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Noches de Tormentas - Nicholas Sparks

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Libro de Nicolas Sparks, uno de los más famosos escritores del Romance

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  • Nicholas SparksNicholas Sparks

    NOCHES DENOCHES DE TORMENTATORMENTA

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  • Para Landon, Lexi y Savannah

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  • NDICE

    Captulo 1................................................................... ..................Captulo 2................................................................... ..................Captulo 3................................................................... ..................Captulo 4................................................................... ..................Captulo 5................................................................... ..................Captulo 6................................................................... ..................Captulo 7................................................................... ..................Captulo 8................................................................... ..................Captulo 9................................................................... ..................Captulo 10................................................................ ...................Captulo 11................................................................ ...................Captulo 12................................................................ ...................Captulo 13................................................................ ...................Captulo 14................................................................ ...................Captulo 15................................................................ ...................Captulo 16................................................................ ...................Captulo 17................................................................ ...................Captulo 18................................................................ ...................Captulo 19................................................................ ...................

    AGRADECIMIENTOS............................................................ .........

    RESEA BIBLIOGRFICA.................................................... .........

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  • NICHOLAS SPARKS NOCHES DE TORMENTA

    Captulo 1

    Tres aos atrs, en una clida maana del noviembre de 1999, Adrienne Willis haba vuelto al Inn. Su primera impresin fue que no haba cambiado, como si el pequeo hostal fuese inmune al sol, a la arena y a la bruma salobre. Acababan de pintar el porche; en ambos pisos, unas contraventanas negras y relucientes flanqueaban las ventanas rectangulares de cortinas blancas, como las teclas de un piano. El revestimiento de cedro era del color de la nieve derretida. A cada lado del edificio, aves marinas se agitaban en un saludo, y la arena formaba dunas de lneas sinuosas que cambiaban imperceptiblemente con cada da que pasaba, a medida que los granos se desplazaban de un punto a otro.

    Con el sol asomando entre las nubes, el aire tena cierta cualidad luminiscente, como si hubiera partculas de luz suspendidas en la neblina; por un instante Adrienne sinti que haba viajado atrs en el tiempo. Sin embargo, al aproximarse, poco a poco empez a notar los cambios que los trabajos de restauracin no haban podido ocultar: las esquinas de las ventanas se desintegraban, el tejado mostraba rastros de xido, la humedad manchaba el contorno de los canalones Pareca que el Inn se estuviera quedando sin cuerda y, aunque saba que no haba nada que ella pudiera hacer para remediarlo, Adrienne recordaba haber cerrado los ojos como si, con un parpadeo mgico, fuese a devolverlo a lo que haba sido una vez.

    Aos despus, de pie en la cocina de su propio hogar, pasados unos meses desde que cumpli los sesenta, Adrienne colg el telfono despus de hablar con su hija. Se sent a la mesa, cavilando sobre esa ltima visita al Inn; recordando el largo fin de semana que en cierta ocasin haba pasado all. A pesar de todo lo que haba ocurrido en los aos posteriores, Adrienne an se aferraba a la conviccin de que el amor era la esencia de una vida plena y maravillosa.

    Fuera estaba lloviendo. Al escuchar el suave golpeteo contra los cristales agradeci la sensacin familiar de seguridad. Cuando recordaba aquellos das siempre la invada una mezcla de emociones, algo muy prximo a la nostalgia, aunque no era eso exactamente. La nostalgia sola teirse de un tono romntico; sin embargo, no haba ningn motivo para hacer esos recuerdos ms romnticos de lo que ya eran. Tampoco quera compartirlos con nadie; eran suyos. Con el paso de los aos haba llegado a verlos como una especie de exposicin de un museo, en la que ella era el comisario y el nico espectador. De algn modo, Adrienne haba llegado a creer que haba aprendido ms en aquellos cinco das que en todos los que haba vivido antes o despus.

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  • NICHOLAS SPARKS NOCHES DE TORMENTA

    Estaba sola en la casa. Sus hijos ya haban crecido y su padre haba fallecido en 1996; y ahora haca diecisiete aos que se haba divorciado de Jack. Aunque sus hijos la animaban a veces para que encontrara a alguien con quien pasar los aos que le quedaban, Adrienne no senta ningn deseo de hacer tal cosa. No es que estuviese resentida con los hombres; al contrario, incluso ahora se descubra de vez en cuando con los ojos puestos en un hombre ms joven en la cola del supermercado. En ocasiones esos hombres eran slo unos aos mayores que sus propios hijos, y la intrigaba qu pensaran si se dieran cuenta de que los miraba. La rechazaran de plano? O bien le dedicaran una sonrisa y encontraran cierto encanto en su inters? No estaba segura. Ni saba si era posible que mirasen ms all de su pelo gris y sus arrugas para ver a la mujer que haba sido.

    No es que lamentara haberse hecho mayor; la gente hablaba sin parar del esplendor de la juventud, pero Adrienne no deseaba volver a ser joven, de mediana edad, tal vez, pero no joven. Es cierto que echaba de menos algunas cosas: subir las escaleras de dos en dos, llevar ms de una bolsa de la compra al mismo tiempo o tener la energa suficiente para seguir el ritmo de sus nietos cuando corran por el patio; pero no las cambiaba por las experiencias que haba tenido, y stas haban llegado slo con los aos. El hecho era que, al mirar atrs, se daba cuenta de que no haba gran cosa que modificar para tener un sueo ms plcido.

    Adems, la juventud traa consigo un buen nmero de problemas. No slo recordaba los de su propia vida, sino que haba observado a sus hijos luchando contra la angustia de la adolescencia y contra la incertidumbre y el caos de los veintitantos. Y aunque dos de ellos ya haban entrado en los treinta y el tercero estaba a punto de hacerlo, a veces se preguntaba cundo la maternidad dejara de ser un trabajo a jornada completa.

    Matt tena treinta y dos, Amanda treinta y uno, y Dan acababa de cumplir los veintinueve. Todos haban ido a la universidad y eso la haca sentirse orgullosa, pues hubo un tiempo en que no estaba segura de que todos lo lograsen. Eran honrados, amables, autosuficientes y, en gran parte, eso era lo que siempre les haba deseado. Matt trabajaba como contable y Dan era comentarista deportivo en las noticias de la noche de Greenville; ambos estaban casados y haban formado sus propias familias. Cuando vinieron el da de Accin de Gracias, recordaba haberse quedado sentada y contemplar desde un rincn cmo correteaban detrs de sus nios, Y se sinti extraamente satisfecha por cmo les haba ido todo a sus dos hijos.

    Como siempre, las cosas haban sido un poco ms complicadas para su hija.Los chicos tenan catorce, trece y once aos cuando Jack se march de casa, y

    cada uno de ellos s tom el divorcio de forma distinta. Matt y Dan liberaron su agresividad en los campos de atletismo y dando guerra ocasionalmente en la escuela; por el contrario, Amanda fue la ms afectada. Como hermana mediana encajada entre dos chicos, siempre haba sido la ms sensible y, siendo adolescente, habra necesitado a su padre en casa, aunque slo fuese para escapar de las miradas de preocupacin de su madre. Empez a vestirse con lo que a Adrienne le parecieron andrajos, a andar con un grupo de gente que sala hasta tarde y a jurar que estaba

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    profundamente enamorada de al menos una docena de chicos distintos en cuestin de dos aos. Al salir de clase se pasaba las horas encerrada en su habitacin, escuchando una msica que haca temblar las paredes y sin hacer caso a las llamadas de su madre para que bajara a cenar. Hubo pocas en que durante das apenas les hablaba, ni a Adrienne ni a sus hermanos.

    Necesit algunos aos, pero finalmente Amanda encontr su camino y se asent en una vida que pareca extraamente similar a la que Adrienne tuvo una vez. Conoci a Brent en la facultad, se casaron despus de la graduacin y tuvieron dos hijos en sus primeros aos de matrimonio. Igual que muchas parejas jvenes, pasaron por dificultades econmicas, pero Brent era de una prudencia que Jack no haba mostrado nunca. En cuanto naci su primer hijo contrat un seguro de vida como precaucin, aunque no esperaban tener que necesitarlo hasta al cabo de mucho tiempo.

    Pero se equivocaron.Brent se haba ido ahora haca ocho meses, vctima de una virulenta variedad

    de cncer de testculos. Adrienne vio cmo Amanda caa en una honda depresin. La tarde anterior, cuando fue a dejar a sus nietos tras pasar unas horas con ellos, encontr las cortinas de la casa echadas, la luz del porche apagada y a Amanda sentada en el saln, con su albornoz y con la misma expresin vaca que haba mostrado el da del funeral.

    Fue entonces, de pie en el saln de Amanda, cuando Adrienne decidi que ya era hora de hablarle a su hija del pasado.

    Catorce aos. se era el tiempo que haba pasado.En aquel perodo Adrienne slo le haba contado a una persona lo que haba

    ocurrido, pero su padre se haba llevado el secreto a la tumba, incapaz de decrselo a nadie por ms que quisiera.

    Su madre haba fallecido cuando Adrienne tena treinta y cinco aos, y aunque su relacin era buena, siempre se haba sentido ms cerca de su padre. Todava segua pensando que l era uno de los dos nicos hombres que realmente la haban comprendido, y ahora que ya no estaba lo echaba de menos. Su vida haba sido como la de muchos otros de su generacin. Aprendi un oficio en lugar de ir a la universidad y estuvo cuarenta aos en una fbrica de muebles trabajando por un salario que aumentaba unos peniques cada mes de enero. Llevaba sombrero de fieltro incluso en los meses ms calurosos del verano, guardaba su almuerzo en una caja cuyas bisagras chirriaban y sala puntualmente de casa todas las maanas a las seis cuarenta y cinco para andar algo ms de dos kilmetros hasta llegar al trabajo.

    Por la noche, despus de cenar, se pona un crdigan y camisas de manga larga. Sus pantalones arrugados le daban un aspecto desaliado que se hizo ms pronunciado con el paso de los aos, sobre todo despus del fallecimiento de su esposa. Le gustaba sentarse en la butaca con la lmpara amarilla encendida detrs de l, leyendo historias del Oeste y libros sobre la segunda guerra mundial. En los

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    ltimos aos anteriores a sus ataques, sus gafas anticuadas, sus cejas espesas y las profundas lneas de su rostro le daban un aspecto ms cercano a un profesor universitario retirado que al obrero que haba sido.

