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19 Acta Poetica 27 (1) PRIMAVERA 2006 Yo no es un O/otro M.-Pierrette Malcuzynski (traducción de Luisa Puig) Este artículo es una reflexión que parte de una teoría sociocrítica y propone articu- lar el estudio sobre textos literarios escritos por mujeres en una combinatoria teóri- ca tridimensional: ciertos postulados teóricos de Bajtín —en particular lo concer- niente al estudio dialógico del discurso—, las investigaciones en sociocrítica sobre la heterogeneidad constitutiva de la realidad textual y algunas orientaciones de la crítica feminista, en especial las que buscan reformular la cultura desde una pers- pectiva feminista. This article takes as a point of departure a sociocritique theory, and proposes the study on literary texts written by women as a combination of three theoretical di- mensions: the combination of some postulates from Bakhtin, particularly those concerning his dialogical theory of discourse; with research on sociocritique about the constitutive diversity of textual reality, and with some orientations from the feminist critique, especially those that seek to reformulate culture in a feminist perspective.

Malckuzi

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    Acta Poetica 27 (1)PRIMAVERA

    2006

    Yo no es un O/otro

    M.-Pierrette Malcuzynski(traduccin de Luisa Puig)

    Este artculo es una reflexin que parte de una teora sociocrtica y propone articu-lar el estudio sobre textos literarios escritos por mujeres en una combinatoria teri-ca tridimensional: ciertos postulados tericos de Bajtn en particular lo concer-niente al estudio dialgico del discurso, las investigaciones en sociocrtica sobrela heterogeneidad constitutiva de la realidad textual y algunas orientaciones de lacrtica feminista, en especial las que buscan reformular la cultura desde una pers-pectiva feminista.

    This article takes as a point of departure a sociocritique theory, and proposes thestudy on literary texts written by women as a combination of three theoretical di-mensions: the combination of some postulates from Bakhtin, particularly thoseconcerning his dialogical theory of discourse; with research on sociocritiqueabout the constitutive diversity of textual reality, and with some orientationsfrom the feminist critique, especially those that seek to reformulate culture in afeminist perspective.

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    Acta Poetica 27 (1)PRIMAVERA

    2006

    M.-Pierrette Malcuzynski(traduccin de Luisa Puig)

    Yo no es un O/otro

    Nota preliminar

    Esta intervencin retoma los puntos esenciales de una re-flexin sobre teora sociocrtica feminista, reflexin que formaparte de un proyecto de investigacin en curso sobre el surgi-miento y el desarrollo de las formaciones discursivas en lostextos literarios hispnicos (espaoles e hispanoamericanos)escritos por mujeres. Se trata, pues, de aseveraciones que seinspiran en una serie de intervenciones y de conferencias, ascomo de publicaciones anteriores o actualmente en prensa, lamayora en espaol.1 El presente trabajo busca desarrollarciertos aspectos tericos de la aportacin del dialogismo bajti-niano en lo que toca a la problemtica en su conjunto. Precise-mos, por otra parte, que si la sociocrtica es una disciplina queno puede negar su origen bajtiniano en lo que concierne a mu-chos de sus postulados, ningn investigador o investigadoraque, por lo dems, se considere sociocrtico o que se recla-me partidario de la sociocrtica, sea cual fuere su orientacin,

    1 Para una seleccin representativa de esta investigacin, vanse mis artcu-los de 1993, 1994 y 1995, citados en la bibliografa, a los que habr que aadirun estudio monogrfico, actualmente en preparacin, sobre las Memorias deLeonor Lpez de Crdoba (principios del siglo XV) (1997, para el texto de estasMemorias).

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    ha desarrollado un discurso que tome en cuenta, de manera n-tegra, los textos escritos por mujeres como objeto de estudioespecfico.2 Es sta una situacin, por lo menos curiosa, vi-niendo de una disciplina en vigor desde hace cerca de 25 aosy que se relaciona, entre otros temas, con el anlisis del dis-curso y de los discursos. Habremos, pues, partido de cero enla articulacin de una teora sociocrtica pertinente con el pro-blema particular que presenta el examen de los objetos socio-culturales literarios, cuando el sujeto que habla y escribe en eltexto es una mujer.

    Al mismo tiempo que busca articularla, la hiptesis de unateora sociocrtica feminista se sita en una combinatoria deintersecciones tridimensionales de la siguiente manera:

    1. Algunos de los postulados tericos de los escritos de Baj-tn,/,Voloshinov, en particular los que remiten a la coyunturacomunicacional del trabajo dialgico sobre el discurso.

    2. Las modalidades metodolgicas sociocrticas de base, apropsito del trabajo sobre la heterogeneidad constitutiva dela realidad textual. Esto significa examinar no slo la maneracomo se dice lo que se dice, sino tambin leer los blancosde un texto, escuchar y descifrar sus silencios, descodificarlos no dichos y, lo que no es lo mismo, los indecibles, los in-confesables. Es decir, desarrollar, a nivel del texto, todo loque Michel Foucault defina en trminos de lo que puede serdicho aqu y no all, y viceversa.

    3. Ciertas orientaciones de la crtica feminista de los aosochenta3 que buscan reformular la cultura desde una perspec-tiva feminista, distinguindose de las proposiciones que giranalrededor de una feminizacin de la cultura, cuyas premisaspodramos resumir como una pura y simple inversin de la

    2 De hecho, ciertos sociocrticos piensan que desarrollar un discurso tericofeminista desde el interior de la sociocrtica no es realmente necesario.

    3 Esta perspectiva se basa, en parte, en las proposiciones de Adrienne Rich(1979) como la Re-visin o reescritura de la cultura patriarcal.

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    premisa lacaniana yo es un Otro en ese otro soy yo. A pri-mera vista, reformular la cultura en tal perspectiva consiste enreemplazar el paradigma la mujer como el otro por la mu-jer y el otro, el otro entendido en el sentido amplio, ontol-gico y cognitivo del trmino. Esta reorientacin de base permitea Myriam Daz-Diocaretz (1989, 126) postular un acercamientosituado en el cruce entre una crtica feminista que consideraal lenguaje como un fenmeno no determinista y la teora dela comunicacin de Mijal Bajtn (la traduccin del ingls esma; 1989, 126).4 Insuficiente me parece, en cambio, la con-tinuacin de esta proposicin que sin embargo no deja deser una de las ms sugestivas en la teora crtica feministacontempornea, la cual implica el estudio de ,ese otroen el discurso, como tambin de las voces, las formas, lascorrelaciones y los contextos de ese otro, cuando el sujetoque habla y escribe es una mujer (Malcuzynski 1991, 136).

