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Material de Derribo.-.Poemas de J. Gares Crespo

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No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni la compilación en un sistema informático, ni la

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los propietarios del copyright.

© José Garés Crespo (2009)

© de esta edición: Editorial Germanía, s.l.

Dr. José González, 99 - 46600 Alzira (Valencia)

E-mail: [email protected]

Printed in EU - Impreso en la Unión Europea

ISBN: 978-84-92587-24-7

Depósito legal: V-4103 -2009

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«La palabra es mitad del que habla y mitad del que la escucha» Michel Montaigne «A cada uno la verdad se le descubre en la medida de su capacidad para contenerla» Yuri M. Lotman «Si un signo no sirve para mentir, en ese caso tampoco puede usarse para decir verdad». Umberto Eco

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PRÓLOGO.

DE JANIS JOPLIN A ALBINONI Carolyn Kizer, premio Pulitzer en 1985 por su libro Yin, piensa que «All

really good poetry should have a mysterious element in it». Kizer habla de dos tipos de elementos misteriosos u oscuridades. Por un lado está la que uno crea porque no ha sabido expresarse bien, lo que da como resultado «the bad obscurity». Por otro lado, «there’s the kind of good obscurity when you’re really dealing with things that have an element of mysterious in them». Kizer termina diciendo que «los poemas que leemos una y otra vez son los que todavía tienen «a little area that we’re not quite sure about». Estos poemas estimulan nuestra propia imaginación a pensar y sentir.

En Material de derribo encontramos el lado oscuro de la vida del poeta y el lado claro que nos hace leer una y otra vez la mayoría de los poemas porque son un estímulo para nuestro corazón y para nuestro sentimiento.

Pero hay que decir enseguida, para que no haya duda, que Material de derribo es sobre todo y ante todo un fascinante libro de amor y sobre el amor, todo envuelto en una reflexión cívico-social-política. En ocasiones en sus poemas el pretexto del poema, la reflexión moral y el tema derivan unos de otros. Un texto que quema y que, arropado por otros nobles materiales, lucha por romper los límites a los que el poeta le ha confinado.

Tan liviana como imprescindible, ni cerca ni lejos, ni mar ni cielo, mujer de mil deseos, aún dormida, contrafuego del sexo blanco, llegas desde el placer del verbo como la sal mineral sobre el fuego, huyendo hacia mis brazos, como el alba de la noche, disuelta y cautiva, como el beso de la joven madre viuda. Desde el punto formal son tres los obstáculos que pueden dificultar la

entrada al recinto: el significativo y equívoco título del libro, los sensacionalistas títulos de algunos de los poemas que, para el lector primerizo, en apariencia no tienen ninguna conexión con los poemas y finalmente la consciente inclusión de innecesarias frases que acompañan

a cada poema. ¿Y por qué este título? Aquí nos ayuda el poeta con sus palabras: «Creo

que todos trabajamos con material ajeno, anterior a nosotros o contemporáneo, depositado en mil y un escritos, cuando no en la lengua coloquial. Poco más podemos hacer aparte de reordenar buscando, mediante el choque del material de derribo que recogemos, alguna chispa que ensanche la realidad depositada y

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usada en las palabras y que así adquiera un toque personal que se aproxime a decir algo de esa pequeña parcela de cada cual que nos hace únicos».

¿Y quién es este obrero que trabajando con material ajeno logra edificar un edificio único? En la época franquista José Garés fue un francotirador. (Nunca mejor empleado el sustantivo) por lo que fue encarcelado. Empezó a escribir alrededor de los 20 años y fundó la revista de poesía «Grama» en la que colaboró Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, entre otros. Publicó un pequeño poemario en la colección Arrecife. Posteriormente abrió una librería con un grupo de amigos a través de la cual (últimos años del franquismo) entraron en contacto con grupos de la izquierda clandestina. En septiembre de 1975 le detuvieron y estuvo dos años en la cárcel hasta que le amnistiaron en el ‘77. Estando en prisión publicó un poemario en catalán Falç sense mà con un prólogo de Joan Fuster. Fue diputado socialista durante doce años y en 1997 abandonó la vida política.

La política, avariciosa como la muerte, le alejó de la poesía. No es buena compañera la política para la poesía. Toda poesía política acaba en un panfleto. Ahora, ya con la experiencia de una vida a sus espaldas, el poeta reflexiona y redescubre sobre el amor y otros aspectos fundamentales de la vida y su poesía brota generosa y llena de fuerza.

Pedían soluciones y ofrecimos caminos, abandonamos y muchos nos siguieron, y un día descubrimos que detrás de cada mal uso hay una beneficencia. Lentamente nos desplazamos de la vigilia al desencanto, sin casi mutilarnos, tratando de borrar los largos espacios temporales, anónimos casi siempre. Entremos ahora a quemarnos los sentidos en ese fuego descontrolado. Las

piezas de este museo traen consigo incrustados vestigios, señas de identidad de otras nobles edificaciones. Referencias que junto al título nos indican el proceso histórico y culturalista en la génesis del poema y de la ideología del poeta. Lo primero que se advierte en este libro es que el poeta le ha perdido el respeto a la poesía. Lo que está muy bien. Para escribir un poema no hay que ponerse serio. Hay poetas que escriben un poema vestidos de frac y otros, como en el caso de Material de derribo, vestidos de calle. Vestirse de calle tiene para José Garés un hondo significado social y político. En algunos poemas podemos observar que el poeta, sin que podamos catalogarlo de poeta social, está más próximo, por ejemplo, al «Nosotros somos quien somos. ¡Basta de Historia y de cuentos! ¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos», es decir, a la poesía de lucha y compromiso, que a la poesía «pura» y minoritaria de alguna corriente de los setenta, y sin embargo utiliza algunas técnicas de las vanguardias de entreguerras.

¿Hasta qué punto la disciplina de la política dejó marcada para siempre la estética del poeta? ¿Cuál de estas voces, –el poeta, el enamorado, el político, el ideólogo desencantado–, debemos leer? ¿Quién tiene la voz más clara? Según

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uno se decante por una o por otra percibiremos un aire de nostalgia, un fuego descontrolado, consignas de disciplina, letanías ateas.

Hay días que nacemos únicos, tan solos que nos asustan los largos descubiertos que adornan nuestra corta historia y nos aventamos, solemnes, como la mies en la era, desenfadados, como un obradoiro desierto, como la corteza de la miel del clan. Cuando la luz se apague y la ciudad caiga, volverán áureas bandas y los vientos del sur nos llevarán a los tres caminos de una sola puerta. ¿Qué prevalece en este libro que es como un torrente incontrolable?

Después de todo, al poeta, le queda la palabra. La poesía para José Garés es «un intento de, utilizando las palabras que usan unos cuantos millones de seres, y habiendo pasado por caminos transitados por otros tantos millones, hablar de algunos sentimientos propios manteniendo la quimera de que alguien me entenderá. Una manera de forzar las palabras intentando sacar nuevos jugos».

Pero mientras que el poeta, el hombre, estaba en la calle en la lucha dialéctica y tratando de derribar edificios totalitarios se encontró y compatibilizó su tiempo con el amor y la férrea disciplina «del partido» se dulcificó y se flexibilizó.

Material de derribo no es un libro uniforme, como un buen museo, tiene piezas más valiosas que otras, todas de primer orden. En este sentido este libro puede parecer una antología donde se aprecia la evolución del poeta. El libro se podría resumir, en su faceta culturalista con estos dos versos:

«Ya ves, te fuiste con Janis Joplin y regresas con Albinoni» Es decir: «Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos» «De Janis

Joplin a Albinoni y el regreso del desencanto». Material de derribo es un libro vendaval, es como si el poeta hubiera estado mudo, preso o maniatado (como evidentemente estuvo), como si hubiera perdido demasiado tiempo en la política, olvidando a la poesía que golpeaba en el pecho del poeta, como si hubiera deseado escribir y no hubiera podido hacerlo. De pronto, libre de compromiso político y social, sin ataduras (solo con las del amor), reflexiona, expulsa –vomita– todo lo que había guardado dentro.

Donde hay amor no puede haber degradación, pero puede convertir lo negativo en desengaño y puede resaltar la carga maldita que hay en la mayoría de los poemas de Material de derribo. En todo poema, decía Jorge Guillen, hay un lado maldito, como hay un lado bendito.

El libro conecta, para bien o para mal, con la historia de la poesía del siglo XX: con el magisterio de Juan Ramón Jiménez o el de don Antonio Machado, la poesía amorosa de Neruda, la sombra de algunos miembros de la Generación del 27, un ramalazo de Celaya o Blas de Otero, la presencia de algunos «novísimos» y de la de los del 50, y una aproximación a la poesía de la experiencia, hasta conectar con algunas de las corrientes del recién nacido siglo XXI. Sobre todo en

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el libro hay una especie de complot para, a veces, desestabilizar al lector, complot que choca con una fuerza que arrastra hacia alturas y profundidades insospechadas y una sorprendente y casi irritante energía, vigor y fuerza. Material de derribo está tocado de esa luz cegadora, milenaria y mágica de los que viven en el mediterráneo, sin olvidar una de cal culturalista y otra de arena popular.

Vengo del mar, porque todavía nos une su envoltura, y el empuje de sus olas me recuerda el tacto de tus pechos. Pero no de un mar, no... hablo de nuestro mar, del único, en el que tantos dioses han sido vulnerados por el tiempo y miles de naufragios de soles reposan en brazos de la luna... La poética de José Garés, según sus propias palabras, podría sintetizarse

en «Háblame de lo que quieras, pero sorpréndeme y descúbreme nuevas formas de mirar, con las que pueda hacerme cómplice». El poeta, no importa el desencanto, las puñaladas, las cárceles y las sentencias, o precisamente por todo esto, sigue esperando a Godot y aunque silba a lo lejos el tren en el que puede viajar, el tren nunca llega. En su espera el poeta tortura a la Poesía, la maltrata, la exprime, le imprime un nuevo brillo y la Poesía se deja, lo agradece y vemos una gran complicidad entre los dos.

La poesía de José Garés es un testimonio, un testigo de la biografía del poeta que va desde su época de inocencia, pasando por su época de compromiso social, para terminar en el otoño de su vida en una reflexión sobre la palabra y la filosofía de la vida, sobre el amor fogoso y arrollador, sobre la vida de tantos a la vez que la suya. Material de derribo «intenta ser también –según palabras del poeta– una reflexión poética sobre algunas circunstancias sociopolíticas y culturales de una generación que apostó fuerte por el cambio y que ahora se siente parcialmente fracasada».

En la poesía de José Garés observamos tradición y modernidad, un lenguaje de cotidianidad que el poeta mantiene en una conversación consigo mismo, con la amada y con todos nosotros. Es una poesía barrocamente desnuda, lo que no deja ser un oxímoron. Poesía difícil a veces, deslumbrante siempre, rica en imágenes, contenida en la música, controlada en el ritmo. Como la poesía que perdura en el tiempo, cuenta lo de siempre, pero con «distinta agua», aquí sería, en ocasiones, con distinta mala leche. Una poesía que hace lo viejo nuevo y lo nuevo viejo.

Lo único cierto es que un día, como al bies de nuestra historia, me iré sin rumbo.

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Juan Ramón Jiménez lo había dicho: «...y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando /; y se quedará mi huerto con su verde árbol /, y con su pozo blanco».

Hemos tenido que esperar muchos años para que el poeta, libre, volviera a sus raíces. Y «aunque algunas ideas o imágenes sobre las que se traban algunos poemas, vienen casi de mi prehistoria, en tanto que poemas más o menos elaborados todos han tomado cuerpo el último año. Pero ya se sabe, la memoria y la experiencia son vasos comunicantes y sabes donde empiezas pero no donde terminas.» Nos dice el poeta, y confiesa: «He amado y me han amado.» Y con Lope de Vega, que tanto sabía de esto, pues lo probó y lo supo, coincidimos en el amor del poeta y del sorprendente resultado de este amor.

Material de derribo es un libro extraño, esquivo, vivo, un libro edificado y hecho con nobles materiales de derribo que entronca con la tradición y con la modernidad: «Porque amar y hacer versos todo es uno; que los mejores poetas que ha tenido el mundo al amor se los debe». Y aquí tenemos uno. Si en el atardecer de nuestras vidas seremos examinados en el amor, Material de derribo es un libro que nos puede salvar.

HILARIO BARRERO DÍAZ Hilario Barrero Díaz nació en Toledo y vive en Nueva York desde 1978.

Es doctor por la Universidad de la ciudad de Nueva York. Ha enseñado español en la Universidad de Princeton y en la actualidad es Profesor titular en Borough of Manhattan Community Collage de Nueva York. Ha publicado varios libros de poesía, un diario del que se llevan publicados tres volúmenes, un tomo de cuentos. Ha traducido al castellano a poetas norteamericanos publicados en España y ha participado en diversas antologías. Escribe crítica y colaboraciones en numerosas revistas especializadas de España, EE.UU. y América Latina.

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POR QUÉ PLATÓN EXPULSÓ A LOS POETAS DE LA REPÚBLICA Deja de perseguir el lugar donde aún florece la rosa tardía» Q. Horacio Flaco

Con el otoño llega el tiempo de ordenar los vacíos y la palabra. Si al menos, al final de la aventura, volvieran, fugaces si quieres, la sonrisa y el asombro, tal vez, entonces, tuviéramos un respiro en esta larga caminata, hoy sin norte, siempre de vuelta, sombra de la luz. Deberíamos, un día de estos, hablar del obligado exilio, de la nostalgia y las mareas, antes de zarpar hacia el desarraigo

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SATURNO Y LA TRAVESÍA DEL SINAIA «Porque no es lo que importa llegar solo ni pronto sino llegar con todos y a tiempo». León Felipe

La envidia de la muerte os va tragando y devora mis recuerdos. Es como si me despertase trenzado y a caballo del cansancio, las miradas tránsfugas y la vigilancia del beso que duerme, de la caricia que reiteradamente muere dormida, insensible. Tanta mar por medio, dueños de las tres dimensiones os dejaron desnudos frente al odio de la vida, del llanto y las candilejas, abriendo el debate. ¿Cómo separar lo que hicisteis de lo que sentíais, tan libres fuisteis? Qué titánicos quedan hoy vuestros hechos y mis palabras qué pobres, pero aún sois el contrafuerte de nuestra vida, el aderezo imprescindible, y vuestro destierro nos deja como una caricia que golpea y nos invita, nos devuelve a los orígenes, a la obscenidad del sufrimiento, al dolor de la brasa, sangre cuajada, oscuro fermento de nueva vida frente al leviatán enajenado, mutilado. Sois la supervivencia del mito que vuelve en cada parto.

