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“Nuestros 20 céntimos son el parque de Estambul” El País

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Demandas sociales en Brasil

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INTERNACIONAL

FRANCISCO PEREGIL São Paulo 18 JUN 2013 - 06:17 CET 404

Rousseff: "Las manifestaciones

PROTESTA SOCIAL EN BRASIL »

“Nuestros 20 céntimos son el parque de Estambul”Los participantes en la protesta ven la subida del transporte como un pretexto para luchar por una

sociedad más justa

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Salieron de Facebook y tomaron las

calles de Brasil como no se recordaba

desde la época en que terminó la

dictadura (1964-1985) cuando el

pueblo exigía democracia, y desde

los reclamos a favor de un juicio

político contra el presidente Fernando

Collor, en agosto de 1992. Lo que

comenzó este viernes 14 de junio en

São Paulo como un movimiento contra

la subida de la tarifa del transporte

público derivó el lunes en un grito

histórico de indignación: cien mil

personas en Río de Janeiro, 65.000

en São Paulo y decenas de miles en Brasilia, Maceió, Porto Alegre, Fortaleza, Salvador,

Vitória, Curitiba, Belém y Belo Horizonte. En total, más de 240.000 ciudadanos, sin ningún líder

visible, ni ninguna organización dominante, clamaron contra la mala gestión del transporte, la

corrupción y la violencia policial, entre otras cuestiones.

Por encima de las pequeñas escenas aisladas de violencia, la noticia fue el orden y la paz con

la que discurrieron las marchas. En Río de Janeiro un grupo de manifestantes invadió la

Asamblea Legislativa. En São Paulo, otro pequeño grupo fue repelido por las fuerzas de

seguridad cuando intentaron invadir el Palacio de de Gobierno. En Porto Alegre, la policía tuvo

que dispersar con gas a varios manifestantes que apedrearon a los agentes. En Brasilia,

decenas de manifestantes tomaron durante varios minutos el tejado del Congreso. Pero nada

de eso logró empañar la estampa de cientos de miles de personas caminando pacíficamente

por las principales capitales del país.

En São Paulo, donde se produjeron el mayor número de heridos y detenidos el pasado jueves, la policía se mantuvo a un

prudente distancia y con escasísima presencia, mientras los manifestantes coreaban: “¡Que coincidencia, no hay policía y no

hay violencia!". Había cientos de manifestantes, filmando, fotografiando, tuiteando todo lo que sucedía ante sus ojos. Y miles

de ellos portaban cartulinas blancas, minipancartas, con pequeños mensajes dirigidos al mundo.

En las cartulinas había de todo. Desde el clásico “haz el amor y no la guerra” hasta “libertad

para [Julian] Assange”, escrito en inglés; “No venga al Mundial”, también en inglés; “Disculpen

las molestias, estamos mudando el país”; “No son los céntimos, son los derechos”; “Si algún

céntimo fuera para educación, yo no estaría aquí”; “Por una vida sin tornos [en referencia a los

del metro]”; “el transporte no es mercadería”; “Hace ocho meses éramos electores. Ahora

somos vándalos; “Estamos luchando por usted”. Entre los cánticos de São Pablo el más

repetido, acompañado por decenas de tambores en un ambiente plenamente festivo, fue el

que invitaba a salir a la calle contra la subida de las tarifas en el transporte.

Diez días, más de 100 heridos y 230 detenidos después de su

primera marcha en Sao Pablo, el Movimiento por el Pase Libre, que

Imagen aérea de la protesta en Río. / VÍDEO: AP-LIVE! / FOTO: EFE

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pacíficas son legítimas"

EFE

La presidenta brasileña, Dilma

Rousseff, calificó como

"legítimas" las manifestaciones

que congregaron hoy a miles

de personas en diferentes

ciudades del país para

protestar por diferentes

razones, principalmente por el

alza en las tarifas de transporte

público, según portavoces

oficiales.

"La presidenta Dilma Rousseff

considera que las

manifestaciones pacíficas son

legítimas y propias de la

democracia", afirmó la ministra

de la Secretaría de

Comunicación Social de la

Presidencia, Helena Chagas,

en declaraciones a periodistas

para dar a conocer la posición

de la mandataria sobre las

protestas.

De acuerdo con Chagas, la jefe

de Estado considera que "es

propio de los jóvenes

manifestarse".

La mayoría de los participantes

son estudiantes de secundaria

y universitarios, convocados a

través de las redes sociales en

internet.

Según fuentes oficiales,

Rousseff está al tanto de las

movilizaciones en las diferentes

ciudades del país y al

comienzo de la noche se reunió

con su ministro de Justicia,

José Eduardo Cardozo, para

tratar el asunto.

reclama el acceso gratuito al transporte público, ha hecho historia en

el país. Pero ahora, las razones de la protesta son más vagas y

ambiciosas. Cuando se pide a los entrevistados escoger una sola

razón entre todas las que le han llevado a la calle, la respuesta casi

nunca surge al instante. Pero termina llegando.

“Yo me manifiesto por los derechos humanos de los indígenas, de los homosexuales, de las

minorías”, explica la activista Rebeca Lerer, de 36 años. “El aumento de la tarifa es sólo la

gota que colmó el vaso”, añade. “Fuera de Brasil se dice que está todo bien, todo lindo,

pero la cuestión de fondo es que no estamos solucionando los problemas históricos de

desigualdad”.