    Su padre desprenda una placidez que ella siempre haba deseado emular. Habra sido un buen sacerdote o pastor, como ella pensaba con frecuencia. La gente que lo conoca por primera vez sola quedarse con la impresin de que era un hombre en paz consigo mismo y con el mundo. Tena el don de saber escuchar: con la barbilla apoyada en la mano, nunca apartaba la mirada del rostro de quien le estaba hablando, y su expresin reflejaba empata y paciencia, humor y tristeza. Adrienne hubiera deseado que estuviese all para ayudar a Amanda; tambin l haba perdido a su pareja y crea que su nieta le habra escuchado, aunque slo fuese porque su abuelo saba realmente lo duro que era soportar esa situacin.

    Un mes antes, Adrienne haba intentado, con delicadeza, hablarle a Amanda sobre el momento que estaba atravesando, pero su hija se haba levantado de la mesa sacudiendo airadamente la cabeza.

    No es como t y pap dijo. Vosotros dos no sabais solucionar vuestros problemas, por eso os divorciasteis. Pero yo quera a Brent. Siempre querr a Brent, y lo he perdido. T no sabes qu es pasar por algo as.

    Ella no contest, pero cuando Amanda abandon la habitacin Adrienne baj la cabeza y murmur una sola palabra.

    Rodanthe.

    Aunque Adrienne compadeca a su hija, estaba preocupada por los hijos de Amanda. Max tena seis aos y Greg cuatro, y en los ltimos ocho meses Adrienne haba notado cambios evidentes en su carcter. Ambos se haban vuelto anormalmente retrados y silenciosos. Ninguno de los dos haba jugado al ftbol en todo el otoo y, aunque a Max le iba bien en el parvulario, lloraba todas las maanas antes de salir de casa. Greg haba empezado a mojar la cama otra vez y le daban berrinches a la menor provocacin. Adrienne saba que algunos de estos cambios se deban a la prdida de su padre, pero tambin eran un reflejo de la persona en que Amanda se haba convertido desde la pasada primavera.

    Gracias al seguro, Amanda no necesitaba trabajar. No obstante, los dos primeros meses despus de la muerte de Brent, Adrienne se pas casi todos los das en casa de su hija, poniendo las cuentas en orden y preparando la comida para, sus nietos, mientras Amanda dorma y lloraba en su habitacin. La abraz siempre que lo necesit, la escuch cuando quiso hablar y la oblig a salir a la calle al menos una o dos horas cada da, convencida de que el aire fresco le recordara a Amanda que era posible empezar de nuevo.

    Adrienne haba llegado a creer que su hija estaba mejorando. A principios de verano Amanda haba empezado a sonrer otra vez, con poca frecuencia al principio, pero luego algo ms a menudo. Se aventur a ir a la ciudad en un par de ocasiones, se llev a los nios a patinar y Adrienne se fue apartando gradualmente de las tareas

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    que haba asumido. Saba que era importante que Amanda se volviese a ocupar de las responsabilidades de su propia vida. Adrienne haba aprendido que se poda encontrar consuelo en la rutina de la vida cotidiana, y esperaba que, al disminuir su presencia en la vida de su hija, sta tambin se viese obligada a darse cuenta de ello.

    Sin embargo, en agosto, el da del sptimo aniversario de su boda, Amanda abri el armario del dormitorio principal, vio que el polvo se acumulaba en los hombros de los trajes de Brent y de repente dej de mejorar. No se trataba exactamente de un retroceso, todava haba momentos en que pareca la de siempre; pero, la mayor parte del tiempo, pareca congelada en algn lugar intermedio. No estaba ni deprimida ni contenta, ni excitada ni lnguida, ni interesada ni aburrida por nada de cuanto la rodeaba. Para Adrienne, era como si Amanda se hubiera convencido de que seguir adelante sera empaar, de algn modo, la memoria de Brent, y como si su hija hubiera decidido no permitir que ocurriera tal cosa.

    No obstante, no era justo para los nios. Necesitaban su gua y su amor, necesitaban su atencin. Necesitaban que les dijera que todo iba a salir bien. Haban perdido a su padre y eso ya era bastante duro. Pero, ltimamente, a Adrienne le pareca que tambin haban perdido a su madre.

    Bajo el suave tono de la luz de la cocina, Adrienne consult su reloj. Le haba pedido a Dan que se llevara a Max y a Greg al cine para poder pasar la velada con Amanda. Al igual que Adrienne, sus dos hijos tambin estaban preocupados por los nios de Amanda. No slo se estaban esforzando por tener un papel activo en las vidas de los chicos, sino que casi todas sus conversaciones recientes con Adrienne empezaban o terminaban con la misma pregunta: Qu hacemos?.

    Hoy, cuando Dan se lo haba vuelto a preguntar, Adrienne le haba asegurado que hablara con Amanda. Y aunque Dan se haba mostrado escptico (no lo haban intentado desde un principio?), ella saba que esa noche sera diferente.

    Adrienne se haca pocas ilusiones respecto a lo que sus hijos pensaban de ella. La queran y la respetaban como madre, s, pero saba que en el fondo no la conocan. A los ojos de sus hijos era una persona amable pero predecible; dulce, equilibrada; un espritu cordial perteneciente a otra poca que se haba abierto camino en la vida manteniendo intacta su ingenua visin del mundo. Y su aspecto, por supuesto, se ajustaba a esa percepcin: venas que empezaban a abultar en los dorsos de sus manos, una figura ms parecida a un cuadrado que a un reloj de arena y unas gafas que se tornaban ms y ms gruesas con los aos. Sin embargo, cuando vea que la miraban con cara de seguirle la corriente, a veces tena que reprimir una carcajada.

    Saba que parte de ese error se deba al deseo de sus hijos de verla de una manera determinada, de tener una imagen preconcebida que encajara con una mujer de su edad. Era ms fcil y, francamente, ms cmodo, pensar que su madre era ms tranquila que atrevida, una persona bonachona que nunca podra sorprenderles con sus experiencias. Y, de acuerdo con la madre amable, predecible, dulce y equilibrada que era, no haba sentido ningn deseo de hacerles cambiar de opinin.

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    Sabiendo que Amanda llegara en cualquier momento, Adrienne fue al frigorfico y dej una botella de pinot grigio sobre la mesa. La casa se haba enfriado desde el atardecer, as que subi el termostato de camino al dormitorio.

    Su habitacin, la que una vez haba compartido con Jack, haba sido redecorada dos veces desde el divorcio. Adrienne consigui la cama con dosel que haba deseado desde que era joven. Oculta entre la pared y la cama haba una pequea caja para cartas; Adrienne la puso a su lado, sobre la almohada.

    Su interior contena las cosas que haba conservado: la nota que l haba dejado en el Inn, una fotografa instantnea de l en la clnica y la carta que haba recibido unas semanas antes de Navidad. Entre estos objetos se encontraban dos fajos atados de cartas, y, en medio, una concha que haban recogido en la playa.

    Adrienne dej la nota a un lado y extrajo un sobre del montn, mientras recordaba cmo se haba sentido la primera vez que lo ley. Luego sac la carta. Se haba vuelto ms fina y quebradiza, y aunque la tinta haba perdido intensidad desde la poca en que l la escribiera, las palabras an se lean bien.

    Querida Adrienne:

    Nunca se me ha dado bien escribir cartas, as que espero que me perdones si no soy lo bastante claro.

    He llegado esta maana en burro, lo creas o no, y he descubierto el lugar donde pasar una temporada. Ojal pudiera decirte que es mejor de lo que haba imaginado, pero, para ser sinceros, no puedo. La clnica anda escasa de casi todo: medicinas, equipo y las camas necesarias; pero he hablado con el director y creo que podr solventar al menos parte del problema. Aunque tienen un generador para producir electricidad, no hay telfonos, por lo que no podr llamar hasta que vaya a Esmeraldas. Est a un par de das de camino, y la prxima caravana de suministros no pasa hasta dentro de unas semanas. Siento que sea as, pero creo que ambos sospechbamos que era probable.

    Todava no he visto a Mark. Ha estado en una clnica asistencial en las montaas y no volver hasta hoy por la noche. Ya te contar cmo va, pero no espero gran cosa al principio. Como t dijiste, creo que tenemos que dedicar un tiempo a conocernos mutuamente antes de poder solucionar nuestros problemas.

    Ni siquiera puedo calcular la cantidad de pacientes que he tenido hoy. Ms de un centenar, supongo. Haca mucho tiempo que no vea a pacientes de este modo, con esta clase de problemas; la enfermera ha sido de gran ayuda, incluso cuando yo pareca perdido. Creo que se senta agradecida de que yo estuviera all.

    No he dejado de pensar en ti desde que me march, preguntndome por qu el

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    viaje que estoy haciendo pareca tener que pasar por ti. S que el viaje an no ha terminado y que la vida da muchas vueltas, pero no puedo evitar esperar que, de alguna forma, esas vueltas me devuelvan al lugar al que pertenezco.

    As es como lo siento ahora. Te pertenezco a ti. Mientras estaba conduciendo, y de nuevo cuando el avin estaba en el aire, me imaginaba que, al llegar a Quito, te vera esperndome entre la multitud. Saba que era imposible, pero por alguna razn eso haca que dejarte fuese un poco ms fcil. Casi era como si una parte de ti viniese conmigo.

    Quiero creer que es cierto. No, mejor dicho, s que es cierto. Antes de conocernos yo estaba todo lo perdida que puede estar una persona; sin embargo, supiste ver algo en m que, de algn modo, me volvi a marcar un rumbo. Ambos sabemos por qu fui a Rodanthe, pero no puedo evitar pensar que intervino una fuerza mayor. Fui all para cerrar un captulo de mi vida, con la esperanza de que eso me ayudara a encontrar mi camino. Pero creo que t eras lo que yo haba buscado todo el tiempo. Y eres t quien ahora est conmigo.

    Ambos sabemos que debo quedarme aqu un tiempo. No estoy seguro de cundo volver; aunque no lleve mucho en este lugar me doy cuenta de que te echo de menos ms de lo que he aorado jams a nadie. Una parte de m anhela subirse a un avin y venir a verte, pero si lo nuestro es tan real como creo, estoy seguro de que superaremos esto. Y volver, te lo prometo. En el breve tiempo que pasamos juntos compartimos algo que para muchas personas no es ms que un sueo, y cuento los das que faltan para poder volver a verte. No olvides jams cunto te quiero.

