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Febrero de 2017 71 70 Liahona NIÑOS Por Jessica Larsen Basado en una historia real “Ama al Señor y tu parte haz” (Children’s Songbook, pág. 9). N ueve por siete es 63. Seis por ocho es… ¿42? No, eso no es correcto. Luca borró su respuesta rápidamente. “¡Se acabó el tiempo!”, dijo la maestra. “Todos tienen que entregar su examen”. “¡Oh, no!”, pensó Luca. “Ni siquiera he terminado”. Luca suspiró al entregar su examen. Tenía que conse- guir un noventa por ciento en sus exámenes cronome- trados para aprobar las tablas de multiplicación y poder llegar a ser el Maestro de multiplicación de la clase, ¡pero no sabía cómo iba a conseguirlo! Esa noche, durante el estudio familiar de las Escritu- ras, el papá leyó lo siguiente en Doctrina y Convenios: “Por consiguiente, si me pedís, recibiréis; si llamáis, se os abrirá” (D. y C. 6:5). Luca levantó la cabeza de golpe. ¡Esa era la respuesta! ¡La oración! Luca comenzó a orar todos los días para poder hacer bien su examen de multiplicación; eso funcionaría. Tenía que funcionar. ¡Por fin llegaría a ser el Maestro de la multiplicación! El martes, Luca llegó a casa de la escuela y buscó su pelota de baloncesto. “¿Necesitas ayuda para estudiar?”, preguntó la mamá. “¡No!, lo tengo todo bajo control”, dijo Luca mientras salía corriendo por la puerta. Creía tanto en la ora- ción que ni siquiera sacó sus tarjetas de estudio para practicar matemáticas. El viernes, Luca sabía que iba a aprobar el examen, pero cuando se sentó a tomarlo, no supo las respuestas, e incluso sacó una nota peor que antes. Luca caminó a casa cabizbajo desde la parada del autobús; había orado mucho para ser Maestro de la multiplicación. ¿Por qué el Padre Celestial no contestó su oración? Al llegar a casa, jugó a tirar la pelota a la canasta de baloncesto hasta que el papá llegó a casa del trabajo. El papá tocó la bocina del auto al llegar. “¿Qué tal te fue en la escuela?”, preguntó el papá. “No muy bien”, dijo Luca, agachando la cabeza. “No consigo aprobar mi examen de multiplicación”. “Siento oír eso”, dijo el papá. Levantó las manos para que le pasara la pelota. “¡Debería haber aprobado!”, dijo Luca. “Oré y todo. Papá, tú dijiste que el Padre Celestial contesta las oracio- nes. ¡Definitivamente no contestó la mía hoy!”. “¿Practicaste con las tarjetas de estudio?”, preguntó el papá. “No”. “¿Estudiaste siquiera?”. “No”, dijo Luca. “¡Pero oré toda la semana!”. El papá miró a Luca mientras botaba la pelota. “Bueno, la multiplicación es parecida al baloncesto. ¿Cómo llegaste a ser tan bueno al baloncesto?”. “Practicando”, dijo Luca. “Sí, y cuando oramos al Padre Celestial para que te ayude antes de tus partidos, no oramos para que haga que mági- camente te vuelvas un mejor jugador de baloncesto. ¿Para qué oramos?”. “Para que pueda recordar lo que practiqué”, dijo Luca. “Así es. La oración da su mejor resultado cuando hacemos nuestra parte y también le pedimos al Padre Celestial que nos ayude”, dijo el papá. “¿Y mi parte es estudiar las tarjetas de estu- dio?”, preguntó Luca. “Exactamente”, dijo el papá, pasándole otra vez la pelota. Luca suspiró profundamente y lanzó la pelota. La pelota botó sobre el aro. “Está bien. Va a tomar mucho esfuerzo, pero creo que puedo estudiar duro y pedirle al Padre Celestial que me ayude”. “¡Así se habla!”, dijo el papá. “¿Estás listo para un mano a mano?”. Luca sonrió y le robó la pelota al papá. “Sí, claro, con tal de que me ayudes a estudiar al mismo tiempo”. “Trato hecho”, dijo el papá. “¿Seis por ocho es?”. “¡Cuarenta y ocho!”, dijo Luca, lanzando la pelota de nuevo al aro. Y esta vez encestó. Entre la práctica y la oración, después de todo llegaría a ser un Maestro de la multiplicación. ◼ La autora vive en Texas, EE. UU. ILUSTRACIONES POR JOSH TIMOTHY. El examen se acercaba, pero Luca tenía un plan. “Una vez, quería aprender a hacer los travesaños, pero me caí; lo intenté otra vez, pero me volví a caer; solo podía llegar a la tercera barra. Oré al Padre Celestial para que me ayudara a ser valiente y después de mi oración, sentí que estaba lista para intentarlo de nuevo. ¡Y esa vez llegué hasta la cuarta barra! ¡Y después a la quinta! ¡Estaba progresando! Sabía que el Padre Celestial me ayudaría a ser lo suficientemente valiente para seguir intentándolo para poder mejorar”. Lily S., 7 años, Arkansas, EE. UU. multiplicación Maestro de la

Lily S., 7 años, Arkansas, EE. UU. de la - lds.org · nes. ¡Definitivamente no contestó la mía hoy!”. “¿Practicaste con las tarjetas de estudio?”, preguntó el papá. “No”

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F e b r e r o d e 2 0 1 7 7170 L i a h o n a

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OS

Por Jessica LarsenBasado en una historia real

“Ama al Señor y tu parte haz” (Children’s Songbook, pág. 9).