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LA DIÁSPORA DEL SÉPTIMO DE CABALLERÍA Vendrá la guerra, tengo que irme. No me olvides. Arvo Turtiainen

Con el ritmo que marca el tiempo, perdida la sonrisa, hemos crecido de la mano de la utopía y de la nada. Si tropezamos con otros, fue de tanto mirarnos y porque los días son, de vez en cuando, una ciénaga. En algunas ocasiones, cuando la tentación arrastra, cuando el futuro amanece confundido con el pasado y no basta nombrar algo para que exista, digo que, cuántas verdades pugnan por abrazarnos, cuántos valores solo medio dormidos renacen, Seguís muriendo y en interrumpida diáspora dejáis huecos imposibles frente al otro y al verbo, y marcháis como llegasteis, inesperadamente. Qué relativo aparece el primer beso minúsculo, cuántos provechos dormían en la sombra del guerrero nacido de la cortesía del arado, de la muchacha diosa que nos dejó descalzos, y qué incruenta la batalla en los ángulos de su piel. Renovación y muerte, sí, tribulaciones del vasallo que nos necesita para saberse y olvidar lo justo, que mira, impertinente, encaramado al estandarte. Su grito, elemental, todavía nos identifica, y su sangre derramada, para tantos, renace partera como el agua, distante como la estrella. Todos sabéis que el viento se origina en el aire, que en el frontispicio de las patrias, cada muerte recorta espacio y nos da la medida del vacío, Por eso, desde siempre, despavoridos, buscamos jarras donde, como racimos, alinear puñales, y el galope sucesivo, reflejo del panal de la brisa, tan impasible y frío como el amor eterno. Y banderas, banderas de colores cambiantes, de significados inaccesibles y final escarlata tan cercano como impío, tan heroico como cruel.

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JOCS DE FOLIA PARA VIOLA DA GAMBA «Solamente sé que los caminos de retorno están cerrados». Celso Emilio Ferreiro

Sin que nadie nos diese una explicación, observamos que el horizonte ya no huía, las dádivas de cada día quedaban prisioneras en el recinto del amor, se dormían, y entre las manos, como una naranja violeta, sus muslos nos sorprendieron, deslizándonos, cogidos del vértigo en ruinas, del amor a la desesperanza. Siempre creímos que habíamos ganado la batalla de qué era la verdad, pero la hambruna nos dice que perdimos al decidir quien la administraba. Fue como cuando, atentos a lo que nos dicen, olvidamos lo que callan, o las palabras ausentes que ordenan las instancias del universo y del barrio. Algunos, los más valientes, conjuraron los poderes para evitar las prohibiciones y a despecho de la rabia, fuimos nómadas en nuestra tierra, fugitivos de nuestra casa. Vaciaron el significado y nos dejaron la rutina de la palabra que nos precede. Limpiamos con miel y aceite las huellas, pero quedan las alucinaciones y el llanto, todo lo que llega desde donde los muertos guardan la memoria y alimentan el futuro. Aún así, hemos sobrevivido, fue suficiente unir la sonrisa y el almendro, la palma y el alacrán, la luz y la mirada y tantas cosas que nacen al nombrarlas, la suave mesura del código babélico, la nota musical que nos convocó, el conjuro de las sílabas del desierto, el eterno abrazo de los vivos y los muertos, la estación lila donde vive el poema y el recuerdo, la redención del orden que nace del caos.

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LA PÒIESIS DE HÖLDERLIN Y LOS BOLEROS DE MACHIN «Pasearé por el orden de verdes cipreses inmóviles sobre la mar en calma.» Salvador Espriu

Pedían soluciones y ofrecimos caminos, abandonamos y muchos nos siguieron, y un día descubrimos que detrás de cada mal uso hay una beneficencia. Lentamente nos desplazamos de la vigilia al desencanto, sin casi mutilarnos, tratando de borrar los largos espacios temporales, anónimos casi siempre. Volvimos al meandro pidiendo maneras de reintegrarnos al universo, a la nostalgia y al poniente que enrojecía el pórtico de nuestras noches. Descubrimos la prohibición, la complicidad, la licencia, las perversiones, y en el riesgo, nunca supimos si éramos un eslabón necesario o un accidente, tampoco qué llegaríamos a ser si al amanecer solo fuésemos la suma de tantos. Asumimos el riesgo de ser, a veces, ignorados, pero siempre desestimados, y fue que, rodeados por el rumor, se dispersaron los conflictos y la memoria. Construimos una residencia articulada con el nombre común de cada cosa. Desde entonces, lo sabes, te plagio y solo puedo escribir de nuestro encuentro.

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HACE TIEMPO QUE TE ESPERABA... –DIJO MARLOWE «Levantó los ojos hacia las estrellas y las estrellas admiradas por tanta belleza perdieron pie y rodaron por sus mejillas donde con envidia las he visto oscurecerse». Ben Al-Labbana

Tan liviana como imprescindible, ni cerca ni lejos, ni mar ni cielo, mujer de mil deseos, aún dormida, contrafuego del sexo blanco, llegas desde el placer de la palabra, como la sal mineral sobre el fuego, huyendo hacia mis brazos, como el alba en la noche, disuelta y cautiva, como el beso de la joven madre viuda. Perdidos los horizontes, te acomodaste sobre mi tiempo y en mi espacio, serenaste los espejos, encendiste las vueltas y al conjuro de tu sonrisa, religiosa y pagana, abrimos el insomnio de las rosas negras, me tomaste y quebraste la queja del viento, huésped del gozo cansado de los sueños. Un sortilegio del presagio fuiste. Olvidado de tu piel, aturdidos tus tempranos quiebros, me desplacé discreto como la arena disuelta y cautiva, enamorado del origen de tu vientre, de tu largo mirar café, de tus alargados deseos adolescentes. Y aún reclamo la indulgencia de tus pechos, tus aturdidos amaneceres, la blanca constelación huidiza del perfil de tus ojos fronterizos, el gozo de tu sometida carne, hasta tapiar los mares. Y te espero, desnuda y sin raíces sobre el lecho del río de la ruina y su parpadeo, fraguada en los recelos y las distancias, oliendo a manzana verde. Y te amo porque miro donde todos miran y veo lo que nadie ve.

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DERIVADAS DE LA TEORÍA TRIANGULAR DEL AMOR «No tenemos nada que decirnos, de tal modo estamos uno tan en el otro» Pierre Louys

Vengo del mar, allí todavía nos une su envoltura, y el empuje de sus olas me recuerda el tacto de tus pechos. Pero no de un mar, no... hablo de nuestro mar, del único, en el que tantos dioses han sido vulnerados por el tiempo y miles de naufragios de soles reposan en brazos de la luna, como suspiros azules perdidos en los senderos de la vida. Qué quieres...¡ me seduce la quiebra del mar en tus ojos, inquietos como la vida, profundos, como un largo desaliento. Eres solo fruto, sirena amarilla, rojo delfín, mujer sagrario, pero me puede la frescura de tu vientre y el rango de tu sueño. Acepto compartir tus muslos con los astros, arriar pasiones, y aunque sé que llegas como la turbación de la brújula celosa, no puedo renunciar a ser hijo del sol, de la nube blanca, de la siembra, del sudor, del agua, del deseo y la osadía. Contigo somos la metáfora del absoluto, el espacio del disturbio, y me importa, no el rayo silente, sino tú cuando lo miras.

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EL DESVÁN DE HERÁCLITO Y LOS CUATRO ELEMENTOS «Los cuatro elementos primarios dan forma a mi existir: Un cuerpo sometido al tiempo, siempre ansioso de ti.» Luis Cernuda

Azul cobalto y verde olivo, nacidos del fuego de tus manos, de la maldición de ausencias, del mar que nos une, del placer del dolor consentido, velos cíngaros, noches morunas, ánforas, caracolas y el solano por venir que persiste como tierra apremiante, diversa, testimonial. Mujer excesiva. Mágicos tus ojos, espejos del eclipse de tus carnes solícitas de rebelde lujuria, me guían certeros hasta el apátrida reverso y al trasluz se deslizan, se pierden inauditos en la parquedad de tu vello, en la beligerancia de tu vestido. Arco lunar me recuerdas, pero adolescente y moreno de dolor. Tus manos sujetan mis mejillas y me elevan hasta tu boca, pero tu voz me devuelve a tu pubis y tu aroma al seno de la tribu, a las noches revueltas por la estrella y el amaranto de los tiempos. Alfarera de sueños y esperanzas, de pupilas asombradas, siempre emergentes, orilla de los faros del desorden nocturno. Azul cobalto y verde olivo, colores que nos llevan, fugitivos, a la frontera de tu talle sereno, mientras la orfebrería de tu blusa, hace carnal el poema y convierte en comunión la proximidad. Me pierdo, sí, me pierdo, a mi pesar, en tu recuerdo y su futuro, amagando señales de que sigo vivo desde hace tiempo, en el sorprendido desorden .

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EL VÉRTIGO DE LA PALOMA Y LA SIBILA DEL RHIN «¿No están ustedes muertos?» Juan Rulfo

Como la profecía que te construye y el orgasmo asociado, como el vértigo de la paloma delante de la futura distancia, así suenan tus voces, compartiendo la cercanía del mito, la gallardía que preserva su juventud. Un dolor de mujer urgente y unas tierras conformadas, crearon el espacio donde se amontonan las lunas, las caricias perturbadas. Abdicaste de tu frondosa belleza, temerosa del beso anónimo, y no supiste encontrar el instante en el que tu amor era necesario y justo. Fuiste, a lo sumo, objeto en el discurso papal, nunca hembra, y todavía hoy, los dilemas se resisten irresueltos, como rescoldos, sin apenas acceso al desconsuelo de la sequía del vientre mutilado. Seca quedó tu copa, sin vino ni esperanza, y te derramaste generosa, suspendido el dolor. Como tantas flores pergeñadas en el barro, fuiste fugitiva del espasmo, cabalgaste los torbellinos del inconsciente, las pasiones obscenas del hábito, mítica como el amanecer de la rosa de Jericó, fresca, silenciosa y antigua. Amoral por exceso, fuiste un síntoma de la brutal razón del indiscutido, el árbol seco que aguanta la parra del incesto deseado.

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MOTETES DEL AMOR PERDIDO «Pero los jóvenes que guardaron el recuerdo de la infancia no se sienten extraños en la casa» Friedrich Hölderlin

Los días que perdimos hay noches que toman rumbo, revuelven la memoria y se ahogan, de tantos pendientes como diluvian. Hubo tientos, ritos y cerrojos; lágrimas. Aun hoy suenan cánticos que invitan a dormir sobre el olvido, ahitos de caña, vino, azahar y olivo. Siguen las tardes de zozobra estéril, se nos turban los paisajes, las manos se mecen sagaces entre la duda, y pervive la opción de encontrar los días que vivimos, el magisterio de la imagen, las prácticas veladas. Disolvimos los conflictos y cercenamos el fluir del infinito ciclo de recibir y dar, origen del deseo, estancia del amor, resumen de la pena. Ríos ocultos, sugeridos hijos, indiferentes, menguan desde nuestra historia, como el beso que oscila entre el fragmento y el caudal.

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LAS BOLAS CHINAS DE MADAME BOVARY «Hacíamos el amor como dos místicos que se juntan para tocar sonatas». Julio Cortázar

Como si imprescindible fuera la exaltación del recogimiento, junto a la vuelta del arresto y el magisterio de tu imagen, así tu gesto simuló y ordenaba, hasta hundirnos en el concierto. Los deseos ocultos de tus pechos, deseantes y marginales, esparcieron tu mirada sobre la inmensidad y los retoños. Nada fue tan banal como tu efervescencia y el repliegue de tus mejillas pegadas a mi pecho, Buscabas y encontraste un niño cruel, limpio, enamorado, y aún, saciado y desnudo, me pregunto qué pájaros me llamaron, por qué tu guiño fue tan generoso y mi testigo tan fugaz como el parco patriarca de todas las pasiones sin contornos, como el aliento del gesto distendido sobre una cama inverosímil. Y fue que, de tanto vivir la muerte, volvimos al tumulto, a la cópula de la mentira y el amor. Tú que adoraste a dios para dar vida al diablo, incapaz de llegar, tu que trivializaste el camino, ¿cómo sabrás de mí con caricias ajenas? O puede que buscabas al minotauro tirando piedras contra el infierno. Desde entonces, sobrevivo en tu recuerdo y adiestro mi libertad y sus excesos.

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HUIS CLOS, ESENIN, HUIS CLOS... «Seres son que se lleva el viento». François Villon Soy el hombre, el hombre que aprieta el gatillo y mata la emoción para vivir mejor». Joyce Mansout

Quisiste, impunemente, llegar a la verdad y se precipitó la historia. Pero llegará con el calor, el vino, la cuchara y una mirada limpia. De momento, todavía hoy, una canción rosa es obscena, impúdica, y el desnudo manto de los pecados cubre el perfecto suspiro del beso Rituales de anónimos futuros niegan el pasado y embridan el vendaval del grito y el hambre, del vigía sobre cielo rojo y las tierras negras. En el alero de las turbaciones de tu verso quedó el símbolo, tu sonrisa, la palabra, todo lo que era real, el futuro que redimirá el pasado, enhebrando la osadía de robarle, a cada noche, un nuevo día. Con la muerte de la risa y el olvido, quisiste ser el límite de la turbulencia, y aunque tantos fueron un único fuego, cada cual ardió a su manera. De tan tierno y rojo, fuiste disperso y sucesivo, hasta romper las normas, pero todavía hoy, las olas nos devuelven los rumores de tu ida. Vándalos como fuimos, sigues siendo un interlocutor inevitable, Esenin, y aunque muerto el futuro, nos queda la experiencia. Puede que un día nos digas de cuánta muerte está hecha la vida, de cuánto odio el amor.

