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UNIVERSIDAD DE MEXICO 7 HISTORIA DOCUMENT.AL t'o· R.r"I,\ Visión df AlIáft 1I1le (/5/9) Por Alfomo REYES candidatos, 10 que es una suerte para mí. 1 as con- sultas que a este fin me ha dirigido hicieron nacer las presentes páginas. y ele allí surgió esta historia de mis libros que voy redac- tando poco a poco. Por último, el presente año de 1955 me encuentro con una inesperada quinta edición', al incorporarse mi opúsculo íntegro en una antología de la prosa mo- derna organizada por el señor Serrano Poncela pa- ra la Universidad de Puerto Rico, cuyas publi- caciones dirige mi buen amigo Francisco Ayala. Esta antología ha sido im- presa en México por los excelentes talleres de Ra- fael Loera y Chávez. Da- do el objeto y el origen de la edición, me fué muy grato autorizarla. Joaquín García Monge puso al frente de su edi- ción ciertas palabras to- madas del prólogo con que Francisco Carcía Calde- rón presentó mis Cuest'io- nes estéticas y de un ar- tículo que éste había en- viado al Fígaro de La Ha- bana por febrero de 1914. EllO de marzo de 1917 me remitió los primeros die z' ejemplares, discul- pándose de que, en la pá- gina 7, renglón 40., dije- ra: "La historia, obligada a descubrir nuevos lTIun- dos ... ", donde mi origi- nal decía: describir. Me gustó la errata, y la' adop- decididamente en las posteriores ediciones. Yo he sufrido mucho con las erratas. Toña Sa- lazar me ha hecho una ca- ricatura en que me pre- senta como un San Sebas- M1S En "Dos o tres 1I1undos" mM ff_S"U"""" Jd a>nt', VISION DE ANAHUAC comparable amigo y bene- mérito americano me se- guía por todas partes con sus envíos y me hacía lle- gar sus publicaciones pun- tualísimamente. La segunda edición fué el número inaugural de la colección "Indice" que co- menzamos a publicar en 1adrid Juan Ramón Ji- ménez y yo el año de 1923. Más adelante me explica- al respecto. La tercera consta en el volumen Dos o tres mun- dos, pequeña selección de mi prosa bautizada y pre- parada por Antonio Cas- tro Leal para "Letras de México" (1944, pp. 179- 218), a la cual ya me he referido. La cuarta edición (Mé- xico, 1953), donde hice ya algunos 1e ves retoques, fué provocada por haber- se adoptado la obra como texto para las máximas oposiciones de Francia: la "agregación de español". (1519) E N "fa de lo¡ libf01t de l'XJtidat y >lme'l11il'S goo¡;ní.fiCt!1 lA W\ilm-bt, ., <kl!. bcnl3 ud ÚUI.ce vi po.. d )' 11 k ¡;:.nruru dti Los bis:tDrÚl. ¿el lipo g\lt 'fij<m cl 6(l. tilm"lI, redén. t:il:1 almo e:me. $Jic:trwl.'l 101$ "10'1l .&.lto¡r.s: J>'l.f'.b, I 'leca' El le i La poetisa y crítica Ma- thilde Pomes, que ha tra- ducido mis versos y mi prosa y varias veces me ha dedicado comentarios tan benévolos como inteli- gentes, quedó encargada de explicar el texto a los DE LIBROS vio" de Joaquín García lVIonge José de Cos- ta Rica. 1917). Aquel in- Fotografía de A. R., edición T RAS ese primer choque o toma de con tacto con el ambiente, de que es testimonio el libri- to Cartones de Madrid) instalado ya con mi fami- lia, aunque modestísima- mente, en la calle de To- rrijas, el recuerdo de las cosas lejanas, el sentirme olvidado por mi país y la nostalgia de mi alta mese- ta me llevaron a escribir 1a Visión de A náhuac (1915). En el departamento de alIado, Jesús Acevedo la- braba por aquellos días sus breves imágenes lite- rarias, y especialmente, aquella paginita que lla- CO1'rientes oceánicas y que yo mismo me sentí deseoso de evocar junto a la ViS¡:Ól1 de Anáhuac en las notas que consagré a su recuerdo ( "Notas so- bre Jesús T. Acevedo", Si111,patías :\1 dife'relláas, 2a. ed. II, p. 294). * La ViSZ:ón apareció pri- meramente en "El Convi- nI. Visión de Anáhuac * Este artículo de Acevedo se publicó bajo el título de La llegada del Galeón en la revista madrileña A¡'rededor del 11{¡mdo, según creo recordar. Genaro Estrada, Nuevas notas de bibliografía me.ricana (1954), p. 5, lo llama La Nao, y tal vez tenga razón;' pero conside- ra que es el único capítulo publi- cado hasta hoy del libro inédito que Acevedo dejó a su muerte, y para el cual, a modo de prólogo, yo es- cribí las notas a que arriba me he referido. La verdad es que Ace- vedo llegó a publicar algunos otros fra<Ymentos, todos de 1915. Yo, al guardo en mis archivos Las TI'es Gmcias (impresiones sobre cuadros del Museo del Prado), Paisaje del Este (citado en mi an- terior capítulo, a propósito de la "Plaza de Toros" de Diego Rive- ra) y Paisaje del Oeste. ¿ No ha- brá un amigo piadoso que recoja e<tas deliciosas Visión . Qná[?uac

