Oberski Jona - Infancia

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Infancia

Tres aos en la vida de un nio judo plasman de forma concisa e intensa lo que signific para tantos seres la ascensin al poder del nazismo, la aparicin de los primeros signos del racismo, la marginacin social, el enajenamiento y, finalmente, la prdida de los derechos bsicos y de los seres queridos en los campos de concentracin y de exterminio. Segn palabras del diario holands De Volkskrant, Infancia es una "crnica ingenua sobre un infierno entendido a medias". En efecto, a nuestros odos llega la voz de un nio que nos cuenta, con sencillez y sin enjuiciarla, la vida cotidiana en el tiempo que precedi a su deportacin y sus vivencias durante la misma. Jona Oberski convierte en literatura sus recuerdos de infancia, cuando fue enviado con su familia a los campos de Westerbok y Bergen-Belsen.

JONA OBERSKI INFANCIA

Ttulo original: KinderjarenTraduccin: Jan SchalekampEdiciones B, S.A. AfluentesBuenos Aires Argentina-septiembre de 2005.ISBN: 84-666-2416-3Fotografa de portada: CoverDigitalizado por Mr. PondUn libro que trastornar a todo el que tenga corazn.Isaac Bashevis SingerCONTRATAPA

JONA OBERSKI-INFANCIA

Mi libro preferido es Infancia, de Jona Oberski. La guerra vista desde los ojos de un nio. Una perspectiva nica. Perturbadora.-Harold PinterTres aos en la vida de un nio judo plasman de forma concisa e intensa lo que signific para tantos seres la ascensin al poder del nazismo, la aparicin de los primeros signos del racismo, la marginacin social, el enajenamiento y, finalmente, la prdida de los derechos bsicos y de los seres queridos en los campos de concentracin y de exterminio. Segn palabras del diario holands De Volkskrant, Infancia es una crnica ingenua sobre un infierno entendido a medias. En efecto, a nuestros odos llega la voz de un nio que nos cuenta con sencillez y sin enjuiciarla la vida cotidiana en el tiempo que precedi a su deportacin y sus vivencias durante la misma.Jona Oberski convierte en literatura sus recuerdos de infancia, cuando fue enviado con su familia a los campos de Westerbork y Bergen-Belsen, para esculpir esta breve y ntida obra maestra inspirada en la crueldad, la intolerancia y el dolor, carente de dramatismo innecesario, cuya singular impronta acompaar para siempre al lector.La fuerza del libro reside indiscutiblemente en su sobriedad y autenticidad. Oberski no describe nada que no vea un nio; no explica nada que no entienda un nio. Apenas muestra un atisbo de los horrores de la guerra. Eso basta para conmocionar a los lectores adultos que ven mucho ms all de los ojos del nio.-Trouw

Jona Oberski naci en Amsterdam en 1938, hijo nico de una familia de origen judeoalemn. En 1943 fue deportado con sus padres al campo de concentracin de Bergen-Belsen, despus de haber pasado por Westerbork. Criado por unos padres adoptivos tras la liberacin, curs estudios de Fsica, disciplina a la que se dedica en la actualidad.Infancia, traducida a veinte lenguas, fue llevada a la pantalla, con el ttulo de Jonas que vivi en la ballena, por el director italiano Roberto Faenza.gras, in een blauwe theepot,apart, tussen het groeienduitbloeiend, doorlevend gras gezet(hierba en una tetera azul,aparte, entre la hierba que crece,se marchita y sigue viviendo)JUDITH HERZBERG

Beemdgras en zachte dravik(Espiguilla y avena tierna)

Error

No te asustes, todo va bien, estoy a tu lado.La mano que se pos sobre mi mejilla era la de mi madre, cuya cara estaba muy cerca de la ma. Casi no poda verla.Cuchicheaba y me acariciaba la coronilla. Estaba oscuro. Las paredes eran de madera. Haba un olor extrao. Se perciba un rumor, como si hubiera ms gente. Mi madre me levant la cabeza y la hizo reposar sobre su brazo. Me apret contra su cuerpo. Me bes en la mejilla.Le pregunt dnde estaba mi padre.Se ha cometido un error, pero todo se arreglar. El viaje slo durar un par de das, y nos acompaan otras muchas personas. Pronto volveremos a casa y pap estar all esperndonos. Pero se han equivocado, y por eso tenemos que permanecer aqu un par de das, igual que cuando das atrs nos quedamos en casa de Trude. Te acuerdas de eso, no? Trude haba preparado coliflor, y cuando la puso en tu platito no te la comiste, porque no te gusta la coliflor. Quiso hacerte creer que los nios vienen de una coliflor, pero t sabes que nacen del vientre de sus madres. T has salido de mi vientre, lo sabes, no? Has visto las fotos en casa, has visto cmo saliste de mi vientre y cmo bebas la leche de mi pecho y cmo te baaba. Te acuerdas?Ayer, pap tuvo que salir de casa temprano para ir a la oficina. Entonces vinieron a buscarnos, pero t estabas medio dormido. Te acuerdas an? Anduvimos un buen trecho. Yo dej una nota para pap, porque se trataba de un error; en realidad no era necesario que fusemos con ellos. Le darn la nota a pap y dentro de unos das volveremos a casa. Aqu hay mucha ms gente y tambin hay nios, de forma que no te aburrirs. No hemos trado muchos juguetes porque tuvimos que salir deprisa. Ni siquiera me dio tiempo de avisar a la vecina. Menos mal que luego encontramos a muchos conocidos. Te acuerdas? Aquel simptico seor L, que te gastaba bromitas. l tambin prometi avisar a pap. A estas alturas, ya har tiempo que lo habr hecho. Quiz maana, cuando amanezca, recibamos una carta suya.Aqu hay ms gente, por eso hemos de hablar en voz baja. Si no, los despertaramos. y aqu todos estn cansados. T tambin, no? En el tren te pasaste todo el tiempo durmiendo. Te acuerdas del tren? Claro que no, mi tesoro, tenas demasiado sueo.Es un poco tonto que se hayan equivocado, pero en un par de das estaremos otra vez en casa.Alguien hizo chiiist. Mi madre susurraba tan cerca de mi odo que me haca cosquillas.Ahora durmete. Me quedar a tu lado. Maana iremos a echar un vistazo a nuestro campamento y en un par de das regresaremos a casa, con pap.Me dio un beso. El aire que entraba por mi nariz estaba fro. Debajo de la manta tambin haca fro.El segundo da lleg una carta de mi padre y el cuarto recibimos un pequeo paquete. Cada da, yo preguntaba si ya bamos a volver a casa. Pero ella me deca siempre que lo haramos en un par de das.Una semana despus volvimos a casa. Algunos salieron con nosotros, pero la mayora se qued all.Mi padre estaba esperndonos.Nos bes, y mi madre y l lloraron.

El arlequn

T sabes muy bien quedarte con los ojos cerrados me dijo mi madre, as que cirralos con fuerza. Te llevar en brazos y los abrirs cuando te lo diga. De acuerdo?Cerr los ojos. A travs de los prpados cerrados poda ver la luz encendida de mi cuarto, desde donde oa a mi padre.Ya podemos entrar? pregunt mi madre.Me levant en sus brazos. Por un instante mir para ver lo que ocurra.No, tesoro mo, djalos cerrados, me lo prometiste.Me llev a travs de la casa. Y como mis ojos queran abrirse, me los tap con la mano para impedrselo. Me di cuenta de que llegbamos a donde estaba mi padre.Ya puedes abrirlos.En ese preciso instante mi padre y mi madre entonaron el Cumpleaos Feliz. Mi padre y mi madre me besaron en las mejillas y les devolv los besitos. Mi padre me cogi de los brazos de mi madre, que me miraba. Vi el reflejo de la lmpara en sus ojos oscuros. Sent en mi mejilla la mejilla spera de mi padre y el cosquilleo de sus pelos. l tena el pelo negro. El cabello de mi madre era rojo. Llevbamos puestos nuestros batines. El de mi padre era marrn claro. El de mi madre y el mo eran azul claro. Sobre la mesa haba varios objetos de colores.No quieres abrir tus regalitos?Mir a mi padre. Los colores de la mesa se reflejaban en sus ojos. Le di un beso en la nariz. Eso le hizo rer.No quieres ver tus regalitos ms de cerca?Fue a dejarme en el suelo, pero me encontraba muy bien en sus brazos. Continu aferrado a l, con un brazo alrededor de su cuello.Todo esto es para ti.Mi madre me hizo una sea con la cabeza, me indic la mesa y me dio un beso. Cogi de la mesa un pequeo paquete rojo, empez a abrirlo y me pregunt si quera ayudarla. Mientras sostena el paquete, intent con una mano quitar el papel. Se desgarr.No importa, no es ms que el envoltorio.Mi padre me dej en el suelo. Con las dos manos quit el papel. Apareci un mueco plano, de madera y con cuerdecillas. Su cuerpo era marrn, rojo y amarillo. Su cara rea. Mi madre cogi una de las cuerdecillas y la levant.Tira de aqu.Con una mano me agarr al batn de mi padre y con la otra di un tirn a la cuerdecilla. Mi madre me ayudaba y el mueco abra y cerraba sus pequeos brazos y piernas cuando yo tiraba de aquella cuerdecilla y la soltaba.Colgaremos el arlequn encima de tu cama. Aqu lo tienes, tesoro mo, cgelo con las dos manos.Lo cog y me divert mucho con mi mueco. Mi padre rodeaba los hombros de mi madre con un brazo, y todos juntos mirbamos bailar al pequeo arlequn. Me rea mucho cada vez que separaba las piernecillas. Ellos tambin rean.Hay muchos ms regalitos. Mira.Yo contemplaba el arlequn que sostena en las manos.Tiene demasiadas cosas a la vez, es mejor drselas ms tarde dijo mi padre.Me cogi por la cintura con sus grandes manos y vol por los aires, riendo con ganas. Entonces me subi sobre sus hombros; se inclinaba mucho cuando pasbamos por debajo de los dinteles, y paf!, me dej caer sobre la enorme cama que comparta con mi madre. Me met debajo de las mantas azul claro. Mi padre y mi madre tomaron el t en la cama. Mi pequeo arlequn nos hizo rer mucho.Luego me dieron los dems regalitos.

