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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180913916001 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Mónica Lacarrieu, María Carman, María Florencia Girola Miradas antropológicas de la ciudad: desafíos y nuevos problemas Cuadernos de Antropología Social, núm. 30, 2009, pp. 7-16, Universidad de Buenos Aires Argentina ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Cuadernos de Antropología Social, ISSN (Versión impresa): 0327-3776 [email protected] Universidad de Buenos Aires Argentina www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Miradas Antropológicas de La Ciudad_ Desafíos y Nuevos Problemas

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miradas de la ciudad

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  • Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180913916001

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Mnica Lacarrieu, Mara Carman, Mara Florencia GirolaMiradas antropolgicas de la ciudad: desafos y nuevos problemas

    Cuadernos de Antropologa Social, nm. 30, 2009, pp. 7-16,Universidad de Buenos Aires

    Argentina

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    Cuadernos de Antropologa Social,ISSN (Versin impresa): [email protected] de Buenos AiresArgentina

    www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

  • 7Miradas antropolgicas de la ciudad: desafos y nuevos problemas

    Mnica Lacarrieu,* Mara Carman ** y Mara Florencia Girola***

    Por qu a ms de un siglo de la institucionalizacin de nuestra discipli-na, los que hemos decidido abocarnos a los estudios antropolgicos urbanos debemos continuar bajo sospecha? La razn que suele esgrimirse alude al aparente origen disciplinario, cuando la antropologa se reparti las aldeas nativas en proceso de colonizacin y la sociologa se afi nc en las metrpolis occidentales. Ese pecado de origen ha permeado el desplazamiento que, siguiendo a Hannerz (1986), ms por factores externos que internos a la dis-ciplina,1 el antroplogo ha realizado hacia mediados del siglo XX y llega hasta el da de hoy con una pregunta insistente: qu es lo que diferencia al quehacer del antroplogo en la ciudad con relacin al que desarrolla el socilogo en el mismo contexto? A esta altura, y en coincidencia con diversos especialistas de lo urbano, consideramos que las ciudades del presente son un problema socialmente producido dentro y mediante un trabajo colectivo de construc-cin de la realidad social (Bourdieu y Wacquant, 1995: 178-9), un problema social legitimado no slo en el campo acadmico, sino tambin en los medios, el mbito poltico y la sociedad en su conjunto que, como tal, debera exceder la clsica rivalidad que ha enfrentado antropologa a sociologa, porque lo

    * Doctora en Ciencias Antropolgicas. Facultad de Filosofa y Letras. UBA. Investigadora Indepen-diente del CONICET. Docente del Departamento de Ciencias Antropolgicas, Facultad de Filosofa y Letras, UBA. Docente de la Carrera de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Direccin electrnica: [email protected] ** Doctora en Ciencias Antropolgicas. Investigadora Adjunta del CONICET. Docente de la Carrera de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Direccin electrnica: [email protected] *** Doctora en Ciencias Antropolgicas. Investigadora Asistente del CONICET. Docente del Departa-mento de Ciencias Antropolgicas, Facultad de Filosofa y Letras, UBA. Docente de la Carrera de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Direccin electrnica: [email protected]

    Cuadernos de Antropologa Social N 30, pp. 716, 2009 FFyL UBA ISSN: 0327-3776

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    que ocurre en las ciudades no puede ser estudiado por una nica disciplina; el asunto se plantea en torno a la naturaleza y pertinencia del conocimiento antropolgico urbano.

