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HABLA INJURIOSA La palabra griega original bla·sfē·mí·a y el verbo bla·sfē·mé·ō se usan con referencia a lenguaje denigrante, calumniador e injurioso. Como se indica en el artículo BLASFEMIA, la palabra griega bla·sfē·mí·a tiene un significado más amplio que la palabra española “blasfemia”. En español el término se aplica preferentemente a expresiones injuriosas contra Dios o contra cosas sagradas. (Mt 12:31.) A este respecto, cuando la Versión Cantera-Iglesias hace un comentario sobre la palabra bla·sfē·mí·a en Efesios 4:31, menciona que aplica a “todo lenguaje abusivo contra Dios y sus cosas [...]; o bien, simplemente, ‘mal lenguaje’, ‘maledicencia’”. Por ello, aunque algunas traducciones (CI, Scío, Val y otras) utilizan los términos “blasfemia” y “blasfemar” en pasajes como el de Hechos 18:6, Colosenses 3:8, 1 Timoteo 6:1 y Tito 2:5, otras, con el fin de aclarar el sentido, emplean en esos mismos casos expresiones como “calumnia”, “insulto”, “palabra injuriosa”, “maledicencia”, “habla injuriosa”, “hablar mal”, “hablar perjudicialmente”, “hablar injuriosamente”, “maldecir” “denigrar” y similares. (Véanse BI, NBE, NM, NVI y otras.) Cuando Jesús fue fijado al madero, los que pasaban lo injuriaban, diciendo: “¡Bah! Tú, supuesto derribador del templo y edificador de él en tres días, sálvate bajando del madero de

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HABLA INJURIOSA

La palabra griega original bla·sfē·mí·a y el verbo bla·sfē·mé·ō se usan con referencia a lenguaje denigrante, calumniador e injurioso. Como se indica en el artículo BLASFEMIA, la palabra griega bla·sfē·mí·a tiene un significado más amplio que la palabra española “blasfemia”. En español el término se aplica preferentemente a expresiones injuriosas contra Dios o contra cosas sagradas. (Mt 12:31.) A este respecto, cuando la Versión Cantera-Iglesias hace un comentario sobre la palabra bla·sfē·mí·a en Efesios 4:31, menciona que aplica a “todo lenguaje abusivo contra Dios y sus cosas [...]; o bien, simplemente, ‘mal lenguaje’, ‘maledicencia’”.

Por ello, aunque algunas traducciones (CI, Scío, Val y otras) utilizan los términos “blasfemia” y “blasfemar” en pasajes como el de Hechos 18:6, Colosenses 3:8, 1 Timoteo 6:1 y Tito 2:5, otras, con el fin de aclarar el sentido, emplean en esos mismos casos expresiones como “calumnia”, “insulto”, “palabra injuriosa”, “maledicencia”, “habla injuriosa”, “hablar mal”, “hablar perjudicialmente”, “hablar injuriosamente”, “maldecir” “denigrar” y similares. (Véanse BI, NBE, NM, NVI y otras.)

Cuando Jesús fue fijado al madero, los que pasaban lo injuriaban, diciendo: “¡Bah! Tú, supuesto derribador del templo y edificador de él en tres días, sálvate bajando del madero de tormento”. Uno de los dos malhechores que había a su lado se expresó en términos semejantes. (Mr. 15:29, 30; Mt 27:39, 40; Lu 23:39.) Pablo y sus compañeros cristianos también fueron objeto de injurias por parte de quienes cuestionaban su propósito, mensaje y conciencia cristiana (Hch 18:6; Ro 3:8; 14:16; 1Co 10:30; 1Pe 4:4); sin embargo, no se esperaba que ellos ‘hablasen perjudicialmente de nadie’, como tampoco daba pie su conducta a que nadie hablara injuriosamente de su labor o mensaje. (Ef. 4:31; Col 3:8; 1Ti 6:1; Tít. 2:5; 3:2; compárese con 2Pe 2:2.) Ni siquiera los ángeles “presentan contra ellos acusación en términos injuriosos, lo cual no hacen por respeto a Jehová”. (2Pe 2:11.) No obstante, sí cabe esperar tal habla de quienes practican

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conducta relajada, son orgullosos y están mentalmente enfermos sobre cuestiones y debates, y de los que desatienden con falta de respeto los nombramientos de Dios. (1Ti 6:4; 2Pe 2:10-12; Jud 8-10.)

