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2 Mes-mes 200? ArquitecturaViva 7? ArquitecturaViva 212 2019 3 Medio siglo después del primer alunizaje, el espacio nos convoca de nuevo. Tras la excitación de la carrera espacial iniciada con los Sputniks de la Unión Soviética en 1957 y el Explorer de Estados Unidos el año siguiente, y que tuvo por hitos el vuelo al espacio exterior de Yuri Gagarin en 1961 y el paseo lunar de Neil Armstrong en 1969, la exploración del cosmos perdió su carácter de pugna tecnológica entre las dos superpotencias de la Guerra Fría, que en 1975 participaron en la misión conjunta Apolo-Soyuz. Esta etapa dejó imágenes memorables de nuestro planeta como la ‘Earthrise’ del Apolo 8 en 1968 o la ‘Blue Marble’ del Apolo 17 en 1972, pero también fotografías icónicas de la Luna como las de las huellas humanas en el polvo lunar en la misión histórica del Apolo 11, o el módulo lunar del Apolo 12 sobrevolando el satélite antes de posarse en el Océano de las Tormentas, instantáneas de hace 50 años que todavía hoy nos conmueven. La carrera espacial fue una de las manifestaciones de la Guerra Fría, y el componente militar de la investigación se exacerbó durante los años ochenta, con la Strategic Defense Initiative de la administración Reagan, apodada ‘Star Wars’, pero el colapso de la Unión Soviética en 1991 desplazaría la atención hacia otros asuntos. Estos días, sin embargo, el interés por el espacio se aviva con un cúmulo de noticias estimulantes u ominosas. Por un lado, China ha alcanzado por primera vez la cara oculta de la Luna con la nave Chang’e 4, la sonda Voyager 2 entró en el espacio interestelar como hace seis años lo había hecho la Voyager 1, y otra sonda de la NASA, New Horizons, llegó a encontrarse con Ultima Thule, el objeto más distante del sistema solar jamás explorado; por otro, el Pentágono propone satélites armados con láser para destruir misiles, un plan de coste colosal y dudosa viabilidad que hace temer el retorno de la Guerra de las Galaxias. La aventura espacial, donde también participan la Unión Europea, Japón, India, Brasil o Israel, es sobre todo un extraordinario desafío de los pasajeros de la Nave Espacial Tierra. En el pasado, los habitáculos lunares o marcianos pertenecían al género de la ciencia ficción, pero cuando ahora vemos las propuestas de Norman Foster para construir asentamientos con robots de impresión 3D —por encargo de la Agencia Espacial Europea en el Polo Sur lunar, y de la NASA, que también ha convocado el 3D Habitat Challenge, en Marte—, o de BIG para levantar en Dubai el conjunto de cúpulas de la Mars Science City —en el marco del proyecto Mars 2117 de los Emiratos Árabes Unidos, que espera construir en el plazo de un siglo la primera colonia estable en el Planeta Rojo— sabemos que dibujan un horizonte verosímil, porque muestran el empeño humano en superar los límites, siguiendo la consigna de Buzz Lightyear: ‘Hasta el infinito, y más allá.’ Luis Fernández-Galiano Half a century after the first moon landing, space is making the news again. After the excitement of the space race that began with the Sputniks of the Soviet Union in 1957 and the Explorer of the United States a year later, and which had as milestones Yuri Gagarin’s journey into outer space in 1961 and Neil Armstrong’s walk on the Moon in 1969, the exploration of the cosmos stopped being a technological competition between the two Cold War superpowers, which participated in the Apollo-Soyuz joint mission in 1975. This period left memorable images of our planet like the ‘Earthrise’ of Apollo 8 in 1968 or the ‘Blue Marble’ of Apollo 17 in 1972, but also iconic photographs of the Moon like those of footprints on lunar dust in the Apollo 11 mission, or the module of Apollo 12 overflying the Moon before landing on the Ocean of Storms, 50-year-old snapshots that still move us. The space race was one of the expressions of the Cold War, and the military component of research was taken to an extreme during the 1980s, with Reagan’s Strategic Defense Initiative, nicknamed ‘Star Wars,’ but the collapse of the Soviet Union in 1991 would divert the attention to other issues. These days, however, interest in space is rekindled with a host of stimulating or ominous news. On one hand, China has reached the far side of the Moon with Chang’e 4, the Voyager 2 probe entered interstellar space just like Voyager 1 did six years ago, and another NASA space probe, New Horizons, encountered Ultima Thule, the farthest object ever explored in the Solar System; on the other, the Pentagon proposes using satellites fit out with laser beams to destroy missiles, a plan of questionable feasiblity and astronomical price that makes us fear the return of the Star Wars. The space adventure, where the European Union, Japan, India, Brazil, or Israel also participate, is above all an extraordinary challenge of the passengers of Spaceship Earth. In the past, lunar habitation modules belonged to the realm of science- fiction, but today, when we see the proposals of Norman Foster to build dwellings using robot- operated 3D printers – working with ESA in the lunar South Pole, and with NASA, which also organized the 3D Habitat Challenge, in Mars – or those of BIG to raise the domes of Mars Science City outside Dubai – as part of the Mars 2117 project of the United Arab Emirates, which plan to complete within one century the first inhabitable settlement on the Red Planet – we know they portray a plausible future, because they show humankind’s determination to exceed all boundaries, following Buzz Lightyear’s line: ‘To infinity and beyond.’ Más allá Beyond El módulo lunar del Apolo 12 sobre el satélite, 1969 The lunar module of Apollo 12 ©NASA La sonda Chang’e 4, 2019 The far side of the Moon ©CNSA

