249

Moyano Cires, Luis Felipe - Eva Peron y la Orden de Constructores Justicialistas.pdf

Embed Size (px)

Citation preview

  • Eva Perny la Orden de Constructores Justicialistas

  • Eva Perny la Orden de Constructores Justicialistas

    Luis Felipe Moyano Cires

  • Derechos reservados.

    Copyright 1996 by Luis Felipe Moyano Cires.

  • CAPITULO I

    Conozco al compaero Luis

    Eran los albores del ao 1973, cuando junto a mi familia nosradicbamos en la ciudad de Crdoba.

    Los motivos que llevaban a mis padres a decidirse ir a vivir aesta magnfica y misteriosa poblacin eran estrictamente econmi-cos, mi padre se encontraba en una mala situacin laboral y decidibuscar nuevos horizontes, probando suerte en Crdoba. Por entoncesyo haba terminado los estudios secundarios y pronto debera tomaruna decisin acerca de mi futuro: seguir una carrera universitaria odedicarme al trabajo.

    Radicarme en Crdoba significaba una posibilidad cierta deestudiar en el ciclo terciario, y era este uno de los motivos por loscuales mi padre haba tomado la decisin de mudarse a esta ciudad,ya que l deseaba ms que nadie que yo pudiese seguir los pasos demi hermano mayor, que por entonces era ya un profesional de la abo-gaca y se haba forjado un futuro. Todo esto influy en mi familia,y as nos trasladamos del pueblito del interior donde residamos a laCrdoba de las campanas.

    Destinado entonces a proseguir mis estudios, me vea en la obli-gacin de elegir una carrera. Esto me era sumamente difcil dado quean no estaba decidido por ninguna, pues mi vocacin se inclinabapor la medicina, pero tambin me agradaba profundamente la histo-ria. Luego de meditarlo convenientemente y bajo el asesoramiento

    5

  • de mi padre y de mi hermano me inscrib en medicina.Por ese entonces se encontraba en el poder el justicialismo, y un

    panorama bastante confuso comenzaba a gestarse dentro de la reali-dad poltica y social del pueblo argentino. Ciertos signos de violen-cia comenzaban a emerger y a crecer con sonada magnitud; la socie-dad argentina se vea convulsionada por la accin de grupos ideol-gicos opuestos a la poltica del gobierno peronista.

    Pocos meses antes haba fallecido el General Pern y su muertecondujo entonces al poder a su esposa Isabel Martnez; esta habaasumido el gobierno con total dignidad, pero con escasas aptitudesnaturales para la poltica. As, sectores revolucionarios que pugna-ban desde haca un tiempo atrs por cambios trascendentes en laorientacin econmica y poltica, se volvieron a la clandestinidad yle declararon la guerra al gobierno justicialista.

    Todo esto desemboc en un enfrentamiento armado entre estasfuerzas revolucionarias, que se aferraban a las leyendas del peronis-mo, y la derecha, que tambin reclamaba para s la verdadera heren-cia, invocando la directa confirmacin que, segn ellos, haban reci-bido de Pern; esta ltima dominaba los puestos ms importantes delgobierno nacional.

    A medida que se iban acentuando las discrepancias entre estasdos ideologas, los instintos de la civilizacin se fueron transforman-do en forma explosiva, generando de este modo un bao de sangrecomo jams se haba visto en nuestro pas.

    Tales antagonismos ideolgicos se estructuraban en una dere-cha, representada por un organismo denominado AlianzaAnticomunista Argentina (AAA), cuyo fundador responda al nom-bre de Jos Lpez Rega, y una izquierda, constituida por diferentesorganizaciones -la ms importante, Montoneros-.

    Al desarrollarse estos acontecimientos, los cuales comenzaban adespertar un sentimiento de inseguridad y pnico social, yo losobservaba con total indiferencia, pues 1a poltica y su problemticano participaban en m por ese entonces. Es decir que si bien me apa-sionaba la historia y desde temprana edad me fascin su lectura,habiendo estudiado con total dedicacin los procesos histricosnacionales, la poltica nacional de entonces me era indiferente. Pero

    6

  • mi ingreso a la facultad y las nuevas relaciones estudiantiles desper-taron en m ciertas inquietudes, las cuales me llevaron a interiorizar-me acerca del panorama poltico y social; adems la convulsionadasociedad de la poca prcticamente me arrastraba hacia esos fines,puesto que todo el mundo hablaba de los sucesos que ocurran.

    As, todo este proceso histrico me traa a la memoria -salvan-do las distancias- el enfrentamiento y lucha fratricida entre unitariosy federales. Recuerdo que fue tal el anhelo por conocer la verdad deestos hechos histricos, que escudri en ellos llegando a visitar adistinguidos historiadores de la poca; podra decir sin temor a equi-vocarme que fui enajenado por este mito histrico, el cual me cauti-v y fascin sobremanera, llegando a dedicarle la mayora de mishoras. Recopil as tanto material, incluidas las minucias, que mebastaba para llenar toda una biblioteca; no haba libro que yo nohubiese ledo y estaba al tanto de las ms variadas corrientes ideol-gicas, sabiendo de sus opiniones y posturas acerca de estos acaece-res histricos. De all, entonces, que los nuevos sucesos polticos, loscuales se desencadenaban en la conciencia colectiva de nuestro pue-blo y lamentablemente nos iban envolviendo en un manto de sangre,conmocionaron mi ser, volviendo as a despertar en m el recuerdodel mito de los unitarios y federales.

    De alguna manera comprenda lo recurrente de la historia yentenda que estos hechos no tienen -por lo general- un saldo positi-vo para el pueblo, y adems dejan heridas que nada ni nadie puedencerrar, ni siquiera el tiempo. Sin embargo justificaban la guerra fra-tricida entre unitarios y federales porque la misma aconteci en unaetapa de la historia nacional donde la nacin misma se estaba cons-tituyendo; mas yo no comprenda lo actual, es decir, no admita queel pueblo se matara de esa manera, entre hermanos y justo ahoracuando todo estaba hecho y lo nico que se necesitaba era tener unorden para conseguir el desarrollo anhelado por todos. As, con miincertidumbre acerca de los hechos polticos de ese momento, deci-d interiorizarme en los por qu, en las causas u origen de toda estahistoria, y es bajo estas circunstancias que, en forma misteriosa,conozco al hombre que me orientara en la visin y comprensin detodas estas verdades: el compaero Luis. Me encuentro con este ser

    7

  • "de pura casualidad" en una Unidad Bsica ubicada a metros de casa,en la calle Entre Ros, cuando el General Pern an estaba vivo y enel poder. Mi hermano, abogado -como ya dije- y fantico peronista,aunque de tendencias e inclinaciones marxistas, las cuales habaheredado de su paso por la universidad, es quien decide que deboparticipar en poltica. Como de alguna manera yo estaba preguntn-dome acerca de la poltica actual, l, al ser un da interrogado por mresponde actuando; es as que me relaciona con esta Unidad Bsica,ya que, segn dijo l, en ella yo hallara la solucin a mi dilema.

    Comenc entonces a asistir asiduamente a la Unidad, a fines deinteriorizarme en el panorama poltico; concurra dos o tres das a lasemana, y si bien participaba en calidad de oyente dado mi precarioconocimiento ideolgico y doctrinal del peronismo, rpidamenteprogres, puesto que mi hermano me oblig a leer las obras delGeneral Pern y de la compaera Evita. Por esos das se producanacalorados debates entre los compaeros, terminando muchos deellos en contiendas a trompadas, lo cual dejaba como saldo variosojos morados y algn que otro hueso roto. En cierto modo, esto yaera un sntoma de las divergencias que se estaban gestando y queluego desembocaran en una lucha armada entre hermanos. Comoprincipiante en materia poltica, yo vea desde afuera todas estas dis-cordias, y si bien no las comprenda en su plenitud, visualizaba queen los momentos de sosiego reinaba una verdadera camaraderaentre los compaeros que animaban los diferentes matices ideolgi-cos. En dichas tertulias el dilogo se tornaba sumamente interesante,dejndome, por ende, un saldo siempre a favor. Haba adems ungrupo de compaeros que en las horas libres se dedicaban a jugar alajedrez; este juego-ciencia haba llamado profundamente mi aten-cin haca un par de aos atrs, mas en cuanto a sus reglas conocaslo lo bsico. Aprovech entonces para aprender a jugarlo, vinien-do a ser aqu, entre estos compaeros ajedrecistas donde descubro algran compaero Luis. El se destacaba entre los dems por tres moti-vos esenciales: era el que mejor jugaba, el ms veterano, y me pres-t una particular atencin y dedicacin cuando comenc jugar.Adems, Luis era muy respetado por los compaeros, quienes recu-rran a l en caso de que se suscitase algn problema; denotaba ser

    8

  • un hombre ecunime y su pasmosa sabidura era percibida a las cla-ras por el conjunto, lo cual dejaba traslucir un dominio de todo suser. Por otra parte, tena una muy buena posicin econmica y unagran cultura; su anlisis de la temtica de turno era siempre impeca-ble y sus perspectivas ostentaban objetividad, sirviendo as parademostrarles a los compaeros en discordia cual era la verdad de lostemas analizados. Su humildad y sencillez, mas la seguridad demos-trada en sus actos generaban a su alrededor un manto de respeto muyespecial (Claro est que semejante caracterstica lo elevaba por sobretodos nosotros). En casos de necesidad, Luis asista econmicamen-te a los compaeros y solventaba financieramente a la UnidadBsica, y, aunque parezca mentira, no demostraba aspiracin polti-ca alguna.

    Si haba algo ms que resaltaba en este compaero era su admi-racin por Mara Eva Duarte de Pern, "la dama de los argentinos",como l sola llamarla; recuerdo que se le llenaban los ojos de lgri-mas cada vez que alguien se la traa a la memoria.

    Comenc as a entablar con Luis una amena relacin, la quepronto se convertira en una profunda amistad; l pas a ser mi"gua" dentro de la Unidad Bsica, asistindome siempre que fuesemenester. Como si todo esto fuera poco, Luis era adems un eruditoen historia, lo cual ya de por s era motivo ms que suficiente paraque se generase una peculiar afinidad entre ambos. Yo perciba eneste compaero una historia personal signada por un pasado flagra-do de vivencias, y una voz interior me deca imperante: "Debes per-manecer a su lado!". Por supuesto que as lo hice, viniendo a consti-tuir con mi decisin el pilar-sostn de esta relacin.

    De repente, un suceso inesperado conmociona a toda la UnidadBsica y en especial a Luis: la muerte del General Pern. Ese 1 deJulio de 1974 amaneca vestido de verdugo para finalmente darse elgusto y descargarle un duro golpe a la patria peronista. Al saberse lanoticia, las lgrimas nos comenzaron a ganar y una congoja embria-gante se apoderaba de todos nosotros. La vacuidad no quiso quedar-se a menos, apareciendo como una sombra para murmurar sarcsti-camente a los odos de cada compaero: "Conque yo no cuento ensus vidas? Pues bien, aqu estoy: vivita y coleando..." Y yo en su

    9

  • lugar hubiese agregado "mal que le pese al sabio de Elea y sus segui-dores (que an hoy los hay a montones)", porque no creer en el "no-ser" luego esto, resultaba irrisorio e indignante, valga la paradoja,para cualquier peronista. Con la muerte de Pern principiaba unnuevo ciclo poltico y social; comenzaban a insinuarse ciertos cam-bios, los cuales generaran un mbito poltico muy conflictivo quefinalmente desembocara en la ya mencionada contienda blica(Cabe sealar, y dispensen si peco de ingenuo, que tanto la izquier-da como la derecha se disputaban no slo la herencia del peronismo,sino, adems, el poder en s mismo).

