Upload
julio-enrique
View
9
Download
0
Embed Size (px)
DESCRIPTION
es un creppypasta
No era mi hermana
Comenzare diciéndoles que mi hermana Ximena de 10 años y yo de 19 siempre
jugamos a asustarnos,juegos de hermanos algo simple, como un ‘’buuu’’
cuando menos te lo esperas o un grito inesperado; en fin de esos sustos que no
van a mas, comienzo con esto porque lo que me paso, pensé que era una
broma de ella, un intento por asustarme de esos de las hermanas pequeñas.
Todos los días de lunes a viernes llego entre 5pm y 8pm de la facultad, siempre
está mi hermana a excepción de algunos miércoles que mi papa o madrasta
descansan y se la llevan de paseo, siempre que llego abro la puerta
silenciosamente para sorprenderla, ya sea que esté en su cuarto o en el patio
jugando con sus gatos.
Un miércoles, llegue como a las 6:30 o 7:00pm pero antes de abrir la puerta
escuche unos pequeños pasos por las escaleras y una pequeña risa como la de
ella, no le di mucha importancia, como se los dije pensé que era una broma y
en seguirle el juego, entre silenciosamente y me fui a esconder a la cocina,
esperando que fuera la que bajara y así poder asustarla yo; pasaron alrededor
de 10 minutos, se escuchaban algunos pasos por los cuartos pero ella no bajo,
cansado del juego, subí por las escaleras a buscarla, antes de terminar de
subirlas por completo escucho que cierran la puerta de mi cuarto, me dio algo
de risa el pensar en que era tan obvia y aun así intentaba asustarme entre a mi
cuarto y grite: ¡Ximena ya sal! No sucedió nada y comencé a buscarla, debajo
de la cama y en el ropero, mi cuarto es algo pequeño así que no demoro mucho
la búsqueda, suspire un poco confundido.
Salí de mi cuarto con una sensación rara, pase al cuarto de mis papas e hice lo
mismo, comencé a buscarla, luego a su cuarto, no la encontraba, grite
de nuevo y ya algo enfurecido ¡no quiero jugar ya Ximena, ya salte de donde
estés! De nuevo, no paso nada; baje a la cocina con la idea que ella había
logrado bajar, tal vez en lo que yo estaba buscándola en alguno de los cuartos,
fui a la cocina y a punto estaba de salir al patio cuando escucho de nuevo una
risa, en la parte de arriba, subí corriendo las escaleras, pero no había nadie, un
escalofrió inundo mi cuerpo, ya en verdad estaba asustado, decidí hacer lo más
lógico, lo que debí de haber hecho desde el principio, llamar a mi papa y
preguntarle por ella.
Lo llame, y pregunte ¿Cómo estas pa’?
El respondió: bien, hoy descanse, ¿y tú?;
Pues bien, acabo de llegar. Le respondí, luego le pregunte ¿oye pa’ y Ximena?;
Aquí está conmigo, vamos a entrar al cine, ¿te la paso?
No está bien, los veo en la noche, bye.
Ok, te veo luego; lo último que respondió mi papa.
Di un gran suspiro, confundido, más que nada asustado, me hice muchas
preguntas: ¿entonces qué era lo que escuche? ¿Qué fueron los pasos, las risas?
¿Si no era ella, quien o que pudo haber sido?
PalpitacionesPosted on agosto 10, 2015 by El Último Resplandor
Rating: 7.6/10 (61 votes cast)
El jardín de los Espinoza era grande y extenso, se podía disfrutar como si se
tratase de una casa de campo. En este jardín acostumbraba verse al pequeño
Samuel jugando a las escondidas, rebuscando debajo de las rocas o
simplemente corriendo. La mamá de Samuel, Teresa, disfrutaba ver crecer a su
hijo y su gran casa en las afueras de la ciudad.
Una tarde, el niño manifestó un fastidio en su brazo izquierdo, decía que se
movía. Su madre observó detenidamente su brazo y vio como está se
estremecía y temblaba, como si palpitará. En el hospital le dijeron que era algo
pasajero, algún golpe que tuvo, y que se le quitaría en un par de semanas. Pero
las palpitaciones no se iban y se intensificaron, ya no solo era sólo su brazo sino
también su hombro y su pecho.
Los doctores no podía encontrar las causas, le sacaron placas, ecografías y
cuando examen se les ocurriese pero no hallaron nada anormal. El niño se
hallaba cada vez mas débil y parecía falto de atención. Una tarde de febrero
finalmente el niño dijo que quería estar en su casa, jugar en su jardín, ya no
soportaba ese hospital en el que estuvo más de 7 meses.
En su casa el niño paraba sentado en el jardín, observando detenidamente el
horizonte, como alejado de ese mundo. Las palpitaciones erán visibles como si
su cuerpo se retorciese por dentro, pero el niño ya no se quejaba, solo pedía
estar en su jardín y se molestaba cuando lo alejaban del mismo. Una noche
Teresa se disponía a regresar a Samuel para que duerma pero esto ya no
respondía y vio sus ojos fríos, sin vida, aún viendo al horizonte.
Durante el entierro del pequeño Samuel, Teresa no dejaba de llorar, aún tenías
las esperanzas que se recuperaría. Justo cuando estaban echando la tierra
sobre el ataúd, Teresa juraba que su hijo aún vivía, decía que escuchaba las
palpitaciones venir de su tumba.
Una noche de lluvia mientras Teresa observaba el jardín, en el mismo lugar
donde se sentaba Samuel, observó a lo lejos a alguien corriendo por su jardín,
saltando y girando por la tierra. Ella corrió por todo el jardín y vió a Samuel allí
riendo, con la misma ropa que le enterró.
– ¡Samuel ! – gritó Teresa rebosante de felicidad. – ¡Sabía que aún vivías. Por
favor, pordóname por enterrarte. Vuelve a mi la…!
