuestas a Tus Interrogantes 74 Secretos Para Ser Buenos Padres 76 A Todas Las Madres: ¡Gracias! 78 ¡Glafafo! 79 Amor y Disciplina 80 Un Mundo Perfecto 82 Influencia 84 Un Hogar Más Feliz 85 Padres Imperfectos 87 Enseñar a Los Niños a Ser Considerados 88 Panqueques con Crema 90 Consejos Para Padres 91 La Mejor Inversión de Cara a Los Hijos 92 El Lado Malo de Los Entretenimientos Modernos 94 Formar Mediante el Ejemplo 96 Yo Llegué Primero 97 El Mar y La Ansiedad 99 No es Ninguna Molestia 101 La Solución de Giovanna 102 La Fe de un Niño 103 Momentos Mágicos 104 Desde Temprana Edad 105 Una Maestra Singular 107 Qué Hacer Cuando Nos Sentimos Derrotados 108 Juntos en La Cuerda Floja 109 Una Familia Unida 110 El Abecé de Los Padres 111 La Importancia de Usar Ambas Manos 112 La Evolución de Una Madre 113 Mi Hijo de Dos Años, el Osito y Jesús 115 El Día en que se Rompió la Sillita 116 El Regalo Perfecto 117 El Amor Visto desde los Ojos de Los Niños 118 Dios en Carne y Hueso 119 Padres de Verdad 120 El Oficio de Padre 121 Chicos Seguros de Sí Mismos 122 Efecto a Largo Plazo 125

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Page 4: Padres e hijos en Conéctate

Gracias, Papá 126 ¿Comprender a Dios? 127 Ahora lo Veo 128 Busca lo Positivo 130 Encamínalos 131 El Rompecabezas 132 No Basta con Empatizar 134

El Consejo de Papá 135 Cualidades de un Buen Papá 136 Cuidado con el Megapillo 137 El Paquete 139 Crecer Juntos 140 Un Mundo Imperfecto 141 La Decisión de Una Madre 143 Lección Gratuita 144

ÍNDICE ALFABÉTICO ARTÍCULO PÁGINA

A Todas Las Madres: ¡Gracias! 78

A Través de Los Ojos de Un Niño 54

Ahora lo Veo 128

Almuerzo con Dios 15

¿Amargura o Ternura? 40

Amor Maternal Sin Límites 65

Amor y Disciplina 80

Busca lo Positivo 130

Chicos Seguros de Sí Mismos 122

Colaboración Entusiasta de los Niños 18

¿Comprender a Dios? 127

Consejos Para Padres 91

Crecer Juntos 140

Cualidades de Un Buen Matrimonio 70

Cualidades de un Buen Papá 136

Cuando Se Confunden Juego y Trabajo 56

Cuatro Bebitos 23

Cuidado con el Megapillo 137

Desde Temprana Edad 105

Diez Cosas Que Todo Padre de Adolescente Debe Saber 63

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Page 5: Padres e hijos en Conéctate

Dios en Carne y Hueso 119

Dones para Toda La Vida 68

Efecto a Largo Plazo 125

El Abecé de Los Padres 111

El Amor es La Solución 33

El Amor Visto a Través de los Ojos de un Niño 13

El Amor Visto desde los Ojos de Los Niños 118

El Conflicto Generacional 49

El Consejo de Papá 135

El Día en que se Rompió la Sillita 116

El Lado Malo de Los Entretenimientos Modernos 94

El Llamamiento de Una Madre 58

El Mar y La Ansiedad 99

El Oficio de Padre 121

El Paquete 139

El Regalo Perfecto 117

El Rompecabezas 132

El Señalador 12

El Valor de Los Ratos en Familia 51

Encamínalos 131

Enseñar a Los Niños a Ser Considerados 88

Entrevista con Mamá 69

Esa Maravilla Llamada Mamá 67

Formar Familia Otra Vez 62

Formar Mediante el Ejemplo 96

¡Glafafo! 79

Gracias Papá…Gracias Mamá 37

Gracias, Papá 126

Inclúyeme 64

Influencia 84

Juntos en La Cuerda Floja 109

La Decisión de Una Madre 143

La Evolución de Una Madre 113

La Fe de un Niño 103

La Importancia de Usar Ambas Manos 112

La Mejor Inversión de Cara a Los Hijos 92

La Solución de Giovanna 102

Lección Gratuita 144

Lidiar con lo Inesperado 25

Lo que Puede el Amor de Los Padres 42

Los Hijos Son Para Toda La Vida 47

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Page 6: Padres e hijos en Conéctate

Los Niños Son Para Siempre 16

Los Padres y La Oración 53

Madres de Verdad 29

Mi Hijo de Dos Años, el Osito y Jesús 115

Mi Pequeñita 28

Minutos Que Cuentan 60

Momentos Mágicos 104

Mujer Fuerte Interiormente 36

No Basta con Empatizar 134

No es Ninguna Molestia 101

Padres de Verdad 120

Padres Imperfectos 87

Padres Millonarios 35

Panqueques con Crema 90

Para Padres de Adolescentes 43

¿Por qué Temer el Futuro? 38

Preciosa Maternidad 66

Qué Hacer Cuando Nos Sentimos Derrotados 108

Qué Hacer Cuando Ya No Sabes Qué Hacer 22

Reflexiones Sobre las Madres 32

Respuestas a Tus Interrogantes 74

Se Buscan Padres de Verdad 20

Secretos Para Ser Buenos Padres 76

Tómate Tiempo Para Reír y Amar 7

Un Hogar Más Feliz 85

Un Mundo Imperfecto 141

Un Mundo Perfecto 82

Un Niño Los Pastoreará 14

Un Pequeño Emisario del Cielo 9

Una Familia Unida 110

Una Maestra Singular 107

Una Mermelada Memorable 26

Una Promesa Para Ti y Para Tus Hijos 24

¿Verdad que Es Estupendo? 72

Yo Llegué Primero 97

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Page 7: Padres e hijos en Conéctate

Mistreshijasmenoresestabandelomáscontentas.Desdehacíaunasemanateníamosprogramadaunaexcursiónalaplayayinal-mentehabíallegadoeltanansiadodía.Enelúltimomomentolepedíaunaamigaquefueraenmilugarporqueyoteníamuchoquehacer.«Almenosesomedejarátiempoparatodasesascosasquehaceratoquetengopendien-tes»,pensémientrasjuntabaropaparalavaryremendarymicosturero.Unosminutosmástarde,desdelaventana,vicómollegabamiamigaysemarchabaconaquellaschiquillasllenasdeexpectativasdeundíainolvidable.Lasniñassedespidierondesdeelauto:

—¡Chao,mami!¡Quetediviertas!«¡¿Divertirme?!Sisupieranloquetengopro-

gramadoparahoy—dijeparamisadentros—.Supongoquenomevendrámalpasarunashorashoyasolas.»Curiosamente,sinembargo,simepongoalimpiaroahaceralgunatareaodiligen-ciacuandomecorresponderíaestarjugandoconmishijas,porlogeneralrindomuchomenosdeloqueesperaba.Detodosmodos,ésaestambiénlalabordeunamadre,¿no?

Mequedésentadapensandoencastillosdearenayniñosriendo.Meimaginéalamáspequeñacorriendoporlaorillamientraslasmayoressaltabanporencimadelasolitasqueveníanamorirenlaplaya.¡Cómolesencantachapotearycaerseenelagua!Oréparaquenosufrieranningúnaccidenteylopasaranmuybien.Nohabíatranscurridounahorayyalasextrañaba.Ansiabaelmomentoenquellega-ranymecontarantodoloquehabíanhecho.

Medetuveahacerunapequeñaoración.«Jesús,¡mehasbendecidoconunasniñastanalegresyhermosas!TuPalabradicequeherenciadelSeñorsonloshijos*.¡Nopodríashabermedadounamejor!¡Graciasporestaspreciosasniñas!»[*Salmo127:3]

•Cuandovolvieron,salíarecibirlas.—Muchasgraciasporllevarlas—ledijea

miamiga—.Teníatantoquehacer…—Ellasdicenqueatitambiéntegusta

mucholaplaya—merespondió.—Peromamáestámuyocupadaparadiver-

tirse—interrumpiólamáspequeña.

Tómate tiempo

para reír y amar

SaraKelley,misioneraenÁfricaOrientalymadredecincohijos

Criar CON EL corazón

NotadelaRedacción:Noscomplacepresentarlesestanuevasección

denuestrarevista,enlaqueofreceremosregularmentealospadres

consejos,enseñanzasyrelatosreconfortantessobrelacrianzadelos

primorososniñosconquenoshabendecidoelSeñor.

10 onéctate n°16 07

Page 8: Padres e hijos en Conéctate

Luegollególahoradebañarse.Lastresniñasseapiñaronenlabañera,yyomeenfrasquéenlastareasdesiempre:sacarropalimpia,echarlausadaenelcanastodelaropasucia,recogertodoloquehabíandejadoregado.Todoeltiempo,aquellaspalabrasreso-nabanenmisoídos:«Mamáestámuyocupabaparadivertirse».

—Hoyhicimosuncastillodearenagigantesco!—exclamóKimberly—.¡Tendríasquehaberlovisto,mamá!¡Lehabríassacadounafoto!

«¿Quéestoyhaciendo?—mepregunté—.Todoslosdíasmishijasdisfrutandelavidaplenamente,talcomoDiosquiere,contodassusenseñanzasyaventu-ras,ysobretododivirtiéndose.¿Cuálesmipapeleneso?¿Quérecordaránmásdemícuandopiensenensuniñez?¿Dóndeestabayoalahoradeladiversión?»

Echémanodeunpotedecremadeafeitarymien-trasconstruíauncastillodeespumadeproporcionesinusitadassobreelbordedelabañera,lespregunté:

—¿Quélespareceestecastillo?Memiraronconojoscomoplatos.—¡Mamáestáhaciendoundesastre!—susurró

Darleneasushermanas,queobservabanatónitas.Actoseguido,procedimosahacernospelucasde

espuma,escribimosnuestrosnombresenletracursivaenlosazulejosynoshicimosunaslargasbarbasblan-cascomoladePapáNoel.Habíaespumaportodoslados.Ynosturnamossacandofotosqueatesoraremosparasiempre.¿Quesinosdivertimos?Nosreímosacarcajadashastaquenosdolíaelestómago.

Esanochecenamosunpocotarde,ycomodecostumbrenoterminétodaslastareasquehabíaprogramadoparaaqueldía.Yanomegustalapalabraocupada,puesheabusadodeella.Claroquenohayquedescuidarlosquehaceres;peromishijasnecesitanunamadreamorosaydivertidamásqueunahabitaciónimpecableolaropaperfectamentedobladayremendada.Mishijasperci-benmiamormuchomáseneltiempoquepasoconellasqueenloquehagoporellas.Siemprehabrátareasquehacer,perohetomadocon-cienciadecuántonecesi-tanyaprecianlosniñosunmomentoespontáneodeesparcimientoyunascuantascarcajadasjuntos.Yotambién.

onéctate n°16 11 08

Page 9: Padres e hijos en Conéctate

un pequeño emisario del cielo

La siguiente es la historia de nuestro hijo Gabriel, que nació con síndrome de Down y fue sin

lugar a dudas uno de esos pequeños emisarios del Cielo. Aunque no vivió más que dos años y cuatro meses en la Tierra, el Señor se valió de él para conmover muchos corazones e impartirnos valiosas enseñanzas acerca del amor, la fe, las conviccio-nes, la perseverancia, la compasión, la humildad, la valentía, la oración y la enorme verdad contenida en Romanos 8:28: «Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien».

Cuando los médicos nos informa-ron que Gabriel tenía síndrome de Down nos costó mucho aceptarlo. Sin embargo, al orientarnos más sobre el tema, descubrimos lo especiales que son los niños mongólicos. Y claro, una vez que fuimos conociendo más profundamente a Gabriel y gozando de su espíritu angelical, lo veíamos menos como un niño retardado, sos-pechando en cambio que éramos como aquellas personas que, al decir de la Biblia, «sin saberlo, hospedaron

ángeles» (Hebreos 13:2).Desde su nacimiento, Gabriel

tuvo varios impedimentos físicos. Obviamente su cuerpecito no fue concebido para durar mucho tiempo. Funcionaba mediante la gracia de Dios y grandes dosis de oración fer-viente y alabanza. Cada día era un milagro, un regalo. Compilamos una lista de versículos de la Biblia para invocarlos por la salud y la fortaleza del nene, y nos referíamos a ella con frecuencia. La promesa que más reclamábamos era «Él da vigor al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas» (Isaías 40:29). El Señor sin duda cumplió esa promesa en Gabrielito.

Cuando tenía seis meses de edad, contrajo una tos muy grave. Al acudir afanosamente al Señor por la salud de nuestro hijo, Él nos indicó que se proponía enseñarnos perseveran-cia. Escudriñamos la Biblia para ave-riguar concretamente a qué se refería y nos infundió mucho aliento descu-brir que dicha virtud había contri-buido a forjar a muchos hombres y mujeres de fe, convirtiéndolos en las

Marianne y Jerry Paladino

Conéctate n°19 3 09

Page 10: Padres e hijos en Conéctate

personas que Dios quería que fueran. No podíamos limitarnos a orar una sola vez y darlo por hecho. Teníamos que bregar en oración y no dejar de acudir al Señor de todo corazón. Cuando nos dimos cuenta de ello y comenzamos a hacer lo que Dios nos pedía, Él hizo la parte que le corres-pondía: sanó a Gabriel de aquella tos que ponía en peligro su vida.

Con cada crisis, el Señor nos enseñaba algo nuevo sobre la curación y la oración ferviente. Nor-malmente lo hacía ayudándonos a aplicar algo que habíamos leído en Su Palabra. Nos hallábamos en una etapa completamente nueva de nues-tra vida, llena de lecciones que no podríamos haber aprendido de ninguna otra forma. Muchas veces deseábamos ser nosotros los que sufrieran en lugar de nuestro hijo, pero con el tiempo nos dimos cuenta de que —como de costumbre— Dios sabía lo que hacía, pues la verdad es que luchamos espiritualmente por Gabriel con mayor ahínco del que habríamos tenido si hubiéramos estado luchando por nosotros mismos. En muchas ocasiones tuvi-mos que emplear la Palabra para no dejarnos vencer por la impresión de que aquella batalla era demasiado encarnizada o que nos habíamos aca-rreado aquella situación a causa de errores y pecados cometidos, y que por lo tanto nos merecíamos ese cas-tigo. En todo momento el Señor nos

consoló y nos concedió las fuerzas que necesitábamos.

Para nosotros Gabriel fue un pequeño emisario del Cielo. Lo que más dicha le proporcionaba eran los libros, sobre todo las biblias ilustra-das. Los dibujos de Jesús siempre lo hacían sonreír. También le encantaba que le entonáramos canciones acerca de Jesús, las cuales representaba con sencillos gestos y ademanes. Tenía un espíritu hermoso y puro, como el de una mariposa que aguarda en su capullo a ser liberada.

Aunque desde el comienzo el Señor nos fue preparando el corazón para el día en que llamara a Gabriel al Cielo, nos apegamos mucho a él. Tal vez fue porque se trataba de un niño diferente, o quizá porque desde el principio éramos conscientes de que lo teníamos «como un préstamo del Cielo», con un carácter más tem-poral aún que nuestros demás hijos.

Un día, estando Gabriel particu-larmente debilitado a causa de la vari-cela, empezó a dar señales de que iba a sufrir convulsiones. Así las cosas, lo llevamos al hospital para someterlo a un examen. Durante el chequeo médico de rigor, Gabriel perdió el conocimiento. Mientras los doctores procuraban despertarlo, sacamos nuestro himnario. Al abrirlo dimos

4 Conéctate n°19 10

Page 11: Padres e hijos en Conéctate

con la canción Con la alborada. Inter-pretamos que aquella era una señal divina de que Gabriel partiría al Cielo. Nunca recuperó el conocimiento.

Si bien nos embargó una tre-menda sensación de pérdida, el Señor nos consoló como solo Él es capaz de hacerlo. ¿Qué más podíamos pedir que la certeza de que Gabriel estaba sano y feliz, y que su sufrimiento había concluido?

La partida de Gabrielito hizo que el Cielo se volviera mucho más real para nosotros. Naturalmente, ya creíamos en el Cielo y aguardábamos con ansias explorar algún día toda su belleza y misterios. Pero desde que Gabriel está instalado allá, cada vez lo consideramos más nuestro Hogar y nos desapegamos más de las cosas de esta vida. Nunca volvimos a ser los mismos después que nuestro niño especial nos visitó desde el Cielo. Gabriel en realidad nunca fue nues-tro. Más bien fue un emisario que vino para cumplir una misión en nosotros: la de fundir nuestros cora-zones y enseñarnos los verdaderos valores de la vida.

•Durante las exequias del niño,

alguien tuvo una visión de una mari-

posa que salía de su capullo. Se podría decir que en vida Gabrielito fue una pequeña oruga, aunque ni siquiera aprendió a gatear y a des-plazarse como lo hacen las orugas. Ahora, en cambio, se ha tornado una bella mariposa que levantó vuelo hacia la libertad. Una semana des-pués, Jerry compuso una canción basada en aquella visión: Mi tesoro.

MI TESOROJerry Paladino

Recuerdo aún los días

en que el sol brilló

sobre aquel tesoro

que en la Tierra tuve yo.

Siempre sonreía

cual ángel en disfraz;

mas hoy siento nostalgia:

mi tesoro ya no está.

Estoy feliz, porque tú estás feliz:

te has ido al Cielo junto a Dios.

Ya pasó el sufrimiento,

tu carrera terminó:

¡mi bella mariposa ya voló!

Doy gracias a los Cielos

por concederme a mí

vivir junto a aquel ángel

de quien tanto yo aprendí.

Y ahora que se ha ido,

por siempre estará

conmigo hasta encontrarnos

en aquel bello lugar.

Sé que mi tesoro

bien cuidado está.

Para mí hoy el Cielo

es una realidad.

Y lo que me retiene

aquí, en este lugar,

no son sino aquellos

que hoy debo rescatar.

Estoy feliz, porque tú estás feliz:

te has ido al Cielo junto a Dios.

Ya pasó el sufrimiento,

tu carrera terminó:

¡mi bella mariposa ya voló! ❑

Conéctate n°19 5 11

Page 12: Padres e hijos en Conéctate

Criar con el corazón

el señaladorE

stoy sentada mirando el costado de la

pantalla de mi ordenador, donde coloqué

uno de los señaladores más bonitos que

haya tenido. Presenta un dibujo de una madre

con su hijo en brazos, y debajo hay una frase

de Charles Dickens, que dice: «No es ninguna

insignifi cancia que nos amen quienes hace tan

poco estaban con Dios». Cuando leí esa frase,

me emocioné profundamente. Decidí emplear ese

señalador para mi próxima lectura. Por desgracia,

se me olvidó guardarlo en un lugar seguro. Quedó

sobre mi escritorio, a mitad de camino de la

grandeza, justo al alcance y a la vista de una

personita muy simpática —mi hija de tres años—,

que al descubrirlo,¡le echó mano!

Este señalador es uno de esos que tienen, en

la parte superior, un corte en forma de u, para

engancharlo en la página y evitar que se caiga.

Cuando pillé a mi hija, ya le había dado un

tironcito al señalador y lo había roto.

Yo, claro está, sabía que la niña no tenía

intenciones de romperlo: lo agarró por pura curio-

sidad. Sin embargo, me alteré un poco dado

el valor sentimental que había adquirido para mí

aquel señalador. Le arrebaté los trozos de la mano

y los puse a un lado.

Más tarde, cuando la nena estaba ya acos-

tada, tomé los dos trozos y volví a leer aquella

frase. De pronto, reviví toda la experiencia bajo

un nuevo prisma. ¿Tenía que ser perfecto aquel

señalador para conservar su profundo signifi cado?

Podía pegarlo con cinta adhesiva y quedaría como

nuevo. Hasta era posible que quedara mejor que

antes, pues presentaría una nueva característica:

la huella de esas manitos que tanto quiero. El

señalador tiene ahora doble valor para mí, aun con

cinta adhesiva y todo. ❑

Jasmine St. Clair

Esforcémonos por ver las cosas como deberían

ser; y siendo que vivimos en un mundo

imperfecto, gloriémonos sin mayores exigencias en

esa imperfección. Que cada uno de los ladrillos

con que edifi camos nuestra jornada descanse sobre

otro, hasta dar forma a una vida rica y plena, no

basada en la lúcida belleza de la perfección, sino

en la riqueza del amor.J.S.C

KIMBERLY, 3 años

14 Conéctate n°19 12

Page 13: Padres e hijos en Conéctate

conéctate Febrero de 2002 7

«Si uno quiere aprender a amar más, tiene que empezar por un amigo al que no aguanta.»

«A veces le cuentas a alguien algo malo de ti y tienes miedo de que ya no te quiera. Pero luego te sorprende que esa persona no sólo te siga amando, sino que te quiera aún más.»

«Hay dos clases de amor, el nuestro y el de Dios. Pero Dios es el que hace las dos clases de amor.»

«Amor es, por ejemplo, que una viejita y un viejito sigan siendo amigos aunque se conozcan muy bien.»

«Mi mamá me quiere más que nadie. Es la única que por la noche me da un beso cuando me acuesto.»

«Amor es que mi mamá le dé a mi papá la mejor presa del pollo.»

«Amor es que tu cachorrito se ponga muy contento al verte, aunque lo hayas dejado solo todo el día.»

«Las tarjetas que venden en las tiendas dicen lo que nos gustaría decir, pero que ni muertos diría-mos.»

«No debemos decir: “Te quiero” si no lo sentimos. Pero si lo sentimos debemos decirlo mucho, porque a la gente se le olvida.»

«Cuando crucifi caron a Jesús, Dios podría haber dicho unas pala-bras mágicas para que se cayeran los clavos, pero no lo hizo. Eso es amor.»

Anónimo

UNOS SOCIÓLOGOS formularon la siguiente pregunta a un grupo de niños de cuatro a ocho años: «¿Qué es el amor?» Sus respuestas fueron más amplias y profundas de lo que habría cabido imaginar. Que cada cual saque sus conclusiones.

«El amor es lo que sientes antes que se te metan todos los pensa-mientos malos.»

«Amor es lo que sen-timos en Navidad en el cuarto cuando dejamos de abrir regalos y escu-chamos.»

«Cuando alguien te quiere, dice tu nombre de otra manera. Y sabes que va a hablar bien de ti.»

«Amor es salir a comer con alguien y darle la mayor parte de tus papas fritas sin obligarle a que te dé una parte de las suyas.»

«Si alguien te trata mal y te enojas, pero no le gritas para que no se moleste, eso es amor.»

«El amor es lo que nos hace sonreír cuando esta-mos cansados.»

«Amor es que mi mamá vea a mi papá sudoroso y maloliente, y aun así le diga que es más atractivo que Robert Redford.»

«El amor es cuando dos personas están siem-pre besándose. Y cuando se cansan de besarse, igual quieren estar juntas y hablar más. Mis papás son así.»

«Cuando a mi abuela le dio artritis, ya no podía agacharse para pintarse las uñas de los pies. Ahora se las pinta mi abuelo, aunque también tiene artritis en las manos. Eso es amor.»

amorvisto a través de los

ojos de los niños

El

13

Page 14: Padres e hijos en Conéctate

¿En qué medida puede

infl uir una palabra, o una

frase? Cada uno de nosotros tiene

la capacidad de dejar en otro ser

humano una huella que

perdure para siempre y que lo acerque al reino

de Dios.

EL CIRUJANO SE SENTÓ a un lado de la cama del niño. Los padres del pequeño estaban al otro lado.

—Mañana, muy temprano —empezó a explicar el galeno—, te abriré el cora-zón...

—Ahí encontrará a Jesús —interrum-pió el niño.

El cirujano, molesto, levantó la vista antes de añadir:

—Te abriré el corazón para ver qué tan dañado está...

—Cuando me abra el corazón, encon-trará a Jesús —repitió el pequeño.

El médico volvió la vista hacia los padres del niño, que permanecían en silencio, y prosiguió con la explicación.

—Cuando vea qué tan grave es el daño que tienes, te volveré a cerrar el corazón y el pecho. Luego veré qué podemos hacer.

—Encontrará a Jesús en mi corazón —insistió el muchachito—. La Biblia dice que vive ahí. Todos los himnos que canta-mos dicen que vive ahí. Lo encontrará en mi corazón.

El cirujano había llegado al límite de su paciencia.

—Te diré lo que voy a encontrar en tu corazón: tejido dañado, circulación insu-fi ciente y vasos sanguíneos debilitados. Entonces veré si puedo hacer algo para que te pongas mejor.

—También encontrará a Jesús. Él vive ahí —reiteró el niño.

El cirujano se marchó.Después de la operación, el médico

los

un

niño

pastoreará

se sentó en su consultorio a grabar el resultado de la intervención quirúrgica: «Aorta dañada, vena pulmonar dañada, degeneración muscular generalizada. No es viable un transplante. No hay espe-ranza de cura. Tratamiento: analgésicos, guardar cama y reposo. Pronóstico...»

Hizo una pausa antes de agregar: «Un año de vida».

En ese punto terminó de grabar, pero no de hablar.

—¿Por qué? —preguntó en voz alta—. ¿Por qué, Dios mío, has hecho esto? Tra-jiste a ese niño a la Tierra, lo haces pasar por este sufrimiento y lo condenas a una muerte temprana. ¿Por qué?

El Señor respondió:—El chico es un corderito Mío. Nunca

tuve la intención de dejarlo en tu redil por mucho tiempo, pues pertenece y siempre pertenecerá a Mi rebaño. En Mi redil eterno no padecerá dolor; además, no te imaginas en qué medida será con-solado. Algún día sus padres volverán a estar con él aquí en el Cielo. Tendrán paz, y Mi rebaño seguirá creciendo.

Aunque el cirujano lloró con intensidad, más intenso fue el enojo que lo invadió.

—Creaste a ese niño y también su corazón. En unos meses estará muerto. ¿Por qué?

El Señor respondió:—Mi cordero volverá a su redil, pues

habrá cumplido su misión. No lo puse en tu redil para que se perdiera, sino para rescatar a una oveja perdida.

El cirujano sollozaba incontenible-mente.

Más tarde, se volvió a sentar junto al lecho del pequeño. Los padres estaban sentados al otro lado de la cama.

El niño despertó y preguntó en voz baja:

—¿Me abrió el corazón, doctor?—Sí —respondió el facultativo.—¿Y qué encontró? —preguntó el

pequeño.—A Jesús —repuso el cirujano.

Anónimo

conéctate Junio de 2002 1114

Page 15: Padres e hijos en Conéctate

Había una vez un niñito que quería conocer a Dios. Sabiendo que éste vivía muy lejos, se surtió de paquetes de galletas y botellas de jugo. Las guardó en su maleta y partió.

Apenas si había caminado unas pocas cuadras, se topó con un anciano en una plaza. El hombre se hallaba sentado junto a un estan-que dando de comer a los pájaros.

El pequeño se sentó a su lado, abrió su maleta y, cuando se dis-ponía a disfrutar de una bebida, advirtió que el anciano tenía hambre. Así que le ofreció una galleta.

El abuelo la aceptó con gra-titud y le sonrió. Aquella sonrisa era tan hermosa que el niño quiso reeditarla. Total que le ofreció una bebida.

El hombre volvió a sonreír, con lo que el niño quedó encantado. Así estuvieron toda la tarde comiendo y sonriendo, casi sin pronunciar palabra.

Al caer la tarde, el chiquillo se sintió cansado y se levantó para marcharse. Pero apenas hubo dado unos pasos, se dio la vuelta y regresó corriendo a darle un abrazo al anciano. Él le regaló una enorme sonrisa, la mayor que le había mos-trado hasta ese momento.

Cuando el niño volvió a su casa, su madre se mostró sorprendida por la expresión de alegría refl ejada en su rostro.

—¿Qué hiciste hoy que te puso tan contento? —le preguntó.

—Almorcé con Dios —respon-dió el pequeño.

Y antes que su madre pronun-ciara palabra, añadió:

—¿Sabes qué? ¡Tiene la sonrisa más linda que he visto!

Entretanto, el anciano regresó radiante a la casa que compartía con su hijo ya crecido. Éste quedó impre-sionado con la expresión de paz que exhibía su padre, y le preguntó:

—Papá, ¿qué hiciste hoy que se te ve tan contento?

—Comí galletas con Dios en la plaza —respondió el anciano.

Y antes de que su hijo tuviera ocasión de responder, añadió:

—¿Sabes? Es mucho más joven de lo que me imaginaba.

Con frecuencia subestimamos el efecto que pueden tener una caricia, una sonrisa, unas palabras ama-bles, nuestra buena disposición a escuchar, un elogio sincero o el más nimio gesto de consideración. Todas esas cosas tienen la capacidad de tornar un día cualquiera en uno muy especial, y de causar una transfor-mación en la vida de una persona.

Anónimo

ALMUERZOCON DIOS

...el efecto

que

pueden

tener una

caricia,

una son-

risa, unas

palabras

amables,

el más

nimio gesto

de consi-

deración...

conéctate Agosto de 2002 315

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Compilado a partir de los escritos de David Brandt Berg

Dar a luz a un bebé y criar un niño es la experiencia más grandiosa de la vida natural. Un niño es un regalo eterno. No lo tenemos por una tempo-rada, sino para siempre.

Los bebés están muy cerca de Dios. Vienen derechito del Cielo. Aunque es muy misteriosa la forma en que el Señor proyecta y dispone Su creación, tenemos la certeza de que no comete errores. Dios es el creador de las almas. Es Él quien concibe esa chispa de vida, la unión de cuerpo y espíritu para formar un alma humana.

Es obvio que un niño no solo es un regalo divino, sino también una tarea. Si Dios te ha dado un niño, tu deber primordial es criarlo como es debido. Tus hijos son la tarea que Dios te enco-mienda. Son también hijos Suyos —es cierto—, pero Él pide que nosotros los cuidemos y los formemos.

Aunque se trata de una labor que exige plena dedicación, trae consigo grandes recompensas y benefi cios. Debemos estar muy orgullosos de ser padres, porque la nuestra es la tarea más importante del mundo. Al fi n y al cabo, labramos el futuro. El mundo del mañana será lo que los padres de hoy hagan de él. Lo forjan los padres según la crianza que den a sus hijos.

Ello pone de manifi esto la impor-tancia que tiene la labor de los padres. Quizá cuidar de un nene y cambiarle los pañales no parezca muy trascen-dental, pero ¿quién sabe qué hará ese niño algún día cuando se haga mayor?

Nunca debemos menospreciar la formación de nuestros hijos. ¿Sabías

LOS NIÑOS SON PARA SIEMPRE

que, de todo lo que un niño aprende, lo más importante lo asimila antes de los cinco años? Piensa entonces en lo crucial que es impartirle la debida instrucción y enseñanza durante esos primeros años formativos. Por eso dice la Biblia: «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él» (Proverbios 22:6).

No se puede esperar a que el niño cumpla cinco años para empezar a educarlo. Cada día cuenta, y lo que aprende a diario es fundamental. Además de velar por que el niño esté bien alimentado, vestido y protegido, y de asegurarnos que goce de buena salud, los padres tenemos el deber de enseñarle la Palabra de Dios, de adoc-trinarlo en Su verdad y estimularlo con Su amor.

Algunos padres asumen una pos-tura equivocada. Se imaginan que si el niño aprende, bien, y si no, también. Aunque a los pequeños no se los debe obligar a aprender lo que no quieren, lo cierto es que todos los niños arden en deseos de aprender. Aprender cosas nuevas les reporta mucha felicidad y satisfacción. Al mismo tiempo, son capaces de asimilar mucho más con

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la guía y estímulo de sus padres que si se los deja aprender por su cuenta. De hecho, dejar que un niño decida por su cuenta sin antes tratar de informarlo y guiarlo en sus decisiones contraviene completamente las Escrituras. «Mucha-cho dejado a sí mismo, avergüenza a su madre» (Proverbios 29:15, BJ).

Mi madre y mi padre hacían mucho hincapié en enseñarnos la Biblia, hablarnos del Señor, los valores espi-rituales y las verdades bíblicas. Los relatos de la Biblia y la Biblia misma tuvieron una infl uencia enorme en mi vida. Me encantaban y creía en ellos porque sabía que eran la voz de Dios y el Libro de Dios. En consecuencia, mis conocimientos de la Palabra de Dios y sus verdades me sirvieron de guía en mis decisiones y me ayudaron a superar muchas situaciones difíciles cuando me hice más grande.

Cuando mis hijos eran pequeños tuve que viajar mucho a causa de mi trabajo. A lo largo de 13 años, coloqué un programa cristiano en más de 1.100 emisoras de radio y en unos 300 cana-les de televisión. Sin embargo, cuando estaba en casa, seguía el ejemplo de

mis padres y pasaba todo el tiempo que podía con mis hijos. Además, cuando era posible, los llevaba conmigo en mis viajes y les enseñaba constantemente. Casi todas las noches les narraba un episodio de la historia sagrada a la hora de acostarse, generalmente en términos muy sencillos que pudieran entender fácilmente. A veces hasta representaba ciertos pasajes para ayudarlos a captar el argumento. Les encantaba. La mente de un niño es como una esponja, un grabador o un ordenador. Absorbe, registra y procesa todo lo que sucede a su alrededor.

Es fácil enseñar la historia de Jesús a un niño pequeño. Hazlo espontá-neamente. Condúcelo a Jesús con tu ejemplo y tu amor, y hablándole de Sus hechos y Su vida.

En cuanto tenga edad para enten-der el concepto de papá y mamá —unas personas que lo quieren, que velan por él, que participaron en su creación y lo trajeron al mundo—, ya está en condiciones de aceptar a Jesús y Su regalo de salvación. Explícale que tenemos un Padre invisible que está en todas partes y nos quiere mucho, pero como todos nos hemos portado mal y merecemos que nos castiguen, envió a Jesús a sufrir el castigo por nosotros. Después anímalo a repetir una oración sencilla como la que sigue:

Jesús, perdóname por portarme mal. Te pido que entres en mi corazón y me ayudes a portarme bien.

Eso es todo lo que hay que hacer. Jesús dijo: «Dejad a los niños venir a Mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios» (Marcos 10:14). Él ansía llegar a ser su mejor amigo y su salvador.

Que Dios nos ayude a cuidar bien del más precioso don que nos ha con-cedido: nuestros hijos. •

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Observé desde mi ventana a un grupo de niños del vecindario que se esforzaban por desatascar una pelota que se les había caído en un desagüe. Uno de ellos metió la mano para sacarla y en cambio extrajo un montón de hojas y tierra. Después de ese puñado sacó otro y otro más. Enseguida él y sus amigos se olvidaron del partido y se pusieron a lim-piar entusiastamente el desagüe. Trabajaron incansablemente cuatro horas con la orienta-ción de algunos de sus padres.

El ver a aquel grupo de niños de cinco a doce años de edad trabajar juntos alegre-mente me indujo a refl exionar acerca de mi hijo mayor —hoy adolescente— y la con-fi anza que depositaba en él cuando tenía esa edad. En comparación, mis hijos de seis y ocho años eran mucho menos responsables. Me convencí entonces de que no les exigía lo sufi ciente. La diferencia radicaba en mí. Al igual que muchos chicos de su edad, los dos

CRIAR

CON EL

CORAZÓN

Michelle Lynch

menores míos a veces eran unos pillos, pero también mostraban inclinación por colabo-rar y cumplir ciertas obligaciones. Tenía que aprender a canalizar debidamente su energía motivándolos, sin forzarlos.

Decidí ponerme a trabajar con ellos cada fi n de semana. Emprendimos tareas muy necesarias, tales como desmalezar el jardín, barrer la entrada del auto, rastrillar las hojas, limpiar la alacena y hacer mermelada. La mayoría de esas tareas requerían ejercicio físico, con lo cual quemaban energías. Huelga decir que les encantó.

Para mí la ayuda que me prestaban era muy necesaria y la agradecía mucho. Además esas tareas domésticas mantenían a los chicos ocupados y evitaban que se metieran en líos. Pero lo mejor de todo es que descu-brimos que trabajar juntos puede ser una experiencia divertida y unifi cadora. Al cabo de poco tiempo, me preguntaban: «¿Podemos

CÓMO SUSCITAR

LA COLABORACIÓN

ENTUSIASTA DE

LOS NIÑOS

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hacer alguna de esas tareas divertidas para no aburrirnos el fi n de semana?»

Cosas que aprendí y que conviene recor-dar:

➽ Ser realista a la hora de escoger tareas y fi jarse metas. No embarcarse en faenas de tanta envergadura que, en caso de quedarse sin tiempo o sin fuerzas, uno deje un desor-den o cause incomodidades o complicacio-nes.

➽ Pasar juntos un tiempo provechoso es más importante que terminar la tarea. Si emprendo una actividad con el objetivo primordial de dedicar atención a los chicos y fortalecer nuestros vínculos familiares, sin contar con hacer mucho, al fi nal logro más, y la tarea no resulta pesada.

➽ Prodigar elogios y manifestar aprecio. Cuando les agradezco a los chicos su ayuda, procuro ser efusiva y concreta. Les señalo, además, que toda la familia notará las labores que realizan.

➽ Premiar a los niños por las tareas bien hechas. Si ellos saben que al fi nal los padres les daremos algún gusto, harán la tarea con más ganas, aunque el premio no sea más que una colación o un rico bocado que se prepa-ren ellos mismos.

Naturalmente, mi meta a largo plazo es que los chicos aprendan a tomar la iniciativa y adquieran un sentido de la responsabilidad, de modo que cumplan con sus deberes cuando yo no esté presente para recordárselo o para tra-bajar codo a codo con ellos. A medida que se fueron volviendo más respon-sables, aprendieron a hacer solitos algunas de las cosas que yo hacía por ellos y luego con ellos, como lavar los platos.

Podía exigirles más, pero todavía nece-sitaban mis elogios. Hay una sutil pero importante distinción entre hacer las cosas por sentido de la responsabilidad y por puro sentido del deber. Pronto me di cuenta de que

si no los mantenía motivados elogiándolos por ser responsables y trabajar con ahínco, las tareas que inicialmente habían sido diver-tidas y gratifi cantes se volvían una pesadez. Era importante no llegar a considerar la ayuda que me prestaban como una simple obligación que tenían conmigo.

Otra situación de cuidado se producía cuando los chicos no cumplían con sus nuevas tareas. Por un lado no quería ser dura e infl exible, pero por el otro no podía ser tan blanda que dejaran de tomarse en serio sus obligaciones. En realidad fue mi hijo menor el que me ayudó a resolver ese dilema. Cierta noche me dio un buen motivo por el que no podía colaborar en el lavado de la vajilla, pero me dijo que, si lo dispensaba, al día siguiente haría por mí una tarea sencilla. La forma tan linda en que lo presentó puso todas nues-tras tareas domésticas en el contexto de un esfuerzo de conjunto. No pretendía hacer un trueque de tareas con un móvil egoísta, sino compartir la responsabilidad. Naturalmente, estuve más que dispuesta a acceder, y al día siguiente, cuando el chico cumplió con su parte del trato sin que yo se lo recordara, se lo agradecí profusamente.

A juzgar por lo que aprendí aquel día observando a unos niños limpiar el desagüe y que desde entonces vengo apli-cando con los míos, puedo afi rmar sin temor a equi-vocarme que la mayoría de los niños anhelan que se les confíen tareas de cierta impor-tancia. Están deseosos de cola-

borar; solo esperan que nosotros, los padres, aportemos la chispa que haga divertida y gratifi cante la misión. Si aprenden a disfrutar del trabajo y a hacerlo a conciencia cuando pequeños, asumirán con esa misma actitud las obligaciones que tendrán de adultos. Pienso que ello contribuye a nuestra felicidad y bienestar general. Al fi n y al cabo, es lo que todos queremos para nuestros hijos. •

Tenía que aprender

a canalizar debida-

mente su energía.

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necesitaba o quería: cigarrillos, dinero, caramelos, comida, etc. Era incorregible, y en el colegio me iba pésimo.

»A los catorce una vez más me detuvieron por robar y me enviaron a un reformatorio. La primera reacción de mi padre fue de enojo; pero después, orando al respecto, se dio cuenta de que en parte la culpa había sido suya por no haber desempeñado mejor su papel de padre. Reeva-luó su vida y decidió ayudarme.

»Dejó su empleo nocturno y tomó uno diurno. Aunque ganaba menos, eso le per-mitía pasar ratos conmigo diariamente. Cuando yo lle-gaba del colegio, él estaba en casa. Comenzó a interesarse por mi rendimiento escolar y a ayudarme con mis tareas. Nos hicimos socios de un club

Se buscan

masculino. En vez de matar el tiempo en algún sucio salón de billar, iba con él a un centro recreativo donde jugábamos billar, balonmano y baloncesto, los juegos que a mí me gus-taban. Me compró un pase de temporada en el club de golf y me llevaba a jugar tres o cuatro veces por semana. Pasábamos mucho tiempo juntos.

»Mi vida cambió gracias a que mi padre me manifestó amor y comprensión. En el cole-gio mis notas mejoraron tanto que llegué al cuadro de honor. Hice nuevos amigos, muchachos estudiosos que no se metían en líos. Aunque exteriormente me mostraba duro, por dentro anhe-laba amor, atención y compañía. La clave fue el amor de mi padre, que él me prodigó pasando tiempo conmigo».

UN HOMBRE ME ESCRIBIÓ una carta en la que me contaba ciertas experiencias que vivió de jovencito, antes de conocer a Jesús. Desde niño había sido un delincuente. No obstante, cuando su padre empezó a pasar más tiempo con él, experimentó una impresionante transforma-ción. Reproduzco a continuación unos pasajes de su carta:

«Desde los ocho hasta los catorce años fui un maleante. Mi padre se iba a trabajar a las tres de la tarde y volvía a las tres de la mañana. Cuando yo me levantaba él estaba durmiendo, y cuando yo llegaba del colegio, él ya se había ido a trabajar. Casi nunca lo veía, a excepción de unos minutos los fi nes de semana.

»Me metí en muchos pro-blemas. Robaba todo lo que

María David

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Todos los niños necesitan un padre o al menos una fi gura paternal, alguien que sepan que los admira, que tiene fe en ellos, que disfruta de su compañía y tiene ganas de estar con ellos.

preguntó a algunos de los chicos qué hacían antes de llegar al hogar, respondieron:

—Tomaba drogas.—Peleaba todo el tiempo.—Explotaba a las chicas.

Al preguntar a los chicos qué cambios se habían producido en su vida gracias a aquella mujer, el de aspecto más malvado, el que disparaba a la gente por diver-sión, respondió:

Todos los niños necesitan a alguien que los comprenda, que se ponga en su pellejo y ore por ellos cuando sufran profundas decepciones, que los sostenga cuando estén por perder la espe-ranza y que celebre con ellos la materialización de sus sueños.

¿Reciben tus hijos ese amor? ¿Conoces niños que no tienen padre y que también necesitan ese mismo amor? ¡Podrías tener un efecto importante en su vida!

En la televisión se ven canti-dad de casos de personas comu-nes y corrientes —profesores, sacerdotes, policías, etc.— que contribuyen a cambiar notable-mente la vida de algún joven, aun de los peores delincuentes. ¿Qué fórmula aplican? Simple-mente les dedican tiempo.

En un segmento noticioso entrevistaron a una señora que había abierto un hogar para chicos desadaptados —fugados de sus casas, prostitutas, pandi-lleros—, de esos que se escurren por las grietas de la sociedad. Ante las cámaras expresó:

—Los chicos que yo atiendo son los más despreciados, los rechazados de la nación.

Cuando el entrevistador

—Le disparaba a la gente por diversión.

Hablando de los chicos, la señora dijo:

—Han perdido toda espe-ranza. No confían en la gente mayor. Los adultos vivimos demasiado ocupados. No les prestamos atención. Ya nadie tiene tiempo para los chicos.

Cuando se le preguntó qué necesitaban aquellos jóvenes, respondió:

—¿Estos? La fórmula es muy sencilla. ¿Saben lo que necesitan estos chicos? Amor maternal. Quieren modelos que imitar. Personas que se muestren sinceras con ellos. Quieren que alguien los discipline. Alguien que sea capaz de inculcarles un sentido de la responsabilidad, de enseñarles que sus actos traen consecuencias. Alguien que los sostenga, que los abrace. Yo no me doy por vencida con ellos. Si les enseñas a darse por vencidos fácilmente, lo harán.

Uno de los mayores la abrazó y dijo:

—Ella es mi madre. No somos de la misma sangre, pero en cierto sentido, es mi madre. Me cuida.

—Mírenos por dentro. Tenemos esperanza. Tenemos sueños. Nos interesan las cosas. Ahora quiero ir a la universidad.

El mensaje fi nal que aquella mujer dirigió a los padres fue:

—Amen a sus hijos. No se den por vencidos con ellos. Ámenlos hasta que duela. En eso consiste el amor: en amar incon-dicionalmente, ¡hasta que duela!

Esa señora está infl uyendo positivamente en su entorno. Una sola persona que se interesa por esos muchachos está pro-duciendo un cambio en ellos. Es fácil perder de vista el potencial de un individuo. Dependemos demasiado de la sociedad, de sus instituciones, del Gobierno, del colegio. Eso nos ha llevado a insensibilizarnos. Como indivi-duos no sentimos ya la obliga-ción de velar por los niños, sean nuestros o no, por cualquier niño que se cruce en nuestro camino y que tal vez nos necesite.

Tú podrías encarnar el amor de Jesús para un niño. Puede que formes parte de los designios divi-nos para llevar amor a un joven-cito o una jovencita. Tu amor, tu interés y tu amistad pueden tener un efecto enorme. •

padres de verdad

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P.: MI HIJO MAYOR SE HA REBELADO contra casi todas las reglas de la casa. Ya lleva meses así, y cada vez se me hace más difícil entablar comunicación con él y llegar a la raíz de su mal compor-tamiento. ¡Estoy que no aguanto más! ¿Qué puedo hacer para corregir su conducta?

R.: Cuando un niño se porta mal en forma reiterada y grave, normalmente hay una causa subyacente. Quizá se sienta inse-guro, y se porta mal para llamar la atención, para que le demues-tren cariño y le dediquen tiempo. Quizás está molesto por algo que sucedió en el colegio. A lo mejor está poniendo a prueba los lími-tes que le has fi jado y quiere ver si vas a cumplir tu palabra. Quizá piensa que ya tiene edad para tomar decisiones independiente-mente, y no entiende la fi nalidad de algunas de tus reglas. Tal vez sea hora de cambiar unas cuan-tas a fi n de darle más espacio para crecer.

En cualquier caso, es impor-

RESPUESTAS

A TUS

INTERROGANTES

Qué hacer cuando ya no sabes

qué hacer

tante averiguar por qué se porta mal y determinar qué puede hacerse para ayudarlo a entrar otra vez en vereda. La mayoría de los problemas no desaparecen por sí solos, y el niño general-mente no está capacitado para hacerles frente por su cuenta. Muchas veces ni sabe lo que le pasa. Precisa el amor y la orienta-ción de su padre o su madre.

La mejor forma de averi-guar qué necesita un niño con trastornos conductuales y cómo ayudarlo —en realidad, la única forma— es pedir al Señor que te lo indique. Además de contar con el amor del Señor, el medio más importante para realizar efi cazmente nuestra labor de padres es aprender a pedirle a Él las soluciones a nuestros problemas. Jesús siempre tiene la respuesta que necesitamos. A la hora de cumplir con nuestras obligaciones parentales, contar con el consejo divino nos alivia gran parte de la carga. Sabemos que siempre podemos acudir a

Él en oración, que nos hablará al corazón y nos dará la orientación y las soluciones que necesitamos.

Si tu hijo está pasando por una etapa difícil que pone a prueba tu paciencia, pídele ayuda a Jesús. Comparte con Él tu carga; Él tiene muchísima paciencia. En vista de que es muy paciente con nuestras faltas y errores, podemos estar seguros de que nos ayudará a tener paciencia con los defectos e imperfecciones de nuestros hijos. Cuando sientas que ya no das más, pide a Jesús que te dé Su amor y paciencia. Su Espíritu te dará serenidad, te indicará la solución, te ayudará a capear las difi cultades que puedan surgir, y te asistirá para que puedas brin-dar a tus hijos ese mismo amor y apoyo que Él te brinda.