Tendero

La puerta de la tienda quedaba a mis espaldas. Estaba abierta. Mi madre se encontraba dentro. O que hablaba con el tendero. La lluvia golpeaba mi capucha. Mis manos permanecan secas bajo el pequeo capote. Saqu una mano y vi que la lluvia caa sobre ella. Las gotas me daban golpecitos fros, cada vez en un lugar distinto.A mi alrededor haba arena por todas partes. Cog un ladrillo amarillo claro y lo puse sobre la arena de color amarillo oscuro. Lo solt. Cay de costado. Con el mismo ladrillo aplan un poco la arena. Entonces qued derecho.Mi madre se puso a mi lado.Te gusta estar aqu, bajo la lluvia? Quieres tu cubo y tu pala? Ahora vaya buscrtelos.Mir alrededor. No haba nadie ms. Slo vi la tienda: un escaparate mojado y un agujero oscuro. Mi madre regres dentro y dijo que me quedara jugando delante de la puerta.Bueno! grit el tendero.En un momento me vers all arriba, en la ventana dijo mi madre. Seal nuestra ventana y se dirigi a casa. La segu con la mirada. El tendero se coloc en el vano de la puerta.Qu buena la lluvia, eh?Le seal a mi madre.Volver enseguida me tranquiliz.Mi madre dio unos golpes fuertes en el cristal de nuestra ventana y me hizo seas con la mano. Re y le contest de la misma manera. Cog otro ladrillo y tambin lo puse derecho. Cada vez que lo soltaba se caa. De repente, mi madre estuvo a mi lado. Hundi la pala en el suelo y llen el cubo de arena.Ves? As dijo.Eso ya lo saba. Cog la pala y empec a llenar el cubo de arena.Subo otra vez anunci, y me bes la frente mojada.Yo le di otro beso en la barbilla mojada.Aplan la arena a golpes de la pequea pala. Ahora los ladrillos quedaban derechos. Mi madre me haba trado tambin un pequeo molde.Lo llen de arena varias veces. Puse en fila todos aquellos flanes de arena.Los ladrillos cayeron. Vi dos pies. Me levant. Un chico estaba mirndome. Levant una pierna y la mantuvo suspendida sobre uno de los flanes. Mir los flanes. Plaf! Aplast el mayor de todos. Pis el resto. El pequeo molde desapareci en la arena.Ja, ja, ja! grit, y se fue.Me ech a rer. Desenterr el molde ayudndome con la pala. Aplan un trozo de arena y puse encima los flanes nuevos. Llen bien el cubo para hacer un Han muy grande. Alis un trozo con la mano. Los pies descendieron casi encima de mis manos. Retir stas rpidamente y alc la mirada hacia el chico. Aplast todos los flanes, mientras observaba sus propias pisadas. Grit: Ja, ja, ja! y Muy bien, y Te lo merecas. Mir hacia nuestra ventana. No vi a mi madre. La puerta de la tienda estaba cerrada. De pronto, arrancaron la capucha de mi cabeza.Ja, ja! Un autntico abrigo de judo.La arena se derram sobre mi cabeza. Me ech a llorar. El pequeo cubo cay a mi lado. Me levant. Corr a casa. Sub la escalera a toda prisa. Golpe la puerta varias veces. Abri mi madre. Me levant en brazos.Oh, tesoro mo dijo, qu te ha pasado? Me apret contra su cuerpo. Cuidadosamente, me quit la arena de la cara con un guante de aseo. Me bes y me acarici el cabello para limpiarlo tambin. Dej de llorar. Uf, qu suspiro ms profundo! aadi. Me llev hasta la ventana. No has trado tu pala y tu cubo?Fue a buscarlos. Yo no quise acompaarla. Me qued mirando por la ventana. Volvi. Fui hasta la puerta, a su encuentro. Le pregunt si traa tambin el pequeo molde. Se fue otra vez. No consigui encontrarlo.Ms tarde, mi padre regres a casa. Le contamos lo que haba ocurrido. Pregunt si el que lo haba hecho era el hijo del tendero. Asent con la cabeza. Mi padre sali. Mir por la ventana y lo vi entrar en la tienda. Regres al cabo de un rato. Me sent sobre sus rodillas y me dio un besito. El tendero le haba dicho que era imposible que hubiese sido su hijo, que siempre nos haba vendido cuanto le habamos pedido y que eso ya le haba causado bastantes problemas; aadi que, adems, mi madre me haba dejado solo con l delante de la tienda. Mi padre le dijo a mi madre que no volviese a hacerlo.La tarde siguiente mi madre llor. Mi padre la consolaba.No quiso venderme nada dijo ella. Le pregunt el motivo, porque siempre le hemos pagado bien. Respondi que lo tena prohibido.Mi padre le propuso a mi madre que comprase en la tienda de un conocido que estara dispuesto a ayudarnos. A mi madre le pareci un poco lejos, pero no tena ms remedio que ir all.Sub hasta el regazo de mi madre. Puse un brazo alrededor de su cuello. Me apret contra ella. Mi padre se uni a nosotros.Nuestras cabezas forman ahora un crculo dijo. As podemos besarnos los tres a la vez.Y as lo hicimos.

Limpiador de cristales

Ha venido el limpiador de cristales. Mi madre me despert suavemente de la siesta. Vienes a verlo?Me incorpor y le rode el cuello con los brazos. Me levant y me llev hasta la sala grande. La estufa estaba encendida y la lmpara tambin. Haba msica.Me instal confortablemente en el sof, frente a la librera. El limpiador de cristales me salud con la mano a travs de la ventana. Yo tambin lo salud. Mi madre me dio una taza llena de leche caliente. Fuera estaba oscuro. El limpiador de cristales iba vestido de blanco. Con la esponja mojaba los cristales. Frotaba de arriba abajo, de izquierda a derecha, y otra vez hacia la izquierda. De vez en cuando rascaba con la ua. Despus repeta la operacin con otra esponja que sumerga en otro cubo. Aplastaba la esponja mojada contra la ventana. Sinuosos chorros de agua descendan por el cristal. Con el limpiacristales negro quitaba casi toda el agua: izquierda, derecha, izquierda, derecha, trazando amplias curvas. Del cubo blanco coga la gamuza, la escurra y la plegaba. Izquierda, derecha, igual que con el limpiacristales, pero entonces no se mova con tanta suavidad. Yo oa los chirridos en el cristal. Mi madre levanto la mirada de la tabla de planchar. Subi el volumen de la msica.Te gusta esta msica?Asent con la cabeza. Ella empez a cantar.Fue Mozart quien la compuso. As se llamaba, Mozart.Recurdalo bien. Puso la plancha derecha sobre la tabla y cogi otra prenda del montn. Quieres ayudarme a humedecerla? me pregunt.Beb otro sorbo de leche caliente. Despus fui hacia ella. Mi madre sumergi mi mano en el agua tibia y roci la tela del vestido con unas cuantas gotas. El limpiador de cristales apret los labios y con la cabeza hizo una seal de aprobacin. Se coloc en el borde del alfizar, desplaz la escalera y procedi a mojar la otra ventana. Mi madre enroll el vestido. Sumerg otra vez la mano en el agua, roci otros vestidos y los enroll. Despus me roci el cabello.Fui hacia mi cuarto, sub a la cama y cog el arlequn. Lo hice bailar para el limpiador de cristales. Aplaudi. Despus baj de la escalera.Mi madre me acogi en su regazo. Me cepill suavemente el cabello, una parte hacia la izquierda, otra hacia la derecha.Fjate en lo guapo que eres, qu rizos tan bonitos. Lade un poco la cabeza, me contempl e hice lo propio. Mrate en el espejo.Mir hacia la ventana y vi nuestro reflejo, los dos sentados. Mi madre tena la cara muy cerca de la ma. Tambin se vean claramente la lmpara y la funda blanca de la tabla de planchar.

Transbordador

Mi madre me abroch el capote y me cubri la cabeza con la capucha. Sac mis manos a travs de las aberturas laterales y me puso los mitones. Me dio un beso y cog la mano de mi padre.Descendimos juntos por la escalera de piedra del zagun y salimos a la calle.Recorrimos la calle por el lado ms corto, a travs de la nieve, cruzamos la estrecha franja de terreno y llegamos al embarcadero del pequeo transbordador, junto al ro Amstel. Soplaba un fuerte viento y las olas chapoteaban contra la madera oscura.El transbordador estaba en la otra orilla. Yo tiritaba de fro. Mi padre extenda los brazos y los golpeaba contra su cuerpo. Al mismo tiempo empez a patalear rpidamente. Imit sus gestos. l me dio la mano y de esa forma los dos estuvimos pataleando hasta que el transbordador amarr y subimos a bordo.Eh, t! me dijo el barquero. An quieres conducir una barca?Asent con la cabeza. Los tres nos dirigimos hacia la cabina del timonel. El barquero subi la escalera.Vamos! grit desde arriba. Subes o no? Tenemos que salir.Consult a mi padre con la mirada. Mi padre dijo al barquero que tal vez no fuese posible. La cabina era muy pequea. Y si alguien se daba cuenta?Qu va! No hay nadie ms en la barca.Mi padre me llev hasta lo alto de la escalera. La puerta se abri y entr. Mi padre ya no caba. A travs de la ventanita de la puerta vi su cabeza descender lentamente. Mir al barquero. Me levant y me mantuvo con la cara a la altura de la ventanilla. Al pie de la escalera estaba mi padre, que me salud con la mano. Me re. El barquero me dej en el suelo.Salimos.Hizo girar toda clase de cosas y tir de una cadena. Me asust el silbido. Frente a m tena una gran rueda de timn con un asidero.T sers el timonel anunci. Si lo haces girar en este sentido iremos hacia all, y si gira en este otro sentido iremos hacia el otro lado.Haba tanto alboroto que casi no le entenda. Todo vibraba y tintineaba, y el motor haca un terrible ruido. Nos balancebamos, y por eso supe que ya habamos dejado atrs la orilla. El barquero cogi mis manos y las puso sobre la rueda. Yo miraba alrededor.Ah, claro, no puedes ver nada! exclam.Me levant con una sola mano. No resultaba nada agradable que a uno lo levantasen de aquella manera. Abajo estaba mi padre, mirando el agua. El viento agitaba sus cabellos delante de su cara. Nos hallbamos en medio del agua. Poda ver las olas. Cog la rueda del timn y la hice girar.Fjate en lo que haces me advirti el barquero, ahora navegamos en la direccin equivocada.Observ que ya no bamos hacia la otra orilla, sino ro arriba.Atrs, atrs, capitn! grit entre risas.Hice girar la rueda del timn con todas mis fuerzas en sentido inverso y empezamos a navegar otra vez en la direccin correcta. El barquero me puso en el suelo y solt una carcajada.Menudo batelero ests hecho!Cog la rueda y quise hacerla girar de nuevo, pero esta vez no se movi.Ahora djalo, vamos a atracar dijo. Hizo girar la rueda rpidamente. Yo lo contemplaba, pero ya no me levant.Cuando el transbordador se detuvo por completo, me llev consigo a la cubierta.Mi padre sac un cigarro del bolsillo interior del abrigo.Ve al barquero y dale este cigarro, por haberte dejado manejar el timn.Yo estaba mirando a mi padre. El viento agitaba mi pequeo capote en todas las direcciones. Haba manchas negras en la tela amarilla.Mira eso dijo mi padre. Bueno, eso es lo que suele ocurrir cuando conduces un barco.Le di el cigarro al barquero.Muchas gracias. Volvers?Cuando bajamos a tierra, le dijo a mi padre:El chico lo ha hecho muy bien. Y ya sabe hablar correctamente el holands.Ha nacido aqu repuso mi padre. Nos esmeramos en hablar en holands con l.Qu pronto habis vuelto! dijo mi madre cuando entramos.Le permitieron conducir el pequeo transbordador, y luego ya no quiso pasear.Se mostr contento el barquero con el cigarro?S, le gust mucho el detalle contest mi padre. Es un hombre simptico. Ojal todos fueran como l!Dijo tambin que mi pequeo capote se haba manchado de grasa y fue a la cocina a limpiado.Mi madre cogi mis manos entre las suyas. Las mas estaban fras, las suyas clidas. Sent que me hormigueaban los dedos.

