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AAnn AArrggeenneeaauu NNoovveell
¡¡¡Visítanos!!!
http://lasilladellector1.forovenezuela.net
Immortal Ever After
Lynsay Sands Argeneau #18
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Sinopsis n beso no implica eternidad...
Valerie Moyer no cree en vampiros —¡hasta que es secuestrada por un
psicópata con colmillos! Después de escapar de su captor sediento de
sangre, está entre las criaturas de la noche. Entonces se encuentra bajo
la protección del oscuro y guapo Anders. No sólo se esperaba que ella
aceptara que Anders era un inmortal, ¡sino que también el que ella era la mujer
destinada a ser su compañera de vida!
...¿o lo hace?
Anders sintió la conexión con Valerie desde el momento en que acunó su cuerpo
magullado en sus brazos. Pero antes de reclamarla, debe destruir al vampiro que casi
se la robó para siempre. Su trabajo sería más fácil si Valerie no luchara contra él en
cada paso del camino. Sin embargo, a Anders le encantan los desafíos, y por la
belleza de ojos verdes, ¡vale la pena luchar!
U
Immortal Ever After
Lynsay Sands Argeneau #18
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Capítulo 1 os ojos de Valerie parpadearon abiertos en la oscuridad. Por un momento se
sintió desorientada y se preguntó qué la había despertado, entonces notó
pasos arriba. Se quedó quieta, escuchando cómo alguien holgazaneaba en la
cocina en la parte superior de las escaleras, tensándose cuando los pasos se
detuvieron y se escuchó el deslizamiento y chasquido de uno primero, luego otro, y
finalmente un tercer cerrojo abriéndose. Pasó un momento de silencio antes de que la puerta se abriera. La luz de inmediato
corrió por las escaleras a través del suelo de hormigón del sótano. Al momento en
que llegó a su jaula, era débil y sin brillo, pero incluso esa poca luz la hizo parpadear
después de ver todo negro la mayor parte del día.
Podía oír a otras mujeres agitándose y sentir la tensión detrás de ella. El miedo de
pronto era algo vivo, en la oscura y húmeda habitación. Valerie trató de no dejarse
reclamar también y comenzó a contar hacia atrás desde cien para distraerse.
Necesitaba la cabeza clara si quería escapar. El miedo conducía a las acciones y las
reacciones de pánico. Esto conducía a errores, y no había lugar para los errores si
quería salir y sacar a las demás de la casa de los horrores.
Su atención fue reclamada cuando el trozo de luz de arriba de repente fue bloqueado
por una gran figura que llenaba el umbral. Vio que era Igor con una bandeja en la
mano, mientras la luz enmarcaba su silueta. Esa luz bailaba alrededor de su cuerpo
mientras el suelo se movía cuando comenzó a bajar. El sordo ruido de sus botas en
la escalera de madera era fuerte en el súbito silencio. Las mujeres estaban tan
quietas ahora, como ciervos encandilados por los faros.
Valerie contuvo la respiración y esperó a que Igor llegara al pie de la escalera. Pasó
delante de su jaula sin mirarla, en dirección a la parte trasera de la habitación, a las
jaulas que estaban ahí. Siempre comenzaba en la parte posterior, distribuyendo una
botella de agua, un tazón de avena y una fruta a cada cautiva hasta llegar a la parte
delantera. Todo el mundo tendría comida a excepción de la mujer que había sido
elegida para la diversión de la noche. Con ese conocimiento, Valerie trató de
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distinguir quién estaba recibiendo comida y quién no, pero su jaula en la parte
delantera de la habitación y la virtual oscuridad en que las otras mujeres estaban
hacían difícil ver algo. Pensó que Igor se había detenido en cada jaula, pero no podía
estar segura.
Cuando se detuvo frente a su jaula, Valerie se dio cuenta de que ahora la bandeja
estaba colgando por un mango junto a su pierna, vacía. Dejó escapar el aliento en un
lento siseo silencioso. Era su turno para una “noche fuera”, entonces. Al fin. Se
quedó quieta mientras él dejaba la bandeja en el suelo y sacaba las llaves del bolsillo
delantero de su pantalón. La bandeja se quedaría allí hasta que ella volviera a su
jaula. Él la usaría para llevarse todos los tazones que acababa de repartir, lo sabía.
Bueno, lo haría si fuera a volver, pero ella no tenía la intención de permitirlo.
La puerta de la jaula se abrió, pero Valerie esperaba su lacónico: "Ven", antes de
ponerse en sus manos y rodillas para arrastrarse. Su hogar durante los últimos diez
días era de cuatro metros de altura, un metro de ancho, y de la misma profundidad.
No había espacio para estar de pie, o incluso acostarse en su interior. Durante diez
días había permanecido ya sea acurrucada y ovillada en el suelo, o sentada con las
rodillas flexionadas hacia el pecho. La única vez que llegó plenamente a enderezar
sus piernas fue cuando salió fuera de la jaula, como ahora, lo que solo había
ocurrido una vez desde que fue arrastrada ahí. Aparte de eso, había pasado todo su
tiempo en esa jaula, comiendo e incluso aliviándose allí en el orinal proporcionado.
Éstos se retiraban una vez al día cuando recogían los platos después de comer, y los
devolvían una vez vaciados.
—Arriba —la orden lacónica llegó cuando se detuvo sobre sus manos y rodillas en el
frío suelo de cemento. Valerie no se sorprendió cuando la orden fue acompañada de
un Igor que agarraba su brazo y tiraba de ella hacia arriba. Después de tanto tiempo
sin poder estirar las piernas, necesitaba la ayuda y apenas contuvo un gemido de
dolor cuando quedó en posición vertical. Estaba agradecida por la mano que sostenía
su brazo mientras la acompañaba en silencio por las escaleras.
Para gran alivio de Valerie, lo peor del dolor se alivió en el momento en que llegó a
lo más alto, pero continuó apoyándose en su agarre, incluso tropezó deliberadamente
en el último paso para dar la impresión de que no estaba por completo estable en sus
pies. Él esperaría esto. Normalmente, los medicamentos que ponían en la harina de
avena recién ahora estarían desapareciendo y se esperaba que fuera lenta y que
estuviera un poco falta de coordinación.
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No lo estaba.
Valerie había dejado de comer la avena después de su última "noche fuera". Estaba
lúcida. Su única preocupación era que iba a estar más débil de lo normal después de
cuatro días sin comer. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto, y sólo
tendría que contar con sus habilidades, su fuerza, y el elemento sorpresa de ver lo
que se avecinaba. No tenía ninguna intención de morir en su propia suciedad en esa
maldita jaula maloliente en el sótano.
Valerie continuó apoyándose en el agarre de Igor y proyectó un casual tropezón
mientras la conducía a través de la cocina. Dejó que su cabeza colgara hacia delante
como si estuviera muy cansada y drogada para sostenerse. Al hacerlo, pudo mirar
rápidamente alrededor bajo el manto de su largo cabello mientras buscaba una
posible arma, o la oportunidad de escapar.
No había nada. Los mostradores de la cocina y la mesa estaban libres de algo útil.
No había mangos de cuchillos que salieran de un práctico bloque de cuchillos, no
había vasos o tazas asentados que ella pudiera romper y utilizar como arma, ni
siquiera una máquina de café y tostadora. Podría bien ser una casa vacía.
Valerie siguió adelante, buscando con la mirada mientras él la conducía por un
pasillo y por otra serie de escaleras a la planta superior de la casa. No se sorprendió
cuando él la dirigió a su izquierda en el rellano, instándola hacia la parte posterior de
la casa. Ella había estado ahí antes, pero estaba drogada en ese momento. Sus
recuerdos del pasillo, del retrato del renacimiento en la pared, las paredes con
paneles, y la alfombra azul estaban ligeramente distorsionados en su memoria.
El pasillo terminaba en un gran dormitorio. Ella se negó a mirar la cama de cuatro
columnas pasada de moda cuando pasaron al cuarto de baño de la suite. La casa
tenía probablemente más de cien años, pero el baño hablaba de una renovación en
algún momento. Ella adivinó que tuvo lugar en los años cincuenta o sesenta. Era
verde, las paredes estaban pintadas de verde, el baño, el lavabo eran verdes, y había
una bañera verde con pequeños azulejos verdes que cubrían su alrededor.
Es increíblemente feo, pensó Valerie mientras Igor la instaba a un lado y pasaba
junto a ella, doblándose sobre la bañera y comenzando a preparar su baño. Valerie
sabía lo que venía después, pero se negaba a entrar en pánico. Su mirada se deslizó
alrededor de la pequeña habitación, al asentamiento de un conjunto de elementos en
el mostrador del lavabo: una toalla, una manopla, una pastilla de jabón, champú,
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acondicionador, y una túnica blanca y limpia. Todo eso era para ella, y estaba fijado
con cuidado en el mostrador del lavabo para "prepararla para la cena", como Igor
lo llamaba.
Valerie había comenzado a apartar la mirada de la colección cuando cambió de
opinión. Igor fue enderezándose después de ajustar el tapón y abrir los grifos. Él
volvió su atención a su lado. Sin tiempo que perder, Valerie cogió el champú, abrió
la tapa, y roció la cara de Igor cuando se volvió hacia ella. Cuando el hombre dio un
grito de sorpresa, y sus dedos alcanzaron sus ojos, ella siguió con una patada en su
abdomen.
Valerie tenía la esperanza de lanzarlo rodando hacia atrás en el baño, pero ya fuera
porque estaba más firme en sus pies que la mayoría o porque estaba más débil de lo
que esperaba después de cuatro días sin comer, él se tambaleó dando un paso atrás
pero eso fue todo, e incluso mientras lo hacía arremetió con su brazo, golpeándola
en el pecho.
El golpe fue como una carga explosiva pasando frente a ella. Valerie salió volando
por los aires, fuera del baño. Aterrizó en algo con el suficiente impacto como para
que se derrumbara bajo su peso con estrépito, mientras su cabeza rebotaba en el
suelo. Valerie se quedó sin aire y vio estrellas estallando detrás de sus ojos cerrados.
Valerie giró sobre su estómago, con la intención de ponerse en pie y empezar a
correr, pero se detuvo cuando su mano cayó sobre un eje de madera. Era la mejor
parte de una de las patas del escaño a los pies de la cama en el que había caído.
Así que esto es en lo que aterricé, pensó Valerie mientras observaba que la pata una
vez rectangular se había dividido diagonalmente cuando el banco se había
derrumbado. Eso dejó una punta muy puntiaguda. Una clase de estaca, pensó,
agarrando el artículo justo cuando la mano de Igor sujetaba su hombro. Sus dedos se
clavaron dolorosamente en su piel y músculos mientras él la tiraba sobre su espalda.
Valerie no luchó. En cambio, usó el impulso para encajar su estaca en el pecho del
enorme bastardo. Ambos se congelaron y se miraron simplemente, pero Valerie
miró hacia su pecho para ver donde la había clavado. Todo sucedió tan rápido, que
no había tenido oportunidad de apuntar. Sin embargo, la suerte estuvo con ella,
porque lo había golpeado en su muerto corazón. Si es que tiene uno, pensó sombría,
negándose a sentirse culpable por lo que acababa de hacer.
La respiración ronca de Igor atrajo sus ojos de nuevo mientras la soltaba. Retrocedió
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un paso, boquiabierto ante la improvisada arma en su pecho, y de pronto se
derrumbó hacia atrás. Igor cayó sobre el suelo de madera con un sólido golpe que no
cubrió el ruido de su cabeza al agrietarse la madera.
Por un momento, Valerie se permitió el lujo de solo quedarse donde estaba. El pecho
le ardía donde Igor había asestado el golpe que la envió a volar, la cabeza le latía
como loca por su encuentro con el suelo, y el resto de su cuerpo, la espalda en
especial, se quejaba de los abusos que había sufrido cuando aterrizó en el banco.
Pero había derribado al monstruo que las había sometido a las humillaciones y
malos tratos.
Bueno, uno de los monstruos, reconoció Valerie con un suspiro. Igor no era el
encargado. Trabajaba para el hijo de puta que la había arrastrado de la calle y la trajo
aquí. Y puesto que Igor había estado preparándola para la cena, sin duda esperaba
que su jefe regresara pronto. No tenía tiempo para sentarse sobre la posibilidad de
volver a reunir fuerzas o tener cuidado de no meter la pata.
Haciendo una mueca, Valerie se obligó a sentarse con la espalda recta, luego agarró
la columna más cercana de la cama y tiró de sí misma a sus pies. Su cabeza le daba
vueltas, y un rayo de dolor atravesó su espalda, pero se las arregló para enderezarse.
Mientras esperaba que el mareo parara, Valerie miró hacia abajo y vio que había un
pedazo de madera manchada de sangre que empujaba hacia arriba a través del
asiento tapizado manchado también con sangre, el banco roto en el que había
aterrizado. Parecía que Igor no era el único al que habían conseguido estacar.
Una rápida revisión reveló que la parte trasera derecha de su sucia camiseta estaba
manchada de sangre. Valerie se sacudió la ropa, estirando la cabeza para tener una
mejor vista de los daños. Para su alivio, parecía que era solo una herida superficial.
Estaba sangrando libremente, pero por lo que podía decir, ningún órgano vital había
sido alcanzado.
Valerie se llevó la mano a la herida, tratando de frenar la pérdida de sangre, luego
lanzó una mirada a Igor. Yacía boca abajo, en apariencia muerto. Tranquila, volvió
su atención a la habitación en sí. Había un teléfono en la mesita de noche más
alejada del cuarto de baño de la suite. Al igual que la decoración, el teléfono era
viejo, pero a ella no le importaba con tal de que funcionara.
Apartándose del poste, Valerie se trasladó a la mesita de noche, un poco alarmada al
descubrir que no se sostenía sobre sus pies. Haciendo caso omiso de eso, llamó al
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911.
Le temblaban las piernas y su cabeza flotaba mientras esperaba que contestaran su
llamada. Con miedo de derrumbarse, Valerie casi se sentó en la cama, pero luego
cambió de idea. Podía no ser capaz de volver a levantarse.
Por fortuna, la mesa estaba entre la cama y la pared exterior, y una ventana estaba
sólo a un pie de distancia. Tirando del anticuado cable tensamente, se acomodó en la
ventana, apoyándose en el alféizar mientras le respondían.
—911.
—Necesito a la policía y una ambulancia. De inmediato —dijo Valerie, frunciendo
el ceño ante lo débil y temblorosa que sonaba su voz.
—¿Cuál es su emergencia y su dirección? —preguntó la operadora.
—No sé la dirección. Me han secuestrado y…
—¿Secuestrado? —La operadora la interrumpió.
—Sí. Y hay otras seis mujeres en el sótano. O lo estaban— añadió sombría, mirando
hacia Igor—. Creo que él tomó demasiada sangre y una o incluso dos de ellas
podrían estar muertas.
—¿Tomó demasiada sangre? —preguntó la operadora, mostrando sorpresa en su voz
anteriormente profesional—. ¿Ha dicho que ha sido secuestrada, señora? ¿Y esas
otras mujeres también fueron secuestradas?
—Sí— respondió ella impaciente—. Necesitará más de una ambulancia. Estoy
herida, Igor está muerto, y hay otras mujeres.
—¿Igor? —La voz de la operadora tomó un tono de sospecha mientras tomaba el
nombre de Valerie y el que las otras mujeres le habían dado a su vigilante—. ¿Ha
dicho que Igor está muerto?
—Sí— dijo ella, cerrando los ojos frustrada y deseando haber guardado esa parte de
información para cuando los del servicio de emergencias llegaran allí. Como no lo
había hecho, tenía que explicarse o arriesgarse a que la operadora pensara que estaba
loca—. Mire, Igor es solo el nombre que le dimos. Ninguna de nosotras sabe su
verdadero nombre. Él era el que nos alimentaba e iba a buscarnos a nuestras jaulas
para que su jefe nos mordiera. Y, sí, estoy bastante segura de que lo maté. Le enterré
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una estaca en el corazón.
—¿Dijo mordida? ¿Y qué le enterró una estaca en el corazón? —Ahora
definitivamente sospechaba. Sin duda pensaba que estaba contestando una llamada
de broma o algo así.
Valerie, cansada, apoyó la mejilla contra la ventana. El cristal estaba frío contra su
piel mientras trataba de aclarar sus pensamientos cada vez más lentos y encontrar la
mejor forma de garantizar que su llamada fuera tomada en serio y enviaran ayuda.
Finalmente dijo—: Me doy cuenta de que lo que he dicho probablemente le suena a
una locura y lo siento. El hombre que nos secuestró es un chiflado. Le gusta jugar al
vampiro y mordernos. Pero creo que ha tomado mucha sangre de Janey y Beth. No
han hablado mucho en las últimas dos noches, y si es que no están muertas, es
probable que se estén muriendo. Es necesario que envíen ayuda, a los paramédicos y
la policía, a muchos de ellos, y rápido. Él… —Se detuvo, rígida cuando notó el
zumbido lejano. Se dio cuenta de que la puerta automática del garaje estaba
abriéndose, mientras la adrenalina se disparaba por todo su cuerpo. Probablemente
era el único elemento moderno en ese lugar y estaba agradecida como el infierno por
la advertencia que le daba.
—¿Señora? — preguntó la operadora cuando ella se quedó en silencio.
—Está de vuelta. Envié ayuda —dijo entre dientes.
—¿Quién ha vuelto? —preguntó la operadora.
—¿Quién cree usted? —le respondió con dureza—. El hombre que nos secuestró. Y
cuando llegue aquí y vea que Igor ha muerto, probablemente me matará y tal vez
incluso a las otras mujeres. Envié la ayuda ahora.
—Señora, sólo mantenga la calma. Yo…
—¿Todavía no ha rastreado la llamada? ¿Conoce la dirección? —le interrumpió, y
luego cuando el zumbido se detuvo, añadió—: No importa. Voy a dejar el teléfono
descolgado. Rastree la llamada y envíe ayuda.
—Señora, necesito que mantenga la calma y permanezca en la línea.
—Sí, bueno, yo necesito una Uzi y balas de plata, pero supongo que las dos estamos
sin suerte —dijo secamente—. Dejaré el teléfono descolgado y en reserva. Rastree la
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llamada y envíe ayuda —repitió sombría cuando el siguiente zumbido comenzó de
nuevo. Es la puerta del garaje cerrándose, por supuesto, pensó Valerie mientras
dejaba el teléfono sobre la mesa. Él había aparcado, entraría en la casa y después
vendría aquí. Ella sólo tenía unos instantes.
En lugar de correr el riesgo de regresar a través de la casa y encontrarse con el
monstruo, trataría de escapar. Valerie se volvió hacia la ventana, aliviada cuando
esta se deslizó con facilidad. Estaba aún más aliviada de encontrar que no había reja
a la que enfrentarse. Gracias a Dios que era una casa antigua y obviamente
alquilada. De haber sido una casa nueva con ventanas modernas de lujo que no se
abren hasta el final y con rejas, habría tenido que correr el riesgo de salir de la
habitación buscando una salida.
Valerie se asomó por la ventana y miró hacia abajo. Estaba en el segundo piso con
vistas a un gran patio trasero. No había árboles a mano o un enrejado por el cual
pudiera bajar, pero los arbustos de abajo se alineaban alrededor de la casa. No había
nada más que amortiguara su caída.
Haciendo una mueca ante el pensamiento, balanceó una pierna a horcajadas sobre la
cornisa, luego se detuvo cuando oyó una puerta cercana en algún lugar de la casa. Se
dio cuenta de que era probable que fuera la puerta que conectaba el garaje a la casa;
Valerie lanzó su otra pierna por encima de la cornisa, pero se detuvo de nuevo.
Había una ventana por debajo de ésta. Y no conocía muy bien el diseño de la casa,
por lo que no tenía ni idea de si él podría estar ahora en la sala de abajo. Si lo estaba
y la veía caer frente a la ventana…
Valerie cerró los ojos, obligándose a esperar y escuchar los tenues sonidos de
movimiento en la casa. Pero en el momento en que oyó el ruido sordo de los pasos
en la escalera, se empujó fuera de la cornisa.
Anders salió al porche y aspiró una bocanada de aire fresco. La casa que acababa de
dejar no olía bien, pero entonces la situación que se presentaba no estaba muy bien.
No había visto muchas peores.
Descubriendo a Justin Bricker, que volvía por el camino, empezó a bajar los
escalones del porche, preguntando—: ¿Manejaste a la policía?
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—Zanjado —le aseguró Bricker mientras ambos se detenían. Miró con curiosidad a
la casa, preguntando—: ¿Encontraste a la persona que llamó?
—No —dijo Anders ceñudo, ahora su mirada se deslizaba también sobre la casa. Su
equipo había sido enviado hasta aquí gracias a una llamada al 911 que había
sugerido que podría haber algo inusual acerca de la situación. Uno no suele querer
balas de plata o enterrarles estacas a los atacantes mortales.
Todas las llamadas al 911 eran supervisadas por cualquier cosa que pudiera incluir
actividades ilegales que necesitaran limpieza. Esta llamada en definitiva se adaptaba
a este proyecto de ley, pero encontraron que la policía mortal ya estaba en la escena
del crimen. Una rápida lectura mental había alertado a Anders y a los otros del
hecho de que no se trataba de una llamada excéntrica, y que en su interior
encontrarían siete jaulas en el sótano: una vacía, cinco con mujeres vivas encerradas,
y una con una mujer muerta. También había media docena de cadáveres en una
habitación trasera. Todas ellas, tanto las vivas como las muertas, tenían marcas de
mordidas que habían desconcertado por completo a los agentes mortales.
Incapaces de abrir las cerraduras de las jaulas, los agentes habían hecho una
búsqueda rápida en el piso principal y la planta alta de la casa en busca de la persona
que llamó al 911, pero luego habían salido fuera a pedir refuerzos, y encontrar algo
para romper las cerraduras de las jaulas y liberar a las mujeres. Fue entonces cuando
llegaron Anders y los demás. Mientras Bricker se había encargado de borrar la
memoria de los agentes de la policía, el resto de los Ejecutores habían entrado en la
casa.
Habían buscado en la planta principal y superior primero, mucho más a fondo que la
policía. Cuando no apareció la persona que llamó al 911, los demás se fueron al
sótano para liberar y atender a las mujeres encerradas mientras Anders salía para
continuar con la búsqueda de la mujer desaparecida.
—Hay una ventana abierta en el dormitorio principal. Ella pudo haber escapado —
dijo Anders.
—Maldita sea. —Bricker hizo una mueca—. Si llega a las autoridades y les habla
acerca de esto va a desbaratar todo el trabajo que acabo de hacer borrando los
recuerdos de esos policías antes de enviarlos lejos.
—Eso no va a suceder. Está herida —dijo Anders, sin molestarse en mencionar que
había señales de un infierno de pelea por la gran cantidad de sangre en el dormitorio
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principal. Aún si ni siquiera la mitad de esa sangre era de ella, no podría ir muy lejos
por su cuenta.
—Herida, ¿eh? —Bricker le frunció el ceño al frente a la casa—. No puede estar
lejos entonces. El renegado pudo haberla capturado y habérsela llevado con él. Él
regresó durante su llamada.
—Es posible —reconoció Anders, pensando que sería una vergüenza si fuera cierto.
¿Cuán horrible sería si esta persona anónima sin nombre que llamó había escapado
el tiempo suficiente como para alertar a las autoridades, salvado a las otras mujeres,
solo para ser capturada de nuevo y tomada por el renegado antes de que las
autoridades llegaran a salvarla?
—Supongo que tendremos que estar seguros, entonces —murmuró Bricker.
Anders asintió.
—Decker y Mortimer están viendo a las mujeres en el sótano, mientras buscamos a
nuestro alrededor y nos aseguramos de que no esté tirada por aquí en alguna parte.
—De acuerdo. —La mirada de Bricker se deslizó de nuevo por el frente de la casa—
. ¿Dónde estaba abierta la ventana?
En lugar de responder, Anders regresó y se abrió camino a la parte trasera de la casa.
Habían doblado la esquina y Anders solo había visto abierta la ventana del segundo
piso de la habitación principal, cuando el teléfono de Bricker comenzó a sonar.
Haciendo una pausa, miró al joven cuando tomó su teléfono y comprobó el
identificador de llamadas; Bricker suspiró y Anders levantó una ceja interrogante.
—¿Problemas?
—Es Lucian. —La explicación fue acompañada por una mueca.
Anders logró sofocar la sonrisa que intentó aparecer en sus labios. Lucian era el jefe
del Consejo Inmortal y de los Ejecutores que cazaban a aquellos que ignoraban o
violaban las leyes del Consejo. También tenía una esposa a falta de una semana para
dar a luz a su hijo… lo que estaba haciendo que el hombre se volviera un poco loco
y propenso a molestar a sus Ejecutores con llamadas telefónicas para mantenerse al
tanto de las cosas.
—Mejor contéstale entonces —sugirió suavemente.
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—Sí —suspiró Bricker y luego murmuró—: Probablemente quiere que recoja algo
que se le ha antojado a Leigh. Dios sabe que no puede dejarla sola e ir él mismo.
Con los labios crispados, Anders le dejó y siguió adelante solo. Era tarde, pasada la
medianoche, pero había luna llena esta noche y sus ojos trabajaban tan bien en la
oscuridad como en la luz. Se dirigió primero a los arbustos a lo largo de la parte
posterior de la casa, sus ojos exploraron para detectar cualquier signo de variación o
sangre en el suelo a su paso. Anders estaba de pie debajo de la ventana antes de ver
cualquier indicio de que alguien había estado ahí. El arbusto estaba aplastado, con
ramas rotas y hojas sueltas alrededor. La tierra que lo rodeaba también estaba
revuelta.
Anders siguió el rastro a lo largo de la parte posterior de la casa por un espacio de
tres metros, luego se detuvo cuando vio un pie asomándose por debajo de los
arbustos. Sus ojos se movieron más allá del pie desnudo a la parte inferior de un par
de vaqueros. Pero no pudo ver el resto del cuerpo, que estaba por completo oculto
por las ramas.
Tenía que ser la mujer que había hecho la llamada al 911, decidió Anders. Y a partir
de las marcas en el suelo, parecía como si se hubiera arrastrado aquí y tratado de
esconderse debajo de las ramas antes de desmayarse... o de morir, pensó
sombríamente. El ruido de su acercamiento no la había despertado en absoluto.
Agachándose, Anders tomó su tobillo y dio un paso atrás, arrastrándola para sacarla
de debajo de los arbustos. Era una mujer joven con la cara y el cabello largo de color
marrón claro igual de sucios. Su ropa era un desastre total, los vaqueros parecían
más marrones que azules, y su camiseta estaba a la vez sucia y manchada de sangre,
dejando un parche aquí o allí que le dijeron que había sido blanca. Sin embargo, su
pecho subía y bajaba. Estaba viva.
En cuclillas, Anders tiró de su camiseta buscando heridas, pero rápidamente dio
marcha atrás cuando vio que su pecho no estaba herido, pero sí sin sujetador.
Entonces, la sentó y de inmediato vio la herida punzocortante en el costado de su
espalda baja. Era un agujero de buen tamaño, y aún sangraba, pero no quería
atenderla ahí en la tierra. Tenía que salir de nuevo al SUV a buscar el botiquín de
primeros auxilios.
Anders la estaba levantando del suelo cuando oyó a Bricker hablar a sus espaldas.
—Sí, la ha encontrado.
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Un vistazo por encima de su hombro le mostró que Bricker se acercaba, su teléfono
seguía presionado a su oreja.
—Lucian quiere saber si está viva —dijo Bricker, deteniéndose detrás de él.
—Lo está. —Anders se enderezó con su carga—. Herida, sin embargo. Su espalda.
Necesita a Dani o a Rachel para revisarla.
Dejando a Bricker transmitir la información, Anders comenzó a alejarse. Acababa
de llegar al patio delantero cuando Bricker lo alcanzó.
—Dice Lucian que debemos llevarla a su casa —anunció Bricker, poniéndose a su
lado—. Quiere hablar con ella tan pronto como esté consciente. Tendrá a Dani y a
Rachel llegando ahí.
—Será mejor ir a decírselo a Mortimer entonces —dijo Anders, encogiéndose de
hombros—. Te esperaré en el SUV.
—De acuerdo. —Bricker se separó y se dirigió hacia el porche delantero, dejando a
Anders llevar su carga a la camioneta. Se las arregló para conseguir abrir la puerta
lateral con un poco de malabares con la mujer, luego, la puso en su interior y tomó
el botiquín de primeros auxilios que siempre traían. La había puesto de lado y
limpiaba sus heridas cuando ella recobró el conocimiento y lanzó un grito de dolor.
Anders se deslizó automáticamente dentro de sus pensamientos para calmarla y
poder terminar su trabajo sin obstáculos.
Pero fracasó.
Con los ojos muy abiertos por la sorpresa, miró a la mujer más de cerca, notando
que ella tenía una cara bonita debajo de toda esa tierra, y que su cabello era de un
rubio grasiento en lugar del color marrón claro que primero había pensado. También
tenía unos hermosos ojos verdes que estaban mirándolo con incertidumbre.
—Estás a salvo —dijo bruscamente.
Ella siguió mirándolo, buscando con la mirada… algo que él desconocía, pero que al
parecer encontró porque de pronto se relajó y algo del temor desapareció de su
expresión.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó, tratando de colarse en sus pensamientos. Pero no
sirvió de nada. No podía entrar en su cabeza. Y eso nunca había pasado.
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—Valerie. —El nombre sonó con tono áspero.
—Valerie —Anders repitió en voz baja. Le sienta bien, pensó, y dijo—: Estás a
salvo, pero herida. Tengo que parar la hemorragia.
Ella asintió, comprendiendo.
Anders vaciló, pero no había nada que pudiera hacer para disminuir su dolor y lo
que había que hacer, así que se puso a ello y rápidamente terminó de limpiar la
herida. No estuvo sorprendido cuando ella se desmayó a mitad de su trabajo. Había
perdido mucha sangre, y entre eso y el dolor que le estaba causando
involuntariamente… bueno, él estaba más sorprendido de que ella hubiera resistido
todo ese tiempo sin gritar de dolor.
En el momento en que Bricker se reunió con él, Anders había limpiado y vendado la
herida y solo estaba de pie junto a la puerta del SUV mirando a la mujer mortal.
—¿Quieres que te lleve? —preguntó Bricker, mirando con curiosidad a la mujer en
el SUV.
—Sí. —Anders no había querido decir eso, pero no se sorprendió cuando la palabra
salió. Era una buena idea. Bricker podía conducir y él podía viajar en la parte trasera
con Valerie. Si se despertaba durante el viaje, él estaría allí para mantener la calma y
evitar que ella se lesionara a sí misma durante el viaje.
—Entremos —le ordenó, metiéndose en la parte de atrás y cerrando la puerta.
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Capítulo 2 alerie se despertó sintiéndose como la víctima de un accidente de tren.
Cada centímetro de su cuerpo parecía estar dolorido o herido. Pero cuando
trató de cambiar a una posición más cómoda descubrió que su lado derecho
posterior estaba peor. El movimiento había enviado una flecha de dolor a través de
ella que la hizo aspirar aliento muy fuerte. La memoria siguió al dolor, estrellándose
en su cabeza como un toro furioso. Sus ojos se abrieron de inmediato. Parpadearon
rápidamente, cerrándose cuando fueron agredidos por la luz brillante. Después de
pasar diez días en su mayoría en la más absoluta oscuridad, parecía que tenía los
ojos sensibles. Pero tenía que saber dónde estaba y cuál era su situación. Valerie
estaba bastante segura de que ya no estaba tendida en el suelo fuera de la casa de los
horrores, pero ¿dónde estaba ahora? ¿Había llegado la ayuda? ¿Estaba en un
hospital? ¿O la había descubierto su secuestrador afuera en el suelo bajo los arbustos
y la había llevado con él? La luz brillante en lugar del tono negro al que estaba
acostumbrada sugería que estaba a salvo, pero Valerie tenía que saberlo con
seguridad. Forzó a sus ojos a abrirse una grieta, y luego un poco más, y más todavía, hasta que
pudo distinguir el techo blanco en lo alto. Eso era tranquilizador, se dijo, y abrió los
ojos enfocándolos un poco más lejos, con la cabeza desplazándose en lo que parecía
una almohada para así poder asumir su entorno. Lo primero que vio fue un soporte
de vía intravenosa a su izquierda con una bolsa medio vacía de un líquido
transparente en el mismo.
Entonces se permitió relajarse un poco, pero continuó obligándose a abrir los ojos y
mirar alrededor. Un poco de tensión volvió cuando notó el mobiliario de madera
oscura en la habitación y las paredes de color azul pálido. Estaba acostada en una
cama con ruedas, pero también había un tocador, dos mesitas de noche, una silla
contra la pared en un lado de la cama, y dos sillas y una pequeña mesa junto a una
ventana con persianas azul claro al otro lado de la cama. Todo era muy atractivo y
relajante... y no era un hospital.
V
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Ese descubrimiento le hizo tratar de sentarse. Fue un poco difícil. Estaba débil y
muy dolorida y herida por todas partes, pero logró la hazaña, consiguió levantarse y
retirar la aguja intravenosa de la parte posterior de su mano izquierda.
Valerie se dio un momento para disfrutar del primer logro, luego desplazó sus pies
al suelo y los bajó por el borde del colchón para estar de pie con piernas
temblorosas. Hasta ahora, todo va bien, se dijo cuando no se derrumbaron bajo ella.
—Oh, bien, estás despierta.
Esa voz alegre atrajo su mirada hacia la puerta para ver a una morena muy
embarazada entrando… sumamente embarazada. La mujer era pequeña por todas
partes excepto por tener un casi monstruosamente enorme estómago sobresaliendo
frente a ella. Valerie no sabía cómo la mujer llevaba esa carga ahí sin una especie de
cabestrillo alrededor de ella para ayudarla a soportar el peso.
—Lo sé. Estoy enorme —dijo la mujer, frotando su estómago con una sonrisa tímida
mientras se acercaba a la cama.
Al darse cuenta de que estaba mirando de forma grosera su protuberancia, Valerie
forzó sus ojos a mirar la cara de la mujer.
—¿Dónde estoy?
La pregunta salió con voz quebrada, áspera, y de hecho le dolía la garganta. Se
sentía como si alguien hubiese fregado el revestimiento de su garganta con una
almohadilla mientras dormía. Repugnante.
—Una casa de seguridad— respondió la morena al llegar a su lado. Entonces se
inclinó más allá de ella para coger un vaso de líquido claro de la mesilla de noche.
Le ofreció la bebida a Valerie—. Es agua. A temperatura ambiente por ahora, estoy
segura, pero mojará tu carraspera.
Valerie dudó, pero luego aceptó el vaso. No conocía a la morena en vísperas, pero le
había dicho que era una casa de seguridad, y la mujer era poco amenazante. Era
difícil imaginársela aliada con los gustos de Igor o su jefe y drogar su agua, por lo
que se arriesgó y dio un sorbo. Al ver que no sabía nada mal, Valerie se relajó y se
bebió la mitad del vaso de una sola vez. El líquido era sedoso y suave en su boca y
garganta, y se dio cuenta de lo seca que la había tenido.
—Gracias —murmuró Valerie mientras bajaba el vaso.
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—No hay de qué. —La morena sonrió ampliamente y le tendió la mano—. Soy
Leigh Argeneau.
—Valerie Moyer —respondió Val, colocando su mano libre en la de ella para
saludarla.
—Es un placer conocerte, Valerie —dijo Leigh con una sonrisa—. ¿Cómo te
sientes?
—Dolorida, débil y necesito una ducha —contestó Val honestamente.
—No estoy sorprendida de que estés dolorida —dijo Leigh con una inclinación de
cabeza—. Pasaste por una paliza infernal. Tienes moretones por todas partes, y la
herida de la espalda probablemente es reciente, también. Me temo que sólo el
tiempo va a ayudar con eso —agregó en tono de disculpa—. Pero podemos hacer
algo respecto a la ducha. ¿Puedes caminar por tu cuenta, o debo ayudarte?
—Yo puedo —le aseguró Valerie.
—Entonces sígueme —dijo Leigh, girando sobre sus talones. Se dirigió hacia una
puerta en el otro lado de la cama, y agregó—: La debilidad no debería durar mucho
tiempo. Habías perdido mucha sangre antes de que nuestro médico te pudiera coser,
pero te dio un par de litros para reemplazarlo antes de cambiar a solución salina en
la intravenosa. Esperemos que entre eso y el hecho de que sólo sufriste una herida
superficial, recuperes rápidamente la fuerza y puedas sentirte más tú misma.
Valerie no hizo ningún comentario, pero sospechaba que Leigh tenía razón. Ya se
sentía menos inestable, y sospechaba que después de una ducha y algo de comida se
sentiría aún mejor. No podía esperar. Pero también tenía algunas preguntas.
—¿Es segura la casa?
—Es mi casa —dijo Leigh mientras abría la puerta y la conducía a un cuarto de baño
decorado en tonos azul oscuro. Y lanzándole una sonrisa por encima del hombro,
añadió—: Bueno, mía y de mi esposo, Lucian. Dirige el equipo de distribución que
respondió a tu llamada al 911. —Hizo una pausa y luego se volvió hacia Valerie
para admitir—: Bueno, en realidad Mortimer es el encargado de los hombres, pero él
responde ante Lucian. —Se encogió de hombros—. De todos modos, encontraron a
las otras mujeres en el sótano y luego buscaron y te encontraron en los matorrales.
Se llevaron a las otras mujeres a la Casa de los Ejecutores, pero te trajeron aquí para
que el médico pudiera atenderte. Es lo mejor —añadió rápidamente cuando Valerie
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frunció el ceño ante el conocimiento de que había sido separada de las otras
mujeres—. No había suficientes camas en la Casa de los Ejecutores para todas
ustedes y de esta manera puedes conseguir una atención más individual.
Valerie se relajó y asintió, pero preguntó—: ¿Por qué no en un hospital?
—Tu secuestrador escapó y tenían miedo de que no estuvieras segura en un hospital
—dijo Leigh en voz baja.
Valerie se puso rígida ante la noticia. Había matado a Igor, pero su jefe, el que
estaba detrás de todos los males que habían caído sobre ella, se había salido con la
suya. Hijo de puta.
—Estás a salvo aquí —dijo Leigh—. Lucian no dejará que nada te suceda.
Valerie no hizo ningún comentario. Estaba más enfadada que preocupada por la fuga
del jefe de Igor. Podría haber sido noqueada y arrastrada una vez, pero no iba a
permitir que volviera a suceder.
Y le molestaba el hecho de que el hijo de puta se hubiera salido con la suya. Sin
embargo, no había nada que pudiera hacer al respecto, por lo que apartó los
pensamientos cuando Leigh dijo—: Te dejo sola para que tomes tu baño.
—Preferiría una ducha a un baño —dijo con una mueca.
Leigh se detuvo en la puerta y se volvió para mirar a Valerie.
—Lo siento, pero es mejor un baño de bañera en este momento. No estás muy
estable en tus pies y no quiero que te resbales en la ducha y se agreguen más
moretones y golpes a los que ya tienes. Además, Dani dijo que no deberías tener los
vendajes húmedos y esta es la manera más fácil de asegurarse de ello.
—¿Dani? —preguntó Valerie.
—La doctora Dani Pimms —explicó Leigh—. Ella es la que te cosió y cuidó de ti.
—Oh —musitó Valerie, luego suspiró y se dirigió a la bañera para poner el tapón y
girar los grifos, murmurando—: Supongo que un baño tendrá que ser entonces.
Leigh sonrió débilmente a su gruñido, y se acercó para recoger una manopla y una
toalla del armario al lado del lavabo, diciendo—: El champú, el acondicionado y el
jabón están en el lado de la bañera.
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—Gracias —dijo Valerie, tomando la manopla y la toalla.
—De nada. Creo que voy a dejarte entonces —dijo Leigh alegre, moviéndose hacia
la puerta—. No olvides que se supone que no debes mojar tus vendajes, por lo que
no pongas el agua demasiado profunda. Me quedaré en la cama por si surge algún
problema. Grita si me necesitas.
Valerie dijo—: Gracias —de nuevo, cerró la puerta y se volvió para inspeccionar el
baño. El agua estaba casi a mitad de la bañera y eso sin ella dentro. Dejó la manopla
y la toalla en el asiento del inodoro cerrado y cerró el agua, luego se enderezó y se
miró.
Sus cejas se levantaron mientras tomaba el bonito camisón de algodón blanco que
llevaba. En realidad no era su estilo. Una camiseta enorme era su pijama habitual.
Valerie sospechaba que probablemente Leigh se lo había puesto después de su
llegada aquí.
Si era su estilo o no, agradeció el préstamo. Sus ropas habían estado sucias después
de diez días con ellas, pero saltar por la ventana y arrastrarse por la tierra bajo los
arbustos las había hecho repugnantes.
Tal vez incluso más repugnantes de lo que su cabello estaba ahora, pensó, al mirarse
en el espejo sobre el lavabo. Leigh o la doctora, obviamente, habían hecho alguna
tentativa de limpiarla por encima porque su cara estaba limpia, así como sus brazos,
pero su cabello rubio estaba grasiento y débil, con cúmulos de suciedad en él, y su
cuero cabelludo estaba marrón entre las hebras. Caramba, no recordaba el aterrizaje
después de saltar por la ventana, pero si tuviera que adivinar al observar su cabeza,
se diría que había aterrizado en ella.
Sonriendo muy levemente ante la ridícula idea, Valerie se volvió y rápidamente se
quitó el camisón, luego entró en la bañera. Se acomodó con cuidado en ella, pero
tuvo que mover su pie debajo de su trasero y sentarse en él para mantener su venda
por encima de la línea de agua. Con todos sus dolores y molestias, no era una
posición cómoda. Iba a ser un baño rápido.
Mientras se quitaba con agilidad casi dos semanas de sudor y mal olor, Valerie
pensó en todas las cosas que no le había preguntado a Leigh todavía. Su anfitriona
había dicho que las otras mujeres habían sido llevadas a la Casa de los Ejecutores,
que Valerie supuso era una casa de seguridad real. Pero Leigh no había dicho cómo
estaban física y mentalmente y eso era algo que Valerie se estaba preguntando ahora
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que sabía que estaba a salvo.
—¿Cómo te va? —llamó Leigh a través de la puerta.
—Bien —contestó Valerie.
—Vas a necesitar ayuda para lavarte el pelo —dijo Leigh—. Avísame cuando estés
lista y te ayudo.
Valerie dio un gruñido, pero ahora estaba considerando el problema. No podía
echarse para atrás y mojar la cabeza en el agua. Se suponía que debía mantener su
vendaje seco.
Su mirada se deslizó a la ducha a una buena distancia por encima de los grifos de la
bañera. Era una con una larga manguera unida y cubierta de metal. Podía ser
utilizada como una ducha normal, o podía retirarse de su soporte portátil para
ángulos más interesantes.
—Perfecto —murmuró Valerie mientras se ponía de pie y salía de la bañera.
Después de secarse rápidamente, envolvió la toalla a su alrededor al estilo sarong y
luego se volvió para recuperar la ducha de mano. Estaba de pie fuera de la bañera,
inclinándose hacia adelante, empapando su cabeza sobre la bañera cuando le pareció
oír su nombre. Haciendo una pausa, miró hacia la puerta y escuchó, pero no estaba
segura de si había oído algo o no sobre el torrente de agua. Entonces la puerta se
abrió de repente y Leigh la miró preocupada.
—Oh, bueno, ya está todo bien —dijo, y luego puso otro camisón de algodón blanco
en el mostrador mientras se explicaba—. Salí un momento a buscarte un camisón
limpio y llamé para asegurarme de que estabas bien cuando llegué, pero no me
respondiste. —Ella vaciló, y luego entró en la habitación, diciendo—: Deja que te
ayude con eso.
—Yo puedo —le aseguró Valerie.
—Estoy segura de que sí, pero será más rápido con ayuda y estoy preocupada de que
se salten los puntos.
Dado que los puntos de sutura en la espalda ya tiraban un poco dolorosamente,
Valerie no protestó más. En el momento en que bajó los brazos, el estiramiento se
alivió, por lo que supuso que era lo mejor.
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—Quería preguntarte antes —dijo mientras Leigh acababa de humedecerle el
cabello y rociarle un poco de champú—, ¿cómo están las otras mujeres? ¿Están
todas bien?
Leigh se quedó en silencio mientras terminaba de enjabonarle el cabello, luego
suspiró y admitió—: Me temo que una de las mujeres estaba muerta cuando llegaron
los hombres. Otra murió durante la primera noche.
—Bethany y Janey —dijo Valerie, apretando la boca. Si estuviera caminando por la
calle y se encontrara con alguna de las mujeres de la casa de los horrores, ni siquiera
las reconocería. Sólo las conocía como voces en la oscuridad, pero esas voces la
habían ayudado a mantener su cordura. Todas se habían alentado mutuamente con
esperanza en ese infierno. Sin embargo, Bethany y Janey se habían vuelto más
silenciosas cada día que habían estado allí. Janey había caído completamente en
silencio la penúltima noche, y Bethany ayer por la noche. Valerie temía lo peor y
parecía que sus temores no eran fundados.
—Las otras están bien —continuó Leigh animándola cuando empezó a enjuagar el
champú—. Una o dos estaban muy débiles, pero se recuperaron después de una
buena comida y un par de noches de sueño.
—¿Un par de noches de sueño? —preguntó Valerie sobresaltada e instintivamente
trató de volver la cabeza para mirarla, pero de nuevo la volvió hacia abajo cuando se
le llenó la cara de agua.
—Lo siento. ¿Estás bien? ¿Quieres una toalla o algo para secar tu cara? — preguntó
Leigh.
—No, está bien. —Valerie se limpió lo peor del agua con los dedos. Y le preguntó—
: ¿Cuánto tiempo he estado aquí?
—Lo siento, debería habértelo dicho antes —murmuró Leigh mientras le lavaba el
cabello—. Esta es la tercera noche que has estado aquí.
—¿He estado aquí tres noches? —preguntó Valerie con incredulidad—. No recuerdo
nada de eso hasta despertar hoy aquí.
—Así es —le aseguró Leigh—. Dani limpió la herida y te dio antibióticos en el
momento en que llegó contigo, pero ya era demasiado tarde. La infección ya se
había establecido, has estado febril hasta esta mañana. Ya está. Todo hecho —
añadió Leigh y rápidamente cerró el grifo—. Espera, voy a conseguir una toalla para
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tu pelo.
Valerie permaneció inclinada sobre la bañera y se escurrió el pelo mientras Leigh
fijaba la ducha en su soporte y se alejaba. La mujer volvió a su lado un momento
después con una toalla en la mano.
—Gracias. —Valerie tomó la toalla y la envolvió alrededor de su cabeza antes de
enderezarse.
—¿Mejor? —preguntó Leigh cuando Valerie se volvió hacia ella.
—Mucho —dijo con sinceridad. Ya se sentía cien veces mejor. Después de comer y
beber, Valerie estaba segura de que estaría casi por completo normal… bien, a
excepción de algunos dolores y una herida en curación por la sangre perdida por la
espalda, reconoció irónicamente. Pero estaba acostumbrada a los dolores y
molestias. Valerie practicaba artes marciales desde que tenía cinco años y había
estado en competición desde poco después de comenzar. Golpes y contusiones eran
la norma para ella.
—Uno de los hombres irá a buscar ropa para ti a tu casa, pero por ahora me temo
que estás atascada con esto —dijo Leigh, recogiendo el camisón limpio que había
traído para ella.
Valerie miró del camisón a Leigh y le preguntó con cuidado—: ¿Cómo saben dónde
está mi casa?
—Fue por tu licencia de conducir. Encontraron tu cartera la noche que asaltaron la
casa. No encontraron ningún bolso, sin embargo, solo una cartera y unas llaves en el
bolsillo de un abrigo en tu jaula.
—No tengo bolso —dijo Valerie, relajándose. Sonriendo débilmente, añadió—: ¿Así
que no hacía falta que me presentara antes?
—No —reconoció Leigh—. Pero las presentaciones son siempre una buena manera
de empezar una conversación.
Por alguna razón esto dibujó una pequeña sonrisa en Valerie. Sacudiendo la cabeza,
tomó el camisón que Leigh le estaba ofreciendo.
—Gracias.
—De nada —dijo Leigh, y luego miró hacia la puerta del baño ya que alguien llamó
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desde la otra habitación—. Será Anders. Él es el Ejecutor que te encontró en la casa.
Mi marido le ha asignado la tarea de mantenerte a salvo hasta que capturen al
renegado que te secuestró a ti y a las otras mujeres —le explicó, luego sonrió y
añadió—: Él está aquí para proteger tu cuerpo.
Valerie sonrió ligeramente ante sus bromas, pero preguntó—: ¿Ejecutor? Sigues
diciendo eso. ¿Quieres decir oficial de policía, no? ¿O es la Real Policía Montada de
Canadá?
Leigh vaciló, y luego dijo—: Ellos no son ni la policía ni la Real Policía Montada de
Canadá. Son una unidad especial que se encarga de casos únicos, como el tuyo. —
Antes de que Valerie pudiera hacer más preguntas, agregó—: mientras te estabas
bañando fui y le pedí que te trajera un poco de sopa. No has comido desde que
llegaste y debes estar muerta de hambre.
Valerie asintió. No sólo no había comido en los tres días desde que llegó aquí, sino
que también se había negado a comer durante cuatro días antes, para evitar las
drogas que estaban poniendo en la harina de avena. No se quejaba. Había
funcionado y estaba libre, pero una de las molestias y dolores que sufría era
definitivamente los retortijones del hambre.
—Le dejaré entrar. Ven fuera cuando estés lista —dijo Leigh, abriendo la puerta del
baño—. Hay un cepillo para el pelo en el cajón a la derecha del lavabo.
Valerie esperó hasta que la puerta se cerró detrás de la mujer, y luego dejó caer la
toalla y rápidamente se pasó el camisón prestado por la cabeza. Tenía un montón de
preguntas, pero la mayoría podían esperar hasta después de que comiera. No tenía ni
idea de para qué unidad especial trabajaban Anders y el marido de Leigh, pero al
parecer el distribuidor del 911 los había enviado en respuesta a su llamada. O tal vez
la policía había respondido ante estos Ejecutores y se habían hecho cargo cuando
resultó ser un secuestro. El secuestro es un delito federal, ¿no? ¿O es sólo en los
Estados Unidos?
No importaba. Estaba libre y segura. Las otras mujeres estaban libres y seguras.
Tenía hambre y todo lo demás podía esperar hasta que comiera.
Valerie se trasladó al lavabo y miró su reflejo. Su rostro estaba pálido, pero limpio.
Fue su cuello sin embargo el que atrajo su atención. Una gran costra roja cubría el
lado derecho de su garganta, una segunda herida casi curada estaba en el lado
izquierdo.
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Recuerdos de la casa de los horrores, pensó sombría Valerie y deseó tener una
bufanda o algo para cubrirlos. Sin embargo, no la tenía, y el deseo no los haría
desaparecer, así que lo mejor era no preocuparse por eso, se dijo, y tiró de la toalla
en su cabeza. El cabello le caía mojado y enredado sobre los hombros; buscó en el
cajón el cepillo que Leigh le había mencionado. Estaba exactamente donde había
prometido que estaría y Valerie rápidamente lo arrastró por su cabello hasta que
todos los nudos se habían ido, y secándose rápidamente se lo colocó en ondas
alrededor de su cara y cuello. No era tan bueno como una bufanda, pero ocultaba lo
peor de su cuello y las heridas del mismo.
Decidiendo que estaba lista, Valerie se volvió y abrió la puerta para regresar a la
habitación, pero se detuvo en el umbral. Leigh estaba de pie frente a la mesa junto a
la ventana, tomando tazones y cucharas de una bandeja y poniéndolos al frente de
cada una de las dos sillas. Pero era el hombre alto vestido de negro el que la llevó a
detenerse. Ella observó en silencio mientras llevaba la tercera silla del otro lado de
la cama para unirla a las dos en la mesa, y se percató de que era de caderas delgadas
y tenía la cintura estrecha, pero que en comparación los brazos y el pecho eran
bastante grandes bajo su apretada camiseta. Él tenía una de esas magníficas figuras
que los escultores amaban esculpir y que las empresas contrataban para modelar sus
trajes de baño y ropa interior. Lo imaginaba tumbado en una playa, con la piel
reluciente de bronceador, los labios extendiéndose en una amplia sonrisa y esos ojos
grandes y hermosos bailando con la alegría de vivir.
Valerie no sabía por qué ese pensamiento le vino a la cabeza. Estaba muy lejos de
sonreír en estos momentos. De hecho, su cara era inexpresiva y un poco sombría.
Leigh hablaba de un Anders y Valerie presumía que era él. Sin embargo, no había
esperado que todavía estuviese aquí. Había esperado que le trajera la sopa y se fuera,
pero parecía como si fuera a unirse a ellas.
—Ahí estás —dijo Leigh con alegría, y cuando Valerie miró en su dirección, ella
hizo un gesto hacia el asiento frente a ella y le dijo—: Ven, siéntate mientras la sopa
está caliente.
Valerie se trasladó a la silla y se detuvo detrás de ella, con su atención en el tazón
que Leigh había puesto en ese lugar. Parecía tener sopa de carne, abundante y
espesa, con patatas, zanahorias, nabos, y lo que parecían ser fideos caseros. Olía
increíble y los retortijones en el estómago de Valerie se cuadruplicaron en respuesta.
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Tragando la saliva que de pronto llenó su boca, miró hacia el hombre cuando él dejó
la silla que había tomado, colocándola entre la suya y la de Leigh.
—Este es Anders —lo presentó Leigh mientras tomaba un vaso de leche de la
bandeja y la ponía junto al tazón de Valerie.
Valerie asintió con la cabeza hacia el hombre y él le devolvió el saludo.
Leigh levantó una ceja ante el saludo silencioso, y luego sacudió la cabeza
diciendo—: ¡Siéntate y come, Valerie! Debes estar muerta de hambre.
No necesitaba una tercera invitación. Valerie se sentó, mirando a su alrededor con
sobresalto cuando Anders se trasladó detrás de su silla para desplazarla por ella. Fue
un gesto cortés y anticuado que no recordaba haber visto nunca fuera de las películas
antiguas. Ella con certeza nunca disfrutó de eso hasta ahora… y por alguna razón la
dejó un poco nerviosa.
—Gracias —murmuró avergonzada cuando su voz sonó ronca.
Cuando Anders simplemente gruñó en respuesta, Leigh frunció los labios y dijo
secamente—: Él es un hombre de pocas palabras.
Valerie le dio una sonrisa torcida y volvió su atención al plato de comida delante de
ella. El más delicioso aroma provenía de él, y su estómago estaba gruñendo
impacientemente y atándose con nudos exigiendo que lo alimentara. Ella cogió una
cucharada de la fragante comida y se la llevó a los labios para saborearla
tentativamente. Podría haber llorado cuando el sabor explotó en su lengua. Era
abundante y muy sabrosa. Definitivamente casera. Valerie cavó con entusiasmo.
—Cálmate, mujer —dijo Leigh con una risa un momento después—. Me alegra que
estés disfrutando de mi cocina, pero no has comido en mucho tiempo. Tu estómago
puede no ser capaz de manejar demasiado y muy rápido.
Valerie hizo una mueca, pero dejó la cuchara por un momento para permitir que la
comida se asentase. Bebió un poco de leche, mientras esperaba, algo que no había
tenido desde que era niña, pero ella pensó que no estaba mal. La leche era buena
para ella, ¿cierto? Por desgracia, las cosas que eran buenas para ella con frecuencia
no sabían bien. A Valerie no le importaba la leche y la dejó con una mueca después
de un sorbo.
—¿Valerie?
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—Hmmm —miró a Leigh interrogante.
—Las otras mujeres fueron alimentadas con una comida al día. Pero cuando Dani te
examinó, cayó en la cuenta de que no habías comido durante un tiempo.
—Me dieron la avena y la fruta una vez al día al igual que a las otras mujeres —dijo
Valerie lentamente—. Pero me di cuenta de que la avena contenía droga para
mantenernos dóciles, así que dejé de comer. La noche que llamé al 911 fue la cuarta
noche en que no comí.
—¿Y ellos simplemente te permitían no comer? —preguntó Leigh.
—Oh. —Valerie sonrió tristemente—. Las otras chicas me advirtieron que si no
comía, Igor me obligaría, por lo que escondía mi ración diaria en mi chaqueta,
amontonada en un rincón de la jaula.
—Ah, eso lo explica todo —dijo Leigh divertida, luego dijo—: Uno de los
Ejecutores dijo que el abrigo estaba sucio. Pensó que era vómito. Debía ser la harina
de avena.
Valerie asintió.
—¿Igor no se dio cuenta? —preguntó Anders.
Valerie lo miró, sorprendida por su profunda y atractiva voz. Debería haber sabido
que se le adaptaría perfectamente, pensó, luego regresó su atención a la sopa y tomó
una cucharada de nuevo.
—No podría haber estado ahí más tiempo. Estaba empezando a oler.
Él asintió, y dijo—: Háblanos de Igor.
—Anders, vamos a comer —dijo Leigh, sonando molesta—. La puedes asar a la
parrilla para obtener información más tarde.
—Está bien —dijo Valerie rápidamente. Ella no pensaba que tuviera mucha
información que pudiera ayudarles, pero si la tenía y eso conducía a la captura del
jefe de Igor, estaba dispuesta a responder ahora.
En cuanto a Anders, ella lo miró durante un momento. De cerca era aún más guapo.
No era solo su cuerpo el que se veía muy bien e impresionaba a primera vista, su
rostro era digno de una mirada o diez. Su piel era de un tono moca precioso, perfecto
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y sin manchas, los ojos grandes y negros, con lo que parecían ser manchas doradas
en ellos, aunque estaba segura de que eran de color marrón pálido y era un truco de
la luz o algo así. Sus labios estaban muy bien también, llenos y de aspecto suave.
Sin embargo, era la única cosa en el hombre que parecía suave. Él en definitiva
estaba trabajado. Como había notado, su pecho estaba hendido, y los músculos
ondulaban bajo la ceñida camiseta. Sus hombros eran anchos, sus brazos musculosos
y su vientre plano. Ahora estaba curiosa por verlo por detrás. Sospechaba que
tendrían un buen trasero también.
Asustada por el camino que su mente tomaba, Valerie se aclaró la garganta y miró la
sopa mientras trataba de ordenar sus pensamientos. ¿Qué habían estado diciendo?
—Estoy segura de que la descripción de Igor puede esperar unos minutos mientras
terminamos la sopa —dijo Leigh con suavidad.
—Ah, claro —dijo Valerie aliviada cuando su memoria le dio un codazo. Él quería
saber de Igor, pensó, luego levantó la cabeza y miró a Anders—. ¿Por qué necesitas
su descripción? Tuviste que haberlo visto. Era el hombre muerto en el suelo del
dormitorio.
Cuando Anders y Leigh se miraron en silencio, ella se echó atrás lentamente en su
asiento.
—Él está muerto, ¿no? Yo lo maté. Por lo menos, creo que lo hice. Debía estar allí
en el suelo.
Cuando Anders se limitó a sacudir la cabeza, Leigh sugirió—: Su jefe debió
llevárselo.
—¿Por qué? Lo habría retrasado. No se molestaría. A menos que no estuviera
muerto. —Valerie frunció el ceño ante esa posibilidad. Nunca había pensado en que
quisiera hacerle daño a nadie, y mucho menos tomar su vida. Pero después de sus
experiencias en la casa de los horrores, comenzaba a pensar que solo existían
algunas personas que no merecían vivir. ¿Era eso horrible?
—Quizás este Igor estaba muerto y se lo llevó porque su identidad podría revelar la
de su jefe —sugirió Leigh.
—¿Cómo lo mataste? —la cuestionó Anders, y por alguna razón la pregunta hizo a
Leigh mirarlo fijamente.
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—Le enterré una estaca… lo apuñalé con una de las patas de un banco roto —
respondió, y luego agregó—. Estoy por completo segura de que le di en el corazón.
—¿Hiciste la llamada al 911 después? —preguntó Anders y cuando ella asintió,
añadió—: Y su maestro regresó durante la llamada. Eso no pudo haber sido más de
cinco minutos más tarde.
Las cejas de Valerie se levantaron por el uso de la palabra maestro, pero asintió otra
vez.
Leigh y Anders intercambiaron otra mirada y luego Leigh dijo—: Entonces estás
segura de que estaba muerto.
La mujer era una terrible mentirosa. Parecía obvio que no estaba segura del todo,
pero Valerie no sabía cómo podría ser. A menos de que todo lo que presenció, y que
todas las sospechas de que las otras mujeres hablaban, fueran ciertas. ¿Un vampiro?
Pero eso era ridículo. ¿O no?
—Las otras mujeres dijeron que llegaron diez días antes de la llamada al 911 —dijo
Anders ahora, distrayéndola para proseguir con esa línea de pensamiento… lo que
probablemente estaba bien. Estaba por completo segura de que eso era una locura.
Asintiendo en respuesta a su pregunta, Valerie miró hacia su sopa, observando los
trozos de carne y patatas medio sumergidos en el espeso caldo.
—Esa es mi cuenta también. Diez días.
—¿Dónde y cuándo te atraparon? —preguntó Anders.
—A las diez de la noche del miércoles. Estaba caminando con Roxy antes de
acostarme y… —Se detuvo ante el recuerdo de su perra. A pesar de su propia
situación, se había preocupado en varias ocasiones por Roxy mientras estaba en la
casa de los horrores, pero esta era la primera vez que había pensado en su pastor
alemán desde que despertó ahí. Ese descubrimiento despertó algo de culpa en ella.
¿Alguien habría encontrado o alimentado a Roxy en estas dos semanas?
—Será mejor que vaya a buscarla —dijo Valerie, empujando hacia atrás su silla.
—¿A quién? —preguntó Anders.
—Roxy —explicó Leigh cuando él se levantó y se puso delante de Valerie cuando
ella se puso de pie.
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Valerie se quedó mirando la pared que era el pecho de Anders, observando distraída
que su olor era bastante encantador, que su pecho era muy amplio, que su ajustada
camiseta parecía resaltar la curva de sus músculos y… ¿Por qué hace tanto calor de
pronto? Se preguntó cuándo una ola de calor se deslizó sobre ella. Tal vez la fiebre
no había pasado por completo, eso le preocupaba, sin saber que Leigh también se
había levantado y rodeado la mesa hasta que le tocó el brazo, diciéndole—: No
puedes.
Aliviada por la distracción, Valerie se volvió hacia Leigh, preguntándole confusa—:
¿No puedo qué?
—Ir en busca de Roxy. No estás en forma para ir a ningún sitio por el momento.
Necesitas descansar y recuperarte —dijo Leigh.
Roxy, pensó Valerie. ¿Cómo iba a olvidar a Roxy? Frunció el ceño, y sacudiendo la
cabeza dijo—: Ella ha estado por ahí dos semanas, Leigh. Cualquier cosa pudo
haberle sucedido. Podría estar en la perrera. ¿Y si la ponen a dormir o algo así?
—No van a ponerla a dormir —le aseguró Leigh con firmeza, instándola a volver a
la silla—. Ella tiene licencia, ¿no es así? ¿Tal vez incluso una placa de identificación
con tu número? Sabrán que tiene casa, y que probablemente la han estado buscando.
—Y no han podido encontrarla. Debería ir…
—No tienes nada de ropa, Valerie —señaló Leigh pacientemente—. Y eres más alta
que yo. Nada de mi ropa se ajusta a ti. Lo mejor que puedes hacer ahora es sentarte,
comer y recobrar tus fuerzas. Llamaré yo misma a todos los refugios de animales
mientras comes. Adelante —añadió con firmeza cuando Valerie no tomó la cuchara
de inmediato. Y no esperó a que empezara, se dio la vuelta y dijo—: Anders,
asegúrate de que coma mientras hago las llamadas.
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Capítulo 3 nders miró a Valerie cuando Leigh salió de la habitación. La expresión de
la mujer estaba llena de preocupación y descontento. Ella, obviamente,
estaba preocupada, y no estaba contenta de no estar buscando a su mascota.
Su mirada se deslizó sobre Valerie, notando que su pelo estaba casi seco y ahora
caía en ondas suaves, doradas, alrededor de su cara. Su cara limpia, notó. Anders no
había visto a Valerie desde que la entregara en la Casa de los Ejecutores. La
suciedad que entonces la había cubierto había ocultado lo que ahora veía que eran
rasgos muy finos.
La mujer tenía unos ojos increíbles: amplios, casi de un verde esmeralda con largas
y gruesas pestañas rodeándolos. Tenía una nariz respingona y labios que eran
encantadores: llenos e hinchados, pequeños, perfectos, pálidos, rosas almohadas que
debían besarse. Hermosa.
—¿Tengo algo en la cara?
La mirada de Anders parpadeó ante la pregunta cuando se dio cuenta de que había
estado mirándola fijamente. Negando con la cabeza en respuesta a su pregunta, él
apartó la mirada, pero luego la desvió hacia atrás y señaló su plato.
—Come.
Valerie cogió su cuchara, pero no empezó a comer. En cambio, simplemente
jugueteó con el utensilio y se mordió el labio, su mirada se disparó a la puerta de
nuevo. Pensando en su perro, supuso.
Suspirando, dejó la cuchara.
—Me temo que no tengo hambre. Quiero decir, está muy bueno, pero es una sopa
muy espesa, más como un guiso, de verdad, y no he comido mucho últimamente.
Debería tener un hambre voraz, incluso. Siempre he sido de buen comer y… —Ella
hizo una pausa, se mordió el labio inferior, y luego murmuro—: Lo siento. Estoy
divagando. Creo que estoy preocupada por Roxy.
A
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Anders comenzó a acomodar el tazón vacío de Leigh y el vaso de vuelta en la
bandeja, y dijo simplemente—: Bebe tu leche y termina de hablarme de la noche en
que fuiste secuestrada.
Valerie asintió, pero no dijo nada de inmediato. En cambio, su expresión se volvió
pensativa y Anders sospechaba que estaba volviendo mentalmente a la noche en que
había sido secuestrada. Le preocupó. Él no podía leerla ni controlarla. Si ponerse de
nuevo en ese momento la afectara al punto de la histeria, no podría deslizarse en su
mente y calmarla. Estaba pensando que habría sido mejor si hubiera esperado a
Leigh o a alguien más que estuviera presente para hacer estas preguntas, cuando ella
comenzó a hablar. Para su alivio, su voz era por completo tranquila.
—Todo sucedió muy rápido. Ni siquiera estoy segura de lo que ocurrió exactamente.
Recuerdo a Roxy inmóvil de pronto, ladrando, luego sentí a alguien agarrándome…
—Ella hizo una pausa y Anders la observó con atención. Varias expresiones
cruzaron su rostro en rápida sucesión. El miedo, la ansiedad y la ira se encontraban
entre ellos. Finalmente dijo con tristeza—: Creo que pateó a Roxy. La recuerdo
aullando de dolor y luego me arrastró contra su pecho y…
Valerie volvió a dudar y sospechaba que estaba tratando de decidir lo que debía y no
debía decirle. Sin duda sentía que la mención de los colmillos y de ser mordida
podría hacerle creer que estaba loca. No se sorprendió cuando de repente sacudió la
cabeza y murmuró—: La siguiente cosa de la que me enteré fue que desperté en esa
jaula en la oscuridad. Mi cuello estaba sangrando y estaba débil y desorientada. No
podía ver nada, pero podía sentir los barrotes de la jaula, y escuchar a una mujer
llorando. Llamé y… —Ella cerró los ojos antes de continuar—, ellas respondieron
una a una, voces asustadas en la oscuridad. Cindy, Bethany, Janey, Kathy, Billie, y
Laura. Una de nosotras para cada noche de la semana. —Tragando, ella lo miró a los
ojos y dijo—: Leigh me dijo que Bethany y Janey no sobrevivieron.
Era una afirmación más que una pregunta, pero asintió de todos modos, verificando
que era verdad.
Valerie se hundió en su asiento, mirándolo más resignada que nada cuando dijo—:
Ambas sonaban muy débiles y agotadas la noche que llegué. Ellas sólo empeoraron
a medida que pasaban los días. Habían estado allí por más tiempo, y no estaban
llevándolo bien. Supongo que es por eso que no fueron llevadas arriba la primera
semana que estuve allí. Fue sólo cinco días después de que fui secuestrada que me
llevaron arriba a mí también.
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—¿Comiste al principio? —le preguntó, pensando que debía hacerlo. Había estado
allí diez días. Ella no habría tenido la fuerza para hacer lo que hizo si no hubiera
comido en todo el tiempo.
Valerie asintió.
—La primera ración diaria de avena y fruta fue traída por la noche después de que
llegara. Al menos supongo que era un día y una noche después. —Se encogió de
hombros—. Igor se llevó a Cindy arriba después de pasar siete tazones. Le pregunté
a las demás por qué él se la había llevado y dónde, pero no querían hablar de ello y
simplemente me dijeron que comiera o Igor me obligaría a comer a la fuerza. Estaba
muerta de hambre, así que comí.
Hizo una mueca.
—Las cosas se pusieron bastante borrosas después de eso. Sé que él regresó y limpió
la jaula de Cindy mientras ella no estaba. Pero no creo que él recogiera los tazones
hasta que trajo a Cindy de vuelta. No estoy segura. Como he dicho, las cosas se
pusieron borrosas y lo único que quería hacer era dormir. —Negó con la cabeza—.
Me di cuenta de que era la avena, que estaba drogada, pero pensaba que el
agotamiento y el constante dormir se debían a la herida en el cuello.
Anders asintió con la cabeza, y luego preguntó—: ¿Cuándo averiguaste que la
comida estaba drogada?
—Después de mi primera noche fuera —respondió ella con una sonrisa triste.
—¿Noche fuera? —le preguntó.
—Es como la llamábamos. La noche fuera de nuestra jaula. No era una noche
completa, solo un par de horas en realidad. —Se encogió de hombros—. Cinco
noches después de llegar arriba, a todas las demás les dieron un tazón menos a mí, y
me llevaron arriba.
Se detuvo de nuevo, esta vez conteniendo el aliento, y Anders se tensó, temeroso de
que esos recuerdos pudieran ser demasiado para ella, pero después de un momento,
dejó escapar el aliento en un pequeño soplo y continuó.
—No suelo perder la calma en una crisis. Quiero decir, el funcionamiento de una
clínica veterinaria a veces puede ser tan estresante como la sala de emergencias de
un hospital. Los perros son golpeados por vehículos, o tienen otros accidentes o
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enfermedades y entran precipitadamente, y tenemos que ser capaces de entrar en
acción. No podemos enloquecer, o desmoronarnos.
—Por supuesto —dijo cuando ella se quedó en silencio. Eso pareció animarla.
—Para cuando Igor llegó por mí habían pasado veinticuatro horas desde nuestra
última comida y las drogas deberían haber desaparecido, pero todavía estaba fuera
de equilibrio. Mi visión se veía afectada, o tal vez era mi cerebro —murmuró
sombría—. Fuera lo que fuese, todo parecía distorsionado, mi vista entraba y salía
como una mala emisora de radio, mis emociones eran exageradas y estaban por todo
el lugar. Pero lo peor de todo, mi coordinación no existía y no era capaz de recordar
nada en absoluto de mi entrenamiento en artes marciales. Era como si todas esas
habilidades que había perfeccionado y practicado durante años sólo se hubieran ido.
Ella parecía desconcertada, y tal vez incluso un poco traicionada por ese hecho, notó
Anders. Trató de pensar en algo que decir para hacerla sentir mejor, pero antes de
que se le ocurriera algo, Valerie continuó con cansancio.
—Para cuando Igor me llevó arriba, me forzó hasta un baño y dentro de una bata de
seda blanca, ya era un completo lío. No parecía tener una pizca de mi calma
habitual, mi yo racional me había abandonado. Era un manojo de cruda emoción y
terror cuando me arrastró hacia el dormitorio principal. Estaba segura de que sería
violada. Quiero decir, ¿por qué retener a siete mujeres si no era para violarlas,
verdad? No había hombres en el sótano. Así que tenía que ser la violación, y eso me
enfureció porque no sería capaz de impedirlo. No parecía tener los medios o la
coordinación para luchar contra ello.
Es evidente que todavía está enfadada por eso, decidió Anders, teniendo en cuenta
la forma en que estaba apretando sus manos. Sus nudillos estaban blancos.
—El jefe de Igor estaba vestido con una túnica de terciopelo rojo y descansando
sobre un montón de almohadas en la enorme cama matrimonial como un pachá o
algo así —dijo de repente con disgusto—. Luché, pero... maldita sea, Igor era un
tipo enorme. Un gigante. Y súper fuerte también. Simplemente no había forma de
escapar en ese punto.
Cuando se detuvo de nuevo, Anders esperó paciente. Pero esta vez una gran lucha
tenía lugar en su rostro. No tenía que ser capaz de leer su mente para saber que ella
tenía una batalla interna sobre lo que decir a continuación. Y no era que había sido
violada. Anders sabía que no lo fue. Aunque no podía leer a Valerie, no tuvo ningún
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problema al leer a las otras mujeres que habían estado prisioneras con ella. Cada una
de ellas había experimentado la misma cosa en su "noche fuera", por lo que no tenía
duda de que sabía bastante. Aparte de eso, Dani había examinado a fondo a Valerie.
Ella no había sido violada. Pero había sido aterrorizada y maltratada; su garganta
destrozada por lo que ella llamaría un vampiro. Ella pensaba que a duras penas
podría decirle eso. Ninguna de las mujeres había sentido que podían. Todas ellas
habían dicho que estaba loco. Que pensaba que era un vampiro. Que tenía dientes
falsos o algo así, o tal vez un cuchillo, pero que él había perforado sus cuellos de
alguna forma.
Anders no tenía ninguna duda de que Valerie diría lo mismo, en parte para evitar
sonar loca, y en parte porque decir la verdad era intolerable. Su mente simplemente
no podía aceptar que existían esas cosas. Era demasiado horrible de contemplar para
la mayoría de los mortales… y esa era su gran preocupación. Si no podía aceptar que
existieran los vampiros, nunca podría convencerla para que fuera su compañera de
vida.
El sonido de la puerta al abrir hizo que ambos miraran hacia ella. Leigh estaba de
vuelta.
—Ella no está en ninguno de los refugios de animales —anunció Leigh, andando
como un pato por la habitación para reclamar su lugar en la mesa—. Así que llamé a
Lucian y me dijo que uno de sus hombres estaba en tu casa para recoger algo de
ropa para ti y que le haría comprobar con los vecinos. Estoy segura de que alguien la
reconoció y recogió hasta que regresaras. Él la encontrará y la traerá aquí.
—Gracias —dijo Valerie en voz baja, pero preocupada por lo que haría si Roxy no
estaba con uno de sus vecinos. ¿Qué pasa si el golpe que había hecho que Roxy
aullara la había matado?
—La buena noticia es que no puede estar muerta —continuó Leigh—. De lo
contrario, habría sido conducida a uno de los refugios para ser eliminada y ellos me
lo habrían dicho.
—Eso es verdad —dijo Valerie lentamente y sintió algo aliviada su tensión. Si Roxy
estaba viva, la encontraría. Le había puesto un chip al perro desde que apenas era
una cachorra. Si uno de los vecinos no la tuviera, llamaría para hacer que rastrearan
el chip de seguimiento.
—Ahora, ¿qué interrumpí? —preguntó Leigh alegremente.
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—Valerie estaba contándome lo que sucedió —dijo Anders en voz baja, y luego la
miró y le recordó—: ¿Igor te hizo bañarte y ponerte la bata blanca?
—Cierto —murmuró, la memoria de nuevo la llevó de vuelta a la habitación y al
terror de que iba a ser violada. No había sido violada, pero lo que había pasado fue
casi tan malo. Tan pronto como estuvo lo bastante cerca, el amo de Igor había
agarrado una de sus manos agitándola, la sacó del agarre de Igor y la puso sobre la
cama.
Al principio, la había mantenido en su lugar y se rió con crueldad de sus
aterrorizadas luchas. Pero entonces había jugado con ella, como un gato juega con
un ratón, dejando que pensara que estaba libre, que podría escapar, luego la agarraba
y tiraba de espaldas sobre la cama antes de reírse un poco más. Parecía disfrutar al
atormentarla, pero cuando su lucha se debilitaba, él se cansó del juego. La había
agarrado por la garganta, arrastrándola a su regazo, sonriéndole a su cara pálida y
abriendo la boca, revelando unos enormes colmillos puntiagudos.
Valerie se había asustado. Era como una pesadilla. De hecho, no estaba segura de
que no lo era. Pero luego había atacado su garganta con los colmillos y la agonía que
la atravesó la había convencido de que no era un sueño. El sonido de su succión y
del ruidoso beber de su vital sangre solo había añadido la calidad de pesadilla a toda
la experiencia.
