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Ordo Salutis Ordo Salutis significa “El Orden de la Salvación”, y se refiere al orden de los eventos que suceden en nuestra salvación. Algunas personas (creyentes bien intencionados) afirman que la salvación comienza cuando una persona decide creer en Cristo, una vez que se le presenta el evangelio en alguna campaña evangelística. Lamentablemente, y sin ánimo de criticarlos o de enjuiciarlos, estas personas ignoran lo que la Biblia tiene que decir respecto a la salvación. La salvación pertenece en tal grado a Jehová, que la salvación de una persona no depende de su capacidad intelectual, ni de cuanta doctrina haya aprendido en su vida, ni depende tampoco de la opinión que tenga respecto de cómo fue salvo. Dios salva a los escogidos, y estos son tomados de toda lengua y nación, de toda cultura, época, nivel intelectual y educacional. No importa si viven en Manhattan o en el Amazonas. No importa si nunca han aprendido a leer o si se trata de un erudito en el área que se desenvuelve. No tiene que ver con el hecho de haber nacido antes de Cristo o después de Cristo, porque la salvación es para todos, y Cristo tiene suficiente potencia, gloria y majestad como para alcanzar con su sacrificio propiciatorio al mismo Abel. Pero como nosotros contamos con la gracia y la misericordia suficiente de parte de Jehová, podemos además de ser salvos, adentrarnos en las preciosas doctrinas y misterios que han estado ocultos desde los siglos. El conocimiento de Dios es para ponerlo por obra, para que la vida del creyente sea un testimonio de Jesucristo, y para que la vida del creyente sea una luz que alumbra en un lugar alto y sea la sal que frene la corrupción a su alrededor. Ya dadas las advertencias, nos adentramos en este tema. El orden de la salvación según la Biblia (para nosotros la Palabra de Dios) es el siguiente:

Ordo Salutis

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Ordo Salutis

Ordo Salutis significa “El Orden de la Salvación”, y se refiere al orden de los eventos que suceden en nuestra salvación.

Algunas personas (creyentes bien intencionados) afirman que la salvación comienza cuando una persona decide creer en Cristo, una vez que se le presenta el evangelio en alguna campaña evangelística.

Lamentablemente, y sin ánimo de criticarlos o de enjuiciarlos, estas personas ignoran lo que la Biblia tiene que decir respecto a la salvación.

La salvación pertenece en tal grado a Jehová, que la salvación de una persona no depende de su capacidad intelectual, ni de cuanta doctrina haya aprendido en su vida, ni depende tampoco de la opinión que tenga respecto de cómo fue salvo.

Dios salva a los escogidos, y estos son tomados de toda lengua y nación, de toda cultura, época, nivel intelectual y educacional. No importa si viven en Manhattan o en el Amazonas. No importa si nunca han aprendido a leer o si se trata de un erudito en el área que se desenvuelve. No tiene que ver con el hecho de haber nacido antes de Cristo o después de Cristo, porque la salvación es para todos, y Cristo tiene suficiente potencia, gloria y majestad como para alcanzar con su sacrificio propiciatorio al mismo Abel.

Pero como nosotros contamos con la gracia y la misericordia suficiente de parte de Jehová, podemos además de ser salvos, adentrarnos en las preciosas doctrinas y misterios que han estado ocultos desde los siglos. El conocimiento de Dios es para ponerlo por obra, para que la vida del creyente sea un testimonio de Jesucristo, y para que la vida del creyente sea una luz que alumbra en un lugar alto y sea la sal que frene la corrupción a su alrededor.

Ya dadas las advertencias, nos adentramos en este tema. El orden de la salvación según la Biblia (para nosotros la Palabra de Dios) es el siguiente:

1. Elección: Dios elige a los que serán objeto de su amor redentor desde antes de la fundación del mundo, no porque prevea alguna cosa buena en nosotros, o porque lo conozca de antemano, sino que nos eligió por el puro afecto de su voluntad, por amor de Su Nombre (Efesios 1:3-14).

2. Llamamiento Eficaz: Una vez que nacemos con la marca invisible de la elección – marca que ni nosotros ni los que nos rodean pueden verla, por cierto – llega un momento en nuestras vidas en que el mensaje del evangelio nos produce un cambio profundo, significativo y eterno. Ya sea que lo escuchemos por primera vez, o que lo hayamos escuchado mil veces. En algún momento, la fe se activará por oir la Palabra de Dios, y este llamado NO puede ser rechazado, porque nuestra salvación estaba decretada por Dios. Este llamamiento es por obra del Espíritu Santo (quien es Dios), que nos ilumina y nos capacita para recibir a Cristo y creer en Él (Lucas 19:5, Gálatas 1:15-16, 2 Pedro 1:3, etc.)

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Existe un pasaje en la Biblia que menciona el hecho de que hay personas llamadas que no son escogidas (Mateo 22:14). Este tipo de llamamiento no es el Eficaz, es decir, no es el llamado que el Espíritu Santo hace en nuestro interior para salvación. Éstas personas finalmente no se salvarán porque no perseveran hasta el fin, ya que no ha habido alguna obra de parte de Dios para con ellas. El caso de Judas es un claro ejemplo de esto (Juan 17:12).