    Lo esencial del trabajo por hacer se sita, en mi opinin, anivel de la conjuncin y del nuevo paradigma. As, a nivelterico, es posible vislumbrar la construccin de una sociocr-tica feminista, en cierta forma como una cuarta dimensin dela problemtica de conjunto, que permite que los tres ejes de lacombinatoria interacten recprocamente. Pero, tengamos cui-dado: no se trata simplemente de poner en relacin y de con-frontar elementos contiguos provenientes de prcticas crticasque, en suma, son bastante diferentes los unos de los otros. Paravalorizar la dinmica interactiva de sus funciones respectivas,reiteremos, con Bajtn, el hecho de que incluso la esttica (lite-raria) necesita forzosamente de definiciones recprocas conlos otros campos, en la unidad de la cultura (Le problme

    4 Consultar tambin de M. Daz-Diocaretz, El sociotexto: el entimema y la ma-triherencia en los textos de mujeres (Malcuzynski 1991, 129-144) y La palabrano olvida de dnde vino. Observemos que M. Daz-Diocaretz es una de las rarascrticas feministas que, en vez de aplicar mecnicamente tal o cual modalidad deorigen bajtiniano al texto escrito por la mujer, aprovecha los postulados tericosde Bajtn, retrabajndolos en una perspectiva especficamente feminista.

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    du contenu, du matriau et de la forme dans loeuvre littrai-re, Esthtique et thorie du roman, 26). Se trata sobre todode acentuar los procesos dialgicos de estas interacciones, conel fin de mitigar los riesgos de llevar a cabo, de nuevo y siem-pre, una polarizacin binaria velada: los co(n)textos5 de la mu-jer, por una parte, y los del otro, por la otra. A nivel de laprctica crtica, esto significa, en cierta forma, asir cognitiva-mente esta interseccin vital y extraer los modos de articula-cin de la preeminencia de lo interdiscursivo sobre el discur-so, para dar cuenta de las prerrogativas ontolgicas y socialesde los diversos empleos de los discursos, ellos mismos prove-nientes de diversas clases y categoras. Para lograr lo anterior,propuse, hace algunos aos, un concepto operador que deno-min monitoring,6 el cual busca precisar y profundizar, en unaperspectiva sociocrtica, el trabajo (creador, crtico) del sujeto,trabajo que Rgine Robin y Marc Angenot (1985) llamaronla escucha del discurso social, pero que no considera al su-jeto ms que en su acepcin neutra, agenrica (genrica en elsentido ingls del trmino gendered). Por monitoring se bus-ca, en primer lugar, interpelar la polifona discursiva de mane-ra comprensiva, trabajando, por una parte, las interaccionesdialgicas intersubjetivas, las que definen las relaciones entrediversos sujetos, los cuales, a travs de su prctica (textual),manipulan materiales discursivos igualmente diversos y noslo lingsticos y, por la otra, las relaciones dialcticas en-

    5 Consultar Robin (1993) sobre la diferencia entre co-texto y contexto.6 Cf. Malcuzynski 1989 y, en particular en 1991 [dir.] (El monitoring: hacia

    una semitica social comparada, 145-174); por otra parte, se encontrarn losprimeros esbozos de una reorientacin feminista del concepto en los artculos de1993 y 1995. En lo que concierne al trmino mismo, inicialmente me inspir enel ttulo de un programa de la Televisin Nacional Polaca, Monitor un one-man show sobre la poltica nacional e internacional, difundido en los aos se-senta. Observemos, en fin, que mi concepcin de monitoring no tiene absoluta-mente nada que ver con los trabajos provenientes de ciertos campos de la (psico)lingstica, que utilizan el mismo trmino para designar ciertos mecanismos de laproduccin del lenguaje en el individuo.

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    tre los sujetos y sus objetos. Distinguiendo, por otro lado,entre valor de cambio y valor de uso, el monitoring requierede una teora de la mediacin que remita no slo a la circula-cin de los discursos, sino tambin a su produccin y su ma-terializacin, en el seno de un estado de sociedad dado, esdecir al sujeto productor.

    El punto de partida conceptual es la nocin bajtiniana deumbral. Ahora bien, esta nocin no designa una especie de nomans-land, un constucto in abstracto, un topos digamos neu-tro o indeterminado. En mi lectura de Bajtn, estar en el um-bral significa situarse en la frontera, en un lugar de conver-gencias mltiples y multidimensionales. El objetivo es el dedesdoblar el mapa (me atrevera casi a decir topogrfico) de esecomplejo sociointerdiscursivo que llamamos texto, abrir unespacio distintivo de anlisis textual que interpela una serie derelaciones concretas, materiales de produccin, de orden trans-semitico e interdisciplinario de facto, entre una prctica so-cioideolgica definida y la prctica cultural, entre otras litera-ria. Ms que un trabajo sobre los problemas (eternos) de larepresentacin, damos cuenta de una reevaluacin de la cons-titucin del sujeto y del discurso relativo a la construccin dela identidad sociocultural. Por consiguiente, hablamos en efectode una lectura que, fundada en la premisa bajtiniana de la he-terogeneidad social de la circulacin del lenguaje y de la comu-nicacin, restituye, al anlisis del sujeto, una problemticacognitiva en el seno de una economa epistmica de respon-sabilidad. En lo que concierne a la prctica feminista, se tratasobre todo de resistir a las configuraciones constituidas portoda clase de oposiciones maniquestas que desembocan en laexclusin o, en todo caso, en la relegacin del sujeto femenino(y/o feminista, poco importa), aislndolo en un proceso deautorrepresentacin perifrico; todo lo relacionado con loque antes se llamaba, de acuerdo con Deleuze y Guattari yen otro contexto, los procesos de desterritorializacin. Resis-

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    tencia tambin a las sntesis metafsicas agenricas que engen-dran discursos antropfagos y que manipulan factores deneutralizacin. La voz supuestamente neutra producto de unanica verdad impersonal y monoltica es, en mi opinin, unsofisma absurdo. Hablar nunca es neutro; nos lo recuerda el t-tulo de la obra de Luce Irigaray.