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Page 1: M 1 S b~ Qná[?uac LIBROS · 8 tián acribillado de flechas, que son erratas. Ya he di cho que el libro Huellas ("colección de erratas con algunos versos", según Ventura García

UNIVERSIDAD DE MEXICO 7

HISTORIADOCUMENT.AL

t'o·

I\LF()~.,U R.r"I,\

Visión df AlIáft1I1le(/5/9)

Por Alfomo REYES

candidatos, 10 que es unasuerte para mí. 1 as con­sultas que a este fin me hadirigido hicieron nacer laspresentes páginas. y eleallí surgió esta historia demis libros que voy redac­tando poco a poco.

Por último, el presenteaño de 1955 me encuentrocon una inesperada quintaedición', al incorporarse miopúsculo íntegro en unaantología de la prosa mo­derna organizada por elseñor Serrano Poncela pa­r a l a Universidad dePuerto Rico, cuyas publi­caciones dirige mi buenamigo Francisco Ayala.Esta antología ha sido im­presa en México por losexcelentes talleres de Ra­fael Loera y Chávez. Da­do el objeto y el origen dela edición, me fué muygrato autorizarla.

Joaquín García Mongepuso al frente de su edi­ción ciertas palabras to­madas del prólogo con queFrancisco Carcía Calde­rón presentó mis Cuest'io­nes estéticas y de un ar­tículo que éste había en­viado al Fígaro de La Ha­bana por febrero de 1914.EllO de marzo de 1917me remitió los primerosdie z' ejemplares, discul­pándose de que, en la pá­gina 7, renglón 40., dije­ra: "La historia, obligadaa descubrir nuevos lTIun­dos ...", donde mi origi­nal decía: describir. Megustó la errata, y la' adop­té decididamente en lasposteriores ediciones.

Yo he sufrido muchocon las erratas. Toña Sa­lazar me ha hecho una ca­ricatura en que me pre­senta como un San Sebas-

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En "Dos o tres 1I1undos"

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VISION DE ANAHUAC

comparable amigo y bene­mérito americano me se­guía por todas partes consus envíos y me hacía lle­gar sus publicaciones pun­tualísimamente.

La segunda edición fuéel número inaugural de lacolección "Indice" que co­menzamos a publicar en1adrid Juan Ramón Ji­

ménez y yo el año de 1923.Más adelante me explica­ré al respecto.

La tercera consta en elvolumen Dos o tres mun­dos, pequeña selección demi prosa bautizada y pre­parada por Antonio Cas­tro Leal para "Letras deMéxico" (1944, pp. 179­218), a la cual ya me hereferido.

