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ENSAYO LITERATURA: LA REALIDAD MODERADA POR LA FANTASÍA* Fernando Emmerich** Una historia fantástica puede ser creída y una historia realmente vivida puede no convencer a nadie. Lo que cuenta en un relato es su capacidad de convencimiento. Verismo y verosimilitud no son sinónimos. La verosimilitud es más importante que la verdad misma en un relato literario. Este debe ser coherente y creíble. Al escribir sobre hechos reales éstos deben aparecer como verosímiles, cualidad que no precisa la realidad, la cual no necesita ser creída para existir. D ebo confesar una laguna de seis meses en mi currículo, los transcurridos entre mi licénciamiento del servicio militar y el comienzo de mis estudios de pedagogía. Contrariando a ciertos burócratas, nunca he llenado esa laguna, no porque no quiera reconocer haber trabajado en una profesión clandestina (por lo demás, varias profesiones clandestinas gozan hoy de una publicidad que muchos hombres públicos desearían), sino por el razonable temor de toda persona empeñada en ser veraz de que, por serlo, no siempre le crean. Aunque mi gestión como duende fue muy breve y, debido a mi bisoñez, que no tuve tiempo de superar, afronté muchas dificultades, *Una primitiva versión de este trabajo fue publicada, bajo el título de Casi tan fantástica como la vida real, en el Suplemento Cultural del diario La Nación en febrero de 1988. **Escritor chileno. Entre sus obras más conocidas podemos mencionar El tigre de papel. Los lobos y las magnolias, Los árboles azules y Los leones y los unicornios.

Literatura: la realidad moderada por la fantasía

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Ensayo

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  • ENSAYO

    LITERATURA:LA REALIDAD MODERADA

    POR LA FANTASA*

    Fernando Emmerich**

    Una historia fantstica puede ser creda y una historia realmente vivida puede noconvencer a nadie. Lo que cuenta en un relato es su capacidad de convencimiento.Verismo y verosimilitud no son sinnimos. La verosimilitud es ms importante que laverdad misma en un relato literario. Este debe ser coherente y creble.Al escribir sobre hechos reales stos deben aparecer como verosmiles, cualidad que noprecisa la realidad, la cual no necesita ser creda para existir.

    Debo confesar una laguna de seis meses en mi currculo, lostranscurridos entre mi licnciamiento del servicio militar y el comienzo demis estudios de pedagoga. Contrariando a ciertos burcratas, nunca hellenado esa laguna, no porque no quiera reconocer haber trabajado en unaprofesin clandestina (por lo dems, varias profesiones clandestinas gozanhoy de una publicidad que muchos hombres pblicos desearan), sino por elrazonable temor de toda persona empeada en ser veraz de que, por serlo,no siempre le crean.

    Aunque mi gestin como duende fue muy breve y, debido a mibisoez, que no tuve tiempo de superar, afront muchas dificultades,

    *Una primitiva versin de este trabajo fue publicada, bajo el ttulo de Casi tanfantstica como la vida real, en el Suplemento Cultural del diario La Nacin en febrerode 1988.

    **Escritor chileno. Entre sus obras ms conocidas podemos mencionar El tigrede papel. Los lobos y las magnolias, Los rboles azules y Los leones y los unicornios.

