24
! 1 ¡ , 1 WALTERJ. ONG ORALIDAD Y ESCRITURA Tecnologías de la palabra Traducción de ANGÉLICA SCHERP FONDO DE CULTURA ECONÓMICA México

Ong - Oralidad y Escritura

  • Upload
    soled81

  • View
    50

  • Download
    1

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Ong

Citation preview

  • !

    1

    , 1

    WALTERJ. ONG

    ORALIDAD Y ESCRITURA

    Tecnologas de la palabra

    Traduccin de

    ANGLICA SCHERP

    FONDO DE CULTURA ECONMICA Mxico

    1

  • Primera edicin en ingls, p1imera edicin en espaol (FCE, Mxico), Primera reimpresin (FCE, Argentina),

    1982 1987 1993

    Ttulo original: Omlif\' and Literac\'. The Tedwologzingof the H-rd. 19S2, Waltcrj. ang, publicado por Methuen &Co. Ltd., Londres ISBN 0-416-71380-7

    o. R. 1987 Fm.:oo DE CuLTllR.\ EcoNMICA, S. A. DE C. V. Av. Picacho Aj u seo 227; 14200 Mxico D. F. D. R. 1993 FONDO DE CULTURA ECONMICA DE ARGENTINA s. A. Suipacha 617; 1008 Buenos Aires

    ISBN: 950-557-170-4

    IMPRESO E!'i ARGENTINA Hecho el depsito que previene la ley 11.723

    PREFACIO DE LA EDICIN EN INGLS

    Resulta fcil apreciar que vivimos en una poca de cambio social raudo y radical. Es mucho menos sencillo comprender el hecho de que tal cam-bio afectar inevitablemente las caractersticas de aquellas disciplinas aca-dmicas que reflejan nuestra sociedad y a la vez ayudan a moldearla.

    Sin embargo, ello en ninguna parte es ms manifiesto que en el cam-po principal de lo que, en trminos generales, puede llamarse estudios literarios. Aqu, entre gran nmero de estudiantes de todos los nive-les de educacin, ha venido a ser fundamental el desgaste de las hipte-sis y las suposiciones que apoyan las disciplinas literarias en su forma tradicional. Los modos y las/categoras heredados del pasado ya no pa-recen ajustarse a la realidad experimentada por una nueva generacin.

    New Accents tiene el propsito de ser una respuesta positiva a la inicia-tiva brindada por tal situacin. Cada volumen de la serie procurar esti-mular el proceso de cambio antes que resistirse a l, y extender antes que afianzar las fronteras que actualmente definen la literatura y su an lisis acadmico.

    Algunos importantes campos de inters surgen al punto. En diversas partes del mundo se han creado nuevos mtodos de anlisis cuyas con-clusiones revelan las limitaciones del enfoque anglonorteamericano que heredamos. Se han propuesto nuevos conceptos de formas y modos lite-rarios; se difunden nuevas ideas sobre la naturaleza misma de la litera-tura y de cmo sta se comunca; prosperan nuevas opiniones acerca del papel de la literatura ~n relacin con la sociedad. J/ew Accents aspira r a exponei: y comentar las ms notables de ellas.

    En la amplia esfera del estudio de la comunicacin humana se ha he-cho hincapi cada \'ez mayor en la naturaleza y la funcin de los nue-vos medios electrnicos de comunicacin. New Accents intentar identificar y analizar el desafo que stos presentan a nuestros modos tradicionales de resp~esta crtica.

    El mismo inters por la comunicacin indica que la serie debe ocu-parse tambin de aquellos campos de investigacin antropolgicos y so-ciolgicos ms amplios que han comenzado a incorporar el escu-driamiento de ia naturaleza del arte mismo y de su relacin con nuestro modo de vida en todos sus aspectos. Ello requerir, en ltimo caso, que se fije la atencin en algunas de las actividades que hasta la fecha fueron excluidas de los reinos prestigiosos de la cultura en nuestra sociedad. La inquietante redistribucin de valores que ello entraa y la

    i

  • ,

    III. ALGUNAS PSICODINAMICAS DE LA ORALIDAD

    - LA PALABRA ARTICULADA COMO PODER Y ACCIN

    CoMO resultado de las obras reseadas anteriormente, y de otras que se citarn ms adelante, es posible generalizar un poco sobre la psicodin-mica de las culturas orales primarias, es decir, de las culturas orales que no tenan conocimiento de la escritura. Por razones de brevedad, cuan-do el contextomantenga claro el significado, me referir a las culturas orales primarias simplemente como culturas orales.

    Las personas enteramente letradas slo con gran dificultad pueden ima-ginarse cmo es una cultura oral primaria, o sea una cultura sin conoCi-miento alguno de la escritura o aun de la posibilidad de llegar a ella. Tratemos de concebir una cultura en la cual nadie haya nunca tratado de indagar algo en letra impresa. En una cultura oral primaria, la ex-presin "consultar en un escrito" es una frase sin sentido: no tendra ningn significado concebible. Sin la escritura, las palabras como tales no tienen una presencia visual, aunque los objetos que representan sean visuales. Las palbras son sonidos. Tal vez se las "llame" a la memoria, se las "evoque". Pero no hay dnde buscar para "verlas". No tienen foco ni huella (una metfora visual, que muestra la dependencia de la escritura), ni siquiera una trayectoria. Las palabras son acontecimien-tos, hechos. ~-

    Para.averiguar qu_ es una cultura oral primaria y cul es la ndole de nuestro problema con referencia a tal cultura, sera conveniente refle-xionar primero sobre la naturaleza del sonido mismo como tal (Ong, 1967b, pp. 111-138). Toda sensacin tiene lugar en el tiempo, pero el sonido guarda una relacin especial con el tiempo, distinta de la de los dems campos que se registran en la percepcin humana. El sonido slo existe cuando abandona la existencia. No es simplemente perecedero si-no, en esencia, evanescente, y se le percibe de esta manera. Cuando pro-nuncio la palabra "permanencia", para cuando llego a "-nencia'', "perma-" ha dejado de existir y forzosamente se ha perdido.

    No existe manera de detener el sonido y contenerlo. Puedo detener una cmara cinematogrfica y fijar un cuadro sobre la pan-talla. Si para-lizo el movimiento del sonido no tengo nada: slo el silencio, ningn so-nido en absoluto. Toda sensacin tiene lugar en el tiempo, perb ningn otro campo sensorial se resiste totalmente a una accin inmovilizadora, una estabilizacin, en esta forma precisa. La visin puede captar el mo-

    38

    1 1 r:

    PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD 39

    vimiento, pero tambin la inmovilidad. En efecto,. prefiere _esta ltim~, pues para examinar algo minuciosamen:e por medio.de_ la vista, prefer_1-mos que est inmvil. A menudo reducimos el mov1m1ento a u:ia sene de tomas fijas, para apreciar mejor qu lo compone. No hay eq~1valente a una toma fija para el sonido. Un oscilograma es mudo. Se ubica fuera del mndo del sonido.

    Para cualquiera que tiene una idea de lo que so? las palabras en _una cultura oral primaria, o en una cultura no muy distante _de la :r~hdad primaria, no resulta sorprendente que el trmino hebreo d.abar signifique "palabra" y "suceso". Malinowski (1.923, pp. 451, 470-481) ha com-probado que entre los pueblos "primitivos" (orales] la lengua es ~orlo general un modo de accin y no slo una contrasena del pensamiento, aunque tuvo dificultades para explic~~ sus conc~pto~ \Sa:npson'. 198~, pp. 223-226), puesto que la comprens1on de la psicodlnam1ca de la orali-dad era virtualmente inexistente en 1923. Tampoco resulta aso~broso que los pueblos orales por lo comn, y acaso generalmente, coi:s1deren que las palabras poseen un gran poder. El sonido no puede mamfestarse sin intercesin del poder. Un cazador puede ver, oler, saborear y tocar un bfalo cuando ste est completamente inerte, incluso muerto, pero. si oye un bfalo, ms le vale estar alerta: algo est sucediendo. E~ e.ste sentido, todo sonido, y en especial la enunciacin oral, que se ongma en el interior de los organismos vivos, es "dinmico". .

    El hecho de que los pueblos orales comnmente, y con 2oda probabi-lidad en todo el mundo, consideren que las palabras entran~n un ~otencial mgico est claramente vinculado, al meno~ de m~mera mconsc1ente, con su sentido de la palabra como, por necesidad, hablada, fon~da y, por lo tanto, accionada por un poder. La gente que est muy ~ab1tu~da a la letra escrita se olvida de pensar en las palabras como pnrnord1al-mente orales, corno sucesos, y en consecuencia como anin:ada~ necesa-riamente por un poder; para ellas, las palabras antes ~1en Henden a asimilarse a las cosas, "all afuera'' sobre una superficie plana. T~es "cosas" no se asoian tan fcilmente a la magia, porque no son accio-nes, sino que estn muertas en un sentido radical, aunque sujetas a la resurreccin dinmica ( Ong, 1977, pp. 230-2 71)

    Los pueblos orales comnmente consideran que los nombres (una clase de palabras) confieren poder sobre las cosas. _Las explic~ci?ne~ para el hecho de que Adn ponga nombres a los animales, en Genesis 2: 2?, normalmente llaman una atencin condescendiente sobre esta creencia arcaica supuestamente pintoresca. Tal convicci~n ;s de he~ho m,ucho.me-nos pintoresca de lo que parece a la gente cahgrafica y t1pografica irre-flexiva. Primero que nada, los nombres efectivamente dan poder a los seres humanos sobre lo que estn nominando: sin aprender un vasto aco-pio de nombres, uno queda simpleme?te inc~pacit:'1do par~ c?mprend~r, por ejemplo, la qumica, y para pract:icar la mgemera qmm1ca. Lo mis-

    1

  • 40 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    mo sucede con todo el conocimiento intelectual de otro tipo. En segundo lugar, la gente caligrfica y tipogrfica tiende a pensar en los nombres corno marbetes, etiquetas escritas o impresas imaginariamente, adheri-das a un objeto nominado. La gente oral no tiene sentido de un nombre como una etiqueta, pues no tiene nocin de un nombre corno algo que puede visualizarse. Las representaciones escritas o impresas de las pala-bras pueden ser rtulos; la misma condicin no puede aplicarse a las pa-lbtas habladas, reales.

    UNO SABE LO QUE PUEDE RECORDAR: MNEMOTECNIA Y FRMULAS

    'En una cultura oral, la restriccin de las palabras al sonido determina no :.slo los modos de expresin sino tambin los procsos de pensamiento.

    Uno sabe lo que puede recordar. Cuando decimos que conocemos la geometra de Euclides, no queremos decir que en ese momento tenemos presentes cada uno de sus teoremas y comprobaciones, sino antes bien que podernos traerlos a la memoria con facilidad. Podemos recordarlos. El teorema "Uno sabe lo que puede recordar" tambin se ajusta a una cultura oral. Pero, cmo recuerdan las personas en una cultura oral? Los conocimientos organizados que estudian los letrados hoy en da pa-ra "saberlos", es decir, para recordarlos, se han reunido y puesto a su disposicin por escrito con muy pocas excepciones, si las hay. ste es el caso no slo de la geometra euclidiana sino tambin de la historia de la revolucin norteamericana o incluso los promedios de bateo o los re-glamentos de trnsito.

    Una cultura oral no dispone de textos. Cmo rene material organi-zado para recordarlo? Es lo mismo como preguntar: ''qu sabe o puede tsaber de t.:na manera organizada?"

