Mbembe "Al borde del mundo"

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Fronteras, territorialidad y soberaníaen África

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    Desde un punto de vista filosfico, la globalizacin podra compararsecon lo que Heidegger denominaba lo gigantesco (das Riesige). Entre lascaractersticas de lo gigantesco tal y cmo l lo entenda estaban tanto lasupresin de las grandes distancias como la representacin produci-ble en cualquier momento de la vida cotidiana en mundos remotos ypoco familiares. Pero lo gigantesco era para l, sobre todo, aquello a tra-vs de lo cual lo cuantitativo se tornaba una cualidad esencial. Desdeeste punto de vista, la poca de lo gigantesco era aqulla en la que elmundo se presentaba en un espacio ms all de la representacin, asig-nando de este modo su propia determinacin y su carcter histriconico a lo incalculable. 2

    Si ponemos en el centro de la discusin sobre la globalizacin los tresproblemas de la espacialidad, la calculabilidad y la temporalidad en susrelaciones con la representacin, nos vemos retrotrados a dos cuestionespor lo general ignoradas en los discursos contemporneos, aunqueFernand Braudel haya llamado la atencin sobre ellas. La primera tieneque ver con las pluralidades temporales y, podramos aadir, con la sub-jetividad que hace estas temporalidades posibles y significativas.Braudel estableci una distincin entre temporalidades de duracinlarga y muy larga, situaciones que se desarrollan lentamente y menoslentamente y desviaciones veloces y casi instantneas, de las que la ms

    6. Al borde del mundo.Fronteras, territorialidad y soberanaen frica

    Achille Mbembe1

    1 Debo dar las gracias a Carol A. Breckenridge por las discusiones que an hoy mantenemossobre varios de los temas mencionados en este ensayo. Mis agradecimientos tambin a SarahNuttall, Jean Comaroff y Mamadou Diouf por sus comentarios orales.2 Martin Heidegger, Chemins qui ne mnent nulle part, trad. al francs de W. Brokmeier, Pars,Gallimard, 1962, pp. 124-125.

  • rpida es la ms fcil de detectar. 3 Tras lo cual subrayaba y sta era lasegunda cuestin el carcter excepcional de lo que l denominaba eltiempo del mundo (le temps du monde). Desde su punto de vista, el tiem-po vivido en las dimensiones del mundo tena un carcter excepcional enla medida en que rega, dependiendo del periodo y del emplazamiento,determinados espacios y determinadas realidades. Pero otras realidadesy otros espacios se le escapaban y se mantenan ajenas a l. 4

    Las siguientes notas, aunque toman la nocin de larga duracin y relati-vizan la hermeticidad de las distinciones que acabo de mencionar, difierensin embargo en varios aspectos de las tesis de Braudel. Se basan en unadoble hiptesis. En primer lugar, asumen que las temporalidades se super-ponen y entrelazan. De hecho, el postulado de Braudel de la pluralidad detemporalidades no basta por s slo para dar cuenta de las transformacionescontemporneas. En el caso de frica, los desarrollos a largo plazo, las des-viaciones ms o menos rpidas y las temporalidades de larga duracin noestn necesariamente ni separados, ni yuxtapuestos sin ms. Encajados unosdentro de otros, se relevan entre s; en ocasiones se anulan unos a otros y, aveces, se multiplican sus efectos. En contra de lo que crea Braudel, no estclaro que haya zonas en las que la historia mundial no tenga ningunareper-cusin. Donde estriban las verdaderas diferencias es en las mltiplesmodalidades a travs de las cuales se domestica el tiempo mundial. Estasmodalidades dependen de las historias y culturas locales y de la interac-cin de intereses cuyos factores determinantes no siempre conducen en lamisma direccin.

    La tesis central de este estudio es que en distintas regiones consideradasequivocadamente en los mrgenes del mundo, la domesticacin deltiempo mundial se produce ahora y en lo sucesivo a travs de la dominacindel espacio y de los diferentes usos que se le dan. Cuando se ponen recursosen circulacin, la consecuencia es una desconexin entre personas y cosasms acentuada que en el pasado, porque el valor de las cosas supera por logeneral al de las personas. ste es uno de los motivos por los que las formasresultantes de violencia tienen como principal objetivo la destruccin fsica

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    3 Fernand Braudel, Civilisation matrielle, conomie, et capitalisme (XVe-XVIIIe sicles), III. Le tempsdu monde, Pars, Libraire Armand Colin, 1979 [ed. inglesa: Civilisation and Capitalism. TheFifteenth to the Eighteenth Century, III. The Perspective of the World, trad. al ingls de SinReynolds, Nueva York, Harper and Row, 1984; ed. cast.: Civilizacin material, economa y capita-lismo, s. XV-XVIIIIII, trad. de Nstor Mguez, Madrid, Alianza, 1984].4 En su prlogo a este volumen, Braudel lleg incluso a aseverar que siempre hay algu-nas regiones a las que no llega la historia mundial, zonas de silencio y de serena ignoran-cia (ibidem, p. 18).

  • de personas (masacres de civiles, genocidios, distintas formas de asesinato)y la explotacin primaria de cosas. Estas formas de violencia (de las que laguerra no es sino una faceta) contribuyen al establecimiento de la soberanafuera del Estado y estn basadas en una confusin entre poder y hechos,entre asuntos pblicos y gobierno privado. 5

    En este estudio, nos interesa una forma especfica de domesticacin ymovilizacin del espacio y de los recursos: aquella que consiste en producirfronteras, ya sea desplazando las fronteras ya existentes, ya sea eliminndo-las, fragmentndolas, descentrndolas o diferencindolas. Al tratar estascuestiones, estableceremos una distincin entre frica como lugar y fri-ca como territorio. En efecto, un lugar es el orden de acuerdo con el cuallos elementos se distribuyen en relaciones de coexistencia. Un lugar, tal ycomo seala Michel de Certeau, es una configuracin instantnea de posi-ciones. Implica una estabilidad. En cuanto al territorio, es fundamentalmen-te una interseccin de cuerpos en movimientos. Se define en esencia por elconjunto de movimientos que tienen lugar dentro de l.6 Considerado desdeeste punto de vista, constituye un conjunto de posibilidades a las que seresisten o que realizan una y otra vez actores histricamente situados. 7

    Las fronteras y sus lmites

    Durante los dos ltimos siglos, las fronteras visibles, materiales y simb-licas de frica se han ampliado y reducido constantemente. El carcterestructural de esta inestabilidad ha contribuido a transformar la configu-racin territorial del continente. Han aparecido nuevas formas de territoria-lidad y formas inesperadas de localidad. Sus lmites no tienen necesaria-mente intersecciones con los lmites, normas o lenguas oficiales de losEstados. Nuevos actores, internos y externos, organizados en redes y

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    5 Vase Achille Mbembe, Du gouvernement priv indirect, Dakar, CODESRIA, 1999 (ed. inglesa:On Private Indirect Government, trad. al ingls de Steven Rendall, en prensa).6 Espacio es el efecto producido por las operaciones que lo orientan, lo circunstancian, lo tem-poralizan y lo llevan a funcionar como una unidad polivalente de programas conflictuales o deproximidades contractuales [...] Adiferencia del lugar, carece pues de la univocidad y de laestabilidad de un sitio propio. Vase Michel de Certeau, Linvention du quotidien. Arts defaire, Pars, Union Gnrale des ditions, 1980, p. 208[ed. cast.: La invencin de lo cotidiano 1.Artes de hacer, Mxico D.F., Universidad Iberoamericana, 2000,p. 129].7 Vase Henri Lefebvre, The Production of Space, trad. al ingls de Donald Nicholson-Smith,Oxford, Blackwell, 1991.

  • ncleos, reclaman derechos sobre estos territorios, con frecuencia haciendouso de la fuerza. Se estn desarrollando otras formas de imaginar el espacioy el territorio. Pero, por paradjico que parezca, el discurso que supuesta-mente da cuenta de estas transformaciones ha acabado por ocultarlas. Enesencia, hay dos tesis que se ignoran entre s. Por un lado, est la idea pre-dominante de que las fronteras que separan los Estados africanos fueroncreadas por el colonialismo y de que estas fronteras se dibujaron arbitraria-mente, separando pueblos, entidades lingsticas y comunidades culturalesy polticas que formaban conjuntos naturales y homogneos antes de lacolonizacin. Tambin se dice que las fronteras coloniales abrieron el cami-no a la balcanizacin del continente, dividindolo en un laberinto de micro-estados que no eran viables econmicamente y que estaban ms ligados aEuropa que a su entorno regional. Desde esta perspectiva, la Organizacinpara la Unidad Africana (OAU), al asumir estas distorsiones en 1963, se ads-criba al dogma de su intocabilidad y les conceda una especie de legitimi-dad. Se dice que muchos de los conflictos actuales son el resultado de lanaturaleza imprecisa de las fronteras heredadas del colonialismo. Cambiarestas fronteras sera un imposible, salvo en el marco de enrgicas polticasde integracin regional que completaran la aplicacin de acuerdos dedefensa y seguridad colectiva.8

    La otra tesis sostiene que ya se est produciendo una especie de integra-cin regional desde abajo. sta parece estar dndose en los mrgenes delas instituciones oficiales, a travs de solidaridades socioculturales yredes comerciales interestatales. Este proceso constituye la base de laaparicin de espacios alternativos que estructuran la economa infor-mal, el contrabando y los movimientos migratorios. Lejos de ser mera-mente regionales, estos intercambios interestatales estn conectados conlos mercados internacionales y con sus dinmicas. El comercio del queson fuerza motriz se ve favorecido por una caracterstica fundamentalde los Estados africanos, a saber, la relativa falta de congruencia entre elterritorio de un Estado y las reas de intercambio. 9 Poderosas redes reli-giosas y comerciales con mltiples ramificaciones han aprovechado las

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    8 Sobre este tema, considrense puntos de vista que son en apariencia divergentes, pero que,en realidad estn basados en ltima instancia en los mismos malentendidos: Paul Nugent y A.J. Asiwaju (eds.), African Boundaries. Barriers, Conduits, and Opportunities, Londres, Pinter, 1996;J. O. Igu, Le territoire de ltat en Afrique. Les dimensions spatiales du dveloppement, Pars,Karthala, 1995; J. Herbst, The Challenges to African Boundaries, Journal of InternationalAffairs, nm. 46, 1992, pp. 17-31; y las descabelladas opiniones del mismo autor enResponding to State Failure in Africa, International Security, nm. 21, 1996-1997, pp. 120-144.9 Vanse las contribuciones a Echanges transfrontaliers et intgration rgionale en Afriquesubsaharienne, un nmero especial de Autrepart. Cahiers des sciences humaines, nm. 6, 1998.