    Paul

    Cuando termin de leerla, Adrienne dej la carta a un lado y cogi la concha con la que haban tropezado en una lejana tarde de domingo. An ola a salobre, a eternidad, al aroma primordial de la vida misma. Tena un tamao mediano y una forma perfecta, sin grietas, algo poco menos que imposible de encontrar entre el agitado oleaje de la Barrera de Islas despus de una tormenta. Un buen augurio, haba pensado ella entonces, y recordaba habrsela llevado al odo y asegurar que poda escuchar el sonido del ocano. Aquello haba hecho rer a Paul, que dijo que era el propio ocano lo que estaba escuchando. Luego la rode con sus brazos y dijo: No te has dado cuenta de que la marea est alta?.

    Adrienne ech un vistazo a los otros objetos, buscando lo que pudiera necesitar para su charla con Amanda y deseando tener ms tiempo para el resto. Tal vez luego, pens. Meti las dems cosas en el cajn de abajo, pues saba que no haba ninguna necesidad de que Amanda las viera. Despus de coger la caja, Adrienne se levant de la cama y se alis la falda.

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    Su hija iba a llegar enseguida.

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    Captulo 2

    Adrienne estaba en la cocina cuando oy que la puerta principal se abra y se cerraba; un instante despus, Amanda avanzaba por el saln.

    Mam?Adrienne dej la caja en la encimera.Estoy aqu grit.Cuando Amanda empuj las puertas oscilantes para entrar en la cocina,

    encontr a su madre sentada a la mesa, con una botella de vino sin abrir delante de ella.

    Qu ocurre?pregunt.Adrienne sonri, pensando en lo bella que era su hija: con su cabello castao

    claro y esos ojos color de avellana coronando sus elevados pmulos; siempre haba resultado adorable. Aunque era medio centmetro ms baja que Adrienne, siempre mantena la postura de una bailarina y pareca ms alta. Adems era delgada, un poco demasiado en opinin de Adrienne, pero ya haba aprendido a no hacer comentarios al respecto.

    Quera hablar contigo dijo Adrienne.Sobre qu?En lugar de responder, Adrienne hizo un gesto sealando la mesa.Creo que deberas sentarte.Amanda se sent con ella a la mesa. Al acercarse ms pareci tensa, y Adrienne

    le cogi la mano. Se la apret sin decir nada y luego, a su pesar, se la solt mientras se volva hacia la ventana. Durante largo rato no se oy ningn ruido en la cocina.

    Mam? pregunt Amanda al fin. Ests bien?Adrienne cerr los ojos y asinti.S, estoy bien. Slo estaba pensando por dnde empezar.Amanda se puso un poco rgida.Se trata de m otra vez? Porque si es asAdrienne la interrumpi haciendo un gesto con la cabeza.No, se trata de m dijo. Voy a contarte algo que ocurri hace catorce aos.Amanda inclin la cabeza y, en mitad de aquella cocina pequea y familiar,

    Adrienne dio comienzo a su relato.

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    Captulo 3

    Rodanthe, 1988El cielo de la maana estaba gris cuando Paul Flanner sali del despacho de

    abogados. Se abroch la cremallera de la chaqueta y avanz entre la neblina hasta su Toyota Camry alquilado; se sent detrs del volante, consciente de que la vida que haba llevado durante el ltimo cuarto de siglo acababa de terminar oficialmente al estampar su firma en el contrato de venta.

    Era principios de enero de 1988; en el ltimo mes haba vendido sus dos coches, su consultorio y, ahora, en esta ltima reunin con su abogado, su casa. No saba qu sentira al venderla, pero al dar la vuelta a la llave se haba dado cuenta de que no senta gran cosa, aparte de una vaga sensacin de completar un ciclo. Aquella misma maana se haba paseado por la casa una ltima vez, habitacin por habitacin, esperando recordar escenas de su vida. Crey que se imaginara el rbol de Navidad y rememorara lo nervioso que se pona su hijo cuando bajaba las escaleras en pijama para ver los regalos que Pap Noel le haba trado. Haba intentado recordar los olores de la cocina en el da de Accin de Gracias, o las tardes lluviosas de domingo cuando Martha preparaba un guiso, o los sonidos de las voces que emergan del saln, donde l y su esposa haban celebrado docenas de fiestas.

    Pero mientras pasaba de una habitacin a otra, detenindose de vez en cuando para cerrar los ojos, ningn recuerdo acudi a l. Comprendi que la casa no era ms que una cscara vaca, y se pregunt, una vez ms, por qu haba vivido all tanto tiempo.

    Paul abandon el aparcamiento, se sumergi en el trfico y se dirigi a la carretera interestatal, evitando las aglomeraciones de los habitantes de los suburbios que venan a trabajar a la ciudad. Veinte minutos despus gir hacia la autopista 70, una va de dos carriles que llevaba al sureste, a la costa de Carolina del Norte. En el asiento de atrs llevaba dos bolsas grandes de tela gruesa. Sus billetes de avin y su pasaporte estaban en la bolsa de piel que haba a su lado, en el asiento del copiloto. En el maletero tena un botiqun mdico y material diverso que le haban pedido que llevara.

    Fuera, el cielo era una lona blanca y gris; el invierno se haba instalado con firmeza. Aquella maana haba llovido durante una hora y, debido al viento del norte, pareca que hiciera ms fro. La autopista no estaba llena ni resbaladiza, as que Paul conect el control remoto por debajo del lmite de velocidad y dej que sus pensamientos derivaran de nuevo hacia lo que haba hecho aquella maana.

    Britt Blackerby, su abogado, haba realizado una ltima intentona por disuadirlo. Eran amigos desde haca aos; seis meses antes, cuando Paul le habl por

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    primera vez de sus intenciones, Britt crey que estaba bromeando y se ri mientras deca: S, claro, un da de stos. Sin embargo, al mirar el rostro de su amigo al otro lado de la mesa comprendi que Paul hablaba en serio.

    Por supuesto, Paul se haba preparado para esa reunin. Era la nica costumbre de la que no poda deshacerse; coloc tres pginas pulcramente mecanografiadas, donde haba subrayado lo que consideraba que eran precios justos y sus opiniones especficas sobre las propuestas de contratos. Britt se los haba quedado mirando un buen rato antes de levantar la vista.

    Esto es por Martha?pregunt.No contest l, slo es algo que necesito hacer.En el coche, Paul encendi la calefaccin y coloc la mano encima de la rejilla,

    dejando que el aire le calentara los dedos. Al echar un vistazo al espejo retrovisor vislumbr los rascacielos de Raleigh y se pregunt cundo volvera a verlos de nuevo.

    Le haba vendido la casa a una pareja; el marido era un ejecutivo de Glaxo y la esposa era psicloga, y haban visto la casa el primer da que estuvo a la venta. Haban vuelto al da siguiente y, al cabo de unas horas, ya haban hecho una oferta. Era la primera y la nica pareja que haba puesto los pies en la vivienda.

    Paul no se sorprendi. Haba estado presente la segunda vez que vinieron y se haban pasado una hora repasando las caractersticas de la casa. A pesar de los intentos por disimular sus sentimientos, Paul supo que la compraran desde el momento en que los vio. Les mostr el funcionamiento del sistema de seguridad y cmo abrir la puerta que separaba aquel vecindario del resto de la comunidad; les ofreci el nmero y la tarjeta del jardinero al que empleaba, as como el de la empresa de mantenimiento de la piscina, con la que todava tena un contrato vigente. Explic que el mrmol del vestbulo era importado de Italia y que los cristales de colores de las ventanas estaban trabajados por un artesano de Gnova. Haban remodelado la cocina haca slo dos aos: el frigorfico Sub-Zero y la cocina Viking todava eran ltimos modelos. Les dijo que no, que no sera ningn problema cocinar para veinte o ms. Les llev a la suite principal, que contaba con un bao propio, y luego a las dems habitaciones. Not que los ojos de la pareja se detenan en las molduras labradas a mano y en las paredes pintadas a la esponja.

    En el piso de abajo, Paul seal los muebles hechos a medida y la araa de cristal; finalmente, dej que examinaran la alfombra persa que haba debajo de la mesa de madera en el comedor. En la biblioteca, Paul observ cmo el marido recorra con los dedos los paneles de arce y luego miraba la lmpara Tiffany del rincn del escritorio.

    Y el precio incluye todos los muebles?pregunt el marido.Paul asinti.Al salir de la biblioteca pudo or a sus espaldas unos sofocados murmullos de

    excitacin.Transcurrida casi una hora, cuando ya estaban en la puerta dispuestos para

    salir, le hicieron la pregunta que Paul ya saba que llegara:

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    Por qu la vende?Paul recordaba haber mirado al marido, consciente de que la pregunta se deba

    a algo ms que a simple curiosidad.Lo que Paul estaba haciendo tena cierto aire escandaloso, y saba que el precio

    era demasiado bajo, incluso si hubiera vendido la casa vaca.Paul podra haber respondido que, desde que estaba solo, ya no necesitaba una

    casa tan grande. O que la vivienda era ms adecuada para gente ms joven, a quien no le importaran las escaleras. O que tena pensado comprar o construir una casa distinta y quera una decoracin diferente. O que pensaba retirarse y todo aquello era demasiado para hacerse cargo.

    Pero ninguno de estos motivos era cierto. En lugar de contestar, fij la mirada en la de aquel hombre.

    Por qu quieren ustedes comprarla?pregunt.Su tono fue amistoso y el marido se tom un momento para mirar a su esposa.

    Era bonita, morena y menuda; ambos parecan tener la misma edad, unos treinta y cinco aos, ms o menos. El hombre tambin era atractivo y mantena la espalda erguida; era obvio que tena futuro y que nunca le haba faltado confianza. Por un instante, parecieron no comprender qu les preguntaba.

    Es el tipo de casa con la que siempre hemos soado respondi finalmente la mujer.

    Paul asinti: S; recuerdo que yo sent lo mismo. Pero slo hasta hace seis meses, pens.

    Entonces espero que les haga felices dijo.Un momento ms tarde la pareja se march; Paul observ cmo se dirigan a su

    coche. Los salud con la mano antes de cerrar la puerta y, una vez dentro, sinti un nudo en la garganta. Se dio cuenta de que contemplar al marido le haba recordado cmo se sinti l mismo en cierta ocasin, mientras se miraba en el espejo. Y, por alguna razn que no poda explicar muy bien, not que de repente sus ojos se llenaban de lgrimas.

    La autopista pas por Smithfield, Goldsboro y Kinston, pequeas ciudades separadas por cincuenta kilmetros de campos de algodn y tabaco. l haba crecido en esta parte del mundo, en una pequea granja a las afueras de Williamston, as que los puntos de referencia le resultaban familiares. Pas de largo establos y granjas que se tambaleaban, y vio manojos de murdago en las ramas altas y yermas de los robles que haba junto a la autopista. Largas y delgadas lneas de pinos separaban cada propiedad de la contigua.

