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LOS BUSCADORES DEL PARAISO * Toda identidad nace básicamente preadaptada a «un ambiente pro- medio expectable» (Hartmann). lo que tiene connotaciones sociales y culturales de importancia: es el millen sutil y complejo de cada yo lo que permite al hombre desenvolverse en un contorno y organizar los elementos del espacio en función de su actividad y sus expecta- tivas. Sin embargo, parece casi una regla unánime de la narrativa contem- poránea el hecho de que la identidad se sienta extraña a su medio por el mero hecho de ser humana. El extraii amiento como sentimiento que aparece, tal vez, con el primer onesider de la literatura occiden- tal’ es, por el contrario, totalmente natural en la ficción hispanoame- ricana. Fi desajuste hombre-espacio está particularmente problematizado en la novelística continental donde la exterioridad (lo que es exterior * Este ensayo forma parte de un libro sobre la «conquista del espacio» en la narrativa hispanoamericana que, gracias a una Beca Guggenheím, efectuara el autor entre 1971 y la fecha y que será publicado próximamente con el titu- lo «Sobre templos y destierros». Otros ensayos sobre el tema han sido publica- dos por Nueva Narrativa Hispanoamericana, Revista Iberoamericana de Litera- tura, Nuevos Aires, Cuadernos Hispanoamericanos, Thesaurur, Imagen y Revista Nacional de Cultura. Otros capítulos del libro serán publicados por Eco y Textual. El presente texto es totalmente inédito y fue parcialmente utilizada como ponencia en un Congreso mundial sobre «The alíenated man>, celebrado en la Universidad de Kentucky (Louisville) en marzo de 1973 y presentado con el título de «Spatial Mobility of the Characters in the Spanish American Novel as a form of Alienation.» Al outsider lo caracteriza un sentimiento de extrañeza y de irrealidad, ha escrito Colin Wilson en The outsider, haciendo arrancar esta actitud de des- colocación de Memorias del subsuelo, de Feodor Dostoievsky, y rastreando esa modalidad en una literatura pródiga en «hombres que miran el mundo desde una mirilla,>, como el protagonista de Len ter, de Heurí Barbusse.

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LOS BUSCADORESDEL PARAISO*

Todaidentidadnacebásicamentepreadaptadaa «un ambientepro-medio expectable»(Hartmann). lo que tiene connotacionessocialesyculturalesde importancia: es el millen sutil y complejo de cada yolo que permite al hombre desenvolverseen un contornoy organizarlos elementosdel espacioen función de su actividad y sus expecta-tivas.

Sin embargo,parececasiuna regla unánimede la narrativacontem-poráneael hechode que la identidad se sientaextraña a su mediopor el mero hechode serhumana.El extraiiamientocomo sentimientoque aparece,tal vez, con el primer onesiderde la literatura occiden-tal’ es, por el contrario,totalmentenatural en la ficción hispanoame-ricana.

Fi desajustehombre-espacioestá particularmenteproblematizadoen la novelísticacontinental dondela exterioridad (lo que es exterior

* Este ensayo forma parte de un libro sobre la «conquistadel espacio»en

la narrativa hispanoamericanaque, graciasa una BecaGuggenheím,efectuaraelautor entre 1971 y la fecha y que serápublicado próximamentecon el titu-lo «Sobretemplos y destierros».Otrosensayossobre el temahan sido publica-dos por NuevaNarrativa Hispanoamericana,RevistaIberoamericanade Litera-tura, Nuevos Aires, Cuadernos Hispanoamericanos, Thesaurur, Imagen yRevistaNacional de Cultura. Otros capítulosdel libro seránpublicadospor Ecoy Textual. El presentetexto es totalmente inédito y fue parcialmenteutilizadacomo ponenciaen un Congresomundial sobre «The alíenatedman>, celebradoen la Universidadde Kentucky (Louisville) en marzo de 1973 y presentadoconel título de «Spatial Mobility of the Charactersin the SpanishAmerican Novelas a form of Alienation.»

Al outsider lo caracterizaun sentimientode extrañezay de irrealidad, haescrito Colin Wilson en The outsider, haciendo arrancarestaactitud de des-colocaciónde Memorias del subsuelo,de Feodor Dostoievsky,y rastreandoesamodalidaden una literatura pródiga en «hombresque miran el mundo desdeuna mirilla,>, como el protagonistade Lenter, de Heurí Barbusse.

