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· , MANEJO Y PREVENCION DE LA CONDUCTA SUICIDA EN NIÑOS Y ADOLESCENTES: UN ESTUDIO DE CASO Guillermo Riba Bazo

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· ,MANEJO Y PREVENCION

DE LA CONDUCTA SUICIDAEN NIÑOS Y ADOLESCENTES:

UN ESTUDIO DE CASO

Guillermo Riba Bazo

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RESUMEN

El presente artículo constituye un análisis delfenómeno del suicidio en niños y adolescentes apartir de una experiencia de trabajo desarrollada conpadres y madres de un Centro Educativo, en el cualtuvo lugar un acto suicida, cuya víctima fue un niñode 11 años de edad.

Se analizan las dificultades de los padres ymadres, para enfrentar y manejar sentimientos y fan-tasías asociadas al suicidio y principalmente, en tor-no a la elaboración del duelo.

Finalmente, se abordan aspectos relacionadoscon la depresión infantil y la prevención del suicidioen niños y adolescentes.

1.Presentación

El presente trabajo pretende abordar el pro-blema de la depresión y el suicidio en niños yado-lescentes. Para ello se resume y analiza la expe-riencia del autor con padres y madres de familiade un centro de enseñanza primaria y secundaria,con sede en la provincia de Heredia. En dicha ins-titución, un niño de 11 años se suicida. Ese actodoloroso, repentino y nunca esperado, coloca aquienes forman parte de esa institución: autorida-des, educadores, alumnos y padres y madres, enuna situación de crisis. Surge así la demanda deintervención institucional, la cual se concreta enun taller en el que participan padres y madres,alumnos y educadores.

El taller formó parte de un Plan de Intervencióndenominado "Manejo y prevención de situacionesde suicidio" (Abarca, Sonia; Flochová, Mónika yRiba, Guillermo; 1990) Este Plan fue formulado yejecutado por un grupo de psicólogos de la Escue-la de Psicología de la Universidad Nacional comorespuesta a la petitoria urgente, formulada por lasautoridades de la institución escolar.

El propósito fundamental fue el brindar unespacio a los involucrados, directa o indirectamen-te, en la experiencia acaecida, que permitiera laexpresión y contención de sentimientos y pensa-mientos asociados al hecho suicida en particulary a la conducta suicida de niños y adolescentesen general.

De similar o mayor relevancia, es el análisis delos factores de riesgo y los elementos esenciales dela prevención en situaciones de suicidio.

11. La depresión y el suicidio en niños yadolescentes: algunas consideracionesteóricas

El problema de la depresión y la eventual con-ducta suicida en niños y adolescentes, es más fre-cuente de lo que se indica en algunos trabajosepidemiológicos. Lo anterior responde a varios he-chos, entre ellos cabe mencionar que la depresiónen los niños y en jóvenes, muchas veces es subes-timada y mal interpretada por los mismos padres ymadres y por profesionales. Se asume que los es-tados de tristeza y eventual depresión de esa po-blación no son más que manifestaciones inocuasde dicho período y que pronto desaparecen. Losadultos tienden a desvalorizar la depresión en sushijos e hijas adolescentes. Quizá, desde una pers-pectiva eminentemente sistémica, ello responda aque tal estado afectivo de los adolescentes, consti-tuye una expresión analógica de la propia tristeza ydepresión de los padres y madres

Además, muchas de las conductas suicidas yde los hechos suicidas consumados no se regis-tran como tales y a menudo aparecen como acci-dentes. No es de extrañar que sean los accidentesla principal causa de muerte en población compren-dida entre los 15 a 24 años, siendo el suicidio latercera causa de defunción en dicha población.