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À TOUT JAMAIS, HEBERTO PADILLA “Todo es prodigio, por añadidura.” Jorge Guillén

Ahora que titubear podría considerarse una derrota, desde la luz de la sombra, me reitero vivo, mecido por el moreno vaivén de sus pechos, macerado por las urgencias urdidas en la trinchera. Digo, pues, que la falsa concordia nacida de la paz es el eslabón final, que languidece, azul claro, susurrando espacios donde sumamos verbos, nidos que se disuelven, enajenadas violetas. Ay, Heberto, desde la esquina de la historia, pavonean polvos viejos, plumas y cantos rodados, conformando el remanso fin de trayecto. Ni jauría de seducciones, ni gaviotas negras, solo tardes bordadas, espacios de aurora de lino, como si descansara el vigía, durmiese el agravio y la complicidad del salmo, con la carencia, nos abocase al silencio. Un canal de risas. Vivir desde la trashumancia. Luz a la Luz, como si el final estuviera en el principio y nunca más lo sólido se desvaneciese en el aire. El deshielo nos dejó desnudos y sin historia, había que detener el torrente sin maldecir la lluvia, y entre tanta mugre ordenar el nuevo caos, la periferia construida del círculo de tiza. Tal vez no supimos que lo necesario no era lo conveniente, y tan solo fuimos héroes inadvertidos, suaves como algas, a veces, y también inflexibles y duros como el diamante Demasiadas renuncias para superar la pena, amigo.

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DEL CABARET VOLTAIRE AL CAFÉ DE RICK El mar es mar porque se parte en olas y renace al morir sobre la playa Vicente Gaos

Deberíamos saber que son días sin fin, o puede que un torrente de cabellos. Saber que solo el verbo y sus analogías, pero también la amenaza del amigo, nos hacen accesibles y acosados, amantes nazarenos. Somos la realidad que, cómplices, compartimos. Cierto. Y agotamos los plazos, el beso, desnudos y boca arriba. Perdonamos nuestra herejía y exhortamos la caricia, el tiempo y cuantos signos hablan de nuestros orígenes, del dolor, de nuestra estancia. Tantos otoños amándonos nos paralizan la realidad y dudamos de aquella noche, hasta que nos golpee la muerte. Perdemos sus raíces, nos descubrimos en un solo y lento vacío que ni siquiera nos nombra. La estructural perversión. Tanto dolor, como un golpe de luz excesiva, nos ciega. Sí, somos un leve espejismo, una apuesta fallida y conjurada, una copia de la procedencia perdida, una ecuación poética. Como el triste laberinto de la fe que toma distancia, indiferente, y se pierde con el horizonte, pasando de la comunión a la proximidad. Único momento privado. Quizás.

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THE HOUSE OF THE RISING SUN «El llanto de los funerales se mezcla con el llanto del recién nacido». Tito Lucrecio Caro

Roto el pacto del Sinaí, perdidas las noches de Rokha (¿dónde estabas, Neruda?), cómo encontrar la frontera entre sus muros y nuestras manos, si Caravaggio miraba y Pink Floyd dormía el caligrama de los sueños. Muchos años caminando y, aún hoy, nos perdemos en su bosque y nos quedamos absortos en sus ventanas, nos ciegan sus excesos, sus miles de espejos sucios Tan humanos fuimos. Con sus destellos, cuántos mundos huían de los que fuimos puertas. Y ahora, no sabemos qué posada, qué descanso ofrecían, en qué estancia pudimos ser huéspedes. Aún así, después de tantas lunas, qué extraño, saber de la soledad que compartimos tantos, para llegar a la meta sin atender al camino, tratando de subvertir el presente y acomodarlo al sendero que nos llevó de ser héroes a terminar como víctimas. Hay días que nacemos únicos, tan solos que nos asustan los largos descubiertos que adornan nuestra corta historia y nos aventamos, solemnes, como la mies en la era, desenfadados, como un obradoiro desierto, como la corteza de la miel del clan. Cuando la luz se apague y la ciudad caiga, volverán áureas bandas y los vientos del sur nos llevarán a los tres caminos con una sola puerta. Lujuria mágica del otoño que mengua.

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PERO MCLUHAN NO LEYÓ A PELLEGRINI «No esperéis el tejado que incluye la casa, yo abro la noche en la construcción futura, que es como decir que ahora, apenas, empieza el trabajo» Francesc Parcerisas

Nunca sabremos si fue el amor o la palabra que lo nombra, pero contemplamos la travesía como un amor provisional. Tú desde el recuerdo, yo desde la esperanza. Como siempre, fui un aborigen de la pena y el hambre. Fue tu blusa, niebla sin piel, como el día corto, enojado y deseante, como la propia noche leve del asombrado moribundo gris, la que se acomodó a tus pechos y desató un requiebro, eludiendo tu sonrisa, y la libertad en precario de la estancia donde vinieron a reposar nuestras prófugas identidades. Algo sucedió, desmedido y tosco, la tarde que rozó tu verbo la serenidad del último beso, la luz que la sal refleja. Establecimos contornos, distancias, y quedamos frente a frente; las pasiones obscenas viajaron como agua a la deriva, temerosas, rebeldes, acopiando aprecios, referentes veladas, y tu adiós fue tan plano que no volvió, segó el horizonte. O puede que, de nuevo prójimo, solo fui un atavío invernal.

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ET VOILÀ... LA PITONISA EN BOMARZO «Se me fue el corazón con una mujer porque le gusta el olor de cebada que mi pueblo tiene». Sin-ichi Isikaua

Algunas veces, con lo que sobra al regreso de tus noches y tus años, construyo inducidas obediencias estrelladas de celos, pitonisa. Recuerdo nuestros amores robados, en sombras. Tú que eras la luz, la orilla y la vuelta, qué bien fintaste cuando llegó el olvido, hasta fermentar los mitos y crujir los hábitos. Sin velas ni remos, el suave carmen de tus sueños, las indecentes prácticas veladas, tu magisterio y el inefable dorso de tu muslo, fueron mi derrota, Abdique ante el irreverente manantial de tus ojos, anillos de espinas, y me llevaban del suburbio a la arena, del sortilegio al oráculo. Sí, ven ahora, y deslízate, como el amaranto de tu falda sobre el alomado paisaje de tu cuerpo. Ya verás, un día de estos despertaremos con el fuego apagado, que no muerto, y durmiendo sobre el amor.

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EN CAFARNAUM, CON FLORENCI CLAVÉ «Somos dos para el campo y el ensueño y dos en la canción siempre de vuelta». L. F. Vivanco

Un día dejamos la metafísica, los colores y el versículo y envueltos con la verdad de la calle, nos sumamos a un largo camino que venía de lejos. Con una antología de inhibiciones dormimos en la estancia abierta, aquélla donde, si nos excluíamos, nos condenábamos. Ecuménico fue el trasunto de nuestra vida y convivimos con la luz indolente, joven y apiñada, saboreando la corteza de la miel del linaje y buscando nuevos hogares para amasar el pan. Pero cuando llegó la muchacha, Aldebarán ya era viejo y apenas pudimos gozar el cálido aliento de los dulces abiertos, y envolviste a Mondrián en un cómic. Tal vez fuimos como el fuego que alumbra y no calienta, o puede que, como la roja lumbre, terminamos en plano y gris. Hijos de nuestra tierra y nuestro tiempo, nos apareamos, como las hetairas de Roque Dalton y su intenso azul. ¿Cómo decir que la vida pudo ser un malentendido si clausuramos tantas penas como puertas abrimos? No, no se excedió la utopía, pero hubo que trenzar los silencios de la otra historia de dios y su manera de morir. Ahora, que ya nada será una cosa y la contraria, qué más da saber, que el camino venía de Cafarnaúm.

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OTRA NOCHE MÁS, JOYCE. «El día conjura los dioses blancos de las tinieblas» Leopold S. Senghor

Aún no era tiempo de que cada cual despertase del sueño. Anochecía, y asistimos a la boda de Brueghel. Hubo que vivir con el alma puesta, gatear por los besos, beber llantos, mirar al horizonte, trufar risas, confundirnos con el paisaje gris. Nos mecimos en la dádiva opuesta del burdel milenario, macerados como los hijos de la tierra prometida. Cada cual se descarrió como pudo tratando de desvencijar los sueños, sin saber qué nos hizo singulares. Tuvimos miedo de la angustia anónima, vagabundos por tus alrededores, y cabalgamos al genio de la umbría hasta encontrar el límite, el delirio, los cantes de levante, los lamentos fenicios. Tú nos desvelaste que lo que mata no es saberlo, es no poder modificarlo. Así, pues, qué más da vivir en la sombra si nunca resucitaremos y hasta la duda perece en estos tiempos de inquietudes, perdida la trama de la vida con la muerte.

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EL KYRIE DE DYLAN THOMAS «lo que no fuera pecado sin el poder, o el saber, o el querer de su amado.» Ramón Llull

Iniciaste la travesía sin apenas brea en tu quilla envuelto en la pirotecnia cordial de la tortura. Volaste sobre los pechos y a la entrada del reino, invocando el éxodo, trasladaste los odios hasta el día que hicimos canto de la entrega. Todo cambió, pero mantuvimos nuestra hipocresía más allá de la risa del cono, del reto del acertijo. Planeamos sobre lo evidente para morir en la inocencia sin saber qué nos hizo singulares, cómo morir a caballo de una marea, siempre distinta, siempre igual. Prohibido el piano, noviembre triste, el corazón desnudo y la aurora perdida... dilapidamos el rojo envuelto en penumbra. Vuelve, vuelve y descansa. Tienes mantel y cubierto, agua fresca, manta y una guarida. O lo que es lo mismo, nos cogeremos de la mano, desafiaremos el pasado y seguiremos viaje a nosotros cabalgando un caballo loco que apenas piafa sobre los amores muertos.

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JORGE MANRIQUE EN LA TABERNA DEL IRLANDÉS «No acortes el camino inútilmente. No tengas prisa. Espera». José Bergamín

Anoche, absorto, no encontré la esquina de la vida, ni tu voz. Abril cautivo, la salvia y la rosa sé que volverán a ser rojas, y en las colinas de luces agazapadas, riberas del sueño, volverá la zarza. Siempre vuelve cuando sobran ausencias. Y daremos paso al vértigo del día explorando los silencios, rompiendo la melodía, el indefinido registro del retorno. Sé que nunca te aposentaste en el envés del camino de la huida, que fue el vaivén, y sé que con la entrega vencieron los cobardes, que adecentaste tu tristeza y la metálica sonrisa de la luna. Muchos hicimos del corazón un giratorio sin picaportes. Eran noches que rastrillaban las sorpresas encogidas y las palabras establecían rejas, proponían cruces, oscilaban mares, denunciaban cielos, quemaban puentes. Tenaces, tuvimos que congelar llamas, enmudecer olas, apagar estrellas, intentar vivir en el caos sin ser destruidos. Tal vez deberíamos saber del alboroto de la niñez perdida, y atemperar el paso con la meta que huye. Horizontes neonatos y perdidos. Y su mano que, sobre nuestros hombros, levanta alivios y añade libertad.

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LA VUELTA DE NAZIM HIKMET «Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde yo nunca dije que me trajeran...» Cesar Vallejo

Solo fue un instante, pero rozamos lo absoluto; la palabra nos daba el nombre de cada cosa y fuimos el sujeto del universo, el inicio del ausente, la sangre del poseído. Se volatizó lo estable, nacieron millones de aristas y apenas pudimos doblar la angustia, construir un mundo, pegados al polvo como la grama y confabulados. Desnudos miramos, frescos y cautivos, el limpio olvido y con los restos de nuestra vida, volvimos a empezar. Algunos tenían la llave del odre de los vientos, las señales de las sombras para llegar a la puerta y liberar el susurro. La conjura del verbo codificó el símbolo de la mentira y postulamos el aplauso que ocultaba la indiferencia. Emergió el verso que oculta el llanto y apenas muestra el propósito. Cuántas barandas hubo que cubrir con abalorios para negar los muertos, dormir al centinela y trascender la soledad que, a contramano, destacaba la semilla. Construimos significados, iniciamos la transacción y no hubo nada que compartir. Un nuevo siglo amanecía. De nuevo los tenderos de dios iniciaron la perversión y pasamos de ser una sorpresa a ser una premisa. La sombra de la impotencia fue un hallazgo inédito y no bastó romper la cadena, tuvieron que separar los eslabones. Ahora se planea sobre lo evidente y muere la inocencia. Cerca de ti tuvimos miedo y al alejarnos angustia; aún así, éramos una multitud que pretendía ser un pueblo. Situamos la libertad en el límite de lo posible y aprendimos que siempre habrá motivos para sugerir una verdad amable y mentir.

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QUÉ VERDE ERA MI VALLE, BUKOWSKI «Todos los pequeños dioses han comenzado a llorar, pero di adiós ahora y sal al mar». Wystan H. Auden

En aquel valle hubo sangre y tierra, raíces, viento, y ningún blasón. Antes de que el bien y el mal fuesen anarquías auxiliares, mucho antes de que, atemorizados, huyéramos del naufragio intentando acoplar nuestro paso al del universo, antes, murieron la esperanza, la ternura y apenas pudimos negociar la rabia. ¿Cómo aceptar, pues, que tu mirada perturba mi revuelta, que las palabras son las cosas y tú el espacio donde moran?. Ahogaste la rabia y copulaste con la mentira y el amor, conseguiste pétalos obscenos, como cualquier milagro, anillando la frescura y el pronóstico que nos acorrala. Qué más da que el tiempo, detenido, descanse sobre tu frente, que perdure la muchacha prieta de desafíos y luces en la frente, violada por la luz de Modigliani, como un motín de golpes, afanes, trompetas y lunas. La lluvia fina, las aldabas suaves, los bordes de cristal y tu gospel fueron constelaciones decadentes que, todavía hoy, titubean sobre la hechura triste de la trinidad y el aire solano. Aún así, el candil de tu inocencia es un collage, un estandarte que baila. De un mismo origen divino, un día, nos sumaremos con la roca, el agua y el aire, hasta conseguir que lo justo devenga en necesario, como los dioses y los recuerdos.