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al yo), se aparececomo «alejado»en términosde «maravilla»o «aplas-tando»,agrediendoo envolviendoal héroenovelescoen términos siem-pre conflictivos, nunca armónicos. Pero en cualquiera de estashipótesis, el problemade la identidad del héroe de la ficción hispa-noamericanay su falta de centrosordenadores,se aparececomo esen-cial a su condición de americanoy no como un accidentede unaposturaexistencialen juego, una crisis circunstancialo una necesidadideológicaperiódica,como ha podido ser el caso del personajede lanovela europea2

Tampocoen el casohispanoamericanoel problemaaparecelimitadoa un espectrosocial —unaclaseintelectual angustiadao alienada,peroasentadasobre las basesampliasdel restode la sociedad—,sino queel desajustodel héroees siempreglobal. Todo protagonistasiente sualrededorcomo un caos que lo puededeslumbraro agredir, pero alque nunca ve estructuradoen términos de «contenciónorganizada».De allí queel dramade Américasea—como ha escritolxi. A. Murena—«el de la repeticiónde la extranjeríadel hombreen el mundo»,ya queAmérica «es una nuevatentacióndel hombrepara vencerel silenciomundial, para poblar la tierra inertede la materiacon la viva palabradel espíritu».

El indio, protagonista«nativo» americano,fue «quebrado»en suhistoria, su relación con el contorno es hoy traumática y su identidadse aparececomo existencialmentedescolocada;el negro sigue siendoun «trasplantado»aunquela novelísticabrasileñacontemporáneahayabuscadoenraizarloen términos de identidadcolectiva>; el campesinoaparecesiemprecomo esencialmentenómada u oprimido por el sis-

2 Basta pensaren el profesorRoquentin de La náusea, de Jean Paul Sartre,

y en El extranjero, de Albert Camus, y la tradición de héroesexistencialmentedesajustadosde la cual ellos forman parte, parateneridea del conceptoque pro-ponemos.

El negroesun personaje«natural»de la ficción brasileñay transitapor los«espaciosnovelescos»como un protagonista más, cargado siempre de unapanicular condición humana.Si bien es tema exclusivo de Jubiaba, de JorgeAmado,o de Menina Morta, de Cornelio Pena,la integracióncolectivase pro-duce en la novelística de José Lins Do Rego. Después de A Moreninha, deJoaquiraManuel de Macedo,y de A escravaisaura, de Bernardo Guiniaraes,elnegro ha dejadode ser un personaje«incorporado»a la realidad brasileñay yaes un «habitante»,como sucedeen Fogo n~orto y Bangue, de Lins do Rego.Para más detalles vale la penaconsultar«O negro na ficeno brasileira»,porAdonias Filho (CuadernosBrasileiros, año IV, núm. 4); «Orígenesde la novelaen el Brasil», por JoséLins do Rego (Cuadernos,núm. 2; París, junio 1953),y «Espíritu nacional en la crítica brasileña»,por Afranio Coutinho (Mundonuevo, núm. 28; Paris, octubre1968).

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temade tenenciade la tierra al punto de quees «arrojado»,expulsadodel que tendría que ser su medio natural, tal como novelan Yáñez,Amorim o Ramos4; los inmigrantessiguen siendo «nostálgicos»de losescenarioseuropeosde dondeprovienen(constanteen la que es pro-diga la narrativarioplatense)y sus hijos sonlos «desarraigados»de laficción contemporánea~.

Este esquematizadoespectrosocial, al que cabría añadir la clasemáspostergadaestéticamente—la clasemedia—,aparecedesperdigadoen la fragmentacióndesintegradoradel espaciohispanoamericano.Pa-rece faltarle raíces a todo y a todos y las creenciasfirmes, cuandoexisteil, tienden a ser irreales, impostadas,agravandoel abismo queseparaal ser del deber ser. Pero también, en todos los casos,la aspi-ración de «concretar»una identidad y plasmarcentros ordenadorespara el yo. individual o colectivo, es también total y estáclaramenteconciencizada;porque si todos tienen conciencia de estar alienados,también todosquierendejar de estarloy encontrarsu «espaciofeliz».Dc allí el permanentemovimiento(entendidocomo desplazamientotopológicoen el espacio americano)que caracterizaesa búsquedaylas numerosasnovelas que lo pautan en una u otra dirección; unafunción centrípetao centrífuga que se da en numerosasobrascontem-poráneas.

La tierra pródiga, de Agustín Yáñez, relata la lucha por la posesióndelas tierras costerasde México donde, teóricamente,«hay lugar para todo ypara todos», pero donde, en la práctica,se desatauna lucha feroz entre «lossiete señoresde la tierra que se acechanmutuamente».La víctima directa esel pobre nativo, marginadoy explotado en el procesode «desarrollo»costero.La patriadaque se organizaen Corral abierto, de Enrique Amorim, proyectaépicamentela miseria de los «pueblosde ratas»que crecenen íos limites delos grandeslatifundiosuruguayos.Al final, todo el pueblo se pone en marcha:veintitrés niños ciegos, raquíticos,enfermos,desnutridosy rústicos peonesysacrificadasmujeres. No importa, en última instancia, que todo haya sido unsueño, porque puede ser una profecía. La vida en los grandes ingenios decaña de azúcar—del ciclo de novelassobre el tema de JoséLias do llego—es otro ilustrativo ejemplo. Barones, coronelesy capitanes de la tierra ma-nejan esclavos y peones como objetos. El drama del talabartero «mestre»JoséAmaro en Logo morto podrá convertirseen un símbolo de proyecciónlatinOamericana.

