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Presses Universitaires du Mirail Producción y politica en Centroamérica Author(s): Samuel STONE Source: Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, No. 36, Numéro consacré à l'Amérique centrale (1981), pp. 5-21 Published by: Presses Universitaires du Mirail Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40852686 . Accessed: 16/06/2014 17:54 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . Presses Universitaires du Mirail is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien. http://www.jstor.org This content downloaded from 188.72.126.181 on Mon, 16 Jun 2014 17:54:26 PM All use subject to JSTOR Terms and Conditions

Numéro consacré à l'Amérique centrale || Producción y politica en Centroamérica

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Presses Universitaires du Mirail

Producción y politica en CentroaméricaAuthor(s): Samuel STONESource: Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, No. 36, Numéro consacré à l'Amériquecentrale (1981), pp. 5-21Published by: Presses Universitaires du MirailStable URL: http://www.jstor.org/stable/40852686 .

Accessed: 16/06/2014 17:54

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Producción y politica en Centroamérica PAR

Samuel STONE Universidad de Costa Rica

« El Poder habita cerca de la Necesidad ».

Pitágoras

El terrateniente volvió a llenar la copa del Coronel. Desde el fresco corredor de la residencia se extendía el bellísimo vergel floreado, meticulosamente mantenido, con una frondosa arboleda de especies orientales al fondo. El lujoso claustro era un islote en medio del océano del espigado cultivo.

« ¿ Cómo ve la situación, Jacinto ? » « ¿ Señor ? », replicó el Coronel, enfilando de nuevo sus pen-

samientos, aletargados ya por las copas, la tranquilidad del bucólico y cálido ambiente y ahora por el bienoliente almuerzo que se alistaba en la cocina.

« La política », repitió. « ¿ Cómo la ve ? ». « Pues mire Usted, Señor. Todos esos industriales están co-

giendo mucha fuerza. Me estuvieron hablando el otro día pero me hice el tonto. Como quien no quiere la cosa ».

«Jacinto. Hablemos a calzón quitado. Las cosechas de este año van a ser como nunca y los precios van a alcanzar la luna por un tiempo largo. De aquello va a haber mucho; lo que quie- ras », agregó, haciendo un familiar gesto con el pulgar y el índice. « Eso sí, como siempre, me dejas en Hacienda y en Relaciones a mi hermano y a mi sobrino. Con los demás pones a quien te dé la gana ».

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6 a de CARAVELLE

« De acuerdo, Señor. Ahorita no más estaba pensando en quién pondría a ayudarme a organizar esto ».

Los dos hombres almorzaron en silencio. Después del café y del coñac de rigor, el futuro Presidente se levantó de la mesa y dijo :

« Bueno, Señor, me marcho y muchas gracias. Ahí le mantengo informado ».

* **

El trato entre el Coronel y el terrateniente busca una interpretación - llamémosla centroamericana - de las palabras de Pitágoras. Pone de manifiesto una cuestión que no siempre es fácil explicar : ¿ Quié- nes son los que mandan ? El cuento sugeriría que en este caso son los terratenientes, lo que implicaría algún tipo de relación entre los sectores productivos de las economías por un lado y por el otro los sistemas políticos. Efectivamente dicha afinidad existe, pero se pre- senta en diferentes formas en cada sociedad del Istmo. Puede inclu- sive afirmarse que de las distintas maneras en que se utilizan los fac- tores económicos de tierra, capital y trabajo para organizar la produc- ción, depende la naturaleza del sistema político de cada una de las sociedades. El presente artículo busca analizar algunos aspectos de este curioso hecho, tratando ciertos rasgos peculiares de los regíme- nes políticos centroamericanos en torno al sufragio, las ideologías, los partidos y los tipos de gobierno propios de cada país. Ello permi- tirá concluir que en nuestros tiempos, con alarmante frecuencia se menosprecian las influencias de los complejos productivos sobre las estructuras políticas. Por tal motivo quienes pretenden gobernar fracasan en sus empeños y de ahí las convulsiones de la actualidad.

Formas de Producción y los Sistemas Políticos : Conflictos Ineludibles.

Unidades productivas, como dos haciendas de café, por exemplo, pueden proporcionar buenos rendimientos de distintas formas y las particularidades de sus modos de operación varían en función de la manera en que los propietarios se aprovechan de los factores econó- micos. Esto a su vez depende de la abundancia o escasez de los mis- mos. Si la fertilidad de la tierra es buena en la región donde se ubica una de las haciendas, no se tendrá que abonar con la misma intensi- dad que habría que hacerlo en la otra cuyas tierras fueren menos productivas. Ambos casos implicarían un uso distinto de la mano de obra. La carencia o plétora de brazos determinará, por ejemplo, en- tre muchas cosas, el grado de mecanización que se intente aplicar en uno u otro lugar; y asimismo, la disponibilidad de capital libre para

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invertir y operar también influirá en la manera de hacer funcionar las haciendas en las dos regiones. Por consiguiente, en la medida en que esos tres factores abunden o falten en un país y en tanto que se pre- senten en diferentes combinaciones, la colectividad de los producto- res tratará a cada uno de distinta forma (*).