Teresa no pudo completar la frase ya que observaba aterrorizada donde se
encontraba Samuel. El cuerpo del niño palpitaba con mucha fuerza y por
diversas partes. Parecía como si tuviera cientos de corazones en todo el cuerpo
y cuyos latidos se podían escuchar desde donde se encontraba parada. Y allí
Teresa observó claramente en una de las palpitaciones a unos gusanos largos y
gordos que se agitaban y palpitaban con fuerza. Todo el cuerpo de Samuel
estaba lleno de ellos y todos palpitaban y se trasladaban dentro y fuera de su
piel. El niño miró con una enorme sonrisa el rostro de su madre y corrió fuera
del jardín hacia las colinas.
una navidad diferentePosted on febrero 29, 2012 by
Rating: 3.7/10 (53 votes cast)
Hace años, cuando yo era pequeña, tuve una experiencia algoescalofriante
por asi decirlo todavia lo recuerdo muy bien apezar de mi edad , Ocurrio en la
temporada navideña , todo parecia indicar que seria una tipica
navidad; mis tios llegaban y ayudaban a arreglar la casa con adornos
navideños por todos lados , nos juntabamos en casa de mi abuelita ; las
noche buenas nos las pasabamos platicando , bailando , y de vez en cuando
mis primos mas grandes agarraban bebida y nos davan, mientras
eperabamos el amanecer del 25 cenar y los obsequios! .
Pero esa noche buena fue diferente , mis tios no se veian muy emocionados
y andaban de mal humor pero apezar de eso habia fiesta, hasta que se
escucho una llamada en el telefono que paraliso a la familia , manadaron a
todos los primos a un cuarto mientras mis papas y mi abuelita se quedaban
escuchando a mi tia aurora contestar el telefono
mis primos y yo no parabamos de escuchar por la rendija pero mis primos
mas grandes nos corrian por que ellos tambien querian escuchar estabamos
algo anonadados y nos quedamos en shock cuando escuchamos a la tia
aurora gritar ; fue un grito algo doloroso espelusnante para muchos, de
esos gritos que te dejan helado y sientes que se te baja el azucar.
mis 4 tios agarraron los carros y se fueron nos dejaron a mi abuelita
cuidandonos, salimos todos asustados ,unos primos se quedaron sin habla
pero los mas grandes interrogaron a mi abuelita , mi abuelita no tuvo mas
opcion que soltar la sopa; mi tio hernesto al que habian visto en la fiesta
hace unos momentos habia ido por unos refrescos y al salir de la tienda
habia sufrido un accidente de gravedad .
Despues de unos minutos de estarnos secretiendo entre mis primos se fue la
luz , pensamos que por el arbolito y muchas luces prendidas , empezamos a
poner veladoras y se esucho que que tocaron , pensamos que ya habian
llegado pero era mi tio hernesto mi abuelita corrio a abrazarloo y preguntarle
que habia pasado y el respondio que nada , en esos momentos se dieron las
12 de la noche , nos dimos el abrazo navideño con los que estabamos pero
habia algo raro en el tio hernesto al darle el abrazo se sentia caliente y era
muy acogedor su abrazo pero yo llegue a la teoria y los refrescos? no le
dimos mucha importancia por la oscuridad de la casa, despues de unos
momentos mi tio hernesto dijo que buscaria a mis otros tios , en unos
aprox de 30 min de que se fue el llego la luz y mis otros tios llegaron
llorando desaforidos y unos se quedaron en el carro encorbados dando la
noticia que el tio hernesto habia fallecido y al pareser en el carro traian el
cuerpo mi abuelita no podia creerlo les habiamos contadoo que lo habiamos
visto hace unos momentos y fue abuscarlos pero no nos creyeron ps el
cuerpo de el estaba en el auto con horas de fallecido thodos nos pusimos a
llorar y notamos que mi abuelita no estaba muy bien le dieron unos ataques
en el corazon mis tios llamaron a la ambulancia pero mi tia aurora dijo que ya
habia fallecido . mi tio y mi abuelita se fueron el mismo dia y cada navidad
para recordarlos nos seguiamos juntando aunque ya no era lo mismo ,mis
primos cuentan que las siguientes navidades observaban por la ventana
2 sombras que se parecian a la de mi abuelita y ala de mi tio y mis primitos
mas pequeños aseguraban que ellos seguian aquii y que en navidad les
davan su abrazo y que se sentaban en una silla al rincon y mis primitos les
reclamaban a mis tios que por que no les haciamos casos , por supuesto mis
tios los tachaban de locos y se entristecian . al pasar los años dejamos de
juntarnos pero sin embargo mi mama y yo hibamos a la casa ; varias
ocaciones obserbabamos la mesedora de mi abuelita y escuchabamos
susurros de mi tio , mi mama mando llamar a un padre para que descansara
y nos mudamos a otro estado ,no eh sabido mas de la casa ni eh
mantenido mucho contacto con mis primos pero si con una vecina que dice
que las muchas personas que han querido comprar la casa se espantan por
que un hombre y una señora ya mayor los corren y pasan cosas muy
extrañas. :/
Lindo PlacerPosted on febrero 2, 2015 by Dosniev
Rating: 8.4/10 (116 votes cast)
Buenas tardes chicos, esta es la primera creepy que subo, espero que les guste
y me gustaría pudieran darme su crítica. Dentro de la misma utilizo en algunas
partes un lenguaje soez.
Déjame decirte algo, maldito hijo de puta, crees acaso qué con una simple
disculpa ¿ya todo estará bien? ¿Ah? ¿Acaso lo crees?
-No espera…
(Simplemente lo golpeo tantas veces que Pedro quedo inconsciente)
Al despertarme esta mañana todo fue sumamente confuso, todo se teñía de un
fúnebre color blanco, a los lados de mi cama se encontraban unas cortinas
blancas como casi todo lo demás. Me incomodó demasiado ese hecho, ¿donde
rayos me encontraba?, así que mi primer impulso fue moverme de allí, cosa que
después lamente al darme cuenta de que una de mis piernas simplemente no
estaba, ¡¿Cómo era posible tal cosa?!,¡apenas hacia unas horas me había ido a
dormir, y ahora resultaba que no tenía una pierna!, en el estado histérico que
estaba no percibí totalmente el lugar en el que me encontraba, solo me limité a
contemplar con pavor mi faltante pierna, después de superar
momentáneamente el shock me di cuenta de que algo estaba dentro de mi piel
y así sumando a toda esa desesperación, me encontré rodeado de mi mayor
temor, agujas alrededor de mi cuerpo, suministrando lo que creo que es suero.