Esta interesanteconstantede la narrativa rioplatense, reiterada prácti-camentedesdela novelísticadel 80, aunquevarien estilos y actitudes,se ana-liza en «los movimientos centrífugos»y con más detalle en «las dos orillas».

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LA OBJETIVACION DE LA UTOPIA

Pero el desarrollode esta idea —la búsquedadel Paraíso—nece-sita de una previa. El hombreoriginal, aquelcreadoa imagen y seme-janza de Dios, no padecíaen el Paraísode ningún desajustecon sumedio. Su contorno era «el espaciofeliz» por antonomasia,aquelespacio de posesión ensalzada,donde el hombre vivía en armoníanatural y donde su identidad abarcabauna totalidad de limites abso-lutos, pero perfectamentedelineadosen el Jardíndel Edén.

Desdesu mismo descubrimiento,el espacioamericanoha sido iden-tificado con una suertede continenteque encierra,en algún punto.la encarnaciónterrestrede aquel Paraísode los orígenesde dondefuera expulsadoel primer hombre. Sucesivascrónicas, muchas uto-pías, han tenido por escenario«objetivo»del Paraísoun rincón iden-tificado o no de la tierra hispanoamericana.

«Si la ideologíaprovoca la apariencia,por el contrario la utopíaes el sueñodel “verdadero” y justo orden de vida», ha escrito MaxHorkhehner~, con lo cual se destacala condición concretay objetiva-ble que tiene la utopía. Esta necesidadde que «el sueño soñado»de la utopía se objetive en formas ha llevado siemprea buscar enterritorios «extraños»e «inéditos» su asentamientoespacial.No sóloidentificados con el pasado(la famosa Edad de Oro) o con formasfuturasde organizaciónpolítica o social, la utopía seha podido «ob-jetivar» en un Paraísoterrenalamericano.

El procesotuvo dos niveles. Por un lado, los textos teóricos iden-tifican las formas idealesde la utopía con espaciosno identificados,pero reconocibles,del continenteamericano.Así, los habitantesde laNueva Atlántida, dc Bacon, hablan español; La ciudad del sol, deCampanella,está situada en algún punto al sur del Ecuador y elmundo utópico que proponerecuerdaal «imperio socialista» de losincas. Del mismonodo, la Utopia, de Tomás Moro, es una ((isla quemide doscientasmillas en su partecentral, que es la más ancha; du-rante un gran trecho no disminuye su latitud», clara reproduccióngeográficade la isla de Cuba,punto que le ha permitido a MartínezEstradaproponerunainteresanteteoria sobreel destinode Cuba~. La

6 «La utopía, de Max Horkheimer, incluido en el volumen colectivo deArnhelm Neustiss,Utopia (Barral, Barcelona,71).

1 «En el nuevomundo, la isla de utopia y la isla de Cuba», en Kafka yotros ensayos (Seix-Barral, Barcelona, 1967), en torno a la pág. 221. EzequielMartínez Estradaefectúaun interesanteparalelo entre las Décadas del Nuevo

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utopía humanista más realista, The Conunon Wealth of Ocean, deHarrington, aparecetambién localizada en América, en este casolosEstadosUnidos, un escenariotambién frecuentadopor otras utopíascomo la Oneida y New llarmony, visiones premonitorasde la recon-quista del Paraísoen la naturalezaque propondráluego el 14’aldende Thoreau.

Esta «objetivación» de la utopia en territorios americanosllevó,paralelamente,a que los conquistadoresy los cronistasque los acom-paliaban buscaransus indicios «reales» en los mandos inéditos queiban abordando.Se tratabade que apareciera«la merveille unie á lavérité». como decía Mellín de Saint Gelais y ha recordado Henrí-quezUreña.Ya en su Cuarta carta de relación HernánCortéscuentaal rey de Españaque ha tenido «noticiasde la existenciade una islamuy rica en perlas y oro, pobladade mujeres, sin varón alguno». Elimperio de las Amazonas,luego trasladadoal «corazón»del continenteamericano,es paradisíacoy muy organizado.GarcíaOrdóñezde Mon-talvo, en sus Sergas de Esplandión, insiste en que «a diestra manode las Indiashubo unaisla, llamadaCalifornia, muy llegadaa la partedel ParaisoTerrenal, la cual fue pobladade mujeresnegras,sin quealgún varón entre ellas hubiera, que casi como las amazonases suestilo de vivir» ~,

Estamoscercadel ParaísoTerrenal,como lo estánlas Siete Ciuda-des,la Fuentede la Juventud,El Dorado, las sierras de plata, el paísde la Canela, la florida y la California, territorios de utopia y deaventuraen los libros de caballería.Las tierras selváticasde Colombiason un «espacio»propicio para su localización,pero luego al no po-derse «objetivar»allá, oscilaránentrelospoíosdel hemisferio,pudien-do llegar a proponerse,frustradamente,en la pampaargentinaen estaobra extrañay de connotacionespesimistasque es la Peregrinaciónde«Luz del Día» o Viajes y aventurasde la verdaden el NuevoMundo,de Juan BautistaAlberdi ~.

