Nicolás Gómez Dávila - Textos I

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Textos I (Villegas Editores). Como se encuentra en: http://angel-cautivo-en-el-tiempo.blogspot.com/ . Textos I (Villegas Editores) Cortesía de: http://angel-cautivo-en-el-tiempo.blogspot.com/Nicolás Gómez Dávila - Textos IEl hombre nace rebelde.Su naturaleza le repugna.El hombre ansia una inmanencia divina. El mundo enteroseria el cuerpo insuficientede su implacable anhelo.

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    Nicolas Gomez Davi la

    TEXTOS I

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    Preprensa. ZETfA CO\ll"'\]CADOR[Slmpreso en Colombia por QUtlECOR WORLD BOGOTA S. A.

    La primera edici6n de Textos Ifue realizada en 1959 par su autor,

    con caracter limitado y no comercial.Libro disenado y editadoen Colombia porVILLEGAS EDITORES S. A.Avenida 82 No. 11-50, Interior 3Bogota, D.C., Colombia.Conmutador ( '57-1) 616 1788Fax (57-1) 616 0020 / ('57-1) 616 0073e-mail: [email protected] SlJCESORES DE NICOLAS GOMEZ DAVILA VILLEGAS EDITORES, 2002EditorB ENJ At \1 IN V IL LEGASDepar tamento de ArteBAlDY GARCIATodos los derechos reservados.Ninguna part e de es ta publ ic ac i6npuede ser reproducida, almacenada en sistemarecuperable 0 tr ansmi t i da en forma alguna( ) por n ingun medio e le ct r6ni co, rnecanico,fotocopia, grabaci6n U o tros . s in el p reviopermiso escri to de Vil legas Edi tores.Segunda edicion, octubre 2002ISBK 9'5H-8160-26-x

    mailto:[email protected]:[email protected]
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    La vida es un valor.Vivir es optar par la vida.

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    El hombre nace rebelde. Su naturaleza le repugna.El hombre ansia una inmanencia divina. El mundo

    entero seria el cuerpo insuficiente de su implacableanhelo.Pero el hombre no es la unica ilimitable codicia de

    vida. Todo, en el universo, imperializa; y cada exis-tencia singular ambiciona extenderse a la totalidaddel ser. El animal mas miserable, entregado sin prohi-biciones a su fiebre, coparia el espacio y devorarialas estrellas. En los charcos de los earninos hay efime-ros organismos que contienen la virtual posesi6n delcielo.Ningun limite es interior al ser; ninguna ambici6n

    se recusa a 51misma. Toda renuncia nace de un Ob5-taculo, toda abstenci6n, de un reehazo. El universoes un sistema de limitaciones reciprocas, donde elobjeto se construye como una tensi6n de conflictos.La violencia, cruel ministro de la limitada esencia delas cosas, impone las normas de la existeneia actuali-zada.Pero si la intervenci6n de ajenas presencias amputa

    y trunca infinitos posibles, nuestra alma escualida s6loes capaz de una fracci6n de los aetas con que suefia.Toda el mundo es frontera, termino, fin.

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    12 NICOLA~ G(lMt 1 DAVILA.-~ ----~"---

    Nuestro terrestre aprendizaje es un desposeimien-to minucioso. Cada atardecer nos desnuda. Nuestraambici6n persigue decrecientes pequeneces. Vivir noes adquirir, sino abdicar.Todo es reto para que nuestra impotencia se co-

    nazca; todo es barrera para que nuestra debilidad seadvierta y se admita. Entre nuestra avidez y el frutoque 1asacia, una breve distaneia extiende un espacioigual al mflnito. Nuestro mas hondo deseo es nuestraimposibilidad mas segura.Nuestra vida se deshace en cada uno de sus ges-

    tos, abandonando al limbo innumeros abortos. Vivi-mas ahuyentando larvas que apetecen nuestra sangre.Nuestro destino es la presion que ejerce la petreaabduraci6n de una muerta libertad; cada elecci6nobstruye las direcciones no elegidas; en cada uno denosotros gimen los ahogados fantasmas que no fui-mos.La opci6n impasible y livida preside todo instante.Anhelamos aunar y confundir en una posesi6n si-

    multanea objetos antagonicos, pero la implacableexigencia de aetas eoherentes divide y lamina nues-tra avidez de monstruosas conjunciones. La incom-patibilidad de satisfacciones contrarias anuia eldelicioso desorden de nuestros apetitos.Pero si la simultaneidad nos de1ude~ el tiempo nos

    veda un cumplimiento sucesivo. Todo acto es fecun-do, y nadie puede abolir sus consecuencias. El vahodel pasado nos impregna. Inhabiles para retornar anuestras encrucijadas preteritas, no podemos pasear-nos en el tiempo como por un obscuro corredor. La

    TEXTOS I 13

    vida ignora el arrepentimiento, y o1vid6 erigrrconfesonarios en sus vanos templos.Los anos son nuestras celdas sucesivas. La vida tra-

    za una espiral desde el infinite de nuestras ambicio-nes hasta la fosa donde su vert ice se clava. Nuestrossacrificios anticipan la rigidez postrera.Somas, sin embargo, reos condenados a dictar nues-

    tra propia sentencia. El hombre no puede entregarsea la trayectoria de su vida) como la piedra a la curvaparab6lica que la devuelve a la tierra. La vida no esun camino llano entre murallas, sino la senda nacidade nuestros pasos. como nuestras huellas.El hombre es un animal perdido, sin ser un animal

    abandonado. EI hombre no sabe adonde dirigirse,teniendo sin embargo la obligaci6n de llegar. Unavoz imposible de air 10 conmina. El hombre 5610 sabesi cump1e, despues de arrostrar el fracaso.Somas libres de postular los fines mas diversos,

    libres de ejecutar las acciones 111a5 contrarias, libresde internarnos en las selvas mas oscuras, pero nues-tra libertad es solo una libertad de errar. Si S01110Sduenos de mutilar la promesa inscrita en nuestra car-ne, su determinacion excede nuestro siervo albedrio.

    La libertad no se alza como una platafonna sideral,para que el hombre se trace desde ella una ruta arbi-traria entre los astros. La libertad no es el poder defijar metas, sino el poder de malograrlas.. La I ibertad es nuestro riesgo, el noble privilegio deIncumplir nuestro deber. EI animal avanza, impertur-bable, hacia la plenitud de su esencia; y la materia larealiza con su existencia sola. EI hombre se estreme-

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    ce y oscila al borde de S 1 mismo. Nunca es blancodonde vibra la flecha clavada: sino aguda flecha en elviento,

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    Lafilosofla que nose resigna a impuros manipuleospeligra satisfacerse 5610 a 51 misma. Fascinada par laprecision que logra al obedecer a estrictas normastecnicas, suele escoger can habilidad los problemasque lc conviene afrontar. La importancia que les atri-buye, 0la urgencia que les concede, no admitenmas criterio que la docilidad con 1acual los proble-mas se someten a las exigencias del metoda celosa-mente elaborado.Sorda, aS1, al enigma que la invoca desde la pe-

    numbra cotidiana, la filosofia desadvierte la inte-rrogaci6n opaca, inmoble y tosca, para rendirse ala ambici6n de soluciones elegantes y precisas.Sus pretensiones a un escrupuloso rigor de racio-cinio corrompen esta filosofia mas codiciosa deser sutil que profunda, y mas ingeniosa que obsti-nada.La filosofia se enriquece a costa del abandono de

    la vida. El hombre, expoliado de sus naturales ins-trumentos por esa limitaci6n ambiciosa, victima in-molada a una esteril victoria, acepta como soluciona sus problemas mas urgentes la estructura en quese equilibran las presiones ejercidas par broznosresabios primitivos.

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    _18_N_IC(_)'_....~C_()_"'~F~D~A~V_:.:_II:_:_A ~ _

    Sin embargo nuestra condicion terrestre no toleraque el hombre desdene los problemas que descartauna filosofia envanecida con su integridad y su pu-reza, -si la filosofia claudica, los instintos desuncidosimperan con ingenua petulancia. La filosofia no pue-de ser solarnente lucero de nocturnas vigilias.Para sa1vaguardarse de sus peligrosos triunfos,conviene que la filosofia acometa 1a meditaci6n de .lugares comunes. Este es el precio de su sanidad, yde 1a nuestra.En verdad nada mas imprudente y necio que el

    comun desden del lugar comun.Sin duda los lugares cornunes enuncian proposi-

    clones triviales, pero desdenarlos como meros topi-cos es confundir las soluciones insuficientes queproponen con las interrogaciones autenticas queincansablernente reiteran. Los lugares comunes noformulan las verdades de cualquiera, sino los pro-blemas de todos.La sabiduria que la humanidad condensa en sus

    1ugares comunes no es tanto 1a suma de sus acier-tos, como 1aexperiencia de sus inquietudes. La queel lugar comun nos aporta es 1a evidencia de unproblema, la incansable constancia de una interpe-lacion permanente.Si caminasernos sabre un suelo estable, hacia una

    clara meta, los lugares comunes serian 1a doctrinacertera del hombre; pero, en la estepa movediza,los lugares comunes recuerdan, a las generacionesnuevas, 1auniversal tribulaci6n de las generacionespreteritas. La rnisma trivialidad de las soluciones nos

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    mantiene, can sana tenaz, inm6viles ante 1a grave-dad de los problemas que esconden.La inmernorial reiteracion de una f6rmula insulsa

    s610 puede obedecer a exigencias profundas.Podemos discutir 1avalidez de Llna soluci6n aun

    cuando la ampare un acatamiento universal, pero 1auniversalidad de un problema basta para probar suimportancia, y el escepticismo mejor armado 5610puede lograr el traslado de su colocaci6n aparente asu sitio verdadero.Cualquiera que sea el disfraz que revista, ellugar

    cornun es una invitacion tacita a cavar en su recinto.

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    1hombre no puede abandonarse al tiernpo, ab-sorto en el fluir de las colinas, extatico via jero a laderiva sobre sus aguas silenciosas.Todo instante 10 so mete a la incoherencia radical

    del mundo, porque toda situacion en que se hallehiere su corazon inconforme.Todo en el hombre es deseo, anhelo, impetu, co-

    dicia. El hombre es ambici6n inmortal y ebria deplenitud serena. La pulpa dura, lisa, tersa, del ser essu delirio, su destino, y su empeiio.Pero ni siquiera en el breve rapto del placer sofo-

    ca el malestar que siempre Ie acompaiia. De aquellomismo que 10 colma teme la pronta huida, Y suscerteros bienes son rernedos que denuncia Ia luci-dez de su pasi6n.Bastara, entonees, describir al hombre eOITIO la suma

    de sus desnudos apetitos? --como un hambre de bien,voraz y cruel? Bastara considerarlo como un opaconucleo de energias disparadas sabre eI mundo?En verdad, no 10 creo.EI hombre no parece meramente el foco de sus

    aetos vehementes, el hagar de sus fuegos, el tensoresorte de sus gestos, la causa senera y solita ria desu actividad multiforrne.

