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Los Cuadernos de Liter@ura ODIO LOS OCHENTA (Una conversación con William Burroughs) Jon Wilde L a vida de William Burroughs ha estado constantemente marcada por los extre- mos y lo sensacional. Ahora, a sus 76 años, su energía sigue siendo tan impla- cable y sorprendente como siempre. Encuentro a William Burroughs en una Gale- ría de arte londinense, apoyado en un bastón, llevándose la mano a la oreja. «lEs un cuervo? lEstoy oyendo a un cuervo? Hay una especie de graznido en la sala. Parece un cuervo. Podría ser algún tipo de máquina. Humm, hummm». Su risa es una mezcla de hipo y carraspeo. Sus labios, finos y azules. Los dedos con manchas amarillentas. La cara como un mapa acartonado. Los ojos como la muerte. La piel transparente. La voz ntasmagórica y su actitud enigmática. Agarra una silla, tose, sorbe una coca-cola y enciende el primer cigarrillo de una cajetilla de Player's Navy Cut. Hojea rápidamente las pági- nas de 'The Arte of Hanna-Barbera'. «Humm. Tom y Jerry. Humm». lTe gustan Tom y Jerry?». «Humm. lCómo se llama el otro? Quickdraw McGraw. Humm». --*;* El poeta Harold Norse decía en una ocasión que hablar con Harold Norse era como estar ha- blando con un lagarto. Pero es más acertado de- cir que es como jugar al golf en medio de una galerna. La conversación va por derroteros críp- ticos y angulosos. Rechaza las preguntas inopor- tunas con un lacónico y malhumorado mono- sílabo. Pero de una manera u otra es amable y com- placiente. Con su sombrero de fieltro negro, las gas de aviador y el terno arrugado, podría pa- sar por un corredor de bolsa retirado en una tar- de nublada. Burroughs decía una vez, «Me gusta la vida, pero no la que yo he llevado». A lo largo de sus 76 años, ha mantenido un apetito voraz por los extremos y lo sensacional, lo morboso, lo insano y lo inesperado. Ha llevado una vida de cambios radicales. Su encuentro con Kerouac y Ginsberg a principio de los años cuarenta; su iniciación en la heroína por medio de Herbert Huncke en 68 1945; el disparo tal que mató a su mer en 1951; su encuentro con Brion Gysin en 1959; el encuentro con James Grauerholz en 1974; el re- greso al medio oeste americano en 1981. Gracias a Kerouac y Ginsberg, consiguió ser admitido en los círculos de arte neoyorquinos a principio de los cuarenta. Junto con Brion Gysin, iba a desarrollar la rma literaria del «cut-up» que sería la rma dominante hasta los sesenta. A principios de los setenta, Grauerholz iba a ser su amante y su manager, que es quien ha manteni- nido la vida y el trabajo de Burroughs en orden hasta la cha. - �-- �* Desde 1945 hasta 1981, cuando finalmente se decidió a ir por el buen camino, la heroína había determinado definitivamente su vida y su obra. A mediados de los sesenta, Norman Mailer decla- raba que «Burroughs podía haber sido uno de los mayores genios de la lengua inglesa si no hubiera sido un adicto». Pero cabe preguntarse si alguna vez se habría escrito su obra maestra «The Naked Lunch» sin la influencia de esta basura. De todos sus cambios extremos, hay que des- tacar los sucesos del 6 de septiembre de 1951. Estando en la casa de un amigo en la ciudad de México, Burroughs cogió un jáibol de cristal y lo colocó sobre la cabeza de su mujer diciendo, «creo que es hora de que Guillermo Tell entre en acción». Cogió una pistola e hizo un disparo en la cabeza de su mujer. Ya estaba muerta en la ambulancia que la llevaba al hospital. «La ironía de la muerte de Joan e que desa- tó la vocación literaria de Burroughs», escribió su biógra Ted Margan. «Gracias a la muerte de Joan, pudo iniciar su carrera como escritor. Una rma de expiación era la descripción de sus demonios, y la rma de denderse contra ellos era escribir. Con la muerte de Joan, las ve- redas de su vida convergían en un desolado sen- timiento de vacío, en temores de alienación y posesión, y en una necesidad de articular el dis- gusto que le producía la sociedad americana». En la introducción de «Queer» de 1985, Bu- rroughs escribió directamente y por primera vez acerca del incidente. «No tengo más remedio que consar que la muerte de Joan me ha hecho escritor, esta es la horrorosa conclusión; y me he dado cuenta has- ta qué punto este suceso ha motivado y determi- nado mí rma de escribir. Vivo con la constante amenaza de la posesión, y con la constante ne- cesidad de escapar de ella, del control. De esta manera, la muerte de Joan me puso en contacto con el invasor, con el Espíritu Malo, y me ha puesto en constante lucha en la que no tengo otra elección que escribir para liberarme». En el año 76, la energía de Burroughs es implacable. Ahora pinta y escribe para liberarse. Hay una