    Mi escasa instruccin y participacin poltica no me permitaelaborar un juicio preciso sobre el marco poltico y social que se ave-cinaba, no obstante, sospechaba que sera funesto. Mis conceptos seiban formando en base a las opiniones de mis compaeros, tanto dela facultad como de la Unidad Bsica, y entre ellos tenan preemi-nencia mi hermano y Luis, aunque, en rigor de verdad, los concep-tos estructurados en la psique de mi hermano Alberto -as se llama-ba l- estaban fuertemente influenciados por Luis, existiendo entreambos una relacin carismtica que lo tena a este ltimo como elmentor poltico e ideolgico. La muerte de Pern recibi los hono-res fnebres pertinentes, que se llevaron a cabo con una misa en lacatedral de Buenos Aires ms dos das de velatorio, tiempo duranteel cual el fretro fue exhibido en el Congreso. Posterior a esto, seratrasladado al Cementerio de la Recoleta y depositado en una bvedajunto a su abuelo y su madre que yacan all.

    A excepcin de Isabel, Pern no dej familiares directos, ycomo lo haba previsto, el verdadero receptor de su herencia fue elpueblo argentino.

    Mi hermano asisti junto a un grupo de compaeros a despediral general, y al volver, me alert sobre el futuro de la nacin; 1esta-ba completamente persuadido de que los tiempos venideros estarandeterminados por una lucha armada.

    Si bien seguamos asistiendo a la Unidad Bsica, la atmsferareinante no era la misma, pues Isabel ya estaba en el poder y losMontoneros pronto se volveran a la clandestinidad; en un futuroprximo, estos se transformaran en el grupo guerrillero urbano ms

    10

  • poderoso de toda latinoamrica. Pero lo ms llamativo de esta agru-pacin era que ya, a estas alturas, se haban militarizado y organiza-do, contando con el dinero necesario y suficiente como para movili-zar unas cinco mil personas aproximadamente.

    A todos estos duros avatares se le sumara un misterioso y deter-minante acontecimiento, el cual sellara el signo de la UnidadBsica: la desaparicin de Luis. Al apercibirnos de su ausencia, pueshaba dejado de asistir a la unidad en forma reiterada, comenzamosa movilizarnos y a indagar acerca de su paradero; si bien Luis semostraba en todo, nadie conoca su lugar de residencia. Algunoscompaeros teman lo peor, y en lo que a m respecta, me resultabaimposible develar los mviles de tal infortunio. Cuando indagaba ami hermano, intentando con ello obtener algn dato, este me evada;a los pocos das dej de asistir a la Unidad, prohibindomelo a mtambin.

    El 6 de Noviembre se decreta el estado de sitio: el gobierno sealistaba para enfrentar la revolucin; el producto de dicha contiendamarcara la cada del propio gobierno justicialista, el cual sera reem-plazado por una junta militar.

    Ese mismo da, yo me hallaba estudiando en mi habitacin paracierto parcial a dar en la facultad cuando de imprevisto se abre lapuerta y entra mi hermano. Me pregunt -para mi sorpresa-, en unsutil tono de irona, si por las dudas aun me hallaba interesado envolver a ver a nuestro compaero Luis.

    Juro que hubiese querido gritar al instante, pero mi lengua sehaba entumecido a punto tal que me impeda pronunciar palabraalguna. Una vez calmo, y ante la confirmacin de Alberto de queefectivamente Luis se hallaba sano y salvo, me tom la atribucin debrincar frenticamente sobre mi cama haciendo la "V" con ambasmanos hasta quedar exhausto; luego le ped a mi hermano que mellevara lo antes posible con Luis.

    A la noche, partimos en el auto de mi hermano hacia el objetivosealado. Durante el viaje le ped insistentemente explicacionesacerca de por qu tenamos que ir de noche, pues era sumamenteriesgoso dado el estado de sitio imperante; l me di la razn, masargument que no quedaba otra alternativa si queramos volver a ver

    11

  • a Luis.En el tiempo que dur el viaje, Alberto me confes que en rea-

    lidad fue Luis quien le encomend que me llevase con l, ya que -segn dijo mi hermano- necesitaba verme con urgencia. Por supues-to que le pregunt a qu responda semejante hermetismo, y casi quele exig una respuesta, pues mi estado de tensin se estaba agudizan-do y amenazaba con convertirse en pnico. Alberto se mantuvo froy calmo, recriminndome mi falta de valor e instndome a permane-cer impasible, pues -segn asever l- esa debe ser la actitud a adop-tar por un "compaero" cuando las papas comienzan a quemar...Dicho esto, me asegur que el mismo Luis en persona aclarara todasmis dudas y dara las razones del caso. Debo confesar que me calmbastante, armndome de la paciencia necesaria como para soportar elviaje con ecuanimidad; el mismo dur varias horas, hasta que por finarribamos a una quinta serrana; el compaero Luis sali a recibirnosy est de ms decir que me emocion sobremanera al avistarlo nue-vamente; nos confundimos en un singular abrazo: haca cinco mesesque no tena noticias de l. Nos invit a pasar, y luego de acomodar-nos nos sirvi una taza de caf; los ambientes eran confortables enextremo, notndose en ellos el diseo de un gran arquitecto.

    Sabiendo que Luis lo era, le pregunt acerca de la construccin,a lo cual respondi que l mismo la haba diseado y mandado aconstruir haca varios aos. Luego de beber el caf, Luis se dispusoa explicarme los motivos de la cita.

    -Alfredo -me dijo-. Te he mandado a llamar con tu hermano por-que me urge narrarte una historia que estoy seguro te va a interesar.Seguramente te preguntars por qu has sido t el elegido. Bien.Porque hay una vocacin natural en t hacia la historia, y la que tenarrar ser determinante para tu formacin como peronista; almenos eso espero y no creo equivocarme. Te advierto que sers eldepositario de la misma bajo la estricta condicin de que algn daella llegue hasta las puertas de una editorial y sea publicada: t ten-dras el honor de asumir semejante responsabilidad.

    Y, Alfredo? Qu dices a mi propuesta? La toms? O ladejs? Mi hermano gesticulaba instndome a responder afirmativa-mente. Acepto -contest-. Estoy dispuesto a escuchar tu historia.

    12

  • Bien Alfredo, bien... Lo nico que te pido es un total hermetis-mo al respecto, por la seguridad de todos nosotros y en especial porla ma. Deben comprender que se avecina una nueva guerra civil yque el decreto de estado de sitio es el ms ntido sntoma de la eclo-sin blica a desatarse en un futuro prximo. Seguramente el justi-cialismo ser derrocado; Isabel no podr mantenerse por muchotiempo en el poder y los militares pasarn a dominar la escena pol-tica en un breve lapso de tiempo.

    Por diversos motivos, de los cuales te irs enterando paulatina-mente, existe sobre mi persona cierto riesgo, el cual no estoy dis-puesto a asumir por lo pronto. Como tu sabrs, pues tu hermano yate lo debe haber contado y hasta con lujo de detalles, yo soy un pero-nista de la primera hora, habiendo participado activamente en el pri-mer perodo de gobierno del General Pern, sobre todo en lo atinen-te a determinadas estrategias emprendidas durante ese mandato , lascuales estaban dirigidas desde la Fundacin Eva Pern, tenindola aEvita como la principal mentora junto al general.

    -No, Luis -interrump-. En realidad estoy totalmente desinfor-mado al respecto.

    -Est bien. Tu hermano ha actuado siempre con lealtad hacia mipersona; hizo simplemente lo que le recomend; yo te relatar todo.

    Debo sealarte ante todo que, debido a mis conocimientos sobreciertas historias, me veo en la obligacin de mantenerme oculto. Lohago no por cobarda, sino por estrategia, ya que una vez que culmi-ne con mi relato y llevemos a cabo esta construccin literaria, des-andar mis pasos y volver a la vida cotidiana con los mos; llegadoese momento, asumir todo tipo de riesgos y consecuencias. Por lopronto quiero que sepas que estoy aqu, en esta quinta, para prote-germe, y te pido y exijo que sepas mantener tamao secreto; nadieen absoluto debe enterarse donde resido.

    Alfredo, para introducirte de una vez por todas en el tema, tedir que el argumento de la historia tiene como temtica central mirelacin espiritual y estratgica con la compaera Evita; en la mismate narrar lo vivido junto a un grupo de compaeros, durante su ges-tin, con quienes asumimos la responsabilidad de la implementacinde una estrategia, una misin que nos encomend entonces nuestra

    13

  • lder espiritual.Como ya es tarde, y les conviene regresar lo antes posible, tu

    hermano se encargar de relatarte ciertos sucesos como para que ten-gas ms informacin; pero debers retornar. Entonces, te quedarsaqu todo el tiempo que demande la estrategia literaria. Por otraparte, tu hermano se encargar de mantener en orden tus cosas enCrdoba por unas cuantas semanas, mientras nosotros nos dedica-mos de lleno a la difcil tarea de convertir mi historia en una estrate-gia literaria que lleve la "verdad de la realidad" del justicialismo, desu mstica y de su poder a todos los compaeros. Alfredo, te esperoentonces y no me falles.

    -Aqu estar -se anticip mi hermano-. Dentro de tres o cuatrodas aproximadamente. Y yo aad:

    -Tenga bien presente Luis que nada me detendr; estar aqupara colaborar con usted en todo lo que haga falta.

    -Eso espero - expres Luis en tono severo- Ahora es tiempo deque se marchen.

    Nos despedimos de l y caminamos hacia el auto en silencio. Enlos das siguientes me aboqu a la tarea de reacomodar mis quehace-res cotidianos; Alberto busc las excusas para mis padres y me inte-rioriz un poco de la historia del compaero Luis; aunque no satis-fizo mis inquietudes, pues lo que me relat fueron slo indicios yaque l consideraba que era vital descubrirla merced al propio relatode aquel. De esta manera me enter que la historia de Luis girabaalrededor de un eje o centro principal: la compaera Evita y la Ordende Constructores Justicialistas.

    14

  • CAPITULO II

    Luis me relata su historia

    A los tres das retorn nuevamente al paraje tipo quinta donderesida Luis, y luego de acomodarme convenientemente, l se dispu-so a contarme su historia.

    -Nac en el seno de una familia de inmigrantes italianos -princi-pi diciendo-. Mis padres, provenientes del norte de Italia, especfi-camente Turn, llegaron a la Argentina a fines del siglo pasado.Partieron del retoo en bsqueda de nuevas tierras que los acogieray les diera la posibilidad de forjarse un futuro mejor. Como todos losinmigrantes, mis padres arribaron desde una tierra donde los espa-cios se caracterizan por la estrechez, a un pas cuyo territorio esinmenso, rico y bello, y en el que por esos tiempos reinaba una ver-dadera tranquilidad poltica y social, anttesis de lo que ocurra porentonces en Italia.

    La Argentina de fines de siglo recibi olas sucesivas de inmi-grantes de todas las razas y credos. Entre 1880 y 1905, la inmigra-cin neta fue de 2.827.800 habitantes, en un pas cuya poblacintotal en el ao 1869 era de 1.800.000 habitantes.