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EL DISCÍPULO AMADO «Honremos a las edades en sus caídas sucesivas y al tiempo en su voracidad.» Victor Segalen

Así en tu risa como en tus besos amanecimos en el cruce de los vientos con el dolor de tus días y la bondad de tus manos. Tejimos un largo sendero hasta la sombra, pero también a la luz, y crecimos, coqueteando con el abismo, de la mano de la disolución de la nube. Así fue que hoy rielan por el horizonte anónimas asesinas navajas opacas; algunas, de los que volvieron a las cavernas, otras, de los que ciegos huyeron para encontrar el breve espacio común, los deseos anónimos, la sorda música macerada por Smetana, la extraordinaria fertilidad del margen y, de nuevo, rodando los canguilones de la noria, como el rumor de los versos del vecindario. Tantas vidas fluían al margen, huyendo del ayer, que tus caricias ya nunca más fueron despojos, ni turbaciones del desencuentro. Piel maullada y testimonial, sí. Y nos restan los ardores coronados del camino y el trasiego. Todavía se mantiene el misterio de por qué tan poca tregua dieron que hasta la oscuridad nos negaron. Minúsculas revueltas nos tutelan, y nunca supieron ver en el centro de la inquietud la desazón de la tormenta. Tú, hijo de la mar, tuviste que asumir la duda y osaste abordar, desde la niebla, embarcar cada noche sin esperanza, dormir cada día sin el brío de los excesos.

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LOS RIBETES SEFARDITAS DE CANDELARIA «No es que la noche sea más larga porque se haya ido, es que mis ojos, al llegar la mañana, no ven su luz». Ben Sahl

Nada sé de ti, pero tu luz me salva, cómplice. La noria estéril, complicada y tan diminuta que me acompañó en la severa adolescencia, único florecimiento, se me desborda inundando la tarde, explorando los silencios. Aún recuerdo tus largas y asombradas miradas perdidas en la medina que nos abrió la luna. Cuántos largos plenilunios, dominios y desapegos, vivimos con la pasión que nació sin pauta, como la mirada fresca y vacía de memoria. Fue a conciencia perdida, sin casi tregua. No podíamos entender que un beso soñado siempre es único, volátil, como cualquier sonrisa. Iconoclastas con nuestras raíces, ambos vivimos romances sefarditas, ritmos sufíes, dulces gallardas. Quizá fuimos amantes sobre el sembrado. Aquella tarde nos cubrimos de celestes cristales y el rocío simuló un devaneo de tus mejillas, hasta que un alud de pasado quiso sepultar el futuro y a cada placer le nacía un vicio sicario. Ya sabes, marinerita, navegar es descubrir que amor y odio, un día, se unirán en el abismo olvidando el heroico comportamiento del orgasmo. Dormidos sobre el olvido pegado a los muros, arrullados por las sátiras de Joao Pinto, ¿cómo saber si las muchachas traían la primavera o fue ésta quien trajo sus aires y sus danzas? El reguero de luces que, todavía hoy, reverbera en el salitre, nunca fue una revuelta, tan solo un estallido. El paroxismo de la soledad.

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LA ASUNCIÓN DE LA PATRIA POTESTAS «Ir alegre al encuentro de la meta que no existe» Max Aub

Como un lecho virgen, fuimos tímidos y esparcíamos la noche, alargábamos el tiempo esperando un instante de belleza. Recuerdo que un día titubeamos, peregrinos de la ternura, frente a un beso errático. Éramos ocupas del impúdico amor. Vimos la dádiva de una sonrisa como la hierba fresca silente, fugaz como los confusos lindes del malévolo arrebato. Nunca supimos hacer el recuento de los secretos y los miedos y aprendimos a ocultar aquello de lo que hablábamos. Nos quedamos desnudos frente el poder y se agrandó el silencio, liberando las fútiles certidumbres hasta instalarnos, vecindad incierta, en el límite del escándalo y la contradicción. Apenas con rabia. Sin casi luz para el perdón, frente al desespero de lo insólito, irreverentes, que no rebeldes, trastocamos la línea del tiempo, las vetustas combinaciones y supimos que Luzbel había muerto. Ignoramos la verdad y guardamos nuestro futuro en el Arca de la Alianza.

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BUSCANDO LA SINESTESIA DE BAUDELAIRE «...bajaba al triste reino de la oscura gente y la mujer perdida recobraba». Gracilaso de la Vega

Aquella noche fuimos despiertos, deslumbrados. En un ritual de lujuria, vencidos por el naufragio tus suspiros, resueltos los silencios del río, victoriosa a mi pesar, reposaste tus cabellos sobre mi pecho y tu boca buscó mis atributos erguidos, que penetraron hasta donde nace la sensualidad de tu voz. El viejo recuerdo de la piel. Toda tú brillabas de deseo, haciéndome olvidar que estaba en custodia, encadenado y disperso en tus múltiples labios. Allí en Montparnasse te encontraba, te perdías, me entregaba, nos disolvíamos, te me dabas. Truncada insistencia en busca del eslabón. Pero nada era lo que vimos. Nunca lo fue. Perdura el peligro de que las nuevas brisas del otoño nos borren, sin llegar a saber cual es el origen de los espejos, su luz, y los memorables enigmas de tu palabra. Nos fugamos del presente y te perdiste. Solo quedan plegarias, deseos y alaridos y el convencimiento de que fuiste el origen de una imagen perdida de propósitos inolvidables. De vuelta del encuentro con Baudelaire, nos miramos, ordenamos las conexiones, los principios y los fines, y preñado de añoranza, me ganaste.

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BANDERAS SOBRE EL POLVO. «Por el lado del cielo levantó las nuevas almenas y sobre la losa del altar sacrificó el cuerpo». Odiseas Elytis

Somos el principio, el ángel negro de tantas cosas como inevitable fruto de un tiempo. Asombrados vemos desplazarse el horizonte, perderse los relieves en las alas de la oración nocturna. Sobornamos la trascendencia, subvertimos el equilibrio, desahuciamos la paz de los cuerpos y del refugio y abordamos el descuido necesario para caminar, lúcidos y transparentes, como el dolor de una lágrima. Por una noche al menos, entre náufragos y vértigos, seremos la senda que conduce al principio del universo, el deseo calcinado por el reflejo solar del espejo de tus ojos, el final de la senda que nos descubre que la roca, el agua y tus pechos, tienen un origen común.

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LA REVELACIÓN QUE ENVOLVIÓ A ULISES «Hazme, te pido, el corazón tan fuerte que a tus designios mi querer se ajuste». Ausias March

Mientras dormíamos sobre el sueño inalcanzable, raudos y atomizados pasaron los días, los herméticos cambios que nos perdían. Tal vez resbalamos, precipitados por las estaciones, olvidando la balada prudente del extremo rock. Y te vas. Como el futuro que ayer creamos, te vas, buscando un golpe de suerte, un puntal para la vida. El beso de bronce, quizá. Sí, alguien debería advertirte, que volveremos a vernos donde la calle se pierde. Muchos besos nos robaron, pero uno solo más y aceptaré que ninguna tumba es estéril, que nunca nadie desaparece. Oh las escolleras de tu pubis, los delirios que nos hacen universales, desnudos, limpios. Todavía mantengo notas sobre ti, de tus escondites, y las riego a diario, mientras releo a Kerouac, y me acechan un corazón ciego, por viejo, una mirada perdida y un caminar turbio.

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EL DERROTADO CANTO DE LA PRIMAVERA «En tus ojos mis dedos de mimbre mis pálidas manos contemplan los peces más tristes del mundo». Jean Genet

Anochece y sigo sobre tus muslos. Ambos fuimos presente. El sol que se apaga no volverá, será otra luz ajena. Solo queda el temblor de tu mano, la imaginería del amor, el súbito espacio que suave duerme, disipado y de rodillas. Apenas armamos un leve ideario y en desorden los recuerdos huyen hacia la equívoca luz de la historia, y si vuelven, ciegos y fríos. Celoso del regazo y la lejanía, nacido del interminable canon, del vibrante gesto de tus labios, encuentro tus anónimos deseos, tus cálidas ideas huérfanas, el vuelo leve de tus pies descalzos y las llaves del gesto. ¿Cómo hacer para encontrar tu camino y desterrar la angustia de la lágrima, la sal de tu piel ocre, la levedad del agnóstico salmo que perplejo se insinúa, llora y busca el río, el agua que huye? Cuánto tiempo perdido exaltando el aroma de los vértices de amor, anhelando la libertad y el alivio, más allá de los límites del cerco de la venganza, hasta ver huir a las tinieblas. Desasidos quedamos, con la luz descompuesta. En precario, el horizonte y las manos abiertas, itinerantes sobre tu piel, ciegos.

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LAS ONDAS CUÁNTICAS DEL AMOR «¡Deberíamos poder acostarnos uno dentro del otro, como los pistilos entre los estambres! Rainer M. Rilke

Preparada para el amor, tuviste que adormecer la guerra, en aquel combate para sobrevivir. Sorprendida en tus vírgenes encantos, ahora, el cuerpo a cuerpo te galopa y la sonrisa del jinete te asusta. Temerosa del pasado, recelas confundir necesidades y amor. No importa, eres fruto de la historia de tu sangre y la dirección del viento. Vives la epifanía de tu cuerpo y das luz con el cristal de tu risa a nuestro alegato de las primicias, al paroxismo de la soledad, al suave descaro de tus rodillas y a la obscenidad del sufrimiento. Perdimos el pasado, sí, pero guardamos la rabia. Hosannas caídos, flores, escenarios, y un anillo que gira perdido en alta mar.

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LA ORFANDAD DE LA VERÓNICA «La automatización devora los objetos, los hábitos, los muebles, la mujer y el miedo a la guerra». Víktor B. Shklovski

Fue un tiempo febril, hoy proscrito y fugaz. Ignorados y emergentes ganamos la pena y desabrochamos la noche. Abrimos el mar. Pudimos desnudarnos en dirección opuesta. Algunos se abrazaron a tientas. Tú y yo no. Como una difusa primavera anticipada llegaste, tomaste posesión de mis centros cordiales, marcaste el ritmo con una mirada y la premura y el oleaje de mis ansias y su savia. Te deslizaste sutil por mis alrededores suave y fácil como un minueto barroco. No hubo batalla, ni tan solo tiempo de pacto. Sencillamente me tomaste. Desde entonces tu mirada me desnuda, tu piel me germina. Cerrada la vuelta, vigilo tus deseos, vuelo, halcón rehén de tus pasos y sus orígenes. Observo el parto de tus avatares, la duda que dormida entre la hierba, pugna con la nieve, la necesidad de tus designios de verónica. Son los compromisos de tus días y mis noches, tus reclamos, mis lentas destrezas, licencia para lamerte los acompasados secretos como las olas la arena y el viento al árbol. Apenas nos importa cuándo ni cómo llegar, y nos mantiene en pie la finta diaria. La luz. Y así fue. Tomamos posesión del territorio, un día verde, otro rojo, camino o senda o cometa, pero siempre directo a tus muslos, huyendo del vinagre y de la ceniza calva, sacando nuestras heridas a tomar el sol. Por si un nuevo flujo nos reclamara, porque jamás ninguna tumba es estéril y nunca nadie desaparecerá al morir.

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LA APORÍA DE ZENÓN Y EL LLANTO DE PENÉLOPE «Todo deseo verdadero esta desnudo y con las manos vacías». Harry Martinson

Amarilleaban los verdes –¿sería el otoño?– y el laúd se cansó de acompañar cánticos perdiéndose entre desnudas danzas. Huyeron los vientos. Fueron noches largas que se clausuraron a trallazos de luz. El azar, rebelde, escogió nombres, gestos, nosotros la rabia, la vergüenza y el llanto; algunos, los más, la mirada perdida. Pocos conocían que cualquier futuro necesita saber contra quien madura, de quien huye. Únicamente tu tiempo fluye en el círculo infinito. Por entonces fue que establecimos reservas y un atardecer nos procuramos alivios, o tal vez deberíamos llamarles amor. No sé. En cualquier caso, nubes preñadas de peces rojos cerraban y abrían la luz, dormían la sombra, volaban sobre un horizonte inestable y el mañana se hizo invisible, como el mejor enemigo. ¿Sabes...?, en vano intento ahora recordar tus besos, tan solo, si duermo, sé del sabor de los míos. Qué pena mujer, y cuanta soledad nos queda por vivir. Todavía crece y deambula por tus sueños, el sol que se dormía en tus ojos, y al descuido se traga el espacio y el dolor queda huérfano. Solo los días nos sirven, aunque apenas son una señal, como el paño sangrado de tu primera vez.

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LA DISPERSIÓN DEL ÁNIMA MUNDI «Amigos que no nos hemos saludado ni una vez siquiera, sin embargo podríamos morir por el mismo pan...» Nazim Hikmet

Amanece. Nada nuevo que registrar, apenas esbozos que relucen desde donde miramos, desvinculados, a nuestro pesar, de su sonrisa. Una endiablada velocidad de tiempo construida, amenaza la desazón del continuo y desmesurado cambio, de la lúcida mirada que llega al fondo vacío, a la ruptura febril de aquella comunión mística. Y a contrapié, un instante, nos sabemos autores impersonales, amanuenses del supuesto, necesarios como la presa al lobo. Huyendo de dios, derramados y seducidos, temerosos de que un día el amor nos rapte, nos gane con el sol y se pierda con la noche, buscamos, inconscientes, la suma de horizontes hasta que, debilitado el entorno, se abre el hueco por donde el beso de la diosa negra, nacida del verbo, mestiza el tatuaje y el torbellino del tambor del Gólgota, intentando salir de la vida, buscando la orilla del suicidio. Para cuando llegue ese tiempo, venid tal cual, recogeros súbitos y sin cadenas, desnudos y sin raíces; de maitines. Vientos, muslos, metales, cuerdas y orgasmos, porque habremos apurado nuestros vasos y temblarán los adversos, y torrentes de cálidos colores siderales, desnudarán nuestra entropía. Da igual cómo; seguiremos siendo los prójimos más cercanos, esperando el beso improvisado que, receloso, ascienda desde las rodillas a los vecindarios. Probablemente, los rizos mojados, dormido Stravinsky y Durero en el recuerdo, el sereno otoño de caídas doradas calmarán las heridas, dormirán las raíces la hechura triste de la trinidad y la codicia del fuego. Y nos perderemos en el equilibrio del Ánima mundi.