    En New Bern, una pintoresca localidad situada en la confluencia de los ros Neuse y Trent, par para almorzar. Se compr un sndwich y una taza de caf en una tienda del barrio histrico y, a pesar del fro intenso, se sent en un banco junto al Sheraton, con vistas al puerto. Yates y veleros se sostenan en sus amarres, balancendose ligeramente al ritmo de la brisa.

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    El aliento de Paul se elevaba en pequeas nubes. Despus de terminarse el sndwich quit la tapa de su taza de caf. Mientras observaba cmo se levantaba el vapor, pens en el curso de los acontecimientos que lo haba llevado al punto donde estaba ahora.

    Pens que haba sido un largo trayecto. Su madre haba muerto al darle a luz, y como hijo nico de un padre que tena que labrar la tierra para ganarse la vida no lo haba tenido nada fcil. En lugar de jugar al bisbol con sus amigos o pescar siluros gigantes y rbalos de boca grande, se pasaba el da arrancando maleza y limpiando de gorgojos las hojas de tabaco en jornadas de doce horas, bajo el sol alto y redondo de los veranos sureos que doraba permanentemente su espalda. Como todos los nios, a veces se quejaba, pero normalmente asuma su trabajo. Saba que su padre necesitaba su ayuda, y su padre era un buen hombre. Era paciente y amable, aunque, como su propio padre antes que l, raramente hablaba sin motivo. Las mayora de las veces, su pequea casa ofreca la quietud que suele encontrarse en una iglesia. Aparte de las preguntas acostumbradas sobre cmo haba ido la escuela o qu ocurra en los campos, las cenas no estaban salpicadas ms que por los sonidos de los cubiertos al chocar contra los platos. Despus de limpiar los cacharros, su padre se trasladaba a la sala y lea detenidamente reportajes agrcolas, mientras que Paul se sumerga en los libros. No tenan televisor y muy pocas veces encendan la radio, excepto para informarse del tiempo.

    Eran pobres y, aunque siempre tuvo un plato en la mesa y una cama donde dormir, a veces Paul se senta avergonzado por la ropa que llevaba, o por el hecho de no tener nunca dinero suficiente para ir a la tienda a comprarse un pastelito o una botella de cola como sus amigos. De vez en cuando oa comentarios maliciosos sobre esas cosas, pero, en lugar de rebelarse, Paul se consagraba a sus estudios, como si no le importara intentar demostrar nada. Ao tras ao traa a casa unas calificaciones perfectas; y aunque su padre estaba orgulloso de sus logros, haba en l cierta melancola cuando miraba los informes de Paul, como si eso significara que su hijo dejara la granja algn da para no volver nunca ms.

    Los hbitos de trabajo adquiridos en el campo se extendieron a otras reas de la vida de Paul. No slo se gradu con matrcula de honor, sino que tambin se convirti en un excelente atleta. Cuando recortaron la plantilla del equipo de ftbol estando l en el primer ao, el entrenador le aconsej que probara con las carreras de fondo. Entonces descubri que era el esfuerzo y no los genes lo que sola distinguir a los ganadores de los perdedores en una carrera, por lo que empez a levantarse a las cinco de la maana para poder entrenar cada da. Y funcion. Asisti a la Universidad de Duke con una beca de atletismo: fue su mejor corredor durante cuatro aos, adems de continuar sobresaliendo en las aulas. En sus cuatro aos all slo una vez baj la guardia, y como consecuencia estuvo a punto de morir, as que no dej que aquello ocurriese otra vez. Se especializ en qumica y en biologa y se gradu con sobresaliente. Aquel ao tambin se convirti en un atleta de alto nivel al acabar tercero en el encuentro nacional de corredores de fondo.

    Despus de la carrera le entreg la medalla a su padre y le dijo que haba hecho

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    todo aquello por l.No replic su padre, has corrido por ti. Slo espero que ests corriendo

    en direccin a algo, y no para escapar de algo.Aquella noche, Paul contempl el techo mientras estaba tumbado en la cama,

    intentando imaginar qu haba querido decir su padre. En su mente estaba corriendo hacia algo, hacia todo. Una vida mejor. Estabilidad econmica. Una forma de ayudar a su padre. Respeto. Libertad sin preocupaciones. Felicidad.

    En febrero de su ltimo ao, despus de saber que lo haban aceptado en la Facultad de Medicina de Vanderbilt, fue a visitar a su padre para darle las buenas noticias. ste le dijo que se alegraba por l. Pero aquella noche, cuando se supona que su padre dorma desde haca rato, Paul mir por la ventana y lo vio: una figura solitaria de pie junto a la cerca, mirando hacia los campos.

    Tres semanas despus, su padre muri de un ataque al corazn mientras labraba la tierra, preparndose para la primavera.

    Paul qued deshecho por la prdida, pero en lugar de tomarse un tiempo para el duelo eludi los recuerdos lanzndose an ms de lleno al trabajo. Se inscribi temprano en Vanderbilt, fue a la escuela de verano y curs tres asignaturas para adelantar sus estudios; luego aadi tres asignaturas ms para completar el programa. Despus de eso, su vida era una mancha uniforme. Fue a clase, hizo los trabajos y estudi hasta que despuntaba el alba. Corri ocho kilmetros al da y siempre cronometr sus tiempos, para intentar mejorar con cada ao que pasaba. Evit los bares y los clubes nocturnos e ignor las idas y venidas de los equipos de atletismo de la facultad. Se permiti el capricho de comprarse un televisor, pero nunca lo sac de la caja y lo acab vendiendo al ao siguiente. Aunque era tmido con las chicas le presentaron a Martha, una rubia de Georgia de carcter dulce que trabajaba en la biblioteca de la Facultad de Medicina, y como l nunca se pasaba por all para pedirle una cita decidi hacerlo ella misma. Aunque a Martha le preocupaba el ritmo frentico en que l viva sumergido, acept su propuesta de matrimonio y fueron juntos al altar diez meses ms tarde. Con los finales tan cerca no hubo tiempo para la luna de miel, pero l le prometi que iran a algn lugar bonito cuando terminara la carrera. Nunca hicieron tal cosa. Mark, su hijo, naci un ao despus. Durante los dos primeros aos de la vida del nio, Paul no cambi un solo paal, ni meci nunca al beb para que se durmiera.

    Se dedicaba a estudiar en la mesa de la cocina, atento a los esquemas de la fisiologa humana o a las ecuaciones qumicas, tomando notas y sacndose un examen tras otro. Se gradu el primero de su clase en tres aos y se mud a Baltimore con su familia, donde hizo su residencia como cirujano en el hospital Johns Hopkins.

    Para entonces ya saba que la ciruga era lo suyo. Muchas especialidades requieren una gran dosis de interaccin humana y de psicologa, y Paul no era especialmente bueno en ninguna de las dos cosas. Pero la ciruga era distinta; a los pacientes no les interesaban tanto las dotes comunicativas como la destreza, y Paul no slo tena la confianza necesaria para tranquilizarlos antes de la operacin, sino

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    tambin la destreza para hacer lo que fuese necesario. Prosper en aquel entorno. En los dos ltimos aos de su residencia, Paul trabaj noventa horas a la semana y durmi cuatro horas al da; sin embargo, curiosamente, no mostraba signo alguno de fatiga.

    Despus de su residencia, complet una beca de investigacin en ciruga craneoenceflica y se mud con su familia a Raleigh, donde mont una consulta con otro cirujano justo cuando la poblacin empezaba a aumentar y aumentar. Al ser los nicos especialistas de ese campo en la comunidad, su consultorio creci. A los treinta y cuatro aos ya haba pagado sus deudas con la Facultad de Medicina. A los treinta y seis trabajaba con todos los grandes hospitales de la zona y desempeaba la mayor parte de su trabajo en el Medical Center de la Universidad de Carolina del Norte. All participo en una investigacin junto con cientficos de la clnica Mayo sobre neurofibromas. Un ao despus le publicaron un artculo sobre el paladar mellado en el New England Journal of Medicine. Cuatro meses despus le sigui otro artculo sobre hemangiomas; en l contribuy a redefinir los procedimientos quirrgicos para los nios en dicho campo. Su fama aument y, tras operar con xito a la hija del senador Norton, que haba quedado desfigurada en un accidente de coche, fue primera plana en The Wall Street Journal.

    Adems del trabajo de reconstruccin, fue uno de los primeros cirujanos de Carolina del Norte en expandir su ejercicio para incluir la ciruga plstica, y pill la ola justo cuando empezaba a crecer. Su consultorio funcionaba con fuerza, sus ingresos se multiplicaron y empez a acumular cosas. Se compr un BMW, luego un Mercedes, luego un Porsche y luego otro Mercedes. l y Martha construyeron la casa de sus sueos. Adquiri bonos y acciones de una docena de fondos de inversiones distintos. Cuando se dio cuenta de que no poda lidiar con los entresijos del mercado, contrat a un asesor financiero. Despus de eso, su capital comenz a doblarse cada cuatro aos. Entonces, cuando tena ms de lo que iba a necesitar para el resto de su vida, su dinero se comenz a triplicar.

    Y segua trabajando. Programaba intervenciones no slo durante la semana, sino tambin los sbados. Se pasaba los domingos por la tarde en el despacho. Cuando tena cuarenta y cinco aos, el ritmo que llevaban acab por quemar a su socio, que se fue para trabajar con otro grupo de mdicos.

    Durante los primeros aos despus del nacimiento de Mark, Martha hablaba a menudo de tener otro hijo. Con el tiempo dej de mencionarlo. Aunque le obligaba a tomarse vacaciones, l lo haca tan a regaadientes que, al final, ella decidi visitar a sus padres con Mark y dejar a Paul en casa. Este encontr el tiempo suficiente para asistir a algunos de los acontecimientos ms importantes de la vida de su hijo, esas cosas que ocurran una vez o dos al ao, pero se perdi la mayor parte del resto.

    Se convenci a s mismo de que trabajaba por su familia.O por Martha, que haba luchado con l durante los primeros aos. O por la

    memoria de su padre. O por el futuro de Mark. No obstante, muy en el fondo saba que lo haca por s mismo.

