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Memorias.TOMO 2 GiacomoCasanova

Memorias. Tomo 2

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Obra maestra de Giacomo Casanova.

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  • Memorias.TOMO 2GiacomoCasanova

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    CAPITULO IV

    del tomo 6Este es, seor de Voltaire le dije el momento ms hermoso de mi vida. Hace veinte aos que soy

    su discpulo, y me siento feliz por lo que significa ver a mi maestro.Caballero, hnreme aun durante veinte aos y promtame traer, al cabo de ellos, mis honorarios.Con mucho gusto, con tal de que me prometa esperarme.Esta salida, de su escuela, hizo soltar la risa a todos los concurrentes; esto era lo que corresponda,

    porque los burlones se han hecho para burlarse de unos a costa de otros; y el que los tiene de su parte estsiempre seguro de ganar. Esta es la cbala de la buena sociedad.

    Adems, no me sent sorprendido; me esperaba alguna cosa as y me cobr mi revancha.En aquel momento vinieron a presentarle dos ingleses recientemente llegados. "Estos seores son

    ingleses?, dijo Voltaire, bien quisiera serlo yo". Encontr el cumplimiento falso y fuera de lugar, porque eraobligar a aquellos seores a que, por cortesa, le dijeran que ellos desearan ser franceses, y si no tenanganas de mentir se sentiran muy confusos para decir la verdad. Yo creo que, en caso de eleccin, es lcito alhombre de honor poner a su nacin en el primer lugar.

    Un momento despus, Voltaire me dirigi de nuevo la palabra, dicindome que, puesto que yo eraveneciano, deba conocer al conde Algarotti.

    Lo conozco, no como veneciano, porque las siete octavas partes de mis compatriotas ignoran que talconde exista.

    Yo deba haber dicho como literato.Lo conozco por haber pasado con l dos meses en Padua, hace ya siete aos, y lo que llam mi

    atencin fue la admiracin que tena por el seor Voltaire.Esto es halageo para m, pero no hay necesidad de ser admirador de nadie para merecer la

    estimacin de todos.Si no hubiera empezado por admirar, Algarotti jams hubiera alcanzado la condicin de pedagogo.

    Admirador de Newton, ha conseguido que las seoras hablen de la luz.Lo ha logrado?No tan bien como el seor de Fontenelle en su Pluralidad de mundos; pero a pesar de esto se puede

    decir que lo ha conseguido.Es verdad. Si le ve en Bolonia, le ruego le diga que espero sus cartas sobre Rusia. Puede

    dirigrmelas a Miln, a casa de mi banquero Bianchi, quien me las enviar.Si le veo, no dejar de decrselo.Me ha dicho que los italianos no estn contentos de su escritura.Lo creo; en todo lo que ha escrito, abundan los galicismos. Su estilo es lastimoso.Pero es que los giros franceses no hacen ms hermosa esa lengua?La hacen irresistible como lo sera la francesa acribillada de palabras alemanas o italianas, aun

    cuando fuera el seor de Voltaire quien la escribiese.Tiene razn; es preciso escribir con pureza cualquier lengua. Se ha criticado a Tito Livio diciendo

    que su latn pareca paduano.Cuando yo empezaba a aprender esa lengua, el abate Lazzarini me dijo que prefera Tito Livio a

    Salustio.El abate Lazzarini, autor de la tragedia Ulises el joven? Deba ser bien joven entonces, y yo

    hubiera querido conocerlo. En cambio he conocido mucho al abate Conti, que haba sido amigo de Newton ycuyas tragedias recorren toda la historia romana.

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    Yo tambin le he conocido y admirado. Yo era joven, pero me alegraba cuando era admitido en lasociedad de estos grandes hombres. Me parece que es ayer, aunque hace ya bastantes aos, y ahora, anteusted, mi inferioridad no me humilla; yo quisiera ser el segundo de todo el gnero humano.

    Sera sin duda ms dichoso que siendo el primero. Acaso puedo preguntarle cul es su literaturapredilecta?

    Ninguna; pero esto vendr quiz. Entretanto, leo cuanto puedo y me gratifico en estudiar al hombreviajando.

    Este es el medio para conocerle; pero el libro es muy grande. Se llega ms fcilmente a un buenresultado leyendo la historia.

    S, si no mintiera. No se est seguro de los hechos, fatiga, y el estudio prctico del mundo divierte.Horacio, que me s de memoria, es mi itinerario y lo encuentro en todas partes.

    Tambin Algarotti conoce a Horacio al dedillo. Le gusta la poesa?Es mi pasin.Ha escrito muchos sonetos?Diez o doce, que acepto, y dos o tres mil que no he vuelto a leer.Italia tiene pasin por los sonetos.S, si se puede llamar pasin la inclinacin a dar a un pensamiento una medida que pueda hacerle

    resaltar. El soneto es difcil, porque no es lcito alargar ni acortar la idea que ha de adaptarse a los catorceversos.

    Este es el lecho de Procusto, y por eso es que tienen tan pocos buenos. En cuanto a nosotros, notenemos uno solo bueno, pero es defecto de la lengua.

    Es defecto del genio francs; porque se cree que un pensamiento dilatado ha de perder toda sufuerza y todo su brillo.

    Y no comparte esa opinin?Perdn. No se trata ms que de examinar el pensamiento. Una buena palabra, por ejemplo, no basta

    a un soneto; esto es, en italiano como en francs, del dominio del epigrama.Cul es el poeta italiano que prefiere?Ariosto; pero no puedo decir que prefiera a los otros porque es el nico que me gusta.Sin embargo, conoce los otros.Creo haberlos ledo todos, pero todos desmerecen ante Ariosto. Cuando hace quince aos, le todo

    lo malo que de l usted dijo, pens que se retractara cuando lo hubiera ledo.Le doy gracias por haber credo que no lo haba ledo. Lo haba ledo, pero yo era joven, posea

    superficialmente su lengua y con un criterio influido por italianos que adoraban al Tasso, tuve la desdicha depublicar un juicio que crea el mo, mientras no era sino el de la prevencin irreflexiva de los que me habaninfluido. Adoro a Ariosto.

    Ah! Seor Voltaire, respiro. Pero, por favor, deje de lado a la obra en que ha ridiculizado a tangrande hombre.

    Para qu? Mis libros estn todos excomulgados, pero le voy a dar una buena prueba de mi cambiode parecer.

    Qued absorto. Aquel grande hombre se puso a recitar los dos ms largos trozos de los cantos treinta ycuatro y treinta y cinco, donde el divino poeta habla de la conversacin de Astolfo con el Apstol San Juan,y lo hizo sin omitir un solo verso, sin cometer la menor falta contra la prosodia. En seguida seal lasbellezas con toda la sagacidad que le era natural, y con toda la precisin de un grande hombre. Hubiera sidoinjusto esperar nada mejor de los comentaristas ms hbiles de la Italia. Yo le escuchaba con toda la atencinposible, respirando apenas, y deseando encontrarle un error en un solo punto, pero perd el tiempo. Me volvhacia donde estaba la gente exclamando que estaba sorprendido, y que informara a toda Italia de mi

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    admiracin. "Y yo, caballero, repuso Voltaire, informar a toda Europa de la reparacin que debo al mayorgenio que ha producido".

    Insaciable de elogios, que por tantos ttulos l mereca, Voltaire me dio al da siguiente la traduccinque haba hecho del Ariosto que comienza por este verso:

    Quindi avvien che tra principi e signori* [* Sucede luego que entre prncipes y seores.]Al terminar el recitado, que le vali los aplausos de todos los asistentes, aunque algunos de ellos no

    comprendiesen el italiano, la seora Denis, su sobrina, me pregunt si yo crea que el trozo que su toacababa de recitar era uno de los mejores del gran poeta.

    Divino, seora; pero no es el ms hermoso.Lo han santificado? No lo saba dijo Voltaire.A estas palabras, todo el mundo se ech a reir, excepto yo, que me qued callado. Voltaire, picado

    porque yo no me rea como los otros, me pregunt el motivo.Piensa me dijo, que es por un trozo ms que humano por lo que se le ha dado el calificativo de

    divino?Seguramente.Y cul es ese trozo?Son las treinta y seis ltimos versos del canto vigsimo tercero, en el que el poeta describe cmo

    Rolando se volvi loco. Desde que el mundo existe, nadie ha sabido cmo se adquiere la locura, si no esAriosto, que lo estuvo a fines de su vida. Estos versos dan horror, seor Voltaire, y estoy seguro de que lohan hecho temblar.

    S, los recuerdo; pintan espantoso el amor. Deseara volver a leerlos.No nos complacera recitndolos? me dijo la seora Denis, dirigiendo a su to una mirada

    disimulada.Con mucho gusto, seora, si tiene la bondad de escucharme.Acaso se ha tomado el trabajo de aprenderlas de memoria? me dijo Voltaire.Diga el placer, porque no me ha costado ningn trabajo. Desde la edad de diecisis aos no he

    dejado pasar uno sin leer a Ariosto dos o tres veces: es mi pasin y qued grabado en mi memoria sin que yome haya tomado el menor trabajo. Lo s todo, a excepcin de sus largas genealogas y sus largas tiradashistricas, que cansan la imaginacin pero no conmueven. Y adems de aquellos los versos de Horacio queestn grabados en mi mente, a pesar de la construccin algunas veces demasiado ligera de sus epstolas, queestn muy lejos de las de Boileau.

    Boileau es algunas veces muy lisonjero, seor Casanova; acepto a Horacio, que tambin hace misdelicias; pero para Ariosto, cuarenta grandes cantos es demasiado.

    Son cincuenta y uno, seor Voltaire. El gran hombre qued mudo, pero all estaba la seora Denis.Veamos, veamos dijo ella estas treinta y seis estancias que hacen estremecer, y que han

    merecido a su autor el ttulo de divino.Comenc a recitarlas, con tono seguro, pero no declamndolas con la monotona adoptada por los

    italianos, y que los franceses nos reprochaban justificadamente. Los franceses seran los mejoresdeclamadores, si no se lo impidiera la rima, porque son, de todos los pueblos, los que ms justamente sientenlo que dicen. No tienen ni el tono apasionado y montono de mis compatriotas, ni el tono sentimental yexagerado de los alemanes, ni la manera fatigosa de los ingleses: dan a cada perodo el sentido y lamodulacin de voz que ms conviene a la naturaleza del sentimiento que quieren expresar; pero la cadenciaobligada les hace perder parte de estas ventajas. Yo dije los bellos versos de Ariosto como una hermosaprosa cadenciosa que animaba con el sonido de la voz, con el movimento de los ojos, y modul misentonaciones segn el sentimiento que quera inspirar en los otros. Se vea, se conoca el esfuerzo que hacapara contener mis lgrimas, que de todos los ojos corran pero cuando estuve en esta estrofa:

    Poich allargare il freno al dolor poute,

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    Che resta sola senz 'altrui rispetto,Gi dagli occhi rigando per le gote.Sparge un fiume di lacrime sul petto.mis lgrimas escaparon con tanta abundancia que todos mis oyentes empezaron a lagrimear. Voltaire y

    su sobrina se aproximaron, pero sus palabras no pudieron interrumpirme, porque Rolando, para volverseloco, tena necesidad de demostrar que estaba en el mismo lecho donde poco antes Anglica se habaencontrado en los brazos del demasiado feliz Medozo, y era preciso que yo llegase al siguiente pasaje. A mivoz quejumbrosa y lgubre hice suceder la del terror que nace naturalmente del furor con que su fuerza lehizo cometer estragos semejantes a los que podra ocasionar una horrible tempestad o un volcnacompaados de un terremoto.