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    recuerdo aquel perodo con bastante nostalgia, tanto porque pertenece alpasado como porque corresponde a mi prctica de uno de los pocos oficioslibres de trabas que todava quedan en este mundo. El duende nace, no sehace. Ningn prstamo de Salamanca consigue compensar la carencia decapacidad natural para llegar a ser un duende como es debido, es decir,conservador, sigiloso y bromista, y, por lo tanto, eficiente. Ningn cartn,aunque lo hayan firmado muy poderosas autoridades, puede producir esemilagro. Para ser duende no se necesitan estudios especiales: un duende seforma ejercitando sus habilidades congnitas en los rincones de las casonasantiguas. No se pide, para ejercer la profesin, haber dado el bachillerato ymenos haber cursado en la universidad, librndose as los aprendices deduendes de actividades tan ajenas a su espritu como las de apedrear policasy destruir las aulas. Nadie se recibe de duende. Ninguna facultad tiene la deotorgar el ttulo correspondiente: ningn mortal podra desaparecer a travsde una pared por el solo hecho de disponer de un diploma. Por consiguiente,no puede haber pugnas entre duendes titulados y sin ttulo, y ningunaurgencia por titularse so pena de quedar cesante convirtiendo envlidos y valiosos, por decreto, servicios considerados hasta entoncesilcitos y perjudiciales; ningn duende se siente menos que otro por carecerde un diploma: slo se puede sentir menos que otro si carece de su destreza.Tampoco, gracias a Dios, hay Colegio de Duendes; a ningn duende se leocurrira perseguir a un colega por ejercer la profesin sin estar colegiado,por ejercerla clandestinamente; por lo dems, la clandestinidad es para elduende como el agua para el pez. No son concebibles duendes por lascalles, a plena luz del da, reclamando mediante carteles y lienzos aumentosde salarios y disminucin de horas de trabajo, como tampoco firmandomanifiestos (los duendes escriben con tinta simptica) o pliegos de peticio-nes, o protestando contra la detencin de algn dirigente sindical de losduendes (dnde lo encerraran, en qu celda de la cual no se pudieraescapar en el acto?). Las huelgas de duendes no tendran repercusin:pasaran inadvertidas para muchos o seran acogidas por otros con tantafrialdad o tanto alivio como si se declararan en huelga los escritores o lostbanos.

    Prefiero no entrar en detalles acerca de mi fugaz actividad fantasmalen un casern de Santiago. Haber pertenecido al gremio de los duendes escomo haber sido cofrade de una secta hermtica, como haber sido masn orosacruz: uno sale portando secretos que ms vale no revelar, tanto por unmnimo respeto hacia quienes, honrndonos con su confianza, nos acogie-ron en su cofrada como porque se pueden vengar de cualquier delacin, ylos duendes de maneras muy traviesas, especialmente si uno escribe, pues,

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    como se sabe, disponen de la complicidad temible de linotipistas y correcto-res de pruebas.

    Baste decir, para satisfacer posibles curiosidades, que logr mipuesto contestando el aviso colocado por mi futuro empleador en un diariosantiaguino, en el cual el candidato era definido con estas caractersticasrequeridas: menudo, delgado y sigiloso; disposicin para las actividadesfurtivas y salud compatible con el cargo. No era estrictamente necesario,pero s recomendable, tener alguna prctica en el oficio.

    Como yo no tena ninguna, mi empleador me tom primero aprueba, por tres meses. Transcurrida esa etapa, firmamos un contrato porun ao, tan prorrogable como caducable. Si se considera mi condicin deprincipiante, la paga era bastante buena. Ejerc mis funciones en un casernsituado en un barrio santiaguino entonces poblado de quintas. El progresocomo lo llaman ha sustituido las quintas por edificios de departamen-tos, ahuyentando a los duendes.

    Por su parte deseaba mi patrn ahuyentar a los arrendatarios de sucasa: para eso me contrat, precisamente. Haba problemas con el alquiler.Los arrendatarios lo pagaban tarde, mal y nunca. Mi patrn les habapedido la casa, pero ellos no parecan muy dispuestos a entregarla, por lomenos a entregarla pronto. La va legal haba resultado para mi patrn,como suele suceder en estos casos, un arma de doble filo: los arrendatarios,demandados, lo haban demandado a su vez por cobrarle un alquilerdemasiado subido. Yo tena la misin de asustarlos tanto como paradecidirlos a dejar la casa. No lo consegu. Sucedi todo lo contrario: fueronellos quienes lograron ahuyentarme a m. Tenan un hijo estudiando piano.Lo aporreaba todos los das, maana y tarde, monotemticamente, durantehoras eternas, ejercitndose con un entusiasmo digno de mejor causa. Envano trat de asustarlo: no me senta. Yo le deseaba un saludable descansosaludable sobre todo para m, pero pareca no cansarse jams. No fuicapaz de soportarlo. Ese ruido en blanco y negro poda destrozar los nerviosdel duende ms pintado, con ms facilidad entonces los de un boceto deduende como era yo. Mi patrn recibi mi renuncia con parpadeantesorpresa y no entendi muy bien mis razones: era medio sordo. Muchotiempo despus de haber abandonado ese casern por la puerta falsa,todava resonaban en mi pobre memoria las notas de aquel maldito piano.