    En 1914, el ao de mayor impacto inmigratorio, el treinta porciento de los argentinos eran inmigrantes. Los italianos superabanconsiderablemente a los provenientes de otras naciones; por detrsse escalonaban respectivamente los espaoles, los franceses, los"rusos"-eslavos en general- y los "turcos", trmino con el cual se

    15

  • designaba generalmente a todos los inmigrantes venidos del MedioOriente. Los ingleses eran escasos pero muy influyentes.

    Mis padres -continu Luis- eran parte integrante de esta masainmigratoria, y por lo que pude alcanzar a conocer, escaparon de labella Italia por motivos polticos ms que econmicos. Mi padrehaba cursado estudios en su tierra natal y era dueo de un vastoconocimiento cultural, y si bien ejerca de albail, su oficio era con-siderado importante porque lo dominaba de una manera muy pecu-liar, pues se especializaba en determinados estilos arquitectnicosmuy de moda por esos tiempos en Italia. Adems, nuestra familiaprovena de una lnea de ingenieros y arquitectos de renombre en lapennsula, los cuales haban intervenido en pasmosas construccionespropias de una belleza sublime. Mi padre me relataba con su habi-tual elocuencia, la importancia que tuvo la participacin de un ances-tro mo en la construccin de los extraordinarios castillos, levanta-dos durante el reinado de Luis II de Baviera (Alemania). Segn mipadre, estas construcciones requeran de una tcnica constructivamuy particular que muy pocos arquitectos conocan, y cuyos mto-dos eran guardados en el debido sigilo. El me sealaba que esteancestro mo haba recibido dichos conocimientos en forma heredi-taria a travs del pariente. Luego de un periplo por Santa Fe, mispadres decidieron radicarse definitivamente en Crdoba puesto queesta ciudad contaba con una gran colonia piamontesa, y adems,determinados parientes de mi madre vivan all desde haca tiempo.Aqu es, entonces, donde vengo a nacer, y al ser el primer hijo varnentre dos hermanos, mi padre me recibe con singular regocijo. Crecrodeado de un muy buen pasar econmico y sumido en una prstinaatmsfera cultural; por esos tiempos, el oficio de mi padre era muyrequerido y bien remunerado dadas las especializaciones constructi-vas; l intervino directamente en la construccin de importantes edi-ficios pblicos magnficos por su belleza y estilo. As pas mi niezy juventud, educndome en buenos colegios y finalizando el nivelsecundario con muy aceptables promedios. De antemano estaba yodestinado a seguir la carrera de arquitecto, pues mi padre deseaba detodo corazn que en la familia alguno de sus hijos tuviera esa profe-sin. Indudablemente que, como todo italiano de la poca, mi padre

    16

  • se aferraba a ciertas pautas educacionales y culturales enmarcadas enun fuerte espritu de mando y de gobierno familiar, donde su palabraera ley, y como tal, deba ser obedecida.

    Ingres as a la facultad de arquitectura y al cabo de cinco aosegres como arquitecto enorgulleciendo a toda mi familia. Para eseentonces contaba con veintisis aos y me senta socialmente impor-tante dados mis logros. Rpidamente montamos una pequea empre-sa con mi padre, la cual al cabo de un ao di frutos y rditos, cris-talizados estos en un importante capital; yo era ya un prspero pro-fesional. Mas... de repente, se desata en m una pasin paralela a laarquitectura: la poltica. Comienzo a verme frecuentando ciertas reu-niones muy tpicas de la poca, donde se conversaba fervientementesobre el panorama poltico nacional e internacional.

    La Segunda Guerra Mundial me haba conmocionado en forma,y ciertas inquietudes polticas se haban potencializado en mi serdurante este conflicto blico; pero todo esto qued subordinado a miprofesin, y slo despus de lograr, al independizarme, un propio yestable pasar econmico, despierta en m esta segunda vocacin. Ases como comienzo entonces a interiorizarme de la situacin polticade mi pas, y un suceso acaecido por ese entonces me da pie paratomar seriamente en cuenta esta inquietud: el militarismo tomabanuevamente el poder luego de varios aos y tal acontecimiento con-mociona entonces al pas. La cada del gobierno constitucional deRamn S. Castillo (1940-1943) y la asuncin de Arturo Rawson,quien ocupara el silln presidencial por escasas cuarenta y ochohoras para luego ascender en su lugar el general Pedro PabloRamrez como presidente provisional, fue un suceso poltico tras-cendental en esa poca para nuestro pas y para m en particular, por-que me activara toda una serie de interrogantes acerca de los mode-los polticos imperantes por ese entonces en nuestra patria. Muchohaba tenido que ver en esa revolucin militarista un misterioso sec-tor perteneciente a los mandos medios denominado G.O.U. (Grupode Oficiales Unidos). Diversas conjeturas se tejan en torno a laorganizacin de esta logia o grupo por esos aos, y an hoy perdurael misterio de su creacin, especialmente en lo que hace a su natura-leza poltico-filosfica. Dentro del G.O.U. se encontraba un oficial

    17

  • que tuvo activa participacin en las decisiones de esta organizacinen la revolucin militarista de junio del '43: Juan Domingo Pern. Yosegua de cerca dichos acontecimientos.

    Cerca de los nueve meses de mandato -febrero de 1944-, el pre-sidente Ramrez delega el mando en el general Edelmiro J. Farrell ypresenta su renuncia. Junto a Farrell, ya alcanzaba cierta relevanciala figura del por entonces coronel Pern, quien merced a su capaci-dad y carisma lograba tal trascendencia. En 1940 haba asumido lasecretara del Ministerio de Guerra. En 1943 es nombrado Secretariodel Ministerio de Trabajo y Previsin y ms tarde Ministro de Guerra-mayo de 1944-. Por ltimo, el 7 de junio de ese mismo ao es desig-nado vicepresidente de la Repblica, con retencin de los cargosanteriores. Hara un brillante trabajo durante su gestin, la que cul-minara con la epifana del 17 de octubre. El inminente llamado aelecciones resultara trascendente para la nacin y el pueblo argenti-no y particularmente para m, ya que la posibilidad de una nuevademocracia me activara el deseo de participar activamente de ella.Mi nica duda se centralizaba en donde iba a actuar, cual era la fuer-za poltica que me contara entre sus adeptos. Ningn partido polti-co del momento lograba satisfacer mis convicciones, y el movimien-to social despertado por el coronel Pern cautivaba mis simpatashacia este militar. Yo consideraba por entonces que si bien laArgentina contaba ya con suficientes revoluciones polticas en suhaber, nunca una social haba llegado a buen puerto. Comprendentonces, al ver a Pern proclamarse como candidato presidencial,que este hombre podra convertir en realidad la utopa. Me decido aspor el recin formado Partido Peronista y comienzo a desarrollar unanueva vocacin: la poltica.

    Pern gan fcilmente las elecciones (24 de febrero de 1946),triunfando en casi todas las provincias. Las excepciones fueronCrdoba, Corrientes, San Juan y San Luis. La especfica derrota delperonismo en Crdoba frustr lo que hubiese sido mi participacindentro del futuro gobierno peronista cordobs, y esto me desanimbastante. Pero gracias a mi padre, que tena ciertos amigos dentro delperonismo capitalino, fui solicitado para colaborar en un importanterea del Ministerio del Interior. Si bien esto me alegr, ya que acce-

    18

  • dera a la poltica trabajando por y para el peronismo, cierta tristezase apoderaba de m dada la "simple" razn de que deba abandonara mi familia y a mi querida Crdoba. As, con el corazn hecho tri-zas, me embarqu hacia mi nuevo destino: Buenos Aires.

    Durante los dos primeros aos de gobierno trabaj en diferentespuestos, y gracias a mi capacidad comenc a ser reconocido y valo-rado; aunque nunca alcanc gran trascendencia, puesto que, si bienme esmeraba polticamente, no posea aptitudes de lder, participan-do en m el solo deseo de colaborar lo mejor posible con el PartidoPeronista.

    Haba algo, fundamentalmente, que haca a mi permanencia enBuenos Aires: la magnfica obra social que estaba desarrollando elGeneral Pern, y en la cual ya comenzaba a destacarse su esposa EvaDuarte. El peronismo estaba ejecutando la ms grande de las revolu-ciones, la social, y en ella intervena directamente esta compaeraque por entonces era simplemente la "Primera Dama"; mas comen-zaba a destacarse y a adquirir cierta relevancia por su solidaridad conlos humildes y los ms necesitados. Evita se transform as en el ner-vio motor de una obra social gigantesca, jams vista en nuestro pas.De all que comienzo sentir devocin y admiracin hacia esta mujer,y no slo por su inagotable generosidad, que redundaba en un bien-estar para todos los argentinos, sino adems porque pude evidenciarun profundo cambio en ella. Eva Pern era para m hasta entonces,sencillamente la compaera de nuestro gran lder, y si bien la respe-taba, sus suntuosidades y ciertos lujos despertaban en m los recelos.Mas de repente, ella abandona estas actitudes y se sumerge incondi-cionalmente en una obra de trabajo social, ganndose as mi corazny el de todo el pueblo peronista. La organizacin encargada de llevara cabo todos estos proyectos sociales era la Fundacin Evita, por loque me ofrezco decididamente a colaborar con esta obra; pero poderentrar a trabajar en ella no era cosa sencilla, por lo que tuve que recu-rrir a mis influencias polticas para lograr ser admitido.

    Dos circunstancias determinaron mi ingreso a la Fundacin.Una de ellas era mi profesin de arquitecto, la cual ya estaba aoran-do y deseaba volver a ejercer. (Desde haca un tiempo atrs, mi padrevena insistindome que retornara a trabajar con l a Crdoba, y si

    19

  • bien me hallaba a gusto en Buenos Aires, estaba meditando volver ami vieja vocacin profesional, ya que me resultaba difcil trascenderpolticamente dado el simple hecho que mi capacidad y mis aptitu-des no eran suficientes para esta profesin. Definitivamente, elarquetipo Poltica no encajaba en m, y me doli comprender que mirealidad ontolgica profesional se estructuraba en la arquitectura, esdecir en el arquetipo constructor. Por ello, si no se produca un cam-bio en forma urgente, me volvera a mis pagos a retomar mi antiguaprofesin). La Fundacin Evita requera de arquitectos y, vislum-brando yo una posibilidad, me ofrec a colaborar, aunque -como dijeantes- el ingreso se tornaba difcil. La otra circunstancia fue la amis-tad que hacia mucho tiempo haba entablado con un compaero, elcual ahora se encontraba trabajando con Eva Pern. As entonces,por obra del azar? y mientras realizaba un simple trmite, me reen-cuentro con este viejo y entraable compaero de la facultad a quienhaca ya varios aos que no vea. Mario era su nombre, y durante suestada en Crdoba en la poca de estudiante, yo haba estado a sulado en las buenas y tambin en las malas; por ello le coment miproblema, viniendo a ser l entonces el factor determinante de mi tanansiado ingreso a la obra social de la Fundacin Evita. Mario lleva cabo todos los trmites pertinentes, y gracias a mi profesin y a sunoble gesto, fui trasladado directamente a la Fundacin; en la mismase estaba proyectando la construccin de grandes obras, y mis fun-ciones se ordenaron de acuerdo a estos planes. As, despus de tantodeambular para poder ingresar, una circunstancia, como te dije,azarosa? me lleva a relacionarme poltica y espiritualmente con lacompaera Evita. Es decir que de no ser por ese insignificante trmi-te jams me hubiese conectado con mi amigo Mario y mi historiasera totalmente diferente. Mas por esos misterios del destino y delos dioses, Mario se encontraba esa maana en esa oficina, lo queposibilit toda esta historia.