Por lo menos eso es lo que ella pensaba que había experimentado. Había despertado
en su jaula al día siguiente cuando Igor fue a repartir los tazones de avena, y Valerie
se había convencido a sí misma de que era una locura, una ridícula alucinación
provocada por el terror, el agotamiento y la situación.
Al darse cuenta de que estaban esperando a que dijera algo, Valerie espetó—:
Después del baño, y de que me pusiera la bata, Igor me llevó con su jefe, que era un
monstruo golpeador aspirante a vampiro que me mordió y desgarró mi garganta con
unos colmillos falsos.
Valerie hizo una breve pausa, observando un intercambio de miradas entre Leigh y
Anders, que no estaban terriblemente sorprendidos por ello. Y estaba sorprendida de
que no estuvieran hiperventilando con lo de los colmillos falsos.
Dado que no lo estaban, continuó.
—Perdí mucha sangre la noche en que me secuestraron, pero esto era peor. Me
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desmayé y cuando me desperté estaba en la jaula e Igor estaba distribuyendo la
avena de la noche siguiente y llevándose a Cindy de nuevo. —Su boca se apretó ante
el recuerdo de Cindy pidiendo entre sollozos que no la subieran otra vez. No podía
soportarlo. Por favor, solo quería que la mataran.
Valerie tragó y apartó esos recuerdos lejos, diciendo—: No tenía hambre, e incluso
estaba demasiado débil para masticar de todos modos, pero no quería ser alimentada
a la fuerza, por lo que como dije, volqué el tazón en mi chaqueta y la empujé a la
esquina. Luego me acurruqué en una bola y dormí hasta que él llegó a la noche
siguiente con la comida. Me sentía mejor para entonces, un poco más fuerte; con
hambre, incluso, pero también lúcida, por primera vez desde la noche en que fui
secuestrada. Que fue como me di cuenta de que estaban drogando la comida —
explicó.
También fue cuando Valerie había decidido que, uno: las drogas habían estado
jugando trucos en ella y en realidad no había visto los colmillos, al menos no eran
reales. Y dos: que no iba a comer de nuevo mientras estuviera en esa jaula, que se
iba a saltar las comidas para evitar las drogas y tener suficiente de su ingenio para
escapar la próxima vez que fuera llevada para su "noche fuera".
Valerie se aclaró la garganta, encogiéndose de hombros.
—Así que dejé de comer. Bebía el agua debido a que se encontraba en botellas y no
parecía estar drogada. Pero seguí vertiendo la comida en mi chaqueta y empujándola
a la esquina de mi jaula.
—¿Y este Igor no se dio cuenta? —preguntó Leigh con interés.
—No, a pesar de que él lo haría en otro día o dos. Estaba empezando a apestar. —
Valerie se quedó en silencio. Había omitido un poco, incluyendo el hecho de que las
otras mujeres le habían dicho que estaban seguras de que Igor podía leer sus mentes.
Debido a eso ella se aseguró de recitar letras de canciones en su cabeza cada vez que
él venía. Había sido difícil el concentrarse lo suficiente como para recordar letras al
final. Estaba tan hambrienta… y tratando de averiguar la forma de escapar con una
parte de su mente, mientras recitaba las letras con la otra, lo que fue difícil. Lo único
que la mantuvo en funcionamiento fueron Bethany y Janey. Su prolongado silencio
la había preocupado. Pero también contaba con que su estado había empeorado y
que por ello Igor se las había saltado cuando les tocaba. También se había saltado a
Laura, que no estaba tan mal como ellas, pero cuyo estado estaba empeorando. Era
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probable que esa fuera la única razón de que su plan había funcionado. No estaba
segura de si hubiera sido lo bastante fuerte como para llevarlo a cabo si hubiera
tenido que pasar otra noche sin comer.
—Así que escapaste por no comer la comida drogada —dijo Leigh con una
inclinación de cabeza—. Muy inteligente.
—Eso, y tomándolo por sorpresa. Y mucha suerte —dijo Valerie con sequedad,
pensando que si ese banco no se hubiera roto debajo de ella, dándole un arma, o si él
no la hubiera arrojado justo al lado de la misma, o si su objetivo hubiese salido
fuera… en realidad había tenido un montón de suerte. Entonces les contó sobre
cómo le tiro el champú a la cara y lo apuñaló con la pata rota del banco.
—¿Cómo acabaste en los arbustos? —preguntó Anders cuando, tranquila, se calló
de nuevo.
Valerie miró en su dirección, notando entonces que mientras él había traído comida
y bebida para ella y Leigh, él no tenía ninguna. Frunció el ceño otra vez cuando
respondió—: Colgué el teléfono y me fui por la ventana cuando el jefe de Igor
volvió a casa. Pero me lesioné y lo mejor que pude hacer fue arrastrarme a tres
metros o menos de distancia a lo largo de la casa y rodar sobre mí misma bajo los
arbustos antes de perder el conocimiento.
—Bueno, ya basta de este desagradable asunto —anunció Leigh abruptamente—.
Es momento de relajarse y… —Se interrumpió y frunció el ceño cuando vio el tazón
de sopa de Valerie—. No terminaste tu sopa.
—Me temo que estoy llena —dijo Valerie en tono de disculpa, y luego se apresuró a
añadir—: Pero estaba muy bueno. Gracias.
Leigh asintió, pero hizo un gesto hacia su leche apenas probada.
—¿No eres una gran fanática de tomar leche?
—No, lo siento. Nunca me interesé mucho por ella. Incluso cuando era niña —
admitió Valerie.
Leigh asintió y se levantó.
—Entonces, vamos a bajar y encontrar algo más para beber. Tenemos que reponer
los líquidos tanto como podamos y lo podemos hacer en la terraza. Después de estar
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atrapada en una jaula durante todo ese tiempo, un poco de aire fresco te hará mucho
bien y tenemos una hermosa terraza con sombra donde se puede disfrutar de este día
soleado.
Valerie se levantó y se acercó a recoger su plato y vaso, pero se congeló cuando sus
manos chocaron con Anders cuando él se acercó a hacer lo mismo. Se quedó
completamente inmóvil por un momento mientras una extraña especie de carga
despertaba por sus manos desde el punto de contacto, después buscó sus ojos. Pero
su cabeza estaba inclinada, su mirada centrada con firmeza en el tablero de la mesa.
No podía decir si estaba experimentando lo que ella o no. Mordiéndose el labio, ella
retiró sus manos, rompiendo el contacto, y él puso rápidamente los elementos en la
bandeja y la recogió.
—Vamos —dijo Leigh alegre.
Valerie tragó saliva, y se apresuró a seguir a la otra mujer cuando se dirigió hacia la
puerta.
—Si te digo la verdad, me vendría bien un poco de aire fresco para mí también —
añadió Leigh secamente mientras entraba en el pasillo—. Mi marido se preocupa en
exceso por el bebé y no me ha dejado salir mucho las últimas tres semanas. Tiene
miedo que vaya a ponerme de parto en el coche o algo así.
Lo dijo como si la idea fuera ridícula, pero cuando Valerie la siguió por el pasillo,
decidió no culpar al hombre por su preocupación. Leigh parecía a punto de explotar.
No lo dijo, sin embargo, pero preguntó—: ¿Para cuándo lo esperas?
—Para la semana pasada —dijo Leigh secamente, con una mano moviéndose por su
estómago—. La pequeña aquí es tan testaruda como su padre, sin embargo, esta
dulzura se toma su propio tiempo.
—¿Sabes que es una niña? —preguntó Valerie con una sonrisa.
—Sí —contestó Leigh aun cuando Anders dijo "no" detrás de ellas.
Cuando Valerie levantó las cejas y miró por encima del hombro al hombre que las
seguía, Leigh atrajo su atención de nuevo al admitir—: No sabíamos lo que una
ecografía haría, por lo que no quería correr el riesgo, pero estoy segura de que es una
chica.
—Nunca escuché que los ultrasonidos fueran malos para los bebés —dijo Valerie
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sorprendida al llegar a unas escaleras.
—Oh, estoy segura de que no lo son para los mortales…
—Leigh —un gruñido de advertencia vino de Anders y detuvo a la mujer
bruscamente.
Ella parpadeó un par de veces, luego forzó una sonrisa y le dijo—: ¡Dios mío, se me
olvidó! Los hombres insisten en que me agarre a la barandilla cuando voy por las
escaleras. —Como si eso fuera a lo que se referían los gruñidos que se produjeron
junto a su nombre. A continuación, hizo una demostración de cómo se agarraba a la
barandilla y comenzaba a bajar las escaleras diciendo—: Estoy segura que los
ultrasonidos están muy bien, pero ya sabes cómo es la tecnología moderna. Dicen
que una cosa es buena o mala para uno en un minuto, y luego cambian su letanía al
siguiente. La mantequilla era mala y debíamos comer margarina y luego resultó que
la margarina era mala y que debemos usar aceite de oliva, etcétera. Y luego está esa
droga que se suponía iba a estar bien y luego se retiró del mercado porque las
madres embarazadas abortaban o tenían bebés mutantes o lo que sea. Es que es
mejor prevenir que curar.
Valerie siguió a la mujer, con la diversión curvando sus labios. Leigh había
balbuceado todo de una sola vez y sin respirar. Increíble, pensó.
En el siguiente momento, su atención fue desviada por su entorno. El dormitorio en
el que había despertado había sido agradable, y el pasillo solo era un pasillo, pero a
mitad de la escalera, notó que justo delante de ella había una pared de dos pisos con
ventanas alrededor de un conjunto de puertas dobles. Más allá del cristal había un
gran patio con árboles, estanques, pagodas y jardines. Era precioso, y una gran
diferencia del sótano oscuro, húmedo en el que ella había pasado diez días.
—Es hermoso, ¿verdad? —dijo Leigh, haciendo una pausa dos pasos debajo de ella
para mirar hacia fuera—. Nunca me cansaré de esta vista.
—No me imagino que lo hagas —dijo Valerie en voz baja, notando que más allá del
cuidado césped estaba lo que parecía ser un bosque de árboles—. ¿Es esta la parte de
atrás de la casa?
—No, el frente —dijo Leigh—. El camino está más allá de los árboles y el camino
de entrada está fuera de la vista a la derecha. —Ella hizo un gesto con la mano y
luego se explicó—. Lo que parece un bosque tiene sólo unos veinte o treinta metros
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de profundidad. El verdadero bosque está detrás de la casa. Que se extiende por
varios kilómetros. —Y continuó bajando las escaleras, agregando—: Hay árboles
que bordean los lados del patio también, así que no tienes que preocuparte de que los
vecinos te vean en mi camisón.
Valerie se miró a sí misma, de pronto consciente de que había estado sentada con un
fino camisón de algodón en la última media hora con dos completos desconocidos.
Tendría que haber estado incómoda. Pero no lo había estado. Aunque, ahora Valerie
miró tímidamente hacia Anders y sintió que se ruborizaba cuando vio la forma en
que sus ojos estaban deslizándose sobre su figura en el fino material.
Girando bruscamente hacia adelante, se apresuró detrás de Leigh, que ya estaba
bajando el último escalón y girando a la derecha. Valerie había llegado al último
escalón cuando de pronto sonó un timbre fuera, que parecía hacer eco a través de la
casa. Se quedó mirando las grandes puertas dobles delante de ella, capaz de ver a un
hombre joven en cuero negro a través de las ventanas de cristal de la puerta.
Anders pasó junto a ella con la bandeja. La colocó sobre una mesa al lado de las
escaleras, y luego se trasladó para desbloquear y abrir la puerta al hombre alto y
sonriente que llevaba una maleta y una bolsa de viaje que se parecía mucho a la de
ella.
—Justin. —Leigh volvió para estar al pie de la escalera al lado de ella—. ¿Es la ropa
de Valerie?
—Sí, señora —dijo alegre, entrando en la casa y sonriendo a Valerie. Sus ojos
viajaron con admiración sobre ella en el camisón mientras dejaba las cosas—. Todo,
desde ropa interior hasta zapatos. Marguerite llegó para hacer el equipaje —añadió
con una sonrisa tranquilizadora para Valerie cuando se enderezó y la miró de
nuevo—. Yo sólo soy la bestia de carga.
—Más conocido como asno —murmuró Anders y Valerie se rió sorprendida.
—¿Marguerite? —preguntó Leigh, moviéndose hacia la puerta para mirar—.
¿Dónde está?
—Julius llamó cuando llegamos. Ella se detuvo a hablar con él y me dijo que viniera
sin ella —dijo Justin—. Llegará en un minuto.
—Oh. —Leigh se volvió para sonreírle a Valerie—. Debería hacer té. ¿Te gusta el
té?
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Valerie asintió.
—Bueno, entonces tendremos té —decidió y se dirigió hacia la parte trasera de la
casa, agregando—: Te va a gustar Marguerite. Es mi cuñada, la cuñada de Lucian
realmente, y es una dama muy hermosa. Oh, esto va a ser agradable… té y una visita
en la terraza.
—Ella no sale mucho —dijo Justin con diversión cuando Valerie se quedó mirando
a su balbuceante anfitriona.
Ella le echó un vistazo, notando la sonrisa apreciativa que aún estaba en su cara y de
que él otra vez barría la mirada sobre su camisón. Luego su mirada pasó a Anders
cuando de pronto éste se agachó a recoger los bolsos que Justin había dejado.
—Es probable que quieras vestirte —dijo mientras se enderezaba.
—Oh, sí —dijo Valerie de inmediato.
Asintiendo, se trasladó junto a ella en las escaleras con las maletas.
—Llevaré estos a tu habitación. —Cuando Valerie le siguió, añadió por encima del
hombro—: Haz algo útil, Bricker. Ayuda a Leigh con el té.
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Capítulo 4 speraré en el pasillo —dijo Anders, poniendo sus bolsas sobre
la mesa en la que habían estado sentados hacía unos momentos.
Valerie estaba a punto de decir que no era necesario que la
esperara, pero luego se dio cuenta de que si no lo hacía podría tener problemas para
encontrar a los demás cuando terminara. No conocía esta casa, y a juzgar por la
longitud del pasillo superior que había recorrido dos veces, era enorme. Así que
asintió y dijo—: Gracias—cuando Anders la dejó sola.
Tenía su maleta y bolsa de viaje abierta, y estaba examinando el contenido antes de
que él cerrara la puerta detrás de sí. Era extraño ver muchos de sus objetos
personales perfectamente embalados en el interior. Valerie los reconoció, eran todos
suyos, pero parecían de algún modo ajenos después de sus experiencias. Eso le hizo
preguntarse si todo iba a golpearla de esa manera.
Sacudiendo la cabeza, Valerie escogió la ropa interior, un sujetador, una camiseta,
unos vaqueros y comenzó a vestirse. Mientras lo hacía, recordó a Leigh diciendo
que el hombre que fue a buscar su ropa verificaría con sus vecinos acerca de Roxy,
pero el perro no había estado con Justin. No lo había encontrado con ninguno de los
vecinos, entonces, Valerie se dio cuenta, y frunció el ceño. Tendría que llamar para
que rastrearan el chip de Roxy. Ese pensamiento predominaba en su mente; terminó
de vestirse y luego se apresuró a salir al pasillo para encontrarse a Anders esperando
con paciencia, apoyado contra la pared, con las piernas cruzadas por los tobillos y
los brazos cruzados sobre el pecho.
—Eso fue rápido —la felicitó cuando se enderezó.
—Sí —estuvo de acuerdo Valerie con distracción, partiendo por el pasillo. Cuando
él se puso a caminar a su lado, le dijo—: Roxy no estaba con ese hombre Justin,
Bricker o como se llame. —Leigh le había llamado Justin, pero Anders le había
llamado Bricker. No estaba segura de cómo debía referirse a él.
—E
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—Su nombre es Justin Bricker —dijo Anders silenciosamente—. Pero no, no tenía
un perro con él. Le preguntaré lo que encontró al llegar abajo. Si todavía está aquí.
Ambos estaban frunciendo el ceño por esa idea tardía cuando comenzaron a bajar las
escaleras. Pero no necesitaban haberse preocupado, Justin Bricker todavía estaba
allí. Valerie podía oír el murmullo de una voz masculina cuando avanzaron por el
pasillo hacia la parte trasera de la casa.
—Ahí están —dijo Leigh alegremente mientras Anders llevaba a Valerie a la cocina
y sala de estar combinada.
Era un gran espacio abierto que parecía ocupar toda la mitad posterior de la planta
principal. La cocina estaba a la izquierda, separada de la sala de estar a la derecha
por una larga isla cubierta de granito, con taburetes y sillas con respaldo a su
alrededor. Ambas partes estaban decoradas en tonos madera y tierra. Al igual que el
frente de la casa, la pared exterior aquí era más cristal que cualquier otra cosa, con
puertas francesas a ambos lados que daban a una terraza cubierta. Y Leigh no había
estado bromeando sobre una bonita terraza con sombra. Viñas crecían gruesas y
sanas hasta los postes y en los bordes, añadiendo encanto y proporcionando más
sombra. El punto de vista más allá era tan increíble como la vista desde la parte
delantera de la casa, sólo que aquí también había una piscina.
—Ven a conocer a Marguerite, Valerie.
Arrancándose de la vista, se trasladó a la cocina, donde Leigh y una segunda mujer
se inclinaban sobre el mostrador a ambos lados de una tetera humeante. Valerie miró
a la recién llegada con curiosidad mientras se acercaba. Marguerite era casi una
cabeza más alta que Leigh, con una figura que la mayoría de las mujeres mataría por
tener. Llevaba un vestido rojo veraniego que se veía precioso con su tez pálida y
pelo largo castaño rojizo fluido, y tenía la cara más hermosa que Valerie había visto
en su vida. Al igual que Anders, la mujer podría haber sido una modelo. También
como Anders, parecía estar a mediados o finales de los veinte años, pero entonces
también lo hacían Leigh y Justin.
—Hola, Valerie —dijo Marguerite sonriendo ampliamente y ofreciendo su mano
cuando Valerie se detuvo ante las dos mujeres—. Es un placer conocerte.
—Encantada de conocerte —dijo Valerie con cortesía, agitando la mano que le
ofrecía.
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—Lo siento, no hemos encontrado a tu perro —dijo Marguerite en tono de disculpa
cuando terminaron de saludarse y liberaron sus manos.
Los hombros de Valerie se desplomaron. Era lo que esperaba, pero aun así era
decepcionante. Forzando una sonrisa torcida, dijo—: Gracias por intentarlo.
—En realidad, yo no lo hice —admitió con ironía—. Ese fue Justin. Estaba
empaquetando tu ropa mientras él lo comprobaba con tus vecinos. Pero no todo el
mundo estaba en casa. Él volverá esta noche, por lo que aún puede encontrarla —
dijo Marguerite alentándola.
—En realidad, había más gente que no estaba en casa, que la que sí lo estaba —dijo
Justin Bricker, entrando en la cocina a través de las puertas francesas—. En mitad de
la tarde, la mayoría de las personas están trabajando. Las únicas personas que
encontré en casa eran las de dos casas cerca de la esquina y…
—Y la señora Ribble de la siguiente puerta —terminó Valerie por él con una sonrisa
irónica.
—No. La de la casa enfrente a la tuya —corrigió Bricker.
Las cejas de Valerie se elevaron por la noticia y dijo—: Pero la señora Ribble tiene
por lo menos ochenta años. Siempre está en casa.
Bricker frunció los labios, pensativo.
—¿De qué lado es tu vecina? ¿Del lado izquierdo o derecho?
—Del lado derecho si estás frente a la casa en la calle —respondió Valerie.
—No hubo ninguna respuesta allí —dijo Bricker con firmeza y añadió pensativo—.
Sin embargo, un perro ladró cuando llamé.
—Ella no tiene perro —dijo Valerie con el ceño fruncido.
—Bricker, creo que pudiste haber encontrado a Roxy, después de todo —comentó
Anders.
Valerie lo miró con sorpresa, pero luego se dio cuenta de que él tenía razón. Tenía
que ser así… a no ser que la señora Ribble hubiera conseguido un perro en las
últimas dos semanas, era probable que fuera Roxy a quien Bricker había oído ladrar.
Enderezándose, dijo—: Tengo que ir a ver si se trata de Roxy.
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—No, tú tienes que permanecer aquí —dijo Anders con firmeza—. Bricker volverá.
—Ella no le abrió la puerta la primera vez, ¿qué te hace pensar que va a abrirle si
vuelve? —preguntó impaciente.
—¿Qué te hace pensar que va a responderte a ti? —preguntó Anders—. Solo te
mudaste al lado hace una semana o algo así, antes de ser secuestrada.
Valerie frunció el ceño.
—No estaba pidiendo permiso para ir. No soy una prisionera... ¿o sí? —añadió
sombría.
—No, por supuesto que no —dijo Leigh de inmediato, pasando a su lado para añadir
en su apoyo—. Y creo que todos deberíamos ir a ver si se trata de Roxy.
—Oh, no —dijo Anders a la vez—. Lucian tendría mi pellejo si te dejo salir en tu
condición.
—¿Así que Valerie no es prisionera, pero yo sí? — preguntó Leigh con dulzura.
Anders frunció el ceño.
—Ninguna de las dos es prisionera, pero es en su mejor interés el permanecer aquí.
Tú, Leigh, porque podrías ponerte de parto en cualquier momento, y Valerie
porque…
—Estoy segura de que un corto trayecto en coche a la casa de Valerie y de regreso
no será un problema —interrumpió Marguerite con ternura.
—Lo creería si no supiera que Valerie vive en Cambridge, Marguerite —dijo
Anders secamente—. Eso es un paseo de cuarenta y cinco minutos y si Lucian
vuelve mientras no estamos…
—No lo hará —le aseguró Marguerite—. Un par de nuevos cazadores volaron hoy y
ha de reunirse con ellos. Me dijo que le dijera a Leigh que llamara si pasaba algo,
pero por lo demás llegaría un poco tarde.
—¿Tenemos nuevos cazadores? —preguntó Anders sorprendido.
—Sí —dijo Bricker con una sonrisa—. Lucian dijo que con sus hombres cayendo
como moscas necesitábamos ayuda adicional.
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Valerie frunció el ceño. ¿Qué tan peligroso era el trabajo de los cazadores con aquel
que la había mantenido secuestrada? Bastante peligroso, supuso, pero apartó esto a
un lado a favor de la preocupación por Roxy. El pastor alemán era su
responsabilidad… y amaba al perro. Quería saber si estaba bien y dónde estaba.
Moviéndose con impaciencia, preguntó—: Leigh, ¿puedo usar el teléfono?
—Sí, por supuesto, Valerie —le dijo de inmediato—. Pero, ¿para qué?
—Voy a llamar un taxi para que me lleve a casa —le respondió, y viendo el teléfono
al otro extremo de la cocina se dirigió hacia él.
—Oh. —Leigh le sonrió insegura, luego se volvió hacia Anders y le espetó—: ¿Y
bien?
Valerie estaba cogiendo el teléfono cuando escuchó a Anders liberar un suspiro
exasperado.
—Bien —dijo con sequedad—. Cuelga, Valerie. Te llevaré.
Valerie dudó, pero luego colgó el teléfono y se volvió hacia él.
—Gracias— dijo en voz baja.
—Muy bien— dijo Leigh feliz—. Tal vez podamos detenernos por un helado en el
camino. Sé de un buen lugar donde venden helados Rocky Road con melcocha
batida y…
—No vas a ir —dijo Anders interrumpiéndola con firmeza—. Me quedo con
Valerie, pero tú vas a quedarte aquí con Bricker. No voy a arriesgarme a la ira de
Lucian para que puedas tomar un helado.
—Está bien, Leigh —dijo Marguerite tranquilizándola—. Vamos a esperar hasta que
se vayan y entonces conseguiremos que Bricker nos lleve por un helado… y tal vez
vayamos de compras.
—Está bien —dijo Leigh, sonriendo de pronto, y luego añadió con emoción—:
Ooooh, y si Lucian va a llegar tarde, también sería bueno ir a cenar, ¿no te parece?
—Bricker no las lleva a ningún lado —dijo Anders con firmeza.
Marguerite se encogió de hombros.
—Entonces esperaremos hasta que él esté ocupado y tomaremos el coche de Leigh y
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nos iremos nosotras mismas. —Ella sonrió dulcemente a Anders y añadió—: No nos
puede observar cada minuto. Tendrá que ir al baño antes o después.
Para gran sorpresa de Valerie, Anders realmente gruñó entre dientes por la
frustración. Pero entonces levantó las manos en señal de derrota y se volvió para
salir de la cocina diciendo—: Está bien. Vendrán con nosotros. Pero hasta ahí, luego
volveremos. No pararemos por un helado. Ni para almorzar. Ni iremos de compras.
Solo ida y vuelta, y eso es todo.
—Mmmm, esto está realmente bueno — murmuró Valerie, metiendo la cuchara en
su helado y sacando un gran bocado.
—Te lo dije.
Valerie se movió en el asiento delantero y sonrió a Leigh. La mujer embarazada
estaba sentada entre Bricker y Marguerite en el asiento trasero del SUV, donde los
tres estaban cada uno engullendo su propio helado Rocky Road con melcocha
batida, nueces y una cereza.
—Tenías razón —le aseguró Valerie, luego se recostó en su asiento, y su mirada se
deslizó a un Anders ceñudo en el asiento del conductor. El hombre había estado con
el ceño fruncido desde que salieron de la casa. Su mirada cayó al helado colocado en
el suelo entre ellos y dijo—: Realmente deberías detenerte y comerte el tuyo antes
de que se derrita por completo, Anders. Sólo te llevará un par de minutos.
—No tengo ningún helado que comer —dijo Anders con gravedad—. Este es de
Leigh. Ella dijo que quería dos, por lo que tiene dos.
—Y yo te dije que mentí para que pudieras tomar uno, porque sabía que estabas
demasiado molesto para pedir uno para ti —dijo Leigh pacientemente—. Detente y
comételo, Anders. Te prometo que es lo mejor que he probado jamás.
Cuando él no respondió, Marguerite dijo—: ¿Por qué no le das de comer tú, Valerie?
De esa manera no tiene que parar, y podrá disfrutar de él.
Los ojos de Valerie se agrandaron.
—Oh, no creo…
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—Sólo pretende que es un niño enfermo y de mal humor que tienes que alimentar —
dijo Marguerite divertida.
Los ojos de Valerie se dispararon hacia Anders a tiempo para ver que lanzaba una
mirada asesina hacia el espejo retrovisor, sin duda a Marguerite. Y dado que la
mujer de pronto se echó a reír, supuso que Marguerite había captado la mirada.
Valerie miró el helado derritiéndose. Le parecía que era una vergüenza que se fuera
a desperdiciar. Era un buen helado. Y no había sido barato.
—Solamente dale una probada, Valerie, entonces él parará y lo comerá —sugirió
Leigh.
Valerie dudó, pero se detuvieron en un semáforo en rojo que no interferiría con la
conducción, por lo que tomó una porción generosa de su propio helado e
inclinándose se acercó para ofrecerle la cucharada.
Anders miró el ofrecimiento, pero al principio no abrió su boca. Ella estaba a punto
de darse por vencida, sentarse y comérselo ella misma cuando de pronto él la abrió.
Valerie movió la cuchara entre sus labios abiertos, observando en silencio mientras
él cerraba la boca alrededor de la cucharada de helado. Y casi pudo haber jurado que
las motas doradas en sus ojos brillaban más grandes y más brillantes en sus iris
negros; luego él cerró los ojos con un gemido largo que sonó casi sexual.
Valerie se quedó con los ojos abiertos mientras él saboreaba la comida, luego le
retiró la cuchara ahora limpia y se hundió en su asiento con incertidumbre.
—Te dije que te gustaría —dijo Leigh divertida desde el asiento trasero.
Cuando Anders no respondió, pero se quedó quieto y con los ojos cerrados, Bricker
dijo—: Yo, ah… hombre. La luz ya cambió.
Anders parpadeó abriendo sus ojos, vio que Bricker estaba diciendo la verdad, e
instó al coche de nuevo hacia delante. Sin embargo, sólo condujo media cuadra,
antes de detenerse en el estacionamiento del centro comercial a terminar su helado.
—¿Qué tipo de perro es Roxy?
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Valerie miró a su alrededor, sorprendida ante la pregunta de Leigh. Se había
dormido en su asiento poco después de haber terminado su helado y de seguir
conduciendo. No había querido, pero suponía que dormiría mucho durante el tiempo
suficiente como para poder curarse. En verdad, todavía estaba cansada y seguiría
dormida sin duda de no ser porque su cabeza resbaló del respaldo del asiento y
chocó con la ventana lateral. Aclarando su garganta, se volvió para poder ver a las
personas en el asiento trasero y respondió.
—Es un pastor alemán.
—¿Cuántos años tiene? —preguntó Marguerite con interés.
—Aproximadamente tres —dijo Valerie, y luego añadió—: Era un animal recatado.
Es una de los muchos perros que trajeron a mi clínica después de una redada en un
criadero de cachorros.
—¿Tu clínica? —preguntó Anders, sin evitar verla de reojo, antes de volver los ojos
hacia la carretera.
—Sí. Soy veterinaria —explicó Valerie—. Tengo una clínica en Winnipeg.
—¿Tienes una clínica en Winnipeg, Manitoba, pero vives en Cambridge, Ontario?—
preguntó Bricker, y antes de que ella pudiera responder, comentó—; Eso es un viaje
del infierno.
Valerie sonrió, pero negó con la cabeza.
—La casa en Cambridge es de alquiler. Estoy allí mientras tomo algunos cursos en
la Universidad de Guelph.
—¿Cambio de carrera? —preguntó Anders con curiosidad.
Valerie negó con la cabeza.
—No, los cursos en realidad son en la clínica veterinaria de la universidad. Estoy
repasando la carrera que ya tengo —dijo, y cuando él levantó una ceja en pregunta,
explicó—: Me titulé y formé allí. Pero han existido avances en el campo en el último
par de años y quería ponerme al día con las últimas técnicas.
—¿Todos los veterinarios hacen eso? —preguntó Leigh con curiosidad.
—¿Qué pasa con tu clínica? ¿Tuviste que cerrarla durante tu ausencia? —preguntó
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Bricker.
—¿Y no hay escuelas de veterinaria en Winnipeg? —intervino Marguerite—. Esto
parece un largo camino solo para actualizarte.
Valerie hizo una mueca ante el aluvión de preguntas, pero contestó—: No sé si otros
veterinarios toman cursos para estar al día. Tengo un socio, y otros dos veterinarios
trabajando en la clínica, que me están cubriendo hasta que vuelva. Y Guelph es en
inicio donde obtuve mi título. Me parecía más fácil volver allí a tomar estos cursos
que aplicarlos en otro lugar.
Sus respuestas eran verdaderas en su mayoría, y también eran las explicaciones que
les daba a los demás. No era asunto de nadie el que eligiera repasar y hacerlo en
Ontario, porque quisiera estar fuera de Winnipeg por un tiempo.
—¿Así que naciste y te criaste en Winnipeg o en Ontario? —preguntó Anders.
—En Cambridge, Ontario —respondió Valerie de mala gana, sabiendo la pregunta
que vendría después.
Y fue Bricker el que preguntó.
—Entonces, ¿cómo es que llegaste a abrir una clínica en Winnipeg?
Valerie consideró la mejor manera de responder, pero en realidad sólo había una
respuesta.
—Un hombre.
El silencio llenó el SUV por un momento, luego Anders dijo—: No estás casada.
El comentario no fue formulado como pregunta, sino más bien como una orden,
pensó, y se preguntó sobre ello, pero dijo—: No. Nunca he estado casada. Pero
comencé a salir con otro estudiante en mi primer año en la universidad. Salimos los
siete años de la escuela, pero él era de Winnipeg. Quería volver después de
graduarnos y me pidió que me fuera con él. —Y se encogió de hombros—. Me
mude allí con él, y abrí la tienda.
—Pero ¿no te casaste? —preguntó Anders y ella lo observó para ver que tenía los
ojos entrecerrados sobre el camino. Había una tensión en él que no entendía.
—No. —Ella se volvió a mirar por la ventana el paisaje que pasaba y dijo—: Nos
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separamos al final, pero para entonces la clínica era un éxito, e hice amigos allí. Así
que me quedé.
Se había separado hacía nueve meses después de diez años juntos. Diez años en los
que él le había asegurado que nunca quiso casarse porque un certificado de
matrimonio no significaba nada para él. No lo necesitaban. Dos semanas después de
separarse, él estaba saliendo con Susie, y seis semanas después le pidió a Susie que
se casara con él. Parecía que no era que él no quisiera casarse, sino que nunca quiso
casarse con Valerie. Y ella no tenía ningún deseo de estar en la ciudad cuando él le
dijo lo que deseaba hacer, con la mujer con la que quería casarse. No es que no lo
hubiera superado. Ella lo había superado mucho antes de que hubieran encontrado el
momento de terminar. No era que su corazón no pudiera soportarlo. Era su orgullo.
Le dolía que Larry nunca hubiera querido casarse con ella, y sin embargo, si le había
hecho la pregunta a su nueva chica en cuestión de semanas. ¿Qué diablos era eso?
¿Por qué no había sido su tipo de mujer para casarse?
No tenía ni idea y eso le molestaba.
—Oh, hemos llegado —dijo Marguerite de pronto—. Y ahora ya no.
Valerie parpadeó centrando su vista por la ventana para ver que ellos… ¿seguían
más allá de su casa? Se volvió hacia Anders interrogativa.
—¿Por qué…?
—Ponte esto —la interrumpió, sosteniendo una gorra de béisbol y una sudadera.
Valerie los reconoció. Él había hecho un viaje arriba para buscarlos antes de
marcharse, y los puso en el suelo cuando habían entrado en el vehículo.
Cuando ella no aceptó de inmediato las prendas, le preguntó—: ¿Has olvidado ya a
Igor y a su jefe? Pueden estar vigilando tu casa.
—¿Por qué harían eso? —preguntó ella con el ceño fruncido.
—¿Por qué te llevaron en primer lugar? — respondió, y luego admitió—: Puede que
ellos no estén vigilando, pero podría ser que sí, y ¿no es mejor prevenir que
lamentar?
Valerie asintió, tomó las prendas, rápidamente se colocó la sudadera sobre su ropa, y
después se puso la gorra sobre la cabeza.
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—Esconde tu cabello debajo —le instruyó Anders mientras cruzaba por delante de
su casa de nuevo, mientras sus ojos revisaban el área a su paso.
Valerie tomó la gorra, recogió su pelo en una cola de caballo, lo torció alrededor en
un moño en la parte superior de su cabeza y luego lo mantuvo en su lugar mientras
se deslizaba la gorra sobre él.
—¿Así está bien?
Él echó un vistazo, asintió y volvió su atención a la carretera, pero hizo un circuito
más alrededor de la manzana antes de meterse en el camino de entrada de la señora
Ribble.
Valerie tenía la puerta abierta y se apresuraba por el camino de entrada casi antes de
que el SUV se hubiera detenido por completo. Sin embargo, no se dirigió a la puerta
principal, sino directamente por el lateral de la casa hasta la valla que atravesaba el
final de la entrada, y dio la vuelta hacia el patio trasero. No tuvo que ir a la puerta y
preguntarle a la señora Ribble si Roxy estaba ahí. Podía ver a Roxy en el patio
trasero.
Estaba a medio camino de la puerta cuando el pastor alemán la vio y corrió hacia la
valla ladrando con entusiasmo. Sonriendo, Valerie corrió los últimos metros y llegó
a la valla para desenganchar el pestillo. Apenas había comenzado a oscilar para
abrirlo cuando Roxy salió por la estrecha abertura como una bala. La perra rodeó a
Valerie, ladrando salvaje y moviendo la cola como loca; se frotó contra sus piernas y
giró en círculos frente a ella. Roxy estaba feliz y excitada, pero no tanto como para
haber olvidado que no debía saltar sobre la gente.
Riendo, Valerie se arrodilló para abrazar al perro y revolver su pelaje. Luego tomo
su cara entre sus manos y le frotó las mejillas y las orejas, diciendo—: Hola, bebé.
¿Estás bien? Estaba preocupada por ti. También te extrañé —le susurró alegremente
mientras la perra le lamía la cara.
—Puaj. ¿En serio la dejas lamerte la cara?
Valerie miró a su alrededor por las palabras de Bricker para ver que él, Anders,
Leigh y Marguerite la habían seguido. Mientras Anders parecía tenso y estaba
dividiendo su atención entre observarla saludar a su perro y la calle, Leigh y
Marguerite sonreían con indulgencia. Bricker, sin embargo, parecía disgustado.
Riendo entre dientes al ver su expresión, ella dijo—: Es obvio que no tienes un
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perro.
—No —reconoció—. Pero Anders ha estado tratando de conseguir uno.
—¿En serio? —preguntó Valerie, mirando a Anders con interés.
—He estado investigando las razas para ver cuál sería una buena opción para mí —
dijo en voz baja, mientras sus ojos miraban brevemente a Roxy antes de volver a
mirar alrededor de la zona de nuevo.
—¿Roxy? Roxy, ¡chica! ¿Dónde te metiste?
Valerie miró por el patio trasero hasta donde estaba la temblorosa y vieja voz. Le dio
un último mimo a Roxy y se puso en pie, caminando hacia la valla para dirigir su
atención hacia la puerta trasera de la casa.
—Hola, señora Ribble.
—¿Valerie? —dijo la mujer con amargura, entrecerrando los ojos para ver mejor.
—Sí. Gracias por cuidar a Roxy por mí. Se lo agradezco —dijo, mirando hacia abajo
y acariciando al perro cuando se inclinó a su lado.
—Oh, bueno, estaba sentada en el porche gimiendo una noche y yo no podía dormir,
así que me la traje —dijo la señora Ribble, y le frunció el ceño a Valerie—. No es
que te preocupe. Dejaste sola durante dos semanas a la pobre chica. Podría haber
muerto. —La anciana frunció el ceño más duro y añadió—: No creo que debas
tenerla si no puedes cuidar de ella.
—¿Valerie desapareció dos semanas y usted no se molestó en llamar a la policía y
denunciar su ausencia? — replicó Anders de pronto detrás de Valerie. Parecía muy
enfadado.
—Bueno… —La mujer frunció el ceño—. ¿Cómo podía saber si no estaba fuera de
fiesta o algo así?
—Usted lo sabía —dijo Anders con una tranquila certeza—. Pero quería al perro.
Sorprendida, Valerie lo miró, luego a la señora Ribble cuando de pronto se movió e
inclinó la espalda con clara culpabilidad en su rostro antes de que pudiera darse la
vuelta.
—Solo tómala y vete. Y no esperes que la vigile la próxima vez.
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La puerta se cerró detrás de la anciana con un golpe y Valerie levantó una ceja en
dirección a Anders, diciéndole con cuidado—: Estuviste un poco rudo con ella.
Anders dejó de fruncirle el ceño a la puerta, ahora cerrada, y miró a Valerie, pero
negó con la cabeza.
—No lo bastante duro. Sabía que no estabas y que algo te debió haber sucedido,
pero no hizo nada en absoluto al respecto. No pudo ni siquiera molestarse en llamar
a la policía. Tenía miedo de que se llevaran a Roxy y ella la quería.
—No sabes eso —protestó con una carcajada.
—Lo sé —le aseguró.
—¿Cómo? —desafió Valerie.
Anders abrió la boca, hizo una breve pausa y luego dijo—: Conduje alrededor de la
manzana tres veces, cada vez la cortina de la parte delantera se movió y ella miró
hacia afuera. Te garantizo que la mujer se sienta en su salón mirando a la calle. Es
probable que vea todo lo que ocurre, incluyendo el ataque de la noche en que
llevaste a Roxy a dar un paseo. Pudo haber sido ligeramente borroso por la distancia,
pero debió de haberlo visto de todas formas y pudo haber deducido lo suficiente
como para saber que te atacaron, te llevaron lejos, y luego Roxy llegó cojeando a
casa.
—¿Cómo sabías que el ataque tuvo lugar en esta calle? —preguntó ella sorprendida.
Anders se detuvo de nuevo, pero luego se encogió de hombros.
—Eres una mujer. Me imagino que te mantienes dentro de tu calle a altas horas de la
noche y la rodeas varias veces en lugar de aventurarte más lejos.
Valerie frunció el ceño. Todo sonaba muy probable. Era sentido común y lógica
verdadera, pero había algo en la forma en que estaba evitando sus ojos lo que le
sugirió que había más.
—Deberíamos irnos —dijo Anders de pronto, tomando el brazo de Valerie y
dándole la espalda a la entrada.
Ella no protestó, sino que le permitió llevarla caminando de regreso al SUV. Roxy
iba pegada en su otro costado como con pegamento, chocando contra ella a cada
paso. Los demás iban un paso detrás de ellos y estaban casi en el vehículo cuando
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Valerie se detuvo de pronto.
—Debo conseguir la comida para perros de Roxy mientras estamos aquí —anunció
cuando Anders hizo una pausa y la miró interrogante.
Él frunció el ceño, mientras sus ojos viajaban por la calle y luego a su casa.
—Es una buena idea, Anders. Roxy tiene que comer —señaló Marguerite—.
Además, puede haber cosas que Valerie necesite en las que no pensé cuando hice su
bolso.
—Mi ordenador —anunció Valerie de inmediato—. Lo necesito para las clases. Y
necesito mis apuntes y libros.
—Correcto —dijo Anders sombrío y se dio la vuelta para darle a Bricker sus
llaves—. Mueve el SUV hasta el camino de entrada de Valerie. Será más fácil para
cargar.
—Lo haré —respondió el hombre mientras sacaba otro juego de llaves de su bolsillo
y se las ofreció—. Necesitarás éstas.
—Mis llaves —dijo Valerie cuando las reconoció.
—Así es como entramos antes a recoger tu ropa —le explicó Bricker—. Estaban en
el bolsillo de tu abrigo en la casa.
Valerie asintió, recordando a Leigh mencionar que los hombres habían encontrado
su cartera y las llaves en un abrigo en su jaula dentro de la casa.
Anders tomó las llaves y la instó en dirección a su casa alquilada.
—Nosotras iremos a ayudar —anunció Leigh, arrastrándose tras ellos. Cuando
Anders aminoró la marcha y miró hacia atrás, agregó—: Será más rápido.
Suspirando, él asintió y aceleró de nuevo.
Era tan extraño entrar en su casa alquilada después de que hubieran pasado a por la
ropa que le llevaron. Se sentía un poco extraño. Valerie apartó esa sensación a un
lado y se dispuso a hacer aquello por lo que estaba allí. Se dirigió primero a la
cocina para reunir los platos para la comida y el agua de Roxy, la enorme bolsa de
croquetas para perros, su correa de repuesto, su cama y un par de sus juguetes
favoritos. Valerie los puso sobre la mesa de la cocina mientras recogía cada artículo,
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pero cuando encontró una bolsa para meter los objetos más pequeños, Marguerite se
la quitó.
—Leigh y yo empaquetaremos esto. Sigue adelante, consigue tu ordenador y todo lo
que necesites —sugirió.
—Gracias —dijo Valerie y se deslizó fuera de la habitación, consciente de que Roxy
y Anders estaban muy atentos y pegados a sus talones. Encontró el estuche de su
ordenador y la mochila con sus notas y libros para sus cursos en la sala de estar.
Empezó a recogerlos, pero Anders simplemente los tomó de ella y se los echó a
ambos sobre su propio hombro.
—¿Algo más? —le preguntó.
Ella dudó, pero luego se dirigió a la habitación para examinar su guardarropa.
Marguerite había hecho un buen trabajo al recoger ropa para ella, pero había un par
de cosas que Valerie pensó que podrían serle útiles. Los sacó del armario, rápido los
enrolló y empaquetó en una bolsa de lona que Anders bajó del estante superior de su
armario.
El cuarto de baño era el último, y Valerie era muy consciente de que Anders estaba a
medio metro, esperando con paciencia. Le hubiera gustado pedirle que saliera, pero
ella era una persona adulta, y él era adulto y con edad suficiente para conocer la
fisiología del cuerpo femenino, por lo que tomó una profunda respiración, se
arrodilló para abrir el armario debajo del lavabo y sacó los tampones y las
compresas. Su período debía venir en la próxima semana o así, y no sabía cuánto
tiempo tendría que permanecer en la casa de Leigh.
Valerie colocó los productos femeninos sobre el mostrador, después se trasladó al
otro extremo del armario para recoger un poco de maquillaje y una crema hidratante
de un cajón.
Cuando se dio la vuelta con los nuevos elementos, Anders con calma empaquetó sus
productos de higiene femenina en la bolsa de lona con su ropa.
—Gracias —murmuró ella con timidez mientras dejaba los nuevos artículos. Luego
Valerie se trasladó al botiquín. Sus píldoras anticonceptivas aún estaban allí. No
sabía si Marguerite las había omitido o si había pensado que ya que Valerie había
estado sin ellas durante las últimas dos semanas y ahora estaba en prisión preventiva
por un período indeterminado de tiempo gracias a ellos, no las necesitaba, pero
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Valerie se las llevó, y las arrojó sobre la parte superior de los otros artículos en la
bolsa de lona que Anders tenía en la mano.
Ella cerró la cremallera con un alegre "Listo", luego se inclinó para acariciar a Roxy,
que estaba husmeando a su lado.
—Gracias por trabajar con rapidez —respondió Anders en voz baja, y las palabras
dibujaron una risa en Valerie.
—Esa es la única velocidad que conozco —admitió con ironía mientras lo llevaba
fuera del baño. La clínica estaba siempre ocupada y la prisa era la velocidad a la que
se había acostumbrado.
Leigh y Marguerite estaban esperando en la sala de estar; Leigh sostenía la bolsa con
los artículos más pequeños y ligeros. Marguerite tenía la cama de Roxy bajo el
brazo, y colgando de una mano la gran bolsa de comida de perro, como si no pesara
nada. Las dos mujeres sonrieron a su llegada, pero era Leigh quien le preguntó—:
¿Todo listo?
—Todo listo —concordó Valerie—. Nos podemos ir.
—Bueno. Me muero por una taza de café —anunció Leigh, abriendo el camino
hacia la puerta y saliendo al porche.
—Pensé que estabas evitando el café hasta que tuvieras el bebé —dijo Anders,
siguiendo a las mujeres fuera de la casa.
—Estaba. Pero el bebé se está atrasado y la madre quiere un café —dijo con
rebeldía, navegando a través del porche. Haciendo una pausa en la parte superior de
las escaleras hasta la acera, se volvió con una mueca y dijo—: Pero me conformaré
con un descafeinado.
—Hmmm —murmuró Anders mientras cerraba la puerta con las llaves de Valerie—
. ¿Supongo que eso significa que quieres ir a una cafetería camino de Cambridge?
—Supones bien —dijo Leigh alegremente.
—No me importaría tomar un café también —dijo Valerie en tono de disculpa—.
Aquel helado me dejó sedienta y… —Se detuvo y miró a su alrededor cuando Roxy
se puso rígida de repente a su lado y comenzó a gruñir bajo en su garganta.
Tomando nota de que el perro estaba mirando a través de la calle, Valerie miró hacia
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ese camino mientras colocaba una mano tranquilizadora en el cuello de la perra,
pero luego se quedó inmóvil. Había un hombre de pie a la sombra del atardecer
junto a una casa de la calle de enfrente y estaba segura de que era Igor. La forma y el
tamaño eran en su totalidad suyos, pero…
—¿Valerie? —Anders se puso a su lado y la tomó del brazo—. ¿Qué es?
Ella lo miró durante un momento, luego hacia atrás, con los ojos como platos al ver
que Igor se había ido. Si en realidad había estado allí..., pensó Valerie y se recordó
a sí misma que estaba muerto. Ella lo había matado. Ningún hombre podría
sobrevivir a una estaca en el corazón… y tampoco podría ser un vampiro, si eso es
lo que él había sido.
—Nada —dijo, dejando escapar el aliento con lentitud. Recorrió la calle, consciente
de que Anders estaba haciendo lo mismo, pero no había nada que ver ahora.
Literalmente. Aún no eran las tres. Aún era lo bastante temprano como para que los
niños no hubieran salido de la escuela y los padres estuvieran en el trabajo. O, al
menos, la mayoría de ellos lo estarían. Así que no había coches, ni gente, ni
animales, solo casas silenciosas y un par de ardillas correteando.
En realidad, es un poco espeluznante, todo tan tranquilo, decidió mientras un
escalofrío le recorrió la espalda. Dándole a Roxy una última palmadita, Valerie
apartó a un lado la sensación y mintió—: Es probable que Roxy viera una ardilla.
—Correcto —acordó Anders con ligereza, pero se podía decir que él no creía eso.
Ahora estaba rígido por la tensión. Así también estaban Leigh y Marguerite.
—¿Qué pasa? —preguntó Bricker, apretando el paso hacia el SUV ahora
estacionado en la calzada de la casa alquilada de Valerie.
—Nada —dijo ella, forzando una sonrisa y empezando a bajar los tres escalones del
porche—. Roxy percibió un aroma o vio algo. Es muy probable que fuera una ardilla
común o una listada.
—Hmmm. —Bricker se volvió ahora para mirar también al otro lado de la calle,
pero los demás seguían a Valerie y a Roxy mientras la guiaban al SUV. Todos
estaban en silencio mientras cargaban sus maletas en la parte trasera. Valerie tuvo
miedo de que Anders quisiera que Roxy montara atrás también, pero él cerró la
puerta sin el perro dentro y palmeó su pierna para que lo siguiera mientras conducía
a Valerie hasta la puerta del acompañante.
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—Moveré el asiento hacia atrás para darte más espacio adelante —anunció Anders
cuando abrió la puerta, y Valerie pudo haberlo abrazado. Acababa de recuperar a su
perro y no quería separarse de ella ni siquiera por unos pocos metros. Y a juzgar por
lo cerca que se aferraba de ella, Roxy sentía lo mismo, pero Valerie se sorprendió de
que Anders fuera lo bastante sensible como para entender eso. Fue muy agradable. A
pesar de sus intentos de ser severo, es agradable, pensó Valerie mientras lo veía
pulsar el botón para hacer que el asiento se deslizase lentamente en su vía. La prueba
era que todos estaban allí a pesar de su negativa inicial a traerlos. Y el helado, pensó
divertida, recordando su innegable placer cuando le había dado una cucharada de
muestra. Habría pensado que nunca había probado el helado antes.
—Eso es todo lo que se puede —dijo Anders, enderezándose y ofreciéndole una
mano para ayudarla.
Valerie puso sus dedos en su mano y luego se quedó inmóvil, con los ojos rodando a
los suyos cuando la sacudió una sensación que se disparó desde el punto de contacto
por todo su brazo. Esta vez no había duda de que Anders también lo sintió. Él
encontró su mirada, con sus ojos muy abiertos. También tenían más oro que negro,
observó con cierta confusión, y luego miró a Roxy cuando el perro de repente
olfateó entre ellos, gimiendo.
—Todo está bien —le dijo Valerie al perro, recuperando su mano de Anders para
acariciar el pastor alemán. Luego se dio la vuelta y se metió en el asiento delantero
sin ayuda.
—Vamos —le dijo Anders a Roxy una vez que Valerie estaba en su lugar. El pastor
alemán de inmediato saltó al suelo delante de su ama. Ella dio vueltas una vez en el
breve espacio antes de establecerse entre las piernas de Valerie y poner su cabeza
sobre su rodilla.
—Gracias —le dijo Valerie, evitando mirar los ojos de Anders de nuevo para
acariciar la cabeza de Roxy.
Lo vio asentir con el rabillo del ojo. Cerró la puerta y abrió la puerta de atrás y
ayudó a Leigh a pasar dentro. La mujer embarazada se instaló en el asiento con un
suspiro de alivio, con las manos frotando su estómago como para calmar a la
pequeña en su interior cuando murmuró—: No puedo esperar a que nazca.
Valerie forzó una sonrisa y miró a su alrededor para preguntar—: ¿Este es tu primer
bebé?
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No había visto ninguna señal de niños en la casa, pero tampoco lo había visto todo.
Además, pudo haber otros signos que simplemente no reconoció. Valerie nunca
había tenido hijos y ella misma estaba empezando a pensar que nunca lo haría. Tenía
treinta años, con una ocupada y exitosa carrera, pero sin marido o novio, o incluso
perspectivas a la vista. Tampoco tenía una vida social que se dijera. Tenía amigas,
pero poco tiempo para estar con ellas y menos aún para conocer hombres. Estaba
envejeciendo y estaba más y más ocupada a medida que la clínica continuaba
creciendo.
—Sí, este es el bebé número uno —contestó Leigh y luego hizo una mueca—. Y ya
está demostrando ser tan testarudo como su padre.
—¿Lo es? —bromeó Valerie suavemente—. Pensé que estabas segura de que va a
ser una chica.
—Oh, bueno, eso fue entonces. Ahora es un niño —dijo Leigh con un toque de burla
de sí misma y explicó—: Cambia veinte veces al día.
Valerie se rió de eso y luego hizo lo que había estado evitando hacer y echó un
vistazo alrededor de la calle. Para su alivio no había nada ni nadie destacado.
Dejando escapar el aliento que no se había dado cuenta de que había estado
conteniendo, se volvió hacia delante para ver lo que estaba retrasando a los demás.
Marguerite, Bricker y Anders estaban teniendo una reunión a poca distancia del
SUV.
—Están debatiendo si deberían comprobar lo que puso molesta a Roxy —anunció
Leigh y cuando Valerie se volvió hacia ella, con las cejas levantadas, le dijo—: Leo
los labios.
—Hmmm. —Valerie volvió los ojos hacia los demás. Podía ver sus labios moverse,
pero no tenía ni idea de lo que estaban diciendo. No podía leer los labios.
—Anders quiere, pero Marguerite piensa que deberíamos irnos y mantener un ojo
fuera para comprobar si hay alguien que nos sigue. Ella se ha dado cuenta de que
Roxy está tranquila ahora, que lo que quienquiera que allá sido se ha ido.
—Es probable que tenga razón —dijo Valerie, cambiando su mirada fija del trío a
las casas del otro lado de la calle de nuevo. Para su alivio, aún no había nada que
ver.
—Marguerite por lo general tiene razón —dijo Leigh divertida—. Oh, aquí vienen.
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Ella debe haber ganado la discusión.
Valerie miró de nuevo al trío. No parecía que nadie hubiera ganado. Todos tenían
expresiones severas y revisaban el área mientras se acercaban al vehículo. Parecía
obvio que era bastante seguro que Roxy había detectado una amenaza, pero habían
aceptado que era muy probable que se hubiera ido ya. Pero ¿a dónde? ¿Y volvería?
—Está bien —dijo Anders cuando ya todos estaban amontonados de nuevo en el
SUV—. Vayamos a la cafetería más cercana, Valerie, y estaremos en camino.
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Capítulo 5 lla está durmiendo pacíficamente. No tiene pesadillas en este
momento —dijo Marguerite desde el asiento trasero, y Anders
apartó los ojos de Valerie para mirar el camino por delante. La mujer había señalado exactamente lo que lo había estado preocupando. Valerie
había sufrido pesadillas mientras estaba en su estado febril en los últimos tres días.
Había sido capaz de oír sus gritos por toda la casa cuando estaba allí, los que le
habían perseguido en sus sueños cuando había dormido, y cada uno le había hecho
querer calmarla y tranquilizarla diciéndole que estaba a salvo y todo estaba bien. Sin
embargo, las mujeres la habían estado supervisando: Leigh, Marguerite, y la hija de
Marguerite, Lissianna, así como la nuera de Marguerite, Rachel. Habían tomado
turnos, y aunque él se había ofrecido, no había sido necesario.
Las mujeres se habían preocupado porque Valerie saliera de la fiebre con sus
facultades intactas. Habían dicho que estaba bien de la cabeza y no había que
calmarla. Así que, cuando Anders se había dado cuenta de que se había quedado
dormida en el asiento del pasajero, se había preocupado de que pudiera tener más de
esas pesadillas. Desafortunadamente, Valerie se había quedado dormida con la
cabeza vuelta hacia la ventana. No había sido capaz de ver su cara y leer su
expresión, saber si estaba durmiendo tranquilamente o tenía una pesadilla de la que
debería despertarla.
—Estoy segura de que va a dormir mucho durante el próximo par de días mientras
se cura —comentó Leigh—. Lo está haciendo muy bien, sin embargo. Ninguna vez
se ha quejado del dolor que está sintiendo.
—¿Está sintiendo dolor? —preguntó Anders, mirando bruscamente hacia el espejo
retrovisor, observando a la mujer en el asiento trasero.
—Tiene un agujero en su espalda, Anders — dijo Leigh con sequedad—. Ha sanado
mucho en los últimos días, pero aún está dolorida.
—E
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—Valerie tiene una capacidad impresionante para bloquear el dolor —comentó
Marguerite—. Tiene que ser por todos esos años que ha tomado artes marciales.
—¿Ella ha tomado artes marciales? —preguntó Anders con interés, desviando su
mirada al reflejo de la mujer mayor.
Vio a Marguerite y a Leigh intercambiando una mirada y luego Marguerite dijo—:
Sí. Pero probablemente no debería decir más. La mitad de la diversión de encontrar
un compañero de vida es pelar las capas y aprender de ellas, y ya te hemos dado una
buena dosis con nuestras preguntas anteriores en el viaje.
Anders no hizo ningún comentario, pero desvió su atención a Roxy. El perro había
permanecido sentado entre las piernas de su ama, con la cabeza en sus rodillas,
durante los últimos cuarenta y cinco minutos. A diferencia de su ama, sin embargo,
Roxy no estaba dormida. Tenía los ojos abiertos y alertas. Haciendo guardia, pensó,
y asintió hacia el animal. Era un buen perro.
—Anders, deberíamos parar para cenar de camino de regreso —sugirió Leigh
repentinamente.
—Ah, sí, la cena suena bien —dijo Bricker con entusiasmo.
Anders frunció el ceño a Leigh en el espejo retrovisor.
—No nos detendremos a cenar. Estás embarazada y no voy a asistir al parto del bebé
de Lucian Argeneau a un lado de un camino rural porque quieres una hamburguesa.
La vio rodar los ojos y luego decir—: Te prometo que no me voy a poner de parto.
Anders resopló ante las palabras mismas. Esa era una promesa que no podía
mantener. Cuando el bebé decidiese salir, lo haría, independientemente de las
promesas que había hecho.
—Vamos, Anders, ten corazón —reprendió Marguerite—. Valerie estuvo encerrada
en una jaula en un sótano sin ventanas durante diez días. Salir a cenar le hará bien.
La mirada de Anders se deslizó a la de una Valerie durmiente y frunció el ceño.
Después de entregar a Valerie a Leigh y a Lucian, había sido enviado a recoger al
resto de las mujeres de la casa en las jaulas. El edificio había sido una antigua granja
de campo, probablemente de unos 150 años de antigüedad, supuso. El sótano no
había sido terminado. El suelo era de hormigón en la parte delantera y de tierra en el
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fondo, las paredes de piedra habían estado humedecidas por el moho que crecía en
las grietas, y el lugar entero había olido a muerte gracias a los cuerpos que habían
encontrado amontonados en una habitación detrás de la más grande donde estaban
las jaulas. Las mujeres que habían encontrado en las jaulas no fueron las primeras
ocupantes. Los dueños de la antigua granja habían estado en ese pequeño cuarto
junto con los inquilinos anteriores de las jaulas.
Después de su pesadilla por permanecer allí, no tenía ninguna duda que Valerie
gozaría de la cena. Sin duda se lo merecía. Era una heroína. Se había salvado a sí
misma y a las otras mujeres. Pero si su larga vida le había enseñado algo, era que no
siempre se obtiene lo que se quiere o se merece y no podía estar de acuerdo en cenar
fuera... sobre todo cuando sospechaba que Valerie había visto a Igor en la calle de su
casa. Marguerite le había dicho lo que Valerie no decía cuando los tres se habían
reunido delante del SUV. Ella dijo que Valerie había visto a Igor cruzando la calle,
pero se había convencido de que era su imaginación cuando él había desaparecido
tan rápidamente. Había querido que los tres se movieran a buscar al hombre cuando
había escuchado la noticia, pero no había tardado mucho en darse cuenta de que era
una mala idea. Igor podría haber sido un cebo para tomarlo; con Bricker y
Marguerite lejos buscándolo, su amo iría detrás de Valerie. Leigh hubiera sido casi
inútil en su estado actual y las dos mujeres habrían sido vulnerables. Por mucho que
quisiera atrapar al bastardo que había hecho daño a Valerie, la seguridad era lo
primero. Había mantenido un ojo agudo en el camino a casa, pero no había visto
nada que le indicase que los estaban siguiendo.
—Si en realidad no podemos ir a comer a un restaurante, tal vez podríamos ir
solamente a un servicio para llevar —sugirió Leigh, su tono ahora engatusador—. El
Chalet Suizo está de camino a casa. Solo tomaría un par de minutos y podemos
comer luego en el porche. Estoy segura de que Valerie lo disfrutaría casi lo mismo.
—Cristo —murmuró Anders en voz baja por la frustración. Denle Renegados a los
que hacer frente cualquier día. No tenía problemas en decirles no a ellos, y si no
escuchaban, podía dispararles. Pero Leigh y Marguerite eran un asunto
completamente diferente. Ellas veían un “no” como un desafío, y cuando ponían sus
mentes en ello, podrían ser un verdadero dolor en el trasero. Lamentablemente, no
podía dispararles.
En lugar de decir que no, trató de razonar.
—¿Estás segura de que quieres más comida basura, Leigh? Ya la hemos tenido dos
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veces hoy y debes comer más sano. Tienes que pensar en el bebé.
—Helados y café no son comida basura —le informó Leigh con frialdad.
—Entonces, ¿qué son? — preguntó secamente.
—Necesidades. —Esa respuesta vino de Valerie y atrajo su mirada a su lado cuando
se enderezó en su asiento y se pasó las manos por la cara para limpiarse el sueño. Se
volvió, le sonrió con ojos adormilados y dijo—: El café es siempre una necesidad. El
helado un poco menos. Pero el café lo es sin duda. Y lo del Chalet Suizo no es
realmente comida basura. Es más como una comida de tipo cena de domingo. Pollo
asado en un espetón, patatas y un bollo. —Ella se encogió de hombros—. Es
relativamente saludable, sin duda más saludable que una hamburguesa, y de esa
manera no tenemos que cocinar.
La última parte fue el clavo en el ataúd de la resistencia de Anders. Valerie fue
herida y todavía se estaba recuperando y Leigh estaba embarazada y se había estado
quejando de los pies hinchados. Ninguna mujer debía estar parada para trabajar en la
cocina. En cuanto a él, no sabía absolutamente nada acerca de la cocina. Esto hizo
que parar por la cena fuera la solución lógica. A Anders le gustaba la lógica.
—Muy bien. Nos detendremos por comida para llevar en el Chalet Suizo —dijo, y
fue recompensado con una sonrisa de Valerie.
—No te molestes en pedir comidas para Bricker y para mí —dijo Marguerite
momentos después, guardando su teléfono cuando Anders se detuvo en el servicio
para llevar del Chalet Suizo—. Bricker ha de llevarme de vuelta a la casa de los
Ejecutores para recoger mi coche. Julius acaba de enviarme un mensaje y su avión
aterriza en una hora. Quiero ir a casa y arreglarme antes de que llegue.
—Julius es el marido de Marguerite —dijo Anders a Valerie cuando Bricker gimió
en el asiento trasero por perdérselo.
—Oh. —Ella le sonrió y luego volvió a acariciar a Roxy cuando el perro se movió
inquieto y trató de mirar por la ventana mientras el SUV se detenía.
—No estamos en casa, aún —dijo Valerie al animal, frotándole las orejas y
agregó—: Pronto.
El perro se recostó y miró a Anders torvamente, como culpándolo del retraso en
llegar a alguna parte donde pudiera salir y estirar las patas. Sacudiendo la cabeza
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ante la idea, Anders miró a su alrededor.
—¿Qué pido?
—Una cena de cuartos de pollo, carne blanca para mí —anunció Leigh.
—Yo también —dijo Valerie.
Asintiendo, Anders se volvió a la caja del altavoz cuando una voz apagada le
preguntó qué le gustaría. Inseguro de lo que le gustaría, simplemente siguió el
ejemplo de las damas, y dijo—: Tres cenas de cuartos de pollo. Toda carne blanca.
—Que sean cuatro, Anders —intervino Leigh repentinamente—. Lucian
probablemente tendrá hambre cuando llegue a casa.
Cambió la orden. Si tenían suerte, la comida podría mitigar un poco la cólera de
Lucian sobre llevar a las mujeres a Cambridge. Lo dudo, pero uno debe guardar las
esperanzas, pensó Anders mientras conducía en torno a la ventana para pagar y
reclamar su orden.
—Maldita sea, qué bien huele —dijo Bricker cuando Anders colocó las bolsas de
comida en el suelo entre los asientos delanteros varios momentos después.
Anders no respondió, pero asintió en silencio. Olía condenadamente bien e hizo
apretar su estómago con lo que sospechaba era hambre. Eso era algo que no había
sentido en mucho tiempo. No estaba seguro de que le gustase sentirlo ahora. Pero
estaba empezando a entender cómo encontrar un compañero de vida podría meterse
con los instintos de un hombre. Olores que apenas solía notar, ahora parecían
provocar reacciones físicas que eran extremadamente amenas. ¿Y Valerie? Echó un
vistazo para encontrarla mirándolo. Cuando ella sonrió, sintió que sus propios labios
se rajaban en una sonrisa torcida en respuesta, y luego rápidamente volvió a mirar de
nuevo hacia delante.
Este asunto de los compañeros de vida no era nada de lo que había esperado. De
hecho, no estaba del todo seguro de que Valerie realmente fuera su compañera de
vida. Su mirada se deslizó a ella de nuevo. Se había sacado la sudadera, cuando
habían dejado Cambridge, dejándola en su propia camiseta y pantalones vaqueros.
Tenía una buena figura y pensaba que era bonita, pero había conocido a miles de
mujeres bonitas en su vida. Y luego estaba el hecho de que Decker, Mortimer, y los
otros que había visto con compañeras de vida no parecían tener suficiente de sus
mujeres, pero él miraba a Valerie y no tenía ningún gran impulso de “saltar sobre
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sus huesos” —como Bricker lo llamaría.
Sin embargo, estaba comiendo otra vez, y cuando le había tomado la mano para
ayudarla a subir al SUV antes había sentido una extraña conmoción de conciencia
corriendo desde su brazo y a través de su cuerpo. Ella lo había sentido también.
Estaba bastante seguro de eso. No había sido la primera vez tampoco, y le daban
ganas de tocarla otra vez y ver qué pasaba.
Anders sacudió la cabeza ante sus propios pensamientos confusos. ¿Era su
compañera de vida o no?
—Por supuesto que lo es —dijo Marguerite suavemente detrás de él, y Anders hizo
una mueca a su capacidad de leer su mente. Otro signo de encontrar a un compañero
de vida. Maldita sea.
—Te ayudaré a traer las cosas de Valerie antes de llevar a Marguerite de vuelta —
ofreció Bricker cuando Anders aparcó delante de la casa de Lucian y Leigh varios
minutos más tarde.
—No es necesario —dijo Anders, apagando el motor y abriendo la puerta—. Puedo
manejarlo.
Dejando a Bricker para abrir la puerta lateral y ayudar a las mujeres a salir, Anders
se dirigió a la parte trasera del SUV para recuperar la mochila, caja del ordenador, y
la bolsa de lona que habían traído de vuelta. Se lo echó en un hombro, y luego cogió
la bolsa de comida para perros y la bolsa de la compra sosteniendo platos de perro y
otros accesorios para perros también.
—No puedes cargar con todo eso —protestó Valerie, llegando por la parte trasera
del SUV con las bolsas del Chalet Suizo en la mano y Roxy a su lado. Agarró la
cama del perro y trató de quitarle una bolsa, pero él negó con la cabeza.
—Estoy bien —le aseguró, empujando la puerta del SUV con el codo, y luego
asintiendo en dirección a la casa.
Sacudiendo la cabeza ante su terquedad, ella se volvió hacia la casa, pero se detuvo
al lado de Leigh en la parte delantera del SUV para decir adiós a Marguerite y
Bricker y darles las gracias por toda su ayuda de hoy. Anders esperó pacientemente
a que las mujeres terminaran su cotorreo, y luego siguió a Leigh y a Valerie dentro
de la casa cuando Marguerite y Bricker regresaron al SUV.
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—Roxy podría tener que salir —dijo Valerie con el ceño fruncido cuando Anders
dejó sus maletas y cerró con llave la puerta principal.
—Eso está bien. Vamos a salir también —dijo Leigh alegremente—. Creo que nos
gustaría comer en la terraza.
—Oh, eso suena bien. —Valerie sonrió y siguió a Leigh hacia la parte trasera de la
casa con Roxy detrás.
Dejando las bolsas de Valerie para después, Anders tomó la comida de perros y el
bolso con cosas de Roxy y siguió a las mujeres.
Mientras las mujeres se dirigieron fuera hacia la terraza, Anders se detuvo en la
cocina para llenar uno de los platos de perro con agua y el otro con la comida antes
de unirse a ellos.
—Oh, eso fue amable. Gracias —dijo Valerie con sorpresa cuando se dio la vuelta al
ver la nariz de Roxy curioseando por el patio y vio que Anders había llevado comida
y agua para el perro. Haciendo una mueca, añadió—: Se me debería haber ocurrido a
mí.
—Tú llevabas la comida humana —dijo Anders, encogiéndose de hombros mientras
colocaba los platos en el borde de la terraza cubierta. Se enderezó y miró a Leigh,
que disponía los recipientes de plástico sobre la mesa del patio—. Voy a por
bebidas. ¿Qué les gustaría a las damas?
—Nada para mí —dijo Leigh, recogiendo la segunda bolsa de alimentos que
contenía las dos comidas que no se habían sacado, y se dirigía a las puertas
francesas—. Voy a poner esto en el frigorífico, tomaré una siesta, y lo calentaré para
comer con Lucian cuando regrese. Pero hay una buena selección de bebidas en el
interior, Valerie. Debes echar un vistazo y ver lo que quieres. Anders te lo puede
mostrar.
Anders se quedó mirando a la mujer con fastidio. Ella era la que había querido
comer. ¿Y ahora iba a esperar a Lucian? Estaba tramando algo, y no tenía que
trabajar muy duro para averiguarlo. Lo que había comenzado como una simple cena
de tres se estaba convirtiendo rápidamente en una cena romántica para dos en la
terraza con el sol poniente.
—Oh, no duden en utilizar las velas —anunció Leigh repentinamente, haciendo
aparecer su cabeza por la puerta—. El sol se irá pronto y quieren ser capaces de ver
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lo que están comiendo.
—Gracias —dijo Valerie con una sonrisa cuando la mujer desapareció en el interior.
Era evidente que no tenía ni idea de que era una trampa, pero no conocía a la gente
con la que estaba tratando.
Sacudiendo la cabeza, Anders se dirigió hacia las puertas francesas.
—Ven. Será mejor conseguir nuestras bebidas y comer antes de que se enfríe la
comida.
Asintiendo, Valerie echó una última mirada a Roxy, detrás de la casa.
—¿Estará todo bien por ahí? —preguntó Anders mientras la conducía al frigorífico.
—Sí. Ella no se escapará ni nada. Roxy se mantiene cerca. De hecho, si se da cuenta
de que he dejado la galería, probablemente venga a buscarme —le aseguró Valerie.
Asintiendo, abrió la puerta del frigorífico y miró el contenido. Había zumos, leche, y
diversas variedades de refrescos... y él no tenía ni idea de lo que era bueno. Esperó
hasta que ella hubo elegido algo que se llamaba Dr. Pepper y luego tomó uno para sí
mismo también.
—¿Un vaso y cubitos de hielo? —preguntó Anders mientras cerraba la puerta.
—Sí, por favor. Sólo dime dónde encontrar los vasos y los conseguiré —agregó.
Anders abrió una puerta del armario junto al fregadero y cada uno tomó un vaso. A
continuación, se detuvo en la máquina de hielo del frigorífico para conseguir hielo
antes de volver a la galería. Roxy se estaba acercando a la puerta al salir. Era
evidente que había notado la ausencia de su ama y había estado a punto de ir a
buscarla como Valerie había dicho que haría.
—Buena chica —elogió Valerie mientras sujetaba el vaso precariamente en una
mano para poder acariciar al perro con la otra al pasar. Anders no estaba seguro de
por qué estaba elogiando al perro, pero al perro le gustó y meneó la cola
frenéticamente, su trasero en movimiento con la acción. Valerie se rio entre dientes,
pero dijo—: Ve a comer ahora.
Roxy de inmediato se acercó para oler la comida que habían dejado para ella, y
luego se sentó a comer con intenciones serias.
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Sacudiendo la cabeza, Anders siguió a Valerie hasta la mesa y se sentó frente a ella.
Abrió el refresco y lo vertió sobre el hielo; comentó—: Ella escucha bien.
—Sí. Es una buena perra —dijo Valerie, mirando a Roxy mientras vertía su propio
refresco.
—Bien entrenada —respondió él, volviendo su atención a la apertura de la tapa de
su comida e inspeccionando su contenido. Olía increíble.
—Tengo suerte —dijo Valerie con un encogimiento de hombros, abriendo su propia
comida—. Tuve la oportunidad de tener a Roxy en la clínica y mantener un ojo en
ella a tiempo completo. Y los otros animales allí ayudaron a socializar con ella
también.
Anders miró al perro y admitió—: Esa es una de las razones por las que no tengo un
perro todavía. Quiero uno, pero mis horas no son exactamente regulares y no quiero
meter al pobre en una jaula durante horas y horas. ¿Y qué iba a hacer con él si
tuviera que estar fuera durante días? — añadió con el ceño fruncido.
—Estás pensando en el perro primero. Esa es la señal de un buen propietario de
mascotas —dijo Valerie con aprobación—. Muchas personas no consideran cosas
así cuando consiguen un perro. Quieren uno, así que lo consiguen. Entonces los
alteran y piensan que hay algo mal con el perro cuando no se entrena con facilidad o
se orina en la casa. —Abriendo la bolsa de plástico en la que se encontraban el
tenedor, cuchillo y servilleta, ella le preguntó—: ¿Has pensado en una niñera de
entrenamiento para los primeros seis meses a un año?
Anders levantó las cejas en pregunta.
—¿Una niñera de entrenamiento?
—Puede que no tengan nada de eso aquí —dijo con el ceño fruncido y luego
explicó—: Tenemos una chica en Winnipeg que recibe derivaciones nuestras. Toma
cachorros mientras los dueños están trabajando y ayuda a entrenarlos. Un cuidador
de perros, entrenador... niñera de cachorros. —Ella apretó los labios y luego
admitió—: Puede ser un poco caro, pero vale la pena.
—Tendré que ver si hay alguien así aquí —dijo pensativo y luego ambos se
quedaron en silencio mientras su atención se volvía hacia su comida.
El primer bocado del pollo fue para Anders una revelación. Había pensado que el
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helado era la cosa más deliciosa que había probado, pero el pollo era fácilmente su
igual y tuvo que preguntarse si era la comida o el asunto de los compañeros de vida.
Tal vez todo sería la cosa más deliciosa que había probado ahora. Suponía que
encontraría la respuesta cuando probara más y diferentes muestras de alimentos.
Mientras comían, Anders pensó que tal vez debería dejar de ser tan duro con Bricker
por su deseo constante de parar para comer aquí y allá. Comprendió de pronto ese
deseo. Aunque el hambre de Bricker era sólo porque era lo suficientemente joven
como para comer.
Un suspiro de satisfacción de Valerie le llamó la atención de su recipiente casi
vacío. Sus cejas se levantaron cuando ella empujó lejos su comida a medio terminar
y se recostó en su asiento.
—¿Ya estás? —le preguntó, mirando el pollo y las patatas fritas que quedaban en el
recipiente.
—Me temo que sí. Mi estómago realmente debe haberse encogido. Estoy llena, —
dijo, y luego le ofreció—: ¿Quieres terminarlo?
Cuando Anders asintió con entusiasmo, ella se rió y empujó hacia él el recipiente
sobre la mesa.
—Gracias —dijo, y rápidamente trasladó el pollo sobrante y patatas fritas a su
propio recipiente con el contenedor. En realidad, no debería tener espacio para la
comida tampoco. Su estómago tenía que ser del tamaño de un guisante, después de
siglos sin alimentos sólidos en el mismo, y, a decir verdad, ya estaba lleno por
completo, pero no tenía suficiente de la sabrosa comida.
Valerie sonrió con indulgencia mientras le veía comerse su comida, pero empezó a
bostezar cuando estaba terminando.
—Estás cansada —comentó Anders cuando devolvía ambos recipientes vacíos a la
bolsa que habían traído.
—Sí. —Ella hizo una mueca—. No solía ser tan blanda, pero he estado
durmiéndome por todas partes hoy.
—Es tu cuerpo que se recupera. Se te pasará —le aseguró.
Valerie asintió y luego miró a Roxy cuando el perro regresaba de un viaje de hacer
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sus necesidades y se acomodaba a su lado. Acariciando al pastor alemán, le
preguntó—: ¿Cuánto tiempo crees que voy a estar aquí?
