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Medellín, una ciudad para el arte Cuatro estudiantes hacen un recorrido por tres museos, partiendo del signicado que tienen estos para la ciudad misma y para sus habitantes. “Medellín es consciente de que no hay un solo arte”, dice Alfonso Rodríguez, quien va de la mano de la que parece ser su esposa. Él luce unas gafas de pasta negras y la cabeza casi rapada; ella porta una bufanda que imita la piel del leopardo. Ambos se adivinan algo tímidos; son jóvenes, de unos treinta y tantos años, y visitan con fre- cuencia el Museo de Arte Moderno de la ciudad. Adolfo está en lo cierto. Medellín es, hoy, casa del arte contem- poráneo, del arte moderno y del arte fúnebre. En distintas lati- tudes de la ciudad se ubican tres museos bastante representativos, que se han convertido en imperativos turísticos y en orgullo de los habitantes: el Museo Cementerio de San Pedro, el Museo de Antio- quia y el Museo de Arte Moderno de Medellín. Asistir en calidad de turista, de visitante, de artista o de estudi- ante, cambia la perspectiva. No es lo mismo enfrentarse al color o a la escultura con el ánimo de disfrutarlos que de capturarlos: ver a través del lente permite conectarse con la realidad de una manera más precisa. Apuntándole a conocer mejor los recintos para el arte de la ciudad, cuatro estudiantes de Comunicación Social visitamos los espa- cios ya mencionados. Las sensaciones experimentadas, los recibimientos y el ambiente son, denitivamente, muy distintos.

Museos de Medellín

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Crónica de cuatro estudiantes recorriendo algunos museos de la ciudad.

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Medellín, una ciudad para el arteCuatro estudiantes hacen un recorrido por tres museos, partiendo del signi!cado que tienen estos para la ciudad misma y para sus habitantes.

“Medellín es consciente de que no hay un solo arte”, dice Alfonso Rodríguez, quien va de la mano de la que parece ser su esposa. Él luce unas gafas de pasta negras y la cabeza casi rapada; ella porta una bufanda que imita la piel del leopardo. Ambos se adivinan algo tímidos; son jóvenes, de unos treinta y tantos años, y visitan con fre-cuencia el Museo de Arte Moderno de la ciudad.

Adolfo está en lo cierto. Medellín es, hoy, casa del arte contem-poráneo, del arte moderno y del arte fúnebre. En distintas lati-tudes de la ciudad se ubican tres museos bastante representativos, que se han convertido en imperativos turísticos y en orgullo de los habitantes: el Museo Cementerio de San Pedro, el Museo de Antio-quia y el Museo de Arte Moderno de Medellín.

Asistir en calidad de turista, de visitante, de artista o de estudi-ante, cambia la perspectiva. No es lo mismo enfrentarse al color o a la escultura con el ánimo de disfrutarlos que de capturarlos: ver a través del lente permite conectarse con la realidad de una manera más precisa.

Apuntándole a conocer mejor los recintos para el arte de la ciudad, cuatro estudiantes de Comunicación Social visitamos los espa-cios ya mencionados. Las sensaciones experimentadas, los recibimientos y el ambiente son, de!nitivamente, muy distintos.

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Museo Cementerio de San PedroEl arte, por su condición de bello o de chocante, produce sensaciones que varían con los hombres; sin embargo, hay algunas que pueden generalizarse. Ante inmensos mausoleos que se imponen en medio del silencio, suele experimentarse un cierto temor.

El martes de la Semana Santa de 2012 el sol brillaba y el viento se escondía. En las afueras del Museo Cementerio de San Pedro, ubicado en el barrio Prado de la ciudad de Medellín, el ruido de los carros se alzaba sobre el silencio – literalmente sepulcral- del lugar.

Para tomar fotografías se necesita un carné especial. Una mujer con una cola de caballo bastante ceñida al cráneo nos lo proporcionó. A varios celadores tuvimos que mostrárselo; el respeto por el sig-ni!cado que tiene este lugar para los visitantes es notable.

Quienes estaban aquel día en el lugar venían a rezar frente a los ataúdes de sus seres queridos. Hay escenas escalofriantes. Una de las más impactantes es la tumba de Daniel, un niño que murió a los cinco años (1998- 2003). Está decorada con fotos y calcomanías; es realmente conmovedor.