    Al momento de empezar yo a trabajar, la Fundacin Evita atra-vesaba por un perodo de crecimiento verdaderamente pasmoso,cumpliendo obras sociales en toda la nacin. Era una organizacincreciente, pujante y perfectamente estructurada. Evita supervisaba ycontrolaba todo. Ella estaba al tanto de todo lo que ocurra y nada se

    20

  • decida y concretaba sin su autorizacin. De esta manera Evita podaconcretar sus ideales, llevarlos a cabo; la Fundacin era el instru-mento poltico a travs del cual ella cristalizaba sus proyectos socia-les.

    Rpidamente, la Fundacin Eva Pern se transform en unaenorme empresa solidaria. Para fines de los aos cuarenta superabaen tamao e influencia a cualquiera de los ministerios del gobierno;su patrimonio excedan los $200.000.000 y contaba con 14.000empleados estables incluyendo a miles de trabajadores del rea de laconstruccin. Las obras emprendidas abarcaban un amplio espectrosocial y cultural, desde la donacin de ropa, utensilios, cuadernos,mquinas de coser, etctera, hasta la construccin de escuelas, cen-tros mdicos, hospitales, hogares transitorios para todos aquellos quenecesitaban un hogar temporario, hogares para las mujeres prove-nientes del interior en busca de trabajo, centros infantiles y hogarespara nios, incluyendo la famosa Ciudad del Nio construida a esca-la de sus habitantes, con pequeos mercados, iglesia, edificios pbli-cos, una banco que emita documentos originales, y calles y casaspara cuatrocientos nios.

    La Fundacin construy el barrio Presidente Pern, un comple-jo de 600 casas al oeste de Buenos Aires mas 600 al este, y la CiudadEvita, una comunidad formada por 15.000 hogares. Muchas de estasconstrucciones edilicias se distinguan por ciertos lujos arquitectni-cos y, en especial, por el toque de broqueado, damasco y cristal.Como te dije, Evita estaba al frente de todo esto; ella dotaba de sen-tido al destino de las obras. No es el momento de detallar los porme-nores, simplemente te doy algunos datos para que puedas dimensio-nar la magnitud de esta obra y en especial de nuestra compaeraEvita. Es decir que quiero darte el verdadero contexto histrico deesta obra y mostrarte lo que signific dentro de la mstica peronista;solamente Evita poda despertar este poder transformador y realizarsemejante proyecto de ayuda social para los ms necesitados. Esdecir que fue ella, personalmente, la generadora de este milagro, ytodo se concret en base a su carisma e inteligencia. La Fundacinconstelizaba sobre s el espritu y la voluntad transformadora de estacompaera, y tanto el pueblo como la nacin comprendan clara-

    21

  • mente el sacrificio y la voluntad de lucha puestos por Evita para rea-lizar sus empresas; es por ello que gente de todos los estratos socia-les y econmicos colaboraba con la Fundacin.

    Personalmente admiraba a Eva y me senta gratificado de podertrabajar a su lado. Mis actividades estaban circunscriptas a tareas demi profesin cumpliendo, junto a un grupo de ingenieros y arquitec-tos, con la elaboracin de proyectos y planificaciones que luego ele-vbamos a la compaera. Si bien vea a Evita diariamente, solopoda tener trato personal con ella cuando asistamos con mis supe-riores a las entrevistas que ella misma nos otorgaba; estas tenancomo fin la concrecin de determinados proyectos arquitectnicos.

    En ellas Evita revisaba y supervisaba nuestros proyectos; nos-otros la aconsejbamos acerca de los mtodos constructivos, peroera ella quien decida cuales eran los ms adecuados segn sus cri-terios, y ella la que finalmente nos daba las instrucciones de lo quepretenda. Si bien Evita no dominaba esta ciencia a la perfeccin,demostraba tener un gusto muy peculiar sobre el arte arquitectnico;me llam profundamente la atencin que considerara a la arquitectu-ra no como una ciencia, sino como un arte. Este punto fue muy sig-nificativo para m y para el futuro de mi relacin personal con Eva,ya que a m tambin me invada ese sentimiento acerca de la arqui-tectura, el cual haba heredado de mi padre. Recuerdo el asombro demis compaeros de profesin cuando en una ocasin nos encontr-bamos con Eva pasando revista al proyecto ejecutivo de un hogarpara mujeres; ella rechaz dicho proyecto porque el mismo no lleva-ba implcito el sentido que ella pretenda; nos reprendi fuertemen-te por haber llevado a cabo un proyecto sin tener en cuenta el senti-miento de mujer.

    -Qu me han trado! -dijo entonces-. Este proyecto es fro y notiene incorporado al Espritu Femenino. Es una obra tpica de hom-bres, quienes no pueden sustraerse a sus ideas y menos an compren-der lo que siente la mujer que sufre. Esto no es de mi agrado; no eslo que yo pretendo de un hogar para mujeres que buscan un destinomejor. En l la mujer debe encontrar una esperanza y este proyecto,seores, no lo tiene.

    Mir a mis compaeros y vi en sus rostros la admiracin, pero

    22

  • tambin cierto temor, pues cuando Eva se enfureca haca despertareste sentimiento. Le di mi opinin acerca de una serie de innovacio-nes que podamos realizar para mejorar la calidad de la edificacin.Ella escuch atentamente, y luego de mi exposicin argumental, en1a cual detall enfticamente la necesidad de poner la arquitectura alservicio del nuevo modelo de hombre que se proyectaba con el pero-nismo, donde prevaleceran sentimientos y pensamientos imbudosen una tica diferente, ella aadi:

    -No se imaginan como me agrada que alguien entre ustedes, y aquien yo no conozco, tenga la visin de ubicar a la arquitectura den-tro del sentimiento peronista. As es, compaero -me dijo-. Debemoscrear una arquitectura peronista y ese es el ideal perseguido en lasinstrucciones que les he dado; pero veo que sus compaeros no 1oentienden. As, pues, hgase cargo usted de este proyecto y cuandolo finiquite hgamelo llegar que lo considerar. Elaboramos un pro-yecto totalmente diferente, y en el mismo, mis superiores permitie-ron que dispusiese de mi creatividad siempre y cuando me limitara aciertas consideraciones de orden econmico, las cuales deba teneren cuenta por razones de presupuesto. Una vez finalizado, se lo pre-sentamos a la seora de Pern; recuerdo nuestro nerviosismo cuan-do nos recibi para considerarlo, en especial el mo, ya que de algu-na manera, luego de mi exposicin argumental, ella me haba res-ponsabilizado del proyecto. Si bien yo conoca a Eva, jams habatenido contacto directo con ella dado que mi intervencin en los pro-yectos se daba en forma indirecta, y si bien di mi opinin y habl enaquella ocasin acerca de lo que para m deba ser la arquitecturadentro del peronismo, lo hice casi en forma inconciente, es decir, lle-vado por un impulso que sali de m pero que por entonces escapa-ba a mi comprensin. Mas esto acababa de suceder, encontrndomeahora en una situacin bastante crtica ya que el proyecto por m ela-borado poda llegar a no ser del agrado de la seora Eva. Entramostodos a su despacho y ella nos recibi formalmente.

    -Han terminado el proyecto? -pregunt. -S, compaera -respond anticipndome a mis compaeros. -Bien -dijo ella- Mustrenme lo que tienen. Abr los planos y Evita los analiz. Junto a ella se hallaba una

    23

  • persona para m desconocida que tambin comenz a observarlos ya dar su opinin. Nosotros permanecimos callados y Eva de vez encuando nos miraba. De repente, ella detuvo su mirada en un ingenie-ro que era el responsable del rea de trabajo donde yo me desempe-aba y le pregunt:

    -Quin es el responsable de este proyecto?-Este compaero -respondi sealndome-. Al sentirme apunta-

    do algo fluy por mi sangre y puso rgido todo mi cuerpo. EntoncesEvita me dijo:

    -Lo felicito. Su proyecto es realmente lo que esperaba. Claro,usted es el arquitecto que me haba dado su idea acerca de lo quedebe ser la arquitectura dentro del peronismo. Recuerdo que prcti-camente lo responsabilic de esta obra. Ahora me doy cuenta por quusted pensaba as, pues su proyecto est impecablemente elaborado,lo que lo hace totalmente de mi agrado. Cul es su nombre?

    -Luis, seora. Estoy trabajando en la Fundacin desde hace uncorto tiempo.

    -Bien, compaero. Espero que siga as. Es usted cordobs? -S, seora.-Muy linda: tierra misteriosa y llena de vida. Lstima que no

    hayamos ganado all; aunque tengo buenos compaeros en Crdoba.Bien, Luis -dijo para finalizar-. Usted supervisar la construccin deesta obra y ver que la misma se construya de acuerdo a su proyec-to.

    Eva nos despidi; me sent halagado y reconfortado. Di graciasa Dios por haber hablado la vez anterior y march junto a mis com-paeros quienes, obviamente, tambin se hallaban harto contentospor la aprobacin del proyecto.

    Pasaron varios das y an prosegua yo trabajando en la cons-truccin, dado que mis superiores me haban responsabilizado de lasupervisin de la obra, teniendo entonces que asumir la direccintcnica de la misma. Por ello asista diariamente al lugar de la edifi-cacin y controlaba que todo siguiese el curso normal.

    Un da, estando en mi oficina y luego de haber tenido una maa-na trajinada, recibo a un compaero que me haca llegar una citacinde la seora de Pern; la misma deca que deba presentarme ese

    24

  • mismo da a las diez de la noche y en su despacho. Recuerdo que lepregunt al compaero que traa el mensaje si conoca los mvilesde tal reunin. Me dijo que l slo saba que la misma nada tena quever con motivos laborales; l consideraba que se deba a razonespolticas. Permanec intrigado y confundido dada la respuesta delemisario; pensaba muy para mis adentros cuales seran las razones yms dudas brotaron cuando comprob que de mi rea de trabajo yoera el nico citado. Concurr al despacho de Eva y al llegar a l com-prob que un grupo de personas, a las que yo desconoca, permane-can en la puerta esperando. Le pregunt a uno de ellos si tenan citacon Evita respondindome que s, y as me di cuenta que todos losall presentes haban sido convocados junto a m. Luego de una espe-ra bastante prolongada Evita nos recibi. Un hombre junto a ellahabl:

    -Compaeros. Ustedes han sido citados para dialogar con Evaacerca de la realidad del peronismo. Es esta charla algo informal,pues responde a la necesidad que tiene el peronismo de elaborar unproyecto nacional; ms adelante se les informar a cada uno de uste-des en forma personal de qu trata el mismo. Por ahora la intencines simplemente dialogar, y la seora de Pern est dispuesta a res-ponder a cada uno de los interrogantes.

    Un compaero interrog a Eva. -Disculpe, seora -dijo cortesmente-. El compaero acaba de

    explicar, de alguna manera, las razones por las cuales estamos aqupresentes. Pero, Por qu hemos sido justamente nosotros los elegi-dos?