Anders vaciló. Le habían dicho que estaba aquí porque su captor había escapado, y
eso era parcialmente cierto. Había una pequeña posibilidad de que el hombre podría
venir en pos de ella... si ella hubiera visto algo y pudiera identificarlo. Pero no
mantenían muchas esperanzas de eso. Ninguna de las otras mujeres había sido capaz
de decirles mucho que aprovechar. Si el Renegado tenía dos dedos de frente, Anders
pensaba que probablemente se había trasladado lejos para empezar de nuevo e
incluso ahora aterrorizar a los demás. La verdadera razón por la Valerie estaba aquí
y no había sido trasladada a la casa de los Ejecutores era porque Anders había sido
tan tonto como para admitir a Lucian que no había sido capaz de leerla o controlarla
en la casa. Lucian ahora sospechaba que era la compañera de vida de Anders y
quería saber a ciencia cierta si lo era, y si estaría de acuerdo en ser una compañera
de vida dispuesta a él antes de decidir cómo manejarla.
Si no podía aceptar lo que era, y no estaba dispuesta a ser su compañera de vida, los
recuerdos de su cautiverio y su estancia aquí serían borrados de su mente y sería
devuelta a su vida. Sin embargo, si estaba dispuesta...
Anders no se permitía pensar en eso. Sería demasiado fácil imaginar una vida entera
en torno a esta mujer como su compañera de vida. Podía verlo ahora, comer helado
y otros alimentos que no sabían a aserrín, tener una compañera sin tener que vigilar
constantemente sus pensamientos... Y luego, habría sexo de compañeros de vida
supuestamente caliente. Estaba muy curioso acerca de eso.
—¿Anders?
Al darse cuenta de que no había contestado a su pregunta, finalmente dijo—:
Probablemente no mucho.
—¿Crees que lo vas a capturar rápidamente, entonces? — preguntó Valerie,
ladeando la cabeza—. ¿Tienes una pista sobre él o algo así?
—No —respondió con sinceridad, y luego recogió los restos de su comida y se
levantó—. No te preocupes por eso ahora. Necesitas relajarte y dormir para
recuperar fuerzas. Déjanos preocuparnos al resto. Vamos, llevaré tus maletas arriba
para que puedas ir a la cama.
Valerie vaciló, obviamente queriendo hacer más preguntas, pero atrapó otro bostezo.
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Cubriendo su boca, se levantó y asintió.
—Mañana es lo suficientemente pronto como para preocuparse por cosas como esa,
supongo.
—Mañana. —Anders estuvo de acuerdo y la condujo a ella y a Roxy a la casa. Él se
desvió hacia la cocina para tirar la basura, y luego la llevó de nuevo a los bolsos que
esperaban en la puerta principal.
—Puedo ayudar —dijo Valerie mientras él empezaba a recoger las bolsas. Cuando
él no respondió, ella se movió a un lado y cogió la caja del ordenador antes de que él
pudiera hacerlo, diciendo—: No estoy completamente desvalida, Anders.
Era la primera vez que en realidad había pronunciado su nombre y Anders se
encontró inmóvil brevemente con el sonido en sus labios.
—¿Algo está mal? —preguntó.
—No. —Se enderezó con las otras bolsas, y le indicó el camino por las escaleras.
Encogiéndose de hombros, Valerie se dio la vuelta y empezó a subir las escaleras.
Esta vez Roxy no la siguió, sino que se sentó a los pies de las escaleras. Anders se
detuvo para mirarla, pero el pastor alemán parecía confundido y miró de él a Valerie
y atrás sin moverse.
—Está esperando —anunció Valerie, haciendo una pausa a mitad de las escaleras
para mirar hacia atrás cuando se dio cuenta que él no la seguía—. Ha sido entrenada
para no subir las escaleras hasta que la gente se lo diga. Evita meterse debajo de sus
pies y hacerlos tropezar.
—Oh. —Empezó a subir las escaleras, maravillado una vez más de lo bien entrenada
que estaba la perra. Una vez que llegó a la cima, el tintineo de la etiqueta del nombre
de Roxy y de la licencia le dijeron que estaba siguiéndole. Sacudiendo la cabeza,
arrastró a Valerie por el pasillo. No fue hasta que se detuvo para abrir la puerta que
se dio cuenta de que había estado mirando su trasero todo el camino. Esa
comprensión fue bastante sorprendente. Nunca había sido un hombre de culos, pero
el movimiento y el dominio de su trasero habían mantenido su fascinación por todo
el camino hasta el pasillo.
—No esperan que montes guardia fuera de la habitación durante toda la noche,
¿verdad? —preguntó Valerie con curiosidad mientras lo llevaba a su habitación.
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—No, estoy en la habitación de al lado. —Anders puso sus bolsas en la mesa junto a
la ventana—. Lo suficientemente cerca como para oírte gritar si me necesitas. Pero
no debería haber ningún problema. El sistema de alarma aquí es de tecnología
avanzada.
—Bueno —dijo Valerie con alivio—. Me hubiera sentido horrible al pensar que te
toca estar de pie en el pasillo toda la noche. No habría podido dormir —añadió con
una sonrisa.
Anders se volvió para mirarla y vaciló. Quería besarla. Más por curiosidad que por
cualquier gran deseo. Cuanto más llegaba a conocer a esta mujer, más le gustaba.
Admiraba su coraje y fuerza, y quedó impresionado por lo bien que había entrenado
a su perro. La lealtad que el animal mostraba por su ama hablaba bien. Y hasta ahora
le gustaba todo acerca de ella. Pero no sentía lujuria, y quería saber si besarla
provocaría la pasión de compañero de vida de la que tanto había oído hablar. Por
desgracia, había pasado mucho tiempo desde que había cortejado a una mujer y no
estaba seguro de cómo hacerlo. ¿Solo agarrarla y besarla? ¿O tendría que esperar
alguna señal de su parte?
—Bueno, debería prepararme e ir a la cama —dijo Valerie finalmente y Anders
sonrió irónicamente. Eso era sin duda una señal, supuso, pero no una que sugiriese
que daría la bienvenida a su beso.
Asintiendo, se dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
—Grita si necesitas algo.
—Gracias —dijo Valerie en voz baja al tiempo que abría la puerta.
Haciendo una pausa, Anders echó un vistazo atrás, su mirada desplazándose al
perro.
—¿Roxy duerme contigo o debería llevarla abajo?
—Oh, no. Duerme conmigo —dijo Valerie, mirando a Roxy ella misma.
—Perra afortunada —murmuró y atrapó su mirada de sorpresa antes de que él
saliera y cerrase la puerta.
Anders se detuvo brevemente, silenciosamente dándose patadas en el culo a sí
mismo por no besarla, pero luego se encogió de hombros y se dirigió a la puerta de
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la habitación que le habían dado por la duración de su estancia aquí.
La besaré mañana, pensó, y no voy a esperar una señal para hacerlo. Mientras
tanto, estaba bastante cansado. Solía dormir durante el día, pero al despertarse
Valerie al mediodía había cortado su sueño. Había estado despierto toda la noche y
luego durante todo el día. Sospechaba que su horario iba a estar jodido durante el
próximo tiempo. Valerie probablemente mantendría un horario normal y él tendría
que hacer lo mismo para pasar el tiempo y mantener un ojo en ella.
El lloriqueo de Roxy despertó a Valerie. Abriendo los ojos en la habitación
débilmente iluminada, había dejado la puerta del baño abierta y la luz se derramaba
fuera de él. A pesar de que Roxy estaba con ella, no había estado dispuesta a dormir
en completa oscuridad. Valerie tenía miedo de que pudiera despertar y pensar que
estaba de regreso en la jaula.
Roxy gimió otra vez y Valerie se movió sobre su codo para mirar por el lado
derecho de la cama, pero el pastor alemán no estaba allí. Estaba de pie en el suelo
junto a la cama, gimiendo tristemente. Cuando Valerie echó un vistazo, se dio la
vuelta y fue hacia la puerta y luego de vuelta.
—Tienes que salir, ¿eh? — preguntó Valerie, reconociendo la señal. Suspirando con
resignación, arrojó las mantas a un lado y se sentó, estremeciéndose cuando un
golpe de dolor la tomó por sorpresa. Se había olvidado de su espalda. Moviéndose
con más cuidado, Valerie se puso de pie y miró a su alrededor por la bata, y luego
recordó que todavía estaba en la bolsa de lona. Había estado demasiado cansada para
molestarse en desempaquetar, y simplemente se había quitado la ropa, se puso la
camiseta de gran tamaño con que dormía, y se metió entre las sábanas.
Valerie se dirigió a las bolsas que Anders había puesto sobre la mesa, pero otro
gemido más urgente seguido de un ladrido de Roxy hizo cambiar su dirección. Su
camiseta cubría todo y el perro, obviamente, realmente necesitaba salir. Le hizo
preguntarse cuánto tiempo Roxy había estado tratando de despertarla con sus
gemidos.
—Está bien —le susurró al llegar a la puerta—. Pero en voz baja. La gente está
durmiendo.
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Roxy gimió y meneó la cola y Valerie abrió la puerta. El pastor alemán salió por la
puerta de inmediato, olvidando por completo sus modales. Esto dijo más sobre su
urgencia que otra cosa y Valerie no perdió el tiempo reprendiéndola, pero se
apresuró por el pasillo detrás de ella, agradecida por las luces de noche en los
enchufes que iluminaban su camino.
Roxy recordó sus modales en la escalera y se detuvo para dejar que Valerie bajara
primero. No había luces nocturnas aquí, pero se reanudaban en la parte inferior de la
escalera y Valerie se movió con cuidado hacia abajo con una mano en la barandilla
de la escalera.
Mientras conducía a Roxy hacia la parte trasera de la casa con la ayuda de las luces
nocturnas, Valerie se preguntó qué hora era. Echó un vistazo alrededor para ver un
reloj mientras cruzaba las puertas francesas y comenzaba a trabajar la cerradura,
pero no había visto ninguno antes de que consiguiera abrir la puerta. Ella la abrió y
Roxy salió disparada cuando una alarma de repente comenzó a sonar. Valerie se
quedó inmóvil, sólo entonces recordó a Anders diciendo algo acerca de un sistema
de alarma de tecnología avanzada. Al que acababa de hacer saltar.
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Capítulo 6 l chillido repentino de la alarma despertó bruscamente a Anders. Una oleada
de adrenalina que pasó través de él lo lanzó fuera de la cama. Antes de saber
lo que estaba haciendo, estaba en la puerta y arrastrándola abierta. Un
movimiento en el extremo de la sala le llamó la atención cuando empezó a avanzar.
Anders desaceleró cuando vio que era Lucian saliendo de la habitación principal.
Al igual que él mismo, Lucian estaba sin camisa. Sin embargo, tenía puestos sus
pantalones. Sin abrochar, pero con ellos. O él acababa de desnudarse para ir a la
cama, o había pensado ponerse los pantalones antes de salir de su habitación. Algo
que él no había pensado hacer, Anders se dio cuenta, de pronto consciente de que
sólo estaba usando sus bóxer.
—¿Valerie? —ladró Lucian.
—Estoy en ello —gritó Anders mientras corría hacia adelante, pero no podía estar
seguro de si el otro hombre lo escuchó. Él mismo realmente no había oído a Lucian
decir el nombre de Valerie tanto como leído en sus labios. Pero no se molestó en
aclarar lo que había dicho. Moviéndose rápidamente otra vez, se apresuró a la puerta
de Valerie y la abrió, sólo para encontrar su cama vacía. La puerta del baño estaba
abierta y la habitación parecía vacía también. Ninguna Valerie y ninguna Roxy.
Con el miedo agarrándose en su pecho, Anders no se molestó en cerrar la puerta,
siguió adelante, moviendo la cabeza para decirle a Lucian que no estaba en su
habitación. Anders llegó a la cima de la escalera primero y de inmediato comenzó a
bajar, consciente de que Lucian estaba justo detrás de él.
Gimiendo, Valerie apoyó la frente contra la puerta y cerró los ojos mientras
escuchaba el ruido sordo de los pies en la parte de arriba. Se había despertado todo
el mundo, por supuesto.
E
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Suspirando, se enderezó y se volvió para mirar hacia la escalera en la parte delantera
de la casa al escuchar los sonidos que venían desde arriba. El ruido sordo que había
comenzado en los extremos opuestos de la casa fue convergiendo en lo alto, y luego
empezó a bajar las escaleras.
Valerie realmente no quería estar allí y esperarlos, pero no tenía elección. Había
activado accidentalmente la alarma. Esto estaba sobre ella. Además, ¿qué otra cosa
podía hacer? ¿Salir corriendo y esconderse entre los arbustos, y luego dormir en los
muebles del jardín hasta la mañana?
—¡Valerie! —gritó Anders, patinando hasta detenerse mientras se precipitaba en la
habitación y la vio junto a la puerta.
—¡Lo siento! — gritó ella para ser oída sobre la alarma cuando un segundo hombre,
alto y rubio, empujó a Anders para precipitarse hacia las puertas francesas de la sala
de estar de la habitación y allí comenzó a golpear los números sobre un panel—.
¡Roxy tenía que salir y me olvidé de la alarma!
La última palabra fue gritada en el silencio repentino cuando la alarma paró
repentinamente. Valerie apenas se dio cuenta, sin embargo, estaba demasiado
ocupada boquiabierta ante Anders y lo que llevaba puesto. O lo que no llevaba. El
hombre estaba descalzo con el torso desnudo y en calzoncillos... y maldita sea, se
veía bien. Él también estaba mirándola como si nunca la hubiera visto antes, se dio
cuenta, y se mordió el labio mientras cambiaba la mirada hacia el rubio. El rubio, sin
embargo, la ignoraba por completo. Él había recogido un teléfono inalámbrico
cercano y ahora estaba marcando números en él.
Estaba llamando a la oficina de seguridad, se dio cuenta Valerie cuando recitó un
número de siete dígitos y luego gruñó que todo estaba bien, que la alarma se había
activado accidentalmente. Entonces dejó el teléfono y se volvió para fulminarla con
la mirada, con la irritación en cada línea de su cuerpo.
Valerie estaba segura de que estaba a punto de conseguir una reprimenda
abrasadora, pero la alegre voz de Leigh intervino.
—Bueno, gracias a Dios no estábamos dormidos todavía —dijo la mujer
embarazada, llamando la atención a su llegada mientras se apresuraba a través del
cuarto con una larga túnica de color rosa al lado del rubio. Ella le palmeó el brazo
con dulzura, y luego se estiró para susurrar algo al oído del hombre. Por último, se
volvió hacia Valerie y sonrió—. Y esto se resuelve bien, ya que se suponía que
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debías cambiarte el vendaje antes de ir a la cama, pero estabas durmiendo cuando
Lucian llegó a casa y me levanté. Puedo hacer eso ahora, sin embargo.
—Anders lo hará —gruñó el rubio—. Tú vas a volver a la cama.
—Oh, Lucian, sólo me llevará un minuto. Puedo… —las protestas de Leigh
murieron en un jadeo cuando el rubio la tomó en brazos y comenzó a cruzar la
habitación con ella.
—Encárgate tú —ordenó el rubio al pasar a Anders—. Y asegúrate de que no active
la alarma de nuevo.
Anders gruñó en respuesta y vio a su jefe pasar por el pasillo llevando a Leigh.
Cuando la pareja desapareció en las escaleras, se volvió de nuevo hacia Valerie.
—Lo siento mucho —dijo ella en voz baja, tratando de no mirarle directamente a los
ojos. Honestamente, nadie debería estar tan bueno, pensó Valerie, pero cuando él
no respondió, arriesgó una mirada. Sus hombros se habían relajado y estaba
recorriendo una mano cansada por su pelo corto.
—Los accidentes suceden —dijo Anders finalmente, su mano moviéndose hacia la
parte posterior de su cuello ahora, amasándolo como si tratara de eliminar la tensión
allí. Luego hizo un gesto a sus espaldas—. Creo que Roxy ya ha hecho sus asuntos.
Se volvió y vio que el pastor alemán había vuelto y ahora estaba en la puerta,
mirándola; Valerie ni siquiera se había dado cuenta de que había cerrado la puerta,
pero la había abierto ahora y dejado pasar a Roxy.
—Será mejor que vea tu vendaje —murmuró Anders.
Valerie miró a su alrededor mientras cerraba la puerta, pero Anders se había dirigido
fuera de la habitación. Ella dudó, pero luego lo siguió, notando que él tenía las
piernas muy bien y musculosas, y un bonito y redondeado trasero. Forzando el
pensamiento lejos de su cabeza, lo siguió escaleras arriba, hacia su habitación con
Roxy sobre sus talones. Tenía el cajón de la mesita de noche abierto cuando ella
entró y estaba retirando elementos del mismo. Cerró el cajón y se volvió a grandes
zancadas hacia la puerta, pero se detuvo abruptamente cuando la vio.
—Oh. —Él la miró parpadeando—. Iba hacerlo abajo.
—Está bien —dijo Valerie inmediatamente, y se volvió para abrir el camino hacia la
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planta baja. Parecía una idea mejor que hacerlo allí en su dormitorio. Menos
personal. Y abajo no había ninguna cama. Valerie no estaba segura de por qué eso
hacía la diferencia, pero no quería analizarlo demasiado.
—La cocina tiene una mejor luz —dijo Anders mientras la seguía a la habitación de
concepto abierto cocina/sala de estar y apretó un botón, iluminando a ambos lados
de la habitación.
Valerie se dirigió a la cocina. Roxy se pegó a su lado en un principio y luego de
repente corrió por delante. Alguien había traído sus platos de comida y de agua y los
fijó en el suelo junto al horno. Roxy los había visto y ahora cogió el plato de comida
y lo llevó de vuelta, colocándolo a los pies de Valerie y llevándola a detenerse al
lado de la isla.
—¿Qué hora es? —preguntó Valerie con el ceño fruncido mientras se inclinaba para
recoger el plato.
Anders miró hacia el microondas mientras se movía por delante de ella en la cocina.
—Las seis y media.
Valerie siguió su mirada, observando la hora digital verde brillante en la esquina
superior derecha del aparato y se preguntó cómo lo había omitido antes. Por no
hablar que había pensado que era el medio de la noche, cuando en realidad el cielo
se estaba iluminando fuera. No había ninguna señal del sol todavía, pero el cielo
estaba azul gris en lugar de negro.
—¿Hora de la comida, deduzco? — preguntó Anders con diversión cuando Roxy se
sentó frente a Valerie y gimió lastimosamente.
—Sí —admitió con ironía, llevando el plato del perro alrededor de la isla—. Roxy es
mejor que un reloj despertador. A las seis y media cada mañana está arriba y afuera
y quiere su desayuno.
Riéndose entre dientes, Anders se inclinó y recogió la bolsa de comida para perros
de un armario en la isla y la abrió, luego lo vertió en el plato de Roxy.
—Gracias —dijo cuando hubo terminado y comenzó a cerrar la bolsa.
Ella llevó el plato y lo colocó junto al plato de agua que alguien atentamente había
rellenado. Se enderezó luego, pero no fue hasta que dijo “Está bien” que Roxy se
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lanzó hacia adelante. Estaba inmediatamente con el hocico profundamente en el
plato de comida, engullendo la comida seca de colores.
—Tiene un apetito saludable —dijo Anders secamente.
—Te juro que tiene una pata hueca. —Valerie se dio la vuelta y volvió a apoyarse en
la isla. Fue un movimiento estratégico. Esto escondió sus piernas desnudas de su
vista. Ella misma estaba firmemente ignorando sus piernas desnudas... y su pecho
desnudo... y su vientre desnudo. Bueno, tratando de todos modos. Suspirando,
levantó una ceja y preguntó—: ¿Dónde quieres hacer esto?
—La mejor luz es aquí —dijo Anders, acariciando la isla, y era verdad, reconoció
ella. La luz estaba centrada en el fregadero en medio de la isla y allí resplandecía
brillante y fuerte hacia abajo.
Después de una vacilación, Valerie se deslizó alrededor de la isla y se acercó a su
lado, inclinándose sobre el fregadero y dejando su espalda bajo la luz.
—Demasiado bajo —dijo él con voz ronca.
Valerie se enderezó y se volvió con el ceño fruncido.
—No sé lo que puedo hacer para…
Sus palabras terminaron en un jadeo cuando Anders la cogió por la cintura y la
levantó para sentarla en la isla. La soltó tan rápido como la había cogido, y se había
movido hacia el otro lado de la isla casi antes de que ella hubiera juntado de nuevo
su agudeza. Echando un vistazo por encima del hombro, lo vio establecer los
artículos que había traído de su habitación: un gran trozo de gasa, esparadrapo
blanco y ungüento antibiótico.
Valerie se volvió de nuevo hacia delante con una mueca al darse cuenta de que
tendría que levantar su camisa y estaba actualmente sentada en ella. Con un suspiro,
se inclinó hacia un lado, levantando una nalga fuera de la isla para poder tirar de la
tela por ahí, luego se inclinó hacia el otro lado a hacer lo mismo por ese lado. Luego
tiró de la tela y lo atrapó debajo de sus brazos para que se detuviera justo debajo de
sus pechos en la parte delantera y esperaba a la misma altura en la espalda. Era muy
consciente de que la dejaba sentada allí sólo con sus bragas de color rosa que
cubrían la parte inferior de su cuerpo. Esto le hizo desear haberse puesto sus bragas
negras con corte de muchacho. Ellas, al menos, parecían pantalones cortos.
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—Gracias —dijo Anders detrás de ella y se preguntó si estaba cogiendo un
resfriado. Su voz había sido brusca antes y ahora era ronca.
Esa preocupación huyó cuando comenzó a quitarle el vendaje que en este momento
cubría su herida. Él estaba trabajando lentamente, obviamente tratando de ser lo más
suave posible, pero la cinta estaba bien adherida a la piel y picaba lo suficiente como
para que ella se preguntase si tenía pelo allí o algo. Mordiéndose el labio, Valerie se
centró en las cifras encendidas en el microondas y trató de ignorar el dolor que le
estaba causando inadvertidamente. Ella se dejó caer con alivio, sin embargo, cuando
lo hubo hecho y el vendaje estaba fuera.
—¿Cómo se ve? —preguntó.
—Está sanando —dijo Anders.
Eso era bueno, supuso. Pero “está sanando” realmente no le decía mucho. ¿Era un
gran agujero? Probablemente no, reconoció Valerie. Leigh había dicho que la Dra.
Dani la había cosido, por lo que probablemente estaba grande y desagradablemente
fruncido. Precioso.
—Voy a poner el ungüento ahora. Esto podría picar —advirtió en voz baja.
Valerie asintió y se preparó.
Una vez más, se podría decir que Anders estaba tratando de ser amable. Sus dedos
eran apenas como plumas sobre su piel, pero estaba lo suficientemente sensible
como para que eso picara. Rechinando los dientes, contuvo la respiración y esperó,
tratando de mantener la mente en blanco.
—Hecho —anunció Anders y Valerie dejó escapar el aliento en un suspiro, sólo para
aspirar nuevamente cuando le colocó la gasa sobre la herida. El primer roce era
desagradable, pero después parecía estar bien y fue capaz de respirar normalmente
cuando pegó la almohadilla en su lugar.
—Listo —dijo Anders—. Puedes soltar tu camiseta.
Valerie inmediatamente levantó los brazos, permitiendo a la tela caer hacia abajo. Se
habría deslizado fuera de la isla entonces, pero Anders había llegado alrededor y
estaba de pie frente a ella.
—Oh. Hola —dijo ella como una imbécil sin cerebro.
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—Hola —respondió Anders y la tomó por la cintura. Ella pensó que él iba a
levantarla para bajarla.
Pensó mal.
En cambio, él agarró su cintura, se colocó entre sus piernas y la besó. Fue sólo un
suave roce de sus labios al principio, luego más firme, y su lengua se deslizó para
empujar sus labios abiertos. Todo se puso muy borroso después de eso. Su cerebro
parecía cerrado y entregado al torrente de sensaciones que de pronto explotaron a
través de ella. Honestamente, el hombre sabía besar. Hizo cosas a sus labios y
lengua que nunca antes había experimentado. Su ex, Larry, no había sido un gran
besador. Nada más que un pene. Francamente, si tenía lengua, no lo sabía. Anders
definitivamente tenía una y sabía qué hacer con ella.
Cuando Roxy ladró, rompieron el beso con un sobresalto, y Valerie miró hacia abajo
para ver que había tratado de trepar al hombre como si fuera el tronco de un árbol.
Sus piernas se envolvían alrededor de sus caderas, sus tobillos se enganchaban
detrás de sus piernas, sus brazos estaban alrededor de sus hombros, sus manos
ahuecaban el cuello y la cabeza, y su trasero estaba fuera del mostrador y en sus
manos. Valerie miró a Anders, y dijo—: Mmmfph.
La respuesta de Anders fue dejar la curva de sus labios en la más malditamente sexy
sonrisa que había visto nunca. Valerie le devolvió la mirada con los ojos abiertos y
desconcertados. No había pensado que el hombre pudiera sonreír. Pero entonces no
sabía que podía besar tan bien, pensó Valerie mientras su boca bajó hacia ella de
nuevo para otro beso, uno que nunca aterrizó porque Roxy ladró otra vez, esta vez
encabritada sobre sus patas traseras para plantar su frente sobre ellos.
Eso fue suficiente para llamar la atención de Valerie. Roxy nunca saltaba sobre la
gente.
—¿Qué pasa, Rox? —Valerie se quedó sin aliento, empujando el pecho de Anders
para conseguir que la dejase. Lo hizo, dejándola en el suelo cuando balanceó sus
pies hacia abajo de alrededor de sus caderas.
Ahora que tenía su atención, Roxy inmediatamente dio la vuelta y corrió hacia la
puerta, donde ladró y se volvió a mirar a Valerie, sus patas moviéndose sin cesar.
—Oh —suspiró Valerie y se apresuró a abrir la puerta. Roxy necesitaba salir...
desesperadamente, pensó cuando el perro escapó a través de la galería y apenas
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llegó a la hierba antes de ponerse en cuclillas.
—Voy a tener que conseguir algunas bolsas de recogida de residuos —murmuró
Valerie y luego dio un respingo cuando Anders apoyó las manos en sus hombros
desde atrás.
—Lo haremos cuando las tiendas abran —prometió, tirando de ella contra su pecho
y doblando la cabeza para presionar besos de mariposa en su oído. Valerie se estaba
derritiendo en él cuando empezó a mover su cabello a un lado para besar su cuello.
De inmediato se puso rígida y se apartó con una mano subiendo tímidamente para
asegurarse de que su garganta estaba cubierta.
—No tienes que esconderte de mí, Valerie —dijo en voz baja—. He visto tu cuello.
Terminado con su asunto, Roxy volvió, empujando la mano de Valerie con su nariz.
Ella bajó la mirada hacia el perro y la acarició, aliviada por la excusa para apartar la
mirada de Anders. Él ya podía haber visto su cuello, pero no la hacía menos
consciente de ello.
—Todavía estoy cansada. Creo que me iré a dormir un poco más —mintió, saliendo
de la habitación con Roxy a su lado. Él no dijo ni hizo nada para detenerla y Valerie
caminó tranquilamente subiendo a su habitación. Ella entró, esperó a Roxy que
despejara la puerta, luego la cerró y se apoyó débilmente contra ella, cerrando los
ojos.
El recuerdo de esos momentos, o tal vez más que unos momentos, en los brazos de
Anders, de inmediato se apoderó de ella. La pasión había sido asombrosa...
alucinante. Valerie casi no conocía al hombre, pero si Roxy no hubiera tenido que
salir, sospechaba que incluso ahora estaría montada en ese caballo llamado sexo. ¿Y
de dónde diablos había venido esa pasión? El tipo era apuesto y todo, pero hasta que
sus labios se encontraron con los suyos, realmente no había estado pensando en
ideas lujuriosas sobre él. Había admirado su bonita cara y esbelta figura como uno
podría contemplar un vestido bien diseñado o un zapato, pero no había habido
ninguna chispa real de interés sexual.
Bueno, excepto cuando sus manos se habían encontrado sobre el plato de sopa... y
cuando él había tomado su mano en Cambridge para ayudarla con su espalda en el
SUV, reconoció. Sí, la conciencia acalorada se había disparado a través de ella
ambas veces, pero nada como lo que había pasado ahora. Eso había sido como un
incendio repentino.
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La nariz húmeda de Roxy contra la palma de su mano agitó a Valerie de su posición.
Miró al perro, y le dio una palmadita, murmurando—: He perdido la cabeza. Ya lo
sabes, ¿verdad?
Sacudiendo la cabeza, se acercó a la cama y se acostó. Habían sido las nueve ayer
por la noche cuando se había acostado. Había dormido directamente hasta las seis de
la mañana. Más de nueve horas. Valerie no esperaba dormir, pero quería evitar a
Anders durante un tiempo. Por lo menos hasta que pensase que podría estar cerca de
él sin tratar de treparlo como a un poste de teléfono de nuevo.
Anders se dejó caer en el sofá y apoyó la cabeza hacia atrás con un suspiro. Se
quedó mirando el techo encima de su cabeza, pero estaba viendo el rostro de Valerie
después de que Roxy había roto su beso. Sus labios habían estado hinchados por sus
besos, sus mejillas sonrojadas y los ojos entrecerrados por la pasión y el hambre. No
dudaba de que hubiera parecido tan excitado. Sólo el recuerdo de sus labios bajo él,
su cuerpo presionando con entusiasmo en su contra, le ponía duro otra vez.
Maldita sea, apenas había comenzado a bajar, pensó con una mueca. Por el lado
positivo, ya no había duda en su mente de que Valerie era su compañera de vida.
Bueno, si es que realmente la había tenido antes. No debería haber sido así —había
tenido todos los demás síntomas—, pero Anders había estado dudando sobre
admitirlo debido a la falta de pasión. Parecía que sólo tenía que tocarla para
encenderla. Y ahora entendía el comportamiento cachondo de sus camaradas.
Porque ahora que lo había probado, no podía esperar a probar más. Tanto es así que
fue una lucha no seguirla hasta su habitación. Un beso y ella se había fundido en sus
brazos, como la mantequilla en una sartén caliente.
—Asombroso.
Anders miró a su alrededor con un sobresalto. Encontró a Lucian apoyado en el
marco de la puerta mirándolo con diversión.
—¿Qué? —le preguntó, sentándose con la espalda recta.
—Cómo todo puede cambiar tan rápidamente —dijo Lucian secamente, entrando en
la cocina.
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Anders lo vio coger un vaso del armario antes de preguntar suavemente—: ¿Y qué
es lo que crees que está cambiando?
—Hace tres días, la primera vez que te diste cuenta de que no podías leerla y que
ella podría posiblemente ser tu compañera de vida, no eras feliz —dijo Lucian.
Llenó el vaso con agua, bebió un trago, y luego continuó—: No te gustó la idea de
alguien robando gran parte de tu atención, de tener algo que perder, de convertirte en
una madre gallina como yo, o de ser llevado alrededor de tu polla. Ahora es evidente
que quieres seguir a tu polla arriba y reclamar a Valerie por cualquier medio
necesario.
Anders miró hacia abajo para observar que no sólo todavía tenía una erección, sino
que era muy evidente en sus bóxer. Cogió uno de los cojines del sofá, lo arrastró
sobre su regazo y murmuró—: Cogiste todo eso de la lectura de mi mente, ¿verdad?
—Claro como el cristal —dijo Lucian.
—De acuerdo —dijo Anders e hizo una mueca al saber que Lucian había leído sus
pensamientos menos elogiosos de su preocupación por Leigh y ser llevado alrededor
de su polla. Levantando una ceja, le preguntó—: ¿Te debo una disculpa?
—No. No puedo quejarme cuando estaba escuchando tus pensamientos. —Tomó
otro sorbo de agua. Cuando Lucian bajó el vaso, tragó, y añadió—: Pero iría
suavemente con Valerie. No me gustaría que apresuraras las cosas y lo arruinases.
—Gracias por el consejo —dijo Anders secamente.
—Lo digo en serio —dijo Lucian suavemente.
Anders se calmó. Por regla general, con Lucian se podría hablar con un grito,
gruñido o ladrido. Su voz sólo tenía ese suave sonido solemne en muy raras
ocasiones. Cuando lo hacía, tenías que estar listo para escuchar. Anders asintió.
—Estoy escuchando.
—Ella acaba de experimentar una pesadilla de dos semanas en manos de lo que cree
que es un vampiro. Uno de los nuestros —señaló—. Diez días y noches en carne y
hueso y tres pesadillas impulsadas por la fiebre .
—Pero nosotros no somos vampiros —señaló Anders—. Somos inmortales.
—Semántica —dijo Lucian con un encogimiento de hombros—. No hará ninguna
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diferencia para ella si somos la bestia mitológica maldita y sin alma sobre la que
escribió Stoker o mortales científicamente evolucionados vueltos casi inmortales por
nanos de bioingeniería que se introdujeron en la sangre antes de la caída de la
Atlántida.
—Mortales científicamente evolucionados que necesitan más sangre de la que el
cuerpo humano puede producir para alimentar esos nanos —agregó Anders con
cansancio.
Lucian asintió.
—Tenemos colmillos, no envejecemos, somos difíciles de matar y necesitamos
sangre para sobrevivir. Para ella y para muchos otros, somos vampiros.
—Bebemos sangre empaquetada para sobrevivir ahora —sostuvo Anders—. El
inmortal que la secuestró y mantuvo a Valerie y las demás mujeres es un canalla.
—Es cierto —estuvo de acuerdo Lucian—. Desafortunadamente, el primer
encuentro de Valerie con nuestra especie es a través de ese canalla. Ella, como es
comprensible, no será muy receptiva a la posibilidad de que existan buenos entre
nuestra especie. Tiene que conocer y confiar en nosotros, sobre todo, antes de
revelar demasiado.
Anders asintió al ver la sabiduría en lo que dijo. Luego se aclaró la garganta y
preguntó—: ¿Por no revelar demasiado, no incluyes…?
—No —dijo Lucian, la diversión poco frecuente curvando sus labios—. Acuéstate
con ella todo lo que quieras, sólo mantén la boca cerrada mientras lo haces. Por lo
menos hasta que pienses que puede manejarlo. De lo contrario —advirtió—, podrías
perder la oportunidad de tu vida.
Con esa nota, Lucian dejó el vaso y se dirigió hacia la puerta.
Anders estaba relajándose en el sofá contemplando lo que había dicho cuando
Lucian se detuvo en el pasillo y miró hacia atrás para añadir—: Por supuesto, si
haces algo tan estúpido como llevar a mi esposa embarazada y muy atrasada a otro
viaje de tres horas, no vivirás lo suficiente como para disfrutar de esa oportunidad de
tu vida de todos modos.
Lucian no esperó una respuesta, sino que se alejó, dejando la amenaza cerniéndose
en el aire.
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Haciendo una mueca, Anders cerró los ojos. No se sorprendió por la amenaza de
Lucian. Había esperado que llegaría tarde o temprano. Cuando Valerie se había
retirado, Anders se había acostado también, desnudándose para quedar en bóxer por
el bien de la comodidad. Pero esperaba estar completamente despierto en una hora
más o menos y bajar a enfrentarse a la música si Lucian estaba de vuelta, o esperar a
afrontar las consecuencias si no lo estaba. Sin embargo, había dormido toda la noche
hasta que la alarma de la casa a todo volumen lo había sacudido de su sueño.
Cristo, había sido una experiencia y media. Después de todo el pánico y la prisa,
había cargado hacia abajo sólo para encontrar a Valerie de pie junto a las puertas
francesas en la cocina mirándolo culpable, avergonzada y linda en una camiseta
excesivamente grande.
La memoria trajo una sonrisa a su cara que rápidamente se desvaneció mientras
consideraba a Valerie y cómo ganarse su confianza lo suficiente como para que ella
no saliera corriendo por las colinas cuando finalmente se arriesgara a explicar quién
y qué era. No iba a ser fácil.
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Capítulo 7 alerie parpadeó sus ojos abiertos y se encontró mirando el rostro peludo de
Roxy. El perro inmediatamente lloriqueó. Probablemente no era la primera
vez. Haciendo una mueca, Valerie se sentó y miró al reloj de la mesilla. Era
un poco después del mediodía. Se había quedado dormida de nuevo. No había tenido
la intención, y no había pensado que lo haría después de haber dormido tanto tiempo
ya. Valerie sólo tenía la intención de descansar un poco hasta que los otros se
levantaran. Le parecía que el tener a los otros a su alrededor podría ser algo bueno si
no quería otra sesión acalorada con Anders.
—Lo siento, chica —dijo Valerie, acariciando la piel de Roxy—. Debes estar
aburrida, entumecida y lista para una carrera. Probablemente no has tenido una
durante mi ausencia. Es difícil imaginar a la Sra. Ribble caminando contigo, por no
hablar de llevarte a correr. Pero me temo que no estoy en forma para ir en estos
momentos. Probablemente caería rendida en cinco minutos —añadió con el ceño
fruncido, y luego sugirió—: ¿Qué tal un juego de ir a buscar, sin embargo?
Roxy ladró. Sonriendo, Valerie le dio otra palmada y luego se puso de pie.
—Está bien. Vamos a levantarnos y luego te sacaré al patio trasero y te tiraré la
pelota.
Roxy la siguió de cerca mientras Valerie se acercaba a la puerta, chocando contra su
pierna varias veces, como apiñándose junto a ella. Hizo a Valerie sonreír y acariciar
la cabeza del perro mientras caminaba. No encontró a nadie en la sala, o en el piso
principal. Parecía que todo el mundo seguía durmiendo. Pero entonces, había sido de
noche cuando ella había alertado al 911 y estos hombres habían estado trabajando.
Supuso que trabajaban por las noches y dormían la mayor parte del día. Lo que era
un poco preocupante. ¿Significaba eso que la alarma estaba encendida de nuevo y lo
estaría cada mañana cuando Roxy necesitara salir? Se preocupó por la posibilidad
mientras caminaba hacia el panel de las puertas francesas en la sala de estar. Para su
alivio, en el panel se leía “listo” —ella sabía por la alarma en su clínica que
significaba que no estaba encendida.
V
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Relajándose, fue a buscar la pelota de Roxy de la bolsa que Anders había puesto al
lado de la isla la noche anterior, y luego se dirigió con la pastor alemán fuera a
lanzar la pelota para que la fuera a buscar. Resultó que no estaba en mucha mejor
forma para esto que para correr. Cada vez que lanzaba la pelota, los puntos de sutura
en su espalda la hacían reconocer su presencia. Incluso el uso de su mano izquierda
no ayudaba mucho, y sus tiros eran bastante flojos.
Valerie estaba a punto de dejar el juego cuando oyó las puertas francesas abrirse
detrás de ella. Se volvió para mirar a su alrededor inmediatamente, medio aliviada y
medio decepcionada al ver que Leigh le sonreía desde la cocina.
—Buenos días —dijo la morena alegremente, saliendo a la terraza cubierta.
—Buenos días —respondió Valerie, ofreciendo una sonrisa. Ella tiró la pelota por
última vez para Roxy, y luego se volvió para acercarse a la otra mujer—. Perdón por
despertarte esta mañana.
Leigh lo descartó con la mano.
—Nos acabábamos de acostar. No estábamos dormidos.
Valerie enarcó las cejas.
—¿Noctámbulos?
—Más o menos —rió Leigh.
—Me sorprende que estés levantada si te fuiste a la cama a las seis y media —
comentó.
—Dormí la siesta antes, ¿recuerdas? — dijo con un encogimiento de hombros y se
frotó el estómago mientras admitía—: Me parece que estoy teniendo problemas para
dormir más que un par de horas. No puedo estar cómoda y tiendo a tomar un montón
de siestas cortas.
—Ah. —Valerie asintió, su mirada cayendo a la barriga de Leigh. Supuso que sería
difícil encontrar una posición cómoda en su condición.
—¿Estás lista para el desayuno? —preguntó Leigh de repente, volviéndose y
liderando el camino de vuelta a la casa.
—En realidad, sí. Me muero de hambre —admitió Valerie inmediatamente y silbó a
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Roxy mientras la seguía al interior. Mientras esperaba junto a la puerta abierta para
que el perro entrara, añadió—: Pero, ¿por qué no te sientas y dejas que yo cocine?
Sólo dime lo que quieres y dónde encontrarlo y jugaré al chef.
Cuando Leigh vaciló, viéndose tentada, añadió—: Es lo menos que puedo hacer por
dejar que me quede aquí.
Leigh se rió en afirmación, y luego suspiró.
—Eres más que bienvenida aquí y no tienes que trabajar por tu estancia, Valerie. —
Haciendo una mueca, añadió—: Pero agradecería un poco de ayuda con el desayuno.
—Es un placer —le aseguró Valerie.
Asintiendo, Leigh se acercó a un armario y lo abrió para inspeccionar la comida
embasada y enlatada del interior.
—¿Cómo te sientes acerca de las tortitas? —preguntó mientras sacaba una caja de
suero de mantequilla de mezcla para panqueques.
—Me encantan —dijo Valerie inmediatamente.
—Muy bien. —Leigh sonrió y abrió otro armario para recuperar un tazón grande—.
¿Puedes coger los huevos y la leche de la nevera, mientras preparo el café?
Charlaron amigablemente mientras trabajaban. Una vez que tenían la masa de las
tortitas mezclada, Leigh decidió que deberían añadir salchichas para el desayuno.
Dejó la parrilla eléctrica en la isla y se sentó en una de las sillas para cocinar las
salchichas mientras Valerie volteaba los panqueques en el intervalo.
—Dios mío.
Valerie miró a su alrededor ante ese comentario jadeado de Leigh.
—¿Qué pasa?
—Yo… nada, yo sólo… —Ella arrugó la nariz y luego admitió—: Sé que
probablemente pensaste que lo habíamos hecho, pero nunca establecimos contacto
con tu familia para hacerles saber que estás bien, Valerie. Probablemente están muy
preocupados.
—Oh. —Valerie volvió hacia sus tortitas y suspiró—. Está bien. No hay nadie con el
que ponerse en contacto o por el que preocuparse.
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—¿Nadie? —preguntó Leigh y ella podía escuchar el enfado en su voz.
Valerie negó con la cabeza.
—Era hija única. Mis abuelos murieron uno tras otro por ataques al corazón y cáncer
cuando era pequeña y mis padres murieron hace tres años en un accidente de coche.
Estamos sólo yo y una tía que se mudó a Texas hace treinta años. Sólo la he visto
dos veces desde entonces. En los funerales de sus padres. —Ella se encogió de
hombros—. Aparte de las tarjetas de Navidad, no mantenemos el contacto.
—Oh —dijo Leigh suavemente y se quedó en silencio.
—¿Qué pasa con los amigos? — preguntó Anders y Valerie casi saltó fuera de su
piel. Tanto por su unión repentina a la conversación como por el pecho rozando su
espalda cuando llegó a su alrededor para poner una pequeña bolsa Petsmart en el
mostrador.
—Bolsas para recoger residuos —murmuró en su oído, sus dedos a la deriva
suavemente sobre su brazo desnudo mientras su mano se retiraba—. Ya que Lucian
estaba aquí para mantenerte a salvo, salí fuera y las recogí para ti.
Valerie se quedó mirando fijamente la bolsa, consciente de que corrían escalofríos
por su espina dorsal y la piel de gallina que fue apareciendo en su piel, donde su
aliento y sus dedos habían pasado. Ella se preguntaba cómo podía estar mirando
algo tan poco atractivo y estar tan excitada al mismo tiempo.
Una risa ahogada atrajo la mirada confundida de Valerie hacia Leigh y la otra mujer
le sonrió cuando dijo—: Fue amable de tu parte, Anders.
—Sí, lo fue —dijo Valerie y luego hizo una pausa para aclararse la garganta cuando
la voz le salió como la de una rana—. Gracias.
—Eso sí —añadió Leigh—, las rosas rojas podrían haber sido más dulces que las
bolsas rojas de perritos Pooh.
—Lo tendré en cuenta para la próxima vez —respondió Anders.
Valerie se sonrojó y volvió hacia los panqueques. Lo que Leigh sugería habría sido
apropiado si estuvieran saliendo o algo así, pero no lo estaban y realmente apreció
su salida para conseguirle las bolsas. No quería pagar a Leigh por permitirle estar en
su casa dejando pequeños regalos de Roxy por todo su patio... ¿Y qué quería decir
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su respuesta exactamente?
—Por lo tanto, no tienes familia, pero ¿qué pasa con los amigos? —preguntó
Anders, recordándole su pregunta anterior.
—Tengo amigos, por supuesto. Pero están en Winnipeg. Ni siquiera saben que
desaparecí. —Volteó los panqueques y añadió—: Sólo fui a Cambridge la semana
anterior a la que fui secuestrada y me pasé la mayor parte de esa semana corriendo
de un lado para otro para conseguir las cosas que necesitaba para la casa y para las
clases. No había hecho amigos aquí todavía. —Levantó los panqueques fuera de la
sartén y los puso en un plato en el horno para mantenerlas calientes, luego vertió dos
más sobre la plancha antes de admitir—: La Sra. Ribble es la única persona con la
que incluso había hablado, además de los empleados de las tiendas y los oficiales de
la escuela, y eso fue porque salió a decir que mejor que Roxy no fuera una ladradora
o llamaría a la policía.
—Y entonces la vieja murciélago va y trata de robarla —murmuró Leigh.
Valerie sacudió la cabeza ante el comentario y miró a su alrededor con diversión.
—No sé por qué ridiculizan a la mujer. Realmente cuidó de Roxy.
—Por razones puramente egoístas —dijo Leigh con gravedad—. Confía en mí, esa
mujer es de las viejas más egoístas; la viejecita más amargada que he conocido.
Valerie se volvió para mirarla.
—Ni siquiera hablaste con ella. ¿Has conocido a la Sra. Ribble antes o algo así?
Leigh abrió la boca, y luego hizo una breve pausa antes de decir—: Conozco a
alguien que la conoce.
—Hmm. —Valerie se volvió hacia las tortitas. No estaba terriblemente sorprendida
de escuchar que la Sra. Ribble era una anciana mezquina. Ya había desarrollado esa
misma opinión incluso antes del último encuentro. En sólo la semana en que había
estado viviendo al lado de la mujer, la había oído o visto dándoles un infierno a tres
vecinos por cosas que no eran de su incumbencia, y acosando a los niños del lugar
por infracciones como tan sólo pisar accidentalmente fuera de la acera en su césped.
La mujer parecía deleitarse en hacer a otras personas miserables. Y era buena en eso.
Mucha práctica, sospechó Valerie.
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—Por lo tanto, podría haber pasado un buen tiempo antes de que alguien se diera
cuenta de que habías desaparecido —dijo Anders, pensativo, y Valerie miró a su
alrededor para ver que él conseguía una taza de café.
—Sí, bastante tiempo —reconoció, volviendo a su sartén—. Ninguna de las otras
mujeres tampoco tenía familiares o amigos en la zona. Entendimos esto bastante
rápido hablando. Ninguna de nosotras tenía a nadie que se preocupase o planteara
una queja sobre nuestra desaparición. Pensábamos que era probablemente la razón
por la que nos eligieron.
—Eso es probablemente cierto —dijo Leigh con solemnidad—. Y fue inteligente de
parte de él.
—Eso explica por qué no llegamos a él antes —dijo Anders, y luego señaló—: Si
sigue con ese modelo será más difícil dar con él.
Valerie frunció el ceño ante la idea de este monstruo en alguna parte
aprovechándose de otras mujeres, incluso mientras hablaban.
—Le tomará un tiempo establecer otro lugar —dijo Leigh, sus pensamientos
aparentemente moviéndose a lo largo de la misma línea que Valerie—. Él tiene que
encontrar una nueva base de operaciones, reunir las jaulas y otras cosas... —Hizo
una pausa, y luego preguntó—: ¿Valerie, había algo más que tenías en común con
las otras mujeres?
—¿Cómo qué? —preguntó Valerie con incertidumbre, volviéndose hacia los lados
para poder mantener un ojo en la cocina y otro en Leigh.
—Bueno, tiene que haber una manera en la que él puso su mirada en cada una de
ustedes. No puede ser una coincidencia que ninguna tenga familia y amigos.
Probablemente eligió a cada una por eso, pero ¿cómo lo averiguó? —preguntó—.
¿Hay alguna organización de bienvenida o algo así? ¿Utilizaron todas el mismo
agente inmobiliario?
—No sé —admitió Valerie con el ceño fruncido. No habían seguido esa línea de
preguntas. Después de descubrir que cada una de ellas tenía eso en común, en su
mayoría habían hablado entre sí, de sus recuerdos de tiempos mejores, de sus vidas,
de sus remordimientos por cosas que aún no habían hecho, de sus sueños para el
futuro, para cuando fueran libres, y de cuáles eran los alimentos que más les gustaba
comer. Incluso habían hablado acerca de los libros que habían leído y las películas
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que habían visto, cualquier cosa para llevarlas temporalmente lejos de su triste
realidad. Ahora lamentaba no haber pensado en eso y no haber hecho esas preguntas
a las demás. Podría ser una manera de encontrar al hombre.
—No te preocupes —dijo Leigh intensamente, usando sus pinzas para dar vuelta a
las salchichas que estaba cocinando—. Podremos hacer eso ahora. Podemos
juntarlas y dejarlas hablar hasta que resolvamos qué lugar o personas tienen en
común.
—Me temo que eso no es posible.
Valerie miró más allá de Leigh para ver a Lucian de pie justo en el interior de la
habitación. Tenía el pelo rizado por dormir y llevaba pantalones vaqueros, pero
estaba sin camisa. Sin embargo, una camiseta colgaba de sus dedos e incluso
mientras miraba en su camino comenzó a ponérsela.
—¿Por qué no es posible, Lucian? —preguntó Leigh—. Todo lo que tenemos que
hacer es llevar a Valerie a la casa de los Ejecutores para charlar con ellas.
—Lo que estaría bien, excepto que las mujeres han sido devueltas a sus vidas —dijo,
moviéndose hacia adelante para besar a su esposa en la frente.
—Oh —dijo Leigh con decepción.
—Bueno, eso no significa que no podamos juntarlas —dijo Valerie razonablemente.
Leigh se mordió el labio mientras Lucian y Anders se miraron, y luego Lucian
dijo—: Por supuesto, puedes contactar con ellas y preguntarles si estarían
dispuestas, pero sospecho que todas ellas sólo quieren olvidar lo que pasó y seguir
adelante con sus vidas.
—Bueno, sí, imagino que lo hacen. Pero seguramente quieren al hombre que nos
secuestró y capturó en las calles —señaló con el ceño fruncido.
Lucian hizo un sonido evasivo y se movió alrededor de la isla para buscarse una taza
de café. Él lo preparó dulce y blanco, tomó un trago, y luego se volvió para mirarla.
—Antes de que fueran devueltas a sus vidas, a las otras mujeres se les preguntó qué
apariencia tenían este Igor tuyo y su jefe. Ninguna de ellas parecía ser capaz de
responder a eso.
Valerie hizo una mueca y sacudió la cabeza cuando dio la vuelta a los últimos
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panqueques de masa fresca.
—No estoy sorprendida. Estábamos en la oscuridad la mayor parte del tiempo. Igor
era sólo una silueta grande que entregaba alimentos y agua y arrastraba a una de
nosotras fuera todos los días. Y lo que estaba en la avena era alguna cosa
desagradable. La primera vez que me llevó arriba estaba bajo su influencia y era
como un mal viaje de ácido; caras que salían de la pared, sus rostros y cuerpos
distorsionados como si mirara a través de la parte inferior de una botella de refresco,
y toda la casa girando vertiginosamente a mi alrededor. —Ella sacudió la cabeza
ante el recuerdo desagradable.
—Pero la última vez no estabas bajo su influencia —dijo Lucian.
Valerie asintió, pero se concentró en la cocina durante unos momentos antes de
decir—: No vi al jefe de Igor en absoluto, y me temo que no le presté mucha
atención al mismo Igor. Estaba ocupada buscando un arma o una ruta de escape.
—Sólo tienes que hacer lo mejor para describirlo —dijo Anders silenciosamente
antes de que Lucian pudiera volver a hablar.
Valerie suspiró. Se quedó mirando los panqueques cuando dijo—: Era grande. Más
grande que ustedes dos, incluso. Y una locura de fuerte. Cuando me golpeó fue
como ser golpeado por un tren. Me envió volando directamente fuera del cuarto de
baño.
—Está bien —dijo Anders cuando ella se quedó en silencio—. ¿De qué color era su
pelo?
—Marrón oscuro —respondió cuando una imagen de él doblado sobre la bañera
vino a su mente—. Corto y marrón oscuro.
—¿Y su cara? ¿Había algo notable acerca de sus rasgos?
Valerie frunció el ceño y trató de recordar. No lo había mirado desde la jaula hasta
el baño. Sus ojos habían estado moviéndose alrededor en busca de una forma de
escapar. Lo imaginó volviéndose hacia ella en el baño, pero lo único que vio fue el
champú chorreando por su cara. Pero entonces lo vio salir del cuarto de baño tras
ella. Todavía tenía champú en la cara, pero él había limpiado lo peor.
—Creo que tenía una nariz grande —dijo lentamente—. Y ojos pequeños bajo una
frente alta.
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—¿Y su boca? —preguntó Anders.
—Labios delgados creo —dijo con incertidumbre—. Y tenía las orejas grandes.
El silencio cayó brevemente cuando terminó y luego Lucian dijo—: Tendremos que
conseguirle a Valerie un dibujante.
—¿Conocemos uno? —preguntó Anders.
—Podemos pedir prestado uno, ya sea de la policía local o en algún lugar más allá
—dijo Lucian—. Llamaré a Bastian después de desayunar y ver si puede arreglar
algo.
—Hablando de desayuno, las salchichas ya están —anunció Leigh—. Valerie,
¿cómo vamos con los panqueques?
—Los últimos dos se encuentran en la sartén —contestó ella.
—Bueno. Entonces conseguiré platos y cubiertos. —Leigh empezó a bajar de su
asiento, pero Lucian inmediatamente puso una mano en su hombro para detenerla.
—Anders y yo conseguiremos los platos y los cubiertos. Sólo siéntate y relájate —
dijo con firmeza.
—Valerie, ¿quieres un café? —preguntó Anders mientras recogía los platos de la
alacena.
—No, acababa de terminar de gotear justo antes de que llegases —respondió ella,
volteando los dos últimos panqueques—. No he tenido oportunidad de tomar uno.
Él no hizo ningún comentario, pero un momento más tarde dejó una taza de café al
lado suyo.
—Gracias —murmuró Valerie y lo recogió para tomar un sorbo. Sus ojos se
agrandaron cuando lo probó.
—Crema y un azúcar, ¿no? —preguntó Anders vacilante cuando notó su expresión.
—Sí —dijo en voz baja—. Es bueno. Estoy sorprendida de que recordaras cómo lo
pedí ayer.
—Estaba conduciendo. Lo pedí para ti —señaló.
—Sí, pero tenías que pedir cinco cafés diferentes. Estoy sorprendida que recordaras
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cómo tomo el mío.
—Hice una nota mental de ello —dijo Anders simplemente mientras se alejaba.
Valerie se quedó mirándolo mientras recuperaba el jarabe de arce para los
panqueques, y salsa de kétchup para los embutidos bajo la instrucción de Leigh. Él
había hecho una nota mental de cómo le gustaba el café. ¿Qué significaba eso? ¿Por
qué se había tomado la molestia? ¿Por ella? ¿Significaba eso que le gustaba?
¿Estaba interesado en ella? Bueno, está bien, esos besos de antes sugerían que estaba
muy interesado, pero eso era solo... bueno, química. Físico. El tomar nota de cómo
se tomaba su café era...
Ella no sabía lo que era, pero le había llevado años a Larry recordar cómo tomaba su
café y Anders se había tomado la molestia de recordarlo la primera vez. Esto le dio
algo en qué pensar.
Sacudiendo la cabeza, Valerie volvió su atención para sacar los últimos dos
panqueques de la sartén. El desayuno estaba listo.
—Por el amor de Dios, Anders, deja de dar vueltas. Me estás volviendo loca —dijo
Leigh con exasperación—. Siéntate.
Anders se detuvo con sorpresa y se volvió para mirar a la morena que se acurrucaba
en un rincón del sofá con un libro en sus manos.
—No estoy dando vueltas, estoy...
Ella arqueó las cejas, esperando, y él suspiró.
—Dando vueltas —reconoció y se dejó caer en la silla más cercana. Apoyó los
codos en sus rodillas separadas, permitiendo que sus manos colgaran entre ellas, y
miró por la ventana. Después de varios minutos, se recostó en la silla con un suspiro,
luego se enderezó y le preguntó con impaciencia—: ¿Qué demonios está haciendo
ahí?
—Está comprobando con su consejero académico que faltar las dos primeras
semanas de clases no le joderá el plazo —le recordó Leigh con paciencia.
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—Sí, pero debería haber sido una conversación de cinco minutos. Ha estado allí más
de una hora —se quejó. Valerie había ayudado a limpiar la cocina después del
desayuno, y luego había tomado a Roxy con ella y escapó arriba con el pretexto de
llamar a la facultad de veterinaria para asegurarse de que todavía era bienvenida
después de perderse las dos primeras semanas del semestre.
—Sí, bueno, tal vez con quien tenía que hablar no estaba disponible y está esperando
una llamada de vuelta —sugirió Leigh—. O tal vez tenían trabajo para que no se
quede atrás y ella está leyendo sus libros de texto y estudiando.
—O tal vez se está escondiendo —dijo Anders con tristeza.
Leigh chasqueó la lengua con irritación.
—¿Por qué iba a estar escondiéndose?
Anders no respondió, pero en su mente estaba recordando el beso de la mañana...
bueno, besos. O tal vez un beso. No estaba seguro de cómo clasificarlo. ¿Tenía que
llegar aire para clasificarlo como algo más que un beso? ¿O se contaba en minutos o
segundos? Porque había sido un devorar constante de la boca del otro durante varios
minutos.
—Oh, sí. Ya veo —murmuró Leigh.
Anders echó un vistazo ante su murmullo y notó su concentración estrechada en él.
Había leído su maldita mente.
—Sí, eso podría haberle hecho querer esconderse —dijo con simpatía—. No fue
hace tanto tiempo cuando tuve mi primer encuentro con la pasión de un compañero
de vida. Fue bastante aterrador. Y ella no tiene ni idea de lo que estaba sucediendo.
Quiero decir, como un ser inmortal yo había oído hablar de ello, tenía una idea de
qué esperar, y, sin embargo, aún así quedamos abrumados por ello. Imagínate cómo
se debe sentir. Ella de repente fue golpeada por una explosión nuclear de pasión.
Anders suspiró y se pasó una mano cansada por el pelo muy corto. Leigh no decía
absolutamente nada que no hubiese pensado. Razón por la cual sospechaba que
Valerie se estaba escondiendo. La pregunta era, ¿cuánto tiempo se iba a ocultar? ¿Y
cómo se suponía que iba a hacer que le conociera y confiara en él si no quería salir
de su cuarto?
—Muy bien. —Leigh dejó de lado el libro que había estado leyendo, y desenrolló
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sus piernas por debajo de ella para ponerse de pie—. Veré qué puedo hacer.
Anders se puso de pie de inmediato.
—¿Qué vas hacer?
—No lo sé. Tendré que ver cuál es la situación en primer lugar —señaló ella con
paciencia.
—De acuerdo. —Él asintió.
—Sólo siéntate e intenta dejar de parecer como un padre expectante. Me estás
provocando contracciones.
A Anders se le agrandaron los ojos.
—¿Estas…?
—Bromeando, Anders —dijo Leigh con exasperación mientras andaba como un
pato por la habitación.
Él la siguió con la mirada hasta que desapareció en la escalera, y luego alzó los ojos
al techo, mentalmente siguiendo su viaje a la habitación de Valerie. Cuando la oyó
llamar a la puerta, se quedó inmóvil por un momento, y de repente corrió hacia la
estantería al lado de la televisión y cogió un libro al azar. Tomando de nuevo su
silla, Anders fue a sentarse y abrió el libro por la mitad para que pudiera fingir estar
leyendo por si Leigh atraía a Valerie hacia abajo.
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Capítulo 8 adar? —dijo Valerie con incertidumbre.
—Sí. Se supone que debo hacer ejercicio, pero
caminar hace que mis tobillos se hinchen, y, la
verdad, llevar a este bebé es como tener un saco de
patatas atado a la cintura, pero el agua lo hace todo
más fácil —explicó Leigh—. Sin embargo, Anders no nada, y no quería estar en la
piscina sola en caso de ponerme de parto o algo, así que pensé qué tal vez te gustaría
venir conmigo.
—Oh. —Valerie vaciló. Realmente no tenía ninguna excusa para decir que no.
Había hecho su llamada telefónica tan pronto como había llegado aquí, y logró
llegar hasta su consejero. La conversación no duró mucho tiempo, pero después,
Valerie se había sentido tímida para enfrentarse a Anders de nuevo. Tal vez no
debería estarlo, había pasado tiempo con él desde su beso. Pero que él entrase a una
habitación donde ella estaba era diferente de la necesidad de entrar en una
habitación donde se encontraba él. Por lo tanto, había hecho sentarse a la pobre
Roxy en esta habitación durante la última hora, y después la había hecho estar aquí
durante horas mientras ella dormía. La pobre perra probablemente lamentaba que
estuviera de vuelta. Por lo menos con la señora de Ribble llegaba a salir al patio.
Ahora Valerie consideró las palabras de Leigh y cambió de un pie al otro. Nadar.
Estar en un traje de baño delante de Anders. Pero también con Leigh... que tenía
miedo de nadar y con razón en su estado. Y quien también había sido lo
suficientemente amable como para permitir que Valerie estuviera en su casa para
ayudarla a mantenerse a salvo.
—Te puedo prestar un traje de baño si…
—Está bien. De hecho, me traje mi bañador cuando estábamos en la casa. Pensé que
con la piscina... —Ella se encogió de hombros.
—¿N
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—Muy bien. —Leigh sonrió—. Bueno, sólo voy a ponerme el mío y nos reunimos
en la parte superior de las escaleras, entonces. ¿De acuerdo?
—Por supuesto. —Valerie sonrió, y la acompañó hasta la puerta, se volvió y se fue a
sacar su traje de baño del cajón. Por fin había desempaquetado las maletas después
de llegar del desayuno. Ahora tiró su traje de baño fuera y se cambió rápidamente.
Una vez hecho esto, se quedó allí de pie y se miró con alarma. Su cuerpo no había
estado cerca de una navaja de afeitar en dos semanas. ¡Era un sangriento gorila!
Gimiendo, Valerie cerró los ojos un instante, luego se trasladó a la caja del
maquillaje que Marguerite había preparado para ella. No había registrado el interior
cuando lo había sacado fuera de su maleta y lo había dejado caer pesadamente en el
mostrador del baño. Ahora, Valerie rápidamente abrió la cremallera de la bolsa,
rogando en silencio que…
—Sí —respiró cuando los dos primeros artículos que salieron en tropel fueron su
maquinilla de afeitar y un contenedor de hojas.
—Gracias, Marguerite —respiró Valerie. Estaba de pie, con un pie en el lavabo
cuando un golpe sonó en la puerta. Gritó—: ¡Entra! —y continuó su trabajo,
raspando la maquinilla de afeitar con rapidez sobre su piel.
—Si estás cogiendo una toalla, no te molestes. Tengo un par de toallas de playa para
nosotras. Son más grandes y… Oh… —Leigh se detuvo al llegar a la puerta del
baño—. Vaya, no lo había pensado. Bueno...
—Yo tampoco —admitió Valerie con ironía, secando rápidamente la primera pierna
antes de cambiar de posición para trabajar en la otra—. No fue hasta que vi las
piernas de oso koala que había desarrollado que lo recordé.
—Oh, no están tan mal —dijo Leigh.
—Sí, lo están, o lo estaban —respondió Valerie, pensando que Leigh era realmente
una mala mentirosa.
Al parecer, ella estuvo de acuerdo, porque de repente hizo una mueca y admitió—:
Sí, lo están. Chica, casi se podía trenzar el pelo.
—Gracias —dijo Valerie con una carcajada mientras se enjabonaba su segunda
pierna.
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—Bueno, en realidad no tienes que afeitarte. Habríamos sido un par haciendo juego.
Quiero decir que no he sido capaz de llegar incluso a mis piernas en más de un mes.
Valerie se rió ante la sugerencia de no afeitarse.
—Sí, pero tú tienes una excusa. Yo no la tengo.
—Sí —asintió Leigh—. Supongo que haber sido secuestrada y encerrada en una
jaula durante diez días y luego estar inconsciente durante tres días no son excusas
para las piernas peludas.
Valerie la miró parpadeando, y luego sintió la curva de una sonrisa reticente en sus
labios antes de que estuviese de acuerdo.
—Ninguna excusa en absoluto.
Terminando con su segunda pierna, Valerie cogió la toalla y se secó rápidamente,
frotando el jabón restante. Hizo una pausa y se miró a sí misma, sintiéndose un poco
cohibida en su traje de baño y una camiseta. Lo que realmente era una tontería. Lo
había usado menos en la playa. Pero Anders no había estado en la playa. La idea le
hizo hacer una mueca. ¿Un beso y era de repente tímida con el hombre?
—Vamos, la belleza ha vencido a la bestia peluda. Ahora vamos a mojarnos —dijo
Leigh volviéndose hacia la puerta.
—¿Bestia? Bonito —dijo Valerie con diversión, y se apresuró a seguirla desde la
habitación, acariciando su pierna para mandar a Roxy a seguirla.
—Aquí, déjame tomar eso. —Ella alivió a Leigh de las toallas de playa cuando
llegaron a las escaleras, por lo que la mujer embarazada podía apoyarse en la
barandilla, y luego la siguió en silencio hacia abajo.
Anders estaba sentado leyendo en la sala de estar cuando Valerie siguió a Leigh en
la habitación. Le lanzó una mirada nerviosa, a continuación se centró en la mujer
frente a ella.
—Adelante, ve a ver cómo está la temperatura del agua. Sólo voy a agarrar un poco
de bronceador para nosotras —dijo Leigh, de repente girando hacia la cocina.
Valerie vaciló brevemente, pero luego continuó resueltamente hacia las puertas
francesas y al exterior con Roxy en sus talones. Fue sólo cuando cerró la puerta y
respiró que se dio cuenta que había estado conteniendo la respiración al entrar en la
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cocina/sala de estar.
—Puedes dejar de fingir. Está fuera.
Anders miró inocentemente el libro.
—¿Qué te hace pensar que estaba fingiendo?
—Bueno, es que has tomado un repentino interés en La Alegría del Embarazo —dijo
secamente, recuperando el bronceador de un cajón de la cocina.
Anders volvió el libro con consternación para mirar la cubierta. En efecto era La
Alegría del Embarazo.
Cerrando el cajón, Leigh añadió—: Y lo estabas leyendo al revés.
Maldiciendo entre dientes, Anders arrojó el libro sobre la mesa y se levantó.
—¿Por lo tanto, vas a nadar?
—Eso es correcto. Puedes darme las gracias más adelante —añadió, dirigiéndose
hacia las puertas francesas.
—¿Por qué? —le preguntó con el ceño fruncido.
—Ve a ponerte un traje de baño y sal en unos diez minutos. Estaré agotada y saldré
y tú tendrás que quedarte para cuidar a Valerie. —Ella puso una mano en el pomo de
la puerta, pero se detuvo y miró hacia atrás—. Pero recuerda lo que dije de ir
despacio con ella.
Anders la vio salir, y luego se apresuró a subir a su habitación para ponerse su traje
de baño, contento de haber pensado en llevarlo cuando había hecho su maleta. La
casa había venido con la piscina cuando Lucian la compró, y Anders sabía que la
había usado a menudo por la noche, pero después de casarse con Leigh había puesto
un toldo para que bloquease los rayos UV del sol. Lo que le permitía nadar a la luz
del sol sin tener que aumentar la cantidad de sangre que necesitaba. Era una
experiencia increíble y Anders había estado seriamente considerando poner una
piscina en su casa con el mismo sistema.
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No era por eso que él con impaciencia dio un tirón a su ropa y arrastró su traje de
baño, sin embargo. Se habría arriesgado al sol por nadar con Valerie. Aunque la
natación no era lo que tenía en mente. Sostener su cuerpo casi desnudo y húmedo
con los brazos en el agua calentada por el sol era lo que le ponía tan ansioso como
un adolescente.
Anders dejó su habitación y volvió a la planta baja de nuevo, pero se detuvo en las
puertas francesas. Leigh había dicho diez minutos. ¿Significaba eso que no debía
salir antes de que hubieran pasado diez minutos? Desplazándose con impaciencia,
miró su reloj de pulsera, sólo para darse cuenta que no lo había comprobado antes.
Según su suposición, le había llevado treinta segundos apresurarse arriba, treinta
segundos apresurarse abajo y tal vez dos minutos cambiarse de ropa. O tres, pensó.
Así que tal vez tenía otros seis minutos.
Él acarició su pierna con impaciencia, los ojos entrecerrados en las mujeres. Ambas
ya estaban en la piscina, sólo sus cabezas eran visibles mientras hablaban y se reían.
Cuando Valerie se volvió y desapareció de repente bajo el agua, Anders miró su
reloj. Sólo dos minutos habían pasado desde que había llegado a la puerta.
—Al diablo —murmuró y salió.
Leigh estaba subiendo las escaleras de la piscina en el momento que llegó a ella.
Cogió una de las toallas que estaban cuidadosamente dobladas sobre la silla de
jardín más cercana a las escaleras; Anders llegó hasta ella.
—Justo a tiempo —anunció Leigh cuando él la tomó del brazo para asegurarse de
que no perdiera el equilibrio mientras ella daba un paso rodeando la piscina—. Está
nadando, por lo que no puede protestar por mi partida o anunciar que está cansada y
escapar conmigo.
—Marguerite está influyendo en ti —dijo Anders secamente.
—¿Adulándome, Anders? ¿En serio? —dijo, sonriendo mientras aceptaba la toalla
que ahora le tendía. Leigh no se molestó en secarse, simplemente la envolvió
alrededor de su torso y se dirigió a la casa—. Que se diviertan. Voy a acostarme para
dormir la siesta. Todo este aire fresco me ha agotado.
Anders sonrió ante su tono exagerado de voz y se alegró de que Valerie no lo oyera.
Ella habría sabido de inmediato que la mujer estaba limpiando el camino para que
pasasen tiempo a solas. Hablando de eso...
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Se volvió y miró a Valerie en la piscina. Ella estaba en una vuelta de regreso,
nadando hacia el extremo de la piscina, con los brazos acuchillando a través del
agua, las piernas pataleando por debajo de la superficie y su cuerpo hermoso en un
traje de baño de dos piezas azul real.
A Anders siempre le habían gustado las mujeres con un poco de carne y Valerie
tenía eso. Ella nunca caminaría en las pasarelas de París, pero se la había imaginado
en su cabeza constantemente en las pasarelas desde el beso de la mañana.
Constantemente. Sólo que ella no estaba en la pasarela, y no llevaba nada, mucho
menos la última moda.
Maldita sea. Estaba tan mal como los otros hombres inmortales que había visto caer
bajo el hechizo de la compañera de vida, reconoció Anders. Había sido muy
engreído cuando había visto a los demás fracasar en el trabajo, incapaces de
concentrarse y enfocarse en otra cosa que no fuera su compañera de vida. Dio las
gracias que nadie estuviera allí para ser testigo de su propia idiotez, excepto Leigh y
Lucian. Ninguno de ellos haría bromas o se burlaría de él por esto... demasiado.
¿Pero Bricker? Ah, sí. El joven inmortal adoraría tener algo sobre él.
Valerie tocó el extremo de la pared de la piscina, tomó aire, hizo una media voltereta
en el agua y se alejó en la piscina para impulsarse hacia el extremo opuesto.
Anders la vio alejarse, y luego bajó los escalones en el agua, disfrutando del fresco
líquido deslizándose a lo largo de sus pies, las pantorrillas, las rodillas, los muslos.
¡Yehaa! La piscina era calentada por el sol, pero aun así estaba más fría que su piel y
el primer toque contra su ingle era un despertar impactante. Maldición. Era casi
suficiente para apagar su hambre por Valerie. Casi es la palabra clave en ese
pensamiento, reconoció Anders con una sonrisa irónica, autocrítica.
Se movió a través del agua para estar de pie donde ella se había girado al final de su
última vuelta. Luego simplemente se levantó y esperó a que ella hiciera su giro en el
otro extremo y emprendiera el viaje de regreso.
Anders estaba realmente decepcionado cuando Valerie se detuvo a poco más de la
mitad de la vuelta y salió a la superficie. Apartando el pelo y el agua de su cara,
miró a su alrededor, sin duda en busca de Leigh mientras se reía y decía—: Caray,
dos semanas hacen la diferencia. No puedo hacer la mitad de las vueltas que solía…
Su voz se apagó, su sonrisa se desvaneció al notar que Leigh había desaparecido y
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Anders estaba ahora sumergido en el agua delante de ella. Tragando notablemente,
preguntó—: ¿Dónde…?
—Leigh se cansa fácilmente en este momento —contestó Anders, interrumpiendo la
pregunta. Él comenzó a moverse hacia ella a través del agua, y agregó—: Me pidió
que te cuidara.
—Oh. —Su expresión era cada vez más cautelosa; Valerie se desplazó lateralmente
hacia el lado de la piscina—. Bueno, probablemente debería salir también.
—No es necesario —dijo Anders, parándose donde estaba para darle espacio—.
Además, si sales, ¿quién me vigilará a mí?
Valerie hizo una pausa, viéndose insegura.
—Leigh dijo que no nadabas.
—Bueno, se equivocó, y me gustaría dar un par de vueltas si estás dispuesta a
quedarte y mantener un ojo en mí. Nunca es bueno nadar solo, y necesito el ejercicio
o me pongo gordo. —Era una mentira descarada. Nada de lo que hiciera alguna vez
le haría gordo, pero sus palabras tuvieron el efecto que había esperado. Ella abrió los
ojos y cayeron sobre lo que era visible de su pecho por encima de la línea de agua.
—¿Tú? ¿Gordo? Sí, claro —dijo Valerie con un resoplido de burla—. ¿Cuántas
horas al día trabajas para conseguir ese paquete de doce? ¿Diez, quince horas?
Anders se rió y negó con la cabeza.
—Me temo que no puedo tomar ese crédito. Sólo tengo la suerte de tener un
metabolismo extraordinario. —Eso no era del todo cierto. Hacía un poco de ejercicio
para mejorar el cuerpo delgado y promedio que los nanos le daban.
—¿En serio? —preguntó Valerie con disgusto—. ¿Te importa prestarme tu
metabolismo por un tiempo?
Anders sonrió. A él le gustaría dárselo de por vida, una vida muy larga, pero no lo
dijo. En cambio, dijo—: ¿Por qué? Tienes un cuerpo hermoso.
Valerie hizo una mueca.
—Nadie mencionó que tenías problemas de visión.
—Y nadie me dijo que tenías problemas de imagen corporal —respondió él con
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suavidad.
Ella sonrió con ironía.
—No creo que haya una mujer en el planeta que no lo haga. Si son flacas tienen
ganas de ser más grandes; si son más grandes, quieren ser más pequeñas. Están las
que quieren pechos más grandes, o piensan que no tienen caderas, o tienen un
trasero gordo, o, o, o. —Ella suspiró—. En verdad, estamos en la era de las mujeres
neuróticas sobre nuestros cuerpos.
Anders podría haber dicho que tenía razón. Había leído suficientes mentes
femeninas como para saber que eran muy pocas las que no tenían alguna queja sobre
su figura. Al menos las mujeres mortales lo hacían. Las mujeres inmortales, por otra
parte, eran unas criaturas diferentes. Sabían que los nanos las hacían óptimas, con un
cuerpo en la condición máxima. Esto se llevaba la posibilidad de autocriticarse. Era
algo así como una alta puntuación en un test de inteligencia. Con los resultados
científicos que opinan que eres inteligente, es difícil sentirse estúpido. De la misma
manera, saber que tienes un cuerpo perfecto hace que sea difícil de imaginar que
eres gordo, o imperfecto físicamente. Por supuesto, se detenía a pensar si tenía una
gran nariz o labios delgados o una miríada de otras imperfecciones, pero al menos
no percibía esa parte de los seres humanos auto-flagelándose que parecían decididos
a atormentarse.
—¿”Anders” de qué es abreviatura?
Él parpadeó para alejarse de sus pensamientos y miró a Valerie. Se veía más relajada
ahora que no se acercaba, y su cabeza estaba inclinada con curiosidad mientras
esperaba su respuesta.
Al parecer, no fue lo suficientemente rápido para responder, porque ella continuó—:
¿O es tu apellido, así como llamas a Justin por su apellido, Bricker?
—Es una forma corta de mi apellido —respondió.
Sus cejas se levantaron.
—¿Cuál es?