Solo me quede en shock, allí llego un enfermero.
-¡El paciente a colapsado!, ¡esta en shock!
-Déjalo allí, si sobrevive, bien, si no únicamente será uno más, como si no
fueran comunes los accidentes vehiculares… en caso de que muera, inventa
algo, un paro respiratorio, o un paro cardiaco creo que igual funcionaria, bueno
tengo cosas que hacer.
Por fin recobre la conciencia, ahora pareciera que un hombre me llevara a algún
lugar, ya con todo lo que vi, podría decir que eso era un hospital, así que seguro
eso era una camilla.
-Ya se ha despertado, creo que deberé llevarlo a otro lugar, este no es el
indicado para usted
-¿A dónde me llevas?
-Bue… ahora tendré que llevarlo a la sala de recuperación, después le
evaluaremos y podremos darle el alta.
-¿Pero el alta de qué?
-Usted sufrió un accidente automovilístico ¿acaso no lo recuerda?
Yo no recordaba tener siquiera un automóvil
-No recuerdo ningún accidente, yo no tengo automóvil
-Usted era el acompañante, y estaban ebrios, tal vez por ello no recuerde nada.
-¿Con quién iba en ese automóvil?
-Lo único que encontramos fue una identificación a nombre de Oscar Suarez
Flores, parece que se dio ala fuga. Lo intentó localizar la policía pero el
domicilio de su identificación ya no existe, fue demolido.
Las horas pasaban exhaustivamente, lo único que quería era largarme de allí y
por fin poder ir a buscar a ese sujeto, Quería saber que había pasado ese día
realmente y sabía que nadie me lo diría así como así. Lo único que quedaba era
recuperarme…
-Señor Pedro Rodríguez Álvarez pedimos autorización para retirar dinero de su
cuenta bancaria para comprar unas muletas ya que por el momento no hay
prótesis disponibles.
-Está bien hágalo. ¿Cuándo podre irme de aquí?
-Ahora mismo, solamente tenga las muletas y baje a firmar su alta, es raro ver
salir a alguien en sus condiciones y que por sí mismo firme su alta,
generalmente algún familiar lo recoge pero por usted no ha venido nadie.
-Soy huérfano, me crie con mi tío pero… lamentablemente el falleció hace 7
años, después de ser impactado por arena a presión y caer 12 metros sobre el
concreto de la obra en que se encontraba
-Dis… Discúlpeme, yo no sabía eso.
-No se preocupe, usted no lo sabía, lo único que me interesaría en este
momento, es saber cuánto tiempo he estado aquí.
-Han sido 4 semanas y media
Por fin, conseguí mi alta, pero ¿a donde habría podido ir Oscar?, seguro, era
muy seguro que si su casa ya no existía, estaría en alguna de sus otras casas,
en la de la playa quizá, así que pensé que de ser así, la policía ya lo habría
buscado, pero después recordé que esa propiedad estaba a nombre de su hijo
así que eso podría complicar las cosas, pero no creo que fuera suficientemente
malo ir a darle un vistazo a la playa, siendo un pobre cojo desempleado.
Con un tanto de esfuerzo llegué a la central camionera más cercana, compré un
boleto para el primer camión a Puerto Vallarta, y después de algunas horas de
espera, subí, yo, un simple y mísero cojo inútil, me senté entre la mirada áspera
y repulsiva de los demás pasajeros. Después de varias horas llegué a la ciudad
portuaria, en donde conocía el camino a casa de Oscar, caminé y caminé…
hasta llegar a su casa.
Llame a la puerta y para sorpresa mía, rápidamente su esposa abrió la puerta.
-¡Pedro!, ¡Oscar, Pedro esta aquí!
Pedro apareció detrás de ella
-Discúlpame Pedro, tenía que huir, tuve miedo.
-¡¿No pudiste irme a buscar?!
-No… pero mira qué curioso te ves sin una pierna, y esas puntadas en la cara
son hermosas
-Que estás diciendo Oscar
-Únicamente te use para sentir tanta adrenalina como me fuese posible,
imagínatelo; chocar estando en estado de ebriedad contra un poste, casi matar
a tu amigo, dejar una pista obvia para incriminarte, escapar, simplemente
escapar y desaparecer del mundo, sin dejar un solo rastro de mi para la policía.
Las palabras de Oscar resonaban en mi cabeza, y después algo estruendoso
rompió por completo mi cordura, ambos, la pareja se reían frenéticamente, una
risa burlesca, tan llena de satisfacción, a la que después se sumo la de su hijo
Emir. Yo únicamente quede allí, estupefacto, fuera de mi, no podía creer que mi
amigo me usara de tal manera, solo para su diversión.
-Entonces solo fui tu juguete, ¿ahora que estoy roto que hare?
-Vete a disfrutar de la vida, de la que te quede.
Allí de nuevo todo se volvió risas, una mezcla de sentimientos se volvió hacia
mí en la poca cordura que me quedaba y rompí en llanto, no sabía si era de
tanta ira que sentía o si era de la tristeza que sentía de no poder confiar ni
siquiera en mis supuestos amigos. Camine hacia la playa, solo me quedaba
poder ver un triste atardecer, o por lo menos eso es lo que quería ver. Una tras
otra las olas impactaban contra la playa, mientras pensaba en lo miserable que
era, sabía que ya no tenía a nadie a mi lado, sabia lo solitario que sería todo,
sabía que todo a mi alrededor se complicaría pues solamente era un hombre
cojo, un hombre normal y cojo que no podía afrontar su problema y se lanzaba
al llanto, entonces entre todos esos pensamientos, me paso por la cabeza como
es que el mar termina tarde o temprano destruyendo todo aquello que ingresa
en él, y así seguí pensando en lo mismo por horas y horas hasta que me aleje
un poco de la playa y busque un lugar donde dormir.
A la mañana siguiente me decidí, me coloque cerca de allí y espere a que
saliera el muy cobarde de Oscar, rápidamente salió en su camioneta, al ver que
se alejo, toque a la puerta de su casa.
