98
1 Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso. Miguel Hernández

Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

  • Upload
    dazet

  • View
    243

  • Download
    7

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Antología temática ideada por José Castillo, de El Cálamo

Citation preview

Page 1: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

1

Ríete, niño,que te tragas la lunacuando es preciso.

Miguel Hernández

Page 2: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

2

niños que se tragan la luna es una ediciónindependiente del Cálamo Editorial . Lasimágenes y los textos son propiedad de losrespectivos autores. No está permitida lareproducción total o parcial de este libro, ni sutratamiento informático, ni la transmisión porcualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, porfotocopia, por registro u otros métodos, sin elpermiso por escrito de los titulares de derechos deregistro.

Este libro fue impreso en noviembre de 2009 enlos talleres de Acento Editorial, Reforma 654,esquina con Mezquitán, teléfonos 3613-1189 y3330-2011 Tiraje: 500 ejemplares

D.R. © El Cálamo Editorial

[email protected]

Registro en Trámite

portada:Definiciones y acontecimientosVanesa Di Giacomoescultura / instalación

Page 3: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

3

a chatita riaño

Page 4: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

4

Page 5: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

5

EN TORNO A UNA POÉTICA DE LA FUGACIDAD(Fragmento)

Sería hasta el último año de la secundaria, como en una obligación más entre las absurdas de laescuela, que enfrenté el reto de escribir una historia. Mi timidez, propia del hijo menor en la familianumerosa de un profesor rural que devenía artista impresor, quedó transpuesta sobre laperegrinación artificiosa de las palabras. Me empeñé en un cuento, concentrado y con una tramasemipolicial. Los nombres de los personajes eran los de mis compañeros, calzados por algunaderivación: Graciela era Gabriela, creo; De Luna se volvió Deluda; y sucesivamente las palabrasfabricaron una máscara, la que yo quería para envolver mi interioridad y lograr ser el señor deambos reinos: conservar intacta y sin peligros mi fragilidad adolescente y, a la vez, exhibirladescaradamente ante la ferocidad del grupo, pasando por encima de los que rapté para quepadecieran la metamorfosis de ser personajes de mi historia. Los resultados no pudieron ser másimprobables: los inculpados ni cuenta se dieron; Graciela ni se sintió aludida (hasta creo que esedía faltó a la escuela); y la profesora de Literatura me preguntó que de dónde lo había copiado,porque los nombres le parecían muy extranjeros y la escritura demasiado ordenada, concisa y bienelaborada como para un escolapio. Ofendido en tres o cuatro frentes, al volver a la casa destruí eldocumento y borré minuciosamente la escena de escribir. Quizás de allí proviene mi resentimientocon la prosa. Pero le estaré siempre en deuda porque me enseñó que la literatura es, en principio,objetividad, significante, materia. Y su desarrollo siempre debe garantizar un edificio formalintachable —aunque sea fabricado mediante basura, pedacera de sueños, ángeles fisiológicos olingotes de intemporalidad— a prueba de escolapios y de profesores.

[de: Yo mismo (y otros ensayos sobre percepción y literatura, Universidad de Guanajuato, 2008]

Benjamín Valdivia

Page 6: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

6

Page 7: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

7

Alana Gómez GrayLetras

Antes de cumplir los cinco años, no sé cómo, desentrañé el misterio de las letras: ¡podía leer! Me recuerdotumbada en el piso del corredor de casa de mi madre, por completo sobre una página de El Informador, unperiódico conservador. Recorría con mis dedos las letras en negritas de los encabezados; sentía la texturadel papel en mis brazos, en mis mejillas, aspiraba el olor de la tinta negra. Era feliz.Esas hojas enormes para mí estaban llenas de palabras cuyo significado no me importaba, me saciaba anteel simple hecho de leerlas. Comencé a esperar ansiosa la llegada de mi hermano con el diario. Mi nuevahabilidad conllevó, por supuesto, que mi madre distrajese su atención de sí misma y sus ocupacionescotidianas y la centrase en mí. El resultado fue el dictamen que yo debía ir a la escuela: estaba lista paraello.Mi escasa humanidad de aquellos años fue a parar circunspecta al parvulario de la profesora Margarita.Por aquellos días yo no tenía mucha idea de lo que era la escuela, ir a la escuela. Mis hermanos mayoresnunca hablaban de ella, no los recuerdo haciendo tareas o algo por el estilo. O tal vez carecían de importancia para mí y por ello jamás les prestéatención.Lo más parecido a una sesión escolarizada eran las clases de corte y confección que tomaba mi hermana Mariana, a las cuales en más de unaocasión yo había asistido en calidad de enfado. Eran muy gratas: todas las mujeres que se reunían por la tarde en casa de Lucita, la maestra ydictadora, conversaban mucho, aún cuando también usaban la boca –de manera prodigiosa– para sostener alfileres, las puntas de las telas, lacinta métrica o el lápiz. Había muchas risas, se miraba un enorme televisor en blanco y negro o se escuchaba radio. Imaginaba que con la profesoraMargarita sería algo parecido.Yo casi no hablaba, si lo hacía era con monosílabos, y en casa traducían lo casi muda por casi sorda. No sabían de mi diálogo interior. Nunca losupieron. Por ello fue tanto el asombro que mi mamá, quien nunca se cuidó de emitir sus opiniones acerca de mí en mi presencia, por maravillosaso desgarradoras que estas fueran, mencionó a todo aquel que estuvo dispuesto –o no– a escucharla lo prodigioso que era el que yo pudiera leertodo en voz alta.Yo me sentía bien ante sus elogios y me afanaba en mi lectura del “diario independiente”. Mis hazañas de navegar con codos y rodillas aquellaspáginas daban como resultado la escuela.Para ese tiempo, los libros me estaban vedados pues había tenido la osadía de plasmar mis críticas a los autores con lápices de colores sobre suspáginas y haber intentado mejorar la calidad de las ilustraciones con un bolígrafo azul que, al parecer de los mayores, desentonaba. Entonces, mimadre convocó a reunión familiar y repartió nuevas labores y responsabilidades. A los pocos días yo poseía una mesita de madera y una silla dehierro y plástico tejido, al último grito de la moda de corredor. Al pequeño escritorio se le puso mi nombre por debajo: grandes letras rojas demolde. Era la primera vez que yo lo veía escrito así y no en cursiva Palmer. Ahora era como los nombres que aparecían en el periódico.

Page 8: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

8

Alberto Antonio Moneo FranciaCuando yo era pequeño Cuando yo era pequeño, soñaba con ser locutor de radio.Me lo preguntó el cura la primera vez que me confesé...»Antoñito, ¿qué quieres ser de mayor?-¿Yo?, !locutor de radio, padre¡ - contesté, sin vacilar.-¿Y por qué no te haces sacerdote, y hablas desde el púlpito? - me sugirió el padre San Pedro, mi primerconfesor y una personaextraordinaria.-Bueno, lo pensaré - le dije, creo que por educación y. sobre todo, por no contrariar a aquel santo varón.Pero no había nada que pensar. Mi vocación estaba muy clara. La radio me fascinaba, la radio me atraíacomo un imán y, a ella, me pasaba pegado todo el día. Pero había una fecha muy especial para mi en laradio: el 22 de diciembre. Aquella mañana retransmitían el Sorteo de la Lotería de Navidad.La noche anterior tenía auténticas dificultades para dormir, esperando el inicio del sorteo que, en

realidad, significaba el comienzo de las Navidades. -Mamá, mañana me llamas pronto. -¿Por qué, hijo, si no tienes colegio?-No tengo colegio, pero es el sorteo de Navidad y ya sabes que me gusta escucharlo. Además, igual este año nos toca el «Gordo», y quiero darteyo la noticia. -Te pareces a tu abuela, hijo. A ella, también le hacía mucha ilusión la lotería. Mi madre sonreía, y me tapaba con la manta,dándome un beso. -!Hasta mañana, hijo¡ Que sueñes con los angelitos.Y, a mis diez años, aquella noche, en los ratos que podía dormir, sí soñaba con los angelitos, pero convertidos en niños de San Ildefonso. Y, a lamañana siguiente, sus voces llenaban todos los rincones de la ciudad. El volumen de los aparatos de radio se ponía más alto aquella mañana,esperando el milagro de que el premio «gordo» cayera en la casa de cada uno. Todas las participaciones que jugaba mi madre, adquiridas en lastiendas del barrio, posaban extendidas sobre la mesa del comedor. También, el número que en el Ministerio había comprado mi padre. Tras laventana, nevaba. Era Navidad. Mi hermana mayor, que era mi madrina, me trajo el desayuno a mi «despacho» de Lotería.-Toma, Toñín, de parte de mamá.- Y dejaba la bandeja sobre la mesa. -¿Ha salido ya el «gordo»?- me preguntaba.-!No, que va¡- le contestaba -. Dice el locutor de la radio que este año se está retrasando mucho. Oye, hermana, ¿Y si no sale?-!Cómo no va a salir, hombre¡ Eso es imposible¡ -A lo mejor, -decía yo todo preocupado - no han recaudado lo bastante y no pueden dar unpremio tan grande. !Es que llevan ya tres horas de sorteo, y aún no ha salido¡, ¿no es muy raro?Mi hermana se reía y me acariciaba el pelo, con sus manos de madrina. Y en ese momento, en ese preciso momento, electrizando el aire, losniños de San Ildefonso cantaron el premio Gordo. -!Ves como sí estaba¡ - me dijo mi hermanaPero donde no estaba era sobre mi mesa. Nínguna participación coincidía con el número mágico recién cantado.-!Qué pena¡ -decía yo . !Con la de papeletas que teníamos¡ La verdad, es que no lo comprendo.Este año estaba casi seguro de que nos iba atocar. !No quiero desayunar¡...!No me apetece...¡

Page 9: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

9

Alberto Ruy-SánchezLuz del desierto

Hace casi diez años que me es imposible pensar en los caprichos y misterios de la memoria, sin que mevenga a la mente una nítida imagen del desierto.Estábamos en la entrada del Sahara cuando caímos enfermos. Llevábamos casi un mes viajando hacia elsur con muy poco dinero, y comiendo sin precaución en lugares oscuros y con frecuencia poco higiénicos.Tratábamos obsesivamente de llegar al desierto pero al mismo tiempo nos dejábamos seducir por todas lasescalas del camino. El mundo árabe, que tanto Magui como yo estábamos descubriendo, nos fascinabahasta el exceso de sentirnos bajos poderes de algún hechizo. Íbamos hacia e desierto como los insectos dela noche vuelan hacia la llama de una vela, ciegamente. Pero el azar nos detuvo en el primer oasis: la fiebre nos impidió salir de madrugada con la caravana semanalque se adentraba en el Sahara y ya no pudimos tomar la siguiente porque, ese mismo día, habían rotorelaciones los dos países que se disputan aquella zona fronteriza. Había en el aire, según nos dijeron, unaguerra inminente. Al amanecer vino a buscarnos un enviado del Caid, es decir, de la persona que era al mismo tiempo la autoridad política, militar y religiosa de lazona. El Caid quería vernos para decirnos que estábamos bajo su custodia: habría toque de queda y la circulación sería restringida. Cerca de ahí,el ejército del otro país había matado a varios miembros de una tribu nómada que se había negado a ceder sus armas, y se pensaba que el mismoejército podría secuestrar a extranjeros para crearle problemas diplomáticos a sus enemigos. Una maniobra que, por lo visto, es común. Pero lejosde vivir grandes tensiones y riesgos, aquellos días fueron para nosotros un pequeño paraíso. Cerca de tres semanas, hasta que pasó el peligro,disfrutamos de la hospitalidad del Caid. En su territorio, nos albergaba un nuevo amigo: un alemán de origen polaco, doctorado en literatura, quehacía cinco años había vacacionado en ese lugar del desierto y había decidido regresar para quedarse. Comenzó entonces a estudiar geología yestaba terminando un nuevo doctorado. Se especializaba en la evaporación del agua en esa zona del Sahara. Tal vez esté de más decir que era untipo extraño y que nos iniciaba con verdadero entusiasmo a la lectura de las rocas, de sus vetas y de su imaginación milenaria. Estábamos en una zona donde, muchos siglos atrás, el suelo se había hundido varios kilómetros a la redonda ofreciéndonos el espectáculo de unainmensa falla desde abajo: era una especie de valle rodeado por un alto muro que exhibía, con líneas agitadas que corrían horizontalmente, lahistoria de esa tierra durante varios milenios. El hundimiento había producido otra formación extraña: en medio del valle surgió una montañarocosa desde la cual se podían ver todos los oasis a la redonda y el arroyo increíblemente estrecho que los alimentaba. Como era un lugar estratégicodesde un punto de vista militar, nuestro amigo alemán tuvo que pedir la autorización del Caid para que subiéramos. Desde lo alto de la montaña,al día siguiente, presenciamos la salida del sol.

Page 10: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

10

Hasta ese momento no habíamos percibido el acontecimiento más importante del lugar en mucho tiempo – y que no era la guerra. No habíamosdado importancia al hecho de que el día anterior había estado lloviendo, después de doce años que eso ahí no sucedía. Es cierto que entre la gentedel lugar habíamos notado una gran excitación pero la adjudicábamos erróneamente a la política. Luego nos daríamos cuenta de que en realidadera motivada por la lluvia. En aquel rincón del desierto, la guerra era más frecuente y monótona que la lluvia. Desde lo alto de la montaña vimosnuevas zonas verdes alrededor del oasis, que durarían tanto como lo que el sol se demorara en restablecer su dominio. De pronto, vimos quecomenzaban a subir desde el suelo nubes muy pequeñas y compactas. Pasaban frente a nosotros y seguían lentamente su camino hacia arriba. Elagua de la lluvia estaba evaporándose ante nuestros ojos. Pero lo más extraño y fascinante era que, de alguna manera, con las pequeñas nubes nosllegaban sonidos que normalmente, a la altura en la que estábamos, no podríamos escuchar: conversaciones hogareñas, ladridos de perros,música de un radio, juegos de niños en la calle o en el patio de su casa, una pareja discutiendo con violencia, conversaciones que tal vez se queríansecretas. Había también una luz peculiar que se hacía más densa al avanzar la mañana. Era como si, bajo su nueva humead, las hojas de las palmas y losgranos de arena intensificaran sus reflejos. Pero parecía que éstos viajaran, entre las vaporizaciones del aire, de manera muy poco directa hastanuestros ojos. Hundido en esa luz y en la visión de ese paisaje evaporándose, me invadió la sensación de haber estado antes en la extensión de esemismo instante. Ahí me pareció ver algo que ya no estaba ante mis ojos: la misma luz iluminando esta vez un desierto cubierto de flores. Vientosrepentinos las agitaban suavemente. La variedad de sus colores me emocionaban y mi padre me explicaba que era plantas de un día; que durantemuchos años las semillas habían permanecido entre la arena esperando la lluvia que las hiciera germinar. Volví a sentir y la breve angustia de verque en un par de horas el sol quemaba completamente todas las flores y luego todas las plantas. Y volví a oír la voz de mi padre tranquilizándome,diciéndome que las flores habían dejado otras semillas y que, de cualquier manera, en la aparente nada del desierto había una vida inmensamenterica, visible para quien supiera descubrirla. Volví a sentir la alegre curiosidad y el reto de averiguar qué había detrás de la aridez frente a mis ojos.Poro a poco, en los meses siguientes, mi padre me lo mostraría. Yo tendría más de tres años cuando fuimos a vivir al desierto, en el noroeste de México, en la parte sur de Baja California; y había olvidado aquellaescena de nuestra llegada. Casualmente, también acababa de llover, después de quince años de sequedad absoluta, cuando entramos a ese desiertomexicano. Otras imágenes me visitaron: como aquella lluvia se había debido a un ciclón, aún después había vientos poco usuales. Mi padre nospreguntaba si queríamos volar. Como respuesta a nuestro entusiasmo tomaba con una mano el brazo de mi hermano, que ha de haber tenidoentonces cerca de un año, y con la otra mano el mío. Salíamos de la casa y, a los dos niños delgados, e viento nos elevaba fácilmente llevándonos deuna alegría completamente nueva. En lo alto de una montaña norafricana, sumergido en una luz casi líquida, los azares de la memoria me devolvían sensaciones e imágenes que yoni siquiera podía saber que tenía perdidas. Me preguntaba cuántas cosas habré olvidado y cuántas me será dado algún día recuperar. Ahí mismorecordé que dos años antes del viaje a Noráfrica había muerto mi abuelo, el padre de mi padre. Era un hombre dulce, terriblemente aferrado a lavida, que tuvo una agonía muy larga en la cual, inconsciente, hablaba de diferentes épocas de su vida. Conforme se acercaba la muerte era más

Page 11: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

11

lejano el recuerdo en el cual se situaba: en algún momento comenzó a hablar en latín, lengua que sólo de adolescente había frecuentado paraolvidarla totalmente después. En otros momentos discutía, como un niño, con un hermano que había muerto cuando él tenía diez años. Tal vez, elos tres meses que duró su agonía, mi abuelo viajó mentalmente a lo largo y ancho de sus setenta y tantos años de vida. Esa resurrección de la memoria en la proximidad de la muerte mi abuelo me había llenado siempre de angustia: me parecía un acto desesperadode la voluntad de vivir. Pero al recordarlo en aquella montaña de los oasis, después de que yo mismo había sido involuntario y feliz viajero de lamemoria, me llenaba de paz pensar que el último itinerario de mi abuelo fue tal vez un privilegio; y que si, cuando yo muera, me es dada tambiénla dicha de entrar al tiempo sin tiempo de la memoria, sin duda regresaré al desierto.