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Los Cuadernos de Literatura

ODIO LOS OCHENTA

(Una conversación con William Burroughs)

Jon Wilde

La vida de William Burroughs ha estado constantemente marcada por los extre­mos y lo sensacional. Ahora, a sus 76 años, su energía sigue siendo tan impla­

cable y sorprendente como siempre. Encuentro a William Burroughs en una Gale­

ría de arte londinense, apoyado en un bastón, llevándose la mano a la oreja.

«lEs un cuervo? lEstoy oyendo a un cuervo? Hay una especie de graznido en la sala. Parece un cuervo. Podría ser algún tipo de máquina. Humm, hummm».

Su risa es una mezcla de hipo y carraspeo. Sus labios, finos y azules. Los dedos con manchas amarillentas. La cara como un mapa acartonado. Los ojos como la muerte. La piel transparente. La voz fantasmagórica y su actitud enigmática.

Agarra una silla, tose, sorbe una coca-cola y enciende el primer cigarrillo de una cajetilla de Player's Navy Cut. Hojea rápidamente las pági­nas de 'The Arte of Hanna-Barbera'.

«Humm. Tom y Jerry. Humm». lTe gustan Tom y Jerry?».

«Humm. lCómo se llama el otro? Quickdraw McGraw. Humm».

----*;.-,* �tr

El poeta Harold Norse decía en una ocasión que hablar con Harold N orse era como estar ha­blando con un lagarto. Pero es más acertado de­cir que es como jugar al golf en medio de una galerna. La conversación va por derroteros críp­ticos y angulosos. Rechaza las preguntas inopor­tunas con un lacónico y malhumorado mono­sílabo.

Pero de una manera u otra es amable y com­placiente. Con su sombrero de fieltro negro, las gafas de aviador y el terno arrugado, podría pa­sar por un corredor de bolsa retirado en una tar­de nublada.

Burroughs decía una vez, «Me gusta la vida, pero no la que yo he llevado». A lo largo de sus 76 años, ha mantenido un apetito voraz por los extremos y lo sensacional, lo morboso, lo insano y lo inesperado. Ha llevado una vida de cambios radicales. Su encuentro con Kerouac y Ginsberg a principio de los años cuarenta; su iniciación en la heroína por medio de Herbert Huncke en

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1945; el disparo fatal que mató a su mujer en 1951; su encuentro con Brion Gysin en 1959; el encuentro con James Grauerholz en 1974; el re­greso al medio oeste americano en 1981. Gracias a Kerouac y Ginsberg, consiguió ser admitido en los círculos de arte neoyorquinos a principio de los cuarenta. Junto con Brion Gysin, iba a desarrollar la forma literaria del «cut-up» que sería la forma dominante hasta los sesenta. A principios de los setenta, Grauerholz iba a ser su amante y su manager, que es quien ha manteni­nido la vida y el trabajo de Burroughs en orden hasta la fecha.

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Desde 1945 hasta 1981, cuando finalmente se decidió a ir por el buen camino, la heroína había determinado definitivamente su vida y su obra. A mediados de los sesenta, Norman Mailer decla­raba que «Burroughs podía haber sido uno de los mayores genios de la lengua inglesa si no hubiera sido un adicto». Pero cabe preguntarse si alguna vez se habría escrito su obra maestra «The Naked Lunch» sin la influencia de esta basura.

De todos sus cambios extremos, hay que des­tacar los sucesos del 6 de septiembre de 1951. Estando en la casa de un amigo en la ciudad de México, Burroughs cogió un jáibol de cristal y lo colocó sobre la cabeza de su mujer diciendo, «creo que es hora de que Guillermo Tell entre en acción». Cogió una pistola e hizo un disparo en la cabeza de su mujer. Ya estaba muerta en la ambulancia que la llevaba al hospital.