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    22 NICOLASG6ME:t DAvll A

    El hombre es una realidad mas compleja y masflea.No es el huesped angelico caido en media de una

    pululaci6n de larvas. Ni la bestia enceldada en laconcreci6n de su carne. Ni el espejo de unafantasmagoria de masas abedientes a sus solas tra-yectorias materiales. El hombre no es el mero suje-to, el espectador inmaculado, la pupila solitariadilatada en el centro del espacio universal.EI hombre, en efecto, es el deseo que desea y el

    objeto del deseo, aunados en una posesi6n nugatoria.El hombre es 1asuma indisoluble de sus tendenciasevocadas y de sus convocatorias metas.El hombre es el conjunto global, integral, entero,

    de la condici6n humana; el hombre es la concretasituaci6n en que se halla. El hombre no es fraccioncercenada y expulsa de la situacion total, sino latotalidad indivisa.La participacion del mundo en objetos externos,

    que la codicia del sujeto afronta, es etapa tardia enel peregrinaje de la conciencia humana. La existen-cia concreta precede su desmernbramiento e~ frag-memos hostiles. Objetos y sujeto son 111erOSartefactosde nuestra industria, 6rganos petrificados de la tota-lidad que la vida descuartiza.Objetos y sujeto s610 son dados en el seno de una

    situacion real; objetos y sujeto son los modos comose articula en existencia percibida la existencia con-creta,Que el hombre, en efecto, aparte de S 1 los objetospara encerrarse en el recinto de una subjetividad

    TEXTOS I 23

    abstracta, 0que, al contrario, se humille ante el uni-verso y se conciba solamente como su reflejo, sueco, su sonora resonancia, cualquiera que sea en finla antag6nica posicion que asuma, siempre sus cons-trucciones son pasteriores a la indivisa plerurud enla eual, objeto y sujeto confundidos, 1a existenciaexiste en situaci6n concreta.No basta, luego, decir que el hombre se halla arro-

    [ado en una situacion irresoluble, que esta insertoen ella, dado en ella, en ella inmerso. Es menesterrepetir con ahinco que el hombre es su situacion, susituaci6n total, y su situaci6n nada mas.El irreprimible ernpefio humano de aislarse y ex-

    cluirse, como si el hombre estuviese exilado en labarahunda de su situaci6n concreta, es requerimientode la situaci6n misma, exigencia de su naturaleza,manera en fin como la situaci6n expresa, a eviden-cia, su formidable inconformidad consigo misma ysu incapacidad de aceptarse como plenitud, no pu-diendo, sin embargo, rechazarse como totalidad,La aprehension de la situaci6n total como reali-

    dad concreta del hombre no prejuzga ningun idea-lismo. Aun e l r ea li sta se halla compelido a admitirque todo existente le esta siempre dado en situa-cion concreta, y que no Ie es posible arrancar 1aeXistencia al contexto de su situaci6n humana cual-quiera que sea el estatuto que posteriormente leconceda.La situaci6n del hombre no es, luego. una confi-

    guraci6n externa de acontecimientos donde el hom-bre fortuitamenre se halla, sino la condici6n misma

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    del hombre: el hombre no es llna esencia pura so-metida a una impura y ajena condici6n, el hombrees la impureza misma de su condici6n humana.El hombre es su condicion, su condici6n quebra-

    da y rota.Oscilando entre la decepci6n y la quimera, entrela privacion invencible y la posesion nugatoria, elacto humane no tiene plenitud. Lo. irI?:posible _q~enos seduce, nos repele: 10 posible que nos espera,0:05 hastia. La condicion del hombre es el fracaso.

    El hombre es un deseo que fracasa, un anhelo queno se cumple; pero el hombre no es el ser que fortui-tamente fracasa, que casualmente no logra; el horn-bre es el ser que no logra: ser hombre es no lograr.La imposibilidad de curnplimiento no es atributo

    adventicio de una intacta esencia; 1 3 esencia es elanhelo fracasado. La condici6n del hombre es im-potencia.vtviendose a S 1 mismo como impotencia radical,el hombre se vive a 5 1 mismo en el tiernpo, porqueel tiempo es la concreta faz de 1a impotencia, sucuerpo sensual y perceptible., .. Eltiernpo es la impotencia vivida; el tiempo es latraducci6n de la esencial impotencia del hombre enel lenguaje de la sensibilidad; el tiempo es el actoconcreto de nuestra impotencia: el acto en que nues-tra impotencia se conace Yse asurne, no como con-elusi6n de un raciocinio sobre la repetida evidenciadel fracaso, sino como carne de la vida.En la naturaleza del tiempo se patentiza 1a impo-

    tencia del hombre: y la naturaleza del hombre, a su

    TE\T05 I 2 .5

    vez, se patentiza en la impotencia del tiernpo. Enefecto, el nempo es la impotencia misma. El tiernpoes el lugar de la irnposible posesion.

    El pasado y el futuro existen s610 en el presente:y la realidad del pasado, cornola realidad del futu-ro, son mera realidad de pasado y futuro de un pre-sente. Ni 10 que sera, ni 10 que fue, se asemejan atfOZOS de un camino inrn6vil que el presente reco-rre como un met6dieo viajero. Pasado y futuro sontensiones divergentes en el cuerpo tenso del pre-sente.E1presente es el insustituible lugar de 10 real; 10

    que existe 5610 existe en el. Existir es estar en elpresente; es ser presente. La existencia existe en unpresente eterno.El presente es la jugosa pulpa de las casas, la mo-rada inmoble del ser, el espacio luminoso donde resi-den las esencias. El presente es la existencia plena ydensa, 1asubstancia sin menguas: e1acto puro del serabsorto en la colmada exaltaci6n de su jubilo,Pero 1a validez intemporal, la repeticion incesan-

    te, la caza de instantes abolidos, solo son simulacrosesteriles e inanes del presente en la fluidez del tiem-po. En efecto, aun cuando sea su realidad y su exis-teneia, el presente es, sin embargo, 10 que el tiempomata, 10 que tiene funcion de matar. Mordiendo enel futuro, el tiernpo incansable arroia su presente alas fauces del pasado. Aun cuando el tiempo noco ., nsiga anular a1 presente, porque el presente es larealidad unica, 10 unico que existe, y que asi el pre-sente mismo ne 't t ..cesi a es ar en su existencia para

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    ahuecarse y perderse: el tiernpo, sin embargo, 10mata oprimiendolo entre el pasado y el futuro, aplas-tandolo en la juntura misma de dos dimensionesabstractas e irreales donde yace, espectro exangiie,como si s610 fuese la imaginaria linea ecuatorial quelas divide.Si el presente puro, en fin, es aquello que muere

    en el mismo instante en que nace: si nuestro pre-sente concreto es s610 un nudo de previsiones yrecuerdos; si la estarnena del tiempo tiene, a S 1 , parurdimbre 10 extinto, y por trama 10 virtual; entoneesel tiernpo, en la abolici6n incesante del presente,cumple el acto en que la plenitud se ahueca, en quela permanencia impermanece, en que la existenciainexiste.El tiempo es la prueba verificadora de la impoten-

    cia esencial del hombre, y la materia en que se rea-liza la existencia humana. Es en el tiempo que lehuye donde el hombre palpa la imperfecci6n de suesencia. Su historicidad irremediable no es la razonde su fracaso, sino su realidad y su simbolo; el hom-bre no fracasa porque vive en el tiempo; el hombrevive en el tiempo porque el fracaso es, al contrario,la substancia de su vida, la substancia exteriorizada,patentizada, evidenciada, como tiempo.La plenitud, abolida con la abolici6n del presente,

    encierra la existencia humana en la negatividad desu condici6n. El vivir del hombre es, a S 1 , una nega-ci6n permanente del instante por el instante mismo,y la plenitud de la presencia es su inalcanzable limi-te porque cada acto que la realiza la suprime.

    T[)

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    damenta1mente 10 que imp ide la eonseeuei6n inme-diata de la presa.La meta no lograda evidencia un mundo, una or-

    denaci6n hostil de presencias, una aparicion de 10heterogeneo y de 10 ajeno. En la substancia mismadel fracaso la intenci6n malograda plasma la plenitudadorable de su objeto. Ante la imposibilidad del har-tazgo el anhelo disperso se concentra, se descubre, yelabora en esplendor codiciable el bien prohibido.Mas el dolor no basta para evocar la conciencia.Sin duda el individuo rechazado par el dolor que

    10 frena traza un recinto interno en el vasto espaciouniforme. Sin duda un 111ISerOuniverse inicia ya elgesto que 10 yergue ante la confusa suma de lascasas. Pero pronto el dolor ahoga en la agonia laconciencia naciente, 0el equilibrio restablecido laanega nuevamente en la presencia universal.En el transite sin fin de un contentamiento cabal a

    una inconformidad transitoria, el dolor, que arroja alindividuo a la caza de un estado mas conforme a suinstinto, s610 enciende en la opacidad del ser unaconciencia crepuscular. La conciencia plenaria 5610aparece cuando una insatisfaccion indefinible emergeen el sene miS1110 de la concreta plenitud del acto.La conciencia se aisla y se distingue del acto rnis-rna que la confunde can una totalidad que la enga-na, si en el preciso instante cuando el ser descansacolmado en la paz ardiente de sus anhelos satisfe-chos aparece un vacio interno al cumplirniento mis-1110,una mengua consubstancial a la intacta plenitudque degrada Sll pura perfecci6n.

    T~XTOS I 29

    Para fundarse no basto a la conciencia empiricarepudiar toda identidad Con el contenido universalde sus estados internos, s610 la insatisfacci6n quehalla en sus estados mas perfectos la compele adeclinar toda identidad con sus estados mismos, Laaparente plenitud que se revela incapaz de colmarlaproclama as! su diferencia, ya que la existencia solay pura se daria todo asi misma 0seria todo. En elvacio secreto de su dicha mas segura germina laconciencia.Ser consciente es, Iuego, ser consciente del fraca-so, de 1a imposibilidad final de todo ernpeno. La

    conciencia del hombre es conciencia de su impo-tencia, es conciencia de su condici6n.COll10 la conciencia absoluta es el acto 111i51110 de

    la condicion humana, la conciencia no puede adu-cir razones que diluciden, a expliquen 1anaturalezade fracaso de la condici6n del hombre y debe resig-narse a postularla, con arbitrariedad identica y connecesidad igual a la arbitrariedad y a la necesidadcon que ella, conciencia 1 se postula a 5 1 miS111a.La conciencia absol uta no puede ser en efecto

    sino postu1aci6n de S 1 miS111a, y 1aitnposibilidad deconcebir un acto que la engendre no es mera situa-ci6n de hecho sino implicita necesidad de su ser.Todos los aetos posibles, como tambien la suma

    de sus posibles relaciones, son interiores a la con-ciencia. Aun la exterioridad pura es artificio de 1aconciencia astuciosalnente presente en el rigor con.,qU~elabora su ausencia. Entre la conciencia y cual-qUIer acto posible no puede existir relaci6n distinta