El término correspondiente en las Escrituras Hebreas es ga·dháf. Aunque originalmente debió referirse a daño físico violento, se usa en sentido figurado con el significado de “hablar injuriosamente”, es decir, hacer daño con palabras. (Nú 15:30; 2Re 19:6; Eze 20:27.) La palabra hebrea na·qáv, cuyo significado primario es “horadar; traspasar” (2Re 12:9; 2Re 18:21), tiene el sentido de blasfemar en el relato del hijo de una mujer israelita que había ‘injuriado’ el nombre de Jehová. (Le 24:11, 16.) Este es un caso de habla áspera o grosera dirigida contra Jehová o contra su pueblo. Un estudio del contexto aclara la naturaleza del “habla injuriosa”.

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Los jóvenes preguntan¿Qué hay de malo en decir palabrotas?

“Quería ser como mis compañeros de escuela. Creo que por eso soltaba groserías.”—Melanie.

“No pensé que las palabrotas fueran tan malas. Las oía en la escuela, en casa... en todas partes.”—David.

¿POR qué suele verse normal que los adultos usen lenguaje vulgar, pero resulta escandaloso en boca de los jóvenes? ¿Acaso es la edad lo que determina si está bien o mal? En vista de que mucha gente emplea lenguaje obsceno —y que al parecer existe una norma diferente para jóvenes y mayores—, es razonable que te preguntes: “¿Qué hay de malo en decir palabrotas?”.

La presión del lenguaje vulgar

No cabe duda de que estamos hablando de algo muy común. De hecho, algunos jóvenes aseguran que si les dieran una moneda por cada palabrota que oyen en la escuela, se harían ricos. Eva, de 15 años, menciona: “Las conversaciones de mis compañeros están plagadas de malas palabras. Me bombardean tanto que me es muy difícil no hablar igual”.

¿Te rodea la gente vulgar, igual que a Eva? ¿Tienes la costumbre de decir groserías? En tal caso, detente un momento y piensa en las razones que te llevan a hablar así. Cuando lo tengas claro, te resultará más fácil deshacerte de este mal hábito.

Con esto presente, responde a las siguientes preguntas.

¿Por qué digo palabrotas la mayoría de las veces?□ Para expresar ira o frustración□ Para llamar la atención□ Para ser como mis compañeros□ Para hacerme respetar□ Para desafiar la autoridad□ Otras razones.....

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¿Cuándo me veo más tentado a hacerlo?□ En la escuela□ En el trabajo□ Cuando escribo correos electrónicos, mensajes instantáneos

o mensajes de texto□ Cuando estoy solo

¿Qué excusas doy?□ Mis compañeros lo hacen□ Mis padres lo hacen□ Los maestros lo hacen□ Se oyen todo el tiempo en la radio, el cine y la televisión□ Tampoco es tan grave; no son más que palabras□ Solo lo hago con la gente a la que no le molesta□ Otras.....

¿Por qué quitarte esta costumbre? ¿Será tan malo decir palabrotas? Reflexiona sobre lo siguiente.

No son solo palabras. Jesús dijo: “Las palabras que salen de tu boca muestran lo que hay en tu corazón” (Lucas 6:45, Traducción en lenguaje actual). Ten en cuenta que lo que dices no solo refleja la clase de persona que te gustaría ser, sino la clase de persona que ya eres. Y si eres mal hablado sencillamente porque lo son los demás, estás dando a entender que no tienes una personalidad formada y que te dejas ‘arrastrar por la muchedumbre’ (Éxodo 23:2).

Pero eso no es todo. El lingüista James V. O’Connor menciona: “Quienes dicen groserías normalmente son desagradables, críticos, cínicos, iracundos, conflictivos y quejumbrosos”. Por ejemplo, los que maldicen siempre que algo les sale mal demuestran que creen que todo debería irles bien; es como si no pudieran aceptar los fracasos. Por otro lado, los que no emplean obscenidades “suelen ser personas calmadas [...] y maduras que [...] saben hacer frente a los inconvenientes diarios”, señala O’Connor. Entonces, ¿qué tipo de persona prefieres ser tú?