*La respuesta de este mes está tomada del libro La for-

mación de los niños, de Derek y Michelle Brooks, editado por Aurora Production. •

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AVANCE…

Amar es establecer un vínculo

Jesús dijo que el primer y grande manda-

miento es: «Amarás al Señor tu Dios con todo

tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu

mente. [...] Y el segundo es semejante —es

decir, casi igual—: Amarás a tu prójimo como

a ti mismo» (Mateo 22:37,39). Sus interlocuto-

res en aquel momento le preguntaron quién

era su prójimo. Valiéndose de la parábola

del buen samaritano, Jesús les explicó que el

prójimo es cualquiera que necesite de nuestra

ayuda. Si amamos de verdad, no podemos

enfrentarnos a una situación de necesidad

sin hacer algo al respecto. No podemos pasar

de largo y pretender no ver al pobre hombre

tirado en el camino a Jericó. Debemos interve-

nir, como hizo el samaritano (Lucas 10:25-37).

Amar es establecer un vínculo, una conexión

de ese tipo entre Dios y alguien que necesita

Su amor. En el próximo número de Conéctate

te contaremos cómo se hace.

Los niños

Los niños son una bendición del Señor.Salmo 127:3

Génesis 49:25

Salmo 113:9

Salmo 127:4-5

Dios ama y conoce a los niños aun antes que nazcan.Salmo 22:10

Isaías 49:1

Jeremías 1:5

Dios vela por los pequeños.Mateo 18:10

La formación que reciban en sus primeros años los guiará toda la vida.Proverbios 22:6

Si descuidas a tus hijos en favor de otras cosas, tanto ellos como tú sufrirán las consecuencias.Proverbios 29:15b

LECTURAS

ENRIQUECEDORASDebemos enseñar a nuestros hijos la Palabra de Dios.Deuteronomio 6:6-7

Isaías 38:19b

Joel 1:3

Juan 21:15

2 Timoteo 3:15

Enseña a tus hijos a confi ar en Dios.Salmo 22:9

Salmo 34:11

Salmo 78:6-7

Hechos 2:39

Debemos encaminar a nuestros hijos para que acepten a Jesús.Marcos 10:14

Gálatas 4:19

1 Juan 2:12

2 Timoteo 3:15

Únicamente Dios puede enseñarles lo más importante de la vida.Salmo 25:5

Proverbios 8:32-33

Isaías 54:13

CUATRO BEBITOSHace casi dos siglos, la humanidad con-

tenía el aliento ante la marcha de Napoleón y aguardaba con impaciencia febril las noticias que llegaban desde el frente de batalla. Entre-tanto, seguían naciendo niños en los hogares. Pero ¿quién iba a interesarse por aquellos pequeñuelos? Todo el mundo andaba pen-diente de las batallas.

Sólo en el año 1809 vinieron al mundo algunos niños destinados a ser estrellas de primera magnitud: William Gladstone, consi-derado por muchos el mayor estadista britá-nico del siglo xix; Abraham Lincoln, uno de

los más famosos presidentes de los EE.UU.; Alfred Tennyson, galardonado poeta inglés; el francés Louis Braille, ciego que inventó un sistema de lectura para no videntes que se usa en todo el mundo.

En la época en que ellos nacieron, nadie pensaba en bebés, sino en batallas. Sin embargo, ¿cuál de las batallas de 1809 tuvo mayor trascendencia que los niños nacidos aquel año?

Hay quienes piensan que Dios sólo puede intervenir en este mundo con grandes ejér-citos, cuando en realidad lo hace por medio de nenes. Cada vez que se vuelve necesario remediar un mal o difundir la verdad, Dios envía al mundo un bebé para que lo haga.

Anónimo

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DE JESÚS, CON CARIÑOUna promesa para ti

y para tus hijosTodos los padres, de una u otra forma, en

algún momento, se sienten incapaces. Parte del amor que tienen por sus hijos se traduce en el deseo de darles lo mejor de lo mejor, aunque ello les exija una entrega que rebase su capacidad natural.

Pero no hagas como muchos padres que cometen el error de pensar que deben asumir toda la carga por sí solos. De lo contrario, en poco tiempo te agotarás. Debes aprender a compartir la carga conmigo. De encontrarte en una situación en que no puedas dar a tus hijos todo lo que quieres día a día, facilítales lo que puedas y encomiéndame a Mí lo demás.

Lo más importante que puedes entre-gar a tus hijos es amor, el tuyo y el Mío. Si lo haces, tendrás niños felices y bien adapta-dos, y habrás cumplido bien tu labor. Mas para poder manifestar ese amor debes pasar tiempo conmigo, leyendo Mi Palabra, orando y refl exionando. Yo cuento con todas las fuer-zas, la paz, la fe, el amor y las soluciones que necesitas. Amo a tus hijos y sé exactamente lo que precisan cada día. Anhelo satisfacer todas tus necesidades para que juntos podamos satisfacer las de ellos; pero para eso debes pasar tiempo conmigo.

Cuando te parece imposible dedicarme tiempo es precisamente cuando más falta te hace. Ven a Mis brazos; hallarás reposo. Echa tus cargas sobre Mí. Tengo los hombros bien anchos y los brazos bien fuertes; puedo soportar cualquier cosa que me eches encima. Hazte tiempo para tener comunión conmigo todos los días, y Yo responderé a tus plegarias por tus hijos. Haré que seas para ellos todo lo que quieres ser. Obraré lo que para ti sea imposible. Y por último, aunque no por ello menos importante, tus hijos verán en tu rostro nueva luz, pues me verán a Mí refl ejado en él.

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Mi esposo y yo nos estábamos pre-parando para salir. Habíamos atenuado la luz del cuarto de las niñas, y ellas daban vueltas en sus camas como de costum-bre. ¿Estarían dormidas para cuando llegara la chica que venía a cuidarlas? Seguramente no.

De golpe Kimberly gritó:—¡Mamá, Mamá! ¡Laura se está

atragantando!Tomé a Laura y le pregunté a Kim-

berly qué había pasado. —Laura se tragó una moneda —me

respondió.Se me puso la mente en blanco.

Había leído y vuelto a leer —probable-mente cinco o seis veces— un artículo que explicaba cómo auxiliar a un niño que se atraganta. Pero en el instante en

criar con el corazón

Lidiar con lo inesperado

Jasmine St. Clair

que más lo necesité, no logré recordar una sola palabra. Llevé a Laura al pasillo, donde había luz, y pedí auxilio a gritos.

Gracias a Dios, no sucedió lo peor. Laura comenzó a toser. Recordé que si un niño atragantado logra toser, normal-mente con la tos expulsa el objeto que se le ha atascado en la garganta.

Dos o tres segundos después cayó al suelo una moneda de 25 centavos (tamaño mediano) que ella había expul-sado de su boca. Yo no lograba contener el llanto ni podía dejar de agradecerle al Señor Su misericordia.

Mucho después que las niñas se hubieron acostado entre llantos, abrazos y expresiones de cariño fraternal, por mi cabeza empezaron a circular todos los posibles desenlaces de aquel episodio.

Un niño que se atraganta no puede pedir ayuda. El cuarto estaba en penum-bra. Yo apurada por alistarme para salir; mi esposo esperándome abajo. ¿Y si Kimberly no se hubiera dado cuenta de que Laura se estaba atragantando? ¿Qué habría pasado si en lugar de una moneda mediana, como la que se tragó, hubiera sido una más pequeña, de un centavo, como la que encontré en su cama la segunda vez que la arropé? Una moneda más pequeña fácilmente podría habér-sele atascado en la garganta. ¿Habría logrado sacársela antes que fuera tarde? ¿Qué habría pasado si ya nos hubiéramos marchado y la niñera no hubiera escu-chado a Kimberly pedir auxilio?

Ahora soy una madre más prudente y precavida. He aprendido a no supo-ner que mis hijas nunca harán tonterías infantiles que puedan ponerlas en peligro. Además, aprecio mucho más el amor y la misericordia de Dios, Sus tier-nos cuidados, y en particular la forma en que responde cotidianamente a nuestras oraciones por la seguridad y el bienestar de nuestras hijas. Cuando nos enfrentamos a situaciones inesperadas que prácticamente escapan a nuestro control, contar con Jesús y la oración es de capital importancia. •

Se me puso la

mente en blanco.

Llevé a Laura al

pasillo, donde

había luz, y pedí

auxilio a gritos.

Mi marido y yo oramos diariamente por la seguridad de nuestras hijas. No me cabe duda de que esas oracio-nes les han evitado más de un accidente. Por otra parte, es posible que yo siempre haya considerado a mis hijas como excepciones, no a las normas —por Dios—, sino en el sentido de que me parecía que nunca cometían las típicas tonterías infantiles que pueden provocar accidentes o daños.

Por ejemplo, llevarse cosas a la boca.Me imagino que debí haber tomado en cuenta la

señal de advertencia. Laura, de dos años y medio, había tomado una monedita del suelo y se la había metido alegremente en la boca. Afortunadamente, estaba muy cerca de mí. Se la saqué y le di su correspondiente regaño, en el cual incluí una explicación de todas las consecuencias nefastas que puede tener el tragarse una moneda.

Aun así, nada podría haberme preparado para lo que sucedió aquella noche.

12 conéctate AÑO 3, NÚMERO 1025

Page 26: Padres e hijos en Conéctate

ME COSTABA MUCHO disfrutar realmente de mis hijos. Bregaba y bregaba con ello más de lo que estaba dispuesta a admitirlo. No podía negar que muchos incidentes inesperados des-embocaban en gratos momentos que luego yo evocaba con cariño. En muchos otros casos, sin embargo, les aguaba la fi esta a los niños antes que la experiencia llegara a dejarles un lindo recuerdo. Hasta que un día eso cambió.

Era un lunes por la mañana. Apenas había partido mi esposo a trabajar y me había que-dado sola con los dos niños, me puse a contar las horas que faltaban para que volviera a casa. Para entonces prácticamente sería hora de que los niños se acostaran y todo se volve-ría más fácil con la ayuda de mi marido.

La mañana transcurrió despacio. Por fi n llegó la tarde. Aspiraba a dedicarle algo de tiempo a mi trabajo mientras los niños dor-mían la siesta; pero ese hilillo de esperanza se desvaneció. La más pequeña, Ella, se quedó despierta y quería a toda costa que le dedicara atención y jugara con ella.

Cuando fi nalmente cedió al sueño, yo me desplomé en una silla. Pero no habían pasado más de unos minutos cuando mi hijo de dos años y medio se bajó de la cama y se me sentó en la falda.

—¡Ya me desperté, mami! —me anunció como si fuera todo un logro.

—Ya veo —le dije, esforzándome por con-servar el optimismo, aunque por dentro no podía espantar el pensamiento de que la tarde se me había ido y no había logrado hacer nada.

Miré el reloj.—Faltan dos horas para que llegue papá

—dije en voz alta—. Vamos a tomarnos una colación.

Evan se puso de pie sobre una silla de la cocina y se apoyó sobre la encimera mientras me ayudaba a servir un vaso de leche. Yo habría preferido prescindir de su ayuda, pero recordé algo que me había dicho hacía poco mi madre:

—A esta edad quiere hacerlo todo solo.—Pero es exasperante para mí —me quejé—.

Hasta las cosas más sencillas se vuelven muy complicadas y toman mucho más tiempo.

—Es lo mejor —me dijo mamá—. Consi-dera que es parte de su formación. Todas esas tareas que para nosotros son mecánicas —por ejemplo, cepillarse los dientes, lavarse las manos, vestirse, servirse un refrigerio— son totalmente novedosas para los chiquitines. Constituyen algo nuevo que aprender y experi-mentar. Esas cositas les enseñan independen-cia y cierta autosufi ciencia; forjan su carácter y su estilo. Recuerda que tú eres la maestra, y tus hijos son alumnos ávidos de aprender en la escuela de la vida.

Así que dejé que Evan me ayudara a servir

MERMELADAMEMORABLE

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LAIR

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HOLS

CRIAR CON EL CORAZÓN

UNA

6 conéctate AÑO 4, NÚMERO 326

Page 27: Padres e hijos en Conéctate

la leche.—Ya está —le dije cuando terminamos.—¿Me das un trozo de pan con merme-

lada, por favor?Él sabía que si me lo pedía con buenos

modos y alegría, yo no se lo negaría.Me dirigí a la nevera, pero él llegó primero

y comenzó a sacar la mermelada del estante.«¡Ojalá ese frasco no se le caiga de las

manos y se le rompa!», pensé, en el preciso instante en que el chico lo dejaba caer.

La mermelada no se esparció mucho, pero el vidrio roto fue otra historia. Se desperdigó en mil pedazos por todo el suelo de la cocina. Me tapé la boca con las manos para que encima no se derramaran mi cansancio y exasperación.

—Nunca vuelvas a hacer eso —aventuró Evan con tono de arrepentimiento y algo de preocupación.

Me obligué a hacer una breve oración. «Jesús, ¡ayúdame! No quiero perder la pacien-cia. Sé que no fue culpa suya».

De golpe recordé las palabras de mi mamá: «Algo nuevo que aprender y experimentar».

Levanté a Evan para que no se cortara.—Primero, mejor que vayamos a ponerte

unos zapatos. Después te voy a enseñar a lim-piar un frasco de mermelada roto.

Unos momentos después, mientras barría los restos y Evan aguardaba con el recogedor,

Claire Nichols con

su hijo Evan

le expliqué a mi pequeño alumno la dinámica del vidrio: lo fácil que se rompe y la mejor manera de recogerlo cuando eso ocurre.

Los consejos de mamá fueron muy acerta-dos. Al sacar de ese pequeño infortunio una experiencia didáctica para mi hijo, no perdí los estribos y conservé la calma. En lugar de regañarlo y prometerme a mí misma que nunca volvería a cometer el error de dejarlo sacar algo de la nevera por su cuenta, le enseñé a afrontar positivamente un accidente.

Sacamos otro frasco de mermelada del armario y juntos untamos la mantequilla y la mermelada en el pan, preparamos café para mamá y lo servimos todo ordenadamente en la mesa para disfrutarlo juntos. En ese momento me di cuenta de que esta vez sí estaba disfru-tando de la ocasión.

—¡Eres un cocinero estupendo, Evan!Sus ojitos brillaban.—Mamá está orgullosa de ti.—Evan está muy orgulloso de ti —me res-

pondió sin vacilar.Sonreí. La verdad es que yo también estaba

orgullosa de mí misma.—Creo que voy a comprar otro frasco de

mermelada y lo voy a dejar permanentemente sobre la mesada de la cocina —le dije—. Nunca quiero olvidarme de este momento que estoy disfrutando contigo. ■

conéctate AÑO 4, NÚMERO 3 727

Page 28: Padres e hijos en Conéctate

>> BETH JORDAN

ORACIÓN PARA HOY

Jesús, recuérdame siempre que pase lo

que pase, Tú me amas. Aunque meta

la pata, aunque esté por los suelos,

aunque te falle, aunque defraude a los

demás, Tu amor sigue siendo la verdad

más pura, concreta y absoluta de mi

vida. Nunca dejarás de amarme, y eso

me motiva a seguir adelante por Ti, me

induce a querer corresponder a ese amor,

pese a que nunca podría amarte en la

medida en que Tú me amas. La seguri-

dad de que me has perdonado me anima

a perdonarme, me hace querer desem-

barazarme de todo cargo de conciencia

y echar mano de Tu alegría, libertad y

claridad mental. Te amo por el infi nito

amor que albergas por mí. Amén. ■

NO SÉ SI A TODAS LAS PRIMERIZAS LES SUCEDE LO MISMO, pero no hay nada que cautive más mi atención que mi pequeñita. Sus expresiones faciales, la vivacidad que se dibuja en sus ojos, su curiosidad... Casi cualquier cosa que hace la nena despierta mi amor maternal. Un día tomé conciencia de que Jesús abriga ese mismo amor incondicional por mí.

Observando a Ashley sentadita en la cama, que me miraba con sus brillantes ojos azules y una sonrisa de oreja a oreja, me puse a pensar: «¿Cómo no voy a quererla? Claro, a los seis meses es más activa que un cachorrito. A veces arma un lío, se queja, se despierta en la noche pidiendo que le dé de comer cuando yo quiero dormir. Pero haga lo que haga, no hay nada que me pueda disuadir de amarla o de velar por ella».

Entonces me acordé de que el día anterior me había sentido muy deprimida y lejos del Señor. Cometí tantos errores que me dio la sensación de que Jesús había dejado de amarme. Pero al mirar a los ojos a mi pequeñita, Él me habló. «¿Cómo podría dejar de amarte? ¿Por qué querría dejar de velar por ti? Eres la alegría de Mi corazón. Te amo. Eres mi pequeñita. Naturalmente, no eres perfecta, y a veces lo lías todo; pero esas cosas contribuyen a que aprendas y madures. Te quiero más y más cada día. No te preocupes: ¡siempre serás Mi pequeñita!» ■

Mipequeñita

Mipequeñita

conéctate AÑO 4, NÚMERO 4 1128

Page 29: Padres e hijos en Conéctate

S

SER MADRE ES MUCHÍSIMO MÁS que tener un bebé. Cualquiera puede tener hijos. Sin embargo, para criarlos y realizar todo el trabajo que ello implica hay que ser una madre de verdad. Es una labor que exige plena dedicación. La maternidad es lisa y llanamente trabajo arduo. Sin embargo, nunca se aprecia a las mamás como se debe. Quienes nunca se han puesto en su pellejo simplemente no se dan cuenta del trabajo que cuesta. Exige gran fe y, como se dice, arrimar el hombro.

Hasta hace un par de generacio-nes, la mayoría de las mujeres creía que su misión en la vida consistía en ser esposa, madre y ama de casa. Se entregaban por entero a esas labo-res y comenzaban a aprenderlas a muy temprana edad ayudando a sus madres a hacer todo lo que tendrían que saber hacer más adelante.

Sin embargo, en muchos países modernos las niñas se crían sin haber aprendido a asumir esas obligaciones. Las jovencitas reciben escasa o ninguna preparación para la maternidad y para llevar un hogar.

De golpe se ven comprometidas con un hombre y un niño y no saben qué hacer con ninguno de los dos, mucho menos con la casa y la cocina. Para ellas hasta ese momento un mucha-cho era un compañero de aventu-ras románticas; un esposo era una especie de quimera. A su entender, todo ello no representaba ningún esfuerzo. Sin embargo, las realidades de la vida cotidiana contrastan enor-memente con ese cuadro. Aun con las comodidades de la vida moderna, que alivian mucho el trabajo de llevar un hogar, criar niños es una tarea de jornada completa.

La labor de una madre exige la fuerza de Sansón, la sabiduría de Salomón, la paciencia de Job, la fe de Abraham, la perspicacia de Daniel, y el valor y la habilidad administrativa del rey David. David era un lucha-dor, y para ser madre hay que tener espíritu de lucha. Por si fuera poco, también se necesita el amor de Dios, de eso no cabe duda.

Yo creo que el trabajo de una madre es prácticamente el más importante del mundo. Las madres

DAVID BRANDT BERG

«La labor de una madre exige la fuerza de Sansón, la sabiduría de Salomón,

la paciencia de Job, la fe de Abraham, la perspicacia de Daniel, y el valor y la

habilidad administrativa del rey David».

VERDADMadres de

4 conéctate AÑO 4, NÚMERO 529

Page 30: Padres e hijos en Conéctate

de la próxima generación labran el futuro. El mundo del mañana lo modelan las madres de hoy, según la educación que brinden a sus hijos.

Sin lugar a dudas, mi madre infl uyó más en mi vida que ninguna otra persona. Aunque no siempre podía estar conmigo a causa de la labor que realizaba para el Señor en calidad de evangelizadora y pastora, en todo momento yo era consciente de su presencia espiritual, de su amor y de lo que opinaba sobre las cosas. Naturalmente, otros también infl uyeron muchísimo en mí, entre ellos mi abuelo y mi padre. En la vida de los chicos se conjugan muchas infl uencias; múltiples personas y factores contribuyen a moldearlos: padres, niñeras, profesores, guías scouts, maestros de escuela domini-cal, tíos, amigos a quienes admiran, libros y demás. Hoy en día es proba-ble que reciban más infl uencia de la televisión y las películas.

A lo largo de mi infancia, conocí personas estupendas y muy consa-gradas, que contribuyeron a moldear mi personalidad y a hacer de mí el

Nunca pasará de modaMensaje de Jesús para las madres

La maternidad tradicional nunca pasa de moda, porque su esencia misma es el amor. Yo creé al hombre con la necesidad de ser amado y dispuse que la madre fuera el primer ser en transmitirle ese amor. Una madre es la encarna-ción de la ternura, el desvelo y el amor. Hasta el nene más pequeño es capaz de percibir y responder a ese amor.

Si eres, pues, de las que piensan que se están perdiendo algo o que viven en el pasado por estar en casa sin hacer otra cosa que cuidar del bebé o criando a varios niños cuando podrían estar siguiendo una carrera o profesión, refl exiona. ¡El amor es lo mejor de la vida! Es lo más importante que alguien puede aprender y, a la vez, el obsequio más valioso que se puede recibir. Y una madre lo encarna y lo entrega como nadie. El mundo podría seguir adelante perfectamente bien sin muchas cosas, pero no sin madres. La maternidad a la antigua nunca pasará de moda. ◆

conéctate AÑO 4, NÚMERO 5 530

Page 31: Padres e hijos en Conéctate

hombre en que me convertiría después. Recuerdo bien a las institutrices y cate-quistas que mis hermanos y yo teníamos de chicos. Nos leían la Biblia y nos conta-ban pasajes de la Historia Sagrada.

La Biblia misma y los relatos bíblicos bien presentados infl uyeron enorme-mente en mí. Sabía muy bien que se tra-taba de la voz de Dios, el cual me hablaba por medio de Su libro. Dios pues, infl uyó muchísimo en mi vida a través de mis pro-fesores y de mis padres, que me formaron en la fe. Desde muy pequeño conocía al Señor, el cual tuvo un poderoso efecto en mi vida. También aprendí mucho leyendo libros, sobre todo los clásicos, que estaban llenos de idealismo y heroísmo.

La enseñanza de mi padre también ejer-ció una tremenda infl uencia en mi vida cuando yo era un joven adolescente. Esa es una edad crítica en que se comienza a aprender mucho del mundo, sobre todo de amigos y compañeros. Los adolescentes son muy idealistas. A esa edad principian a formarse ideas muy fi rmes sobre lo que consideran correcto. Empiezan a cristali-zarse sus ideales, valores morales, metas, anhelos y patrones de conducta.

Yo fui lleno del Espíritu Santo a los 19 años. Desde entonces se puede decir que me metí de lleno en la Biblia. Devoraba las Escrituras continuamente. A partir de entonces Jesús fue en realidad quien tuvo mayor ascendiente sobre mí.

Cuando salí del colegio, me dediqué por entero a acompañar a mi madre en su labor evangelizadora, y no dejé de sentir su infl uencia. A los 25 años me casé, y al poco tiempo aparecieron otras personas que infl uyeron muchísimo en mí: mis propios hijos.

Los niños nos llevan a tomarnos las cosas en serio y nos estimulan a condu-cirnos bien y a hacer el bien, a darles buen ejemplo y a instruirlos en el camino en que deben andar. Nos damos cuenta de la gran responsabilidad de tener la vida de

un niñito en nuestras manos y del hecho de que se va a convertir en lo que nosotros hagamos de él. Por eso es posible que la última y mayor infl uencia que recibamos en la vida provenga de nuestros hijos.

Los psicólogos dicen que los niños aprenden más en los cinco primeros años de vida que en todo el resto. Esos prime-ros años son, pues, importantísimos. No podemos esperar hasta que hayan cum-plido esa edad para iniciar nuestra labor educadora. Todos y cada uno de los días que van pasando son importantes. Los padres no solo tenemos la obligación de velar por que nuestros hijos coman y duer-man bien, gocen de buena salud, tengan ropa y estén protegidos, sino también por que reciban formación y enseñanza, estí-mulo mental e inspiración espiritual.

Criar a un niño es una tarea de gran magnitud, la cual debemos tomarnos muy en serio. Dios va a pedir cuentas a los padres que no la asuman debidamente o no cuiden de ellos como corresponde. Si ambos cónyuges se ven obligados a salir a trabajar o por algún otro motivo no están en condiciones de brindar a sus hijos los cuidados que merecen, es su responsa-bilidad ante ellos y ante Dios conseguir a alguien que esté califi cado y tenga la sufi ciente dedicación para hacerlo bien. Lo mismo se aplica a los padres y madres solteros.

Vuelvo a insistir en lo importantes que son los niños para el futuro, y en lo primordial que es la labor de una madre. Dios bendice a toda madre que se entre-gue por entero a esos preciosos obsequios que Él le ha dado por la eternidad: sus hijos. Es más, sin duda la bendice a diario por medios que los demás ni siquiera pueden imaginarse.

Instruye al niño en el camino correcto y aun en su vejez no lo abandonará (Pro-verbios 22:6). Cuando hayan crecido, tus hijos se sentirán agradecidos de haber tenido una madre de verdad. ◆

6 conéctate AÑO 4, NÚMERO 531

Page 32: Padres e hijos en Conéctate

La mujer que es madre no es mujer, sino ángel. Caudal inagota-ble el cariño de una madre. Como aman las madres no ama nadie.

REFRANES ESPAÑOLES

Si repudiáramos las cosas por antiguas, deberíamos eliminar la luna y el sol y el amor materno.

ANÓNIMO

Madre es el nombre de Dios en el corazón y en los labios de los niños.

WILLIAM THACKERAY (1811-1863), NOVELISTA INGLÉS

Yo alabo al eterno Padre,no porque las hizo bellas,sino porque a todas ellas les dio corazón de madre.

JOSÉ HERNÁNDEZ (1834-1886),POETA ARGENTINO

Lo que hace maravillosa a una madre es el espíritu abnegado que la mueve a sacrifi car tiempo, fuerzas y, de ser necesario, hasta la salud por el bien de su hijo.

DAVID BRANDT BERG(1919-1994)

El corazón de una madre es un abismo profundo en cuyo fondo siempre encontrarás perdón.

HONORÉ DE BALZAC (1799-1850), NOVELISTA FRANCÉS

Una madre es la amiga más leal de que disponemos. Cuando nos sobrevengan repentinamente duras pruebas; cuando la pros-peridad dé paso a la adversidad; cuando nos abandonen amigos que se alegraban con nosotros

Tan sólo hay una cosa en este mundo que sea más hermosa y mejor que la mujer: la madre.

LEOPOLD SCHAEFFER (1784-1862), POETA ALEMÁN

La maternidad es la más importante de todas las profe-siones. Exige más conocimientos que cualquier otro asunto relacio-nado con el hombre.

ELIZABETH CADY STANTON (1815-1902), ACTIVISTA ESTADOUNIDENSE QUE

ABOGÓ POR EL SUFRAGIO FEMENINO

La madre es nuestra pro-videncia sobre la tierra en los primeros años de vida, nuestro apoyo más fi rme en los años siguientes de la niñez, nuestra amiga más tierna y más leal en los años borrascosos de la juventud.

SEVERO CATALINA (1832-1871),POLÍTICO Y ESCRITOR ESPAÑOL

La mano que mece la cunaes la misma que rige el mundo.

WILLIAM WALLACE (1819-1881), POETA Y COMPOSITOR ESTADOUNIDENSE

en las buenas; cuando las tribula-ciones se multipliquen a nuestro alrededor, ella se aferrará a noso-tros y, valiéndose de consejos y preceptos de ternura, se esforzará por disipar los nubarrones de tempestad y hacer retornar la paz a nuestro corazón.

WASHINGTON IRVING (1783-1859), NOVELISTA ESTADOUNIDENSE

Jamás en la vida encontraréis ternura mejor, más profunda, más desinteresada ni verdadera que la de vuestra madre.

HONORÉ DE BALZAC (1799-1850),

NOVELISTA FRANCÉS

Un gramo de madre vale como un kilo de clérigo.

PROVERBIO ESPAÑOL

Todo lo que soy y espero

ser, se lo debo a mi santa madre. Jamás podrá ser pobre el hombre cuya madre sea una mujer de fe.

ABRAHAM LINCOLN (1809-1865), PRESIDENTE DE EE.UU.

Refl exiones sobre las

madres y la maternidad

conéctate AÑO 4, NÚMERO 5 732

Page 33: Padres e hijos en Conéctate

R

EL FACTOR PRIMORDIAL para la for-mación de un niño es el amor. Si los padres aprenden a tratar a sus hijos con amor y consideración, éstos se sienten amados y seguros.

La mayoría de los padres no pueden estar con sus hijos todo el tiempo. A los pequeños les cuesta entender eso. Les parece que para sus padres ellos deberían ser lo más importante del mundo. Y cuando éstos no pueden prestarles atención constante a causa de sus otras obligaciones, los niños se sienten rechazados. Como es natural, cuanto más niños se tienen, menos tiempo y atención individual se puede prestar a cada uno. De ahí la impor-tancia de que los padres se interesen por sus hijos y les dediquen amor y atención siempre que tengan ocasión de hacerlo.

El primer paso es pedir a Dios que te ayude a entender tus hijos. Ora que te indique qué necesita cada uno en cada situación, y luego bríndales pequeños gestos de amor, pues signi-fi can muchísimo para ellos.

A todos nos hace falta sentirnos valorados por alguien, sentirnos unidos a alguien por un cariño espe-cial. Por muchos niños que se tengan, se le puede ofrecer a cada uno algo exclusivo, llámese atención particu-lar o alguna otra cosa que signifi que mucho para él. Además conviene

hacerlo de forma reiterada para que no sienta que es uno más del montón.

A cada uno se le debe demostrar mucho amor y estimularlo, pues las palabras tienen la virtud de reforzar la autoestima y contribuyen a que el niño se sienta querido. «¡Mira qué grande estás! ¡Estamos orgullosos de ti! ¡Has aprendido muchísimo!» Diles cosas que les hagan saber que ellos tienen mucha importancia para ti.

Los niños pequeños, en particu-lar, todavía no tienen una noción concreta del tiempo. Si le das algo a un niño y a los demás les dices que a ellos les tocará la próxima vez, se imaginan que será dentro de mucho tiempo, les suena muy vago, muy impreciso. Por eso, en la mayoría de los casos, cuando le das algo a uno de ellos, conviene hacer alguna cosita especial para los demás también.

No se puede ni se debe tratar a todos los hijos de igual forma todo el tiempo. Cada uno tiene que saberse especial y distinto de los demás. Cuando uno necesita algo que a los demás no les hace falta, hay que enseñarles que se actúa conforme a la necesidad, no es que se quiera más a nadie. Si sales con uno a comprarle zapatos, por ejemplo, y les traes a los demás un juguetito que no te cueste más que unos pocos pesos, eso les

A M O

ES LA

MARÍA FONTAINE

A todos nos

hace falta

sentirnos

valorados

por alguien,

sentirnos

unidos a

alguien por

un cariño

especial.

CONTINÚA EN LA PÁG. 10

EL

SOLUCIÓN

8 conéctate AÑO 4, NÚMERO 533

Page 34: Padres e hijos en Conéctate

demuestra que los quieres y que te acordaste de ellos también.

Muchas personas mayores no se dan cuenta de lo importante que es ofrecer explicaciones a los niños. No podemos dar por sentado que lo entienden todo. Difícilmente enten-derán algo a menos que se lo expli-quemos. La mayoría de las personas mayores no aceptan las cosas sin que se les dé una explicación; los niños tienen el mismo derecho. Si te parece que pueden albergar alguna duda o que se podrían sentir heridos, explí-cales la situación. Aunque no logren entender todo lo que les digas, el solo hecho de haber intentado explicár-selo les transmite que tienes consi-deración por sus sentimientos. Y eso ayuda mucho.

Cuando llega alguien nuevo —digamos que un recién nacido—, siempre se presentan confl ictos, pues el niño piensa que la nueva criatura o persona va a tomar su lugar. Los sentimientos de los niños son igua-les a los de los mayores. Solo que las situaciones difíciles pueden ser aún más traumáticas para ellos porque no han experimentado antes esas cosas y por ende no tienen la seguridad de que a la larga todo se va a solucionar. Eso hace que los niños sean mucho más vulnerables que los adultos: su limitada experiencia. Por ese motivo es imperativo tratarlos con más cui-dado, ternura y consideración que a una persona mayor.

Me rompe el alma ver a un padre darle un coscorrón en la cabeza a su hijo en público o reprenderlo con aspereza por algo que a lo mejor el pobre niño ni siquiera entendió. ¡Es lamentable! Los niños son más sus-ceptibles que las personas mayores, se los hiere con más facilidad. Por instinto, quieren a sus padres y con-fían en ellos, y es muy triste que éstos

socaven esos sentimientos. Si simplemente nos ponemos en su

lugar, no resulta tan difícil entender a un niño. Las experiencias por las que atraviesa son muy similares a las que vivimos nosotros, los mayores, solo que para él son más difíciles de entender y aceptar. Nosotros mismos, que somos gente madura y creyente, cuando pasamos difi cultades sabe-mos que invocando la ayuda del Señor obtendremos fuerzas para salir adelante. Aun así, en muchos casos nos cuesta tener esa confi anza. Por contraste, un niño, cuando pasa por alguna de esas cosas, a menos que hagamos todo lo posible por fortale-cer su confi anza entregándole cariño, se siente bastante perdido.

En cierta ocasión me contaron una anécdota de un muchacho que asistió a un banquete y descubrió que era el único hombre entre todos los invita-dos. Se puso tan nervioso que derramó su vaso de leche. La anfi triona se dio cuenta de la embarazosa situación en que se encontraba y procedió a derra-mar su propio vaso de leche a fi n de atraer la atención hacia ella y sacarlo a él del brete. Sin pronunciar palabra, le indicó que todo estaba bien, que cualquiera mete la pata.

¡Un poquito de amor llega muy lejos! Es inevitable que un niño tenga sus complicaciones, pero sea cual fuere el origen de las mismas, el amor es capaz de remediarlas. Aunque nosotros no entendamos cuál es el problema, el Señor sí entiende, y la solución es el amor. «El amor cubrirá todas las faltas» (Proverbios 10:12). Apenas un poco de amor y sincero interés son capaces de corregir y remediar muchos errores y fallos, sean cuales fueren las causas o los culpables de los mismos. El amor contribuye a sostener a cualquiera, ya sea niño o mayor. EL AMOR ES LA SOLUCIÓN. ◆

Sin

pronunciar

palabra,

le indicó

que todo

estaba

bien, que

cualquiera

mete la

pata.

10 conéctate AÑO 4, NÚMERO 534

Page 35: Padres e hijos en Conéctate

Padres

millonarios¿Con qué puedo obsequiar, buen Señor, a mis hijos?No es mucho lo que nos podemos permitir.Se merecen los más brillantes adjetivos,pero tienen pocos juguetes para sí.Tantas cosas hay que quisiera regalarles,mas disponemos de recursos bien pequeños.Con todo, poseemos riquezas abundantes,de esas que los reyes acarician en sueños.

Gozamos de un capital que da para todos:las Palabras de Dios, las Palabras del Cielo;de un amor que nos sostiene en esos periodosen que todo parece ir a contrapelo;de una fe fi rme a la que nada perturba;de una esperanza que no cede ni se pierde.Llevamos en el alma un Cielo que perdura.Contamos con Jesús de enero hasta diciembre.

Tenemos una roca en la que afi rmarnoscuando los temores sacuden nuestra tierra;valor para hacer frente al más recio adversario;paz que nos ampara en medio de la guerra;la voz de Dios que nos susurra al oído,que desvanece todas nuestras inquietudes,que calma el viento y silencia su aullidoy hace salir el sol oculto tras las nubes.

Jesús, gozamos de riquezas infi nitas.Aunque Tus Palabras valen más que rubíesy que perlas, Tú nos las entregas gratuitas.¡Qué generoso eres! ¡Cómo nos bendices!De nuevos regalos dispongo cada día,y cuando se me agotan, siempre me recuerdas:«Ven a Mi bodega. Hay mucha mercancía.Alhajas y esmeraldas, fi nísimas prendas.

»Tesoritos celestiales, viejos y nuevos,para tus hijos tengo en tremendo volumen.Elige los que quieras, Yo te los proveo,brillantes gemas que el camino les alumbren.Entrega a cada uno una bella corona,espléndida, de un valor incalculable.Toma las joyas que tus hijos ambicionan,y luego vuelve para que más te regale».

Bienes tan valiosos y de bella facturamuchos mortales no los tienen en estima;mas cuando el mundo horriblemente se sacuda,todo se venga abajo y caigan de su cima,cuando mil sueños vayan a parar al suelo,los hijos de Dios que hoy parecen tan pobres

harán frente al destino con rostro sereno,tranquilos por dentro, con una paz enorme.

Somos ciertamente los más afortunadospor haber buscado y hallado lo mejor.Todas las Palabras que Dios me ha habladose las transmitiré a mis hijos con amor.En efecto, de un gran tesoro somos dueños,de un caudal que nuestras almas ennoblece.No puedo dar mayor regalo a mis pequeñosque esas Palabras con que Dios nos abastece.

KAY SPAIN

(KAY SPAIN ES MISIONERA DE LA FAMILIA EN MÉXICO. TIENE 11 HIJOS Y 16 NIETOS.)

conéctate AÑO 4, NÚMERO 5 9

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Page 36: Padres e hijos en Conéctate

LECTURAS ENRIQUECEDORASGuía divina para educar a los hijos

Los padres deben instruir a sus

hijos con amor.

1 Corintios 16:14Efesios 6:4 Colosenses 3:21

Deben enseñarles la Palabra de Dios.

Deuteronomio 6:7Deuteronomio 11:18,19 Proverbios 22:6Isaías 38:19b2 Timoteo 3:15

Dios bendice a los hijos de padres

respetuosos de Dios.

Deuteronomio 12:28Proverbios 20:7 1 Reyes 9:4,52 Crónicas 26:4 2 Timoteo 1:5

El mal fruto de ser muy blandos

con los hijos:

1 Samuel 3:13 Proverbios 29:15b Severa advertencia sobre no

causar tropiezo a los niños:

Mateo 18:6 Ejemplos de amor maternal:

Génesis 21:15,16Hebreos 11:231 Samuel 1:22-28; 2:18,19 1 Reyes 3:23-272 Reyes 4:17-20,27Isaías 49:15a Mateo 15:22-28Juan 19:17,18,25

Ejemplos de amor paternal:

Génesis 37:33-35Marcos 5:22,23 Lucas 15:20-24

Si no has conocido aún a quien tiene poder para

transformar toda vida, perdonar todo pecado, disipar

todas tus penas y proporcionarte felicidad celestial

aquí y ahora, así como en el Cielo venidero, reza la

siguiente plegaria:

Jesús, te abro en este momento mi vida y mi corazón y

reconozco que eres mi Salvador. Te ruego que me per-

dones todo lo malo que he hecho, que me llenes de Tu

amor y que me ayudes a comenzar de nuevo y a cono-

certe mejor. Amén. ◆

La mujer fuerte hace ejercicio cada día para mantener su cuerpo en forma.

La que es fuerte interiormente se arrodilla a orar, para mantener su alma en forma.

La mujer fuerte no le teme a nada.La que es fuerte interiormente demuestra valor a pesar de su

inseguridad.La mujer fuerte no permite que nadie la domine.La que es fuerte interiormente se entrega en servicio a los demás.La mujer fuerte comete errores y los evita en el futuro.La que es fuerte interiormente se da cuenta de que los errores

pueden redundar en bien y aprende de ellos.La mujer fuerte camina con mucha seguridad.La que es fuerte interiormente sabe que Dios la levantará si cae.La mujer fuerte se recubre de un manto de confi anza en sí misma.La que es fuerte interiormente se viste de gracia.La mujer fuerte tiene fe en que su vigor natural le bastará para el

viaje.La que es fuerte interiormente tiene fe en que el viaje mismo le irá

proporcionando el vigor que le hace falta.

ANÓNIMO

¿MUJER FUERTE

SIMPLEMENTE?¿O fuerte interiormente?

conéctate AÑO 4, NÚMERO 5 15

36

Page 37: Padres e hijos en Conéctate

Gracias, papá… gracias, mamá...por participar en el milagro de traer al mundo nueva vida;

por amar a los niños que te he confi ado;

por dar cabida en tu corazón y en tu vida a esos rayitos de sol con

que te obsequié;

por enseñarles que Yo soy amor dándoles ejemplo de amor;

por prestarles oído y confortarlos cuando lloran;

por consolarlos cuando tienen alguna pena y necesitan de tus tiernos

cuidados;

por entregarte a ellos sin pedir nada a cambio, lo cual les enseña a

ser generosos y sacrifi cados;

por manifestarles misericordia, aun cuando menos la merecen, a fi n

de que entiendan Mi misericordia y perdón;

por orar por las cuestiones grandes y pequeñeces que les atañen,

para que descubran la efi cacia de la oración;

por apoyarte en Mí cuando tus fuerzas fl aquean, a fi n de transmitirles

que Mi gracia y Mis fuerzas siempre bastan;

por no dejar de creer nunca, y enseñarles así las recompensas de la

fe;

por aferrarte a las promesas de Mi Palabra, a fi n de que ellos también

aprendan a depositar su confi anza en Mí;

por devolvérmelos, a sabiendas de que Yo siempre velo por los Míos;

por amarlos incondicionalmente, cualquiera que sea el rumbo que

elijan;

por ayudarlos a crecer y madurar hasta convertirse en hombres y

mujeres de los que todos podamos estar orgullosos.

DE JESÚS, CON CARIÑO

37

Page 38: Padres e hijos en Conéctate

¿POR QUÉ

HE HABLADO CON MUCHAS

PERSONAS que tienen miedo del futuro, sobre todo de los acon-tecimientos relacionados con el Fin de los Tiempos, tal como se describen en el último libro de la Biblia, el Apocalipsis. Varias me han dicho que les da miedo leer siquiera esos pasajes de la Biblia, que prefi eren no pensar mucho en eso. Adoptan la actitud del

niño que cuando tiene miedo cierra los ojos con la esperanza de que el peligro pase de largo.

Confi eso que yo también abrigaba miedo de los aconte-cimientos venideros. Aunque toda mi vida se me inculcó que el poder de Dios es grande y que está dentro de Su plan proteger a los Suyos en los tenebrosos días que se avecinan, a veces —azuza-

dos por las preocupa-ciones— los pensamien-tos se nos desbocan y olvidamos rápidamente esos precep-tos tranqui-lizadores. Pero me sucedió algo que alteró todo eso.

Hace dos años descubrí que estaba embarazada. Ese mismo mes Dios nos pidió a mi esposo y a mí que nos fuéramos de misione-

ros al África. Dicho llamado me tomó aun más por sorpresa, pues había vivido la mayor parte de mi vida en Japón y estaba muy comprometida con un programa de asesoramiento para estudian-tes universitarios y otras obras de carácter humanitario. Era feliz, me sentía realizada y me parecía haber encontrado la misión que Dios tenía para mí. Pero entonces me dijo que quería enseñarme otras cosas y que lo que necesi-taba era precisamente un cambio de aires.

Tras sobreponerme al shock inicial, fui haciéndome a la idea y me entusiasmé con la perspectiva de ir a un país completamente desconocido. A los pocos meses estábamos ya en camino. Hicimos escala en Europa para visitar a la familia de mi marido. Estando allí nos comunicamos con unos misioneros de La Familia que ya se hallaban en África y con quienes teníamos pensado trabajar.

Nos recomendaron que lleváramos todo lo que necesita-ríamos para el bebé, pues tales artículos son difíciles de conse-guir, de mala calidad o disparata-damente costosos en esta región del continente africano. No es que en Europa fueran baratos. Para colmo, estábamos en pleno invierno, y el bebé nacería en el tropicalísimo clima de África

EL FUTURO?

TINA YAMAGUCHI

TEMER

10 conéctate AÑO 4, NÚMERO 6

38

Page 39: Padres e hijos en Conéctate

Oriental. En aquel momento ningún almacén vendía ropa vera-niega para bebés.

Empecé a sentir el rigor de la situación en la que me estaba metiendo. ¿No sería un desatino y una irresponsabilidad de mi parte irme al África estando a punto de dar a luz? ¿Cómo iba a conse-guir todo lo que necesitaba en tan poco tiempo y con tan poco dinero? ¿Por qué tenía que ir yo? Rompí a llorar.

Había tocado fondo, lo que a veces no es tan terrible que digamos, pues a partir de ese momento no queda otra que mirar hacia arriba. Leí pasajes de la Biblia sobre conservar el ánimo y sobre los cuidados que Dios nos prodiga. Me fui dando cuenta de que aunque amaba entrañable-mente a mi futura hija y quería lo mejor para ella, Dios se desvelaba por nosotras aún más. Era más que capaz de proveer para todo lo que necesitáramos. No tuve más que reposar en Sus brazos y escu-char Su voz, que me decía: «Venid a Mí todos los que estáis traba-jados y cargados, y Yo os haré descansar. Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí [...], y hallaréis descanso para vuestras almas; porque Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga» (Mateo 11:28-30). «Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en

graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?» (Mateo 6:26).

Si bien esas palabras me tranquilizaron, todavía no sabía cómo iba a darme Él todo lo que necesitaba en tan poco tiempo. Decidimos echar un vistazo en las ferias, donde a veces se encuen-tran artículos usados de buena calidad para bebés. Uno de los avisos parecía perfecto: «Muebles y ropa de niños». Fuimos con unos amigos, y al llegar descubrimos que lo único que había en la feria era antigüedades y pinturas viejas. Uno de los puestos tenía dos camisetas de bebé. No era precisamente lo que buscábamos.

Me quedé completamente descorazonada. En eso se acercaron corriendo nuestros amigos. Estaban casi sin aliento, entusiasmados con algo que habían encontrado. «Estupendo —pensé—. Dos camisetas más. Problema resuelto». Entonces recordé que Dios es mi Padre y que no me defraudaría.

El descubrimiento resultó ser un puesto de ventas que a mí inexplicablemente se me había pasado. El hombre vendía un ajuar completo de recién nacido hasta un año. Estaba todo en casi perfecto estado, y la mayor parte era de verano. Tenía además

algunos juguetes y otros artícu-los de bebé que nos harían falta. Cuando le dijimos que nos íbamos de misioneros al África, práctica-mente nos lo regaló todo.

Más tarde, mi cuñada, que trabaja en una compañía farma-céutica, nos dio todo lo demás que íbamos a necesitar: vitaminas, cremas, polvos, todo. Para cuando vinimos al África, no nos faltaba nada.

¿Qué tiene que ver eso con el miedo que nos suscita el Tiempo del Fin? Actualmente, cuando me veo enfrentada a esos temores, sobre todo en relación a mi hija, me viene a la memoria aquella experiencia.

Si a ti también te inquietan esa clase de temores, piensa en cuánto amas a tus hijos y en lo que harías por protegerlos y proporcionarles lo que necesi-tan. Luego multiplícalo por un millón. Dios es el mejor Padre que podríamos tener. Nosotros somos simples humanos. En vista de eso, es inevitable que a veces defraudemos a nuestros hijos o que no seamos padres perfectos. Sin embargo, Dios nunca falla. ¡Estamos a salvo en Sus brazos para siempre! ◆

(TINA YAMAGUCHI ES MISIONERA

DE LA FAMILIA EN UGANDA.)

Me fui dando cuenta de que aunque amaba entrañablemente a mi futura hija

y quería lo mejor para ella, Dios se desvelaba por nosotras aún más.

conéctate AÑO 4, NÚMERO 6 11

39

Page 40: Padres e hijos en Conéctate

YA DESDE MUY JOVEN me encantaban los bebi-tos. No veía la hora de ser padre. Con apenas 20 años ya me había casado, y mi esposa Anisa estaba embarazada. No cabíamos de contento y aguardábamos con ansias la llegada de nues-tro primer hijo. (Una ecografía reveló que se trataba de un varón.)

Por fi n llegó el tan esperado día. Le vería-mos la carita a nuestro hijo. Pero el Señor tenía otros planes. Surgieron complicaciones durante el parto, y Él se llevó consigo a nues-tro retoñito antes que pudiera ver la luz.

Sólo quien ha perdido una criatura puede imaginarse el doloroso golpe que supone y la angustia que sobreviene. Tantas cosas nos pasaban por la cabeza, tantos pesares, tantos interrogantes sin respuesta. ¿Qué habíamos

hecho para merecer aquello? ¿En qué habíamos errado? ¿Por qué permitió Dios que el niño se nos fuera? ¿Acaso se trataba de un castigo? ¿Qué haríamos a partir de entonces? ¿Volveríamos a sonreír?