    Cuando acab, recib las felicitaciones de toda la reunin. Voltaire exclam:Yo lo he dicho siempre; el secreto de hacer llorar es llorar uno mismo; pero son precisas lgrimas

    verdaderas, y para derramarlas hace falta que el alma est profundamente conmovida."Le doy las gracias aadi abrazndome y le prometo recitar maana las mismas estrofas, y llorar

    como usted.Lo cumpli.Es extrao dijo la seora Denis que Roma, tan intolerante, no haya puesto en el ndice el canto

    de Rolando.Bien lejos de esto dijo Voltaire Len X ha tomado la delantera excomulgando a quien quisiera

    condenarlo. Las dos grandes familias de Este y de Mdicis estaban interesadas en sostenerle. Sin estaproteccin es probable que el solo verso de la donacin de Roma hecha por Constantino a Silvestre, donde elpoeta dice puzza forte, hubiera bastado para prohibir todo el poema.

    Yo creo dije que el verso que ms escndalo ha levantado, es aquel en que Ariosto duda acercade la resurreccin del gnero humano, y el fin del mundo. Ariosto aad hablando del ermitao quequera impedir a Rodomonte apoderarse de Isabel, viuda de Zerbino, pinta al africano que, molestado por sussermones, se apodera de l, y lo lanza tan lejos que va a estrellarse contra una roca, de manera che alnovissimo di forse fia desto. Este forse, que quiz el poeta no coloc all ms que como una flor o unaretrica, o como una cua para completar el verso, hizo gritar mucho y sin duda esto hubiera hecho reir,tambin mucho, al poeta, si le hubiera dado tiempo.

    Lstima, dijo la seora Denis que Ariosto no haya sido ms sobrio en esas hiprboles.Calla, sobrina; estn llenas de ingenio y de gracia. Son apenas lunares que el mejor gusto ha

    derramado en toda la obra.Hablamos despus de mil cosas, en literatura, y por fin surgi el tema de La Escocesa, que habamos

    representado en Soleure, hecho que era conocido en Ginebra.El seor de Voltaire me dijo que si quera representarla en su casa, escribira al seor de Chavigny

    para comprometer a mi Lindana a venir a ayudarme, y que l hara el papel de Monrose. Me excus diciendoque la seora de... estaba en Basilea, y que yo estaba obligado a partir al da siguiente. A estas palabras,Voltaire puso el grito en el cielo y acab por decirme que mi visita sera insultante para l si no le haca elsacrificio de quedarme por lo menos una semana entera.

    Seor le dije no he venido a Ginebra sino para tener el honor de verlo, ahora que ya he tenidoeste honor no tengo nada ms que hacer.

    Pero ha venido aqu para hablarme o para que yo le hable?Para hablarle sin duda, pero ms aun para que me hable.Qudese, pues, tres das por lo menos; venga a comer en mi casa todos ellos, y nos hablaremos. La

    invitacin era tan halagea, que hubiera sido imposible rehusar. Acept, pues, y en seguida me retir paraescribir.

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    No haca un cuarto de hora que estaba en mi casa, cuando un sndico de la ciudad, hombre amable, aquien no nombrar, y a quien haba visto en casa de Voltaire, vino a invitarme a cenar. "He asistido, me dijo,a su conversacin con el grande hombre, y no he abierto la boca, pero deseo pasar una hora con usted". Portoda respuesta lo abrac, pidindole perdn por encontrarme vestido de entre casa, y le dije que aceptaba congusto que pasara conmigo toda la velada.

    Aquel amable hombre pas conmigo dos horas sin hablar un instante de literatura; pero no lonecesitaba para agradarme, porque siendo discpulo de Epicuro y de Scrates, se pas el tiempo contandohistorietas, hablando de toda clase de placeres que podan obtenerse en Ginebra. Antes de dejarme, me pidique cenara con l al da siguiente.

    Lo espero para que cene conmigo le dije.Bien, pero no hable a nadie de ello.Yo se lo promet. A la maana siguiente vino el joven Fox a verme con los dos ingleses que haban

    estado en casa de Voltaire. Me propusieron una partida de cartas, acept, y despus de haber perdido unoscincuenta luises, pagu, y nos fuimos a recorrer la ciudad hasta la hora de comer.

    Encontramos en Las Delicias al duque de Villars, que acababa de llegar para consultar al doctorTronchin que, desde haca diez aos, le haca vivir artificialmente.

    Durante la comida permanec silencioso, pero a los postres el seor de Voltaire, sabiendo que yo notena motivos para estar contento del gobierno de Venecia, procur que hablara sobre esto; yo lo evit,porque trat de demostrar que no hay pas en el mundo donde se pueda gozar de ms completa libertad. "S,me dijo l, con tal que se resigne uno al papel de mudo", y viendo que la conversacin no me gustaba, metom por el brazo y me llev a su jardn, del que me dijo era el arquitecto. La gran avenida conduca a unahermosa corriente de agua.

    Este es me dijo el Rdano, que yo envo a Francia.Es un envo que hace a poca costa.Sonri agradablemente, despus me ense la hermosa calle de Ginebra y el Monte Blanco, que es el

    pico ms elevado de los Alpes.Haciendo recaer despus la conversacin sobre la literatura italiana, comenz a razonar con ingenio y

    mucha erudicin, pero terminaba siempre por un falso juicio. Yo le dejaba decir. Me habl de Hornero, deDante, de Petrarca, y todo el mundo sabe lo que l pensaba de estos grandes genios; de hecho, se haperjudicado escribiendo lo que pensaba. Me content con decirle que si estos grandes hombres no merecanla consideracin de todos los que los estudian, hace mucho que habran cado del pedestal donde laaprobacin les ha colocado.

    El duque de Villars y el famoso mdico Tronchin vinieron a reunrsenos. El doctor, alto y grueso, bienformado, apuesto, atento, elocuente sin ser hablador, fsico, hombre de talento, discpulo de Boerhaave, quele quera, no teniendo ni la jerga, ni el charlatanismo, ni la pretensin de suficiencia de los de la facultad, meencant. Su medicina estaba basada en el rgimen y para hacerlo tena necesidad adems de ser filsofo. Seme ha asegurado, aunque me cuesta trabajo creerlo, que cur a un tuberculoso por medio de la leche deburras, a las que haba sometido a fuertes fricciones de mercurio dadas por cuatro peones de carga.

    En cuanto a Villars, llam tambin mi atencin, pero de una manera opuesta a Tronchin. Al examinarsu cara y su aspecto, cre ver una mujer septuagenaria vestida de hombre, delgada, descarnada y conpretensiones de haber sido hermosa en su juventud. Tena las mejillas como enyesadas, los labios retocadosde carmn, las cejas teidas de negro, los dientes postizos, una enorme peluca de donde se desprenda unfuerte olor a mbar y en el ojal un manojo de flores que le suba hasta la barba. Se esforzaba en ser graciosoen sus gestos y hablaba con una voz tenue, que muchas veces impeda entenderle. Por lo dems, era muycorts, afable y amanerado segn los gustos del tiempo de la Regencia. Era, en todo, un ser soberanamenteridculo. Se me dijo que en su juventud gustaba del bello sexo, pero que cuando ya no serva para nada, tomel modesto partido de hacerse mujer y mantena cuatro hermosos barbilindos que por turno tenan eldeplorable encargo de dar calor durante la noche a su viejo esqueleto.

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    Villars era gobernador de Provenza, y tena la espalda comida por un cncer. Segn la naturaleza,deba haber sido enterrado haca diez aos pero, a fuerza de rgimen, Tronchin lo haca vivir, alimentndolocon lonjas de ternera. Sin este alimento, el cncer lo hubiera aniquilado. He aqu lo que puede llamarse vivirartificialmente.

    Acompa a Voltaire a su cuarto, donde cambi de peluca y se puso otro gorro, porque siemprellevaba uno para precaverse de los resfros a que era muy propenso. Vi sobre una mesa la Summa de SantoToms, y entre varios poetas italianos, la Secchia rapita de Tassoni.

    Este es me dijo Voltaire el nico poema trgico-cmico que Italia posee. Tassoni fue monje,gran talento y un sabio tanto como un poeta.

    En calidad de poeta, pase, pero no en calidad de sabio; porque burlndose del sistema de Coprnico,dijo que siguindole no podra darse la teora de las lunaciones ni la de los eclipses.

    Dnde ha dicho esa tontera?En sus discursos acadmicos.No los tengo, pero procurar conseguirlos. Tom una pluma para escribir una nota sobre esto y me

    dijo:Pero Tassoni ha criticado al Petrarca con mucho ingenio.S, pero por ello ha deshonrado su gusto y su literatura, as como Muratori.Aqu estn. Admita que su erudicin es inmensa.Et ubi peccat*. [* Este es su pecado.]Voltaire abri una puerta y me dijo mostrndome un centenar de gruesos paquetes:Esta es mi correspondencia. Aqu hay aproximadamente cincuenta mil cartas a las que he

    contestado.Tiene la copia de las respuestas?De una buena parte. Esto es trabajo de un muchacho que no tiene otra cosa que hacer.Conozco muchos libreros que daran mucho dinero por ser dueos de ese tesoro.S, pero evite los libreros cuando d algo al pblico, si no ha empezado ya; son piratas ms terribles

    que los de Marruecos.No tendr tratos con ellos sino cuando sea viejo.Entonces sern la plaga de su vejez.Ante esto le recit un verso macarrnico de Merlin Cocci.Qu es eso? pregunt.Es un verso de un poema clebre en ochenta cantos.Clebre?S, y lo que es ms, digno de serlo; pero para apreciarle es preciso conocer el dialecto de Mantua.Yo lo entender si puede trarmelo.Tendr el honor de ofrecrselo maana.Me obliga en extremo.Vinieron a sacarnos de all y pasamos, entre los dems invitados, dos horas en conversacin. Voltaire

    despleg todos los recursos de su talento brillante y frtil y sedujo a todos, a pesar de sus rasgos custicos,que no perdonaban ni aun a las personas presentes. Pero tena un arte inimitable para lanzar el sarcasmo sinherir. Cuando el gran hombre acompaaba sus palabras con una sonrisa llena de gracia, jams le faltaban lasrisas de los oyentes.

    Tena su casa dispuesta lo ms noblemente posible, y en casa del poeta se hacan buenas comidas,circunstancia muy rara entre sus colegas, que son raramente, como l, los favorecidos de Plutn. Tenaentonces sesenta y seis aos y ciento veinte mil libras de renta. Se ha dicho maliciosamente que este gran

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    hombre se haba enriquecido engaando a sus libreros; la verdad es que no ha sido, desde este punto de vista,ms favorecido que el ltimo de los autores y que lejos de haber engaado a sus libreros, l ha sido muchasveces el engaado por ellos. Es preciso exceptuar a los Cramer, cuya fortuna ha hecho. Voltaire haba sabidoenriquecerse por otro medio que su pluma, y como avaro por reputacin, ha dado muchas veces sus obras,con la nica condicin de ser impresas y distribuidas. Durante el tiempo que pas junto a l, fui testigo deuna de estas generosidades; regal la Princesa de Babilonia, cuento encantador que escribi en tres das.