    Supngase que una persona en una cultura oral emprendiese analizar un complejo problema especfico y finalmente lograra articular una so-

    lucin que en s fuera relativamente complicada, consistente, digamos, en unos cuantos cientos de palabras. Cmo conserva para el recuerdo posterior la articulacin verbal tan esmeradamente elaborada? Con la ausencia total de toda escritura, no hay nada fuera del pensador, ningn texto, que le facilite producir el mismo curso de pensamiento otra vez, o aun verificar si lo ha hecho o no. Las aides-mmoire, como las varas con muescas o la serie de objetos cuidadosamente dispuestos, no recobran

    "por s mismas una complicada serie de aserciones. Cmo, de hecho, po-. dra armarse inicialmente una extensa solucin analtica? Un interlocu-i tor resulta virtualmente esencial: es dificil hablar con uno mismo durante

    horas sin interrupcin. En una cultura oral, el pensamiento sostenido ,; est vinculado con la comunicacin.

    Sin embargo, aun con un oyente para estimular y cimentar el pensa-

    PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    miento, las porciones y fragmentos del mismo no pueden conservarse en apuntes garabateados. Cmo se hace posible traer a la memoria aque-llo que se ha preparado tan cuidadosamente? La nica respuesta es: pensar cosas memorables. En una cultura oral primaria, para resolver eficaz-mente el problema de retener y recobrar el pensamiento cuidadosamen-te articulado, el proceso habr de seguir las pautas mnemotcnicas, formuladas para la pronta repeticin oral. El pensamiento debe origi-narse segn pautas equilibradas e intensamente rtmicas, con repeticio-nes o anttesis, alteraciones y asonancias, expresiones calificativas y de tipo formulario, marcos temticos comunes (la asamblea, el banquete, el duelo, el "ayudante" del hroe, y as sucesivamente), proverbios que todo mundo escuche constantemente, de manera que vengan a la mente con facilidad, y que ellos mismos sean modelados para la retencin y la pronta repeticin, o con otra forma mnemotcnica. El pensamiento se-rio est entrelazado con sistemas de memoria. Las necesidades mnemo-tcnicas determinan incluso la sintaxis (Havelock, 1963, pp. 87-96, 131-132' 294-296). .

    El pensamiento extenso de bases orales, aunque no en verso formal, tiende a ser sumamente rtmico, pues el ritmo ayuda a !a rnemqria, in-cluso fisiolgicamente. Jousse (1978}ha.senafad el nexo ntimo entre normas orales rtmicas, el proceso de la respiracin, la gesticulacin y la simetra bilateral del cuerpo humano, en los antiguos Trgumes ara-meos y helnicos, y por ello tambin en el hebreo antiguo. Entre los grie-gos de la antigedad, He~opo, intermediario entre la Grecia ho~rica oral y el conocimiento griego plenamente desarrollado de la escritura, recit material cuasi filosfico segn los modelos fortnulaicos de verso que lo integraban en la cultura oral de la que l haba surgido (Have-lock, 1963, pp. 97-98, 294-301).

    Las frmulas ayudan a E!i_~

  • 42 PSICODlNMICAS DE LA ORALIDAD

    de Havelock ( 1963) y obras de ficcin como la novela No Longer at Ea.se r 1961) c!e Chinua Achebe, que se basa directamente en la tradicin oral ib en ei Afri~a occidental, pr~porcionan ejemplos abundantes de las normas de pen-

    sa~Tuento de personajes, ed~cados oralmente, que se manejan en estas es-tnas .orales mnemotecmcamente labradas, mentras los hablantes reflexionan, con gran inteligencia y erudicin, sobre las situaciones en las cual,es se encuentran participando. En las culturas orales, la ley rnis-

    ~~-e.~=-~-~~~~r~ada._ e.n refranes .Y ~roverbios forrnulaicos que no repre-senta? meros adornos de la Junsprudencia, sino que ellos mismos constituyen I.a ley. A rn.enudo se recurre a un juez de una cultura oral P.ara q~: rep1~a proverb10s pertinentes a partir de los cuales puede dedu-cir decisiones Justas para los casos sometidos a litigio formal ante l (Ong 1978, p. 5). ,

    ,~ una cultura oral, el anlisis de algo en trminos no rnnemotcni-c~s, no n?rmativos ni forrnulativos, aunque fuera posible, :.:era una pr-dida de tiempo, pues t~l pensamiento, una vez formulado, nunca podra recuperarse :on eficacia ~guna; pero s sera posible hacerlo con la ayu-dad.e la escntura. No sena _un saber duradero sino simplemente un pen-samiento emero, por complejo que fuera. En las culturas orales extensas normas Y. frmulas ftjas comunales cumplen algunos de los ~ropsitos de. la escritura en las culturas caligrficas; sin embargo, al hacerlo deter-mman, :lar~ est, el modo de pensamiento adecuado, la manera como l~ ex~ene~cia se ord:na intelectualmente. En una, cultura oral, la expe-riencia es mtelectualizada mnemotcnicamente. Este es un motivo por el cual, pa;a un San.~gustn de Hipona (343-430 d.C.), as como para otros eru~itos que viv~eron en una cultura con algunos conocimientos de la escritura pero que an conservaba muchas huellas de la tradicin oral, la memoria cobr tanta importancia cuando abord los poderes de la mente .

    . Desde luego, toda expresin y todo pensamiento es formulaico hasta cierto punto en el sentido de que toda palabra y todo concepto comunica-do en una palabra constituye un.a especie de frmula, una manera fija de procesar los datos de la expenencia, de determinar el modo corno la experiencia y ~a reflexin se organizan intelectualmente, y de actuar co-

    m~ una especie d~ a~arato mnemotcnico. Expresar la experiencia con pa1abras (lo cual significa transformarla por lo menos en cierta medida qu~ no falsific~rla) puede producir su recuerdo. Las frmulas que carac'. t:nzan la oralidad son ms complicadas, sin embargo, que las palabras aisladas, aunque algunas sean relativamente sencillas: el "camino de las ballenas" ~el poeta de Beowulf es una frmula (metafrica) para el mar en un sentido en que no lo es el trmino "mar".

    PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    TRAS CARACTERSTICAS DEL PENSAMIENTO Y LA EXPRESIN DE CONDICIN ORAL

    43

    La conciencia del fundamento mnemotcnico del pensamiento y la ex-presin en las culturas orales primarias abre el camino a la comprensin de otras caractersticas del pensamiento y la expresin de condicin oral, adems de su organizacin formulaica. Las caractersticas abordadas aqu son algunas de las que distinguen el pensamiento y la expresin de con-dicin oral del pensamiento y la expresin de condicin caligrfica y ti-pogrfica; es decir, caractersticas que sin duda parecern sorprendentes a aquellos educados en culturas con conocimiento de la escritura y la im-presin. Esta enumeracin de caractersticas no se presenta como exclu-siva o concluyente, sino como sugerente, pues es menester mucho ms trabajo y reflexin para ahondar la comprensin del pensamiento de con-dicin oral (y, de all, la del pensamiento de condicin caligrfica, tipo-grfica y electrnica).

    En una cultura oral primaria, el pensamiento y la expresin tienden a ser de las siguientes clases.

    (i) Acumulativas antes que subordinadas - . - -

    Un ejemplo conocido del_ estilo oral aditivo es la narracin del Gnesis I: 1-5, que de hecho constituye un texto, pero que guarda una organiza-cin oral reconocible. La versin de Douay (1610), producida en una cultura con huellas an considerables, de la tradicin oral se cie de mu-chas maneras al original hebreo aditivo (como mediado a travs del la-tn, con base en el cual se produjo l~ versin de Douay):

    In the beginning God created heaven and earth. And the earth was void and empty; and darkness was upon the face of the deep; and the spirit of God moved over the waters. And God said: Be light made. And light was made. And God saw the light that t was good; and he divided the light from the darkness. And he called the light Day, and the darkness Night; and there was evening and morning one day. [Al principio Dios cre el cielo y la tierra. Y la tierra era informe y vaca, y las tinieblas cubran la superficie del abismo: y el espritu de Dios se cerna sobre las aguas. Y Dios dijo: Hgase la luz. Y se hizo la luz. Y Dios vio que la luz era buena; y separ la luz de las tinieblas. Y llam a la luz da, Y a las tinieblas noche; y hubo tarde y maana, un da.]

    Hay nuevt: "and" introductores. Con una sensibilidad ms moldeada por la escritura y la impresin, la New American Bible ( 1970) traduce:

    In the begnnng, when God created the heavens and the earth, the earth was

    1

  • l1 :1

    44 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    a formless wasteland, and darkness covered the abyss, while a mighty wind swept over the waters. Then God said, "Let there be iight". and there was light. God saw how good the light was. God then separated the light from the darkness. God called the lig~t "day" and the darkness he called "night". Thus evenmg carne, and mormng followed the first day. [En e; principi? c:re Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada Y vac1a, Y las tm1eblas estaban sobre la haz del abismo, v el Espritu de Dios s: mo_va sobre la haz de las aguas. Y dijo Dios: sea la' iuz; y. fue la luz. y v1? Dios que la luz era buena y apart Dios la luz de las tinieblas. Y llam Dios, ~a luz Da. y a las tinieblas llam Noche: y fue la tarde v la maana un dia. '

    H d " d". d ay os an mtro uctores, cada uno sumergido en una oracin c?mpuesta. La versin de Douay transcribe el hebreo we o wa (and) simplemente como "and" [y]. La New American lo interpreta como and, when [cuando], t~;n {entonces], thus [por ende], o while [mientras], a fin de que l~ narrac1oi: fluya con la subordinacin razonada y analtica que caracteriza .la escritura (Chafe, 1982) y que parece ms natural en los

    te~t?s del siglo X~. L~s estructuras orales a menudo acuden a la prag-mat1ca (~a convemenc1a del hablante; Sherzer, 1974, habla de dilatadas producciones orales pblicas entre los cuna, incomprensibles para sus oyentes)._ La~ :struct~ras caligrficas estn ms pendientes de la sintaxis (la o~gamzac1on.del d1sc':1rso mismo), como lo ha sealado Givn ( 1979).

    E.1 discurso escrito despheg.a una gramtica ms elaborada y fija que el ! discurso oral, pues, para transmitir significado, depende ms slo de la estructura lingstica, dado que carece de los contextos existenciales ple-nos norma~es que rodean el discurso oral y ayud.m a determinar el signi-ficado, en este, de manera un poco independie 1te de la gramtica.

    Se;:a un e~r~r pensar que la versin de Douay simplemente est ''ms cerca del origmal hoy en da que la New American. Se cie ms en cuan-to q~; traduce we o wa siempre con la mism~p;labra, pero da una im-pres1on remota, arcaica y aun pintoresca a la sensibilidad actual. Las personas que pertenecen a culturas orales o ;culturi- conliuellas ~uy n:iarcadas ~e la tradici~ ,oral, incluso la que produjo la Biblia, no apre-cian este tipo de expres10n como tan arcaico o pintoresco. Lo perciben como natural Y normal, algo as como la versin New American nos pare-ce natural y normal a nosotros.

    Otros ejemplos de la estructura aditiva pueden hallarse a travs del mundo en l~ ,narracin oral primaria, de la cual ahora tenemos una ex-tensa colecc1on en grabaciones (vase Foley, 1980b, para un catlogo de algunas de ellas).

    (ii) Acumulativas ante~ que analticas

    Esta caracterstica est estrechamente ligada a la dependencia de las fr-

    1

    l .

    PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD 45

    mulas para practicar la memoria. Los elementos del pensamiento y de la expresin de condicin oral no tienden tanto a ser entidades simples sino grupos de entidades, tales como trminos, locuciones u oraciones paralelos; trminos, locuciones u oraciones antitticos; o eptetos. La tra-dicin popular oral prefiere, especialmente en el discurso formal, no al soldado, sino al valiente soldado; no a la princesa, sino a la hermosa prin- . cesa; no al roble, sino al fuerte roble. De esta manera, la expresin oral ' lleva una carga de eptetos y otro bagaje formulario que la alta escritura rechaza por pesada y tediosamente redundante, debido a su peso acu-mulativo (Ong, 1977, pp. 188-212).

    Los lugares comunes en las denuncias polticas de muchas culturas en vas de desarrollo de baja tecnologa -enemigo del pueblo, capitalis-tas traficantes de guerras-, que parecen estpidos a las personas muy instruidas, constituyen elementos formularios esenciales de la huella de los procesos orales de pensamiento. Una de las muchas indicaciones de las importantes, aunque estn subyacentes, muestras de la tradicin oral en la cultura de la Unin.Sovitica es (o fue hace algunos aos, cuando yo la descubr) la insistencia en hablar siempre de "la Gloriosa Revolu-cin del 26 de Octubre"; en este caso, la frmula adjetival representa una estabilizacin obligatoria, como lo fueron las frmulas adjetvales homricas: "el sabio Nstor" o "el ingenioso Odisea", o como sola serlo "el glorioso Cuatro de Julio" en los grupos aislados, donde las huellas de la tradicin oral eran comunes, aun en los Estados Unidos de princi-pios del siglo xx. La Unin Sovitica todava anuncia cada ao los ep-tetos oficiales para varios loc classici de la historia sovitica.

    Es muy posible que una cultura oral pregunte en un acertijo por qu los robles son fuertes, pero lo hace a fin de asegurar que as son, para guardar intacto el agregado, y realmente no para poner en tela de juicio o en duda el atributo. (Para ejemplos tomados directamente de la cultu-ra oral de los luba en Zaire, vase Faik-Nzuji, 1970.) Las expresiones tradicionales en las culturas orales no deben ser desarmadas: reunirlas a lo largo de generaciones represent una ardua labor, y no existe un lugar fuera de la mente para conservarlas. As pues, los soldados sern siempre valientes; las princesas, hermosas; y los robles, fuertes. No se pretende decir que no pueda haber otros eptetos para los soldados, para las princesas o los robles, aun eptetos contrarios, pero stos tambin son comunes: el soldado bravucn, la princesa triste, tambin pueden for-mar parte del aparato. Lo establecido para los eptetos tambin se aplica a otras frmulas. U na vez que se ha cristalizado una expresin formula-ria, ms vale mantenerla intacta. Sin un sistema de escritura, el pensa-miento que divide en partes -es decir, el anlisis- representa un procedimiento muy arriesgado. Como Lvi-Strauss lo expres atinada-mente en.J.lna asercin sumaria, "el pensamiento s?Jvaje [i.e. oral] tota-liza" (1966, p. 245).

  • 46 PSICODI'.':..\~lICAS DE LA ORALIDAD Q_i~) iJ_edundantes o "copiosos" -

    El pensamiento requiere cierta continuidad. La escritura establece en el texto una "lnea" de continuidad fuera de la mente. Si una distraccin confunde o borra de la mente el contexto del cual surge el material que esty leyendo, es posible recuperarlo repasando selectivamente el texto anterior. La vuelta atrs puede ser del todo fortuita,_ meramente ad hoc. La mente concentra sus energas propias en adelantarse, porque aquello a lo que vuelve yace inmvil fuera de ella, en fragmentos siempre dispo-nibles sobre la pgina inscrita. En el discurso oral la situacin es distin-ta. Fuera de la mente no hay nada a qu volver pues el enunciado oral desaparece en cuanto es articulado. Por lo tanto, la mente debe avanzar con mayor lentitud, conservando cerca del foco de atencin mucho de lo que ya ha tratado. La redundancia, la repeticin de lo apenas dicho, mantiene eficazmente tanto al hablante como al oyente en la misma sintona.

    Dado que la redndancia caractriza el pensamiento y la lengua ora-les, en un sentido profundo resulta ms natural a stos que el carcter lineal escueto. El pensamiento y el habla escuetamente lineales o analti-cos representan una;creacin artificial, estructurada por la tecnologa de la escritura. La eliminacin de la redundancia en una escala significati-va exige una tecnologa que ahorre tiempo: la escritura, que impone cierto tipo de tensin a la psique al impedir que la expresin caiga en sus pau-tas ms naturales. La psique puede acomodarse a la tensin en parte por-que la caligrafa es un proceso fsicamente muy lento, por lo regular ms o menos l~ima p.Arte_d_~J~-'.'~!~~ic:l~5:!.__c:i~l__h~bla oral (Chafe, 1982). Con la escritura, la mente est obligada a entrar-en una pauta ms len-ta, que le da la oportunidad de interrumpir y reorganizar sus procesos ms normales y redundantes.

    La redundancia es favorecida tambin por las condiciones fsicas de laexpresin oral ante un pblico numeroso donde de hecho es ms mar-cada que en la mayor parte de una conversacin frente a frente. No to-dos los integrantes de un pblico grande entiende cada palabra pronunciada por un hablante, aunque esto slo se deba a problemas acs-ticos. Es conveniente que el orador diga lo mismo, o algo equivalente, dos o tres veces. Si se le escapa a uno el ''no slo ... ''. es posible suplirlo por inferencia del "sino tambin ... " Hasta que la amplificacin electr-nica redujo los problemas acsticos a un grado mnimo, los oradores p-blicos tan recientes, como por ejemplo \Villiam Jennings Bryan (1860-1925), conservaban la antigua redundancia en sus discursos p-blicos y la fuerza de la costumbre hizo que se explayaran en sus escritos. En ciertos tipos de sustitutos acsticos de la comunicacin verbal oral, la redundancia alcanza dimensiones fantsticas, como sucede en el len-guaje africano de tambores. Comunicar algo por medio de los tambores

    PSICODI:\.lICAS DE LA ORALIDAD 47

    por lo regular exige un nmero de palabras aproximadamente ocho \'e-ces mayor que las que necesitara la lengua hablada. (Ong, 1977, p. 101).

    La necesidad del orador de seguir adelante mientras busca enlamen-te qu decir a continuacin, tambin propicia l.a redund~nci~; E~ la re-citacin oral, aunque una pausa puede ser efectiva, la vacilac1on s1em~~e resulta torpe. Por lo tanto es mejor repetir algo, si es posible con h~b1hdad, antes que simplemente dejar de hablar mientras se busca la s1gu.1ente idea. Las culturas orales estimulan la fluidez, el exceso, la verbos1_?~-~-: Los rtnCos Uiaran a.-esto-~pi. Siguieron alerliandla, por na es-pecie-cte-i:nadverteriea, cuando haban ~odulado la .retrica de un art_e del discurso pblico a un arte de la escritura. Los primeros textos escri-tos a travs de la Edad Media y el Renacimiento, a menudo son relle-nados con la "amplificacin", exasperantemente redundantes segn criterios modernos. La preocupacin por la copia sigui siendo int_ei:;a en la cultura occidental mientras mantuvo tantas huellas de la trad1c1on oral, lo cual sucedi aproximadarnent~ hasta la poca del Rorr:anticis-rno, o incluso ms tarde, Thornas Babmgton Macaulay (1800-1859) ~s uno de los muchos empalagosos victorianos tempranos cuya~ pleonastl-cas composiciones escritas an se leen de manera muy parecida a corno sonara un discurso exuberante y compuesto para ser pronunciado, co-mo sucede tambin muy frecuentemente con los escritos de Winston Chur-chill (1874-1965).

    (iv) Conservadoras y tradicionalistas

    Dado que en una cultura oral primaria el conocimie~to conceptuado que no se repite en voz alta desaparece pronto, las sociedades orales _deben dedicar gran energa a repetir una y otra vez lo que se ha aprendido ar-duamente a travs de los siglos. Esta necesidad establece una configura-cin altamente tradicionalista o conservadora de la mente que, con buena razn, reprime la experimentacin intelectual. f,Lconocimiento es p~ecioso y difcil de obtener ,y la sc:i_ciedad _respet_a mucho a aquellos anc1a-no-s-v ancianas sabios q-t.e se especializan en conservarlo, que conocen v pu.eden contar las historias de ios d~s de ,anta? Al ~macenar el sa- : ber fuera de la mente, la escritura y aun mas la 1mpres1on degradan las. figuras de sabidura de los ancianos, repetidores del pasado, en pro\'e-' cho de los descubridores ms jvenes de algo nuevo.

    Desde luego, la escritura es consenadora de sus propios,es.tilos: P~c~ despus de su primera aparicin, sirvi para congelar los co~1gos JUrid1-cos de la Sumeria temprana (Oppenhe1m, 1964 p. 232). Sm embargo, al asumir funciones tradicionalistas, el texto libera la mente de las tareas conservadoras. es dcir', de su trabajo de memoria, y as le permite ocu- __ .,,..,~ prse cie la :speulaci

  • 48 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    to, las huellas de la tradicin oral de una cultura caligrfica dada pueden calcularse hasta cierto punto basndose en la carga mnemotcnica que le deja a la mente, es decir, en la cantdad de memorzacin que requie-ren los procedimientos educativos de la cultura (Goody, 1968a, pp. 13-14).

    Claro est, las culturas orales no carecen de una originalidad de ca-rcter propio. La originalidad narrativa no radica en inventar historias nuevas, sino en lograr una reciprocidad particular con este pblico en este momento; en cada narracin, el relato debe introducirse de manera singular en una situacin nica, pues en las culturas orales debe persua-dirse, a menudo enrgicamente, a un pblico a responder. Empero, los narradores tambin incluyen elementos nuevos en historias viejas (Goody, 1977, pp. 29-30). En la tradicin oral, habr tantas variantes menores de un mito corno repeticiones del mismo, y el nmero de repeticiones

    ~uede aurne~t.a~se. indefinidamente. Los poemas de alabanza a los jefes mvltan a la m1ciativa, al tener que hacer interactuar las viejas frmulas y temas con las nuevas situaciones polticas, a menudo complicadas. No obstante las frmulas y los temas son reorganizados antes que reempla-zados por material nuevo.

    Las prcticas religiosas, y con ellas las cosmologas y las creencias pro-f~ndarnente arraigadas, tambin cambian en las culturas orales. Decep-c10nados con los resultados prcticos del culto en un templo dado cuando las curas son escasas, los lderes impetuosos -Goody los llama los "in-telectuales" de la sociedad oral (1977, p. 30)- inventan nuevos santua-rios y, con ellos, nuevos universos conceptuales. Sin embargo, estos nuevos universos y los dems cambios que muestran cierta originalidad llegan a existir en una econorufa intelectual esencialmente formulaica v temtica. Pocas veces, si acaso, son divulgados por su novedad, sino qu~ se presentan como ajustados a las tradiciones de los antepasados.