El seor Paul

Mi padre me llev a su oficina. Mi madre haba cosido una estrella amarilla en mi abrigo.Ahora t tambin llevars una hermosa estrella dijo, igual que pap.La estrella me pareca bonita, pero hubiera preferido no llevarla. Tuvimos que andar mucho rato. Menos mal que de vez en cuando mi padre me llevaba a hombros.Cuando llegamos vi una puerta normal y corriente, igual que la nuestra. Ped que me dejara tocar el timbre, pero mi padre dijo que prefera hacerlo l. Puls el timbre varias veces seguidas y le pregunt por qu haca eso, ya que a m nunca me dejaba hacerlo sonar ms de una vez, y muy brevemente. Respondi que me lo explicara ms tarde. Subimos por una escalera de madera y atravesamos un oscuro pasillo. Al final llam a una puerta. Alguien abri y salud a mi padre en voz baja.Despus, dirigindose a m, agreg:As que t eres el hijo de tu padre; encantado de conocerlo, seor. Y me dio la mano.Solt una risita y mi padre me dijo que tena que saludar al seor Paul. Despus, me ense dnde estaba su puesto de trabajo. Haba una mesa pequea con una mquina de escribir. Explic que tena que salir un momento para buscar algo en otra habitacin, y que yo, mientras tanto, poda sentarme en su sitio o dar un pequeo paseo, pero sin tocar nada. Me seal hacia qu cuarto se diriga.A los lados de la mesa de mi padre haba sendas mesitas con una mquina de escribir, y al lado de ellas, otras. Y delante y detrs de m haba an ms. Me levant y fui hasta donde estaba el seor Paul. Le pregunt para qu servan todas aquellas mquinas. Respondi que servan para escribir y me pregunt si ya las haba contado. Fue lo que me puse a hacer. Recorr los pasillos de una parte a otra y cont treinta mquinas. Era correcto. El seor Paul me pregunt si tena ganas de mecanografiar algo. Lo mir para saber si de verdad me dejaba hacerla. Me sent sobre sus rodillas e introdujo una hoja limpia en la mquina. Me ense qu era lo que tena que hacer, explicndome exactamente cada uno de sus movimientos. Despus me cogi el dedo y escribimos juntos mi nombre. Hizo girar un poco el rodillo para que pudiese leerlo.Te gusta?Yo quera seguir escribiendo. Cogi unos cuantos cojines, los amonton en la silla de mi padre y me sent encima. De ese modo consegua alcanzar las teclas sin dificultad.Empec a escribir. l tambin se puso a escribir otra vez en su mquina. Intent mecanografiar el nombre de mi padre, pero era muy difcil encontrar las letras correspondientes. Todas estaban muy mezcladas y no se parecan a las que haba aprendido en el parvulario. El seor Paul me dio permiso para pedirle que me ayudase cada vez que no lograba encontrar una letra. Entonces la sealaba en su propia mquina. A continuacin, yo volva a mi sitio, suba al montn de cojines y la escriba en mi hoja de papel. Al cabo de un rato ya no tuve ganas de continuar. El seor Paul tambin haba dejado de trabajar. Revolvi todava un poco sus papeles, pero aparte de los crujidos que produca, el cuarto estaba muy silencioso. El papel brillaba ante mis ojos. Las teclas de la mquina relucan.Mi padre volvi y vio que haba escrito a mquina.Ha sido muy amable por su parte, seor Paul dijo.Nos marchamos. Di la mano al seor Paul. Me pregunt si le permita quedarse con ella, pero contest que no sacudiendo la cabeza. Luego pregunt a mi padre si podamos llevarnos a casa una de aquellas mquinas de escribir. Mi padre respondi que no era posible. Pero, a cambio, dej que me llevase mi hoja de papel.Cuando estuvimos en casa, se la ense a mi madre y le habl de la luz blanca sin pantallas, de todas las mquinas de escribir y del seor Paul.

La Puerta de Muiden

Me despert el grito de un hombre. La puerta de mi dormitorio se abri bruscamente. Alguien entr dando fuertes patadas en el suelo. Se encendi la luz.Qu es lo que hay aqu? pregunt el hombre a gritos.Mi madre entr detrs de l. Dijo:Es el nio contest. Salga de la habitacin, yo me ocupar de l.Rpido, rpido! la urgi el hombre.Mi madre se acerc a mi cama y me acarici la cabeza. Me qued con los ojos cerrados.Despirtate, tesoro mo, debemos emprender un viaje. Te acuerdas? Te dije que quiz tuvisemos que marcharnos otra vez. Pues ha llegado el momento. S bueno. Vstete sin mi ayuda, como otras veces.Rpido, rpido! repiti el hombre.Esta vez sus gritos llegaban desde otra habitacin.Me volv y apagu la luz. Quera dormir. La luz se encendi de nuevo. O que gritaban Rpido! muy cerca de m. Alguien me apret el brazo, me arranc la manta. Rpido! Chill. Con la mano libre cog la manta y me cubr. Entr mi madre y le dijo al hombre:Pero qu se cree usted? Acaso no tenemos derecho a vestirnos? El nio se ha echado a llorar por su culpa. Ya le dije que yo cuidara de l. Ahora tardaremos todava ms.Rpido! grit el hombre. Tenemos que marcharnos de inmediato, obedezco rdenes.Con un amplio y brusco movimiento se ech el fusil al hombro y sali de la habitacin. El fusil golpe violentamente la puerta. Mi madre me pidi que por favor me vistiese solo, como otras veces. Ella tena que hacer muchas cosas. Me dio un pantaln. Deba estar listo para cuando ella volviera. Empec a vestirme lentamente. El hombre del fusil se acerc a la puerta. Rpido!, grit una vez ms. Le arroj mi calcetn, llorando. Llam a mi padre, que recogi el calcetn del suelo y me advirti que no deba hacer eso. Me ayud a vestirme.Mi madre entr y me pregunt qu cosas quera llevarme para el viaje. Se fue corriendo. Un momento despus, el hombre de verde se acerc otra vez a mi puerta. Escondi el fusil, pero lo vi antes de que lo hiciese. Se fue cuando comprob que ya me haba vestido.Rpido! volvi a gritar. Rpido!Mi madre entr para preguntarme de nuevo qu quera llevarme, porque tena que cerrar la maleta. No se me ocurri nada. Cogi mi chupador y sali para guardarlo. Nos pusimos los abrigos. Entonces quise llevarme el arlequn. Mi madre dijo que era demasiado tarde, que la maleta ya estaba cerrada. Me ech a llorar. Mi padre dijo que tendra que llevar yo mismo el arlequn. Lo descolg de la pared y me lo dio. Se apag la luz, se cerr la puerta y bajamos la escalera. Mi padre cargaba con dos maletas, mi madre con dos bolsos. Yo iba agarrado de su abrigo. Cada vez que mi padre dejaba un momento las maletas en el suelo, el soldado gritaba Rpido!. Tenamos que ir muy lejos. Me ech a llorar de nuevo. Mi madre quiso cogerme en brazos, pero le result imposible. Entonces cogi una de las maletas y mi padre me subi a sus hombros. El soldado grit Rpido!. Mi madre le dijo que si tena tanta prisa, que cargase l tambin con algo. Replic que no poda ayudarnos porque lo tena prohibido.Entonces iremos tan despacio como nos d la gana le dijo mi madre.El soldado cogi su maleta.Despus de andar un buen rato, la dej en el suelo.A partir de aqu debis llevarla vosotros dijo, porque si no ellos podran verme.Despus de doblar la esquina tuvimos que entrar en una casa.En la casa haba ms gente. Nos dijeron que no tenamos derecho a llevar dos maletas y dos bolsos. Slo una maleta para mi padre y otra para mi madre. sta intent trasladar parte del contenido de los bolsos a las maletas. Sac una serie de cosas de las maletas y las puso en un rincn de la habitacin.La gente se quejaba del comportamiento insolente de los soldados. Mi madre explic que el nuestro haba cargado con una maleta, aunque lo tuviese prohibido, y que al fin y al cabo slo hacan lo que les ordenaban. Los dems echaban pestes contra los soldados.Se abri la puerta. Se hizo el silencio. Entraron ms personas en la habitacin. La mayora vesta abrigos largos y negros.Lleg un coche y todos tuvimos que subir en l. El coche iba lleno hasta los topes. No vi ms que abrigos. Bajamos y nos hicieron entrar en una gran sala. En todas partes haba personas y mesas. El alboroto era enorme. Arriba, en unos palcos, vi ms gente. Pregunt dnde estbamos.Esto era un teatro contest mi padre. Antes representaban obras aqu, y la gente vena a verlas.Me seal el escenario y el teln. Tuvimos que hacer cola durante mucho rato. De vez en cuando avanzbamos un poco a lo largo de las mesas. Mi padre conoca a muchas personas. Lo saludaban. Lo miraban por un instante. l se volvi hacia una de las mesas. En cada mesa sellaban nuestros papeles. Todo aquello duraba demasiado. La sala estaba repleta. Me tap la nariz. No paraba de entrar gente. Mi padre me subi a sus hombros. El espacio entre las mesas estaba lleno de cabezas. Dije que vi la cabeza de Trude.Nos hicieron salir. Haba una multitud vestida con abrigos negros. Tuvimos que andar detrs de ella. Y detrs de nosotros vena todava ms gente. Aqu y all haba soldados vigilando con un fusil en la mano. La gente deca que tenamos que ir a la Puerta de Muiden. Al final de la calle, mi padre dijo:Mira, aqu est la Puerta de Muiden.Era un monumento con un arco, por debajo del cual se pasaba. Dnde se haban metido todos los que caminaban delante de nosotros en la calle? Cuando doblamos la esquina volv a verlos. An no habamos llegado: aquello era la Puerta de Muiden, pero nosotros bamos hasta la estacin de la Puerta de Muiden.Subimos al tren. Estaba repleto. Segn la gente nos llevaran a Westerbork.[1] Dije que mi madre y yo ya habamos estado all. Preguntaron a mi madre qu tal se estaba all, y si los hombres y las mujeres podan estar juntos. Mi madre dijo que dorman separados, pero que podan reunirse durante el da. Le pregunt si volveramos al mismo barracn. Mi madre dijo que lo preguntara.El tren se paraba con frecuencia. Despus anduvimos otra vez un buen trecho y de nuevo tuvimos que hacer cola y pusieron sellos de todas clases en nuestros papeles.Mi padre quiso saber si no estaramos all por equivocacin. Tuvo que entregar entonces una serie de papeles complementarios, pero no se trataba de ningn error. Mi padre explic que en esta ocasin confibamos en salir rpidamente hacia Palestina, pues ya llevbamos esperando mucho tiempo. Luego entreg todava ms papeles. Quiz pudiramos partir pronto.Por el nmero que haba pintado en la pared de madera comprob que mi madre y yo no estbamos en el mismo barracn de la vez anterior.Mi madre sac unas sbanas de la maleta e improvis nuestra cama. Me acost con mi arlequn y mi chupador. Me senta muy cansado, a pesar de que an era de da. La gente haca mucho ruido hablando.