    Al da siguiente me levant inspirado y me puse a escribir al seor de Voltaire una carta en versoslibres, que me cost cuatro veces ms trabajo que si la hubiera rimado. Se la envi con el poema de TefiloFalengue, pero hice mal, porque poda haber previsto que no gustara el poema, porque no puede apreciarsebien lo que no se comprende bien. Al medioda me dirig a casa de Voltaire, que no estaba visible, aunque s,la seora Denis. Tena esta ingenio, y gusto, erudicin sin pretensin y mucho odio al rey de Prusia, a quienllamaba villano. Me dio noticias de nuestra amiga comn, mi bella ama de llaves, y me felicit por haberlacasado con un hombre honrado. Aunque hoy da reconozco que tena muchsima razn, yo estaba lejosentonces de compartir su opinin porque la impresin era muy reciente y muy viva. La seora Denis mepidi le contara mi evasin de los Plomos, pero como el relato era un poco largo, le promet hacerlo en otraocasin.

    Voltaire no comi con nosotros; no apareci hasta las cinco y lo hizo con un libro en la mano.Conoce me dijo al marqus Albergati Capacelli, senador bolos, y al conde Paradisi?No conozco a Paradisi, pero s de vista a Albergati, que no es senador sino uno de los cuarenta, y en

    Bolonia los cuarenta son cincuenta. Misericordia! He aqu un enigma difcil de adivinar.Lo conoce usted?No pero me ha enviado el Teatro de Goldoni, salchi: chones de Bolonia, la traduccin de mi

    Tancredo, y vendr a verme.No vendr; no es bastante necio.Cmo necio? Es necesario serlo para venir a verme?No; no por usted seguramente, pero por l, sin duda.Por qu?El sabe que perdera mucho, porque se deleita con la idea que parece tiene usted de l, y si viniera,

    vera su nulidad, y adis ilusin. Es un buen hombre que posee seis mil ceques de renta y tiene la mana delteatro. Es bastante buen actor, y ha escrito algunas comedias en prosa que no resisten ni la lectura, ni larepresentacin.

    Es esta una descripcin, a fe ma, que no lo favorece.Puedo asegurarle que no lo rebajo.Pero, dgame, cmo se explica eso de cuarenta y cincuenta?De la misma manera que en Basilea es medioda a las once.Comprendo, as como el Consejo de los Diez es de diecisiete.Precisamente; pero los malditos cuarenta de Bolonia son otra cosa.Y por qu son malditos?Porque no estn sometidos al fisco, y por este privilegio cometen todos los crmenes que quieren

    con completa impunidad; no pagan como si vivieran fuera del Estado pero viven all a su gusto y de su renta.Esto es una bendicin y no una maldicin; pero sigamos. El marqus Albergati es sin duda un

    literato?Escribe bien su lengua; pero se escucha, es prolijo y no encierra gran cosa su cabeza.Ha dicho que es actor?Y muy bueno, sobre todo en sus propias comedias, cuando hace el papel de enamorado.

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    Es buen mozo?S, sobre la escena, pero no en otra parte, porque su cara no tiene expresin.Pero agradan sus obras?No a los conocedores, porque silbaran si se comprendieran.Y de Goldoni, qu me dice?Todo lo que puede decirse. Goldoni es el Molire de Italia.Por qu se titula poeta del duque de Parma?Sin duda para probar que un hombre de talento, a su lado, queda sealado como un necio;

    probablemente el duque no lo sabe. Tambin se titula abogado, aunque no lo sea ms que en su imaginacin.Goldoni es un buen autor de comedias y nada ms. Toda Venecia me conoce como amigo suyo, y puedohablar con conocimiento de causa. No brilla en sociedad, a pesar de que el sarcasmo est presente tanfinamente en sus escritos; es un hombre de un carcter extremadamente dulce.

    Esto es lo que me han dicho. Es pobre y me han asegurado que quiere abandonar Venecia. Estodisgustar a los empresarios de los teatros donde se presentan sus obras.

    Se ha hablado de asegurarle una pensin, pero el proyecto fracas porque se ha credo que encuanto tuviera la pensin, dejara en absoluto de escribir.

    Cuma rehus una pensin a Homero, porque tuvo miedo de que todos los ciegos pidieran otra.Pasamos el da muy agradablemente y me dio gracias con efusin cordial por Macaronicon, que me

    prometi leer. Me present un jesuta que tena a sueldo y que se llamaba Adn, aadiendo despus de sunombre: "Este no es Adn, el primero de los hombres". Me dijeron despus que se diverta en jugar con l alchaquete y que cuando perda le tiraba a las narices los dados y el cubilete. Si en todas partes se tratara a losjesutas con tan poca consideracin, se acabara quiz por no tener ms que jesutas inofensivos; peroestamos todava lejos de ese tiempo feliz.

    Como de costumbre, fui tambin al da siguiente a casa de Voltaire, pero aquel da me sentdefraudado, porque se le ocurri al grande hombre estar criticn, burln y custico. Saba que yo debamarcharme al otro da. Empez por decirme en la mesa que me daba las gracias por el regalo que le habahecho de Merlin Cocci.

    Me lo ha ofrecido seguramente con buena intencin dijo pero no le doy gracias por el elogioque me ha hecho del poema; es usted el culpable de que haya perdido cuatro horas leyendo simplezas.

    Me sent desagradado, pero me mantuve dueo de m mismo y le respond con calma que quiz severa obligado otra vez a hacer un elogio mejor que el mo. Le cit muchos ejemplos de lo insuficiente quepuede ser una primera lectura.

    Es verdad dijo pero en cuanto a su Merlin, lo abandono. Lo he puesto al lado de La Doncellade Chapelain.

    Que agrada a todos los inteligentes, no obstante su mala versificacin, porque es un buen poema yChapelain era poeta, aunque haca malos versos. No puede discutirse su talento.

    Mi franqueza debi chocarle y yo deba haberlo adivinado, puesto que me haba dicho que pondra elMacaronicon al lado de La Doncella. Yo saba tambin que un poema indecente del mismo nombre quecorra por el mundo pasaba por ser suyo; pero saba que l no aceptaba su autora y contaba por ello quedisimulara el fastidio que deba causarle mi explicacin. No fue as, pues me replic agriamente y yo hice lomismo.

    Chapelain le dije ha tenido el mrito de hacer agradable su obra, sin solicitar la adhesin de suslectores por medio de cosas que hieran el pudor o la piedad. Este es el parecer de mi maestro Crebilln.

    Crebilln! Me cita un gran juez. Pero le ruego me diga cmo puede ser Crebilln su maestro.Me ha enseado, en menos de dos aos, a hablar el francs, y para darle una prueba de mi

    reconocimiento, he traducido el Rhadamista en versos alejandrinos italianos. Soy el primer italiano que sehaya atrevido a adaptar este metro a nuestra lengua.

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    El primero? Le pido perdn, pero este honor pertenece a mi amigo Pietro Giacomo Martelli.Siento tener que decirle que est equivocado.Diantre!, tengo en mi cuarto sus obras impresas en Bolonia.No se lo discuto; no le discuto ms que el metro empleado por Martelli. No puede haber ledo de l

    ms que versos de catorce slabas sin rimas. Sin embargo, yo pienso que ha credo, neciamente, imitar austed, sus alejandrinos, y su prefacio ha hecho rer. No lo ha ledo quiz?

    Que si no lo he ledo? Tengo la mana de los prefacios. Martelli prueba que sus versos hacen alodo italiano, el efecto que los alejandrinos hacen al nuestro.

    Y eso es precisamente lo que tienen de risible. El buen hombre se ha engaado y no quiero otro juezque usted acerca de esta idea. Su verso masculino no tiene ms que doce slabas poticas, y el femenino,trece. Todos los versos de Martelli tienen catorce, excepto los que terminan por vocal aguda, que al fin delverso vale siempre por dos. Observe que el primer hemistiquio de Martelli es constantemente de sietesilabas, mientras que en francs jams es de ms de seis. O su amigo Pietro Giacomo era sordo, o tena laoreja trabada.

    Luego usted sigue rigurosamente la teora de nuestra versificacin? Rigurosamente, a pesar de la dificultad; porque casi todas nuestras palabras acaban por una breve.Y qu efecto produjo su innovacin?No ha agradado, porque nadie ha sabido recitar mis versos, pero espero que esto se modifique

    cuando los d a conocer yo mismo en nuestros crculos literarios.Recuerda algn trozo del Rhadamista?Me acuerdo de todo l.Prodigiosa memoria; lo oir con mucho gusto.Me puse a decir la misma escena que haba recitado a Crebilln diez aos antes y me pareci que

    Voltaire me escuchaba con placer. "No se echa de ver, me dijo, la menor dificultad". Era lo ms agradableque poda decirme. A su vez el gran hombre me recit un trozo de su Tancredo que an no haba publicado,creo, y que la continuacin fue considerada justamente un modelo.

    Hubiramos acabado bien, si hubisemos acabado all, pero habiendo citado un verso de Horacio paraalabar una de sus piezas, me dijo que Horacio haba sido un gran maestro en el teatro y que haba dadopreceptos que jams envejeceran. A lo cual yo respond que l no violaba ms que uno solo, pero comogrande hombre.

    Cul?Usted no escribe contentos paucis lectoribus.Si Horacio hubiera tenido que combatir a la bestia de la supersticin, habra, como yo, escrito para

    todo el mundo.Me parece que podra ahorrarse el combatir lo que no lograra destruir.Lo que yo no pueda acabar, otros lo acabarn y siempre tendr el privilegio de haber empezado.Est muy bien; pero, suponiendo que logre destruir la supersticin, con qu la reemplazar? Pues me gusta! Cuando libero al gnero humano de una bestia feroz que lo devora, se me puede

    preguntar qu pondr en su lugar?No lo devora; es, por el contrario, necesaria a su existencia. Necesaria a su existencia! Blasfemia horrible. Amo al gnero humano y quisiera verlo como yo,

    libre y dichoso, y la supersticin no sabra entonces combinarse con la libertad. Dnde ve que laservidumbre pueda hacer la dicha de un pueblo?

    Luego aspira a la soberana del pueblo? Dios me guarde! Es preciso un soberano para gobernar las masas.

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    En ese caso, la supersticin es necesaria, porque sin ella, el pueblo no obedecer jams a un hombrerevestido del nombre de monarca.

    Nada de monarca, porque esta palabra expresa el despotismo que odio como la servidumbre.Qu quiere, entonces? Si quiere que un hombre gobierne solo, no puedo considerarle ms que

    como monarca.Yo quiero que el soberano gobierne un pueblo libre, que sea jefe por medio de un pacto que los

    ligue recprocamente y que le impida convertirse en un gobernante arbitrario.Addison dice que este soberano, este jefe no es posible que exista. Estoy con Hobbes. Entre dos

    males es preciso optar por el menor. Un pueblo sin supersticin sera filsofo, y los filsofos no quierenobedecer. El pueblo no puede ser feliz mientras no sea aplastado, y encadenado.

    Esto es horrible, y usted es pueblo! Si me ha ledo, ha de haber visto cmo demuestro que lasupersticin es la enemiga de los reyes.