    Como fuera sealado por De la Pradelle (2000), ningn antroplogo que investiga cuestiones indgenas o problemticas rurales parece tener que explicar de qu se trata su quehacer y si es pertinente o no en el contexto de nuestra disciplina. Sin embargo, en esta ausencia de pertinencia y/o legitimidad atribuida a la ciudad como problema antropolgico, hay mucho de origen construido por relacin a las problemticas de inters para los primeros antro-plogos en buena medida resultado del campo cientfi co, aunque tambin del mbito gubernamental asociado a los pases colonizadores, pero sobre todo hay mucho ms de escasa atencin a la perspectiva desde la cual se cons-truye la mirada antropolgica. Acordamos con Ral Nieto (1993) en que la antropologa de aquella poca estuvo marcada por cierto urbano-centrismo, pues la mirada antropolgica se constituy en el contexto de las sociedades europeas industriales y en las instituciones a las que pertenecan los primeros investigadores como lo plantea Imilan (2007: 23), nacida al calor de la au-torrefl exividad de Occidente, del mismo modo que las otras ciencias sociales, rpidamente parece alejarse del centro del mundo. Sin embargo, este aspec-to, nada menor, slo contribuy a los fi nes de producir la otredad en el estar all, completamente escindido del estar aqu (Geertz, 1989), lugar negado e invisibilizado en la produccin terica y emprica antropolgica. As como fuera devaluado este lugar desde el cual partan y se desplazaban y al cual con posterioridad llegaban los antroplogos, del mismo modo, fueron relegados los dilogos terico/empricos que fl uidamente se desarrollaron entre algunos socilogos de Chicago (como L. Wirth) y el antroplogo conocido por la im-postacin terica de la sociedad folk, nos referimos a Robert Redfi eld (1978), quien elabor el tipo ideal asociado al mbito rural desde ese dilogo con los cientistas dedicados a la ciudad moderna/industrial. Las mltiples negaciones llevaron a instituir un punto cero para la antropologa urbana vinculado a las migraciones del campo-ciudad y a los procesos de descolonizacin. Ese punto de partida instituy, pero no legitim, como hemos sealado al comienzo de este texto. Y una de las observaciones ms frecuentes es que, a pesar del movimiento que llev desde las sociedades simples (las que, sin embargo, no fueron abandonadas) hacia las sociedades complejas, los antroplogos persistieron, hasta con cierta obstinacin, en la tradicin de la disciplina:

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    es decir, en la bsqueda de comunidades, subculturas, sociedades pequeas y autocontenidas desde las cuales no slo fuera posible encuadrar un otro extrao y aparentemente distante, sino tambin fuera probable la delimitacin de un campo etnografi able segn la idea de totalidad y siguiendo los preceptos del trabajo de campo malinowskiano.

    El segundo interrogante que, en consecuencia, nos ha perseguido hasta el presente es cules son los objetos/sujetos etnografi ables en el contexto urbano?, qu compete a la ciudad de los antroplogos (De la Pradelle, 2000) y a los antroplogos de las ciudades (Lacarrieu, 2007)? Con el peso de la tradicin (De la Pradelle, 2000) los estudios antropolgicos urbanos se construyeron entre el rastreo y la delimitacin de comunidades, subculturas o pequeos enclaves en los que se fantase, y an hoy en ocasiones se imagina, es posible encontrar grupos relativamente estables, homogneos, en situacin de co-residencia y caracterizados por relaciones autnticas. Como han sealado los diferentes autores, esto llev a generar un mosaico de fragmentos, destacados y sobrepuestos al fondo de una ciudad-decorado e inerte (De la Pradelle, 2000). Este patchword facilit el traslado del ejercicio etnogrfi co, al mismo tiempo en que colabor al menos en dos cuestiones: 1) la expansin antropolgica por diferentes territorios y grupos sociales habitantes de la ciudad (desde jvenes hasta migrantes, desde artesanos hasta enfermos en hospitales, desde asenta-mientos hasta barrios); y 2) la contribucin antropolgica a la invencin de la villa, la favela, el asentamiento y del sujeto villero y/o favelado. La bsqueda de un otro, ahora prximo, o sea asentado en casa y la focalizacin en una suerte de aldea urbana, supuso por mucho tiempo que todo lo que sucediera en la ciudad era pasible de convertirse en objeto de la antropologa urbana. Como ha dicho Hannerz (1986: 13-16), la ciudad se convirti en escenario la ciudad sin cuerpo y sin cuerpos (Pillai, 1999), por ende la etnicidad y la pobreza, por ejemplo, pueden presentarse en la ciudad, pero no son por defi nicin fenmenos tpicos de la ciudad, es decir que hemos estado condi-cionados por la confrontacin de la mente antropolgica con las realidades urbanas. Este asunto refi ere al primer punto mencionado ms arriba, cuestin que redund en el dilema acerca de si hacer antropologa en la ciudad o antropologa de la ciudad. Al parecer la idea de la ciudad como trasfondo de una realidad antropolgica fl exible y extensible a todo lo que en ella ocurre, se ha transformado; y es por ello que este nmero se defi ni como un espacio de discusin acerca de la antropologa de las ciudades. El cambio permiti