    Detengmonos un instante en este fundamento epistemol-gico y recordemos que una teora bajtiniana del discurso afir-ma que no slo se trata de lo que acontece al interior denuestra propia conciencia, sino en la frontera de la concienciade otro sujeto cabal, completo, precisamente en el umbral.Para Bajtn, el ms alto grado de socialidad estriba en el hechode que cada experiencia interna, cada sujeto, termina por to-parse con otro. Toda la ontologa del yo en el sentido bajti-niano se dialogiza, en primera instancia, en esta frontera, y nopuede realizarse ms que en este lugar de encuentro lleno detensiones. El sujeto siempre es el producto de su interaccincon otros sujetos. El acontecimiento en la vida del texto, suser autntico, siempre tiene lugar en las fronteras de dos con-ciencias, de dos sujetos (Le problme du texte, en 1984,315). Y tambin:

    El acto verdaderamente creador (y, en realidad, todo acto)evoluciona en las fronteras (en las fronteras de los valores)del mundo esttico, de la realidad de lo dado (la realidad de lodado es una realidad esttica), en las fronteras del cuerpo, enlas fronteras del alma, evoluciona en el espritu; en cuanto alespritu, no existe todava; para el espritu, todo est an porvenir, y lo que ya es, para l ya fue (Lauteur et le hros,1984, 209).

    El otro (interlocutor/discurso) siempre es el otro del otro (in-terlocutor/discurso). Esto permiti a Jacqueline Authiez-Revuz(1982) afirmar que el otro del Otro (con O mayscula, incons-ciente) no existe en una concepcin bajtiniana de la problemti-

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    ca del sujeto. De manera que el corte interior de origen psi-coanaltico aquel que hace que la teora del sujeto se desliceen una alteridad del yo cuya explosin interna se interpreta,a partir de entonces, como el origen formativo de un discursoplural es una frmula que permanece ajena al pensamientobajtiniano. De igual forma, no confundamos las relaciones deambivalencia, de paradoja, de ambigedad, etc., quemantienen entre ellos los jirones fragmentarios del texto pos-testructuralista / modernista, con el dilogo social bajtiniano.Olvidaramos de golpe al sujeto productor.7 No nos cansare-mos nunca de remitir explcitamente al problema que presen-tan estas tendencias en la teora y la crtica literarias, en vigortodava hasta la fecha, aglutinadas alrededor de los conceptosque acabo de mencionar, la mayor parte de los cuales fueron,por lo dems, engendrados en las primeras lecturas e interpre-taciones, bastante raras, de Julia Kristeva de los escritos bajti-nianos, en particular del dialogismo, de lo polifnico y de lacarnavalizacin.

    Seamos precisos: revisar el monologismo idealista hegelia-no a travs de un prisma psicoanaltico ciertamente no podams que conducir a una, digamos, nueva dialctica que ven-dra a ponderar un sincretismo freudiano marxista triunfante.Habr, en cambio, atestiguado la entronizacin de este dobleO/otro supremo (por lo dems, siempre suyo, nunca suya)y que, sin embargo, logr canonizar Lacan, como un magistralNietzsche contemporneo, pero con las patas al aire, si se mepermite la expresin (o, segn sea el punto de vista, con la na-riz por tierra). Hago referencia a esta ptica perfectamente a-histrica que se precisa a partir de una ruptura interna, paraes-quizoide, fundada en una problemtica del subconsciente ytransmitida por una pseudometafsica psicoanalizante: mirada

    7 Es decir, quin escribe, para quin y a quin se dirige uno, desde qu espa-cio cronotpico (geopoltico, social, cultural, etc.) y cundo, cmo y, sobre todo,por qu.

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    atemorizada del [Sobre-]M en tanto que reflejo (post-?)es-tructural de un deseo que no puede o no pudo obtener su obje-to. Y as naci esta confusin masiva entre produccin cultu-ral, por una parte, y productividad de los sistemas simblicos,por la otra, ah en donde, precisamente, a travs de aquelloque no tengo ningn escrpulo en llamar un lapsus monumen-tal, Kristeva (1970) pudo afirmar que el Sujeto8 con S mays-cula est (bien) muerto. Sin embargo, la cultura y sus objetosno pueden considerarse objetos de intercambio, transferidos,por as decirlo, o diferidos de un sistema de referencia a otropor un s o por un no. En lugar de fusin, de exclusin o desustitucin en definitiva, de la deposicin sistemtica, vela-da o no, de un discurso por otro, es decir, de una recanoniza-cin, el dialogismo implica una prctica de acercamientos yde tomas de contacto entre fenmenos usualmente aislados losunos de los otros. Evidentemente, no se trata de una simpleacumulacin de saberes en la que la erudicin consistira enrecolectar discursos heterogneos y amontonarlos, unos enci-ma de otros, para constatar la evidencia de la diferencia y delos diferendos en el seno de cualquier pluralidad, a reservade olvidar o de borrar esta evidencia lo ms rpidamente posi-ble. Hablamos, ms bien, de una prctica cognitiva y tica queinterpela a la heterogeneidad de lo plural de manera que nose diluyan en ella las propiedades o las particularidades que loconstituyen.

    Me opongo a las interpretaciones anaxiolgicas y ahistri-cas que hacen de la relacin dialgica, en el sentido bajtinianodel trmino, una amalgama sincrtica resultante, a la vez, deArthur Rimbaud, de Mijal Bajtn y de Jacques Lacan. Enotras palabras, a nivel del discurso, Yo [no] es un O/otro: siyo no puedo ser yo sin aceptar la relacin interactiva y partici-pativa contigo/interlocutor el otro sujeto/discurso ntegro

    8 Por lo dems, muy diferente del Autor (barthesiano).

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    pero que no es yo, esto no quiere decir que yo no sea yo, suje-to/discurso tambin ntegro, y que no podra confundirse conun otro ni con el Otro del otro. Yo tambin soy, dice Baj-tn.9 Se trata, antes que nada, de desenmascarar las diversasestrategias que, todava y siempre, incluso en el seno de lasms radicales teoras crticas contemporneas, hacen recaer lavoz de la mujer en la trampa tendida por las mltiples confi-guraciones de polarizacin binaria, caracterstica del fetichis-mo de la lingstica. Ahora bien, en la actualidad ya no bastacon dar cuenta de la evidencia de que el lenguaje es, en s mis-mo, portador de la institucin patriarcal, ni de asumir, inclusode manera crtica, el discurso minoritario al que la ideologa(cultural) dominante es decir, el discurso social reduce elsujeto femenino que escribe en el texto. En definitiva, el proble-ma ms apremiante, observaba hace poco Toril Moi, es cmoevitar el empleo de concepciones machistas cannicas apropsito de la esttica, de la historia y de la tradicin, cuandoel sujeto que habla y escribe es una mujer. Y esto tiene precisa-mente que ver con un problema fundamental de tica.