En el caso de Centroamérica, al hablar del factor « tierra », nos refe- rimos únicamente a aquellas aptas para los cultivos de exportación. En tal sentido, El Salvador, a pesar de su pequeña extensión, ha teni- do una abundancia de ellas. Su problema agrario responde a que al acapararse la clase dirigente de las regiones para los cultivos del café y del algodón, principalmente, debido al exiguo tamaño del país, que- daron pocas áreas para ser cultivadas por las demás categorías socia- les. En el resto de Centroamérica y en grados que varían, al adueñarse las élites de las buenas tierras para los productos de exportación, toda- vía quedaron otras para los productos de consumo doméstico. Debe subrayarse que estas últimas actividades fueron relegadas a peque- ños propietarios de orígenes sociales humildes.

El aspecto puramente económico de la hacienda no es lo que real- mente interesa aquí, sin embargo. Importan más las formas de utilizar los factores, no sólo porque éstas dan lugar a los valores y a las bases socio-económicas que permiten el funcionamiento del sis- tema político de cada nación. En un país como El Salvador, por ejemplo, la tradicional abundancia de brazos se ha traducido por un serio problema de empleo, con las consiguientes migraciones en busca de trabajo hacia países vecinos. Tal situación produce rela- ciones obrero-patronales de tirantez debido precisamente a la gran facilidad con que el patrón puede sustituir a sus peones y a la consi- guiente indiferencia de aquél en lo que concierne al bienestar gene- ral de su fuerza de trabajo (2). En Costa Rica, al contrario, donde ha existido una constante escasez de mano de obra, se han desarrollado relaciones obrero-patronales de otra índole. El patrón, necesaria- mente, debido a la gran dificultad de sustituir a un peón despedido, manifiesta un marcado interés en su fuerza de trabajo, lo que a nivel de la plantación se traduce por relaciones sociales excepciona- les (3). Volviendo al ejemplo de una hacienda de café en cada uno

(1) Para una discusión de esto véase Samuel Stone, « Las Convulsiones del Istmo Centroamericano : Raíces de un Conflicto entre Elites », en Estudios del CI APA, (San José, Lehmann, 1979) No. 1; y del mismo autor, « El Surgimiento de los Que Mandan : Tierra, Capital y Trabajo en la Forja de las Sociedades Centro- americanas », No. 5 de esta misma serie, 1980.

(2) Ibid. (3) Samuel Stone, « Los Cafetaleros », Revista de Ciencias Jurídicas, (San José,

Universidad de Costa Rica, 1969) No. 13.

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de los referidos países, se evidencian situaciones sociales distintas en complejos económicos semejantes en donde es de suponer que ambos producen rendimientos satisfactorios para sus propietarios.

Las señaladas coyunturas de El Salvador y de Costa Rica reper- cuten de manera distinta en los sistemas políticos de ambos países. En el primero, la enorme fuerza de trabajo participa poco en los beneficios de la economía. Además, hasta muy recientemente, vive y opera al margen de la política. En el segundo país el peón, debido a su escasez, es un elemento para el cual existe una gran demanda, que se traduce no solamente por condiciones de vida relativamente más aceptables para él, sino además por una más halagadora parti- cipación en la política. Esto explica la existencia de un ambiente más propicio en el primer país para la lucha de clases que el mundo pre- sencia hoy en día.

El problema real que se discute aquí es el de la legitimación de la autoridad. En resumidas cuentas la abundancia de los factores de producción en El Salvador ha llevado al patrón en aquel país a meno- spreciar el aspecto humano de su fuerza de trabajo. El resultado ha sido el surgimiente de una población trabajadora altamente resen- tida con una marcada tendencia a cuestionar la legitimidad de su realidad económica y social. Bajo tales circunstancias los que man- dan deben buscar formas, a través del sistema político, de justificar su propia posición ante los ojos del resto de la población. Una de las mejores maneras de lograr esto es mediante la institución del sufra- gio; pero como se verá enseguida, en los países del Istmo éste desem- peña distintos papeles que también pueden relacionarse con la dis- tribución de los factores económicos (4).