Cumbre blanca

Esta vez es distinto asegur mi madre. Esta vez estamos los tres juntos. Esta vez tenemos muchas cosas, por ejemplo sbanas y un librito. Esta vez no se trata de una equivocacin: no volveremos a casa maana. Nos quedaremos aqu, o continuaremos viaje aadi. Pero hemos de esperar, eso s. La vez anterior tuvimos que esperar a que nos dieran el permiso para regresar a casa. Esta vez tenemos que esperar a que nos avisen para continuar viaje hacia Palestina.Mi padre le explic a mi madre que ya haba entregado todos los papeles y que haba que aguardar hasta que los sellasen. Mi padre empez a ensearme algunos caracteres hebreos. Yo deformaba las letras, porque las escriba muy apretadas en un trozo de papel pequeito. De veras, no distingua dnde empezaba una letra y dnde terminaba la otra.Tambin aprend canciones, junto con otros nios, en un aula pequea. Los dems nios ya conocan la mayor parte de memoria.Las aprendieron hace ya mucho tiempo me explic la maestra.Dej de venir inesperadamente. No me preocup, pero despus de eso tuve que dormir tambin durante las tardes.Una noche mi madre me dijo que no haca falta que me acostase. Nos reuniramos en uno de los barracones para cantar. Pregunt si iran todos all, incluido mi padre. Pero no. Aquella noche era el turno de la gente de nuestro barracn. Los dems iran otra noche. Lo encontraba divertido.Pero tienes que prometerme que durante el camino no hablars me pidi mi madre, y que cuando ests all no te echars a llorar.Le asegur que no llorara, porque yo slo lloraba por la noche en la cama, cuando no vea a mi madre, y en este caso ella estara all, iramos los dos juntos y no nos separaramos. Quise saber por qu no deba preguntar nada durante el camino, ya que siempre me haba dicho que tena que preguntado todo. Respondi que, a fin de cuentas, lo que queramos hacer estaba prohibido y que por eso debamos deslizarnos muy silenciosamente, para que nadie se diese cuenta. Le dije que en ese caso prefera acostarme, pero contest que entonces me quedara absolutamente solo en el barracn, porque todo el mundo se habra marchado, y nadie ira a buscada si yo me pona a llorar. Entonces me ech a llorar. Me dijo que poda elegir, pero que en cualquier caso ella pensaba asistir a la velada de canto. Por otra parte, todo el mundo estara all, as que no poda ser tan peligroso.Aquella noche nos deslizamos en la oscuridad, pegados a las paredes de madera marrn de los barracones. Llova y haca fro. Con una mano me aferr a la que me tenda mi madre. Con la otra me tap la boca para evitar que se me escapase por casualidad alguna pregunta. El aire fro me haca dao en la nariz. Mi madre llam a la puerta del barracn. sta se abri y entramos rpidamente. La puerta se cerr de inmediato. Haba mucha gente. Todos parecan pequeos, porque estaban sentados en bancos bajos o en el suelo. En su mayora llevaban gruesos abrigos negros. En un rincn haba una vela encendida. Mi madre y yo nos sentamos en un banco junto a otras personas. Todas estaban mojadas. El aire ola a hmedo. No haca tanto fro como fuera, pero tampoco haca calor.Llegaron muchas ms personas. Continuamente tenamos que hacerles sitio. No poda mover los brazos. Ya no vea ms que abrigos. Tampoco poda sentarme en el regazo de mi madre, porque la gente que estaba delante de nosotros quedaba demasiado cerca. Pero poda permanecer de pie, eso s. Alguien dijo algo en voz baja y se hizo el silencio. En el rincn una seora se levant. Tena un busto enorme. Empez a cantar. Poco a poco fue acompandola ms gente. Hacan mucho ruido. Mir a mi madre, pero ella continuaba cantando tranquilamente. Me tap los odos con las manos. Alguien llam a la puerta.La cantante cerr la boca y se llev un dedo a los labios. Todo el mundo enmudeci. Entr una mujer que nos pregunt, furiosa, si nos habamos vuelto locos. Tenamos que guardar un silencio absoluto hasta que hubiese pasado el centinela. Despus podamos continuar cantando, pero slo si lo hacamos en voz muy baja, y no tan fuerte que nos oyesen hasta en Mokum[2]Se fue. Alguien apag la vela. Faltaba el aire y estaba muy oscuro. Se oa la respiracin de todos los presentes. Me puse a respirar por la boca para hacer menos ruido. Mi madre me rode con un brazo y apret mi cabeza contra su cuerpo. Fuera, los pasos se acercaban cada vez ms. Alguien caminaba muy lentamente a lo largo de nuestro barracn. Poco a poco los pasos se alejaron. Me puse a respirar por la nariz. Alguien lanz un suspiro y otros lo imitaron. Encendieron otra vez la vela. La seora con el busto voluminoso se levant y dijo:Ahora en voz baja, muy baja.Alguien pregunt si no sera mejor esperar un rato, pero ella contest que no, que las noches anteriores haban hecho lo mismo y haba un vigilante fuera.Interpret toda clase de canciones y finaliz con La cumbre blanca de las dunas.[3] Mucha gente la acompa en voz muy baja. Pero lloraban ms que cantaban. Le pregunt a mi madre qu eran las dunas, pero ella tambin se ech a llorar. Le pregunt por qu lloraba tanto y respondi que era por la cancin. Al terminar la gente aplaudi sin hacer ruido, cubrindose las manos con los abrigos. Pidieron a la seora que volviese a cantarla.Y luego otra vez. Pero entonces slo cant las ltimas estrofas. Yo ya poda acompaarlos un poco. Mi madre lloraba tanto que a punto estuve de llorar tambin.Mi madre me ayud a desnudarme. Haba mucho bullicio en nuestro barracn, porque todos se acostaron al mismo tiempo. Mi madre me meti en la cama y despus empez a quitarse la ropa.Tuve que hacerle sitio, lo que me despabil. Le pregunt si se arrepenta de que hubisemos ido all, porque la cancin la haba hecho llorar mucho. Dijo que yo estaba muy cansado y que me lo explicara otro da. Me bes en la mejilla y me dio las buenas noches.

Lugar de reunin

Despert sobresaltado: la sirena antiarea estaba mugiendo. La ltima vez que la haba odo tuvimos que escondernos debajo de la cama. Haba poco sitio. Un avin nos sobrevolaba zumbando. Mi vientre zumbaba al mismo tiempo. Pareca como si aquel ruido procediese del tejado del barracn. Despus disminuy. Omos una explosin. Fuimos a averiguar qu haba ocurrido. La gente sealaba algo, pero yo no vi nada. Mi madre me ayud y mir en la direccin que sealaba su dedo. Haba un incendio. Mi madre me explic que el avin haba soltado una bomba sobre una granja. Se vean llamas amarillas y una negra humareda. La gente dijo que el avin se haba cado. Pregunt si era posible que un avin cayese sobre nuestro barracn. Mi madre contest que los aviones no dejaban caer bombas sobre los barracones. Despus el fuego amarillo desapareci. Slo quedaron unos oscuros nubarrones de humo.Quise saber si en esta ocasin tambin deba esconderme debajo de la cama. Mi madre me tendi la ropa e indic que me vistiera lo ms rpido posible. Ella ya estaba casi lista. Cuando acab de ponerse la ropa se acerc a ayudarme. No tuve que lavarme. La gente se apresuraba a salir. El barracn se haba quedado medio vaco. An estaba oscuro. Encontramos a mi padre. La gente aflua desde todas las direcciones a la gran plaza del campo, por encima de la cual haba luces encendidas. Si uno se fijaba bien adverta que estaban montadas en postes muy altos. Nos pusimos cerca de la oscura pared de madera de un barracn. La luz no nos iluminaba. A nuestro lado y delante de nosotros haba muchsima gente.Donde nos encontrbamos no soplaba mucho viento.No vi ms que abrigos y nieve a contraluz. Mi padre me subi a sus hombros. El reflejo de la nieve brillaba en las cabezas negras. Ms all, un hombre estaba de pie en un pequeo espacio vaco. Haca fro. Mi padre me dej en el suelo. Mi madre dijo en voz baja que all haba menos viento. Me escond debajo del abrigo de mi padre. All haca calor, pero estaba muy oscuro. Senta las piernas y los pies helados. Sal de debajo del abrigo. Me puse a patear suavemente el suelo para entrar en calor.A lo lejos se oy un grito: Silencio! Despus pronunciaron un nombre. La gente miraba alrededor. Alguien dijo en voz baja: Ah, aqul! Otro nombre. Algunas personas nos sobrepasaron andando. Abandonaron la plaza. Pregunt en voz muy baja si nosotros tambin podramos marcharnos. Mi padre respondi que tena que escuchar con mucha atencin. Si pronunciaban nuestro nombre, eso significaba que nos marcharamos. Aguc el odo, pero era demasiado difcil, porque no slo gritaban nombres sino nmeros. Pas mucho tiempo.Ya han llegado a la eme dijo mi madre. Ahora tienes que prestar mucha atencin.Mis padres estaban cogidos de la mano. Yo no consegua entender nada.De repente, mi padre se volvi. Se besaron y a continuacin se dieron un abrazo muy fuerte.Has odo? me pregunt mi madre. Han pronunciado nuestro nombre.Dije que haba odo algo parecido, pero no muy bien. Mi padre seal tambin que haban pronunciado nuestro nombre.Me besaron.Al fin nos iremos a Palestina.Les dije que a m me pareca haber odo otro nombre. Mientras abandonbamos la plaza, la gente estrechaba nuestra mano o daba palmadas a mi padre en la espalda. Decan mucha suerte y me acariciaban la coronilla. Mi padre y mi madre decan: Ah. Le pregunt a mi padre por qu no miraba a la gente a los ojos cuando les hablaba, que era lo que me haba enseado que deba hacerse. Mi madre dijo que ya me lo explicara. Muchos volvan a sus barracones. Algunos lloraban. Cuando estuvimos en el nuestro mi madre extendi una sbana encima de la cama y puso nuestras pertenencias sobre ella, porque no permitan que nos llevsemos la maleta. De vez en cuando probaba a ver si an lograba anudarla.Nuestras pertenencias no caban en la sbana, ni mucho menos.Entonces tendremos que dejar tambin este librito dijo.Yo estaba de acuerdo. Me saba aquel librito de memoria. Cuando salimos del barracn, nuestra cama estaba cubierta de cosas.Da igual, lo importante es llegar a Palestina dijo mi padre, que llevaba otro bulto.Cruzamos la plaza repleta de gente. Ya no pronunciaban nombres. La gente nos miraba. Pero nosotros seguamos andando.Llegamos cerca de un vagn. Las puertas estaban abiertas. Algunas personas suban a l. Tuvimos que esperar.Al fin lleg nuestro turno. Mi padre ya haba metido su bulto en el vagn. La gente que estaba dentro nos grit que ya no haba lugar, que no cabamos.Pero nosotros tambin tenemos derecho a irnos en este tren! dijo mi madre.Los que se encontraban a nuestras espaldas corrieron hacia otro vagn. Mi padre tambin lo hizo, y pregunt si haba sitio para los tres. Mi madre, que me haba cogido con fuerza de la mano, mir hacia el interior.Hay un nio con nosotros! grit.Entonces nos dejaron subir. La primera en hacerlo fue mi madre, tras arrojar el bulto dentro. A continuacin mi padre me aup. La oscuridad en el vagn era absoluta. El suelo estaba cubierto de paja. La gente permaneca de pie o sentada. Se apretujaron, haciendo un poco de sitio para mi madre y para m. Ella puso el bulto en el suelo y se sent encima. Yo tambin caba. Mi padre haba desaparecido. Le pregunt a mi madre dnde estaba. Respondi que haba ido a buscar su bulto. Regres al cabo de un momento. No lo haba encontrado. No recordaba exactamente en qu vagn lo haba metido, y en el que crea haberlo hecho le dijeron que all no sobraba ningn bulto. Mi madre cont que en aquel vagn haba visto a la familia B. Mi padre quiso comprobarlo, y ella intent persuadirlo porque partiramos enseguida. Ya empezaba a amanecer.Mi padre tardaba mucho. Una de las puertas correderas del vagn se cerr. Mi madre se levant y se dirigi tambalendose hacia la que permaneca abierta. Se asom y llam a mi padre a voz en cuello. Pidi que aguardasen un poco para cerrar la puerta. Seal con la mano y grit: Ya viene! Tir de mi padre para subirlo al vagn y otras personas los ayudaron. Cayeron el uno sobre el otro. Cerraron la otra puerta. Estaba oscuro. Ped a mis padres que se acercaran a m.Tenemos que acostumbrarnos a la oscuridad dijo mi madre, iremos enseguida.A travs de las rendijas entraba alguna luz en el vagn. Alguien comenz a dar tirones a las puertas corredizas, pero no consigui abrirlas. Mi madre volvi a sentarse encima del bulto. Mi padre se qued de pie a nuestro lado. No haba encontrado su bulto, pero ya lo encontrara ms tarde. Mi madre sac algo del suyo.Has estado despierto durante casi toda la noche me dijo. Ahora tienes que dormir, porque si no caers enfermo. Te dar una pequea pldora para que concilies el sueo.Repuse que me dormira sin necesidad de la pldora. No se trataba de una pldora entera, sino slo de un trocito. No haba nada para beber. Salivando, consegu tragarla lentamente. Saba muy mal y cruja entre los dientes. Me acost, porque estando sentado no poda dormirme.Me despert el sonido de un silbato. Nos movamos hacia delante, hacia atrs, hacia adelante, hacia atrs. Los vagones entrechocaban. Mi madre se golpe la cabeza contra uno de los tabiques. Mi padre explic que nos disponamos a partir y que por eso se producan tantos choques. stos disminuyeron poco a poco. Ya estbamos en marcha. Alguien se puso a cantar. Yo conoca la cancin, y tambin cant; era la cancin de la esperanza. Me acost de nuevo. Mi madre puso su mano sobre mi cabeza. Mi padre tambin se haba sentado. Me senta cansado. A lo lejos se oan los jadeos de la mquina. El vagn haca clic, clic, y tac, tac sobre los rales. Los cnticos continuaban.