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    asumir que hay problemas que son necesariamente urbanos y otros que no lo son, pero con la necesaria condicin de que no hay una nica ciudad, o una singular forma de hacer ciudad, sino diferentes ciudades resultado de diferentes formas de apropiarse que llevan adelante los sujetos y grupos sociales.

    Acotar lo antropolgicamente urbano a una serie de problemas consi-derados constitutivos de la ciudad, delimit temas y los mismos fueron condi-cionados, segn el segundo punto sealado, por territorialidades paradigmticas de la pobreza urbana (villas, complejos de viviendas populares, barrios pobres), desde las cuales se condicion la invencin del otro. Desde esta perspectiva, la mirada antropolgica persisti en su tradicin ligada a la aldea, el otro legtimamente devaluado en trminos de nativo y el trabajo de campo, mientras los estudios urbanos a ser investigados por nuestra disciplina acabaron centrados en entornos y grupos ligados a la denominada pobreza urbana.2

    El N 10 de esta revista, dedicado al campo de la antropologa urbana, es un buen ejemplo en este sentido: la mayora de los artculos focalizaron en ba-rrios pobres, barrios de inmigrantes, asentamientos populares, casas tomadas, viviendas de inters social, entre otros. Este asunto a pesar de que muchos especialistas han discutido este condicionamiento persiste incluso en las repre-sentaciones acadmicas actuales. Cuando comenzamos a preparar este nmero, redefi nido desde el primer ttulo alusivo a la antropologa de las ciudades, algunos artculos fueron catalogados como no pertinentes para este campo de la disciplina: un texto sobre msica y ciudad podra, de acuerdo con este criterio, ser desestimado por encuadrar el problema en el gnero musical, ya sea considerando su pertinencia dentro del campo del arte o bien de las industrias culturales, en sntesis, relegando la produccin urbana de la expresin musical y su lugar dentro de la conformacin de los sujetos involucrados. Es probable que el texto de Carlos Fortuna sobre la ciudad de los sonidos o bien el de Mara Ana Portal sobre la sacralizacin del espacio pblico, puedan dar cuenta de que los objetos y sujetos etnografi ables trascienden la aldea villera o el otro pobre en el marco de la ciudad.

    Parafraseando a Nstor Garca Canclini en el prlogo al libro Antropologa Urbana de Amalia Signorelli (1999), este nmero de Cuadernos de Antropo-loga Social pretende repensar nuestras ciudades, y agregaramos revisitar los estudios antropolgicos dedicados al mundo urbano. Repensar lo urbano desde una mirada antropolgica implica desafi ar y fl exibilizar los lmites del adentro (la villa o la vivienda) a fi n de desencajar el afuera refl ejo de ese adentro, o

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    bien de desnaturalizar las fronteras que dividieron taxativamente el mundo de lo privado del pblico, la casa de la calle, la villa del barrio, entre otros. Este desencaje desafa el potencial de la mirada antropolgica puesta a observar lo urbano, toda vez que, al decir de Antonio Arantes (1984), encontramos que estas construcciones espaciales se ven excedidas por zonas transicionales y liminares, lugares en torno a los cuales nuestro trabajo debe focalizar en la revelacin de la lgica implcita que siguen los actores (De la Pradelle, 2000).