Un Paliativo de Los Que Mandan : el Sufragio. De la relación que guardan las maneras de utilizar los factores de

producción, por un lado, con el grado de legitimidad acordado a los sistemas políticos centroamericanos por sus respectivas pobla- ciones por el otro, dependerá la función de la institución del sufra- gio. El procedimiento electoral es un « medio de legitimar la desi- gnación de una persona para ocupar un cargo de autoridad » (5). Este concepto, sin embargo, no dice mucho sobre el lugar que ocupan las elecciones en una sociedad determinada. En la historieta con la cual se inicia el presente artículo, el sufragio obviamente estaba supedi-

(4) Stone, Op. Cit., 1979.

(5) W.J.M. Mackenzie, « Elecciones : sus Funciones », en Enciclopedia Inter- nacional de las Ciencias Sociales, (Madrid, Aguilar, 1972) Tomo 4, pp. 163-164.

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tado a consideraciones de una decisión ya tomada antes del almuerzo. Empero, las elecciones pueden desempeñar otras funciones bajo dis- tintas circunstancias.

Hemos sugerido que en Centroamérica las elecciones guardan una estrecha relación con la utilización de los factores de produc- ción. Puede conceptuarse ese aprovechamiento en términos de más racional y equilibrado o bien, al contrario, de más irracional y des- equilibrado. En el primero de los casos, que podría ser el de Costa Rica, encontramos que a pesar de que exista mucho campo para me- jorar las condiciones de vida, la tierra y el capital están relativamente mejor distribuidos y el obrero siente por lo general una oportunidad de participar más merecidamente en los beneficios de la economía. Esto, como se ha visto, responde en una gran medida a la relativa escasez en esa nación de los mencionados factores. Si esto bien im- plica una producción menos lucrativa, a la vez se traduce por la existencia de una amplia proporción de la fuerza de trabajo nacional que puede vivir bajo condiciones más aceptables que las de sus con- trapartes en El Salvador. Los que mandan, por lo tanto, no necesi- tan utilizar la institución del sufragio para legitimar su autoridad tanto como para constituir un gobierno.

El empleo de los factores es más irracional y desequilibrado en El Salvador, donde la tierra y el capital están excesivamente concen- trados en manos de los que mandan. Estas coyunturas junto con la abundancia de brazos no le permite a las masas entrever posibilida- des halagadoras de una participación en los beneficios de la econo- mía. Bajo tales circunstancias las elecciones buscan legitimar ante los ojos de la población, componendas como la de la historieta al principio de este artículo. Un esquema podría presentarse de la si- guiente manera :

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Ap Equilibrio en uso Función del A isrs. isa? •*■* Î A

Más Menos Legitimar Guatemala A a Gobierno El Salvador

A Honduras Nicaragua Costa Rica

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No debe perderse de vista que detrás del proceso del sufragio están los que mandan a través de la producción. Lo fundamental es que la producción se realiza de distintas maneras, según la disponibilidad

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y el uso de los factores económicos, lo que repercute sobre los sis- temas políticos y hace variar la función del sufragio. Pero la produc- ción repercute de otras maneras sobre los sistemas políticos. Una de éstas es mediante la relación que guarda con las ideologías y esto conviene analizarlo.

La Producción y las Ideologías : Riqueza, Estabilidad y Dictadura.

Volvamos de nuevo nuestra atención a la historieta. Si ella, como se ha señalado, sugiere que son las consideraciones económicas las que promueven los movimientos políticos, sería importante conside- rar este postulado en mayor detalle. Las páginas de la historia cen- troamericana hablan de constantes luchas entre conservadores y liberales en torno a aparentemente trascendentales cuestiones ideo- lógicas. Durante el siglo XIX fueron los temas eclesiásticos y la malograda Confederación, entre otros. Por ellas pasan liberales que como Francisco Morazán y Justo Rufino Barrios, soñaron en (y murieron por) una unión centroamericana; surgen conservadores que como Rafael Carrera Turcios, cuyas actuaciones dominaron el panorama durante 42 años, combatieron con tenacidad ese mismo concepto. Si Pitágoras tenía razón y si el poder realmente habita muy cerca de la necesidad, ¿ podrá ser que verdaderamente los cali- ficativos ideológicos en la política istmeña no han sido más que multifacéticos disfraces de una multitud de grupos productivos com- pitiendo entre sí por establecer sus residencias a la par del poder ?