    He contado esta historia muy pocas veces. A tres o cuatro amigos,no ms. Todos ellos, al orla, me han hecho la misma pregunta:

    Pero por qu no la escribes?Por qu no la escribo? Porque temo en este caso no lograr una

    condicin esencial en todo relato: verosimilitud.Verosimilitud? Mis amigos me miran con asombro. Cmo puede

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    preocuparle tanto la verosimilitud al autor de un relato cuyo protagonistallora diamantes? Adems, cmo puede temer por su verosimilitud si enrealidad vivi la historia?

    La cosa no es tan sencilla. Uno puede trabajar en la vida real comoduende y ser o no ser credo: esto no afecta mayormente a la realidad en smisma. Pero muy distinto es hacer trabajar a un personaje ficticio comoduende, pues esa situacin debe concordar lgicamente con los demselementos del relato y dar forzosamente una sensacin de realidad posible;si no lo logra, el relato habr fracasado.

    En la vida real, a un fantasma le puede convenir no provocarcredulidad o pasar inadvertido; en la literatura, un fantasma debe tener unaconsistencia literaria tan convincente como la de los dems personajes: pararepresentar al espectro del difunto rey de Dinamarca se necesita tambin unactor, al igual que para representar al dubitativo hijo que lo sobrevive.

    Un cable nos trae la noticia de la fuga de dos fantasmas hastiados delparaso comunista. Dos jvenes artesanos de la tan graciosamente llamadaRepblica Democrtica de Alemania prefirieron los horrores del capitalis-mo y consiguieron escapar al Oeste, atravesando la frontera con AlemaniaFederal disfrazados de fantasmas. Cubiertos con sbanas blancas, lograronpasar inadvertidos en la nieve y la niebla, y desactivar las alarmas y cruzarlas alambradas, eludiendo a los guardias orientales.

    Visto as, desde lejos, este comunicado de la polica fronteriza deBaviera refleja los elementos para escribir un cuento emocionante. Pero nopor proceder de una historia vivida tendra su verosimilitud asegurada: esodependera de quien la escribiera. Si el relato lo redactasen los propiosprotagonistas quizs no consiguieran hacerlo convincente, logro asequible,tal vez, a cualquier escritor capaz, aunque desde luego careciera de lasvivencias del caso. Daniel Defoe no vivi jams, que se sepa, en una islasolitaria; quien pas realmente por esa prueba no escribi la magistralhistoria de Robinson Crusoe. Las vivencias, aplicadas despus al relatocorrespondiente, no garantizan siempre su verosimilitud.

    La verosimilitud no depende tanto de las vivencias directas del autorcomo de su capacidad para convencer, de su elocuencia narrativa. Verismoy verosimilitud no son sinnimos. Una historia fantstica puede resultarperfectamente creble. Y viceversa: una historia vivida puede originar unrelato cuya realidad no convence. Los hombres no se convierten en bichosen la vida real, pero cuando Gregorio Samsa, en La metamorfosis, amanecetransformado en escarabajo, resulta verosmil: todo cuanto rodea la meta-morfosis est descrito con un, si se me permite, muy convincente realismofantstico, todo parece posible y lgico, por ejemplo los dolores en las doshileras de patas del pobre Gregorio Samsa, y sus naturales cambios de

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    sensibilidad, hbitos y gustos, debidos a su nueva condicin biolgica. Encambio, los hombres tienen amores en la vida real, esto es normal, perocuando esos amores los describe Corn Tellado en sus rosadas novelitasparecen falsos, del todo irreales, no convencen para nada, estn teidos conun romanticismo bobo, convencional y cursi que los aparta de la vida y, porlo tanto, de la literatura.

    "Lo esencial no es que una historia sea verdica, sino verdadera",opinaba Vctor Hugo refirindose a Los miserables. "Los miserablesanota uno de los bigrafos de Vctor Hugo es mejor que verdadera: esverosmil". En la narrativa la verosimilitud es, en efecto, ms deseable quela verdad, y su logro no es una consecucin de la historia, sino del autor. Loesencial es que no haya fallas en la lgica orgnica del relato, sea realista ofantstico. En la vida real no llueven flores como en el mundo novelesco deGarca Mrquez, pero tales elementos poticos y simblicos proceden delreflejo de la fantasa del autor en la realidad como el arco iris procede delreflejo de la luz del sol en las gotas de la lluvia. La verosimilitud se debilita,sin embargo, si, por falla del escritor, la lgica del relato se resquebraja o sequiebra. En el Quijote, la esposa de Sancho va recibiendo a lo largo de lanovela distintos nombres, por sucesivos olvidos y descuidos del autor.Vemos entonces la mano de Cervantes escribiendo el Quijote, y la obra seresiente. La mano del autor de un relato no debe dejarse ver, tal como enuna funcin de tteres, para que los muecos den la sensacin de actuar conautonoma no debe ser vista la mano que los mueve.

