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Orfebrería tradicional de galicia juan lópez suárez xan de forcados

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Page 1: Orfebrería tradicional de galicia juan lópez suárez xan de forcados

Ese pequeño gran arte olvidado Un estudioso pontevedrés cataloga por primera vez la orfebrería tradicional de toda Galicia

La colección López Suárez, en la imagen, reúne en el Museo Provincial

las primeras manifestaciones de la orfebrería tradicional. // Rafa

Vázquez

Joyas en el sentido literal: hermosas pulseras, pendientes, broches y tocados adornan a las mujeres gallegas desde hace milenios. Se trata de un arte, la orfebrería, apenas estudiado y que en Pontevedra cuenta con una de sus más impresionantes manifestaciones: la Colección López Suárez donada al Museo antes de la guerra, varias vitrinas que permiten contemplar las primeras manifestaciones de la orfebrería tradicional de Galicia. Un estudioso pontevedrés, el crítico de arte, historiador y catedrático de Dibujo Fernando M. Vilanova, firma la primera catalogación sistemática de este arte del lujo en toda Galicia.

SUSANA REGUEIRA - PONTEVEDRA Modestos collares y botones de huesos, conchas, marfil o ámbar fueron seguramente los primeros adornos y objetos de culto que utilizó el humano en el Paleolítico, un pasado prehistórico con el que la orfebrería tradicional del siguiente milenio apenas tendrá conexión. Es una de las conclusiones de Fernando Martínez Vilanova, autor de "A ourivería tradicional en Galicia", la primera catalogación sistemática de la joyería del Noroeste peninsular, ya que ni siquiera las Hirmandades da Fala o la Xeración Nós (a las que de hecho se deben las primeras colecciones) ahondaron en el estudio de un arte con escasísimas fuentes y con documentación confusa. A propósito de la conexión de la joyería tradicional con las obras prerromanas (por ejemplo los torques) el experto señala que "no existe tal relación, esa posible vinculación se perdió en los siglos siguientes". Vilanova ha investigado no solo la historia y tipología del género artístico y sus objetos sino que ha rastreado la historia de los plateros gallegos y los anteriores intentos de catalogación. También revisa los cánones y analiza las características del tallado y las escuelas en un exhaustivo repaso a la orfebrería entre el año 1.600 y el primer cuarto del siglo XX. Entre las joyas analizadas ocupan un lugar de honor varias que se exhiben en el Museo de Pontevedra, caso de la colección de Juan López Suárez. El autor explica que "son las primeras muestras de la orfebrería tradicional de Galicia que conservamos". También aparecen en la obra "arracadas de argolla", collares extremadamente semejantes a los de las mujeres árabes. De hecho, la principal teoría que maneja

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Fernando M. Vilanova sobre los trabajos de esa época es que orfebres Nazaríes instalados en Guimaraes extendieron sus técnicas y motivos hacia Galicia. La Inquisición no se lo puso precisamente fácil a los orfebres. Los exámenes gremiales se realizaban en Valladolid, sede de un Santo Oficio extremadamente puntilloso con todo lo que se relacionase con el lujo. "El boato, en general las demostraciones de riqueza, no eran del agrado de un tribunal muy exigente en temas de moral, por lo que los orfebres gallegos optaban mayoritariamente por realizar los exámenes de gremio en la otra ciudad a la que podían acceder, Oporto". Este hecho explica parte de la falta de fuentes sobre este arte: los alumnos realizaban pruebas de dibujo y prácticas de las que no existe apenas constancia documental. Las piezas no se constataban y lo se conservan los libros del taller con los dibujos originales, lo que ha contribuido a hacer de la orfebrería una de las manifestaciones artísticas más crípticas. "También se explica esta falta de fuentes o de documentación por el hecho de que fuese un género menor", recuerda Fernando Martínez Vilanova, "no se trataba por supuesto de grandes encargos artísticos como los que realizaba la Iglesia". Así, el autor ha tenido que recurrir y bucear en los legados testamentarios para rastrear la historia de las piezas y colecciones. En estos documentos ha localizado pendientes, collares, broches... Y también singulares palabras para dar nombre a las piezas como "sapos" o "galápagos", ambas por la semejanza a la piel del anfibio o a la cocha de una tortuga. También aparece la palabra "pelícano". Fernando M. Vilanova explica que "ese ave se identifica en las Escrituras con Cristo y seguramente los notarios la incluían para salvar el rigor de la Inquisición". Todo cambia en el Barroco, que se convertirá a la postre en el momento de gran esplendor, tanto por el cambio demográfico como por la llegada de los Borbones, que importaron de Francia el gusto por el derroche. A mayores, llegan el oro y la plata de América, otro de los elementos que contribuiría decisivamente a que entre los siglos XVIII y XX Galicia desarrolle una orfebrería completamente autóctona, con motivos singulares que la sitúan entre las mejores manifestaciones de este arte en la Península. Los mercados se inundan en ese momento de piezas de las más variadas inspiraciones, incluso obra seriada. En el siglo XVIIII ejercían en la ciudad del Lérez 17 "ourives" censados que vendían en la feria. Gracias a un inventario realizado para el acuñado de piezas y el cobro de impuestos, se sabe que procedían de la comarca pero también de Caldas de Reis o Padrón, localidad en la que nació una de las principales escuelas. Todos ellos fueron autores de hermosas piezas que hoy se conservan en diversos museos gallegos, caso del Museo de Lugo o el do Pobo Galego y que Fernando M. Vilanova ha estudiado al detalle para "esclarecer y dignificar el valor de estos pequeños objetos, alejarlos de la confusión existente y contribuir a situar a la orfebrería en la escala de valor que le corresponde como parte de la cultura de una época".