  • complementariedades entre reas de produccin, as como las diferenciasde legislacin y de zonas monetarias de un pas a otro, para crear mercadosque eluden a los propios Estados. 10

    Estos dos puntos de vista estn basados en una nocin simplista delpapel de las fronteras en la historia africana, as como en un malentendidorespecto a la naturaleza de las fronteras coloniales propiamente dichas. Haydos motivos para este malentendido. En primer lugar, apenas se han hechoesfuerzos por entender los imaginariosy las prcticas autctonas del espacioque son de por s extremadamente variados y las modalidades a travsde las cuales un territorio se convierte en objeto de una apropiacin o delejercicio de un poder o de una jurisdiccin. En segundo lugar, la historia delas fronteras en frica se reduce con demasiada frecuencia, por un lado, alconfn como dispositivo del derecho internacional y, por otro, al marcadorespacial especfico constituido por la frontera de un Estado.11 En este contex-to, se considera que la conexin entre un Estado y un territorio es puramenteinstrumental, por lo que el territorio slo tiene sentido, en el plano poltico,como espacio privilegiado para el ejercicio de la soberana y la autodetermi-nacin y como marco ideal para la imposicin de la autoridad. 12 Por consi-guiente, la investigacin se limita a la cuestin de si la reestructuracin delos espacios de intercambio contribuye o no al debilitamiento del Estado y ala erosin de la soberana. 13

    Al considerar concepciones endgenas de espacio, es importante tenerpresente que, antes de la colonizacin, la adscripcin al territorio y a la tie-rra era totalmente relativa. En algunos casos, las entidades polticas no esta-ban delimitadas por fronteras en el sentido clsico del trmino, sino ms bienpor una imbricacin de mltiples espacios constantemente unidos, desuni-dos y recombinados a travs de guerras, de conquistas y de la movilidad de

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    10 E. Grgoire, Les grands courants dechange sahliens. Histoire et situations prsentes, enClaude Raynault (ed.), Sahels. Diversit et dynamiques des relations socit-nature, Pars, Karthala,1997, pp. 121-141.11 El estudio de Daniel Nordman, Frontires de France. Lespace au territoire, XVIe-XIXe sicle,Pars, Gallimard, 1998, no slo demuestra que hay muchos modelos diferentes de frontera, porlo que la frontera estatal no sera en este sentido sino una variedad dentro del inmenso abani-co de lmites. Nordman hace tambin hincapi en que toda frontera es en primer lugar unaparadoja en el espacio.12 Vanse F. Kratochwil, Of Systems, Boundaries, and Territory. An Inquiry into theFormation of the State System, World Politics, nm. 39, 1986, pp. 27-52; C. Clapham,Sovereignty and the Third World State, Political Studies, nm. 47, 1999, pp. 522-537.13 Vanse P. Evans, The Eclipse of the State? Reflections on Stateness in an Era ofGlobalization, World Politics, nm.50, 1997, pp. 62-87; Bertrand Badie, La fin des territoires. Surle dsordre international et sur lutilit sociale du respect, Pars, Fayard, 1995.

  • bienes y personas.14 Escalas de medida muy complejas hicieron posible esta-blecer correspondencias productivas entre personas y cosas, donde stas yaqullas eran convertibles unas en otras, como en la poca del comercio deesclavos.15 Se podra decir que, funcionando por ofensivas, separaciones yescisiones, la territorialidad precolonial era una territorialidad itinerante.En otros casos, el dominio sobre los espacios estaba basado en el controlde personas o de localidades y, en ocasiones, de ambos a la vez. 16 Entre dossistemas de gobierno distintos, podan existir reas enormes, autnticaszonas de choque no sujetas a ningn control directo, dominacin exclusi-va o vigilancia estricta.

    Llegaban a darse casos en los que la dinmica espacial tendente a hacerde la frontera un verdadero lmite fsico funcionaba en paralelo con el prin-cipio de filiaciones dispersadoras y deterritorializadoras. De hecho, extran-jeros, esclavos y sbditos podan estar bajo el control de varios poderessoberanos a la vez. La propia multiplicidad de lealtades y jurisdicciones secorresponda con la pluralidad de formas de territorialidad. El resultadosola ser una superposicin extraordinaria de derechos y un entrelazamien-to de vnculos sociales que no caba reducir exclusivamente ni a las relacio-nes familiares, ni a la religin, ni a las castas. Estos derechos y vnculos secombinaban con formas de localidad, pero, al mismo tiempo, las trascendan.17

    Varios centros de poder podan tener autoridad sobre un solo espacio, quepoda a su vez estar bajo el control de otro espacio cercano, distante o inclu-so imaginario.18 El que la frontera fuera una frontera estatal o de otro tiposlo era significativo en las relaciones que mantena con otras formas dediferencia y de discriminacin social, jurisdiccional y cultural, en las formasde contacto e interpenetracin que operaban en un espacio dado. No era unacuestin de fronteras en el sentido legal del trmino, sino ms bien de lindesde pases y de espacios entrelazados, tomados en su conjunto. Estaslindespodan reducirse a resultas de derrotas militares o ampliarse a travs de con-quistas y adquisiciones. As pues, se trataba las ms de las veces de fronteras

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    14 Igor Kopytoff (ed.), The African Frontier. The Reproduction of Traditional African Societies,Bloomington, Indiana University Press, 1987.15 Vase Joseph C. Miller, Way of Death. Merchant Capitalism and the Angolan Slave Trade, 1730-1830, Madison, University of Wisconsin Press, 1988.16 Vanse las contribuciones a David Birmingham y Phyllis M. Martin (eds.), History of CentralAfricaI, Londres, Longman, 1983; G. I. Jones, The Trading States of the Oil Rivers. AStudy ofPolitical Development in Eastern Nigeria, Londres, Oxford University Press, 1963.17 P. E. Lovejoy y D. Richardson, Trust, Pawnship y Atlantic History. The InstitutionalFoundations of the Old Calabar Slave Trade, The American Historical Review, nm. 104, abrilde 1999.18 K. K. Nair, Politics and Society in Southeastern Nigeria, 1841-1906, Londres, s.e., 1972.

  • capaces de una ampliacin infinita y de una reduccin abrupta. Pero estaincompletitud no exclua en modo alguno la existencia de formas especfi-cas de bipolarizacin del espacio. 19

    Gnesis mltiples

    Est claro que las fronteras heredadas de la colonizacin no las definieronlos propios africanos. Pero, en contra de la presuposicin comn, esto nosignifica necesariamente que sean arbitrarias. En gran medida, toda fronte-ra depende de una convencin. Aexcepcin de casos flagrantes de divisinarbitraria, algunas de las fronteras establecidas por la colonizacin estabanbasadas en lmites naturales ocanos, ros o cordilleras, por ejemplo. Otraseran el resultado de negociaciones diplomticas o tratados de cesin, ane-xin o intercambio entre potencias imperiales. Otras tienen en cuenta anti-guos reinos. Las hay tambin que no son ni ms ni menos que lneas imagi-nadas, como en el caso de las fronteras que separan los pases que bordeanel Sahara (Mali, Nger, Argelia) o el desierto de Kalahari. Todas estas fronte-ras marcaban territorios geogrficos que estaban por entonces asociados connombres, algunos de los cuales se cambiaron cuando se consigui la inde-pendencia. Apartir de 1960, sealaron los lmites de soberana entre Estadosafricanos. Como sucede en todo el mundo, estos lmites de soberana hanllevado, por ejemplo, a acuerdos concretos respecto a aranceles, polticacomercial o poltica inmigratoria. Desde esta misma perspectiva, las fronte-ras han sido objeto de vigilancia interna y externa y contribuyen a la estabi-lizacin de las relaciones entre Estados.

    Por otra parte, plantear que las fronteras africanas actuales no son sinoun producto de la arbitrariedad colonial es ignorar sus mltiples gnesis. Dehecho, su establecimiento es muy anterior al Congreso de Berln celebradoen 1884, cuyo objetivo era distribuir la soberana entre las diferentes poten-cias implicadas en el reparto del continente. Su protognesis se remonta alperiodo de las economas de enclave comercial, cuando los europeos esta-blecieron sus organismos en las costas y empezaron a comerciar con los nati-vos. La instauracin de este tipo de economa explica, en parte, algunas delas caractersticas fsicas de los Estados africanos y, ante todo, la distincinentre las reas del litoral y del interior, que marca tan profundamente la

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    19 Ivor Wilks, Asante in the Nineteenth Century. The Structure and Evolution of a Political Order,Cambridge, Cambridge University Press, 1975.

  • estructura geogrfica de varios pases, o, tambin, el cercamiento de enor-mes enclaves situados lejos de los ocanos. Las fronteras fueron cristalizan-do gradualmente durante el periodo del imperio informal (desde laabolicin del comercio de esclavos hasta la represin de los primerosmovimientos de resistencia), gracias a la accin conjugada de comercian-tes y misioneros. El incremento de las fronteras tom un giro militar conla construccin de fuertes, la penetracin en el interior y la represin delas revueltas locales.