En el Museo Cementerio de San Pedro, construido en 1842, hay enter-radas grandes !guras de la historia nacional y regional: Jorge Isaacs, Pedro Nel Ospina, Pedro Justo Berrío, Carlos E. Restrepo, Manuel Uribe Ángel, entre otros. Debido a la signi!cación arquitectónica del lugar, este fue declarado Museo en 1999.

Así, además de un espacio de re!exión y recogimiento, el recinto es un espacio para el arte. Vale la pena hacer un recorrido por las esculturas (link al video pendiente) e incluso de los talleres artísticos que se ofrecen. Al retirarnos, a eso de la una de la tarde, volvimos al ruido de la ciudad, sabiendo que dejamos atrás uno de los lugares más sagrados y con más carga histórica de la ciudad de Medellín.

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Museo de Arte ModernoSegún Juliana Restrepo, directora del MAMM, este “se ha consolidado como un espacio de ciudad, importante para los amantes del arte”. No podría estar más en lo cierto. “Talleres Robledo”, como reza su fachada, se ha convertido en un lugar que los habitantes y visitantes de Medel-lín visitan con agrado.

A su alrededor se ha construido una suerte de cultura que le apunta a una juventud fresca, que vive la ciudad desde el arte. No hay que ser expertos, se trata de disfrutarlo. Lo que ha logrado posicionar el Museo en Medellín es que este se abre a todos los que quieran ser parte de él.

El 10 de abril de 2012 el museo inauguraba una nueva puerta fron-tal. Para esto se realizó una convocatoria que recogió 98 propuestas de artistas de todo el mundo. La ganadora es la imagen un buitre que, en un primer plano, muestra la mitad superior de su cabeza. Aquel día, después del evento, conversamos con los asistentes, desde traba-jadores del museo y artistas hasta ciudadanos corrientes, quienes nos dieron sus testimonios.

Las exposiciones cambian constantemente. Al ser relativamente pequeño, permite variar en poco tiempo. Hasta el 3 de junio el público puede ver “Historias de pared” de la artista francesa Sophie Calle. La propuesta estética es interesante e innovadora; hay uso de videos y fotografías que se centra en una problemática actual: la intimidad.

Es interesante ver cómo, gracias a la ubicación estratégica y a la imagen que ha proyectado este lugar, la ciudad de Medellín ha logrado que quienes estén en ella se acerquen al arte de forma poco pretenciosa; más bien con el !n de culturizarse un poco y entrar en contacto con formas contemporáneas y modernas de arte.

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Museo de AntioquiaNo dieron muchas explicaciones. “No se pueden tomar fotos ni hacer videos”. Se reservan el derecho a la justi!cación, al parecer. Las políti-cas pueden llegar a ser rigurosas según explicaba el Museo a través de Twitter, en respuesta a Juan Guillermo Moreno, director de Mañanas Con Vos y antiguo coordinador de Noticias Telemedellín, a quienes también se les negó la posibilidad de capturar imágenes del Museo.

Tal vez el error fue pedir permiso, ya que en ocasiones anteriores las fotografías, al menos, no resultaron un problema. Como prueba, este banco de imágenes (tomadas a principios de 2011).

A las afueras del lugar hay personajes que ya tienen como costum-bre reunirse allí. Casi todos son viejos, con historias tras sus ojos. Don Carlos Mejía, que se sienta todas las mañanas a leer el periódico en la plaza de Botero, nunca ha entrado al museo. Su compañero, Don Julio Mario Arbeláez, en cambio, sí.

Independientemente de las fotografías, el Museo es un lugar agradable y amplio, con exposiciones bastante interesantes: desde testimonios de las culturas que fueron testigos de la colonización en América hasta obras de arte contemporáneo.

El Museo de Antioquia fue fundado en 1881 y fue sobre todo en el siglo XX cuando se convirtió en museo artístico, ya que antes había sido casa de monumentos históricos de Antioquia y Colombia. Desde el año 2000, el museo funciona donde antes se encontraba el Palacio Munici-pal de Medellín. Sin duda, los residentes y visitantes de la ciudad val-oran inmensamente este espacio, casa del artista hispanoamericano vivo más reconocido a nivel mundial, Fernando Botero.