    En este sentido, este nmero introduce algunas nuevas cuestiones que, no slo permiten revalorizar el estudio de lo urbano, sino volverlo pertinente en relacin con nuevos problemas, sujetos, grupos sociales y lugares. Por un lado, trascendiendo los enclaves de la pobreza o los fragmentos en que se especula se construyen emprica y tericamente las ciudades contemporneas. Por el otro, excediendo espacios y sujetos de la relegacin social, y colocando en tensin la produccin y reproduccin de lo social y de lo cultural los procesos de negociacin y/o disputa que se producen, conducen y reorientan considerando no slo las polticas pblicas ligadas a la ciudad como un espacio solo planifi cado por los expertos, sino adems los sujetos y grupos sociales que generan espacios practicados en base a apropiaciones confl ictivas y/o consen-suadas. Dos textos de este dossier dan cuenta de este desafo. El artculo de Setha Low nos plantea revisitar antropolgicamente las ciudades, con la mirada puesta en los espacios pblicos urbanos, pensando los mismos en el sentido dado por De Certeau (1996), como espacios practicados por los sujetos no slo residentes que se apropian y desde all ponen en discusin el espacio preconcebido desde la planifi cacin. El trabajo de Mara Ana Portal consigue poner en escena el atravesamiento de problemas que hacen a la produccin de los espacios pblicos: las nuevas apropiaciones que los sujetos individuales y colectivos hacen de los mismos con recursos que provienen de las creencias religiosas, con las cuales no slo inscriben huellas sobre el espacio, sino tam-bin disputan un nuevo lugar de reconocimiento ciudadano. En una lgica similar, el texto escrito por Alejandro Frigerio y Eva Lamborghini, analiza el lugar disputado por los grupos de afrodescendientes en los espacios pblicos del casco histrico de nuestra ciudad, mediante la prctica de las llamadas de tambores. Tanto en el caso de Portal como en el de los ltimos autores, en otros tiempos hubieran sido escritos desechados para un dossier ligado a la antropo-loga de las ciudades, y ubicados en campos ligados a la religiosidad popular, a la cultura popular o a la cuestin de la etnicidad, pero en cualquier caso se

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    hubiera desestimado el atravesamiento necesario que se observa con relacin a la produccin, reproduccin y transformacin de lo urbano a partir de las apropiaciones confl ictivas que los sujetos diversos ponen en juego.

    Este nmero es un espacio de refl exin sobre las ciudades contempor-neas. Pero no sobre las ciudades como entidades abstractas o racionales, sino visualizables en su conformacin a partir de procesos polticos, histricos, sociales, culturales y de apropiaciones confl ictivas desplegadas en la esfera p-blica por sujetos y grupos diversos. Luego de ms de 11 aos en que apareci el nmero 10 de esta publicacin, ste es un nuevo intento por reapropiarnos de una mirada antropolgica de lo urbano, con perspectivas diferentes que, a su vez, desafan la tradicin antropolgica. Unos breves comentarios sobre los diferentes trabajos incluidos en este dossier, contribuirn en avanzar sobre los desafos planteados y en exponer los problemas que hoy deben ser tratados en el campo de los estudios antropolgicos de lo urbano.