Mundo, de Pedro Mártir, y la Utopía, de Tomás Moro, del cual se despren-de como se inspiró Moro en la imagen que Mártir da de Cuba. MartínezEstradaproyectaestaidea a la Cuba socialistacontemporánea.El «comunis-mo-comunitarismo»de Moro encuentrasu «objetivación»en el Movimiento 26de julio.

Citado por José Luis Martínez en Unidad y diversidad de la literaturalarinoarnericana (JoaquínMortiz, México, 1972).

Esta es una especiede novela alegóriéa al modo de El criticón, de Bal-tasarGracián, con un fondo irónico, pero esencialmentepesimista. La verdad,bajo el nombre de Luz del Ola, decide abandonarla vieja Europa dondehaperdido su reinado y desembarcaen América, llena de esperanzas.Sin em-

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Luego serán otras novelaslas que reeditaránla «búsqueda»delParaíso: directamenteen El camino de El Dorado, de Arturo UslarPietri, indirectamenteen Canaima, de Rómulo Gallegos,y Los pavosperdidos, de Alejo Carpentier,y en forma simbólica o alusiva en to-das las de ficción con una basede «movimiento».La búsquedadelcentroordenadorno hacesino actualizaraquella nostalgiadel hombreadaptadoe integradodel Paraísoy de las sucesivasutopias que lohan pretendidorepetir en algún secreto rincón del continente. Si noes bajo esteángulo no puedenentenderselos demoniacosesfuerzosdeAguirre a través de la selva amazónicaen la novela de lJslar Pietrio el simbólico viaje del héroe de Los pasosperdidos, ambos reco-rriendo ríos americanosen búsquedade «paraísosperdidos»y remon-tando el cursodel tiempohastapuntosquemodifican sus propiasper-sonalidades.

Psicológicamentese sabeque todabúsquedade identidadse mani-fiesta por un anhelode «locomoción»,tanto por lo que ésta expresacomo «estadode actividad» o «andaren algo», como por lo que es«traslado»de sí mismo, inherenteal cambio de escenario.Las novelascon una temáticade movimiento que buscasu centro se multiplicanasombrosamenteen el siglo xx. Carlos Reyles, EnriqueAmorim. Ma-riano Latorre lanzana sus héroesal campo, los hacenabandonarlosescenariosciudadanosen búsquedadel espaciodonde construir el re-dueto de un templo feliz.

Fn la basedel esfuerzode estos buscadoresdel Paraíso está lacreenciade queel hombrepuede,en principio, cambiarcualquiercosa«de» la naturalezao de «su» propia naturalezapersonalpara adap-tarsea todo tipo de esquemaposible. Si el Paraísono existe, sc pro-ponen «construyámoslo»a «imageny semejanza»del Paraíso ideal.Si el mundoes «diferente»y «extraño»,cambiemosnosotrosmismos,se dice confiadamente.Todos los héroes—de un modo u otro— lointentan y proyectan sus empresasutópicas.El tornadizo ReinaldoSolarde la novela de Rómulo Gallegos se propondrá,casi religiosa-mente, «un retorno al amor de la naturaleza»~ en tanto la heroína

bargo, en territorio americanolos grandesprotagonistasde la «novela pica-resca» son políticos representativos:Gil Blas, Tartufo, etc.. Alejándose delas ciudadeshacia la naturalezaabierta del sur argentino, Luz del Día en-cuentra a Don Quijote en la Patagoniaempeñadoen fundar una repúblicade carneros,la Quijotania. Finalmente, Luz del Día da una conferenciasobrela ignorancia universal y sobre la libertad de las repúblicas sudamericanas.

O Reinaldo Solar tala un monte en la montañadel Ojo de Agua de suhacienda familiar «Los Mijaos» para levantar un pequeñotemplete con elobjeto de «hacerque los hombresvolviesen a la Naturaleza, al amor a los

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Mamagelade El terruiio, de Carlos Reyles. apostaráa una gran cm-presarural, de corte patriarcal y con la basede un trabajoobstinadoy de un «energetismo»agresivo.Pero este tipo de centro ya no es elquebuscaconstruirTomásElorduy en Zurzulita, ni el que propondrá.con otrassignificacionespolíticosocialesmásamplias,el EnriqueAmo-rim de Corral abierto.

El punto ambivalentequeestanarrativainmediatamenteproblema-tiza es al esquema«de quién»debeadaptarseel héroedesajustadoquebuscael (o su) Paraíso.Desaparecidoel Paraíso«original» o frustra-daslas esperanzasde encontrarsu réplica en el escondidorecododeun río americano,los esquemasdesu posible«construcción»individualvarian, se multiplican, entranen conflicto entre sí. aparecendesmin-tiéndose,superpuestosy como excluyentesunosen relación a los otros.