—Andronnikov.
Eso hizo que sus ojos se ampliaran.
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—¿Cuál es tu nombre?
Se quedó en silencio por un momento, pero sospechaba que ahora que ella había
notado que ni siquiera sabía su nombre, Valerie difícilmente estaría dispuesta a
besarlo de nuevo, por no hablar de cualquier otra cosa si él no lo decía. Las mujeres
solían ser curiosas, deseando saber el nombre del tipo que les metía su lengua hasta
la garganta, tanteándolas.
—Mi nombre es Semen.
Ella parpadeó varias veces con esta noticia, y luego simplemente respiró un—: Oh,
Dios.
Al menos no se está riendo, pensó Anders con ironía, y explicó—: Es de origen
vasco. Basado en la palabra para hijo.
—Ya veo —murmuró.
—Todo el mundo me llama Anders.
—Sí, puedo ver por qué —murmuró, y luego se aclaró la garganta y dijo—: ¿Así
que tu padre era ruso y tu madre vasca y ninguno de ellos hablaba inglés?
—¿Qué te hace pensar eso?
—Bueno, es que ellos tenían un sentido del humor enfermizo —dijo secamente—.
Eso es como llamar Óvulos a una hija. Lo que es peor aún. Me sorprende que
sobrevivieras a la escuela secundaria con un nombre como ese.
—De hecho, he conocido a un par de mujeres llamadas Óvulos a largo de los años
—dijo Anders con diversión.
—Dios mío —murmuró.
Anders se rió entre dientes y se movió hacia un lado, sin acercarse más pero
moviéndose para agarrar el borde de la piscina como ella, de modo que se
enfrentaran con sus caras en el borde de la piscina.
Valerie sonrió y luego dijo—: ¿Así que te criaste en el País Vasco, en Rusia o en
Canadá?
—Rusia para comenzar —respondió solemnemente, acercándose un paso más en el
agua.
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Ella asintió, al parecer no sorprendida, y dijo—: Tienes un poco de acento. No uno
espeso, pero un poco. Imaginaba que no te criaste aquí desde el nacimiento.
—No, vine aquí después —reconoció Anders. Mucho más tarde, pero mantuvo eso
para sí mismo por el momento y se acercó un paso más.
—¿Y hay una señora Andronnikov?
La pregunta lo sorprendió, e hizo una pausa a medio paso. Ofendido por la pregunta
misma, dijo secamente—: No te hubiera besado antes si estuviera casado.
—Es bueno saberlo —dijo, y apartó la mirada casi con timidez.
Anders se aprovechó de su falta de atención y acortó la distancia entre ellos. Cuando
Valerie se volvió, estaba a sólo unos centímetros de distancia. Lo suficientemente
cerca como para agarrar su brazo y tirar de ella a sus brazos, pero no lo hizo. Este
era él tratando de no precipitarse y asustarla. Su mejor comportamiento. Era
condenadamente difícil. Realmente sólo quería besarla, rasgar su traje de baño, y
tomarla allí en el agua contra un lado de la piscina.
Por supuesto, no podía hacerlo sin poner en peligro su vida. Ella seguramente se
ahogaría al final, cuando ambos se desmayaran después del coito del compañero de
vida. Ese conocimiento fue suficiente para hacer que Anders se comportara.
—¿Qué te hizo decidir ser veterinaria? —le preguntó para distraerla de su cercanía.
Valerie sonrió ligeramente, algo de la tensión que se había apoderado de ella al ver
lo cerca que estaba se alivió.
—Creo que todas las chicas quieren ser veterinarias y cuidar de los animales
enfermos o heridos cuando son pequeñas —dijo con ironía y luego se encogió de
hombros—. Simplemente nunca lo superé.
—Por lo tanto, ¿sigues siendo una niña en el corazón? —sugirió Anders en voz baja.
—Tal vez —reconoció y luego inclinó la cabeza y le preguntó—: ¿Por qué te uniste
a la policía?
—Cada niño quiere salvar a la damisela en apuros y ser un héroe cuando está
creciendo. Supongo que nunca superé eso —dijo Anders ligeramente.
Ella no se divirtió como él esperaba, sino que Valerie frunció el ceño.
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—¿Es así como me ves? ¿Como una damisela en apuros?
La pregunta sorprendió con una carcajada a Anders, que sacudió la cabeza.
—No lo creo. Te veo increíblemente valiente y fuerte. Te rescataste a ti misma de
esa casa. No necesitas un héroe. Eres una.
Valerie bajó la cabeza mientras hablaba, y no miró hacia arriba. Eso le hizo fruncir
el ceño y preguntar—: ¿No debería haber sacado el tema? ¿Te molesta que hable de
ello?
Ella se quedó en silencio por un momento, y luego levantó y sacudió la cabeza. Sus
mejillas estaban un poco de color rosa y se dio cuenta de que había agachado la
cabeza para ocultar el rubor.
—No, por sorprendente que parezca, no es así. —Ella miró a un lado, controlando a
su perro, y se dio cuenta cuando él siguió su mirada y observó que Roxy estaba
durmiendo en la silla con una toalla de Valerie en ella. Suponía que el perro había
estado vagando por el patio cuando él había salido, pero no había notado su ausencia
entonces. Había estado demasiado ansioso por llegar a Valerie.
—No estoy segura de por qué no me molesta —reconoció Valerie irónicamente,
llamando su atención hacia ella—. Creo que tal vez porque me drogaron y me dormí
durante la mayor parte. Quiero decir, el secuestro fue muy traumático, y la primera
noche también, pero la última noche... —Ella vaciló y luego admitió—: Me sentí
bien para luchar.
Anders asintió, comprendiendo.
—Eso sí, si no hubiera logrado escapar, habría sido una historia diferente —añadió
con ironía.
—No sólo escapaste, Valerie —dijo en voz baja—. Salvaste a esas otras mujeres
también. Cada una de ellas te debe su vida. Eres una heroína.
Ella parecía incómoda. Se movió en el agua, y luego preguntó—: ¿Crees que Lucian
tiene razón y las otras mujeres no aceptarán una reunión?
Anders vaciló. No quería mentirle a su compañera de vida, pero no sabía cómo no
hacerlo. Lucian no le pediría a las otras mujeres que se reunieran. No podía. Cuando
había dicho que las mujeres habían vuelto a sus viejas vidas y probablemente
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querían olvidar, había querido decir que habían sido devueltas a su antigua vida
después de que las hicieran olvidar. Sus recuerdos se habían borrado. No recordaban
nada de lo ocurrido. Reunirlas nuevamente probablemente sería deshacer todo eso,
pero eso era arriesgado. Los habían borrado ya que más de una no era tan fuerte
como Valerie y había estado a punto de desmoronarse. Limpiar sus memorias había
sido la cosa más amable que hacer. Lucian no lo revertiría a menos que fuera
absolutamente necesario.
—¿No crees que estarán de acuerdo con reunirse tampoco, verdad? — preguntó
Valerie cuando él permaneció en silencio, perdido en sus pensamientos.
La distracción era la mejor táctica en esta situación. Anders la tomó en sus brazos y
la besó. Eso era todo lo que había tenido la intención de hacer. Un beso, tal vez dos,
para distraerla de una pregunta que no podía contestar con sinceridad.
Soy un idiota, reconoció Anders segundos más tarde, cuando después de una
vacilación inicial, Valerie abrió la boca para él. Cualquier pensamiento de parar en
uno o dos besos voló por la ventana en el momento en que ella comenzó a besarlo de
nuevo. Era apenas consciente de que sus brazos se trenzaban alrededor de su cuello,
sus sentidos se mecían bajo el impacto de lo que sus bocas estaban haciendo, y la
sensación de su cuerpo presionando contra el suyo en el agua.
Gimiendo, Anders se volvió y apoyó su espalda contra las frías baldosas de la
piscina, manteniéndola allí con su cuerpo, sus manos comenzaron a vagar por sus
costados.
¿Había pensado que el agua estaba fría, cuando había entrado? Parecía estar caliente
ahora. Caliente como si los cuerpos la calentaran, pensó Anders mientras sus manos
encontraban sus pechos a través de la parte superior de su traje de baño y Valerie
gimió en su boca. Un sonido que hizo eco de su placer, rodando a través de él
también. Ansioso por más, Anders tiró las copas de la parte superior del traje de
baño a un lado y cubrió los pechos con sus manos. En el momento en que lo hizo,
Valerie rompió el beso con un jadeo de emoción, envolviendo sus piernas alrededor
de sus caderas y con sus dedos acariciando por su pelo corto mientras él apretaba y
amasaba los suaves globos. Cuando él quitó sus manos para abrazarla por la cintura,
ella gimió por la pérdida, luego gritó cuando él la levantó fuera del agua lo
suficiente como para sujetar en sus labios un pezón rosado.
Anders gimió cuando su emoción se disparó a través de él, como un puñetazo en el
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estómago. Él succionó ávidamente un pecho, luego el otro, entonces no pudo
soportarlo más y la bajó de nuevo lo suficiente como para reclamar su boca de
nuevo. Su beso esta vez fue casi violento, una batalla de lenguas cuando él apretó las
caderas hacia delante, frotando su entrepierna contra ella. Apretó de nuevo y esta
vez fue golpeado con un doble golpe de su excitación y la necesidad de su placer
mezclados, vibrando a través de él en oleadas crecientes.
Estrechando las mejillas de ella con ambas manos, Anders la apretó y la presionó
con más fuerza hacia él, y luego deslizó una mano hacia abajo para encontrar su
centro caliente. Casi había alcanzado ese punto dulce, y su cuerpo palpitaba con la
anticipación, cuando escuchó su nombre siendo gritado por una voz inconfundible.
Anders se congeló, dividido entre el gemido y la maldición. Luego, lentamente
retiró la mano y aflojó un poco de espacio entre él y Valerie.
—Lo siento —susurró cuando ella gimió ante la pérdida. Suspirando con pesar, él
tiró de la parte superior de su traje de baño en su lugar y miró más allá de ella hacia
la casa. Lucian estaba de pie en las puertas francesas abiertas, con cara inexpresiva.
—Trae a Valerie. El dibujante está aquí —dijo simplemente. No gritó. No tenía por
qué. Anders le oía bien.
Suspirando, asintió. Luego bajó su frente a la de Valerie y cerró los ojos
brevemente.
—¿Qué dijo? —preguntó ella con voz temblorosa.
—El dibujante está aquí —respondió Anders solemnemente.
—Oh —respiró Valerie.
—Tenemos que ir —agregó con suavidad.
—Sí, por supuesto —murmuró, pero no se movió. Fue Anders quien suavemente
desenvolvió sus piernas de alrededor de su cintura.
—Lo siento —murmuró Valerie, pareciendo sólo entonces tomar conciencia de
donde habían estado sus piernas. Retiró sus brazos después, agarrando el borde de la
piscina ya que no estaba segura de si sus piernas tomarían su peso, y Anders lo
entendió completamente. Sus propias piernas estaban un poco inestables en ese
punto. También lucía un infierno de erección.
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—Déjame dar una vuelta y te veré afuera —dijo, alejándose de ella y esperando que
la distancia y una vuelta dieran a su erección la oportunidad de disiparse lo
suficiente como para que no pareciera que tenía un poste en una tienda de campaña
en su traje de baño al salir.
Asintiendo, Valerie se apartó y se irguió fuera del agua lo suficiente como para
descansar su barbilla sobre sus brazos cruzados en el borde de la piscina. Fue
entonces cuando Anders vio el vendaje en su espalda y recordó su herida.
—¿No te hice daño cuando te apreté contra el lado de la piscina, verdad? —le
preguntó con preocupación.
—¿Qué? —Ella miró por encima del hombro con confusión, y luego pareció
recordar su espalda herida y sacudió la cabeza—. No, está bien, yo… ¡oh, mierda!
Anders comenzó de nuevo a preocuparse.
—¿Qué pasa?
—Se suponía que no debía mojarse —dijo con enfado, tratando de torcerse lo
suficiente como para ver su herida—. Me olvidé de eso cuando Leigh sugirió un
baño hoy.
—Al parecer, ella también —dijo Anders tranquilamente, moviéndose a su lado para
salir fuera del agua. Se puso de pie y se volvió, la cogió debajo de los brazos y
rápidamente la levantó también. Los ojos de Valerie estaban muy abiertos cuando él
la dejó en el suelo y por un momento pensó que era la fuerza que había revelado en
la acción, pero luego se dio cuenta de que sus ojos estaban fijos en su ingle.
Mirando hacia abajo, él vio la tienda de campaña en su bañador e hizo una mueca.
Aún estaba impresionado por el tamaño de la misma. Cristo, ella había inspirado una
pequeña torre Eiffel por allí. Por desgracia, parecía más preocupada que
impresionada.
Suspirando, Anders pasó junto a ella para tomar su toalla, sólo entonces se dio
cuenta que no había pensado en coger una. Sacudiendo la cabeza, se volvió para
tendérsela, pero ella negó con la cabeza.
—Creo que la necesitas más —dijo Valerie, mordiéndose el labio mientras
continuaba con los ojos en su erección.
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Apretando la boca, Anders la envolvió alrededor de sus hombros y luego le dio la
vuelta físicamente, señalando la dirección a la casa.
—Ve. Te seguiré en un minuto. Sólo quiero nadar un par de vueltas.
Valerie vaciló, pero comenzó a caminar cuando él le dio un suave empujón. Anders
observó hasta que llegó a las puertas francesas con la fiel Roxy siguiéndola, luego se
volvió y se zambulló en el agua. Sospechaba que iba a tomar más de un par de
vueltas librarse de la dureza que actualmente actuaba como un timón en el agua.
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Capítulo 9 us orejas eran un poco más grandes, y sus ojos un poco más
pequeños ―dijo Valerie, inclinándose hacia adelante y mirando
a Bryan, el dibujante, hacer lo suyo. ―¿Mejor? ―preguntó Bryan, girando la imagen hacia ella después de haber hecho
las correcciones.
Valerie miró en silencio y detenidamente la imagen durante unos cuantos minutos,
pero luego asintió. El boceto carecía de la personalidad y del terror vivo que
transmitía el verdadero hombre, pero sospechaba que era lo más cerca que iban a
conseguir llegar con un dibujo.
En el momento en que ella asintió, Lucian se inclinó y tomó el diseño del dibujante.
Él lo miró con el ceño fruncido y luego se volvió hacia Anders.
―¿Lo reconoces?
Valerie miró a Anders, sus ojos cayendo automáticamente en su traje de baño ya
seco. Se las había arreglado para librarse de la tienda delatora en su traje de natación
antes de entrar a la casa, pero le había llevado varios minutos y sospechaba que un
infierno de montón de vueltas el lograrlo. Pero el hecho de que ya no estaba allí no
erradicó la imagen de su memoria. Querido Dios, el hombre era enorme. O al menos
se veía enorme ahí, pero no era como si ella tuviera a un montón de hombres con los
que compararlo. Un novio en el instituto y Larry eran la extensión de su experiencia.
Dios, soy coja, pensó Valerie con tristeza. La mayoría de las mujeres de su edad
tenían más experiencia. ¿Acaso no? No tenía ni idea. Ciertamente lo hacían si es que
se podía creer en Sexo en la Ciudad y en algunos otros programas, pasados y
presentes, de la televisión. Los personajes femeninos parecen cambiar de hombres
casi todas las semanas en esos espectáculos.
―No ―dijo Anders finalmente y Valerie logró arrastrar la mirada y la mente a su
cara mientras él negaba con la cabeza―. No lo reconozco.
―S
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―Hmm. ―Lucian miró la imagen durante otro momento, y luego dejó que la mano
que lo sostenía cayera―. Bueno, le diré a Mortimer que haga copias y las distribuya.
Le diré que le envíe una por fax a Bastien en Nueva York también. Él puede
distribuirlas allí. Alguien lo debe reconocer. ―Su mirada se trasladó a Bryan como
terminó de empaquetar sus cosas―. Si estás preparado le llevaré primero de vuelta
al aeropuerto.
Bryan asintió y se levantó.
―Todo listo. ―Se volvió a Valerie y le tendió una mano―. Srta. Moyer.
―Gracias ―respondió Valerie, moviendo la mano. Cuando él se volvió hacia
Leigh, ella se puso de pie, haciendo una mueca por la sensación de tirón en su
espalda. Fue la primera incomodidad que había sentido desde que salió de la piscina,
pero entonces había estado sentada en un único lugar y en la misma posición desde
que había entrado, y su atención había estado centrada en la imagen que aparecía en
el cuaderno de dibujo.
―Voy a cambiarme ―dijo Valerie a nadie en particular mientras se deslizaba fuera
del cuarteto distraído y salía de la habitación. El traje de baño se había secado sobre
ella. Sería agradable ponerse ropa limpia que no oliera a cloro. Pero también quería
intentar mirar su espalda y ver si nadar había hecho algún daño a la herida. Valerie
tenía la esperanza de que una nueva porción de ungüento y un vendaje limpio
arreglaría las cosas, pero si no, tal vez fuera mejor tener mayor cuidado y dejarlo por
más tiempo.
Ella había llegado a su habitación y solamente había cerrado la puerta detrás suyo
cuando alguien tocó. Frunciendo el ceño, Valerie la abrió, y sus ojos se ampliaron
cuando Roxy se deslizó en el interior dejando a Anders en el umbral con el ungüento
y la gasa en la mano. Estaba menos sorprendida por la presencia de Anders que del
hecho de que se había olvidado de su perra.
―Tengo que echar un vistazo a tu espalda ―dijo Anders disculpándose, atrayendo
su atención de nuevo al pastor alemán, que se había acercado a la cama y acostado al
lado de ella.
Valerie vaciló brevemente, pero luego asintió. Tenía que ser atendida. Sabía lo que
podría suceder en las heridas que no eran cuidadas adecuadamente y maldita fuera si
hubiera riesgo de morir de una herida infectada después de sobrevivir a esa casa del
infierno.
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―¿En el baño? ―preguntó mientras se alejaba.
―Está bien ―dijo Anders y ella era consciente de su presencia en sus talones
mientras cruzaba la habitación. Cuando el pastor alemán comenzó a levantarse para
seguirla, le puso la mano y sacudió la cabeza.
―Quédate, Roxy.
La perra se recostó en el suelo y Valerie condujo a Anders al cuarto de baño. Una
vez allí, ella lo miró manipulando la gasa, la cinta adhesiva y el ungüento.
―Bien ―dijo él, mirándola también.
Valerie se volvió de espaldas a él y dejó caer la toalla. La estaba llevando al estilo
sarong desde que entró en la casa y fue presentada al dibujante, Bryan. Había
querido ir a vestirse, pero Lucian había dicho que estaba bien y que no quería que
perdiera el tiempo.
―¿Rápido o lento? ―preguntó Anders y cuando Valerie miró por encima del
hombro, explicó―: Me pareció muy doloroso para ti cuando lo hice despacio esta
mañana. Un tirón rápido podría ser mejor.
Valerie se mordió el labio, pero asintió y volvió la cara hacia el otro lado.
―Respira profundo ―dijo.
Valerie comenzó a aspirar lento y profundo, pero a mitad del camino, se convirtió en
una inhalación aguda cuando él arrancó el vendaje de su espalda.
―¿Estás bien? ― preguntó Anders preocupado.
Valerie asintió, dejando escapar el aliento lentamente. En realidad, había sido mejor
que la forma lenta. Le había dolido, pero había sido una rápida sacudida de dolor en
lugar del interminable dolor de la mañana.
―¿Qué tal está? ―preguntó ella, levantando su brazo y estirando la cabeza para
tratar de ver la herida.
―Menos roja de lo que estaba esta mañana ―agregó―. Voy untar el ungüento.
Valerie desistió de examinarlo, asintió y se volvió de nuevo hacia delante. Lo sintió
untando suavemente el ungüento sobre la herida. Estaba fresco pero no frío, y no
picaba tanto como esa mañana, lo que le hizo preguntarse si el cloro de la piscina
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había secado la herida un poco. Nadar pudo incluso haber hecho algo bueno, pensó
mientras Anders presionaba la gasa sobre ella.
Esperó pacientemente a que él acomodara la gasa en su lugar, apenas refrenando un
escalofrío cuando sus dedos cálidos se movieron sobre su piel. Su toque, tan
metódico como era, enviaba rayos de placer a través de ella que eran difíciles de
ignorar. En realidad, fue un alivio cuando dijo―: Terminado. ―Hasta que sus
manos se posaron en su hombro y él la atrajo hacia su pecho.
Valerie cerró los ojos, apoyándose contra el calor que se filtraba a través de ella. Se
irradiaba de su pecho apretado contra su espalda, pero parecía entonces juntarse y
deslizarse a su bajo vientre.
―Tu piel es tan suave ―susurró Anders en su oído, su aliento agitaba su cabello,
sus dedos se deslizaron hacia abajo y luego hacia arriba en sus brazos.
Cuando sintió sus labios rozar la oreja, Valerie inclinó la cabeza ligeramente hacia
un lado y luego gimió cuando él presionó un beso en su cuello y luego en el lóbulo
de la oreja. Eran caricias suaves y ligeras como las alas de una mariposa, y el roce
de sus dedos sobre sus brazos era como la luz, pero todo eso hizo que su cuerpo
temblara en su abrazo.
Hambrienta por su beso, Valerie giró su cabeza para atrás y hacia Anders y fue
recompensada con su boca cerrándose sobre la suya. Era un ángulo incómodo, pero
a ella no le importaba mientras su lengua empujaba entre sus labios. Se preocupó
aún menos por el ángulo cuando sus manos pasaron de sus brazos para cerrarse por
encima de sus pechos a través de su traje de baño.
Gimiendo en su boca, Valerie se volvió en sus brazos, momentáneamente
desalojando sus manos. Como había esperado, sin embargo, regresaron rápidamente.
Incluso cuando ella deslizó sus brazos alrededor de sus hombros y se apretó contra
él, sus manos encontraron y cubrieron sus pechos. Exprimiendo su carne ansiosa
través de la delgada tela, él fue capaz de besarla correctamente.
Valerie gimió y le chupó la lengua, los dedos recorriendo los músculos y las líneas
de su espalda, amasando e impulsándolo más cerca de ella. Era vagamente
consciente de que una de las manos se alejó de uno de sus senos, pero no se dio
cuenta del por qué hasta que el frente de la parte superior de su traje de baño se
desprendió y cayó suelto entre sus cuerpos, apenas adornando sus pezones. Él liberó
su otro pecho entonces y la agarró por la cintura para levantarla sobre el mostrador
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del lavabo. Valerie instintivamente abrió las piernas y lo llevó entre ellas mientras él
rápidamente se deshacía el nudo de la parte inferior de su traje de baño y lo retiró
por completo.
Anders rompió el beso y se alejó lo suficiente como para mirar detenidamente hacia
abajo.
―Dios ―exhaló y bajó la cabeza para reclamar un pezón.
Valerie gritó, los pies presionando contra la puerta del armario y su trasero
levantándose del mostrador cuando se arqueó con la caricia. Inmediatamente él
deslizó una mano debajo de ella, sosteniéndola e impulsándola apretadamente contra
él mientras se amamantaba de un pecho primero y luego del otro.
―Semmy ―gimió y presionó la boca abierta en la parte superior de su cabeza
mientras sus cuerpos inferiores se prensaban.
Anders inmediatamente se detuvo y levantó la cabeza. Encontrándose con su
mirada, levantó las cejas.
―¿Semmy?
Valerie sintió el rubor que la reclamaba.
―Bueno, llamarte por tu apellido en un momento como éste parece… er… mal
―dijo torpemente, y luego admitió―: Simplemente no puedo llamarte Semen.
―Ella se encogió de hombros―. Pero Semmy suena como un buen apodo. Si no te
importa eso ―agregó y luego se mordió el labio y esperó.
Anders la miró durante varios segundos y de repente sonrió.
―Me gusta.
―¿Lo hace? ―preguntó ella con alivio.
―Oh, sí ―dijo, y levantó una mano para rozar sus dedos ligeramente sobre su
mejilla. Valerie volvió la cabeza para besarle los dedos y él sonrió, y luego dejó que
sus dedos bajaran para acariciar suavemente un pezón, añadiendo―: Me gusta todo
de ti.
Valerie se quedó sin aliento con la emoción que la suave caricia estaba enviado a
través de ella, y levantó su propia mano para tirar de su cuello y poner su boca de
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nuevo a la de ella. Sus labios apenas la habían tocado cuando un golpe sonó en la
puerta de su dormitorio. Ambos se congelaron. Cuando un segundo golpe sonó,
Valerie apartó a Anders y bajó de la barra para tomar su toalla y envolverla
rápidamente a su alrededor mientras se dirigía a la puerta.
No estuvo sorprendida al abrirla y encontrar a Leigh allí. Lucian había estado
hablando acerca de llevar al dibujante al aeropuerto y dirigirse a la casa de los
Ejecutores cuando ella se había retirado. Si hubiera hecho eso, Leigh probablemente
buscaba compañía.
―Pensé que sería mejor ver cómo está tu espalda ―admitió Leigh con una
mueca―. Me acabo de acordar que se suponía que no debía mojarse. Sin embargo,
la niña grande en mí sugirió nadar.
―Está bien ―dijo Anders detrás de ella y Valerie miró a su alrededor para ver que
la había seguido fuera del baño―. Cambié su venda. En realidad, se ve mejor de lo
que estaba esta mañana. No creo que haya sufrido ningún daño.
―Oh, bueno. ―Leigh parecía aliviada―. Pero me sentiré mejor cuando Dani le dé
una mirada.
―¿Vendrá después del trabajo esta noche, verdad? ―preguntó Anders.
Leigh asintió.
―Debería estar aquí a las cuatro y media, y Lucian dijo que estaría de vuelta
alrededor de esa hora también. ―Ella sonrió irónicamente―. Supongo que debería
empezar a pensar en hacer la cena en caso de que necesitemos hacer algunas
compras o de una comida que necesite mucho tiempo de preparación. ¿Me pregunto
si a Dani y a Decker les gustaría quedarse a comer?
―¿Decker? ―preguntó Valerie.
―El esposo de Dani ―contestó Anders detrás de ella―. Es el sobrino de Lucian.
Las cejas de Valerie se levantaron y ella miró a Anders.
―¿Lucian tiene un sobrino en edad de casarse?
―Él tiene varios sobrinos en edad de casarse. Y un par de sobrinas ―dijo
simplemente.
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Valerie asintió lentamente. Su mejor amiga en la escuela había sido la sobrina de
uno de sus compañeros de clase. Era raro, pero ciertamente no algo inaudito. Supuso
que Lucian había sido el más joven de los hijos.
―Ayudaré con la cena ―ofreció―. Pero primero tengo que cambiarme de mi traje
de baño.
―Oh, gracias ―dijo Leigh con una sonrisa y luego miró a Anders―. ¿Vas a
cambiarte también? ¿O pretendes estar por ahí medio desnudo y viéndote como un
semental para poner a Lucian y a Decker celosos?
Anders resopló ante la sugerencia.
―Esos dos ni siquiera entienden la palabra celoso. Ellos saben que te tienen a ti y a
Dani encerradas ―dijo, dando un paso en torno a Valerie. Le dio a su brazo un
apretón y murmuró―: ¿Nos vemos abajo?
―Sí ―dijo ella en voz baja, se ruborizó cuando Leigh sonrió de uno al otro.
Haciendo una mueca por el brillo de casamentera en los ojos de la mujer, agregó―:
Oh, vayan, estaré lista en un minuto.
―Está bien ―dijo Leigh alegremente y deslizó su brazo en el de Anders,
diciendo―: Yo caminaré a tu lado.
―¿Lo harás, verdad? ―le preguntó secamente.
―Por supuesto. No me gustaría que te pierdas ―dijo a la ligera.
Sacudiendo la cabeza, Valerie cerró la puerta y volvió a cruzar la habitación. Leigh,
obviamente, se dio cuenta de que algo más había estado ocurriendo aparte del
cambio de vendas. La falta de una parte del traje de baño podría haber ayudado
con eso, supuso Valerie, mirándose mientras se quitaba la toalla que había envuelto
alrededor de su pecho.
―Oh, bueno, c'est la vie. ¿Correcto Roxy? ―dijo, mirando a la perra tumbada junto
a la cama. Al oír su nombre, Roxy se levantó y se acercó a ella, moviendo la cola―.
Buena chica ―murmuró Valerie, dándole una palmada a su mascota―. ¿Quieres
ayudarme a decidir qué ponerme?
Roxy ladró, meneando la cola con más furia, y Valerie sonrió. No lo hizo por pensar
que la perra entendía lo que le había preguntado. Ella solo entendía su nombre y que
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el tono de su voz era una pregunta, así que respondía. Aun así, era agradable tener a
alguien con quien hablar. Esto hacia que una chica se sintiera menos loca por hablar
sola.
Valerie se debatió sobre lo que debería llevar brevemente y se decidió por un vestido
melocotón pálido que dejaba la mayor parte de su espalda y costados desnudos.
Sería más fácil para la Dr. Dani Pimms examinar la herida sin tener que desnudarse.
Se cambió rápidamente, quitándose el bikini y colocándose un par de bragas color
crema y deslizando el vestido. Cepilló su cabello, aplicó un poco de lápiz labial y se
dirigió hacia las escaleras con Roxy en sus talones.
―¡Oh, hola! Eso fue rápido. ―Leigh le sonrió desde su asiento en la isla. Anders
estaba allí también, recogiendo una gran olla de la alacena debajo de la estufa. Se
enderezó al oír las palabras de Leigh y asintió a modo de saludo, su mirada
agradecida al deslizarse sobre ella.
―¡Hola! ¿Has pensado en lo que vamos preparar? ―preguntó Valerie mientras
conducía a Roxy a las puertas francesas y la dejaba salir.
―¿Qué te parece chili? ―preguntó Leigh―. Si empezamos ahora se puede cocinar
a fuego lento hasta que todos lleguen. Entonces sólo habrá que tirar un poco de
patatas fritas en el horno y haremos que Anders lance algunos perritos calientes en la
parrilla antes de que podamos comer. Podemos tener perritos calientes de Isla Coney
y chili con patatas fritas.
―¿Antojos? ―adivinó Valerie, cerrando las puertas francesas y volviéndose para
mirarla.
―Y graves ―admitió Leigh con un suspiro―. Y van cambiando. Primero fueron
los dulces: helados y chocolate. Ahora son perritos calientes y patatas fritas.
―Entonces creo que suena delicioso ―le aseguró, moviéndose alrededor de la isla
en la cocina―. ¿Cómo puedo ayudar?
Valerie se recostó en su asiento y bebió un sorbo de vino, haciendo todo lo posible
por ignorar la forma en que la pierna de Anders estaba presionando contra la suya
debajo de la mesa. Él había estado tocando, rozando o acariciándola a escondidas
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toda la noche. Primero al amparo de trabajar juntos en la cocina y luego bajo la
cubierta de la mesa, cuando estaban comiendo. La estaba volviendo salvaje.
―Gracias, Leigh. Esto estaba delicioso ―dijo Dani, de nuevo en su propio asiento
con un suspiro satisfecho―. No había comido perritos calientes desde que era
adolescente.
Valerie sonrió a Dani. Le gustaba la buena doctora. Habían terminado de hacer el
chili y burbujeaba en la estufa cuando la mujer llegó con su marido, Decker.
Mientras que Anders había ofrecido a Decker una cerveza, las tres mujeres habían
ido arriba a la habitación de Valerie para que la médica pudiera revisar su herida.
Dani la había examinado y anunciando que estaba sanando bien.
Uno esperaría que hubiera sido un viaje rápido. No lo fue. Las mujeres habían
comenzado a charlar sobre esto y aquello mientras subían las escaleras, y
continuaron durante todo el examen. Después, simplemente se habían quedado allí
en su habitación, hablando durante varios minutos más antes de dirigirse a reunirse
con los hombres.
Dani y Decker se habían besado y abrazado como si ella hubiera estado fuera
durante días en lugar de la hora que las mujeres estuvieron cotorreando arriba.
Luego se acurrucaron en el sofá, con el brazo alrededor de ella y la mano en su
pierna mientras el grupo seguía charlando. Los dos parecían tan conectados
mentalmente como lo estaban físicamente; terminando las frases del otro e
intercambiando sonrisas amorosas y caricias afectuosas ocasionalmente en la mejilla
o el cabello. Fue suficiente para que Valerie tuviera envidia.
Cuando Lucian regresó a casa y se sentaron a cenar, Valerie había llegado a la
conclusión de que Dani y Decker era geniales. También eran el uno para el otro.
―Hmm ―dijo Decker cuando terminó y se echó atrás. Alcanzando la mano de su
esposa, él dibujó círculos sobre el brazo y lo acarició distraídamente con el pulgar y
los dedos―. En realidad nunca los he comido antes. Pero están buenos. Mis
felicitaciones al chef.
―Chefs ―corrigió Leigh con una risa―. Valerie y Anders hicieron prácticamente
todo. Yo solamente corté la cebolla. Y me disculpo por no ofrecer algo más
elegante. Puedo culpar a Lucian por el menú.
El hombre rubio se detuvo con un perrito de chili a medio camino de la boca y miró
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a su esposa con asombro.
―¿Qué? ¿Por qué me culpas por los perritos calientes? Nunca había oído hablar de
ellos antes de esta noche tampoco.
―Sí, pero fue tu hijo quien me dio el extraño deseo de perritos calientes y patatas
fritas ―dijo como si eso debiera ser obvio.
Lucian la miró brevemente, y luego se encogió de hombros.
―Bueno, al menos tiene buen gusto. Estoy de acuerdo con Dani. Estaba bueno.
Leigh se rió y le apretó el brazo cuando él se metió la última mitad de su perrito de
chili en la boca y lo masticó con satisfacción.
―Tú crees que todo es bueno.
―Todo lo que me sirves está bueno ―dijo después de tragar―. Afortunadamente,
parece que tenemos gustos similares para la comida.
―Así somos nosotros también ―comentó Dani―. Me pregunto si es por eso que
los nanos…
―¡Dios mío! ―interrumpió Leigh, su bebida repentinamente rompiéndose sobre la
mesa.
Sólo había un poco de agua, pero parecía correr por todas partes, y Valerie
rápidamente cogió la servilleta para ayudar a absorber el líquido aún cuando Lucian
lo hizo al otro lado de Leigh.
―Gracias ―dijo Leigh.
―No ha pasado nada. Era sólo agua y no había mucho ―señaló Valerie y puso la
servilleta mojada en su plato. Ella se levantó y empezó a recoger los platos. Todo el
mundo parecía estar bien, y el desorden sólo podría conducir a más accidentes.
―No tienes que hacer eso ―protestó Leigh, levantándose también―. Tú y Anders
se encargaron de la cocina. Yo voy…
―Siéntate y relájate mientras el resto de nosotros llena el lavavajillas ―dijo Lucian
con firmeza, poniéndose de pie también.
―Tiene razón, Leigh ―dijo Dani, levantándose―. Con todos nosotros ayudando
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sólo nos llevará un minuto. Pon los pies en alto y relájate.
Fueron rápidos limpiando la mesa y llenando el lavavajillas. Valerie entonces puso
el café antes de unirse a los demás en la mesa. Cuando se sentó, Dani dijo―: Leigh
mencionó que eres veterinaria en Winnipeg, que estás aquí tomando algunos cursos
para actualizar tus habilidades.
―Sí ―gruñó Valerie―. Esa fue la idea, pero si no capturan a este tipo en los
próximos días, tendré que renunciar a los cursos hasta el próximo semestre y si eso
sucede, tendré que regresar a casa.
―¿Qué? ―Anders se volvió hacia ella bruscamente.
Valerie se mordió el labio, no muy feliz ante la idea. Le hubiera gustado llegar a
conocerlo mejor, pero si no podía hacer el curso ahora, tendría que hacerlo el
próximo semestre y no sería justo estar lejos de la clínica tanto tiempo. Suspirando
ante la sola idea, dijo―: Eso es lo que mi consejero académico dijo cuando hablé
con él hoy. He faltado a las dos primeras semanas de clase ya. Me dijo que si no
estoy de vuelta el lunes, entonces tendría que dejarlo y volver a empezar el próximo
período.
Anders frunció el ceño, su mirada disparándose a la de Lucian.
Fue Leigh quien dijo preocupada―: No puedes ir a casa, Valerie. No con él todavía
ahí fuera.
―En realidad, probablemente es mejor si lo hiciera ―dijo Valerie y señaló―: Él no
tiene forma de saber que estoy en Winnipeg, así que estaría a salvo allí y con Anders
no teniendo que perder el tiempo jugando a la niñera podría ayudar a cazarlo.
Un silencio sepulcral se reunió ante este anuncio cuando todos los demás
intercambiaron miradas.
―Pero tus cursos ―dijo Anders finalmente―, querías actualizarte.
―Y todavía lo haré, pero no puedo hacerlo si no puedo asistir a las clases ―señaló
razonablemente.
Otro momento de silencio pasó, con todo el mundo intercambiando miradas que no
entendía y luego Lucian dijo bruscamente―: Entonces tendrá que asistir a las clases.
Cuando Valerie lo miró con sorpresa, añadió―: Anders te acompañará.
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―Oh. ―Ella vaciló brevemente y luego negó con la cabeza―. No creo que lo dejen
asistir conmigo.
―Podrían ―dijo Dani lentamente―. He oído hablar de las clases de auditoría que
toman las personas. Incluso conocí a alguien que auditaba en un par de las mías. Ella
tuvo que obtener el permiso del instructor y el jefe de departamento, y creo que del
consejero del programa también.
―Entonces él conseguirá el permiso ―dijo Lucian como si fuera la cosa más
sencilla del mundo. Cuando Anders frunció el ceño ante esa noticia, añadió
solemnemente―: Es eso o que ella y Roxy entren en un avión de regreso a
Winnipeg.
Por alguna razón, esas palabras le sonaron a Valerie de mal agüero, y ciertamente
Anders reaccionó como si lo fueran. Su boca se apretó con gravedad, y asintió con la
cabeza.
Era viernes ahora, pero al parecer asistiría a las clases el lunes y Anders iría con ella.
La idea la hizo sonreír. No quería ir a casa, y no porque quisiera evitar a su ex. Sino
porque no quería dejar a Anders. La hacía sentir cosas que nunca había
experimentado antes, y quería más.
Ella lo deseaba.
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Capítulo 10 nders terminó de sorber nuevamente la segunda bolsa de sangre y miró el
reloj de la mesita de noche mientras tiraba la bolsa vacía. Una mueca
reclamó sus labios cuando notó que eran las seis y media. A pesar de
quedarse hasta tarde para visitar a Dani y Decker anoche, había puesto el
despertador a las 6:15 de esta mañana para asegurarse de que estaba despierto y
abajo antes de que Roxy despertara a Valerie para salir. Esperaba prevenir otro
incidente como la mañana anterior, la alarma resonando y despertando a Lucian y a
Leigh. Pero al parecer, se había tomado más tiempo de lo que esperaba para entrar y
salir de la ducha, ponerse unos vaqueros y una camiseta negra. Esperó, sin embargo,
ganarles en llegar hasta ahí abajo.
Caminando con los pies descalzos hacia la puerta, Anders aceleró la marcha al
pasillo, reduciéndola cuando se acercó a la puerta de Valerie y vio que estaba
abierta. Se detuvo y llamó ligeramente. Cuando no hubo respuesta, la abrió y miró
dentro. La cama estaba vacía, al igual que la habitación en sí, y a través de la puerta
del baño abierta pudo ver que este también estaba vacío.
Maldiciendo entre dientes, Anders se precipitó hacia la escalera, desesperado por
llegar a Valerie antes de que abriera las puertas francesas. Con cada paso que daba,
seguía esperando el repentino estruendo de la alarma. Pero hizo todo el camino hasta
la sala de estar sin que ocurriese. Vio a Roxy primero. El pastor alemán estaba en la
cocina, engullendo su comida. Valerie estaba en las puertas francesas, mirando el
panel de seguridad con los hombros caídos. Anders exhaló un suspiro de alivio y
dijo—: Yo me ocuparé de eso.
Valerie miró por encima de su hombro sorprendida, mientras él cruzaba la
habitación hacia ella.
—Dijiste que Roxy salía a las seis y media, así que puse la alarma —explicó,
haciendo una pausa a su lado.
—Oh, siento mucho que tuvieras que levantarte. Agradecida, pero lo siento —dijo
A
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Valerie con suavidad, manteniendo la voz baja para evitar molestar el sueño de
alguien cuando llegó junto a ella para teclear los números en el panel de seguridad
que apagaría la alarma.
—No hay problema —le aseguró. Terminado con el panel, se dio la vuelta y miró
hacia Roxy que ahora estaba lamiendo el tazón vacío en busca de las migajas
sobrantes—. Veo que has encontrado una manera de distraer a Roxy de salir a la
calle.
—Tenía que hacer algo, se quejaba de forma lastimosa hasta que le mostré los
alimentos. Eso la hizo olvidar por un momento que tenía que salir —dijo Valerie
con ironía.
—Ella es una perra a la que le gusta su comida —dijo Anders secamente mientras la
perra se volvía y se dirigía hacia ellos. Se agachó para abrir la puerta, pero se detuvo
cuando vio la correa colgando de la mano de Valerie.
Al ver la dirección que sus ojos habían tomado, Valerie sonrió y levantó la correa.
—Le prometí a Roxy una caminata después de hacer sus necesidades y de que
comiera —explicó Valerie—. No ha tenido una desde… bueno, un largo tiempo.
Asintiendo, él abrió la puerta para que Roxy pudiera salir.
—Sólo déjame agarrar mis zapatos y lo haremos.
—Oh, no quiero molestarte —protestó de inmediato—. No tienes que…
—Guardaespaldas, ¿recuerdas? —dijo Anders con suavidad—. Tengo que estar
contigo para proteger tu cuerpo.
—Correcto —murmuró Valerie, sonrojándose mientras se deslizaba a su lado para
seguir a Roxy fuera de la casa—. Esperaremos en el patio trasero.
Anders asintió y cerró la puerta detrás de ella, su mirada fija encontrando la forma
encorvada de Roxy junto a la piscina. Sus ojos se estrecharon cuando se movieron
de nuevo a Valerie. No había visto ninguna bolsa en sus manos. Sabiendo que las
necesitaría, con rapidez se dirigió a la cocina y sacó un rollo del cajón de la cocina
donde habían sido almacenadas. Volvió a la puerta justo cuando Valerie se volvió de
repente y se dirigió hacia ella. Abriendo la puerta, él extendió la mano, con el rollo
de bolsas en su palma.
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—Gracias —dijo Valerie con una pequeña risa mientras cogía el rollo—. Acabo de
recordarlas.
En el momento en que sus dedos tocaron las bolsas, Anders cerró su mano sobre la
de ella. De inmediato la empujó hacia delante, incluso mientras él abría más la
puerta, y se inclinaba para besarla. Fue sólo un roce rápido de sus labios sobre los de
ella, no podía arriesgarse a nada más que eso. Tan poderoso era el placer compartido
de los compañeros de vida, que podría terminar rodando desnuda en la terraza si se
arriesgaba a más que eso. Aunque sólo el roce de los labios agitaba el deseo de más
en él, se las arregló para romper el beso y retirarse para pronunciar un ronco—:
Buenos días.
Su voz era débil y entrecortada cuando ella respondió—: Buenos días.
Anders sonrió lentamente, luego se retiró y cerró la puerta entre ellos. Era
consciente de que Valerie no se apartó, pero se levantó y lo vio alejarse. Podía sentir
sus ojos en él mientras salía de la habitación.
Valerie miró a su alrededor por el sonido de la puerta y ofreció una sonrisa tímida
cuando Anders volvió a aparecer, con zapatillas deportivas. Había sido rápido en
conseguir los zapatos, pero Roxy había sido más rápida. Estaba con la correa puesta
y de pie junto a Valerie cuando salió a reunirse con ellos.
—¿El camino o el bosque? —preguntó Anders mientras se acercaba.
Valerie no necesitaba preguntarle qué quería decir. ¿Quería caminar con Roxy por la
calle o por el bosque? Debatió brevemente el asunto. El bosque sería más
interesante, pero no tenía ni idea de si había senderos a través de él, y aunque el sol
comenzaba a hacer su aparición, no sería capaz de penetrar en los árboles. Sería más
oscuro allí, tal vez oscuro como la noche.
—¿Es seguro andar por el camino? —preguntó ella finalmente.
—Bastante seguro —dijo él en voz baja.
—Está bien. El camino entonces.
Asintiendo, Anders tomó su brazo y comenzó a caminar, guiándola alrededor de la
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casa al patio delantero. Roxy de inmediato se puso a caminar junto a Valerie.
—¿A qué hora Dani y Decker se marcharon anoche? —preguntó ella, para llenar el
silencio mientras caminaban.
—Tarde —dijo con sequedad, lo que hizo que Valerie sonriera.
—Anders, ya era tarde cuando me fui a la cama y no mostraban signos de
movimiento. ¿Cuánto más tarde es tarde?
—Una hora o algo así después de que te fueras a la cama —respondió y añadió—:
Ellos, como Leigh y Lucian, son amantes de la noche.
—Caray, por lo que has dormido mucho menos que yo —dijo Valerie en tono de
disculpa—. Lo siento, pero te lo agradezco. No sé lo que habría hecho con Roxy una
vez que terminara de comer si no hubieras estado allí para abrir la puerta. Ella habría
estado desesperada después.
Anders se encogió de hombros.
—Está bien. Siempre puedo tomar una siesta después.
—Es probable que vaya hacer eso también —murmuró cuando empezaron a subir el
camino de entrada a la carretera, y luego preguntó de repente—: ¿Cuántos años
tienes?
Era una pregunta que había comenzado a reflexionar la noche anterior, cuando se
había ido a la cama. Todo el mundo que había conocido desde que despertó aquí
parecía tener de veinticinco a treinta años. La mayoría de ellos más cerca de
veinticinco por su conjetura. Anders, sin embargo, parecía más cerca de los treinta,
pero tal vez era sólo una ilusión por su parte ya que tenía treinta. Valerie nunca
había salido con alguien más joven que ella. Aunque supuso que una diferencia de
dos años no sería gran cosa. Su abuela por el lado de su madre había sido cuatro
años mayor que su abuelo y su madre había sido dos años mayor que su padre.
Parecía ser una tendencia en la familia. Podía manejar la diferencia de edad de un
par de años, si eso era todo lo que era.
—Más viejo que tú —dijo Anders al fin, recuperando su atención.
—Tengo treinta años —dijo, por si acaso pensaba que era más joven.
—Lo sé. Tu licencia de conducir estaba en tu cartera —señaló.
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—Ah, claro —dijo Valerie con ironía, y luego preguntó dubitativa—: ¿y tú eres más
viejo? —Cuando Anders asintió, le miró con atención a la cara, pero sin verla en
realidad—. ¿Cuánto más?
—¿Por qué es mala educación preguntarle a una señora su edad, pero no es grosero
preguntárselo a un hombre? —preguntó en lugar de responder y Valerie consideró la
pregunta.
—Supongo que porque los hombres no suelen ser sensibles acerca de su edad —dijo
después de un momento.
—Yo lo soy.
Valerie se volvió hacia él con sorpresa.
—¿En serio?
—En serio —le confirmó.
—¿Así que no me dirás tú edad? —preguntó ella incrédula.
—No en este momento. Pero lo haré más adelante —dijo.
—Más adelante, ¿cuándo? —preguntó con interés.
—Cuando nos conozcamos mejor.
—Huh —murmuró Valerie, callándose durante un momento y miró a su alrededor al
llegar al final de los árboles que bordeaban el paseo. Salieron a la carretera. Estaban
en una zona rural: la casa más cercana estaba al otro lado de la carretera y esto era
en medio de un campo a su derecha. La casa siguiente de este lado de la carretera
estaba a un completo campo de distancia, y supuso que el campo era del tamaño de
dos campos de fútbol.
—Bueno, ahora sé por qué es tan tranquilo cuando estamos sentados afuera —
comentó cuando empezaron a subir por el camino.
Anders sonrió, pero no hizo ningún comentario.
—Está bien, si no me dices tu edad, dime cuántos hermanos y hermanas tienes —
sugirió.
—¿Por qué? —preguntó Anders divertido.
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—Porque tanto como disfruto de tus besos, no me gusta ser besada por gente sobre
la que no sé nada —dijo Valerie sin rodeos y se detuvo, girándose hacia él en
pregunta cuando se dio cuenta de que sus pasos habían vacilado y que había llegado
a un punto muerto. Su expresión era inestimable, tenía que decirlo. Por un momento,
parecía como si se hubiera tragado la lengua.
Elevando las cejas, ella le preguntó—: ¿Qué? No es una gran sorpresa que me
gusten tus besos.
Por alguna razón, eso hizo que una lenta sonrisa apareciera en el rostro de Anders.
—No, creo que no —reconoció—. Supongo que estoy sorprendido de que estés
dispuesta a admitirlo.
Valerie resopló y se volvió para seguir caminando.
—No es que no fuera obvio. Quiero decir, estaba sobre ti y por todas partes las dos
últimas veces que me besaste.
—Sí, lo estabas —asintió Anders con una sonrisa.
—¿Te regodeas mucho? —preguntó ella con diversión seca, y luego solicitó—: ¿Y?
¿Hermanos y hermanas?
—Ninguno —respondió de inmediato.
—¡Dios mío, eres hijo único! —dijo con una mueca exagerada.
—¿Qué hay de malo en eso? —preguntó Anders con sorpresa.
—El hijo único es el consentido. Reciben toda la atención, todo el foco, todos los
juguetes, todo de todo, de lo que normalmente se reparte entre varios hermanos —le
respondió simplemente, y luego añadió—: Yo lo sé. Fui hija única también.
Anders se echó a reír, pero luego dijo—: Bueno, tal vez eso es cierto en ti y en la
mayoría de los hijos únicos. Pero no hay mucho con lo que ser consentido cuando
eres huérfano.
—¿Fuiste huérfano? —preguntó Valerie sorprendida.
—Sí.
Valerie lo miró en silencio y luego se volvió de nuevo hacia delante, murmurando—
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: Bueno, eso es caldo de pescado de diferente olla.
—¿Por qué es algo malo? —le preguntó con el ceño fruncido.
—No está mal, simplemente…
—No es bueno —sugirió él y Valerie sonrió a su descontento. Por alguna razón le
gustaba agitar sus plumas. Tal vez porque sospechaba que sus plumas no eran
agitadas a menudo.
Siendo más seria, ella le preguntó—: ¿Qué edad tenías cuando murieron tus padres?
Anders se quedó en silencio durante un minuto, debatiendo cómo responder a eso, y
la manera de responder a todas las preguntas que vendrían a continuación. No quería
mentirle. La quería para ser su compañera de vida y la mentira no era una buena
manera de empezar, pero no podía decirle la verdad ahora mismo. O pensaría que
estaba loco, o entonces él tendría que explicarle acerca de los inmortales, y no creía
que estuviera preparada para esa explicación todavía. Podría no estarlo nunca.
Suspirando por el pensamiento deprimente, Anders decidió que lo mejor que podía
hacer era decirle tanto de la verdad como pudiera y sólo dejar de lado los detalles
que pudieran necesitar explicaciones… como el hecho de que había nacido en 1357.
—Mi padre, Ilom, murió antes de que yo naciera —dijo en voz baja, pensando que
eso era lo bastante seguro como para decirlo—. Y mi madre, Leta, cuando tenía
doce años.
—Lo siento —dijo Valerie en voz baja, y luego preguntó—: ¿Vas a hablar sobre
ellos?
—Mi padre era de Sofala —dijo, dejando de lado que su padre había sido un esclavo
Zanj.
—¿Sofala? — preguntó con incertidumbre.
—Es una provincia de Mozambique. Al sur de Pemba, en la costa del este de África
— explicó, sin mencionar que era Nova Sofala ya desde hacía un tiempo.
Continuando con lo que podía decirle, dijo—: El padre de mi padre era árabe. Su
madre era una mujer de la localidad de Bantu.
—¿Y tu madre? ¿Leta?
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—Vasca.
—¿Española?
Él asintió, y luego frunció el ceño. Eso no era del todo cierto. Ella había venido de la
Atlántida en un principio, pero se había asentado en el País Vasco y lo consideró su
hogar durante siglos. Había sido su casa cuando había conocido a su padre.
—¿Cómo se conocieron? —preguntó Valerie con curiosidad.
—Mi madre viajaba mucho. Estaba visitando a una amiga y mi padre... trabajaba
para ella —terminó Anders, y Valerie lo miró con curiosidad. Supuso que
sospechaba que había estado a punto de decir algo más, y eso sería exacto. Casi
había dicho que su padre había sido un esclavo de esa amiga de su madre, pero se
había contenido a tiempo.
—¿Así que lo conoció a través de esta amiga? —preguntó—. ¿Estaban enamorados?
—Eran compañeros de vida —dijo solemnemente—. Planeaban pasar su vida juntos.
—¿Cómo murió tu padre?
Esa pregunta le hizo dudar, pero finalmente dijo—: Fue asesinado por haber elegido
a mi madre.
Valerie parpadeó.
—¿Qué?
Anders hizo una mueca. Se estaba haciendo un poco complicado ya el no mentir. Su
padre, Ilom, había sido el esclavo de otro inmortal, Alecto. Ella había sido amiga de
su madre durante algunos siglos. Su madre había ido a visitarla durante uno de los
períodos en los que tenía que dejar su casa para que nadie se diera cuenta que no
envejecía. Si las cosas hubieran salido como querían, su madre habría regresado diez
o veinte años más tarde, diciendo ser la hija o sobrina de ella, que había heredado
todo. Así era como la mayoría habían manejado el tema del no envejecimiento en
los tiempos antiguos.
Sin embargo, su madre había conocido a su padre y se dio cuenta que era su
compañero de vida. El problema era que él era uno de los esclavos pertenecientes a
la familia de Alecto y cuando su padre había llamado su atención, Alecto, que al
parecer nunca se molestó mucho en fijarse en los esclavos antes de eso, dijo no
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poder leerlo o controlarlo tampoco. Ella había afirmado que también era su posible
compañero de vida, y como era el esclavo de su familia, Alecto lo quería para ella.
Su padre, sin embargo, ya se había dado a sí mismo a su madre y la había elegido
por encima de su ama.
Eso no fue nada bien. Alecto había tratado de mantener a sus padres separados e
Ilom y Leta habían huido. Y habían sido cazados por ello.
Hablando despacio y con cuidado, dijo—: Había quienes pensaban que mis padres
no deberían estar juntos. Mi padre y mi madre fueron cazados. Ellos planeaban
escapar en un barco. Mi madre lo consiguió, pero mi padre fue asesinado antes de
llegar.
Él miró a Valerie para ver cómo estaba tomando esta parte de la historia y la
encontró sumida en sus pensamientos, con el ceño fruncido en su rostro. Anders
sospechaba que estaba pensando que el problema había sido la diferencia de color,
su padre era un hombre negro y su madre una mujer blanca. Y eso podría haber sido
un problema entre la gente de esa época, pero nunca había sido un problema entre
los atlantes. Sin embargo, era útil si pensaba que ese era el problema. Pero sólo si no
preguntaba sobre ello y lo obligaba a evadir la pregunta o mentirle, él no la haría
cambiar de idea.
Para su alivio, dejó estar la cuestión y se limitó a preguntar—: Si tu padre era
africano y tu madre española, ¿cómo es que tu apellido es Andronikov? ¿Ese era el
nombre de la familia que te adoptó después de que tu madre murió?
Negó con la cabeza.
—No, era el nombre del hombre que le dio a mi madre un refugio seguro para darme
a luz cuando aterrizó en Rusia. Ella tuvo que cambiar su nombre y esconderse
después de que mataran a mi padre. Eligió su nombre para que pudiéramos vivir
bajo su protección.
—Oh —dijo en voz baja—. ¿Te crió después de la muerte de tu madre?
Anders sonrió ante la idea. Andronik, ahora conocido como San Andronik, había
sido el hegumen de un monasterio. El equivalente ruso de un abad. Anders no se
había criado en un monasterio. Ni siquiera había nacido en uno. Andronik había
dado a su madre refugio en una pequeña cabaña cerca del monasterio y le había
dado su comida. Pero ninguno de ellos había puesto un pie en el monasterio.
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—No, él ya se había ido para entonces —dijo Anders finalmente—. O debería decir,
que nosotros nos fuimos. Mi madre sólo aceptó su ayuda hasta que me dio a luz.
Una vez que se había recuperado lo suficiente, nos trasladamos.
—Entonces, ¿quién te crió desde los doce años después de su muerte? —preguntó
Valerie con el ceño fruncido.
—Deberíamos regresar —dijo Anders en lugar de responder.
Valerie miró a su alrededor, observando lo lejos que estaban de la casa, luego asintió
y regresó por el camino por donde habían venido. A los pocos pasos, ella repitió—:
Entonces, ¿quién te crió desde los doce años?
—Fui adoptado por la familia de un amigo que había hecho —respondió con
sinceridad, con voz cada vez más ronca. El recuerdo era doloroso para él.
—¿Por qué la familia de un amigo? ¿No tienes familia? —preguntó Valerie con el
ceño fruncido.
—No —le dijo simplemente.
Valerie frunció el ceño ante eso y le preguntó—: ¿Cómo murió tu madre?
Anders dudó, pero luego suspiró y admitió—: Las mismas personas que mataron a
mi padre mataron a mi madre.
Valerie se detuvo consternada.
—¿Tu madre fue asesinada también? Y doce años después que tu padre… ¿por las
mismas personas? Querido Dios, ¿quién hace eso?
—¿Determinadas personas que no tienen nada mejor que hacer? — sugirió,
intentando un tono ligero que fracasó estrepitosamente.
Lo que dijo era cierto o, al menos, parte de la verdad. El tiempo no era el mismo
para un inmortal, doce años era una mísera cantidad de tiempo en alguien que vivía
siglos. Aun así, hubo más que determinó que Alecto no tenía nada mejor que hacer.
La forma en que ella lo veía era que le había sido robado un posible compañero de
vida, y quería castigar a alguien por ello. Eso se había convertido en su obsesión.
Los había cazado con la ayuda de su familia, lo que los obligó a desplazarse con
frecuencia y repetidamente. Su infancia con su madre había sido una serie de
diferentes casas y constantes correr y esconderse. A diferencia de Alecto, Leta no
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había tenido una gran red de apoyo. Había salido de la Atlántida sola, excepto por
sus amigos y su mejor amiga que se había convertido en su peor enemiga. Estaba
sola.
En verdad, su madre no tuvo oportunidad y el hecho de que había sobrevivido tanto
tiempo era una combinación de pura suerte y pura voluntad de ver a su hijo
sobrevivir. Y lo había hecho. Se las había arreglado para mantenerlos a ambos vivos
durante doce años. En su duodécimo cumpleaños, ella le envió en su primera caza en
solitario de un donante de sangre. Habían estado practicando durante los últimos dos
meses, con él saliendo solo y ella después en caso de que hubiera problemas. Pero
esa noche le había enviado completamente solo, advirtiéndole que no iba a estar allí
para vigilar su espalda por lo que debía ser muy cuidadoso. Y lo había sido, había
regresado esa noche lleno de orgullo y de triunfo sólo para descubrir que ella había
sido menos cuidadosa, o tal vez menos afortunada.
Anders había visto el carro y varios caballos cuando se había acercado a la cabaña.
Sólo habían estado viviendo allí durante un par de semanas. No habían hecho
amigos, pero nunca lo hacían. Él y su madre solo una vez se atrevieron a permanecer
en un lugar el tiempo suficiente como para ese tipo de cosas y no había sido así en
ese momento.
Con la cobertura del bosque, se había deslizado hacia la parte trasera de la cabaña y
se acercó sigilosamente a la ventana. El cuerpo de su madre estaba tirado en el
suelo; su cabeza, sin embargo, había sido puesta sobre la mesa y Alecto estaba
ordenando a sus hombres que viajaran a la aldea para que los caballos no le
asustaran a su regreso. Uno de los hombres había sugerido que bastaba que dejaran a
Anders solo. Leta había pagado, no había necesidad de llevar a cabo la venganza de
Alecto con el hijo, pero ella se había negado. El niño, como ella lo había llamado,
reemplazaría a su padre como su esclavo.
Anders se había escabullido y logró evadirlos. Había regresado a la cabaña algunas
semanas más tarde para encontrar que se había quemado hasta el suelo. No quedaba
nada de su vida con su madre, ni siquiera una baratija o un recuerdo para llevar con
él. Se marchó de nuevo entonces y había vagado brevemente, pero los recuerdos del
verano feliz que había pasado en un pequeño pueblo en España el verano anterior lo
habían llevado allí. Era el único lugar donde se habían quedado más que un puñado
de semanas y sabía que la única razón por la que se habían quedado allí tanto tiempo
fue que su madre no había tenido el valor de arrastrarlo lejos del único amigo que
había logrado durante su infancia solitaria de correr y esconderse.
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Pedro Álvarez tenía once años como él aquel verano. También había tenido un poco
de diablo en él, como le habían llamado entonces. Ahora lo habrían llamado un
buscapleitos o recaudador del infierno. Pedro siempre estaba escapando de su niñera
y tutores, y huyendo del castillo que su familia habitaba. Lo cual era lo que él había
hecho la noche que Anders lo había encontrado. Anders mismo había sido enviado a
buscar leña para la fogata, mientras su madre iba de caza. Ella lo había sacado antes
por la tarde para supervisar su alimentación, y luego lo había devuelto a su
campamento, sugiriéndole que encontrara un poco de leña, mientras iba a buscar su
propia comida.
Apenas había comenzado su tarea cuando Anders se encontró con Pedro pescando
tal vez un cuarto de milla a lo largo de la orilla del lago cerca de su campamento.
Después de un susto inicial ante su repentina aparición, Pedro lo había saludado sin
miedo y con alegría y le invitó a compartir el queso, el pan y el vino que se llevó de
contrabando de las cocinas del castillo.
Había sido el comienzo de una firme amistad. Rápidamente los dos se habían vuelto
tan cercanos como hermanos. Pedro se escapaba del castillo cada noche y Anders lo
esperaba. Los dos corrían a través de los bosques y campos, siempre terminando en
la orilla del agua donde yacían en la hierba, mirando las estrellas y compartiendo sus
sueños para el futuro. Pedro planeaba ser un valiente caballero y señor de su pueblo,
y Anders soñaba con el día en que matase a la perversa de Alecto, vengando a su
padre y asegurando que su madre no tuviera que correr y esconderse más y que
pudiera quedarse en un solo lugar al menos durante más de unas cuantas semanas.
Pedro era la única persona a la que Anders había revelado alguna vez su historia. No
todo, por supuesto. Él no le había dicho que era inmortal. Solo que Alecto, celosa,
mató a su padre y ahora los buscaba a él y a su madre como castigo porque su padre
amaba a su madre. Pedro había jurado solemnemente que le ayudaría a matar a
Alecto.
Cada noche, cuando Pedro lo dejaba, Anders regresaba al campamento que
compartía con su madre, aterrorizado de la noche en que ella decidiría que tenían
que levantar el campamento y seguir adelante. Al final, casi todo el verano había
pasado antes de que ella hiciera el temido anuncio. Cuando instintivamente trató de
protestar y convencerla de quedarse, ella reveló que sabía de su amigo, que sabía
que iba a ser difícil dejarlo, pero que se habían quedado demasiado tiempo y sus
perseguidores los habían alcanzado. Había visto a uno de los hombres de Alecto en
el pueblo esa noche. Tenían que seguir adelante. Anders ni siquiera había tenido la
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oportunidad de decirle adiós a su amigo. Ellos se habían marchado de inmediato.
Mirando hacia atrás, Anders sospechaba que la bondad de su madre en dejarle tener
un amigo ese verano había sido el principio del fin para ellos. Para todos ellos,
incluyendo a Pedro y su familia. Alecto y su gente habían captado su olor en esa
aldea y habían estado sobre ellos como una jauría de perros de caza, siempre
pisándoles los talones durante los siguientes seis meses, hasta que los habían
alcanzado en su cumpleaños y habían asesinado a su madre. Seis semanas después,
Anders se había encontrado a sí mismo de nuevo en ese lago en España, a la espera
de Pedro.
Al enterarse de la muerte de su madre, Pedro había insistido en que viniese a su
hogar en el castillo con él. Estaba seguro de que sus padres le darían la bienvenida
como su amigo. Anders había sido más escéptico. La bondad no había sido una
materia que había experimentado en su vida, pero la madre de Pedro había sentido
lástima por él siendo huérfano, y al enterarse de que su madre le había enseñado a
leer y escribir, el padre de Pedro había decidido que sería un buen escudero después
de un intenso entrenamiento de combate personal para que alcanzara a los otros
escuderos de su edad. Sería su escudero, y al final se convertiría en uno de sus
caballeros, le aseguró el padre de Pedro.
Lo que habían seguido eran los seis meses más maravillosos de la vida de Anders.
Con un poco de control mental se las había arreglado para organizar su formación de
manera que tenía la menor exposición a la luz solar como era posible. Pero también
había trabajado duro para complacer al padre de Pedro como escudero, y había sido
tratado con amabilidad y cariño… justo hasta la noche en que Alecto y sus hombres
lo habían seguido hasta allí, deslizándose en el castillo durante la noche y
asesinando a toda la familia, incluyendo a las tres hermanas menores de Pedro.
Anders y Pedro habían estado corriendo, jugando a la batalla y pescando como lo
hacían la mayoría de las noches cuando ocurrió. No fue hasta que se deslizaron de
nuevo en el castillo que se dieron cuenta de que algo andaba mal. Había sangre.
Anders la había olido al momento en que Pedro abrió la puerta de piedra de los
túneles secretos en el pasillo de arriba, donde estaban los dormitorios. Su amigo
mortal no había captado el olor, pero a Anders, con el excepcional sentido del olfato
inmortal que poseía, el olor lo había hecho detenerse con brusquedad en la entrada,
oliendo el aire con repentina alarma.
No fue hasta que Pedro había silbado—: Vamos, o seremos atrapados. —Que
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Anders se había dado cuenta, al tiempo que se había detenido para olfatear el aire,
que Pedro había seguido y estaba ahora en su puerta del dormitorio. A pesar de que
Anders había abierto la boca para silbar una advertencia y llamarlo para devolverlo
a la seguridad de los túneles hasta que supieran qué sucedía, la puerta de la
habitación de Pedro se abrió y uno de los hombres de Alecto estuvo sobre su amigo.
No hubo ninguna pregunta, ni amenazas, ni advertencias. El bastardo había cogido
al sorprendido Pedro por el cuello, lo levantó, y rasgó su garganta con un
movimiento borroso.
Anders se había congelado en estado de shock y horror. Aunque había pasado toda
su vida huyendo y escondiéndose de estas personas, en realidad nunca había visto a
Alecto y a sus hombres en acción. Incluso con su madre, el ataque ya estaba
concluido y ella estaba muerta cuando se acercó a la cabaña. La crueldad y la
violencia de este ataque eran incomprensibles para él, impresionantes. Eso lo había
dejado temblando e incapaz de moverse… hasta que otra puerta se abrió y Alecto
salió llevando a varios hombres fuera de la alcoba de la madre y el padre de Pedro.
Apenas había contado seis hombres saliendo de la habitación cuando un golpe había
regresado sus ojos a donde el cuerpo sin vida de Pedro había sido arrojado al suelo
del pasillo, como basura. Uno de los hombres lo vio entonces y gritó, y Anders
había saltado hacia atrás, dejando la puerta de piedra cerrada entre ellos.
Él había empezado a correr entonces, tomando las escaleras por el pasaje secreto de
dos a la vez, hasta que irrumpió en el túnel bajo el castillo. Esto lo llevó a una cueva
en el borde de un claro más allá de los muros del castillo y Anders había huido a
través de él, con su mente en un caos total. El miedo, la ira, y la pérdida habían
luchado en su cerebro, dejándolo incapaz de aferrarse a cualquiera emoción. Había
corrido hasta que no pudo correr más, y entonces se derrumbó en el bosque y estuvo
llorando hasta que el sol se levantó.
Algo aturdido y sin importarle por completo el daño que el sol podría causarle
después, Anders regresó por donde vino. Sabía que Alecto y sus hombres se habrían
ido para entonces y esperaba encontrar que Pedro de alguna manera había
sobrevivido. También quería, necesitaba, saber qué había pasado con el resto de la
familia que lo había acogido en su seno.
Ni siquiera había tenido que salir de los túneles. La sala estaba repleta de sirvientes
llorando cuando había abierto la puerta del pasaje secreto y una lectura rápida del
más cercano le había dicho todo lo que necesitaba saber. Alecto y sus hombres
habían matado a todos los miembros de la familia, a su hija de tres años de edad, e
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incluso a algunos de los sirvientes.
Anders había escapado por la puerta de piedra cerrada, y después simplemente se
sentó hundiéndose en el polvo y las telarañas del túnel, abrumado por la perdida y la
culpa. Les había traído esto a Pedro y a su familia por estar allí. Fue una dura
lección. Había aprendido que nadie estaría a salvo cerca de él siempre y cuando
Alecto lo persiguiera, y se había dado cuenta de que Alecto nunca dejaría de cazarlo
mientras viviera. La mujer estaba obsesionada hasta el punto de la locura.
Después de dos días con sus noches acurrucado en aquel paso oscuro y frío con su
dolor, Anders descendió a los túneles y se dirigió hacia el claro, renacido con un
propósito. Nunca volvería a dejar que nadie se acercara a él. Nunca se quedaría en
alguna parte el tiempo suficiente como para que Alecto y su gente le alcanzaran.
Crecería y entrenaría en el combate, y cuando fuera lo bastante fuerte y hubiera
aprendido lo suficiente, iría a matar a esa perra y a cada uno de los hijos de puta que
viajaban con ella.
—Lo siento.
Anders miró a Valerie entonces, y esbozó una sonrisa.
—Fue hace mucho tiempo.
—No mucho —dijo sonando muy solemne, pero claro ella pensaba que sólo había
sido una década o dos, cuando en realidad habían sido siglos. Más de 644 años.
Mucho había pasado desde entonces, incluyendo el envío de Alecto y de cada uno
de sus hombres a reunirse con su padre y su madre en la muerte. Eso había sucedido
diez años después del día de la muerte de su madre, y en el claro donde una vez
estuvo la cabaña donde su madre había muerto. Había elegido el lugar y la fecha, y
simplemente dejó que Alecto y sus hombres le alcanzaran.
Anders dudaba que Alecto siquiera reconociese el claro o su significado.
Encontrando a su caballo en el claro donde lo había dejado, ella envió a sus hombres
a buscarlo en el bosque y él los había alcanzado de uno en uno hasta que sólo la dejó
a ella.
Anders había soñado con ese día tan a menudo en los últimos años… Había pensado
que sentiría alivio o reivindicación cuando llegase. Pero al final, no había sentido
nada en absoluto una vez que se enfrentó, luchó, y decapitó a la perra. Eso no le
devolvió a su madre, o a Pedro y su familia, y se había llevado el único propósito
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que tuvo durante la última década. Se había quedado allí sintiéndose como un
hombre hueco, sólo medio vivo y moviéndose mecánicamente. Había seguido
sintiéndose así durante mucho tiempo. Durante siglos había estado viajando
alrededor, uniéndose a varios grupos de mercenarios y pasando su vida hundiéndose
hasta las rodillas en sangre y cadáveres, contratando sus servicios por monedas, y
nunca preocupándose demasiado por la causa o sus compañeros. Eso había sido
justo hasta que se había encontrado a Lucian.
Lucian Argeneau tenía un camino para él. Cuando te miraba, parecía ver justo bajo
tu alma, y había mirado el alma de Anders y le ofreció lo que necesitaba: un
propósito. Lucian le había convencido de que se convirtiese en un Ejecutor y que lo
ayudara no sólo a mantener a los mortales como Pedro y su familia a salvo, sino
también a evitar que lo que le había sucedido a su madre y a su padre le sucediera a
otros inmortales desafortunados. Ese propósito le había ayudado a comenzar a
sentirse humano de nuevo. Todavía estaba reticente y cuidaba de abrirse a sí mismo
a los demás, pero contaba con Lucian tanto como amigo y como jefe, y había otros
que trabajaban con él que lo llamaban amigo… Y luego estaba Valerie. Pensó que
podría abrirse a ella. Quería. Sin duda, le había dicho más de lo que la mayoría sabía
de su historia. El problema era que, una vez más, alguien que le preocupaba corría
peligro. La única diferencia era que esta vez él no traía el peligro.
—Tenemos que cambiar de tema —anunció Valerie.
Anders la miró ante esas palabras, sonrió con ironía, y arqueó una ceja.
—¿Demasiado deprimente para ti?
—Sí —admitió ella, luego le palmeó el brazo, y agregó—: Pero gracias por
compartirlo.
Por alguna razón eso hizo que Anders quisiera reír, que no era algo que hacía a
menudo. Pero entonces, se había encontrado divertido y sonriendo mucho desde la
llegada de Valerie a su vida… le gustaba… y no quería perderla. Tenía que tener
éxito donde había fallado con su madre, con Pedro y con su familia. Tenía que
mantenerla a salvo.
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Capítulo 11 upongo que pasará un rato antes de que Leigh y Lucian se
levanten —comentó Valerie mientras se acercaban a la casa.
—Sin duda. Por lo general, duermen toda la mañana —dijo
Anders—. Supongo que estamos por nuestra cuenta para el desayuno.
—¿Crees que a Leigh le importará si lo hacemos nosotros mismos? —preguntó ella.
Anders sacudió la cabeza y se acercó para abrirle una de las puertas francesas que
daban a la cocina.
—Dijo que éramos bienvenidos para lo que quisiéramos.
Valerie dejó escapar un suspiro de alivio cuando salió por la puerta. La caminata le
había dado hambre, y estaba preocupada de que tuvieran que esperar para comer
hasta que Leigh y Lucian se levantaran.
—¿Qué te apetece para el desayuno? —preguntó Anders, cerrando la puerta una vez
que Roxy trotó dentro.
Valerie se encogió de hombros.
—No estoy segura de lo que hay. Supongo que unas tostadas estarán bien.
—¿Tostadas? ¿Después de ese paseo? —preguntó Anders con las cejas levantadas,
deteniéndose frente a ella. Mientras Roxy caminaba a su alrededor, olfateando el
suelo, le preguntó—: Tenemos más opciones que tostadas. Hay tocino, huevos,
salchichas, cereales, pomelo, o tostadas, si lo deseas. Pero me gustaron esas
salchichas con panqueques que comimos ayer y estaba pensando en comer eso.
—Esas salchichas estaban bien —estuvo de acuerdo ella con una sonrisa, luego se
tambaleó un paso adelante, poniendo sus manos en el pecho de Anders para
sostenerse a sí misma cuando algo fue presionado en la parte posterior de sus
rodillas, haciéndola perder el equilibrio. Al mirar hacia abajo y alrededor, Valerie
—S
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vio que era la correa. Roxy había caminado alrededor de los dos y luego de vuelta
detrás de Anders para llegar a su plato.
—¿La entrenaste para que hiciera eso? —preguntó Anders, con las manos agarrando
su cintura.
—¡No! Por supuesto que no. —Valerie se quedó sin aliento, horrorizada de que
pudiera siquiera pensar en eso. Se relajó, sin embargo, al ver el brillo burlón en sus
ojos.
—Bueno, dijiste que mis besos te gustaban —señaló con voz ronca y burlona
mientras sus manos se deslizaban por su espalda y le instaban a acercarse—. Tal vez
estabas esperando más.
Valerie podía sentir el calor del rubor en sus mejillas. Era en parte por su burla y en
parte porque su cuerpo zumbaba por todas partes donde él la tocaba. Bajando la
mirada a su pecho, donde sus dedos ahora nerviosamente tiraban del algodón negro
de su camiseta, murmuró—: Tal vez lo hacía.
—Como lo desees —susurró Anders y cuando ella levantó la mirada con los ojos
muy abiertos, sus labios se posaron en los de ella. Valerie había pensado que debía
haber imaginado la pasión que había estallado entre ellos las dos últimas veces que
se habían besado. Que de alguna manera su memoria lo había hecho parecer mejor o
más fuerte de lo que realmente era. Pero en todo caso, su memoria había sido como
una imagen descolorida, incapaz de retener la vitalidad y la fuerza bruta del calor y
la necesidad que se desató en el interior de Valerie cuando sus labios se
encontraron. Era una mujer adulta, no era la primera vez que había besado, pero
maldita sea, nadie había provocado una reacción tan violenta dentro de ella como él
lo hacía. Se derritió y explotó, todo al mismo tiempo.
Cuando él rompió el beso para arrastrar su boca por su mejilla, Valerie recuperó el
suficiente sentido común como para darse cuenta de que había dejado caer la correa
de Roxy y se envolvía alrededor de él como la hiedra que se aferra... y él estaba tan
envuelto a su alrededor como ella. Sus brazos estaban a su alrededor, con las manos
detrás sobre su espalda y sus costados, con una pierna entre las de ella y con la otra
abrazaba la parte exterior de su otra pierna mientras sus labios le encontraban la
oreja y comenzaban a penetrarla. Ella lo soportó durante un momento, luego giró la
cabeza volviendo a buscarlo de nuevo.