Dios no dejaba de decirnos: «Con-fíen. Confíen en Mí, que hago todas las cosas con amor». ¿Pero cómo podía-mos confi ar cuando el mundo entero se nos había derrumbado y no hallába-mos dónde hacer pie?

Con el paso de las semanas y los meses tuve que tomar una decisión: o me aferraba al dolor, o renunciaba a mi hijo y a partir de ahí rehacía mi vida. ¿Permitiría que aquella experiencia desgarradora me endureciera y me amargara, o dejaría que me enterne-ciera y me ablandara?

En gran parte gracias a mis amigos y mi familia, cuyas oraciones y palabras alentadoras me infundieron fuerzas para hacer frente a cada prueba, opté por confi ar en Dios y devolverle mi

VIVENCIAS

TERNURA?

¿AMARGURA

DAVID PHILLIPS

O

12 conéctate AÑO 4, NÚMERO 6

40

Page 41: Padres e hijos en Conéctate

amado hijo. Aunque no dejaba de ser difícil para mí entender por qué había dejado Dios que ocurriera algo tan trágico, me decidí a aceptar por fe que lo había hecho por amor y con algún buen motivo, y que algún día lo entendería.

Pasó el tiempo. Anisa y yo reco-bramos la paz y pudimos volver a sonreír. Empezábamos a ver el arco iris después de la tempestad.

En mis tiempos de gran angustia y desazón, me venía una y otra vez a la memoria el mismo versículo de la Biblia: «[Dios] nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribu-lación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios» (2 Corintios 1:4). Ahora veo lo que no lograba ver en aquel momento: Dios me rompió y luego me recompuso el corazón para que pudiera entender mejor las tribula-ciones de otras personas.

En los dos años y medio desde que mi hijo volvió al Cielo, he aprendido cosas valiosísimas. Dios se sirvió de ello para enternecerme el corazón. Me dio el don de levantar el ánimo y consolar a los demás.

Al cabo de poco tiempo puso en mi camino personas que habían per-dido recientemente a seres queridos. Tal como dice la Escritura, condu-ciéndolas a Él pude consolarlas con la misma consolación con que Dios me había consolado.

Puedo afi rmar con toda veracidad que aunque fue una experiencia dolorosa, sirvió para fortalecerme y hacer de mí un instrumento más útil en manos de Dios, alguien capaz de ser una bendición para muchos otros que aún no lo conocen y que no tienen una fe en qué apoyarse en

tiempos de gran difi cultad.Actualmente estoy feliz sirviendo

al Señor y a mi prójimo en Jon Kaen, provincia del noreste de Tailandia, junto con Anisa y nuestra pequeña de un año. (Así es. El Señor al poco tiempo nos bendijo con una niñita.) Puedo decir con sinceridad y de todo corazón que valieron la pena todas las lágrimas y el dolor, pues por medio de ellos aprendí a confi ar en el amor de Dios.

A cualquiera que haya perdido un ser querido o esté atravesando graves difi cultades, le diría lo siguiente: Por difícil que sea la prueba o por oscura que se vea la noche, por lo que más quieras, aguanta. Pronto verás la luz al fi nal del túnel. Acude a Dios y a Su Pala-bra en busca de consuelo y fuerzas. Él te ama y quiere volver a verte feliz. Simplemente está haciendo de ti una mejor persona. ◆

(DAVID PHILLIPS ES MISIONERO DE LA

FAMILIA EN TAILANDIA.)

Pude

consolarlas

con la

misma

consolación

con que Dios

me había

consolado.

ORACIÓN PARA HOY

Ayúdame a confi ar en Ti, Señor, sin dudar nunca ni criti-carte por lo que pones en mi camino o permites que me sobre-venga. Reconozco que Tú sabes lo que más conviene, aunque a mí no me lo parezca en el momento. Dame fe para renunciar a mis propios deseos y anhelos a fi n de que se cumpla Tu volun-tad. Tú prometiste que con el tiempo siempre harías redundar todo en favor mío, pues tienes en cuenta lo que es más prove-choso para mí.

Dame fuerzas para no resentirme ni amargarme. Albergar rencor es como aferrarse a una infección que puede causar la muerte. ¿Quién querría eso? Líbrame de toda duda, temor, dolor o resentimiento que pudiera dar lugar al rencor. Dame fe para desembarazarme de todo eso, para perdonar y olvidar y pasar a cosas mejores, todas esas cosas estupendas que Tú prometiste a quienes confían en Ti y mantienen una relación transparente contigo.

conéctate AÑO 4, NÚMERO 6 13

41

Page 42: Padres e hijos en Conéctate

Lo que puede el amor de los padres

En cierta ocasión, un niño con un

defecto de audición llegó a su casa

con una nota de la directora del cole-

gio en la que ésta recomendaba a los

padres que sacaran al pequeño del

centro docente, ya que era «muy bruto

para aprender».

La madre del niño leyó la nota y

dijo: «Mi hijo Tom no es ningún bruto;

él es capaz de aprender. Yo misma le

enseñaré». Y

eso hizo.

Muchos

años después,

cuando Tom

murió, los

estadouniden-

ses le rindieron

homenaje apa-

gando todas

las luces del

país durante

un minuto.

Resulta que el tal Tom fue nada más y

nada menos que el inventor de la lám-

para incandescente, del fonógrafo y de

un rudimentario proyector de pelícu-

las. En total, Thomas Edison patentó

más de mil inventos.

* * *

«Mi madre fue la que me forjó. La

gran certeza y confi anza que ella

depositó en mí me transmitieron el

sentimiento de que tenía a alguien

por quien vivir, de que existía alguien

a quien no podía defraudar. La

memoria de mi madre siempre será

una bendición para mí».

THOMAS EDISON (1847–1931)

En su adolescencia Jim trabajaba

para un tendero de Missouri. Le

gustaba el trabajo y pensaba abrirse

camino con dicho ofi cio. Cierta noche

regresó a casa y le contó orgulloso a

su padre los astutos mane jos de su

patrón. Este tenía la costumbre de

mezclar el café barato con el de mayor

precio, obteniendo así más ganan cias.

Jim contó el hecho riendo a la hora de

la cena.

Su padre, sin embargo, no le vio

gracia al asunto. Le dijo:

—Dime, si el tendero descubriera

que alguien le está colando merca-

dería de mala calidad al precio de la

buena, ¿crees que le parecería astuto y

que le causaría gracia?

Jim se dio cuenta de que su actitud

había defraudado a su padre.

—Creo que no —res pondió—. No lo

había visto de ese modo.

Al día siguiente su padre le dijo

que acudiera a la tienda, reclamara la

paga que se le adeudaba e informara

al tendero que no volvería a trabajar

para él. El trabajo no abundaba en la

zona, pero el padre de Jim prefería ver

a su hijo cesante antes que relacio-

nado con un comer ciante tramposo.

Así de cerca estuvo J.C. Penney de

convertirse en tendero. En cambio,

fundó la cadena minorista que toda-

vía lleva su nombre. Revela el secreto

de su éxito en el título de su autobio-

grafía: Cincuenta años con la Regla de

Oro.

«Vayan a casa y amen a su familia».RESPUESTA QUE DIO EN 1979 LA MADRE TERESA DE CALCUTA (1910-1997) A LA PREGUNTA «¿QUÉ PUEDE HACERSE PARA PROMOVER LA PAZ EN EL MUNDO?», EN EL MOMENTO EN QUE SE LE HIZO ENTREGA DEL PREMIO NOBEL DE LA PAZ.

conéctate AÑO 5, NÚMERO 5 342

Page 43: Padres e hijos en Conéctate

21

No cabe duda de que tener un hijo adolescente es uno de esos retos que nos presenta la vida. La adolescencia es una etapa difícil, y en muchos casos los jóvenes hacen partícipes de sus difi cul-tades a quienes los rodean.

Su exterior un tanto áspero, irreve-rente o rebelde puede resultar intimi-datorio y dejar a los padres perplejos, con la sensación de que han fallado en algo. En ese caso, muchos padres no sabiendo cómo ayudar a sus hijos, se retraen. ¡Trágico error!, pues en reali-dad por dentro sus hijos anhelan que los orienten, les levanten la moral, los amen, los apoyen y los comprendan. Late dentro de los adolescentes la im-periosa necesidad de sentirse seguros y amados incondicionalmente. Nece-sitan saber que alguien advierte sus problemas y se interesa en ayudarlos a cualquier costo. Aunque en ningún caso se trata de una tarea fácil, los padres que no se dan por vencidos y no dejan de manifestar amor ni de brin-darse a sus hijos tienen muchas más probabilidades de ayudarlos a superar sus confl ictos que quienes adoptan un papel menos activo.

A continuación reproducimos 21 pautas de probada efi cacia para mejo-

rar la relación con un hijo adolescente.

1 Acepta que tu papel ha cam-

biado. La transición de la infancia a la juventud es tan gradual que

muchos padres no se percatan hasta que ya es tarde de que es tiempo de dejar de tratar a sus hijos como a ni-ños. Los chicos están descubriendo su propia personalidad, sus habilidades y objetivos, y como parte de ese proceso se independizan más de sus progeni-tores. Los adolescentes quieren que se los trate como a jóvenes adultos y que se los respete como individuos. En su búsqueda de autonomía, oponen resistencia a la labor de supervisión que pretenden ejercer sus padres. Si aprendes a tratar a tu hijo como a un amigo cuando sea apropiado, es más probable que baje la guardia.

2 Ponte en su lugar. La insegu-ridad es muy normal durante la adolescencia. Los jóvenes ya no

son niños, pero tampoco alcanzan del todo la adultez. Su organismo sufre cambios enormes, y sus emociones y hormonas están descontroladas. En esa etapa aprenden a manejar un

Para PADRES de

COMPILADO A PARTIR DE LOS ESCRITOS DE MARÍA FONTAINE Y DE DEREK Y MICHELLE BROOKES

ADOLESCENTES

4 conéctate AÑO 5, NÚMERO 543

Page 44: Padres e hijos en Conéctate

mayor grado de independencia y la responsabilidad que esta conlleva, y se enfrentan a decisiones y presiones a las que nunca antes se enfrentaron. Tomar eso en cuenta ayuda a los pa-dres a no ofenderse con los exabruptos emocionales y verbales de los chicos. Si procuras sinceramente estable-cer una empatía con tu hijo, lograrás entender mejor sus pensamientos y problemas. A su vez, él verá en ti un a aliado.

3 Mantén la calma. No te ofendas por las cosas disparatadas que dice y hace. Hay ocasiones en

que los jóvenes dicen y hacen cosas raras para ver cómo reaccionamos. A veces quieren expresar lo que les pasa por dentro pero no saben cómo. Ni ellos mismos entienden lo que les pasa. En otros casos simplemente se ponen ego-céntricos, rasgo que suele caracterizar a los adolescentes. Si te alteras o te muestras horrorizado no conseguirás otra cosa que empeorar las cosas. Aprende a amortiguar los golpes. Si tu hijo sabe que te esmerarás por enten-derlo cuando se desahogue contigo, se sentirá seguro en tu compañía.

4 Respétalo. El respeto es señal de fe. Cuando a un jovencito le cues-ta tener fe en sí mismo, un poco

de respeto puede aumentar su propia seguridad, espolearlo a seguir adelante y ayudarlo a alcanzar el éxito. Lo mismo sucede a la inversa: si el chico piensa que no tienes fe en él, es muy posible que se dé por vencido antes de desarro-llar todo su potencial.

5 No te burles de él ni lo deni-

gres. Cuando un joven se siente vulnerable —cosa que sucede

casi todo el tiempo— suele exacerbar-

broma, y en lugar de tomarlas como tal, considera que se lo está ridiculizando.

6 Muéstrate positivo y

dale apoyo. La mayoría

tienen complejos de inferiori-dad de una índole u otra. Eso hace que el concepto negativo que abrigan de sí mismos ter-mina afectando sus acciones. Procura reaccionar siempre de forma positiva y bríndale apoyo. Obviamente, no se puede hacer la vista gorda ante cuestiones graves o fechorías; pero sí se puede dar un giro positivo a casi cualquier situación refi riéndoseella en términos de soluciones y lo que se puede aprender de ella en vez de limitarse a expresar enojo o decepción. Mantener una actitud positiva es señal de amor incondicional, lo cual contra-rresta la baja autoestima. Elogia a tu hijo siempre que tengas oportunidad.

7 Evita reglas innecesarias. El exceso de reglas y restricciones puede llevar a cualquier joven a

rebelarse. Por otro lado, sí se necesi-tan algunas reglas; no es muy atinado dar rienda suelta a un adolescente. Cuando te parezca que haga falta ins-tituir una nueva regla, debátelo con él y decidan juntos. No se la impongas. Explícale tus argumentos, escucha los suyos y, dentro de lo posible, procura que acepte las condiciones y las con-secuencias de infringir la regla.

8Trátalo como a una persona

responsable. Los adolescentes necesitan pautas, pero a la vez

Por dentro

anhelan que

los orienten,

les levanten

la moral, los

amen, los

apoyen y los

comprendan.

conéctate AÑO 5, NÚMERO 5 544

Page 45: Padres e hijos en Conéctate

quieren ser independientes y saber que confi amos en ellos. Si le confías a tu hijo tareas u obligaciones de adulto, se esfor-zará más por actuar como tal. Un sabio dijo en cierta ocasión: «Si tratas a alguien como si fuera lo que debe ser, lo ayudarás a convertirse en lo que es capaz de ser». Los adolescentes come-ten errores como todo el mundo; pero cuando ven que eso no merma nuestro amor y nuestra fe en ellos, persisten en progresar y a la larga logran el objetivo.

9 Gánate su confi anza con

tu discreción. Los jóve-nes son muy susceptibles

cuando se trata de los confl ictos por los que atraviesan. A nadie le gusta ser objeto de chismes o conversaciones desconsidera-das, y menos a los adolescen-tes. Cuando nos confían algún dato personal, esperan que seamos lo más discretos posible con él. Puede que a nosotros nos parezca algo insignifi cante, pero para ellos es una montaña. Si traicionas su confi anza, pue-de que te tarde mucho tiempo recobrarla.

10 Reza. Cuando no estés seguro de qué debes decir o cómo

reaccionar ante un problema de tu hijo, reza. Eleva una plegaria silenciosa pidiendo al Señor que te confi era sabiduría y que te indique cómo ve Él el asunto y cuál es la solución.

11 Dedícale tiempo.

Muchos padres pa-san menos tiempo en

compañía de sus hijos adoles-centes que cuando éstos eran niños. Diríase que esto es muy natural, dado que los jóvenes

seriamente los objetivos a largo plazo, y momentos para relajar-se y pasarlo bien. Los jóvenes admiran a las personas mayores que saben divertirse y disfrutar de la vida. Solo asegúrate de que sea humor de buen gusto y no a costa de terceros, pues los jóvenes tienden a emular a aquellos adultos por quienes sienten admiración.

14 Expresa tu amor. Aunque puede que a los jóvenes no les

gusten los besos y abrazos como cuando eran niños, en todo ser hu-mano —sin importar la edad que tenga— hay una permanente necesidad de cariño y de sentirse ama-do. Procura no dejar pasar un solo día sin expresar con palabras el amor que sientes por tu hijo y sin respal-dar esas palabras con hechos.

15 Escúchalo. Todo jo-ven necesita un con-fi dente, un verdadero

amigo a quien sepa que puede confi arle sus secretos más ínti-mos. El adolescente vive domi-nado por una vorágine de senti-mientos que le causa confusión. Sin embargo, en muchos casos se cohíbe de hablar de ello por miedo a que se le malinterprete, se le ridiculice o se le considere ingenuo. Tómate tiempo para escucharlo. Es preciso hacerle saber que alguien lo entiende. Evita, eso sí, respuestas que empiecen con la frase: «Cuando yo tenía tu edad...» La mayoría de los jóvenes las detestan. Un error común que cometen los

necesitan menos atención que los niños y además quieren re-afi rmar su independencia. Pero en muchos casos viene a ser un error. Necesitan mucho apoyo, orientación y empresas tenta-doras que los inciten a luchar y aprender. Les hace falta alguien que los dirija, un mentor que les enseñe. Y nadie está en mejor situación para cubrir esa nece-sidad que sus padres. No hay ninguna inversión que forje vín-culos más sólidos entre padres e hijos o que arroje mayores dividendos.

12 Admite tus errores.

Los chicos detestan que no nos aplique-

mos las mismas normas que les aplicamos a ellos. Se requiere humildad para admitir nuestras falencias y pedir disculpas cuan-do hemos cometido un error o hemos ofendido a nuestros hijos. Por otra parte, admitir con franqueza nuestras propias fal-tas y defectos contribuye a que los jóvenes hagan lo propio con los suyos. Nos ayuda, tanto a nosotros como a ellos, a enfocar las difi cultades objetivamente.

13 Cultiva el sentido

del humor. Hay mo-mentos para analizar

6 conéctate AÑO 5, NÚMERO 545

Page 46: Padres e hijos en Conéctate

padres es escuchar sólo las pri-meras palabras o frases y, por ende, sacar conclusiones erró-neas. En lugar de hacerle ver la

luz, guíalo cuidadosamente para que llegue a la conclusión acer-tada por sí mismo a medida que vaya expresando lo que siente.

16 Traba amistad con

sus amigos. Interé-sate sinceramente por

sus compañeros. Procura des-cubrir sus mejores cualidades, y probablemente te considerarán el padre o la madre más buena onda que hay. Si lo haces, no te sorprenda que tu casa se con-vierta en el lugar preferido de reunión del grupo de amigos de tu hijo. Si bien es posible que su-ban los decibeles y la cuenta del supermercado, el hecho de saber dónde están y qué hacen com-pensará todas estas molestias.

17 Perdona y olvida.

Huelga decir que tus hijos cometerán erro-

res por los cuales tendrán que disculparse y obtener perdón. Al igual que nos sucede a todos, los jóvenes en muchos casos consideran que no pueden con-fesar sus errores y su mala con-ducta por temor a quedar eti-quetados para siempre. Tienen que convencerse de nuestro amor y de nuestra buena dispo-sición para perdonar, olvidar y comenzar de nuevo.

18 Ten convicciones.

Si te descuidas, tu orgullo de padre o de

madre, los vínculos afectivos y el deseo instintivo de prote-ger a tu hijo pueden llevarte a ceder, ser indolente, retraerte o apresurarte a rescatarlo en el momento menos indicado.

Puede incluso que te identifi -ques con su enojo, frustración o rebeldía. En esos momentos es importante tener en cuenta que el joven está aprendiendo a juzgar atinadamente, y ya sea que lo demuestre o no, emu-lará tu conducta y seguirá tu ejemplo. Si no eres capaz de obrar como es debido pese a que ello pueda acarrear ciertas consecuencias desagradables, es posible que él no aprenda a tener convicciones. A veces la mejor manifestación de amor es actuar con fi rmeza. Los ado-lescentes son muy idealistas, y te respetarán más si defi endes tus convicciones que si eres in-dolente, aun cuando les cueste aceptarlo o no estén de acuerdo con tu decisión.

19Muéstrate como

eres. Los adolescen-tes tienen agudo ol-

fato para detectar la hipocresía. Aunque tus intenciones sean puras y no quieras otra cosa que identifi carte con tu hijo, si lo haces exageradamente no te tomará en serio. El secreto es actuar con naturalidad. A los quinceañeros no les gustan las actitudes paternalistas ni que traten de engatusarlos. Quieren tener amigos, personas con las que saben que pueden contar y con quienes se sienten có-modos. Si los aceptas tal como son, se sienten cómodos en tu compañía y te aceptan tal como eres.

20Cambia si es preci-

so. Puede que ten-gas que modifi car al-

gunos hábitos o la forma en que reaccionas ante determinadas cosas. ¿Por qué no aprovechar la coyuntura y dejar que ello te

estimule a romper con la rutina en que te has inmerso o a cam-biar en aquellos aspectos que sabes desde hace tiempo que te hace falta? Suele ser más fácil cambiar por el bien de otra persona que por uno mismo. ¿Qué mejor motivo podrías te-ner para esmerarte por ser una mejor persona en todo sentido? ¡Aprovéchalo!

21Condúcelo a Jesús. Los años de la ado-lescencia son turbu-

lentos. Es como encontrarse en un bote a la deriva en alta mar en medio de una tormenta. Haz las veces de faro que le indique el curso que debe seguir para llegar al más seguro de los puertos: Jesús. Por mucho que ames a tus hijos, solo Jesús es capaz de responder a sus interrogantes más profundos y satisfacer las necesidades de su espíritu. Su Salvador no eres tú, sino Jesús. No puedes estar con ellos cada segundo ni res-catarlos de todo, pero sí condu-cirlos a Aquel que es capaz de hacerlo. �

conéctate AÑO 5, NÚMERO 5 746

Page 47: Padres e hijos en Conéctate

RUT CORTEJOS A todos nos gusta que nuestros

hijos gocen de la simpatía de otros

niños y se lleven bien con ellos. A

mí me pasaba eso cuando mi hija

mayor, Danae, empezó a jugar con

otros niños. Procuré enseñarle a

relacionarse amorosamente con ellos,

y en general le

fue muy bien.

Se hacía amiga

de otros niños,

no peleaba, era

considerada y

servicial, y hasta

me dejaba a mí

jugar con los

demás niños. La

mayor prueba

fue enseñarle a

compartir sus

juguetes.

Invitábamos

a otros niños de

su edad a jugar con ella en casa para

darle más ocasión de ejercitarse en

ese aspecto. Ese pequeño paso fue la

clave para que Danae descubriera que

es divertido compartir con los demás.

Resultó que yo misma tenía un trecho

que recorrer en ese mismo sentido.

Una tarde Danae había invitado

a una amiguita, Natalie, a jugar con

ella. Natalie era una de las amigui-

tas que venía a jugar con ella más

seguido, y su juego predilecto era una

baraja infantil de naipes con ilustra-

ciones de vivos colores. Aunque las

dos eran muy pequeñas para entender

todas las reglas del juego, les gustaba

mirar los dibujos y descubrir cuáles

eran iguales.

Esa noche, después que Natalie se

fue, Danae me dijo:

—Mamá, quiero darle estas cartas a

Natalie. Son las que más le gustan.

Me mostró tres o cuatro cartas de la

baraja.

Le expliqué que prefería que no las

regalara porque el juego iba a quedar

incompleto; pero ella insistía.

—¡Es que quiero que sean de ella!

Una vez más intenté explicárselo:

—Danae, estas cartas forman parte

del juego. Si se las das a Natalie, ya

no las tendremos, y el juego quedará

incompleto.

—No importa, mamá. Tengo las otras.

Pensé que a lo mejor no entendía

que cuando se regala algo, se hace de

forma permanente. Amplié, pues, mi

explicación.

—Si le das esas cartas a Natalie,

mañana no puedes pedirle que te las

devuelva. Una vez que se las regales

serán de ella.

De golpe se dibujó una expresión

de preocupación en su rostro. Por un

momento pensé que fi nalmente lo

había entendido. Entonces me sonrió

y me dijo:

—Está bien. Quiero dárselas de

todos modos.

¿Qué podía decirle? Me senté un

momento y oré. Entonces vi la luz. Lle-

vaba tiempo tratando de enseñarle a

compartir, y ahora que ella había deci-

dido aplicar ese principio fundamen-

tal, yo misma pretendía impedírselo.

«¿Qué estoy haciendo?», pensé. Estaba

a punto de cometer un error muy

estúpido. ¿Qué más daba que nues-

tra baraja quedara incompleta? En

todo caso podíamos conseguir otra.

Lo importante era que mi hija estaba

Danae (izq.) con su amiga Natalie

Mi hija me

transmitió

ese día una

importante

enseñanza

sobre la cual

aún rindo

examen

periódicamente.

8 conéctate AÑO 5, NÚMERO 547

Page 48: Padres e hijos en Conéctate

experimentando la alegría de dar,

que estaba pensando en los demás

en vez de centrarse en sí misma y que

deseaba hacer feliz a su amiga. ¿No es

eso lo principal en la vida?

Mi hija me transmitió ese día una

importante enseñanza sobre la cual

aún rindo examen periódicamente.

Ahora tengo tres hijos, y cada tanto

uno de ellos me viene con un juguete

o peluche que quiere regalar a uno de

sus amigos. Lo primero que pienso es:

«¿Cómo hago para convencerlo de lo

contrario?» Pero cuando me pongo a

refl exionar, siempre llego a la misma

conclusión: los hijos son para toda

la vida; las cosas materiales no. Los

valores que inculque hoy a mis hijos

serán una piedra más sobre la cual

estará cimentada su personalidad el

día de mañana.

RUT CORTEJOS ES MISIONERA DE LA FAMILIA EN TAILANDIA.

Oración de los pa dres

Padre celestial, te pido que

me ayudes a entender a

mis hijos, a escucharlos con

paciencia y a responder a todas sus

preguntas con amabi lidad. Recuér-

dame que no debo interrumpirlos

ni contradecirlos. Haz que actúe

con ellos con la misma conside-

ración que de ellos espero. Que

no me ría jamás de sus errores, ni

me burle de ellos, ni los ponga en

ridículo cuando me contraríen. No

permitas jamás que los castigue

sólo por satisfacer mis apetitos o

demostrarles mi autoridad.

No dejes que los tiente a robar

o a mentir. Y guíame momento a

momento para que les demuestre

con todas mis palabras y mis actos

que la honradez y la sinceridad

son el origen de la felicidad.

Te pido que suavices mi rudeza

de carácter; y cuando esté de mal

humor, Señor, ayúdame a refre-

nar la lengua.

Que no olvide jamás que son

niños y que no debo esperar de

ellos criterios de adulto.

Que no los prive de la oportuni-

dad de cuidarse y de tomar deci-

siones por su cuenta.

Concédeme grandeza para acce-

der a todos sus pedidos que sean

válidos, y por otra parte negarles

todo aquello que en mi opinión les

resultaría perjudi cial.

Haz que sea imparcial y que los

trate con justicia y bondad, que

me merezca su amor y respeto y

sea un modelo para ellos. Amén.

ABIGAIL VAN BUREN (1918– ), DE LA FAMOSA COLUMNA DEAR ABBY

conéctate AÑO 5, NÚMERO 5 948

Page 49: Padres e hijos en Conéctate

importantes de las que habías tenido que tomar hasta entonces y sabías que más adelante estas serían todavía más trascen-dentales: ¿Hasta qué nivel estudiarías? ¿A qué te dedicarías cuando fueras mayor? ¿Con quién te casarías? ¿Por qué querría algún hombre casarse contigo?

Aunque es posible que no entendieras lo que te sucedía en aquel momento —como tampoco lo entiende tu hija ahora—, todo ello representa el proceso de descubrirse a uno mismo y establecer su identidad.

En esa etapa de la vida los jovencitos buscan señales en sus coetáneos y en sus padres. Se comparan constantemente con los de su misma edad para determinar dónde encajan. También analizan las actitu-des, forma de vida y valores de sus padres para determinar si quieren ser como ellos cuando sean mayores.

La mayoría de los jóvenes manifi esta como mínimo algo de rebeldía durante sus años mozos. Al fi n y al cabo, ¿cómo van a establecer su propia identidad si no se emancipan hasta cierto punto de sus padres? Al reaccionar exageradamente a las

Es cierto que el mundo ha cambiado mucho en la última generación, y diríase que la brecha generacional se está ensan-chando. Pero las apariencias engañan. Las diferencias intergeneracionales se manifi es-tan de forma distinta de una generación a otra. No obstante, la cuestión de fondo es la misma: los adolescentes tienen una nece-sidad innata de hallar su lugar en la vida, necesidad que el propio Dios puso en ellos.

Para relacionarte mejor con tu hija, pro-cura recordar cómo te sentías tú a su edad. Si eras la típica adolescente, los cambios constantes que se producían en tu orga-nismo probablemente te hacían sentirte incómoda y poco atractiva. Cada vez que te salía un granito o que el peinado no te quedaba como esperabas se desataba una crisis de envergadura. Te preocupaba la forma en que te veían tus amigos. Te comparabas negativamente con aque-llas compañeras de clase que eran más bonitas, más inteligentes, más simpáticas o que proyectaban una mayor confi anza en sí mismas. Te enfrentabas a decisiones más

El confl icto generacional

RESPUESTAS A TUS INTERROGANTES Las cosas

han

cambiado

tanto desde

que yo

era joven

que no sé

por dónde

empezar

para rela-

cionarme

con mi hija

adolescente

y ayudarla.

¿Cómo

puedo

solventar

el confl icto

generacio-

nal?

Para

relacionarte

mejor con tu

hija, procura

recordar

cómo te

sentías tú a

su edad.

12 conéctate AÑO 5, NÚMERO 549

Page 50: Padres e hijos en Conéctate

Al reaccionar

exagerada-

mente a las

muestras de

rebeldía de

sus hijos,

muchos

padres

empeoran una

situación de

por sí difícil.

Eso casi siem-

pre conduce

a una mayor

rebeldía y

un ensan-

chamiento

de la brecha

generacional.

suelen comportarse como si no quisieran ni necesitaran el amor y el apoyo de sus padres, y a veces refuerzan esa actitud con despliegues de mal genio y desconside-ración. Sin embargo, en la mayoría de los casos —ya sea que se den cuenta de ello o no— la realidad es que simplemente están poniendo a prueba el amor de sus padres. Lo que pretenden es que éstos les reafi r-men su amor, pues el amor es indicativo de valía. Y los jóvenes necesitan que se los valore. Los padres que demuestran a sus hijos de edad juvenil un amor inquebran-table, por difíciles que sean las circuns-tancias, les dispensan la valía que tanto quieren y necesitan.

Se requiere una gran medida de amor, paciencia y dominio propio por parte de los padres para ir soltando las riendas a sus hijos y dejar que éstos pasen por el proceso de maduración. Además requiere fe, fe en sus hijos; fe en que los valores que les inculcaron cuando niños serán el norte que los llevará a tomar decisiones acertadas; y fe en Dios, que instituyó el proceso. Este último punto es preci-samente el que otorga gran ventaja a aquellos padres que creen en la fuerza de la oración y tienen una conexión personal con el Creador por medio de Jesús: saben a dónde acudir cuando ellos y sus hijos necesitan ayuda.

Otro asunto que favorece a los padres creyentes es que estadísticamente son más las personas que aceptan a Jesús durante los primeros años de la juventud que en ninguna otra etapa de la vida. En general, los jóvenes son buscadores, peregrinos que procuran dar con la verdad y el sen-tido de la vida. Si tú u otra persona guían a tu hija a Jesús —«el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6)—, Él le aclarará las cosas mejor que nadie. Le manifestará amor incondicional, la hará sentirse aceptada y le comunicará paz interior. Cuando ella le presente sus problemas en oración, Él le dará las soluciones.

Y una vez que tú y tu hija compartan una fe viva y fi rme, tendrán más en común que antes. Jesús es el mejor medio de acor-tar la distancia entre las generaciones. �

muestras de rebeldía de sus hijos adoles-centes, muchos padres empeoran una situación de por sí difícil. Eso casi siempre conduce a una mayor rebeldía y un ensan-chamiento de la brecha generacional.

Los padres inteligentes aceptan que es natural cierta medida de rebeldía y entienden que muchos de los cambios más evidentes que experimentan sus hijos ado-lescentes —las vestimentas o cortes de pelo estrafalarios, la música espantosa, etc.— son sintomáticos del proceso de separación.

También entienden que la experimen-tación es parte ineludible del proceso de crecimiento y que no todos los experi-mentos van a ser exitosos. Para inventar la lámpara incandescente, Thomas Edison probó cientos de combinaciones de materiales que no dieron resultado, hasta que fi nalmente dio con la que funcionó. Al igual que Edison, la mayoría de los jóvenes terminan por darse cuenta cuando algo no da resultado y prueban otra cosa. Dale a tu hija un poco de margen para experimen-tar, dentro de ciertos límites. «Nada que sea dañino para ti ni para los demás y nada ilegal» son buenos puntos de partida.

Algo que va íntimamente relacionado con la experimentación es el tema del dominio de sí mismo. Muchos quinceañe-ros no tienen ningún control de sí mismos, principalmente porque no ven motivos para ello. Les gusta pasarlo bien y disfrutar de la mayor independencia que han adqui-rido, y aprenden por ensayo y error. En muchos casos no aprenden a contenerse hasta que experimentan las consecuencias de las decisiones erradas que han tomado. Cabe preguntarse, sin embargo: ¿no te pasó lo mismo a ti?

Si bien por un lado los jóvenes desean establecer su propia identidad, general-mente se sienten muy inseguros desem-peñando ese nuevo papel. Se asemeja a la experiencia de subirse por primera vez a un trampolín de altura y colocarse en el borde: Se disponen a zambullirse en la adultez, y no saben si serán capaces de sobrevivir a la caída.

No hay como el amor incondicional para contrarrestar esa inseguridad. Los jóvenes

conéctate AÑO 5, NÚMERO 5 1350

Page 51: Padres e hijos en Conéctate

EL VALOR DE LOS RATOS EN FAMILIA

SARA KELLEY Entre las inversiones más impor-tantes que podemos hacer en la vida de nuestros hijos, el tiempo ocupa un lugar preponderante. No cabe duda de que los padres necesitamos refrescar a menudo ese principio elemental. Cuando llevamos un ajetreado calen-dario de trabajo y los niños pasan la mayor parte del día en el colegio, deberíamos valorar y aprovechar el escaso tiempo que pasamos juntos al fi nal del día o en feriados y fi nes de semana. Esos ratos en familia debieran ser sagrados. Es el momento de mani-festar a nuestros hijos lo importantes y especiales que son para nosotros.

Tanto padres como hijos deben dar importancia a la cantidad de tiempo que pasan en familia y las actividades que realizan juntos. Sin embargo, de los padres depende que ese tiempo sea divertido y provechoso para todos. Un factor que demuestra a los niños lo valiosos que son para sus padres es cuando estos hacen un esfuerzo para que esos momentos en familia estén libres de interrupciones.

En muchos hogares, el primer momento del día en que todos los componentes de la familia se reúnen es a la hora de la cena. Las conversaciones de sobremesa son provechosas, pero

no sufi cientes. Algunos padres que han establecido vínculos fi rmes con sus hijos descubrieron que la mejor forma de mantener y estrechar esos lazos es apartar una hora después de cenar para pasar en familia, y asegurarse de que sean ratos constructivos, que tengan verdadero valor. Han acordado entre sí que durante esa hora no se van a distraer el uno al otro con asuntos pendientes de otra índole. Así, los niños saben que cuentan con toda la atención de sus padres.

Sea que invirtamos una hora o que dediquemos más tiempo a ello, depende de cada uno de nosotros hacer un esfuerzo por dejar de lado nuestro trabajo y otras preocupaciones para dedicar a nuestros hijos el 100% de nuestro tiempo y atención. Tal vez resulte inconveniente o signifi que un sacrifi cio, pero si lo hacemos con cons-tancia y ponemos el empeño necesario, se notarán los buenos resultados en la vida de los chicos, que nos lo agradece-rán con su amor.

Para que el tiempo en familia sea provechoso, debemos entregarnos realmente a nuestros hijos. No se trata sólo de estar en el mismo cuarto, viendo juntos la televisión, por ejem-plo; hay que interactuar y conversar

Si pasamos

sufi cientes

ratos en familia,

se notarán

los buenos

resultados en

la vida de los

chicos, que nos

lo agradecerán

con su amor.

14 conéctate AÑO 5, NÚMERO 551

Page 52: Padres e hijos en Conéctate

La maduración es un

proceso constante.

Filipenses 3:12,132 Pedro 1:5-10

El modo en que

hablamos y nos

comportamos pone

de manifi esto nuestro

grado de madurez.

Proverbios 9:6Proverbios 15:2Proverbios 29:11Eclesiastés 10:12,13Santiago 3:2

Alcanzamos la madurez

cuando aprendemos a

responsabilizarnos de

nosotros mismos y de los

demás.

Lamentaciones 3:27Romanos 14:12Gálatas 6:2Filipenses 2:12

Peldaños hacia la

madurez:

Proverbios 20:11Proverbios 23:24,251 Corintios 13:11Efesios 4:14Tito 2:4b,62 Timoteo 2:221 Juan 2:13b,14

La madurez espiritual

depende de nuestra

conexión con el Señor y

Su Palabra.

Salmo 16:8Daniel 11:32bMateo 13:3-8,18-23Juan 15:4,51 Timoteo 4:15,162 Timoteo 3:15-17

LECTURAS con ellos, averiguar qué piensan. Sal del mundo de las personas mayores e intér-nate en el de ellos. Diviértete. Relájate. Aprende a disfrutar de ellos.

Si tienes hijos de diversas edades, conviene que realices actividades dife-rentes con unos y con otros. Por ejem-plo, una noche mamá puede jugar con los más pequeños o leerles un cuento mientras papá hace una manualidad o labor de carpintería con los mayores, o los ayuda con sus tareas escolares. La noche siguiente pueden intercambiar papeles. Si estás solo, quizá tengas que dedicarte a los más pequeños primero, y luego que éstos se hayan ido a la cama, a los mayores. El asunto es pasar un poco de tiempo cualitativamente bueno con cada uno.

Si uno de tus hijos tiene aptitud para el dibujo, la mecanografía o la música, el rato en familia puede ser la oportu-nidad ideal para ayudarlo a cultivar ese talento y a la vez brindarle apoyo. (Eso sí, asegúrate de que los otros no se sien-ten excluidos.)

La clave del éxito es tener lo que se va a hacer planeado y organizado de ante-mano. No hace falta un sinfín de habi-lidades ni aparatos sofi sticados para mantener felices y estimulados a los niños durante las horas en familia. Así como tus hijos son muy queridos para ti, tú lo eres también para ellos. Lo más importante, y lo que tiene el efecto más duradero, es simplemente estar juntos. Si te esfuerzas un poco, ¡todos verán los ratos en familia como la oportunidad de hacer sus actividades preferidas con las personas que más quieren! �

Con la verdad por delante

Un padre explicó cómo se había percatado de su hipocresía. Resulta que su hijo obtenía califi caciones muy bajas en lenguaje. A pesar de las reprimendas y de las horas adi-cionales de estudio, no mejoraba. Un día le dijo a su padre:

—Me imagino que tú siempre sa-cabas la nota máxima en lenguaje.

—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó el papá.

—De lo contrario no me regaña-rías tanto.

Su forma de corregir al chico le había dado a entender algo que no era verdad.

—Lo cierto es que a mí también me costaba mucho el lenguaje —admitió el padre—, sobre todo la ortografía.

A partir de aquel momento el chico mejoró, pues dejó de sentirse inferior y fracasado. Viendo que su papá había logrado superar la mis-ma difi cultad, recobró la esperanza.

ANÓNIMO

ENRIQUECEDORAS

conéctate AÑO 5, NÚMERO 5 15

La madurez

52

Page 53: Padres e hijos en Conéctate

Los padres y la oración

No es fácil educar a los hijos en el mundo de hoy. Muchos de los valores cristianos que quieres inculcarles son objeto de persistentes ataques por parte de personas que tiran en sentido contrario. Te preocupa que aun tus más nobles esfuerzos no basten, y que tus hijos den la espalda a los valores que más signifi can para ti. Sé que a veces sientes el impulso de arrojar la toalla; pero no lo hagas. Tu interés y preocupación no son en vano. Por mucho que te desvivas por hacerlo bien, tus posibilidades tienen un límite. Yo, no obstante, soy capaz de hacer mucho más que tú, y te ofrezco Mi asistencia. Además entiendo a tus hijos mucho mejor que tú y sé cómo resolver sus problemas. Quiero colaborar contigo para convertirlos en las personas de buenos principios que tanto tú como Yo queremos que sean.

Encomiéndamelos en tus plegarias. Por medio de ellas puedes desempeñar tu función mucho mejor, guardarlos de perjuicios e infl uencias perniciosas y hallar soluciones a sus problemas. Asimismo, me darás la posibilidad de intervenir para hacer lo que está fuera de tu alcance.

Tómate un rato todos los días para orar por tus hijos. Cada vez que te enfrentes a un asunto espinoso, pídeme la solución. Empieza hoy mismo a valerte de la oración para potenciar tus esfuerzos. A fuerza de oraciones se producirán cambios que nunca creíste posibles.

DE JESÚS, CON CARIÑO

53

Page 54: Padres e hijos en Conéctate

Desde un principio me pareció que me estaba embarcando

en una empresa que decidida-mente me quedaba grande. Él, no obstante, estaba resuelto a celebrar su día con aquella torta, con castillo, caballeros y demás. Elevé una breve oración pidiendo al Señor que me ayu-dara y me diera las dotes que no poseo para que saliera bien y Tristán quedara feliz.

Su cumpleaños llegó más rápido de lo esperado. Después de terminar mi trabajo esa mañana, me puse a preparar la torta. Con el libro en la mano, traté de seguir las instrucciones lo mejor posible, pero no tardé en descubrir por qué en el caso de esa torta aparecía un dibujo y no una fotografía. Había que sortear una gran brecha para convertir el concepto en un producto acabado, y yo estaba perdida y ofuscada. La torta me quedó inclinada, el baño decorativo no se adhería muy bien, y los torreones no eran de la misma altura ni del mismo diámetro. No pude encontrar caballeros de juguete, por lo que me conformé con una fi gu-rita de Lego en un caballito.

A través de los

UNA SEMANA ANTES que mi hijo Tristán cumpliera cuatro años, estuve una tarde conver-sando con él. Hablamos de lo mucho que ha crecido y apren-dido, de lo orgullosa que estoy de los progresos que ha hecho. Luego pasamos a hablar de su cumpleaños y de lo que quería hacer para celebrarlo. Fiel a mi tradición, le dejé escoger qué clase de torta quería.

El año anterior había esco-gido una torta en forma de oruga de colores brillantes, pues en esa época le llamaban mucho la atención los insectos. Eso no fue muy difícil: bastó con hacer una fi la de trozos de torta en forma de media luna con una cobertura de vivos colores. Esperaba que este año escogiera algo igual de sencillo. Mas cuál no sería mi desazón cuando, después de hojear un libro con ideas novedosas para tortas infantiles, escogió una denominada «Caballeros en su castillo».

Me fi jé en el dibujo que había en la página —uno muy deta-llado— y leí toda la explicación.

Entonces empecé a sentirme presionada y desanimada. «Pobre Tristán —pensé—, ¡cómo se va a decepcionar! Está muy ilusionado con esa torta y lleva toda la semana hablando de ella. Vaya desastre de torta le va a tocar. Las cosas nunca salen como yo quiero. Tristán se llevará un chasco cuando vea lo que ha hecho su mamá con la torta de sus sueños».

Por fi n terminé la ben-dita torta y le puse todos los toques fi nales: los banderines, el reborde de piedras en la parte superior de la muralla —galletitas que se caían todo el tiempo—, la hierba (coco rallado con colorante, que salió de un color verde musgo oscuro) y demás. Había ter-minado, pero tenía ganas de llorar.

Limpié lo que había ensu-ciado y decidí que era mejor que mi hijo viera la torta antes del cumpleaños. Convenía pre-pararlo para la vergüenza que sentiría en la fi esta. Cuando entró en la habitación, estudié su expresión con detenimiento para ver cómo podía manejar la situación y qué podía decirle para alegrarlo y evitar que reac-

cobertura de vivos colores

8 Conéctate AÑO 5, NÚMERO 654

Page 55: Padres e hijos en Conéctate

cionara mal.Tristán abrió los

ojos como platos, y vi que su rostro se ilumi-naba con una gran sonrisa.

—¡Uy, mamá! ¡Genial! —exclamó—. ¡Es justo lo que quería!

Casi me echo a llorar cuando se acercó a la torta para ins-peccionar cada parte y me dijo que estaba tal como la quería. Luego corrió hacia mí, me abrazó y me dio las gracias. Se llevó la mano a la boca como para decirme un secreto, y yo me agaché para que me hablara al oído.

—¡Te quiero! —me dijo, y fue corriendo a contar a sus amigos lo que acababa de ver.

Después que salió, me senté un rato y me puse a pensar en lo que acababa de experimen-tar. En esos pocos minutos había aprendido algo que a veces le lleva a uno toda una vida. ¿En cuántas ocasiones el Señor había hecho que algo en mi vida resultara un poquito diferente de como yo lo había imaginado? ¿Cuántas veces me había encontrado con que mi sueño quedaba deformado, incompleto o ligeramente

CRIAR CON EL CORAZÓN

torcido? ¿Cuán-

tas veces se lo había

echado en cara a Dios y no

había aceptado o apreciado del todo lo que había hecho por mí?

¡Ojalá aprenda a ver la vida a través de los ojos de un niño, llenos de fe, de esperanza, de amor y de optimismo! Que en vez de tomar nota de las imper-fecciones, vea únicamente lo bueno y lo maravilloso que es todo. Me quedé sumida en ese momento mágico todo lo que pude, absorbiendo la escena de la torta deformada, pidiendo al Señor que me perdonara por mi actitud negativa y que me ayudara a ver las cosas desde la perspectiva en que mi hijo había visto aquella torta.

Entonces sucedió algo curioso. Mientras miraba la torta, empecé a verla como una caricatura y me empezó a gustar. Y lo mejor y más impor-tante de todo era que le gustaba a Tristán. Al fi n y al cabo, era su cumpleaños. •

u cas

QUE VEA ÚNICAMENTE

LO BUENO Y LO

MARAVILLOSO QUE ES TODO.

Conéctate AÑO 5, NÚMERO 6 955

Page 56: Padres e hijos en Conéctate

tradicionales para priorizar el aprovechamiento de los

intereses naturales del niño, María Montessori (1870–1952) dulcifi có a algunos de los niños más indisciplinados de los guetos de Nápoles (Italia) y logró conver-tirlos en alumnos muy motivados, creativos y aplicados. Una faceta de la pedagogía de Montes-sori denominada vida

práctica consiste en enseñar a los niños las destrezas más elementales que van a necesitar para encarar la vida cotidiana, tales como vestirse, asearse y preparar la comida. Aunque los niños de dos años —que viven convencidos de que todo lo pueden hacer solos— están en la edad perfecta para enseñar-les esas habilidades, se trata de un proceso que abarca todas las etapas del desarrollo, y que incluye más adelante aprender a conducir y a administrar un hogar.

Yo me propuse crear situa-ciones en las que mis hijos pudieran hacer las cosas bien y ser objeto de aprecio y elo-gios. Siendo yo una ajetreada madre primeriza, normal-mente me resultaba más fácil y más rápido encargarme de los pequeños quehaceres que ense-ñárselos a mi hijo. Pero pronto me di cuenta de mi falta de pre-visión. Yo precisaba ayuda, y a mis hijos les hacían falta opor-tunidades de sentirse mayores y aprender tareas nuevas. Más adelante, cuando colaboraba

en el cuidado de otros niños aparte los míos, descubrí que, si se lo presentaba adecuada-mente, hasta los pequeños más traviesos estaban gustosos de canalizar sus energías ilimita-das ayudándome con pequeños quehaceres.

La cocina es un sitio estu-pendo para que el niño cola-bore. Los pequeños de edad preescolar pueden ayudar con labores sencillas. Por ejemplo, pueden lavar las verduras, untar la mantequilla en los panes o mezclar masa de galle-titas o de panqueques. Hay que poner la mesa y retirarla des-pués de comer, además de lim-piar lo que se haya caído. A los niños pequeños les gustan las escobas y las palitas de basura. Además les encanta meterse debajo de la mesa y en rinco-nes de difícil acceso para los mayores. También se les puede encargar que clasifi quen y guarden los cubiertos (o platos y tazas irrompibles) después de lavar y secar la vajilla. Si se les presenta de un modo divertido y se los recompensa con elogios y reconocimiento, el día que se gradúen y empiecen a lavar la vajilla a tu lado —y más tarde, por su cuenta— no cabrán en sí de emoción.

Y no tiene por qué circuns-cribirse a la cocina. Hasta los niños de uno y dos años son capaces de ayudar a ordenar su cuarto, guardar sus cosas y doblar sus pijamas o la ropa limpia.

Tampoco tiene por qué interrumpirse cuando llegan

CUANDO SE CONFUNDEN JUEGO Y TRABAJO

CATHERINE NEVE

El que siembra recoge.

Catherine Neve recibe un fuerte abrazo

de sus nietas Kimberly y Lauren.

CRÉASE O NO, a los niños pequeños les gusta ayudar. ¡Es cierto! A los niños en realidad les encanta ser serviciales y se enorgullecen de ello hasta que se les enseña lo contrario. Colaborar se convierte en una tarea cuando escuchan a sus padres o hermanos quejarse de tener que hacer esto o lo otro en la casa.