El gran circulo del espacioamericanoencerradoen su perímetrono podrá llegar a tenersu centro; tendrámuchos,tantos como empre-sasnovelescasqueintentensu «construcción»,lo quees como no tenerninguno.

LA IDBNTÍFXCACIÓN CflLECTIVA

De cualquiermodo, la construcciónde algunosde esos temptoshapermitido establecercon nitidez los principios de la identificación co-lectiva. Si el yo individual todavía no tiene su «mandala» delimitado,los grandesgrupos «invisibles» y «carentesde rostro» del continenteamericanohan encontradoy establecidosu diálogo con el medio entérminos de identidadcolectiva.El punto mereceun mayor desarrollo.

Decíamosantesque toda identidad nace preadaptada«a un am-biente promedio expectable»y esto es lo que permite al hombresobrevivir en condicionesadversasy lo quepuedeexplicar tantas apa-rentesresignaciones,en la quela narrativahispanoamericana«estática»tambiénabunda.Si hay héroesinquietosy en permanentemovimiento,tambiénhay indios plañiderosincapacesde reaccionesy rebeldíasradi-cales como los de Huasipungo,de Jorge¡caza, o pasivos habitantes.de puebloscomo Areguá en La babosa, de Gabriel Casaccia.Vastosconglomeradossociales«colectivos»se aparecenamorfamentey caren-tes de rebeldía y de todo sentimientode extrañezaen relación a sumedio. La novelanaturalistaha solido uncir estosgrupos «invisibles»

verdaderosideales humanos» <Reinaldo Solar, Espasa-Calpe,Buenos Aires,.1945, pág. 65).

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a un destinofatalizadoy estático.Sin embargo,paradójicamente,estosindios,peoneso cholos sonquienespuedendesarrollarpotencialidades«acordes»al crecimientoy a la unicidad buscadaen su medio respec-tivo de acción «pasiva».

En estoscasoses más fácil para el indio como grupo étnico asu-mir novelísticamentesu identidadcolectiva,como hacenejemplarmentelos habitantesdc Rumí en Li mundoes ancho y ajeno, de Ciro Ale-gría, quepara el complejo yo alienadode una gran urbeplasmarunarelación armónicacon su contorno.Los seresoprimidos o marginales,representativoso no de razaspostergadassocialmente(indios en la no-vela peruana o ecuatoriana,cholos en la boliviana, llaneros en lavenezolanao peonesen la gauchescarioplatense),aparecenafirmandoritualmente su «invisibilidad», su «inaudibilidad»y su «carenciaderostro» en una narrativa que ha buscadomuy particularmentesigni-ficar su identidad colectiva en términos de un diálogo «natural»delhombre en grupo con su medio.

La profundidadde los «hombresque no contaban»se tradujo enun intensoesfuerzo, especialmentedurantelas décadasdel veinte alcuarenta, por procurar mediante novelas que los proyectaran,unaposible recuperacióncolectiva. Este ha sido —pesea muchas obrasde ficción relevantesdel período—un procesomás social que literario,por el cual determinadosgrupos postergadosllegaron a organizarsecon límites geográficos,históricos y culturalesperfectamentedefinidos.En la medida en que estas realizacionescreativas han sido de im-portancia.«los libros han hecho al pueblo» como insinuabaMartínezEstrada,formacionesnacionalesque aún supervivenhoy en día.

El principio organizativose cumplió siempreen forma masiva ysin que asomaranrostros individuales más allá de su genéricare-presentatividad.Muchas novelas recordadaspor su contribución aplasmar esa identificación colectiva no tienen ni un solo personajeredondo (round character al decir de Forster), proponiéndosedesdelos mismos títulos de las obrasuna circunscripcióngeográficao socialcorrespondientea un grupo, a una clase social, a una identidad co-lectiva.

Tómese,por ejemplo —y al azar—, la narrativa boliviana sobreel tema minero. DesdeTierras del Potosí, de Jaime Mendoza;Mina,de Alfredo Guillén Pinto; El precio del estaño, de Néstor TaboadaTerán. hasta el más conocido Metal del diablo, de Augusto Céspe-des,título, tema,personajesy estructuranovelesca,tiendeni~nicaínentea proponer la identidad colectiva del minero como proyección deuna preocupaciónpor una claseexplotadae «inaudible» por sí mis.

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ma. Hasta Tungsteno, del gran poeta peruano César Vallejo, nopuede dejar de escapara esta misma limitación original, aunquelareivindicacióncolectiva haya sido particularmentesignificativa.