Cocina

En el nuevo campo nunca veamos a mi padre. Lo mandaron a otra parte nada ms llegar. Slo consegua acordarme muy vagamente de ese momento, porque cuando ocurri todava estaba medio dormido por efecto de la pldora.Mi madre y yo dormimos juntos en la litera superior, justamente debajo del techo inclinado de madera del barracn. Las literas estaban mucho ms juntas que en Westerbork, y tambin eran mucho ms estrechas. All, adems, se hallaban superpuestas de cuatro en cuatro. No tenamos sbanas, porque mi madre le haba dado las nuestras a mi padre. Dijo que l no haba conseguido encontrar su bulto y que las necesitaba ms que nosotros. Mi arlequn y mi chupador de trapo haban desaparecido, pero una seora tena un poco de hilo y mi madre se las ingeni para hacer otro chupador pequeo con un pedazo de tela de forma triangular.Era un fastidio no poder hablar nunca con mi padre, porque no tenamos modo de saber cmo iba el asunto de nuestro viaje a Palestina. Durante la noche, o que algunas personas dijeron que nunca iramos all. Alguien las reconvino: Silencio, que aqu hay nios. Yo finga que no me molestaban con sus charlas. Al cabo de un rato, ya no entenda nada.En aquel campo coma poco. Mi madre me dijo que tena que comer ms porque si no lo haca me pondra enfermo. Pero lo que nos daban no me gustaba.Un da, despus de comer, mi madre me llev al lugar donde estaban las ollas. Eran unos recipientes enormes y grises de hierro. All haba muchos nios. Mi madre me explic que tena que ayudarlos a devolver las ollas a la cocina. Le pregunt si me acompaara, y respondi que era imposible. Todo lo que deba hacer era coger una olla por un asa y ayudarlos a llevarla, siguiendo a los dems. Despus regresaramos y ella estara esperndome. No me apeteca nada hacerlo, porque haba que cruzar la verja y caminar por la carretera. Por todas partes se vean soldados con fusiles, y quiz luego no nos permitiesen regresar. Pero mi madre dijo que no poda elegir, que todos los nios deban ayudar a llevar las ollas por turnos, que yo todava no lo haba hecho y que era hora de que colaborase. Me ech a llorar y declar que de veras no quera hacerlo. Ella me acarici la cabeza y me dijo que deseaba realmente que ayudase a llevar las ollas. De lo contrario la gente se enfadara con ella porque yo me negaba a colaborar. Le promet que al da siguiente lo hara, pero tampoco eso era posible.El asa quedaba demasiado alta para m. Los nios mayores llevaran la olla y bastara con que yo apoyase la mano. Le dije a mi madre que en ese caso no haca falta que los acompaase, pero ella repuso que deba demostrarles que, por lo menos, me esforzaba por ayudar.Mi madre me salud con la mano y se ech a rer. Tuvimos que esperar un rato delante de la verja. Finalmente se abri. Los soldados destapaban las ollas una a una y miraban dentro. La nuestra no llevaba tapa, de modo que pasamos enseguida. Caminamos un buen trecho por la carretera. Luego llegamos al barracn de la cocina. All dentro haca un calor tremendo. Cerca de la puerta haba un hombre que slo iba vestido con unos pantalones largos. Nos seal dnde debamos dejar las ollas. Tambin nos indic que las limpiramos muy bien. Haba un alboroto espantoso; los nios hacan sonar las tapas. El hombre pregunt si an tenan que llegar ms nios. Despus cerr la puerta, levant la mano y cont hasta tres. De repente se produjo un silencio absoluto. Todos los nios se inclinaron sobre el borde de las ollas. Los pies de algunos no llegaban al suelo. Slo se vean sus espaldas y sus piernas. Las cabezas y los brazos haban desaparecido. Yo quera sinceramente ayudarlos, pero no saba cmo, y el hombre estaba muy ocupado. Me puse muy cerca de nuestra olla e intent mirar por encima del borde. Los nios que la haban trasladado ya estaban limpiando otra olla. El hombre se acerc a m. Tena bigotes y barba negros. Examin el interior de la olla y luego me mir. Al observar que no la haba limpiado, me pregunt si todo iba bien. Asent con la cabeza, pero me dijo que yo era demasiado pequeo para un recipiente tan profundo. Puso una cacerola boca abajo en el suelo, junto a la olla.Sbete encima.Entonces consegu mirar por encima del borde. En la pared interior haban quedado pegados muchos restos amarillentos de patatas.Al cabo de un rato, el hombre anunci que tenamos que regresar. Cuando todos los nios estaban en la puerta, les pregunt:Qu, estaba bueno?Siii gritaron todos.En ese momento me encontraba cabeza abajo dentro de la olla, de modo que no tuve modo de saber qu era eso tan bueno que les haba dado.Regresamos a la verja. Los soldados nos sealaban con el dedo. Los nios decan que lo hacan para contarnos. Contaron hasta cinco veces. Por fin nos permitieron entrar. Estuve esperando hasta que casi todos los nios se fueron. Mir alrededor en busca de mi madre, pero no la vi por ninguna parte. Me ech a llorar y una nia ya mayor me acompa hasta nuestro barracn. Mi madre me pregunt qu tal me haba ido y le cont lo que haba pasado. Le dije que esperaba que el hombre no reparase en que no haba limpiado nada a causa de que no alcanzaba el borde de la olla, y que adems no me haba dado nada para limpiar. Aad que a los otros nios les haba regalado algo, pero que a m no, tal vez porque se haba dado cuenta de que no haba limpiado la olla.Entonces mi madre me grit:De modo que no has rebaado la olla y no has comido nada?Contest que el hombre no haba dicho que tuvisemos que rebaar la olla, sino slo que debamos limpiada, y que tampoco ella me haba avisado al respecto. Mi madre se enfad mucho. Primero conmigo y a continuacin con el hombre. Me llev a ver a muchas personas y tuve que repetido todo una vez ms, y mi madre volvi a enfadarse mucho hablando con esa gente. Una seora dijo que tendra que esperar una semana y que entonces podra ayudar de nuevo a llevar las ollas. Me pregunt si me haba gustado y le dije que s.Todos los das, tras la comida, poco despus de que las ollas hubieran sido devueltas, se oa un Siii! muy fuerte desde el barracn de la cocina, al otro lado. Yo lo escuchaba con otros nios, cerca de la verja. Haba odo ese ruido antes, pero sin saber de dnde proceda.Al cabo de una semana, me dejaron regresar. Cuando entr en la cocina, el hombre me mir.Vuelvo ahora mismo para ayudarte dijo. T ya habas venido antes, no?Cuando la puerta estuvo cerrada se acerc a m y me levant para depositarme en el interior de la olla. Le pregunt si despus me sacara.Pues s, claro.Era el nico nio dentro de aquella olla.Rpido, a comer.Le pregunt con qu. Reba un poco de comida con un dedo y se lo llev a la boca. Le expliqu que mi madre no permita que me lamiese los dedos.Pues yo s dijo, alejndose.No saba qu hacer. Los dems nios se chupaban los dedos. Estaba a punto de imitarlos cuando el hombre regres con una cuchara que brillaba como la plata.Cuando nos avis de que ya era hora de marcharnos, yo an no haba limpiado del todo la olla. Continu comiendo un poco ms, pero me levant y me puso en el suelo. Me dijo que me quedase con la cuchara, pero que la escondiera muy bien entre la ropa.Esa vez encontr sin ayuda el camino de regreso a nuestro barracn. Mi madre estaba muy contenta. Le dije que seguramente el hombre de la cocina era un buen boche, como aquel que la haba ayudado a llevar su maleta en Amsterdam. Ella se ech a rer y me dijo que aquel seor no era ningn boche, sino el seor L, a quien yo tena que conocer, pues era el padre de Marion, la hija de la seora L. Yo, en efecto, conoca a la seora L y a Marion, pero me resultaba increble que aquel seor fuese el seor L. No se le pareca en absoluto.