    (v) Cerca de! mundo humano vital

    En ausencia de categoras analticas complejas que dependan de la escri-tura para estructurar el saber a cierta distancia de la experiencia vivida, las culturas orales deben conceptualizar y expresar en forma verbal to-dos sus conocimientos, con referencia ms o menos estrecha con el mun-do vital humano, asimilando el mundo objetivo ajeno a la accin recproca, conocida y ms inmediata, de los seres humanos. Una cultu-ra caligrfica (de escritura) y, an ms, una cultura tipogrfica (de im-presin) pueden apartar y en cierto modo incluso desnaturazar al hombre, especificando tales cosas como los nombres de los lderes y las divisiones polticas en una lista abstracta y neutra enteramente despro-vista de un contexto de accin humana. Una cultura oral no dispon~ de vehculo alguno tan neutro como una lista. En la ltima mitad del se-

    PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD 49

    gundo canto, la Ilada presenta el famoso catlogo de las nav~s -~s de cuatrocientos versos-, que compila los nombres de los caudillos gne-gos y las regiones que gobernaban; empero, esto sucede en un coi:it:xto total de accin humana: los nombres de personas Y lugares participan en los hechos (Havelock, 1963, pp. 176-180). El sitio normal Y muy pro-bablemente el nico en la Grecia homrica donde poda encontrarse este tipo de informacin poltica en forma verbal era una narr~cin o g~nealoga, que no es una lista neutra sino un relato que descnbe relac10nes personales (cfr. Goody y Watt, 1968, _P. 32). Las culturas.o~ales conocen unas cuantas estadsticas o hechos d1vorc1ados de la actIV1dad humana o cuasi humana.

    Asimismo, una cultura oral no posee nada que corresponda a manua-les de operacin para los oficios (de hecho tales trat~d~s son muy poco comunes y siempre elementales aun en ~ultura~ ,cal1grafi~as, Y solo lle-gan a aparecer realmente una vez que la irnpres10n se ha.mtegrado .c~nsiderablernente; Ong 1967b, pp. 28-29, 234, 258). Lo.s o~c10s se adquman por aprendizaje (corno todava sucede en gran rned_1:ia mclus~ e:-i cultu-ras de alta tecnologa), o sea a partir de la observac10n y la pract1~a, con slo una mnima explicacin verbal. La articulaci~~ verb':-1. mxima de asuntos tales corno los procedimientos de navegac1on dec1s1vos para la cultura homrica no se hubieran encontrado en lo absoluto en una de~cripcin abstracta al estilo de un manual, sino en casos tales corno el si-guiente pasaje de la Ilada, I, 141-144, donde la descrip~in abstracta es incrustada en una narracin que contiene rdenes especificas para la ac-cin humana o relaciones de actos particulares:

    Ahora, ea, echemos una negra nave al mar divino, reunamos lo_s conver,iientes remeros embarquemos vctimas para una hecatombe y a la misma Cr1se1da, Ja de he~mosas mejillas, y sea capitn cualquera de los jefes.*

    (Citado por Havelock,1963, p. 81; vase tambin ibid., PP 17~-1?5). La cultura oral primaria se preocupa poco por conservar el conoc1m1en-to de las artes como un cuerpo autosuficiente y abstracto.

    (vi) De matices agonsticos

    Muchas tal vez todas las culturas orales o que conservan regustos orales dan a lo~ nstruidos una impresin extraordinariamente agonstica e~ s.u expresin verbal y de hecho en su estilo de vida. La escritura prop1C1a abstracciones que separan el saber del lugar donde los seres humanos luchan unos contra otros. Aparta al que sabe de lo sabido. Al mantener

    *Ho;nero. La /liada. Ed. julio Palli Bonct. trad. L. Scgal, Brugucra Libro Clsico. Editorial Bru;ucra, S. A .. Barcelona, !9i9, pp. 40-41.

  • 50 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD incrustado el conocimiento en el mundo vital humano, la oralidad lo si-ta dentro de un contexto de lucha. Los proverbios y acertijos no se em-plean simplemente para almacenar los conocimientos; sino para com-

    pro~~ter a otros en el combate verbal e intelectual: un proverbio o acer.tiJO ~esafia a los oyentes a superarlo con otro ms oportuno o con-tradictorio (Abrahams, 1968; 1972). En las narraciones, la fanfarronera sobre la proeza personal '? las frases hirientes del rival figuran regular-mente en los enfrentamientos entre los personajes: en la Ilada en Beowulja lo largo del romance europeo medieval, en The Mwindo Epi.cy otros innumerables relatos africanos (Okpewho, 1979; Obiechina, 1975), en la Biblia, como entre David y Goliat (I Sarnuel 17: 43-47). Co-mun.es en las sociedades orales de todo el mundo, los insultos recpro-c?s tienen un nombre especfio en la lingstica: fiyting (o fiiting). Cre-cidos en una cultura todava predominantemente oral, ciertos ivenes negros de ~os ~s.tados Unidos, el Caribe y otras pattes practicari lo que se conoce I?distintam~nte como "dozens", "joning", "sounding", etctera, competencia que consiste en superar al rival en insultos a su madre. El dozens no es un verdadero combate sino una manifestacin artstica al igual que las dems agresiones verbales estilizadas de otras culturas'.

    No slo en el uso dado al saber, sino tambin en la celebracin de la conducta fsica, las culturas orales se revelan como agonsticamente pro- . gramadas. La descripcin entusiasta de violencia fisica a menudo carac-teriza la narrac~n oral. En la Ilada, por ejemplo, los cantos vm y x por lo menos comptt~n con los programas de televisin y cine ms sensacio-nales de la actuahdad, en cuanto al despliegue de violencia, y los supe-ran con mucho en lo referente al detalle exquisitamente sangriento, quepuede ser menos ~epulsivo cuando es descrito verbalmente que al presentarse en forma visual. La representacin de violencia fisica extre-ma, fundamental para muchas epopeyas orales y otros gneros orales, y subyacente ~ travs de gran parte del uso temprano de la escritura, se reduce paulatinamente o bien ocupa lugar secundario en la narracin literaria posterior. Sob.revive en las b:1adas medievales, pero ya es objeto de burla de Thomas Nashe en The Unf

  • 52 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD ambiente oral primario ms de dos mil aos despus, los editores de The Mwindo Epic (1971, p. 37) llaman la atenci.n sobre una marcada identi-ficacin similar de Candi Rureke, el cantor de la epopeya -y a travs de l, de sus oyentes- con el hroe Mwindo, identificacin que de he-cho afecta la gramtica de la narracin, de modo que de cuando en cuando el narrador se desliza a la primera persona al describir las acciones del hroe. El narrador, el pblico y el personaje estn tan unidos que Rure-ke hace que el personaje pico Mwindo mismo se dirija a los que estn poniendo por escrito las palabras de Rureke: ''T, el que escribe, avan-

    ' za!" o bien, "Oh t, el que escribe, ves que ya parto". En la percepcin del narrador y de su pblico, el hroe del relato oral asimila al mundo oral incluso a los que la transcriben y que estn quitndole su carc-

    . ter oral y volvindolo texto.

    ( viii) H omeostticas

    A diferencia de las sociedades con graa, las orales pueden caracterizar-se como homeostticas (Goody y Watt, 1968, pp. 31-34). Es decir, las sociedades orales viven intensamente en un presente que guarda el equi-librio IJ homestasis desprendindose de os recuerdos que ya no tienen '.pertinencia actual.

    Las fuerzas que gobiernan la homestasis pueden percibirse median-te la reflexin sobre la naturaleza de las palabras en un marco oral pri-mario. Las culturas de la imprenta han inventado los diccionarios, en los cuales pueden registrq.rse, en definiciones formales, los diversos sig-nificados de una palabra segn los textos donde aparezca. As se sabe que las palabras tienen diversos estratos de significado, muchos de los cuales. resultan bastante alejados de las acepciones actuales corrientes. Los diccionarios sealan las discrepancias semnticas.

    Por supuesto, las culturas orales no cuentan con diccionarios y tienen pocas discrepancias semnticas. El significado de cada palabra es con-trolado por lo que Goody y Watt (1968, p. 29) llaman "ratificacin se-\ mntica directa", es decir, por ias situaciones reales en las cuales se utiliza \ la palabra aqu y ahora. El pensamiento oral es indiferente a las defini-ciones (Lura, 1976, pp. 48-99). Las palabras slo adquieren sus signifi-cados de su siempre presente ambiente real, que no consiste simplemente, como en un diccionario, en otras palabras, sino que tambin incluye ges- tos, modulaciones vocales, expresin facial y todo el marco humano y existencial dentro del cual se produce siempre la palabra real y hablada. , Las acepciones de palabras surgen continuamente del presente; aunque, claro est, significados anteriores han moldeado el actual en muchas y variadas formas no perceptibles ya.

    Es cierto que las manifestaciones artsticas orales, tales como la epo-

    PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    peya, retienen algunas palabras en formas y sentidos arcaicos. Pe;o tam-bin conservan tales palabras mediante ~l uso actual; no el uso actual del discurso aldeano comn, sino el de los poetas pcos en su sentido ms general, que conservan formas arcaicas en su vocabulario especial. Estas prcticas son parte de la vida social habitual v de este modo se co-nocen las formas arcaicas, aunque limitadas a la ;ctividad potica. El recuerdo del antiguo significado de viejos trminos tienen de esta mane-ra cierta durabilidad, aunque no infinita.

    Cuando las generaciones pasan y el objeto o la institucin a la que hace referencia la palabra arcaica ya no forma parte de la experiencia actual y vivda, aunque la voz se haya conservado, su significado por lo comn se altera simplemente o desaparece. Los tambores hablantes africanos, corno se utilizan, por ejemplo, entre los lokele en Zaire orien-tal, se expresan con frmulas complicadas que conservan ciertas pala-b.ras. arcaicas que los tamborileros lokele pueden pronunciar, pero cuyo s1gmficado ya no conocen (Carrington, 1974, pp. 41-42; Ong, 1977, pp. 94-95). Cualquier cosa a la que se hayan referido estas palabras, ha de-saparecido de la experiencia cotidiana lokde y el trmino que perdura ha quedado vaco. Las rimas y los juegos transmitidos oralmente de una' generacin de nios a la siguiente, incluso en la cultura de alta tecnolo-ga, contienen palabras similares que han perdido sus significados origi-nales de referencia y de hecho resultan slabas sin sentido. Pueden ' encontrarse muchos ejemplos de tal sobreviviencia de trminos vacos en Opie y Opie (1952), que como conocedores de la escritura desde luego logran recuperar y comunicar los significados originalmente de los trminos perdidos a quienes los utilizan oralmente en la actualidad.

    Goody y Watt (1968, pp. 31-33) citan a Laura Bohannan, Emrys Pe-ters y Godfrey, y Mnica Wilson con ejemplos sorprendentes de hornes-tasis de las culturas orales en la transmisin de genealogas. En aos recientes se ha notado que, entre el pueblo tiv de Nigeria, las genealo-gas utilizadas en forma oral para resolver pleitos judiciales difieren con-

    . siderabkmente de - las genealogas registradas por escrito en forma minuciosa por los ingleses cuarenta aos antes (debido a la importancia que entonces tenan tambin en los pleitos judiciales). Los tiv posterio-res sealaron que utilizan las mismas genealogas como cuarenta aos antes, y que el registro anterior escrito estaba equivocado. Lo que suce-di fue que las genealogas posteriores haban sido ajustadas a las nue-vas relaciones sociales entre los tiv: eran iguales en cuanto seguan funcionando de igual manera para regular el mundo real. La integridad del pasado estaba subordinada a la del presente.