La cuarta edición (Mé­xico, 1953), donde hice yaalgunos 1e ves retoques,fué provocada por haber­se adoptado la obra comotexto para las máximasoposiciones de Francia: la"agregación de español".

(1519)

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La poetisa y crítica Ma­thilde Pomes, que ha tra­ducido mis versos y miprosa y varias veces meha dedicado comentariostan benévolos como inteli­gentes, quedó encargadade explicar el texto a los

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LIBROSvio" de Joaquín GarcíalVIonge (~an José de Cos­ta Rica. 1917). Aquel in-

Fotografía de A. R., 2· edición

T RAS ese primerchoque o toma decon tacto con elambiente, de que

es testimonio el libri­to Cartones de Madrid)instalado ya con mi fami­lia, aunque modestísima­mente, en la calle de To­rrijas, el recuerdo de lascosas lejanas, el sentirmeolvidado por mi país y lanostalgia de mi alta mese­ta me llevaron a escribir1a Visión d e A náhuac(1915).

En el departamento dealIado, Jesús Acevedo la­braba por aquellos díassus breves imágenes lite­rarias, y especialmente,aquella paginita que lla­mó CO1'rientes oceánicasy que yo mismo me sentídeseoso de evocar junto ala ViS¡:Ól1 de Anáhuac enlas notas que consagré asu recuerdo ( "Notas so­bre Jesús T. Acevedo",Si111,patías :\1 dife'relláas,2a. ed. II, p. 294). *

La ViSZ:ón apareció pri­meramente en "El Convi-

nI. Visión de Anáhuac

* Este artículo de Acevedo sepublicó bajo el título de La llegadadel Galeón en la revista madrileñaA¡'rededor del 11{¡mdo, según creorecordar. Genaro Estrada, Nuevasnotas de bibliografía me.ricana(1954), p. 5, lo llama La Nao, ytal vez tenga razón;' pero conside­ra que es el único capítulo publi­cado hasta hoy del libro inédito queAcevedo dejó a su muerte, y parael cual, a modo de prólogo, yo es­cribí las notas a que arriba me hereferido. La verdad es que Ace­vedo llegó a publicar algunos otrosfra<Ymentos, todos de 1915. Yo, almel~os, guardo en mis archivos LasTI'es Gmcias (impresiones sobrecuadros del Museo del Prado),Paisaje del Este (citado en mi an­terior capítulo, a propósito de la"Plaza de Toros" de Diego Rive­ra) y Paisaje del Oeste. ¿No ha­brá un amigo piadoso que recojae<tas deliciosas aClla"~hs'

Visiónb~ .Qná[?uac

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tián acribillado de flechas,que son erratas. Ya he di­cho que el libro Huellas("colección de erratas conalgunos versos", segúnVentura García Calde­rón) me metió en camacon fiebre. Pero tambiéndebo a las erratas algunosinvoluntarios aciertos, co­mo el que acabo de men­cionar. Véase sobre estomi artículo "Escritores eimpresores" en La expe­riencia literaria.

A los comienzos del en­sayo (pp. 12 a 14 de aque­lla edición, y 14 a 17 de la4a., la que hoy recomien­do), desde "El viajeroamericano" hasta "dondeel aire se purifica", apro­veché, con ligeros cambios,fragmentos que datan de1911 y que constan, bajosu primera forma, en miconferencia sobre El pai­saJe.

Fuentes principales: lasCartas de relación de Cor­tés; la H'istoria verdaderade la conquista) BernalDíaz del Castillo; y laCrónica del ConquistadorA nánimo) que ahora resul­ta una invención del Ra­musio; 10 cual, por suerte,para nada afecta mi en­sayo.