Page 12: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

12

Alicia García Bergua

Veo a esa niñadesde el tùnel de sombras de mi ahoraexplorando el terrenocon la naturalidad del animalque no piensa en sì mismoen relaciòn con otrosy simplemente es junto a ellos.Veo a esa niñamerodear por la casa,jugar mientras escucha,sopesar las palabrascomo si fueran letras de alguna melodìaque no logra entender completamente.Veo a esa niñaalejarse de puntas por la noche,hay risas estruendosas en la sala,en el mundo lejano de ese cuarto oscuroen el que duerme.

Del libro: Una naranja en medio de la tarde.

Page 13: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

13

Alma ColumbaDe Brujas

Cuando se muere un gato mi abuelito lo entierra bajo la higuera, hace un agujero profundo para que losotros no lo saquen. Aunque nunca llora, veo el dolor en su mirada y cómo se pierde al tiempo. Con suarmónica toca una melodía de despedida y se que en silencio dice una oración.

Después del funeral me regala higos de la huerta. La miel se me resbala por los labios y el escenario tiene uncolor sepia, como en sus fotografías: imagino que en las rodillas de su madre, mi abuelo aprendió lashistorias de brujas que me cuenta: «Son bolas de fuego –dice- que se ven bailar en los cerros. No necesitansalir de sus casas para estar en donde quieren. Cuando andan cerca, el viento y los animales aúllan. Preparanbrebajes con todo lo que encuentran, por eso hay que enterrar bien hondo el cabello y las uñas que tecortan. Si pierdes algo que te gusta mucho reza para que las brujas no lo encuentren porque te puedenhechizar. Otros dicen que comen niños y sapos en banquetes. Pero tú no estás en peligro, hay que hacermuchas maldades para que te encuentren.” Me acaricia el pelo y me mira con el amor que ve a sus gatos.

Yo he visto muchas brujas pero mi abuelo, pobre, no cree que soy mala. La leyenda pone en mis ojos uncolor que brilla en la oscuridad. Mi abuelo enciende ocotes, rasco la tierra y al ritmo de su armónica juegocon todos sus gatos muertos. Nuestra fogata crece hasta quemar la luna. La fiesta comienza en la noche decada viernes y el baile se eterniza en la memoria cuado sólo son cenizas los recuerdos.

Nos despedimos con un beso y transformada en fuego regreso a casa con mi bolsa llena de sapos, de higosfrescos.

Page 14: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

14

Alma Rocío Jiménez

Voy a la derivaLa calle centellea, vibraUn semáforo que triste parpadeaMe acaricia…

Voy a la derivaComo una canción anheladaQue se olvidaAl filo del abismo común, de todos los días

/Tengo un corazón que tiene hambreEn mi un animal respira a punto de saltar/

Voy a la derivaDetrás de lo que siempre me toco perderY no se que nombre ponerteDime una palabra azul o déjame caer

/Tengo un corazón que tiene hambreEn mi un animal respira a punto de saltar/+

Page 15: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

15

Álvaro MoralesHacernos difícil la vida

-¡Con las estatuas no se habla!Quizá mi abuela tenía razón, ¿qué sentido tendría hablarles?. Para ella, era cosa de locos. Me callé, no por su regaño,¡qué va!, ya estaba acostumbrado; más bien porque ella estaba allí. Siempre ocurría que cuando empezaba a escuchara la estatua, aparecía y me aventaba su grito: ¡Con las estatuas no se habla!. Como si su hablar con gallinas fuera algonormal. Cuando ella comentaba entre burlas “mi caso” a sus estúpidas amigas, reían abriendo el pico y revoloteandopor todo el gallinero con su escaso sentido del vuelo. No se si era la rutina, pero después de haber tenido que comer loque ella a puro gesto y sin hablar me servía, mi único momento real era cuando tomaba el sendero que de tanto caminarhabían hecho mis pasos en el inmenso y descuidado jardín que rodeaba, como encubriendo, esta casa donde me habíanrecluido al morir mis padres. Finalmente me encontraba la Parota que techaba a Fidias – así le llamaba a mi estatua porque se parecía a otras vistas en los libros carcomidos y enpolvadamente ocultos que la abuela guardaba en sus huacales-. Esas tardes en que ella hacia la siesta, era cuando más claro veía su imagen; hacía de Fidias vencedor de guerrasantiguas, nos sumergíamos en odiseas marinas con monstruos y princesas, o me acompañaba a enamorar a las vecinas

vistas de lejos a quienes nunca me acerque y de quienes ni el nombre supe. Éramos los héroes de todas las aventuras sostenidas por el vuelo de la fantasía. Enocasiones, simplemente por dejar de sentir la mirada de mi abuela o, porque veía razón en lo que ella me decía, no visitaba a Fidias por varios días. Aquellas tardesen que se creía ignorado por mi mutismo, eran tardes gozadas por la vieja que ya sin “una de sus peores preocupaciones” platicaba y platicaba con sus malditasamigas; les decía que yo era un bruto, pero que a veces olvidando mis locuras dejaba a la estatua y seguía sus consejos, pero que yo no tenía curación, siempre seríaun inadaptado y un lunático. En esos días me sentía abandonado, solo. Era cuando me sabía un huérfano viviendo con una vieja loca, me perdía; no era capaz dehilvanar una guerra, ni de entrar a casa de la vecina para tomar su mano y recostarme en su regazo. No ir con Fidias era callar, era saber que mi abuela y sus razonesquebraban mi frágil vuelo. Cuando por fin no aguantaba saberme tan solo y retomaba mi sendero para reecontrarme con Fidias, mi abuela hacía por bloquearme;ramas de huizaches espinudos extendidos por el camino, camisas que reconocía como mías manchadas de algo que pretendía parecer sangre y plumas de gallinas,pequeños muñecos de sololoy que me remedaban colgados de los árboles y con espinas clavadas; sus mismos trucos de siempre. Cuando venciendo los obstáculosconseguía llegar a Fidias, su rostro de finas facciones esculpidas con modesto atrevimiento sobre el mármol blanco, ahora verdeando por el musgo, me recibían sinreproches y yo iniciaba mi platica sin excusas. Volvíamos a las aventuras, a planear la manera de dar muerte a las estúpidas gallinas, iniciábamos largos viajes osalíamos victoriosos de cruentas batallas. El hacernos difícil la vida fue siempre un afán de la abuela, no digo que yo hiciera mucho por llevar una buena relación,pero yo nunca interrumpí sus tardes de plática con las gallinas, ni la moleste con lógicas ni razones. Ahora, con el tiempo, recuerdo la tarde de aguas en que la lluviaretrasó mi visita a la estatua y la humedad se quedó en las hojas de los árboles cubriendo el jardín. Esa tarde, la luz se demoró rebotando en mis ojos, la sentía porfin hermana. Era quizá el verde azul de mi vista o el oloroso vapor de la tierra lo que mantenía extrañamente alegre mi ánimo, sin prisa. Aquel día al bordear lasraíces de la Parota vi la siempre negra y enjuta espalda, la voz como silbido de serpiente de mi abuela que con su dolor de un siglo muerto lloraba ahogando un relatoa Fidias. No fui capaz de gritarle ¡Con las estatuas no se habla!, ni de compadecerme ante sus lamentos que me llegaban como quemaduras al vientre. Esa tarde,mi felicidad, el camino y las hojas, el paisaje renovado por la lluvia, la luz demorada y una epidemia, se congelaron cuando yo sepultaba en una fosa común y sinlápida a todo el gallinero.

Page 16: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

16

Ana Claudia Zamudio Aguiar

Pausa temida de luz

la sombra y su estación siniestra:

claro de luna

(giras… tu mano…más cuerda…)

claro de luna

en las paredes de aire el frio no se desvanece

(en tu cama… despierta… la calle y sus animales nocturnos)

Abre los párpados muñeca dormilona

cántale:

claro de luna

que el fulgor de tu cielo ya le arrope.

Page 17: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

17

Ana García BerguaInfancia

Qué lugar entrañable, aquel país de gigantes del que somos expulsados al crecer. Extraño las escaleras deledificio que me parecían tan enormes, las habitaciones en las que había lugar para todo, especialmentepara lo que no estaba ahí: unos juegos olímpicos en los corredores, un campamento o una nave espacial enel clóset. También añoro la mirada siempre cercana, siempre con lupa, del mundo y de las cosas, el quenadie me exigiera tener perspectiva ni discriminar: podía ver a mi padre afeitarse durante horas -unespectáculo como cualquier otro, ni mejor ni peor que la televisión-, estudiar a las catarinas, quitarle unapata a una mosca, sufrir por la ilustración misteriosa de un cuento de los hermanos Grimm, memorizar laslosas inclinadas de la cuadra para lanzarse por ellas en la bicicleta, el suelo siempre tan cerca. O saltardurante horas en la cama, calibrando la posibilidad de llegar a la lámpara en un brinco, el vuelo que en elfondo parecía algo posible, cuestión de esforzarse, de saltar cada vez más alto, el vértigo y el deleite del aire

por el aire. El mundo era un parque extraño, la civilización ordenada de los grandes era aún agreste para nosotros y la materia, incluso antes desaber nada sobre Einstein, algo relativo, salvable, que se podía convertir en cualquier cosa. Si podíamos nadar en las albercas, ¿por qué no, porejemplo, en un mar de dulce?, ¿por qué no meterse a la fuente del parque o nadar con los patos?, ¿por qué no escalar los edificios, caminar decabeza por el techo, seguir al gato en un su viaje por las azoteas? Todo era importante y nada era lo importante. Lo importante, si acaso, era estarahí, conseguir los materiales y el escenario de aquel juego perpetuo que la escuela se esforzaba por hacernos ordenar de alguna manera, de modoque entendiéramos que la vida, en realidad, es dura, que los niños éramos crueles, que los maestros eran seres impredecibles y había más cosas porsaber. El regazo de la madre y la familia amortiguaba un poco las verdades tristes, prolongaban en la medida de lo posible aquel paisaje infinito dela infancia, arrecife de concreto, paraíso accidentado en el que, de pronto, dejábamos de caber, como Alicia en la casa del conejo, y mientrasveíamos salir nuestros brazos y piernas por las ventanas, algo se cancelaba con una nueva revelación, terrible y excitante a la vez, que nos hacíaolvidar la llave para volver a entrar.

Page 18: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

18

Ángel OrtuñoFÓRMULA DESGASTADA

Colecciona muñecos.Quiere tenerles miedo. En realidadlo aburren. Le molestaque los demás supongan o pregunten.¿Por qué éste y no otro?¿Y cuándo detenerse?

Lo metieron en esto. No lo sueltan.Y se queda mirandoa contraluz las patas de un insecto.

No tienela menor intención de quitarse los zapatos.

Page 19: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

19

Armando Alanis PulidoLa infancia que no tuve ahora la tengo en youtube

Cito a propósito del tema a la escritora canadiense Nicole Brossard:

« Mi ciudad es un gran mapa geográfico donde me place señalar con el dedo,la infancia el deseo y la literatura como referencias intimas»

Fui niño en los años setentas y en parte de los ochentas y tengo pocos pero hermosos recuerdos como el delelefante que escapó de un circo cercano y fue a dar a la calle donde en ese momento todos jugábamos al futo el del vendedor de algodones de azúcar que ante un fuerte viento observó como toda su mercancía volabapor los aires y por supuesto ahí estábamos nosotros (huercos cabrones y suertudos) en el lugar y en elmomento preciso para recibir ahora si que “del cielo” nuestro azucarado merecido; también en esa épocami equipo de fútbol (le voy a os tigres aunque ganen) fue campeón de liga, en fin, la primaria la cursé en unmodesto colegio católico que se encuentra al oriente de Monterrey, aún existe y está por la avenida Colón yatrás en una plaza de la calzada Madero había unos viejos columpios y una jirafa metálica a la que yobautice como Josefina,en ese lugar esperabamos a que llegarán nuestros padres por nosotros al terminarlas clases, hace un par de semanas me detuve en esa plaza a petición de mi hijo Camilo que disfrutó loscolumpios y le hizo el feo a Josefina además de afirmar que se trataba de un dinosaurio, yo hubiera deseadootra suerte para mi metálica estática y vieja amiga que por supuesto me transportó en el tiempo, intentéacordarme de mas aventuras, de más momentos y no pude, días después en casa navegando en Internetdescubrí en youtube muchas de las caricaturas y programas que veía en la infancia, desde mounstros delespacio y la señorita cometa, hasta don gato y su pandilla, meteoro (max 5), los tunderbirds; los recuerdosse desbocaron a la velocidad de un clic entonces, apareció el juego de química “mi alegría”, los juguetes lylyledy, los plastimarx, la añorada autopista “scaletric” los camiones “Tonka” y los zapatos exorcista queanunciaba chabelo, ah! cuanto nos hubiera gustado regalarle a mamá una sala de muebles troncoso, ycuanto sufríamos porque el tío Gamboín nos incluyera en su lista de sobrinos, ironica coincidencia en facebook mi hermano fundó el club de los sobrinos No oficiales del mentado tío yo por supuesto que no meinscribí porque sigo creyendo aunque nunca vi la lista oficial ni escuché mi nombre que si me anotó, en fintodos estos y otros tantos recuerdos (ayudados por la tecnología) aparecieron y ahora están en un archivoWord titulado infancia recuperada.

Page 20: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

20

Arturo Suárez

Del arsenal de recuerdos cabe en la mano el tiempo, pero siempre falta la nota precisa cuando despertamos.Gran masa es la memoria, esa tramoya del dolor: es un tumor que sólo el sueño quema. Almacén deinvenciones, el seso del martillo trae los olfatos de la mostaza y la naranja-lima, el jabón de lejía y eladvenimiento de la lluvia.Circos de lumbre y santos de pasta. Melodiosos acudimos al unánime reparto de té de limón, bolillo yfrijoles fritos y acuosos. La forma cómplice de una próxima tormenta era una vivencia cronológica. Luegoquemamos por accidente la carpa de los Ringling Brothers, pero ofrecimos una excusa de candor que nosvalió filas numeradas.

————————————————————————-(Pie de foto)Arturo Suárez en Sin aliento, la película de su vida.

Page 21: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

21

Benjamín ValdiviaPerdidos

para Demetrio Vázquez ApolinarYa nada queda de la infancia.La infancia que se aleja de nosotroscomo una bala que hemos disparado.

Pero miento:cada hoja del árbol del tiempo tiene marcasde entonces.

Una mirada, otro amor, ciertas palabras.El ritmo al caminar, arcaicas cicatrices.

¿Ya nada queda de la infancia?

El frío, la esperanza y los temores.Aquel llanto mejor.El día resbalando sin horario.

Más bien todo es infancia:nostalgia de haber sido soplo y luz,la roja esfera y el agua.

Miramos hacia atrás: aquella balaque hubimos disparado ya es nosotros.

No es que hayamos perdido el paraíso:es tan sólo que estamos aturdidospor la fuerte explosión.

[de: Llegar desde la Tierra, UAEM/La tinta del alcatraz, 2000]

Page 22: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

22

Blanca Luz PulidoNos fuimos a Acapulco “Por aquí pasó el tiempo y su túnica sin regreso.”