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ENGAGEZ VOUS, JEUNES CAMARADES «Siempre con la esperanza de llegar al mar sin pan ellos viajaban, sin bastones ni cántaros». Stèphane Mallarmé «Quien desea y no actúa engendra la plaga». William Blake

Vivíamos envueltos por masas grises, uniformes, indiferentes. Digan lo que digan, las momias de ahora, nunca fuimos a Woodstoc. La cosecha esperaba y las nubes, negras y preñadas, emergían del cieno. Lo cierto es que los vivos estaban bien muertos y os aseguro que París nunca valió una misa. Dominique desapareció y nadie nos esperaba, solo Brel y Ferré señalaron el caos solidario. Hoy todo es lo mismo, pero nada es igual, tan solo persiste la confusión de si se hunde aquel mundo o tal vez es que aprendimos a querernos. Quien sabe... Ahora tú tienes el mando sin norte y el deseo, eres tantos como el alcance de tu empeño necesite y la prospectiva descansa o vive en precario Tú vives, como puedes, pero vives, my sweet lord. Ambos sabemos que frente al desacuerdo recreas un lecho feliz, mullido y sin aristas, que desborda la última dimensión de la luz. Reversible, quieres jugar con los cuerpos buscando cobijo bajo el trabalenguas del silencio y la paz. Y no despiertas, tan solo porque, ladrón de sueños, tu muro es de pastel, y tu ángulo vacío y plano como el deseo frustrante de la no correspondencia. No, no es cierto que siempre nos quedará Paris tampoco que no te disgregues, como materia que eres, atado a la indolencia y al hastío de tu futuro pasado, a tus rutinas y tus miserias. Obsesiones varadas. Agüita de limón, amigo, y larga vida para llorar. ¿Qué tal si un día te asustas y cabalgas al monstruo?

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PARADOJAS DEL INFINITO VACÍO «Escribo, hermano mío de un tiempo venidero, sobre cuanto estamos a punto de no ser, sobre la fe sombría que nos lleva.» José Ángel Valente

El recurso del canto torturado, el cuerpo, ajeno por sobrevivido en la indecible armonía acogida, vuelve a ser silencio, imposible signo extraño. Quisiste, con un abrazo, vivir, desechada la pretensión, más allá de donde todo amanece. Fue imposible conocer de tu ausencia sin aprender a rodearme, ajeno y sin armonía, de los espacios que nos promueven el golpe de luz, como cuando se aleja tu mirada sosegada y morena, recordándome el hábito de múltiples amantes, el sereno susurro de tus muslos. A fin de cuentas, igual que las nubes amantes y ajenas, hasta llegar a la fatiga donde nace el equilibrio y su luz abre nítidos colores, eres solo lo que queda de vuelta. Y así, qué pena saber que la noche, ni las galaxias, ni la curva luz, ni los campos santos, son infinitos. ¿Cómo y quién sabrá, pues, de nuestro amor?

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TODAVÍA TE AMAMOS, PARA NO PERDERNOS «dijo que había pasado media hora de la hora de los besos y que era hora de besar otra vez...» James Joyce

Y qué decir del vivido meandro, del poso que se almacena en la memoria, del cordón que te sobresalta, condecora y ahoga, de aquellos que te amaron hasta saberte humana, de tantos y tantos olvidos que se nos disolvieron en largas noches... Tal vez solo eran sombras, deseos migratorios sin más norte que el tórrido sol testicular, tal vez. Todavía es largo el silencio y su formato extraño nos hace fecunda la espera, estéril la duda. Envueltas en una fanfarria quedan las llamadas a la gloria que nos convocaron, sin nombre y opacos, monteros como fuimos, huérfanos de dios. Inquieta y sin norte, te alejas o vuelves, como la ola en pleamar, serena en la superficie. La lluvia pascual, de fragancia incierta, abraza las orillas morenas del continente azul. Náufragos, abrazamos la nostalgia, adosados a la claridad del sur. Vivimos. Nos llenamos de sombras y roces borrosos, de ágiles horizontes rápidamente desiertos, de largos susurros de cansados guiños, como la vieja espuma que ciñe la nave, como la resina olorosa que recorta, expectante, la cacería de la hiedra, el reposado rayo del sol, como una pasión desvencijada resuelta a morir de vieja.

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DESDE RUSSAFA AL ALBAICÍN «con un golpe elegante y feroz lo echaron a la calle, para que se hiciese hombre» Vladimir Maiacovski

Descubrimos tantas cosas, transitando hacia el sur en aquellos días rodeados de verdes, de azulones mutilados, de pasiones ciegas, cuando no de torvas miradas de viejos halcones... Hoy el recuerdo vive impregnado de placidez y aún de gratitud. Fueron largas noches de pulso acelerado y suspendidas risas. Sin miedo, caminamos del rojo al amarillo, del verde a la esperanza vacía. Pretendíamos vivir. No hubo que bajar banderas, las mató el tiempo. De nuevo nos descubrimos, mutilados, sorprendidos y hasta con blasfemias, los sueños balbucientes, el corazón tenso y aquel perdido deseo milenario. Nostalgia que tejió un sendero hasta la sombra, pero también hacia ti. Renegamos del pasado, y proscritos, dispersos, las caricias derrotadas y sin sangre, temerosos de la burla y rotos ya los moldes, obligados a compartir aquel mundo extraño, pudimos navegar. Sí... pero desde el vacío. Fue suficiente para descubrirme que un tercio de mi vida pasa por tu cintura. Y nacimos. Oficiamos la ceremonia del héroe, mientras tanto un aluvión de cuchillos rasgaban, huérfanos, el horizonte, y aquellas decrépitas verdades que reventaban sobre los prados. Asombrados los viejos y la luna se cubrieron con la escarcha. Eran tiempos de avance... también de huida, y el canto desnudó tu mirada nazarí, las perdidas almenas de Medinat al-Zahra y la irreductible esperanza de un mundo nuevo.

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PANGE LINGUA GLORIOSI «Y era tu espíritu el más débil pues tu apetencia de vida era la mas intensa» Francisco Brines

Era un rosario pastel de miradas, de manos blancas, de ocultos deseos, de litúrgicos besos, de dormidos muslos, de hostias y de ritmos lentos, de primerizos amores. Te deum. Voces beneficiadas envolvían la liturgia abovedada, visiones celestes y deteriorados enigmas. Niñas núbiles de voces nacidas del violeta y rojo, de aquellas largas notas prendidas a las vidrieras mientras que el largo de Iron Butterfly se perdía como un silencio amanecido hijo del agua que vuela, sin padre. Canon perdido y danzas de mozárabes peregrinos, cantigas y zejeles. Abadesas de pretendidas vírgenes, rondas de vida y novicias de espléndidos hímenes polifónicos. Dolores del gozo. Maitines, motetes y los lejanos albores policromos que a diario se recogían en el adusto ábside donde guardamos los deseos romos. Capitel que nos sostiene, sin dios. Tan solo contrafuerte frente al tiempo y a la paz cisterciense de Las Huelgas.

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INFORME SOBRE EL ESTADO DE SITUACIÓN «Tierra donde arranqué a vivir, quiero salvarme antes de que el mar me arranque de raíz». Blas de Otero

Como un amante investido de luz y futuro, que balancease la mirada sobre el revés de tus manos, atento solo al hemisferio donde te aposentas, así, ahíto de romero, melisa y salvia, casi roto, como el crepuscular murmullo que acompaña los labios que sobre tu piel se deslizan, así, tú que tanto lloraste por el placer del dolor, o tal vez evanescente luz entre niebla azulada, así, digo, mujer de propinas y mancebías, quedo, sin vela ni faro. Extasiado y permeable. Desplazado del olvido, desertor del suicidio, tenaz como el amor que marcha y vuelve, desnudo y sorprendido como la luz que oculta tu larga y desconcertante caricia, así devienes, breve como tu indicación breve y adolescente reflejo fugaz de espejo, tangible a distancia y provocativo, como sonrisa, como lecho del mar donde se quiebra la voz absorbente y sin bordes. Así, como cuando se aposenta tu ausencia llenando las horas, los montes, el lecho del río, la inundación del canto, como perverso anticipo del espacio sin principio ni fin que nos espera, sin apenas retazos de un dios, así te quiero. Ya ves, todavía nos queda un sorbo de manzanilla, un bolero polifónico anotado en tus recuerdos y un corazón perdido, de tan ancho. Aleluya, pues.

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LOS LETARGOS DE LAS DOCE TRIBUS «la posición que puede y debe ocupar todo individuo para ser el sujeto». Michel Foucault

Hay ocasiones en que parecemos diversos, otros, pero idénticos, nunca el doble de nosotros mismos. ¿Cómo mirarnos? Pobre intento de dar un perfil fácil. Nacemos y navegamos sujetos por los mitos de la tribu, del clan, buscando nuestro secreto, sin orillas, montando un triste tiovivo, descansando apenas sobre un fragmento de tiempo informe, buscando un límite, Así, desnuda y cubierta, llegaste, sin fronteras, inmensa y sin perspectivas. Ni una pilastra, ni un frontispicio donde anclar la mirada. Noche y día solo eran escenarios para tus ojos, lo demás, galaxias, esferas cóncavas, imágenes equívocas perdidas en la plenitud del páramo disperso. Fuimos desubicados en la pirámide del tiempo, perdimos el pulso, diluimos la correspondencia, el común beso pretendiente devino particular y confundimos la arbitrariedad del deseo con el artificio de ser uno más y sumergirse. Sin pretenderlo, la historia fue más que el álamo solitario, que la palabra cercana. Mientras, la vida fue sucediendo, sin saber qué se nos moría, ni hacia dónde renacíamos. Resultamos aturdidos, suavemente de nuevo relegados, en espera de destino, mientras una pavana gallarda nos mantiene vivos, o el pudor y el recato. Lo dicho durante el beso: somos un tenue desplazamiento del vacío a la nada.

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MONDRIAN Y LAS EXTRAÑAS DISTANCIAS «...Que en ella se oscurecen los amores lejanos». P. Neruda

Ayer, cuando te reconocí, cuántos momentos felices volvieron. Como siempre, besé tus mejillas tersas, morenas. Fugazmente volvieron a sonar, confundidos, el blues y el beso que presidieron la ceremonia. Sin embargo, tu mirada era distinta, tu voz diferente, tu sonrisa lejana y tus manos, que tanto amé, estaban frías. Por la noche, cerré los ojos, me miré y comprendí que ambos manteníamos tan solo las formas de aquellos que un día vivieron un mismo mundo, recibieron una única luz. ¡Qué extraños somos a veces, amiga!

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LOS REBELDES PLACERES Y EL DOLOR HUMILLADO «¡Qué hermosa tú, libre y en pié!» P. Salinas

Pasado mañana, cuando averigüemos qué pretendíamos y entendamos la condena a ser depredadores y sonreír; cuando encontremos los adecuados gestos, las ambiguas palabras para mentir, sonrisas para cubrir las vergüenzas; cuando sepamos esquivar la luz que nos asedia y agobia; cuando desconfiemos del libre albedrío, de la libertad que tan mal administramos; cuando estalle, como una estampida de llantos sordos, el sarcasmo ávido que, cuidadosos cultivamos, indiferentes, neutrales; cuando, un día, indolentes al rumor del amor, atribulados, sin apenas resortes, con sigilo, aparezcan ensamblados nuestros días y las noches, es un decir, entonces, ¿cómo aceptar, que, otra vez, vuestra mirada modificará lo que de mí quede?.

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EL RECELO DEL HALCÓN Y LA DONCELLA «Vete ya de estas tierras, todavía puedes hacerlo, aun no ha llegado el tiempo de odiar». Carlos Sahagún

La negación última a morir lo cobija en la frente, le ensombrece el futuro, apaga el recuerdo y resalta, tanto como amanece, las aristas. Sutil, de largos sentimientos toscos, descubre el desliz de la sonrisa amable, intuye lo que el gesto enamorado esconde, desdeña el valor del tiempo. Y permanece. Nunca pierde el ritmo y resuelve sordo. Ácido, se condena a extinguirse sin apreciar la repulsa. De reojo, desprecia cuanto de nuevo nace. Sus quejas susurran y huyen a caballo de sus ansias. Sabe que en un principio fue el orden y podemos, con un solo beso, originar el éxodo y el caos, disolver los sueños, fondear tus muslos. Qué tropel más desmedido de asedios, soslayando el sosiego, la caricia diminuta, el requiebro del antojo improvisado, y la delación del aviso confundido. O el ritmo sensual de tus limpias caderas, la embriaguez de tus nalgas entornadas, la impudicia cimera de tus pezones y sobrevivir en libertad con tu recuerdo.

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LA VERDAD OCULTA «quiero buscar tu llanto, con mis caricias quiero encontrar tu debilidad» Maria Wine

Qué claras maravillas fuimos, desnudos, rebeldes, amantes siempre, apenas prójimos y sin embargo me hablas, me piensas, me susurras, me besas, me desnudas, y aun así te amo. Ambos conocimos el lento devenir que cambia todo, la corta raíz del beso hallado, los inquietos placeres arbitrarios que van, uno tras otro, ciegos y desesperados, en busca de la caricia dormida ayer noche. Pero en el tránsito nos perdimos, soñábamos, tal vez abrazados y solos como cuando necesito pensar en ti y callo. La tentación del silencio fingido y esa mirada perdida allá donde no estuve ni llegaré de tu mano. Es la señal, lo sé. Qué lejos somos, aunque me rozan tus largos cabellos. Incapaz de otra derrota, mañana me enamorarás de nuevo. Relájate. todo es igual y diferente. Nada quedará. Es nuestra verdad oculta.

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EL GENIO DE LA UMBRÍA QUE CUBRE EL AGUA FRESCA «...lo que iba a ser una elevación momentánea de la prosa se ha convertido en el programa». Witold Gombrowicz

Después de las siete plagas, durante el largo tiempo del éxodo, muchos de los que hoy duermen o sobreviven, supieron del patriarca, del vértigo y de las insistentes tentativas. Lejano el Jordán, cansado el bautista, la duda y el sarcasmo olvidaron. Cayeron las torres de Jericó, y nació el espejismo de la paz, la húmeda nostalgia del rocío. Amaneció el cubre que nos descubre, el recuento banal de nuestros días y el ávido tedio empezó a zozobrar. Ahora los recuerdos duermen mudos. De nuevo, los llantos en estampida, la madeja abandonada y el vacío se ciegan de sinsabores. Y esperas.