    -Han sido elegidos -respondi Eva- por haber demostrado todossobrada lealtad y patriotismo, adems, la causa peronista y la futuramisin que debemos implementar requieren de hombres con esa cua-lidad de espritu: cada uno de ustedes ha sido seleccionados por tenerpresente en su ser ese signo. Ahora quiero que pregunten especfica-mente sobre el peronismo para acercarnos y as poder entendernosmejor.

    Una vez que Eva finaliz, yo, que me hallaba a un costado deella hacia el fondo pregunt:

    -Compaera Evita, Qu es el justicialismo?

    25

  • -En el justicialismo moran dos realidades bien demarcadas porsu doctrina. Una est contenida en los preceptos ideolgicos formu-lados en su cuerpo doctrinal por el General Pern. La otra est deter-minada por el profundo sentido mstico-filosfico de su tica y susvalores.

    -Entiendo perfectamente la primera parte de su respuesta -dije-.Pero me quedan dudas respecto a la segunda. Qu significado tienela mstica? -pregunt.

    -Cuando me refiero a la mstica doy a entender que el peronis-mo ms all de su realidad poltica y social, apunta a desarrollar unmodelo de hombre imbudo en ciertos sentimientos y pensamientosque lo transmutan espiritualmente, convirtindolo as en un hombrediferente. Tengan en cuenta seores, que el peronismo cree esencial-mente en el hombre, en la familia y en el estado. El General Pernsiempre me dice que es imprescindible transformar a la comunidad,y que para ello se debe comenzar desde el hombre para luego sseguir por todo el cuerpo social; de all que, necesariamente, el jus-ticialismo promulga una tica filosfica estructurada en valores dife-rentes.

    -Comprendo Eva su respuesta -dije-. Pero, Qu afirma esa ms-tica en el hombre? -pregunt.

    -Afirma un cambio -asever Eva-. Un despertar de la concien-cia particular, y si esta se traslada en forma genrica a la comunidad,transforma la conciencia colectiva del pueblo. Esto se torna impres-cindible si pretendemos modificar la superestructura cultural y socialde nuestra querida nacin. Por otro lado, nicamente esto es posiblesi despertamos en el pueblo un sentimiento, un valor opuesto al pro-puesto por el capitalismo internacional y nuestra oligarqua vende-patria. Ellos, a lo largo de la historia han cimentado un modelo dehombre programado sistemticamente para el consumo, el cual res-ponde en forma mecnica y automtica a sus intereses. Esto ha lle-vado a la creacin de un hombre empobrecido cultural y moralmen-te, siendo el mismo una vctima de estos seores. Se dan cuentacaballeros! El capitalismo se basa en una estrategia psico-socialcuyas tcticas de destruccin psicolgica debilitan la voluntad espi-ritual y aniquilan la mstica de un pueblo, afirmando la conducta

    26

  • humana en un materialismo egosta y aberrante. El justicialismo porsu parte pretende desestructurar la conciencia del hombre de dichaspremisas, y crear un hombre de genio afirmado en una autoestimaparticular y en una voluntad trascendente, todo esto bajo una estra-tegia de reorientacin poltica, social y cultural justicialista.

    A estas alturas, los compaeros presentes convocados al despa-cho de Eva se hallaban sumamente turbados y perplejos dadas lasrotundas afirmaciones de nuestra lder y compaera de causa. Nadiehallaba la salida al laberinto del asombro cuando un compaero ubi-cado en el centro de la sala pidi la palabra, la cual fue concedida porEva previamente preguntarle su nombre. Entonces, este compaerollamado Oscar pregunt:

    -Compaera Evita, Es imprescindible cambiar al hombre, des-pertarlo como usted dice para realizar una estrategia poltica?

    -Para el peronista, s -contest Eva tajantemente-. Sin dudas quepara la Sinarqua no, ya que, obviamente, sus premisas no se basanen instaurar un hombre dignificado material y espiritualmente. Estolo demuestran sus dos alas polticas: el liberalismo y el marxismo.Tales sistemas doctrinales pierden de vista al hombre y slo buscanarribar a ciertas entelequias sociales y culturales, donde la justiciasocial poco interesa. Mas para el peronismo la finalidad primera yprincipal pasa por concretar las aspiraciones del pueblo, primero enel orden social, desterrando la miseria y la pobreza, para luego pasara lo estatal, porque, De qu sirve tener un estado poderoso si el pue-blo se hunde en la miseria? Tal es el caso de Rusia. Esa no es, enabsoluto, la finalidad del justicialismo. Indudablemente nosotrostambin pretendemos un estado poderoso, pero, como dijimos, conun pueblo dignificado material y espiritualmente; esa es una condi-cin elemental para nuestra doctrina.

    -Seora Eva -dijo otro compaero-. Entiendo yo que el justicia-lismo con su peculiar poltica ha despertado a la Argentina, la cualse hallaba hasta entonces sumida en un verdadero letargo poltico yeconmico. Todos nosotros, los compaeros que trabajamos en suFundacin, nos hemos sumado al proyecto poltico-econmico delGeneral Pern y de la compaera Evita. Ahora que es prcticamenteun hecho esta nueva realidad social, Qu es lo que debe cambiar

    27

  • dentro del poltico argentino, dentro del justicialista?-Veo compaeros que mi postura ha despertado inters en uste-

    des, y esto es lo que pretend cuando denomin la necesidad de unamstica diferente. Muchos polticos han criticado mi conviccin yafirmacin en ella argumentando que esto es abrazar un idealismoutpico. Mas yo creo que este concepto es producto de una confu-sin y falta de visin, porque la poltica es tica mas ideal, y sin ellael pragmatismo no sirve de nada: slo genera errores. De all quesiempre he estado en contra de las polticas especulativas y calcula-doras de los salvajes capitalistas liberales, quienes no abrigan msque intereses particulares; esa visin de la vida es propia de lamediocridad que los caracteriza. Es por ello que yo constantementepromulgo al hombre de genio, al hombre iluminado; estoy seguraque este tipo de hombre es el nico capaz de crear revoluciones conel fin de reformar las sociedades: la historia as lo demuestra. Elperonismo es un movimiento revolucionario no solamente porqueaspira a transformar las estructuras polticas y econmicas de estanacin, lo cual ya est concretando, sino porque adems pretendegenerar un hombre nuevo. Para ilustrarlo mejor acerca de lo que sig-nifica un hombre despierto, voy a contarles algo de mi historia per-sonal. Ustedes conocern sin duda algo de ella, sabiendo por ejem-plo que yo he tenido que romper con toda una serie de pautas cultu-rales, de prejuicios sociales los cuales no voy a proceder a desarro-llar dado que son de pblico conocimiento. Mas s quiero decirlesque cuando part de mi tierra, Los Toldos, sent la necesidad viva deuna bsqueda, de atrapar un destino diferente; no saba qu me depa-rara el mismo, pero tena la firme conviccin de que dara todo dem para cambiar mi historia personal. Al llegar a Buenos Airescomienzo a vivir esa bsqueda, y gracias a Dios mi situacin comen-z a modificarse para bien especialmente en lo econmico. As, allograr salir de la pobreza material, me atrev a considerarme unaafortunada, ms an cuando logro tener acceso al mundo del espec-tculo, y, por qu no, a la fama; les confieso que por entonces yocrea haber llegado a tocar el cielo con las manos. Pero estaba total-mente equivocada, esto me lo permiti ver el General Pern. Apenaslo conozco, este gran hombre me indica y seala una tica diferente;

    28

  • pero yo al principio no le haca caso, y si bien la comparta intelec-tualmente, no pretenda para nada modificar mis pautas sociales yculturales. Es decir que si bien estaba siempre al lado del general ymi comportamiento social y particular era el mismo, yo segua, noobstante, abrazando el lujo, el confort y mi gran amor a las joyasentre otras cosas. Solo despus de mi viaje a Espaa, es decir alretornar del mismo, comprend el sentido de esa tica, ese cambio devida, y el mismo fue el producto de una experiencia, de una viven-cia espiritual que ms adelante con seguridad les narrar. Lo quequiero significar con esto es que antes yo era una mujer mediocre,dormida, seducida por pautas culturales materialistas y burguesas,las cuales eran verdaderas dueas de mi voluntad y de mi concien-cia. Es decir que yo no era duea de mi propia alma, de mi propiodestino, y esta condicin anmica me quitaba capacidad espiritualpara entender la realidad social y econmica del pas. Unicamente alromper con esa vida y desarrollar una voluntad diferente, una ticaespiritual guerrera, combativa, y luchando primero contra m mismapara luego s enfrentar a los de afuera que de una manera u otra meproyectaban este modelo, pude despertar y ver el camino que elgeneral me haba trazado. Esta comprensin diferente de m mismoy de la realidad me permiti ver al enemigo, y cuando comprendcomo era l y de qu manera acta dentro de nuestro pueblo me deci-d a combatirlo: as naci la compaera Evita. Es en ese momentocuando el general me ofrece crear la Fundacin Eva Pern, y graciasa Dios tuve con ello la oportunidad de tener en mis manos una herra-mienta de poder con la cual combatir a esta oligarqua traidora, ene-miga eterna de la patria justicialista.Alcanzan a aprehender compa-eros el sentido de mi comentario? Quiero que comprendan que eljusticialismo necesita en forma urgente concretar hombres de genio.Hasta donde hemos llegado basta la capacidad de los hombres comu-nes, actuales; pero los tiempos que se avecinan requerirn de unhombre diferente, basado en una tica noolgica-guerrera, afirmadoen un fanatismo mstico-filosfico peronista y decidido a darlo todopor la causa de nuestro general, que es la causa de todos los argenti-nos.

    Mientras Eva disertaba yo miraba a mis compaeros pudiendo

    29

  • apreciar en sus rostros el grado de admiracin y respeto hacia ella;nadie osara cuestionar sus afirmaciones. Yo, por mi parte, evaluabaen mi interior los conceptos vertidos por Evita. Era cierto, se habaproducido una metamorfosis en su comportamiento. Ya no era lamujer de cabellos rubios sueltos; ahora los llevaba rigurosamenteescogidos hacia atrs. En el olvido haban quedado sus suntuososvestidos, los cuales haban provocado diversos comentarios enMadrid y en Roma. En cuanto a sus alhajas, las mismas fueron defi-nitivamente guardadas. Ahora vesta un sencillo traje negro y el oca-sional emblema justicialista como nica alhaja. Ya no le interesabanlas recepciones ni las fiestas, pasando a llevar una vida casi mons-tica: era austera, disciplinada y duea de una voluntad nica. Nofumaba, no beba alcohol; tomaba nicamente agua. Incluso habarenunciado definitivamente a su compositor musical favorito:Chopin. Adems trabajaba como ninguna: era la primera en arribar asu puesto y la ltima en retirarse. As entonces, pasada ya la media-noche, seguamos escuchndola y ella ni siquiera se haba fijado enla hora. Es decir que Evita realmente haba cambiado en los ltimosaos, debindose ello a la profunda comprensin de la verdad quenicamente ella poda vivenciar; mas, gracias a mi voluntad yo tam-bin pude al tiempo participar de ella. Evita prosigui con su diser-tacin.