3. Regeneración: Como la Biblia da testimonio que el ser humano está muerto espiritualmente, el Espíritu Santo nos da vida para poder creer en el mensaje del evangelio de Cristo. Principalmente sucede porque tenemos una poderosa revelación de quien es Cristo, de su santidad, de su poder y de su gracia; aunque esta revelación es progresiva. Pero al momento de creer, ésta revelación impacta profundamente nuestra vida, y una de las primeras tentaciones del neo-creyente o neófito es pensar que ya lo conoce todo y que ha recibido todo lo que Dios tenía para el. En cierto sentido, Dios en su sabiduría, nos entrega su conocimiento paso a paso, pero nos da su amor sin medida, por eso nos sentimos como los mejores creyentes del mundo cuando recién gustamos de la salvación. El profeta Ezequiel habló de esta regeneración así:

Por tanto, di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis llegado. Y santificaré mi grande nombre, profanado entre las naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, dice Jehová el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos. Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios. (Ezequiel 36: 22-28)

La doctrina de la regeneración es la que separa a un creyente de un inconverso, ya que ésta define el tipo de fruto que dará persona. Jesús contó una parábola, acerca de dos árboles. Si el árbol es malo, dará frutos malos; mas si el árbol es bueno, su fruto será bueno. Cuando se produce la regeneración, es el momento en que todo cambia. Ya no se es tan sólo oidor de la Palabra, sino HACEDOR de ella. La Palabra se comienza a poner por obra. Jesús dijo que por los frutos conoceríamos al verdadero creyente (Mateo 7:15-20).

4. Fe: La Biblia menciona que la fe viene por el oír la Palabra de Dios. Los discípulos de Jesús creían que tenían fe, cuando exclamaron: “¡auméntanos la fe!” (Lucas 17:5), pero Jesús les responde: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza…”(Lucas 17:6a). Lo que Jesús quiso enseñarles, es que no tenían verdaderamente fe. La fe es el resultado de la regeneración. Hay ocasiones en que la persona que es llamada por Dios no es regenerada sino hasta cierto tiempo después. Otras conversiones son mas explosivas y se produce el llamado, la regeneración y la fe, en un mismo evento.

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En la siguiente entrada seguiré con los eventos faltantes – Justificación, Adopción, Santificación y Glorificación – para completar este “Ordo Salutis”.

5. La justificación: Dice el verso 24: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención, que es en Cristo Jesús”; o sea que la redención, así como la propiciación consiguió la redención, que es el rescate, que es el salir debajo del poder de un dueño distinto al Señor, ahora también la redención consigue la justificación. La justificación es distinta de la redención, aunque se relacionan, cuanto más la justificación descansa en la redención. La redención quiere decir el rescate de la persona, pero la justificación quiere decir la declaración de inocencia del redimido, porque justificar es declarar inocente a una persona. ¿Qué es justificarse a sí mismo? Cuando tú piensas que eres justo y tratas de demostrar que no eres culpable sino justo, y que tú no tenías esa intención, y lo que pasó fue que te entendieron mal, y tratas de responder a tu manera; y siempre mientras más tratamos de defendernos más el diablo y las demás personas y aun nuestra conciencia, dicen: Mentira, exagerado; estás dorando la píldora; tú sabes que sí tenías mala intención, tú sabes que sí hubieras hecho esto, pero no lo hiciste; es decir, si es pecado de omisión, de acción o lo que sea. Entonces ya la persona que no es justificada es la persona culpable; es decir, que el problema fue que hubo pecados; esos pecados nos mancharon, de manera que quedamos con la mancha del pecado, que no es lo mismo que los pecados. Los pecados son los que hicimos; la mancha es lo que pasó en nosotros. Al pecar quedamos manchados, quedamos vendidos al poder del pecado; entonces tenemos que ser perdonados, tenemos que ser limpiados de la mancha y libertados del pecado. Pero por haber pecado quedamos manchados; entonces también quedamos culpables, porque el pecado es lo que hice, y la mancha es lo que me pasó, es la consecuencia, y la culpa es la responsabilidad que tengo y el merecimiento del juicio por lo que hice, por lo que quedé y por lo que soy.

Entonces soy culpable; soy merecedor, de manera que como soy culpable, había un acta de decretos contraria a nosotros como lo dice la Biblia. Colosenses 2:14 habla de un acta de decretos que nos era contraria; es decir, que nosotros somos malos, hicimos cosas malas, somos culpables, somos responsables; entonces el decreto de Dios mismo está en un acta. La Biblia dice eso; un acta de decretos que nos era contraria, de manera que había que quitar, perdonar los pecados, limpiar la mancha del pecado, purificarnos, liberarnos del pecado, justificarnos de la culpa. Ahí es donde entra la justificación.

La justificación es para ya no declararte culpable sino declararte inocente. Ahora, ¿cómo puede un culpable ser declarado inocente? Porque el culpable fue puesto en la propiciación; y cuando la propiciación se dio, el culpable murió juntamente con la propiciación.