    Me parece mucho ms urgente trabajar la formacin y laestructuracin del o de los discursos a partir de los que se ar-ticulan las formas de representacin. Desde este ngulo, msimportantes que la lnea divisoria a partir de la cual o sobre lacual se (re)constituye un imaginario cannico, sean cualesfueren justamente sus formas de representacin,10 son las es-

    9 I, too, exist (Bajtn, Philosophy, 9).10 En lo que concierne a los estudios literarios, pienso en la consigna que con-

    siste en afirmar que la tarea feminista por excelencia es la de reescribir el canon (cf.Las formas y funciones de una teora crtica feminista. Feminismo dialgico deIris M. Zavala). Es ste un argumento peligroso, sobre todo para una aproximacinque se reclama bajtiniana, y que corre el riesgo de patinarse en todos los sentidos.En particular, vera en ello el peligro de unirse, a pesar de nosotros mismos, a esasnuevas orientaciones radicales de recuperacin ultraconservadoras de lo que podrallamarse el aparato o los aparatos cannicos sobre los que la ideologa disimulamal sus premisas cripto-fundamentalistas, ah donde Harold Bloom pudo decir quesin el Canon, con C mayscula, se deja de pensar (Without the Canon, we cease tothink, 41). Sealemos claramente que los propsitos sustentados en los cuatro vo-

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    trategias socioideolgicas que negocian y potencializan unaprerrogativa que he llamado diferencial. Me inspiro aqu en loque en matemticas significa un diferencial que remite a ladiferencia creada por el aumento infinitamente pequeo deuna funcin, correspondiendo al aumento infinitamente pe-queo de una variable y, sobre todo, de lo que la nocin nosaporta a partir de su significacin en el terreno de la mecnica.Es decir, un mecanismo que entrelaza tres mviles, imponien-do las condiciones para que cada una de sus velocidades si-multneas sea proporcional a la suma o a la diferencia de lasotras dos.11 Estas dos definiciones de diferencial nos acer-can, respectivamente, del concepto del grado cero del dialo-gismo y de la perspectiva desjerarquizante que nos ofrecen lasteoras bajtinianas sobre la polifona literaria. Y suger, haceya algunos aos, abordar ese grado cero como el punto o unode los puntos de partida metodolgicos de la prctica sociocr-tica (cf. Malcuzynski, 1989, 1990, 1992).

    Segn lo que se puede deducir de las sugerencias bajtinia-nas, el concepto del grado cero designa una especie de cuartadimensin en la dinmica tripartita del dialogismo, espacio otopos en el que Bajtn introduce el punto de vista de un ter-cero que no participa formalmente en el dilogo pero que locomprende (Bakhtin 1978, 335). Es justo a nivel de esta re-flexin donde se materializa el abismo que, como yo lo en-tiendo y en una perspectiva cognitiva, se perfila entre inter-pretar y comprender en el sentido bajtiniano del trmino.Es decir, entre, por una parte, interpretar el mundo, los objetos

    lmenes ya publicados, de los cinco o seis anunciados, sobre una historia feministade la literatura espaola (Daz-Diocaretz y Zavala, 1993 y Zavala, 1995, 1996,1997), encierran numerosas aportaciones innovadoras que, a partir de ahora, habrque tomar en cuenta, tanto en lo que concierne a la historia literaria espaola comoa la crtica feminista en general. Ciertas proposiciones, en cambio, como la men-cionada arriba, suscitan problemas muy delicados cuyas consecuencias tericas noes posible ignorar.

    11 Ver Malcuzynski (1999) para una discusin sobre el sonido diferencialen acstica musical.

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    socioculturales, etc., y considerar la diferencia (diferencia toma-da aqu en tanto que concepto axiolgico) como una entidad ce-rrada, objetivada, siempre plural ciertamente, pero abordada ycercada en su aislamiento en tanto que otra extranjera y, porla otra, comprender la pluralidad en tanto que diversidad;comprender el mundo en y desde la diversidad, a partir de lasrelaciones y de las interrelaciones entre las diferencias queconstituyen el mundo en el sentido de totalidad en cualquiermomento dado de la historia. En el seno de una teora socio-crtica de la interdiscursividad, avanzar la idea de que, a par-tir del grado cero dialgico de Bajtn, las modalidades estrat-gicas del diferencial feminista articulan una secularizacin deldiscurso.

    Propongo, por consiguiente, trabajar la problemtica del su-jeto no de manera reactiva frente a la axiologa cannica envigor en tal o cual estado de sociedad dado, y las formas pa-triarcales de divisin genrica a partir de un bloque hegemni-co, sino desde el interior de los procesos interdiscursivos ma-nifiestos por y en el texto, ah donde hablar de lo intertextualno tiene precisamente ningn sentido si no se sita en relacincon las diversas prcticas sociodiscursivas que sostienen yatraviesan el texto. Para Bajtn, el texto no es un objeto, porlo que es imposible eliminar de l o neutralizar en l la segun-da conciencia, la conciencia del que cobra conocimiento deltexto (Le problme du texte, en 1984, 315). Tal como alu-damos ms arriba, no podramos confundir la relacin dial-gica entre dos o varias conciencias, la cual permite al aconte-cimiento vivo, que es la idea, desarrollarse, con la relacindialctica que caracteriza la unin de la idea y de la palabra(Bakhtine 1970, 129), lo que Michel Pcheux llamaba, en otrocontexto, el imaginario lingstico.