Planteándolo de forma posi-tiva, ayudar en la casa puede volverse un juego. Además contribuye mucho a la autoes-tima y a inculcar otras cuali-dades que les resultarán muy útiles en el colegio y a lo largo de toda la vida, tales como la autodisciplina, la iniciativa, la diligencia, la perseverancia, la autosufi ciencia y el sentido de la responsabilidad.

Existe al menos un sistema educativo que emplea mucho este principio del trabajo entretenido. Apartándose de los métodos de enseñanza

10 Conéctate AÑO 5, NÚMERO 856

Page 57: Padres e hijos en Conéctate

a la edad escolar. Para los míos fue todo un hito el día que se les dijo que ya eran mayorcitos y que les podíamos confi ar el empleo de la aspiradora. A algunos niños les gusta limpiar el lavabo del baño y cambiar las toallas de mano. Otros prefi eren ras-trillar las hojas del jardín o la hierba cortada, o ayudar a lavar el auto. A algunas niñas más mayores les fas-cina coser botones o hacer remiendos sencillos. La lista es interminable. Basta echar un vistazo a nuestro alrededor.

Una buena estrategia de mar-keting consiste en poner nom-bres de juegos a los quehaceres domésticos. El primer juego que enseñé a mis hijos cuando eran pequeños fue el hormi-guero. Hacían de cuenta que eran hormiguitas y correteaban de aquí para allá llevando todos los juguetes, bloques y peluches al hormiguero (lugar donde se guardaban). Hasta un bebé es capaz de aprender ese juego. Lo puedes sentar en tu falda o a tu lado y enseñarle a poner cubos u otros juguetes pequeños en una caja. Luego basta con elo-giarlo profusamente.

A continuación algunos escollos que pueden presen-tarse y formas de evitarlos:

• Si la tarea escapa a las

posibilidades del niño o su

capacidad de concentración,

puede resultar exasperante

tanto para ti como para él, así

que no le exijas demasiado.

• Facilítale la tarea explicán-

dole bien en qué consiste y

cómo hacerla.

• Que la colaboración sea

voluntaria, o si es posible,

dale a elegir entre diversas

para averiguar cómo

le va.

• Emplea mucho tacto

a la hora de expresar

tu desilusión. Procura

siempre contrarres-

tarla tranquilizándolo y

manifestándole mucho

amor. ¡Mantente en la

veta positiva!

Hacer que el trabajo sea ameno para los niños reporta muchos benefi -cios. Además de aprender cosas de orden práctico y

de contribuir a la formación de su carácter, trabajando codo a codo con sus padres o tutores los niños aprenden a desem-peñarse en equipo y a apreciar todo lo que otras personas hacen por ellos.

Por último, si quieres cul-tivar en tus hijos el hábito de colaborar de buen grado, acostúmbrate a agradecérselo y a prodigarles gran cantidad de elogios. Exprésales tu gratitud enseguida. Recompénsalos con abrazos y de vez en cuando con algún premio. Elógialos ante tu cónyuge, tus familiares y tus amigos, preferiblemente a oídos de ellos. No hay como las palabras de elogio y aprecio de las personas a quienes más amamos para aumentar nues-tra autoestima.

(CATHERINE NEVE [1951–2003] TRABAJÓ DE MISIO-NERA CON LA FAMILIA EN 12 PAÍSES DURANTE 31 AÑOS. CRIÓ A DOS HIJOS Y FUE MAESTRA DE MUCHOS MÁS. EN FEBRERO DE 2003 SE LE DIAGNOSTICÓ CÁNCER, Y AL CABO DE CUATRO MESES PASÓ A MEJOR VIDA, RODEADA DE SUS SERES QUERIDOS.)

tareas. Si consigues que

resulte divertido, se ofrecerá

gustoso a ayudar.

• Que no pierda el ritmo. Si

le indicas regularmente que

precisas su ayuda, es menos

probable que se muestre

reacio a colaborar cuando se

lo pidas.

• Sobre todo cuando la tarea

le parezca un poco pesada

o tediosa, ayuda mucho

conversar juntos de algo

divertido mientras la llevan a

cabo. Tienes que hacer las

veces de entrenador, com-

pañero de equipo e hincha.

• No esperes a que la tarea se

vuelva muy grande, o a que

el niño esté muy cansado

para realizarla de buena

gana. Siempre que sea posi-

ble, enséñale a guardar lo

que empleó antes de sacar

otra cosa y a ir limpiando lo

que ensucia.

• Si ya tiene edad para dejarlo

solo haciendo una tarea, no

te sorprendas de que a tu

regreso se haya enfrascado

en otra cosa. Los niños se

distraen fácilmente cuando

no se los supervisa. Asó-

mate de cuando en cuando;

no esperes a que se cumpla

el plazo que le has fi jado

Conéctate AÑO 5, NÚMERO 8 1157

Page 58: Padres e hijos en Conéctate

Una de las enseñanzas más sobresalientes que me dejó la maternidad fue la importancia de obrar por medio de la oración. Aparte de los niños —mi marido y yo tuvimos seis en ocho años, dos de ellos melli-zos—, también tenía otras obligaciones. Dado que no me quedaba tiempo para ellas, tuve que encontrar una forma de realizarlas. Ese medio resultó ser la oración.

Descubrí que podía valerme de los momentos en que daba el pecho al bebé para rezar por todas las otras cosas que tenía que hacer. En vista de que mis quehaceres excedían lo que era capaz de lograr por mis propios medios, pedía al Señor que me indicara cuál era la siguiente tarea que debía realizar, así como también que me diera otras soluciones para aquellas cosas que no iba a poder hacer. Y Él me respondía y obraba prodigiosamente. A veces me enviaba alguna ayuda inesperada o modi-ficaba una situación en respuesta a una plegaria específica que yo había hecho, y la montaña de trabajo que tenía delante simplemente se desvanecía.

Al principio me quedaba asombrada, pero luego me volví totalmente depen-diente de aquellos ratos. Aprendí que si acudía al Señor en busca de orienta-ción y colaboraba con Él por

EN MI ADOLESCENCIA ME ENCANTABAN LOS NIÑOS y me relacio-naba muy bien con ellos. Sin embargo, cuando me hice mayor ya no hubo cabida para ellos en mis sueños y en mis planes. Me parecía que el mundo me llamaba y que, por haber llegado a la adultez, era mi derecho ver y experimentar a plenitud todo lo que la vida me ofrecía. Me sentía impulsada a perseguir mis aspiraciones e ideales. Sin embargo, no tardé en caer en la cuenta de que el Señor tenía otro plan para mí. A poco de casarme empecé a tener hijos y me pregunté: «¿Qué fue de todos mis sueños?»

El caso es que cumplí el designio que el Señor me había tra-zado como madre, y Él me bendijo haciendo realidad muchos deseos míos. Sus planes eran mucho más acabados que mis limi-tadas quimeras. Habiendo vivido el ciclo completo de la materni-dad, puedo decir por experiencia que el plan del Señor satisfizo todas mis necesidades y más. A fin de cuentas, salí ganando.

VIVENCIAS ESTHER DAVID

El llamamiento de una madre

10 CONÉCTATE AÑO 6, NÚMERO 5www.conectate.org |

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Page 59: Padres e hijos en Conéctate

Una casa de corazones

ESTHER DAVID

Una casa de corazones, un refugio de paz, estamos construyendo para los demás. Compartamos nuestras cargas y el peso agotador.Sobrellevemos el yugo que nos dejó el Señor.

Cuando te entregas a alguien construyes un hogardonde el que anda errante al fin pueda descansar. Dos almas solitarias, como nosotros dos... somos indivisibles con el poder de Dios.

Hablemos de nuestros sueños, abramos el corazón, busquemos lo bueno en el otro, gocemos de nuestra unión. De nuestras locuras nos podemos también reír. Con Jesús formaremos una familia feliz.

Pongamos de nuestra parte para fortalecer al que está más débil, aunque el error sea de él. Cubramos todos los pecados con el amor de Jesús.Amemos al necesitado.Sembremos paz y quietud.

medio de la oración, podía rendir mucho a pesar de estar sentada en una silla con el bebé. Al cabo de poco tiempo descubrí que así lograba mucho más porque trabajaba estrechamente unida a Él. Así que mis nenes se convirtieron en un factor importante a la hora de ayudarme a cumplir la voluntad de Dios en otros aspectos de mi vida, pues me obligaban a retirarme con Él muchas veces a lo largo del día.

En relación con eso, aprendí a apreciar lo que di en llamar «estar confinada a la volun-tad de Dios». En vista del poco tiempo y las escasas fuerzas de que disponía, sabía que no podía darme el lujo de andar corriendo de aquí para allá haciendo lo que se me ocurriera en el momento. Tenía que detenerme y pensar en lo que quería lograr, planificar cómo hacerlo y dejar a un lado todo lo demás.

Otra cosa que aprendí en la época en que mi vida giraba en torno al cuidado de los pequeños fue que mi actitud frente a las circunstancias determinaba en gran medida mi estado de ánimo, es decir, si me sentía contenta y alegre o apesadumbrada y quejumbrosa. En muchas ocasiones las condiciones físicas no tenían tanta importancia. Al principio me deprimía; pero luego comencé a interesarme en todo lo que había que aprender y acepté eso como un reto. Eso supuso una diferencia enorme.

Aquellos ratos a solas con Jesús y el bebé, desde temprano en la mañana, llegaron a ser muy entrañables. Las relaciones que forjé en aquellos momentos fueron desarrollándose y floreciendo a lo largo de los años. Me enamoré de cada uno de mis bebés y al mismo tiempo me enamoré más de Jesús. En lugar de ser una muchacha un tanto egocéntrica e independiente, me aficioné a mi papel de madre. Llegué a amar aquello a lo que le había tenido tanto pavor. ¿Qué provocó ese cambio de actitud? Dejé que el Señor me diera corazón y temperamento de madre. ¡Y así se produjo el milagro!

Si Dios te ha dado hijos, acepta el reto. La maternidad es un don preciado imbuido del más puro amor celestial y a la vez destinado a durar apenas unos pocos años que pasan rápido. Ámalo y valóralo mientras puedas. �

CONÉCTATE AÑO 6, NÚMERO 5 11 | www.conectate.org

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Page 60: Padres e hijos en Conéctate

Cada día hacemos depósitos en el banco de memoria de

pautas para padresVivamos de tal manera que todos nuestros hijos adquieran nuestras mejores virtudes y dejen atrás nuestros peores fracasos. Transmitámosles la luz de la compasión y el valor, y el espíritu de constante búsqueda. Propiciemos que el resplandor de esa luz sea más intenso en ellos que en nosotros.

ROBERT MARSHALL

GABRIELA DELORENZO

Minutos que

cuentanCRIAR CON EL

CORAZÓN

eL DÍA TIENE 1.440 MINUTOS. Si a eso le resto las aproximadamente nueve

horas que duermen mis hijos, me quedan 900 minutos al día en que me bombardean con pre-guntas, pedidos, lloriqueos, risas, besos, abra-zos y desastres.

A veces me siento sobrepasada. Tengo tres niños pequeños. Cuidarlos bien es lo más importante que hago en la vida. Caigo tan fácilmente en eso de enfrascarme en las tareas que a veces descuido el aspecto más importante de la vida en familia: el amor. Fueron mis hijos los que hace poco me recordaron cuáles son los minutos mejor empleados de mi jornada.

Estaba muy ajetreada tratando de limpiar la habitación antes que el bebé se despertara de la siesta. En ese momento entró Charlotte

—de seis años— con una sonrisa encantadora y me preguntó si podíamos armar un rompe-cabezas juntas. Traté de convencerla de que lo hiciera sola y le expliqué que en ese momento yo no tenía tiempo. Su mirada de decepción me dio a entender que más que ayuda con el

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nuestros hijos. CHARLES SWINDOLLLA MANO QUE

MECE LA CUNA

GOBIERNA EL

MUNDO

¡Qué tarea tan impor-tante la de una madre! Las madres de la siguiente generación son las que moldean el futuro. La mater-nidad viene a ser la voca-ción más sublime de todas. Claro que cuidar de un nene no siempre parece una labor de mucha trascen-dencia; pero no la tengas en poco. ¿Quién sabe lo importante que puede ser algún día la influencia que tenga ese niño en la vida de muchas personas?

La labor de una madre es ardua. Se requiere la fuerza de Sansón, la sabiduría de Salomón, la paciencia de Job, la fe de Abraham, la percepción de Daniel y el valor y la capacidad admi-nistrativa de David. Y sobre todo, también hace falta el amor de Dios. ¡Vaya tarea!

Lo que torna maravillosa a una madre es su espíritu abnegado, su disposición a sacrificar tiempo, fuerzas y

—de ser necesario— hasta la salud por el bien de su hijo. Cualquier mujer puede dar a luz a un hijo, pero hay que ser una madre de verdad para aprender a instruirlo en su camino (Proverbios 22:6).

D.B.B.

rompecabezas, lo que quería era pasar un ratito conmigo. Me detuve a pensar en lo que estaba por hacer. «Cuando Charlotte piense en su infan-cia, ¿qué quiero que recuerde? ¿Lo limpia que siempre estaba la habitación, o los ratos que pasábamos juntas?» Armé el rompecabezas con ella, nos reímos y le di un abrazo cuando terminamos. Diez minutos bien empleados.

—¡Mamá, mamá, léeme este libro, por favor!

Aquella noche ya le había leído tres cuentos a Cherise, que entonces tenía tres añitos. Yo estaba cansada y necesitaba ocuparme de unos quehaceres antes de irme a la cama. Quise decirle amablemente que no, pero insistió. «Lo que quiere en realidad —pensé— es que le preste un poco más de aten-ción, que esté con ella unos momentos más para que pueda demostrarme cuánto me quiere y sentirse segura de que yo la quiero». Le leí otro cuento, arropaditas las dos debajo de las mantas de mi cama, y se quedó dormida sobre mi hombro. Quince minutos bien empleados.

Había sido una semana particularmente intensa: estaba colaborando en la preparación de una función para 100 niños de escasos recursos, y ese día tenía invitados. Mi lista de quehaceres era interminable. A mis hijas se les ocurrió preparar unas galletas para las visitas. Procuré razonar con ellas. No era necesario, puesto que ya

teníamos unas que habíamos comprado. Además no me quedaba tiempo. Pero no pude resistirme a sus expresiones angelicales. Llenas de satisfac-ción por haber horneado las galletas casi sin ayuda mía, se las sirvieron a los invitados. Me alegré de haber accedido. Treinta minutos bien empleados.

Mi nene de nueve meses —Jordán— me tiene siempre en ascuas. No puedo quitarle el ojo de encima: va de trave-sura en travesura. Me la paso sacándole cosas de la boca y resguardándolo de nuestras impetuosas mascotas. En cierta ocasión en que no se quedaba quieto ni un minuto jugando con algo, me exasperé. Se había puesto a lloriquear y estaba de mal humor. A mí me estaba dando dolor de cabeza. En medio de aquel frenesí, me di cuenta de que tal vez necesi-taba un poco más de cariño, así que se lo demostré. Lo tomé en brazos y dejé que recostara su cabecita en mi hombro mien-tras bailaba suavemente con él. ¡Le encantó! Después de una pequeña merienda, jugó solito de lo más contento el tiempo suficiente para que yo pudiera ayudar a las niñas con sus tareas escolares. Quince minu-tos correctamente empleados.

En medio de todos nuestros quehaceres y nuestras obliga-ciones de adultos, no olvidemos las palabras de Cristo: «Dejad que los niños vengan a Mí, porque de los tales es el reino de los Cielos» (Mateo 19:14). �

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Page 62: Padres e hijos en Conéctate

Comunícate. La comunicación franca

y sincera es el primer paso. Si resulta

evidente que solamente uno o dos de los

niños no están felices con la nueva situa-

ción, probablemente lo mejor será con-

versar con ellos por separado sobre los

conflictos que los perturban y sus posi-

bles soluciones. Es un buen momento

para hacer caso de la exhortación bíblica

de ser «pronto para oír, tardo para hablar,

tardo para airarse» (Santiago 1:19). Una

vez que cada uno de los niños haya tenido

ocasión de expresar cómo se siente y tú

hayas establecido un clima de confianza,

tal vez convenga tener una reunión infor-

mal con todos. La ocasión puede ser una

comida especial, en la que cada uno expli-

que cómo se siente con la nueva familia y

qué cambios o mejoras le gustaría que

hubiera.

Pídele soluciones al Señor. Eso se

puede hacer en conjunto, en pareja, indi-

vidualmente, o un poco de cada manera. A

veces el Señor responde de forma rápida

y directa ayudándonos a verlo todo desde

Su perspectiva o hablándonos al corazón.

En otros casos, resuelve los conflictos

con el tiempo.

Ora. Pide al Señor que dote a cada uno

de comprensión y de un amor profundo y

sincero por los demás, así como también

que los ayude a cambiar en lo que sea

necesario para que los demás gocen de

felicidad y bienestar.

Dedícales tiempo. La mejor inversión

que puedes hacer en tu nueva familia

es dedicarle tiempo; y una de las mejo-

res formas de empezar es hacer caso de

algunos de los «cambios y mejoras» que

te propongan, siempre que sean pruden-

ciales y viables.

No dejes de orar. Los niños necesitan

tiempo para adaptarse. Puede que tarden

una temporada en superar ciertas actitu-

des negativas. Las plegarias específicas

obtienen resultados. En la medida en que

sigas orando, verás que las montañas de

problemas se desvanecerán.

otra vez

La mejor inversión

que puedes hacer en

tu nueva familia es

dedicarle tiempo.

RESPUESTAS A TUS INTERROGANTES

Formar familia... otra vez

CUANDO ME ENAMORÉ DE LA JOVEN VIUDA QUE AHORA ES MI NOVIA, ME SENTÍ EL HOMBRE MÁS AFORTUNADO DEL MUNDO. ADEMÁS DE HABER ENCONTRADO A LA ESPOSA DE MIS SUEÑOS, VENÍA CON TRES HIJOS ESTUPENDOS. ¡UNA FAMILIA COMPLETA! QUIZÁ MI ENFOQUE NO ERA MUY REALISTA, PERO EL HECHO ES QUE GANARME EL AMOR Y RESPETO DE LOS NIÑOS NO ME HA RESULTADO TAN FÁCIL COMO ESPERABA. ¿TIENEN ALGÚN CONSEJO PARA ESTE PAPÁ ATRIBULADO?

No eres el único. Cuando un papá o una mamá vuelven a casarse, no suele salir todo a pedir de boca desde el principio. Labrar fuertes lazos afectivos con los miembros de una nueva familia lleva tiempo y mucho amor. Es normal que los niños mayores se resientan con el nuevo cónyuge. Para ellos nadie podría jamás tomar el lugar del padre o madre ausente. Puede que a los más pequeños también les cueste tener que com-partir el afecto de su padre o su madre con el recién llegado. Muchos padrastros y madrastras cometen el error de sentirse dolidos, ofuscarse, desanimarse y distanciarse de los niños. Esfuérzate por hacer a un lado toda susceptibilidad y ora para que el Señor te ayude a discernir la situación y verla como la ve Él. Pídele que te indique qué dará mejor resultado en tu caso particular. Aunque mucho depende de la edad y madu-rez de los niños, a continuación te brindamos algunas pautas que han dado buen resultado a otras personas en tu situación:

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Page 63: Padres e hijos en Conéctate

1 [La adolescencia no es fácil.] A esa edad los chicos quieren ser independientes y quieren que los traten como a adultos, pero en muchos casos carecen de madurez, la cual solo adquieren a través de la experiencia. Hay que otorgarles algo de independencia y a la vez orientarlos. Dales libertad de elección en cuestiones que los ayuden a madurar pero que no entrañen un grave riesgo ni para ellos ni para nadie en caso de equivocarse.

2 [Los adolescentes viven un proceso de cambio continuo.] De la misma manera que necesitan una alimentación sana y abundante, además de mucho descanso y ejercicio para poder crecer y gozar de buena salud en el plano físico, también necesitan abundantes influencias positivas para madurar emocional e intelectualmente.

3 [Cada joven es diferente y tiene necesidades particulares.] La mayoría de los adolescentes pasan por las mismas etapas, pero a edades distintas y con diverso grado de dificultad. No los trates a todos por igual.

4 [Es mejor tener un enfoque positivo.] Si solo les hablas cuando tienes que reprenderlos, procurarán eludirte. En cambio, si estableces una buena comunicación con ellos desde pequeños y la mantienes a medida que vayan creciendo, hay mayores posibilidades de que acep-ten tus consejos cuando pasen por la difícil etapa de la adolescencia.

5 [El adolescente tiene que hallar el equilibrio entre diversión y obligación.] Puedes contribuir a su proceso de maduración enseñándole a anteponer el deber al placer. Cuando lo haga, recompénsalo con actividades recreativas.

6 [Los jóvenes necesitan límites claramente definidos.] Claro que suelen ponerlos a prueba para averiguar hasta qué punto se pueden salir con la suya. Conversa con ellos sobre las reglas, pro-cura llegar a un acuerdo, y luego hazlas respetar con amor y a la vez con firmeza.

7 [El adolescente necesita su espacio.] En sus tentativas por estable-cer su propia identidad, es normal que el joven se distancie de sus padres. No te lo tomes a la tremenda. Déjalo probar sus alas dentro de ciertos límites razonables, pero a la vez hazle saber que siempre estás accesible.

8 [Los jóvenes necesitan sentirse realizados.] Ayúdalos a fijarse metas que valgan la pena, que sean viables y que despierten su interés. Luego ayúdalos a alcanzarlas.

9 [En la adolescencia las presiones sociales se sienten con más fuerza.] Los amigos de tus hijos adolescentes influyen en ellos para bien o para mal. Procura, pues, llegar a conocerlos y trata de sacar a relucir lo mejor de ellos.

10 [Los jóvenes necesitan sentirse comprendidos.] Puede que no logres entenderlos mejor de lo que se entienden a sí mismos, pero Jesús sí los entiende. Escucharlos y luego encomendar juntos sus pro-blemas al Señor es más eficaz que desvivirse por darles todas las respuestas tú mismo.

[LECTURAS ENRIQUECEDORAS]

RECETA PARA

UN HOGAR FELIZ

El amor es la piedra angular.Juan 13:341 Corintios 13:13Colosenses 2:2

Dios nos concede amor para amar a los demás.Romanos 5:5Gálatas 5:221 Tesalonicenses 3:121 Tesalonicenses 4:92 Tesalonicenses 3:5

Debemos superar nuestras diferencias con amor.Proverbios 17:9Filipenses 2:3Colosenses 3:131 Pedro 4:8 Padres, traten a sus hijos con amor y ternura.Lucas 1:17Colosenses 3:21Efesios 6:41 Tesalonicenses 2:7Tito 2:4

Los padres deben gobernar a sus hijos con autoridad templada por la paciencia, la misericordia y la verdad.Proverbios 16:6Proverbios 29:151 Timoteo 3:41 Timoteo 3:12

Los hijos deben respetar y obedecer a sus padres.Proverbios 1:8,9Efesios 6:1Colosenses 3:20

adolescentes 10 COSAS QUE TODO PADRE DEBE SABER

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Page 64: Padres e hijos en Conéctate

Si deseas que tu familia sea más

feliz y quieres disfrutar de una vida

familiar más satisfactoria, toma nota:

Inclúyeme en todo lo que hagas.

No me refiero a que tengas que vivir una

religiosidad formalista, almidonada, insulsa. ¡Todo

lo contrario! Te sorprenderá lo divertido que puede

llegar a ser. Las ventajas de incluirme a Mí son

demasiado numerosas como para exponerlas aquí;

pero te describiré brevemente tres de ellas:

DE JESÚS, CON CARIÑO

La PRIMERA es que tengo

cantidad de ideas. Mi padre y

Yo creamos este mundo. Fue

nuestro primer proyecto fami-

liar, si se quiere. Tendrás que

admitir que se nos ocurrieron

cosas muy buenas. Todo lo que

creamos fue en función de ti y

lo hicimos con la intención de

que lo disfrutaras al máximo;

por tanto, ¿no crees que puedo

sugerirte cosas más interesan-

tes que hacer con tus seres

queridos y amigos que quedarse

hipnotizados frente al televisor?

La SEGUNDA es que Yo los

entiendo. Me compenetro con

personas de cualquier edad. Sé

mejor que nadie unir las gene-

raciones y mantener la armonía

entre ellas. No te olvides de

que llevo siglos en esto. No hay

situación que tú tengas que

afrontar que Yo no haya ayu-

dado a otros a superar. Consulta,

pues, conmigo apenas surjan

conflictos domésticos.

La TERCERA se resume en

más amor. ¿No es eso lo que más

desea tu familia, amor? Yo soy

amor, el mismísimo espíritu de

amor. Donde Yo estoy, hay amor.

La Biblia dice que en en Mi

presencia hay plenitud de gozo,

delicias a Mi diestra para siem-

pre (Salmo 16:11). Tengo mucho

amor para ti y los tuyos, mucho

más del que puedes imaginarte,

mucho más del que puedes con-

tener. Está a tu alcance en todo

momento. Basta con que lo pidas.

Estoy a tu entera disposición.

Di simplemente: «Jesús, gracias

por formar parte de mi familia,

por ser nuestro jefe de familia.

Acompáñanos en lo que nos

disponemos a hacer».i 64

Page 65: Padres e hijos en Conéctate

E

amor maternalANA ALCASAS

RA UN DÍA DE JUNIO DE UN CALOR HÚMEDO Y PEGAJOSO, anor-mal incluso para el verano. Los chicos del Calvert Country School, en la costa Este de los Estados Unidos, habían decidido que la actividad más apropiada para la ocasión era refrescarse con el

sistema de riego del jardín.Juntamente con tres amigos, todos ellos integrantes de La

Familia Internacional, había sido invitada a aquel colegio para niños con impedimentos físicos y mentales para participar en su asado anual de graduación. Nos vestimos de payasos y nos pasamos la tarde charlando, riendo, regalando fi guras de globos y pintando caritas.

Una de las cosas más lindas de ese día fue conocer a Melissa, de cinco añitos, y a su madre, Shirley. Una compa-ñera mía le estaba pintando a Melissa una cara de tigre, de color naranja y negro, mientras Shirley, sentada en una silla detrás de la niña, le sujetaba suavemente los brazos para que no se moviera. Melissa, una bella niñita autista de pelo oscuro, parecía en todo momento tener la mirada perdida, menos cuando alzaba la vista para contemplar el rosto de su madre.

—¡Qué bonita! —le decía ésta repetidamente cuando la pequeña la miraba buscando su apoyo.

La niña absorbía todo el amor y los elogios con expresio-nes de alegría total. La ternura y la plena aceptación que su madre le comunicaba me trajeron lágrimas a los ojos. Yo había ido como voluntaria para ofrecer ánimo, sonrisas y aprobación a cada uno de los niños con quienes me relacio-nara, y sin embargo, inesperadamente, me vi conmovida por aquella hermosa manifestación de amor maternal.

Esa tarde en el Calvert Country School observé otras relaciones bellísimas entre madres e hijos, y me conmovió el desinterés y el amor incondicional que manifestaba cada uno de los padres y orientadores que estaban presentes. Aque-lla experiencia me inspiró un renovado deseo de comunicar cada día ese mismo amor maternal sin límites a mi propio pequeñín.

Dios nos da ocasión de percibir Su amor de manera incon-fundible por intermedio de nuestra madre. ¡Feliz Día de la Madre! ■

(ANA ALCASAS ES VOLUNTARIA DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN LOS ESTADOS UNIDOS.)

Verónica Love, Keith Kleinfelter y Ana Alcasas, todos ellos

voluntarios de La Familia, al llegar al colegio

T odo el mundo sabe que una buena madre comunica con-fianza y estabilidad a sus

hijos. Ella es su tierra. Es esa mujer con la que pueden contar para las cosas que más les importan. Es su alimento, su lecho y el cobijo que necesitan cuando hace frío en la noche. Es su calor, su salud y su refugio. Es la persona que quieren tener cerca cuando lloran, la única que puede representar todo eso para ellos a lo largo de su vida. No tiene reemplazo. De algún modo, hasta la ropa de ella parece tener para sus hijos una textura distinta. A un niño angustiado le basta con tocar su falda o su manga para sentirse mejor.KATHARINE BUTLER HATHAWAY

s i n l í m i t e s

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Page 66: Padres e hijos en Conéctate

Saskia con su

encantadora hijita

P ara un niño no hay en todo el mundo nadie más her-moso que su madre. Los niños pequeños no concep-túan a su mamá según su apego a la moda, su buen

gusto por las joyas, su cabello o sus uñas perfectas. Tam-poco notan las estrías ni las canas. Su mentecita no advierte ninguna de esas cosas que suelen afectar la percepción y las expectativas de las personas mayores con relación a la belleza física. Por eso son en realidad mejores jueces de lo que hace verdaderamente bella a una mujer.

¿Dónde encuentran los niños la belleza? En los ojos que se enorgullecen de lo que ellos logran, en los labios que los instruyen y les infunden ánimo, en los besos que hacen soportables los pequeños dolores, en la voz tranquilizadora que los vuelve a dormir después de una pesadilla, en el amor que los envuelve en un cálido y tierno abrazo.

¿De dónde proviene esa belleza? La maternidad conlleva sacrifi cios, pero esos sacrifi cios conducen a la humildad, la humildad se adorna de gracia, y la gracia otorga verda-dera belleza. Una madre que se entrega a sus hijos encarna la vida, el amor y la pureza. De esa manera llega a ser un refl ejo del amor que tiene Dios por Sus hijos. Por eso estoy convencida que nada hace más bella a una mujer que la maternidad. ■

(SASKIA SMITH ES MISIONERA DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN TAIWAN.)

preciosa maternidadSASKIA SMITH

M ujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa

largamente a la de las piedras preciosas. Fuerza y honor son su vestidura; y se ríe de lo por venir. Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua. Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba. Enga-ñosa es la gracia, y vana la hermo-sura; la mujer que teme al Señor, ésa será alabada.

PROVERBIOS 31:10,25–26,28,30

4 www.conectate.org | CONÉCTATE AÑO 7, NÚMERO 5

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Page 67: Padres e hijos en Conéctate

esa maravilla llamada mamáUna madre es una persona que, al ver cuatro trozos

de pastel para cinco personas, anuncia oportunamente que nunca le ha gustado mucho el pastel.TENNEVA JORDAN

El mejor medicamento del mundo es el beso de una madre.ANÓNIMO

Mi mamá fue mi mejor maestra. Me enseñó a tener compasión, a amar y a no tener miedo. Si el amor es dulce como una fl or, mi madre es esa dulce fl or del amor.STEVIE WONDER

A una madre se la quiere siempre con igual cariño; y a cualquier edad se es niño cuando una madre se muere.

JOSÉ MARÍA PEMÁN

Jamás en la vida encontraréis ternura mejor, más profunda, más desinteresada ni verdadera que la de vuestra madre.HONORÉ DE BALZAC

Para los oídos de un niño, la palabra madre es mágica en cualquier idioma.ARLENE BENEDICT

La juventud se desvanece, el amor merma, las hojas de la amistad se secan; la esperanza secreta de una madre sobrevive a todo. OLIVER WENDELL HOLMES

Una madre es la más fi el de las amigas cuando nos sobrevienen pruebas fuertes y repentinas, cuando la adversidad toma el lugar de la prosperidad. Cuando los amigos que se ríen con nosotros en los momentos de alegría nos abandonan al vernos sumidos en tribula-ción, ella se aferra a nosotros para disipar los nuba-rrones y devolvernos la paz por medio de sus tiernos preceptos y consejos.WASHINGTON IRVING

Dios nos ve a través de los ojos de nuestra madre y nos recompensa por nuestras virtudes.GANESHAN VENKATARMAN

No hay infl uencia tan fuerte como la de una madre.SARAH JOSEPHA HALE

Mamá es el banco en el que depositamos todos nuestros pesa-res y preocupaciones.ANÓNIMO

El amor que me entregó mi madre fue tan grande que trabajé arduamente para justifi carlo.MARC CHAGALL

La maternidad es más fuerte que las leyes naturales.BÁRBARA KINGSOLVER

Las madres son fi lósofas por instinto.HARRIET BEECHER STOWE

Una buena madre vale por cien maestros de escuela.GEORGE HERBERT

El corazón de la madre es el aula del hijo.HENRY WARD BEECHER

El amor maternal es el combustible que le permite a un ser humano normal hacer lo imposible.ANÓNIMO

Una madre ama a sus hijos aun cuando menos lo merecen.KATE SAMPERI

Nuestra madre es esa mujer con la que podemos contar para las cosas que más nos importan.KATHERINE BUTLER HATHAWAY

Una madre entiende lo que el hijo no le dice PROVERBIO JUDÍO

Todo lo que soy se lo debo a mi madre. Atribuyo todos mis éxitos en esta vida a la formación moral, intelectual y física que recibí de ella.GEORGE WASHINGTON

La maternidad es la vocación más noble de la tierra. La autén-tica maternidad es la más bella de todas las artes, la más grande de todas las profesiones. La mujer que pinta una obra de arte o la que escribe un libro que infl uya en millones de personas merece la admiración y el aplauso de la humanidad; pero la que críe con éxito a una familia de hijos saludables y hermosos, cuyas almas inmortales tengan ascendiente a través de las épocas después que las pinturas se hayan desmerecido y que los libros y las estatuas se hayan deteriorado o destruido, merece el más alto honor que el hombre pueda rendirle.DAVID MCKAY

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Page 68: Padres e hijos en Conéctate

RR

dones para toda la vida

L me hizo fueron el valor y la fe.

Algunos padres enseñan a sus hijos valor, determinación y una miríada de otras virtudes leyéndoles relatos sobre las grandes proezas lle-vadas a cabo por célebres hombres y mujeres de antaño, con la esperanza de que eso los induzca a ser así.

Mi madre no.Se dice que un ejemplo es más elocuente que

un sermón, y que una imagen vale mil palabras. Pues es cierto. De las imágenes que recuerdo de mi niñez, muchas me asombran cuando me pongo a pensar en ellas. ¿Cómo se las arregló mi mamá para criar sola a sus tres hijos al tiempo que estaba plenamente dedicada a labores de voluntariado, viajando primero por Estados Unidos y luego en el extranjero?

Recuerdo la vez en que se descompuso nues-tro automóvil en los montes Bighorn. No había un alma a la vista, y se avecinaba una inesperada tormenta de nieve. Debía de estar desesperada. Sin embargo, lo que más recuerdo de aquella

DAN JOHNSTON

situación fue su fe en que el Señor nos saca-ría de ese trance. Y lo hizo.

¿De dónde sacó el valor para cruzar con nosotros el Pacífi co, hasta la China comunista, a fi n de obedecer el llamamiento que había recibido de Dios?

En otra ocasión mi hermano mayor, Joe, se separó de nosotros en el metro de Hong Kong. Apenas llevábamos dos días en la ciudad, y no parecía que sabría regresar al lugar donde nos hospedábamos. ¿Cómo hizo para no ponerse histérica? Sus oracio-nes y su fe tuvieron su recompensa. Joe llegó a la casa antes que nosotros.

Mamá sabía que le esperaban difi cul-tades. Sin embargo, optó por abandonar la comodidad de su hogar para dirigirse con sus hijos a un país del que sabía poco y nada, simplemente porque Dios le había dicho que compartiera Su amor con aquella gente. Tuvo fe para creer y valor para actuar conforme a su fe.

Ahora estoy de misionero en América Central y yo mismo me enfrento cada día a numerosos problemas. Como es natural, algunos son más graves que otros. Así y todo, cada vez que me topo con una situa-ción de cariz imposible, recuerdo aquellos momentos de mi niñez en los que la fe y el valor de mi madre resplandecieron con fuerza. Eso pone las cosas en su debida perspectiva. El versículo bíblico que dice: «Nada hay imposible para Dios» resume la enseñanza más gráfi ca que recibí en mi infancia. Ello gracias a mi madre, que pre-dicaba con el ejemplo. ■

(DAN JOHNSTON ES MISIONERO DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN GUATEMALA.)

TUVO FE

PARA CREER

Y VALOR

PARA ACTUAR

CONFORME A

SU FE.

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Page 69: Padres e hijos en Conéctate

entrevista con

mamá

CURTIS PETER VAN GORDER

L . Su vida entera es un obsequio de amor para su familia. Peregrinamos lejos de nuestros oríge-nes, y entonces algo nos tira del corazón y nos trae de vuelta a casa para redescubrir quiénes somos y de dónde venimos.

Unos meses antes que mi madre pasara a mejor vida, me senté con ella y le planteé algu-nas preguntas sobre su vida. Si nunca has hecho algo así, te lo recomiendo. Seguramente aumen-tará el aprecio que ya le tienes a tu madre.

Mamá me contó muchas cosas sobre su vida y sus sueños, tanto los que se habían cumplido como los que no.

—¿Hay algo de lo que te arrepientes? —le pregunté—. Si pudieras volver a vivir, ¿en qué te concentrarías?

Me respondió mostrándome algo que había escrito en su diario: «Si pudiera, buscaría más senderos campestres por los que caminar, haría más galletas, plantaría más bulbos en prima-vera, nadaría en el atardecer, caminaría bajo la lluvia, bailaría bajo las estrellas, recorrería la Gran Muralla, pasearía por playas arenosas, recogería conchas marinas y vidrios, navegaría por fi ordos de regiones septentrionales, cantaría baladas, leería más libros, borraría pensamien-tos sombríos, soñaría fantasías».

—¿Hay algún mensaje que te gustaría transmitirles a tus hijos o a tus nietos? —fue la siguiente pregunta.

Volvió a revisar su diario y volvió a encontrar la respuesta allí: «Disfrutar de la vida no es algo que puedas dejar para cuando hayas terminado de pagar el auto o conseguido una casa nueva, para cuando los hijos hayan crecido, para cuando puedas volver a la universidad, terminar esto o aquello o perder cinco kilos».

Unas cuantas páginas más adelante encontró lo siguiente: «Reza por lo que deseas. A Dios le encanta contestar, pues la oración respondida afi anza la fe y glorifi ca Su nombre».

Y también este pasaje: «Disfruta de cada momento. Disfruta cami-nando y conversando con amigos, disfruta de las sonrisas de los niños pequeños. Goza de la deslumbrante luz de la mañana que envuelve la senda multicolor, de la vastedad de la Tierra que Dios creó, de las colinas, las aves y las fl ores, de las gotas de rocío que resplandecen como diaman-tes sobre un manzano silvestre, de todos los portentos que hizo Su mano».

Cuando le pregunté cómo se las arreglaba para mantenerse tan optimista a pesar de sus trastornos de salud, volvió la hoja para leerme lo siguiente: «¿Qué poeta hace vibrar tu corazón? ¿Quién alumbra los rincones oscuros de la desesperación, aliviando el dolor y disipando la ansiedad? ¿Quién te hace bailar y dar palmas? Cuando lo hayas encon-trado, habrás hallado un tesoro».

En cuanto a mí, encontré tal poetisa unos meses después, cuando leí el siguiente mensaje de despedida de mamá:

Cariño a todos mis amigos.Gracias por ser buenos conmigo,por ayudarme en el inviernoy echar pétalos en el yermosuavizando el verano.Por mí no lloren ni desmayen,que a los Cielos voy a elevarme.Ahora seré libre al fi ndel sufrimiento y del trajín.Dios me tiene en Su mano. ■

(CURTIS PETER VAN GORDER ES MISIONERO DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN ORIENTE MEDIO.)

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Page 70: Padres e hijos en Conéctate

cualidades de un buen matrimonioMARÍA FONTAINE

S e ha dicho y escrito tanto acerca del matrimonio —gran parte de ello bastante complicado o aparen-temente contradictorio— que me interesaba lo que pudiera decir Jesús al respecto. Él tiene una forma

tan estupenda de explicar las cosas con sencillez y claridad, con un enfoque positivo, que estaba segura de que las pon-dría en su debida perspectiva. Así que le pedí que resumiera algunas de las principales cualidades de un buen matrimo-nio, cosa que hizo. He aquí el mensaje que dio:

La idea no era que el matrimonio fuera tan complicado o difícil que apenas unos pocos lograran hacerlo bien. En realidad está al alcance de casi cualquiera. Es también lo que hace más felices a las personas, y lo que hace que su vida sea más valiosa, productiva y satisfactoria, pues se trata de un aspecto primordial del plan de Dios para la humanidad. Nadie cumple a la perfección todos los aspectos que señalo a continuación. Por tanto, no se desanimen si les parece que se quedan cortos en algunos. Hagan lo que puedan y pídanme que los ayude con lo demás.

Reservarme el primer lugar. En virtud de un sencillo principio espiritual, si dan prioridad al tiempo que deben pasar conmigo, tanto a solas como en pareja, todo lo demás se arreglará. «Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas [otras] cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33).

Altruismo. La mayoría de los confl ictos matrimoniales son consecuencia del egoísmo. Ambos cónyuges deben anteponer la felicidad del otro a la propia. En eso consiste el amor verda-dero y duradero.

Voluntad para reconocer y abordar los problemas. La mayoría de los problemas que acaban por hundir una relación no son graves inicialmente, pero se van de las manos porque la pareja no los aborda a tiempo, pensando que se disiparán por sí solos si no les prestan atención, o cuando cambien las circunstancias. Pero eso raramente da resultado. Los matrimonios más sólidos son aquellos que aprenden a afrontar los con-fl ictos y a acordar medidas prácticas para superarlos.

Buena comunicación. Para comprender y satisfacer mutuamente sus necesidades, y para superar juntos las difi cultades, es imprescin-dible la buena comunicación.

Perdón. Perdonarse el uno al otro es la clave para disfrutar de una relación matri-monial fi rme y segura. Pídanse enseguida disculpas por toda palabra o acción con que puedan haberse ofendido.

Apoyarse el uno al otro. Para cultivar una buena relación matrimonial, fíjense siempre en las buenas cualidades del otro y busquen formas de ayudarlo a lucirse, en vez de deni-grarlo, criticarlo o darle la lata.

Cooperación. Conversen y pónganse de acuerdo sobre sus objetivos prioritarios y aprendan a afrontar juntos las difi cul-tades. «Mejores son dos que uno; porque

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Page 71: Padres e hijos en Conéctate

tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero» (Eclesiastés 4:9,10).

Consideración. Además de comunicar amor de una forma muy tierna y convincente, el hecho de mostrarse considerados con los sentimientos, los gustos, las aversiones, el tiempo y las energías del otro alivia las tensiones, previene roces e impide que se susciten un montón de pequeños enredos.

Cariño. Es sorprendente la cantidad de matrimonios que naufragan por falta de cariño. Aunque las expresiones verbales de cariño también son importantes, a veces las caricias, los besos y los abrazos son más efi ca-ces a la hora de manifestar amor y confortar a la persona amada. Son expresiones físicas de lo que se siente por dentro.

Igualdad. Igualdad signifi ca hacer par-ticipar al otro en las decisiones, criar a los niños juntos y compartir las obligaciones eco-nómicas y domésticas. Pero es también algo más. No se trata simplemente de programar el trabajo o repartir la carga por igual, sino de valorarse y respetarse mutuamente a fi n de sacar a relucir las virtudes de cada uno.

Admiración. No hay como saber que las buenas cualidades que uno tiene son reconocidas y admiradas para que crezca su autoestima y se sienta motivado a sobresalir

en lo que es verdaderamente importante. Procuren, pues, apreciar más a la persona estupenda con quien se casaron, y verán cómo se vuelve aún más estupenda.

Abrirse a otras personas. Aun las parejas que mejor con-genian y en las que ambos se sienten totalemente satisfechos y seguros en compañía del otro necesitan de más amigos. Otras personas pueden ayudarlos a madurar de formas que su cónyuge no sería capaz. Su vida en común se fortalecerá si ambos pasan tiempo y realizan actividades con otras personas.

Sentido del humor. «El corazón alegre constituye buen remedio» (Proverbios 17:22). No se lo tomen todo tan en serio. Verán que muchos de los contratiempos, molestias y contrariedades de todos los días no son tan graves.

Optimismo. El optimismo —la tendencia a esperar el mejor desenlace en una situación dada— unido a la fe en Mí casi siempre reporta grandes dividendos, pues a Mí me encanta recompensar la fe. Por otra parte, nada hunde tan rápido un matrimonio como el pesimismo, la actitud de esperar lo peor y quejarse del cariz negativo de toda situa-ción.

Incluirme a Mí. Yo deseo que les vaya bien, tanto en el matrimonio como individualmente, y conozco todas las solu-ciones. Puedo lograr que se disipen montañas de problemas y que se hagan realidad todos sus sueños, pero hay una condi-ción: tienen que incluirme en su relación. ¡Les sorprenderá lo que los tres juntos podemos lograr! ■

(MARÍA FONTAINE ES CODIRECTORA DE LA FAMILIA INTERNACIONAL JUNTO CON SU MARIDO, PETER AMSTERDAM.)

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Page 72: Padres e hijos en Conéctate

Rachel Aird con un grupo

de adultos desfavorecidos

a los que alfabetiza,

en un campamento de

Johannesburgo (Sudáfrica) PUEDE UNA SOLA PERSONA tener un efecto signifi cativo en los demás? Una mujer corriente de mediana edad lo tuvo en mí.

Yo era una chica buena, todo el mundo lo decía. En la primaria fui la mejor alumna de mi colegio en Inglaterra. Saqué notas sobresalientes en todos los exámenes. Obtuve una codiciada beca universitaria que incluía viajes al exterior. Visitaba un orfanato todas las semanas y en mis ratos libres atendía a niños con graves impedimentos mentales. Dedicaba mi vida a ayudar a los demás mediante la psicología clínica. Fui maestra de cateque-sis durante años. No bebía, ni fumaba, ni tomaba drogas. ¿Qué podía faltarme? Una persona lo percibió casi enseguida.

En un hospital psiquiátrico donde traba-jaba durante las vacaciones para adquirir experiencia de tratar a pacientes conocí

VIVENCIAS

«¿Verdad que es estupendo...?»

RACHEL AIRD

a un enfermero muy apuesto de nombre Martín. Empezamos a salir juntos, y a la larga me llevó a su casa a conocer a su madre, Grace. Se trataba de una mujer menuda y delicada, pero muy directa para hacer preguntas.

—¿Eres cristiana? —me disparó estando yo con la guardia baja.

—Por supuesto —respondí.«Al fi n y al cabo —pensé—, todo el

mundo lo es en Inglaterra, ¿no?»—¿Verdad que es estupendo amar a

Jesús? —me preguntó acto seguido.Me quedé cortada. Nunca había pen-

sado en amarlo. Me parecía algo excesiva-mente íntimo. ¿Respetarlo? Sí. ¿Dirigirme a Él guardando las distancias? También. ¿Tratar de observar los Diez Manda-miento? Naturalmente. Pero, ¿amarlo? Me disculpé y salí a dar una vuelta.

Mientras paseaba por los suburbios de la ciudad, no lograba quitarme aquella idea de la cabeza. «¿Verdad que es estu-pendo amar a Jesús?» ¿Por qué habría de necesitar una relación así con Él? A fi n de cuentas, era muy buena por mí misma.

Entonces escuché en mi interior una voz extraña que, teniendo en cuenta lo que me dijo, solo pudo haber sido la voz de Dios:

—¿Qué hay de Mi Hijo, Jesús?—Pues… no creo que lo necesite para

ser buena —respondí.

¿

UNA MUJER

CORRIENTE

DE MEDIANA

EDAD TUVO

UN EFECTO

SIGNIFICATIVO

EN MÍ.

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Page 73: Padres e hijos en Conéctate

Por lo visto aquella no era la respuesta acertada, pues me volvió a preguntar:

—¿Qué hay de Mi Hijo, Jesús?¡No lograba zafarme de aquella voz!Seguí caminando hasta que llegué a

unos campos de cultivo. Allí volví a escu-char la voz.

—Mira este campo. Es fértil y hasta está arado, pero no crece nada en él. Ahora mira el campo continguo. Está lleno de repollos. Así podrías ser tú si me entregaras tu corazón.

Entonces me di cuenta de que sí nece-sitaba a Jesús. Me arrodillé ahí mismo, en la tierra recién arada, y le abrí mi corazón. En aquel momento mi vida dio un vuelco inesperado y fantástico.