Y ahora, el que fuera la propiciación, resucitó, y ahora se metió como vida y regeneró como una nueva criatura; ya no es vieja, nació de nuevo, es otro nacimiento. Es como un nacimiento en otra persona; el viejo murió, y el otro es uno nuevo. Por cuanto Cristo murió por él, la deuda y la culpa fue quitada. Entonces, como también es nuevo ahora en Cristo, no se le puede echar la culpa de cosas, siendo que el viejo fue condenado a muerte, y ya murió. Ahora nació el nuevo. El nuevo nació en virtud de la resurrección de Cristo; entonces ahora el nuevo es justificado, es declarado

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inocente. ¿Por qué? porque su culpa fue pagada, y además porque es nuevo. Es Cristo en la persona; no es la persona en su carne, en virtud de vieja creación, no. Es la persona limpiada, perdonada, regenerada y justificada.

También, entonces, la justificación es una respuesta a la culpa. Pero ¿cómo es que un culpable puede llegar a ser declarado inocente? Dice la Palabra que “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación...” (versos 24-25); entonces la justificación es mediante la redención, la redención es el rescate; la persona fue rescatada, ya no está bajo ese poder, y entonces la persona ahora delante de Dios es justificada, es decir, es declarada justa, no por ella misma sino porque ella fue puesta en Cristo, y Cristo fue puesto en ella. Eso es lo que significa el bautismo.

Si mi mano izquierda representa a Cristo, y mi mano derecha nos representa a todos nosotros, los pecadores, entonces nosotros fuimos cargados en Cristo. Cristo se puso nuestra humanidad encima y la llevó a la muerte. Cuando nosotros bajamos a las aguas, bajamos a ser enterrados, ser sepultados; como nosotros fuimos puestos sobre Cristo, Cristo, con el peso de todos nosotros fue abandonado, fue juzgado y fue enterrado y descendió a los infiernos. Nosotros cuando bajamos a las aguas, bajamos para ser sepultados para muerte; ahí quedamos enterrados. Pero ahora Cristo resucitó, para que así como nosotros estábamos en Él, y eso le llevó a la muerte y a nosotros con Él, ahora Él resucita para estar Él en nosotros. Así que por la fe nosotros estamos en Él y por eso Él tuvo que morir, y ahora Él está en nosotros, y para poder hacerlo tuvo que resucitar.

La resurrección es para salir y para sacarnos a nosotros a nueva vida. Ahora somos nuevas criaturas, las cosas viejas pasaron; todas totalmente son hechas nuevas. Ese bautismo es como una frontera. Aquí está el Jordán; antes y después, se pasa por aquí y estamos en otro reino, totalmente otra cosa, una nueva criatura entonces inocente.

Dice Efesios 4:24: “Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”. Entonces ahora hay la justificación. Por la justificación es que ahora eres inocente. Entonces ya hemos visto propiciación, redención, justificación.

6. La Adopción

Es el acto originado en la gracia de Dios por el cual él establece una relación paternal/filial con los pecadores justificados, y a raíz de ello Dios los ve y los trata como Sus propios hijos en virtud de la relación de Dios Padre con Jesús confirmado como Mesías. En esta relación filial, Dios garantiza a todos sus hijos los privilegios, las bendiciones y las responsabilidades comprendidas en el estatus de hijo.

Quizá sea indicado volver atrás y explicar que cuando Adán y Eva fueron creados por Dios, ellos fueron creados en una relación filial hacia Dios, ellos lo consideraban como un Padre y él los consideraba como hijos. Es por ello que Lucas 3:30 dice que Adán fue “hijo de Dios”. Adán y Eva no fueron meramente criaturas de Dios, sino hijos de Dios que tenían en ellos la imagen y semejanza de Dios en una forma que ninguna otra criatura tuvo o tiene.

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A pesar del cuidado y el amor paternal que Dios derramó sin límites sobre ellos, Adán y Eva atendieron las palabras de Satanás y se rebelaron contra Dios. Al comprender la magnitud y profundidad que implica una relación filial, alcanzaremos a comprender la magnitud de la maldad, el horror, la traición y el misterio terrible del acto más trágico en toda la historia del mundo, el pecado original.

Como directa consecuencia de la rebelión del hombre, Dios lo repudió (aunque algunos prefieren usar “desheredó”). Dios cesó de tratarlo como Su hijo. El simbolismo de este acto de juicio lo podemos ver en que Dios expulsó al hombre del Edén y quitó las bendiciones y privilegios incluidos en el previo estatus de hijo que poseía. (Gn. 3:19,23,24).

Los seres humanos perdieron su absoluto dominio sobre las criaturas. Los animales y los insectos ya no obedecerían voluntariamente al hombre. La sobrevivencia de la raza humana ahora dependería de su propio esfuerzo e inteligencia. El mundo, en lugar de ser un lugar cooperativo y subsirviente a los deseos y necesidades del hombre, era ahora un mundo hostil.

Aclaramos que el hombre retuvo la imagen de Dios en él, pero ahora era una imagen en ruinas, en detrimento, mermada. A pesar de ello, el hombre siguió reteniendo su distinción y superioridad sobre el resto de la creación precisamente por la presencia de la imagen y semejanza de Dios en él. Pero debe quedar claro que a partir del acto de traición al Padre por parte de Adán y Eva, Dios dejó de considerarlos y tratarlos como hijos suyos.

