9
1 No temas, basta que creas "Cuando el silencio profundo reine a nuestro alrededor, concédenos escuchar el sonido lleno del mundo, que invisible se expande en torno nuestro, el supremo canto de alabanza de todos tus hijos. Maravillosamente protegidos por poderes bienhechores, esperamos confiados lo que venga. Dios está con nosotros mañana y noche, y ciertamente en cada nuevo día" Dietrich Bonhoeffer Fragmento del poema "Poderes Bienhechores" del libro Resistencia y Sumisión Mc. 5, 21-43 El ser humano se siente mal ante el misterio de la muerte. Nos da miedo lo desconocido. Nos aterra despedirnos para siempre de nuestros seres queridos para adentramos, en la soledad más absoluta, en un mundo inexplorado en el que no sabemos exactamente qué es lo que nos espera. Por otra parte, incluso en estos tiempos de indiferencia e incredulidad, la muerte sigue envuelta en una atmósfera religiosa. Ante el final se despierta en no pocos el recuerdo de Dios o las imágenes que cada uno nos hacemos de él. De alguna manera, la muerte desvela nuestra secreta relación con el Creador, bien sea de abandono confiado, de inquietud ante el posible encuentro con su misterio o de rechazo abierto a toda trascendencia. Es curioso observar que son bastantes los que asocian la muerte con Dios, como si ésta fuera algo ideado por él para asustarnos o para hacernos caer un día en sus manos. Dios sería un personaje siniestro que nos deja en libertad durante unos años, pero que nos espera al final en la oscuridad de esa muerte tan temida. Sin embargo, la tradición bíblica insiste una y otra vez en que Dios no quiere la muerte. El ser humano, fruto del amor infinito de Dios, no ha sido pensado ni creado para terminar en la nada. La muerte no puede ser el objetivo o la intención última del proyecto de Dios sobre el hombre.

No Temas Basta Que Creas

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: No Temas Basta Que Creas

1

No temas, basta que creas

"Cuando el silencio profundo reine a nuestro alrededor,concédenos escuchar el sonido llenodel mundo, que invisible se expande en torno nuestro,el supremo canto de alabanza de todos tus hijos.

Maravillosamente protegidos por poderes bienhechores,esperamos confiados lo que venga.Dios está con nosotros mañana y noche,y ciertamente en cada nuevo día"

Dietrich Bonhoeffer Fragmento del poema "Poderes Bienhechores" del libro Resistencia y Sumisión

Mc. 5, 21-43

El ser humano se siente mal ante el misterio de la muerte. Nos da miedo lo desconocido. Nos aterra despedirnos para siempre de nuestros seres queridos para adentramos, en la soledad más absoluta, en un mundo inexplorado en el que no sabemos exactamente qué es lo que nos espera.

Por otra parte, incluso en estos tiempos de indiferencia e incredulidad, la muerte sigue envuelta en una atmósfera religiosa. Ante el final se despierta en no pocos el recuerdo de Dios o las imágenes que cada uno nos hacemos de él. De alguna manera, la muerte desvela nuestra secreta relación con el Creador, bien sea de abandono confiado, de inquietud ante el posible encuentro con su misterio o de rechazo abierto a toda trascendencia.

Es curioso observar que son bastantes los que asocian la muerte con Dios, como si ésta fuera algo ideado por él para asustarnos o para hacernos caer un día en sus manos. Dios sería un personaje siniestro que nos deja en libertad durante unos años, pero que nos espera al final en la oscuridad de esa muerte tan temida.

Sin embargo, la tradición bíblica insiste una y otra vez en que Dios no quiere la muerte. El ser humano, fruto del amor infinito de Dios, no ha sido pensado ni creado para terminar en la nada. La muerte no puede ser el objetivo o la intención última del proyecto de Dios sobre el hombre.

Desde las culturas más primitivas hasta las filosofías más elaboradas sobre la inmortalidad del alma, la humanidad se ha rebelado siempre contra la muerte. El hombre sabe que morir es algo natural dentro del proceso biológico del viviente, pero, al mismo tiempo, intuye más o menos oscuramente que esa muerte no puede ser su último destino.