Unos 30 años después, al dirigirme al funeral de Grace, pasé por esos mismos campos de repollos. En esa ocasión esta-ban ambos bien verdes, casi listos para la cosecha. Pensé en lo maravillosamente que había cumplido Dios Su promesa de volver fructífera mi vida, tal como había hecho con aquel campo que una vez había estado vacío. Como suelo hacer cuando repaso todo lo bueno que he tenido en la vida, comencé con mis 12 hijos y 9 nietos, los nietos y bisnietos de Grace. En efecto, Martín y yo nos casamos, y cuando falleció su mamá ya habíamos trabajado 30 años como misioneros en muchas tierras lejanas. Al mirar los repollos por la ventanilla del auto sonreí con lágrimas de gratitud, recordando a Grace, que me enseñó a amar a Jesús.

Grace llevó una vida sencilla pero feliz. Nunca tuvo riquezas ni adquirió fama. Y nunca llegó a alejarse de su pueblo de origen, salvo en sus oraciones. Pero como dijo alguien: «No es preciso que una vida sea grandiosa para ser bella. Una vida bella es la que cumple lo que Dios deter-minó para ella». ¡Así era Grace!

Dejó algunas instrucciones un tanto extrañas para su entierro. Pidió que toca-ran una canción de los años 60 —Spirit in

the Sky— porque le encantaba bailarla. Se trata de una canción feliz y llena de vida.

Así quería que la recordaran. Su segundo pedido fue que todos los que asistieran al entierro vistieran alguna prenda de color rojo, que era su preferido.

Al entrar Martín y yo a la iglesia donde estaba por empezar el servicio fúnebre, me pregunté si alguien se acordaría o se habría enterado siquiera de aquel segundo pedido. Las lágrimas volvieron a rodar por mis mejillas al ver a todas las personas que habían venido a dar gracias a Dios por Grace, más de trescientas. Todas vestían alguna prenda roja. De un modo u otro, todas habían sentido su apasionado amor por Jesús.

Después del funeral, la gente se acercaba a Martín y a mí para contar-nos su testimonio: «Me visitó en el hospital todos los días mientras estuve enferma»; «Escuchaba todos mis problemas y oraba por mí, cualquiera que fuera la hora de la noche a la que llamara»; «Me habló de Jesús». Y así sucesivamente. Cientos de vidas trans-formadas silenciosamente por aquella mujercita.

Aquel día, en vez de hacer un entierro lúgubre, celebramos la vida terrenal de Grace y nos regocijamos con ella por la fascinante vida eterna que acababa de iniciar. Ahora sabe lo verdaderamente estupendo que es amar a Jesús, pues lo está experimentando a plenitud. ■

(RACHEL AIRD ES MISIONERA DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN SUDÁFRICA.)

Si aún no has descubierto lo estupendo que es amar a Jesús, hazlo ahora rezando la siguiente oración:

Jesús, gracias por dar la vida por mí. Te ruego que me perdones todos mis errores y ofensas. Entra en mi corazón y concédeme el don de la vida eterna. Hazme conocer mejor Tu amor y lléname de Tu alegría. Amén.

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Page 74: Padres e hijos en Conéctate

?RESPUESTAS

A TUSINTERROGANTES

Últimamente mis hijos se han vuelto bastante irrespetuosos. Parece que cuando trato de corregir la situación sólo consigo empeorarla. ¿Qué me aconsejan?

El primer paso para corregir esa mala conducta es afrontar la cruda realidad de que la culpa de que se encuentren en ese estado es en parte tuya. Como suele suceder con la mayoría de los problemas, tienes que empezar por examinar tus propias acciones y actitudes y proponerte cambiar en los aspectos que sean preci-sos.

Si bien por naturaleza los niños cues-tionan más las cosas cuando se ponen un poco mayores y necesitan más explicacio-nes, la falta de respeto y la desobediencia descarada normalmente se deben a un exceso de indulgencia, pues ésta les enseña a manipular a sus padres en lugar de respetarlos. La solución es ser más fi rme. Sin embargo, por lo general del dicho al hecho hay mucho trecho, porque esa conducta inaceptable se ha convertido en un mal hábito y porque en el momento probablemente consideraste válidos tus motivos para actuar de determinada manera —tu amor por los niños y tu deseo de verlos felices—.

En efecto, esos motivos eran válidos; pero si los resultados fueron negativos es

que tal expresión de amor no fue la adecuada para la situación. La fi rmeza también es una expresión de amor, y en algunos casos, la mejor. Normalmente los niños piensan en lo que los hará felices a corto plazo. De modo que los padres tienen que asumir la obligación de juzgar lo que a la larga será mejor para los pequeños, lo cual en muchos casos entraña decir que no.

Después de eso, es importante que tengas las cosas claras en tu fuero interno. Tienes que saber exactamente qué conductas son aceptables y cuáles no. Para persuadir a tus hijos de que es preciso cambiar ciertas cosas, hace falta que tú tengas un convencimiento profundo.

Si no sabes bien cómo proceder en determinada situación, ora y pídele a Jesús que te lo indique. O si no sabes cuál es el enfoque general que debes aplicar con ellos, pídele que te lo revele. O si piensas que te va a resultar difícil hacer cumplir ciertas reglas que son necesarias, pídele que te dé más determi-nación. Cualquiera que sea tu pregunta o necesidad, Él está más que dispuesto a ayudarte. Él ama a tus hijos más que tú. Puedes tener, pues, la seguridad de que hará todo lo posible por ayu-darte a realizar bien tu labor.

A la hora de establecer las reglas que a tu juicio hacen falta, obtendrás mejores resultados si las debates con tus hijos, razo-

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Page 75: Padres e hijos en Conéctate

nas con ellos y tratas de obtener su cola-boración que si simplemente impones la ley y exiges su respeto. El hecho de con-versar el asunto con ellos —escuchando sus puntos de vista, mostrándote fl exible y haciendo algunas modifi caciones si es necesario— evidenciará el respeto que les tienes. Lo más probable es que te corres-pondan a ese respeto, y ese es el primer paso en la buena dirección.

La forma en que les expliques las cosas dependerá de su edad y su madurez. Una vez más, no hay como pedir al Señor instrucciones, pues lo que podría ser ven-tajoso con un niño tal vez no dé resultado con otro.

Comienza reconociendo que la culpa es en parte tuya y explica por qué es nece-sario el cambio. «Como no le puse coto al asunto de entrada, se han habituado a con-testar mal y faltarme al respeto. Eso tiene que cambiar. No es un comportamiento aceptable en un hogar como el nuestro, en el que queremos que reine el amor».

Deja bien claro cuáles son las reglas y también cuáles serán las consecuencias si no las observan. «Si contestan mal o me faltan al respeto, se quedarán sin esto o sin lo otro». No dudes en cumplir todas las veces lo que les has advertido; de otro modo, tus reglas serán inútiles.

Promételes no sólo castigos, sino también premios por portarse bien. «En cuanto se enmienden recuperarán sus privilegios, y tal vez incluso les daré algo más». Termina la conversación en una nota positiva.

Por último, ruega a Dios que te dé paciencia. Recuerda que no sólo aspiras a modificar una conducta; te propones corregir la actitud que dio lugar a esa mala conducta y cultivar buenos hábi-tos en sustitución de los malos. Eso toma tiempo. El secreto es la oración, la constancia y la firmeza templada con amor. Comprométanse a cambiar juntos y esfuércense hasta lograrlo. ■

EN LA M A NO QU E M ECE LA CU NA ESTÁ EL DESTI NO DEL MU N DO

¡Qué tarea tan importante la de una madre! Las madres de la siguiente generación son las que moldean el futuro. Puede decirse que la maternidad es la vocación más sublime del mundo. Aunque cuidar de un bebé no siempre parezca muy importante, no lo tengas en poco. Sabe Dios la infl uencia que puede ejercer ese niño algún día en la vida de muchas personas.

Ser madre requiere la fuerza de Sansón, la sabiduría de Salomón, la paciencia de Job, la fe de Abraham, la percepción de Daniel y el valor y la capacidad administrativa de David. Sobre todo, indudable-mente hace falta el amor de Dios. ¡Qué tarea!

Ese espíritu abnegado que lleva a las madres a sacrifi car su tiempo, sus fuerzas y hasta su propia salud por el bien de sus hijos es lo que las hace maravillosas. Cualquier mujer puede tener un hijo, pero hay que ser una madre de verdad para «instruir al niño en su camino» (Proverbios 22:6).DAVID BRANDT BERG

LECTURAS ENRIQUECEDORASLa maternidad desde la perspectiva divina

El concepto divino de una mujer virtuosa es también el de una buena madre.Proverbios 11:16Proverbios 12:4Proverbios 19:14bProverbios 31:10–31

Una madre que sigue los preceptos divinos resplandece en su hogar y con sus hijos.Proverbios 14:1aProverbios 31:271 Timoteo 3:11

Una madre temerosa de Dios genera amor y armonía en el hogar.1 Corintios 16:14Colosenses 2:2Tito 2:41 Pedro 4:8

Una buena madre aplica disciplina cuando hace falta y no es excesivamente indulgente.Proverbios 19:18Proverbios 22:15Proverbios 29:15b

Una buena madre imparte a sus hijos sanos valores por medio de la Palabra de Dios.Deuteronomio 6:7Deuteronomio 31:12,13Proverbios 22:6aJuan 21:15b

Ejemplos de amor maternal:Agar con Ismael:

Génesis 21:15,16Los padres de Moisés:

Éxodo 1:22; 2:1,2; Hebreos 11:23

Ana con Samuel: 1 Samuel 1:22–28

El rey Salomón y las dos madres: 1 Reyes 3:23–27

La mujer sunamita y Elías: 2 Reyes 4:17–20,27

La mujer cananea ruega a Jesús que sane a su hijo:

Mateo 15:22–28María a los pies de la cruz:

Juan 19:17,18,25

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Page 76: Padres e hijos en Conéctate

Secretos

para ser buenos

padres

BASADO EN LOS ESCRITOS DE DAVID BRANDT BERG

La clave para criar niños felices, bien adapta-dos y de buen comportamiento es en realidad bastante simple: el amor. Lo que no siempre es tan simple ni fácil es saber cómo aplicar ese amor. A continuación reproducimos diez conse-jos que sin duda te serán de utilidad.

Lleva a tus hijos a aceptar a Jesús. Hay veces en que el amor natural que Dios te ha dado por tus hijos no basta para satisfacer sus necesidades. Les hace falta su propia conexión con la fuente del amor —Dios mismo—, y esa

conexión la consiguen aceptando a Jesús.Establecer un vínculo con Jesús es tan sencillo que

hasta los niños de dos años son capaces de hacerlo. Basta con que les expliques que si le piden que entre en su corazón, Él se convertirá en su mejor Amigo, los perdonará cuando se porten mal y los ayudará a portarse bien. Luego enséñales a hacer una oración como esta: «Jesús, perdóname por portarme mal a veces. Entra en mi corazón y sé mi mejor Amigo para siempre. Amén».

Transmíteles la Palabra de Dios. ¿Qué podría ser más benefi cioso para tus hijos que enseñarles a hallar fe, inspiración, orienta-ción y respuestas a sus interrogantes y pro-blemas en la Palabra? «La fe viene por el oír

la Palabra de Dios» (Romanos 10:17). La lectura diaria de la Palabra es clave para progresar espiritualmente. Eso es válido a cualquier edad.

Si tus hijos son bastante pequeños, puedes empe-zar por leerles una Biblia para niños o libros de Historia Sagrada, o viendo con ellos videos basados en la Biblia y explicándoles lo que sea necesario. Sé constante y hazlo divertido. En poco tiempo tus hijos estarán «sobreedifi cados en [Jesús] y confi rmados en la fe» (Colosenses 2:7). Así habrá menos probabilida-des de que se descarríen a causa de infl uencias malsa-nas o de que busquen respuestas en otros sitios, pues su vida estará fundamentada en el cimiento sólido de la Palabra de Dios.

Enséñales a actuar motivados por el amor. Dios quiere que todos obremos bien, no por temor al castigo, sino porque lo amamos y amamos al prójimo. Si tus hijos han aceptado a

Jesús y les has enseñado a amarlo y respetarlo, y a amar y respetar a los demás, y vas refor-zando esos principios, con el tiempo aprenderán a tener esa motivación.

Desde muy temprana edad puedes enseñar-les a practicar el amor siendo desinteresados y considerados con los sentimientos y necesi-dades ajenos. Jesús lo resumió en Mateo 7:12, en lo que se conoce como la Regla de Oro. La siguiente paráfrasis es un estupendo punto de partida para enseñar a los pequeñitos a tener el amor por motivación: «Trata a los demás como te gustaría que te trataran».

Promueve una comunicación franca y sincera. Si tus hijos saben que vas a reaccionar con calma y con amor pase lo que pase, es mucho más fácil que te confíen sus intimidades.

Si cultivas una relación de confi anza y enten-dimiento mutuo cuando todavía son pequeños, es mucho más probable que mantengan abierta esa línea de comunicación cuando lleguen a la preadolescencia y la adolescencia, período en que sus emociones y problemas se vuelven mucho más complejos.

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Page 77: Padres e hijos en Conéctate

Ponte en su lugar. Procura relacionarte con tus hijos a su nivel y no esperar demasiado de ellos. Recuerda también que la gente menuda suele ser más sensible que las personas mayores, así que es importante tener mucha

consideración con sus sentimientos. Todos sabemos lo descorazonador que es que nos pongan en situaciones embarazosas, que nos ofendan o nos denigren. Si toma-mos conciencia de que esas experiencias desagradables pueden ser aún más traumáticas para los niños, hare-mos todo lo posible por evitarles ese tipo de incidentes.

Da buen ejemplo. Sé el mejor modelo de conducta que puedas, pero sin pretender haber alcanzado la perfección. Manifi éstales amor, aceptación, paciencia y perdón, y esfuérzate por practicar las demás virtudes y por vivir

conforme a los valores que quieres enseñarles.

Establece reglas razonables de conducta. Los niños son más felices cuando saben cuáles son los límites, y esos límites se hacen respetar sistemáticamente, con amor. Un niño malcriado, caprichoso e irresponsable se con-

vierte en un adulto igualmente malcriado, caprichoso e irresponsable. Es, pues, importante que aprenda a responsabilizarse de sus actos. La meta de la disciplina es la autodisciplina, sin la cual un niño se ve en franca desventaja en el colegio, y posteriormente en el trabajo y en la sociedad.

Uno de los mejores métodos para establecer reglas es conseguir que los niños mismos ayuden a fi jarlas, o al menos que las acepten de buen grado. Requiere

más tiempo y paciencia enseñarles a tomar buenas decisiones que castigarlos por decidir mal, pero a la larga es más efi caz.

Prodígales elogios y aliento. A los niños les pasa lo que a todos: los elogios y el apre-cio los motivan a hacer enormes progresos. Cultiva su autoestima elogiándolos sincera y constantemente por sus buenas cualidades y

sus logros. Recuerda también que es más importante y da mucho mejor resultado elogiarlos por su buen comportamiento que regañarlos cuando se portan mal. Si te propones hacer siempre hincapié en lo posi-tivo, tus hijos se sentirán más amados y seguros.

Ámalos incondicionalmente. Dios nunca se da por vencido con nosotros ni deja de amarnos por mucho que nos descarriemos. Así también quiere Él que seamos con nues-tros hijos.

Reza por ellos. Por mucho que te esfuerces y por muy bien que hagas todo lo demás, te verás en situaciones que escapan a tu control o que requieren más de lo

que tú puedes aportar. Sin embargo, nada escapa al control de Dios ni supera Su capacidad. Echa mano de Sus ilimitados recursos por medio de la oración. Él conoce todas las soluciones y puede satisfacer toda necesidad. «Pedid, y se os dará» (Mateo 7:7). «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto» (Santiago 1:17).

¡Que lo disfrutes! ■

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Page 78: Padres e hijos en Conéctate

El amor de una madre es uno de los más claros ejemplos del amor que Yo abrigo por Mis hijos. Una buena madre ama

incondicionalmente y demuestra su amor una y otra vez sean cuales sean las circunstancias. Yo puse ese amor sin igual en el corazón de cada madre para ayudar a todos a entender mejor Mi amor.

Puede que te sientas incapaz de cumplir tu papel de madre. Eres consciente de tus faltas y sabes que no eres perfecta. No obstante, la belleza que rodea a una madre es formidable. Las madres se parecen a Mí por su generosidad y amor desinteresado, y a veces poco correspondido. Se asemejan también a Mí por las oraciones que elevan a favor de sus hijos y el apoyo que les brindan para cumplir sus sueños.

Cuando te concedí hijos, Yo era consciente de que te causa-rían desilusiones, incluso desesperación y angustia. Pero tam-bién sabía que vivirías momentos de gran dicha y de infi nito amor, y que ellos le darían mucho más sentido a tu vida.

Ser madre exige bastante, pero tiene sus recompensas: la alegría de sostener en brazos a un recién nacido, la sonrisa de un pequeñuelo, los momentos felices que se viven en familia, la gratitud y el respeto que te manifi esta un hijo adulto, y todos los gestos de amor intercambiados día a día. Esas son algunas de las muchas bendiciones que recibes en pago de todo aquello de lo que te privas para ser madre. Además, un día en el Cielo se te premiará por todos los sacrifi cios que hiciste. Lo celebrarás con una gran reunión familiar, en la que estarán ausentes las lágrimas y toda limitación terrenal, y en la que te envolverá un amor total. En aquel momento experimentarás el amor maternal en su máxima expresión.

DE JESÚS, CON CARIÑO

A todas las madres: ¡Gracias!

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Page 79: Padres e hijos en Conéctate

!—¡GLAFAFO! —EXCLAMÓ GRACIA, una chi-

quilla de un añito y medio, mientras le tiraba de

la pierna del pantalón a Miguel—. ¡Glafafo, favó!

—repitió tiernamente.

Miguel no entendía nada. Era la primera mañana

que me ayudaba a cuidar de un grupo de chiquitines

y todavía no lograba descifrar su dialecto preesco-

lar.

El pedido de Gracia se hizo más insistente.

—Miguel, ¡glafafo, favó!

Desconcertado, Miguel me preguntó:

—¿Qué dice?

—Que quiere un franelógrafo —dije soltando

una carcajada—, o sea, un cuento representado con

figuras que se colocan en ese tablero cubierto de

felpa que hay allí.

Me agaché para ponerme a la altura de Gracia y le

pregunté:

—¿Qué cuento te gustaría, mi amor?

—¡Popón! —respondió alegremente.

—Pompón —le dije a Miguel.

Gracia sonrió feliz. Todos los pequeños se acomo-

daron en sus sillitas mientras yo buscaba las figu-

ras y el guión del cuento y se los pasaba a Miguel.

—Es un cuento sobre una oveja traviesa llamada

Pompón que aprende a no apartarse del pastor —le

expliqué—. Tengo que atender un par de cosas.

Vuelvo enseguida. Tú puedes hacerlo.

Miguel no estaba tan seguro.

—¿Cómo haces para entender lo que dicen? A mí

me suena a chino.

—Solo hace falta tener paciencia y hacer un

esfuerzo para captar lo que te quieren comunicar,

aunque ellos no acierten a expresarlo —le respondí

mientras salía por la puerta.

A Miguel le fue muy bien, pero unas horas des-

pués se me vino abajo el día: tuve otro desacuerdo

con mi novio. Todavía estaba alterada y pensando

en cortar relaciones con él cuando Rebeca —la

mamá de uno de mis pequeños alumnos— me pre-

guntó qué me pasaba.

«¡Glafafo!»JESSICA ROBERTS

—¡Ay, es que los hombres...! —dije, dando rienda

suelta a mi frustración—. ¡...son inaguantables! Mi

novio es estupendo, ¡pero hay veces en que no lo

entiendo! La mitad del tiempo es fantástico; pero

la otra mitad pareciera que no hablamos el mismo

idioma. No lo comprendo.

Rebeca asentía con la cabeza mientras yo me

desahogaba. Cuando mi diatriba fue perdiendo

intensidad, me dijo:

—Entiendo cómo te sientes. A veces me pasa lo

mismo con mi marido.

Me quedé mirándola. Rebeca es una de esas per-

sonas afables y tranquilas que parecen incapaces de

perder los estribos. No podía imaginármela enojada

o impaciente.

—¿Cuál es el secreto? —le pregunté—. ¿Cómo

haces para no alterarte?

Se quedó pensativa.

—He aprendido a tener paciencia y a hacer un

esfuerzo para captar lo que mi esposo quiere comu-

nicarme, aunque él no acierte a expresarlo.

Al oír el eco de mis propias palabras, me puse

a reflexionar. Había aprendido a tener amor y

paciencia con los niños; pero ¿cuántas veces no

había sabido tratar así a mi novio y a otras perso-

nas adultas? Ese día me propuse escuchar más a los

demás. En vez de sentirme ofendida cuando alguien

me dirigiera la palabra irritado o exasperado, decidí

hacer un esfuerzo por entender sus sentimientos. ¡Y

descubrí que es algo que da resultado con los gran-

des también!

JESSICA ROBERTS ES MISIONERA DE LA FAMILIA

INTERNACIONAL EN MÉXICO.

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Page 80: Padres e hijos en Conéctate

DIS

CIP

LIN

A

DASH

A EREM

EEVA

y

«Herencia del Señor

son los hijos»

(Salmo 127:3)

Un niñito, tierno y puro, es una manifestación del amor de Dios y uno de los regalos más valiosos que puede recibir una persona. En realidad, los hijos no son nues-tros; pero Él nos los encomienda y quiere que los amemos y los formemos. Son regalos de Dios que requieren nuestros cuidados, cual fl ores de nuestro jardín. Son obsequios divinos, sí; pero tam-bién una tarea que Él nos encarga.

Dios, como Padre, nos da ejemplo de cómo quiere que nos conduzcamos nosotros con nuestros hijos. Es justo, misericor-dioso, amoroso y paciente; pero también fi rme cuando ve que nos descarriamos. Al igual que hace un pastor con una oveja indócil, a veces tiene que darnos con el cayado para apartarnos del mal camino. Aunque es un Dios de amor, es también un excelente Padre, que sabe corregirnos cuando nos hace falta.

Al ofrecer un buen ejemplo a nuestros hijos y formarlos, edu-carlos y orientarlos como es debido, les damos un bagaje para toda la vida. «Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él» (Proverbios 22:6, RV95). «Todos tus hijos serán enseñados por el Señor, y se multiplicará la paz de tus hijos» (Isaías 54:13).DAVID BRANDT BERG

Amor

CUANDO MI HIJA KARINA era una

preescolar, yo no sabía qué hacer para

ayudarla a portarse bien. Con fre-

cuencia echaba pataletas y se ponía a

lloriquear cuando la corregíamos, y yo

me exasperaba.

Un día se me ocurrió una idea para

ayudarla a superar esa mala costumbre.

Cuando trataba mal a su hermanita, se

ponía irrespetuosa con su papá o con-

migo, o lloraba sin motivo, la tomaba de

la mano y le explicaba que su conducta

no estaba bien. La llevaba a una habita-

ción contigua que estuviera tranquila y

le explicaba que tenía que quedarse allí

un rato para refl exionar y orar sobre su

comportamiento; y si había molestado a

otra persona, le decía que pensara qué

6 www.conectate.org | CONÉCTATE AÑO 7, NÚMERO 880

Page 81: Padres e hijos en Conéctate

podía hacer para remediarlo.

Al principio nos costó mucho a las

dos. Aunque normalmente reaccio-

naba llorando aún más, la dejaba ahí,

y al cabo de unos minutos volvía para

hablarle de su conducta. Después

rezaba con ella para que se enmen-

dara y terminaba la pequeña sesión

correctiva con abrazos y besos para

demostrarle que la entendía y perdo-

naba. Si había lastimado, ofendido o

molestado a otra persona, le mandaba

que le pidiera perdón. Al cabo de varios

meses de seguir sistemáticamente este

procedimiento, noté un gran cambio en

ella.

Las primeras veces que empleé

esta táctica me preocupó que Karina

se fuera a resentir por tener que estar

sola en otro cuarto, aunque sólo fuera

unos minutos. Por eso la empleé con

moderación. Primero hacía siempre una

breve oración y le preguntaba al Señor

si se justifi caba o no. Creo que esa fue

la clave. El hecho de orar primero me

ayudaba a guardar la compostura y

proceder con amor; también la ayudaba

a ella a aceptar mejor la disciplina. A

pesar de algunas protestas iniciales, dio

y sigue dando resultado. Fue un gran

alivio para mí, pues otros correctivos no

habían surtido efecto.

Todavía empleo ese recurso con

ella. La ha ayudado a madurar, pues se

trata de una medida disciplinaria que

le enseña ciertos principios y no sólo

le inspira temor. Esos ratos que pasa

solita en la habitación para refl exionar

y calmarse, seguidos de una breve ora-

ción y charla en que le explico por qué

tiene que ser cariñosa con su herma-

nita, obedecer a sus padres y respetar

las reglas, la ayudan a captar por qué se

la corrige.

Al fi nal de cada una de esas breves

sesiones, le manifi esto lo orgullosos

que estamos Jesús y yo de que esté

aprendiendo tanto, y la animo a hacer

cosas buenas por los demás, para que

Jesús, mamá y todos sigamos contentos

con ella. En el transcurso de esas con-

versaciones también le prodigo cariño,

para que se dé cuenta de que sus faltas

están perdonadas. Esta clase de correc-

ción le ha hecho sentirse más segura, lo

cual la predispone a seguir mejorando.

A menudo los padres andamos tan

ocupados que pensamos que no tene-

mos tiempo para largas charlas con

nuestros pequeñines. Pero he compro-

bado que, aunque toma más tiempo orar

y abordar los problemas en el momento,

a fi n de que los niños capten lo que les

queremos enseñar, a la larga se ahorra

tiempo. Lo mejor de todo es que les

inculca principios para toda la vida y

es una excelente forma de enseñar-

les a cultivar una buena relación con

Jesús. Aunque nos tome un poco más

de tiempo, vale la pena, porque luego

serán más obedientes y sabrán tomar

buenas decisiones por sí mismos.

DASHA EREMEEVA ES MISIONERA DE LA

FAMILIA INTERNACIONAL EN RUSIA.

EL HECHO

DE ORAR

PRIMERO ME

AYUDABA A

GUARDAR LA

COMPOSTURA

Y PROCEDER

CON AMOR.

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A QUELLA SONRISA

DE MI BEBITO era una nimiedad. Sin embargo, modificó mi perspectiva de la vida.

Al despertarse y mirarme, vio lo que más importancia tiene para él en todo el mundo: ¡yo! No le importó que hubiera que cambiarle el pañal, ni que mi pantalón de pijama no combinara con la blusa, ni que estuviera toda despeinada. Simplemente me quiere y desea estar conmigo. No necesita perfección; el amor lo pone todo en su debida perspectiva. En ese momento en que lo tomé en brazos y me impregné del amor que irradiaba se me esclareció algo que me había preguntado un rato antes.

La falta de perfección en la vida es algo que siempre me ha molestado. Cuando alguien dice o hace algo que me contraría, suelo argumentar: «¿Por qué tiene que haber choques de personalidad, descuidos, faltas de consideración, injusticias, desaires, pesimismo? ¡Son cosas que suceden todos los días y

mundo Un

perfectoVIVENCIAS CHALSEY DOOLEY

están mal! ¡Ojalá no existieran! Si todo el mundo —incluida yo misma— se condujera como es debido, mi vida sería toda dicha y perfección». Consideraba que la perfección era lo único que alguna vez aliviaría mis irritacio-nes. Pero a la vez sabía que eso nunca se daría. La vida es así. Necesitaba otra solución.

Cuanto más cavilaba, más me daba cuenta de que lo que en realidad quería era que el mundo girara en torno a mí, mis deseos, sentimientos, preferen-cias y prioridades. Algo tenía que cambiar, y en este caso, cua-lesquiera que fueran las faltas de los demás, la que tenía que cambiar era yo. Pero, ¿cómo? Ya lo había intentado antes.

Aquella mañana, mientras tenía en brazos a mi bebé, una voz me susurró: «¿Te habría gus-tado que tu bebé fuera perfecto de nacimiento?»

Al sopesar esa idea, com-prendí que nada me habría desagradado más. De haber podido él caminar y correr desde el día en que nació, nunca habría podido yo disfru-

tar de la expresión de emoción que se dibujó en su carita el día que logró dar sus primeros pasos. Además me habría per-dido ese singular sentimiento de tenerlo en brazos sabiendo que dependía enteramente de mí. De haber podido hablar perfectamente bien desde el día en que nació, jamás habría podido yo experimentar la ale-gría de oírlo decir su primera palabra. Si supiera todo lo que sabe una persona mayor, nunca habría podido verlo pasmado ante algún descubrimiento, y nunca habría tenido la dicha de enseñarle algo nuevo. Me habría perdido muchísimas cosas. En realidad sus imper-fecciones lo hacen perfecto. ¡No querría que fuera distinto!

Entonces me pregunté: «¿Qué hace que su imperfec-ción sea diferente de todas las otras imperfecciones que me rodean?»

La respuesta no podía ser más clara: «El amor».

¡Eso es! Eso es lo que me falta. Eso es lo que más preciso para enfrentar con valor y alegría los

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problemas que quisiera que no existieran.

Me dije: «Imagínate todo lo que te perderías si tú y los que te rodean fueran perfectos desde el comienzo. Te perde-rías ese aspecto imprevisible y sorpresivo de la vida; la dicha de perdonar y ser perdonada; los estrechos vínculos de amistad que se forman en medio de la adversidad, y las cualidades que se cultivan también en esas situaciones».

Me di cuenta de que añadir pensamientos negativos a una situación ya de por sí negativa nunca da resultados positivos. En ese momento me propuse buscar y descubrir las oportuni-dades y experiencias positivas que se ocultan detrás de la más-cara de la imperfección.

Más tarde aquel mismo día mi bebito no podía dormir. Decidí entonces sacarle provecho a una situación difícil poniendo en práctica lo que acababa de aprender. Hice a un lado lo que a mi juicio era lo mejor para él y para mí en ese momento, y mi marido y yo nos tomamos un

rato para cantar y reír con él. Fue un momento perfectamente feliz que todos nos habríamos perdido si aquel día todo hubiera salido perfecto.

Cada situación y cada persona con que nos topamos pueden contribuir a llenar nuestra vida de felicidad y sorpresas, en tanto que miremos más allá de lo inmediato. Podemos enfocar cada dificultad, pérdida, herida y deficiencia como una pista para hallar un tesoro, o como la puerta de una cámara acorazada donde encontraremos bellos tesoros de Dios. «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7:7). CHALSEY DOOLEY ES MISIONERA

DE LA FAMILIA INTERNACIONAL

EN EL ORIENTE MEDIO.

SI EN EL JARDÍN DE

TU VIDA ENCUENTRAS

MÁS TIERRA QUE

FLORES, ES POSIBLE

QUE TENGAS LOS OJOS

MUY CERCA DEL SUELO.

¡LEVANTA LA MIRADA!

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CONÉCTATE AÑO 8, NÚMERO 5 | www.conectate.org 3

A PRINCIPIOS DE LOS AÑOS 80 yo era una niña flaquita

de ocho años que sufría de asma. Vivía con mi familia en la India. Una antigua amiga de mis padres nos vino a visitar y me dijo sonriente que me había cuidado cuando yo era una bebita. En aquel momento sentí que existía un vínculo especial entre las dos. Mientras ella conver-saba con mis padres sobre los viejos tiempos, me arrodillé detrás de ella y silenciosa-mente le hice una trenza en su cabellera color miel. Era la primera vez que intentaba algo semejante, y me salió bastante suelta y asimétrica. Cuando terminé, le pregunté si le gustaba. Ella la palpó y dijo: «¡Está preciosa! Además, con este calor resulta muy cómoda. Gracias por hacér-

mela». Así, una niña de ocho años que no se sentía capaz de hacer gran cosa adqui-rió cierta conciencia de su propia valía y se dio cuenta de que ayudar a los demás en pequeños detalles tiene su recompensa.

Un par de años después —también en la India— hici-mos una excursión a una montaña que tenía mil esca-lones de piedra. El asma me obligaba a parar a descansar bastante seguido; pero bien valió la pena el esfuerzo. Cuando llegamos a la cima, exploramos un fascinante museo que había sido en otro tiempo un magnífico palacio. Al pasar por las habitacio-nes lujosamente amobladas y muy bien conservadas, y por los jardines cuidados con espléndida exquisitez, entendimos el entorno en que había vivido la antigua realeza india.

Al día siguiente, nues-tra profesora nos pidió que

hiciéramos una redacción sobre la excursión. Yo me propuse documentar todos los porme-nores de lo que habíamos visto el día anterior: la subida por la escalinata; los monos con que nos topamos en el camino y la forma en que tomaban maní de nuestras manos y se lo comían; la enorme estatua de un temible gue-rrero a la entrada del palacio, y cada detalle del palacio mismo. Quedé muy complacida con mi redacción, y mi profesora también, aunque me explicó dulcemente que por lo general no conviene empezar cada oración con la palabra entonces. Me recomendó otras opciones que me parecieron interesantes. Esas críticas constructivas eran conceptos nuevos para mí, pero el estímulo y la ayuda que recibí ese día me llevaron a seguir una carrera muy gratificante como escritora y correctora.

Así que, independientemente de que seas padre, madre, docente, puericultor o un simple observador, nunca subestimes la influencia que puedes tener en los niños que forman parte de tu mundo. A veces lo único que se necesita es una sonrisa de aprobación o unas palabras de aliento para transformar una vidita. Y el amor que des te vendrá de vuelta. ◄

Internacional en los EE.UU.

Muchos no comprenden que el mundo del mañana depende de las personas mayores de hoy, de lo que decidan conceder o denegar a la siguiente generación. David Brandt Berg

INFL ENCIAA. A.

A. A. es miembro de La Familia

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UN HOGAR MÁS FELIZ

Adaptación de una charla radial de Virginia Brandt Berg

¿Cuál es la mayor lacra de las familias de hoy? Según el

doctor James Bossard, antiguo profesor de sociología de la

Universidad de Pensilvania que dedicó 40 años al estudio

de los aspectos más descuidados de la vida familiar, es el

modo en que los padres hablan delante de sus hijos.

Luego de analizar extensas grabaciones de los intercambios que se dan a la hora de comer, el doctor Bossard escribió: «Jamás imaginé que detec-taría un patrón en tales conversaciones familiares. En realidad sólo me proponía averiguar de qué se hablaba en la casa. Pero con asombro descubrí que todas las familias seguían ciertos hábitos de conversación bien marcados y que el más corriente de todos era el de criticar.

»En esas familias casi nunca se dice nada bueno de nadie. No paran de quejarse de sus amigos, de sus parientes y de sus vecinos, de casi todos los aspectos de su vida, desde las largas colas de los supermercados hasta la estupidez de su jefe.

»Ese ambiente familiar constantemente negativo tiene un efecto desastroso en los niños, de los que un alto porcentaje es antisocial y goza de escasa aceptación entre sus compañeros. Esa pauta de hostilidad que se da en las familias conduce a con-

flictos entre los miembros de las mismas. Inevita-blemente las comidas se convierten en una ronda de insultos y altercados. Los chicos interiorizan ese patrón de comportamiento y luego tienen dificultades para relacionarse con los demás.

»Hace muchos siglos —destaca el doctor Bossard— un gran Maes-tro nos indicó que es mucho más importante lo que sale de la boca que lo que entra en ella». Ese maestro fue Jesús, y esas sabias palabras se encuen-tran en Mateo 15:11.

Jesús también dijo: «De la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34). Si el alma de una persona es super-ficial, egoísta y mezquina, todos esos defectos se ven reflejados en las pala-bras que brotan de sus labios. En cambio, cuando alguien está bajo el control del Espíritu Santo, las palabras que pronuncia irradian la luz divina, por cuanto Cristo es luz (Juan 1:4; 8:12).

Las palabras de una per-sona llena del Espíritu de amor de Dios ejercen una atracción magnética sobre los demás. Cuando el cora-zón arde con amor divino, no es preciso esforzarse por expresarse con sen-

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timiento o ternura, pues todas las palabras que uno dice tienen un sabor y una fuerza que emanan de la profundidad interior.

¿Aspiras a decir siempre las palabras justas, en el momento oportuno y tal como conviene, de modo que tengan un efecto bueno y duradero? Eso puede parecerte casi imposible, y es que humanamente hablando, lo es. Mas no así cuando das lugar a que el Espíritu del Cristo viviente hable a través de ti.

¿Cómo se logra eso? ¿Cómo puede estar uno tan lleno del Espíritu de Cristo que este lo guíe en todo lo que diga? Sólo es dable cuando se pasa tiempo con Él, alimentán-dose de Su Espíritu y de Su amor. Es imperativo que te tomes tiempo para leer Su Palabra escrita, la Biblia, y embeberte de Su Espí-ritu, dejando que te hable en tus ratos de oración y reflexión.

Si no haces eso, cuando más lo desees y más lo necesites no te van a salir las palabras opor-tunas. Es probable que lo que emane de tu boca sea superficial, insípido y negativo. En cambio, si das cabida a Jesús en tu interior y pasas ratos en Su presencia, absorbiendo Su amor y Su Espíritu, «de

EL ARRANQUE DEL DÍAMe n saje d e Je sús

Un modo espléndido de ayudar a tus seres queridos a empezar bien el día es manifestar-les amor a primera hora. Me dirás que eso no es tan fácil cuando apenas estás despertán-dote. Sin embargo, si le pides a Dios que te dé ese empujoncito que necesitas y haces un esfuerzo de tu parte, creo que te llevarás una agradable sorpresa.

No tomes el desayuno con los ojos clava-dos en el plato, en el periódico o en algún cupón publicitario. Hagan juntos un repaso de todas las cosas buenas que les he conce-dido. Agradézcanme las maravillas que saben que voy a obrar por ustedes a lo largo del día en respuesta a sus oraciones, simplemente porque los amo. Lean un breve pasaje de la Biblia. Oren unos por otros y por lo que tienen por delante ese día. Invoquen una promesa de Mi Palabra para cada victoria que les haga falta.

¡Llénense de Mí! Yo soy amor y luz. Mis fuerzas son infalibles, y todo me es posible. Antes que nada, báñense en Mí. Así estarán preparados para hacer frente a cualquier prueba o tarea difícil que el día les depare.

Esos minutos que pasen juntos en la mañana son también ideales para infun-dir ánimo a los demás. Dile a tu esposa lo bonita que se ve. Dile a tu hijo que no tienes ninguna duda de que le va a ir muy bien en el colegio. Despídanse con un abrazo o un beso. Eso es como decir: «No veo la hora de estar otra vez contigo».

Si comienzan el día con amor, éste los sostendrá a lo largo de la jornada. ◄

lo más profundo de tu ser brotarán ríos de agua viva» (Juan 7:38, LBLA).

El problema no radica en la lengua, sino en el corazón. Las palabras son el medio por el que comunicamos a los demás lo que abriga nuestro corazón. Jesús enseñó que las palabras revelan nuestro estado interior: «El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas» (Mateo 12:35).

No hay, pues, modo alguno de cambiar el tenor de nuestras palabras, como no sea transfor-mando el espíritu del que brotan. Se precisa una transformación del cora-zón.

Si lo que necesitas es un giro de esa naturaleza, comienza por rezar: «Crea en mí, oh Dios, un cora-zón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí» (Salmo 51:10). Dedica luego tiempo a Jesús —fuente de toda bondad, amabilidad y mansedumbre— y en breve profundizarás tu relación con Él y te darás cuenta de que tus palabras transmiten Su Espíritu e influyen más para bien en las personas con quienes tienes relaciones afecti-vas. ◄

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DESDE EL PRINCIPIO, LOS PADRES se dan cuenta de que no lo saben todo y no son perfectos. Pero los bebitos y los niños pequeños son tan inocentes y confiados que ni siquiera lo advierten. La toma de conciencia, por así decirlo, comienza unos años después y alcanza su punto máximo durante la adolescencia. La solución no está en esforzarse inútilmente por alcanzar el rango de padre perfecto o madre perfecta, sino más bien en aprender a sacar partido de nuestras imperfecciones y nuestra incompetencia. A continuación explicamos tres ventajas que tiene ese enfoque:

En primer lugar, cuando uno se sabe débil e incapaz, está más presto a pedir y aceptar la asistencia divina. «No que seamos compe-tentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios» (2 Corintios 3:5). Cuando somos débiles, Él se hace fuerte en nosotros y por nosotros (2 Corintios 12:9). El hecho de recurrir a Dios nos proporciona unas fuerzas y una sabiduría que no podría-mos alcanzar por pura superación personal.

En segundo término, nuestras debilidades nos mantienen humildes. Y al ser humildes, juzgamos menos a los demás y somos más amorosos y compasivos con nuestros hijos. Normalmente eso también nos predispone a escuchar las recomendaciones de otras perso-nas que, por estar un poco más distantes de la situación, ven las cosas con mayor claridad.

Por último, al no ocultarles a nuestros hijos que nos consideramos débiles y vulnerables

RESPUESTAS A TUS INTERROGANTES

Padres imperfectos

y que necesitamos la ayuda de Dios, en realidad les damos un magnífico ejemplo. Además, eso puede conducir a una relación más estrecha con ellos.

Así que no dejes que unas cuantas debilidades te frenen o te lleven a tener una mala imagen de ti. A pesar de todas tus flaquezas e imperfecciones, puedes ser un buen padre o una buena madre. Es más, sin ellas no podrías cumplir bien tu función.

Habiendo dejado eso sentado, hay que decir que la mejor forma —en realidad la única— de saber lo que necesita un niño y cómo ayudarlo es preguntárselo al Señor. La clave para realizar bien nuestra labor —aparte de estar llenos del amor de Dios— es aprender a pedirle la solución a nuestros proble-mas. Jesús siempre conoce el

remedio idóneo. El hecho de contar con Su asistencia alivia enormemente nuestra carga.

Por ejemplo, si un hijo tuyo está pasando por una etapa difícil y estás empe-zando a perder la paciencia, pídele ayuda a Jesús. Cuando recurrimos a Él, Su Espíritu nos serena, nos da soluciones y nos ayuda a capear todas las dificultades que surgen. Puede llenar nuestro corazón y nuestros pensamientos de Su amor y así infundirnos una paciencia que supere nuestra capacidad natural. O, por ejemplo, si tu hijo tiene la costumbre de contestar mal, pídele a Jesús que te indique el origen de esa conducta y la mejor forma de remediarla. Él conoce a tu hijo como nadie, y además sabe todas las soluciones. ◄

A medida que mis hijos se van haciendo mayores, me resulta cada vez más difícil guiarlos como tanto deseo. Los problemas son más complejos, y cada vez soy más consciente de mi incapacidad, y ellos también. ¿Qué me aconsejan?

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María Fontaine

UNA COSA QUE LOS NIÑOS hacen continuamente es discutir entre sí. Muchas veces es más bien con-

tradecirse, casi por el gusto de llevar la contraria. En muchos casos lo hacen para demostrar su superioridad, para que se vea que el otro está equivocado y quedar ellos bien. Los niños caen en eso práctica-mente a cada momento.

Por eso es preciso enseñarles que está mal creerse superiores y rebajar a los demás. Puede que en algunos casos tengan razón: a lo mejor su punto de vista es acertado. Generalmente se enzarzan en una discusión porque creen que tienen razón. El caso es que, tengan razón o no, deben aprender que está mal discutir.

Es importante que los niños aprendan a ponerse en el lugar de los demás. Pre-gúntale a tu hijo: «¿Cómo te sentirías si respondieras mal a una pregunta o dijeras algo equivocado, y alguien soltara: “¡Qué tontería! ¿Cómo puedes ser tan idiota?” Pues así se sienten tus hermanos o tus amigos cuando los contradices o les seña-las sus faltas».

Conviene ilustrarles con un ejemplo cómo hacen que se sientan los demás.

Una vez que se dan cuenta del efecto que tienen sus palabras en las personas que los rodean, la mayoría procuran ser más cuidadosos con lo que dicen y la forma en que lo expresan.

Se les puede explicar: «Cada vez que haces eso de rebajar a un amigo para quedar tú mejor, lo dejas en ridículo. Así sólo conseguirás perder amigos». O: «Piensa en lo mal que se siente tu her-manita cuando haces eso. No tendrá ganas de volver a abrir la boca. Lo peor es que le das a entender que no la quieres, pues no te importa herir sus senti-mientos».

Es preciso que las personas mayores nos esforcemos por no caer en lo mismo. Y también debe-mos hacerles ver a los

En se ñ a r a lo s

n iñ o s a s e r

co n s id e r a d o s

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CONÉCTATE AÑO 8, NÚMERO 5 | www.conectate.org 9

chicos que el no hacer eso es una forma de manifestar amor, de ser considerados con sus amigos y con los niños pequeños.

Darle a alguien el bene-ficio de la duda y elogiarlo en vez de rebajarlo es una manera de mostrar amor. Hay muchos gestos de cariño que los niños —por su corta edad— no son capaces de hacer por los demás; por ejemplo, prepa-rar una comida o cuidar de un familiar enfermo. Pero pueden manifestar amor y consideración animando a los demás en vez de poner-los por los suelos.

Naturalmente, hay situaciones en que los chicos mayores se sienten obligados a corregir a sus hermanitos. Si un niño dice que las vacas son azules, su hermano mayor piensa que debe corregirlo. No obstante, debe aprender a hacerlo con amor y buenos modos. Es también elemen-tal enseñarle a distinguir entre las veces que debe hacerlo y las que no; es decir, cuándo es necesario que aleccione a su herma-nito y cuándo puede dejar pasar el error o la impreci-sión.

En primer lugar, enton-ces, hay que enseñarle a discernir. Tal vez no valga la pena corregir el con-cepto erróneo que pueda tener de las vacas una niña de 3 años. No tardará

en aprenderlo cómo son viéndolas en libros o en la vida real.

En segundo lugar, cuando el niño se vea en la necesidad de corregir a alguien —o sea, de contra-decirlo—, puede aprender a hacerlo con buenos modos. «Creo que te equivocas. Normalmente, las vacas son negras, marrones o blancas, no azules». O: «Yo pensaba lo mismo cuando era pequeño; pero después me di cuenta de que son negras, marrones o blancas, no azules». O: «Veamos en tu libro de qué color son las vacas».

A los niños —como al resto de los mortales— les resulta mucho más fácil aceptar lo que dice la persona que los corrige si ésta se dirige a ellos ama-blemente. Por desgracia, la mayoría de los niños se contradicen de una forma revanchista, despreciativa o sarcástica.

El amor no humilla ni avergüenza, sino que levanta el ánimo y hace que la gente se sienta bien por dentro. En cambio, con-tradiciendo y discutiendo ponemos en evidencia a los demás o les hacemos sen-tirse inferiores. A veces los chicos no se dan cuenta de eso hasta que les sucede a ellos. Así y todo, les cuesta entender que los demás se puedan sentir igual de mal en esa situación.

Si las personas mayores tenemos tendencia a contradecir automáticamente a los demás, señalar sus errores y ponernos a discutir

—todos lo hacemos—, no podemos recriminar a los chicos cuando caen en lo mismo. Lo que sí podemos hacer es esmerarnos por darles mejor ejemplo y enseñarles a conducirse con más amor y consideración en ese aspecto. Es notable la diferencia entre los niños que discuten, pelean, riñen y se contradicen, y los que se quieren de verdad, colaboran unos con otros y se relacionan armoniosamente.

Por supuesto, el amor y la consideración tienen muchas facetas más. No deja de ser un tema bien complejo. Lo que está claro es que es uno de los principios más importantes que podemos enseñar a nuestros hijos: los que de pequeños no aprenden a ser amorosos y considerados de palabra y de hecho, de mayores conservan la costumbre de discutir y contradecir. Si queremos que nuestros hijos tengan éxito en la vida, nada reviste más importancia que enseñarles a conducirse con amor. ◄

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MIS HIJOS de nueve y diez años vinie-ron una vez más a

presentarme sus quejas.—¡Mamá, Chalsey se

queda con todos los Lego!—¡Davin siempre se guarda

las mejores piezas!Kristy, la de cinco años,

lloraba:—¡No vale! Yo quiero

armar un avión, pero ellos no quieren.

Toda la tarde había sido lo mismo, una cosa tras otra. Por muchos juguetes que tuvieran, no podían pasarla bien. Faltaba algo. Hice una breve oración y le pedí al Señor una ilustración, algo

bañados en crema de chocolate blanco. Se deshacían en la boca.