Dios pudo haber abandonado a la raza humana completamente y continuar siendo un Dios justo, pero en lugar de ello y en su misericordia, diseñó un plan en el cual los pecadores podrían se restaurados a su pleno estatus de hijos, con sus privilegios y bendiciones incluidos. De acuerdo con este plan, el Verbo Eterno, la Segunda Persona de la Trinidad se encarnaría (Jn. 1:12,14). Jesucristo lograría todo lo necesario para que nosotros fuéramos adoptados nuevamente en la familia de Dios. Para ello Dios preordenó que Jesucristo sería el que gestionara nuestra adopción:

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12)

La forma en que los humanos pasamos a ser hijos de Dios ahora es recibiendo a Cristo como nuestro Señor y Salvador personal:

“pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gá. 3:26)

Para finalizar, puntualizamos que la Adopción no debe ser confundida con la regeneración o la justificación. La regeneración trata con nuestra condición pecaminosa mediante la renovación de nuestro corazón, mientras que la adopción trata con nuestra posición delante de Dios y nos otorga una relación filial para con él. La justificación es el acto por el cual Dios nos declara justos y sin culpa delante de Dios, nuestro Juez, mientras que en la adopción somos escoltados, recibidos y abrazados por Dios, nuestro Padre. Como Juez, Dios nos justifica; como nuestro Padre, Dios nos considera Sus hijos.

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Establecida la diferencia, digamos que la adopción está inseparablemente conectada con la regeneración y la justificación porque: Dios justifica a los que él ha regenerado, y adopta sólo a aquellos a los que ha justificado. La Adopción es consecutiva a la regeneración y la justificación.

7. LA SANTIFICACIÓN.

A. La importancia de una interpretación correcta

La doctrina de la santificación adolece de malos entendidos a pesar del hecho de que la Biblia provee de una revelación extensa acerca de este importante tema. A la luz de la historia de la doctrina es importante observar tres leyes de interpretación.

1. El entendimiento correcto de la doctrina de la santificación depende de todo lo que la Escritura contenga con relación a este tema. La presentación escritural de esta doctrina es mucho más extensiva de lo que parece a aquel que únicamente lee el texto español; pues la misma palabra original, griega o hebrea, que se traduce «santificar», en sus diferentes formas, se traduce también «santo», ya sea en forma de sustantivo o de adjetivo. Por lo tanto, si vamos a contemplar esta doctrina de las Escrituras en todo su alcance, tenemos que examinar no solo los pasajes donde aparece la palabra «santificar», sino también aquellos donde se emplea la palabra «santo» en sus distintas formas.

Levítico 21:8 ilustra la similitud de significado entre las palabras «santo» y «santificar» según el uso de la Biblia.

Hablando de los sacerdotes, Dios dice: «Le santificarás, por tanto, pues el pan de tu Dios ofrece; santo será para ti, porque santo soy yo Jehová que os santifico.» La misma palabra original, usada cuatro veces en este texto, se traduce en tres formas diferentes: «santificarás», «santifico» y «santo».

2. La doctrina de la santificación no puede interpretarse por la experiencia. Solamente uno de los tres aspectos de la santificación se relaciona con los problemas de la experiencia humana en la vida diana. Por lo tanto, Ia enseñanza de la Palabra de Dios no debe sustituirse por un análisis de alguna experiencia personal. Aun en el caso de que la santificación estuviese limitada a la esfera de la experiencia humana, no habría experiencia que pudiera presentarse en forma indiscutible como ejemplo perfecto, ni habría una explicación humana de esa experiencia que fuera capaz de describir en su plenitud esa divina realidad. Es la función de la Biblia interpretar la experiencia, antes que ésta pretenda interpretar la Biblia. Toda experiencia que viene por obra de Dios debe estar de acuerdo a las Escrituras.

3. La doctrina de la santificación debe encuadrarse en el contexto de Ia doctrina bíblica. El dar un énfasis desproporcionado a cierta doctrina, o el hábito de buscar toda la verdad siguiendo solamente una línea de enseñanza bíblica, conduce a serios errores. La doctrina de la santificación, al igual que cualquier otra doctrina de las Escrituras, representa y define un campo exacto dentro del propósito de Dios, y puesto que ella tiende a fines bien determinados, sufre tanto cuando es exagerada como cuando es presentada en forma incompleta.

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B. El significado de las palabras que se relacionan con la santificación.

1. «Santificar», en sus varias formas, es usada 106 veces en el Antiguo Testamento v 31 veces en el Nuevo Testamento y significa «poner aparte», o el estado de separación. Tiene que ver con posición y relación. La base de la clasificación es que la persona o cosa ha sido puesta aparte, o separada de los demás en posición y relación delante de Dios, de lo que no es santo. Este es el significado general de la palabra.

2. «Santo», en sus varias formas, es usado alrededor de 400 veces en el Antiguo Testamento y 12 veces en el Nuevo Testamento, con relación a los creyentes y dando a entender el estado de separación o ser puesto aparte, o ser separado de aquello que no es santo. Cristo fue «santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores». Por consiguiente, Él estaba santificado. Pero hay también algunas cosas que las palabras «santo» y «santificar», en su uso bíblico, no implican.

a) No implican necesariamente Ia impecabilidad, pues leemos de «gente santa>>, «sacerdotes santos>>, «profetas santos>>, «apóstoles santos>>, «hombres santos>>, «mujeres santas>>, hermanos santos>>, «monte santo» y <templo santo>>. Ninguno de ellos estaba sin pecado delante de Dios. Eran santos de acuerdo a alguna norma que constituya la base de su separación de otros. Aun los cristianos de Corinto, quienes estaban cometiendo una gran falta, fueron llamados santos. Muchas cosas inanimadas fueron santificadas, y éstas no podían estar relacionadas con el problema del pecado.

b) La palabra «santo» no implica necesariamente finalidad. Todas las personas que mencionamos en el punto anterior fueron llamadas repetidamente a unos niveles más altos de santidad. Ellas fueron apartadas una y otra vez. Las personas o cosas llegaban a ser santas cuando eran apartadas para un propósito santo. Así fueron ellas santificadas.