    -Compaeros -dijo-. Debemos romper con la ilusin que nostiene seducidos y cegados. Slo podemos combatir a los poderes quepretenden destruirnos si nos afirmamos en una tica gnoseolgicaguerrera, en un espritu guerrero, ya que, de lo contrario, resultaraimposible derrotarlos. Ellos no solamente se hallan detrs de laArgentina, sino que estn en el mundo entero; de all que debamospermanecer unidos. Hay un supracapitalismo que se mueve en lassombras y que nos asecha en forma constante incitando a nuestra oli-garqua a que nos combata y derroque. Debemos estar alertas enton-ces para enfrentarlos, as como lo hemos hecho hasta ahora. Ya laconversacin se haba tornado amena y un nuevo compaero se dis-puso a interrogarla.

    -Compaera Evita, Existe realmente un poder internacionalconfabulado en determinados sectores con la firme intencin de

    30

  • dominar el mundo o, lo que es lo mismo, instaurar un gobierno mun-dial?.

    -Por supuesto -afirm Eva en forma tajante. El mismo es unarealidad como estos libros depositados sobre la mesa. Lo que suce-de es que estos poderes han tejido una trama tan perfecta que resul-ta extremadamente difcil reconocerlos sobre el lumbral de sentidodel mundo. Ellos son unos maestros en el arte del camuflaje. Fjenseustedes lo que realmente es la oligarqua, el capital, el internaciona-lismo imperialista. Si bien aparentemente estos funcionan en formaseparada, animando cada uno sus contextos estratgicos, tcticamen-te actan en forma mancomunada cuando las circunstancias lorequieren. De esta forma, existe un solo poder mundial poltico yeconmico-financiero que se halla por sobre todos los mecanismos.Al mismo, Pern lo denomin "Sinarqua Mundial". Indudablementeque a nosotros no nos debe interesar tanto 1a sinarqua mundial; loque realmente debe preocuparnos es nuestra oligarqua: es ella elreal enemigo de la patria. La oligarqua es el punto a travs del cuallos internacionalismos capitalistas penetran, merced a sus diferentesideologas, en la sangre, en los huesos de nuestro pueblo. Sepan uste-des compaeros que el general, este ilustre hombre en su inmensasabidura y poder siempre me dice que es prcticamente imposiblereconocer a estos poderes, ya que ellos trabajan en forma subterr-nea, es decir debajo de la conciencia colectiva, y el pueblo difcil-mente los llega a distinguir. De all que casi nadie crea que existan;es necesaria cierta comprensin poltico-histrica profunda parapoder reconocerlos. Pern, gracias a su capacidad cognoscitiva, a suvisin profunda de la realidad ms all de los niveles ordinarios, losha reconocido. Pensemos por un momento en las redes de corpora-ciones, multinacionales, instituciones internacionalistas religiosas yfinancieras que se desplazan en la superestructura cultural delmundo superando en poder a los estados mismos. Es tanto el poderque ostentan, que determinan los gobiernos y, en algunos casos,superan en capital econmico y financiero a naciones enteras, inclu-so a las denominadas "desarrolladas". Tengan ustedes en cuenta quelo que designamos como "nuestra oligarqua" es la unin de todosestos sectores de poder dentro de nuestro suelo. Indudablemente esta

    31

  • oligarqua est conformada no solo por capitales nacionales, sinoque tambin participan de ella capitales internacionales que, por logeneral, son ms poderosos y tienen ingerencias directas sobre nues-tros capitalistas. Estos, entonces, resultan simples lacayos servidoresde ese capital internacional asentado en nuestro pueblo. Entiendanque cuando me refiero al poder, estoy nombrando por antonomasiaal dinero, y con ello, designo indirectamente a la oligarqua como eleje del poder. En nuestro pas, la oligarqua y sus diferentes compo-nentes siempre han regido y manipulado el poder; nicamente lo hanperdido, y del todo, con la llegada al gobierno del JUSTICIALIS-MO. Quiero aclarar al respecto que hubo gobiernos que tal vez hicie-ron oposicin a la oligarqua, pero que jams cimentaron polticasnacionales; siempre, de una forma u otra, fueron determinados en suaccionar por la oligarqua. Es por ello, entonces, que los he convo-cado a esta charla poltica. Tal vez ustedes ya conocen y dominanestos conceptos. A lo mejor, y por lo contrario, esta conversacin lesparezca extraa; mas de algo estoy segura: aquellos a quienes nece-sito en un futuro para desarrollar determinadas estrategias a nivelnacional, con el tiempo entendern este discurso.

    Compaeros, el peronismo ha creado un campo mstico-polticodiferente a todos, y la oligarqua, e incluso la sinarqua internacionalhan quedado sin capacidad operativa dentro de esta nacin. En tanslo tres aos, Pern consigui transformar estructuras sociales y leotorg a la nacin argentina una posibilidad poltica, econmica ysocial como nunca antes la tuvo. Slo los hombres dormidos ymediocres no alcanzan a comprender lo que el general hizo y siguehaciendo por este pueblo; es, por ello, nuestra obligacin poltica ypatritica defender y acompaar al general en esta causa. Debemoscomprender que el justicialismo es un gran bastin, un verdaderomuro contenedor de la oligarqua y de los poderes internacionales.Es el peronismo la nica fuerza capaz de detener la penetracin delveneno social y cultural del capitalismo, y adems la nica que le hadado a este pueblo una ideologa nacional y popular cimentada enlos valores y tradiciones patrias, con lo cual ser factible la libera-cin econmica y fundamentalmente espiritual del mismo. Cmono afanarnos por Pern, si l nos ha dado una identidad poltica y nos

    32

  • ha liberado del internacionalismo ideolgico tanto liberal como mar-xista! Combatir al capital, como ya dije, se torna sumamente difcil;ellos estn, incluso, apoyados por fuerzas sobrenaturales. Pero tam-bin en el peronismo mora un poder sobrenatural, y es el rostro deDios en nuestra patria; l est dispuesto a darlo todo con tal de rea-lizar los sueos de toda esta nacin, de toda esta bendita patriaargentina. Sabe el seor que tenemos la verdad y la justicia, y quedispondremos de todo el material espiritual y moral para combatir alos que se atrevan a oponerse a nuestros planes de unin nacional.Tengan bien en cuenta esto, compaeros: los combatiremos.

    Evita se detuvo por un instante. Yo aprovech para observarnuevamente a mis compaeros. Me preguntaba para mis adentrospor qu justamente nosotros habamos sido citados y nos hallba-mos, por ende, escuchndola. Internamente presenta que una pode-rosa razn exista para que dicha reunin tuviese sentido: la diserta-cin poltica que estaba exponiendo Eva Pern vivenciaba un pro-fundo misterio digno de ser develado. Mientras ms razonaba sobreello ms fuerza adquira dentro mo la bsqueda de los motivos rea-les de esta cita. Otro de los interrogantes resida en el origen de loscompaeros presentes (alrededor 12 14, no recuerdo con preci-sin). Yo conoca a algunos, y los ubicaba dado que trabajaban den-tro de la Fundacin; pero la mayora de ellos no pertenecan a lamisma y ni siquiera ocupaban funciones gubernamentales: eran"simplemente" peronistas. De algo estaba seguro: esa gente no habasido elegida al azar, sino que fueron convocados a esta cita en formadeliberada, seleccionados especficamente por alguna razn muyespecial.

    Mientras me hallaba absorto en mis pensamientos otro compa-ero interrog a Eva.

    -Compaera, usted afirma que es difcil derrotar a la oligarqua,y, de acuerdo a sus conceptos, ella tratar de combatir al peronismo.

    -As es, compaero -asever Eva.-Bien. Dgame entonces. Cmo se combate a la misma? Cul

    es el mtodo?-Qu cree usted compaero? -contrapregunt Eva-. Cul sera

    el camino y qu podra llegar a suceder?

    33

  • -Los mtodos no los podra precisar yo -dijo l-. De lo que sestoy seguro es que arribaramos a un enfrentamiento total con lamisma, tal vez a una confrontacin blica con algn sector de nues-tra oligarqua.

    -Est usted en lo correcto -dijo Evita-, cada vez que los pueblosgeneraron ciertas resistencias a los planes y proyectos de la oligar-qua, ello deriv en una contienda blica, en una guerra civil; esta esuna regla histrica que se ha repetido en forma constante. Mas debe-mos comprender que estas situaciones lmites donde los pueblosmanifestaron una hostilidad esencial a la oligarqua se han dado enforma inconciente, instintiva, automtica. Es decir que, por lo gene-ral, esta actitud de oponerse a los poderes gorilas es el producto dela desesperacin de cierta clase social debido a la opresin salvaje ala cual es ella sometida. De esta manera, las reacciones se producensin una previa estrategia, sin un previo estudio de la situacin socio-poltica. Este no es el caso del justicialismo, pues el General Pernjunto a un grupo de compaeros despiertos, conocedores de las tra-mas de la oligarqua nacional y del internacionalismo capitalista,hace tiempo que vienen generando estrategias de oposicin sabia-mente elaboradas para poder resistir y adems combatir con fierezano slo a la oligarqua nacional, sino tambin al internacionalismoimperialista que tiene oscuros y siniestros intereses en nuestra que-rida nacin. De esta manera el General Pern, una vez que llega alpoder, lo hace empuando las estrategias polticas y econmicas aaplicar y desarrollar en su gobierno justicialista. Su capacidad e inte-ligencia nos ha dado el cuerpo doctrinal donde l ha vertido las pre-misas y mximas con las cuales poder realizar una oposicin eficaza los intereses de la oligarqua. Gracias a Pern, esta revolucin noes el producto de una mera lucha de clases o de un levantamientopopular por una espuria explotacin social, como ha sucedido en lasrevoluciones socialistas, comunistas y liberales. Por lo contrario, larevolucin justicialista es la resultante de una estrategia, la que hasido proyectada concientemente y llevada a cabo cientfica y espiri-tualmente. Por ende no es obra del oportunismo de unos sectores,como ha ocurrido en la mayora de las revoluciones, los cuales apro-vecharon las circunstancias sociales para, a travs de ellas, usurpar

    34

  • el poder y desde el mismo desarrollar polticas egostas y sectoriales.El justicialismo, seores, es el producto de la capacidad, la inteligen-cia y el corazn de un grupo de compaeros abrazados al poder, a lamstica y, fundamentalmente, a la sabidura trascendente del GeneralPern.

    Compaeros, quiero que comprendan que, por lo general, estasoligarquas, traidoras de todo lo popular y nacional, buscan cualquierargumento con tal de seguir sostenindose en el poder, y que si lopierden, como es en este caso, no dudan en desatar una guerra civilcon tal de recuperarlo: es esta la situacin que viviremos en un futu-ro no muy lejano.

    Por ahora nuestra oligarqua est quieta, dado que la tenemoscontrolada; ms ya hay sectores dentro de la misma, especialmentemilitares y clrigos, que se estn confabulando en contra de nuestroproyecto de unin nacional; por lo pronto no se atrevern a hacerabsolutamente nada, pues saben que si osasen mover un pie el pero-nismo los aplastara. Estos oligarcas son tan vacos y pretensiososque no comprenden el sentido noolgico-trascendente del peronis-mo. Si al menos comprendiesen el destino sobrenatural y divino denuestra misin, tal vez nos dejaran realizar nuestros proyectos. Si dealgo ellos estn convencidos, es de nuestro poder; an no salen delasombro y no pueden entender cmo el General Pern en tan cortotiempo logr llegar al poder e implementar una poltica socio-econ-mica tan brillante, permitiendo el despertar material y espiritual deesta gran nacin, de este bendito pueblo argentino.