    Que si lo he ledo? Ledo y reledo, sobre todo cuando no comparto su opinin. A usted lo dominael amor a la humanidad. Et ubi pecas. Este amor lo ciega. Ame a la humanidad, pero tal como es. No est encondiciones de recibir los beneficios que quiere prodigarle usted y que la harn ms desgraciada y msperversa. Deje que la bestia lo devore; esta bestia le es querida. Jams ha redo tanto como viendo a DonQuijote trabajosamente defenderse de los galeotes a quienes, por grandeza de alma, acababa de dar libertad.

    Siento que tenga tan mala idea de sus semejantes. Pero, a propsito, dgame, acaso son libres enVenecia?

    Tanto como se puede serlo bajo un gobierno aristocrtico. La libertad de que gozamos no es tangrande como la que se goza en Inglaterra, pero estamos contentos.

    Y aun encerrados en los Plomos?Mi detencin fue un acto de despotismo; pero como estaba convencido de que haba abusado

    conscientemente de la libertad, vi que el gobierno estaba justificado en encerrarme sin las formalidadesordinarias.

    Sin embargo, se escap.Us de mi derecho como ellos haban usado del suyo.Admirable. Pero de esta manera nadie puede llamarse libre en Venecia.Puede ser; pero convengamos que para ser libre basta querer serlo.En esto es en lo que no convendr fcilmente. Usted y yo vemos la libertad desde un punto de vista

    muy diferente. Los aristcratas, aun los miembros del gobierno, no son libres en aquel pas; porque, porejemplo, no pueden ni viajar sin permiso.

    Es verdad, pero es una ley que se han impuesto voluntariamente para conservar su soberana. Diraque un berlins no es libre porque est sometido a las leyes suntuarias, cuando es l mismo quien las hizo?

    Pues bien; que hagan todos los pueblos sus leyes.Despus de esta rplica y sin transicin ninguna, me pregunt de dnde vena.Vengo de Roche le dije No me hubiera perdonado estar en Suiza sin haber visto al clebre

    Haller. En mis correras me gusta acercarme a los sabios, mis contemporneos.El seor Haller debe haberle agradado.He pasado en su casa tres de mis mejores das.Lo felicito. Es preciso inclinarse ante tan grande hombre.Comparto su opinin y me gusta orle esta justicia; lo compadezco porque no es equitativo para con

    usted.Es posible que los dos nos engaemos.A esta respuesta, cuyo mrito estuvo en la prontitud, todos los asistentes se echaron a reir y

    aplaudieron.

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    No se habl ms de literatura y permanec mudo hasta el momento en que Voltaire se retir; yo meaproxim a la seora Denis para preguntarle si tena algn encargo que hacerme para Roma. Sal despus,contento por haber, como entonces tena la simpleza de creerlo, enfrentado con bien a aquel gran atleta.Desgraciadamente me qued contra este gran hombre un mal humor que me oblig, durante diez aosseguidos, a criticar todo cuanto haba salido de su inmortal pluma.

    Hoy me arrepiento, aunque repasando aquellas acusaciones, veo que muchas veces estabanjustificadas. Debiera haberme callado, respetarlo y dudar de mis juicios. Debiera haber reflexionado que sinsus ironas, que me hicieron odiarle al tercer da, lo hubiera encontrado sublime en todo. Esta sola reflexindebiera haberme impuesto silencio; pero un hombre encolerizado cree tener siempre razn. La posteridadque me lea me pondr en el cuadro de los presumidos, y la humildsima reparacin que hoy hago a estegrande hombre no ser leda quizs. Si nos volvemos a encontrar en los dominios de Plutn, librados quizde lo que nuestra naturaleza ha tenido de mordaza durante nuestro trnsito por la tierra, nos encontraremosmuy amistosamente; recibir mis sinceras excusas y seremos, l mi amigo y yo su sincero admirador.

    Pas una parte de la noche y casi todo el da siguiente escribiendo mis conversaciones con Voltaire;hice casi un volumen del que no publico aqu sino un breve resumen.

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    CAPITULO XX

    del tomo 8Una vez en Calais, dej mi silla de posta en la posada del Brazo de Oro y alquil un velero para que

    estuviese a mis rdenes a la hora que yo quisiese. Slo haba uno libre y otro estaba destinado al pblico, aseis francos por persona. Di seis guineas por adelantado, exigiendo recibo en forma; yo saba que en Calaisempezaba el hombre a no tener razn cuantas veces le fuese imposible hacer valer su derecho por escrito.

    Antes de que bajase la marea, Clairmont hizo embarcar todo mi equipaje y encargu la cena. Como losluises no circulaban en Inglaterra, cambi mi oro francs por guineas.

    El chico Aranda, a quien devuelvo su nombre de Trenti, haba tomado su decisin. Estaba tranquilo,aunque satisfecho de haberme demostrado que era buen jinete. Acabbamos de sentarnos a la mesa, cuandoo a mi puerta voces de palabras inglesas, y el posadero entr a informarme del motivo de la discusin.

    Es el correo del duque de Bedford, embajador de Inglaterra, que anuncia a su amo y discute con elpatrn del buque. Pretende que lo haba comprometido por escrito y dice que el otro no poda disponer de subuque. El patrn sostiene que no ha recibido carta alguna y nadie puede hacerle decir lo contrario.

    Al amanecer del da siguiente, el posadero vino a decirme que el embajador haba llegado durante lanoche y que su criado quera hablar conmigo.

    Lo hice entrar y me explic que su amo estaba apurado por volver a Londres y que yo le hara un granfavor si le ceda el buque.

    Le escrib estas lneas:"El seor duque puede disponer de todo mi barco, a excepcin del sitio que necesito para m, otras dos

    personas y mi pequeo equipaje. Aprovecho con gusto la ocasin de complacer al seor embajador deInglaterra".

    El mensajero vino a darme las gracias de parte del duque, pero dicindome que su amo no podaaceptar sino pagando.

    Dgale que es imposible, porque ya est pagado.Le devolver las seis guineas.Diga a su amo que puede disponer del buque, sin pagar, y no de otra manera; no vendo lo que

    compro.El duque se hizo anunciar media hora despus, y me dijo con mucha dignidad que yo tena razn, pero

    que l tambin la tena.Hay un medio de conciliario todo, me dijo: acptelo.Qu medio?Pagaremos a medias.Los deseos que tengo de complacerlo me obligan a aceptar, milord; pero en tal caso yo voy a serle

    deudor de la honra que Su Seora quiere hacerme. Partiremos cuando guste.Se fue presentndome su mano, y despus hall sobre mi cmoda tres guineas que haba dejado sin

    que yo lo advirtiera.Una hora despus le devolv la visita y mand decir al patrn que embarcase al embajador y su

    equipaje.Slo empleamos dos horas y media en la travesa de la Mancha.Al desembarcar en Inglaterra, el extranjero necesita abastecerse de resignacin. El registro de la

    aduana fue minucioso, humillante, indiscreto, impertinente; mas como el duque embajador se someta a todoaquello, me fue preciso someterme tambin. De nada me hubiera servido resistir. Nada es, en Inglaterra,como en el resto de Europa; hasta la tierra tiene un color distinto, y el agua del Tmesis tiene un gusto que

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    no se halla en ningn otro ro. Todo tiene ah un carcter particular: los pescados, el ganado vacuno, loscaballos, los hombres y las mujeres, todo es tpicamente ingls. El carcter principal de aquellos altivosisleos es el orgullo nacional, que los hace sentirse muy por encima de todos los dems pueblos.

    Lo que desde luego llam mi atencin fue la limpieza general, la hermosura de la campia y el buencultivo, la solidez de la comida, la buena conservacin de las carretas y de los coches de posta, la facilidadde los pagos, la rapidez del trote de los caballos de tiro, la construccin de las poblaciones que se hallan entreDover y Londres, como Canterbury y Rochester, ciudades muy populosas, extraordinariamente largas yestrechas.

    Llegamos a Londres al anochecer y fuimos a alojarnos en casa de la seora Cornelis, nombre quehaba tomado Teresa, mujer del actor Imer y despus del bailarn Pompeiati, que se haba matado en Viena,abrindose el vientre con una navaja de afeitar.

    Esta Pompeiati, que en Holanda haba tomado el nombre de Trenti, llevaba en Londres el de CornelisRigierboos, su amante, de quien he hablado en mis Memorias y a quien ella hall el modo de arruinar.

    La seora Cornelis habitaba en Soho-Square casi frente a la casa del residente de Venecia. Al llegar asu casa, segu la indicacin que me haba dado en su ltima carta. Dej a su hijo en el carruaje, y habindomehecho anunciar, crea que iba a volar a mi encuentro, pero un portero me indic que aguardara y dos minutosdespus un criado de gran librea vino a entregarme una nota en la que la seora Cornelis me deca que fueraa instalarme en la casa a la que me conducira el criado. Disimul mi fastidio hallando extrao aquelproceder, pero supuse que ella tendra sus razones para obrar as. Cuando llegamos a la casa indicada, unaseora gruesa llamada Rancour y dos criados nos recibieron, o ms bien recibieron a mi joven acompaante;la seora abraz al pequeo Cornelis, le felicit por su llegada y aparent no advertir que yo existiese en elmundo.

    Hicieron subir nuestro equipaje, y habindose informado la seora Rancour de cul perteneca aCornelis, lo hizo colocar en una hermosa habitacin compuesta de tres piezas, y le dijo a l, ensendole elcuarto y los dos criados:

    Estos dos criados y esta habitacin son suyos, lo mismo que yo soy su humilde servidora.En cuanto a m, Clairmont vino a decirme que haba colocado mi equipaje en un cuarto que tena la

    entrada por uno de los de Cornelis. Me dirig all y de una ojeada pude ver que era tratado sin miramientos,como un pequeo subalterno. Mi clera estaba a punto de estallar, pero, cosa maravillosa, supe reprimirme, yno dije palabra.

    Dnde est su cuarto? dije a Clairmont.En el ltimo piso, y debo compartirlo con uno de los dos criados que ha visto.Aquel buen servidor, que me conoca, qued muy sorprendido de la calma con que le dije:Lleve all su equipaje.Deshago el suyo?No, ya veremos maana.Segu disimulando y volv a entrar en el cuarto del muchacho que, sin duda, tomaban por mi amo y

    que pareca un tonto: tan fatigado y sorprendido estaba. Escuchaba a la seora Rancour, que le detallaba elmagnfico estado en que se hallaba la seora Cornelis, su madre, sus empresas, su inmenso crdito, lamagnfica casa que haba hecho construir, sus treinta y tres criados, sus dos secretarios, sus seis caballos, sucasa de campo, etctera.

    Cmo se encuentra mi hermana Sofa? dijo el pobre muchacho.Se llama Sofa? No se llama ms que miss Cornelis. Es una hermosura, una maravilla. Toca

    admirablemente varios instrumentos, baila bien, habla con la misma facilidad el ingls, el francs y elitaliano; en una palabra: es una maravilla. Tiene su aya y su doncella. Lstima que est poco desarrolladapara su edad, porque tiene ocho aos.

    Tena diez, pero como la seora Rancour hablaba sin mirarme, nada dije.

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    El joven Cornelis, que tena necesidad de descanso pregunt a qu hora se cenaba.A las diez, y no antes dijo la duea porque la seora Cornelis no se halla libre antes de tal hora.

    Est siempre ocupada con su abogado, a causa de un proceso que sigue contra sir Federico Fermer.Juzgando que, sin preguntarle, no sacara mucho en limpio de la charla de la seora Rancour, tom mi

    bastn y mi sombrero y fui a pasearme al azar por aquella inmensa ciudad, cuidando solamente nodesorientarme.