«La ironía de la muerte de Joan fue que desa­tó la vocación literaria de Burroughs», escribió su biógrafo Ted Margan. «Gracias a la muerte de Joan, pudo iniciar su carrera como escritor. Una forma de expiación era la descripción de sus demonios, y la forma de defenderse contra ellos era escribir. Con la muerte de Joan, las ve­redas de su vida convergían en un desolado sen­timiento de vacío, en temores de alienación y posesión, y en una necesidad de articular el dis­gusto que le producía la sociedad americana».

En la introducción de «Queer» de 1985, Bu­rroughs escribió directamente y por primera vez acerca del incidente.

«No tengo más remedio que confesar que la muerte de Joan me ha hecho escritor, esta es la horrorosa conclusión; y me he dado cuenta has­ta qué punto este suceso ha motivado y determi­nado mí forma de escribir. Vivo con la constante amenaza de la posesión, y con la constante ne­cesidad de escapar de ella, del control. De esta manera, la muerte de Joan me puso en contacto con el invasor, con el Espíritu Malo, y me ha puesto en constante lucha en la que no tengo otra elección que escribir para liberarme». En el año 76, la energía de Burroughs es implacable. Ahora pinta y escribe para liberarse. Hay una

nueva novela, «Ghosts of Chance», lista para su publicación, y otra más en curso. Ha viajado re­cientemente a Londres para supervisar la expo­sición de sus cuadros y la colaboración con Keith Haring.

Después de la publicación de «The Western Land» en 1988, se daba por supuesto que Bu­rroughs había agotado su provisión de palabras. Parecía que había completado un conjunto de obras que había empezado con «Junky» en 1953. «The Western Lands» concluía con la frase, «El viejo escritor no podía escribir más porque había alcanzado el final de las palabras, el final de lo que se puede hacer con las palabras». La conclu­sión inevitable era que el viejo escritor era el mismo Burroughs, vislumbrando su momento final. Incluso Burroughs llegó a decir, «ya no puedo expresarme escribiendo», y que estaba más interesado en las posibilidades del arte «gunshot». Esta era una técnica que había cono­cido por casualidad cinco años antes, y que con­sistía en una ráfaga de disparos a unas bolsas de pintura colgadas sobre un panel de madera.

«En aquella época», dice, «estaba convencido de que no podría escribir ni una sola palabra más». A todos los escritores les pasa. Tenía la misma sensación cuando volvía desde Londres a Nueva York en 1974. Me sentía agotado. Te sientes bloqueado y parece que nunca vas a salir de ello. Casualidades del mercado. Humm, humm. Los que leyeron entre líneas en «The Western Land» estaban totalmente equivoca­dos. El viejo escritor es quien se ha quedado ex­hausto. Era el final de la trilogía. Siempre se asume que la primera persona de singular es el escritor mismo, y esto no es absolutamente cier­to. Pongo un «yo» como personaje en mis obras. Siempre he dicho que cada palabra es autobio­gráfica y que cada palabra es ficción.

«Pintar es un infierno infinitamente más fácil que escribir. Nunca he sentido el bloqueo de la pintura, pero lo he sentido un montón de veces cuando escribo».

En una carta a Allen Ginsberg en los cincuen­ta, antes de terminar «The Naked Lunch», Bu­rroughs escribió, «estoy intentando escribir algo que tenga vida por sí mismo, que me ponga en verdadero peligro, un peligro que estoy dispues­to a asumir». Todavía es el caso.

«Si se excluyen posibilidades a la hora de es­cribir o pintar, eso es la muerte. Si se intenta po­ner orden, es pura arbitrariedad. Es casualidad. Pero lcómo es de casual la casualidad? Hay co­sas que puedes hacer con la pintura pero no con las palabras y viceversa. Pero también hay seme­janzas en la forma y el acercamiento. Cualquier forma tiene posibilidades, potenciales y limita-

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ciones. La limitación de escribir es lineal. Tiene que ser. Aunque sabemos que las cosas ocurren simultáneamente, no hay manera de indicar si­multaneidad cuando se lee una línea de izquier­da a derecha. De la misma manera el pintor está constreñido a las fórmulas establecidas de forma y color aplicadas a una superficie.