—Al igual que sucede con los panqueques, cuando ustedes me dicen que quieren jugar con sus juguetes, no sólo quieren juguetes. Lo más sabroso de los panqueques era la crema de chocolate. El llevarse bien entre ustedes es como la crema. Cuando se llevan mal, el juego no tiene gracia. Aunque tengan todas las piezas Lego que quieren, no lo pasan bien. No se divierten. Lo interesante es jugar juntos. Así es como disfrutan de verdad. Los panqueques se sirven con crema.

Los niños entendieron perfectamente la comparación y, como por arte de magia, deci-dieron jugar juntos. Aunque el mal tiempo nos obligó a quedarnos en casa varios días, nadie se molestó. Los chicos jugaron con todos los juegos y juguetes que había en la casa. Cuando se caldeaban los ánimos, les decía:

—Los panqueques necesitan más crema.Al meditar en eso más tarde, me di cuenta

de que aquella enseñanza no era solamente para mis hijos. A veces me esfuerzo mucho por alcanzar las metas que me he propuesto y veo todo lo demás como una distracción. «Tengo que hacer esto, tengo que hacer aque-llo». Quiero hacer rendir al máximo mis horas de trabajo y no tener interrupciones. Pero después me pregunto por qué me resulta todo tan árido y por qué lo disfruto tan poco.

A todos nos ocurre con frecuencia que nos comemos los panqueques solos. Concede-mos tanta importancia a lo que tenemos que hacer que nos olvidamos de que sin miel o sin crema los panqueques resultan desabridos. No podemos dejar que nuestro trabajo, o incluso nuestras aficiones, nos lleven a prescindir de las amistades que hacen más plena nuestra vida.

Si te das cuenta, pues, de que estás hasta el tope de preocupaciones, estrés y trabajo y más trabajo, si sientes que perdiste la chispa, si lo encuentras todo un poco insulso, quizá te hace falta cubrir esa jornada con un buen cucharón de crema. ◄

Misty Kay es miembro de La Familia Internacional en EE.UU.

con

crema

PANQUEQUES

Misty Kay

que nos ayudara a atacar el problema.

—¿A quién le gustan los panqueques a secas, sin nada encima? —pregunté.

Los niños se quedaron sorprendidos ante el repen-tino cambio de tema.

—¿A quién le gustan los panqueques sin ninguna crema ni mermelada, pan-queques que se te atoran en la garganta?

—¡A mí no! —exclamaron al unísono.

—De acuerdo. O sea que ayer, cuando me pidieron panqueques, no querían sólo panqueques. Querían pan-queques con crema.

Había sido el día del padre. Lo celebramos desayunando unos panqueques calientes

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LECTURAS ENRIQUECEDORAS

Los niños

LOS NIÑOS SON UNA BENDICIÓN DEL SEÑOR.

Génesis 49:25Salmo 113:9Salmo 127:3–5

DIOS CONOCE Y AMA A LOS NIÑOS AUN

ANTES QUE NAZCAN.

Salmo 22:10Isaías 49:1Jeremías 1:5

LA FORMACIÓN QUE RECIBAN EN SUS

PRIMEROS AÑOS LOS GUIARÁ TODA LA VIDA.

Proverbios 22:6

SI DESCUIDAS A TUS HIJOS EN FAVOR DE

OTRAS COSAS, TANTO ELLOS COMO TÚ

SUFRIRÁN LAS CONSECUENCIAS.

Proverbios 29:15b

DEBEMOS ENSEÑAR A NUESTROS HIJOS LA

PALABRA DE DIOS.

Deuteronomio 6:6,7Isaías 38:19bJoel 1:3Juan 21:152 Timoteo 3:15

ENSEÑA A TUS HIJOS A CONFIAR EN DIOS.

Salmo 22:9Salmo 34:11Salmo 78:6,7

DEBEMOS LLEVAR A NUESTROS HIJOS A

ACEPTAR A JESÚS.

Marcos 10:14Juan 1:12

ÚNICAMENTE DIOS PUEDE ENSEÑARLES LO

MÁS IMPORTANTE DE LA VIDA.

Salmo 25:5Proverbios 8:32,33Isaías 54:13

CONSEJOS PARA PADRES

David Brandt Berg

LOS NIÑOS NO ENTIENDEN TODO LO QUE SUCEDE, pero confían en que nosotros sí lo entendemos, y en que lo que decimos es válido y cierto. Tienen fe en nosotros. Por eso es tan importante tratar sus sentimientos con mucho cuidado y oración.

CUANDO LOS NIÑOS PEQUEÑOS están en vena de llevar la contraria, no es el momento de pedirles nada. A todo dicen que no.

HACE FALTA TENER REGLAS, pero no pongas más de la cuenta. Cuantas menos reglas estrictas haya, de esas cuyo incumpli-miento acarrea un castigo, mejor.

CADA NIÑO TIENE SU PROPIA PERSONALIDAD, y a cada uno hay que tratarlo según su grado de madurez y sus características y personalidad particulares.

SI TE PONES EN EL LUGAR DE TUS HIJOS, estarás en mejo-res condiciones de entender sus conflictos.

HAY QUE DECIDIR QUÉ REGLAS SE DEBEN OBEDECER sin falta y sin excepción, y cuáles se pueden flexibilizar a veces. Para ello, sin embargo, hace falta la sabiduría de Dios. Por eso, esas decisiones se deben tomar, en la medida de lo posible, con mucha oración, consultando con el Señor y Su Palabra, no a la ligera.

HACE FALTA MUCHO TINO PARA SABER cuándo tratar de convencer a un joven para que proceda según lo que la expe-riencia nos indica que dará mejor resultado, y cuándo debemos acceder a hacer las cosas a su manera. A veces la autoestima que adquiere cuando se le confía una decisión o cuando ve que estamos dispuestos a tomar en cuenta sus deseos y opiniones importa más que las ventajas de que haga las cosas como le decimos. Y como es natural, con frecuencia la experiencia es el mejor maestro.

DIOS NOS HA DADO EJEMPLO. Debemos proceder con nues-tros hijos como Él lo hace con nosotros. Él procura persuadir-nos a obrar como es debido, a hacer lo que da mejor resultado; pero nos da libre albedrío y nos permite tomar nuestras propias decisiones. Cuando no haya inconveniente, hagamos lo mismo con nuestros hijos mientras todavía son pequeños. Eso los facul-tará para tomar decisiones acertadas cuando lleguen a mayores y lo que esté en juego sea más trascendente. ◄

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LOS HIJOS NUNCA OLVIDAN los momentos significativos que pasan con sus progenitores. ¿No son esos

los recuerdos de la niñez que evocamos con más cariño, los ratos en que nuestros padres nos demostraban su amor dedicán-donos tiempo y atención?

La atención personal que prestamos a los niños contribuye enormemente a su desarrollo. Si los privamos de ella, se consideran desdeñados y poco impor-tantes, y al cabo de un tiempo se sienten rechazados. Eso nos sucede a todos. No siempre es necesario estar mucho tiempo con un niño para que comprenda que se lo quiere y aprecia. Lo que sí es imprescin-dible es pasar algo de tiempo con él. Y la calidad de los ratos que les dediquemos es tan importante como la extensión de los mismos.

Lo mejor que podemos invertir en nuestros hijos es tiempo. Y es también el mejor regalo que les podemos hacer. Ninguna otra cosa tiene un efecto tan duradero en su vida.

LA MEJOR INVERSIÓNDE CARA A LOS HIJOS

Alguien dijo sabiamente: «Nuestros hijos necesitan más nuestra presencia que nuestros presentes». Juega con ellos, lee con ellos, abrázalos, anímalos, dis-fruta de ellos. Sal a pasear con ellos y simplemente pasa un rato con ellos charlando. Hazles pregun-tas y escucha sus respues-tas. Presta atención a lo que dicen.

La mayoría de los padres tienen tanto que hacer que no dan abasto. Cuando surgen impre-vistos, el tiempo que se pasa con los hijos queda relegado al último lugar. Solemos razonar que ya tendremos tiempo mañana. Pero nuestros hijos nos necesitan hoy.

Conviene que deter-mines cuánto tiempo a la semana debes pasar con cada hijo y que busques espacios para ello. Con-sidera que esos ratos son compromisos ineludibles y tienen prioridad sobre todo lo demás. Si surge una situación de verdadero apremio, puede que sea necesario que reprogra-mes el tiempo que vas a pasar con ellos; pero no lo canceles del todo. Si ves que postergas con frecuen-cia el tiempo que deberías dedicarles, es necesario que reevalúes tu escala de prioridades y tu plan y que elabores uno que dé resultado.

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LA MEJOR HERENCIA QUE PODEMOS DEJAR

A NUESTROS HIJOS ES DEDICARLES UNOS

MINUTOS CADA DÍA. Orlando Battista

Un joven abogado que gozaba de éxito profe-sional dijo: «El mejor regalo que me han hecho en la vida vino en un paquete muy pequeño que pesaba menos que una pluma. Me lo entregó mi padre en Navidad. Dentro había una nota que decía: “Hijo, este próximo año te obse-quiaré 365 horas. Todos los días después de cenar te dedicaré una. Hablaremos de lo que tú quieras, iremos a donde quieras y jugaremos a lo que quieras. Será tu hora”. Mi padre no sólo cumplió esa promesa, sino que la renovó todos los años. Fue el regalo más valioso que me han hecho jamás. Soy el fruto del tiempo que pasó conmigo».Citado en Moody Monthly

Cuando un niño mayor tiene problemas necesita aún más que se le dedi-que tiempo, y se hace preciso escucharlo con más atención. No hay que apresurarse a ofrecerle soluciones o consejos, y no conviene sermonearlo, sino escuchar todo lo que quiera decir antes de res-ponderle. De ser posible, hay que ayudarlo a llegar por su cuenta a las mejores conclusiones. Luego, debe-mos tomarnos un rato para orar y escuchar la apacible voz de Dios en nuestro corazón y nuestra mente. Él siempre está presto a aclarar nuestros interro-gantes, y a menudo nos ofrece sorprendentes solu-ciones. (V. los apartados El

mejor amigo de los padres y Ratos para escuchar a Jesús del libro Preescolares, de la colección Soluciones para

padres. También Escucha

palabras del Cielo, de la colección Actívate.)

Además del tiempo que se pasa con los hijos, hay que tomarse tiempo para orar por ellos. Esa es otra cosa que se suele descui-dar a menos que se prio-rice. Hay que hacerse el tiempo. Orar por los hijos es una excelente manera de llegar a comprenderlos mejor. Dios puede reve-

larnos verdades acerca de ellos que no podríamos descubrir de ningún otro modo. Además, también nos hace saber cuánto los ama, lo que a su vez nos mueve a amarlos más. Y nos llena de Su amor, el cual nos faculta tanto a nosotros como a ellos para superar cualquier obstá-culo.

Muchos padres con hijos ya crecidos dicen que una de las cosas que más les pesa es no haberles dedicado más tiempo en sus primeros años. Ello conlleva ciertos sacrifi-cios. Al principio puede parecer que no se está aprovechando el tiempo de la mejor manera; pero vale la pena perseverar. Cada momento que se dedica a los hijos es una inversión a futuro. Las recompensas son eternas.

Para los hijos es funda-mental saber que pueden contar con nosotros, aun cuando nos parezca que no estamos haciendo gran cosa por ellos ni logrando nada valioso. ◄Extracto de La formación de

los niños, de Derek y Michelle Brookes. © Aurora Production AG, 2004. El libro puede solicitarse escribiendo a cualquiera de las direcciones de la página 2.

«Instruye al niño en su camino —dice la

Biblia—, y aun cuando fuere viejo no se

apartará de él» (Proverbios 22:6). Debe-

mos moldear sus pensamientos, educarlos,

entusiasmarlos y alentarlos; y por encima

de todo, es preciso que les mostremos el

camino que conduce a Dios y que edifique-

mos su fe en la Palabra divina. Si hacemos

eso y les damos buen ejemplo, estarán

preparados para hacer frente a todo lo que

se les presente en la vida.

David Brandt Berg

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¿ 14 www.conectate.org | CONÉCTATE AÑO 8, NÚMERO 5

DE LOS

ENTRETENIMIENTOS

MODERNOS

David Brandt Berg

los culpables de conductas réprobas haciéndolos pare-cer envidiables y buenos en otros sentidos. Los mues-tran bien parecidos, próspe-ros, simpáticos, más listos que las personas mayores y con plena libertad para hacer lo que les plazca.

Los niños se encuentran en un proceso de forma-ción de los valores sobre los cuales fundamentarán su conducta el resto de su vida. Es obligación de los padres orientarlos a través de ese proceso. Los cabezas de familia están faltando a su deber si dejan a sus hijos ver lo que quieran en la televisión sin ningún tipo de orientación ni explicación sobre lo que es y lo que no es social-mente aceptable. Eso vale también para los progra-mas orientados a los niños, incluidos los que ostentan la etiqueta de didácticos.

El solo hecho de que una película o serie de televi-sión esté catalogada de apta para niños no significa que sea buena para los tuyos. Corresponde a los padres tomar esa decisión. Ellos tienen también el deber de apartar a sus hijos de lo negativo, ya sea evitando exponerlos a esas influencias, o bien explicándoles por qué son perjudiciales y no conviene imitarlas.

El mundo del entrete-nimiento mediático está que da pena. Podría ser un

¿HAS OBSERVADO QUE ACTUALMENTE lo que más motiva las risas del público son los comentarios morda-ces que hacen los actores para ridiculizarse y herirse el uno al otro? Eso se considera gracioso. Para mí es ofensivo. Cuando yo era chico, ese comportamiento resultaba chocante y ofensivo. Ahora en cambio suscita carcajadas en los espectadores.

EL LADO MALO

Ya casi no se ve ninguna película o teleserie en la que los niños no discutan ni tengan tremendas pelo-teras. Y los padres igual: están continuamente dis-cutiendo y denigrándose el uno al otro delante de sus hijos, y de los tuyos. Ha lle-gado a ser la norma en las familias que aparecen en los medios de difusión; de ahí que a los niños no les extrañe en absoluto que los miembros de una familia se conduzcan así.

Da lástima decirlo, pero probablemente es un fiel retrato del típico hogar norteamericano. Al fin y al cabo, la mayoría de las teleseries se producen en EE.UU. y van dirigidas al público de ese país. Si bien esa clase de trato puede considerarse la norma, eso no significa que sea aceptable. Es una falta de consideración, es hiriente y ofensivo. Y lo peor es que ¡es contagioso! Se está convirtiendo rápidamente en símbolo de la vida doméstica en casi todas partes, mayormente por la influencia que tienen esas teleseries en todo el mundo. ¡Qué horror!

Los niños imitan lo que ven y escuchan, y por naturaleza tienden a copiar lo negativo. Los más pequeños, sobre todo, no siempre son capaces de distinguir entre el bien y el mal, y les resulta aún más difícil cuando se ensalza a

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excelente medio de instruc-ción, como lo fue en otros tiempos; sin embargo, está cada vez peor.

En los principales órga-nos de difusión actuales raramente se hace mención de Dios, como no sea en las blasfemias. El ocultismo se presenta como algo intri-gante y genial. A las perso-nas religiosas, en cambio, generalmente las pintan como si estuvieran chifla-das. Cuando yo era chico, muchas películas hacían referencia a Dios y a la oración de forma positiva y reverente. Hasta los peores personajes terminaban casi siempre enmendándose y escarmentando. En aque-llos tiempos las películas tenían un final feliz, con moralejas y enseñanzas.

Hoy en día es todo lo contrario. A veces difí-cilmente se puede distin-guir entre los buenos y los malos. Y lo que más repudio son esas películas en las que al final triunfa el mal.

En las dramatizaciones griegas, la ópera clásica europea y las obras tea-trales de Shakespeare ocurrían muchas tragedias; pero siempre dejaban alguna enseñanza. Para los griegos, el dolor y la tristeza que provocaban las tragedias eran bene-ficiosos por su efecto purificador. Las tragedias de Shakespeare tenían pro-fundidad y sentido. Todas

PADRES PROACTIVOS

Cómo sacarle provecho a la televisión

No dejes que tus hijos vean la televisión sin ninguna guía.

Antes de permitir que vean una película o un programa de TV, revísalo o lee una reseña del mismo. Aplica un criterio selectivo.

Procura que los ratos que pasen frente al televisor

—viendo diversos progra-mas, documentales o películas— sean entrete-nidos y a la vez didácti-cos. Siéntate con ellos y coméntalos. Les ayudará a formarse un buen crite-rio.

Habla con sus hijos de lo que hacen con sus amigos en sus ratos de esparcimiento, no con suspicacia, sino para ayudarlos a formar sus valores y ser consecuen-tes con ellos.

Compensa la TV con otras actividades divertidas: juegos grupales, deportes, excursiones, etc.

las fábulas de Esopo tenían su moraleja al final.

En contraste, la mayor parte de la música, las películas, la televisión, los videos y otras formas de entretenimiento de la actualidad no comunican nada serio y valioso. Lo dejan a uno con una sensación de desesperanza. «Todo es una calamidad. El mundo está desquiciado. Dios debe de ser un monstruo para haber creado un mundo así». Se lo achacan todo a Dios. Aunque no lo nombren, eso dan a entender: «¿Qué culpa tengo yo? ¡Es injusto! ¿Por qué me tiene que suceder esto a mí?»

En los dibujos animados de antes ya se veía bastante violencia: los personajes se liaban a palos, salían disparados por los aires, de todo. Sin embargo, algunos dibujos animados actuales son aún peores: inician a los niños en la brujería y los hechizos. A mí me gusta mucho lo sobre-natural, siempre que se acentúe la parte buena; pero muchos de los dibujos anima-dos de hoy en día presentan y promueven la parte nefasta, todo lo que ofrece Sata-nás. ¡Parece que hubiéramos vuelto al oscurantismo medieval! ¡Es atroz!

Lo mismo sucede con gran parte de la música y los videoclips de hoy en día. Casi no se entienden las letras. Al menos la mayoría de la gente mayor no logra enten-derlas sin hacer un gran esfuerzo. Pero si uno se lo propone, o si lee las letras [la mayoría se encuentran en Internet], en muchos casos uno se espanta al ver las perversiones y los valores trastocados que los compositores y las bandas enseñan a la gente joven a través de su música.

Los padres de familia debemos revisar detenidamente las influencias a las que están expuestos nuestros hijos y decidir si esos son los modelos de conducta que queremos para ellos. No olvidemos que el día de mañana ellos serán el producto de lo que vean, escuchen y emulen hoy. ◄

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fsea tu interacción con ellos. No traiciones, pues, su confianza. Dales un ejemplo que puedan seguir con orgullo.

Si quieres hijos extravertidos, que manifiesten auténtico interés por los demás, sé tú así. Si aspiras a que sean generosos, obra tú con generosidad. Si anhelas que sean sinceros, practica tú la sinceridad. Si te gustaría que fueran optimistas y dados a buscar soluciones, aborda tú positivamente los retos y avatares de la vida. Si deseas que me amen, me respeten y tengan una firme relación conmigo, cultiva tu propia relación conmigo dedicándome tiempo, leyendo Mi Palabra y cumpliendo sus preceptos. Si quieres que tengan un corazón agradecido, dame las gracias y alábame por Mi bondad a cada oportunidad.

Da buen ejemplo a tus hijos durante sus años de formación. De esa manera esos vínculos de amor y respeto serán indestructibles, por muchas circunstancias adversas a las que ellos o tú se enfrenten. Además así estarán en condiciones de convertirse en adultos de los que tú y Yo podamos estar orgullosos. Finalmente, cuando te reúnas conmigo en Mi Hogar celestial, te diré: «¡Te felicito por tu buena y fiel labor!» (Mateo 25:21, parafraseado).

EDUCAR A LOS HIJOS nunca ha sido fácil. Sin embargo, todos los padres cuentan con algo estupendo a su favor desde el primer día: sus retoños los quieren y los admiran más que a nadie. Eso constituye una parte esencial del designio divino: tus hijos son un regalo del Cielo, pero también una obra en curso. Es tu deber formarlos hasta que lleguen a ser personas adultas amorosas y responsables.

El amor y el respeto que tus hijos tienen por ti son innatos, pero no estáticos. Aumentan o disminuyen día a día según cuál

Formar mediante el ejemplo

DE JESÚS, CON CARIÑO

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M I hIJO MANUEL (3 años) estaba

haciendo un juego educativo en la com-putadora cuando su hermana Alondra (6 años) reclamó que la dejara jugar también a ella un rato. La respuesta de Manuel fue típica: «Yo llegué primero».

No sé de dónde lo habrá aprendido él, pero me di cuenta de que ese es un prin-cipio de la sociedad humana, eso de que el que llega primero tiene más derechos por la sencilla razón de que llegó antes. El que pisa por primera vez una tierra tiene derecho a tomar posesión de ella. El que primero encuentra una perla en el mar, o una mina de oro, o un yaci-miento petrolífero, puede apropiarse de lo que encontró. El que primero hace un invento o un descubrimiento científico puede patentar su hallazgo y lucrar con él. El que primero se sienta en una mesa de un restaurante tiene más derecho a ella que el que llega después. El que primero se instala en una parte de la

Jorge Solá

playa se convierte en dueño de esos metros cuadrados hasta que los abandona.

En el caso de mis hijos, yo les enseño que si uno lleva media hora jugando en la computadora, ya es hora de que le deje un turno al siguiente. Me imagino que la mayoría de los padres hacen lo mismo. Pero menudo caos se pro-duciría si aplicáramos ese principio a todo aspecto de la sociedad. Sería insólito que un propietario dijera: «He disfrutado de estas tierras durante un buen tiempo; ya es hora de que se las deje a otro». O que alguien que tiene un buen empleo se lo cediera a uno que está cesante y justo de dinero.

Tales ejemplos son un tanto extremos, pero ¿qué hay de los pequeños actos de consideración? ¿Con qué frecuencia las personas que van sentadas en el bus o en el metro ceden su asiento a los que acaban de montarse y todavía no han tenido oca-sión de descansar los pies? ¿Es mucho pedirnos que hagamos esos pequeños sacrificios? ¿Será que no los hacemos simplemente porque no vemos que otros los hagan y nadie nos los exige?

Bien pensado, actuamos así llevados por el egoísmo, por nuestra naturaleza pecaminosa. El amor de Jesús, en cambio, nos da fuerzas para romper con el inmovilismo,

Alondra y Manuel en un potrero.

Yo llegué primero

CRIAR CON

EL CORAZÓN

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vencer nuestras tendencias egoístas, ir contracorriente y obrar con amor. Jesús dijo: «Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses» (Mateo 5:42), y: «Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir» (Lucas 6:38). Desde luego hoy en día esos son conceptos revolucionarios. ¡Cómo nos aferramos a nuestros derechos egoístas! Pero Dios desde un principio quiso que fuéramos generosos y altruistas, y con Su amor podemos ser así. Si practicáramos esa clase de amor, ¡cuántos problemas se desvanecerían! El mundo sería bien distinto. Probémoslo, entonces. Hagamos todo lo posible por los demás; ¡seguro que Dios nos lo paga con creces! Jorge Solá es misionero de La Familia

Internacional en Chile.

LECT U R AS EN RI QU ECEDOR AS

AMARNOS LOS UNOS A LOS OTROS

DIOS NOS AMA, Y

NOSOTROS DEBEMOS

AMARNOS UNOS A

OTROS.

Juan 13:34Efesios 5:2a1 Juan 4:7a1 Juan 4:111 Juan 5:1b

DIOS NOS DOTA DE

AMOR PARA AMAR A LOS

DEMÁS.

Romanos 5:5Gálatas 5:221 Tesalonicenses 4:92 Tesalonicenses 3:52 Timoteo 1–7

LA PRINCIPAL LEY DE

DIOS ES AMAR.

Mateo 22:37–39 Marcos 12:33Lucas 10:25,27,28Gálatas 5:14

EL AMOR ES LA MAYOR

VIRTUD.

1 Corintios 13:2,13 Gálatas 5:6Efesios 3:17,19Colosenses 3:14

AMARNOS FERVIENTE-

MENTE UNOS A OTROS.

1 Tesalonicenses 3:121 Pedro 1:22b1 Pedro 4:8

AMAR PURA Y

SINCERAMENTE.

Jueces 16:15aRomanos 12:91 Pedro 1:22aFilipenses 1:9,10

BENEFICIOS DE AMAR A

LOS DEMÁS.

Juan 13:35Efesios 3:17–191 Juan 2:101 Juan 3:141 Juan 4:7b1 Juan 4:121 Juan 4:16

DA CON ALEGRÍAA Dios le agradan las personas que dan con alegría, voluntariamente, porque saben que la generosidad com-place al Señor y que de esa manera ayudan a su prójimo, sin esperar nada a cambio. Dar así puede ser el mayor placer del mundo, porque conforme se vacía la cartera se llena el corazón. «El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado» (Proverbios 11:25). «Más bienaventurado es dar que recibir» (Hechos 20:35). En el reino de Dios, las personas más ricas serán las que más dadivosas fueron. David Brandt Berg

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EL VALOR ES

LA ANSIEDAD

QUE LE HEMOS

ENCOMENDADO

AL SEÑOR CON

UNA ORACIÓN.

ME CRIÉ ENTRE

ARROYOS y lagos. Tenía dieciséis años cuando fui a un balneario del Atlán-tico y vi el mar por primera vez. La noche en que lle-gamos iba caminado por el paseo marítimo y me aven-turé hasta la punta de un muelle de madera. Cuando las primeras olas rompieron estruendosamente justo delante de mí, me aferré aterrorizada a la baranda. Desde entonces he sentido por el mar una mezcla de cariño y respeto. No soy buena nadadora, pero me encanta mirar el mar y sentir la arena entre los dedos de los pies. Me gusta incluso la sensación de ingravidez que tengo cuando una ola pequeña me levanta, siem-pre y cuando haya a mi lado algún objeto flotante al que pueda asirme.

Así pues, cuando fuimos a pasar un verano junto al mar y mis dos hijos adoles-centes se interesaron en una modalidad de surf llamada

bodyboard, entendí su entu-siasmo. Me parecía bien que se fueran a unos 100 metros de la playa, bien sujetos a sus tablas, a esperar la ola perfecta. Pero con el trans-curso del tiempo se volvieron más audaces y empezaron a insistir en que la ola perfecta se hallaba cada vez más lejos. Yo me quedaba sentada en la playa observando aquellos puntitos —mis hijos— en medio de la inmensidad del mar, y pugnaba por controlar mi ansiedad.

A veces los padres permi-timos que nuestra inquietud dicte lo que les dejamos hacer a nuestros hijos. Si algo nos causa preocupa-ción, automáticamente les prohibimos hacerlo, lo cual es un error. Pero en realidad la ansiedad tiene su lugar. Es señal de amor e interés. Es como una luz roja que nos indica que es necesario orar. A mí me parece que la preocupación puede ser beneficiosa cuando nos lleva a convertir nuestros

CRIAR CON EL CORAZÓN

El mar y la ansiedadJOSIE CLARK

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¿QUÉ TE

DESEARÉ?

¿Qué te desearé?¿Que ganes y prosperes?¿Cantos primaverales?¿Delicias y placeres?¿Cielos siempre azules?¿Un florido sendero?¿Te haría eso felizeste año venidero?

¿Qué te desearé?¿Qué se puede encontrar que a lo largo del añote dé dicha total?¿Dónde está ese tesorobello y duraderoque te hará felizeste año venidero?

Te desearé feque crezca cada día;esperanza abundante,radiante y festiva;amor que al miedo venza,amor puro y sincero.Eso te hará felizeste año venidero.

Paz en el Salvador;que halles en Él reposomirando Su semblantesonriente y amoroso.¡Cristo siempre a tu lado!Y gozo verdadero.¡Eso te hará felizeste año venidero!ADAPTACIÓN DE UN POEMA

DE FRANCES RIDLEY

HAVERGAL (1836–1879)

pensamientos negativos, nuestra ansiedad, en una oración que puede generar un resultado positivo en determinada situación.

Si bien es nuestro deber instruir a nuestros hijos y encaminarlos bien, en cierto momento conviene que nos retiremos y confiemos en que el Señor evitará que les pase algo grave. A medida que los niños crecen, necesitan verse expuestos a una gama cada vez más amplia de experiencias. Es preciso que aprendan a responsabi-lizarse de sus actos y a orar por sí solos cuando estén en medio de la inmensidad

del mar.

De todos modos, se sienten más seguros si saben que sus padres están en la orilla, que velan por ellos y no cejan de orar por su bienestar. Uno de mis hijos vivió un momento de pánico cuando una ola lo tomó por sorpresa y lo revolcó, y se le soltó la cuerda que lo sujetaba a la tabla. Temió que se fuera a ahogar, pero recordó que yo estaba en la playa orando por él, y él también rogó a Dios. En ese ins-tante, tuvo la certeza de que se salvaría; y así fue.

A medida que mis hijos van haciéndose mayores e independizándose, pienso en lo importante que es que sepan que tienen una madre que ora por ellos. Eso les recuerda que deben acudir a Dios en los

momentos de angustia. Yo no puedo estar con ellos y sostenerlos, pero Él sí. No puedo satisfacer todas sus necesi-dades ni resolver todos sus problemas, pero Él puede obrar milagros por ellos si ponen su fe en acción y oran.

En una ocasión, un conocido me contó que fue a la playa con sus hijos y unos amigos, y una de las chicas se vio atrapada por una corriente de resaca. Al ver que era arrastrada mar adentro, él se dio cuenta de que le pasaba algo, se tiró al agua y se puso a nadar hacia ella. La corriente era más fuerte de lo que se esperaba y tardó mucho en llegar hasta donde se encontraba la niña. Para cuando llegó, la chica estaba a punto de ahogarse

Trató de ayudarla a regresar, pero se dio cuenta de que él mismo estaba ago-tado y no iba a aguantar. Invocó a Dios, y el Señor le dijo que dejara de esforzarse tanto y estirara la pierna hacia abajo. Tocó lo que pensó que era la punta de una barra de arena y logró quedarse allí, sosteniendo a la chica y subiendo y bajando con las olas hasta que llegó un equipo de rescate.

Una vez a salvo en la playa, uno de los socorristas le comentó: «No entiendo cómo logró quedarse tanto tiempo sosteniendo a esa chica a flote en el agua». Mi amigo le habló de la barra de arena que apenas lograba tocar estirando las piernas. El salvavi-das respondió: «¿Qué barra de arena? Conozco esta zona, y en el lugar donde usted estaba el agua tiene varios metros de profundidad. No hay nin-guna barra de arena».

Hasta en medio de la inmensidad del mar el Señor nos da algo en qué apoyar-nos, aunque tenga que crearlo de la nada para responder a nuestras fervientes oraciones. JOSIE CLARK ES MIEMBRO DE LA FAMILIA

INTERNACIONAL EN EE.UU.

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TERMINABA OTRO DÍA LARGO y ajetreado. Mi esposo llevaba casi tres semanas fuera de casa, por asuntos de trabajo. Cuidar sola de nuestro hijo de ocho años y del bebé de dos meses era para mí una experiencia nueva y difícil. Tenía ganas de acostarme enseguida a dormir, pues me hacía mucha falta; pero el bebé se puso inquieto. En cuestión de minutos le vino una iebre muy alta y vomitó. Estuve un par de horas consolándolo y tratando de calmarlo.

Finalmente cerró los ojos, y pensé que yo también podría dormir un poco. Sin embargo, después que terminé las últimas cositas y me acosté, el bebé

NO ES NINGUNA MOLESTIA

ÁNGELA HERNÁNDEZ

empezó a vomitar de nuevo. Me levanté, lo cambié y lo limpié todo. Pero apenas terminé, volvió a vomitar, esta vez encima de mí. Repetí una vez más todo el rito del aseo. Dos minutos después tuve que hacerlo por cuarta vez.

Gracias a Dios, después se quedó dormido plácida-mente. Me quedé un rato mirándolo, relexionando sobre lo que acababa de ocurrir. Aunque el nene había vomitado repeti-damente, no me había importado limpiarlo una y otra vez. Para nada me había enojado con él; ni se me había cruzado por la cabeza distanciarme de él porque me hubiera causado tanta incomo-didad. Al contrario, el amor me había impul-sado a tomarlo en brazos, cuidarlo y hacer que se sintiera seguro y querido.

Jesús hace lo mismo con nosotros. Por mucho que la embarremos, Él siempre está a nuestro lado, dis-puesto a tomarnos en Sus brazos, limpiarnos y hacer que nos sintamos amados y seguros. El amor que tiene por nosotros no disminuye en absoluto a causa de nuestros pecados y errores. Y nunca hace oídos sordos cuando le pedimos auxilio. Comprende nuestras la-quezas y nos ama de todos modos. Nada puede sepa-rarnos de Su amor. •

«¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? ¡Aunque ella lo olvide, Yo nunca me olvidaré de ti!» (Isaías 49:15). «El amor del Señor es eterno

para aquellos que lo honran» (Salmo 103:17, Dios Habla

Hoy).

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DESPUÉS DE CUATRO AÑOS Y UN VIAJE EN AUTOBÚS DE 44 HORAS, por fin visité a mi hija y a mi yerno y vi por primera vez a mi nieta Giovanna. Me conquistó desde el primer instante. Es tan linda, tan inteligente, tan activa… Que me disculpen los demás abuelos, pero mi nieta es la más exquisita y más bonita del mundo.

Pasé con ella tanto tiempo como me fue posible. Quería conocerla y entenderla. Me impresionó que se pareciera tanto a su madre cuando tenía la misma edad y que se comportara igual. Al mismo tiempo, tenía sin duda alguna su propia per-sonalidad y estilo.

Yo le di mucha importancia a la educación de mis hijos desde que eran bien pequeñitos. Mi hija y mi yerno también: A los veinte meses, Giovanna ya lee algunas palabras, cuenta hasta veinte, conoce los colores básicos, reconoce figuras geométricas y se ha aprendido varios versículos simplificados de la Biblia. Es muy inteligente, pero eso no le impide irradiar todavía la inocencia de una chiquitina.

Un día que estaba corriendo y jugando un poco alborotada, velozmente pasó de hacer un ejercicio gimnástico en la cama (cabeza y pies firmemente plantados en el colchón, el trasero hacia arriba, los brazos formando el travesaño de la A) a caer al piso con un ruido sordo. Se llevó una sorpresa, pero afortuna-damente no se hizo nada grave. Su rostro reflejaba una mezcla de susto, incredulidad y vergüenza.

Tras unos instantes sentada, se recuperó y se puso de pie. Me ofrecí a orar por ella, pues imaginé que aquella caída inespe-rada le había debido de resultar un poco dolorosa. Tan pronto terminó la oración, abrió sus brillantes ojazos color almendra y vi que le habían vuelto las ganas de jugar. Separó las manos, lista para reanudar las actividades importantes de su vida de niña: más saltos y juegos.

VIVENCIAS

La solución de Giovanna

VICTORIA OLIVETTA

Pocos después, su padre tuvo que viajar a otra ciudad y ausentarse dos días, y ella lo extrañaba. Él acostumbra pasar un rato con Giovanna todos los días a la misma hora siempre que puede, y esa era la hora en que ella más lo echaba de menos. Mi hija le dijo que en vez de estar triste debía orar por su papá, y entonces rezaron juntas. De inmediato, la expresión de Giovanna se transformó. Dejó de preocuparse y extrañar a su papá y se quedó tranquila. Volvió a ser la niña contenta y juguetona de siempre.

Su fe sencilla me llevó a replantearme la mía. Una cosa es confiar en que Dios contesta nuestra oraciones —al fin y al cabo acudimos a Él porque esperamos una respuesta—, y otra muy distinta orar con tal convencimiento de que Dios nos oye que al instante deje-mos de preocuparnos. Giovanna no dudó en absoluto; por eso se quedó satisfecha y pasó a otra cosa.

¿Para qué preocuparnos, entonces? Pode-mos aplicar la solución de Giovanna a nues-tros problemas y desilusiones. Nos basta con encomendar esas situaciones al Señor y confiar en que Él las resolverá, sin preocuparnos por cómo ni cuándo.

VICTORIA OLIVETTA ES MIEMBRO DE LA FAMILIA

INTERNACIONAL EN ARGENTINA. •

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VALE LA PENA TENER la sencillez de un niño. Jesús dijo: «Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los Cielos» (Mateo 18:3). «Dejad a los niños venir a Mí, porque de los tales es el reino de Dios» (Marcos 10:14). Debemos ser como niños —cariñosos, tiernos— y tener una fe sencilla, aceptar con fe infantil todo lo que tiene el Señor para nosotros.

Los niños son prototipos de los ciudadanos del Cielo. Parecen angelitos bajados de lo alto. Sus vivencias celestia-les están aún tan frescas que entienden lo que es la oración y otras cuestiones espirituales mejor que la mayoría de los adultos. Hablan con Dios, y Él les responde. Así de simple. No les cuesta escu-

LA FE DE UN NIÑODAVID BRANDT BERG

char a Dios, porque tienen una fe pura y llana. Se les ha concedido el don de ser ricos en fe. Para ellos es de lo más normal. Creen todo lo que dice Dios, y nada les parece imposible.

La mayoría de la gente mayor sabe demasiado. Ha adquirido tantos conoci-mientos que ha perdido su fe infantil. Sin embargo, hay muchos que tienen la fe y la confianza de un pequeñín y que a diario hacen cosas que los intelectuales incrédulos consideran imposibles. Por eso, procura ser como un niño. Verás que pueden suce-der maravillas. •

PARADOJAAunque Jesús no tuvo criados, le decían Señor.

Aunque no tenía título, lo llamaban Maestro.

Aunque no tenía medicamentos, lo consideraban un Sanador.

Aunque no tenía ejército, los reyes lo temían.

Aunque no triunfó en batallas, conquistó el mundo.

Aunque no cometió crimen alguno, lo crucificaron.

Aunque lo sepultaron en una tumba, hoy todavía vive.

ANÓNIMO

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Dicen que los cosas sencillas de la vida son las que nos reportan las mayores ale-grías. Eso se hace patente en la hora que paso al principio del día con tres pequeños de 2 y 3 añitos, para que sus madres —compañeras misioneras de La Familia Internacional con quienes convivo y trabajo— puedan empe-zar el día con buen pie. Debo reconocer, sin embargo, que no siempre ha sido así.

En teoría el plan parecía estupendo; pero dado que los tres todavía usan pañales, uno de ellos casi siempre me recibía con una sorpresa maloliente, mientras que la otra estaba hecha un mar de lágrimas porque su madre la dejaba conmigo un rato. Muchas veces tenía ganas de decirles: «Créeme, tengo peor disposición para esto que tú».

Los primeros días los saludaba con una taza de café en la mano y, en cuanto podía, me desplomaba en un sofá a esperar que pasara la hora. Huelga decir que las más de las veces aquello terminaba abruptamente cuando una pelea entre dos de los pitusos desembocaba en alaridos que se escuchaban en un radio de 5 cuadras. ¿Qué caracoles podía hacer yo con ellos durante una hora entera?

Al cabo de varios días de lo mismo, una de las niñas tomó un librito del suelo, se me acercó y se sentó en mi regazo.

—¿Libo? —me dijo mirándome con sus ojazos redondos.

—¿Por qué no?Apenas empecé a leer, los otros dos se

acomodaron al lado nuestro.

Me sorprendió cuánto sabían. Cada uno señalaba en la página algo que le era conocido y lo nombraba a su manera, o imitaba como podía el sonido de uno de los animales.

Leímos un libro tras otro, y de esa manera volví a descubrir que los chiquitines de esa edad son como esponjas: lo absorben todo. Aprendían cantidad de cosas de lo que les leía. Le empecé a tomar gusto al asunto. Decidí volcarme por entero a esos ratos que pasaba con ellos y prepa-rar otras actividades para hacer juntos.

Hoy en día, esa hora que paso con ellos es uno de mis ratos preferidos de la jornada. Sea lo que sea que hagamos, no hay ocasión en que uno de ellos no diga con entusiasmo: «¡Vez!» —que en su lenguaje significa «otra vez»— cuando terminamos una actividad. Y todos se echan a reír cuando vuelvo a empezar.

Ayudarlos a aprender y descubrir cosas nuevas y oírlos reírse a carcajadas es mucho más gratificante de lo que me había ima-ginado inicialmente. Todavía hay sorpre-sas malolientes y de vez en cuando alguna rabieta, pero he aprendido que el empeño que yo ponga en los ratos que paso con ellos determina lo provechosos que sean. ¡Cada día pueden ser mágicos!

ESTEFANÍA PAONE ES MIEMBRO DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN MÉXICO. ∏

ESTEFANÍA PAONE

MOMENTOSMÁGICOS

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Disciplinar a los niños significa formarlos, enseñarles a llevar una vida ordenada y, con el tiempo, a auto-disciplinarse. La disciplina entendida como una serie de reglas que se imponen a los niños resulta ineficaz, pues en cuanto quedan libres de la autoridad paterna, se desbo-can. En cambio, disciplinar en el sentido de enseñarles a llevar una vida ordenada tiene efectos duraderos: les inculca autodisciplina.

La disciplina no se reduce a impartir corrección y sancionar comportamientos inadmisibles, aunque reco-nozco que esos son aspectos esenciales. Primeramente es preciso establecer límites y directrices claros y dar uno mismo buen ejemplo de con-ducta; luego se debe impartir la enseñanza paso a paso y ser constante en su aplicación.

A la mayoría de los padres al principio les cuesta mucho castigar, y a algunos no sólo

al principio. Les tenemos tanto cariño a nuestros hijos que no queremos amargar-les la vida. Deseamos de todo corazón que hubiera alguna forma de eludir el asunto, de que aprendieran de un modo más fácil. Pero como los queremos tanto, los corregimos. Sabemos que les conviene escarmentar y que a la larga les evitará perjuicios mayores. Dice la Biblia que la disciplina «da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados» (Hebreos 12:11).

No se puede esperar que los niños aprendan a portarse bien por su cuenta. Es un proceso largo que requiere constancia, amor y equidad. Es probablemente el trabajo más difícil y complejo que tienen los padres. En cierto modo es más fácil dejar que los chiquillos anden descon-trolados y se entretengan solos. Pero con el tiempo los padres descubren que es mucho más provechoso entregarse a la ardua labor de disciplinar a los niños. El no hacerlo acarrea más de un dolor de cabeza.

Hasta que los niños no aprenden las lecciones ele-mentales de la obediencia, el respeto, la consideración por

DESDETEMPRANA

Sobre la necesidad de disciplinar con amor y constancia

MARÍA FONTAINE

EDADla labor De los paDres

no sólo consiste en consolar a los hijos cuando se caen y preocuparse de que se alimenten bien, se cepillen los dientes y otras funciones parecidas. Todo progenitor tiene también la obligación de velar por la formación espiritual de sus hijos, lo cual se logra fundamentalmente mediante una disciplina amo-rosa y constante; y cuando digo amorosa quiero decir moderada, serena, ecuánime y no violenta. Desde muy tem-prana edad los niños comien-zan a formarse su concepto del bien y del mal y a adquirir patrones de conducta. Por eso, cuanto antes empecemos a instruirlos, mejor.

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los demás, el dominio propio y la disciplina, no maduran ni desarrollan todo su poten-cial. Y si nunca las aprenden es probable que sean menos felices y se sientan menos rea-lizados, para desventura tam-bién de quienes los rodean. Si no disciplinamos a los niños con amor y constancia desde que son pequeños, cuesta mucho más tenerlos en vereda cuando se hacen mayores. Al final no hay más remedio que tomar medidas enérgicas para evitar que se lastimen o que hagan daño a otras personas. Pero eso no es culpa de ellos, sino nuestra, por no haberles enseñado a más temprana edad, cuando los riesgos eran mucho menores.

Viéndolo así, es evidente que lo más amoroso es instruirlos desde el principio con ternura, amor y constan-cia, enseñándoles a escoger bien, fijando los límites de lo que se considera aceptable y aplicando algún correctivo cuando rebasen tales límites.

El primer paso es, pues, estar convencidos de que no podemos inhibirnos de disciplinar, que los niños no solo necesitan disciplina para llegar a ser gente de bien y ciudadanos productivos, sino también para vivir felices y establecer con nosotros, los padres, una relación que les

proporcione seguridad. En su fuero interno los niños saben que necesitan límites y quieren que se los definan. Se sienten mucho más felices y seguros cuando se les imparte una disciplina uniforme y amorosa.

Una vez que nos com-prometemos a disciplinar fielmente a nuestros hijos, nos topamos con otro obstáculo que es preciso superar: la inconstancia. Hay momentos en que estamos ocupados con otras obligaciones, momen-tos en que disciplinar resulta incómodo o en que nos pre-ocupamos por lo que pensa-rán los demás, momentos en que no queremos caer pesados o aguar la fiesta. Hay incluso veces en que los niños prue-ban todas las tácticas habi-das y por haber para evitar el castigo. Si no tenemos cuidado, es fácil permitir que las circunstancias o nuestro estado de ánimo determinen el modo en que aplicamos la disciplina. Podemos caer en una actitud indolente, pen-sando que es mejor no darse por enterados y dejar pasar la mala conducta; o recurrir a palabras ásperas o a insis-tentes regaños. En cualquier caso, la disciplina inconstante confunde y hasta perjudica a los niños. Nos hace más difícil la vida a nosotros y a

ellos. En cambio, la disciplina aplicada con constancia y uni-formidad a la larga redunda en menos correctivos y medi-das disciplinarias, porque los niños aprenden más rápido.

Para disciplinar a los pequeños es menester inte-resarse en lo que hacen y participar en sus actividades. Cuando nos comprometemos a enseñarles a llevar vidas disciplinadas, en esencia nos estamos comprometiendo a pasar más tiempo con ellos. Una sana disciplina no es concebible si no acompaña-mos al niño ni sintonizamos con él. Las ocasiones en que corregimos o disciplinamos a nuestros hijos probablemente nos resultarán desagradables, y en el momento nos parecerá mucho más trabajoso ense-ñarles a hacer algo bien que dejarles hacer lo que les dé la gana. A la larga, sin embargo, uno se ahorra mucho trabajo, y acaba disfrutando mucho más los ratos que pasa con sus hijos.

Aplicar la disciplina con amor y constancia reporta enormes satisfacciones. Los niños nos quieren y nos res-petan más, y se sienten más a gusto con nosotros. Y nosotros también compartimos esos mismos sentimientos, sabiendo que hemos hecho aflorar sus mejores cualidades. ∏

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ELISABETH SICHROVSKY

casi toDo el munDo tiene a un maestro entre las personas que más han influido en su vida. ¿Qué clase de maestro? De esos que emplean sus aptitudes para cultivar las de los alumnos; de los que no solo se preocupan por moldear la mente, sino también el corazón. En mi caso, fue una profesora a la que los alumnos llamábamos con afecto tía Marina.

En aquella época, mi familia vivía en Japón, donde mis padres desempeñaban una labor administrativa para nuestra hermandad cristiana internacional. La tía Marina fue mi profesora de primero y segundo de básica.

Era una mujer muy sensata y equilibrada, aunque más estricta que la mayoría de nues-tros demás maestros y monitores, firme en su sentido del bien y el mal. Al principio los niños nos quejábamos de eso. Sin embargo, no tardamos en aprender a confiar en ella. Percibíamos que se preocupaba por nuestro desarrollo y por que llegáramos a ser personas íntegras y sanas. Nos sentíamos seguros con ella, porque definía lo que se podía hacer y lo que no.

Aunque nos fijaba límites y hacía respetar las reglas, contrapesaba su disciplina con abun-dantes dosis de ánimo y amor. Además tenía un buen sentido de la diversión. No limitaba las clases a los cuadernos y los libros de texto; nos llevaba a excursiones y paseos, y apro-vechaba su talento artístico para suscitar en nosotros interés por las manualidades. Un día le preguntamos: «¿Podemos tomar café como tú y los demás adultos?» De colación al día siguiente nos sirvió café para niños: leche teñida con melaza para darle un color más oscuro.

UNA MAESTRA

Tenía cierta facilidad para mejorar nues-tra autoestima y hacer que nos sintiéramos apreciados. Siempre hablaba positivamente de nosotros a los demás cuando estábamos cerca y podíamos oírla. Todavía recuerdo el orgullo que sentí al oírla por casualidad decir a otra profesora que yo tenía muy buena ortografía. Era grato saber que mis esfuerzos no pasaban inadvertidos.

El cariño e interés de la tía Marina trascendió más allá de nuestros años escolares. Tiempo después de que nuestra familia se trasladara a Taiwán, seguía enviándome notas y tarjetas. Han pasado ya diez años y aún conservo algunas. Hace poco releí una en particular que me dejó maravillada por el cariño y el interés que demostró escribiéndole a una niña de apenas ocho años: «Ayer vi tu foto mientras preparaba un álbum de los niños que cuidé y eduqué durante años, y recordé cuánto te quiero, amiguita».