En la primera edición(1917), constaban tam­bién algunas de mis fuen­tes modernas: Fueter, so­bre la transformación delgénero histórico; y Hor­schelmann, sobre la repre­sentación de la flor en lapictografía indígena; pero~uprimí ambas citas enlas subsiguientes edicionespor, mía observación quem,e hizo, en carta privada(París, 20 de marzo de1917), el hispanista fran­cés Raymond Foulché­Delbosc, sobre la incon­veniencia cle perturbarcon estas citas la evo­cación, la imagen del sigloXVI, en una obra de carác­ter no erudito o documen­tal, sino exclusivamenteartístico. Esto aparte, laobra sólo fué realmenteadvertida' por la crítica enla segunda edición (Ma­drid, "1ndice", 1923).

Entre los años de 1921y 1922, Juan Ramón Ji­ménez y yo llegamos a pu-

A R. por Morrno Villa

blicar hasta cuatro núme­ros de una revista cuyonombre se ha populariza­do después. La revista ~e

llamaba Indice) se desea­ba hacerla apa"recer men­sualmente, tenía cierta ca­lidad de transparencia,cierta condición de aéreavivacidad, vertiginosa ysaludable, como todo aque­llo en que Juan Ramón po­ne la mano. La impresiónera pulquérrima y fina,obra de García Maroto,que hoyes ya todo un me­xicano. En aquellos cua­dernos escribían solamen­te los jóvenes o los juve­niles, y algunos hicieronallí sus primeras armas.Entre sus firmas, amén de

las consagradas y conoci­das (Juan Ramón, Anto­nio Machado, "Azorín",Ortega y Gasset, Díez-Ca­nedo, Pedro HenríquezUreña, Moreno Villa, Gó­mez de la Serna, AdolfoSalazar, Corpus Barga)se estrenaban, o se estre­naban casi, las de PedroSalinas, Antonio Espina,José Bergamín, Jorge Gui­llén. Federico Garda Lar­ca, Dámaso Alonso, Ge­rardo Diego. Marichalar.India no ofreció progra­ma: demostraba el movi­miento anclando. Recogíapáginas selectas, españo­las y universales. Cadanúmero llevaba un suple­mento humorístico y ca­prichoso con un dibujitoa colores: "La rosa de pa­pel", "El lorito real", "Lasirenita del mar", y en el49 número, un trazo deWladyslaw Jah!. En lossuplementos, En r i q u e

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Díez-Canedo y yo inven­tábamos cartas cambiadasentre el Greco y don Luisde Góngora, un debate me­dieval entre Don Vino yDoña Cerveza, nos reía­mos de los que discutíanen serio nuestros docu­mentos imaginarios, ha­cíamos un palmo de nari­ces al "espíritu de pesa­dez". (Ver: Burlas litera­rias) Archivo de AlfonsoReyes: B-l, México, 1947,donde reproduzco e s o sjuegos). Guarden la revis­ta quienes tengan la suertede poseerla, que es ya unacuriosidad bibliográfica.

A la revista sucedió, en1923, la Biblioteca de 1n­dice, que como he dicho se

inauguró con la segundaedición de mi Visión deAnáhuac y cuyos sucesi­vos volúmenes son: Ber­gamín, El cohete ~v la es­trella; Góngora, Fábula dePolifemo) que yo preparé:Espina, Signm'io; Benja­mín Palencia, Niños} co­lección de dibujos; y Pe­dro Salinas, P1'esagios. Eln9 6, que se anunció ynunca llegó a publicarse,iba a ser un tomo de Ru­bén Daría, Cartas )1 ve'r­sos a Juan Ra1nón fil1lé-

nez.Recordaré, por su or­

den, los principales juiciossobre esta segunda edi­ción, que, naturalmente,no me propongo copiar ín­tegros:

Era necesaria la impre­sión totalizadora del poema,ajeno al engorro del aná­lisis y del dato, pero agudoy pleno de emotivas esen­cias. Estp ha conseguido A

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~.: un cuadro, una proyec­cIón vívaz y lírica del le­gendario valle de Anáhuac.La ..obra ·está concebida yescnta con una sorprenden­te,diríamos, puntualizaciónde ,'estilo. " exactitud ver­bal, dinamismo, equilibriofonético, elasticidad.-An­~onio Espina. (SemanarioEspaíta, Madrid 31 deagosto de 1923).'

