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Murcia, 14 mayo / 27 julio 2009 Museo Ramón Gaya Muñoz Barberán, íntimo

Museo Ramón Gaya Muñoz Barberán, íntimomuseoramongaya.es/UserFiles/Media/barberan.pdf · 2020. 7. 2. · Museo Ramón Gaya Muñoz Barberán, íntimo Portada: ... Bardón y Carpe

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  • Murcia, 14 mayo / 27 julio 2009

    Museo Ramón Gaya

    Muñoz Barberán, íntimo

  • DIRECCIÓNManuel Fernández-Delgado

    COORDINACIÓNIsabela Antón

    DOCUMENTACIÓNVictoria Clemente

    GESTIÓNAna ÁlamoJuan Carlos DíazInmaculada GuarinosAna Martínez

    TEXTOFuensanta Muñoz Clares

    DISEÑO GRÁFICOSevero Almansa & Rosa de la Obra Asociados

    MONTAJE DE LA EXPOSICIÓNAdimur

    FOTOGRAFÍA DE LAS OBRASJavier Salinas

    SEGUROSStai

    IMPRIMEA.G. Novograf / D.L.: MU-1.552-2009

    AGRADECIMIENTOSFuensanta Clares Pérez(viuda de Manuel Muñoz Barberán)

    Familia Muñoz ClaresRafael Fresneda ColladoHelena García Muñoz

    Museo Ramón Gaya

    Muñoz Barberán, íntimo

    Portada: Manuel Muñoz Barberán pintandoen una calle de Murcia, h 1990

    Derecha: Pintando en la iglesia de la Purísima de Yecla, 1957

  • “No sé si me entendéis”Fuensanta Muñoz Clares

    A la sugerencia del título que han tenido abien ponerle a esta exposición, tan acertada-mente a mi parecer, es inevitable que me acudanrecuerdos de la intimidad del pintor que es elhilo guía de estos cuadros: pinturas que estánen la casa familiar, en las habitaciones de loshijos e hijas, de las amistades más íntimas;paisajes de las ciudades amadas; retratos delas personas queridas. Cada una trae su me-moria como de añadido al arte, y también deañadidura el amor con que el pintor mirabalo que era suyo. Todo lo que amaba queríaapropiárselo con sus pinceles, en una tareaamorosa inútil, como todas las tareas de amor.

    Mas si hablamos de intimidad del pintor, nopuedo evitar una imagen, una secuencia de lamemoria que va unida indefectiblemente paramí a esta palabra. Llegaba yo a la casa familiar;saludaba a mi madre y le preguntaba dóndeestaba mi padre. “En el estudio”, era la habi-tual respuesta. Y entonces, bajo el sol templadode la primavera, o atravesando claroscuros

    bajo el toldo, o protegiéndome de una lluviaotoñal, o en el frío del invierno, me iba parala vieja puerta de madera oscura con el llama-dor de cabeza de león, en el buen tiempo, oentraba por la parte del despacho, con todossus libros y su mesa atestada de papeles, si eltiempo era malo, y llegaba hasta el estudiopropiamente dicho. Antes de verlo a él, habíados señales seguras de que allí estaba: lamúsica, su constante compañera, y el olor apintura, a barnices, a madera profunda, atabaco. Esas sensaciones han acompañado losestudios del pintor, estuvieran donde estuvie-ran, fueran más románticos o menos, más tallero más estudio. Era el signo de su trabajo y desu intimidad más cercana, pues para él nohubo nunca una línea de separación entre sutrabajo artístico y su mundo personal. Ambosaspectos se entremezclaban constantemente;pintaba aquello que quería y aquello que másamaba le impulsaba a seguir pintando. Susestudios, salvo alguna excepción, estuvieronen la vivienda familiar o muy cercanos a ella.