-Pero ¿que haces aquí de nuevo?, basura humana
-Yo, solo he venido
Y en ese momento y con la adrenalina al máximo le di un golpe a la mujer con
un palo de escoba que había encontrado en las calles. Ella cayó al suelo
inconsciente, al parecer su hijo no se dio cuenta si quiera ya que su música aun
sonaba por toda la casa, arrastre a la mujer hacia la cochera, le amarre las
manos y piernas por si despertaba, después, como pude, acerqué la mesa de su
comedor y con mucho esfuerzo la subí a ella, la amarre firmemente de pies y
manos, después la amordace y le sujete de igual forma la cabeza. Para evitar
que lograra moverse de allí cargando su peso a algún lado, la lleve a una de las
esquinas y apreté ligeramente la mesa con el otro auto que tenían. Fui a la
cocina a buscar algún cuchillo y subí rápidamente a la habitación del hijo que
claramente aun siendo su hijo era mayor que yo, solamente toque la puerta una
vez y el salió, a lo que se asombro
-Tu…
Únicamente pudo pronunciar eso, porque antes de decir cualquier otra cosa, ya
había clavado uno de los cuchillos en su cuello, y para cuando hizo algún otro
movimiento le clave otro a la altura del pecho, realmente no sé qué es lo que le
haya lastimado, si un pulmón o el corazón, pero algo debió de dañársele,
porque pronto falleció. Lo arrastre por las escaleras y lo lleve a la cochera, junto
con su madre. Ella ya estaba despierta.
-Mira te e traído a tu hijo, espero que te la pases muy bien
Así que quería ver que es lo que me diría, le quite la mordaza y le mostré a su
hijo inerte, sin vida, ella quedo en shock y comenzó a llorar sin consuelo. Sentía
una excitación sexual enorme, cada vez que la escuchaba llorar mi morbo
crecía aun más y más, pensaba en que hacer, si violarla o violarla con partes de
su hijo, pero al cabo de dar una rápida inspección al lugar, vi algo muy
interesante, una moto sierra, así que la encendí y solo la lleve a su hijo, le corte
la pierna y comencé a modelar con ella, me sentí lindo por un momento y
después comencé a reír histéricamente, las ideas eran tantas, ¿Por qué no
modelar la pierna de la mujer? Y así fue, tome la moto sierra y le corte la
pierna, mientras ella se desmayo del dolor, yo coqueteaba con el cuerpo
mutilado que se encontraba en la mesa, le mostraba mi pierna y su pierna,
ahora me veía sexy, es mas incluso podría posar para la cámara, y así fue,
busque en sus pertenencias y encontré una linda cámara, que utilice para
tomarnos fotos, sabía que Oscar las amaría, yo con la pierna de su hijo, yo y la
pierna de su mujer, yo coqueteándole al cuerpo moribundo de ella. En fin
después de ello se me ocurrió cortarle el miembro viril a su hijo y ponérselo a
su madre. Bastaría decir que para este punto me moría de placer. Pero solo fue
el comienzo, termine por desmembrar al hijo para después continuar con la
madre, lo primero fueron sus piernas, después brazos para finalizar con la
cabeza… Para ese momento la mujer estaría muerta, así que todo se volvió un
poco más aburrido, busque entre tantas cosas y encontré alambre con el que
cosí partes del hijo y de la madre, quedando dos cuerpos con partes ajenas a
ellos; la madre termino con dos piernas izquierdas, una suya y la otra de su hijo,
como brazos quedo uno de su hijo y un pedazo de almohada que logré coser,
como cabeza lo más lindo que encontré fue una sandia que después cubrí con
sus cabellos, a él, en cambio, le saque los ojos y los remplace con pedazos de
vidrio completamente amorfos que encontré por allí, su expresión de terror la
desfigure lo más que pude, tratando de darle una apariencia coqueta. Se quedo
con los brazos de su madre una de sus piernas y un palo insertado como si
fuera la otra. Yo en cambio me cosí la de la mujer, y me robe un cambio
completo de ropa, incluidos los zapatos, así por fin me vería bien de nuevo.
Salí del lugar, y me fui de nuevo a la playa, dure varios días mendigando por
algo de comida hasta que la pierna comenzó a oler a muerte, así que tuve que
desprenderme de ella, tenía que llevarla de nuevo hacia su dueño original. Así
que fui hacia la casa y trate de entrar, pero él se encontraba allí.
-Le he traído esto a tu esposa, Oscar
-Maldito bastardo, ¿como haz podido hacer eso?
-De la misma manera que tú me has hecho esto
-Pero eso te lo hice yo
-`Tu familia lo ha consentido y se ha burlado de mi, se lo merecen, si te sirve de
algo te pido una disculpa.
-Crees que con una disculpa ¿ya todo estará bien?
Y así sin más se abalanzo sobre mí y me dio una golpiza que me dejó
inconsciente.
Me desperté entre sueños y lo encontré a él, comiendo, comiéndose mi carne
cruda, era la carne de mi pierna, pero mi pierna aun seguía allí.
-Estas drogado, por eso no sientes demasiado
Alguien me estaba comiendo vivo y yo no podía hacer nada, simplemente
estaba amarrado a una mesa, drogado y dándole el consentimiento de que lo
hiciera, por una vez en mucho tiempo me sentí útil; El placer era tan grande y
reconfortante.
Su protecciónPosted on noviembre 11, 2012 by Le Orange
Rating: 8.4/10 (73 votes cast)
.
Redacción a lo Holder, pero más un ritual que cualquier otra cosa ~Desconozco
su autor original, es sólo la edición de una muy buena traducción de la historia
que encontré. Lo que edité no fue mucho. Desconozco también el autor de la
traducción.
.
Su protección
.
En cada pueblo sobresaliente y ciudad, hay una casa de la que no existe
registro oficial, y cuyas ventanas han sido entabladas por más de lo que
cualquiera pueda recordar. De los antiguos inquilinos, si alguna vez hubo, no
hay rastros, y ninguna organización ni individuo jamás reclamará la propiedad
del terreno sobre el cual se sostiene.