    Eran las siete; un cuarto de hora despus, viendo mucha gente en un caf, entr en l. Era el caf quepeor fama tena en Londres y en el que se reuna la camarilla de los perdidos de Italia que cruzaban el canal.En Lyon me haba informado de este caf y estaba resuelto a no poner en l los pies. La casualidad que casisiempre se mezcla en hacernos ir a la izquierda cuando queremos marchar a la derecha, me hizo esta malajugada a pesar mo. No he vuelto jams a tal sitio.

    Fui a sentarme en un lugar apartado y ped una limonada. Al rato vino un desconocido a colocarse ami lado para aprovecharse de la luz y leer una gaceta que segn pude observar estaba escrita en italiano.Aquel hombre, con un lpiz, se ocupaba en borrar ciertas letras, y poner al margen su correccin, de lo quededuje que era un autor. Una tonta curiosidad me haca seguir atentamente su trabajo, y vi que correga lapalabra ancora, poniendo una h al margen, indicando que deba imprimirse anchora. Esta barbarie me irrity le dije que desde haca cuatro siglos se escriba ancora sin h.

    Estamos de acuerdo me dijo pero cito a Boccaccio y en las citas es preciso ser exacto.Le pido me disculpe, seor, veo que es un literato.De la ms nfima clase. Me llamo Martinelli.Entonces es usted de los renombrados, y no de los de la ms nfima clase. Conozco su reputacin y,

    si no me equivoco, es pariente de Casalbigi, que me ha hablado de usted. He ledo algunas de sus stiras.Me atrever a preguntarle a quin tengo el honor de hablar?Me llamo Casanova de Seingalt*. Ha acabado con su edicin del Decamern? [* Casanova utiliza

    el ttulo, cuyo origen se desconoce, que ha incorporado a su nombre dos aos despus de su huida de losPlomos (cf. tomo 1 de estas Memorias). (N. de la T.)]

    Trabajo en l todava y procuro aumentar el nmero de suscriptores.Si me quiere contar entre ellos, le ruego que lo haga.Con ello me hace un honor.Me dio un billete de suscripcin, y viendo que su precio no era ms que el de una guinea, le tom

    cuatro, y luego, levantndome para irme, le dije que esperaba volver a verle en el mismo caf cuyo nombrele pregunt. Me lo dijo, sorprendido de que no lo conociese, pero ces su extraeza cuando le dije que mehallaba en Londres por primera vez desde haca una hora.

    Hallar dificultad para volver a su casa; permtame que lo acompae.Cuando salimos, me previno que la casualidad me haba conducido al caf de Orange, el ms

    desacreditado de Londres. Pero usted concurri a l!Yo puedo hacerlo amparado en el verbo de Juvenal: El viajero que nada posee, canta en presencia

    de los ladrones. Los pcaros que aqu acuden no tienen relacin alguna conmigo; yo los conozco, y ellos meconocen; no nos hablamos.

    Sin duda hace mucho tiempo que reside en Londres.Cinco aos.Y conoce a mucha gente?S, pero no visito ms que a lord Spencer, ocupndome de literatura, viviendo solo, ganando poco,

    pero sabiendo bastarme. Vivo en un cuarto amueblado, tengo doce camisas y la ropa que me ve encima. Conesto me considero feliz.

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    Este hombre, que hablaba el toscano con la mayor pureza, me agrad, sobre todo por el tono deprobidad que su conversacin encerraba.

    Por el camino le pregunt cmo deba arreglarme para alojarme bien. Cuando supo qu clase dealojamiento deseaba, cmo quera vivir y el tiempo que pensaba permanecer en Londres, me aconsej quetomase una casa completamente amueblada, desde la cocina hasta la alcoba y el comedor.

    Se le dar un inventario de todos los objetos, y en cuanto tenga un fiador, ser dueo de ella,domiciliado como un ingls y no depender ms que de las leyes.

    Lo que me propone es muy de mi gusto le dije indqueme una casa que se alquile as.No tardar mucho en complacerlo.Entr en un almacn, pidi a la duea le prestara el Advertiser, tom algunas direcciones y me dijo:Ya tenemos lo que necesitamos.De las casas cuyas seas haba anotado, la ms prxima al sitio en que nos hallbamos se encontraba

    en Pall-Mall y all nos dirigimos. Una vieja vino a abrirnos la puerta y nos ense el piso bajo y otros tres.Cada piso tena dos cuartos sobre la calle, con un gabinete, lo que es general en Londres, y dos camas encada piso. Todo en aquella casa estaba resplandeciente de limpieza: ropa blanca, muebles, alfombras,espejos, porcelanas y hasta las campanillas y las cerraduras de las puertas. Nada faltaba para la comodidadamplia de una rica familia. El precio era de veinte guineas por semana, y sin regatear, cosa bastante intil enLondres; dije a Martinelli que lo comprometa desde entonces para mudarme cuando me conviniese.

    Cuando mi compatriota tradujo mis palabras a la vieja, ella hizo decirme que si yo quera conservarlacomo ama de llaves no tena necesidad de dar fianza y que bastara, mientras pagase por adelantado cadasemana. Le hice responder que la conservara con la condicin de que tomase una sirvienta que yo pagara yque estara enteramente a mis rdenes, pero que deba saber, adems del ingls, el francs o el italiano. Meprometi que desde el da siguiente tendra lo que peda y pagu por adelantado el importe de cuatrosemanas. Me extendi el recibo a nombre de caballero Seingalt. En todo el tiempo que permanec en Londresno he usado otro.

    As fue como en menos de dos horas me hall alojado en una ciudad que es considerada un caos y queefectivamente lo es, sobre todo para un extranjero. Pero en Londres todo se rinde a la voluntad de quien tienedinero y no ahorra gastos.

    Cuando regres a casa de la Cornelis, se la esperaba aun a ella, a pesar de haber dado ya las diez, y suseor hijo dorma extendido sobre un silln. A pesar de lo ofendido que me consideraba por aquella mujer, laesperaba con impaciencia, pero decidido a contenerme.

    Bien pronto tres golpes (manera como se hacan anunciar los dueos) nos avisaron la llegada de laseora Cornelis, que vena en silla de manos, y a quien o subir la escalera con mucho escndalo. Entr y semostr contenta de verme, pero no se me acerc para hacerme las caricias que yo esperaba. Corriendo haciasu hijo, cosa bastante natural, lo sent sobre sus rodillas y lo cubri de besos, pero el muchacho, medioadormecido le responda framente.

    Est como yo le dije muy fatigado, y para gentes que necesitan reposo, nos ha hecho esperarbastante tiempo.

    Yo no s si iba a responderme ni lo que me hubiera respondido, cuando vinieron a avisar que la mesaestaba servida. Entonces, levantndose, me hizo el honor de tomar mi brazo para pasar a comer a una salaque yo no haba visto. Como haba cuatro cubiertos, mand quitar el cuarto, y tuve la curiosidad depreguntarle a quin haba correspondido.

    Era para mi hija, pero la he dejado en casa, porque en cuanto ha sabido que usted haba llegado consu hermano ha preguntado solamente por usted.

    Y la ha castigado por esto?Seguramente, porque creo que debiera haber empezado por informarse de la salud de su hermano.

    No opina que tengo razn?

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    Pobre Sofa!, la compadezco. El reconocimiento tiene sobre su corazn mayor fuerza que lasangre.

    La Cornelis dijo a su hijo que trabajaba para dejarlo rico a su muerte y que me haba obligado allevarle a su lado, porque ya se encontraba en edad de ayudarla y de compartir sus trabajos en la casa.

    Y cules son, querida mam, los trabajos que yo debo compartir?Doy cada ao doce cenas y doce bailes a la nobleza y doce a la clase media, a dos guineas por

    cabeza, y tengo casi siempre de quinientas a seiscientas personas. El gasto es inmenso, y sola como meencuentro, es imposible que no me roben, porque no puedo estar en todas partes a la vez. Ahora que estsaqu, podrs vigilarlo todo, mi querido hijo, tener todo bajo llave, llevar las cuentas y la caja, hacer los pagosy recorrer las salas para inspeccionar si todo el mundo est bien servido: desempears las funciones de amo.

    Y piensas, querida mam, que me hallo en condiciones de hacer todas esas cosas?S, porque pronto aprenders cmo.Me parece bien difcil.Uno de mis secretarios vendr a vivir contigo y te informar de todo. Durante un ao no hars sino

    estudiar el ingls y asistir a las reuniones, para que yo te haga conocer lo ms distinguido de Londres, y pocoa poco, llegars a hacerte ingls.

    Sin embargo, quisiera seguir siendo francs.Tonteras, hijo mo; ya te desengaars y todo el mundo hablar de mster Cornelis.Cornelis?S, ste es tu nombre.Es bien raro.Voy a escribirlo para que no lo olvides.Creyendo que su querido hijo bromeaba, la Cornelis me mir un poco sorprendida y le dijo que fuera a

    acostarse, lo que hizo de inmediato. Cuando quedamos solos, me dijo que encontraba a su hijo mal educadoy muy pequeo para su edad.

    Bien me temo aadi que deba empezar un poco tarde a darle otra educacin. Qu es lo queha aprendido en seis aos?

    Hubiera podido aprender mucho, porque ha aprendido ms de lo que ha querido y esto se reduce abien poca cosa: tocar la flauta, montar a caballo, tirar la espada, bailar muy bien el minuet, mudarsediariamente de ropa, responder con cortesa, presentarse con gracia, contar tonteras y vestirse con elegancia.Esto es todo cuanto sabe. Como jams ha querido aplicarse, no tiene ni la ms ligera nocin de otras otrascosas, sabe apenas escribir, con mala ortografa, no conoce las cuatro reglas de aritmtica y no le importasaber si Inglaterra es una de las islas de Europa.

    Seis aos bien empleados!O seis aos perdidos, si quiere; pero tambin perder otros.Mi hija se burlar de l. Pero soy yo quien la ha educado. Quedar avergonzado cuando la vea, a la

    edad de ocho aos, llena de conocimientos.Jams la ver a los ocho aos, porque si yo s bien contar ya debe tener diez.A m me toca decir eso. Mi hija conoce la geografa, la historia, los idiomas, la msica; razona con

    juicio y muestra un discernimiento superior a su edad. Todas las seoras se la disputan. La tengo todo el daen una escuela de dibujo, porque demuestra para este arte una buena disposicin; no viene a casa ms quepor la noche. Come conmigo los domingos, y si me da el placer de venir el prximo, ver que no exagero.

    En tres horas, que nuestra conversacin dur, aquella mujer no me pregunt una sola vez si me hallababien, si me encontraba bien alojado, si pensaba permanecer algn tiempo en Londres, si estaba satisfecho demi fortuna: nada en fin que a m se refiriese, dicindome solamente, riendo y sin que viniera al caso, pero no

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    sin intencin, que ella jams tena un cuarto. Entraban en su caja ms de ochenta mil libras esterlinas porao, pero sus gastos eran enormes y tena deudas.

    Yo me vengu de su indiferencia no dicindole nada de lo que me concerna; por otra parte, yo estabadecente aunque sencillamente vestido, no llevando sobre m diamantes ni alhaja de precio.