    Seores, es menester conciencializar los momentos mstico-filosficos del justicialismo. Hay que entender que detrs de nuestromovimiento existe una fuerza espiritual que nos apoya. El peronis-mo, y lo digo una vez ms, no es un simple sistema poltico, un par-tido ms al estilo del conservadorismo o del radicalismo. Estos sebasan en simples dogmas econmicos manejando la poltica desde elclculo, desde el nmero; consideran la realidad en forma fra ypragmtica estructurada en un materialismo basado en la evolucinbiolgica. En cambio el justicialismo se genera a partir del anlisismstico-filosfico de la realidad, contenido en un profundo sentidocristiano pero amparado en una tica noolgica guerrera. Es decir

    35

  • que Pern, en su anlisis de las soluciones sociales, parti no de unpragmatismo econmico o poltico, sino desde una mstica donde lalibertad, la justicia y la igualdad en todos los rdenes de la existen-cia son las nicas verdades a implementar para despertar y desarro-llar a un pueblo. Es ah donde radican las diferencias compaeros: eljusticialismo tiene como base a la mstica, siendo ella el sostnsobrenatural desde el cual emana todo el proyecto poltico socio-econmico del General Pern.

    Quiero confesarles, compaeros, que comprendo perfectamenteel hecho de que muchos de los aqu presentes no comprendan el sen-tido de mis afirmaciones y desconfien del significado de nuestramstica, pues yo misma tard aos en sentir el espritu de esta ver-dad. Respecto a la mstica, quiero dejar en claro que la misma no esun sentimiento religioso, una tica monacal: ella no participa de undogma clerical. Es menester que comprendan y destierren esta idea,puesto que la mstica peronista parte de un misterio totalmente dife-rente al de las msticas religiosas. Estas msticas (de los diferentesdogmas religiosos) estn embudas de un fuerte contenido psicolgi-co contemplativo y devocional, enmarcadas en una tica filosficamonacal o clerical. La mstica peronista, en cambio, est sostenidapor la sangre y fundamentalmente por el suelo, enmarcada en unasabidura gnoseolgica trascendente y amparada en una tica filos-fico-heroica.

    Compaeros, se torna vital comprender el sentido de nuestramstica, porque es ella la que generar al autntico justicialista, alperonista propiamente dicho, y es este tipo de hombre el nico capazde luchar hasta ms all de los lmites con tal de engrandecer a nues-tra patria.

    Caballeros, esta reunin se proyect con el fin de generar unaestrategia de oposicin donde la mstica sea impartida. Un profundomisterio se esconde tras este encuentro, y, si vuestra lealtad a Pernes digna y verdadera, tal vez se les otorgue la oportunidad de cono-cer y acceder a un proyecto con el cual pensamos transformar alhombre argentino. Sobre esto, cada uno de ustedes ser citado en sudebido tiempo y forma a una futura reunin. Espero, compaeros,que hayan comprendido la razn de esta convocatoria y que nuestra

    36

  • conversacin sea mantenida en el debido secreto; y apelo al honor ya la lealtad de cada uno de ustedes para mantenerla en reserva.

    Evita nos salud y se despidi hasta una nueva ocasin. Por miparte no lograba salir del asombro sintindome un privilegiado, porhaber podido escuchar a nuestra lder. Un compaero quien perma-neci todo el tiempo a su lado mientras ella disertaba, nos pidi losdatos personales con los cuales procedi a llenar una ficha; ademsnos otorgara una invitacin a cierta convencin poltica a realizarseen los das venideros con motivos de una muy importante celebra-cin.

    Recuerdo ntidamente los sentimientos, pensamientos y funda-mentalmente los deseos que me asaltaron en los das posteriores alencuentro; todos coincidamos en algo: volver a charlar con Eva.Luego de varios das en los que yo prosegua con mis tareas dentrode la Fundacin, la entrevista sostenida me pareca decididamenteuna ilusin. Consegu volver a ver a Evita en dos ocasiones, median-do en las mismas motivos laborales; en ambas ocasiones me saludcortesmente e incluso pronunciando mi nombre, pero en ningnmomento insinu siquiera la posibilidad de una nueva reunin, esms, se mostr como siempre, recia y disciplinada, circunscribiendoestos encuentros a aspectos estrictamente profesionales de laFundacin. Recuerdo que en esos ocasionales encuentros, Evita nome permiti hablar sobre lo tratado en la cita, es ms, su fra miradano admita interrogatorio alguno, y sabiendo yo de la personalidadde ella, opt por no preguntar absolutamente nada. Eso s, abrigabala esperanza de ser convocado nuevamente. Adems se acercaba laconvencin, all se me presentara la oportunidad de conversar conella. Ahora bien, debo confesarte que tena ciertas dudas al respecto,ya que, al verme frustrado en esas dos ocasiones y al ser ella termi-nante en su decisin, consideraba que jams sera tenido en cuentapara esa estrategia futura. Dadas las circunstancias, me hallaba ver-daderamente angustiado, ms an teniendo en cuenta que no podacontarle a nadie acerca de la entrevista y reunin con Evita, lo queaumentaba en grado sumo mi estado de angustia y desesperacin...

    Los das transcurran y se aproximaba la fecha de la convocato-ria, la cual consista en la celebracin y festejos de una fecha patria.

    37

  • En ella yo esperaba ansiosamente encontrarme con Evita y hablarleacerca de la entrevista y en especial del inters despertado en m porla disertacin dada por ella en la reunin anterior. Obviamente, eseda lleg, y lo que voy a narrarte son ciertas experiencias que viv enesos festejos. Concurr a la hora exacta en el lugar sealado: laResidencia Presidencial. Te confieso que fue una fiesta magnfica,hallndome maravillado de aquel acontecimiento; en rigor de ver-dad, era la primera vez que asista a una celebracin de semejantemagnitud. Si bien en mi espritu yo no participaba de este tipo deagasajos porque los consideraba parte de un estilo de vida burgus,en esta ocasin no me molestaba para nada, debindose ello a quesaba concienzudamente del bienestar del pueblo argentino; entendaque era un derecho legtimo de estos lderes el conmemorar de estaforma una fecha patria, y que este tipo de acontecimientos resaltabanel magnfico gobierno que llevaba a cabo el General Pern.

    Me llam profundamente la atencin la elegancia del lugar,decorado con cierto estilo europeo y dotado de un sentido aristocr-tico, descollando entre todos la belleza luminosa de Eva. All tam-bin me encontr con un grupo de compaeros asistentes a la reu-nin anterior, pudiendo distinguir en ellos un cmulo de ansiedades.Pensaba yo, que tal vez ellos se hallaban compartiendo una mismainquietud: poder retornar al dilogo mantenido en aquella oportuni-dad con Evita.

    Nuestra lder se hallaba rodeada de personajes polticos de lapoca y, a su lado, siempre el general. En cierto momento me pudeacercar y darles mis saludos. Evita me mir y, reconocindome, lecomunic al general que yo era un colaborador de su obra socialdentro de la Fundacin; luego me present a Pern, lo cual recuerdoque agradec sobremanera. Luego de unas formalidades y en formaimpertinente, le ped a Eva si poda dispensarme algunos segundos.Ella, un poco asombrada, me pidi que esperase unos instantes; mealej convenientemente pensando si realmente no haba estado fuerade lugar el solicitar a Evita tal pretensin; pero me hallaba decididoa resolver mi intriga, y la nica posibilidad cierta estaba en lasmanos de la compaera Eva. Tras un breve momento, aproximada-mente una media hora, durante la cual Eva no dej de saludar a todo

    38

  • tipo de compaeros y compaeras, un camarero se me acerc paracomunicarme que la Primera Dama de los argentinos solicitaba mipresencia. Claro que asist urgentemente, y al llegar donde ella esta-ba Eva pregunt:

    -Cul es el motivo de esto y en qu puedo servirlo arquitecto?-Disculpe mi impertinencia, compaera -dije-. Recuerda usted

    la conversacin mantenida en su despacho hace ya un tiempo con ungrupo de compaeros peronistas?

    -Claro, compaero!-Bien. En aquella ocasin usted dej entrever la posibilidad de

    una segunda reunin, y yo tengo sumo inters en saber si la mismasera factible.

    -Me parece muy bien que se halle interesado en el tema. S,compaero. En un futuro realizaremos otro encuentro; mas este noes el momento ni el lugar para conversar sobre estas cuestiones. Misecretario 1e dar a usted una cita en determinado lugar dondepodremos dialogar detenidamente.

    Eva orden a su secretario que me entregara una tarjeta en lacual constaba la hora y el lugar donde nos reuniramos. Luego mesalud, para continuar atendiendo sus responsabilidades. Como noera para menos, experimentaba en mi interior un regocijo sin igual.Me march al instante, esperando la llegada de tal ansiado da.

    Respecto a la fiesta, quiero relatarte una experiencia vivida alser yo presentado por Evita al General Pern. Al verlo, antes de salu-darlo por primera vez, ya que si bien lo conoca de vista jams lohaba tratado personalmente, record el efecto que produjo el estre-chamiento de la mano del general en un compaero mo con el cualtrabajbamos en la Fundacin. l sostuvo que al apretar la mano dePern sinti fluir en su alma algo as como una corriente elctricaque lo conmovi internamente, cre entonces que dicha experienciaera el producto de la accin de la figura del general, la cual habaactuado como un mito dentro de la conciencia de mi amigo y com-paero Ral. l le profesaba una profunda devocin al general, yquizs esa admiracin inconciente a Pern era 1a causante de seme-jantes efectos. Indudablemente me equivoqu. Si bien yo considera-ba a Pern un hombre ilustre, debo confesarte que jams lo haba

    39

  • deificado, mistificndolo como un dios o un mesas, es ms, de estamanera consideraba a Evita; a ella realmente la vea como una santa,y cuando la conoc personalmente llegu a elevarla a la categora dediosa. Pero en el preciso momento en que el general me estrecha lamano, di fe de las palabras de Ral convencindome totalmente dela veracidad de sus afirmaciones. Recuerdo adems las miradas deEvita y el general; ellos me dieron la impresin de estar escudrian-do dentro de mi alma. El general, al observarme, pareca descarnartoda mi realidad ontolgica. Sent que l poda descifrar mi interior,evaluar mi condicin anmico-espiritual, y que saba que para m eraimposible evitarlo. Con el tiempo pude comprender que Pern yEvita no slo haban observado entonces mi constitucin psicolgi-ca, sino que estaban buscando en mi interior ciertos signos noolgi-cos. Al momento de vivir esta experiencia me intrigu sobremanera,al igual que Ral.

    Como te dije, al tiempo, pude entender este suceso; entoncescomprend definitivamente que tanto Pern como Evita haba colma-do y traspasado mis expectativas. De all que decid trasmitirte estaexperiencia, pues la misma jams me sucedi con otra persona.