Anders respondió a su silenciosa petición y volvió a besarla, empujando su lengua
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agresiva en su boca mientras una de sus manos se desviaba alrededor para encontrar
un pecho. Ambos gimieron en la boca del otro mientras su mano se ahuecaba en
él. Cuando la pierna entre las suyas se levantó entonces, y se frotó contra ella,
Valerie pensó que el asalto de tres vertientes de placer podría matarla. Fue
increíblemente abrumador, parecía venir de todas partes, saltando a través de ella en
oleada tras oleada.
Valerie no estaba al tanto de que había empujado su camiseta hasta que él tiró la
copa de su sujetador a un lado y el aire frío llegó a su pezón. Gimiendo en su boca,
aceleró sus caricias mientras apretaba y amasa la carne suave, y luego comenzaba a
tirar de sus pezones.
—Semmy —suplicó cuando él rompió el beso, luego jadeó cuando inclinó su
espalda sobre un brazo y bajó la cabeza para reclamar su pezón, tirando con su boca
y enviando un nuevo motín de sensaciones a través de ella. Valerie clavó los dedos
en sus hombros y gruñó, un sonido repetido por Anders. Ahora sus dos manos
estaban en su espalda, una sujetándola mientras la otra... trabajaba en su sostén,
cuando notó de pronto que este se soltó a su alrededor.
Anders de inmediato levantó la cabeza y reclamó su boca de nuevo. Valerie
devolvió sus besos con entusiasmo, jadeando al sentir el cuero fresco del sofá a su
espalda y se dio cuenta de que la había bajado allí. En el momento siguiente, su
cuerpo cubrió el de ella y él rompió el beso. Sosteniéndose a sí mismo en un brazo,
utilizó la otra mano para empujar la tela sedosa de su sostén lejos de sus pechos. Sus
ojos se deslizaron sobre su piel caliente. Valerie se retorció bajo su mirada, y luego
gimió cuando su boca se inclinó para reclamar un pezón.
Cuando luego su mano libre cubrió el otro, Valerie jadeó y arqueó la espalda, una
mano se deslizaba alrededor de su cuello y la otra cubriendo su mano y apretando
aún cuando él ya lo hacía. Estaba tan abrumada por las sensaciones que se movían
en ella que Valerie era lenta para notar que no estaba haciendo nada a
cambio. Nunca había sido una amante egoísta, pero ahora estaba tomando y no
dando. Y eso hablaba del efecto que él tenía sobre ella. Caramba, todo lo que estaba
haciendo era sostenerse con todas sus fuerzas para no ahogarse en la pasión vaciada
sobre ella.
Soltando la mano que había estado agarrando, Valerie deslizó su mano en su espalda
y la dirigió hasta su trasero. Le apretó el cachete, instándole con más fuerza contra
ella y luego comenzó a deslizar su mano entre ellos. Había llegado a la parte
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superior de sus pantalones cuando Anders de inmediato dejó lo que estaba haciendo
y se agachó para coger su mano.
—Pero…—la protesta de Valerie terminó cuando su boca cubrió la de ella.
El beso de Anders fue determinado y duro, mientras cogía sus dos muñecas con una
mano y las levantaba sobre su cabeza, sosteniéndolas en su lugar para que ella no
pudiera tocarlo. Mientras tanto, la otra mano se deslizaba de su mejilla hasta su
pecho, por su vientre y al interior de sus vaqueros. Fue entonces cuando se dio
cuenta de que en apariencia había desabrochado sus vaqueros en algún momento,
mientras ella estaba distraída, permitiendo que su mano se deslizara fácilmente entre
su piel, la ropa interior y entre sus piernas.
Valerie se sacudió bajo él, jadeando y haciendo ruiditos gimientes en su boca
mientras sus dedos rozaban su piel sensible. También separó sus piernas, dándole un
mejor acceso. Anders aceptó la invitación, sus dedos se sumergieron en su centro
húmedo.
Su toque provocó una explosión de placer dentro de Valerie que se construyó y se
precipitó sobre ella oleada tras otra bajo su caricia. Fue increíble, abrumador,
abarcándolo todo y aterrador. Ella quería que se detuviera y no quería que
terminara. Quería ahogarse en el placer que se estaba creando y temía hacerlo.
El cuerpo de Valerie se arqueó como un arco tenso y tembloroso. Sus ojos se
apretaron bien cerrados y mientras estaba desesperadamente chupando su lengua,
con él cubriendo su boca con la suya, ya no pudo encontrar los medios para hacer
siquiera eso. Su boca estaba abierta para él mientras jadeaba pequeñas bocanadas de
aliento más rápido y más profundo con cada roce de sus dedos sobre ella.
Cuando de repente apretó un dedo en ella sin dejar de acariciarla, la tensión dentro
chasqueó como un hilo. Valerie gritó en su boca, se sacudió con violencia, y luego
finalmente se ahogó bajo el placer que la agredía y se hundió en la oscuridad.
Cuando Valerie murmuró adormilada y se movió, atrayendo su pierna a lo largo de
él, Anders abrió los ojos para mirarla. Estaba acurrucada a su lado, con un brazo y
una pierna sobre él y la cabeza en su pecho. Ella se movió otra vez, con su pierna
ahora deslizándose hacia abajo. Demonios. Incluso esa pequeña caricia involuntaria
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durante el sueño envió escalofríos de placer a través de él. Pero entonces su cuerpo
todavía estaba sensibilizado después de lo que había pasado.
Anders había disfrutado cada segundo de placer que le había dado a Valerie,
experimentando cada onda y oleada de excitación y placer que había viajado a través
de ella, incluyendo el orgasmo final que los había abrumado a los dos. Valerie no
era la única que se había desmayado. Pero Anders había despertado primero.
Consciente de que Valerie se avergonzaría si eran encontrados en el sofá por Leigh o
Lucian, y sin saber cuánto tiempo se quedaría inconsciente, Anders la había
levantado y llevado hasta su habitación. Le había quitado los vaqueros, la camiseta y
el sujetador para estar más cómoda. Luego se había despojado de sus bóxers y se
metió en la cama con ella. Quería estar allí cuando ella se despertara, para
asegurarse de que no estaría demasiado asustada por lo que había sucedido.
La intimidad entre los compañeros de vida no era una experiencia sexual de todos
los días. Anders había tenido en su cama a cientos, tal vez incluso miles de mujeres
durante el primer siglo o dos de su vida, y nunca había experimentado nada
igual. No había nada ni siquiera cercano.
Sus pensamientos huyeron cuando Valerie volvió a moverse y pasó una mano por su
cara. La acción le hizo sonreír. Ella había estado babeando sobre él durante la última
media hora, mientras dormía. Al parecer, estaba lo suficiente despierto como para
sentir el líquido que goteaba a través de su propia piel antes de caer sobre su pecho.
Levantando la cabeza, Anders miró su cara a tiempo para ver sus ojos parpadear
abiertos. Un segundo más tarde, se puso rígida entre sus brazos, luego se irguió y
golpeó su barbilla con la parte superior de su cabeza. Haciendo una mueca, Anders
dejó que su cabeza cayera de nuevo en la cama.
—Ay —murmuró Valerie, seguido con un…—, lo siento.
—Está bien —dijo Anders con una sonrisa irónica, frotándose la barbilla con la
mano que no estaba envuelta alrededor de su espalda.
—Estamos en mi habitación —notó ella sorprendida.
—Te traje hasta aquí —explicó Anders, y cuando levantó la sábana que los cubría a
ambos para mirarse a sí misma, añadió—: Y te quité tus vaqueros y lo demás de
modo que estuvieras más cómoda.
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—Me dejaste las bragas —dijo ella, ruborizándose.
—Sí. No quería hacerte sentir incómoda.
—Gracias —susurró, y luego rió avergonzada—. Supongo que es una tontería que
me hubiera dado vergüenza si no las hubieras dejado, pero...
—Pero lo habrías estado —terminó Anders con comprensión.
Valerie asintió, y luego echó la cabeza hacia atrás, con cuidado esta vez, y lo miró
con incertidumbre.
—Me desmayé, ¿no? Nunca me he desmayado antes. Nunca.
Anders dudó y luego dijo—: Tu sistema es más débil de lo normal en este momento,
y estabas sobre tu espalda, ejerciendo presión sobre la herida. —Todo eso era cierto,
por supuesto, pero no era la razón por la que se había desmayado.
—No sentí ningún dolor —dijo con el ceño fruncido.
—Estabas más bien distraída —señaló él con delicadeza.
Valerie se sonrojó y bajó la cabeza otra vez brevemente. Cuando la levantó un
momento después, había una determinada expresión en su rostro.
—Sí, en definitiva estaba distraída. Y egoísta. No llegaste a…
—Está bien —la interrumpió Anders, sabiendo a dónde se dirigían sus
pensamientos. Sentía como si todo hubiera sido de un solo lado, él le había dado
placer disfrutándola, mientras ella no le había dado nada a él. No podía estar más
lejos de la verdad, pero no podía decirle eso, o explicarle cómo pudo disfrutar de su
placer con ella.
—Eso es dulce, Anders, pero no está bien —dijo Valerie en un suspiro y se
incorporó lo suficiente como para mirarlo a la cara. Ella comenzó a deslizar su mano
por su estómago cuando dijo—: Podría hacer por ti lo que tú…
Se detuvo abruptamente cuando Anders cogió la mano que casi había llegado a la
cima de sus bóxers. Tan tentado como estaba, no podía dejar que lo tocara. Aunque
ciertamente le daría placer, Valerie también experimentaría el placer con él y no
podía explicarle eso sin revelarle todo. No estaba preparada para oír la verdad de sus
orígenes todavía.
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Llevando sus dedos a sus labios, le dio un beso en ellos, luego le soltó la mano para
deslizarla alrededor de su cuello y atraer su cara a la suya. Su beso fue tan ligero y
dulce como lo había sido en sus dedos. Por lo menos, él quiso que lo fuera, pero en
el momento en que sus labios se encontraron, la pasión volvió con fuerza como un
tren de carga. Tambaleándose bajo el golpe, Anders rodó en la cama, apretando a
Valerie en el colchón mientras su cuerpo cubría el de ella. La sensación de su piel
contra la suya era estimulante, con el pecho desnudo de él, sus piernas desnudas
entrelazándose con las suyas... Todo empezó con un clamor en su cuerpo que era
imposible de ignorar.
—Semmy... —Valerie se quedó sin aliento cuando él apartó la boca de la de ella
para seguir un rastro por su cuello.
Anders sonrió contra su cuello por el apodo. Nunca nadie le había llamado así. Su
madre lo había llamado sólo alguna vez Semen, y todos los demás le habían dado el
nombre de Anders y nada más. Pero le gustaba Semmy. En los labios de Valerie
sonaba como un cariño o una plegaria.
Valerie se movió debajo de él, deslizando los talones hacia abajo, a la parte trasera
de sus pantorrillas y luego hincándolos para poder arquear su pelvis hacia él. La
acción tuvo un efecto inmediato. La sangre corrió a su ingle, convirtiendo la semi-
dureza que había estado construyéndose allí en una llena y furiosa erección.
Gruñendo en el fondo de su garganta, Anders enredó los dedos de una mano en su
pelo y tiró, atrayendo su cabeza hacia atrás y alargando el cuello mientras empujaba
de vuelta. Ambos gimieron por la pasión que se apresuró a través de ellos, y Anders
sintió sus colmillos deslizarse hacia afuera. Se quedó paralizado por un instante,
luego permitió que rasparan suavemente a través de su carne, temblando con ella
antes de forzarlos de nuevo a donde pertenecían, continuando hasta la cresta de un
seno y cerrándose por encima de su pezón.
—Oh, Dios, Semmy, Semmy, Semmy… —respiraba Valerie, acunando su cabeza
mientras se amamantaba.
Anders mordisqueó su carne a la ligera, y luego levantó la cabeza para reclamar sus
labios una vez más antes de caer más abajo de su cuerpo, sus labios y su lengua
saboreando la parte superior de su estómago, su vientre, y sumergiéndose en su
ombligo...
—¿Semmy? —Ella se estremeció bajo sus bromas, sus piernas moviéndose sin
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cesar. Cuando él metió los dedos en la cinturilla de sus bragas y comenzó a bajarlas,
Valerie levantó su trasero para ayudarle. Él las deslizó por sus piernas y luego las
dejó caer al suelo mientras se levantaba para eliminar sus bóxers. En el momento en
que se levantó, Valerie se levantó también y fue a ayudarlo. Anders no creía que
hubiera algo malo en ello hasta que ella buscó su erección mientras sus bóxers
estaban aún alrededor de sus rodillas.
Anders aspiró una bocanada de aire por la descarga de placer, pero fue distraído casi
de inmediato por el grito que ella lanzó mientras experimentaba el placer con
él. Cuando levantó sus ojos confundidos hacia él, Anders le rozó la mano y acarició
la cabeza para besarla. Fue un rápido beso duro, destinado a distraerla del placer
compartido, pero sabía antes de levantar la cabeza que no había funcionado y no se
sorprendió cuando ella de inmediato frunció el ceño y dijo—: Anders, yo…
Eso fue lo que él le permitió decir. Capturando sus piernas debajo de cada rodilla,
tiró de ella hasta el borde de la cama, se puso de rodillas entre sus piernas y buscó
una forma más efectiva de distraerla. En el momento en que sus labios se apretaron
contra su cálido núcleo, Anders supo que había encontrado la manera perfecta para
hacerle olvidar lo que había experimentado. Infiernos, él estaba teniendo problemas
para recordar de qué estaba tratando de distraerla mientras el placer comenzaba su
curso a través de él en crecientes oleadas.
Anders prácticamente los empujó sobre el borde con su boca; de cierto modo, los
dos estaban oscilando en ese borde cuando Valerie de repente gritó su nombre y tiró
de sus orejas casi con dolor. De inmediato recordó lo que había empezado todo
esto. Su sensación de que había sido injusto que él la hubiera complacido antes sin
que, según ella, él ganara cualquier placer similar.
Maldiciendo, Anders se situó de una vez, le cogió las piernas con las dos manos y
empujó dentro de ella. Se congeló entonces, apenas consciente del largo gemido que
tanto él como Valerie emitieron juntos. Todo de lo que él era consciente, por un
momento, fue de cómo condenadamente bien se sentía estar enterrado en ella,
tenerla caliente, cerrando ese calor húmedo a su alrededor como un guante,
apretando y pulsante. Nada jamás en su vida se había sentido tan bien y por un
momento no pudo moverse, ni quiso. Pero luego Valerie se movió, envolviendo sus
piernas detrás de su culo y arqueándose contra él.
Anders comenzó a moverse entonces, retirándose y empujando de nuevo. Pero tanto
como estaban, bastaron sólo unos pocos golpes para que se fueran a la vez gritando
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y luego se hundieran en el pozo oscuro del placer.
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Capítulo 12 alerie abrió los ojos y se encontró mirando el rostro peludo de Roxy. Ella
sonrió irónicamente al ver sus ojos tristes, y luego Roxy se movió y giró un
poco de modo que pudiera rascase la oreja con la pata posterior.
—Maldita sea —respiró Valerie.
—¿Qué pasa?
Mirando a su alrededor a la pregunta de Anders, Valerie sonrió tímidamente cuando
vio que estaba tumbada de espaldas, con la cabeza sobre su brazo mientras él yacía
de costado, mirándola adormilado. Lo último que recordaba era que estaba
extendida sobre la cama de lado con él entre sus piernas. Supuso que la había
movido de nuevo después.
—Me desmayé de nuevo.
Anders sonrió lentamente.
—¿Será debido a mi habilidad superior como amante?
Valerie se rió ante la mirada de suficiencia en su rostro, pero dijo—: Supongo que
debe ser... eso y mi herida. Tal vez no he recuperado mi sangre todavía.
—Tal vez —dijo suavemente.
Un gemido de Roxy le llamó la atención de nuevo y Valerie comenzó a mover las
sábanas y las mantas a un lado con un suspiro, pero se detuvo cuando recordó que
estaba desnuda.
—¿Tímida? —bromeó Anders ligeramente mientras se levantaba, completamente,
gloriosamente y descaradamente desnudo.
—Un poco —admitió Valerie, sus ojos vagaron sobre su cuerpo. Maldita sea, el
hombre era hermoso. Era como un dios griego, músculos ondulando bajo la piel
moca sin manchas. ¿Cómo iba a atreverse a mostrar su cuerpo menos-que-perfecto
V
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ante él?
—Aquí.
Valerie logró arrastrar los ojos hasta su cara, pero se detuvo en el camino al notar la
ropa que le tendía.
—Adelante, vístete. Tengo que ir al baño —dijo él.
Valerie le vio cruzar la habitación, sus ojos fundidos en su apretado trasero mientras
caminaba. Maldita sea. Esto simplemente no era justo. El hombre tenía un trasero
más bonito que ella. ¿Y esas piernas? Guau. Cuando la puerta del baño se cerró,
cortando su vista, Valerie dio una pequeña sacudida a su cabeza y volvió su atención
para vestirse lo más rápido que pudo. No tenía ni idea de cuánto tiempo estaría en el
cuarto de baño.
Anders se tomó el tiempo suficiente como para que Valerie se vistiese, se cepillase
el pelo y le enganchara la correa a Roxy cuando salió del cuarto de baño. Para su
asombro, él también estaba vestido. Debía haberse llevado su ropa al baño consigo
antes. ¿Cómo se había perdido eso? No tuvo que preguntar mucho sobre ello. Había
estado tan ocupada comiéndome con los ojos su trasero, que él podría haber estado
usando una cabeza de alce y no me habría dado cuenta, reconoció Valerie
irónicamente.
—Imagino que Roxy tiene que salir —comentó Anders mientras se acercaba.
—Sí. Por desgracia, yo también —dijo Valerie cuando se detuvo frente a ella.
—Puedo salir con ella mientras utilizas el baño —ofreció, tomando la iniciativa.
—Gracias — dijo con sincera gratitud. Ella realmente tenía que ir—. Vuelvo en un
minuto.
—No hay prisa —le aseguró, en dirección a la puerta con Roxy trotando
obedientemente detrás de él—. Toma una ducha si quieres.
Valerie no esperó a verlo partir, inmediatamente se dirigió al cuarto de baño. No
tenía la intención de ducharse, pero después de atender a otros asuntos, tomó nota de
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la ducha todavía goteando, dándose cuenta que Anders debía haberse dado una
ducha rápida antes de vestirse, y decidió que tal vez quería una, después de todo.
Pero una rápida.
Con su largo cabello para lavar con champú y enjuagarse, y la necesidad de
afeitarse, Valerie no era tan rápida como Anders, pero aún era bastante rápida.
Cuando salió, se cepilló el pelo, poniéndolo de nuevo en una cola de caballo y luego
se fue a su habitación para encontrar ropa limpia. Un vistazo por la ventana
mostraba un día caluroso y soleado, por lo que en lugar de los pantalones vaqueros
que había llevado aquella mañana, cuando estaba más fresco, Valerie se puso un par
de pantalones cortos de color rojo y una camiseta blanca.
Anders y Roxy todavía estaban fuera cuando bajó, así que se dirigió a reunirse con
ellos, frunciendo el ceño y murmurando otro—: Maldita sea —cuando Roxy se
sentó a rascarse.
—¿Qué pasa? —preguntó Anders, avanzando hacia ella.
—Roxy debería haber tomado su píldora de pulgas hace tres días —contestó
Valerie.
Anders se detuvo y miró de vuelta a una Roxy todavía rascándose. Frunció el ceño y
dijo—: Bueno, ¿seguro que las pulgas no pueden haberla infectado ya?
Valerie sonrió.
—No, probablemente sólo se rasca por la piel seca o algo así, pero si no obtengo su
píldora, podría conseguir pulgas.
—Supongo que las pastillas están en Cambridge —dijo con una mueca.
—Sí —admitió, pero se apresuró a añadir—: El veterinario más cercano debe ser
capaz de suministrarlas, sin embargo. No hay necesidad de conducir todo el camino
a Cambridge.
—Bien —dijo Anders, obviamente aliviado. Miró a la casa, y luego a Roxy y
finalmente a Valerie y le dijo—: Bien, podríamos ir a recogerlas ahora. Podemos
tomar el desayuno fuera.
—O el desayuno-almuerzo —dijo Valerie con ironía con una mirada a su reloj. Eran
después de las 11 ahora. Habían estado uno junto al otro durante horas. Bueno, no
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realmente, suponía. Más bien uno arriba y el otro abajo, pensó y luego dijo—:
Supongo que tendremos que llevar a Roxy con nosotros. No me gustaría dejarla aquí
sola. Podría hacer travesuras.
—Puedes dejármela a mí —anunció Leigh, llamando su atención sobre su presencia
en las puertas francesas abiertas.
—Buenos días —dijo Valerie, ofreciendo una sonrisa y preguntándose por qué
estaba repentinamente ruborizada. No era como si la mujer supiese lo que había
pasado entre ella y Anders mientras que Leigh y su marido estaban durmiendo justo
en el pasillo. No habían sido ruidosos. ¿Lo habrían sido?
—Buenos días —respondió Leigh, alcanzando fuera para apretar la mano—. Vayan
y consigan las pastillas. Estoy feliz de cuidar de Roxy mientras estén fuera.
—¿Estás segura? —preguntó Valerie.
—Positivo —le aseguró Leigh—. Roxy es un encanto, y ella va a hacerme compañía
hasta que Lucian se despierte.
—Gracias —dijo Anders—. ¿Hay algo que necesites mientras estamos fuera?
Leigh vaciló, y luego preguntó—: ¿Te importaría hacer una parada en la tienda de
comestibles de regreso?
—No, en absoluto —le aseguró—: ¿Qué necesitas?
Miró hacia la casa, y luego dijo—: Sé que necesitamos pan y leche, pero puede
haber un par de cosas más. Lo comprobaré y anotaré una lista si te parece bien.
—Por supuesto —dijo Anders con diversión y luego tomó el brazo de Valerie para
impulsarla a la casa. Cuando atravesó el salón y el pasillo, dijo—: Ve a coger los
zapatos y el bolso. Sacaré el coche del garaje para acercarlo a la puerta.
—Está bien —estuvo de acuerdo Valerie y comenzó a girar hacia la escalera, sólo
para que Anders girara la espalda y reclamara sus labios. Ella vaciló bajo la caricia,
pero luego deslizó sus brazos alrededor de su cuello y lo besó cuando él lo
profundizó. Maldita sea, un beso y estaba lista para arrastrarlo hasta su habitación.
Apenas había tenido la idea cuando Anders rompió el beso y le sonrió.
—Ve, o terminaremos de nuevo en la cama y Roxy y Leigh tendrán que
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arreglárselas.
Un poco aturdida aún por el beso, Valerie asintió en silencio y se volvió hacia las
escaleras, enrojeciendo al rojo vivo cuando miró por el pasillo y vio a Leigh
sonriente observándolos desde la cocina.
Sacudiendo la cabeza, Valerie corrió rápidamente a las escaleras, tratando de
recordar a que iba allí. Era condenadamente embarazoso, pero sólo un beso de
Anders la dejaba como una completa imbécil.
—Caray, no hay un solo lugar para aparcar —murmuró Anders, escaneando el
estacionamiento atestado de la clínica veterinaria—. Tendré que buscar un lugar en
la calle.
—O puedes aparcar en doble fila aquí y yo podría correr —sugirió Valerie. Cuando
él frunció el ceño ante la sugerencia, ella hizo rodar sus ojos—. Puedes ver a todo el
mundo yendo y viniendo por aquí y sólo será un minuto. Estaré bien.
Frunció los labios, dejó escapar el aliento en un suspiro y asintió.
—Está bien, pero grita mi nombre si me necesitas. Te oiré.
—Claro que lo haré —dijo Valerie con diversión, y luego se inclinó para darle un
beso, pero se contuvo en el último minuto. Era demasiado arriesgado. Sus besos la
encendían. Además, no estaba segura de si tenía derecho. Valerie no estaba muy
segura de lo que estaba pasando entre ellos todavía. Habían tenido sexo, seguro,
muy caliente, sexo alucinante, pero eso no significaba que tenía derecho a darle un
beso cuando quisiera, o tratarlo como un novio. Diablos, ni siquiera habían tenido
una cita, sin embargo, y no tenía ni idea de si la tendrían, o si él querría. Tal vez no
era más que una aventura para él.
Suspirando por la situación en que había conseguido meterse, Valerie forzó una
sonrisa y se deslizó con rapidez fuera del coche, diciendo—: Vuelvo enseguida.
La clínica estaba tan ocupada en el interior como el estacionamiento sugería. Cada
asiento en el lugar estaba ocupado y el suelo estaba lleno de perros, gatos, soportes y
jaulas con animales más pequeños. También había tres personas en la fila, esperando
para inscribir a sus animales.
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Valerie tomó su lugar al final de la cola y miró a su alrededor mientras esperaba.
Había un Doberman pinscher con una pata herida, un sheltie acostado de mirada
triste, un labrador que parecía estar perdiendo su cabello, un gato que estaba
maullando sin parar... Señaló mentalmente cada animal, haciendo una rápida
evaluación y resolviendo qué tratamiento requería. Era un ejercicio mental para
pasar el tiempo, pero la hizo desear bastante su propia clínica. Valerie amaba ser
veterinaria, siempre lo había hecho. No fue a la escuela todo ese tiempo para una
carrera que no le gustase y Valerie amaba a los animales. Cuidar de ellos era su
trabajo ideal.
—¿Señora?
Valerie miró hacia adelante, sorprendida al ver que era su turno en el mostrador.
Cualquiera de las dos mujeres que controlaban el servicio aquí eran particularmente
eficaces, o había pasado más tiempo analizando los animales de lo que se había dado
cuenta.
Sonriendo, se acercó al mostrador y explicó la situación. Resultó ser un poco más
complicado de lo que esperaba. Esta clínica era muy estricta y le hizo llenar un
formulario de paciente para Roxy, enumerando su cumpleaños, nombre completo,
fecha de las últimas vacunas, etcétera. Valerie cambió a lo largo del mostrador para
dar paso a la siguiente persona mientras rellenaba rápidamente la información
pertinente. Estaba medio escuchando a los dueños de las mascotas que dieron un
paso hasta el mostrador detrás de ella, y acababa de terminar de rellenar el
formulario cuando su oído cogió una voz de mujer.
Haciendo una pausa, Valerie levantó la cabeza y echó un vistazo, mirando con
curiosidad a la pequeña rubia de pelo corto, que charlaba con facilidad con el
recepcionista. Su voz era familiar. Se parecía un montón, terriblemente a una de las
mujeres que habían sido enjauladas en la casa del horror con ella, Cindy…
—Lo siento, señorita MacVicar —dijo un hombre en una bata de médico (uno de los
veterinarios, supuso) apareciendo al otro lado de la barra—. Tuve que escribir el
archivo.
Valerie se quedó inmóvil, con los ojos corriendo sobre la mujer. Era ella: Cindy
MacVicar. Sus ojos se deslizaron al portador de gatos que la mujer llevaba. Cindy
les había dicho que tenía un gato llamado Mittens.
—Está bien, Doc —dijo la rubia con una sonrisa—. Mittens y yo no tenemos prisa.
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Asintiendo, el hombre se dirigió a la recepcionista y comenzó a dar instrucciones y
Valerie inmediatamente se acercó más a lo largo del mostrador, diciendo—: ¿Cindy?
—¿Sí? —La rubia se giró, una pequeña cicatriz en la comisura de la boca se
arrugaba mientras sonreía con incertidumbre. Inclinando su cabeza mientras miraba
a Valerie, frunció el ceño—: Lo siento. ¿Te conozco?
—Sí —dijo ella a la vez, y luego admitió—: Bueno, no por la vista. Lo siento, soy
yo, Valerie Moyer —explicó, y cuando la expresión de la mujer permaneció en
blanco, agregó—: ¿De la casa?
Cindy sacudió la cabeza con desconcierto.
—¿Qué casa?
La pregunta hizo que Valerie frunciera el ceño, pero ella explicó—: ¿La casa de Igor
y su jefe?
—¿Igor? —Cindy se hizo eco con diversión, pero negó con la cabeza—. Lo siento.
No sé de lo que estás hablando.
Valerie la miró con desconcierto. Sabía que era ella. Su voz era un poco distinta,
aguda y rápida. Sonaba como la Cindy MacVicar de la casa. ¿Y cuántas Cindy
MacVicars podrían tener un gato llamado Mittens?
Decidida, Valerie se acercó más aún y dijo—: ¿Las jaulas? Fuiste secuestrada una
semana y media antes que yo. Estuviste allí por lo menos durante tres semanas.
Tienes que recordar.
—Lo siento. Creo que usted me confunde con otra persona —dijo Cindy
suavemente. En realidad lo dijo como si no supiera si Valerie estaba lo bastante
estable mentalmente, y luego agregó—: Estuve de vacaciones durante un mes, hasta
antes de ayer. Acabo de regresar.
—Aquí están las píldoras, Dra. Moyer. ¿Ha terminado con el formulario?
Valerie se volvió con confusión, ya que la recepcionista puso un paquete en el
mostrador. Ella lo miró fijamente, y luego asintió y entregó el formulario con la
información de Roxy. Comenzó a tomar las píldoras, ya volviendo a Cindy, pero la
recepcionista dijo—: ¿Quiere pagar en efectivo o débito?
Valerie hizo una mueca. Casi había olvidado pagar. Abrió el bolso, sacó su cartera y
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sacó el dinero necesario.
—Gracias. Buscaré el cambio —dijo la recepcionista cuando ella lo entregó. Luego
miró a Cindy—. Srta. MacVicar, el doctor se olvidó de pesar a Mittens. Si usted
sigue a Joan, lo hará ahora para el archivo.
—Por supuesto.
Valerie miró a Cindy seguir a la segunda recepcionista de la sala, el desconcierto
encima de su mente. Lucian había dicho que las mujeres querían seguir adelante con
su vida y olvidarse de lo que les había pasado, pero esto era ridículo. Era como si
Cindy realmente no tuviese ni idea de lo que estaba hablando. Tal vez ella no es la
Cindy correcta, pensó Valerie con el ceño fruncido. Pero la voz... Estaba segura de
que era la misma. Sin embargo, nunca había visto a Cindy y no podría estar al cien
por cien segura.
—Aquí tiene —dijo la recepcionista, retomando su atención. Ella le ofrecía su
cambio.
Valerie aceptó el cambio con un pequeño suspiro, murmuró—: Gracias —y se
volvió para salir de la clínica.
—¿Sra. Moyer?
Se detuvo y miró hacia atrás.
—Las píldoras de Roxy. —La recepcionista las sostenía.
Valerie volvió rápidamente a recogerlas, muy consciente de que la sala se había
quedado en silencio, todo el mundo la miraba con especulación ahora, incluso la
recepcionista. Supuso que soltar lo de ser secuestrada no habían sido demasiado
inteligente. Y la negación completa de Cindy no había ayudado. Todos se estaban
preguntando sobre su estado mental, supuso. Cuidado con la señora loca.
Forzando una sonrisa, Valerie aceptó el paquete de píldoras y se volvió para salir de
prisa.
—¿Está todo bien? —preguntó Anders mientras subía al coche un momento
después.
—Sí —murmuró Valerie, empujando el paquete en su bolso y poniéndose
rápidamente el cinturón de seguridad. Pero luego le preguntó—: ¿Viste la casa
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donde estábamos confinadas?
—Sí —respondió, frunciendo el ceño un poco.
—¿Las jaulas?
Él asintió, mirándola perplejo por la pregunta.
—¿Encontraste a las otras mujeres?
Anders frunció el ceño.
—Valerie, ¿por qué…?
—¿MacVicar Cindy?
—Pequeña, rubia —le dijo con incertidumbre—. ¿Cicatriz en la boca?
Valerie se hundió de nuevo en su asiento sin responder. Había sido ella. Tenía que
serlo. ¿Por qué parecía no recordar nada acerca de su desventura? ¿O era
simplemente una excelente actriz?
—¿Valerie? —preguntó Anders.
Podía oír el ceño fruncido en su voz sin mirarlo, pero al principio no reaccionó. Su
mente estaba corriendo. Estaba recordando cuan determinado había sonado Lucian
cuando había dicho que las mujeres no querían volver a reunirse, y se preguntaba si
era porque sabía que ellas ni siquiera recordaban. ¿Habían Lucian y los demás
ejecutores de alguna manera borrado sus recuerdos? Pero, ¿cómo y por qué harían
eso?
—¿Valerie? —repitió Anders en tono preocupado ahora—. ¿Pasó algo en el interior
de la clínica del veterinario?
Ella negó con la cabeza a la vez, manteniendo instintivamente lo que había sucedido
para sí misma por ahora... al menos hasta que pudiera averiguar por qué Cindy no
recordaba nada. Al darse cuenta de que él la estaba mirando sospechosamente,
Valerie se aclaró la garganta y le mintió—: Estaba pensando mientras esperaba en la
fila y me pregunté sobre las otras mujeres. Nunca las vi, ya sabes. No las
reconocería en la calle si me encontrase con ellas.
Para su alivio, pareció relajarse, lo que, a su vez, le hizo sospechar. ¿Por qué iba a
estar aliviado de que no reconociera a las otras mujeres? Preocupándose por eso, ella
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enderezó los hombros y se recostó de nuevo.
—Sólo recordé que hay un libro que necesito para la clase del lunes.
—Oh. —Anders se volvió en su asiento y encendió el motor—. Bueno, el campus
no está lejos de aquí. Podríamos pasar por él de camino a la tienda de comestibles.
—Sí, por favor —dijo Valerie y cerró los ojos un instante. Había estado a punto de
sugerir eso, pero él lo había hecho por ella. Billie le había dicho que trabajaba en la
cafetería de la librería y Valerie tenía la intención de encontrarla y hablar con ella. Si
podía encontrarla.
Valerie apretó sus manos alrededor de su bolso. Tenía que encontrarla. Billie era la
única otra mujer que Valerie tenía la oportunidad de encontrar. Laura trabajaba en la
oficina de un agente inmobiliario, pero no había dicho cual o dónde, y Kathy estaba
en el paro y no había dicho nada que pudiera conducirla a ella.
—Entonces —dijo Anders, mirando alrededor al entrar en la librería veinte minutos
más tarde—. ¿Qué libro es el que buscamos?
—Vamos a tomar un café en primer lugar —dijo Valerie con determinación.
—¿Café? —preguntó Anders, aumentando la velocidad para mantener el ritmo con
ella mientras se apresuraba hacia adelante—. ¿Dónde?
—Hay un Tim Hortons en el nivel superior —anunció Valerie. No tenía ninguna
intención de comprar un libro. Demonios, no podía comprar un libro aquí para sus
cursos. Esta era la librería de la universidad en el Edificio MacNaughton. Para
conseguir libros para cualquiera de sus clases, tendría que ir a la Ontario Veterinary
College Book Barn en el Centro de Aprendizaje de vida OVC. Afortunadamente,
Anders no sabía nada sobre el Ontario Veterinary College de la Universidad de
Guelph.
—¿No hace algo de calor para café? —preguntó Anders cuando Valerie lo llevó al
mostrador de Tim Hortons.
Ella hizo una mueca. Tenía razón. El camino hasta aquí desde el coche la había
dejado caliente y sudorosa.
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—Podemos tener capps helados entonces.
—¿Capps helados?
—Cappuccinos helados —explicó.
—¿Cuáles son?
—¿Nunca los has tomado? —preguntó Valerie con sorpresa cuando se volvió para
buscar el nombre de las etiquetas de los trabajadores tras el mostrador. No tenía ni
idea de cómo se veía Billie. Sólo que había tenido una voz aguda y dulce. Había
sonado de unos doce años, a pesar de que había dicho que tenía veintidós años.
—No. ¿Son buenos? — preguntó Anders.
—Sí —respondió ella con aire ausente—. Son una especie de helado bebible. Están
hechos de café, azúcar, crema y cubitos de hielo, todos pasados por una licuadora.
—Hmmm. Helado bebible suena bien —dijo Anders alegremente.
Valerie sonrió distraídamente y le urgió hacia el mostrador.
—¿Por qué no pides un par? Dos capps helados grandes —añadió cuando lo vio
inseguro.
Anders asintió y se dirigió hacia el mostrador, y Valerie volvió a buscar las etiquetas
de nombre. Había leído todos los nombres de todos los trabajadores detrás del
mostrador sin detectar nada parecido a Billie y estaba a punto de darse por vencida
cuando una mujer alta, delgada y morena con el pelo recogido en una cola de caballo
provenía de la parte trasera de la tienda. Se estaba poniendo un sombrero mientras se
acercaba a la estación de sándwich. En la etiqueta se leía el nombre BILLIE.
Valerie se trasladó al otro extremo de la barra a la vez.
—Disculpe.
La morena miró y le dedicó una sonrisa amable. Su voz era alta y dulce, una que
Valerie recordó cuando dijo—: Lo siento. Tiene que hacer su pedido en el otro
extremo de la barra por las cajas.
Era ella. Esa voz era demasiado reconocible. No podía haber dos Billies con esa voz
que trabajaran en este Tim Hortons. Valerie sonrió.
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—No voy a hacer un pedido, mi... er... amigo… —dijo ella, sin saber si tenía
derecho a llamar a Anders novio o no. ¿Aunque, la verdad, a los treinta aún les
llamaban novio? Supuso que podría haber dicho amante, pero eso era sólo dar
demasiada información. Dejando de lado la cuestión de cómo llamar a Anders, dijo
solemnemente—: Mi nombre es Valerie Moyer... de la casa de las jaulas.
Billie inclinó la cabeza.
—¿Es un bar o una banda o algo así?
—No. —Frunció el ceño y sacudió la cabeza—. Billie, estoy hablando de la casa
donde estábamos cautivas en jaulas en el sótano. ¿Te acuerdas? —dijo Valerie
cuando Billie se la quedó mirando—. ¿Las jaulas en las que no podíamos estirarnos
o estar de pie? Harina de avena una vez al día. El loco y su jefe, que pensaba que era
un…
—Valerie.
Haciendo una pausa ante la voz aguda de Anders, miró a su alrededor con sorpresa
cuando él la tomó del brazo y la llevó lejos.
—Espera. No había terminado de hablar con ella.
—Sí, lo hiciste —dijo con firmeza, obligándola a seguirlo.
—Pero, Semmy, ella era una de las chicas. Tal vez podamos averiguar cómo nos
escogió a todas nosotras.
—Ella no nos puede ayudar. No recuerda.
Valerie sacudió el brazo de su agarre y se volvió hacia él.
—¿Por qué? —preguntó con gravedad. Sabía que él tenía razón. Había visto la cara
de Billie todo el tiempo que estaba hablando y no había habido una pizca de
reconocimiento o memoria en su rostro. No recordaba nada. Al igual que Cindy. Y
mientras que eso la sorprendió, Anders no estaba ni un poco sorprendido.
Apretando la boca, ella le preguntó—: ¿Qué sabes que no me estás diciendo?
La mirada de Anders se deslizó de nuevo a Billie, que observaba con curiosidad.
Volviéndose, instó la bandeja de bebidas de cartón hacia Valerie. Cuando ella tomó
automáticamente uno de los capps helados en ella, él se volvió para impulsarla a
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avanzar otra vez y dijo—: No aquí.
Valerie no protestó o luchó. Caminó en silencio junto a él hasta que se detuvo en la
planta principal de la tienda de libros y miró hacia ella.
—¿De verdad tienes un libro que necesitabas comprar?
Ella dudó, pero luego sacudió la cabeza con aire de culpabilidad. Anders no parecía
sorprendido, sino que simplemente tomó un sorbo de su bebida, cuando comenzó a
caminar de nuevo. Se quedaron en silencio todo el camino hasta el coche, pero una
vez allí, Valerie se volvió hacia él.
—¿Y? —dijo—. ¿Te importaría explicar por qué Billie y Cindy no recuerdan lo que
nos pasó?
—¿Cindy? —preguntó bruscamente.
—Se encontraba en la clínica veterinaria —dijo Valerie con gravedad—. No me
recuerda, ni a la casa ni a Igor. No recuerda nada. Y tampoco Billie. —Valerie hizo
una breve pausa, y luego preguntó—: ¿Qué está pasando?
—No aquí —repitió Anders, y cuando abrió la boca para protestar, añadió—: Tengo
que concentrarme en la conducción... al menos hasta que tengamos un lugar en el
que no seamos interrumpidos.
Soplando un suspiro, Valerie se hundió en el asiento del pasajero y se abrochó el
cinturón de seguridad. Luego volvió su atención a su helado Capp, sorbiendo
lentamente para evitar un cerebro congelado. Pensó que la llevaría de nuevo a casa
de Leigh y Lucian, pero cuando detuvo el coche un poco más tarde estaban en una
casa de campo. Parecía nueva, construida durante los últimos diez años por su
conjetura; una casa grande, de ladrillo rojo con un par de dependencias, incluyendo
un establo y corral con media docena de caballos en el mismo.
—¿Dónde estamos?
—Mi hogar —dijo, y salió del coche, dejando que lo siguiera.
Valerie se quedó mirándolo, sin saber qué hacer. No estaba segura de poder confiar
en él. No tenía la menor duda de que lo podía explicar, pero eso era porque
probablemente estaba involucrado en todo lo que había sucedido para que las otras
mujeres se olvidaran.
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¿Debería estar preocupada? Su mirada recorrió al hombre delante del coche,
mientras trataba de averiguar si podía ser una amenaza para ella o no. Valerie quería
pensar que no, pero tenía muchas preguntas que aún no habían sido contestadas.
¿Cuál era ese equipo de Ejecutores en el que Anders, Bricker, y Lucian trabajaban?
¿Por qué había sido tratada en una casa particular y no en un hospital? Ellos habían
dicho que por mantenerla a salvo, ya que su secuestrador había escapado, ¿pero
seguro que un guardia de la policía la habría mantenido a salvo? Y además, si era
tan peligroso, ¿por qué Anders había sugerido venir a recoger las pastillas? ¿Por qué
Leigh no había protestado? Demonios, no sólo no había protestado, sino que había
solicitado hacer una parada adicional.
Entonces, pensó Valerie con tristeza, ¿estaba en peligro o no? Y si no lo estaba, ¿por
qué era la única en la casa de Leigh y Lucian? ¿Y la única que aún conservaba su
memoria? Bueno, si era la única. Era posible que Laura y Kathy aún conservaran la
suya, pero sospechaba que no lo hacían.
Valerie miró a Anders mientras su mente se retorcía en circuitos tratando de
clarificar las cosas, pero al final tuvo que reconocer que la única manera de obtener
alguna respuesta era dejar que Anders se explicara. Y la única manera de hacerlo era
tener suficiente confianza en el hombre para salir de este vehículo y hacerle las
preguntas. Eso no debería ser tan difícil. Ella había estado desnuda, con este hombre
dentro de su cuerpo, hacía apenas unas horas. Había confiado en él con su cuerpo,
¿sin duda podía confiar en él con su bienestar, por el amor de Dios?
Anders sorbió lo último de su capuchino helado mientras esperaba que Valerie
decidiera si confiaba en él lo suficiente como para salir o no. Si lo hacía o no, era
importante. Necesitaba su confianza y sabía que ahora estaba un poco agitada. Pero
Anders necesitaba saber cuan agitada... y si podía recuperarla.
Suspirando, se apartó del SUV y se trasladó a tres metros de la valla del prado
delante de la que había aparcado.
El día había empezado tan bien y con tantas promesas. Había pensado que tenía más
tiempo, pero el encuentro de Valerie con Billie forzaba su mano. Bueno, su
encuentro tanto con Billie como con Cindy. Su boca se tensó al pensar en Cindy.
Había sospechado que algo había sucedido cuando Valerie había salido de la clínica.
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Ella había parecido... apagada. Diferente. No podía haber imaginado, sin embargo,
que una de sus compañeras de jaula de la casa había estado dentro de la clínica.
¿Cuáles eran las probabilidades?
El sonido de la puerta del SUV abriéndose llegó a sus oídos y Anders suspiró de
alivio. Todavía confiaba en él un poco, ahora sólo tenía que esperar que fuera
suficiente.
—Me sorprende que vivas en una granja —dijo Valerie en voz baja al llegar a la
valla y se apoyó en ella a su lado.
—La mayoría de la gente lo hace —reconoció con una débil sonrisa—. Por alguna
razón, todo el mundo parece esperar que tenga un apartamento en la ciudad o algo
así.
Valerie asintió.
—Puedo ver eso. Es porque eres tan elegante y sexy.
Anders parpadeó y miró hacia ella bruscamente.
—¿Elegante y sexy?
—¿Como si no lo supieras? —preguntó con diversión—. Estoy segura de que no soy
la primera chica que se lanzó sobre ti.
—Tú no te lanzaste sobre mí —dijo solemnemente.
—Hmm —murmuró Valerie.
Anders vio una pequeña sonrisa reclamar sus labios y luego se desvaneció con la
misma rapidez.
—¿Por qué no se acuerdan de lo que nos pasó?
Directo al grano, pensó con ironía y dijo—: Un par de mujeres estaban gravemente
traumatizadas por su tiempo en esa casa. Lucian pensó que lo más conveniente era
eliminar esas experiencias de su memoria y permitirles vivir una vida normal sin que
esas experiencias les atormentaran.
—¿Y estaban dispuestas a dejar que eso sucediera? —preguntó Valerie.
—No se les pidió permiso —admitió Anders a regañadientes. Sólo sabía que no lo
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aceptaría muy bien y no se sorprendió cuando su voz se volvió fría y dura.
—¿Por lo tanto, él les robo los recuerdos sin preguntar si todo estaba bien?
Suspiró con cansancio, él se volvió hacia ella y le preguntó—: ¿De verdad crees que
habrían querido aferrarse a los recuerdos? ¿Disfrutas de las pesadillas que te dan?
Valerie frunció el ceño y se dio la vuelta, con el rostro enrojecido.
Anders supuso que ella no había pensado que él sabía eso, pero él la había sostenido
en sus brazos a través de ellas esa misma mañana en su habitación.
—Entonces, ¿por qué no tomaron mis recuerdos? —preguntó sonando cansada.
—Podrían, si lo quieres —dijo en voz baja.
Valerie vaciló, mordiéndose el labio, y luego preguntó—: ¿Qué hacen? ¿Hipnosis?
—No. Es más profundo que eso. Tendrían que acabar con el recuerdo de lo que
sucedió en esa casa... y todo desde entonces —añadió solemnemente.
—¿Todo desde entonces? —preguntó, volviéndose hacia él con asombro.
Anders asintió.
—Todo. Leigh, Lucian, su casa... yo. Ellos pondrían nuevos recuerdos en su lugar.
—¿Por qué? —preguntó Valerie—. Quiero decir, claro, eliminar los recuerdos de
Igor y la casa del horror, pero ¿por qué ustedes?
—Porque recordarnos podría conducir a la recuperación de los otros recuerdos —
dijo suavemente—. Después de todo, fuiste llevada a la casa para sanar y recuperarte
de las heridas que recibiste allí. Y cazamos a la gente como Igor y su jefe.
—Oh. —Ella se quedó en silencio, calculándolo en su cabeza. Valerie era una mujer
inteligente; no se sorprendió cuando dijo—: ¿Lo que significaría que tú y yo...?
—No podríamos vernos de nuevo —dijo lo que estaba seguro que ella quiso
preguntar, pero no pudo—. El verme podría traer de vuelta los otros recuerdos.
—Pero el verme no trajo de vuelta los recuerdos de Cindy y Billie —protestó—. Tal
vez…
—Cindy y Billie nunca te vieron —interrumpió él con suavidad—. Por lo que sé,
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ninguna de vosotras vio a la otra excepto como sombras y siluetas en ese sótano
oscuro. Y, por suerte, tu voz es normal, es improbable que despiertes un recuerdo en
ellas.
Ella levantó una ceja.
—¿Normal?
—Quiero decir que no eres inusualmente alta, como Billie, o aguda y medida como
Cindy. No eres lo suficientemente rara como para ser recordable.
—Gracias —dijo Valerie con sequedad.
—Tienes una voz preciosa —le aseguró.
—Sólo no una recordable —dijo, y antes de que pudiera asegurarle que era la más
recordable para él, Valerie continuó—: Entonces, Lucian llamó a los charlatanes
para borrar los recuerdos de las otras mujeres y luego retrocediendo de nuevo en su
vidas. ¿Qué pasó con las supuestas preocupaciones sobre el tipo que nos secuestró?
¿Pensé que era por eso que estaba en la casa de Leigh y Lucian?
—Realmente no esperamos más problemas con el renegado que te secuestró a ti y a
las otras mujeres. Si es inteligente, habrá seguido adelante en lugar de arriesgarse a
ser alcanzado por nosotros —admitió Anders.
—¿Entonces por qué estoy con Leigh y Lucian?
—Estás allí para sanar —dijo con cautela.
—Ahh. —Asintió Valerie—. Por supuesto, no podían ponerme de nuevo en mi vida
con menos recuerdos. La herida que adquirí en la casa de los horrores podría
despertar mi memoria.
En realidad, podría ser que no. Simplemente tendrían que darle recuerdos de un
accidente para explicarlo, pero ella no le dio a Anders la oportunidad de decirlo.
—Así que supongo que están esperando hasta que me cure y luego borrarán mi
memoria y me pondrán de nuevo en mi vida. Me voy a olvidar de todos los
momentos de mi tiempo desde que fui secuestrada.
Ella tenía el ceño fruncido y estaba obviamente enfadada, pero él no entendía por
qué hasta que añadió—: ¿Y todo esto... sea lo que sea que está pasando entre
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nosotros ni siquiera habrá pasado en mi mente? —Valerie se volvió hacia él y le
acusó—: ¿Así que todo esto es sólo un golpe a corto plazo para ti? ¿Ningún enredo
emocional, ninguna mujer pegajosa exigiendo saber lo que significa para ti o
esperando una relación?
Los ojos de Anders se abrieron cuando se dio cuenta de a dónde se dirigían sus
pensamientos, pero una vez más no le dio la oportunidad de responder, y gritó—:
¡Qué bonito! ¿Con cuántas mujeres has disfrutado estos asuntos a corto plazo?
¿Cuántas mujeres ha habido? ¿Está la mitad de la población femenina del GTA
corriendo sin saber que tuvieron sexo alucinante con un galán caliente que...?
Anders la hizo callar con un beso. Era la manera más fácil. Además, le gustaba
besarla, y él no quería oír más acusaciones sobre que se había acostado con la mitad
del área metropolitana de Toronto, o GTA, como era llamado por los lugareños.
Especialmente cuando habían pasado siglos desde que había tenido sexo antes de
ella. Irónicamente, supuso que era apropiado que su apellido fuera tomado de un
monje.
Al momento Valerie dejó de luchar y le devolvió el beso, Anders rompió el beso.
Tuvo que hacerlo. Muchos más besos y estarían rodando por ahí desnudos en el
suelo en lugar de hablar, y ahora mismo, hablar era más importante.
La soltó lentamente, la dejó a un paso y esperó a que la mirada aturdida
desapareciera de su cara. Pero al momento en que lo hizo y volvió su memoria la ira
regresó, y él dijo—: Yo no hago una práctica hacerle el amor a las víctimas heridas
de los renegados que cazamos. No me he acostado con otras mujeres en el GTA. De
hecho, ha pasado un tiempo muy, muy largo desde que he tenido relaciones íntimas
con nadie. Tú eres especial, y te explicaré lo especial que eres y responderé a todas
tus otras preguntas, si me das la oportunidad.
Para su alivio, Valerie se relajó lentamente y luego asintió con la cabeza.
—Está bien.
—Está bien —admitió él, dejando escapar un lento suspiro, y luego tomándola del
brazo, la condujo hacia la casa—. Vamos. Te mostraré mi casa y luego nos
sentaremos a hablar.
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Capítulo 13
esta es la cocina.
Valerie miró alrededor de la acogedora habitación, notando
las paredes de color amarillo brillante y las alacenas de
cálida madera. Fue tan sorprendente para ella como el resto de la casa. Mientras que
el guardarropa de Anders parecía consistir en nada más que el frío, negro sin vida,
su casa tenía una gran cantidad de color. La sala de estar era crema con detalles en
rojo, su comedor había sido ocre oscuro, su dormitorio de un marrón vibrante y oro.
Los dormitorios de invitados y baños todos habían sido azules brillantes, verdes y
aguas. Si su casa revelaba su personalidad, había un montón de profundidad y
pasión en el hombre a menudo silencioso y casi severo. Pero entonces ella ya había
probado esa pasión y sabía que existía. No había nada frío en este hombre.
—¿Qué te gustaría beber? — preguntó Anders, moviéndose hacia la nevera, solo
para hacer una pausa sin abrirlo. Cuando él se dio la vuelta con el ceño fruncido, ella
levantó las cejas.
—¿Hay algún problema?
—Yo… No —dijo con una mueca—. Acabo de recordar que no tengo nada aquí
para que tú bebas.
Ella asintió lentamente.
—Supongo que no te molestaste con provisiones, porque te quedabas con Leigh y
Lucian.
—Correcto — Anders miró a su alrededor antes de ofrecer—: ¿Quieres un poco de
agua?
Valerie sonrió débilmente.
—Y
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—Por supuesto. El agua está bien.
Asintiendo, él se dirigió hacia la nevera y luego hizo una pausa y se volvió
lentamente, su mirada deslizándose sobre las alacenas como si tratara de recordar
dónde podrían estar los vasos. Después de un momento, murmuró—: Vuelvo
enseguida. —Y se dirigió a la puerta trasera de la cocina.
Valerie miró con asombro mientras salía de la casa. Moviéndose a la ventana sobre
el fregadero, lo vio cruzar el patio y dirigirse a lo que parecía una casa de huéspedes
parcialmente oculta por los árboles en el lado opuesto de los establos y corral.
Ceñuda, esperó hasta que desapareció de su vista, luego se volvió y estudió la
cocina. Las encimeras estaban reluciendo-de-limpias, sin nada de desorden en su
superficie de granito brillante, y la nevera y la estufa parecían nuevas, sin una pizca
de grasa ni gotas de alimentos sobre ellos. Ciertamente no se veía como el
apartamento promedio de un soltero.
Alcanzando la alacena más cercana Valerie la abrió y luego se congeló. Estaba
completamente vacía. La dejó balancearse cerrada y se movió a la próxima alacena y
luego la siguiente antes de comenzar con los cajones y alacenas inferiores. Cada una
estaba total y absolutamente vacía. No había un plato, taza, vaso, olla o sartén, o
incluso una lata o una caja de alimentos en las alacenas.
Su mirada se giró hacia la nevera y Valerie cruzó hacia ella abriéndola
completamente esperando encontrar la misma situación allí. En su lugar, se encontró
con los anaqueles cubiertos con filas y filas de bolsas cuidadosamente apiladas de
sangre.
El sonido de la puerta abriéndose por detrás la hizo rápidamente cerrar de golpe la
puerta y girar cuando Anders se congeló justo dentro de la puerta de la cocina, dos
tazas humeantes en la mano. Ninguno de los dos se movió ni habló durante un
momento, y entonces Anders dijo en voz baja—: Puedo explicarlo. Por favor, confía
en mí lo suficiente como para permitírmelo.
Valerie lo miró fijamente, sus palabras corriendo a través de su mente. Por favor
confía en mí lo suficiente como para permitírmelo. Se sentía como si él pidiera
muchísimo cuando su corazón latía como loco en su pecho y su mente era un
torbellino de confusión y miedo. Los armarios vacíos la habían confundido, pero la
vista de toda esa sangre en la nevera la había sacudido. Por alguna razón, eso la hizo
pensar en la casa de los horrores, aunque no había visto ninguna bolsa de sangre allí.
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Y podría haber por lo menos una docena de explicaciones perfectamente razonables
para que él tuviera bolsas de sangre en su nevera. Al menos, eso es lo que quería
creer. Por desgracia, no podía pensar ni una sola en este momento.
—Por favor —repitió Anders, y luego levantó las tazas que llevaba—. Tengo café.
Una corta carcajada se le escapó y Valerie golpeó su mano sobre su boca. Tal vez
sólo era ella, pero había sonado casi histérica a sus oídos. Tomando una respiración
profunda, asintió y se movió en silencio a la mesa de la cocina. Era una mesa alta
con sillas tipo taburete. Valerie se instaló en una y luego miró a Anders.
No había duda de su alivio en su decisión. Los hombros de Anders en realidad se
hundieron bajo el peso de ello mientras se movía para colocar las tazas sobre la
mesa y sentarse frente a ella.
—Bien — dijo él, empujando una de las tazas hacia ella—. Mi cuidador tenía una
taza de café fresco.
—Gracias. —Valerie aceptó la taza, e incluso envolvió sus manos frías alrededor de
ella, pero no bebió nada.
—Bien —repitió Anders, y luego suspiró—. No sé por dónde empezar.
—Trata por el principio —sugirió ella y por alguna razón eso trajo una breve
carcajada de él.
—El principio. Bien —dijo él secamente, y luego enderezó los hombros—. Está
bien, pero tienes que dejarme terminar todas mis explicaciones antes de que
enloquezcas y corras. ¿De acuerdo?
Ella parpadeó. Eso fue un infierno de una manera alentadora para iniciar.
—Valerie, te prometo que no te haré daño. Yo nunca te haría daño —añadió
solemnemente—. Pero lo que voy a decirte puede parecer surrealista, o loco, o
incluso escalofriante. Por lo tanto, sólo prométeme que vas a dejarme terminar de
explicar todo antes de reaccionar y te sentarás ahí en esa silla hasta que termine.
Valerie no estuvo de acuerdo inmediatamente. Ella se tomó un momento para
considerar la promesa, pero en realidad estaba sentada allí mirando al hombre que
no sólo la había encontrado y salvado de la casa de los horrores, si no también quién
la había tratado con respeto y gentileza desde entonces, y le había dado tanto placer
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que en realidad se había desmayado. Era un hombre que le gustaba, disfrutaba
pasando tiempo con él, dentro y fuera de la cama, alguien a quién ella realmente,
incluso en este momento, sólo quería trepar como un poste telefónico. Todo eso fue
suficiente para superar lo que había encontrado en la cocina ahora que había pasado
el primer shock... lo que se le hacía difícil no era hacer esa promesa. Valerie sólo
quería que él le explicara todo y lo hiciera lo mejor posible, para que pudiera
continuar deseando al hombre, al que ya lo estaba haciendo de todos modos.
—Soy realmente patética —dijo en voz baja.
—No lo eres —dijo Anders inmediatamente y ella lo miró con un sobresalto,
sorprendida de que hubiera escuchado sus palabras susurradas.
Sacudiendo la cabeza, ella agitó la mano.
—Lo prometo. Adelante. Explica.
—Correcto. —Anders asintió y luego hizo una pausa y se quedó mirando la mesa de
madera oscura brevemente antes de sacudir la cabeza y decir—: Está bien, supongo
que puedo empezar con lo que te dije sobre mi familia esta mañana. Mi padre siendo
asesinado, mi madre criándome hasta los doce, etcétera.
Valerie levantó una ceja, medio sospechando que iba a decirle que todo eso era
mentira.
—Todo era verdad — le aseguró—. Pero he dejado un par de detalles pertinentes.
—¿Qué detalles? —preguntó ella con cautela.
Anders se resistió brevemente, y luego admitió—: Que todo ocurrió en el siglo XIV.
Nací en 1357.
Valerie parpadeó mientras su cerebro trataba de aceptar lo que había dicho, y luego
se puso de pie bruscamente.
Anders inmediatamente cogió su mano.
—Lo prometiste.
—Bueno, y me gustaría mantener mi promesa si no te importa decir la verdad, pero
no puedes esperar a que me siente aquí y escuche algunas tonterías sobre… — Su
voz se extinguió abruptamente cuando él abrió su boca y sus caninos repentinamente
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se deslizaron hacia delante y hacia abajo formando dos colmillos puntiagudos, muy
largos.
Valerie se sentó, no porque quisiera, sino porque sus piernas repentinamente dejaron
de funcionarle. Recuerdos de repente destellaban por su cabeza; la risa cruel,
exhibiendo los colmillos, el dolor insoportable...
—Respira —dijo Anders sombríamente, frotando su pulgar sobre su muñeca y
Valerie se dio cuenta de que estaba empezando a hiperventilar. Trató de eliminar el
pánico que la agarró, se obligó a tomar varias respiraciones lentas, estables y
profundas. Una vez que la amenaza de la hiperventilación pasó, se dio cuenta de que
él estaba hablando en voz tranquila, calmante.
—Estás a salvo conmigo. Viste la sangre en bolsas en la nevera. Nunca te haré daño.
No soy como el hombre que te secuestró. Es un renegado. Lucian, yo mismo y los
demás cazamos a los de su clase. Yo nunca te haría daño. Estás a salvo conmigo.
Valerie sospechaba que él había dicho esas cosas más de una vez, repitiéndolas
como un mantra hasta que ella se calmó lo suficiente como para escucharlas y
aceptarlas. Y se encontró a sí misma aceptándolas. Él no tenía necesidad de
morderla y herirla, había una nevera llena de sangre detrás de ella. Además, si él
hubiera querido hacerle daño, podría haberlo hecho tropecientas veces desde que
había despertado en la casa de Leigh.
—¿De dónde vino la sangre? —preguntó ella bruscamente.
—Un banco de sangre. —Su respuesta fue rápida y sin vacilación. Ella sospechaba
que era verdad.
—¿Así que eres un vampiro y así era mi secuestrador, pero eres un vampiro bueno
que caza vampiros malos, y él es uno de los vampiros malos que tú cazas?—
preguntó Valerie, tratando de envolver su cerebro alrededor de la situación. Suena
surrealista, pensó sombríamente. Caramba, ¿estaba realmente creyendo ahora en
vampiros sólo porque Anders destelló algún colmillo? Podían ser tan falsos como
ella misma se había asegurado que eran los de su secuestrador. Por supuesto, no
había creído realmente que eran falsos. Solo había sido tranquilizador pensar así. La
había ayudado a no sentirse tan loca.
—Preferimos el término inmortales a vampiro —dijo Anders con una mueca de
dolor—. Pero, en esencia, si, esa es la situación.
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—¿Entonces este equipo de ejecución que mencionó Leigh…?
—Un grupo de inmortales quienes hacen cumplir nuestras leyes y dar caza a los
inmortales deshonestos que las rompen.
—Hacen cumplir sus leyes —murmuró Valerie, más bien sorprendida de pensar que
los vampiros tenían leyes. No sabía por qué. Simplemente parecía extraño. Pero
entonces un pensamiento la golpeó y miró hacia él bruscamente—. Leigh no es…
—Ella no nació inmortal, pero es inmortal ahora —respondió Anders a la pregunta
sin terminar.
Valerie lo miró sin comprender. La dulce y muy embarazada, una chica común
como Leigh, era un vampiro... pero no lo había sido. Frunció el ceño y preguntó—:
¿Cómo pudo convertirse en un vampiro?
—Fue atacada y convertida por un renegado. Uno diferente al tuyo —añadió
rápidamente—. Lucian la rescató cuando él y algunos de los otros hombres atacaron
la madriguera donde ella se encontraba retenida.
—Pero está embarazada — protestó Valerie—. Los vampiros no pueden tener hijos,
¿verdad? ¿Estaba embarazada cuando fue atacada? ¿Así será una mujer embarazada
para siempre? ¿Y son ella y Lucian realmente una pareja, o es todo solo…?
—Leigh fue convertida hace varios años —interrumpió Anders—. Ella no estaba
embarazada en ese momento. Sí, nuestras mujeres pueden quedar embarazadas. Su
bebé es de Lucian, y sí, son definitivamente una pareja. Son compañeros de vida.
Valerie se quedó inmóvil. Él había usado ese término antes al hablar de sus padres.
Ella había pensado que era sólo una manera pintoresca al decir compañeros de vida
o almas gemelas o algo así. Pero los vampiros no tienen alma.
—¿Qué es un compañero de vida?
—Un compañero de vida es... —Él hizo una pausa y luego suspiró y sacudió la
cabeza—. Son el tesoro más preciado que uno de los nuestros puede encontrar.
—¿Por qué? ¿Cómo? —preguntó ella a su vez.
—Para entender eso, tengo que explicar algunas cosas primero —dijo Anders
tranquilamente.
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Comprendiendo que le estaba pidiendo permiso, Valerie asintió.
Anders dijo—: Nosotros somos tan humanos como tú.
Un resoplido se deslizó de ella antes de que pudiera detenerlo y Valerie se tapó la
nariz y la boca, y luego murmuró—: Lo siento. Adelante.
Anders tenía el ceño fruncido, pero después de un momento explicó—: Tenemos los
mismos antepasados que los no inmortales. Como tú misma. Sin embargo, los
nuestros estuvieron un poco aislados durante muchos siglos y se desarrollaron
mucho más rápido, tecnológicamente, que el resto del planeta. —Hizo una pausa
para tomar un sorbo de café, probablemente tanto para dejarla digerir lo que había
dicho, como porque tenía sed, y luego continuó—: Ellos desarrollaron con bio-
ingeniería unos nanos que podían ser inyectados en el cuerpo para reparar los daños
y luchar contra las infecciones y enfermedades. Estos nanos tuvieron la ventaja
añadida de extender enormemente nuestra vida.
Los ojos de Valerie se agrandaron. Había leído un artículo reciente sobre la
investigación que se realizaba para el uso de nanos para combatir el cáncer. Él
estaba sugiriendo que sus antepasados habían surgido con ellos desde hacía mucho
tiempo. Supuso que no era del todo imposible, pero él decía que no sólo combatía el
cáncer. Había dicho que reparaban los daños y combatían infecciones y
enfermedades. Eso cubría un espectro bastante amplio, lo que supuso era posible.
—¿Extender la vida por cuánto tiempo? —preguntó—. ¿Seguramente no naciste
realmente en 1357?
—Sí, lo hice. No tengo y no voy a mentirte, Valerie —dijo Anders solemnemente, y
luego dijo—: En cuanto a la duración de nuestras vidas, se extiende por... —Él se
encogió de hombros—. Nadie lo sabe. Salvo un accidente que resulte en
decapitación o quemar al inmortal en cuestión, supongo que podríamos vivir
indefinidamente.
—Indefinidamente —repitió ella débilmente. Eso fue un poco más difícil de aceptar.
¿La fuente de la juventud era un nano?
Anders se mantuvo en silencio y simplemente tomó un sorbo de su café mientras
ella digería eso. Esperó a que Valerie suspirara y dijera—: Sigue —antes de
continuar.
—Estos nanos eran un acontecimiento milagroso. Pero tenían un inconveniente,
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bueno, dos, supongo, ya que nuestros ancianos en aquel tiempo no pensaron que la
casi inmortalidad era necesariamente algo bueno —dijo Anders secamente.
Sacudiendo la cabeza, dijo—: El otro error fue que los nanos utilizaban la sangre de
su anfitrión para llevar a cabo su trabajo y como propulsor o fuente de energía.
Desafortunadamente, utilizan más sangre que la que un cuerpo humano puede
producir.
—¿Así que sus científicos les dieron colmillos y los convirtieron completamente en
vampiros? —preguntó Valerie con incredulidad.
Anders negó con la cabeza.
—No. Nuestros científicos nos dieron transfusiones de sangre. Los colmillos no se
desarrollaron hasta después de la caída de la Atlántida. Entonces el…
—¿La Atlántida? —chilló ella con incredulidad.
—¿Supongo que has oído hablar de ella? —dijo él, con tono seco.
—Bueno, sí, por supuesto. Pero Atlantis era mítica y existió como hace tropecientos
años —protestó ella.
—Tropecientos es un poco exagerado, pero fue hace miles de años. Sin embargo, no
era mítica —le aseguró Anders.
Valerie frunció el ceño, pero después de un momento asintió.
—Está bien. ¿Así que había transfusiones de sangre en la Atlántida, pero cayó, y
luego sus científicos desarrollaron los colmillos para ustedes?
—No. Los nanos lo hicieron —corrigió él—. Todos los científicos murieron cuando
la Atlántida cayó, sólo sus conejillos de indias, los pacientes que habían recibido los
nanos, sobrevivieron. Ninguno de ellos era del campo científico o médico, por lo
que no tenían forma de conseguir sus transfusiones nunca más. Se arrastraron fuera
de las ruinas de la Atlántida para unirse a un mundo mucho menos desarrollado que
la Atlántida. Sin las transfusiones, muchos de ellos murieron, pero en otros, los
nanos forzaron una especie de evolución que les dio a sus anfitriones colmillos para
obtener la sangre que los nanos necesitan para continuar con su trabajo y asegurar la
supervivencia de sus anfitriones.
—¿Colmillos y qué más? —preguntó Valerie, recordando lo fuertemente aterrador y
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rápido que habían sido su secuestrador e Igor. Y las otras mujeres habían estado
seguras de que ellos podían leer sus mentes, recordó.
—Colmillos, fuerza, velocidad, mejor visión nocturna... —Él se encogió de
hombros—. Cualquier cosa que los hiciera mejores depredadores para obtener lo que
necesitaban.
—¿Cosas como leer la mente? —preguntó ella secamente.
Cuando Anders asintió, Valerie maldijo y trató de levantarse de nuevo.
—Lo prometiste —repitió él, cogiendo su mano tan rápidamente que el movimiento
de la propia mano fue sólo un borrón para ella.
—Lo siento. Sé que lo hice. Pero no estoy muy cómoda sabiendo que puedes leer
mis pensamientos, y yo…
—No puedo —dijo Anders firmemente.
Valerie dudó y lo miró estrictamente.
—Acabas de admitir que una de las habilidades que los nanos les dieron era leer la
mente.
—Lo es —reconoció—. Pero no puedo leer tu mente.
Ella frunció el ceño ahora.
—¿Por qué? ¿Esa habilidad se saltó una generación o algo así?
—No —dijo Anders con una leve sonrisa—. Soy capaz de leer a la mayoría de los
mortales, e incluso a la mayoría de los inmortales más jóvenes que yo.
—Entonces, ¿por qué no eres capaz de leerme? —preguntó ella suspicazmente.
Anders tragó y luego dijo—: Porque tú eres mi compañera de vida.
Valerie lo miró inexpresivamente cuando esa palabra la golpeó de nuevo. Sus padres
habían sido compañeros de vida. Leigh era compañera de vida de Lucian... ¿y ella
era la suya?
—¿Qué es un compañero de vida?
—Si gustas sentarte, te lo explicaré —dijo Anders tranquilamente.
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Valerie se sentó. No podía hacer otra cosa. Tenía que saber qué era un compañero de
vida. Sospechaba que era importante. Vital, incluso. Solo que no sabía por qué.
—Leer la mente es una de las habilidades que han evolucionado a través de los
nanos. Los inmortales pueden leer a la mayoría de inmortales más jóvenes que ellos,
y en ocasiones incluso a inmortales mayores que ellos. Pero pueden leer a todos los
mortales a menos que estén enfermos mentalmente o que sufran algún tipo de
dolencia, como un tumor, ya que podría bloquear la parte del cerebro donde se
procesan los pensamientos.
—No estoy loca —negó Valerie, los ojos muy abiertos.
—No, por supuesto que no —dijo él rápidamente.
—¿Entonces tengo un tumor? —preguntó ella con horror. La noticia era
devastadora. Querido Dios, sólo tenía treinta. Demasiado joven para…
—Respira —repitió Anders, tomando sus manos y frotándolas entre las suyas—.No
tienes un tumor, Valerie. Eso no es por lo que no puedo leerte. Leigh, Lucian, e,
infiernos, cada uno de los que te han conocido, ha sido capaz de leer tus
pensamientos como un libro. No estás enferma.
—Oh, bueno. —Valerie dejó escapar el aliento en un suspiro y luego frunció el
ceño. Realmente no era tan bueno. Mientras se alegraba de no estar enferma, era
más bien inquietante pensar que todos los que la habían conocido desde que
despertó en la casa de Leigh y Lucian habían sido capaces de leer su mente.
Empujando esa preocupación por ahora, ella preguntó—: ¿Por qué no puedes leer mi
mente?
—Porque tú eres mi…
—Compañera de vida —terminó ella por él, recordando su expresión anterior.
—Sí. Y un compañero de vida es una persona, mortal o inmortal, a la que un
inmortal no puede leer ni controlar, y quien no puede leerlos o controlarlos.
—¿Y eso los hace un compañero de vida? —preguntó Valerie con incertidumbre.
Anders asintió.
—Es un regalo muy especial para nosotros. Con el resto del mundo, tenemos que
vigilar constantemente nuestras mentes para evitar que nuestros pensamientos
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puedan ser leídos, lo que puede ser agotador. Es eso, o limitarnos a una existencia
solitaria. —Hizo una pausa y luego dijo—: Pero con un compañero de vida no
tenemos que hacer eso. Podemos bajar nuestras guardias a su alrededor, y solo
disfrutar de la compañía del otro sin temor a que vayan a leer nuestros
pensamientos.
—¿Y yo soy eso para ti?
—Sí, lo eres —le aseguró Anders como si fuera algo bueno.
Valerie frunció el ceño. El ser un tranquilo refugio no sonaba tan sexy o
emocionante. Y simplemente no veía cómo la pasión que estallaba entre ellos cada
vez que se tocaban o besaban podría ser pacífica. Él experimentó esa pasión
también, ¿no? Ella pensaba que lo hizo, y luego estaba…
—Yo no creo que seamos compañeros de vida.
Anders se tensó.
—¿No lo haces?
Valerie negó con la cabeza, realmente lamentando tener que desilusionarlo.
—Lo siento, pero cuando estábamos... er... antes en mi habitación cuando... er... te
toqué —hizo una mueca, pero continuó—. Creo que en realidad podría haber leído
tu mente o algo. Cuando te toqué eso envió una sacudida de placer físico a través de
mí que, bueno, debió haber sido tuyo y que yo estaba recogiendo y leyendo. Quiero
decir que aunque disfruto y quiero tocarte, no debería experimentar realmente la
excitación que tú sientes.
Para su sorpresa, en lugar de verse devastado, Anders se relajó, con una lenta sonrisa
cruzando su cara.
—Eso se llama placer compartido.
—¿Eso es? —preguntó ella dudosamente.
—Sí. Es un signo de los compañeros de vida. Cuando se aparean, comparten y
experimentan el placer del otro.
—Oh —dijo Valerie débilmente. Compañeros de vida. Las palabras resonaba en su
cabeza.
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—Ese placer compartido es algo que tú no experimentarás con nadie que no sea un
compañero de vida —dijo él en voz baja—. Y es... bastante abrumador. Es la razón
por la que ambos perdimos la conciencia.
—¿Te desmayaste también? —preguntó Valerie con sorpresa. Ella había asumido
que sólo ella se había desmayado. Él siempre parecía despierto y bien cuando ella se
despertaba.
Anders asintió.
—Sí. Perdí el conocimiento ambas veces también. Pero me desperté antes que tú.
—Hmmm. —Valerie se quedó en silencio. Ella estaba clasificando a través de todo
lo que había aprendido, tratando de pensar qué preguntar. Sabía que había cosas que
no habían sido cubiertas y que se preguntaría más tarde. Por ejemplo…—. Entonces,
¿tú no estás muerto?
Él sonrió levemente.
—No. Sólo viejo.
—Ah, sí —murmuró ella, sacudiendo la cabeza. ¿Él nació en 1357? El hombre era
viejo. Pero parecía condenadamente bueno para ser un anciano, y no estaba muerto,
entonces por lo visto todavía tenía un alma. Una vieja, pero aun así un alma. Valerie
no había ido a la iglesia desde que sus padres habían sido tomados de ella, pero
todavía estaba contenta de no estar meando fuera del gran tipo por enredarse con
algunos chupasangres sin alma. Seguramente una sanguijuela con alma era mejor
que un chupasangre sin una, ¿verdad?
—¿Y no muerdes a los mortales para obtener la sangre que necesitas? —preguntó
ella, con los ojos entrecerrados.
—Ya no. Estamos restringidos a sangre empaquetada ahora — le aseguró él.
—¿Ya no? —preguntó Valerie, logrando no estremecerse—. ¿Pero lo hiciste en el
pasado?
Anders se encogió de hombros, disculpándose.
—Los bancos de sangre sólo han existido desde el siglo XX. Antes de eso, todos
estábamos forzados a alimentarnos del ganado.
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—¿Del ganado? —repitió ella con incredulidad—. ¿En serio? ¿Ustedes lo llaman
así?
Él levantó las manos en un gesto de impotencia.
—Yo no inventé el término. Todos acabamos usándolo.
Valerie rodó los ojos y negó con la cabeza.
—Bien.
—Mis disculpas —dijo Anders solemnemente—. Intentaré recordar no usar el
término delante de ti otra vez.
—Hmm —murmuró, sólo ligeramente apaciguada. ¿Del ganado? Como si fueran
vacas o algo así, lo que supuso que eran para su especie. La idea era un poco hosca.