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Las palabrotas arruinan tu reputación. Como a la mayoría de los jóvenes, a ti también te preocupa la apariencia porque quieres dar una buena impresión. Pero ¿sabías que tu forma de hablar puede impresionar mucho más que tu forma de vestir? La realidad es que el modo de hablar puede influir en...

▪... quién te elegirá como amigo.▪... si te contratarán para un trabajo en particular.▪... lo mucho o lo poco que te respetarán los demás.

Así es: a menudo la primera impresión que causamos con nuestra apariencia puede desvanecerse en cuanto abrimos la boca. O’Connor dice: “No hay manera de saber cuántas oportunidades de hacer nuevos amigos has echado a perder o cuántas veces alejaste a alguien o perdiste cierta medida de respeto por emplear irreflexivamente lenguaje obsceno”. ¿Qué lección encierra este comentario? Cuando usas palabras vulgares, solo consigues arruinar tu reputación.

Las palabrotas demuestran falta de respeto por el Creador del don del habla. Supón que le regalas a un amigo una camisa. ¿Cómo te sentirías si utilizara tu regalo como un trapo o una alfombrilla para limpiarse los zapatos? Piensa, entonces, en cómo se siente nuestro Creador cuando no empleamos bien el don del habla. No es de extrañar que la Palabra de Dios exhorte: “Que se quiten toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa, junto con toda maldad” (Efesios 4:31).

Como ves, hay razones de peso para dejar de decir palabrotas. Ahora bien, si ya se ha convertido en una costumbre muy arraigada, ¿cómo puedes vencerla?

Primero: Debes ver la importancia de cambiar. Seguramente no dejarás de decir groserías si no entiendes por qué te conviene hacerlo. ¿Cuáles de las siguientes razones te moverán a cambiar?

□ Agradar al Creador del don del habla□ Lograr que otras personas te respeten más□ Ampliar tu vocabulario□ Ser mejor persona

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Segundo: Averigua por qué razón dices palabrotas. Melanie admite: “Decir malas palabras me hacía en cierto sentido más dura. No quería que la gente me manejara. Quería dominar yo, insultar a los demás como hacían mis amigos”.

¿Y tú? Si comprendes por qué lo haces, sabrás cómo solucionar el problema. Por ejemplo, si resulta que te dejas llevar por los demás, tienes que aprender a confiar más en tus puntos fuertes. Sentirte bien contigo mismo es muy importante en tu desarrollo como persona, y también te ayudará a librarte de este hábito.

Tercero: Busca otras maneras de expresarte. No es cuestión simplemente de morderse la lengua; superar este mal hábito implica ponerse “la nueva personalidad” (Efesios 4:22-24). Así aumentarán tu autodominio y tu autoestima, y te ganarás el respeto de los demás.

Los siguientes pasajes bíblicos te serán muy útiles para ponerte la nueva personalidad y no quitártela.

Colosenses 3:2: “Mantengan la mente fija en las cosas de arriba”.

Aplicación: Educa tu mente para valorar las cosas decentes. Tus pensamientos moldean tu forma de hablar.

Proverbios 13:20: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal”.

Aplicación: La forma de hablar de tus amigos influye en ti.

Salmo 19:14: “Que los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón lleguen a ser placenteros delante de ti, oh Jehová”.

Aplicación: Jehová toma nota de cómo usamos el don del habla.

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¿Necesitas más ayuda? ¿Por qué no anotas en la tabla que aparece arriba las veces que dices una palabrota y así mides tu progreso? Tal vez te sorprendas de lo rápido que mejora tu vocabulario.

Encontrarás más artículos de la sección “Los jóvenes preguntan” en www.watchtower.org/yps

[Notas]

Se han cambiado los nombres.

Los cristianos tienen razones sólidas para evitar las malas palabras, pues la Biblia dice: “No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido”. Y también exhorta: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal” (Efesios 4:29; Colosenses 4:6).

PARA PENSAR

¿Qué efecto tendrá decir palabrotas...

▪... en la clase de amigos que harás?

▪... en tus posibilidades de conseguir un trabajo?

▪... en el modo como te vean los demás?

[Tabla de la página 21]MIDE TU PROGRESO Lunes martes Miércoles Jueves Viernes Sábado Domingo

Semana 1..... ....... ......... ....... ....... ...... .......

Semana 2..... ....... ......... ....... ....... ...... .......