    Fui a acostarme molesto pero no enojado, porque, en el fondo, me alegraba haber descubierto su malcorazn. As que, a pesar de mi impaciencia por ver a mi hija, decid no hacer nada para procurarme esteplacer antes del prximo domingo.

    Al da siguiente, temprano, dije a Clairmont que pusiese mi equipaje en un coche, y cuando todoestuvo dispuesto, fui a ver al joven Cornelis en su cama, dicindole que yo iba a alojarme a Pall-Mall y ledej la direccin de mi casa.

    Cmo! No se queda conmigo?No, porque su madre ha olvidado alojarme.Tiene razn. Yo quiero volverme a Pars.No vaya a hacer semejante necedad. Piense que aqu est en su casa, y en Pars quiz no encontrara

    albergue. Adis; volver a verlo el domingo.Pronto qued instalado en mi nueva casa y sal para ir a la del seor Zuccato, residente de Venecia. Le

    entregu la carta del seor Morosini, la ley y me dijo framente que celebraba conocerme. Le ped que mepresentara a la corte y el necio insolente no me respondi ms que por una sonrisa en la que no me hubieradado trabajo hallar la expresin del desdn. Era quiz un reflejo del ceo aristocrtico. Devolvindoleorgullo por orgullo, le hice una fra reverencia y no volv a poner los pies en su casa.

    Al salir de ella, fui a la del conde de Egremont, a quien encontr enfermo, y dej la carta que llevaba.Este lord muri algunos das despus, de suerte que las dos cartas del seor de Morosini no me sirvieron denada; pero no fue culpa suya. Ya veremos cul fue el resultado de su esquelita.

    Me dirig en seguida a casa del conde de Guerchi, embajador de Francia, con una carta del seormarqus de Chauvelin, y fui recibido muy satisfactoriamente. Este seor me invit a comer al da siguiente yme dijo que si lo deseaba, me presentara a la corte el domingo siguiente, despus de la capilla. En la mesade este embajador fue donde conoc al caballero de Eon, secretario de embajada, quien tanto dio que hablar atoda Europa. Este caballero de Eon era una hermosa mujer que antes de entrar en la diplomacia haba sidoabogado y capitn de dragones: haba servido a Luis XV como soldado valiente y como experto negociador.A pesar de su temperamento y de su varonil aspecto, no tard un cuarto de hora en reconocerle como mujer,porque su voz la traicionaba y sus formas eran demasiado redondeadas para hombre, sin contar su falta debarba, que puede ser una falta accidental en un hombre bien constituido.

    Desde los primeros das me hice conocer de todos los banqueros en cuya banca giraba por lo menostrescientos mil francos. Todos aceptaron las letras de los seores Fourton y Bauer y me ofrecieron susservicios particulares, de los que no tuve que hacer uso.

    Visit los teatros de Covent-Garden y de Drury-Lane, desconocido de todo el mundo y hallando pocoplacer, porque no saba una palabra de ingls. Fui a comer a todas las tabernas de buen y mal tono parahacerme a las costumbres de aquellos insulares tan grandes y tan pequeos. Por la maana iba a la Bolsadonde procuraba relacionarme.

    All fue donde un negociante, a quien me haba dirigido, me cedi un negro que hablaba ingls,francs e italiano y de cuya fidelidad me responda. Tambin fue l quien me facilit un muy buen cocineroingls que hablaba francs y que con toda su familia entr a mi servicio. Quise tambin conocer desde laprimera semana los baos de primer orden donde un hombre rico va a cenar, baarse y acostarse con unamujer libre y de categora, especie que no es rara en Londres. Esta es una magnfica velada de placer y queno cuesta ms que seis guineas. La economa puede reducir el gasto a cien francos; pero la economa queabrevia el placer no ha entrado jams en mis clculos.

    El domingo me vest elegantemente y fui al palacio a eso de las once, encontrando all al conde deGuerchi, como habamos convenido. Me present a Jorge III, quien me habl pero en tan baja voz, que no

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    habindole comprendido no pude responderle sino por una inclinacin. La reina tambin me fue presentada yqued encantado de ver entre los que la rodeaban, el necio embajador de mi querida repblica. En cuanto alseor de Guerchi pronunci mi nombre de caballero de Seingalt, vi el asombro reflejado en el rostro delseor Zuccato, porque en su carta, el procurador Morosini, no me haba anunciado sino con el nombre deCasanova. La reina me pregunt de qu parte de Francia era, y al saber por mi respuesta que era veneciano,mir al residente de Venecia, quien por una reverencia dio a entender que no tena nada que decir encontrario. Su Majestad me pregunt entonces si conoca a los embajadores que haban venido a felicitar alrey; yo le respond que los conoca muy particularmente y que habiendo pasado tres das en Lyon en suintimidad, el seor de Morosini me haba dado cartas para el conde de Egremont y para el seor Zuccato.

    El seor Querini me dijo la reina me ha hecho rer mucho, dicindome que soy una diablilla.Ha querido decir, seora, que Su Majestad tiene el talento de un ngel.La conversacin fue lo que es siempre en la corte: nada ms que frivolidades.Despus de esta presentacin, volv a mi silla de manos y mis servidores me llevaron a Soho-Square a

    casa de la seora Cornelis, donde estaba invitado a comer. Un hombre vestido de corte no se atrevera a ir apie por las calles de Londres sin exponerse a ser cubierto de lodo por el populacho, y los seores se reiran del. Es preciso respetar los usos, cualesquiera que sean, porque no hay ninguno que no sea a la vez respetabley ridculo.

    Cuando llegue a casa de la Cornelis me hicieron subir y despus de cruzar una docena de grandes yhermosas habitaciones, se me introdujo en el saln, donde se hallaba la duea de la casa con dos seoras ydos caballeros ingleses. Me recibi con las demostraciones de la ms familiar amistad; y despus deofrecerme un silln al lado del suyo, continu su conversacin en ingls, sin nombrarme y sin hacermeconocer con quin me encontraba. Cuando vinieron a avisar que la mesa estaba servida, orden que bajaransus hijos. Mi corazn esperaba este momento con impaciencia, as que en cuanto vi aparecer a Sofa, corr aella con emocin; pero, aleccionada por su madre, se retir haciendo una profunda reverencia y dirigindomeun cumplimiento aprendido de memoria. Tuve la discrecin de no responder, a fin de no molestarla, pero seme oprimi el corazn.

    La Cornelis present entonces a su hijo, diciendo a todos que yo le haba conducido a Londres despusde haber atendido a completar su educacin durante seis aos. Como anunci esto en francs, vi con placerque todo el mundo comprenda este idioma.

    Nos pusimos a la mesa; la Cornelis entre sus dos hijos y yo enfrente, entre las dos inglesas, una de lascuales, aunque de esa edad que se ha convenido en llamar intermedia, me agrad desde el primer momentopor su amabilidad y buen trato. Con ella fue con quien convers desde que advert que la duea de casa nome diriga la palabra sino por casualidad y que Sofa, que fijaba sus hermosos ojos sobre todos, no losdetena jams sobre m. Esto me pareca extraordinario. Era obvio que no se comportaba as conmigo sinoporque su madre la obligaba a ello, y yo encontr esta comedia tan absurda como impertinente. Disgustado ydespechado, aunque no quera, aparecerlo, dije frases jocosas sobre las costumbres que observaban enInglaterra, pero teniendo cuidado de no caer en la crtica que siempre hiere el orgullo nacional cuando lasdice un extranjero. Yo quera hacerlos reir y resultarles agradable y lo logr; pero no descuidando mivenganza, no me dirig ni una sola vez a la Cornelis; ni aun le habl.

    Mi vecina, despus de alabar la belleza de mis encajes, me pregunt qu haba de nuevo en la corte.Todo me ha parecido nuevo, seora, porque la he visto hoy por primera vez.Ha visto al rey? me pregunt sir Joseph Cornelis.Quin lo present? dijo mi hijo.Hijo mo le dijo su madre no se hacen esas preguntas.Por qu, querida mam?Porque esa pregunta puede no agradar al seor.

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    Por el contrario, seora, no me disgusta. Durante seis aos he enseado a su hijo que debe preguntarsiempre, porque es el verdadero modo de instruirse. El que no pregunta se expone a permanecer siempreignorante.

    Yo haba dado en el blanco; la Cornelis se mordi los labios y no dijo nada ms.A todo esto dijo el muchacho no me ha dicho si vio al rey.S, amigo mo, he visto al rey y a la reina y Sus Majestades me han hecho el honor de hablarme.Quin lo ha presentado?El embajador de Francia.Esto est muy bien dijo la madre pero admitir que esta ltima pregunta est de ms.Si fuera dirigida a un extrao, s; pero no a m, que soy su amigo. Ya ve que lo que me he visto

    obligado a responderle me honra. Si no hubiera querido que se supiese que he estado en la corte, no habravenido a comer a esta casa con este traje.

    Muy bien; pero, puesto que tanto parece que le gust ser interrogado, yo tambin le preguntarporqu se hizo presentar por el embajador de Francia y no por el residente de Venecia.

    Porque ste no ha querido hacerlo, y ha estado justificado sabiendo que no me hallo en buenasrelaciones con su gobierno.

    Estbamos en los postres, y la pobre Sofa no haba dicho una palabra.Hija ma le dijo su madre di alguna cosa al seor de Seingalt.No s qu decirle, querida madre. Le ruego al seor de Seingalt que me hable, y yo le contestar lo

    mejor que pueda.Pues bien, mi querida Sofa, cunteme pues a qu estudios se dedica actualmente.Al dibujo, y si quiere, le har ver mis trabajos.Los ver con gran placer; pero en qu cree haberme ofendido, porque, habindome as, muestra el

    aspecto de una culpable.Yo, seor? Pues creo no haber sido irrespetuosa.Tambin yo lo creo as, hermosa ma; pero como me habla siempre sin mirarme, pienso que est

    avergonzada. Le da vergenza tener tan hermosos ojos? Por qu se pone colorada? Qu falta hacometido?

    La molesta me dijo su madre. Respndele, querida ma, que no tienes que reprocharte faltaalguna, pero que si no fijas tu mirada en las personas con quienes hablas es por modestia y por respeto

    Pero si la modestia aad yo, hace bajar los ojos a una joven, los buenos modales hacen que loslevante otra vez.

    Nadie respondi a mis palabras, que era una censura para la pedante Cornelis; pero despus de unmomento de silencio, nos levantamos de la mesa y la nia fue a buscar y traerme sus dibujos.

    No quiero ver nada, Sofa le dije a menos que me mires.Vamos dijo su madre mira al seor. Sofa obedeci esta orden como un relmpago y entonces

    vi los ms hermosos ojos que sea posible imaginar.Ahora te reconozco, mi querida Sofa, y tu, te acuerdas haberme visto?S, seor, y aunque hace seis aos de ello, lo he reconocido en cuanto lo vi.Y cmo, si no me habas mirado? Si supieras, ngel mo, qu mal hecho est no mirar a las

    personas con quienes se habla! Quin te ha inspirado tan falso principio?Sofa mir a su madre, que se haba acercado a una de las ventanas, y en su mirada conoc de dnde le

    vena la leccin.Creyndome vengado y viendo a los ingleses perfectamente al corriente del caso, empec a examinar

    y alabar sus dibujos y a felicitarla por su talento. La felicit tambin por tener una madre que le procuraba

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    tan buena educacin. Este indirecto cumplimiento envaneci a la madre, y mi pequea Sofa, feliz por noestar ya molesta, no dejaba de mirarme con una expresin de ternura que me conmova. Tena en sufisonoma todos los caracteres de un ser noble, y yo compadeca a aquel ngel por verse obligada a vivirsometida a una madre loca. Sofa fue a sentarse al clavicordio, que tocaba con gran sentimiento, y despus,tomando una guitarra, cant algunas canciones italianas con gusto perfecto para su edad. Demostraba unaprecocidad de sentimiento que exiga una direccin mejor entendida que la de una Cornelis.