En los últimos años ha habido un cambio es-pectacular en el enfoque de la depresión infantil yjuvenil. En la actualidad se acepta que no sólo lainfelicidad y la insatisfacción pueden ser muy inten-sas en algunos niños, sino que podemos hablar deverdaderas depresiones. Múltiples datos como losrecogidos por Harrignton (1993) han contribuido asuperar el esceptismo y la ignorancia reinante hacealgunos años sobre la existencia de auténticas de-presiones infantiles y por ende de un dramático ries-go de suicidio. Por ejemplo, Rao y cols. (1993) rea-lizaron un estudio longitudinal de 159 niños yadolescentes deprimidos y hallaron una taza desuicidios de 4,4 por 100 en un período de 10 añosen comparación con un O por 100 en un grupo deniños con sintomatología ansiosa. Lo anterior de-muestra que la depresión infanto juvenil es muchomás severa de lo que se pensaba en la década delos setenta y ochentas . Este reconocimiento haimpulsado un espectacular crecimiento de la inves-tigación en esta área. En un estudio reciente efec-tuado por Lewinson y cols. (1994), se entrevistó a

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1,508 adolescentes entre 14 y 18 años de edad,seleccionados aleatoriamente en colegios. Sus re-sultados confirmaron la alta prevalencia de depre-sión entre esta población; del conjunto de entrevis-tados, un 24 por 100 estaban sufriendo o habíansufrido en los últimos seis meses de un episodio dedepresión mayor.

En general, la conducta del adolescente tien-de mucho a ser depresiva. De hecho el joven atra-viesa por un marcado período de duelos que debeenfrentar y resolver en un lapso relativamente cortode tiempo

Así, el fin de la infancia y la adolescencia mis-ma son periodos propicios para el desarrollo de unproceso depresivo. Para muchos jóvenes el perderun cuerpo infantil y la aparición de un nuevo cuer-po, la pérdida de la imagen infantil, la pérdida de laimagen de sus padres y madres otrora idealizadosy vistos como omnipotentes, así como el enfrentarla tarea de construir una nueva identidad, a partirde las experiencias y vivencias previas pero no enfunción de los otros, sino en función de sí mismos,constituyen oportunidades para el surgimiento deun cuadro depresivo.

No obstante lo anterior, y sin menoscabar laimportancia de los factores intra psíquicos, nuestroanálisis de la depresión y la conducta suicida no debecircunscribirse solamente al individuo.

El marco explicativo debe necesariamente ha-cer referencia al contexto social y familiar en que vi-ven los y las adolescentes de nuestra sociedad. Comobien lo señalan Aberarstury y Knobel (1985) la impor-tancia del ambiente familiar es indiscutible, y los niñosy jóvenes suicidas, en su mayoría, provienen de ho-gares en crisis. Cuanto más pequeño es el niño, másperturba su desarrollo la problemática familiar.

Podemos afirmar que vivimos en una socie-dad depresiva. "El considerable aumento de lasenfermedades depresivas y la utilización masiva deantidepresivos y ansiolftrcos, bastarían para justifi-car el diagnóstico de depresión en muchas perso-nas que no sabiendo qué hacer con su existencia,se vuelven contra sí mismas. Pero si no se tiene encuenta el hastío producido por un mundo en el queno habría gran cosa que vivir ni realizar, se corre elpeligro de olvidar que en este fin de siglo las afec-ciones de la subjetividad del hombre individualistase desarrollan en un contexto social en el que lasgrandes instituciones encuentran muchas dificul-tades para promover un ideal desde el que sea

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posible proyectarse favorablemente en el futuro"(Anatrella, 1993, p 11)

La depresión y la conducta suicida están, porlo tanto, estrechamente relacionadas entre sí, yambas son el producto o la resultante de determi-nadas condiciones psicológicas y sociales que fa-vorecen las conductas auto destructivas o bienaquellas conductas que valoran y respetan la vida.

111.Procedimiento metodológico

Podemos afirmar que la experiencia objeto denuestro análisis, califica, metodológicamente, comouna intervención en crisis. Por lo tanto, el procedi-miento seguido, en este caso fue expedito y centra-do fundamentalmente en el emergente grupal, eneste caso particular, la situación de crisis vivida porlos diferentes estamentos que componen la institu-ción educativa donde ocurrió el lamentable hechosuicida. Los responsables de esta institución plan-tean una demanda de intervención a la Escuela dePsicología de la Universidad Nacional. Un colecti-vo de profesores de esta unidad académica asumeel reto de organizar, realizar y evaluar una interven-ción institucional.

El objetivo central de la intervención fue el deacompañar y conducir a los sujetos afectados, a finde que lograran transitar a través de la crisis propiadel duelo, integraran la pérdida a sus procesos vi-tales y continuaran viviendo, a partir de los cam-bios que la experiencia les demandaba.