    Goody y Watt (1968, p. 33) relatan un caso an ms impresonante-mente detallado de ''amnesia estructural" entre los gonja en Ghana. Los registros escritos hechos por los ingleses a principios del siglo xx mues-tran que la tradicin oral gonja presentaba entonces a NdewuraJakpa,

  • 54 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD fundador del estado de Gonja, como padre de siete hijos, cada uno de los cuales era soberano de una de las siete divisiones territoriales del estado. Para cuando los mitos del estado fueron reunidos otra vez, sesenta aos ms tarde, dos de las siete divisiones haban desaparecido una por asimi-lacin a otra y la segunda en virtud de un cambio de frontera. En estos mi-tos posteriores, Ndewura Jakpa tena cinco hijos, y no se haca mencin de las dos divisiones suprimidas. Los gonja an estaban en contacto con su pa-sado, eran tenaces en cuanto a esta relacin en sus mitos, pero la parte dei pasado con ninguna pertinencia manifiestamente perceptible con el pre-sen te haba simplemente desaparecido. El presente impona su propia economa alas re!=!lerdos pasados~ Packard (1980, p. 157) observa que Claude LVi-Strauss, T. O. Beidelrnan, Edmund Leach y otros han seala-do que las tradiciones orales reflejan los valores culturales contempor-ne9s de una sociedad antes que una curiosidad ociosa acerca del pasado. Encuentra que lo anterior se manifiesta en los bashu, como tambin lo confim1a Harms (1980, p. 178) en cuanto a los bobangi.

    Es preciso advertir las imp!icaciones que esto tiene para las genealo-gas orales. Un recitador de Afrca occidental u otro genealogista oral narra aquellas genealogas que sus oyentes estn dispuestos a escuchar. Si conoce algunas que ya no le piden, se suprimen de su repertorio y con el tiempo desaparecen. Las genealogas de vencedores polticos tie-nen, desde luego, ms probabilidades de sobrevivir que las de los per-dedores. Henige (1980, p. 225), al estudiar las listas de reyes ganda y

    (myoro, advierte que el "modo oral ... permite que se olviden partes in-; convenientes del pasado" debido a "las exigencias del presente conti-:,,nuo". Adems, los narradores orales hbiles varan deliberadamente sus relatos tradicionales, porque parte de su habilidad radica en la capaci-dad de acomodarse a nuevos pblico~ y nuevas situaciones o simple-mente de juguetear. Un recitador de Africa occidental empleado por una familia real (Okpewho, 1979, pp. 25-26, 247, nota 33; p. 248, nota 36) adaptar su narracin para lisonjear a sus patrones. Las culturas orales estimulan el triunfalismo', que en la actualidad por lo regular tiende un poco a desaparecer a IJ!edida que las sociedades que alguna vez fueron orales se vuelven ms y ms dadas a la palabra escrita.

    (IX) Situaciona/,es ani,es que abstradas

    Todo pensamiento conceptual es hasta cierto punto abstracto. Un tr-mino tan "concreto" como "rbol" no se refiere simplemente a un r-bol "concreto" .nico, sino que es una abstraccin, tomada, arrancada de la realidad individual y perceptible; alude a un concepto que no es ni este ni aquel rbol, sino que puede aplicarse a cualquier rbol. Cada objeto individual que llamamos "rbol" es de hecho "concreto", sim-

    PSICODINMICAS DE. LA ORALIDAD 55

    plemente l mismo, no "abstracto" en absoluto, aunque el trmino que empleamos para el objeto aislado es abstracto en s mismo. No obstante, si todo pensamiento conceptual es hasta cierto punto abstracto, algunos usos de los conceptos son ms abstractos que otros.

    Las culturas orales tienden a utilizar los conceptos en marcos de refe-rencia situacionales y operacionales abstractos en el sentido de que se mantienen cerca del mundo humano vital. Existe una extensa bibliogra-fa que trata este fenmeno. Havelock ( l 978a) mostr que los griegos presocrticos conceban la justicia de una manera operacional antes que formal; Anne Amory Parry (1973), ya fallecida, estableci en gran parte la misma proposicin respecto al epteto amymon que Homero aplic a Egisto: el epteto no significa "libre de culpa", refinada abstrac-cin con la cual los letrados han traducido el trmino, sino "hermoso a la manera que es hermoso un guerrero dispuesto a luchar".

    Ninguna obra sobre el pensamiento operacional resulta ms fructfe-ra para el presente propsito que CoftrtiveDevdcpment: Jts CuUural and SodalFUndations, de A. R. Luri~(l976). A sugerencia del distinguido ,~-- psiclogo sovitico Lev Vyg'orsky, Luria realiz un extenso trabajo de ' campo con analfabetos (es decir orales) y con personas con ciertos ce>-nocimientos de la escritura en las zonas ms remotas de Uzbekistn (la tierra natal de Avicena) y Kirghizia, en la Unin Sovitica, durante los aos 1931-1932. El libro de Luria apenas fue publicado en 1974, en la edicin rusa original, cuarenta y dos aos despus de completarse la in-vestigacin, y la traduccin al ingls apareci dos aos ms tarde.

    El trabajo de Luria aporta consideraciones ms adecuadas en punto al pensamiento que opera por principios orales que las teoras de Lucien Lvy-Bruhl ( 1923), quien consideraba que el pensamiento "pri-mitivo" (de hecho de bases orales) era "prelgico" y mgico en el sen-tido de que se fundaba en sistemas de creencia antes que en la realidad prctica; o que las proposiciones de los adversarios de Lvy-Bruhl, como por ejemplo Frani; ~()~,(no George Boas, como errneamente aparece en Luria, 1976, p. 8), quien mantena que los pueblos primitivos pensa- , ban como nosotros, aunque utilizaban un marco de categoras distinto.

    Dentro de una complicada estructura de teora marxista, Luria aborda en cierta medida temas ajenos a las consecuencias directas del cone>-cimiento de la escritura, tales como "la economa individualista no re-glamentada, centrada en la agricultura" y "los principios de la colectivi-zacin" (1976, p. 14), y no codifica sus descubrimientos de modo siste-mtico y explcito. desde el punto de vista de las diferencias entre oralidad y conocimiento de la escritura. No obstante el complejo andamiaje mar: .. xista, el estudio de Luria de hecho establece claramente las diferencias entre oralidad y conocimiento de la escritura. Identifica a las personas que entrevista sobre una escala que se extiende desde el analfabetismo hasta diversos niveles de ciertos conocimientos de la escritura, y sus da-

    11

  • 56 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    tos encajan claramente en las distintas clases de procesos intelectuales basados en principios orales en oposicin a los que funcionan con princi-pios caligrficos. Los contrastes que se revelan entre los iletrados (con mucho la mayora de sus entrevistados) y aquellos que saban leer son notables y ciertamente significativos (a menudo Luria apunta este hecho ,de manera explcita), y muestran lo que confirma tambin el trabajo apor-tado y citado por Carothers (1959): slo se requiere cierto grado de co-nocimiento de la escritura para obrar una asombrosa diferencia en los

    -.. _procesos de pensamiento. Luria y sus colaboradores reunieron datos en el curso de largas con-

    versaciones con los entrevistados en el ambiente relajado de una casa de t, presentando las preguntas para la encuesta misma de manera infor-mal, como algo parecido a los acertijos con los cuales los sujetos estaban familiarizados. As pues, se hicieron todos los esfuerzos posibles por adap-tar las preguntas a los entrevistados en su propio medio, quienes no eran personajes principales en sus sociedades, pero todo indicaba que tenan una capacidad normal de inteligencia y eran bastante representativos de su cultura. Entre los descubrimientos de Luria, los siguientes resultan de especial inters para-nuestro estudio. -

    ~1) Los individuos analfabetos (orales) identificaban las figuras geo-mtricas asignndoles los nombres de objetos, y nunca de manera abs-tracta como crculos, cuadrados, etctera. Al crculo poda llamrsele plato, cernedor, cubeta, reloj o luna; un cuadrado se designaba con es-pc::jo, puerta, casa o tabla para secar albaricoques. Los entrevistados por Luria identificaban los dibujos como representaciones de cosas reales que conocan. Nunca recurrieron a crculos o cuadrados abstractos sino an-tes bien a objetos concretos. Los estudiantes de la escuela de r'.naestros por otra parte, con ciertos conocimientos de la escritura, identificaba~ las figuras geomtricas con palabras de geometra: crculos, cuadrados, tringulos, y as sucesivamente ( 1976, pp. 32-39). Se les haba enseado

    , ___ ,a dar respuestas de saln de clases, no a dar respuestas de la vida real. _(~) A los entrevistados se les mostraron cuatro dibujos de un objeto

    cad-uno, de los cuales tres pertenecan a una categora y el cuarto a otra; despus se les pidi agrupar los que eran semejantes, podan colo-carse en el mismo grupo o designarse con una palabra. Una serie consis-ta en dibujos de los objetos martillo, sierra, tronco, hachuela, Los analfabetos consideraban invariablemente el grupo no en trminos de categoras (tres herramientas, el tronco no es una herramienta), sino desde el punto de vista de situaciones prcticas -"pensamiento situacional"-, sin advertir en absoluto que la clasificacin "herramienta" corresponda a todos los dibujos menos al del tronc0. Si uno trabaja con herramientas y ve un tronco, se piensa en aplicarle la herramienta, no en mantenerla aparte de aquello para lo que fue hecha, en cierto extrao juego intelectual. Un campesino analfabeto de 15 aos de edad: "Todos se parecen. La sierra

    PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD 57

    corta el tronco y la hachuela lo parte en pedacitos. Si hay que sacar un dibujo, yo escogera el de la hachuela. No es tan til como una sierra", (1976, p. 56). Al indicarle que el martillo, la sierra y la hachuela son todas herramientas, desecha la clasificacin por categora y persiste en el pensamiento situacional: "S, pero aunque tengamos herramientas, de todos modos necesitamos la madera; si no, no podemos construir na-da" (ibid).Al preguntarle por qu otra persona haba excluido uno de los dibujos en otra serie de cuatro, que l consideraba inseparable, repli-c: "Probablemente esa clase de pensamiento la lleva en la sangre."

    Por contraste, un indiviuo de 18 aos de edad que haba cursado es-tudios en una escuela aldeana nicamente durante dos aos, no slo cla-sific una serie similar en trminos de categoras, sino insisti en que la clasificacin puesta en tela de juicio era la correcta (1976, p. 74). Un obrero que a duras penas poda leer, de 56 aos, mezcl los agrupamien-tos situacionales y los categorizados, aunque predominaban estos lti-mos. Dada la serie-hacha, hachuela, hoz, que deba completar la serie sierra, espiga, tronco, el obrero la complet con la sierra -"Todos son aperos"-; sin embargo reconsider y aadi respecto a la espiga: ''Sera posible se-garla con la hoz" (1976, p. 72). La clasificacin abstracta no resultaba del todo satisfactoria.

    En ciertos puntos de su anlisis, Luria intent ensear a los entrevis-tados que eran analfabetos algunos principios de la clasificacin abstrac-ta. Empero, su comprensin nunca fue clara y, cuando efectivamente volvan a resolver un problema ellos mismos, regresaban al pensamiento situacional antes que al clasificatorio (1976, p. 67). Estaban convencidos de que el pensamiento que no fuera operacional, o sea el de categoras, resultaba poco importante, sin inters y trivial (1976, pp. 54-55). Viene' a nuestra memoria la relacin de Malinowski (1923, p. 502) de cmo los "primitivos" (pueblos orales) tienen palabras para la fauna y la flora que les son tiles en su vida, pero tratan otras cosas de la selva como un fondo generalizado e insignificante: "Eso slo es maleza". "Slo -un animal que vuela.''