Más allá Beyond The far side of the Moon ©CNSA · 2019-06-26 · 2 Mes-mes 200?ArquitecturaViva 7? ArquitecturaViva 212 2019 3 Medio siglo después del primer alunizaje, el espacio

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2 Mes-mes 200? ArquitecturaViva 7? ArquitecturaViva 212 2019 3

Medio siglo después del primer alunizaje, el espacio nos convoca de nuevo. Tras la excitación de la carrera espacial iniciada con los Sputniks de la Unión Soviética en 1957 y el Explorer de Estados Unidos el año siguiente, y que tuvo por hitos el vuelo al espacio exterior de Yuri Gagarin en 1961 y el paseo lunar de Neil Armstrong en 1969, la exploración del cosmos perdió su carácter de pugna tecnológica entre las dos superpotencias de la Guerra Fría, que en 1975 participaron en la misión conjunta Apolo-Soyuz. Esta etapa dejó imágenes memorables de nuestro planeta como la ‘Earthrise’ del Apolo 8 en 1968 o la ‘Blue Marble’ del Apolo 17 en 1972, pero también fotografías icónicas de la Luna como las de las huellas humanas en el polvo lunar en la misión histórica del Apolo 11, o el módulo lunar del Apolo 12 sobrevolando el satélite antes de posarse en el Océano de las Tormentas, instantáneas de hace 50 años que todavía hoy nos conmueven.

La carrera espacial fue una de las manifestaciones de la Guerra Fría, y el componente militar de la investigación se exacerbó durante los años ochenta, con la Strategic Defense Initiative de la administración Reagan, apodada ‘Star Wars’, pero el colapso de la Unión Soviética en 1991 desplazaría la atención hacia otros asuntos. Estos días, sin embargo, el interés por el espacio se aviva con un cúmulo de noticias estimulantes u ominosas. Por un lado, China ha alcanzado por primera vez la cara oculta de la Luna con la nave Chang’e 4, la sonda Voyager 2 entró en el espacio interestelar como hace seis años lo había hecho la Voyager 1, y otra sonda de la NASA, New Horizons, llegó a encontrarse con Ultima Thule, el objeto más distante del sistema solar jamás explorado; por otro, el Pentágono propone satélites armados con láser para destruir misiles, un plan de coste colosal y dudosa viabilidad que hace temer el retorno de la Guerra de las Galaxias.

La aventura espacial, donde también participan la Unión Europea, Japón, India, Brasil o Israel, es sobre todo un extraordinario desafío de los pasajeros de la Nave Espacial Tierra. En el pasado, los habitáculos lunares o marcianos pertenecían al género de la ciencia ficción, pero cuando ahora vemos las propuestas de Norman Foster para construir asentamientos con robots de impresión 3D —por encargo de la Agencia Espacial Europea en el Polo Sur lunar, y de la NASA, que también ha convocado el 3D Habitat Challenge, en Marte—, o de BIG para levantar en Dubai el conjunto de cúpulas de la Mars Science City —en el marco del proyecto Mars 2117 de los Emiratos Árabes Unidos, que espera construir en el plazo de un siglo la primera colonia estable en el Planeta Rojo— sabemos que dibujan un horizonte verosímil, porque muestran el empeño humano en superar los límites, siguiendo la consigna de Buzz Lightyear: ‘Hasta el infinito, y más allá.’

Luis Fernández-Galiano

Half a century after the first moon landing, space is making the news again. After the excitement of the space race that began with the Sputniks of the Soviet Union in 1957 and the Explorer of the United States a year later, and which had as milestones Yuri Gagarin’s journey into outer space in 1961 and Neil Armstrong’s walk on the Moon in 1969, the exploration of the cosmos stopped being a technological competition between the two Cold War superpowers, which participated in the Apollo-Soyuz joint mission in 1975. This period left memorable images of our planet like the ‘Earthrise’ of Apollo 8 in 1968 or the ‘Blue Marble’ of Apollo 17 in 1972, but also iconic photographs of the Moon like those of footprints on lunar dust in the Apollo 11 mission, or the module of Apollo 12 overflying the Moon before landing on the Ocean of Storms, 50-year-old snapshots that still move us.

The space race was one of the expressions of the Cold War, and the military component of research was taken to an extreme during the 1980s, with Reagan’s Strategic Defense Initiative, nicknamed ‘Star Wars,’ but the collapse of the Soviet Union in 1991 would divert the attention to other issues. These days, however, interest in space is rekindled with a host of stimulating or ominous news. On one hand, China has reached the far side of the Moon with Chang’e 4, the Voyager 2 probe entered interstellar space just like Voyager 1 did six years ago, and another NASA space probe, New Horizons, encountered Ultima Thule, the farthest object ever explored in the Solar System; on the other, the Pentagon proposes using satellites fit out with laser beams to destroy missiles, a plan of questionable feasiblity and astronomical price that makes us fear the return of the Star Wars.

The space adventure, where the European Union, Japan, India, Brazil, or Israel also participate, is above all an extraordinary challenge of the passengers of Spaceship Earth. In the past, lunar habitation modules belonged to the realm of science-fiction, but today, when we see the proposals of Norman Foster to build dwellings using robot-operated 3D printers – working with ESA in the lunar South Pole, and with NASA, which also organized the 3D Habitat Challenge, in Mars – or those of BIG to raise the domes of Mars Science City outside Dubai – as part of the Mars 2117 project of the United Arab Emirates, which plan to complete within one century the first inhabitable settlement on the Red Planet – we know they portray a plausible future, because they show humankind’s determination to exceed all boundaries, following Buzz Lightyear’s line: ‘To infinity and beyond.’

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