    30 NlcOI.As G6MEI DAvILA

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    a la de tenerlo par objeto: las otras relaciones s610caben entre objetos de la conciencia misma. Todointento de transformar una de las relaciones entreobjetos en relaci6n entre un objeto y la conciencia,es empresa anticipadamente fracasada y radicalmenteimposible. La conciencia no puede concebirse a 5 1misma como un objeto en su universo, y par 10 tan-to no es posible encontrar explicaci6n a la concien-cia, ni repudiar su postulaci6n absoluta.Si la conciencia obligadamente se intercala entre

    terrninos de series temporales, la colocaci6n a quese somete no es una explicaci6n, oi una causa, sinoun hecho contingente y bruto. Pero aun para esta-blecer la mera relaci6n de anterioridad y posteriori-dad con los terrninos que la preceden y la siguen, laconciencia tiene que exteriorizarse a S 1 mismasimbolizandose en una configuraci6n material; yauncuando logre aS I insertarse entre las casas, en nin-gun momenta consigue coincidir can su simbolo,ya que el solo gesto de pensarlo 10 rebaja a la con-dicion de objeto interne a su acto imperterrito.Situada en la serie temporalla conciencia perdura

    intacta, irrestricta, irredimida. Bloque opaco y duroen la continuidad del tiempo y en medio delencandenamiento de las cosas, ningun artificio dia-lectico logra resolver la contradicci6n inherente a lacolocaci6n del sujeto por S 1 mismo en media de suspropios objetos. Obligada a vivirse como tiempo, laconciencia tiene que situarse en el, pero ni siquieraIa necesidad que la identifica al tiempo puede 10 -grar que las razones y las causas con las cuales la

    TEXTOS I 31

    conciencia ordena al rnundo, la ordenen a ella mis-rn a y la expliquen. Entre la visi6n del mundo que laconciencia elabora desde su propio centro y la vi-si6n que construye omitiendo la referencia conver-gente de todos los objetos a SI misma, paraestablecerlos s610 en sus relaciones reciprocas, nohay correspondencia ninguna, ni traducci6n posiblede un sistema en el otro. Alli donde la concienciaamite su referencia central, s610 subsiste como sim-bolo abstracto e irritante que ella misma, sin des-canso y sin exito, intent a reemplazar can la meraresultante de procesos objerivos, y alli donde la con-ciencia se instala en su referencia central, la totali-dad de las casas aparece como una suma de rcbeldiasque la conciencia determina pero no subyuga.No pudiendo, asi, trascenderse a S 1 misma, ni ex-

    plicarse, la conciencia tampoco puede explicar y tras-cender la concreta condici6n humana. La concienciaes conciencia de esa condici6n, y la viciada, que-brada, y rota condici6n del hombre es un hechoultimo que debemos asumir, pero que no logramoscomprender.La conciencia, si embargo, ubicada en su absurda

    condici6n, y precisamente por ser conciencia de suCondici6n absurda, no se puede contentar can ce-der pasivamente a las presiones que la empujan 0alas metas que 1a atraen, sino tiene ante todo queadquirir conciencia de su condicion, conciencia deS I misma en su condici6n determinada.. La conciencia que de SI misma asume la con-clencia como condici6n no se manifiesta en un acto

    J2 NICOLASG()MfL' DAvILA----~~~--------------------~ TEXTOS I 33

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    pennanente de conciencia, sino en una postura ante5 1 misma. La conciencia de 5 1 de la conciencia noes un est ado de conocimiento abstracto, de estati-co reflejo de S I misma. Al adquirir conciencia de si,la conciencia se conoce como condicion, como si-tuaci6n, como acto susceptible de aceptacion 0derechazo, pero no de abstenci6n. Abstenerse es re-chazar, y abstenerse de rechazar es aceptar. La acep-taci6n y el rechazo, como posturas basicas de laconciencia ante su condici6n, no son meras actitu-des intermitentes, sino estructuras permanentes dela conciencia individual.Es en la aceptaci6n 0en el rechazo que la estruc-

    tura de la conciencia se articula; y es en funci6n deesta estructura que la conciencia aprehende, siente,percibe, piensa, elige, y excluye. Ni su nocion de S Imisma, ni su imagen del mundo, ni sus multiplesopciones, son independientes de la estructura pre-determinante y soberana. La estructura es un aprioriconcreto de cada ser humano.Ni la aceptaci6n, ni el rechazo de la condicion

    humana son gestos limitados y escuetos: el merorechazo seria un suicidio instantaneo, y la mera acep-taci6n una animalizaci6n inmediata. Precisamenteporque su condici6n es absurda, la conciencia tien-de a desatar y a dis olver su absurdidad, y as! la op-ci6n que su condici6n plantea a la conciencia implicauna justificaci6n simultanea.No pudiendo descansar en la condicion, la con-

    ciencia opta; y no pudiendo descansar en la absur-didad, la conciencia justifica. Aceptaci6n 0rechazo

    implica ambos una referencia a un principia justifi-cativo de la condicion del hombre.La aceptaci6n y el rechazo se elaboran y se cum-

    plen en el proceso dialectico a que la concienciasornete su urgencia justificadora.La conciencia que acepta su condici6n humana,la acepta necesariamente como condici6n absurda,

    y no puede rechazar la absurdidad esencial sin re-chazar simultanearnente la condici6n misma. No pu-diendo, asi, rechazar el absurdo inherente querequiere justificaci6n, la conciencia que acepta tie-ne que situar el principia justificativo fuera de todacondicion, como una instancia trascendente. A esainstancia la conciencia refiere la condici6n total, perola trascendencia del principia justificativo exige quela conciencia no espere contemplar su realizacion,o realizarlo ella misma, en el seno de la condici6nhumana, en el tiempo, en la historia.La realizacion del principia implica la abolicion

    de la condici6n del hombre. Para la conciencia queacepta su condicion, el hombre no puede ser redi-mido sino fuera de toda condici6n imaginable.Inversamente, la conciencia que rechaza su con-

    dici6n humana, no pudiendo rechazar la totalidadde la condici6n sin suicidarse, s610 rechaza suabsurdidad. La conciencia que rechaza cree posibleseparar de su esencia propia su condici6n humana,Como si su esencia fuese una conciencia abstracta ypura caida en una condici6n absurda, y como si sucondicion fuese una situaci6n abstracta y fortuita.La conciencia que rechaza se aisla, asi, abstractamente

    34 NICOLAs G6MEl. DAvILA

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    de su condici6n total, olvidando que su condici6nes la conciencia misma y creyendo que rechazar lacondici6n humana es s6lo rechazar una adventiciasituaci6n en que el hombre se halla. Al dividir lacondici6n hurnana en conciencia pura y situaci6nfortuita, la conciencia que rechaza imagina que le esposible existir en situaciones diversas, y como laabsurdidad de su condici6n le parece asi dependerde una situaci6n que le es exterior y extrana, la con-ciencia que rechaza cree que basta alterar 1a situa-cion para modificar y transformar la condici6nhumana.La conciencia que rechaza situa, pues, el princi-

    pia justificativo en el seno de la condici6n misma,como una instancia inmanente. Para Ia concienciaque rechaza, el principia justificativo es inmanenciapura, y el hombre s6lo puede ser redimido dentrode su condici6n misma.

    La instancia inmanente es usualmente concebidacomo una condici6n natural del hombre. A esa coo-dicion natural la conciencia refiere su absurda, arnbi-gua, e incoherente condici6n positiva. As! de lacondici6n individual alterada la conciencia que re-chaza apela a una intacta condicion, y confia en unaredenci6n futura, cuando 1 a condici6n autentica delhombre se libere de la intromisi6n de esas causasaccidentales que entorpecen su manifestaci6n coo-creta.Evidentemente la conciencia que rechaza vive

    sumida en 1a incurable obsesi6n de la historia. Lahistoria es simultaneamente el lugar de su infortu-

    TFXTO~ I 35

    nio actual y de Sll bienaventuranza hipotetica. Perosi la historia es Ia catcgoria unica de la concienciaque rechaza, e1 conocimiento de la historia es emi-nentemente opaco, vedado, prohibido a esa con-ciencia.En efecto, la historia es 10 que acontece, la reali-

    dad total en su plenitud de acontecimiento. La his-taria es la condici6n humana en su positividadirrcductible, y por tanto toda conciencia que se in-elina apasionadamenre sabre ella para cornpararlaal paradigma intemporaJ de una condici6n naturaldel hombre 0para acechar en el pasado el esquemade una futura perfecci6n imaginaria, necesariamen-te la mutila y la trunca.Pero el conocirmenn. de Ia historia no es la sola

    victim a de la conciencia que rechaza.Su vfctirna preferida, su victima predilecta, es la

    historia misma, la historia que vivimos, la carne tem-poral del hombre. Todos los que apelan a una con-dici6n natural del hombre, para acusar la condici6npositiva que la encubre y disimula, se sublevan con-tra la tenacidad irritante de nuestra miseria.Arrebatados por el noble ernpeno de restituir al

    hombre su dignidad perdida, la tosca realidad coti-diana los of ende yeJ insolente desden de la existen-cia los humilla. Avidos de promesas y de auguries,El vehemencia infringe las quietas leyes de la vida.suelo en que se apoyan les parece el perverso

    estorbo de sus suenos. E1delirio de una perfecci6na~soluta y terrestre los ernpuja a irascibles rebel-dlas La ambi ._ d d . .. 19ue a ureverenrc de Ia vida desata la

    _H) NICOLAS CC)MEL DAvILA

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    ferocidad de su corazon pueril y compasivo. Inca-paces de proceder con desconfianza precavida, conir6nica paciencia, consideran la corrupcion del mun-do intolerable y fortuita. Afanosos, as}, de transfer-marlo para devolverle su hipotetico esplendorprimero, s6lo consiguen derrumbar el fragil edificioque 1a paciencia sometida de otros hombres labr6algun dia en 1a esteril substancia de la condici6nhumana.A los hombres que destruyen impelidos por el

    ciego afan de crear, otros hombres oponen la corn-pasi6n y el desprecio de un pesimismo viril. Estosson los hombres cuya conciencia ace pta su condi-cion humana, y que acatan, orgullosos y dUfOS, lasinnaturales exigencias de la vida. Estos hombrescomprenden que la enfermedad de la condici6nhumana es la condici6n humana misma, y que por10 tanto s610 pueden anhelar 1a mayor perfecci6ncompatible con la viciada esencia del universo. Unainquieta ironia conduce sus pasos cautelosos a tra-ves de 1a torpe y aspera insuficiencia del mundo.Como nada esperan de la indiferencia de las ca-

    sas, la mas leve delicia conmueve su coraz6n agra-decido. Como no confian en 1a espontanea y b 1a nd abondad del universo, la fragilidad de 10 bello, laendeblez de 10 grande, la fugacidad atroz de todoesplendor terrestre, despiertan en sus almas el res-peto mas atento, la reverencia mas solemne.Toda 1a astucia de su inteligencia, toda la austera

    agudeza de su espiritu, apenas bastan para ensayarde proteger y de salvar las semillas esparcidas.