La elaboración del duelo requiere de un granesfuerzo y aumenta la vulnerabilidad a la enferme-dad y la tasa de muertes. Por tal motivo, es primor-dial que se elabore y logre superar tal proceso, elloa pesar del dolor que conlleva. La perdida puedeverse afectada por una serie de condiciones parti-culares como la identidad y rol de la persona perdi-da, edad, sexo, situación vital de quienes sufren lapérdida. causas y circunstancias, entre otros; lascuales determinarán la evolución del duelo haciasu resolución adecuada o bien hacia una evoluciónpatológica. En este caso particular, las circunstan-cias de suicido, de un niño, que desempeñaba unrol de liderazgo al interior de su grupo de clase,hacían que las probabilidades de una mala resolu-ción del duelo fueran mayores para todas aquellaspersonas cercanas al niño, familiares, en primer lu-gar, y también compañeros, profesores y padres defamilia de la institución educativa a la que asistía.

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El plan de Intervención en crisis yacompaña-miento del duelo, abarcó tres poblaciones: educa-dores, estudiantes, y padres y madres de familia,con dos psicólogos en función de coordinadores encada uno de estos grupos. El presente trabajo hacereferencia, básicamente, a este último grupo.

La intervención con padres y madres de fa-milia, se organizó en tres sesiones, una por sema-na, con una duración de dos horas cada una. Par-ticiparon un promedio de 26 personas, 16 madresy 10 padres.

3.1 Descripción analítica de las sesiones

A continuación se presenta una descripción yanálisis de cada una de las sesiones que se tuvocon el grupo de padres y madres.

La primera sesión permitió abrir un espaciopara que los padres y madres expusieran sus sen-timientos, dudas, temores y fantasías asociadas ala ocurrencia del suicidio.

Al inicio de esta sesión, los coordinadores plan-tearon el encuadre general la experiencia que seiba a realizar y explicaron los motivos de su pre-sencia. Se explicó el plan de intervención que, si-multáneamente, se estaba desarrollando con losprofesores y también con los niños.

Un silencio de aproximadamente 5 minutosmarcó el inicio de esta primera sesión, como era deesperarse; sin embargo pasado ese lapso, los pa-dres y madres empezaron a participar y plantearinquietudes que se pueden resumir en las siguien-tes categorías:

Preocupación por el hecho de que sus hijospudieran imitar al niño suicida.Búsqueda de una explicación o causa del suici-dio. Uno de los padres y madres lo expresó entérminos de que tenía que haber un "origen".La experiencia fue para ("ellos como un frenazoen seco") impactante.Se reflejó el cuestionamiento sobre sus capaci-dades para atender bien a sus hijos y preveniruna situación de este tipo.Sobre protección hacia los hijos en los días pos-teriores al hecho.En esa búsqueda de una explicación, aborda-ron el tema de las notas y los exámenes trimes-trales y la presión que ejercen sobre los niñoscomo una posible causa de conducta suicida.

Otro temor de los padres y madres, se refirió alas secuelas que el suicidio podía haber gene-rado en sus hijos. ¿Cuánto puede dañar a mi hijoel haber vivido y sentido en forma tan cercana unaexperiencia de suicidio? Fue la pregunta que for-muló uno de los padres y madres y compartidapor el grupo.Se plantearon dudas en torno al concepto de lamuerte que tienen los niños.Otro tema fue el de las parejas en conflicto. Estasituación la insinuó al grupo una de las educa-doras, y fue confirmada por algunas madres. Sehizo evidente entonces que, algunos padres ymadres de ese grupo atravesaban por proble-mas de pareja y algunas de ellas estaban envías de separación o divorcio. La pregunta quesurgió fue ¿cuánto puede afectar esta situacióna los niños?

El análisis de esta primera sesión se conside-ró difícil. Había en los padres y madres, grandesdificultades para expresar sus sentimientos, eranevidentes las fantasías y temores respecto a la pro-babilidad de que sus hijos hicieran algo parecido.Ante este temor, la respuesta de los padres y ma-dres ha sido la sobre protección, una madre lo ex-presó con toda claridad al decir "yo a mi hijo lo paséa dormir a mi cama".