Para explorar alguna manera de contestar esa pregunta y traerla al presente, sugiramos que los que mandan poseen el común deseo de organizar la producción bajo condiciones óptimas de estabilidad política. Ello implicaría que entre mayor la posibilidad de amasar fortuna en un país, más fuerte será el empeño de asegurar esa esta- bilidad. Significaría además que en el caso de los países centroameri- canos, debido a razones ya expuestas (6), existe una mayor posibilidad de encontrar una tranquilidad política duradera en el norte que en el sur. Decimos esto ya que en los países septentrionales los facto- res de producción han existido con la abundancia para permitir hacer fortuna, mientras que en la parte meridional ha habido carencia de ellos. Por ello, los que han mandado en el norte han tendido más a buscar la estabilidad política, y esto lo han hecho a través de la dicta- dura.

La historia de Guatemala, por ejemplo, se escribe fundamentalmente en términos de cuatro dictaduras que han operado durante casi 100 de

(6) Stone, Op. Cit., 1979 y 1980.

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sus 150 años de vida independiente (7). Por haber sido la capital colo- nial y por haber ejercido su hegemonía sobre los otros países durante tan largo tiempo, en el transcurso del siglo XIX dos de los referidos dictadores (8) fueron manipuladores de dictaduras en los otros países del Istmo. Así, Carrera patrocinó la jefatura de Francisco Malespín y de Francisco Dueñas de El Salvador. Justo Rufino Barrios fue la fuerza motriz de las dictaduras de Zaldívar en El Salvador y de Marco Aurelio Soto y de Luis Bográn Baraona (9) en Honduras. En todos los países ha habido gobiernos totalitarios, pero más en el norte que en el sur (tal como se demuestra en el Cuadro I) precisamente por las mayores posibilidades de hacer fortuna en la primera región que en la segunda.

Lo más significativo de las dictaduras, empero, es que un examen de su naturaleza hace resaltar otro de los efectos de los factores de producción sobre los sistemas políticos centroamericanos. Costa Rica, que solamente ha conocido la dictadura de Tomás Guardia Gutiérrez (1870-1882), ha vivido largos períodos de estabilidad, no a través de hombres fuertes, sino mediante agrupaciones más o menos organiza- das de descendientes de las familias tradicionales de la época colonial. Estas han surgido en torno a ideologías que han variado durante la historia del país. Así, en el período de gobierno de 22 años del dicta- dor Estrada en Guatemala (aproximadamente hacia la misma época en que Zelaya fue dictador en Nicaragua), en Costa Rica ejerció el poder (durante 34 años) un grupo denominado el Olimpo. ¿ Y qué fue el Olimpo ? Fue un conjunto de hombres salidos de familias de gran abolengo, quienes participaron en la política directamente, im- pulsados por una doctrina neo-liberal que logró desplazar al liberalis- mo tradicional. Asimismo, coincidiendo más o menos con las dictadu- ras de Ubico Castañeda, Hernández Martínez, Carias Andino y Somoza García durante largos años en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, respectivamente, en Costa Rica gobernó y sigue gobernan- do una serie de partidos de tendencia colectivista cuyos miembros han salido de las referidas familias de la época colonial (10).

(7) Fueron éstos Rafael Carrera Turcios, Justo Rufino Barrios, Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico Castañeda. La afirmación de que gobernaron como dicta- dores durante casi un siglo incluye, además de sus períodos legal o generalmente reconocidos, la totalidad de sus épocas de influencia.

(8) Carrera y Barrios. Véase nota anterior. (9) Simplemente a manera de paréntesis, el abuelo de Luis Bográn fue un

militar francés (Romain Beaugrand) que casó con una mujer de ascendencia costarricense (Agustina Bonilla) radicada en Honduras.

(10) Véase Samuel Stone, La Dinastía de los Conquistadores, (San José, EDUCA, 1975).

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¿ Cómo puede explicarse este fenómeno ? Volvemos a los factores de tierra para los productos de exportación, de capital y de trabajo. En los países donde abundaron esos elementos (los del norte del Istmo), los que mandan, es decir, los descendientes de la antigua hidalguía colonial dedicados a la gran exportación, adquirieron una función económica - la de hacer dinero - y delegaron la función política a gentes salidas de otros estratos sociales. En Costa Rica, donde nunca ha habido abundancia de esos factores, las contrapar- tes de las mismas grandes familias se dedicaron a la función política directamente, ejerciendo cargos públicos de toda índole. De ahí que ellos mismos se organizaran en agrupaciones ideológicas que por una gama de razones fueron dividiéndose en partidos, frecuente- mente opuestos entre sí.

Pero si en el caso de Centroamérica puede observarse que la posi- bilidad de hacer dinero aumenta la tendencia a la dictadura, tam- bién puede decirse que los partidos políticos que han surgido res- ponden más a intereses económicos que a consideraciones ideológi- cas. Este punto debe explorarse en mayor detalle (n).