Tarta

Mi madre me despert. Se llev un dedo a los labios. En el barracn reinaba un silencio absoluto. Habl en voz baja. Tuve que vestirme rpidamente. Dijo que iba a darme una sorpresa. Deba ponerme el abrigo y los mitones. Salimos de puntillas. Ya haba amanecido. Nos quedamos un momento delante de la puerta. Lo nico que se oa era el viento entre los rboles, ocultos entre las sombras al otro lado de la carretera. Mi madre mir alrededor. Me cogi de la mano. Fui a preguntarle algo, pero hizo Chissst! Y me arrastr suavemente. Haca fro.Llevaba un pequeo paquete bajo el brazo. No me explic qu contena. Tampoco qu bamos a hacer. Caminaba muy rpido.Llegamos a la puerta de un barracn y llam suavemente. El barracn estaba sumido en el silencio. Alguien pregunt algo desde el interior y mi madre cuchiche junto a la puerta. La puerta se abri y penetramos en la oscuridad. No habamos encontrado a nadie en el camino. Mi madre dej el paquete en un banco. El hombre que nos haba dejado entrar dijo algo que no entend y extendi la mano. Me acerqu a mi madre. Ella le entreg algo y l lo sostuvo muy cerca de la cara.Esto no es lo que convinimos mascull.Luego le dar el resto le dijo mi madre.Ni hablar replic el hombre. Todo ahora mismo, como convinimos, o no hago nada. N o quiero correr ningn riesgo.Pero y si falla la cita? pregunt mi madre.Usted no es la primera. Acaso no confa en m?Mi madre le entreg algo ms. El hombre abri otra puerta y nos hizo entrar. El lugar estaba un poco ms iluminado. Haca fro, as que no nos quitamos el abrigo. El suelo era de tablas marrones y haba una mesa de madera marrn y un banco pequeo, tambin de madera, de color verde. A los lados, en lo alto de las paredes, haba sendas ventanas. Mi madre dej el paquete, me indic que me sentase y se puso a caminar arriba y abajo por la estancia. Frente a la puerta por la cual habamos entrado vi que haba otra. Mi madre aplic el odo a ella por un instante y sigui andando.Cunto tarda! exclam.Fue hacia la puerta por la que habamos entrado, la abri y llam al hombre. ste lleg y le indic que nos quedsemos muy quietos. Todo ira bien, pero debamos ser pacientes. Habamos llegado demasiado pronto, y eso ya constitua de por s un gran peligro. Mi madre tena que estar sentada y no ir de un lado a otro o llamar. Lo mejor que poda hacer era contar hasta mil y despus, en todo caso, volver a llamarlo, en caso de que fuese necesario. Cerr la puerta. Mi madre se acerc nuevamente a la otra y aguz el odo. Empec a contar poco a poco hasta mil, pero acab por perderme.Inesperadamente, la otra puerta se abri. Mi madre se qued inmvil. Entr alguien. Se detuvo cerca de la puerta. Yo lo conoca, pero se mantuvo en la oscuridad. Me acerqu a mi madre. Ella estaba junto a la mesa y lo miraba, y l la miraba a ella. Advert que mi madre estaba asustada. Me aferr a su abrigo.Quieta dijo l, no me cuentes nada, no quiero saber nada.Tambin su voz me resultaba conocida. Se acerc a nosotros. Se abrazaron. Yo estaba detrs de mi madre, que lloraba.Despus se sec las lgrimas y me pregunt:Pero no ves que es pap?Con barba y la cabeza rapada he cambiado mucho dijo l, mirndome. Me reconoces ahora?Me cogi suavemente. Reconoc a mi padre por su mano. Me dej arrastrar. Me abraz con ternura. Haba mucho abrigo y pelo entre nosotros.Mi madre anunci que tenamos un paquete para l, y se lo entreg. A m me dijo que debamos cantar, porque era el cumpleaos de mi padre. Objet que el hombre nos haba prohibido hacer ruido, pero felicit a mi padre y repet exactamente lo que mi madre iba dicindome.Esta vez no hay poesa, pero la prxima espero una cancin muy larga dijo mi padre, y me apret contra su pecho. Despus abri el paquete y apareci una autntica tarta redonda. Le pregunt a mi madre cmo la haba hecho. Ella sac una cuchara de un bolsillo de su abrigo. Expliqu que me la haba regalado el hombre de la cocina. Mi padre, desde luego, poda utilizarla. Prob un bocado. Entonces vi que no se trataba de una tarta de verdad, sino de un amasijo de patatas y trocitos de pan. Durante los ltimos das mi madre no haba insistido demasiado para que me comiese todo cuanto me servan; por el contrario, haba sido muy benvola: me preguntaba si no quera comer ms y despus me retiraba rpidamente el plato.No tenas que haber hecho esto le dijo mi padre. Supongo que para preparar esta tarta no habrs comido nada durante una semana...Te la ofrecemos de parte de los dos le aclar mi madre. La necesitas ms que nosotros.Mi padre empez a comer. Me ofreci un poco, pero yo no tena ganas de nada.A continuacin quiso saber si cuidaba bien de mi madre. No se me ocurri qu contestar. Mi madre le dijo que cuidaba bien de ella pero que lloraba mucho y coma poco. Mi padre me advirti que deba comer ms, porque de lo contrario enfermara, y l no quera que pasara algo as.Le pregunt si me dejaba subir sobre sus hombros como hacamos antes. Respondi que s y se puso de pie, pero no consigui levantarme. Segn mi madre, era porque yo pesaba demasiado para l.Aguarda dijo, sin embargo, mi padre.Me ayud a trepar al banco, y por una sola vez me permitieron subir a la mesa con los zapatos puestos. Mi padre se sent y entonces me acomod sobre sus hombros. Se pase conmigo de un lado a otro. Mi madre me ayud a bajar. l tena que seguir comiendo, porque quedaba poco tiempo.Lo contemplamos mientras coma. Cuando termin, se miraron a los ojos. Mi padre coment que ya deba de ser la hora. Mi madre dijo que el hombre avisara cinco minutos antes. Se pasearon por la habitacin, conversando. Ella le dijo algo en voz baja y lo abraz. Luego l dijo:No, no, es imposible.Vamos repuso mi madre, s muy bien que tienes muchas ganas, de modo que s que es posible.Y el nio? pregunt mi padre.No se dar cuenta de nada contest mi madre.Pero l dijo que no le pareca bien.Entonces que espere fuera propuso mi madre.Se acerc a m y me dijo que tena que despedirme de mi padre y esperar luego un ratito en el pasillo, que ella ira pronto. Yo no quise.Djalo intervino mi padre, no hace falta.S, haz lo que te he dicho insisti mi madre, y me llev fuera.Le pregunt al hombre si poda quedarme un ratito con l y despus volvi a entrar. Me sent en el suelo, en la oscuridad, cerca de la puerta. El hombre estaba sentado en un pequeo banco. Las tinieblas lo ocultaban casi por completo.Las voces de mis padres me llegaban desde la habitacin. Le ped al hombre que me dejara beber un poco de agua, pero se neg. Yo no consegua entender qu decan mi padre y mi madre, pero parecan estar pelendose. Los gruidos de l y los gritos de ella eran cada vez ms fuertes. Me levant y quise entrar.No lo hagas me advirti el hombre. Sintate.Me ech a llorar.Cllate, cllate de una vez me conmin. Tu madre vendr enseguida.Me dej beber un poco de agua, pero yo no dejaba de llorar. Entonces me apart de la puerta.Si no te callas, te echar de aqu, me oyes?Grit que no quera. Se enfad y llam a la puerta. Mi madre le dijo a voz en cuello que no era posible que ya fuese la hora. l exigi que me dejasen entrar, que acabaran descubrindolo todo a causa de mis chillidos. Mi madre sali y me orden que me callara. Mi padre le pidi que me dejara entrar. Ella dijo:Puedes quedarte con nosotros, pero entonces tienes que sentarte all mirando hacia la puerta, y prestar atencin por si alguien llama. No debes volver la cabeza.Promet hacer lo que me peda. Ella se acerc a mi padre y se pusieron a cuchichear. Luego o que mi madre respiraba muy fuerte. Volv la cabeza hacia ellos. Mi padre me mir por encima del hombro de mi madre, cuya espalda rodeaba con los brazos. Se movan.Vigila la puerta me dijo mi padre.Pero continu con la cabeza vuelta hacia ellos.De este modo es imposible dijo mi padre. Adems, ya debe de ser casi la hora. No se puede hacer esto con tantas prisas.Alguien llam a la puerta. El hombre anunci gritando que faltaban cinco minutos. Mi madre se volvi, abrochndose el abrigo. Se acerc a m, me cogi de la mano, me hizo salir por la puerta y le pidi al hombre que me sacase del barracn. Llorara o no, no deba permitir que entrara de nuevo.Vuelvo enseguida aadi mirndome. T esprame fuera y no te pongas a llorar, porque si lloras no querr volver a verte nunca ms.Me dej all plantado y regres a la habitacin. El hombre mir a travs de un agujerito, abri la puerta y me empuj fuera. Me qued sentado en la escalerita de madera, esperando.Poco despus sali mi madre. Andaba muy rpidamente. Tuve que correr para no quedarme atrs, pero ella no quera esperarme. Entonces haba ms gente fuera.Al da siguiente era mi cumpleaos. Pregunt si tambin habra una tarta para m. Mi madre respondi que lo haba gastado todo con la de mi padre. Esta vez no haba nada para m, pero el ao siguiente me dara cuanto quisiera. Me pregunt qu quera que me regalase entonces. Contest que quera un arlequn nuevo. Y un coche de pedales. Y que me dejasen pilotar solo el pequeo transbordador.

Un palmo de narices

Acompa otra vez a los dems nios a llevar las ollas y luego volvimos al campo. En esa ocasin no regres directamente a donde estaba mi madre, sino que me qued a dar unas vueltas con un grupo de nios. Paseamos lentamente junto a las alambradas, en direccin a los barracones. Brillaba el sol y tena calor. Algunos nios ya mayores que caminaban delante hablaban en voz muy baja. De repente se detuvieron. Les pregunt qu pasaba. Me dijeron que no deba mirar, pero que un pez gordo se acercaba por el camino. Mir y vi un soldado con ropa verde que pasaba con un gran perro marrn. El perro se pareca al lobo de Caperucita Roja, pero el boche lo llevaba sujeto con una cadena. Los nios me repitieron que no deba mirarlo y de inmediato se pusieron de espaldas al camino para que yo no pudiese ver nada.Tienes lengua? me pregunt una nia ya mayor.Algunos nios se alejaron corriendo. Asent con la cabeza.Djame verla agreg, no te creo.Mir hacia los otros. Un chico se acerc a m y me agarr.Vamos, ensala.Abr la boca y saqu la lengua. Otros nios se pusieron a salvo corriendo. Un chico mayor que estaba frente a m se puso al lado. Cerr la boca. Algunos nios hicieron Uuuuuuh!.A que no te atreves a sacarle la lengua a aquel boche? me desafi una nia.La mir y saqu la lengua.No dijo, a nosotros no, hazlo de forma que l lo vea bien. Y adems debes hacerle un palmo de narices.Repuse que no saba qu significaba hacer un palmo de narices, y algunos nios se echaron a rer. El chico que estaba frente a m abri los dedos, apoy el pulgar en la punta de la nariz y el dedo meique en el pulgar de la otra mano. Les dije que yo tambin saba hacer eso, pero que ignoraba que se llamase hacer un palmo de narices. La nia volvi a preguntarme si me atreva a hacrselo al boche. Asent con la cabeza. Los nios se pusieron a salvo.Me acerqu a la verja. Las alambradas, cubiertas de orn marrn, estaban muy apretadas, de modo que era prcticamente imposible ver a travs de ellas. Desde luego, ni siquiera haba espacio para que metiese la mano. Retroced un paso. Al otro lado de la verja crecan malezas de color verde. Detrs estaba el camino gris. El boche caminaba por el lado contrario con el perro lobo. Abr los dedos, puse el pulgar de una mano contra el meique de la otra y coloqu las dos manos delante de la nariz. Me result difcil mantener las manos bien derechas. A continuacin saqu la lengua y grit Uuuuuuuh! como solan hacer los nios. Alguien me cogi por el brazo y tir de m. Era una nia. Dijo que estaba loco y que tena que dejar de hacer aquello de inmediato. Los dems chiquillos estaban mirando desde lejos. La nia me apart las manos de la nariz y me hizo dar media vuelta. Volv la cabeza y saqu otra vez la lengua. La nia me peg una bofetada y me empuj violentamente lejos de la verja. Los dems nios se fueron corriendo cuando nos acercamos. Me dej empujar y mientras tanto fui sacando la lengua a cuantos nos encontramos por el camino. Con la mano que tena libre les hice, adems, un palmo de narices. Poco ms tarde llegamos a nuestro barracn. La nia me oblig a entrar y me llev hacia donde estaba mi madre. Le cont lo que haba hecho. Qu?, dijo mi madre, y me propin un bofetn muy fuerte. Me zumbaron los odos y la mejilla me ardi, pero no llor. Le cont lo del boche con el perro lobo y le expliqu que los otros nios no se haban atrevido a sacarle la lengua, que haban pensado que yo tampoco me atrevera, que la nia estaba all cuando me haban desafiado a hacerlo por ellos, y que me haban prometido que en tal caso tendra derecho a jugar con los nios mayores.Mi madre pregunt a la nia si era cierto, y cuando sta respondi que s, aadi que seguramente recibira una buena paliza por ello, pero que de todos modos se alegraba de que me hubiese detenido y me hubiera llevado a donde estaba ella.Cuando la nia se hubo marchado, mi madre se ech a llorar.Sabes lo que has hecho? dijo. Acaso quieres que nos maten, que nos maten a todos? Por qu lo hiciste? Promteme que no volvers a hacerlo nunca ms.Respond que no poda prometrselo y que el boche no haba visto nada: cuando se lo hice ya haba pasado y no se volvi ni una sola vez. Mi madre me dijo en tono de desesperacin que seguramente me haba vuelto loco y que haba tenido mucha suerte de que el soldado no se hubiese vuelto, porque en ese caso seguramente me habra soltado el perro y a ella la habra hecho fusilar. Y aadi que eso an poda ocurrir, porque quizs otro soldado me hubiese visto.Contest que no haba ningn otro boche cerca de nosotros.Y los centinelas? chill mi madre.Yo no saba a qu clase de centinelas se refera. Se levant y me empuj hacia fuera. All haba otras muchas madres.Ahora debes escucharme muy bien me pidi. Voy a sealarte algo sin utilizar el dedo. Y t tampoco debes sealar con el dedo, ni mirar demasiado tiempo hacia ese lado. Tienes que hacer exactamente lo que te digo. Mira por encima de mi hombro. Ves aquella torre de vigilancia?No vi ms que barracones y detrs, cerca de la verja, unos cuantos postes altos, y as se lo dije.Y esos postes apunt mi madre, qu hay encima de esos postes?Mir un poco ms hacia arriba y vi una especie de cabaa de madera. Tambin se lo dije.Esa cabaa es la torre del vigilante. Hay torres iguales a sa por todas partes. No lo sabas?Respond que lo ignoraba, pero que los postes estaban fuera de las alambradas, de modo que no formaban parte de nuestro campo.Ahora vamos a dar una vuelta juntos propuso mi madre, as vers otra torre de vigilancia. Y en la torre vers un soldado. Est de guardia y lo ve absolutamente todo. Pero no debes mirarlo demasiado tiempo, tienes que seguir andando lentamente, sin pararte.Hice lo que me indic y vi otra torre de vigilancia y, en ella, un soldado.No te lo deca yo?Asent con la cabeza.l puede verte aadi mi madre, ests donde ests. Y si no es l, habr otro que lo haga. Esperemos que ninguno de ellos te haya visto sacar la lengua.Me dej all y se reuni con las dems madres. Entonces haba tambin muchos nios cerca de nuestro barracn. Las madres discutan sobre cul de ellos mereca mayor castigo. Tambin hablaron de m. Pero mi madre argument que yo haba sacado la lengua nicamente porque los nios mayores me haban incitado a hacerlo.Yo estaba mirando hacia la primera torre de vigilancia. De pronto vi un soldado tambin all. Tena un fusil apoyado en el borde. Dio muy lentamente una vuelta al mirador, hasta quedar de cara a m, apuntndome con su fusil. Permaneci inmvil en esa posicin. Me mir. O un estampido. Las mujeres y los nios chillaron. Mi madre surgi a mi lado; me cogi de la mano y me arrastr hacia el interior del barracn. Me puse a llorar.Mi madre me consol. Me dijo que el centinela slo haba disparado porque haba mucha gente reunida, lo cual estaba prohibido.No suelen disparar directamente contra las personas; primero disparan al aire para avisar.Al da siguiente encontr otra vez a los nios mayores. Sin embargo, no me dejaron jugar con ellos.Le contaste a tu madre que te obligamos a sacar la lengua al centinela me reprocharon.Repliqu que yo no le haba contado eso, pero la nia a la que habran podido preguntrselo no estaba all. Me explicaron que haba enfermado, o algo por el estilo.