….. Al irrumpir en la residencia (siempre por la parte trasera, a través de una
ventana corrediza de planta baja; nunca debes tocar las puertas exteriores)
distinguirás de entre el polvo señales de cómo ha permanecido inhabitada por
mucho tiempo. Una caja de cartón aplanada, el catre de un niño dado vuelta,
una alfombra desgastada… Invariablemente siempre habrá un colchón doble en
el dormitorio principal. Lo que no verás, sin embargo, serán ratas y cucarachas,
o desperdicios de animales. Las plagas saben bien que no tienen permitido
estar ahí.
….. Estos son Sus espacios sagrados.
….. La primera vez que vayas, lleva solamente lo que necesites para poder
entrar en la casa. Luego ubica el dormitorio principal, ponte en el centro, y
dibuja un círculo continuo en el polvo alrededor de tus pies. Hazlo de al menos
un metro de diámetro para estar seguro.
….. Mira hacia la entrada y di en voz alta: “Deseo hacer un sacrificio.
¿Aceptarás la ofrenda?”.
….. Entonces sal de ahí, tan rápidamente como te sea posible. No debes
regresar hasta la noche siguiente.
….. Esta vez, lleva clavos, un martillo, una botella vacía de un litro de
capacidad, un cuchillo grande y afilado, y una antorcha. Entra de la misma
manera que la vez pasada. ¿Recuerdas el colchón en el dormitorio principal?
Alguien estará durmiendo allí. No te preocupes en despertarle; Ella se ha
encargado de eso por ti. Gira al durmiente hasta ponerlo boca arriba y córtale
su vena de yugular, asegurándote de recoger tanta sangre como sea posible.
….. Necesitarás derramar un poco de la sangre en el piso de cada habitación,
incluyendo ésta, con el cuidado de que, al final, te quede un poco. Cuando
hayas terminado, sal de la misma manera en la que entraste, y pon de vuelta
los tablones (para esto necesitas el martillo y los clavos). Ve a casa caminando.
No hables con nadie en el camino. Cuando llegues, vierte un poco de la sangre
que queda en tu mano derecha y embárrala sobre la manija de tu puerta antes
de entrar. Luego acuéstate.
….. Si aún te ha quedado sangre, tendrás que derramarla en cualquier
pavimento de la ciudad, sin permitir que caiga por algún desagüe. El cuchillo no
debe ser usado nunca más, y debes enterrarlo. No te molestes en cubrir tus
huellas. Cuando dejes tu casa al día siguiente, la sangre en tu puerta habrá
desaparecido, y el homicidio que has cometido no tendrá repercusiones. Desde
el momento en que dejes Su templo, ninguna evidencia de ADN podrá
inculparte nunca más; la Ley bordeará los rededores de tus pisadas sin nunca
tocarlas. Delante de las cámaras, tu cara será una mancha borrosa.
….. Estás bajo Su protección ahora.
….. Sólo asegúrate de encontrar la casa correcta.
Leyendo Like A SirPosted on septiembre 21, 2013 by CP
Rating: 8.8/10 (41 votes cast)
Uno de los pocos creepypastas de Poe, más una historia de terror post-
apocalíptica y una leyenda mexicana (¡con sexo implícito!). El crédito va
hacia Azazel Sanchez, Asterion y Lola, respectivamente, quienes se tomaron el
tiempo de compartir las historias. Para quien no ha podido leerlo hasta ahora
debido a una falla del sitio, El hombre de aglomerado está disponible de nuevo.
No vería mejor manera de cerrar con esta entrada, que leyendo ese
creepypasta. Y en el caso de que aún no estén satisfechos, pueden continuar la
lectura con la entrada especialmente dedicada a Lovecraft, que se publicó hace
algunas semanas.
La verdad sobre el caso del señor Valdemar
De ninguna manera me parece sorprendente que el extraordinario caso del
señor Valdemar haya provocado tantas discusiones. Hubiera sido un milagro
que ocurriera lo contrario, especialmente en tales circunstancias. Aunque todos
los participantes deseábamos mantener el asunto alejado del público —al
menos por el momento, o hasta que se nos ofrecieran nuevas oportunidades de
investigación—, a pesar de nuestros esfuerzos no tardó en difundirse una
versión tan espuria como exagerada que se convirtió en fuente de muchas
desagradables tergiversaciones y, como es natural, de profunda incredulidad.
El momento ha llegado de que yo dé a conocer los hechos —en la medida en
que me es posible comprenderlos—. Helos aquí sucintamente:
Durante los últimos años el estudio del hipnotismo había atraído repetidamente
mi atención. Hace unos nueve meses, se me ocurrió súbitamente que en la
serie de experimentos efectuados hasta ahora existía una omisión tan curiosa
como inexplicable: jamás se había hipnotizado a nadie in articulo mortis.
Quedaba por verse si, en primer lugar, un paciente en esas condiciones sería
susceptible de influencia magnética; segundo, en caso de que lo fuera, si su
estado aumentaría o disminuiría dicha susceptibilidad, y tercero, hasta qué
punto, o por cuánto tiempo, el proceso hipnótico sería capaz de detener la
intrusión de la muerte. Quedaban por aclarar otros puntos, pero éstos eran los
que más excitaban mi curiosidad, sobre todo el último, dada la inmensa
importancia que podían tener sus consecuencias.
Pensando si entre mis relaciones habría algún sujeto que me permitiera
verificar esos puntos, me acordé de mi amigo Ernest Valdemar, renombrado
compilador de la Bibliotheca Forensica y autor (bajo el nom de plume de
Issachar Marx) de las versiones polacas de Wallenstein y Gargantúa. El señor
Valdemar, residente desde 1839 en Harlem, Nueva York, es (o era)
especialmente notable por su extraordinaria delgadez, tanto que sus
extremidades inferiores se parecían mucho a las de John Randolph, y también
por la blancura de sus patillas, en violento contraste con sus cabellos negros, lo
cual llevaba a suponer con frecuencia que usaba peluca. Tenía un
temperamento muy nervioso, que le convertía en buen sujeto para experiencias
hipnóticas. Dos o tres veces le había adormecido sin gran trabajo, pero me
decepcionó no alcanzar otros resultados que su especial constitución me había
hecho prever. Su voluntad no quedaba nunca bajo mi entero dominio, y, por lo
que respecta a la clarividencia, no se podía confiar en nada de lo que había
conseguido con él. Atribuía yo aquellos fracasos al mal estado de salud de mi
amigo. Unos meses antes de trabar relación con él, los médicos le habían
declarado tuberculoso. El señor Valdemar acostumbraba referirse con toda
calma a su próximo fin, como algo que no cabe ni evitar ni lamentar.