    Así pues, llegaba yo a su santuario, y selevantaba de lo que estuviera haciendo, con

    Comida de médicos y pintores. Muñoz Barberán, MedinaBardón y Carpe con el doctor Valenciano. Murcia, 1952

    Tertulia de pintores y aficionados al arte. Murcia, h 1950

  • los ojos claros y agudos, sonrientes, con elpincel, la plumilla o el lápiz, aún en la mano, y si ya descansaba, con el cigarrillo de profun-do aroma. Hablábamos, más de lo que unahija suele hablar con su padre. De lo que estabapintando, de amistades, de casos familiares,de sucesos. Gastaba irónicas bromas; fingíaser quien no era. Le seguíamos el paso y nosreíamos. Pero si alguien tenía en ese momentouna gracia especial, algo misterioso que seocultaba a todo el mundo, una cierta bellezaque los demás no veíamos y él sí, se embelesabamirando y de pronto decía: “Ponte ahí, que tehaga un apunte”, o meditaba en voz alta queun día tendría que hacer un retrato de esapersona. Si se habían traído unas verduras,unas frutas o unas flores, se las llevaba alestudio para pintar un bodegón humilde. Seiba enamorando, al paso, de la cotidianeidad,y si se enamoraba, pintaba. Por eso he dichoya que era una tarea inútil de amor. Inútil enel sentido de lo artístico, pues el arte es galainmaterial y no necesaria; inútil en el sentidode lo personal, pues la apropiación de aquelloque amamos es siempre imposible, incluso simedia el arte. No inútil en el sentido de que

    las personas que lo quisimos, tenemos ahoraalgo suyo, lo más importante quizás: su miradaamorosa sobre nosotros mismos, sobre losobjetos cotidianos y sobre las ciudades queamó, en las que vivió o que le impresionaronespecialmente. No inútil para el espíritu.

    Mi padre decía a menudo, y cuando lo decíapensábamos que era halago de padre y no totalverdad, que sus hijos eran la obra de la queestaba más orgulloso. Al cabo, pensando enello, y en conceptos como la vida que se con-vierte en obra de arte, o el arte que se convierteen vida, concluyo, melancólicamente, y tambiéncompartiendo su orgullo, que, siendo algohalagador para nosotros, es verdadero en esesentido. Su obra es su obra, sus hijos son sushijos. De ambas cosas podía sentirse orgulloso,sin duda. Pero quizás de lo que más podíapreciarse es de habernos unido a su arte en losretratos que nos hizo a lo largo de su vida.Consideraba y amaba a cada persona en sujusteza esencial, y cuando decía “Ponte ahí,que te haga un apunte”, sabíamos que estabamirándonos como éramos, en lo mejor de cadauno de nosotros, con una gran atención amo-

    Muñoz Barberán recibiendo la Palma de Plata de manos dePancho Cossío. Elche, 1962

    Pintando el techo del Teatro Guerra, 1988Foto: Paco Salinas

  • rosa. Naturalmente, esa atención la dedicótambién a las que fueron las dos mujeres desu vida, aquellas que lo cuidaron, una al prin-cipio de su existencia, otra durante toda ellay hasta el final: su madre y su mujer. De sumadre, Bibiana, un apunte a lápiz en su vejezextrema nos transmite toda la ternura, todala placidez que aquella mujer siempre inspiró.Retratos de su mujer, de Fuensanta, de la quees nuestra madre, hay muchos y muy hermosos,desde su juventud hasta su plena madurez.Correspondió al gran amor de estas dos mujerescomo él sabía, pintándolas, dejándonos sumirada de artista sobre ellas.

    Fue el pintor que era mi padre un granviajero. Gustaba del viaje y odiaba el turismo,no por un soberbio elitismo, sino por respetoromántico al viaje motivado. Se iba a un lugarpara hacer algo, no para distraer el ocio. Élviajaba como el que va a un baile a buscarnovia. Bailará con varias muchachas pero sólode algunas se enamorará. Volvía a sus ciudadesmaternas con la mirada del niño. Maternastenían que ser, puesto que vivió en ellas consu madre, ya que fue huérfano de padre desde

    edad muy temprana. Lorca, Garrucha, Cehe-gín, eran ciudades maternas para él, y comoa la madre de la infancia las amaba. Murciafue como una madre adoptiva, rica y generosa,que le dio mucho. Florencia y Venecia, perosobre todo Florencia, fueron esas amantessoñadas que ofrecen en un tiempo toda subelleza, pero a las que hay que dejar un día.Pervivía en él la fragancia de ese recuerdomaravilloso, hasta el último día de su vida.“He estado en Florencia”, le dije al volver delviaje. Y él repitió: “Florencia, Florencia…”,y en su enfermedad brilló una luz por un mo-mento. Una vez nos dijo, a mí y a mi marido,que había muchas ciudades hermosas, peroque Lorca y Florencia las llevaba dentro: seesforzaba inútilmente por explicar ese senti-miento. Y añadió, vencido de la imposibilidad:“No sé si me entendéis”. Creo que lo intuimos.No era algo para comprender, sino para intuir,un tesoro poético que nos acababa de entregar.Un tesoro de la intimidad más suya. Como loscuadros de esta exposición, como lo que sepuede ver en las vitrinas. Su mundo personaly amado.