A. R es \Jn trasmutadorde la emoción lírica en emo­

. ción geográfica... A. Rha tallado con suvísión so­bre la piedra de Anáhuacel camafeo mexicano -co~sas y hombres- que des­cubrieron los centauros ex­tremt;ños ..c-Corpus Barg-a.

.. (Revista de Occidente Ma-· :drid, julio-septiembr~' de

1923, 1, ,2).)l'1aisvoicí quell'érudit

et poete A. R, dont i'aitléj aétudié -1'oeuvre, nousoffre -un 'petit Jivre, Visión.dcAnáhuac, ou se trouventde précieux élé~ents defolklore. Certes, c'est unouvrage- d'érudition et d'évocation ou 1'auteur dé-

,ploie son savoir et su donIyrique, mais qui abonde endétails sur les moeurs etles arts des anciens azte­queso - Francisco Contre­ras. (Mercure de France,París, 1S de octubre de1923 ).

El opúsculo de R es unaevocación del antiguo im­perio azteca tal como lo ha­rtl;uori 10s conquistadoresespañoles, trazada con finu­ra y curiosidad literaria yla preparación erudita paralas disciplinas históricas queel autor reúne.-E. Gómezde Baquero. ("La Américavieja y la América nueva".El Sol,Madrid, 31 de oc­tubre de 1923).

· . ,A.. R. ®atllOque vive aMádrid (o forse perche vi­ve a 'Mádrid?) non pubstórdare di essere messica-

·no; ..~Mario Puccini. (llSecolo, Milán, 9 de noviem­bre de 1923).

"Aiorin"·, tras una ale­goría gracianesca, diálo­go entre el extranjeroblanco y el nativo cobrizo,escuchado por un león,un caimán, un lobo, unaserpiente y un águila, e in­terrumpido por la apari­ción de dos multitudes en­contradas, dice:

A. R, el fino erudito-artista y erudito- acabade publicar un libro singu­·Iar. Se titula Visión de Aná-huac (l519). El libro deR,>es una' descripción es­pléndida de la Nueva Es-

paña en los tiempos d l. e aconquIsta. La prosa del au-t?r :e de~envue1ve precisa,limpIa, vIvamente colorea­da. Asistimos materialmen­t~ ~ una vida que no hemosv~vldo ... Españoles y ame­ncanos tenemos nuestrosanteces~res en los hombresque paCIentemente, a lo lar­go de los siglos, han labradouna civilización... A. R,en el epílogo breve y eleva­do de su Visión de Aná­huac, llega a una conclusiónde h.umanidad, de piedad yde mdependencia. Mereceplácemes nuestro amigo. Ymerece aplausos sinceros porla labor tan limpia y amoro­sa que realiza día por día deinformar al público de' su'patria del movimiento inte­lectual esnañol. Hombrescomo A. R.. honr;¡n a supatri;¡ nativa v a b tierqespañola. ("Tm;tación deGraci~.n". A. R. r:. M"rlrirl.28 de noviernhre de 1923).

y al día siguiente, meexplicaba por carta: "Ce­lebro que le haya gustadomi alegoría. La he escritocon verdadero cariño. Hu­biera yo querido precisarun poco más. Al hablar delas dos muchedumbres queavanzan, en una hubierahecho ver "reflejos de co­razas" ; en la otr~, "lanzasy ballestas". y antes hu­biera t a m b i é n evocado-levemente- las hogue­ras de la Inquisición (paraEspaña) .y los sacrificioshumanos (para México).N o 10 he hecho por temora las dos censuras: la delperiódico y la gubernati­va. Pero acaso 10 hagacuando recoja en volumenel artículo." Ignoro si 10habrá recogido. En la co­lección de Aguilar no loencuentro" a menos que lehaya cambiado el título oque yo haya buscado malen esos tomitos de tan ar­duo manejo y de papel tandelgado.