    Cuando el novelista se distrae, la obra se aleja de la vida real, de lacual es una representacin estilizada: el autor que mueve los hilos de la vidareal nunca se distrae, no comete tales errores. A veces Hornero dormita; elhado no dormita jams. Una persona puede cambiar de nombre voluntaria-mente, decidindose por un seudnimo, y tambin se lo pueden cambiar losdems, como suele acontecer cuando se aplica un alias, un apodo, pero nose puede llamar hoy Juana y maana Teresa porque quien encadena loshechos de la vida real se distrajo y se le olvid que se llamaba Juana y labautiz de nuevo, esta vez como Teresa. Semejante fisura de la identidadtampoco le debe ocurrir a un personaje ficticio, so pena de perder cuerpo elpersonaje y verosimilitud el relato.

    La desventaja de una novela con respecto a la vida real (o, dicho deotra manera, de un pequeo Dios con respecto a Dios) estriba en que unanovela precisa ser creda y la vida real no. La vida real no necesita serverosmil, pues no necesita convencer a nadie de su realidad: le basta seruna realidad. Se puede dudar que se licen peridicamente los grumos desangre de San Genaro en los relicarios depositados en la catedral napolitana:si ese fenmeno es una realidad, lo ser por mucho que muchos lo duden.

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    Pero que un chico llore diamantes o los capuchinos luchen a brazo partidocontra la primavera debe ser acatado por los lectores para que mis desmaa-dos cuentos alcancen la deseada categora de representaciones vlidas de larealidad. "Me gano la vida contando mentiras", defini su profesin unclebre novelista norteamericano. Pero esas mentiras (como todas lasmentiras, por lo dems) deben ser convincentes. La verdad no es problemade la narrativa; la condicin esencial de la narrativa es la verosimilitud, esdecir, lo similar a lo verdadero.

    Esta destilacin de la verdad en episodios verosmiles es una de lasfases ms delicadas del proceso de la composicin de un relato. Variasveces, escribiendo narraciones estrictamente basadas en hechos reales, hedebido aminorar la verdad tratando de conseguir la verosimilitud.

    Siendo profesor de uno de los colegios alemanes de la provincia deValparaso, fui testigo (cmplice, mejor dicho) de los episodios que relatoen mi cuento Nochebuena. Mientras lo escriba, copiando casi fielmente lavida real, me preguntaba si no resultara demasiado "literaria" la historia delprofesor que, despus de animar vestido de Viejo Pascuero la fiesta navide-a de su colegio, tiene la ocurrencia de asistir, sin sacarse su disfraz, a unacena durante la cual empina el codo ms de lo prudente, dice un discursopascual, ms tarde baila polca con una colega y, siempre disfrazado deViejo de Pascua, se va de parranda con otros profesores manejando suvehculo (es un automvil, no el tradicional trineo), choca con otrosvehculos, estacionados, y contra unos rboles, y es detenido por loscarabineros y llevado a la comisara. No conozco en la literatura unasituacin en la cual el Viejo Pascuero se haya portado peor, pero s lasconozco en la vida real. En una localidad situada cerca de Hamburgo, doshombres, uno disfrazado de Santa Claus y actuando el otro como suayudante, asaltaron un banco. El Viejo Pascual encaon sbitamente alcajero con un revlver y le pidi todo el dinero de la caja, puso el botn en elsaco de los regalos y sali, retrocediendo hacia donde su cmplice vigilabala retirada. Modernamente huyeron en auto.

    El temor de no lograr el suficiente realismo me asalt tambinmientras escriba Platn en Yungay, cuento basado asimismo en episodiosde los cuales fui testigo. Salvo el final, escrib la historia tal como lapresenci. Miento: siempre procurando resultar verosmil, en mi relatomoder la civilizada relacin que se produjo en la vida real entre la mujer,su marido y su pretendiente. Pero me qued corto: a pesar de mis precaucio-nes, la crtica (gremio profesionalmente ajeno a la realidad) consider queyo haba bordeado peligrosamente la falta de verosimilitud.