    Lejos de ser meros productos del colonialismo, las fronteras actualesreflejan, pues, las realidades comerciales, religiosas y militares, las rivalida-des, las relaciones de poder y las alianzas que prevalecieron entre las distin-tas potencias imperiales y entre ellas y los africanos a lo largo de los siglosque precedieron a la colonizacin propiamente dicha. Desde este punto devista, su constitucin dependi de un proceso social y cultural de una rela-tiva larga duracin. 20 Antes de la conquista, representaban espacios deencuentro, negociacin y oportunidad para europeos y africanos. 21 En elperiodo de la conquista, su funcin principal fue delimitar los lmites espa-ciales que separaban una posesin colonial de otra, sin tener en cuenta lasambiciones, sino la ocupacin real de tierra. Posteriormente, el control fsicosobre el territorio condujo a la creacin de dispositivos de disciplina ymando, inspirados en los de las jefaturas all donde no existan. Con lademarcacin de regiones, la recaudacin de impuestos y la expansin decultivos industriales, de una economa monetaria, de la urbanizacin y de laeducacin, las funcionalidades econmicas y polticas acabaron combinn-dose, con lo que el poder administrativo y el poder social fueron urdiendoun tejido que en lo sucesivo dominara el Estado colonial.

    Sin embargo, el factor decisivo fueron las fronteras internas que laempresa colonial defini dentro de cada pas. Adems, hay que sealar queel colonialismo estructuraba los espacios econmicos de distintas maneras,que estaban a su vez asociadas con mitologas territoriales especficas. Estoera particularmente as en las colonias de pobladores, donde la imposicinde fronteras internas alcanz dimensiones trgicas. En el caso de Sudfrica,por ejemplo, los desplazamientos masivos de poblacin que tuvieron lugar alo largo de los siglos XIX y XX condujeron gradualmente al establecimiento,

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    20 Sobre este aspecto cultural, vase J. Londsdale, The European Scramble and Conquest inAfrican History, en J. D. Fage y Roland Oliver (eds.), The Cambridge History of AfricaVI. From1870 to 1905, Londres, Cambridge University Press, 1985, pp. 680-766.21 Vase, en otros contextos, la sntesis de J. Adelman y S. Aron, From Borderlands to Borders.Empires, Nation-States, and the Peoples in Between North American History, The AmericanHistorical Review, nm. 104, 1999.

  • dentro de un solo pas, de catorce entidades territoriales con estatutos desi-guales. Como la pertenencia a una raza o grupo tnico funcionaba comocondicin de acceso a la tierra y los recursos, surgieron tres tipos de territo-rios: las provincias blancas, donde slo los europeos disfrutaban de dere-chos permanentes (Estado Libre de Orange, Provincia del Cabo, Transvaal yNatal), los denominados bantustanes independientes o homelands negros,compuestos por grupos tnicos tericamente homogneos (Bophuthatswana,Venda, Transkei, Ciskei); y, por ltimo, los bantustanes autnomos(KwaNdebele, KaNgwane, KwaZulu, Qwaqwa, Lebowa y Gzankulu).22

    En el mbito de la administracin urbana, se utiliz la misma modalidadde modelado del espacio. Estableciendo espacios urbanos reservados espe-cficamente para no blancos, el sistema del apartheidpriv a estos ltimos detodos los derechos en las zonas blancas. El resultado de esta escisin fue car-gar sobre las mismas poblaciones negras el peso financiero de su propiareproduccin y circunscribir el fenmeno de la pobreza al seno de enclavescon asociaciones raciales. El sello del apartheides tambin visible en el pai-saje y en la organizacin del espacio rural. Las marcas ms caractersticasdel apartheidson la diferenciacin de los sistemas de propiedad (propie-dad individual en las zonas comerciales y los sistemas mixtos en las zonascomunales), la apropiacin racial y la distribucin tnica de los recursosnaturales ms propicios para la agricultura y los movimientos migrato-rios que dan lugar a una multilocalizacin de las familias negras. En pasescomo Kenia o Zimbabwe, se produjo este mismo proceso de desposesin delas tierras de los africanos en beneficio de los blancos. Se establecieron reser-vas, a la par que se impona una legislacin que persegua la extensin de lamodalidad de tenencia individual y la limitacin de las formas de arrenda-miento para el cultivo por parte de negros en tierras de propiedad blanca.De este modo, se crearon reservas de mano de obra.

    Esta estructuracin colonial de los espacios econmicos no se aboli conlos regmenes postcoloniales. De hecho, fue frecuente que estos regmenes laprolongaran, llegando a radicalizar en ocasiones la lgica de creacin defronteras internas que esto conllevaba, en particular en las zonas rurales. Nohay duda de que las modalidades de penetracin estatal variaron de unaregin a otra, atendiendo a la influencia de elites locales, cooperativas de

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    22 Vanse Afrique du Sud, un nmero especial de Lespace gographique, nm. 2, 1999;Richard Elphick y Hermann Giliomee (eds.), The Shaping of South African Society, 1652-1840,Middletown (Conn.), Wesleyan University Press, 1989. Teniendo en cuenta este legado de frag-mentacin, el objetivo perseguido por las autoridades actuales es fomentar el surgimiento denuevas representaciones de la identidad y el territorio que trasciendan las identidades racia-les, tnicas y lingsticas heredadas de las antiguas divisiones.

  • productores u rdenes religiosas. 23 Pero tan pronto como se obtuvo la inde-pendencia, frica emprendi una enorme labor de reconfiguracin de lasentidades territoriales internas, aunque aceptara el principio de inviolabilidadde las fronteras entre Estados. Prcticamente en todas partes, la redefinicinde las fronteras internas se llev a cabo bajo la cobertura de la creacin denuevas regiones, provincias y municipalidades administrativas. Estas divi-siones administrativas tenan a la vez objetivos polticos y econmicos. Perotambin contribuyeron a la cristalizacin de identidades tnicas de hecho,mientras que bajo la colonizacin la atribucin de espacios preceda en oca-siones a la organizacin de los Estados o iba de la mano de sta, desde prin-cipios de la dcada de 1980, ha estado sucediendo lo contrario.

    Por un lado, hay en marcha una reclasificacin de las localidades enreas grandes y pequeas. Estas reas grandes y pequeas se dividenen funcin de culturas y lenguas supuestamente comunes. Aestas entida-des, que ligan relaciones familiares, etnicidad y proximidades religiosas yculturales, el Estado les confiere el estatuto de un Estado federado (es el casode Nigeria), una provincia o una regin administrativa. 24 Este trabajo buro-crtico viene precedido (o acompaado) de la invencin de lazos familiaresimaginarios. Recibe el poderoso respaldo de la reciente proliferacin de ide-ologas que promueven los valores de la autoctona. En todas partes se haacentuado la distincin entre pueblos autctonos y extranjeros, con un prin-cipio etnorracial que funciona cada vez ms como base de la ciudadana ycomo condicin de acceso a la tierra, los recursos y los puestos electivos deresponsabilidad.25 Como resultado de la transicin a un sistema pluriparti-dista, las luchas en torno a la autoctona han tomado un giro ms conflicti-vo en la misma medida en que acompaan la creacin de nuevos electora-dos. Los repertorios a los que recurren los protagonistas de estas luchas noson simplemente locales, sino tambin internacionales. As es en el caso delos discursos sobre minoras y sobre el medio ambiente.

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    23 Vase C. Boone, State Building in the African Countryside. Structure and Politics at theGrassroots, The Journal of Development Studies, nm. 34, 1998, pp. 1-31.24 E. E. Osaghae, Managing Multiple Minority Problems in a Divided Society. The NigerianExperience, Journal of Modern African Studies, nm. 36, 1998, pp. 1-24.25 Vase J. P. Dozon, Ltranger et lallochtone en Cte dIvoire, en Bernard Contamin yHarris Memel-Fot, Le modle ivoirien en questions. Crises, ajustements, recompositions, Pars,Karthala, 1997, pp. 779-798.

  • Territorialidades culturales y simblicas

    Uno de los principales legados de la colonizacin ha sido poner en marchaun proceso de desarrollo que es desigual, dependiendo de las regiones y delos pases implicados. Este desarrollo desigual ha contribuido a generar unadistribucin del espacio en torno a lugares que en ocasiones estn claramen-te diferenciados y a la aparicin de vectores culturales cuya influencia sobrela reconfiguracin del mapa del continente tiende a subestimarse. Aescaladel continente, existe, pues, una primera diferenciacin entre regiones en lasque la poblacin es densa (en las mesetas y alrededor de los grandes lagos)y otras que estn casi despobladas. Desde la dcada de 1930 hasta la de 1970,dos factores principales contribuyeron a la consolidacin de los grandescentros de poblacin: la evolucin de una economa agrcola industrial y eldesarrollo de las grandes vas de comunicacin (en particular, las redesferroviarias). La cada de la produccin de algunos cultivos industriales y latransicin a otras formas de explotacin han dado lugar a un desplazamien-to acelerado de poblaciones en ocasiones de toda una regin hacia ellitoral o hacia los grandes centros urbanos. De este modo, ciudades comoJohannesburgo, El Cairo, Kinshasa, Casablanca, Nairobi, Lagos, Douala,Dakar y Abidjan se han convertido en destino de las migraciones regionales.Constituyen ahora metrpolis enormes, en las que est naciendo una nuevacivilizacin urbana africana. Esta nueva urbanidad, criolla y cosmopolita, secaracteriza por la combinacin y la mezcla en la ropa, la msica y la publi-cidad, as como en las prcticas de consumo en general. 26

    Uno de los factores ms importantes que regulan la vida cotidiana urbanaes, sin duda, la multiplicidad y la heterogeneidad de sistemas religiosos.Con la proliferacin de iglesias y mezquitas, se ha constituido una verdade-ra esfera territorial en torno a los lugares de culto. sta se distingue clara-mente de la administracin territorial del Estado, no slo por los serviciosque las instituciones religiosas ofrecen, sino tambin por la tica que pro-mueven. Junto a las fundaciones religiosas a las que se confa la gestin dehospitales y escuelas, est naciendo un individualismo religioso basado enla idea de la soberana de Dios. Esta soberana se ejerce en todas las esferasde la vida. Se expresa bajo la forma de la gracia y la salvacin. La gracia y lasalvacin estn relacionadas con la voluntad divina y no con ningn mritohumano. La gracia se interioriza gracias a estrictos cdigos morales, a ungusto por la disciplina y el trabajo y a una preocupacin por la vida familiar(matrimonio, sexo) y por los muertos.