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    La tncineracion no fue invento de vagos higienistaspaleoliticos.En la primera noche iluminada par el fuego de

    una hoguera funeraria, rostros convulsos esperaronel resultado de una decisi6n atroz y meditada. Laopresora presencia de los muertos exigia nuevas ri-tos. Urgia oponer a la insaciable muchedumbre elobstaculo eficaz de una ins6lita liturgia.Sepultado en la tierra impasible, el cadaver lenta-

    mente corroido ataba al mundo de los vivos la sorn-bra exilada y vengativa. No bastaba oprimir con elpeso de las piedras la funerea fosa. No bastaba des-membrar previamente el cuerpo insepulto.El fuego, que abandona cenizas indistintas, con-

    sumi6 los despojos que servian de mistico canal alespiritu ululante. El hombre obtur6 1 a puerta de re-cintos infernales. El hombre intentaba escapar a lapersecuci6n de los muertos.Pero esa empresa de profilaxis magica iniciaba

    ritos m as augustos. Ante un cenotafio venerado unateona sacerdotal reernplazo la procesi6n de plani-deras que acompanaba las urnas sepulcrales. Esefuego protector de los vivos, que una violenciasacramental enciende, perdi6 sus funciones de ba-

    40 NICOLAsG()MU DAVitA

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    rrera flamigera, para trocarse en el vehiculo liturgicoque transporta al espiritu errante y gemebund~ .h~-cia comarcas sagradas. Sabre e1 altar del sacrificiovictimas propiciatorias esperaron su misterioso as-censo. E 1 fuego sacra fue instrumento de transmuta-ci6n divina.El hombre moderno reincide en empresa seme-jante a 1a de aquellos primitivos asustados, pero nole basta asegurar la impotencia de los muertos. Masimplacablemente sometido a una muerte que ~~-marca con su tajo vertical e inexorable el solo vivirque se concede, su tactica defensiva alcanza extre-mos de aplicacion y de astucia.Desdenados los inmemoriales usos que desbrava-

    ban a1 intruso que invadio nuestra carne inrnortal,despreciados los antiguos remedios que mitigab~nla rebeldia de nuestra esencia ante su yerto hues-ped, el hombre moderno no practica ni la resig~a-ci6n orgullosa a la necesidad que 10 avasalla, m ~lacatamiento de esa voluntad a cuyo supuesto capn-cho accede una jubilosa insurrecci6n de nuestro ser.Su manera sutil de protegerse consiste en el intentode suprimir el escandalo de la muerte.

    E 1 hombre archiva las imprecaciones milenarias yprocede friamente a cegar esas grietas par donde seinfiltra la angustia. El hombre sumerge al hombreen el mar de la existencia animal y disuelve la con-textura nudosa de la vida en la indiferencia de lamateria. Todo estremecimiento ante la muerte noparece ya sino flaqueza de mentalidades re~ci~s aadmitir la naturalidad causal de todo acontccirruen-

    TEXTOS I 41

    to cualquiera. Como cosa natural, como resultadobruto de 1a placida neutralidad de constantes uni-versales, como acto sumado a la serie uniformenlentecontinua de los actos, la muerte es solo uno de losfen6menos de la existencia biologtca. La mUerte ess610 un estado del cuerpo. Toda configuraci6n bio-16gica la reconoce por conclusion normal. La muer-te es una funei6n de la vida.Una meditaci6n solitaria no es ya el lugar propio

    de su estudio; conviene considerarla en tablas deestadistica donde diversos coeficientes agotan sussignificados posibles.Naturalizada 1a muerte y allanado el escandalo,

    su importancia no difiere de 1a de cualquier otrofactor del costo social, y debe computarse con eldesgaste de rnaquinas y la desvolarizaci6n de edi-ficios,La vida merece la solicitud del estado que cuida

    de sus instalaciones industriales; pero as! corno anteun motor obsoleto toda emoci6n es artificio, todorito mortuorio se transforma en aseprica tarea. Laciudad elimina sus cadaveres, con las demas basu-ras, en lugares higienicamente escogidos.

    La magna empresa de abolir el escandalo de lamuerte y de entregar una tierra eximida de terroresaun hombre instalado en su condici6n hUlnana, no~e ha curnplido aun con satisfactoria plenitud. Vic-jos resabios religiosos frenan todavia la exacta apli-~aci6n del calculo social. Pero ya sabernos queliaas_taranpocos anos para que la humanidad, fami-nzada con la doctrina que suprime el escandalo

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    proceda a realizar sus prop6sitos can mas estrictacoherencia.A! anciano prisionero que dialoga en 1amananaluminosa y funebre, a 1anocturna angustia de sudory de sangre, el orgullo moderno mostrara grupossumidos en pavura y espanto que las ametrallado-ras, en hilera, encauzan hacia los hornos crernato-rios.

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    Entre el nacimiento de Dios y su muerte se desa-rrolla la historia del hombre.Lahumanidad ensambla con 1aespesa animalidad

    que la precede y el acto humane se acompana deun gesto animal que 10 anticipa: himen6pteros hu-millan nuestras ambiciosas burocracias, la astucia deun feline averguenza estrategas, un gorila enjauladoresuelve problemas de mecanica practica,Pero el antropoide carnivora, que se prepara aerguir un torso burdo sabre piernas combas, no aban-dona su arb6rea mora da porque catastrofesgeo16gicas 0rebeldias geneticas 10 constrifien a uningenioso vivir donde su humanidad despierta. Laaparicion del hombre supone la renitencia de unorganismo a su recta actividad animal.Una experiencia ins6lita arranco vagos lemuroides

    al tOrpor placentero de la sumisi6n al instinto.Si las causas que diversifican las grandes familiasanimales explicaran la aparicion del hombre, la es-pecie humana diferiria de otras especies como difie-ren estas entre 51; pero el hombre patentiza contra laagresiva penumbra animal de su ser una diferencia~eductible, La presencia del hombre rampe la con-tinuidad bio16gica. Escondidas escolleras tuercen el

    TEXT05 I 47

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    hornogenio flujo de la vida. La suma de las contesta-ciones anirnales al universo circundante se coronacon una interrogaci6n angustiada.La evidente diferencia no es invenci6n de nuestra

    vanidad, redactando en cuerpo autonomo una cien-cia antropol6gica que seria {nero capitulo postrerode un manual de zoologia: 1a sola existencia de unazoologia es la confirmaci6n de la diferencia, y suprueba.Pero 10 que distingue al hombre no es el arma

    que talla 0 el fuego que enciende. El empleo astu-Ci050de objetos materiales complica, sin alterar, vie-jos ernpenos animales. Entre los selacios, un pristeo un torpedo anexan electricidad 0mecanica a susreflejos defensives. Por 10 dernas, basta el proto-zoario mas humilde para ilustrar c6mo toda estruc-tura orga nica es transitoria soluci6n formal alproblema que a 5 1 misma se plantea la avida tenaci-dad de la vida.Sin duda la riqueza de sus circunvoluciones

    encefalicas facilitaba al hombre, con un mas ampliorepertorio de gestos, un mas seguro dominio de suuniverso inmediato; pero ni la victoria de los gran-des saurios secundarios, ni los monstruosos hormi-gueros de las selvas tropicales, prefiguran los anheloscolmados de nuestro ser inconforme.Aun cuando el hecho de que sus herramientas dedominic no sean meras excrecencias de su carnehay a concedido al hombre la utilizacion de materiasinfinitas, el ejercicio de una inteligencia escuetarnentccenida a sus funciones primigenias no hubiera irn-

    petrado de una tierra indiferente una existenciarnenos rnisera que la del ser que abrigaron las gru-tas de Tcheu-k'eu-tien. Aun el hombre robustamenteadaptado a su ambito ecoI6gico s6lo repetiria ruti-nas familiares a un paleont61ogo bisono, En las tec-nicas empiricas cristalizan gestos organicos.La inteligencia pro1onga potencias bio16gicas, y

    s610 traspasa la frontera del recinto animal cuandopresencias axio16gicas desquilatan sus metas natu-rales y la .sorneten a esa noble servidumbre dondela raz6n se engendra.Los animales ingeniosos y triunfantes no son los

    autenticos precursores del hombre, sino los perrosque aullan a las sombras.El hombre aparece cuando aI terror, que invade

    toda vida ante la incertidumbre 0la amenaza se,sustituye el horror sagrado. Una inexplicable ruptu-fa en la hOlnogenea substancia de las cosas revelauna presencia ajena al mundo y distinta de las pre-sencias terrestres, El hombre es una animal posesorde una ins6lita evidencia.Ni su organizaci6n fisica, ni su constituci6n mentaldi . ,lStlnguen al hombre de sus genitores animales. Sus

    modificaciones estructura1es, sus atributos ineditos,s.usparticularidades nuevas, no alteran sus caracteris-ticas zool6gicas, ni varian su pertenencia taxon6mica.No 1 0 aisla de la serie animal, para crearlo en su call-d a ? de hombre, una mera acumulaci6n de rasgosanimales, en cuya totalizaci6n repentina, emergierasu orden .~ h" aCIOn umana. Aqui no asistimos a la reali-iaclOn deun -: I'd d 'a virtua 1 a inmanente y necesaria, ni

    4B Nlcot.As GOMfZ DAvILA T~XT05 I 49

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    contemplamos una conformaci6n casual de compor-tamientos anteriores. Pero tampoco una ajena, extra-na, y heterogenea patencia se suma a las potenciasanimales. El aparato mental del hombre no difieredel aparato mental del hominida. El hombre es unanimal que la percepci6n, misteriosamente concedi-da, de un nuevo objeto coloca en un universo brus-camente invadido par una presencia que 1 0 agrieta.En el silencio de los bosques, en el murmullo de

    una fuente, en la erguida soledad de un arbol, en laextravagancia de un penasco, el hombre descubrela presencia de una interrogaci6n que 10 confunde.Dios nace en el misterio de las cosas.Esa percepci6n de 10 sagrado, que despierta te-

    rror, veneraci6n, amor, es el acto que crea al hom-bre, es el acto en que la raz6n germina, el acto enque el alma se afirma.El hombre aparece cuando Dios nace, en el mo-

    menta en que nace, y porque Dios ha nacido.E I Dios que nace no es la deidad que una teologia

    erudita elabora en la substancia de experiencias reli-giosas milenarias. Es un Dios personal e impersonal,inmediato y Ieiano, inmanente y transcendente; indis-tinto como el viento de las ramas. Es una presenciaoscura y luminosa, terrible y favorable, amigable y hostil:satanica penumbra en que madura una espiga divina.Una luminosidad extrana impregna la intima subs-

    tancia de las casas. Las piedras sagradas senalan lacarne sensual del mundo.Detras del universo inerte se revela su autentica

    esencia de horror. de majestad, de esplendor y de

    peligro. En ese universo humedo de un rocio sagra-do que chorrea sabre las superficies, penetra en lasranuras, y llena la concavidad de los objetos, urgeasumir actitudes que organizan el comportamientohumano ante las nuevas evidencias.Nada mas equivoco, asi, que imaginar al hombreafrontando solamente las amenazas del ambito in-

    mediato que 10 encierra. La ambiguedad del univer-so le plante6 mas insolitos enigmas.Si el hambre, el frio, 0el golpe vertical de una

    zarpa, 10 despertaban de su natural inercia, no estanto para multiplicar los productos de su caza 0laubertad de sus campos, ni tampoco para aplacar uncielo inclemente, ni aun para afianzar una solidari-dad que 10 defiende, que el hombre inventa ritos,templos, mitos, instituciones, y eticas.Mas alla de ese mundo, cuya crue1dad conoce y

    que su inteligencia lentamente subyuga, no se elevala b6veda cerrada de una pura oquedad donde nau-fraga su ignorancia. El horizonte total de su acomo-daci6n biologica no es una vacuidad inc6gnita quesu inteligencia, sometida a terrestres tareas, pueblacon celestes faunas. Aquel1as construcciones de suespiritu, que exceden sus evidencias materiales, noson las palidas proyecciones de su interes 0de suangustia sabre 1a muelle blancura de las nubes.Detras del esquematico universo que sus aetas