La Producción y el Cambio : Nuevos Productos, Nuevos Partidos. La idea podría aplicarse a cada país del Istmo haciendo una rela-

ción entre el auge y el ocaso de los principales productos de exporta- ción, por un lado, y las tendencias ideológicas de los partidos en el poder, por el otro. Quizás una de las mejores maneras de ilustrar el concepto sea mediante las grandes reformas liberales de la segunda mitad del siglo XIX. « Las bases sociales de sustentación de (dichas reformas fueron) los sectores oligárquicos vinculados a la exporta- ción de materias primas. El objeto fundamental de (ellas fue) la modernización de las estructuras económicas y sociales, con vistas a facilitar las economías de exportación » (12).

Puede hacerse referencia a la Guatemala de Rafael Carrera Tur- cios y de su sucesor, Vicente Cerna, quienes como se ha dicho, diri- gieron los destinos del país durante más de cuatro décadas defen- diendo causas conservadoras. Los principales productos de exporta- ción en esos años fueron la grana y el añil, y como consecuencia de ello, ambos Presidentes se habían apoyado en los grupos producto-

(11) Para discusiones sobre este punto, véase Ralph Lee Woodward, Jr., Central America: A Nation Divided, (New York, Oxford University Press, 1976) p. 149. Véase también Ciro Flamarión Cardoso y Hector Pérez Brignoli, Centro América y la Economía Occidental, 1520-1930, (San José, Editorial Universidad de Costa Rica, 1977).

(12) Cardoso y Pérez, Op. Cit., p. 295. Estos distinguidos autores recalcan el verdadero significado de esas reformas para el Istmo.

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res de esos cultivos. Al descubrirse los colorantes artificiales y al producirse un ocaso de los productos tradicionales, tanto Carrera como Cerna reconocieron la necesidad de otra solución que, como ya lo había demostrado el caso de Costa Rica, hubiera podido ser el incipiente cultivo del café. Pero ninguno podía « llevar a cabo una decidida política de reformas, sin la cual el café no (hubiera alcanzado) su desarrollo pleno..., porque ello (hubiera significado) sacudir en profundidad las bases mismas del poder. La revolución liberal de 1871 (que llevó) al poder a García Granados y (poco des- pués) a Justo Rufino Barrios, realizó las reformas necesarias » (13).

Por lo tanto, un sistema político conservador y anti-unionista, que se sustentó en el poder a través de grupos productores del añil y de la grana, perdió su posición ante el surgimiento de grupos cafetaleros que apoyaron a un sistema político liberal y unionista de Barrios.

La relación entre cambio y producción, utilizando este mismo ejemplo, puede analizarse con mayer detalle. ¿ Porqué, entre los que mandan, se era unionista y liberal o bien separatista y conser- vador ? La respuesta no es fácil, pero guarda una relación con cues- tiones económicas. Al acaecer la Independencia, en todos los nuevos países Centroamericanos, con la excepción de Costa Rica, existían élites económicas dedicadas a actividades tradicionales tales como la ganadería, la minería, el añil y la grana, entre otros. Dichas agru- paciones, cuyos miembros eran descendientes de la antigua hidal- guía colonial, por lo general se identificaban con una ideología conservadora. Sus opositores, los liberales, provenían de la mismas familias, pero debido a complicados procesos de diferenciación no participaban en la producción con la misma intensidad que sus parientes conservadores.

En pos de una solución a su problema, los liberales determinaron que los mercados centroamericanos, tomados individualmente, eran demasiado pequeños para que las empresas marítimas trajeran mer- caderías europeas con suficiente frecuencia. Precisamente por ello, los fletes eran muy elevados (14). Puede confirmarse esto en el Cua- dro 2, donde se observa la poca cantidad de buques que llegaron a los puertos del Istmo hacia mediados del siglo XVIII.

Aunque no disponemos de datos, es de suponer que el tráfico disminuyó hacia finales de la época colonial, ya que la pobreza del área hacia la época de la Independencia fue notoria. La solución

(13) Ibid., p. 175. (14) Ibid., p. 205. Esto fue tomado de Rafael Heliodoro Valle, Pensamiento Vivo

de José Cecilio del Valle, (San José, EDUCA, 1971) pp. 117-119.

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CUADRO 2

MOVIMIENTO DE BUQUES EN CENTROAMÉRICA (1734-1749)

AÑO BUQUES 1734 7 1735 7 1736 3 1737 2 1738 - 1739 7 1740 10 1741 6 1742 2 1743 5 1744 6 1745 1 1746 4 1747 4 1748 2 1749 3

Nota : el promedio anual fue de 4.3 buques (69 en 16 años).