La esperanza en una vida eterna se fue gestando lentamente en la tradición bíblica no por razones filosóficas o consideraciones sobre la inmortalidad del alma, sino por la confianza total en la fidelidad de Dios. Si esperamos la vida eterna es sólo porque Dios es fiel a sí mismo y fiel a su proyecto. Como dijo

Page 2: No Temas Basta Que Creas

2

Jesús en una frase inolvidable: «Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos están vivos» (Lucas 20, 38).

Dios quiere la vida del ser humano. Su proyecto va más allá de la muerte biológica. La fe del cristiano, iluminada por la resurrección de Cristo, está bien expresada por el salmista: «No me entregarás a la muerte ni dejarás a tu amigo conocer la corrupción» (Salmo 16, 10). La actuación de Jesús agarrando con su mano a la joven muerta para rescatarla de la muerte es encarnación y signo visible de la acción de Dios, dispuesto a salvar de la muerte a todo ser humano.

Cuando Jesús recomienda la fe a las personas, que se dirigen a él, no pretende sólo la fe de que él puede realizar el milagro pedido, sino la fe en su persona.

Fe que significa, esté o no el milagro esperado, no nos dejará nunca desilusionados sobre lo esencial.

Fe es creer en Él más que creer en algo.

El milagro mayor es creer en Él. La fe en él da sentido a todo en nuestra vida…

La Fe

"Los teólogos coinciden en que la fe no es, en primer término, dar por cierto hechos, sino tener confianza en Dios. Ellos hablan de una 'fe en ti' en oposición a la mera 'fe en que...'.

Tener fe significa tener confianza en Dios, firmeza. Quien tiene confianza en Dios, tiene un fundamento sólido bajo sus pies. Al mismo tiempo, la confianza en Dios es sostén para aprender a desarrollar la confianza en uno mismo y en las otras personas".

Mt. 7, 21-27

"La confianza es la base de la vida. Ningún ser humano puede vivir sin confianza. Los trapecistas nos ofrecen una hermosa imagen de esto. Tienen que confiar en lo que va a sostenerlos. Pueden dar los saltos más espectaculares, dobles, triples o cuádruples, pero los que finalmente hacen espectacular su actuación son los que los sostienen, que están allí, para agarrarlos, en el lugar exacto y en el momento exacto. Hay mucho de vuelo en nuestras vidas. Es maravilloso volar en el aire, libres como las aves. Pero cuando Dios no está allí para sostenernos, todo nuestro vuelo termina en la nada. Tengamos confianza en el Gran Sostenedor".Henri Nouwen. Pan para el viaje.

Confiar en quien nos sostiene

Jesús habla de una fe que puede mover montañas: 'Yo les aseguro que el que diga a ese cerro ¡Levántate de ahí y arrójate al mar!, si no duda en su corazón y cree que sucederá como dice, se le concederá' (San Marcos 11:23).

Page 3: No Temas Basta Que Creas

3

En el evangelio de San Lucas, Jesús emplea otra imagen. Cuando los apóstoles le piden a Jesús: 'Auméntanos la fe', Él responde: 'Si ustedes tienen un poco de fe, no más grande que un grano de mostaza dirán a ese sicómoro: 'Arráncate y plántate en el mar', y el árbol les obedecerá' (Lc.17:6).

¿Qué significa ambas frases? ¿Busca Jesús animarnos a trucos de magia? Por cierto que no.

Debemos comprender gráficamente estas palabras. A menudo nos encontramos frente a una montaña de problemas que obstaculiza la visión de nuestro futuro. No avanzamos en nuestro camino. Una montaña es la que no nos deja pasar. Si abandonamos la fijación de la montaña que está frente a nosotros y nos afirmamos en la fe, la montaña se desplomará, los problemas de pronto serán menores. Ya no se apilaran frente a nosotros como una montaña elevada.

La fe nos coloca en un plano más alto desde el cual podemos mirar allá abajo, a la montaña. La montaña ya no es amenazante. Se desploma al mar. El mar en los sueños es siempre la imagen del inconsciente. Desde el inconsciente emergen muchas veces temores que se erigen como montañas frente a nosotros. En la fe, estas montañas se desmoronan.

En Lucas existe una imagen distinta. El sicómoro afianza sus raíces profundamente en la tierra. Se supone que un árbol así puede mantenerse firme en la tierra durante 600 años. Para mí, este árbol es la imagen de una persona que se aferra a sí misma, que busca una base firme en el suelo, en lo visible y en lo seco. Pero la fe desarraiga este árbol. Lo trasplanta al mar. En el mar nuestro árbol de la vida recibe agua. Entonces se torna fértil.