    Probemos el argumento siguiente: aquello que se ha tradu-cido en los trabajos de Bajtn en trminos de lo dado y de locreado remite muy concretamente a una serie de interrela-

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    ciones cognitivas que no son para nada binarias. Muy por elcontrario y al igual que la relacin dialgica (cf. Bakhtine/Vo-lochinov 1977), se trata de relaciones fundamentalmente tri-partitas que incluyen un pos* (posited en la traduccininglesa; planteado de acuerdo con Tatiana Bubnova, la tra-ductora al espaol de Bajtn). Yo prefiero hablar en trminosde proyectado, en el sentido de proyeccin de horizontesideolgicos, epistemolgicos. Bajtn sealaba que hay dosfactores que entran en juego en la determinacin de un texto(lo creado) y que conforman un enunciado: el designio (laintencin) y la ejecucin de ese designio (Le problme dutexte, en 1984, 312),12 ah donde se insertar el designio a lacategora de lo proyectado y su ejecucin a la de lo crea-do, y que hace que lo proyectado pertenezca siempre a locreado. Lo creado no puede actualizarse en la sola rela-cin que mantiene con lo dado. De hecho, lo creado no esentonces posible, no es concebible ms que en la frontera delo dado y de lo proyectado. En lo que concierne a una re-formulacin de la cultura en una perspectiva feminista, faltapor hacerse todo un trabajo terico a nivel de esta distincinincuestionable entre discurso y texto en el seno de la rela-cin que las nociones bajtinianas de tica y de esttica mantie-nen entre s, cuando el gnero (gender) del sujeto es conside-rado como una categora de anlisis especfica.

    Llegamos al corazn de la problemtica de la produccindel sentido. El sentido siempre es una variable coyunturalpero que no podramos considerar sinnima de lo polismico.No confundamos esta comprensin (en el sentido estrictodel trmino) de la nocin de sentido con un punto de vistaobjetivado, vago, transhistrico y por el cual se asimilara a

    * Trmino en francs (nota de la traductora).12 La cita contina: Interrelacin dinmica de esos dos factores, su lucha que im-

    prime el carcter al texto. Un desacuerdo entre esos factores puede decir mucho. Ellapsus escrito, oral, segn Freud (expresin del inconsciente). La modificacin deldesignio en curso de ejecucin. La no realizacin de la intencin fnica.

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    una Verdad simblica de significacin, impersonal a nivel pa-radigmtico, es decir, universal en una acepcin, digamos,neutra de su formulacin.

    Entendmonos bien: el sentido no es una entidad sino un pro-ceso, un proceso por lo dems dialgico y no dialctico. Es nue-vamente Bajtn quien da cuenta de esta afirmacin. El sentidosiempre responde a una pregunta. Lo que no responde a nadanos parece insensato, se desliga del dilogo, explica, agregan-do que no hay un sentido en s mismo. El sentido no existems que para otro sentido, con el que existe conjuntamente. Elsentido no existe solo (solitario) (Les carnets 1970-71, en1984, 366). Es sta, sin duda, una distincin clara y precisa quepermite establecer que lo que la significacin sera a la dialcti-ca es lo que el sentido es al dilogo. As, el sentido no es unacategora cuantificable lingsticamente, ah donde la palabra,subraya Bajtn, revela sus significaciones slo en contexto.Tal como la ideologa, el sentido slo es identificable, pero noporque el discurso no tenga frontera, como si fuera un espacioque, por definicin, transgrediera todos los lmites postuladoapreciado por los posmodernos sino porque el discurso es, ens mismo, una frontera. El matiz es sutil, es cierto, pero funda-mental: el discurso es una frontera porque se trata de una ins-tancia dialogizada en la que mltiples conciencias, provenientesde diversos horizontes, confluyen para constituir una coyunturadeterminada. En el seno de esta coyuntura, sociopolifnica yepistemolgica, el sujeto siempre toma posicin.

    La nocin de imaginario cannico que hace un momentoadelantamos exige, evidentemente, desarrollos que no es posi-ble discutir aqu,13 pero sealemos que en sus aspectos asimi-lados o rechazados, de acuerdo con el estatus y la funcin del

    13 Todo un trabajo taxonmico falta por hacer para desembrollar los diversosusos de la nocin de imaginario, desde su empleo en el sentido tcnico lacaniano, alas diversas acepciones de el imaginario [de lo] social, pasando por la nocin ba-jtiniana [Voloshinov] de subterrneo poltico y aquella, demasiado vaga, de in-consciente poltico de Fredric Jameson, entre tantos otros.

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    sujeto en el seno de la polifona discursiva, el contenido can-nico del imaginario siempre forma parte integrante del texto.Podramos decir que lo cannico es lo no decible de todaformacin imaginaria y, como tal, de cierta manera se identifi-ca con lo que sera el hbito de su discurso. En consecuenciapodemos argumentar que cuando la contingencia genrica escomprendida como una categora de anlisis propiamente di-cha de la constitucin del sujeto, la institucin del patriarcadoaparece entonces como un hbito con ramificaciones mlti-ples. Podemos hacer visible este hbito patriarcal explicitandolas dos etapas cognitivas que el sujeto atraviesa cuando es unamujer la que habla y escribe, en particular cuando ese sujetoestructura su identidad sociocultural a partir de un discurso es-pecficamente feminista: primeramente y contrariamente alo que nos ensearon Michel Pcheux,14 Louis Althusser, in-