Fuente : Manuel Rubio Sanchez, Comercio Terrestre De y Entre las Provincias de Centro América, (Guatemala, Editorial del Ejército, 1973) pp. 338-364.

lógica para los que no participaban en los frutos de la producción a pesar de ser descendientes de las mismas familias de la hidalguía colonial, fue pensar en crear un mercado más interesante que les abriera posibilidades otras que las tradicionales. Esto podía hacerse mediante una unión de las cinco repúblicas, para así estimular mayores actividades comerciales y de otra índole. De ahí el surgi- miento del movimiento liberal.

En lo que a la penetración del café en Guatemala concierne, inclusive hay indicios de que hacia finales del gobierno de Cerna, « los grupos mercantiles de la ciudad trataban ya de establecer una alianza con los cafetaleros emergentes » (15). Por lo tanto, se entrevé

(15) Ibid., p. 175.

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que la verdadera diferencia entre liberales y conservadores estribó en el hecho de que los primeros exigieron una transformación estructural que abriera campo para la nueva expansión agrícola, mientras que los segundos temían que esto podría ser a expensas de sus propias actividades (16).

Algo parecido se observa con el café en El Salvador. Las tierras adecuadas para este grano estaban situadas en las zonas más pobladas, « lo que limitaba su oferta (17), y como en Guatemala, sólo una reforma liberal en el sentido ya discutido pudo remover los obstáculos al cultivo ». Esta reforma se produjo bajo la presidencia de Zaldívar (1876-1885) quien actuó, dicho sea de paso, bajo la influencia manifiesta de Barrios en Guatemala (18). El café consolidó en El Salvador una poderosa oligarquía con un firme control sobre el sistema económico y político (19).

En Honduras, al igual que en los otros países, la reforma liberal buscó remover los obstáculos al desarrollo de una economía de exportación. Esta se había caracterizado por su falta de integración a los mercados mundiales. Las reformas, ante las actividades tradi- cionales de la exportación de madera (por ingleses) y la ganadería, abrieron las puertas para la minería gracias a importantes concesio- nes estatales, principalmente a extranjeros. Ello se dio bajo la presi- dencia de Marco Aurelio Soto (1876-1883) y continuó con el General Luis Bográn Baraona (1883-1891). Ambos llegaron a ser fuertes accio- nistas en las empresas i20).

El caso de Nicaragua es menos claro que los tres anteriores, ya que el café no llegó a desplazar a la tradicional actividad ganadera (21). La minería ha ocupado durante casi toda la vida del país el primer lugar. El problema que se presenta al tratar de relacionar las actividades económicas con los partidos es la enorme fragmentación del poder.

Costa Rica es el único de los cinco países que no presenta un patrón parecido a los demás, y las razones son claras. En primer tér- mino, debido a su mayor pobreza durante la época colonial (22), no « heredó »actividad económica alguna salvo la agricultura de sub- sistencia. Por ello, sus primeros gobernantes después de la Indepen- dencia dedicaron todos sus esfuerzos a la búsqueda de algún pro-

(16) Ibid., p. 206. (17) Ello explica las crueles persecusiones de los indígenas para que la élite

económica pudiera ocupar sus tierras. (18) Cardoso y Pérez, Op. Cit., p. 176. (19) Ibid., p. 273. (20) Ibid., p. 285-289. (21) Ibid.. (22) Stone, Op. Cit., 1975.

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dueto que le permitiera al país salir de su estancamiento. En se- gundo término, el café fue introducido muy tempranamente (hacia 1830) con respecto a los otros países y fue el producto que susti- tuyó a la agricultura de subsistencia. Su auge fue tal que un gran número de las familias descendientes de la antigua hidalguía colonial se dedicaron al cultivo. Por ello la revolución liberal que se produjo con el General Tomás Guardia Gutiérrez en 1871 no reviste el mismo significado que las demás revoluciones liberales centroamericanas de la época. Por la misma razón no es posible relacionar actividades eco- nómicas con partidos políticos, con claridad, sino hasta muy recien- temente, con el surgimiento del sector industrial a raíz del estable- cimiento del Mercado Común en 1960. Este punto amerita nuestra atención ya que constituye un más reciente elemento de juicio del problema en discusión.