Cuando cumplí nueve años, me escribió: «Te deseo un feliz aniversario. Pido a Dios que sea un día inolvidable para ti y que este nuevo año de tu vida esté lleno de sorpresas agradables y de tiernas experiencias. ¡Cuánto me alegro de haberte conocido!»

El 9 de junio de 2005, tras una larga bata-lla con el cáncer, Marina pasó a mejor vida. No soy más que una de las muchas personas en las que influyó positivamente con su cariño y su amor, un amor que ella siempre atribuía a Dios y del cual sólo se consideraba un instru-mento.

ELISABETH SICHROVSKY ES MISIONERA DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN TAIWÁN. ∏

SINGULAR

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QUÉ HACER CUANDO NOS

SENTIMOS DERROTADOSDEREK Y MICHELLE BROOKES

que te abra una ventana al futuro y te permita vislumbrar lo que llegarán a ser. Él te ayudará a enfocar la situación con optimismo y esperanza. Por muy negras que se vean las circunstancias, si miras hacia arriba (a Jesús) siempre te encontrarás con un panorama luminoso.

Dado que los hijos son un reflejo de los padres, es muy fácil descorazonarse y sentir que uno ha fracasado cuando uno o varios de ellos flaquean en algún aspecto. Lo que no hay que olvidar es que ellos también son hijos de Dios y que constituyen una obra en curso, igual que nosotros. «Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad» (Filipenses 2:13).

Lo único que Dios espera de nosotros es que ponga-mos todo de nuestra parte, que les prodiguemos amor y que dejemos lo demás en Sus manos. Claro que eso no es pretexto para desesperarse y arrojar la toalla en cuanto las cosas se pongan difíciles, pasándole la pelota a Dios. Seguramente la solución que Él tiene requiere nuestra participación activa. Conviene preguntarle qué quiere que hagamos y llevar a la práctica lo que nos indique. De ahí no nos queda más que encomendarle lo que falte, dejar que Él se encargue de lo que está fuera de nuestro alcance.

CAPÍTULO DEL LIBRO ¿DE DÓNDE SACAR FUERZAS?, DE AURORA PRODUCTION. SOLICITA UN EJEMPLAR ESCRIBIENDO A CUALQUIERA DE LAS DIRECCIONES DE LA PÁGINA 2. ∏

en DeterminaDas situaciones y circunstancias es inevitable que los padres se sientan agobiados. El bebé llora, la niña de ocho años no quiere hacer sus deberes, la música del chico de catorce hace temblar la casa, el de dos añitos se hizo pis en los pantalones y los invitados a cenar van a llegar en cualquier momento. Uno se siente exigido al máximo.

Todos tenemos días así. Tu caso no es único. Y no es preciso que hagas frente a la situación a solas: Jesús está contigo. Ten fe. Él te entiende y quiere darte ánimo y soluciones. Si tienes oportunidad, procura conversar con alguien, tal vez con tu cónyuge o con una amiga; puede contribuir a serenarte y hacerte ver las cosas desde otra perspectiva. Tam-bién es un buen momento para que invoquen juntos la ayuda del Señor. Hasta puedes pedir a tus hijos que recen contigo, incluso los más pequeños. Su fe y sus simples oraciones te infundirán mucho aliento.

Hagas lo que hagas, no te dejes vencer por el sentimiento de fracaso. Eleva una plegaria y pide a Jesús que te conceda fuerzas y gracia en ese preciso momento, y Él lo hará. Ruégale que te ayude a ver a tus hijos como Él los ve,

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ADAPTACIÓN DE UN ARTÍCULO DE DAVID BRANDT BERG

aunque en los primeros años de la adolescencia los niños pegan un estirón y prácticamente alcanzan la estatura que tendrán de adultos, muchas veces siguen teniendo una menta-lidad y una conducta infantiles. Esa es la edad en que muchos hacen locuras y se meten en líos. Y claro, si continúan por ese camino sin que nadie los ayude a encarrilarse, es previsible que vayan de mal en peor.

La adolescencia es una edad de decisiones, una etapa complicada y azarosa. Los chicos buscan entonces su nicho, quieren encajar en alguna parte, y viven afanados por eso. Cuesta vivir con ellos; hasta a ellos mismos les cuesta vivir consigo mismos. Se enfrentan a muchos dilemas, fluctúan con-tinuamente. En esos años los jóvenes suelen ser muy idealistas, y critican agriamente a sus padres y a otros adultos porque no son perfectos.

La analogía del acróbata que se desplaza sobre una cuerda floja a gran altura describe con bastante acierto la transición entre la niñez y la edad adulta. En esas circunstancias los adolescentes necesitan un guía, una compañía, un modelo de conducta claro, que puede ser uno de los padres u otra persona. Pero siempre alguien que los ayude a lograr un equilibrio y una estabilidad y que les inspire confianza y tranquilidad hasta llegar al otro extremo.

Si bien muchas veces los jovencitos no lo demuestran, la verdad es que les gusta que haya una autoridad. Quieren que se los oriente y tienen conciencia de que necesitan tutela. Desean ayuda, pero uno tiene que ganarse su confianza. Hay que demostrarles que se los quiere de verdad y que uno desea ayudarlos.

Los primeros años de la adolescencia van acompañados del deseo de tomar decisiones propias y controlar ellos las riendas de su vida. Eso es intrínseco al proceso de desarrollo, porque se están haciendo adultos. Claro que a esas alturas los padres ya les deberían haber enseñado a tomar buenas decisiones; si para entonces no lo han hecho, se producirá un desbarajuste. En ese caso, uno puede pensar equivocadamente que ya es tarde; sin embargo, mejor es empezar tarde que nunca. Y es

JUNTOS EN LA CUERDA FLOJA

que en realidad, con la ayuda de Dios, nunca es tarde.

Cuando mis cuatro primeros hijos des-embarcaron en la adolescencia, yo procuré aconsejarlos y orientarlos. No obstante, dejaba que, en definitiva, decidieran ellos lo que iban a hacer. Les decía: «Tú sabes lo que está bien y lo que está mal. ¿Qué crees que debes hacer?»

Muchas veces pretendían que su madre o yo decidiéramos por ellos, para eludir toda responsabilidad en caso de que las cosas no salieran bien. En otras ocasiones insistían en que les diéramos permiso para hacer algo que ellos sabían que no debían, a fin de poder quedarse con la conciencia tranquila.

Yo me limitaba a decirles: «No me pregun-ten a mí. Ustedes saben discernir entre lo que está bien y lo que está mal. ¿Qué consideran correcto hacer ustedes?» Después se alegra-ban de que hubiéramos dejado la decisión en manos de ellos; sabían que así tenía que ser. Además, ese gesto les demostraba que los res-petábamos y les teníamos confianza, algo muy importante a esa edad.

La mayoría de las veces sabían lo que debían hacer y acertaban en sus decisiones. Y después de cometer uno o dos desaciertos, reaccionaban y tomaban una buena determinación si se les daba un par de consejos presentados con tino. Tengo la certeza de que la mayoría de los chicos harán lo mismo: sólo hay que tratarlos con amor, paciencia y comprensión.

La tarea de orientar a los hijos adolescentes es difícil y requiere sacrificios. A veces hasta nos puede asustar. Pero también es emocio-nante y proporciona muchas satisfacciones. ∏

La adolescencia, edad de decisiones

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el mayor Descubrimiento que pode-mos hacer en la vida es que todos tenemos acceso a una estrecha relación con el Padre celestial a través de Su Hijo Jesús. Con esa conexión, todo lo demás queda a nuestro alcance.

Entablar dicha relación no sólo es factible, sino increíblemente fácil: basta con hacer una breve oración: «Jesús, te necesito. Ven a mi corazón y hazte presente en mi vida. Perdóname mis pecados. Te pido que seas mi Salvador, mi eterno compañero, mi consejero, mi firme amparo. Amén».

La conexión se establece instantáneamente, pero es apenas un primer paso. Como toda relación seria, esa unión se consolida y madura con el tiempo. La interacción y los intercam-bios diarios aceleran el acercamiento. Poco a poco aprendemos a acudir a Él en oración. Leyendo Su Palabra nos compenetramos más con Él y llegamos a conocer mejor Su plan. Entonces comprendemos el amor tan profundo que abriga por nosotros, cuánto desea vernos felices, realizados y plenamente desarrollados como personas. Entendemos además que quiere participar activamente en nuestra vida. Nos asombra lo dispuesto que está a manifestarnos amor y comprensión en

UNA FAMILIA UNIDA

tiempos de prueba, y a ofrecernos soluciones prácticas a los problemas que afrontamos, y nos maravillamos al ver lo que es capaz de hacer.

Para los que somos padres de familia solo hay una cosa más extraordinaria que estable-cer nosotros mismos esa íntima relación con Dios: saber que también está al alcance de nuestros hijos. «Para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos» (Hechos 2:39).

Las familias cuyos integrantes tienen en común esa conexión con Dios, que la Biblia llama sencillamente amor (1 Juan 4:8), están más unidas, tienen menos conflictos graves, y en cambio más cariño y afecto. ¿A qué responde eso? A que tienen en común lo primordial: además de tener criterios muy claros con respecto al bien y al mal, disponen de la orientación y el apoyo que necesitan para tomar buenas resoluciones y cumplirlas. Cuando surgen conflictos o disgustos, basta con elevar una plegaria para obtener solucio-nes prácticas y auxilio del Cielo.

Si deseas que tu familia se enriquezca espi-ritualmente, conéctate con Jesús. Así todos crecerán en amor y vivirán más unidos. ∏

KEITH PHILLIPS ES MIEMBRO DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN LOS ESTADOS UNIDOS ∏

KEITH PHILLIPS

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Nos preocupa lo que un niño llegará a ser el día de mañana, y se nos olvida que hoy ya es una persona.Stacia Tauscher

Con los niños se puede aprender mucho. Uno averigua, por ejemplo, cuánta paciencia tiene.Franklin Jones

Toda criatura, al nacer, nos trae un mensaje bajo el brazo: que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres.Rabindranath Tagore

No hay ejercicio más eficaz para ayudarte a entender tus creencias que esforzarte por explicárselas a un niño curioso.Frank Clark

A los ojos de los niños, en el mundo no hay siete maravillas, sino siete millones.Walt Streightiff

He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.Gabriel García Márquez

Antes de casarme tenía seis teorías sobre cómo se debe educar a los hijos; ahora tengo seis hijos y ninguna teoría.John Wilmot, 2º Conde de Rochester

Para enseñar a un niño el camino en que debe andar, encamínate tú por él. Josh Billings

Bien predica quien bien vive. No hay tal maestro como Fray Ejemplo. Más aprovecha un ejemplo que un precepto. El ejemplo de los mayores hace buenos o malos a los menores. Al niño, corrígele con cariño.Refranes españoles

Si pudiera empezar de nuevo con mi hijoSi pudiera empezar de nuevo con mi hijo,primero construiría su autoestima; después, nuestra casa.Usaría más el dedo para pintar con él que parar acusarlo.Sería menos inflexible y más accesible.Apartaría los ojos del reloj y los pondría más en él.Haríamos más caminatas y, por supuesto, más fogatas.Dejaría de hacerme la seria y me tomaría en serio el juego.Correríamos más por el campo y miraríamos más las estrellas.Le daría más abrazos y no tanto rechazo.Diane Loomans

No debería preocuparnos que nuestros hijos no nos escuchen, sino que siempre nos estén observando.Robert Fulghum

Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, es la única.Albert Einstein

Si observamos algo que qui-siéramos cambiar en el niño, debiéramos primeramente hacer examen de conciencia y ver si no es algo que podría ser mejor cambiar en noso-tros.Carl Jung

Hoy en día el mundo está cabeza abajo y sufre tanto porque hay muy poco amor en los hogares y en la vida familiar.Madre Teresa de Calcuta

El trato que se da a los niños es el que ellos luego darán a la sociedad.Karl Menninger

El abecé de los padresPensamientos que pueden evitarnos más de un tropezón

Cada día de nuestra vida hacemos depósitos en el banco de memoria de nuestros hijos.Charles Swindoll

El hacer el padre por su hijo es hacer por sí.Miguel de Cervantes

Si quieres que tus hijos mejoren, deja que te oigan decir a otras personas las cosas bonitas que hablas de ellos.Haim Ginott En la crianza de tus hijos, no inviertas sino la mitad del dinero que tienes previsto, pero el doble de tiempo.Anónimo

Tienes toda una vida para tra-bajar; sin embargo, tus hijos solo una vez son pequeños.Proverbio polaco

Para los niños, la palabra amor se escribe T-I-E-M-P-O. John Crudele ∏

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mi abuelo DecÍa: «Cuando veas un niño que se porta bien, ten la certeza de que alguien está usando ambas manos para criarlo: la mano derecha del amor y la izquierda de la disciplina». En los 25 años que llevo de docente, esa máxima ha sido la piedra angular de mi relación con mis alumnos.

Tal vez conozcas la analogía que asemeja a un jovencito con una plantita. Si bien es cierto que una planta necesita apenas agua y sol, es preciso también cuidarla, en el sentido de abonarla, podarla, fumigarla, trasplantarla a una maceta más grande, etc. Esos cuidados requieren trabajo por parte del jardinero y a veces pueden resultar algo traumá-ticos para la planta. Aplicado a un niño o niña, supone darle por sobre todas las cosas cariño y ternura, sin descuidar los otros componentes indispensables para formarlo como persona: brindarle un ámbito sano para su desarrollo social y emocional y para su maduración espi-ritual; fijarle límites; enseñarle a res-ponsabilizarse de sus actos, y dejar que escarmiente sufriendo las consecuencias de sus decisiones erróneas si es necesario. Esos aspectos más difíciles de la labor de padres son generalmente los que más les cuesta aceptar a los chicos, sobre todo al principio. Sin embargo, se lo debemos a los niños y a Dios, a quien en última instancia tendremos que dar cuenta de lo que hemos hecho en la vida.

Se habla mucho hoy en día de los ado-lescentes difíciles y del efecto exponencial que tienen en la sociedad al extenderse

su influencia a sus pares, a los niños más pequeños y, a la larga, a sus propios hijos. Nos seguimos planteando los mismos interrogantes: ¿Cómo es que hemos llegado a este estado de cosas y cómo podemos cambiar la situación? ¿Todavía es posible virar la nave y tomar un curso más sano? ¿O es ya tarde?

Yo estoy convencido de que siempre hay esperanza, con la ayuda de Dios, pues todo es posible para Él (Mateo 19:26). Así y todo, Dios no puede hacerlo por Su cuenta ni lo hará. Necesita que nosotros —los padres, docentes y otras personas mayores— seamos mentores y modelos de conducta para nuestros jóvenes. Nuestro papel consiste en ir contra la corriente de pasividad, permisividad y carencia gene-ralizada de valores morales, que lamen-tablemente se ha convertido en lo normal en cuanto a formación y educación. En realidad basta con que cada persona ponga de su parte, con que cada uno aportemos nuestro su grano de arena, y Dios hará lo que está fuera de nuestro alcance: produ-cirá las transformaciones interiores que nuestros hijos necesitan y les infundirá el deseo de hacer su parte, de actuar con integridad y con la debida motivación. Con el tiempo ellos mismos ejercerán una influencia importante para generar cam-bios positivos; pero inicialmente depende de nosotros, las personas mayores. Es preciso que tomemos las riendas, con ambas manos.

HÉCTOR MEDINA ES MIEMBRO DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN COLOMBIA. ∏

LA IMPORTANCIA DE

USAR AMBAS MANOS HÉCTOR MEDINA

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LA EVOLUCIÓN DE

UNA MADREMARÍA DOEHLER

La siguiente fue Zara. Ahí perdí toda mi pericia materna. No es que Zara fuera una niña difícil de por sí; pero de repente, lo que antes podía hacer en un santiamén, con ella me tomaba 45 minutos. No era raro que tuviera a tres niños llorando a la vez en distintas partes de la casa. Realizar cualquier actividad en familia requería la misma rigurosa planificación y ejecu-ción que un viaje a la Luna. Se empezaban a oír comentarios del estilo de: «¡Solo mirarte ya me agota!» Para colmo, los bebés no son bebés para siempre: en menos que canta un gallo empiezan a caminar y se meten en todo. Pero apren-dimos a adaptarnos a la nueva situación. Nos dimos cuenta de que no teníamos que ser perfectos, y los niños tampoco.

En ese momento com-prendí mejor que ser madre es mucho más que dar a luz y atender a las necesidades físicas de mis hijos. Significa vivir a través de ellos, no imponiéndoles mis ideas y sueños, sino alegrándome y enorgulleciéndome de cada uno de sus triunfos. Donde-quiera que íbamos la gente nos decía: «Disfrútenlos mientras los tengan con uste-des, porque crecen en un abrir

cuanDo sam y yo teníamos un solo niño, me consideraba bastante com-petente como madre. Tuve que adaptarme, ser flexible y ceder parte de mi indepen-dencia, pero no demasiada. No se me pasaba un detalle de la indumentaria y aspecto de Cade, nuestro hijo. Nunca llevaba ropa sucia, manchada o percudida. Cade era un niño portátil: lo llevábamos a donde fué-ramos. Cuando había que hacer algo, emprendíamos tranquilamente la tarea y la llevábamos a cabo. Sabía-mos que cuando tuviéramos más niños las cosas serían más cuesta arriba, pero a mí eso no me preocupaba. Ya era ducha en cuestiones de maternidad.

Seguidamente llegó Brooke. Era una angelita. Solo se despertaba para gorjear y decir: «Gu, gu, gu»; después se dormía solita. Como en ese embarazo subí menos de peso, me puse en forma rapidito. Llegué a la conclusión de que si era capaz de bandearme tan bien con dos, podía hacer frente a cualquier cosa. Me estaba desempeñando de maravilla.

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Los niños deben obedecer y honrar a sus padres.Éxodo 20:12Efesios 6:1,2Colosenses 3:20

Pídele a Dios que te oriente en la educación de tus hijos.Jueces 13:12Proverbios 3:5,6Santiago 1:5

Tratar a tus hijos con benevolencia y amor.Lucas 1:17Efesios 4:32Colosenses 3:211 Pedro 4:8

La paciencia, la misericordia y la verdad son lo más eficaz.Proverbios 16:6Romanos 2:41 Tesalonicenses 2:11

Los padres tienen la obligación de educar a sus hijos y darles buen ejemplo.Deuteronomio 4:9Deuteronomio 6:6,7Efesios 6:4

Se debe castigar a los hijos cuando lo precisen.Proverbios 3:12Proverbios 19:18Proverbios 29:17

Una formación cristiana les servirá de guía toda la vida.Salmo 37:31Proverbios 6:20,22,23Proverbios 22:6Juan 10:27,282 Timoteo 3:15

NO PASARÁ DE MODAMensaje de Jesús para las madres

la materniDaD traDicional nunca pasa de moda, porque su esencia es el amor. Yo creé al hombre con la nece-sidad de ser amado y dispuse que la madre fuera el primer ser en transmitirle ese amor. Una madre es la encarnación de la ternura, el desvelo y el amor. Hasta el niño más pequeño es capaz de percibir y responder a ese amor.

Si eres de las que piensan que se están perdiendo algo o que viven en el pasado por estar en casa «sin hacer otra cosa» que cuidar del bebé o criar a varios hijos cuando podrían estar perfeccionándose en su profesión, reflexiona. ¡El amor es lo mejor de la vida! Es lo más importante que puede aprender una persona y a la vez el obsequio más valioso que se puede recibir. Además, una madre lo encarna y lo entrega como nadie. El mundo podría seguir adelante perfectamente bien sin muchas cosas, pero sin madres, jamás. La maternidad a la antigua nunca pasará de moda. ∏

y cerrar de ojos». Esa afirmación tan cierta empezó a calar hondo en mí.

Cuatro hijos. Emma es tan particular como su hermano y sus hermanas. A estas alturas, algo sencillo puede fácilmente tomar una hora. Sobra decir que todavía tenemos que planificarlo todo, pero no programamos sino una actividad al día como máximo. Tenemos mucha ropa para jugar y unas pocas prendas de vestir. En cierta ocasión Zara manchó una camisa de Cade con un marcador azul justo cuando nos aprestábamos a salir. Pensé: «Por lo menos la camisa es azul. Casi com-bina». Somos un circo, pero no me importa, y además es bueno hacer sonreír a la gente.

Sigo aprendiendo nuevas facetas del amor, que poco a poco van cambiando algunos de los rasgos más pertinaces de mi naturaleza. Cada niño y cada día que pasa van moldeando mi carácter; pero me encanta que sea así. ¡Es entretenido ser una familia!

MARÍA DOEHLER ES MIEMBRO DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN MÉXICO. ∏

LECTURAS ENRIQUECEDORASEDUCAR A LOS NIÑOS COMO DIOS QUIERE: CON AMOR, COMPRENSIÓN, INSTRUCCIÓN Y DISCIPLINA

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lE había pEdido a

dios que mi hijo Denith estableciera una estrecha relación personal con Jesús desde pequeño, aprovechando que a los dos años los niños tienen mucha fe y mucha capacidad para creer. Oré para que no solo lograra comprender que Jesús es su Salvador, sino que viera en Él un amigo muy querido, pues Él desea que todos tengamos una amistad así con Él. Yo quería que Denith percibiera el Espíritu de Dios y escuchara Su voz.

Una noche ocurrió algo extraordinario que me animó y me convenció para enseñar a mi hijo a escuchar la voz de Jesús.

Resulta que a Denith le habían regalado cuando era un bebé un oso de peluche. Lo llamaba Teddy y le tenía mucho cariño. A donde quiera que iba Denith —al jardín de infantes, a almorzar o al supermercado—, Teddy lo acompañaba. Un día el osito se hizo humo, y no lo encontrábamos por ninguna parte. Estuvimos tres días buscándolo por toda la casa. Hasta saqué las cosas que tenía guardadas debajo de la cama, no fuera a ser que Teddy se hubiera caído por detrás.

La tercera noche, cuando estaba acostando a Leilani (de 9 meses) y a Denith, y ya había apagado la luz y todos estábamos arropados

en la cama listos para hacer una oración, Denith preguntó:

—Mamá, ¿dónde está Teddy?—Mi cielo —le respondí—, Teddy se ha perdido.

Tenemos que buscarlo de día, cuando hay luz. Ahora está oscuro, y no se ve nada. ¿Quieres que le pidamos a Jesús que le dé una buena noche a Teddy, y que esté calentito y cómodo y duerma bien?

—Mamá, ¿dónde está Jesús? —preguntó Denith.—En tu corazón —le respondí—. También está

en el mío y alrededor de nosotros. Cuando le hablas, Él te oye; y si prestas atención, tú también lo oirás cuando te hable.

Inmediatamente Denith preguntó en voz alta:

—Jesús, ¿dónde está Teddy? Después de una breve pausa Denith

exclamó emocionado, pero con mucha seguridad y naturalidad:

—Mamá, ¡Teddy está en la cuna!Me quedé electrizada. Sabía que mi

hijo había oído la respuesta de Jesús. Sin vacilar ni un instante, busqué entre los juguetes y peluches que había en la cuna de la nena. En efecto, debajo de los otros juguetes estaba Teddy.

Me conmovió que Jesús hubiera sido tan amoroso con Denith. Premió su fe respondiéndole claramente. Para mí fue una buena oportunidad de enseñarle que, aunque su madre y otras personas le fallen —no encontrábamos a Teddy—, Jesús siempre tiene la solución.

BECKY HAYES ES MISIONERA DE LA FAMILIA INTERNACIONAL EN CHILE. t

Mi hijo de dos años, el osito y Jesús

CRIAR CON EL CORAZÓNBecky Hayes

CONÉCTATE AÑO 9, NÚMERO 7 | www.conectate.org 13

115

Page 116: Padres e hijos en Conéctate

ESTABA FASCINADA CON MI BEBÉ.

Allen era uno de esos niñitos contentos y apacibles. Lo ponía en su silla-hamaca y —despierto o dormido— se quedaba quietecito mientras yo lo mecía con un pie y trabajaba. Tenía un trabajo de escritorio que desempeñaba a media jornada en casa y estaba contenta de poder seguir haciéndolo aun con un bebé tan pequeño. Me enorgullecía de ser capaz de atender lo uno y lo otro y recibía muchos elogios por ello. El nene fue creciendo, se puso más gordito y pasaba más ratos despierto; así y todo, vivía feliz en su silla-hamaca.

Un día noté que la sillita estaba más cerca del suelo que de costumbre. Me imaginé que Jessica —mi hija mayor, por entonces de dos años— se había sentado encima y la había vencido. Quise enderezar el armazón, pero no lo conseguí. Cada vez que mecía a Allen, el pobre se daba con las nalguitas contra el suelo.

Le pedí a mi marido que le echara un vistazo, y su conclusión fue que había que soldar la estructura.

—No te preocupes —le respondí—. Es más fácil comprar una nueva.

Al rato llegó la hora de la siesta de Allen. Estaba acostumbrada a ponerlo en la silla mientras yo trabajaba, pero tuve que acunarlo en mis brazos hasta que se durmió. Primero lo estuve bamboleando mientras caminaba por la habitación, luego sentada en la mecedora. Cuando por fin se durmió, no quise ponerlo en su cuna, no fuera que se despertara. Me quedé sentada como una inútil. Cuanto más pensaba en todo lo que tenía que hacer, más me impacientaba.

Entonces me vino un pensamiento: «Puedo orar». Recordé el título de un libro que había leído: No te quedes ahí parado; reza. Apliqué, pues, ese principio. Recé por mi bebé, por el trabajo de mi marido, por mi hija, por mis diversas obligaciones, por mis amigos y familiares. Para cuando el nene se despertó, me sentía

increíblemente renovada y optimista. Tenía la impresión de haber logrado mucho más que si hubiera estado mecanografiando frente a la computadora. Y seguramente así fue.

Jesús nos enseñó que debemos «orar siempre»1. Admito que no estoy ni cerca de alcanzar semejante grado de constancia en la oración; pero vamos, si logro pasarme el rato de siesta de mi hijo rezando por los demás, tal vez me aproxime un poquito a ese ideal. Así, pues, comprobé una vez más que todas las cosas redundan en beneficio de los que aman a Dios2. A raíz de aquel contratiempo que no me permitió rendir al máximo en mi trabajo, Dios me hizo ver algo que tiene mucho más valor: la eficacia de la oración.

BONITA HELE ES MISIONERA DE

LA FAMILIA INTERNACIONAL EN LA

INDIA. ≈

EL DÍA EN QUE

SE ROMPIÓ

BONITA HELE

1 Lucas 18:1 2 Romanos 8:28

LA SILLITA

6 www.conectate.org | CONÉCTATE AÑO 9, NÚMERO 9

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Page 117: Padres e hijos en Conéctate

RECIBÍ EL REGALO PERFECTO

la Navidad pasada: el cariño de una niña.

La noche del 25 de diciembre, cuando la celebración y el intercambio de regalos ya habían terminado, llevé a la cama a Jade, mi nena de cuatro años. Mientras la arropaba, soltó estas palabras de la nada:

—¡Papi, te quiero más que a todos mis juguetes y cosas!

El corazón me dio un vuelco.Varias noches después estábamos

de visita en casa de unos familia-res y me vi precisado a revisar mi correo electrónico. Encontré donde conectarme a la red de la casa, pero no había ninguna silla a la vista. «No importa —me dije—. En un minuto termino esto». Me senté en el suelo y encendí mi computadora portátil. En ese instante Jade entró corriendo al cuarto, tropezó y cayó de bruces sobre el aparato. La pantalla centelleó con líneas de mil colores.

El avalúo que cada cual hizo de los daños no fue nada halagüeño:

—El arreglo va a salir carísimo.—¡Qué pena que ya no lo cubra la

garantía!Al percatarse de lo que había

hecho, Jade se echó a llorar. La tomé en brazos.

EL REGALO

PERFECTO

—No te preocupes, mi cielo —le susurré al oído—. Te quiero más a ti que a todas mis cosas.

No importa en qué coyuntura te veas el año entrante, recuerda que Jesús te ama más a ti que a todas las cosas.

GABE RUCKER ES INTEGRANTE DE LA FAMILIA

INTERNACIONAL EN MÉXICO. ≈

GABE RUCKER

CONÉCTATE AÑO 9, NÚMERO 12 | www.conectate.org 9

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Page 118: Padres e hijos en Conéctate

Unos sociólogos formularon la

siguiente pregunta a un grupo de

niños de cuatro a ocho años: «¿Qué

es el amor?» Sus respuestas fueron

más diversas y profundas de lo que

habría cabido imaginar. Que cada

cual saque sus conclusiones.

«El amor es lo que sientes

antes que se te metan todos los

pensamientos malos».

«Amor es, por ejemplo, que una

viejita y un viejito sigan siendo

amigos aunque se conozcan muy

bien».

EL AMOR VISTO DESDE LOS OJOS DE LOS NIÑOS

«Cuando a mi abuela le dio artritis,

ya no podía agacharse para

pintarse las uñas de los pies. Ahora

se las pinta mi abuelo, aunque

también tiene artritis en las manos.

Eso es amor».

«Cuando alguien te quiere y dice tu

nombre, suena bien. Y sabes que

va a hablar bien de ti».

«Mi mamá me quiere más que

nadie. Es la única que por la

noche me da un beso cuando me

acuesto».

«Amor es salir a comer, darle a

alguien casi todas tus papas fritas

y no pedirle que te dé las suyas».

«Cuando alguien te trata mal y te

enojas, pero no le gritas para que

no se moleste, eso es amor».

«Amor es eso que nos hace sonreír

cuando estamos cansados».

«Amor es que dos personas no

paren de besarse. Y que cuando se

cansan de hacerlo, todavía quieran

estar juntas y sigan hablando. Mis

papás son así».

«Amor es lo que sentimos en el

cuarto en Navidad cuando dejamos

de abrir regalos y escuchamos».

«A veces le cuentas a alguien

algo malo de ti y tienes miedo de

que ya no te quiera. Pero luego

te sorprende que esa persona no

sólo te siga queriendo, sino que te

quiera todavía más».

«Amor es que mi mamá vea a mi

papá sudoroso y maloliente, y aun

así le diga que es más atractivo

que Robert Redford».

«Si uno quiere aprender a amar

más, tiene que empezar por un

amigo al que no aguanta».

«Amor es que mi mamá le dé a mi

papá la mejor presa de pollo».

«Amor es que tu cachorrito se

ponga muy contento de verte

aunque lo hayas dejado solo todo

el día».

«Las tarjetas que venden en las

tiendas dicen lo que nos gustaría

decir, pero que ni muertos

diríamos».

«Hay dos tipos de amor: el nuestro

y el de Dios. Pero ambos vienen de

Dios».

«No debemos decir: “Te quiero” si

no lo sentimos. Pero si lo sentimos

debemos decirlo mucho, porque a

la gente se le olvida».

«Cuando crucificaron a Jesús, Dios

podría haber dicho unas palabras

mágicas para que se cayeran los

clavos, pero no lo hizo. Eso es

amor». 1

11

118

Page 119: Padres e hijos en Conéctate

Una vez leí que un buen padre terrenal nos prepara para nuestra relación con nuestro Padre celestial, Dios.

Puede que el mío no lo sepa, pero algo que contribuyó a moldear mi vida fue una conversación que tuvimos un verano cuando yo tenía 18 años. Estábamos sentados en un cerro desde el que se veía nuestra casa. Seguro que él ni siquiera se acuerda, pero el tono y el estilo con que me dio sabias recomen-daciones fue de lo más sencillo

—típico de él—, casi sin que yo me diera cuenta de que me estaba aconsejando.

Aquel día conversamos un poco de todo. Le hablé de un muchacho con quien había trabado amistad, de las diicul-tades que habían surgido entre nosotros y de las derivaciones que podía tener aquella relación. No recuerdo bien cómo se lo expliqué, pero si me acuerdo de que me sentía muy incómoda. Cuando terminé de contárselo todo, lo miré y le pregunté suplicante:

—¿Qué hago, papi? Aconséjame.

—Esa decisión no es nada fácil —comenzó—, pero tienes 18 años. Ya eres una persona adulta. No voy a decirte qué debes hacer porque ya lo sabes.

Lo miré desconcertada. No, yo todavía no era una persona adulta. Al menos no me

consideraba así. Apenas contaba 18 años, y no tenía ni idea de lo que debía hacer. ¿O sí? En realidad, sabía perfectamente qué hacer en aquella situación. No me hacía ninguna gracia, pero lo sabía. Al inal tomé una buena decisión mayormente porque mi papá consideró que yo tenía suiciente criterio para ello.

No todas las decisiones que he tomado desde aquel momento han sido atinadas, pero aquella conversación me encauzó hacia la independencia y me infundió fe en que podía salir adelante en la vida. Cuando se me presentaron decisiones aún más difíciles, la seguridad de que alguien creía en mí me ayudó.

Mi papá siempre me ha dejado claro que no solo cree en mí, sino que me ama incondicionalmente. Cualesquiera que sean las decisio-nes que tome, siempre seré su hija y siempre contaré con su cariño. De todos los regalos que me ha

hecho, lo que más agradezco es esa certeza.

Con el tiempo comprendí que el amor y la conianza de mi papá son un relejo de los de Dios.

Nuestro Padre celestial nos enseña a caminar, pero luego nos deja correr solitos. Tiene fe en que podemos salir adelante, y siempre está a nuestro lado cuando caemos o necesitamos ayuda.

—Eres una persona singular —nos asegura—, capaz de hacer grandes cosas por Mí y por los demás.

Y cuando metemos la pata nos dice al oído:

—Hagas lo que hagas, siem-pre te amaré —y nos ayuda a superarnos.

Gracias, papá, por brindarme el amor de Dios en carne y hueso.

Lily Neve es integr ante de La Familia Internacional en el Sudeste Asiático. 1

Cualesquiera que sean las decisiones que tome, siempre seré su hija y siempre contaré con su cariño.

DIOSEN CARNE Y HUESOLily Neve

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Page 120: Padres e hijos en Conéctate

la madre antes que nazca el niño. Luego debe aprender a ayudarla con el bebé. Es preciso que tome conciencia de lo agotador que es para ella y que lleve lo más posible de la carga.

Criar un niño no siempre es fácil ni divertido; pero cuando los padres tienen verdadero amor el uno por el otro y también por la criatura, hacen lo que sea que haga falta. Además, resulta más fácil si tienen presente el milagro que ha tenido lugar: Dios ha creado un alma inmortal y se la ha coniado a ellos. Desde ese momento tienen la obligación de sacar adelante al niño, con la ayuda de Dios, por supuesto.

A mí me encantaba ser padre. Todos los días dedicaba horas a mis hijos. Cuando eran lactantes, les preparaba biberones por la noche; y cuando fueron más grandecitos les preparaba el desayuno. Les enseñé a comer,

Dios ha creado un alma inmortal y se la ha coniado a ellos.

O R A C I Ó N D E U N P A D R E

Ayúdanos a vivir de tal manera que todos nuestros hijos

adquieran nuestras mejores virtudes y dejen atrás nuestros

mayores fracasos. Muéstranos cómo podemos transmitirles

la luz de la valentía y la compasión, y el espíritu de búsqueda.

Que esa luz brille con mayor fulgor en ellos que en nosotros.

Robert Marshall

PADRESDE VERDADDavid Br andt Berg

Todo niño necesita un padre o una igura paterna. Con el transcurso de los años, el padre cobra cada vez más importancia, incluso más que la madre. El padre adquiere mucha relevancia en la pubertad, cuando el niño necesita disciplina y energía. Los que imponen la disciplina en las familias generalmente son los padres. Las madres, en cambio, tienden a ser más blandas, más indulgentes, en particular si lo tienen que hacer todo solas.

El hombre puede empezar a ser buen padre cuidando bien de

a vestirse y muchas otras cosas. Me daba mucha satisfacción, me resultaba muy gratiicante.

Procuraba pasar por lo menos una o dos horas diarias con ellos. En cuanto entendieron el len-guaje hablado, comencé a leerles relatos de la Biblia. Claro que cuando eran muy pequeños no lo captaban todo, y los más chiqui-titos normalmente se quedaban dormidos primero. Les leía una versión clásica y la traducía al lenguaje infantil, explicándoles casi cada versículo. Luego repre-sentaba el relato, y ellos quedaban fascinados.

Algún día te alegrarás de haber participado en el cuidado y la formación de tus pequeños. Habrás contribuido a formar seres humanos, una tarea apasionante

¿Te sientes capacitado para ello? Es posible que no, pero Dios es más que capaz, y te ayudará si tú pones de tu parte. 1

4

120

Page 121: Padres e hijos en Conéctate

Mi padre no me habló de cómo

debía vivir. Vivió y me dejó

observarlo.

Clarence Budington Kelland

A mi padre le gustaba jugar con mi

hermano y conmigo en el jardín.

Mi mamá salía y decía:

—Están destrozando el césped.

—No estamos criando césped

—contestaba mi papá—. Estamos

criando niños.

Harmon Killebrew

Un padre porta fotos donde antes

llevaba su dinero.

Anónimo

Cuando yo tenía 14 años, mi

padre era tan ignorante que no lo

soportaba. Sin embargo, cuando

cumplí 21 me quedé sorprendido

de lo mucho que había aprendido

él en siete años.

Mark Twain

Los hijos y el jardín de un hombre

reflejan cuánto tiempo ha dedi-

cado al desmalezado durante la

temporada de crecimiento.

Anónimo

El obsequio más preciado que me

hayan hecho provino de Dios: yo lo

llamo Papá.

Anónimo

Si de buenos hijos quieres ser

padre, sé buen padre.

Refrán español

La integridad se adquiere mayor-

mente por contacto. El padre y el

hogar deben ser grandes focos de

contagio.

Frank Cheley

Se trabaja toda una vida, pero los

niños son pequeños una sola vez.

Proverbio polaco

Inmediatamente después del Dios

del Cielo viene un papá.

Wolfgang Amadeus Mozart en su

infancia

Padre de todos los padres, haz de

mí un ejemplo para mi hijo.

Douglas Malloch

Un buen padre vale por cien

maestros.

Jean Jacques Rousseau

Observé a un hombre bajito con

gruesos callos en ambas manos

trabajar quince y dieciséis horas

diarias. En cierta ocasión lo vi san-

grar por las plantas de los pies, un

hombre que llego aquí [a EE.UU.,

procedente de Italia] sin educa-

ción, solo, sin conocer el idioma, y

que sin embargo me enseñó por la

elocuencia de su ejemplo todo lo

que me hacía falta saber sobre la

fe y el trabajo arduo.

Mario Cuomo

Los padres nobles tienen hijos

nobles.

Eurípides

Hasta que no tengas un hijo no

conocerás la alegría, el amor

incontenible que retumba en el

corazón de un padre cuando mira

a su niño. Desconocerás el sentido

del honor que hace que un hom-

bre quiera superarse y legar algo

bueno y esperanzador a su hijo.

Kent Nerburn, «Cartas a mi hijo»

Para ella la palabra padre era un

sinónimo de amor.

Fanny Fern 1

EL OFICIO

DE PADRE

5

121

Page 122: Padres e hijos en Conéctate

Los padres que se preocupan de los progresos que hacen sus hijos en cada etapa de su desarrollo —como es el caso de la mayoría— deben tomar conciencia de lo importante que es la imagen que éstos tengan de sí mismos. En efecto, los que tienen una impresión favorable de sí mismos, que se consi-deran capaces de sacar buen puntaje en la escuela de la vida, tienen muchas más posibilidades de lograrlo.

Es en el hogar donde una persona se forma su pri-mer concepto de sí misma y de su capacidad. Todos los días los padres tenemos ocasión de reforzar la conianza en sí mismos de nuestros hijos, lo que con el tiempo redundará en que lleguen a ser personas bien adaptadas y equilibradas.

Resolución de problemasLos padres muchas veces se sorprenden de lo

hábiles y recursivos que son sus hijos para resolver sus propias diicultades; basta con ofrecerles un poco de orientación. Todos los chicos se enfrentan a situaciones complicadas: es parte integral de su desarrollo. Encarando esos retos adquieren experiencia en la resolución de problemas, un elemento esencial para tener éxito en la vida. Aunque requiere tiempo y paciencia ir guiándolos para que aprendan a salir de los aprietos por sus propios medios, es una excelente inversión que da grandes dividendos cuando crecen y se ven en situaciones más complejas en las que hay mucho más en juego.

CHICOS SEGUROS

DE SÍ MISMOSAlejandro Pérez

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Page 123: Padres e hijos en Conéctate

Así y todo, los padres somos muy proclives a intervenir para sacar a nuestros hijos rápidamente de los apuros o facilitarles las soluciones. Puede que eso sea satisfactorio en el momento, pero entorpece el proceso de aprendizaje. Viene a cuento el dicho: «Quien recibe un pez como limosna volverá a tener hambre, pero no quien aprenda a pescar». Enseñar a los hijos a superar obstáculos resulta a la larga más importante y beneicioso que darles las soluciones en bandeja. Además, así uno les maniiesta que tiene fe en ellos, lo que aumenta su autoestima y seguridad en sí mismos.

De esa misma manera procede Dios con nosotros. Podría allanar todas nuestras diicultades en menos que canta un gallo; no obstante, las más de las veces espera que analicemos el asunto, sopesemos las dis-tintas opciones y hagamos lo que podemos antes de intervenir Él y resolver lo que está fuera de nuestras posibilidades. Nos hace participar en la búsqueda de la solución y nos va conduciendo pasito a pasito, no para diicultarnos las cosas, sino para que madure-mos por medio de la experiencia.

InseguridadIndependientemente de cuánto amemos a nues-

tros hijos y cuánto nos esmeremos en satisfacer sus necesidades, siempre surgirán situaciones que los hagan sentirse inseguros. En muchos casos esa inseguridad deriva en problemas de conducta.

Aunque es preciso corregir la mala conducta, si los padres no entienden qué la indujo, el correctivo puede ser más perjudicial que otra cosa. ¿Fue la mala conducta consecuencia del deseo innato que tienen los chicos de experimentar, una travesura que en el momento parecía inocente o divertida? ¿O fue motivada por la inseguridad, por el ansia de sentirse aceptado, impresionar o ganar amigos, por ejemplo después de mudarse a un nuevo vecindario o cambiar de colegio? La mala conducta no es más que un síntoma. Limitarse a aplicar una medida disciplinaria es pretender eliminar una mala hierba cortándole el tallo: tarde o temprano reaparecerá. Es preciso que los padres determinen la raíz del asunto, la causa subyacente, y se aboquen a resolverla.

Hay que ayudar al chico a llegar a sus propias

conclusiones, siempre teniendo en cuenta su edad y madurez y abordando el conlicto desde un ángulo positivo, es decir, concentrándose en las soluciones y no en los problemas. Puede que eso no sea fácil cuando los ánimos están caldeados, pero recordemos que el objetivo es remediar lo que anda mal, no castigar. Al establecer una clara distinción entre el problema y el menor, y luego motivar a éste a apren-der de lo sucedido, es posible mejorar su valoración de sí mismo en lugar de socavarla, aun en situaciones de tinte irremediablemente negativo.

No todos se portan mal cuando se sienten inseguros; algunos se retraen o rinden por debajo de su capacidad. De todos modos, independientemente de cómo se maniieste la inseguridad, el primer paso para rectiicar el problema es reconocerlo; y el segundo, buscar la causa del mismo con un enfoque positivo.

Respeto mutuoCuando existe respeto entre padres e hijos, se

fortalecen los lazos de amor. Se acentúan la unidad, la obediencia y el aprecio.

En el seno de una familia, la consideración, la comprensión, la amabilidad, la voluntad de escu-char y la comunicación cordial son todas señales de respeto. Si quieres ganarte el respeto de tu hijo, muéstrate respetuoso con él.

Los chicos aprenden por observación e imitan lo que ven. Si hay falta de respeto, probablemente ésta tiene su origen en los padres, en los amigos o en otras inluencias, tales como la televisión, las pelícu-las o los videojuegos. La mitad de la batalla se gana reduciendo esas inluencias negativas; la otra mitad, estableciendo pautas claras en cuanto a lo que se espera de los chicos y exigiéndoles que las cumplan.

¿Qué signiica respetar a los hijos?Dar a cada uno un trato personalizado.Ser sensible a sus sentimientos; ponerse en su

lugar.Evitar el trato despectivo o la burla cuando

cometen un disparate.No hacerles pasar vergüenza adrede.Pedirles o proponerles que hagan tal o cual cosa

en lugar de darles órdenes.

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Page 124: Padres e hijos en Conéctate

Prestar atención cuando hablan y escuchar bien lo que dicen, sin apresurarse a emitir una opinión.

Tratarlos como si fueran un poco más maduros de lo que son.

Considerar seriamente sus ideas y contribuir a que se materialicen.

Evitar malentendidosA veces parece que los chicos deciden portarse

mal en los peores momentos. Ahora bien, en algunos casos ni siquiera es que se porten mal, sino que su comportamiento nos molesta. Cuando los padres están estresados, preocupados por cuestiones del trabajo o por otros asuntos, cuando no se sienten bien o simplemente no están de buen humor, es casi inevitable que su estado de ánimo afecte su relación con sus hijos. Es fácil que pierdan la paciencia por cosas que en circunstancias normales se permitirían o se pasarían por alto —un ruido un poco fuerte o demasiado alboroto, por ejemplo— y que reaccionen con palabras ásperas, castigos inmerecidamente severos o miradas amenazantes que dejan a los chicos confundidos.

Normalmente éstos no tienen una perspectiva global de las cosas. Por eso, en muchos casos se adjudican una cuota mayor de culpa de la que se merecen cuando los padres pierden los estribos. Eso puede llevarlos a sacar conclusiones muy perjudi-ciales: «Mamá preferiría que yo no estuviera aquí», «Papá no me quiere», «No sirvo para nada».

Esos malentendidos socavan la conianza que tienen en sí mismos, por lo que hay que evitarlos. En vez de explotar, procura explicarles por qué te molesta su comportamiento en ese momento. «Me encantaría oírte cantar esa canción otra vez, pero ahora mismo estoy conduciendo y tengo que concen-trarme». «Me duele la cabeza. Te voy a pedir que no hagas eso ahora mismo». Y si no alcanzas a refre-narte a tiempo, siempre puedes hacer después una aclaración y pedirles disculpas. Al darles la oportu-nidad de contribuir a la solución, puedes cambiar el cariz de una situación potencialmente dañina.

Reforzadores positivosEl elogio es un motivador de primera. A los

chicos les encanta que digan cosas buenas de ellos. Es más importante alabarlos por su buena conducta que regañarlos por su mal comportamiento.

Eso no signiica que no haya ocasiones en que toque amonestarlos y corregirlos. Pero si aprendemos a evitar las situaciones engorrosas aplaudiendo lo que hacen bien y empleando otros reforzadores positivos, aumentaremos la estimación que tienen de sí mismos y nos sentiremos menos irritados, agotados y desanimados al inal de la jornada. Es una estrategia en la que todos salen ganando.

Cuanto más te concentres en las cualidades y aspectos positivos de tus hijos, más razones hallarás para alabarlos y menos tendrás que reprenderlos por su mal comportamiento. El elogio fomenta una conducta que justiica más elogios.

Elogia a tus hijos con frecuencia, sinceridad y originalidad, siempre ateniéndote a la verdad. Por ejemplo, si emprenden algo nuevo y obtienen resultados desastrosos, elogia el esfuerzo, no el desenlace. O si pretendían darte una sorpresa, pero fallaron en el intento, agradéceles su gesto de cariño. Procura siempre resaltar el lado positivo de las cosas y convertir lo bueno en memorable. 1

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Page 125: Padres e hijos en Conéctate

Cuando oímos hablar de alguien que está llevando a cabo una gran obra, podemos estar seguros de que tuvo una excelente base. Quizá fue la instrucción que le dio su madre, el ejemplo de su padre, la inluencia de un profesor o una experiencia intensa que vivió. En todo caso, ese elemento era indispensable; de lo contrario no estaría logrando tanto, por muchas oportunidades favorables que haya tenido. Catherine Miles

LOS PADRES Y LA AUTOESTIMA

Un estudio ha revelado que los padres que dedican unos cuantos minutos al día a cada uno de sus hijos por separado multiplican las probabilidades de que éstos lleguen a ser adultos seguros de sí mismos.