Cuando las ideas a que he aludido se me ocurrieron por primera vez, lo más
natural fue que acudiese a Valdemar. Demasiado bien conocía la serena
filosofía de mi amigo para temer algún escrúpulo de su parte; por lo demás, no
tenía parientes en América que pudieran intervenir para oponerse. Le hablé
francamente del asunto y, para mi sorpresa, noté que se interesaba vivamente.
Digo para mi sorpresa, pues si bien hasta entonces se había prestado
libremente a mis experimentos, jamás demostró el menor interés por lo que yo
hacía. Su enfermedad era de las que permiten un cálculo preciso sobre el
momento en que sobrevendrá la muerte. Convinimos, pues, en que me
mandaría llamar veinticuatro horas antes del momento fijado por sus médicos
para su fallecimiento.
Hace más de siete meses que recibí la siguiente nota, de puño y letra de
Valdemar:
Estimado P…:
Ya puede usted venir. D… y F… coinciden en que no pasaré de mañana a
medianoche, y me parece que han calculado el tiempo con mucha exactitud.
Valdemar.
Recibí el billete media hora después de escrito, y quince minutos más tarde
estaba en el dormitorio del moribundo. No le había visto en los últimos diez días
y me aterró la espantosa alteración que se había producido en tan breve
intervalo. Su rostro tenía un color plomizo, no había el menor brillo en los ojos y,
tan terrible era su delgadez, que la piel se había abierto en los pómulos.
Expectoraba continuamente y el pulso era casi imperceptible. Conservaba no
obstante una notable claridad mental, y cierta fuerza. Me habló con toda
claridad, tomó algunos calmantes sin ayuda ajena y, en el momento de entrar
en su habitación, le encontré escribiendo unas notas en una libreta. Se
mantenía sentado en el lecho con ayuda de varias almohadas, y estaban a su
lado los doctores D… y E..
Luego de estrechar la mano de Valdemar, llevé aparte a los médicos y les pedí
que me explicaran detalladamente el estado del enfermo. Desde hacía
dieciocho meses, el pulmón izquierdo se hallaba en un estado semióseo o
cartilaginoso, y, como es natural, no funcionaba en absoluto. En su porción
superior el pulmón derecho aparecía parcialmente osificado, mientras la inferior
era tan sólo una masa de tubérculos purulentos que se confundían unos con
otros. Existían varias dilatadas perforaciones y en un punto se había producido
una adherencia permanente a las costillas. Todos estos fenómenos del lóbulo
derecho eran de fecha reciente; la osificación se había operado con insólita
rapidez, ya que un mes antes no existían señales de la misma y la adherencia
sólo había sido comprobable en los últimos tres días. Aparte de la tuberculosis
los médicos sospechaban un aneurisma de la aorta, pero los síntomas de
osificación volvían sumamente difícil un diagnóstico. Ambos facultativos
opinaban que Valdemar moriría hacia la medianoche del día siguiente (un
domingo). Eran ahora las siete de la tarde del sábado.
Al abandonar la cabecera del moribundo para conversar conmigo, los doctores
D… y F… se habían despedido definitivamente de él. No era su intención volver
a verle, pero, a mi pedido, convinieron en examinar al paciente a las diez de la
noche del día siguiente.
Una vez que se fueron, hablé francamente con Valdemar sobre su próximo fin, y
me referí en detalle al experimento que le había propuesto. Nuevamente se
mostró dispuesto, e incluso ansioso por llevarlo a cabo, y me pidió que
comenzara de inmediato. Dos enfermeros, un hombre y una mujer, atendían al
paciente, pero no me sentí autorizado a llevar a cabo una intervención de tal
naturaleza frente a testigos de tan poca responsabilidad en caso de algún
accidente repentino. Aplacé, por tanto, el experimento hasta las ocho de la
noche del día siguiente, cuando la llegada de un estudiante de medicina de mi
conocimiento (el señor Theodore L…l) me libró de toda preocupación. Mi
intención inicial había sido la de esperar a los médicos, pero me vi obligado a
proceder, primeramente por los urgentes pedidos de Valdemar y luego por mi
propia convicción de que no había un minuto que perder, ya que con toda
evidencia el fin se acercaba rápidamente.
El señor L…l tuvo la amabilidad de acceder a mi pedido, así como de tomar nota
de todo lo que ocurriera. Lo que voy a relatar ahora procede de sus apuntes, ya
sea en forma condensada o verbatim.
Faltaban cinco minutos para las ocho cuando, después de tomar la mano de
Valdemar, le pedí que manifestara con toda la claridad posible, en presencia de
L…l, que estaba dispuesto a que yo le hipnotizara en el estado en que se
encontraba.
Débil, pero distintamente, el enfermo respondió: «Sí, quiero ser hipnotizado»,
agregando de inmediato: «Me temo que sea demasiado tarde».
Mientras así decía, empecé a efectuar los pases que en las ocasiones anteriores
habían sido más efectivos con él. Sentía indudablemente la influencia del
primer movimiento lateral de mi mano por su frente, pero, aunque empleé
todos mis poderes, me fue imposible lograr otros efectos hasta algunos minutos
después de las diez, cuando llegaron los doctores D… y F…, tal como lo habían
prometido. En pocas palabras les expliqué cuál era mi intención, y, como no
opusieron inconveniente, considerando que el enfermo se hallaba ya en agonía,
continué sin vacilar, cambiando, sin embargo, los pases laterales por otros
verticales y concentrando mi mirada en el ojo derecho del sujeto.
A esta altura su pulso era imperceptible y respiraba entre estertores, a
intervalos de medio minuto.