    Si ahora tuviese que nombrar lo que ms le dola de todos esos aos, seguro que

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    tendra que ver con su hijo; a pesar de que Paul estuvo ausente de su vida, Mark lo haba sorprendido anuncindole que quera convertirse en mdico. Despus de que aceptaran a Mark en la Facultad de Medicina, Paul difundi la noticia por los pasillos del hospital, complacido con la idea de que su hijo se uniera a su profesin. Ahora, haba pensado, pasaran ms tiempo juntos, y recordaba haber llevado a Mark a almorzar para intentar convencerlo de que se hiciera cirujano. Mark se limit a negar con la cabeza.

    sa es tu vida le dijo, y no es una vida que me interese en absoluto. Para ser sincero, siento lstima de ti.

    Aquello lo hiri. Discutieron. Mark hizo acusaciones an ms graves; Paul perdi los nervios y Mark acab por abandonar el restaurante hecho una furia. Paul se neg a hablar con l durante las dos semanas siguientes y su hijo no hizo ningn intento por reparar el dao. Las semanas se convirtieron en meses y despus en aos. Aunque Mark mantuvo la clida relacin que siempre haba tenido con su madre, evitaba pasar por casa cuando saba que estaba su padre.

    Paul llev el alejamiento de su hijo del nico modo que conoca. Sigui con el mismo volumen de trabajo, corra los habituales ocho kilmetros diarios y, por las maanas, repasaba la seccin de economa del peridico. Pero vea la tristeza en los ojos de Martha y, en determinados momentos, normalmente entrada la noche, se preguntaba cmo podra resolver la ruptura con su hijo. Una parte de l quera coger el telfono y llamar, pero nunca hallaba el valor suficiente. Saba por Martha que Mark se las arreglaba bien sin l. En lugar de ser cirujano se haba convertido en mdico de familia y, tras dedicarse a ello unos meses para desarrollar las aptitudes necesarias, dej el pas para ofrecer sus servicios como voluntario en una organizacin de ayuda internacional. Aunque era un gesto muy noble, Paul no poda evitar pensar que su hijo lo haba hecho para estar lo ms lejos posible de l.

    Dos meses despus de que Mark se marchara, Martha pidi el divorcio.Si las palabras de Mark le haban hecho enfadar un da, las de Martha lo dejaron

    estupefacto. Intent hablar con ella sobre el tema, pero Martha le interrumpi suavemente.

    De verdad vas a echarme de menos?dijo. Apenas nos conocemos el uno al otro.

    Puedo cambiar dijo l.Martha sonri.S que puedes. Y deberas. Pero tienes que hacerlo porque t quieres, no

    porque creas que yo quiero que lo hagas.Paul pas las dos semanas siguientes aturdido, y un mes ms tarde, despus de

    terminar una intervencin rutinaria, Jill Torrelson, de sesenta y dos aos de edad, muri en la sala de recuperacin en Rodanthe, Carolina del Norte.

    Fue ese hecho terrible, que vino a la zaga de los dems, lo que le haba llevado a circular ahora por aquella carretera.

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    Despus de terminarse el caf, Paul volvi al coche y se dirigi otra vez a la autopista. En cuarenta y cinco minutos haba llegado a Morehead City. Cruz el puente a Beaufort, dobl algunas curvas y luego fue hacia el este, rumbo a Cedar Island.

    Las tierras bajas de la costa eran de una belleza serena; aminor la marcha para impregnarse de ella. Saba que aqu la vida era diferente. Mientras conduca, le maravill que la que conduca en la direccin contraria lo saludara con la mano, y tambin que un grupo de ancianos, que estaban sentados en un banco frente a la gasolinera, pareciera no tener nada mejor que hacer que ver pasar los coches.

    A media tarde cogi el ferry hasta Ocracoke, un pueblo del extremo sur de la Barrera de Islas. Slo haba cuatro automviles ms en el transbordador. En el trayecto de dos horas estuvo charlando con algunos de los pasajeros. Pas la noche en un motel de Ocracoke. Se despert cuando el crculo de luz blanca se elevaba por encima del agua y desayun temprano. Dedic las horas siguientes a pasear por el rstico pueblo, mientras observaba cmo la gente preparaba sus casas para la tormenta que se cerna sobre la costa.

    Cuando finalmente estuvo listo, meti su bolsa en el coche y condujo en direccin al norte, el lugar al que tena que ir.

    Por el camino pens que la Barrera de Islas era mstica y extraa: con la hierba recortada salpicando las dunas onduladas y los robles junto al mar inclinndose a los costados bajo la constante brisa marina; era un sitio como ningn otro. Las islas haban estado conectadas una vez con el continente, pero despus de la ltima glaciacin el mar haba inundado la zona por la parte este, formando el llamado Pamlico Sound. Hasta los aos cincuenta no hubo ninguna carretera en todas las islas; as pues, la gente tena que conducir por la playa para llegar a sus casas ms all de las dunas. Aquello an formaba parte de la cultura del lugar; mientras conduca pudo ver huellas de neumticos junto a la orilla.

    El cielo se haba aclarado en algunas zonas y, aunque las nubes avanzaban con furia hacia el horizonte, el sol asomaba de vez en cuando, haciendo que el mundo brillara con una blancura feroz. Por debajo del rugido del motor poda or la violencia del ocano.

    En esa poca del ao la Barrera de Islas estaba bastante vaca y dispona para l solo de aquel segmento de carretera. En la soledad, sus pensamientos volvieron a centrarse en Martha. El divorcio se haba consumado haca slo unos meses; pero haba sido amistoso. Saba que ella se estaba viendo con alguien y sospechaba que lo haca desde antes de su separacin, pero no le importaba. Aquellos das, nada pareca importante.

    Cuando ella se march, Paul recordaba haber reducido su programa de trabajo, convencido de que necesitaba ms tiempo para poner las cosas en orden. Pero unos meses despus, en lugar de volver a su rutina acostumbrada, redujo su programa an ms. Sigui corriendo regularmente, pero descubri que ya no le interesaba leer la seccin de economa por las maanas. Hasta donde poda recordar, nunca haba necesitado ms de seis horas de sueo al da; pero, curiosamente, cuanto ms reduca

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    el ritmo de su anterior vida ms horas pareca necesitar para sentirse descansado.Tambin hubo otros cambios fsicos. Por primera vez en aos, Paul Flanner

    sinti que se le relajaban los msculos de los hombros. Las arrugas de su cara, ms profundas con los aos, seguan siendo prominentes, pero la intensidad que vio un da en su reflejo haba sido reemplazada por una especie de tediosa melancola. Y, aunque seguramente eran imaginaciones suyas, pareca que sus cabellos grises por fin hubieran dejado de extenderse.

    Hubo un tiempo en que pens que lo tena todo. Corri y corri para alcanzar la cumbre del xito; pero ahora se daba cuenta de que nunca haba seguido el consejo de su padre. Llevaba toda la vida huyendo de algo, no corriendo hacia algo, y en el fondo de su corazn saba que todo haba sido en vano.

    Tena cincuenta y cuatro aos y estaba solo en el mundo. Al mirar la franja vaca de asfalto que se desplegaba ante l no pudo evitar preguntarse por qu diablos haba corrido tanto.

    Sabiendo que ya estaba cerca, Paul se dispuso para la ltima etapa de su viaje. Se haba alojado en un pequeo hostal a la salida de la carretera y, cuando lleg a las afueras de Rodanthe, decidi dar una vuelta. El centro, si se poda llamar as, consista en varios negocios que parecan ofrecer un poco de todo. La tienda principal venda material de ferretera y equipos de pesca, adems de alimentos; la gasolinera venda neumticos y componentes de automvil al tiempo que ofreca servicio mecnico.

    No haba ningn motivo para preguntar la direccin y, un minuto despus, abandon la carretera para meterse por un camino de grava, mientras pensaba que el Inn de Rodanthe era ms encantador de lo que haba imaginado. Era un antiguo edificio Victoriano con contraventanas negras y un acogedor porche principal. En las verjas haba macetas de pensamientos en plena floracin, y una bandera americana ondeaba al viento.

    Cogi su equipaje y se lo ech al hombro; luego subi los escalones y entr dentro. El suelo era de pino, desgastado por aos de pisadas arenosas; por ningn lado se vea la formalidad de su antigua casa. A la izquierda haba una salita de lo ms agradable, bien iluminada por dos grandes ventanas que enmarcaban la chimenea. Ola a caf recin hecho y vio que alguien haba sacado una bandejita de galletas para darle la bienvenida. Dio por sentado que a la derecha estara el propietario y se dirigi hacia all.

    Aunque vio un pequeo mostrador donde pareca que deba registrarse, no haba nadie detrs. En una esquina vio las llaves de las habitaciones, cuyos llaveros eran pequeos faros. Cuando lleg al mostrador toc la campana para ser atendido.

    Esper, volvi a llamar de nuevo y esta vez oy lo que pareca un llanto ahogado procedente de algn lugar de la parte de atrs de la casa. Dej sus cosas, rode el mostrador y empuj un par de puertas oscilantes que daban a la cocina. En la encimera haba tres bolsas de la compra todava llenas, la puerta de atrs estaba

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    abierta y lo atrajo en aquella direccin; el porche cruji cuando dio el primer paso fuera. A la izquierda vio un par de mecedoras y una mesita entre ellas; a la derecha descubri el origen del ruido.

    Estaba de pie en la esquina, contemplando el ocano. Al igual que l llevaba vaqueros desteidos, pero ella se haba protegido con un grueso jersey de cuello alto. Su cabello castao claro estaba recogido, aunque algunos mechones sueltos se agitaban al viento. Observ cmo se daba la vuelta, alarmada por el sonido de sus botas en el porche. Detrs de ella, una docena de golondrinas de mar remontaban la corriente; haba una taza de caf posada sobre la verja.

    Paul mir a lo lejos y luego se dio cuenta de que sus ojos; se sentan atrados otra vez hacia ella. A pesar de que estaba llorando su belleza era evidente, aunque algo en su compostura le deca que ella no era consciente. Y aquello no haba hecho ms que aadirle atractivo, pens tiempo despus, al recordar aquella maana.

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    Captulo 4

    Amanda mir a su madre desde el otro extremo de la mesa.Adrienne haba hecho una pausa y miraba otra vez por la ventana. Haba

    dejado de llover. Al otro lado del cristal, el cielo estaba repleto de sombras. En el silencio, Amanda oa el zumbido persistente del frigorfico.