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DESDE TARAUDANT A LA ALMUNIA «conocer es un acto que transforma aquello que conoces.» Octavio Paz

Llegó el invierno y me encontró ausente. Navegaba desde el miedo hacia la esperanza. Tomé descanso, adopté un seudónimo y en el ámbito donde tu corazón renace, reposan tus silencios y te cubre la sábana escarlata. Ojala el mito volviera al confín de tus cabellos, al conflicto irremediable y a compartir el amor a la vida. Fáciles videntes del pasado no supimos de besos regalados, noches gratuitas o amores furtivos. En el umbral de tus manos espero a los pacientes geranios que, a tientas, devienen crueles y enamorados. Como quieras que busques la aventura, en mis ojos, tatuada, permaneces.

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EL OASIS DEL TRÁNSITO «Todas la ilusiones se apresuraban a mi encuentro y una ardilla vino a aplicar su blanco vientre sobre mi corazón». André Bretón

Pasó algún tiempo, hasta saber de ti. Tuve que cegar caminos de la mano del beso, de la caricia, navegar largas horas por tus ojos, comulgar tus éxtasis, rondar tu liturgia, perderme en el laberinto de tu piel, encontrar las claves de tus registros. Sí, mucho tiempo para saber lo improbable, los infinitos caminos que abres y cierras, la levedad del no, la premura del sí. Desearte fue amarte sin conocerte, amarte ahora es desearte alcanzándote, saber que un día fuiste más que inicio, que sin dios aun exaltas y devienes mujer libre, desnuda y sin fondo, pegada a lo cercano, definida por el vacío que tu ausencia deja por perder el impacto de tus señales, como si todavía hoy volase el contrafuerte que trenza donde tú terminas y empiezas. Como si ambos fuésemos un espejismo, un desierto infinito. Queda el misterio de cómo llegamos al oasis que habitamos y que sabemos eterno, inmemorial.

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LIVIANAS NOCHES BLANCAS «Sí, sí: tengo su misma cara: que no expresa nada sino una voluntad media...» Pier P. Pasolini

Sucedieron noches blancas y días grises, sendas sin norma, flores que nacían marchitas. Vivir era confundirse con el paisaje agotados por exceso de tantas renuncias. Y llegaste. Tus ojos despejaron las sombras y embargos, abrieron horizontes, abrieron el odio. Todos fuimos vírgenes. Ebrio de luz de sol me ataste a la rosa de los vientos y tu voz me provocó orgasmos y vértigo, como un dios en el principio del universo Hoy, anticipando ausencias, rezando olvidos y soledades queda la liviandad del beso. Y si besas amanecen blues en el recinto que guarda amuletos de la vida y magnolias. Aún así, cuando sonríes quiebras la noche, sale la luna, das respiro para perderme en los aposentos de tus desnudas miradas. Duermes y se suicida el canto, nace el vigía, y el jazmín y las estrellas plácidas se desnudan. Porque eres la frescura solana del vientre, la alameda zaína, cómplice y tierna, la turbación de la vida eterna. Y me llevas por la senda añil, naranja, de la mano de hosannas, azucenas y crisantemos rojos. A tu sombra sigo, porque eres la despensa que guarda futuros, sortilegios que anuncian paz. El cántaro donde duerme y germina la luz.

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UN POLVO AMARILLO EN LO ALTO DE TUS SUEÑOS «...pero un día, un nuevo barco está esperando allí». Malcolm Lowry

Sobre tu pecho se acoplaba tanta historia como en la triste superficie plana de los nazarenos ojos perdidos de mi gente, temerosos siempre de los días uniformes, acosados por el silencio y la duda de la plaza dormida y la cruz. Siempre esperando el revuelo de las aguas mansas, en cada esquina un alivio y una esperanza cada tarde. Confuso el pánico dormía sus garras y una tibia luz asomaba en la frontera por donde huía la noche. Ahora miro el valle que te cubrió de anillos, que acunó tus nalgas de curvas distancias, que enhebró la lozanía que aún hoy vigilas. Por tu nuevo aire distraído sé que todo pasó como la extraña sonrisa que nos reconoce. Tarde, entendimos que el silencio no era calma, tan solo un espejo donde te pierdes o encuentras, nunca un mar abierto. Puntos de sombra quedan, círculos de luz tenues que simulan besos, que calientan tus sábanas, que organizan tu plato, el uso de tu cuerpo y el abuso de tus recuerdos, que quiebran la vigilia, y duermen los días, como cuando ambos decidimos que no todos los muertos fueron inocentes en sus sueños.

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A LA DERIVA, SIN ANCLA Y ANHELANDO EL MALECÓN «...vengo muy dolorido de aquel infierno de incensarios locos, de aquella gloria boba: Sonreidme». M. Hernández

Cuando el salitre se pega a tus pies y el viento estría tus labios, cuando procesamos una rosa, un paisaje y el cristal, penetran la condición de presente, aparece y nace la vida como reclamo, soledades y preguntas recortan, sacuden la ciudad, olfatean la presa, se desarman los días, y se nos multiplican los caminos. Las pasiones se sumergen, asumen, nos asusta descubrir que los deseos, autónomos y fieles, despiertan a las caricias y encantos ocultos, cubiertos los pronósticos arcángeles y turban la superficie trazada más allá de tus antojos y agrados. Seguirán nuevos días, nuevos rumbos, siempre a destiempo incorporados, como la noche que llega inasible después de un largo día vacío. Ambos seducidos y a la deriva.

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LAS OPCIONES DEL RECUERDO, MAIAKOVSKI «Mucho antes de que cayéramos en batallas sin objeto tras cruzar las ciudades que aún quedaban en pie eran ya nuestras mujeres viudas, y huérfanos nuestros hijos». Bertolt Brecht

Los días que perdimos hay noches que toman rumbo, revuelven la memoria y se ahogan, de tantos pendientes como diluvian. Tuvo su tiempo el pasado, sin duda, hubo besos, ritos y cerrojos, lágrimas, un collage sin límites, sin volumen ni contexto. Aún hoy suenan cánticos que invitan a dormir sobre la penumbra, y nos acusan de adolescentes, desde nuestra turbación en la tarde. Nada que ver con la zozobra estéril, adorno invernal de la zozobra, y su largo desaliento. Pero algunos días se nos saturaban los paisajes, y los amores, que los hubo, se mecían en la duda y surgía un débil renuncio a vivir.

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EL ROMPEOLAS DEL ARRABAL «La lluvia de la noche les apagaba el fuego y alrededor rugían las fieras». Ernesto Cardenal

Lo único cierto es que, un día, como al bies de nuestra historia, me iré sin rumbo, supongo, hacia la nada, o puede que me pierda en ti. En cualquier caso, impregnado del olor del arrabal, del olvido quebrado, del insensible repliegue de la magia, estremecido por tu belleza. Será difícil olvidar el adverso azar, tanto tiempo rondando tu estancia, los juegos de las niñas, el rubor de sus pechos, sus blancas enaguas. Los abriles eran caminos que nos llevaban a las orillas del desván, invitándonos al solaz de la mesa. Tal vez todo fue un espejismo. Empujaba el horizonte incierto, achatando la noche, impotentes frente a nuestro éxtasis, escribiendo tu nombre sobre el lomo de la fina lluvia. Fue la última correría. Pero, qué más da, tú sabes que volveré obstinado, estremecido como el bufo carnaval pinturero, con la plácida penumbra, o con el canon temperado de la liturgia cuaresmal y oficiaré la ceremonia. De frente, admiraré tu temor a la pertenencia, tus vírgenes muslos desvanecidos en los ribazos de la vida, de abatidos versos y estiadas bambalinas y cielos. Pero si no hay retorno, si nunca lo hubo en nuestro universo curvo e infinito, será en la galaxia donde nos espera el vaivén de tu sonrisa, eterna y franca. ¿Cómo hacer, pues, para, insecto, piedra o flor, volver a encontrarte, reconocer tu mirada, tu boca, tu espalda, danzar en tu lecho, polvo o no, como cuando un día, resuelta la trinchera desde la que decidimos vivir, fuimos uno?. Ahora ya casi al borde, cuántos amores miran y nos observan como nos vieron las verdes laderas, las ocres montañas, y plácido y esquivo río. Ya ves, algunos todavía nos reclaman. Son los que un día, lucharon desde la niebla y apenas les queda el llanto, que anónimo, les observa, les espera. Ojalá que me recuerdes como la manzana que húmeda y fresca, al amanecer quiebra pletórica. Por lo demás, ya sabes, planta cara y alisa tu falda hasta desvelar tus rodillas.

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LA DUDA QUE CRISTALIZÓ EN EL SELF «No voy a ninguna parte. Solo estoy en el camino». Hermann Hesse

Hay días que nacen múltiples recuerdos. Algunos apenas duelen, tan solo destilan tristeza y sonrisas. Regresan con la brisa, suaves, desnudos. Imprevistos algunos, reconstruyen el pasado, nos lo descubren, y se detienen, temerosos, frente al futuro, expuestos a lo insólito. Vuelven tantos, en tropel, como nombres usamos y me dan detalles de las noches que ganamos y perdimos, de la mirada ajena y vacía. Ahora, quién sabe dónde dormís, en qué monte, o celda, o tumba, tal vez en bancos de peces de muchachas desnudas, o puede que, si los golpes del vivir no os doblaron, anclasteis las caricias al pecho, al vientre dormido y hasta puede que algún día un niño os acaricie. Sí, hubo un tiempo y un amor perdidos. Eran fugaces las miradas, los coágulos de humo, y puede que algunos aún creáis que la luz nace a golpes de dolor. Sí, amigo, vuelve la duda y rompe el empuje. Tantas respuestas se desvanecieron y cuántas preguntas siguen en pie, porque hubo tierra y sangre, águilas y palomas, desarraigos y rebeldías. Sí, la esperanza dio la vuelta, vimos su otra cara y nos señaló prójimos.

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ESPARCIENDO NIEVE SOBRE EL FUTURO “Somos testimonio de todos y ante todos de que la felicidad es posible.” Jean Paul Sartre

...Pero si, no obstante saber que la tierra sigue rodando, y el mar duerme, esperando que mi cuerpo lo acaricie... Si aún sabiendo que el sol vendrá cuando lo necesite o qué sé yo...( es un decir, claro...), digo, que si despierto en mitad del plenilunio no me llegan las olas que surgen desde tu talle y mis manos se pierden en busca de tus muslos.. o tal vez, si como dice mi gente, una mejilla no es un cielo quizá, con el sol de cara, habrá llegado el tiempo de reconocer que se nos viene el futuro envuelto entre sábanas blancas, rosas rojas, de manera que, más allá de propinas y mocedades, derramados y seducidos, con bandera blanca, habremos llegado. Por cierto, nada extraordinario, si atendemos a lo que nos amamos.

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ESPERANDO A GODOT «La trascendencia es a la vez, lo que excede y lo que sustrae». M.Heidegger

Como la menta borde en el ribazo, humilde y persistente, la nostalgia del futuro, resiste las ataduras y el desenlace, los encuentros del camino hereje que me inducen al expolio y el beso tuyo de cada día, el largo itinerario hacia la noche. Tú me enseñaste a ser paciente como el largo murmullo de las olas, y las tórridas tardes de miel, alfalfa, aguamarina y luz. Incrédulo, aún te amo. Lejos, silba el tren que nunca llega.

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LA CONJURADA COMPLICIDAD «...al modo de la luna que muerta ronda en torno de su madre nuestra cansada vagabunda tierra». Miguel de Unamuno

Con el tiempo, las normas devoraron los frescos valores, balbucientes e informes, la insistente veracidad de la muerte. Hoy, aunque vacíos, quedan los fardos y nos impiden vivir, levantar vuelo, nos obturan, nos niegan horizonte, nos pegan a ras de suelo y, presuntamente, nos castran. Códigos, solo códigos, cantigas de escarnio o maldecir, envueltas en valores de celofán, repletos de íntimos deseos perdidos de tanto exilio, como el llanto penitenciario. Compartimos la ausencia, levitamos sobre el futuro, y como el pájaro que amanece, esperamos la luz para cantar.

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LOS ENCANTOS DEL CUL DE SAC «El esfuerzo humano lleva braguero y cicatrices de los combates». Jacques Prevert

Ese permanente fluir, intermitente y desigual, súbito asombro de saberte vuelo, maleficio de impreciso origen, búsqueda sin fin huyendo hacia el vacío, como los tersos pechos afanosos de la núbil doncella. Ese velocísimo y persistente andar hacia la nada, anárquico desván devorado por la equívoca historia del orden sonámbulo, de burbujas en declive, de retama y ortigas en liturgias de olvidadas siemprevivas, como el largo perdón que necesita la paz, Humo, humo infinito y volátil que toma forma, errático, hasta el suicidio, que sabe que no hay señales, solo coincidencias en el amaneramiento, casi como la vida transitoria de cualquier dios que resiste, como el desvelado musgo en el estío. Cierto; como el perfil singular de una sombra.

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LA DIALÉCTICA DE ADESTES FIDELES «De todas las palomas hubo una que se fue por el mundo. Todavía sigue girando alrededor del sol». Rafael Alberti

Como dos viejos lobos disputándose el presente, el pasado y el futuro se miraban, enfrentados y cómplices. Largos acomodos de referencia buscaban el contrapunto y quedaban a la espera, de hinojos, derrotados por la pena resultante de la mirada apresurada. De muro en muro, los breves silencios se hicieron eternos y desesperaron perdidos entre las noches halladas. Repudiamos el amor neutro, la imaginería del patrón, los horizontes perdidos y la bandera blanca, y a ti, casi ni te conocimos, pese a los mitos y los tributos. Quién sabe, en qué recodo, algo estalló vibrante y volvió, consagrado y sin revuelta, pero flexible y dispuesto. Ahora, recoge tus deseos y olvidemos la verdad, cuéntame de tus experiencias... Hablemos de lo nuestro.

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LOS BUCLES DE TRISTÁN TZARA «Triste historia de un cuerpo que existe como existe un planeta, como existe la luna...» Vicente Aleixandre

Como la sombra de la cuna que persigue al sepulcro, nos circunda tatuada, solícita, la Lilith de cada cual, oculta y libre. Eres el registro de la vida ciega y apátrida del liberto, del amante mágico y exhausto. Diosa sin edén, legado, celo ni fruto, dueña del eterno inconsciente, afán telúrico, luna de las mareas, caricia astral, raíces y cóncavas pulsiones. Eres como el árbol de las galaxias y el ánfora de sus mitos. De tu mano, abandonamos a Isaías y escondimos, hastiados, al demiurgo de la palabra, el nombre que nada señala. Somos el rezo innombrable, Lilith. Guárdate, pues, de los dioses y sedúcelos, boca arriba y explorando la indecencia de morir. Porque somos el granero donde reposa la historia, entre astillas y flores, atados al privilegio de dormir sobre el recuento de las espigas, bajo una bóveda de sal y murmullo de la hierbabuena que perfuma tus bucles y el pendón de Tzara.