Nueve por siete es 63. Seis por ocho es… ¿42? No, eso no es correcto.

Luca borró su respuesta rápidamente.“¡Se acabó el tiempo!”, dijo la maestra. “Todos tienen

que entregar su examen”.

“¡Oh, no!”, pensó Luca. “Ni siquiera he terminado”.

Luca suspiró al entregar su examen. Tenía que conse-guir un noventa por ciento en sus exámenes cronome-trados para aprobar las tablas de multiplicación y poder llegar a ser el Maestro de multiplicación de la clase, ¡pero no sabía cómo iba a conseguirlo!

Esa noche, durante el estudio familiar de las Escritu-ras, el papá leyó lo siguiente en Doctrina y Convenios: “Por consiguiente, si me pedís, recibiréis; si llamáis, se os abrirá” (D. y C. 6:5).

Luca levantó la cabeza de golpe. ¡Esa era la respuesta! ¡La oración!

Luca comenzó a orar todos los días para poder hacer bien su examen de multiplicación; eso funcionaría. Tenía que funcionar. ¡Por fin llegaría a ser el Maestro de la multiplicación!

El martes, Luca llegó a casa de la escuela y buscó su pelota de baloncesto.

“¿Necesitas ayuda para estudiar?”, preguntó la mamá.

“¡No!, lo tengo todo bajo control”, dijo Luca mientras salía corriendo por la puerta. Creía tanto en la ora-ción que ni siquiera sacó sus tarjetas de estudio para practicar matemáticas.

El viernes, Luca sabía que iba a aprobar el examen, pero cuando se sentó a tomarlo, no supo las respuestas, e incluso sacó una nota peor que antes.

Luca caminó a casa cabizbajo desde la parada del autobús; había orado mucho para ser Maestro de la multiplicación. ¿Por qué el Padre Celestial no contestó su oración?

Al llegar a casa, jugó a tirar la pelota a la canasta de baloncesto hasta que el papá llegó a casa del trabajo. El papá tocó la bocina del auto al llegar.

“¿Qué tal te fue en la escuela?”, preguntó el papá.“No muy bien”, dijo Luca, agachando la cabeza. “No

consigo aprobar mi examen de multiplicación”.“Siento oír eso”, dijo el papá. Levantó las manos para

que le pasara la pelota.“¡Debería haber aprobado!”, dijo Luca. “Oré y todo.

Papá, tú dijiste que el Padre Celestial contesta las oracio-nes. ¡Definitivamente no contestó la mía hoy!”.

“¿Practicaste con las tarjetas de estudio?”, preguntó el papá.

“No”.“¿Estudiaste siquiera?”.“No”, dijo Luca. “¡Pero oré toda la semana!”.El papá miró a Luca mientras botaba la pelota. “Bueno,

la multiplicación es parecida al baloncesto. ¿Cómo llegaste a ser tan bueno al baloncesto?”.

“Practicando”, dijo Luca.“Sí, y cuando oramos al Padre Celestial para que te ayude antes de tus partidos,

no oramos para que haga que mági-camente te vuelvas un mejor jugador de baloncesto. ¿Para qué oramos?”.

“Para que pueda recordar lo que practiqué”, dijo Luca.

“Así es. La oración da su mejor resultado cuando hacemos nuestra

parte y también le pedimos al Padre Celestial que nos ayude”,

dijo el papá.“¿Y mi parte es estudiar las tarjetas de estu-

dio?”, preguntó Luca.“Exactamente”, dijo el papá, pasándole otra vez

la pelota.Luca suspiró profundamente y lanzó la pelota. La

pelota botó sobre el aro. “Está bien. Va a tomar mucho esfuerzo, pero creo que puedo estudiar duro y pedirle al Padre Celestial que me ayude”.

“¡Así se habla!”, dijo el papá. “¿Estás listo para un mano a mano?”.

Luca sonrió y le robó la pelota al papá. “Sí, claro, con tal de que me ayudes a estudiar al mismo tiempo”.

“Trato hecho”, dijo el papá. “¿Seis por ocho es?”.“¡Cuarenta y ocho!”, dijo Luca, lanzando la pelota de

nuevo al aro. Y esta vez encestó.Entre la práctica y la oración, después de todo llegaría

a ser un Maestro de la multiplicación. ◼La autora vive en Texas, EE. UU.ILU

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El examen se acercaba, pero Luca tenía un plan.

“Una vez, quería aprender a hacer los travesaños, pero me caí; lo intenté otra vez, pero me volví a caer; solo podía llegar a la tercera barra. Oré al Padre Celestial

para que me ayudara a ser valiente y después de mi oración, sentí que estaba lista para intentarlo de nuevo. ¡Y esa vez llegué hasta la cuarta barra! ¡Y después a la quinta! ¡Estaba progresando! Sabía que el Padre Celestial me ayudaría a ser

lo suficientemente valiente para seguir intentándolo para poder mejorar”.Lily S., 7 años, Arkansas, EE. UU.

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