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    26 Abdumaliq Simone, Urban Processes and Change in Africa, Dakar, CODESRIA, 1997.

  • En los pases musulmanes, la base para el poder jurisdiccional que losmarabuts ejercen sobre los fieles la ofrece una territorialidad sustentadaen redes. Extendidas en un marco nacional y con frecuencia internacio-nal, estas redes estn asociadas a ciudades y a personajes sagrados a losque los fieles rinden lealtad. 27 Asu vez, en la dcada de 1980, la mezqui-ta se convirti en uno de los principales lugares de reconquista de lasociedad y de la ciudad por los religiosos. En algunas ocasiones, ha fun-cionado como refugio para personas perseguidas y, en otras, ha dadocobijo a quienes no podan ms. Recurso ltimo de los desesperados, seha tornado el referente principal para todos aquellos que han visto susconvicciones sacudidas por las transformaciones que estn teniendolugar en la actualidad. En frica del Norte e incluso en algunas partes deNigeria, ms de una vez ha funcionado de sede para el surgimiento de unacultura de protesta, en la que nuevas figuras del imn han pasado aencarnar nuevas prcticas de culto y de predicacin, y en la que la ora-cin del viernes se ha convertido en uno de los momentos fundamenta-les del calendario semanal. 28

    En los pases predominantemente cristianos, la proliferacin de cultos hadado lugar a una lgica territorial de tipo capilar. Con el estallido deldogma, la predicacin, la administracin de los sacramentos, la liturgia yvarios rituales, incluidos los rituales de curacin, han adoptado una plurali-dad de significados y de formas institucionales. Las guerras, junto con laimprevisibilidad y los peligros de la vida cotidiana, han llevado a reinter-pretaciones de los relatos de la Pasin y el Calvario, as como de las imge-nes del Juicio Final, la Resurreccin y la Redencin. 29 En ocasiones, estadimensin escatolgica ha encontrado una salida fcil en movimientosarmados caracterizados por las correspondientes ideologas de muerte ysacrificio.30 La reislamizacin y la recristianizacin han avanzado de la manoy ambos procesos han combinado con confianza elementos dispares e inclu-so contradictorios del paganismo africano, la devocin ambiental y elpatriarcalismo monotesta.

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    27 Vase el caso de la ciudad sagrada de Touba (Senegal), estudiada en E. Ross, Touba. ASpiritual Metropolis in the Modern World, Canadian Journal of African Studies, nm. 29, 1995,pp. 222-259, y Tba. An African Eschatology in Islam, tesis doctoral, Montreal, McGillUniversity, 1996.28 Vase Urbanit arabe. Hommage Bernard Lepetit / Textes rassembls par Joelyne Dakhlia, Pars,Actes Sud, 1998.29 R. Werbner, The Suffering Body. Passion and Ritual Allegory in Christian Encounters,Journal of Southern African Studies, nm. 23, 1997, pp. 311-324.30 Vase J. L. Grootaers (ed.), Mort et maladie au Zare, Cahiers africains, nm. 31-32, 1998.

  • El otro territorio en el que se marcan los nuevos confines de la vida urbanaes el de la sexualidad. La dimensin del comportamiento individual, el uni-verso de las normas y las formas de la moralidad que supuestamente rigenlas prcticas privadas han sufrido profundas transformaciones. En los lti-mos veinte aos, hemos asistido, de hecho, a una prdida generalizada delcontrol sobre la sexualidad por parte de las familias, las iglesias y el Estado.Ala sombra de la decadencia econmica, se ha desarrollado una nueva eco-noma moral de los placeres individuales. En todas partes, la edad de matri-monio ha descendido para la mayora de la poblacin. Se est produciendouna crisis de la masculinidad, a la par que aumenta a un ritmo constante elnmero de mujeres cabeza de familia. Los llamados nacimientos ilegtimoshan dejado de ser considerados definitivamente un problema grave. Lasrelaciones sexuales precoces y frecuentes se han convertido en un lugarcomn. Pese a la resistencia de los modelos familiares tradicionales, muchasprohibiciones se han levantado. Los ideales de fecundidad estn en crisis ylas prcticas contraceptivas han aumentado, por lo menos entre las clasesmedias.31 La homosexualidad se est haciendo ms visible casi en todas par-tes.32 El acceso a publicaciones y pelculas pornogrficas est ms generali-zado. Simultneamente, las enfermedades de transmisin sexual hanampliado su campo, hasta el punto de que el SIDAfunciona en la actualidadcomo principal regulador del crecimiento demogrfico, a la par que llevahasta lmites extremos la nueva relacin cultural entre placer y muerte. 33

    La otra nueva forma de polarizacin respecto a la cultura y la identidadtiene lugar en los campos de refugiados, bajo el impacto conjunto de la gue-rra, el desmoronamiento del orden estatal y las subsiguientes migracionesforzosas. Este fenmeno es estructural en la medida en que, en primer lugar,el mapa de las poblaciones desplazadas, adems de venir dibujndosedurante un periodo relativamente largo, se ampla una y otra vez paracubrir nuevos centros, a la vez que el nmero de estas poblaciones despla-zadas aumenta sin cesar. En segundo lugar, el carcter forzoso de las migra-ciones adopta constantemente formas nuevas. Por ltimo, aunque hemosasistido en ocasiones a casos espectaculares de retorno de refugiados a sutierra natal, el periodo de tiempo que se pasa en los campos se hace cada vezms largo. Aresultas de ello, el campo de refugiados deja de ser un lugar pro-visional, un espacio de trnsito que se habita a la espera de un hipottico

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    31 Vase A. Guillaume, La rgulation de la fcondit Youpougon (Abidjan). Une analyse desbiographies contraceptives, Documents de Recherche, nm. 7, 1999.32 Vase Special Issue on Masculinities in Southern Africa, Journal of Southern Africa Studies,nm. 24, 1998.33 C. Becker (ed.), Vivre et penser le SIDAen Afrique, Pars, Karthala-CODESRIA, 1999.

  • regreso a casa. Desde el punto de vista legal, as como desde el punto devista de los hechos, lo que se supona que era una excepcin se convierte enrutina y norma, dentro de una organizacin del espacio que tiende a hacer-se permanente. En estas concentraciones humanas con un estatuto extrate-rritorial, viven, ahora y en lo sucesivo, verdaderas naciones imaginarias. 34

    Bajo el peso de la precariedad y las constricciones, empiezan a surgir nuevasformas de socializacin. 35 Como fragmentos de territorio situados fuera delos sistemas legales de los pases que los acogen, los campos de refugiadosrepresentan lugares donde el pleno disfrute de la vida y los derechos questa conlleva quedan en suspenso. As, un sistema basado en una relacinfuncional entre asentamiento territorial y expropiacin deja a millones depersonas en una situacin en la que la tarea de la supervivencia fsica deter-mina todo lo dems. 36

    An ms importancia tiene el hecho de que el campo se convierte en unsemillero para el reclutamiento de soldados y mercenarios. Dentro de loscampos, estn surgiendo tambin nuevas formas de autoridad. Yes quelos campos, gestionados nominalmente por organizaciones humanitariasinternacionales, estn controlados en secreto por jefes militares que o bienestn intentando retomar el poder en sus pases natales, o bien estn libran-do guerras en el pas anfitrin a favor de facciones locales. Estos ejrcitoscompuestos por adolescentes y refugiados estn financiados en parte a tra-vs de redes diaspricas establecidas en otros pases. Se utiliza a nios-sol-dado como fuerzas de apoyo o como mercenarios en guerras regionales. Deeste modo, surgen nuevas formaciones sociales en la periferia de los camposde refugiados. Verdaderos ejrcitos sin Estado, se enfrentan con frecuenciaa Estados sin ejrcito, que se ven as obligados a reclutar tambin a merce-narios o, si no, a solicitar la ayuda de sus vecinos para ocuparse de las rebe-liones internas. Esta lgica, que implica desvincular el Estado del ejerciciode la guerra y utilizar suplentes y mercenarios que trabajan para el mejorpostor, indica que hay en marcha complejos procesos sociales y que se estndibujando nuevas fronteras tanto polticas como espaciales ms all deaquellas heredadas de la colonizacin.

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    34 Vase Liisa Malkki, Purity and Exile. Violence, Memory, and National Cosmology among HutuRefugees in Tanzania, Chicago, University of Chicago Press, 1995.35 Vase P. Nyers, Emergency or Emerging Identities? Refugees and Transformations inWorld Order, Millennium, nm. 28, 1999, pp. 1-26. Para una monografa, vase J. de Smedt,Child Marriages in Rwandan Refugee Camps, Africa, nm.68, 1998, pp. 211-237.36 Comprese esto con lo que dice Giorgio Agamben sobre los campos de concentracin comoel nomosde la modernidad, en Homo Sacer. Le pouvoir souverain et la vie nue, trad. al francs deM. Raiola, Pars, Le Seuil, 1997, pp. 179-202 [ed. cast.: Homo Sacer. El poder soberano y la nudavida, trad. de Antonio Gimeno Cuspinera, Valencia, Pre-Textos, 1998].