    _Q) Sabemos que la lgica formal fue creacin de la cultura griega des-pues''1fe haber asimilado la tecnologa de la escritura alfabtca y as hizo parte permanente de sus recursos intelectuales al tipo de pensamiento que posibilitaba la escritura alfabtica. A la luz de este conocimiento, los experimentos de Luria con las reacciones de analfabetas al razona-miento formalmente silogstico e ilativo resultan particularmente revela-dores. En resumen, sus analfabetas entrevistados no parecan operar en absoluto con procedimientos deductivos formales, lo cual no es lo mismo corno decir que no podan pensar o que su pensamiento no estaba regido por la lgica, sino slo que n9 adecuaban su razonamiento a formas lq-gicas puras, las cuales consideraban aparentemente poco interesantes. -Por qu deban serlo? Los sgolismos estn relacionados con el pensa-

  • 58 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD miento, pero en asuntos prcticos nadie acta de acuerdo con silogismos expresados de manera formal.

    Los met,a/es preciosos no se oxidan. El oro es un metal precioso. Se oxida o no se oxida?Las respuestas tpicas a esta pregunta incluan: "Se oxidan o no se oxidan los metales preciosos? Se oxida o no se oxida el oro?" (campesino, 18 aos de edad); "El metal precioso se oxida. El oro pre-cioso se oxida" (campesino analfabeto de 34 aos) ( 1976, p. 104). En el Lejano Norte, donde hay nieve, todos los osos son blancos. Navaya 'lembla se encuentra en el Lejano Nurte y alli siempre hay nieve. De qu rolor son los osos? He aqu una respuesta tpica: "No lo s. Yo he visto un oso negro. Nunca he visto otros ... Cada regin tiene sus propios animales" (1976, pp. 108-109). Se sabe de qu color son los osos mirndolos. A quin se le ocu-rre resolver por razonamiento, en la vida prctica, el color de un oso polar? Adems, puedo estar seguro de que usted sabe, sin lugar a du-das, que todos los osos son blancos en una tierra donde hay nieve? Al presentarle el silogismo por segunda vez al presidente de una granja colectiva, un hombre de 45 aos que apenas saba leer, logra responder: "Por lo que Ud. dice, todos debieran ser blancos" ( 1976, p. 114). La fra-se: "por lo que Ud. dice" parece indicar una conciencia de las estructu-ras intelectuales formales. Poco conocimiento de la escritura tiene gran-des repercusiones. Por otra parte, el conocimiento limitado de la escri-tura del presidente le permite conducirse ms a sus anchas en el mun-do humano vital de relaciones personales directas que en un mundo de abstracciones puras: "Por lo que Ud. dice ... " Es su responsabilidad, no la ma, si la respuesta sale as.

    Refirindose al trabajo de Michael Cole y Sylvia Scribner en Liberia (1973),James Fernndez (1980) seal que un silogismo est conteni-do en s mismo; sus conclusiones se derivan slo de sus premisas. Apun-ta que las personas sin educacin acadmica no conocen esta regla es-pecial de procedimiento y en su interpretacin de aseveraciones dadas, en un silogismo as como en otros razonamientos tienden ms bien a ir ms all de las declaraciones mismas, como suele.hacerse normalmente en situaciones de Ja vida real o en acertijos (comunes a todas las cultu-ras orales). Yo agregara la observacin de que el silogismo es, por lo

    ~to, como un ~e:i.cto: ftj(), separado, aislado. Este hecho-dramatiza la base caligrfica de la lgica. El acertijo_ correspon(11En el trabajo de cam~ de Luria, los entrevistados oponan resis-tencia cuando se les peda definir induso los objetos ms concretos. 'Trate de explicarme qu es un rbol" "Por qu tengo que hacerlo? Todo mundo sabe lo que es un rbol; no necesita que yo se"lo diga", re-plic un campesino analfabeto de 22 a.."los de edad (1976, p. 86). Para

    PSICODINMICAS DE. LA ORALIDAD 59

    qu definir, si un marco de la vida real resulta infinitamen~e ms :atis-factorio que una definicin? Fundamentalmente, el c~pes1r:o te1:ua ra-zn. No hay manera de refutar al rnundode la oralidad pnrn'.1!'.1~. Lo nico que puede hacerse es alejarse.de l para entrar en conoc1m1ento

  • 60 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    mos. gente mala nadie nos respetara." (1976, p. 15.) La auto-evaluacin se ajusta com.o una (ipreciacin de grupo(' 'nos'') y luegose majac.les-tle el punto de vista de las reacciones esperadas de los dems. Otro hom-bre, un cam.~esino de 36 aos, al preguntrsele qu tipo de persona era, respo:id10 c~n una espontaneidad conmovedora y directa: "Qu pued? decir de mi propio corazn? Cmo puedo hablar de mi crccter? Pre,guntes~l?, a ~~r~sj ellos pueden. hablarle de m. Yo no puedo decir naa,a de rrn. E. JUICIO corresponde al individuo de fuera, no de dentro.

    Estos son al~nos ejemplos de los muchos que da Luria, pero resul-t~n representativos. Uno podra argir que las respuestas no fueron p-timas, p~rque los entrevistados no estaban acostumbrados a que se les hicie-~ra este tipo de preguntas, sii: importar cun hbilmente haya podido Luria mtegrarlas en marcos parecidos a los acertijos. Sin embargo, la falta de costumb~e es lo importante precisamente: es obvio que una cultura oral no maneJ~ conceptos tales como figuras geomtricas, categorizacin por abstracc1on, pro.ce~os de razonamiento formalmente lgicos, definicio-nes, o aun descnpc1ones globales o auto-anlisis articulados todo lo cual no se deriva slo del pensamiento mismo, sino del pensami~nto moldea-do P?r textos. Las preguntas de Luria son preguntas de saln de clases asoc1~d~s ~on el uso de textos y, en efecto, se asemejan estrechamente o son 1dent1cas a las pre.gunta~ de las pruebas usuales de inteligencia for-muladas por personas mstrmdas. Son legtimas, pero provienen de un mundo no compartido por la persona oral.

    Las reacciones d.el suj~to indici;n que tal vez sea imposible elaborar un examen por escrito ( . mcluso una prueba oral) concebidos por perso-nas que han hecho estud10s, que valore con precisin las habilidades in-telectu~es naturales d las personas pertenecientes a una cultura predommantemente oral. Gladwin (1970, p. 219) apunta que los isleos ~e Pulawat, en el Pacfico del Sur, respetan a sus ~avegantes, los cuales

    t~e~en c;i~e ser sumamente inteligentes para desempearse bien en su di-ficil actividad, mas no porque los consideren "inteligentes", sino tan s-lo porq~e son buenos navegantes. Al pedirle su opinin acerca de un nuevo ~1rector de la escuela de la aldea, un africano del Centro contest Carrmgton (1974, p. ?I): "V~am~s un poco cmo baila". La gente de ~n~ cultura oral considera la mtehgencia no como deducida de com-plejos m:err~gantes de libro de texto, sino segn su situacin en contex-tos funcionales.

    At.osgar a estudiantes o a cualquier otro con preguntas analticas de este tipo aparece en una fase muy avanzada del conocimiento de la escri-tura. De hecho tales preguntas resultan inexistentes no slo en las cultu-ras orales, si~o tambin en las que conocen la escritura. ~!~l?If:!guntas de ~~-~!~~-Il~~ro ~omen~aron a generalizarse (en Occidente)muclo~Cf;

    p~es de qi:_e la 1mpres1n hubo surtido sus efectos sobre la conciencia, miles de anos despus de la invencin de la palabra escritura. El latn

    PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD 61

    clsico no cuenta con ninguna palabra para "examen", tal como hoy en da lo '"presentamos'' y tratamos de ''aprobarlo'' en la escuela. Has-ta hace unas cuantas generaciones en Occidente, y tal vez en la mayor parte del mundo actual, la prctica acadmica exige que los estudiantes ''_reciten'' ~n clase, es decir, que repitan oralmente ante el maestro .los conceptos (frmulas: la herencia oral) aprendidos de memoria a travs de la instruccin en el saln de clases o de los libros de texto (Ong, 1967b, pp. 53-76).

    Los defensores de las pruebas de inteligencia necesitan reconocer que las preguntas comunes en ese tipo de exmenes estn adaptadas a un tipo especial de conciencia, profundamente condicionada por el conocimiento de la escritura y la impresin: una "conciencia moderna" (Berger, 1978). Por lo regular, puede esperarse que de una persona sumamente inteli-gente de una cultura oral o de una cultura que conserva huellas de la tradicin oral reaccione al tipo de preguntas hecho por Luria como de hecho lo hicieron muchos de los sujetos, respondiendo no al interro-gante mismo, aparentemente sin sentido, sino tratando de evaluar todo el contexto incomprensible (la mente oral totaliza): "Por qu mehace esta pregunta estpida? Qu pretende? (Vase tambin Ong, 1978, p. 4.) 'Qu rbol?' Realmente espera que responda a eso, si l y todos los dems hemos visto miles de rboles? Puedo resolver acertijos. Pero esto no es ning'.ln acertijo. Se trata de un juego?" Por supuesto que es un juego, pero la persona oral no est familiarizada con las re-glas. Las personas que hacen estos comentarios han escuchado infinidad de veces (desde la infancia) este tipo de preguntas, han vivido bajo una barrera pero no se percatan de que estn aplicando reglas especiales.

    En una sociedad con cierto conocimiento de la escritura, como la de los entrevistados por Luria, los analfabetos pueden haberse relacionado -y de hecho as suele suceder- con otras personas cuyo pensamiento ha sido organizado por la escritura. Habrn odo leer a alguien compo-siciones escritas, por ejemplo, o escuchado conversaciones que slo pue-den ser entabladas por los que saben leer. Uno de los mritos del trabajo de Luria es que muestra que tal relacin ocasional con la organizacin del conocimiento por la escritura no tiene, al menos segn lo revelado_ por sus casos, un efecto perceptible en los analfab~tos. La escritura deb interiorizarse personalmente para que afecte los procesos de pensamiento-:

    Las personas que han interiorizado la escritura no slo escriben, sino tambin hablan con la influencia de aqulla, lo cual significa que organi-zan, en medidas variables, aun su expresin oral segn pautas verbales y de pensamiento que no conoceran a menos que supieran escribir. Da-do que no obedecen estas normas, los que saben leer han juzgado ingenua la organizacin oral del pensamiento. El pensamiento oral, no obstante, puede ser bastante complicado y reflexivo, a su manera propia. Los na-rradores navajos de cuentos folklricos sobre animales pueden dar deta-

  • 62 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD Hadas explicaciones de los diversos significados de los relatos, a fin de lograr una comprensin de la complejidad de la vida humana, desde lo fisiolgico hasta lo psicolgico y lo moral, y descubren perfectamente cosas tales como ilcongruencias fsic~ (por ejemplo, coyotes con esfe-ras de mbar en lugar de ojos) y la necesidad de interpretar simblicamen-te los elementos de las historias. (Toelke, 1976, p. 156).~venturarse a afir-mar que los pueblos orales son en esencia no inteligentes, que sus pro-cesos mentales son "primitivos", es el tipo de especulacin que dur~nte siglos condujo a los eruditos a inferir errneamente que, puesto que los poemas homricos eran tan perfectos, deban ser bsicamente composiciones escritas. .

    Tampoco debernos imaginarnos que el pensamiento que funciona con principios orales es "prelgico" o "ilgico" en un sentido simplista, ~orno por ejemplo que la gente de una cultura oral no comprende las relaciones causales. Sabe muy bien que, si uno empuja con fuerza un objeto mvil, dicha fuerza lo impulsa a moverse. Lo cierto es que no pueden organizar concatenaciones complejas de causas del tipo analtico de las secuencias lineales, las cuales slo pueden desarrollarse con la ayuda de textos. Las secuencias largas que producen, como las genealogas, no son analticas sino acumulativas. Sin embargo, las culturas orales pueden crear orga-nizaciones de pensamiento y experiencias asombrosamente complejas, inteligentes y bellas. Para comprender cmo lo logran, ser necesario exponer algunas de las operaciones de la memoria oral.