Sombra

Casi todos dorman an en nuestro barracn, pero mi madre estaba de servicio y por eso nos habamos levantado y vestido muy temprano. Entr Trude. Nos avis de que mi padre haba ingresado otra vez en la enfermera y de que mi madre deba ir a recoger su ropa y llevarle implementos de aseo. Trude dispona de poco tiempo y se fue enseguida. A mi madre la afect mucho la noticia, sobre todo porque estaba de servicio y le resultara imposible visitarlo. Me entreg las cosas y dijo que deba ir a verlo cuanto antes para decirle que ella se presentara ms tarde, tan pronto como hubiera terminado su trabajo.Conoca el camino porque mi padre ya haba estado en la enfermera la semana anterior y lo habamos visitado todos los das. La primera vez no lo reconoc porque le haban afeitado la barba y porque sus ojos eran muy grandes cuando estaba despierto. Pero haba dormido mucho en la enfermera. Mi madre dijo que le haban dado el alta sin que estuviese repuesto por completo.As no aguantar mucho tiempo seal.Para m supuso un motivo de tristeza no poder hablar ms con mi padre. Estaba enfermo, pero por lo menos nos vimos todos los das. Al salir de la enfermera, sonrea. No le importaba mucho.El mdico no tiene la culpa dijo. No puede dejarme aqu toda la eternidad.Yo no lograba entender por qu mi madre se haba asustado tanto un momento antes. Al fin y al cabo, era lo que estaba esperando. Me alegraba de verlo otra vez.Llam a la puerta del barracn de la enfermera. Alguien abri y le dije que iba a ver a mi padre y que mi madre ira ms tarde, cuando hubiese terminado su servicio.Cmo te llamas?Le dije mi nombre.Ve rpidamente a buscar a tu madre y dile que venga de inmediato, antes de que sea demasiado tarde.Le pregunt si mi padre ya se haba curado.Est a punto de irse, dile a tu madre que venga rpido.Le dije que en ese caso no me haca falta recoger su ropa. Pero me pusieron sus zapatos en las manos y me despidieron con prisas.Frente a la enfermera haba un rincn con csped. Los barracones que hacan las veces de dormitorios empezaban un poco ms all. Ya haba amanecido y la luz del sol brillaba sobre el csped verde. Ech a andar sobre el csped. Estaba mojado y las gotas de roco lanzaban destellos. Me detuve y di un puntapi a las briznas de hierba, que a pesar de las gotas que despidieron continuaron igual de mojadas. Met las manos en los zapatos de mi padre y empec a andar a gatas sobre el csped. Vistas de cerca las gotas de roco centelleaban an ms. Su luz se mova continuamente. No consegua hacer caer aquellas que estaban prendidas a los tallos.Al llegar al oscuro sendero arenoso que avanzaba entre los barracones-dormitorio, me puse de pie, pero permanec con los zapatos de mi padre en las manos. El sol luca en la pared marrn de uno de los barracones, justo hasta debajo del alero del tejado. El sendero y la pared del otro barracn se vean oscuros, casi negros. Camin a lo largo de la pared negra para evitar el sol. Al final del barracn tuve que hacerme muy delgadito y caminar pegado al muro, y adems de lado, bajo el tejado que sobresala un poco. Si no lo haca as, quedara expuesto a la luz. Haba pasado ya el lado estrecho y tuve que cruzar hacia el siguiente barracn. Me arrastr de rodillas hacia el lado opuesto, por debajo de los rayos de sol. Despus me qued en la sombra del lado largo del otro barracn, y de repente me encontr de nuevo frente a la enfermera.Regres por el mismo camino hasta el lugar por el que haba cruzado y camin a lo largo de la sombra de los lados cortos de los barracones, cruzando siempre a gatas, de uno al siguiente, por debajo de los rayos de sol. Al final del sendero llegu una vez ms a la sombra del lado largo de un barracn. Lo borde y as continu avanzando, de sombra en sombra.Al cabo de un rato tuve que cruzar otra vez, pero ya no poda arrastrarme por debajo de la luz del sol, porque ste daba de lleno en el sendero. Haba luz en todas partes. Salt a travs de los rayos de sol. Entraron en mis ojos. Di un grito y mir alrededor.Aquellos barracones me eran completamente desconocidos y los nmeros tampoco se correspondan con los nuestros. Se acerc una mujer y le pregunt dnde estaba nuestro barracn. Ella me indic el camino, pero tuve que parar a otras cinco personas antes de dar con l. Entr. Mi madre haba vuelto del servicio. Estaba haciendo nuestra cama. Quiso saber si haba llevado a cabo todo lo que me haba encargado. Asent con la cabeza y le di los zapatos de mi padre. Los observ y los puso debajo de la cama. Sal, fui hacia los nios que se hallaban frente a la entrada de nuestro barracn. Cuando estuve cerca de ellos se callaron un momento, pero enseguida continuaron hablando. Lleg Trude. Buscaba a mi madre, y le indiqu que la encontrara en el barracn. Entr corriendo y reapareci al cabo de un instante. Me pregunt por qu no haba avisado a mi madre de que fuese de inmediato a la enfermera. Contest que lo haba olvidado. Mi madre sali y quiso saber por qu no le haba dado el recado. Respond que ella estaba de servicio, que me haba perdido y que, adems, lo haba olvidado. Me dijo que deba marcharse y que la esperara cerca del barracn. No saba cundo volvera. Le dije que quera acompaarla, pero repuso que era imposible, que mi padre probablemente muriese y que no estaba bien que los nios pequeos presenciasen escenas semejantes. Repliqu que yo ya no era un nio pequeo, que se trataba de mi padre, que desde luego no vea nada de malo en estar presente cuando l muriese, y que todos los nios que conoca tambin haban presenciado la muerte de sus padres. Qu nios?, pregunt mi madre, y seal a uno de los chicos, pero ste dijo que su padre todava estaba vivo. Por suerte, otro nio afirm que a l le haban permitido estar presente y una nia dijo lo mismo. Eran hermanos, pero no mencion este hecho. Entonces mi madre aadi:Muy bien, pero slo el tiempo justo. Despus tendrs que marcharte.Se lo promet. Fuimos corriendo hacia la enfermera. Me adelant para indicarle el camino ms corto, pero ella quiso seguir el que ya conoca, para no perderse.El mdico abri la puerta de la enfermera.Ah, por fin est aqu! exclam. Tiene suerte de haber llegado a tiempo.Le hice notar a mi madre que mi padre an viva. El mdico seal una cama al fondo del barracn y se march a otra parte. Mi madre se acerc al lecho de mi padre. Estaba durmiendo. Le puso la mano en la frente y murmur su nombre, muy cerca de la oreja. Pero l continu durmiendo. El mdico se acerc a nosotros.Si por lo menos hubiera llegado antes dijo mi madre entre lgrimas, habra tenido ocasin de hablarle.El mdico le pregunt por qu se haba retrasado tanto, y ella contest que yo no le haba avisado. El mdico explic que Trude haba ido muy de madrugada para decrselo y que, de todos modos, habra importado muy poco, porque haban ingresado a mi padre tal como estaba en ese momento y se haba pasado todo el tiempo durmiendo, de manera que no habra podido decirle nada. Aun as le alegraba que mi madre hubiese llegado a tiempo.Con un movimiento de la cabeza me seal y pregunt a mi madre:Lo sabe...?Ella respondi que yo saba que mi padre quiz muriese y que quera estar presente cuando llegase el momento, al igual que otros nios en circunstancias similares, segn estos mismos me haban confesado. Dije que eso no era del todo cierto y que, sencillamente, deseaba estar al lado de mi padre y tambin de mi madre, porque l me haba dicho que deba cuidarla bien.Nos quedamos de pie junto a la cama. Al cabo de un rato mi madre abandon por un momento la estancia. Mientras se encontraba fuera, mi padre solt un suspiro. Sal corriendo a buscarla, pero cuando estuvimos de regreso l dorma otra vez tranquilamente.Mi madre procedi a tomarle el pulso. Mi padre se volvi de lado. Ella susurr su nombre y le dijo que nos encontrbamos junto a su lecho. Intent explicarle que le resultaba imposible entender sus palabras, pero ella replic que me equivocaba.El mdico vino hacia nosotros y mi madre fue a su encuentro. Se pusieron a hablar al pie de la cama. Ella quera que le pusieran una inyeccin a mi padre para curarlo, pero el mdico le explic que no servira de nada y que, adems, no tena inyecciones. Mi madre dijo que saba que todava le quedaban y que dara lo que fuese para que le aplicara una a mi padre. El mdico respondi que era absurdo ponerle una nica inyeccin, pues necesitaba muchas ms, y que no dispona de bastantes. Adems, en ese caso mi padre tendra que volver a trabajar al cabo de un par de das, slo para que lo ingresaran de nuevo ms temprano que tarde, suponiendo que consiguiera sobrevivir. Por el momento al menos dorma tranquilamente y sin darse cuenta de nada. Quedaban muy pocas inyecciones y era mejor guardadas para otros enfermos que tenan dificultades para dormir, sufran mucho o an les faltaba para morirse. De este modo hablaron y hablaron sin parar.Yo estaba de pie junto a mi padre. Su cabeza sobresala de la manta y yaca de costado con la cara vuelta hacia m. Otra vez le haba crecido un poco la barba en las mejillas y el mentn. Nuestros rostros estaban muy cerca el uno del otro. Lade la cabeza, de modo que vi su cara bien recta. En efecto, se trataba de mi padre. Reconoc sus prpados cerrados, su nariz, su boca y sus orejas. Sus mejillas estaban hundidas pero todava parecan las mejillas de mi padre, las mismas que haba visto por las maanas temprano, antes de que se levantase. Era mi padre, que me haca cabalgar sobre sus rodillas. Sin embargo, no me atreva a acercarme demasiado a su rostro, porque estaba enfermo. Aguc el odo a fin de percibir su respiracin, pero era tan silenciosa y mi madre y el mdico hacan tanto ruido hablando que no consegua or nada. No obstante, s observ que la manta se mova un poco.De repente mi padre se volvi boca arriba. Trag saliva. Solt un suspiro profundo y abri los ojos. Su mirada reflejaba asombro. Segn el mdico lo haban ingresado mientras an dorma, de modo que era normal que no comprendiese dnde se encontraba. Abri la boca como si se dispusiera a preguntarlo, y entonces ocurri algo raro: ya no pudo volver a cerrarla. Quera hablar, se oa muy claramente su respiracin, pero no le sala ni una palabra.Di media vuelta y fui a los pies de la cama. El mdico se encontraba de espaldas a m, hablando con mi madre. Lo empuj a un lado y tir de la falda de ella, para que me prestara atencin. Le grit que mi padre no consegua cerrar la boca ni articular sonido, y que tena que ayudado.El mdico se volvi y dijo:Ya est.Mi madre se ech a llorar y se acerc a mi padre. Puso sus manos sobre sus mejillas y le dio un beso en la frente. Le advert que eso era peligroso, pero me indic que me marchara, como habamos convenido que hara en cuanto todo acabase. El mdico se acerc y pas la mano por la cara de mi padre. Pregunt por qu lo haca y mi madre me explic que era para cerrarle los ojos. Observ los ojos de mi padre. Estaban cerrados.Ahora tienes que salir, como me prometiste dijo mi madre.Asent y me separ de la cama.Mi padre, al volverse, haba apartado la sbana blanca con una mano, que haba quedado al descubierto. Mi madre y el mdico estaban cerca de su cabeza. Avanc lentamente a lo largo de la cama y deslic mi mano sobre la sbana y la mancha de la chaqueta del pijama, hasta llegar a su mano. Estaba fra. Puse mi mano sobre la suya. El mdico y mi madre se haban vuelto de espaldas. Rpidamente, deposit un beso en la mano de mi padre. A continuacin sal corriendo de la enfermera. Apenas estuve fuera me limpi los labios con el brazo. Me sent en la escalerilla de la puerta y esper.Estuve aguardando mucho rato. Tena fro. Lleg Trude y me pregunt qu haca all, con aquel aire tan helado. Respond que me haban permitido estar presente cuando muri mi padre, pero que les haba prometido que luego me ira, y que por eso estaba fuera. Trude me llev al interior y le dijo a mi madre que me haba encontrado expuesto al fro y que corra el riesgo de enfermar. Le pregunt si acaso haba perdido el juicio. Mi madre repuso que yo tendra que haber vuelto al barracn. Repliqu que ella no me haba dicho nada de eso.Mi padre estaba cubierto por una sbana. Quera enserselo a Trude, pero no me dejaron. Despus tuve que esperar largo rato en el extremo opuesto de la estancia, y no me permitieron mirar lo que hacan.Fuimos a nuestro barracn. Ya haba oscurecido y casi todos dorman. Algunas personas susurraron algo a mi madre, que contest tambin en voz baja. Una vez en la cama me puse a llorar. Mi madre me pregunt si lloraba porque haba muerto mi padre. Contest que s, pero tambin porque tena mucho miedo de morirme. Ella me dijo que no corra peligro de morir y que con el cuento de que iba a enfermar, Trude slo haba querido asustarme. Repuse que no era eso, sino que haba besado la mano de mi padre y que seguramente me morira por haberlo hecho, y que ella se morira tambin, porque tambin haba besado la frente de mi padre, que era an peor. Mi madre me apret contra su cuerpo y me bes y me dijo que ese beso en la mano de mi padre no me hara morir y que tampoco me pondra enfermo por eso, y que lo mismo vala para ella. Le dije que ella misma me haba indicado que no besase a nadie en el campo, porque era demasiado peligroso. Me bes otra vez y aadi:Pues nosotros tambin nos besamos de vez en cuando. Eso no importa tanto, porque somos de la misma familia. Sin embargo, nunca debes besar a un extrao, ni tampoco debes dejar que un extrao te bese. Y de ninguna manera debes besar a nadie en la boca, porque eso s que es peligroso. Pero seguro que no vamos a caer enfermos por dar un besito en la mano o en la frente a pap.Estaba muy cansado. Me tend debajo de la manta y mi madre se qued conmigo.