El otro contenido que gravitó en la sesión, fueel de una demanda de los padres y madres paraque los coordinadores dieran una explicación delporque del suicidio. Sin embargo, vez de respondera la demanda, los facilitadores solicitaran a los pa-dres y madres que expresaran ellos sus propias hi-pótesis de por qué una persona llega a tomar ladecisión de quitarse la vida.

Desde el inicio, los coordinadores indicaron queno se trataba en modo alguno de entrar a juzgar elcaso específico del niño, sin embargo, fue inevita-ble que, en repetidas ocasiones los padres y ma-dres hicieran referencia al caso.

Es importante destacar como los participantesse cuidaron de mencionar posibles problemas enlos hogares como causa del suicidio de uno de susmiembros, no hubo hipótesis sobre el suicidio y surelación con problemas familiares. Fue necesarioque una de las profesoras de la institución y partici-pante en la experiencia, explicitara tal vinculación.

Esta negación de la dinámica familiar comofactor determinante en el suicidio, puede ser

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interpretada como un mecanismo de protección.Hablar sobre la familia, era exponerse o arriesgar-se a que sus propias dinámicas fueran cuestiona-das y era evidente que los padres y madres noestaban preparados para ello. El problema fami-liar fue entonces encubierto por las notas, la es-cuela, los exámenes trimestrales. Varios padres ymadres se refirieron a estos temas ligándolos demanera vedada al suicidio y directamente, al sui-cidio en mención.

Por otra parte, es probable que la presenciade la profesora de inglés del grupo en que estabael niño y también de la psicóloga de la institucióninhibieran a los padres y madres de hacercuestionamientos más directos a la institución, asíque estos surgieron en forma indirecta. Los coor-dinadores del taller se percataron de esta situación,al finalizar la segunda sesión y en ese momento yano era recomendable excluir los educadores.

Segunda sesión

Esta sesión, fue dividida en dos partes; en laprimera de ellas, se les brindó a los padres y ma-dres una serie de elementos teóricos referentes ala etiología y la psicodinamia del suicidio. Ello enrespuesta a las inquietudes y preguntas que habíanformulado en la primera sesión sobre el motivo delsuicidio.

La segunda parte de la sesión tuvo un carác-ter más práctico y participativo. El punto tratado fueel duelo en los niños y la forma en que los padres ymadres podían ayudar a sus hijos en este proceso;lo anterior asociado a la preocupación de las se-cuelas que la experiencia podía haber dejado enlos niños.

Se organizó el grupo en cinco subgrupos,conformados al azar y se les pidió que discutie-ran y elaboraran una lista en la que señalaran lasreacciones inmediatas y actuales de sus hijos ala experiencia vivida y por otra parte que indica-ran qué acciones habían hecho ellos como pa-dres y madres ante las reacciones de sus hijos.

Es importante señalar que en esta etapa detrabajo en subgrupos, la participación de los padresy madres se incrementó significa-tivamente. Todoslos grupos, sin excepción, se abocaron a la tareaasignada por espacio de aproximadamente 35 mi-nutos, excediendo el tiempo que los coordinadoresdel grupo habían previsto para esta fase.

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Posteriormente, se le pidió a cada grupo queleyera y comentara las reacciones que observaronen sus hijos; en tanto uno de los coordinadores lasanotaban en la pizarra.

Entre las principales reacciones que los padresy madres observaron en sus hijos, ante el suicidiodel niño se anotaron las siguientes: frecuentes pre-guntas en torno a los motivos del suicidio, sobre lobueno o lo malo del acto, donde está el niño ahora,cuestionamientos religioso, llanto, sobre el hogar ylos padres y madres del niño; observaron ademásuna primera fase de comentarios constantes en tor-no a lo sucedido y luego silencios, además intro-versión, temores nocturnos yotros.

Es evidente que tanto las reacciones inme-diatas así como actuales fueron similares en lamayoría de los niños.

Antes de analizar, conjuntamente con los pa-dres y madres las reacciones de sus hijos, estoes, las formas de enfrentar las diferentes etapasdel proceso de duelo, se abordaron la conceptua-lización y evolución de la muerte que se observaen los niños, esto es, como la comprenden y reac-cionan ante ella.

Para ello se hizo referencia a las cuatro eta-pas del duelo que distingue Cousinet , citado porBowlby (1983).