Semana 3..... ....... ......... ....... ....... ...... .......

Semana 4..... ....... ......... ....... ....... ...... .......

[Ilustración de la página 20]

Si no despreciarías un regalo caro, ¿por qué despreciar el don del habla?

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El efecto de las obscenidades.

Las palabras obscenas son para la boca lo mismo que la pornografía para el ojo. La pornografía verbal recurre a fantasías sexuales. Por lo tanto, ¿qué pudiera suceder si alguien dijera con regularidad palabras explícitas sobre asuntos sexuales? ¿No sentiría tal persona mayor inclinación a llevar a cabo aquello de lo cual habla? Ciertamente es significativo que el tremendo aumento en el uso de obscenidades sea comparable con el aumento en la fornicación, el adulterio y la homosexualidad.

En vista de eso, bien pudiera ser que usted viera la sabiduría del consejo bíblico que insta: “Que la fornicación e inmundicia de toda clase o avaricia ni siquiera se mencionen entre ustedes, así como es propio de personas santas; tampoco comportamiento vergonzoso, ni habla necia, ni bromear obsceno, cosas que no son decorosas”. (Efesios 5:3, 4.)

El hecho es que la persona de habla obscena se está corrompiendo a sí misma. Y esparce a otras la degeneración cada vez que repite obscenidades. Por consiguiente, con razón la Biblia aconseja: “Mas ahora realmente deséchenlas todas de ustedes, ira, cólera, maldad, habla injuriosa y habla obscena de su boca”. “No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido” (Colosenses 3:8; Efesios 4:29). Además nos insta: “Desechen toda suciedad” (Santiago 1:21). El obrar de manera contraria a estos consejos resulta en el desagrado de Dios.

También, piense en esto: Si dos personas participan en un intercambio de insultos verbales, ¿mejora esto las relaciones entre ambas? E incluso si, como resultado de un insulto verbal, se evitara una pelea, ¿puede decirse en realidad que se resolvió el problema entre ambas? ¡Qué va! Por otra parte, ¿no aumenta realmente la posibilidad de que estalle una pelea, en vez de minimizarla, el proferir insultos verbales?

¿Cómo se promueven, pues, el amor y la comprensión? Por medio de negarse a ‘devolver mal por mal’. La Palabra de Dios manda: “No se venguen ustedes mismos”. Más bien, “cédanle lugar a la ira” por medio de dejar la venganza en manos de Dios.

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Las palabras y acciones bondadosas de usted para con alguien que es injurioso ‘amontona brasas ardientes sobre la cabeza de él’, y puede que contribuya a templar la actitud de él para con usted. Es prudente seguir en todo momento este consejo bíblico positivo: “Estén bendiciendo y no maldiciendo”. (Romanos 12:17-20, 14.)

Evite caer en la trampa

Es patente que tenemos que estar alerta constantemente contra el dejarnos llevar por las tendencias de este mundo blasfemo. Ninguno de nosotros está inmune a que éste nos infeste. Como dice Borges Johnson, escritor de un libro sobre lenguaje blasfemo: “Si el lenguaje blasfemo es por lo general un mal del vocabulario, ¿cómo se transmite y quiénes lo contraen? La respuesta es fácil: no solo es contagioso, sino también infeccioso, pues hay gérmenes de éste plantados profundamente dentro de todos nosotros”. La Biblia confirma que, como humanos imperfectos, tenemos la inclinación a ser atraídos por actividades incorrectas e inmorales. De modo que tenemos que luchar contra el uso de habla obscena. (Génesis 8:21; Salmo 51:5.)

El evitar el habla obscena empieza con aprender a controlar las emociones y acciones que llevan a ella. ¿Cuáles son éstas? La Biblia contesta: “Quítense de ustedes toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa” (Efesios 4:31). Así que, antes de llegar al punto de estar tan encolerizado con alguien que usted desee maldecirlo, deténgase y esfuércese por enfocar su atención en las cosas buenas que usted conoce acerca de esa persona. No permita que la cólera le haga usar lenguaje obsceno. Procure prestar atención al mandato bíblico: “No salga nada desenfrenado de su boca”. (1 Samuel 2:3.)