3. «Santo» se usa con relación a Israel cerca de cincuenta veces y con relación a los creyentes alrededor de sesenta y dos veces; se aplica solo a personas y tiene que ver con su posición ante Dios. En este caso, la palabra no se asocia con la clase de vida de los creyentes. Ellos son santos porque han sido particularmente separados en el plan y propósito de Dios. Son santos porque han sido santificados.

En varias epístolas (Ro. 1:7; 1 Co. 1:2) los creyentes son identificados como aquellos que son «llamados a ser santos». Esto es muy engañoso; las palabras «llamados a ser» deberían omitirse. Los cristianos son santos mediante el llamado de Dios. Los pasajes antes citados no están anticipando un tiempo cuando los hijos de Dios llegarán a ser santos. Ellos ya están santificados, apartados y, por consiguiente, ya son santos.

La santidad no es algo progresivo. Cada persona nacida de nuevo es tan santa en el instante de su salvación como lo será en el tiempo futuro y en la eternidad. La iglesia, la cual es el cuerpo de Cristo. ha sido llamada a apartarse, a formar un pueblo separado; ellos son los santos de esta dispensación. De acuerdo al uso de estas palabras, todos ellos están santificados. Todos ellos son santos. Debido a que ignoran la posición que tienen en Cristo, muchos cristianos no creen que

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ellos son santos. Entre los títulos que el Espíritu da a los hijos de Dios, solo hay uno que se usa más que el de santos. Los creyentes son llamados «hermanos» 184 veces, «santos» 62 veces y «cristianos» solamente 3 veces.

C. Los medios de santificación

1. Por causa de su infinita santidad Dios mismo —Padre, Hijo y Espíritu—es eternamente santificado. Él está puesto aparte y separado de todo pecado. Él es santo. El Espíritu es llamado Espíritu Santo. Él es santificado (Lv. 21:8; Jn. 17:19).

2. Dios —-Padre, Hijo y Espíritu— santifica a otras personas.

a) El Padre santifica (1 Ts. 5:23).

b) El Hijo santifica (Ef. 5:26; He. 2:11; 9:12, 14; 13:12).

c) El Espíritu santifica (Ro. 15:16; 2 Ts. 2:13).

d) Dios el Padre santificó al Hijo (Jn. 10:36).

e) Dios santifico a los sacerdotes y al pueblo de Israel (Ex. 29:44; 31:13).

f) La voluntad de Dios es nuestra santificación (1 Ts. 4:3).

g) Nuestra santificación de parte de Dios se efectúa: por medio de nuestra unión con Cristo (1 Co. 1:2, 30); por la Palabra de Dios (Jn. 17:17; cf. 1 Ti. 4:5); por la sangre de Cristo (He. 9:13; 13:12); por el cuerpo de Cristo (He. 10:10); por el Espíritu (1 P. 1:2); por nuestra propia elección (He. 12:14; 2 Ti. 2:21, 22); por la fe (Hch. 26:18).

3. Dios santifica días, lugares y cosas (Gn. 2:3; Ex. 29:43).

4. El hombre puede santificar a Dios. Esto puede hacerlo al poner a Dios aparte en el pensamiento como un Ser santo. Santificado sea tu nombre> (Mt. 6:9). Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones (1 P. 3:15).

5. El hombre puede santificarse a sí mismo. Muchas veces Dios llamó a los israelitas a que se santificaran a sí mismos. Él nos exhorta: «Sed santos porque yo soy santo.» También: «Así que, si alguno se limpia de estas cosas [vasos de deshonra e iniquidad], será instrumento para honra, santificado, útil al Señor» (2 Ti. 2:21). La auto santificación se puede realizar solamente por los medios divinamente provistos. Los cristianos son exhortados a presentar sus cuerpos como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Ro. 12:1). Se les exhorta a salir de en medio de los hombres y apartarse de ellos (2 Co. 6:17). Teniendo estas promesas, ellos deben limpiarse «de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios> (2 Co. 7:1). «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne» (Ga. 5:16).

6. El hombre puede santificar a personas y cosas. «Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serian inmundos,

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mientras que ahora son santos (santificados» (1 Co. 7:14). Moisés santificó al pueblo (Ex. 19:14). «Y santificaron la casa de Jehová» (2 Cr. 29:17).

7. Una cosa puede santificar a otra. «Porque ¿Cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?» «¿Cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?» (Mt. 23:17, 19).

