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Análisis de los informes como géneros discursivos inscriptos en diversas ramas de praxis sociales institucionalizadas.
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE MISIONESFACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
BIBLIOTECOLOGÍAPROCESOS DISCURSIVOS INSTITUCIONALES Y
PROFESIONALES
Profesora titular: Silvia Carvallo
Informe de adscripción 2009Simón, Carlos Gustavo
Los Informes académicos como discursos sociales
Umbral
Las aproximación hacia cualquier formato académico producido en una carrera de
grado siempre parece encontrarse en umbralidad. En la umbralidad que se presenta a partir
de las interacciones del sujeto y las instituciones discursivas que se sitúan, a la vez, dentro
de otras instituciones como si fueran parte de un microcosmos. Cabe aclarar que, también,
creemos estar entrampados en las representaciones icónicas y conceptuales de las
abstracciones: las ideas de lo micro y lo macro y las disecciones interpretativas no son más
que meras formas de conducir la lectura. Conducir, término que recuperamos despojándolo
de la esencia conductista, valga la redundancia; que se manifiesta con el ir hacia con... el
entablar juntos este recorrido, con diametrales fuerzas, con asimétricos roles, con tiempos y
espacios deformados en una anatomía hiperbólica de la palabra que se recorre de variadas
formas e, incluso, da la posibilidad de detener el recorrido antes de comenzarlo.
Retomemos la problemática del eje representación y abstracción ¿cuál es el
problema? ¡Ojalá hubiese sólo un problema! Eso sería altamente simplificador en un
contexto que se encuentra transversalizado y tangencializado por líneas de análisis que
buscan encausar en axiomas uni o pluridireccionales un conjunto caótico de elementos.
¿Qué ocurre cuando el caos excede al concepto? Su asimiento se torna engorroso, su
conceptualidad se desdibuja y pasa a formar parte de constelaciones donde ya la oposición
entre lo universal y lo existencial pierde sentido. En todo caso, como huella sobre la arena
húmeda queda la palabra: discurso. Huella, interpretada en el momento lábil de nuestro
lenguaje...¿Qué es el discurso? (en el español y en las formas gráfico fonéticas de cualquier
otra lengua)... Es un concepto amorfo, del cual se pueden dar indicaciones y cuyo campo
solicita aclaraciones para, por ejemplo, separar el concepto trabajado por la retórica del
empleado por el análisis del discurso (AD). Precisamente es el enfoque del AD el
perseguido y su panobjeto conformado por interacciones sígnicas que se producen en la
forma matricial que prevé el mismo sistema panóptico del objeto que, al ser infinito,
transgrede las nociones de tiempo: abarca el pasado, presente y futuro, endilgándonos la
responsabilidad de dar cuenta en nuestro finito campo de existencia de nociones
tempoespaciales.
Esta inconmensurabilidad discursiva nos hace recorrer espacios superpuestos,
incompletos, en intervalos que borran lo micro y macroscópico. Debemos internarnos en el
caos de la lectura, del reconocimiento y trasvasarlo al sistema, debemos dar direcciones.
Porque, a pesar de saber que los recortes en líneas de análisis no dan cuenta de lo inasible,
no poseemos otra forma de captación (aún cuando lo deseáramos): vectorizamos, adrede,
sabiendo que siempre marcamos un sentido.
El recorte discursivo
Desde el título del trabajo hemos sugerido el recorte, las materialidades sobre las
cuales hemos de trabajar (los informes) y el campo de ubicación de las mismas (los
discursos sociales). La noción de género discursivo propuesta por Bajtín y su relación con
las praxis humanas nos permite tipologizar a los informes como un producto que se inserta
en el espacio académico. Para interpretar la representatividad del recorte producido bien
podemos recurrir a una sucesión discursiva deductiva que reconoce un universo discursivo
como escala más elevada de genericidad, un campo discursivo como concepto intermedio y
un espacio discursivo como elemento que liga el recorte al espacio geográfico; el esquema
es el siguiente:
1. Universo discursivo: discursos escritos científicos y técnicos
2. Campo discursivo: géneros académicos.
3. Espacio discursivo: informes
Ahora bien, antes afirmábamos que el campo de ubicación de los informes eran los
discursos sociales; pero en nuestro esquema – recorte –vector no aparecen marcados por la
palabra (aún no lo hemos dicho, la palabra en nuestra concepción es espacio): los discursos
sociales se ubican un escalón más arriba (en nuestra representación icónica de análisis) de
los discursos científicos y técnicos, en cuánto a su generalidad. Cambiemos entonces la
nomenclatura, el problema es ¿cómo? ¿qué es más abarcativo que la universalidad?... si
colocáramos que el universo discursivo está conformado por los discursos sociales ¿los
discursos científicos y técnicos serían una pangea discursiva? Tampoco, pues se debe tratar
de un término que sin ser universal aún sea tan abarcativo que no se pueda espacializar más
que en la palabra (ese paradójico espacio que en una combinación finita de signos puede
dar la infinitud).