  • Los territorios de la guerra

    Los ejemplos que acabamos de citar demuestran claramente que la mayorade las guerras africanas no tienen su punto de origen inmediato en disputasfronterizas resultantes de divisiones coloniales. De hecho, desde 1963 hastael presente, apenas una docena de conflictos entre Estados pueden atribuir-se a esta categora. Desde un punto de vista normativo, dos principios fun-damentales han guiado de hecho el manejo de las relaciones entre losEstados africanos desde la independencia. El primer principio se basa en laidea de no interferencia en los asuntos internos de otros Estados. El segun-do principio se refiere al carcter sacrosanto de las fronteras heredadas de lacolonizacin. Por ms evidente que sea que el principio de no interferenciaha sido por lo general ignorado es cierto, no obstante, que las fronteras here-dadas del colonialismo se han mantenido sin modificaciones sustanciales.Los africanos han aceptado sin cambios el marco territorial y estatal impues-to por la colonizacin. Desde luego que ha habido intentos armados demodificarlo. Pero, en general, stos no han resultado en ningn retraza-do de las fronteras como el que sigui a la desintegracin de Yugoslavia.

    Hasta mediados de la dcada de 1970, hubo dos tipos de guerras en lasque las fronteras estaban directamente en juego. En primer lugar, las guerrasde secesin. Los dos principales ejemplos de este tipo de guerra fueron lasecesin de Katanga, a principios de la dcada de 1960, y la de la autopro-clamada Republica de Biafra, en Nigeria, en 1967. Tanto Congo comoNigeria aplastaron estas revueltas y mantuvieron la integridad de sus terri-torios, ya fuera por s mismas o con la ayuda de fuerzas extranjeras. El nicoejemplo de una secesin victoriosa es el de Eritrea, que no puso fin a las gue-rras entre Etiopay sus vecinos, tal y como demuestra el conflicto actual.37 Enotros lugares, la tentacin secesionista o irredentista no ha desaparecido.Persisten esfuerzos de escapar del poder central en Senegal (en Casamance), enCamern (en las provincias anglfonas), en Angola (en el enclave de Cabinda),en Namibia (en la franja de Caprivi) y en las Comoros (en la isla de Anjouan).

    La otra forma de conflicto relativo a las fronteras lo constituyen las gue-rras de anexin, como los intentos somales de conquistar Ogaden, enEtiopa, en 1963 y 1978. Estos intentos acabaron en fracaso, pero llevaron aimportantes cambios de alianzas en el tablero regional y, a la larga, a la par-ticin del Estado etope. El conflicto territorial entre Chad y Libia ataa aAozou, regin que Libia se anexion en 1973. Despus de varios aos de

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    37 J. Abbink, Briefing. The Erythrean-Ethiopian Border Dispute, African Affairs, nm. 97,1998, pp. 551-565.

  • repetidas guerras, salpicadas por intervenciones militares extranjeras (enparticular por parte de Francia), el Tribunal Internacional de Justicia dicta-min que el territorio deba ser devuelto a Chad. Lo mismo sucedi en elSahara occidental, una antigua colonia espaola reclamada y ocupada porMarruecos. Las dems disputas fronterizas representaban conflictos laten-tes y tenan que ver o bien con rutas conectadas con la existencia de recur-sos naturales (petrleo, hierro, diamantes), o bien con islas, en particularen la disputa entre Nigeria y Camern por la Pennsula de Bakassi. Estasguerras de frontera estuvieron hechas ms de escaramuzas que de verda-deros conflictos abiertos.

    Sin embargo, a finales del siglo XX, los pases africanos siguen estandoinmersos en numerosas disputas de frontera, como las que existen entreNigeria y sus vecinos por el Golfo de Guinea (Camern y Guinea Ecuatorial,en particular), en la regin del Sahel (entre Mali, Nger, Argelia, etc.) y entreNamibia y Botswana. La mayora de estas disputas no tienen su origen enel deseo de hacer que el espacio etnocultural coincida con el espacio delEstado, sino ms bien en la lucha por el controlde recursos consideradosvitales. As sucede, por ejemplo, con respecto a la distribucin de agua. Lasgrandes cuencas hidrogrficas, de las que forman parte tanto ros (el Congo,el Zambezi, el Nger, el Nilo, el Senegal) como lagos (el Lago Chad, el LagoVictoria) tienden as a convertirse en nuevas reas de conflicto. En torno aestas cuencas, han surgido no slo actividades econmicas, sino tambinserias contradicciones. La no coincidencia entre lmites estatales y lmitesnaturales ha abierto la veda a las disputas por la soberana. Como los ros ylos lagos combinan por lo general distintos elementos jurdicos (tierray agua), la cuestin es cmo reconciliar los tres requisitos constituidospor la libertad de uso, el derecho de acceso para todo el mundo y la sobera-na sobre la tierra por la que discurre el ro.

    Aeste respecto, el ejemplo del Nilo lo dice todo. Sabemos que el 95 % delagua que fluye por Egipto llega de fuera de sus fronteras (en particular deEtiopa y Sudn). La presin demogrfica en la regin, la necesidad de explo-tar tierras cada vez menos productivas y el rpido crecimiento de los ndi-ces de consumo per capitaestn llevando a la mayora de Estados de laregin a considerar la construccin de presas. As pues, Etiopa y Egipto seestn peleando por diferencias respecto a la distribucin de los recursoshdricos implcita en los proyectos de irrigacin que Etiopa planea paramejorar las tierras de cultivo de Ouollo y Tigray. 38 Pero la cuestin de cmodeberan distribuirse las aguas del Nilo afecta a otros pases, como Uganda,Tanzania, Kenia, Ruanda, Burundi y la Repblica Democrtica de Congo.

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    38 G. Lebbos, La valle du Nil, Les Cahiers de lOrient, nm. 44, 1996.

  • Otras cuencas fluviales, como las del Zambezi, el Chobe y el Okavango,revelan otra serie de fronteras africanas que son fuente de tensionesentre los principales pases afectados: Botswana, Sudfrica, Namibia,Angola, Zambia y Zimbabwe. Un incremento en el consumo de lasaguas del Okavango en Namibia amenazara automticamente el deltainterior de este cauce fluvial. El proyecto de Botswana de desviar el roChobe hacia el ro Vaal para abastecer Sudfrica suscita de inmediatotensiones en la subregin. Cabe percibir el mismo tipo de tensiones enrelacin con la distribucin de las aguas de los acuferos fsiles delSahara, que afecta a Libia, Sudn, Chad y Nger y, hacia el oeste, aSenegal, Mali y Mauritania. Libia ha iniciado ya un proyecto de cons-truccin de un Gran Ro artificial para explotar los acuferos fsiles deldesierto del Sahara, que se extienden bajo la tierra de otros pases. Lasfronteras del continente se estn redibujando, por lo tanto, en torno a lacuestin de cmo regulan el uso de los cursos hdricos los pases por losque stos discurren y estos conflictos hidropolticos exacerban otras dis-putas sobre las que se superponen.

    En la actualidad, en el marco del gueto estratgico en el que se ha con-vertido frica tras el fin de la Guerra Fra, estn tomando forma otra dispo-sicin espacial, ms bsica, y otra situacin geopoltica. Tres procesos sepa-rados en el tiempo, pero complementarios en sus efectos, participan de estaevolucin. En primer lugar, los procesos en marcha hoy en da se sitan enuna continuidad con los principales movimientos de destruccin y reconsti-tucin del Estado del siglo XIX. En ocasiones, tienen lugar de hecho en losmismos espacios, exactamente, en los que se desarrollaron en el siglo pasa-do. En otro plano, hay dinmicas introducidas por la colonizacin y conti-nuadas en esencia por los regmenes independientes que se injertan en estosmismos procesos. Atravs de la mediacin de la guerra y del derrumbe delos proyectos de democratizacin, este entrelazamiento de dinmicas y tem-poralidades conduce a la salida del Estado. Impulsa el surgimiento de tec-nologas de dominacin basadas en formas de gobierno privado indirecto,que tienen como funcin la constitucin de nuevos sistemas de propiedad ynuevas bases para la estratificacin social. 39

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    39 A. Mbembe, Du gouvernement priv indirect, op. cit.

  • Las tres fisuras

    Tres figuras territoriales fundamentales surgen de este entrelazamiento. Enprimer lugar, tenemos los dos extremos del continente. Sus posiciones res-pectivas con respecto al corazn del continente (esa regin que Hegel llama-ba la autntica frica) son dispares. Empecemos por el Norte de frica. Alo largo de todo el siglo XIX, el Norte de frica estuvo conectado con el restodel continente a travs de tres antiguos corredores. En el corredor occiden-tal, la influencia marroqu se dej sentir hasta muy al sur, llegando inclusoa los pases en la curva del ro Nger. Las conquistas, las batidas, el comer-cio, los resurgires religiosos y la esclavitud hicieron posible amasar fortunasy tejer redes multiformes de relaciones (familiares, comerciales, religiosas omilitares). Las formaciones armadas controlaban las rutas comerciales ymantenan clientelas. 40 Las conexiones entre el Sahel y el desierto estabanmediadas por los moros, los tuaregs e incluso los diulas y los bambara. Enel plano religioso, un sufismo flexible y sincrtico apuntalaba las relacionesentre una y otra linde del desierto.

    En el corredor central, dinmicas religiosas, comerciales y polticas sur-caban el Shara y, gracias a la Cofrada Senussi de sufes, conectabanCirenaica y las fronteras de Egipto y Trpoli con el Lago Chad, la ReginWadai y Borkou. El papel desempeado por las ciudades de Fez yMarrakech en el corredor occidental lo desempaaba en este casoGhadames. En uno y otro corredor, donde el mundo rabobereber se cruzabacon el mundo negroafricano, podan verse grupos mixtos e hbridos. Comomundos cambiantes y fluidos, estas reas fronterizas se caracterizaban poruna fragmentacin en clanes, familias y tribus y por ciclos de alianza y rup-tura. El corredor central una Egipto con los pases al sur de sus fronteras.La cadena llegaba hasta las fronteras del actual Ubangi e inclua no slo elsur de Sudn, sino tambin parte del Congo septentrional.