    ~laboran, interrogaciones mas urgentes que las quel~quietan su carne acechan sin compasi6n sus vigi-has y sus suenos. El hombre ha descubierto un mun-do que el gesto del labriego, del artesano, 0del

    SO NrCUlAS G(lMU DAVILA,TFXTO~ I 1)1

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    guerrero, no somete, un mundo que no conquistasino que 10 conquista: un mundo a cuya interroga-ci6n solamente responde, si calla; y en el que impe-ra, quien se inclina y se postra.En la naturaleza: en su alma misma, y en ese mas

    alla que yace tanto en el mas intima coraz6n decada cosa, como en los mas rernotos confines de losmas lejanos horizontes, el hombre desenmascara laimpasible presencia de una realidad rebelde a suviolencia y cornpasiva s610 a 1a paciencia de su es-piritu,El hombre naci6 alli, el hombre disimil del animal

    que 10 engendra, el hombre victima sacrificada a undestino mas augusto.La elaboraci6n tenaz de su experiencia religiosaha sido 1a empresa milenaria del hombre.Tarea nunea concluida y aparentemente suscepti-

    ble de infinitas soluciones, pero tarea que nos so-mete a implacables e imperterritas normas. Todaslas altas afirmaciones del hombre convergen haciaun arcana centro.Toda grandeza es secretamente fraternal.La experiencia religiosa es 1a matriz de las

    constataciones axio16gicas. En los duros y opacosbloques de evidencia que les entrega 1aexperienciareligiosa, estetica, etica, y logica labra sus afirrnacio-nes perentorias.Ala luz de esas exigencias de su raz6n el hombre

    lentamente procede a 1apostrera creaci6n del mun-do. El recinto limitado que trazaban sus apetitosmateriales se ensancha y se transforma en el univer-

    so que la verdad explica, el bien ordena, y la belle-za ilumina.Verdad, que solo cumple sus prop6sitos al reali-

    zar una caherencia interna que refleja 1ainmutabili-dad divina. Toda proposici6n, toda ley, como todogesto y todo paso, son fe en un atributo de Dios, Niel principia de contradicci6n, ni el principia decausalidad, ni ese principio de uniformidad que mashondamente los soporta, pueden separarse de la raizaxiologica que los ata al terrurio mismo de 1adivini-dad. Todo empirismo cientifico es alboroto de aveque anhela volar en el vacio.Bien, a que 5610 obedecen10S porque una irresrible

    exigencia nos subyuga. Bien que impera sabre Iarebeldfa de nuestro ser; y desprovisto de amenazas,carente de sanciones. inerme y soberano, erige enla intimidad de la conciencia una obligaci6n absolu-ta que ordena sin promesas y exige sin prernios.Bien que las necesidades de vivir no explican, por-que entorpeee la vida; y que la sociedad no constru-ye, porque ninguna soledad nos exime de acatarlo.Belleza, en fin, que es aparici6n momentanea de

    un objeto liberado de las servidurnbres de nuestrapropia vida y que, en el fugaz silencio de nuestroespiritu absorto en una contemplaci6n desinteresa-da, revela su esencia aut6nolna, es decir su manerade eXistir en 10absoluto. Efimera experiencia que eIane inmoviIiza, y levanta en sirnulacro de estelaconmemoratoria del itinerario divino del hombre.Que pueda Dios morir no es, luego, una vana

    amenaza. El hombre puede perder 10 que habia re-

    52 Nrc.oi.As GOMF.Z DAvILA TEXTOS I 53

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    cibido Un hombre eterno en un mundo inmovil ga-rantizaria s610 la permanencia de Dios. Pero el hom-bre surgido en las lontananzas pliocenas puedesumergirse en el vasto oceano animal. S610 10 sepa-ra de la bestia tenebrosa la fragil evidencia que suorgullo olvida.No vacila ya la estructura incomparable que eri-gi6 su paciencia atenta y sometida? Su espiritu sos-pecha un capricho irreductible en el coraz6n de lascasas e intenta velar su fracaso con un adernan querechaza, como vanas, las certidurnbres mismas queanhela.Recorre con voracidad la tierra para amontonar

    en camaras mortuorias los nobles despojos de sussuenos, e imagina fecundar su esterilidad con el vi-gor de estirpes sepultadas.Desorbitado, en fin, perdido, ebrio, las empresas

    que inventa su soberbia culminan en sangrientashecatombes, y si humillado inclina hacia la placidezde ocupaciones subalternas, una vida mezquina, bajay vii, 10 sofoca en su tedio.Las cicatrices de su industria sobre un suelo pa-

    ciente insuitan la belleza de la tierra, pero su neciatemeridad se vanagloria de todo 10 que hiere y mu-tila sus victorias inermes. Sus empresas coronadas1 0 hinchan de ventoso orgullo, y su incauta osadiacree haber asegurado la promesa de ascensos infini-tos porque una labil luz golpe6 su frente. Confiadoen hipoteticos derechos desdcna los viejos instru-mentos de su triunfo: y avergonzado por la servi-dumbre en que germina la virilidad de su espiritu,

    cercena, como lazos que 10 ataran, los secretos ca-nales de su savia.El hombre morira, si Dios ha muerto, porque el

    hombre no es mas que el opaco esplendor de surefleio, no es mas que su abyecta y noble semejanza.Un animal astuto e ingenioso sucedera, tal vez,manana al homhre. Cuando se derrumben sus yer-

    lOS edificios, la bestia satisfecha se inremara en lapenumbra primitiva, donde sus pasos, confundidoscan otros pasos silenciosos, huiran de nuevo ante elruido de hambres milenarias.

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    OJlOOUO'tOl T t ; I aynnJrltQ} l j>UO'1Heracleon

    (in Orig: Com, In. Evjoa.)

    Indiferente a laoriginalidad de mis ideas, peroceloso de su coherencia, intento trazar aqui un es-quema que ordene, con la menor arbitrariedad po-sible, algunos temas dispersos, y ajenos. Amanuensede siglos, s6lo compongo un cent6n reaccionario.Si un prop6sito didactico me orientara, habria es-

    cuchado sin provecho la dura voz reaccionaria. Suesceptica confianza en 1a raz6n nos disuade tantode las aseveraciones enfaticas, como la de las im-pertinencias pedagogicas, Para el pensamiento re-accionario, la verdad no es objeto que una manaentregue a otra mana, sino conclusi6n de un proce-so que ninguna impaciencia precipita. Laensenanzareaccionaria no es exposici6n dialectica del univer-so, sino dialogo entre amigos, Ilamarniento de unalibertad despierta a una libertad adormecida.Demasiado consciente de fundarse sobre eviden-cias circunscritas, sabre raciocinios cuya validez se

    confina en determinados universos de discurso, so-bre un cauteloso acecho a la navedad de la vida, e1pensamiento reaccionario terne 1a postiza simetriade los conceptos, los automatismos de la l6gica, lafascinaci6n de las simplificaciones ligeras, la falaciade nuestro anhelo de unidad.

    TEXTOS I 59

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    la misma promesa. El cap italismo no se estima ideo-logia burguesa, sino construeci6n de la raz6n huma-na: el eomunismo no se declara ideologia de clase,sino porque afirma que el proletariado es delegadounico de la humanidad. Si el comunismo denunciala estafa burguesa, y el capitalismo el engano comu-nista ambos son mutantes hist6ricos del principiodemocratico, ambos ansian una sociedad donde elhombre se halle, en fin, senor de su destino.Rescatar a1 hombre de 1a avaricia de la tierra, de

    las lacras de su sangre, de las servidumbres saciales,es su cornun prop6sito. La democracia espera la re-denci6n del hombre, y reivindica para el hombre 1afunci6n redentora.Veneer nuestro atroz infortunio es el mas naturalanhelo del hombre, pero seria irrisorio que el ani-

    mal menesteroso, a quien todo oprime y amenaza,confiara en su sola inteligencia para sojuzgar la rna-jestad del universo, si no se atribuyese una dignidadmayor, y un origen mas alto. La democracia no esprocedimiento electoral, como 10 imaginan cat6li-cos candidos; ni regimen politico, como 10 pens6 laburguesia hegem6niea del siglo XIX; ni estructurasocial como 10 ensena la doctrina norteamericana;- ,ni organizaci6n econ6mica, como 10 exige la tesiscomunista.Quienes presenciaron la vio1encia irreligiosa de

    las convulsiones dernocraticas, creyeron observar unasublevaci6n profana contra la alienaci6n sagrada.Aun cuando la animosidad popular s6lo estalleesporadicamente en tumultos feroces 0burlescos,

    una critica sanuda del fen6meno religioso, y un lai-cismo militante, acompanan, sorda y subrepticiamen-te, la historia democratica, Sus prop6sitos explicitosparecen subordinarse a una voluntad mas honda, aveces oculta, a veces publica, callada a veces, a ve-ces estridente, de secularizar la sociedad v el mun-do. Su fervor irreligioso, y su recato laico, proyectanlimpiar las almas de todo cxcremento mistico.Sin embargo, otros observadores de sus instantes

    criticos, 0de sus form as extremas, han repetidamentesenalado su coloraci6n religiosa. El dogmatismo desus doctrinas, su propagaci6n infecciosa, la consa-graci6n fanatica que inspira, la confianza febril quedespierta, han sugerido paralelos inquietantes. Lasociologia de las revoluciones democraticas resucitacategorfas elaboradas par la historia de las religio-nes: profeta, mision, secta. Metaforas curiosamentenecesarias.El aspecto religioso del fen6meno democratico

    suele explicarse de dos maneras distintas: para lasociologia burguesa, las semejanzas resultan del sa-cudimiento que tumultos sociales propagan en losestratos emotivos en donde estiman que la religi6nse origina, para 1a sociologia comunista, 1a simili-tud confirrna el caracter social de las actitudes reli-giosas. Alli toda emoci6n intensa asume formasreligiosas; Aqui toda religion es disfraz de finessociales.La sociologia burguesa no alcanza la penetraci6n

    de las tesis marxistas. Las vagas gencalogias can queSe satisface no se comparan a la identificaci6n pre-