RAMÓN COTE BARAIBAR

Es sábado; uno de esos días en que por fin puedo hacer exactamente lo que quiero. Ya no tengo queestar cuidando a Paty, la chiquita; ni hacerle caso en todo y por todo a Laura. Es horrible ser lahermana intermedia. Somos cinco personas en un departamento chico: mamá, mi abue y nosotrastres. Y no salimos de paseo con frecuencia: aunque mamá y abue trabajan, no alcanza. Por eso unrato casi a solas es algo raro, pues Raúl, el novio de mamá, vino en la mañana a invitarnos a desayunary al parque (menos a mi abue, a ella no le gusta salir mucho), pero yo no quise acompañarlos estavez. Y no insistieron mucho, tampoco. Tal vez tuvieran ganas de librarse un poco de mí también.En la escuela no entiendo a las niñas, ni tampoco a los niños. Pocas veces me invitan a sus casas, yme doy cuenta de que ellos hasta se van de viaje juntos. A veces se me quedan viendo como si fueramarciana. Aunque la clase de religión me choca, por ejemplo, miss Lupita me hace que les tome a

todos las lecciones de catecismo. Nunca me preguntó si eso me gustaba (y no me gusta). Tal vez por eso no les caigo bien. Cuando llega el recreo,gritan todo el tiempo, se pelean, ellos, y ellas sacan sus juguetes nuevos que les compraron en Disneylandia. Aura de la Rosa (así se llama una), traegises americanos que no manchan para regalar a los maestros y a sus amigos. Una vez me dio uno. Es suave y no hace ruido al escribir en elpizarrón. Yo mejor me quedo, durante los recreos, con Yvette, mi mejor amiga. Hablamos de historias de fantasmas, mientras ella toca con losnudillos algunas partes de madera junto a las puertas de los salones de la escuela, que es vieja, y dice que son puertas canceladas, y que atrás puedehaber esqueletos, escondidos ahí desde hace muchos años. Creo que esas historias las saca de unos cuentos que nos gusta mucho leer, Tradicionesy leyendas de la Colonia. Yvette dibuja muy bonito. Ella sí me invita a su casa. No puede hacer deportes ni jugar en el recreo porque está un pocoenferma del corazón. Me regala a veces los dibujos que hace, y una vez me dio una de esas muñecas Barbie que pueden doblar las piernas, con todoy vestidos. Así que decidí quedarme este sábado a jugar con ella, con la muñeca que me dio Yvette, y a leer un poco uno de esos libros que me prestami abue, que es maestra. Todo el día hemos estado solas mi abue y yo. Fue lindo al principio, pero ya es muy tarde… ¿por qué no regresan mamáy Laura y Paty? Suena el teléfono. Corro a contestar. Hace poco que lo pusieron, se tardaron siglos en darnos la línea y es como un objeto mágicoal alcance de la mano: 16 68 34, me encanta el número. Pero no lo que oigo al otro lado de la bocina. Es mamá. Está contenta, ríe, como si meestuviera contando una alegre travesura inesperada: de pronto, dice, así nada más, sin pensarlo, Raúl las invitó a todas a Acapulco. Y zas, sefueron. Apenas y lo creo, me siento como la niña fea de los cuentos…, la que nadie quiere. ¿Por qué no vinieron por mí?, pero ya para qué lo digo.¿Para darles lástima? Ya están allá. Como no quisiste venir en la mañana, creímos que no querrías venir. No puedo quejarme, se me va la voz. Eshorrible. Casi escucho, al otro lado del teléfono, el ruido de las olas, el olor del mar... Además ya estábamos cerca de la carretera, dice mamá. No tepreocupes, luego volvemos a venir. Ya es domingo en la tarde. Regresan. Traen dulces de coco y la piel quemada. Ojalá no se me noten las ganas dellorar que vuelvo a sentir, ni lo que lloré ayer. Odio a Acapulco. Cuando sea grande, nunca voy a ir allí. Pero, por si las dudas, no vuelvo a decir queno a ningún paseo. Nunca se sabe.

Page 23: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

23

Carlos López de AlbaSanta Tere

de la casa de tu vidaa la tienda de la esquina...

Raúl Bañuelos

Los recuerdos de la infancia están ligados a algunas pasiones de hoy: fútbol, literatura y cine. Crecí enSanta Tere, barrio de bullicio comercial donde la intimidad dura lo que una señora tarda en barrer subanqueta o el transcurso de la cola para las tortillas.

El fútbol llegó con las tardes de sol caído. A media calle, pantalón rasgado, balón ponchado o elsusto de ser arrollado por un auto de los no muchos que entonces transitaban. La cáscara fue como lasegunda división, la pretemporada, el entrenamiento, el anonimato.

Los destacados, los cracks de la cuadra, se iban el fin de semana tras los pasos de El “Zully”Ledesma, El “Concho” Rodríguez, El “Wendy” Mendizábal o El “Toqui” Castañeda a las canchas de tierrade los salesianos para jugar en un equipo, ya con uniforme y todo. Unos zapatos chicos y ya sin tachonesque me regaló un primo y mi “poco trato de balón” me llevaron a jugar en el Necaxa, en la misma ligasalesiana; el Bremen, los Leones negros, el Atlas y el Guadalajara tenían entre sus filas a otros evidentementemejores. Mi destino y mi desatino familiar de ser atlista y el único par de goles —autogoles— que hice, mecondujeron a la literatura: La zorra y el cuervo, Condorito, Capulinita, Memín Pinguín entre otras tirassemanales enfocaron mi atención hacia los puestos de revistas. Ahí compré mis primeros libros: Ivanhoe,Siddartha, Oliver Twist, Tom Sawyer, una enciclopedia por entregas y una Playboy de segunda que tardésemanas en llevarme —por el costo y la decisión.

Durante las vacaciones mi madre solía llevarnos a mi hermana y a mí a cines cercanos pero fueradel barrio: en el Charles Chaplin vimos reestrenos de ficción como King Kong o E.T.; en el Versalles soportéEl imperio del Sol y La historia sin fin; en los cinemas de Pensiones del Estado —después fue unestacionamiento, ahora es un casino — gocé y sufrí literal y respectivamente con Indiana Jones y VicenteFernández. Las especiales, las de lujo, las de los cumpleaños o los estímulos, y las de dos por uno, eran losmiércoles en plaza Patria o plaza México, donde vimos Volver al futuro. Siempre quise unos Pom-poms,cosa que no sucedió porque mi mamá preparaba lonches, tacos y llevaba una Favorita para todos.

Page 24: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

24

Carlos Wynter MeloDibujar con agua en el borde enladrillado de la piscina.

Toco con la palma de mi mano el espejo de agua. La piscina devuelve mi imagen temblorosa. No ha sidomía la idea: mi hija de tres años me invitó a jugar, a dibujar con agua en el borde enladrillado de la piscina.Marca su mano sobre las baldosas secas y grita: ¡Papá, dibujé mi mano! Y me maravilla que algo tan obviola maraville.Mi retoño siempre me causa una sensación ambivalente: me impacienta su desorden pero me encanta sudesorden. Con los hijos, de nada sirve que hayas aprendido a controlar tus realidades inmediatas: te arrastrana un nuevo comienzo en el que eres un torpe total. Se tarda tanto tiempo en evitar las equivocaciones, ¿paraqué?Y ahí estoy, tocando con la palma de mi mano el espejo de agua.Y finjo fascinación por estar acuclillado ahí, creando formas que no me dicen nada, con el peso del sol en lanuca, sonriendo a pesar de todo.Y es que el agua para mi hija no es agua, no es simplemente agua: es la tinta de dibujos estrellados. Ella leotorga nuevos propósitos a las cosas.Y me veo en el espejo del agua. Toco con la palma de mi mano el espejo del agua. La piscina me devuelve miimagen temblorosa.Quisiera irme: la prisa de mi madurez parece halarme del brazo. Pero mi hija sólo dice con sus ojos queespere, que espere mientras en el fondo de mi imagen aparece otra imagen, que espere mientras el mundose ordena.Y me doy cuenta de que no es la primera vez que juego este juego, que no es mi hija quien primero pintó conagua una mano. Al fondo de mis ojos, de los ojos sumergidos de mi imagen en el agua, está el desarreglo delos calcetines, la sonrisa que no se esconde de nadie y un júbilo que se desborda del cuerpo pequeño.

Page 25: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

25

Carmen BoullosaMemoria con teléfono y colita.

El número de teléfono de mi abuela quedó impreso en mi memoria antes de que cumpliera dos años. Nome lo aprendí: estaba ahí, como una palabra más, sencilla como cualquier otra. Perro era más difícil por laerre. Las cifras del teléfono se fundían en un solo vocablo, diezyseisdiezy… Era una palabra mágica: yo mela repetía en las noches, cuando despertaba en la oscuridad y tenía miedo, diezyseisdiezy… Ensalmo mágico,quería decir “mamá” dos veces –la abuela y la mamá en una-, significaba luz, reunía en una los gestos yactos de mi abuela: quitarme el pañal helado y áspero, las manos firmes llevándome al baño para un bañode asiento (“vamos a limpiarte la colita”), el agua tibia: una imagen del paraíso. Tal vez mi primer recuerdo,las manos gigantes –nunca me han vuelto a tocar manos más grandes-, los brazos como columnas, su vozdulce, la caricia del agua…

Page 26: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

26

Cecilia FernándezLa huella de la tormenta

La huella de la tormentaes un dragón de aguaque a su pasoy de prisa devora los colores.

Nadie lo nota

– el mundo queda en blanco y negro –

colores aliento

cuando llueve el mundo no respira

contieneresiste

se detiene , se pasma

Por eso la calle es blancaporque la lluvia la viste de infinitos parpadeos

[un cielo se nubla – se cierra – se aproxima – se desploma: cambia la luz]

Y le vuelven los colores al mundo como la respiración al pez que regresa al agua

aliento viste ligero

la ciudad de nuevo respira

Page 27: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

27

Cecilia Márquez

De niña jugaba en la acera, mi abuelo se sumó a mis saltos. Nunca antes la rayuela fue tan mágica.Los momentos más encantadores de una cantina, los tuve con ese viejo sabio, mientras cenabaarroz y frijoles, escuchando poemas y cantos en trío de lamentos por amores perdidos. En algúnmomento de la tarde-noche bailaba melodías con el padre de mi madre.Lo más divertido fue ver entrar al burdel a mi abuela y mi mamá. Llenas de ira. Mientras todos losviejos aplaudían y silbaban, pidiéndoles piedad para Don Miguel. Su pecado: nunca dejar de serniño.La calle se transformaba con su voz añejada con puro y pipa. Las hojas minúsculas eran alas dehadas, sombreros de duendes, semillas huecas. Los atardeceres eran sueños encapsulados y el vientoatesoraba secretos de magos que uno podía traducir, si guardaba silencio y calma para interpretarlos.Es ahí donde uno valora cómo la experiencia transforma el dolor y lo vuelve dulzura. Sólo algunosprivilegiados: los sensibles pueden ser alquimistas curiosos y creativos. La sorpresa es mayúsculacuando descubres que es un ejercicio que se realiza mejor con los años. Sólo cuando se es niño denueva cuenta.

Page 28: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

28

César Espino BarrosEsta tu aria

cortas los brazos del que miradesde los hombros los suprimesy lo dejas a merced de tiburonescon altibajos en la bolsa de valoresla carne de planeta revertiday el corazón desharrapado como un líquidotirado por la borda de otro templocortas los bravos de la islay bebes el caparazón de los espejose inmóvil queda uno como estatuaque ha perdido su equipajeasido al mirador de ese otro mundoy con las pieles haces barcos de volar...

cortas los lazos de quien amade quien besa los brazos cortas

Page 29: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

29

Daniel Irineo GarcíaAgua Inocente

a María y Jorge Imi manorepetirá el polvode recuerdos lluvia y yo sentados en el pasto recargados sin muros

en el regazode madremi pechosangra sedpara olvidarla paráboladel sueño

IIlos bordesdel jardínrecreanmis díassobre papelmojado desvelodel sol comocaricaturade luz callóel alba

turbéla nochepara que lunadescanse

III

vigiliadel tiempofijalos clavosde memoriaen la vigadel infinito cielocaep e n d i e n te

patioque juegasobrememoriasque hansanado

IV

vuelvelaberintocanciónde cunaque calzó la noche plegaria de padre vuelve el fuego tacto el tacto hambre el hambre golpe el golpe carne la carne sal la sal lluvia la lluvia agua inocente

Page 30: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

30

Danivir kent

Este caracol del cangrejo que carga consigosu dicha, y la pena de cargarcon este caracol del cangrejo que silba,con el soplo marino,esta carga de miasmas que se vuelve fuegoy la sed que no se puede llorar.

Este caracol, si fuese de él, verterse en lo blanco,de una ola salina, cargada de limodulce del mar,quedaría en la orilla, un rastro apenas,una línea, algo como sangre dorada,en la playa fósil, ante el sol, ante el agua.

Antes que agua, este caracol tiene ojos,que ya no tienen ojos,tiene perlas, que ya no tienen sal;este caracol del cangrejo tiene caracol,y tiene pies,no le han podido arrancar los pieslas olas y asíes como sigue(cada vez que tiene fuerza y que tiene dichade limo de dulce mar)levantándose todavía, con lo insensible del sueño,para llegar a la costa, tempranohallar sitio, un agujero y contemplardentro de sí: un caracol de espaldas al ocaso.Este caracol desnudo, antes que el solEste caracol despierto, antes que el agua.

Page 31: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

31

Dante MedinaSi yo fuero siguiendo siendo niño

Cuando ero niñono había dolor de nadaque no fuera yo, yo, yocon mi madre mirando para mí, nomás

Los colores de rosa no existieronporque mi niñez fue antes de la policromíay en blanco y negrouno es felizajeno a la impertinenciade los matices negro de tenery rojo de deber de la economía

La nota coloridame la dabandos o tres verbos defectuososque andaban huyendode unos superlativosmuy envalentonados porqueacababan de humillara dos o tres diminutivosque habían alborotandoel barrio pocamadre de la gramática

Cuando ero niñotodo era con palabrasy colores

Nunca los números nos quitaron comidaA nadie

Page 32: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

32

Dolores Dorantes

Olvido. Olvido. Olvido. Había chocolate en la leche. Leche en polvo. Botes amarillos y un perro que entendía por Relámpago(Orines. Niños). Casa (Como los animales). Los botes amarillos con la leche. La leche era comida acucharadas. Sucia. El pensamiento de los niños los enfrentaba con la muerte. Besos. Vestidos transparentes.Parches. Un volcán y una bicicleta. Cristales donde tú llorabas. Copos de nieve que revientan volando. Misuéter con el tejido de una fresa enorme. Nuestro pantalón bajo la falda. Botes. Orines. Perros (Bésame).

Page 33: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

33

Dulce Carmina

...ay mi niña!!qe desde entonces, te‘as ido a tu aire, te ´a buscao la via pintando, bailando, soñando en losbarzos de la luna,ay mi niña, niña bonita, qe desde entonces salveje como lobo y tan dulce como una flor,ay niña, mi niña bonita, qel fuego te tus entrañas, so ´a purificao tu corazon!

Page 34: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

34

Eduardo Milán

ese poema que querías vistocon los ojos de un niño, José:la orfandad crea su hueco vueltosobre sí mismo, huerfandadflor faltada, mal dicha

ponerse allí con la mirada de aquíimplica un trasladopica puesta en Flandrespica puesta en la infancia que no hablatrono depuestoterritorio de la madre perdidalugar de la evaporación-ves, se cae en la metáforase deviene venado y una sed a mares

las mujeres enormes de mi infancia se movían al soladquirían el sentido del sol al ponerseen sus brazos –relajadas, dejadas para hacerlo que tú quieras en sus grandes cuerpos

una pica en el Flandres de sus cuerposuna especie de picnicdomingo soleado con mantel a cuadros rojosa cuadros blancos, quién con quién

gigantes blancas, negras, rosadasuvas de una cepa familiar extrañamenos míasvoz del zorrohabla lo que no habla en portugués de Brasil

Page 35: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

35

Enzia VerduchiEl cielo / L’aereo

L’aereo sólo de ver el cielo. Ayer tenía un árbol en una maceta, una terraza donde cuidábamos palomas y una canción sobre unperico brasileño: “Tutto verde l’occhio giallo”.Todo en una maletita, los recuerdos en una maletita.L’aereo para cruzar un océano, para llegar a la casa di mama: “¿te gusta el mango?”. ¿Mangio?Dulce y suave, el trópico en un bocado, en su pulpa amarilla. Un mordisco de sol.Veo el cielo y digo: nubes, palomas y l’aereo. Y el cielo que es el mismo y es distinto.