    El artculo de Setha Low que abre este nmero presenta una interesante refl exin sobre los procesos de renovacin que afectan a los espacios pblicos de las metrpolis latinoamericanas. Focalizando la mirada en la ciudad de San Jos de Costa Rica, la autora reconstruye los confl ictos generados en torno al rediseo del Parque Central y la Plaza de la Cultura, dos mbitos centrales y emblemticos de la capital costarricense. El estudio realizado pone de relieve que, con frecuencia, en las transformaciones promovidas en nombre de la recuperacin de un espacio pblico abierto a todos subyacen objetivos pol-tico-econmicos concretos y altamente restrictivos tales como: la atraccin de inversiones extranjeras y la valorizacin inmueble, la difusin de los ideales de urbanidad/civilidad de la clase media y la expulsin de los sectores populares. En este sentido, Low subraya el carcter ideolgico y no neutral de las interven-ciones urbanas: Los espacios pblicos urbanos que son presentados por los planifi cadores y administradores como diseados para el bien comn, son en verdad diseados para promover actividades que excluyen a ciertas personas y benefi cian a otras.

    En el original trabajo de Carlos Fortuna, comparece una refl exin sobre los paisajes sonoros de las ciudades. Si bien existe una tradicin de estudios sobre las imgenes de la ciudad que se remonta a Kevin Lynch, las ciencias sociales han tendido a marginalizar, por el contrario, la sonoridad como ingrediente cultural de pertinencia social. Si el mirar fue convertido en protocolo meto-dolgico privilegiado de la investigacin social, el autor procura restituir aqu

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    cierta geografa de los sonidos. Fortuna parte de la hiptesis de que los paisajes sonoros modernos, ms concretamente los de las grandes ciudades, sugieren un estado mental condicionado de forma permanente por el sonido ambiente socialmente vivido. Y el desciframiento de tal paisaje sonoro, cualquiera sea el grado de su resolucin acstica, se traduce siempre en un acto de atribucin de sentido por parte del habitante de la ciudad.

    El artculo de Mara Ana Portal nos traslada a la ciudad de Mxico con el objetivo de analizar una forma peculiar de apropiacin y signifi cacin del espacio pblico que consiste en la instalacin, por parte de los habitantes metropolitanos, tanto de altares para vrgenes y santos como de cruces para recordar a sus muertos. Qu signifi can estos lugares?, por qu se marcan de esa manera?, qu creencias articulan y qu narrativas se construyen en torno a ellos?, se pregunta la autora. La respuesta a estos interrogantes se convierte, simultneamente, en una revisin terica del concepto de espacio pblico y en una sugestiva refl exin sobre la inscripcin de la religiosidad popular en el paisaje urbano. As, la autora reconstruye minuciosamente aquellas estrategias de apropiacin individuales y colectivas que se traducen en una sacralizacin simblica del espacio pblico y que, mediante la instauracin de conos religiosos, procuran generar lugares de sentido y memoria en una ciudad percibida como catica, annima e insegura. En consonancia con los planteos de Setha Low, el anlisis de Portal resalta, asimismo, que el espacio pblico es ante todo un mbito de tensiones y negociaciones sociales, de usos confl ictivos y contradic-torios que lo redefi nen constantemente.

    El trabajo de Juan Manuel Ramrez Siz y Patricia Safa Barraza refl exiona sobre ciertos rasgos que poseen las reas metropolitanas de tres importantes ciudades mexicanas Mxico DF, Guadalajara y Monterrey. Combinando la revisin bibliogrfi ca con los resultados obtenidos a lo largo de distintos proyectos de investigacin, los autores exploran los signifi cados de cinco ten-dencias urbanas sumamente signifi cativas: la multiculturalidad, la inequidad, la fragmentacin socioespacial, la inseguridad y la confrontacin de distintos pro-yectos urbanos. La consideracin profunda de estos trminos con sus alcances y ambigedades representa un ejercicio de refl exin que no slo se refi ere a contextos locales especfi cos, sino que tambin ilumina las principales dinmicas que caracterizan a las grandes ciudades contemporneas.