    14 Remitimos, evidentemente, a la teora de los dos olvidos de MichelPcheux (1975 a y b), a la que habremos hecho varias veces alusin en el cursode esta intervencin. Recordemos especficamente la argumentacin de Pcheux:el olvido n 1 devuelve la constitucin del discurso a una zona de naturaleza in-consciente, inaccesible al sujeto: en otras palabras, por analoga a la relacin queestableca Lacan entre el yo y el Otro, con O mayscula, el sujeto olvida, repri-me el sentido que se forma en procesos que le son exteriores. Por otra parte, elolvido n 2 que, de manera no simtrica, sita los procesos de enunciacin en lazona del preconsciente, al mismo tiempo que remite a un problema de identifica-cin imaginaria en el que el otro, con o minscula, se vuelve otro yo. As se pos-tulaba la hiptesis de la ilusin discursiva: ilusin, en primer lugar, por partedel sujeto, de estar en el origen del sentido bajo la forma de la recaptura por[l] de un sentido preexistente universal y, en consecuencia, de producir efectosde ocultacin (todo aquello que le habra sido posible decir al sujeto pero queno dijo o de todo aquello que se opone a lo que dijo el sujeto). Impresin derealidad del pensamiento, en consecuencia, ah donde reside la libertad quePcheux pone entre comillas del sujeto hablante (s lo que digo, s de quhablo). La diferencia, la desigualdad entre los dos olvidos (lo no afirmadoprecede y domina lo afirmado) corresponde a una relacin de dominacin: la re-presin que caracteriza el olvido n 1 regula, a fin de cuentas, la relacin entre lodicho y lo no dicho en el olvido n 2, donde se estructura la secuencia discursi-va. Y Pcheux nos permite recordar, citando a Lacan, que todo discurso es ocul-tacin del inconsciente. El efecto de la forma-sujeto del discurso es, pues, enprimer lugar, el de ocultar el objeto del [] olvido n 1, por el sesgo del funcio-namiento del olvido n 2, agrega ste, de manera que de reformulacin-parfra-sis que caracteriza una formacin discursiva dada aparece como el lugar de cons-titucin [de un imaginario lingstico].

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    cluso Fredric Jameson (el de El inconsciente poltico) y tantosotros que fundaban sus reflexiones en una episteme de la am-nesia, en cuya base se encuentran las teoras neofreudianascontemporneas, sin olvidar sobre todo que las voces quearticulan la hegemona patriarcal desde el interior del discursoson, ellas mismas, las que encuadran, dirigen y legitiman, des-de el exterior, las estructuras discursivas oprimidas, en ocasio-nes llamadas minoritarias frente a las consideradas mayori-tarias del discurso social. Y en una segunda etapa, tal vezan ms importante, sin olvidar tampoco el hecho de que, alaceptar las formas de su propia contradiccin interna, el sujetotiende a marginalizarse y a proyectar al exterior ese constructobinario, esencial para esta misma axiologa hegemnica, cuyaideologa constituye el fundamento de nuestra epistemologaoccidental, y que la coyuntura posmoderna expresa en trmi-nos de la ambivalencia, de la paradoja, de la ambige-dad, etctera.15 Antes que nada y sobre todo, por teora so-ciocrtica feminista se afirma una prctica irreductible a lasmodalidades monolticas que confronta; modalidades que, ennuestra poca llamada pluralista, tal vez ms que en otras,pero en ningn caso exclusivas de sta, fundan su eficaciaapropindose del diferencial como suyo y, al mismo tiempo,fijan o canonizan los contenidos perifricos en tanto que or-den legtimo y aceptado como tal, en la ptica de esta mismahegemona.16 Frente a este aparente callejn sin salida, es des-de ahora necesario cambiar de pie, recobrar una focalizacincrtica que extraiga las estrategias a las que recurre el sujetocuando estructura su socialidad, para poder plantear el proble-ma de la tensin inherente de la heterogeneidad y lograr re-

    15 De igual forma, los conceptos de indeterminacin y de diferencia (cf.Derrida) no son sinnimos de diferencia y an menos de diferencial; tam-poco sera posible confundir el de diseminacin con el de diversidad polif-nica.

    16 Hace ya tiempo, Jean-Franois Lyotard calificaba este mecanismo de re-apropiacin posmoderna como paraloga.

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    configurar las relaciones entre lo comunicacional y las formasde las significaciones. Ms que buscar inventarse un, diga-mos, nuevo lenguaje, remito a una poltica sociocrtica quelleve a cabo una hermenutica responsable de mediacin cul-tural; es decir, que descolonice, por decirlo as, la problemti-ca genrica impuesta por el patriarcado, y desmarginalice alsujeto femenino sin por ello neutralizar su toma de posicin.

    En lo que concierne a los procesos de la puesta en texto,esta toma de posicin se enuncia dialgicamente para recubriruna prerrogativa discursiva que surge de la conjugacin entrelo que llam en otra parte, lo ya ah y lo que todava noest. Entendemos esta conjugacin no como un cierto volun-tarismo dogmtico sino como una manera de repensar el mun-do; se trata menos de atacar o de negar, que de concebir hori-zontes diferenciales restituir un poco de utopa, sobre todoah donde parece ya no haber, nunca ha hecho dao, que yosepa. Hago alusin a lo que quisiera ser la ilustracin deldiferencial como funcin del cambio. Ahora bien, todos sa-bemos que el cambio no puede ser abordado en trminos deuna divisin entre el poder y el saber, sino en una ptica quepone en relacin especficamente el ejercicio del poder y laadquisicin del saber. Y esto significa confrontar ciertas opi-niones que afirman que el cambio no es visible ms que a pos-teriori, a ttulo de hecho realizado. Ahora bien, si es posibleafirmar que el cambio no puede asumirse ms que en unapuesta en perspectiva retroactiva, creo, sin embargo, que noslo se debe buscar delimitar los factores que potencializan elcambio, sino igualmente que el cambio en s mismo puedeidentificarse como tal en lo inmediato de su manifestacin. Esslo a ese nivel tico de responsabilidad cognitiva dondepuede utilizarse una re-territorializacin. Me parece entoncesposible concebir una semiosis diferencial en la que los cam-pos del saber y de la experiencia no se confundan recproca-mente, segn los principios del recorte de la semiologa tradi-

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    cional. Y no olvidemos que las formas manifiestas de ese re-corte hbito negativo semiolgico del fetichismo lingsti-co proyectan una dicotoma maniquesta que, en sus formasbinarias de representacin, sirven de fundamento y de raznde ser al poder que la nocin misma de canon ejerce sobre lalegitimacin de la cultura, e igualmente sobre la formacin yla circulacin de los discursos, as como sobre sus diversas in-terpretaciones.