Esta alegoría de "Azo­rín" despertó la curiosidadde Federico Garda San­chiz, quien, encontrándoseen París, me pidió el libroal mes siguiente, y luegome escribió una larga ysabrosa carta de que en­tresaco esta observacióningeniosa: "c 1a r o quetambién usted ve, contem­pla, analiza el espectáculo

antiguo con ojos actuales.No hace un proceso como"Azorín". Sencilla:nentecompleja111.ente, hace un¡perspectiva adecuada a lascircunstancias ... Un de­talle del libro lo explicarácomo una imagen: la Vi­sión se refiere a 1519 yestá fechada en 1915: ..Con los mismos númerosdistintas cifras, cantida~des. Este juego vale por elotro."

Por el amor que muestraa la tierra mexicana, nostransporta a las páginas tanolvidadas y plenas, sin em­bargo, de un sublime me­xicanismo, del Nigromanteo de don Justo Sierra. Elestilo de R en la Visión deAnáhuac alcanza toda la no­bleza de aquellos de nues­tros mejores escritores quehan trabajado por descu­bri r la rica alma de nuestropueblo. Nnta ;¡nónima. (Co­nozca usted a México. mar­zo de 1924).

Norherto Pinilla Gtlifi­ca 1::> Visi(Í 11 romo oht'a deun humanista poético veloe-ia la nro<:a en (l1te estáescrita. (Fl ribend. San­tiag-o de Chile. 24 de di­riembrf' de 19:B).

La 4~ edición (1953)fué saludrl(b. ron unas Q'e­nerosas palabras de Ga­hriel Arrovo. donde ofrece::> 1 lector un hreve resumenbien calr.ulado para des­nf'rtrlr el ;:> netito. (Tnrin.Mpxico. 19 de abril de19.54).

La Visión ha sido frae-­mentariamente traduddavarias veres: 1) Al ine-lés:1"11 Erina Pnets. 19.~2: V enThp Pnsition ol A 111e;'irn.,111d Other EssrT,\'s. trad.Harriet de On í" (NewYork. A. A. K non f .1950),2) Al alem~n. trad.Inés E. Mam: (Rerli17erLokal-Anzeiqer, Ul1tf'rhrr­ltul1Qs-Beila~f', Berlín. 23de julio de 1932). 3) Alcheco, por Zdenek Smiel.con otras pág-inas más deLa Saeta y La Caída reu­nidas en el libro Tribtwh(Brno, Atlantis. 1937).4) Al francés (íntegra),que he dejaelopara el finaunque sea anterior, porlas reseñas que mencionoa continuación. La des-

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cripción es la siguiente:Vision de rAnahuac

(1519), trad. Jeanne Gué­randel, introd. de Valer"Larbaud, portrait de j.Moreno Villa, gravé parC. Aubert. París, Edit. dela N ouvelle Revue Fran­~aiseJ 1927, 62 pp.

Jean Cassou hizo algu­nos retoques a la traduc­ción. Yo recibí el tornocuando me encontraba yaen Buenos Aires (20 deabril de 1928), aunque laobra se empezó durante misegunda permanencia enParís, donde residí desdefines ele 1924 hasta el 21ele marzo ele 1927.

E n s u introducciónLarbauel decía (traduci~mas) :

La breve Visión de Aná­huac es, bajo la forma deun trata,dito histórico, unverdadero poema nacionaln~;xica?o. .Es la descrip­clon mlOUClosa como en loscuadros de Breughel, de laantigua ciudad de Méxicotal como ella apareció a lo~ojos de los conquistadores.~~mbi.é~ es una descrip­clon hnca, y de un liris­mo emparentado con el deSaint-John Perse: g r a npoema de colores y hom­bres, de monumentos extra­ños y de riquezas acumula­das; en suma, la verdadera"visión" ofrecida por el au­tor, en todo su brillo y sumisterio. .