    Despus de cantar y recibir los aplausos de todos, quiso su madre que bailase el minuet con suhermano, que lo haba aprendido en Pars y que bailaba muy mal porque no tena disposicin para ello. Suhermana lo felicit, dndole un beso, y me pidi que lo bailase con ella, lo que hice sin hacerme repetir lainvitacin. Su madre, que vio que haba bailado perfectamente, le dijo que deba permitirme que la besara.Ella vino a m, y sentndola sobre mis rodillas, la cubr de besos; lo que los haca ms dulces era que me losdevolva con la ms mayor ternura. Su madre, que estaba de buen humor, rea; sin embargo, como si algunaidea hubiera de pronto acudido a su imaginacin, Sofa me abandon y fue a preguntar a su madre si estabaincomodada. Un beso le asegur que no era as.

    Despus de la comida y del caf, que se sirvi a la francesa, la Cornelis me hizo ver una magnficasala que haba hecho construir y en la que poda dar de cenar a cuatrocientas personas, colocadas en una solamesa en forma de herradura. Me dijo, y fcilmente lo cre, que no haba en la inmensa ciudad de Londres,otra sala de aquella dimensin.

    Se daba la ltima fiesta antes de cerrarse el Parlamento, cosa que sucedera cuatro o cinco dasdespus. Tena a su servicio una veintena de muchachas, todas bastante bonitas, y una docena de criados enlibrea dorada.

    Todos estos pillos me dijo me roban pero no puedo prescindir de ellos ni evitarlo. Necesitaraun hombre inteligente y activo que vigilase conmigo y que estuviese interesado en mis negocios; entonces,aadi estoy segura de hacer en pocos aos una gran fortuna; porque los ingleses no saben calcularcuando se trata del placer.

    Le dese que hallara este hombre y la fortuna, y despus la dej, admirando su intrepidez.Al salir de su casa me hice llevar al parque de Saint-James para ir a ver a lady Harrington, para quien

    tena una carta, como ya he dicho. Esta seora viva en los alrededores del palacio y reciba todos losdomingos. En su casa estaba permitido jugar, porque el parque pertenece al dominio real. En ninguna otraparte se permite el domingo jugar ni tocar instrumentos de msica. Los muchos espas que recorren las callesde esta capital escuchan todos los ruidos de la casa, y si sospechan que se juega, se toca o se canta, se ocultancomo pueden y en cuanto ven abrir la puerta entran y se apoderan de todos los malos cristianos que seatreven a profanar el da del Seor, por una diversin que en toda otra parte no es sino algo muy inocente;pero, en cambio, el ingls puede ir a santificar impunemente este santo da en las tabernas o en la casa deprostitucin, tan comunes en esta ciudad.

    Sub a casa de lady Harrington, y habindole hecho entregar mi carta, me hizo entrar. Hall a sualrededor una treintena de personas de ambos sexos, pero me fue fcil reconocerla por el aire de buenaacogida que me hizo en cuanto me present. Despus de saludarla con una reverencia, me dijo que me habavisto en el palacio y que, sin conocerme, haba deseado verme tambin en su casa. Nuestra conversacindur tres cuartos de hora y se limit a esas tonteras, esas preguntas superficiales que se hacen a un viajero.

    Esta seora tena cuarenta aos, pero era aun hermosa y famosa en Londres por su fortuna y por susamoros. Me hizo conocer a su marido y a sus cuatro hijas, casaderas y encantadoras.

    Me pregunt por qu haba ido a Londres en el tiempo en que todo el mundo sala para el campo.Le dije que no haciendo sino aquello que me convena, me vea impedido de contestar a su pregunta;

    que por lo dems, yo esperaba pasar all un ao y que as tendra tiempo para todo.Mi respuesta pareci agradarle, porque por su independencia corresponda al carcter ingls, y me

    ofreci con la mejor voluntad todos los servicios que ella pudiera proporcionarme.Entretanto aadi empiece por ver el jueves a toda la nobleza en Soho-Square en casa de la

    seora Cornelis. Yo puedo darle un billete. Tome. Es para el baile y la cena y cuesta dos guineas.

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    Se las di y ella volvi a tomar el billete para escribir sobre l: Pagado, Harrington.Es indispensable esta formalidad, milady?S, porque sin ella, se le pedira el pago en la puerta. Evit decirle que vena de Soho-Square.

    Mientras lady Harrington arreglaba una partida de whist, me pregunt si tena carta para alguna seora.Tengo una le dije muy singular y pienso entregarla maana. Esta carta no es ms que el retrato

    de la persona que debe recibirlo.Lo tiene aqu?S, milady.Puedo verlo?Sin dificultad. Aqu est.Es la duquesa de Northumberland. Vamos a drselo.Con mucho gusto.Pero esperemos a que seale el rober.Lord Perry, a quien yo haba conocido en otra parte, me haba dado este retrato dicindome que me

    servira como introductor y carta de recomendacin cuando se lo presentara a su querida madre.Querida duquesa le dijo lady Harrington aqu tiene una carta de recomendacin que el seor

    tiene el encargo de entregarle.Ah, s, es usted el seor de Seingalt. Mi hijo me lo ha escrito. Estoy muy contenta de verlo,

    caballero, y espero que venga a mi casa. Recibo tres veces por semana.Milady tiene la bondad de permitir que vaya a entregarle la carta en su casa?Con mucho gusto.Jugu una pequea partida de whist y perd quince guineas, que pagu en el acto. Por ese motivo, lady

    Harrington me llev aparte para darme una leccin que relato aqu.Ha perdido me dijo y ha pagado en oro. Supongo que no lleva en su bolsillo billetes de banco.Perdn, milady, los llevo de cincuenta y de cien libras.Era preciso cambiar uno o esperar a otro da para el pago, porque entre nosotros, pagar en oro, y en

    moneda, es una falta de consideracin que slo se perdona a un extranjero, que no puede conocer nuestrosusos. Pero procure que esto no vuelva a sucederle. Habr observado que la seora a quien ha pagado se hasonredo.

    S, quin es?Es lady Coventry, hermana de la duquesa de Hamilton.Debo presentarle mis excusas?Nada de eso; la ofensa no es de las que las exigen. Por lo dems, puede haberse sorprendido, pero

    no ofendido, porque de todos modos gana quince chelines.Esta recriminacin, verdadera clase para provinciano, me mortificaba, porque lady Coventry era una

    morena apetitosa y sumamente bella. Sin embargo, me consol sin gran trabajo.Aquel da hice conocimiento de lord Hervery, hombre amable y lleno de talento. Se haba casado con

    miss Chodeleigh, pero ms tarde hizo anular su matrimonio.Esta clebre Chodeleigh, era dama de honor de la princesa viuda de Gales, y fue despus duquesa de

    Kingston.Volv a mi casa muy satisfecho de mi jornada.Mi mesa, que era excelente, y mi casa no bastaban a mi felicidad. Estaba solo, y mis lectores saben

    bien que la naturaleza no me ha hecho para vivir como un ermitao.

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    No tena ni amiga bonita ni amigo jovial, y en Londres se puede muy bien invitar a un hombre desociedad a comer en la posada, donde l paga su cubierto, segn es costumbre, pero no puede invitrselo a lapropia mesa.

    Un da fui invitado en el parque de Saint-James por el hijo segundo del duque de Beaufort a comerostras y beber una botella de champaa. Acept, y cuando llegamos a la taberna, encarg las ostras y labotella; pero nos bebimos dos botellas, y me hizo pagar la mitad de la segunda.

    Tales son las costumbres del otro lado de la Mancha.Se rean de m cuando les deca que coma en mi casa, porque en las tabernas no daban sopa. "Est

    enfermo?, me decan, porque la sopa no es buena ms que para los enfermos".El ingls es soberanamente carnvoro; casi no come pan, y pretende ser econmico porque ahorra el

    gasto de la sopa y de los postres, lo que me ha hecho decir que la comida inglesa se parece al Eterno en queno tiene principio ni fin.

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    CAPITULO XXI

    del tomo 8Haca una semana que me alojaba en mi nueva casa y aun no haba vuelto a ver a Martinelli; el lunes,

    por la maana, vino a verme, y le compromet a quedarse a comer. Me dijo que iba al Museo, donde estarahasta las dos y me dieron ganas de ir a ver aquel famoso Museo Britnico que tanto honra a Inglaterra.

    Durante la comida, Martinelli me sirvi de excelente compaa, porque era instruido y conocaprofundamente las costumbres inglesas que yo necesitaba conocer si quera ubicarme bien en el pas.

    Despus de hablar largo tiempo de poltica, costumbres y literatura, asuntos del conocimiento deMartinelli, fuimos al teatro de Drury-Lane, y all tuve ocasin de observar una muestra de las costumbrespoco educadas de los insulares. La compaa, por un accidente que no recuerdo, no poda representar aquelda la funcin anunciada, y el pblico produjo un alboroto. Garrik, actor clebre, que veinte aos ms tardefue enterrado en Westminster, se present para calmarlos y se vio obligado a retirarse. Entonces algunosfuriosos gritaron: Slvese el que pueda! El rey, la reina, todo el mundo en fin, se apresur a abandonar elteatro, y en menos de una hora todo qued destruido, hasta las paredes, que no resistieron al furor de unpopulacho que haca aquella devastacin por el solo placer de demostrar su podero.

    Despus de este hecho, al que ninguna autoridad se opuso, los furiosos fueron a llenarse de cerveza yde ginebra.

    En quince das fue reedificado el teatro, representse la pieza anunciada, y al levantarse el teln ypresentarse Garrik para solicitar la benevolencia del pblico, una voz exclam: "De rodillas". De inmediatomil voces repitieron: "De rodillas", y el Roscins de Inglaterra, que vala cien millares de veces ms que todoslos exaltados que gritaban, se vio obligado a doblar la rodilla y pedir indulgencia en aquella humillantepostura. Entonces se oy una salva de aplausos, y todo qued terminado. As es el pueblo ingls y sobre todoel pueblo de Londres. Se burla hasta del rey, de la reina y de los prncipes cuando los ve en pblico, as esque no se dejan ver jams, a no ser en las grandes ceremonias, donde ciertos oficiales procuran mantener elorden pblico.

    Inglaterra es un mar riqusimo, pero lleno de escollos. Los que en l se aventuran por inters ocuriosidad han de tomar precauciones.

    En casa de la duquesa de Northumberland hice conocimiento con lady Rochefort, cuyo maridoacababa de ser nombrado embajador en Espaa. Esta seora era una de las tres ilustres cuya crnica galanteproporcionaba cada da nuevos asuntos a las conversaciones de los ociosos de aquella inmensa ciudad.

    La vspera de la reunin de Soho-Square, Martinelli comi conmigo y me habl de la seora Cornelis,de las deudas que tena, y que la obligaban a no salir de su casa sino el domingo, nico da privilegiado en elque los acreedores no tienen derecho alguno sobre sus deudores.