Sin fe nos contraemos. Nos aferramos a todo: a nuestra posesión, a nuestro éxito, a nuestra salud y a nuestra fuerza. En la fe podemos desprendernos de todo. La fe no actúa aquí como un milagro sino que nos brinda una nueva base, no una base árida sino una en el mar fértil del inconsciente. La fe nos pone en contacto con la fuente del Espíritu Santo que está en nosotros y que fructifica y alimenta nuestra vida".

No siempre nuestras oraciones han sido escuchadas cuando hemos pedido no perder a quien amábamos o cuando tratábamos de comprender nuestros sueños, llegando inclusive a dudar de Dios. El más idealista o positivo de entre nosotros puede fácilmente decir que la respuesta a nuestros ruegos a veces es 'no', sin tener demasiado en cuenta nuestro dolor, nuestra angustia, nuestra desesperación. Esto se contradice mucho con lo que aprendemos sobre la naturaleza de Dios en la Biblia, que escoge la vida para nosotros y quiere que amemos y nos sintamos amados por él. El Dios del cristianismo es un Dios del 'Sí' (2 Corintios 1:19-20).

En el Sermón del Monte Jesús dijo, '¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar buenas cosas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre de ustedes que está en el cielo dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! (Mateo 7:9-11)

Page 4: No Temas Basta Que Creas

4

La contradicción aparente entre estas afirmaciones positivas y nuestras experiencias negativas no es fácil de resolver: o se la minimiza, o se la ignora.

Sin embargo, hay una respuesta: la confianza. Confiar en Dios. Confiar en Dios a pesar de todo. El mismo que ha desarrollado la vida y la raza humana y nos ha dado amor y sueños se preocupa por lo que realmente es importante para nosotros.

Confiar en Dios no significa, sin embargo, confiar ingenuamente en que no tendré desgracias, que nunca sufriré un accidente o que en mi trabajo nada andará mal. La confianza en Dios no es ligereza o ingenuidad. Puede suceder que yo enferme o que mi pareja se desenvuelva de manera diferente a la que yo pensaba o que una decisión genere un conflicto. La confianza significa para mí que nada negativo puede sucederle a mi núcleo interno. No importa si enfermo, si sufro un accidente, si tengo mala suerte en el trabajo; nada puede suceder a mi núcleo más interno, mi verdadero ser. En lo más profundo estoy en manos de Dios.

Estoy protegido por la buena mano de Dios. Tal confianza me brinda serenidad, me hace bien al alma. Y una y otra vez debo optar por esa confianza.

Confianza no significa que nunca más sienta temor... Conozco cristianos que dicen: 'Como cristiano no debería sentir temor. Sólo debería confiar en Dios y entonces el temor desaparecerá'. Tales frases no sirven de mucho. Un camino mejor sería el de admitir el temor y seguirlo hasta el fin. Entonces el temor me conducirá al fondo de mi alma, donde está disponible la confianza que Dios ha colocado en mi corazón. Allí, en el fondo de mi temor reconoceré, luego, que estoy en manos de Dios. El temor puede existir, pero está rodeado por la buena mano de Dios.

La fe no es un remedio milagroso con el cual uno pueda sanar cualquier enfermedad. No podemos decir: 'Sólo necesito creer con todas mis fuerzas y entonces, sanaré' o 'sólo necesito creer en la sanación de mi amigo y entonces, sanará'. La fe es la condición para que la sanación pueda verificarse. Pero al apoyarnos en la fe, dejamos en manos de Dios el sanar o no. Confiamos en que Dios pueda sanar toda enfermedad. Y con mucha frecuencia sucede el milagro de sanación. Existen suficientes informes al respecto. Pero no podemos obligar al milagro. En la actualidad está inclusive científicamente comprobado que la fe es una buena condición para poder curar las enfermedades. Pero precisamente no es un ardid que podemos aplicar siempre que queramos.

La fe es mucho más: es desprenderse de los propios deseos y entregarse uno mismo y el enfermo a Dios. Siempre es voluntad (¿?) de Dios que alguien sea sanado o no.