    Bajtn escriba en su primera publicacin conocida (Art etresponsabilit, 1919)17 que el arte y la vida no son la mismacosa, pero deben convertirse en m en algo unitario, al interiorde la unidad de mi responsabilidad, fundamento tico reto-mado a propsito del acto (cf. Bakhtin 1993) y que elaboraraulteriormente en diversas direcciones estticas, a medida quefue desarrollando su reflexin sobre la cultura literaria. Para vol-ver a dar vigor a esta constatacin propongo, junto con WalterBenjamin ese contemporneo de Bajtn cuyo pensamientocrtico an queda por examinar de manera sistemtica en rela-cin con el de Bajtn,18 considerar la literatura como un or-ganon de la historia (cf. 1979-1983).19 Sin perder de vista loque organon significaba para Aristteles en sus tratados deLgica, la sugerencia nos permite abordar la literatura, en pri-mer lugar, como un sistema de demostraciones que ayudan aorganizar un determinado razonamiento del conocimiento. Esen este sentido preciso como Francis Bacon empleaba el tr-

    17 Este artculo ha sido omitido de la traduccin francesa de Estetika sloves-nogo tvortchestva; figura sin embargo en versin espaola (trad. de TatianaBubnova) al principio de Esttica de la creacin verbal, Mxico, Siglo XXI,1982.

    18 Recordemos al respecto el trabajo de Terry Eagleton (143-172), relativa-mente desconocido de la crtica francfona.

    19 Sera efectivamente interesante, por ejemplo, examinar de manera crtica,en una perspectiva comparativa, ciertas propuestas de Benjamin sobre la histo-ria literaria con las de Bajtn, entre otros en sus artculos Les tudes littrairesaujourdhui (1970), Les carnets 1970-71 y Remarques sur lpistmologiedes sciences humaines (cf. 1984, 338-393).

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    mino latino, en su Novum organum en lo concerniente al sabery al razonamiento cientfico. Tal aproximacin a la pragmti-ca de los saberes difiere radicalmente de lo que sugiere la no-cin de canon, por lo dems muy bien resumida por Leibniz:Llamo cnones las frmulas generales que antes que nada ysobre todo nos ofrecen lo que pedimos. Queda por precisar,desde luego, quin pide qu y en qu contexto.

    Esta diferencia se vuelve an ms clara si nos referimos alcanon musical y al advenimiento de las tcnicas contrapuntis-tas de composicin en la poca medieval, cuando el trminode canon en ese sentido se asimila al de repeticin, de ma-nera anloga a una norma o modelo a seguir. El canon mu-sical consiste efectivamente en la rigurosa imitacin de uncanto principal dominante, llamado ms o menos el antece-dente, por una segunda o por varias voces, la o las consecuen-tes, que entran sucesivamente las unas despus de las otras alunsono o a intervalos regulares superiores o inferiores. Es im-portante subrayar aqu que la meloda principal es la que da laregla y el paso a todas las otras que deben imitarla, nota anota. A este nivel de asociaciones tericas musicales, piensoigualmente en este otro aspecto del desarrollo del contrapunto,que llevar a constituir tcnicamente la polifona: es decir, unamultiplicidad de voces que cantan simultneamente diferentesmelodas y cuyo principio de equipolencia retuvo Bajtn, mu-cho ms escrupulosamente, por lo dems, que lo que parece aprimera vista, cuando conceba y defina el discurso polifni-co a partir de una lectura de Dostoievski, y lo opona a un dis-curso monolgico literario, de la misma manera como la polifo-na se opone a la monodia en msica. Es importante subrayaraqu que la aproximacin bajtiniana consiste menos en fabricarun paradigma literatura/msica sobre el que l mismo seala lasdificultades, que en determinar lo que la oposicin monodia/po-lifona en la historia de la msica puede ensearnos, al estable-cer una relacin de la funcin de esta oposicin en lo concer-

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    niente a la historia de la literatura y, en particular, de la nove-la.20 Esta aportacin terica es la que buscamos retomar enuna ptica especficamente feminista.

    El primer tratado de msica que hace una clara referencia ala posibilidad de componer canciones para diversas partesdata de la primera mitad del siglo VII. Habr de todas manerasque esperar el fin del siglo IX para que aparezca una definicinexplicativa y terica de las tcnicas de composicin polif-nicas. As, fundada en la doctrina pitagrica de las conso-nancias, la tcnica de la diafona consista en la concordanciasimultnea de dos voces o grupos de voces que cantaban hori-zontalmente la misma meloda en una textura diferente. Lavox principalis designaba la meloda principal, mientras quela vox organalis era la que reproduca, simultneamente y aun intervalo determinado, la meloda a ttulo de acompaa-miento de la voz principal. Dicho de otro modo, la palabra la-tina organon, organum designaba, en el origen, una parte can-tada a una cuarta o a una quinta de intervalo en tanto queacompaamiento de la meloda principal. Es aqu donde, des-de un punto de vista terico, todo un mundo musical de dife-rencia puede concebirse, toda una musicologa tal vez bien di-ferencial entre, por una parte, el mecanismo de repeticincuya funcin cannica es la de imitar (lo anterior sin olvidarlos preceptos ortodoxos de la antigua mimesis), confiriendo ala meloda dominante su irrefutable especificidad de ideal y,por la otra, el organon, es decir el principio que rige, en estaprimera etapa del desarrollo de la polifona, la concepcin deacompaamiento de una meloda principal. Esta funcin de a-compaamiento y no de imitacin es determinante para la his-

    20 La imagen de la polifona y del contrapunto slo indica los nuevos proble-mas que surgen cuando la estructura de la novela sale de la unidad monolgicahabitual, de la misma manera como, en la msica, aparecieron nuevos problemascuando se rebas el estadio del monovocalismo. Pero los materiales de la msicay de la novela son demasiado diferentes como para no hacer ms que una compa-racin aproximativa de metfora (Bakhtine 1970, 53).

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    toria de la teora musical, ya que la consonancia es un fen-meno cambiante que encierra, adems, el potencial de poderconvertirse poco a poco en disonancia segn las leyes de laevolucin de la escucha. Se trata de un hecho que amerita noser descuidado cuando se sabe que las tcnicas de composicindel contrapunto se orientan progresivamente hacia una mayorlibertad de movimiento meldico, hacia la posibilidad de diver-sificacin vocal en relacin con el tema musical principal, hastadesembocar en la polifona propiamente dicha. Y, nota intere-sante, es en el siglo XIV, en Espaa, cuando el organum adquie-re el sentido general de polifona; canto de rgano en castella-no significa, ni ms ni menos, que canto polifnico. En relacincon la nocin de canon literario, la contrapropuesta que afirmala de un organon sugiere posibilidades de pensar el trabajo in-telectual y discursivo en trminos de una cultura que canta ohabla la historia con el fin de abrir sta a diferentes vocescoexistiendo en sus interacciones. Esto significa reconocer lafuncin del trabajo del discurso en el seno de su propia actua-lizacin sociohistrica, y no nicamente en relacin con lahistoria (patriarcal) ya hecha. Se puede entonces concebir unregistro de prcticas sobre una base diferencial que, al distan-ciarse de la prctica dominante lleva a subrayar el carcterfundamentalmente secular del discurso feminista cuando secomprende ste en una ptica sociocrtica.