    Meses antes de trabajar como duende, cuando yo estaba cumpliendoel servicio militar en un regimiento nortino, fui con un camarada de mi

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    escuadrn te acuerdas, Chain? a la Fiesta de la Tirana. Cuandollegamos a La Tirana, esa tarde, asombrado por aquel espectculo alucinan-te, Chain me pregunt, sonriendo: "Ser cierto esto? No lo estar soan-do?". No era un sueo, desde luego, pues estbamos presenciando ambos lomismo, y, como dice Unamuno, "se conoce que algo no es un sueo en queno es de uno solo".

    Pero pareca ser un sueo. En el polvo cansado ya, bajo la grandiosi-dad crepuscular del cielo de la Pampa del Tamarugal, se desplegaba delantede nosotros todo el bullicioso y movedizo colorido de aquella fiesta brbara:el vernculo fervor de los cnticos, los disfraces chillones, la sonajera de laspanderetas, las mscaras diablicas, las carcajadas de las matracas, lavertiginosa coreografa de las danzas, el montono golpeteo de los bombos,los rostros mrtires y las rodillas ensangrentadas de quienes pagabanmandas arrastrndose hacia la Virgen, el ir y venir multitudinario de loscuriosos, las voces de los vendedores tentando desde los tenderetes... En lanoche, las fogatas heriran ritualmente la oscuridad empaada por el mor-diente fro del desierto, atrayendo a turistas y romeros ateridos y soolien-tos, y al da siguiente la luz del sol despertara de nuevo la policroma de losbailes enfervorizando ese santuario rodeado por el agreste paisaje de lapampa verdecida de tamarugos. Todo eso se grab con fuerza en mi mente.Los promeseros de La Tirana siguieron bailando y cantando en mi memoriadurante largo tiempo. Tena los personajes y un ambiente desbordante decolor local para un relato de motivadoras posibilidades. Pero me faltaba eltema, sin el cual esos elementos no funcionaban orgnicamente. Le dimuchas vueltas al asunto, sin resultado. No se me ocurra nada. Entre tanto,describ cuidadosamente, con esmero, casi podra decir con cario, lasfiguras y el vestuario de las comparsas y aquel ambiente donde queradesarrollar un argumento. Fue como vestir y maquillar a los actores ylevantar el decorado... sin saber an qu drama se representara.

    Despus de mucho cavilar, se me ocurri, por fin, un argumento: elde mi relato Las llamas eternas. Un cabo de un regimiento nortino mata enuna ria de juerguistas a un sargento; a la maana siguiente huye hacia laPampa del Tamarugal, confundindose con los peregrinos que acuden poresos das a la fiesta de La Tirana. El fugitivo pretende seguir posteriormenteal sur, desde La Tirana; mientras tanto, confa pasar inadvertido entre losmillares de romeros y curiosos aglomerados en ese villorrio pampinodurante la festividad. Pero no logra escapar de su propia conciencia culpa-ble: se le aparece cada cierto tiempo el espectro de su vctima, y los diablosde La Tirana lo rodean recordndole su condicin de homicida.

    Dos o tres aos despus de haber publicado este relato, en un diariole la noticia de un secuestro acaecido en Iquique. Aquella noticia me

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    produjo profunda envidia. Situndolo en el mismo teatro de mi cuento, elhado haba dispuesto en la vida real un drama cuyas facetas humanas mehabra gustado tratar literariamente. Cinco sujetos haban secuestrado a lospequeos hijos de un cajero de un banco de Iquique, pidiendo rescate porellos. Como en mi cuento, los hechos ocurrieron a mediados de julio,cuando se celebra la Fiesta de La Tirana. Uno de aquellos delincuentesaficionados, un suplementero, se dirigi con su mujer y sus dos hijos alsantuario tarapaqueo, para pagarle a la Virgen del Carmen una manda, decien mil pesos, deducidos del milln y medio que le haba correspondidocomo su parte del rescate, ofrecida por si todo sala bien. Era una verdaderaproposicin de coimearla, y por lo visto la Virgen resolvi no mezclarse: labanda fue detenida finalmente por la polica. La justicia debe de haberconsiderado, al juzgarlos, algunos hechos atenuantes: delinquan por pri-mera vez, y el suplementero, encargado de vigilar a los nios, lo hizoprodigndole maternales cuidados al ms chiquito, a quien debi prepararlecuatro veces al da su mamadera, lo cual, hay que reconocerlo, no resultamuy fcil en el desierto, y menos an huyendo de la polica. Sin embargo,su cometido parece haber sido bastante satisfactorio: no se registraronquejas al respecto.