    Por qu me cuentas esto, mam?Porque creo que necesitas orlo.Pero por qu? Quiero decir, quin era l?En lugar de responder, Adrienne extendi el brazo y cogi la botella de vino. La

    abri con gestos meditados. Despus de servirse un vaso, hizo lo propio con su hija.Puede que lo necesites dijo.Mam?Adrienne le pas el vaso por encima de la mesa.Recuerdas cuando fui a Rodanthe? Cundo Jean me pidi que me

    encargara del Inn?Le llev un momento caer en la cuenta.Te refieres a cuando yo estaba en el instituto?S.Cuando Adrienne retom su relato, Amanda se descubri cogiendo el vino y

    preguntndose de qu ira todo aquello.

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    Captulo 5

    De pie junto a la verja del porche trasero del Inn, en la tarde sombra de un jueves, Adrienne dej que la taza de caf calentara sus manos mientras contemplaba el ocano, que estaba ms agitado que haca una hora. El agua haba adquirido el color del hierro, como el casco de un viejo buque de guerra, y se podan ver pequeas crestas de espuma que se extendan hasta el horizonte.

    Una parte de ella deseaba no haber venido. Cuidaba del Inn para una amiga y esperaba que aquello fuese una tregua, por llamarlo de algn modo, pero ahora le pareca un error. En primer lugar, la meteorologa no pareca dispuesta a colaborar: la radio llevaba todo el da avisando de la gran tormenta que se avecinaba por el nordeste; y no le haca ninguna gracia quedarse sin electricidad o tener que enterrarse dentro de la casa durante un par de das. Pero ms que la amenaza de los cielos, la playa le traa demasiados recuerdos de vacaciones familiares, de das felices en que ella se sinti satisfecha con el mundo.

    Durante mucho tiempo se haba sentido afortunada. Conoci a Jack cuando l estudiaba derecho. En aquel entonces se les consideraba la pareja perfecta; l era alto y delgado, con el pelo negro y ensortijado; ella era castaa y de ojos azules, con unas cuantas tallas menos que ahora. Expusieron la foto de bodas en un lugar destacado del saln de su casa, justo encima de la chimenea. Tuvieron su primer hijo cuando ella tena veintiocho aos y los otros dos llegaron en los tres aos siguientes. Al igual que muchas otras mujeres tuvo problemas para perder el peso que haba ganado, pero trabaj duro y, aunque nunca recuper el cuerpo que haba, tenido, pensaba que estaba bastante bien, en comparacin con la mayora de las mujeres de su edad que haban tenido hijos.

    Y era feliz. Le encantaba cocinar, conservaba limpia la casa, asistan a la iglesia en familia y haca lo posible para que Jack y ella mantuvieran una vida social activa. Cuando los nios empezaron a ir a la escuela, ella se present voluntaria para ayudar en las clases, iba a las reuniones de padres de alumnos, trabajaba en la escuela dominical y era la primera voluntaria cuando se necesitaban coches para las excursiones. Se pas horas sentada en recitales de piano, obras, de teatro y partidos de ftbol y de bisbol; ense a nadar a cada uno de sus hijos y se ri a carcajadas con las caras que pusieron la primera vez que cruzaron el umbral de Disney World. En su cuarenta cumpleaos Jack le prepar una fiesta sorpresa en el club de campo, a la que asistieron casi doscientas personas. Fue una velada cargada de risas y buen humor, pero luego, al llegar a casa, se dio cuenta de que Jack no la mir al desnudarse antes de meterse en la cama, sino que apag las luces y, aunque ella saba que nunca coga el sueo tan deprisa, se qued dormido: simul estar dormido.

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    Al mirar atrs, se daba cuenta de que aquello debera haberla alertado, avisado de que las cosas no eran como parecan; sin embargo, con tres nios y un marido que haba dejado su crianza en manos de ella, estaba demasiado ocupada como para tener tiempo de reflexionar sobre esas cosas. Adems, ella no esperaba ni crea que la pasin entre los dos no tuviese que sufrir sus baches. Llevaba demasiado tiempo casada para ser tan ingenua. Supuso que todo volvera a su cauce, como siempre, y no se preocup por ello. Pero no fue as.

    A los cuarenta y uno ya estaba preocupada por su relacin y haba empezado a echar una ojeada en la seccin de autoayuda de las libreras, en busca de ttulos que pudieran aconsejarle cmo mejorar su matrimonio. Y en ocasiones se descubra esperando un futuro en que las cosas tal vez se tranquilizaran: se imaginaba cmo sera convertirse en abuela o qu podran hacer Jack y ella cuando tuvieran tiempo de disfrutar el uno del otro, de nuevo como pareja. Tal vez entonces, pensaba, las cosas volveran a ser como haban sido una vez.

    Fue entonces cuando vio a Jack almorzando con Linda Gaston. Saba que Linda trabajaba en la empresa de Jack, en el departamento de Greensboro. Aunque su especialidad era el derecho administrativo y Jack trabajaba en pleitos de carcter general, Adrienne saba que a veces sus casos se solapaban y requeran una mutua colaboracin, as que no se sorprendi al verlos juntos. Adrienne incluso sonri desde el otro lado del cristal. Aunque Linda no era una amiga cercana, la haban invitado muchas veces a su casa; siempre se haban llevado bien, a pesar de que Linda era diez aos ms joven y estaba soltera. Fue slo al entrar en el restaurante cuando se dio cuenta de la forma tan tierna en que se miraban el uno al otro. Tuvo la certeza de que estaban cogidos de la mano por debajo de la mesa.

    Durante un largo minuto, Adrienne se qued clavada en el suelo, pero en lugar de enfrentarse a ellos se dio la vuelta y sali de all antes de que tuvieran oportunidad de verla. Por la noche le prepar a Jack su plato favorito y no dijo una palabra sobre lo que haba visto. Simul que no haba ocurrido y, con el tiempo, pudo convencerse de que haba malinterpretado la actitud que vio en ellos. A lo mejor Linda estaba pasando por una mala poca y l intentaba consolarla. Jack era as. O tal vez, pens, fue una fantasa fugaz que ninguno de los dos llev a la prctica, un romance imaginario y nada ms, pero no era as. Su matrimonio empez a caer en picado y en cuestin de meses, Jack le pidi el divorcio. Dijo que estaba enamorado de Linda. l no quera que pasara y esperaba que lo entendiera. Ella no lo entenda, y as se lo dijo. No obstante, cuando cumpli los cuarenta y dos, Jack se march de casa.

    Ahora, ms de tres aos despus, Jack haba rehecho su vida, pero a Adrienne le pareca imposible hacerlo. La custodia de los nios haba sido compartida, pero slo oficialmente. Jack viva en Greensboro y las tres horas de trayecto bastaban para que los nios pasaran la mayor parte del tiempo con ella. En general se senta agradecida por ello, pero la presin de criarlos sola pona a prueba su paciencia da tras da. A menudo, por la noche se derrumbaba en la cama, pero era incapaz de dormir, pues no poda detener el torbellino de pensamientos que inundaban su

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    cabeza. Y aunque nunca se lo haba dicho a nadie, ms de una vez imaginaba qu dira si Jack apareciera por la puerta y le pidiera que lo aceptara de nuevo. Y muy en el fondo saba que, seguramente, le dira que s.

    Se odiaba a s misma por ello, pero qu poda hacer? No quera esta vida, nunca la haba pedido ni esperado. Y pensaba que tampoco la mereca. Haba jugado limpio, haba seguido las normas al pie de la letra. Haba sido fiel durante dieciocho aos. Haba hecho la vista gorda las veces en que l beba demasiado, le haba llevado caf cuando trabajaba hasta tarde y nunca dijo una palabra cuando se iba a jugar al golf el fin de semana en lugar de pasar ms tiempo con los nios.

    Era slo el sexo lo que le atraa? Sin duda, Linda era ms joven y ms bonita, pero realmente aquello era tan importante para l como para tirar por la borda el resto de su vida? No significaban nada los nios? Ni ella? Ni sus dieciocho aos juntos? Y en cualquier caso, era como si hubiera perdido todo inters en su mujer: en los ltimos dos aos, cada vez que hacan el amor era ella quien tomaba la iniciativa. Si tena tanta necesidad, por qu no hizo nada al respecto?

    O acaso la encontraba aburrida? Era evidente que, al llevar tanto tiempo casados, tenan pocas cosas nuevas que contarse. Con los aos, la mayora haban sido recicladas en versiones ligeramente diferentes y ambos haban llegado al punto de saberse los finales de antemano tras or slo algunas palabras. Ms bien hacan lo que la mayora de las parejas: ella le preguntaba cmo haba ido el trabajo, l le preguntaba por los nios y entonces charlaban de las ltimas travesuras de algn miembro de la familia o de lo que ocurra en la ciudad. En ocasiones tambin ella deseaba que hubiera algo ms interesante de lo que hablar, pero es que Jack no comprenda que al cabo de unos aos le ocurrira lo mismo con Linda? No era justo. Hasta sus amigos lo decan, y ella supona que eso significaba que estaban de su parte. Y a lo mejor lo estaban, pero pensaba que tenan una curiosa manera de demostrarlo. Y es que un mes antes haba asistido a la fiesta de Navidad que celebraba una pareja a la que conocan desde haca aos, y quin result que estaba all? Jack y Linda. Era normal en una pequea ciudad surea como la suya, donde la gente tenda a perdonar esas cosas, pero Adrienne no pudo evitar sentirse traicionada.

    Y ms all del dolor y la traicin, se senta sola. No haba tenido una cita desde que se march Jack. Rocky Mount no era exactamente un hervidero de hombres disponibles de cuarenta y tantos, y los que estaban solteros no eran precisamente el tipo de hombre que ella deseaba. La mayora llevaban demasiada carga y ella no se senta capaz de echarse a los hombros ms peso del que ya soportaba. Al principio se deca a s misma que deba ser selectiva, y cuando crey que ya estaba lista para entrar otra vez, en el universo de las citas estableci mentalmente una serie de rasgos que le interesaban. Quera a alguien inteligente, amable y atractivo, pero sobre todo quera a alguien que aceptara el hecho de que estaba criando a tres adolescentes. Sospechaba que eso poda ser un problema, pero sus hijos eran bastante autosuficientes y no crea que fuese la clase de obstculo que desanimara a la mayora de los hombres.

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    Vaya si se equivocaba.En los ltimos tres aos nadie le haba pedido una cita, y ltimamente haba

    llegado a creer que eso nunca sucedera. El bueno de Jack poda pasrselo bien, el bueno de Jack poda leer el peridico de la maana con alguien a su lado, pero en cambio ella ya estaba fuera de juego.