Grupos sociales o zonas geográficas «conflictivas», como la dePuerto Limón, de JoaquínGutiérrez; Canal Zone,de DemetrioAgui-lera Malta, o Chaco, de Luis Toro Ramallo, van estableciendounterritorio homogéneoy bastantearmónico donde el espacio es casiel ámbito de acción natural del héroe colectivo. Así ocurre en lanarrativa paraguayacon el tema de la explotaciónde los «ingenios»,en la ficción colombianasobreel tema «cauchero»y los atisbosdeimperialismo brasileñoa lo largo de los ríos fronterizos.Pero de nin-guna de esas novelas (que suman fácilmente varios cientos) se re-cuerda un personaje individual de intensidad dramática suficiente.Las caracterizacionesno pasandel nivel colectivo y son prolongaciónde la problemáticadel medio al que están naturalmente adscritas.Si como integrantesde una identidad colectiva, cualquierade estoshéroes «sin rostro» de la novela hispanoamericanaha hecho oír sulegítima protestapor un problemainherentea su clase o condiciónde explotado,nadie recuerdaun yo complejo y desarticuladoen re-lación a su medio brotando conflictiva y contradictoriamentedesdeesasmismas páginas.

LAS DIFICULTADES DE «SFR»

Mientras en otras literaturas los héroes alienadosparecen haberseguido los consejos de Norman Brown de «piérdanse»para aque-líos que buscabanuna identidad o los de Timothy Leary recomen-dando «desaparezcan»a los que ya tienen un «contornoestabilizado»,en Hispanoaméricala tarea se aparececomo mucho más primordial.Paraperderseo para desaparecerse necesitade un «encuentro»pre-vio o «haber estado»en algún lado antes.FI sentimientode extran-jería es de origen, es el punto de partida tanto del héroe de unade las primerasnovelas,como el Periquillo Sarniento,de JoséJoaquínFernándezde Lizardi, hasta el contemporáneodesorientadoprota-gonista de Sobre héroes y tumbas,de Ernesto Sábato.Basta pensaren las aventurasque como «extranjero»vive el Periquillo en las Is-las Ladrones, donde naufraga, y las referencias didácticas de susdiálogos con el Tután y confrontar ese «sueño realizado» de «eva-sión» con los sueños«no realizados»de Alejandra en la novela de

lo

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Sóbato~, para comprendercomo, por sobre estilos y escuelaslite-ranas, constantesde raíz mítica permanecenincambiadasy son in-herentesa una condición «descolocada»del ser americano.

Nadie se descubreen el continente hispanoamericanocomo Gre-gorio Samsa,el héroe de Kafka en La metamorfosis,«al despertaruna mañana,tras un sueñointranquilo, convertidoen su camaen unmonstruosoinsecto»12 Todos nacen así, hijos en apariencia de lacondición monstruosay desarticuladade ser hijos de esta «otraorillade Europa»que es América.

Paradójicamenteestedesajustese ha hechomás evidentecon lacreciente primacía de la clase media, sedentariapor excelencia ycon metas centrípetasmuy precisasy estabilizadoras:una casa,unafamilia, un trabajo y un yo «realizado»en función de «los otros»,los counter-playersde similares o coincidentesmetas.

Esta limitación del espectrodel conflicto con el alrededor, origi-nalmente entendido como un desafío de corte épico y una actitudvital esencial (tal como lo entiendenlos Santos Luzardo y los nu-merososReinaldo Solar de la narrativa hispanoamericana),ha lleva-do a que la ficción enfatizarael valor de esasotrasmetas de alcanceaparentementemenor: la fundación del «hogar» sustituyepara laclase burguesala conquistadel gran espacio, la dialéctica «dentro-fuera» de la «casapropia» apareceen lugar de aquella otra sobre-dimensionadadel hombre y la naturaleza,y la posesióndel espaciopasaa reducirsea las proporcionesde un «microcosmos»: una ha-bitación alquilada, un escritorio, tal vez un cajón o un pequeñorincón.

Estos «teoremasde topoanálisis», como los ha llamado Bache-lard, debenser dilucidados en su adecuada«escala»cuando se efec-táan aproximacionescríticas a novelas corno Coronación, de JoséDonoso; La casa del dngel, de Beatriz Guido, o Con las primerasluces, de Carlos Martínez Moreno, obras que «concentranespacio»en los límites de grandescaseronesde estructuraesencialmenteana-crónica. «Desdelejos, Martin miró el caseróncon su mirador allá

Alejandra se dice: «Qué lindo seria inc lejos. Irse de esta ciudad inmun-da.» Piensaen irse «con mucho gusto a un lugar lejano, a un lugar donde noconocieraa nadie. Tal vez a una isla, a una de esasislas que todavía debenquedarpor ahí» (Sobre héroes y tumbas, Fabril, BA, pág. 107). Las «islas le-innas» de raíz mítica aparecentambién en Roberto Arlt y en Juan CarlosOnneti.

02 La metamorfosis. de Frank Kafka (Losada, Buenos Aires, 1952, pá-gina 15).

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arriba, resto fantasmalde un mundo que ya no existía», se dice clhéroede Sobre héroesy tumbas,de Ernesto Sábato, al ver por pri-niera vez el hogarde Alejandra en Barracas,«un hogarque es comosi no lo fuera» ‘~. Sin embargo,estas«casas»y hogares «como si nolo fueran», son el «centro» de muchos espacioscircunscritosde lanarrativahispanoamericana.