    No es la primera vez, por lo dems, que la venerada Virgen delCarmen de La Tirana se ve complicada en un delito. En otra oportunidadunos ladrones le robaron ocho mil pesos de una de las alcancas del altarmayor. Habindose apropiado ya de aquel dinero, los ladrones, demostran-do su religiosidad y tambin su esteticismo, le dejaron cuatrocientos pesoscomo su contribucin a la campaa emprendida en esos das por los fielespara pintar el templo.

    El ttulo de mi libro Los Leones y los Unicornios ha sido consideradoherldico y metafrico. Se ha visto en esas figuras una contraposicin entrelo real, representado por el poderoso y melenudo len, rey de la selva, y lofantstico, simbolizado por el mtico y grcil unicornio frecuentador degobelinos y escudos. Puede ser. En todo caso, no conozco mucho a losleones reales y naturalmente menos an a los fabulosos unicornios. A losleones los he visto personalmente slo en el circo, y no me han producidosensacin alguna de poder, sino soolientos y hediondos, de vejez yresignacin. Me dan pena. Se les debera devolver la libertad, si eso nofuera demasiado peligroso, no tanto para el hombre, como sera consignadoen la literatura, sino sobre todo para los leones, como pasa en la vida real.Otra noticia leda en la prensa: una leona, llevada por el hambre, baj de uncerro del sector de Ciruelos, en la comuna de San Jos de la Mariquina, enbusca de alimentos, pero encontr la muerte al ser atropellada en lacarretera por un automvil. Una muchacha lugarea, Marta Carillanca, vio

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    cmo el animal agonizaba en el camino y cmo posteriormente un caminse detuvo para coger el cuerpo y llevrselo (a los choferes chilenos no se lesescapan siquiera los leones cuando se trata de atravesar la calle).

    Y pensar que yo, al ambientar algunos de mis relatos en el valle de laMariquina, no pas de mencionar a unos leones cuya bravura se reduce arivalizar con los rotarios.

    Y los unicornios... Los unicornios, animales mitolgicos? Una vezms la prensa me corrige la plana. Un lector de la Revista del Domingo seapoya en la Biblia para sugerir que quizs el unicornio no haya sidomitolgico, sino real. "Haras arar al unicornio?", pregunta la SagradaEscritura. El unicornio, como animal de verdad, hoy desaparecido, habravivido en La Palestina, un miembro de la familia del bisonte o del bfalo,muy fuerte y feroz. Una especie de toro.

    Si as fue, tan poco sugerente, me quedo con el unicornio de laleyenda, que pierde su fuerza cuando reclina su cuerno en el regazo de unadoncella. Lo prefiero por el mismo motivo por el que tom por alabanza elreproche de un crtico que tild mis cuentos de fantsticos, con lo cual mequiso decir, al parecer, que se alejaban de la realidad, aunque debi decirque lo son porque "no" se alejan mucho de la realidad.

    Alejandra Cordes es (o, mejor dicho, era) una escritora cuya capaci-dad para fabricar historias a gusto del pblico consumidor le permitivender masivamente sus novelas y disfrutar de una villa en la Provenza,donde viva con su marido, tambin escritor, aunque no tan popular comosu mujer. Hace poco, en una revista literaria le, con la correspondienteconmocin, una entrevista que se le hizo a la escritora. Cuando se lepregunt cules eran, a su juicio, las causas del entusiasmo del pblico porsus libros, ella reconoci:

    Se lo debo sobre todo a la crtica de mi marido. Discutimosmucho. Nos criticamos mutuamente y nos complementamos divinamente.A veces vuelan las plumas. Pero las cosas no pasan a mayores.

    Por desgracia, cuando esa entrevista sali publicada las cosas habanpasado a mayores, tiiendo de rojo los diarios con la noticia de lo sucedidoen aquella villa provenzal: una ensima disputa entre Alejandra Cordes y suesposo haba terminado en un bao de sangre: su esposo, luego de asesinar-la, se suicid.

    Posiblemente Alejandra Cordes habra dudado mucho en acoger enalguna de sus novelas ese desenlace, considerndolo demasiado truculen-to.