    El excesivo gasto que hace me dijo la coloca en un estado tal que no puede tardar en verse enlas ltimas. Debe cuatro veces ms de lo que posee, aun contando la casa, que es una propiedad dudosa,puesto que todava est en litigio.

    Su estado no me apenaba sino por sus hijos; porque en cuanto a ella, no me pareca que mereca mejorsuerte.

    Al da siguiente me dirig a la reunin, y el secretario colocado a la puerta inscribi mi nombre alrecibir mi billete. En cuanto la Cornelis me vio, vino a m y me dijo que estaba contentsima de verme entrela aristocracia y provisto de mi billete y que no se haba equivocado al sospechar que acudira.

    Lady Harrington, que era una de sus grandes protectoras, vino a hablarle.Tengo, mi querida Cornelis, que entregarle una cantidad de guineas, entre otras dos del seor de

    Seingalt a quien he considerado como amigo. Sin embargo, no me he atrevido a decrselo, aadidirigindome una guiada significativa y maliciosa.

    Por qu, milady? Hace mucho tiempo que tengo el privilegio de conocer a la seora Cornelis.

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    Lo creo dijo ella riendo y felicito a los dos. Supongo tambin, caballero, que conoce a laamable miss Sofa.

    Sin duda, milady; quien conoce a la madre debe conocer a la hija.S, s.Sofa se encontraba cerca de ella, y despus de besarla con cario, milady me dijo:Debe quererla mucho porque es su imagen.Es uno de los mil caprichos de la naturaleza.Seguramente, pero esta vez ha tenido un capricho sensato.Al acabar estas palabras, milady tom a Sofa de la mano y apoyndose en mi brazo nos llev entre la

    gente y tuve que or pacientemente muchas preguntas hechas por personas que aun no me haban visto.Este es el esposo de la seora Cornelis?Es sin duda el seor Cornelis que ha llegado? Ah! ste es seguramente el seor Cornelis.Indudablemente es el marido de la seora Cornelis.No, no no, no deca lady Harrington a los curiosos.Esto me fastidiaba, porque no se repetan estas preguntas sino porque la nia llevaba marcado su

    origen en su rostro, y todos adivinaban que yo era su padre. Yo deseaba que milady dejase marchar a Sofa,pero aquello la diverta y no estaba dispuesta a acceder a mis deseos "Qudese a mi lado me dijo siquiere conocer a todo el mundo". Se sent, me hizo sentar a su lado y sent a la nia en el otro.

    La Cornelis vino para hablarle, y como todos le hacan las mismas preguntas que tanto me habanmolestado, se decidi y dijo resueltamente que yo era su mejor y ms antiguo amigo y que estaba justificadoque se admiraran de la perfecta semejanza que conmigo tena su hija. Todos se echaron a rer diciendo queaquello era la cosa ms natural.

    Empez el baile que dur toda la noche; de all se pasaba a la sala, donde estaba servida la cena, porgrupos y a todas horas; aquello era un verdadero despilfarro como podra ocurrir en la casa de un prncipe.Entonces hice conocimiento de toda la nobleza y de toda la familia real, que asista, a excepcin de SusMajestades y del prncipe de Gales. La Cornelis haba recibido ms de mil doscientas guineas, pero el gastoera enorme, sin economa y sin las precauciones necesarias para evitar que se pagara ms de lo quecorresponda. Presentaba su hijo a todo el mundo, pero el pobre muchacho, como una vctima, no saba hacerms que profundas reverencias. Me daba verdadera lstima.

    De vuelta a mi casa pas todo el da en la cama, y al da siguiente fui a comer a Star-Tavern, donde mehaban dicho que se encontraban las muchachas ms bonitas y ms discretas de Londres. Me dio este informelord Pembroke, que acostumbraba ir con frecuencia. Al llegar a la taberna ped un cuarto particular, y el amo,al notar que yo no hablaba ingls, vino a acompaarme, hablndome en francs y ordenando lo que yodeseaba. Me sorprendi por sus maneras nobles, graves y decentes, hasta el punto de que no tuve valor dedecirle que deseaba cenar con una inglesa. Al final de mi cena, le dije con mil respetuosos rodeos que nosaba si lord Pembroke me haba engaado al decirme que yo podra encontrar en aquella casa las muchachasms bonitas de Londres.

    No lo ha engaado, seor, y si lo desea puede tener cuantas quiera.Con esa intencin he venido.Llam y se present un joven muy aseado y de aspecto decente; le orden que hiciera venir una

    muchacha para mi servicio, con el mismo tono que hubiera podido mandarle traer una botella de vino. Eljoven sali y algunos minutos despus vi entrar una muchacha de formas voluminosas.

    Caballero le dije el aspecto de esta joven no me satisface.D un cheln para los conductores de la silla y despdala. En Londres, caballero, no acostumbramos

    gastar cumplidos.

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    Estas palabras me hicieron sentir en completa libertad; orden que se hiciera aquel pago y me trajeranotra muchacha. La segunda me pareci peor y la desped, lo mismo que a otras diez que despus vinieron,satisfecho de ver que lo difcil de mi eleccin diverta al amo de la casa, quien siempre me acompaaba.

    Ya no quiero ninguna le dije slo quiero comer bien. Estoy seguro de que se han burlado dem, para beneficiar a los conductores de la silla de manos.

    Es muy posible, seor, y esto suele suceder cuando no se da el nombre y las seas de la casa de lamuchacha que se desea.

    Por la noche, fui a pasearme al parque de Saint-James; recordando que era el da de Ranelagh, yqueriendo conocer aquel sitio, tom un carruaje y solo, sin criado, me encamin con nimo de divertirmehasta medianoche, y buscar una mujer que me agradase.

    La rotonda del Ranelagh me gust; me hice servir un t y bail algunos minutos, peo sin intimar connadie; y aunque vi varias jvenes y damas hermosas, no me atrev a abordar a ninguna. Fastidiado, resolvretirarme. Era cerca de medianoche; me dirig a la puerta suponiendo encontrar mi coche, que no habapagado, pero no se encontraba all, y me hall en un gran apuro. Una preciosa mujer que estaba a la puertaesperando su carruaje, apercibindose de mi descontento me dijo en francs que si yo no viva lejos deWhite-Hall, ella podra conducirme a mi casa. Le di las gracias, y dicindole dnde viva, acept conagradecimiento. Lleg su coche, un lacayo abri la portezuela y apoyndose en mi brazo ella subi alvehculo; me invit a sentarme a su lado y orden parar delante de mi casa.

    En cuanto me encontr en el carruaje le expres mi gratitud, y dicindole mi nombre, le manifest lomucho que senta no haberla visto en la ltima reunin de Soho-Square.

    No estaba en Londres me dijo he llegado hoy de Bath.Me felicit por la suerte de haberla encontrado, bes su mano y me atrev a darle un beso en la mejilla;

    no encontrando resistencia sino la dulzura y la sonrisa del amor, un mis labios a los suyos, y siendocorrespondido, pronto me enardec y le di la prueba ms evidente de la pasin que haba despertado.

    Satisfecho por no haberle desagradado y de haberla encontrado tierna y fcil, le supliqu me dijeradnde podra acudir para verla durante todo el tiempo que pensaba pasar en Londres, pero ella me respondi:"Aun nos volveremos a ver; sea discreto". Se lo jur y no insist. Un momento despus se detuvo el carruaje,le bes la mano y entr en mi casa muy satisfecho de aquella aventura.

    Pas quince das sin volver a verla, cuando por fin la encontr en una casa aristocrtica, simul ella noconocerme, pero comportndose muy amable conmigo.

    A los tres das de este nuevo encuentro fui a Covent-Garden, y hallndome frente a una linda joven,me dirig a ella en francs y le pregunt si quera venir a cenar conmigo.

    Qu me dar a los postres?Tres guineas.Estoy a sus rdenes.Despus del teatro me hice servir una buena cena para los dos, y ella me acompa, como yo deseaba.Otro da, en que me hallaba en Vaux-Hall, encontr a Malignan, oficial francs, a quien haba prestado

    plata en Aix-la-Chapelle, y a quien di la direccin de mi casa por haberme dicho que necesitaba hablarme.Encontr tambin a un hombre llamado el caballero Goudar, hombre muy conocido, que me habl de juego yde muchachas. Malignan me present un individuo, hombre raro, y que podra serme muy til en Londres.Era un hombre de unos cuarenta aos, tipo griego, que llevaba el nombre de Federico, hijo del difuntoTeodoro, pretendido rey de Crcega que, catorce aos antes de esta poca haba muerto miserable enLondres, un mes despus de haber salido de la prisin en que haba permanecido durante seis o siete aos porla accin de inhumanos acreedores.

    Para entrar en aquel recinto de Vaux-Hall se pagaba la mitad de lo que se necesitaba para entrar en elRanelagh, y a pesar de ello se podan obtener los placeres ms variados, como una buena comida, msica,paseos oscuros y solitarios, avenidas iluminadas con mil linternas, y se encontraban all mezcladas yconfundidas las ms famosas beldades de Londres, desde las de ms alto rango hasta las de menor categora.

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    Entre todos estos placeres yo me aburra, porque no comparta mi buena mesa ni mi encantadora casacon una amiga que me las hiciera agradables. Haca, sin embargo, seis semanas que me hallaba en Londres.Esto no me haba sucedido jams, y la cosa me pareca inexplicable.

    Como esta idea me preocupaba, se me ocurri otra que quise realizar.Llam a mi vieja ama de llaves y le hice decir por la muchacha que nos serva de intrprete, que quera

    alquilar el segundo o tercer piso para tener compaa y que, aunque yo era el dueo, quera regalarle mediaguinea por semana; en el acto le orden fijar a la ventana el siguiente cartel: "Segundo o tercer pisoamueblado y barato, para alquilar a una seorita joven y libre que hable ingls y francs y no recibaninguna visita de da ni de noche". La vieja inglesa, que haba comprendido mi intencin, se ech a reir detal manera cuando la muchacha le tradujo el cartel, que cre que iba a reventar de risa.

    En cuanto estuvo colgado el cartel, todo el mundo se detena para leerlo y despus de hacercomentarios se alejaban riendo. Desde el segundo da, mi negro Jarbe me dijo que mi anuncio se encontrabacitado entero en Saint-James Chronicle con un divertido comentario. Me hice traer el peridico y Fanny melo tradujo as:

    "El dueo del segundo y del tercero ocupa probablemente el primero. Debe ser hombre de gusto yaficionado a los placeres, porque quiere una inquilina joven sin duda, sola y libre, y como ella no podrrecibir visita alguna, ser preciso que se comprometa a acompaarle".

    Y aada:"Lo que puede suceder es que el propietario salga engaado, porque es muy posible que alguna bonita

    muchacha lo alquile slo para ir a dormir y aun quiz para ir de vez en cuando; adems, la inquilina podrrehusar, si le conviene, la visita del propietario".

    Este comentario, de buen razonamiento, me gustaba porque me pona en guardia contra las sorpresas.No cansar a mis lectores con los detalles de un centenar de muchachas que vinieron durante los nueve

    o diez primeros das y con quienes me excus de alquilarles la habitacin, aunque algunas de ellas nodejaban de tener gracia o hermosura. Por fin al undcimo o duodcimo da, mientras me hallaba a la mesa, viaparecer una joven de veinte