De los muchachos que air-maron que su padre pasaba ratos con ellos, se interesaba en sus progresos y los apoyaba, más del 90 por ciento tenía fe en su propia capacidad. Mientras que

de los niños que expresaron que su padre pasaba poco o nada de tiempo con ellos, el 72 por ciento tenía la autoestima muy baja y evidenciaba más problemas emocionales y conductuales.

El mismo estudio arrojó otro resultado bastante sorprendente: los efectos positivos de una buena relación entre padre e hijo son igual de evidentes en las familias biparentales que en aquellas en que el padre, aun estando ausente (por ejemplo, después de un divorcio), se esfuerza por pasar tiempo con sus hijos. Estudios similares demuestran que un resultado igualmente positivo se produce cuando, en ausencia del padre, otra igura paterna asume el papel de éste, como puede ser un padrastro, tío, abuelo, profesor o mentor.

EFECTO A

LARGO PLAZO

La labor de un mentor consiste en

dejarse exprimir el coco, prestar

oído y dar un empujón en la

dirección indicada. John Crosby

A los jóvenes preséntales gran-

des expectativas, manifiéstales

cariño y dales tu apoyo. Tendrán

éxito. Said Sewell

Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. Proverbios 22:6

UN SERMÓN DE LO MÁS ELOCUENTE

Pocos días antes de la recolec-ción de una mies que prometía ser particularmente abundante, se desató una espantosa tormenta de viento y piedra. La cosecha se perdió. Después de la granizada, el dueño del terreno salió con su hijito a la puerta de su vivienda. Cuando el pequeño vio lo que había quedado del hermoso trigal, se le llenaron los ojos de lágrimas y se volvió a su padre, esperando unas palabras de desesperación. En ese instante, el agricultor entonó suavemente un himno de conianza en Dios. Años después, cuando aquel chiquillo era ya un hombre, manifestó: «Aquel fue el sermón más elocuente que he escuchado en mi vida». 1

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Page 126: Padres e hijos en Conéctate

Querido papá:Me senté a escribirte para el

Día del Padre y me vinieron a la cabeza los siguientes pensamien-tos. Espero que sepas cuánto te quiero, te admiro y te valoro.

Gracias por enseñarme, mediante tu ejemplo de consa-gración a los demás los últimos 37 años, que todos los sacriicios que hacemos por Jesús y por el prójimo valen la pena.

Gracias todas por las veces en que aguantaste y no dejaste de coniar en que Jesús nos sacaría adelante cuando la situación se veía negra.

Gracias por ayudarme a terminar mi tarea para la clase de la Biblia cuando estaba en segundo grado —todavía tengo el librito— aunque ese día tú mismo tenías que entregar un trabajo importante.

Gracias por no impacientarte conmigo a pesar de mis preguntas infantiles y parloteo sin sentido.

Gracias por todas las veces nos llevaste de viaje —nunca se

me olvidarán— y por acarrear nuestro pesado equipaje.

Gracias por las meriendas sanas y ricas que nos traías de tanto en tanto y que los niños siempre esperábamos con ilusión.

Gracias por llevarme a com-prar zapatos y no desistir hasta encontrar el par ideal.

Gracias por curarme los raspones en las rodillas, sacarme las astillas y atenderme todas las veces que me enfermé, y por dispensarme toda la atención y apoyo moral que necesitaba en esos momentos.

Gracias por todas las anécdotas entretenidas que nos contaste de tu infancia.

Gracias por los cuentos que nos leías a la hora de dormir. Ese era uno de los mejores momentos del día.

Gracias por hacer que me sintiera segura y protegida en cualquier parte por el solo hecho de que tú estabas presente.

Gracias por todos los partidos de baloncesto y softball que

GRACIAS, PAPÁCarta abierta de Angie Frouman

hicimos en la época en que esa era mi pasión.

Gracias por las veces en que te pusiste irme y me hiciste cumplir las reglas de nuestra familia. Ahora que tengo hijos propios sé lo difícil e importante que es.

Gracias por creer en mí cuando me llegó el momento de desplegar las alas y echar a volar, aunque yo no me consideraba capaz.

Gracias por enseñarme a negociar el contrato de arriendo de mi primer apartamento.

Gracias por ser un abuelo divertido y aventurero para mis hijos.

Gracias por los ratos que pasaste conversando a solas conmigo a pesar de tu apretado horario y tu larga lista de tareas pendientes. Siempre signiicaron mucho para mí.

Tu hija

Angie Frouman es integr ante de La Familia Internacional en México. 1

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Page 127: Padres e hijos en Conéctate

¿Qué niño pequeño entiende a sus padres?

No es necesario comprender a Dios para amarlo. De hecho, nadie puede entenderlo del todo. Es imposible, porque Él dice que Sus caminos están muy por encima de los nuestros. «Como son más altos los cielos que la tierra, así son Mis caminos más altos que vuestros caminos, y Mis pensamientos más que vuestros pensamientos»1. No trates de comprender a Dios. Simplemente acepta Su amor por fe.

Jesús trató de expresar las cosas en términos muy sencillos. Dijo: «Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los Cielos»2. ¿Qué niño pequeño entiende a sus padres, y su propio naci-miento, y los secretos de la vida? Sin embargo, instintivamente es capaz de sintonizar con lo más profundo del mundo: el amor. Siente el amor de sus padres, lo acepta y responde del mismo modo.

La Biblia dice que «Dios es Espíritu»3 y que «Dios es amor»4. Es el Espíritu mismo de ese amor que sientes en tu corazón. Y aunque es imposible entender a Dios, todos podemos aceptar Su amor y corres-pondérselo. Establecer contacto a nivel personal con el Dios del amor es algo tan sencillo que a muchos les parece inconcebible. Pero lo único que hay que hacer es pedir con fe y aceptar. David Br andt Berg 1

¿ C Ó M O E S D I O S ?

Algunos lo imaginan como un

Ser que todo lo ve y que porta

un gran mazo, dispuesto en

todo momento a aporrearnos

con él. O como un tirano cruel,

un monstruo que nos aterroriza

con el Infierno. En realidad Dios

es amor. Es nuestro amoroso

Padre celestial, y se propone

que todos lleguen al Cielo. Es un

Dios cercano, íntimo, personal,

afectuoso, lleno de bondad, de

ternura, de dulzura y de interés

por nosotros. Nos sigue de cerca

con los brazos abiertos porque

tiene la esperanza de que nos

volvamos y lo recibamos también

a Él con los brazos abiertos.

David Brandt Berg

1 Isaías 55:92 Mateo 18:33 Juan 4:244 1 Juan 4:8

¿COMPRENDER A DIOS?

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Page 128: Padres e hijos en Conéctate

imagen de nuestro Padre celestial para que nos sintiéramos bien amparados.

Por eso de niño sentía gran amor y respeto por él. Era mi padre, y yo estaba dispuesto a cualquier cosa por complacerlo si con eso lograba que me prestara un minuto más de atención.

Pero claro, mi infancia llegó a su in. Los pri-meros años de mi adolescencia fueron difíciles. Me entraron ansias de independizarme, de apartarme de él: ¿no es eso lo que hacen todos los chicos a esa edad? Todos mis amigos se iban distanciando de sus padres, y a mí también me picó la mosca. Estoy seguro de que no es fácil para un padre ver alejarse a sus hijos. Yo en aquel momento, sin embargo, no era consciente de eso.

Cuando me hice mayor, nos distanciamos aún más. Anduve con malas compañías, empecé a delinquir y a drogarme, y lo marginé completamente de mi vida. No quería tener que encarar las consecuencias de mis desaciertos. En parte, puede que él entendiera lo que me sucedía; pero yo no. No tenía ni idea de cuánto le dolía lo que yo hacía. Tampoco comprendía que la razón por la que él quería que hiciera algo provechoso era simplemente que me amaba. Mi inmadurez me cegaba. Lo único que veía era el mundo que me rodeaba, lleno de personas egoístas, y creía que mi padre era como todos los demás.

Las cosas fueron de mal en peor. Finalmente me metí en un lío con la policía por un acto lisa y llanamente estúpido. Pero en lugar de admitir que me había descarriado, me llené de rencor contra mi padre. Toda iniciativa suya para hacerme ver que estaba echando a perder mi vida, yo la percibía como un intento más de controlarme.

AHORA

LO VEOPeter Story

Debo decir que admiro sinceramente a mi padre. Sin embargo, admito que no siempre me resultó fácil decirlo. Con los años he ido enten-diendo lo ciego que era yo antes.

A mis dos hermanos mayores y a mí nos crió nuestro papá él solo. Estoy seguro de que no le resultó nada sencillo; sin embargo, nunca nos lo dio a entender. Ahora me doy cuenta de lo atinada que fue su actitud. Se enfrentó a muchas diicultades, pero en todo momento fue para nosotros una

Todos mis amigos se iban distanciando de sus padres, y a mí también me picó la mosca.

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Page 129: Padres e hijos en Conéctate

Cuando yo contaba 17 años y era el último de sus hijos que todavía vivía con él, tuvimos una fuerte discusión y me fui de la casa. Él se esforzó por hacerme caer en la cuenta de lo mal que me estaba encaminando, pero yo no quise deponer mi orgullo. Mi vida era mi vida, y no iba a permitir que nadie más que yo la dirigiera.

Me fui a la casa de unos amigos y seguí por la misma senda. Si hasta aquel momento ya me había parecido que las cosas no marchaban bien, a partir de entonces fue evidente que mi vida era como un auto que se precipitaba cuesta abajo. En los meses que siguieron me metí en algunas relaciones muy turbulentas. Muchas veces no tenía qué comer.

En la parábola que contó Jesús sobre el hijo pródigo1,

¿recuerdas cómo reaccionó el padre cuando el hijo

volvió arrepentido al hogar? ¿Acaso corrió a oler el

aliento del muchacho para ver si venía ebrio? ¿Hizo

algún comentario sobre lo descuidado que había

sido con su vestimenta? ¿Lo criticó por tener el pelo

desgreñado y las uñas sucias? ¿Le preguntó el saldo de

su cuenta corriente? Por supuesto que no. Lo recibió

con los brazos abiertos y le prodigó una calurosa

acogida.

Bob Pedrick

Había apartado de mí a una persona que me quería entrañablemente y no pretendía otra cosa que ayudarme.

1 Lucas 15:11–24

Descubrí el verdadero valor de mis amigos cuando trataron de aprovecharse de mí en unos negocios de drogas; me salvé por un pelo de ir a parar a la cárcel. Finalmente me di cuenta de que si no apretaba pronto los frenos, me iba a estrellar.

En ese momento de desesperación, cuando estaba por tocar fondo, acudí a Jesús. Con Su ayuda comencé a ver lo ciego que había estado desde hacía años. Había apartado de mí a una persona que me quería entrañablemente y no pretendía otra cosa que ayudarme.

A la postre me reconcilié con mi padre. Ahora que hago memoria de esas sombrías experiencias, estoy agradecido por ellas, en parte porque me infundie-ron un cariño y respeto mucho más profundos por mi padre. Gracias a él aprendí a apreciar a quienes por amor se sacriican por los demás. Ese aprecio fue lo que me llevó, a los 19 años, a dedicar mi vida a servir a Dios y al prójimo. Cinco años después sigo descubriendo motivos para estar agradecido por mi padre, que se preocupó tanto por mí a pesar de que yo no le hacía ningún caso. En aquel momento no me daba cuenta, pero ahora se me hace evidente.

Peter Story es integr ante de La Familia Internacional en México. 1

AMOR INCONDICIONAL

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Page 130: Padres e hijos en Conéctate

BUSCA LO POSITIVO

EJERCICIO ESPIRITUAL

La vida casi nunca está exenta de diicultades, y muchos de los conlictos que nos mortiican afectan a la gente de nuestro entorno: parientes, compañeros de trabajo, vecinos y otras personas con quienes alternamos. Aunque ellos no sean el motivo de nuestros problemas, se ven inluidos por nues-tras reacciones, que cuando son negativas pueden amargarnos la vida y entorpecer la comunicación casi más que ningún otro factor.

Uno de los secretos de la felicidad y de las relaciones armoniosas es no dejar que pequeñas contrariedades o situaciones irritantes de todos los días ensombrezcan nuestra existencia. Helen Keller dio en el clavo cuando dijo: «Mira hacia el sol, y no verás las sombras». El apóstol Pablo fue aún más claro: «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad»1.

Durante un par de semanas, tómate unos minu-tos cada noche para relexionar sobre la jornada. Repasa los mejores y los peores momentos. ¿Le diste gracias a Dios por los buenos? ¿Cómo podrías haber tenido una actitud más positiva ante las diicultades? Aun la peor de las situaciones puede reportarnos enseñanzas si procuramos descubrirlas. El buscar lo positivo en los sucesos del día te condiciona a reaccionar con más optimismo en el futuro. 1

…fundamenta su vida

y sus acciones en la

Palabra de Dios.

Deuteronomio 12:28

…da buen ejemplo.

1 Corintios 11:1

…tiene integridad

moral.

Proverbios 20:7

…pide orientación a

Dios para educar a sus

hijos.

Jueces 13:8b

…ama a sus hijos

incondicionalmente.

Lucas 15:11–24

…mantiene a su familia.

1 Timoteo 5:8

1 Filipenses 4:8

L E C T U R A S E N R I Q U E C E D O R A S

Un padre cercano a Dios...

…participa activamente

en la educación y forma-

ción moral de sus hijos.

Proverbios 22:6

Efesios 6:4

…enseña a sus hijos la

Palabra de Dios.

Deuteronomio 6:6,7

…es consciente de las

limitaciones de sus hijos

y empatiza con ellos.

Salmo 103:13,14

…trata a sus hijos con

cariño y ternura.

Colosenses 3:21

…corrige a sus hijos

cuando es necesario.

Proverbios 13:24

Proverbios 3:12

…ve en sus hijos el

premio de sus esfuerzos.

Proverbios 23:24,25

3 Juan 4

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Page 131: Padres e hijos en Conéctate

EncamínalosTus hijos me necesitan muchísimo, y tú también. Deben aprender a hacerme partícipe de su vida y a coniar en Mí cuando las cosas se pongan difíciles. Tienen que aprender a depender de Mí y a acudir a Mí cuando tengan apuros o molestias. Deben aprender a orar por los demás y a escuchar Mi voz para que pueda ayudarlos a decidir bien. Más que nada, es preciso que aprendan a amarme y a aceptar Mi amor.

¿Quieres que aprendan todo eso? Lo harán si lo ven en ti. La mejor forma de conseguir que tus hijos vayan por buen camino es conducirlos por él. Deseo lo mejor para ellos y tengo poder para dárselo. Sin embargo, tú eres el conducto por el que ha de luir la mayoría de Mis bendiciones. La medida en que logre obrar en la vida de tus hijos depende en gran parte de cuánto pueda obrar en la tuya. Si me amas de todo corazón, procuras complacerme, me pides que te guíe y me sigues de cerca, Yo haré lo demás.

DE JESÚS, CON CARIÑO

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Page 132: Padres e hijos en Conéctate

En Nochevieja, cuando todos encendieron fue-gos artificiales al dar las doce, ¿estabas lleno de entu-siasmo y júbilo? ¿O al escuchar las campanadas te invadió una suerte de melancolía y te pusiste a relexionar en silencio sobre tu futuro?

Al oír las exclamaciones de «¡Feliz Año Nuevo!», ¿sentiste sólo alegría, o también algo de ansiedad por lo que ha de venir?

El año pasado yo estaba un poco confusa. Hicimos los habituales brindis en medio del bullicio de la celebración de Año Nuevo; pero después de acostarme, mientras daba vueltas en la cama, me quedé pensando en lo que el futuro me tenía reservado.

Albergaba grandes expecta-tivas; sabía que se aproximaban cambios. Me sentía contenta y triste a la vez. Estaba a punto de

tomar ciertas decisiones, pero no lograba dar el paso.

La incertidumbre se prolongó una semana, luego dos. Cavilé bastante, postergué una y otra vez la decisión, y recé. Mucho. Pero sin resultados.

Un día llegó un paquete por correo. Además de ropa y chocolates, mi tía me envió un rompecabezas para niños. Me hizo gracia y pensé pasárselo a mi hermano más pequeño.

Al verlo Rafael —que tenía cuatro años—, se lo llevó a otra habitación para abrirlo. Sin embargo, enseguida volvió muy exaltado.

—El rompecabezas no tiene dibujo —exclamó—. Uno mismo lo tiene que hacer.

—¿Qué?—El rompecabezas no tiene

dibujo —repitió Rafael.Al mirar más detenidamente me

di cuenta de que era uno de esos puzzles sin dibujo. Así que, ante la insistencia de Rafael, hice un dibujo sobre las piezas antes de que las separara. Él estaba feliz.

Cuando pensé que me iba a dejar en paz, me dijo:

—Ahora tienes que ayudarme a armarlo.

Desparramó las piezas por el suelo, las amontonó, las volvió a desparramar, y se quedó sentado cruzado de brazos, contento y convencido de que yo se lo iba a armar.

Vacilé por un momento, pero al inal acepté.

—De acuerdo, lo haremos juntos —le dije—. Es fácil.

Mi idea era que Rafael coloreara el dibujo antes de desbaratar el rompecabezas, pero no lo había hecho. Las piezas eran una maraña de líneas negras y no parecían encajar unas con otras. Pero Rafa no se daba por vencido.

Le expliqué que había que encontrar primero las cuatro esquinas, luego los bordes, y por último las piezas en que los elementos del dibujo eran recono-cibles, y poner las de los ojos con las de la nariz, las de las hojas con las de las lores, etc.

Poco a poco, lo fuimos armando.

Me quedé observando mientras él buscaba lentamente cada pieza y la colocaba en su lugar. A veces se frustraba y meneaba la cabeza, o levantaba las manos exasperado y exclamaba:

el rompecabezasNyx Martínez

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Page 133: Padres e hijos en Conéctate

—No… Esa no va ahí.Cada vez insistía en que el

rompecabezas tenía algún fallo. Tuve que asegurarle varias veces que las piezas encajarían perfec-tamente cuando estuvieran todas en su sitio.

—Todas forman parte del mismo dibujo —le dije—. Solo hay que descubrir dónde van.

Nos tomó media hora formar la imagen del gato jugando en el jardín. Cuando terminamos, Rafa tenía una expresión de suiciencia y satisfacción.

Yo también sonreía, pues en ese momento me vi a mí misma como una niña que intentaba resolver el rompecabezas de su vida, confusa, impaciente y con ganas de darse por vencida.

«Todas esas piezas forman parte del mismo rompecabezas —me dijo una vocecilla interior que he aprendido a identiicar como la de Jesús—. Solo nos resta descubrir dónde van».

Así como me había sentado con mi hermanito, insinuándole dónde podía colocar las piezas, Jesús se sentaría conmigo cuando quisiera poner en orden esa pila de piezas que constituían mi futuro.

Al igual que mi hermanito, yo, un poco harta de todo, quería des-echar las piezas que no parecían tener sentido. Sostenía vehemen-temente que no sabía dónde iba cada una. Entretanto, Él estaba a mi lado, asegurándome una y otra vez que todo iba a salir bien, que todas las piezas encajarían en su lugar. De eso no tenía Él la menor duda, pues el dibujo había sido obra Suya. Me llevaría tiempo y tendría que armarme de paciencia; pero una vez que todas las piezas estuvieran en su sitio, yo también sonreiría satisfecha.

Y eso fue precisamente lo que sucedió. Con unas cuantas pistas que me dio Jesús, unos días antes de ponerme a escribir este artículo todas las piezas encajaron en su lugar.

Hoy miro el rompecabezas del año entrante y me entusiasmo. Ya va tomando forma. Voy encon-trando las esquinas y los bordes. Veo que empieza a aparecer una imagen. Ha aprendido que hacen falta todas las piezas.

No dudo que será un hermoso cuadro.

Nyx Martínez es integr ante de La Familia Internacional en Filipinas. 1

Me vi a mí misma como una niña que intentaba resolver el rompecabezas de su vida, confusa, impaciente y con ganas de darse por vencida.

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Page 134: Padres e hijos en Conéctate

Creo que con mis hijos he cometido demasiadas veces el error de expresar mi empatía de formas que ellos interpretaron como asunción de responsabilidad.

Por ejemplo, cuando mi hijo tenía cinco años sufrió una vez un acci-dente. Acabábamos de conseguirle una bicicleta usada, y yo le había dicho claramente que no subiera a cierta loma hasta que su padre revisara los frenos y le enseñara a manejarlos. Pero desobedeció y lo hizo de todos modos. Los frenos funcionaban, pero él se asustó y no supo reaccionar. Bajó la cuesta a gran velocidad, se desvió hacia un maizal, volvió a meterse en la carre-tera y se cayó. No recuerda nada de lo que sucedió después. Lo encontraron con el mentón contra el asfalto y hubo que darle unos puntos. Yo luego quise mostrarme comprensiva y le dije: «Lo siento, hijo».

Claro que lo sentía. Me sentía culpable por no haberlo vigilado más de cerca. Sentí su dolor cuando lo llevamos a toda prisa al hospital. Hasta el día de hoy me apena ver la cicatriz que le quedó. Pero de algún modo, el decirle: «Lo siento» ocasionó un malentendido.

Hace unas semanas hablamos de ese accidente, que se produjo años atrás. Él todavía pensaba que por alguna razón había sido culpa mía. No recordaba la clara advertencia que yo le había hecho. No recordaba haber desobedecido. Solo recuerda que le dije: «Lo siento», y en aquel momento pensó que eso signiicaba que yo tenía la culpa, no él.

Es fácil caer en el hábito de echar-nos la culpa de cosas que en realidad no son culpa nuestra. Con el tiempo, eso puede llevar a los adolescentes a responsabilizar a sus padres de las malas consecuencias de las decisiones que ellos mismos tomaron. En reali-dad, si los padres se han encargado de enseñar a sus hijos a tomar decisiones atinadas y prudentes, cuando se producen accidentes o algo sale mal, normalmente la culpa es de los hijos por no haber hecho caso.

Siento mucho que mi hijo des-obedeciera. Siento mucho que se lastimara. Y siento mucho que se produjera ese malentendido. Siento mucho haberle dado la impresión de que era culpa mía cuando no lo era. Lo que debí haberle dicho es: «Lamento mucho que hayas desobe-decido. Me apena mucho que no me escucharas. Me entristece mucho que haya sucedido esto; pero estoy segura de que has escarmentado y de que no volverás a cometer el mismo error».

El inal feliz de este episodio es que pude aclarar el malentendido con mi hijo, que hoy es un joven que se enfrenta a decisiones mucho más importantes que dónde andar en bicicleta. Sabe que siempre podrá contar con mi ayuda, mi amor y mi comprensión, pero también entiende que en última instancia es el responsa-ble de las decisiones que tome.

Josie Clark es integrante de La Familia Internacional en los Estados Unidos. 1

No bast a con empat izarJosie Clark

CRIAR CON

EL CORAZÓN

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Page 135: Padres e hijos en Conéctate

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El consejo de papáEvelyn Sichrovsky

Hay un día que nunca olvidaré. Fue hace siete años, aproximadamente una semana antes de cumplir yo los 12. Empezó como cualquier otro.

La inminencia de cumplir 12 años me tenía un poco desconcertada. Es más, me daba miedo. En las semanas anteriores me asaltaron diversos interrogantes y apren-siones. ¿Cumplir 12 años implicaba que ya no podría hacer ciertas cosas de niña que me gustaban? ¿Tendría que conducirme de otra manera, crecer y madurar de golpe? Ni siquiera sabía muy bien qué querían decir esos términos. No tenía ni idea de cómo responder a ese alud de preguntas. Estaba confusa.

Por la tarde papá y yo salimos a dar un paseo, y inal-mente me armé de valor para plantearle aquellos grandes interrogantes. Sus respuestas —que fueron simples, pero atinadas— hicieron mucho más que disipar mis aprensiones cumpleañeras; contribuyeron a moldear mi carácter.

Papá me aseguró que cumplir 12 años no signiicaba que tendría que crecer de golpe ni que ya no podría disfrutar de los juegos de la infancia. Me explicó que gozar de las cosas sencillas de la vida y apreciarlas es un rasgo de la infancia que nunca deberíamos perder, independientemente de la edad que tengamos. Además, me sorprendió que me dijera que la madurez no tiene nada que ver con aparentar ser mayor o querer impresio-nar a los demás. La verdadera madurez consiste en aprender a pensar más en el prójimo que en mí misma; signiica mirar el mundo sin egoísmo, contribuir al desarrollo de los demás, ejercer una inluencia positiva en ellos, ponerme en su lugar, procurar entenderlos y ser capaz de compadecerme. En resumidas cuentas, es manifestar amor y anteponer sus necesidades a las mías.

Evelyn Sichrovsky es integr ante de La Familia Internacional en Taiwán. 1

e l v e r d a d e r o g o c e d e l a v i d aHe aquí el verdadero goce de la vida: servir para un propósito que uno mismo reconoce como noble;

constituirse en una fuerza de la naturaleza en vez de ser un amasijo febril de malestares y molestias que se

queja de que el mundo no se consagra a hacerlo a uno feliz. Soy de la opinión de que mi vida pertenece

a toda la sociedad y que mientras viva es un honor hacer todo lo que pueda por ella. Es una suerte de

antorcha espléndida que por el momento sostengo con fuerza y quiero que arda con el mayor brillo

posible antes de entregarla a las generaciones futuras. George Bernard Shaw

Evelyn con su papá cuando cumplió 17 años.

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Page 136: Padres e hijos en Conéctate

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REFLEXIONES

Cualidades de un buen papá¿Cómo reaccionó el padre del hijo pródigo cuando este volvió al hogar?1 ¿Corrió a oler el aliento de su hijo par a averiguar si había estado bebiendo? ¿Hizo algún comentario sobre lo mal que había cuidado su ropa? ¿Lo criticó por tener el pelo desgreñado y las uñas sucias? ¿Le preguntó cuál era el saldo de su cuenta corriente? Por supuesto que no. Abrazó al chico y le dio una calurosa acogida.

A mi juicio, la principal lección que nos deja este episodio de amor inmortalizado en la Biblia es que Dios nos acepta tal como somos. A la luz de ese ejemplo que Él nos puso, ¿no deberíamos esforzarnos por obrar del mismo modo con nuestros hijos? ¿Podemos darnos el lujo de privarlos de esos abrazos que les demuestran que los acogemos con amor?

Ese cariño es como una manta que todo progenitor puede tejer para abrigar a su hijo y demostrarle que lo acepta tal cual es. Es lo que motiva a un padre a seguir ayudando a su chico a superarse hasta que éste alcanza la meta que Dios le ha trazado. Bob Pedrick

Un buen padre vale por cien maestros de escuela. George Herbert

De niño mi padre me decía todos los días: «Eres el muchacho más fantástico del mundo y puedes hacer cualquier cosa que te propongas». Jan Hutchins

Todo hombre, por muy ocupado que esté, que relexiona de vez en cuando sobre su labor como padre puede aprender a ser un mejor papá. Jack Baker

Mi padre me dio el mejor regalo que uno pueda recibir: creyó en mí. Jim Valvano

Al niño, corrígelo con cariño. Refrán español

Mi padre no me habló de

cómo debía vivir. Vivió y me dejó observarlo. Clarence Budington Kelland

Los hijos y el jardín de un hombre relejan el tiempo dedicado a desmalezar durante la temporada de desarrollo. Anónimo

Los niños pequeños se convierten en grandes hombres por la inluencia de grandes hombres que se interesan por los niños pequeños. Anónimo

A un padre se lo respeta por el liderazgo que ejerce.

Se lo aprecia por los cuidados que prodiga a su familia.

Se lo valora por el tiempo que dedica a sus hijos.

Y éstos lo aman porque les da lo que más estiman: se entrega a sí mismo. Anónimo

Lucas 15:11-241.

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Proverbios 17:221.

cuidado con el NEGAPILLOM K

INFOR ME DE IN V ESTIGACIÓN

H : .

Se llama negapillo, por el efecto negativo que tiene en el estado mental y emocional del huésped. Aunque es muy pequeño para reconocerlo a simple vista, los síntomas de infección son evidentes. Vive adherido a la suave membrana del oído interno. Sus diminutas alas vibran a una frecuencia indetectable para el ser humano, pero que interfiere con las ondas cerebrales y deja a la víctima confusa y sumida en la depresión.

Esas vibraciones negativas pueden ser difíciles de distinguir de los propios pensamientos. Si no se procede con sumo cuidado, es fácil que la persona termine dando crédito al murmullo negativo de sus conversaciones internas. En los casos más graves, la infección puede trasladarse al cerebro del huésped, donde el parásito se reproduce y tiene miles de crías que al poco tiempo se propagan a otras personas por el aire, por medio de las palabras negativas que pronuncia el huésped.

El negapillo es una plaga que puede causar graves daños. De ahí que el tratamiento deba adminis-trarse al primer síntoma. Mediante un sacudón, hay que desalojarlo del oído de la víctima.

En la mayoría de los casos el propio paciente puede aplicarse el tratamiento, inclinando la cabeza hacia el lado donde está el negapillo y realizando varios saltos enérgicos mientras se golpea el lado opuesto de la cabeza. Si el afectado no sabe con certeza en qué oído se esconde el negapillo, deberá darse golpes en los dos lados de la cabeza para mayor seguridad. De haber más de un negapillo alojado en la cabeza, tal vez sea necesario repetir el proceso.

En casos difíciles o extremos, se aconseja tomar una almohada y asestarle un buen golpe a la víctima en la cabeza, por el lado opuesto a donde se encuentre el negapillo. Si esa estrategia no da el resultado deseado y no se consigue eliminar el parásito, tal vez sea necesario propinarle un susto para que el bicho salga de su escondite. El agua helada aplicada en la cabeza de la víctima casi siempre proporciona buenos resultados. Para evitar la reinfec-ción, colóquele al paciente unos auriculares y póngalo a escuchar

música alegre y lecturas alentado-ras. Se recomienda además hacer con él ejercicios de mentalización positiva.

(Advertencia: Los golpes con almohada y los tratamientos con agua helada solo deben aplicarlos adultos capacitados. Si un niño intenta esas maniobras, puede cau-sar lesiones a la víctima o daños y perjuicios materiales.)

Estudio clínico

Un estudio clínico realizado con mis hijos de corta edad y mi hija adolescente arrojó resultados muy alentadores. El tratamiento prescrito demostró ser muy eficaz para ayudarlos a superar crisis de autocompasión y otros cuadros emocionales negativos.

Por ejemplo, un día entré a la cocina y encontré a mi hija de trece años sollozando frente a una pila llena de platos sucios. Me apiadé de ella y le dije: «Siento mucho que no estés contenta. No te quepa duda de que te quiero mucho. Es más, te quiero tanto que tengo que hacer esto...» Saqué una almohada que traía escondida y me puse manos a la obra. Mi hija no paraba de reírse y pedirme misericordia. Después del trata-miento, la paciente se recuperó milagrosamente.

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Page 138: Padres e hijos en Conéctate

Enseguida reanudó el lavado de platos, pero me desconcertó que al cabo de unos instantes sufriera una recaída. Era hora de pasar a la segunda fase. Fui a buscar agua helada. Me vio venir, pero no me creyó capaz de hacerlo. Tras una breve persecu-ción por la casa, la acorralé y... ¡chof! Hasta le pareció gracioso. Unas carcajadas más y los platos ya casi estaban listos.

Soy madre de una adolescente muy sensible a las emociones. Como tal, he pasado largas horas explicándole cosas, animándola, consolándola y orando a fin de ayudarla a reponerse de sus arrebatos hormonales y cuadros de desaliento. Sin embargo, he comprobado que el tratamiento contra los negapillos es de lo más eficaz.

Una vez que las pobres víctimas del negapillo toman conciencia del peligro, aprenden a recono-cerlo y evitan a toda costa los monólogos internos de carácter negativo o destructivo. Más vale prevenir que curar. ¡Cuidado con el negapillo!

M K

L F I

T. ■

«El corazón alegre constituye buen

remedio»1. Una disposición jovial no es

solo beneficiosa para el espíritu; muchos

estudios han demostrado que lo es

también para el estado físico. Pegarse

una buena carcajada puede sacarlo a

uno de la depresión o la pesadumbre.

Conviene cultivar el buen humor, reírse,

relajarse, pasarlo bien… todo lo que

sirva de válvula de escape para olvidar

las desventuras y disfrutar de la vida.

P É G AT E U N A C A R C A J A D A

L E C T U R A S E N R I Q U E C E D O R A S Ver lo bueno

Pensemos en todo lo bueno

que ha hecho el Señor por

nosotros.

Salmo 40:5

Salmo 103:2

Salmo 126:3

Adoptemos una actitud

optimista ante las

dificultades de la vida.

Salmo 119:71

Habacuc 3:17,18

Romanos 8:28

1 Tesalonicenses 5:18

Santiago 1:2-4

1 Pedro 4:12,13

Cultivemos una actitud

favorable hacia los demás.

Romanos 12:10

Efesios 4:32

Colosenses 3:12

1 Pedro 4:8

Habituémonos a ser

agradecidos y alabar a Dios.

Salmo 35:28

Salmo 100:4

Efesios 5:20

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Page 139: Padres e hijos en Conéctate

EL PAQUETEMercy D’Souza

Logan con su caballito

Deléitate en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón. Salmo 37:4

Muchas veces los padres queremos compr ar un juguete a un hijo sin motivo alguno. Aunque no sea una ocasión especial, ni algo que el niño necesite o haya pedido siquiera, sabemos que lo disfrutará y queremos que lo tenga.

Hace poco me pasó eso con mi hijo Logan, de 19 meses. No sé muy bien por qué me empeñé en conseguirle un caballito mecedor. Quizá porque en el video que más le gustaba había una escena de niños montados en caballitos de balancín, o porque cada vez que íbamos a una tienda de juguetes cercana la vendedora lo invitaba a montarse en

uno de los caballitos que tenían allí, y él nunca se quejaba cuando era hora de irnos. A decir verdad, él no parecía tan ilusionado con tener uno, pero yo no podía dejar de pensar en lo lindo que sería.

El problema era que costaba más de lo que yo me podía permitir. Me dije que los niños crecen y pierden rápidamente interés en sus juguetes, y que tal vez Logan ni siquiera jugaría mucho con él; pero el deseo de conseguirle uno persistía.

Una noche Logan y yo estábamos mirando dibujos de juguetes y vimos un caballito mecedor. Impulsivamente le propuse: «Pidámosle a Jesús para que te dé uno igual a ese». Luego de una breve pero sincera oración, resolví que ya había hecho lo que estaba a mi alcance, y al poco tiempo me olvidé del asunto.

Unos días después recibimos un paquete muy grande de unos amigos que nos habían dicho que nos iban a enviar ropa para los niños. Aunque yo esperaba una caja pequeña, la que nos llegó era enorme.

La abrí y me puse a revisar lo que había dentro. ¡Cuál no sería mi sorpresa al ver enterrado debajo de la ropa un caballito mecedor de madera del tamaño perfecto para Logan! No daba crédito a mis ojos. Entonces recordé la oración que habíamos hecho. Dios se valió de aquel incidente para infun-dirnos fe.

Cada vez que miro ese caballito recuerdo cuánto nos ama Dios, que no solo nos da lo que necesitamos, sino también lo que deseamos.

Mercy D’Souza es integr ante de La Familia Internacional en la India.

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Page 140: Padres e hijos en Conéctate

No sé en qué planeta vivía cuando

pensé que el día que tuviera un

hijo todas las habilidades que se

requieren para criarlo me vendrían

como por arte de magia. No tardé

en darme cuenta de que los hijos,

por mucho que proporcionan

incomparables alegrías, también

representan bastante trabajo. En mi

caso tuve que ajustar mis aspiracio-

nes y mi orden de prioridades a mi

nueva realidad. Todos los días paso

por un proceso de aprendizaje para

adaptarme a sus nuevas necesidades.

Katiuscia Giusti

Los niños nos mantienen a raya.

Su risa nos impide endurecernos.

Sus sueños garantizan que nunca

perdamos las ganas de forjar un

mundo mejor. Son quienes mejor

nos imponen disciplina. Rania,

reina de Jordania, en la revista

«Hello»

Nadie me prometió que sería fácil,

y sin duda no lo es. Pero ver crecer a

los hijos, verlos tomar por sí mismos

decisiones importantes y lanzarse

a la vida como seres humanos

independientes, fuertes y agradables

es una enorme recompensa. Al

mismo tiempo, me gusta cómo me

estoy volviendo yo. Tener hijos me

ha hecho más humano, más lexible

y humilde, más inquisitivo.

Padre anónimo

Si consideramos que nuestra labor

consiste simplemente en presidir el

crecimiento y la educación de nuestros

hijos, la tarea puede resultarnos

desalentadora y pesada. En cambio, si

la tomamos como una oportunidad de

crecimiento personal, se convierte en

una de las experiencias más creativas y

asertivas que nos ofrece la vida. Servir

de modelo de las cualidades que que-

remos que ellos tengan nos da ocasión

de superarnos y ampliar nuestros

horizontes. A algunos, los hijos

nos dan la oportunidad de ser

los padres que hubiéramos

querido tener.

Jack Westman

Rincón de los padresCrecer juntosSi pudiera empezar de nuevo con mi hijo,

primero construiría su autoestima; después, nuestra casa.

Usaría más el índice para pintar y menos para acusar.

Sería menos inlexible y más accesible.

Apartaría los ojos del reloj y los pondría más en él.

Haríamos más caminatas y, por supuesto, más fogatas.

Dejaría de hacerme la seria y me tomaría en serio el juego.

Correríamos más por el campo y miraríamos más las estrellas.

Le daría más abrazos y menos tironazos. Diane Loomans

No solo los niños crecen;

también los padres. Los niños

nos observan para ver qué hacemos

con nuestra vida tanto como noso-

tros a ellos. No puedo pedir a mis

hijos que tengan grandes sueños y

luchen para concretarlos. Solo puedo

hacer yo lo mismo. Joyce Maynard

13

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Page 141: Padres e hijos en Conéctate

La sonrisa de mi bebito era

una nimiedad. Sin embargo,

modiicó mi perspectiva de la vida.

Al despertarse y mirarme, vio

lo más fundamental para él en el

mundo: ¡yo! No le importó que mi

pantalón de pijama no combinara

con la blusa, ni que estuviera toda

despeinada. Simplemente me

quiere, y le encanta estar conmigo.

No necesita perfección; el amor

todo lo perdona, todo lo embellece.

En el momento en que lo tomé en

brazos y me impregné del amor

que irradiaba, se me esclareció algo

que había estado rumiando un rato

antes.

La falta de perfección en la vida

es algo que siempre me ha fasti-

diado. Cuando alguien dice o hace

algo que me contraría, suelo argu-

mentar: «¿Por qué tiene que haber

choques de personalidad, descuidos,

faltas de consideración, injusticias,

desaires, pesimismo? ¡Son cosas

que suceden todos los días y están

mal! ¡Ojalá no existieran! Si todo el

mundo —yo incluida— se condujera

como es debido, mi vida sería toda

dicha y perfección. La perfección es

lo único que alguna vez aliviará mis

irritaciones». Pero a la vez sabía que

eso nunca se daría. La vida no es así.

Necesitaba otra solución.

Cuanto más cavilaba más me

daba cuenta de que en realidad lo

que quería era que el mundo girara

en torno a mí, mis deseos, senti-

mientos, preferencias y prioridades.

Algo tenía que cambiar, y en este

caso, cualesquiera que fueran las

faltas de los demás, la que tenía que

cambiar era yo. Pero ¿cómo? Ya lo

había intentado antes.

Aquella mañana, mientras

sostenía en brazos a mi bebé, una

voz interior me susurró: «¿Te habría

gustado que tu bebé fuera perfecto

de nacimiento?»

Al relexionar sobre ello,

comprendí que nada me habría des-

agradado más. De haber podido él

caminar y correr desde el momento

en que nació, nunca habría podido

yo disfrutar de la expresión de

emoción que se dibujó en su carita

el día que logró dar sus primeros

pasos. Además me habría perdido ese

singular sentimiento de tenerlo en

brazos sabiendo que dependía ente-

ramente de mí. De haber podido él

hablar perfectamente desde el día en

que nació, jamás habría podido yo

experimentar la alegría de oírlo decir

su primera palabra. Si él supiera

todo lo que sabe una persona mayor,

nunca habría podido verlo pasmado

ante algún descubrimiento, ni habría

tenido yo la dicha de enseñarle algo

nuevo. Me habría perdido ininidad

de cosas. En realidad sus imperfec-

ciones lo hacen perfecto. No querría

que fuera distinto.

Entonces me pregunté: «¿Qué

hace que su imperfección sea

diferente de todas las otras imperfec-

ciones que me rodean?»

La respuesta no podía ser más

clara: el amor.

Un mundo

imperfectoChalsey Dooley

1. Mateo 7:7

10

141

Page 142: Padres e hijos en Conéctate

¡Eso es! Eso es lo que me falta.

Eso es lo que más preciso para afron-

tar con valor y alegría los problemas

que quisiera que no existieran.

Caí en la cuenta de lo que

me perdería si yo y los que me

rodean fuéramos perfectos desde el

comienzo. Me perdería ese aspecto

imprevisible y sorpresivo de la

vida; la dicha de perdonar y ser

perdonada; los estrechos vínculos de

amistad que se labran luchando con

la adversidad, y las cualidades que se

cultivan de la misma manera.

Me acordé de que añadir pensa-

mientos negativos a una situación ya

de por sí negativa nunca da resul-

tados positivos. En ese momento

me propuse buscar y descubrir

las oportunidades y experiencias

positivas que se ocultan detrás de la

máscara de la imperfección.

Más tarde aquel mismo día mi

bebito no se dormía. Decidí enton-

ces sacarle provecho a una situación

difícil poniendo en práctica lo que

acababa de aprender. Me olvidé de

lo que a mi juicio era lo mejor para

él y para mí en ese momento, y mi

marido y yo nos estuvimos un rato

cantando y riendo con él. Fueron

instantes perfectamente felices

que todos nos habríamos perdido

si aquel día todo hubiera salido

perfecto.

Cada situación y cada persona

con que nos topamos pueden

contribuir a que nuestra vida esté

salpicada de felicidad y sorpresas.

Basta con que no nos atasquemos en

lo inmediato, sino que miremos más

allá. Podemos ver cada diicultad,

pérdida, herida o deiciencia como

una pista, como la puerta de acceso

a una cámara acorazada donde

encontraremos bellos tesoros de

Dios. «Pedid, y se os dará; buscad, y

hallaréis; llamad, y se os abrirá»1.

Chalsey Dooley vive en Aus-

tr alia. Escr ibe textos motiva-

cionales par a niños y educa-

dor es y se dedica de lleno a la

for mación de sus hijos. ■

Cuando dejas de exigir

perfección a los demás, los

puedes querer por lo que

son. Donald Miller

Si buscas la perfección,

nunca estarás contento.

León Tolstói

No temas a la perfección.

Jamás la alcanzarás.

Salvador Dalí

Hay dos clases de perfección:

la que nunca lograrás, y la

otra, que es conducirte con

naturalidad. Lauren King

Nunca buena obra sin

zozobra. Refrán español

Es preciso ser tolerante para

poder vivir acompañado.

Muchos solitarios lo son por

perfeccionistas.

Víctor Hugo Menacho Moreno

11

142

Page 143: Padres e hijos en Conéctate

Ninguno de sus amigos y

familiares entiende por

qué decidió hacerlo. A la

mayoría le gustaría despertarla de

su insensatez. Sus objeciones tienen

sentido. Al in y al cabo, May ya

tiene cerca de 45 años y vive sola

desde que su hija se mudó a otra

parte. Además se ha endeudado. El

caso es que May está criando a una

niña que su ex marido tuvo con otra

mujer.

May se casó joven y se divorció

antes de los 25 años. Desde antes de

separarse ya criaba sola a su primera

hija, pues su marido era narcode-

pendiente, y no hacía otra cosa que

entrar y salir de la cárcel.

Unos veinte años después, él

reapareció de la nada y le pidió

un favor. Había tenido una hija

con otra mujer y quería que ella le

gestionara la internación de la niña

en un orfanato antes que él volviera

a la cárcel. La pequeña Joline (se pro-

nuncia Yolín) había sido abandonada

por su madre y parecía destinada a

pasar su vida en una institución.

May optó por hacer las gestiones

para quedarse con ella. Ya lleva cinco

años criándola. No le ha resultado

fácil. Trabaja arduamente para pagar

las cuentas, y Joline no le da tregua.

Sin embargo, nada la hace desistir.

«Todos me dicen que Joline es

una carga enorme y que no valen la

pena los sacriicios que hago para

criarla. Pero nadie me pregunta

qué siento yo ni toma en cuenta las

razones por las que lo hago.

»Cuando terminó mi última

relación, sentí que mi vida había

perdido todo sentido, y que nunca

tendría una familia normal. Sin

embargo, la primera vez que vi la

sonrisa de Joline y que ella me agarró

un dedo con su manito, supe que

había alguien que me quería y me

necesitaba. Joline no es una carga;

me trae amor y alegría».

En ese momento Joline se

acercó, echó sus brazos al cuello de

May y le llenó las mejillas de besos.

«Te quiero, mami. Eres la mejor del

mundo». Como madre orgullosa

que es, a May se le iluminó el

rostro.

Entonces caí en la cuenta de que

May tenía razón, y de que las críticas

que había recibido eran injustas. En

lugar de dejar que las vicisitudes y

avatares de la vida la sumieran en

una espiral de autocompasión, optó

por dar de lo que aún tiene. Y gracias

a ello ha hallado la felicidad que tan

esquiva le había sido.

R enée Chang es dir ector a de

una consultor ía en Taiwán. ■

LA DECISIÓN DE UNA MADRERenée Chang

13

143

Page 144: Padres e hijos en Conéctate

Hacía un tiempo estu-

pendo, y la mayoría de mis

amigos aguardaban con ansias el

in de semana para distenderse y

pasarla bien. Yo no. Había estado

enferma y me había atrasado en

los estudios. Tenía por delante una

montaña de trabajos, informes y

tareas que terminar antes de in

de mes. Me sentía sobrecargada y

anímicamente descargada.

Al cabo de varias horas de

intenso trabajo y pocos progre-

sos, se me ocurrió que quizá

pasando un rato al aire libre se

me levantaría la moral; así que

me fui a pasear a un parque

cercano. Aunque normalmente las

zonas verdes y los caminos están

tranquilos, en aquella ocasión

estaban repletos de familias. Por

Uno de los mejores obsequios que

me hizo mi padre —sin proponér-

selo siquiera— fue la oportunidad

de presenciar el valor con que hacía

frente a la adversidad. Siempre se

mostraba imperturbable, com-

pletamente sereno. Nunca perdía

su carácter efervescente, risueño,

jovial. Ben Okri (1959 – )

La vida está sembrada de espinas,

y no conozco otro remedio que

pasar rápidamente a través de ellas.

Cuanto más tiempo dedicamos a

nuestros infortunios, mayor es su

poder para hacernos daño.

Voltaire (1694–1778)

todos lados se escuchaban risas y un

alegre bullicio.

Llevaba un rato caminando

cuando me llamó la atención el grito

de entusiasmo de un niño. Me volví

y vi a un señor jugando a la pelota

con su hijito, que tendría unos tres

años. El pequeño corría alocada-

mente, pateando y persiguiendo el

balón sobre la hierba. Muchas veces

ni siquiera lograba hacer contacto

con él, y se le escapaban muchos de

los pases que le hacía su padre. Sin

embargo, jugaba con tanta pasión

y entusiasmo que me arrancó una

sonrisa.

Después de observarlos un rato

noté algo raro en el brazo derecho

del papá. Si bien movía el resto del

cuerpo con naturalidad mientras

corría y pateaba la pelota, la mano

LECCIÓN GRATUITA

y el brazo derechos le colgaban

inmóviles a un costado. Con soltura

y desparpajo hizo señas a su hijo con

el otro brazo y le pasó una vez más

el balón.

Cuando el sol comenzó a ponerse,

emprendí el regreso a casa. La risa

contagiosa de los dos futbolistas me

resonaba aún en los oídos. No creo

que aquel padre se considere un gran

maestro de vida; pero ese domingo

por la tarde, sin darse cuenta, me

animó mucho. Su ejemplo de alegría

y sencillez redujo mis problemitas

a su justa dimensión y me motivó

a afrontar las diicultades con ese

mismo espíritu de fe y valor.

Elsa Sichrovsk y es estudian-

te de secundar ia. Vive con su

fa milia en Taiwán. ■

Elsa Sichrovsky

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