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EL SECUESTRO DE MINERVA «Veremos los peatones con la muerta sonrisa del que ha sido vencido, pero ni odia ni grita». Cesare Pavese

Con el otoño recogeremos la mies y el saldo de tu sexo, la herramienta que acaricia, imperfecta, que nos convierte en humanos. Tu deseo sigue oculto, preñada por el feliz pasado, y pervives olvidada del maná. Perdida en la renuncia de cada noche, sábanas blancas marcan la ausencia de las voces que se pierden, de los cuerpos ebrios que separan la ternura del recuerdo, que anuncian el tobogán de tus pechos, la miel de tus ojos. Es el fuego que no alumbra y quema, siendo diosa con pliegues de mujer, Son tus rizos y gorgonas que se esparcen en mis sueños, los enconados celos que recorren mi vientre y trepan hasta mi pecho. Tus ojos. Hoy, requerido por el pálpito que te llevó de Corfú al trópico, un motín de luces, afanes, trompetas y lunas, me extravían. Ambos sabemos que si te pierdes, algún día no volveré aunque lo intente.

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LOS PLIEGUES DEL LABERINTO «De manera que, como haya devoción y fe, cualquier imagen bastará». San Juan de la Cruz

Nunca nos lo propusimos, como si el perfil de un cuerpo no fuera con nosotros. ¿O deberíamos saber que cada palabra abre una disyuntiva de cielos posibles, como cuando tú jadeas y el universo baila?. Ven. Aún sigo revuelto, pasajero y deshabitado. Para entonces ya sabré qué pájaros me llaman y dormiré sobre tus rizos, beberé tus cruces, cuidaré tus siembras. En lo alto de tus sueños, el grillo amarillo enmudece y las sombras de su profecía nos distancian del prodigio, del desgarro excesivo de tu pena, del eclipse de tu templo. Cópulas secretas, caracolas banales y amotinadas noches esperan, y te deseo desde el vacío. Náufrago en tu cuerpo. Agua de sed sobre tus pechos y un gato pardo que se pierde.

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DUST IN THE WIND «La espantosa realidad de las cosas es mi descubrimiento de cada día». Fernando Pessoa

Cierto que fueron instantes de belleza eterna, de silenciosos cristales y regios espejos azules. Aun perduran la niebla y el polvo en el viento. Tal como fuimos, abiertos y accesibles, limpios y temerosos, de la mano del que tuvo la voz y la palabra, de quien administraba el eco entre las grises ruinas, un alud de pasado nos sepultó, apacible, la esperanza. Pero no, no fuimos derrotados, tal vez sometidos. Quien sabe si siempre fuimos redivivo recuerdo. Solo tú, adelanto de la luz total, benévola, sobreviniste, sin olas siempre, desde la ribera calma de la piel, con los siete rasgos morenos que delatan tu perfil, como inmisericordes luciérnagas, laminando caminos. Dársenas del amor, la impudicia virgen de tus muslos y el viento de tomillo, fugaces como el fuego de poniente, aliviaron la derrota. Pulcra, sí, anticipo de tanto dolor. Desde entonces, se nos desplazó la trinchera y no sabemos qué orden vigila nuestra vida.

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LA SONRISA DE KUNDERA «Otros, por la huella que has dejado seguirán tu camino palmo a palmo, pero la derrota de la victoria no serás tú quien la distinga». B. Leonidovich Pasternak

Era primavera cuando descubrimos el necesario soporte de la periferia, del subsuelo, la rebelión que embellece el corazón del sistema, que estandariza la ceguera de nuestras madres. El agobiante peso del recto y ordenado sentir nos abocó al brevísimo beneplácito de la peripecia, dolida, y no obstante, generosa y antigua como las blancas carroñeras gaviotas. Fermentaba la flor, dormía la semilla y seguíamos esperando el canto del gallo. En los alrededores de tu pañuelo, en los arrabales de tus mejillas, los luceros se derramaban. Mientras, tantos y tantos mutaron, o tal vez dieron la vuelta y descubrimos su cara oculta. Otros tuvieron que lastimar al día inhóspito, retiraron el pan de la mesa y desaparecieron. Fueron innumerables los centinelas dormidos, las tardanzas, las salvajes luces que despertaban rosales. Por eso fue que, cuando nos alcanzó el hábito de vivir, volaron montes, amanecieron ríos, florecieron mares. Todavía hoy, descansa y duerme mi caballo blanco.

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ICONOS, PARA NO MORIR «Tráeme pronto un botijo para beber antes que hagan botijos con nuestro barro» Omar Jayyam

Y dormir el tiempo, con la palabra que te elige, que te crea, que nos abre escenarios, que te diseña y con el asedio de la luz muere, agolpando secuencias, recuerdos y mostrando las verdades que tus palabras ocultan. De pronto, el caos en precario, huérfano de ti, de tantos, que merodea como la traición del sinónimo, que renuncia a los colores para dormir en blanco. Y de nuevo, el inseparable amante del fracaso, que, como la vida, siempre está al acecho. Nunca más será para siempre, y el ayer, improbable y locuaz, muda de icono cada día. Sí, queda la duda de si fue el principio o el final, o tal vez fue un salto a la oscuridad, que no al vacío; pero tu palabra llegó brisa y amaneció viento huyendo, como el presente, del pasado. Un día de estos, cuando mis dedos atolondradamente se deslicen tratando de apaciguar la cólera del hechicero, puede que a contramano y a la deriva, pero me atreveré a nombrarte.

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PIGMALIÓN Y EL CONSTRUCTIVISMO Detrás de cada cosa que hago marchan, como en los funerales, el niño que fui hace años. Yeduda Amijáil

Probablemente, si hubiéramos allanado el saqueo, al menos la cicatriz y la noria que nos devolvían a los orígenes, los sensores que otean la frecuencia, el ritmo del deseo, y tus lágrimas hubieran, indiferentes, descansado en la noche. Se trataría de que sigas insolente y arrullada, que consientas el rito venial de penetrar tus sueños, tus carnes, tus ansias, tus pechos, o la virginidad de los rizos de tu nuca y la revuelta de besos medrando. Ya sabes, es algo así como cuando, después de mil noches, te pregunta tu amado, quien eres y te sorprende no saberlo. Sí, solo son espejos que proponen disgregarte, explorar los silencios, romper la melodía del orgasmo compartido, estéril y sin raíces. Por eso, un día de estos, como la muchacha que arremete con su indiferencia, sin venganzas, ni tramas, caminaremos a la par, serás la última flor del otoño y volveré a vivir los titubeos de tus huellas, los trazos de tus caricias, el eslabón de tu sonrisa que cubre mis recuerdos y aún mi futuro, que arrulla la música del tiempo, la denuncia de la brújula, el ritmo del espacio. No sé, puede que siga saltando, de creencia en creencia, desasido e instalado en la duda. Sí, tanto tiempo amándote y nada sé de ti más allá de cómo te veo.

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LOS HÁBITOS VULNERADOS «Toda imagen sensible arrastra el sino inexorable de su localización» J. Ortega y Gasset

Huidizos y persistentes, tatuados, los hábitos vulnerados se esconden en el meandro de la vida. Asombradas tus pupilas propician la oración nocturna y la prudencia queda envuelta por la cobardía. La constelación nace como de un mestizaje pasado y confuso, de inverosímil bohemia y anota perversiones leves. Dan la frescura a tu vientre solícito y orientan la sublevación que navega hacia tu península y desnudan la vigilia del niño dormido. Agazapada, la caricia que nos hace humanos, de hinojos sobre el sexo del universo, los hábitos vulnerados dejan huellas y despojos de amores traicionados, adornan ruinas, habilitan sordinas, advierten de la inocencia del mayoral, y permiten dudar, hasta que amanece, y observamos que amar deviene amante y construye sueños con alambres y amuletos. Al final, con tanto empeño, el desafío de encontrarnos termina disolviéndonos.

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SALES DE ABEDUL PARA SUEÑOS ADOLESCENTES «Tu recuerdo, es curioso con que reconcentrada intensidad de símbolo va unido a aquella historia»... Jaime Gil de Biedma

Levantas el vuelo y cierras la mirada como si huyeras del futuro, de la aurora, del mar, de la palabra. Sí, el desengaño siempre es cobarde, casquivano, inmediato y voluble. Pero tú no huyes, puede que nunca llegaste, y si estuviste, fue de paso, cubierta con la casaca del soldado ajeno y la revuelta del corazón, incluso puede que con la incontinencia del sentimiento. Una manera de vivir. Si al menos supiéramos cómo llegó esta luz, instada por qué extraño beso tomó asiento en nuestro espacio, qué gesto fue el que lo despertó. Habrá que prescindir y acomodarse a la esperanza, al vértigo impúber de tu presencia, al peregrino saldo de tu sexo, hasta saber que en los escombros y en el silencio medra el desengaño. Todavía nuestra piel y las mariposas lo delatan. Pero si un día, de nuevo, me miras, no habrá margen para la duda, y te perpetuarás, péndulo carmesí enamorado. Tal vez savia blanca, o puede que naranjo amargo, o lunares rojos sobre tardes negras, campanas que nunca tañeron, misas que nunca celebramos.

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CONFUNDIMOS LA PIEL CON UN ESTANQUE «...ni rastro deja la desgracia. Las derrotas siempre son las mejores victorias». Rimma Kazakova

Fuiste tanto como dura el deseo, la excepcional ola del plenilunio y el dolor huérfano de la madre. Qué decir, si nada está muerto y el sol crece y se nubla en tus sueños, se mira en tus ojos, estalla, tránsito, sosiega el tiempo, se pierde en el espacio. Qué más da, si sigue el miedo al vacío, a volar por el entorno, o la emergencia. Tantos recuerdos que pasan de largo, quién sabe buscando qué. Los días. Como potentes goterones de luz, desclavada la encarcelada carne. Y así, una palabra que me sugiere otra, que me abre, cierra, revuelve caminos por los que ando, navego, me pierdo, hasta llegar a mi de nuevo, recién nacido.

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EN LOS ESPEJOS DE PESSOA «Nuestro sentimiento busca sostén en aquello a lo que él da forma». Robert Musil

Ligera como el recuerdo, veraz como el humo, tanto te deseé que apareciste y fuiste la sal gorda de mis sueños. Nos hicimos invisibles, de tanto como adelgazó nuestro presente. Súbitos espacios exhaustos, como la mala hierba, vuelven pegados a las vertientes de tu monte, a la indecisión de tu perfume. Sí, vuelves, siempre vuelves, medrosa y confundida, conquistada por el castigo, y no sé qué hacer con estos labios míos que se niegan a besar otras pieles. Ahora, entre tú y yo, hay un cristal tenue.

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LA ODISEA DE ODETTE «Las palabras se pronuncian ellas mismas con mi boca, pero no son mis palabras, sino las de ellos, las de los otros». Artur Lundkvist

Ya verás, llegará vestida de libertad la infamia, a destiempo y con el amor inacabado, sin saber cómo ordenar la despedida. Ni siquiera sabremos tararear el réquiem tan largamente pautado en los márgenes. Tal vez aquella mirada que al amanecer perdíamos se deslizará tibia todavía, como el dolor de tu falda, rosa de lago, sirenita morena, salivilla blanca. Y de nuevo, exploraremos besos para empezar otra vez. Es decir, para que me entiendas, algo así como, cuando abres la ventana y aparece el mismo perfil, la misma pena, la misma luz y un pasado que huye hacia donde venimos. Qué más da lo que sueñas si lo que vives te acosa, si danzas la letanía del incrédulo y, sigilosa, desciendes el pálpito de tu mano sobre mis ingles como un cisne envolvente, sin desmesura. Qué suave y dulce ironía es la vida, Odette.

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MALDOROR Y LA PITONISA «El verdugo ha ido a lavarse, los soldados a comer; nos quedamos solos con nuestra hazaña». W. H. Auden

Todas las vertientes se confundieron, como el cuerno de los ángulos impíos al descubrir la traición de la meta. Caballos negros danzaban en tus días, caballos blancos volaban por mis noches, siempre a contraluz de nuestros espacios y la calma enmudecía la garganta. Merodeando, lunas por los aljibes y ventiscas por las claras angustias. El adagio de Mahler, si no vuelves, dormirá, como el canto de tu pulso, como la condena del desahuciado. De vuelta a nuestra tierra, sin tu arrimo, cómo saber qué nos une y separa, la grieta por donde llegó el recelo, la claridad de tu última palabra.

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LOS VENIALES DE LA MOMA «...sabrías que me abruma también esta aventura espantosa de osar descubrir oro oculto bajo tanta carroña». Jean Genet

Grácil sobrepasas el día, la mirada ajena, trasciendes a tu pesar los crepúsculos y te pierdes en el desamparo de las noches. Tierna y voraz, adquieres cuanto miras, arisca con lo viejo, te envuelves, torrente de cabellos, en el misterio de las sombras que galopan sin brida desde la infancia. Eres fresca, cántaro curvo, y te derramas, abundante y sutil, sin apenas certezas, ni recodos, ni silencios, solo luz todavía, sin molde, ni espacio, ni tiempo. ¿Sabes?; un día todos fuimos así, ataviados, libres y sin remiendos, accesibles y expuestos, impunes y sedientos, ajenos al peso de los otros, diferentes, bulliciosos, y la muerte, encapuchada, dormía en el ribazo. De vuelta de la nieve, tienes que negociar, buscarte espacio entre los agravios, decidirte por una de las caras ocultas de la luna, solicitar clemencia, buscar la diagonal, insistir en el hábito de vivir, dispuestos a difuminar la distancia que disipa la entrega, y de nuevo, peregrinos, salir hacia el vacío, manteniendo el asombro de despertar cada día, desnudos.