    Luego de mi primer encuentro con Eva Pern, sent crecer en miinterior una pasin que me desbordaba anmicamente. La misma mepredispona y me motivaba espiritualmente a comprender ciertosinterrogantes que antes no haban logrado inquietarme. Debes saberAlfredo, que si hay algo que tuve siempre, apareciendo desde tem-prana edad, es una profunda vocacin de servicio. Particip tanto enla facultad como en diversas instituciones deportivas bregando siem-pre por la justicia y la verdad, y combatiendo airosamente lo queconsideraba como injusto. Al llegar el peronismo me enrolo en susfuerzas porque consideraba al mismo como la oportunidad de reali-zar dicha vocacin, es decir, crea en esta doctrina y en este partidocomo la opcin ideal que tenamos los argentinos de constituir unanueva nacin. Era yo, por entonces, un pragmtico, y por lo tanto mehallaba convencido de que la poltica era cosa de nmeros y clcu-los econmicos-sociales; jams hubiese imaginado que ms all delos intereses sectoriales y de la lucha de clases poda existir algotrascendente y divino sobre estas estructuras. Indudablemente este

    40

  • dogmatismo cultural, en mi anlisis pragmtico y convencional de lapoltica, se deba al estudio de la realidad social de la poca; en ellayo no encontraba motivos o milagros polticos en los partidos impe-rantes como para pensar de otra manera. El peronismo y su transfor-macin social, ms mis conversaciones con Evita, crearon en m unaperspectiva diferente, y los conceptos vertidos por ella acerca de unaconfabulacin internacional de poderes que ella denominabaSinarqua (si=unin - arqua=poderes), que se mueve entre las som-bras determinando la poltica y la voluntad de los pueblos, habancrecido axiolgicamente dentro de mi conciencia. Luego de mi pri-mera conversacin con Eva, comenc a evaluar cientficamente cier-tos conceptos. Ellos se iban afirmando cada vez ms dentro de mcomo algo veraz, autntico. Evaluaba una y otra vez los temas trata-dos en la cita, y ellos resonaban en m con una fuerza cada vezmayor, disipando todo tipo de dudas y afirmando verdades que mellevaban a una modificacin de mi visin de la poltica y de la vidamisma. Lo que ms me atrap, sin duda, fue la idea de la existenciade fuerzas sobrenaturales o divinas que actuaban detrs de esta doc-trina. Me hallaba conmocionado por estos conceptos o ideas; yojams haba meditado sobre ello, y siempre haba pensado que lodivino solo se manifestaba a travs de las ticas monacales, es decirque nicamente era puente entre Dios y el hombre la institucin cle-rical, ms, por ende, en los aspectos sociales o colectivos. Ahoracomenzaba a convencerme de esta verdad, la cual modificaba total-mente mi perspectiva de anlisis tanto poltico como social y econ-mico de la realidad; las dudas iban cayendo una a una, y la idea deuna oligarqua nacional confabulada con poderes internacionales aquienes para nada les interesa una Argentina desarrollada se hacacarne en mi interior. De esta manera, la idea de que detrs del pero-nismo, es decir de Eva y de Pern, exista una fuerza sobrenaturalque amparaba la doctrina y las estrategias generadas por ella, se cer-na fuertemente en mi conciencia. Slo algo desconocido, misterio-so y poderoso podra lograr engaar y vencer al enemigo de la patria:el peronismo tena ese poder transformador. Pern estaba modifican-do la realidad produciendo una alquimia social, despertando al pue-blo, unindolo a una revolucin social y cultural que al presente nos

    41

  • otorgaba justicia social, independencia econmica y soberana pol-tica.

    Para lograr un esclarecimiento an mayor de todo esto, me pusea descifrar en esos das la realidad social, llamndome poderosamen-te la atencin la resistencia que ofrecan al peronismo los sectoresoligarcas y burgueses; ya sabemos que a estos slo les interesa susprivilegios y para nada el bienestar de la patria en general. Pero erallamativa la hipocresa y la desfachatez que moraba detrs de todoesto, pues instituciones que contaban con un vasto poder cultural yque haban sido sumamente respetadas por Pern, comenzaban amostrar cierta enemistad hacia el peronismo. No vea yo ningunarazn como para ponerse en contra de la poltica social y econmi-ca, ya que esta era brillante, habiendo comenzado a satisfacer todoslos deseos populares y nacionales; mas la oligarqua reaccionabaagresivamente ante esto, criticando sin piedad a Pern y despotrican-do contra Evita. Si tenemos en cuenta que antes de la llegada delperonismo los grandes sectores populares se hallaban sumidos en lapobreza y ms an en la miseria, donde el obrero trabajaba por unmagro salario y en condiciones denigrantes, de servidumbre total,siendo avasallado en todos sus derechos por parte del capital, y queel peronismo justamente estaba cambiando dicha realidad, entonces,Por qu sectores religiosos, intelectuales y polticos se oponanabiertamente a estas reformas? Deduca yo que esto se justificaba enlos polticos y filsofos porque ellos respondan abiertamente a laoligarqua; mas no me entraba en la cabeza por qu la iglesia, o, paraser ms exacto, parte de ella no vea con buen agrado todo esto, msan teniendo en cuenta que, segn ella, era enemiga declarada de laexplotacin del hombre por parte del capital. Adems, durante esteperodo poltico, donde la injusticia social era una realidad tangible,la iglesia ni siquiera se dignaba en denunciarlo, y cuando lo haca,muy espordicamente, habra sido preferible que no lo hubiesehecho: su voz careca de cuerpo, y en vez de sonar atisbaba, siendoas incapaz de llegar a los odos de nadie. Siendo yo entonces de fecristiana, habiendo sido formado bajo su doctrina, me hallaba en lapenosa situacin de tener que reconocer que la iglesia no habahecho nada antes y encima se opona ahora. En tal estado de confu-

    42

  • sin me hallaba entonces, ms teniendo en cuenta mi formacin cul-tural racionalista-cientificista fundada en una lgica pragmtica quehaba estructurado en m todo un concepto de duda respecto a lo reli-gioso. Si bien por herencia y educacin haba recibido una profundamoral cristiana, el tiempo fue edificando sobre ella una concienciafra y matemtica. Es as que al anlisis de la situacin poltica socialy cultural de la Argentina antes del peronismo lo haca yo libre depremisas culturales-religiosas que en forma preeminente determina-ran mis deducciones; tal vez si hubiera sido un devoto cristiano, miconsideracin de la iglesia en esa poca habra sido diferente, yseguramente que s; mas al ser yo un racionalista, no me hallabasujeto a pautas religiosas. De esta manera, abrigaba la certeza de queel clero se equivocaba respecto al peronismo: el curso de los aconte-cimientos me dara la razn. Por otra parte, si bien esa lgica meofreca ciertos puntos de vista beneficiosos en cuanto al anlisis oestudio del contexto poltico-social, me haba producido un vacomstico que slo poda llenar a travs del arte; en l yo rozaba loimpecable, lo sublime: vea a Dios. As que al principio no visualicnada sobrenatural en el peronismo; este era para m, simplemente unpartido poltico con buenas intenciones para gobernar. Mas al cono-cer a la compaera Evita, y luego de dialogar con ella, esa vacuidadse llen de inquietudes e interrogantes que en forma lenta y paulati-na y gracias a sus arengas se iban subsanando.

    El peronismo haba suprimido los abusos de una oligarquaterrateniente donde los valores morales comenzaban a brillar por suausencia debido al egosmo acendrado de un grupo de plutcratas,quienes, cual sanguijuela, estaban debilitando y enfermando el cuer-po de la nacin, pensando y actuando en ella de acuerdo a sus con-veniencias.

    Ahora bien, si encima de todo esto, Pern prcticamente habalogrado sentar las bases de una nueva nacin, evidentemente y unavez ms, Eva daba en la tecla: algo profundo y misterioso, sobrena-tural y divino lo apoyaba. El enemigo nico de la patria, esto es, lasinarqua internacional y la oligarqua nacional, permitan estegobierno por la sencilla razn de que en l haba cierto poder al cualles era imposible derrotar. Habiendo meditado esto durante das, me

    43

  • convenca cada vez ms de que una mstica diferente amparabadesde lo divino y guiaba a Evita y a Pern a un destino de grandeza;con esta pareja de semidioses en la escena poltica, los azares se lle-naban de sentido. Yo mismo haba sido una venturosa vctima deellos, ya que de alguna manera fui orientado hacia la poltica enro-lndome en esta causa, y cuando me hallaba a punto de renunciar,una "casualidad" y la figura de Evita hicieron que me aferrase nue-vamente al peronismo. Conocer a Pern y a Evita modific mi acti-tud ante la vida dotndola de sentido. Trabajar en la Fundacin EvaPern y participar de su obra despert mi mstica. Conversar conEva, y sobre todo escucharla, me enlaz a una sabidura superior,relacionndome con una tica gnoseolgica peronista la cual me per-miti desestructurar la telaraa de la ignorancia y la mentira tejidapor la sinarqua mundial y la oligarqua nacional. De esta forma mefui convenciendo de que hay sectores de la iglesia, ms cultura engeneral, que responden directamente a la oligarqua, y que las pala-bras de Evita y su odio hacia los traidores vendepatrias, tal cual ellalos calificaba, evidentemente tenan un sentido. Su sabidura me ibanutriendo, relacionndome a una mstica heroico-caballeresca queera la que promulgaba Juan Domingo Pern; lentamente iba yo des-pertando; nuevas fuerzas desatadas dentro mo comenzaban a darmeuna visin diferente de la realidad. Si luego de la charla me hallabaconfundido perdurando dentro de m una dualidad, la misma sedisolva cual trozo de hielo dada la comprensin profunda de lascosas que haca ahora desde la mstica. Lentamente se iba generan-do en m un hombre nuevo, una nueva forma de pensar desestructu-rada de la lgica formal y de la cultura racionalista me haca ver ysentir la realidad y al peronismo de una manera diferente.Comprend con todo mi ser que no estbamos solos ante el enemigo,y que si bien detrs de l hay fuerzas metafsicas que avalan sus pro-yectos, la mstica peronista tambin cuenta con el incondicional avalde una energa sobrenatural; gracias a ella la cruda realidad nacionalpudo modificarse para el bien de todos los argentinos que amamosesta bendita patria.

    Creeme, Alfredo, en pocos meses todo era metamorfosis; era unhombre totalmente diferente. Respecto a lo social, mis aspiraciones

    44

  • a ser un hombre de poltica haban desaparecido, y con ello, se des-hizo tambin el deseo de retornar a mis pagos. Ahora pues, luego demis dos encuentros con Eva, una nueva vocacin afloraba en mi inte-rior: la mstica. El peronismo visto por m anteriormente, resultabacompletamente diferente al ser trasladado desde lo exterior hacia lointerior. Ahora comprenda la doctrina no slo desde lo econmico,desde lo poltico y cultural, sino fundamentalmente desde lo msti-co. Desde la tica noolgica, heroica y caballeresca que lentamenteiba despertando Evita en m, este peronismo no slo tena la capaci-dad de transformar las estructuras sociales y polticas de la nacin,sino que adems desencadenaba un hombre diferente: despertaba elgenio que subyace en cada uno de nosotros.

    45

  • CAPITULO III

    Primera entrevista personal de Luis con Evita

    Recuerdo ntidamente lo conmovido que me hallaba el da quedeba entrevistarme nuevamente con Eva Pern. Asist puntualmen-te a la cita recibindome un compaero peronista quien muy amable-mente me acompa a una sala de estar, me comunic que Eva esta-ra conmigo en un momento y luego se retir. Mientras aguardaba,me inquietaba cada vez ms la presencia de una pequea biblioteca.Me acerqu a ella. En la misma se hallaban contenidos los l