    LA MEMORIZAQN ORAL

    La capacidad.de la memoria verJ:>al es, comprensiblemente, una valio-sa cualidad en las lturas orciles. Empero, el modo como funciona la memoria verbal en las formas arsticas orales es bastante diferente de lo que comnmente se pensaba en el pasado. En una cultura que co-noce la escritura, el aprendizaje de memoria, palabra por palabra, por lo general se logra basndose en un texto, al cual la persona recurre tan a menudo como sea necesario para perfeccionar y poner a prueba el do-minio literal. En tiempos pasados, era comn que quienes saban leer su-pusieran que el aprendizaje de memoria en una cultura oral por lo regu-lar alcanzaba el mismo objetivo de una repeticin total, palabra por pala-bra. No quedaba claro cmo era posible comprobar tal repeticin antes de la invencin de las grabaciones de sonido, puesto que, al no haber escritura, la nica manera de probar la repeticin fiel de pasajes largos sera la recitacin simultnea de los mismos por dos o ms personas en conjunto. Era imposible comparar las declamaciones con las anteriores. Sin embargo, rara vez se intent investigar la recitacin simultnea en culturas orales. Los conocedores se conformaban simplemente con su-

    PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD 63

    poner que la prodigiosa memoria oral de algn modofuncionaba de acuerdo con su propio modelo textual palabra por pal~b.ra.

    Para una determinacin ms realista de las caractensucas de la me-moria verbal en las culturas orales primarias, la obra de Mi.lm:a,g_f'.arry, con los poemas homricos encauzo la cuest10n. Parry moscr:o que la Riada Y la Odisea eran creaciones bsicamente orales, cualesquiera que fueran las circunstancias que hubieran determinado el ponerlas por escr~t~:1',.gil- mera vista, este descubrimiento pareca confirmar la supos1cwn (:l,~} aprendlzaje'de memoria palabra por palabra. La llada y_la Odisea er:n rigurosamente mtricas. Cmo Pd~a un rapsoda narrar, cu~~o se le peda hacedo, un relato que cons1sua en rmles de versos da~uhcos en hexmetros a menos que los hubiera aprend.do de memoria P:11?ra por palabra? Los escolarizados que pueden recitar largas obras memcas las han aprendido palabra por palabra basndose en textos. Parry (1928, en Parry, 1971), sin embargo, prepar el terreno para.1:1n r:uevo enfoque que pudiera explicar satisfactoriamente tal producc10n ~~"!~;7 currir a la memorizacin p_aJCJ.bra p()r palabra. Como ya se ;nen.c1ono erCert:aptulo2,demostr que los hexmetros no se compoman simple-mente de unidades de palabras sino de f?!:1:?Y}.~!- gr~posde p:.J~!?p~.~"' para abordar los elem,entOS tradicionales: mol~eada cada una para aJUS-tarse al verso del hexametro. El poeta d1spoma de un ext~n~o voc~bulario de locuciones "hexarnetradas". Con l, poda produclf mtermma-

    blementversosm~tr1cos'}rpredss, siempre que estuviera tratando ele-mentos tradicionales.

    En los poemas homricos, por lo tanto, el poeta contaba con ep~tetos y verbos para Odiseo, Hctor, Atenea, Apolo y los otr?s personaJe,s, que se ajustaban exactamente en el me?"~ cuando, por ejem~lo, ha~1~ que presentar a cualquiera d~ ellos dic1end_o algo~ Metephe polym,etis Odysseus (As dijo el astuto Od1seo) o prosephe polymetis Odysseus ~as1 se expres el astuto Odi~eo) aparece 72 veces en lo~ poemas (Miln:an Parry, 1971, p. 51 ). Odiseo es polyrneti~ (astut~) no solo ~or ser est~ upo de personaje, sino tambin porque sm el epneto polyrnetis .? sena po-sible integrarlo fcilmente en el n:e~ro. Co~o se apunto antes, la justeza de estos y otros eptetos ho~encos ~a sido de~ot~ente exa~erada. El poeta dispona de otras miles de formulas ~etncas de f~nc10-namiento semejante que podan adaptarse a sus var1abl~~ necesidades mtricas casi en cualquier situacin, persona, cosa o acc1on. En efecto, la mayora de las palabras en la Jlada y la Odisea se presentan corno partes deJ_rmul~s_id~ntifi~.Ek~: , , _ . ,

    La obra de Parry mostr que las formulas metncamente d1spuest~ gobernaban la composicin de la antigua epopeya ~~ega y

  • 64 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    las, de modo que las versiones personales mtricamente regulares de la misma historia se diferenciaban en las palabras? O era la epopeya me-morizada palabra por palabra, de manera que se repeta igual en cada interpretacin? Puesto que todos los poetas homricos anteriores a la escritura haban muerto haca ms de dos mil aos, no poda grabrse-les para obtener una prueba directa. Empero, podan obtenerse versio-nes directas de los poetas narrativos vivos de la Yugoslavia moderna, un pas contiguo y, en parte, sobrepuesto a la antigua Grecia. Parry encon-tr que tales poetas creaban narraciones picas orales para las que no haba texto escrito. Sus poemas narrativos, como los de Homero, eran mtricos.r _foi:~ulaico,s, aunque el metro de los versos era diferente del ndguo-hexmetro dactlico griego. Lord continu y ampli la obra de Parry reuniendo la extensa coleccin de grabaciones orales de poetas na-rrativos yugoslavos de la actualidad, que ahora se encuentra en la Co-leccin Parry de la Universidad de Harvard.

    La mayora de estos poetas narrativos eslavos modernos del Sur -a decir verdad los mejores de ellos- son analfabetos. Lord descubri que aprender .

  • 66 PSICODINMICAS DE L>\ ORALIDAD

    goslavia moderna, donde la escritura es cosa comn, tengan y manifies-ten actittides respecto a la escritura (Lord, 1960, p. 28). Admiran el conocimiento de la escritura y creen q~1e una persona que sepa leer puede hacer an mejor lo que ellos hacen, es decir, recrear un canto extenso des-pus de escucharlo una sola vez. Esto es precisamente lo que no pue-den hacer los que saben leer; si pueden hacerlo, ser con dificultad. As como los instruidos atribuyen a los cantores de una cultura oral logros que implican nstruccin, as ellos atribuyen a los que saben leer logro!i que co-rresponden a una cultura oral.

    Lord (1960) haba mostrado ya la posibilidad de aplicar d anlisis oral-formula.ico al ingls amiguo (Beowulj), y otros han sealado varias ma-neras en las cuales los mtodos oral-formuiarios ayudan a explicar la pro-duccin oral con huellas de la tradicin oral en la Edad Media eurnpea, en alemn, francs, portugus y otros idiomas (vase Foley, 1980b). El trabajo de campo realizado en todo el mundo ha corroborado y amplia-do los estudios realizados por Parry y, mucho ms extemamente, por Lord en Yugoslavia. Por ejemplo, Goody (1977, p. 118-119) seala c-mo, entre los lo-dagaa de Ghana del Norte, la plegaria a Bagre -se-mejante al padre nuestro entr los cristianos- es ''algo que todo mundo 'sabe' '', pero las repeticiones del rezo de ninguna manera resultan las mismas. La plegaria slo tiene "aproximadamente una docena de ver-sos", y s se conoce el idioma, como Goody, y se pronuncia ia frase in-troductora de la plegaria, el oyente tal vez siga on ei estribil!o, corrigiendo cualquier error que i o ella descubran. No obstante, la grabacin mues-tra que las palabras de la plegaria pueden variar considerablemente de una recitacin a ia siguiente, incluso cuando son dei mismo individuo o de sujetos que corregirn a otro s su vrsin no corresponde a la que ellos estn produciendo (en ese momento).

    Los hallazgos de Goody y los de otros (Opland, 1975; 1976) ponen de manifiest que los pueblos orales en ocasiones s procuran la repeticin palabra por palabra de poemas u otras formas de arte oraies. Qu xito tienen? La mayora de las veces es mnimo segn cri-terios de escritura. De Sudfrica, Opland (1976, p. 114) refiere esfuer-zos sinceros por la repeticin palabra por palabra y sus resultados: "Segn mis clculos aproximados cualquier poeta de la comunidad repetir el poema por lo menos con 60% de correlacin con otras versiones.'' El xito difcilmente iguala la ambicin en este caso. El porcentaje de 60 % de exactitud merecera una calificacin bastante baja en una recitacin de saln de clases de un texto, o en la interpretacin por parte de un actor del libreto de una obra.

    Muchos ejemplos de ''memorizacin'' de la poesa oral citados como prueba de una "composicin anterior'; del poeta, como los que da Fin-negan ( 1977, p. 76-82), no parecen tener mayor pn:cis6n paiabra por palabra. De hecho, Finnegan desct'ibe slo una "estrecha semejanza, que

    PSICODINMICAS DE LA O~AI,.IDAD 67 en algunos lugares llega a ser repeticin p,alabra par palabra., ( 1977, p. 76) y "mucho ms repeticin verbal y verso pcir verso de lo que pudiera esperarse de la analoga yugoslava" (1977, p. 78; sobre el valor de estas comparaciones y el significado ambiguo de "poesa oral" en Finnegan vase Foley, 1979). '

    Trabajos recientes, sin embargo, han revelado algunos ejemplos de una memorizacin palabra por palabra ms exacta entre los pueblos ora-les. Uno de ellos es un caso de articulacin verbal ritual entre los cuna frente a la costa de Panam, aportado por Joel Sherzer (1982). En 1970'. Sherzer ~ra~ una lar~a frmula mgica para el rito de la pubertad, que un espec!ahsta en el nto de la pubertad femenina estaba enseando a otros especialistas de su tipo. Volvi en 1979 con una transcripcin que haba hecho de la frmula y descubri que el mismo hambre era capaz de reproducirla palabra por palabra y fonema por fonema. Aunque Sher-zer no especifica cun extendida o durable es la frmula de repetcin exacta en cuestin dentro de cualqu-ier grupo dado de expertos en fr-mulas durante un periodo dado, el caso que describe es sin duda de re-produccin P

  • 68 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    musical, con unas cuantas secciones de "voz blanca" sin acompa~iento instrumental y otros interludios slo instrumentales. La narrac1on Y el acompaamiento musical son memorizados por aprendices que desde pe-queos comienzan su adiestramiento con un maestro. or;ll. Los maestr~s (no quedan muchos) se encargan de entrenar a sus d1sc1pul~~ en .la rec.-tacin del canto palabra por palabra mediante una preparac10n nguro.sa a travs de varios aos, y logran resultados notables, aunque ellos mis-mos efectan cambios en sus propias recitaciones, cambios de los cuales no se percatan. Ciertos movimientos de la narracin son ms propensos al error que otros. En algunos puntos, la msica estabiliza por completo el texto, pero en otros enge.ndra errores del mismo tip~ que se e~;uentr,~ en el copiado de manuscritos, tales como los producidos por. saltos (un copista o intrprete oral omite lo que est entre ~~ pasaje de una frase final y otro pasaje posterior de la misma frase m1c1al).

    Una vez ms, tenernos aqu una especie de repeticin palabra po~ pa-labra adquirida por entrenamiento no del todo invariable, pero digna de mencin.