Las sig-uientes citas dantestimo~io de la acogidaque el lIbro tuvo en Fran­cla:

Le Méxique, c'est I'Egyp­te des Amériques comme lePérou en est I'Inde. Sur leshauts 1acs, la capitale azte­que offre la réplique mo­numentale des Pyramides:R l'évoque telle qu'elle ap­parut aux conquérants es­pagnols dans sa poésie etson réalisme. II a réussi laun rare mélange oes Mille­ef-une-Nuits, et d'évocationc¡uotidienne, de fantastic¡ueet de vérité, imaginé un pro­cédé heureux dont l'appli­cation -si elle était possi­ble- aux vieilles chosesd'Occident en renouvelleraitsans doute I'aspect et le sensde la maniere la plus im­prévue. B e n i a m i n Cré­mieux. (La Nouvelle Re­vue Fran(aise, París, Fe­brero de 1928.)

México -d ice JeanCa.ssou-, y la prueba es

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la Visión de A. R., estállamado a dar la poesíaoriginal que se espera delos países nuevos. Larbaudcomparaba la obra. con loscuadros de Breughel, conlos poemas de Saint-Per­se. y concluye:

Libro minucioso, sutil,.- oloroso y denso, que termi­

ha en una nota melancólica,evocación de toda una líricaperdida con el desaparecidoimperio azteca. (Las N ou­velles Littératires, París, 24de marzo de 1928.)

Estas semejanzas entrela Visión y los poemas deSaint-John Perse han sidointerpretadas como una in­fluencia directa de mi li­brito sobre el poeta fran­cés por Juan José Domen­china. ("A. R. Y su Visiónde An6huac", en HO'jI,

México, 22 y 29 de juniode 1940.) No sé si opinólo mismo, consultado porDomenchina, nuestro Oc­tavio Barreda, traductormexicano de la Anabase.

Todo es posible: la priori­dad corresponde a mi li­bro (1917 y 1923), pues­to que la Anabase es de1924 o fines del año ante­rior. El caso no sería des­honroso para ninguno (ypara mí, al contrario),puesto que sería el caso deuna mera influencia de at­mósferas. Pero no hay quefingir hipótesis, no hacefalta admitirlo: cada unopor su sendero.

Respecto a la intencióndel libro, he escrito en car­ta a Antonio Mediz Bolio(Deva, 5 de agosto de1922) :

Yo sueño -le decía yoa usted- en emprender unaserie de ensayos que habíande desarrollarse bajo estadivisa: En busca del almanacional. La Visión de Aná­huac puede considerarse co­mo un primer capítulo deesta obra, en la que yo pro­curaría extraer e interpre­tar la moraleja de nuestraterrible fáb~la histórica:buscar el pu:so de la patria

en todos los momentos y entodos los hombres en queparece haberse intensifica­do; pedir a la brutalidad delos hechos un sentido espi­ritual; descubrir la misióndel hombre mexicano en latierra, interrogando perti­nazmente a todos los fan­tasmas y las piedras denuestras tumbas y nuestrosmonumentos. (Simpatías ydí!erencias, 2\\ ed., México,1945, JI, pp. 264-264.)

Algunos se inclinan aconsiderar la Visión co­mo mi poema por excelen­cia; otras optan por la 1ji­genia cruel) que no es evo­cación del pasado o delambiente geográfico, sinomitología del presente ydescarga de un sufrimien­to personal. Entre aqué­llos, recientemente, Octa­vio Paz, en el prólogo dela Anthologie de. la PoésieM exicaine (París, 1952),donde considera este ensa­yo como "un gran frescoen prosa".

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y yo, por mi parte, creoque mi premio ha sido elque todos repitan y hayanconvertido en proloquiolas palabras con qüe seabre mi libro: "Viajero:has llegado a la región mástransparente del aire".Pero estas palabras, jus­Itas todavía para la dia­mantina m€seta, ¿siguensiéndolo, en especial, parala ciudad de México y susalrededores? ¿Quién, alvolver de Cuernavaca porel Ajusco, no ha visto conpena ese manchón de hu­mo, de bruma y de polvoposado sobre la ciudad?Han cambiado un poco lascosas desde 1915; Y en1940 tuve que escribir la"Palinodia del poI v o"(Ancorajes) 1951), que seabre con este lamento:"¿ Es ésta la región mástransparente del a i l' e?¿ Qué habéis hecho, enton­ces, de mi alto valle meta­físico ?"