En esta limitada consideración de las Escrituras sobre el tema de la santificación y la santidad se hace evidente que el significado de la palabra es separar con un propósito santo. Lo que es puesto aparte no siempre es purificado. A veces, lo que es separado puede participar del carácter de santidad, y en otras ocasiones esto es imposible, como cuando se trata de cosas inanimadas. Sin embargo, una cosa que en sí misma no puede ser santa ni tampoco no santa, es tan santificada cuando Dios la separa como lo es una persona cuyo carácter moral puede ser transformado. También es evidente que, cuando estas cualidades morales existen, la limpieza y purificación son requeridas, aunque no siempre (1 Co.7:14).

D. Los tres aspectos principales de la santificación

Aunque el Antiguo Testamento contiene una extensa revelación de la doctrina de la santificación, especialmente relacionada con la ley de Moisés e Israel, el Nuevo Testamento proporciona una clara visión de los principales aspectos de la santificación. El Nuevo Testamento considera tres divisiones de la doctrina: 1) santificación posiciónal, 2) santificación experimental, 3) santificación final.

1. La santificación posicional es una santificación y una santidad que se efectúa por Dios a través del cuerpo y la sangre derramada de nuestro Señor Jesucristo. Los creyentes han sido redimidos y purificados en su preciosa sangre; se nos han perdonado todos nuestros pecados y hemos llegado a ser justos por medio de nuestra identificación con Él; justificados y purificados. Ellos son los hijos de Dios. Y todo esto indica una separación y clasificación profunda y eterna, por medio de la gracia salvadora de Cristo. Esta basada sobre los hechos de una posición que son una verdad para cada cristiano. De ahí que se dice que cada cristiano esta posicionalmente santificado y es un santo delante de Dios. Esta posición no tiene otra relación con la vida diana del creyente que la de poder inspirarle a vivir santamente. De acuerdo a las Escrituras, la posición del cristiano en Cristo es el incentivo más poderoso para una vida de santidad.

Las grandes epístolas doctrinales observan este orden. Declaran primero las maravillas de la gracia salvadora, y entonces concluyen con una exhortación a los creyentes para que vivan de acuerdo a la nueva posición que Dios les ha concedido (cf. Ro. 12:1; Ef. 4:1; Col. 3:1). No hemos sido aceptos en nuestros propios méritos; somos aceptados en el Amado. No somos justos en nosotros mismos: Él ha sido hecho nuestra justicia. No somos redimidos en nosotros mismos, sino que Cristo ha venido a ser nuestra redención. No somos santificados posicionalmente por la clase de vida que diariamente estamos viviendo; sino que Él nos ha sido hecho nuestra santificación. La santificación posicional es tan perfecta como Él es perfecto. Del mismo modo como Él ha sido puesto aparte, nosotros, los que estamos en Él, hemos sido puestos aparte.

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La santificación posicional es tan completa para el más débil como para el más fuerte de los santos. Depende solamente de su unión y posición en Cristo. Todos los creyentes son considerados como « dos santos». Y también como «los santificados» (nótese Hch. 20:32; 1 Co. 1:2; 6:11; He. 10:10, 14; Jud. 1). La prueba de que, a pesar de su imperfección, los creyentes están santificados y son, como consecuencia, santos, se encuentra en 1 Corintios. Los cristianos de Corinto vivían una vida no santa (1 Co. 5:1-2; 6:1-8), y, sin embargo, dos veces se dice que ellos habían sido santificados (1 Co.1:2; 6:11).

Por su posición, entonces, los cristianos son correctamente llamados «los santos hermanos», y «santos». Ellos han sido «santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez (He. 10:10), y son «nuevos hombres» creados «conforme a Dios en justicia y en santidad de verdad» (Ef. 4:24). La santificación posicional y la santidad posicional son santificación y santidad «verdaderas». En su posición en Cristo, el cristiano es justo y acepto delante de Dios para siempre. Comparado con esto, ningún otro aspecto de esta verdad puede tener igual importancia. Sin embargo, no debe concluirse que una persona es santa o santificada solo porque se diga que está en una posición santa o de santificación.

Aunque todos los creyentes están posicionalmente santificados, no hay referencias en las Escrituras a su vida diaria. El aspecto de la santificación y la santidad de la vida diaria se encuentra en un conjunto muy diferente de porciones de la Escritura que pueden asociarse bajo el tema de la santificación experimental.

2. La santificación experimental es el segundo aspecto de la doctrina en el Nuevo Testamento y tiene que ver con la santificación como una experiencia para el creyente. Así como la santificación posicional está absolutamente desligada de la vida diaria, así la santificación experimental está absolutamente desligada de la posición en Cristo. La santificación experimental puede depender: a) del grado de rendición del creyente a Dios, b) del grado de separación del pecado, c) del grado del crecimiento espiritual.

a) La santificación experimental es el resultado de la rendición a Dios. La completa dedicación de nosotros mismos a Dios es nuestro culto racional: «Así que, hermanos, os ruego pon las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio viva, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional» (Ro. 12:1). Hacienda esto, el cristiano es puesto aparte pan su propia elección. Esta es una voluntaria separación para Dios y es un aspecto importante de la santificación experimental. «Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación» (Ro. 6:22).

Lo mismo que en el caso de la justificación y del perdón, la santificación no se puede experimentar como sentimiento o emoción. Una persona puede disfrutar de paz y tener plenitud de gozo por creer que él está puesto aparte para Dios. Así también, par el hecho de rendirse a Dios, se hace posible una nueva plenitud del Espíritu, que produce bendiciones antes no conocidas. Esto puede suceder gradual a súbitamente. Peno en todo caso no es la santificación lo que se experimenta; es la bendición del Espíritu realizada a través de la santificación o de una separación para Dios.