La semiótica discursiva
La semiosis nos permite vectorizar dentro del discurso sin tener que recurrir a las
concepciones lineales pues implica (en su relación sígnica) una especie de espira donde los
sentidos son irradiados en varias direcciones (siempre dependiendo de las interrelaciones
que genere el interpretante).
Los informes son semiosis complejas pues dentro de ellos operan varias líneas que
conducen al análisis. Además, su objeto no es único pues se insertan en un intrincado
proceso discursivo. Para simplificar cuestiones: si bien hay un objeto (individual o
múltiple) analizado y cuya remitencia se enuncia desde el título y/o paratextos, existe una
materialidad relacional con otros objetos (textos teóricos, formas populares como el
refranero y hasta interacción estética y estilística sobre el modo de la escritura). Relaciones
de parte y todo, de concordancia, de ilación conceptual, de para y metatextualidad hacen
que cada trabajo presentado en el ritual académico se corpusculice en signos relacionados,
en semiosis controladas que, a su vez, conforman (para la producción) otro signo que se
suma a la semiosis de la discursividad de la que forma parte. En resumidas cuentas, que
interpreta.
Pero el proceso de interpretación se halla íntimamente relacionado con el ser objeto
de otro signo que lo traduce. En los informes, la presencia del lenguaje escrito se hace
evidente (condición necesaria, podríamos decir) y el lenguaje posee una capacidad de
traducción que nadie puede negar, pero ¿es el lenguaje el único traductor operante? Fabbri
advierte sobre esto, estableciendo otras posibilidades de explicación o relación
interobjetual, cadenas de íconos en remitencia, por ejemplo. Más allá de no compartir su
vuelta hacia el signo propulsado por la glosemática, debemos dar crédito a lo expuesto por
el semiótico italiano. Incluso, en procesos tan fuertemente marcados por la escritura como
lo son nuestros materiales de referencia. No podemos afirmar que la toma de una teoría por
parte del alumno/informante (que debiera implicar una digestión de la misma) y su
aplicación se realice por cuestiones aplicadas al lenguaje exclusivamente. La relación entre
la abstracción teórica y la aplicación a determinado contexto involucra, al menos, otras
cuestiones ¿o acaso no hay elementos icónicos presentes en la ejemplificación?
Podríamos ir más lejos aún y establecer que la relación entre teoría y bajada
compromete un ejercicio de intelección que luego será traducido en enunciados verbales
que serán escritos conformando un andamiaje enunciativo con las formaciones discursivas
(vigentes) ¿O podríamos establecer que el paradigma es sólo una operación del lenguaje?
Tomemos un desafío conceptual que el propio AD enfrenta. Orlandi y la escuela de
Campinas sostienen que una característica del lenguaje es su incompletud y que su función
es intervalar en las secuencias del discurso; es decir, el lenguaje como traductor no es capaz
de asir lo infinito y lo infinitesimal, sólo toma intervalos, completa espacios, dejando
lagunas que no pueden ser rellenados por el mismo sino a través de otras intervalaciones
que otra vez cubren partes dejando otras al descubierto. Entonces ¡qué máquina imperfecta
de traducción es el lenguaje! Sin embargo él ha inundado de morfemas, grafemas y
fonemas encadenados en enunciados toda la existencia de la humanidad. ¿Qué sentido
tendrían estas páginas si el lenguaje no fuera incompleto?
Por supuesto, además el lenguaje posee otro defecto, el de jugar con la
representación y la significación. Y esto constituye un verdadero desafío al discurso
científico quien, para poder transmitir el conocimiento, necesita la regulación de la
traducción para que no se convierta en traición.
El discurso científico siempre ha buscado contener el desborde del lenguaje, rehuir
de la metáfora y la paradoja y aproximarlo a las formas lógicas incluso anteponiendo una
gradación al mismo (cuánto más cerca del grado cero, más científico es el enunciado). Esta
búsqueda de encapsulamiento también ha cristalizado formas de textualización (formatos
académicos) que contengan la semántica desbordante, que propongan coherencias en el
recorrido, shifters informativos, etc. En fin, una máquina retórica.
Estas formas especiales necesitan adoctrinamiento, alfabetización, ejercitación: una
gimnástica del texto de semiosis controlada.