Page 36: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

36

Ernesto LumbrerasLa mañana entre el barro

En el centro del patio romperé mi alcancía:un faro bienhechor con el martillo en manodirige el movimiento del asombro en mis ojos.Golpeado por el ansia estoy alegre y tristecomo una flor nocturna oliendo su perfumeen un sótano rancio. Sospecho que el marranosonríe por la música que lleva en sus costillas.De pronto y sin aviso dejo caer el hierrosobre el lomo del cerdo. Cegado por el brillode los peces saltando en su red de guijarrosme dijo complacidos: “No más filosofíasobre cómo encontrar la mañana en el barro”.De tuertos generales cada moneda tienela tarde de un domingo en casa de mi abuela.

Page 37: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

37

Francisco Magaña

¿Qué habrá mañana—si es que hay mañana—?

Es la pregunta que se veateridaen los ojos del sueñoy la inocencia.Nada hay en ellostodavíaque vislumbre la muertey el hastío.Cuando lleguenhan de sermuy otroslos tiempos otros.No estos.No los de la miradabajo el aura de Dios:como en la infancia.

Pueblo Nuevo de San Isidro LabradorAño de Dios

Page 38: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

38

Francisco RojasRrrucfsssrrrumm

un pájarorojovuelaes pequeñoparado en la bardade la casa de mi tíonos veyo lo veodetrás de éllas nubes se encimanunasobre otrasobre otrasobre otraapachurran la barrigale regalansombraal cerropara que no se cansey siga ahíde pie»rrrucfsssrrrumm»dice el vientocreo que así se llamael pájarorojode la casa de mi tío

Page 39: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

39

Francoise RoyAnotaciones sobre la morfología pectoral

Si mi mano fuera un pañuelo transparente dotado de cinco dedos igual de translúcidos, la pondría adescansar sobre tu pecho desnudo para ver de nuevo, bajo las líneas de mi palma, lo que en ti latió febril—medusa escarlata con un reloj de arena dentro, en equilibrio sobre la arteria mayor, la punta delventrículo (entre sus dos peras de cristal invertidas se escurre sin duda un diminuto alud, las horas queno pudimos vivir).

Horas imposibles —continentes de por medio— hechas de granos de sílice o copos de nieve, el polen orablanco ora dorado de una estación ultraterrestre.

Minutos vueltos materia infinitesimal en la densa carne de los cuerpos.

Pero tu pecho, ahora, está a miles de kilómetros; varios Mares Rojos tendrían que abrirse y volverse a cerrar para que pudiéramos pasar a vadoesos piélagos de tiempo,muros entre dos comarcas infranqueables que ni los fantasmas sabrían atravesar.

¿Sabemos acaso dónde brotan las exóticas flores de la memoria, queridos objetos de ornato para los horticultores autodidactas que seríamos,nosotros que no sabemosgran cosa de taxonomía ni hemos estudiado para anatomistas —aunque tú hayas visto disecciones de personas vivas, y yo haya cortado enalejandrinos una plétora de tejidos y órganos, hecha cirujana por necesidad—, nosotros que ni sabríamos decir dónde está la pleura si nospidieran indicar su emplazamiento? Ignoramos aún si esas corolas vivas del reloj brotan en el costillar del pecho, o bien, en los pasillos etéreosdel alma, a no ser bajo las suturas marmóreas que hacen del cráneo el excelso mapamundi de los pensamientos.

No he visto nunca lo que hay en tu cabeza (no es la trepanación mi especialidad); y en el alma, nadie que tenga cuerpo puede entrar. Perorecuerdo, en cambio, tu pecho desnudo,la planicie embosquecida donde imagino ahora mi mano deslizarse para tocar como a través de un cristal del grosor de un pergamino la texturamovediza de tu corazón.

Page 40: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

40

Gabriel FarahOrtiva

Tenía que devolverlas antes de que cambiaran de color.Me pesaban en los bolsillos.No faltaba demasiado para que la gente se empezara a reir de mi.Y acá sueño con violencia gratuitay el viento que siempre arrastra polvo.

Nuestras bicicletas siguen inmóviles

Con los ismos a granely los happenings de inocenciaEl espacio es chiquitito,la espera es mansa y confortable.

Fueron jóvenes,fueron felices,los elogiaron con ligereza. El tiempose pasó, siempre,un haz posado en mí.

Se pararon en una encrucijada.Fueron como una esculturafría y espinosa.Me recuerdan a la niñezantes de que se llenara de ortiga.

Page 41: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

41

Gabriel Martín

Nací en una ciudad color ciudad. Llegué tan tarde al sol como a los árboles, y en el campo, a campoabierto, solo viví algunos años; aún así le di nombre a un escarabajo e hice de una piedra chispeantemi llavero. Ese tiempo me bastó para imprudencias, no para comprender al tanto sol.

Viví con los bolsillos hinchados de sol, mientras otros se llenaban los sueños de canicas. Lo habíanvisto tan siempre que a su piel no sorprendía.

Hubo también hormigas y lagartijas sobre una barda: ahí un escapulario de madera y dos trenzasde liga con todo el diablo por dentro, pero mala puntería. En nombre de la lluvia desabotoné mipantalón y bauticé rosales: agua de los diez años, casi bendita, como la de san Pedro.

****

Niño a través de un dibujo, de un espejo de crayolas, comprendo aves y los sin fin colores de misjuegos. Tengo una nube de oreja a oreja... Y lo sé todo: hasta el sabor de la naranja en el cielo, laque nombras sin haberla desgajado.

Estoy aquí desde antes que la primera tortuga. Naceré colibrí dentro de cuatro siglos. Me falta lamuela del juicio y un botón de la camisa. Llevo tirantes y la rienda suelta, como si fuera desnudo.

Me gusta enseñar la lengua para saborear el aire. Soy el de la sonrisa de colores en el cielo y aprendolas gracias de la cometa. Construyo un circo de pulgas y maestros amaestrados. Intento bailar sobreun trapecio, hacerme al aire sin alcancías, sin más red que un balde de recuerdos. Y si quiero vivirdos pistas más alto, pintaré mi nariz y las mejillas. No temo la caída... me estaré esperando.

Page 42: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

42

Gaspar Sánchez SalasAquellas flores de almendro

Recuerdo, como si fuera aún hoy, aquellos olores de los campos de mi pueblo. La brisa de la mañana nos hacíarecordar, cada día, que poseíamos el don más preciado: la vida; y los cantos de los pájaros nos devolvían ese instanteque justificaba, con creces, nuestra verdadera razón de existir, de seguir explorando, respirando, oliendo… amando.Los años setenta en España significaron esa épo ca de transición política que ya ha pasado a los anales de la historia,pero yo, por entonces, no era más que eso, un niño, un tierno infante alejado de ideologías, de fracasos o de triunfos,mis particulares éxitos se traducían, solamente, en jugar a la rayuela con los otros niños de mi edad, en ver el míticoMazinger Z o la Abeja Maya, en definitiva, aquellas series televisivas infantiles que consiguieron tenernos sumidosen un mundo tan ficticio como placentero. Mi colegio, mi profesor don Sebastián –desde tercero hasta quinto- miamigo Juan, mis padres, ¡cómo no!, y aquella primera novia, Angelita, fue el círculo en el que me refugiaba y mearropaba. No necesitaba más, realmente, aunque reconozco, con el transcurrir de los años, que fui siempre un niñoincomprendido.

-Vamos a ver, Gaspar, ¿Por qué tienes tantos problemas para relacionarte con los demás niños de tu edad?Era lo que me decía mi maestro de entonces ytambién mis padres. Yo siempre respondía lo mismo:- Son ellos quienes tienen problemas para relacionarse conmigo. Y era verdad. Comprendo que no eranormal que un niño de diez años anduviera escuchando programas radiofónicos al lado de su abuelo y encima preocupado por las noticias, o leyendo libros encada rincón y a cada instante, de autores infantiles destacados. Ya no digamos cuando ponía en práctica mis inquietudes de aprendiz a escritor e inventabaaquellos textos libres que siempre ganaban en el colegio, muchas veces por unanimidad del resto del alumnado, cuando se sometía a votación. Quizá, sí,pensándolo bien, aquel niño de los setenta era alguien raro, extraño y difícil de digerir para los otros compañeros de su clase. Esto jamás me supuso complejoalguno, he de reconocerlo. Al contrario. Reflexionaba y me solía poner en el justo lugar de los demás, siempre en ese intento por justificar sus reacciones másque previsibles. Luego, los fines de semana y algunas tardes durante el curso, ayudaba a mi padre en las faenas del campo, en la medida de mis posibilidades,bien es verdad, y atendiendo a mis todavía poco desarrolladas fuerzas de apenas adolescente. El momento más esperado de la jornada era aquella maravillosapuesta de sol que se divisaba desde el ladero Este de la parcela, al lado del canal, bajo una frondosa y hermosa higuera que aún existe. Allí esperaba entreilusionado y extasiado aquel inaudito fenómeno natural: el astro rey, en un esplendor marchito aunque con una todavía potente y luminosa esferaincandescente, se iba escondiendo paulatinamente por el horizonte al tiempo que los insectos del verano, los mirlos y las siempre libadoras abejas, se disponíana relajar sus compromisos con la naturaleza apartándose de sus rutinarios quehaceres, toda vez que el crepúsculo vespertino iba alcanzando su ocaso más firme.Entre esos todavía livianos rayos de luz, y antes de irme a casa acompañado de mi padre, me dirigía, una vez más, a mi escondite de niño -yo le llamaba “mirefugio”- una especie de pequeño bosquecito entre matorrales de maíz, hortalizas y un rosal silvestre. Allí, como surgido de alguna égloga garcilasiana y antemis impactados ojos casi infantiles, me encontraba con aquel idolatrado almendro, firme como un postillón y bañado entre múltiples rayos dorados. Lorecuerdo equilibrado en su ramaje y exhibiéndose en todo su esplendor con la solera del tiempo. Sus infinitas flores olorosas de vivos colores blancos parecíanpintadas al óleo por la propia mano de Miguel Ángel… Y aquellas maravillosas flores de almendro suponían cada día el anhelado ramillete que agradecía mimadre con una sonrisa digna de ser inmortalizada para siempre en lo más profundo del alma.

Page 43: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

43

Gloria Pérez

Atranqué la puerta de madera viejaen los veranos de mi infanciacon miedo y asombro para espiarteabuela

Page 44: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

44

Guillermo SamperioEl gato amarillo

Tal vez la escritura literaria sea lo mejor de mí porque una tarde infantil, al borde del muro rojo, cayómuerta un ave parda en el macetón de las glorias azulencas, porque desde el vientre de mi madre nació enmí el hastío con forma de salamandra, porque en las noches más cerradas de mi cuarto un ángel como avede rapiña aguardaba el momento de mis bostezos para hundir su garfio en mis alucinaciones, o porque mipadre saltó desde la terraza de su amante y el disparo que resonó en la colonia despertó a los gallos mientrasel taconeo de sus zapatos se disipaba en la penumbra del parque donde asesinaron a la mujer de la tlapalería,quizás porque, mirando por la ventana, mis ojos se perdieron en un cielo de nubes con forma de sirenasque no llegarían a puerto alguno y mis lágrimas se volcaron en aquella maceta de tréboles decepcionadoshecha con una lata Del Fuerte, quizás porque en una ensoñación vi que en el trasfondo de mi sensibilidadlatía una endeble y dolorida membrana en la que lo compasivo y lo pernicioso se confundían, quizás porqueintenté rasgar la guitarra y mis dedos se convirtieron en una mano de madera torpe, o porque la trompetaque me regaló mi progenitor se transformó en una botella de tequila plateada para brindar por la armoníade la estridencia, o porque al ver pasar los trenes descubría en el vaho de sus vidrios el desaliento de tantosadioses fantasmas y de claros pañuelos de encajes que la arena de la estación tornó grisáceos gorrionesmoribundos que cayeron al lado de las vías por las que pasaba el silencio de la noche airosa, tal vez por lasinfantas piernas blancas que subían las escaleras ante mis pupilas que, como microscopio escolar,descubrieron un planetario de diminutas venas azules, o acaso porque una mañana al ir a la escuela primariadescubrí colgado de un poste a un gato amarillento que había resuelto suicidarse en la madrugada y de éleran los chillidos de criatura que me desvelaron mientras los salmones plateados se curvaban en brincosnerviosos hacia la puerta del ropero, o posiblemente por la mujerona de falda de lentejuelas aceitunadasque se recargaba en el poste del bar que aún no abría sus puertas de cantina del Viejo Oeste y ella fumabay cantaba con voz ronca y magullada una canción que sólo entenderían los marineros de la antigua Irlanda,tal vez porque desde los dos años pude distinguir la oquedad significante de muchos silencios, que losadultos llamaban simple y de forma genérica “silencio”, sin darse cuenta de esa diversidad de cavidadessolitarias tras las cosas visibles, etéreas e innombrables.

Page 45: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

45

Hernán Bravo VarelaISAAC

Solo con mi hermano y mis padres en medio del Ajusco, lo único que restaba de niño era mirar el cielo, losinmensos pedregales, el ojo de agua que después cubriera el pavimento de la calle. Cansado de estudiar conla mirada ciertos pájaros obesos, el tirol caído, las curvas caprichosas de la herrería sin pintar, me di a latarea de jugar con mis cubos de madera. De pronto, el bote verde que los contenía vomitaba grandesvolúmenes cuadrados y rectangulares sobre la alfombra roja del estudio. Cómo empezar de nuevo laconstrucción interrumpida; qué hacer con el cilindro, con ese bloque por donde asomaban negras ventanashorizontales. José Antonio parecía no entender la torpe y, sin embargo, empeñosa matemática de mismanos. Mientras yo concluía un frágil conjunto de departamentos, mi hermano, exasperado por miconcentración, se levantaba en dirección a nuestro dormitorio para después tumbarse en el sofá en unmismo silencio compartido. Tal vez por entenderme, José Antonio estudiaría Arquitectura años más tarde:había que penetrar en el misterio de aquellas construcciones que, como a nuestra infancia, invadimos a

falta de algo propio. Pero mis manos, a pesar del continuo adiestramiento, seguían perdiendo el orden y la perspectiva. Aquel conjunto llevaba atales grados su necesidad de espacio y materiales, que nunca bastaría con la imaginación para poder completarlo. Una noche, dormidos ya mispadres y mi hermano, creí ver un destello que provenía del vestidor de mi madre, al lado de la cama de José Antonio. El ángulo en que estabacolocado me permitió apreciar el origen de dicho resplandor: una Virgen, con su cara recortada en el marco derecho de la luna del vestidor, memiraba fija, dulcemente. Aquella luz permanecía inmóvil y apenas se bastaba con su pequeña esquina para hacerse notar. Aterrado por la aparición,lo único que me consolaba era despertar ¾al menos, prolongar el parpadeo. Pero los murmullos de la Madonna fueron despejando a tal punto mihorror y sorpresa que, poco a poco, terminé por incorporarme, las plantas de los pies desnudas sobre el frío piso de cemento. Hipnotizado, salí deldormitorio para después tirarme sobre la alfombra del estudio a concluir la interminable construcción. Sin volcar el contenido del bote queguardaba los cubos de madera, tomé al azar quince de ellos para después reunirlos conforme a un peculiar diseño que se imponía: una cueva (o,más bien, la entrada de una cueva). Coloqué cuatro pequeños cuadrados del lado izquierdo y cuatro del derecho, flanqueados por dos arbustoscada uno. Al centro, un arco azul cuyos bordes descansaban sobre ambos conjuntos de cuadrados. Encima del arco, una estrella blanca y, debajode éste, una figura más próxima a un pequeño tronco que a un niño de madera. Al amanecer, yo seguía sentado con las piernas cruzadas y enpijama, mirando aquella cueva con los ojos que habían vuelto a mí. Al despertar, mis padres salieron de su recámara y me dieron un beso,preguntaron algo sin importancia, cruzaron el estudio, bajaron la escalera y fueron directo a la cocina para tomar café. Del templo de madera, niuna palabra. No volví a tocar los cubos de madera nunca más, como el cabello de mi abuela paterna que moría. Con los ojos cerrados, pronunciadoun amén, destruí el templo de un manotazo. Mi madre llamaba al desayuno. Mi hermano dormía apaciblemente en el lugar de la aparición. Comoun cordero.