En prácticamente todas las repúblicas centroamericanas de nues- tros tiempos, los pueblos son testigos de graduales pero significati- vos cambios de posiciones económicas y políticas de las élites. La hondurena parece haber perdido su preponderancia ante la crecien- te participación extranjera en la economía. Algo similar pareciera es- tar produciéndose en El Salvador, donde el árabe cobra cada día mayor fuerza en el auge comercial e indistrial. En Costa Rica, en lo que concierne a estos nuevos grupos que surgen en la economía y en la política, todavía más importante que los árabes (que son principal- mente libaneses) son los judíos asquenasitas, aunque éstos no despla- zan a la élite tradicional. Se mencionan estos casos con el afán de subrayar el elemento de cambio imperante en la atmófera, y una de las mejores maneras de apreciar esto es el ejemplo de Costa Rica y su participación en el Mercado Común.

A raíz de la revolución de 1948 y el consiguiente surgimiento del Partido Liberación Nacional, la élite cafetalera vio un cambio brus- co en su posición hegemónica tradicional en el país. Este nuevo partido, que desde 1953 ha triunfado en la mayoría de las campañas electorales, con excepciones, ha representado a agrupaciones general- mente no vinculadas con el cultivo del café. Por tal motivo, tierra, capital y trabajo ha significado para ellos otra cosa. Así, por ejem- plo, el cafetalero, que siempre ha tenido que enfrentar el problema de la falta de brazos (23), vio en la industria otro contendiente para la escasa mano de obra. Por ello, al hacerse los últimos preparativos para el Mercado Común y al cambiar en 1958 la administración po- lítica para volver a representar a los cafetaleros, el nuevo gobierno se

(23) En 1978 así como en 1980, se adelantaron las vacaciones escolares, no por primera vez, para que los estudiantes pudieran coger café.

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opuso categóricamente al ingreso de Costa Rica (24). Las razones seña- ladas para la negativa hacían hincapié en la posición desventajosa de Costa Rica con respecto al resto de Centroamérica, debido a dife- rencias en el costo de la mano de obra. Entre líneas, empero, se perfilaba el temor del cafetalero costarricense de tener que traba- jar en una posición difícil en relación con las otras élites del Istmo. Cuando en 1962 volvió al poder el Partido Liberación Nacional, sus dirigentes no vacilaron en ingresar al Mercado. El punto a subrayar es que este cambio de posición de Costa Rica obedeció al cambio de intereses de sus élites políticas.

Al llegar Costa Rica a formar parte del Mercado Común, empeza- ron a producirse en ese país significativos cambios de índole econó- mico, político y social, pero huelga decir que a partir de ese momen- to, al pensar en tierra, capital y trabajo, se pensaba más en la activi- dad industrial que en la agricultura. Adquirían esos factores otro significado. Tierra ya no era tanto para el cultivo de los productos tradicionales de exportación, sino para otros productos envasables, como tomates, espárragos y garbanzos. Este cambio dotaba de mayor trascendencia económica a campesinos y a otros grupos no cafeta- leros. Capital ya no significaba tanto una riqueza basada principal- mente en la posesión de la tierra, sino en liquidez. La liquidez era necesaria porque abría las puertas de la industria a sectores no cafetaleros, sobre todo con crédito bancario aunque también con ganancias acumuladas de otras actividades. Trabajo ya no impli- caba el paternalismo tradicional del café, sino que ahora hacía per- filarse relaciones impersonalistas (25) donde todas las partes tenían derechos según la ley y donde se vislumbraba el sindicato industrial como elemento importante en la organización laboral.

En Costa Rica esto significó el surgimiento de grupos no tradicio- nales a través de la industria. Entre los más importantes (sin contar a los norteamericanos y a los japoneses) fue el de los comerciantes que habían llegado al país a raíz de la actividad cafetalera hacia fina- les del siglo XIX y principios del XX y que posteriormente se dedi- caron a la industria; los segundos en relevancia llegaron a ser los judíos asquenasitas y luego los libaneses. A través de esta nueva actividad industrial las tres agrupaciones lograron establecer su iden- tidad económica y con celeridad esto fue seguido por su participa- ción en la política. En Honduras pudo surgir de manera notoria el

(24) La nueva administración fue la de Mario Echandi Jiménez en 1958. (25) Para una descripción véase Richard N. Adams, « Rural Labor », en John

J. Johnson (ed.), Continuity and Change in Latin America, (California, Stanford University Press, 1978) p. 69.

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árabe, entre ellos libaneses y sirios, hasta el punto de casi comple- tar el desplazamiento de las familias descendientes de la hidalguía colonial, y algo parecido aunque no con la misma intensidad ocurrió en El Salvador. Podría inclusive decirse que llegó a establecerse un baluarte israelita en Costa Rica y otro árabe en Honduras y en El Salvador. Decimos esto porque al lanzarse en 1978 como candida- tos a la Presidencia de Costa Rica el costarricense de origen liba- nes Miguel Barzuna Sauma y Luis Alberto Monge Alvarez, casado con una asquenasita, hubo especulación sobre las intenciones árabes e israelitas de establecer su hegemonía en Centroamérica (26). En otras palabras, a raíz de los cambios en el significado real de tierra, capital y trabajo, pudieron surgir en todo el Istmo, en la economía y en la política, grupos minoritarios que bajo el sistema tradicional del agro, nunca hubieran sido tomados en cuenta para los puestos políticos de importancia.