    Y adems estaban, por supuesto, los problemas econmicos.Jack le haba dejado la casa y le pagaba la pensin puntualmente, pero apenas le

    bastaba para llegar a fin de mes. A pesar de que Jack se ganaba bien la vida cuando estaban juntos, no haban ahorrado lo suficiente. Como muchas otras parejas, haban pasado muchos aos atrapados en la costumbre de gastar casi todo lo que ganaban. Se compraban coches nuevos y se iban de vacaciones; cuando los televisores de pantalla grande irrumpieron en el mercado, ellos fueron los primeros del vecindario en traerse uno a casa. Siempre haba pensado que Jack haca previsiones para el futuro, pues era l quien llevaba las cuentas. Result que no era as. Adrienne tuvo que aceptar un empleo a tiempo parcial en la biblioteca del barrio. Aunque no estaba tan preocupada por ella o por los nios como lo estaba por su padre.

    Un ao despus del divorcio, su padre sufri un ataque, y luego llegaron otros tres con gran rapidez. Ahora necesitaba cuidados las veinticuatro horas del da. La residencia que le haba encontrado era fantstica, pero siendo hija nica le tocaba a ella pagarla por completo. Tena lo suficiente para un ao ms, pero despus de eso no saba lo que iba a hacer. Ya se estaba gastando todo lo que ganaba trabajando en la biblioteca. Cuando Jean le haba preguntado a Adrienne si no le importaba encargarse del Inn mientras ella estaba fuera, haba sospechado que Adrienne atravesaba dificultades econmicas y haba dejado mucho ms dinero del necesario para la comida. En la nota que le haba dejado le deca que se quedara el resto como pago por su ayuda. Adrienne se lo agradeca, pero le hera el orgullo aceptar caridad de sus amigos.

    Sin embargo, el dinero era slo parte de la preocupacin por su padre. A veces tena la sensacin de que l era la nica persona con quien contaba, y le necesitaba, sobre todo ahora. Pasar tiempo a su lado era para ella una forma de evadirse: le horrorizaba pensar que sus horas juntos podan estar tocando a su fin debido a algo que ella hiciera o dejara de hacer.

    Qu iba a ser de l? Y qu iba a ser de ella? Adrienne sacudi la cabeza intentando alejar esas preguntas. No quera pensar en nada de eso, especialmente ahora. Jean le haba dicho que el Inn estara tranquilo, slo haba una reserva; as que esperaba que la estancia en ese lugar le ayudase a aclarar las ideas. Quera pasear por la playa o leer un par de novelas que llevaban meses esperando en su mesita de noche; quera poner los pies en alto y contemplar a las marsopas jugueteando con las olas. Esperaba relajarse, pero mientras estaba de pie en el porche del erosionado Inn de Rodanthe, esperando la tormenta que se aproximaba, senta que el mundo la aplastaba con fuerza. Era de mediana edad y estaba sola, saturada de trabajo y dbil por dentro. Sus hijos estaban rebeldes y su padre enfermo. En realidad, ella no estaba segura de cmo conseguira salir adelante. Entonces fue cuando se ech a llorar.

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  • NICHOLAS SPARKS NOCHES DE TORMENTA

    Minutos ms tarde, cuando oy pasos en el porche, volvi la cabeza y vio a Paul Flanner por primera vez.

    Paul ya haba visto llorar a personas miles de veces, pero normalmente haba sido en el ambiente estril de la sala de espera de un hospital, cuando acababa de salir del quirfano y todava llevaba la bata. Para l, la bata era una especie de escudo frente a la naturaleza personal y emotiva de su trabajo. Ni una sola vez haba llorado con sus interlocutores, y tampoco poda recordar el rostro de ninguno de los que lo haban mirado en busca de respuestas. No era algo de lo que se sintiera orgulloso, pero tena que admitir que sa era la clase de persona que haba sido una vez.

    Sin embargo, en aquel momento, al mirar los ojos enrojecidos de la mujer del porche, se sinti como un intruso en un terreno desconocido. Su primer impulso fue desplegar sus antiguas defensas. Pero haba algo en aquella mirada que le hizo descartar tal posibilidad. Tal vez fuese el entorno o el hecho de que estaba sola; en cualquier caso, la oleada de empata fue una sensacin nueva que lo pill totalmente desprevenido.

    Adrienne, que esperaba su llegada para ms tarde, intent superar su incomodidad por haber sido sorprendida en tal estado. Se oblig a sonrer y se enjug las lgrimas, intentando simular que se las haba provocado el viento.

    Sin embargo, cuando se volvi hacia l no pudo evitar sostenerle la mirada.Pens que haba sido a causa de sus ojos: eran de un azul tan claro que parecan

    casi transparentes, pero haba en ellos una intensidad que no haba visto antes en ninguna otra persona.

    Me conoce O podra conocerme si le diera la oportunidad, pens de repente.

    En cuanto la asaltaron estos pensamientos los rechaz por considerarlos ridculos. No, decidi: no haba nada inusual en el hombre que tena delante. Simplemente era el husped del que Jean le haba hablado, y la estaba buscando porque no haba salido al mostrador; eso era todo. El resultado fue que se encontr evalundolo como suelen hacer los extraos.

    Aunque no era tan alto como Jack, tal vez de metro sesenta, estaba delgado y en forma, como si hiciera ejercicio a diario. Llevaba un jersey caro que no pegaba con sus vaqueros desteidos, pero de algn modo consegua que le quedara bien. Tena la cara angulosa y las lneas de su frente delataban aos de concentracin intensa. Su cabello gris era muy corto, con manchas blancas junto a las orejas; supuso que tendra cincuenta y tantos, pero no pudo precisar ms.

    Justo entonces, Paul pareci darse cuenta de que la estaba mirando y baj la vista.

    Lo siento murmur. No pretenda interrumpir. Hizo una seal por encima de su hombro. La esperar dentro. No hay prisa.

    Adrienne sacudi la cabeza intentando que l no se sintiera incmodo.No pasa nada. Iba a entrar de todos modos.

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  • NICHOLAS SPARKS NOCHES DE TORMENTA

    Cuando lo mir, sus ojos se encontraron por segunda vez. Los de l eran ahora ms suaves y los recuerdos asomaban a ellos, como si estuviera pensando en algo triste, pero quisiera ocultarlo. Ella cogi su taza de caf, utilizndola como excusa para volverse.

    Cuando Paul sostuvo la puerta abierta, ella le hizo una seal para que pasara delante. Mientras atravesaban la cocina, Adrienne se sorprendi observando su cuerpo atltico y se ruboriz un poco, preguntndose qu diablos le pasaba. Se reprendi a s misma y se coloc detrs del mostrador. Comprob el nombre en la lista de reservas y levant la mirada.

    Paul Flanner, verdad? Va a quedarse cinco noches, hasta el martes por la maana?

    S. Vacil. Es posible una habitacin con vistas al mar?Adrienne sac un formulario de registro.Claro. De hecho, puede quedarse cualquiera de las habitaciones. Es el nico

    husped del fin de semana.Cul me recomienda?Todas son bonitas, pero yo en su lugar me quedara con la azul.La azul?Tiene las cortinas ms gruesas. Si duerme en la amarilla o en la blanca, se

    despertar con el alba. Las contraventanas no sirven de gran cosa y el sol sale bastante temprano. Las ventanas de esas habitaciones dan al este. Ella le acerc el formulario y dej el bolgrafo al lado. Quiere firmar aqu?

    Claro.Adrienne observ cmo Paul escriba su nombre, y mientras l firmaba pens

    que sus manos iban bien con su rostro. Los huesos de los nudillos eran prominentes, como los de un anciano, pero sus movimientos eran precisos y acompasados. Vio que no llevaba anillo de casado, aunque tampoco es que le importara.

    Paul dej el bolgrafo y ella cogi el formulario para asegurarse de que lo hubiera rellenado correctamente. Su direccin era la de un abogado de Raleigh. Cogi una llave del tablero de al lado, dud y luego eligi dos ms.

    Muy bien, pues ya estamos todos dijo. Est listo para ver su habitacin?Por favor.Paul dio un paso atrs mientras ella rodeaba el mostrador en direccin a las

    escaleras. Cogi su equipaje y luego la sigui. Cuando ella lleg a las escaleras se detuvo para que l la alcanzara. Seal la sala de estar.

    All tengo caf y unas galletas. Lo he hecho hace una hora, as que an estar bueno durante un rato.

    Lo he visto al entrar. Gracias.En lo alto de las escaleras, Adrienne se volvi con la mano an en la barandilla.

    Haba cuatro habitaciones en el piso de arriba, una en la parte frontal de la casa y tres ms que daban al mar. En las puertas, Paul vio placas en lugar de nmeros: Bodie, Hatteras y Cape Lookout, y en esos nombres reconoci los de los faros de la Barrera de Islas.

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  • NICHOLAS SPARKS NOCHES DE TORMENTA

    Puede elegir la que prefiera dijo Adrienne. He cogido las tres llaves por si acaso.

    Paul mir las puertas de una en una.Cul es la azul?Oh, slo yo la llamo as; Jean la llama la suite Bodie.Jean?Es la propietaria. Yo slo le vigilo el negocio mientras ella no est.Las asas de la bolsa le pellizcaban el cuello y Paul las movi mientras Adrienne

    abra la puerta. Ella la sostuvo abierta y sinti que la bolsa la golpeaba a su paso.Paul mir a su alrededor. La habitacin era ms o menos; como la haba

    imaginado: limpia y sencilla, pero con ms carcter que la tpica habitacin de un hotel junto a la playa. Haba una cama con dosel centrada bajo la ventana y una mesita a su lado. En el techo, un ventilador giraba suavemente, lo suficiente para mover el aire. En el extremo ms alejado, junto a un gran cuadro del faro Bodie, haba una puerta que Paul supuso que dara al cuarto de bao. A lo largo de la pared vio un desgastado arcn con cajones que daba la impresin de estar en el Inn desde el da de su construccin.

    Con excepcin de los muebles, casi todo era de distintos tonos de azul: la alfombra del suelo era del color de los huevos de tordo; el edredn y las cortinas eran azul marino y la lmpara de la mesita era de un brillante matiz intermedio, como la pintura de un coche nuevo. Si bien el arcn con cajones y la mesita eran del color de una cscara de huevo, haban sido decorados con escenas martimas bajo un sol de verano. Hasta el telfono era azul, lo que le daba el aspecto de un juguete.