Page 46: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

46

Ingrid ValenciaHistoria simultánea

A mi, casi visible, amigo imaginario

Apunta tu cabeza hacia el cenitcomo en los viejos tiemposcuando apenas dibujábamos el mar

cuando los límites menguabanen el silencio de la tardeen la invención de un puerto.

Entre tus dedosentre una calle y la otra

En la piedra celesteen la espuma del grito

Deposita la huella. Quédate aquícomo una pregunta, en la nube oen el árbol, con la luz dentro.

El viento trasmina el vitralcomo un limbo que incorpora el polvoy que guarda para nosotrostodas las palabras.

Page 47: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

47

Jaime Lubin

El tiempo es un señor que pasa por mi casa. Llegó y me dejo ahí, recién salido de mi madre y recibido en losbrazos de mi abuela, en esa casa mágica donde vivo desde entonces. En la covacha bajo la escalera que subea la sala de pintar, está uno de mis refugios preferidos, el otro es la azotea amplia y misteriosa desde dondemiro las nubes. Siempre las he admirado por que siempre cantan diferente. En la covacha espero al señordel tiempo. Llega y me mira sin decirle nada, y se que me dice algo, pero prefiero que me enseñe a jugar conlos colores y las letras. El señor del tiempo viste de negro y casi nadie lo ve, o lo quiere ver. Mis hermanosjuegan al fútbol y eso me enoja por los pelotazos que les dan a las macetas de mi abuelita, adornadas conimágenes de Apolo, Dionisio, Afrodita y las ninfas danzantes. Todo es placentero menos hacer la tarea de laescuela. La seño Lola me castiga pero ya descubrí una forma de salirme del salón para no estar en susaburridísimas clases: me vomito en el pupitre y eso provoca que además del asco general, me saquen paralavar mi mesa banco en el patio, junto a un guayabo habitado por mil hormigas. El otro día llegó a la casaun tropel de monjitas que me regalaron un libro lleno de estampas de la historia sagrada. A mi me parecióque era muy interesante eso de la crucifixión y busqué un martillo y un clavo para experimentar en la mano de Estercita, una amiga de mi mamáque estaba de visita. Me acerqué lentamente, escondiendo el martillo, y le puse el clavo casi tocando su mano gorda, y cuando estaba a punto de darel martillazo, mi mamá gritó y en el acto fui castigado en el segundo patio, a la espera de la regañada. Eso no me importa ya que ahí, veo a Sagrario,una española que les vendió la casa a mis padres y que se murió hace muchos años. A mi se me aparece y me gusta verla, alta y con su pelo negroy recogido, con piquito en la frente, vestida de negro. También veo de vez en cuando a Carlotita, una viejita que siempre está desescamando unpescado y que vive en los cuartos de atrás de la casa, donde mi abuelo tiene su imprenta. Carlotita se murió cuando yo apenas nacía y dice mi mamaque mi abuela le da permiso de vivir ahí, por que está sola y ni tiene quien la cuide. Me gusta mucho platicar con mi abuelita, que me dice cosas enfrancés y en occitano y me pide que le lea sus libros. Ella me enseñó a leer y a escribir. Luego rezamos el rosario y la letanía que se me hace que dicealgo mágico. Me gusta imaginarme las cosas de la letanía, y cuando me llevaron a Tupataro cerquita de Patzcuaro conocí la forma del Arca de laAlianza, La puerta del Cielo y la Rosa Mística. Fuimos al mar, a Cuyutlan. La playa esta bonita pero es mejor el mar y a mi no me gustan todos esosniños que nomás corren y gritan, mejor me pongo a jugar a los secretos de manzana con mis primas. Eso si me gusta mucho. Siento algo extrañocuando juego ese juego secreto. Lo mejor es el sábado en la mañana, en la casa de mi abuelita ya que después de desayunar huevos rancheros,llegan los gitanos con un cirquito y hacen piruetas y dan maromas y luego ponen su teatrito de títeres. Casi nadie va a verlos, solo yo, y es mejor así.Los títeres me gustan mucho y los gitanos son muy divertidos para hablar y decir las cosas que le gustan a mi abuela. Luego nos ponemos a hacerla comida y muelo cosas en el molino, que solo yo puedo armar y darle vuelta. En la tarde espero a las visitas que llegan a jugar baraja y les repartolas cartas. Así escucho muchas cosas que platican mis tías y me dejan estar ahí, en la conversa de los grandes. Ellas dicen que es tertulia. A las seisvoy a comprar el pan de la merienda. Y a las ocho se van mis tías y las visitas. En la noche me subo a la azotea, sin hacer ruido, para ver la luna, olas estrellas y escuchar el ruido del fin del mundo, y ver si se me aparece el señor del tiempo y me dice algo.

Page 48: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

48

Jorge EsquincaInstalación de una nube

En el paraíso no está el cordero, me consta. Hay un viento, un viento largo que le da lustre a las cosas. Lascaras son como de espejo, o de cuchillo. Los árboles han perdido todas sus hojas, menos una. Las casas hancerrado todas su ventanas, menos una. Los niños salen y tiran piedras con sus resorteras, bengalas a manolimpia, según el clima. Tú estás ahí, pero no te vemos. Es a veces un como resplandor. Hay un camino que sepierde en el llano, en el campito. ¡Qué tormentón se viene!, gritan a voz en cuello las mamás con delantalesblancos de lavanderas. Los astros giran fuera de sus órbitas, están girando y parece que se van a caer. Todoaquello es un lío de pájaros verdinegros, cuervos quizá, que acarrean sus músicas. Y una muchachita devientre picudo que está siempre a punto de alumbrar.

* * *

Sebastián canta maitines en el cielo, la tierra y el mar. Tiene una vocecita, canta con lo que de dardo emplumadotiene. Ah, qué dicha oírlo cantar y reírse de las flechas que apenas si lo alcanzan. Nada lo alcanza ahora,cuando gozoso canta maitines en el cielo, la tierra y el mar. Es un hombre de acción ¾no. Es un muchachitomofletudo, vocinglero y más bien dado a la cantada. Sebastián alza los ojos, mira las nubes, quisiera darles unmordisco, qué suavura. Es un deleite cuando dice ¡llamas a mí! y lo vemos encenderse de venablos cándidos,acurrucarse en un pesebre de paja metafísica. Ven, Sebastián, le urgen sus tíos en la otra esquina del paraíso.Pero el muy taimado está mirando las nubes, se ríe de las flechas y sabe que no hay mejor destino que perdersetras el vuelo de una golondrina.

* * *

Se levantó la tolvanera. Íbamos cruzando el campito, rumbo al colegio de las teresianas. Entonces se alzó elremolino. Era un polvo de muchas raíces, piedras, carrizos. Al entrar te picaba la cara, las manos, las rodillas.Picaba en todo sitio descubierto. Pero se sentía un arrullo y quisiéramos estarnos ahí toda la tarde. Isabel,morena trenza larga, gritó los remolinos son el diablo y se llevan a los escuincles que dicen malas palabras, asíque cállense. Atravesamos la enmudecida tolvanera. Yo ya me sabía lo de chingado-puto-cabrón, pero mequedé callado, pues creía en el diablo y además me gustaba Isabel. Luego pensé, hubiera probado, sólo paraver si era cierto.

Page 49: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

49

Jorge Octavio OcaranzaCIELO AZUL LARGO, DELICIOSO

Hasta cuando tendré un muerto?Hasta cuándo en la nevera baja de mi clima de monzón?Dejé de pensar y sentí un fuerte sabor a cheese cake de zarzamora, con los ojos anegados de orfandad ylargas gotas de lluvia.Tengo puertas que no se abren, licuados de fósforo, confeti y morfina bajo los párpados de este dichosolunes primavera.Y no había nadie, solo la música en sordina, el manso balido de una trompeta descascarándose contra lapiel, la lluvia y la nada.Y un cielo azul largo, delicioso casi obsceno.Bajo ese cielo, ¿Acudiste a la ensoñación de tu paseante solitario?Lo noto al pasar por las hojas de aquella Isla: “Solo recuerda una parte del cerebro. La otramitad no duele.” (*)Cuándo tendré tu luna en el bolsillo izquierdo de mis terrores?Dime, calla, explota o rómpeme la risa con tus cuchillos.Bajo cada camisa en mi armario, la luna abría surcos, queriendo morder mi corazón.Yo nacía hacia abajo, buscando cantar con lágrimas y algodón entre la carne blanca de la luna muerta.

(*) Francisco Hernández / La isla de las breves ausencias.

Page 50: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

50

Jorge Orendáin

Mi ciudad me gusta porque tiene palmeras.Cuando las veome imagino que cerca hay un mary que con cerrar los ojos puedo nadar.

También me gusta la ciudadporque sus calles son grandes y se puede jugar.A veces pienso que si mi ciudad tuviera una sola calleno habría problemaporque en esa calle se podría pasear por el mundoy conocer muchas ciudades.

También en mi ciudad hay mucha gente trabajando en la calle.Me gusta ver a los barrenderos, aunque mi mamá diceque es un trabajo sucio.Pienso que ellos barren las sombras que el sol olviday que le arremangan a la tarde su camisa de polvo.Me imagino que ellos son pobres.Pero su trabajo es muy bueno para todos.

Page 51: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

51

JORGE SOUZA

MEMORIAS

El pasado se ha ido y no retorna.La ciudad es ya otra. Diferente.No están aquellos cines ni tú estás a mi ladoy otros autos avanzan por las callesquemadas por el sol de otros veranos

Miro las avenidas, busco, buscoen los viejos rincones los sitios de la infancia;las orillas de luz en las banquetas;las voces escondidasen el barrio que ha sido transformado.

Ah, el sol ya no calienta esas paredesy mis manos no llaman, como antes, a tu puertapara que asomes tú por la ventana.

El tiempo arrasó todo.Sólo dejó jirones, trazos rotosque la memoria pierde poco a poco.

Ahora ya lo sabes:el río que aquí pasó ya no regresael paraíso no tiene ventanasy volver a tu piel es imposible.

Page 52: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

52

Jose Antonio Neri TelloDe Cerdos

bajan de la lunalos cerdospicotean el aguaaspiran el aroma del jardínamarranan las flores sin retoñosolfatean los cuerpos de tus padres cuando duermen:entró por la ventana el cerdo más extrañomedía lo que mide tu cuerpoe incluso respiraba igual que tumíralo, lo he fotografiado para que tú lo mirarases rosa y tiene la nariz chatase parece a tiestá alegre y suspendido y juegalo que tu juegas con esa capa de olivo verde.

Page 53: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

53

José CastilloChikaku

¿De dónde el cubismo?: pinto lo que está ahí, no lo que veo.

Picasso

No puedo andar en bici observando como el batir de alas de un pájaro cimbra al abedul, no debo detenermea observar el espacio de cielo a través de unas ramas de árbol y dejar de mirar al mecánico que irrumpe lacalle con su diablo sin mirar al ciclista. En el salón de clase con un puñado de niños, yo con ellos haciendopincel en mano, chinadas sobre papel arroz y el olor a lápiz sudado de mi escuela José Martí. Me dejan detarea y me entero que en Japón se tiene como aquí un nombre para todo, así el papel es whasi, el pincel esfude, la piedra donde se prepara la tinta suzuri y también tienen una palabra para observar el cielo a travésde las ramas, se dice chikaku y significa algo parecido a la palabra percepción, eso es lo que yo busco en elala de la libélula al tenerla así de cerca, lo que como niño encuentro en los tornillos tirados en la acera, loque me ocurre frecuentemente al andar en bici, a lo que uno se enfrenta ante el papel o tela en blanco. Asíaprendo a reconciliar cada día ese chikaku que llevamos dentro, encontrar la certeza de la luz atardeciendode repente y tener la puntualidad de un haiku. Así guardo el sabor de parafina en el pastel de cumpleaños,el pide un deseo y apaga la vela, el subir por la escalera de la resbaladilla a un mundo siempre nuevo. Buscoen la bolsa de mi pantalón, seguro que alcanza para tres docenas de caramelos de mentol, que me dejan lagarganta con sabor a infancia. Ojalá pudiera abrir la puerta sin previo aviso y sorprender al filo del aire,deshojarme inerme, ojalá abriera ese empaque de hormigas que esconde un corazón de barro con aroma amentol, certero como un haiku.

Page 54: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

54

Juan José Macías¿Qué cosa son tachas?

De niño enfermé de viruela, sarampión y fiebre escarlatina; a causa de ello no asistí al kínder, y no construícasitas con mondadientes ni dibujé montañas o arroyos, por lo que mi impresión vital no entró en mí porlos ojos, sino por los oídos. Durante mis primeras lecciones de lectura conocí la poesía. Mejor dicho: laentreví en esas líneas aliteradas e inolvidables de

ese oso se aseaasí se asea ese oso;

líneas que han sido —sin asomo de broma— si no el laboratorio, sí alguno de los tubos de ensaye de unestilo. Las tablas de multiplicar se aprenden recitándose, y a un niño se le facilitan más, cuando estáaprendiendo a leer y a escribir, las oraciones construidas a partir de asociaciones fonéticas. Este es, ánimaascua, el poder mnemónico de la poesía que, bien sabemos, antes de la invención de la imprenta jugó unpapel importante en la propagación de los sucesos históricos. Pero no fue sino hasta el sexto año de primaria

cuando tuve plena conciencia de mi gusto por la literatura. Se lo debo a «Tachas», el más acabado, filosófico y más famoso de los cuentos de EfrénHernández. «Tachas» fue para mí el descubrimiento de una realidad fuera de este mundo, y —paradójicamente también— un regreso abrupto a larealidad real, ogro y zulú, de aquel 1972. El niño de sexto año que era yo, aún sin tachas en sus cuadernos, furtivamente leía y releía ese cuento enclase, maravillado de conocer todas las acepciones del vocablo. ¿Qué cosa son tachas? El personaje-narrador escuchaba distraídamente la voz delprofesor. Pero él «estaba pensando en muchas cosas; además no sabía la clase». Observaba divertido «las nubes que pasan, las nubes que cambiande forma...» También a un pajarito u-fifí, fifí, posado en una rama. ¿Qué cosa son tachas?, repetía la pregunta el profesor. Y la palabrita extraña semetió en sus oídos «como un ratón a su agujero, y se quedó en él, agazapada. Después entró un silencio caminando en puntitas de los pies, unsilencio que, como todos los silencios, no hacía ruido». Las tachas son vasijas de metal: pailas para la cochura del melado. Lo mismo cruces que sehacen sobre una suma mal resuelta, e igual una censura (tachar la conducta de una persona), que un alegato a una incapacidad legal. También seles llama tachas a las Anastasias. Y el niño que era yo, a través de la lectura de este maravilloso cuento, podía observar paralelamente al pajarito u-fiiii, fifí. (A propósito, «lo natural sería, dice Gómez de la Serna, que los pajaritos dormidos se cayeran de los árboles. Y todos lo sabemos bien,aunque es absurdo, los pajaritos no se caen».)Estaba tan abstraído que no advertí la cercanía de mi profesor. Y a causa de no mostrar aplicación intachable durante su clase, me amonestófísica y oralmente: me puso tacha en conducta con tal mezquindad y sordidez que creí que, al igual que el «señor Juárez» (personaje-narradordel cuento) y el tlacuache, yo no era de este mundo. Desde entonces las tachas en mis cuadernos habrían de sucederse con frecuencia. A miprofesor no le resultó agradable mi recién adquirido placer por la literatura, y dio muestras de una gran capacidad de rencor hacia mí durantelos meses restantes del ciclo escolar. Ese hombre, que trataba de disimular su reducida talla bajo un impostado carácter férreo, quizá envidió enmí lo que él evidentemente no practicaba ni siquiera en sus días de asueto: la lectura.