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b) La santificación experimental es el resultado de la liberación del pecado. La Biblia toma en cuenta los pecados de los cristianos de una manera completa. No enseña solamente que los que no tienen pecado son salvos; pon el contrario, existe una exacta consideración de ellos y una abundante provisión pana los pecados de los santos. Esta provisión puede sen preventiva y curativa.

Hay tres provisiones divinas para la prevención del pecado en el cristiano: 1) La Palabra de Dios con sus claras instrucciones (Sal. 119:11); 2) el ministerio actual de intercesión que Cristo realiza desde el cielo (Ro. 8:34; He. 7:25; cf. Lc. 22:31-32; Jn. 17:1-26); y 3) el poder capacitador del Espíritu que mona en el creyente (Ga. 5:16; Ro. 8:4). Sin embargo, si el cristiano cae en pecado, hay un remedio provisto por Dios, y es el oficio de abogado defensor que Cristo realiza desde el cielo en virtud de su muerte expiatoria. Solamente por este medio pueden ser guardados con seguridad los imperfectos creyentes.

Es imperativo que Dios prevenga el pecado en el caso de cada hijo suyo, por cuanto mientras el creyente esté en el cuerpo, conservará su naturaleza caída y será vulnerable al pecado (Ro. 7:21; 2 Co. 4:7; 1 Jn. 1:8). Las Escrituras no prometen la erradicación de esta naturaleza; en cambio, promete una victoria permanente, momento a momento, por el poder del Espíritu (Ga. 5:16-23). Esta victoria será realizada cuando se la reclame por fe y se cumplan las condiciones necesarias para una vida llena del Espíritu.

Jamás se dice que la naturaleza pecaminosa misma haya muerto. Fue crucificada, muerta y sepultada con Cristo; pero puesto que esto sucedió hace dos mil años y aún la vemos en acción, la expresión se refiere a un juicio divino contra la naturaleza pecaminosa que fue ejecutado en Cristo cuando Él «murió al pecado». No existe una enseñanza bíblica en el sentido de que algunos cristianos han muerto al pecado y otros no. Los pasajes incluyen a todos los que son salvos (Ga. 5:24; Cal. 3:3). En la muerte de Cristo todos los creyentes han muerto al pecado; pero no todos los creyentes han tomado posesión de las riquezas provistas en aquella muerte. No se nos pide que muramos experimentalmente, o que pongamos en práctica su muerte; se nos pide que nos «consideremos» muertos al pecado. Esta es responsabilidad humana (Ro. 6:1-14).

Toda victoria sobre el pecado es en sí misma una separación hacia Dios y, por lo tanto, es una santificación. Esa victoria debiera ir en aumento a medida que el creyente se va dando cuenta de su incapacidad y comienza a maravillarse en el poder divino.

c) La experiencia de la santificación está relacionada con el crecimiento cristiano. A los cristianos les falta madurez en la sabiduría, el conocimiento, la experiencia y la gracia. Se les dice que deben crecer en todas estas cosas, y ese crecimiento debe sen manifiesto. Deben crecer €en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (2 P. 3:18). Al contemplan la gloria del Señor como en un espeja, «omos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, coma par el Espíritu del Señor» (2 Co. 3:18). Esta transformación tendrá el efecto de ponerlos cada vez más lejos del pecado. En ese sentido serán más santificados.

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El cristiano puede ser «irreprensible», aunque no se puede decir que no tiene faltas. El niño que con mucho trabajo hace sus primeras letras en un cuaderno es irreprensible en la tarea realizada, pero su trabajo no es perfecto. Podemos caminar en la medida completa de nuestro entendimiento actual; sin embargo, sabemos que no vivimos a la altura de la mayor luz y experiencia que tendremos mañana. Hay perfección dentro de la imperfección. Nosotros, siendo tan imperfectos, tan faltos de madurez, tan dadas al pecada, podemos «permanecen en Él»

3. Santificación definitiva es aquel aspecto relacionado con nuestra perfección final, y la poseeremos en La gloria. Por su gracia y par su poder transformador, Él nos habrá transformada de tal modo —espíritu, alma y cuerpo— que seremos coma él es, seremos «cnformadas a su imagen» Entonces nos hará entrar «prfectos»en la presencia de su gloria. Su esposa estará libre de toda «mncha y arruga» Par lo tanto, es propia que nos «abstengamos de toda apariencia de mal. Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Ts. 5:22-23).

8. Glorificación.

«Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, sino muere antes » (1 Co.15:35-36).

Glorificar. (Del lat. glorificāre). tr. Hacer glorioso algo o a alguien que no lo era.