    60 NICOLAs GOMEZ DAvILATEXTUS I 61

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    eisa que e l marxismo define. El rigor del sistemamarxista 10 precave de equivocos: espejo de la ver-dad, podria decirse que basta invertirlo, para no errar.Las filosofias de 1ahistoria, luis que sintesis arnbi-

    ciosas, son herramientas del eonocimiento hist6ri-co. Cada filosofia se propone definir la relaei6n entreel hombre y sus actos.El problema de la filosofia de la historia es de una

    generalidad absoluta, porque todo objeto de la con-ciencia es acto, anteriormente a la definicion de suestatuto metafisico, que es acto tambien, La manerade definir la re1aci6n entre e1 hombre y sus aetasdetermina toda explieaci6n del universo.Las definiciones filos6ficas de 1arelaci6n concre-

    ta son teorias de la motivaci6n humana. Las teoriasinterrogan los hechos para despertarlos de su iner-cia insignificativa, y penetran, como nexos inteligi-bles, en su 111aSaamorfa. Ninguna teoria es falsa,porque la relaci6n concreta es estructura cornplejay rica; pero cada una, aisladamente, sacrifica la es-pesa trama hist6riea a una ordenaci6n arbitraria ydescarnada. Para evitar falsificaciones patentes, elhistoriador emplea, simultanea 0 sucesivamente, lasdiversas teorias propuestas: urgencia del instinto,determinacion etnica, condicionamiento geografi-co, necesidad cconomica, progresi6n intelectual,prop6sito axiologico, resoluci6n caprichosa, peroaun si el tacto de la imaginaci6n 10 protege de lastorpezas sisternaticas, 1a incoherencia de su proce-dimiento 10 limita a una yuxtaposici6n casual defactares. Las diversas teorias no forman sendos sis-

    temas cerrados, ni su agrupaci6n accidental sobre-pasa aciertos esporadicos y fortuitos.Toda situaci6n hist6rica encierra la totalidad de

    motivaciones posibles, can una predominancia' al-ternada, y las concretas configuraciones de motivosdependen de un principio general que las ordena. Acualquier tipo de rnotivacion a que preferencialmentepertenezca, y en cualquier configuraci6n en dondese situe, todo acto cualquiera se halla orienrado paruna opcion religiosa previa.Tanto los encadenamientos lineales de aetas de igual

    especie, como los vinculos entre agrupaciones de aetasheterogeneos, son funci6n de su campo religiose. EIindividuo ignora usualmente la opci6n primigenia que10 deternuna, pero ei rurnbo de sus instintos, lapre-eminencia de tal 0eual caracter etnico, la preva1enciade diversas influencias geograftcas, la vigencia dedeterminada necesidad econ6mica, la preponderaci6nde ciertas conclusiones especulativas, la validez deunos u otros fines, la primacia de voliciones distintas ,son efectas de una opei6n radical ante el ser, de unapostura basica ante Dios.Todo acto se inscribe en una multitud simultanea

    de contextos, pero un contexto univoco inmoto y, ,ultimo, los circunscribe a todos. Una noci6n de Dios ,explicita 0 tacita. es el contexto final que los ordena.La relaci6n entre el hombre y sus actos es una

    relaci6n mediatizada. La relaci6n entre el hombre ysus aetas es relaci6n entre definiciones de Dios yactos del hombre. El individuo hist6rica es su op-cion religiosa.

    62 NICOLAs GOMEZ DAVLA T~>iTU:; I (ll

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    Ninguna situaci6n concreta es analizable, sin resi-duos, a dilucidable, coherentemente, mientras nose determine el tipo de fa110 teo16gico que la estruc-tura. El analisis religioso, que permite dibujar lasarticulaciones de la historia, la disposici6n internade los hechos, y el orden autentico de laopersona, esde caracter empirico, y no presupone, ni para definir-10 , ni para aplicarlo, una fe cualquiera. Sin presumirla objetividad de la experiencia religiosa, constatan-do, tan solo, su realidad fenomenal, el analisis laasurne, met6dicamente, como factor determinantede toda condici6n concreta.S6lo el analisis religioso, al sondar un hecho de-

    mocratico cualquiera, nos esclarece la naturaleza delfen6meno, y nos permite atribuir a la democracia sudimension exacta. Procediendo de distinta manera,nunca logramos estableeer su definicion genetica,ni mastrar la eoherencia de sus farmas, ni relatar Sllhistoria.

    La democracia es una religi6n antropoteista. Suprincipio es una opci6n de caracter religioso, unacta por el eual el hombre asume al hombre comoDios.Su doctrina es una teologia del hombre-dies: supractica es la realizaci6n del principia en comporta-mientos, en instituciones, y en abras.La divinidad que la democracia atribuye a1 hom-

    bre no es figura de rerorica, imagen poetica, hiper-

    bole inocente, en fin, sino definicion teol6gica es-trieta. La democracia nos proclama can elocuencia ,y usando de un lexica vago, la eminente dignidaddel hombre, 1a nobleza de su destino 0de su ori-gen, su predominio intelectual sobre el universe dela materia y del instinto. La antropologia democrati-ca trata de un ser a quien convienen los atributosclasicos de Dios.Las religiones antropoteistas forman un gru po

    homogeneo de aetitudes religiosas, que no es licitoconfundir con las teologias panteistas. El dios delpanteismo es el universo mismo como vuelo de ungran pajaro celeste; para el antropoteismo, el uni-verso es estorbo 0herramienta del dios humano.El antropoteismo, ante 1a miseria actual de nues-tra condici6n, define 1 a divinidad del hombre como

    una realidad pasada, 0como una realidad futura. Ensu presente de infortunio, el hombre es un dios cai-do, a un dios naciente. E O l antropoteismo plantea unprimer dilema al dios bifronte.Las cosmogonias 6rficas y las sectas gnosticas son

    antropoteismos retrospectivos, la moderna religi6ndemocratica es antropoteismo futurista. Aquellas sondoctrina de una catastrofe c6smica, de un dios des-membrado, de una luz cautiva, esta es doctrina deuna teogonia dolorosa.

    El antropoteismo retrospectivo es un dualismosombno. el anrropotetsmo futurista, un monismojubiloso. La doctrina dualista enseiia la absorci6ndel hombre en la materia prava, y el retorno penosoa su esplendor preterito, la doctrina monista anun-

    b4 NIU HASCUMtL D,"'\'II A TEXTOS r 65

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    cia la germinaci6n de su gloria. Dios prisionero e.nla torpe inercia de su carne, 0dios que la matenalevanta como su grito de victoria. EI hombre es ves-tigia de su condici6n perdida, 0arcilla de su condi-cion futura.Antropoteismos dualistas y antropoteismo monistason anomismos eticos, Ambos se compactan en secta

    de e1egidos. Ambos son insurrecciones metafisicas.La doctrina den10cratica es una superestructura

    ideologica, pacientemente adaptada a sus postula-dos religiosos. Su antropologia tendenciosa se pro-longa en apologetica militante. Si la una define a1hombre de manera compatible con su divinidadpostulada; la otra, para corroborar el mito, d~t~in.ealuniverso de manera compatible con esa artificiosadefinicion del hombre. La doctrina no tiene finali-dad especulativa. Toda tesis democratica es argu-mento de litigante, y no veredicto de juez, .Una breve definicion mueve su maquina doctn-

    nal.Con el fin de cumplir su prop6sito teologico, laantropologia dernocratica define al hombre comovoluntad.Para que el hombre sea dios, es forzoso atribuirlela voluntad como esencia, reconocer en la voluntadel principia, y 1amateria misma de su ser. La volun-tad esencial, en efecto, es suficiencia pura. La volun-tad eseneial es atributo tautol6gico de 1aautonorniaabsoluta. Si la esencia de un ser no es su voluntad,e1 ser no es causa de S I mismo, sino efecto del serque determina su esencia. Si la esencia hurnana

    excede la voluntad del hombre, ese excedente 10sujeta a una voluntad externa. El hombre democra-tico no tiene naturaleza, sino historia. voluntad in-violable que su aventura terrestre disfraza, pero noaltera.Si 1avoluntad es su esencia, eI hombre es Hbertadpura, porque la libertad es determinaci6n aut6noma.

    Voluntad esencial, el hombre es esenciallibertad. Elhombre democrattco no es libertad condicionada ti-bertad que una naturaleza humana supedita, sino li-bertad total. 5610 sus aetas libres son aetas de suesencia, y 10 que aminora su libertad 10 corroe. E1hombre no puede sometersc, sin dimitir. Su libertadno prescribe, porque una esencia no prescibe.Como su libertad no es concesi6n de una volun-tad ajena, sino acto analitico de su esencia, la auto-

    nornia de la voluntad es irrestricra, y su soberaniaperfecta. S6lo 1a volici6n gratuita es legitima, por-que s610 ella es soberana.Siendo soberana, la voluntad es idenrica en to-

    dos. Accidentes que no alteran la esencia nos distin-guen. La diferencia entre los hombres no afecta lanaturaleza de la voluntad en ninguno, y una des-igualdad real violaria Ia identidad de esencia quelos funda. Todos los hombres son iguales, a pesarde su variedad aparente.Para la antropologia dernocratica, los hombres son

    voluntades libres, soberanas, e iguales.Despues de asentar su definicion antropo16gica,

    la doctrina procede a elaborar las cuatro tesis ideo-16gicas de su apologetica.

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    La primera, y la mas obvia, de las ideologias de-mocraticas es el ateismo patetico.La democracia no es atea, porque haya compro-

    bado 1a irrealidad de Dios, sino porque necesita ri-gurosarnente que Dios no exista. La convicci6n denuestra divinidad implica la negaci6n de su existen-cia. Si Dios existiese, el hombre seria su criatura. SiDios existiese, el hombre no podria palpar su divi-nidad presunta. El Dios trascendente anula nuestrainutil rebeldia, El ateismo dernocratico es teologiade un dios inmanente.Para confirrnar nuestra divinidad problematica, el

    ateismo ensefia que los otros dioses son inventosdel hombre. Hijos del terror, 0del sueno: simbolosde la sociedad, 0de nuestras raices obscenas. Mitosque cumplen la alienaci6n suprema. La democraciaafirma que la carrona de la libertad humana es eunade los enjambres sagrados.

    La idea del progreso es la teodicea del antropo-teismo futurista, la teodicea del dios que despiertadesde 1a insignificancia del abismo. El progreso esla justificacion de la condici6n actual del hombre, yde sus ulteriores teofanias.El ser que reprime, can ritos precarios, el munnullo

    de su animalidad recalcitrante, no cree en su divinidadoculta, sino imagina que la materia primitiva es maqui-na productora de dioses. Si un proceso de perfeccio-namiento inevitable no suplanta la reiteraci6n del

    tiempo, si 10 complejo no proviene de 10 simple, si 10inferior no engendra los terrninos superiores de lasseries, si la raz6n no emerge de una neutralidad prete-rita, si la noche no es preparaci6n evangelica a la luz,si el bien no es faz del mal arrepentido, el hombre noes dios. No bastan las recetas que almacena para quesu inteligencia presienta, en el calculo de comporta-mientos extern os, premisas de su omnisciencia futura.No basta la leve impronta de sus gestos sabre 1acorte-za de la tierra, para presumir que la astucia de susmanos le prepara una omnipotencia divina. El progre-so es dogma que requiere una fe previa.Para garantizar al hombre que transformara el uni-

    verso, y lograra labrarlo a 1amedida de su anhelo la,democracia ensena que nuestro esfuerzo demiurgicoprolonga el impetu que solevanta la materia. Que elmotor del progreso sea una dialectica interna un,pasaje de 1a homogeneidad primitiva a una hetero-geneidad creeiente, una serie de emergencias suce-sivas, 0cl ernpeno atrevido de un aborto de 1anecesidad, 1adoctrina supone que un demiurgo au-sente, desde su inexistencia primera, e1abora el ali-mento de su epifania futura.