«Cualquier cuadro, si tiene éxito y el especta­dor es receptivo, altera la percepción. Después de que Van Gogh pintara un girasol de cierta forma, creo que alteró a los futuros observado­res de los girasoles. Eso es lo que el artista hace. Extiende a los límites de la percepción. Todo ar­tista serio intenta crear algo que tenga vida pro­pia. Y lo que surge de estas creaciones es el tes­tamento de que todo está vivo».

El viaje de Burroughs empezó en San Luis en 1914. Los últimos setenta y seis años le han lle­vado por tierras de Nueva York, Chicago, ciudad de México, Colombia, Tanger, París, Londres, y finalmente se ha establecido en Lawrence, Kan­sas, donde convive con siete gatos y una extensa colección de pistolas en una casa de dos dormi­torios. Ha sido su establecimiento en Lawrence lo que ha hecho de él un pintor, confiesa.

«Casi no podía andar por Nueva York llevan­do una pistola», dice. «En efecto, habría sido difícil llevar a cabo el arte «shotgun» en una ciu­dad. La vida en Lawrence no ha afectado mi fa­ceta de escritor de forma alguna. Puedo escribir perfectamente en Nueva York. No voy a fiestas. En viajes como éste, tengo que ir a recepciones y cosas así. Aunque siempre es una actuación y me gusta. Normalmente no voy a fiestas a me­nos que tenga un motivo. Para mí no tienen sentido».

Cuando en 1981 Burroughs se mudó desde

Nueva York a Lawrence, su fama se debía toda­vía a «The Naked Lunch». En «Early Routines», obra publicada en 1980, escribió: «Tengo la sen­sación de que mi trabajo verdadero no puede, o a nivel más profundo, no podrá empezar». Lo que hago es evasión, algo secundario, apuntes. Estoy caminando por las orillas de un lago y no me atrevo a saltar, pero aparento estudiar la flo­ra y la fauna.

Exceptuando algunos momentos de efímera brillantez, su trabajo entre 1959 y 1981 ha con­sistido en una serie de experimentos abiertos­cerrados que nunca han podido eclipsar la fuer­za visionaria y fantástica de «The Naked Lunch». Sus obras de principios de los sesenta, «The Soft Machine», «The Ticket That Explo­ded» y «Nova Express» eran experimentos que cortaban y mezclaban las sobras en su mayor parte de «The Naked Lunch».

El hijo de Burroughs, Billy, que . murió en 1981, decía en una ocasión que el método de «cut-up» demostraba la incapacidad de su padre para hacer frente a sus opiniones y sentimien­tos. Puede que sea ésta una de las críticas más penetrantes del trabajo de Burroughs.

Durante su estancia en Londres desde 1966 a 1973, Burroughs finalizó «The Job», «The Last Words of Dutch Schultz», «The Wild Boys», «Port of Saints» y «Exterminator», que recuer­dan a menudo la variación de la misma obra. Desde la mitad a finales de los setenta, se publi­caban sus obras gota a gota.

Con «Cities of the Red Night» de 1981, Bu­rroughs resucitó literalmente. Era la primera obra de una trilogía escrita en un estilo narrativo directo. Era el trabajo más audaz e ingenioso en veinte años. J. G. Ballard, ese otro demonio de

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la imaginación, escribió que Burroughs ofrecía «el primer y definitivo retrato del paisaje inte­rior de nuestro medio siglo, usando un lenguaje único y unas técnicas manipuladoras, sus pro­pias fantasías y pesadillas».

A lo largo de los ochenta, la obra de Bu­rroughs ha supuesto un colapso nervioso de la realidad y de la historia. En sus obras «Cities of the Red Night», «The place of Dead Roads» y «The Western Lands», ofrecía una deslumbran­te odisea espiritual que se abría en los límites de la violencia, el sexo y la muerte. A sus setenta años, la imaginación de Burroughs era más sís­mica que nunca.

De forma irónica, cuando estaba produciendo parte de su obra más nihilista, Burroughs corría el peligro de ser institucionalizado. Fue nom­brado ciudadano honorífico de Austin, Texas. Se le nombró miembro de la «American Acade­my and Institute of Arts and Letters» y tam­bién «Commandeur de l'Ordre des Arts et des Lettres» de Francia. Se organizaban convencio­nes en su honor. Dios, Burroughs era casi respe­table.