Valerie lo miró en silencio durante un momento y luego preguntó lo que realmente
quería saber—: ¿Qué significa que yo sea tu compañera de vida exactamente?
Anders la miró sin comprender, y luego dijo—: Te lo dije, un compañero de vida es
un tesoro raro y precioso. Son alguien con quien un inmortal puede vivir feliz y en
paz.
—Sí, pero… —vaciló Valerie, un poco frustrada en su intento de verbalizar lo que
quería saber. Finalmente, solo preguntó—: ¿Qué quieres de mí, Anders?
—A ti —dijo simplemente, y se estiró para tomar sus manos suavemente entre las
suyas—. Me doy cuenta de que tus experiencias en esa casa fueron horribles y
traumatizantes, y lo más probable es que te volvieron en contra mi especie, Valerie.
Pero quisiera recordarte que hay maldad y malos entre los mortales también. Todos
los inmortales no son como el que te atacó y te tomó de la calle esa noche,
manteniéndote luego en una jaula para alimentarse.
Valerie lo miró en silencio, los recuerdos de la casa corriendo a través de su cabeza.
Fueron seguidos rápidamente por los recuerdos que había hecho con este hombre. El
conducir a Cambridge y regresar, la piscina, el paseo, las comidas compartidas,
cocinar juntos, la pasión abrumadora, despertar acunada en sus brazos... Por extraño
que pareciera, el horror y el trauma de la casa habían palidecido un poco al lado de
la vitalidad de los recuerdos que había empezado a hacer con Anders. Eran como
fotos sepia junto a unas nuevas y modernas, a color.
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Anders continuó.
—Y también sé que como mortal estás más acostumbrada a un noviazgo largo y
lento antes de tomar una decisión tan importante. Pero para mí especie es diferente.
Un compañero de vida es un regalo para nosotros y saber que no podemos leerlos o
controlarlos, que compartimos el placer, y que nuestros otros apetitos están
regresando es suficiente en nuestras mentes para decirnos que este es con el que
estamos destinados a estar. Que este es el que más nos conviene en todos los
sentidos. Por lo tanto, lo que quiero es pasar el resto de mi muy larga vida contigo a
mi lado y en mi cama. Y si estás de acuerdo en eso, prometo que nunca te lastimaré
o te haré daño. Preferiría hacerme daño. —Apretó sus dedos suavemente—. Daría
mi vida por ti, Valerie. Porque habiendo experimentado la vitalidad y probado la sal
de la vida contigo, regresar a la aburrida existencia fría que tenía antes de ti es
insoportable incluso de considerar.
Anders miró solemnemente en sus grandes ojos mientras decía eso, y luego le soltó
las manos, se echó hacia atrás, y agregó—: Sin embargo, sé que es posible que
necesites más tiempo para tomar una decisión acerca de si estás dispuesta a ser mi
compañera de vida. Y esa es la verdadera razón por la que fuiste trasladada a la casa
de Leigh y Lucian. Fue para darte la oportunidad de conocerme, para ver si podías
aceptar ser mi compañera de vida.
—¿Y si no puedo? —preguntó Valerie en voz baja.
—Entonces tus recuerdos serán borrados como las otras mujeres y también serás
devuelta a tu vida para vivirla como elijas sin tus experiencias atormentándote.
Valerie lo miró fijamente. En ese momento, no sabía lo que quería. O tal vez sí, pero
tenía miedo de admitirlo. Quería a este hombre. Todo lo que tenía que hacer era
mirar hacia él y empezaba a salivar como uno de los perros de Pavlov. Incluso en
ese momento quería saltar, rasgar su ropa y experimentar algo más de ese alucinante
placer compartido que la hizo desmayarse. En serio, era como una drogadicta
deseando una dosis, en ese sentido. Así que el factor lujuria estaba allí. Pero también
le gustaba.
Hasta el momento, Anders había demostrado ser atento y considerado y un hombre
que prestaba atención a los detalles. Él había puesto su despertador para levantarse
apenas unas horas después de retirarse para apagar la alarma para que ella pudiera
dejar salir a Roxy. Cuando ella había comentado que necesitaba bolsas para perros,
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él había salido y las consiguió para ella sin que se lo pidiera. Él siempre fue a buscar
su café, o rellenaba su vaso en las comidas... Él escuchaba lo que ella decía y estaba
atento a sus necesidades. A las necesidades de Roxy también. Y a la hora de comer,
no se cruzaba de brazos esperando ser atendido, como hacía su ex, Larry, sino que se
lanzaba a ayudar a cocinar y a poner la mesa, etcétera.
Aparte de eso, era inteligente, y parecía tener un buen sentido del humor. Ella se
había dado cuenta de que no hablaba mucho en presencia de otros, pero él podía
decir más arqueando una ceja y curvando los labios que lo que Bricker podría decir
en una hora de bromas y balbuceo y por lo que ella podía decir, sus opiniones y
creencias parecían alinearse con las suyas. Mientras charlaban con Dani, Decker,
Leigh, y Lucian la otra noche, se había encontrado asintiendo a menudo a algo que
uno de los otros dijo, y le miró para verle asentir también. Y más de una vez había
oído sus propias palabras saliendo de su boca, las opiniones que había manifestado
en el pasado a los demás, de manera concisa verbalizadas por él.
Todo eso fue suficiente para tentarla a tirar la precaución al viento, saltar con ambos
pies y ponerse de acuerdo para ser su compañera de vida. Sin embargo, uno
simplemente no salta a algo así. Por lo que podía notar, aceptar ser su compañera de
vida era equivalente a aceptar casarse con el hombre, y nadie consideraría tomar una
decisión tan importante, después de conocer a alguien a menos de unos pocos días.
Tenían que conocer a la otra persona, aprender cómo manejaban la vida día a día,
cómo reaccionaban en una crisis, si estaban de mal humor si era difícil de convivir,
o tolerante tratando con la vida de frente. Era la cosa más inteligente por hacer.
Anders había dicho que tenía tiempo, se recordó Valerie. Sospechaba que no era
mucho tiempo, pero se tomaría lo que pudiera y trataría de ser más racional acerca
de todo esto de lo que sus instintos urgían que fuera. Si no por otra razón que porque
sospechaba que de lo que él le había dicho no había asimilado todo aún. De lo
contrario, Valerie sospechaba que no estaría tan tranquila. El hombre le estaba
diciendo que los vampiros existían, o los inmortales, como él les llamó. La Atlántida
y el alma a un lado, tenían colmillos y chupaban sangre, lo que era un vampiro. Y
según él, el jefe de Igor, y probablemente el propio Igor, habían sido unos vampiros,
ya que las otras lo habían sugerido en susurros en ese sótano oscuro. También le
había dicho que él era uno, aunque uno bueno, y que quería pasar su larga vida con
ella...
Pero no había habido ninguna mención de amor. No es que lo debiera haber, pensó
rápidamente. No se conocían lo suficiente como para amarse el uno al otro. Sin
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embargo, cuando uno hablaba de siempre, el amor es una palabra que generalmente
se incluye. ¿Entonces deseaba que él hubiera mencionado el amor o no?
Suspirando, Valerie se frotó la cara, tratando de aclarar sus pensamientos. Eran un
poco confusos en este momento, pero aparte de eso... así, sospechaba que no debería
estar tan tranquila como se sentía en estos momentos. Pero en lugar de estar
aterrorizada, se preguntaba que si él estaba dándole tiempo para decidirse
significaba no más de esa maravillosa pasión que habían compartido hasta ahora,
porque, maldita sea, podría utilizar algo de eso en estos momentos. De hecho, quería
ahogarse en ella de nuevo, y sospechaba que parte de eso era el deseo de no tener
que pensar en todo en estos momentos.
Extendiendo la mano, Valerie tomó una de sus manos entre las suyas y pasó sus
dedos suavemente sobre ella, luego la llevó a su boca y la besó primero el dorso y
luego la palma. Deslizó la lengua y la pasó entre sus dedos índices y medio, apenas
reprimiendo una sonrisa cuando un escalofrío de placer fue a la deriva a través de
ella. Esta vez no la detuvo, pero se mantuvo completamente inmóvil. No había
necesidad para evitar que ella experimentara el placer compartido.
Levantándose, Valerie caminó alrededor de la mesa hasta su lado. Anders
inmediatamente inclinó la cabeza hacia atrás para mirarla y ella levantó la mano
libre para pasar los dedos suavemente por su garganta, luego se inclinó para
presionar sus labios contra los suyos. Fue entonces cuando puso fin a su calma. Con
los dedos apretando alrededor de los suyos, Anders se volvió en su asiento y la
atrajo hacia delante entre sus piernas mientras comenzaba a besarla de vuelta.
Valerie suspiró en su boca, y le acarició el pecho. Al llegar a ella, esta vez fue
Valerie quien atrapó sus manos y lo detuvo.
—Mi turno —murmuró contra su boca y lo empujó. Ella había conseguido una
breve muestra de ese asunto de “experimentar el placer del otro” anteriormente esa
mañana, pero quería experimentarlo de forma adecuada, sin que él la detuviera.
Las sillas altas pusieron a Anders a la altura justa para que Valerie pudiera deslizar
sus manos debajo de su camiseta y empujarla hasta desnudar la carne firme de abajo.
Pequeños temblores de placer se dispararon a través de ella mientras lo acariciaba,
apretando sus pectorales antes de recorrer su vientre. Pero cuando Valerie dejó caer
una mano para acunar a través de sus pantalones vaqueros, casi gritó por la descarga
de placer que se disparó a través de ella.
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Maldición. A él le gustaba eso, supuso, y continuó acariciándolo a través de la
gruesa tela, sintiendo a la vez el placer así como la forma en que se endurecía bajo
su toque. La combinación era como un mapa de carreteras, diciéndole exactamente
dónde y cómo acariciarlo, y la cantidad de presión a aplicar. Eso le hacía la amante
perfecta, se dio cuenta, y le hacía a él el amante perfecto también.
Pronto, tocarlo a través de su ropa no era suficiente, y Valerie volvió su atención a
deshacer rápidamente el cinturón y el botón de sus vaqueros. El cierre fue lo
siguiente. Se deslizó con facilidad, permitiéndole deslizar su mano dentro de sus
vaqueros y sus bóxer y encontrar la dureza caliente para acariciar.
Su primer contacto los hizo a ambos jadear cuando su cuerpo reaccionó. Valerie
sintió su estómago ondular con placer, pero su propio estómago estaba haciendo lo
mismo, saltando bajo la piel por la excitación.
—Valerie. —La voz de Anders fue un roce de sonido.
Su respuesta fue caer sobre sus rodillas y llevarlo a su boca. Ella estuvo
condenadamente cerca de morderlo por la conmoción del rugido de la sensación que
fue enviada precipitándose a través de su cuerpo, pero se contuvo en el último
momento.
Guau, este placer compartido sacude, pensó Valerie mientras deslizaba su lengua
alrededor de la punta y comenzaba a mover su boca a lo largo de su eje. El placer de
Anders era su placer mientras trabajaba, la excitación rodando sobre ella en oleadas
y centrándose en su núcleo, donde se volvió líquida. Estaba tan absorta en lo que
estaba haciendo y las sensaciones que estaba causando, que Valerie fue tomada
completamente por sorpresa cuando Anders repentinamente la agarró por debajo de
los brazos y la levantó.
Ella en realidad gruñó con frustración al verse obligada a parar, pero luego Anders
cubrió su boca con la suya y empezó a desgarrar su ropa. No lo hacía con tanto
cuidado. Valerie oyó la tela rasgándose, pero no le importaba. Simplemente le ayudó
a desnudarse a sí misma y después a él, a pesar de que él sólo le permitió levantar su
camiseta por la cabeza. Cuando ella llegó a sus pantalones, le apartó las manos, las
empujó fuera de sus caderas, la levantó sobre la mesa y se colocó entre sus piernas.
—Cristo —gruñó Anders contra su boca mientras se deslizaba a casa. Hizo una
pausa entonces y miró brevemente alrededor.
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—¿Qué? —jadeó ella, clavándole los dedos en el trasero para instarlo a moverse.
Anders negó con la cabeza, y luego la levantó de la mesa y los bajó a los dos al
suelo.
Valerie sintió la baldosa fría presionando en su espalda y casi protestó, pero luego
recordó el desmayo que seguiría al placer. El suelo era probablemente mejor,
reconoció y no le importó cuando él comenzó a moverse.
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Capítulo 14 alerie frunció el ceño ante el armario vacío que acababa de abrir en busca
de un vaso de agua, y le preguntó—: ¿Por qué no tienes ningún plato o
comida aquí? Tú comes.
—Comer es un fenómeno muy reciente para mí —dijo Anders silenciosamente
mientras tiraba de su camiseta sobre su cabeza—. Comí durante los primeros cien o
doscientos años, pero la comida perdió su interés después de eso. Al igual que el
sexo y muchas otras cosas. Tu llegada a mi vida ha vuelto a despertar los viejos
apetitos, sin embargo —admitió—. Eso, por cierto, es otra señal de un compañero de
vida.
—Oh. —Su mente trató de considerar el hecho de que era su compañera de vida,
pero Valerie no estaba preparada para eso y lo apartó. Al cerrar la puerta, se volvió
hacia él y comentó—: Supongo que eso explica por qué nunca has tomado un capp
helado de Tim Hortons entonces.
—Sí. —Él sonrió débilmente—. Están muy buenos. Todo lo que he probado hasta
ahora ha sido bueno.
Valerie le miró en silencio. Él se frotaba el estómago y lamía sus labios. Ella
sospechaba que eran acciones subconscientes de las que no estaba al tanto, pero la
hizo preguntarle un poco nerviosa—: ¿Cuándo fue la última vez que tomaste sangre?
Anders parpadeó, pero respondió—: Esta mañana. Estaré bien por un tiempo. Pero
estoy hambriento de comida. Nunca paramos para el desayuno-almuerzo.
Las cejas de Valerie se alzaron. Su estómago había estado royéndola desde su salida
de la librería. Había asumido que era sólo un síntoma de la ansiedad y el miedo, pero
la mayor parte de su miedo se había disipado ahora, y sin embargo los pinchazos se
mantenían. Hambre, se dio cuenta.
—Estoy seguro de que tienes muchas preguntas —dijo Anders en voz baja, casi
afectadamente—. Pero, ¿te sientes lo suficientemente segura conmigo como para ir a
V
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tomar el desayuno-almuerzo que habíamos planeado, y después ir al supermercado?
—Es una broma, ¿verdad? —preguntó ella con incredulidad.
Él se vio inseguro.
—No.
—Caray —murmuró Valerie, y señaló—: Acabo de despertar por desmayarme
después de saltar sobre tus huesos. Creo que eso se puede considerar como que me
siento bastante segura a tu alrededor.
—Oh. —Anders sonrió, pero luego dijo—: Bueno, uno no significa necesariamente
lo otro. El placer compartido es bastante adictivo. No podrías haber sido capaz de
evitarlo.
—¿Debido a tu habilidad superior como amante? —bromeó al recordar sus palabras
de esa mañana en su habitación.
—Exactamente —dijo y se acercó para tirar de ella contra su pecho con una sonrisa.
—Oh, no —dijo Valerie, esquivando el beso con el que intentó agraciarla—. Esto
nos llevará de vuelta a desnudarnos, lo que es impresionante, pero necesito comida.
Mi estómago me está matando.
La preocupación cruzó el rostro de Anders.
—Lo siento. Debería haberme dado cuenta. Ven. Nos iremos de inmediato.
Valerie sonrió torcidamente cuando él la impulsó a la puerta. Le gustaba su cariño y
preocupación. Podría acostumbrarme a ello, pensó mientras se dirigían al SUV y
entraban.
Se detuvieron literalmente en el primer restaurante que vieron. Era un pequeño
restaurante en medio de la nada con bancos y una camarera malhumorada, pero la
comida era realmente increíble. Valerie y Anders charlaron amigablemente mientras
comían, pero se mantuvieron alejados del tema de su secuestro y sus orígenes
totalmente. Se alegraba de que lo hicieran. Le permitió fingir que eran sólo una
pareja normal yendo por un desayuno... bueno, un desayuno muy tardío, supuso, ya
que era la una de la tarde.
No hablaron de nada relacionado con lo inmortal hasta que caminaban de vuelta al
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SUV y luego fue Valerie la que trajo a colación el tema, preguntando—: Entonces,
¿puedo considerar que todo este asunto sobre cruces y luz solar dañando a los
vampiros es falso?
—Las cruces no tienen ningún efecto en absoluto y podemos entrar en las iglesias —
le aseguró—. Sin embargo, la luz solar es algo que por lo general tratamos de evitar.
—¿Por qué? —preguntó ella con el ceño fruncido, la mirada deslizándose hacia el
cielo soleado bajo el que caminaban y luego a sus brazos desnudos—. ¿Te duele
cuando la luz del sol toca tu piel o algo así?
—No. Si lo hiciera no estaría caminando en ella en estos momentos. Pero la luz del
sol hace daño al cuerpo humano, tanto al mío como al tuyo. La diferencia es que los
nanos reparan el daño que mi piel tiene, lo que significa que necesitan más sangre.
Rápidamente aprendimos a evitar todo lo que hace daño para reducir la cantidad de
sangre que necesitamos —explicó Anders, caminando alrededor de ella a su lado del
SUV. La miró, la besó en la nariz, cerró la puerta y caminó alrededor para entrar en
su lado, antes de añadir—: Cuanta más sangre, más a menudo uno tiene que
alimentarse, y hay más riesgo de ser descubierto. Por lo que hemos evitado
habitualmente el sol.
—Pero al utilizar la sangre de los bancos de sangre ahora pueden salir de nuevo —
adivinó mientras él arrancaba el motor.
—Es cierto que podemos —acordó Anders mientras salía de su plaza de
aparcamiento—. Pero tratamos de evitar poner demasiada demanda innecesaria en
los bancos de sangre. La mayoría de nosotros no pasamos mucho tiempo en el sol.
Caminar hacia y desde un coche es una cosa, pero un inmortal nunca tomará el sol.
—Pero Leigh e incluso tú estaban nadando en la piscina a pleno sol —recordó
Valerie con el ceño fruncido.
—Lucian tiene un toldo especial instalado sobre ella para que él y Leigh puedan
nadar durante el día.
—¿Eso de allí es un toldo? —preguntó Valerie con un resoplido mientras recordaba
el cristal tintado sobre la piscina.
—Puede que no parezca mucho, pero mientras deja pasar la luz, bloquea los rayos
dañinos —le aseguró Anders.
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—¿En serio? —preguntó con interés.
Él asintió.
—La mayoría de los inmortales tienen sus ventanas tratadas con un revestimiento
similar. De hecho, las ventanas de este SUV están tratadas con el mismo. —Anders
le sonrió—. Ya no tenemos que vivir en la oscuridad.
—Oh. —Valerie se encontró examinando las ventanas ahora. Se veían como
ventanas normales con una capa de ese material anti-deslumbramiento. Aunque es
bueno saber que también estoy evitando los UV, pensó, y luego preguntó—: ¿Así
que todos duermen durante el día por hábito? Quiero decir, me di cuenta de que
Leigh y Lucian tienden a dormir hasta tarde, y supongo que también lo harías si no
tuvieras que estar conmigo.
Anders dudó y luego dijo—: Algunos inmortales mantienen las horas de los
banqueros. Los que tienen puestos de trabajo donde tienen que lidiar con los
mortales tienen que trabajar horas mortales. Pero aun así evitan la luz del sol tanto
como es posible con ventanas tratadas, aparcamientos subterráneos y todo eso.
—¿Y los otros? —preguntó—. Como tú. Si cazas vampiros malos, no tratas mucho
con los mortales.
Anders entrecerró los ojos e inclinó la cabeza de lado a lado brevemente.
—Eso no es del todo cierto. Realmente tratamos con los mortales, tú misma y las
otras mujeres son un ejemplo de eso. Pero también tenemos que interrogar a los
mortales cuando se caza un renegado. Para tratar de encontrar a tu secuestrador,
tenemos cazadores interrogando a la gente en las tiendas de animales de todo el área
metropolitana de Toronto, preguntando por si alguien compró tres o más jaulas de
perros grandes.
Ella asintió y dijo—: Así que tienes que tener gente trabajando durante el día.
—Sí, pero hay más Ejecutores en el turno de noche que en el turno de día —dijo
Anders—. La mayoría de los renegados vuelven a la versión de Stoker de los
vampiros, alimentándose del ganado, acechando la noche... Algunos incluso
transforman a un gran número de mortales para hacerse con un pequeño ejército de
secuaces que los adore.
—Encantador —dijo Valerie secamente, y luego preguntó—: ¿Pero tú prefieres
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trabajar por las noches?
Anders se encogió de hombros.
—No hay mucha diferencia para mí. Yo trabajo cuando soy necesario y he sido muy
necesario últimamente.
—Bien, han estado faltos de personal —murmuró, recordando a Bricker diciendo
que los nuevos reclutas habían llegado porque sus cazadores seguían cayendo como
moscas. El recuerdo la hizo morderse el labio con preocupación—. ¿Supongo que
cazar a estos renegados es peligroso?
—Puede serlo —dijo encogiéndose de hombros mientras apagaba el motor. Luego
sonrió y se desabrochó el cinturón de seguridad—. Ya llegamos.
Valerie miró por la ventana para ver que habían llegado a una tienda de comestibles.
—¿Te envió Leigh una lista de lo que quería, además de pan y leche?
—Me olvidé de revisarlo —admitió Anders y sacó su teléfono. Era un iPhone; miró
mientras comenzaba a recorrer sus dedos sobre la pantalla y golpear los iconos—.
Caray.
—¿Qué? —preguntó Valerie, inclinándose hacia él para tratar de ver lo que había
provocado el sonido consternado. Anders volvió el teléfono hacia su cara y ella lo
miró sin comprender. Lentamente se dio cuenta de que estaba mirando un texto de
Leigh. Un texto de una lista de compras. Una larga lista de compras, notó,
acercándose para recorrer un dedo sobre la pantalla y poder encontrar el fondo de la
misma. Caramba, la mujer había anotado alrededor de cincuenta entradas. Supuso
que las compras de Leigh habían sido un poco restringidas con Lucian actuando tan
sobreprotector. Probablemente él se negaba a que dejara su casa y se limitaba a
recoger algunas cosas por sí mismo aquí y allí de camino a casa. Valerie había
notado que los armarios y la nevera no tenían casi nada.
Dando una suave risa, alcanzó la puerta.
—Supongo que será mejor que empecemos.
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—Dios mío, pensé que nunca íbamos a salir de ahí —dijo Anders refunfuñando,
abriendo la parte trasera del SUV para iniciar la transferencia de las bolsas de
compras de su carrito.
Valerie sonrió ante su exasperación.
—Fue bastante malo, pero he visto peores. Deberías ver las tiendas en Navidad.
—¿Quieres decir que eso no era lo peor? —le preguntó con incredulidad, cogiendo
bolsas del carrito y tirándolas a la parte trasera del SUV—. Parecía que había media
docena de compradores en cada pasillo que recorrimos, y cada uno parecía deleitarse
en bloquear el pasillo con sus carros. ¿Nadie tiene el buen sentido de dejar espacio a
la gente para maniobrar alrededor de ellos? ¿Y qué demonios va a hacer Leigh con
toda esta comida?
Valerie se echó a reír por sus quejas mientras ayudaba a trasladar las bolsas. Su
diversión era sobre todo porque podía compadecerse. Habían llegado con la
muchedumbre de la última hora de la tarde, que parecía estar hecha por personas que
no tenían nada mejor que hacer que estar de pie charlando. No había ayudado el
hecho de que ninguno de ellos había estado familiarizado con la instalación de esta
tienda en particular y que Leigh no había catalogado sus artículos de alimentación,
de modo que habían tenido que dar marcha atrás y entrecruzar la tienda varias veces
para obtener todos los elementos.
—Lo siento —murmuró Anders, viéndose disgustado—. Estoy quejándome mucho.
—No te disculpes conmigo —dijo con regocijo—. Quería golpear a la anciana con
el pelo teñido de azul y naranja. Creo que deliberadamente nos bloqueaba cada vez
que nos encontrábamos con ella.
—Lo que fue por lo menos cinco veces. Juro que si hubiéramos tenido que volver al
pasillo de los lácteos una vez más... —No terminó el pensamiento, y Valerie sonrió.
Habían tenido que visitar el pasillo de los lácteos por leche, mantequilla, queso, nata
líquida y huevos, y cada elemento había sido separado por carne, productos de
panadería, productos enlatados y verduras atrapadas entre uno y otro. Leigh había
enumerado los alimentos por las comidas que vendrían de ellos. La lista seguía con
huevos, pan, tocino, patatas, mantequilla, carne, tomate, etcétera. Muy
inconveniente, sobre todo porque sólo cinco artículos se mostraban en la pequeña
pantalla a la vez y tuvieron que bajar por la lista elemento por elemento para
asegurarse de que no omitían nada.
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—Bueno, al menos está hecho —señaló Valerie con una sonrisa—. Y conseguimos
contribuir, así no tengo que sentirme mal por Leigh y Lucian manteniéndonos. —
Dividieron la cuenta, cada uno pagó la mitad. Valerie había querido pagar por ella
misma, pero Anders había tenido igualmente la intención de pagar, por lo que al
final se habían comprometido y dividieron la cuenta. A ella le gustaba que él se
hubiera comprometido en lugar de ser terco y machista acerca de pagar la cuenta.
—Sabes, ahora que sabes lo nuestro, no hay realmente ninguna razón por la que
tengamos que permanecer con Leigh y Lucian —dijo Anders tranquilamente
mientras dejaba las últimas bolsas en el SUV. Volviéndose hacia ella, agregó—:
Lucian originalmente sugirió eso para que pudieras llegar a conocerme. Ponerme
como tu guardaespaldas y que no fueras capaz de volver a casa era sólo su intento de
permitirme esa oportunidad. Pero ahora que sabes sobre nosotros, podríamos
quedarnos en mi casa. Llegarás a conocerme mejor allí, sin otros alrededor que nos
distraigan.
Valerie no respondió al principio. Tenía una sensación un poco alarmante. Estaba
sugiriendo que viviera con él. Caramba, ni siquiera habían tenido una cita aún. Oh,
espera, tal vez el desayuno se consideraría una cita. Sin embargo, era solo una.
Por otro lado, permanecer en su casa tendría algunas ventajas. Por ejemplo, no
tendrían que preocuparse por ser abrumados por ese asunto del placer compartido y
hacer algo tan estúpido como tener sexo y desmayarse sobre el sofá del salón, donde
cualquiera podría haber llegado a verlos. No es que hubieran hecho el amor esa vez,
reconoció. Sin embargo, bien podrían hacerlo, y sin duda lo harían en el futuro, lo
que podría dar lugar a situaciones embarazosas.
—No tienes que decidirlo en este momento —dijo Anders, cerrando la puerta del
SUV—. Sólo piensa en ello.
Asintiendo, Valerie tomó el carrito de compras en la mano y comenzó a dirigirlo de
vuelta.
—Lo llevaré adentro —dijo Anders, moviéndose a su lado—. Adelántate y entra en
el coche.
—No va dentro —dijo Valerie—. Simplemente va por aquí. Ve y pon el motor y el
aire acondicionado en marcha. Yo ya vuelvo.
Él echó un vistazo a la pared de carros hacia la que gesticuló y frunció el ceño. Ella
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sabía que quería protestar, pero salió corriendo sin darle la oportunidad.
Valerie podía sentir que la miraba y sospechaba que no entraría en el SUV hasta que
volviera. Sonriendo ligeramente ante su conducta cortés, llegó a la pared cuando un
rubio platinado alto lo hizo con su propio carro. Valerie fue más despacio para
permitirle que guardara su carro primero. Sin embargo, él también se detuvo y le
hizo un gesto hacia los carros alineados.
—Adelante —dijo con una amplia sonrisa.
—Gracias. —Valerie le devolvió la sonrisa mientras empujaba de nuevo hacia
delante y enganchaba su carro en el extremo de uno. Volviéndose, asintió hacia el
hombre, ofreciendo otra sonrisa al pasar. Sospechaba que le había pasado una
docena de veces en la tienda de comestibles, durante su de acá para allá. Parecía
vagamente familiar, y su sonrisa era casi coqueta, lo que era algo que Anders parecía
haber notado, a juzgar por el ceño en su rostro. Dios, Anders parece casi celoso,
pensó Valerie, su sonrisa sin querer se ensanchó al pasar al hombre, lo que hizo que
la sonrisa de él se ensanchara con aprecio.
Todo esto la hizo sentir condenadamente bien y caminó directamente hacia Anders,
sonrió y se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla.
—Sonríe. La vida es buena —dijo a la ligera antes de trasladarse a la puerta del
pasajero.
—Descarada —murmuró Anders, abriendo la puerta antes de que ella pudiera.
Sonriendo abiertamente, Valerie se subió a su asiento. Cogió su cinturón de
seguridad, y luego dio un respingo cuando Anders se inclinó con el rostro
repentinamente delante de ella.
—Eso no fue un beso —le informó cuando ella lo miró con los ojos abiertos
ampliamente—. Esto lo es.
Su boca cubrió la suya, su lengua moviéndose de manera agresiva para instar a sus
labios a abrirse. Valerie gimió cuando agitó la pasión que parecía descansar justo
debajo de la superficie en ella. Todo lo que este hombre tenía que hacer era mirarla
y su cuerpo parecía despertar y desplegarse como una flor que se abre bajo el sol.
Tocándola o besándola, sin embargo, traía una ola de calor y necesidad en ella, e
instintivamente se acercó a él, con una mano levantada para acariciar la parte
posterior de su cuello y la otra moviéndose para acunarse entre sus piernas.
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Anders gruñó en su boca, la emoción y la necesidad disparándose a través de su
cuerpo para mezclarse con la suya. Pero entonces él apartó su boca de la de ella y
salió bruscamente, rompiendo todo contacto.
—A casa —dijo, con su voz ronca.
Valerie lo miró sin comprender durante un momento, luego miró a su alrededor y
recordó que estaban en un estacionamiento concurrido. Dejando escapar el aliento
en un suspiro, se dejó caer en su asiento mientras cerraba la puerta y se sentó allí
respirando profundamente, tratando de recuperar cierta apariencia de calma mientras
él caminaba alrededor y se ponía en el lado del conductor.
Ninguno de los dos habló en el camino a casa. Valerie estaba demasiado ocupada
tratando de hacerse con el control de sí misma. Todo su cuerpo estaba gritando por
la necesidad, cada terminación nerviosa sensible, y su mente aclamaba solo por una
cosa... Anders.
Dios mío, realmente era como una adicta a las drogas cuando se trataba de él,
reconoció Valerie con preocupación. No solo no podía conseguir lo suficiente y no
importaba dónde se encontraran. Mientras habían estado en la tienda de comestibles
brillantemente iluminada y completamente poco romántica, lo había mirado,
deseando que la besase o tocara. Cada mirada, cada roce de su mano o cuerpo contra
el de ella, incluso involuntario, había despertado su hambre. Era como tener una
bestia en su interior, apenas dormida y despertando a la menor provocación, pero
que se despertaba completamente y hambrienta en el momento en que la besaba.
Ella había querido tirar de él encima suyo y tomar el placer que había despertado
hasta que ambos estuvieran felizmente inconscientes de nuevo. Y no le importaba lo
más mínimo que estuvieran en un aparcamiento público.
En realidad, tal vez fuera más exacto decir que se había olvidado de dónde estaban.
En el momento en que su boca cubrió la suya, lo único que existía eran ellos dos en
su mente. No había espacio para nada más en su cerebro con toda la pasión
llenándola.
¿Cómo diablos se las iban a arreglar con Leigh y Lucian de esta manera? Valerie
quería creer que podía controlarse con otras personas alrededor, pero no estaba muy
segura de que fuera verdad.
—Lucian todavía está en casa.
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Valerie miró a su alrededor ante ese comentario y vio que cruzaban por el camino a
la casa de Leigh y Lucian. Su mirada se deslizó sobre el SUV estacionado frente a la
casa y luego a la puerta que se abría y dejaba paso al alto, rubio Lucian que salió con
Leigh justo detrás de él.
—Simplemente parecen un matrimonio joven normal —susurró ella, mirando a
Leigh andando como un pato al lado de su marido. Lucian miró hacia abajo, al
parecer sorprendido de que ella lo hubiera seguido, y luego frunció el ceño e hizo un
gesto a la casa cuando dijo algo que Leigh ignoró. Ordenándola volver al interior,
sin duda, pensó Valerie con diversión.
—No hay nada normal en Lucian Argeneau —dijo Anders con ironía cuando se
detuvo delante de la pareja, y luego agregó en serio—: pero son las mismas personas
que nos abrieron su casa y con las que has pasado los últimos dos días.
—Bien —dijo Valerie, y sabía que era cierto. No habían salido arrastrándose de
ataúdes y poniéndose capas. Lucian llevaba su expresión generalmente severa, junto
con pantalones vaqueros y una camiseta que se extendía sobre su pecho musculoso,
y Leigh era... bueno, Leigh. Llevaba un vestido de verano muy negro con grandes
flores rojas en él que hacían poco por ocultar la protuberancia de su embarazo
excesivamente grande. También llevaba una amplia sonrisa de bienvenida que era
difícil de resistir. Valerie se encontró sonriéndole de vuelta mientras salía del SUV.
Su sonrisa se convirtió en una mueca de diversión, sin embargo, cuando Leigh gritó
un alegre "hola" y se contoneó rápidamente hacia la parte trasera del SUV.
—Entra y descansa, Leigh —gruñó Lucian, tratando acompañarla lejos del vehículo
cuando Valerie los siguió.
—Estoy embarazada, no discapacitada. Puedo ayudar —protestó Leigh, sacudiendo
su agarre cuando Anders abrió las puertas traseras del SUV. Mirando las bolsas de
compras, sonrió ampliamente y se frotó las manos como un niño frente a un camión
cargado de regalos. Antes de que los hombres pudieran comenzar la descarga, agarró
la bolsa más cercana, tiró hacia fuera y abrió las asas para mirar ansiosamente el
interior—. Oh, mira, Lucian. Pastel de café de limón. Eso no estaba en mi lista.
—No, pero Anders pensó que era bueno —dijo Valerie con diversión.
—Lo es —estuvo de acuerdo Leigh, cerrando las asas para sostener la bolsa en una
mano.
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—¿Por qué no lo llevas dentro y empiezas a hacer café mientras sacamos el resto?
—sugirió Lucian esperanzado—. Podemos tener una rebanada de pastel y café
mientras decidimos qué hacer para la cena una vez que tengamos todo
desempaquetado y guardado en su sitio.
—Está bien —estuvo de acuerdo ella alegremente y Lucian comenzó a relajarse,
pero luego frunció el ceño cuando ella cogió dos bolsas más para llevarlas consigo.
—Mujer obstinada —murmuró Lucian mientras miraba a su esposa alejarse.
Valerie sonrió para sus adentros mientras se acercaba al SUV para tomar un par de
bolsas, pero miró a su alrededor con sorpresa cuando Lucian dijo de pronto—: Así
que le hablaste sobre nosotros. —Él estaba hablando con Anders y añadió—: Parece
haberlo manejado mejor de lo que esperaba.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó, entrecerrando los ojos. Cuando él simplemente
arqueó una ceja, Valerie recordó que Anders le había dicho que los inmortales
podían leer a los mortales, y murmuró—: Oh.
Lucian asintió y luego se acercó al SUV para tomar varias bolsas, añadiendo—: Pero
no te alojarás con Anders, así que saca el pensamiento de tu cabeza.
—¿Decidiste quedarte en mi casa? —preguntó Anders a Valerie con una sonrisa
torcida, obviamente complacido. Esa media sonrisa se desvaneció, sin embargo,
cuando se volvió hacia Lucian y anunció en tono duro—: Se quedará en mi casa si
gusta, Lucian. No hay ninguna razón por la que no deba.
—Kathy ha desaparecido —dijo Lucian con calma mientras se alejaba del SUV
cargado con bolsas—. Creo que estarás de acuerdo con que Valerie no debe ir a
ninguna parte hasta que no sepamos dónde está su compañera de jaula.
Se alejó entonces, llevando la comida que había recogido al interior de la casa.
Valerie se le quedó mirando con el ceño fruncido. ¿Kathy había desaparecido? Se
volvió hacia Anders. Tenía el ceño fruncido también.
—Vamos —dijo él, tomando el resto de las bolsas de la parte trasera del SUV y
golpeando la puerta para cerrarla—. Será mejor que averigüe lo que pasó.
Valerie asintió y lo siguió al interior, pero no se enteró de lo que estaba pasando al
principio. Roxy estaba esperando junto a la puerta, toda emocionada ante su regreso.
Cuando Valerie terminó, la saludó y la llevó a la cocina. Leigh estaba sacando
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felizmente comestibles de las bolsas, sorprendida y maravillada sobre cada artículo
mientras ella y Anders los guardaban en su sitio. Lucian no estaba a la vista.
—Lucian está en la oficina para tomar una llamada —dijo Anders cuando ella miró
en su dirección.
Valerie asintió comprendiendo y ayudó a guardar el resto de los alimentos, sabiendo
que tendrían que esperar el regreso del hombre antes de saber lo que había querido
decir acerca de la desaparición de Kathy. Después de guardar el último artículo, ella
y Anders reunieron platos, tenedores y cafés para todos y se unieron a Leigh en la
isla, donde ya estaba cortando el pastel de café.
Lucian volvió cuando Leigh ponía el último trozo de pastel en un plato para él y
anunció abruptamente—: Kathy desapareció en algún momento durante la noche.
—¿Quién la estaba vigilando? —preguntó Anders.
—Nicholas y Jo.
—Nicholas es el sobrino de Lucian y Jo es su compañera de vida —dijo Leigh en
voz baja a Valerie cuando Lucian se tomó un descanso para comer varios bocados
de pastel—. Nicholas era un Ejecutor, luego fue considerado un renegado durante
cincuenta años. Todo el mundo pensaba que había matado a una mujer mortal, pero
todo eso fue aclarado hace poco y está de vuelta en el redil de nuevo.
—Y este Joe, ¿es el compañero de vida de Nicholas? —preguntó Valerie con
interés. Vampiros gay. ¿Quién lo hubiera pensado?
—Jo es una chica —dijo Leigh con diversión—. Su nombre es Josephine. Aunque
hay compañeros de vida del mismo sexo —añadió.
—Hmm —murmuró Valerie y luego volvió su atención a los hombres cuando
Anders preguntó:
—¿Cómo fue llevada si ellos la vigilaban?
—Se suponía que solamente la estaban vigilando para asegurarse de que no había
problemas con su regreso a su vida. Podían controlar e influir en cualquier persona
con preguntas, ese tipo de cosas. No esperábamos ningún problema aparte de eso,
así que no había necesidad de estar demasiado cerca cuando estaba sola en casa —
dijo Lucian.
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Anders asintió con entendimiento.
—Kathy alquiló una casa sola. Nicholas y Jo la seguían allí al final del día y
estacionaban en frente para mirar. Era sólo una salvaguarda, en caso de que ella
fuera por la noche a algún lugar y hablase con alguien que podría ser un problema.
Por tanto se instalaron y observaron el frente de la casa.
—Nadie estaba mirando la parte de atrás —dijo Anders solemnemente.
—No —estuvo de acuerdo Lucian. Él apartó su plato y se levantó para conseguir
otro café mientras continuaba—: Bricker sustituyó a Nicholas y Jo esta mañana.
Cuando Kathy no había salido para el mediodía, pensó que estaba durmiendo como
una mañana de sábado. Pero a mediados de la tarde empezó a preocuparse, y entró.
La casa estaba vacía, pero la ventana del dormitorio estaba abierta.
—¿La habitación estaba en la parte trasera de la casa? —supuso Anders. Reuniendo
su plato y el de Lucian, así como su propia taza de café, se puso de pie. Enjuagó los
platos y los puso en el lavaplatos cuando Lucian respondió.
—Aparentemente durmió en su cama, así que fue llevada en algún momento
después de retirarse, pero probablemente antes de levantarse.
Anders terminó con lo del fregadero y se trasladó para unirse a él en la cafetera con
su vaso vacío. Frunció el ceño y preguntó—: ¿Estás seguro de que fue secuestrada?
¿No salió tan solo usando su puerta trasera o algo así?
—Su bolso, llaves y teléfono móvil todavía estaban allí, y la puerta trasera estaba
cerrada. Salió por la ventana. Adivino que no voluntariamente —añadió Lucian
secamente mientras conducía a Anders a la mesa.
Valerie notó que Anders no se veía feliz por esa noticia, pero tampoco lo estaba ella.
Asimismo, no tenía hambre, y empujó su pastel sin terminar de inmediato.
—Y eso no es todo —añadió Lucian.
—Genial —murmuró Valerie en voz baja mientras los hombres recuperaban sus
asientos.
—Recibí la noticia justo antes de que regresases —dijo Lucian y luego agregó—:
Mi parada en la oficina después de que regresaras fue para llamar a los otros
observadores para verificar el estado de las mujeres de cada uno.
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—¿Y? —preguntó Anders.
—Todo el mundo dio cuentas, menos uno —dijo Lucian en tono cansado—. Decker
estaba con Laura Kennedy y dijo que no había salido de la casa aún y que estaba a
punto de ir a ver cómo estaba cuando le llamé. Le dije que llamara después de
comprobarlo. Estoy esperando volver a escuchar de él.
—Así que podríamos tener a dos mujeres desaparecidas —dijo Anders lentamente y
dejó escapar un largo suspiro. Con sus hombros caídos, sacudió la cabeza y miró su
café, diciendo—: Estaba seguro de que las dejaría en paz y pasaría a otro lugar. Sólo
un idiota podría estar en esta zona, ahora que sabemos que está aquí.
—O alguien que quiere ser atrapado y acabado —dijo Lucian con gravedad.
—¿Atrapado y acabado? —preguntó Valerie con sorpresa.
—La mayoría de los renegados son bastante suicidas —dijo Anders en voz baja, y
luego miró a Lucian y dijo—: Pero este tipo no estaba actuando como un renegado
típico. Era cuidadoso. Eligió a mujeres que no serían echadas de menos, tomó una
casa de campo en medio de la nada con dueños que eran viejos, sin hijos o amigos
para comprobarlos. —Anders negó con la cabeza—. Los suicidas no son cuidadosos
para no llamar la atención de esa manera. Hacen cosas que llaman la atención sobre
sí mismos.
—¿Cómo qué? —preguntó Valerie con curiosidad.
—Como comprar ataúdes por docenas y llenarlos con nuevos convertidos —dijo
Leigh con sequedad—. Así es como encontraron al renegado que me secuestró.
Compraba ataúdes al por mayor.
Los ojos de Valerie se ampliaron con incredulidad.
—¿Ataúdes? Realmente no duermen en ataúdes, ¿verdad? —preguntó con
consternación. Tras la explicación de Anders con una base científica para el
vampirismo, había estado segura de que todo (los ataúdes, las capas y el ajo) estaba
equivocado.
—No —le aseguró Leigh, mientras Anders y Lucian dijeron—: Ya no más —al
unísono.
Ella los miró a los tres, uno tras otro.
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—¿Ya no más?
—Oh, bueno... —Leigh hizo una mueca y agitó una mano—. Supongo que en los
viejos tiempos, cuando las casas no estaban tan bien construidas como ahora,
algunos de ellos dormían en ataúdes para asegurarse de que nada de luz solar entrase
a través de las grietas en las paredes o techos, o por pobres cubiertas de ventanas. —
Ella se encogió de hombros—. La mayoría de ellos sólo tienen que utilizar cortinas
negras y cosas así ahora, pero los renegados tienden a hundirse en la versión viva de
la película de miedo de vampiros en beneficio a sus seguidores. Sé que Morgan, el
renegado que me convirtió —explicó—, lo hizo para mantener a sus convertidos en
línea. Todos pensaban que él era su padre y señor y todas esas tonterías, y eran tan
serviles como Renfield de Drácula.
—La mayoría de los renegados lo hacen precisamente por esa razón —dijo Lucian
secamente—. Esto engendra miedo y obediencia.
—Mi renegado no lo hizo —dijo Valerie—. Nunca vi un ataúd y no convirtió a
Janey o Bethany, simplemente las dejó morir.
—Sí. El renegado se cuidó de no llamar la atención sobre sí mismo —estuvo de
acuerdo Anders—. Es por eso que pensamos que era de la vieja escuela. Prefiere
alimentarse del… er... de la fuente —se corrigió con una mueca. Luego suspiró, se
pasó una mano por la parte trasera de su cuello, y agregó—: Nos equivocamos.
—Puede que no —dijo Leigh—. Tal vez la desaparición de Kathy no tenga nada que
ver con el renegado. Tal vez un mortal se la llevó. O tal vez se dio cuenta de que
Nicholas y Jo estaban fuera en el SUV, se puso nerviosa, pensaba que la observaban
con algún propósito nefasto y se coló por la ventana para ir a un lugar seguro o algo
así —sugirió Leigh. Por desgracia, ni sus palabras ni su tono de voz eran muy
convincentes. Ella, obviamente, ni por un minuto creía que lo que estaba diciendo en
realidad podría ser cierto.
A juzgar por las expresiones en las caras de Anders y Lucian, ellos tampoco lo
creían, pero antes de que ninguno de los dos pudiera hacer un comentario, una
música apagada comenzó a sonar.
Valerie miró a Lucian cuando él alcanzó su bolsillo y sacó un teléfono móvil. La
música de inmediato se hizo más fuerte y ella inclinó la cabeza ligeramente y dijo—:
Eso suena como 'Ridin' Dirty' de Chamillionaire.
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Lucian gruñó en voz baja, y luego gritó—: ¡Habla! —Mientras apretaba el teléfono
en su oreja.
Pero Leigh sonrió y exclamó—: ¿Conoces la canción?
—Sí. —Valerie sonrió débilmente—. Me encantaba escucharlo en el coche de
camino al trabajo.
—Lo escucho en el coche también —dijo Leigh con una inclinación de cabeza—.
Pero es sólo llamado 'Ridin', no 'Ridin' Dirty' y eso no es todo.
Valerie parpadeó.
—Estoy segura de que lo es. Suena como…
—Suena como 'Ridin' —reconoció Leigh—. Pero es de Weird Al Yankovic. Blanco
y Friki.
—¿Blanco y Friki? —Valerie se hizo eco con los ojos muy abiertos. Lucian no
parecía el tipo de hombre que era capaz de reírse de sí mismo... o de cualquier otra
cosa, en realidad. Era en su mayoría severo y adusto. Pero tenía que tener un buen
sentido del humor para hacer de aquello su tono de llamada.
—Oh, Lucian tiene un maravilloso sentido del humor —le aseguró Leigh
alegremente—. Pero soy yo la que lo puso en su teléfono. Lo hice la semana pasada,
cuando estaba molesta con él.
—Oh —dijo Valerie con incertidumbre y luego miró a Anders para ver que sus
labios estaban fuertemente comprimidos. Sospechaba que estaba tratando de no
reírse.
—Lo cambiaré tarde o temprano —añadió Leigh serenamente—. Pero
probablemente no hasta que tenga el bebé y él deje de actuar como un asno dictador
sobreprotector.
Los ojos de Valerie estaban anchos y redondos, pero Anders lanzó una carcajada,
que rápidamente trató de cubrir con una tos.
—Llama y actualiza a los demás. Diles que quiero "ojos sobre" de aquí en adelante
—gritó Lucian de repente en el teléfono.
Valerie se quedó inmóvil, con la cabeza girando lentamente hacia el hombre. Esta
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obviamente era la llamada que había estado esperando, y supuso que “ojos sobre”
quería decir que no habría más “observar las casas” de las otras mujeres y seguirlas
a distancia. Tenían que mantener a las mujeres a la vista en todo momento. Laura
debe haber desaparecido entonces, pensó. Difícilmente daría aquella orden de otra
manera, ¿verdad?
Las siguientes palabras de Lucian confirmaron el miedo de Valerie cuando dijo—:
Doblen los observadores. Quiero dos equipos con cada una de las restantes mujeres
todo el día. No perderemos otra.
Valerie se recostó en su asiento. Laura había desaparecido también. Eso dejaba a
Cindy, Billie, y ella misma.
—¿Se ha dirigido ya Beth a Port Henry? —preguntó Lucian.
—Beth es una Ejecutora de Europa — le explicó Leigh a Valerie, su expresión
solemne ahora—. Ella y la sobrina de Lucian, Drina, eran compañeras allí. Pero
Drina llegó a Canadá para ayudar con una situación y encontró a su compañero de
vida, Harper. Se quedó allí. Así que cuando Lucian envió una llamada sobre que los
números de los Ejecutores estaban demasiado bajos y que necesitaba ayuda, Beth se
ofreció. Ella y otro nuevo recluta, Paolo, llegaron el día en que despertaste.
Valerie asintió y preguntó con curiosidad—: ¿Se dirigía a Port Henry en otro trabajo
de Ejecutora?
Leigh negó con la cabeza.
—Beth quería visitar a Drina antes de empezar a trabajar. Iba a Port Henry a
quedarse con Drina y Harper durante el fin de semana y luego comenzaría aquí en
Toronto el lunes.
—Oh —murmuró Valerie, pensando que sería una pena que la visita de la mujer
fuera detenida antes de siquiera empezar.
—¿Las Cataratas del Niágara? ¿Por qué demonios estaban yendo allí? —graznó
Lucian, y luego murmuró—: Turismo —en voz baja con disgusto—. Bueno, ¿por
qué demonios no llevaron sus teléfonos móviles por lo menos?
Probablemente para no ser contactados y arrastrados de sus vacaciones para ser
presionados en el trabajo, pensó Valerie.
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—Llama a los hoteles alrededor de las Cataratas del Niágara y encuéntralos —gruñó
Lucian.
Valerie se mordió el labio. Lucian, obviamente, no sabía cuántos hoteles había en las
Cataratas del Niágara. Si es que siquiera estaban en un hotel... podrían haber
alquilado una casa de campo, o incluso podrían haber ingresado en un cama y
desayuno. Y es posible que ni siquiera estuvieran en el lado canadiense, que se
hubieran pasado al lado americano de las Cataratas del Niágara. Encontrarlos podría
llegar a ser más difícil que encontrar al renegado, pensó, pero luego prestó atención
cuando Lucian volvió a hablar.
—Solamente haz lo mejor que puedas —le gritó—. Mientras tanto, Christian y su
banda están con Marguerite ahora mismo. Cada uno de ellos ha pasado algún tiempo
como Ejecutor en un momento u otro a través de los siglos. Llamaré para ver si
alguno de ellos estaría dispuesto a ayudar hasta que podamos conseguir traer a Beth
y Drina aquí.
—Christian es hijo de Marguerite, y el sobrino de Lucian —explicó Leigh y luego
frunció el ceño—. Bueno, técnicamente, supongo que no es su sobrino. Al menos,
no por sangre, pero Marguerite es la cuñada de Lucian, por lo que es de la familia.
Valerie asintió, y luego miró a Lucian cuando dijo—: No, no necesitas organizar
nada para ella. Anders y yo lo hemos cubierto. Sólo concéntrate en las otras dos.
No tuvo que pensar mucho para saber que estaba hablando de ella cuando Lucian
dijo que él y Anders tenían esto cubierto. Estaba definitivamente en prisión
preventiva ahora. Pero Valerie había pensado eso desde el principio.
Lucian colgó entonces, pero enseguida se levantó y caminó hasta el teléfono al final
de la barra. Lo recogió, comenzó a perforar los números y, a continuación, sostuvo
el teléfono entre su oreja y su hombro mientras conectaba el cargador de su teléfono
móvil al enchufe de la pared. Apenas había logrado realizar la tarea antes de dejar
caer el teléfono móvil en la mesa y agarrar el otro teléfono para ladrar—:
¿Marguerite?
Valerie se distrajo de la última conversación cuando Roxy empujó su brazo con una
nariz húmeda.
Al mirar hacia abajo, acarició la cabeza del perro.
—¿Tienes que salir fuera?
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Roxy se quejó, luego se volvió y se dirigió hacia el grupo más cercano de puertas
francesas.
—Eso sería un sí —dijo Leigh con diversión.
Sonriendo irónicamente, Valerie asintió y se puso a cruzar las puertas. Roxy esperó
a que pasase primero y luego la siguió y se precipitó por delante para encontrar un
parche de hierba. Valerie comenzó a cerrar la puerta detrás de ella, pero se detuvo y
miró a su alrededor cuando no se cerró. Anders la siguió fuera de la casa.
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Capítulo 15 oy hacerte compañía —dijo Anders mientras detenía a
Valerie de cerrarle la puerta en la cara.
—Gracias —murmuró, y volvió a caminar hasta el borde de
la terraza para observar a Roxy. Anders cerró la puerta y la siguió. Él también
miraba hacia el patio, pero no estaba observando a Roxy. Estaba examinando el
bosque que había detrás de la casa y los árboles a ambos lados de ella. Infiernos, se
dio cuenta que había incluso árboles a tres o seis metros de profundidad a lo largo
del frente de la casa. Todo el lugar estaba rodeado de bosque que haría un gran
escondite para cualquiera que quisiera acercarse con sigilo a la casa. ¿Qué demonios
había estado pensando Lucian cuando compró esta casa en medio del maldito
bosque?
—Supongo que esto significa que nuestro renegado es suicida —comentó Valerie de
repente.
Anders frunció el ceño.
—Sí, parece que sí.
—¿Eso lo hace más o menos peligroso? —preguntó con tristeza.
—Más —admitió él a regañadientes.
Valerie asintió como si hubiera sido exactamente lo que había esperado que dijera.
Luego se volvió hacia él. Con los brazos cruzados sobre su pecho, le preguntó en
voz baja—: ¿Qué tan peligroso es tu trabajo, Anders? Quiero decir, sé que ser un
policía mortal es peligroso, ¿pero cuánto peor es ser un policía inmortal en
comparación?
—Puede ser peligroso a veces, pero somos muy cuidadosos —respondió Anders.
Había tenido la esperanza de tranquilizarla, pero ella no parecía estarlo, por lo que
añadió—: Cuando todo está dicho y hecho, es probable que sea más seguro para
—V
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nosotros que para un oficial de policía mortal, aunque sólo sea porque somos más
difíciles de matar.
Él notó que Valerie aún no parecía estar tranquila. De hecho, parecía enfadada.
—¿En serio? —dijo ella sombríamente—. ¿Vas a mentirme después de que dijiste
que no lo harías?
—No estoy mintiendo —respondió con afrenta.
—¿No? —le preguntó vacilante—. Es gracioso, porque estoy bastante segura de
recordar a Justin diciendo algo el otro día sobre ustedes cayendo como moscas. Y
Leigh dijo hace menos de diez minutos que Beth y Paolo vinieron a ayudar a llenar
las filas debido a que su número estaba disminuyendo.
—Oh. —Anders sonrió y agarró sus brazos, frotándolos mientras le hablaba—. Has
entendido mal, Valerie. Drina, Beth y Paolo están aquí porque muchos de mis
compañeros de trabajo han encontrado a sus compañeros de vida —explicó con
suavidad.
—¿Qué? —jadeó ella incrédula—. ¿Por qué necesitarían sustituir a las personas que
encuentran a sus compañeros de vida? —Frunció el ceño y añadió—; Ustedes no
son como las mantis religiosas, ¿verdad? No tienen un acuerdo sobre tomar un
compañero y morir, ¿no?
La sugerencia era tan ridícula que hizo que Anders lanzara una carcajada, pero se
serenó con rapidez bajo el ceño fruncido de ella y le aseguró—: No, por supuesto
que no. No es nada de eso.
—¿Entonces? ¿Qué es? — preguntó Valerie, sonando un poco beligerante ahora.
Anders encontró su actitud un poco sexy. Imaginaba, sospechaba, que Valerie podría
sonarse la nariz y él la encontraría sexy en este momento de su relación. Haciendo
una mueca ante esa pequeña toma de conciencia de sí mismo, se decidió a
mostrárselo en lugar de decírselo, así que simplemente la tomó en sus brazos para
darle un beso.
Un tiempo después, Anders reconoció que no fue la idea más brillante. No estaba
seguro de cuántos minutos habían pasado cuando la voz de Lucian perforó la niebla
caliente que envolvía su cerebro. Atrajo a Anders lo suficiente como para que se
diera cuenta de lo que estaba haciendo. Y lo que estaba haciendo era frotarse contra
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Valerie contra la valla del porche mientras simultáneamente intentaba examinar sus
amígdalas con su lengua, tocar y apretar sus senos, su trasero, y desabotonar sus
vaqueros, todo al mismo tiempo.
Gimiendo, Anders se desenredó de los brazos de Valerie que le aferraban y dio un
paso atrás. Hizo una pausa para tomar aliento varias veces, tratando de darle a su
cerebro la oportunidad de recuperarse antes de volverse hacia Lucian. Una vez que
enfrentó al hombre, se limitó a preguntar—: ¿Qué has dicho?
—Dije que prefiero que mi esposa no mire a través de nuestras puertas francesas y
vea tu culo desnudo, si no te importa —dijo Lucian sobriamente.
Anders se miró a sí mismo, aliviado al ver que, como había pensado, aún no había
logrado desabotonar y dejar caer sus calzoncillos. Tratando de mantener la dignidad,
enderezó sus hombros y dijo—: Te aseguro que mi autocontrol habría aparecido
antes de que las cosas fueran tan lejos.
—Sí, claro —resopló Lucian—. Un minuto más y habrías estado con el culo al aire
y dándole a Valerie un buen vistazo justo allí en la valla del porche. —Haciendo una
mueca, añadió—: Para referencia futura, no lo recomiendo. Leigh obtuvo algunas
astillas desagradables de esa valla hace unos meses. Es muy rudo como para pasar
ese tipo de esfuerzos.
Anders echó un vistazo por encima del hombro hacia Valerie con preocupación ante
esa noticia. Los pantalones que llevaba no eran especialmente largos y no tenía duda
de que por lo menos sus muslos habrían estado clavados en la madera cuando la
estaba frotando.
—¿Estás bien?
Sonrojándose de forma brillante, ella asintió.
—Creo que sí.
—Lo comprobaré más tarde. —Anders había tenido la intención de que eso la
tranquilizara, pero el sonrojo de Valerie viró desde un color rosado hasta convertirse
en el rojo de un tomate y sus grandes ojos saltaron hacia Lucian llenos de vergüenza.
—Y es precisamente por eso que necesitamos ayuda en este momento —le dijo
Lucian tajante a Valerie, obviamente después de haber leído lo suficiente de sus
mentes como para saber qué era lo que Anders había estado tratando de mostrarle.
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Aclaró, sin embargo, al añadir—: He perdido la mayor parte de mis mejores
ejecutores porque pierden la cabeza por sus compañeras de vida… lo cual sucede
con mucha frecuencia. Se vuelven tan descerebrados como los gatos en celo. Incluso
yo sufrí de ello en alguna ocasión. Vamos a necesitar ayuda durante el próximo año
o algo así hasta que lo peor haya pasado.
—Oh —suspiró Valerie.
En apariencia satisfecho de que ella lo entendiera, Lucian se volvió hacia Anders.
—Christian y sus primos de la banda van a echarnos una mano durante el próximo
día o dos, y tal vez incluso más. Han accedido a reunirse con nosotros en la casa de
los Ejecutores.
—¿Por qué la casa de los Ejecutores? —preguntó Anders—. ¿Por qué no hacemos
que vengan aquí?
—Tenemos que discutir un plan de acción para dar caza a este renegado y hacerlo
rápidamente. Quiero tener a esas mujeres a salvo de nuevo. He llamado a Greg para
tener su opinión y quiero a Mortimer y a Justin allí también, pero no pueden dejar la
casa sin personal. Alguien tiene que estar allí para asegurarse de que las cosas
funcionen bien. Así que nos encontraremos con los chicos allí.
—Pero ¿qué pasa con las mujeres? —preguntó Anders frunciendo el ceño—. No
voy a dejar a Valerie.
—Ellas vienen con nosotros —le interrumpió Lucian, y luego se volvió para
dirigirse de regreso a la casa, añadiendo—; Leigh quiere llevar algo de comida para
cocinar allí para todo el mundo. Está reuniendo todo en este momento, y luego nos
vamos. Tienen unos diez minutos como máximo.
Anders se giró de nuevo hacia Valerie justo cuando ella preguntaba—: ¿Quién es
Greg?
—Oh. —Le tomó un minuto a su mente retroceder, pero luego se explicó—: Greg
Hewitt. Está casado con la sobrina de Lucian, Lissianna. Él es psicólogo. Ha
ayudado un par de veces en el pasado cuando los casos no estaban siguiendo un
patrón normal.
—Al igual que éste —sugirió Valerie.
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—Sí. Al igual que éste —concordó él con seriedad. En realidad, este renegado no se
estaba comportando en absoluto con sentido. Anders había estado seguro de que no
era más que un inmortal anciano, que se negaba a renunciar a la alimentación directa
de la vena. Había muchos ancianos que todavía pensaban en los mortales como nada
más que bolsas de comida que caminaban, y que se podían utilizar y agotar si lo
deseaban. Sin embargo, la mayoría de ellos sólo permanecían en Europa, donde
alimentarse de la vena todavía era tolerado. Aunque alimentarse de la fuente hasta el
punto de la muerte ya no se toleraba en ningún lado, así que el hombre habría sido
un renegado también allí.
Sin embargo, Anders no había pensado que este inmortal tan particular fuera tan
suicida como egoísta y carente de conciencia. Pero quedarse en la zona, e incluso
volver a secuestrar a sus víctimas anteriores cuando debía de saber que estaban
siendo observadas… bueno, eso era suicida.
—Mejor me llevo a Roxy a mi habitación —dijo Valerie en voz baja—. Ella puede
quedarse allí mientras no estamos.
El comentario de Valerie atrajo la atención de Anders de sus pensamientos y bajó la
mirada hacia el pastor alemán que cruzaba el patio para pararse entre ellos.
Tendiendo la mano para acariciar al perro, él comentó—: Lo confirmaré con Lucian,
pero estoy seguro de que no habrá problema en llevarla con nosotros, si quieres. En
realidad, Mortimer ha estado pensando en conseguir algunos perros guardianes para
la casa de los Ejecutores para ayudar con la seguridad y liberar un poco de mano de
obra, así que sé que no le importará que ella esté allí.
—No tengo su jaula de viaje —señaló Valerie.
—Es una perra muy bien educada. Debería estar bien sin una jaula. Montó hasta
aquí desde Cambridge en el suelo del asiento delantero sin ningún problema.
—Lo sé, pero prefiero no aparecer con ella —dijo Valerie con el ceño fruncido—. Y
mientras no nos vayamos durante mucho tiempo, debería estar bien aquí.
Anders dudó, pero luego se encogió de hombros y asintió.
—No permaneceremos mucho tiempo alejados. Un par de horas como mucho —
supuso, dando a Roxy una última caricia. Tomando el brazo de Valerie, la impulsó
hacia la puerta, diciendo—: Deberíamos entrar ahora.
—Sí, parece que Leigh casi ha terminado —señaló Valerie y Anders echó un vistazo
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al interior cuando extendió la mano para abrir la puerta. Efectivamente, al parecer
Leigh casi había terminado. Al menos eso esperaba. Parecía que ella había embalado
de nuevo todo lo que acababan de comprar y desempaquetar. ¿A cuántas personas
creía que iba a alimentar?
—Según mis cuentas son diecinueve —anunció Justin, entrando en la cocina de la
casa de los Ejecutores—. Veinticuatro si piensas alimentar a los chicos en la reja y
los que están de guardia.
—Gracias —contestó Valerie, mirando a Justin Bricker mientras él abría la nevera, y
luego simplemente le miró fijamente y con asombro cuando él sacó una bolsa de
sangre y la llevó hasta sus dientes.
—Veinticuatro entonces —dijo Leigh con un asentimiento de cabeza, dejando la
cuchara que había estado usando para remover la gran olla de chili e inclinarse
ligeramente para abrir la puerta del horno y comprobar la lasaña—. Valerie, ¿cómo
va el pan de ajo? ¿Está casi listo para ir al horno? ¿Valerie?
Parpadeando, Valerie trató de apartar los ojos de Justin, pero no pudo. Ni siquiera
estaba segura de qué le había dicho Leigh, por lo que sólo murmuró—: ¿Eh?
—Valerie, yo… Jesús, Justin, ¿qué estás haciendo? —jadeó Leigh con asombro,
notando al parecer dónde estaba su atención.
—¿Qué? —exclamó el hombre, alejando la bolsa de su boca y luego corriendo al
fregadero con ésta cuando la bolsa perforada comenzó a chorrear sangre por todas
partes. Dejando caer la bolsa en el fregadero, Justin miró de Leigh a Valerie
mientras empezaba a tirar del rollo de toallas de papel—. Pensé que sabía de
nosotros.
—Bueno, sí, lo sabe. Pero se acaba de enterar hoy. Nunca nos ha visto alimentarnos
ni nada —dijo Leigh con exasperación.
—Oh. Lo siento —murmuró, secándose rápidamente el desorden en su camisa y
luego volviendo su atención hacia el suelo. Había un rastro de sangre en el azulejo
blanco desde la nevera hasta el fregadero.
—¿Valerie? —Leigh la llamó con suavidad, acercándose hasta su lado—. ¿Estás
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bien?
Ella apartó los ojos del rastro de sangre que desaparecía rápidamente, y asintió
débilmente.
—Sí. Claro. Sólo estaba…
—Un poco sorprendida por ver a Justin llevarse una bolsa de sangre hasta sus
dientes —terminó por ella en un suspiro. Leigh le palmeó el brazo—. Se necesita
algún tiempo para acostumbrarse, lo sé. Puedo ver que has terminado con el pan de
ajo. Lo tendré pronto, diez minutos antes de comer, ¿pero tal vez puedas comenzar a
preparar una ensalada para mí?
—Claro —murmuró Valerie y se movió hacia la nevera para conseguir los
ingredientes necesarios. Pero cuando abrió la puerta, se encontró mirando fijamente
las bolsas de sangre apiladas con cuidado en el estante inferior, justo por encima de
los cajones de fruta y verdura. Y mientras se inclinaba para alcanzar la lechuga, se
enderezó sosteniendo una bolsa de sangre.
Valerie se giró con ella en la mano justo cuando Justin se enderezaba de terminar de
limpiar el desastre que había hecho.
Él echó un vistazo de su cara a la bolsa y viceversa.
—¿Qué estás haciendo?
—Hazlo de nuevo —dijo ella, sorprendiéndose incluso a sí misma con la solicitud.
—¿Qué parte? —preguntó él divertido—. ¿Alimentarme o hacer un lío cuando
Leigh me grite otra vez?
Sus palabras hicieron que Valerie le diera un vistazo a Leigh para ver que la miraba
con preocupación. Volviéndose, le tendió la bolsa a Justin.
—Ponlo en tu boca.
Él vaciló, girando su mirada a Leigh, pero cuando ella asintió, tomó la bolsa y, a
continuación, mirando a Valerie con cautela, abrió la boca y dejó que sus colmillos
se deslizaran hacia afuera y simplemente perforó la bolsa llena con ellos.
Valerie lo observó con fascinación durante un momento, y luego se movió a su lado
para tratar de ver lo que estaba sucediendo.
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—¿Estás tragando la sangre o es…?
Justin tensó los labios, retrayéndolos para revelar sus dientes. Podía ver que no había
ningún líquido acumulándose en su boca. Los colmillos estaban hundidos en la bolsa
y parecían estar drenando el líquido de la bolsa por sí mismos, como si tuvieran
pequeñas bombas que atraían la sangre hacia dentro.
—Interesante —murmuró, acercándose.
—Sin embargo, él no es el renegado habitual —dijo Anders, moviendo los ojos
hacia la puerta mientras se preguntaba qué estaba haciendo Valerie. Ella se había
dirigido junto con Leigh, Lissianna y Dani para ayudar a cocinar, mientras que Jo,
Carolyn y los hombres habían ido a la sala de estar para planificar un plan de acción
para ese renegado. Por desgracia, no podían ponerse de acuerdo en uno porque no
podían resolver con qué clase de renegado estaban tratando.
—Puede que tengas razón —dijo Greg—. No parece suicida. O no lo es —añadió,
pensativo—. Al comienzo fue cuidadoso para no ser atrapado. Si Valerie no hubiera
conseguido noquear a Igor y llamar al 911, puede que nunca hubiera llamado nuestra
atención.
Y nunca la hubiera conocido. Ella habría muerto sola en la oscuridad en una jaula
sucia y fría, pensó Anders, apretando la boca.
—¿Lo noqueó? —preguntó Christian—. ¿Así que no crees que matara a Igor cuando
le enterró la estaca?
—Su jefe llegó justo después, probablemente él retiró la estaca y si una estaca es
removida con la suficiente rapidez el inmortal vivirá. Suponemos que está vivo —
dijo Anders. Tuvo que explicarle a Christian, a su compañera de vida, Carolyn, y a
sus compañeros de banda toda la historia desde el principio hasta el final. No los
podían enviar a una situación en la que no sabían lo que estaba pasando y a lo que se
enfrentaban.
—Correcto —agregó Christian con el ceño fruncido—. Así que en realidad estamos
buscando a dos renegados.
—Tenemos una imagen del que ellas llaman Igor —anunció Lucian y Mortimer de
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inmediato entregó dos copias del retrato que hizo el dibujante de Igor.
—¿Y el otro tipo? —preguntó Christian.
—Ninguna de ellas lo vio cuando no estaban bajo la influencia de las drogas —
respondió Anders.
—Pensé que no se les daba comida drogada la noche en que las subían al piso de
arriba —comentó Carolyn con el ceño fruncido—. Sin duda, ¿no deberían haber
estado más sobrias para el momento en que lo vieran?
—No lo estaban y deberían estarlo —coincidió Lucian—. Pero creemos que Igor les
estaba administrando un medicamento durante o después del baño.
—Un medicamento diferente del de la comida —aclaró Greg—. Uno que no las
hacía dóciles, pero arruinaba sus percepciones. Valerie y las otras mujeres recuerdan
que lucharon con él en sus salidas nocturnas y que él lo disfrutó. Sin embargo, para
cada una sus recuerdos de su entorno, así como su aspecto, están demasiado
distorsionados como para haber sido el resultado de dejarles de administrar las
drogas la noche anterior en su comida.
—Ninguna de ellas mencionó haber sido drogada en sus salidas nocturnas —dijo
Anders con el ceño fruncido. No estaba seguro de a que "nosotros" se refería Lucian
al hablar. No había estado muy metido en esta conversación.
—Igor podría haberlas controlado para evitar que recordaran —dijo Lucian con un
encogimiento de hombros—. Él no parecía tan sádico como su jefe.
—Bueno, si bien no tenemos idea de cómo se ve el jefe, esa no es la razón de por
qué se está arriesgando en secuestrar a las mismas mujeres de nuevo —murmuró
Greg, y luego preguntó—: ¿Y no encontraron ninguna tienda con grandes compras
de jaulas?
Anders negó con la cabeza.
—No. Ni siquiera encontramos una tienda donde alguien comprara más de una jaula
grande a la vez.
—Si él fuera un suicida y buscara ser atrapado, inconscientemente estaría dejando
migas de pan. Pero no ha dejado ningún rastro en absoluto —dijo Greg con el ceño
fruncido—. Realmente creo que no es un suicida.
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—Entonces, ¿por qué arriesgarse a atrapar a sus anteriores víctimas de nuevo? —
preguntó Anders con frustración—. Tendría que saber que estaríamos vigilándolas
para asegurarnos de que no tuvieran problemas al regresar a sus vidas, y no habría
tenido más que echar un vistazo a la calle para detectar nuestros SUVs. Esas son
reconocidas por los inmortales como vehículos de los Ejecutores.
—Las dos primeras mujeres no fueron tan arriesgadas —comentó Mortimer—. No
esperábamos que las volviera a secuestrar. No estábamos vigilándolo a él.
—Sin embargo, Billie sí lo fue —señaló Anders, con la boca apretada. Mortimer
había recibido la llamada justo antes de que hubieran llegado. Billie había sido
secuestrada en su trabajo. Estaban esperando a que su hombre llegara a la casa para
dar explicaciones, pero sonaba como si ella hubiera entrado en la sección de “sólo
empleados” para cambiarse y nunca hubiera salido. Anders no estaba seguro de por
qué su Ejecutor no la había seguido dentro. Lucian les había ordenado “nunca
perderla de vista”. Nunca perderla de vista significaba que no podían permitirle
salir de su vista ni para cambiarse. La privacidad se volvía algo secundario en
cuanto a seguridad se refería, o debería haberlo hecho.
—Sí, Billie debería haber sido más arriesgada —dijo Lucian, con la voz fría. Anders
no envidiaba al hombre que había estado vigilando a Billie. El tipo estaba metido en
mucha mierda.
—Entonces, ¿por qué correr el riesgo? —preguntó Carolyn.
—No sé —admitió Greg con cansancio—. A menos que tema que puedan haber
visto algo en esa casa que pudiera delatar quién es.
Mortimer negó con la cabeza.
—Las comprobamos a todas. En cada caso, sus recuerdos estaban distorsionados.
Los retazos de su cara son como imágenes vistas a través de la parte inferior de una
botella de refresco de vidrio antigua o un espejo de circo. No hay absolutamente
nada que se pueda usar en sus recuerdos.
—Puede ser que no sea su cara por lo que está preocupado —señaló Greg—. Podría
haber sido un sobre de correo en la mesita de noche con su nombre en él, o que su
billetera pueda haberse caído y abrirse para mostrar su licencia de conducir durante
una de sus luchas, incluso cuando fueron secuestradas. O durante su secuestro,
podrían haber vislumbrado su rostro en el reflejo de una ventana o algo así. Podría
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ser cualquier cosa.
Anders maldijo. Él no fue el único, tanto Lucian como Mortimer se hicieron eco del
sonido cuando se dieron cuenta de que podrían haber pasado por alto algo
importante.
—Valerie está en la cocina, ¿verdad? —preguntó Greg.
Anders asintió y se dirigió a la puerta.
—Sí, voy a ir con ella y…
—No, no lo hagas. —Las palabras de Greg lo hicieron detenerse en seco—. Iremos
nosotros a donde está ella. Será más natural. Estará relajada, más propensa a
recordar las cosas, que si la arrastramos aquí y hacemos que se sienta como si
estuviera siendo interrogada.
—Ella sabrá lo que estás haciendo y se tensará en el momento en que le pidas que
vuelva a recordar, de todos modos —dijo Jo con sensatez.
—Sí —concordó Greg—. Pero quiero hacerle algunas preguntas primero y ver si
podemos separar lo que no puedan haber tenido las mujeres en común. Cómo se
cruzó con cada una de ellas. Eso nos podría decir algo acerca de él, lo que nos
podría dar una pista de a dónde irá ahora.
Anders asintió.
—Vamos.
Todos en la sala comenzaron a moverse mientras Anders se giraba. Eso le hizo
sacudir la cabeza. No iban a caber todos en la cocina. Aparte de él, estaba Christian,
su compañera de vida, Carolyn, y sus cuatro compañeros de banda, y luego Greg,
Lucian, Mortimer, Nicholas, Jo y Decker. Lissianna, Dani, y Sam habían optado por
ayudar a Leigh y a Valerie con la comida. Simplemente, no había manera de que
todos fueran a caber en la cocina.
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Capítulo 16 stá bien, quizás todos cabrían en la cocina, pensó Anders mientras entraba
en la gran sala brillante. Era mucho más grande en la realidad que en su
memoria, pero entonces no estaba a menudo aquí.
Los pensamientos de Anders murieron cuando se detuvo justo dentro de la cocina.
Fue la visión de Valerie en el refrigerador, examinando a Justin como si fuera un
caballo a la venta lo que le hizo detenerse. El joven Ejecutor estaba completamente
inmóvil, una bolsa de sangre disminuyendo rápidamente en su boca y los ojos muy
abiertos mientras Valerie estaba a su lado, tirando de su labio superior y hurgando
en los dientes.
—Tiene que haber un camino directo hacia el torrente sanguíneo a través de los
colmillos —decía pensativa—. Pero no veo cómo. O cómo puede ir a la sangre sin
algún tipo de sistema de bomba o algo así... a menos que los nanos hagan el trabajo
real de dirigirlo a la sangre. Hmmm.
La bolsa de sangre estaba vacía, y Justin se la quitó con alivio, murmurando—: Sí.
Bueno, no sé cómo funciona. Solo disfruto de los beneficios.
—¿Puedo ver tus colmillos de nuevo? —preguntó Valerie.
—Er... —dijo Justin, entonces vio a Anders y sonriendo con alivio—. Anders,
amigo. Muéstrale a tu mujer tus colmillos.
—¿Tímido, Bricker? ¿Tú? —preguntó Anders secamente, avanzando de nuevo
cuando Valerie miró a su alrededor para sonreírle.
—No. Es sólo que no quiero que parezca que estoy haciéndole ver cuánto más
grandes son mis colmillos que los tuyos —respondió Justin.