Jn. 9, 1-41

La fe cristiana no es creer algo, sino en alguien

Page 5: No Temas Basta Que Creas

5

La curación del ciego de nacimiento nos toca de cerca, porque en cierto sentido todos somos... ciegos de nacimiento. El mundo mismo nació ciego. Según lo que nos dice hoy la ciencia, durante millones de años ha habido vida sobre la tierra, pero era una vida en estado ciego, no existía aún el ojo para ver, no existía la vista misma. El ojo, en su complejidad y perfección, es una de las funciones que se forman más lentamente. Esta situación se reproduce en parte en la vida de cada hombre. El niño nace, si bien no propiamente ciego, al menos incapaz todavía de distinguir el perfil de las cosas. Sólo después de semanas empieza a enfocarlas. Si el niño pudiera expresar lo que experimenta cuando empieza a ver claramente el rostro de su mamá, de las personas, de las cosas, los colores, ¡cuántos "oh" de maravilla se oirían! ¡Qué himno a la luz y a la vista! Ver es un milagro, sólo que no le prestamos atención porque estamos acostumbrados y lo damos por descontado. He aquí entonces que Dios a veces actúa de forma repentina, extraordinaria, a fin de sacudirnos de nuestro sopor y hacernos atentos. Es lo que hizo en la curación del ciego de nacimiento y de otros ciegos en el Evangelio.

¿Pero es sólo para esto que Jesús curó al ciego de nacimiento? En otro sentido hemos nacido ciegos. Hay otros ojos que deben aún abrirse al mundo, además de los físicos: ¡los ojos de la fe! Permiten vislumbrar otro mundo más allá del que vemos con los ojos del cuerpo: el mundo de Dios, de la vida eterna, el mundo del Evangelio, el mundo que no termina ni siquiera... con el fin del mundo.

Es lo que quiso recordarnos Jesús con la curación del ciego de nacimiento. Ante todo, Él envía al joven ciego a la piscina de Siloé. Con ello Jesús quería significar que estos ojos diferentes, los de la fe, empiezan a abrirse en el bautismo, cuando recibimos precisamente el don de la fe. Por eso en la antigüedad el bautismo se llamaba también «iluminación» y estar bautizados se decía «haber sido iluminados».

En nuestro caso no se trata de creer genéricamente en Dios, sino de creer en Cristo. El episodio sirve al evangelista para mostrarnos cómo se llega a una fe plena y madura en el Hijo de Dios. La recuperación de la vista para el ciego tiene lugar, de hecho, al mismo tiempo que su descubrimiento de quién es Jesús. Al principio, para el ciego, Jesús no es más que un hombre: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro...». Más tarde, a la pregunta: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?», responde: «Que es un profeta». Ha dado un paso adelante; ha entendido que Jesús es un enviado de Dios, que habla y actúa en nombre de Él. Finalmente, encontrando de nuevo a Jesús, le grita: «¡Creo, Señor!», y se postra ante Él para adorarle, reconociéndole así abiertamente como su Señor y su Dios.

Al describirnos con tanto detalle todo esto, es como si el evangelista Juan nos invitara muy discretamente a plantearnos la cuestión: «Y yo, ¿en qué punto estoy de este camino? ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí?». Que Jesús sea un hombre nadie lo niega. Que sea un profeta, un enviado de Dios, también se admite casi universalmente. Muchos se detienen aquí. Pero no es suficiente. Un musulmán, si es coherente con lo que halla escrito en el Corán, reconoce igualmente que Jesús es un profeta. Pero no por esto se considera un cristiano. El salto mediante el cual se pasa a ser cristianos en sentido propio es cuando

Page 6: No Temas Basta Que Creas

6

se proclama, como el ciego de nacimiento, Jesús «Señor» y se le adora como Dios. La fe cristiana no es primariamente creer algo (que Dios existe, que hay un más allá...), sino creer en alguien. Jesús en el Evangelio no nos da una lista de cosas para creer; dice: «Creed en Dios; creed también en mí» (Jn 14,1). Para los cristianos creer es creer en Jesucristo.

Mc. 10, 46-52

“Que pueda ver”

Las heridas transformadas en bendición

"Debe sonar extraño decir que la alegría es fruto de nuestra elección. Con frecuencia nos imaginamos que hay personas más afortunadas que otras y que su alegría o su tristeza depende de las circunstancias de la vida, las cuales quedan fuera de nuestro control.