«Odio los ochenta» dice. «Lo llamo la década de la mentira. Mentir es tan natural como es res­pirar para un maldito político y tan necesario co­mo su supervivencia política. Son una pandilla de cabrones mentirosos. Gorbachov es lo mejor que tenemos desde hace tiempo. Es el único en el panorama político que parece que tiene bue­nas intenciones y que tiene algún sentido». · El Viejo Hombre de Letras americano. Ha es­

tado mucho tiempo fuera para unirse ahora alclub. El Llanero Solitario campando por sus res­petos.

Mailer decía una vez que Burroughs es el úni­co novelista americano vivo que puede que ten­ga talento. lHa estado verdaderamente alguna vez a la altura de este comentario?

«No me siento como un genio, o que lo tenga, pero puedo estar a veces poseído por el genio. Yo lo defino como lo impredecible, incontrola­ble, espontáneo, vivo, caprichoso y arbitrario. Te posee si eres lo suficientemente afortunado, pero no es algo constante. A veces lo tienes y a veces no. Tengo cajones llenos de 'nos'».

· lQué es lo que le hace reír ahora?«Humm, humm. Nadie me hace reír ahora.

Antes pensaba que los hermanos Marx eran gra­ciosos».

lCree que su humor, como el de Beckett, no se ha sabido valorar? «Bueno, su humor es me­nos obvio que el mío. Cualquiera que no crea que mi trabajo es divertido carece de sentido del humor». Está de acuerdo con la teoría que dice que el trabajo de Beckett desarrolló una trayec-

Los Cuadernos de Literatura

toria interna, mientras que el suyo va por derro­teros externos.

«En algún momento se podría decir que va­mos en direcciones opuestas. Pero para mí el ca­mino de salida es el mismo que el de entrada. La salida es lo mismo que la entrada. Realmente no hay ninguna línea entre fuera y dentro. Lo imaginario es real y lo real es imaginario».

lSiente que el tiempo va acorde con sus vi­siones?

«Uhh, mi visión no es mala. No es tan mala como todo eso. Todavía puedo escribir a máqui­na, disparo alguna vez ... »

Una moneda cae al suelo. «Ah, visiones. Bueno, todas mis obras vienen

de la cosa psíquica. Momentos de lucidez. No podría escribir una palabra sin esto. Para expli­carlo mejor, escribir una novela es como ver una película. La transcribo. Así es como se hace en la ficción. Te tienes que meter en un estado en que el proyector está enchufado, que es lo que se conoce normalmente como inspiración.

«Sí, he hecho un poco de magia en mi día. lCon éxito? Oh, ya lo creo. Los budistas sólo echan un pequeño vistazo a los milagros y di­cen, «si puedes no lo hagas», porque estás alte­rando el orden de las cosas con incalculables y variados resultados. También a veces te sientes motivado por una ego-glorificación deplorable. De alguna manera he seguido el consejo. Hum, humm».

Después de su aparición como un cura droga­dicto en «Drugstore Cowboy», no tiene planes de seguir una carrera cinematográfica. Asegura que no aparecerá en la película de David Cro­nenberg «The Naked Lunch» de próxima apari­ción.

En «The Western Lands», el viejo escritor dispone escribir su salida de la muerte. Tú tam­bién puedes pintar tu salida de la muerte, dice Burroughs.

lTiene miedo a la muerte? «Pues no. Dios Santo, no. Sólo es cuestión de

mantenerte ocupado. Dándote a ti mismo algu­na razón para estar por aquí».

A sus 76 años y pareciendo que ya lleva aquí unos cuantos miles de años, les posible la felici­dad?

«lQue si soy feliz? Siempre digo que la felici­dad es un producto residual de la función. Es al­go efímero. Puedes ser feliz en un momento y estar realmente deprimido diez minutos des­pués. Así que no es un estado permanente que se pueda alcanzar».

En ese momento agarra su bastón Y o se marcha a comer.

Naked lunch.

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CICLO:

EL SEPTIMO SEXO

Lugar: Salón de Actos de la OSyC de Oviedo.

Días: del 5 al 16 de Noviembre.

CICLO:

BILL Y WILDER

Lugares: Salones de la OSyC. Localidades: Oviedo, Gijón, Avilés,

Mieres, Sama y El Entrego. Días: del 19 de Noviembre

al 1 de Diciembre.

CICLO:

HARUN F AROCKI

Lugares: Salones de la OSyC. Localidades: Oviedo y Gijón.

Días: del 10 al 14 de Diciembre.

(i) Caja de Ahorros de Asturias