Julio Ortegaha destacadocómo en Paradiso la imagen del hogarestáen toda la novela: «en la primera mitad como tema y en la se-gundamitad como tierra firme de las exploracionesde Cemí»14 Másadelante, desmenuzaesta idea: «En Paradiso el hogar es el axismundí, la imagen por excelencia del fuego central. Pero no es unaimagen exeluyente (la imagen por definición, no 10 es). sino (porel contrario, por definición) una imagen incorporatriz; a partir deella el mundoes una casadesconociday por habitar: no en vano enlas últimas páginasde la novela muestranla aventurade Cemí pe-netrandouna casailuminada de tres pisos en cuyo núcleo se halla-rá a si mismo»~

Las dificultades para concretar,aún en estos espaciosreducidos,el «yo» apenasexpandido en los limites de una casa-templosiempreen crisis, lleva a que la generalizaciónde la problemáticade la iden-tidad asuma las proporcionesintegrales y absolutasde que hablába-mos al principio de esteensayo.La burguesíahispanoamericana,a di-ferenciade lo que ocurre en la ficción europea,no tendrá nuncalaoportunidadde ofrecer «un espaciofeliz» demarcado.Siempre, esosgrandeso pequeños«hogares»serán presentadosnovelisticamenteen«crisis» y si aparecenmomentaneamentecomo «felices» será sobrela basede su anacronismo,un desajusteglobal en relación al restodel medio en quese levanteel símbolo de la «casafeliz».

Sin embargo, ese desajusteindividual o de claseno impide quetodos los héroes y aún los antihéroesde la novelística contemporá-nea sigan buscando su respectivo «espaciofeliz». Si las empresasépicas parecen privilegio de los locos ambiciosos,como el Aguirrede El camino de El Dorado, el derechoa soñar con paraísoslejanossigue siendo un derecho que no ceden ni los acosadoshabitantesde un estrecho cuarto de pensión, como el Eladio Linacero dc Elpozo,de JuanCarlos Onetti.

Las dificultades del «ser» no impiden que hasta el vagabundo

13 Q~ c., pág. 113,La contemplación de la fiesta, por Julio Ortega (Monte Avila, Cara-

cas, pág. 103).“ Ibid., pág. 104.

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—como surge de obras como Hijo de ladrón, de Manuel Rojas—busquendemarcarun espaciofeliz de posesióndirecta. Esos espaciosno sólo se defiendenen la selva vegetal,sino que puedenconquistarsecontra toda fuerza adversaen la «jungla de asfalto» de la gran ciu-dad de Los siete locos, de Roberto Ant. Esta idea —la «construc-ción» de un paraísoreducido, incluso, al límite de la «casa»en quese vive— necesitacompletarse,para su cabal comprensión,con al-gunas nociones teóricas, lo que Víctor von Weizsackcr ha llamado«el círculo de la forma» ié

Todo hombre es —en principio— el punto nodal de una seriedefuerzasy redesque se conectan«radialmente»con unaserie de otrospuntos del espacio circundante. Uniendo todos ellos, con el «yo»corno punto nodal céntrico, se tiene la imagen de un círculo que in-cluye todo lo que es «encuentro»entre el «yo» y el resto del mundo.Esta imagen de un circulo no pasa de ser una imagen, porque elhombre tiende siempre a estar en desarrollo, mantieneuna perma-nente actividad de relación y percepción.Esta concepcióndinámicadel «círculo de la fornía» es casi un «Gestaltkreis»de fornía in-acabada,es decir, que no llega a ser nunca una figura objetiva.

La aceptaciónde esta idea básica y esquemáticase recomien-da por la valoración que el círculo ha poseído siempre como sím-bolo de la vida en todaslas épocasy hastaen los más viejos mitos.Bastapensaren el Deus est sphera cujus centrum ubique circumfe-rentia nusquam que cita Marjonie Hope Nicolson ~ para captar to-das las implicancias filosóficas, religiosas y simbólicas que esta ima-gen ha tenido siempre.

Pero esta idea de la construccióndel «circulo de la forma» im-plica ademásla aceptaciónde los principios de coherenciay armoma,porquela «unidad» que un sujeto forma con su mundotiende a uncierto orden, a una coherenciamínima, Este principio de armoníaesllamado por los etólogos alemanes «Umwelt», es decir, el ambienteque no sólo rodea al hombre, sino que está dentro de él como unaprolongaciónnatural del «yo» en la realidad y, a su vez, del con-torne en la conciencia. Esta prolongación natural, no confrontada,es la que permite visiones estabilizadorasdel contorno. Ahora bien,este «orden» tiende a fijarse cuando aparecenformas de resisten-

~ Dar Gestallkreis, por Victor von Weizsúcker (Theorie der Eínheit von

Wahrnehmcnund Bewegen),Ceorg Thieme, Verlag, Stuttgart, ¡964.~‘ Tite brr’aking of the cirole (jNorthwesterns tiYrxiversity Press, 1950), por

Marjorie 1-lope Nicolson, donde se recopilan las veinticuatro definiciones deDios segúnlos grandesmaestrosde la teologia medieval.