Y, sin embargo, elegimos; no tanto las circunstancias de nuestra vida cuanto la manera de responder a estas circunstancias. Dos personas pueden ser víctimas de un mismo accidente. Para uno, este se convierte en fuente de resentimiento; para otro, en fuente de agradecimiento. Las circunstancias externas son las mismas, pero la elección de la respuesta es completamente distinta. Hay gente a la que se le agria el carácter cuando se van haciendo mayores. Otros, en cambio, envejecen con gozo. Esto no significa que la vida de aquellos cuyo carácter se va amargando haya sido más dura que la vida de los que viven contentos. Significa que se han hecho opciones diferente, opciones íntimas, opciones del corazón".

"Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción" Gn. 41, 52

Apoc. 21, 21“Cada puerta una perla”. Cada entrada a la vida celestial es una perla. ¿Qué es una perla? El marisco se hace una herida con un grano de arena, y el grano queda metido en la llaga. Se ponen en función todos los recursos para sanar la herida. Cuando ésta queda sana y el proceso de reparación termina, es una perla lo que cierra la herida. El sufrimiento hace aparecer recursos insospechados en un marisco, y el resultado es una beldad que no se puede obtener de otra manera. ¡La perla es una herida cicatrizada! ¡Si no hay herida no hay perla!

Las desdichas de nuestra vida pueden ser transformadas en bendiciones, las heridas en perlas preciosas de gran valor. Aún una desventaja muy dolorosa puede ser una potencia salvadora...

Cada puerta una perla, cada infortunio, cada fracaso, cada pérdida, puede transformarse. Dios tiene poder para transformar las desgracias en mensajeros suyos. De este modo Jesús transformó la cruz, símbolo de vergüenza criminal, en símbolo del amor de Dios. Una herida transforma al Pedro que niega a Jesús en un hombre intrépido, en una verdadera roca. ¡Si no hay herida no hay perla! De los embates de la vida pueden venir nuestra más ricas recompensas.

Page 7: No Temas Basta Que Creas

7

Las dudas sobre la fe, o pueden destruir o hacer más fuerte a una persona. No hemos nacido con virtudes, pero desarrollamos las virtudes al enfrentar la tentación y al levantarnos de las caídas, volviéndonos más dependientes de la fuerza de Cristo. El mal que hemos hecho nos deprime, aunque más bien debiera llevarnos a recargarnos y apoyarnos en Cristo. Los santos no son las personas que nunca han pecado, sino los seres humanos cuyo pecado los ha acercado más a Cristo.

Los momentos duros de nuestra vida pueden ser transformados en bendiciones, las heridas en perlas preciosas de gran valor. Aún una desventaja muy dolorosa puede ser una potencia salvadora.

Se relata la historia de una mujer llamada Nidia, la florista ciega de “Los últimos días de Pompeya”. Su ceguera no la amargó, ni la hizo aislarse del mundo, ni quedarse sentada en su casa: ¡salió a enfrentar la vida! Ganaba su sustento en la mejor forma posible. Entonces llegó el día terrible de la erupción del Vesubio, que sumió a la ciudad en tinieblas de medianoche bajo una espesa mortaja de humo y cenizas. Los aterrorizados habitantes corrían a ciegas de un lado a otro, perdidos en la horrorosa negrura. Pero Nidia no se perdió. Debido a la desventaja de la ceguera había aprendido a caminar guiándose por el tacto y el oído, de modo que podía ir directamente a rescatar a su amado. Por haber aprendido a caminar con rapidez y seguridad en la oscuridad de su ceguera, había transformado su desventaja en un tesoro, en una enviada de Dios para la hora oscura.

“¡Cada puerta una perla!” Cada infortunio, cada fracaso, cada pérdida, puede transformarse. Dios tiene poder para transformar las “desgracias” en mensajeros suyos. De este modo Jesús transformó la cruz, símbolo de vergüenza criminal, en símbolo del amor de Dios. Una herida transforma al Pedro que niega a Jesús en un hombre intrépido, en una verdadera roca. “¡Si no hay herida, no hay perla!” De los embates de la vida pueden venir nuestras más ricas recompensas.