    Qu le parece?Definitivamente azul dijo l.Quiere ver las otras habitaciones?Paul dej su bolsa en el suelo mientras miraba por la ventana.No, sta estar bien. Puedo abrir la ventana? Huele un poco a cerrado.Adelante.Paul cruz la habitacin, descorri el pestillo y levant la hoja de vidrio. Como

    la casa se haba pintado muchas veces a lo largo de los aos, la ventana se encall unos centmetros antes de abrirse del todo. Mientras Paul se esforzaba por levantarla ms, Adrienne pudo ver cmo se marcaban los msculos y los nervios de su antebrazo.

    Se aclar la garganta.Creo que debera saber que es la primera vez que estoy a cargo del Inn dijo

    . He estado aqu muchas veces, pero slo cuando Jean tambin estaba, as que si hay algo que no es de su agrado no dude en decrmelo.

    Paul se volvi. Con la espalda hacia la ventana, sus rasgos se perdan entre las sombras.

    No me preocupa mucho dijo. ltimamente no estoy muy quisquilloso.Adrienne sonri mientras sacaba la llave de la cerradura.De acuerdo, cosas que debe saber. Jean me dijo que se las comentara. Hay un

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    radiador debajo de la ventana, slo tiene que encenderlo. Slo tiene dos posiciones y al principio hace un poco de ruido, pero al cabo de unos minutos para. Hay toallas limpias en el cuarto de bao; si necesita ms, pdamelas. Y aunque parezca que no vaya a salir nunca, el grifo acaba sacando agua caliente. Se lo prometo.

    Adrienne vio de reojo la sonrisa de Paul mientras ella continuaba.Y a menos que venga alguien ms este fin de semana, y no creo que lo hagan

    con esta tormenta, a no ser que se queden aislados, podemos comer cuando le apetezca dijo. Normalmente Jean sirve el desayuno a las ocho y la cena a las siete, pero si va a estar ocupado a esa hora dgamelo y comeremos cuando sea. O puedo prepararle algo para que se lo lleve.

    Gracias.Adrienne hizo una pausa mientras su mente buscaba algo ms que decir.Ah, y otra cosa. Antes de usar el telfono, debe saber que slo est para hacer

    llamadas locales. Si quiere llamar a larga distancia tendr que usar una tarjeta o hacerlo a cobro revertido, y tendr que hacerlo a travs del operador.

    De acuerdo.Vacil una vez en la puerta.Hay algo ms que quiera saber?Creo que con eso es suficiente. Excepto algo obvio, por supuesto.De qu se trata?Todava no me ha dicho su nombre.Dej las llaves en el arcn junto a la puerta y sonri.Soy Adrienne. Adrienne Willis.Paul cruz la habitacin y, para su sorpresa, le tendi la mano.Encantado de conocerte, Adrienne.

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    Captulo 6

    Paul haba ido a Rodanthe a peticin de Robert Torrelson; mientras sacaba unas cuantas cosas de su bolsa y las colocaba en los cajones se pregunt de nuevo qu querra decirle Robert o si esperaba que fuese Paul quien hablara.

    Jill Torrelson haba ido a verle porque tena un meningioma. Era un quiste benigno, por lo que su vida no corra peligro, pero sin duda resultaba antiesttico. El meningioma estaba en el lado derecho de su cara y se extenda desde el puente de la nariz por encima de la mejilla, formando una masa rojiza y protuberante salpicada de cicatrices all donde se haba ulcerado con los aos. Paul haba operado a docenas de pacientes con meningiomas y haba recibido numerosas cartas de personas intervenidas, donde expresaban lo agradecidas que estaban por lo que haba hecho.

    Haba realizado esa intervencin miles de veces y todava no saba por qu Jill haba muerto. Al parecer, la ciencia no poda proporcionar una respuesta. La autopsia no fue concluyente y la causa de la muerte qued sin determinar. Al principio supusieron que haba sufrido alguna clase de embolia, pero no encontraron ninguna prueba de ello. Despus se centraron en la posibilidad de que hubiera experimentado una reaccin alrgica a la anestesia o a la medicacin postoperatoria, pero finalmente tambin lo descartaron. Tampoco hubo negligencia por parte de Paul; la intervencin no present complicaciones y un examen, exhaustivo del juez de instruccin no hall nada extraordinario en el procedimiento; nada que pudiera ser la causa de la muerte, ni siquiera tangencialmente.

    La cinta de vdeo lo confirmaba. Puesto que era un meningioma tpico, el hospital haba grabado el proceso para un posible uso educativo por parte de la facultad.

    Posteriormente, el consejo de cirujanos del hospital haba visionado la cinta junto con tres cirujanos ms, procedentes de otro estado. Tampoco ellos vieron nada fuera de lo normal.

    Se mencionaron ciertos condicionamientos mdicos en el informe. Jill Torrelson tena sobrepeso y sus arterias estaban taponadas; tal vez hubiera necesitado un by-pass coronario; Padeca diabetes y, por ser fumadora de toda la vida, haba empezado a desarrollar un enfisema. Sin embargo, ninguno de esos condicionantes pareca una amenaza para su vida, y ninguno explicaba suficientemente lo que haba ocurrido.

    Jill Torrelson haba muerto sin motivo aparente, como si Dios simplemente la hubiera llamado a su lado.

    Como muchos otros en su misma situacin, Robert Torrelson haba presentado una demanda. En el juicio comparecieron Paul, el hospital y el anestesista como acusados. Paul, como la mayora de los cirujanos, tena un seguro que cubra las

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  • NICHOLAS SPARKS NOCHES DE TORMENTA

    negligencias. Como era habitual, le indicaron que no hablase con Robert Torrelson sin la presencia de un abogado; y aun as, slo tena que hacerlo si lo llamaban a declarar y Robert Torrelson resultaba estar en la sala.

    Ya haca un ao que el caso avanzaba en crculos. Cuando el abogado de Robert Torrelson hubo ledo el informe de la autopsia, pidi que otro cirujano visionara la cinta y los abogados de la compaa de seguros y del hospital iniciaron un proceso para alargar el juicio y elevar su coste. Fue entonces cuando Paul haba comprendido el triste cuadro al que se enfrentaba el viudo de su paciente. Aunque no lo dijeron explcitamente, los abogados de la compaa de seguros esperaban que Robert Torrelson acabase por tirar la toalla.

    Era como cualquiera de los casos que se haban presentado contra Paul Flanner a lo largo de los aos, excepto por el hecho de que Paul haba recibido una carta personal de Robert Torrelson haca dos meses.

    No necesit traerla para recordar su contenido.

    Apreciado doctor Flanner:

    Me gustara hablar con usted personalmente. Es muy importante.

    Por favor.

    Robert Torrelson

    Al final de la carta haba escrito su direccin.Despus de leerla, Paul se la haba mostrado a sus abogados y stos le haban

    insistido que se olvidase de ella. Lo mismo hicieron sus antiguos colegas del hospital: Djalo correr. Cuando esto haya terminado podemos concertar una cita con l, si todava quiere hablar.

    Sin embargo, haba algo en la sencilla splica antes de la firma de Robert Torrelson, pulcramente trazada, que haba impactado a Paul, as que decidi no hacerles caso.

    Tena la sensacin de que ya haba menospreciado demasiadas cosas.

    Paul se puso su chaqueta, baj las escaleras y sali por la puerta principal para dirigirse a su coche. Cogi del asiento delantero una bolsa de piel que contena su pasaporte y sus billetes, pero en lugar de volver adentro fue por uno de los laterales de la casa.

    En la parte que daba a la playa el viento era ms fro y Paul se detuvo un instante para subirse la cremallera. Con la bolsa de piel debajo del brazo, se meti las manos en los bolsillos de la chaqueta y agach la cabeza al sentir el aire que le aguijoneaba las mejillas.

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  • NICHOLAS SPARKS NOCHES DE TORMENTA

    El cielo le recordaba a los que se vean en Baltimore antes de una tormenta de nieve, tiendo el mundo con sombras de un gris funesto. En la distancia vio un pelcano que planeaba por encima del agua con las alas inmviles, dejndose llevar por el viento. Se pregunt adonde ira cuando la tormenta azotara con toda su fuerza.

    Paul se detuvo junto al agua. Las olas avanzaban desde dos direcciones y levantaban sus crestas al chocar. El aire era hmedo y glido. Ech un vistazo por encima del hombro y vio el resplandor amarillo de la luz de la cocina del Inn. La figura de Adrienne pas como una sombra por la ventana; luego desapareci de su vista.

    Pens que intentara hablar con Robert Torrelson durante la maana siguiente. Se esperaba la tormenta para la tarde y seguramente persistira casi todo el fin de semana, as que no podra hacerlo entonces. Tampoco quera esperar hasta el lunes: su vuelo sala de Dulles el martes por la maana y tena que irse de Rodanthe a las nueve como mximo. No quera arriesgarse a no poder hablar con l y, en vista de la tormenta, cada da contaba. Para el lunes tal vez se hubieran derrumbado algunos cables de alta tensin, o tal vez hubiera inundaciones, o tal vez Robert Torrelson se estuviera ocupando de quin sabe qu destrozos.

    Paul nunca haba estado antes en Rodanthe, pero no crea que le llevara mucho tiempo encontrar la casa. Supona que el pueblo no tendra ms de una docena de calles, y, poda atravesarlo andando de punta a punta en menos de: media hora.

    Tras unos minutos en la arena, Paul se volvi y comenz; a avanzar hacia el Inn. Al hacerlo vio otra vez una imagen fugaz; de Adrienne Willis en la ventana.

    Pens en su sonrisa. Pens que le gustaba.

    Desde la ventana, Adrienne se sorprendi espiando a Paul Flanner mientras volva de la playa.

    Estaba guardando las compras y haca lo que poda por colocar cada cosa en el armario adecuado. Por la tarde haba comprado todo lo que le haba recomendado Jean, pero ahora se preguntaba si no debera haber esperado a que Paul llegara para preguntarle si le apeteca comer algo en especial.

    Su visita la intrigaba. Jean le haba contado que, cuando llam haca seis semanas, ella le haba dicho que cerraba despus de ao nuevo y que no volvera a abrir hasta abril, pero Paul le haba ofrecido pagar el doble por una habitacin si abra una semana ms.

    No estaba de vacaciones, eso seguro. No slo lo crea porque Rodanthe no era un destino muy solicitado en invierno, sino porque no le daba la impresin de ser la tpica persona que est de vacaciones. Su actitud en el momento de registrarse no haba sido la de alguien que va all para relajarse.

    Tampoco haba mencionado que quisiera visitar a algn pariente, lo que significaba que seguramente estaba all por motivos de negocios. Per