    La teoria de los valores es la mas espinosa empresad~ la ideologia democratica. Ateismo y progreso s610Pl~en una ret6rica enfatica, par que 1a existencia deD10S no es obvia, por que un simple ademan hacia elfuturo confirma la fe de un progresista vacilanre. mien-

    oR NICOLAS G()Mf.1 DAvILA TfXTOS I . b9

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    tras que la presencia de valores es hecho que anula lospostulados democraticos, con insolencia tranquila ..Si placer y dolor ya muestran una independencla

    inquietante; ique susbsiste de nuestra divinidad pro-clarnada, si la verdad nos ata a una naturaleza de lascasas, si el bien obliga como un llamamiento irresis-tible si la belleza existe en la pulpa del objeto? Si elhombre no es el supremo hacedor de los valores, elhombre es un viajero taciturno entre misterios, el hom-bre atraviesa los dominios de un inc6gnito monarca.Segun la doctrina democratica, el valor es un esta-

    do subjetivo que comprueba la concordancia entreuna voluntad y un hecho. La objetividad del valor esfunci6n de su generalidad empirica, y su caracternormativo proviene de su referencia vital. Valor es10 que la voluntad reconoce como suyo.La reducci6n del valor a su esquema basico pro-

    cede can astucias diversas. Ciertas teorias prefierenuna reducci6n directa, y ensefian que valor es mera-mente 10 que el hombre declara serlo. Pero las teo-rias mas usuales eligen rutas menos obvias. Lafunci6n bio16gica, 0 la forma social, suplantan lavoluntad desnuda, y representan su manifestaci6nconcreta.Placer y dolor aparecen como sintomas de unavida que se cumple 0 que fracasa; el bien es el sig-na de un feliz funcionamiento biol6gico, 0 de unacto propicio a la supervivencia social; la belleza esindicio de una posible satisfacci6n de instintos, deuna exaltaci6n posible de la vida, 0 expresi6n au-tentica de un individuo, reflejo autentico de una

    sociedad, verdad, en fin, es el arbitrio que facilita elapoderamiento del mundo. Eticas utilitarias 0 socia-les, esteticas naturalistas 0expresionistas, epistemo-logias pragmaticas 0 instrumentales, intentan reducirel valor a su esquema prepuesto, y no son mas queartefactos ideol6gicos.

    La ultima tesis de la apologetica dernocratica es eldeterminismo universal. Para afianzar sus profecias,la doctrina necesita un universo rigido. La acci6neficaz requiere un comportamiento previsible, y laindeterminaci6n casual suprime la certeza del pro-posito, Como el hombre no seria soberano sino enun universo regido par una necesidad ciega, la doc-trina refiere a circunstancias externas los atributosdel hombre. Si el mundo, la sociedad, y el indivi-duo, no son, en efecto, reductibles a meras constan-tes casuales, aun el empeno mas tenaz, mas inteligentey mas met6dico, puede fracasar ante la naturalezainescrutable de las cosas, ante la insospechable his-toria de las sociedades, ante las imprevisibles deci-siones de la conciencia humana. La libertad total delhombre pide un universo esclavizado. La soberaniade la voluntad humana s610 puede regentar cadave-res de casas.Como un determinismo universal arrastra la liber-tad .trusma que 10 proclama, la doctrina recurre, para

    esquivar la contradicci6n que la anula, a una aero-bacia metafisica que transporta al hombre, desde su

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    pasividad de objeto, hasta una libertad de dios re-pentino.Al realizarse en comportamientos, en institucio-nes, y en obras, el principio democnitico procedecon severa coherencia. La aparente confusi6n de susfen6menos patentiza la extraordinaria constancia dela causa. En circunstancias diversas los rumbas sondistintos, para que el prop6sito permanezca intacto.Dos formas sucesivas del principio inspiran 1aprac-

    tica democratica: el principia como voluntad sobe-rana 0como voluntad autentica.No concediendo 1egitimidad sino a 1a voluntadgratuita, la dcmocracia individualista Yliberal tradu-ce, en norma inapelable, los equilibrios momenta-neos de voluntades afrontadas en un multiplemercado electoral. E1 correcto funcionamiento delmercado supone un campo raso, expurgado de re-sabios eucos, escan1ondado de prestigios preteritos,limpio de los despojos del pasado. La validez de lasdecisiones politicas, y de las decisiones econ6mi-cas, es funcion de la presi6n que ejerce 1avoluntadmayaritaria. Las reglas eticas, y los valores esteticosresultan del mismo equilibria de fuerzas. Los ll1eca-nismos automaticos del mercado determinan lasnormas, las leyes, y los precios.Para la democracia individualista Y liberal, la voli-ci6n es libre de obligaciones internas, pero sin dere-cho de apelar a instancias superiores contra lasnormas populares, contra 1a ley formalmente pro-mulgada, contra el precio personalmente estable-cido. El dem6crata individualista no puede declarar

    que una norma es falsa, sino que anhela otra: ni queuna ley no es justa, sino que quiere otra: ni que unprecio es absurdo, sino que otro le conviene. La[usticia, en una democracia individualista y liberal,es 10 que existe en cualquier momento. Su estructu-ra normativa es configuraci6n de voluntades su es-tructura juridica suma de decisiones positivas, ysu estructura econ6mica conjunto de aetas realiza-dos.La democracia individualista suprime toda institu-.,Clan que suponga un compromiso irrevocable, una

    continuidad rebelde a la deleznable trama de losdias, El dem6crata rechaza el peso del pasado, y noacepta el riesgo del futuro. Su voluntad pretendeborrar la historia preterita, Ylabrar, sin trabas, la his-toria venidera. Incapaz de lealtad a una empresaremitida por los anos, su presente no se apoya so-bre el espesor del tiempo; sus dias aspiran a la dis-continuidad de un reloj siniestro.La sociedad regida par la primera forma del prin-

    cipia dernocratico inclina hacia la anarquia te6ricade la economia capitalista, y del sufragio universal.EI principia reviste su segunda forma, cuando el

    usa de la libertad amenaza los postulados democra-ticos. Pero la transformaci6n de la democracia libe-ral e individualista en dernocracia colectiva yd~sp6tica, no quebranta el prop6sito dernocratico,nr adultera los fines prometidos. La primera formaco .....tlene y lleva la segunda, como una prolonga-CIon hist6rica posible, y como una consecuencia te6-rica necesaria.

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    En efecto, si todos los hombres son voluntades li -bres, soberanas, e iguales, ninguna voluntad puedesojuzgar legitimamente a las otras; pero como la vo-luntad no puede tener mas objeto legitime que su pro-pia esencia, como tada voluntad que no tenga suesencia por objeto se niega y se anula, cualquier vo-luntad individual que no tenga par objeto su libertad,su soberania, y su igualdad, peca contra su esenciaautentica. y puede ser legitimamente obligada, por unavoluntad recta, a obedecerse a sl misrna. No importaque la rebeldia contra su propia esencia sea acto deuna sola voluntad, de una multitud de voluntades, dela cuasi totalidad de voluntades existentes en un ins-tante preciso, 0 de la totalidad misma, porque la doc-trina democratica necesariamente postula, frente a lasvoluntades pervertidas e insurrectas, una voluntad ge-neral proba consigo misma, leal a su esencia, cuyalegitimidad puede ser representada por una sola vo-luntad recta. Mayoria, partido minoritario, 0individuo,la legitimidad democratica no depende de un meca-nisrno electoral, sino de la pureza del prop6sito.La democracia colectivista y desp6tica somete las

    voluntades ap6statas a la direccion autocratica decualquier naci6n, clase social, partido, 0 individuo,que encarne la voluntad recta. Para la democraciacolectivista y desp6tica, la realizaci6n del prop6sitodcmocratico prima sobre toda consideraci6n cual-quiera. Todo es licito para fundar una igualdad realque permita una libertad autentica, donde la sobe-rania del hombre se corona con la posesion del uni-verso. Las fuerzas sociales deben ser encauzadas,

    can decisi6n inquebrantable, hacia la mer aapocaHptica, barriendo a quien estorbe, liquidandoa quien resista. La confianza en su prop6sito co-rrompe al dem6crata autoritario, que esclaviza ennombre de la libertad, y espera el advenimiento deun dios en el envilecimiento del hombre.La realizaci6n practica del principia democratico re-

    clama, en fin, una utilizacion frcnetica de la tecnica, yuna implacable explotaci6n industrial del planeta.La tecnica no es producto dernocratico, pero el

    culto de la tecnica, la veneraci6n de sus obras, la feen su triunfo escatologico, son consecuencias nece-sarias de la religi6n democratica. La tecnica es laherramienta de su ambici6n profunda, el actoposesorio del hombre sabre el universo sometido.El dem6crata espera que la tecnica 10 redima delpecado, del infortunio, del aburrimiento, y de lamuerte. La tecnica es el verbo del hornbre-dios.La humanidad democratica acumula inventos tee-

    nicos con manos febriles. Poco lc importa que eldesarrollo tecnico la envilezca, a amenace su vida.Un dios que forja SllS armas desdena las mutilacionesdel hombre.

    Demonios y dioses nacen lejos de la mirada delos hombres, y su infancia se aletarga en moradassubterraneas. La religi6n democratica anida en lascriptas medievales, en la sombra humeda dondebullen las larvas de textos hercticos.

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    La predicacion clandestina de mitos dualistas nocalla bajo el 'despotismo de los emperadores orto-doxos. Los anatemas conciliares, las sentencias delos prefectos imperiales, los tumultos de la piedadpopular, sofocan temporariamente la voz nefanda,pero sus ecos resucitan en villorrios montaiieses, enconventiculos de ciudades fronterizas, y entre laslegiones del imperio.De sus tierras de exilio, la evangelizaci6n dualista

    se propaga, lejos de la vigilante burocracia bizantina,hacia los laxos senorios de Occidente. Las aguas dela turbia riada sumergen sedes episcopales, y batenel granito del trono pontificio.La sombra tutelar y sangrienta del tercer Inocencio

    restaura la unidad quebrada, pero en tierras aparta-das y distantes, en Calabria, sobre el Rhin, entre te-lares flamencos, una nueva religi6n ha nacido.La moderna religi6n dernocratica se plasma, cuan-

    do el dualismo bogomilo y cataro se combina, yfusiona, can el mesianismo apocaliptico. En los pa-rajes de su nocturna confiuencia, una sornbra ambi-gua se levanta.La esperanza mesianica que el cristianismo cum-

    ple, y a su vez renueva, irrita reiteradamente la fe-bril paciencia del hombre.En inmensos aposentos de adobe y bitumen, era-

    neos glabros, inclinados ante el monarca que apre-sa las manos sagradas, entonan himnos de victoria,que un salmista plagia para la unci6n de reyezuelos.Las adulaciones irrisorias se transmutan bajo la 11a-mada profetica, y el ungido terrestre prefigura al

    ungido divino. Cuando al templo destruido 5610 su-cede un templo profane, los temas mesianicos es-parcen su intacta virulencia. La impotencia politicaazuza la esperanza mesianica.Mondado de sus excrecencias carnales, el mesia-

    nismo transmite a la Iglesia, sin embargo, el germende sus terribles avideces. Muchedumbres esperan eldescenso de la ciudad celeste, y la primera encarna-cion del Paracleto anuncia, entre profetisas desnu-das, las cosechas kiliasticas.