En una primera etapa el niño será completamen-te incapaz de comprender el problema.En una segunda etapa la muerte será para él comouna ausencia, como una larga enfermedad, comouna desaparición provisional.En una tercera etapa la muerte se integra en unaimagen del mundo por los elementos socialesconcretos con que se revela al niño (lutos, cere-monias, entierro)En una cuarta etapa, antes de la adolescen-cia, aparece elaborada la idea de su irre-mediable destrucción.

Además, del autor anterior, A. Gesell (1985 )analiza la representación de la muerte en el niño,según la edad. A los cuatro años, la idea de la muertees muy limitada y no implica una emoción especial.Aproximadamente a los seis años, empiezan lasreacciones afectivas ante la idea de la muerte, prin-cipalmente con temor ante la posible muerte de lamadre, sin que aún se percaten o se preocupen desu propia muerte. A los siete años, piensa en la

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muerte como una evidente experiencia humana,pero sólo en forma vaga piensa en su propia muer-te. Cerca de los nueve años, acepta de hecho realde la finitud de la vida y de que tanto él como suspadres y madres morirán.

Si se toma en cuenta que la mayoría de losniños del grupo del caso en cuestión tienen edadesque oscilan entre los 10 Y 11 años; su concepciónde la muerte, es muy similar a la que maneja el adul-to y por lo tanto también el proceso de duelo

En relación con el duelo por el que irremedia-blemente estaban atravesando sus hijos, seenfatizaron dos premisas básicas. En primer lugarel carácter normal del duelo y por ende de sus ma-nifestaciones, algunas de ellas ya señaladas conanterioridad.

En segundo lugar se enfatizó el carácter deproceso de duelo el cual abarca un periodo de tiem-po que puede oscilar entre 4 y 6 meses; señalán-dose a los padres y madres que, a la persistenciade manifestaciones asociadas al duelo después deese lapso, podrían estar indicando dificultades enlos niños para realizar el cierre o elaboración delduelo. No obstante, las reacciones emocionales decada niño dependen de su nivel de desarrollo, suanterior relación con el fallecido, las circunstanciasde la muerte y de la forma de reacción de la familia;este último aspecto fue especialmente recalcado alos padres y madres.

En general, tal como señala Ajuriaguerra(1986), el niño puede reaccionar de dos formas:sensación de abandono o con una reacción de cul-pabilidad. La sensación de abandono puede refle-jarse en una sensación de vacío emocional queexperimenta el niño y un sentimiento de desespe-ración. Las manifestaciones de culpa son de difícilexpresión y en ocasiones sólo mediante un exa-men más profundo pueden ser detectadas. Estareacción de culpabilidad fue especialmente eviden-te en una de las profesoras del niño suicida, quienparticipaba en los talleres. Esta profesora relató algrupo de padres y madres, que el niño, le habíallamado a su casa de habitación, horas antes decometer el acto suicida, pero ella no se encontra-ba en ese momento. La expresión "si hubiera ha-blado con él, tal vez no se hubiera matado", revelael gran sentimiento de culpa que estaba viviendo.A esta educadora fue necesario brindarle apoyopsicoterapéutico individual.

En relación con las etapas del duelo, se utilizócomo marco de referencia, las etapas que describeJohn Bowlby (1983), estas fases son las siguientes:

1. Fase de embotamiento de la sensibilidad, quepor lo general dura desde algunas horas hastauna semana y puede estar interrumpida porepisodios de aflicción y/o cólera sumamente in-tensas.

2. Fase de anhelo y búsqueda de la figuraperdida, que dura algunos meses y a ve-ces años.

3. Fase de desorganización y esperanza.4. Fase de mayor o menor grado de reorganización

Después de transcurrido un mes desde el sui-cidio del niño, es de esperarse que la mayoría delos niños del aula de clase, se encuentren en lasegunda fase del duelo, según Bowlby (1983) Larealidad de la pérdida se impone en esta fase, elanhelo por el compañerito parece ir acompañadode cierto enojo "¿Porqué tuvo que hacerlo?" Pre-guntó uno de los niños a sus padres y madres.

Según el reporte de los padres y madres estasconductas y cuánto podrían ayudar o complicar elduelo de los niños. Uno de los padres y madres loexpresó en forma muy clara "A mí me parece mejorque se desahoguen", con base en esta idea, se hizoénfasis en la necesidad de que los niños pudie-ran verbalizar de la manera más clara y directa,sus sentimientos con respecto a la muerte de sucompañero, siendo el papel de ellos como padres ymadres, el de escuchar y contener a sus hijos en laexpresión de sus sentimientos.