—En realidad, vi los colmillos de Anders en su casa esta tarde y son más grandes
que los tuyos —dijo Valerie a su vez, y luego cuando Anders llegó a su lado, ella lo
miró y le preguntó—: ¿Por qué? ¿Es algo así como grandes colmillos, grandes pies,
E
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grandes…?
Anders puso fin a su pregunta besando su boca juguetona. Dios, amaba a esta mujer.
Justin había tratado de avergonzarlo y le había dado un golpe de vuelta con tan poco
esfuerzo que….
Sus pensamientos murieron cuando el cerebro de Anders cogió y se aferró a una
frase en particular que se había quedado en su mente. Dios, ¿amaba a esta mujer?
Rompiendo el beso, él levantó la cabeza y miró a su dulce rostro. Ella era como un
rayo de sol. Pelo de oro, piel de porcelana, ojos verdes brillantes, labios rojos
deliciosos. Era tan hermosa como el sol, y él siempre había pensado que el sol era la
cosa más hermosa del mundo. Tal vez porque nunca podría disfrutarlo de verdad, y
sólo se había permitido breves atisbos de él, o disfrutado de segunda mano los
recuerdos de los mortales de los que se alimentaba. No fue hasta la última década
más o menos que había sido capaz de disfrutar adecuadamente con la ayuda de la
capa de la ventana que bloqueaba los rayos UV.
Valerie rivalizaba con el sol ante sus ojos. Y ganaba. Si le daban la opción de verla
todos los días pero no volver a ver el sol de nuevo, o no volver a verla y llegar a
disfrutar del sol, Valerie ganaría con las manos hacia abajo, reconoció.
Anders siempre había entendido que los nanos eran justos cuando elegían el
compañero de vida de un ser inmortal. Él no se había dado cuenta de lo buenos que
podrían ser. Cuando estaba con Valerie, se sentía en paz. Le gustaba su sonrisa, su
risa, su charla, su sentido del humor, todo. Le gustaba estar solo con ella, incluso sin
decir nada. Y sin duda disfrutaba de su pasión.
—¿Anders? —La profunda voz de Greg interrumpió sus cavilaciones.
Se enderezó, se dio la vuelta y miró a Greg durante un momento en blanco, y luego
asintió.
—Valerie, este es Greg Hewitt. Él es…
—El esposo de Lissianna —dijo Valerie con una sonrisa, sosteniendo su mano hacia
Greg—. Encantada de conocerte. Lissianna es encantadora.
—Encantado de conocerte también —dijo Greg con una sonrisa. Levantó una ceja y
miró a su alrededor.
—Hablando de mi esposa, ¿dónde está?
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—Fuera —contestó Valerie—. Estaba aquí para ayudarnos, pero Luciana se puso
exigente, por lo que la llevó al patio a dejarla correr mientras comprobaba a Sam y a
Dani para ver si estaban bien con lo de la barbacoa o si necesitaban algo.
—¿Sam y Dani están manejando la barbacoa? —preguntó Decker con el ceño
fruncido—. ¿Por qué no nos llamaron a uno de nosotros para hacerlo?
—Porque todos estaban ocupados —dijo Valerie con un encogimiento de
hombros—. Además, no había necesidad. Como dijo Sam, es abogada y Dani es
médica, entre las dos deben ser capaces de hacer una barbacoa sin estallar el lugar.
—Cristo —murmuró Mortimer y salió de la habitación con Decker a su espalda.
Anders tensó el brazo que aún tenía alrededor de Valerie, dándole un pequeño
apretón. Había recogido el brillo en sus ojos, incluso si los otros dos hombres no.
—Tienes una hermosa hija —dijo Valerie ahora a Greg—. Es un pequeño querubín
alado con sus rizos de oro, regordetas mejillas sonrosadas y esos hermosos ojos
grandes, azul plata. Hablando de eso —añadió, volviéndose hacia Anders—. Todos
tienen esa clase de ojos metálicos. Son de plata azul, verde plateado o negro y oro
como los tuyos. ¿Es debido a los nanos?
—Sí —contestó Anders.
Antes de que pudiera preguntar por qué los nanos tenían ese efecto en los ojos, que
Anders sospecha sería la siguiente pregunta, Greg preguntó una de las suyas.
—He oído que eres veterinaria que toma algunos cursos de actualización en la
Facultad de Veterinaria de la Universidad de Guelph.
Valerie asintió.
—Y yo he oído que eres psicólogo. Ese debe ser un trabajo interesante.
—A veces —estuvo de acuerdo con ironía, y luego dijo—: Tengo entendido que una
de las otras mujeres llevadas por el secuestrador trabajaba en la universidad. ¿Billie?
—Sí, ella… —Valerie se detuvo abruptamente, sus cejas juntándose—. Espera.
¿Has dicho trabajaba?
—Lo siento, quiero decir trabaja. Ella trabaja allí. —Greg se corrigió rápidamente.
Valerie lo miró fijamente durante un minuto y luego se volvió hacia Anders.
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—¿Billie está bien?
Anders podía sentir todos los ojos en él. Sabía que todo el mundo quería que
mintiera y le dijera que Billie estaba bien para poder seguir adelante con sus
preguntas a Valerie, pero simplemente no podía hacerlo. No iba a mentirle a Valerie.
Pero antes de que pudiera decirle que Billie había sido secuestrada, Lucian tomó la
palabra, llamando la atención de Valerie hacia él.
—Ella sigue trabajando en la cafetería universitaria y estará bien —dijo Lucian.
Anders se estaba relajando cuando Valerie se volvió hacia él y le preguntó—: ¿Está
Billie bien ahora mismo?
Haciendo una mueca, él negó con la cabeza.
—Fue sacada de su lugar de trabajo justo antes de llegar aquí. —Sus ojos se abrieron
con horror y ella abrió la boca para decir algo, pero él se precipitó, diciendo—: No
sabemos los detalles todavía, Valerie. Tan pronto como lo sepa, lo sabrás. Mientras
tanto, Greg tiene algunas preguntas para ti. Eso nos ayudará a ayudarla.
Valerie se quedó en silencio durante un momento, luego asintió y se volvió hacia
Greg.
—Adelante.
Greg miró de Anders a Valerie y luego dijo—: Tú y Billie tienen una conexión con
la Universidad de Guelph. ¿Alguna de los otras también? ¿Podría la universidad ser
donde se encontró con todas ustedes?
Valerie consideró la posibilidad, pero negó con la cabeza.
—No lo creo. Laura era una agente de bienes raíces y Cindy era maestra. Kathy
estaba desempleada. Billie fue la única que mencionó una conexión con la
universidad o el colegio.
Greg parecía decepcionado, pero luego dijo—: De acuerdo, has visto a Cindy en el
veterinario. Tal vez está conectado a la clínica veterinaria y así es como llegó a todas
ustedes.
Valerie negó con la cabeza una vez más.
—El día que vi a Cindy en la clínica fue la primera vez que fui allí. Sólo lo hice
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porque necesitaba las pastillas para pulgas de Roxy y no quería que Anders perdiera
el tiempo conduciendo hasta Cambridge. Simplemente pasé por la clínica más
cercana. No tenía conexión con ella antes de eso.
Greg se quedó en silencio durante un momento, pero luego suspiró y dijo—:
Háblanos de la casa.
Valerie miró de él hacia Anders con incertidumbre.
—¿Qué te diga algo sobre la casa?
—Todo lo que puedas recordar —dijo Greg—. ¿Entiendo que la mayor parte del
tiempo lo pasaste en una jaula en la oscuridad del sótano?
Valerie asintió y se acercó a Anders. Sospechaba que era una acción subconsciente.
Ella estaba buscando consuelo. Apretó el brazo que tenía a su alrededor y pasó la
mano con dulzura hacia arriba y hacia abajo por su brazo.
—Pero fuiste llevada arriba dos veces —continuó Greg—. Quiero que cierres los
ojos y vuelvas allí en tu memoria para nosotros y nos diga todo lo que ves. ¿Puedes
hacer eso?
Valerie vaciló, obviamente no tenía ganas de hacerlo, pero luego hizo una mueca y
asintió, cerrando los ojos.
—Bien —dijo Greg—. Es la última noche que estabas en tu jaula. Igor te ha sacado
de la jaula y te lleva arriba. La primera habitación en la parte superior de las
escaleras, ¿cuál es?
—La cocina —dijo en voz baja.
—¿Puedes describir todo lo que ves en esa cocina? —preguntó Greg.
Valerie se quedó en silencio durante un momento, pero Anders pudo ver sus
párpados temblorosos, como si estuviera mirando a su alrededor. Sospechaba que
estaba viendo la cocina de nuevo.
—Estaba buscando un arma —dijo de pronto—. Tenía la cabeza gacha y estaba
usando el pelo para cubrirme. El suelo era de baldosas blancas y negras, la mesa de
la cocina de un aluminio viejo con la parte superior moteada, gritando “realmente
viejo”. Los armarios eran rectángulos simples, del azul brillante que se utilizaba
hacía cincuenta años, y las encimeras estaban completamente desnudas. Era como si
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fuera una casa vacía que habían ocupado o algo así.
Anders continuó frotando su brazo. No había sido una casa vacía. Igor y su jefe
debían de haber vaciado las habitaciones que no se usaban. Pero no le habían
contado a Valerie que la pareja de ancianos que eran los dueños del lugar habían
sido asesinados y se pudrían en la sala detrás de la habitación en la que había estado
su jaula. No había necesidad de darle peores pesadillas.
—¿Nada en absoluto en las encimeras? —preguntó Greg con el ceño fruncido—.
¿Qué hay en la nevera? Hay imanes con notas o correo, o…
—No, no había nada —le aseguró Valerie.
—Está bien —dijo Greg—. Te vas de la cocina. Ahora, ¿qué ves?
—Una sala tan vacía como la cocina, y luego nos dirigimos por las escaleras.
—Debes haber pasado las habitaciones en el camino hacia las escaleras. ¿Has visto
algo en las habitaciones?
—No hay nada cerca de las puertas y eso es todo lo que vi —dijo, y le recordó—:
Mi cabeza estaba abajo.
—Está bien, estás subiendo la escalera. ¿Qué ves en la parte superior?
—Levanté la cabeza a medida que subimos las escaleras, y luego nos quedamos en
otro pasillo. Hay una alfombra azul de peluche… ¡Dios, odio las que son de
peluche! —añadió en un murmullo de disgusto—. Dejan todo asqueroso y
enmarañado.
Greg sonrió débilmente.
—¿Algo más?
—Paredes de paneles, un barato retrato renacentista falso, y giro a la izquierda y…
—¿Un retrato del Renacimiento? —interrumpió Greg bruscamente.
Valerie abrió los ojos con curiosidad.
—Sí. Pero era una mala imitación, feo y de aspecto sucio.
Los ojos de Greg se estrecharon.
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—Marguerite tiene retratos de ella y sus hijos a través del tiempo. Ella los tiene
cuidados, tiene que limpiarlos y retocarlos con regularidad y así sucesivamente
cuando la pintura comienza a oscurecerse o quebrarse, pero si tu renegado no lo
hace, la pintura podría estar sucia y de aspecto barato.
Sus cejas se levantaron.
—¿Crees que el retrato podría ser de él?
En lugar de responder, Greg miró a Lucian en pregunta.
—¿La mayoría de los inmortales mantienen retratos de sí mismos?
—Algunos —reconoció—. No había cámaras en ese entonces y los retratos eran la
única manera de capturar recuerdos. Pero podría ser fácilmente una imitación barata,
como pensó Valerie. Algo que los dueños anteriores habían puesto.
—Se llevaron todo lo de la cocina que perteneció a los dueños anteriores. ¿Qué te
hace pensar que dejaron algo en el resto de la casa? —preguntó Greg.
Lucian enarcó las cejas.
—Buen punto. Supongo que podría ser de él. Eso explicaría por qué quieren a las
mujeres de vuelta. Puede ser que ellas sean capaces de describir su retrato.
—Pero ninguna de las demás lo mencionó, ¿no es así? —preguntó Anders. Nadie
había mencionado el retrato antes de esto.
—No —reconoció Lucian.
—Pero las demás estaban drogadas, probablemente inestables sobre sus pies y
vigilando su paso a causa de ello. Valerie no estaba drogada y estaba buscando un
arma para facilitar su huida —señaló Greg.
—Sin embargo, no podía estar seguro de que alguna de ellas no hubiera mirado
hacia arriba. Al menos no sin tener que buscar en sus recuerdos. Para eso, necesitaba
recuperarlos.
Anders frunció el ceño. Eso no augura nada bueno para las mujeres que habían sido
recapturadas. Si él se las había llevado para buscar en sus recuerdos y asegurarse de
que no le hablaron a nadie sobre el retrato, luego no habría razón para que siguieran
vivas. Su plan podría ser en realidad capturar y matar a cada una de las mujeres, y
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luego pasar a nuevos pastos más seguros.
—Es cierto —dijo Greg.
Anders miró hacia arriba para ver que el psicólogo le estaba hablando. Había leído
su mente, se dio cuenta con irritación.
—Pero eso significa que hay una buena noticia —añadió Greg—. Si él está
preocupado por el retrato, es porque alguien le podría reconocer.
—Tal vez, pero nadie ha reconocido a Igor todavía —señaló Anders.
Greg se encogió de hombros.
—Puede que sea nuevo. Alguien reciente que el renegado tomó para atender a las
mujeres y hacer el trabajo más desagradable o pesado que no quiere hacer. —Hizo
una pausa para dejar que eso se asentara y luego agregó—: Pero él mismo puede ser
más que reconocible... especialmente si ha sido por mucho tiempo inmortal y tenía
suficiente riqueza y poder como para ser capaz de pagar un retrato. Sospecho que no
era barato.
—No, no lo eran —acordó Lucian y miró a Valerie—. Describe el retrato. Dijiste
Renacimiento. ¿Estás segura, o era sólo una suposición?
—Llevaba una de esas cosas suaves alrededor de su cuello, como los que la reina
Elizabeth llevaba —dijo ella.
—Una gola —dijo Lucian—. Eran de cerca del final del Renacimiento. Del siglo
XVI. ¿Qué más?
Valerie vaciló, y luego se mordió los labios y cerró los ojos.
—Un cuello de piel, ropa oscura, tal vez un traje o algo así, pero era desde los
hombros y para arriba.
—La cara, Valerie —dijo Anders gentilmente. Ella suspiró con resignación y luego
su rostro se arrugó. No sabía si estaba sintiendo dolor o pensaba muy fuerte.
—Una barba y bigote, orejas grandes, con una expresión triste.
—Todo el mundo parecía miserable en ese entonces —dijo Anders con diversión.
—Sí, pero no recuerdo vello facial en el Conde Arrancaré-Tu-Garganta —dijo
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levantando la mano con timidez hacia su cuello mientras abría los ojos.
Anders tomó la mano y la sacó de su cuello para besar sus nudillos. Ella estaba
luchando con esto y deseó que no tuviera que pasar por eso, pero no estaría a salvo
hasta que encontraran a este hombre.
—Es posible que haya eliminado el vello facial desde entonces —dijo Greg con
dulzura—. Simplemente trata de recordar los ojos y la nariz y de qué color tenía el
pelo.
—Bien —murmuró, y cerró los ojos—. Los ojos, la nariz y el color del cabello.
Bueno, la pintura estaba sucia, pero parecía que su cabello era terriblemente claro.
—¿Rubio? —preguntó Anders.
—Más que sólo rubio. Casi blanco, pero su rostro no era de aspecto antiguo. Tenía
una nariz recta y sus ojos eran algo así como… ¡Oh! —se interrumpió con sorpresa.
—¿Qué es? —preguntó Anders y podía sentir la forma en que todos en la sala se
habían inmovilizado repentinamente y se inclinaban hacia adelante con anticipación.
—Me di cuenta de por qué se veía tan familiar —dijo ella con asombro—. Parecía el
hombre del retrato.
—¿Quién lo hacía? —preguntó Anders con alarma—. ¿Has visto al hombre del
retrato desde que saliste de la casa?
—Sí.— Ella abrió los ojos ampliamente y se volvió hacia él—. En el
estacionamiento de la tienda de comestibles. El hombre en el sector de los carros.
—Maldita sea —gruñó Anders, recordando exactamente a quién se refería. El
bastardo grasiento del que había pensado que le estaba haciendo ojitos cuando ella
llevó el carro de vuelta a su lugar—. Sabía que había algo mal con ese tipo.
—¿Tu lo viste también? —preguntó Lucian bruscamente.
Anders asintió.
—No lo reconocí, sin embargo. Pero en realidad no vi gran parte de su rostro. Se
mantuvo de espaldas y de lado hacia mí.
—Entonces está detrás de Valerie también —dijo Greg con una inclinación de
cabeza y cuando Anders se volvió hacia él, le dijo—: Bueno, no creerás que el que
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estuviera en el estacionamiento fuera una coincidencia, ¿verdad? Debe de haber
estado detrás de ti.
—¿Cómo? —preguntó Anders con el ceño fruncido—. Él no podía saber que
Valerie estaba con Lucian, por lo que no podría habernos seguido hasta allí.
—Tal vez fue detrás de Billie temprano en el día y vio a Valerie cuando estaba
hablando con ella. O podría haber estado siguiendo a Cindy y simplemente
esperando su oportunidad, pero los siguió a los dos a ese lugar porque Valerie ya no
está en su casa —sugirió. Apretando los labios, añadió—: Sospecho que si no
hubieras vigilado a Valerie tan de cerca todo el camino, y si te hubieras metido en el
SUV para arrancarlo como ella había sugerido, probablemente la tendría incluso
ahora.
—¿Cómo sabes…? —comenzó Valerie y luego murmuró—: Ah, claro, lectura de la
mente. —Ella frunció el ceño, y añadió—; Es un poco grosero leer mi mente, ¿no te
parece? Agradecería que todos detuvieran eso. Si no lo hacen, puede ser que ponga
algunos pensamientos desagradables ahí para que los puedan encontrar.
—¿Pensamientos desagradables? —preguntó Justin con diversión.
—Cosas que no podrás disfrutar al encontrarlos —le aseguró.
—Oh, ahora sólo me tienes curioso —dijo, centrándose en su frente.
Los ojos de Valerie se estrecharon en el joven inmortal, y luego apretó los labios y
cerró los ojos. Un instante después, Justin abrió la boca y dio un paso atrás, con
expresión horrorizada.
—Eww, eso es asqueroso —exclamó, dando con la cabeza un movimiento como si
tratara de sacar una imagen de ella.
—Cada vez que desees un repaso, dale a mi cerebro un repaso —dijo Valerie
dulcemente, y luego añadió con gravedad—: Soy veterinaria. Hay mucho más de
donde vino eso.
Anders había estado a punto de preguntar qué era lo que ella había pensado, pero sus
palabras fueron suficiente explicación. Tenía una clínica. Se imaginaba una cosa
desagradable o dos por sí mismo. Él nunca hubiera pensado en bombardear a los
demás con ellas por leer su mente. Pero Valerie si, pequeña descarada inteligente.
Maldita sea, él la amaba.
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—Está bien —dijo Leigh repente, aplaudiendo—. La cena estará lista en diez
minutos. Lucian, tienes el tiempo justo para llamar a Bastien y hacer que envíe de
vuelta a ese buen dibujante que hizo la imagen de Igor. De esta manera podemos
obtener una imagen del Conde Arrancaré-Tu-Garganta sin pasar penosamente a
través de imágenes de tripas de cachorros de Doberman y diarrea en la mente de
Valerie —añadió con una sonrisa—. Todos los demás vayan a lavarse para que
puedan ayudar a traer platos, condimentos, y todo eso.
—Creo que no puedo comer después de lo que Valerie me mostró —murmuró Justin
con disgusto.
—Eso es una vergüenza —dijo Leigh, sin sonar preocupada mientras se inclinaba
para mirar algo que tenía en el horno—. Tenemos lasaña, chili, pan de ajo, ensalada,
ensalada de patatas, y luego hamburguesas y perritos calientes a la parrilla. Tenía la
esperanza de que todo el mundo encontrara algo que le gustara en esa colección.
—¿Tu lasaña? ¿Hecha en casa? —preguntó Justin, su interés y apetito
aparentemente de regreso. Pero claro, era de esperarse. Justin siempre tiene hambre,
pensó Anders.
—Vayan a lavarse —dijo Leigh con una sonrisa, una mano acariciando su vientre y
la otra en la espalda mientras se enderezaba.
—¿Estás bien, Leigh? —preguntó Valerie, dándole a la cintura de Anders un apretón
antes de dejar caer su brazo y moverse hacia la otra mujer.
—Oh, estoy bien —dijo ella, sonando cansada—. Creo que sólo he estado de pie
mucho tiempo.
—Siéntate —dijo Valerie a su vez, tomando el brazo de la mujer y acompañándola a
uno de los taburetes alrededor de la isla en el centro de la larga habitación—. Yo me
encargo desde aquí.
—¿Desde aquí? —preguntó Leigh con diversión—. Hiciste la mayor parte de las
cosas, para empezar.
Valerie se encogió de hombros y tomó un cucharón para darle vueltas al chili,
diciendo suavemente—: Puedes devolverme el favor cuando esté embarazada.
Anders miró a Valerie, sus palabras resonando en su cabeza. ¿Cuando esté
embarazada? De inmediato comenzó a imaginar eso, a una Valerie brillante y
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hermosa, su vientre redondeado con su hijo.
—¿Ella ha accedido a ser tu compañera de vida?
Anders miró hacia Greg ante esa pregunta suave y luego se volvió para mirar a
Valerie mientras negaba con la cabeza.
—Bueno, tanto si se dio cuenta como si no, aceptó lo que somos y no tiene miedo de
nosotros. Creo que le puedes agradecer eso a Leigh —agregó Greg.
—¿Leigh? —preguntó con sorpresa. Había tenido más bien la esperanza de que
hubiera sido por él.
—Lo siento, Anders, pero no es así como funciona la mente de una mujer. Eres un
vampiro oscuro, misterioso y sexy para ella, y ninguna de esas palabras se equiparan
con la confianza y la sensación de seguridad —señaló secamente, y luego añadió—:
Pero Leigh... —Greg miró a la mujer y sonrió torcidamente—. Ella es el vampiro
menos amenazante en el planeta en este momento. Valerie puede verse a sí misma
en Leigh. Te será de ayuda el que se estén convirtiendo en buenas amigas. Creo que
te elegirá al final.
Anders gruñó. Esperaba que Greg tuviera razón. Había estado solo mucho tiempo y
nunca había pensado en eso hasta que ella había entrado en su vida. Ahora ni
siquiera quería contemplar un futuro sin ella.
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Capítulo 17
e ves cansada.
Valerie hizo una mueca ante el comentario de Anders
mientras se acercaba al sofá donde estaba sentado. Estaba solo
en la sala de estar de la casa de los Ejecutores, que para ella parecía una casa
normal. Bueno, una enorme casa normal y cara con muchas habitaciones arriba, con
seguridad de alta tecnología, guardias en la puerta de entrada (así como unos que
recorrían el perímetro), y eso sin hablar del gran edificio que era mitad celdas y
mitad garaje, aunque aún no lo había visto.
Se había enterado de que Mortimer, quien estaba a cargo de los Ejecutores bajo el
mando de Lucian, vivía aquí con su compañera de vida, Sam, una abogada que
ahora trabajaba a su lado, ayudando con los asuntos legales que surgieran. Sin
embargo, le habían dicho que los dormitorios restantes eran usados frecuentemente
por algún Ejecutor de otras áreas, o mortales e inmortales que necesitaban una casa
de seguridad.
—Estoy un poco cansada —admitió mientras se acomodaba en el sofá junto a él—.
Pero no soy la única.
—¿Leigh? —preguntó Anders.
—Sí, está acostada arriba. Dice que no logra estar lo suficientemente cómoda
durante el día, por lo que acaba tomando varias siestas.
Anders asintió.
—¿Está bien, entonces?
—Ella dice que sí —dijo Valerie con el ceño fruncido.
—¿No le crees? —preguntó Anders.
—T
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Valerie dudó, pero luego suspiró y se encogió los hombros.
—¿Qué se yo? Sólo soy veterinaria. Si dice que está bien, probablemente lo esté.
Anders se quedó en silencio durante un minuto, luego se acercó y tomó su mano
entre las suyas.
—Y tú, ¿cómo estás?
—¿Yo? —preguntó con sorpresa—. Estoy bien.
—¿Así que no has estado evitándome desde hace una hora después de haber
terminado de limpiar la cocina? —le preguntó con solemnidad.
—¿Ya pasó una hora? —preguntó Valerie sorprendida. Todo el mundo se quedó a
ayudar después de comer, pero luego Lucian tomó a Christian, a su compañera de
vida, y a los miembros de su grupo y se fueron. Se los había llevado para sustituir a
los dos equipos que actualmente estaban vigilando a Cindy, poniendo a Christian y
Carolyn en la casa antes de que los otros miembros del grupo llegaran a
reemplazarlos. Pero no tenían vehículos para moverse, por lo que Lucian y Mortimer
habían ido para hacer el cambio de grupos.
Después de que Lucian se fuera con ellos, todos los demás limpiaron demasiado
rápido y las parejas se dispersaron por toda la casa. Nadie esperaba realizar ninguna
actividad hasta mañana. No esperaban traer de vuelta al dibujante hasta entonces.
Una vez que tuvieran las imágenes del renegado, se quedarían fuera vigilándolo
todo… por si uno no reconocía al hombre.
Una vez que el último se fue, Leigh había anunciado que tenía que acostarse. Sam le
mostró una habitación y Valerie la siguió hasta asegurarse de que la mujer se
encontraba bien. No se podía explicar el porqué, pero presentía que Leigh no estaba
bien. Pere Leigh le había asegurado que estaba bien, y había iniciado una
conversación para distraerla y que Valerie no notara que había estado ahí
conversando con ella durante una hora.
—Leigh y yo hablamos un poco —admitió Valerie—. Pero no pensé que había
pasado una hora. Lo siento.
—No hay necesidad de disculparse. Leigh es una buena persona, bien vale la pena
hacerlo.
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—Es buena —dijo Valerie con una sonrisa—. Nada de lo que hubiera imaginado
que un vampiro sería… si hubiera imaginado que los vampiros existían —añadió
con ironía—. Pero ya está todo bien, ahora que todos los que conozco escaparon del
Conde Rasgaré-tu-Garganta.
—Sólo somos personas, Valerie. Tenemos buenos, malos y algunos intermedios —
dijo Anders silenciosamente.
Ella sacudió la cabeza, con una sonrisa torcida en su rostro.
—Estás delirando si piensas eso, Anders. —Cuando la alarma cruzó su rostro, ella
acarició su mano con dulzura—. Creo que quieres creer eso. Pero no eres “sólo una
persona”. Las personas no viven siglos o incluso milenios. No pueden ver en la
oscuridad, o levantar un pequeño coche con el mínimo esfuerzo, o leer y controlar la
mente de otros. Y esas “sólo personas” no tienen que alimentarse de otra “gente”
para sobrevivir.
—Yo...
—Está bien. Naciste así, por lo que no tienes ni idea de que eres como un superhéroe
espeluznante. Es probable que ni siquiera te des cuenta de lo diferente que ves las
cosas. Que tu percepción del tiempo es tan diferente de las de los no inmortales, ya
que tiene tan poco poder sobre ti. —Leigh se lo había mencionado. Que una de las
cosas que había notado en los inmortales antes de que ella misma fuera uno era que
los más antiguos tenían un concepto muy diferente del tiempo. Que lo que ella
consideraba un largo tiempo, era un mero parpadeo para ellos. Valerie suponía que
si había vivido miles de años, un día era un parpadeo en su tiempo y una semana no
era mucho más.
Haciendo una mueca, añadió—: Es probable que no te des cuenta de que tienes
menos temores y preocupaciones que los mortales, como el cáncer, las
enfermedades del corazón y todos esos pequeños y desagradables ladrones de vida
que no pueden reclamarte. Y seguramente nunca has tenido miedo de que un mortal
pudiera hacerte daño.
Valerie se detuvo y bajó la mirada hacia sus manos entrelazadas.
—Leigh dijo que para ser tu compañera de vida tendría que transformarme.
—Sí.— Su voz era ronca. Aclarándosela, añadió—: aunque no será necesario de
forma inmediata. Sam no lo hizo de inmediato después de aceptar ser la compañera
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de vida de Mortimer.
—Leigh me dijo eso, pero me contó que Mortimer era un desastre, preocupándose
constantemente de que Sam muriera en un accidente o algo por el estilo antes de que
ella accediera.
—Pero no le pasó nada —dijo Anders—. Y yo estaría dispuesto a pasar por eso si tú
lo necesitas.
Valerie sonrió y negó con la cabeza. No quería hacerlo sufrir, pero estaba teniendo
problemas con esta situación. No había considerado que tendría que convertirse en
un vampiro para estar con uno. Estúpido, supuso. Él le había dicho que Leigh solía
ser mortal. También le había dicho que quería pasar el resto de su vida con ella. El
resto de su vida podía ser un infierno de mucho tiempo. Desde luego, era mucho
más de cincuenta años o los que ella viviera. Pero no había considerado que el
querer ser su compañera de vida incluía el transformarla en un ser inmortal hasta su
conversación con Leigh. Ahora la decisión de ser su compañera de vida era mucho
más importante.
No era como decir, Ah, caray, vamos a darle una oportunidad, y luego irse a vivir
con él, sabiendo que siempre podía irse. Ni siquiera era como tomar un riesgo y
casarse con él. Eso podría ser revertido por el divorcio si se trataba de un error. Pero
esto no era reversible. Tendría que ser una de ellos. Y a partir de su conversación
con Leigh, Valerie sabía que no era reversible. Tenía que tomar una decisión que
afectaría el resto de su vida.
¿Quería convertirse en vampiro y permanecer por siempre con este hombre?
Caramba, los matrimonios de hoy en día tenían suerte si duraban diez o quince años.
Había algunas excepciones, por supuesto. El periódico y las noticias de vez en
cuando publicaban algún artículo o ítems sobre parejas que habían estado unidas
durante cincuenta años o más. Pero esas eran excepciones, no la regla, y él le pedía
que pasara con él mucho más de cincuenta años. Tratando de añadir un cero o dos
más a ese número. Seguramente incluso para un compañero de vida el sexo se
enfriaría después de un milenio o dos.
—Leigh dijo que su transformación fue la experiencia más terrible de su vida, pero
que resultó ser lo mejor que le había pasado —dijo Valerie en voz baja.
—Ella es la compañera de vida de Lucian. Estaban destinados a estar juntos. Ya has
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visto que tan perfecto es cuando están juntos y lo mucho que se aman —le dijo
alentador.
—Pero sólo han estado juntos menos de un puñado de años. Siguen siendo recién
casados, por el amor de Dios —señaló ella.
Anders suspiró.
—Tienes razón, por supuesto. No han estado juntos mucho tiempo —reconoció—.
Pero puedo llevarte a conocer a compañeros de vida que han estado juntos milenios
si eso te ayudaría a tomar tu decisión.
Ella lo miró sorprendida.
—¿Conoces a compañeros de vida que han estado juntos tanto tiempo? —Él asintió.
—¿Siguen siendo felices? —preguntó.
—Sí —le aseguró, luego frunció el ceño y dijo—: No estoy diciendo que nunca
estuvieran en desacuerdo o peleados. Pero… —Se detuvo cuando Valerie lo
interrumpió con un gesto de la mano.
Sonriendo, ella inclinó la cabeza y simplemente dijo—: ¿Blanco y Nerdy? —
Entonces ella le aseguró—: Entiendo que una relación sana incluye desacuerdos.
Anders sonrió, le apretó la mano y le dijo—: Sé que esta es una decisión importante,
y no voy a poner presión sobre ti para que seas rápida. No hay necesidad. He
esperado siglos, puedo esperar un poco más. Sin embargo, nunca le puedes hablar a
nadie de nosotros.
—Como si alguien me fuera a creer —dijo con un bufido, luego le aseguró—: Tu
gente y sus secretos están a salvo conmigo.
—Gracias —dijo Anders, y se inclinó hacia adelante.
Valerie estaba segura de que estaba a punto de besarla, pero en el último momento,
se detuvo y se volvió hacia la puerta. Ella siguió su mirada curiosa, justo a tiempo
para ver a Mortimer aparecer en el pasillo afuera de la puerta. Leigh había
mencionado que los inmortales tenían un oído increíble. Obviamente eso era cierto.
No había oído acercarse a Mortimer. Vamos, ni siquiera podía escucharlo caminar
ahora que entraba y cruzaba la habitación hacia ellos.
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—Anders, necesito que vayas al aeropuerto —anunció el hombre al detenerse ante
ellos—. Me acabo de enterar de que Bastien puso al dibujante en un vuelo de United
que aterriza en cuarenta y cinco minutos, pero Sam está fuera consiguiendo víveres
y Nicholas y Jo llevaron el SUV a un mantenimiento necesario, así que Justin tuvo
que conducir a casa. Y yo no tengo a nadie más a quien enviar por el momento, sólo
tú.
—¿El dibujante ya está de camino? —preguntó Anders sorprendido—. No lo
esperábamos hasta mañana.
—Al parecer, estuvo disponible de inmediato —dijo Mortimer encogiéndose de
hombros—. Pero todos los aviones de la compañía estaban ocupados, así que
Bastien lo envió en un vuelo comercial.
—Que aterriza en cuarenta y cinco minutos —dijo Anders secamente, poniéndose de
pie—. ¿No podía echarnos una mano en algo más que eso?
—Dijo que él mismo puso al hombre en el avión para que ningún mortal pudiera
causarles ningún problema en el último minuto, como sucede en estos vuelos. Ha
intentado comunicarse con Lucian en los últimos cuarenta y cinco minutos desde
que subió al vuelo con éxito, pero Lucian no le respondió así que al final llamó a la
casa.
—Lucian estaba aquí hace una hora —dijo Anders con el ceño fruncido—. No
escuché sonar su teléfono.
—Su teléfono está en la cocina, cargándose —dijo Valerie, recordando que lo había
observado conectar el teléfono y llamar a Marguerite por el fijo.
—Bueno, eso explica por qué Bastien no pudo localizarlo —dijo Mortimer con
fastidio, luego desechó su irritación—. Lo que sea. Por lo menos tomé el mensaje
con el tiempo suficiente como para enviar a alguien allí para reunirse con él. A esta
hora y con el tráfico de Toronto, estará cerca pero deberías ser capaz de llegar justo
antes de que el vuelo toque tierra... Si sales de inmediato.
—Bien —murmuró Anders, pero se volvió para mirar con preocupación a Valerie.
—Ella está a salvo aquí —dijo Mortimer en voz baja.
—Por supuesto que lo está. —Anders asintió, se inclinó y la besó rápidamente. Al
soltarla, dijo—: Volveré tan pronto como pueda.
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Valerie asintió y lo vio seguir a Mortimer fuera de la habitación mientras el otro
hombre le daba el número de vuelo, luego Anders cruzó la puerta para irse al
aeropuerto. Ella seguía de pie incluso después de que desaparecieron de su vista, y
no se sentó hasta que oyó la puerta principal cerrarse detrás de ellos. Suspirando,
Valerie bajó al sofá y entonces sus pensamientos de inmediato fueron hacia la
decisión que debía tomar. ¿Pasar toda la vida, bueno, varios cientos de vidas con el
hombre con el que acababa de comenzar a salir, o renunciar a él y volver a su
aburrida y solitaria vida?
Esa última parte le hizo fruncir el ceño. Nunca había pensado que su vida fuera tan
aburrida antes de esto. Y menos ahora. Normalmente, ella tenía una unión profunda
con los animales con los que trabajaba para sanar y curar. Los animales raramente
eran aburridos. O no le parecían aburridos antes. Entonces se dio cuenta de que era
más difícil su vida como veterinaria local, comparada con la idea de varias vidas con
un vampiro. Nunca envejecería, no tendría que preocuparse de enfermar, no tendría
nada que ver con dietas… Esa última parte la hizo sonreír.
Fue Leigh quien se lo había señalado durante la hora que duró su conversación
arriba y eso había fascinado a Valerie. Tenía una buena figura, no era una
supermodelo súper flaca ni nada. Tenía flacidez y algo de celulitis, pero no odiaba
su cuerpo. Pero también trabajaba para seguir estando así. No era constante en su
dieta, pero la hacía cada dos meses y, en general, vigilaba lo que comía y se negaba
a muchas cosas para mantener la figura que tenía. Y sus hábitos alimenticios desde
que despertó en casa de Leigh estaban peor que nunca, comportándose como jamás
lo había hecho en cuanto a comida. Por lo tanto, la idea de no tener que hacer dieta
de nuevo no le era desagradable. Sin embargo, esa no era una buena excusa para ser
la compañera de vida de Anders.
Y, con el factor de oponerse a que su dieta tuviera que incluir dosis diarias de
sangre… Bueno, esa idea no le era muy atractiva. Era más bien brutal, en realidad,
pese a las garantías de Leigh de que ni siquiera tendría que probarla. Solo tenía que
perforar la bolsa con sus colmillos como había visto hacer a Justin y dejar que estos
hicieran el trabajo.
Colmillos. Valerie hizo una mueca mientras extendía la mano para pasar un dedo a
través de sus dientes. ¿Cómo se vería con colmillos?
Valerie dejó caer la mano ante el ruido de la puerta delantera cerrándose, y observó
el pasillo hasta que vio a Mortimer aparecer de nuevo.
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—Está en camino. Debería estar de vuelta en una hora o en hora y media —anunció
Mortimer con una sonrisa.
Ella asintió, y cuando Mortimer vaciló, observando el pasillo por donde sabía que
estaba su oficina, sonrió ligeramente y dijo—: Sé que tienes cosas que hacer, puedo
entretenerme yo misma.
—Sí, las tengo —dijo Mortimer disculpándose—. Hay un televisor en el armario al
otro extremo de la habitación. El control remoto está en el cajón de la mesa del final.
Si prefieres leer, hay una biblioteca justo al final de la sala con un montón de libros,
y te invitamos de lo que está en la cocina si tienes hambre o sed.
—Genial —dijo Valerie ligeramente. Como todavía vacilaba, sonrió y dijo
suavemente—: Estaré bien. Ve y vuelve a tu trabajo. No hace falta que me cuiden.
Mortimer dejó escapar su aliento en un largo suspiro y asintió.
—Gracias. Grita si necesitas algo.
—Lo haré —le aseguró, y él finalmente se dio la vuelta y salió.
Al momento en que se fue, Valerie se recostó en el sofá y cerró los ojos. El silencio
de inmediato se cernió sobre ella, por lo que parpadeó, abriendo los ojos.
—Es como vivir con Larry —murmuró, mirando al techo, y luego le hizo una mueca
al pensamiento.
A Valerie normalmente no le importaba estar sola. Después de un día agitado y
ocupado en la clínica, en general le venían ganas de llegar a casa en busca de un
poco de paz y tranquilidad, pero no siempre fue así. Mientras ella y Larry
convivieron…
Le frunció el ceño al techo y se sentó. Valerie estaba incómoda por estar en la casa
de otra persona. A pesar de ser usada como casa de seguridad y ser la sede, también
era la casa de Mortimer y Sam, y una donde ni siquiera contaba con una habitación
temporal propia a la que pudiera retirarse. Eso hacía que Valerie se sintiera como
una invitada incómoda y fuera de lugar dadas las circunstancias. Así era como se
sentía con Larry, se daba cuenta ahora. Tuvo el mismo malestar durante todo el
tiempo que vivió con él.
En realidad, Valerie sospechaba que si sus padres no hubieran muerto, ella y Larry
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se habrían separado antes de que terminaran de recibir sus títulos. Pero Larry era un
buen tipo, y su familia la había recibido en su seno cuando sus padres fallecieron,
invitándola a Winnipeg para las vacaciones y así sucesivamente. Se habían
convertido en su familia, y no tenía ningún motivo real o motivación para romper
con ella.
Valerie supuso que el seguro de vida y su herencia, que bastaron para ayudarles a
comenzar una clínica, había influido en ello. No es que pensara que Larry era un
buscador de oro y que se había quedado con ella por eso, pero, le gustara o no, no
tenía ninguna duda de que ese había sido un factor, aunque solo fuera
inconscientemente.
En cuanto a ella, Valerie se había aferrado a Larry como si fuera un salvavidas en
una tormenta después de perder a sus padres. No había estado locamente enamorada
de él, o incluso enamorada, pero le gustaba bastante y adoraba a su familia… y ellos
la querían también. Eso había sido suficiente para que su relación sobreviviera
mientras estaban ocupados con sus estudios y luego al comenzar la clínica. Pero no
fue suficiente una vez que esta estuvo en marcha.
Valerie creía que fue ese el caso desde el principio. Sabía que iba a terminar y que al
final estaría sola en este gran y aterrador mundo. Esa fue muy probablemente la
razón por la que siempre se sentía incómoda. Sabía que vivía de alguna forma en un
tiempo prestado.
No se había sentido así cuando estaba con Anders. Se había sentido querida y en
verdad apreciada por él. Disfrutaba de su compañía, ya fuera que solo hicieran las
compras, o charlando mientras comían. Sentía...
—Maldita sea, salir de la cama me hizo sentir como una ballena varada.
Valerie observó a su alrededor, sorprendida ante el comentario, para ver a Leigh
contoneándose en dirección a la sala y sosteniendo su estómago como si quisiera
evitar que se balanceara de un lado a otro mientras se movía. Sonriendo con
simpatía, Valerie se paró mientras se acercaba.
—¿No puedes dormir?
Leigh hizo una mueca y tomó la mano de Valerie cuando se la ofreció, agarrándose
como un contrapeso cuando se agachó para sentarse en el sofá.
—Estoy hinchada, tengo gases, mis tobillos hinchados son una locura, y estoy más
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allá del agotamiento, pero no puedo dormir en una cama extraña.
—Por lo general me pasa eso también —admitió Valerie—. Aunque no me parecía
tener ese problema en tu casa.
Leigh sonrió débilmente.
—Gracias. Pero creo que mientes. Probablemente podrías dormir incluso en una
caseta de perro en este momento.
Valerie se rió de sus palabras, luego miró a Leigh con preocupación cuando se
movió en el sofá, tratando de encontrar una posición más cómoda.
—¿Hay algo en que pueda servirte? —ofreció—. ¿Algo para beber, o…?
—Mi propia cama y a Roxy para calentar mis pies —la interrumpió Leigh, y cuando
los ojos de Valerie se abrieron en estado de shock, dijo en tono de disculpa—: Lo
siento, ¿es que no se le permite subirse a la cama? No creí que te importara, es que
mis pies estaban fríos y ella parecía saberlo, se dejó caer justo encima de ellos sobre
la manta. Honestamente, es la mejor calienta pies del mundo.
—No, yo… Normalmente no le permito estar en la cama, pero está bien. Solo que…
me olvidé de ella —admitió Valerie con pensar—. La pobre ha permanecido durante
horas en mi habitación sin comida ni agua, y sin poder salir a la calle —explicó con
aire de culpabilidad—. ¿Cómo pude olvidarme de ella de esa manera?
—Estábamos ocupados —dijo Leigh con dulzura, comenzando a balancearse donde
estaba sentada—. Podemos arreglar eso ahora mismo… y buscar mi cama para que
pueda descansar —añadió, meciéndose hacia adelante.
Valerie la miró fijamente, preguntándose qué demonios estaba haciendo; de pronto,
se dio cuenta de que la mujer estaba tratando de ponerse de pie, pero que tenía
dificultades con su estómago de por medio.
—Aquí —dijo, tomándola del brazo para ayudarla a ponerse en pie. Una vez que la
tenía en posición vertical, Valerie frunció el ceño y sacudió la cabeza—. Pero me
temo que no podemos ir a casa. Lucian no ha vuelto y nos ha dejado a todos aquí, y
Anders acaba de salir hacia el aeropuerto.
—Justin nos puede llevar —dijo Leigh, empezando a caminar por la habitación.
—Fue a hacer un recado para Mortimer. Por eso es que Anders fue al aeropuerto. No
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había nadie más que pudiera ir — dijo Valerie, siguiéndola hasta la puerta.
—Bueno, demonios —murmuró Leigh, haciendo una pausa en la puerta. Apretó los
labios con desagrado, y luego sugirió—: Siempre podemos llamar a un taxi.
Valerie sonrió ante la sugerencia, pero negó con la cabeza.
—De alguna manera, no creo que a los hombres les guste mucho esa idea.
—No —acordó Leigh con un suspiro—. Y aún está el renegado por el que hay que
preocuparse. Contar con Justin para llevarnos a casa y pasar el rato hasta que los
hombres vuelvan sería una cosa, pero no estoy en forma como para mantenerme a
salvo en este momento y un taxista mortal sería menos que inútil.
—¿Quieres probar recostándote otra vez? —sugirió Valerie—. Podría prepararte una
taza de chocolate o leche caliente. Eso podría ayudarte a conciliar el sueño.
—No, yo… —Leigh se detuvo, observando hacia la puerta que se abría. Una amplia
sonrisa reclamó sus labios cuando vio a Justin entrar—. Justo el hombre que quería
ver.
Justin se detuvo con la puerta a medio abrir, con una expresión cautelosa.
—¿Por qué?
—Mortimer tiene otra misión para ti —anuncio Leigh, contoneándose hacia el joven
inmortal a gran velocidad.
—¿Qué es? —preguntó Justin con el ceño fruncido.
—Llevarnos a Valerie y a mí a casa —anunció Leigh, atrapando su brazo y dándole
la vuelta hacia la puerta. Usando su brazo como muleta, bajaron por las escaleras,
arrastrándola con ella mientras agregaba—: Valerie necesita alimentar y sacar a
Roxy y yo tengo que descansar, pero los hombres están ocupados así que nos
llevarás a casa y permanecerás con nosotras hasta que puedan regresar.
—Está bien —dijo Justin, tratando de apartar su brazo del agarre—. Sólo déjame
hablar con Mortimer primero.
—Le podrás llamar una vez que estemos de camino —le dijo Leigh, aferrándose a él
con fuerza.
—Pero… —protestó, arrastrando los pies.
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—Justin, estoy rendida, agotada y tengo que orinar. Llévame a casa —demandó
Leigh sonando de muy mal humor.
—Bien, por el amor de Dios. Entremos para que puedas orinar —dijo a su vez—.
Puedo hablar con Mortimer mientras estás en el baño.
—No —respondió Leigh.
—¿Por qué? —le preguntó con exasperación.
Leigh suspiró, pero luego admitió—: Tuve que pasar un infierno de tiempo
levantándome del inodoro de aquí antes. Pensé que tendría que pedir ayuda. Pero lo
conseguí a duras penas, y no estoy segura de que tenga tanta suerte la próxima vez.
En casa, el mostrador está justo al lado del inodoro, así que puedo usarlo para
aferrarme y ayudarme a levantarme. Quiero ir a casa y hacer pis cómodamente, sin
el temor de no poder levantarme sola —admitió mirándolo miserablemente.
Valerie se mordió el labio, ya entendía por qué Leigh parecía tan incómoda e infeliz.
La había estado siguiendo hasta ese momento, pero ahora se trasladó a su lado y le
dijo suavemente—: Leigh, puedo ayudarte a ir al baño si quieres antes de salir.
Leigh hizo una mueca.
—Gracias, pero ya es bastante humillante el que tenga problemas para subir y bajar.
Preferiría no tener que necesitar ayuda para sentarme y levantarme del inodoro
cuando puedo bien ir a casa. —En cuanto a Justin, lo amenazó—: Y te juro que si no
me llevas allá en diez minutos, voy a hacer pis o en el asiento de tu camioneta, o
haré que tú entres conmigo en el baño de cualquier tienda de una estación de
gasolina o del café más cercano y me ayudes a sentarme y levantarme del inodoro…
y luego le diré a Lucian que lo hiciste.
Justin de verdad se puso verde ante la amenaza. También comenzó a moverse de
nuevo. Corriendo delante de Leigh, murmuró—: Llamaré a Mortimer de camino.
Valerie se mordió el labio para no reírse y se limitó a seguir a la pareja a una
camioneta estacionada frente a la casa.
—Mi SUV está en reparación con las demás, así que estoy atrapado con esta
camioneta —dijo Justin, disculpándose mientras ayudaba a Leigh a acomodarse en
el asiento delantero.
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—Estoy segura de que estará bien —dijo Valerie cuando Leigh no hizo ningún
comentario. Se deslizó por la puerta lateral abierta, subió y tirando de ella la cerró
tras de sí. Valerie se sentó en el asiento trasero del lado del conductor. Esto me
permitirá ver y hablar con Leigh, pensó mientras se abrochaba el cinturón de
seguridad.
—Lo siento —murmuró Leigh cuando Justin cerró la puerta y corrió alrededor de la
parte delantera del vehículo—. Sé que estoy siendo irritable y difícil.
—No es necesario que te disculpes —le aseguró Valerie—. Me pondría de muy mal
humor también si estuviera hinchada, con gases, agotada y con ganas de hacer pis.
Leigh sonrió levemente, y luego suspiró.
—También tengo un tremendo ardor de estómago y he estado teniendo
contracciones Braxton Hicks toda la tarde.
Valerie la miró con preocupación y preguntó—: Braxton Hicks son los falsos
dolores de parto de advertencia, ¿no?
—Sí —dijo Leigh.
Valerie asintió lentamente, pero luego preguntó—: ¿Estás segura de que son Braxton
Hicks y no las reales? Quiero decir, estás atrasada.
—Sí —dijo Leigh, luego frunció el ceño—. Bueno, estoy lo bastante segura de que
lo son. No duelen mucho y han sucedido durante horas, pero han sido peores desde
que comenzamos el camino hacia la Casa de los Ejecutores.
—¿Las has tenido durante toda la noche? —le preguntó Valerie asombrada. Hacía
tres horas y media que se habían establecido en la casa de los Ejecutores. Y eran
más de las siete. Se inclinó hacia adelante en su asiento, y le pregunto—: ¿Por qué
no dijiste nada?
Leigh chasqueó la lengua con impaciencia.
—Ustedes han visto cómo está actuando Lucian, todo sobreprotector y como una
madre gallina. No quiero que se vuelva loco y haga una gran cosa de esto. Estoy
bastante segura que sólo son Braxton Hicks. Estaré bien.
—¿Qué son las Braxton Hicks? —preguntó Justin, capturando la parte final de la
conversación cuando se sentó en el asiento del conductor.
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—Nada —dijo Leigh—. Sólo tienes que ir a casa. Tengo que ir al baño.
Justin asintió, conduciendo la furgoneta para evitar el cruce del camino hacia la
puerta. Luego metió la mano en su bolsillo y sacó su teléfono móvil.
—Dame eso. Yo le llamaré —dijo Leigh a su vez—. Concéntrate en conducir. —
Justin le entregó el teléfono y Leigh rápidamente hizo la llamada.
—Contestador automático —dijo ella mientras esperaban a que las puertas se
abrieran.
—Mortimer debe estar en otra llamada —murmuró Justin.
—Hmm, dejaré un mensaje —dijo Leigh mientras Justin conducía a través de las
puertas hacia la carretera, acelerando de inmediato. El hombre está sin duda deseoso
de volver a la casa y salir del vehículo, pensó Valerie divertida mientras corrían por
la carretera.
—Hola, Mortimer —canturreó Leigh alegremente—. Sólo quiero hacerte saber que
Justin regresó de su misión y nos está llevando a casa. Quiero recostarme y Valerie
tiene que atender a Roxy, así que le dije que quería que nos llevara. Envía a Lucian
y a Anders a casa cuando regresen, ¿vale? Hasta más tarde.
—Él quería que te llevara, ¿no es así? —preguntó Justin con suspicacia cuando
Leigh apartó el teléfono de su oreja.
—Estoy segura… ¡oh, mierda! —murmuró mientras iba a presionar el botón para
finalizar la llamada y dejaba caer el teléfono. Valerie lo vio rebotar en la rodilla de
la mujer y luego desaparecer en algún lugar en el suelo delante de ella.
—Déjalo —sugirió cuando Leigh comenzó a intentar inclinarse hacia adelante para
agarrarlo. No había manera de que llegara a él en su condición.
—¡Oh, mierda! —jadeó Leigh de repente.
—¿Qué sucede? —preguntó Justin, mirándola de reojo con alarma—. ¿Se rompió
mi teléfono?
—No, he roto aguas —murmuró Leigh.
—¿Qué? —dijeron Valerie y él al unísono.
—Supongo que no eran Braxton Hicks, después de todo —murmuró—. Maldita sea.
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—Yo… tú… ¿estás segura de que has roto aguas? —La voz de Justin salió por fin,
alta y alarmada y con sus ojos moviéndose repentinamente de ella hacia el camino.
—Bueno, todavía tengo que hacer pis, así que supongo que el charco en el que estoy
sentada es de líquido amniótico —dijo Leigh secamente.
—Mira el camino, Justin —dijo Valerie, quitándose su cinturón de seguridad y
desplazándose de su asiento para arrodillarse entre los asientos delanteros.
—Estoy dando la vuelta. Vamos a volver a la casa —advirtió Justin lentamente.
—Bueno, ¿por qué diablos vas a hacer eso? —preguntó Leigh con irritación—.
Necesito a Rachel o Dani. Y ninguna de ellas se encuentra en la casa. Entonces,
¿quién va a traer a este bebe? Tú.
—Oh, Dios —murmuró Justin, golpeando el pedal del acelerador de nuevo—.
Rachel y la casa de Etienne están más cerca. Puedo llegar allí en veinte minutos. No,
quince. Sólo espera y no pujes ni nada.
Valerie sujetó el asiento de Leigh para evitar caerse cuando la camioneta tironeó
hacia adelante; luego miró a Leigh sorprendida cuando ella comenzó a moverse en
su asiento, tratando de poner sus piernas a un lado en lugar de dejarlas hacia
adelante.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó alarmada.
—Quiero ir al asiento de atrás —le explicó Leigh—. No puedo estirarme más. Y ese
asiento no está mojado.
—Bueno, aquí, déjame ayudarte —dijo Valerie, apartándose a un lado para salir de
su camino y tomarla del brazo para ayudarla. Para su alivio, lograron el traslado al
asiento trasero sin sacudirse indebidamente o ser arrojadas a través del parabrisas
delantero cuando Justin frenó abruptamente. Después ayudó a Leigh a ponerse el
cinturón de seguridad antes de hacer lo mismo con el suyo. Después de eso, lo único
que podía hacer era sostener la mano de Leigh y tratar de no gemir cuando sus dedos
eran aplastados con cada contracción. Era alarmante ver que la sujeción llegaba a
intervalos bastante regulares y disminuían rápidamente a medida que avanzaban.
Pero no la golpeó el pánico hasta que Leigh comenzó a gemir y gritar junto con cada
agarre.
Valerie no creyó escuchar nunca palabra más bella que el llegamos de Justin cuando
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las pronunció. Observó por la ventana que la casa estaba delante al detenerse,
después miró rápidamente hacia Leigh cuando ella se quedó sin aliento y le aplastó
los dedos otra vez.
—¡Oh, Dios mío! —gritó Leigh de dolor, para después gritar con amargura—: ¿Por
qué las mujeres tienen que tener a los bebés? Los hombres deberían tenerlos. ¿Qué
hemos hecho para merecer esto?
—Eva comió la manzana —respondió Justin, frenando y estacionando la camioneta
en el aparcamiento.
—Cállate, Justin, o te juro que te meto una manzana en tu…
—¡Ay, ay, ay! —gritó Valerie cuando Leigh casi pulverizó los huesos de sus dedos.
—Lo siento —murmuró Leigh, liberando sus dedos—. Estaba tratando de no
apretar demasiado.
—Está bien —dijo Valerie débilmente.
—Voy a buscar a Etienne y a Rachel —anunció Justin, abriendo la puerta—. No
creo que podamos meter a Leigh en la casa sin ayuda.
—Eso es porque soy una ballena varada —se quejó Leigh, sonando llorosa de
pronto.
—No, cariño —dijo Valerie rápidamente—. Él sólo está preocupado por ti, por si
tienes una contracción mientras vas caminando. Es mejor si tenemos la ayuda de
alguien para llevarte.
Leigh soltó un bufido de incredulidad, y todo rastro de lágrimas se fue, dando paso
de nuevo a la incredulidad.
—Justin me podría llevar con una mano. Lo único que tiene es temor de que vaya a
morderlo o algo así.
—Estoy segura de que él… —Valerie no se molestó en terminar. Leigh se quedó sin
aliento por el dolor de nuevo y ahora se estaba inclinando hacia adelante, con la
cabeza agachada mientras se aferraba desesperadamente a su abdomen.
Desatando su cinturón de seguridad, se desplazó de rodillas frente a ella, dispuesta a
ayudar cuando regresaran los hombres.
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—Respira —dijo, frotando el brazo y el hombro superior de Leigh, pero frunció el
ceño cuando la puerta delantera se abrió de nuevo. Continúo frotando el hombro de
Leigh y dijo—: Pensé que nos recibiría Etienne.
Cuando el motor arrancó, Valerie se unió a Leigh en su gemido. Etienne y Rachel no
deben estar en casa, pensó con disgusto y dijo—: Tal vez deberíamos ir al hospital.
—No podemos ir al hospital. Los nanos. —Leigh se quedó sin aliento entre jadeos.
—Bien —murmuró Valerie. Girándose de rodillas para poder mirar a Justin, dijo—:
¿Qué tan lejos están Dani y Decker de aquí? Dani…
Su voz se apagó mientras miraba al conductor. No era Justin.
—Oh mierda —respiró Valerie.
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Capítulo 18 ué? —Anders miró a Mortimer con su cerebro
completamente en blanco, mientras trataba de aceptar la
noticia que le acababa de dar.
—Valerie y Leigh dijeron que se suponía que Justin debía llevarlas a casa…
—Sí, sí, capté eso —lo interrumpió Anders secamente, su cerebro poniéndose de
nuevo en marcha—. Ve hacia la parte en la que un tipo de pelo blanco se aleja con
mi compañera de vida y Leigh. ¿Quién demonios era?
—Creemos que es el renegado. —Mortimer conducía la camioneta a través de las
puertas y por la carretera.
—Por supuesto —murmuró, y luego preguntó con gravedad—: ¿Hace cuánto
tiempo?
—Justin me llamó desde el teléfono de Etienne al minuto que pasó. Eso fue casi
veinte minutos después de las siete. Comprobé el reloj —agregó secamente, luego
murmuro—: Aunque no sé por qué.
Anders sacudió la cabeza ante lo rápido que la vida podía cambiar. Y eso era lo que
había pasado con su mundo en el momento en que llegó de vuelta a la casa con el
dibujante. Había pensado que Valerie estaba a salvo y que las cosas estaban bien
allí. Tenía la gran esperanza de que con el dibujo que podía hacerse, identificaran y
atraparan al renegado y que con un poco de tiempo, Valerie estaría de acuerdo en ser
su compañera de vida. Pero en cuanto salió del SUV, vio a Mortimer salir y dirigirse
a otra SUV que esperaba delante de la casa. El jefe de los Ejecutores ni siquiera
desaceleró. Le había ladrado a Sam que cuidara al dibujante, luego le ordenó a
Anders que subiera, y aceleró en el momento en que su trasero se había posado en el
asiento. Anders ni siquiera había cerrado la puerta aún. Entonces supo que había
problemas, pero desde luego no los que esperaba. Había dejado a Valerie segura en
la casa de los Ejecutores. Todavía debía estar allí. Pero no estaba. Todavía estaba
—¿Q
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tratando de envolver su mente alrededor de eso.
—Están en la furgoneta, y todos nuestros vehículos cuentan con GPS —señaló
Mortimer, sus ojos corrían por el camino—. Hay un programa de seguimiento en el
ordenador instalado abajo y entre nosotros. Se dirigían al sur cuando salí de la casa.
Compruébalo tú mismo y ve donde están ahora, luego llama a Justin y a Lucian para
decirles dónde ir.
—¿Lucian lo sabe? —preguntó Anders alcanzando el ordenador abierto en el suelo.
—Sólo dejé un mensaje cuando llamé a Marguerite. No tenía su móvil —le recordó
Mortimer—. Christian y Carolyn lo están siguiendo y se quedarán con él. Es al
número de Christian al que tendrás que llamar. Utiliza mi teléfono. Está programado
en él —añadió, sacándolo de su bolsillo y pasándoselo por encima.
Anders tomó el teléfono, pero su atención estaba en el ordenador en su regazo.
Había entrado en modo de espera. Mientras esperaba con impaciencia a que se
iniciara de nuevo, murmuró—: Debí habérselo dicho.
—¿Decirle qué a quién? —preguntó Mortimer distraído.
—A Valerie, debí haberle dicho que la amo. Pero me di cuenta de que ella pensaba
que era demasiado pronto y… —No se molestó en terminar. El equipo estaba de
nuevo en línea. Miró los puntos en movimiento en la pantalla—. ¿Cuál es la
camioneta?
—El verde —respondió Mortimer.
—Van hacia el sur. Están en la 401 —anunció Anders, que a continuación comenzó
a teclear los números del móvil para que los demás lo supieran.
—¿Qué están haciendo? Ambas vuelvan a sus asientos ahora.
Valerie ignoró la orden del hombre que había secuestrado la camioneta, y continuó
ayudando a Leigh a recostarse en el asiento de la zona abierta en la parte posterior.
—Ella está de parto. Necesita descansar.
—Vuelvan a sus asientos o controlaré sus mentes y haré que vuelvan —su respuesta
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fue fría como el acero.
—Oh, qué cosa —replicó Leigh—. Tengo una pelota de playa tratando de abrirse
camino fuera de mí. Estoy acostada y no hay nada que puedas hacer al respecto. No
puedes controlar la camioneta e intentar controlarnos a nosotras también en
absoluto… espero —murmuró en voz baja.
El renegado no respondió, pero Valerie apenas se dio cuenta. Estaba mirando a
Leigh preocupada mientras se movía hacia atrás en cuclillas. Le susurró—_ ¿Pueden
los inmortales controlarse unos a otros?
—Creo que los verdaderamente viejos pueden controlar a los más jóvenes, a veces
—admitió Leigh a regañadientes, susurrando también—. Por lo menos el primer
esposo de Marguerite la controlaba.
—Oh —murmuró Valerie tristemente y miró a su alrededor buscando algo para
poner en el suelo de la camioneta. Al ver una manta y un botiquín de primeros
auxilios atados bajo el asiento de atrás, agarró ambos, abriendo y extendiendo
rápidamente la manta.
—Aquí, Leigh, déjame ayudarte —dijo Valerie, pasándole el brazo para ayudarla a
subir y colocarla sobre la manta.
—No te preocupes, Lucian y los chicos vendrán por nosotras —le aseguró Leigh
cuando Valerie se arrodilló a su lado.
—¿Y si no llegan a tiempo? —preguntó Valerie.
—Lo harán —dijo con firmeza.
—Bueno, por si acaso no lo hacen, creo que deberíamos planear algo nosotras —
sugirió Valerie en cuclillas a su lado y buscando a su alrededor por alguna posible
arma.
—Sí —concordó Leigh con los dientes apretados—. Simplemente no creo que eso
sirva mucho si nos lee la mente.
—Cierto —murmuro Valerie y comenzó a recitar letras de canciones en su cabeza.
La primera canción que vino a su mente fue Ridin. Solo que en vez del de Ridin’
Dirty, el coro de Blanco y Nerdy daba vueltas en su cabeza. Era algo molesto.
—Me gustaría que Dani y Rachel estuvieran aquí —dijo Leigh con un suspiro
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mientras su contracción terminaba.
—Lo siento —murmuró Valerie, y luego para distraerla le pregunto—: ¿Quién es
Rachel?
—Es la compañera de vida de Etienne. Es sobrina de Lucian. Trabaja en la morgue,
pero también es médico —explicó Leigh.
Valerie asintió, comentando—: Lucian parece tener un montón de sobrinas y
sobrinos.
—Sí, él… ¡ahhhhh! —gritó Leigh y se agarró del hombro de Valerie, sus dedos
hincándose tanto que la hizo llorar de dolor también y temer que perforara la piel de
su lado derecho. Querido Dios, sí que era fuerte.
—Respira —dijo Valerie con voz tensa una vez que lo peor de la contracción
terminó y los dedos dejaron de oprimir su hombro, para su alivio.
—Estoy respirando —jadeó Leigh.
—Por supuesto que sí —dijo Valerie con dulzura, sus ojos se movían alrededor de la
camioneta de nuevo. No veía nada que pudiera usar como arma, pero tenía la idea de
tratar de no pensar. Si pudiera encontrar una excusa para volver a la parte delantera
de la camioneta…
—Deberíamos… tomar el tiempo… entre contracciones —jadeó Leigh.
—Buena idea —aceptó Valerie distraída. Si nada más mantenía a Leigh ocupada.
Luego mirándola abruptamente, le preguntó—: ¿Tienes reloj?
—No.
—Yo tampoco. —Trató de no sonar demasiado feliz por eso mientras miraba por
encima de su hombro a la parte delantera de la camioneta. Su secuestrador
probablemente tenía uno.
—¿Valerie?
—¿Hmm? —Se volvió, acercándose más cuando Leigh tiró de su mano.
—Grita —susurró mirándola fijamente a los ojos. Luego Leigh dejó escapar un
agónico y largo grito de nuevo. No obstante, no tomó su hombro o su mano de
nuevo, sino que simplemente la miró con calma y comenzó mover sus cejas de
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arriba abajo hasta que Valerie entendió y comenzó a gritar junto con ella.
—Cállense —gruñó su secuestrador.
Leigh dejó morir lentamente su grito, y cuando Valerie se quedó en silencio, pensó
en una sugerencia para su secuestrador que fuera físicamente imposible.
—Estoy de parto —ladró—. Duele. Voy a gritar hasta dar vueltas mi cabeza. Si no
te gusta, déjanos ir.
Luego soltó otro aullido de dolor. Este era real, sin embargo. Valerie podía decirlo
por el hecho de que Leigh se había aferrado a su muñeca, aplastándola. Maldita sea,
va a ser una suerte si salgo de esto sin un hueso roto, y no por el secuestrador,
pensó Valerie, gritando junto a la mujer.
La camioneta se llenó de inmediato con música a todo volumen. Clásica y maniática
hasta el final, para tratar de ahogar el ruido que estaban haciendo, supuso Valerie. Y
notó que eso fue exactamente lo que Leigh había estado esperando cuando su grito
finalizó posteriormente en un gruñido de satisfacción; acercando a Valerie, silbó—:
Tenemos que salir de aquí.
Valerie asintió. Estaba segura de que el renegado no las había secuestrado para
devolverla a su jaula y alimentarse de ella de nuevo. Probablemente estaba
preocupado porque hubiera visto el retrato. Tan preocupado que se había arriesgado
a llevarse a Leigh. No podía permitir que cualquiera de ellas lo viera ahora.
—Debe planear matarnos a las dos —añadió Leigh—. He visto su cara.
—Lo sé —estuvo de acuerdo Valerie, no del todo segura de que Leigh la escuchara
sobre la música. Apenas era capaz de oír a Leigh y estaba sobre todo leyendo sus
labios.
—Y al bebé —añadió Leigh, mirando hacia abajo y frotando su estómago—. No
podemos dejar que asesine al bebé.
—No, por supuesto que no —dijo en tono tranquilizador.
Valerie estaba pensando en lo increíble que era que las madres estuvieran unidas a
sus hijos incluso antes del nacimiento, cuando Leigh añadió sombríamente—: No
después de que he pasado por toda esa mierda para llevarlo a término.
—Ah —murmuró Valerie y se preguntó si eran las hormonas hablando ahora mismo
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o si Leigh estaba poseída. Sinceramente, esta no era la mujer que había sido su
anfitriona desde que había despertado de su fiebre. Pero tanto si se trataba de las
hormonas o de una posesión, Valerie no podía decirlo. No tenía mucha experiencia
con las embarazadas, por lo menos no de la variedad de dos patas. Los perros, gatos,
caballos y vacas simplemente no actuaban así.
—Las SUV tienen armas y contenedores de sangre —susurró Leigh—. Tal vez esta
camioneta también los tiene.
—No veo nada —murmuró Valerie, mirando a su alrededor otra vez.
—Revisa los paneles del suelo y los laterales. Los esconden en caso de que los
vehículos sean robados por los mortales.
—Inteligente —comentó Valerie y comenzó a arrastrase por el suelo, golpeando
aquí y allá, palpando a lo largo de la pared. Estaba a punto de darse por vencida
cuando observó una costura en el panel lateral en un lado de la camioneta en la que
se encontraban. Valerie lo miró brevemente, y luego presionó a lo largo de los
bordes. Cuando esto no tuvo ningún efecto, instintivamente apretó los dedos y los
arrastró a la izquierda. Un pequeño soplo de alivio se deslizó a través de ella cuando
el panel se movió, abriéndose un par de pulgadas.
Valerie miró nerviosamente hacia la parte delantera de la camioneta, pero la
banqueta estaba ofreciendo una cubierta, así que deslizó el panel abriéndolo más y
se mordió el labio mientras observaba lo que había revelado. Bajo el panel delgado
había una pared para herramientas, un panel con filas de pequeños agujeros donde
las herramientas se encontraban en su lugar: destornilladores, llaves inglesas, sierras,
martillos, mazas, cinta adhesiva...
—Toma la sierra —le aconsejó Leigh, arrastrándose a su lado—. Podemos cortarle
la cabeza.
Valerie le lanzó una mirada de incredulidad y luego, en su lugar, tomó un martillo y
la cinta adhesiva. Dejándolos en el suelo, deslizó el panel para cerrarlo y se volvió
hacia Leigh.
—Tenemos que encontrar una manera de prepararnos en caso de volcar o algo así.
Ambas consideraron el espacio, luego Valerie sugirió—: Gira hacia un lado y
ubícate entre los espacios de las ruedas.
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Leigh comenzó a hacer lo que le sugirió, apoyando sus pies contra una de las ruedas,
pero no era lo bastante amplia como para que ella se acostara. Faltaban sólo unos
cuatro pies y cuatro o cinco pulgadas, según la conjetura de Valerie. La otra rueda se
alzaba a unos centímetros por debajo de la base del cuello de Leigh.
Valerie se inclinó sobre ella y le sugirió—: Dobla las piernas, mantén la espalda y la
cabeza rectas.
Ella no estaba segura de que Leigh oyera por encima de la música, pero sí lo hacía.
Eso o le estaba leyendo los labios, porque Leigh hizo lo que le indicó.
—¿Crees que puedes mantenerte así? —preguntó Valerie con incertidumbre.
Leigh vaciló, luego levantó las manos, colocándolas contra la pared de la camioneta
a ambos lados de su cabeza. Siguió deslizándose hacia arriba, presionando sus pies
contra el metal por encima del espacio de la rueda en la pared opuesta. Se tensó
brevemente, empujando ambas superficies, luego se relajó y asintió hacia Valerie.
—De acuerdo. —Valerie logró una sonrisa alentadora. Miró hacia el frente de la
camioneta, pero volvió cuando Leigh de pronto la agarró del brazo por debajo del
codo. Entendió por qué cuando Leigh comenzó a gritar y apretar.
Valerie gimió, esperando a que pasara la última contracción y rápidamente metió la
cinta adhesiva y el martillo en la parte delantera de sus pantalones, diciendo—: Voy
a ver si el Conde Rasgaré-Tu-Garganta tiene reloj.
Sin querer sonar como si estuviera tramando algo, lo dijo en un tono de voz normal,
con la esperanza de que el oído inmortal de su secuestrador lo escuchara a pesar de
la música a todo volumen. Después intercambió una mirada con Leigh y se movió
en cuclillas, inclinándose hacia delante para ocultar los bultos en la parte frontal de
sus pantalones mientras avanzaba de nuevo hacia la parte delantera de la camioneta.
Al mismo tiempo, seguía pensando: Necesito un reloj, necesito un reloj, tenemos
que tomar el tiempo entre contracciones, necesito un reloj, una y otra vez con la
esperanza de que no quedara ni un vestigio de su plan en la superficie de sus
pensamientos.
Valerie no sabía si él alcanzó a verla por el espejo retrovisor, o si simplemente sintió
su presencia, porque estaba moviéndose alrededor del asiento cuando el renegado le
gritó algo.
No podía oírlo por encima de la fuerte música, pero sospechaba que le estaba
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diciendo que volviera atrás. Irónico, ya que hace unos momentos había querido que
me quedara en el asiento, pensó, pero simplemente le gritó—: No le escucho.
Necesitamos un reloj.
Él le gritó de nuevo, volviéndose para mirarla mientras avanzaba hacia adelante,
pero ella negó con la cabeza, señalo su oído y gritó—: ¡No te escucho! ¡Necesito un
reloj, tengo que medir el tiempo de sus contracciones!
Con sacudidas impacientes hacia adelante, él apagó la música, comenzando a gritar
de nuevo al tiempo que Leigh comenzaba a aullar.
Haciendo una pausa, Valerie se volvió, inclinándose sobre el asiento de atrás y
apoyando una rodilla en él mientras miraba hacia Leigh. El alivio la recorrió cuando
vio su expresión y se dio cuenta de que estaba fingiendo. Un momento después, sin
embargo, el alivio murió cuando los ojos de Leigh se abrieron de repente y el grito
se hizo más fuerte cuando una verdadera contracción la golpeó.
Maldita sea, nunca tendré bebés, pensó Valerie con desaliento cuando Leigh se
aferró a su estómago y empezó casi a retorcerse en el suelo, agónica.
—Algo anda mal. —Leigh se quedó sin aliento, tan pronto como pudo hablar.
Valerie dudó, dividida entre regresar a toda prisa con ella o continuar hacia adelante.
Pero hacia adelante era la única respuesta. Él los mataría a todos mientras estaba
ocupada tratando de sacar al bebe si regresaba atrás. Cuando Leigh se relajó de
nuevo con un gemido en cuanto la contracción terminó, de inmediato se preparó una
vez más. Valerie sintió cada músculo de su propio cuerpo tensarse. Tenía que seguir.
—¡Vuelve a atrás!
Valerie tomó el cinturón de seguridad del centro con la mano izquierda, girándolo a
su alrededor para envolverlo dos veces en su muñeca mientras deslizaba el martillo
fuera de la parte superior de sus pantalones. Después se apartó del asiento y giró
hacia el conductor, manteniendo el martillo hacia abajo y esperando que estuviera
fuera de su vista.
—Necesito que me preste un reloj para medir el tiempo de las contracciones —dijo
con gravedad mientras su mirada se deslizaba sobre el camino en el que iban.
Estaban en la carretera, pero él estaba desacelerando en dirección a una rampa de
salida que vio. Sus ojos se dirigieron al velocímetro, que se reducía de los cien
kilómetros por hora a noventa… ochenta… setenta…
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Estaban en la curva, aún demasiado rápidos, pero la velocidad seguía bajando
cuando de pronto volvió la cabeza hacia ella. Por alguna razón, eso le pareció
siniestro a Valerie. Con miedo de que él la leyera, o —aún peor— que tomara el
control de ella, apretó su agarre en el cinturón de seguridad y le golpeó con el
martillo en la cabeza.
Uno habría pensado que golpearía el volante y giraría por sí misma con el martillo
en lugar de golpearlo en la sien. Su cabeza giró hacia la izquierda, pero también lo
hizo el volante. Valerie gritó y dejó caer el martillo, agarrando el asiento del
pasajero de adelante para evitar salir disparada alrededor cuando la camioneta se
disparó fuera de la carretera, hacia una línea de árboles tres metros a su lado.
A pesar de la sensación de ardor en su muñeca y su brazo izquierdo cuando parte del
cinturón de seguridad se sacudió lejos de su agarre, Valerie se alegró de haber tenido
la previsión de enredarlo en su muñeca. De lo contrario, seguramente habría volado
por la ventana. Así las cosas, rebotaba entre los asientos, chocando contra una
superficie acolchada y luego en otra mientras se precipitaban sobre una sábana
cubierta de hierba, para después estrellarse contra un árbol.
Valerie gritó cuando fue lanzada hacia adelante por el impacto, que le dislocó el
brazo. Después, casi se mordió la lengua cuando cayó de espaldas sobre el asiento.
Pero no se quedó allí mucho tiempo, una vez que llegaron a un punto muerto. Sabía
que no podía permitirse ese lujo, así que se empujó hacia adelante del asiento,
estrellándose de rodillas en el suelo mientras recogía el matillo.
Quería ver a Leigh. Valerie recordó que la había escuchado gritar durante el
accidente, pero como ella misma había gritado no podía estar segura. Sin embargo,
no tuvo tiempo para ver cómo estaba en ese momento. Rasgaré-Tu-Garganta parecía
un poco aturdido por el golpe, pero la bolsa de aire había impedido que sufriera
alguna lesión más, ya que se movía.
Agarrando el martillo, Valerie se enderezó y lo golpeó de nuevo con él, esta vez en
la parte superior de la cabeza. Para su alivio, gimió y se dejó caer contra la bolsa de
aire que se desinfló sobre el volante.