Usted puede acudir a la Palabra de Dios, la Biblia, como fuente de pensamientos rectos. Al llenar su mente de pensamientos apropiados, estará fortaleciendo los deseos correctos del corazón. ¿Qué efecto tendrá esto en su habla? Jesús declaró: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca”. (Mateo 12:34.)

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No titubee en orar por la ayuda de Dios y pedir Su espíritu. El salmista oró: “Pon guardia, sí, oh Jehová, para mi boca; pon vigilancia, sí, sobre la puerta de mis labios” (Salmo 141:3). Mediante nuestra propia vigilancia para controlar nuestra lengua, junto con el apoyo de Dios, podremos evitar la trampa del lenguaje blasfemo.

[Ilustración en la página 6]¿Te desquitas cuando otro te maldice?

PALABRAS QUE DERRUMBAN9 Lenguaje soez. En la actualidad, las blasfemias, las groserías

y las vulgaridades de todo tipo se han vuelto una plaga. Muchas personas recurren a ellas para añadir fuerza a lo que dicen o para compensar su limitado vocabulario. Y en el mundo del espectáculo, los humoristas se valen de palabrotas y chistes subidos de tono para entretener al público. Pero eso no tiene ninguna gracia. Hace dos mil años, Pablo envió a los cristianos de Colosas una carta inspirada donde les aconsejó evitar por completo el “habla obscena” (Colosenses 3:8). Y a los hermanos de Éfeso les escribió: “Ni siquiera se mencionen entre ustedes [cosas como el] bromear obsceno” (Efesios 5:3, 4).

10 A nuestro amado Dios le ofende el lenguaje sucio. Por eso, nosotros también lo detestamos y nunca lo utilizamos. Tenemos muy claro que puede ser una forma de “inmundicia”, la cual figura entre las “obras de la carne” condenadas por Pablo (Gálatas 5:19-21). Sin duda, es un asunto muy serio. ¿Qué le sucederá a quien tenga el vicio de andar siempre hablando de temas gravemente inmorales, indecentes o pervertidos, sea de forma descarada o valiéndose de dobles sentidos? En primer lugar, recibirá varias advertencias. Y si se niega a arrepentirse y corregirse, será expulsado de la congregación.

11 Chismes y calumnias. Los comentarios sobre las vidas ajenas pueden ser inofensivos si giran en torno a asuntos positivos o útiles, como quién se acaba de bautizar o quién necesita ánimo. Los cristianos del siglo I también se interesaban mucho por sus hermanos y hablaban de ellos sin ninguna malicia

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(Efesios 6:21, 22; Colosenses 4:8, 9). Lo que no está bien es hacer comentarios que distorsionen la realidad o revelen detalles de la vida privada. Esa costumbre pudiera llevarnos incluso a algo más grave: la calumnia, que se define como “acusación falsa hecha maliciosamente en contra de alguien con el fin de dañarlo o desprestigiarlo” (Diccionario del español usual en México). Como ejemplo de claras calumnias, tenemos las mentiras que lanzaron los fariseos contra Jesús con la intención de desacreditarlo (Mateo 9:32-34; 12:22-24). Un hecho innegable es que las calumnias generan muchas discordias (Proverbios 26:20.)

12 ¿Cómo ve Jehová a quienes se dedican a difamar o sembrar discordias? No los ve con buenos ojos. Lo que es más, odia a quienes provocan “contiendas entre hermanos” (Proverbios 6:16-19). Recordemos que el término griego para “calumniador” es diábolos, el mismo que se usa para presentar a Satanás como el “Diablo”, es decir, como el Calumniador que difama a Dios (Revelación 12:9, 10). Desde luego, ninguno de nosotros querría convertirse en un “diablo” (o sea, en un calumniador). Ciertamente, en la congregación no hay lugar para la calumnia ni para las obras de la carne que esta fomenta, entre ellas las “altercaciones [o riñas]” y las “divisiones” (Gálatas 5:19-21). Así pues, antes de contar cualquier cosa sobre el prójimo, debemos preguntarnos: “¿Estoy seguro de que es cierto? ¿Sería una muestra de amor revelarlo? ¿Es necesario o conveniente que otros se enteren?” (1 Tesalonicenses 4:11).