Page 55: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

55

Laura Solórzanochapala

Frente al lago, mi vida exprimía sus dos piernas: rauda y veloz bicicleta de alientos sobre el malecóna morir de aire y mangos sin cáscara. La luz venía de otras certezas y el espacio húmedo era unquieto animal de gris oleaje.

Mi casa dividía el cuerpo en dos: cabeza y muslos. El cielo en dos: madera y viento. Los peces de misojos se salían por la ventana de atrás hacia la verde montaña. Entre los árboles contrahechos, habíanidos de arañas apretadas como cabelleras. No había ahí, ni lodazal ni sargazo. Jugaban los ojos,las corretizas de cerro a cerro.

En la tina nocturna se aquietaba la forma que reunía mis giros en porcelana y los lavaba infinidadde veces.

Page 56: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

56

León Plascencia ÑolFragmentos de un cielo insospechado 19Llovía en el pueblo y las calles eran ríos que conducían a un mar secreto. Por las tardes, el enorme cine Reformaalbergaba nuestros sueños. En medio de la oscuridad de la sala, las parejas se besaban púdicas, entrelazaban sus manosy el sudor que emanaba de ellas era lo más cercano al amor. Mientras en la pantalla Kirk Douglas peleaba contra cientosde indios, el cabello de un niño, sentado en una fila delante de mí, se incendiaba. Alguien había arrojado un cigarrohumeante desde gayola. El espectáculo de la cabeza incendiada y la batalla de Douglas fueron noticia durante variosdías. Lo único que quedó fue un olor desagradable, o las batallas que escenificábamos en las calles.20Muchas veces me gustaba perderme por los cerros cercanos al pueblo. Mi perro me acompañaba en esas travesías. Yoinventaba brújulas y aparatos para medir el tiempo. Caminábamos sin cesar, siempre en busca de cosas sorprendentes,piedras extrañas, sitios perdidos, cuevas en donde habitaban seres monstruosos, pueblos fantasmas y tesoros ocultos.Un día, cuando el sol empezaba a ocultarse, vimos cerca del Trapiche o Los Amiales, no recuerdo el sitio, cómo dos

rancheros peleaban por su hembra. Los dos hombres, enfurecidos por el alcohol, tenían entre sus manos unos cuchillos amenazadores. El espectáculo era terrible,sorprendente. Mi perro y yo nos quedamos mudos durante algunos minutos que parecieron horas, después echamos a correr mientras la tarde desaparecía.21Antonio, el profesor de música, taladraba nuestros oídos con el piano. Tecleaba y tecleaba apasionado, pero sin nada de sentido musical. La rutina era siempre lamisma: encima del instrumento colocaba sus zapatos, acto seguido iniciaba la clase de solfeo. Él escuchaba con atención y completamente concentrado. En cuantocreía que alguien desafinaba, uno de sus zapatos se convertía en un proyectil mortal y doloroso. Todos estábamos pendientes de que el arma ni siquiera nos rozarauna oreja. Al final, el zapato golpeaba en el rostro del más despistado, del que había terminado durmiéndose.22En el colegio, imagino que sigue ahí, había una alberca en donde, en época de frío, jugábamos al futbol. Las porterías eran sus dos costados. Allí el recreo podíadurar un medio tiempo del partido. La “reta” era siempre más grande que nuestro ímpetu. Lo único que indicaba que el juego había concluido era la campana yluego los infaltables rezos, que acababan por dormirnos el resto de las clases.23De niño veía en el tablero de ajedrez de mi padre girar mundos imposibles: álgebras de la imaginación las torres, los alfiles, la reina, los peones; todos se movían conla exactitud perfecta, guiados por su mano. Allí, en esa pequeña mesa, mi padre pasaba las horas ensimismado. Yo lo veía dudar, concentrarse en las siguientesjugadas, en los posibles movimientos de su contrincante, en el jaque mate, en el triunfo. Jamás lo vi perder. Ese mundo era su mundo, su trinchera, su isla, surefugio. En su cabeza estaba una nube matemática, un cielo de mezclas finitas.Yo me asomaba al local donde él jugaba todas las noches y el pueblo y el tiempo se detenían en ese instante. Veía, imaginaba ––como si fuera una película–– eldeslizamiento firme del caballo por el campo de batalla. Allá estaban los soldados que defendían el castillo y el humo del encuentro crecía en los montes cercanos.El índice y el pulgar de mi padre levantaban otra pieza y la guerra ––ganada siempre de antemano–– continuaba.

Page 57: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

57

Leticia Cortés

para mi hermano, siempreBuscamos el mar entre los dedos,porque nuestras manos tienen todo.Dibujamos con yeso el mundo y jugamos a estar ahí.Declaramos la guerra a países vecinos:nuestras armas son los pies.Sé que puedo salvar a mi hermano si digo«un dos tres por mí y por él»En las nocheslos juguetes son figuras que dan miedo.Podemos ver que el universo flota en el centro de las paredes.A veces vendemos nieves o hacemos pócimas.Nuestra casa lo contiene todo:amigos y risas y juegos.Somos magos: convertimos una caja de cartónen un paraíso.Revolucionamos sonidoscon botes atados a las bicicletas.Buscamos tesoros en un segundo piso.Nunca nos ha importado la altura de la casa.No conocemos del grosor de las paredes.Siempre resolvemos todo con un piedra papel o tijera.:Cuando sea grandequiero ser el amor.Quiero ser un mar de lentejuelas.El sol desnudo.Un caballo galopando en el cielo.La palabra que tiembla.

Page 58: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

58

Leticia Villagarcìa

JUGANDO EL NIÑO DIOS A PARPADEARapareciò el colibrì

*

Ligera cruz M a r i p o s aPuños de colores me vuela un niñoHoy ya se fue

Veleta de veranosubo al vientosin peso ni rumboatravieso el juegosueño...sueño

Page 59: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

59

Lisi Turrá Aromas

Tengo una rosa rosa que cuando la toco me habla, llueve sobre sí misma al abrir sus

pétalos y le están creciendo unas hojas como pelillos de oro que ríen porque yo lloro,

sé que estoy perdiendo algo, se vuela el tul de su mañana, no quiero mis jueguetes,

ya no juego a la maestra y mi corazón late afortunado y rubio, y lloro mucho lloro y los

cocodrillos se quedan pegados a mis mejillas, entonces no salgo a la calle porque qué

dirá el de la bicicleta si me ve así, en las últimas vueltas a la manzana me miró fijo y

mis pelillos ahí alborotando la falda, se me heló la sangre, los pájaros quedaron

embalsamados en el aire, una puerta se va cerrando antes que pueda quedarme del

lado de las cosas pequeñas, la ropa no me entra y la piel se me pone violeta y olorosa

como me imagino que se puso Dios cuando inventó el amor.

Page 60: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

60

Lizzy Zamudio AguiarCONJURO FRENTE AL GUARANGO

Tres cincuenta y cinco de la mañana. Bochorno. Me bajo del autobús, se me adhieren las mangas largas dela camisa. La humedad de Poza Rica siempre me da una sensación de acojo, de re-bienvenida a la niñainquieta vivaracha de ojos pícaros que recibió aquí en verano la vida, la tierra veracruzana se extiende paraabrazarme.El baño mágico de tina de azulejos azules, que era inmenso, se ha reducido. Apenas entro, cinco pasoslargos y lo hube recorrido todo: ese pasillo largo también de piso azul donde nos sentábamos las tres primas,una junto a la otra, con frasquitos de plástico con pócimas rojas “me amarás”, veladoras, hierbas, ungüentosy conjuros invisibles que aventábamos con emoción por la ventana; ventana que daba a las copas de losjonotes, guarangos, los aguacates, los mangos, los platanares, y primaveras del patio trasero de la casa,para entonces una jungla colosal, una selva con respiración, vahos, trinos de palomas, ojos que nos espiaban,voces que susurraban entre las hojas y ramas desfiguradas –o figuradas-. Y entonces un grito de mamá¿niñas, dónde están??! Y corríamos con nuestro corazón de pájaro asustado y los ojos pelones a escondernuestros secretos en el armario. Secretos que se siguen guardando hasta hoy, pero se trasladan, se reforman,se transfiguran como los mismos guarangos, palmas y aguacates que miro hoy, más viejos, desde la ventana.Matrimonio, estado que da prestigio a la mujer tradicional mexicana –¿o terrícola?-. Y me retumban losconsejos e intentos de convencimiento de todas las señoras que han venido también a la boda de mi primaMaura…ya cásate, ¿qué estás esperando? Mira que te harás vieja y fea y entonces… Yo sé lo que te digo,estás a buen tiempo… ¿Qué no quieres tener hijos…?la mujer tiene etapas y se le van…Mujer…me montoneael mismo pensamiento, el pensamiento de México y el cargo que nos delegó la naturaleza, que logra hacermemella y me pregunto ¿para qué?... Los seres de esa jungla que me espiaban se me vienen encima: missueños pueriles de verme vestida de novia, esposita tradicional, boda social…todos, como un sueñofantasmagórico, nublan el baño azul, donde permanezco frente a la ventana queriéndome escapar, asir deuna verdad, mi verdad. Y me voy, m e v o y l e j o s. . . los seres de aquella selva me llevan con ellos,me introducen por sus ramas, hacia las hojas del guarango donde pendo junto con ellos y miro el mundo alrevés.

Page 61: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

61

Lourdes Carmona

Hoy no quiero jugar a las escondidillas.Te he buscado en muchas partes, Y no te encuentro.¿ A dónde has ido? Tengo miedo, todo está oscuro.

Mamá ¿Dónde estás?ellos no juegan conmigo,dicen que no es para niñasya soy grande, y no lloro.Péiname, quiero los moños rosasMamá ¿dónde estás?Te extraño.

Page 62: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

62

Lourdes ContrerasFlor de cuatro lunas.

Luna que me acompañas en mi cabalgar de niña sobre las olas del mar.Tu que inundas las noches a jazmin, me llevo un ramo de lunas hasta mi jardin.Niño que cargas la tierna luna. Dile a la virgen morena que derrame de sus yuwipis en mi.Flor de cuatro lunas para las noches en la cuna.

Page 63: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

63

Luis Alberto ArellanoLugar Común

No puede serme digo entre dientesque ese gesto de abatimientome acompañe desde tanto atrásSon los primeros seisy mis manos en los bolsillosuna en el diestro, otra en el izquierdosuéter blanco que algo recuerda a Travoltaesas alas anchas de la camisa sin botonessino presillasRecuerdo el disparo

mi padreregresaba de una profunda depresióny yo pacienteaguardaba que esa fiesta

carnaval de fin de añole regresara del mundo de los muertosPor eso consentí el gesto equívocode una fotografía caseralivianay traté de sonreír a un desconocido de risa fácil(La pared desnudacomo un cuadro de Hopperdonde la luz rebota llena de dolory resuellosComo un cuadro de Hopperaquel de la mujer sin ropasosteniendo sus tobillos entre las manoscon el gesto desafiante del que nada tiene que perdermi cabeza se inclina ligera de lado)

Hoy mi padretiene la sangre blanca

blanquísimallena de albora lo Travoltay no disparani pide risasYo trato que mi gesto abatidose esconda en las bolsas del pantalóny tomo mis tobillosentre las manos

menudas como las de mi padrepara lo que se ofrezca

Page 64: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

64

Luis Armenta Malpíca

Kilómetros de tierra me separan—cada vez más y más—del cielo de mi infancia.

Cuando niño, recuerdo que la tierra en mis manos no pasabade ser una amonestación de la maestra.Pero al morir mi bisabuela Florla tierra no fue más el abono que pagábamos juntos.Ella no creció más, a pesar de mis lágrimas.Ella cerró los ojos para mirar de cercaa Dios —el otro mundo.

Yo quisiera cerrarlos, pero Dios me echa tierra—cada vez mundo y más—para obligarme a abrirlos.

Tu corazón es la ciudad más grande que conozcoleí (no sé en qué libro).Me pareció (y me parece ahora) un tanto exageradoque alguien pueda estar solo, si solo en la ciudad (según las estadísticas)somos siete millones.Pero después pensé que en ese corazón debía haber biblioteca(y, por supuesto, Borges), aves y algunos peces.Y escucharían (Jorge Luis y el poeta)la música de Mozart (quizás Idomeneo)con los ojos cerrados (o tal vez Borges no).

Y si no hubiera libros (ni siquiera plaquetas) para escuchar al mundoque no faltara Wagner en la sangre (“Isoldes Liebestod”)—ni tampoco plaquetas.

Ah, qué ciudad más grande debería ser entonces.

Page 65: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

65

Luis Medina GutiérrezHablo con el viento(King Crimson)

Qué pasos te llevaron atrásy qué cuerpo dejaste andarpara que hayas abandonado al otroque crece y se ramificacon espinillas y vello entre las piernas,como las plantas y ramas de un lote baldíoque luego será estacionamiento.

Acaso,ese tiempo sacado del pozo:pantalones cortosmedias de futbol usadas,pateando un balón infinitoa los palos de fuego de las seis de la tardea ese tendido de cables:esqueletos del aliento de Dios.

Esa cabellera suelta y con caspacayendo sobre nuestra cara,sudorosa de vida y pálido asombro,corriendo tras la pelota roja salverburlando a Capiro y a los zapatos de la gente;tirando a gola unas manos que nunca serán pájaros,para que ese balón entrea una esquina del cieloy rompa las alas de un ángel desilusionado.

El título pertenece a una colección de canciones de rock de los setenta que coronan el espacio vital de los poemas.

Page 66: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

66

Luis E. Pineda V.Habla la infancia

Mi infancia al modo haibun*.miro el balcónme asomo es la casasoy un niño

¡papel y lápiz!digo mi primer poema

para bien nacerCruje el portón. Poco a poco va cediendo. Entro a la vieja casa.Tacubaya, abandonada hace treinta años. Está vacía.De golpe los recuerdos la llenan. Ahí han estado esperándome. Su pasado huele a otro presente.casa de oloresse me hace agua la frentedesde la puerta***Sobre la hornilla acontece la cálida transformación de las suavidades frías del tomate, cebolla y cilantro. Levanto el peltre que cubre la olla: el vapor rojizo se agacha, ha sido sorprendido, busca al extenderseregresar al caldo del que ha bebido su sabiduría.No lo logra. Lo he visto. Ya es mío.Y sabe.

sopa de fideolas manos de la abuela¿hay otra mejor?

*Textos en prosa que acompañan un grupo de haiku.

Page 67: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

67

Luisa AlbarránLos tres patios

Con fúnebre acento gotea el grifo el diablo del norte azota las ventanas, tiemblan las llamas de las velas chorreadas. Un relámpago del tamaño del golfo agita la sangre; taladra las venas.Bajo la cama, Juanito, suda en frío; engendran visiones sus ojos pálidos: en los tres corredores caminan feos espectros. Los bigotes del gato están erizados; desesperado maúlla; arrastra sus garras por las piedras –se le han roto dos uñas-. El miedo le destripó cuatro de sus vidas.Mientras, el diablo del sur come su corazón.Bajo la cama, Juanito, suda en frío sus dedos terrosos engendran visiones: cuatro monstruos siniestros y andrajosos labran la pared de adobe con gruesas serpientes; despierta el lamento de la Llorona que atraviesa todas las habitaciones… Los bigotes del gato están erizados; desesperado maúlla; arrastra sus garras por las piedras –se le han roto dos uñas-. El miedo le destripó cuatro de sus vidas.

Mientras, el diablo del sur come su corazón.La abuela María enciende un cirio, su cuerpo menudo se llena deplegarias,lanza al viento tres hojas de coca con sus manos arrugadas.El ardor de una hoguera raja los tres patiosguerreros águila y guerreros tigrebajan con sandalias cubiertas de plumas. Luego, un estruendo cimbra la Pachamama ; de repente,una niebla de azules dardos perforaa las serpientes, al viento del norte, a los monstruos:anonadados escapan de la furia de los caballeros soly el lamento de la Llorona se entierra en la arena.El cielo vuelve a pintarse de azul intenso,la máscara de la tempestad se dispersa.Una esfera de flores envuelve a mamá MaríaJuanito cierra sus ojos pardosY sus sueños se cobijan con nardos.