Esta situación se mantuvo sin variantes durante un cuarto de hora. Al expirar
este período, sin embargo, un suspiro perfectamente natural, aunque muy
profundo, escapó del pecho del moribundo, mientras cesaba la respiración
estertorosa o, mejor dicho, dejaban de percibirse los estertores; en cuanto a los
intervalos de la respiración, siguieron siendo los mismos.
Las extremidades del paciente estaban heladas.
A las once menos cinco, advertí inequívocas señales de influencia hipnótica. La
vidriosa mirada de los ojos fue reemplazada por esa expresión de intranquilo
examen interior que jamás se ve sino en casos de hipnotismo, y sobre la cual
no cabe engañarse. Mediante unos rápidos pases laterales hice palpitar los
párpados, como al acercarse el sueño, y con unos pocos más los cerré por
completo. No bastaba esto para satisfacerme, sin embargo, sino que continué
vigorosamente mis manipulaciones, poniendo en ellas toda mi voluntad, hasta
que hube logrado la completa rigidez de los miembros del durmiente, a quien
previamente había colocado en la posición que me pareció más cómoda. Las
piernas estaban completamente estiradas; los brazos reposaban en el lecho, a
corta distancia de los flancos. La cabeza había sido ligeramente levantada.
Al dar esto por terminado era ya medianoche y pedí a los presentes que
examinaran el estado de Valdemar. Luego de unas pocas verificaciones,
admitieron que se encontraba en un estado insólitamente perfecto de trance
hipnótico. La curiosidad de ambos médicos se había despertado en sumo grado.
El doctor D… decidió pasar toda la noche a la cabecera del paciente, mientras
el doctor F… se marchaba, con promesa de volver por la mañana temprano. L…
l y los enfermeros se quedaron.
Dejamos a Valdemar en completa tranquilidad hasta las tres de la madrugada,
hora en que me acerqué y vi que seguía en el mismo estado que al marcharse
el doctor F…; vale decir, yacía en la misma posición y su pulso era
imperceptible. Respiraba sin esfuerzo, aunque casi no se advertía su aliento,
salvo que se aplicara un espejo a los labios. Los ojos estaban cerrados con
naturalidad y las piernas tan rígidas y frías como si fueran de mármol. No
obstante ello, la apariencia general distaba mucho de la de la muerte.
Al acercarme intenté un ligero esfuerzo para influir sobre el brazo derecho, a fin
de que siguiera los movimientos del mío, que movía suavemente sobre su
cuerpo. En esta clase de experimento jamás había logrado buen resultado con
Valdemar, pero ahora, para mi estupefacción, vi que su brazo, débil pero
seguro, seguía todas las direcciones que le señalaba el mío. Me decidí entonces
a intentar un breve diálogo.
—Valdemar…, ¿duerme usted? —pregunté.
No me contestó, pero noté que le temblaban los labios, por lo cual repetí varias
veces la pregunta. A la tercera vez, todo su cuerpo se agitó con un ligero
temblor; los párpados se levantaron lo bastante para mostrar una línea del
blanco del ojo; moviéronse lentamente los labios, mientras en un susurro
apenas audible brotaban de ellos estas palabras:
—Sí… ahora duermo. ¡No me despierte! ¡Déjeme morir así!
Palpé los miembros, encontrándolos tan rígidos como antes. Volví a interrogar
al hipnotizado:
—¿Sigue sintiendo dolor en el pecho, Valdemar?
La respuesta tardó un momento y fue aún menos audible que la anterior:
—No sufro… Me estoy muriendo.
No me pareció aconsejable molestarle más por el momento, y no volví a
hablarle hasta la llegada del doctor F…, que arribó poco antes de la salida del
sol y se quedó absolutamente estupefacto al encontrar que el paciente se
hallaba todavía vivo. Luego de tomarle el pulso y acercar un espejo a sus labios,
me pidió que le hablara otra vez, a lo cual accedí.
—Valdemar —dije—. ¿Sigue usted durmiendo?
Como la primera vez, pasaron unos minutos antes de lograr respuesta, y
durante el intervalo el moribundo dio la impresión de estar juntando fuerzas
para hablar. A la cuarta repetición de la pregunta, y con voz que la debilidad
volvía casi inaudible, murmuró:
—Sí… Dormido… Muriéndome.
La opinión o, mejor, el deseo de los médicos era que no se arrancase a
Valdemar de su actual estado de aparente tranquilidad hasta que la muerte
sobreviniera, cosa que, según consenso general, sólo podía tardar algunos
minutos. Decidí, sin embargo, hablarle una vez más, limitándome a repetir mi
pregunta anterior.
Mientras lo hacía, un notable cambio se produjo en las facciones del
hipnotizado. Los ojos se abrieron lentamente, aunque las pupilas habían girado
hacia arriba; la piel adquirió una tonalidad cadavérica, más semejante al papel
blanco que al pergamino, y los círculos hécticos, que hasta ese momento se
destacaban fuertemente en el centro de cada mejilla, se apagaron
bruscamente. Empleo estas palabras porque lo instantáneo de su desaparición
trajo a mi memoria la imagen de una bujía que se apaga de un soplo. Al mismo
tiempo el labio superior se replegó, dejando al descubierto los dientes que
antes cubría completamente, mientras la mandíbula inferior caía con un
sacudimiento que todos oímos, dejando la boca abierta de par en par y
revelando una lengua hinchada y ennegrecida. Supongo que todos los
presentes estaban acostumbrados a los horrores de un lecho de muerte, pero la
apariencia de Valdemar era tan espantosa en aquel instante, que se produjo un
movimiento general de retroceso.
Comprendo que he llegado ahora a un punto de mi relato en el que el lector se
sentirá movido a una absoluta incredulidad. Me veo, sin embargo, obligado a
continuarlo.