13 Maltrato verbal. Como ya vimos, las palabras pueden hacer mucho daño. Y es cierto que la imperfección nos lleva a todos a decir cosas que luego lamentamos. Pero la Biblia nos advierte que hay una forma de hablar que no es admisible ni en la congregación ni en la familia. Pablo exhortó a los cristianos: “Que se quiten toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa” (Efesios 4:31). Otras traducciones bíblicas vierten “habla injuriosa” como “insultos”, “ofensas” y “lenguaje insultante”. Esta forma de hablar —que incluye las palabras humillantes, los comentarios ásperos y las críticas despiadadas— atenta contra la dignidad y la autoestima de las personas. Y los niños, al ser más

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inocentes y tiernos, son especialmente vulnerables (Colosenses 3:21).

14 La Biblia condena tajantemente a los injuriadores y muestra que se encuentran en una situación muy peligrosa. ¿Qué futuro le espera a quien tenga la costumbre de emplear expresiones insultantes, despectivas o humillantes? Primero recibirá varias oportunidades de corregirse. Pero si no las aprovecha, terminará expulsado de la congregación. Y peor aún, hasta pudiera perder la vida eterna bajo el Reino de Dios (1 Corintios 5:11-13; 6:9, 10). Queda claro, que mantenerse en el amor de Jehová es incompatible con las groserías, con las mentiras, con los insultos y, en definitiva, con todas las palabras que derrumban al prójimo.

PALABRAS QUE EDIFICAN15 ¿Cómo quiere Jehová que usemos el don del habla?

Recordemos que la Biblia nos pide que lo utilicemos “para edificación [del prójimo]” (Efesios 4:29). A Jehová le complace que nos esforcemos por hallar palabras constructivas que animen y fortalezcan. Pero las Escrituras no contienen un reglamento detallado ni una lista con vocabulario “saludable” (Tito 2:8). Para saber si un comentario es edificante solo hay que ver si pueden aplicársele estos tres adjetivos: sano, cierto y bondadoso. Tengamos presentes estas tres importantes características mientras analizamos varios ejemplos (véase el recuadro “¿Es edificante mi forma de hablar?”, en la página 140).

16 Elogios sinceros. Jehová y Jesús saben que es muy necesario felicitar a los demás y reconocer sus méritos (Mateo 3:17; 25:19-23; Juan 1:47). Y todos los cristianos tenemos que hacer lo mismo. En efecto, “una palabra a su tiempo [...], ¡oh, cuán buena es!” (Proverbios 15:23). Cuando alguien nos elogia con sinceridad, nos hace sentir bien y nos llena de ánimo. Y es muy natural que nos sintamos así, pues se está interesando por nosotros y por lo que estamos haciendo. Eso nos confirma que ha valido la pena el esfuerzo, fortaleciendo nuestra confianza e impulsándonos a trabajar cada día con más entusiasmo. Pues bien, dado que las alabanzas son algo que a todos nos gusta

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recibir, ¿no deberíamos preocuparnos también por darlas? (Mateo 7:12.)

17 Si nos acostumbramos a fijarnos en los puntos fuertes de los demás, siempre encontraremos razones para felicitarlos. Por ejemplo, ¿qué pudiéramos ver en la congregación? A un orador dando buenos discursos, a un joven luchando por lograr sus metas espirituales o a un hermano mayor que, pese a sus achaques, nunca falta a las reuniones. Unas sencillas palabras de elogio les llegarán al corazón y los fortalecerán. ¿Y qué puede decirse del hogar? Ambos cónyuges necesitan escuchar sentidas palabras de ánimo y gratitud (Proverbios 31:10, 28). Y a los hijos también les hace falta que los tengan en cuenta y los aprecien. Para ellos, el reconocimiento y la aprobación son tan necesarios como el agua y la luz para las plantas. Por eso, los padres deben estar muy pendientes de elogiarlos por sus buenas cualidades y acciones. Así les elevarán la autoestima y la confianza, y los moverán a esforzarse aún más por hacer lo que deben.

18 Consuelo y ánimo. Jehová se interesa profundamente por los de “condición humilde” y por “los [...] aplastados” (Isaías 57:15). En la Biblia nos dirige esta exhortación: “Sigan consolándose unos a otros y [...] hablen confortadoramente a las almas abatidas” (1 Tesalonicenses 5:11, 14). Podemos estar seguros de que él observa complacido todo lo que hacemos por animar y consolar a los afligidos.