Page 68: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

68

Magali Tercero

Por entonces las tías más cercanas se hacían voces en torno a mi crecimiento. “Qué alta va a seresta niña”, decían. Cumpliría 11 años en agosto y ya calzaba el número cuatro. Ojalá hubiera servido de algoel estirón que dio mi cuerpo en unos cuantos meses: así habría podido enfrentar ese sueño obsesivo, metidoen mi cama todas las noches. En él la Onza Arreola apenas veía nada a su paso, menos se daba cuenta deque suspirábamos por su presencia. El viejo perro pastor alemán, que siempre iba a la sierra con él, lorecibía con grandes fiestas moviendo la cola de un lado a otro. Y, de pronto, sin que nadie supiera porqué,el viejo perro se desangraba a cada vuelta que daba ante los gestos de azoro de las cuatro niñas, los ojos ybocas infantiles abiertos en una extraña simetría del dolor, brazos y manos levantados hacia el cielo amanera de súplica –igual que todos en un Culiacán donde a diario se recibía la noticia de otra muertesúbita, de otro asesinato por la espalda. El mosaico amarillo de la sala se manchaba con la sangre oscuraderramada por el animal. Como mi padre seguía avanzando hacia la cocina, donde estaba mi madre, yorespiraba muy hondo e intentaba tomarlo del brazo, explicarle que estaba muerto. De su cuerpo se desprendíaun tenue olor a madera húmeda, o eso me parecía, y, cuando por fin lograba detenerlo, dejaba huellas delforcejeo en su nítido saco de lino blanco. No recuerdo haberle hablado, quizá porque aún dormida eraconsciente de que no podría escucharme. Hacia el final del sueño me dominaba un sentimiento de pesar:estaba segura de que él no pronunciaría mi nombre porque lo sabía todo. (Fragmento).

Page 69: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

69

Mariana Vargas Jackson

Si pudiera elegir un súper poder, escogería ser maga. No maga como los magos de los cumpleaños,maga que haga magia de verdad para poder aparecer cosas padres como Barbies y juguetes ycosas que mis papás y mis amigos y los niños pobres y los niños sin papás quieran. Apareceríauna casa enorme, como una mansión y la llenaría de todos los animales que no tienen casa ytambién los que tratan mal y aparecería comida y cosas que les falte para que sean felices ypasaría todo el día con todos los animalitos para que se sientan queridos y no les falte amor.También tendría el poder de hacer otras cosas como callar a Martín cuando molesta a los otrosniños de la clase o hacer mi tarea en un segundo y sacar diez. Y sería una maga princesa, con mipelo largo largo y un vestido grande y azul y tendría un príncipe que también es mago. Y comomaga podría ver a todos las cosas mágicas como a los unicornios y a las hadas y serían mis amigos.Y sería la más bonita de mi clase y todos los demás van a querer ser mis amigos, porque me sehechizos que hacen cosas que ellos quieren. Si mi amiga quiere gustarle al más guapo de 2o yotendría el hechizo para hacerlo o para que un amigo sea el más rápido jugando quemados. Ytambién podría hacer cosas como detener el tiempo y aparecer y desaparecer de todos lados y asípodría ir a casa de mi mamá y luego a casa de mi papá en segundos y no tendría que esperar el finde semana para estar con ellos y podría estar con los dos todo el día y también podría ir a casa demis amigas y a todos lados cuando quiera. También aparecería a otra niña con la que podríajugar todo el día cuando estoy sola, como una hermana gemela. En realidad tendría todos lospoderes del mundo como maga, pero no se puede ¿verdad?

Page 70: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

70

Marisa Hernández

Los veranos de la infancia son más altos

Los espacios enormes

El viento huracán

La laguna mar

Y todos caben en la memoria

Page 71: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

71

Martín Almádez

Tengo cinco años de edad y ya me asustaba el mundo. Es verdad eso de que siempre somos losmismos. Al menos, la búsqueda de una foto en la que me encontrara hecho niño, eso me hizo ver.En esencia, el ser humano es una misma imagen, y quizá sea la que sale de los ojos. Me veo niño yveo lo que veía cuando la foto: un horizonte difuso, más cercano a la tarde que a un amanecer.

Page 72: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

72

Martín MéridaEl Sol en el pasillo

El Sol se levantó estirándose como hacen los gatos al despertar de algún sueño y, gracias a una cuerdainvisible, lo invito a venir a jugar al pasillo de mi casa. El Sol, cuya cara es como la de Dante Alighieri,acepta con resplandecientes carcajadas. Y en esta ocasión trae una canasta llena de flores que regalará amamá. Flores con formas de corazones pequeños y de color guinda. Balín, mi perro, le ladra de maneracariñosa. Sin duda le llama la atención el brillo de su ropa que lo agiganta.Mamá agradece las flores que el Sol le ha traído. Al tomarlas, en su mirada descubrí la inquietud por prontoterminar el arco de la Entrada de Flores que algunos parroquianos colocarán, mañana 4 de octubre, en lapuerta principal de la iglesia durante la procesión dedicada al poeta San Francisco de Asís.Mientras el sol está concentrado observando las flores, en voz baja pregunto a mamá:——¿Se caería el sol si al dormir se distrae y sueña, por ejemplo, con la luna llena?——El sol conoce el camino de los sueños. ——¿Y si le da resfrío? ——Entonces pide ayuda a los poetas. —

—Mamá: el Sol duerme encendido y con los ojos abiertos: ¡Podría provocar un incendio! ——No te mortifiques, Martín, el Sol tendrá cuidado puesama las montañas. Pero… « ¿El Sol y tú podrían ayudarme a pegar las flores de papel?» ——dice mamá con sonrisa de no forzarme a hacer lo queno quiero. El Sol y yo aceptamos.El pasillo donde ahora me encuentro junto a mamá, el Sol y Balín; además de servir para jugar, también es un taller donde brota el asombrocuando miro a mamá crear flores de papel crepé y de China, para el día de muertos; o como cuando hoy hace brotar el arco de la Entrada de Floresen honor al poeta San Francisco de Asís. A mí me agrada Francisco por la historia sobre su renuncia a las riquezas para ser pobre entre los pobresy porque se le pegó la gana ser poeta. Tata chico, le decimos aquí en Motozintla. Pero cuando así le nombro, lo imagino en grandes pláticas con elhermano lobo; tal y como sucede en el poema: “Los motivos del lobo.” Mañana vendrán temprano por el arco que ha llevado a mamá más de unmes en crearlo. El arco ya está casi totalmente decorado con figuras en forma de estrellas llenas de pequeñas flores de papel impregnado condiamantina. El Sol y yo nos apresuramos a pegar las que faltan. Mientras tanto, le explico que mañana saldré vestido de toro para danzar en laprocesión donde procuraré situarme al lado de la escultura de Francisco porque quiero darme cuenta si el libro que el santo poeta porta en sumano derecha, es un volumen de poesía. El Sol me mira con la frente arrugada de reflexivo y, luego de unos instantes, dice: «Ojalá y quieras danzartoda la vida y no sólo porque ahora tienes siete años». « ¿Por qué alguien no se viste de lobo en la procesión de mañana?» ——repentinamentepregunto a mamá y añado: «A mí me hubiera gustado un poco más vestirme de lobo en lugar de toro». «¡En el poema de Ruben Darío, Franciscose hizo amigo de un lobo!» «¿No?.. » Mamá me escucha y, mientras me mira a los ojos, expresa: «No estaría mal que salieras a danzar vestido delobo para el próximo año». «Pero, por ahora, despídete del Sol, pues ha entrado la tarde». Le pregunto al Sol si quiere irse a su casa mediante eltúnel que de vez en cuando con un abracadabra suelo abrir en un rincón del pasillo. El sol bosteza mientras acepta. Balín y yo le decimos un hastaluego.

Page 73: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

73

Martín Mora

¿A quién mira ese niño?¿Al fotógrafo insolente que lo toma por sorpresa para mostrarlo, ombligo y calzón vencido, para unasemana después chantajear a la madre con esa imagen desvergonzada?¿A la vecinita, precoz y avispada, que le invita a tocarle ahí, entre olores extraños a orina?¿Al padre ausente, que promete la bicicleta y la pelota en navidades y que nunca regresa para cumplir suestúpida promesa?¿Al padrastro, generoso, encantador, discreto, trabajador, fuerte y amable, que también lo mira paraquedar enamorado, para decidir quedarse con él y con la madre?¿A los amiguitos que le molestan por su condición de hijo único, por estar pegado a las faldas de lamadre, por enamorarse locamente del gatito regalado el 30 de abril, por saber leer desde los cinco años?¿Al vecino epiléptico que lo enseña a leer resolviendo crucigramas adornados con vedettes semidesnudasy que lo dejan boquiabierto?¿A la palomilla de la vecindad “de la subidita”, en Ameca, en donde crece rodeado de decenas de niñas y niños feroces, pendencieros y quemorirán muy pronto?¿Al futuro de trabajo en vacaciones abonando los campos de maíz de Don Herminio; o en la herrería con Don Rito; o en el expendio de petróleocon Don Ángel; o vendiendo frutas con la maestra de cuarto; o acomodando material para el empedrado; o vendiendo paletas con Don Chente;o arrimando ladrillos al maistro Juan; o anudando carrizos con mecate, para renovar los tejados, con El Grande; o cargando costales depasturas con Don Vera..? ¿Al adolescente que toma clases de pantomima y de ballet, en la Casa de la Cultura, con las brigadas de Servicio Socialde la UdeG, y que recibe burlas por hacer cosas de “jotitos” con las niñas? ¿Al ciclista que pedalea kilómetros para ir, por la brecha, hastaCocula, La Vega, San Antonio Matute, San Martín Hidalgo y regresar quemado por el sol? ¿Al que se enamora de todas las niñas que encuentray que sufre su primera decepción amorosa en la secundaria con La Vaquita, la hija del profesor de matemáticas?¿Al larguirucho que forma un grupo de teatro, que comienza a escribir, que se disfraza de punk o de new wave, que deambula por las nochescon la caguama y que comienza a mirar cómo salir del pueblo? ¿Al que comienza a escribir en el periódico quincenal del pueblo, que se creepoeta, que se junta con otros bichos raros para formar un taller de literatura, que busca publicar en una plaquette colectiva, que comienza aenamorarse perrunamente de los libros? ¿Al que llega a Guadalajara con ojos de pueblerino, que se enamora de la ciudad, que la recorre a pie oen bicicleta y que comienza a desencantarse poco a poco de ella?¿Al cuarentón que en este momento lo mira, y que escribe, y que recuerda muchas cosas, y que llora un poco, y que siente una gran nostalgia, yque quiere olvidar muchas historias y que se reconoce en esa mirada de niño que observa con la cabeza ladeada?

Page 74: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

74

Nina Reis

Las sombras chinas de mi infancia

El sol crepuscular era mi tristeza de pájaray el desalojo del día una infame hora de fantasmasde noche dormía como ave anidadajugaba con mis pensamientosque eran todo espejismos

con los ojos traviesos y las manos encendidaspor la mañana llenaba la casa de imágenesuna a una las sombras en la paredse transformaban en héroesduendes o reinos perdidosyo seguía colmando el mundocon la luz de mi lámpara abstracta

hoy todavía no puedo creer-navegan diluviadas en mis recuerdos-las sombras chinas de mi infanciaque sobre mis ojos tantas veces repetidasquedaran prisioneras

Page 75: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

75

Norma SalazarEsperanza inconclusa

Ahí, en la entrada posterior del Colegio Federico Froebel donde reciben a la parvada de pájaros, el jardín que ya no estápero sí mis recuerdos… la esperanza se me escapaba con cada soplido del viento. Aunque me imaginaba poder retenerla,se me escurría en mi cuerpo de entre los dedos y volvía a tomar el curso del río. El frío le rodeaba y el calor existenteentre mi pecho y muslos de cinco años suficientes para que el cuerpo dejara de temblar cada amanecer. ¿Cuántos díasllevaba huyendo de los gritos de ese lugar llamado hogar? Dos, tres días, no sabía. Sólo tenía que seguir corriendo consus pies hinchados y sin mirar hacia atrás. Recorría con la vista el horizonte del brumoso día por venir.Una a una, las estrellas se fueron extinguiendo, ahogándose con el pálido azul que teñía el cielo nocturno. La pequeñacerró sus ojos y se acurrucó en su dormitorio buscando un refugio. El vigía del colegio era un hombre muy duro con lasniñas internas, muy parco con las monjas que daba escalofrío su presencia. Pero un fin de semana, ella alzó la miraday sus silenciosas lágrimas se detuvieron un momento, sonrió levemente al escuchar el aliento del silencio distinto, veníade la parte posterior del colegio, siguió con atención ese ruido que estaba en la calle, de nombre la otra banda, no tardó

en recorrerlo cuando vio los cables de luz, miro unos tenis rojos colgados por las agujetas. Sus pies le recordaron el asfalto de afuera, la banqueta y ella a su vez mirócon extrañeza si no la estaban observando. Recorrió con la mirada el cable y no había poste cerca que la sostuviera, buscó una piedra dentro del traspatio, la arrojósin éxito, los tenis sólo se balancearon un poco, intento nuevamente con una piedra más grande y consiguió espantar a las tortolitas del cable continuo. Se acercoa la barda y contemplo su sueño; volverse una hoja ligera, tan ligera y que el vaivén del viento la llevara a libertad. Fue al cuarto de las cosas que ya no se usaban:como pupitres, mesas del comedor, escritorios sillas; imágenes sacras; cortinas diluidas que parecían trepadera de mapaches. Sus redondos ojos se fijaron en unoscortineros que había junto a unos matorrales corrió hacia ellos pero la mayoría estaban retorcidos, a su lado había palos de escoba rotos, ramas muy pesadas ycortas, pero nada que alcanzara al calzado. Cerró los ojos al recargarse en la barda de concreto. Se acercó a los tenis y extendió sus manitas para tratar de tormarlos.Sintió en la cintura a alguien que la tomaba con las manos y la levantó. Abrió los ojos. Los tenis seguían colgados y ella acurrucada junta a la barda. Juntó unascanastas todavía en buen estado y comenzó a apilarlas debajo de los tenis. _ ¿Por qué quieres alcanzar recuerdos que no son tuyos? La niña volteó pálida y ensilencio.Una monja anciana con bastón se le aproximó si ni siquiera mirarla. _Esos zapatos llevan un año ahí. Pertenecen a un niño menor, un día quiso andar fuera de lacasa y no retornó. La gente nos comunicó que lo habían matado, pero yo no creo nada a esas personas; andará por ahí, por eso estoy segura que regresará por ellos._ ¿Y por qué se fue sin sus zapatos, madre? _ Por los gritos de su padre. _Entonces va a regresar. _Sí. Le contesté sin pensar _Quiero seguir caminando hastacrecer. La monja anciana guardó silencio y agachó la cabeza, llamó al vigilante, dio la orden de que trajera cortineros largos y bajaran el calzado, a la esperanza. Latenía fija y me acompañaría en largos caminos. Se dirigió a mi dormitorio. _ ¡No la mire nunca! _Si llegaras a ver a un niño descalzo comparte tu andar con él, ypodrán esquivar las piedras del camino. _ ¿Y si me grita? Porque todo hombre grita al andar solo. _No tendrá voz. La infanta vio el ocaso del horizonte y la primeralágrima nocturna se asomó en el cielo, antes de que la taparan las nubes. Sólo se escuchó el murmullo de los autos y la tormenta cotidiana silenciar el cuarto deconcreto hasta el alba. El amanecer no trajo más a la pequeña de cuerpo tembloroso que recuerdos de visitas irrealizables y siguió buscando un refugio a suspensamientos.

Page 76: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

76

Odette AlonsoCONTRALTO

Ella canta en el coro de la escuela.Con una voz que asustaescapan por su boca los himnoslas consignas.Sus ojos enfebrecencon los cantos de guerray los cuentos de santos.Pero a la hora del recreoen un rincón del patiodesgrana para mísu nueva melodía.Cuando en la noche se cierran las cortinasvuelvo a escuchar en mi oído su cancióny entonces puedodormirmetranquilita.

