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1 ¿MORIR ASUSTA? Gabriel Fabián Sandoval Velásquez Es una realidad que todos tememos a la muerte, que no queremos pensar en el momento en que nos pasará. Si bien es cierto que todos morimos, no es grato siquiera pensarlo. En cambio nos gusta y de hecho anhelamos la idea de una vida eterna y eterna juventud. Antiguamente, en la época de los emperadores y las bestias mitológicas, la muerte era vista muy distintamente de como se ve ahora. Los nórdicos, por ejemplo, para adorar y complacer a sus dioses debían triunfar en batalla, lo que implicaba muchas muertes. Dicho de otra forma, los dioses apetecían que la gente matara y por tanto que otra gente muriera. En el Medio Este de Europa, Asia menor, Grecia, los adoradores del Olimpo, las naciones pedían ayuda para triunfar en la batalla y ganando conseguían el favor de los dioses. Además de eso, se debían realizar hecatombes para satisfacerles completamente. De cualquier forma les complacía la muerte. Incluso esto también se dio en el cristianismo, cuando se expandió por todo el mundo e invadió la mente de millones de personas. A Jehová, nuestro dios, se le complacía de esta forma. Esa gran farsa llamada Cristianismo, jugaba con la vida de las personas, los herejes eran castigados con la pena de muerte. Los creyentes que no eran capaces de pagar las indulgencias para sanar sus pecados, merecían morir por no tener un alma pura (por no tener dinero). Las cruzadas, las expediciones realizadas en Europa occidental por parte de la iglesia católica para recuperar la tierra santa que estaba en posesión de los musulmanes (Microsoft, 2009), fueron la excusa perfecta para matar a miles de personas en nombre del Señor. El ejército católico derrochaba poder, mató en nombre de la fe, en nombre del Señor, en nombre de la Santísima Virgen. La iglesia fue la ejecutante de los más grandes crímenes en toda la historia, pero no es de extrañarse, si una de las manos derechas de Hitler era un cardenal. (Vallejo, 2007). Si su santidad, nuestro anterior papa Joseph Aloisius Ratzinger, más conocido como Benedicto XVI era un nazi, un pequeño que ayudaba a las tropas de Hitler. Aunque según el biógrafo de Ratzinger, su biografiado rechazaba completamente los nazis, y no era su voluntad estar en las mencionadas tropas, él estuvo allí, colaborando a Hitler y a su movimiento genocida (Vallejo, 2007). Y bien, siendo la religión la institución más poderosa e influyente del presente (y del pasado), deduzco que: ¡la muerte es el designio de dios!, pues a dios no le molesta que nos matemos unos a otros, sino que lo complace ver cómo nos destruimos. En la Alemania nazi, el surgimiento de un líder que creó la idea de un mundo utópico, la idea de un mundo sin gente fea y judía (no es que fuese bien parecido), con gente alta, rubia, de ojos claros, para lograrlo se debía exterminar a todos y cada uno de los judíos en toda Europa (donde se extendía el III Reich) (Microsoft, 2009). El holocausto pudo acabar con todo aquel que no fuera nazi, pero la guerra que la misma Alemania había provocado, se acabó, y la utópica idea del Führer se vino abajo, al igual que seis millones de judíos.

¿Morir Asusta?

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¿MORIR ASUSTA?

Gabriel Fabián Sandoval Velásquez

Es una realidad que todos tememos a la muerte, que no queremos pensar en el momento en que

nos pasará. Si bien es cierto que todos morimos, no es grato siquiera pensarlo. En cambio nos

gusta y de hecho anhelamos la idea de una vida eterna y eterna juventud.

Antiguamente, en la época de los emperadores y las bestias mitológicas, la muerte era vista muy

distintamente de como se ve ahora. Los nórdicos, por ejemplo, para adorar y complacer a sus

dioses debían triunfar en batalla, lo que implicaba muchas muertes. Dicho de otra forma, los

dioses apetecían que la gente matara y por tanto que otra gente muriera.

En el Medio Este de Europa, Asia menor, Grecia, los adoradores del Olimpo, las naciones pedían

ayuda para triunfar en la batalla y ganando conseguían el favor de los dioses. Además de eso, se

debían realizar hecatombes para satisfacerles completamente. De cualquier forma les complacía

la muerte.

Incluso esto también se dio en el cristianismo, cuando se expandió por todo el mundo e invadió

la mente de millones de personas. A Jehová, “nuestro dios”, se le complacía de esta forma. Esa

gran farsa llamada Cristianismo, jugaba con la vida de las personas, los herejes eran castigados

con la pena de muerte. Los creyentes que no eran capaces de pagar las indulgencias para sanar

sus pecados, merecían morir por no tener un alma pura (por no tener dinero). Las cruzadas, las

expediciones realizadas en Europa occidental por parte de la iglesia católica para recuperar la

tierra santa que estaba en posesión de los musulmanes (Microsoft, 2009), fueron la excusa

perfecta para matar a miles de personas en nombre del Señor. El ejército católico derrochaba

poder, mató en nombre de la fe, en nombre del Señor, en nombre de la Santísima Virgen.