Rebeca Lerer cree que la gestión del transporte en la ciudad más

poblada de Brasil, con 11 millones de habitantes, fomenta esa

“desigualdad histórica”. “La mayor parte de los recursos se destinan

a la industria del automóvil y se deja a un lado el transporte público. El

tráfico es un caos, mucha gente tarda tres y cuatro horas en llegar a

su trabajo. Y entre las doce y las cinco de la mañana no hay

transporte. En la periferia hay como islas de gente que nunca viaja al

centro, porque para ellos trasladarse es un lujo. La ida y la vuelta

desde casa al trabajo cuestan seis reales diarios (2,1 euros). Eso ya

es mucha plata para muchos. Con esas condiciones, ¿cómo se

puede permitir una subida?”.

“Los 20 céntimos de aquí son el parque de Estambul”, explica un

grafitero de São Paulo, en referencia a las protestas que se

desencadenaron en Turquía por la construcción de un centro

comercial sobre un parque adyacente a la plaza de Taksim. “Yo

llevaba varios años pintando grafitis en contra de las subidas”, añade

el citado grafitero, quien prefiere no revelar su nombre. “Hace unos

tres años, cuando subieron el precio a tres reales ya dije que era un

robo. También pinté hace cuatro años contra la forma en que se

estaba gestionando el mundial. Se está llevando por debajo de la

mesa, sin transparencia. Y escribí en un gran muro donde decía que

si se jugase la Copa de la Corrupción, Brasil ya la habría ganado.

Pinté también muchas veces la frase ‘Vamos a las calles’, porque

Facebook no basta. Y de pronto la gente respondió. Hay pancartas

que decían ‘Hemos salido de Facebook”.

¿Por qué ahora? “Por dos factores: Estambul y la llegada del Mundial

en 2014”, continúa el grafitero. "Lo de Estambul empezó porque el

Gobierno pretendía destruir una plaza para construir viviendas. Y

nosotros tenemos aquí mucha más tierra verde arrasada en la

Amazonia que en toda Turquía. Así que ves a la gente de Estambul

protestando y te preguntas qué hacemos parados. Y por otro lado,

está el Mundial de 2014. Sabemos que todo el mundo nos mira y que

somos el país del fútbol. Pero no queremos ser conocidos sólo por

el fútbol”.

Su amigo y compañero militante en la tarea de difundir la protesta por

las redes sociales, el fotógrafo Rafael Vilela, responde: “Yo me manifiesto porque creo que

otro mundo es posible. Y quién sabe si dentro de unos años la gente recordará que todo

comenzó por 20 céntimos”.

“Yo me manifiesto para pedir respeto”, añade el economista Caio Tendolini, de 28 años. “Hay

falta de respeto de la comunidad religiosa a los gais. Y también de ciertas organizaciones gais

que afirman que todos los evangélicos son racistas y homófobos. Hay falta de respeto hacia

las mujeres que quiere abortar. Y el Congreso pretende aprobar un proyecto donde se prohíbe

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el aborto incluso en caso de violación. No se respeta a los pueblos indígenas porque se

pretende destruir su hábitat en la selva para construir la presa hidroeléctrica de Belo Monte…”

Esta semana la revista brasileña Veja se preguntaba de forma irónica en su portada:

“¿Después del precio de los billetes, llegará el turno para la corrupción y la violencia?” “Eso es

lo que nos critican los medios de la derecha”, señala Caio Tendolini. “Ellos atacan al Gobierno

por la corrupción y la inseguridad. Y pretenden ridiculizar la protesta. Pero reclamar que no

suba el precio del transporte es algo tangible, concreto. Acabar con la corrupción, no”.

La ineficiencia del autobús más caro del mundo

MARÍA MARTÍN | SÃO PAULO

Una frase se ha popularizado en Brasil en el último año: “Imagina en la Copa”. Se oye

frente a los cajeros automáticos cuando dejan de funcionar en el Carnaval carioca, en los

aeropuertos colapsados cuando un par de vuelos son cancelados y, sobre todo, en las

multitudes que se agolpan en el transporte público de la ciudad más grande del país.

Las manifestaciones que agitan São Paulo suman causas cada día, pero tienen el

transporte público como bandera, como ejemplo de un servicio público caro e ineficiente.

Aventurarse a ir en hora punta garantiza aglomeraciones, filas, averías y horas de tráfico.

El metro, aunque es nuevo y funciona relativamente bien, cuenta con pocos kilómetros y

los autobuses no tienen capacidad para sustituirlo. El coche tiene prioridad.

Cada día, 4,5 millones de viajeros toman el autobús en una ciudad de casi 11 millones de

habitantes. El número de usuarios ha aumentado un 142% desde 2003, mientras que la

flota de vehículos solo creció la mitad.

La gestión de los 15.000 autobuses se acaba de adjudicar a siete concesionarias para los

próximos 15 años por 16.000 millones de euros (el presupuesto anual de la ciudad son

14.700 millones). Un 32% estará subvencionado por el Ayuntamiento, si se mantienen las

condiciones actuales. Si no lo hiciese, dice la Secretaría de Transporte, el usuario pagaría

4,13 reales (1,45 euros) en lugar de los 3,20 reales (1,12 euros) actuales.

Aun así, el paulista paga la tarifa de autobús más cara del mundo en relación a su salario,

según un cálculo que han hecho dos economistas de la Fundación Getúlio Vargas, para el

diario Folha de S. Paulo. Mientras en Madrid el viajero tiene que trabajar 6,52 minutos para

pagar su billete, el paulista debe invertir casi 14 minutos.

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