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cias o agresióndesdeel exterior, fuerzasque destruyeno aplastanlosprincipios de «armonía». Al fijarse. se aisla, se encierra en el re-ducto del «espacio»conquistado,levantadefensivamentemurallasparapreservartodo principio de posesióndirecta «estabilizada»y con ellose incomunicay el procesodialécticode permanenteelaboracióndelcírculo de la forma se detiene.

Porqueel principio de coherenciay armoníaque el yo aspira aestablecerentresu centronodal y el contornoestábasadoen un prin-cipio de encuentro,es decir, en la capacidadde comunicacióny diálogoa entablarseentreese punto nodal y los demás puntos variablesdelespacio.La propia expresiónencuentrodebe afirmar los otros prin-cipios de confrontacióndel «yo» y el contorno por oposición a lasíntesisconstruccióndestrucción en que esa relación siemprese re-vierte. La noción de crisis comoconcepto—quepermite incluir los pro-cesos que se ordenan dinámicamente alrededor de un punto de«resistencia»o «confrontación»—también es importante en estarela-ción dialéctica, porque en Hispanoaméricasigue siendo esencial eldesajusteentre el yo y los diferentespuntosdel espacioque integransu circulo. El «Urnwelt» todavía es sólo una aspiración, una meta,y pocaspáginasde la ficción continentalpuedenofrecer legítimamenteinstauradala «armonía»de una concienciaindividual o colectiva enun espacioconquistado.Pero como toda mcta,aun reducidaa la es-cala de los sueñosde Linacero en El pozo‘~, es motivo suficienteparala acción del hombre, para sus «movimientos» tendentesa la con-quista del espaciofeliz.

Si el desajustees la regla y el «círculo de la forma» no ha sidotrazado todavía por el héroe de la ficción hispanoamericana,el bus-cador del paraísoperdido o el «constructor»del «espaciofeliz» in-dividual o colectivo, deberápartir siempredel movimiento como ac-titud vital original. Un movimiento que es una forma de «andarenalgo», pero que es también la expresiónde una insatisfaccióny undesajusteentreel yo y el contorno. A travésde los viajes se conoceny ponen en relación zonasdiscontinuasy desintegradasdel continenteamericano,El viaje, como forma del movimiento del «yo», pone siem-pre en relaciónpuntosy regionesquese aparecíancomo independien-tes, integradistancia, cubre «vacíos»,permite —en algunas oportu-nidades—el encuentrodel buscadotemplo o prohíja la demarcacióndel ansiado«espaciofeliz» de que hablaBachelard.

‘~ En Las trampasde Onetti, por FemandoAinsa (Alfa, Montevideo,1970),se estudias,estos sueñoscomo «mecanismosde defensa»,una de las formasde la evasión (pág. 69 a 73).

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El espacio es lo que hace que los seres vivan separadosy le-jos unosde otros, conceptoque en Hispanoaméricaapareceparticular-menteagravadopor las dificultadesde comunicacióny la baja den-sidad de población. Este aspecto «vacío» en términos humanos es,sin embargo,«atravesable»,como recuerdaGeorgePoulet. Justamenteel desplazamientoen eí espacio,viajar, es lo que pone en relaciónesos puntos y regiones, sufriendo siempre el «yo» que se trasladauna especial metamorfosis,tal como la novela Los pasosperdidos,pero que también es perceptibleen Don SegundoSombra,Crónica deSanGabriel, La vorágine, Canaimay todos los viajes-búsqueday via-jes-huida en que abundala narrativahispanoamericana(Toa, Desdeel río, Cuatro años a bordo de mí mismo, etc...). Pero los puntosvinculados, y no sólo las concienciasque lo recorren,como espaciosoriginalmenteincomunicadossufren también cambios inherentesa lanuevarelación entablada: las fuentesdel Orinoco y Nueva York es-tablecen,en la noveladeCarpentier, un extrañodiálogo en la distanciaal ser confrontadasindirectamente.

Pero el viaje, el movimiento, también puede ser un fin en símismo. «Caminar, caminar, caminar» como ritmo contenido y vo-luntarioso,es un fin para el héroeFabioCáceresde Don SegundoSom-bra, de Ricardo Gúiraldes,unamcta circular que logra proyectarsemí-ticamente en un continentedonde la Utopía se escapa,se destruyey se reinventaa golpes de la ilusión, el odio o la esperanza,pero quenunca ha podido objetivarsemás allá de los sueñosde sus profetaso escritores.

FERNANDO AINS.x

Montevideo (Uruguay).