    L a expectativa de un terrestre reino de los santosexalta la piedad de solitarios, y la miseria de las tur-bas. Anhelos del alma y venganzas de la carne em-briagan, con sus jugos acidos, corazones contritos yvanidades crispadas. E1 mesianismo vulgar se nutrede los mas nobles suenos, y de las pasiones mas viles.Pero aun los mesianismos carnales esperan, como

    un don divino, la floraci6n sangrienta. Los milenaris-mas militantes son arrebatos de impaciencia huma-na, y no simulacros de omnipotencia divina.Solamente cuando el rector de la horda geme-

    bunda, el constructor de la jerusalen celeste, el juezdel tribunal irrecusable, es el hombre mismo. el hom-bre solo; cuando el dios caido de las heterodoxiasgnosticas se confunde can la hip6stasis soterio16gicade la teologia trinitaria; solamente cuando el Mesiasprometido es la humanidad divinizada, solamenteentonees el hombre-dies de la religi6n democraticase yergue, lentamente, de su lodo humano.Al abandonar la penumbra de su incubaci6n

    fUrtiva, la religion democratica se propaga a traves

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    La democracia registra su bautismo sobre la fazescarnecida de Bonifacio VIII. El gesto procaz en-vuelve en la purpura de su insulto, como en un

    sudario pontificio, el Sacra Imperio agonizante, Ylasombra indiferente de los grandes papas mcdieva-les. Los legistas cesareos resucitan, para restaurar lapotestad tribunicia. E1estado moderno ha nacido.La proclarnacion de la soberania del estado nece-

    sita varios siglos, pero las reforrnas politicas y losseparatismos religiosos que la preparan, son suce-sos que una firme v.oluntad usurpa, 0elabora. Losestados nacionales son retorta del estado soberano.Antes de decretar 1a soberania del hombre la

    empresa dernocratica deslinda el recinto donde lapromulgaci6n parezca licita. En ellaberinto juridicodel estado medieval, la predicaci6n tropieza contrala libertad patrimonial de algunos, contra las usur-paciones sancionadas de otros, contra los fuerosnaturales de todos. Pero el estado que se estimasolo juez de sus aetas e instancia final de sus plei-tos, que no acata sino 1 3 norma que su voluntadadopta, y cuyo interes es la suprema ley, puede cons-tituirse en dios secularizado.Al proclamar la soberania del estado, Bodin conce-

    de al hombre el derecho de concertar su destino. Elestado soberano es la primera victoria dernocratica.E1estado soberano es un proyecto juridico que el

    absolutismo rnonarquico realiza; y los legistas delrey de Francia no son los servidores de una raza ,sino de una idea. El monarca combate los poderesfeudales, los fueros provinciales, los privilegios ecle-siasticos, para que nada restrinja su soberania, por-que el estado debe abolir todo derecho que pretendsprecederlo, toda libertad que pretenda lirnitarlo, La

    de los siglas, elabarando, can maligna astucia, lasuperestructura colosal de sus ideologias sucesi-vas. Hija del orgullo humane, todo 10 que inflamael orgullo, enciende 1afuliginosa antorcha. Su pro-pagaci6n no requiere sino que el orgullo fulgure,porque una nube fugaz vela el sol inteligible. Peroel orgullo mismo crea las tinieblas donde s610 supropia luz resplandece.Toda conversion acaece en las recamaras del alma,

    donde la libertad se rinde a las instigaciones delorgullo. Nada existe que no pueda seducirnos; unavirtud que se deslumbra a si misma, un vicio que sedesfigura a sus propios ojos, Basta que un solo temanos adule) para que acatemos la doctrina entera.Cuando hernos sucurnbido a la servil insidia, el des-orden aparente de nuestros aetos obedece a unapresi6n que 10 orienta.

    Como 1a doctrina democratica puede exhibir, encualquier instante, y en cualquier individuo, la sumaintegra de sus consecuencias teoricas. su historia nopresenta un desenvolvimtento doctrinal, sino unaprogresiva posesi6n del mundo.

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    jurisdicci6n monarquica invade las [urisdiccionessenoriales; la autoridad publica suprime la autono-mia comunal: el reformismo estatal reemplaza la lentamutacion de las costumbres; y el despotismo legis-lativo suplanta estructuras contractuales y pactadas.El absolutismo enerva las fuerzas sociales, y fabricauna burocracia centralista que, a1 usupar la funci6npolitica, transforma los subditos del rey en siervosdel estado.La soberania del estado moderno se plasma en

    p1uralismo de estados soberanos, en cuyo inesta bleequilibrio incuba 1a virulencia nacionalista, que co-rona sendos centralisrnos sofocantes con imperialis-mas truculentos.Como todo episodio dernocratico suscita, en susmas fervientes propulsores, un espasmo de angustiaante la pretension que se desenmascara, cada formade 1a doctrina comporta una copia negativa queparece, tan solo, su imagen descolorida y palida,pero que es, en verdad, un reflejc reaccionario anteel abismo. A medida que las superviveneias medie-vales se extinguen, la historia de la democracia sereduce al conflicto entre su principio puro y sus re-celos reaccionarios, larvados en supositicias alterna-tivas democraticas.A la soberania del estado contesta el derecho di-

    vino de los reyes, que no es formulaci6n religiosadel absolutismo politico, sino la mas eficaz maneradoctrinal de negarlo. Proelamar el derecho divinodel monarca, es desmentir su soberania y repudiarla irrecusable validez de sus aetas. Sabre el monarca

    de derecho divino imperan, juridicamente, con lareligion que 10 unge, el derecho natural que 10 pre-cede, y la moral que 10 conmina,

    El cadalso del tragico Enero alzaria una imagenmeramente patetica, si hubiesen asesinado tan solo,un delegado impotente del despotismo monarquico,pero la imposibilidad de ratificar un cisma, violentan-do su eonciencia, lleva al Borb6n flacido y tonto, entreel silencio de cien mil personas, y bajo el redoble detambores, hasta el mas noble de sus tronos.

    La segunda etapa de la invasi6n democratica se ini-cia cuando el hombre reclama, en el marco del estadosoberano, la soberania que la doctrina Ie concede.Toda revoluci6n democratica consolida al estado.

    EI pueblo revolucionario no se alza contra el estadoomnipotente, sino contra sus posesores momentaneos,El pueblo no protesta contra la soberania que 10 opri-me, sino contra sus detentadores envidiados. E I pue-blo reivindica la libertad de ser su propio tirana.Al proclamar la soberania popular, Rousseau anti-

    cipa su realizaci6n plenaria, pero forja la herramien-ta juridica de las codicias burguesas.El heredero de las soberanias estatales, el monar-

    ca pululante de las sociedades allanadas, se precipi-ta sobre un mundo cedido a la avidez de su apetitoutilitario. La tesis de la soberania popular troza losligamentos axiologicios de la aetividad economica,para que suceda, a la busqueda de un sustento con-gruo, el afan de una riqueza ilimitada. La expansi6nburguesa agarrota el planeta en la red de sus trajinesinsaciables.

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    La era democratica presenta un incomparable de-sarrollo econ6mico, porque el valor economico esparcialmente ductil a los postulados democraticos.El valor econ6mico tolera una indefinida dilataci6ncaprichosa, y su nucleo s6lido se expande en elasti-cas configuraciones arbitrarias. El hombre no es 50-berano, tampoco, de los valores economicos, perola posible alternancia de todos, y el caracter artifi-cial de muchos, permiten que el hombre presuma,ante ellos, una soberania que el resto del universole niega. El valor econ6mico es el menos absurdoemblema de nuestra soberania quirnerica.Un notorio predominio de la funci6n econ6mica

    caracteriza la sociedad burguesa, donde la econo-mia determina la estructura, fija la meta, y mide losprestigios. El poder economico, en 1asociedad bur-guesa, no acornpana meramente, y da lustre, a1 po-der social, sino 10 crea; el dem6crata no concibeque la riqueza, en sociedades distintas, resulte delos motivos que fundan la jerarquia social.La veneracion de la riqueza es fen6meno demo-

    cratico. El dinero es el unico valor universal que eldem6crata puro acata, porque simboliza un trozo denaturaleza servible, y porque su adquisici6n es asig-nable al solo esfuerzo humano. El culto del trabajo,con que el hombre se adula a S I mismo, es el motorde la economia capitalista: y el desden de la riquezahereditaria, de la autoridad tradicional de un nom-bre, de los dones gratuitos de la inteligencia 0la be-lleza, expresa el puritanismo que condena, can orgullo,10 que el esfuerzo del hombre no se otorga.

    La tests de la soberania popular entrega la direcci6ndel estado a1poder eeon6mico. La clase porta dora dela esperanza dernocratica encabeza, inevitablemente,su agresi6n contra el mundo. El sufragio universalelige, en sus comicios, los mas vehementes defen-sores de las aspiraciones populares, pero los parla-mentarios elegidos gobiernan, con la burguesia queabsorbe los talentos, para la burguesia que multipli-ca 1 a riqueza.Los mandatarios burgueses del sufragio prohijan

    eI estado Iaico, para que ninguna intromisi6n axio-16gica perturbe sus combinaciones. Quien tolera queun reparo religioso inquiete la prosperidad de unnegocio, que un argumento etico suprima un ade-lanto tecnico, que un motivo estetico modifique unproyecto politico, hiere la sensibilidad burguesa, ytraiciona La empresa democratica.La tesis de la' soberania popular entrega, a cada

    hombre, 1a soberana determinaci6n de su destino.Soberano, el hombre no depende sino de su capri-chosa voluntad. Totalmente libre, el solo fin de susactos es la expresi6n inequivoca de su ser. La rapinaecon6mica culmina en un individualismo rnezqui-no, donde la indiferencia erica se pro1onga en anar-quia intelectual. La fealdad de una civilizaci6n sinestilo patentiza el triunfo de la soberania promulga-da, como si una vulgaridad impudica fuese el trofeaapetecido por las faenas dernocraucas. En las llamasde la proclamaci6n inepta, el individuo arroja, comoropajes hip6critas, los ritos que 1 0 amparan, las con-venciones que 10 abrigan, los gestos tradicionales que

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    10 educan. En cada hombre liberado, un simio ador-mecido bosteza, y se levanta.La aprensi6n reaccionaria, que provoca cada epi-

    sodio democratico, inventa la teoria de los derechosdel hombre y el constitucionalismo politico, paraalambrar y contener las intemperancias de la sobe-rania popular.Las consecuencias de la tesis espantan a quienes

    la proclaman, y les sugiere remediar su error ape-lando a imprescriptibles derechos del hombre. Elproyecto revela su origen reaccionario, a pesar desu endeble argumentaci6n metafisica, porque subs-traer al pueblo soberano una fracci6n de su poderpresunto, por medio de una declaraci6n solemnede principios, 0de una canstituci6n taxativa de de-rechos, es una felonia contra los postulados demo-craticos,Elliberalismo politico hereda el ingrato deber de

    sofrenar las pretensiones que parcialmente corn-parte. La confusi6n intelectual que 1 .0 caracteriza, yla lealtad dividida que 10 enerva, le impiden aco-gerse a su franca estirpe reaccionaria, y 10 desig-nan, como victirna estupefacta e inerrne. a laviolencia democratica. Pero el liberalismo mantu-va, a pesar de su incompetencia teorica, vestigiosde sagacidad politica.

    La tercera etapa de la conquista democratica es elestablecimiento de una sociedad comunista.E1esquema clasico del Manifiesto no requiere rec-

    tificacion alguna: la burguesia procrea el proletaria-do que la suprime.

    La sociedad comunista surge del proceso que en-gendra un proletariado militante, una agrupaci6n so-cial pulverizada en individuos solitarios, y unaeconornia cuya integraci6n creciente necesita unaautoridad coordinada y despotica, pero tanto el pro-ceso mismo, como su triunfo politico, resultan delprop6sito religiose que 10 sustenra. El