    Dando retoques al techo del Concha Segura. Yecla, 1996 Muñoz Barberán en 2001

    Derecha: Pintando desde la puerta de La Verdad en compañíade Baldo

  • Ventana del estudioÓleo sobre lienzo60 x 72 cm

  • JazminesÓleo sobre lienzo46 x 61 cm

  • Flor de baladreÓleo sobre lienzo23 x 34 cm

  • Gladiolos, membrillo y limónÓleo sobre lienzo38 x 46 cm

  • GladiolosÓleo sobre lienzo64 x 80 cm

    Página siguiente:CebollasÓleo sobre tabla27,5 x 46 cm

  • Bodegón con perasÓleo sobre tabla25 x 34 cm

  • CaracolasÓleo sobre tabla24 x 34 cm

  • Rincón en el patioÓleo sobre lienzo145 x 112 cm

  • DesnudoÓleo sobre tabla22 x 13 cm

    Tres desnudos femeninosÓleo sobre tabla41 x 34 cm

  • Retrato de LuisÓleo sobre tabla50 x 33 cm

    Retrato de PilarÓleo sobre tabla21 x 15 cm

    Retrato de BibiÓleo sobre lienzo55 x 33 cm

  • Dibujo de Bibiana Barberán CastilloLápiz sobre papel29 x 23 cm

    Retrato de Fuensanta Clares PérezÓleo sobre lienzo81 x 65 cm

    Retrato de MaríaÓleo sobre tabla29 x 44 cm

  • Maniquíes en caballeteÓleo sobre lienzo82 x 65 cm

  • Puerta del Palacio de BuckinghamAcrílico sobre tabla23 x 33 cm

    Teatro italiano. VeneciaAcuarela sobre papel22,5 x 34 cm

  • Palacio Ducal. VeneciaÓleo sobre tabla13,5 x 22 cm

    Gran Canal. VeneciaÓleo sobre tabla13,5 x 22 cm

  • La Salute. VeneciaÓleo sobre lienzo73 x 92 cm

  • Vendedoras de arrayán. Tetuán. 1993Óleo sobre lienzo112 x 145 cm

    Fuente. Florencia. 1985Óleo sobre lienzo74 x 63 cm

  • Calvario. LorcaÓleo sobre tabla27,5 x 50 cm

  • Viejo archivo de LorcaÓleo sobre tabla22 x 33 cm

  • Chimenea de la desplantación. Garrucha. 1961Acrílico sobre tabla45 x 61 cm

    Marina de ÁguilasÓleo sobre lienzo60 x 73 cm

  • GarruchaÓleo sobre lienzo21 x 27 cm

  • Plaza de Verónicas. 1992Óleo sobre lienzo33 x 46 cm

  • MáscarasÓleo sobre lienzo120 x 154 cm

  • Macetas a la puerta del estudio. 1992Óleo sobre tabla22 x 33 cm

    Ofrenda floral a la FuensantaÓleo sobre lienzo180 x 110 cm

    El mercado de la paja. FlorenciaÓleo sobre tabla13 x 22 cm

  • Estudio de Alcantarilla. 1988Óleo sobre lienzo98 x 130 cm

  • Estudio de AlcantarillaÓleo sobre lienzo51 x 61 cm

  • Estudio del puenteÓleo sobre tabla34 x 26 cm

    Estudio del puenteÓleo sobre lienzo81 x 65 cm

  • Autorretrato. 1975Óleo sobre tabla36 x 28 cm

  • La mesa del pintor. 1982Óleo sobre lienzo65 x 82 cm

  • Sobre modelo de LeonardoSanguina y carboncillo sobre papel137 x 99 cm