Para que el verdadero creyente pueda ser resucitado para vida eterna o si éste vive y está en Cristo, tendrá que ser previamente trasformado o glorificado para tal efecto (1 Co.15:51-52). Es imposible que el creyente no sea glorificado cuando Cristo venga al mundo por segunda vez, ya que se requiere un cuerpo idóneo para reinar con él todo un largo milenio en una tierra ya regenerada para entonces (Mt.19:28), y para todo un tiempo eterno después que Cristo entregue el reino al Dios Padre (1 Co.15:24). Si los muertos en Cristo no son glorificados en el día de su resurrección (Jn.5:5:29a), sus cuerpos estarían propensos a morir y sufrir disgregación por los procesos naturales de descomposición. De ser así, los creyentes no tendrían posibilidad alguna para llevar una vida por toda la eternidad con su Creador. En la actualidad, como Hijos de Dios, poseemos cuerpos terrenales (1 Co.15:40), que son mortales y corruptos por el pecado (1 Co.15:42) pero que serán trasformados en el futuro (Fil.3:21).

Cuando Pablo se refiere al cuerpo espiritual (1 Co.15:46), no trata de decir que será incorpóreo o etéreo en su glorificación o en su transformación perpetua. Sencillamente indica que el cuerpo tendrá características celestiales («la imagen celestial», 1 Co.15:49), como Cristo las tuvo en el momento de su resurrección (Mr.16:6; Ro.1:4; 10:9).

Cristo negó ser un espíritu incorpóreo categóricamente:

«Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo» (Lc.24:39).

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Cuando Cristo fue levantado del frió y bruno sepulcro, poseía un cuerpo de carne y huesos (Jn.24:39), pero la diferencia entre un cuerpo terrenal y el suyo es que había un cambio de transformación gloriosa por el poder de Dios para no sufrir corrupción jamás después de su resurrección (Hech.2:24-31). La Biblia dice que cuando Cristo se manifieste visiblemente, en su segunda venida visible y poderosa, seremos semejantes a él; y se cumplirá en el momento del descenso del Hijo del Hombre a la tierra (1 Ts.4:16.17; Mr.13:26-27; Lc.21:27; 1Jn.3:2; Ap.1:7). La Biblia además da entender con claridad que el acto de la resurrección gloriosa no trasformó a Cristo en otra ser, sino que siguió siendo precisamente la misma persona u hombre, pero en una condición diferente. Cuando Cristo regrese a juzgar a los seres humanos de todas las naciones del mundo (Mt.25:30-46) y a reinarlo con poder (Sal.2:6-9; Dn.2:44; 7:13-14; Ap.2:26-27), será indudablemente como un hombre hecho y derecho (1 Tim. 2:5), pero en un estado de glorificación que lo hacen corporalmente diferente hogaño al resto de los individuos mortales que integran la humanidad.

Para Cristo las puertas y paredes no eran obstáculo para su nueva condición corporal (Jn.20:26), pudo ser tocado en esa forma (Lc.24:39), pudo comer con su cuerpo glorioso (Lc.24:41-43), ascendió al cielo en esa situación sobrenatural (Lc.24:51).

En el levantamiento y juicio de los impíos en general, al final de todas las cosas (Ap.20:11), la Biblia no detalla que sus cuerpos serán glorificados en su resurrección de condenación (Jn.5:29b). Posiblemente sean levantados íntegramente, con cuerpos normales, y luego del juicio, lanzados al Infierno de Fuego para ser aniquilados para siempre (Ap.20:12-15).

El movimiento gnóstico que logró mimetizarse en el cristianismo de los tres primeros siglos de nuestra era, se centra en que toda materia es inherentemente mala. Es por eso que rechaza que Cristo, como Hijo puro de Dios, haya tenido un cuerpo humano. Los gnósticos, en este caso, los docetitas (dokeo, gr., que significa parecer), argumentaban que Jesús aparentaba tener un cuerpo humano. Que solamente era una aparición, un espectro; es por eso que Juan en su primera epístola, los combate violentamente. Por otra parte, el gnosticismo cerintio declaraba que «un Cristo divino descendió sobre un Jesús humano en el momento de ser bautizado y que lo abandonó poco antes de su crucifixión».

La Biblia nunca menciona que Cristo fue un ser etéreo o fantasmal después de su resurrección. Más bien dice que Cristo negó ser un espíritu, y dijo tener un cuerpo de carne y huesos. En el bautismo del Señor Jesús, el Espíritu de Dios, el del Padre, y no de un un supuesto «Cristo divino», vino sobre él en forma corporal, como paloma, para prepararlo para su obra poderosa de milagros y de salvación que llevó a cabo en la tierra de los vivientes pecadores y condenados (Is.61:1-2; Mt.12:28; Lc.3:22; 4:1, 18-19; Ro.3:23).

El Cristo resucitado dijo a sus discípulos ser la misma persona que conocieron antes ( « ..que yo mismo soy…», Lc.24:39). No fue una figura mística, avatar o eón después de su resurrección, ni tampoco antes. Así como Cristo fue glorificado en su resurrección, los creyentes que han muerto lo serán por igual, y si viven, serán trasformados en gloria también, en el día en que Dios juzgará

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por Jesucristo los secretos de cada uno de los hombres de la tierra en su segunda venida poderosa, en las nubes del cielo (Ro.2:16; Mr.13:26; Ap.1:7).

«Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos. Se siempre en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. . .» (1 Co.15:41-44a).

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FACULTAD DE CIENCIAS RELIGIOSAS

LOGOS DE VIDA ECUADOR "S.I.L.V.E."

TEMA: COMENTARIO EXEGÉTICO DEL ORDO SALUTIS.

ALUMNO: SAMUEL DIAZ BECERRA.