—¿Leigh? —gritó, tirando de la cinta adhesiva—. ¿Estás bien?
Un gemido sonó desde atrás y Valerie frunció el ceño pero rápidamente comenzó a
pasar por el espacio entre su asiento y el del conductor la cinta, pegándola alrededor
de su pecho y en la parte trasera del asiento, luego sobre el pecho una y otra vez en
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una rápida sucesión mientras gritaba—: ¡Espera! Voy para allá… ¿de acuerdo? —
añadió preocupada.
Otro gemido se escuchó, y Valerie se mordió el labio mientras pasaba la cinta
alrededor una docena de veces más antes de decidir que era suficiente. Dejando la
cinta colgar de la parte posterior del asiento, se abrazó al asiento del conductor y al
asiento trasero para tambalearse en una posición vertical.
Para su sorpresa, las piernas de Valerie casi cedieron debajo de ella. Apretando los
dientes, las obligó a enderezarse y comenzó a moverse alrededor del asiento en
cuclillas.
Leigh estaba tendida en el suelo agarrándose el estómago y parecía que no había
sido golpeada ni estaba demasiado mal. Al menos Valerie no le vio ninguna
laceración, golpes o contusiones.
—¿El renegado? —Leigh preocupada se quedó sin aliento cuando Valerie se
arrodilló a su lado.
—Lo até al asiento del conductor —le aseguró—. ¿Cómo te encuentras?
Los ojos de Leigh se abrieron alarmados.
—Eso no va a detenerlo. Él es inmortal.
Valerie frunció el ceño y miró hacia la parte delantera de la camioneta, pero no
podía ver más allá del asiento desde ese ángulo. Mordiéndose los labios, se levantó
sobre sus rodillas para tener una mejor vista, sintiéndose aliviada al ver que no se
movía. Volviéndose, le dijo—: Lo dejé fuera de combate primero.
—Él no estará inconsciente por mucho tiempo y la cinta no lo detendrá cuando
despierte —dijo Leigh—. Ve a comprobar que no está despierto ya.
—Parece que no —le aseguró Valerie, echándole otra mirada de todos modos.
—Podría estar fingiendo. Si se despierta, nos matará a todos —lo último lo dijo casi
en un grito mientras se aferraba a su estómago.
Otra contracción, se dio cuenta Valerie preocupada.
Apretando los dientes un momento después de que la contracción pareció ceder,
Leigh gruñó.
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—Hay algo mal con el bebé. Te necesito aquí, pero si no está fuera de combate
tendrás que cortarle la cabeza o algo así.
—¿Qué? —le preguntó Valerie incrédula—. ¿Quién te crees que soy? ¿La reina de
corazones?
—No, si lo fueras ya le habrías cortado la cabeza —soltó Leigh, luego gimió con
agonía.
Valerie vaciló, su mirada se separó de Leigh para ir hacia el conductor, luego
suspiró. Moviéndose sobre sus pies, murmuró—: Espera.
Martillo en mano, se movió rápidamente alrededor del asiento para mirar con
preocupación al renegado. Parecía estar tal como ella lo había dejado, pero Valerie
creyó ver un ligero espasmo. Con miedo de que estuviera fingiendo estar
inconsciente como Leigh le había dicho, lo golpeó de nuevo en la cabeza. Estaba
convencida de que estaba en lo cierto cuando un pequeño suspiro escapó de sus
labios y su cabeza se hundió aún más hacia adelante. Él había estado fingiendo.
Maldición. ¿Qué se suponía que debía hacer? No podía cortarle la cabeza. Eso era
sólo…
—Maldita sea —murmuró Valerie, mirando rápidamente hacia la parte posterior de
la camioneta cuando Leigh volvió a gritar. Esto era ridículo. No podía vigilar al
renegado y a Leigh al mismo tiempo. Y no podía cortarle la cabeza a un hombre
inconsciente, renegado o no.
Maldiciendo, se asomó al asiento, observando la fuerza de su amarre. Después
observó la puerta corredera lateral. Se habían estrellado de frente contra un árbol,
golpeando por el lado delantero del conductor. Pero no había nada bloqueando la
puerta. Moviéndose hacia ella, agarró la manija y la abrió, deslizándola hacia atrás
hasta bloquearla en su lugar. Entonces, se trasladó de nuevo al frente del asiento.
Valerie comenzó a arrodillarse, pero luego se volvió hacia el renegado y golpeó con
el martillo de nuevo su cráneo sólo para estar segura. Satisfecha de que tenía un par
de minutos por lo menos, se arrodilló y rápidamente levantó las asas para liberar el
asiento.
—¿Qué estás haciendo? —jadeó Leigh cuando las contracciones terminaron.
—Lo mejor que puedo —dijo simplemente Valerie mientras comenzaba a maniobrar
el asiento hacia la puerta. Se las arregló para llegar a la entrada con un poco de
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esfuerzo, y después sencillamente lo empujó de un salto a través de la hierba.
Dejando la puerta abierta, Valerie se volvió para golpear la cabeza del renegado de
nuevo. No se sentía mal por hacerlo. Él era inmortal. Ellos sanaban. Además, era
mejor que tratar de cortarle la cabeza con una sierra. La sola idea la hacía
estremecerse cuando se volvió para regresar en cuclillas con Leigh.
—Está bien, voy a ponerte arriba de los asientos de atrás —anunció, inclinándose
para agarrar las esquinas de la manta donde yacía Leigh. A medida que la arrastraba
por la camioneta, agregó—: De esta forma puedo seguir golpeándolo mientras trato
de ayudarte.
Por alguna razón, sus palabras hicieron reír a Leigh. Eso sí, el sonido era un poco
histérico, notó Valerie. Una vez que tuvo a Leigh directamente detrás de los asientos
delanteros, Valerie lanzó la manta, se volvió y golpeó al renegado en la cabeza una
vez más, lo que hizo reír a Leigh más fuerte. Sacudiendo la cabeza, Valerie se
inclinó rápidamente sobre el asiento del acompañante para buscar el teléfono que
Leigh había dejado caer antes.
—¿Qué estás haciendo ahora? —preguntó Leigh entre risas.
—Buscando el teléfono de Justin para pedir ayuda. Debe estar por aquí. ¡Tú… Aja!
—exclamó cuando lo vio.
—¡Cristo! —Anders maldijo en el teléfono cuando vio que la camioneta se había
estrellado en los árboles al lado de la curva. Mortimer se había movilizado como el
viento para ponerse a la par del otro vehículo. Anders había estado al teléfono con
Lucian cuando vio la luz intermitente de la camioneta, y le dijo de inmediato el
número de la rampa de salida que estaban tomando. Una vez que colgó, llamó a
Justin por el teléfono de Etienne y le dio la misma información.
—¿Qué pasa? —preguntó Justin preocupado al otro extremo de la línea.
Anders no se lo explicó.
—Trae a Rachel aquí tan pronto como sea posible —le gritó, y terminó la llamada.
—¿Ese es el asiento del conductor? —preguntó Mortimer, con el ceño fruncido
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siendo notable en su voz—. ¿Por qué demonios está afuera?
—¿A quién le importa? Date prisa, maldita sea. Ellas nos necesitan. —Bruscamente,
Anders lanzó el ordenador al suelo y se levantó de su asiento. Gruñendo y cayendo
de rodillas en el asiento trasero cuando Mortimer condujo la camioneta fuera de la
carretera, se preparó para golpear rápidamente la hierba desigual. Se inclinó sobre el
asiento, luego se agachó para abrir el depósito de armas. Anders había tomado dos
armas cuando su teléfono comenzó a sonar.
Cambió de lado las armas, sacó su teléfono y frunció el ceño cuando vio el nombre
de Justin en el identificador de llamadas.
—¿Qué? —le gritó con impaciencia.
—¿Semmy?
Nunca nadie lo había llamado así, pero sí Valerie. Si no hubiera reconocido su voz,
le habría preguntado quién era, pero reconoció su voz así como la tensión en ella. Se
oyó un sordo “¿Quién es Semmy?” con una voz que sospechaba era la de Leigh.
—¿Valerie, cariño? —dijo, antes de que pudiera responder—. ¿Estás bien?
Volviéndose sobre el asiento, miró hacia la camioneta cuando Mortimer se detuvo
detrás de ella.
—Sí —dijo Valerie, y luego soltó—: Nos secuestró el renegado.
—Lo sé, cariño —dijo Anders, deseando que de alguna manera pudiera tirar de ella
a través del teléfono y ponerla a salvo. Sin duda, el renegado había descubierto que
los seguían y la hizo llamar para decirles que retrocedieran. Mortimer debió
sospechar lo mismo, pues había estacionado la camioneta y se había inclinado en el
asiento para escuchar su lado de la conversación, esperando saber cuál era la
situación.
—¿En serio? —sonaba sorprendida—. Bien…
—¡Valerie! —gritó Leigh al fondo.
—Maldita sea —maldijo Valerie, después hubo un ruido como si el teléfono se
hubiera caído y solo se escuchaba el sonido de fondo, incluyendo el fuerte portazo
que hizo que Anders se desesperara en el SUV, tratando de ver lo que pasaba a
través de las pequeñas ennegrecidas ventanas traseras de la camioneta.
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—Lo siento —murmuró Valerie un momento después.
—Juro que vi su espasmo —dijo la voz de Leigh débilmente, y Anders frunció el
ceño. No entendía de lo que estaban hablando, pero era más el sonido de su voz lo
que lo molestaba. Era como si estuvieran hablando con los dientes apretados, y
luego ella o Valerie comenzó a gritar y hubo otro ruido de que el teléfono se había
caído de nuevo.
—¿Valerie? —gritó Anders.
—¿Quién grita? —preguntó Mortimer, tratando de oír desde donde estaba sentado.
Maldiciendo, Anders le entregó a Mortimer una de las pistolas, se metió la otra en la
parte superior de sus pantalones, se volvió y empujó la puerta a su lado para abrirla.
Todavía tenía el teléfono pegado a la oreja y gritaba el nombre de Valerie mientras
salía del SUV. Anders sacaba su arma mientras corría hacia la camioneta,
vagamente consciente de que Mortimer había saltado fuera del SUV detrás de él.
Anders vio que la puerta lateral corredera aún estaba abierta mientras se acercaba
corriendo hacia ella, con el teléfono todavía en la oreja, el terror en su corazón y la
pistola en la mano… de repente se quedó allí, mirando. En el interior, Leigh se
encogía en el suelo de la camioneta, agarrando la mano de Valerie y gritando.
Valerie estaba de rodillas, gritando junto con la mujer, pero mientras la miraba, ella
se volvió y golpeó el asiento del conductor con lo que parecía ser un martillo.
No era al asiento del conductor, se dio cuenta mientras bajaba el martillo y se hundía
para sentarse sobre sus talones. Era al renegado al que había golpeado.
—Bueno, infiernos —murmuró Mortimer a su lado—. Parece que las chicas se
salvaron a sí mismas.
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Capítulo 19
ecesito mi teléfono.
Anders apenas oyó las palabras a través de los gritos que
provenían de la camioneta, pero se volvió sin comprender,
echando un vistazo a Mortimer, que levantaba la mano.
—Está pegado a tu oreja —dijo Mortimer amablemente—. Quiero llamar a Lucian y
hacerle saber que hemos alcanzado a las mujeres y que están vivas.
—De acuerdo. —Anders bajó el teléfono y se lo entregó. Luego vio a Mortimer
caminar por el lateral de la camioneta hasta el lado del conductor, marcando el
número.
Con un suspiro de alivio cuando los gritos de las mujeres comenzaron a disminuir y
hacerse menos vociferantes, Anders se metió la pistola en la parte posterior de sus
pantalones y caminó hasta la puerta lateral abierta de la camioneta. Pero esperó a
que terminaran por completo antes de preguntar—: ¿Están bien?
La cabeza de Valerie se sacudió, con los ojos y la boca abiertos. Obviamente, no se
había dado cuenta de que estaban justo detrás de la camioneta cuando le llamó. Pero
entonces las ventanas traseras de la furgoneta eran altas y no habría sido capaz de
ver a través de ellas arrodillada como estaba.
—¿Cómo has llegado hasta aquí tan rápido? —preguntó, recuperando su mano del
agarre ahora suelto de Leigh y haciendo una mueca mientras se la frotaba.
Detectando las impresiones de la mano de Leigh al apretar, Anders comenzó a
entender por qué había estado gritando. Se lo había preguntado. Que Leigh lo hiciera
lo había entendido, pero no estaba seguro de si Valerie estaba gritando en
solidaridad con ella o qué.
—Estábamos detrás de ti cuando me llamaste —explicó Anders, su mirada se
—N
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disparó hacia la ventana del conductor cuando Mortimer apareció allí. Al parecer,
había terminado su llamada. Ahora, el hombre alcanzó la cabeza del renegado a
través de la ventana y la giró hacia él para poder examinarlo. Al momento siguiente,
sacudió su brazo alejándolo de la ventana y gritando “¡Guau!” cuando Valerie de
repente agarró el martillo y se volvió para golpear al renegado, casi pulverizando la
mano de Mortimer en el proceso.
—Oh —dijo Valerie, sonando sorprendida—. Lo siento, escuché un movimiento y
pensé que estaba volviendo en sí.
Anders se mordió el labio y se inclinó hacia el SUV.
—Tal vez deberías darme eso.
Valerie le entregó el mazo con aparente alivio, y luego dijo—: Necesitamos a
Rachel o a Dani para Leigh. Está de parto y no va bien.
—Etienne y Justin están trayendo a Rachel en estos momentos. Deberían estar aquí
pronto —le aseguró, contemplándola acercarse a Leigh. La mujer estaba temblando
en el suelo de la camioneta, con el rostro pálido y sudoroso.
Había olido la sangre cuando subió por la puerta y lo primero que había asumido era
que era la cabeza del renegado herido, pero empezaba a pensar tal vez que venía de
Leigh. El olor era fuerte cuando se inclinó para mirarla.
—¿Leigh? ¿Estás bien? —preguntó.
Leigh gimió y movió la cabeza débilmente donde yacía.
—Creo que algo está mal. Duele demasiado.
Anders frunció el ceño, pero mantuvo la preocupación fuera de su voz cuando
dijo—: Aguanta. Rachel estará aquí pronto. —Cuando ella no respondió, él se
movió donde se encontraba, sintiéndose inútil. Fue hasta donde estaba Valerie y le
preguntó—: ¿Hay algo que podamos hacer para que se sienta más cómoda hasta que
lleguen?
—Sí, puedes ir con ese bastardo del asiento delantero y cortarle la cabeza —dijo
Leigh débilmente.
Valerie hizo una mueca y miró a Anders, diciendo—: Está delirando. Sigue
pensando que soy Jeffrey Dahmer o algo así.
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—No, la Reina de Corazones, ¿recuerdas? —dijo Leigh con una risa débil, y luego
añadió con cansancio—: Simplemente sal de aquí y asegúrate de que no se escape o
se levante y nos mate a todos mientras los tres están distraídos mirándome
intentando sacar a la gigantesca progenie de Lucian.
—Yo me encargo —anunció Mortimer, abriendo la puerta del lado del conductor
cuando Anders miró en su dirección.
—¿Necesitas una mano? —preguntó Anders esperanzado.
—No, yo... Jesús, lo envolvió en cinta adhesiva —dijo Mortimer con disgusto y
comenzó a rasgar la cinta plateada, murmurando todo el tiempo sobre que era peor a
cómo envolvía los regalos Justin. Sacudiendo la cabeza, Anders volvió su atención a
las mujeres. Instó a Valerie y a Leigh al lado opuesto de la camioneta para que
pudieran apoyarse contra el panel lateral. Bajó la mirada hacia el lugar donde Leigh
había estado. Frunció el ceño y se inclinó, sintiendo el parche oscuro en el centro de
la manta. Era enorme y reluciente, y dejó su mano roja de sangre.
—Mortimer —ladró, enderezándose.
El Ejecutor se detuvo con el renegado en medio de su asiento y levantó una ceja.
—¿Problemas?
Anders giró la mano para que la viera.
—¿Hay sangre en la camioneta? —La boca de Mortimer se apretó y negó con la
cabeza.
—Todo esto fue inesperado. La única cosa que agarré fue el equipo al salir. —Dejó
la espalda del renegado en su asiento y sacó su teléfono de nuevo de su bolsillo—.
Llamaré a Lucian y veré si tiene sangre. Si no tiene, tal vez Rachel haya pensado en
traer un poco.
—No te molestes. Puedes pedírsela a Lucian en persona —dijo Anders ante el
sonido de un motor desacelerando y movió su mirada hacia el camino a tiempo para
ver un SUV dirigirse a la hierba, en su dirección. Lucian estaba al volante.
Gruñendo, Mortimer guardó su teléfono y arrastró al renegado por encima de su
hombro. Luego llevó su carga fuera de la vista mientras se dirigía hacia el vehículo
que llegaba. Anders miró hasta que Mortimer desapareció en la parte trasera del
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SUV, y luego volvió su atención hacia el interior cuando Valerie dejó a Leigh y se
arrastró a través de la camioneta hacia él.
—¿Cuánto tiempo falta hasta que Rachel llegue? — preguntó preocupada—. Hay
algo realmente mal y Leigh está perdiendo fuerza rápidamente.
—¿Puedes ayudarla? —preguntó Anders con el ceño fruncido. Sabía que Justin,
Etienne y Rachel estaban a unos buenos diez minutos detrás de Lucian. Rachel había
insistido en tomarse un tiempo para conseguir un botiquín de todo lo que pudiera
necesitar antes de salir de la casa. Justin lo había mencionado en una de las
llamadas.
—No lo sé. Podría ser capaz de ayudarla —dijo Valerie con cautela—. E iba a
ofrecerme, pero ella sigue diciendo que desea que Rachel o Dani estén aquí y no
estoy segura de que esté cómoda conmigo examinándola.
—Rachel y Dani no están aquí —dijo Anders en voz baja—. Estás tú.
—¿Dónde está? —Lucian de repente se alzaba a su lado, frunciendo el ceño con
preocupación.
—Dentro —dijo Anders, y atrapó a Valerie por la cintura para levantarla de la
furgoneta y dejarla fuera del camino. Apenas había puesto los pies en el suelo
cuando Leigh gritó de nuevo y comenzó a retorcerse en la furgoneta. Lucian estaba
dentro y junto a ella en un abrir y cerrar de ojos, su rostro casi tan blanco como el de
Leigh cuando la tomó en su regazo y la abrazó por el dolor.
—Valerie —ladró Lucian al minuto en que los gritos de Leigh terminaron y se dejó
caer en un montón agotado en sus brazos.
Anders levantó de nuevo a Valerie para que entrara en la furgoneta y se arrodilló a
un lado de Lucian cuando Valerie se arrodilló en el otro.
—Algo va mal —gruñó Lucian—. Leigh tiene demasiado dolor.
A pesar de las preocupaciones que había mencionado a Anders, Valerie trató de
calmar al hombre diciendo—: Leigh está de parto, Lucian. Es doloroso.
—No tan doloroso —dijo con firmeza.
—Ha perdido mucha sangre, Valerie —dijo Anders—. No debería haber tanta
sangre.
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—¿Sangre? —Valerie le miró con sorpresa y se dio cuenta de que no había notado la
sangre.
Pero él sí se había dado cuenta, por supuesto. Sus sentidos no eran tan agudos como
los suyos y la manta era oscura, así como el vestido de maternidad negro y rojo de
Leigh. Anders hizo un gesto hacia la gran mancha un poco más oscura en la manta y
ella se quedó mirándola fijamente, luego se volvió hacia Lucian.
—¿Dónde está Rachel?
—Demasiado lejos para ayudar en este momento —dijo Lucian con gravedad—.
Ayúdala tú.
Valerie miró a Leigh insegura y le preguntó—: ¿Está bien si te examino?
—Sólo haz que se detenga —suplicó Leigh.
Eso fue suficiente para Valerie. Enderezó los hombros, miró a Anders y dijo—:
Comprueba el botiquín de primeros auxilios y mira si puedes encontrar antisépticos
de mano, o limpiadores de heridas o algo así.
Anders asintió y se movió a hacer lo que le pedía, pero su atención estaba en ella
cuando se volvió hacia Lucian y le dijo—: Quítale las bragas y vuelve a sentarla
entre tus piernas. Puedes apoyarla hacia atrás y consolarla mientras la examino.
Lucian hizo lo indicado, tirando rápidamente las bragas de Leigh en la manta en el
suelo y de ella entre sus piernas. A continuación, envolvió sus brazos a su alrededor
con suavidad, apoyándolos sobre su estómago mientras presionaba un beso a un lado
de su cuello y murmuraba palabras alentadoras para ella.
—Anders, ¿has encontrado algo que pueda usar para limpiar mis manos? —preguntó
Valerie, mientras se arrodillaba a los pies de Leigh y separaba sus piernas, poniendo
sus pies por fuera de las piernas de Lucian para que sus rodillas estuvieran dobladas
y las piernas de él actuaran como estribos, impidiéndole cerrar las piernas.
—No te preocupe por limpiar tus manos —gruñó Lucian.
—Pero podría contraer una infección y... —Valerie hizo una pausa y sacudió la
cabeza—. Cierto. Inmortal. Los nanos se harán cargo de cualquier tipo de infección
—murmuró.
Anders volvió su atención hacia el botiquín de primeros auxilios cuando Valerie
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comenzó su examen. Rebuscó a través de los contenidos por cualquier cosa que
pudiera ser útil, pero no esperaba encontrar nada. Más que nada, quería darle a
Leigh alguna semblanza de privacidad.
—El bebé está atravesado —anunció Valerie de repente, con voz sombría—. Cristo,
está sangrando mucho. ¿Dónde diablos está Rachel?
—Saca al bebé —ladró Lucian y Valerie levantó la cabeza para mirarlo.
—Necesita una cesárea, Lucian. No tengo el equipo para hacerlo.
—¿No puedes girar al bebé sobre sí mismo? —preguntó Anders.
Valerie frunció el ceño.
—Tal vez si no hubiera roto aguas y tuviera los medicamentos adecuados para que
su útero se relajase... y la epidural para aliviar su malestar. Pero...
—Ella ya está en agonía, Valerie. No puedes hacerle más daño del que ya está
sufriendo —dijo Lucian con gravedad—. Y hay que sacar al bebé ahora si queremos
que sobreviva.
—¿Qué? —Valerie lo miró en estado de shock—. Pero es un niño inmortal. Pensé
que significaba que su supervivencia sería una cosa segura.
—Por lo general lo es —dijo Anders, arrastrando el kit de primeros auxilios con él
mientras se dirigía a reunirse con ellos—. Los fetos con anomalías genéticas son
abortados por los nanos durante el primer trimestre, pero después de eso, siempre y
cuando la madre tome suficiente sangre, el bebé estará bien.
—Bueno, entonces... —comenzó Valerie.
—Está perdiendo mucha sangre —interrumpió Lucian—. Y si los nanos ven al bebé
como una amenaza al bienestar de Leigh, atacarán y tratarán de matar al bebé. Los
nanos del bebé devolverán la pelea. Si hay bastante daño y los nanos se matan unos
a otros podemos perder no solo a uno, sino a los dos.
Cuando Valerie miró a Lucian con incomprensión, Anders dijo—: Piensa en ello
como una guerra nuclear en el interior de su cuerpo. Mientras nadie haga
lanzamientos, todo es color de rosa. Pero si las bombas se ponen en marcha, o en
este caso, los nanos comienzan a atacar a los demás, nadie saldrá vivo.
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—Jesús —suspiró Valerie, palideciendo.
—¿Puedes sacar al bebé? —preguntó Anders en voz baja.
Valerie vaciló.
—Podríamos intentar un parto por cesárea, pero necesitaré un cuchillo y...
—Eso aumentaría la pérdida de sangre y aumentaría el riesgo de que los nanos
ataquen antes de que puedas sacar al bebé —interrumpió Lucian—. Tenemos que
darle vuelta al bebé ahora.
Valerie lo miró en silencio, pero luego dijo—: Está completamente dilatada. Puedo
intentar girar al bebé manualmente, pero es arriesgado y tendrás que mantenerla
inmóvil.
Lucian asintió.
Suspirando, Valerie vaciló y luego dio media vuelta y salió de la camioneta. De pie
en la puerta abierta, dio unas palmaditas en el suelo de esta.
—Tráela hacia adelante.
Cuando Lucian los movió tanto a él como a Leigh hasta el borde de la furgoneta,
Valerie asintió y se arrodilló en la hierba, pero antes de que pudiera hacer nada, otra
contracción alcanzó a Leigh y ella se arqueó en los brazos de Lucian, gritando desde
lo profundo de su garganta.
—¡Ayúdala! —gritó Lucian.
—¡Tengo que esperar a que la contracción termine! —dijo Valerie impotente y
todos esperaron. A Anders le pareció que duró una eternidad, pero al final, los gritos
de Leigh terminaron en un gemido y se desmayó en los brazos de Lucian.
—Abre sus piernas más y mantenlas así —dijo Valerie a su vez y luego se puso a
trabajar en el momento en que Lucian lo hizo.
Anders contuvo la respiración mientras esperaba detrás de la pareja. Sabía
exactamente lo que estaba haciendo Valerie; estaba usando una técnica que había
visto ser utilizada hacía años en una yegua con problemas. Estaba aliviándola
físicamente con su mano, para tratar de girar la cabeza del bebé hacia abajo y hacer
que pudiera nacer. También sabía que si otra contracción alcanzaba a Leigh mientras
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la mano de Valerie estaba dentro de ella... los músculos inmortales se tensarían
alrededor de los huesos de un mortal.
Lo que no es una buena cosa, pensó Anders sombríamente y luego miró más allá de
ella cuando Mortimer apareció.
—Justin acaba de tirar... ¡Guau! —Mortimer se interrumpió y se volvió bruscamente
mientras se daba cuenta de hacia dónde se dirigía.
—Averigua si tienen sangre —ladró Lucian y luego dirigió su atención a Valerie
cuando ella frunció el ceño y dijo:
—Hay algo presionando…
—¿Presionando qué? —preguntó Anders cuando ella se detuvo con una mirada
semi-perpleja en su rostro.
Al momento siguiente, con los ojos repentinamente ampliados, exclamó—: Hay un
segundo bebé presionando hacia abajo al primero. Es por eso que el bebé no podía
girar.
—Gemelos —exclamó Mortimer, olvidándose de sí mismo y dando marcha atrás,
poniéndose verde y balanceándose bruscamente—. Voy a ver si tienen algo de
sangre.
El rostro de Valerie se arrugó con concentración.
—Creo que puedo… puedo hacer esto —murmuró y se inclinó un poco hacia atrás.
—¿Qué has hecho? ¿Y funcionó? — preguntó Anders. Valerie no se molestó en
responder, el repentino grito de Leigh habría ahogado la respuesta de todos modos.
En el momento siguiente, el primer hijo de Lucian y Leigh estaba acostado en
silencio en manos de Valerie.
—¿Está bien? — preguntó Lucian con ansiedad, acunando a Leigh y meciéndola
suavemente de un lado a otro cuando se dejó caer contra él.
—Está viva —dijo Valerie, sujetándola contra su pecho y frotando su espalda hasta
que la bebé tosió y empezó a respirar con normalidad, sus bracitos comenzándose a
mover ahora. Anders vio el alivio en el rostro de Valerie y supo que la quietud del
bebé la había preocupado.
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—Necesito algo para cortar el cordón —dijo.
—Yo puedo ayudar con eso —anunció Rachel, que apareció detrás de ella y frunció
el ceño mientras miraba a Leigh.
—Valerie, Rachel —las presentó Anders, yendo más allá del hombro de Lucian para
tomar las bolsas de sangre que ella le tendía. Pasó la primera a Lucian y cogió la
segunda mientras Lucian ponía la primera bolsa en los dientes de Leigh, quien ni
siquiera parecía ser consciente de ello.
—Encantada de conocerte, Rachel. Si tienes algo para cortar el cordón, hay que
hacerlo rápido —dijo Valerie—. No creo que el segundo bebé vaya a esperar mucho
tiempo para unirse a nosotros.
—¿Gemelos? —preguntó Rachel, una sonrisa en sus labios. Pero no reaccionó de
inmediato a la sugerencia de Valerie. En cambio, observó a Lucian rasgar la bolsa
ahora vacía de los dientes de Leigh y reemplazarla con una nueva. Anders no sabía
lo que estaba buscando, pero después de un momento, ella se relajó e hizo un gesto
hacia alguien que Anders no podía ver. Etienne, se dio cuenta, cuando el hombre
apareció en la apertura con una bolsa grande en su mano que abrió para que Rachel
buscara en ella. Después de un momento, se dio la vuelta con tijeras quirúrgicas y
abrazaderas.
Valerie sostenía a la bebé viendo cómo Rachel hacía un trabajo rápido con el cordón
umbilical, y luego se lo ofreció.
—Puedo salir con la bebé si quieres encargarte desde aquí.
Rachel sonrió, pero negó con la cabeza.
—¿Es una broma? Has hecho todo el trabajo duro. Estas son las cosas divertidas. No
te quitaré eso —dijo, tomando a la bebé y usando una toallita húmeda para limpiarla
tanto como fuera posible antes de envolverla en una manta.
Valerie la miró en silencio, pero se volvió hacia Leigh cuando ella gimió alrededor
de la bolsa de sangre en su boca.
—Empuja, Leigh —ordenó Valerie—. Empuja.
En cuestión de segundos, el segundo bebé salió para unirse al mundo. Empezó a
chillar y a retorcerse como la primera, sus brazos y piernas agitándose cuando
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Valerie se sentó sobre los talones con él en sus manos.
—Un niño —anunció ella y lo miró con una sonrisa.
Un lloriqueo canino despertó a Valerie de un sueño profundo; abrió un párpado y
frunció el ceño a la cara peluda frente a ella.
—Es una broma, ¿verdad? —murmuró con disgusto—. ¿No podrías dejarme dormir
esta vez? ¿Sólo por esta vez? Quiero decir, eran solo las 4 a.m. cuando por fin me
metí en la cama la noche anterior. ¿Pero no puedes déjame dormir? —Roxy se quejó
una vez más, se movió en su lugar y Valerie suspiró—. Bien —dijo, empujándose
con cansancio sobre las manos y las rodillas para levantarse. A continuación, se
congeló cuando notó al hombre en la cama junto a ella. Anders. Rayos. No estaba
allí cuando se había metido en la cama anoche. Ni siquiera había estado en la casa.
Una vez que el segundo bebé nació y Leigh fue alimentada con tres o cuatro bolsas
de sangre, habían considerado que era hora de irse y todos habían regresado a la
casa. Bueno, todos menos Mortimer, que había ido a la parte de atrás de la casa de
los Ejecutores llevándose al renegado para encerrarlo. Había regresado más tarde
con Sam, sin embargo, para que pudiera ver los bebés.
Parecía como si la mitad de Toronto hubiera llegado a la casa ayer por la noche para
ver a los bebés. Le habían presentado a Valerie al menos dos docenas de nuevas
personas, todos ellos relacionados de una manera u otra con Lucian y Leigh. Y esas
personas se habían quedado horas, tratando de ayudar a Leigh y a Lucian con los
nombres de los bebés.
Al parecer, Leigh se había negado a decidir nombres antes de que naciera el bebé.
Había abortado antes y había ganado algunas supersticiones por la pérdida. Una de
esas supersticiones era el temor de que si escogía nombres antes de que naciera el
bebé, no iba a nacer. O que no lo harían, ya que el bebé había resultado ser dos. No
habían tomado decisiones, aunque había un par de sugerencias que Leigh y Lucian
estaban considerando. La fiesta finalmente había terminado a las cuatro de la
mañana, cuando Lucian y Anders habían decidido que era hora de ir a interrogar al
renegado.
Antes de unirse a todos en la Casa Bambino, Mortimer había tratado de obtener
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respuestas del hombre en cuanto a dónde estaban Laura, Billie y Kathy o si aún
seguían vivas, pero el renegado no había sido muy colaborador, negándose incluso a
dar su nombre. Así que después de relajarse un poco y disfrutar de su nueva familia,
Lucian había decidido que era hora de conseguir respuestas. Anders, Mortimer, Sam
y Justin, así como un par de los otros hombres, habían ido con él.
Para gran alivio de Valerie, todos los demás se habían ido, pero Rachel y Etienne se
habían quedado. La médico y su marido creador de video juegos iban a quedarse
durante un día o dos para ayudar a Leigh con los bebés, por lo que Valerie había
sentido que estaba bien que finalmente encontrara su cama. Había sido un día muy
largo y estaba agotada, por lo que después de dejar a Roxy hacer sus asuntos, había
salido disparada hacia arriba, se había despojado de la ropa y había caído en la
cama. Sola.
Valerie miró a Anders ahora, teniendo en cuenta el hecho de que estaba
completamente vestido y en la parte superior de las mantas. Pero cuando Roxy se
quejó una vez más, la hizo callar y bajó con cuidado de la cama.
En lugar de buscar en sus cajones en el oscuro cuarto o encender la luz y correr el
riego de despertar a Anders, Valerie buscó a tientas su ropa del día anterior y luego
se la puso. Estaba tan cansada que ni siquiera le importaba si estaban con las
costuras hacia fuera. Tampoco se molestó en cepillarse el cabello o los dientes y
simplemente llevó a Roxy fuera de la habitación. Valerie tenía toda la intención de
subir de nuevo a la cama al momento en que Roxy hubiera comido y hecho sus
asuntos.
Sólo dos horas de sueño no eran suficientes para que su sistema funcionara con
claridad. Además, se merecía un poco de sueño, había superado a un mal tipo y
entregó dos bebés el día anterior. La idea la hizo sonreír. Los bebés eran pequeños
paquetes adorables y Lucian había estado pavoneándose como un toro premiado en
la feria cuando todo el mundo los había lisonjeado anoche. En cuanto a Leigh, una
vez que le habían dado un par de bolsas de sangre en la casa, todos los signos de la
mujer loca habían desaparecido. Ella volvió a su dulce risa. Valerie había estado
bastante aliviada por eso.
Hablando del diablo, pensó Valerie mientras entraba en la cocina/sala de estar y
veía a Leigh en la isla con uno de sus pequeños paquetes de alegría. La bebé, se dio
cuenta, tomando nota de la manta color rosa.
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—¿Hora de comer? —preguntó Valerie mientras se acercaba.
—Hora de eructar —corrigió Leigh secamente—. La hora de la comida terminó
hace quince minutos, pero no quiere eructar y conformarse.
Valerie asintió, pero frunció el ceño.
—¿Deberías estar levantada ya? ¿Quieres que la tome?
—Estoy bien —le aseguró Leigh con una sonrisa, y luego añadió con ironía—:
Inmortal, ¿recuerdas? Media docena de bolsas de sangre y los nanos me fijaron
enseguida. Estoy como nueva.
Valerie enarcó las cejas.
—Impresionante.
—Sí. —Sonrió Leigh.
—Pero debes estar cansada —dijo Valerie.
Leigh negó con la cabeza.
—Puedo estar sin dormir si subo el consumo de sangre.
—¿En serio? —preguntó Valerie con sorpresa y no poca envidia.
Leigh asintió.
—Por supuesto, tratamos de no hacerlo mucho. Significa más sangre y siempre es
mejor ser conservador en el uso de la sangre. Pero a veces, como ahora, es difícil de
evitar.
—Hmmm. Bueno, eso hará a la maternidad mucho menos dolorosa. La falta de
sueño es de lo que más se quejan las madres y los padres —comentó Valerie y luego
miró hacia Roxy cuando ella dio un golpecito a su mano con una nariz húmeda.
—Puedes dejarla salir —dijo Leigh, sonriendo a Roxy—. Apagué la alarma cuando
oí que te movías arriba.
—Gracias. —Valerie se trasladó a las puertas francesas y abrió una para Roxy,
entonces la cerró y se apoyó en ella mientras preguntaba a Leigh—: ¿Ya decidiste
un nombre?
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—No —admitió Leigh con un suspiro y abrazó a su niña por un momento.
Aliviando su abrazo, admitió—: Realmente no pensé que sería así de difícil. ¿No
debería simplemente mirarla y saber cuál debería ser su nombre?
Valerie se rió ante la sugerencia.
—Por supuesto. Así es como los siete enanitos se transformaron en Estornudo,
Tímido, Gruñón, Feliz, Mudito, Dormilón y Doc, ¿no es así?
Leigh sonrió, pero luego frunció la nariz.
—En ese caso, esta niña debería llamarse maloliente... o Poopy. Creo que es tiempo
de cambiar pañales.
—Hmmm. Hablando de eso... Supongo que será mejor que busque los porta
residuos y recoja lo que hizo mi chica —dijo Valerie, apartándose de la puerta para
entrar en la cocina a buscar las bolsas.
—Que se diviertan —dijo Leigh, en dirección a la puerta.
—¡Tú también! —gritó Valerie con una sonrisa mientras cogía las bolsas del cajón y
se dirigía fuera. Roxy se apresuró ansiosamente a su lado cuando Valerie salió al
porche cubierto. Teniendo a una pastora alemana como mascota, prometió—: Te
voy a alimentar en un minuto. Déjame recoger todos tus pequeños regalos de ayer
por la noche y esta mañana primero.
Roxy ladró y se apretó contra su costado, provocando otra sonrisa por parte de
Valerie. No creía que la perra hubiera entendido lo que había dicho. Bueno, excepto
tal vez por lo de la alimentación. Estaba bastante segura de que Roxy entendía esa
palabra. Pero su no entendimiento nunca había evitado que Valerie hablara con ella
antes. Había tenido conversaciones enteras con la pastora alemana, derramando sus
problemas y sus preocupaciones en la perra. Roxy siempre la miraba, con los ojos
brillantes y la lengua fuera, soltando un ocasional ladrido. Parecía feliz de tener su
atención. Era parte de su encanto.
—Entonces —dijo Valerie, caminando por el patio en busca de los tesoros de
Roxy—. ¿Qué piensas de Anders? ¿Debería estar de acuerdo en ser su compañera de
vida o no? —Roxy ladró y corrió un poco por delante antes de detenerse para mirar
hacia atrás y hacia ella. Las cejas de Valerie subieron; la siguió y se detuvo cuando
vio que la perra había dejado uno de sus tesoros.
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—¿Es eso un “sí, deberías” o un “no, no deberías”? — preguntó recogiendo el
depósito de la perrita. Roxy ladró y se alejó, olfateando el suelo mientras iba, y
luego hizo una pausa y la miró expectante.
—Qué bueno que puedas ser tan útil —dijo Valerie secamente cuando llegó a ella y
se inclinó para recoger el depósito en frente del perro. Pasó un par de minutos
caminando detrás de Roxy, limpiando tras ella. Estaba bastante segura de que estaba
en el último cuando Roxy de repente se detuvo con la cabeza hacia arriba, las orejas
tiesas, y luego cargo hacia adelante y alrededor de la casa.
—Ardilla —murmuró Valerie y sacudió la cabeza. Por lo general eso era lo único
que lograba que la perra reaccionara así. Ató la parte superior de la bolsa, le silbó y
luego caminó alrededor de la casa. Dio la vuelta a la esquina justo a tiempo para ver
a Roxy trotar alrededor de la parte delantera de la casa en búsqueda de cualquier
pequeña criatura peluda que hubiera llamado su atención.
—Perra tonta —dijo Valerie con exasperación, corriendo tras ella. Estaba exhausta y
con ganas de volver a la cama, así que por supuesto que ese sería el día en que Roxy
decidiría convertirse en un perro de caza.
Roxy había olfateado la puerta del garaje y se deslizaba en el interior en el momento
en que Valerie dio la vuelta al frente de la casa. Maldiciendo, Valerie se precipitó
hacia la puerta y la abrió.
—¿Roxy? —gritó, con el ceño fruncido al garaje oscuro. Lanzando la bolsa de
excrementos de perro en el cubo de basura junto a la puerta, Valerie buscó a tientas
un interruptor de luz en las paredes a ambos lados de la puerta. Sin una de las
grandes puertas de garaje automáticas para los coches abiertas para ofrecer más luz,
la puerta sólo proyectaba sombras por todas partes.
—Maldita sea, Roxy, ¿dónde estás? —dijo Valerie con irritación, renunciando a un
interruptor de luz. Ni siquiera podía escuchar a la pastor alemán moverse y la
oscuridad y el silencio comenzaban a asustarla. Si supiera donde estaba el panel que
controlaba las grandes puertas, estaría abriéndolas al momento. Suspirando en el
silencio, Valerie retrocedió un paso, considerando acercarse a la puerta del garaje,
abrirla y luego llamar a Roxy otra vez. Tal vez el temor de quedarse aquí la atraerá,
pensó Valerie y estaba a punto de salir cuando se produjo un estruendo metálico en
la parte posterior del garaje. Roxy había derribado una lata de algo. Valerie dio un
par de pasos hacia adelante, llamándola de nuevo.
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Impaciente por volver a entrar e ir a la cama, Valerie se internó más en el garaje,
moviéndose cuidadosamente entre la furgoneta de Lucian a su derecha y las
estanterías llenas de herramientas, limpiadores de piscina, pinturas y otros artículos
diversos a su izquierda. Estaba a medio camino de la camioneta cuando la puerta del
garaje se cerró detrás de ella.
Congelada, Valerie se volvió lentamente hacia la furgoneta en la oscuridad,
agudizando el oído.
—Fue el viento —se aseguró en un susurro.
—No, no lo fue.
La voz venía de la derecha y muy cerca. Valerie se sobresaltó con un grito y su
corazón golpeó. Se giró en un torbellino y corrió ciegamente en la dirección opuesta.
Valerie sólo había dado media docena de pasos cuando fue capturada por su pelo y
echada hacia atrás contra un muy amplio, muy duro pecho. Captó de inmediato el
olor a almizcle que había olvidado, pero que ahora recordó inmediatamente.
—Igor —suspiró, el horror deslizándose sobre ella. Estaba vivo.
—¿Igor? —preguntó él en tono perplejo.
—¿Dónde está Roxy? —preguntó Valerie con gravedad.
—Muerta —replicó él—. ¿Dónde está Ambrose?
Valerie no respondió, no podía aún si hubiera querido. Su anuncio envió un rayo de
dolor a través de su pecho que la había dejado sin aliento.
—¿Dónde está Ambrose? — repitió él, sacudiendo furiosamente su agarre en su
pelo para llamar su atención.
—¡No sé quién es Ambrose! —gritó Valerie, agarrando el cabello a los lados de su
cabeza para tratar de aliviar el dolor. Su sacudida sin duda había recuperado su
atención. Él la había sacado de su bruma de dolor, pero la rabia la reemplazó cuando
Valerie pensó en su pobre Roxy, que yacía muerta en algún lugar en aquel oscuro
garaje. Reaccionó sin detenerse a pensar en ello, elevó el pie y lo disparó hacia sus
piernas con fuerza.
¡Anotación! Pensó Valerie sombríamente cuando él rugió de dolor y se tambaleó
hacia atrás, arrastrándola con él.
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Gruñendo mientras recuperaba el equilibrio, Igor se volvió y la estrelló contra el
SUV, su peso chocó en ella desde atrás para añadirse al asalto. Valerie gimió cuando
perdió el aire y las ondas de dolor vibraron desde su pecho hasta las rodillas.
— ¿De quién crees que hablo? —preguntó con furia en su oído.
—Tu jefe —susurró casi sin hacer ruido. Simplemente no tenía aliento para hablar.
—¿Dónde está? —exigió Igor, aliviando el peso de su cuerpo lo suficiente como
para dejarle un poco de aire. Mientras, Valerie oía un débil ladrido. Sonaba muy
lejos, o apagado, como si viniera de fuera, pero sin duda era un ladrido. Roxy no
estaba muerta. Apenas había tenido ese pensamiento cuando Igor maldijo y la
arrastró lejos del SUV por el pelo.
—¿Dónde está? —gruñó, tirándola varios pies más allá, probablemente hacia la
puerta del garaje.
Valerie vaciló, pero cuando lo hizo él la cogió por la garganta, así que rápidamente
respondió—: En la casa de los Ejecutores. —No había ninguna razón para no
decírselo. No era como si Igor pudiera aparecerse allí. Aunque, si lo intentaba, les
daría la oportunidad de atraparlo. Saboreando ese pensamiento, le preguntó—:
¿Qué hiciste con Billie, Laura y Kathy?
—Ya lo verás, lo suficientemente pronto —le aseguró—. ¿Dónde está la casa de los
Ejecutores?
—No sé la dirección —dijo Valerie. Cuando comenzó a levantarla del suelo por el
pelo, se apresuró a añadir—: No lo sé. Me llevaron allí, no me dijeron la dirección.
—Entonces supongo que tendrás que guiarme —dijo con gravedad, liberando su
garganta y siguiendo el camino por el que la había estado arrastrando antes de
detenerse.
—Realmente preferiría no hacerlo —dijo Valerie honestamente y luego frunció el
ceño y preguntó—: ¿Por qué no solo lees mi mente y me controlas?
—¿Por qué molestarse? — preguntó él secamente.
—Porque entonces no tendrías que arrastrarme alrededor por mi pelo y hacerme
daño —señaló ella con su propio tono árido.
—Pero me gusta hacerte daño. Alivia el dolor que me causaste cuando me estacaste.
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Valerie se mordió el labio. Parecía irritado, aún resentido. ¡Imagínate! Como si no se
lo hubiera merecido y ella fuera la mala de la película o algo así. Endureciendo la
boca, dijo—: O tal vez eres un nuevo convertido y no has aprendido a controlar a
leer mortales todavía.
Su conversación con Leigh en la casa de los Ejecutores fue lo que le dio la idea.
Leigh había mencionado que todavía estaba aprendiendo las habilidades, pero que
era bastante buena en ellas y Valerie se preguntaba si Igor era un nuevo convertido y
aún no había aprendido esas habilidades. De lo contrario, ¿por qué no había tomado
su control en el baño cuando le había rociado con el champú? ¿O después, cuando él
había salido del cuarto de baño tras ella?
Sospechaba que había dado en el clavo cuando el paso de Igor vaciló y le espetó—:
Cállate.
—Cállame —murmuró Valerie, parpadeando con rapidez cuando de repente abrió la
puerta y la arrastró hacia la luz del sol brillante. Medio cegada por la luz repentina,
Valerie fue tomada por sorpresa y tropezó hasta caer sobre sus rodillas cuando fue
libre de repente. Se asustó tanto que casi se perdió el gruñido que Igor soltó cuando
la soltó, pero definitivamente escuchó los sonidos de la pequeña lucha que siguió.
Volvió la cabeza y vio con asombro cómo Anders lo estacaba en el pecho con un
girasol de madera del jardín. El hombre cayó como una tonelada de ladrillos,
chocando su espalda contra la calzada de hormigón.
—Bueno, eso se sintió bien —dijo Anders sombrío y cuando lo miró con sorpresa,
él se encogió de hombros y admitió—: Es agradable ser capaz de salvarte para
variar, en lugar de aparecer después de que ya te hayas salvado a ti misma.
Valerie lanzó una risa sorprendida que terminó en un grito ahogado cuando él la
agarró por los brazos y la levantó para ponerla de pie.
—Gracias —suspiró ella, deslizando sus brazos alrededor de su cintura y apoyando
la cabeza en su pecho—. Eres mi héroe.
—Hmmm —dijo Anders dubitativo, y luego la bajó para poder besar su nariz. Con
una sonrisa torcida, comentó—: Parece que tienes una tendencia a encontrar
problemas.
—No fui yo esta vez. Estaba siguiendo a Roxy. Ella... ¡Roxy! —Valerie se puso
rígida, con los ojos abiertos ampliamente y preocupados—. Dijo que la mató, pero
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me pareció oír su ladrido.
—Está bien —le aseguró Anders rápidamente—. Está en la casa. Se acercó a la
habitación y me despertó. De esa forma supe que estabas en problemas. No estabas
con ella. Así que fui a buscarte.
—Oh. —Valerie se apoyó en él, pero negó con la cabeza—. No sé cómo llegó a la
casa. Yo la vi entrar en el garaje, pero cuando llegué allí no estaba y él me agarró.
—Hay una puerta entre el garaje y la lavandería. Debió abrirla e ir del garaje a la
casa de alguna manera, y luego la cerró detrás suyo para esperar a que te pusieras al
día —dijo Anders.
—Oh —suspiró Valerie, y luego siguió la mirada de Anders cuando de repente se
puso rígido y miró hacia la casa. La puerta principal se abría y vio a Roxy salir
corriendo seguida por Lucian y Leigh, quienes la seguían más despacio mientras
Roxy corría hacia ellos, meneando alegremente la cola. Valerie se alejó de Anders y
se agachó para saludar al perro mientras corría.
—Buena chica —dijo, masajeando sus mejillas y los lados de su cuello—. Buena
chica por buscar a Anders —elogió, y luego se irguió cuando la otra pareja llegó
hasta ellos.
—¿Igor? —preguntó Lucian en un bostezo y se frotó la mano por su muy amplio
pecho desnudo. El hombre, obviamente, acababa de rodar fuera de la cama. Sólo
llevaba un par de pantalones de pijama a cuadros verdes y su pelo estaba de puntas.
Anders asintió.
Lucian miró al hombre alto con el girasol de madera clavado en el pecho, y
comentó—: Bueno, esto cambia a los viejos criando malvas.
Leigh chasqueó la lengua ante el comentario y pasó junto a Lucian para ver mejor al
hombre. Sacudiendo la cabeza, ella dijo—: ¿Tenías que utilizar el girasol? Me
encantaba ese y es el único, lo hice yo. Debiste haber utilizado uno de los de rana.
Tengo tres.
—Lo tendré en cuenta para la próxima vez —dijo Anders con diversión.
Lucian deslizó su brazo alrededor de Leigh y la abrazó brevemente.
—Llamaré a los chicos para que vengan a recogerlo. Pueden sacar tu girasol antes
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de que se lo lleven... Haré que limpien la sangre para ti —agregó cuando Leigh hizo
una mueca de disgusto.
—Tal vez deberíamos hacerlo ahora —sugirió Anders—. Si lo dejamos mucho
tiempo podría no volver y todavía necesitamos información. Ni siquiera hemos sido
capaces de obtener el nombre de su jefe.
—Ambrose —anunció Valerie.
Anders la miró con sorpresa y negó con la cabeza.
—Maldita sea, mujer, sólo estuviste en el garaje con él durante unos minutos.
¿Cómo conseguiste sacarle eso?
—¿Mi encanto natural? —sugirió con una sonrisa.
—Y lograste averiguar algo sobre las otra mujeres también, ¿verdad? —preguntó
Lucian.
La sonrisa de Valerie se desvaneció y negó con la cabeza.
—No, me temo que no.
—Supongo que será mejor sacarla ahora, entonces —sugirió Lucian, no sonando
complacido de tener que hacerlo.
Anders no se veía más feliz por ello cuando se inclinó para agarrar el girasol de
madera y sacarlo del pecho del hombre. Cuando Leigh hizo una mueca ante la punta
sangrienta, dijo—: La enjuagaré con la manguera del jardín. Se verá como nueva.
—Buena idea —dijo Lucian—. Vigilaré a Igor mientras lo haces.
Anders enarcó las cejas. Al parecer, él había querido decir que lo haría más tarde,
pero asintió y se dirigió por el garaje diciendo—: Sólo será un minuto.
Sacudiendo la cabeza, Leigh volvió a inclinarse y besar la mejilla de Lucian.
—Llamaré a Mortimer por ti. Tengo que ir a ver a los gemelos de todos modos.
—Gracias, amor —dijo Lucian, viéndola irse. Una vez que ella desapareció en la
casa, volvió los ojos hacia Valerie—. ¿Y? ¿Cuándo quieres ser convertida?
—No estoy de acuerdo con convertirme —graznó Valerie con asombro.
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—No, pero lo harás —dijo encogiéndose de hombros.
—¿Qué te hace pensar eso? — preguntó ella con cautela.
—Porque si no lo haces, tendré que borrar tus recuerdos y volverás a tu vida y
ninguno de nosotros quiere eso —dijo simplemente.
—Anders dijo que podía tener tiempo para decidir —protestó Valerie, y luego
frunció el ceño y añadió—: Y, ¿qué quieres decir con que ninguno de nosotros
quiere eso? ¿Por qué te importa?
—Salvaste a mi esposa e hijos, Valerie. Y Leigh te adora. Eres de la familia ahora.
—Oh. —Ella lo miró perpleja, preguntándose si realmente quería decir eso.
—Lo digo en serio —dijo con firmeza—. Leigh ha decidido eso, por lo que así será.
Estaría decepcionada si no te conviertes en una de nosotras y no voy a tenerla
decepcionada.
Valerie frunció el ceño ligeramente. La última parte sonó como una amenaza.
—En cuanto a Anders diciendo que podrías tener tiempo para decidir —continuó
Lucian—. ¿Para qué necesitas tiempo? ¿Qué buscas? Los nanos te encontraron una
pareja, están destinados a estar juntos.
—Lo haces sonar muy simple —dijo con cansancio.
—Es simple. No lo hagas difícil.
—Muy bien, los nanos nos han emparejado. Pero, ¿qué pasa con el amor? —
preguntó.
Lucian se movió con impaciencia.
—¿Te gusta?
—Sí —admitió.
—¿Lo respetas?
Ella asintió.
—¿Confías en él?
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—Por supuesto —dijo sin dudarlo.
Lucian asintió y dijo secamente—: No tengo que preguntar si lo deseas sexualmente.
Valerie se sonrojó y levantó la barbilla.
—Todas esas cosas en su conjunto, son amor —le aseguró Lucian—. Tanto si te das
cuenta como si no, ya lo amas.
Valerie tragó saliva, sabiendo en su corazón que él tenía razón. Se mordió el labio, y
luego exclamó—: ¿Pero él me ama?
—Ah. —Lucian asintió—. Así que ese es el asunto, ¿verdad? No lo ha dicho
todavía.
Valerie suspiró y miró hacia otro lado, murmurando—: Cuando me pidió que fuera
su compañera de vida habló sobre buscar paz y ser capaz de relajarse y estar en paz.
Todo era paz, paz, paz. —Añadió con frustración y miró a Lucian, entornando los
ojos cuando vio sus labios retorciéndose. Si se reía, ella....
—¿No te sientes en paz con él? —preguntó, y añadió—: Cuando no estás caliente y
molesta, quiero decir.
—Bueno, sí, pero...
—Pero quieres saber si él te ama —dijo Lucian y se encogió de hombros—.
Supongo que tendrás que preguntárselo entonces.
—¿Preguntarle si me ama? — preguntó con consternación.
Lucian suspiró con exasperación.
—Caíste sobre Igor y lo estacaste, salvándote a ti misma y a otras seis mujeres en el
proceso.
—Cuatro —corrigió con tristeza—. Dos de ellas murieron, recuerdas.
—Y entonces —continuó, ignorando su interrupción—. Fuiste por Ambrose y
salvaste a mi esposa y a los gemelos nonatos al estrellar la camioneta en la que
estaban y golpear varias veces al hombre en la cabeza hasta que la ayuda llegara. No
eres una cobarde, Valerie, así que deja de actuar como tal. Pregúntale. Y si él dice
que sí te ama, supervisaré personalmente tu conversión y pagaré la boda. —Con esto
se dio la vuelta y se dirigió hacia la casa.
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Valerie se le quedó mirando con asombro, luego se volvió y miró a Igor, a su
espalda.
—¡Hey! ¿Qué pasa con...?
—Anders lo vigilará —respondió Lucian, sin detenerse.
Valerie miró a su alrededor, justo a tiempo para ver a Anders proceder del garaje.
Lucian le había oído acercarse, se dio cuenta.
—La mayor parte salió —dijo Anders mientras se le acercaba—. Me lo llevaré a
casa conmigo esta noche y le daré un lijado rápido antes de volver a pintarlo para
Leigh. Debería estar bien.
—¿Vamos a tu casa esta noche? — preguntó con sorpresa.
Anders bajó la mano a su lado, la estaca colgando de sus dedos. Su expresión era
solemne cuando dijo—: Yo lo haré. Pero creo que deberías quedarte aquí.
Probablemente es lo mejor hasta que tomes tu decisión.
Valerie frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Anders hizo una mueca y miró hacia otro lado.
—Bueno, he estado pensando que el asunto sexual de los compañeros de vida es
bastante molesto... quema y es adictivo.
—Me he dado cuenta —admitió con ironía, inclinándose ligeramente hacia Roxy,
que había permanecido a su lado pero que ahora se levantó y se presionó contra su
pierna.
—En ese caso —continuó él suavemente—, pensé que tal vez podría ser mejor si
nos abstenemos hasta que hayas tomado tu decisión.
Valerie se enderezó lentamente para mirarlo.
—¿Abstenernos?
—Sí —dijo solemnemente, y luego agregó—: Necesitas tener la mente clara para
tomar una decisión tan importante como esta y ser constantemente bombardeada con
placer, tu cuerpo y tu mente clamando por él... emborrona tus pensamientos y retrasa
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tu decisión.
Valerie frunció el ceño.
—Pero...
—Es lo mejor —añadió solemnemente.
Valerie entrecerró los ojos.
—¿Cuánto tiempo se supone que debemos abstenernos?
—Como he dicho, hasta que hayas tomado tu decisión —contestó Anders.
—¿Pero y si me lleva un tiempo? —preguntó.
—Entonces esperaremos un tiempo. Años, si tenemos que hacerlo —le aseguró—.
Cariño, quiero que seas feliz, vale la pena la espera.
—Pero estoy feliz cuando... — Ruborizándose, ella se interrumpió y dijo en su
lugar—: ¿Y si decido que estoy dispuesta a ser tu compañera de vida?
—Entonces te arrancaré la ropa y haré el amor contigo hasta que no lo puedas
soportar —dijo, como si estuvieran hablando del tiempo.
—¿Y si decido que no estoy dispuesta a correr el riesgo de ser tu compañera de
vida? —preguntó.
La frustración llenaba su expresión.
—Valerie, no hay riesgo aquí. Los nanos no cometen errores. Esta es una apuesta
segura. El único juego en el que no se puede perder. Todo lo que tienes que hacer es
estar dispuesta a aceptar el regalo que nos están ofreciendo.
Valerie lo miró en silencio. Al igual que Lucian, lo hacía sonar muy simple. Los
nanos habían decidido. Era un hecho consumado. Bla, bla, bla. Los hombres eran
tontos a veces. Necesitaba más que...
Un gemido de Igor llamó su atención y ella miró hacia abajo, luego jadeó con
sorpresa cuando Anders clavó la estaca en él de nuevo.
—Anders, lo necesitamos con vida —protestó ella, alcanzando el girasol que se
mecía, sobresaliendo del pecho del hombre.
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—Lo sacaré al cabo de un minuto —dijo, rozando su mano—. Si está gimiendo, se
está recuperando. Sólo quiero detenerlo un poco. Por lo menos hasta que los
hombres lleguen.
Como si sus palabras les hubieran conjurado, el sonido de un vehículo atrajo la
mirada de Valerie hacia un SUV oscuro subiendo por el camino de entrada.
Mortimer y Bricker habían llegado para recoger a Igor, supuso, ya que estacionaron
el vehículo al lado de Anders y salieron.
—Por fin conseguimos el nombre de nuestro renegado —anunció Mortimer con una
sonrisa mientras conducía a Bricker hacia ellos.
—Ambrose —dijo Anders a la vez.
La sonrisa de Mortimer se desvaneció, su boca haciendo una "o" de sorpresa.
—¿Cómo demonios lo sabes?
—Valerie le sacó el nombre a Igor —dijo Anders con diversión.
—Ah. —Mortimer miró hacia el hombre que yacía en el camino de entrada, y luego
miró hacia atrás, su mirada encontrándose con la de Valerie—: Así que...
¿averiguaste lo de las chicas?
—No —admitió Valerie con el ceño fruncido—. ¿Tú lo hiciste?
—Sí, por supuesto. —La sonrisa de Mortimer había regresado—. Están vivas y bien
en una casa cerca de diez minutos de aquí. Nicholas, Jo y Decker están de camino
ahora. Tendrán que volver a la casa de los Ejecutores para comprobar si hay más,
borrar su memoria y enviarlas de nuevo a sus vidas. Esta vez para siempre.
Valerie dejó escapar su aliento en un suspiro, sólo dándose cuenta entonces de que
lo había estado conteniendo. Había estado tan preocupada de que Ambrose ya las
hubiera matado.
—No, solo planeaba matarte a ti —dijo Mortimer, obviamente leyendo su mente—.
Tú eras la única que había visto el retrato. Ninguna de las otras recordaba algo que
pudiera perjudicarlo.
—Entonces, ¿por qué se las llevó? —preguntó Valerie con el ceño fruncido—. Por
lo que sé, no era necesario llevárselas para leerlas, sólo tenía que acercarse. ¿Por qué
tomar el riesgo y secuestrarlas otra vez cuando sabía que no había nada en ellas que
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pudiera guiarlos hacia él con el dedo?
Bricker hizo una mueca.
—Él tiene una manera extraña de pensar. El tipo te veía a ti y a las demás como de
su propiedad.
—¿Te refieres a como su ganado? —dijo Valerie con gravedad.
—Básicamente —reconoció Bricker en tono de disculpa y luego se encogió de
hombros—. Quería todo de vuelta a donde sentía que pertenecía.
—¿Así podría seguir haciéndonos sangrar hasta secarnos? —sugirió Valerie,
estrechando los ojos.
Bricker asintió.
—Me temo que sí.
Valerie murmuró en voz baja con disgusto.
—¿Has averiguado cómo eligió a las mujeres? —preguntó Anders—. ¿Cómo sabía
que no tenían familia y cómo las eligió?
—Ah, sí —confirmó Mortimer—. Valerie, ¿deduzco que ibas a trabajar al Hospital
Universitario?
—¿Hospital Universitario? —preguntó Anders, mirándola.
—La universidad tiene un hospital de enseñanza sobre animales; básicamente, una
clínica veterinaria para que los estudiantes perfeccionen sus habilidades. Los
estudiantes llevan a cabo los procedimientos, pero están supervisados por el
profesor, que puede intervenir si se presenta una situación. Yo iba a trabajar allí un
par de días a la semana para mantener mis habilidades afiladas y practicar un par de
nuevas técnicas que esperaba aprender en mis cursos de este año —explicó—. De
hecho, estaba en el Hospital Universitario la tarde que fui secuestrada.
Mortimer asintió.
—Ahí es donde se encontró con sus víctimas. Él es del personal de allí. Cindy,
Laura y Kathy habían llevado a sus animales al hospital por una razón u otra y él
aprovechó la oportunidad para hacer preguntas y saber si eran probables víctimas
para él o no. Conoció a Billie en la cafetería de la librería, una tarde cuando estaba
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en la tienda de libros. Se puso a conversar con ella, se enteró de que estaba sola, sin
nadie a quien le importara si desaparecía y... —Se encogió de hombros.
Anders frunció el ceño y se volvió hacia Valerie para decir—: Pero viste a Cindy en
esa otra clínica a la que fuimos. ¿Por qué iba a ir a ambos lugares?
—Probablemente llevó a su gato al hospital universitario para una operación,
esterilización, castración, o algo así —dijo Valerie con gravedad—. El mayor
beneficio de la clínica es que no cobra los procedimientos de ese tipo. Así es como
animan a la gente a llevar a sus animales. Pero para el cuidado a largo plazo;
inyecciones anuales, pastillas de pulgas y demás necesitarían un veterinario normal.
—Valerie se detuvo brevemente, luego miró a Mortimer y negó con la cabeza—. No
lo vi en el hospital universitario. Estuve hablando con una mujer, no con Ambrose.
—Escuchó partes de la conversación y consiguió el resto de la información que
estaba buscando de tu entrevistador. Al parecer le dijiste que tienes una clínica en
Winnipeg y que estabas aquí sólo temporalmente.
—Sí. —Ella asintió y luego hizo una mueca—. Le dije que no tenía familia o
amigos aquí, así que podía trabajar horas extras si querían.
—Así que... ¿su nombre es Ambrose qué? —preguntó Anders—. ¿Y quién
demonios es?
—Sólo Ambrose —dijo Mortimer con un encogimiento de hombros—. No recuerda
nada más que eso de su vida como mortal. Y puede bien ser su apellido. Él dice que
estaba en una etiqueta en su uniforme.
—¿Uniforme? —preguntó Anders con el ceño fruncido.
—Era un soldado en la Primera Guerra Mundial —explicó Bricker—. Dice que su
primer recuerdo es despertar en medio de un campo de batalla con bombas
estallando por todas partes, cadáveres sobre él y otro compañero alemán medio
volado y extendido a través suyo, sangrando por todo el cuerpo.
—Ah, infiernos —murmuró Anders.
—¿Qué? —preguntó Valerie.
En lugar de responderle, Anders arqueó una ceja hacia Mortimer.
—¿Otro accidental?
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Mortimer asintió.
—Eso es lo que estamos pensando. Dice que recuerda empujar al soldado alemán
lejos y ponerse de pie. Le dolía la cabeza, la sentía suave y blanda, ya sea porque
estaba medio hundida o por el viento. Se sentía mareado y con dolor punzante en la
cabeza y la tripa. Se desmayó y cuando despertó estaba chupando la herida abierta
de otro soldado y se sentía mucho mejor. Cuanta más sangre obtenía, mejor se sentía
y luego sus heridas parecieron curarse. Se dio cuenta de que era un vampiro y ha
estado viviendo como uno desde entonces, usando lo que podía encontrar como su
guía.
—Lo cuál sería cosas de fantasías ridículas como Drácula y así —señaló Bricker con
disgusto.
La boca de Anders se torció, pero preguntó—: ¿Y él nunca recuperó la memoria de
su vida antes de despertar en el campo de batalla?
Mortimer negó con la cabeza.
—Dice que no.
—¿Es eso posible? — preguntó Valerie—. Pensé que los nanos reparaban las cosas.
—Lo hacen, y obviamente reparan el daño físico, pero si la herida en su cabeza era
lo suficientemente mala... —Frunció los labios—. Los nanos pueden no haber sido
capaces de recuperar los recuerdos de su masa cerebral destruida.
—Supongo que eso es posible —dijo Anders, pensativo, y luego suspiró y se
encogió de hombros.
—Espera... —dijo Valerie con el ceño fruncido—. Entiendo que los nanos lo
repararon, pero no estoy segura de entender cómo crees que los nanos llegaron allí
en primer lugar. —Ella miró de un hombre a otro y preguntó con incertidumbre—:
¿Están pensando que el soldado que estaba sangrando sobre él era un inmortal y que
los nanos fueron transmitidos a él de esa manera? ¿Se metieron en sus heridas y
sólo... se apoderaron de él como un virus o algo así?
—En sus heridas, tal vez su boca. Pero sí, probablemente eso es lo que sucedió —
dijo Mortimer.
—¿Esto sucede a menudo? — preguntó con asombro.
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—Sólo he oído hablar de otro incidente como ese —dijo Bricker y alzó las cejas
mientras miraba a los otros.
—Elvi es la única de la que yo sepa también —dijo Mortimer.
—Lo mismo digo —acordó Anders—. Pero eso no quiere decir que no haya más por
ahí como él.
—¿Quién es Elvi? —preguntó Valerie con curiosidad.
—Ella es la compañera de vida de Víctor —dijo Anders, y luego añadió—: Víctor es
el hermano de Lucian.
—¿Y se transformó por accidente? —preguntó Valerie, fascinada.
—Es una larga historia. Te la contaré más tarde —dijo Anders suavemente. Cuando
Valerie asintió, miró a los hombres y dijo—: ¿Así que se despertó en medio de una
zona de guerra, un vampiro sin memoria de su pasado, y logró sobrevivir pasando
desapercibido durante casi unos cien años?
—Eso parece —estuvo de acuerdo Mortimer y negó con la cabeza—. Es un hijo de
puta con suerte, se nos ha escapado todo este tiempo.
—Lo mismo digo —murmuró Bricker.
—¿E Igor? —preguntó Anders, mirando al hombre que aún yacía en el suelo.
Detectando el girasol que salía de su pecho, Anders frunció el ceño, pero no tiró de
él.
—Su nombre es Mickey Green —dijo Mortimer—. Ambrose lo conoció en un bar
hace seis o siete meses; le gustó, decidió que sería un buen lacayo y lo transformó.
—Miró el girasol que Igor, o Mickey Green, tenía en el pecho y le preguntó—:
¿Cuánto tiempo ha estado estacado?
—Estaba estacado antes, pero se recuperó. La puse de nuevo justo antes de que se
detuvieran en el camino —admitió Anders, yendo por la estaca de girasol ahora.
—Vamos a hacer eso una vez que lo tengamos encadenado en el SUV —dijo
Mortimer, deteniéndolo—. Es un tipo grande. Es más seguro así.
Anders asintió, pero dijo—: Le dije a Leigh que la limpiaré para ella. La mayor
parte de la sangre se lavará, pero la punta de la madera está un poco manchada y
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necesita un poco de lija.
—Nosotros nos ocuparemos de ella en la casa —le aseguró Mortimer, y añadió—:
Hablando de eso, supongo que debemos meterlo en el SUV y llevarlo allí. Tenemos
una buena celda que espera por él junto a Ambrose. Los dos pueden ser vecinos
hasta que el Consejo decida qué hacer con ellos.
Anders asintió.
—Iré con Valerie dentro y le diré a Lucian que estás aquí. Puede que quiera hablar
contigo.
No esperó la respuesta de Mortimer a eso, sino que cogió el brazo de Valerie y la
instó hacia la puerta principal. Roxy se había acostado en un poco de sombra
cercana para verlos, pero ahora se levantó y los siguió.
Valerie permitió que Anders la condujera hacia la casa, pero su mente estaba
corriendo. Planeaba caminar con ella, hablarle a Lucian sobre los hombres allí y
luego dejarla y regresar a su casa... y no quería eso. Quería… en realidad, Valerie no
estaba segura de lo que quería.
Sabía lo que no quería, sin embargo, y eso era quedarse aquí sola sin él. Pero no
sabía qué hacer al respecto. Estaba decidido a darle tiempo para pensar y tomar su
decisión.
La apertura de la puerta frontal la distrajo, y Valerie miró hacia ella cuando Lucian
salió.
—Mortimer y Bricker obtuvieron algunos datos de Ambrose —anunció Anders,
frenando cuando el hombre cerró la puerta—. Pero dejaré que ellos te hablen de eso.
Estarían decepcionados si robo el protagonismo.
Lucian asintió mientras se acercaba, pero sus ojos se deslizaron de Anders hacia ella
mientras se acercaba. Desaceleró cuando llegó a ellos y le frunció el ceño a Valerie.
—¿Todavía no has preguntado?
No esperó una respuesta, sino que se limitó a negar con la cabeza y siguió hacia el
camino de entrada.
—¿Preguntar qué? —dijo Anders, mirándola con curiosidad.
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Valerie vaciló y luego simplemente lo escupió.
—¿Me amas?
Anders se quedó inmóvil, su respiración dejándolo en un largo suspiro. Luego se
quedó allí mirándola hasta que Valerie comenzó a preocuparse de que la respuesta
fuera no, y que no quisiera admitirlo.
—Si no lo haces, sólo di... —empezó a decir con ansiedad, pero nunca terminó
porque su boca estaba repentinamente sobre la de ella y la besaba.
Valerie rápidamente se olvidó de Igor, o de si Anders la amaba, y de casi todo lo
demás. Cuando rompió el beso y levantó la cabeza un momento después, gimió en
señal de protesta y, a continuación, parpadeó abriendo los ojos cuando él dijo—: Te
amo.
—¿En serio? —preguntó con asombro, una sonrisa curvando sus labios.
—Por supuesto que sí. Eres perfecta. ¿Cómo podría no amarte?
—No soy perfecta —dijo ella a su vez.
—Eres perfecta para mí —le aseguró—. Eres hermosa, sexy, inteligente y valiente...
—Sacudió cabeza—. Eres todo lo que deseaba y más, Valerie. Soy feliz cuando
estoy contigo. Te amo.
—Oh. —Ella suspiró y apoyó la cabeza en su pecho, admitiendo—: Lucian piensa
que yo también te amo.
—Genial —dijo Anders secamente—. Pero, ¿tú qué piensas?
Echándose hacia atrás, lo miró a los ojos y dijo solemnemente—: Pienso que tiene
razón. Yo también te amo, Anders.
Él cerró los ojos un instante, como si estuviera saboreando las palabras, volvió a
abrirlos y le preguntó con cautela—: ¿Así que estás de acuerdo con ser mi
compañera de vida?
—Parece que ya soy tu compañera de vida —dijo ella con ironía—. Pero si te
refieres a estar de acuerdo con ser convertida, casarme contigo y pasar el resto de
nuestras muy largas vidas juntos, sí. Estoy de acuerdo.
Ella alcanzó a ver la sonrisa que se extendió en su cara, pero luego se quedó sin
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aliento cuando él la levantó en brazos y comenzó a caminar, diciendo—: Vamos,
Roxy.
—¡Espera! ¿Qué estás haciendo? —gritó Valerie, aferrándose a sus hombros.
—Te voy a llevar a mi... nuestra casa —se corrigió a sí mismo y luego le recordó—:
Prometí que si contestabas que sí, te arrancaría la ropa y haría el amor contigo hasta
que no pudieras ponerte de pie, y tengo la intención de mantener mi promesa. Pero
no aquí.
—No, definitivamente no aquí —acordó Valerie, enrojeciendo. Ella no era
exactamente tranquila cuando le hacía el amor. Además, le gustaba la idea de tenerlo
todo para ella. Cuando Anders se detuvo junto a su SUV, Valerie agarró el pomo de
la puerta y la abrió para él.
—Mira, eres perfecta —dijo Anders con una sonrisa cuando la dejó en el asiento del
pasajero—. Ni siquiera te lo tengo que pedir. Somos un buen equipo.
Valerie se limitó a sacudir la cabeza y echarse a reír.
Sonriendo, Anders dio un paso atrás y miró hacia abajo, diciendo—: Ven, Roxy.
La perra saltó al momento, colocándose en el suelo entre las piernas de Valerie
como lo había hecho cuando la trajo de vuelta desde Cambridge. Sonreía a la perra
cuando la cara de Anders de pronto apareció ante ella. Mientras se inclinaba, sus
labios rozaron los de ella y luego le susurró—: Cinturón de seguridad, antes de
cerrar la puerta.
Valerie ajustó el cinturón de seguridad y lo vio caminar para llegar a su lado y hacer
lo propio con su cinturón de seguridad, poniendo en marcha el SUV.
Anders cogió la palanca de cambios, pero se detuvo cuando vio que ella estaba
simplemente allí sentada sonriendo. Inclinando la cabeza, preguntó—: ¿Qué?
—Sabes que esto es una locura, ¿verdad? —preguntó Valerie alegremente—. Sólo
nos conocemos desde hace unos pocos días.
Anders cerró la puerta y la miró con incertidumbre.
—¿Asustada?
—Un poco —admitió.
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—¿Estás teniendo dudas?
—Oh, no, definitivamente no —le aseguró con una sonrisa.
Relajado, se inclinó sobre el espacio abierto entre ellos para darle un beso rápido,
pero cuando comenzó a enderezarse otra vez, ella cogió su rostro entre las manos y
le dijo—: Te amo.
—Y yo te amo a ti —le aseguró él, y luego la besó de nuevo, esta vez con un lento,
suave, dulce beso que los dejó a ambos con ganas de más. Levantando una ceja, le
preguntó—: ¿A casa?
—A casa —estuvo de acuerdo ella.
Anders cambió la marcha del SUV y Valerie se giró para mirar por la ventana
delantera hacia su futuro... juntos.
Fin
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Sobre la Autora Lynsay Sands (nacida en Leamington, Ontario) es una
galardonada autora canadiense de más de 30 libros. Es
conocida por el humor inyectado en sus historias. Aunque
escribe novelas históricas y paranormales, es más conocida
por su serie Argeneau, sobre una familia moderna de
vampiros.
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Próximo Libro
aa ssuueerrttee eess uunn vvaammppiirroo eessttaa nnoocchhee......
Cuando Nicole Phillips estuvo de acuerdo en contratar a un ama de
llaves, se imaginó a alguien un poco anticuado y, casi con seguridad,
femenino. En lugar de eso, consiguió al precioso,
inconfundiblemente masculino, Jake Colson. El hombre está
resultando ser indispensable en la cocina, y en todas partes. Excepto que Jake podría
no ser un hombre mortal en absoluto.
......yy ccaaddaa nnoocchhee..
LL
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¿Quién no querría ser un alto, oscuro y poderoso vampiro? Jake, por ejemplo. Él
apenas tuvo tiempo para adaptarse a su nuevo estado antes de encontrarse atado en
un favor a la familia. Sin embargo, jugar en secreto a ser el guardaespaldas de la
dulce, sexy Nicole está resultando ser el paseo más salvaje de su vida. En primer
lugar, va a detener a todo aquel que esté enfocado en ella. Entonces, le va a
demostrar que este tipo de amor, y suerte, sólo ocurren una vez en una eternidad.
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