La iglesia fue la ejecutante de los más grandes crímenes en toda la historia, pero no es de

extrañarse, si una de las manos derechas de Hitler era un cardenal. (Vallejo, 2007). Si su

santidad, nuestro anterior papa Joseph Aloisius Ratzinger, más conocido como Benedicto XVI

era un nazi, un pequeño que ayudaba a las tropas de Hitler. Aunque según el biógrafo de

Ratzinger, su biografiado rechazaba completamente los nazis, y no era su voluntad estar en las

mencionadas tropas, él estuvo allí, colaborando a Hitler y a su movimiento genocida (Vallejo,

2007).

Y bien, siendo la religión la institución más poderosa e influyente del presente (y del pasado),

deduzco que: ¡la muerte es el designio de dios!, pues a dios no le molesta que nos matemos unos

a otros, sino que lo complace ver cómo nos destruimos.

En la Alemania nazi, el surgimiento de un líder que creó la idea de un mundo utópico, la idea de

un mundo sin gente fea y judía (no es que fuese bien parecido), con gente alta, rubia, de ojos

claros, para lograrlo se debía exterminar a todos y cada uno de los judíos en toda Europa (donde

se extendía el III Reich) (Microsoft, 2009). El holocausto pudo acabar con todo aquel que no

fuera nazi, pero la guerra que la misma Alemania había provocado, se acabó, y la utópica idea

del Führer se vino abajo, al igual que seis millones de judíos.

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En la novela de John Boyne (The Boy in the Striped Pyjamas, 2006), el hijo de un militar nazi

(Bruno) se hace amigo de un niño judío (Shmuel) que está confinado en un campo de

concentración, justo detrás del antejardín de la casa donde viven el militar y su familia.

Lógicamente al pequeño nazi se le prohíbe ver al judío. Por alguna razón que Bruno no entiende,

no pueden ser amigos. Sin embargo se entabla una amistad. Ocasionalmente, el pequeño Bruno

visita a su amigo, que siempre viste de pijama (en realidad es el uniforme del campo de

concentración), en el campo de concentración. Cuando Bruno y su familia se van a mudar a

Berlín por decisión de la madre, el pequeño decide ir a despedirse de su amigo, cuando llega

Shmuel le pide que le ayude a buscar a su padre. Shmuel le da a Bruno un pijama de rayas para

poder entrar al campo de concentración. Luego de buscar el padre de Shmuel, comienza a llover,

entonces llegan a un lugar cerrado donde encuentran mucha gente, lo que resulta ser la cámara de

dióxido de carbono donde mataban a los judíos. Bruno, Shmuel y todos los demás mueren

lentamente. Cuando la familia de Bruno se da cuenta, ya era demasiado tarde.

¿Cómo perdió Dios su misericordia tan abruptamente? Ciertamente esto no era voluntad de Dios

o de algún dios, era el capricho de “San Hitler”. En cuanto la humanidad se dio cuenta de que

podía hacer casi cualquier cosa, se volvió un monstruo controlador, calumniador, corrosivo e

impasible. De cualquier forma, Hitler contaba con la ayuda de los representantes de Dios en la

tierra, los supremos ministros del Altísimo (Vallejo, 2007). Por tanto Dios le ayudaba a Hitler a

matar judíos. O al menos eso parece, pero no creo que haya una interpretación diferente, pues un

humano sabe convencer a otro, y eso ha llevado a una modificación y sesgo absolutos de lo que

podría ser “la verdad”, a cambio de la codicia, la insaciable codicia.

En la actualidad, esto se ve muy a menudo, los medios rigen nuestra vida, al punto que no

hacemos otra cosa que el medio o la opinión no deseen, no pensamos nada diferente a lo que

vemos. El pensamiento crítico se ha esfumado, y la era del conformismo ha llegado.

La muerte soluciona muchas cosas (aunque no sea la mejor forma). Los millones de judíos se

libraron del infierno del mundo, o hubiesen matado a Hitler para librarse de la muerte. De

cualquier forma alguien “debía” morir. El sistema es así, alguien debe morir para que otro

alguien se revuelque en dinero, o simplemente por antojo. Los africanos deben morir de hambre

para que la tierra quede baldía y así poder sacar todo el petróleo, deben morir para que el dinero

se quede en el vaticano. De esa forma le damos las gracias a la cuna de la humanidad. ¡Gracias

por parirnos madre tierra!