Durante la sesión, los padres y madres formula-ron a los coordinadores del taller, una pregunta que,en diferentes maneras, les habían planteado sus hi-jos: "Para Dios esto es bueno", "Que le pasó cuandollegó al cielo", "Es bueno o es malo lo que hizo el niño","Está en el cielo o en el infierno".

La respuesta a esta variedad de interrogantes,ciertamente no es fácil ni para los padres y madres, nilos coordinadores del taller. En primer lugar, porqueya no se incursiona en el campo de lo psicológico,sino en campo teológico. En segundo lugar el plan-teamiento y la respuesta son netamente de índole re-ligiosa por tanto, resultaba riesgos para los coordinado-res dar una respuesta en términos excluyentes, de lobueno o lo malo.

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En su lugar, los coordinadores indicaron quepara dar una respuesta y ayudar a los hijos, prime-ro debe hacerse una separación entre el acto desuicidio y la valoración del suicida. Ciertamente,había que hacer énfasis con los niños en que suici-darse no es modo alguno un acto correcto o quecontribuya a resolver cualquier problema que setenga, sin embargo la valoración del niño suicidacomo malo, era un juicio de valor que se contribuyea prevenir este tipo de actos trágicos.

Una de las madres del grupo, le respondió asu hijo que "ciertamente el niño en cuestión habíaprocedido de manera equivocada al suicidarse y quehabía muchas otras formas de enfrentar los proble-mas, pero que saber si estaba en el cielo o el infier-no, si era bueno o malo, ese juicio le correspondíaúnicamente a Dios".

Tercera sesión: prevención del suicidio en losniños

Tres terceras partes del tiempo en la sesión nú-mero 3, estuvieron destinadas a revisar con los padresy madres las medidas o acciones que deben tenersepresentes para la prevención del suicidio. En este sen-tido, la mayoría de los padres y madres coincidieron enla importancia del ambiente familiar. destacando as-pectos tales como la buena comunicación con sus hi-jos, el brindarles apoyo cuando lo requieran, enseñar-les formas de resolver los problemas, permanecermayor tiempo con ellos, no involucraríos en los proble-mas de la pareja. Estas condiciones, desde luego cons-tituyen aspectos fundamentales en la prevención delsuicidio.

En cuanto al medio familiar, la mayoría de los au-tores coinciden en el papel primordial que tiene la diná-mica del sistema familiar en la conducta suicida; seña-lan laalta incidenciade conflictosconyugales, el rechazopor parte de uno de los progenitores, la ausencia deuno de ellos o por carecer de prestigio ante los hijos,comunicándole a estos falta de seguridad y valía. Eneste sentido, los terapeutas de familia, de formaciónsistémica, parten del supuesto de que "Todos los sínto-mas de los hijos reflejan alguna disfunción conyugal"Bergaman, J. (1988.

Por otra parte y aunque no existe un síndromedel niño presuicida, ya que la mayoría de los estudioshacen referencia a la personalidad premórbida delsuicida adulto, quienes han estudiado el problema enlos niños, han prestado especial interés a la

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sintomatología depresiva del niño y sus manifestacio-nes, previas al acto suicida.

En un estudio realizado con el propósito deestablecer las diferencias entre la personalidad ha-bitual y la conducta en los tres meses anteriores alas tentativas de suicidio, U Otto, citado en Buendía(1999) reportó los siguientes datos: sintoma-tologíadepresiva en un 38% de los casos estudiados, cam-bios en la conducta social en un 12.1% Y cambiosde tipo irritación, agresividad, afecto lábil en un16.2%. El autor de este estudio llega a la conclu-sión de que no es factible hablar del síndrome pre-suicida en los niños, sin embargo, encontró que lossíntomas más frecuentes en el niño potencialmen-te suicida son los siguientes: depresión, ansiedad,alteraciones del sueño, síntomas psicosomáticos,labilidad afectiva, irritabilidad, aislamiento social yagresión. Otros autores destacan la importancia decambios típicamente depresivos en las dos ante-riores semanas al suicidio: retraimiento, cambios dehumor, disminución del rendimiento escolar, altera-ciones en el sueño, perdida de apetito y en generaluna disminución de la actividad psicomotriz.