(VieHede la pág. 6)

milia. Fueron muy raras las perso­nas que llegaron a descubrirlo, yninguna de éstas perduró en nuestraamistad. Al principio se llenaban deestupor, luego se movían llenas de.qesconfianza, por último desertabanhaciendo comentarios poco agrada­bles, discutiendo si estábamos bas­t?-nte locos y mucho más cuando unade mis tías contó que mi papá teníaguardado en un estuche de seda, elombligo de una de sus hijas. Y eracierto. Ahora yo 10 conservo; es pe­queño como un caballito de mar yno lo tiro porque a 10 mejor me per­tenece.

Pasó el tiempo y crecimos todas.. Mis padres ya no estaban entre nos­otras; pero nos seguíamos cambian­do de casa, y empezó a agravarse elproblema de la situación de Mari­quita.

Tomamos un señorial caserón enruinas, con grietas que anunciabansu demolición. Para tapar las bo­cas que hacían gestos en los cuartos,distribuímos pinturas y cuadros enlos huecos, sin interesarnos si el lu­gar era artístico, sino con el únicoempeño de olvidar el derrumbe.c:uando la rajadura era larga comotúnel, la cubríamos con algún gobe­lino en donde las garzas que nada­ban en "punto de cruz" añil hubie­ran podido excursionar por el hon­do agujero. La casal que como to-

HISTOR'IA DEMARIQUITAdas las de esa calle, tenían obliga­ción de conservar su fuente, alde­rredor de la cual un corredor en es­cuadra repartía las piezas, no esca­pó a nuestro delirio de grandeza;dímosle una mano de polvo de már­mol al desauciado cemento de lafuente, quedando lamentable, elblanco cascarón sin suerte. En laparte de atrás, donde otros pondríangallinas, hicimos un jardína la ame­ricana, con su pasto, su pérgolablanca y una variedad de enredade­ras y rosales que nos permitió des­fogar nuestro complejo residencial.La casa se veía muy alegre; peroasí y todo había duendes. Cuandopor excepción se escuchaba un minu­to de silencio, sonaba una descargade charolas y cristales, ocasionandoel bailoteo de todos los candiles. Co­rríamos por toda la casa sin des­cubrir nada. Nos fuimos acostum­brando y cuando esto se repetía nohacíamos el menor caso; pero nues­tras sirvientes buscaban la explica­ción e inventaron que la culpable erala niña que escondíamos en el ro­pero; que en las noches su fantasmarecorría todas las casas de la cua­dra. Se empezó a correr la voz ya crearnos el compromiso de tener

que dar explicaciones; y como todaséramos solteras con bastante buenareputación, se nos puso muy difícil.Fueron tantas las habladurías, queya la única decente resultó ser laniña del bote a la que siquiera no lelevantaban calumnias.

Para enterrarla se necesitaba' unacta de defunción,pero ningún mé­dico quería darla. Mientras tanto,la niña que llevaba tres años sincambiar de agua, se había sentadoen el fondo del frasco definitiva­mente aburrida. El líquido amari­llento le enturbiaba el paisaje.

Decidimos enterrarla en el jardín.Señalamos su tumba con una aureo-­la de mastuerzos y una pequeñacruz como la de un canario.

Ahora hemos vuelto a mudarnosde casa y yo no puedo olvidarmedel prado que encarcela su cuerpe­cito. Me preocupa saber si existealguien que cuide el verde Limbodonde habita y si en las tardes toda­vía la arrullan las palomas. Cuandocontemplo el familiar estuche quela guardó 20 años, se me nubla elcorazón de una nostalgia como lade aquellos que conservan una jaulavacía, y se me agolpan las tristezasque viví frente a su sueño. Recons­truyo mi soledad y descubro queúnicamente ella, ligó mi infancia pa­ra siempre a su muda compañía,que ya se desvanece en mis recuer­dos.