    En el contexto actual de reorganizacin del mundo, el Norte de frica seencuentra escindido a causa de presiones paralelas. En trminos generales,parte del Norte de frica se siente atrada por el Mediterrneo. Sin adoptarnecesariamente los valores culturales de Europa, est intentando ligar sufuturo econmico al de Europa occidental. La otra cara norteafricana sevuelve hacia los lugares conmemorativos del Islam, en Oriente Prximo.Tanto entre los dems africanos, como entre los propios pases implicados,

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    40 Vase James L. A. Webb, Desert Frontier. Ecological and Economic Change along the WesternSahel, 1600-1850, Madison, University of Wisconsin Press, 1995.

  • existe la percepcin de que la naturaleza africana del Magreb y del Mashriqes problemtica. Al formular la autoctona norteafricana exclusivamentedentro del registro de la arabidad, se pasa por alto el papel desempeadopor los criollos en esta regin, un papel que queda claramente reflejado entodas las historias locales anteriores a la llegada de los rabes y del Islam. Alsur del Sahara, la influencia musulmana norteafricana se ha visto obligadaa competir cada vez en mayor medida con el activismo saud e iran. Estosdos pases estn metidos en campos tan diversos como la formacin de inte-lectuales islmicos, la socializacin de predicadores, la construccin de mez-quitas, la financiacin de servicios de beneficiencia y distintas fundaciones.La influencia marroqu, aunque en retroceso, an se deja sentir, en particularen el frica occidental musulmana (Mali, Senegal). 41

    Los canales que conectan el resto del continente con Oriente Medioestn controlados por una dispora libanesa que se estableci hace muchoen los principales centros de frica occidental. 42 Pero, a la par que el Nortede frica se desvincula del resto del continente, est teniendo lugar unproceso de desterritorializacin en torno al permetro del desierto delShara. En un slo movimiento, este proceso est erosionando soberanasen la parte septentrional del continente, as como en el frica negra pro-piamente dicha. Un vasto territorio fronterizo de lneas variables marcaespacios mviles a ambos lados del desierto. Comienza en las lindes deArgelia y se extiende hasta los de Borkou, Ennedi y Tibesti, a las puertasoccidentales de Sudn. En este enorme espacio, las lgicas segmentarias secombinan con lgicas clnicas y lgicas de intercambio.43 Aqu, la autoctonase presentabajo la forma de la itinerancia, una antigua mezcla de razas yuna aculturacin mutua que combinan distintos registros de identidad.Entre los que se mueven por este territorio, figuran actores gubernamen-tales y no gubernamentales, nmadas, comerciantes y aventureros.Estructurado por una autntica cadena de protectorados, este espacio semantiene marcado afuego por una cultura de asaltos y saqueos. 44 Aqu,ms que en ningn otro lugar, la forma dominante de territorialidad esitinerante y nmada.

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    41 Y. Abou El Farah, et alli, La prsence marocaine en Afrique de lOuest. Cas du Sngal, du Mali, etde la Cte dIvoire, Rabat, Publications de lInstitut des tudes africaines, Universit MohammedV, 1996.42 C. Bierwirth, The Libanese Communities of Cte dIvoire, African Affairs, nm. 99, 1998.43 K. Bennafla, Entre Afrique noire et monde arabe. Nouvelles tendances des changes infor-mels tchadiens, Tiers-Monde, nm. 152, 1997.44 Vase H. Claudot-Hawad, Bandits, rebelles, et partisans. Vision plurielle des vnementstouaregs, 1970-1992, Politique africaine, nm. 46, 1992.

  • El otro extremo del continente lo constituye Sudfrica, cuya linde se extien-de desde El Cabo hasta Katanga. Internamente, sin embargo, este pas dias-prico y multirracial est dividido en distintos mundos. Por un lado, tras elfin del apartheidy gracias a la diplomacia econmica activa, Sudfrica consi-gui intensificar sus relaciones con Asia, a travs de un considerable aumen-to del intercambio con Japn, Malasia, Corea del Sur, China, Taiwan, HongKong e India. La penetracin del mercado sudafricano por parte de Asiaavanza a la par que el fortalecimiento de las relaciones de este pas con laUnin Europea y Estados Unidos. La consolidacin de relaciones financie-ras y comerciales con el resto de frica se desarrolla en diferentes registros.Sudfrica se est aprovechando de la debilidad institucional de sus vecinos,estableciendo relaciones asimtricas con ellos hasta el punto de que elflujo de inversiones y las redes regionales de intercambio han hecho queSuazilandia, Lesotho y Mozambique estn a punto de convertirse en provin-cias sudafricanas.45 Adems, la poltica de Sudfrica de construir transportesy complejos martimos (en los puertos de Maputo, Beira y Nacala), en cone-xin con la exportacin de mercancas y servicios, est transformando a algu-nos pases sin salida al mar en tantos otros mercados cautivos.46 En el resto defrica, el sector privado invierte en campos tan variados como el turismo, laminera, los transportes, la electricidad, la banca y las cerveceras.

    Pero la influencia poltica, diplomtica y cultural de Sudfrica es muchomayor que su poder econmico, que por s slo no deja de ser muy relativo.El pas es, de hecho, extremadamente vulnerable a las fluctuaciones finan-cieras internacionales. Adems, la tensin entre decisiones macroeconmi-cas dirigidas a atraer capital extranjero y una poltica de ajuste social no parade crecer. La posicin de Sudfrica en el continente es an muy ambigua ysiguen sin estar claras las condiciones bajo las cuales puede reintegrarse enl. Sus polticas regionales y comerciales se topan con la firme oposicin delos Estados que antes ocupaban la primera lnea (en particular, Angola yZimbabwe). Aunque la diplomacia sudafricana todava descansa en unconocimiento mnimo del resto del continente, sus empresas y, en particular,sus compaas mineras estn extendiendo sus tentculos, llegando a pasestan lejanos como Mali, Ghana o Guinea. Lo mismo puede decirse de susempresas de seguridad. 47 El comercio de armas tanto oficial como extrao-

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    45 M. O. Blanc, Le Corridor de Maputo, Afrique contemporaine, nm. 184, 1997, pp. 133-140.46 D. Arkwright et al., Spatial Development Initiatives (Development Corridors). TheirPotential Contribution to Investment and Employment Creation, documento de trabajo,Development Bank of Southern Africa, Midrand, 1996.47 H. M. Howe, Private Security Forces and African Stability, Journal of Modern AfricanStudies, nm. 36, 1998, pp. 307-332.

  • ficial se est acelerando. La llegada de inmigrantes legales y clandestinosest llevando a un aumento extraordinario de la xenofobia.48 Con la esperan-za de parar las recientes migraciones transregionales hacia Sudfrica, lasexpulsiones se han sistematizado y se han creado unidades policiales encar-gadas de localizar a los inmigrantes clandestinos (en particular, a los de ori-gen africano).49

    La segunda mancha territorial importante de frica se presenta bajo laforma de una lnea diagonal que atraviesa las zonas de guerra en el Cuernode frica, los Grandes Lagos africanos y Congo, desembocando en elAtlntico. En el siglo XIX, tres procesos estructuraban este espacio. En pri-mer lugar, el establecimiento, alrededor de un tringulo que conectabaDarfur, la cuenca de Bahr el-Ghazal y el Bajo Egipto, de una enorme red decomercio de marfil, armas y esclavos, utilizada por los khartoumitas, losegipcios y los sirios y, ms tarde, por los europeos. Las guerras y batidasconstantes permitieron amasar inmensas fortunas privadas. Pero tambincondujeron a la destruccin de multitud de entidades sociales o a su integra-cin forzosa en configuraciones ms amplias. En segundo lugar, en el reaalrededor de los Grandes Lagos (Buganda, Burundi, Ankole), se instauraronpequeas monarquas, basadas en la fuerza armada y caracterizadas poruna concepcin muy cerrada de la identidad, por un lado, y por la ganade-ra intensiva, por otro. Por ltimo, fundamentalmente en el centro y en elsur, surgi un mosaico de poderes, que inclua principados que vivan delcomercio de esclavos, Estados-caravana, seoros, grupos intermediarios yterritorios inmensos controlados por grupos armados y caudillos. La caza deelefantes, el trfico de marfil y el comercio de esclavos facilitaron un comer-cio interregional cuyos puntos de venta salpicaban toda la regin, desde elAtlntico hasta el Ocano ndico.

    Durante los ltimos veinte aos, tras la estela de los movimientos delsiglo XIX y detrs de la mscara de los Estados autoritarios heredados de lacolonizacin, ha proseguido el proceso de fragmentacin. Las relacionesentre el aparato estatal central y los sbditos que gobierna se han hecho cadavez ms dbiles. Asimismo, han surgido principados militares en Ruanda,Uganda, Burundi y, en menor medida, en Etiopa y Eritrea. Una de las carac-tersticas de estos regmenes es el uso regular de la fuerza para llevar a cabosus estrategias polticas internas y externas. Tras haberse hecho con el poderpor medio de la violencia y haberse enfrentado a desrdenes internos,

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    48 D. K. Kadima, Congolese Immigrants in South Africa, CODESRIABulletin, nm. 1-2, 1999,pp. 14-23.49 Antoine Bouillon (ed.), Immigration africaine en Afrique du Sud. Les migrants francophones desannes 90, Pars, Karthala, 1998.