19 ¿Qué podemos hacer por el cristiano desanimado? Primero, dirigirle algunas palabras de aliento. Aunque con eso quizás no arreglemos sus problemas, no debemos preocuparnos. Lo importante es mostrarle que estamos a su lado y que nos interesamos. También podemos orar con él, pidiendo a Jehová que le ayude a ver que es alguien muy querido, tanto por los demás como por Dios (Santiago 5:14, 15). Debemos confirmarle que la congregación lo necesita y aprecia (1 Corintios 12:12-26). Otra buena idea es leerle algún pasaje bíblico que le recuerde cuánto se interesa Jehová por él (Salmo 34:18; Mateo 10:29-31). Si nos tomamos el tiempo necesario para confortarlo con alguna

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“buena palabra” que salga de nuestro corazón, se sentirá más amado y valorado (Proverbios 12:25).

20 Buenos consejos. Como todos somos imperfectos, de vez en cuando necesitaremos orientación. Por eso la Biblia nos dice: “Escucha el consejo y acepta la disciplina, a fin de que te hagas sabio en tu futuro” (Proverbios 19:20). En la congregación recibimos sugerencias de los ancianos. Pero ellos no son los únicos capacitados para hacerlas. Por ejemplo, los padres tienen que asesorar a sus hijos (Efesios 6:4). Y las hermanas espiritualmente maduras pueden hacer lo mismo con las cristianas más jóvenes (Tito 2:3-5). En todo caso, el amor al prójimo dicta que el consejero formule sus comentarios de forma que nadie se sienta atacado. Analicemos ahora tres factores que contribuyen al éxito del consejo: que se dé con la debida actitud y motivación, que tenga bases sólidas y que se ofrezca de la forma adecuada.

21 El primer factor es que el consejo se dé con la debida actitud y motivación. ¿Qué nos ayuda a aceptar con gusto una sugerencia? Sin duda, saber que se ofrece por verdadero interés en nosotros, y no por frustración o por egoísmo. Entonces, actuemos así al dar consejo a los demás. El segundo factor es basarse en la Palabra de Dios (2 Timoteo 3:16). Todo lo que digamos debe estar fundamentado en la Biblia, sea que leamos directamente de ella o no. Los ancianos tienen cuidado de no imponer sus propias opiniones. Tampoco manipulan textos bíblicos para respaldar sus ideas. El tercer factor es ofrecer la recomendación de la forma adecuada. Al darla con bondad, respetando la dignidad de cada uno, siempre será más fácil aceptarla (Colosenses 4:6).

22 Sin duda, al dotarnos del habla, Jehová nos ha hecho un regalo valiosísimo. Y como amamos tanto a nuestro Padre, queremos usarlo bien. Nunca olvidemos que las palabras pueden edificar o derrumbar. Por eso, usémoslas siempre como Jehová quiere: “para edificación [del prójimo]”. Así, seremos una verdadera bendición para quienes nos rodean y, además, podremos mantenernos en el amor de Dios.

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[Notas]

El término hebreo que en Proverbios 15:4 se traduce “torcimiento” también puede verterse “malicia” y “perversidad”.

La palabra griega traducida “vana” también se vierte “inútil” e “infructuosa” (1 Corintios 15:17; 1 Pedro 1:18).

En la Biblia, el término “inmundicia” engloba pecados muy diversos. Aunque no todos los tipos de inmundicia exigen la formación de un comité judicial, quien cometa inmundicia grave y no se arrepienta será expulsado de la congregación (2 Corintios 12:21; Efesios 4:19; véase la sección “Preguntas de los lectores” de La Atalaya del 15 de julio de 2006).

[Preguntas del estudio]

1-3. a) ¿Qué regalo nos ha hecho Jehová, y cómo puede usarse mal? b) Si queremos mantenernos en el amor de Dios, ¿cómo tenemos que usar el don del habla?

4, 5. ¿Qué dicen varios proverbios bíblicos sobre el poder de las palabras?

6. ¿Por qué cuesta tanto refrenar la lengua?

7, 8. ¿Hasta qué punto somos responsables ante Jehová de lo que decimos?

9, 10. a) ¿Qué lenguaje se ha vuelto una plaga? b) ¿Por qué debemos rechazar el lenguaje sucio? (Véase también la nota.)

11, 12. a) ¿Cuándo están mal los comentarios sobre las vidas ajenas?