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ORIUNDOS DE CAMELOT «Lloro por mi padre, aquel buen viejo que siempre me amó». K. Kavafis

Hace algún tiempo... sí, hubo un tiempo, cuando tu nombre todavía me convocaba y mi piel respondía atenta a tu mirada, cuando el reverso de tu voz era el requinto y un amor verano la máscara perpleja. Entonces, dicen, creamos las referencias. La perplejidad del desnudo en la sacristía y la bendición del cordero pascual eran como el último sustrato de tu mano tendida. Hubo muchas caricias recurrentes, redondas, con la mirada simple, la vida sin orden, sin causa. Y nos precipitamos, como de rodillas, hasta saber que somos más que múltiplos. Unos años de complicidad y un largo exilio fueron la tumultuosa mutación de nuestro origen. Hubo que ensanchar la pena para que cupiese el llanto. Tuvimos secretos comunes y mitos personales. Ahora sé de tu última verdad, la que ganó el frío, la fantasía que encontró soluciones reales frente a la quimera de apresar el presente. Ambos queríamos llegar a la tierra de nadie y dimos media vuelta, para seguir mirando al frente.

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SONATA PARA TRÍO «La mano del amor nos vistió en la noche con una túnica de abrazos que rasgó la mano de la aurora». Ben Jafadja

No eran campanas, fueron cinco veces tres besos sobre tus labios que quedaron como varados sobre el largo tiempo dormido, Quien sabe mañana, si amanece, qué recuerdo dormirás; quizás sea como un náufrago sin mar donde morir, tal vez ¿por qué no?, una paloma sin aire donde volar, o puede que como la soledad del agnóstico frente al sagrario. Aquella tarde las sonrisas fueron el principio de la carencia, el exceso de tu esperanza. Tantas urgencias vivimos a caballo de tus caderas locas, que no sé cómo llegar a ti, más allá de tu palabra. Ya ves, te fuiste con Janis Joplin y regresas con Albinoni, y ahora, como todo fin que resuelve un nuevo comienzo, si te vas de nuevo, no huyes, tan solo es que vuelves.

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BIG BANG REVIVAL «En el mejor de los casos, cuando yo muera, todos, todos, buenos o malos, no seréis más que mis supervivientes». Pere Quart

Tal vez un día, cansados de tanto necio, oficiaremos la duda, mientras las eternas verdades se disolverán en la sal, suspenderán la risa y, resueltos los silencios del río, tus sombras buscaran albergue en el origen de los espejos, desvelando el ritual de los atributos de tu verbo. Hoy, las normas, saltan de tus pechos a tus muslos, bucean el eslabón perdido en el mar de la bonanza, lastran los vientos, duermen el polvo y esconden los estribos y las riendas del dios que cabalga en el punto inicial de la disuelta galaxia maternal. Incipientes y somnolientos, sí, pero son rumores preñados que devanean sobre tu piel, que envuelven, furtivos, el relente de tus lágrimas, la despedida de un tiempo. ¿Serán acaso pasiones trashumantes, a destiempo? Lástima que todo nace de la muerte de lo viejo.

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TAMBIÉN FUIMOS FUGITIVOS «¿Quién nos calentará la vida ahora si se nos quedó corto el abrigo de invierno». Claudio Rodríguez

Nunca supimos dónde encajaba nuestra historia y la factura de lo tierno fue el reverso de las llamas; puede que también la revuelta del guiño y la molécula. Lo cierto es que compartimos tiempo y referencias y algunos éramos, en el circuito nocturno de la sed, la vela de la esperanza, la quilla de la pasión. No hubo premisas, solo un futuro huérfano, unas miradas ajenas, vacías y necesarias, que nos hicieron olvidar nuestras noches en precario. Tiépolo en el recuerdo, Kandinsky en la solapa y el abrazo a tientas, desarbolando bagatelas y jadeando, repoblando los páramos inhóspitos de líricos insultos. Aun así, cada caricia abría una ausencia, un eje vertical en la materia, un último riego a la vida y un aporte al efímero orden que inauguramos; incluso al latente vértice del manifiesto que vivimos. En verdad fuimos tan niños que abortamos el dolor de lo nacido, del collage obsceno sin volumen ni contexto de un nuevo torbellino viejo, saqueado y maltrecho. Mayakovski nos dio el sable, Max Planck la luz, y ahora tú reivindicas la esperanza. Qué más da cómo me sientas.

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LOS VAIVENES DEL TAM TAM Y DEL SAMBORI «Pero bajo las nubes contemplo las campanas que bostezan con desconocidas lenguas». Alfred Jarry

Por eso, si se quebrara la expansión natural de tu mirada sobre el mañana, aunque los caballos del amanecer saltaran sobre tus labios besos al galope, si mis manos rozaran tu piel, digo, serían guijarros y la sabana de algodón incapaz de compensar la negrura de un cielo sin sol. Asombrados olvidos. El desenlace no es un resentimiento, que va...ni siquiera la liberación de los modales adictos al pasado inmediato, ni el pronóstico que abre horizontes, disuelve nubes y alumbra eclipses, al encuentro del lado ciego de la memoria. Comprendo que necesitas riberas donde recalar, anclar tu sexo y desmayarte sobre los equívocos. Somos hijos del conflicto en los dominios de la bestia, y desesperados del otro, cubrimos la pena con el castigo a quienes nos amaron, Descubrimos las identidades inesperadas y las razones discontinuas como un conflicto de historias y colores, de hombres y dioses que disienten sobre la minúscula totalidad de nuestra vida, la impecable caricia de los sueños. Con el intercambio de nuestra intimidad, nacieron los deseos convencionales y, desde entonces, el azar se instaló y nos perdimos en mitad de la escena, revueltos en la desigual batalla contra el individuo, para renacer, un día, sujetos.

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CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA O LA DULÇAINA DE JUAN DE MAIRENA «de esta segunda inocencia que da en no creer en nada», Antonio Machado

Desde entonces cabalgamos tantos mundos como puertas abrimos. Clausuramos la esperanza espoleados por la desesperación y todo terminó con doce tiros, tres plegarias y una mar abierta por donde se perdió el privilegio que ensancha la historia. Recorrimos tantas noches como espasmos hubo por los espacios vacíos subvertidos que aún resuenan. Qué impropios y diminutos. Tantos proyectos hacia el silencio entrecruzando nuestros caminos, las manos fueron testigos de nuestra esperanza y sumamos las cercanías que construimos separadamente, ahítos de trascendencia y decoro. Todavía se me nubla el cuerpo y te dispersas en los recuerdos y los limpios amaneceres que sobre tu piel depositan los áridos besos del bonito sueño que rodeamos de amapolas rojas, de rosas aladas, fugaces, y en vano tratamos de encontrar un código común, abrazarnos a tientas, compartir, navegar por la orilla de tu mundo sin desertar del mío, ciego, porque siempre anochece y me basta con saber que sigues ahí, que aún me recuerdas desde el envés de tus cabellos con los que amamanté mi futuro, huyendo de la orfandad de elegir entre las sendas que cada día abría el amor presentido, inevitable estancia, donde vinieron a reposar los días desenfadados y primitivos como el pan y la leche, el manantial y el regazo o ¿porqué no?, como el carrusel y la bruja, la soledad de ida y vuelta, o la convicción de ser prisioneros a la espera de saber de quien, dónde y qué extraña luz ata tu verso y el paraíso.

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LA ESTRELLA DE CARNE BAJO LA BÓVEDA DEL TIEMPO “Miró caer la nieve sobre el desnudo ramaje y la sombra del asesino en la penumbra del zaguán”. Georg Trakl

Hay cosas que no se dicen y que pervive su lealtad. Como citas aplazadas, desafíos menguados y silencios, trascienden, suaves, la sonrisa oculta y el exilio. Son, quien lo diría, el acceso al derrumbe de los días. Ten siempre flores a mano y cuídate de los visillos opacos entre nómadas, de los signos de cinco puntas, del eterno sueño de cuando fuimos niños, y danza, deja que nos diagnostiquen, que terminen las clases, que de nuevo vayamos a robar tomates al campo. La furia irreverente del olvidado, el impacto de su sed, el mural que preside el café de nadie, las destrezas que nos desinhiben, todo cuanto perdemos al vivir. Como ves, todavía esperamos, del cieno de los rezos, que las palabras se ensarten en la hoja o en el olvido. No sé en qué momento sucedió pero empecé a quererte y me conformé a tus pechos, a tus salmos, a tu pubis, a tus homilías, al escondite y al ardor coronado. Fuimos iguales en la lucha y diferentes en el amor, por eso, pese a los eslabones rotos, igual que un verso en nuestro poema, me disuelvo cuando amaneces, o tal vez convertimos el medio en necesidad vital y una relación pastoral el roce de tus sueños y mis días.

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EL ALJIBE DE JEZABEL «Sé paciente, pues el lobo perpetuamente está contigo». Malcolm Lowry

Compartíamos prejuicios, reproducíamos vacíos, sobrevolábamos el género, asimétrica alegría transgresora del paradigma. Convocamos sueños y atrapamos achatados mundos, frustrantes empeños, y a duras penas pudimos respirar la periferia. Despertamos del sueño de los aliados y avanzamos, avanzamos tantas secuencias inusuales, apacibles, hasta llegar a lo que debíamos y nunca dijimos. Instalada la mancebía, nadie sabe dónde debemos morir, ni cómo hilvanar un teorema o qué hacer con nosotros. Nada concuerda. El tiempo huye y el universo es discontinuo, la palma duerme sin doblar y el monasterio la mira. Unos días más y nos disolveremos como un eco en las ruinas, porque amar, apenas amábamos, tan solo amanecía mientras, frente a nosotros, la calle se tatuaba.

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LOS BORDES DE LA MIRADA HOLÍSTICA «La realidad posible se obtiene distendiendo un poco las leyes físicas y químicas». Marcel Duchamp

Construimos inducidas obediencias de ilusión neutra. Hablo de los que nunca llegaron y que persisten, con el horizonte cubierto de cielo y el légamo abrazado a la cintura, recreando luces de sombras, bálsamos verdes que se pierden en la noche. Enlutado el gesto, hemos sido benévolos en la caída, o tal vez fue que empezamos a caminar hacia el pasado sin saber, en el naufragio, qué banderas salvar. Tejimos y destensamos todos los rincones de la vida, pero la muerte demora tanto que nació el gesto impío. Así fue que nos precipitamos, desplazamos la sublevación y alguien trenzó, suavemente, el expolio y la melancolía. Nos ahogó, pues, no el amor; fue vivirlo de golpe.

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LA ESTRELLA FUGAZ «Lo que llamamos el comienzo es a menudo el fin y llegar a un fin es hacer un comienzo». T. S. Eliot

Te dirán que solo fue un suspiro, que nunca nadie pasó de la puerta, que algunos murieron en el empeño, que ni los dioses saben de la llave. Ellos pelearon, sangraron, decenas huyeron de la lucha, otros fueron rehenes del amor. Puede que alguno regentó la libertad de sus pasos. Tratarán de consolarte. Te quieren. Te mostrarán normas, consejos, recuerdos. Son así, buena gente y no desean que sufras, que llores, que vivas. Huye. Todos fueron vencidos por el tiempo.

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ÍNDICE 2, PRÓLOGO 9, Por qué Platón expulsó a los poetas de la República 10, Saturno y la travesía del Sinaia 11, La diáspora del Séptimo de Caballería 12, Jocs de folia para viola da gamba 13, La Póiesis de Hölderlin y los boleros de Machín 14, Hace tiempo que te esperaba... –dijo Marlowe 15, Derivadas de la teoría triangular del amor 16, El desván de Heráclito y los cuatro elementos 17, El vértigo de la paloma y la Sibila del Rhin 18, Motetes del amor perdido 19, Las bolas chinas de Madame Bovary 20, Huis clos, esenin, huis clos... 21, À tout jamais, Heberto Padilla 22, Del cabaret Voltaire al café de Rick 23, The house of de rising sun 24, Pero Mcluhan no leyó a Pellegrini 25, Et voilà... La pitonisa en Bomarzo 26, En Cafarnaúm, con Florenci Clavé 27, Otra noche más, Joyce 28, El Kyrie de Dylan Thomas 29, Jorge Manrique en la taberna del irlandés 30, La vuelta de Nazim Hikmet 31, Qué verde era mi valle, Bukowski 32, El discípulo amado 33, Los ribetes sefarditas de Candelaria 34, La asunción de la patria potestas 35, Buscando la sinestesia de Baudelaire 36, Banderas sobre el polvo 37, La revelación que envolvió a Ulises 38, El derrotado canto de la primavera 39, Las ondas cuánticas del amor 40, La orfandad de la Verónica 41, La aporía de Zenón y el llanto de Penélope 42, La dispersión del ánima mundi 43, Engagez vous, jeunes camarades 44, Paradojas del infinito vacío 45, Todavía te amamos, para no perdernos 46, Desde Russafa al Albaicín 47, Pange lingua gloriosi 48, Informe sobre el estado de situación 49, Los letargos de las doce tribus

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50, Mondrian y las extrañas distancias 51, Los rebeldes placeres y el dolor humillado 52, El recelo del halcón y la doncella 53, La verdad oculta 54, El genio de la umbría que cubre el agua fresca 55, Desde Taraudant a la Almunia 56, El oasis del tránsito 57, Livianas noches blancas 58, Un polvo amarillo en lo alto de tus sueños 59, A la deriva, sin ancla y anhelando el malecón 60, Las opciones del recuerdo, Maiakovski 61, El rompeolas del arrabal 62, La duda que cristalizó en el Self 63, Esparciendo nieve sobre el futuro 64, Esperando a Godot 65, La conjurada complicidad 66, Los encantos del cul de sac 67, La dialéctica de Adestes Fideles 68, Los bucles de Tristán Tzara 69, El secuestro de Minerva 70, Los pliegues del laberinto 71, Dust in the wind 72, La sonrisa de Kundera 73, Iconos, para no morir 74, Pigmalión y el Constructivismo 75, Los hábitos vulnerados 76, Sales de abedul para sueños adolescentes 77, Confundimos la piel con un estanque 78, En los espejos de Pessoa 79, La odisea de Odette 80, Maldoror y la Pitonisa 81, Los veniales de la Moma 82, Oriundos de Camelot 83, Sonata para trío 84, Big bang revival 85, También fuimos fugitivos 86, Los vaivenes del tam tam y del sambori 87, Crítica de la razón pura o la dolçaina de Juan de Mairena 88, La estrella de carne bajo la bóveda del tiempo 89, El aljibe de Jezabel 90, Los borde de la mirada holística 91, La estrella fugaz