Trastero

Al da siguiente los nios mayores dejaron que los acompaase porque mi padre estaba muerto y yo haba presenciado sus ltimos instantes. Ya no era un nio pequeo. Sin embargo, tuve que prometerles que no los delatara y que me enfrentara a otra prueba. An no haban decidido en qu consistira. Caminamos por el campo. Encontramos a los pequeitos y me preguntaron si quera jugar con ellos. Les dije que estaba demasiado ocupado y que adems ya no era un nio pequeo. Les pregunt si no saban que mi padre haba muerto. Seguimos andando. Me flanqueaban dos chicos mayores. Delante y detrs de nosotros iban ms chicos, y tambin algunas chicas. Yo era ciertamente el ms bajo de todos, pero eso se deba a que mi madre era bastante pequea y mi padre tampoco haba sido muy alto. Llegamos al barracn trastero. Uno de los chicos mayores me pregunt si me atreva a entrar. Agreg que estaba prohibido y que adems era peligroso. Quise saber por qu, pero no poda decrmelo. Otro chico apunt que yo haba prometido superar una nueva prueba y que sa sera la prueba. Tendra que entrar y quedarme dentro hasta que me llamaran. No me importaba hacerlo, afirm, pero no saba muy bien qu haba en el barracn trastero. Pregunt si ellos haban entrado alguna vez, y contestaron: S, claro. Dije que entrara con la condicin de que alguno de ellos me acompaase.Y si lo que encontraba dentro no me pareca demasiado lgubre, permanecera solo hasta que me llamaran. Al principio nadie quiso acompaarme. Seal que ellos ya lo conocan, de modo que no haba razn para que tuviesen miedo. Algunos nios se pusieron a cuchichear entre s.Llevbamos largo rato sin movernos, la nieve estaba helndome los pies y el fro ascenda poco a poco por mi cuerpo. Estir los brazos y me golpe los costados. Al mismo tiempo empec a patalear. Uno de los chicos mayores me imit. Luego dijo:De acuerdo, ir contigo.Los dems nios se apartaron un poco. El chico hizo girar con cautela el tirador de la puerta. Era una puerta de hierro gris y se abri con dificultad. Dentro estaba muy oscuro. El chico se apret la nariz con los dedos y me hizo seas. Haba un umbral muy alto. Lo salt. All todo estaba tan negro que no se vea nada. El chico dej la puerta entreabierta y me adelant, rozando la pared con una mano. Abri una puerta de madera y me indic que lo siguiese. Su voz son muy rara al tener la nariz apretada. En la semipenumbra no logr distinguir ms que unas formas blanquecinas en el suelo y amontonadas contra las paredes oscuras. En el centro de la estancia haba otro montn con cosas que sobresalan por todos los lados.Haban entrado ms nios. La mayora se tapaba la nariz con una mano.Mira, all est tu padre dijo una nia, volvindose hacia m. Ni siquiera lo han cubierto con una sbana.Entonces vi los muertos. Haba bultos envueltos en sbanas. De algunos de ellos sobresalan las extremidades. Vi tambin cuerpos desnudos. Otros todava llevaban puestos los pantalones. Los haban arrojado al suelo de manera desordenada, al buen tuntn. Uno de ellos estaba apoyado de espaldas sobre un montn y la cabeza le colgaba hacia atrs. Observ su cara al revs. Tena unos ojos grandes y oscuros. Estaba muy delgado. Otro yaca con la cabeza apoyada sobre su nico brazo extendido. El otro brazo haba desaparecido. Tambin haba brazos y piernas sueltos. Detrs de m o un breve clic. Volv la cabeza y vi que los dems nios haban salido, o que se haban escondido en la oscuridad. La puerta que daba al exterior estaba cerrada. Fij nuevamente mi atencin en los cuerpos. Intent encontrar a mi padre. Volv la cabeza en todas las direcciones, de lado, al revs, para observar mejor aquellas caras que estaban all en las posiciones ms extraas. Pero todas se parecan mucho., y adems haba muy poca luz. Precisamente frente a m, encima de un montn, haba un bulto envuelto en sbanas. Saltaba a la vista que contena un cadver. y si era el de mi padre? Delante del bulto, en el suelo, haba otro cuerpo desnudo, boca abajo. Su cabeza apareca completamente ladeada. Y si se trataba de la de mi padre? Todos eran calvos. No, seguro que mi padre no estaba all. Probablemente todava siguiese en la enfermera, aguardando a ser enterrado. Una vez ms observ los cadveres. Presentaban un aspecto grisceo. A su lado las sbanas sucias parecan blancas. Sal, cerrando a mis espaldas la puerta de madera. Me dirig hacia la puerta exterior. No tena pomo para abrirla. La empuj pero no consegu moverla. De fuera me llegaban los gritos de los nios.Volv sobre mis pasos y abr de nuevo la otra puerta. Entr y pas por encima del primer cadver. Sub por el montn y mir en el bulto de sbanas que lo coronaban. No vi ms que un brazo. Empec a deshacer el bulto. O gritar a los nios que estaban fuera. Saqu el brazo. La mano me record la de mi padre. Tir de la sbana hasta que la cabeza qued al descubierto. Pareca negra a causa de la barba. Baj del montn y vi otro cadver a uno de los lados. Casi no haba luz all. Observ la cara. Los ojos eran negros, las mejillas muy delgadas, la barba corta como la de mi padre. Tambin la nariz se asemejaba a la de ste. Ech un vistazo a las manos. Parecan las de mi padre. Pero el cuerpo era completamente distinto.De pronto, alguien me cogi y tir de m.Te has vuelto loco? Qu quieres, morirte? Es muy peligroso permanecer aqu. Ven, llevamos horas gritndote que salgas.Expliqu que estaba buscando a mi padre y que de todos modos no haba conseguido abrir la puerta.Tu padre no est aqu dijo el chico.Me condujo fuera, cerr la puerta de golpe y me indic que me marchase a toda prisa.Un poco ms lejos nos reunimos con los dems nios.A tu padre ni siquiera lo han envuelto con una sbana dijo una de las nias.Repliqu que s, que estaba envuelto con una sbana, que lo haba visto con mis propios ojos. Ella insisti en que tambin lo haba visto con sus propios ojos y en que no era cierto. El chico que me haba hecho salir coment que mi padre no se encontraba all, pero cuando los otros gritaron Uuuuuh! y en tono burln lo acusaron de haberse asustado, respondi que slo lo haba dicho porque yo an era demasiado pequeo. Objet que yo ya era mayor, que saba muy bien que mi padre estaba all dentro, que lo haba visto envuelto con una sbana y que se lo enseara a quien quisiera. Pero nadie quiso.Si sabes todo eso tan bien intervino la nia, dinos qu hacen con los cadveres.Contest que tambin saba eso, pero que no lo contara porque ya haba hecho lo que tena que hacer y haba superado mi prueba. Y si ella quera realmente saberlo, se lo contara a condicin de que me acompaase dentro. Pero no quiso, y los dems nios le gritaron Uuuuuh!.Despus seguimos nuestro camino y los mayores permitieron que me quedase con ellos.Aquella noche mi madre me pregunt qu haba hecho durante el da. Le dije que haba acompaado a los nios mayores. Me pregunt si me lo haban permitido sin ms y contest que antes haba tenido que pasar una prueba. Haba estado en el barracn trastero. Quiso saber qu barracn era se. Respond que ella lo saba muy bien, que saba perfectamente que en ese barracn estaban todos los muertos, y que saba tambin que haban arrojado en l a mi padre junto con los dems cadveres. Aad que aunque haba contado a los nios que lo haban envuelto con una sbana, en realidad no era as. Y dije gritando que seguramente ella se haba vuelto loca por dejar que lo arrojasen all dentro sin una sbana, que ni siquiera me haba avisado cuando lo haban sacado de la enfermera, que por lo menos deberan haber permitido que me despidiese de l, que me pareca una maldad por su parte, y que era culpa suya si l estaba all, tan desnudo, junto con todos aquellos cadveres.Mi madre repiti muchas veces no y no es cierto, pero yo, sin escucharla, le espet que lo haba visto todo con mis propios ojos y, por lo tanto, no haca falta que me mintiese. Me ech a llorar desconsoladamente.Ella dijo que aquel barracn no se llamaba trastero, sino carnero, pero eso no me importaba en absoluto. Agreg que llevaban all los cuerpos de los muertos porque necesitaban las camas de la enfermera para otros enfermos. Y que cada da iban hombres para recoger los cuerpos y enterrarlos algo ms lejos, en el bosque. Pero que por casualidad aquel da no haban ido. Tambin me dijo que, aunque era seguro que mi padre estaba envuelto con una sbana, probablemente no lo hubiese visto porque todas las sbanas parecen iguales y, adems, despus de l haban muerto otras muchas personas, con las que fueron formando un montn. l deba de estar debajo de todo.Mi madre me apret contra su cuerpo, me acarici y me bes. Despus tambin se ech a llorar y me dijo que a ella tampoco le agradaba todo aquello.Ms tarde me pregunt quin me haba indicado que entrase en aquel barracn. Respond que uno de los chicos me haba sacado de all advirtindome de que se trataba de un lugar muy peligroso. Mi madre pregunt si haba tocado algo y contest que haba estado buscando a mi padre. Me llev con ella. Ech desinfectante en una palangana con agua y me lav de la cabeza a los pies. Apestaba. Me dijo que no volviese a hacer nunca ms una cosa parecida. Me pregunt otra vez quin me hab