Distribución sin Producción : ¿ Nuevos Rumbos para la Política ?

Hasta aquí se ha hecho un breve análisis de ciertas relaciones entre formas de producir en los países controamericanos, y tipos de gobierno, entre otras cosas. En tiempos recientes el mundo ha sido testigo de grandes convulsiones en el Istmo : cambio en el status del Canal de Panamá; la caída de Somoza; sangrientas luchas en El Salvador y en Guatemala y otros. Lo discutido está íntima- mente relacionado con todo esto y podría resumirse la situación diciendo que muy pocas personas entre los que mandan parecen haber tomado en cuenta las relaciones mencionadas. Es más : entre los mismos grupos, el propio concepto de la producción como ele- mento de base de una sociedad parece haber sido olvidado. Conviene detenernos en esto.

En lo que a la producción atañe, en toda la América Latina de nuestros tiempos ha existido una marcada tendencia política a re- distribuir la riqueza nacional, pero sin tomar en cuenta adecuada- mente la importancia de producir. El Perú presenta un excelente ejemplo de esta idea. El régimen militar que asumió el mando de aquella nación en 1968 acaba de aprender, en 1980, que los verdade- ros problemas políticos empiezan con el descubrimiento que no queda nada para redistribuir. A la sucesión de gobiernos militares le tomó casi trece años para asimilar esa lección y para la mala suerte del resto de la población, esto no ocurrió sino hasta años después

(26) Esta idea fue publicada en el Miami Herald y en varios periódicos de Costa Rica poco antes de las elecciones.

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de que aquellos quienes sabían organizar la producción, habían per- dido sus empresas y habían huido del país. Ello explica las súplicas de las fuerzas armadas para atraer de nuevo al capital productivo con promesas de devolver las propiedades confiscadas (27).

Este mismo problema con la producción parece estar ocurriendo en la mayoría de los países centroamericanos, pero por razones que varían. Dos casos notables son Nicaragua y El Salvador, donde en el afán político de redistribuir de la noche a la mañana todo lo que históricamente ha estado altamente concentrado entre las ma- nos de pequeñas oligarquías, los dirigentes parecen haberse olvi- dado de la producción.

Algo parecido ocurre en Costa Rica pero por otro motivo. En ese país, debido a la señalada escasez de tierra, capital y trabajo, al dedicarse los que mandan a la función pública, nació una fuerte tendencia a desarrollarse un Estado Benefactor. Este hoy compren- de también a categorías sociales medias e inferiores y se extiende con asombrosa y asustante rapidez, apoyándose en una base produc- tiva decreciente (28). En resumidas cuentas, el Estado Benefactor, que promueve un régimen inflacionario endémico, no representa más que otra manera de redistribuir la riqueza sin producir.

Por todo lo anterior en el Istmo surgen onerosas nubes en torno a la producción y a la política. Ello acarreará graves problemas a corto y a largo plazo. Las soluciones para los dirigentes parecieran ser el endeudamiento externo o bien simplemente tender la mano hacia el norte. Existen hoy muchas indicaciones de que en este sentido las cosas no continuarán como en el pasado. La solución es pensar más en el concepto de la producción. En el caso concreto de Costa Rica es indispensable empezar a vivir dentro de sus medios ade- más de producir. Las poblaciones norteñas deben buscar un equi- librio entre redistribución y producción, pero para lograr esto es preciso corregir el desbarajuste provocado en los sistemas políticos por las formas en que « los que mandan » organizan la producción. Lo último es uno de los principales obstáculos al desarrollo de los países septentrionales del Istmo. De lo contrario, el Jacinto de nues- tra historieta tendrá que dar la cara a poblaciones crecientemente irritables y quejumbrosas y se cansará de bailar todos los días con la más fea. El gran problema de Jacinto es que no sabe producir y en esto « los que mandan » tienen que meter la cuchara.

(27) Stone, Op. Cit., 1979. (28) Samuel Stone, «The Turmoil of Costa Rican Politics: Can Production

Continue Supporting the Welfare State?», Caribbean Review, Vol. IX, No. 2, (Miami, Florida International University, 1980).

(29) Ibid.

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BIBLIOGRAFIA

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