Los discursos sociales:
Tratar sobre discursos sociales es redundante. El discurso posee como característica
el ser social, es decir, está regulado por las interacciones sociales (esto lo han sostenido la
mayoría de los teóricos del AD y también se encuentra enunciado por Foucault). Incluso
podríamos abducir fácilmente desde la teoría bajtiniana que los géneros discursivos son
conformados socialmente a partir de las esferas de praxis. Parece ser entonces que la
conceptualización de un discurso como social se realiza desde su alcance o bien desde su
importancia. Desde su alcance aparecerá enfocado desde la cantidad de receptores que
alcance, y allí los discursos mediáticos encuentran su razón de ser. En cuanto a la
importancia, el poder es un factor de vital importancia. Verón los distingue desde la
significatividad social y otra vez nos encontramos entrampados en problemas conceptuales.
La significatividad se relaciona al poder y a la ideología, la reproducción de la
segunda a partir de los medios masivos de comunicación ha sido una herramienta
importante de poder, pero no por ello hegemónica.
Proponer a los discursos mediáticos como paradigmas del discurso social es una
situación simplista pues sería no reconocer la dinámica de los medios y no reconocer que
muchas cosas que ocupan el espacio mediático no producen efecto social alguno.
Es más, la madre que enseña a su hija a tejer crochet y envía a su hijo a jugar al
fútbol fuera de la casa reproduce un discurso que ha funcionado como factor de control
social desde tiempos muy anteriores a la explosión mediática del siglo XX
Sí nos parece adecuado observar que la gran mayoría de las situaciones discursivas
se relacionan con el poder y la ideología ¿qué, acaso no son los pilares de lo social? Sí y
en esta especie de serpiente que se muerde la cola seguimos enredados desde la
conceptualización.
Ahora bien, en el ejemplo de la madre podemos visualizar un discurso que a modo
de hormigas transporta sentidos cuya persistencia en el tiempo logra efectos de largo
alcance aunque no posee un gran soporte difusor pero sí multiplicidad del ritual ideológico.
Los informes como discursos sociales
Los informes académicos de cualquier carrera de grado son parte también de estos
discursos hormiga: su alcance, más allá del ámbito académico no posee repercusiones, pero
es condición para el ser alumno, para la membresía. Es parte de la lubricación de los
engranajes de la maquinaria social que hace recaer la responsabilidad de la formación
académica sobre la universidad.
En tanto discursos sociales hallan perfectamente delimitadas sus condiciones de
producción y de reconocimiento. En cuanto a su circulación, resulta una problemática
crucial en nuestro ámbito.
Su enunciación es propuesta desde la restricción formal propia del ámbito
académico que incorpora hasta los actores al escenario discursivo. Bien puede argüirse
desde una concepción crítica el rol argumentativo del formato: un Informe busca, antes que
informar, convencer.
Precisamente, la búsqueda que nos orienta nos conduce a mirar una práctica de
escritura que vaya más allá de la mera reproducción discursiva, que incorpora al sujeto en
la red enunciativa y en el complejo teórico. Porque un informe también es un complejo
entramado de escritura.
Un espacio poblado de incertidumbres, respuestas, prácticas, esquemas, autonimias,
paronimias y sinonimias. Mares de tintas en forma de letras que forman parte del discurso:
institucional, académico, social…. Una polifonía, una heterogeneidad enunciativa, un coro
de papeles silenciosos que debemos escuchar.
A modo de conclusión
Los informes son parte de la programación académica, están pautados desde el
orden temporal de las instituciones. Pero también se encuentran, en cierta forma,
programados (al menos como restricciones formales) las temáticas y la enunciación. Los
dispositivos de enunciación y las estrategias discursivas plantean, en primer lugar una
dialogía controlada con estilos de citación normatizados y remisiones a fuentes a través de
la atribución explícita. También una metadiscursividad autonímica con polisemia
restringida ya que presentan formas de argumentación razonadas que limitan la
interlocución controlando la polémica. Si bien volvemos a insistir en el carácter
argumentativo de estos formatos, su carácter polémico (en cuanto a sustentación de una
opinión) es menguado pues deben someterse a normativas reguladoras con presencia de
formas cuasi burocráticas o rasgos retóricos epidícticos que constituyen una parte de un
todo más global que se relaciona con las regulaciones que impone el marco institucional
académico.
En definitiva, un informe es el emergente de una cultura académica logocéntrica.
Pero no es un espacio más. Es la marca de diferentes pasos, dados por ese sujeto silenciado
(el alumno), en la arena de los discursos sociales.
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