    En el trabajo de Alejandro Frigerio y Eva Lamborghini encontramos tambin una notable aproximacin a las prcticas culturales populares, en este

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    caso vinculada a la apropiacin de espacios pblicos y la generacin de nuevas representaciones. Los autores analizan la expansin espacial del candombe de origen uruguayo en la ciudad de Buenos Aires, lo cual discute la imagen dominante de dicha ciudad como blanca, moderna y europea. Si esa imagen dominante prescribe qu grupos tnicos y cules manifestaciones culturales pueden exhibirse en la ciudad, los candomberos ciertamente desafan dicho orden y proponen un imaginario urbano alternativo, lo cual nos remite nue-vamente a las preocupaciones de Segura acerca de la ciudad como un espacio de representacin.

    Por su parte, el artculo de Hitor Frgoli Jr. y Jessica Sklair explora los alcances del concepto de gentrifi cation en relacin con las mudanzas y permanencias sociales de un barrio del rea central de San Pablo. Una de las preocupaciones centrales de este trabajo consiste en remarcar las realidades socioculturales especfi cas de nuestras ciudades latinoamericanas en las que se encarnan los procesos de gentrifi cation, signifi cativamente distintas del contexto europeo. En el caso abordado del barrio Luz de San Pablo, los nuevos usos estilizados de consumo y placer no reemplazan las distintas ocupaciones del espacio pblico por parte de sectores populares. Una de las conclusiones ms interesantes de esta etnografa paulista es que las intervenciones de rehabilitacin urbana emprendidas por el Estado en un barrio degradado de la ciudad no suponen a priori procesos de discriminacin contra poblaciones de baja renta.

    Por su parte, Mara Leticia Mazzucchi Ferreira y Roberto Heiden abordan las iniciativas de carcter patrimonial que han sido promovidas por el gobierno municipal de la ciudad brasilea de So Loureno, con la doble intencin de revalorizar la identidad local y dinamizar la economa del lugar. Como bien demuestran los autores, la implementacin de polticas pblicas de patrimonio supone una invencin de la tradicin que, en el caso examinado, se tradujo en un rescate del pasado pomerano de la localidad antes menospreciado. El artculo analiza los efectos que acciones patrimoniales tales como la exaltacin de los pioneros y la reconstruccin de las races europeas originales generan entre los habitantes de So Loureno, poniendo asimismo de relieve la dimensin pol-tica que asume todo proceso de recuperacin y gerenciamiento de la memoria.

    El trabajo de Hernn Morel muestra, por su parte, de qu modo la ac-tivacin patrimonial del tango en el marco de las polticas ofi ciales procura el desarrollo estratgico de una economa condicionada por el turismo internacio-nal. En este sentido, las construcciones de autenticidad del tango procuran tanto

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    exacerbar la visibilidad de este gnero urbano, como asociarlo a una identidad primordial de la ciudad, espectacularizando determinados rasgos genuinos de la cultura. Si, para el caso de la autenticidad del tango en Buenos Aires, una cierta imagen citadina se constituye como legtima en detrimento de otras, algo similar puede ser sealado en torno al caso de la ciudad de La Plata analizado por Segura. Ramiro Segura se interroga sobre cmo logra estabilizarse la imagen pblica de una ciudad. A travs de qu operaciones simblicas, a travs de qu complejas mediaciones se cristaliza la imagen dominante de una ciudad?

    NOTAS

    1 O en palabras de Imilan (2007: 24), la ciudad aparece como el reducto fi nal al que terminan arribando los antroplogos en un mundo en que sus aldeas se han vaciado [bajo] el infl ujo del proceso urbanizador La presencia en la ciudad sera consecuencia de haber seguido los pasos de sus nativos. De all, que los antroplogos en la ciudad [parecen estar desubicados o] en el lugar equivocado.2 En diferentes contextos histricos de las ciencias sociales, la nocin de pobreza urba-na fue reemplazada por marginalidad urbana y, ms recientemente, la denominacin se extendi a los sujetos clasifi cados segn ndices de pobreza urbana, rotulados como sectores populares urbanos.

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