    A pesar de que en estos casos la produccin ~e P?~sa ora~ ? de otra articulacin verbal oral por medio de una memonzac1on adqmr~da con:-cientemente no es igual a la prctica formulaica oral de la Grec1~ ~omerica, de la moderna Yugoslavia o de un sinnmero de ot~as tradiciones, la memorizacin palabra por palabra aparentemente no libra en absolu-to los procesos intelectuales orales de la depend~ncia de las f?rmulas, si-no que quiz la incremente. En el caso de la poes.1a ?ral somal1, Francesc,o Antinucci ha mostrado que sta no'posee restncc10nes meramente me tricas y fonolgicas, sino tambin sintcticas. En otras. pa;a~ras, en l~s versos de los poemas aparecen slo ciertas es.truct~ra~ smtacu~as especi-ficas: en algunos casos presentados por Antmucc1, solo dos upos de es-tructuras sintcticas entre los cientos posibles (1979, p. 148). Esto indudablemente es una composicin formulaica en toda su extensin, pues las frmulas ms que nada constituyen ''restricciones'', y aqu estamos tratando con frmulas sintcticas (que tambin se encuentran en la or-ganizacin de los poemas con los cuales t:abajaron Pa~ry y Lord). Ru-tledge ( 1981) apunta el carcter formula1co del material en los cantos Heike, que de hecho son tan formulaicos que contienen _muchas pala-bras arcaicas cuyos significados los maestros no conocen s1qmera. Sher-zer ( 1982) tambin llama la atencin particularmente sobre el hecho de que las manifestaciones que encuentra recitadas palabra por palabra. se componen de elementos formulaicos semejantes a los de las pre~enta:10-nes orales del tipo potico comn no literal. Sugiere que nos imagme-mos un continuo entre el uso "ftjo" y el uso "flexible" de los elementos formulaicos. En ocasiones, stos se emplean en un esfuerzo por estable-cer una similitud palabra por palabra; en otras, actan para poner en prctica cierta adaptabilidad o variacin (aunque los que utilizan los ele-

    PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD 69

    mentos formulaicos, como lo ha mostrado Lord, generalmente puedan considerar como un uso "fijo" lo que de hecho es "flexible" o variable). La sugerencia de Sherzer indiscutibiemente es atinada.

    La memorizacin oral merece mayor y ms profundo anlisis, espe-cialmente en lo que atae al rito. Los ejemplos palabra por palabra de Sherzer provienen del rito, y Rutledge insina en su ensayo y declara explcitamente en una carta dirigida a m (22 de enero de 1982) que el marco de los cantos Heike es ritual. Chafe (1982), al tratar especfica-mente la lengua de los seneca, sugiere que el lenguaje ritual, al compa-rarse con el coloquial, es como la escritura en el sentido de que "posee una permanencia que no tiene el lenguaje coloquial. El mismo rito oral es presentado una y otra vez: no palabra por palabra, sin duda, pero s con un contenido, estilo y estructura formulaica que se mantienen cons-tantes de una ejecucin a la siguiente''. Queda poco lugar a duda, en conjunto, respecto a que, en las culturas orales en general, la mayor parte de la recitacin oral tiende hacia el extremo flexible del continuo, inclu-so en el rito. Aun en las culturas que conocen y dependen de la escritu-ra, pero que retienen un contacto activo con la oralidad prstina, es decir, que conservan una huella considrable de la tradicin oral, la expresin ritual misma a menudo no es del tipo de repeticin exacta. "Haced esto en memoria de m", dijo Jess en la ltima Cena (Lucas 22:19). Los cristianos celebran la Eucarista como el acto principal del culto, porque as lo indic Jess. Sin embargo, tas palabras esenciales que, por ser de Jess, los cristianos re piten al curn plir la disposicin (o sea, las palabras "Esto es mi cuei:po ... ; este vaso es ... mi sangre ... "), no aparecen for-muladas de la misma manera en los dos pasajes donde son citadas en el Nuevo Testamento. La antigua Iglesia cristiana recordaba en forma oral y pretextual, incluso en sus ritos puestos por escrito, y aun en los puntos precisos donde se requera que la cita fuera ms fiel.

    A menudo se hacen declaraciones acerca de la memorizacin oral pa-labra por palabra de los himnos vdicos en la India, que al parecer son totalmente independientes de la escritura. Tales aseveraciones, hasta don-de yo s, nunca han sido evaluadas a la vista de los hallazgos de Parry y Lord y otros relacionados con la "memorizacin" oral. Los Vedas son colecciones antiguas y extensas que datan probablemente de los aos 1500 y 900 o 500 a. de e.; el margen que debe concederse a las posibles fechas muestra lo vagos que son los contactos actuales con los marcos originales en los cuales nacieron los himnos, las plegarias y las frmulas litrgicas que componen estas colecciones. Las referencias habituales que an se citan hoy en da para dar testimonio de la memorizacin palabra por palabra de los Vedas, provienen de 1906 o 1927 (Kiparsky, 1976, pp. 99-100), antes de que se completara cualquiera de las obras de Parry (1954), Bright, (1981), antes de las publicaciones de Lord (1960) y Havelock (1963). En~ Destiny oJ the Veda in India (1965), el distinguido experto francs en estudios

  • 70 PSICODINMICAS DE L.-\ ORALIDAD

    de la India y traductor del Rg-Veda, Louis Renou, ni siquiera alude al tipo de interrogantes que .surgen a raz del trabajo de Parry.

    No hay duda de que la transmisin oral fue importante en la historia de los Vedas (Renou, 1965, pp. 25-26 -No. 26- y notas, pp. 83-84). Los maestros o gurs brahmanes y sus discpufos dedicaban un esfuerzo intenso a la memorizacin palabra por p~labra, incluso entrecruzando las palabras de diversas maneras a fin de asegurar el dominio oral de sus posiciones en relacin recproca (Basharn, 1963, p. 164), aunque de-terminar si este ltimo procedimiento se utilizaba antes de aparecer un texto parece un problema insoluble. Como resultado de los estudios re-cientes sobre la memoria oral, no obstante, se plantean problemas res-pecto a las maneras corno el recuerdo de los Vedas funcionaba de hecho dentro de un marco meramente oral (si tal marco fue para los Vedas al-guna vez totalmente independiente pe los textos). Sin un texto. cmo era posible que se ftjara palabra por palabra un himno dado -por no mencionar la totalidad de himnos de las colecciones- a travs de tantas generaciones? Las afirmaciones -hechas de buena fe por personas orales- de que las versiones son iguales, palabra por palabra, pueden estar totalmente alejadas de la realidad, como ya hemos visto. Las afir-maciones -con frecuencia hechas por personas escolarizadas- de que textos tan extensos se conservaban palabra por palabra a travs de gene-raciones en una sociedad totalmente oral ya no pueden aceptarse slo por su valor nominal, sin comprobacin. Qu fue conservado? La pri-mera recitacin de un poema por su creador? Cmo pudo repetirlo la segunda vez y cerciorarse de haberlo hecho palabra por palabra? Una versin elaborada por un gran maestro? Es posible. Pero el que lo haya elaborado en su versin propia indica cierta alteracin en la tradicin, y sugiere que muy probablemente se introdujera, a sabiendas o no, ms variaciones por boca de otro gran maestro poderoso.

    En realidad los textos vdicos -en los que basamos el conocimiento de los Vedas hoy en da- tienen una historia compleja y muchas va-riantes, lo cual parece indicar que no es muy probable que se originaran en una tradicin oral de reproduccin exacta. En efecto, la estructura formulaica y temtica de los Vedas, notable aun en traducciones, los re-laciona con otras manifestaciones orales que conocemos, y seala que justifican estudios ulter;iores con respecto a lo que se ha descubierto re-cientemente acerca de los elementos formulaicos, los elementos temti-cos y la mnemotcnica oral. La obra de Peabody (1975) ya recomienda explcitam'ente dicha investigacin en su anlisis de las relaciones entre la tradici_n indoeuropea ms antigua y la versificacin griega. Por ejem-plo, el exceso de redundancia o su ausencia en los Vedas podra indicar en s mismos el grado hasta el cual obedecen a su origen en alguna medi-da oral ("uase Peabody, 1975, p. 173).

    En todos los casos (ya fueran de reproduccin exacta o no) la memo-

    PSICODINMiCAS DE L.-\ ORALIDAD 71

    rizacin est sujeta a la variacin producida por presiones sociales direc-tas. Los narradores cuentan lo que pide o va a tolerar el pblico. Cuando s: agota el mercado para un libro impreso, las imprentas dejan de fun-c10nar, pero es posible que queden miles de ejem piares. Cuando desapa-rece totalmente el mercado para una genealoga oral, igual suerte corre la genealoga misma. Como se apunt arriba (pp. 47-48), las genealo-gas de los vencedores tienden a sobrevivir (y a ser mejoradas); las de los derrotados suelen desaparecer (o reciben un tratamiento nuevo). La interaccin en vivo con el pblico puede interferir dinmicamente en la estabilidad verbal: las expectativas del pblico ayudan a fijar los temas y las frmulas. Hace unos cuantos aos, tales expectativas me fueron impuestas por una sobrina ina, an una nia muy pequea, lo bastante para guardar una disposicin mental claramente oral (aunque infiltrada por la escritura a su alrededor). Le estaba contando la historia de Los tres. cochinitos: "Sopl y resopl, sopl y resopl, sopl Y. resopl." Cathy objet la frmula que utilic. Conoca el cuento, y mi frmula no era lo que ella esperaba. "Sopl y resopl, resopl y sopl, sopl y resopl", corrigi molesta. Cambi las palabras de la narracin acatando la peti-cin del pblico sobre lo que se haba dicho antes, como acostumbraban hacerlo otros narradores orales.

    Finalmente, debe advertirse que la memoria oral difiere significativa-mente de la memoria textual en el sentido de que l? rnerooriEn todo el mundo y en todas ias pocas ... la composicin tradicional ha estado relacionada con !Gi actividad manual. Los aborgenes de Aus-cralia y otras regiones a menudo hari figras de hilos al mismo tiempo que hacen canciones. Otros pueblos manipulan cuencas en hilos. Lama-yor parte de las descripciones de bardos incluyen instrumentos de cuer-das o tambores''. (Vase tambin Lord, 1960; Havelock, 1978a, pp. 220-222; Biebuyck y Mateene, 1971, portada.) A estos casos pueden agre-garse otros ejemplos de actividad manual, corno los ademanes, con fre-cuencia complicados y estilizados Scheub, (1977), y otros movimientos corporales, corno mecerse o bailar. El Talmud, pese a ser un texto, es an recitado en Israel por los judos ortodoxos que siguen conservando una gran tradicin oral; yo mismo los he visto hacerlo con un balanceo hacia a

  • 72 PSICODINMICAS DE LA ORALIDAD

    ESTILO DE V!!JA VERBOMOTOR

    Gran parte de la descripcin anterior de la oralidad puede u~i.lizarse ~ara identificar lo que puede llamarse ~u_lturas ''verbomowra~,, es dec;r. culturas en las cuales, por contraste con las de alta tecnologrn, las v1~s de accin v las actitudes hacia distintos asuntos dependen mucho mas

    1del uso efe~tivo de las palabras y por lo tanto de la interacc~n human~; v mucho menos del estmulo no verbal (por lo regular de tipo predom1-

    ~antemente visual) del mundo "objetivo" de las cosas. Jousse (1925! em-pleaba su trmino verbomoteur para referirse principalmente a las, ant1~as culturas hebrea y aramea as como las cercanas a ellas, que teman cierto conocimiento de la escritura pero que en su estilo de vida segua~ man-teniendo la tradicin fundamentalmente oral y que, en vez de regirse por los objetos, se inclinaban por la palabra. En este libro, amp~iamos su acepcin para