  • responden a sus obsesiones securitarias de dos maneras: en primer lugar,creando zonas de seguridad a lo largo de sus fronteras y, en segundolugar, extendiendo su poder en los pases vecinos con estructuras estatalesms frgiles e inestables, como en el caso de Congo Kinshasa. 50

    Incapaces de colonizar un Estado continental cuyas estructuras estninformalizadas, cuando no son delicuescentes, e incapaces siquiera deconquistarlo, estos principados militares se alan con su propia dispora(consolidada hace mucho tiempo), a pesar de que la ciudadana de susmiembros est en cuestin en su pas natal. Los principados militaresobtienen asimismo los servicios de rebeldes, disidentes y otros hom-bres que se ofrecen al mejor postor, hacindose as con una pantalla parasu intervencin. Compuestos de extranjeros conocidos (cuya asimila-cin dentro de la poblacin autctona sigue siendo incompleta, como esel caso de los tutsis en Congo) y de nativos del pas (indisciplinados ydivididos por constantes batallas entre facciones), estos ejrcitos de mer-cenarios adolescentes se erigen en entidades paragubernamentales en loslugares que controlan. As sucede en el Congo oriental, donde, con laimplosin del pas, los problemas de seguridad creados por la porosidadde las fronteras han hecho posible estructurar bases de retaguardiadesde las que grupos armados opuestos a Uganda, Ruanda y Burundiemprenden misiones de desestabilizacin. 51

    En ocasiones, estas guerras resultan en la victoria de una faccin.Estas victorias son casi siempre temporales y desembocan en un ciclo deviolencia cuya intensidad aumenta sin cesar. En otros casos, estas luchashan llevado a la desaparicin de Estados heredados del colonialismo,como en el caso de Somalia. Existen asimismo casos en los que la situa-cin es tal que ninguna de las partes consigue derrotar definitivamentea las dems. Por consiguiente, la guerra se prolonga, llevando a la inter-vencin de organizaciones humanitarias, cuya presencia lleva aun mslejos la destruccin de las fuentes de la soberana. 52 As pues, asistimosa la aparicin de formaciones sociales en las que la guerra y la prepara-cin de la guerra tienden a convertirse en funciones regulares. Este tipode guerras ponen en marcha un proceso de reproduccin-destruccin,

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    50 D. Shearer, The Conflict in Central Africa, Survival, nm. 41, 1999, pp. 89-106.51 R. Lemarchand, Patterns of State Collapse and Reconstruction in Central Africa.Reflections on the Crisis in the Great Lakes Region, Afrika Spectrum, nm. 32, 1997, pp. 173-194. Tambin W. Barnes, Kivu. Lenlisement dans la violence, Politique africaine, nm. 73,1999, pp. 123-136.52 M. Duffield, NGO Relif in War Zones. Towards an Analysis of the New Aid Paradigm,Third World Quaterly, nm. 18, 1997, pp. 527-542.

  • tal y como demuestran los ciclos de masacres y carniceras humanas, ascomo los efectos del pillaje y los saqueos (a partir del modelo de las bati-das del siglo XIX). 53

    La tercera figura territorial fundamental de frica aparece en el contex-to de la internacionalizacin del intercambio y del desarrollo de nuevasmodalidades de explotacin de los recursos naturales. Cabe distinguir tresde estos recursos: petrleo, bosques y diamantes. El petrleo, en particular,est en el origen de una economa exterior cuyo centro de gravedad se sitaahora en el Golfo de Guinea. En su definicin ampliada, el Golfo de Guineaincluye una vasta zona litoral que se extiende desde Nigeria hasta Angola.Tras ella, se despliega el interior caracterizado por la explotacin de dostipos de espacios: por un lado, las tierras forestales contiguas y, por otro,las zonas continentales perifricas (cuyo pilar es el Lago Chad). En la geo-poltica global de hidrocarburos, sta se ha convertido en una de las zonasen las que los factores transnacionales y locales se entrelazan produciendoimportantes recomposiciones, parecidas a la que est teniendo lugar en laCuenca del Mar Caspio. 54

    Ha habido dos factores fundamentales para esta recomposicin. En pri-mer lugar, durante la dcada de 1980, los gobiernos del Golfo de Guineaotorgaron importantes concesiones a distintas compaas occidentales quese estaban especializando en exploraciones petroleras. Frente a las tres com-paas (Shell, Agip y Elf) que dominaban la regin hasta principios de ladcada de 1980, en la actualidad, hay ms de veinte firmas que cuentan conpermisos (entre las que figuran Chevron, Texaco, Total, Fina, Norsk Hydro,Statoil, Perenco y Amoco). Importantes inversiones como la introduccin denuevas tecnologas de extraccin han permitido el descubrimiento y, poste-riormente, la explotacin de nuevos yacimientos petrolferos, algunos deellos enormes (como en el caso de Dalia, Kuito, Landana y Girassol enAngola; Nkossa, Kitina y Moho en Congo; Zafiro en Guinea Ecuatorial yBonga en Nigeria), as como la ampliacin de sus lmites previos. Esto esparticularmente as en el caso de los yacimientos submarinos situados amucha profundidad bajo el mar (zonas a una profundidad de ms de dos-cientos o trescientos metros). Sin embargo, los hidrocarburos estn reparti-dos de manera desigual entre los Estados del Golfo de Guinea. Angola est

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    53 Vase Heike Behrend, La guerre des esprits en Ouganda, 1985-1986. Le mouvement du Saint-Esprit dAlice Lakwena, Pars, LHarmattan, 1997; o, de manera ms reciente, R. Doom y K.Vlassenroot, Konys Message. ANew Koine? The Lords Resistance Army in NothernUganda, African Affairs, nm. 98, 1999, pp. 5-36.54 S. Bolukbasi, The Controversy over the Caspian Sea Mineral Resources. ConflictingPerceptions, Clashing Interests, Europe-Asia Studies, nm. 50, 1998.

  • poniendo cada vez ms claramente en entredicho la supremaca de Nigeria,mientras que a pases como Camern estn a punto de adelantarse GuineaEcuatorial y Chad.

    Paradjicamente, el nuevo confn petrolero coincide con una de las zonasfronterizas de disolucin estatal que en frica se acusa de manera ms clara.Aeste respecto, las situaciones de Nigeria, Angola y Congo Brazzaville sonsintomticas. Los profundos movimientos de desterritorializacin que afec-tan a frica cobran una forma intensa en Nigeria. En este pas, dentro de unproceso de consolidacin de un Estado federal, mantienen su predominiouna serie de formas arraigadas de control y regulacin, fomentadas por elgobierno colonial indirecto. Las localidades y divisiones internas, algunashistricas y otras institucionales o incluso culturales y territoriales, se super-ponen sobre el espacio del Estado. Cada localidad est sujeta a distintasjurisdicciones: la jurisdiccin estatal, la jurisdiccin tradicional, la jurisdic-cin religiosa. Dentro de un entrelazamiento de patrias y comunidades,coexisten diferentes rdenes. La coexistencia de estos rdenes diferentes seve perturbada por una multiplicidad de conflictos locales. La mayor partede estos conflictos se expresan bajo la forma de una oposicin entre pobla-ciones autctonas y extranjeros. La ciudadana se concibe en trminos tni-cos y territoriales y el disfrute de derechos civiles por parte de un individuodepende de su ligazn con un grupo tnico o localidad.

    La disolucin del Estado est avanzando en dos direcciones, aparente-mente contrarias. Por un lado, distintas formas de territorialidad se cruzan,se enfrentan entre s y se reemplazan unas a otras, produciendo, por lotanto, una acumulacin de fuerzas que se disipan y neutralizan mutuamen-te. Por otro, la imaginacin autoritaria ha adoptado formas mltiples, enparticular, la de una institucin militar paranoica. Los conflictos reiteradosdesgarran las regiones en el epicentro de la produccin petrolera. Sin tomarla forma de la guerra clsica, estos conflictos enfrentan a unas comunidadescontra otras dentro de un solo pas, siempre en regiones conocidas por suriqueza mineral y por la intensidad con la que las compaas multinaciona-les explotan uno o varios recursos nacionales. ste es el caso de la regin delDelta, un laberinto de marismas, islas y manglares en el que, sobre el tras-fondo de una catstrofe ecolgica, los ogoni, los ijaw, los itsekiri y los urho-bo luchan entre s, a la vez que cada grupo est metido en conflictos con elEstado federal y con las compaas petroleras.55 Jvenes armados atacan ins-talaciones petroleras, sabotean oleoductos y obstruyen vlvulas. De maneraregular, se producen masacres en el contexto de conflictos que son de baja

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    55 E. E. Osaghae, The Ogoni Uprising. Oil Politics, Minority Nationalism, and the Future ofthe Nigerian State, African Affairs, nm. 94, 1995, p. 396.

  • intensidad, pero que resultan muy costosos en trminos de vidas humanas.56

    Sin embargo, el hecho de que una parte importante de la explotacin de lasreservas petrolferas tenga lugar costa afuera significa que los desrdenes ylos beneficios, lejos de resultar antitticos, se complementan y refuerzanmutuamente.57

    En el caso de Angola, el modelo dominante es de particin y disidencia.Las fronteras de la soberana estatal estn difuminadas. Parte del territoriolo controla el gobierno, mientras que otra parte est bajo el control de disi-dentes armados. Cada zona tiene sus propios derechos y prerrogativas yadministra sus propios asuntos diplomticos, comerciales, financierosy militares. En este modelo de particin, existe una primera delimitacinque contrapone ciudades y regiones rurales. La UNITA(Uniao Nacionalpara a Independncia Total de Angola) domina una parte importante de laszonas rurales y, de tanto en tanto, algunas ciudades en los altiplanos deAndula y Bailundo, el Valle del Cuango y el rea alrededor de Lunda. Unade las principales tcticas de los disidentes armados consiste en provocar laimplosin de los centros urbanos, sembrando el terror en el campo, vacin-dolo de poblaciones intiles y provocando su huida y hacinamiento en lasciudades, que a continuacin cercan y bombardean.