Todo esto me lleva a preguntarme, ¿Qué debemos hacer? ¿Estamos tan desviados de nuestro

camino que debemos morir? ¿Pero cuál es el camino? ¿Dios no se ocupa de llevarnos por el

correcto? Oh! Padre ¿Por qué nos has abandonado?

Probablemente me equivoqué al decir al principio del documento que la muerte se ve diferente

ahora. La trivialidad, banalidad y canibalismo de nuestros comportamientos sigue tan latente

como siempre o aún más.

Agente Smith, personaje de la película The Matrix (1999) la raza humana es un virus, se lo dice

con estas palabras a Neo, el personaje principal, quien pretende salvar la humanidad de la

amenaza cibernética:

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Le voy a contar una revelación que he tenido en el tiempo que llevo aquí. Esta me sobrevino

cuando intenté clasificar su especie. Me di cuenta que en realidad no son mamíferos. Verá,

los mamíferos logran un equilibrio perfecto entre ellos y el hábitat que les rodea. Pero los

humanos van a un hábitat y se multiplican hasta que ya no quedan más recursos y tienen que

marcharse a otra zona. Hay un organismo que hace exactamente lo mismo que el humano.

¿Sabe cuál es? Un virus. Sí, los humanos son un virus, son el cáncer de este planeta y

nosotros somos esa cura.

¿Somos una plaga para el mundo? Completamente cierto. A pesar de eso, no nos importa, y

seguimos haciendo las cosas mal. Cada vez menos oxígeno, cada vez menos agua, cada vez

menos verde y más negro. Siendo la especie más avanzada y evolucionada en todo el planeta, no

hacemos justicia a nuestro cerebro de mil gramos. No deberíamos estar en el futuro de la tierra,

porque de lo contrario no habrá Tierra, ni tierra, ni nosotros. ¿Nos gusta mucho vivir? Sí, vivir

matando. Y en este punto de la historia ya no existe gente inocente, el simple hecho de dejar un

goteo en el grifo del lavamanos repercute profundamente en toda la sociedad. Ni los recién

nacidos son inocentes, ellos tienen que llevar la carga de todos los problemas de las generaciones

pasadas. Ellos deberán salvar el mundo, y si no lo logran ellos serán los culpables.

El lado positivo de todo esto es que no tenemos nada que envidiar a los alemanes, ni a los

nórdicos, ni a los griegos. Tenemos nuestros propios desgraciados, tenemos guerra, pobreza,

tiranía, corrupción, esclavitud, trabajo forzado, desplazamiento, narcotráfico, prostitución,

amarillismo, falsedad, y algo que hemos estado construyendo desde la fundación de nuestra

república, una falsa democracia.

Tanto desastre, miseria y crisis en el mundo me llevaron a pensar para qué. ¿El desastre la crisis

y la miseria tienen algún porqué? Y lo que pensé es que tal vez sea para que nos demos cuenta de

que estamos errados en lo que hacemos. Pero por otro lado todo esto ha existido desde el

comienzo de la vida humana, los más probable es que nuestro destino se acabar con todo en la

Tierra.

Pero no todo puede ser tan malo como pinta. Hay gente buena, gente que hace lo correcto; sin

embargo, desgraciadamente tal gente está en la “lista negra” de la gente mala. Gracias a eso

perdemos la oportunidad de mejorar siquiera un poco. La voz de la esperanza es silenciada, lo

voluntad popular es ignorada, y todo vuelve a como era. El otro grupo de personas que no son ni

de aquí ni de allá son los borregos, los mansos y sumisos borregos, los que son libres o esclavos

porque se les dice que lo sean (o no). ¿Y yo en que grupo estoy? Por ahora queda esperar en cuál

encajamos, y preguntarnos si debería estar aquí, allá, o si debería estar muerto.

Teniendo una gran dosis de verdad lo que hasta ahora he escrito, lo mejor sería que todos y cada

uno de nosotros, la humanidad entera tomara su revólver y se disparara en la cien. Sin embargo,

no hallo posible que algo exista sin un porqué, así que ¡sigamos viviendo!

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BIBLIOGRAFÍA

Boyne, J. (2006). The Boy in the Striped Pyjamas. Salamandra.

Diario El Clarín. (2005, Abril 27). Retrieved Junio 19, 2013, from

edant.clarin.com/diario/2005/04/27/elmundo/i-02103.htm

Microsoft. (2009). Encarta. Estados Unidos.

Silver, J. (Producer), Wachowski , A., & Wachowski , L. (Directors). (1999). The Matrix

[Motion Picture]. Estados Unidos.

Vallejo, F. (2007). La puta de Babilonia. Editorial Planeta.