Page 77: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

77

Paola Jiménezcoco de jardín

un diminuto cocodrilohabita en mi jardinera,juega a jugar entre los rosales de la abuela;muerde las crayolas que se broncean al sola la hora de la lechedisfruta marcando sus huellas;de expedición salimos a la selva del jardín,cruzando las palmeras de mi padrelos arbustos de mi madre;él persigue a las cochinillasque bajo las inmensas rocas habitan,ruedan hasta mis manos y escapan por el pasto;la lluviacaeen forma de caracolas y huimosa la cueva de siempreHay galletas recién horneadas quele encantan más no lo dice, enmudece,rasga la felicidad de las piedras con sus patas.Hora de partirya llegan los caníbales flotantes,en marejada de zumbidos alertaninminente ataque al ocasoy ya viene una figura atravesando la junglaque me saca de la cuevay la promesa de un cuento de hormigas…-buenas noches coco de mi vida-bajo las hojas del ave de paraísoél quiere dormir

Page 78: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

78

Paula ZulaicaAgua

Mamá dice que si no salgo del aguame convertiré en pezy me saldrán escamas.

Dice que el agua abre surcos en los dedosen donde se siembran granos de sal.

La piel muta y crece el coral hacia adentro.

Mamá dice que salga de la regadera,que deje de buscar mensajes en las runas del jabón.

Pero ella no sabe que hay algoque sólo el agua ha de decirme.

Me grita que salga de una vez.

No me importan los golpes tras la puerta.

Quiero ser sirena.

Page 79: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

79

Rafael Mondragón Leal

IHago fuerzapara treparel recipientede infancia altura con gran verde quizá no es claro quizá nunca hubo árbol

-acaso hay árboles en la ciudad-

IILugarque descubregolpede vidadonde juegoa quedar marcado

IIILuz que deslizael patiodonde juegoa desmembrar insectosy aporrear animales patio de tela en tubos techado

Page 80: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

80

Raúl AcevesEl lugar donde pasa el tren

a Vicente Quirate

Aquí pasa el trenaquí en la escalera del rieldonde aplana monedas calientes

El tren es el hotel más largo que conozco,aquí me pongo a esperarlojunto a la miscelánea verde,aquí recojo su viaje.

El tren es la casa más veloz que conozco,aquí nunca más dejaré de soñarloaquí me lo llevaré conmigopara que siga pasando siempre.

Page 81: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

81

Raúl Bañuelos

Cuando tenga tiempovoy a mirar en el telescopiolas estrellas para verel polvo de donde dicen que estoy hecho.

Cuando tenga tiempo de tener tiempovoy a seguir la ruta de las hormigasque me quedó pendiente desde niño.

Pero ahora no tengo tiempo ni tantito,ocupado como estoy en descifrar el rayo de luzque da sobre la ventana.

Page 82: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

82

Raúl RenánHerida a dos yoesYo 1Niño yo

Calma feliz dormida————————la destruccióndel amor

¿fragmentos?uno solo———————————-desconsuela————————— mina a los demás———————la bellezasoporta

los destrozosde lo que hubo

antes—————————- (padre se ha ido)

Yo 2Niño el otro yo

Intemporalencuentro—-

dentro de la rosa———————

osa su talloextenderse—————————-el sueño

conductoraroma—————————————-amoroso vuelo————————-reposala forma olorosadel tallo—————————————

incomprendidospor las hojaslos espinos florecieron

Page 83: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

83

Roberto BianchiAbuelos

a mi abuelo Juan Siccardi

yo supe conocer cómo mi abueloel Juan de manos duraspieza a piezabronce a broncemi abuelo en la mesetamano con manomi abuelo tan de veraspalmo a palmoalzó el busto de Artigasnuestro prócer

hay niños que no sabenen tiempos recortados con cuchillosen tiempos hambre y frío

los niños con ahora desahuciadono saben del abuelo de orientalesdel jefe de leyendano sabe de quien es el monumentosolo y sin abuelo en la meseta

al niño sin escuelahay que dejarle abuelos en la bocaabuelos que se siembranaludes que se ardan en su llamacaminos que se escapen de los bronces

Page 84: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

84

Rocío Aceves

La niña se esconde para que no la encuentren… uno, dos, tres ¿quién anda ahí?La niña juega a la casita, brinca el resorte, gana los cacos verdes a sus hermanos claros.La niña se desliza en la montaña de olotes, le pica el cuerpo pero todo sea por la libertad risueña

de la aventura. Abre y cierra el puño, la catarina se transforma de rojo a amarillo y de vuelta a rojo. Elcamino es polvoso. Cantando “Pimpón es un muñeco…” llega a su destino, el rancho de los jarros conchocolate en polvo y la vaca quieta.

Observa a las tías jugando canasta. No hay luz, hay letrinas, serpientes y escaleras. La niña tomala vela y se adentra en la recámara de múltiples infancias. Por la mañana monta a caballo con la enormeresponsabilidad de dar vueltas y vueltas en el tiovivo de la noria. Agua para la canción de su tío: “Hannacido en mi rancho dos arbolitos…” Son dos capulines.

La niña, los primos, los hermanos, uno que otro adulto conectado, nalgas al aire, se resbalandesde lo alto del Nevado de Colima; piden su vaso con leche condensada y mermelada de naranja y ríen,siempre ríen.

La misma niña quiere conocer al rey Darío I, estar de frente a los mosaicos de leones que ha vistoen un libro de Historia Universal al lado de su padre. De entonces la terquedad de ver y escribir.

Es el principio del movimiento y la actuación, la fuerza y la energía. Por eso digo que la infancia notiene memoria. Ésta vendrá mucho después al invocar las acciones primeras con la imaginación.

Page 85: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

85

Rolando RevagliattiEl ombligo oblongo (fragmento)

6

Esta chiquita tiene ganas de ponerse nerviosa. Más nerviosa. No lee ni medio. Subió alterada, conchispas. Desde que sacó el boleto, tímida, con los ojos al voleo, flaquita e inquieta no logra sosegarse, noposa casi los ojos en ese libro de texto ni en esa figura o foto, no sé, en esa ilustración. Me atrae que nosmire. Podría aceptarse que hiciera el séptimo grado, pero no, ya debe estar en la secundaria, y así, lapresumo justa para emborracharla con una gota. Mira, mira, los muchachos tenemos algo, los otros —nosotros— y los de su edad. Mira corto, sin conciencia, “¿qué hace este libro en mi falda?”, lo cierra, undedo lo inserta como señalador, “¿cuándo me va a pasar algo?”, ¿cuándo le va a pasar algo? Estos huevospétreos en un jarrito seco sobre la hornalla van a estallar, van a restallar. La restañaría, en mi clínica demuñecas reconstituiría sus pétalos, la insertaría —toda ella como señalador— en el nomenclátor de lasensualidad, le permitiría confiar, ser alguien, confiar en ella, ser ella, acuciarme, acosarme, y de ahí enmás subíme al cuerpo, en qué camilla querés, te bajo el alma, atravieso la foto del libro de texto con unalfiler misterioso, admitamos la guerra, bando contra bando, tu crecimiento me preocupa.

Page 86: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

86

Rossana Camarena MeillonFeliz cumpleaños

Ésta historia esUna que se cuenta entreDos que se van a dormir a lasTres a la cama de la luna en unCuarto menguante con losCinco sentidos atentos alSexto que se oculta trasSiete mil leguas de un viaje que dura más deOcho años, en los que crees tenerNueve vidas, y un día te despiertas para darDiez pasos hasta donde está el reloj que marcaOnce minutos para apagar lasDoce velas del pastel que esperan conceder tu deseo

Page 87: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

87

Ruth PlascenciaRecién tomada una resolución.

Recién tomada una resolución uno se siente aliviado, con una motivación similar a la que sólopueden proporcionar los primeros dos días de una dieta. Pues así yo; me sentí segura, confiada y enuna absoluta paz, hasta se podría decir que me sentí grande. Y voy, así tan grande como soy, flotandopor las calles, mirando el mundo con serenidad, apreciando el atardecer, sintiendo que ese vientoque despeina mis cabellos y refresca mi cuello ha sido mandado por la mismísima madre naturaexclusivamente para mí.Me subo al autobús que me llevará a casa, me siento y abro mi libro, pero después de sólo mediapágina me parece tan insignificante junto a mi plenitud humana que lo cierro y con cierta displicenciamiro por la ventana; el autobús para y sube a un par de madres, o se les llama hermanas?, digamosunas monjitas; en mi dejo, estoy escuchando todo a mi alrededor mientras mi mente se regodea ensu sabiduría.Ellas, toman los asientos detrás del mío, están hablando de un libro, -“es una historia de unosratones pero tiene un mensaje para humanos” dice una de ellas. ¡Caramba! ¿Sabrán los ratonesque robamos los mensajes de sus historias? (ja, dulce monjita). La cosa es que le narra a su compañeraesta historia de ratones con mensaje para humanos (je, no lo puedo evitar), en que dos ratonesviven en un depósito de queso, uno de ellos observa que la cantidad de queso decrece, mientras elotro sólo disfruta; el observador de vez en cuando realiza expediciones al exterior en busca de nuevosdepósitos para estar preparado el día en que el queso del que habia, se agote. Llega tal día y elratoncito explorador se marcha invitando a su amigo a acompañarlo al pequeño nuevo depósitoque encontró, pero este no puede, simplemente lo paraliza la angustia, la tristeza y el temor alcambio.

Nunca había tardado menos en dudar de una brillante de nueva resolución.

Page 88: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

88

Shantal Contreras

El primer diente de lecheNo séRecuerdoel tren, el elote,la mordida certera,los granos cubiertos de sangre,un diente, blanco, tierno,no el primero

Las manos de la abuela,la mazorca roja,el paisaje desdibujado por la prisael chirrido de las ruedas sobre las vías

La sonrisa de la abuelami granito de elote entre sus dedos

La expulsión de mi diente, del paraíso

Page 89: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

89

Silvia Eugenia CastilleroLa pelota verde

Uno, dos, tres.Un árbol, es hierba.Uno, dos, tres.Es de hule, la selva.Cada pie tuyo la ahueca,en cada salto la pelotaparece tener picos de estrella:le brotan luces, lianas,le abres veredas.La pelota verde,gigante como un planetaquiere que le brinques,quiere que la aplanespara hacer larga largasu esfera.Tal vez volversealas de libélula.Esa pelota vuela,rebota esa libélula.Uno, dos, tres:ya se volvió estrella.

Page 90: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

90

Yo y mi otro yoVizania Amezcua

Mi papá iba hasta adelante con las bolsas y luego mi mamá con Gaelia en la carriola y yo hasta el último dela cola. Qué rica era la barbacoa en el mercado de Toluca pero de regreso siempre era una lata la gente quese atravesaba. Nosotros no vivíamos en Toluca y por eso teníamos que ir en autobús. Nosotros vivíamos enotro lugar más bien chico que se llamaba San Mataleo pero mi mamá dice siempre que era San Mateo. Esedía ya dije que yo iba al final de la cola y creo que por eso que no me di cuenta de adónde se fueron mispapás y Gaelia cuando me subí al autobús y corrí para apartarles el lugar. Luego como no llegaban fui conel señor de hasta adelante para preguntarle si los había visto pero no me hizo caso y arrancó. Yo me quedépreocupada porque no los vi por la ventana y una señora me jaló para que me sentara. Luego empecé allorar y no hablé con nadie. En otra parada el señor de hasta adelante me tomó del brazo y me bajó delautobús. Luego vino otro señor que tenía un taxi y nos subimos a su coche. Yo no podía parar de llorar ycreo que fue por eso que ese señor del taxi me prestó sus lentes y me compró un gansito que no me dabanganas de comer. Creo que fueron muchas muchas horas las que mis papás me estuvieron buscando. Peroyo no podía decirles dónde estaba porque no podía verlos. El señor del taxi hablaba con gente de la calle ydimos vueltas y vueltas. Por fin llegamos otra vez al mercado de Toluca y allí estaba mi papá que me abrazómuy fuerte y mi mamá que me dio muchos besos pero tampoco podía parar de llorar cargando con mihermana. Qué alegría sentí cuando vi a mis papás y todos regresamos a mi casa en San Mataleo. Esa nochedormí muy rico y mucho en mi cama. No me acuerdo qué hicimos al día siguiente. La barbacoa me siguegustando mucho cuando volvemos a ir al mercado de Toluca pero ya no me gusta ir al final de la colaporque no sé qué me pudo pasar si no encuentro a mis papás. Hay muchas veces que sueño que no losencuentro y que el señor de hasta adelante me jala del brazo y me baja del autobús porque me tengo quequedar a trabajar en el mercado y lo más feo es que ya no me llamo como mi nombre pero soy yo.

Page 91: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

91

Sinué HuertaLibro de la madre y el niño

1 siempre que entrome atoro en el cerrojo 2 ven frota tu mano de alcohol en mi rodilla vengo del campo hay vidrios niños feroces de juegotraté de hacerme hombre en el aire un salto me acomodó el hígadomamá de alcoholde manos de ardorpon tu limpieza en mi rodilla 3 ven hijo de agua

debe haber lugares tan lindos para jugar donde no corte la corriente el filo

alza tu pantalón voy a escupir tu herida4 no mamá ardes de dolorcuando eras grandetu mano se volteabaun nudo amarraba tus dedosrecuerdo que no escupíasllorabas ardor 5 ven hijo tuve las manos volteadas y ardía de dolor pero ahora escupo miel

6 ¿mamáconoceslas jacarandasque escupenpúrpurasimborrables? 7 sí niño son de miel8 me dijeron que llovía menosdebajode los árbolesestuve bajohasta volverme viejo9 tienes apenasla edad de mi rodillay tu corazón parece hígado10 no quiero arder 11 los niños

se desvanecen hombresen el aire

12 no hijo no brinques ¿no ves? creces

te haces grande 13 mamá mi corazón de niño hace croc 14 duda

15 no quiere arder

Page 92: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

92

Yamil Escaffi

Mucho ruido. Me caía tanto de los arboles que soñaba con hacer casa en un nido de agujas; a veces eranpesadillas con agujas. A veces nada dejada de ser pesadilla.

La noche era un canto del cual me tapaban los oidos, y yo gritaba de tanto dejar de mirar.

Page 93: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

93

Yamila Greco

Page 94: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

94

Yolanda Ramírez

¡Papá, mamá!Un par de manecillastic, tac, tic, tac, tic, tac…me abraza,y me alejade aquel hogarbajo una estrella

¡Papá, mamá!¿Dónde están los cuentos para entrar al sueño,y aquel olor a galletascuando se ocultaba el sol?

¡Papá, mamá!Entonces vivía la abuelajoven y bellacariñosa y eternay sencillamente buena

¡Papá, mamá!¿Dónde guardan mis juguetesmis libros primerosmis calcetas con mis piernas de estudiantey el primer beso que di?

¡Papá, mamá!¡Ustedes también se han idode aquel hogar con estrelladonde fuimos tanto tiempouna familia feliz!

Page 95: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

95

Zelene bueno

3estoyestás

las tres solas en el parquejugamos a ser mamáshace frío –dices-frío hace decimosabriguémoslaslas niñas están heladaspor dentro

Page 96: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

96

Zul de la Cueva

A la memoria no la conozco, la imagino. El tiempo hacia atrás es un misterio mal iluminado, un espejoen fragmentos, una ciudad en la que soy un extranjero.Cuando visito mi pasado me lo encuentro distinto que la última vez. Son acaso los mismos edificios, olas mismas calles. El bar está donde lo dejé y tiene el mismo cantinero; pero en la calle de enfrente hanconstruido un rascacielos. El pasado me deja un tinte metálico en la lengua y los recuerdos, si de verdadexisten, son desmemoriados.A veces me topo con una foto vieja y surge de un impreciso lugar la narración, el parte de los hechos. Norecuerdo la fecha y no sé de donde vienen esas luces, la clara imagen de mis manos moviéndose por unjuguete, acariciando a un perro que hoy no ladra, soñando que sería otro cuando grande.El pasado me mira también y se sorprende. Yo, como él, no soy lo que el otro creía. Somos ambosespejos falsos, mentimos, nos engañamos. El niño que fui mira su futuro sin nostalgias, pero no me vea mí, mira a otra parte.De aquel oscuro rincón que es lo que ha sido, surge esa invención mía que es el recuerdo. Yo tampocomiro al niño que fui cuando lo busco. Miro los pedazos que considero míos, que son parte de esto quehoy se mueve más pesado que entonces y los rompo. Tomo un dedo de 1985 y lo pongo en una mano del79, agrego los ojos de otra fecha y construyo, como con pedazos de fotos diferentes, una foto nueva.Porque el pasado, como el río, no es nunca el mismo cuando uno lo reencuentra.

Page 97: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

97

Page 98: Niños que se tragan la luna (el càlamo editorial)

98