    Un ltimo detalle, sacado de algunos estudios sobre los or-genes de la polifona musical, apoya la hiptesis de tal proce-so de secularizacin del discurso. De acuerdo con estos estu-dios, parecera ser que la polifona misma tiene sus races enla msica folklrica tradicional. La divisin axiolgicamentejerarquizada entre una msica folklrica unisonante y supues-tamente natural del orden de una cultura oficiosa, por unaparte, y la polifona cultural, por la otra, producto de la cul-tura oficial, no sera ms que una pura invencin terica parajustificar, es decir legitimar, post factum, el hecho de que, en la

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    poca gtica, haya sido la Iglesia quien cultiv las tcnicas po-lifnicas de manera ms intensa que los trovadores en la msi-ca profana. En efecto, es en el seno de la msica sagrada litr-gica donde la tcnica de organum (justamente a partir de finesdel siglo IX) adquiere la funcin de ornar el canto y de embelle-cer el repertorio gregoriano. Esta funcin similar a la de los tro-pos en lo musical, la polifona operaba por medio de la su-perposicin la misma cosa que los tropos en literatura pormedio de la interposicin viene a confirmar la canonizacinprecoz del binomio naturaleza/cultura, y esto incluso en un te-rreno tan abstracto como es el de la teora musical.

    Esta breve excursin en el terreno musical terreno al quevienen unirse el de las matemticas y de la mecnica quisie-ra ser un modesto ejemplo de ensayo transdisciplinario de lite-ratura comparada. No es ciertamente gratuito si se entiendeeste tipo de excursin como una proposicin sugestiva conrespecto al valor cognitivo, transformador, de la prctica cul-tural. Despus de todo, y tal como lo sealan los musiclogos,la emergencia de la polifona medieval es histricamente elproducto de una convergencia de dos hechos musicales, dostcnicas de composicin conceptualmente muy diferentes, in-cluso opuestas: la tcnica instrumental y la vocal. Pero hayms, ya que no hay que olvidar que Bajtn mismo nos sugiereque la novela no es ms que conjugacin e integracin (tex-tual) de varios gneros o clases de discurso socioculturales di-ferentes, literarios o no literarios. Es, por lo dems, el funda-mento de su pensamiento a propsito de la emergencia deelementos embrionarios novelescos a fines de la Antigedadclsica, combinatoria que opone a la que constitua la epope-ya. Y qu decir de la msica de Gustave Mahler?, contempo-rneo, o casi, de Dostoievski, y para quien la verdadera polifo-na es el producto de la interaccin de sonidos musicales y nomusicales, a la manera de los diferentes ruidos producidos enuna fiesta fornea que le inspiraron estas afirmaciones (ver

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    Malcuzynski 1992, 184-185, 208). La polifona sirvi a Bajtnno slo como metfora conceptual para describir, identificarnarratolgicamente la novela dostoievskiana, sino tambinpara considerar, al concluir de su libro sobre Dostoievski, la no-vela polifnica como un gran paso adelante, no slo en la evo-lucin de la prosa novelesca, es decir de todos los gneros quegravitan alrededor de la novela, sino incluso en la evolucindel pensamiento esttico en general. Nos parece que es posi-ble rebasar el marco del gnero literario de la novela y ha-blar de una polifona del pensamiento esttico. sta es capazde introducirse en los rincones ms secretos del ser humanoy, antes que nada, en la conciencia humana y en la esferadialgica de su ser, que no ofrecen ningn asidero artsticosi uno se sita desde el punto de vista monolgico (Bajtn1970, 345).

    Dejando de lado lo que esto suscita como reflexin a prop-sito de la concepcin misma de la nocin de gnero (literarioo no), el pensamiento de Bajtn sobre la cultura literaria es, en smismo, un discurso terico sociodinmico, participativo, in-teractivo, eminentemente dialgico y transdisciplinario. Se tra-ta de un discurso compuesto, que se abre y se mueve concreta-mente entre la filosofa del lenguaje y de la esttica, las teorasliterarias y las que llamamos en la actualidad culturales (porejemplo, el carnaval, un espectculo gestual, sincrtico y ritual,nos recuerda a Bajtn); un discurso que se nutre de prstamosde diversos saberes, tales como las ciencias puras (la biologay la fsica cuntica, en relacin con la nocin de cronotopo, porejemplo) o la teora musical (las tcnicas del contrapunto encomposicin), prstamos que, en los escritos de Bajtn, cum-plen funciones mucho ms fundamentales que simplementemetafricas. Todo su pensamiento dialgico es sociointerdis-cursivo en el sentido propio del trmino; una forma de hetero-geneidad que no puede abordarse y comprenderse ms que enuna perspectiva crtica multidisciplinaria.

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    La formulacin de la prctica feminista que surge a partirde esta reflexin se presenta entonces bajo la forma de un pro-yecto heterodoxo que deslegitimiza la brecha contradictoria dela jerarqua cannica entre el discurso cultural y la historia. Latarea interactiva sociocrtica consiste en poner de relieve lasposibilidades de engendrar tomas de posicin socioideolgi-cas que desenmascaren el sistema mitolgico, no slo de lono dicho de la razn genricamente determinista, sino tam-bin su espejo deformador no decible. Mi hiptesis es quela prctica feminista comprendida en este sentido, entre todaslas prcticas de desritualizacin y de desfetichizacin, aborda-da en su valor especfico y no transferible de secularizacindel discurso normativo, constituye en la actualidad tal vez elms grande poder de emancipacin diversificadora, en lo queconcierne a las relaciones de fuerza entre la problemtica can-nica y la pragmtica de los saberes en el seno de la producciny de la circulacin socioculturales.

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