El más imperceptible signo de vitalidad había cesado en Valdemar; seguros de
que estaba muerto lo confiábamos ya a los enfermeros, cuando nos fue dado
observar un fuerte movimiento vibratorio de la lengua. La vibración se mantuvo
aproximadamente durante un minuto. Al cesar, de aquellas abiertas e inmóviles
mandíbulas brotó una voz que sería insensato pretender describir. Es verdad
que existen dos o tres epítetos que cabría aplicarle parcialmente: puedo decir,
por ejemplo, que su sonido era áspero y quebrado, así como hueco. Pero el todo
es indescriptible, por la sencilla razón de que jamás un oído humano ha
percibido resonancias semejantes. Dos características, sin embargo —según lo
pensé en el momento y lo sigo pensando—, pueden ser señaladas como propias
de aquel sonido y dar alguna idea de su calidad extraterrena. En primer
término, la voz parecía llegar a nuestros oídos (por lo menos a los míos) desde
larga distancia, o desde una caverna en la profundidad de la tierra. Segundo,
me produjo la misma sensación (temo que me resultará imposible hacerme
entender) que las materias gelatinosas y viscosas producen en el sentido del
tacto.
He hablado al mismo tiempo de «sonido» y de «voz». Quiero decir que el sonido
consistía en un silabeo clarísimo, de una claridad incluso asombrosa y
aterradora. El señor Valdemar hablaba, y era evidente que estaba contestando
a la interrogación formulada por mí unos minutos antes. Como se recordará, le
había preguntado si seguía durmiendo. Y ahora escuché:
—Sí… No… Estuve durmiendo… y ahora… ahora… estoy muerto.
Ninguno de los presentes pretendió siquiera negar ni reprimir el inexpresable,
estremecedor espanto que aquellas pocas palabras, así pronunciadas, tenían
que producir. L…l, el estudiante, cayó desvanecido. Los enfermeros escaparon
del aposento y fue imposible convencerlos de que volvieran. Por mi parte, no
trataré de comunicar mis propias impresiones al lector. Durante una hora,
silenciosos, sin pronunciar una palabra, nos esforzamos por reanimar a L…l.
Cuando volvió en sí, pudimos dedicarnos a examinar el estado de Valdemar.
Seguía, en todo sentido, como lo he descrito antes, salvo que el espejo no
proporcionaba ya pruebas de su respiración. Fue inútil que tratáramos de
sangrarlo en el brazo. Debo agregar que éste no obedecía ya a mi voluntad. En
vano me esforcé por hacerle seguir la dirección de mi mano. La única señal de
la influencia hipnótica la constituía ahora el movimiento vibratorio de la lengua
cada vez que volvía a hacer una pregunta a Valdemar. Se diría que trataba de
contestar, pero que carecía ya de voluntad suficiente. Permanecía insensible a
toda pregunta que le formulara cualquiera que no fuese yo, aunque me esforcé
por poner a cada uno de los presentes en relación hipnótica con el paciente.
Creo que con esto he señalado todo lo necesario para que se comprenda cuál
era la condición del hipnotizado en ese momento. Se llamó a nuevos
enfermeros, y a las diez de la mañana abandoné la morada en compañía de
ambos médicos y de L…l.
Volvimos por la tarde a ver al paciente. Su estado seguía siendo el mismo.
Discutimos un rato sobre la conveniencia y posibilidad de despertarlo, pero
poco nos costó llegar a la conclusión de que nada bueno se conseguiría con eso.
Resultaba evidente que hasta ahora, la muerte (o eso que de costumbre se
denomina muerte) había sido detenida por el proceso hipnótico. Parecía claro
que, si despertábamos a Valdemar, lo único que lograríamos seria su inmediato
o, por lo menos, su rápido fallecimiento.
Desde este momento hasta fines de la semana pasada —vale decir, casi siete
meses— continuamos acudiendo diariamente a casa de Valdemar,
acompañados una y otra vez por médicos y otros amigos. Durante todo este
tiempo el hipnotizado se mantuvo exactamente como lo he descrito. Los
enfermeros le atendían continuamente.
Por fin, el viernes pasado resolvimos hacer el experimento de despertarlo, o
tratar de
despertarlo: probablemente el lamentable resultado del mismo es el que ha
dado lugar a tanta discusión en los círculos privados y a una opinión pública
que no puedo dejar de considerar como injustificada.
A efectos de librar del trance hipnótico al paciente, acudí a los pases habituales.
De entrada resultaron infructuosos. La primera indicación de un retorno a la
vida lo proporcionó el descenso parcial del iris. Como detalle notable se observó
que este descenso de la pupila iba acompañado de un abundante flujo de icor
amarillento, procedente de debajo de los párpados, que despedía un olor
penetrante y fétido. Alguien me sugirió que tratara de influir sobre el brazo del
paciente, como al comienzo. Lo intenté, sin resultado. Entonces el doctor F…
expresó su deseo de que interrogara al paciente. Así lo hice, con las siguientes
palabras:
—Señor Valdemar… ¿puede explicarnos lo que siente y lo que desea?
Instantáneamente reaparecieron los círculos hécticos en las mejillas; la lengua
tembló, o, mejor dicho, rodó violentamente en la boca (aunque las mandíbulas
y los labios siguieron rígidos como antes), y entonces resonó aquella horrenda
voz que he tratado ya de describir:
—¡Por amor de Dios… pronto… pronto… hágame dormir… o despiérteme…
pronto… despiérteme! ¡Le digo que estoy muerto!
Perdí por completo la serenidad y, durante un momento, me quedé sin saber
qué hacer. Por fin, intenté calmar otra vez al paciente, pero al fracasar, debido
a la total suspensión de la voluntad, cambié el procedimiento y luché con todas
mis fuerzas para despertarlo. Pronto me di cuenta de que lo lograría, o, por lo
menos, así me lo imaginé; y estoy seguro de que todos los asistentes se
hallaban preparados para ver despertar al paciente.
Pero lo que realmente ocurrió fue algo para lo cual ningún ser humano podía
estar preparado.
Mientras ejecutaba rápidamente los pases hipnóticos, entre los clamores de:
«¡Muerto! ¡Muerto!», que literalmente explotaban desde la lengua y no desde
los labios del sufriente, bruscamente todo su cuerpo, en el espacio de un
minuto, o aún menos, se encogió, se deshizo… se pudrió entre mis manos.
Sobre el lecho, ante todos los presentes, no quedó más que una masa casi
líquida de repugnante, de abominable putrefacción.