IV. Consideraciones finales

Trabajar en un taller sobre manejo y preven-ción de situaciones de suicidio, originado por el sui-cidio real de un niño de escasos 11 años, constitu-yó una experiencia profundamente enriquecedoraya la vez, desafiante para los participantes.

Se constató el dolor y la aflicción que producela pérdida de una persona amada, no sólo para quie-nes de una manera directa la sufren sino tambiénpara quienes fueron testigos de ella.

Por medio del relato de los padres y madres,de los sentimientos expresados, fue evidente la con-fusión y el dolor que sentían más de 40 niños, quie-nes no podían entender por qué su compañero declase se había quitado la vida.

Se confirmó además la falta de preparación queexiste para lidiar con la muerte. Tanto padres y madrescomo profesores, profesionales y estudiantes presen-tan grandes dificultades en el proceso de duelo.

Se observó además dos formas de enfrentar elduelo, ambas igualmente dañinas, la primera de ellasconsiderando todo duelo como patológico y por endepsiquiatrizando todas las manifestaciones a la pérdida.La segunda e igualmente perjudicial fue la tendencia arestar importancia a los diversos comportamientos que

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se dan en el transcurso del duelo, principalmente enel caso de los niños, creyéndose equivocadamenteque el dolor que experimentaban por la pérdida des-aparecería pronto.

Finalmente, consideramos que es fundamen-tal que tanto padres y madres como educadores yprofesionales desarrollen una mayor comprensiónsobre el fenómeno de la adolescencia. Es urgenteque se propicien formas de relación y comunica-ción entre los adolescentes y, quienes representa-mos el mundo adulto, orientadas y guiadas por lacomprensión, la tolerancia y la búsqueda de un len-guaje común que nos permita construir espaciosmás sanos para el desarrollo de nuestras familias.

La prevención constituye un concepto clave enel manejo de la depresión y el suicidio entre niños yadolescentes. Debemos favorecer en los mismosadolescentes su capacidad de expresión, deverbal izar aquellos sentimientos y emociones queles ocasionan conflicto, crisis, temor o cualquier otrosentimiento que los acerque a la depresión. Así mis-mo, para algunos autores, lo más distintivo de ladepresión en niños y adolescentes es la existenciade una autoestima muy baja (Mitchell et al,1988).Incluso algunos estudios han encontrado que el ni-vel de autoestima es mucho mejor predictor que elnivel de gravedad inicial de la crisis depresiva.¿Cómo favorecer en los contextos familiares el de-sarrollo de una autoestima fuerte y segura?, consti-tuye una tarea fundamental para padres y madresde hoy.

Por otra parte, siempre dentro de esta prima-cía de las acciones preventivas, creemos que lasmismas deben estar dirigidas tanto al sub sistemafilial, compuesto por los hijos, como al sistemaparental. Múltiples estudios, como los desarrolla-dos por Tisher, Tonge y Home (1994) la relaciónexistente entre padres con una paternidad inade-cuada o con sintomatologías depresivas, tienden aincrementar el riesgo de depresión en sus hijos. Así,tener un padre o una madre con un trastorno depresi-vo, no augura nada bueno para los hijos. En el casoespecífico de la depresión y del riesgo suicida queimplica, un estudio de Hammen y cols. (1992) demos-tró que tener progenitores con depresión u otros tras-tornos mentales se asocia con una mayor gravedadde la depresión de sus hijos y en una mayor precoci-dad en la edad de aparición de la misma; lo anteriorademás, reduce drásticamente las posibilidades deque los niños y jóvenes de estos padres afronten con

éxito los problemas y dificultades propios del ciclo evo-lutivo que enfrentan niños y adolescentes.

Sobre todo, debemos propiciar en los padres ymadres, como adultos responsables de los y las jó-venes, su capacidad para lidiar con sus propios dile-mas y conflictos y con aquellos que son inherentes aun período particular del ciclo de vida de las familias,el de la infancia tardía y la adolescencia. Es el adultoo los adultos responsables de los jóvenes, con sumayor o menor capacidad de amar los que mejorpueden trascender esta sociedad depresiva en quevivimos.

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