    La explotacin de diamantes es realizada por mineros reclutados tantolocalmente como en el vecino Congo (Kinshasa). En 1996, slo en el Valle delCuango, haba cerca de 100.000 mineros trabajando en los yacimientos mine-rales bajo el mando de la UNITA. El control de la UNITAse extenda hastala regin de Mavinga y hasta determinadas partes de la provincia deKwanza Sur. En las regiones bajo el control del gobierno, y en las ciudades,se ha introducido el servicio militar obligatorio. Pero a los reclutas se lesllama para combatir en zonas rurales. Tanto del lado del gobierno como dellado rebelde, el servicio militar se presta a cambio de recompensas para lossoldados y para los mercenarios. Los sueldos y retribuciones se pagan confrecuencia en efectivo, que se puede poner a circular de inmediato en el mer-cado, en particular entre los traficantes que ms o menos se estn especiali-zando en abastecer a los ejrcitos y en comerciar con los botines de guerra.El arca de guerra est compuesta de metales convertidos o convertibles y derecursos petrolferos. Las dos partes del conflicto explotan minas de oro ydiamantes o yacimientos petrolferos. Las estratagemas financieras son com-plejas. Casi todos los yacimientos petrolferos estn hipotecados.

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    56 Vase Bronwen Manby, The Price of Oil. Corporate Responsibility and Human Rights Violationsin Nigerias Oil Producing Communities, Nueva York, Human Rights Watch, 1999.57 J. G. Frynas, Political Instability and Business. Focus on Shell in Nigeria, Third WorldQuaterly, nm. 19, 1998, pp. 457-478.

  • Aunque comparte algunas caractersticas con el caso angoleo, la particinde factode Congo Kinshasa es de otro orden. Hace tiempo, el Estado congo-leo se transform en una satrapa ms tarde conquistada por esbirrosarmados de los pases vecinos. En el contexto de un plan de reconstruccinde sus propios Estados nacionales, los regmenes de Ruanda, Burundi yUganda estn intentando modificar el equilibrio regional conforme a unalgica tridimensional. El primer objetivo de tal lgica consiste en debilitar demanera irreversible al Estado (fantasma) de Congo, desdibujando su sobe-rana sobre importantes partes de su territorio. Acontinuacin, esta lgicaintenta desmembrar el pas en feudos econmicamente diferenciados, cadauno de los cuales est dotado de recursos especficos (minerales, bosques,plantaciones, etc.), explotados a travs de monopolios y franquicias de dis-tinto tipo. Por ltimo, trata de provocar el hundimiento del orden social a finde establecer una dominacin informal sobre estas regiones. Apartir de todoello, los conflictos locales y regionales empiezan a interconectarse, a la parque las guerras constantes enfrentan entre s a facciones, grupos tnicos ylinajes, dentro de un marco que, en lo sucesivo, tendr un alcance regional.En la actualidad, hay varios ejrcitos africanos enfrentndose, ya sea directao indirectamente, bajo la fachada de rebeliones pseudoautctonas patrocina-das por un grupo de Estados vecinos. quateur (una provincia de laRepblica Democrtica de Congo) est sometida a la presin delMovimiento por la Liberacin de Congo; Kivu y algunas partes de Kasaiestn ocupadas por ruandeses y ugandeses, mientras que gran parte del surde Congo se encuentra bajo ocupacin angolea. La guerra y los saqueos vande la mano y todas estas fuerzas viven de los impuestos sobre minerales yotros recursos (madera, caf) descubiertos en los territorios que controlan.

    Adiferencia de lo que sucede con los otros tres pases africanos dedimensiones similares (Sudfrica, Nigeria y Sudn), Congo parece ser ahoraun enorme espacio abierto que incluye varias fronteras, ninguna de las cua-les se corresponde con su lugar oficial sobre el mapa. El territorio est divi-dido entre una multiplicidad de fuerzas a las que el poder central combatecon el fin de dotarlas de coherencia. Parte del territorio mira hacia el fricameridional, mientras que las energas de la otra parte se disipan a causa delos desrdenes en la regin de los Grandes Lagos. Existe an otra parte quese est sumergiendo en la rbita de Sudn-Ubangi-Chari, a la vez que elcorredor atlntico y las antiguas tierras de los kongo son satlites de Angola. Enun contexto de violencia armada y de fuerte depreciacin de las monedas, lasalianzas se hacen y deshacen sin cesar. Se forman coaliciones efmeras a escalaregional. Pero ninguna fuerza acumula suficiente poder como para dominar atodas las dems de forma duradera. En todas partes, hay lneas que aparecen ydesaparecen. La inestabilidad estructural convierte a Congo Kinshasa en elejemplo perfecto de un proceso de deslocalizacin de las fronteras.

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  • Congo Brazzaville, por su parte, es un ejemplo de extraterritorializacin. Eneste caso, el modelo no es el de la particin propiamente dicha, sino el de unvrtice. La violencia es cclica y su epicentro es la capital. Situada en el inte-rior, la propia capital tiene su centro de gravedad fuera de su seno, en larelacin que el Estado mantiene con las compaas petrolferas que operancosta afuera. Las bases materiales del Estado estn hechas esencialmente depromesas. Fuera de esta estructura gelatinosa, lo que predomina son zonasmuy poco controladas, donde existen bandas armadas y milicias que inten-tan transformarse en autnticas unidades militares. Estos grupos tratan decontrolar feudos fantasma y tomar lo que en ellos quede por llevarse (dine-ro, mercadera y pequeos artculos domsticos), en particular cuando hayen juego saqueos organizados. 58

    Lindes, capitaciones y mrgenes

    En esta incipiente geografa, compuesta de lmites virtuales, potenciales yreales, estn surgiendo otras tres configuraciones. En primer lugar, hayregiones enteras que se encuentran de golpe en los mrgenes de los grandesconjuntos territoriales antes delineados. ste es el caso de los pases en laregin sudano-saheliana, conformada por pequeos Estados que suelenapoyarse en una diferenciacin entre zonas de selva y sabanas. En ellos, a lolargo del siglo XIX, el comercio ambulante de artculos, la propagacin de lafe musulmana y antiguas migraciones condujeron a una potente mezcla depoblaciones. Durante el periodo colonial, estos movimientos de poblacin sereavivaron de acuerdo con una lgica diferente, a resultas de la cual se acen-tuaron las divisiones entre las sociedades costeras y las del interior. Afina-les del siglo XX, el rea se caracteriza por una contraccin en torno a lasreas urbanas ms importantes, situadas a lo largo del Ocano Atlntico.Estas reas urbanas dominan un interior cuyas fronteras se sitan con fre-cuencia ms all del marco estatal (como en el caso de Abidjan y Dakar).

    Hoy en da, la oposicin entre pases de la sabana y pases del litoral estadquiriendo nuevas dimensiones. Le ha seguido un proceso de amalgama-miento de grupos tnicos bajo la bandera del Islam. Organizadas en podero-sas redes, estas comunidades han sido capaces de amasar fortunas al margen

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    58 E. Dorier-Apprill, Guerres des milices et fragmentation urbaine Brazzaville, Hrodote,nm. 86-87, 1997, pp. 182-221; tambin, R. Bazenguissa-Ganga, Milices politiques et bandesarmes Brazzaville, Les Cahiers du CERI, nm. 13, 1996.

  • del aparato estatal. Su extensin en la subregin y sus esfuerzos por conver-tir su poder mercantil en poder poltico dentro del marco de una sistemapluripartidista ha acentuado los debatesrelativos a la relacin entre ciuda-dana y autoctona. En otro plano, estamos asistiendo al surgimiento deciudades o Estados que funcionan como centros de almacenaje y distribu-cin (como en el caso de Touba en Senegal o de Gambia), a partir de loscuales se tejen redes y se organiza el trfico, con ramificaciones tantoregionales como internacionales.

    Por ltimo, la regin que se extiende de Senegal a Liberia est plagada deconflictos aparentemente localizados cuyas causas y consecuencias estnrelacionadas con estructuras sociales e historias transregionales. As es enCasamance, en Ginea-Bissau, en Sierra Leona y en Liberia. Estos conflictostienen repercusiones en Guinea-Conakry, Senegal, Gambia y Costa deMarfil. La dinmica social en la subregin est todava marcada por losacontecimientos del siglo XIX. En aquella poca, una expansin migratoriade los fulani de oeste a este y, a continuacin, hacia el sur desencadenvarias revoluciones marabticas a escala regional. 59 Los pases ribereosestaban ocupados en aquel momento, como lo estn ahora, por un conglo-merado de pueblos con estructuras de poder fragmentadas. La colonizacindetuvo el avance hacia el sur de los fulani, con el que pretendan hacerse conel control del trfico de esclavos, fusiles, ganado y cereales. En la actualidad,las estructuras de poder cristalizadas a lo largo de este largo siglo estn sien-do puestas de nuevo en cuestin.

    Por otro lado, a resultas de los programas internacionales de proteccindel medio ambiente, existen territorios enteros que quedan fuera de la autori-dad estatal. No se trata slo de que se utilice el pretexto de la proteccin deespecies poco comunes para imponer imaginariosespaciales occidentales. 60

    Gestionados por organizaciones internacionales de proteccin del medioambiente conforme al modelo de capitacin, estos territorios tienen de facto unestatuto extraterritorial. Adems, el desarrollo del turismo est llevando encasi todas partes a la creacin de parques tursticos y reservas de caza.

    Para finalizar, estn las islas. Situadas en los mrgenes del continente, sehallan todas ellas conectadas con una pluralidad de mundos de los que extra-en sus recursos bsicos. En este sentido, constituyen un conjunto de intersec-ciones. As pues, Zanzibar, como resultado de su historia, se encuentra en la

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    59 Boubacar Barry, La Sngambie du XVe au XIXe sicle. Traite ngrire, Islam, et conqute colonia-le, Pars, LHarmattan, 1988.60 Vase R. P. Neumann, Primitive Ideas. Protected Area Buffer Zones and the Politics ofLand in Africa, Development and Change, nm. 28, 1997, pp. 559-582.

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